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RAZONES PARA

SER NÓMADA.
De VIVIR EN RUTA

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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
EL ABURRIMIENTO DE UNA VIDA PLANIFICADA
LA FALTA DE TIEMPO LIBRE
LA BÚSQUEDA DE UNA VIDA SENCILLA
VIVIR LA VIDA QUE DESEAMOS RECORDAR

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INTRODUCCIÓN

Cuando todavía teníamos una vida de oficinista, leer o


escuchar historias de personas que habían logrado lanzarse a la
aventura y viajar sin fecha de retorno nos ayudaba a imaginar con
ilusión cómo sería nuestra vida si consiguiéramos hacer realidad
nuestro sueño: vivir viajando. Las historias que más nos
apasionaban eran las de los viajeros que partían con las pocas
pertenencias que caben en una mochila de viajes, hacia un destino
incierto pero motivador. Mientras se nos ponían los dientes largos,
vivíamos una vida de obligaciones laborales y de rutina
permanente. Intentábamos consolarnos a nosotros mismos
diciéndonos que, por lo menos, con esta forma de vida teníamos la
seguridad de cubrir nuestras necesidades: asegurarnos el techo
bajo el que dormir, la comida que llevarnos a la boca e incluso
permitirnos los “caprichos” que nos apeteciera de vez en cuando.
Aún así, y sin saber exactamente por qué, sentíamos una enorme
insatisfacción interior: sólo sentíamos desasosiego y falta de ilusión,
pero en realidad estábamos empezando a llegar a las reflexiones
que nos llevarían a cambiar de vida.

Pasaron días, meses y años, hasta que nos dimos cuenta de


que no podíamos retrasar nuestros sueños para siempre; que el
momento era ahora o no sería nunca; que la decisión la teníamos
que tomar nosotros y no nuestras circunstancias. Si esperábamos a
que el momento fuera perfecto podíamos estar toda la vida
esperando algo que, quizá, nunca llegaría. En el momento en el
que, por fin, llegamos a esa conclusión nos dimos cuenta de que ya
no había marcha atrás: lo dejábamos todo para convertirnos en
nómadas y dar la vuelta al mundo en bicicleta.

Después de muchos preparativos y despedidas, el 23 de julio


de 2017 nos dispusimos a salir hacia la mayor aventura a la que
nos habíamos enfrentado jamás.

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Tiempo después de aquella ​salida mágica se nos ocurrió
escribir un relato con el que explicarle al mundo las razones por las
que elegimos cambiar nuestras vidas y convertirnos en nómadas.

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EL ABURRIMIENTO DE UNA VIDA
PLANIFICADA

Sabíamos casi a la perfección lo que iba a suceder cada día de


nuestra vida. A qué hora sonaría el despertador, el tráfico que
encontraríamos de camino al trabajo, la cantidad de veces que
haríamos una llamada o que diríamos hola y adiós; las veces que
sonreiríamos por cortesía y los kilómetros que recorreríamos al día.
Sabíamos que, después de terminar nuestra jornada laboral,
cenaríamos juntos e intentaríamos explicarnos el uno al otro algo
interesante que nos hubiera pasado hoy. Poco después, casi con
toda seguridad, nos quedaríamos dormidos a causa del cansancio.
Había que descansar, pues mañana volvería a sonar el despertador
y el mismo día volvería a empezar de cero.

Ahora nos damos cuenta de que apenas había diferencias


entre cada uno de los días que esculpían nuestra cotidianidad.
Parece de locos pensar que pudiéramos aguantar una actividad en
bucle tan insípida como esa. Sin embargo, lo hacíamos. Pero, ¿por
qué?

Al parecer la neurociencia ha
demostrado que el cerebro está
diseñado para ahorrar el máximo de
energía con el objetivo de garantizar
la supervivencia del individuo. La
forma en que la ahorra se basa en
rechazar estímulos de aprendizaje
que en él suponen un coste extra en
su rendimiento. Así pues a nuestro fantástico cerebro humano le
gusta la rutina y poder predecir lo que está por suceder, ya que eso
le evita tener que generar nuevas estrategias y por tanto, le
permite ahorrar energía.

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Entonces, ¿tenemos opción de cambiar si nuestro cerebro está
obsesionado con el ahorro energético? Claro que podemos, sólo
tenemos que ser más testarudos que nuestro propio instinto
“ahorrador” y esforzarnos por cambiar lo que ya no nos hace felices.

Y, ¿cómo sabes que tu vida se ha vuelto predecible y que eso


ya no te hace feliz? Bueno, sencillamente lo sabes. Nosotros
empezamos a detectar signos que nos daban a entender que algo
no iba bien. Apenas cinco minutos después de entrar a trabajar ya
estábamos mirando el reloj y el mejor momento del día coincidía
con el momento en el que finalizaba nuestra jornada.

“¿Qué sentido tiene esto?”, nos preguntábamos sin tener más


respuesta que la de una incómoda sensación de vacío.

“En la medida en que no estamos viviendo nuestros sueños,


nuestra zona de comodidad tiene más control de nosotros
del que tenemos nosotros mismos. ”

Peter McWilliams

Para calmar esa sensación de vacío hacíamos lo que muchos:


ir al cine, buscar un nuevo restaurante, quizás ir al teatro… Todo
para intentar enriquecer nuestras vidas y darle algo de sentido al
tiempo y esfuerzo que dedicábamos toda la semana a nuestro
empleo. Pero claro, estos “caprichos” costaban dinero. Al final
teníamos la falsa sensación, de que para hacer cosas que nos
hicieran felices, necesitábamos seguir en ese círculo sin salida que
algunos autores como Robert Kiyosaki en su libro Padre Rico, Padre
Pobre han llamado: “La carrera de la rata”.

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“La carrera de la rata, sintetiza la figura de un ratón
corriendo dentro de una rueda, sin poder salir de ella.”

Robert Kiyosaki

El mayor engaño que nos contábamos a nosotros mismos era


que necesitábamos dinero para disfrutar de la vida, así como que
"disfrutar de la vida" significaba pagar más por consumir más
entretenimiento.

“Tenemos que estar dispuestos a dejar de lado la vida


planificada,
para poder tener la vida que nos espera.”

Joseph Campbell

Un día llegamos a casa con ganas de llorar. Ambos habíamos


tenido un mal día en el trabajo y no podíamos soportar la idea de

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tener que seguir en el mismo círculo toda nuestra vida. Teníamos
un trabajo estable, una vivienda y todas las comodidades que
precisábamos y, aún así, no éramos felices. Sentíamos que algo no
encajaba en nuestra vida. Como si estuviéramos viviendo la vida
que se suponía que debíamos vivir pero que no era la nuestra.

“Un barco atracado en un puerto está seguro,


pero no es la finalidad para la que fue construido.”

William Shedd

En ese momento nos conjuramos para decir: “se acabó”. A


partir de entonces haríamos caso a lo que nos dijera nuestro
corazón y, aunque todavía no teníamos muy claro lo que queríamos,
sí teníamos muy claro lo que no: seguir viviendo de algo que no nos
apasionara.

Debíamos encontrar el camino hacia nuestra propia felicidad y


estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que hiciera falta. No
importaba lo que opinaran los demás porque nuestra prioridad
debíamos ser nosotros mismos.

Ser nómadas nos regala muchas lecciones, pero la más


valiosa es la de aprender a amar la incertidumbre.

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LA FALTA DE TIEMPO LIBRE

Siempre nos ha hecho gracia esta expresión: “tiempo libre”,


porque presupone que el resto del tiempo es "no libre", en el que
eres "prisionero" o por decirlo de otra manera: es tiempo que no te
pertenece. Antes de preguntarnos si somos dueños o no de nuestro
propio tiempo nos planteábamos la cuestión más obvia:

¿Cuánto tiempo libre necesita una


persona para ser feliz? -“Cuanto más
mejor”-, nos respondíamos a nosotros
mismos. Lo cual nos llevaba a la
siguiente pregunta más obvia: ¿Podría
ser todo nuestro tiempo “tiempo
libre”? Buscamos en el diccionario con
la esperanza de encontrar una
definición a esta expresión.

TIEMPO LIBRE: Período en que no hay obligación de realizar


ninguna actividad y se dedica a la diversión o al descanso​.

No atinábamos a dar una respuesta plenamente satisfactoria


a estas preguntas, pero echando un vistazo al recorrido de nuestras
vidas, llegamos a una conclusión: ​Dos días de “tiempo libre” a la
semana no eran suficientes.

Además de la propia falta de tiempo, el fenómeno "tiempo


libre" estaba protagonizado por otro factor muy curioso: “El
aprovechamiento del tiempo”. Para nosotros era importante que, si
teníamos poco tiempo para la satisfacción personal, es decir, para
poder elegir hacer las cosas que a nosotros realmente nos
apeteciese hacer, este tiempo estuviese aprovechado al máximo.
Debía ser divertido, excitante para los sentidos y cambiante. Lo

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único que este otro factor conseguía era filtrar nuestras
experiencias y, además, añadir un plus de estrés a nuestra vida.

Imagínate, ¿cómo no iba a hacerlo? Sentíamos la necesidad


de controlar todo lo que nos ocurría y la presión por disfrutarlo. ​Los
sueños de toda una vida sintetizados en los fines de semana.
Difícil tarea: la ansiedad estaba asegurada. ¿No parece una locura?
Trabajar tantas horas para tener uno o dos días de “tiempo libre” y
exprimirlo para poder aprovecharlo al máximo.

“¿Y qué podemos hacer nosotros?”, nos preguntábamos. Lo


primero que hicimos fue asumir nuestra responsabilidad. Eso fue
duro: sincerarnos con nosotros mismos y reconocer que estábamos
siendo esclavos de nuestras propias decisiones nos dejaba sin
margen para la excusa. Nos costaba creer que hubiéramos sido
nosotros los que decidimos entregar nuestro tiempo a los proyectos
de otras personas en vez de al nuestro propio.

“Si no construyes tus sueños alguien te va a contratar para


que construyas los suyos.”

Tony Gaskins

Ahora sólo nos quedaban dos opciones: Aprendíamos a


disfrutar de nuestros trabajos o nos armábamos de valor para
cambiar de vida. Durante una temporada intentamos lo primero.
Íbamos a trabajar con una mentalidad positiva, pero
inmediatamente volvía la misma sensación de vacío junto con un
pensamiento: “Estás regalando un tiempo que nunca volverá”.

Nos intentábamos provocar una sordera emocional y con ella


negábamos nuestra propia identidad.

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Cambiar de vida fue una decisión difícil
y dolorosa. No es una decisión rápida de
tomar, sino un proceso de crecimiento en el
que se rompen muchas creencias, miedos y
prejuicios. Toda esta “destrucción” nos llevó
a la creación de algo nuevo. De hecho, tal y
como te explicamos en ​este artículo​, tomar
una decisión que implique un gran cambio es
una tarea complicada porque nos lleva a apostar por algo cuyos
resultados no están garantizados.

“ Se requiere mucho valor para alejarse de lo familiar y


aparentemente seguro y lanzarse hacia lo nuevo. Pero no
hay seguridad en lo que ya no tiene significado. Hay más
seguridad en la aventura y la excitación; en el movimiento
hay vida y en el cambio, poder.”

Margaret Stortz

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LA BÚSQUEDA DE UNA VIDA
SENCILLA

Puede parecer que ahora, cuando nuestra vida se ha


convertido en una incertidumbre diaria y nuestra casa en una tienda
de campaña, nuestra vida sea de todo menos sencilla. Y cuando
decimos “sencilla” no queremos decir "fácil" ni tampoco "cómoda".
La sencillez a la que nos referimos tiene que ver con las
necesidades básicas que debemos cubrir para ser felices.

“La simplicidad es la última sofisticación.”

Leonardo da Vinci

Las únicas necesidades vitales que tiene el ser humano son:


la comida, el agua y el cobijo para dormir. Desde que somos
nómadas nuestro día a día está protagonizado por la búsqueda de
estos tres elementos básicos. Para encontrarlos debemos usar
nuestro instinto e intentar mejorar nuestras habilidades y
estrategias. Desde el día en que la búsqueda de agua se convirtió
en una necesidad, empezamos a aprender las habilidades para
poder encontrarla, algo por lo que jamás nos habíamos tenido que
preocupar.

Antes de que existiera la agricultura nuestros antepasados


“cazadores-recolectores”, así los llama la ciencia, eran nómadas y
expertos en sobrevivir en el medio natural. Tenían multitud de
habilidades útiles que les permitían adaptarse a cualquier
circunstancia. Cada uno de ellos era talentoso en diversas
disciplinas. Sin embargo, ahora nos enseñan a hacer una sola tarea
muy bien, pero descuidamos el resto y las ponemos en manos de
terceros. Por este motivo la vida nómada se puede convertir, al
principio, en un desafío para nuestro propio ego: debemos aceptar

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que no somos tan listos como pensábamos al darnos cuenta de que
no sabemos ni siquiera preparar una hoguera.

Pero todo se aprende y poco a poco las tareas más cotidianas


como cocinar, ducharse o dormir, se vuelven una motivadora
experiencia. La ilusión y la felicidad empiezan a encontrarse en las
tareas más sencillas, nos permitimos reconocer nuestros propios
logros y, por ende, es mucho más sencillo sentirse realizado.
Cuando encuentras la felicidad en lo sencillo, es sencillo ser feliz.

Si además a todo lo anterior le sumamos el otro factor


característico de un nómada, el movimiento, nuestro día a día se
vuelve todavía más estimulante: ahora es difícil vivir dos días
iguales.

La vida nómada guarda relación con el minimalismo, ya que


no podemos transportar mucho equipaje. Los objetos que nos
acompañan son los que realmente usamos, eliminando de esta
manera aquellos que no tienen una función necesaria.

Vivir con lo básico es aprender a necesitar poco. Cuando


sentimos la necesidad de tener muchas cosas materiales estamos
poniendo nuestra felicidad en unas manos que no son las nuestras.
Como dijo el importante arquitecto Ludwig Mies: “​Menos es más​”​.
En una sociedad consumista que nos quiere convencer de todo lo
contrario, conseguir entenderlo no es tarea fácil.

¿Te ha pasado alguna vez que encuentras cosas en tus


muebles o cajones que no recordabas tener? ¿Alguna vez has
pensado en la cantidad de cosas acumuladas en tu hogar que no
has utilizado en el último año? Tener más pertenencias de las que
podemos recordar puede provocar en nosotros la sensación de
descontrol.

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Nosotros siempre
estuvimos rodeados de
"cacharros" porque creíamos que
la felicidad se encontraba en la
abundancia. Y esto lo
trasladábamos a todos los
aspectos de nuestra vida: si
teníamos que hacer la compra lo
hacíamos de sobras, no fuera a
ser el caso que algún día nos
quedáramos sin algo en la
despensa. Teníamos dos coches,
una tele, dos ordenadores, sofá, cama, sillas, sillones, cojines,
muchas toallas, muchas sábanas, muchas bombillas, muchas ollas,
muchas sartenes.. Y cuando algo se estropeaba lo tirábamos a la
basura y comprábamos otro. Cosas, cosas y más cosas ¿Para qué?

En realidad para nada: para limpiar más, gastar más y


necesitar más al fin y al cabo. Tener cosas es adictivo y lo peor es
que acabamos haciéndonos dependientes de ello. Y esto puede
parecer contradictorio porque se supone que los “cacharros” nos
hacen la vida más fácil y nos ahorran tiempo, pero si este tiempo lo
acabamos dedicando a trabajar en un empleo que no nos hace
felices para poder disfrutar de las comodidades que nos ofrecen,
¿no acaba siendo un círculo vicioso de trabajo insatisfactorio y
facturas que pagar?

Cuando decidimos cambiar nuestra vida y convertirnos en


nómadas sabíamos que debíamos ser capaces de despegarnos de
muchas cosas. No es casualidad que utilicemos la palabra
“despegarnos”, ya que que realmente existe un apego emocional a
los objetos que incluso puede provocar depresión.

Las emociones forman parte de nuestra identidad, lo queramos o


no, y muchas veces las asociamos a personas, tareas o recuerdos,
pero otras muchas las asociamos a los objetos. Esta reacción
funciona como un disparador que nos lleva a sentir una
determinada emoción. ¿No te lo crees? Coge de tu casa un juguete

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de tu infancia o una fotografía antigua y fíjate como en tu cabeza
empieza a proyectarse, como si de un película se tratara, un
recuerdo que tiene asociada una emoción.

Es por ese motivo, que muchas veces nos resistimos a


desprendernos de objetos que nos provocan una determinada
emoción.

La trampa está en que los objetos no poseen ningún poder


mágico. Somos nosotros los que establecemos esa conexión y en
nosotros está cambiarla. Somos capaces de conservar nuestros
recuerdos y de sentir emociones dentro de nuestros propios
pensamientos, no necesitamos nada más. Después de llegar a esta
conclusión, nos plantamos delante de todos los cacharros que nos
habían acompañado hasta ahora y nos deshicimos de ellos. Primero
empezamos a vender todos los electrodomésticos y luego el coche.
Donamos toda la ropa que ya no íbamos a necesitar y en definitiva,
todo lo que no cupiese en cuatro alforjas.

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Ahora sabemos exactamente qué cosas tenemos dentro de
nuestros armarios, nuestras alforjas, y son aquellos objetos que
tienen una utilidad real en nuestra vida.

“La vida es simple pero insistimos en hacerla complicada.”

Confucio

Aquí puedes descubrir qué cosas son las que elegimos para
nuestra nueva vida nómada.

Es curioso porque por primera vez en nuestra vida podemos


pesar nuestra casa. La bicicleta con la que vivimos más todo el
material que llevamos dentro de las alforjas pesa aproximadamente
unos 60 kg. Puede parecer mucho pero, ¿cuánto pesaba antes? Es
complicado de adivinar, pero seguramente unos cuantos miles de
kilos más. Creemos que existe una relación directa entre lo que
pesa la casa de una persona y el esfuerzo que debe realizar para
mantenerla. Una casa grande con muchas cosas requiere más
mantenimiento que una pequeña y por tanto también requiere más
dinero.

Más dinero implica más trabajo y más trabajo implica menos


“tiempo libre”. Este fenómeno se llama “consumismo”.

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VIVIR LA VIDA QUE DESEAMOS
RECORDAR

Nuestro gran cambio de vida vino acompañado por un


proyecto que siempre habíamos soñado realizar: dar la vuelta
al mundo. Al principio nos sonaba pretencioso y demasiado
grande. Siempre nos había parecido tan difícil de conseguir
que lo concebíamos como una utopía. Cuando nos propusimos
hacerlo llevarlo a cabo nos daba vergüenza decírselo a los
demás. Pero cuando nos armamos de valor y logramos
pronunciar en voz alta nuestro objetivo, éste empezó a
hacerse poco a poco una realidad.


 Después de toda una vida viviendo en sesenta metros


cuadrados empezamos a tener la sensación de que el concepto
"propiedad privada” que hacía referencia a la extensión de
territorio de la que éramos dueños sonaban más a un invento
humano que a un hecho físico.

¿Te acuerdas de los “cazadores-recolectores” de los que


hemos hablado antes? Habitaban en inmensos territorios de
cientos de kilómetros cuadrados. Todo lo que había en ese
espacio era su hogar: la colina, el río, la cueva, la cima, la
hierba, los árboles, la piedra del acantilado… Con la llegada de
la agricultura llegó el concepto de “propiedad privada” y
nuestros antepasados empezaron a disminuir, cada vez más,
la extensión de territorio en el que habitaban hasta el punto de
convertirlo en unos pocos metros cuadrados.

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“Si realmente amas la naturaleza, encontrarás la belleza en
todas partes.”

Vincent van Gogh

Llegó un momento en que probamos a cocinar en la


montaña y a pasar una noche en ella, y así lo hicimos durante
días, semanas y meses. Descubrimos que era tan fácil y
sencillo hacerlo que empezamos a sentir que los límites de
nuestro hogar comenzaban a expandirse.

Si podíamos satisfacer nuestras necesidades básicas en


lugares que no pertenecían a nadie, o que pertenecían a todos,
¿qué nos impedía convertir el mundo entero en nuestro hogar?

Decidimos que, a partir de ahora, íbamos a dedicar


nuestro tiempo a descubrir cómo era este hogar del que tan
poco sabíamos. Queríamos oler la Tierra, tocarla con nuestras
manos, sentir su temperatura en nuestra piel y poder ver con
nuestros ojos lo que este planeta nos regala.

Ese fue uno de los momentos más importantes de


nuestra vida. Por primera vez en muchos años, sentíamos que
algo había despertado dentro de nosotros. El deseo ardiente
de vivir un sueño: “​Vivir en ruta​”.

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Este libro pretende ser una fuente de inspiración para aquellos
que anhelan conseguir su propio cambio de vida. Porque los sueños
no están para soñarse, sino para vivirse.

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