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CELOS QUE MATAN

Por Juan Antonio Amezcua Castillo


NARRADOR: Los celos pueden provocar que una persona mate, que destruya a aquellos
que ve como sus rivales de amores. No soporta la idea de que alguien intente arrebatarle lo
que considera suyo y de nadie más. Incluso puede atentar contra su propia vida cuando
sienten que todo está perdido; que su gran amor será feliz con otra persona.
Sin embargo, para algunos, sus celos enfermizos no terminan cuando fallecen, pues incluso
después de la muerte siguen luchando por retener o poseer a la persona que tanto amaron en
vida; a ese ser que fue el causante de su desdicha, de su perdición.
De esto trata la siguiente historia.

PRIMERA ESCENA:
(Erika y Pedro entran a su casa, los dos están vestidos de negro, vienen de un velorio. El
hombre de inmediato se sienta en una silla y guarda silencio, pensativo; la mujer se acerca a
él y le coloca su mano derecha sobre su hombro izquierdo, tratando de consolarlo).
Erika: ¿Quieres que te prepare algo de comer?
Pedro: No, así estoy bien.
Erika: ¿Estás seguro?
Pedro: Sí, no tengo hambre. Sigo consternado por lo que pasó. Aún no logro asimilarlo, mi
hermana, Patricia, está muerta.
Erika: Lo lamento mucho, fue una tragedia. Habrá que rezar el novenario para que ella
descanse en paz.
Pedro: No sé por qué ella tomó esa maldita decisión.
Erika: La de…..
Pedro: ¡No lo digas! ¡Por favor! Ella tendrá que responder ante Dios la decisión que tomó
de truncar su vida.
Erika: Por eso hay que rezar para que descanse su alma en paz.
Pedro: Tengo ganas de fumar pero, creo que ya no tengo cigarros (Pedro revisa las bolsas de
su camisa y el pantalón) Iré a la tienda a comprar unos.
Erika: Está bien, ve. Yo aquí te espero, la verdad me siento cansada para acompañarte.
Pedro: No te preocupes, vuelvo en seguida. ¿Quieres que te traiga algo?
Erika: No, la verdad así estoy bien.
(Erika se queda sola en la sala de la casa, se sienta en una silla y guarda silencio, pensativa
sobre la muerte de su cuñada. En ese momento suena el teléfono de la casa con fuerza; ella
se espanta al escuchar el timbrazo del teléfono. Se levanta del sofá y va a contestarlo).
Erika: ¿Bueno?
(En ese momento se escucha una voz que le dice “¡ME LAS PAGARÁS MALDITA!”).
Erika: ¡¿Quién es?!
VOZ DE MUJER: ¡Tu peor pesadilla!
(Erika cuelga el teléfono, pero se siente muy nerviosa. En ese momento regresa Pedro).
Pedro: Para mi mala suerte la tienda de la esquina ya cerró, tendré que ir hasta el centro
comercial, vine sólo por las llaves del carro.
Erika: No, ¡Por favor no vayas!
Pedro: ¿Por qué? ¿Qué pasa?
Erika: Nada.
Pedro: ¡Estás muy nerviosa! ¿Qué pasó?
Erika: Acaban de llamar a la casa.
Pedro: ¿Quién?
Erika: Era una mujer….
Pedro: ¿Y qué te dijo para que te pusieras así? ¿Quién era?
Erika: No estoy segura, pero…me pareció reconocer su voz, me dijo “Me las vas a pagar
maldita”.
Pedro: ¿Quién era? ¡¿Quién llamó para insultarte?!
(Erika no responde de inmediato. No sabe si Pedro le creerá cuando se lo diga).
Erika: Fue…tu hermana.
Pedro: ¿Mi hermana? ¿Te refieres a Patricia?
Erika: ¡Sí! ¡Ella! Me pareció escuchar su voz.
Pedro: ¡¿Cómo crees que mi hermana?! ¡Ella está muerta!
Erika: Te he dicho que me pareció escuchar su voz. No puedo asegurar que fuera ella.
Pedro: Debió ser otra persona. Pero, por qué te llamó y te dijo esas cosas. (Pedro hace una
pausa, medita un poco y sigue) ¿A caso me estás siendo infiel?
Erika: ¡¿De qué hablas?! Pedro, tiene poco de un mes que nos acabamos de casar. ¿Cómo
piensas esas cosas?
Pedro: ¡Dices que te llamó una mujer! ¡Quizá fue la esposa de tu amante! ¡¿Quién es?!
Erika: ¿Qué te pasa Pedro? Por qué desconfías de mí si nunca te he dado motivo para hacerlo.
¡Tranquilízate! ¡Estás muy alterado!
Pedro: Perdón, tienes razón. (Lo dice apenado).
(En ese momento suena nuevamente el teléfono. Esta vez quien lo contesta es Pedro).
Pedro: ¿Bueno?
(No hay respuesta, a pesar de que Pedro insiste).
Pedro: ¡¿Bueno?! Hable, quién es. ¡Me colgaron! ¿Quién era Karla?
Karla: ¡¿Y yo cómo voy a saberlo?!
Pedro: ¡Seguramente era tu amante! ¿Verdad? ¡Confiesa maldita perdida!
(Pedro se acerca a Karla con la intensión de golpearla pero ella se aleja de él).
Pedro: ¡Bien me lo decía mi hermana! ¡Qué eras una cualquiera!
(Pedro se quita el cinturón del pantalón y con él quiere golpearla. Karla se aleja de él).
Karla: Yo a tu hermana nunca le caí bien, y por eso me levantaba falsos. ¿Ya no recuerdas
cómo trató de separarnos? Ella no quería que yo me casara contigo; incluso no fue a nuestra
boda. Ella no quería que ninguna chica se acercara a ti. ¿No lo recuerdas?
(Pedro se detiene al escuchar las palabras de Karla, en el fondo sabe que tiene razón).
Karla: ¡Tranquilízate! ¿Crees que soy capaz de serte infiel?
Pedro: ¡Perdón! (suelta el cinturón) No sé qué me está pasando.
Karla: ¡Nunca habías intentado golpearme!
Pedro: Lo sé, perdóname. Pero sentí mucha irá.
Karla: Será mejor que nos tranquilicemos.
Pedro: Sí, perdón, tienes razón.
Karla: Yo me iré a cambiar de ropa, creo que ya deberíamos dormir, es un poco tarde.
Pedro: Sí, creo que tienes razón. En un momento más te alcanzo.
(Pedro se queda solo sentado en la silla, reflexionando en lo que ha pasado. Mientras él está
ahí, escucha la voz de su hermana muerta con un poco de eco).
VOZ: ¡Ella te está mintiendo! ¡Ella te está siendo infiel! ¡Mátala! ¡Mata a la maldita zorra!
(Pedro se levanta de la silla volteando hacia todas partes buscando quién le ha hablado pero,
él está solo. Pedro ahora tiene miedo y regresa a sentarse. En ese momento regresa Karla ya
con su bata para dormir).
Karla: Yo me voy a dormir, ¿Vienes conmigo?
Pedro: En un momento te alcanzo.
(Karla observa que Pedro está nervioso, espantado).
Karla: ¿Qué es lo que tienes?
Pedro: ¿Yo? ¿Por qué me preguntas eso?
Karla: Te ves un poco nervioso.
Pedro: No, yo estoy bien.
(El diálogo se interrumpe cuando suena por tercera ocasión el teléfono, esto irrita a Pedro).
Pedro: ¡Otra vez ese maldito teléfono!
Karla: ¡No lo contestes! ¡No contestes!
(Pedro contesta el teléfono pero no obtiene respuesta, molesto, arranca el teléfono y lo avienta
al piso).
Pedro: ¡Maldito bromista!
Karla: ¡Tranquilízate!
(En ese instante se escucha la voz de una mujer que grita “¡Morirás maldita zorra! ¡Moriras!”)
Karla: ¡¿Escuchaste?!
Pedro: ¿Qué?
Karla: ¿Me quieres decir que no la escuchaste?
Pedro: No, no he escuchado nada. ¿Qué escuchaste?
Karla: ¡Nada! ¡Creo que me estoy volviendo loca!
(Karla se sienta en una silla que tiene a un lado y se lleva las manos al rostro queriendo llorar.
Pedro se acerca a ella y trata de consolarla).
Pedro: ¡Tranquila! Algo está ocurriendo en este lugar pero, no te desesperes. Tenemos que
conservar la calma para saber qué está pasando. Cuando fuiste a cambiarte, yo también
escuché una voz...
Karla: Y era la voz de tu hermana, ¿Cierto?
Pedro: Me parece que sí era ella.
Karla: ¿Y qué te dijo?
(Pedro guarda silencio, no porque no recuerde las palabras, sino porque le horroriza
repetirlas)
Karla: ¡¿Qué te dijo?! ¡Dime!
Pedro: No me atrevo a repetirte lo que escuché.
Karla: Te dijo que me lastimaras, ¿Verdad?
Pedro: Sí, eso fue lo que me dijo que hiciera.
Karla: ¿Pero por qué? ¡¿Qué le hice a ella para que me odiara tanto?!
Pedro: Ella no sólo te odiaba a ti, sino a todas mis novias. Cualquier mujer que se acercara
a mí ella la veía mal. De zorras no las bajaba.
Karla: Dime la verdad, ella siendo tu hermana, ¿Estaba enamorada de ti?
Pedro: Nunca me lo dijo así, pero lloró mucho cuando le dije que me casaría contigo. Me
dijo que tú habías llegado a separarnos.
Karla: Discúlpame Pedro pero, creo que tu hermana estaba loca.
Pedro: Lo sé, ése comportamiento no era normal. Desde adolescente era así y pensé que se
le pasaría conforme creciéramos pero, fue empeorando. Cada vez eran más sus celos y tuve
que hablar con mi madre. En verdad me preocupaba que ella se comportara así.
Karla: ¿Y es por eso que ella se suicidó? ¿Por qué nos casamos hace poco de un mes?
Pedro: Sí, me lo advirtió, me dijo que me arrepentiría por casarme contigo. Me dijo que
nunca nos dejaría ser felices.
Karla: Pero, no veo la forma de cómo nos pueda separar. Ella ya está….muerta.
(En ese instante se escucha la carcajada de mujer que retumba en todo el lugar, después se
escuchan unos tacones que se aproximan donde se encuentran ellos).
Karla: ¿Escuchas eso? ¿O sólo yo lo estoy escuchando?
Pedro: ¡Lo escuché yo también! Pero…¡No puedo creerlo!
(En este instante las luces de la habitación comienzan a parpadear hasta que se va la luz).
Karla: ¿Qué está pasando?
Pedro: Tú tranquila, no permitiré que te haga daño.
Karla: ¡Tengo mucho miedo!
(En ese momento Karla grita, se lleva las manos a la garganta tratando de liberarse de unas
manos invisibles que la están atacando; cae al suelo y grita “¡Suéltame! ¡Déjame en paz!”).
Pedro: ¡¿Qué tienes?!
(En ese momento la luz regresa y observa que Karla está en el suelo. Él se acerca a Karla
para auxiliarla, le toma las manos y se las quita del cuello. En ese momento ella se tranquiliza;
él le ayuda a sentarse en la silla).
Karla: ¡Sentí que unas manos me estaban estrangulando! (Lo dice con la respiración agitada)
Pedro: ¡Tranquila! Creo que lo mejor será que nos vayamos de aquí.
Karla: Sí, ¡Vámonos!
(Pedro y Karla se dirigen hacia la puerta para salir de la casa, Pedro abre la puerta y voltea
hacia atrás pero ve que Karla se ha detenido en medio de la habitación. Ella agacha la cabeza
y los brazos, como si fuera una sonámbula).
Pedro: ¿Qué te sucede? ¡¿Por qué te has detenido?!
(Karla no contesta, sigue con la cabeza agachada y sin moverse; el cabello le cubre el rostro.
Pedro se acerca a ella).
Pedro: ¿Estás bien?
Karla: ¿Por qué me abandonaste Pedro? ¿Por qué nunca correspondiste a mi amor? (pregunta
Karla aún con la cabeza agachada)
Pedro: ¿De qué estás hablando?
Karla: Yo te amé toda la vida. Por qué tenías que casarte con esa mujer.
(Pedro se ha percatado que se trata de su hermana).
Pedro: Patricia, ¿Eres tú?
Karla: Sí, soy yo. ¡Abrázame!
(Pedro está confundido, no sabe si hacerlo pero, finalmente accede. Pedro la abraza con
ternura)
Pedro: ¡Perdóname hermanita! ¡Perdóname! ¡No era mi intensión lastimarte!
(Karla, poseída por Patricia, actúa violentamente y ataca a Pedro, comienza a estrangularlo
con fuerza. Pedro fue tomado por sorpresa y éste intenta zafarse de las manos de Karla, pero
ella tiene mucha fuerza que pronto lo doblega).
Pedro: ¡No me lastimes!
(Karla sigue apretándole el cuello hasta que lo deja inconsciente en el suelo, después, ella
toma el cinturón que se había quitado Pedro, y con él, comienza a estrangularlo con fuerza
hasta matarlo).
Karla: Ahora sí ninguna mujerzuela nos va a separar. ¡Serás mío para siempre!
(Karla se acuesta sobre él, lo abraza y ahí termina la historia).

FIN

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