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Las Escrituras nos enseñan que todos los creyentes son ministros y sacerdotes. El
«sacerdocio universal de los creyentes» fue una de las bases de la Reforma Protestante.
Lutero dijo: «Todos los cristianos son verdaderos sacerdotes y no existen distinciones entre
ellos, excepto las relacionadas con sus cargos». Esta doctrina posee dos grandes
implicaciones. Primero, todo creyente tiene acceso directo a Dios. Segundo, todo creyente
es un ministro, ya que cada cristiano ha recibido la responsabilidad del ministerio.
Cuando Dios llamó a Moisés, estaba ocupado con sus ovejas en el monte Horeb.
Cuando llamó a Gedeón, estaba sacudiendo el trigo en una era.
Cuando buscó a Saúl, estaba buscando las asnas de su padre.
Cuando llamó a Eliseo, estaba arando con doce yuntas de bueyes.
Cuando llamó a David, estaba apacentando las ovejas de su padre.
Cuando llamó a Nehemías, estaba sirviendo al rey.
Cuando llamó a Amós, estaba pastoreando sus ovejas.
Cuando llamó a Pedro y a Andrés, estaban echando las redes al mar.
Cuando llamó a Juan y a Santiago, estaban aderezando sus redes.
Cuando llamó a Mateo, estaba cobrando impuestos.
Ninguno, pues, estaba con los brazos cruzados y desocupados…