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También muestra sus ideas acerca del verdadero trabajo: el trabajo del pensar, de reflexionar sobre el ser, para

él ser
chocolatero no es un verdadero trabajo. También el viajar como huida de donde se está no como búsqueda de lo nuevo.
Ya en el segundo capítulo, Augusto vuelve a su casa donde es recibido por su criado Domingo, que le llama de señorito.
Durante toda la mañana quédase en su gabinete donde fantaseó sobre la mujer en la que se había fijado: cómo se llamarían
sus hijos de apellido, cómo harían la boda..., en fin, que ya había vendido veinte pieles de oso y todavía ni siquiera los había
cazado. Se quedó un poquito dormido y luego despertó al tiempo que tomó su almuerzo. Regresó a su gabinete donde se
puso a escribir una carta a la mujer que todavía no conocía. Al término, regresó a la Avenida donde vivía Eugenia y se cruzó
con ella sin darse cuenta de ello, aunque ella sí se fijó en él. Ignorante, Augusto se dirigió al portal de Eugenia, donde se
volvió a encontrar con Margarita, la portera, a la cual le siguió preguntando cosas acerca de la vida de Eugenia. Augusto se
enteró de que ya tenía otro pretendiente, al cual decretó su lucha por conquistarla. Destaca la fantasia de Augusto: no está
enamorado de la mujer, está enamorado de la idea de ella, y tanto es así que pasa de largo y ni se da cuenta de que era
ella: la niebla que puebla las ideas vs la realidad, la niebla del amor que impera en Augusto que le hace enamorarse de la
idea de una mujer sin fijarse en la mujer realmente. Esto lo decanta ella también, exponiendose como concedora de los
hombres que las miran a las mujeres sin verlas, y los que las ven realmente sin siquiera mirarlas. Introduce un concepto
nebuloso del amor y de la mujer muy interesante en materia filosófica del amor. Y deja esto bastante claro con las
constantes citas de los antiguos filósofos: Platón por ejemplo. ‘’Eugenia sí la mía, no la de carne y hueso nila que cruzó
por mi puerta ni la portera’’/ hace alusión a la psicología al despertarle una mañana su criado’’misterios psicológicos’’.
Acepta además que la vida es una nebulosa, una sucesión de pequeños incidentes. Los dobles sentidos no faltan:’’ como de
Juan a Don Juan hay un trecho, también de Augusto a Don Augusto’’.
En el tercer capítulo, Augusto marcha al casino donde se encuentra con su amigo Víctor y donde se disponen como todos
los días a jugarse la tradicional partida de ajedrez. Pero hoy, no es un día normal, porque Augusto se distrae meditando
sobre Eugenia y multitud de cosas más, mientras juegan al ajedrez ambos dos. Augusto, sin embargo, es un filósofo
conspicuo, que le gusta mucho el ajedrez y el propio maestro de su amigo Víctor. Éste último le nota algo raro a su amigo,
el cual le pregunta qué le pasa. Augusto le relata todo acerca de la mujer de la que se ha enamorado y que él ni siquiera
conoce. Víctor dice conocerla, y al terminar la partida, con victoria de éste, éste dice en tono guasón el nombre de Eugenia
con diminutivo. Se empieza a advertir que la muchacha es conocida por muchos y con cierta sorna se refieren a ella cuando
hablan con Augusto. Además se observa nuevamente la niebla del amor, al ganarle su amigo al ajedrez por él distraerse
pensando en la muchacha, mostrando que la niebla del amor nubla el juicio e impide estar despierto en el juego que es la
vida. Puede entenderse también, que por estar enamorado de la idea y no de la mujer, va a salir perdedor ya no en la vida
sino en el propio juego amoroso: la idea filosofica de que ya no el amor, sino la idea del amor nubla el juicio.
‘’Esaaparciión de mi Eugenia, ¿No será algo lógico? ¿No obedecerá a un ajedrez?’’ mostrándonos la relación entre ella la
partida.Víctor lo ilumina y asienta estas ideas: ‘’desde que naciste naces con amoríos no amor (es decir, el pensar y sentir
amor, no con el amor de alguien o por alguien) y ya sabía yo que estabas enamorado, o más bien
enamoriscado’’(enamorado superficialmente). Atiéndase a los juegos de palabras.
Adentrándonos en el cuarto capítulo, vemos cómo Augusto regresa a su casa meditando sobre los diminutivos y la niebla
del amor, en el que llega a la conclusión de que la vida es una niebla y que no se conoce nada que no se haya querido antes.
Llega a casa, se mete en su cuarto y empezó a pensar sobre el matrimonio entre Eugenia y él.
Muchas noches, solían jugar Augusto y su criado Domingo una partida al tute. Una noche de aquellas, durante la mitad de la
partida, Augusto, ante la atenta mirada de la mujer de su criado (la cocinera Liduvina), le preguntó cosas acerca de su
matrimonio, llegando a la conclusión de que es más fácil casarse que ser casado. Augusto, mencionó a su madre, que le dijo
antes de morir que debía traer a casa una mujer que viviera con él y supiera llevar bien los negocios de la casa. Y luego
comenzó a hablar sobre su Eugenia, la cual era conocida también por su cocinera Liduvina. Más tarde acudió a su cama
donde se acostó con la intención de soñar con Eugenia. El autor nos deja caer en estas ideas ontológicas (el ser),
dejándonos rumiarlas para luego exponer sus conclusiones en el análisis de Augusto, siendo una obra de continuos giro y
reflexión sobre nuestras ideas y conductas. El que la criada sepa también de ella asienta la idea de que es conocida y no
por Bueno dado que todos se callan. Asientan la idea de que él está enamorado de la idea y de que realmente no la conoce:
‘’Nihil volitum quin preacognitum decía el padre Zaramillo, yo digo que nihil cognitum quin praevolitum’’ (nada se quiere
sin antes conocerse / nada se conoce sin antes quererse). La postura de la madre refleja la personalidad del hijo: desde
bien pequeño se pegó a él y lo cuidó y le aconsejó que se fuera con una mujer que le ordenase la vida y lo gobernarse
(atiéndase a la desvaloración del hombre en este punto, en el sentido seguramente de la niebla del amor que los confunde)
‘’que sea ama hijo mío, que sea ama’’
El quinto capítulo comienza con el despertar de Don Augusto tras oir al chaval que traía La Correspondencia. Estuvo un
poco pensando sobre su Eugenia y luego marchó a la calle. Se dirigió hacia el edificio donde vivía y se encontró con
Margarita la portera, con la que estuvo charlando. Ésta le comunicó que ella ya tenía novio, pero muy valiente, prometió
vencerle para conquistar a Eugenia. Tras la conversación entre ellos dos, Augusto marchó a la alameda, con la intención de
refrescar sus pensamientos. Estuvo recordando la juventud y la forma de ser de su madre y muchas de las cosas que ella le
decía antes de morirse. Augusto mencionaba la gran cantidad de cosas que aprendió con su difunta madre. Tras estos
pensamientos melancólicos, vio un arbusto moverse misteriosamente, acudió a él y vio un pobre cachorrito que recogió para
llevárselo, porque le daba mucha lástima. Lo llamó Orfeo. Se termina de plasmar la vision de la vida de la madre y como lo
crió y cuidó. Se dan notas de poca introspección en ciertos enunciados de doble sentido: (al estudiar fisiología)’’ no
estudies para medico hijo, lo major es no saber como estamos por dentro’’. Y atendemos al enunciado sentencioso de
Augusto en’’No lo he comprador Domingo, el perro es libre; lo he encontrado-vamos que es expósito- todos somos
expósito’’ donde se ve el carácter desarraigado de Augusto en materia del ser. Llama la atención la intencionalidad del
nombre del perro, Orfeo, ya que es el sueño en la mitología griega, lo que nos lleva por dos vertientes: por un lado la
reiterancia del mundo clásico, y por otro lado, el hecho de que justamente sea el sueño el perro, apuntando al
ensoñamiento de Augusto, a la niebla que lo confunde y lo adormece, y por otro lado al adormecimiento general que sufre
el ser humano y cuya vision dejó expuesta Augusto en el primer capítulo. Vamos viendo que la obra empieza con la
postulación, asentamiento y rememoramiento de varias ideas filosóficas sobre el ser que el autor se encarga de presenter,
rumiar y asentar, no faltando de juegos, dobles sentidos y doble lectura metafórica claro.

En el sexto capítulo, Augusto se dirige a la casa nº 58 donde vivía Eugenia, estuvo un poco meditando cuando de pronto, se
asomó una mujer por el balcón que, intentando colgar la jaula de su pajarito, desafortunadamente, se le cayó. Augusto la
recogió y entró en casa de dicha mujer invitada por ella misma a tal fin. Esta mujer, llamada Ermelinda, era la tía de
Eugenia casada con Don Fermín, hombre anarquista y de personalidad contradictoria, que defendía la mayoría de cosas que
en aquellos tiempos eran una barbaridad. Augusto se presentó a ambos, y se quedaron hablando sobre Eugenia y la buena
pareja que formarían Augusto y ella. Don Fermín y Ermelinda, su mujer, querían que su sobrina se casara con él porque
Augusto era un hombre de gran capital. Se introduce el concepto de la libertad, del libre albedrío de Eugenia y enlazando
directamente con las ideas anarquistas de Fermín, anarquista místico, esto es en teoría. Se introduce la idea de la mala
comunicación, personas hablando que no se entienden, con la conversación utópica del Esperanto. La idea de la libertad
con un toque teológico al, según ese razonamiento, Dios no mandar sino obedecer. La introducción anecdótica del
Esperanto como idea de poder entenderse mundialmente y por ultimo, las primeras trazas de la vision femenina en
Eugenia, anarquista real, trabajadora para no venderse a ningún buen candidato y ejercedora de su libertad, esta vez
ligada al trabajo. Augusto pot su parte siguiendo en su nebulosa al postularse como pretendiente. Anécdótico que salga el
nombre de la madre de Augusto, Soledad, en relación con la vida de esta, y el comentario de Ermelinda: ‘’buena viuda y
Buena madre’’, ¿Buena viuda? ¿se puede ser Buena viuda cuando la viudez se bada en la soledad y la tristeza?¿puede ser
la viudez Buena?
El capítulo séptimo, algo melancólico, porque en él Augusto trata de descifrar el misterio de la vida y la eternidad después
de la muerte aludiendo a la vez al amor que tiene con Eugenia. Piensa que ya es un hombre que tiene un fin concreto en la
vida, conquistar a su amada, algo que antes no tenía. Cree que el amor que tiene desembocado con Eugenia es como una
lluvia bienhechora, suave, que sirve para regar la cosecha que no ha podido ser regada durante semanas. Todo esto lo piensa
teniendo en manos a su cachorrito Orfeo, con el que conversa. Y aunque se pueda leer en tintes melancólicos por la
reflexión del ser, Augusto lo vive con miedo pero con alegría, pues ya comprende el significado de la eternidad, del amor
como base de esta, como el abismo maravilloso al que se precipita. Un capítulo reservado exclusivamente a la reflexión del
ser con el destino, la muerte, la vida. Atiéndase a la regression del mar a la Fuente si enlazamos el agua con la vida.

En el octavo capítulo, Augusto marcha a casa de los tíos de Eugenia e invitado por ellos para conocer a su amada.
Estuvieron un rato charlando sobre la formación de las parejas amorosas, cuando de pronto sonó el timbre y entró Eugenia.
Augusto no paró de contemplar aquellos majestuosos y brillantes ojos. Conversaron sobre cada uno (si a Eugenia le gustaba
la música, que no era así, donde trabajaba...) hasta que empezaron a hablar sobre la hipoteca, lo cual hizo enfadar a Eugenia
que se metió en su cuarto, porque era muy baja. A pesar de todo, Augusto estaba más feliz que antes al haber conocido tan
enorme hermosura, y declaró ante los tíos de Eugenia que haría lo posible por conquistarla. Se fue a casa donde fue recibido
por su cachorrito. Entró y se quedó hablando con Liduvina, su criada, la cual le notó una buena cara. La idea de libertad
femenina se asienta en las manera de reaccionar de Eugenia, el anarquismo de Fermín termina de tomar tono jocoso al
instar a Augusto a que escriba con los fonemas principals, el desaire de Eugenia más que espantar a Augusto lo anima a
seguir, ‘’esta es la mujer del porvenir, la que hay que ganarse a puño’’ recita Fermín. Augusto termina el capítulo
contándole a Orfeo de su Aventura y reflexionando sobre el conocimiento, como se empezó el capítulo, con Fermín
hablando sobre el conocimiento de la pareja, que era real despúes de la boda y en la convivencia.Destaca la negación de
Eugenia a la cosificación, y llama la atención la descripción romántica de la situación por parte de Augusto, y la vision
realista, beligerante y feminista de Eugenia, quien desmonta el perfil romántico de Augusto al admitir que no le apasiona el
piano, ni es delicada ni va a permitir que la gobiernen ni la casen por interés.
Un día después, en el noveno capítulo, Eugenia se dirigió a un cuchitril donde se encontraba su novio Mauricio, en la
portería, al cual le dio conocimiento de la existencia de Augusto, el cual iba detrás de ella. Eugenia decía que no le
soportaba. Además, estuvieron charlando sobre lo económicamente mal que iban los dos, porque estaban pensando en
casarse, pero, al no tener trabajo Mauricio y Eugenia tener algo que no le gustaba (clases de piano), creían que esto no podía
seguir así. Se dieron un beso y, después de decirle Eugenia que buscara lo antes posible un trabajo, se despidieron. Se
presenta aquí al vago y sexualmente interesado novio de Eugenia, dando la impression de que no va a mover un dedo y
queriendo seducirla. Le insta a que se aparte de Augusto o a que se distraiga con él, no poniéndose celoso ni dispuesto a
cambiar la posición que tienen. Si lo miramos con perspectiva, cumple el perfil del típico ‘’haragán’’ que lo que quiere es
distraerse con Eugenia y conseguir acostarse con ella, sin pretensiones de casamiento. Por otro lado vemos el lado más
dominante de Eugenia, instándolo a que encuentre trabajo o tendrá que ser ella quien los mantenga, y mostrando su odio
para la música, ahora mismo su carcelera por ser el trabajo obligado para subsistir. No termina de despreciar a Augusto,
ni le parece ético rechazarlo abiertamente ni dejarlo que le suplique amor. Vemos a una clase obrera adelantada en cuanto
al feminismo y a un escritor nada conservador.
En el décimo capítulo, sigue Augusto meditando sobre su Eugenia querida, a la misma hora que tuvo lugar el capítulo
anterior y dirigiéndose a la vez al casino para reunirse con su amigo Víctor, y pensaba de distinta forma a como lo había
hecho antes de la anterior visita a casa de los tíos de Eugenia. Pensaba que tenía los ojos más abiertos que antes y que era
distinto. Algo que no le pasaba antes, ahora sí le pasaba: cada mujer que veía le parecía una hermosura. Vio cuatro mujeres
que siguió y que les pareció verdaderas bellezas. Luego se encontró con Víctor, y Augusto le explicó lo enamorado que
estaba de ella, pero Víctor le bajó los “humos” porque le invitó a que meditara si de verdad estaba él enamorado de Eugenia,
si estaba “chalado” físicamente por ella. Él recapacitó y pensó que estaba enamorado nada más que de conciencia. Se quedó
entonces con la pregunta de que si estaba de verdad enamorado de verdad de Eugenia. Regresó a su casa y charló con su
cocinera Liduvina, la cual le dio un argumento similar. Se desarrolla el concepto del amor como idea en las personas
soñadoras, esta vez la reflexión en boca de Víctor: ‘’tu estabas enamorado del amore n abstracto, al concretarlo en
Eugenia, se ha vuelto genérico a todo el género’’ ‘’vaya una metafísica’’ responde Augusto. ‘’Es que el amore s metafísica’’
responde Víctor, y con esto, vuelta a la reflexión sobre el ser y el amor. Termina Augusto reflexionando sobre la direferencia
entre estar enamorado y creer que uno está enamorado.
Comenzamos el undécimo capítulo cuando Augusto se dirige de nuevo a casa de Doña Ermelinda y Don Fermín, los tíos
de Eugenia. Entró y, después de quedarse un ratito solo, vino Eugenia, avisada por la criada. Augusto se puso histérico por
momentos: se pudo histérico, no se calmaba, no le dejaba hablar, le besaba las manos y estuvieron conversando sobre su
novio y si de verdad la quería: resulta gracioso el hecho de que le traspasara las mismas dudas que Víctor le había planteado
sobre la realidad de su amor, a Eugenia con su novio. No pudieron terminar de hablar, pero a Augusto le quedó claro que
ella quería carsarse con su novio. Unos instantes después vinieron los tíos de Eugenia y se encontraron con la sorpresa de
Augusto, que estaba allí. Eugenia se metió en su cuarto y quedaron sus tíos y Augusto charlando sobre la ya mencionada
Eugenia. Augusto, pensando hacer un acto de heroicidad, les comunicó que iba a pagar la hipoteca de la casa que entonces,
ellos no tenían dinero para tal fin. Se introduce la idea del amor como sacrificio al Augusto aceptar la libertad de Eugenia
de decirdir con quien se quisiera casar y como su amor consiste en verla feliz, decide pagarle la hipoteca y aceptar que ella
sea feliz con su novio. El amor como sacrificio, el amor como libertad de toma de decisiones y tal vez, la aceptación de
estos conceptos porque en realidad Augusto no esté enamorado de Eugenia sino de su idea una vez más.
En el duodécimo capítulo, Augusto se encuentra en casa cuando Liduvina le avisa que había venido la mujer del
planchado. Ésta entra a su habitación y Augusto se le queda mirando. Le dice a ella, que no se había dado cuenta antes de lo
guapa que era. Se llama Rosario. Augusto le explicó el problema que padecía, que no sabía lo que le pasaba, porque esa
mujer (Eugenia) que no le quería le abrió los ojos. Rosario lloró por momentos, hasta que los dos se juntaron y quedaron
abrazados. Fue un momento muy especial para los dos. Cuando ésta se fue, Augusto salió de la habitación y se quedó
hablando con Liduvina, que los había visto, la cual le hizo comprender que él estaba verdaderamente enamorado de
Eugenia. Ese amor idealizado e irreal se torna enfermizo en este capítulo. Vemos las muestras del amor de aspecto
romántico, exponiendo a Augusto a delirar, Proyectar con la criada Rosario lo que no pudo con Eugenia y no recuperando
el tino. Es por ello que le confirma Liduvina que está enamorado, porque está como loco. Se enlaza así el amor con el
sueño, ‘’el sueño es sueño si es de uno pero si es de dos es una realidad, el sueño de todos’’.
A la mañana siguiente, cuando comenzaba el decimotercer capítulo, estaba Augusto en la cama cuando de pronto le llamó
Liduvina informándole de que había llegado una mujer que quería hablar con él. Se vistió rápido y se arregló deprsweguirla.
Ella se enfadó y marchó a casa. Augusto necesitaba despejarse y se fue a la Iglesia de San Martín. Se sentó en un banco y
tras pensar en su madre, se encontró con un viejo amigo, Don Avito Carrascal, y estuvieron charlando sobre la vida de cada
uno: Avito era un hombre casado que no conoció madre y que descubrió lo que es tenerla cuando se casó con su mujer, su
único hijo se suicidó y le dijo a Augusto que lo que de verdad debía hacer era casarse para conseguir a su “madre” de nuevo:
casarse con quien le quisiera a él. Augusto pensó inmediatamente en Rosario, la planchadora, creyendo que ella había
quedado enamorada de él.
En el decimocuarto capítulo, encontramos a Augusto, que después de haber charlado con Don Avito, se dirige al casino
para jugar al ajedrez con Víctor. Éste estaba desorbitado, y muy desconcertado. Augusto le preguntó qué le pasaba y Víctor
le empezó a contar una historia muy larga diciéndole a la vez que estaba en una situación grave: se casó muy joven y él y su
mujer estuvieron intentando obtener durante mucho tiempo un hijo, pero no lo conseguían, y como consecuencia de ello,
venían las peleas y discusiones. Viendo que no podían, decidieron adoptar un perrito, pero un inesperado día, tragó un hueso
que le encasquilló en la garganta y lo mató. A partir de ahí, decidieron vivir como unos solterones “arrimados”, pero justo
cuando lo estaban pasando en su momento óptimo, su mujer queda embarazada. Para ellos esto suponía un problema grave,
e incluso Víctor se barajó la idea de darle el niño a Augusto. Después de la extensa charla entre ellos dos, marcharon, y
Augusto se fue a casa.
El decimoquinto capítulo comienza cuando Doña Ermelinda le preguntó a su sobrina qué era lo que había hecho. Ésta,
segura completamente de lo que había hecho, le dijo que Augusto era un hombre que se quería aprovechar de ella. Doña
Ermelinda insistía en que ella tenía que casarse con Don Augusto porque era lo mejor para sí misma. Pero Eugenia estaba
tan enfadada con él que no quería oír ni siquiera mencionado su nombre. Ella no podía consentir que un hombre que apenas
tenía que ver en su vida le pagase la hipoteca que ella y sus tíos no podían terminar de pagar. Al final de la discusión, justo
después de irse Eugenia a la calle, llegó Don Augusto con la intención de decirle que se arrepentía de todo lo que había
hecho, porque lo que hizo lo había realizado con la intención de hacer feliz a Eugenia, olvidando su posible relación o
casamiento mutuo.
El decimosexto capítulo tiene lugar justo cuando Eugenia sale a la calle y Augusto se dirige a su casa para pedir perdón.
Eugenia se encuentra con su novio y le contesta que la situación que ellos padecían no podía seguir así porque no tenían
dinero para poder casarse. Ésta le decía a su novio Mauricio que debía ponerse a trabajar cuanto antes. Éste comentó que no
podía permitir ver a su mujer trabajando sola y manteniéndole a él, por lo que dijo que nunca iba a trabajar ella estando él.
Pero el muy... (porque me da rabia este hombre), le dice que hay una solución para que no tenga que trabajar: casarse y
hacer de Augusto su marido, mientras, a la vez, conviven juntos, y el dinero que el primero cobra, se lo da a Mauricio y a
ella. Eugenia quedó desesperada y se fue corriendo a su casa muy enfadada y aturdida. Ya estaba esa misma noche Mauricio
pensando en ligar con otra mujer...
Comenzamos el decimoséptimo capítulo cuando encontramos a Don Augusto y a Víctor charlando sobre sus cosas. Víctor
le invita a recordar a Augusto la historia de Don Eloíno Rodríguez de Alburquerque y Álvarez de Castro. Éste era un
hombre aficionado a Hacienda, que no llevaba una vida muy digna: diremos como un nómada, porque viajaba de casa en
casa. Una vez llegó a casa de una patrona llamada Doña Sinfo, se puso muy malo y, ésta, al ver que le estaba perjudicando
el negocio, decidió que tenía que irse. Pero un amigo le propuso que se casara con ella, porque cuando él muriera, le dejaría
a la pobre mujer algún dinero de la viudedad. Doña Sinfo pensó mejor y lo aceptó. Se casaron, y pasó lo que menos se
esperaba: Don Eloíno mejoró saludablemente, lo que hizo que al final saliera perdiendo la desdichada patrona. Él se marchó
y ambos se desearon suerte en la vida. Víctor dijo que estaba recogiendo datos para incluir este pequeño cuento en su nivola
(novela modificada en la que predomina el diálogo entre los personajes), neologismo inventado por Miguel de Unamuno.
En este capítulo también vemos por qué le cambió de nombre: cuando Manuel Machado cambió el nombre de soneto a
sonite porque estaba elaborado en versos alejandrinos. Al final de capítulo se preguntó Augusto su lo que le pasaba a él era
una novela, nivola o lo que fuera. Se introduce la idea de la vida como una ficción, Augusto se plantea si lo que vive no será
inventado y él un personaje, así mismo se lo transmite a Víctor cuando le dice que su nivola tendrá mucho diálogo, ninguna
trama fija y que los personajes se harán a sí mismos, le pregunta si no será él quien lo haya inventado. Vemos aquí a Víctor
como Miguel de Unamuno, autor de la novella en la que los personajes van desarrollándose solos, dotando una libertad a
sus personajes, a la vez que dando detalles similares a la propia novella que leemos, en donde el protagonista tiene un
perro al que le habla. Por un momento dejamos de sentir que Augusto habla con su amigo Víctor para sentir que habla con
el propio autor de la novela.
En el decimoctavo capítulo, justo después de que Augusto terminara la conversación con Víctor y se dirigiera a su casa, ve
que Rosario ya estaba ahí con el planchado. Ambos se sentaron juntos y empezaron a charlar. Augusto le dijo que olvidara
lo del otro día, que no tenía importancia. Siguieron hablando y éste le preguntó si tenía novio, si estaba de verdad
enamorada de él..., preguntas que la chiquilla no estaba muy dispuesta a contestar. Rosarito se dio cuenta al apoyar su
cabeza sobre el pecho de Don Augusto que el corazón le martilleaba muy fuertemente. Augusto le hizo saber que se
encontraba malo y, para curarse, le propuso hacer un viaje a un sitio muy lejano, ésta dijo que iría con él. La muchacha se
fue y Augusto se acostó un poco en la cama para meditar. Estuvo con su perrito Orfeo, al que le explicó la mentira que
significa la palabra en el mundo social y lo superficial del amor muchas veces, pues surge de los celos, así como dudando
del amor de Rosario. Más tarde, avisados por Liduvina, fueron a cenar.
Hablando del decimonoveno capítulo, vemos que Doña Ermelinda se dirige a casa de Don Augusto. El motivo es porque
ésta mujer quiere que él y su sobrina Eugenia se reconcilien y vuelvan a ser amigos. Pero no era ése el único objetivo,
porque también quería que les dejase claro a Augusto aceptar lo de la hipoteca,sin intención de casamiento. Esto enervço a
Augusto y de la misma manera que Eugenia reaccionó mal pensando que él la quería comprar, reacciona mal Augusto
pensando que Eugenia lo ofendía dejando claro que no quería nada con él, sintiendo que jugaba con él. Estuvieron un rato
discutiendo de que si Eugenia le quería ahora que no tenía al otro, entre otras cosas, pero al final todo quedó en paz y con la
esperanza de que Don Augusto vuelva a casa de Doña Ermelinda. El hombre se salió a la calle y se dispuso a pasearse por la
estancia. Estuvo, como es tradicional en esta obra, meditando sobre quién era él mismo, el por qué de quererle Eugenia
ahora que se había quedado sin Mauricio, por qué todo es como es... Recorrió las calles nada más que meditando como un
“zombie”. Recuerda este capítulo al Perro del hortelano, pues Eugenia al oír de la reacción de Augusto pensó que había
otra mujer y se propone concquistarlo. Se quieren conquistar y reconquistar a destiempo, a la vez que vamos descubriendo
las caras del amor real y las relaciones, en discrepancia con ese primer amor ideal.
El vigésimo capítulo comienza preguntándose Augusto si habría hecho bien en decirles a Doña Ermelinda y Rosario lo del
viaje lejano que quería realizar. De pronto, vino Liduvina e informó al señorito que había llegado Eugenia. Entró y, algo
perplejo, Augusto y ella se quedaron un rato hablando. Ésta fundamentalmente le dijo que le habían estado engañando a
ambos, uno respecto del otro, algo de lo que quedó el convencido. Le pidió a Eugenia si podían comprometerse, pero ella no
lo aceptó. Se marchó y a la misma vez vino Rosario. Quedáronse hablando el señorito y ella y lo más fuerte que le dijo fue
que Eugenia le estaba engañando. Al principio no le creía pero luego se fue convenciendo poco a poco. Cuando Rosarito se
marchó, Augusto estaba hecho un lío, pensaba que ambas mujeres le iban a volver loco. Para relajarse, llamó a su criado y
echaron una partida al tute. Le pidió consejo y Domingo le dijo que en su situación, lo mejor era estar con las dos mujeres,
lo que le complicaba aún más la cabeza.
El vigésimo primer capítulo comienza cuando Don Augusto y un amigo suyo llamado Antonio, se quedan hablando sobre
las cosas de cada uno. Antonio le cuenta una historia que ha sufrido él y que le ha perjudicado bastante, pero que también le
ha traído sus cosas buenas: Don Antonio se casó de joven con una muchacha que él quería mucho, que estaba loco por ella.
Una noche, cuando todo iba bien, su mujer se fue con otro hombre que había dejado a su mujer y a una hija de corta edad.
Antonio y la otra mujer sufrieron muchísimo. Un día quedaron para estar juntos y ver cómo se encontraba anímicamente
cada uno. A partir de ahí, vivieron juntos y hasta tuvieron cuatro hijos, a petición de su hija Rita, la del ladrón y cómo se
fueron formando los lazos de amor. Antonio no había vuelto a saber nada sobre su antigua mujer, ni su mujer sobre su
antiguo marido.
En el vigésimo segundo capítulo, empieza la conversación entre Augusto y su amigo Víctor. El primero le pregunta cómo
habían recibido el nuevo hijo en casa. Víctor le dice que nunca hubiera creído la felicidad que les trajo el “intruso”. Salió a
la luz la historia del fogueteiro, un pirotécnico portugués que se vanagloriaba de la belleza de su mujer,y por un accidente su
mujer quedó desfigurada pero él ciego, así siguió el pirotécnico presumiendo de ella y la gente, por pena le convidaban. Así
explicaba como Victor veia guapa a su mujer a pesar de que los demás la vieran fea. Elamor, según campoamer, al principio
lleva mucho deseo carnal por el cuerpo del otro pero luego se apaga, porque se asimila el cuerpo del otro como propio, por
lo que no se admira tanta pero duele igual que el de uno mismo. Y en relación a esto, Víctor le dijo a Augusto que no se
casara nunca, si quería disfrutar de una juventud por siempre. Le dijo que se metiera a filósofo, para que se entretuviera
durante el resto de su viday le recitó muchos filosofos solteros, por lo que Augusto sale airado. Se siguen introduciendo
otras características del amor realista, mientras Augusto sin darse cuenta, sigue dilucidando en la elección de una u otra
mujer.
En el vigésimo tercer capítulo, Augusto, divagando sobre la mente femenina y no determinádose, dispute dedicarse a la
filosofía femenina, para lo que se acrodó de un erudite que teorizaba sobre ella: el Señor Antolín Sánchez Paparrigópulos,
un importante erudito que luego a luego, de una forma muy técnica y precisa, le fue contando a Augusto lo que tenía que
hacer. La idea que quería dar a Augusto era contradictoria a la de Víctor, que expresaba que no se casara. Después de contar
toda su vida en modo narrativo, no en forma de diálogo, estuvieron charlando los dos y llegaron a un acuerdo: Augusto
tendría que casarse con una de las dos mujeres a las que optaba o buscar una tercera a la que conquistar ya que los pares no
eran Buenos: o una o tres. Dos no debía porque según el erudito antes mencionado, dos rayas no cierran espacio. Augusto
marchó y se quedó un rato meditando sobre lo que le había dicho.
Acabó de salir de la entrevista con Paparrigópulos y comenzó el vigésimo cuarto capítulo. Augusto iba hacia su casa
reflexionando sobre lo que el anterior erudito le había dicho, determinando elegir a una de las mujeres ya que tres (Liduvina
que era el estómago, Eugenia la mente y Rosario el cuerpo), eran demasiads. Al llegar a casa se le ocurrió una gran idea, que
consistía en intentar ser novio de Eugenia, pero, a la misma vez que se afirmaba él mismo en lo dicho, tal era su
contradicción. Pensó que eso dependería de si Eugenia tenía don de palabra. Pasado un rato, vino Liduvina y le informó de
que había llegado Rosario. Antes de entrar, le preguntó que si el don de palabra es posible en las mujeres. Le contestó que
ello depende de la palabra. Entró Rosario y algo parecido le dijo. Le pregunto si ella no estaba celosa por Eugenia, y esta le
dijo que ahora mismo estaba con el, lo rodeo con los brazos y lo besó, a lo que él respondió cogiéndole el culo y, según la
besaba, poniéndose sobre ella. Por sus reacciones entre el freno y el desenfreno, la mujer llegó a pensar que estaba loco. Le
mandó que se fuera y después marchó a la calle, para despejar sus ideas, pensando sin duda que Rosario se había sentido
herida, cuando en realidad su última mirada era de miedo por su posible locura. Ella quería aprovechar el despecho de
Augusto y tener relaciones con él. Se destaca el comentario que Augusto le hace a Rosario cuando se posa sobre ella, y es
el de que abra los ojos, que no los cierre, pues quieres verse reflejado en ellos, en sus ojos él puede verse, él puede advertir
cuán diminuto es. Dando a entender lo indefenso que es el hombre ante el ser deseado o amado.
El vigésimo quinto capítulo comienza con la conversación entre Augusto y su amigo Víctor. El primero le pregunta que
qué es lo que debe hacer, porque se encuentra en una situación alarmante. Víctor, cambiado de opinión con respecto a
capítulos anteriores, le dice que lo que debe hacer es casarse, cuanto más rápido, mejor. Le dice que la única psicología
femenina es el matrimonio, algo parecido a lo que le había dicho anteriormente Paparrigópulos, ya que como mejor se
averiguaba los fundamentos de la psicología femenina era experimentando directamente con ella es decir, casándose, ya que
hablar de la mujer sin estar con ella esa metafísica no psicología, la psicología venía con la experiencia. El capítulo finaliza
cuando debajo de las últimas líneas, en línea cursiva, nos relata Miguel de Unamuno, el autor de Niebla, que “¡Cuán lejos
estarán estos infelices de pensar que no están haciendo otra cosa que justificar lo que yo estoy haciendo con ellos!”. Este
fragmento nos quiere decir que él es el dios de éstas criaturas que están buscando lo que Unamuno está haciendo por ellos.
El vigésimo sexto capítulo empieza cuando Augusto se dirige a casa de Eugenia para pedirle la mano como mujer, algo que
él ve como muy difícil. Pero las cosas, aunque parecen lo contrario, son totalmente opuestas a lo que piensa Augusto,
porque después de una conversación en la que éste le intentaba conquistar, ella sin más, le concede la mano. Llaman al tío
de Eugenia, Fermín, para dar parte de ello, y él se alegra plenamente y nos dice que ya lo suponía de antes. Más tarde llega
la tía que, al enterarse, propone a Augusto a quedarse a comer, el cual acepta sin más remedio. Augusto se siente rana, siente
que lo han atrapado, y empieza a salir un faceta desconocida en Eugenia, la dominadora. Él siente que lo han pescado
cuando lo que quería es poner a prueba a Eugenia, finalmente ha sido él el experimentado no el experimentador.
En el vigésimo séptimo capítulo, se nos dice que Augusto ha empezado una nueva vida al estar comprometido con
Eugenia. Ésta, sin embargo, no le deja hacer muchas cosas que él quisiera... Más tarde, Augusto le pide que toque el piano
para componer unos versos sobre ella. Empieza a tocar no con mucha gana y Augusto escribe seis estrofas (romances,
porque riman con arte mayor -11 sílabas cada verso- los pares quedando libres los impares) que nos muestran la
predilección que él tiene por ella. Después de este bonito poema, empiezan a conversar sobre la boda, hasta que ella le
informa de que Mauricio le sigue persiguiendo para comprometerse con ella. Entonces, Eugenia le propone que le busque
un trabajo para que le dejara a ella en paz, y que además fuese muy lejos. A la mañana siguiente, ya tenía Mauricio un nuevo
empleo. También le prohibe tener a Orfeo (recordamos que lo acogió pensando que ella se desharía por él, aquí advertimos
el amor ideal de Augusto y la realidad).
Al día siguiente, justo cuando comenzaba el vigésimo octavo capítulo, llegó Mauricio a casa de Don Augusto, el cual se
enteró de que había llegado por medio de Liduvina. El supuesto ex-novio de Eugenia, le dio las gracias a Augusto por el
nuevo trabajo que le había conseguido. Y además le hizo saber que llevaría también a Rosario. Augusto palideció y estuvo a
punto de estrangular a Mauricio por celos, solo paró cuando él le recitó las palabras que él le había dicho a Rosario sobre lo
diminuto que se veía reflejado en sus ojos. Justo después de irse, Augusto tuvo que ir a preguntar a sus dos criados si estaba
soñando, algo de lo que él no quedaba muy asegurado. Pero luego llamó a Orfeo, el cual sí le dio una respuesta clara,
lamiéndole a la vez la barba, ya que los perros no sueñan. Augusto no cae en que Rosario pudiera reirse de él con Mauricio
o dar cuenta de lo que ella creía locura, sino que el sentimiento de que no es él mismo, la niebla que le puebla la mente, le
hacen creer que está soñando o que no está bien de la cabeza. Advertimos como Augusto, a la vez que ha ido avanzando en
esto del amor a lo largo de la obra, también va a avanzando en el desquicie, algo parecido al degeneramiento que vemos en
Pepe Rey, en Doña Perfecta. La niebla en el juicio de Augusto es palpable a lo largo de toda la obra, tanto en el desarrollo
de la idea de amor, como la de él como ser, como humano entre la gente, y en su errante conducta.h
Faltaban, al comienzo del vigésimo noveno capítulo, sólo tres días para la boda entre Augusto y Eugenia. Ambos estaban
unidos, pero Eugenia se reservaba, porque decía que ambos debían respetarse. Empezaron una conversación en la que
Eugenia mencionó dónde podría estar Rosario, sabiendo ella que Augusto creía que se había ido con Mauricio y que además
era mentira, para “refregárselo” en los morros. Augusto quedó consternado, al creer que Mauricio se había llevado la mujer
que Augusto despreció. Al día siguiente, recibió una carta de remitente por parte de Eugenia en donde ésta le daba gracias a
Augusto por todo lo que había acabado de hacer, mientras ella viajaba con Mauricio al lugar donde iba a trabajar. Charló
unos instantes con los tíos de Eugenia sobre lo sucedido y regresó a casa donde le comunicó a Liduvina lo acontecido; se
encerró en su cuarto, y a la misma vez que le llegaban imágenes de Eugenia y Mauricio, rompió a llorar desesperado y
deprimido.
El trigésimo capítulo comienza con la conversación entre Víctor y Augusto, este último muy consternado y deprimido.
Víctor, al ver que su amigo ha sido rechazado y engañado por la mujer con la que iba a contraer matrimonio dos días
después del suceso, le aconseja vivamente que lo que debía hacer era devorarse. Augusto estaba muy indeciso y confundido,
no sabía qué hacer, y hasta pensaba ya en suicidarse. Víctor se marchó dejando a un Augusto que estaba muy mal.
Posiblemente este sea el capítulo con más jugo de todos, ya que una vez expuestas en capítulos anteriores distintas
reflexiones sobre el ser, se mezcla aquí el origen mismo de este con el drama ficticio. El drama como ficción, la vida como
drama ficticio, devorarse a uno mismo es decir, deconstruirse, reírse de uno mismo, equipararse a un personaje de novella,
a la par que se teoriza sobre ella y su función. Expone las ideas, los prejuicios que llevan a Augusto a sentirse mal como
una mera construcción ideológica, a la vez apela al lector, incluyéndolo en el drama como constructor de los sentimientos
del personaje, ya que la profundidad de sus sentimientos de sus caracteres los da el lector, no el autor, a la vez que este se
embulle en la novella para olvidarse de su vida y vivir con los personajes el drama. Si atendemos a una segunda lectura de
lo ultimo expuesto, encontraremos que esto que se le denomina lector, puede ser el lector real, el lector imaginario que
Augusto creo o la vision de la sociedad como constructora y reflejo de su personalidad: en cualquiera de los dos casos, se
la vida de Augusto una ficción literaria o una ficción social, el resultado es el mismo: determinación, por lo que una
muestra de libertad y revelación ante esto es el suicidio. Vemos aquí rastros de Bernarda Alba en cuanto a la libertad, así
como de las teorías de la recepción que surgen a partir del estructuralismo y que vienen a darle importancia al lector como
parte de la trama, en este caso quedando expuesto y no solo como teoría subyacente al drama. También se destaca el dolor
como disipador de la niebla, solo a través del solo Augusto es consciente de sí mismo y logra saber quién es y cual es su
función, Madura y se hace responsible de sí, se hace padre y a la vez hijo de sí mismo.
En trigésimo primer capítulo comienza cuando Augusto se dirige a Salamanca, para hablar con Miguel de Unamuno, autor
de Niebla. Augusto se dirigía allá porque anteriormente había leído un ensayo suyo que hablaba sobre el suicidio, algo que
estaba dispuesto a hacer. Ambos estuvieron charlando un rato, mientras Unamuno le decía que él era un ente de ficción y
que no existía. Augusto, paranoico, le dijo que estaba dispuesto a matarle a él, a su propio creador, a su dios. Unamuno, muy
consternado y enfadado, le dijo que el que iba a morir era Augusto. Éste último, muy confuso, le suplicó que no lo matara,
que a pesar de todo él no se iba a suicidar, pero, al ver que no lo convencía, le empezó a decir, justo antes de irse, que igual
que todos los lectores de este libro y todos los que viven, él morirá. Cabizbajo, salió a la calle, sin despedirse de Miguel y se
dirigió al tren que le llevaría de vuelta a casa. Se produce una potente alegoría sobre el libre albedrío respecto a Dios.
Augusto duda dela existencia de Unamuno, exponiendo que pudiera ser él quien en realidad da vida a Unamuno,lo cual
tiene lógica porque en el desarrollo de un escritor, no se tiene claro si son las ficciones las que definen al escritor o al
revés. También se plantea un salto de la ficción a la realidad al estar Augusto hablando con Unamuno, aunque pueda verse
como un salto de la realidad a la ficción, en todo caso asentando lo expuesto en el capítulo anterior, confundiendo realidad
con ficción siempre con la posibilidad de que todo sea un sueño, el sueño del sueño. A la vez se realiza una segunda lectura
no respect a la ficción sino a la funcionalidad del ser en la tierra y el libre albedrío: Dios nos ha creado pero nosotros nos
sentimos vivos e indeterminados, pues debemos poder ser dueños de nuestros actos. Unamuno al determinar matarlo
provoca la ira de Augusto, quien condena al autor y a todos los lectores a morir: lo cual es real porque moriremos todos
algún día. Divisamos el sueño en el sueño, la ficción e la ficción y con esta reflexión, recordamos a los presocráticos y sus
definiciones de la realidad. Debemos tener en cuenta, para explicitar otra capa de la cebolla, que lo que leemos es al autor
imaginario, el retratado, el que leemo, apelando una vez más a la teoría de la recepción: autor imaginario-lector real /
autor real-lector imaginario.
Al comienzo del trigésimo segundo capítulo, estaba Augusto en el tren de vuelta a casa pensando en cómo había sido su
vida durante los últimos años que él había “vivido”. Contaba los minutos que faltaban para llegar a casa sin dejarse ni uno
solo. Estaba muy triste. Llegó a casa y le dijo a Liduvina que él no existía, que sólo era un ente de ficción, que era pura
fantasía... La señora, creyendo que se encontraba mal, llamó a su marido Domingo para que fuese a ver lo que le pasaba a su
señorito. Augusto empezó a pedir comida hasta tal punto de no poder comer más. Su criado le invitó a dar un paseo, pero él
no lo aceptó porque no tenía fuerzas ni para tenerse en pie. Le escribió una nota para dársela a Unamuno que decía: Se salió
usted con la suya, he muerto. Se acostó y le pidió a su criado que se quedara en la otra cama al lado suyo. Se quedó
durmiendo pensando a la vez sobre su propia existencia. De repente, se levantó gritando el nombre de Eugenia y se
desplomó muerto sobre la cama. Llamaron al médico, pero de nada sirvió: ya estaban pensando en preparar el entierro. Sin
duda murió por el corazón, la cabeza y el estómago, murió del empacho que tuvo, murió porque pensaba que se moriría y a
fin de cuentas, se suicidó por tener la convicción de que moriría y comer por lo que el resto de su vida no comería. Sin
embargo llegó antes a una conclusion, y es que si él es idea, es inmortal claro, por lo que morir en la ficción poco le
importaba, seguiría vivo en quienes lo leyeran: y así es.
El capítulo trigésimo tercero, comienza dándonos el propio autor de esta obra a conocer que había recibido el telegrama
enviado por el criado de Augusto. Unamuno se había arrepentido de haberle matado, y hasta pensó en resucitarle. Poco
después de acostarse y de haberse dormido, se le apareció la figura de Augusto en sueños, al cual le dijo que posiblemente le
iba a resucitar. Pero Augusto le hizo saber que no podía resucitarle, al igual que otras figuras de la literatura, como Don
Quijote. Unamuno pensó en dar solución al soñar sobre él otra vez, pero Augusto le informó de que no se puede soñar dos
veces un mismo sueño. Más tarde, se despidió de él y desapareció. Unamuno, que soñaba morirse, se despertó de pronto con
una cierta opresión en el pecho. Y este es el resumen de la historia de Don Augusto Pérez. Se vuelve a teorizar sobre el
drama: un personaje una vez creado no puede moverse al antojo de uno, aun en la ficción un personaje tiene un desarrollo
lógico, no puede modificarse a antojo.

RESUMEN DE LA ORACIÓN FÚNEBRE POR MODO DE EPÍLOGO.


En casi todos los finales de las obras, se suele dar información de cómo corrió la suerte a los demás personajes, pero en esta
obra Unamuno no lo hace así, a excepción de Orfeo, el perrito de Augusto. Nos dice que el mencionado cachorro, al ver a su
amo sobre la cama y quieto, se subió a ella y empezó a olfatearlo. Se dio cuenta de que no vivía porque echaba como un
olor a muerto, y además, ya no respiraba. Con las lágrimas en los ojos, empezó a pensar sobre el que anteriormente fuera su
amo y su dios, y todo lo que le debía. Teorizó a ojos de un animal sobre el ser humano, la niebla que los puebla, sus
incongruencias, lo falso del lenguaje pues crea ideas que distorsionan la realidad que pretenden designar, el único momento
en el que son auténticos es soñando (soñando como? Soñando soñando o soñando en la vida del sueño,) y aún así muchas
veces hablan. Teoriza sobre el desarrollo cognitive el ser humano, costumbres, razonamiento, y de lo ilógico de todo este
desarrollo muchas veces, en definitiva del complejo entranamado social que ha creado el ser humano del que se ha hecho
prisionero y que le nubla de ver la realidad. Sintió mucha pena por lo que había sucedidoy lleno de pena, murió también.
Sus restos fueron luego recogidos por los amos, quienes dijeron:¡Y luego dirán que no matan las penas!. Llama la atención
la comparación final de Orfeo, el perro, con el cinismo, aludiendo a Diógenes, el perro, de la corriente de los cínicos, una
corriente que consideraba que la civilización y su forma de vida era un mal y que la felicidad venía dada siguiendo una
vida simple y acorde con la naturaleza. También la alusión de Platón y el mundo de las ideas, donde estará su dueño ahora
ya muerto.

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