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HORA SANTA (3)

con las meditaciones


de San Pedro Julián Eymard
Apóstol de la Eucaristía

Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)


Forma Extraordinaria del Rito Romano

 Se expone el Santísimo Sacramento como habitualmente.


 Se canta 3 de veces la oración del ángel de Fátima.
Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
No esperan y no os aman.
 Se lee el texto bíblico: Lc 17, 11-19
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando
iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que
se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que,
mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba
curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús,
rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra
y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?¿No ha
habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado»..

MÉTODO DE ADORACIÓN
SEGÚN LOS CUATRO FINES DEL SACRIFICIO DE LA MISA
La hora de adoración se divide en cuatro partes. En cada cuarto de hora se
honra a nuestro señor Jesucristo por cada uno de los cuatro fines del
sacrificio: Adoración, acción de gracias, propiciación y súplica.
PRIMER CUARTO DE HORA. – Adoración.
1.º En primer lugar adorad a nuestro señor Jesucristo en su augusto
Sacramento con el homenaje exterior del cuerpo; así que diviséis a Jesús en
la Hostia adorable, hincaos de rodillas: inclinaos ante Él con profundo
respeto, en señal de suma dependencia y de amor. Juntaos con los reyes
magos cuando, postrándose en tierra, inclinada la frente hasta el suelo,
adoraron, en el humilde pesebre de Belén, al niño-Dios envuelto en pobres
pañales.
2.º A este primer acto silencioso y espontáneo de veneración debe seguir un
acto exterior de fe. Este acto de fe es muy útil para despertar en nuestros
sentidos, en el espíritu y en el corazón, la piedad eucarística; él os abrirá el
corazón de Dios y los tesoros de sus gracias; es preciso que seáis fieles y
hagáis este acto santa y devotamente.
3.º A continuación hacedle ofrenda de toda vuestra persona y de cada una
de las facultades de vuestra alma; y en particular: de vuestro espíritu, para
que le conozca mejor; de vuestro corazón, para que le ame; de vuestra
voluntad, para que le sirva; de vuestro cuerpo, con todos sus sentidos, para
que cada uno le glorifique a su modo; rendidle sobre todo homenaje de
vuestros pensamientos, de modo que la divina Eucaristía sea el pensamiento
capital y dominante de toda vuestra vida; el de vuestros afectos, llamando a
Jesús rey y Dios de vuestro corazón; de vuestra voluntad, no queriendo otra
ley ni otro fin que su servicio, amor y gloria; de vuestra memoria, para no
acordaros sino de Él y así no vivir más que de Él, por Él y para Él.
4.º Como son tan imperfectas vuestras adoraciones, menester es que las
unáis a las de la santísima Virgen en Belén, en Nazaret, en el calvario y en el
cenáculo, junto al sagrario, que las juntéis con las actuales de la santa
Iglesia, con las de todas las almas santas que adoran a nuestro Señor en
esos momentos, con las de toda la corte celestial que le glorifica en el
paraíso; y, de este modo, las vuestras participarán del mérito y santidad de
las de todos ellos.
SEGUNDO CUARTO DE HORA. –Acción de gracias.
1.º Adorad y bendecid el inmenso amor que Jesús os muestra en este
Sacramento con su real presencia. Para no dejaros solos y huérfanos en esa
tierra de destierro y de miserias, viene Él del cielo personalmente para
vosotros, con objeto de haceros compañía y ser vuestro consolador.
Mostradle vuestro agradecimiento con todo vuestro amor, con todas
vuestras fuerzas, en unión de todos los santos.
2.º Admirad los sacrificios que se impone en su estado sacramental: oculta
su gloria divina y corporal para no deslumbraros ni dejaros ciegos; para que
os animéis y os acerquéis a hablarle como habla un amigo a otro amigo, vela
su majestad; para no castigaros o atemorizaros tiene como atado su poder;
para no causaros desaliento encubre la perfección de sus virtudes, y aun
modera el fuego de su corazón y de su amor hacia vosotros, porque no
podríais soportar la fuerza y la ternura de este amor. Sólo permite que
conozcáis su bondad, que se trasluce a través de las sagradas especies,
como los rayos del sol tras una ligera nube.
¡Oh cuán bueno es Jesús sacramentado! A cualquier hora del día o de la
noche que vayáis a verle os recibe en el acto. Su amor siempre está en vela y
rebosando dulzura para vosotros. Cuando le visitáis, olvida vuestros
pecados e imperfecciones y sólo quiere hablaros de la alegría que le
proporcionáis y de la ternura de su amor, de tal modo que podría creerse
que necesita de vosotros para ser feliz. Manifestad al buen Jesús vuestro
agradecimiento con toda la efusión de vuestra alma. Agradeced igualmente
a Dios Padre el haberos dado a su muy amado Hijo, al Espíritu Santo, por
haber renovado sobre el altar, por ministerio de los sacerdotes y para cada
uno de vosotros, el misterio de la encarnación. Invitad al cielo y a la tierra, a
los ángeles y a los hombres, para que os ayuden a dar gracias, bendecir y
ensalzar tanto amor para con vosotros.
3.º Contemplad el estado sacramental, al cual se ha reducido Jesús por amor
vuestro, e inspiraos en sus sentimientos y en su vida: en él está Jesús tan
pobre como en Belén, y todavía más, pues allí siquiera tenía a su Madre y
aquí no: no trae del cielo más que su amor y sus gracias. Mirad cómo
obedece en la sagrada Hostia, con suma presteza y suavidad, a todos, aun a
sus enemigos. Admirad su humildad: llega en su anonadamiento hasta el
límite de la nada, uniéndose sacramentalmente a viles especies inanimadas,
que hasta de apoyo natural que las sostenga carecen, porque no tiene otro
que la omnipotencia del Altísimo, quien las conserva con un continuo
milagro. El inmenso amor que nos tiene le ha hecho prisionero nuestro y así
debe continuar, en su prisión eucarística, hasta el fin del mundo, para ser
aquí en la tierra nuestro cielo anticipado.
4.º Unid vuestra acción de gracias a la que María santísima tributaba a Jesús
después de la encarnación y especialmente después de sus comuniones; y
repetid con Ella transportados de alegría y felicidad el Magnificat de vuestro
agradecimiento y amor, diciendo sin cesar: “¡Oh Jesús sacramentado, qué
bueno eres, qué amable y cuán excesivamente amante!”.
TERCER CUARTO DE HORA. – Propiciación.
1.º Visitad y adorad a Jesús abandonado de los hombres que le dejan solo
en el Sagrario. El hombre tendrá tiempo para todo menos para visitar a su
Dios y Señor, que le espera y desea en su Sacramento. Las calles y todos los
lugares de recreo se llenarán de gente y las iglesias donde mora Jesús
estarán desiertas: se les tiene horror y se huye de ellas. ¡Pobre Jesús!
¿Podíais esperar tanta indiferencia de los que rescataste con el precio de tu
sangre... de tus hijos... amigos... de mí mismo?
2.º Llorad al ver a Jesús traicionado, insultado, mofado y crucificado más
indignamente, en su sacramento de amor, de lo que fuera en el huerto de los
olivos, en Jerusalén y en el calvario. Aquellos a quienes Él ha honrado y amado
más, a los que más ha colmado de gracias y beneficios son los que más le
ofenden, los que más le deshonran en su templo por su falta de respeto, los
que le crucifican de nuevo en su cuerpo y en sus almas por sus comuniones
sacrílegas, vendiéndole al demonio, único dueño de su corazón y de su vida. Yo
mismo, ¡ay de mí!, ¿no soy quizá uno de los que más le han ofendido?
¡Oh Jesús mío! ¿Hubieras podido sospechar que tu excesivo amor a los
hombres se habría de convertir en blanco de su malicia y que el hombre se
habría de valer de tus gracias y de tus dones más preciosos para volverse
contra Ti?... Y yo mismo, ¡oh dolor!, ¿no he sido como ellos infiel?
3.º Adorad a Jesús y suplicadle que, en reparación de tantas ingratitudes,
profanaciones y sacrilegios como se cometen en el mundo, acepte los
sufrimientos y contrariedades que os sobrevengan durante el día o durante la
semana. Imponeos también algunas penitencias satisfactorias por vuestras
propias ofensas, por las de vuestros parientes, por las de aquellos a quienes
hayáis podido dar mal ejemplo por vuestras irreverencias en el templo y falta
de devoción.
4.º Pero ¿qué son en sí mismas ni qué valen las penitencias que os impongáis o
las, obras satisfactorias que ejecutéis para reparar tantos crímenes? Nada o
casi nada. Por eso es necesario que las unáis a las de Jesús, vuestro salvador,
clavado en la cruz. Recoged aquella sangre divina que mana de sus heridas y
ofrecedla a la justicia divina en propiciación; haced vuestros sus dolores y la
oración que dirige desde el árbol de la cruz y pedid por medio de ellos al Padre
celestial piedad y misericordia por los pecadores y por vosotros mismos. Haced
vuestra reparación en unión con la que hizo la Virgen al pie de la cruz y
después junto al tabernáculo para que participéis del amor de Jesús a su divina
Madre.
ÚLTIMO CUARTO DE HORA. – Súplica.
1.º Adorad a nuestro señor Jesucristo en el santísimo Sacramento, en el cual
está rogando sin cesar a su Padre por vosotros, mostrándole, para enternecerle,
sus sacratísimas llagas y su divino pecho abierto a favor vuestro. Unid vuestra
plegaria a la suya y pedid lo que Él pide.
2.º Jesús pide a su Padre que bendiga, defienda y ensalce la Iglesia, a fin de que
por ella sea conocido, amado y servido cada vez mejor por todos los hombres.
Rogad mucho por la Iglesia de Jesucristo, tan probada y tan perseguida en la
persona de su vicario, para que Dios la defienda de sus enemigos que al propio
tiempo son hijos suyos, y que a éstos les toque el corazón, los convierta y los
conduzca humildes y penitentes a los pies del trono de misericordia y de
justicia. Jesús ora sin cesar por todos los miembros de su sacerdocio, para que
reciban la plenitud del Espíritu Santo, sus dones y sus virtudes, y llenos de celo
por a gloria de Dios y enteramente abnegados, trabajen por la salvación de las
almas rescatadas por Él a costa de su sangre y de su vida.
Orad mucho por vuestro obispo para que Dios bendiga todos los deseos de su
celo, le conserve la vida y se digne consolarle. Pedid también por vuestro
pastor a fin de que Dios le conceda con abundancia las gracias necesarias para
que pueda dirigir con acierto y santificar las almas que han sido confiadas a su
solicitud y a su conciencia. Suplicad a nuestro Señor se digne conceder a su
Iglesia muchas y santas vocaciones sacerdotales: un sacerdote santo es el don
más precioso del cielo; él solo puede salvar a toda su región.
Rogad por las órdenes religiosas; pedid que todas sean muy fieles a la gracia de
su vocación evangélica, que los que son llamados para ser religiosos tengan
valor y generosidad suficientes para seguir el divino llamamiento y ser fieles,
porque un santo protege y salva a su país, siendo su oración y virtudes más
poderosas que todos los ejércitos de la tierra.
3.º Pedid fervor y perseverancia para las almas piadosas que se dedican a servir
a Dios en medio del mundo, a manera de religiosas de su amor y caridad, las
cuales están tanto más necesitadas de la protección de lo alto cuanto mayores
son los peligros que las rodean y mayores también los sacrificios que se les
exigen.
4.º Pedid durante algún tiempo determinado con insistencia la conversión de
algún gran pecador. Estos prodigios de la gracia son muy gloriosos para
nuestro Señor. En fin, rogad por vuestras necesidades personales, para que
paséis santamente el día y seáis cada vez mejores. Formad una especie de
ramillete de todos los dones que habéis recibido, ofrecédselo a Jesús, vuestro
rey y vuestro Dios, y suplicadle humildemente os dé su bendición.

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