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Bath

Las enredaderas se enrollan con gracia alrededor de los imponentes abetos, que en esta
época más que en otra temporada, sus raíces yacen cubiertas de un manto amarillento, a
causa de las agrimonias, que en cada primavera, ceden ante el poderoso viento, dejando
que sus pétalos vuelen al compás de su ritmo y caigan delicadamente a los pies de aquellos
dadores de vida.

Grace vislumbra a lo lejos a dos pequeñas figuras dando tumbos de un lado al otro, y no
puede dejar de sentir añoranza por aquel tiempo hace ya tantos años, donde la felicidad era
parte de su vida, donde la pobreza era una simple ilusión y donde sus sueños yacían
esparcidos en el cielo, y no depositados varios metros sobre el suelo, donde no podría
volver a recuperarlos por más que quisiera.

Delante suyo corre un tranquilo riachuelo, que se extiende por debajo de un pequeño cruce
de madera. Detiene la mirada en las flores que se amontonan bajo la sombra de cientos de
árboles, antes que melodiosas risas la distraigan de sus ensoñaciones.

- ¡Wendy! –pronuncia Grace con cierta preocupación, al ver que se ha alejado


demasiado al ir recolectando jacintos – ¡permanece cerca de Edward pequeña!

Wendy ríe y avanza hacia Edward, de diez años, dando pequeños saltitos. Grace se relaja, y
se deja llevar unos momentos por el murmullo del viento. La tarde comienza a caer, y el sol
crea matices cálidos que se reflejan sobre aquel pastizal.

A unos cuantos metros más atrás, en lo alto de la llanura, Grace vislumbra a un par de
pájaros atravesando los páramos.

Sin duda alguna, piensa para sí, el amor ya no podrá llegar a mí. El hecho de estar a
cargo de sus dos sobrinos es un sacrificio para su futuro, mas ve con alegría el simple
hecho de poder saber que recibirán todo el amor y comprensión que un niño de su edad
necesita.

Grace no deja de pensar en su padre, el antiguo pastor de la iglesia del pueblo. Si sólo
estuviese aquí –no deja de pensar diariamente –podría enfrentar las dificultades que nos
socaban.

Tras haber acostado a Edward y a Wendy, decide dar un pequeño paseo nocturno. Toma
un candil y envuelta en un traje de tela gruesa, a causa del frío, sale a recorrer los
escombros que antes eran su hogar. Toca suavemente los ladrillos que formaban la
parroquia de su padre, tratando de entender cómo todo pudo cambiar tan rápidamente.
Se abre paso en medio de la oscuridad, y llega hasta el viejo campanario, que su padre
hacía sonar cada mañana. Respira profundamente, y contempla al otro lado de la pequeña
calle, el hogar de su hermano. Había decidido mantenerse cerca de su familia, pero Grace
jamás pensó que tenerlo cerca desencadenaría un terrible desenlace.

La tragedia llegó de improviso, y para cuando lo había entendido ya era demasiado tarde.
Regresaba de un paseo a caballo con los niños, cuando vio a su padre tendido sobre el heno
del granero de la propiedad. A los pocos días del funeral de su padre, sin haber podido
recuperarse de su pérdida, tuvo que preparar otra ceremonia fúnebre, esta vez para su
hermano y su esposa. Fiebre tifoidea dijo el médico.

Grace cierra los ojos, y trata de recordar sus rostros, la alegría que le impedía pensar que
aquello no duraría para siempre.

Regresa luego de unas cuantas horas a su hogar, que no es más que una pequeña
propiedad que el nuevo pastor les pudo conseguir para que pudieran vivir; pero cierto es
que las limitaciones económicas les impiden llegar a tener una vida cómoda como la que
solían tener.

Sus pisadas ligeras, atraviesan el pequeño vestíbulo de la casa, hasta que llega al cuarto de
los pequeños. Deposita un pequeño beso en la frente de Wendy, pero cuando sus labios
tocan la frente de Edward, un calor abrazador la invade.

Con desesperación, trata de despertar al pequeño pero sus esfuerzos son infructuosos. Las
lágrimas inundan su rostro al tiempo en que abandona la habitación con el pequeño en sus
brazos. No puedo perderlo. Toma con extrema habilidad un candil y Wendy, quien a causa
de los sollozos de Grace se despertó, trata de igualar la velocidad con la que ésta avanza por
la entrada de la casa, con sus pequeños piecitos dando tumbos a cada momento.

- Quédate aquí –le dice con dulzura –todo estará bien.

Wendy asiente, y a su corta edad entiende lo que está ocurriendo. Cierra la puerta y se
asoma por la ventana frontal sonriéndole con fervor a Grace, quien sólo tiene tiempo de
dedicarle una diminuta sonrisa, antes de partir con urgencia hacia la casa del doctor.

Atraviesa con agilidad sobre su corcel el campo que la separa del centro del pueblo. Su
corazón late con fuerza sin saber si llegará a tiempo. Aquel último pensamiento le hace
apresurar el ritmo del caballo, hasta que vislumbra a pocos metros la fachada de la casa del
doctor.

Se baja del caballo lo más rápido posible y siente como la fiebre de Edward comienza a
subir sin freno alguno, y como sus dientes comienzan a castañear sin cesar. Recupera el
aliento y con la desesperación ceñida a su ser, toca asiduamente la puerta con el niño en
brazos.
La puerta se abre y una sirvienta con candil en mano, la observa con cierta petulancia.
Grace le explica lo mejor que puede a aquella señora lo que ocurre y ésta sin titubear un
momento más, la conduce dentro de la residencia.

Al dejarla en la entrada del consultorio, la sirvienta le indica que entre, antes de desparecer
en la oscuridad que envuelve el pasillo.

De espaldas a Grace, el doctor se encuentra archivando unos documentos. Por unos


segundos, aquella muchacha de tez tan pálida como el invierno, se pierde en el rostro de
Edward, quien a causa de la fiebre, ha comenzado a sacudirse sin control.

Grace comienza a perderse en un recuerdo lejano. La mirada de aflicción de su padre al


saber que tendrá que abandonarla, una diminuta sonrisa en medio de la tristeza que
invade el cuarto donde su hermano perdió la vida…

- ¡Sálvelo por favor! –logra articular entrecortadamente y con lágrimas en los ojos.

Nicholas se da media vuelta ante aquel grito desgarrador y contempla a Grace con el niño
entre sus brazos. Sin recomponerse completamente de la impresión, el doctor toma al
pequeño de los brazos de Grace y lo coloca sobre la camilla.

Las horas pasan y Grace sigue contemplando el mismo punto estrellado en el cielo
nocturno. La brisa sopla con vigor, como si tratase de alejar las nubes que con fiereza
permanecer sin moverse allá arriba.

Los pasos de alguien a sus espaldas la hacen voltear la mirada. Aquel joven contempla con
extrañeza el rostro de Grace. Aquella mirada inquisitiva, aquella cabellera cobriza… Grace
agacha la mirada abrumada, y en aquel momento, el caballero recuerda a Scarlett. Se
recompone al momento siguiente y con voz taciturna le explica la condición de Edward.

Grace asiente y suspira aliviada, sin poder dejar escapar aquella sonrisa suya, que para
Nicholas no es más que un confuso dolor en su pecho.

A la mañana siguiente, el sol se esconde bajo un nubloso cielo, mas aquello no impide que
algunos luminosos rayos se hagan notar sobre el prado. Grace avanza con paso firme a
través del campo, sintiéndose parte de él, notando cada minúsculo detalle que la rodea;
desde el murmullo de un lejano riachuelo hasta el croar de un sapo cercano.

Sostiene en su mano derecha un pequeño muérdago que Wendy previamente envolvió en


un delicado papel, para Edward, quien retorna de vuelta a su hogar. En un principio Grace
pretendía pasar la noche junto a su pequeño sobrino, mas sabía que era poco apropiado
que una dama como ella, durmiese en la misma casa de un caballero viudo.
Atraviesa el último tramo que la separa de la casa del doctor, y toca con suavidad a la
puerta. Mientras se arregla ligeramente el traje y alisa con cierto ímpetu el cabello, la
puerta se abre de repente y Grace alza la vista con cierto rubor en sus mejillas.

La mirada cansina y opaca de aquel joven la sorprenden, pero oculta su asombro mientras
recorren el pasillo hacia la habitación en donde se halla Edward.

Nicholas observa con suma atención cada acto que realiza aquella muchacha. Como toma
con delicadeza y paciencia las mantas que cubren al pequeño, como sonríe cuando Edward
la mira, como con destreza sus manos lo toman en sus brazos y lo coloca en su regazo sin
que se arrugue la tela de aquel azulado traje…

- Se lo agradezco –gesticula Grace, sacando así a Nicholas de sus ensoñaciones, que


no hacen más que confundirlo.

Asiente severamente y los acompaña hasta la entrada de la casa. Grace se extraña de que
aún no le haya solicitado el pago por sus servicios, por lo que saca las monedas que había
depositado en el bolsillo por la mañana y se las entrega. El caballero le agradece y cierra la
puerta con pesar cuando la joven se va.

Tras la partida de Scarlett, aquel muchacho que ejerció medicina por más de cuatro años
en Viena, decidió retirarse a aquella colonia inglesa en busca de sosiego, sin saber que
encontraría a una joven que le inspiraba aquella misma calidez que su difunta esposa.
Tales eran sus pensamientos y remordimientos que no pudo conciliar el sueño las noches
siguientes.

El cacareo de una gallina cercana despierta a Grace de un sueño ligero. Se toma un tiempo
prudente para levantarse de la cama y vislumbrar con alegría la hermosa mañana. Aquel
cuarto, cargado de tantas fotografías y recuerdos de un pasado no tan distante, le nublan el
pensamiento por unos instantes.

Se apoya en el marco de la ventana y lo único que logra acaparar su mente son memorias.
Memorias de anhelos que quedaron depositados en un lugar distante, esperando su
momento para resurgir. Pero sabe que pronto tendrá que abandonar sus ensoñaciones.
Edward tiene que tomar su medicina y Wendy, como cada mañana, quiere tomar un
pequeño paseo por los alrededores de la propiedad.

Se calza sus dorados zapatos y se encamina hacia el exterior de la casa. Vislumbra el


hermoso amanecer mientras avanza hacia el jardín, en busca de agrimonias para colocar
en el florero de la mesa. Sonríe al encontrar la flor adecuada, mas cuando está a punto de
tomarla, una sombra le oscurece la vista.

Detrás suyo, aquel joven vislumbra lo que ha estado tratando de evitar por días, pero
consciente de alguna forma, que no podía seguir haciéndolo por más tiempo. Dudó, y
siguió dudando aún más cada vez que daba un paso más cerca de la propiedad de la hija
del antiguo pastor.
Sabe que Scarlett no volverá a él, y trató por mucho tiempo evitar volver a enamorarse,
pero cuando vio a aquella joven de dulce mirada en frente de la puerta de su consultorio,
supo sin lugar a dudas que había vuelto a caer en las manos de aquel puro sentimiento.

Pasaron semanas desde la mañana en la que Grace fue en busca de su pequeño sobrino, y
cada noche, el simple recuerdo de aquella dama transformaba sus apacibles noches de
descanso, en un inajenable insomnio. Buscó y buscó en su mente razones que pudiesen
aliviar su contradictorio e insufrible sentir. Hasta que una tarde, en compañía únicamente
de su negro corcel por las imponentes y vetustas colinas de Cotswolds, encontró la
respuesta a su sentir.

Y allí está. Detrás de aquella dama que como él ha sufrido, ha tenido pérdidas irreparables,
más aún permanecen firmes, soñadores y con la ilusión de ser felices de nuevo.

- Buenos días Srta. Morland –logra articular aquel caballero, con un poco menos de
temor de cómo había practicado en el camino.

Grace se levanta y se sacude nerviosa su traje. Cuando vuelve a alzar la mirada, sabe que
aquellos confusos sentimientos que había experimentado desde hace días, se confirman
con muda alegría en aquel momento.

Dentro de sí comenzaba a surgir un nuevo sentimiento y temerosa de que se tratase de sólo


una ilusión de su propia mente, trató de olvidarlo. Mas allí está, aquel caballero,
haciéndola comprender que todo aquello no se encontraba sólo dentro de su cabeza. Era
real y no podía estar más complacida por ello.

El tiempo es el único que rendirá cuentas de su futuro, y Bath, será el lugar que verá como
aquel ligero sentir que se guardan el uno al otro, crecerá y se convertirá en algo que
ninguno de los dos pudo siquiera imaginar dentro de sus más vividas ensoñaciones.

Fin

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