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Toda explicación psicológica termina tarde o temprano por apoyarse en la biología o en la lógica.
Para unos, los fenómenos mentales no se hacen inteligibles si no se los relaciona con el organismo.
Este criterio se impone, cuando se trata de las funciones elementales, de las que la inteligencia
depende en sus primeros movimientos.- La segunda tendencia considera irreductibles las relaciones
lógicas y matemáticas, y vincula al análisis de las mismas el de las funciones superiores. La
cuestión que se plantea consiste en saber si la lógica puede legítimamente explicar a su vez algo de
la experiencia psicológica como tal.
La lógica formal, o logística, constituye simplemente la axiomática de los estados de equilibrio del
pensamiento, y la ciencia real que corresponde a esta axiomática no es otra que la psicología misma
del pensamiento. Distribuidas así las tareas, la psicología de la inteligencia debe seguir teniendo en
cuenta los descubrimientos logísticos para poder plantearse los problemas.
Definición de inteligencia.
Para algunos, como Claparède y Stern, la inteligencia es una adaptación mental a las circunstancias
nuevas. Claparède opone así la inteligencia al instinto y al hábito, que son adaptaciones, hereditarias
o adquiridas, a las circunstancias que se repiten; pero la hace partir del tanteo empírico más
elemental.
Para Bühler, que divide también las estructuras en tres tipos: la inteligencia sólo aparece con los
actos de comprensión súbita. Koehler reserva igualmente el término de inteligencia a los actos de
reestructuración brusca.
Por consiguiente, o nos conformaremos con una definición funcional, a riesgo de abrazar la casi
totalidad de las estructuras cognoscitivas, o escogeremos como criterio una estructura particular;
pero la elección no deja de ser convencional y trae consigo el peligro de descuidar la continuidad
real.
Queda, sin embargo, la posibilidad de definir la inteligencia por la dirección en que está orientando
su desarrollo, sin insistir sobre las cuestiones de fronteras, que se convierten en cuestión de etapas,
o de formas sucesivas de equilibrio. Uno puede colocarse entonces simultáneamente en los puntos
de vista 1. de la situación funcional y 2.del mecanismo estructural. Desde el primero de estos puntos
de vista, puede decirse que un acto de inteligencia supone cierto número de trayectos, a la vez
aislables y susceptibles de composición. Desde el punto de vista del mecanismo estructural, la
inteligencia se empeña en la dirección de la movilidad reversible. Allí reside, como veremos, el
carácter esencial de las operaciones que caracterizan la lógica viviente, en acción.