Está en la página 1de 124

EL BOLÍVAR DE ANGOSTURA

INDICE

INDICE……………………………………………………………………… 1-5

LA MUERTE DE PIAR…………………………………………………… 5- 42

EL BOLIVAR DEL DISCURSO


DE ANGOSTURA…………………………………………………………43-121

CONCLUSIONES…………………………………………………………..121-126
EL BOLIVAR DE ANGOSTURA

INTRODUCCIÓN

Creo que estamos en la obligación de reinterpretar la Historia como

reacción ante el poder político, ideológico y cultural, que es mitómano y que usa

los referentes históricos como vulgares comodines a manera de actitudes y

creencias, gracias al abuso del imaginario imperante sobre unas sociedades

carentes de realidades y ricas en sueños impuestos.

Al respecto del imaginario sometido a las manipulaciones del poder, los

héroes históricos merecen ser desnudados. Me refiero a que, detrás de lo que

ellos hicieron y sufrieron, hay espantos oscuros que ameritan ser alumbrados para

acercarnos a ellos sin miedo y descubrir que todo gira en torno a su condición de

jueces o verdugos. Esta pretensión significa comprender que esos héroes fueron

fiel reflejo de la variabilidad rapidísima de los intereses humanos.

1
Desde estas inquietudes, escribo estas líneas a manera de reflexión sobre

un capítulo fundamental de la vida del Libertador Simón Bolívar, referido a su

estancia en la localidad de Angostura, al norte del inmenso territorio de Guayana,

a orillas del río Orinoco, desde el año de 1817 hasta la instalación del denominado

Congreso de Angostura, en el año de 1819, tratándose de momentos de

gigantesca importancia para el proceso histórico marcado por la impronta del

caraqueño. En esa estadía, Bolívar impuso su autoridad y liderazgo sobre el

proceso independentista y diseñó su proyecto trasnacional con todo el impacto

imponente que esos logros generaron. Esos días del Libertador en Angostura

permitieron que aflorara su rostro deformado por el agua del destino, el de tantos

interrogantes.

Para el año de 1817, año en que Bolívar se instaló en Angostura, ya la

revolución iniciada desde 1810 mostraba una vejez imprevista, nada venerable,

toda enfermedad y encorvada ante un populacho que en un estado de anarquía

quemó los tumores generados por el coloniaje. Dentro de ese contexto, sólo un

hombre realista, pragmático, previsivo y también visionario, como Bolívar, tenía

que formular una estrategia para oponerle barreras a los desmanes del pueblo

explotado que generaban un daño al proceso independentista, el cual nació

meramente con un enfoque anticolonial y no como profunda revolución social. El

Libertador debía detener lo levantado con impetuoso desajuste y sufrimiento sobre

la élite que él representaba, cuyos anhelos como clase social fueron afectados por

el odio popular.

2
El levantamiento anticolonial del mantuanaje, iniciado el 19 de abril de

1810, fue semejante en sus inicios al jinete inexperto y sin talento, montado sobre

potro brioso e indomable. ¿Esa etapa inicial tan llena de fracturas, golpes y

violencia da pie a pensar que fue prematura la ruptura colonial? Esta interrogante

se responde al llegar al meollo de las verdaderas aspiraciones perseguidas por el

liderazgo social, político y militar que desarrolló la ruptura con el imperio español;

esta pregunta se responde con más heridas sobre la sensibilidad de la nación

venezolana en relación a su historia y a sus héroes.

La revolución independentista hispanoamericana, como toda revolución, fue

un juego de máscaras, el juego del engaño, donde capítulos como el fusilamiento

del General Manuel Piar y el Congreso de Angostura, los dos eventos de primer

orden durante esa estancia en la localidad a orillas del río Orinoco, pintan a

Bolívar como el principal enigma de todos estos tiempos. Para esa época, Simón

Bolívar, y su mirada torva, es la máscara que se cae. El mayor de los juegos de

engaño es el Libertador como monstruo político y militar, y tal caracterización hace

que este ensayo sea una invitación para que nosotros, como hijos pequeños e

indefensos de él, enmendemos nuestros errores al vivir con nuestro padre, quien

desde hace doscientos años no termina de convertirse en un frío cadáver.

En el fusilamiento de Piar y en el Congreso de Angostura, el lenguaje fue el

del poder firme y duro, codificándolo el Libertador con el tono del “cesarismo”, que

hizo su aparición en Angostura, se presentó en sociedad, entregó allí su carta de

presentación como castigo adánico sobre un pueblo. Esa puesta en escena en

Angostura se preparó desde una lucha militar y política que condicionó en Bolívar

3
su visión de sociedad y de Estado como un ideario desvirtuado en un culto hacia

su persona que lo transformó en un mesías. Desde este mesianismo con matiz

cesarista y autoritario, al Libertador se le considera un ser fundacional, pero

corroído a través del prisma ideológico. En esas aguas turbias se confundió el plan

político de Bolívar con una ideología y con un credo de la patria como apetito

cultural que se incrementa en los venezolanos por la escasez de ideas y de

sueños.

Sin embargo, el Libertador no fue un ideólogo: la ideología bolivariana no

existe. Sólo se presentan las ideas de Bolívar para que élites y liderazgos ocupen

el terreno político mediante un falseamiento, una adaptación, un pastiche de

pensamientos confeccionados y vendidos como ideología, sobre la base del

respeto, la impronta y el misticismo del Padre de la patria, y que al transmitirse

como ideología dicho “montaje” incide en el venezolano para que se distancie de

la moderación en lo que respecta al poder, y para que se haga adicto a la idea

mítica. Desde este requerimiento, el “padre de la patria” ideológico es un invento

para cohesionar al pueblo venezolano bajo un liderazgo que enfrenta a los “otros”,

a los enemigos internos y externos.

Mientras la voz del Bolívar fundador retumba desde los pasillos

angostureños, nosotros, sus hijos, estamos empeñados en destruirnos sin respiro

dentro de nuestros tormentos en el terrible bromazo cósmico de haber nacido de

él, pero negándolo, desvirtuándolo, o disfrazándonos de él. Eso pasa porque no

comprendemos o no queremos admitir la ruta de Bolívar, la que él presentó en

Angostura para nuestra “salvación”, donde el pueblo no salva al pueblo, sino lo


4
hace una élite con méritos, una élite aquilatada y necesaria en tiempos de

orfandad. El Libertador llamó a la creación de un liderazgo bien formado, no

enramado en pasiones ni en infecundas posturas soberbias. Él nos pintó una

república dirigida por sabios, no importa que sea en el desierto. Y nosotros, ¿qué

podemos clamar también? Respondo con Bolívar: “una raza de hombres virtuosos,

prudentes y esforzados” (1), para imponer, más que construir, una civilidad desde

el poder.

Creo que en estos tiempos hay a una nación sitiada en su interior, con un

venezolano que vive como en una plaza bloqueada, cercado por los cuatro

costados. Entiéndase bien, este escrito humilde también es un ataque más sobre

este venezolano; es un aporte más para rodearlo con lo mismo en décadas; es

decir, con Bolívar.

LA MUERTE DE PIAR

“Yo estoy arrepentido por la muerte de Piar, de Padilla, y de los demás que han
perecido por la misma causa: en adelante no habrá más justicia para castigar al
más feroz asesino, porque la vida de Santander es el perdón de las impunidades
más escandalosas (…), pero lo que más me atormenta todavía es el justo clamor
con el que se quejarán los de la clase de Piar y Padilla. Dirán con sobrada justicia,
que no he sido débil sino en favor de ese infame blanco. Esto me desespera, de
modo que no sé qué hacerme”.

Palabras de Bolívar en correspondencia dirigida al general Páez donde manifiesta


su despecho al respecto del indulto a Santander, siendo éste el actor principal del
intento de asesinato que él sufrió en Bogotá, en 1.828.

1 . Pereira, G. (2015). “Discurso de Angostura”, Simón Bolívar, escritos anticolonialistas,


Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas, p. 190.
5
Hace más doscientos años murió Piar, pero los disparos que cegaron su

vida abruman los tiempos que vivimos desde un laberíntico juicio que transita el

silencio de los tiempos hasta hoy. De los restos de esa mudez, aparecen las

sentencias profundas y sólidas que provienen de aquellas ventanas abiertas que

piden testigos, que son víctimas también. La muerte de Piar fue un hecho

desnudo, y cuidado con cualquier intención de abrigarlo, de arroparlo; Piar debe

quedar a la intemperie por los siglos de los siglos. La muerte triste y laberíntica de

Piar nos vislumbra un pasado que es el retrato del presente.

EL Mantuano.

¿Quién fue Bolívar? La respuesta es sencillísima: un mantuano. El

mantuano comprendía en el sistema colonial a los blancos nacidos en territorio

americano, hijos o descendientes de padres conquistadores venidos de España, y

que gozaban de “el poder de los sin poder”, como se intitula un libro de Vaclay

Havel(2), ya que a pesar de ser dueños de tierras y esclavos, estaban execrados

del supremo mando político, militar y eclesiástico, unas instancias reservadas a los

blancos peninsulares por su megalítica condición de raza purísima, sin mácula,

nacidos ellos en la “madre patria”, españoles de “pura cepa”. Fue así que los

mantuanos no estaban facultados para mejorar su condición social y política

mediante sus recursos económicos porque se los impedía el vertical sistema de

compartimentos estancos del coloniaje.

6
Sobre los Mantuanos, el legendario científico y viajero alemán, Alexander

Bon Humboldt(2), los vislumbró como una aristocracia constituida por unas

cuantas familias ávidas de privilegios, títulos y condecoraciones, y que era tan

ególatra y tan enterrada en sí como unos misántropos sociales, inquietados a

veces por las ventiscas de rebeldía de las castas “inferiores”, ya sean los pardos,

los negros, los indios y demás derivaciones. Con esta descripción, dibujo al

mantuano como un ente fiel en extremo a sus intereses clasistas y a sus lirismos y

manías, como las de emular a los griegos y a los romanos, imitar a los héroes

clásicos. Aquí están los mantuanos como algo tan endogámico que casi todos

ellos eran parientes, se unían solo entre ellos en un ámbito casi que incestuoso, y

que màs bien vivieron en lo vanidoso, en su hablarse así mismo, en su endiosarse

así mismo, en sólo escuchar sus propias palabras. El mantuano fue una casta tan

altiva como un páramo bien empinado cuya inmensidad fue suficiente para

someter a millones de vidas a un tenebrismo racista y mitológico. Poseyeron ellos

un carácter a lo armadura medieval que no permitía un espíritu arrodillado; es

decir, el mantuano era una casta amurallada de soberbia con el anhelo de quitarse

las cadenas del imperio español que los mantenía fuera del mando superior de la

sociedad como unos vasallos distantes.

Ante la dominación ejercida por los blancos nacidos en España, los

mantuanos nunca bajaron el rostro y se hicieron fieros defensores de sus

prerrogativas. Nunca fueron vasallos, sí leales al Rey, jamás siervos. Los

mantuanos fueron la encarnación de aquellos tiempos de castillos medioevales en

2. M. Vioenezeck(1974), El Humboldt venezolano, Banco Central de Venezuela, Caracas.

7
la época metálica de la espada del Mío Cid, el Rodrigo Díaz de Vivar. El

mantuano es un hijo de la España tradicional, la misma del olé y la del Quijote

ante los atravesados “molinos de Viento”.

Pero también sus raíces están en el carácter de un Lope de Aguirre, el

primer prócer de la Independencia nacional. El mantuano es fiel herencia de ese

asesino rebelde que liderizó un levantamiento de aventureros en contra de la

monarquía española para fundar un reino en terruño americano e implantar una

nacionalidad que denominó “marañón”. Con este personaje, nuestra nacionalidad

fue adquiriendo matices. Los mantuanos, en sus sueños de poder, nacen con

Lope de Aguirre.

Y si seguimos en la búsqueda de la esencia del mantuanaje, de su

naturaleza aventurera y belicosa como raíz de un Bolívar, es necesario detenernos

en el flaco anciano Antonio Andrea de Ledesma, quien enfrentó èl solo con una

oxidada lanza a 500 piratas de Aymas Preston, un corsario que en 1605 invadió

tierras venezolanas. Ese Ledesma, un Quijote tropicalizado, que no murió en la

cama como aquel, sino de un tiro de arcabuz, también forma parte de la esencia

del matuano que libertó cinco naciones. Es este viejo loco, y su honor irracional,

lo que más se identifica con la audacia libertaria de los José Félix Ribas, de los

Bolívar, de los Sucre, como una raíz-descendencia impregnada de lo molinos de

vientos que el Quijote confundió con gigantes.

Mientras más reviso al mantuano y sus propósitos como clase, más

entiendo la particularidad de la lucha por el poder en Venezuela, un conflicto que

8
obra en la insatisfacción. Mientras más me entrego en la revisión del mantuano y

de su carácter, más clarifico el amarre de ciertas formas de pensamiento político

desde el psicologismo de un ideario tipo misión providencial, y por tal referencia

asumo que ayer y hoy la política es existencial como preponderante carácter en la

inevitable lucha de subconscientes.

Por todo lo referenciado, el mantuano estaba convencido de que era un

estamento cuya concepción del honor aglutinaba a sus otros valores competitivos

cuyos efectos son las expoliaciones, los despojos y la violencia cuando usurparon

territorios de los aborígenes. A mi modo de ver, el honor mantuano fue una

embriagante necesidad clasista de ciudadanos-soldados. El honor era

efectivamente el honor medieval en su trascendencia con ropaje de santo o de

armadura, un honor de aventura y de martirio. Fue tal su “superioridad”, que tal

actitud se tornó en motor para generar transformaciones políticas en la mitad de

un continente.

Esta caracterización del mantuano integra las condiciones que propiciaron,

a raíz de la declaración de independencia impulsada por èl, una sangría entusiasta

en medio de un estado mental caracterizado por los prejuicios; de ahí ese

inmenso océano de sangre y destrucción que nutrió el encono fratricida entre

venezolanos, un rencor tan insaciable en el dolor de la oreja arrancada, en la

crudeza de las partes de las víctimas, ésas que fueron lanzadas a los perros del

Kydos antropomorfo de lo aristocrático.

9
Sigo con Humboldt en su dibujó de la cerrada mentalidad mantuana como

espíritu amurallado, como forma fosilizada del prejuicio:

Más quieren ser privados de ciertos derechos, que compartirlos con los
demás; y aun preferirían una dominación extranjera a la autoridad ejercida
por americanos de una casta inferior; abominan toda constitución fundada
en la igualdad de derechos; se espantan por sobre todo de la pérdida de
esas condecoraciones y títulos que tanto trabajo les ha costado adquirir, y
que forman una parte esencial de su dicha doméstica 3 .

Hasta que llegó el 19 de abril de 1810 cuando se inició un suicidio

colectivo dentro del contexto de una rebelión social que no estaba en los planes

de una aristocracia criolla que ese día ratificó su fidelidad al monarca mediante

una postura política no independentista, pero sí protagónica, en esa asamblea

aldeana que se realizó un jueves santo como jornada rudamente contradictoria

que desató una ruptura política y social que dislocó la pirámide del sistema

colonial a lo terremoto que sepultaría a los mantuanos como clase social

privilegiada.

Desde el 19 de abril de 1810, la posición del mantuano en la pirámide

social de la Colonia se viene abajo con el eco de las ideas revolucionarias, cuyas

ventiscas provenían de EU, de Francia y de Haití, en un desconcierto que se hizo

aguja de reloj para darle hora y final a una era de aflicción generalizada. Recalco

que la linajuda aristocracia criolla pretendió gestar un proceso político sin ínfulas

de alterar el paisajismo colonial de centurias, pues quisieron más bien un

amanecer pintarrajeado de cambio, pero con los mismos colores de toda una

historia colonial de estrechos lazos con la corona española, que en aquellos


3 Ibídem, p.110.

10
momentos sufría los embates de la invasión de los ejércitos napoleónicos a su

territorio, siendo esto un acontecimiento con los efectos de un bombardeo que

explosionará en todo un hemisferio gracias a un Napoleón que no sólo cambió el

mapa del “viejo continente”, sino que también apretujó como un papel a la América

colonial.

La altivez mantuana no superaba la barrera de lo español, sino que se

sometía a esa nacionalidad, la enaltecía, la enarbolaba. Era la defensa de la

España invadida y del aprisionado Rey Fernando VII lo que impulsó en gran

medida el 19 de Abril de 1810. Esa manera de obediencia mantuana, esa

fidelidad a la corona, era más bien una proyección de su obediencia a sí mismo;

ellos, más que fidelidad al monarca, proyectaban una fidelidad a sus preceptos, a

sus creencias, a su cultura, a su naturaleza, a su condición de élite que no

aspiraba un orden social y político radicalmente nuevo en sus vidas, sino una

realidad remozada, refrescada.

Pero ese proceso político gestado el 19 de abril de 1810 fue horadado por

el vanguardismo radicalizado, ideologizado y fanatizado de grupos pertenecientes

a esa misma élite mantuana que, también con ese orgullo medieval supremacista

generaron una acción de lucha anticolonial que derivó en violencia caótica. El

vanguardismo supremacista mantuano, en su lucha por el poder total, traspasó

todo límite de estabilidad en el universo opresivamente armónico y cerrado de la

Colonia con las consecuencias de un tumulto sangriento cuando atizò la revuelta

de la pardocracia. Una vanguardia demagógica del mantuanaje, en aras de un

ideal político o de un frenesí ideológico, y en aras también de mayores prebendas

11
y control del manejo del Estado colonial, no se percató de las consecuencias

dramáticas que traería la ruptura con las autoridades hispanas, y más bien

gestaron un proceso cuyo final no fue la instauración de la élite criolla mantuana

en el poder político, sino la imposición de caudillos provenientes del pardaje, del

mestizaje.

Días después de su eyección del poder, mediante el golpe de Estado que

dio la aristocracia criolla, el Capitán General Vicente Empara( 4) dijo que los

mantuanos se arrepentirían, ya que serían ellos las principales víctimas de lo que

habían iniciado, siendo esto una valoración dura que rompe los cristales de esas

interpretaciones históricas lineales, maniqueas y simplistas que conciben el

propósito de los mantuanos tras un ideal puramente revolucionario e

independentista de creación de una patria nueva durante un 19 de Abril como

hecho fundacional, pero ocultando el carácter mezquino y grupal de la realidad

política que se desató ese día. El mantuano y el 19 de abril de 1810 son

desmentidos sobre eso que llaman el genio del pueblo venezolano, porque se cree

que nuestro carácter nacional es inmutable desde aquel pasado que se nos ha

vuelto tan severo y tan difícil.

De la guerra social con Boves a la guerra internacional con Morillo.

El inicio de nuestra nacionalidad se gestò cubierto con el polvo del

resentimiento, que es un plano de nuestra historia que tiene contornos bien

expresivos alrededor de un centro denominado enfrentamiento social. Los

4. A. Grisanti(1960). Emparan y el Golpe de Estado de 1810, Caracas, Tipografía Lux.


p.108.
12
teóricos del poder en Venezuela no han leído bien esta etapa de lucha entre

mantuanos y explotados, ya que aquí está la raíz del pensamiento sociopolítico del

venezolano.

Inmediatamente después del 19 de abril, se desató el levantamiento de

algunas provincias que no aceptaron el tutelaje de los caraqueños, degradándose

este conflicto sobre el cabalgamiento de una guerra social. Había llegado el

momento de una venganza colectiva de los explotados, que se avivó para diezmar

a un mantuanaje tan íntegramente odiado por toda su huella simbólica de

pequeñeces e inmundicias discriminatorias y racistas. Los atropellos de siglos

sobre la pardocracia, sobre la negritud y la indiada alentaron que desde esa fecha

esos colectivos se transformaran en una maquinaria bélica homicida y despiadada

que pasó por las manos suciamente creativas de unos escultores sanguinarios, de

líderes arraigados con las masas populares, pero de condición desarmada,

personajes psicópatas, casi asesinos en serie, que convirtieron la guerra en un

aquelarre de muerte y destrucción. Al respecto, se presentaron, para horror de la

Historia, un Antoñanza, un Rosete, el llamado Yañez y el tal Morales, más otras

hienas de la sabana que enlutaron el nacimiento de la patria venezolana. Con

estos nombres, presento una visión de la guerra de independencia venezolana

como crisis de humanidad, donde la naturaleza humana quedó en derrota.

De todas esas fieras, los sectores sociales calificados como desechos o de

baja ralea se identificaron con un líder que, gracias a su carisma, audacia y

disposición igualitaria en su discurso y mando demagógico, logró sembrarse en el

corazón, en los sentimientos, creencias, fe y pasiones de todos ellos, llevándolos

13
así a un recorrido por los llanos del centro del país en una devastación de vidas

nunca superada en la historia patria. Me refiero al asturiano José Tomás Boves, un

blanco que odiaba a los blancos al desatar una guerra racial, quizás la única como

tal que se haya generado en Venezuela, siendo así una semilla fundamental en la

constitución del pueblo venezolano como nación. De esa manera, ante los ojos de

la Historia patria, por primera y única vez, hasta los momentos, un hombre se

dispuso exterminar a una raza entera con su portento carismático y talante

homicida. Este fue José Tomàs Boves, una figura que personificó la sed de

venganza que quedará grabada en la naturaleza de los sectores populares

eternamente avasallados por las élites de turno.

El odio social es un legado, una herencia cuya huella se perfila en nuestro

pueblo de acumuladas creencias y percepciones. Ese odio es nuestra debilidad en

su forma atrofiada por la desunión y el engreimiento. Ese legado nos priva de

placeres que otras sociedades disfrutan porque tienen siglos de consolidada

convivencia, aunque no falten en ellas las excepcionales locuras a modo de

digresiones o paréntesis generados por liderazgos demagógicos cuya razón de

ser es la pea de un error, la borrachera insufrible de un displacer irresponsable

que influye sobre muchos. El odio social que encarnó Boves es la venganza de la

víctima que no quería seguir siendo víctima, y que para salir de ese victimismo se

aferraba a los héroes, es decir a los caudillos y su prestigio homicida como

némesis. Veamos que este proceso, cuyo rastro sigue vigente doscientos años

después, tiene que ver con la promesa y con el reconocimiento, factores que han

generado identidad como pueblo. Las víctimas, que quieren dejar esa condición

14
siguiendo a algún líder, se apropian de una inocencia malsana y dañina, pues no

dejan de padecer, así articulen sus carencias con reivindicaciones y pretensiones.

El pueblo pobre, tras Boves, y tras los otros de esta ralea, sigue perdiendo.

En verdad el odio de Boves hacia la gente de su propia raza, con los

niveles de locura conque se manifestó, es una incógnita histórica que no tiene una

explicación cabal en relación a tanta maldad, y que quizás a Nietzsche le hubiese

gustado conocer al matarife que fomentó la oclocracia como gobierno en

Venezuela durante la noche de su ser caníbal que no aceptaba ninguna jefatura

por encima de su mando apocalíptico. Así fue el “taita” Boves como desafío

peligroso, no sólo para los mantuanos, sino también para el jefaturazgo realista,

que lo veía amenazador también para sus intereses.

Al respecto, el padre Ambrosio Llamozas se dirigió al Rey de España en

1.815: “Esos hombres odiaban naturalmente al blanco mantuano, y del odio los

mantuanos pasaban al odio a todos los blancos. Boves odiaba a los blancos tanto

como el más sufrido de los esclavos negros”5 .

Ya muerto Boves en la batalla de Urica, le tocó a Morillo hacer profundas

reformas en ese ejército bizarro y díscolo; la mayoría estuvieron orientadas a

suprimir esa especie de democracia popular desarrollada por el asturiano, frenar

los saqueos o “administrarlos” de manera más eficaz para que el generalato

ibérico se quedara con la mayor parte del botín. Desde ese momento, el

populacho pardo y la masa mulata, negra e india, mirarán hacia otros horizontes

5. J.A. de Chitty(1.992). Boves a través de sus Biógrafos. Editado por la Academia


Nacional de la Historia, Caracas. ps de la 43 a 62.
15
en procura de otro líder popular e igualitario que los inspirara como un padre, que

alentara o tolerara sus instintos de saqueo, que los acompañara y compartiera la

comida con ellos, que se emborrachara con ellos, que sea su otro “taita”, a lo

Boves.

Se entiende entonces que nació la patria con el calor del vivac del

campamento guerrero. Se trataba del parto de una patria heterogénea, cromática

en realidades y creencias, desordenada y tumultuosa, alimentada hasta la

saciedad de prejuicios que hoy en día continúan persiguiéndonos. Siendo así,

Venezuela es desde esos tiempos una territoriedad con forma de republiqueta, no

factible para madurar instituciones, y más afín a emocionalidades carismáticas y

grupales, a providencias y promesas, al maximalismo en lo político.

La gran preocupación de Bolívar

Bolívar regresó a Venezuela en la denominada expedición de los Cayos.

Venía de una significativa estadía por el Caribe, zona que le sirvió de refugio

después de ser derrotado por la furia realista comandada por José Tomás Boves.

Estuvo en Jamaica, donde escribió la famosa carta que pasó a la posteridad con el

nombre de esa colonia británica, y llegó a Haití donde se encontraba un número

considerable de refugiados y exiliados venezolanos y neogranadinos bajo el

amparo de Alexander Petión, el líder haitiano que presidía una parte de esa isla, y

que ayudaría al Libertador para su regreso a Venezuela en una invasión. Gracias

a esos tiempos por el Caribe, Bolívar abandona su minoría de edad como líder,

16
desmorona sus ambigüedades y decide entre lo justo y lo injusto, pero como

realización de su identidad como actor histórico, realizándose como máquina

mitológica incesante.

De su estadía en Haití, Bolívar trajo importantes orientaciones y

recomendaciones de Petión, y también vino con la lección otorgada por el mismo

proceso político y social de aquella tierra donde se generó una revolución de

esclavos negros que derrotó a la Francia de Napoleón y ejecutó una carnicería

sobre la población blanca, posteriormente. De aquella isla, el Libertador vino

fundamentalmente con un gran compromiso que adquirió con Petión (quizás el

mayor benefactor extranjero que haya tenido Venezuela en su historia); se trató de

la liberación de los esclavos como nuevo paradigma sobre la lucha

independentista en lo que concierne a la redención social en términos de una

política de ofertas que ayudaría a que el Libertador transformara su liderazgo.

Esto significó para Bolívar entender de Petión lo que es la palanca del poder

mediante las víctimas, hacer su identidad con ellas y complementarse con sus

propiedades de fuerza explosiva que no necesita justificación para sembrar

destrucción, que no atiende moral, que no aplican razón. El ser el líder de las

víctimas es tener un gran poder porque se apropia de un tremendo individualismo

propietario. Como dice Daniele Giglioli( 6): “La víctima genera liderazgo”; después

este intelectual cita a Gayati Spivak en sus interrogantes: “¿Quién habla en su

nombre, quién tiene derecho a hacerlo, quién la representa, quién transforma la

impotencia en poder?”

6.Giglioli, Daniele(2017). Crìtica de la Victima. Herder Editorial, S.L., Barcelona. p.59

17
Pero Bolívar también regresó de Haití con la férrea determinación de acabar

con el caudillismo militar que atiza el enfrentamiento entre castas sociales, para

evitar que resurgiera la pesadilla que liderizó Boves, para que Venezuela no

volviera a ser el aquelarre del año 14 o derivara en aquel Haití de genocidio sobre

la raza blanca. Gravitando sobre esos fines, se encuentra una preocupación

poderosa, una tremenda inquietud en el Libertador, referida a que esas castas

explotadas no tenían idea de hacer nación bajo un modelo de república liberal,

sino que aspiraban al revanchismo y al caos. Con esas incertidumbres, Bolívar

asumió la convicción de que su casta privilegiada, bajo ninguna circunstancia,

debía ceder su espacio de poder a una mayoría desposeída, llena de

resentimientos, porque cuando eso pasara llegaría el exterminio genocida, la cruel

realidad que fue llevada a su máxima expresión por José Tomás Boves. Esa era

la “guerra de colores” que tanto temía el Libertador, por lo cual había que aplastar

con todo el peso del poder cualquier aspaviento que propiciara la agitación racial;

había que detener la ola biológica de la indignación popular mayoritaria.

Sí, Bolívar aborrecía el caos, que él vinculaba a un pueblo de “iguales”,

descrito de esta manera:

La esclavitud romperá el yugo; cada color querrá el dominio, y los demás


combatirán hasta le extinción o el triunfo. Los odios apagados entre las diferentes
secciones volverán al galope, como todas las cosas violentas y comprimidas.
Cada pensamiento querrá ser soberano, cada mano empuñar el bastón, cada
espada manejada por el primer ambicioso, cada toga la vestirá el más turbulento.
Los gritos de sedición resonarán por todas partes. El trueno de la destrucción ha
dado la señal 7.

7. H. Clementi(1974). La abolición de la esclavitud en América Latina, Buenos Aires, de la


Pléyade, p.50
18
Bolívar es trepidante al atender esas amenazas. La pardocracia es la

desgracia para él y para la república, que es lo mismo. Bolívar se mortifica con

esta presunción que lo ha acompañado desde el principio de su carrera política y

militar. Un tal J. Mailing, un funcionario inglés, recibió del Libertador una carta,

escrita por el año de 1.825, que dice asì:

“ De todos los países, Suramérica es la menos apta para gobiernos


republicanos. ¿En qué consiste su población sino en indios y negros más
ignorantes que la vil raza de los españoles de la que acabamos de emanciparnos?
Un país representado y gobernado por gente así tiene que ir a la ruina”( 8).

Quien lea esto, que no le ceda espacio a la desilusión en torno al

Libertador, que no se distancie del Padre de la Patria. Sintiéndolo en estas

palabras, tan humanamente discriminatorias, encuentro a Bolívar en su realidad

sociocultural de pertenecer a la élite mantuana. La discriminación racial, desde la

voz tronante de Bolívar, no está al margen de la historia. El tema raza nos devora

bajo un mismo cielo. Los tiempos viejos del racismo nunca desaparecen de la

estructura interior de los pueblos forjados por la espada del Libertador.

Desde esta perspectiva, trato entonces de adentrarme en el Bolívar

sedimentado y cercado por la desconfianza trágica que lo cubrió de situaciones

desquiciadas dentro de una realidad militar y política que desde 1812 hasta el año

de 1817 lo mantuvo de fracaso en fracaso para la causa de la independencia; por

cierto, una realidad que cambió radicalmente gracias a la estrategia bélica que

condujo a cabalidad el hombre que precisamente el Bolívar mantuano mandó a

8. Ibíd. 51

19
fusilar en Angostura, un 16 de octubre de 1817; refiriéndome al nacido en

Willemstad, el curazoleño Manuel Carlos Piar Gómez.

La muerte de Piar se explica con muchas referencias en el discurso del

Libertador, un importante espejo de sus propósitos e intereses políticos, y hasta

muchas veces desarrollado oportunamente para el destinatario de ocasión. La

muerte de Piar se puede explicar desde lo que le dijo a Santander, en una carta

fechada en 1.825:

“…la igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo que
quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y
después querrá la pardocracia que es la inclinación natural y única, para
exterminio después de la clase privilegiada. Esto requiere, digo, grandes medidas,
que no me cansaré de encomendar”9.

Corrijamos nuestros preceptos sobre la historia patria en este párrafo

bolivariano tan directo y tan franco. Es necesario, para la salud de la psicología

colectiva de todo un país, que dejemos la rutina cansona de catalogar la guerra de

independencia venezolana con conceptos generosos, románticos, edulcorados y

floridos, que sólo han adornado una contienda bélica que en verdad estuvo bien

alejada de cualquier belleza y moralidad. Y eso no nos quita la fe por los ideales,

sino que nos ubica con mayor contundencia en la realidad de una contienda

inhumana, despiadada.

Bolívar, en el documento intitulado Contestación de un americano

meridional a un caballero de esta isla, fechado el 6 de septiembre de 1815, se

presenta tal cual es ante la luz de los tiempos:

9.Carta a Santander, Lima, 7 de Abril de 1.825, en Vicente Lecuna: Cartas,…p.307.

20
Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo
aparte(…)y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie
media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores Españoles; en
suma, siendo nosotros americanos por nacimiento; y nuestros derechos los de
Europa, tenemos que disputar éstos a los del país, y que mantenernos en él
contra la opinión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario
y complicado10.

Este es el sujeto histórico que genera la fuerza creativa del proceso

independentista: “pequeño género humano”, “no somos indios ni europeos”,

“americanos por nacimiento”, “y nuestros derechos los de Europa”. Es decir, se

trata de un minúsculo colectivo nacido en América, pero con derechos de Europa,

y eso último confirma que no están vinculados con los sectores sin “derechos”, sin

“privilegios” (los pardos, los negros y los indios). Con esta precisión, Bolívar no

habla en nombre de los sectores explotados durante el coloniaje. El Libertador se

ubica en una “venezolanidad” de superposición, no de convivencia con los

oprimidos de la antigua capitanía general de Venezuela. De tal manera que la

“venezolanidad” es un ser gestado en la contradicción. La “venezolanidad” es

original, es distante; no teme la mirada ajena; está en el centro de un péndulo, es

singular en su fanática voluntad de ser sin ser; es una desesperada afirmación.

En fin, la venezolanidad de Bolívar es ser distinto y sin remedio que al final se

apuntala en medio de sus propias derrotas y ruinas, pues el Libertador en su

decadencia física y al borde la muerte lo plantea como un proyecto truncado, sin

asidero, en derrota, tal como lo formula en una sentencia agónica de este tenor:

10. Revista de Economía Institucional (2.015).VOL. 17, N°33, SEGUNDO SEMESTRE/pp.


301-319.
21
“Este es un caos… insondable y que no tiene pie ni cabeza, ni forma ni materia; en

fin, esto es nada, nada, nada…estoy espantado de la situación…No hay cohesión

en esta república. Yo me mato en balde y tontamente…” ( 11). Estas palabras del

libertador nos lo pintan como un ser desvalido y derrotado; por cierto, este es el

Libertador que nunca será moda ni imitación. Este es el Bolívar impenetrable, su

verdadera forma que no se desperdicia, que no corre por las afueras, que no se

derrama. El verdadero Bolívar está al margen, porque es francamente lesivo y

espantoso como un terremoto, pues aquí nos afirma que somos un fracaso, que

no somos nada, más somos una frustración.

La orden de matarlo.

La contienda era más intensa en el corazón y en la mente de los líderes

que en los campos de batalla. ¿Qué era lo que impulsaba esa mayor guerra

interior que confrontaba a los jefes y caudillos? Pues bien, era la ambición por el

mando supremo. Entre 1813 y 1817, las mayores batallas de Bolívar fueron para

defender y consolidar su propio liderazgo dentro del círculo agitado de los

caudillos y jefes del ejército patriota, o más bien de los ejércitos patriotas que

constituían un piélago tormentoso.

En la 1era República se reconoció un jefe único en lo militar en Francisco

de Miranda; no obstante, esa unicidad fue breve, y su final fue polémico y

enmarcado en la captura del Precursor por las fuerzas realistas, hecho propiciado

11.A. Romero (2001).Bolívar como Héroe Trágico. Desde


anibalromero.net/Bolivar.como.heroe. trágico. Pdf. p.11.
22
por sus propios compañeros de armas, y en particular por Bolívar, siendo esto un

capítulo vergonzoso en el historial del caraqueño. Ya en el año de 1813,

Venezuela se convirtió en un escenario donde se alentaron varios liderazgos. A

pesar de que Simón Bolívar regresa como jefe de un ejército desde Nueva

Granada, en un proceso de rápidas victorias militares desde el Magdalena hasta

Caracas, no obstante esa épica no fue suficiente para convertirlo en el jefe

supremo, ya que por el oriente de Venezuela, desde la colonia británica de

Trinidad, otro grupo de líderes patriotas, comandados por Santiago Mariño,

hicieron lo mismo como recorrido victorioso al abarcar de manera exitosa un

territorio desde lo que hoy sería el Estado Anzoátegui, Sucre, Monagas, donde

impusieron su autoridad sobre una Venezuela fracturada en dos pedazos liberados

y con dos mandos.

Como dije, Bolívar no contó, desde 1813 hasta 1817, con el reconocimiento

unificado de su jefatura por parte de los demás jefes militares; y no se lo había

ganado porque el credo político no era universalista, era personalista y tribal.

Hasta 1817 fue inconcebible un jefe supremo porque no había ideología, ni

disciplina, ni imágenes que articularan a Bolívar como jefe único sobre un Mariño o

sobre un Bermúdez, o sobre un Páez; y por supuesto, menos sobre un Piar, que

se consideraba con mucha legitimidad para la jefatura. Peor aún, Bolívar fue

enfrentado, retado, y fue objeto de conjuras y vejaciones, generando sobre la

causa patriota serios inconvenientes que facilitaron las victorias realistas. Al

Libertador no lo reconocían por dos condiciones: por el regionalismo en algunas

mentes (Caracas versus la autonomía de las provincias del interior), y en otras

23
porque algunos asumieron que el Padre de la Patria no tenía más méritos que

ellos, una creencia intensificada por el cúmulo de derrotas que éste llevaba a

cuesta, especialmente lo que significó la pérdida de la Segunda República en sus

manos.

El foco de estas discrepancias, repito, se encontraba en los jefes patriotas

del oriente de Venezuela; especialmente en Mariño, en Bermúdez, y de manera

particular, en Manuel Piar. Al Libertador no lo reconocían como líder porque él

jefaturaba una guerra que no era auténtica en relación al horizonte de propósitos

que el mantuanaje había configurado en torno al proyecto político e ideológico que

motivó su alzamiento contra España, y así lo sentía las mayorías populares, y así

lo sentían los propios alzados que francamente luchaban por sus propios intereses

bien particulares; y en esa multiplicidad de intereses, no podía existir un gran líder.

En cada rostro del caudillaje patriota, y eso también se vivía en el campo realista,

se encontraba pintada la ambición personal.

En verdad que Piar tuvo muchos atributos como líder, ya que en algunos

momentos fue el más temido de los caudillos patriotas como guerrero invencible

en el campo de batalla y por un carisma que le ganó el cariño de la tropa,

particularmente de las castas explotadas de siempre, y que hacían el cuerpo

mayoritario y muy sufrido de ambos ejércitos, tanto el patriota como el realista, por

lo cual vemos a un Piar haciéndose sentimiento en los campamentos, haciéndose

debate cuando se hizo jefe al identificarse con los oprimidos. Desde este

desarrollo del perfil de Manuel Piar, no obstante hay que considerar que la relación

con Bolívar tuvo sus breves instantes de concordia y de apoyo entre ambos. Para

24
la historia, lean unas palabras de Piar, escritas en correspondencia fechada el 15

de noviembre de 1816, solidarizándose con el Libertador a raíz de los atropellos

que fue objeto en Guiria:

"Excelentísimo señor Jefe Supremo de la Republica de Venezuela, instruido


exacta y circunstancialmente por el Coronel Chapia, de los escandalosos
atentados ejercidos en Güiria, por José Francisco Bermúdez contra su persona,
donde usted, S.E., se vio obligado por la fuerza de ellos a abandonar
momentáneamente a Venezuela; y en su ausencia, el General Mariño, se
confabuló con Bermúdez, en vez de oponerse al motín, ni siquiera impidió sus
efectos; y se ha usurpado inmediatamente después de la salida del Jefe Supremo,
títulos que no le pertenecen; y ha protegido y distinguido con títulos, y empleos
honrosos a Bermúdez…12

La autonomía de Piar le permitió desarrollar a su manera sus estrategias

militares, entre ellas la de adentrarse en Guayana, abrir operaciones y tomarla; y

para eso, no paró en mientes; no le importó que eso no le interesaba a Bolívar,

pues todavía éste continuaba en su afán de llegar a Caracas con un ejército

unificado. Esta perspectiva de Piar lo llevó a desobedecer al Libertador a quien

abandonó a su suerte en Barcelona. Piar, de esta manera, fue presa de su

destino, sujetado por fuerzas superiores que estaban en su determinación por la

gloria a la que se aferró como leyenda que iba a construir al arrebatarle Guayana

a los realistas. Es así que Piar bien se parece a esos héroes homéricos cuyo

destino es conducido por dioses en conflicto con otros dioses, que a su vez

manejan la vida de los héroes. Sus propios éxitos lo fueron condenando al

mezclar esos logros con su personalidad soberbia, montado ya en el alado corcel

12 Marcano, Pedro Elías(1941): Defensa patriótica de Maturín en 1813, Ediciones


Imprenta del Estado Monagas, Maturín, pág. 19.
25
de la ambición desmedida por el mando supremo. Al agitar su propia luz así,

comenzó a molestar a los murciélagos que se encontraban invadidos por esos

fulgores en su refugio de oscuridad.

El 1 de enero de 1817, Manuel Piar selló su destino al entrar a Guayana,

donde hizo como Julio César cuando cruzó las Galias, ya que en el Paso de

Maripa se dirigió a sus tropas con esta proclama:

¡Soldados! Todo cede al impulso de nuestro valor. La jornada del 30 de Diciembre,


es la obra primaria de nuestra campaña: El Caura mismo, admira nuestra audacia:
Gloria inmortal a los bravos que han sabido dejar su Patria y su familia, para llevar
a sus regiones extrañas, sus pensamientos liberales! Soldados. Guayana será
libre, con nuestro sólo aspecto y sus habitantes reconocidos, dirán. ¡He aquí los
que nos han traído la libertad, la Gloria y la dignidad! (13).

Esta fue la respuesta que Piar le dio a Bolívar cuando èste

infructuosamente trataba de convencerlo a través de una carta para que se uniera

a su proyecto de reunir a todos los ejércitos dispersos, desde el de Páez hasta el

del mismo Piar, para tomar Caracas. Recordamos la frase del Libertador en aquel

ruego improductivo. “Aún no es tiempo de tomar Guayana, llegará ese día y con

suceso” (14).

Para bien del destino de la guerra de independencia de Venezuela, Piar no

le hizo caso, y más bien lo invitó a Guayana. El invicto curazoleño tomó las

Misiones Capuchinas, llegó a Upata y entrò el convento de Caruachi, organizó un

gobierno civil, instaló una administración de los recursos, se hizo de los almacenes

13 .Ramón Azpúrua (1877). Biografía de Hombres Notables de Hispanoamérica. Tomo I.


Imprenta Nacional, Caracas, pág. 376.

14 . Ibid.

26
de provisiones de los realistas, y entró a Angostura donde se encuentra con

Bolívar, que lo recibió con reclamos y objeciones a todas sus medidas. Piar le

contestó con el desprecio, le dio la espalda, no le prestó atención a lo que él

denominó los “chillidos” del Libertador. Esa soberbia, magnificada por sus logros

y virtudes, estímulo su caída. La soberbia lo traiciona. Él fue arremetiendo contra

otros, y su bravura ante los otros se convirtió en desprecio. Ante sus compañeros

y demás jefes, Piar se proyectó arrogante y ambicioso, insolente, jactancioso y

repelente. Peor aún, su soberbia lo hizo atrevido, generando así todo un concierto

de intrigas que aportaría argumentos para su caída definitiva. La arrogancia es el

mejor alimento de la imprudencia, y eso fue lo que predominó en el curazoleño

Manuel Piar, siempre.

Recordemos por el allá, el 14 de septiembre del fatídico año de 1814,

cuando Bolívar y Mariño, dos seres derrotados en todo por la furia popular que

brincaba alrededor de la bandera del Rey, fueron a parar a Carúpano buscando

refugio, y allá se encontraron con Piar y José Félix Ribas, quienes les echaron en

cara la derrota y caída de la Segunda República, y fueron desconocidos como

jefes, y fueron humillados y expulsados de la localidad, y se salvaron por poco de

que no los hayan fusilados. ¿Esto no quedó grabado en los sentimientos del

Libertador?

No obstante, a pesar de haber realizado su obra militar en soledad, de

haber tomado Guayana él solo, en contra de las órdenes de su superior, le entregó

el mando de esa región al propio Libertador en un extraño instante de disciplina. Y

así, solo, Piar combatiría a los realistas en San Félix, obteniendo la victoria. Por

27
supuesto que después de esa hazaña, siendo Bolívar reconocido por Piar como

Jefe Supremo, no le quedó otra al caraqueño que a su vez reconocerle a Piar todo

lo ejecutado en Guayana, para después otorgarle una misión fría, como fue la de

administrar las Misiones del Caroní, el brazo económico de ese inmenso territorio.

Pero no le asignó esa función como autoridad única, sino que le colocó a su lado

al presbítero José Félix Blanco. En dicha función, Piar entró en diferencias con el

cura, las cuales estuvieron salpicadas de intercambio de cartas donde el

curazoleño habló de corrupción en el envío de ganado, donde implicaba a

compañeros de armas, y así fue generando embrollos que al final atizaron su

disposición de pedirle al propio Libertador una licencia para apartarse de sus

tareas, solicitud que el General en Jefe respondió positivamente, hasta con un

pasaporte para su retiro. A partir de ese momento, Piar entró en un huracán que lo

arrastraría hasta la muerte.

Está claro que el curazoleño Manuel Piar, al conquistar Guayana, enrumbó

la creación de una nación toda y eclipsó momentáneamente al Bolívar

perrunamente equivocado con su caraqueña estrategia que hasta el año de 1817

seguía empantanada. Con su victoria en la batalla de San Félix, el 11 de abril de

ese año, sobre las fuerzas realistas comandadas por Latorre, Piar alcanzó una

altura innegable en la jerarquía de autoridad en el ejército patriota. La victoria de

Piar en la batalla de San Félix abriría el camino definitivo para el triunfo

independentista en Nueva Granada y en Venezuela, y para que se realizara el

Congreso de Angostura, de donde surgiría la configuración de una realidad política

y territorial con efecto internacional, denominada la “Gran Colombia”. Con estas

28
consideraciones, puedo afirmar que Venezuela también nació en la batalla de San

Félix, y la Gran Colombia también nació en Guayana. El ciclo de una Sudamérica

liberada del coloniaje hispanoamericano se inició en una Angostura en manos del

líder de la pardocracia, el General Piar. En el momento de la apoteosis bélica del

curazoleño, el propio Libertador le escribiría a Leandro Palacios lo siguiente: “La

victoria que ha obtenido el general Piar en San Félix es el más brillante suceso

que hayan alcanzado nuestras armas en Venezuela” 15.

Sin embargo, meses después, Bolívar no vio la grandeza de Piar, sino su

condición de amenaza. Ante la inmensidad de Piar como general victorioso y líder

de masas, Bolívar ninguneó al héroe, lo desconoció. He aquí una correspondencia

dirigida a Briceño Méndez:

Estimado Briceño: Usted sin duda, se estará imaginando que estamos en una
situación como la de Cartagena, Güiria, o Carúpano; donde las circunstancias me
fueron desfavorables; y donde el espíritu del partido, triunfó de la Justicia y de la
Patria.
Si hasta ahora he sido moderado por prudencia, no lo he sido por debilidad. Usted
no crea, que las intrigas entre Piar y yo sean tan grandes, que nos puedan
destruir, jamás he tenido una situación más feliz, a pesar de quien diga lo que
quiera. A mi voz, obedecen tres mil hombres, que harán lo que yo mande,
defenderán la inocencia; y no permitirán facciones 16.

En esta carta, Bolívar presentó las cicatrices de sus conatos de autoridad

precisamente con los jefes orientales, a quienes ha enfrentado en su rol de

representante de los valores más íntegros del republicanismo y como fiel

exponente de la nacionalidad en construcción, pero atacado por ambiciones

15. A. González( 1.998 ) Manuel Piar. Valencia.Vadell Hermanos Editores. p.147

16 .I. Liévano(1.978). Bolívar. Visionario de la Gran Colombia y del panamericanismo.


Ediciones LAVP. Nueva Yorkp.169
29
mezquinas y sectarias, y sobreviviendo a ellas con entereza. Esta experiencia le

permitió acumular fortalezas para resistir con seguridad y confianza las nuevas

intrigas, que son de mayor gravedad que las que sufrió en el oriente de Venezuela.

Al final del párrafo referenciado, se refleja fielmente a un ser en su soberbia de

poder y severidad, dispuesto a usar sin ambages todos los recursos de su jefatura.

En aquellos días, cuando Piar solicita su baja del ejército, el Libertador

intenta transmitirle un mensaje de espíritu de cuerpo, de unidad conveniente para

apagar las diferencias de opinión y enfriar los egos del liderazgo en el ejército

patriota, so pena de que los realistas aprovechen la desunión. En una carta

dirigida al General Piar, un 19 de Junio de 1817, le expresó lo siguiente con un

tono conciliador:

General Piar: Prefiero un combate a muerte con los españoles, a estos disgustos.
¡Usted, si que está prevenido contra sus compañeros, que debiera saber que son
sus amigos, y de quien no debe separarse para el mejor servicio de la causa..! Lo
contrario es servir a la de opresión. Sí, si nos dividimos, si nos anarquizamos; si
nos destrozamos mutuamente, acabaremos con las Filas Republicanas, haremos
fuertes, a la de los Godos, triunfará España; y con razón nos titularán de
Vagabundos.
No insista usted, en separarse de su puesto. Si usted estuviera a la cabeza, yo no
le abandonaría, como no abandonaré al que lo esté mañana, sea quien sea. Con
tal que tenga la legitimidad y lo necesite la Patria, lo necesita hoy, como lo que es;
y mañana habrá de necesitarlo, como lo que por sus servicios, llegare a ser.
Amigo General Piar: no dude mi sinceridad, ¡Avíseme, que otra medida conviene
dictar en el gobierno de las Misiones, de acuerdo con usted!... Soy su amigo de
Corazón, Simón Bolívar17.

El Libertador hilvana aquí discursivamente una política para atenuar la

irreverencia de Piar en medio de una realidad caotizada por ambiciones

17 . V. Romero (2.014). Tercera república venezolana. Archivo digital del historiador


venezolano Vinicio Romero.
30
personales. El Padre de la Patria parece estar dispuesto a poner de su parte con

el propósito de que el rebelde se discipline y se ponga a disposición del ejército

independentista. Con esa finalidad, escribió Bolívar, pero más adelante se verá el

diferente tono y duro contenido de la proclama homicida donde él dictará la

sentencia de muerte contra Piar.

Es de destacar, en torno a las condiciones que estimularon el fusilamiento

del curazoleño, un 16 de octubre de 1817, las acusaciones que sobre él dirigieron

personajes como Bermúdez, y sobre todo las generadas por su acérrimo enemigo

Juan Francisco Sánchez, quien de manera reiterada le entregó a Bolívar todo un

bagaje de señalamientos sobre las andanzas agitativas de Piar, acusándolo de

estimular la rebelión de la gente oscura de piel que formaba parte de la tropa

patriota. En unos de estas correspondencias de Sánchez al Libertador, fechada el

26 de julio de 1817, se delinea el expediente que hundiría a Piar en el juicio

sumarísimo que acabó con su vida:

Mí estimado General:
En el instante que llegué a esta ciudad tuve la fortuna de encontrarme con el señor
Piar; éste general, después de haberme hecho las más sinceras demostraciones
de amistad, me habló de este modo: "Yo he sido elevado a General en Jefe por mi
espada y por mi fortuna, pero soy mulato y no debo gobernar a la República no
obstante, yo he penetrado al gran misterio de la administración actual y he jurado
a mi honor restituirle la libertad a tanto inocente que está derramando sangre por
encadenarse más y más en una esclavitud vergonzosa; me voy a Maturín y al fin
del mundo, si es necesario, a ponerme a la cabeza de los que no tienen otro
apoyo que sus propias fuerzas, estoy seguro en que haciendo resonar por todas
partes la justicia de mis sentimientos y la necesidad de que nos ponen de tomar
las armas cuatro mantuanos; por la ambición de mandarlo todo y de privarnos de
los derechos más santos y naturales, no quedará un solo hombre que no se
presente a defender tan digna causa18.

18. Indalecio Liévano. ob.cit. p.173

31
Sánchez construyó un sumario acusatorio que avivó las inquietudes de

Bolívar sobre la agitación social, la rebeldía de los pardos y el aliento de la división

en el bando republicano. El párrafo anterior dibuja a un Piar que quiere radicalizar

la lucha independentista y conducirla hacia un horizonte que no estaba concebido

en la mentalidad del liderazgo militar mantuano. De acuerdo a esta delación de

Sánchez, lo de Piar era la afirmación de un líder sobre el resentimiento popular

con las banderas de una revolución profunda en lo social, en lo igualitario.

…Me dirigí al General Bermúdez y lo instruí en todo; él enseguida me refirió que


sabía sobre el particular y me dijo que había escrito a V. E. y esperaba le
contestara para obrar.
El General Cedeño, a quien le manifesté, también está indignado con un hombre
tan malo y me ha dicho que ha escrito a V. E., sobre lo mismo; V. E., esté seguro
que detesta al General Piar y desea se castiguen tantos crímenes y yo de mi parte
recuerdo a V. E., los resultados que hemos tenido siempre si un ambicioso se
pone a la cabeza de una inmensidad de hombres que no conocen la moral, ni el
respeto que se debe a la justicia y a la sociedad; por desgracia la mayor parte de
los que componen los ejércitos de la República han sido educado por los Boves,
los Morales, etc., y estos estarían conformes con la civilización que debemos
establecer19.

La vida del héroe de San Félix se perdió en un laberinto que lo hizo presa

fácil de una sistemática y cruel maquinación operada por Juan francisco Sánchez,

por Bermúdez, por Cedeño, por Bolívar. Volvió Sánchez con otra correspondencia,

esta vez más específica en eso de develar los preparativos de una insurrección

liderada por Piar:

Mi amado General:

Recibí la carta de V. E. de fecha 1ero, del corriente y por ello quedo instruido de
sus intenciones, ya que he hablado al General Cedeño de lo imposible que es, por
ahora, satisfacer la solicitud que hace de los dos mil caballos y él ha quedado
convencido.
19. Indalecio Liévano. ob.cit. p. 148

32
Además, V. E., me pide algunos detalles relativos a la conducta de Piar. Le diré, lo
que se, con la ingenuidad que me inspira el honor, mi patria y V. E.- El ciudadano
Calixto, Capitán del Escuadrón de honor del General Cedeño, llamó al Teniente
Coronel José Manuel Torres y le dijo, que lo impusiera de los disgustos que habían
entre los generales, pues le habían dicho que separaban del ejército al General
Piar por mulato y añadió otras razones análogas a este principio. En el momento
Torres tocó la dificultad y desengañó a este oficial. En seguida encontró el mismo
Torres al Coronel Hernández y con él le aconteció lo mismo; conociendo Torres
por estas dos declaraciones que Piar podía estar tramando una revolución dio
parte al general Bermúdez y al general Cedeño, los que al momento tomaron
todas las medidas que demandaban las circunstancias; en efecto, el resultado fue
descubrir el gran mal.
Piar había hablado a todos los oficiales de caballería y a muchos oficiales
subalternos y estos no dejaron de ser sensibles a sus insinuaciones, pero el
general Cedeño movió todos los resortes de la amistad, de la confianza y de la
justicia con lo que apagaron este incendio que nos amenazaba. El general
Bermúdez, obró también con bastante actividad y energía y la conducta liberal que
presenta está muy de acuerdo con las circunstancias; Por lo que dejó dicho,
conocerá V. E. que los primeros avisos de la conspiración de Piar se deben a
Torres y además ha hecho frente a Piar, así en lo relativo al gobierno que quería
instalar, como en todo lo demás, el general Bermúdez podrá también informar a
vuestra excelencia, respecto a Torres pues él ha sido testigo ocular de su
conducta20.

Sánchez pone en alerta a Bolívar ante el hecho de que en los jefes militares

de extracción popular hay solidaridad con Piar, a quien ven execrado del mando

por su condición de “mulato”. Sánchez argumenta que Piar clamó a viva voz su

victimización debido a que no era un blanco criollo, y esto creó solidaridad en

torno a él dentro del jefaturazgo que es mestizo, pardo o negro, pero que está bajo

las “ordenes” de una minoría mantuana. El contenido de esta información apuró a

Bolívar, y el 5 de agosto de 1817 redactó la orden de captura, usando unos

argumentos que quedaron para historia por su severidad y por sus

contradicciones:

20.Indalecio Liévano. ob.cit. p.149.

33
Ciudadanos:
La más grande aflicción que puede sobrevenir al ánimo de un magistrado es
aquella que lo obliga a emplear la espada de la justicia contra un ciudadano que
fue benemérito de la patria.
Yo denuncio a la faz de la nación el crimen más atroz que ha podido cometer un
hombre contra la sociedad, el gobierno y la patria. El General Piar es el autor
execrable de este fatal delito. Colmado de los honores supremos de la milicia, de
la consideración pública y de la confianza del Gobierno, nada quedaba a este
ciudadano a que aspirar sino a la gloria de titularse bienhechor de la República.
¡Con qué horror, pues, no oiréis que este hombre tan favorecido de la fortuna haya
pretendido sumergiros en el piélago espantoso de la anarquía! Sí, venezolanos, el
General Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad,
libertad e independencia21.

Para el Libertador, el proceso independentista tenía un cáncer larvado que

lo anquilosaba, lo atrasaba, lo enfermaba, y ese era el caudillismo popular y su

influencia sobre las masas desposeídas en el desarrollo de un fenómeno

anárquico que debía ser extirpado con prontitud, y he ahí entonces las balas que

perforaron el pecho de Piar. Sigamos haciendo consideraciones sobre esta

proclama donde se describe al curazoleño como un “monstruo”:

Pero no os admiréis de esta monstruosidad de parte de un hombre cuya vida ha


sido un tejido de conspiraciones, crímenes y violencias. Nacido en un país
extraño, de una madre que tampoco es venezolana, y de un padre canario, ningún
sentimiento de amor ha podido recibir al nacer, menos aún en el curso de
su educación.
Erguido el General Piar de pertenecer a una familia noble de Tenerife, negaba
desde sus primeros años ¡¡¡qué horrible escándalo!!!, negaba conocer el infeliz
seno que había llevado este aborto en sus entrañas. Tan nefando en su
desnaturalizada ingratitud, ultrajaba a la misma madre de quien había recibido la
vida por sólo el motivo de no ser aquella respetable mujer, del color claro que él
había heredado de su padre. Quien no supo amar, respetar y servir a los autores
de sus días, no podía someterse al deber de ciudadano y menos aún al más
riguroso de todos: al militar22.
21. S. Bolívar (2000) Manifiesto de Bolívar a los pueblos de Venezuela. Documento
fechado el 5 de Agosto de 1.817. Desde el Cuartel General de Guayana. Publicado en la
página web https://cdn.educ.ar/repositorio/Download/file?file_id=dd8578df-4b44-11e1-80cf

22 .Ibid.

34
En estas líneas, el Libertador incorpora uno de los misterios de Piar,

referido a su linaje de sangre azul, una condición alardeada supuestamente por el

curazoleño, y que Bolívar hizo referencia hasta para describirlo como un hijo

desnaturalizado porque negaba la raza de su madre, negaba su origen “impuro”, el

de haber nacido de vientre mulato ¿Era necesario presentar a un Piar carcomido

por esta supuesta bajeza? ¿Por qué Bolívar no se conformó con denunciar

meramente su labor conspirativa que promovía una rebelión de casta? Siendo el

Libertador un símbolo, y por lo tanto conocedor del poder de los símbolos,

considera necesario desdibujar a Piar hasta en su condición moral, para que no se

convirtiera en un mártir de la pardocracia.

En el siguiente párrafo, Bolívar continuó debelando la agitación social de

Piar:

Este General, furioso como un frenético, medita entonces la subversión del Estado
y la destrucción de sus hermanos. Para realizar tan negro designio pretexta
enfermedad, pide encarecidamente un retiro temporal y toma un pasaporte para
las colonias.
Calumniar al Gobierno de pretender cambiar la forma republicana en la tiránica;
proclamar los principios odiosos de guerra de colores para destruir así la igualdad
que desde el día glorioso de nuestra insurrección hasta este momento ha sido
nuestra base fundamental; instigar a la guerra civil; convidar a la anarquía;
aconsejar el asesinato, el robo y el desorden, es en substancia lo que ha hecho
Piar desde que obtuvo la licencia de retirarse del ejército que con tantas instancias
había solicitado porque los medios estuvieran a su alcance23.

La queja de Piar era el lamento histórico de la pardocracia, y eso era

suficientemente subversivo, había que ponerle freno. Otra vez estoy en la

23. Ibid.

35
proclama de Bolívar donde argumenta la “necesidad política” del fusilamiento, lo

más pronto posible:

Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los destinos de


la Monarquía, lograban la eminente dignidad de Ministros del Rey, y aun de
Grandes de España. Por el talento, los méritos o la fortuna lo alcanzaban todo.
Los pardos, degradados hasta la condición más humillante, estaban privados de
todo. El estado santo del Sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los
españoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La revolución les ha
concedido todos los privilegios, todos los fueros, todas las ventajas.
¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los
títulos de Castilla y aun los jefes militares al servicio del Rey? ¿Qué principio han
proclamado estos caudillos de la Revolución? Las actas del Gobierno de la
República son monumentos eternos de justicia y liberalidad. ¿Qué ha reservado
para sí la nobleza, el clero, la milicia? (Nada, nada, nada! Todo lo han renunciado
en favor de la humanidad, de la naturaleza y de la justicia, que clamaban por la
restauración de los sagrados derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro,
todo lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en
las costumbres domésticas. La libertad hasta de los esclavos, que antes formaban
una propiedad de los mismos ciudadanos. La independencia en el más lato
sentido de esta palabra substituida a cuantas dependencias antes nos
encadenaban24.

Fue la “revolución”, según Bolívar, la que ha permitido a los pardos tener

una condición de existencia social con ventajas que nunca antes poseyeron, por lo

tanto más bien deben de estar agradecidos y considerar a quienes han sido sus

benefactores. El Libertador recalca esta premisa en las interrogantes que

presenta donde contempla que la autoría de la revolución está en los blancos, en

los mantuanos, en los nobles, en una élite que luchaba en aras de un ideal

denominado “los sagrados derechos del hombre”. Y más adelante en ese

manifiesto, este Bolívar, en su sublime retoricismo, declara que un sistema de

igualdad social se instaló por fin con él, y vean que se trata de un documento

fechado un 5 de agosto de 1817 en el cuartel general de Guayana: “Todo lo inicuo,

24.Ibid.

36
todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad

absoluta hasta en las costumbres domésticas. La libertad hasta de los esclavos,

que antes formaban una propiedad de los mismos ciudadanos” (25). Finalmente,

selló Bolívar la proclama con la sentencia de muerte: “…él se ha puesto fuera de

la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor” 26.

Aquí tenemos al Libertador en su expresión más severa y sin clemencia.

Diversos capítulos de su vida lo han proyectado como un hombre con puño de

hierro. Así lo fue en la redacción del decreto de guerra a muerte en 1813 o en

aquel instante cuando ordenó fusilar a más de mil prisioneros españoles y a 100

hospitalizados en Caracas y en la Guaira durante el fatídico año de 1814, o al

aniquilar la rebelión de los habitantes de Pasto con el saqueo, con la matanza, con

el incendio de caseríos enteros. Este es el Libertador sin mímesis, sin

ingenuidades, con su nobleza homicida, la que estaba dispuesta a frenar la

catástrofe con otra catástrofe para que se imponga el orden, el control, la unidad,

la disciplina.

Piar murió con dignidad, con hidalguía, no pidió clemencia. La historia

recogió sus últimas palabras cuando caminó hacia el paredón de fusilamiento en

aquella Angostura, hoy irónicamente llamada Ciudad Bolívar:

Hombre Salvador esta tarde estaré contigo en tu mansión: ella es de los justo, allá
no hay intrigas, no hay falsos amigos, no hay alevosos… a ti los judíos te
crucificaron, tú mismo sabes porqué…y yo… por simplón voy a ser fusilado esta
tarde. Tú redimiste al hombre y yo liberé a este pueblo, ¡que contraste!( 27).

25. Ibid.

26. Ibid.

37
Años después, Bolívar reconoció la altura de Piar, y lo hizo ante quien fue el

más eficaz enemigo del proyecto bolivariano, Francisco de Paula Santander, el

instigador verdadero de su caída, el generador de su derrumbe después de haber

sobrevivido a la implacabilidad del Libertador. Su comentario fue el siguiente: “Es

necesario ser justos, sin el valor de Piar la República no contara tantas

victorias”(28).

Con el fusilamiento de Piar, pretendo sacudir mitologías con la misma

complacencia de un forense que hurga un cadáver aquí y un cadáver allá en la

Historia que no puede erguirse, que no es digna, que no es moral. Ante la

censura disciplinada, ante un silencio abucheado a coro sobre la muerte de Piar,

cualquier arquetipo que nombre aquí será ofendido en una lucha por el poder

como dinámica compleja y profusa en duplicidades, temores y odios. Desde la

anterior perspectiva, pareciera que pensar con más profundidad el fusilamiento del

General victorioso, Manuel Piar, significa romper con la lealtad que se le debe a

nuestro “padre fundador”, el creador de nuestra nacionalidad, nuestro “Padre de la

Patria”. Esta apreciación conlleva a la negatividad reaccionaria que nos entretiene

como pueblo con esa lealtad al “padre Bolívar”. ¿Cómo serle leal a Bolívar en ésta

su acción de “necesidad política”? Dijo Maquiavelo que “todos los métodos que

lleven a ganar más poder que gloria son malos” ( 29). Entendiendo esta premisa,

Bolívar terminó de imponer su autoridad, pero perdió un poquito de “gloria”. El

27. F. Falcón, F. (1997). Manuel Carlos Piar el libertador de Guayana. Caracas: Editorial
Panapo de Venezuela C.A. p.152
28. Ibíd.

29 . Miguel Seguró (2014). Hartos de Corrupción. Herdel Editorial, S.L. Barcelona. España.
Pág.145.
38
Libertador, en aras de asumir firmemente el poder, se quitó de encima algo de ese

peso que impone la corona de la gloria. Él se bajó un momentico del pedestal

reservado a las divinidades impolutas para seguir cierta tenebrosa tradición de

algunas naciones que tuvieron que pasar por el asesinato político en aras de

consolidarse como pueblo. Con el asesinato de Piar, la tragedia sazonó el destino

de una patria que cuenta con el ingrediente del prejuicio, el que se debate con el

odio y el miedo entre castas sociales.

¡Bolívar, mereces un juicio justo!; y digo justo porque eso significa que no

se le oculte como hombre sin inocencia. En esos términos, yo parto de un Bolívar

con la blanca voz de la derrota y del desprestigio, protestado y colgado por los

exiliados en una dolorosa cruz moral en Haití, y con otro fracaso más en la

primera expedición de los Cayos; y a pesar de todo eso, llegó hasta Guayana

donde encontró precisamente al único caudillo con una fundamental victoria en

San Félix y jefaturando a un considerable ejército, y que finalmente le otorgaría

protección y apoyo; se trataba del general Piar, a quien el Libertador le arrastraría

su osamenta como consecuencia de la lucha por el mando único.

Después del fusilamiento de Piar, Bolívar cohesionó el ejército patriota e

impuso a rajatabla su autoridad, su liderazgo, su concepción política, sus tácticas

y estrategias, su voluntad, sus caprichos, sus deseos, sus intereses, y hasta sus

frustraciones. Al fusilar a Piar, Bolívar se ganó tiempos de calma interna en el

campo patriota, la suficiente para liberar a Venezuela, a Nueva Granada, a

Ecuador, a Perú, y para crear un país con su nombre, Bolivia. Después del

fusilamiento de Piar, Bolívar se convirtió en el señor de la gran voz, de la única voz

39
en el concierto de la guerra independentista, desde el Orinoco hasta el Potosí, y

así abrió las distintas facetas de esos países al norte de Sudamérica.

Mientras, bajo la luna del bolivarianismo, a Piar se le execró con tanto éxito,

al punto de que el héroe de San Félix no subsiste en ninguna introspección

nacional; nadie en Venezuela se proyecta en Piar. La red mental del venezolano

ha sido monotemática con sus héroes, donde el curazoleño no entra en esa

categoría por haber sido contrincante de Bolívar, como un personaje que osó retar

al “padre de la patria”.

Hay un Bolívar que es fiel expositor del sentido trascendente de sus

acciones, el de la persistente búsqueda de gloria como propósito, una condición

que trató de transmitirla en sus argumentos de “necesidad política” para justificar

la ejecución del curazoleño. Pero también está el otro Bolívar, el que está

impregnado de miedo y minado de prejuicios como casta social mantuana, y cuyo

balance moral es como una navegación sobre mar azotado por inmensa

tempestad que castiga su fatigado rostro de áspero semblante, de arrugada piel y

agrietada mirada.

Para ilustrar con viva voz bolivariana lo anterior, he aquí una comunicación

que el Libertador envió en 1819 a Santander: “Las grandes medidas, para

sostener una empresa sin recursos, son indispensables, aunque terribles.

Recuerde usted los violentos resortes que he tenido que mover para lograr los

pocos sucesos que nos tienen con vida (30).

30.Liévano.ob.cit. p. 198

40
Esas fueron las palabras de un Bolívar trasparente, bien nítido, sin

ambages, y que genera una atracción y una significativa influencia sobre muchos,

porque para muchos un verdadero caudillo debe ser amoral, impetuoso y sin

ningún ápice de blandenguerías, sin ningún atisbo de sensibilidad. Quizás por

esta condición es que Bolívar ha sido de gran utilidad para todas las formas de

poder en la conformación del Estado- nacional de buena parte de Latinoamérica.

¿Que si Bolívar tiene las manos manchadas de sangre? La respuesta es que

gracias, gracias que fue así, porque no tendríamos república, sino tribus. Y ningún

venezolano puede sentir asco por la sangre y el crimen, porque, como dicen por

ahí, “todos somos hijos de Bolívar”.

En el Diario de Bucaramanga, del coronel Luis Perú de La Croix, el autor

citó un comentario del Libertador en 1828:

“La muerte del General Piar fue una exigencia política que salvó al país. Los
rebeldes fueron perturbados y atemorizados (…) Todos se pusieron a mis órdenes.
Se estableció mi autoridad y se evitó la guerra civil y la esclavitud del país. Nunca
fue una muerte tan útil, tan política y también merecida” 31.

31. L. Perú de Lacroix(2.009). Diario de Bucaramanga. Ministerio del Poder Popular para
la Comunicación e Información. p. 127.
41
EL BOLÍVAR DEL DISCURSO DE ANGOSTURA

Un político

Bolívar decidió dotar de una base institucional a su proyecto político, y lo

hizo con su experiencia añejada de responsabilidad. Desde este parámetro, el

discurso de angostura es la expresión de un Libertador chocantemente prudente y

eminentemente realista al concebir un modelo de poder institucional cuyo perfil

puede resumirse así: “despotismo justificado”, una figura alimentada por sus

inquietudes que rondan la posibilidad de fracasar si la república no se sustenta

sobre bases estables, firmes y que concentren suficiente fuerza política e

institucional.

Ya victorioso Bolívar en su lucha por la consolidación de su liderazgo,

instala la “formalidad” institucional del Congreso de Angostura para establecer a

plenitud y sin oposición su etapa hegemónica, la que se mantuvo hasta

aproximadamente el año de 1828. Durante ese tiempo, Simón Bolívar logra

imponer sus verdades desde el ámbito de su quehacer como político, que es su

condición imponente, su realidad más persistente, el fondo de todas sus

cualidades y habilidades, a pesar de que la hagiografía bolivariana se niega a

aceptar ver al Libertador en tales tareas. Por cierto, los adoradores del culto a

Bolívar se niegan a aceptar que él fue primordialmente eso, un político, y se

niegan a aceptarlo por aversión a esa naturaleza; se niegan a aceptarlo porque

una divinidad, un semidiós, o lo que sea tan portentoso, no puede ser un político,

42
que es sinónimo de orfandades morales, en razón de lo cual ya no sería una

deidad, sino un hombre en su laberinto de limitaciones.

A Bolívar no se le ha pintado históricamente como político, sino que ha sido

coloreado como un héroe invencible, que vence la sombra y aporta la luz sobre la

existencia de millones de esclavos, todo un portento que no camina en la tierra, es

inmaculado, está por encima del bien y del mal, ni puede ser condenado este titán

de cinco naciones, más genio que Washington y Napoleón, más que Julio César y

Alejandro, el que llamaban el “magno”. Pero sí, fue Bolívar un político con todas

sus grandezas, y también con sus miserias, lo que lo ayudó a sobrevivir y a

avanzar evadiendo intrigas, conduciendo recursos humanos y logísticos

inconmensurables, desenvolviéndose con habilidad entre los demás caudillos,

analizando sociedades y pueblos enteros, intrigando con destreza, seduciendo

con técnica, persuadiendo con eficacia, agitando ejércitos y tinglados de poderes,

montando y desmontando parlamentos, creando y recreando proyectos. Fue

Bolívar un político, quizás el mejor de su tiempo, el más talentoso, el más

impúdico, y sin lugar a dudas el más estratega, el más visionario. Tal fue su

condición de político, que todo su desempeño como líder del proceso

independentista estuvo supeditado por los criterios de este pensamiento que

abarcó sus estrategias militares, sus relaciones sociales, su proceder con lo

demás caudillos y compañeros de armas; es decir, todas sus conductas, poses,

ademanes y mensajes son con codificación política para consolidarse en el poder

o para expandirlo.

43
Es innegable que la altura política del Libertador lo distanció de los demás

próceres independentistas, muy pocos le llegaron a su talento político; y los que se

aproximaron a esa cualidad, terminaron siendo sus más acérrimos enemigos,

como Santander, quien fue muy brillante en el combate mediocre del hombre

calculador, y ni Bolívar resistió este tipo de lucha menuda por el poder, que

amerita de una naturaleza muy bifronte para desenvolverse en un escenario tan

lastimoso y amarrado al zigzagueo como lo es el de la puñalada por la espalda.

¿El pensamiento político de Simón Bolívar, trasmitido en el discurso de

Angostura, es reaccionario? La respuesta es que Bolívar es un importante

representante histórico en Latinoamérica de un ideario distante de esa democracia

que algunos la han asociado con su legado. Las convicciones políticas que el

Libertador exhibió en Angostura venían concebidas desde hace tiempo, y

sobradas referencias al respecto encontramos en documentos de la magnitud del

Manifiesto de Cartagena y en la Carta de Jamaica. Esas convicciones fueron sus

más persistentes compañeras de viaje tormentoso sobre el sendero de la guerra y

de la política. ¿Qué principios políticos presentó el Libertador? Antes de

responder esta interrogante con etiquetas, mejor dejo que Bolívar se presente en

voz viva en el discurso de Angostura para que se percaten los lectores que hay

dos voces políticas contrapuestas, pero que convergen sin tormentos como si

fuera una sola voz. Hay dos Simón Bolívar que hablan en Angostura, o

simplemente es una táctica argumentativa para que sobre una contradicción se

realce un planteamiento.

44
En los primeros párrafos, el Libertador presentó su perfil liberal:

¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha


convocado la soberanía nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo,
pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia,
ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de
Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima,
depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la nación( 32).

Eufórico desde el principio de su discurso, Simón Bolívar hizo alusión del

poder soberano que radica en los representantes del pueblo. En este párrafo,

pareciera que se hinca ante la deidad de la democracia en sus advertencias sobre

los peligros que acarrean el manejo del poder en una persona, una condición que

mina las bases democráticas y genera un influjo autoritario, tal como lo expuso

con estas palabras:

La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha


sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones
son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso
como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El
pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de
donde se origina la usurpación y la tiranía( 33).

He aquí uno de los pensamientos del Libertador que más ha sido divulgado y

cargado de voces en Venezuela y en Sudamérica, lo que es destacable en un

personaje convertido en figura mesiánica por una galería de tiranuelos. A pesar

32 . Carrero,M; Rojas, Alí; Martínez, Enma, y otros(2019). Discurso de Angostura. Un


proyecto de patria para la Venezuela del siglo XXI. Edición Conmemorativa del
Bicentenario del Discurso de Angostura, 1819-2019. Centro Nacional de Historia.
Caracas. República Bolivariana de Venezuela. Pag. 17

33 . Ibíd. p.18.

45
de que esas palabras han sido bien difundidas en un sinfín de ceremonias y en

grafitis, sin embargo, el retrato de Simón Bolívar siempre ha adornado los

despachos de los dictadores, tanto de derecha como de izquierda, y ha

acompañado sus actos ceremoniales y alocuciones, y hasta se han sentido ellos

poseídos del influjo bolivariano. Por tales circunstancias, el “Padre de la patria” ha

envejecido mal, como le pasa a cualquiera entre amistades torcidas. A pesar de

esta inquietud y advertencia, la “continuación de la autoridad en un mismo

individuo” signó la vida política del propio Libertador; ahí radica la ironía que marca

no sólo el discurso de Angostura, sino todo su devenir como hombre que

concentró el mayor poder conocido durante una década sobre un extenso territorio

sudamericano. En el discurso, esta inconmensurable contradicción de Bolívar

comenzó rápido a discurrir de a poquito en argumentos cuyo propósito es

convencer con razonamientos para que el congreso adoptase su modelo de

Estado y su forma de gobierno.

Dijo el Libertador:

Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta


libertad; pero¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un
tiempo, poder, prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el
contrario la aristocracia, la monarquía cimentar grandes y poderosos
imperios por siglos y siglos? ¿Qué gobierno más antiguo que el de China?
¿Qué República ha excedido en duración a la de Esparta, a la de
Venecia? ¿El Imperio Romano no conquistó la tierra? ¿No tiene Francia
catorce siglos de monarquía? ¿Quién es más grande que Inglaterra?
Estas naciones, sin embargo, han sido o son aristocracias y monarquías.
Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución federal de Venezuela,
tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicacióna nuestro
estado(34).

34. Ibíd. p. 23

46
Después de estas expresiones que enaltecen el ideal liberal y democrático,

Bolívar presentó sus argumentos que revelaban las imperfecciones de un sistema

democrático si se quiere idílico, pero inestable y débil para consolidar una

sociedad. Esta apreciación del Libertador radica en que priorizó el qué hacer en el

momento histórico que le tocó vivir, y consideró que lo conveniente era fundar

instituciones políticas sobre bases sólidas, que no fueran objeto de cambiantes e

inestables procesos políticos y sociales. Para Simón Bolívar, lo más importante era

la estabilidad política y social, algo que no se generaba, desde su perspectiva, con

la agitación democrática, sino con formas elitistas de poder. Quizás, a la luz de

estos tiempos, este planteamiento del Libertador sea incomprendido y hasta

contradictorio en un revolucionario republicano y liberal, pero se trata de unas

premisas propias del protagonista de un conflicto bélico que soportaba una gran

carga de resentimiento social explosivo sobre él y sobre su casta.

Bolívar tenía otras prioridades que obligaban a una especie de austeridad en

los principios, y que lo llevaron a desconfiar de la implantación de modelos

políticos idílicos y a asumir que la democracia es un concepto sobrevalorado. Para

Simón Bolívar, la democracia es una expectativa falsa en el momento histórico que

él protagonizó. Más bien, lo prioritario en el instante de Angostura es estar alerta y

ser prudente ante la fuerza de realidades sociales que debían atemperarse,

controlarse o reprimirse. El pragmatismo político bolivariano es un devorador voraz

del delirio de los iconos ideológicos que se sembraron sobre la figura del

Libertador en rol no digerible y corrosivo, hostil e intransitable en una

47
Latinoamérica donde los extremismos son más populares que un pragmatismo

político que pareciera no conducir a ninguna parte, no está determinado como un

lugar de encuentro, sino más bien como de desencuentro.

En unas de sus expresiones de mayor carga metafórica en el discurso de

Angostura, Simón Bolívar dijo: “¡Ángeles, no hombres, pueden únicamente existir

libres, tranquilos y dichosos, ejerciendo toda la potestad soberana!”( 35) En esta

afirmación no buscó el Libertador purificarse con ideologías, sino que quiso

gobernar adecuadamente un país gestado en parto inconveniente y traumático. De

este Libertador crudo y rudo, se puede rescatar su sentido de responsabilidad, que

tiene que ver con su conciencia social y de clase. Quien lea esto, podrá o no

perdonar las desviaciones bolivarianas en relación a la democracia; pero

efectivamente, se trata de que el Bolívar de Angostura no es el adocenado héroe

de los hipócritas de turno, ni la cansada figura de los demagogos. En el Congreso

de Angostura, hace doscientos años, no se presentó un Libertador como adalid

purificado del pensamiento Ilustrado en el nuevo mundo, sino como uno de sus

más distinguidos oponentes. He aquí a un Simón Bolívar cercano a las

desigualdades del poder, distante de la lectura sentimental de la política, más bien

ubicado en las distopías que no están inscritas en el reino de la fábula liberal.

El Discurso.

35. Ibíd. p. 24.

48
El hombre es su palabra; es en esa relación del hombre con el lenguaje

donde se construye la civilización, es decir la Historia; es en esa relación donde el

pensamiento del hombre se hace su inicio y su final como agente histórico.

El Discurso de Angostura puede comprenderse cuando se minimiza el ruido

que enferma las polisemias discursivas del proyecto del Libertador donde se

manifiesta como líder complejo, contradictorio, enfrentado a sus dialécticas y

tensiones, pero que también hay que reconocer su trascendencia como magnífico

comunicador político, que produjo un sinnúmero de documentos entre discursos,

proclamas, cartas, manifiestos, proyectos constitucionales, proyectos legales, y

hasta periodista fue. Todo esto, en el orden del lenguaje escrito exclusivamente,

porque en el ámbito de la comunicación oral, también hay referencias de que fue

un líder con tremenda elocuencia, de frases altisonantes, con mensajes tan

blindados de contenido y propósito político, como el de su participación en aquella

famosa sesión de la Sociedad Patriótica, el 4 de julio de 1811, donde con su

oratoria le dio más impulso a la decisión que tomaría el Congreso el día después,

y que fue la declaración de independencia y la creación de una nueva nación

llamada Venezuela.

Su herencia entonces, debido al brillo de sus productos comunicacionales,

ha significado que estemos “condenados a la identidad bolivariana”, la que en el

seno de la sociedad venezolana forma parte de una intensa trama con otras

identidades, y que en el juicio político sobre el Congreso de Angostura dicho perfil

debe ir en correspondencia útil y necesaria con el presente, para que explote

como orientación y guía adecuada dentro del escenario civilizatorio donde se

49
debate el destino del país. En el discurso de Angostura se nos hace evidente la

riqueza creativa que contiene la obra de orfebrería en ese texto contundente,

convincente, eficaz, rico en argumentación y cultura del expositor.

Quien lea el discurso de Angostura, se dará un paseo a lo largo de la

Historia, y con qué precisión para sus propósitos Bolívar maneja la antigua. El

Simón Bolívar que se aprecia en Angostura agrega otro componente más a su

perfil de hombre sin fronteras: no sólo es un hábil militar, político talentoso y un

orador agitativo, sino que también agrega a su nivel sociohumanístico el de

historiador. Quien lea ese discurso, encontrará una comprensión de la realidad

histórica, social y política que traspasa las fronteras de Venezuela. Es tan

completo entonces su bagaje cultural, que aprecio al Libertador como un hombre

del Renacimiento, que integra el conocimiento científico y humanístico en un solo

ente; parece entonces un Leonardo Davinci que le presenta a los parlamentarios

de Angostura su obra de arte como tesis de gobierno, de Estado y de Constitución

en los términos de una sociedad y de un liderazgo adecuado a los avatares y

complejidades de su tiempo.

Con estas características, me refiero a una pieza discursiva cumbre del

Libertador, realizada de una manera inusual para textos de esa índole, porque

Bolívar usó el soporte de la franqueza más radical sobre temas como las

diferencias sociales y la conflictividad latente en ellas; desde esos referentes,

expuso una política de identidad nacional con tanta elocuencia y valentía en

relación con la construcción de poder político. Esta cualidad de honestidad radicó

en reconocer que la formación de la patria independiente ha sido traumática, y

50
seguirá así. En ese sentido, se trata de la precisión en Bolívar de su mirada

política sobre un proceso independentista sujeto a la rectificación perenne para

superar la demagogia y los idealismos vacuos que propician la decadencia y los

peligros. En esa apreciación, que no evade ninguna complejidad, el Libertador

hace mención de la inmadurez política en buena parte de un pueblo proclive a la

lucha tribal, y que sólo puede ser evitada con la prudencia y la moderación. He

aquí que ratifico entonces que las afirmaciones acomodaticias, que han imperado

en la presentación de un Simón Bolívar aéreo en heroísmo igualitario, chocan con

su ser francamente sensato y precavido ante las condiciones de infantilismo

político de un pueblo sin luces y sin formación.

Al respecto, el Libertador dijo lo siguiente en su discurso:

Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla


(…) Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu
mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad.
Entumidos sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las
sombras de las mazmorras, y aniquilados por las pestilencias serviles,
¿serán capaces de marchar con pasos firmes hacia el augusto templo de
la libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus espléndidos rayos y
respirar sin opresión el éter puro que allí reina?( 36)

Estas palabras, dichas en estos tiempos de lo “políticamente correcto”, son

escandalosas cuando presentan la identidad nacional sin disfrazarla con

igualitarismos malheridos o con ideologías prestas a encubrir contradicciones y

diferencias. No es que hay pueblos que no merecen ser libres, sino que hay

pueblos que no están en condiciones de serlo; y en ese tipo de colectivos, los

liderazgos irresponsables no ofrecen una acción ni una visión que supere las taras

culturales, sociales y morales, sino que reparten el opio de la democracia


36 . Ibíd. p. 25.

51
banalizada y del igualitarismo enfermizo y destructivo como demagogia que

achata la sociedad, que la empaqueta y la etiqueta, que le da rumba como forma

de poder orgiástico y carnavalero.

La visión de Bolívar es la mantuana, y con una cierta dosis de

fundamentalismo civilizatorio moderno, mezclado con medievalización, para

proyectar un reconocible “nosotros” fundamental e incuestionable en la patria

independiente y republicana a través de un Estado y de un gobierno que se

legitiman al descalificar lo que gravita en torno al sistema federal y la democracia.

Con esta finalidad discursiva, Simón Bolívar enarboló su conservadurismo que se

hizo en la gala del sufrir a sangre y fuego para presentarse como el hombre

indispensable, el líder calificado para encausar el proceso de construcción del

Estado-nación independiente, que en Angostura no es precisamente Venezuela,

sino la Gran Colombia.

Bolívar no es Federación ni democracia.

La influencia del modelo federal de la Constitución estadounidense se

impuso sobre los constituyentitas de las primeras fechas de nuestra nacionalidad

venezolana, que no comulgaban con el centralizador, jacobino y autoritario modelo

revolucionario francés. Para los líderes de las primeras horas y días de la

independencia de nuestro país, el modelo norteamericano se compaginó mejor

con la tradición localista y autonómica de cabildos coloniales. Al respecto, cabe

enfatizar que el proceso independentista en sus inicios fue gestado por el interés

52
del espíritu feudal bajo la mediación de un discurso que rearticuló las relaciones

sociopolíticas y territoriales de la colonia (relaciones “premodernas”) con los

parámetros de la “modernidad” en sus expresiones sociales y de poder político.

Dicha rearticulación creó un empeñado tejido de unidad accidentada para

constituir al pueblo venezolano como nación desde sus primeros tiempos,

asumiendo el ideario del federalismo que implantó la revolución de George

Washington, de Jefferson y de Benjamín Franklin.

Pero este modelo federal tuvo un formidable contrincante en el Libertador.

La postura de Simón Bolívar radicaba en que estaba convencido de la necesidad

de una hegemonía forjada desde la autoridad política central y unívoca como

conservadurismo simplificador del poder del Estado. Según el Libertador, el

Congreso de 1811 fracasó por las distorsiones ideológicas del liderazgo político

vinculado al ideal federal, las que él catalogó como “viciosa idea política” (37).

Dijo Bolívar en Angostura:

El Primer Congreso en su Constitución federal más consultó el espíritu de


las provincias, que la idea sólida de formar una República indivisible y
central. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado de
aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la felicidad
del pueblo americano, pensando que, las bendiciones de que goza son
debidas exclusivamente a la forma de gobierno y no al carácter y
costumbres de los ciudadanos (38).

De acuerdo a este planteamiento, esas distorsiones fueron generadas por el

afán de imitar el modelo estadounidense, ya que era más afín con el feudalismo

37. Ibid.p.26

38.Ibíd. p.27

53
que imperaba en la colonia donde los señores mantuanos, en cada una de sus

provincias y localidades, se comportaban como en la edad media, pero sin

castillos, y que en verdad aspiraban a una mera alianza de territorios

cuasisoberanos que tenían sus diferencias con la corona española.

Desde el manifiesto de Cartagena, el Libertador afirmó que el sistema

federal fue una de las principales causas de la caída del primer gobierno

independiente y republicano en Venezuela. Él argumentó que dicho modelo fue

inapropiado para una coyuntura histórica con tantas amenazas y premuras sobre

una patria en pañales; inapropiado por su naturaleza débil, ligera, abierta a

deliberaciones estériles, con un disfuncional sistema democrático de distribución

del poder, lo que propiciaba la fragilidad en la toma de decisiones y para

ejecutarlas. En Bolívar, la federación en tiempos de tormenta es una estructura

desajustada y sin fortaleza, ya que no se corresponde con sociedades en pañales,

sino que más bien es un sistema vinculado a pueblos con madurez política y

cultura cívica, y sin los impedimentos mentales de la ignorancia, sin creencias y

falsedades arraigadas, sin los impedimentos contemplados en vidas sumidas en la

oscuridad social.

Aunque Bolívar no consideró el hecho de que ese gobierno federal de 1811 se

aferró a un mando único y centralizado de un Miranda en calidad de dictador, y de

esa manera la primera república se perdió en las manos de un líder que, sin

consultarle a nadie, decidió firmar un armisticio que fue la definitiva perdición de la

1era República en un momento sombrío de la creación de esta nación, un instante

en que perdíamos el alma.

54
Durante el discurso de Angostura, un muy preocupado Bolívar les advertía a

los congresistas de que no cayeran bajo el influjo o el encanto de la palabra

federación, toda una amenaza seria que debía ser alejada de las deliberaciones

del Congreso de Angostura, evitando que se impusiera de nuevo como modelo de

gobierno y de Estado. De aquí que Simón Bolívar, de forma reiterada, invocó a la

prudencia en los congresistas, y los exhortó a que tomaran medidas para instaurar

un poder institucional único y centralizado.

¿Cuál era la inquietud de Bolívar? La respuesta está en sus experiencias

dentro de un territorio díscolo, sin cohesión y proclive a la anarquía, como la que

se vivió en el año 1814, y que generó una espantosa matanza en la caída de la

Segunda República. Cuidado con la democracia absoluta, advirtió Bolívar. Este

llamado inquieto del Libertador radicó en el entendimiento de que los pueblos

nacen con grietas que se abren. El Bolívar del Congreso de Angostura es el fruto

de las duras lecciones del año 1812 y del año 1814, donde comprendió el carácter

nocivo que tuvo la mentalidad pequeña y aldeana de privilegios feudales en la

elaboración del sistema de gobierno de aquellos inicios de la revolución

venezolana.

Ante esa verdad dura, Bolívar no deseó un gobierno de terruños

aparcelados o de haciendas cacaoteras como republiquetas. Simón Bolívar se

opuso al poder localista que hizo que una república abortara por la ambición y

miopía de una ciudadanía amorfa y distorsionada en cuerpos políticos

administrativos de provincias mezquinas que no se sentían cómodas con la

autoridad de un gobierno constituido por un triunvirato aéreo radicado en Caracas,

55
sin ninguna influencia en esas localidades, y que tuvo este ente casi que

suplicarles a los jefes feudales que le hicieran la guerra al enemigo de todos, a la

España que muy pronto realizó fácil su reconquista en 1812.

Estaba claro para Bolívar que con esta federación, formulada desde los

intereses intestinos de la plutocracia localista, no se podía hacer una nación. El

tipo de federación, que nos entregó el año de 1811, no era un ideal democrático

puro, en eso hay que estar claro, sino un interés corporativo de élites. El

Libertador también formaba parte de esa élite, pero su aspiración era distinta,

como así lo expresó su palabra y su espada. Dijo Simón Bolívar en aquel

congreso: “Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución federal de

Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro

estado” (39). Esto lo manifestó el Libertador como comprensión del carácter del

pueblo que él pretendía liberal ante la complejidad amenazante del momento

histórico.

Desde el Manifiesto de Cartagena, Bolívar planteaba que el gobierno federal

era perfecto, perfectísimo, pero inapropiado para la ex Capitanía general de

Venezuela por lo complicado en su implementación, por lo débil e inestable ante

coyunturas azarosas generadas en las amenazas de orden bélico y en la

inestabilidad de la confrontación política. Desde esta perspectiva, el Libertador les

exigió a los congresistas en Angostura que “pisaran tierra”, que no se dejaran

llevar por idealismos vacuos, que no pastorearan en las nubes; les exigió un

realismo responsable ante el hecho de la guerra en un pueblo caotizado y sin

39. Ibíd. p.28.

56
raíces. Este Bolívar está todavía hediondo del humo de las batallas de 1814,

espantado por la fiereza de aquella realidad que lo obligó a ser el campeón de la

unidad como enseñanza primordial de esta carnicería que vigorizó su pensamiento

político, el cual ha sido mal interpretado por las supercherías democráticas y por la

visión del populismo militar o de tribuna.

Consiente estuvo Bolívar de la ilusión enfermiza del radicalismo en procura

de sus imposibles y de sus filosofadas idealistas. La realidad del mundo no se

substituye con conceptos etéreos, transmitió el Libertador en la dimensión práctica

de su muy particular moral y cultura mental vivificante en su relación entre

conciencia y mundo. Ese realismo de Bolívar es su interioridad, su posición como

sujeto comprometido, que no juega a la distancia ni inventa mediadores. Ese

realismo de Bolívar es el de un hombre frontal. Bolívar coincide con su tiempo, no

asume ninguna relación clandestina para afianzar su poder, sino que se sumerge

en su realidad. Él es la realidad; él la ve tal como él es.

El Libertador, a esos intereses de la élite económica, le opuso su visión

sobre la relación entre individuos y sociedad. Simón Bolívar diseñó su concepción

de gobierno sobre una ética del poder, que yo denominaría como “voluntarismo

bolivariano”. Ante el gobierno popular como extensión de la participación

republicana, que era lo que concibió Montesquieu como federación, el Libertador

opuso su voluntarismo; ante el asociacionismo de Estados en formación, Bolívar

opuso su voluntarismo; ante la república de repúblicas que estaba en las mentes

calenturientas de los congresistas de 1811, Simón Bolívar presentó un ideal

57
industrioso y propio de un espíritu potentemente personalista que puede modificar

las circunstancias.

Bolívar se preguntó en Angostura lo siguiente: “¿Cuál es el gobierno

democrático que ha reunido a un tiempo poder, prosperidad y permanencia?” ( 40).

Para el Libertador, la democracia es un esqueleto como sistema de gobierno, pero

vestido frecuentemente de manera elegante. Simón Bolívar no cayó en los

encantos de ese desnudo impecable, no se dejó aturdir por un edificio brillante

sobre bases de arena. Más bien Bolívar anhelaba un sistema de gobierno y unas

instituciones eficaces, sólidas y perdurables, unas fortalezas del poder. Al

respecto, el Libertador enfatizó sobre la necesidad de un poder ejecutivo

centralizado, fortalecido, ágil, eficaz, uniforme. En tal sentido, argumentó que la

ausencia de esas condiciones en el triunvirato, que conformó el gobierno de la

1era república, propició que el mismo fuese un ente inútil y frágil para enfrentar

todos los avatares que echaron abajo el incipiente proyecto independentista.

Dijo Bolívar:

Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los medios que una justa
atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio
abuso; quiero decir, en la muerte del Gobierno, cuyos herederos son la
anarquía, la usurpación y la tiranía. Se quiere contener la autoridad
ejecutiva con restricciones y trabas; nada es más justo; pero que se
advierta que los lazos que se pretenden conservar se fortifican sí, mas no
se estrechan (41).

Firmes son sus premisas para gobernar una tierra de nadie, como era la

Venezuela azolada por la anarquía social. Para Bolívar, en esos tiempos el


40. Ibíd. p.29.

41. Ibíd. p. 194

58
ideal democrático es ineficiente, y es hasta traidor hacer política de salón en un

lugar donde imperan voluntades caóticas, como lo era el naciente país en parto;

me refiero a esas voluntades que harían las delicias de un Schopenhauer.

Recalcó el Libertador:

Abandonemos las formas federales que no nos convienen; abandonemos


el triunvirato del Poder Ejecutivo y concentrándolo en un presidente,
confiémosle la autoridad suficiente para que logre mantenerse luchando
contra los inconvenientes anexos a nuestra reciente situación, al estado
de guerra que sufrimos, y a la especie de los enemigos externos y
domésticos, contra quienes tendremos largo tiempo que combatir ( 42).

No se puede ser ingenuo con democracias de aire cuando lo que gravita es

el oscuro caos. Desde esa perspectiva, debe tener primacía una representación

severa e incólume en un jefe único y con suficientes recursos para representar el

orden, el orden, el orden que refrena los odios del hombre semibestia que está

enredado y perdido en sus pequeñeces y mínimas ambiciones que alimentan tanto

las cobardías como los más irracionales heroísmos.

Dijo Bolívar:
Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros
por el espíritu sutil que caracteriza al Gobierno federativo, he sido
arrastrado a rogaros para que adoptéis el centralismo y la reunión de
todos los Estados de Venezuela en una República sola e indivisible. Esta
medida, en mi opinión, urgente, vital, redentora, es de tal naturaleza que,
sin ella, el fruto de nuestra regeneración será la muerte ( 43).

42. Ibíd. p. 195.

43. Ibíd. p. 199.

59
No es que el sistema federal fuera inapropiado “per se”, sino que para

Bolívar el recurso humano, social y colectivo de la ex Capitanía General de

Venezuela no poseía las virtudes que correspondían para la federación, ni talento

cívico, ni disposición a la grandeza, ni carácter patriótico, ni firmeza, ni honor, ni

dignidad ciudadana, y ninguna preparación para organizarse, menos para

mandarse y ser poder representativo o participativo; más bien ese pueblo contenía

un aquelarre de discordia, tribalismo y mendicidad moral generalizada, por lo que

se hace risible hablar de gobierno republicano en aquellos tiempos de angustias

bolivarianas.

En toda esta valoración sobre lo que tiene como pueblo para ser liberado,

Bolívar no dejó de lado ningún dato o elemento de psicología social. El Libertador

hizo alardes de profesar los principios democráticos de la Ilustración al ensalzarlos

o jerarquizarlos; pero al caer en los detalles de su propuesta política, los presentó

en el ámbito de lo restringido, de lo inconveniente en ejecutarlos de manera pura y

simple debido a las precarias condiciones de incivilidad y de inmoralidad de una

mayoritaria población imposibilitada de ejercer sus derechos y prerrogativas.

Desde esta perspectiva, dijo lo siguiente:

Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares,


porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un
mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se
acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía ( 44).

. No obstante, después hizo Simón Bolívar ajustes discursivos y enfatizó en

su negativa de aceptar la presencia del voto popular en las grandes decisiones


44. Op.cit., p. 49.

60
políticas, ya que de ahí deriva lo nefasto para la república debido a que el pueblo

es propenso a equivocarse. No se puede entregar el destino de una nación a sus

mayorías; para el Libertador, eso es temerario. Dijo así en Angostura:

Poniendo restricciones justas y prudentes en las asambleas primarias y


electorales, ponemos el primer dique a la licencia popular, evitando la
concurrencia tumultuaria y ciega que en todos tiempos han imprimido el
desacierto en las elecciones y ha ligado, por consiguiente, el desacierto a
los magistrados, y a la marcha del Gobierno; pues este acto primordial, es
el acto generativo de la libertad o de la esclavitud de un pueblo ( 45).

Simón Bolívar alertó entonces sobre la inconveniencia de la herramienta

electoral en manos del pueblo mayoritario, por los riesgos generados en la poca

calidad política de ese cuerpo: “Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en

las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza

perfeccionada por el arte” (46). Desde documentos anteriores, Bolívar venìa

presentando su inquietud sobre el hecho electoral, considerándolo como la fuente

de los males que pudiera sufrir la república en gestación. Esta apreciación no

significaba una negación o rechazo del hecho político en sí, sino que el

inconveniente radicaba en que el pueblo mayoritario no estaba preparado para

elegir, ya que estaba lleno de vicios, de conductas irracionales y de inmoralidad.

Dijo el Padre de la Patria lo siguiente en el Manifiesto de Cartagena:

Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los
intrigantes moradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la
práctica de la federación entre nosotros, porque los unos son tan
ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente y los otros tan
ambiciosos que todo lo convierten en facción ( 47).

45. Ibídem.

46 . Ibídem.

61
El Bolívar precavido niega la elección popular. Es necesario, desde esta

luz que viene del pasado de Angostura, tornarse incrédulo con el voto y evitar las

equivocaciones tan funestas de un pueblo que no sabe elegir, ni sabe decidir, ni

sabe porfiar la dignidad, ni sabe erguirse ante sus necesidades, ni sabe evadir

manipulaciones y mitos, ni deja de entregarse a sus bajezas. La libertad y la

democracia vinieron impregnadas de amenazas desde la Revolución Francesa;

entre ellas, Bolívar advirtió que el factor pueblo estaba enajenado.

Lo irónico es que el Libertador manifestó que una de las causas de la lucha

independentistas fue que el coloniaje y su sistema de restricciones impidieron que

los criollos participaran en los espacios de decisión política, no les dieron

oportunidad de ser autoridad en su propia tierra, por ende incubaron también el

resentimiento político y decidieron acabar con ese sistema de exclusión que les

impedía más beneficios. Es entonces que Simón Bolívar entendió el derecho

político para una élite, no para el pueblo mestizo, no para el pueblo pardo, menos

para los negros y aborígenes. Esto nos recuerda que la Atenas democrática, la

tan elevada como cuna originaria de la libertad, concibió que el derecho a

participar en política dentro de las asambleas deliberativas era restringido a una

minoría de ciudadanos que eran dueños de tierras y de propiedades, negándoselo

a la gran masa de esclavos de aquella ciudad. La democracia, nos volvió a

recordar Bolívar, es un bien de pocos.

La inquietud del Libertador radicó en un concepto que él esgrimió como

mortal para la naciente república; se trata del “despotismo beligerante”, todo un

47. Biblioteca Virtual. (2003).Manifiesto de Cartagena. Recuperado de


http://www.biblioteca.org.ar/libros/1232.pdf.
62
engendro creado por el tumulto colectivo y la agitación popular que se alimentan

de la demagogia, y cuya consecuencia es la anarquía que se expande a flor de

piel y con mucha rapidez al participar el liderazgo mesiánico y aventurero, a quien

nada más se le puede oponer otro liderazgo mesiánico y aventurero. Estas

apreciaciones del Libertador echan abajo la religión populista que sobre él se ha

tejido a través de la superficialidad, la banalidad y la simplicidad como

interpretación de los fenómenos históricos. Para Simón Bolívar, los sectores

populares, cuando participan en elecciones, lo hacen sin tener definida una misión

ciudadana que cumplir; cuando participan, lo hacen sin objetivos de trascendencia

cívica, ya que no procuran grandeza colectiva, sino un para qué egoísta, básico,

intestinal, miope, cercado, sesgado, impedido y atrofiado.

Dijo Bolívar:
"El presidente de la república nombra al vicepresidente, para que
administre el Estado, y le suceda en el mando. Por esta providencia se
evitan las elecciones,que producen el grande azote de las repúblicas, la
anarquía, que es el lujo de la tiranía y el peligro más inmediato y más
horrible de los gobiernos populares"(48).

Desde esta apreciación, y aunque suene duro, es vivificante saber que la

patria no existe todavía; y hablo para esta Venezuela actual que recuerda a

medias al Bolívar de Angostura, porque lo aprecia como espejismo. Venezuela, lo

dijo el Libertador, no podrá subsistir hasta que sea una patria, lo que es hoy una

labor inconclusa desde hace doscientos años, y que implica un proceso dual, ya

que ella nos tiene que hacer patriotas, y nosotros, así mismo, hacerla a ella: la

48. Ibíd. p. 34.

63
patria me crea, yo la creo en simultaneidad. También esa patria debe ser digna de

ese pueblo, y ese pueblo igual debe ser digno de esa patria.

Es tal la desconfianza, y hasta el menosprecio que el Libertador siente por

el “populacho” de su tierra, que en Angostura le da relieve, jerarquiza hasta más

no poder su premisa de que esa patria hay que hacerla desde arriba, desde el

poder, ya que como no hay ciudadanía, sería infecundo hacer patria desde la

participación de la gente; es decir, el Estado, la Nación, la unidad grancolombiana

y demás formas políticas, tienen que desarrollarse mediante el esfuerza calificado

de una élite virtuosa, heroica, militar. Para eso es menester que federación,

democracia y libertad se hagan a un lado, no sean tomadas en cuenta, ya que lo

más necesario es evitar la anarquía mediante la eficacia administrativa y política

en el manejo de un Estado que desarrolle una acción del poder de manera fluida,

sin trabas y sin demora.

Dentro de esa visión de ingeniería política, tuvo primacía en él simplificar el

gobierno, blindarlo, compactarlo, centralizar el esfuerzo y uniformizarlo, y que

nada de su liderazgo se diluya o que se disperse su autoridad o influencia, para

que pueda resistir el acoso propio de la lucha por el poder, y evadir el peligro

imperante que se cierne sobre un gobierno republicano en esa época de tribalismo

político. Dijo Bolívar en ese Congreso: “El Ejecutivo debe ser el más fuerte,

porque todo conspira contra él” ( 49). A ese mayor poder, Bolívar lo concibió

centralizado, no distribuido, ni dispersado, ni delegado, para que la independencia

se haga viril, no ingenua, como sucedió con la federación de 1811; para que las

49 . Ibíd. p. 35

64
leyes se hagan ineludibles, porque si no, no lo son; para que el poder del Estado

se haga íntimo, como debe intimarse la patria por encima de los regionalismos,

localismos, subpatrias o patrias chiquitas, o aldeanismos que configuran el alma

de los pueblos, pero un alma apocada que llega hasta la orilla del río o hasta la

acera del frente; que llega hasta el lindero de la finca, la fiesta de domingo o los

días y las noches iguales en los mismos rostros vistos desde niños hasta que

envejecen. Bolívar quiere que la patria tenga alma, pero un alma inmensa,

imponente, y con tanta fuerza que consolide lo universal, que crezca, que se

expanda, que se agigante y que se nutra a sí misma, que su nutriente sea ella

misma.

Otras de las premisas de Bolívar, plasmadas en Angostura, es la

“moderación”, concebida como una cualidad que debe imponerse como

contención social para refrenar los extremismos. La “moderación” política del

Libertador, vista desde una perspectiva aristotélica-escolástica, combina la

represión de las necesidades básicas con el reto exigente de construir relaciones

sociales dentro de un marco que Montesquieu definió como “monarquía

moderada”, que es la que impera en Inglaterra con la expresión de un rey que

necesita que sus dictámenes sean aprobados por el parlamento. Llámese

“monarquía moderada” o “monarquía limitada”, o “monarquía constitucional” ( 50),

como la calificaría Bernardo Monteagudo, o Senado hereditario y Poder Moral,

todas ellas son expresiones de una ingeniería política que impida el abuso del

poder ejecutivo y que contrarreste los conflictos sociales y los levantamientos

50 . Martínez, Teodoro(sf). Bernardo Monteagudo y su intervención en el proyecto


monárquico para el Perú. Centro Argentino de Estudios Internacionales(CAEI).
65
populares como formas anárquicas de la antropología verídica de los pueblos en

formación.

Y quedándome con Montesquieau, gravita la voz de esta figura cuando

Simón Bolívar ratificó en Angostura sus convicciones en torno a la separación de

los poderes del Estado para limitar el uso abusivo del poder, evitar el despotismo y

salvaguardar la libertad; y también está la voz de ese pensador en el Bolívar que

prefiere el orden y la estabilidad por encima de la libertad, persiguiendo más bien

los fines racionales sobre los deseos apasionados de pueblos irreflexivos. El

Simón Bolívar de Montesquieu es el que jerarquiza la seguridad por encima de la

libertad, condición que se logra en un gobierno capaz de garantizárselo a su

pueblo.

Presentando estas ideas, es pertinente resaltar que son estas fórmulas del

Libertador las angustiantes señales de su desencanto prematuro ante la realidad

de dañado material social y colectivo que impera en el pueblo mayoritario cuyos

defectos él pretende atender con un especie de autoritarismo de la prudencia y la

moderación, sostenido en una cohorte pretoriana senatorial, por supuesto

coherente con él para la perpetuidad de su poder como jefe único, constructor

emérito, ingeniero talentoso, herrero afanado y cocinero artístico de entelequias

dentro de ese laboratorio extenso que es la gran Colombia. En sí, su visión

práctica radica en que lo primordial es la ingeniería social y política para producir

un engranaje que someta las contradicciones de las sociedades en parto, y para

enfrentar eficazmente todas, pero todas las amenazas.

66
Desde esta perspectiva, Simón Bolívar replanteó el valor de la libertad en

el Congreso de Angostura. El libertador rompió con ese paradigma de acuciante y

aguda vigencia en aquella época; dejó a un lado ese ideal concebido como una

lanza clavada en todas las movilizaciones titánicas que estremecieron la

Modernidad Occidental; más bien manejó su heroísmo sin estar enganchado a

esta divinidad a la que abandonó en la realidad tosca del poder. Entre el artificio y

lo auténtico, Simón Bolívar hizo osadía en lo último, y prefirió morir en la cruz del

poder.

¿Que si fue un conservador? Yo diría enfáticamente que sí; fue uno de los

más auténticos al concebir que libertad no es legitimidad. Bolívar me impregnó de

esta premisa para entender la “real política”. Entonces, ¿qué significó la “libertad”,

siguiendo al Libertador? La respuesta es que ella fue un valor que no compaginó

con la sobrevivencia republicana para esos tiempos del Congreso de Angostura; y

se concibió así porque Bolívar apreció lo peligrosa que era ella, lo corrosiva que

era ella para la estabilidad y el funcionamiento del Estado y la sociedad. En

Bolívar, la democracia y la libertad atentan contra la República y contra la

grandeza. Si no hay existencia, ¿de qué vale la Libertad? Primero existo, luego lo

demás, incluyendo el valor supremo de la libertad. Es decir, es mejor existir, así

sea con limitaciones; y es mejor existir en aras del bien común, determinado como

la razón de ser de la existencia republicana, la propia justificación de la república.

La libertad es una contradicción con el rudo y sucio realismo. La Libertad es un

estrabismo fugaz desde la sentencia de Bolívar. De eso todavía tocará hablar

67
mucho en estos tiempos en que escribo, antes de que la filosofía ponga su pie

sobre la tumba. La libertad no tiene nada que ver con el día a día.

El Libertador reveló la inutilidad y lo infecundo que es la libertad para la

construcción de una sociedad cuya única razón de ser es el bien común; pero ojo,

el bien común concebido desde el Estado, con el Estado y para el Estado. El bien

común republicano, que expuso el Libertador, es un llamado a ironizar esos

ideales que terminan como herramientas corrosivas. Invocar la Libertad es un

chiste fácil. Me abochorno con el término. Con la libertad, la estructura del

pensamiento político de la Modernidad se hizo aguas desde que nació, nos

advirtió Bolívar. Y estos tiempos que vivimos son una progresión dramática de eso.

Quizás Simón Bolívar, más que un gran orador político, más que un líder

militar talentoso, más bien fue un “ahkin” con potente discurso religioso, por lo cual

hoy debiéramos tenerlo como profético al presentarnos las amenazas emanadas

de la libertad y la democracia. Él lo vio todo claro, pero lamentablemente su voz se

tornó una tierra en barbecho. El discurso de Angostura fue una profecía, o más

bien un capítulo de la elaboración de la ciencia política con la mitología más sana,

ésa que advierte a los hombres.

Pero otro pensamiento que se brinda en el discurso de Angostura es de Jean

Jacques Rousseau, quien dijo, en su famoso Contrato social, lo siguiente: 'jamás

ha existido una verdadera democracia, no es posible que jamás exista; es

contrario al orden natural" (51). Bajo la luz de estas palabras, entiendo que para

51. Rousseau, J(Sin Fecha). El Contrato Social: o sea Principios del derecho político.
Recuperado de https://books.google.co.ve/books?id=a7cKWfOen7cC

68
muchos es fácil hablar de democracia e identificarse con ella, pero más bien

puede ser irresponsabilidad, ignorancia o astucia; no puede ser fácil tanta

desfachatez. Resulta que ese concepto no sólo es un cliché popular, también es

un galimatías cuyo uso inadecuado sólo encubre ciertas atrocidades del poder. Y

pensar que Simón Rodríguez motivó al joven Bolívar para que leyera los libros del

ginebrino; ¿cuál sería el resultado de esas lecturas? Libertad y democracia, unas

farolas que siguen prendidas, pero lánguidas en los tiempos de quien escribe.

Esos conceptos se acumularon como jeroglíficos indescifrables, ya que lo bebible

hoy en día es no ser demócrata, que es algo tan antisolemne como el rostro de

Celia Cruz; no es obligatorio serlo en estos tiempos donde apreciamos al

roussoniano Bolívar que perfila esta convicción en su Discurso de Angostura al

manifestar lo siguiente: "Ángeles, no hombres, pueden únicamente existir libres,

tranquilos y dichosos, ejerciendo todos la potestad soberana" ( 52).

¿Cuál era la realidad para ese momento de Angostura? Estuvo claro en

Bolívar que había dos grandes ausencias: no había instituciones y no había

ciudadanía. Sobre esto último, el pueblo que él quería liberal está desmoralizado.

¡Qué bien conocía su realidad!; por tal condición tuvo que encontrar arcilla mueva

para hacer otro ser humano, y de esa manera su trabajo sería semejante al del

divino creador. Para eso, había que imponer la moral a sangre y fuego, si es

posible. Rufino Blanco Fombona etiquetó como “gobierno paternalicio” el tipo de

régimen que presentó Bolívar con este propósito. Esta figura, más el poder moral y

el Senado hereditario, limpiarían esa sangre del pueblo que está infectada por los

52. Op.cit. p. 50.

69
instintos más básicos, y éste debería someterse a esas autoridades para ser

“feliz”.

Quiero entrar en otro nombre filosófico, que construyó un sistema de

pensamiento que se asemeja al ideario de Bolívar; me refiero a Thomas Carlyle.

Quien lea sus ideas puede apreciar sus semejanzas con la propuesta de Simón

Bolívar en lo que se refiere a las virtudes y demás altísimas condiciones que debe

poseer la ciudadanía, y sobre todo en lo que concierne a la élite gobernante. Para

este pensador, nacido en Escocia, la historia la hacen los héroes. El destino de las

sociedades es edificado por tremendas personalidades con cualidades enérgicas y

virtudes supremas. Y en esa hermandad de pensamiento entre él y el Libertador,

también fue contrario a la democracia, y era pesimista con un pueblo propenso a

caer en las manos de líderes charlatanes y demagogos, proclive al caos de sus

más perversos instintos y de sus intereses más mezquinos.

El otro personaje filosófico, que puede vincularse con el ideario de Simón

Bolívar, es Thomas Hobbes. Este inglés, exponente brillante de una filosofía

moralista, plantea que el individuo en sociedad debe entregarle sus recursos y su

fuerza a una figura representativa del colectivo, que simplifique las voluntades en

una sola. Para Hobbes, la sociedad en su conjunto debe entregarse y quedar bajo

la sombra de una suprema autoridad. De esta manera se desarrolla ese gigante

del “Leviatán”, con cuyo poder el individuo se anula, se subordina, pierde su

autonomía para escapar de una existencia “infeliz”. En el discurso de Angostura

se aprecia aquel ideario de Hobbes, que está resumido en el Leviatán generado

por la relación del hombre y del Estado mediante un pacto de poder. El “Leviatán”

70
es un monstruo necesario, ya que el hombre tiene que caer en sus manos si

quiere sobrevivir y vivir en paz, con la tranquilidad y el sosiego; ¿no es esto lo que

planteó Bolívar a lo largo de todo aquel discurso de Angostura? Hace falta la

presencia y la autoridad de ese monstruo, que es el Estado, para evitar que el

hombre se mate entre sí y destruya la sociedad.

Todo eso significa que el ciudadano diseñado en Angostura debe erradicar

buena parte de su individualismo y desplazar sus intereses personales, y declinar

su libertad; pero para impulsar ese proceso es necesario el Estado. Cuando el

hombre no es misántropo, opta por hacerse sociable, pero para muchas veces

devorarse: “homo homini lupus est” (el hombre es un lobo para el hombre). El

Libertador y Hobbes decidieron no sufrir más desengaños con el hombre, que por

su naturaleza nunca será ni inmaculado ni adulto.

Las semejanzas de ideales entre Bolívar y Hobbes tienen suficiente

actualidad. El hombre ya no reconoce su huella ni su paso, no sabe a dónde

dirigirse, y tal condición hace necesario que otro hombre marque su destino antes

de que el lobo lo devore. El único que puede asustar a esa fiera es el Estado en su

vejez rozagante, asustar a esa libertad que por cierto es otro viejo que imita la

voz de un joven al disfrazarse de hippy decadente y mohoso de aquellos años 60

en su caminar por cualquier calle del siglo XXI, o bañando su flaco y blanco

cuerpo enlechado en cualquier playa de hoy. Pueden preferir el mito que les dé la

gana, a propósito de Bolívar, pero que haya claridad con su “Leviatán”: presidencia

fuerte y unipersonal, Senado Hereditario y Poder Moral.

71
Bolívar edificó su “Leviatán” con el mismo pacto que se estableció en el

pensamiento de Hobbes, el que está sustentado en la virtud como única vía por

donde el proyecto independentista transite y no sucumba como consecuencia del

canibalismo. Ese pacto radicó en el “imperio de la ley”. Si no hay ley, no hay

justicia, no hay sociedad. La ley es la causa y el final de todo hombre en sociedad.

La ley debe comprenderse, imponerse, ejecutarse. La ley debe dar miedo. La ley

es instrumentalización del poder común contemplado en el Estado bolivariano y

hobbesiano.

En este leviatán bolivariano, no sirve la libertad ni la democracia. Los

derechos individuales deben ser suprimidos; sino es así, el hombre seguirá

devorándose como todo lobo que desea saciar su hambre individualista. A todo

trance debe erigirse el Estado, que es un poder común encarnado en un hombre o

en un parlamento para reducir todas las díscolas voluntades y someterlas a una

sola. Resumiendo, esta inspiración de Bolívar y Hobbes, esto se llama

“totalitarismo”. No me importa afirmarlo: Simón Bolívar y Hobbes apuntan hacia

un sistema totalitario. Enfatizo que sus razonamientos suenan como un eco hoy

porque los fetiches liberales se han agotado; en cambio, el miedo y la anomia

social han resucitado al Libertador y a Hobbes. La libertad y la democracia se han

cansado; aunque el pensamiento del Libertador y de Hobbes no ha evolucionado,

pero no necesita renovarse, ya que su fuerza está en su vejez; su ancianidad es

holgada, bien alimentada, compacta, erguida, altiva y sonriente. En cambio, el

pensamiento liberal, al envejecerse, se enferma, no puede levantarse, no anima,

no genera sueños, ni alienta fantasías, está moribundo. Bolívar y Hobbes no son

72
la revolución, la aborrecen; ellos son el orden permanente, condición que puede

alejar los miedos y las amargas frustraciones que hoy agobian a Latinoamérica,

que hoy agobian al mundo.

Hoy el planeta está azotado por sus miedos. Se agigantaron los males que

los profetas del orden, como lo fueron Hobbes y Bolívar, habían advertido. La

sensatez no predomina ni aquí ni allá en una lógica competitiva que es el gran

enemigo de lo social. Aunque no pareciera, el populismo ramplón lleva sus

banderas por doquier como democracia prostituida. La democracia se reinventa en

su peor forma. Hay confusión en creer que ese populismo divulga llamados al

orden cuando se alimenta del miedo, pero no es el orden el que pregonan. La

nueva democracia es un aclamacionismo y una fiesta, un cesarismo electorero, un

sultanato del sufragio. Es la tiranía del todo vale, que es el veneno que tiene la

libertad y la democracia, lo advirtieron Hobbes y Bolívar. Ahora, América y Europa

se unen en lo ilímite. A eso lo llaman antipolítica, pero se equivocan. Se

equivocan, no es la antipolítica; se trata de la más cruel de las políticas, la del

“cesarismo populista”, que dice estar impregnado con una nueva épica, con un

nuevo heroísmo; se equivocan de nuevo.

No se trata de los integrantes de aquel Senado Hereditario en rol de

guardines de la paz; no se trata del héroe de Carlyle lo que está apareciendo

ahora en Moscú, en Río de Janeiro y hasta en Washington. ¿Cómo puede

llamarse heroicidad combativa algo tan impregnado de cobardía? Son antihéroes

los que llegan con la nueva democracia de los aplausos, de la risa y de la

irresponsabilidad. Lo único que ha precisado el mundo sobe el nuevo liderazgo de

73
moda es que no es moderado. Dicen que se sustenta en un relato épico;

¡caramba!, el único relato valiente que se aprecia en ellos es el que se parece a la

narrativa de una pelea de gallos, o más bien al relato de los dueños de los gallos.

El decisionismo es la lógica que impera en el discurso del nuevo liderazgo,

y por eso dicen que es un liderazgo que se transforma en pueblo; no es así. Más

bien lo que anda por ahí, a tambor batiente, es un líder que se arrodilla ante la

fragmentariedad y ante las luces mediáticas, y se postra ante todo lo que no

signifique experiencia ciudadana, sino verbena callejera amaneciendo. Se avecina

otro tipo de dictadura mundial, la de la ilegalidad. Pasaremos del malestar a la

esquizofrenia colectiva.

No puede haber libertad, no puede haber autogobierno en pueblos cuya

heterogeneidad discurre en dramáticos antagonismos; en consecuencia, requieren

de mando unívoco que contrarreste las acuciantes contradicciones que pululan en

su seno social, y que marcan y recrudecen sus carencias y sus faltas de virtudes,

alimentan su corrupción colectiva. De esa manera, también Bolívar aspiraba un

“liberalismo opresivo” que “reinara” sobre su proyecto de Estado nación, para darle

estabilidad a la sociedad y contener la irracionalidad, la inmoralidad, la incivilidad y

las carencias de la exigua cultura política que imperaba en ese territorio que

soportó siglos en la oscuridad de la ignominia colonial

74
Bolívar fue derrotado ayer; ¿podrá vencer hoy? Cuando Bolívar planteó su

Poder Moral, su propio Congreso le respondió: “como de muy difícil

establecimiento, y en los tiempos presentes absolutamente impracticable” ( 53).

¿Quería Simón Bolívar un Imperio?

Sobre el Libertador se habla en exceso de algunas cualidades, y se han

dejado otras de lado, o no se le da el relieve merecido. El Bolívar de tantos ríos

navegables, el Simón Bolívar que es mar de tantos puertos, enriqueció a raudales

su cultura, especialmente durante su estadía en Europa, de la mano de su mentor

Simón Rodríguez, y durante sus visitas a la copiosa biblioteca del Marqués de

Ustáriz, más sus recorridos, tertulias y traducciones que le sirvieron para llenar su

imaginario con suficiente información y referentes de la historia de las

civilizaciones antiguas y de los imperios modernos, tanto en lo que concierne a

sus líderes, pensadores e instituciones.

Su conocimiento de la Europa Antigua le permitió concebir que existan

pueblos virtuosos políticamente, y que puedan, a pesar de sus errores y daños a

otros pueblos, desarrollar grandezas. He aquí el poderío que marca los referentes

que presentó Bolívar en su discurso del Congreso de Angostura: Roma y la

Inglaterra, como expresiones imperiales que dejaron esas huellas de virtudes

sobre su mente para atizar su pasión como líder, el supremo. Roma e Inglaterra

53. Sánchez, J(1.997). Tiempo de Bolívar. Una Filosofía de la Historia de Latinoamérica.


Recuperado de https://books.google.co.ve/books?isbn=9688426962. P. 72

75
hay que verlas dentro de Simón Bolívar para entender su visión de las

instituciones y de la sociedad que quería construir, para interpretar su visión del

poder. Si se comprende la influencia de Roma y de Inglaterra en el Libertador,

dejaremos de verlo como muchas veces lo vemos de manera tan seca y

distanciada. Por eso diré con pasión que Bolívar no quería crear un humilde país

libre, sino algo más como pueblo virtuoso, que no lo tenía ante sí.

En el discurso de Angostura, estos modelos de sociedades imperiales

aparecieron con frecuencia en su copiosa argumentación llena de consejos y

orientaciones que el Libertador se permitió transmitirle a los congresistas, quienes

tenían el predicamento, el compromiso, de establecer un marco legal e

institucional para que desde el 15 de febrero de 1819 el mundo tuviera

conocimiento de que ya la antigua Capitanía General de Venezuela se

transformaba en una sociedad republicana con separación de poderes, con

parlamento, con instituciones judiciales, con administración del gobierno. Para

eso, Bolívar presentó las líneas gruesas de cómo iba a funcionar el poder político,

mientras los azares de la guerra continuaban y se intensificaba la lucha contra un

imperio español que parecía no agotar la determinación de recuperar su colonia.

El Libertador, recurrentemente en su discurso, hizo referencia de esas dos

culturas para sustentar su tesis de institucionalidad fuerte, centralizadora y

hegemonizante. Dijo Bolívar: “ Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más

han sobresalido entre las antiguas y modernas; ambas nacieron para mandar y ser

libres; pero ambas se constituyeron, no con brillantes formas de libertad, sino con

76
establecimientos sólidos”(54). Vean mis lectores que lo primordial para Simón

Bolívar era la consistencia institucional por encima del perfil democrático de la

nación. ¿Este convencimiento certifica una contradicción en un revolucionario

liberal, como en verdad lo era el Libertador? La respuesta radica en su propósito

de lucha, que estuvo orientado a crear la grandeza de un pueblo que no había

purgado su espíritu esclavo, y que no podía alzar el vuelo porque quemaría sus

alas como Ícaro debido a sus tantos vicios internos, a sus tantas fisuras y

disensiones.

En torno al modelo británico, Bolívar enfatizó lo siguiente en el discurso de

Angostura:

Os recomiendo, representantes, el estudio de la Constitución británica,


que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a los
pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea, estoy muy lejos de
proponeros su imitación servil. Cuando hablo del Gobierno británico sólo
me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse
pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la
división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de
imprenta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad
en ninguna especie de república? ¿y puede pretenderse a más en el
orden social? Yo os recomiendo esta Constitución popular, la división y el
equilibrio de los poderes, la libertad civil, de como la más digna de servir
de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda
la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza ( 55).

Todo autor de buenos libros tiene una magnífica fuente de inspiración; en el

caso de ese escritor de un devenir histórico, como lo fue Bolívar, el padre de

varias nacionalidades, una de sus fuentes de inspiración fue el Imperio Británico, y

el significado que tuvo su institucionalidad política en mentes como la de

54. Ibíd. p.36.

55. Ibíd. p.37.

77
Montesquieu, cuyo pensamiento caló en el Libertador, que indudablemente toma

de él su concepto de “soberanía parlamentaria” donde asume del régimen

británico su mecanismo generador de contrapesos entre el poder del Rey y el

cuerpo parlamentario, siendo esta última figura la fuente suprema de la legalidad

en ese pueblo.

Inglaterra era en 1819 una potencia mundial por encima de muchos

pueblos de occidente. Se trataba de una sociedad de donde precisamente

emergió el ciclo de enriquecimiento material y de avance tecnológico más intenso

de la historia de la humanidad, como lo significó la Revolución Industrial, por lo

cual en la imaginación de los soñadores y líderes de distintas zonas del planeta

se vería a Inglaterra como expresión de un pueblo poderosísimo e influyente; es

que en verdad el gigantesco imperio británico, y su influencia económica, militar,

cultural y tecnológica, tenía al mundo en sus manos.

No obstante, también resalto que esta hegemonía inglesa se afianzó en el

afán de codicia y por ese nihilismo de sus élites como imperio extenso, pero

corrupto, por lo que sus virtudes fueron engañosas, ya que su grandeza no fue

ética, sino la que salió del afán de lucro más desmedido en un pueblo. Es decir,

ese materialismo inglés la proyectará como una sociedad eminentemente cínica,

pero rica en ciencia, en industria, y también rica en opresión y en cadenas.

¿Cómo Bolívar no iba sentir admiración por un pueblo que produjo una

historia de avances sin precedentes, y que a pasos acelerados salió de una

economía agraria y avanzó hacia una sociedad mecanizada cuya repercusión

tecnológica transformó el sistema de trabajo y la estructura social de medio

78
mundo? ¿Cómo no iba sentir admiración por un imperio gigantesco, anclado en

los cincos continentes y dueño de los mares, una hegemonía ganada con su

poderosísima armada? ¿Cómo no iba sentir el Libertador admiración por

Inglaterra, que siendo un imperio y siendo una monarquía, la misma es liberal,

tiene un parlamento poderoso y en ella cohabita un equilibrio de instituciones de

poder como la del rey, como la del parlamento y sus dos cámaras, como la del

poder judicial con su sistema de contención y contrapeso que ganó la atención

analítica y reflexiva de Montesquieu?

Con Montesquieu y sus reflexiones, el Libertador revisa Inglaterra como

modelo político y social, y la enaltece por la forma de sus instituciones y la

distribución jurídica del Estado. La grandeza de ese imperio hace que Bolívar

exclame altisonante en los salones de Angostura lo siguiente: “¿Quién es más

grande que la Inglaterra?”( 56). Y dijo más: “Por más que se examine la naturaleza

del Poder Ejecutivo de Inglaterra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar

que es el más perfecto modelo, sea para un Reino, sea para una Aristocracia, sea

para una Democracia”(57).

Vean que el Libertador no encuentra contradicción entre Rey y Democracia,

porque él entiende posible la realidad de un monarca liberal como forma de

gobierno “democrático”. Por esto es que desde Angostura viene la sospecha esa

que nos pinta a Bolívar con el sueño de una corona sobre su sien, siendo esto una

56.Ibíd.p.38.

57. Ibídem.

79
posibilidad que es lógica, coherente y con fundamentos en la propia mentalidad

política de Simón Bolívar.

Montesquieu hizo senda reflexiones sobre esa armonía entre contrarios en

el modelo inglés cuyo nutriente es la cotidianidad del poder que ha sido observada

suficientemente por ese pensador prudentísimo, certero, avezado en el análisis

sobre la manera como los ingleses adoptaron formas liberales en su

funcionamiento político y social, pero manteniendo el cetro y la corona para

contener las disputas facciosas. Con las ideas de Montesquieu, Bolívar aprendió

que el poder sólo se comprende usándolo. Con Montesquieu, el Libertador saca

sus cavilaciones sobre la prudencia a la hora de construir el poder en el sentido de

lo inconveniente que resulta la plena libertad, la plena democracia en pueblos

cuya base social está inmersa en grandes diferencias, grandes contradicciones

sobre ese escenario de la tensión dramática en la lucha entre dominadores y

dominados.

Bolívar anheló que su Gran Colombia fuera como Inglaterra, en toda su

forma de poder, en toda su extensa influencia, en toda su capacidad y potencia.

Para lograrlo, Simón Bolívar aspiró que en Angostura se asumieran las

instituciones británicas en la edificación del Estado grancolombiano.

Dijo el Libertador en su discurso:

Así, pues, os recomiendo representantes el estudio de la Constitución


Británica que es la que parece destinada a operar el mayor bien posible a
los pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea estoy muy lejos de
proponeros su imitación servil. Cuando hablo del gobierno británico, solo
me refiero a lo que tiene de republicano, y a la verdad, ¿puede llamarse

80
monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la
división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil, de conciencia, de
imprenta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad
en ninguna especie de república? ¿Y puede pretenderse más en el orden
social? Yo os recomiendo esta Constitución como la más digna de servir
de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda
la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza ( 58).

Pero Bolívar también se inspiró en el Imperio Romano como sistema

político que debía ser considerado por los congresistas de Angostura. En su

referencia, la antigua Roma es pintada como dinámica en lo político y sólida sobre

la base del entramado militar de sus legiones, de sus entes judiciales, y en lo que

concierne al brillo de sus magistrados. En varios pasajes de su discurso, el

Libertador nos llevó a instituciones y modelos políticos referidos a Grecia y a

Roma, precisando con ellos la inconveniencia de la democracia y la libertad

absoluta en medio de coyunturas complejas, en medio de retos que debían ser

enfrentados por sociedades disciplinadas o restringidas en sus apetencias,

atemperadas en sus ambiciones para llegar a buen destino colectivo.

Dijo Bolívar: “El más sabio legislador de Grecia no vio conservar su

república diez años, y sufrió la humillación de reconocer la insuficiencia de la

democracia absoluta para regir ninguna especie de sociedad…” ( 59). Aquí, como

en otros fragmentos del discurso de Angostura, el Libertador usó la historia antigua

para la comparación y para poner al descubierto la debilidad del democratismo y

su efecto nocivo en sociedades que sucumben con facilidad; desde esta

perspectiva, presentó el modelo romano como ejemplo a seguir para preservar la

58. Ibíd. p. 39.

59. Ibídem.

81
integridad del pueblo y asumir la grandeza y la elaboración de una influencia con

carácter planetario. Dijo así Bolívar: “Un gobierno monstruoso y puramente

guerrero, elevó a Roma al más alto esplendor de virtud y de gloria” ( 60).

Es el discurso de Angostura un esfuerzo de presentar a las instituciones

políticas de la antigua Roma como la integración de un megaestado con influencia

mundial y ciclópeo poderío; y precisamente dijo el Libertador: “la Constitución

romana es la que mayor poder y fortuna ha producido a ningún pueblo del mundo”

(61). Y dijo más sobre la grandeza que aspiró para la nueva nación que pretendió

construir: “¿Qué república ha excedido en duración a la de Esparta, a la de

Venecia? ¿El imperio Romano no conquistó la tierra?” ( 62). De manera que Bolívar

no quiso crear una modesta nación independiente, sino una sociedad que

progresivamente acumulara fuerzas, que se unificara bajo sólidas instituciones

políticas en aras de una expansión de poder. Simón Bolívar revisó el pasado

histórico mediante un panteísmo de deidades como Roma, la imperial, para servir

de guía y base de sus proyectos de poder, no considerando el lado oscuro de ese

referente histórico como expresión de una sociedad esclavista, opresora,

despiadada en su dominación sobre vastos territorios de Europa, África y Asia. A

Bolívar no le importó el carácter negativo de esa divinidad adorada, sólo se afincó

en la idealización de una república que fue convertida en imperio por Julio César

mediante el hierro candente, el dolor y la explotación de millones de seres

humanos.

60. Ibidem.

61. Ibíd. p.40.

62. Ibídem

82
Dijo Bolívar en Angostura: “Tomen de Roma sus censores y sus tribunales

domésticos” (63). En esta frase, el Libertador hizo alusión de un magistrado

encargado de velar por las formas de comportamiento ciudadano, y por la moral y

las costumbres colectivas. Insistió Bolívar en las costumbres del pueblo, en su

anhelo por imponer la ley sobre vidas movidas por actos sin justicia ni civilidad.

Bolívar hizo alarde de una visión intelectual que revisa en el pasado bien remoto la

acción de instituciones políticas para sembrar ley moral, la gran ausente, una ley

que debe ser irradiada sobre el fondo oscuro del alma. La moral no está en

nosotros; habrá que imponerla, pensó el Libertador.

Es Roma entonces un punto culminante de la mística cruel en un Libertador

que prefirió la osadía de exigirla como ejemplo de Estado y de sociedad para los

congresistas de Angostura. Entonces dejó Bolívar ese día su espíritu quijotesco y

presentó mejor su forma de Julio César sin su Rubicón, todavía. Es ese el

idealismo tan realista del pensamiento bolivariano. Con estas palabras, el Bolívar

de Angostura transmitió su esencia política: “Un gobierno monstruoso y puramente

guerrero, elevó a Roma al más alto esplendor de virtud y de gloria; y formó de la

tierra un dominio romano para mostrar a los hombres de cuánto son capaces las

virtudes políticas; y cuán diferentes suelen ser las instituciones” ( 64).

Entiendo que las virtudes políticas del Liberador no emergen de un

humanismo modesto, sino de lo que impregnaba el campamento guerrero; son las

virtudes de un cuartel las que clama Simón Bolívar. Roma es la quinta esencia

63 . Ibíd. p. 41.

64. Ibídem.

83
guerrera de la historia, por lo tanto es la mejor carta de presentación para el

mesías bélico que habló hace doscientos años en Angostura, dando inicio a su

cruzada en forma de programa político, instituciones y Estado cuartel. El

Libertador es la hermandad entre el político y el guerrero con la Roma imperial y

belicosa de armadura espiritual bajo la común niebla de los pueblos que oprimió

con formas de dominación eminentemente pretorianas.

La noción de “imperio” en Bolívar radica en que no se limita a una forma

puntual de gobierno, sino que más bien es una forma suprema de dominación,

donde el imperio no se valora nada más en el irrestricto parámetro de expansión

territorial, sino que también es un ideal superior que se eleva por encima de

particularidades, por encima de pequeños intereses. Entonces Bolívar no es un

rudimentario líder republicano; más bien es el vocero y el impulsor de una

superestructura que va más allá de democracias ejercitadas para ganar simpatías

reducidas o fervores asamblearios.

El Bolívar imperial, por si acaso duele llamarlo imperialista, se sustenta en

esa máxima de “unidad”. Su imperio lo es, o lo será, si se comporta como un

compuesto unitario. La unidad es el corazón de todas las formas bolivarianas de

consolidación de poder, arraigándose, no como un mecanicismo, sino como una

formación orgánica que engloba diversidades sociales. El imperio es el logro de

cohesionar las diferencias, el imposible frustrado del Libertador.

En relación a la “unidad”, dijo Bolívar en Angostura:

84
Nuestra naciente república, todas nuestras facultades morales no serán
bastantes, si no fundimos la masa del pueblo en un todo; la composición
del Gobierno en un todo; la legislación en un todo, y el espíritu nacional en
un todo. Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa. La sangre de
nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla; nuestra
Constitución ha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos ( 65).

El imperio es plurinacional, y está por encima de la patria llamada

Venezuela; es decir, la idea de patria es subalterna, sin relieve, sin importancia;

aunque conviene distinguir que ningún proyecto imperial, y tampoco el de Bolívar,

significa que pueblos inmersos en esa superestructura deban perder su identidad.

En sí, los imperios son una gran centralización administrativa, política y militar en

manos de una élite, que evitaría los alzamientos y el caos que pudieran generarse

en los territorios imperiales. La superestructura bolivariana imperial fue un Estado

unitario “contra natura”. Desde esta perspectiva, Bolívar concibió su imperio sobre

la base de una filosofía política en función de la inmortalidad, de la trascendencia;

y por supuesto trasciende más para la historia la grandeza de los imperios que la

prolongada vida sencilla de un pequeño terruño. Ahora, al hablar de grandeza,

entro en el terreno de que todo imperio implica dominar y expandirse.

Lo patético en Bolívar es que, en contraste con su magna visión imperial del

poder, su instrumentalización tuvo lagunas al intentar desarrollarla sobre tan

compleja extensión de diferentes realidades culturales, políticas, sociales,

económicas, existenciales, vivenciales y hasta mitológicas. En ese sentido, el

Libertador, a pesar de lo realista que fue, no previó la máxima de que el poder lo

es en la realidad, sólo existe en ella; él se extingue al carecer de ella.

65 . Ibíd. p. 42.

85
Sobre el Senado Hereditario y el Poder Moral en la esencia de un Bolívar

hegemón.

Simón Bolívar advirtió en el Congreso de Angostura que por ahora no se

podía hablar de república porque para ese momento las mayorías populares (los

mestizos, los negros, los indios y la pardocracia) no estaban aptas para la

ciudadanía republicana, eran incapaces de vivir libre. Ante esta perspectiva,

Bolívar planteó una legislación moral y unas instituciones concebidas para

desarrollar una política moralizante; principalmente formuló la instauración de un

gobierno dirigido por una tiranía moralizada y virtuosa, con poder ilimitado pero

benefactor. Eso era el anhelo del Libertador en su terquedad de utopía imperial,

que chocó con la ausencia de un recurso humano suficiente para hacer república,

ya que a su lado estaba una élite esclavista y un caudillaje localista compuesto por

jefes guerreros deseosos de botín.

Sí, el Libertador era un hijo de la Ilustración, un liberal, un republicano, pero

su visión de la realidad lo condujo a enarbolar un ideario complejo, contradictorio y

doloroso con los principios comprendidos en esas categorías. Como no había

ciudadanía, ni muchos patriotas, ni republicanos como cuerpo social mayoritario

que pudiera dirigir su destino, entonces una élite minoritaria con razón superior

debía imponer la civilización y la nación, e imponer el sueño imperial de Bolívar.

Esa razón superior debería recibir el beneficio del sometimiento popular de una

mayoría disciplinada para que las instituciones, la república y el imperio tuvieran la

86
suficiente estabilidad que garantizara una prolongada existencia bienhechora

gracias a un poder político paternal.

Es entonces que el Libertador planteó las siguientes figuras institucionales

para preservar la república imperial: un poder ejecutivo fuerte y centralizado,

semejante al monarca británico; el senado hereditario, con el talante virtuoso de

aquellos magistrados de la Roma antigua; y el poder moral, en la figura del

Areópago, que atendería la moral y las conductas cívicas del pueblo.

En lo que concierne al Poder Ejecutivo, Bolívar difiere parcialmente del

modelo inglés, no asumiendo de lleno la figura del Rey, sino la forma de un

presidencialismo fuerte en una persona con suficientes facultades, pero a su vez

sometido a un proceso de fiscalización y de contrapesos que le impondrían los

otros poderes, como el parlamentario. Al respecto, dijo lo siguiente:

Cuando hablo del Gobierno británico sólo me refiero a lo que tiene de


republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema
en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de
los poderes, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es
sublime en la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de
república? ¿y puede pretenderse a más en el orden social? ( 66)

Sobre el Senado hereditario, Bolívar lo concibió en el Congreso de


Angostura de la siguiente manera:

Un Senado hereditario, repito, será la base fundamental del Poder


Legislativo y, por consiguiente, será la base de todo gobierno. Igualmente
servirá de contrapeso para el Gobierno y para el pueblo; será una
potestad intermediaria que embote los tiros que recíprocamente se lanzan
estos eternos rivales. En todas las luchas la calma de un tercero viene a
ser el órgano de la reconciliación, así el Senado de Venezuela será la
traba de este edificio delicado y harto susceptible de impresiones

66. Ibidem.

87
violentas; será el iris que calmará las tempestades y mantendrá la armonía
entre los miembros y la cabeza de este cuerpo político .
Ningún estímulo podrá adulterar un Cuerpo Legislativo investido de los
primeros honores, dependiente de sí mismo, sin temer nada del pueblo, ni
esperar nada del Gobierno, que no tiene otro objeto que el de reprimir todo
principio de mal y propagar todo principio de bien; y que está altamente
interesado en la existencia de una sociedad en la cual participa de sus
efectos funestos o favorables (67).

¿Cómo es posible que Simón Bolívar, un liberal a carta cabal, proponga

como parlamento republicano esta especie de nobleza parlamentaria que tendría

la irónica función de elaborar leyes “para todos” los colombianos? El Libertador

respondió así esta interrogante:

De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación de


un Senado hereditario; no es una nobleza la que pretendo establecer,
porque, como ha dicho un célebre republicano, sería destruir a la vez la
igualdad y la libertad. Es un oficio para el cual se deben preparar los
candidatos, y es un oficio que exige mucho saber, y los medios
proporcionados para adquirir su instrucción (68).

Este Senado hereditario tendría que pasar por un proceso de capacitación o

de educación virtuosa, además de contar con la presencia de aquellos que

consiguieron la gloria en batalla, los que lograron la independencia con su coraje y

pundonor, refiriéndome así a los compañeros de armas de Simón Bolívar.

Por otra parte, los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar


siempre un alto rango en la República que les debe su existencia. Creo
que la posteridad vería con sentimiento, anonadados los nombres ilustres
de sus primeros bienhechores; digo más, es del interés público, es de la
gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la
última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados
que superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de
los más heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la

67 Ibíd. p. 43.

68. Ibídem.

88
elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás
(69).

He aquí al Libertador elaborando el poder de una casta superior, que

conduciría la recién parida nación gracias a su talante heroico, a su talento militar,

a su esfuerzo denodado en los campos de batalla. Con estas palabras, el

militarismo presentó su destino manifiesto, el porqué de su razón de ser. Los

“libertadores” de ayer, de hoy y de siempre, tienen en el Discurso de Angostura

una especie de “partida de nacimiento” donde se justifica el tener a la tierra patria

como premio por su esfuerzo y sacrificio. Este Senado Hereditario, concebido

como recompensa para los libertadores, es un remiendo del tejido social para la

democracia, que es “el peor de los sistemas posibles”, como dijo Churchill, y he

aquí que Bolívar presentó una alternativa también “posible” para mejorar eso que

es lo “peor”; me refiero al militarismo como armadura de un Estado supremo con la

capacidad de imponer límites a sus propios procederes devastadores.

Ahora bien, indistintamente de las medallas y galardones que debe poseer

esa élite meritocrática del plomo y del combate, el Libertador admitió que el

Senador es un oficio que debe ser entrenado. Se entiende con esta previsión

bolivariana que las condiciones subjetivas de la madurez de la fuerza

revolucionaria dependen de la calidad del sujeto histórico, el cual debe ser un jefe

militar, pero también debe ser capacitado virtuosamente. No está demás el

metalenguaje educativo en una revolución, como la que elabora el Libertador, que

no es transformar para igualar, que es un craso error, sino para crear un sujeto

revolucionario verdadero que conduzca en grado superlativo al pueblo hacia un


69. Ibídem.

89
proceso histórico fortalecido mediante la imposición de los capaces, de los

dotados, de los sacrificados, de los que cuentan con principios enfocados en la

trascendencia humana.

Dijo Bolívar lo siguiente, en carta escrita al comerciante inglés Guillermo

White, el 26 de mayo de 1.820:

En cuanto a mi senado, diré que no es una aristocracia ni una nobleza,


constituida la primera sobre el derecho de mandar la república y la
segunda sobre privilegios ofensivos. El oficio de mi senado es temperar la
democracia absoluta; es mezclar la forma de un gobierno absoluto con
una institución moderada; porque ya es principio recibido en la política,
que tan tirano es el gobierno democrático absoluto como un déspota; así,
sólo un gobierno temperado puede ser libre. ¿Cómo quiere ud. que yo
tempere esta democracia, sino con una institución aristocrática? Ya que no
podemos mezclar la forma monárquica con la popular, que hemos
adoptado, debemos por lo menos hacer que haya en la república un
cuerpo inalterable que le asegure su estabilidad, pues sin estabilidad todo
principio político se corrompe y termina siempre por destruirse ( 70).

El Senado Hereditario es la institución donde radica con amplitud la

naturaleza política del Libertador. Este organismo estaría constituido en

primerísima instancia por los compañeros de armas de Bolívar, quienes serían los

pilares de ese edificio político donde se sostendría la futura sociedad republicana.

Los libertadores obtendrían el premio de continuar haciendo república desde esa

instancia, y después vendrían sus hijos que heredarían ese tan alto oficio de

legislar y de ser guardianes de la nación y de sus instituciones. ¿Pero dónde sería

7035. Documento 4361. Carta de Bolívar para Guillermo White, fechada en San
Cristóbal el 26 de mayo de 1820. Digresiones sobre su discurso al Congreso de
Angostura, éxito previsto para las futuras campañas y conceptos que le merece la
fracasada nueva
expediciónespañola(SinFecha).Recuperadodehttp://www.archivodellibertador.gob.ve/
escritos/buscador/spip.php?article8402.

90
instruida esa nueva élite? No existía por supuesto ese lugar de capacitación, había

que crearlo también. Este tipo de funcionario no podía ser formado de la noche a

la mañana, lo que menos piensa un Libertador que exigía héroes virtuosos, como

lo era él.

Con Simón Bolívar comienza la tradición justificadora de tantos gobiernos

militaristas y autocráticos que se asentaron en el poder con el argumento de sus

merecimientos como héroes, en su condición de paternales líderes de

revoluciones y asonadas. En el propio discurso de Angostura, Simón Bolívar le

pidió al recién instalado congreso que ordene “la distribución de los Bienes

Nacionales, conforme a la Ley que a nombre de la República he decretado a

beneficio de los militares venezolanos” ( 71). ¿No es esto el antecedente histórico

más importante de esa tradición de usar el tesoro público para premiar a los

“salvadores de la nación”? Premiar a los héroes, todos de charretera, es la mayor

costumbre de Latinoamérica; y hacerlo con la hacienda nacional, con el erario

público, es lo más normal en esta parte del continente americano donde el poder

político viene aparejado con la riqueza económica.

Ahora, el padre fundador de este ritual tan profundo y tan “normal”, Simón

Bolívar, perdió toda su fortuna en la guerra; ¡qué ironía”! Entonces, ¿el problema

no es el Libertador sino sus hijos? Entonces, ¿el problema no es la identidad sino

el disfraz? Lo cierto es que el dinero de la nación no tiene la fortaleza de la

soledad. El salvador de la patria es un personaje promiscuo con el erario público.

71 . Op.cit. p. 48.

91
Virtud y Educación

Desde el inicio de su discurso, Bolívar hace simbología moral; por ejemplo,

he ahí la entrega de su ilimitado poder militar y político al Congreso que recién se

instalaba. Por supuesto que esto no fue un acto para distanciarse de la coyuntura

histórica por él motorizada; fue más bien un mensaje moral para que desde la

moral, precisamente, enfrentar las amenazas que estaban incubadas en la recién

nacida república. De acuerdo a esta simbología, las virtudes y la moral tienen

suficiente centralidad como eje que transversaliza sus ideas políticas. Desde este

paradigma, Bolívar expone una legislación con basamento moral. El real ámbito

de desarrollo de las instituciones “prudentes” se encuentra en la moral como

sustento del pacto social de inspiración roussoniana que tanto alimenta el ideal de

Bolívar al concebir la educación ciudadana y la formación ética como tareas que

serán concretadas con el “Poder Moral” en su propósito de extinguir la amenaza

interior en la naciente república, contenida en un pueblo con tantas carencias para

ser republicano.

Dijo Bolívar en Angostura:

La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal


del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces
son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su areópago, y
los guardianes de las costumbres y de las leyes; tomemos de Roma sus
censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una santa alianza de
estas instituciones morales, renovemos en el mundo la idea de un pueblo
que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso ( 72).

72. Op.cit. p.51.

92
Y en la referenciada carta a White, profundizó Bolívar su justificación para

crear esta entidad que entraría dentro de la subjetividad colectiva para arrancar de

cuajo la herencia atávica y las taras mentales que en ese pueblo mayoritario

estaban tan arraigadas:

Tenga usted la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus
partes, sino al todo de él. Su Conjunto prueba que yo tengo muy poca
confianza en la moral de nuestros ciudadanos, y que sin moral republicana
no puede haber gobierno libre. Para afirmar esta moral, he inventado un
cuarto poder, que críe los hombres en la virtud y los mantenga en ella.
También este poder le parecerá a usted defectuoso. Más, amigo, si usted
quiere república de Colombia, es preciso que quiera también que haya
virtud política.
Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los
hombres buenos y, por consiguiente, felices; y no hay libertad legítima sino
cuando ésta se dirige a honrar la humanidad y a perfeccionarle su suerte.
Todo lo demás es de pura ilusión, y quizás de una ilusión perniciosa ( 73).

El libertador concibió cultivar la moral virtuosa para con ella disolver el

espíritu de resentimiento que imperaba sobre las grandes mayorías. El Poder

Moral, en su condición de vigilante, está presente en la distopía de Orwell con su

propósito de hacer compacta y homogénea a la sociedad, y en esa finalidad esta

figura bolivariana es precursora de ese poder totalitario que no ha sido admitido

por los charlatanes comprometidos con la falseta revolucionaria y que hacen

retórica en los tribunales negadores de la individualidad y de la personalidad del

7345. Documento 4361. Carta de Bolívar para Guillermo White, fechada en San
Cristóbal el 26 de mayo de 1820. Digresiones sobre su discurso al Congreso de
Angostura, éxito previsto para las futuras campañas y conceptos que le merece la
fracasada nueva
expediciónespañola(SinFecha).Recuperadodehttp://www.archivodellibertador.gob.ve/
escritos/buscador/spip.php?article8402.

93
Libertador para hacer pura pantomima de la libertad. Puedo decir con certeza que

la moral bolivariana, la verdadera y enfática, viene del silencio respetuoso de un

pueblo según las premisas del totalitarismo como aspiración bolivariana de

sociedad moralizada con la mente en blanco y los bolsillos vacíos, donde es

menester entonces que guardianes de la moral que integran dicho poder acaben

con la diversidad y con las diferencias, y convoquen a la intolerancia.

Dijo Bolívar en Angostura desde lo más radical de su pensamiento en aquel


día:

“El amor a la Patria, el amor a las Leyes, el amor a los Magistrados son las
nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un
Republicano… Si no hay un respeto sagrado por la Patria, por las Leyes, y
por las autoridades, la Sociedad es una confusión, un abismo: es un
conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo…” ( 74).

En esto radican las virtudes que pregonó el Libertador, focalizadas en

palabras como “amor” y “respeto” para hacer que el republicano anduviera con

una mano adelante y la otra atrás, mientras desgaja moléculas de su pasado

colonial y la ropa de la sociedad vieja quede en llamas. Según Bolívar, se debe

estimular la sumisión. El pueblo debe arrodillarse ante las autoridades, someterse

a la Presidencia de la República con plenas potestades y ante el Senado

Hereditario, postrarse ante el Poder Moral en forma de Areópago, y con estas

premisas el fundador de las nacientes repúblicas del norte de Sudamérica

cruzaría una inmensidad de territorios para subordinar intereses particulares a su

visión imperial y para que se entregara la individualidad al interés colectivo que

está encarnado, tiene hueso y fibras, es Bolívar en la arrogancia del campamento

74.Ibíd. p.52.

94
militar donde el pueblo debe asimilar su solitario tormento bajo el sonido de los

cañones, como recalcó el Libertador en su discurso:

Creo que la posteridad vería con sentimiento anonadado los nombres


ilustres de sus bienhechores: digo más, es del interés público, es de la
gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la
última posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados
que superando todos los obstáculos, han fundado la República a costa de
los más heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la
elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre y no lo será jamás
(75).

Para imponer esas “virtudes colectivas”, el Libertador convoca al

desempolvado Areópago cuyas funciones son las de velar por el cumplimiento de

las leyes y por la moral, imponer sanciones y fijar los cánones de comportamiento

sobre ese pueblo díscolo, entendiendo que hacer repúblicas no es suficiente

desde las nubes; más bien hay que parirlas y criarlas, darle forma a la nueva

criatura desde la niñez.

Al respecto, le dijo el Bolívar a los congresistas:

Renovemos en el mundo, la idea de un Pueblo que no se


contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso…
Demos a nuestra República una cuarta potestad cuyo
dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el
espíritu público, las buenas costumbres y la moral
republicana. Constituyamos este Areópago para que vele
sobre la educación de los niños, sobre la instrucción
nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la
República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del
amor a la Patria, el ocio, la negligencia de los Ciudadanos:
que juzgue de los principios de corrupción, de los ejemplos
perniciosos; debiendo corregir las costumbres con penas

75 . Ibíd. p.53.

95
morales como las Leyes castigan los delitos con penas
aflictivas...(76).

Es un sanedrín lo que pregona Simón Bolívar para borrar la mala huella en

el pueblo mediante un sistema de educación que haría el futuro sobre un piso de

vertedero. El Bolívar del Areópago es el Libertador en su esencia; no dejemos de

verlo en su ofuscada religión cuando recalca que la república surge de un proceso

educativo perenne. Al respecto, afirmó el Libertador: “…Nuestros débiles

conciudadanos tendrán que enrobustecer [sic] su espíritu mucho antes que logren

digerir el saludable nutritivo de la libertad” ( 77). Para afrontar esta realidad de

orfandad y debilidad, Simón Bolívar presentó su Poder Moral, el que impediría

que el pueblo pobre muerda la mano de los nuevos amos cuando le acerquen el

alimento. El poder Moral, tal la profundidad de sus funciones, tal la holgura de sus

aspiraciones para detectar en el pueblo sus defectos, sus magulladuras o su

holgura con lo poco o con la nada. El poder Moral sería un “Gran Hermano” como

arquitecto de la virtud colectiva.

El virtuoso ciudadano que se pretende crear con el poder moral es quizás la

proyección del oficinista abúlico que hoy conocemos, el que acata y se ordena,

que asume las directrices, que oye y no levanta la mirada, que milita, que sólo

tiene los fines de semana para ser él. El virtuoso de la moralina bolivariana ve a

lo lejos, y que bien ve. El virtuoso, impuesto por el Poder Moral, es previsivo y

atraviesa la incertidumbre. El virtuoso, como ciudadano de la Gran Colombia, es

76 . Ibídem.

77 . Ibídem.

96
mezquino, ahorrativo en los sentimientos, y sobre todo se entrega sin pataleos al

Estado encarnado, se somete a sus puñaladas y se deja atar de pies y manos

dentro del andamiaje del poder.

¿Hacia dónde va el virtuoso? Él se distancia del común para reprimir esas

emociones que ciegan y aniquilan. Ese pueblo virtuoso es el estante adecuado

donde colocar la mala épica borracha y la procacidad del igualado. Esa virtud, en

aras del bien común, nada en la prudencia política, que también pregona Santo

Tomás, para que el individuo se haga Estado desde la estadolatría impuesta bajo

la efigie del Libertador, una aspiración alcanzada desde el Areópago donde estarà

colocada la “virtud” para homenajearla y hacerla objeto de fiesta ciudadana. Dijo

así el Libertador: “…Premios o coronas cívicas cada año a los ciudadanos que

más se hayan distinguido por rasgos eminentes de virtud y patriotismo, y despojar

de estos mismos premios a los que después de haberlos obtenido se hayan

hecho indignos de llevarlos”(78).

Lo paterno-filial se ha encarnado porque un héroe es un padre. Afirmé que

Carlyle gravitó en Angostura cuando el viento huracanado de la guerra instaló la

virtud hecha carne para unir las formas sociales en una especie de metafísica del

portento personal. Olvídense de clases sociales y de las masas populares en el

hacer histórico, ya que es el portento del individuo lo que vale para el destino.

Dijo Bolívar: “Declarar eminentemente virtuoso, héroe o grande hombre a los que

se hayan hecho dignos de tanta recompensa. Sin que haya precedido esta

declaratoria, el congreso no podrá decretar ni erigir ninguna estatua ni otros

78 . Ibíd. p. 54

97
monumentos públicos en memoria de nadie” ( 79). Vemos aquí que es el Areópago

quien valora a los hombres, los califica, los degrada también, los encumbra y los

rebaja. El Areópago es quien determina las entidades y los microcosmos; es quien

edifica la sociedad con estos entes para que la existencia se haga una escalera

por donde bien subir o por donde mal bajar. Bien bueno es este destino colectivo

monitoreado, nariceado, llevado al redil y encerrado tras el portón.

Es tal esta figura omniscientemente del Areópago, que Bolívar dijo:

Art. 5. Las obras morales y políticas, los papeles periódicos y cualesquiera


otros escritos están sujetos a su censura, que no será sino posterior a su
publicación. La política no le concierne sino en sus relaciones con la moral.
Su juicio recaerá sobre el aprecio o desprecio que merecen las obras, y se
extenderá a declarar si el autor es buen ciudadano, benemérito de la moral o
enemigo de ella, y como tal, digno o indigno de pertenecer a una República
virtuosa (80).

He aquí la implantación de una vigilancia que encajona la creatividad y la

divulgación de ideas dentro del estricto canon de la moral. Todo así está en tela

de juicio. Entonces pueden venir las fobias como expresión del poder. Te veo

Bolívar en la vigilancia sobre los mensajes, sobre las voces. El Poder se frota las

manos al vigilar desde arriba a aquel individuo arrinconado en nombre de lo

grande y de lo virtuoso, porque lo grande y lo virtuoso hacen una prisión; también

la trascendencia es una cadena.

Más claro lo dijo así el Libertador sobre las competencias del Areópago:
79.. Ibídem.

80 .Ibíd.

98
Art. 6o Su jurisdicción abraza no solamente lo que se escribe sobre moral
o concerniente a ella, sino también lo que se habla, se declama o se canta
en público, siempre para censurarlo y castigarlo con penas morales, jamás
para impedirlo. Art. 10o La cámara organizará la policía moral, nombrando
al efecto cuantos censores juzgue convenientes. Como una recompensa
de su celo y trabajo recibirá el honroso título de catón el censor que por
sus servicios y virtudes se hiciese digno de él. Art. 11o Cada año publicará
la cámara tablas estadísticas de las virtudes y de los vicios, para lo cual
todos los tribunales superiores e inferiores le presentarán cuentas exactas
y prolijas de todos los pleitos y causas criminales. También publicará cada
año listas comparativas de los hombres que se distinguen en el ejercicio
de las virtudes públicas o en la práctica de los vicios públicos ( 81).

Este sistema de perfecta inquisición puede ser para el pensamiento libre un

territorio seco y hostil donde el pueblo se decante y se decante. El Estado sabe

cómo querer a sus hijos, pero quizás esos hijos no saben cómo querer a su padre.

Doscientos años después, el sueño es aún más pedestre en Bolívar.

El Libertador persiste en su función de ingeniero de vidas y sociedades, y

para eso presenta una herramienta fundamental: la creación de un nuevo

ciudadano mediante la implantación del Estado docente, ubicando a esta figura en

el anexo del proyecto de constitución de Angostura donde hace presencia con más

sistematicidad (ya se asomó en la Constitución de 1811). Se trata de una

herramienta que derrumba las paredes de siglos de oscurantismo eclesiástico en

lo educativo. Como en la antigua Esparta, o como en la antigua Grecia, el Estado

debe asumir la responsabilidad de la construcción del ciudadano desde su tierna

niñez.

¿Tiene el Estado el derecho de esta rectoría educativa omnipresente, tal

como lo formuló Bolívar? La respuesta la da el Libertador al plantear que el interés

81. Ibíd.

99
supremo de la nación tiene como legítimo representante al Estado, por lo tanto

debe ser osado en ese rol y abarcador, sentar precedente y marcar su existencia

en todos los intersticios de la sociedad; y por ende, en lo vital debe enraizarse y

marcar su pauta, desarrollar sus premisas, imponer su luz. El Estado no puede ser

menos en su papel de configurador social del sujeto, que es lo que le corresponde

al dotarlo de sensibilidades, tanto como de cultura; al dotarlo de expresiones, tanto

como de ciencia; al aportarle fundamentos de la realidad, tanto como de códigos

de conducta.

Bolívar concibió que el Estado asuma la educación porque la Modernidad

lo obliga; si el Estado no asume la Educación, no hay nación moderna. Así lo

prefiguró el Libertador para una Ilustración que construye legiones de hombres

semejantes desde los arcanos de un matrimonio entre hombre y Estado. Se trata

de una unión cuyos abortos se multiplican cuando el compromiso del Estado es

ineficaz, ineficiente, desapegado de la realidad, basado en creencias, sin paisaje

interior, sin poesía científica, y al no tener sabia para constituir una existencia

sustentada en valores sobre la base de un ideario común como ADN nuevo que

sustituya al ADN de lo viejo y de lo arraigado.

Dijo Bolívar sobre la función educativa:

Sección Tercera
Art. 2o Siendo absolutamente indispensable la cooperación de las madres
para la educación de los niños en sus primeros años, y siendo estos los más
preciosos para infundirles las primeras ideas y los más expuestos por la
delicadeza de sus órganos, la cámara cuidará muy particularmente de
publicar y hacer comunes y vulgares en toda la República algunas
instrucciones breves y sencillas, acomodadas a la inteligencia de todas las
madres de familia sobre uno y otro objeto.
100
Art. 7o Pertenece exclusivamente a la cámara establecer, organizar y dirigir
las escuelas primarias, así de niños como de niñas, cuidando de que se les
enseñe a pronunciar, leer y escribir correctamente, las reglas más usuales de
la aritmética y los principios de la gramática, que se les inspire ideas y
sentimientos de honor y probidad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo,
respeto a los padres, a los ancianos, a los magistrados, y adhesión al
Gobierno (82.)

Se aprecia en este párrafo que Bolívar jerarquizó el papel de la madre en la

educación de los primeros años, primordialmente en alianza con el Estado, quien

debe capacitar a la progenitora mediante “instrucciones breves y sencillas”, cuyas

recomendaciones están contenidas en una especie de instructivo donde se

concibe que la madre es el pivote de la estimulación socializadora y garante

primordial de la formación de la nueva sociedad que nace desde lo más sensible.

He aquí un aporte de Bolívar con connotaciones de psicología social que

prácticamente no se ha divulgado en décadas y décadas de bibliografía

bolivariana extensa en cantidad, pero ubicada en lo militarista como misantropía

mesiánica que ha dejado de lado componentes como éste sobre la maternidad

educativa.

Y en el otro párrafo, se exige que el niño sea objeto desde la más tierna

edad de una estadolatría cuando Bolívar plantea “…que se les inspire ideas y

sentimientos de honor y probidad, amor a la patria, a las leyes y al trabajo, respeto

a los padres, a los ancianos, a los magistrados, y adhesión al Gobierno” ( 83). Es

decir, el niño no es inocencia, por lo tanto debe ser objeto del control político.

Desde niño, la persona no tendría un modo de pensar particular o personal, sino

82. Ibíd.

83 Ibíd.

101
un modo de pensar regido por el Estado, y que como vimos en la anterior

reflexión, se haría en alianza con la madre dicha gestación de influencia política e

ideológica estatizadora. De tal manera que el infante es una razón de Estado en el

contexto de erradicar estructuras culturales que deben ser suprimidas o arrasadas.

La labor primordial del Poder Moral en lo educativo es la eliminación de las

estructuras mentales derivadas del colonialismo para configurar un ciudadano bajo

el sol nada benigno de la estadolatría desde la infancia, y que no haya escape de

la norma patria. En la nueva república de Colombia, no se aparta a nadie del juego

político, así esté en pañales.

El futurismo de Bolívar dejó su más fiel representación propositiva en el

denominado Poder Moral. ¿Es utopía o distopía? Bolívar aquí hace su submarino

de cristal que se alza hasta la superficie para que todos podamos verlo y así emitir

cualquier juicio, sea sentencia, sea perdón, o es que sin Bolívar lo genes de la

nacionalidad no se atreverían a aparecer.

La efímera Gran Colombia

Desde el año de 1813, la Gran Colombia hace presencia en Venezuela con

un Bolívar que entró por Cúcuta durante su denominada “Campaña Admirable”;

pero al mismo tiempo en que asomaba su sueño unitario en medio del fragor del

combate, también se agudizaban las fuerzas del feudalismo y del localismo:

precisamente al resucitar ese año Venezuela, ese caudillo militar tan poco

benigno, como lo fue Santiago Mariño, le planteó al Libertador dividir el territorio

venezolano y que cada quien mandara en su lado (Bolívar en occidente y él en el

102
oriente de lo que era la Capitanía General de Venezuela), que cada quien hiciera

patria en su lado.

Bolívar le respondió así:


Si constituimos dos poderes independientes, uno en el Oriente y otro en el
Occidente, hacemos dos naciones distintas, que por su impotencia en
sostener su representación de tales, y mucho más de figurar entre las
otras, aparecerán ridículas. Apenas Venezuela unida con la Nueva Granada
podría formar una nación que inspire a las otras la decorosa consideración
que le es debida[…] Divididos seremos más débiles y menos respetados por
nuestros enemigos y por los países neutrales. La unión bajo un solo gobierno
nos fortalecerá y será productiva para todos [resaltado mío]” ( 84).

Desde ese año de 1813, Bolívar hizo palpable un sueño que marcará su

destino, será su grandeza y también su epitafio. Dijo el Libertador en carta al

feudal Mariño:

Este es el voto ahora de los venezolanos y granadinos, y en solicitud de esta


unión tan interesante a ambas regiones, los valientes hijos de Nueva
Granada han venido a liberar a Venezuela. Si unimos todos en una misma
nación, al paso que extinguimos el fomento de los disturbios, consolidamos
más nuestras fuerzas y facilitamos la mutua colaboración de los pueblos a
sostener su causa natural. Divididos, seremos más débiles, menos
respetados de los enemigos y neutrales. La unión bajo un solo gobierno
supremo hará nuestra fuerza, y nos hará formidables a todos ( 85).

Bolívar proclamó en el Congreso de Angostura la unión de los territorios de

la Capitanía General de Venezuela con los del virreinato de Nueva Granada. Esa

aspiración de Bolívar tenía rudimentarias expresiones en la guerra y en los

84. Simón Bolívar. Reflexiones Políticas(2.008). Recuperado de


https://books.google.co.ve/books?isbn=8498169658. p.37.

85 . García, I(2017) De 1819 a 1830. Todos fuimos colombianos. Recuperado de


http://www.seisgrados.com.ve/2017/04/1819-1830-todos-fuimos-colombianos/
103
campamentos, en la muerte en comunión de neogranadinos y venezolanos. La

gran Colombia se hacía en el campo de batalla; por eso es que en la medida de

que esos escenarios se fueron extinguiendo, la Gran Colombia se esfumaba. La

Gran Colombia falleció cuando la guerra contra España llegaba a su final. Es que

la Gran Colombia no fue un sueño civil, sino militar. Este sueño no tuvo un

nacimiento imprevisto en el imaginario del Libertador; también se fue cocinando en

el sufrimiento sobre el terreno desde 1813 cuando entró a Venezuela con su

contingente de neogranadinos que se enlazaron con los venezolanos en el campo

de batalla, simbolizando esa unión la muerte del neogranadino Atanassio Giradot

cuando alzaba el tricolor venezolano en la batalla de Bárbula en 1813, o el martirio

del neogranadino Ricaurte al inmolarse en la batalla de San Mateo en 1814.

Miranda

Pero también la Gran Colombia tuvo un antecedente de paternidad en otro

coloso internacional; se trata de Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez

Espinoza, el “Precursor”.

La naturaleza del sueño llamado la Gran Colombia estuvo enmarcada en lo

geopolítico para contrarrestar los poderes de Europa, resistir a los imperios del

Viejo Continente. Dijo así Bolívar en una proclama después del Congreso de

Angostura:

Las potencias extranjeras al presentaros constituidos sobre bases sólidas y


permanentes de extensión, populación y riqueza os reconocerán como
nación […] La intensión de mi vida ha sido una: la formación de la República

104
libre e independiente de Colombia […] Lo he alcanzado. Viva el Dios de
Colombia (86).

Ese plano geopolítico que era referenciado por el Libertador tuvo un

antecedente especial en las ideas de Sebastián Francisco de Miranda, el

Precursor de la Independencia y fundamental fuente de inspiración para Simón

Bolívar; aunque recordamos que nuestro Libertador sería responsable de su

captura y entrega a los españoles en aquella noche de traiciones del año 1812 en

la Guaira. Debe ser por este antecedente terrible en la vida del Padre de la Patria

que él nunca reconoció de Miranda su paternidad sobre las ideas geopolíticas que

sustentan su proyecto grancolombiano expuesto en el discurso de Angostura. El

Libertado no ha dejado para la posteridad ninguna constancia de reconocer a

Miranda como inspiración de la Gran Colombia.

Lo de la unión de los pueblos de América, es un tema de las primeras horas

revolucionarias en el continente, con un Miranda que fue uno de sus principales

expositores para ejercer una influencia temprana sobre una pléyade de

personalidades que serían protagonistas de la hora anticolonial. Bolívar

prontamente asumió este pensamiento mirandino, donde desde sus primeras

reflexiones dio señales de que sus ideas trascienden el terruño. Dijo Bolívar lo

siguiente en un artículo del Morning Chronicle, el 5 de septiembre de 1.810:

“El día […] no está lejos, en que los venezolanos […] alzarán
definitivamente la bandera de la independencia y declararán la guerra a
España. Tampoco descuidarán invitar a todos los pueblos de América a que

86. Simón Bolívar. Reflexiones políticas. Op.cit. p.160

105
se unan en confederación. Dichos pueblos […] seguirán presurosos el
ejemplo de Caracas (87).

Se ve entonces que nueve años antes de que el Libertador expusiera en

Angostura la necesidad de la unión de Venezuela y Nueva Granada, los ingleses

recibieron en su prensa la visión integracionista y futurista de este personaje

rebelde proveniente de tierras exóticas. Aprovecho esto para afirmar que el

cuestionar el eurocentrismo es un procedimiento ineficaz y estéril en el

pensamiento americano, viendo que Miranda y Bolívar son las figuras venezolanas

del siglo XIX más afines con Europa. No obstante, todavía persiste el pensar

nuestro nacionalismo al calor de cualquier cantina y de cualquier borrachera,

porque uno niega hasta la madre al beberse un licor piche. Que esta premisa nos

lleva a otros andurriales, es otra cosa. Miranda y Bolívar percibieron que sus

sueños, si querían concretarse, tenían que contar con Europa para enfrentar a la

propia Europa.

Ya por el año de 1798, el Precursor le presentó al Ministro inglés William

Pitt su proyecto de gobierno y de Constitución para las tierras de América que

dejarían de ser colonias del Imperio Español. Se trata de un texto denominado

“Proyecto de Constitución para las Colonias Hispanoamericanas”, un documento

que es el antecedente del proyecto presentado por Bolívar en Angostura. Esta

obra resumió años de viajes, aventuras, avatares, reflexiones y tormentos de

Miranda, que le dejó como resultado el diseño de un incanato hispanoamericano a

87. Salcedo, J(2017). Bolívar: un continente y un destino. Recuperado de


https://listindiario.com/puntos-de-vista/2017/10/.../simon-bolivar-libertador-e-integrador
p.145.
106
manera de Imperio cohesionador de un magno territorio como superior estatalidad

que impondría un orden común sobre exvirreinatos y excapitanías generales. Este

“incanato” fue descrito por Miranda como un sistema alterno al liberalismo y al

jacobinismo, sustentado en la figura de la “libertad racional” para servir de opción

multicultural ante esa democracia de la Modernidad y de la Ilustración, que nació

bastarda y llena de sangre. Por todo esto, Miranda es una verdad que sigue

siendo nueva; por todo esto, la Colombia del “Precursor” es geográfica al integrar

poderes y territorialidad, y es socio-étnica y es poder con las autonomías locales.

El proyecto mirandino es una forma de ciudadanía adelantada a su tiempo, que

cruza las fronteras de su época con su ropaje de antiguallas precolombinas.

La arquitectura de Estado en la Gran Colombia de Miranda tuvo una

concepción municipal y provincial. Se trató de un andamiaje de poder y de

gobierno basado en el Cabildo y en las Asambleas provinciales. Es decir, Miranda

concibió el Estado como un fluido de abajo hacia arriba, donde la autoridad y las

decisiones emanaran desde lo local. Predomina el participacionismo en la

estructura simbólica del proyecto mirandino, referenciado en la figura del Amauta,

que es un personaje deliberativo con facultad de “hombre libre” a lo quéchua.

También nos tiene Miranda la figura del “Curaca”, la voz de más experiencia para

influir en esa sociedad durante cinco años, y se complementa este andamiaje con

el Cuerpo legislativo del “Concilio Colombiano”, y de ahí a la “Cámara de

Caciques”, y de ahí al “Inca” como máxima figura de gobierno con magistratura

sagrada, y más abajo los “Cuestores” y los “Censores”.

107
Bolívar y Miranda unifican más sus ideas en lo relativo a la exigua pluralidad

social del entramado de poder, ya que en la estructura mirandina no se encuentra

la representación del pueblo oprimido por el coloniaje, porque Miranda sólo

plantea la elección “democrática” de figuras con bienes de fortuna. El “Precursor”

se hermana con el Libertador en su visión oligárquica y meritocrática; no cree en

las masas populares, no le tiene confianza; concibe que ese pueblo es la derrota y

que nunca dejará de ser una infancia irresponsable; y más irresponsable será el

que deja la construcción nacional sobre esas manos tan múltiples y que no

conocen el hacer, pero si están acostumbradas al deshacer. También de Miranda,

Simón Bolívar tomó su afinidad por los ingleses para el juego geopolítico con la

Independencia como eje central de una liberación tutelada en un juego de ajedrez

con una potencia imperial para contrarrestar a otra; y de Miranda, Bolívar también

tomó el modelo constitucional inglés y su parlamento, y ese presidente vitalicio de

Bolívar es el Inca mirandino. De esa imaginería mirandina, quizás tomó el

Libertador los principios de Estado fuerte, centralizado y unitario. En resumen,

Bolívar fue todo Miranda en pensamiento; por tal condición, murió por su

Colombia, falleció por Miranda. El peso de Colombia y de Miranda lo enfermó, lo

mató en Santa Marta. Pagó así Bolívar su crimen de 1812 en la Guaira.

Simón Bolívar es una criatura de Miranda en lo ideológico, en lo actitudinal,

en los sueños de una Gran Colombia. Esta relación espiritual, pero homicida,

entre Bolívar y Miranda es lo que hace a estas dos vidas unos pasos

desordenados sobre eso que tiene que ver con la ética. Bolívar y Miranda están

garrapateados, no son santos, se extravían y se caen. Sí, son padre e hijo cuando

108
el Libertador concreta la Gran Colombia en los campos de batalla como proyecto

imperial expansionista que casi se asemeja al de Napoleón, la otra inspiración

soterrada sobre el Libertador en sus similitudes de guerra y destrucción, de

desolación como adornos crueles en la Colombia de Miranda y de Simón Bolívar.

El nacer y muerte de Colombia, la grande

El 15 de febrero de 1819, Bolívar anunció la creación de la Gran Colombia

al integrar los territorios de Venezuela, Nueva Granada y Quito en una sola

entidad política, administrativa y militar dentro de una estrategia defensiva

concebida para garantizar la sobrevivencia de la independencia de los pueblos del

norte de Sudamérica ante enemigos comunes que asomaban sus cabezas en la

vieja Europa. Pero esa Gran Colombia nació con la piel flácida: después de

Angostura, vino el Congreso de Cúcuta, y allí otra vez la élite criolla y el patriciado

militarista fueron los grandes hegemones, porque los parlamentarios fueron

elegidos dentro del jefaturazgo militar bajo las órdenes de Bolívar; es decir, el

Congreso de Cúcuta fue más democrático que el de Angostura, pero bajo el grito

de ¡atención, firmes!; fue más democrático en tambores y botas militares, en sable

y bayoneta. En Cúcuta se ratificó lo de Angostura, pero, como dije antes, la tela

era débil y se deshilachaba en el debate entre federación y centralismo. Sin

embargo, se cumplió en ese momento lo que quiso el Libertador; los

parlamentarios, a la hora de deliberar, vieron hacia el retrato del héroe.

109
No obstante, en ese Congreso se implantó la semilla de la discordia porque

el neogranadino Francisco de Paula Santander quedó como Vicepresidente, o

más bien Presidente de facto debido a que el padre de la criatura andaba en la

guerra, en su elemento, detrás de la gloria en los campos de batalla, ésa que

perdería en los fríos pasillos de la conspiración de salón y de bufete.

En el momento cumbre de Simón Bolívar, en el instante de sus glorias

militares en Ecuador y el Perú, su invento imperial fue reconocido paulatinamente.

Ante el mundo había nacido otra potencia, más que otra nación. Sí, hubo una vez

un imperio llamado “Colombia”, como lo certificó el reconocimiento diplomático que

recibió de los EEUU, en 1822, y después el de Gran Bretaña, y hasta el Papa le

designó obispos. La “Colombia” de Simón Bolívar se hizo inquietud para Europa,

preocupación en los EEUU, angustia en el Brasil, derrota en España, y se hizo

todo eso porque así el mundo reconoció al Libertador como líder continental.

El Congreso de Angostura “coronó” a Bolívar, le puso el cetro y lo colocó

sobre la silla de un imperio que estaba en sus sueños, como estuvo en los de

Miranda, y reinó así el Libertador sobre su crimen y sobre los huesos del

Precursor, que fue calificado por él como traidor y responsable de la pérdida de la

1era república. Es así que el hijo entregó al padre; es así que su crimen es doble.

Si Bolívar no estuviera en ese cielo, donde todos lo tenemos, el más grande sería

Miranda.

Bolívar trató de extraer nuestros orígenes, que son nuestras verdades, para

imponer su ideal y hacerlo ver como nuestra raíz. A fin de cuentas, la mejor

110
manera de parir realidades es mediante el sueño, no distanciándose de él, como

muchos creen. Bolívar trabajó su sueño, lo demás es accesorio. En esa

elaboración, logró que Sudamérica se comportara como sujeto de la acción

histórica, y se plantara erguida e imponente ante Europa y EEUU.

Pero esa Colombia de Miranda y de Bolívar no tenía cabida en aquellos

tiempos; fue más bien un proyecto desfasado, fuera de época e inviable. En la

medida en que el ambiente épico fue perdiendo terreno ante las conspiraciones

política nacionalistas, en la medida en que a Bolívar ya no lo quisieron como

héroe, sus ideas se tornaron ficciones incómodas y lamentables. La Gran

Colombia del Libertador se hizo tan mala literatura, que se consideró una

palabreja que debía ser lanzada a la basura y al olvido. Su “yo” futurista no tuvo

cabida para un Santander ni para un Páez, y así el Libertador no se pudo inventar

más, no logró ni enmascararse más. Cuando Bolívar dejó de ser trepidante y

épico, murió su Gran Colombia.

Al enfriarse los campos de batalla, los políticos promovieron el asesinato de

una Gran Colombia que fue un sueño militarista. La endemoniada dialéctica entre

civiles y militares fue el ámbito donde se disolvió el sueño bolivariano. En la

medida en que los políticos de las naciones liberadas por la espada del Libertador

no necesitaban ya al gendarme salvador, las acciones para herir a la Gran

Colombia se intensificaron en aras de liberarse del hegemonismo de Bolívar y

resucitar las republiquetas ahogadas por el monumento de poder supranacional de

Libertador. En esa dialéctica se perfiló el Congreso de Cúcuta donde se abrieron

las heridas contra la Gran Colombia cuando el Senado vitalicio fue eliminado del

111
texto constitucional, lo que significó un atentado contra el militarismo que era como

atentar contra la Gran Colombia, un proyecto de cuartel.

La Gran Colombia entra en el patíbulo desde muy temprano a través de un

recorrido desgarrado que contradecía su naturaleza unionista, como lo fue su

guerra contra Perú, otra nación liberada por el ejército libertador, una ironía tan

bastarda que culminó con la batalla de Tarqui donde Antonio José de Sucre

derrotó al ejército del antiguo incanato, el que no quiso someterse al poder de

Bolívar. Esta contienda estaría entre las primeras de otros eventos bélicos entre

naciones suramericanas, unas carnicerías que fueron hasta más terribles que las

que se hicieron entre pueblos europeos porque allá se realizaron entre naciones

bien diferentes, y por acá se suscitaron entre naciones hermanas, nacidas de la

misma espada.

Y después de esta contradicción de guerra fratricida, acompañada de una

faraónica aspiración bolivariana de invadir Cuba y Puerto Rico, se intensificó la

lucha por el poder con forma de disgregación, de fragmentación. En 1826, la

Venezuela que nunca aceptó el rol de segundona, a la sombra de Nueva Granada

dentro del imperio bolivariano, abrió las puertas a la ruptura de una manera

contundente e hiriente. Como la historia oficial de Venezuela es una “ciencia” que

no es libre y es temerosa, para mi es grato reafirmar la soledad de mi reflexión al

decir que este país tuvo un segundo parto como nación con el movimiento

denominado “la Cosiata”, un proceso político cuya finalidad fue sacudirse a esa

Colombia que atormentaba el nacionalismo venezolano, que imponía odiosas

restricciones y hería a una venezolanidad con forma propia en verdadera

112
soberanía. No obstante, hoy se sigue hablando de traición al colocar bajo el juicio

de la Historia a “la Cosiata”. Por eso es que mientras exista este tipo de

interpretaciones de nuestro pasado, somos un pueblo que sólo se alimenta de

narraciones precoces sobre lo que hemos sido, sobre lo que somos. En la Cosiata

también están nuestras huellas. Si los caminos de la Gran Colombia se separan a

partir de La Cosiata, entonces es normal nuestra confusión y vergüenza ante otras

voces. La verdad no es una metáfora que pueda servir para ocultarse, así el

pasado se torne tenso, como debe ser.

Después, en esa caída libre del edificio grancolombiano, vino la otra

desbocada idea del Libertador, siempre en sus ansias de consolidar el poder total

en su figura; me refiero a la Constitución del recién creado país de Bolivia donde

se encuentra la gota que derramó el vaso de la discordia; me refiero a la figura de

la “presidencia vitalicia”, la que provocó que la Gran Colombia se incendiara por

todos lados. La Presidencia vitalicia alentó la rebelión contra el Libertador y contra

su sistema político. Ya está bueno de negar el cesarismo de Bolívar, si hasta

constitución fue. Entonces explotó todo lo acumulado: la lucha entre civiles y

militares, la pelea entre centralismo y federación, y ahora los demonios que se

desataron con el Libertador asomando su presidencia vitalicia, la que derivó en la

conspiración para asesinar al que en las calles de Bogotá denominaban “tirano”.

Bolívar asumió después la dictadura pura y simple, cuyo efecto más

dramático fue la noche del 25 de septiembre del año 1828 cuando salvó la vida de

milagro en un funesto intento de magnicidio, el que pudiera haber sido el más

horroroso en tierra americana hasta la fecha, y vean que en lo inmediato vino la

113
tragedia homicida sobre el Mariscal Sucre. Claro que sí; se trata de esa tradición

donde la revolución se come a sus padres. Finalmente, el Libertador renunció a

todo poder cuando en Venezuela se instalaba una convención separatista que le

entregaría el mando de la república autónoma y soberana a Páez.

Así finalizó el sueño férreo de una suprema voluntad política sobre parte de

América. La rudeza política que acompañó el final de la Gran Colombia se expresó

con actos de desafío hacia el poder pontificio de Bolívar. La catedral se derrumbó

con la caída del sumo sacerdote que ya no daba sus misas sobre campos de

batalla, él único lugar donde adquiría su santidad. Es así que todo se vino abajo

por la ambición centralizadora del Libertador y cuando su espada se enfrió.

Santander y Páez romperían las cadenas de Angostura y de Cúcuta, y el

centralismo del Libertador desapareció con la fuerza de un entorno que se llamó

política. Tremenda derrota le impondría Santander y Páez al sueño bolivariano;

aunque, de manera irónica, los pueblos no se identificaron con Santander ni con

Páez. Ellos lograron el poder nacionalista, destrozaron la Gran Colombia e

impusieron los estados nacionales, y por tales éxitos podemos ubicarlos como los

más decididos fundadores de la nacionalidad colombiana y venezolana, más que

Bolívar, ratifico. Pero, a pesar de esas paternidades nacionalistas, quedaron como

una oscurana. Ellos derrotaron a Simón Bolívar cuando asesinaron su Gran

Colombia; sin embargo, quedaron como personajes traumáticos, ¡qué ironía! Toda

la luz empática de la historia se la lleva el Libertador, a pesar de su derrota.

Este recorrido reflexivo sobre la gran Colombia bolivariana nos deja la

referencia aleccionadora de que hasta las grandes ambiciones que orquestan

114
sistema de poderes imponentes, sustentados en liderazgos casi que invencibles,

llenos de atributos y recursos, también pueden ser derrotadas y humilladas por el

feudo de los vasallos, por las prebendas míseras, por el caudillaje cuyo séquito es

la pasión pequeña de los que sólo quieren botín, no gloria.

Quiero recalcar que si el Libertador no hubiese impuesto ese faraónico

sueño imperial de la Gran Colombia en Angostura, el 15 de febrero de 1819, estoy

seguro que hubiese fallecido tranquilo, poderoso, sereno y lleno de años y de

adulaciones. Pero no, su Colombia evitó que muriera como un vulgar ser humano.

Es decir, no murió; más bien su fracaso lo eternizó. El Libertador se convirtió en la

divinidad del error en Latinoamérica.

La Gran Colombia fue un ideal del Libertador, y antes, de Miranda; pero

nadie más la aclamó, nadie la necesitó. Ella sólo estuvo en la mente del Precursor

y de Simón Bolívar, en sus maquinaciones. Bolívar dijo: “La reunión de la Nueva

Granada y Venezuela ha sido el voto unánime de los pueblos y gobiernos de estas

repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos

los colombianos; de hecho estamos incorporados” ( 88). Mayor desfachatez del

Libertador. Los pueblos de América no querían unión, sino tierras para matar su

hambre ancestral, más nada. Los pueblos no querían estar juntos. La unión

colombiana no fue deseada por los pueblos de Venezuela ni de Nueva Granada.

¿Quién dijo que venezolanos y neogranadinos se querían juntos? Y así como ayer,

hoy nadie quiere la unión.

88. Pereira. Op. Cit. p.115

115
La gran Colombia no puede ser tratada con afectación, aunque no hay que

negar que fue pomposo en su delirio. Bolívar dijo así: “La reunión de la Nueva

Granada y Venezuela es el ardiente voto de todos los ciudadanos sensatos y de

cuantos extranjeros aman y protegen la causa americana” ( 89). Se recuerda

entonces que la Colombia de Bolívar fue un esfuerzo imaginativo en hacer de

muchas naciones una sola nación; por ende, también significó concentración de

males, acumulación de pecados, integración de todas las taras de los pueblos en

un solo haz de maldad. La Gran Colombia fue como un espejo macro de cada

terruño, de cada aldea, de cada villorrio.

Vino después la oscuridad y la ignorancia. Ni siquiera en estos tiempos, en

que todo se indaga, se han visto iniciativas sistemáticas y osadas para revisar ese

extraño megapaís que fue creado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819. En

todos estos años, la Gran Colombia sólo ha estado presa en la retórica unionista

como un slogan; no ha merecido ni siquiera la atención de los francotiradores de la

Historia, los que apuntan y matan a próceres, batallas, hazañas y pasiones del

pasado, y que utilizan los despojos para ganar poder, consolidar poder o

terminarlo. Nadie, ni ayer, ni hoy, ha querido pisar esa alfombra tan metafórica.

También es cierto que Bolívar pasó a otra dimensión con la Gran Colombia,

se hizo Dios. Para aquellos que hablan de que lo peor ha sido divinizar al

Libertador, convertirlo en deidad, les pregunto, ¿quién lo llevó al Olimpo?; ¿Bolívar

se volvió un dios porque así lo quisieron los pueblos de América? Nadie convirtió

a Bolívar en dios; él mismo se hizo deidad, y se hizo con la Gran Colombia. El

89. Ibídem.

116
libertador hizo una criatura a su imagen, y eso sólo está en la Biblia. Si el

Libertador no tuviera su Colombia, no hubiera ido a los cielos.

CONCLUSIONES

He querido con estas reflexiones ver el pasado con lentes más descarnados

para apreciar la personalidad política del Libertador e interpretar nuestro presente

como nación tan compleja, irascible, inestable y mitómana; dicha valoración la

hago como entendimiento de lo que viene, para medio sospechar como será

nuestro futuro.

El orgullo nacional venezolano ha sido elaborado mediante una

construcción cultural colectiva, pasional e irreflexiva en el culto a Bolívar,

tratándose de una religión eficiente en eso de ocultar las impudicias desnudas con

fines políticos elitescos que tuvo el Libertador en sus propósitos que determinaron

el fusilamiento de Piar y que se desarrollaron en el discurso del Congreso de

Angostura. Por tal condición, mi desmitificación se ha centrado en ver a Bolívar en

su autoritarismo como manejo del poder y como fundamento de su modelo de

Estado centralizado y pro imperial.

Con Piar, vemos al bolivarianismo en plena integridad, en plena amalgama,

sin distorsiones ni rupturas internas, construyendo el “nosotros” o el “yo soy”

desde la imagen del fusilamiento como producto de la labor como casta

aristocrática de un Bolívar mantuano que obliga a identificar a los venezolanos

como hijos de la discriminación, así lo neguemos o lo ocultemos, o lo difamemos

117
en la inmensa retórica bolivariana sobre una república que en este siglo XXI vive

bajo ínfulas totalitarias, donde todos mienten al decir que somos un gran pueblo;

pero no lo somos, y eso no nos hace inferiores; al contrario, nos hace un país

peligroso.

Quizás para este tiempo es bueno liquidarnos a nosotros mismos y arrancar

nuestra naturaleza, que es muy del siglo XIX. Quizás lo insignificante de lo que es

ser venezolano sea lo más importante para estos tiempos, porque lo grande es un

disfraz de la crueldad. Desde esa perspectiva, la guerra de Independencia, con

sus odios, traiciones, felonías, humillaciones y desprecios, nos ha hecho todo un

“nosotros”, entendiendo que los sistemas de diferenciación social son para la

elevación y también para la represión directa o escondida. No importa lo que

queremos como pueblo, sino lo que podemos; desde el patíbulo de Piar, eso nos

dicta Bolívar.

Dijo el Teniente Coronel Fernando Galindo, el defensor de Piar en la trama

del juicio implacable que le fue impuesto, y que, a pesar de ser un antiguo

enemigo del curazoleño, hizo una elocuente defensa con argumentos como este:

“La suerte de los mortales es demasiado importante; y una condenación violenta e

injusta es el crimen más horrendo contra la sociedad” ( 90). Con estas palabras,

quien me esté leyendo no espere más para reconocer su historia y naturaleza. No

envejezca con los espejismos; no escuche más los mensajes cansones y de

siempre. Vuélvase impaciente, salga ya de las tardanzas del culto a Bolívar.

90 T. acosta. Ob.cit. p.109.

118
Y en relación a su principal texto político, el discurso de Angostura, en él se

encuentra un liderazgo que procuró la perfección social sobre las ruinas por donde

circulaba el carro de combate. Bolívar, en el discurso de Angostura, demostró que

fue fiel a sus ideales; nunca fue ambiguo, ni tuvo medias tintas en su desarrollo

expresivo; en tal sentido, dicho texto nos es útil para dimensionar profusamente la

sociedad venezolana desde la trayectoria del voluntarismo político bolivariano; nos

es útil para no ser clementes con el culto a Bolívar, quien es el principal

responsable de su divinización, la que comenzó hace doscientos años en

Angostura. Esta falta de piedad con Simón Bolívar se puede ejecutar leyendo con

franqueza éste que es su discurso más importante, y así intimar con él y aplaudirlo

porque pretendió destrozar la utopía igualitaria que significaba una diosa razón

enfermiza y generadora del caos y la regresión.

Sí, la Historia afecta el comportamiento de este país entero. La Historia y

sus personajes impregnan la piel de cada venezolano. Desde esta premisa, el

bolivarianismo ha sido una urgencia absoluta en nosotros, algo que nos han

impuesto las élites de ayer y de hoy con sus imposturas militaristas y con su

decálogo bolivariano. No me importa que se alarmen con estas palabras los que

han utilizado a Simón Bolívar como divinidad impoluta, tal como surgió su efigie en

aquel discurso de Angostura cuya forma desenmascara el mixtificado

maniqueísmo de la propaganda oficial que se hace pasar por disciplina histórica.

Por tal condición, es necesario que se aticen las llamas del pasado bolivariano.

Que no nos incomode la luz

119
120
121
122

También podría gustarte