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DE POESÍA

(A propósito de una obra)

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Nicolás Heredia, autor cubano de indiscutible valer y fama, ha escri-


to y publicado un libro dedicado a señalar la parte que en la poesía
castellana desempeña la sensibilidad, entendiendo por sensibilidad el
sentimiento, la intimidad lírica, la personalidad subjetiva. La obra es,
además de una de las más completas entre las escritas sobre la poesía
española, la primera que estudia detenidamente el asunto, que a la
verdad, se presta a muchas reflexiones.
Del conjunto se desprende que el agente menos activo en la líri-
ca castellana es el sentimiento o sensibilidad, y ésta es una verdad
aceptada por todos los mejores criticos españoles, aunque todavía por
ninguno de ellos tratada in extenso. Sabido es que, en el rico caudal
literario de los Siglos de Oro de España, por excepción se encuentran
versos verdaderamente sentidos, como los de Garcilaso, y que des-
pués de esta época, tampoco se encuentra en el país poeta lírico sen-
sible hasta el presente siglo al cual pertenecen Espronceda y Béc-
quer l , -poetas los de mayor intensidad sentimental que hasta ahora ha
producido la patria de Cervantes y Quevedo-, pero que sin embargo
no bastan a dar predominio al sentimiento en la lírica contemporánea,
puesto que los otros, como Zorrilla, Núñez de Arce, Campoamor, más
fecundos que ellos y por algunos respectos superiores, pocas veces
tienden hacia lo sentimental.
La inactividad de esta facultad, de este agente poético principalí-
simo, la explica Heredia, -<:on copia de datos y a mi ver, acertada-
mente, sí con alguna exageración- por las especiales condiciones ét-
nicas, psicológicas y sociales del pueblo español, cuyo carácter, por
caso no común, ha persistido casi uniforme a través de los siglos.

1 Don Federico Balart, que en estos últimos años se ha dado a conocer como poeta, y de los
buenos, es eminentemente subjetivo, sentimental, pero Heredia no 10 incluye en su estudio.

3
4 PEDRO HENRÍQUFZ UREÑA

Pero la obra de Heredia da margen a consideraciones que se sa-


len del terreno en que él ha pisado, como la que sugiere el estudio de
las relaciones que existen entre la poesía castellana peninsular y la
poesía hispanoamericana, que en este siglo ha florecido mucho y ha
aventajado a su maestra. Esta es empresa ardua, porque la poesía
americana es campo vasto y poco trillado que el que quiera recorrer
necesita desbastar y limpiar por sí propio.
Empero, basta echar una ojeada sobre la literatura del Nuevo
Mundo, y hasta sobre cualquier literatura nacional, como la nuestra
que sólo es una parte de la del continente, para comprobar la diferen-
cia esencial que presentan los aspectos internos de la poesía en unos
y otros pueblos, mientras que sus formas se parecen generalmente.
En la lírica americana domina el sentimiento, delicado o ardien-
te, la sensibilidad que es rara en la española; y también hace gran pa-
pel el sentimiento de la naturaleza, escaso en los peninsulares. Así, te-
nemos poetas sentimentales y descriptivos de todos los matices. El
poder imaginativo, la fantasía, acaso es tan grande en unos como en
otros, pero en los americanos cuadra mejor casi siempre. Por último,
la poesía de ideas, filosófica, y la poesía política, que es en la que ma-
yor grado de calor han desarrollado los españoles, son los géneros en
que menos ventajosamente compiten los americanos, sin que por eso
nos falten en ellos poetas verdaderamente notables.
Pero otra virtud tiene la poesía americana que falta en la espafio-
la y es el espíritu de asimilación, el cosmopolitismo, que, ahora sobre
todo, domina en nuestras letras. Los españoles tienden a permanecer
dentro de su antiguo círculo, franqueándose poco a la civilización
moderna, y al contrario, América abre sus puertas a todo lo extranje-
ro. Por eso en nuestro continente hay poetas, y de los primeros, que
han imitado sabiamente escuelas contemporáneas que en España ca-
si no tienen adeptos.
Todas esas divergencias, y otras muchas, se notan al comparar una
literatura con otra. Pero el estudio detenido de esta materia es harto di-
fícil y largo, y puede ocupar un libro tan extenso como el de Heredia,
y aún mayor. Labor es que aún aguarda las fuerzas vigorosas de inte-
ligencias americanas que la acometan con saber y paciencia.

Noviembre 15 de 1900

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