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Resumen del libro “El Arbol del

Conocimiento”
Resumen del Libro “El Arbol del Conocimiento”
Maturana, Humberto y Varela, Francisco. (1984). El árbol del conocimiento. Editorial Debate,
Madrid, 1996.
Maturana, H. and Varela, F. (1987). The Tree of Knowledge.
Shambala, Boston.
Resumen de Sonia Sescovich
Les ofrezco este resumen por varias razones. En primer lugar porque el aporte que estos biólogos
chilenos han hecho a la teoría del conocimiento es vital para aproximarse a una concepción
moderna de este proceso. En segundo lugar, por una razón de carácter ético: esta teoría
constituye un fundamento tremendamente sólido para entender porqué la tolerancia es un
elemento clave para la sana convivencia humana: porque la esquiva verdad absoluta no existe más
que como un recurso de los humanos. En tercer lugar, porque todo el libro ofrece una mirada
inédita a las explicaciones, tan buscadas, de cómo fue que el ser humano llegó a hablar y a
pensar. En cuarto lugar, manejar esta teoría ayuda enormemente a entender el comportamiento
humano, tema central de esta página. Por último, porque es un libro difícil de leer; yo tuve que
hacerlo más de una vez para poder, finalmente, hacer el resumen que les ofrezco. Pido disculpas a
los autores si en algo transgredí la teoría de la que son dueños. Pero pienso que es muy importante
para quienes desean profundizar el fenómeno del comportamiento humano acceder al
pensamiento de estos dos biólogos. El resumen está hecho, obviamente, desde la perspectiva de
dicho tema. Por lo tanto los énfasis y la selección de las ideas centrales tiene esa perspectiva.
“El árbol del conocimiento” fue publicado por primera vez en castellano en 1984 (y en 1987 en
inglés) por dos biólogos chilenos, Humberto Maturana y Francisco Varela. En el libro ellos
desarrollan su teoría de la autopoiesis que ya habían publicado (1980) en la obra de habla inglesa
“Autopoiesis the realization of the living”. La teoría de la autopoiesis se apoya en la teoría
cibernética de autores como Wiener, Ashby y von Foesters, teoría de la que Maturana y Varela son
considerados miembros de segunda generación. Conceptos como el de autopoiesis, clausura
operacional y acoplamiento estructural son aportes de estos dos autores a la cibernética moderna.
Una cita central del libro refleja muy bien una de las nociones centrales del libro y es adecuada,
creo para presentar el resumen.
“Nosotros tendemos a vivir un mundo de certidumbres, de solidez perceptual indisputada, donde
nuestras convicciones prueban que las cosas sólo son de la manera que las vemos, y que lo que nos
parece cierto no puede tener otra alternativa. Es nuestra situación cotidiana, nuestra condición
cultural, nuestro modo corriente de ser humanos. Pues bien, todo este libro puede ser visto como
una invitación a suspender nuestro hábito de caer en la tentación de la certidumbre. (…) toda
experiencia cognoscitiva involucra al que conoce de una manera personal, enraizada en su
estructura biológica, donde toda experiencia de certidumbre es un fenómeno individual ciego al
acto cognoscitivo del otro, en una soledad que sólo se trasciende en un mundo que se crea con
él.”
Maturana y Varela
RESUMEN
Los autores inician su análisis especificando el criterio para definir cuándo una explicación
científica es válida; dicho criterio deriva de la naturaleza misma de la explicación: una proposición
que reformula (o re-crea) las observaciones de un fenómeno en un sistema de conceptos
aceptables (o aceptados) para un grupo de personas que comparten un criterio de validación
(consenso). La explicación es científica (y no religiosa, mágica, etc) si satisface 4 condiciones:

 Describe el fenómeno a explicar de una manera aceptable para la comunidad de


observadores.
 Propone un sistema conceptual capaz de generar el fenómeno a explicar (explicación
generativa) de una manera aceptable para la comunidad de observadores.
 Permite deducir a partir de dicho sistema conceptual, otros fenómenos no considerados
explícitamente en la proposición original.
 Permite la observación de dichos fenómenos.

Introducción
Toda experiencia cognitiva involucra al que conoce de una manera personal, a toda su estructura
biológica individual, de manera que su propio acto cognitivo es ciego al acto cognitivo del otro, en
una soledad que sólo se trasciende en el mundo que él genera con el otro, y no en el mundo
“objetivo”, es decir, en el mundo que existe fuera de ellos. En otras palabras, no percibimos el
mundo que está fuera de nosotros sino que vivimos ese mundo en nuestro propio espacio que
generamos al actuar, al hacer cosas en ese mundo: no vemos el espacio del mundo sino que
vivimos nuestro espacio visual; no vemos los colores del mundo sino que vivimos nuestro propio
espacio cromático. Los autores no niegan que estemos en un mundo “real”. Lo que postulan es que
no podemos separar ese mundo de nuestra historia de acciones, tanto biológicas como sociales, en
él. En el acto o acción de conocer, no podemos separar ese mundo real de la forma cómo ese
mundo se nos aparece a cada uno de nosotros.
El conocer cuál es el proceso a través del cual conocemos -objetivo central de este libro- resulta
tradicionalmente elusivo para nuestra cultura occidental, centrada como está en la acción y no en
la reflexión. En nuestra cultura, nuestra vida es, en general, ciega a sí misma. El no saber cómo se
constituye nuestro mundo de experiencias -que es lo más cercano que existe a nuestra existencia-
es quizás el peor de los escándalos de nuestra cultura.
Nuestro conocimiento no es un reflejo de mundo absoluto. Existe una continuidad entre lo social,
lo humano y su sustrato biológico. Hay una inseparabilidad entre nuestro ser, nuestro hacer y
nuestro conocer que hace que este conocer no es “en sí” sino que es producto de nuestro ser y
quehacer. Es el resultado de la continuidad entre la acción y la experiencia, continuidad que no
sólo se da en relación con el mundo que nos rodea, en el plano puramente físico, sino que también
se da en el plano del lenguaje y de la reflexión; y el lenguaje es nuestra peculiar forma de ser
humanos y de estar en el hacer humano. Es por ello que el lenguaje es nuestro punto de partida,
nuestro instrumento cognitivo.
La Organización De Lo Vivo
Nuestro punto de partida es que todo conocer depende de la estructura del que conoce. ¿Cuáles
son sus raíces para que esto opere así?. El primer paso será entender porqué “conocer es hacer”;
porqué esta afirmación está enraizada en la manera misma del ser vivo, en su organización como
tal. Es decir, el conocer no sólo se fundamenta en el sistema nervioso sino que sus procesos
comprometen al ser vivo como totalidad. Por eso, el primer paso es entender la organización de
“lo vivo”.
La organización de algo es aquel conjunto de relaciones que tienen que darse para que ese algo
sea lo que es y no otra cosa (identidad). Por estructura entendemos a los componentes (y las
relaciones entre ellos) que constituyen la unidad cuando dicha unidad está realizando su
organización. Para identificar ese algo apelamos al acto de distinguir, de hacer distinciones:

 El acto de distinguir es aquel acto de señalar un ente, objeto, cosa o unidad y, al


señalarlo, lo separamos del fondo, contexto, realidad en el cual se observa.
 Inversamente, una unidad, un algo, un objeto, etc queda definido por un acto de
distinción.
 Es la operación de distinción la que define y hace que ese algo sea lo que es. Y,
obviamente, la distinción la hacemos nosotros, en el lenguaje. Por eso decimos que
nosotros definimos, estructuramos la realidad a través del lenguaje.

Veamos ahora que pasa cuando ese algo que queremos definir es un ser vivo. Es decir, cual es la
organización del ser vivo, cuáles son aquellas relaciones que hacen que un algo sea un ser vivo.
Nuestra proposición es que “los seres vivos se caracterizan porque, literalmente, se producen
continuamente a sí mismos” y esto es lo que denominamos una “organización autopoyética”. En
lo fundamental, la organización autopoyética queda definida por las siguientes relaciones:
1.- Sus componentes (estructura) están continua y dinámicamente relacionados por una red
de interacciones y transformaciones químicas que hoy conocemos como metabolismo celular.
2.- Lo peculiar del metabolismo celular, a diferencia de otros procesos, es que algunos de
sus componentes configuran un borde (o membrana) el cual es un límite para la red de
transformaciones químicas posibles en su interior. Pero lo peculiar del metabolismo celular es que
esos componentes que constituyen el borde no sólo limitan las transformaciones, también
participan de ellas; en otras palabras, la membrana, operacionalmente, es parte del interior de la
célula.
3.- La arquitectura interior y la dinámica de la célula, son las dos caras de un mismo
fenómeno de autoproducción; es, en definitiva, lo que permite la organización autopoyética.
4.- Así, lo propio de un sistema autopoyético es que levanta sus propias barreras para
distinguirse del fondo, contexto o todo en el cual está inmerso, pero esto lo hace a partir de su
propia dinámica interna; ambas cosas, borde y dinámica, son inseparables.
5.- Lo que distingue a un ser vivo de uno que no lo es, en definitiva, es su organización
autopoyética. Entre sí, los seres vivos se pueden distinguir porque pueden presentar distintas
estructuras; pero su organización es esencialmente la misma: la autopoiesis.
Historia: Reproducción Y Herencia
La dinámica de cualquier sistema, en el presente, puede ser explicada mostrando las relaciones
entre sus componentes, y las regularidades en esas relaciones, hasta hacer evidente su
organización. Pero para comprenderlo más cabalmente, debemos ir más lejos. No sólo debemos
verlo como unidad operante en su sistema interno sino que debemos verlo también en su contexto
circundante con el cual su operar lo conecta. Tal comprensión requiere adoptar una cierta
distancia de observación. Ahora bien, ese contexto no es sólo físico, químico, etc. En el caso de los
sistemas que tienen historia, ese contexto abarca también los procesos que le dieron origen. Cada
vez que, en un sistema, un estado surge como modificación de un estado previo, estamos en
presencia de un fenómeno histórico.
Los seres vivos -y los sociales en particular- tenemos historia. Y esa historia se basa
fundamentalmente en un fenómeno: la reproducción. Somos lo que somos porque descendemos,
por reproducción, de nuestros antepasados humanos; pero también somos descendientes, por
reproducción, de la célula original que nos permitió transformarnos en organismos multicelulares.
En nuestra historia, entonces, la reproducción es esencial. Veamos cual es la naturaleza de este
proceso.
Para que haya reproducción tienen que darse dos condiciones básicas: unidad original y proceso
que la reproduce. Existen varios modos por medio de los cuales una unidad original puede generar
otras unidades:

 Réplica: mecanismo que en su operar puede generar repetidas unidades de la misma


clase. Pero estas unidades no constituyen entre ellas un sistema histórico. Ej. Yo puedo
reproducir millones de autos; pero lo que pase con cada uno de ellos después que alguien
lo compre no afecta a la fábrica que lo produjo.
 Copia: procedimiento de proyección para generar una unidad nueva idéntica a la original.
Si el modelo original se usa para hacer todas las copias, entre ellas no hay historia. Si cada
copia se saca de la anterior copia, sí hay historia.
 Reproducción: fractura de una unidad original que genera dos unidades o más de la misma
clase. Obviamente, no toda fractura permite la reproducción. Si fracturo una tiza, tendré
dos tizas, no idénticas, pero de la misma clase que la original. Si fracturo una radio, no
tendré dos radios. Para que una fractura genere la reproducción, la estructura de la
unidad original debe organizarse de manera distributiva y no compartimentalizada. Es
decir, los componentes de la organización deben distribuirse a lo largo y ancho de toda la
unidad original.

Lo central en el proceso reproductivo es que todo ocurre en la unidad como parte de ella y no
existe separación entre el sistema reproductor y el sistema reproducido.
La pregunta ahora es: ¿Qué pasa con las células? Si la fracturamos cuando está en estado de
interfase, es decir, cuando no está en estado reproductivo, no obtenemos dos células porque la
unidad original está compartimentada. En cambio durante el estado de mitosis, los procesos que
ocurren consisten en una descompartimentación celular con disolución de la membrana nuclear.
Esto permite la fractura de la célula y su reproducción. Pero también hay algo peculiar en este
proceso de fractura: es la propia dinámica autopoiética la responsable de hacer efectiva tal
fractura. Es decir, la célula se reproduce como resultado de su propia dinámica interna y sin
necesidad de que participe un agente externo. Es por ello que podemos concluir que la división
celular es un caso particular de reproducción que legítimamente podemos llamar auto-
reproducción. El resultado de la fractura reproductiva es la separación de dos unidades con la
misma organización sistémica pero con estructuras diferentes a las de la unidad original. Ello hace
que las nuevas unidades tengan tanto elementos idénticos de la unidad original (herencia) como
elementos distintos (variación reproductiva). El resultado es la variación estructural que hace que
cada nueva unidad comience su propia historia individual.
La Vida De Los Metacelulares
La ontogenia es el cambio estructural de una unidad sin que esta pierda su organización. Este
cambio estructural es continuo y se da en (dentro de) la unidad celular; y se da como
consecuencia, ya sea de su propia dinámica interna o por las interacciones con el medio,
interacciones que en todo momento la unidad clasifica según sea su estructura. En suma: los
cambios estructurales están definidos por la dinámica interna; el medio sólo los gatilla.
Cuando consideramos la ontogenia de dos unidades autopoyéticas, se produce la situación
de acoplamiento estructural. Esto significa lo siguiente: cada unidad será para la otra un gatillo
para sus cambios estructurales, es decir, una unidad no determinará ni instruirá los cambios de la
otra, sólo ayudará a gatillarlos, conjuntamente con todos los otros elementos del medio; la célula
que cambia recibe esos estímulos sin distinguir a la otra unidad autopoyética que los gatilló. La
unidad que cambia lo hace por su dinámica interna la que “lee” lo que el medio gatilla según su
propia estructura. El resultado del acoplamiento estructural entre dos unidades autopoyéticas es
que habrá una historia de mutuos cambios estructurales concordantes. Y esa historia perdurará
mientras las unidades no se desintegren.
El acoplamiento estructural al medio como condición de existencia abarca todas las dimensiones
de interacciones celulares, incluyendo las que se dan con otras células. Esto nos pone frente a la
interrogante de lo que sucede cuando hablamos de organismos metacelulares, los que
denominaremos unidades de segundo orden. La ontogenia de un organismo de segundo orden
estará determinada por las interacciones que éste especifique como unidad total, y no por las
interacciones individuales de las células componentes. Sin embargo, cada organismo metacelular
es el resultado de un proceso que parte de una sola célula o zigoto; es decir, es parte de un ciclo
en el cual hay necesariamente una etapa unicelular. Y la reproducción y las variaciones
reproductivas ocurren, precisamente, al pasar por la etapa unicelular. Esto nos permite concluir
que la multicelularidad no introduce un cambio cualitativo. Su gran novedad consiste más bien en
que hace posible muchas clases distintas de individuos, al hacer posible muchos linajes distintos,
producto del acoplamiento estructural ontogénico al medio. La riqueza y variedad de los seres
vivos se debe, justamente, a la aparición de la variante multicelular de los linajes celulares que
existen hasta hoy y de los cuales formamos parte. Independiente del tamaño y forma externa, en
todos los casos las etapas son las mismas: a partir de una célula inicial, el proceso de división y
diferenciación celular genera un individuo de segundo orden por el acoplamiento estructural entre
las células resultantes de esa división.
Con respecto a la organización de los metacelulares, la gran interrogante es: ¿son o no también
(esto es, al mismo tiempo) sistemas autopoyéticos de primer orden?. Esta pregunta no estamos en
condiciones de responderla. Pero no afecta nuestro hilo argumental central. Porque lo que sí
sabemos es que los metacelulares están compuestos por sistemas autopoyéticos de primer orden y
forman linajes a partir de la reproducción celular. Esta es condición suficiente para asegurarnos de
que todo lo que ocurre en ellos, como unidades autónomas, se da con conservación de la
autopoiesis de las células componentes y la conservación de su organización. Dicho de otra
manera, no podemos afirmar que los organismos de segundo orden sean sistemas autopoyéticos de
primer orden. Pero sí podemos afirmar que ellos poseen clausura operacional en su organización;
esto es, su identidad está especificada por una red de procesos dinámicos cuyos efectos no salen
de esa red. Lo que equivale a decir que, sean o no unidades autopoyéticas de primer orden, los
metacelulares funcionan como si lo fuesen. Por lo tanto, lo que se diga a continuación es válido
tanto para sistemas autopoyéticos de primer como segundo orden.
Sintetizando, hasta ahora hemos visto tres aspectos fundamentales de los seres vivos:

 Su identidad queda definida por la organización autopoyética que les es peculiar.


 La identidad autopoiética puede adquirir la complicación de la reproducción lo que le
permite generar una red histórica de linajes debido a la reproducción secuencial de
unidades.
 Los organismos metacelulares resultan del acoplamiento estructural de células
descendientes de una sola; por lo tanto los metacelulares son variaciones del mismo tema.

La deriva natural de los seres vivos


Ahora intentaremos comprender cómo se dio la evolución orgánica que ha conducido a la gran
variedad de seres vivos que hoy existen. Ello significa entender los mecanismos históricos de
transformación estructural. Sin comprender este tema, no hay comprensión del fenómeno del
conocer.
La historia de cambio estructural de un ser vivo es su ontogenia. En esta historia, todo ser vivo
parte con una estructura inicial y nace en un determinado medio. Dicho medio o contexto tiene, a
su vez, su propia dinámica estructural la que es operacionalmente distinta de la dinámica del ser
vivo. Este es un punto crucial. Como observadores, hemos distinguido al ser vivo de su medio
(trasfondo) y hemos caracterizado a ambos con una organización determinada. Con ello hemos
optado por distinguir dos estructuras que van a ser consideradas operacionalmente independientes
una de la otra -ser vivo y medio- y entre las cuales se da una congruencia estructural necesaria
(adaptación) o si no la unidad desaparece. Dada esa congruencia estructural, una perturbación del
medio no especifica (o instruye) cual será su efecto en el ser vivo; es este ser vivo, en su
estructura interna, el que determina cuáles serán sus efectos. De allí proviene el concepto que
utilizamos de “gatillar” un efecto: los cambios que resultan de la interacción entre el ser vivo y su
medio son desencadenados por el agente perturbador y determinados en su estructura por el ser
perturbado. Y lo mismo ocurre con el medio: el ser vivo puede ser la fuente de sus cambios pero
no los instruye o determina; eso lo hace su propia estructura interna. (El ser humano puede
impulsar cambios del medio pero lo que efectivamente ocurrirá en ese medio depende del
potencial estructural de ese medio). Todo este proceso, tan crucial, se da de la misma manera si
el medio es inerte o está formado por otros seres vivos.
Teniendo presente este mecanismo básico a través del cual opera el proceso de cambios, podemos
hablar de dos dominios o ámbitos en los cuales pueden operar las perturbaciones.

 Cambio de estado: cambios estructurales que puede sufrir una unidad sin que cambie su
organización, es decir, manteniendo su identidad de clase (sigue siendo lo que es).
 Cambios destructivos: las perturbaciones gatillan cambios estructurales que provocan
cambio en la organización.

Mientras una unidad no entre en interacción destructiva con su medio, nosotros como
observadores veremos que entre esa unidad y su medio existe compatibilidad. Mientras esa
compatibilidad se dé, medio y unidad actúan como fuente de mutuas perturbaciones gatillándose
mutuamente cambios de estado: este proceso lo designamos como acoplamiento estructural.
Cuando las perturbaciones producen cambios destructivos dicho acoplamiento llega a su fin. Todo
lo dicho es válido para cualquier sistema. Veamos ahora que es lo propio de los seres vivos.
Lo propio de los seres vivos es que el acoplamiento estructural se realiza en el marco de la
conservación de la autopoiesis (capacidad de producirse a si mismos) que los define.
Todo cambio en los seres vivos queda subordinado a la conservación de la autopoiesis, sea esta de
primer o segundo orden. Por lo tanto, todo cambio estructural en los seres vivos queda
necesariamente acotado por la conservación de la autopoiesis. Serán perturbaciones que gatillen
cambios de estado aquellas que sean compatibles con dicha conservación y serán interacciones
destructivas aquellas que no son compatibles. El continuo cambio estructural de los seres vivos -
con conservación de su autopoiesis- es el palpitar de toda la vida. Siendo este el mecanismo
básico del cambio en los seres vivos, veamos cómo se produce su evolución (o deriva natural,
término que utilizan los autores).
La deriva natural se produce siguiendo los cursos naturales que son posibles en cada etapa
histórica. Muchas veces no se producen grandes cambios en la apariencia de los organismos
(fenotipo) pero con muchas ramificaciones, según las relaciones organismo-medio que se
conserven. Ambos varían en forma independiente: los organismos vivos varían en cada etapa
reproductiva y el medio inerte con una dinámica distinta. Del encuentro de las dos variaciones
surge la diversificación y estabilización fenotípicas como resultado de la necesaria conservación
del acoplamiento estructural (adaptación al medio) y de la autopoiesis del ser vivo (si eso no
ocurre, la especie en cuestión desaparece como tal). Según el momento en que se produce el
encuentro organismo-medio habrá estabilización o diversificación fenotípica. Habrá estabilización
si el medio cambia lentamente y diversificación cuando lo hace abruptamente.
Una palabra sobre la selección natural como mecanismo evolutivo. Es un término peligroso y puede
ser engañoso. Un proceso de selección hace pensar en el acto de escoger voluntariamente entre
muchas alternativas. ¿Estaría el medio, a través de sus perturbaciones, escogiendo cuáles cambios
se dan? Definitivamente no. Es a la inversa. Desde el momento que tratamos con sistemas
determinados estructuralmente, hemos aclarado que el cambio depende de la estructura del ser
perturbado y no de la estructura del ente perturbador. Entonces, cuando hablamos de selección lo
hacemos en el sentido de que es el observador quién puede darse cuenta de que entre los muchos
cambios posibles, una perturbación determinada gatilló uno y no otro. Lo que determinó cuál fue
la perturbación que indujo el cambio fue la estructura interna del ser que cambió; y esa estructura
determinó que las otras perturbaciones no tuvieran efectos. Es interesante hacer notar que
Darwin, quién fue el primero en observar la relación entre variación generacional y acoplamiento
estructural (adaptación) señaló que “era como si” hubiese una selección natural y que el término
selección lo empleaba como metáfora. También es interesante hacer un alcance a otro concepto
que se utiliza al hablar de evolución: la sobrevivencia del más apto. Quién está mejor o peor
adaptado, es algo que no podemos responder. Sólo podemos saber lo que el observador ve y
concluye, haciendo comparaciones. Pero desde el punto de vista de los seres que están
evolucionando, sólo podemos afirmar que existen los que están adaptados (y ergo sobreviven) y los
que no están adaptados (y ergo desaparecen).
Resumiendo, la evolución es el resultado de la deriva natural y esta se produce por la invariancia
de la autopoiesis y de la adaptación (acoplamiento estructural). No es necesaria una
direccionalidad externa para generar la diversidad y complementariedad entre los organismos y el
medio. Más bien la evolución se parece al trabajo de un escultor que reúne, un hilo aquí, una lata
allá, un trozo de madera y los une de la manera como su estructura y circunstancia se lo permiten,
sin otra razón que el poder unirlos. La evolución no es producto de un diseño sino del proceso que
llamamos deriva natural. Se produce el organismo que se puede producir, sin otra ley que la
conservación de una identidad y la capacidad de reproducción. Esto es lo que nos interconecta a
todos en la esencia: a la rosa, al camarón de río y al ejecutivo de Santiago.
Dominios Conductuales
Veamos, ahora, cómo podemos entender un dominio conductual en todas sus posibles
dimensiones. Partiremos recordando que sólo podemos generar una explicación científica en la
medida que tratemos el fenómeno que nos interesa como resultante del operar de un sistema
determinado estructuralmente. Por otro lado, cuando lo que deseamos explicar es un ser vivo (con
o sin sistema nervioso), hay que considerar que este opera siempre en su presente estructural: el
pasado y el futuro son sólo dimensiones valiosas para el observador pero no entran como tales en
el operar del organismo en su presente de cada momento. Veamos qué pasa si se trata de seres
vivos con sistema nervioso. La visión más popular hoy en día es que el sistema nervioso es un
instrumento mediante el cual el organismo obtiene información del ambiente que luego utiliza
para construir una representación del mundo que le permite computar una conducta adecuada
para sobrevivir el ese mundo. Asumir esto significa asumir que el medio especifica en el sistema
nervioso las características que le son propias, y que éste las utiliza para generar comportamientos
(como si usáramos un mapa para trazar un camino). Sin embargo, hemos demostrado que el
sistema nervioso no opera así. Por el contrario, opera con determinación estructural propia. Por lo
tanto el medio no puede especificar los cambios que se operan en el sistema nervioso: solo puede
gatillarlos. Aquí, la gran pregunta que surge es la siguiente: si el sistema nervioso opera con
determinación estructural propia (y no del medio) ¿cómo es posible que el hombre tenga tanta
efectividad operacional, tanta capacidad de aprendizaje, adaptación y manipulación del mundo? Si
negamos la objetividad del mundo conocible ¿cómo es que no quedamos a merced del caos y de la
arbitrariedad?. Es como caminar al filo de una navaja. Hacia un lado hay una trampa: la
imposibilidad de comprender el fenómeno cognitivo si no hay un mundo “objetivo” que nos
“informe” de cómo opera. Hacia otro lado, otra trampa: el caos que surge de la ausencia de lo
“objetivo” en el ámbito del conocer.
La solución consiste, como siempre que se trata de una contradicción, en salirse del plano de
la oposición y cambiar la naturaleza de la pregunta pasando a un contexto más abarcador. Aquí
es, justamente, donde surge un elemento fundamental para comprender todo este fenómeno:
el observador.
Como observadores, vemos una unidad de dominios diferentes, según las distinciones que
hagamos: vemos un sistema operando en base a sus estados internos y cambios estructurales;
vemos un medio en el cual ocurre lo mismo; y vemos interacciones entre ambos. Ninguno de estos
tres dominios de descripción es problemático en sí y los tres son necesarios para comprender una
unidad. Es el observador quien, desde su perspectiva externa, los correlaciona. Es él quien
reconoce que la estructura interna de cada sistema determina sus interacciones al especificar
cuáles elementos del otro sistema pueden gatillar sus cambios estructurales internos. El problema
comienza cuando nos cambiamos de un dominio a otro y empezamos a exigir que la
correspondencia (adaptación o acoplamiento estructural) que nosotros vemos entre los dos
sistemas (ser vivo y medio) se haga parte o entre de hecho en el operar interno de cada uno de los
sistemas. Al mantener limpia nuestra contabilidad lógica, esta contradicción se disipa, nos
hacemos cargo de que estas son dos perspectivas y las relacionamos en un nivel o contexto más
abarcador el cual nosotros mismos, en tanto observadores, establecemos. Sólo de esta manera no
necesitamos recurrir a las representaciones para explicar el acoplamiento entre ser y medio.
En suma, la conducta no es algo que el ser vivo hace en sí. Lo que en él se dan son cambios de
estado interno. En la medida que dichos cambios dependen de su estructura interna, y ésta a su
vez de su historia de acoplamiento estructural con el medio, las conductas desplegadas son
necesariamente congruentes con el medio, sea cual sea el ser y el medio que estemos
describiendo. Por ello el que una conducta, en tanto configuración natural de movimiento,
aparezca como adecuada dependerá del ambiente en el cual la describamos. La conducta del los
seres vivos no es una invención del sistema nervioso, y no está exclusivamente asociada a él. Lo
que hace la presencia del sistema nervioso es expandir el dominio de posibles conductas al dotar
al organismo de una estructura tremendamente versátil y plástica.
Sistema Nervioso y Conocimiento
Veamos, ahora, de qué manera el sistema nervioso expande los dominios de interacción de un
organismo. Recordemos que la conducta no es una invención del sistema nervioso; es propia de
cualquier unidad que viva en un medio donde esa unidad especifica perturbaciones y mantiene su
organización como resultado de los cambios de estado que esas perturbaciones gatillan en su
estructura interna. Pero: ¿Qué es lo propio que aporta el sistema nervioso? No es otra cosa que la
particularidad de las conexiones e interacciones que las neuronas hacen posibles. Esa es la clave
del operar del sistema nervioso. Las influencias recíprocas que se dan entre neuronas son de
muchos tipos; la más conocida es una descarga eléctrica llamada axón. Pero no es la única.
También se dan interacciones a partir de substancias químicas. Lo concreto es que las neuronas se
conectan a otras neuronas -ya sea por medio de la electricidad o de substancias químicas- a través
de expansiones nerviosas conocidas como dendritas y terminales axónicos. Y los contactos que se
producen entre las neuronas es lo que conocemos como sinapsis. La sinapsis es el punto donde se
producen efectivamente las mutuas influencias de acoplamiento entre una neurona y otra. En
suma, la sinapsis constituye la estructura efectiva que permite al sistema nervioso la realización
de interacciones específicas entre grupos celulares distantes unos de otros. En breve, el sistema
neuronal se halla inserto en el organismo a través de múltiples conexiones con muchos tipos de
células, formando una red tal que entre la superficie sensorial y la motora siempre hay una red de
interconexiones neuronales, constituyendo en conjunto lo que denominamos sistema nervioso. Esta
arquitectura fundamental del sistema nervioso es universal, incluyendo desde la hidra hasta el ser
humano. Lo que varía de una especie a otra de seres vivos es el tipo de neuronas.
Este es, así, el mecanismo clave mediante el cual el sistema nervioso expande el dominio de
interacciones de un organismo: acopla las superficies sensoriales y motoras mediante una red de
neuronas cuya configuración puede ser muy variada. Mecanismo simple pero que ha permitido la
enorme diversificación de dominios conductuales. Pero es importante retener que, a pesar de esa
enorme diversidad conductual entre los seres vivos, sus sistemas nerviosos se diferencias sólo en
las configuraciones específicas de sus redes interneuronales. La arquitectura del sistema, es la
misma. Y parte esencial de esa arquitectura es lo que se denomina clausura operacional del
sistema nervioso.
Para que la organización del sistema nervioso se mantenga (si no se mantiene simplemente el ser
vivo deja de ser) es imprescindible que exista un mecanismo que conserve las constancias o
equilibrios internos cada vez que se produce un cambio en uno de sus elementos. Es decir, frente a
las perturbaciones que se producen a partir del medio, el sistema nervioso opera como una red
cerrada que permite recuperar el equilibrio entre sus componentes, o sea, mantener constantes
las relaciones entre elementos sensores y motores que son transitoriamente perturbadas por
estímulos provenientes desde afuera. Pero esta clausura operacional no impide que el sistema
nervioso sea, de todas maneras, un sistema en permanente cambio estructural. Un cambio que es
interno pero que se produce como efecto de las presiones del medio el cual obliga al ser vivo a
cambiar internamente para adaptarse a cualquier cambio producido en dicho medio. Es lo que le
da plasticidad al sistema nervioso. Esto nos permite entender las diferencias entre conductas
aprendidas e innatas. Son innatas aquellas conductas que se especifican con independencia de la
historia de interacciones entre el ser vivo y su medio. Y son aprendidas aquellas que se dan sólo
como producto de la historia de determinadas interacciones.
Resumiendo: el sistema nervioso participa en los fenómenos cognitivos de dos maneras
complementarias.

 En primer lugar, a través de la ampliación del dominio de estados posibles del organismo
que surge de la tremenda diversidad de configuraciones senso-motoras que el sistema
nervioso permite.
 En segundo lugar, abriendo para el organismo nuevas dimensiones de acoplamiento
estructural con el medio, al hacer posible EN el organismo la asociación de una diversidad
de estados internos con la diversidad de interacciones que éste puede establecer.

Cuando un organismo vivo se da un sistema nervioso tan rico y vasto como el del Hombre, sus
dominios de interacción permiten la generación de nuevos fenómenos al permitir nuevas
dimensiones de acoplamiento estructural. Esto es lo que permite el lenguaje y la autoconciencia
en el ser humano.
Los Fenómenos Sociales
Cuando se acoplan organismos con sistema nervioso se produce un fenómeno peculiar que
denominaremos acoplamientos de tercer orden. Y este tipo de acoplamiento, a su vez, genera otro
tipo especial de fenómeno que llamaremos fenómeno social. Esta fenomenología -la del fenómeno
social- se basa en que los organismos participantes satisfacen sus ontogenias individuales
fundamentalmente mediante sus acoplamientos mutuos en la red de interacciones recíprocas que
conforman al constituir las unidades de tercer orden. Cada vez que hay un fenómeno social hay un
acoplamiento estructural entre individuos; y nosotros, como observadores, podemos describir una
conducta de coordinación recíproca entre ellos. Esa coordinación conductual es lo que
denominamos comunicación la cual pasa a ser, entonces, el mutuo gatillado de conductas entre los
miembros de una unidad social. Dicho de otra manera, hay comunicación toda vez que hay
coordinación conductual en un dominio de acoplamiento estructural.
Según esta postura, entonces, la concepción de la comunicación como transferencia de
información no es verdadera porque supone una unidad no determinada estructuralmente que
establece interacciones instructivas (como si lo que le pasara a un sistema quedase determinado
por el agente perturbador). La situación de comunicación no se da así; por el contrario, cada
persona dice lo que dice u oye lo que oye, de acuerdo a su propia determinación estructural. Esto
significa que, desde el punto de vista del observador, hay ambigüedad en una interacción
comunicativa. La dinámica comunicacional permite que las conductas adquiridas ontogénicamente
en un medio social se vuelvan estables a través de generaciones. Y esas conductas estables es lo
que se denomina conductas culturales. Y estas conductas son, precisamente, las que permiten una
cierta invariancia de la historia de un grupo, que sobrevive a la historia de los individuos que lo
conforman.
Es importante precisar el paralelo entre organismos individuales y sociales. Los organismos en
tanto sistemas metacelulares tienen clausura operacional la cual se da en el acoplamiento
estructural de las células que lo componen; dicho acoplamiento se relaciona con la capacidad de
estabilizar las propiedades a través de las cuales se adaptan al medio. En los sistemas sociales
humanos la cosa es diferente. Si bien estos también tienen clausura operacional -la que se da en el
acoplamiento estructural entre sus componentes- los sistemas sociales también existen como
unidades para sus componentes, en el dominio el lenguaje; de allí que su estabilidad descansa en
el dominio lingüístico que constituyen. En otras palabras, el sistema social amplía la creatividad
individual de las unidades que lo conforman en cambio el organismo metacelular restringe la
creatividad de las unidades que lo integran. Esto hace la diferencia entre organismos y sistemas
sociales y cualquier análisis de la fenomenología social humana que no tome en cuenta este hecho,
estará negando sus propios fundamentos biológicos. Esto nos conduce a la consideración del rol
especial que juega el lenguaje en la historia humana.
Dominios Lingüísticos y Conciencia Humana
La línea de homínidos a la cual pertenecemos constituye un linaje de 15 millones de años. Pero no
es hasta hace unos 3 millones que se consolidaron los rasgos estructurales que hoy tenemos: el
andar bipedal y erecto, el aumento de la capacidad craneana, una conformación dental asociable
a alimentación omnívora, el reemplazo de los ciclos estrales en la fertilidad de las hembras por
menstruaciones y sexualidad mantenida y un enfrentamiento de los rostros en la cópula. Y en
algún momento, a lo largo de estas transformaciones, se enriquece el dominio lingüístico asociado
a una sociabilidad recurrente que lleva a la producción del lenguaje, entendido como coordinación
de coordinaciones conductuales. Las características únicas de la vida social humana y su intenso
acoplamiento lingüístico permiten generar un fenómeno nuevo: nuestra mente, nuestra
conciencia, entendida como una continua concatenación de reflexiones que asociamos, además, a
nuestra identidad.
Sintetizando, vimos que un ser vivo se conserva como unidad bajo continuas perturbaciones del
medio y de su propio operar. Vimos, luego, que el sistema nervioso genera una dinámica
conductual a través de generar relaciones de actividad neuronal interna en su clausura
operacional. El sistema vivo, a todo nivel, está organizado de manera que puede generar
regularidades internas. En el dominio del acoplamiento social y la comunicación se produce el
mismo fenómeno, sólo que la coherencia y estabilización de la sociedad como unidad se producirá
esta vez mediante los mecanismos hechos posibles por el operar lingüístico y su ampliación en el
lenguaje. Esta nueva dimensión de coherencia operacional es lo que experimentamos como
conciencia y como “nuestra” mente.
Es así que la aparición del lenguaje en el hombre y la del contexto social en que aparece, genera
el inédito fenómeno de lo mental y de la conciencia de sí como la experiencia más íntima de lo
humano. Sin el desarrollo histórico de las estructuras adecuadas, no es posible entrar en este
dominio humano. A la inversa, como fenómeno en la red de acoplamiento social y lingüístico, lo
mental no es algo que esté dentro de mi cráneo, no es un fluido de mi cerebro. La conciencia y lo
mental pertenecen al dominio de acoplamiento social y es allí donde se da su dinámica. Es
también allí donde lo mental y la conciencia operan como selectores del camino que sigue nuestra
deriva estructural ontogénica. Más aún, una vez que pertenecemos a un dominio de acoplamiento
humano, podemos tratarnos a nosotros mismos como fuentes de interacciones lingüísticas
selectoras de nuestro devenir. Pero, como Robinson Crusoe entendió muy bien al mantener un
calendario y leer diariamente La Biblia, eso sólo es posible en la medida que uno se conduce como
si hubiesen otros: es la red de interacciones lingüísticas la que nos hace lo que somos.
La estructura obliga. Los humanos como humanos somos inseparables de la trama de
acoplamientos estructurales tejida por las acciones lingüísticas permanentes. El lenguaje no fue
inventado por un sujeto solo en la aprehensión de un mundo externo, por lo tanto no puede ser
usado como herramienta para revelar dicho mundo. Por el contrario, es dentro del lenguaje mismo
que el acto de conocer trae un mundo a la mano. No es que el lenguaje nos permita decir lo que
somos, somos en el lenguaje. Nos encontramos a nosotros mismos en el mutuo acoplamiento
lingüístico, no como el origen de una referencia ni en referencia a un origen, sino como un modo
de continua transformación en el devenir del mundo lingüístico que construimos con los otros seres
humanos.

¿Por qué el árbol del conocimiento?


Para terminar, citemos a los autores literalmente: (…) El mecanismo biológico nos señala que una
estabilización operacional en la dinámica del organismo no incorpora la manera cómo se originó.
(…) las palabras en el lenguaje (en la reflexión lingüística) pasan a ser objetos que ocultan las
coordinaciones conductuales que las constituyen (operacionalmente) en el dominio
lingüístico." …."Aquel bagaje de regularidades propias del acoplamiento de un grupo social es su
tradición biológica y cultural. La tradición es, al mismo tiempo que una manera de ver y actuar,
una manera de ocultar. Toda tradición se basa en lo que una historia estructural ha acumulado
como obvio, como regular, como estable, y la reflexión que permite ver lo obvio sólo opera con lo
que perturba esa regularidad."… "(…) al intentar conocer el conocer, nos encontramos
nítidamente con nuestro propio ser. El conocer el conocer no se arma como un árbol con un punto
de partida sólido que crece gradualmente hasta agotar todo lo que hay que conocer. (…) El
reconocimiento de la circularidad cognoscitiva, sin embargo, no constituye un problema para la
comprensión del fenómeno del conocer, sino que de hecho funda el punto de partida que permite
su explicación científica."

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