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SERMÓN POR EL DÍA DEL PADRE – 16-06-2019 (IGLESIA DE LA MERDCED)

1Cor 2:2-5 “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y
estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que
vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.
Siempre es más fácil predicar por el día de la madre, pues los ejemplos de amor, abnegación, entrega y
renunciación de una madre saltan a la vista por todas partes, y no solo en la especie humana sino a todo
nivel, inclusive en el reino animal. En relación con el padre, prácticamente en todos los libros de la biblia
encontramos la imagen de Dios como un padre bueno y un padre celoso; tenemos suficiente ejemplo de
su grandeza como para seguir sus estatutos, pero si nos fijamos en los hombres, a pesar de su fe y
determinación, a pesar de su santificación y compromiso, nos encontramos con hombres muchas veces
afectados por la debilidad y por sus tropiezos más que por sus méritos en este enorme y difícil privilegio
de la paternidad.
El hombre está consciente que no necesita un día en el año para que le festejen con una buena comida,
o que le obsequien una corbata nueva, mayormente esto no le emociona pues sabemos que todo el
entorno de este día tiene una intención eminentemente comercial. Al hombre natural que puertas afuera
de la iglesia rechaza el evangelio, no le interesa que se le predique un buen sermón acerca de cómo ser
un buen padre cristiano; sin embargo, tanto cristianos como inconversos, jóvenes o ancianos, pobres,
políticos, etc., todos necesitan oír el evangelio de Cristo, pues lo que al hombre le emociona más que las
palabras son las demostraciones de poder.
Cuando un hombre recibe a Cristo y comienza a venir todos los domingos a la iglesia, esta persona se
emociona por el evangelio, y en el momento que se pone a orar y a trabajar para que otros vengan a oír
el evangelio, ese hombre automáticamente se convertirá en un extraordinario padre de familia cristiano,
Dios estará con ese hombre y contestará sus oraciones; el gozo de la salvación y la locura de la predicación
en este hombre hará mucho más que un bonito sermón por el día del padre o que un regalo obligado que
reciba por su día. Aleluya, - Ud. sabe que es así mi hermano.
“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”.
Mucha de la predicación de hoy está centrada en la moral, la ética y la psicología. Estas no pueden ayudar
a nadie a ser salvo o a vivir la vida Cristiana. La cruz de Cristo debe ser la base común de toda predicación
tanto a salvos como a perdidos, pues bien lo dice el apóstol: “no con sabiduría de palabras, para que no
se haga vana la cruz de Cristo” (I Corintios 1:17).
Pero como que en nuestros días nos estamos acostumbrando a la exaltación de doctrinas e ideologías
por el bienestar del hombre, por encima de la persona de Jesucristo; se piensa despenalizar el aborto
por la salud de la mujer; la Corte Constitucional acaba de aprobar el matrimonio igualitario, para que los
semi-hombres y semi-mujeres se sientan bien, y ante estas cosas, aún la iglesia simplemente se resigna
y se vuelve cómplice con su silencio, mientras toda una nación está siendo sentenciada por su pecado.
Bien decía el profeta Isaías: “como que escondimos de él el rostro…y no lo estimamos” (Isaías 53:3)
La gran importancia de predicar a Cristo en este día se debe no solamente a que Él perdonó nuestros
pecados cuando vinimos a sus pies, sino que cada día Él puede cambiar enteramente nuestra vida para
la eternidad. Jesús dijo: “No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47).
Hace dos semanas, un domingo como este y a la misma hora, un Richard Carapáz nos daba una enorme
alegría; pero de aquí a un par de meses, ya nadie hablará de eso y el gran acontecimiento se habrá
esfumado; la victoria temporal cada día va quedando en el pasado pues a futuro las cosas pueden
cambiar totalmente. Sin embargo, Cristo nos va renovando diariamente, y su obra que prosigue en
aumento, llegará a su perfección en el día de su venida; es por eso que cada instante tenemos la gran
oportunidad de ser transformados por su poder, y mientras nos quede algo de vida en este mundo,
podemos hacer lo necesario para una eternidad gloriosa o para una eternidad miserable; todo depende
del poder que actúa en nosotros.
“Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (Cor 2:5).
El poder de Dios no está en los coritos que cantamos sino en que el Padre celestial tomó la decisión de
poner a su Hijo en manos criminales para que nos demos cuenta que no estaba exagerando cuando nos
decía: “con amor eterno te he amado”. Y si algo nos debe quedar claro este día es que conforme a ese
ejemplo que nos ha dado el Padre, debemos estar dispuestos a sacrificarlo todo por Él; en esto consiste
el poder de Dios, y pese a que lo hemos escuchado muchas veces, no hemos meditado lo suficiente.
ILUST: Se cuenta de un niño muy pequeño que estaba agonizando, y su padre que lo amaba mucho, se
afligía en gran manera pues no quería conformarse con que su hijo muriera. El pastor de la iglesia a la
cual pertenecía ese padre atribulado le aconsejaba a que aceptara la voluntad divina y entregara la vida
de su hijo a Dios. El padre le contestó: “No puedo conformarme; le he orado a Dios diciéndole que no
acepto su muerte, y que me conceda la vida de mi hijo, cualquiera que sean las consecuencias.” El anhelo
de este hombre le fue concedido: el niño sanó, se desarrolló, y su padre lo mimaba con exceso. En base
a sus actitudes pecaminosas, el hijo progresivamente llegó a ser un perverso, una espina que siempre
estaba hiriendo el corazón de su padre. Cuando el hijo fue grande se convirtió en un ladrón y de a poco
fue cometiendo otros delitos cada vez más serios, al punto que fue llevado a la cárcel y sentenciado a
muerte. Tuvo una muerte abiertamente indigna y humillante, pero lo peor es que sin dolor alguno ni
arrepentimiento por sus muchas maldades. Cuando el hijo fue ejecutado, el padre se acordó de lo que
años atrás le había pedido a Dios, y con tristeza, lágrimas y vergüenza confesó su insensatez y su pecado
por su rebelión frente a la voluntad de Dios.

No es necesario ser un mal padre para que estas cosas sucedan, basta con escuchar al psicólogo, o
atender a diversos tipos de consejos que no provengan de la Palabra de Dios; “es suficiente” que no
conozcamos “lo suficiente” de las Escrituras para que a diario nos pasen cosas iguales o peores. De igual
manera, la falta de provisión, o una salud quebrantada no necesariamente son castigos del Señor, a veces
provienen como consecuencia de nuestro pasado inconverso, o puede inclusive que nada tengan que ver
con nuestro pasado sino con los propósitos de Dios aun en medio de nuestra entrega y obediencia. Para
entender esto basta mirar el ejemplo de hombres con una fe muy desarrollada como la del padre
Abraham, o como la de Job, de José, Daniel, etc., todos ellos hombres que enfrentaron el sufrimiento
siendo inocentes. También es necesario que entendamos esto para ser fortalecidos ya que aún en la
iglesia, la cizaña que fue sembrada, lejos de apoyar es la que más indaga la paja en el ojo ajeno, por lo
cual hay quienes aseguran que la iglesia es el único ejército que no levanta a sus caídos. Si en la misma
iglesia a veces encontramos tropiezo, ¿que no nos deparará el mundo, que tanto odia a los hijos de Dios?.
Cuando alguien está enfermo, no encuentra trabajo o tiene alguna necesidad, la iglesia intercede y apoya
de alguna manera, pero resulta interesante que cuando los hijos de alguno de los hermanos no actúan
de manera correcta, no faltan los padres orgullosos que comienzan a compararles con sus hijos tan
ejemplares, endosando toda la culpabilidad a los otros padres, y pensando que en su caso, todo obedece
a la excelencia de su paternidad, ignorando que el Señor tiene propósitos en todas las cosas.
Del Señor es ordenar los pasos, no del hombre (Sal 37:23).
¿No es verdad que Dios nos prueba en lo que más amamos?, ¿Y qué es lo que Ud. como padre más ama
en esta tierra?. ¿verdad que son sus hijos?. Hace unos años, el papá de un amigo me decía: -“de mi
esposa me puedo arrepentir pero de mis hijos nunca”.
En las Escrituras encontramos varios ejemplos de hijos buenos y padres malos como Jonatán hijo de Saúl;
Asa hijo de Abdías; Joás hijo de Atalía; Ezequías hijo de Acáz; Josías hijo de Amón; pero también
encontramos muchos ejemplos de padres buenos e hijos malos como el caso de Caín hijo de Adán; Canaán
hijo de Noé; Finees y Ofni, hijos del sacerdote Elí; Sansón hijo de Manoa; Absalón hijo de David; Manasés
hijo de Ezequías; Jorám hijo de Josafat; Acáz hijo de Jotam. En la fe no es totalmente certero que se
cumpla el dicho: “de tal palo, tal astilla” pues como hemos visto: todo depende de los propósitos del
Señor para cada persona en particular.

Por esta razón, no es posible hacer coincidir todas las relaciones cristianas: padre-hijo exclusivamente
con el modelo de Abraham e Isaac, sin duda, un ejemplo exitoso en la fe donde todo sale bien; no hablaré
por tanto del padre que se enorgullece de sus hijos, sino que hablaré más bien de aquel hombre común
y corriente que a pesar del su amor por el Señor y por sus hijos, no recibe la suficiente estima ni gratitud
por parte de ellos, de tal suerte que día a día lleva una carga que a veces resulta ser muy pesada.

En ocasiones ni siquiera se necesita que uno haya cometido errores sino que la misión encargada por el
Señor hace que las cosas no sean muy fáciles, como por ejemplo el llamado que hizo el Señor al profeta
Oseas, creo que a nadie le agradaría. Todos quisieran ser profetas escritores como Isaías, o profetas de
fuego como Elías, pero a nadie le agradaría ocupar el papel profético de Oseas, un varón a quien Dios le
ordenó que se case con una mujer ramera y que de ella tenga hijos de prostitución. Oseas era un siervo
de Dios obediente, no renegó como Jonás, y eso que Jonás solo tenía que anunciar un mensaje en corto
tiempo, en cambio Oseas prácticamente arruinó su vida al lado de una mujer ramera e infiel, debido a
que esa era la voluntad de Dios para él; sin embargo, no habrán faltado personas piadosas en su tiempo
que habrán reprochado al profeta a causa de su mal testimonio familiar.

Nadie debería jactarse por la calidad de vida que lleva, como si eso fuera la recompensa por su esfuerzo
en la fe. Recordemos que aquellos miembros del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos
más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro (1Cor 12:23). De
modo que si Ud. goza de una buena situación económica, de bienestar familiar y mantiene a sus hijos en
sujeción, no necesariamente se debe a que es el miembro más esforzado o el más digno de la iglesia.
Respecto del sacerdote Elí, un siervo de Dios sumamente querido y respetado en el pueblo judío al
finalizar la época de los jueces, pese a su integridad personal y que adoctrinó de la mejor manera y desde
niño a Samuel en el ministerio sacerdotal, lamentablemente cometió el error de amonestar de una
manera demasiado liviana a sus propios hijos Finees y Ofni, al punto que culminaron sus días con una
experiencia muy amarga, parecida a la historia del padre que no aceptó la voluntad del Señor. Sin
embargo en la historia de Samuel, al igual que en la del profeta Oseas, vemos que Dios tenía un propósito.
Lectura: 1Sa 2:22-34
El V. 25 dice que ellos no oyeron la voz de su padre porque Jehová había resuelto hacerles morir.
P: si Elí era un hombre bueno, ¿cuál es el propósito de Dios en esto?
1Cor 10:11 Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros,
a quienes han alcanzado los fines de los siglos.
¿Es o no un gran propósito de Dios que la amarga experiencia de Elí haya servido para edificación y
advertencia para innumerables familias de la fe durante más de 3000 años?.
El rey David, en toda su fortaleza, su gloria y lo sublime de su corazón delante de Dios, tuvo que soportar
todos los desaciertos, el irrespeto y el odio de su propio hijo Absalón, hasta el punto de verlo morir de
una manera humillante. ¿Quiénes somos nosotros para condenar a David por su culpabilidad, si a pesar
de esto, Dios lo exalta como un hombre conforme a su corazón?.
Lectura: Jueces 11:29-40
Jefté, uno de los valerosos jueces usados por el Señor para liberar a su pueblo de los Amonitas, por falta
de conocimiento de Dios, cometió el terrible error de ofrecer en holocausto a la primera persona que
saliera a recibirle después de su victoria; nunca se imaginó que sería su unigénita hija.
P: ¿era malo Jefté?
Un hombre sobre el cual vino el Espíritu del Señor para dar libertad a su pueblo se convirtió en el verdugo
de su propia hija. Sin darnos cuenta muchos padres somos tan malos que por diversas causas matamos a
nuestros propios hijos, lo hacemos cuando incumplimos una promesa, cuando fallamos en ser ejemplo,
cuando no entendemos exactamente lo que necesitan, etc., y muy a pesar de eso, el Señor nos escogió
para darnos de su Espíritu y para hacer grandes cosas en favor de otros.
Si Ud. se identifica con alguno de estos relatos, en que a pesar de su obediencia y esfuerzos por agradar
a Dios, sus hijos no quieren obedecer a la fe, y tal vez hasta no quieran saber nada de Dios mientras que
mira a su alrededor y se siente rodeado por familias ejemplares cuyos hijos viven en sujeción, honran a
sus padres y aún sirven en la iglesia; o inclusive, si Ud. se siente responsable por sus malas decisiones que
le han llevado a la muerte espiritual de sus hijos, y por todos lados siente el peso de la acusación que le
condena como culpable, conforme a lo que cita el apóstol Pablo, tal vez le interese saber la respuesta a
la siguiente pregunta:
P: ¿Dónde está el punto decisivo que podía cambiar la historia en estos padres de familia?
Vemos que el hijo de David, Absalón murió; la única hija de Jefté fue sacrificada en holocausto; los hijos
de Elí perecieron.
Querido hermano, padre de familia, ¿Cree Ud. que obligatoriamente le espera la misma suerte que ellos?
2Ti 1:8-10 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con
llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue
dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la
aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por
el evangelio,
Para aquellos hombres de antaño todavía no había sido quitada la muerte ni manifestada la gracia, pero
ahora, si Ud. está dispuesto a sacrificarlo todo por el Señor, ni aún le niega a sus propios hijos que
deambulan sin vida en el Espíritu; y si a pesar de eso Ud. prosigue el camino de la fe de una manera
gloriosa, ciertamente está poniendo a Isaac en el altar, y llegará el momento en que el Ángel del Señor
detenga este holocausto y su hijo volverá a la vida, por mucho tiempo que haya permanecido así con ese
fétido olor a pecado y a muerte; volverá a la vida como Lázaro. Todo esto únicamente es por fe, porque
sin fe es imposible agradar a Dios.
P: ¿tiene Ud. una salida?
R: por supuesto: 1Sam 2:20: “…yo honraré a los que me honran…”
El mismo verso que le declaró la ruina a Elí, es el que nos da la salida porque en Cristo es quitada la muerte
y es manifestada su gracia, de modo que esta no es una batalla perdida, es una prueba para perfeccionar
nuestra fe y para poner en evidencia el poder de Dios toda vez que honremos al Señor permaneciendo
juntamente con Cristo crucificados a este mundo de maldad y de mentira.
Más allá del orden natural de la familia, si en verdad estamos dispuestos ponerlo todo en el altar de Dios,
incluyendo a nuestros hijos, no será difícil que de aquí se levanten padres espirituales que engendran
hijos por medio del evangelio. El apóstol decía que hay miles de maestros pero muy pocos de esos padres.
Pongámonos de pie … y en actitud de oración …
Más que una enfermedad o falta de trabajo, la carga de ver a nuestros queridos hijos sin vida en el
espíritu, es algo que no podemos sobrellevar por nosotros mismos, sin embargo se encuentra entre
nosotros Aquel que dijo: “lleva mi yugo, … porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.
La escritura dice que en el Seol nadie le alabará al Señor, pero Ud. y yo que hemos recibido vida en su
nombre, debemos alabarle al Señor porque su carga es ligera y sobre Él podemos echar toda nuestra
ansiedad para que esta sea una batalla ganada.

Isa 30:32 Y cada golpe de la vara justiciera que asiente Jehová sobre el enemigo, será con panderos y con
arpas; y en batalla tumultuosa el Señor peleará por nosotros.

ORACIÓN:
En este momento ponemos a nuestros hijos en las manos de Ti Señor, los entregamos totalmente para
que esta batalla sea tuya y no nuestra. Y quienquiera que haya venido con esta carga, en el nombre del
Señor Jesucristo que quede libre desde el día de hoy, para la gloria de Dios, el único Padre verdadero.
Porque Tú viniste a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos
apertura de la cárcel. Aleluya

Padre santo, ponemos en tus manos santas también a los hogares donde hay padres ausentes o en donde
el padre de familia ya partió de este mundo; oro por aquellas madres esforzadas que tuvieron que
adoptar el papel de padre y madre, para que les concedas fortaleza en sus responsabilidades y para que
aligeres su carga, para que llegue el momento cuando en sus hijos vean tu gloria y todos quienes les
rodean, reconozcan que Tú eres un Dios fiel. Oro también por aquellos padres que han visto partir de
este mundo a alguno de sus hijos, para que pongas fortaleza y consolación en su corazón, y también los
uses como instrumentos escogidos para brindar consejo y consolación a otros.
Si hay algo que Ud. como padre tenga que perdonar a sus hijos, éste es el momento, hágalo. Igualmente,
si hay algo que como hijo Ud. tenga que perdonar a sus padres, hágalo en este momento.
Si alguien quiere entregarle su vida en este día al Señor, levante su mano.

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