AUTORIDADES

DEL Cultura Popular e Ideología*

INSmUTO PANAMERICANO DE GEOGRAAA E HISTORIA
1986-1990
Ariel Gravano
Presidente Prof. Speridiao Faissol Brasil
Presidente Honorario Myr. Gral. Rafael Ortiz Navarro Chile A mí me trataron de inculto y de muchas cosas y yo no lo acepto. Mi
Vicepresidente Dr. Chester Zelaya Goodman Costa Rica viejo no habrá podido mandarme a un colegio inglés, me dio la educación
Vicepresidente alterno lng. Alberto Giesecke Perú que él podía ... Aprend í a convivir con todo lo que me rodea y sin cambiar
Secretario General lng. Leopoldo F. Rodriguez Argentina gracias a mi familia, a la única educación que pudo darme mi viejo.
Diego Armando Maradona
COMISION DE CARTOGRAFIA COMISION DE GEOGRAFIA
Presidente: lng. Alvaro González Fletcher Presidente: Dr. C. W. Minkel la fantasía es como la veleta y es como una antena la conciencia del
Vicepresidente: Dr. Orlando Niño Fluck Vicepresidente: Dr. Robert N. Thomas hombre. Amo a las dos. Las dos en mi tejado vibran como una rosa.
(Canadáa) (Estados Unidos) Raúl González Tuñón

COMISION DE HISTORIA COMISION DE GEOASICA

Presidente: Dr. Jorge Salvador Lara Presidente: Dr. James G. Tanner
Vicepresidente: Dr. Galo Martínez Vicepresidente: Dr. Tomas Feininger El problema de la desproporción entre la 'vida real' y su reflejo en la
(Ecuador) (Canadá) ideología y en la cultura ha sido el eje central del surgimiento de la
ideología como objeto de análisis. De esto nos hemos ocupado en nues-
tro trabajo "Ideología, cultura popular y la formulación clásica del Fol-
COMITE DE FOLKLORE klore " (1986). Allí establecimos que fue la cultura popular la encargada
de operar como desencadenante de esta emergencia. Su tratamiento
Presidente: Lic. Celso Lara F. (Guatemala)
por el Folklore clásico signó una categorización de tipo sustancialista
MIEMBROS ACTIVOS Y CORRESPONDIENTES que aun hoy tiene vigencia a pesar de distintas posturas criticas. Vere-
mos aquí algunos de estos enfoques y su tratamiento sobre la cultura
Argentina Prof. Félix Coluccio popular. Consideraremos sus aspectos ideológicos, teóricos y metodo-
Bolivia Lic. Me. Farren lógicos por medio de su testeo con algunos ejemplos de manifestaciones
Brasil culturales populares.
Canadá En el siglo XX, la irrupción de la llamada cultura de masas produjo
Colombia Sra. Virginia G. de Pineda
Costa Rica Prof. Abdenago Torres Meléndez Prof. Rodrigo Salazar un reacomodamiento en el uso de ciertas categorías. la cultura folklórica
Chile Prof. Juan Uribe Echevarria U. Prof. Juan Guillermo Prado era sinonimizada con lo campesino y su fin era sobrevivir. Salvo la de
Ec1·ador Lic. Plutarco Cisneros Prof. Justino Cornejo las élites, a la población de las ciudades no se les atribuía mayormente
El Salvador la posesión de una cultura especifica. Eran sectores conceptuados fun-
Estados Unidos Dr. Stanley L. Robe Dr. Henry Glassie
Lic. Ofelia C. Déleon Meléndez
damentalmente como apropiadores de cultura -tanto de la oficial por
Guatemala
Haití la educación como por la de masas luego-. Debido a que la cultura de
Honduras Lic. Jesús Muñóz Tabora Fork. MarioArdón masas se dirigió en forma principal a estos sectores populares urbanos,
México los elementos culturales que transmitian esos medios comenzaron a
Nicaragua Prof. Reynaldo Alvarez reflej arse en esos sectores, a tener vigencia en ellos. la cultura difundida
Panamá Profa. Dora P. de Zárate Prof. Julio Arosemena M.
por los mass media fue identificada entonces teóricamente como la
Paraguay
Perú Dr. Luis E. Valcárcel (Desaparecido) Dr. ArturoJiménez Borja cultura popular urbana. Por eso en algunos paises -por ej. en EEUU-
República M.A. Prof.Fradique Lizardo Barinas M .C. Lic. Manuel Marino cuando se habla de cultura popular se apunta preponderantemente a
Dominicana Miniño Marión-Landais lo difundido por los medios masivos de comunicación.
Uruguay Sr. FernandoAssun~ao
Venezuela
• 11 Congreso Argentino de Antropologla Social. Comisión de trabajo: Cultura Popular e
Ideología.
6 Ariel Gravano Folklore Americano 45
En los estudios sobre la cultura de masas se aplicaron diversas pers-
pectivas teóricas. La de mayor predicamento, no de casualidad, fue la
funcionalista. Hacia hincapié en la clásica fórmula '¿Quién dice qué,
cómo, a quién y con qué efecto?', omitiendo -como señalara Raymond
Williams- el '¿Con qué propósito?'; guante que recogiera el marxismo
al adosarle -no siempre- el '¿Por qué?'. En rigo r, el planteo sobre el
efecto y el propósito sirvió tanto para llegar a conclusiones develadoras
como encubridoras. A las tesis funcionalistas les interesaba inquirir
sobre cómo se lograba establecer funcionalmente (esto es: con eficacia)
la comunicación entre el agente comunicador y el público-mercado. La
función dentro del sistema, la eficiencia, ya fuera en los estudios logís-
ticos o en los análisis de lo que la cultura de masas realizaba mediante
sus aparatos. Para ambas variantes se necesitó apelar al apoyo del
racionalismo más sistem ático, aunado en la creciente tecnocracia. La
desproporción, de acuerdo a estos enfoques, era vista como el resultado
de un pragmatismo lógico en el manejo de los medios, a los que adju-
dicaban autonomía para imponer su propia normatividad.
El criterio funcionalista también iba a ser aplicado a las manifestacio-
nes que estamos acotando en forma amplia como cultura popular. Con-
cretamente en Estados Unidos se edifica una propuesta interpretativa
del folklore en la que es interesante detenerse, por los planteos que
realiza respecto al tema de la desproporción. La escuela antropológica
norteamericana influyó sobre los estudios del folklore, de modo tal que
este concepto asumió el carácter de literatura oral o tradición oral en
un continente social extendido a lo 'primitivo' y a lo urbano. Alrededor
de los años sesenta se perfila una ruptura respecto al modelo clásico.
Uno de los rasgos principales de esta ruptura consistió en la extensión
de lo folklórico a todas las clases sociales. Dicho en otras palabras: para
esta corriente de pensamiento, la clase social no era una variable a tener
fundamentalmente en cuenta. La categoria donde ponía el acento era
la del grupo cara a cara. Pero, de todas maneras, las investigaciones se
ocuparon de manifestaciones recurrentemente populares.
Ante el problema de la desproporción, algunos de estos estudiosos
llegaron a postular una función inherente al folklore. Esta función es
una respuesta teórica al problema del desfasaje entre la vida real y la
fantasía creadora presente en la cultura. William Bascom se adscribe a
la concepción boasiana del folklore como espejo de la cultura y enuncia
el concepto de compensación o evasión que ya había aplicado Ruth
Benedict y cuya raíz reconocen como freudiana. Establece así las cuatro
"funciones del folklore": 1) compensación o evasión de la frustración
mediante la sublimación, 2) convalidación y justificación de las institu-
ciones como garantía de continuidad cultural, 3) educación y 4) el man-
tenimiento de la conformidad con las pautas de comportamiento esta-
blecido mediante la corrección de las desviaciones, el sostén del control
Enero·Junio 1988 Cu ltura Popular e ldeologla 7
social en pos de la cohesión de la sociedad, preservándola contra el
cambio. Ante el desfasaje entre el contenido de tipo fantasioso de la
cultura y el contexto cultural, la vida real, establece que el folklore fun-
cionaria dentro de la sociedad con este objetivo de compensar las ten-
siones y de restituir la cohesión social amenazada por el cambio. Esta
teoría es desarrollada con sistematización por Roger Abrahams. El habla
de la "teoria funcional y retórica del folklore" y dice:
El folklore expresivo es el agregado de expresiones formales simples
que han subsistido -se han vuelto tradicionales- porque han contribuido
a controlar las ansiedades de la comunidad. Estas surgen de situaciones
que amenazan disolver la vida del grupo.
El folklore ayuda a mantener esta vida, el statu quo, dando un 'nombre'
a las fuerzas amenazadoras externas e internas al grupo, y presentando
estos 'nombres' en un contexto y forma arbitrarios y convencionales,
mediante los cuales se causa la impresión de estar controlando esas fuer-
zas.
El folklore suministra guías para la conducta; encauza y mantiene laten-
tes las motivaciones anti sociales que surgen en el curso de la vida cotidia-
na; personaliza la naturaleza y lo sobrenatural tendiendo a persuadir a
tales fuerzas extrapersonales, al igual que a los miembros del grupo, de
operar dentro del curso de las expectativas. O sea, mecanismos por los
cuales el grupo puede manejar psicológicamente lo inesperado cuando
esto ocurre.
El folklore expresivo es la retórica aprobada y comprobada de una comu-
~idad; su conjunto de técnicas de control organizadas, heredad as, mane-
¡adas a través de la interpretación, representación y dramatización.
El folklore no sólo objetiva situaciones conflictivas; también sugiere las
vías para disipar el conflicto( ... ) es una respuesta simpática para mantener
el control. (1969: 7)
Esta enunciación se semeja a lo que Clifford Geertz llama la "teoría de
la tensión" (que hace abrevar en componentes freudianos, durkheimia-
nos y parsonianos). cuya premisa es "la mala integración de la sociedad.
Ningún ordenamiento social tiene o puede tener éxito completo en la
solución de los problemas funcionales a los cuales inevitablemente hace
frente ". (1971 : 22-23) Esta inconsistencia estructural produciría insegu-
ridades en los actores individuales. Acudiría entonces presta la ideología
a socorrer estos males, mediante la " salida simbólica", o válvula de
escape, con la que sólo ilusoriamente se volvería al equilibrio, en la
misma medida que se produjera el alejamiento del conflicto. No hace
falta recalcar que estamos nuevamente ante el problema de la despro-
porción, ante una distinción implícita de niveles de conciencia: por un
lado el conflicto, el cambio, lo que produce tensión, diagnosticado por
el analista o reconocido por el actor o grupo que lo sufre; por el otro,
el contenido -reto rizado, simbólico- y, como resultado, la constatación
de que ese mismo contenido no hace más que evadir, huir, escaparse
del problema planteado; que la salida es una mera ilusión.
8 Ariel Gravano Folklore Americano 45
Alan Dundes es quizá quien con mayor audacia plantea las hipótesis
sobre el desplazamiento o compensación. Lo llama especificamente la
"proyección del folklore" y establece que éste resulta ser una "salida
sancionada colectivamente" con la cual se adviene a soluciones de
conflictos de tipo socio-político. Cuando deja de cumplir esa función
dentro de la relación entre realidad y representación, el folklore -esa
manifestación concreta- directamente desaparece. Da muchos ejem-
plos. Los chistes de elefantes, que aparecen en la época que toman
auge en los EEUU las luchas del movimiento por las libertades civiles
de la población negra. Los blancos, según Dundes, apelaron a este tipo
de chistes para proyectar en forma invertida sus temores ante la eclosión
de los negros. El elefante seria el símbolo del negro. Otro caso son los
chistes del tipo pregunta: "¿Qué es rojo y está en un rincón?-Un bebé
chupando una hojita de afeitar". El los atribuye al contexto de las discu-
siones públicas sobre el aborto. Los chistes vendrían a constituir verda-
deros homicidios velados. Otro caso es el de la práctica del nudismo
en la vía pública, coincidente -hace notar Dundes- con los prolegóme-
nos del esclarecimiento del escándalo de Watergate. Cuando termina
de develarse el escándalo y se produce la renuncia del presidente, la
práctica deja de tener vigencia. (Dundes, 1980).
Otra aplicación de esta teoría se puede detectar en las conclusiones
a que llega Gary Fine, al analizar las "leyendas mercantiles" acerca de
la existencia de gusanos en las hamburgesas, ratones en la coca-cola,
recurrentes con los productos comestibles de las grandes corporaciones.
Fine establece que este tipo de manifestaciones también son especies
de huidas de la realidad, que estarían en las antípodas de lograr una
mayor conciencia de los procesos sociales reales (Fine, 1985).
En nuestro país, se sumaría a esta concepción Martha Blache. En la
introducción a su trabajo "Estructura del miedo, narrativas folklóricas
guaraníticas" establece como premisa un argumento similar al de
Abrahams y Geertz (cuando éste habla de la teoría de la tensión); dice:
Al encarar el trabajo, procuré determinar la significación de las leyendas
míticas para la sociedad paraguaya. Ningún sistema cultural logra respon-
der satisfactoriamente a todas las necesidades de los individuos. En Para·
guay, particularmente en las zonas rurales, la población recurre a los
relatos tradicionales para encontrar la solución de ciertos aspectos de la
vida comunitaria, cuando la organización cultural no brinda una respuesta
adecuada. A través del manipuleo de leyendas míticas, la gente procura
controlar sus carencias o sus necesidades y, al lograrlo, adquiere seguri-
dad (1982: 13).
La ecuación sería: la existencia del conflicto -inherente a la interacción
social-, la función del mecanismo retórico del folklore como un alivio
a la tensión provocada por el conflicto y, luego, el control social que
resulta de operar con este mecanismo simbólico de compensación me-
Enero-Junio 1988 Cultura Popular e ldeologla 9
diante el cual se produce una ilusión de la solución, cuando en verdad
la solución real es que no se produce solución, salvo la restricción o
mantenimiento del statu quo. Para que esta ecuación sea válida en sus
propios términos es necesario que se parta -tal como, por ejemplo, lo
hace Blache, para quien esto es una premisa- de la atribución de la
función estructural del mantenimiento del statu quo en todo grupo o
comunidad (estas son palabras de Abrahams). Se parte de un encuadre
cíclico de estados tensionantes, producidos en forma inherente a toda
interacción, aliviados mediante el escape de la situación rea l, al apelar
a la desproporción producida por la retoricidad, por la "solución simbó-
lica". Términos estos que también utiliza el mismo Geertz quien, a pesar
de criticar la teoría de la tensión, retoma sus argumentos cuando se
enfrenta al problema de la determinación: "No es la verdad ... lo que
varía con el contexto social, psicológico y cultural, más bien los simbolos
que construímos en nuestros intentos (... ) Lo que está socialmente de-
terminado no es la naturaleza de la concepción sino los vehículos de la
concepción" (1971: 34).
Vale consignar que Abrahams aclara -y en parte de su obra lo desa-
rrolla que el folklore puede jugar un papel dentro de fenómenos de
cambio. Un cambio que se concibe de esta manera: determinados agen-
tes sociales del cambio manipulan el folklore, lo utilizan, incluso, llega
a decir, para una "revolución".
¿A qué consecuencias metodológicas nos llevan estos razonamien -
tos? A que un texto o hecho no puede ser analizado en forma aislada,
porque su significación va a depender de su contexto. No es casualidad
que estos estudiosos norteamericanos son llamados contextualistas y
se adscriben a la coyuntura teórica-metodológica post-estructuralista que
pone el acento en el evento comunicativo dentro de sus relaciones de
tipo contextual, social, de actuación de los sujetos y la constitución de
los sentidos más por las condiciones situacionales particulares que por
el universo cerrado del texto en sí.
Ilustramos esto con textos cantados de nuestra cultura popular:
a)" Alegrate Cafayate"
b)"Loro verde, Perón vuelve"
Son estribillos intercalados cada dos versos de copla de baguala.
Ambos los recopilé en Cafayate, Salta, en 1984, en Carnaval. El ejemplo
a) fue el más recurrente (calcúlese: dos veces por cuarteta). El b) se
escuchó en forma esporádica. Ambos habian sido elegidos por consenso
popular "la copla del año" en distintos momentos. El b) a principios de
la década del setenta y el a) en ese año de 1984. ¿Es posible imaginar
que el ejemplo b) tuviera la misma significación en el año de su consa-
gración que en 1984? ¿La circunstancia de la vuelta a la democracia no
tiene que ver con el contenido de a)? Los distintos contextos de su
concurrencia nos alertan en caso de pretender adjudicarles una signifi-
 10 Ariel Gravano Folklore Americano 45
cación sólo basándonos en los textos aislados. En 1986, el estribillo
elegido "copla del año.. por los vallistos corrobora la nula casualidad
contextual de los tres ejemplos. La copla fue:
"De qué valen los australes".
Algunos de los ejemplos vistos nos habían situado el producto cultural
popular de frente a particularidades sociales concretas diagnosticadas
como tales por los propios analistas. El temor de los blancos por los
negros, la discusión pública sobre el aborto, Watergate, la desconfianza
de los.consumidores de coca-cola o de Mcdonald's hacia las grandes cor-
poraciones desde el cual se establece que el contenido de las expresio-
~~s. retóricas se distancian, se desproporcionan. Son, en el lenguaje
in1c1~I de esta ponencia y en el lenguaje de Geertz, ideología. Esta con-
cepción, por otra parte, implica una apertura importantísima en el trabajo
metodológico de interpretación del material. Cada interpretación vale
por su verificación particular con su contexto histórico.
El problema es que al erigirse en clave hermenéutica general o como
pre~isa muestra que parte de una concepción del cambio y la relación
social como algo exterior al fenómeno de la representación. Es como
si se descuajara la unidad dialéctica real que componen ambos términos.
Esa unidad que se refleja en la distinción que esos mismos autores
h.acen entr~ el contenido de las representaciones y un grado de concien-
cia determ1~ado por el cual ellos mismos llegan a establecer que las
representaciones son huidas, compensaciones.
Establece el quid de la representación por su utilidad, por su eficacia
~or su. s:rvicio, sea p~ra ~ituaciones de "vuelta al statu quo" o por eÍ
cambio . Y. las exphcac1ones se cierran, se autoabastecen siempre
den~ro del s1ster:na. que concibe una polaridad entre lo que sería la
realidad, el mov1m1ento, el decurso histórico (inclusive el reino de la
~uencia. equ.ilibri~-conflicto-equilibrio), por un lado, y la representación
1de~lóg1ca, 1l~sona •. nadando en el mar de una cierta imposibilidad,
de?1do ª. la d1stanc1a que la separa de la realidad real. Al romper la
un1d~d dialéctica ~or la vía de no concebirla como tal, cabe el riesgo de
terminar en otro tipo de sustancialización ahistórica.
Tomemos otro ejemplo:
"El vivo vive del sonso y el sonso de su trabajo".
Demos el contexto: esta paremia la registré durante una conversación
entre una cliente y un vendedor de pescado en un mercado del barrio
de Parque Patricios, en Buenos Aires, el 12 de enero de 1978. Se hablaba
de la eventual guerra entre Chile y Argentina por el litigio del Beagle.
Cliente: "Hay intereses creados•
Enero-Junio 1988 Cullura Popular e Ideología 11
Pescadero: "La guerra Ja inventan los poderosos porque a ellos les convie-
ne"
Cliente: Y los yanquis les venden chatarra para la guerra"
Pescadero: "Y... el vivo vive del sonso... •
Cliente: ''... y el sonso de su trabajo, eso es viejo como la Humanidad".
¿A qué conclusión podríamos llegar de acuerdo con la teoría de la
ansiedad? A que mediante esta retorización del lenguaje -el refrán- se
está expresando la salida a una situación de cambio, conflictiva; una
válvula de escape para solucionar el conflicto y volver al control, al statu
quo o al alivio. Pero cabe la pregunta: ¿Cuál es el cambio? ¿La guerra
con Chile? ¿Lo descripto en el diálogo? ¿Ese es el cambio cultural que
se teme y al cual se le debe dar solución mediante la huida retórica -el
refrán-? ... Desde ya que podemos estar de acuerdo en esto, pero, ¿esa
es la única dinámica que puede observarse en ese evento de comunica-
ción? ¿O ese mismo acto de comunicación no es parte de la realidad
cambiante, de una situación de cambio y de transformación mediante
la representación simbólica?
Si nos apartamos de concebir al cambio como exterior al evento y a
la enunciación. Si nos apartamos de ver al conflicto sólo en el referente
y situamos a la enunciación como una parte constitutiva de la realidad
cambiante, podríamos afirmar que la enunciación misma del refrán en
su contexto es un agente transformador de la realidad. Podríamos verlo
como un medio donde se articula el mensaje ideológico y la fuerza
social que lo motoriza y que lo incluye dentro de la realidad social
cambiante y no que lo tiene como algo externo o superpuesto.
Lo úicho no invalida el aporte concreto de esta corriente para una
comprensión de los mecanismos eficientes por los que se vehiculiza la
producción ideológica. La clave para una valoración más justa de estos
estudiosos sería detenerse en las categorías de grupo (o "comunidad"),
ya que muchas de sus interpretaciones son válidas dentro de determi-
nados acotamientos grupales o sociales, pero se tornan poco sólidas
cuando se expanden para explicar la raíz de lo simbólico y lo ideológico
a su función de persuación para el control sobre el comportamiento,
de alivio de la tensión y la "desorientación cívica" (Geertz, 1971: 39-42).
Aquí es posible preguntar: ¿El comportamiento humano es de por
sí incontrolado? ¿De quién (de qué clase social, por ejemplo) es la deso-
rientación cívica?¿ Quién (qué clase social, por ejemplo) necesita persua-
dir? ¿A quiénes? ¿Por qué? Subyace en Geertz una idea de algo así
c?mo un caos original al que vendría a poner en caja la ideología (porque,
dicho sea de paso, Geertz aparta de esta tarea "comprometida" a la
ciencia). Lo que evidencia una coherencia con su concepción de que lo
que está determinado socialmente es el "vehículo .. y no lo vehiculizado,
no la significación en términos de contenidos de verdad.
Pero tanto los vehículos o continentes como los contenidos son actua-
12 Ariel Gravano Folklore Americano 45
dos por grupos sociales en relaciones sociales que los incluyen. Si al
analizar un fenómeno en particular se parte de la base de que el grupo
en el que tiene vigencia lo está u manipulando# para mantener su cohe-
sión da grupo, o para la reproducción de su vida social, y se comprueba
esto con una investigación concreta, deberemos convenir que, por de-
finición entonces, ese fenómeno no está siendo utilizado para reproducir
o mantener la totalidad del sistema social. Los miembros de ese grupo
deberán poseer, como tales, un bagaje disponible, potencialmente ac-
tualizable de elementos simbólicos (de una competencia en términos
chomskianos). Pero esa actualización, en el marco de la Htaradez" de
la materia que mentara Marx, será una puesta en escena histórica, en
el ring del juego por la hegemonía, en la dinámica social y, por lo tanto,
contradictoria; en suma, existente en términos reales y no metafísicos.
A la vez que pueda hablarse de una huida, partiendo de las premisas
citadas de la teoría ansiolftica, se podría hablar de una forma de afirmar
el mundo, de apropiarse de la realidad, de objetivarse y objetivar, de
comprometerse en el mundo, pero con las armas de su competencia
posible. Atribuir la huída y la compensación como algo inherente y
general tiene tanta base como su contrario.
¿Qué tal si todas las manifestaciones que aquí se ejemplificaron las
concibiéramos como agentes del cambio, de la dinámica social, como
hechos que, de poi si transforman la realidad -incluyendo en ésta a los
portadores-? ¿No es posible ver que cuando se habla de un escape, de
una compensación ilusoria y a la vez eficaz dentro del mismo juego de
esa ilusión se está partiendo de un supuesto del cuál serla la verdadera
solución al conflicto; que se está partiendo de la desproporción entre
la " solución simbólica# y otra solución que se preconcibe como verda-
dera, superior, o como quiera calificársela. pero que es la solución por
la cual se instituye el caracter meramente compensatorio de la represen-
tación? Y esto no serla criticable si no fuera que de esta manera desqui-
ciamos a la investigación de las condiciones de por sí cambiantes de
la realidad. La reducimos a ver cómo opera un objeto respecto al cambio
o en referencia al cambio; un ,<:ambio ajeno a él, un cambio que, a lo
sumo, lo contendría. Y no se ve al objeto como cambio, como cambiado,
cambiante y cambiando. Se descuida el cambio de la representación o
el cambio producido precisamente por la representación y se relega así
el estudio de la dinámica social a otro estudioso o a otra disciplina.
La teoría del manipuleo, por otra parte -de la cual se hace cargo
también la orientación finalista- no va más allá de la utilidad dentro del
sistema y para el sistema, de la causa eficiente por la cual se producirla
la representación. El nudismo sirvió para aliviarse de la tensión por la
inminencia del escándalo de Watergate, pero también el escándalo -
como señala Bigsby- sirvió sólo para " aliviarse" de Nixon y que el
sistema siguiera su curso (1975: 9). El asunto es explicar no sólo en
Enero-Junio 1983 Cultura Popular e Ideología 13
términos del sistema sino objetivando al sistema. ¿El folklore o las ma-
nifestaciones populares que hemos citado no son una forma de objetivar
el sistema? Un diagnóstico de la función sólo apunta a las relaciones
de utilidad y eficacia, pero no a las relaciones de necesidad objetivas,
cuyo universo abarca una totalidad mayor que las horizontales relacio-
nes grupales y comunitarias. Además, ¿quién ejerce la hegemonía del
grupo o de la comunidad? ¿Hay clases dentro de esa comunidad? ¿Si
no las hay, a qué clases pertenecen sus miembros? ¿En qué relaciones
se encuentran respecto a las clases hegemónicas (o subalternas)? El
hombre mediante su producción simbólico-ideológico-cultural domina
la naturaleza, pero también domina el mundo de los hombres, el mundo
de ;as relaciones sociales. ¿Hay algo que se aparte de esto? El concepto
de compensación o desplazamiento nos lleva a preguntarnos ¿Despla·
zamiento hacia dónde? ¿Al vacío? ¿Y si algo se desplaza o huye, nada
ocupa su lugar? ¿Lo que ocupa, de dónde viene? Podríamos responder:
de la competencia. ¿Y la competencia está más allá del bien y del mal?
¿Nada ni nadie la determinan? ¿No constituye acaso un "vehículo# que,
según Geertz es lo realmente determinado? Y, si es determinado, debe
ser determinable en términos científicos. Pero también su contenido,
por el cual se verifica que hay desproporción, y que -recordemos a
Abrahams- es, en tanto signo, arbitrario y convencional ¿No está deter-
minado socialmente? A menos que se conciba la existencia de un reino
más allá de la naturaleza y más allá de los hombres, no podremos
explicarnos lo indeterminado más que en el circulo cerrado de lo inhe·
rencial.
La explícación basada en la teoría de la ansiedad no es falsa sino
parcial; explica sólo la causa eficiente del mecanismo. Explica fielmente
un aspecto del proceso y echa luz sobre una parte de lo que está más
allá de lo fenoménico. Pero se detiene en lo que podríamos llamar la
básica alteridad signica o simbólica, en el mecanismo de sustitución y,
cuando intenta generalizar, lo hace sin tener en cuenta el otro compo-
nente de esa unidad dialéctica: la alteridad histórica.
Queremos ahora considerar las propuestas de Lulgi Lombardi Satmuu
sobre la función impugnadora de la cultura popular. El folklore -según
él : u cultura de las clases subalternas#-cumple básicamente una función
impugnadora respecto a la cultura de las clases dominantes. La describe
así: "es impugnadora una forma cualquiera de contraposición de docu-
mentos, de textos, testimonios, con una intención antagónica, tanto
explícita como implícita" (1974: 129).
Desde ya encontramos una diferenciación metodológica con la con -
cepción de los contextua listas norteamericanos. Aquí se parte del objeto
("documento, texto, testimonio"), cuyo valor impugnado lo da su "inten-
ción antagónica" . ¿Cuál es el análisis por medio del cual es posible
establecer el carácter impugnador? Mediante la interpretación de ese
14 Ariel Gravano Folklore Americano 45
texto, partiendo o contraponiendo a un modelo que necesariamente yo
debo poseer de antemano, de lo que debe ser realmente impugnador,
por antagónico. Esto se ve mejor cuando lombardi escalona sus cuatro
"niveles de impugnación" dentro de los que será posible colocar los
testimonios.
Un primer nivel de impugnación "Inmediata con rebelión, explícita
o implícita, frente al statu quo". Lo ejemplifica con textos de cantos
aislados de su contexto. la única posibilidad de interpretarlos es por el
modelo que se tenga previamente de lo que significa para el analista,
o de lo que significa para esa sociedad en la visión del analista, la
"rebelión" o el antagonismo extremo. Un segundo nivel plantea también
una impugnación de tipo "inmediato" pero con "aceptación, explícita o
implícita, del statu quo". Y así sigue decreciendo el nivel de impugna-
ción. En un tercero nos habla de una impugnación "implícita" o por
oposición, es decir, por mera presencia; lo ejemplifica con la magia
popular. Un cuarto nivel sería directamente la aceptación de la cultura
hegemónica, pero en la que el folklore cumpliría un papel de "espía"
o testimonio de la relación de dominio.
Este último caso estaría ya cercano a la otra función que Lombardi
atribuye al folklore, que es la "narcotizante", cuando los dominados
ejercerían una especie de reaccionarismo hacia ellos mismos, una
asunción de los valores explícitos de las clases dominantes.
Veamos con algún ejemplo cómo deberíamos operar utilizando estas
claves interpretativas. los "documentos, textos, testimonios" son:
1) "la pobreza es de los pobres"
2) "Se sale más fácil de preso que de pobre"
3) "La gente crota es otra cosa"
¿En cuál de los niveles de impugnación podríamos colocar estos
textos? Tendríamos que "saber" muchas cosas que sin los contextos
sólo nos resta suponer. ¿Van al segundo nivel? ... Si bien hay una impug-
nación de tipo inmediato, se expresa una aceptación del statu quo; no
se va más allá de la descripción de la realidad. Una realidad que nosotros
"conocemos", donde la pobreza es... de los pobres, donde el preso sale
más rápido o más fácíl de la cárcel que el pobre de su pobreza; eso lo
"sabemos". También supongamos que conocemos el significado del
término "crota" y de la expresión " es otra cosa" como una autovalora-
ción. Supongamos que llegamos a la colocación de los textos en los
niveles. ¿Es posible trascender con esto el estamento interpretativo de
una mera descripción, o de una corroboración de correspondencia con
el modelo del que partimos? los pobres y los crotos tienen la intensión
de autovalorarse o autodestruirse, aceptan -aunque impugnan- su si-
tuación social como clases subalternas. Pero eso nosotros lo debíamos
"saber" antes de realizar la interpretación, si no, ésta no hubiera sido
posible; tenla que ser parte de nuestro modelo previo.
Cultura Popular e Ideología 15
Enero-Junio 1988
Ahora vamos a dar los contextos de donde extraje estos textos.
1) el primer ejemplo es una inscripción hecha en un carrito de 'cirujeo',
tirado por un caballito y tripulado por dos jóvenes harapientos, mo-
rochazos, que circulaba por el empedrado de la avenida Piedra buena
del barrio de l ugano (1985), y cuyo fin consistía en recibir los trastos
viejos que los muchachitos le 'madrugaban' a los recogedores oficia-
les de basura.
2) el segundo ejemplo estaba pintado en el paragolpe de un camión
mediano -menos de diez toneladas-, circulante por otro barrio de
Buenos Aires (1 986). Se sabe que este tipo de ornamentaciones sólo
las ostentan los vehículos que son 'trabajados' por sus propietarios,
no por peones. No es cuestión de hacer cuentas, pero se puede
calcular sin dificultad el poder adquisitivo del sector social autor de
este tipo de leyendas, que dista en forma ostensible de lo que podría-
mos catalogar como "pobres" en un sentido general. Sin embargo,
ahí está la porfía de los hechos: el pobre como protagonista de la
ideología del camionero-propietario. ¿Pertenecen ambos, el actor co-
nocido-transportista-y el simbólico-pobre- a la misma clase social?
¿Antes de tener el dato del contexto era posible llegar a la significa-
ción del contenido del texto en su relación social total, que incluye
al camionero y al símbolo del pobre? ¿Es el mismo pobre el pobre
del camionero que el pobre de los pobres?
3) el tercer ejemplo fue copiado del paragolpe de otro camión, esta vez
circulando por la ruta 2 (1986), marca Mercedes Benz, de más de diez
toneladas, flamante. ¿lo manejaba un croto?
lo que se pondría en discusión aquí es el establecimiento de la pola-
ridad clases dominantes/clases subalternas como recipientes expectan-
tes de recibir determinados contenidos supuesta y apriorísticamente atrl-
buídos a uno y otro sector, de modo que, si se nos cruzan los cables
de la clase en que los encontramos, no podemos más que cambiarlos
~e "~asillero" dentro del modelo. Se parte de un modelo y de la slgni-
f1cac1ón que tiene para ese modelo el término, en este caso sería el
pobre. Ahora bien, ¿el pobre de cada texto es el mismo pobre del mo-
delo? ¿Las clases subalternas tienen un valor simbólico ya establecido
~ara "su" pobre? ¿Tienen de por sí un contenido que expresar para ser
fieles al fin (telos) que se le asignó a su clase? ¿Existe una sustancia
~omp~esta por esos contenidos? Además, ¿qué es antagónico? Una
intención, nos dice el autor italiano, que refleja contradicción por una
contraposición de documentos hecha por el analista.
. la intención sería entonces la residencia del antagonismo. De la inten-
ción es propietaria la clase social. ¿Del apropiarse la clase social de la
intención impugnadora depende el antagonismo? Esto nos coloca en
16 Ariol Grava no Folklore Americano 45
el plano de lo subíetivo/objetivo y nos lleva también al tema del conflicto
y al alcance contextual que le podamos asignar: ¿cuándo empieza y
termina el conflicto objetivo - recuérdese lo visto con los autores contex-
tualistas-7 Néstor García Canclini, cuando enuncia los componentes de
la cultura popular, dice: "hay tres elementos necesarios para entender
lo específico, lo que distingue a la cultura popular: la apropiación desi-
gual de un capital cultural poseído por una sociedad (...). en segundo
lugar, la elaboración propia de sus condiciones de vida (. ..); y, luego,
en la medida que se toma conciencia de esta polaridad, de esta desigual-
dad, un enfrentamiento, una interacción conflictiva con los sectores
hegemónicos" (1984: 43). En otros párrafos usa términos similares: "lo&
sujetos, a través de la cultura, no sólo comprenden, conocen y reprodu -
cen el sistema social; también elaboran alternativas, es decir, buscan
su transformación" (íd. 42). " Respecto de ese capital (cultural) actúan
dos posiciones: la de quienes detentan el capital y la de quienes aspiran
a poseerlo" (íd. 20). Palabras en donde estaría sugerida una visión del
antagonismo como producto de la conciencia y la intención y no la
conciencia y la intención como productos del antagonismo. Quizá sea
una cuestión de términos en García Canclini, pero en Lombardi Satriani
esto está estrechamente ligado a su concepción de la clase social como
compartimiento, como estante, es decir, que está antes; que la mera
existencia de las clases y su refleío en la conciencia constituyen la base
del antagonismo expresado en los contenidos. Estimamos útil en este
punto la advertencia de Edward P. Thompson:
En mi opinión, se ha prestado una atención teórica excesiva (gran parte
de la misma claramente ahistórica) a 'clase' y demasiado poca a 'lucha
de clases'. En realidad, lucha de clases es un concepto previo así como
mucho més universal. Para expresarlo claramente: las clases no existen
como entidades separadas, que miran en derredor, encuentran una clase
enemiga y empiezan luego a luchar. Por el contrario, las gentes se encuen-
tran en una sociedad estructurada en modos determinados (crucialmente,
pero no exclusivamente, en relaciones de producción), experimentan la
explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los explotados),
identifican puntos de interés antagónico, comienzan a luchar por estas
cuestiones y en el proceso de lucha se descubren como clase, y llegan a
conocer este descubrimiento como conciencia de clase. La clase y la con-
ciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras, fases del proceso
real histórico. (1978: 37).
Vale el dcento puesto por el inglés en el nudo motor de la historia: la
lucha de clases, el antagonismo objetivo. Un nudo desatado por la
dinámica social como movimiento -a través de contradicciones- en el
cual las clases se construyen socialmente por medio de su praxis. Y
dentro de este escenario práctico adquiere valor de significación la re-
presentación. Pero las representaciones valen sólo en sus relaciones de
confrontación, de desproporción, de choque y diferenciación.
Enero-Junio 1988 Cultura Popular o ldeologla 17
La concepción de Lombardi, basada en una puesta en escena primero
de las clases y después de sus funciones, parte de una visión un tanto
teleológlca, en términos de fines hacia los cuales se dirigen esas clases.
Las mismas clases son concebidas por causas finales. Posición desde
ya válida en general, pero poco sólida para sostener un análisis de
procesos particulares en donde la misma desproporción torna dificul-
tosa la adscripción previa de determinados contenidos como impugna-
dores o narcotizantes a priori. Además, la impugnación misma vale -en
su esquema- sólo respecto a los contenidos de la cultura dominante.
En Lombardi hay un énfasis en la confrontación de contenidos, no en
las relaciones y menos en los vehículos (símbolos), como diría Geertz.
El diagnóstico y la asignación de valores (impugnadores, narcotizantes)
a esos contenidos provienen de establecer el parámetro base en el polo
dominante, al que parece que se le adjudicara el papel activo, mientras
a las clases subalternas les restaría más pasivamente sólo emitir "testi-
monios, documentos, textos" valores como impugnadores por el ana-
lista que ha establecido el marco de valores previo. Reitero: esto es
válido pero riesgoso tanto en lo metodológico como en lo teórico-inter-
pretativo. En el último trabajo de García Canclini publicado en Argentina
se pinta con claridad esta hipertrofia de lo dominante como clave para
comprender la cultura popular. Remitimos a él, aunque el argentino no
menciona a Lombardi (García Canclini, 1985 a: 7-10).
Subyace una concepción de refracción mecánica en el italiano, sosla-
yando el carácter simbólico -arbitrario, histórico y retórico- de la repre·
sentación. A veces es como si a Lombardi se le desencajara lo simbólico,
como si fuera algo molesto para su perspectiva. "La narrativa y la poesía
popular se hacen, así, densas de innumerables protestas, silenciadas
en el plano de las relaciones reales, y transferidas al espacio literario,
cuando no encarecidas (sic) en el lenguaje simbólico" (1978: 122). Esta-
ríamos en presencia de una reducción gnoseológica. La misión es -en
todo caso- desenrarecer lo que se le presenta como desproporciona!,
ateniéndose en forma acotada a la significación real, histórica y dialéc-
tica.
Esta última reducción se adecúa a lo que Geertz llama la "teoría del
interés", que en su enunciación él coloca ~orno propia del marxismo a
secas. Dice: "en la teoría del interés, los pronunciamientos ideológicos
son vistos contra el fondo de una lucha universal por las ventajas (don-
de) ... los hombres persiguen el poder". Estos fundamentos, agrega,
fueron "desarrollados hasta la perfección por la tradición marxista"
(1971: 22).
. Claro que en algunos autores pueden encontrarse adjudicaciones del
tipo de las que critica Geertz; pero es arbitrario englobar a todo el
marxismo y menos a sus fundadores en estos postulados subjetivistas.
Además, Geertz los expone en términos clasistas, pero burgueses (lucha
18 Arlel Graveno Folklore Americano 45
por las "ventajas"). De todas maneras, es necesario trascender la con-
cepción estanca de las clases que si puede llevarnos a la confusión entre
interés y necesidad objetiva.
Es necesario superar la precomprensión acerca de las clases por sus
causas finales, que nos llevan a explicaciones basadas únicamente en
la razón de ser de las clases dentro del sistema económico. Es necesario
acercarnos a los procesos reales de la formación de las clases en el
seno de las contradicciones del sistema y las relaciones históricas me-
diante las cuales las clases construyen a su vez su existencia y conciencia
como tales. Se trata de saltear la esterilización que resulta de partir de
planteos puramente final istas, así como establecimos la necesidad de
superar la omnicomprensividad ahistórica de la interpretación pura-
mente ansiolitica.
Los teóricos contextuales de la tensión ponen últimamente el acento
en lo que es la causa eficiente y tienen en cuenta esa alteridad básica
de lo cultural. Pero las premisas vistas los hacen presuponer un lógico
caos previo que adjudican a la sociedad en abstracto y hacia el cual se
dirigirla la producción ideológica y cultural como control. No tiene~ en
cuenta la 'otra cara' de la dialéctica de lo cultural que es la alterJdad
histórica, capaz de situar la representación en las relaciones de hegemo-
nía y antagonismo. Se hipertrofia la causa que sólo motoriza el meca-
nismo y paradójicamente se puede caer en una explicación de tipo
funcional, teleologla e inherencia!: calmar la ansiedad.
Por su parte, la visión finalista deja de lado los mecanismos simbó-
licos concretos que adquieren significación por su contexto; hace hinca-
pié en la significación que se atribuye a priori a los textos; se aparta de
la alteridad sígnica y trata de explícar por la hipertrofia que realiza de
la causa final. Paradójicamente, esta teoría que descuida el mecanismo
en aras del fin último, termina hablando de intenciones y respuestas
previstas, con lo que cae en una posición mecanicista. Por un lado,
entonces, la causa eficiente se transforma en explicación final y, por el
otro, la causa final se transforma en explicación eficiente.
Mi propuesta concreta consiste, entonces, en 1) resguardarnos de
concebir la impugnación en términos mecánicos y finalistas sólo como
respuesta, desoyendo el carácter constructivo, activo, autoproducido y
sustitutivo de lo cultural, y 2) resguardarnos de generalizar la despropor-
ción en términos de su alejamiento o huida de una realidad externa en
desmedro de su articulación objetiva y necesaria con la realidad cam-
biante y como realidad cambiante. Redefinir, en suma, ambas funciones :
la impugnación en la dialéctica de la alteridad simbólica Y la compensa-
ción en la articulación de la alteridad histórica.
Plantarse cientificamente ante lo popular sigue significando -hoy y
aquí al menos- plantarse ante lo diferente.
Lo diferente conjugado en esta unidad dialéctica de alteridad sígnico-
(ulture Popular e ldeologfa 19
Enero-Junio 1988
histórica básica. Si la desproporción se sitúa en el inici~ d~ la dilucida~ió~
concreta de estas alteridades, su punto de confluencia final es la .~1g~1-
ficación. "El signo se convierte en la arena de I~ lucha de clases. afir-
maba Voloshinov (1965: 36). En esa arena nos situamos como su¡eto Y
o~e~. . .
Tanto una como otra alteridades de la producción humana son des-
cubrimientos recientes, surgidos en el contexto hist?rico de nec.esid.ad
que esbozamos en 1986. Puede decirse que el camino de las c1enc1as
sociales es en realidad un sendero construyéndo~e ~través_ de la maleza
de la desproporción, con el machete del conoc1m1en~o ~filado por las
contradicciones históricas, pero a su vez esas contrad1cc1ones son. tales
por medio de slmbolos, lo que termina demostrando que la ho¡a del
machete está compuesta por el mismo material que la maleza, aunque
de otro orden; de lo contrario, no sería posible su interacción. El terr.e no
de la cultura y la ideología se encuentra arado hoy en día. Las cuchillas
que abrieron esos surcos en el área del conocimiento cientifico, e~tán
formadas por el accionar de las grandes masas que componen el su1eto
histórico de la cultura popular.
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EL IPO H. SUS FUNCIONES Y SU OROANIZACION
At11enlina El lnslirnto Panamericano de OcogrnCfn e liis1ori11 íuc íundado el 7 de febrero de l92A
por resolución aprobad:1 en In Sexta Conferencia Internacional Amcñc-Jma que se llevó
• cf..:10 en La Habana. Cuba. En 1930. el Gobierno clc los Estados Unidos Mexicanos
Bolhi• constru)'Ó para el u>0 dol ll'OH. el edíficio de la Calle E•·An:obispado 29, Tacubuya.
en la c:iud11d de México.
Brasil
En 19-i9. se firmó un con,·cnio entre el lnsthuto y el ConK"jo de 1a Or-ganización de
Canadá los Esuidoi. Americanos y se constituyó en el primer Organismo Egpccinlitndo de ello.

El Est:uuto del IPOH cit~ en su anícuk> to. sus finc:s:

Colombia
1) f -Omcnrnr, coordinar y difundir los csrndios cnrtogrdíicos. gcoHsicos. geográfico) e
Costa Rica histórtcos y los relati\'OS a las dcndas afines de intcr~s para América.

Chllt 2) Promo\•cr y rcuhior cs1udios. trnb;1jos y c-apacirucioncs e n c5as disciplinas.

úuador 3) Promover la coopcnción entre &os lm:1i1u1os ck ws disciphnms en A~ric::a y con

las orpnizaaones in1crnadonalcs afines.
El Salvador La\ actividades y proycct~ que cksllrrolla el lnstirnto ~ conjupn en trc\ programms
que cumplen los fines ya M:Mlodos.
Estados Unidos
de América 1) Oirccdón y Administrnc1ón
2) Public:ocionc.
Guatf'mala J) A~is1cncia Técnica

Solamcnlc los ~tados Americanos pueden ser miembros del IPGH. Uh Est:ul()) no
Haltl americanos que ttcncn obscn-adorcs permanentes an1c la OEA. pucckn 1ambi~n ucrc·
ditarlos r.ntc el lnsti1u10, de ucucrdo n su rcglamcnu.ción.
Honduras
Son órg•nos panamericanos del IPGH. los $.Íguícn1cs:
llfbko
1) Asmnblctt Gcncml
Nicaragua 2) Consejo Dircclivo
3) Sccrcmlo General (M txic:o. D . F.. M txico)
4) Comi>ión de:
Pan•má
Cinografía (Bogo•~ , Colombia)
Geografía (Knoxvillc-USA)
Historia (Quilo. Ecuador)
Perú Geofl>k• (Union, On1 .. C1nadá)

Además. en cada Estado ~1i c mbro funciona una Sección Naciorml cuyos cornpon c 111 c~
Re p ~bllca M>n no mbrados por cada gobierno. Cuentan ron su Prc,idcntc. Vi«prcs¡dcntc. r-.1icm·
Domlniana bros Nocionales ele CinoSJllffa. Gcograffa. Hisiori• y Gcoffska l' "*
clc ><><•••
miembros de Comh~~ y Grupos de Tr.tbajo. por país. de mi modo que el c;1pilal humo no
Uruguay del ln~1iw10 está constituido por numerosos clcntífic~. académicos y 1~cnicos.

Vtntwtla Ed11or ele la R~ta Ocolísic:> lnsututo Panamericano

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