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Khlebnikov Velimir Antologia Poetica y Estudios Criticos 1 PDF
Khlebnikov Velimir Antologia Poetica y Estudios Criticos 1 PDF
y presentación de:
Javier Lentini
Velimir Khlebnikov
Antología poética y Estudios críticos
Editorial Laia/Barcelona
Diseño y realización de la cubierta: Raúl O. Pane
ISBN : 84-7222-417-1
Depósito legal: B. 36.473 - 1984
7
en 1936 bajo el título Poesías escogidas. Preso de megalomanía,
Khlebnikov murió loco.»
Cuantos tengan tiempo e interés para leer las páginas de
este libro sobre K, podrán comprobar que, además de la ba
nalidad de esta biografía, se han reunido en ella los tópicos
de quienes nunca leyeron a K: su desinterés por el mundo
social, su desorden, señalar únicamente su obra menor y, por
fin, la inexactitud de su megalomanía y locura. Valga pues esta
nota introductoria para situar a K en el tremendo momento
histórico que le tocó vivir, y para relacionar los materiales que
hemos reunido en la primera parte de este volumen, de los que
surge una distinta figura del poeta.
Dificultad de bibliografía
En la nota bibliográfica que traducim os2 se comprueba
cuán poca importancia se le ha concedido a K en su propio
país. La razón es clara si se piensa en la evolución de las letras
rusas en los años posteriores a la Revolución. Maiakovski y
Esenin se salvan -—a pesar de un suicidio que, en cierto modo,
los «invalida» como héroes revolucionarios— por un cúmulo
de circunstancias, como haber sido conocidos en la Francia de
los surrealistas y por aventuras afectivas, además de un valor
literario absolutamente cierto y su adscripción a la Revolución
de modo claro con poemas «totales» (recordemos el Lenin, de
Maiakovski).
Esta circunstancia no se da en K: él protesta, grita contra
la guerra, contra la burguesía, a favor de los pobres, de los
míseros, de la misma Revolución y lo que representa; pero no
tiene la «oportunidad» de alabar a las personas que mandan.
Sus pocos «cargos oficiales» son ínfimos y más bien un inten
to de algunos amigos para salvarlo de la muerte por hambre.
K no puede ser conceptuado como poeta «soviético» (mue
re en 1922 cuando la subida bolchevique al poder no ha tenido
2. Página 197.
8
tiempo de consolidarse y apenas existe un Estado «soviético»
— adjetivo igualmente injustificado pues los soviets fueron di
sueltos en 1918— ) y su obra es muy poco conocida por los
rusos actuales a pesar del elevado nivel cultural del ciudada
no ruso en nuestros días, especialmente en cuanto se refiere a
la cultura de su país y más aún a la época revolucionaria. Quie
re eso decir que no hay un «consenso» a propósito del autor,
pues su obra no se lee (ninguna publicación de ella a partir
de 1936, con la excepción de una antología aparecida en Le-
ningrado en 1960 ).3
Podríamos pensar en varias razones por las que en la mis
ma Unión Soviética se lee poco a K : a) es un poeta oscuro y
abstruso; b) pertenece a una época muy dura que a los rusos
no les agrada recordar; c) en las librerías moscovitas donde
proliferan los estudios políticos del marxleninismo o los aná
lisis económicos de los últimos «planes quinquenales», no se
hallan las obras de K , pero tampoco en las que se forman lar
gas colas para adquirir las obras de Evtuchenko; d) su obra,
como la de los pintores abstractos, pertenece a un tiempo
futuro, al que aún no ha llegado la madurez cultural soviética
ni tampoco buena parte de ese occidente «m ás avanzado cul
turalmente»; e) K es una muestra, tanto para los rusos como
— más aún— para los occidentales, de que un revolucionario
convencido no tiene que ser necesariamente un político ni un
«subversivo» (en el sentido actual de la palabra, o sea más bien
«terrorista»). Esta pureza de K respecto a la humanidad en
tera, ese ser testigo y juez, genio y mendigo, lo hace incómodo
para todos.
9
El valor de K
Lógicamente podría pensarse en primera instancia si el
valor literario de la obra de K no merece otra cosa que el
olvido. Señalemos únicamente que sus contemporáneos (Tynia-
nov, Stepánov y V in okur)4 se hallan absolutamente convenci
dos de su importancia, aunque no tanto de su influencia sobre
las letras rusas posteriores a él, por todas las causas antedi
chas. Pero, si eso fuera poco, los últimos estudiosos de la obra
de K (Schnitzer, Prigeant, M ign ot)3 no hablan solamente de
su calidad, sino también de su importancia actual desde el pun
to de vista literario y semiológico. Y posiblemente esto no es
más que el comienzo de lo que K llegará a ser valorado.-
Quisiéramos puntualizar el hecho de que K es recordado
casi exclusivamente por su Conjuración por la risa, siendo, en
cambio, autor de grandes poemas épicos y de-excelentes poe
mas líricos. Ya sabemos que lo anecdótico prevalece casi siem
pre sobre lo fundamental; pero eso es lo que debemos rebatir.
Aunque los mismos «futurianos» (como más le agradaba auto-
denominarse a K ), sabían que solamente una «bofetada al gus
to público» 6 sería capaz de hacerles sobresalir, de transgredir
el academicismo reinante, ello fue evidenciado por el mencio
nado poema de K. Ya antes se habían producido otros intentos,7
pero ningún otro como Conjuración por la risa, resquebrajó el
ya crujiente monolito.
Literariamente (en cierto modo a caballo de su propia vida),
la obra de K puede dividirse en tres etapas: 1) Etapa Gileja
(entre 1906 y 1914; fundamentalmente'entre 1910 y 1914),
en la que la experimentación futurista, y el contacto con sus
compañeros mantiene a K como jefe de fila, en producción e
innovación constantes, con una cierta proyección externa — aun
que sea tan sólo en revistas— , y con un reconocimiento indu
10
dable, pero exclusivamente por parte de los poetas de van
guardia. Aquí los grandes temas épicos rusos culminan en su
gran obra Los hijos de la n u t r i a Etapa revolucionaria (entre
1914 y 1920); en la que se produce el triunfo político de las
ideas revolucionarias, y cuando escribe sus grandes poemas
contra la guerra9 y comienza una soledad que lo impulsa a
desarrollar sus teorías numéricas antes esbozadas y sobre todo
de lenguaje 10 en la búsqueda de un idioma universal que uniese
a todos los hombres (quizá sea ésta la causa perdida de que
habla Laffont-Bompiani) y de un país ideal." 3) Etapa de in
trospección (1921 y 1922), en la que aún persistiendo en sus
grandes temas revolucionarios 12 y completando los numéricos,13
vuelca su intimidad en una serie de pequeños poemas precisos
v bellísimos. Puede incluirse aquí plenamente su gran poema
lírico La trompeta de Gol-Mullah,14 inacabado. Esta etapa cul
mina con el espectáculo teatral Zanguezi,15 en donde el idioma
zaum halla su mejor contexto, pero donde, además, se inclu
yen unos fragmentos — como «E l reír y la pena»— de emo
cionado contenido y la mayor calidad.
Respecto a esta calidad de la obra de K, quiero suscribir
totalmente los conceptos expuestos por Grigori Vinokur,16 en
cuanto a la importancia de K como poeta «clásico», dentro de
lo que este concepto tan aparentemente antikhlebnikoviano pue
da expresar, como perenne y eterno, para la literatura univer
sal, y no solamente la rusa. Toda su experimentación sería nula,
sin esa absoluta calidad, como lo es en cualquier arte. La cali
dad de la obra de K se muestra a la primera lectura, pero más
cuanto se relee, se hallan conceptos recónditos y se dilucidan
11
las alusiones, sobre todo cuando se conoce el idioma ruso, pues
to que K juega y experimenta con su idioma como un ex
perto, pero nunca de modo gratuito, sino hallando formas nue
vas, aliteraciones, cacofonías, muchas veces totalmente intradu
cibies, que nos conformamos con enunciar.
Khlebnikov y el Futurismo
Un aspecto importante sería señalar el peso que la vanguar
dia rusa ha tenido en la literatura mundial y sus imbricaciones
con el surrealismo francés. Creo que todo ello se halla ya ex
puesto en varias obras,17 pero no olvidemos que después de
1917 se asiste al término lógico de la vanguardia prerrevolu-
cionaria, a través de un proyecto de recomposición en el que
el intelectual puede actuar como catalítico,- pero que suele per
der tarde o temprano su fuerza ante el político. Significativo
es el ejemplo de Maiakovski. A pesar de todo, la «muerte del
arte» durante un tiempo podrá pensarse que ha sido sobre
pasada mediante la experiencia yo-nosotros futurista, en una
concepción del arte-vida que supera la dicotomía entre trabajo
intelectual y 'trabajo manual.
Otra cuestión sería presentar la completa historia de «Gi-
leja» o «cubofuturismo» pero no lo creo oportuno. Tan sólo
quiero señalar algunos acontecimientos, como su primera publi
cación E l estudio de los impresionistas, en la primavera de
1910, y la colaboración activa de K con David y Nikolai Bur-
Iiuk, Livsic, Elena Guroj Kruchenych, Maiakovski, etc. El des
cubrimiento que Livsic hace en ciertos escritos de K de «len
gua hecha vida, la palabra prehistórica» 18 «que despertaba los
significados adormecidos en las visceras de la palabra», y el
interés de ambos porque se hable de ellos en cualquier cir
cunstancia, aprovechando las exposiciones de pintura o las reu-
12
niones poéticas, de lo que poco a poco K se va retrayendo, y
va el 11 de noviembre de 1913 los futuristas hablan de «triun
fo» al haber conseguido hacer leer sus poemas a K durante una
lectura pública en el Museo Politécnico, en cuya noche Maia
k o v sk i proclama que los primeros poemas futuristas de K, de
1908, son anteriores a los de los futuristas italianos. La llegada
de Marinetti a Moscú el 26 de enero de 1914 y el intento de
boicot de Livsic y K distribuyendo octavillas contra él entre el
público. La indignación de K por el servilismo de algunos
«gilejanos» a este acto y su separación cada vez mayor desde
entonces del grupo, hasta su marcha en el mes de marzo a
Astracán, aunque algunas obras suyas continuaron apareciendo
en las revistas futuristas.
También deberíamos aquí señalar algunos de los puntos ex
perimentales de la obra de K , desde su erudición lingüística,
histórica y folklórica que emplea abundantemente en todo el
transcurso de su obra, a la utilización del zaum. La vida lite
raria total de K es una búsqueda multiforme que no excluye
ninguna zona y potencialidad de la práctica poética'.
La presencia constante del modelo khlebnikoviano en la
praxis cubofuturista, no debe ser entendida como un hecho d e -
supeditación o de mera imitación; el experimeritalismo de K
es una suerte de gran laboratorio, de hipótesis en acción, ma
croscópica y omnicomprensiva, de la revolución formal conse
guida o perseguida por el cubofuturismo ruso. La obra y teo
rías de K, entre las que no se puede trazar un límite neto, no
constituyen un prontuario de «procederes» al que los «gileja
nos» recurran para resolver sus problemas de «m odernidad»,
pues incluso, por sus extremismos y por su erudición, rehúsa
cualquier posibilidad de epigonismo y ofrece, no fórmulas rá
pidas, sino un modelo de búsquedas, la función misma de la
experimentación. Esto no excluye la difusión de un verdadero
culto a K en el interior del grupo, culto no siempre desintere
sado ya que los «gilejanos» desean demostrar la prioridad cro
nológica de K respecto al futurismo.
El primer derecho que los futuristas se arrogan es el del
empleo del lenguaje coloquial con un plurilingüismo de las ex-
13
presiones callejeras, el léxico cotidiano, dialectismos, palabras
extranjeras, arcaísmos, palabras «tab ú », etc.
El segundo capítulo son los neologismos (slovonosestvo)
— que K trasformará en (slovotvorcestro), creación verbal. En
1908 anuncia: «Encontrar, sin romper el cerco de las raíces, la
piedra filosofal de las transformaciones de todas las palabras
eslavas, ése es el primer fin al enfrentarse a la palabra».19 El
ejemplo más famoso es la Conjuración por la risa. Pero K
aun ateniéndose a la teoría de la palabra-imagen, llega a solu
ciones distintas de los simbolistas de los años anteriores al cubo-
futurismo, gracias a que restituye al lenguaje poético la con
creción y potencialidad «figurativa» del lenguaje y pensamien
to primitivos.
Otro campo de creación neologista de K, más restringido,
es la contracción de dos vocablos en un tercero que contenga
y supere el significado de ambos. Aun siendo éste un terreno
muy khlebnikoviano no es más que un mínimo experimento
dentro del todo.
K es el primero en introducir en la poesía rusa una polé
mica muestra de rimas «m arginales», antes de él confinadas a
la poesía cómica. La rígida rima clásica se sustituye en K por
asonantes y consonantes, rimas compuestas, rimas basadas so
bre palabras homónimas pero con acento diverso, rimas en jue
go de palabras; comparecen en posición de rima formas auxi
liares como proposiciones, interjecciones, etc. Maiakovski se
lanzará con fervor a la danza liberatoria invocada por K.
Al fondo del itinerario hacia la Palabra autosuficiente, ha
llamos e! llameante lenguaje del zaum (de za, más allá, y um,
de la razón), o sea transmental, transracional. Aún hoy día el
zaum constituye una grave hipoteca negativa o al menos total
mente clasificatoria 20 para K y para quienes lo emplearon. Pero
14
ya Tynianov decía: 21 « K no descubre los pequeños defectos
de los viejos sistemas sino que, partiendo de lugares casuales
descubre una nueva estructura. La nueva visión del mundo, ín
tima, casi infantil, se ha revelado como una nueva disposición
de las palabras y de las cosas. Definida transmental, todos se
han contentado con decir que K, ha creado un «discurso sono
ro privado de sentido». Esto es falso. Toda la esencia de su
teoría está en haber desplazado, en poesía, el centro de grave
dad desde las cuestiones de sonoridad a las de significado. Pero
la polémica seguirá por años y Selivanovski, por ejemplo, escri
birá en 1934 «Khlebnikov cultivaba el zaum, la fonoescritura
contrapuesta al significado».2
En realidad, y esto es lo más importante, el zaum particular
de K constituye una zona absolutamente restringida dentro de
sus experiencias lingüísticas y es tan sólo un paso dentro de la
búsqueda utópica de un lenguaje «estelar», universal y trans
mental. Toda una serie de trabajos de K hablan de lo serio del
tema.23
Para K existen dos tipos fundamentales de zaum: en el
primero «el juego de la voz fuera de la palabra», es absoluta
mente reconocido por los mejores estudiosos. Incluso en los
pocos casos en que K se atiene a este zaum, siempre existe una
fuerte tensión expresiva. Al segundo tipo de zaum, en cambio,
K recurre más frecuentemente, sobre todo en las últimas obras,
coincidiendo con su sueño de fraternidad universal. En varias
partes de Zanguezi se fusionan el lenguaje estelar con el co
mún. La importancia de/ zaum dentro del grupo futurista hace
que Kruchenych llegue a decir: «E l lenguaje transmental, que
solamente yo he expuesto en forma pura, ha creado la escuela
poética de/ zaum, la única que no hemos tomado prestada de
Occidente. De esta escuela forman parte Kruchenych, Khlebni-
15
kov, E. Guro, Kamenski, Tretiakov, O. Rozanova, I. Zdane-
vich, I. Terentev».24
La fidelidad de K
Es posible que en K, la fidelidad haya sido uno de sus prin
cipales enemigos. Fidelidad para con sus amigos, por más que
éstos lo ataquen con burlas satírico-crueles que culminarán en
su coronación como «Rey de los P oetas»25 — nunca por él re
chazado; en cierto modo admitido realmente por los otros.
Fidelidad para con las ciencias exactas estudiadas en su ado
lescencia y que marcarán, en una unión interdisciplinaria poco
frecuente, toda su obra y sus ideas del futuro. Fidelidad a
Rusia, comenzando por su tierra de nacimiento, patria de los
cosacos, a quienes mostrará como origen de leyendas, víctimas
de traiciones y explotaciones, y héroes en mil batallas; a Rusia
a través de su historia, estudiando, exponiendo y amalgamando
los temas históricos con las leyendas, lo que obliga al lector
occidental a una búsqueda perpetua de documentación so pena
de perder, ya el hilo argumental, ya las ironías o sutilezas de
sus apreciaciones. Fidelidad a la Revolución, con mayúscula, que
él admite y apoya desde sus escritos; que alaba — y, por des
contado no por medro, como le achaca Bunin 26— , sino por
total acuerdo de sus creencias anteriores con la evolución his
tórica de su pensamiento sobre Rusia. Fidelidad al futurismo,
16
que defenderá hasta el último de sus días, haciendo del «futu-
riano» 27 un héroe estelar, aunque intuya perfectamente que la
importancia del «nuevo» movimiento tenga sus días contados
con el advenimiento de más nuevos tiempos. Fidelidad a la
poesía, por encima de todo, que ocupará su vida entera, física
y espiritualmente, ya que, aun siendo atraído por el sexo feme
nino,28 su existencia se consume en la escritura de la poesía
sin que para él, quizás lúcido de su situación social, exista otra
posibilidad de vida. Fidelidad a la libertad por tanto, que en
salza en multitud de poemas como «joven desnuda», como
«abanderada», al frente de toda lucha y por la que renuncia a
todo bienestar, a veces hasta el punto de vivir en la más com
pleta indigencia, compartiendo la vida «al calor del estiércol»,
única estufa para los miserables en las frías noches de invierno.
Fidelidad al hombre, del que podríamos hacer tres distinciones:
los odiados burgueses — el dictador zar incluido— origen de
todos los males del momento; los miserables, a quienes eleva
a la categoría de «H ijos de D io s » ;29 los elegidos, las grandes
figuras de la humanidad, que han de reunirse en la «Isla
Khlebnikov, rodeada del mar de la mediocridad». Fidelidad al
progreso del pensamiento humano, como lo demuestran sus
Propuestas,x verdaderamente proféticas en muchos aspectos,
profundamente irónicas en tantos otros. No es un contrasentido
su sátira de Marx y D arw in/1 como expresión máxima de un
determinismo triunfante, pero aún científicamente discutible en
la época y ambiente de K, y que «minimizaba» el aspecto de
«hombre libre», tan grato a sus ideas.
17
Las guerras
El período en que vivió K se halla inmerso en un conflicto
tras otro. En la cronología hemos querido reflejarlo, pero no
hay duda que la realidad debió ser mucho más agobiante. Re
cordemos tan sólo la influencia que Lenin daba a la derrota-de
los ejércitos rusos en la conflagración europea de 1914, y poder
basarse en ella para el triunfo de la Revolución; lo terrible de
las campañas de la guerra de 1915 en Rusia, con su ejército
diezmado por la corrupción de los militares zaristas, y las terri
bles condiciones atmosféricas que han sido el contrapunto en
todas las batallas en Rusia, desde Napoleón a la II Guerra
Mundial; pero sobre todo el hambre y la pobreza de-la pobla
ción civil que contrasta, en un principio, con el lujo de la Corte
y de la Iglesia.
El triunfo de la Revolución no es instantáneo; durante unos
años se suceden los gobiernos y no es sino hasta 1917 que se
proclama la victoria; pero ésta va a entrañar un período aún
más trágico, con el «cordón sanitario» contra la Revolución, de
la unión de polacos, lituanos, estonios, finlandeses, rumanos
(sostenidos por franceses y griegos), checos, con el apoyo ma
sivo de Gran Bretaña especialmente, que fue en realidad, ade
más de una guerra, un terrible bloqueo que llevó a la población
rusa a unas condiciones de miseria insoportables. Durante al
gunos meses en 1920, cualquier malhechor, llamándose comu
nista, podía cometer Cuantas fechorías se le antojasen.
Es, pues, en estos momentos, con las epidemias y el ham
bre de estos años de guerra interna entre rojos y blancos, con
bandas que se aprovechaban de todo ello bajo el apoyo de las
potencias extranjeras, cuando se desarrollan los últimos años
de la vida de K, paciente testigo y víctima voluntaria, mientras
otros de sus compatriotas, cultivaban su arte en el resurgente
París de la postguerra.
K, prácticamente, enferma en aquel momento de modo irre
versible, pero su solidaridad y su ineptitud, hacen que su voz,
puramente escrita y en nombre de la colectividad, sea queja
más que protesta. De todos modos, poco se conoce de sus an
18
danzas durante estos últimos años y solamente quedan sus
escritos, tantas veces perdidos, tantas veces menospreciados o
abandonados por él mismo, en la creencia de que la obra per
fecta es fruto de muchos retazos sueltos — su modo de escri
bir los grandes poemas— y generalmente trabajo de un instan
te o de años que reúnen todos los instantes.
El aprovechamiento de ideas sueltas era tan frecuente en
su concepción, que no es de extrañar, por una parte cierto me
nosprecio a estos fragmentos y por otra la repetición de con
ceptos de una obra a otra, ya que muchas de ellas han sido
publicadas tanto en sus fracciones como en su modo definitivo,
aunque muy pocas veces podamos hablar de una forma defini
tiva en K , que retocaba sus escritos hasta el último minuto.
A este respecto querríamos señalar que, a pesar de haber sido
publicados, ciertos poemas no merecían su aprobación años más
tarde, lo cual es lógico en todo autor, pero más en él que aban
donaba un puñado de poemas a sus amigos que con frecuencia
(D. Burliuk) los retocaban y en ocasiones probadas los distor
sionaban de su forma primitiva. Por ello, cuando en 1919,
estuvo a punto de publicar el único libro en vida (objetivo
que al fin no se llevó a cabo) a cuenta de Román Jakobson, en
un prólogo a esta obra, suprime, cambia y al final señala las
obras más importantes a su criterio y los motivos que le lle
varon a escribirlas o escogerlas. En algunas notas a pie de
página de muchas de las traducciones de este volumen, se ex
ponen, extraídos de este prólogo, los respectivos párrafos, que
debían haber formado el pretendido libro.
Megalomanía y locura
La última línea del Dictionnaire... de Laffont-Bompiani
señala estos dos aspectos. Ambos son parcialmente erróneos
y equívocos.
K luchó desde el principio con una sociedad literariamen
te académica en donde, hasta mucho más tarde, la mella del
futurismo no alcanzó su impacto. Afortunadamente para K,
19
sus compañeros se dieron cuenta de la importancia de sus in
novaciones, pero, incluso para ellos, K era excesivo; y si en
un principio fue acogido como jefe de fila, no es ilógico pen
sar que, al separarse del grupo, aun existiendo una cierta co
laboración, la soledad de K debía hacerse más manifiesta,
mientras el grupo se volcaba en otros radicalismos y las au
toridades preferían — en un principio, ya que después sería
apartado-— a Maiakovski como escritor revolucionario. De
todos modos no hubo un enfrentamiento jamás, recordemos
que la elegía fúnebre de K fue pronunciada por Maiakovski,32
pero en ella se vierten conceptos laudatorios más de acuerdo
con la memoria antigua, la época Gileja, que con las últimas
obras de K, con certeza muerto literariamente de momento
— sobrepasado por los acontecimientos políticos— , mucho an
tes de su desaparición.
K estaba convencido de su propia verdad que defendía a
capa y espada. Posiblemente es achacarle una cierta intransi
gencia y orgullo, quizá mejor una tozudez de eremita, una
verdadera convicción, que nada podía tergiversar. Pero es que
nada debía tergiversarlo, pues para que todo su endeble (en
su época) andamiaje se sostuviera, era precisa la absoluta fe
— como los mártires— pues una grieta en la estructura po
día derrumbar toda su vida, tan dedicada a sus ideas.
Añadamos otro ingrediente: la soledad que va a impreg
nar sus últimos años, tanto en el aspecto colectivo (de toda
Rusia, recordemos que en 1922 mueren millones de civiles
puramente de hambre), como en el aspecto personal, tan pron
to en una inoperante misión en Irán, como de regreso, enfer
mo e incomprendido en su país.
En la vida de K la megalomanía ha sido ese cierto grado
de convencido orgullo, absolutamente indispensable para no
perecer y que sin este concepto del propio valor, quizá sí que
hubiese caído en una locura, posiblemente depresiva, que hu
biera puesto fin a su obra y a sus días.
20
Porque los poemas íntimos, los poemas últimos, esas pe
queñas joyas, todavía mal conocidas y peor estudiadas en su
propio país, nos ofrecen la señal inequívoca de su soledad y de
que no ignoraba cuánto de engaño hubo en muchos de sus
compañeros, cuán dura y fría es la lucha, y cuánta verdad se
encerraba en los versos finales de Los hijos de la nutria'. «M as
en el mundo, daos cuenta, estamos solos», en donde, sin em
bargo, había comenzado proclamándose a sí mismo la «isla :K,
en la que se reúnen los espíritus de los grandes hombres» y
«rodeado del mar de la nulidad».
El aspecto referente a su locura está totalmente dilucida
do. Una carta dirigida al médico y amigo Kulbin 33 pone de
manifiesto su lucidez respecto a su situación militar, ya que
en el ejército «es tan sólo una cifra», y su valor, en cambio,
como hombre surge cuando está en libertad, fuera de un mi
litarismo al que no puede en modo, alguno someterse. Ello
le lleva a pasar, como mal menor, durante una corta tempo
rada, por un hospital psiquiátrico, y de este modo consigue
librarse definitivamente de las cadenas disciplinarias. Este «tru
co» lo volverá a repetir con éxito, aunque por una temporada
desesperadamente más larga, en el momento de la lucha con
el ejército blanco. De aquí ha surgido la leyenda de su locura
que en ningún lugar de sus escritos se manifiesta, aunque sus
teorías matemáticas no ofrezcan gran fiabilidad.
Su preocupación por el futuro a través de sus sorprenden
tes cálculos numéricos; por el hombre en sus más sencillos y
amplios extremos hasta el desarrollo de su lenguaje «estelar»;
el desprecio por la sociedad dictatorial, administrativa, lógica
y absurda, y el amor a la libertad, todo ello es ya motivo para
ser tachado de loco en cualquiera de nuestras romas socie
dades.
Queda aún mucho trabajo por efectuar con la obra de K.
No es un autor agotado, sino absolutamente vivo, «futuriano»
quizás, aún por mucho tiempo.
Javier L e n t i n i
21
Nota sobre la traducción
23
a A. Samons, que se encargó de la primera traducción literal
de muchos poemas, Svetlana Khval, M.a Luisa Muñiz y M.a Vic
toria Lentini.
Ésta es una obra incompleta; una «A ntología» a la que, sin
duda, Faltan importantes fragmentos. Pero si todas las obras
sobre Khlebnikov traducidas a otros idiomas son igualmente
muy fragmentarias, podríamos achacarlo a las dificultades en
conseguir los textos rusos, por el velo del olvido que en la
misma Unión Soviética cubre a Khlebnikov debido al escaso
interés que allí ha existido por los estudios críticos de su obra.
Los textos que hemos manejado son, prácticamente, todos los
incluidos en la bibliografía que se hallará en este mismo volu
men. Desearía que esta edición incitase a otras personas a en
tusiasmarse por Khlebnikov, y que, un día, su genial obra com
pleta, pueda ser ofrecida en castellano con la distinción que
merece.
J a v ie r L e n t i n i
24
Cronología
25
la pena de muerte). M aiakovski abandona los estudios
y sufre el primer arresto por motivos políticos. Khleb
nikov se traslada de Kazan a San Petersburgo; allí, en
la revista «L a Primavera» aparece por primera vez una
obra suya, el fragmento lírico La tentación del peca
dor. — Primeras telas cubistas de Picasso. En París,
Diaghilev funda los «Ballets R usos». Shonberg: 15 can
ciones sobre la poesía de George (primera obra atonal).
1909. Lenin: Materialismo y empiriocriticismo. — Manifies
tos futuristas italianos.
1910. Muerte de Tolstoi. Kuzmin: L a hermosa claridad (el
clarismo). «E l vivero de los jueces» (Khlebnikov, Ka-
menski, H . Guro, D. y V. Burliuk), preludio del futu
rismo. «E l estudio de los Im presionistas», con La con
juración por la risa, de Khlebnikov. Stravinski: E l pá
jaro de fuego. Textos teóricos de la abstracción (Kan-
dinski) y del dodecafonismo (Schonberg).
1911. Asesinato de Stolypin. — Exposición de la Unión de
la Juventud (con Tatline). Egofuturismo de Igor Seve-
rianine. Matisse en Moscú.
1912. Cuarta Duma (6 diputados bolcheviques). Descarga de
fusilería en Lena. — Primer número de «P ravda». El
Taller de los Poetas. Achmátova: La noche. Krucenych
publica con Khlebnikov los primeros libros «autoescri-
tos»: Juego en el infierno y Mundo al revés. «Bofetada
al gusto público», manifiesto de los cubofuturistas (Bur
liuk, Krucenych, Khlebnikov, Maiakovski). Khlebni
kov: El maestro y el discípulo. Revista acmeísta: «H i
perbórea». — «Ballets R usos»: La siesta de un fauno,
con coreografía de Nijinsky. M. Duchamp: Desnudo
bajando la escalera n. 2.
1913. Efervescencia social. Huelgas. — Maiakovski: La nube
con pantalón. «Sonrojos», con textos de Khlebnikov
y Krucenych: La palabra como tal, la letra como
tal. Manifiesto del acmeísmo en la revista «A pollon».
Mandelstam: La Piedra. — Apollinaire: Alcoholes.
26
Proust: Du cóté de cbez Swann. Freud: Tótem y tabú.
E. Pound y F. S. Flint publican en la revista «Poetry»,
de Chicago, algunos escritos programáticos del «imagi
nismo». — Stravinsky: La consagración de la prima
vera.
1914. Primera Guerra Mundial: el 19 de julio Alemania de
clara la guerra a Rusia. Primeras derrotas rusas. — «E l
vivero de los jueces I I » , «Id os al diablo». Jira de los
cubofuturistas (Maiakovski, Kamenski, Burliuk). Mari-
netti en Rusia: violenta reacción de Khlebnikov y de
los cubofuturistas. — Joyce: Dublineses.
1915. Los bolcheviques contra la guerra. Retirada rusa en
Polonia. Moscú: «Círculo lingüístico», primer núcleo
del formalismo crítico. Blok: Versos sobre Rusia. —
Exposición futurista (Pougny, Malevitch, Tatline). En
Nueva York, Duchamp y Picabia fundan con Ray la
revista «2 9 1 ».
1916. Desorganización económica. Deserciones. Asesinato de
Rasputín. — O P O IA Z : sociedad para el estudio de la
lengua poética. M aiakovski: La guerra..y el .universo^
Khlebnikov: La trompeta de los marcianos. Primer
libro de versos de Esenin: Radunika. Khlebnikov fun
da la utópica «Sociedad de los 317 Presidentes del glo
bo terráqueo». En noviembre sale el almanaque «Cua
tro pájaros», con poesías de Khlebnikov. — En Zurich,
Arp, Ball, Huelsenbeck y Tzara fundan el «Cabaret
Voltaire».
1917. Revolución de febrero. Gobierno provisional. Lenin re
torna del exilio. Revolución de octubre. — Tanto solos
como en calidad de grupo, los futuristas acogen favo
rablemente la revolución de octubre. Maiakovski, con
Blok y Meyerhold, se halla entre los pocos intelectua
les que responden a la llamada de sublevación del Co-
misariado para la Instrucción (creado a continuación de
la Revolución de octubre) para colaborar con el po
der bolchevique. Creación del Proletkult. Pasternak: Mi
21
hermana la vida. Teatro de Meyerhold. Khlebnikov:
El error de la muerte. — En París, Aragón y Soupault
empiezan a colaborar en la revista «N ord-Sud». En
Barcelona, Picabia publica la revista «3 9 1 », que a con
tinuación saldrá en Nueva York, Zurich y París.
1918. Armisticio de Brest-Litovsk. Intervención armada de
potencias extranjeras contra la Rusia soviética. En ve
rano comienza la guerra civil. Agosto: atentado contra
Lenin. Revolución alemana. Se adopta el nuevo calen
dario. Nacionalización de la tierra. — Sale el « I I al
manaque de los E scitas», con Llanto por la ruina de
la tierra rusa, de A. Remizov. Éste, como numerosos
escritores (Bunin, Cvetaeva, Chodasevitch, Ivanov, Me-
rejkovski, etc.) abandonan la Rusia soviética. Blok:
Los Doce. Esenin: íonine. Maiakovski y los futuristas:
«E l arte de la Com una». Aparece la antología futurista
La palabra de centeno (Khlebnikov, D. Burliuk, Ka-
menski, Maiakovski, Pasternak) con un prólogo de Lu-
nakarski. — Apollinaire: Caligramas. Tzara: M anifies
to Dada 1918.
1919. Comunismo de guerra. Bloqueo de la Rusia soviética
Ofensiva de los ejércitos blancos. Penuria de víveres
en la población. Requisa de productos agrícolas. —
Chagall en Vitebsk. Teatro judío. Maiakovski en la
ROSTA. A principios de año se publica la Declaración
del movimiento imaginista (Esenin, Ivnev, Mariengof,
Sersenevitch). — Proust: A la sombra de las mucha
chas en flor. Kafka: La colonia penitenciaria. W. Gro-
pius funda en Weimar la «Bauhaus». En Berlín nace
el Teatro Proletario de Piscator. R. Wiene: E l gabi
nete del doctor Caligari.
1920. Carencia de víveres. Contraofensiva del Ejército Rojo
que reconquista Ucrania. Fin de la guerra civil. Con
greso del Komintern. Plan de electrificación del país.
El congreso panruso del Proletkultur, cuyas posiciones
preponderantes son de total rechazo del patrimonio
28
cultural burgués, son criticadas por el Partido. Creación
de la VAPP (Asociación Panrusa de los Escritores Pro
letarios). Mandelstam escribe: Tristia. — Tzara: Ma
nifiesto Dada.
1921. Revolución de la base naval de Kronstadt. Comienzo de
la N ÉP (Nueva Política Económica) que impulsa la pe
queña y mediana industria privada. Hambre en el Vol-
ga, con millones de muertos. — Muerte de Blok y
Gumilev (éste ajusticiado). Maiakovski: 150.000.000,
Amo. Khlebnikov: Ladomir, La noche en las trinche
ras. — Román Jakobson: V. Khlebnikov. Primer es
bozo (Praga). — Bretón, Soupault: Los campos .mag
néticos.
1922. Mussolini marcha sobre Roma. Stalin, secretario ge
neral. Proceso contra los socialistas revolucionarios.
Lenin se retira de la actividad política. — Khlebnikov:.
Las tablas del destino, E l mensajero de Velimir Khleb
nikov, Zanguezi. Muerte de Khlebnikov: Elegía fúnebre
a cargo de Maiakovski. — Joyce: Ulises. T. S. Eliot:
The Waste Land. F. Murnau: Nosferatu. F. Lang: El
doctor Mabuse. ' ......— ---------
1923. Ocupación del Ruhr. Putsch de Munich. Primera cons
titución soviética. — Trotski: Literatura y revolu
ción. — Khlebnikov: Versos (Postumo). Primer nú
mero del L E F (Frente de izquierda del arte), órgano
del grupo homónimo que se formó el año anterior en
Moscú en torno a Maiakovski. Tatline pone en escena,
en el IN C H U K de San Petersburgo, Zanguezi, de
Khlebnikov. — Le Corbusier: Hacia una arquitectura.
Rilke: Elegías de Duino, Sonetos a Orfeo.
1924. Muerte de Lenin. — Stalin: Principios del leninismo.
Maiakovski: Vladimir Ilitch Lenin. Tynianov: Proble
mas de la lengua de los versos. — ; Bretón: Manifiesto
del surrealismo; Thomas Mann: La montaña mágica.
Muerte de Kafka.
1928. Khlebnikov: Comienza la publicación de Obras com
pletas (Leningrado).
29
1933. Hitler, canciller del Reich. En la URSS consolidación
de la situación interior. — Khlebnikov: Termina la
publicación de Obras completas (Leningrado). En to
tal, se reúnen 5 tomos de 400 páginas, sin que pueda
considerarse completa la obra.
Biografía '
31
de la Naturaleza. Cursó los grados primarios con brillantez,
principalmente, en idioma ruso y en matemáticas.
Desde las estepas de Kalmikia la familia se traslada prime
ramente a la provincia de Volinsk; desde allí, a la población de
Panáievo en la provincia de Simbirsk y, en 1898, a Kazan.
En Kazan se apasionó por la pintura, pero poco le duró
el apasionamiento; se fue entregando cada vez más a las letras
y dio comienzo a sus ejercicios literarios. Ya por aquellos tiem
pos le abrumaba el ambiente pequeñoburgués. No dejó en su
habitación otro mueble que la cama y la mesa, más unas este
ras a modo de cortinas. Desde entonces y en adelante, donde
quiera que estuviese, no variaría su «m odus vivendi». E s por
aquella época que le manda a Máximo Gorki su primer relato.
Ingresó, en 1903, en la sección de Matemáticas, y en 1904
pasó a la de Ciencias Naturales y Física de la Universidad, asis
tiendo a los estudios, en Kazán, hasta 1907-1908.
Alegre y optimista, al ingresar en la Universidad estudió
con toda seriedad Ciencias Naturales, especialmente, la Zoolo
gía. Fueron fruto de sus estudios los artículos científicos Expe
riencia constructiva de un concepto científico. (Respecto a la
simbiosis y a la metabiosis) y Sobre el hallazgo del cuco en la
provincia de Kazán. Parece ser que hacia 1906 realizó un viaje
de comisión científica a los Urales del cual volvió cargado de
colecciones de insectos.
El 8 de noviembre, en que se celebraba el aniversario de la
Universidad, tomó parte en la manifestación general estudian
til, fue arrestado y encarcelado por un mes. Aquel encierro pro
dujo en él una impresión deprimente: perdió el interés por
los estudios y dejó de asistir a las clases y, en cambio, se adhie
re a un círculo revolucionario donde se trama cierto acto te
rrorista, nunca llevado a cabo, durante el cual a Khlebnikov le
correspondería el papel de vigilante.
Llega a un estado tan precario de salud que, en 1908, para
mejorarla, va con sus parientes a Crimea, donde todas las horas
transcurren entre paseos y baños. El otoño lo pasa en San
Petersburgo; desde entonces todo en su vida serán peregrina
ciones y traslados.
32
Ingresa en la Universidad de San Petersburgo en el tercer
año de la facultad de Física y Matemáticas, en la sección de
Ciencias Naturales, mas casi no asiste a las clases, y en otoño
de 1909 solicita el traslado a la facultad de Lenguas Orienta
les, con especialización en sánscrito. Pero al poco tiempo pasa
al primer año de Filosofía y Letras (sección de Lenguas E sla
vas y Rusa).
Sus primeros contactos con círculos literarios, tanto con los
poetas reunidos en torno a «A polo» como con los que se deno
minarían «futuristas», datan de 1908. Empieza acercándose a
aquellos poetas e historiadores de arte pertenecientes a la lla
mada «Academia del poem a», a la que perteneció una tempo
rada, hecho del que hallamos repetidas referencias en las cartas
a sus parientes. En el «A p olo», empero, no publicaron sus
poemas, lo cual, desilusionándolo sobremanera, fue causa de su
ruptura con la «Academia de poetas». E s aquél el momento en
que traba conocimiento con V. Kamenski y los Burliuk. Fue
en la revista «V iesna» («Prim avera»), de la que Kamenski era
secretario. Tampoco en «V iesna» hubo manera de publicar sus
poemas. Pero sí fue publicado, en 1908, su primer relato La
prueba del pecador. Poco después de haber trabado conocimien
to con Kamenski se encuentra con todo un grupo de poetas
innovadores: los Burliuk, E. Guró, M. Matuishin. Desde enton
ces son constantes sus encuentros y veladas (en la casa de
E. Guró) en que se discuten problemas del arte nuevo. En
1909, aparece la primera miscelánea del círculo «Sadok Sudei»
(Vivero de Jueces) — nombre propuesto por Khlebnikov, que
fue su figura central en teoría y creación, pese a que, modesto
v solitario y nada amigo de exteriorizarse, siempre quedaba a
la sombra, mientras D. Burliuk se hacía cargo de las actividades
de organización. En el Primer «Sadok Súdei» y, casi a la vez,
en el «Estudio de los Im presionistas» publica Khlebnikov sus
obras, muchas de ellas anteriormente escritas. Paralelamente, se
dedica a sus cálculos del tiempo.
En 1911, expulsado por no haber pagado la matrícula aban
dona la Universidad, lo cual no es óbice para que siga intere
sado por las Ciencias Naturales. En lo que sí ponía poca aten
33
ción era en las circunstancias económicas y en los pormenores
de la vida cotidiana. Era tan callado y vivía tan introvertido
que a veces la gente se olvidaba de su presencia. Su abstracción
y la falta de sentido práctico le acarreaban trances difíciles y
daba pie a que se contase de él más de una anécdota chistosa.
Pasaba días enteros en la Biblioteca Pública ocupado en inves
tigaciones y pesquisas de números, olvidándose de comer y be
ber y, cuando regresaba a casa extenuado por el esfuerzo y el
hambre, a duras penas lograban que se sentase a la mesa a
comer, y que cesara un instante en sus cálculos. Por doquiera
que se alojase en sus viajes, iba dejando cestas llenas de ma
nuscritos. Hombre nada válido en la vida cotidiana se crecía
cuando se trataba de problemas del arte o de filosofía. Estaba
en el centro de la nueva corriente, pero nunca y a nadie se
imponía. En 1912 se publica «L a bofetada» y el segundo núme
ro de «Sadok Sudei», donde vienen publicados La pérdida de
Atlántida, E l Shamán y Venus, I y E.
En 1916 vive en Moscú, e idea el «E stado del Tiem po» en
el que han de entrar, tal como los sabios en el Estado de Pla
tón, los mejores 317 hombres de la época: revolucionarios,
poetas, científicos a quienes cáIificáfá como"Íos «Presidentes-
del globo terráqueo».
Son los años en que se publican varios poemas suyos en la
miscelánea «4 pájaros»; y, en «M aestros de M oscú», aparece el
relato La K.
Nuevo viaje a Astracán en la primavera de 1916. Reclu
tado y enviado a Tzaritzin a un regimiento de reserva, soporta
difícilmente el servicio militar viendo en él una violación de
su libertad personal y del personal ritmo de vida. Pasados unos
meses, habiendo logrado librarse del mismo, se. traslada a Jar
kov y publica allí, en 1917, La trompeta de los marcianos,
Vremennik 2 ° {Crónica 2.a) con su poema-manifiesto sobre
el Estado del Tiempo. Regresa a San Petersburgo después de
la Revolución de Febrero, y se va a Moscú para la de Octubre.
Manifestaba un enorme interés y simpatía por cuanto estaba
sucediendo y aparecía con la mayor tranquilidad en los luga
res más peligrosos, entre batallas callejeras y tiroteos. (Aquel
34
Khlebnikov colegial;
octubre lo dejó descrito en su artículo Octubre en el Neva.)
Preocupado como estaba por el Estado del Tiempo, seguía
atrayendo a sus filas a las más distintas personas. Ese mismo
1917 se dirige a Ucrania y pasa allí los años 1918, 1919 y
principios del 1920, viviendo, principalmente, en Járkov y en
Rostov. Lleva una amarga vida de hambre y padecimientos,
pero también de intenso trabajo. Durante este período crea
obras tan grandiosas como Noche de trinchera, El Poeta, Lado-
mir y muchas otras, y también el artículo Nuestros cimientos
en que expone la base de sus conceptos poéticos y filosóficos.
Todo ello, habitando en una diminuta y fría habitación, sin
luz, faltándole con frecuencia lo indispensable para seguir vi
viendo. Andaba andrajoso, sin gorro, sin afeitar; fue frecuente
cliente de hospitales, sufrió dos veces el tifus y otras tantas,
la cárcel: blancos y fojos lo tomaban por espía, pues carecía de
documentos.
En octubre de 1920, trasladado a Bakú, entra en contacto
con ios futuristas y entró a trabajar en la sucursal de R O STA ;
compone versos para el periódico e inscripciones para los car
teles. Comisionado cerca[ jdel_Estado_Mayor, parte, en junio de
1921, a Persia, acompañando al Ejército Rojo y realiza con
éste toda su marcha hasta Teherán.
De regreso a Moscú, hace varios intentos de publicar sus
obras, y fracasa. Este rotundo fracaso de sus planes de publi
cación es lo que más le apena. Hambriento y enfermo, sueña
con ir al sur, al Volga. Y en la primavera de 1922, huyendo de
la famélica Moscú y con la esperanza de que después le sea
otorgado un viaje gratuito a Astracán, marcha, en compañía"
del pintor P. Mitúrich, hacia la aldea de Santálovo (provincia
de Nóvgorod), donde una grave enfermedad le retiene en cama.
Allí muere después de un mes de tremendos sufrimientos, el
28 de junio de 1922. Fue enterrado en la aldea Ruchí, en un
rincón del camposanto. A mediados de los años 60, fue exhu
mado y trasladado al cementerio Novodiévichie, en Moscú.
Yuri T y n ia n o v (1930)
36
Biografía-Formulario
Víctor Vladimirovitch.
28 octubre 1885.
Estepa de Astracán. Cuartel general de Khanat.
Elcaterina Nikolaevna Verbitskaía y Vladimir Aleksieevitch
Khlebnikov.
Ortodoxa.
El primero del linaje Khlebnikov era gobernador en Ros
tov, en la pequeña Rusia.
Bachillerato (entró en tercer curso).
Universidad (estudios sin terminar).
Padre: adepto de Darwin y de Tolstoi: Gran conocedor del
reino de las aves que estudió toda su vida. Tenía amigos
viajeros. Uno de sus hermanos desapareció en Nueva Ze
landa.
Un Khlebnikov fue miembro del Consejo de Estado.
El abuelo murió en Jerusalén adonde fue en peregrinaje.
Uno de sus tíos era profesor de la Academia Militar de
Medicina (médico).
La mayor parte de los Khlebnikov se distinguen por su
carácter fantástico, déspota y extravagante.
Primeras intervenciones en «L a Primavera» de N. Che-
bouev; llamada a la sublevación a los eslavos en el perió
dico «N oche»; Crítica de Tchoukovski en «E l Escaramujo».
Escribió dos dramas: E l Dios de las Vírgenes y Los hijos
37
de la nutria en «Bofetada al gusto público» y «E l Parnaso
rugiente».
En la obra científica E l Maestro y el discípulo me di cuen
ta que cada 365 años multiplicados por 2 ± 48 años (el
puente hacia las estrellas) se producen sucesos históricos
similares.
V. K H LEBNIKOV 1
39
por la sabiduría creativa y con antecedentes poéticos que se
remontaban a años muy anteriores a los de la Revolución,
como jóvenes poetas que no se dieron a conocer a plena voz
hasta ese momento concreto. Tal es el caso de V. Brvúsov,
V. Khlebnikov, B. Pasternak, A. Ajmátova, N. Klúyev, D. Béd-
ni y N. Tíjonov.
Los años de la Guerra Civil y el subsiguiente período de
reconstrucción representan una difícil y muy importante etapa
en la vida de la joven nación soviética. Concluida la guerra, se
reconstruye, con .enorme esfuerzo, la economía nacional. Se
realizan por doquier transformaciones socialistas. No es posi
ble valorar bastante el papel que la poesía desempeña en esos
años difíciles. Su significado formativo y propagandístico es
descomunal. La relación poeta-lector se modifica. Los autores
leen sus composiciones en salas desbordantes de auditorio, en
plazas públicas donde se congregan grandes muchedumbres. El
poema de V. Maiakovski La marcha de la izquierda, por citar
un ejemplo, fue creado especialmente para su lectura ante audi
torios multitudinarios.
Lo primero que hace la temprana poesía soviética es trans
formar la paz en un logro revolucionario. El tema de la revo
lución se torna fundamental en la poesía del primer decenio
posrevolucionario. Los nuevos caminos y horizontes abiertos
por los hechos de octubre crean, para los poetas, la base de
la innovación ideológico-artística. El héroe de las mejores com
posiciones de los años veinte es un ser sediento de hazañas y
de creación, un ser que se realiza en heroicas audacias creati
vas. En la poesía de esos años encuentra amplia expresión el
tema de la construcción del socialismo, el concepto optimista
de la futura nación y la futura colectividad soviética. Dicho
tema se manifiesta de forma especialmente profunda en la obra
del gran poeta-innovador V. Maiakovski.
Es la entusiasmada idea de la creación, de la construcción
de un mundo nuevo, el exaltador impulso de búsqueda y des
cubrimiento, de proyectos y realizaciones grandiosos, los cáno
nes de la transformación de la realidad, lo que impregna de
forma tan ostensible la poesía soviética de los años veinte. E in
-10
cluso en momentos en que los poetas se dedican a reanimar los
temas y problemas «eternos» de la vida y la muerte, otros te
mas, los del amor y la belleza, de la verdad y el bien, se trans
forman de manera pasmosa, se tornan vivamente actuales y se
resuelven con arreglo a nuevas fórmulas.
La variedad de estilos y de formas creativas de los poetas
de los años veinte es impresionante. Uno de los objetivos que
persiguen los comentarios incluidos en la presente obra es el
de desentrañar las peculiaridades estilísticas de cada uno de
los poetas analizados.
Nuestra obra se ocupa primordialmente de aquellos poetas
que con mayor plenitud revelaron su talento precisamente en
la década que siguió a la Revolución de Octubre. v
41
Otra nota autobiográfica
43
H e publicado Oh, reíd, reidores. Con 365 ± 48, he pro
porcionado a los hombres el medio de prevenir el futuro, he
demostrado la ley de las generaciones.
He publicado El Dios de las vírgenes donde poblé de
sombras radiantes el pasado de Rusia, La amistad campesina y,
a través de las leyes que rigen la vida diaria de los hombres he
abierto una ventana hacia las estrellas.
Me dirigí a los serbios y a los montenegrinos a propósito
del pillaje de Bosnia-Herzegovina, lo que se justificó en parte,
unos años más tarde, en la guerra de los Balcanes, y tomé parte
en la defensa de los ugro-rusos, clasificados por los alemanes
en el reino vegetal.
Al despertar, el continente devuelve el cetro a los hombres
de las riberas.
En 1913, fui nombrado el gran genio de la época contem
poránea,, título que conservo hasta el momento.
No he cumplido el servicio militar.
V. K h l e b n ik o v
44
Carta a N. Kulbin 1
¡Nicolai Ivanovitch!
Le escribo desde el hospital militar «sección de ¡nfeccio-
ciosos». Aquí me encuentro liberado provisionalmente, de mis
ocupaciones del regimiento, ocupaciones que me resultan tan
extrañas que me hacen el efecto de un castigo o de una refinada
tortura; a pesar de ello mi situación no deja de ser menos pe
nosa y muy poco clara. Dejo a un lado el hecho~de que, en
medio de cien individuos aquejados de enfermedades de la
piel que nadie ha examinado convenientemente, sé puede con
tagiar todo, comprendida la lepra — digamos que no hay nada
a hacer, ¿qué pasará? Nuevamente el infierno de la reencarna
ción del poeta en animal privado de razón al que se le habla
en el lenguaje de un palafrenero y, como caricia, le ciñen al
vientre un cinturón a fuerza de rodillazos hasta que uno pierde
la respiración. Un manotazo en la barbilla me obliga, así como
a mis compañeros, a levantar la cabeza y adoptar un aire ale
gre. Me he convertido en el punto de confluencia de los rayos
del odio, porque (soy otro) no soy ni masa ni rebaño, y a
todos mis argumentos me contestan que aún estoy con vida y
que la guerra ha diezmado generaciones enteras.
45
Pero, una desgracia, cualquiera que sea, ¿puede justificar
otra, así como las cadenas que la provocan?
Yo no puedo ser más que un soldado castigado con una
perspectiva: el batallón disciplinario. Las marchas a pie, las
órdenes, el asesinato de mi propio ritmo me vuelven loco y al
final de los ejercicios, por la noche ya no sé distinguir mi
pierna derecha de la izquierda. Además, estoy demasiado abs
traído para tener la menor oportunidad de aprender a some
terme rápido y bien. Como soldado no soy nada. Fuera del
cuartel soy, no obstante, algo.
Sin ser demasiado afirmativo, se puede decir que, de for
ma atroz, a Rusia le falta lo que disponía al principio de la
guerra: buenos soldados (animales fuertes, resistentes, capaces
de obedecer sin discutir y de despedirse de la razón, tal como
lo hacen con sus bigotes). Por lo menos, Rusia tiene menos que
los demás, y yo sería una muestra totalmente nula.
¿Y qué hacer con el «juram ento», puesto que ya presté
juramento a la poesía? ¿Si la poesía me sugiere hacer, del ju
ramento, una burla? ¿Y mi espíritu distraído? En el cuadro del
servicio militar, sólo me hallaría en mi sitio si pudiera trabajar
en los campos, en las plantaciones (pescar, ocuparme del huer
to), o bien, un trabajo interesante, con responsabilidades, sobre
la nave aérea «M urometz». En cuanto a este segundo deseo,
ni hablar. La primera variante sería soportable, aunque estú
pida.
El poeta posee un ritmo complejo por lo que el servicio
militar le resulta particularmente penoso, pues le impone el
yugo de otra serie ininterrumpida de puntos de retroceso que
emanan de la naturaleza de la mayoría de la gente, es decir,
de los especialistas de la tierra.
De este modo, vencido por la guerra, me veré obligado a
romper mi ritmo (tal fue la suerte de Chevtchenko y de otros),
y a callarme como poeta. Esto no me agrada en absoluto y
seguiré llamando al desconocido que pasa en barca para que
me arroje un salvavidas.
Los reniegos, latosos y reiterativos, matan en mí el sen-
46
Khlebnikov en 1912.
tído de la lengua. ¿Dónde se halla el Eterno Femenino bajo los
obuses del calibre 45 de los tacos?
Siento que han desarraigado de mi alma grandes mansio
nes, enormes castillos, los han derribado y destruido.
Por otra parte^ debo esforzarme para procurarme derechos
especiales y privilegios, lo que suscita la hostilidad de mis ca
maradas para quienes Ja s únicas justificaciones son las piernas
amputadas y los dolores de vientre. En el futuro, me veo como
arrancado del lugar más cálido del campo.
Ahora, ya no sé qué va a pasar.
Por ello, soy útil a todos en la vida civil, y nada en abso
luto en el servicio militar. Incluso aquí me han calificado de
«individuo subdesarrollado»; ya hace tiempo que me llaman
«ése» y no «é l». Soy un derviche, un yogui, un marciano, todo
lo que se quiera, pero no. un soldado del Regimiento de Infan
tería de Reserva.
Mi dirección: V. Khlebnikov, Tsaritsyne, Hospital Militar
del 93.° R. I. de Reserva, «Sección de Infecciosos». Estaré
dos semanas. El médico jefe, Chápiro, es bastante bonachón
(pero estricto).
" Con todo respeto reciba mi más cordial saludo, para usted
que ya me ayudó una vez.
Velimir K h l e b n ik o v
48
Acerca de Khlebnikov '
49
existe rostro, hombre en general. D e acuerdo con su edad se
ajusta a tal o cual escuela; con arreglo a su talla, en tal o cual
grupo. Según lo que revelen las estadísticas del ejército, de la
medicina, de las clases sociales, el mismo hombre figurará en
distintos gráficos. El tiempo pasa y modifica las generalizacio
nes, hasta que llega el momento en que se abre paso la exi
gencia de un rostro. De Pushkin se dijo que era el poeta del
romanticismo; de Tiutchev, el poeta de la «escuela alemana».
De este modo es más fácil que los críticos lo comprendan y
más práctico para editar manuales.
Las corrientes se dividen en escuelas que forman círculos
aún más cerrados.
En 1928 la poesía y la literatura rusas quieren ver Khleb
nikov.
¿Por qué? Porque de pronto una «y », de una dimensión
mucho más considerable ha sido puesta en evidencia: «la poe
sía contemporánea y Khlebnikov», y otra «y » está maduran
do: «la literatura contemporánea y Khlebnikov».
50
Uno se imagina habitualmente que es el maestro quien
prepara la adopción de los discípulos, cuando es lo contrario:
son Fet y los simbolistas los que han preparado la compren
sión y la adopción de Tiutchev. Lo que en tiempos de Pushkin
parecía atrevido en Tiutchev, aunque inútil, Turgueniev lo
consideraba ignorancia y corregía a Tiutchev: la periferia poé
tica nivelaba el centro. Hubo que esperar a los simbolistas para
que se restaurase el verdadero significado de las «ignorancias»
métricas de Tiutchev. Del mismo modo, según los músicos,
Rimsky-Korsakov corregía las «ignorancias» y «torpezas» de
Mussorgski, compositor todavía a medio editar en nuestros
días. Todas esas ignorancias indican tanta ignorancia como la
transcripción fonética de determinadas reglas de ortografía pro
mulgadas por Grot. Hay un principio de fermentación que du
rante años realiza un trabajo subterráneo, oculto, antes de
salir a la superficie, no ya en cuanto a «principio», sino en
tanto a «fenómeno».
La voz de Khlebnikov ya se ha dejado oír en la poesía
actual, ha hecho fermentar la poesía de unos y dado a otros
ciertos procedimientos particulares. La influencia de su poesía
es ya un hecho. La de su límpida prosa el futuro lo dirá.
4
En poesía Verlaine distinguía la «poesía» y la «literatura».
Tal vez hay una «poesía poética» y una «poesía literaria».
En este sentido y aunque la poesía moderna se alimenta se
cretamente, la poesía de Khlebnikov tal vez se encuentra más
cerca, no de esa poesía, sino, por ejemplo, de la pintura ac
tual. (Ni que decir tiene que no me refiero aquí a toda la
poesía de hoy, sino a la poderosa corriente surgida de pronto
en la poesía media de las revistas.) Sea como fuere, la poesía
actual ha preparado la aparición de Khlebnikov en la literatura.
51
¿Cómo se origina la Iiteralización, la implantación de la
poesía poética?
Baratynski escribió:
52
toievski, ni él, ni León Tolstoi, ni Turgueniev, ni Pissemski
habían enunciado un vocablo nuevo, aunque sí Pushkin y Go-
gol. Dostoievski no lo decía por modestia, era un hombre de
amplio criterio — y en eso está lo esencial— ; un hombre ve
difícilmente el valor de la época en que vive y aún le resulta
más difícil ver en ella la presencia de una palabra nueva. La
cuestión del valor lo resuelven los siglos. Los contemporáneos
siempre experimentan una sensación de fracaso, la sensación
de que la literatura naufraga, y en literatura una palabra nueva
es siempre un fracaso particular. Sumarokov, autor de gran ta
lento, consideraba así al genial escritor Lomonosov: «pobreza
de rimas, dificultad provocada por la no separación de los
caracteres y de los sonidos, impureza en la versificación, oscu
ridad en las construcciones, violación de la gramática y la orto
grafía y todo lo que choca a un oído sensible e impugna un
gusto todavía intacto».- — ...
Tomó como divisa los versos:
53
6
Khlebnikov conocía su propio destino. No temía la risa. En
Zanguezi, drama romántico (en el sentido en que Novalis em
pleaba esta palabra), en el que los cálculos matemáticos cons
tituyen un nuevo material poético, en el que las cifras y las
letras se hallan vinculadas a la destrucción de los pueblos y
los reinos, donde la vida del poeta extraña el canto de los pá
jaros y donde la risa y la pena son necesarias para una grave
ironía, en Zanguezi Khlebnikov hace oír en las voces de los
transeúntes las de su críticos:
7
Khlebnikov también dice:
54
rilismo de la palabra poética se manifestaban en su poesía no
por la «psicología», sino por los mismos elementos, en los más
pequeños fragmentos verbales o fragmentos de frase. El niño
y el salvaje constituían un nuevo rostro poético que mezcla
ban precipitadamente las «norm as» sólidas del metro y de la
palabra. La sintaxis infantil, esos pueriles «esto », la instaura
ción momentánea y facultativa de las series verbales luchaban
con la honestidad más descarnada contra esa frase literaria des
honesta que se había colocado lejos de los hombres y de la
instantaneidad. E s inútil aplicar a Khlebnikov esa palabra que
a muchos les parece cargada de sentido: la «búsqueda». El no
«buscaba»; él «encontraba».
Por lo mismo, algunos de sus versos parecen simples ha
llazgos, tan sencillos e irreemplazables como lo fueron en su
tiempo ciertos versos de Eugege Onéguine.
55
vela corta en verso del siglo x ix ; así surgió, del mismo modo,
el «R uslan» democrático, el poema de Nekrassov A quién le
va bien vivir en Rusia.
El cuento pagano constituye la primera epopeya de Khleb-
nikov. Éste nos ha dado un nuevo «poem a ligero» en el sen
tido prepushkiano del término, casi anacreóntico: Relato de la
edad de piedra, un nuevo idilio campestre (El Shamán y Ve
nus, Las tres hermanas, Tristeza silvestre).* Ni que decir tiene
que los que lean Ladomir, La barca de Razin, La noche ante
rior a los Soviets, Zanguezi,3 juzgarán esos poemas como rela
tos de juventud del poeta, con lo que no disminuye su impor
tancia. Fue preciso un artista con visión verbal nueva, infantil
y pagana para edificar este mundo pagano cercano a nosotros,
que bulle a nuestro alrededor fundiéndose imperceptiblemente
en nuestros campos y ciudades:
Flores azules
pasadas por el ojal por Lada.b
9
Khlebnikov no es un coleccionista de temas que se ofrecie
ran desde el exterior. E s poco probable que para él exista este
término: tema dado, tarea. El infantilismo, la relación primi
tiva pagana a la palabra, el desconocimiento del hombre nuevo
llevan, naturalmente, al paganismo como tema. Khlebnikov
«predijo» sus temas. Hay que tener en cuenta la fuerza y la
integridad de esta relación para comprender cómo Khlebnikov,
revolucionario de la palabra, «predijo» la revolución en su ar
tículo numérico.
56
10
Los combates verbales encarnizados del futurismo invinien
do el concepto de la prosperidad, de la lenta y metódica evo
lución de la palabra no eran, desde luego, fortuitos. La visión
nueva de Khlebnikov mezclando de manera infantil y pagana
lo pequeño y lo grande, no puede conciliarse con el hecho de
que la lengua sucinta y masiva de la literatura no deja pasar
lo que tiene de más esencial y más íntimo; con el hecho de
que ese esencial sea a cada instante desechado por el «contra
peso» de la lengua literaria y declarado «fortuito». Precisa
mente ese «fortuito» fue para Khlebnikov el elemento esencial
del arte.
Lo mismo sucede con la ciencia. Los pequeños errores, las
«casualidades» que los viejos sabios explicaban como un dese
cho provocado por la imperfección de la experiencia sirven de
impulso a nuevos descubrimientos: lo que era explicado como
«la imperfección de la experiencia» se revela acción de leyes
desconocidas.
El Khlebnikov teórico se convirtió en el Lobatchevski de
la palabra: no descubre los pequeños defectos de los viejos sis
temas sino que, partiendo de sus desviaciones fortuitas, des
cubre una construcción nueva.
La nueva visión, muy íntima, casi pueril (la «m ariposa»)
se reveló una nueva construcción de palabras y cosas.
Como se la llamó «transm ental», se apresuraron a simpli
ficar su teoría de la lengua contentándose con decir que Khleb
nikov había creado un «texto sonoro privado de sentido». Es
falso. Toda la esencia de su teoría consiste en haber desviado
en poesía el centro de gravedad de las cuestiones de sonoridad
sobre la cuestión del sentido. Para él no hay sonoridad que
no esté teñida de sentido, no existe separación de la cuestión
«m etro» y «tem a». La «instrumentación» aplicada como ono-
matopeya se trasformó en sus manos en un arma de cambio de
sentido, de la animación de la similitud, tanto tiempo olvida
da entre una palabra y palabras próximas y en la aparición de
una nueva similitud con palabras extrañas.
57
11
El «soñador» no separaba la vida cotidiana del ensueño, la
vida de la poesía. Su visión ha llegado a ser una nueva cons
trucción, y él mismo un «ingeniero de caminos, canales y
puertos de la lengua artística». «N o hay ingenieros de caminos
de la lengua — escribía.7 ¿Quién pasaría por Nueva York para*
ir de Moscú a Kiev? Pero, ¿qué línea de la lengua libresca
actual se halla exenta de tales v iajes?» Predica la «explosión
del silencio lingüístico, de los estratos sordomudos de la len
gua». Los que piensan que su discurso se halla «privado de
sentido» no ven que la revolución es al mismo tiempo una
construcción nueva. Los que hablan de la «absurdidad» de
Khlebnikov deben revisar esta cuestión. No es una absurdidad
sino un nuevo sistema semántico. Lomonosov no fue el único
en estar «desprovisto de sentido» (esta «absurdidad» provocó
las parodias de Sumarokov), también hay parodias (y nume
rosas) que apuntan a Jukovski, en las que este poeta que sirve
ahora de abecé a los niños es objeto de burla por su absurdi
dad. Fet era para Dobroliubov una absurdidad total. Todos los
poetas que han cambiado, incluso parcialmente, los sistemas
semánticos han sido declarados absurdos pues han llegado a
ser comprensibles, no por ellos, sino porque los lectores se han
elevado hasta su sistema semántico. Los versos del joven Blok
no se han vuelto más comprensibles por ellos mismos, pero
¿quién no los «comprende» ahora? Los que, no obstante, se
empeñen en situar el centro de gravedad de la cuestión khleb-
nikoviana precisamente sobre la cuestión de la absurdidad poé
tica deben leer su prosa: Nicolás, E l cazador Usa-Gali, Ka y
otros.8 Esa prosa semánticamente límpida como la prosa push-
kiana les convencerá que no se trata en absoluto de «absurdi
dad», sino de una nueva construcción semántica, y que dicha
construcción aporta resultados diferentes en función del mate
rial: lo cual va de lo «transm ental» kblebnikoviano (sazonado
58
de sentido y no privado de él), a la «lógica» de su prosa.
Pues, si se escribe una frase completamente privada de
sentido en un yambo irreprochable será casi comprensible.
¡Y cuántas terribles «absurdidades» de Pushkin, evidentes para
su época, han perdido su brillo para nosotros a causa de la
costumbre que tenemos de su metro! Por ejemplo:
59
12
Ante el juicio de la nueva construcción khlebnikoviana, las
tradiciones literarias se quedan boquiabiertas. Se ha obtenido
un inmenso desplazamiento de las tradiciones. Crónica de las
huestes de Igor aparece repentinamente más actual que Briu-
sov. Pushkin entra en una nueva construcción, no en la forma
de los cuajarones no digeridos y petrificados de que hacen gala
los estilistas, sino transformado:
10. I y E, 1912.
60
para él los métodos de la revolución literaria y de las revolu
ciones históricas estaban emparentados, pudo Khlebnikov pro
ducir una revolución en literatura. Poco importa que su poema
numérico no sea científico, y poco importa que su ángulo vi
sual no sea más que un ángulo visual poético, Ladomir, La
barca de Razin, Noche en víspera de los Soviets, el fragmen
to X V I de Zanguezi, La búsqueda nocturna, son quizá lo más
significativo que se ha creado en poemas sobre la revolución.
13
Por sus métodos la poesía se halla junto a la ciencia: es
lo que enseña Khlebnikov.
Como la ciencia, debe .estar abierta al encuentro de los
acontecimientos. Lo que significa, pues, que cuando tropieza
con lo «fortuito» debe restructurarse a fin de que este fortuito
cese de serlo.
El poeta que considera la palabra, el verso, como una cosa
cuyo destino y empleo le son familiares desde hace mucho
riempo (y por consiguiente lo aburren un poco) juzgará todo
lo de la vida cotidiana como un conocimiento viejo, irremedia
blemente viejo, por muy nueva que sea la cosa. La actitud del
poeta exige habitualmente, ya sea una mirada sobre las cosas
que va de arriba abajo (la sátira), o una mirada que va de
abajo arriba (la oda), o una mirada cerrada (el canto). En cuan
to a los poetas de las revistas tienen también una mirada de
soslayo, una mirada «en general».
61
Khlebnikov contempla las cosas como fenómenos — con la
mirada del sabio que penetra en el proceso y su devenir— al
mismo nivel.
Para él, en poesía no hay objetos sucios (empezando por
el «rublo» y acabando por la «naturaleza»), para él no hay ob
jetos en general, sólo un objeto en particular. Ese objeto ha de
llegar a ser, está en correlación con el mundo entero y eso es
lo que le da su valor.
Por eso mismo para él no hay objetos despreciables.
En sus poemas sobre el campo no lo describe en absoluto
visto por la mirada condescendiente de un ciudadano de vaca
ciones. (Cuánta autosatisfacción hay en nuestra poesía lírica al
tratar del campo, en esas cancioncillas campestres sobre el cen
teno y los labriegos de ojos azules. No se parecen a las de
Karamzine, ¡qué va! nos recuerdan los libritos de W o lf12 para
niños: sus ilustraciones representan a los niños como hombre
cillos con una gran cabeza pero sin bigotes.) Lo mismo sucede
con Oriente: en Gol-Mullah no hay oriente europeo, ni interés
condescendiente ni respeto superfluo. Todos al mismo nivel:
tanto como cambian las dimensiones de los temas así se pro
duce su revisión.
Esto sólo es posible si se considera la palabra como un
átomo con sus procesos y su construcción propios.
Khlebnikov no es un coleccionista de palabras, un propie
tario, un tipo astuto que quiere darse pisto; reflexiona sobre las
palabras como el sabio que se interesa y examina las dimen
siones.
El «pordiosero» de Kharkov, solamente bueno para utili
zarlo de forma humorística, entra en la oda con los mismos
derechos que las otras palabras:
62
Los pordioseros, los alborotadores, los dem entes...13
14
Así cambiaba el rostro poético de Khlebnikov: el sabio
Zanguezi, el pagano de los bosques, el niño poeta, Gol-Mullah
(el sacerdote de las flores), el derviche ruso, como lo llamaban
en Persia, era a la vez un ingeniero de caminos, canales v puer
tos de la palabra.
La biografía de Khlebnikov — biografía de poeta fuera de
lá literatura de los libros y de las revistas, de poeta feliz a su
manera, desgraciado a su manera, complejo, irónico, «insocia
ble» y sociable— se terminó de una forma atroz. Vinculada
a su rostro poético.
Por muy extraña y sorprendente que haya sido la vida del
vagabundo y del poeta, por muy terrible que fuera su muerte,
la biografía no debe destruir su poesía. No hay que desemba
razarse del hombre utilizando su biografía. En la literatura rusa
estos casos no son raros. Venevitinov, poeta complejo y curioso,
murió a los veintidós años y después únicamente se recuerda
una cosa: murió a los veintidós años.
63
15
No hay que clasificar a este hombre en ninguna escuela,
en ninguna corriente. Su poesía es tan única en su género como
la poesía de cualquier otro poeta. Incluso se la puede estudiar,
pero sólo después de haber seguido los caminos de su evolu
ción, sus puntos de partida, de haber estudiado sus métodos.
Pues en estos métodos se halla la moral del nuevo poeta. Es
una moral atenta e impávida: atenta a lo «fortuito» (en rea- i
üdad a lo que es característico y verdadero), abrumada por la
retórica y !a costumbre ciega; no teme la palabra indispensa
ble que surge sobre el papel sin «contrapesó» literario, no ^
teme el vocablo indispensable y que ningún otro podría rem- ■
plazar, una palabra que «no mendiga a sus vecinos» como
expresaba Viazemski.
¿ Y si la palabra es pueril, si la palabra más banal es a ve- ::
ces más honrada que todo? Ahí está la audacia de Khlebnikov,. 4
?u libertad. Las escuelas literarias de nuestro tiempo viven to- >
das, sin excepción, de prohibiciones: no hay que hacer esto, no ¿í
hay que hacer aquello, esto es banal, lo otro, ridículo. Khleb-- ^
nikov vivía con una libertad poética que en cada caso preciso -
era una necesidad.
65
5
Los diversos «ism os» unidos a su nombre no constituían
la verdadera sustancia de su poesía, de igual modo que las
etiquetas pegadas a una maleta no forman la maleta. Recuer
dos de países en donde el poeta había residido más o menos
tiempo, esas estampillas corresponden, en efecto, a los diver
sos planos de la creación de Khlebnikov, sin que por ello los
expresara en su compleja realidad. E l mismo aceptaba con
holgura esas asociaciones y cambiaba con desenvoltura, del
mismo modo que se ponía la vestimenta más estrafalaria — le
vita con vueltas de seda sin ropa interior debajo, o ropa in
terior de soldado hecha jirones sin nada encima. ¿Qué im
portaba? Lo que contaba para Khlebnikov era «su continen
te»: la poesía futura, libre de utilizar a su modo todos los
medios poéticos, los de ayer como los de mañana. Tynianov
dijo con mucha razón que Khlebnikov fue «el fermento» de
la poesía contemporánea. Lo fue, pues era, en capacidad, toda
la poesía contemporánea, y no únicamente en el plano del
verbo.
Ahí reside la fuente de los malentendidos, juicios a prio-
ri, entusiasmos o rechazos tan poco justificados tanto unos
como otros. Én Khlebnikov se admira al poeta abstracto, y
por la misma razón se le rechaza. El resplandeciente virtuo
sismo de la forma, así como el gusto del juego verbal ocultan
demasiado a menudo a las miradas superficiales la profundi
dad del pensamiento, una toma de posición sin equívoco, el
grito de amor y de odio del ciudadano de su época. Khlebni
kov llegó a decir que la poesía no necesita ser comprensible,
pero en realidad, sufría cuando no le comprendían.2 En el
poema E l libro único reprende al lector: «¡L ees mal! ¡Eres
distraído!». La responsabilidad queda repartida, el autor no
facilita nada la tarea al lector, pero el reproche está justifica
do; un poema de Khlebnikov exige una atención sostenida.
Su obra es difícil. No por un hermetismo más aparente
que real, sino por su movilidad. E s una poesía de caleidosco-
66
pió: deslizamientos de formas, rotura de líneas rítmicas, trans
formaciones súbitas. ¿Cuál es el sistema para captar una obra
que se retuerce como una culebra, vomita fuego como un dra
gón, se muerde la cola, sé desliza entre los dedos y se vuelve
para sacaros la lengua en el instante en que menos uno lo es-r
pera? Hay que sobrepasar ese juego de las apariencias para
llegar a lo esencial. Los poemas de Khlebnikov tienen varios
espesores y detenerse en la superficie sería un grave error, pues
ios tornasolados oropeles del formalista encubren un auténtico
poeta épico: el primer poeta épico de nuestro tiempo.
En estas pocas páginas, es totalmente imposible pretender
analizar una obra tan vasta y compleja. Simplemente, se ha in
tentado marcar algunos jalones, trazar algunos senderos para
facilitar, en la medida de lo posible, el recorrido hacia el tesoro
a través de las trampas y obstáculos del «continente Khleb
nikov». ...... . .......................
La vida del poeta sigue el curso de sus obras: la aparien
cia corre peligro de disfrazar la verdadera sustancia. Su biogra
fía se presta a toda clase de dramatismo. Una vida de vaga
bundeo y de indigencia; una espantosa agonía y casi el olvido
tras su muerte, lo que parece justificar la etiqueta de «poeta
maldito». Etiqueta cómoda, «práctica como un impermeable»
diría Khlebnikov. «Khlebnikov fue feliz a su modo y a su modo,
desgraciado» escribe Tynianov que añade: «Su biografía no
debe destruir su poesía. No hay que desembarazarse del hom
bre por medio de su biografía».
Víctor Vladimirovitch Khlebnikov, que en 1910 tomó el
nombre de-Velimir, nació el 28 de octubre (19 de noviembre)
de 1885 en el pueblo de Maloderbetovsk,3 del estado de As
tracán, donde el Volga desemboca en el mar Caspio. Su infan
cia, transcurrida en plena naturaleza en las estepas kalmukas,
luego en Ucrania, fue muy feliz. El padre de Khlebnikov, peda
gogo, naturalista, era un apasionado de la ornitología, gusto que
67
transmitió a sus hijos. Su madre, historiadora, prima hermana
de Alexandre Mikhailov,4 estuvo en su juventud en los am
bientes revolucionarios de los años 70, por lo que es de supo
ner en qué espíritu educó a sus cinco hijos: amor a la ciencia
y ateísmo total; libertad de pensamiento y respeto a la dignidad
humana. Musicóloga consumada, inculcó en sus hijos el amor
a las artes. (Una hermana de Velimir Khlebnikov era pintora.)
En 1897, Velimir ingresó en el instituto de segunda ense
ñanza de Simbirsk (hoy Ulianovsk, patria de V. I. Lenin). Al
año siguiente se matriculó en el instituto de Kazan, donde se
había instalado su familia.
En 1903 dejó el instituto para ingresar en la Universidad
de Kazan, donde antaño había sido rector el célebre matemático
Lobatchesvsky. Primero, siguió unos cursos de matemáticas y
luego, en 1904, de ciencias naturales de la facultad fisicomate
mática en donde permaneció hasta 1908.
La obra de Khlebnikov lleva la huella de esos años felices.
Ciertas constancias que se encuentran en sus poemas poseen
raíces que se hunden en la infancia del poeta: sentimiento agu
do, percepción_sensual de la naturaleza; amor del mundo ani
mal, amor en que la curiosidad del sabio se une a la admiración
del niño; un vivo interés por la historia, y por último, la pasión
de los números y la veneración por el primer matemático no
euclidiano Nikolai Lobatchevsky.
Como todos los nacidos a orillas del Volga, Khlebnikov
sentía una adhesión apasionada por el gran río, «ruta de las
Indias» de los navegantes eslavos y símbolo de la libertad:
«V olga, donde por la noche se canta a Razin». Jam ás olvidó
las barcas de las «gentes libres» y su atamán revolucionario.
Khlebnikov amaba y admiraba a Stepan Razin, fuerza de la
naturaleza luchando por la libertad del pueblo y a Nikolai Lo-
68
batchevsky, fuerza de la ciencia que rompió la influencia de
las leyes de Euclides. «Y o soy Razin, enarbolando la bandera
de Lobatchevsky», decía Khlebnikov. Era eso lo que deseaba
ser para la poesía: un libertador. Y es lo que fue.
Khlebnikov empezó a escribir versos cuando aún estaba en
los bancos escolares, pero su primer texto publicado fue estric
tamente científico: Ensayo de construcción de una noción de
las ciencias naturales, tratando de simbiosis y de metabiosis,
que apareció en «E l mensajero de la vida universitaria» de
Kazán.
En 1906, Khlebnikov partió con su hermano mayor Alexan-
dre hacia los Urales, en una expedición ornitológica. Recogie
ron una preciosa colección de pájaros amén de observaciones
muy interesantes. Por esa época, Velimir Khlebnikov era un
estudiante modelo y un joven muy alegre, desbordante de vida.
El 8 de noviembre, aniversario de la fundación de la Univer
sidad de Kazán, tuvo lugar una manifestación general de estu
diantes. La policía cargó. Khlebnikov se negó a huir. «E s pre
ciso que alguien resista» manifestó después. Arrestado, pasó
un mes en la cárcel. «A l salir, estaba desconocido — escribió
su madre en sus memorias— . Su alegría de vivir había desa
parecido. Salía de casa a la fuerza, para asistir al curso; e in
cluso a veces ni salía.»
Tan indiferente a las condiciones materiales de la vida (ya
en esa época, como durante toda su vida, habitaba un cuarto
desnudo con una sola cama y un taburete), Khelbnikov reac
cionaba con violencia apenas se atacaba su libertad. Su ritmo
personal, muy «diferente», decía, no soportaba la coacción.
Encerrado, sentíase presa del pánico y perdía todas sus faculta
des. Movilizado en 1916, escribió a un amigo médico, supli
cándole que le sacara de «este infierno de la transformación de
un poeta en un animal privado de razón... La marcha al paso,
las órdenes, el asesinato de mi ritmo, me vuelven loco». En
cambio en Irán, en 1921, sin un céntimo, durmiendo en la calle
y alimentándose de desperdicios, en la playa, el poeta se sentía
feliz— a su manera:
69
Hoy soy el invitado del mar.
Ancho es el mantel de arena...
He comido caviar y de menú, pescado.
¡Se está bien! ¡M ejor que invitado en casa de otros!
(L a trompeta de Gol-Mullah.)
70
a los tránsfugas del simbolismo: Valery Brussov y Viatcheslav
Ivanov, repudiados por el misticismo agresivo y reaccionario
del «papa» del simbolismo, Merejkovsky; a los jóvenes acmeís-
tas (de ax p j), «grado superlativo», según su jefe de fila Ni-
kolai Gumilev, promotor de una poesía «viril»), por último, a
los «claristas», como Mikhail Kuzmin, autor de Canciones de
Alejandría imitadas de Pierre Louys y que Khlebnikov nom
bró un día (uno solo), su maestro.
«L a Academia» acogió calurosamente al joven poeta. «A l
guien dijo que hay en mí líneas geniales», escribía Velimir
Khlebnikov a sus padres en 1909. Anunció su participación en
«L a Academia» y la próxima aparición de sus poemas en la
nueva revista «A pollon». No obstante, a pesar de las reiteradas
promesas, «A pollon» no publicó ningún texto de Khlebnikov.
Tal contrariedad enfrió considerablemente el celo del nuevo
académico que rompió con el grupo — después de estar a pun
to, dijo, de batirse en duelo con la mayoría de los miembros.
La reserva de «A pollon» es significativa. El comité de re
dacción reconocía el genio del poeta. V. Ivanov lo repetía: «V e
limir es sin duda genial». A la muerte del poeta, M. Kuzmin
escribió: «E ra un genio y el hombre de mayores clarividencias.»
Pero lo que entusiasmaba a los poetas amedrantaba a los edi
tores de una revista sumamente refinada, «a la francesa», que
publicaba obras impecablemente parnasianas, de una hechura
muy académica.
Por aquel período, la inspiración de Khlebnikov era paga
na, mitológica, fantástica — completamente de acuerdo con el
tono de la revista, y en general, a la moda imperante en la
literatura de una época en la cual, según la frase de un humo
rista, «todas las nidadas de poetas alzaban el vuelo hacia el
aquelarre». Pero esta apariencia no podía provocar el cambio.
La poesía de Khlebnikov contenía una fuerza revolucionaria,
enemiga de la estética «apolínea».
El poema E l amante de Juno, empezaba en un estilo noble:
72
La risa, el poder destructor de la risa era la fuerza revolu
cionaria que separaba a Khlebnikov de los postsimbolistas. El
poeta conocía la frase de M arx: «Al reírse, ¿se separa la hu
manidad de su pasado?» De todos modos sabía que la risa
era la palanca que levantaba la costra que tapa el volcán... Por
lo mismo, al abandonar «L a Academia» el poeta se volvió,
como es natural, hacia los que su risa no asustaba: hacia los
que sabían y querían reír para matar mejor el pasado.
Siempre en 1908, Khlebnikov, al proponer sus poemas a la
revista «Prim avera» («V esn a») conoció al secretario de redac
ción, el joven poeta Vassily Kamensky. Se hicieron amigos y el
primer texto de Khlebnikov La tentación del pecador, relato en
prosa, se publicó en «Prim avera».3 A la vez, el poeta se unía
á otro grupo de jóvenes pintores de vanguardia, en especial con
los hermanos Burliuk. Tras su ruptura con «A pollon», Khleb
nikov fue el alma y el inspirador del pequeño grupo, en tanto
que David Burliuk se encargaba de la organización material de
este «Sodrujestvo Budetliané» («G rupo de los Seranianos»).6
Sin embargo, la palabra «Budetlanié», creada por Khlebnikov
no permaneció en la lengua. En efecto, pero después, el grupo
tomó el nombre de «H ylée», según el nombre antiguo de la
región, junto a Kherson, donde los Burliuk poseían una pro
piedad. Finalmente, el nuevo movimiento se llamó cubofutu-
rismo, para que no lo confundieran con el futurismo de Mari-
netti, antes que todo fascista.
Nacido de una estrecha colaboración entre pintores v poe
tas, el cubofuturismo lleva la marca del enlace de las tenden
cias pictóricas y poéticas. Con razón, en un reciente artículo,7
V. Perzov observa la influencia que Khlebnikov ejerció, tanto
73
sobre los pintores de su época como sobre los poetas. Ya vere
mos que el poder visual-sonoro de esta poesía se adelanta al de
la pintura.
Desde su creación, a finales de 1909, el grupo de los (fu
turos) futuristas se afianzó con vigor. En marzo de 1910, apa
reció el primer relato, impreso en papel pintado y titulado
«Vivero de los Jueces» (Sadok Sudei), título propuesto por
Velimir Khlebnikov (así se llamaría él en lo sucesivo). La ten
dencia eslavizante del poeta había llevado a sus amigos a trans
formar su nombre, Víctor, que juzgaban demasiado latino. En
enero de 1910, Khlebnikov firmaba una carta de felicitación
a su hermano Alexandre: «Velim ir» (Víctor), en caracteres la
tinos, lo que no deja lugar a dudas en cuanto a la ortografía
de su nombre de pila, escrito muchas veces «Velem ir».
E l paneslavismo estaba entonces en pleno auge. Política
mente, era la vigilia de la guerra de los Balcanes. Artísticamen
te los jóvenes pretendían romper la tradición occidental en
tonces imperante («Rusia no es una provincia artística de Fran
cia» escribía D. Burliuk). Para los futuristas también era el
medio de recuperar la lengua popular — V. Kamensky, en su
poema Stenka Razin, lo hizo con una inspiración sorprendente.
Khlebnikov veía más lejos. Ahondando en el folklore y la
mitología eslavos, buscaba encontrar la inspiración épica en
Crónica de las huestes de I g o r s quería ser el bardo de los tiem
pos modernos.
Por otra parte, la semejanza con el primer poeta ruso era
real. La amplitud de los temas, la libertad de una construcción
«en' mosaico», por fragmentos autónomos, la mezcla audaz de
los estilos, el vuelo por encima de las épocas, y especialmente,
el sentimiento intenso, profundo, de ese todo desmesurado que
es la tierra rusa, todo ese conjunto vincula los grandes poemas
de Khlebnikov con la obra inmortal escrita en 1187. Refirién
dose a su indudable genio, V. Ivanov agregaba: «E s como un
74
autor de Crónica de las huestes de Igor que, de milagro, hu
biese sobrevivido hasta nuestros días.» Khlebnikov sintió el
soplo épico de la era nueva y supo trasladarla a su obra.
El «Vivero de los jueces» apareció casi al mismo tiempo
que una segunda revista «E l taller de los impresionistas». En
ambas publicaciones figuran los poemas de Khlebnikov: La
casa de las fieras poema en prosa al estilo de Walt Whitman,
sobrecargado de alusiones a la guerra ruso-japonesa; La cigüeña,
titulada a veces La rebelión de los objetos, La Marquesa Desés
y Conjuración por la risa. En la primavera de 1912, con motivo
de la estancia de Khlebnikov en casa de los Burliuk, en la an
tigua Hylée (que inspiró al poeta su «ensayo de balada mo
derna» Los siete), el movimiento futurista ruso adquirió su
forma definitiva. El joven Vladimir Maiakovski se unió al mo
vimiento, e igualmente el poeta Alexei Krucenych, teórico del
cubofuturismo y adepto ferviente de la lengua zaum. En otoño
del mismo año, aparecieron «Bofetada al gusto público» y «V i
vero de Jueces» donde se hallaban publicadas obras impor
tantes de Khlebnikov: E l chamán y Venus, La destrucción de
la Atlántida, I y E, así como diversas obras experimentales.
El poeta había dejado la universidad; fue expulsado en
1911 por impago de la matricula, pero ya había dejado de fre
cuentar los cursos desde 1910. A partir de entonces, y hasta
su muerte, iba a consagrarse por completo a la poesía y a la
investigación de una ley de los números. Sólo un matemático
sabio podría decir si la teoría de Khlebnikov del regreso pe
riódico de ciertas series numéricas (en la historia y en una vida
humana) se basa en el verdadero descubrimiento de una ley
matemática. A los ojos del profano, esta teoría, como muchas
otras del mismo estilo, parece pecar de complacencia: subrayan
do las coincidencias y desdeñando todo lo que no concuerda
con el postulado. Pero repetimos, sólo un sabio podría aportar
un juicio sobre este gigantesco trabajo al que Khlebnikov atri
buía tanta importancia como a su obra poética, de la que ade
más, no disociaba. Al determinar la vuelta de ciertos ciclos
(guerras, revoluciones, etc.) trataba de vencer al tiempo por el
conocimiento: «Y el tiempo se hará armadura sobre el pecho
15
del trabajo mundial.» Aquí sólo se habla para dar la clave de
las alusiones que abundan en la obra del poeta: su culto a
Pitágoras («T ú , cuya razón fluía»), los números 317 y 365,
tan a menudo citados; «la fila de números que sirven de indi
cación», la llamada de los números en Zanguezi, etc.
El movimiento futurista hizo que se hablase de él. Las pri
meras publicaciones habían suscitado la curiosidad, los relatos
siguientes obtuvieron el éxito escandaloso con el que ya con
taban los futuristas y que ellos avivaban más y mejor. Blusas
amarillo vivo, rostros pintarrajeados al estilo cubista, actitud de
una agresividad insolente: motivos para sorprender al público
hasta aburrirle. Pero los poemas declamados por los jóvenes
poetas chocaban y sorprendían aún m ás: ritmo percutido, «cor
tado», decían/ metáforas sorprendentes y sonoridades ásperas
«letras valientes Er, Cha Chtcha».9 Se conoce el grito horroriza
do dé un" auditor de M aiakovski: « ¡Si esto es poesía, me ahorco
ahora m ism o!» Ese feroz partidario de «Delamusic-Verlaine»
(Khlebnikov dixit) ¿cumplió su palabra? D e todos modos, las
pasiones se desencadenaban.
Khlebnikov participaba pocas veces en estos escándalos fu-__
turistas. (Sin embargo, asistió a la «recepción», con abucheos,
que le hicieron a Marinetti en enero de 1914, recepción que
estuvo a punto de degenerar en un incidente diplomático). D is
creto, «silencioso hasta el punto de que uno se olvidaba de
su presencia» según manifestaba un testigo, concentrado en
sí mismo, jamás se ponía en evidencia, lo cual no quiere decir
que no fuera el maestro poético de los futuristas y muchas
veces, el instigador de las tumultuosas manifestaciones en
las que no tomaba parte.
Este recogimiento, ¿se debía a su morbosa timidez, a la
incapacidad del poeta «desarmado como un niño» para enfren
tarse con la vida? Visto por sus contemporáneos, Khlebnikov
parece un iluminado, una especie de chiflado genial. Pero a tra
vés de sus escritos, sus notas y cartas se revela como un hom
bre muy diferente a su leyenda, un hombre de inteligencia
76
aguda, penetrante, irónica; un observador singularmente lúcido
y en modo alguno «que está en las nubes». «Sencillo como un
niño» decían de él. Pero Jerom e K. Jerome, autor por el que
Klebnikov sentía una especial predilección, escribió: «M e pre
gunto si los niños son tan sencillos como aparentan.» La inge
nuidad de Khlebnikov está puesta en tela de juicio y algunos,
que se imaginaban que podían burlarse de él, eran a su vez,
burlados. Siempre sincero, el poeta era también muy cerrado,
poseía muchas capas y mil facetas, como sus poemas. Su ironía
se manifestaba, a veces, de una manera delicadamente pérfida:
copiando, por ejemplo, el estilo de un colega sin sombra de
parodia, y el resultado era tan delicioso que a la víctima le
costaba trabajo descubrir, bajo la gracia de un homenaje res
petuoso, una sonrisa poco halagüeña para él original. Su papel
de eminencia gris del movimiento futurista podía muy bien
satisfacer ese sentido de la ironía.
Khlebnikov tenía el gusto de la mixtificación. En un frag
mento autobiográfico Octubre sobre el Neva, el poeta se rego
cija hablando de los mensajes que dirige a Alexandra Fedo-
rovna Kerensky,10 en el Palacio de Invierno, sede del gobierno
provisional. Telegrama: «Cuán pesado es el puño de esta mano
de piedra», firmado: «L a estatua del comendador — yo (Khleb
nikov)».11 Una llamada telefónica: «Aquí, la compañía de trans
portes. ¿Cuándo van a dejar libre esos lugares?». En cuanto
a su Estado del tiempo, inspirado en la República de Platón
que debía agrupar 317 miembros «Presidentes del Globo Te
rrestre», artistas, sabios, revolucionarios, ¿acaso no era sólo
un camelo bien orquestado y bien interpretado? Asimismo, la
graciosa superchería de la que son víctimas las huríes de Maho-
77
ma en K a; Khlebnikov no era evidentemente un alegre bro
mista, pero la ironía es un elemento esencial en su obra que
no debe olvidarse. De igual modo, su afición por la raza caba
llar se relaciona abiertamente con Sw ift y la idea de la «isla
Khlebnikov» ( Los hijos de la nutría) parece tomada de un
capítulo de Thoughts of an idle fellow ( Pensamientos de un
ocioso) de Jerome K. Jerome. En la carta a su amigo médico,
citada antes, el poeta escribía: «¿C óm o podría prestar jura
mento, yo, que ya lo he prestado a la poesía? ¿Y si la poesía
me sugiriera volver ese juramento en retruécano, en un juego
de palabras?» Esa mezcla de gravedad y de juego es caracte
rística; Khlebnikov salpica de retruécanos sus escritos hasta la
exageración. Incluso en sus investigaciones lingüísticas, a pesar
de que su objetivo es profundamente serio, le encanta sembrar
la confusión, introduciendo una picardía infernal.
El trabajo sobre la palabra autónoma, «la palabra en sí,
como tal», preocupó a Khlebnikov desde sus primeros pasos
literarios. Al separar la palabra de su sentido habitual, el poe
ta procuraba crear una lengua universal, y aunque ninguna de
las palabras creadas por él hayan permanecido en la lengua, se
puede afirmar que Khlebnikov consiguió su propósito. Directa-
o indirectamente, pero de un modo patente, inspiró una lengua
universal: el lenguaje cinematográfico de montaje y de metá
foras del cine mudo soviético.
Khlebnikov veía la palabra bajo tres aspectos:
l .3 En su significado inmediato, designante, etiqueta unida
a un objeto, que de ese modo, se vuelve estático, petrificado.
2 “ Como eslabón de una serie mental, elemento dinámi
co de una cadena de asociaciones resultantes de reflejos habi
tuales.
3.° Liberada de la petrificación provocada por el uso, la
palabra «se hace nueva», d otaía de vida propia, autónoma.
«Si estáis en un bosque veis robles, pinos, abetos... Mas
toda esa variedad de follaje, troncos y ramas nació de un pu- '
ñado de semillas que, prácticamente, no se distinguen entre
sí. Todo el bosque futuro se hallaría en la palma de vuestra
mano. Nuestra semántica enseña que la diversidad de palabras
78
procede de sonidos fundamentales del alfabeto, equivalentes a
semillas de palabras... La creación de las palabras es el esta
llido del silencio lingüístico, de capas sordomudas del lengua
je. Reemplazando en una antigua palabra un sonido por otro,
creamos un camino inmediato, de un valle de lenguaje a otro»
(Nuestra base, 1919-1920).
Ante todo hay que desarraigar la palabra, separarla de su
significado habitual, darle un nuevo impulso. Un simple desli
zamiento fonético permite a menudo franquear la «cim a», se
parando dos raíces. «D voriané» (nobles, aristócratas) se trans
forma en «tvoriané» (los que crean, obreros, «obrócratas»), Al
concepto primero de superioridad social se agrega la idea de
la creación, lo que enriquece la palabra nueva que, es preciso
recalcar, se comprende inmediatamente sin análisis mental pre
vio. Lo mismo que son inteligibles en seguida e instintiva
mente «les ziaux» o el «paragotas de lluvia» de Queneau, con
tinuador directo de Khlebnikov en este terreno.
Una forma más compleja de aglutinación y también más
rica en posibilidades. Fusionando «boudet» (será) y «moudryi»
(bueno) se consigue mucho más que pasar de una a otra raíz.
El sonido de la nueva palabra «boudryi» (vigoroso, lleno de
fuerza, de valor) de modo que una sola palabra contiene tres
ideas diferentes que caracterizan al hombre del futuro. Siguien
do el mismo procedimiento «m utism o» y «silencio» se funden
en «mutilencio» que evoca la idea de la mutilación, del sufri
miento.12
De igual modo procedían los maestros del montaje del cine
soviético. En Octubre, Eisenstein yuxtapone la imagen de di
versos dioses (culto a los ídolos) y la demolición de la estatua
79
del zar (fragilidad de los ídolos), y obtiene una tercera noción:
la falta de fundamento de las religiones.
Conviene precisar que en Khlebnikov la creación de pala
bras es totalmente espontánea, brotando del manantial de su
imaginación. «E l no buscaba, encontraba», dice Tynianov. H as
ta el punto que, a veces, ese torrente de hallazgos llega a ser
inquietante: se tiene la impresión de que el poeta ya no con
trola un juego que se le escapa, arrastrándolo en un torbellino
vertiginoso. Pero el sentido, la razón de la lengua es en Khleb
nikov excepcional, y el análisis (o si se prefiere, la descripción)
de las palabras creadas por él es un ejercicio maravilloso para
todos los que enseñan el ruso.
Para provocar un desfase en la conciencia del lector, Khleb
nikov usa otro sistema: la palabra de doble sentido, de tal
forma que la aceptación acostumbrada toma un aspecto de me
táfora, disfrazando el significado concreto del vocablo, poco co
nocido, en general. Tomemos un ejemplo: un relato de viajes
por los mares lejanos empieza así: «¡C oge la escucha! ¡Nave
gamos sobre las o las!» La idea de un aparato de radio se im
pone en seguida con fuerza, la metáfora familiar «toma la es
cucha», término marinero, enmascara el sentido concretó dé-
«escucha», aparejo que dirige la orientación de las velas. La
verdadera navegación se vuelve imaginaria. Pero si los dos sen
tidos se perciben simultáneamente, el juego de dobles asocia
ciones refuerza el pensamiento creando un plano de profundi
dad suplementario. Es exactamente la doble exposición de la
imagen, la sobreimpresión en el cine.
80
A pesar de que su traducción es fácil en lenguaje cinemato
gráfico, esas imágenes de doble y triple profundidad raras ve
ces encuentran su equivalente en otra lengua. Sometido a ele
gir entre el sentido concreto, demasiado explícito, y la metá
fora, oscura sin el contexto del segundo plano, el traductor se
encuentra como el asno de Buridán, sabiendo que, de todos
modos tendría que levantar el velo de la ambigüedad, tan que
rido del poeta. Su único consuelo será afirmar que, hasta en
el original, tales ambigüedades corren el peligro de escapar al
lector. Khlebnikov se complacía en escoger las voces menos co
nocidas: arcaísmos, jergas insólitas (como las lenguas dialecta
les de Siberia, del Cáucaso, de los C árpatos...) Gran conoce
dor del folklore y notable lingüista, pretendía extraer del teso
ro de las lenguas eslavas todas las voces «siempre que fueran
hermosas». Viajando alegremente por los «valles de múltiples
lenguas», también recurría a las lenguas muertas; antiguo es
lavo, sánscrito, persa, incluso la lengua del antiguo Egipto. Si
se le agrega sus innumerables neologismos, la riqueza de su
vocabulario sobrepasa lo imaginable, y con razón Stepanov 13
dijo que en ese terreno no había poeta comparable a Khleb
nikov.
En medio de esa exuberancia verbal, la lengua zautn se
mantiene en un lugar muy modesto, incompatible con la im
portancia que habitualmente se le otorga.
¿Cómo es la lengua zautn? Un lenguaje transmental, o
transracional, o ... Todas esas definiciones son exactas — con
un pequeño matiz. El término «zaum » (literalmente, del otro
lado del intelecto) procede de la; expresión popular «oum za
razoum zachel» (la inteligencia ha pasado más allá de la razón),
que equivale a «completamente chiflado». La solemnidad de
los vocablos sabios desdeña el punto de ironía agresivo conte
nido en el vocablo ruso. Khlebnikov llega a acentuar la iro
nía: sus ondinas cantan en zaum. Según el manual de Sakha-
81
rov,14 éste dijo: «E l poeta veía en la palabra zaum — conjunto
de sonidos sin otro significado que el emocional— un medio
de aproximar la palabra-encanto, la palabra mágica. Mágica por
hallarse falta de sentido, incomprensible.»
«Si se distinguen en el alma, el gobierno de la razón y el
tumultuoso pueblo de los sentidos, los encantamientos y la
lengua zaum son — por encima de la cabeza del gobierno-—
una llamada directa a los sentimientos del pueblo», escribía
Khlebnikov en 1920, y agregaba: «Procedimiento de derecho
aplicable en casos extraordinarios.»
Raros y siempre motivados. A la inversa de Krucenych que
pretendía expresar en zaum las sensaciones humanas, Khleb
nikov sólo recurre a esa lengua para deshumanizar la palabra:
cantos de ondinas y gritos de brujas; piar de dioses, aullidos
del mono negro, estertores inarticulados de un epiléptico, de
un asesino, de un asesinado. Para crear ese lenguaje, el poeta,
utiliza, en efecto, «el manual» de Sakharov, los encantos y
hechizos populares, incluso las palabras «abstractas» de las
frases de juego y canciones infantiles. Incluye los cantos de los
pájaros, cuidadosamente anotados por este ornitólogo, y tam
bién i a palabrá-creación-pura.
A veces, un conjunto de sonidos extraños que surge espon
táneamente de la conciencia, conmueve el espíritu. Un adulto
procura olvidar la palabra absurda, en cambio un niño se de
leita con ella, la repite durante días y se embriaga de su mis
teriosa sonoridad. En Khlebnikov había mucho de niño. Atri
buía un valor afectivo a palabras tales como «¡M antch! ¡Mancht!
¡M antch!» (Ka), y como un niño se asombraba al ver cómo-
la palabra mágica pierde de pronto su fuerza. A pesar de eso,
el zaum no es más que un plano ínfimo de su lenguaje poético.
En los cinco volúmenes de la obra de Khlebnikov, apenas se
82
reunirían cinco páginas de zaum, es decir, sonidos formados
por palabras-agrupadas, intraducibies y que escapan a las leyes
de una lengua articulada.
Un error frecuente es clasificar en el zaum, lengua trans-
mental o transracional, las palabras creadas por «declinación
de raíces» que ya señalamos antes. Estas últimas obedecen es
trictamente a las leyes de la lengua rusa, poseen un sentido
concreto. En fin, que son traducibles (aunque a veces muy
difícilmente).
Un profesor de lingüística de Moscú, empezaba su curso pi
diendo a los alumnos que hicieran un análisis lógico de una
frase cuya traducción es la siguiente: «L a kouzdre bloqueuse
a chtéquement boldané le bocre et coudrille le boquereau.»'3
Creadas a partir de raíces inexistentes, esas extrañas palabras
obedecen al «álgebra» de la lengua, y a partir de ese momento
toman un sentido, por oscuro que sea. Se pudo «traducir» la
frase pasando del álgebra del ruso al álgebra del francés. Lle
gado el caso, se la puede explicar. El profesor se las ingenió
para inventar raíces «que no dicen nada». Las voces creadas
por Khlebnikov se derivan de raíces existentes y podemos afir
mar que todas, sin excepción, tienen un sentido preciso, con
creto. Son lo opuesto a la palabra zaum. Hablar de Khlebnikov
como de un poeta zaum es desdeñar el bosque por una brazada
de hojas.
En sus escritos teóricos, es cierto que el zaum ocupa un
lugar más importante. Pero, por una parte, a un poeta se le
juzga por su obra y no por sus teorías, siendo éstas, muchas
veces, admirablemente desmentidas por aquélla, y por otra par
te, sólo conocemos fragmentos de los textos teóricos de Khleb
nikov. Por último, la tendencia literaria de los amigos del poeta
pudo guiar su elección hacia escritos que les parecían impor
tantes por ser propios para confirmar la leyenda de Khlebni
kov, su «caotismo genial».
83
«Khlebnikov es caótico, pues es un genio» aducía D. Bur
liuk. Ese «pues» da que pensar. Los que con devoción y amor
prepararon la obra del poeta para su publicación, lo admiraban
por su oscuridad y no buscaban, qué duda cabe, una claridad
que tal vez les hubiera decepcionado. En Zoo, V. Chklovsky
habla con un asombro incrédulo de un aficionado al arte que
«parecía entender» los versos que le leía Khlebnikov. La in
comprensión de los textos se consideraba un acto de fe y lin
daba con la anécdota. En un poema corto (semejante, aunque
menos perfecto que Cuando mueren los garañones), Khlebnikov
habla de lo que hacen los hombres, los animales y los soles
cuando aman. Si nos fijamos en la primera edición, los soles
enamorados «cubren los pies» antes de «caminar bailando hacia
el amigo». En realidad, no se trata de «nogui» (pies, piernas),
sino de «notchi» (noches). La forma de dos letras al ser tan
parecidas entre sí, se presta a la confusión. Pero es muy sig
nificativo que primero se pensara en la palabra que «libera»
el poema de su sentido concreto: «los soles, cuando aman,
cubren las noches», el crepúsculo tiende la mano al alba, es
la noche blanca y toda oscuridad desaparece.
El «caotism o» de Khlebnikov no es, sin embargo, todo le
yenda. No obstante, parece proceder menos de la negativa (o
de la incapacidad) del poeta para ordenar su obra, que del es
tado de los borradores manuscritos que dejó. Desde 1910 y
hasta su muerte, Khlebnikov no cesó de viajar de un lado para
otro; de Petersburgo a Crimea; de Moscú a Ucrania; de Fin
landia a Irán. Transportaba consigo un enorme fardo con sus
manuscritos'que a veces extraviaba, o dejaba en casa dé sus-
amigos y que, incluso, un día se dejó robar. Algunos de esos
manuscritos desperdigados se encontraron, pero sin corregir.
Ahora bien, si Khlebnikov escribía de un tirón, luego depura
ba sus poemas, los cincelaba, eliminaba las repeticiones, añadía
estrofas enteras. Después de la' revolución, el poeta vio cómo
su «libro mayor» se integraba en la leyenda: «Escribía sus
poemas en un libro de cuentas, ¡qué original!» Los que así
clamaban no sabían que en aquella época no se encontraba
papel en la Rusia soviética, de suerte que un libro de registros
84
recuperado en algún banco era para el poeta una verdadera
ganga. Pero incluso en su «libro mayor», las estrofas no si
guen un orden, hay retrocesos, repeticiones que hacen pensar
en el boceto de un dibujo del que el artista aún no ha escogido
la línea perfecta, la única posible. La caligrafía es a veces indes
cifrable; la puntuación (que siempre respetaba Khlebnikov)
muchas veces se hallaba ausente; los fragmentos de varios poe
mas se superponen. En pocas palabras, falta el plano de cada
obra.
Khlebnikov componía sus poemas con «narraciones de pri
mer grado»,16 fragmentos separados, cada uno con su estilo y
ritmo peculiares, su propia inspiración. La autonomía de cada
fragmento dificultaba su montaje: esas fracciones aparentemen
te intercambiables, como secuencias cinematográficas, no asu
men sus funciones más que una vez montadas en su conjunto.
Obligados a ordenar las estrofas de La lavandera, los editores
hicieron lo que buenamente pudieron «del modo más lógico
posible», pero la lógica poética no es tan simple. En La la
vandera, como en Ladomir, ciertos cortes, ciertos encadena
mientos, dejan mucho que desear. Por otra parte, se sabe que
Khlebnikov consideraba muchas veces sus grandes poemas
como fragmentos de un todo infinitamente más vasto.17 Debe
mos desconfiar de un juicio apresurado y hablar, no de cao-
tismo, sino del desorden de una obra incompleta. Tanto más
cuanto que conocemos varios poemas de Khlebnikov en su
versión definitiva: E l Diós de las vírgenes, Los hijos de la
nutria, La guerra en la ratonera, E l presente. Hemos elegido
ejemplos muy llamativos que pertenecen a épocas claramente
determinadas de la inspiración del poeta.
E l Dios de las vírgenes, escrito en 1911 o quizá antes,
pertenece al período pan-eslavo. Este poema dramático pone
en escena los personajes de la mitología eslava y utiliza los
temas de los cantos populares, los cantos tradicionales y las
85
danzas antiguas.18 El poeta aparece con los rasgos de Leí, ni
hombre ni dios, u hombre-dios, el Apolo eslavo. En la obra se
siente la nostalgia de un pasado bucólico, el ideal de la Rusia
pagana. Los hijos de la nutria data de 1912. La guerra de los
Balcanes ha estallado. El desconcierto del autor se refleja en el
poema. La idea directriz (la unidad eslava-griega) asiática, fren
te a las amenazas de Occidente, clara en su conjunto, es muy
confusa en el detalle. A la inversa, la oposición al universo
ruso-asiático de un mundo mecanizado, americanizado, posee
una gran fuerza en los detalles, pero le falta cohesión en el
conjunto. La amplitud del tema es increíble: se trata de una
epopeya de la humanidad, que va desde la creación de la tierra
al naufragio del «Titanic» y a las amenazas de guerra mundial.
La construcción es de una audacia demencial, mezclando el
poema en prosa (y la prosa de Khlebnikov posee una nitidez
admirable) y la lengua hablada versificada;' la grandiosidad
lírica y el retruécano; la digresión filosófica y el plagio; la le
yenda y el reclamo futurista.19 Así es como el poeta había crea
do un género totalmente nuevo con la primera obra épica de
nuestro tiempo, una obra de una excepcional amplitud de
resonancias.
El ciclo de poemas reunidos por Khlebnikov bajo el título
de La guerra en la ratonera, comprende las obras escritas entre
1915 y 1920, pero la guerra es el tema esencial.
Movilizado en 1916 como cadete subalterno, Khlebnikov,
para escapar al engranaje de la máquina militar, apeló a un
certificado de favor que le declaraba enfermo mental. «Como
soldado no soy absolutamente nada. Al otro lado de las barre
ras militares, soy algo, aunque con un signo de interrogación,
pero precisamente es lo que Rusia necesita», escribía en una
86
carta. El poeta pasó por el infierno de un lazareto militar,2U
reconocido sano, incorporado y finalmente liberado. El enfren
tamiento con la realidad «guerrera» inspiró a Khlebnikov una
obra pujante, ardiente, profunda, uno de los gritos más paté
ticos que se conocen contra la guerra. En ella no hay particu
larismo eslavo ni duda ni confusión, sino una claridad de pen
samiento ejemplar. El enemigo no es el «extranjero», es la
guerra, y la humanidad entera debe unirse para encerrar a ese
monstruo en una ratonera. Pero ¿quién desencadena las gue
rras? ¿D ios? No, ese «criado de los ricos» no hace más que
obedecer y los mercaderes del dinero son los que rigen nuestros
destinos.
87
el pensamiento del poeta, no en la forma de sus poemas. Mien
tras que la mayoría de los artistas, llegada la revolución, debían
buscar nuevas formas para expresar un nuevo contenido, Khleb
nikov se encontró de lleno en su elemento, «en su continente».
No hubo que cambiar nada o casi nada, para que el contenido
revolucionario se expresara a través de su forma poética ya que
dicha forma era revolucionaria. Ahí está la primera causa del
malentendido: obnubiladas por las formas, las críticas no veían
cómo se transformaba el contenido; asimismo, la despreocupa-,
ción de Khlebnikov por todas las contingencias de la vida coti
diana. Le tenían sin cuidado el hambre, el frío, las enfermeda
des (en Ucrania cayó dos veces enfermo de tifus). Trabajaba
las 24 horas del día, olvidándose de comer y dormir, lo que,
por otra parte, minaba su salud. En 1917, durante los combates
que se libraron en las calles de Moscú, se paseaba impávido ba
jo las balas, asumiendo su papel de «artista que esculpe en hue
so lo visto». Pero aquel «sonám bulo» era un observador de una
lucidez tan certera como una cámara de fotografiar. Aquel «in
diferente» no se contentaba con registrar los hechos con exac
titud, los juzgaba desde lo alto de su conciencia de poeta y to
maba decisiones.
(L a noche en la trinchera)
88
No son las palabras de un «sonámbulo indiferente». Yen
do más lejos, el poeta expresa su convicción: no se plantea el
problema de la elección no hay alternativa, sólo un camino,
el único, el que indica el personaje central de La noche en la
trinchera, un « É l» sin nombre ni parecido:
89
Entre el resplandor del fuego, en el halo de los incendios,
surge la lavandera, portavoz de la masa, portavoz del poeta.
Aparición breve; el tiempo de un encuentro fugaz, el tiempo
de un primer plano.
Porque este poema no es más que un film. Un guión de
tallado con la masa de héroes, el héroe anónimo y concreto,
con los conflictos del montaje, los fundidos imprevistos enca
denados, el ritmo entrecortado de los acelerados y los ralen-
tís; los «travellings» en la multitud, los planos contrastados, de
la panorámica al primer plano con los mismos titulares expli
cativos: «Q ué, ¿empezamos? Sí, ¡ya es la hora! »
¿Pensaba Khlebnikov en un cine del futuro, un cine que aún
no existía? No, sin duda,22 pero en sus poemas se halla todo
lo que cinco años después de su muerte llegaría a ser la gloria
del joven cine soviético. Y ojalá algún joven del actual cine
soviético comprenda, con sus ojos de cineasta, la obra de
Khlebnikov para mostrarnos los films admirables que duermen
en el desorden de esos poemas.
Observador en extremo fiel, Khlebnikov muestra cómo el
desarrollo de los acontecimientos determina la evolución de la
conciencia y el comportamiento de los combatientes. En Bús
queda nocturna la patrulla cae en una emboscada: una ame
tralladora apunta por debajo de un edredón, restallan los tiros.
Derribado el blanco, su hermana se ofrece a las balas. Pero el
tiempo de las luchas en las calles, donde se disparaba a cara
descubierta, se terminó. Los feroces justicieros se han conver
tido en hombres sencillos y buenos.
90
El jefe de la patrulla puede mostrarse generoso, pues sabe
qué se ha hecho de los blancos. Incluso si él muere esa noche,
nada cambiará; la victoria del pueblo es irreversible. Igual
mente, después de haber elevado una despiadada acusación
contra Dios, Khlebnikov, conseguida la victoria, exclama ge
neroso:
23. Aunque una nota reciente deja entrever que la cosa está en
estudio...
91
Vosotros, libros, ¿o s escribís, para que
un día, un sabio recomponga,
mezclando las tierras santas en su mano
todo cuanto yo he descrito ya antes?
— ¡H e aquí la barca!
¡Camarada Gol-Mullah! ¡Sube, te llevamos! ..........
¿N o tienes dinero? Eso no importa.
92
donde el hambre se dejaba sentir menos. Mientras tanto, el
poeta fue a pasar quince días a casa de su amigo el pintor Mi-
turitch, en el campo. Apenas llegó a la ciudad de Santalovo,
Khlebnikov cayó gravemente enfermo. Tras un mes de atro
ces sufrimientos, paralizadas las piernas, murió de septicemia
el 28 de junio de 1922.
Su muerte fue un verdadero duelo para la poesía soviética.
En su artículo necrológico, Vladimir Maiakovski escribió:
«Considero mi deber imprimir con todo detalle, en mi nombre,
y no lo dudo, en nombre de mis amigos ( ...) que consideramos
y consideraremos a Khlebnikov como uno de nuestros maes
tros poéticos y el más espléndido, el más puro caballero de
nuestra lucha poética.»
En su interesante estudio, sobre Khlebnikov, V. Pertzov se
alza contra «la acusación» de los traductores polacos y yugos
lavos del poeta 25 que hacen de él un precursor del surrealis
mo. «Doce años antes que Bretón», dice Militza Nikolitch; «se
adelantó al surrealismo, por lo menos en diez años», alega el
poeta polaco Jan Spevak. Pertzov protesta: el freudismo, el
«nuevo misticismo» surrealista nada tienen que ver con Khleb
nikov que «incluso en su primer período idealista era acérrimo
enemigo de todo misticismo». Lo que parece una' conclusión
un tanto apresurada: ergo, Khlebnikov, no ha representado al
surrealismo.
Cierto, ese «inveterado ateo» se oponía ferozmente a toda
clase de misticismo. También cierto, que el culto del «O bjeto»,
propio del surrealismo, hubiera hecho estremecer de horror
al que escribía:
93
Tampoco es menos cierto que las investigaciones de Khleb
nikov sirvieron de base, de punto de partida, al movimiento
nacido después de su muerte. Las desviaciones — o la exalta
ción de los descubrimientos originados por los que siguen al
innovador— no cambian nada el fondo del problema. Bebien
do en la fuente Khlebnikov, Maiakovski amplió las posibili
dades, hizo lo que el mismo Khlebnikov no pudo hacer: una
poesía revolucionaria asequible a todos, clara, pura y activa.
Bebiendo de la misma fuente, Igor Sévérianine (que Khleb
nikov llamaba ferozmente Usyplianine, «el soporífero») impul
só la búsqueda verbal hasta las más grotescas exquisiteces.
Tzara encontró la fuente de «D adá», Bretón la del surrealis
mo, Queneau la fuente de sus Ejercicios de estilo. Khlebnikov
era una fuente que ofrecía todas las posibilidades.
Luda S c h n i t z e r (1967)
94
Sobre Khlebnikov 1
(Fragmentos)
95
pondía y les corresponde el puesto central. La algarabía y el
efecto exterior de la fractura verificada en 1909-1913 por los
futuristas, el propio ambiente de escándalo literario, la des
compuesta imagen poética de Khlebnikov, vista a través del
prisma del temprano futurismo, hicieron al lector rechazarlo.
Por otra parte, sus compañeros de lucha y de labor, sus
amistades, propagaron de su creación lo que más necesitaron
históricamente, haciendo uso de su poesía conforme a la com
prensión que de él tenían.
Toda la actual cultura de la poesía moderna, de Khlebni
kov viene, y sin Khlebnikov, no sería posible. «E s el Lomo-
nosov de la actual literatura. E s el temblor del objeto; la poe
sía de hoy es su son.» (V. Shklovski.)
La percepción de sus principales obras fue preparada por
sus seguidores. Mucho de sus atrevimientos y de sus alcances
entró a disolverse en la poesía de Maiakovski, de Aséev, de
Pasternak. Khlebnikov no pertenece al futurismo, su creación
no es circunscribible a escuela alguna, sino que se desborda,
límites afuera, de su época. Khlebnikov fue utópico y soñador.
E s de una grandiosa envergadura su labor de filósofo, de
filólogo, de historiador, de matemático, «científica la poesía»,
fomentando la creación de enormes recursos de nuevos temas
y obras. Cual un niño sabio, «descubre» el mundo, ve nuevas
las cosas y les da nuevos nombres.
La sencillez y la enormidad de sus concepciones literarias,
el espacio de su épico hálito provienen del folklore y, en su
percepción poética del universo, sus poemas burlescos, sus
cuentos poéticos, y también los filosóficos poemas, semejantes
a mitos modernos, nos lo recuerdan. A diferencia de los sim
bolistas que trasplantaron al terreno ruso la cultura del sim
bolismo occidental — de toda la literatura occidental— Khleb
nikov acude a fuentes nacionales. E s un rasgo primordial de
su creación la libertad con la que conviven en sus poemas los
diversos estratos, vocabularios y sistemas rítmicos.
96
Retrato de Khlebnikov. L ito g ra fía p or el m édico-protector N. Kulbi-
ne (1912).
7
El tropo se transforma en «hecho poético». E s como en la
animación y en las metamorfosis de la poesía épica. Y es lo
que inspiraba y confirmaba la cosmogonía primitiva. El siste
ma filosófico de Khlebnikov y su visión dél mundo provocaban
una nueva correlación de objetos y conceptos. «Khlebnikov es
un visionario. Sus imágenes son convincentes por disparatadas,
y sus pensamientos, por paradójicos. Da la impresión de que
sueña sus poemas y después los apunta conservando toda su
soñada incoherencia en el desarrollo de los acontecimientos»
(Nikolái Gumiliov, Cartas sobre la poesía).
La prodigalidad verbal de Khlebnikov es tal que creemos
imposible que haya poetas que en ello le igualen. Hace uso
— y muy a menudo en el marco de una misma obra— de día-
lectismos, de palabras populares y científicas, eslavas, arcaicas.
E s por eso que muchos lugares, ilegibles sin vocabulario, se
tomaban por galimatías. Su principal ímpetu era desarrollar
cuantas potencias tiene el idioma ruso, idioma popular y esla
vo. Lucha contra préstamos de idiomas extranjeros.
Aún le espera a Khlebnikov su misión literaria y el tardío
reconocimiento^ Demasiado tiempo han vivido a costa de
Khlebnikov los poetas contemporáneos ocultándonoslo de la
vista y popularizando sus logros creativos. Ni siquiera su trá
gica muerte hizo recordar que ya llegó la hora en que es impo
sible dejar su nombre en el silencio. E s un deber de sus con
temporáneos reunir la dispersa herencia de Velimir Khlebni
kov y publicarla. Khlebnikov es uno de los más grandes poetas
de nuestra época, y del futuro.
Nikolai S t e p á n o v
98
Sobre Khlebnikov1
99
es la fuerza de atracción que nos sostiene en este viaje heroico
a través de los torbellinos y profundas grietas del perturbado
lenguaje de Khlebnikov, por el que el propio autor se confesa
ba «excedido en cierto m odo»? La asimilación de Khlebnikov
es el proceso doloroso del descifrado, según las escasas referen
cias de lo que el poeta habría podido escribir, de lo que hu
biera debido escribir si no fuera por su biografía.
El destino cruel de Khlebnikov lo conocemos muy bien
los que aún somos contemporáneos suyos. Pero no vamos aquí
a tratar de Su destino; dejemos estas explicaciones «naturales»
a los especialistas en la materia. El destino aparente de Khleb
nikov — eterno despegue, eterna incomprensión, aullido deni
grante de la masa culta, extrañas predisposiciones psíquicas—
no es el único culpable de que de un hombre, provisto de los
signos indiscutibles del genio poético, no haya salido nada
(seamos honestos, aunque sólo sea por el recuerdo del poeta).__
Khlebnikov ya estaba destinado a ese resultado por las mismas
cualidades de su personalidad, por el tipo cultural al que se
hallaba encarnado históricamente. M e parece que esta carac
terística fundamental de la personalidad de Khlebnikov está
indicada por el propio poeta de manera clara y precisa en la
confesión citada más arriba. En realidad, Khlebnikov podía
parecer, y sobre todo ante sí mismo, la obra completa de las
grandes almas errantes que aspiran encarnarse y buscan el re
poso. Y con el poeta no vamos a extrañarnos de que los tris
tes límites de la vida de Khlebnikov no hayan podido soportar
esta tensión eterna, ni de que los «inm ortales» se hayan encon
trado en un lugar estrecho. Paisajes de culturas antiguas que....
Khlebnikov poseía en el más alto grado, metafísica lingüística
original atravesada por notables descubrimientos de palabras,
diario de María Bachkirtseva y cálculo casi matemático de los
destino humanos, «Trom peta de los marcianos» y sillón de
presidente del Globo Terrestre; lengua transmental zaum y
profecía, como una mancha embarazosa, una sombra enfermiza.
Ha perdido sus contornos. E s un paisaje sin horizonte, un ros
tro sin perfil. Las almas excedidas de los grandes difuntos apa
recidas al poeta, aunque parezca imposible, no han reposado
100
en esta isla adonde él les invitaba generosamente. «E l efectivo
de los importantes» cambiaba a menudo; Khlebnikov, ahora
lo sabemos, era un mal refugio para los que buscaban el des
canso.
Pero, ¿vamos a asustarnos? A pesar de todo nos encontra
mos ante auténticos poemas; ante una literatura real y, sobre
todo, frente a la poesía. Que los sordos se queden a la puerta,
pero nosotros, aunque a través de simas y grietas, oímos clara
mente esa llamada poética.
101
Evidentemente hubiera sido más difícil hablar de los lazos
concretos de dependencia entre Khlebnikov y los poetas más
antiguos, lo que sin duda no hubiera servido de mucho.
El mismo Khlebnikov nada nos dijo de sus gustos poéti
cos. Sólo dos o tres veces cita en sus versos el nombre de
Pushkin, la «belleza pushkiana», lo que es sin duda sintomáti
co. Por otra parte, el papel de Khlebnikov en el impulso de la
poesía contemporánea se halla lejos de verse claro. Se admite
que ese papel es excepcionalmente importante, pero la opinión
de los admiradores de Khlebnikov tan gustosamente defendida,
según la cual él sería el origen de la nueva poesía, reposa so
bre una exageración manifiesta y desvirtúa inevitablemente la
perspectiva histórica. Khlebnikov no ha creado su propia tra
dición del futurismo ruso. La tradición del futurismo es evi
dentemente la de Maiakovski y no la de Khlebnikov. E s cierto
que Maiakovski surgió muy rápido de los límites que la obra
de Khlebnikov había esbozado para el verbo poético ruso. Para
Maiakovski el trabajo de la palabra jamás formó parte de las
tareas inmediatas; su poesía se construye sobre otros momentos
y su «innovación verbal» bastante razonable y prudente, es
sólo un subproducto de su lirismo. Maiakovski y Khlebnikov
no se hallan solamente ligados por un parentesco; simplemen
te están en los antípodas, y si existe un poeta cuyos versos
revelan hasta ahora el aspecto khlebnikoviano, sin que >ea
siempre en términos claros, es sin duda y únicamente Nikolai
Asséev. La obra de Asséev ha seguido caminos diversos, pero
en su mejor período, el de «O xana», se incorpora a Khlebni
kov, no sólo por las formas y los procedimientos exteriores,
sino por su misma esencia; de las cuatro líneas de versos tóni
cos de Khlebnikov citadas anteriormente, las tres primeras po
dían haber sido escritas por Asséev, y sólo la cuarta por Maia
kovski.
Khlebnikov no creó su propia tradición y en esto no hay
nada de extraño. La «revolución» literaria de la época de «B o
fetada al gusto público» no era, desde luego, una revolución,
sino una simple preparación de artillería original. Khlebnikov,
que en aquella época ocupaba un lugar central, era justamente
102
un estandarte, un slogan de partido en manos de los que más
tarde, como los futuristas, hicieron su entrada por el camino
real de la poesía rusa. Todos los indicios externos sobre los
que se fundó la representación que generalmente se hace de
Khlebnikov y que fueron para él mismo un obstáculo para la
realización de su obra, el zaum, las «R isotadas» y en general
todas esas basuras que hoy rematan su existencia en la testa
rudez absurda de Krutchony (en el límite de la charlatanería),
todo esto, en efecto, no define en absoluto la herencia poética
de Khlebnikov y conserva, únicamente en el mejor de los ca
sos, el valor de un síntoma histórico, de una tendencia pasa
jera. Khlebnikov no tuvo tiempo de aportar gran cosa al pa
trimonio de la poesía rusa, pero lo que ha dejado no es por
cierto el zaum, ni «B obéobi», Es curioso observar la actitud que
él mismo asumía frente a lo que sus amigos publicaban con su
nombre. En esos papeles reunidos por R. Jakobson, hay una
lista con la enumeración somera de lo que debía entrar en la
obra que Jakobson pretendía publicar. Esa lista elimina fran
camente un montón de extractos privados de sentido, con la
que los editores de Khlebnikov llenaban sus libros, y coloca
el acento únicamente sobre obras realizadas y más o menos
completas. Y en efecto, ya es hora de decir que no son las
muecas de un lenguaje perturbado, utilizado tan ventajosamen
te por cuenta de sus discípulos, lo que justifica el hecho de que
uno recuerde a Khlebnikov, sino las pocas, pero auténticas pe
pitas de oro poéticas que, como un relámpago en el desierto,
iluminan de repente las lejanas visiones de su intuición poética.
Se tienen deseos de perdonarle mucho a Khlebnikov; se com
prenden muchas cosas, se hacen cercanas cuando, tras una lu
cha penosa y a menudo vana contra las alambradas de su «con
ciencia desgarrada», brillan de pronto ante nosotros unas lí
neas tan densas y llenas de la más pura melodía de palabras
como éstas.
103
Charlaremos tuteándole al cielo,
Batiremos, nosotros, guerreros
Con el puño el inflexible escudo:
¡Sea el pueblo en toda la tierra
Soberano, por siempre jam ás! 4
4. De La guerra en la ratonera.
5. Canción del río Irán, data de 1921. La traducción que aquí da
mos es distinta, como se ve, de la que ofrecemos en la página 205. Ello
es debido a que he querido respetar aquella versión debida a otro tra
ductor y quizá más literal, y en cambio me responsabilizo de esta ver
sión, para mí más poética. (Nota de }. Lentini.)
6. Esta cuarteta corresponde a Encanto silvestre.
104
Y rechazados ya los últimos obstáculos de una compren
sión mutua, de pronto, Khlebnikov, por un capricho inconce
bible, ofrece al lector las cumbres del verbo poético, como:
Para tal poesía no hay otras palabras que ese viejo término,
en ciertos casos irreemplazable, de «poesía clásica». El clasicis
mo de Khlebnikov no es el parnasiano escolar, ni las futilida
105
des helénicas con las que se entretienen en nuestros días toda
suerte de neo-clásicos, sino esa sencillez auténtica, noble y ele
vada; esa penetración que brota, arroyo puro y claro, la fuen
te misma de la conciencia poética. E s ese clasicismo cuyo ejem
plo inimitado e inimitable es para nosotros el verso de Pushkin.
La presencia de lo que nosotros calificamos habitualmente de
pushkiano se encuentra indiscutiblemente en Khlebnikov, en
sus mejores ejemplos, el relato Ka o Jasir/ con esa pureza ad
mirable de la línea ligera y precisa como la escritura de Push
kin, esa economía sintáctica, esa frase equilibrada que nos
convencen con evidencia. Nuestra perplejidad es tanto mayor,
tanto más difícil después de eso, para comprender por qué esos
puntos luminosos, esos toques vivos son tan raros en la inmen
sa extensión de esas cosas incompresibles y malsanas, de esas
convulsiones monstruosas. Nos cuesta mucho más entender
por qué el fuego auténtico de la poesía, que dormitaba en al
gún lugar de las profundidades, pero que era cierto y real, es
cogió una encarnación histórica tan extraña. ¡Qué destino!
E s difícil reposar en Khlebnikov. D ista mucho de permitir
a una «alma ociosa descuidarse a la primera vez y para siem
pre». Pero para quien ama y sabe buscar las raras pepitas de
oro en el infinito de la arena marina, ese camino, a través
de Khlebnikov no será infructuoso, puesto que por un aspecto
de su espíritu desorganizado y afligido Khlebnikov ha tocado, a
pesar de todo, el fuego eterno cuya luz que perdona todo nos
ayuda a tomar las fortalezas aparentemente invisibles de su
monstruosidad histórica.
Tal es nuestro juicio humano sobre Khlebnikov. E s así
como lo aceptamos y lo hacemos nuestro. Y es únicamente de
ese modo como puede permanecer para siempre en el seno de
la poesía rusa.
Grigori V i n o k u r
106
Notas sobre Khlebnikov 1
107
a) En el pasado.
El verbo maravilloso de un hombre maravilloso. Los sue
ños y el soñador.
b) El pensador, el descubridor de un nuevo modo de ex
presar el pensamiento.
L o s años de la revolución
Nuestra época
¿Quién es, por ejemplo, Bunín? ¿Y quién es Khlebnikov?
Si en el pasado Khlebnikov intervino como buscador del
vocablo, hoy es el pensador que trata de expresar algo muy
importante.
Por supuesto, el balance del tiempo no es esencial.
Buscaba palabras para expresar el alma del hombre con-
108
R etrato de K hlebnikov, p o r D oris G rigoriev (K u k k ala, 1915).
temporáneo; era optimista. En el fondo, ¡qué pensamientos
tan íntegros; qué alegría de vivir! E s una pena que quede
tan poco.
Ni más ni menos como se acostumbra entre nosotros. En
los países pobres se recoge hasta la espiga más pequeña. Pero
entre nosotros, en las profundidades, parecen gavillas enteras
de cereales. Los padres conservaron algo, los demás, no.
Vsevolod I v a n o v
110
Ulegiafúnebre1
por Khlebnikov
111
biera llenado todo de tachaduras, dando un texto completa
mente nuevo.
Cuando nos traía un trabajo para el periódico, Khlebnikov
solía decirnos: «Si hay algo que no os parece bien, rehacedlo.»
Cuando nos leía un poema, a veces se interrumpía en medio de
un verso contentándose con añadir: «etc., etc.»
En ese «etcétera» se refleja todo el poeta. Al definir un
problema poético, se limitaba a indicar los medios de resolver
lo, dejando a otros la aplicación práctica de la solución.
La biografía de Khlebnikov no va a la zaga de sus brillan
tes construcciones verbales: para los poetas posee el valor del
ejemplo, y es una viva recriminación para los especuladores de
la poesía.
Khlebnikov y la palabra
De acuerdo con la llamada nueva poesía (la nuestra era la
poesía de vanguardia), sobre todo para los simbolistas, la pa
labra era un material que servía para hacer versos (por lo tanto
para expresar pensamientos y sentimientos). Al no conocer ni
la estructura, ni la resistencia, ni el modo de trabajarlo, la
apresábamos a ciegas según las necesidades. D os palabras se
parecían y esta aliteración fortuita se presentaba como un lazo
interno, un vínculo indisoluble. Una forma de palabra que es
taba en desuso era venerada como eterna, procurábamos ocul
tar cosas que desbordaban la palabra en cuestión.
Para Khlebnikov, la palabra es una fuerza independiente
que organiza el material de los sentimientos y pensamientos. De
ahí esta necesidad de hundirse hasta las raíces, de bucear en
el origen de la palabra, de encontrar el tiempo en que la deno
minación correspondiese a la cosa, el tiempo en que quizá exis
tía una decena de palabras-raíces y en que las palabras nuevas
surgían como circunstancia de esas raíces (por ejemplo, la teo
ría de Khlebnikov sobre la declinación de las raíces). Así «byk»
(el toro) es el que arremete (del verbo «b it», golpear); «bok»
(el flanco), es el lugar donde se golpea. «L y s» (calvo), es a lo
112
que ha llegado «les» («el bosque»); «lo s» (el impulso) y «lis»
(el zorro) son los habitantes del bosque.
Hay versos de Khlebnikov imposibles de deshacer. Las pa
labras se hallan soldadas como los eslabones de una cadena:
Lesa lysy.
Lesa obezlosili. Lesa obezlisli.2
113
Khlebnikov maestro de versos
Ya he indicado que la obra de Khlebnikov no incluía pie
zas terminadas. E s así como uno nota claramente en su último
poema, Zanguezi, la sobreimpresión de dos variantes. Hay que
buscar al poeta en los fragmentos sin pulir de su poesía, que es
donde resuelve el objetivo poético que se fija.
Sea lo que escriba Khlebnikov, salta a la vista la soltura
inaudita con la que maneja los medios técnicos. No sólo era
capaz, si se le pedía, de componer un verso al instante (día y
noche su cerebro sólo estaba ocupado por la poesía), sino que
hasta podía darle la forma más sorprendente. Así compuso una
vez un poema interminable en que cada verso podía leerse por
los dos extremos:
114
¡A h sonreíd, reidores!
¡Ah, engreíd risueños
Que reís con risotadas!
¡Q ué hazmerreír ridículos!
¡Ah reíd risiblem ente...!
Corrialeteando la aureografía
Con sutiles vénulas
El grillo ahovilló en la danza de su panza
Multitud de hierbas y juncos ribereños.
Pin-pin-pin tronó el mensajero.
¡Oh, cisnescencia!
¡Oh, crepuscular ternescanto!
115
Y por último el célebre trozo:
Junto al pozo
Huir tanto
quisiera el agua,
para que en el pantano
se reflejase el oro
de las riendas
como una fina serpiente culebreando rápida.
Tanto quisiera el hilillo
tanto quisiera el agua
huir y verterse
para que por el precio obtenido del trabajo
más verdes sean sus botas
de la de ojos negros.
Murmullos, ruido sordo, suspiro de voluptuosidad___
Rojo oscuro de vergüenza
Ventanas de las casas en los tres lados
Rojo oscuro de vergüenza.
La vida de Khlebnikov
Son sus versos los que definen mejor al poeta:
116
do a Moscú y en aquellas ocasiones, aparte de los últimos días,
nos veíamos cotidianamente.
Me impresionaba su trabajo. Su habitación, prácticamente
desnuda de muebles, estaba siempre atestada de cuadernos,
de hojas y de trozos de papel cubierto con su minúscula cali
grafía. Si por casualidad no aparecía en un momento determi
nado cualquiera de sus relatos, si nadie venía para llevarse de
aquel montón una página para imprimir, Khlebnikov rellenaba
con sus manuscritos la funda de su almohada y dormía sobre
ella al salir, durante el viaje, y luego, perdía la almohada.
El poeta viajaba mucho. Imposible conocer los motivos y
duración de sus viajes. Hace aproximadamente tres años, con
seguí a duras penas que se publicara algo de él (Khlebnikov me
había confiado un pequeño archivo de manuscritos, los mismos
que Jakobson, que escribiría el único texto excelente sobre el
poeta, se llevó a Praga). La víspera del día en que iba a buscar
la autorización y el dinero, lo encontré en la plaza del teatro,
con una maleta en la mano.
— ¿Adonde vas ?— le pregunté.
— Al sur, es prim avera... — y desapareció.
Partió sobre el techo de un vagón, viajó dos años, en Per-
sia hizo con nuestro ejército retrocesos y ofensivas, contrajo
varias veces el tifus y regresó en invierno en un tren de epilép
ticos, destrozado, cubierto de harapos, llevando por toda vesti
menta una bata de hospital.
No traía consigo ni una sola línea. De su producción de
aquella época sólo conozco su poema sobre el hambre, que se
publicó en un periódico de Crimea, y dos manuscritos envia
dos antes: Ladomir y Un rasguño en el cielo.
Ladomir fue propuesto a las editoriales del Estado pero ni
conseguimos que lo publicaran. Khlebnikov no era hombre que
se molestara ni capaz de poner nada de su parte para que pu
blicasen sus obras.
Desde el punto de vista práctico, Khlebnikov se hallaba
totalmente inerme. En toda su vida jamás fue capaz de hacer,
por sí solo, que publicaran una sola línea sin ayuda de sus
amigos. En su elogio fúnebre, Gorodetski casi le reconocía
117
poseedor de un talento de organizador, atribuyéndole la crea
ción del futurismo, la publicación de «Bofetada al gusto pú
blico», etc., lo cual era totalmente falso. «E l vivero de los
jueces» (1908), que contiene los primeros versos de Khlebni
kov, así como la «B ofetada» los hizo publicar David Burliuk.
Por otra parte, había que recurrir, por así decirlo, a la fuerza
para que Khlebnikov se interesara por nuestras publicaciones.
La ausencia de espíritu práctico es desesperante cuando se
trata del capricho de un ricachón, pero en Khlebnikov, que ape
nas poseía un par de pantalones suyos (sin hablar de los bonos
de alimentación), aquel descuido tomaba el aspecto de una ver
dadera ascesis, haciendo de él un mártir de la idea poética.
Todos los que conocían a Khlebnikov lo querían, pero era
el sentimiento que los hombres sanos manifiestan por un poeta
que goza de buena salud, espíritu brillante y con una gran cul
tura. No tenía familia; nadie estaba dispuesto a preocuparse
abnegadamente de él. La enfermedad lo había vuelto exigente.
A fuerza de no ver a su alrededor a nadie que le dedicase su
atención, Khlebnikov era muy susceptible: una frase lanzada
por puro azar e incluso sin que se relacionase con él tomaba,
en su inflamada imaginación, la idea de que desconocían su
poesía, a la vez que una falta de atención hacia el poeta.
En nombre de una perspectiva literaria justa, considero mi
deber escribir con pelos y señales en mi nombre y en el de mis
amigos los poetas Asséev, Burliuk, Krucenych, Kamenski y
Pasternak, que siempre lo hemos considerado y seguimos con
siderándolo como uno de nuestros maestros en poesía, como
el paladín más maravilloso y el más íntegro de nuestra lucha
poética.
A la muerte de Khlebnikov, diversos diarios y revistas pu
blicaron artículos desbordantes de compasión. Me indignaron.
¿Cuándo dejaremos finalmente de representar la comedia de
los elogios después de la muerte? ¿En qué pensaban los auto
res de dichos artículos cuando Khlebnikov, enfangado por la
crítica, se paseaba en vida por Rusia? Conozco escritores que
viven, que tal vez no valen tanto como Khlebnikov pero a los
que Ies aguarda un final parecido.
118
Dejad pues, de una vez por todas, de venerar a los jubila
dos literarios y de echar incienso a los difuntos a fuerza de
ediciones postumas. ¡E s a los vivos a los que debéis dedicar
vuestros artículos! ¡A los vivos hay que darles el pan! ¡A los
vivos tenéis que dedicar vuestros escritos y repartir el papel!
Vladimir M a i a k o s v s k i
119
han Bunin: Memorias '
(fragmento)
121
conocerle para poder penetrar en su grandiosa alma y ayudarlo
financieramente: Khlebnikov, «por causa de su despreocupa
ción material», se hallaba en la más profunda miseria. Por des
gracia, todas las tentativas de acercarse a él fracasaron: «K hleb
nikov era inaccesible». Sin embargo, P. tuvo la suerte de hablar
un día con Khlebnikov por teléfono. «Cuando le invité a mi
casa, Khlebnikov me respondió que vendría, pero más tarde,
porque en aquellos momentos erraba por las montañas sobre
las nieves eternas, entre Liubianka y Nicholskaia. Luego, lla
maron a la puerta, fui a abrir y ¿a quién veo? A Khlebnikov.»
Al día siguiente P. instaló a Khlebnikov en su casa. Y Khlebni
kov en seguida sacó de la cama la colcha, las almohadas, las
sábanas y el colchón, extendiéndolo todo sobre el escritorio
donde se acostó completamente desnudo y se puso a escribir
su libro Las tablas del destino, cuyo párrafo más significativo
es «3 17, número místico». Era tan sucio y desordenado que
pronto la habitación pareció una pocilga. La propietaria los
echó a los dos del apartamento.
Sin embargo, Khlebnikov tuvo suerte; un comerciante muy
interesado en Las tablas del destino le ofreció hospitalidad.
Después de vivir en su casa dos semanas, Khlebnikov le anun
ció que para escribir su libro necesitaba hacer*un viaje por las
estepas de Astracán. El comerciante le dio dinero para el
billete, y Khlebnikov, loco de alegría, fue corriendo a la es
tación. Una vez allí, desapareció como si lo hubieran raptado.
El comerciante cedió una vez más y finalmente Khlebnikov
partió. Poco después P. recibió una carta de una mujer, en la
que le rogaba que fuese inmediatamente a buscar a Khlebnikov,
que se hallaba a las puertas de la muerte. P. tomó el primer
tren para Astracán. Llegó de noche cerrada y encontró a Khleb
nikov al cual se lo llevó fuera de la ciudad. En lá estepa le
contó «que había tenido la suerte de relacionarse con todos los
317 presidentes», lo que era muy importante para el mundo
entero y le golpeó tan fuerte que P. se desmayó. Cuando vol
vió en sí, y débil como estaba, llegó a duras penas a la ciudad.
Después de mucho buscar, por fin descubrió a Khlebnikov en
un café a altas horas de la noche. Khlebnikov, al ver a P., se
122
arrojó nuevamente sobre él gritándole: «¡In fam e ! ¿Cómo te
atreves a resucitar? ¡Debías estar muerto! A través de todas
las radios del mundo me he puesto en contacto con todos los
presidentes que a su vez me han elegido presidente del Globo
Terrestre». A partir de ese día rompimos nuestras relaciones
y nos separamos, cuenta P. Pero Khlebnikov no era un estú
pido: se trasladó a Moscú y allí encontró otro mecenas en la
persona de Philippov, panadero de fama. Éste lo mantenía,
doblegándose a todos sus caprichos. Según P., el panadero ins
taló a Khlebnikov en una suntuosa habitación del hotel «L uxe»,
situado en la Tverskaia. Khlebnikov pintó un cartel que pegó
en la puerta de su habitación, en el cartel había pintado un sol
con patas con la siguiente inscripción:
«Presidente del Globo Terrestre. Recibe de las doce del
mediodía a las doce y media.»
Hacerse el loco es de lo más grosero. Más tarde, a instan
cia de los bolcheviques, el loco recobró la razón escribiendo
versos razonables y rentables.
123
Al mismo yugo que un buey
enganchadlos desnudos
a esos viejos condecorados
y arrojadlos en paños menores
Que los boyeros marchen
con el fusil montado.
¡N os aplastan! ¡N os aplastan!
¡N os revientan! ¡N os revientan!
Al matadero
con la misma cuerda
conduciré a todos esos señores
luego la garganta
se la acariciaré.
¡Aclararé mi ropa, extenderé mi colada!
Luego, a esos señores, te los expediré.
¡L a sangre llueve!
¡Vértigo en los ojos!
124
L a estaca delfuturo 1
«Irem os a coger flores a Marte,
ofrecemos al globo terrestre la
visión del futuro.»
(Cuaderno de notas)
125
nikov y cada día que pasa se hace más claro, de actualidad más
candente el pensamiento de este auténtico precursor
Paustovsky3 cuenta en sus memorias cómo un viejo co
rrector salvó in extremis el artículo de un conocido escritor.
El tema era bueno y los detalles interesantes, pero escrito a
vuela pluma el texto resultaba ilegible, un verdadero galima
tías. Sin cambiar, añadir ni eliminar una sola palabra, el correc
tor consiguió un relato perfecto, simplemente coordinando una
puntuación desaliñada y cuidando de poner algunas frases en
párrafo aparte.
Exactamente es lo que sucede con la obra de Khlebnikov.
Pero es el tiempo el que desempeña el papel del corrector y
«restablece la puntuación».
Ante todo, procede acostumbrarse a una semántica nueva;
a las formas destrabadas del lenguaje que antes juzgábamos
incongruentes; al hábito de «los tiempos mezclados» y los
«chocs» del montaje con los que el cine nos ha familiarizado.
Todas esas cosas que desconcertaban por completo a los con
temporáneos del gran «desorganizador de las tradiciones».
A continuación — y lo más importante— , medio siglo des
pués dará lá" rázó ñ "lir"p o eñ r^‘déreáni'ará una luz viva sobre
las ambigüedades y las aparentes excentricidades del texto. He
aquí uno de los ejemplos más contundentes: todo lo que se
relaciona con «la guerra entre las edades», con el «dulce rei
nado de los que tienen veintidós años», el Estado del Tiempo
opuesto a los estados del espacio, todo eso toma hoy un sen
tido lo suficientemente preciso para llegar a ser un problema
social de primer orden en todo el mundo. Y si aún quedan pa
sajes en la obra del poeta que nos parecen oscuros, tenemos
motivos para acusar solamente a nuestra miopía.
No vamos a discutir que Khlebnikov sea o no un poeta di
fícil (aunque menos de lo que se pretende), que su poesía eri
zada de trampas, sea desconcertante y de acceso intrincado no
se puede negar. Como máximo, admitimos que esa complejidad
126
puede desalentar, pero para entrar y salir de ese laberinto no
falta el hilo de Ariadna.
Los grandes tapiceros manifestán que la mayor dificultad
de su arte consiste en comprender el dibujo, encontrar «el
sentido» en las dos acepciones de la palabra, pues una repro
ducción hilo a hilo no da nada bueno. De igual modo, hay
que entrar en la obra de Velimir Khlebnikov, descifrando el
dibujo secreto y la lógica interior. Hay que reconocer que la
persecución de este dibujo caprichoso, astuto y huidizo es una
de las tareas más apasionantes.
E l profesor Nikolai Stepánov — no obstante ser uno de los
más firmes adeptos de la «oscuridad» de Khlebnikov— escri
be en su notable conferencia:4
«A l principio, los poemas de Khlebnikov dan a menudo
una impresión de caos, de fragmentos de un edificio grandioso
pero derruido. Sin embargo, una relectura atenta hace surgir,
cada vez con mayor nitidez, el plano arquitectónico. Fragmen
tación, incoherencia aparente, ausencia de motivo, desviacio
nes del tema principal, ilogismo fantástico de las asociaciones,
desencadenamiento de imágenes inesperadas; tal es el «relie
ve» de las obras de Khlebnikov. Pero más allá de lo caótico,
de esos amontonamientos, se alza — como tan bien lo definió
G. Vinokur— «la verdadera, la elevada y noble, sencillez, la
visión penetrante que en onda clara y pura brota de la misma
fuente de la conciencia poética...»
Aquí, cada palabra es justa, excepto, tal vez, «la ausencia
de motivo». La mayoría de los poemas y cuentos de Khlebni
kov poseen un motivo muy- definido, algunos como La estu
diante, Bosquecillos o Baile de noche, siguen una intriga rigu
rosa, cuyo suspense y cadencia imprevisibles darían envidia a
Hitchcock.
127
Simplemente, la manera de narrar de Khebnikov nada
tiene que ver con el relato ordinario. L a fragmentación del
texto, el «superrelato» construido en mosaicos con bloques-
relato es el fundamento de su poética. La composición de La
guerra en la ratonera o los poemas aislados, se fundan en un
todo; los «planos» de Zanguezi, los «velos» de Los hijos de
la nutria forman estructuras complejas donde se entrelazan
verso y prosa; lengua popular y meditación filosófica; juegos
de palabras y búsqueda de una ley de los números. Además, en
el interior de cada «plano» se encuentran bloques verbales de
forma, densidad y colores diferentes.
No es un procedimiento sino una necesidad absoluta:
Khlebnikov sabe ver un suceso o un objeto desde varios pun
tos de vista a la vez y no sabe verlos más que de esta forma.
Para dar esa simultaneidad de percepción era indispensable
hacer el montaje del relato por planos autónomos omitiéndo
las motivaciones, los tiempos muertos y los pasajes de unión.
El movimiento de los poemas de Khlebnikov no es un movi
miento de relojería, es el de un motor de explosión.
H asta un cuento tan sencillo y en apariencia tan unido
cómo Ercazádóf~Usa-Galf~lévela, cuando se le escucha, la
complejidad de su composición. E s una serie de episodios ve
rosímilmente contados por personas diferentes, relato que vie
ne a entrecortar la observación-ensueño del autor. Pero cada
episodio se descompone en una serie de instantáneas y pro
gresa por saltos verbales: «U sa-G ali... arrastra por el extremo
de la cuerda al pobre príncipe de los aires, el cautivo negro
de garras de acero; la envergadura de sus alas alcanza la se-
jana.5 Orgulloso, caracolea en la e ste p a ...» Tal desfase es muy
frecuente en Khlebnikov, y al principio sorprende como un
empastelamiento del impresor. E s uno de los motivos- que
impulsaron a decir a Lénid Léonov 6 que Khlebnikov construía
128
sus frases «según el principio del nudo inextricable». Además,
uno se percata de que esta visión corresponde exactamente al
cambio de plano en el cine: plano del cazador, travelling y
plano del águila, flashback del cazador. La estructura insólita
otorga al texto una dimensión nueva, una nueva calidad: la
«cinematograficidad». Al mismo tiempo, la técnica cinemato
gráfica, con sus procesos de «simultaneidad en la continuidad»,
nos permite comprender mejor las particularidades de la visión
del poeta y aclaran la aparente falta de lógica del despropó
sito.
E s curioso observar que Khlebnikov consideraba el cine
con ironía, aunque reconocía en el «juego de som bras» un po
der purificador y propusiera encerrar en él para siempre todos
los castigos: «Q ue la gente se mire encerrada en una prisión
en lugar de estar en ella. Que vean cómo se les fusila en la
sombra en'vez de ser fusilados » .7
Pero el que se anticipó a tantas cosas que, como lo descri
be Maiakovski fue el «Colón de nuevos continentes poéticos
actualmente poblados y cultivados por nosotros», no parece
haber previsto el desarrollo del arte cinematográfico, del que
su poesía es predecesora.
De igual modo que la estructura original, el ritmo es un
elemento fundamental en la obra de Khlebnikov, ya se trate
de poesía o de prosa y, como la estructura, se halla determina
do por las necesidades de la composición multiplana. El paso de
un bloque verbal a otro, se acompaña, por supuesto, de un
cambio de ritmo, pero en el interior de cada bloque el ritmo
evoluciona, se acelera o se retrasa, se tensa o se quiebra si
guiendo la «respiración» del personaje (o del autor).
Así, al comienzo de la cabalgada de Zanguezi, el recitativo
de la canción infantil aporta- el ritmo «a la pata coja» de una
escapatoria de niño que rompe en el último cuarteto la ca
dencia angustiada de «P as d ’armes du roi Jean »: «Par saint
Gilíes, — Viens nous-en, — Mon agile-Alezanl » Khlebnikov
sabía muy bien el francés para que uno crea en un encuentro
129
fortuito. Por eso, en la traducción, el corcel bayo de Zanguezi
es un alazán.
Esa referencia de ritmo familiar, clásico o popular, Khleb
nikov no la desdeña sino que se sirve — como se sirve de la
palabra de doble sentido— para dar al texto un plano de pro
fundidad adicional. La cadencia gogoliana de La muerte de
Palivoda evoca en el acto el telón de foro épico y truculento
de Taras Bulba. No es un plagio, es algo más insidioso y a la
vez más directo, como música de escena que crea el ambiente
y provoca cierto estado emocional. En Asparuj el ritmo, per
fectamente reconocible de Kamarinskaia, hace surgir en se
gundo plano «ese canalla de mújik que no quiere servir a sus
am os», y subraya con su cazurrería la negativa de dejarse in
vadir y ... pone sobreaviso a los eventuales conquistadores del
pueblo ruso. Además, la cadencia de una canción de soldados,
los fragmentos de cantos revolucionarios crean el clima de una
noche de revolución. Por si fuera poco, Aníbal relata sus cam
pañas al ritmo viril de Mtzyri de Lermotov, lo que evoca con
los mínimos medios la visión precisa de las rocas, las feroces
gargantas y precipicios.8
Una vez más: no se trata ni de tomar prestado ni de re
miniscencias más o menos conscientes, sino de citas que entran
orgánicamente en la composición de la obra y la completan al
concretizar la imagen, como los acentos de «L a M arsellesa»
estallan en «L os dos granaderos» de Schubert.
El fondo sonoro es uno de los componentes esenciales de
la poesía de Khlebnikov; cada imagen, cada metáfora evoca
una sonoridad «sobrentendida». A veces llega a un verdadero
fonograma: «E l álamo, desmochado de raíz por los disparos
cae retiñiendo todas sus hojas». La agudeza visual y táctil es
también pasmosa: «L as flores de escarcha de las ventanas fu
siladas», posee la precisión de una fotografía, mientras que
130
la correa del batelero «carga pesada de las naves deslizándo
se sobre el pecho» hace sentir físicamente el esfuerzo, contra
yendo los músculos del lector. Esas imágenes concretas, senso
riales, consiguen mucho más que el lenguaje zaum «dirigiéndo
se directamente al pueblo de los sentidos sobrepasando el go
bierno del espíritu».
Y vosotras, banderas,
más escarlatas que un caballo
al que han desollado
vuestras garras, castigando el pasado
¡volad, igual que las águilas!
(L a noche en la trinchera)
131
¡todo es ep íteto !» Khlebnikov pensaba lo mismo, y junto a
sus imágenes de rutilantes cascadas se le encuentran metáforas
de orden muy diferente, una especie de expresiones concisas,
sorprendentes: «el edredón para siem p re...» «las ascuas de
se o ...» , «L a joven del peinado R u sia ...» . Por último:
132
chevsky." En su novela ¿Q ué hacer}, escribía en 1863, esta
perífrasis que indicaba la libertad socialista imposible de citar
con más claridad. Las obras utópicas de Khlebnikov se refieren
a menudo al famoso sueño de la heroína del libro que guiada
por la «prom etida» explora el mundo futuro. En el espíritu
del poeta esas alusiones eran transparentes, todos sus lectores
se sabían de memoria la novela «prohibida», obra fundamental
de la literatura revolucionaria.
Es aquí donde se plantea un caso de conciencia.
Un poema, ¿es menos hermoso si se comprende? La tenta
tiva de mostrar que una imagen aparentemente gratuita oculta
un sentido profundo, ¿es un crimen de lesa poesía? ¿Hay que
cerrar los ojos a la evidencia y rechazar con horror — ¡vade
retro!— las claves que tiende el autor-tentador?
A todas estas preguntas Nikolai Stepánov contesta: « ¡Sí! »
«Precisamente esta complejidad que crea la sensación de lo
insólito, da un contenido inexpresado a la que una explicación
“ sensata” de un solo plano y la formulación “ hasta el fin”
harían perder su poesía. Así como es imposible repetir un poe
ma “ con sus palabras” sin privarlo de su poesía, sin quitar el
resplandeciente polen de las alas de la mariposa, de igual modo
no hay que buscar una obligada equivalencia lógica de la pala
bra en los versos.» 12
La ejemplar precisión del lenguaje de N. Stepánov no deja
lugar a dudas sobre el fondo de su pensamiento. No compro
mete ninguna realización abusiva como las que insertan una
obra en el lecho de Procusto con fórmulas preparadas ¡En ab
soluto! Habla de una explicación lógica, sensata (aunque entre
comillas) y que en resumen corresponde a la realidad. Precisa
mente lo que espanta. Lo que me parece muy grave; ante todo,
porque la poesía de Khlebnikov nada tiene que ver con los
133
flous artistíques que antaño diluían los contornos de las fotos
del mismo nombre. Su poesía no es una invitación al ensueño,
sino una incitación a la acción. Premeditada, concertada, a ve
ces brutal:
«Vamos a causar tantos estragos, como una nueva forma
de viruela negra, durante tanto tiempo que ya no os pareceréis
a nosotros como dos gotas de agua.
»Entonces, desapareceremos.»
El poeta que así habla no se dispersa en lo inefable y lo
no formulado. Quiere ser comprendido totalmente. Su lenguaje
es su arma, eficaz por su novedad y por lo mismo, difícil de
manejar. Comprender ese lenguaje es dar el primer paso en e!
camino que indica el poeta. No viene a cuento, pues, el temor
a «borrar el resplandeciente polen».
Por otra parte, el poema a que alude Nikolai Stepánov:
«Y o, mariposa,.entré revoloteando...» (Zanguezi) se refiere a
la persona del poeta, a su condición humana. Khlebnikov se
sabía frágil y vulnerable en la vida cotidiana, pero no así en
el plano poético donde se sentía «una isla surgiendo de los
mares de la nulidad». Lejos de temer «la deshonra» de una
explicación, esperaba la confirmación de su genio:
134
Khlebnikov saldría todavía más enaltecido; sólo que tal posi
bilidad hay que descartarla totalmente.
Hablando del «m isterio artístico» y de los que procuran
ocultarlo a los ojos de los profanos, Serguei Eisenstein declaró
que, por su parte, «sacaba a la luz del día todo lo que encontra
ba». Y el director de El acorazado Potemkin termina así:
«A propósito, ¿saben que el sistema más seguro de disi
mular es descubrirlo todo?»
La poesía de Velimir Khlebnikov no pierde nada siendo
explicitada, por la sencilla razón de que se encuentra más allá
de todas las exégesis y su misterio no depende de un hermetis
mo superficial, sino de ese milagro de creación que nadie sa
bría «explicar por completo».
Es peligroso suponer en el autor un deseo de ambigüedad,
puesto que ello extinguiría en el lector el deseo de compren
der, ¡lo último que Khlebnikov hubiera deseado! Y cuando el
lector es un crítico o un analista, las consecuencias pueden
ser graves.
Krystyna Pomorska, en su interesante obra Russian forma-
list tbeory and its poetic ambiance (L a teoría formulista rusa
y su ambiente poético), desea' demostrar-la-importancia- de lo
transracional en la poesía de Khlebnikov y cita el principio
de Un canto de los baidamaks: ü
135
Entendámonos. La palabra incomprensible es la pesadilla
de todo traductor, el obstáculo casi diario que el diccionario
no siempre ayuda a franquear. Por el año 1935, un editor
parisiense recibió, con gran estupor, una carta desde Moscú
compuesta de injurias y palabras soeces. Dos líneas, al pie de
la página, esclarecían el hecho: la traductora de Muerte a
crédito rogaba le proporcionase el sentido de algunas expresio
nes que no comprendía y tampoco figuraban en el diccionario.
Obscenidades aparte, cada página, a veces, cada línea de
Khlebnikov le supone al lector los mismos problemas. Su vo
cabulario, de una riqueza increíble, «el océano sin límite de las
palabras», como lo califica Vassily Kamensky , 14 arrastra en sus
olas una multitud de palabras extrañas, de términos arcaicos
o técnicos, de argot y regionalismos que superan la capacidad
de esa gigantesca obra, que es el diccionario de D al .15 Eligien-
do sus palabras, como los zares de antes elegían sus esposas
«sólo por su belleza» y sin preocuparse del origen, Khlebnikov
enriquece ese vocabulario multilingüe con creaciones persona
les: declinaciones de raíces y lengua zaum (más allá del inte
lecto, transmental, transracional...). Ese espejo de mil facetas
centellea, resplandece, coge a uno de improviso. Partir del
principio de que no hay que tratar de comprender es com
plicar la tarea.
Además, hemos leído 1(1 las diferencias fundamentales en
tre la lengua zaum — abstracta, invariable e intraducibie— y
los vocablos creados por declinación de las raíces: concretos,
declinables y traducibles. De hecho, se trata de dos lenguas
136
distintas y paralelas, pero como buen discípulo de Lobatchevs-
ky ,17 Khlebnikov negaba la existencia de una línea recta y sus
paralelos debían encontrarse en el infinito, un infinito que él
consideraba bastante cercano. A pesar de la declaración firma
da con Krucenych (L a palabra como tal) donde se definía Ui
lengua zaum\ «...p alab ras entrecortadas, medias palabras y su*
acoplamientos fantásticos, su tile s...» — definición que se apli
ca convenientemente a vocablos creados por declinación de
raíces— , Khlebnikov no confundía esos dos modos de expre
sión. Pero, al igual que el lenguaje zaum, la palabra creada por
declinación obedece a la ley de la consonante inicial 111 que «en
una palabra sencilla rige toda la palabra y ¡manda en las otras».
Las vocales «menos estudiadas y poco conocidas» indican la
declinación de la raíz y muestran si la palabra es activa o pasi
va, si actúa o es actuada.
«L a misma estructura de los vocablos “ bobr” (castor) y
“ babr” (tigre, regionalismo siberiano) nos demuestra que con
viene cazar el “ bobr” y temer el “ babr” , pues aquí es el hom
bre el que corre el peligro de ser la presa de la caza... En una
de las palabras la declinación..(bo) ordena dirigir el ataque
hacia el anim al... Cuando “ byk” (toro) embiste, es nuestro
“ bok” (flanco) el que se ve amenazado.» (E l maestro y el dis
cípulo).19
Basándose en las leyes de su nueva semántica, el poeta
crea su propio lenguaje. Ante todo por «acoplamiento fantás
tico de medias palabras». Esta aglutinación de dos o tres vo
cablos le ofrece una especie de síntesis de ideas diferentes tanto
más ricas en sentido cuanto más numerosas sean las raíces de
137
su base. Algunas de esas palabras — síntesis— , en general muy
bellas y expresivas, poseen varias dimensiones. Así, «boudet-
lianine» (futurista, textualmente seraniano) está compuesta,
en principio, de «boudet» (será) y del sufijo que indica que
pertenece a un pueblo. Pero, de hecho, la palabra encubre las
raíces de «bouditi» (despertar) y «boudovati» (edificar), que
detallan lo que para el poeta era la idea de «futurism o».
Los vocablos así creados, y son innumerables, forman parte
integrante de] vocabulario de Khlebnikov. En sus comienzos,
escribía relatos y poemas enteros en esa lengua. E s el caso de
la obra maestra del género Conjuración por la risa, formada
únicamente de derivados de una sola raíz. Más tarde, el poeta
dudó del valor de tales textos: « ...F a lta de gusto. E l acopla
miento de palabras insólitas fatiga en extremo al cabo de cinco
líneas . . . » 20 Sin embargo, no cesa nunca de utilizarlos, sea por
que necesita un vocablo particularmente expresivo, como es
«gélézavoutt», que tanto admiraba M aiakovski ,21 sea para re
calcar su actitud de militante seraniano (en los textos utópi
cos), o bien para traducir en raíces eslavas los términos extran
jeros como «fotograf», «avtom obil» o «foutourist».
En su prólogo a La chasse au Snark,22 Lewis Carroll explica
la teoría de «dos significados encerrados en una palabra como en
una maleta»: si tuvierais que pronunciar dos palabras, por
ejemplo «fum ant» (humeante) y «furieux» (furioso) sin pre
ferencia por ninguna de las dos, diríais simplemente «frum ieux».
Khlebnikov conocía, por supuesto, los libros de Carroll,
tesoro de todas las bibliotecas infantiles, y sin duda en la ex
celente traducción rusa. Lo mismo que a Alicia ¿se le «llenó
138
la cabeza de ideas» leyendo el poema de Jabberwock? Es po
sible, Pero sus ideas eran precisas: la transformación de una
diversión en un instrumento revolucionario.
Cuando se trata de Khlebnikov no hay que desdeñar los
impulsos externos y la íntima relación de su poesía con el
lenguaje hablado, los tics verbales y los problemas de su época.
En Rusia, todos los colegiales jugaban al «¿P o r q u é?» ¿Por
qué se dice- «hiver» (invierno, hi-gusano) y no «harouge»
(ha-rojo)? ¿Por qué gloria y no grhóne (rhóne = el R ódano)?...
No es una aglutinación, sino una disección de la palabra en sus
componentes fonéticos, considerados cada uno como un valor
en sí separado del sentido inicial. Uno se imagina cuánto de
bería deleitarse el poeta con aquel juego y lo que implicaba:
la percepción aguda del vocablo en su repentina improvisa
ción; la puesta al día de un potencial fonético, rico e inespe
rado con las «palabras ocultas»; la total libertad en el manejo
de los términos y lo insólito de las palabras nuevas. ¿No era
esa actitud «liberada» lo que buscaba Khlebnikov al «desarrai
gar» las palabras existentes dando auge al «vocablo autónomo,
al vocablo en s í» ? ... Sin embargo, a la inversa del juego que
voluntariamente hacía absurdo el lenguaje, el poeta daba a
esas alteraciones fonéticas un sentido revolucionario. Pregun
taba: ¿Por qué se dice «dvoriané» (aristócratas) y no «tvoria-
ne» (obreros, obrerócratas). ¿Por qué se habla siempre de la
«patria» (pa = padre) y jamás de la «filstre» (fils = hijo)? Esta
mos lejos de una simple permuta de raíces; todas las estructuras
sociales se discuten de nuevo.
Respecto a la riada de estas palabras — síntesis;— , los vo
cablos zaum no son más que un pequeño afluente que se separa
en dos brazos distintos. Por una parte las palabras puramente
emocionales, como «M antch! M antch!» en Ka, o los «P its, patz,
patzou !» del canto de las ondinas en La noche de Galitzia.
Que sean tomadas del folklore o inventadas por el poeta, esas
voces son la emanación misma de la poesía popular .23 A este
23. Similares a las palabras emocionales: «¡S w ish !», «¡U ffah !».
«Crunch», etc., «ese lenguaje universal de las historietas ¡lustradas».
139
respecto, la canción de Zanguezi es una demostración. Cons
truida a partir de una técnica de juego, reproduce el ritmo, la
sonoridad específica y la mezcla de palabras «m ágicas» con
las usuales. Pero las raíces «m agnificadas» se leen claramente,
en tanto que los sufijos «magnificantes» reproducen el «clop
clop» de las pezuñas del caballo, de modo que esas palabras
forman como el eslabón entre el zaum y la palabra creada: son
inteligibles pero no declinables.
Además, hay la lengua zaum propiamente dicha. Se leerá
en Nuestra base el análisis de esta lengua nueva, y en Zanguezi
los poemas que ilustran la demostración. Pues, para Khlebni
kov, la lengua zaum, incomprensible pero eficaz, no es más que
la primera fase en la formación de una lengua universal.
AI despojar las palabras de su significado, el poeta trataba
de llegar a lo más recóndito del lenguaje articulado, a los es
tratos más arcaicos, comunes a toda la humanidad. Pensaba des
cubrir de ese modo los fundamentos de una «lengua estelar,
común a toda la estrella poblada por el género humano».
Cierto, como dijo el poeta, una lengua universal, aunque ran-
dimentaria, vale más que una matanza universal, pero, por
muy seductora que sea la idea no resiste, por desgracia, al
análisis más superficial. Esa treintena de palabras, parecidas a
símbolos químicos — el diccionario estelar no sobrepasa el
tercio de la tabla de Mendeléev— , no forma el embrión de una
lengua viable. Para colmo — es la traducción la que pone en
evidencia los fallos de la lengua universal— , el sonido «tch»,
uno de los ejes del sistema, no existe en francés.
El error de Khlebnikov es querer racionalizar lo irracio
nal. La lengua zaum tal como él la concibe, la palabra mágica,
sólo es eficaz si se dirige «directamente al pueblo de los sen
tidos». Para ello debe de estar cargada de emoción, brotar es
pontáneamente del subconsciente, percibido y no creado. De
terminarlo matemáticamente es privarlo de antemano de todo
poder. Aunque los cálculos demostrasen el valor intrínseco de
que tal o cual sonido correspondían a la realidad — lo que no
es cierto, puesto que es fácil hacer una demostración diametral-
mente a la inversa con ejemplos bien escogidos— , aun en ese
140
caso, las palabras formadas «a partir de una teoría» serían como
niños muertos antes de nacer para la lengua. Les faltaría esa
incógnita misteriosa que da vida y perennidad a los «chagadam,
magadam, am stram, gram » del mundo entero.
El vocabulario estrictamente personal de Khlebnikov lo
puso al margen de los poetas que se traducían, lo cual fue muy
injusto ya que los «sabres vorzibafres, alias glaives (espadas)
vorpalins y los vormilances vlizgolantes» no impidieron que
Lewis Carroll fuese traducido excelentemente al francés .24 La
dificultad de un autor raras veces desanima al traductor, pero
aterroriza a los exégetas. Los que creen sinceramente en el
hermetismo de Khlebnikov proclaman de buena fe la imposi
bilidad de traducirlo. Lo proclaman sin pruebas, sin comen
tarios: «¡N o es posible porque es absolutamente im posible!»,
como declara un personaje de Tchejov.25 Un verdadero tabú
capaz de paralizar los mejores deseos y desanimar--cualquier
intención de hacer caso omiso.
Recuerdo discusiones muy acaloradas acerca, no de la ca
lidad problemática de una futura traducción, sino sobre el prin
cipio mismo. La mayoría de los discrepantes ignoraban total
mente el ruso y sólo conocían a Khlebnikov por los comenta
rios de las obras teóricas. Lo cual no era óbice para que esos
admiradores platónicos del poeta se mostrasen tajantes: ¡Una
traducción era imposible! Con los admiradores rusos era aún
más desmoralizador, puesto que ellos hablaban con conoci
miento de causa y su mayor estímulo consistía en la expresión:
«¡Em presa tem eraria!», acompañada de una mirada compasiva.
Una actitud afectiva tan definida no se justifica" pór él soló
temor de ver deformadas las «palabras-maletas»; lo que es
posible del inglés, lo es del ruso. La prohibición tiene raíces
mucho más profundas: la actitud subjetiva hacia el autor-
Khlebnikov, y la desconfianza objetiva frente al traductor
como tal.
141
Khlebnikov ha creado un lenguaje que gusta llamar abs
tracto. Para los teóricos del formalismo eso sólo demuestra
su genio y no es necesario buscar motivaciones de la forma para
admirarlo más profundamente. Por el contrario, la traducción
aparece inoportuna, pues el francés, lengua de reglas más es
trictas que el ruso y de palabras de sentido muy preciso, corre
el peligro de arrebatar gran parte de gratuidad en las búsque
das verbales, lo cual es cierto. Pero entonces es la brecha abier
ta en el bastión del formulismo ruso. «Llam ar formalista a un
hombre que se ocupa de la forma es tan razonable como lla
mar sifilítico a un hombre que estudia la sífilis», decía Eisens-
tein, cuya opinión pesa en la materia.
Los temores objetivos tienen más fuerza, como es natural.
Una traducción literal de las obras de Khlebnikov es impensa
ble, admitiendo que pueda ser deseable para cualquier poeta.
Obligado a volver a crear una parte del texto, el traductor se
ve condenado a obrar con cierta libertad. Por muy relativa que
sea dicha libertad, parece indeseable y escandalosa, y hay que re
conocer que la desconfianza no está injustificada, puesto que
es el principio mismo del acto «traducción» lo que está puesto
en tela de juicio. Desde el instante en que se admite el mínimo
desvío del original, la autenticidad de todo el texto traducido
queda en entredicho. Sólo los que conocen las dos lenguas
pueden juzgar el valor de una equivalencia fonética o idiomá-
tica, si bien el traductor no trabaja para ellos. Todos los demás
tienen derecho a preguntarse en qué medida el texto que tie
nen ante sus ojos corresponde a la obra original. Sí, la descon
fianza está justificada e incluso es constructiva, pues obliga al
traductor a huir de lo fácil, a buscar obstinadamente la palabra
justa, la única capaz de expresar fielmente el pensamiento del
autor. Por más que se la busca, a veces no se la encuentra, lo
que da todavía más razón a los que sostienen ese tabú.
Dicho esto no hay que tener miedo a la libertad, puesto
que es el traductor el que se beneficia. Asumiendo toda la res
ponsabilidad y poniéndose «en el sitio» del autor, traicionará
menos al que pretender servir.
«Una sola regla para la traducción de las obras literarias:
142
transmitir la inspiración de la obra traducida, lo que únicamen
te se consigue transportándola como lo hubiera hecho el autor
de haberla escrito en esa lengua. ( ...) Cada lengua posee sus
propios medios, cualidades y particularidades que sólo a ella
pertenecen; hasta el punto de que para traducir exactamente
cierta imagen o cierta frase conviene a veces cambiarla com
pletamente. La imagen corespondiente, así como la frase corres
pondiente no siempre guardan relación con la aparente igual
dad de las palabras: es preciso que la vida interior de la ex
presión traducida corresponda a la vida interior del original. » 26
El gran crítico Vissarion Bélinski escribió esa frase hace
ciento treinta años y todo traductor debería grabar en su es
píritu esa regla de oro. E l resto es cuestión de honradez ele
mental: no hay que exagerar, o peor aún, atenuar las palabras
del autor; no ceder a la tentación de «arreglar» el texto, escu
rriéndose entre las asperezas i las palabras inútiles, las faltas de
estilo o de sintaxis. En resumen, no confundir los propios de
seos con las realidades del original.
Sobre todo: amar la obra que se traduce. Amarla apasio
nadamente. Sentirse obsesionado por ella. Y desear que el
lector participe, no del fruto de un trabajo consciente, sino de
su propio júbilo de haberla descubierto.
En Khlebnikov, la forma no es una brillante envoltura va
cía de sy libro. Es un elemento de todo ese complejo que se
llama poema. Aislarla del resto, considerarla como un fin en
sí es confundir el poema conseguido, pensado, organizado con
las palabras que lo componen. El hecho de que la motivación
interior'se manifieste a~ veces de forma desconcertante no tiene
nada que ver.
«Vivía de esta libertad poética que en cada caso preciso
era una necesidad absoluta», dice Yuri Tynianov.
Sabemos que los niños ignoran el tópico y toman al pie de
la letra nuestras frases hechas: «camina sobre la cuerda floja»;
«están a m atar...» Ocurre que Khlebnikov abre desmesura-
143
clámente sus ojos de niño: «H a nevado en mis cabello s...» Un
tópico, aplastado por el uso como un canto rodado. De un pun
tapié, el niño hace rodar el guijarro y el poeta constata: « ¡Ya
se pueden pasear en trineo por mis cabellos! » No sólo la pri
mera frase, llena de frescor, es expresada en una frase trillada,
sino que la actitud es otra disinta: la melancolía deja paso a
la ironía. La transposición verbal de una frase estereotipada,
una simple broma gratuita a primera vista, revela motivacio
nes profundas y muy serias.
El uso que hace el poeta de los juegos de palabras, del re
truécano es más complejo. La epidemia del retruécano hacía
estragos en Rusia así como en Francia. H asta había un club
de retruécanos que se reunía en casa del escritor «demoniali-
zante» Fedor Soloub ,27 la flor y nata de las letras petersbur-
guesas. Khlebnikov conocía evidentemente ese club, quizá lo
había frecuentado, y siguiendo su costumbre, de un juego de
moda hizo un arma.
El descaro de los que recorren un texto en lugar de leerlo
ponía a Khlebnikov fuera de sí. Precisamente para esos «lecto
res», sembraba sus. escritos, de sutilezas muy trasnochadas, que
estallaban en sus poemas como otras tantas minas. El lector,
sorprendido, volvía atrás, releía atentamente el pasaje. No
piensa que le han tendido una trampa, pero le domina una
vaga inquietud que lo vuelve más atento.
En El Idiota, el príncipe Mishkin dice: «N o tengo el
gesto que se requiere... Siempre es incongruente, le falta el
sentido de la m edida...» Ese gesto no-conforme a la lógica
cotidiana toma en Khlebnikov la máscara de la ocurrencia, del
cambio súbito a menudo chirriante y cruel. Es el elemento que
trastorna el orden de sus poemas, mucho más molesto para el
lector directamente interesado que las palabras insólitas. Igual
que en el héroe de Dostoievski, «la incongruencia» del gesto
procede del pensamiento vuelto completamente hacia el pró
144
jimo y que desdeña el elemento «v o »: el gesto, la palabra pen
sando en otro.
No hay que inferir que en Khlebnikov todos los juegos de
palabras están tan profundamente motivados. Hay una parte
de juego en sus «astucias» como hay una parte de puras bús
quedas formales en los poemas de las Obras completas. Hoy,
cada línea del poeta nos es preciosa siempre que se tomen los
textos de la obra por lo que son: borradores, embriones de
poemas inacabados. (Khlebnikov protestó violentamente por
la publicación por los hermanos Burliuk dé ese género de tex
tos que el calificaba de «fárragos pára tirar y no destinados a
imprimir» . ) 211
Pero volvemos al juego de palabras que amable, agridulce
o feroz, jalona la obra de Khlebnikov. Con una sola excepción.
En Madame Lenin no hay sombra de ironía, la seriedad es
total. El poeta escribió que era «un análisis de los infinitamen-
te*pequeños del verbo».
La pieza parace inspirada en el teatro de Maeterlinck (En
el interior estaba entonces de actualidad en Rusia). Probable
mente han intervenido otras influencias: La vida de un hom
bre de Léonid A ndreiev 29 y el mono-drama de Evréinov 30
que se puede definir a la manera de Eric Satie: «Teatro para
humanos. La decoración representa un corazón.» 31 Pero el breve
drama de Khlebnikov va mucho más lejos que esas explora
ciones psicodramáticas. Madame Lenin es la ruptura de una
conciencia, la radiografía de cada molécula de una personalidad
que se disgrega. La penumbra del decorado — un muro— es
la de un estado de alma crepuscular. La precisión, la serena
simplicidad de ese coloquio interior subrayan lo espantoso:
145
cuando tú, que estás en el exterior creías en una conciencia
extinguida, ella sigue viviendo, comprende y lo registra todo.
Sabe... No, Madame Lenin no es una excepción de la regla,
es la obra más feroz y desesperadamente irónica de Khlebnikov.
Del que hasta sus amigos tenían por un inconsciente genial,
«sin ver su furia» ni su tremenda lucidez.
En tal caso, ¿por qué dar a la pieza una forma tan desnu
da, casi ascética? Simplemente, porque esa forma era la única
posible, determinada por la situación dramática. La conciencia
que se disgrega no puede permitirse la mínima relajación de
la voluntad, no puede separarse de la línea recta de las nota
ciones simples, expresadas con términos simples. De lo con
trario viene el derrumbamiento, el peligro mortal. «L e noeud
froid de la camisole», frase clave del drama con la que se de
muestra que entre los dos actos se produce tal derrumbamien
to. Sería difícil encontrar motivaciones internas más imperio
sas, más exclusivas, de forma distintas que la elegida por el poe
ta para esa obra maestra.
Por otra parte, la lógica particular de Madame Lenin se
inserta exactamente en la lógica general de la dramaturgia
khlebnikoviana.
Separar el teatro de Khlebnikov del resto de su obra es,
por lo menos, arriesgado. Hay escenas dramáticas en Los hijos
de la nutria, poemas en E l error de la muerte. Las escenas dia
logadas. de La niela de Malucha no son ni más ni menos tea
trales que La fuerza de la tisis. ¿Y qué decir de Zanguezi, poe
ma didáctico, suma de los trabajos lingüísticos y matemáticos del
poeta y la sola obra, con E l error de la muerte, que fue esceni-
ficada?
Por lo tanto existe en Khlebnikov una línea dramática que
sigue de cerca las tendencias generales del teatro de los años
1906-1922, período crucial para la escena rusa.
Su primera pieza Snézini (1906) {Nevaditas) es una especie
de intermedio que se inserta entre el prólogo y el primer acto
de Snégourotchka { Niña de nieve) de Alexandre Ostrovsky ,'2
146
única incursión del gran realista en el campo de la mitología
y de los cuentos eslavos, temas que apasionaban a Khlebnikov.
Su «complemento» a la célebre pieza es una fantasía un poco
amanerada pero encantadora. Mezcla de vocablos creados y de
arcaísmos eslavos, pueblo turbulento de divinidades silvestres
y polémica anticipada sobre la moderna sociedad de consumo...
Con Asparoukh se esboza el contorno de la lógica particu
lar del universo dramatúrgico de Khlebnikov. El conquistador
«vencido por su conquista» es un personaje puramente khleb-
nikoviano, pariente de Polia, de Diablotin, de la marquesa
Desaix, de todos los personajes de su extraño mundo a la in
versa.
Es importante constatar que Snézini, lo mismo que su pro
totipo Snégourotchka, misterio eslavo de la bienvenida a la
primavera, sigue siendo una obra realista, mientras que el he
cho histórico en Asparoukh es transportado al plano de la
«ironía trascendental» , 33 de «sátira mística». Frases creadas
en 1906, cuando Vsévolod M eyerhold 34 escenificó el drama
lírico de Alexandre Blok Balagantchik ( Pequeño tablado fe
riante). Aquella obra revolucionaria causó el efecto de una
bomba cuyos ecos aún resuenan en todo el mundo. Pues lo mis
mo que Dostoievski decía que toda la literatura rusa había sa
lido del Abrigo de G ogol, asimismo se puede afirmar que
todo el teatro contemporáneo ha salido del genio de Meyer
hold.
Menos que la obra representada, fue la realización lo que
causó el escándalo, pues, en el fondo del desbarajuste de los
usos y costumbres teatrales escrupulosos, se notaba el rechazo
del mundo circundante, de su cobarde mediocridad y de su
jores representantes del realismo crítico del teatro ruso, pintor despia
dado del ambiente de los ricos comerciantes, «esa Patagonia mental».
33. Así definía A. Blok su Balagantchik.
34. V. Meyerhold (1874-1941), la personalidad más poderosa y la
más ferozmente discutida del teatro ruso. Actor notable y genial esce
nógrafo, verdadero padre del teatro moderno al que marcó profundamente
con su huella. De 1906 a 1939, puso en escena las obras de casi todos
los poetas rusos, desde Blok a Maiakovski.
147
metafísica, se adivinaba el llamamiento a un desorden mucho
más profundo. Así es como entre las obras más importantes — y
las más discutidas— de Meyerhold figuran las ultraclásicas
Infortunio para la inteligencia de Griboiedov, Revisor de Go-
gol, La mascarada de Lermontov, El bosque de Ostrovsky,
piezas de repertorio del teatro Maly, equivalente al teatro
francés.
Máscaras de la commedia dell'arte, decorados estilizados o
ausencia de decorado con los ladrillos descubiertos como fon
do de escena/' supresión del telón, acción que se desarrolla en
altura, sobre varios planos, sobresaliendo de las candilejas;
todo proclamaba en Meyerhold el deseo de desmitificar el sa
crosanto «misterio teatral». No sólo el teatro convencional,
sino el joven y glorioso Teatro del Arte (sólo tenía ocho años)
sintieron pasar un temible aire de censura. Mofándose dé las
reglas admitidas como generales, Meyerhold había demostra
do su inanidad.
Tanta audacia tenía por fuerza que seducir a Khlebnikov.
Para combatir un mundo que no aceptaba, el joven poeta se
inspiró en el género de los «sátiros místicos» — término que
se ajustaba bien a su propio teatro— y edificó su universo dra
mático, «a contrapelo».
Indudablemente, ello lo condujo a su asombroso antiteatro
en donde los personajes son la Voz del Oído y la Voz de la
Vista, la Fiebre y el Glóbulo Rojo, el Alfabeto, el Canto de los
Pájaros. En el plano estrictamente escénico, el antiteatro de
Khlebnikov va más allá que el de Meyerhold y se incorpora a
la polifonía, cinematográfica.-- - -
En cuanto al contenido, el mundo «a contrapelo» del poeta
no es ni absurdo ni incoherente. Está regido hasta en los más
pequeños detalles por la lógica rigurosa de lo inverso y el com
portamiento de los personajes es el único normal, el único de
148
cente, dadas las circunstancias anormales. Cuando Rafael llega a
la inauguración (por error, pues era el vino lo que habían envia
do a buscar) y pregunta por Miguel Ángel, su lógica llegada
del mundo «al derecho» parece descabellada y efectivamente
lo es, en las estructuras del antimundo.
Aquí, el asesino pregunta a su víctima que le explique las
razones de su homicidio, y el asesinado agradece al asesino por
haberle proporcionado un motivo de reflexión. El que va a
morir piensa llevarse un chaleco de franela para no resfriarse
al cruzar el Leteo. La multitud que se encuentra en la inaugu
ración parloteando, se petrifica en estatuas, hermosas y desnu
das, mientras que sus vestidos cobran vida: «en lino vivo y
azul se esparce la carne de los en cajes...» La locura obliga a
Mme. Lenin a conservar a toda costa su lucidez. El dios de las
vírgenes va a la Grecia antigua a buscar su muerte que lo es
pera desde hace milenios y en el albergue donde retozan los
alegres macabeos, se halla la Muerte que expira. Por último,
apoteosis del «M ondarbours». Polia se evade del coche fúne
bre que lo lleva al cementerio para encontrarse en el último
acto en un cochecito de niño. Detalle notable: la charla senil,
de Polia disminuye a medida que rejuvenece y termina en el
silencio grave de un bebé que tiene otras cosas que hacer en
vez de discutir.
Sátira del mundo real, el universo «a contrapelo» tam
bién es el antídoto. Es un universo donde la muerte, sea cual
fuere su máscara escénica, juega a perder. Para ella, todo ter
mina siempre mal.
La actitud de Khlebnikov frente a la muerte, nunca varía.
¡No será él el que se deje atrapar por las seducciones de la
señorita de blanco! Conoce su verdadero rostro, su impudi
cia, su innata estupidez. Paladín de la vida, combate la muerte
con todos los medios y arranca los velos de una pseudopu reza
que disimulan una realidad repelente.
En el curso de los años de reacción y represión que si
guieron a la revolución de 1905, la «filosofía de la muerte»
hizo estragos entre la juventud rusa. La epidemia de suicidios
alcanzó proporciones espantosas. La policía zarista veía con
149
buenos ojos la proliferación de clubs como el «O garki» («L o s
cabos de vela»), donde el erotismo y la droga se sazonaban
con un tufo mórbido, en cualquier caso no hacían nada para
impedir la proliferación de aquella lepra. Dada la situación, el
gobierno prefería tener que vérselas con candidatos al suicidio
antes que con revolucionarios en potencia.
En esos «años vergonzosos » , 36 Khlebnikov fue uno de los
raros, rarísimos escritores que denunciaban la pesada respon
sabilidad de la literatura rusa.
En su folleto El maestro y el discípulo, publicado en 1912,
el poeta trazó cuadros sinópticos para demostrar que los es
critores entonces de moda «Sologub-el sepulturero», «Rémi-
zov-el-piojoso», Artzybachev, Andréiev, Merejkovsky y com
pinches 37 eran responsables directos del espíritu de dimisión
y desesperanza que reinaba entre los jóvenes. Que ellos ensal
zaban-la muerte,-aconsejaban la muerte, glorificaban la muerte.
«L a ciencia dispone de extensos medios para suicidarse;
oíd nuestros consejos: la vida no vale la pena de ser vivida.
»¿P o r qué los escritores nó predicaban con el ejemplo?
»Hubiera sido un espectáculo muy instructivo.»
Al mismo tiempo, Khlebnikov protestaba de que el canto
popular desmentía en todo esa tendencia mórbida y terminaba
diciendo
«L a discordia entre los escritores y el canto ¿no es la dis
cordia entre Morana y Vesna? 38
»E1 poeta desinteresado glorifica a Vesna, y el escritor ruso
a Morana, la diosa de la muerte.
» ¡No quiero que el arte ruso marche a la cabeza de una
multitud de suicidas!»
150
Khlebnikov, pues, tenía muy buenas razones para opo
ner el desinterés de los poetas anónimos a las preocupacio
nes mucho más prácticas de los otros. A los que él acusa
ba especialmente de propagar una influencia deletérea, sa
lían ganando. En la misma época Máximo Gorki denunciaba
en un cuento-libelo corrosivo 39 las intríngulis mercantiles que
se ocultaban bajo el manto de desesperación de esos «amantes
de la muerte», y Sologub, su líder, protestaba, terriblemente
ofendido. (Digamos que si las siniestras canciones de cuna de
Sologub poseen una fuerza innegable, sus cuentos de La Muer
te cansada son tan necios como detestables y Gorki lo pasaba
en grande.) La moda se imponía poco a poco y hasta un hombre
tan recto como Nemiróvitch-Dánchenko, fundador con Stanis-
lavsky del Teatro del Arte, confiesa en sus memorias que el
doble suicidio de su drama más célebre era tan sólo «una arti
maña para provocar situaciones dramáticas» y que antes de
haber escrito la obra (por razones alimenticias, precisaba) ja
más pensó en el grave problema que trataba.
La venalidad de un poeta era para Khlebnikov una mons
truosidad, un\ lusus naturae_ que provocaba, repulsión y piedad.
En E l error de la muerte describe los retozos de los alegres
macabeos y parodia sus cantos, pero a la vez, los muestra pri
sioneros del albergue donde celebran sus francachelas y conten
tos de verse liberados por la intervención del decimotercer
convidado, el poeta en persona.
Poeta desinteresado, como los chantres anónimos, de la
alegría de vivir, y que como ellos, sabe escuchar lo que le dice
su tierra, Khlebnikov canta a la Renovación. Canta a Vesna
victoriosa de Morana, la vida que arrebata a la muerte y la
nueva sociedad triunfante, de la sociedad petrificada que sobre
vive. Es el tema fundamental de su obra.
Ilya Ehrenburg dividía a los poetas-testigos de su tiempo
en dos clases: los que se parecen al viento y los que son como
151
un arpa eólica .40 La elegancia de la fórmula entraña algún ve
neno respecto al «arpa» (Andreí Bielyi), pero la idea en sí no
carece de encanto. Siempre que se rechace todo juicio de valor,
pues a igualdad de talento el «y o » del poeta se expresa con el
mismo vigor, dicha fórmula definía muy bien las diferencias de
actitud, de temperamento y de estilo: «Y o, Época, ¡os hablo!»
y «yo, testigo de la época, os d ig o ...»
Hay el poeta portavoz de su tiempo, el de Lermontov:
152
como tantos poemas modernos, están hechos para ser leídos en
voz alta.
Todo esto Khlebnikov lo sabía.
Con espanto
comprendí que nadie me veía,
que tenia que sembrar ojos,
que el sembrador de ojos debía llegar, llegar.
(Histrión solitario)
153
concierne a todos los hombres estalla el «yo» del poeta. La
guerra en la ratonera, Octubre sobre el Neva, La noche en
la trinchera son más que testigos de primera mano. Son to
mas de posición sin equívoco en que Khlebnikov acusa, defien
de y participa como hombre y como ciudadano.
Fuera de esas manifestaciones, el «y o » del poeta no inter
viene más que cuando él considera que el problema literario
o artístico sobrepasa el marco estrictamente personal. Por
ejemplo en Un sueño o el Complejo de Flaubert, o Ka 2, etc.
¿E s una paradoja? En absoluto. E l«y o » no adquiere su va
lor más que cuando se convierte en el «no-yo», cuando pierde
su carácter excepcional y se interpreta «Célula de cabello o de
cerebro de ese gran ser que se llama R usia», o bien Universo.
El antiegoísmo de Khlebnikov no tiene nada de intelectual, es
inherente a su naturaleza, muy próximo al de los poetas popu
lares para quienes su canto es un fenómeno de orden general,
fuera de ellos mismos. El «y o » verdadero es el que se confun
de con el «tú » y el «é l», tan frecuente en Khlebnikov.
Su ausencia absoluta de egocentrismo otorga al poeta una
excepcional libertad interior y centuplica su poder de identifi
cación. Múltiple como sus personajes, Khlebnikov es diverso
como el mundo que le rodea. Es «la lavandera» y «el gran
duque»; el «caballo del guerrero escita» y «el automóvil ago
nizante tras el accidente»; el «faraón de la dinastía decimoc
tava» y la «sierva, nodriza del perro»; es la estepa, la caravana
que marcha, la estatua de piedra al borde del camino y la roca
donde graba su nombre... ¿E s la facultad de penetrar por pro
pia voluntad en la piel de los demás lo que crea la ilusión de
una personalidad inconsistente y borrosa? ¿E s esa indiferencia
hacia sí mismo y ese interés ardiente por los demás lo que hace
parecer a Khlebnikov como un «chiflado» en los ambientes
futuristas en los que la afirmación del «Y o » era un dogma?
En cualquier caso es su ubicuidad mental la que determina
las estructuras futuras de Khlebnikov:
154
No sólo de las vacas. En el tiempo de Ladomir, universo
de armonía fraternal, el roble y la caña nacen y viven libres
con los mismos derechos:
¿E s realmente un sacrilegio —
unir lo que existe en una fraternidad?
Y con un abrazo exclamar:
¡Hermanas estrellas! ¡Hermanas montañas! ¡Hermanos dioses!
(Marino y poetiente)*'
155
No nos engañemos: Khlebnikov no era un franciscano de
Astracán, su amor por mi hermana vaca y mi hermano tilo
nada tenían de místico ni de cristiano. Por su razonamiento
lógico, dialéctico, el poeta había llegado a la conclusión egoísta:
la felicidad del hombre es la suma de las satisfacciones de los
que le rodean. Desde lo alto de su calidad de hombre el poeta
quería liberar a los monos, las briznas de hierba o a los dioses.
Ladomir, ese mundo futuro descrito por Khlebnikov en su
gran poema y en sus escritos utópicos demuestra el error fun
damental de la sociedad moderna: la solución no es la esclavi
tud de la naturaleza, sino su liberación. Una sola fuerza — el
rayo encadenado— bastará para proporcionar lo necesario al
periódico electrificado del siglo xxx. Esta sola coacción es una
venganza personal del poeta contra los rayos «apresurados como
sirvientes» y siempre prontos a trazar en el firmamento en
«escritura de verdugo» las amenazas del cielo.
156
Khlebnikov en uniform e m ilitar. D ibujo de Ivan Klun de una foto
de 1916.
M anuscrito de Khlebnikov, con ensayos de creación verbal. (Archi
vos V. Ivanov, M oscú.)
D ibujo-portada de Razine. (Ilu stració n de P iotr M iturich.)
Poem a-ilustración del p alín d rom o Razine. (D ibu jo de P iotr M iturich.)
Un día preguntaron a Einstein por uno de sus alumnos y el
sabio contestó: «Ah, ¿é se ?... Ahora es un poeta. Le faltaba
imaginación para ser matemático.»
Poeta y matemático, Velimir Khlebnikov había imaginado
un porvenir radiante, un universo armonioso, lógico y opti
mista. Tenía mucha imaginación.
Luda S c h n i t z e r
158
E l campo de Khlebnikov 1
«M aestros juglares, transforman el lugar
y las personas y se sirven de la comedia
magnética.»
R im b a u
Apertura
Necesitaríamos, al parecer, salir primero de este lugar un
tanto paradógico, por no decir misterioso, por lo menos a
nuestros ojos: imaginad, casi en el centro de la ciudad, un
espacio inmenso, lleno de flores, de hierbas, de árboles cono
cidos y desconocidos perforado, aquí y allá, eh el fondo de un
valle, por cúpulas barrocas de un azul noche sembrado de estre
llas de plata. Siguiendo el laberinto de las avenidas de sombra y
de luz nos hallaríamos a la vuelta del camino frente a un cerro
lóbrego del que surge, a menos que no se hunda, una figura
indefinida que, a contraluz, primero se la confunde con algún
objeto sideral o quizá con algún sedimento producido lenta
mente por la tierra.
De esta «m ujer de piedra» nada se sabría si no fuera que
con ella ya hemos penetrado en el tiempo, en un pueblo que,
desde el siglo xi al x m , fue el dueño de la estepa. Estos Cou-
159
mans que se aliaron con Bizancio contra los Petcheneques,
luego a los rusos contra los mongoles, tuvieron finalmente que
someterse al conquistador Gengis Khan, antes de desaparecer
de la gran escena donde se trama la historia. Estos Polovstsv,
como los denominan los escritos rusos, esas gentes de la llanu
ra (los Kiptchaks de las crónicas árabes, de los que Suléimenov,
poeta kazakh de lengua rusa, en una espléndida Transformación
del fuego extrae sus raíces) habrían dejado, como única señal
de su paso ese discurso mudo inmovilizado en una piedra de
rostro casi animal, con las manos unidas sobre el vientre en
un gesto ritual ( ? ) * indescifrable para siempre. Es en ese jardín
perdido en la ciudad donde se adivina más abajo, invisible des
de aquí, el espejo del río indolente por donde siempre circulan
hombres y mercancías, es pues, de ese duplicado del gran
campo de las estepas barrido por el viento o las llamas que
se podría desentrañar el singular asomo de un gesto que, por
cierto, no se reduciría sólo a la lengua pero que irreductible
mente pasa por ella.
'I "..............
«Ahora bien, como la letra R significa natu
ralmente un movimiento violento, la letra L re
presenta uno más dulce. Así vemos que los ni
ños y otros a quienes la letra R es demasiado
dura y difícil de pronunciar, emplean en su lu
gar la letra L, como diciendo, por ejemplo; “ mi
levelendo padle” .»
L eib n iz
160
no: el muy famoso lenguaje zaum, es decir, transmental (o
transracional, «m etalógico» como lo llama la crítica de lengua
inglesa), lenguaje del que se querría mostrar, volviendo a los
textos mismos, que es lo que apresuradamente se cree que
es, a saber, un objeto curioso que eliminaría el significado;
muy al contrario él insiste en este último aspecto, al dar a
conocer y comprender el discurso en su aspecto extranjero, tan
cercano y tan lejano a la vez. Fundamentalmente, por otra
parte, no es más que un lenguaje entre todos los que propone
el sistema khlebnikoviano, como lo demuestra ya el texto de
1919 que debía servir de introducción a las obras preparadas
por Román Jakobson: 2
161
11
También hay «la lengua de los pájaros» que apareció en
Sabiduría cogida c o n lazo (1913) y que, asimismo, volveremos
a encontrar superficialmente en el fragmento 1 de Zanguezi
(1922) y en los fragmentos 15 y 16 de La trompeta de Gol-
Mullab (1921).
Estas secuencias fónicas «inventadas», de las que por otra
parte se encontrarán ejemplos repetidos en las Cien cartas
atronadoras del malgache al germano (Joyce), los «orka ta
kana izera» de Artaud, pero también en los «Huyhnhmms» de
Jonathan Swift, esas secuencias consiguen también en Khleb
nikov el lenguaje de las brujas, funcionando más bien como
una especie de collage irónico en La noche de Galitzia 1 pero
sobre todo se hallan asociadas a la lengua utilizada en el frag
mento de Zanguezi, «L o s dioses» (1921), pieza en la que la
casi totalidad de los diálogos está escrita en transmental, entre
cortado de indicaciones o de réplicas en lengua «norm al», gran
visión crepuscular, Ragnarok, donde a través de los combates
de las materias: madera, metal, miel, sangre... los movimientos
de los animales y los cuerpos, se expresa la muerte del sordo,
el dios Baldur.
De esta «lengua de los dioses», pues tal es el término con
que en el siglo x v in se designaba por excelencia a la poesía, ya
se puede notar a comienzos del xix el empleo irónico (aunque
ligado al sentido) que usó Viazemski en un dístico dedicado a
Bobrov:
162
guas extranjeras (se apreciarían ecos mongoles, latinos, etc.,
o bien ese trazo que hace referencia a las sonoridades japo
nesas: «Nizarizi oziri»), aunque más bien parece que la fun
ción de este razonamiento que recuerda el famoso «ritmo-
rumor» de Maiakovski sea hacer perceptible la estructura mé
trica son-yacente, algo que sería un intermedio entre estruc
tura profunda y superficial, y que aspiraría a demostrar, no sin
humor, que es de poesía de lo que se trata:
¡Mirad, es ella!
¡E se frente ondulado por el que antes ardían las masas!
163
lugar de palabras, de cuerpos, van a librar los más terribles
combates de la historia, unas veces en campos contrarios, sedi
ciosos, otras reflejándose el uno en el otro, en toda una serie
de rupturas, de torbellinos, de quiebros y de derrotas defi
nitivas.
E s en esta superficie que se interpreta la analogía, por ejem
plo del sonido «tch », que en ruso tiene gráficamente la forma
de una copa, y va a hacer que esta copa represente todas las
palabras que indiquen «un cuerpo tomado en la envoltura de
otro» y sobre todo la envoltura de las envolturas, la copa de
las copas: el número, que, evidentemente se dice tchislo.
II
. . . __ -.......... «H an encontrado más expeditivo poner este...
hecho entre las cosas desconocidas cuyo uso ig
noran y seguir en su estado natural de ignoran
cia que derribar todo un tinglado e inventar
otro.»
S p in o z a
164
blancos, entre «cransmesurado» y «desm esurado», precisamen
te el de la medida .4
Frente a lo que me sentiría tentado a llamar, por analogía
con la poética, una «num érica», se ve a cierta crítica indefecti
blemente dirigida a una doble constante: el sistema numérico
de Khlebnikov se hallará, tan pronto puro o simplemente elu
dido por un silencio altivo o malintencionado, tan pronto tra
tado por una operación de malabarismo que lo envía de nuevo
va a una mística, ya a un «m étodo de conocimiento profunda
mente racionalista», nada menos.
En cierto modo se le va la «gama dé futurista», como la
denomina Khlebnikov, en su artículo Nuestra base (1919). Esta
gama, a pesar de una insistencia y de una pesadez contunden
tes en los textos mismos, se encuentra encolada y se ve negada
por el sesgo de su enormidad ( ? ) ,* incluso el estatuto de mate
rial nuevo que con simpatía y no sin cierta prisa dubitativa, le
otorgaba Tynianov, con una intuición generosa.
Pues en cierto modo, ese «m aterial» se podría demostrar
que no puede ser más viejo, ya que se encuentra en las mito
logías y las cosmogonías de pueblos tan diversos, por“ejemplo 7
como los mayas, los chinos o los kétes de la cuenca del Yeni-
sei, en Siberia( y nos hallaríamos con una mitología tan poé
tica como muchas otras, notable, ciertamente, incluso asombro
sa, pero cuya novedad no sería, a pesar de todo, tan pasmosa,
pues ya señalaba Khlebnikov en sus apuntes: «Algo escrito
solamente con una palabra nueva no afecta a la consciencia.»
Se trata, en el sistema, de ligar todos los elementos del
universo según un principio de alternancia del par y del impar,
teniendo por embrague el «número dulce», 1 1 ; de ese modo
partimos, a través de los emblemas numéricos del contraste
entre las vocales A y U, para pasar en seguida por los latidos
cardíacos, el paso del soldado de infantería, las guerras, la his
165
toria, «esta cuneiforme de los destinos», para perderse en la
articulación estelar de los planetas.
166
Histrión solitario donde lo que se desvela en esa fulgurante
decapitación y demostración del jefe es, pero dado en un movi
miento a la inversa, ese aparato del que se trata en el frag
mento de Las tablas del destino, y cuya función es mover los
músculos de los animales fantásticos, como el taurino Teseo,
«guerrero de la verdad» que con su brazo extendido indica lo
que allí, bajo nuestros ojos, está a punto de tramarse, pero que
no se produce sino es con la condición de que uno quiera hacer
el esfuerzo de ese gesto de humor feroz: arrancarse la cabeza.
III
Giraut d e B o r n e i l
167
término arcaico y moderno, generadas, es decir, engendradas
y regeneradas, o todo a la vez? ¿Cómo hacer saltar las «capas
sordomudas de la lengua»? ¿Cómo se modula esa voz que
Michelet llamaba «la del pensamiento mudo que se busca»,
siendo esa lengua, en términos khlebnikovianos «semejante a
la geometría de Lobatchevski?»
A partir de las más pequeñas unidades sonoras representa
das por lo que hoy llamaríamos fonemas; a partir de esos «ob
jetos» producidos por los cuerpos pero ya separados de ellos,
a partir pues, de esas simientes reunidas en la mano del hom
bre pero que forman ya el bosque futuro en el que ese hombre
u otro semejante irá a perderse; en esa función casi-química
del lenguaje cuya materia sonora permitirá extraer una «espe
cie de ley de Mendeleiev».
Esas simientes son el «alfabeto», sus combinaciones, per
mutaciones, inversiones, fracturas que dejan avanzar «de un
valle a otro de la lengua», de trazar «vías de comunicación en
la región de las palabras, pasando por las crestas del silencio
lingüístico» para llegar al vocablo «autotrenzado» (samovitoié
slovo), uno de los conceptos clave de la arquitectura khlebni--
koviana que se encuentra en el manifiesto de los cubofuturis
tas, de aquel grupo que en diciembre de 1912 reunió a Bur
liuk, Krutchenvkh, Maiakovski y Khlebnikov en su magistral
Bofetada al gusto público.
Tal vez aquí podríamos adelantar, como hipótesis, ni que
decir tiene que fascinante, lo siguiente: saber lo que hay en ese
trenzado o esa trenza (como califica la memorización de los
Vedas indios) que viaja como una gran forma de la actividad
poética, puesto que en una obra en prosa de la primera mitad
del siglo xv ya se halla presente un término similar. En su
Vida de san Esteban de Perm, Epifanio el Muy Prudente, apli
ca un sabio procedimiento que por la repetición rebosante de
grupos sonoros teje este gran relato que glorifica el nombre
del Todopoderoso, eso se llama «torsión» o «trenzado de las
palabras» (vitié, pléténié, sloviés).
Es en esta teoría de los «entrelazados» que situaríamos la
obra inmensa que Khlebnikov ha realizado sobre la rima clá
168
sica del verso ruso, desviándola hacia la izquierda, logrando que
experimente muchas mutilaciones, estallidos y torsiones en un
intento hacia el verso libre que marca en la poesía rusa la épo
ca de los grandes inventos.
Este impulso de la rima a la superficie del verso desemboca
en la inversión extrema, en esta «conjura por la doble corriente
del discurso» a ese «discurso biconvexo»: el palíndromo (o ver
so que se lee en ambos sentidos, de izquierda a derecha y a la
inversa).
IV
«Pero, ¿si a pesar de todo hubiera tenido que
decirlo? ¿Si, acosado a hablar por la misma
palabra, hubiera reconocido en mí esa señal de
la inspiración, llevado por ese carácter de la obra
eficaz del verbo? ¿Y si mi voluntad se hubiera
negado a decir lo que era preciso que dijese?
______ — ¿no sería la poesía, a fin de cuentas y sin que
yo nada tuviese que ver, que un misterio del
lenguaje hubiese vuelto inteligible? ¿No sería
yo un autor nato, un escritor por vocación pues
to que no es escritor más que el que está domi
nado por la lengua y lo está totalmente, y no
es más que el inspirado por el verbo un ilumi
nado del lenguaje?»
N o v a lis
169
riamos, personaje doble que simultáneamente hace referencia
con su nombre de pila al maestro de los Vendanta indios, Qan-
kara (700-750), y por su apellido al fundador del mezdeísmo,
Zaratustra (660-583).
Pero al interpretar en términos «lingüísticos» khlebniko-
vianos a este ^ankara Zanguezi, tal como se le llama, resulta
un conjunto de consonantes: N , K, R + Z (N), G , (Z): o
sea, respectivamente:
170
Khlebnikov en su lecho m ortu orio. (D ibujo de Piotr M iturich.)
Esbozo del decorado p ara la ob ra Zanguezi, por Tatline (1923), re
presentada después de su m uerte.
por los ecos cid artista», y así descubriríamos que, lo que po
dría ser un maniquí tipo saussirien,’ sería río, pero también,
ganga, etc.
Para ser más explícitos (¿ankara también sería el o los sakra
(los siete círculos del yoga) y Zanguezi, el zigzag cuya G , el
gamma, la potencia y el sol, son la cabeza.
¿Quién habla? En Finnegans Wake responden: «A quí, el
semieterno de las semillas de lu z ...» y en Zanguezi: «Y o soy
nonestre. Hijo de tal».
Pues además del «profeta», el «niño», el idiota, la mari
posa o el papillote, Zanguezi es el que habla y el que escribe
y es con este conjunto, ese vocabulario estallado con lo que
forma el cuerpo del relato por medio de un montaje de super
ficies, como un inmenso juego de cartas en que la pluma pen
diente de un hilo no sabe en qué desiertos devana o rebobina,
permitiendo la composición (o descomposición) de este libro
único, de esta «transnarración» o ensamblaje dinámico de re
latos.
Por supuesto, se le puede considerar el más bello ejemplo
del fallo khlebnikoviano.
Sin embargo, es-en-esta- tentativa-en-que-tal vez se funda
lo que con Labriola cabría llamarse una «narración plena, trans
parente e íntegra», donde ocurre lo que se dice y se escribe en
la forma del poema o del poema de poemas, entrecortado o no
de prosas, de números, tomando por turno y simultáneamente
los registros de la risa v las lágrimas, del humor nato, en ese
errar del héroe proteiforme que, en todos los sentidos del tér
mino, no llega incluso a desaparecer, pues como habrán ya
comprendido en el alejandrino:
Iv a n M ig n o t
172
E l signo del mono1
173
1922), se compone de cinco volúmenes de más de cuatrocientas
páginas cada uno. Ningún orden preciso rige este conjunto farra
goso que prolifera en numerosas direcciones. H asta la sencillez
del orden cronológico es improcedente en este caso: Khlebnikov
corregía sin cesar sus textos, a veces, muchos años después de
su primera redacción (o publicación) y multiplicaba las redes
de variantes y de versiones diversas. Más que una sucesión or
denada de textos y períodos, la obra constituye una especie de
tejido movedizo, un enmarañamiento de «tem as» y «asuntos»,
pero también de secuencias, frases, fórmulas, ejemplos y estro
fas enteras, llevadas de un texto a otro, transportadas, refun
didas o directamente hilvanadas, en un vasto trabajo por etapas
indefinidamente descosido, zurcido, cortado y vuelto a coser.
Esta manera, a la vez desenvuelta y obsesiva de tratar (o
de maltratar) la obra, jamás terminada, la infinidad de su jue
go, de su montaje y de su deriva, posee algo decididamente
moderno. Pero otros aspectos de la obra de Khlebnikov invitan
a aclarar y profundizar algunas de las cuestiones que agitan
hoy la invención literaria. Publicar aquí este conjunto de tex
tos... escritos a grosso modo entre 1906 y 1922, es para noso
tros proponer a este interrogante los efectos escritos de cierto
tipo de enfrentamiento al «lenguaje poético», las soluciones
y los fracasos que transcriben esos efectos. Por tanto, no se
trata de una antología más, y mucho menos de una edición «de
referencia», exhaustiva y sabia: más bien un conjunto parcial
y fragmentado, tendencioso en suma, y como demostrativo.
174
cuentra en el hospital psiquiátrico. No más «humano» de lo
que se siente Burroughs ,3 se hunde en un «alegre chapoteo» de
neologismos y hace cantar a brujas, estrellas y pájaros. A lo
lejos, llega al padrecito de los pueblos que decidirá todo, así la
lengua como el resto. Un poco por todas partes, introduce el
dedo en la costura de ese paternal pantalón. Khlebnikov se
organiza un «viaje disgregante hacia la madre» (J. Kristeva).
Es el famoso zaum, peligroso parloteo, rimado y musical a
medio camino de los balbuceos infantiles y de la glosolalia
mística que carga la lengua de esa inhumanidad que tacha de
folklore la religión del hombre-. «E l corazón, la carne de este
impulso que lleva hoy hacia delante a las comunidades huma
nas, las veía él, no en el hombre-rey, sino en el tejido-rey, en
el noble terrón del tejido humano encerrado en la caja cal
cárea del cráneo.»
«T odas las criaturas, dice. Khlebnikov, deben ser declara
das fuera de la nación, el Estado y las leyes" habituales.» El
horrible trabajador, marca lo que está fuera de la ley, descom
pone a la chita callando los controles simbólicos: «Pienso en
una obra com pleja... donde los derechos de la lógica, del tiem
po y del espacio serán violados tantas veces como por hora,
un borradlo comulga con su vaso.» Su relación con la trama
del contrato social (la lengua) es íntimo y violento, fascinado
y horrorizado. Por esto percibe más cruelmente que otro la
despiadada exigencia del vínculo social, la brutalidad de sus
instancias legisladas: Estado, Ejército, Familia, Relación se
xual, Persona humana, Yo unificado .4 Ineptitud para el «ser
vicio», vagabundeo en el tiempo, el espacio y los ritmos de
la lengua, indiferencia dialéctica («Mezclaré el vicio y lo sa
175
grado»), he aquí lo que entraña la «p oesía» tal como la en
tiende el escritor Khlebnikov. Y si el zaum es esta «apertura
sosegada» 5 hacia el cuerpo musical de lalenguamadre es para
ensanchar la enormidad de los sonidos y de los sentidos, para
salmodiar el goce oral sustrayendo el enorme rumor a los dis
cursos y a sus esbirros: «Si se distingue en el alma el gobierno
de la razón y el pueblo tumultuoso de los sentidos, los hechi
zos y la lengua son — por encima del gobierno— una llamada
directa al pueblo de los sentimientos.»
Khlebnikov perdía y. se perdía mucho. L a historia de su
vida es la de un gasto y un ahorro. Una postura como desfa
sada y ausente (incluso en la gran época de las manifestacio
nes futuristas de la que él es a menudo inspirador pero raras
veces actor) caracteriza su biografía. Cuando en 1921, em
pleado en la Rosta de Bakú, parte a Persia con el Ejército Rojo
(como agregado al Cuartel General) será para perderse dur.
rante la retirada y vivir algún tiempo como un «derviche ruso»
alimentándose de los desechos del mar, a orillas del mar Cas
pio. De regreso a Bakú se hace guardián de noche en Ptiati-
gorsk y morirá de septicemia minado por la desnutrición, po
drido su cuerpo. Antes había experimentado el desmenuzamien
to de un yo esquizofrénico, la experiencia lacerante del éter, el
canto zaum roedor de lengua. La intervención escrita de Khleb
nikov posee ese lado retirado, perdido, podrido y flotante: un
lirismo fluido, violento-dulce, que actúa por excepción, disgre
gación, erosión, succión usante de elementos lingüísticos: un
tejido desaferrado donde la «verdad», el tópico, lo que Artaud
llamaba «el discursivo-explicativo», no llegan a «prender» (al —
contrario, la elocuencia de Maiakovski los rompe por adición-
agresión, martilleo violento y oratorio llegada además).
Pero la escritura de Khlebnikov no se rinde a ese fracaso
regresivo. Es una escritura sabia y políglota. Contra la norma
«occidental» (y su crédito ante los escritores rusos «decaden
tes» o «sim bolistas» de la época), descuartiza las «viejas líneas»
176
rusas para poner al descubierto el hueso del «puro principio
eslavo». Abigarra el espacio semántico soldando lenguas y cul
tura y multiplicando las «voces» míticas: «L a voz asiática de
Los hijos de la nutria, eslava de El Dios de las vírgenes y
africana de K a.» Sus injertos descosen la lengua para «aumen
tar el diccionario»: «L a creación de vocablos es la explosión
del silencio lingüístico, de los estratos sordo-mudos del len
guaje.» Un desbordante excedente de palabras, de ritmos y
de sonidos descompone la pretensión de la lengua muerta, «na
cional», excluyendo «jergas» y «dialectos » , 6 encerrando o sui-
cidando a los que no se pliegan. Se trata; de hacer entrar en
una elaboración poética muy sofisticada, lo que prohibió la
legalidad lingüística: abajo, la lengua trivial y obscena, las
palabras-maletas y las especulaciones etimológicas a lo Brisset:
arriba, la lógica sonora de los exorcismos iy fórmulas mágicas,
la demultiplicación en «pun tos» musicales de la materia verbal,
según «leyes» nuevas deducidas, al menos íproyectivamen te, de
lo impensable de las matemáticas no euclidianas.
El lenguaje de Khlebnikov no es un lenguaje «loco», y su
autor no es ese «ilum inado» genial o ese «celeste vagabundo»
cuyo retrato nos describen. El humor, el manejo sabio de los
dobles fondos de la lengua no van con esa imagen. Khlebnikov
tampoco es un maniático del tejemaneje formal. Su obra no
se restringe al «procedim iento» zaum, como Artaud no se
limita a las glosolalias ni Bourroughs al cut-up. La ambición
enciclopédica y la orquestación «distinta» de la lengua rusa
responden a un proyecto que se integra más con el conocimien
to que con la iluminación delirante o en el ensueño marginal.
Khlebnikov trata de simbolizar otra relación con el tiempo, el
espacio, la estratificación de las culturas y las lenguas, una rela
ción que no tendría su oportunidad si no se anunciara en una
lengua nueva que afecta a los «sonidos fundamentales» y a
«leyes» que niegan las leyes. Es un paso límite, una «inmer
sión de brechas y zanjas», una «destrucción de las formas y
límites establecidos», lejos, sin duda, de todo formalismo para
177
12
el carácter social de la especie. Esto proporciona una lengua
absolutamente privada. Sin embargo, la abstracción (la in
significancia) de esta partición excede a cualquier reclusión
idiolectal: esta lengua íntima es también la más universal de
las proposiciones verbales. Su encantamiento sabio y «libre de
trabas» pulveriza la cadena verbal y reorganiza mucho más
la extravagancia de la materia sonora. Este ABC inaudito hace
saborear los desechos suculentos de toda lengua organizada:
una saturación física de la modulación fonética, un raudal de
sonidos en los conductos del cuerpo, un flujo que es grato dis
frutar desde la glotis y los labios alertados por el oído.
Khlebnikov no es el inventor del zaum. Tampoco es el
practicante más encarnizado, pero las formas particulares que
le otorga (partitura fluida, neologismos, declinaciones de raí
ces, cantos de pájaros, etc.) son de su propia cosecha, y esa
música irracional se integra sin tropiezos a composiciones que
comprenden igualmente pasajes en una lengua más tradicio
nal. Khlebnikov está persuadido, además, de «que hay me
dios de volver razonable la lengua transmental». Un conjunto
de textos, muchos de ellos escritos hacia 1920, se consagran,
a esta tarea. La creación verbal es una de las más largas y
sistemáticas. Martilleando sin cesar las mismas ideas, los mis
mos temas, los mismos ejemplos, esos textos componen un
cuadro extraordinario en que la ficción lingüístico-matemática,
especulaciones cifradas, tesoro etimológico de las lenguas es
lavas, «significados» de fonemas, se esfuerzan en dar unos
cimientos racionales a la inventiva poética del zaum. Se asiste
entonces a un fascinante esfuerzo de reabsorción: se trata de
traducir a la lengua de todos la excentricidad de la lengua
zaum-, dicho de otro modo: de traer al plano de lo enunciado
(de la verdad de lo «devuelto», de la exactitud del «reflejo»,
de la adecuación signo/referente) lo que se escapa masivamen
te del lado de la enunciación, de la composición abstracta y
de la inversión pulsional del sujeto en su lengua. «A sí, obser
va curiosamente Khlebnikov, la lengua transmental cesa de
ser transmental.»
Para llegar a este resultado, Khlebnikov dispone de ar
178
mas temibles: la riqueza y la variedad de sus conocimientos
filólogos (en Petersburgo, en 1908, estudió el sánscrito y filo
logía y no dejó, además, de frecuentar la lingüística rusa de
la época), su formación de matemático (cursó estudios de ma
temáticas y fue un ferviente admirador de Lobartchevski). De
lo que resulta un afán de racionalidad y de descripción for
malista, una especie de obsesión furiosa de la motivación ló
gica y del éxito colectivo de la lengua zaum. Es esta obsesión
la que inspira la pasión declarativa de ha creación verbal.
El sueño de la «lengua universal», el fantasma del «Libro
único» dominan esta pedagogía maníaca. Como si una extraña
exigencia de equilibrio dispusiera su balanza alrededor del
eje del lenguaje corriente: de un lado el nadir animalizado,
idiótico y mágico del zaum; del otro, llevando a cabo su asun
ción en la más absoluta transparencia, el cénit de la comuni
cación verbal totalmente socializada («universal»); la Encar
nación, racionalizada de una representación lingüística, una
especie de vasto esperanto poético. Fascinante oscilación en
tre derroche loco y retención económica, atareada en taponar
racionalmente los orificios sistemáticamente vueltos a abrir
por la inventiva disolvente del zaum. Una especie de esqui
zofrenia en que el efecto del delirio está más bien del lado de
la teoría y de su razón rígida, que del lado del zaum y de su
alegre resonancia. Además, hay que contar con esto: que este
retorno del bastón regulador, esta nueva toma de afirmación
tiene que ver, ciertamente, con la angustia que no puede de
jar de provocar el juego peligroso con la seguridad lógica (ya
se sabe que toda manipulación verbal un poco arriesgada hace
este juego, y el zaum, sin duda, más que ningún otro); que
el delirio racional responde a esta angustia y que sin duda no
es tan diferente, en el fondo, de esta enigmática propensión
a sobrepasar la ley que experimentan, a menudo, de una u otra
forma; los que se arriesgan a esa clase de vértigo suicida. Vea
mos, si no, mutatis mutandis, el destino político de un Céline
y de un Pound, o incluso, el apoyo lírico decidido de un
Maiakovski a las premisas del Gulag.
Pero dejando aparte este efecto sintomático, hay en la re-
179
lación zau m ¡«Creación verbal» una cuestión importante para
la modernidad: el de lo arbitrario del signo. Un doble movi
miento trabaja la escritura de Khlebnikov: giro poético del
uso lingüístico (zaum) y proceso de iniciación en lo que se
funda la lengua, en esos «principios» fundamentales (La Crea-
ción verbal). De una parte: la arbitrariedad absoluta, lo pri
vado de la lengua; por otra, la obstinación para explicar en
qué, esta práctica verbal se reanuda con algo como una inafec
tada motivación original del signo, motivación cuya huella se
encarnaría en «los sonidos primarios del alfabeto». Khlebnikov
desarrolla sobre esta base una teoría canto más borrosa cuanto
que afirma su detalle (el detalle de las coincidencias puntuales
entre causas — motivaciones «naturales»— y efectos — fóni
cos, de léxico— ). Falta que él perciba que si hay motivación,
ocurre para no ser «directamente significante» en el campo de
lo consciente, y que en muchos textos da lugar a una teoría de
diferenciales fónicos significantes (L /R , etc.) que trata super
ficialmente una relación causal entre determinaciones impul
sivas y distribución de esas determinaciones en la materia so
nora de la lengua a partir de efecros dinámicos y energéticos
(precisamente, efectos de enunciado)-, el fonema 1 , dicho como
ejemplo, implica «el movimiento original que sale al encuentro
del medio ambiente», «el movimiento independiente hacia un
punto inmóvil». El detalle de la explicación es de una coheren
cia fantasmagórica. Pero la cuestión planteada por la obstina
ción 'de la tentativa de explicación, se explica por sí misma. «La
sabiduría de la lengua es anterior a la sabiduría de las cien
cias», dice Khlebnikov. Esa sabiduría de la lengua excede de
todas partes la de los desarrollos lingüístico-matemáticos del
poeta. Lo que dice constantemente sin jamás declararlo es que
la organización escrita de los signos no es arbitraria, que de lo
inconsciente, del cuerpo, se calculan en una partición precisa
e irrecusable, físicamente causada, y que la composición «m á
gica» del trozo de lengua traducido (efectúa) por distribución
de diferenciales fónicos, el «montaje pulsional» del que habla
Lacan, a través de lo arbitrario de la organización discursiva. En
esta organización petrificada, la lengua transmental, dice sober
180
biamente Khlebnikov, hace oír «el juego de la voz fuera de
las palabras»: crea un vacío que llena con la música de los
cuerpos. La modernidad de Khlebnikov reside también ahí, en
su misma ambigüedad, algo entre el Mallarmé de Mots anglais
v las tesis de Ivan Fonagy en Les Bases pulsionnelles de la pho-
nation, de la que, por otra parte, recorta él en varias ocasiones
las proposiciones referentes a la inversión impulsiva de tal o
cual agrupación fonética.
«Introducir el mono en la familia del hombre» es una cues
tión de lengua. La voz, su pasión muscular, su flujo laríngeo y
su materia aérea, es el mono del signo, su animal. El signo del
mono es pues la escritura de la Voz, sonido y escansión ama
sando el léxico. Entre la humanidad demasiado humana del
signo tanatográfico y la inhumanidad de la glosolalia, del ritmo
oral-anal, de la succión labial de un balbuceo confuso zaum,
está la escucha, el registro, el trazado transmental de las mar
cas corporales mudas, impresas en la memoria de la lengua y
que hace «explotar» la creación verbal. No es fácil de asumir:
ahí reside el combate «contra la especie» evocado más arriba,
una lucha a muerte (pero sin baladronadas oratorias) para de
sembarazarse de la carga de la lengua usada, separada v mor
tífera que forma un vínculo para el animal social. La desencar
nación progresiva de su vida, ese errar a través de Rusia con
manuscritos apiñados en la funda de la almohada, este destino
asumido poco a poco de extraviado luminoso y, a la vez, la
marca sobre su cuerpo de la innominable materia pre-humana
(la purulencia ísepticémica) graban, en lo real del escritor Khleb
nikov, la extravagancia de este combate sin ruido ni furia, en
pérdida suave y huida irrecuperable.
Christian P r i g e n t
181
Una aclaración sobre
'el ritmo de Khlebnikov i
o sea:
1) el metro es:
183
2) se riman acentuaciones agudas:
nash
mest
yosh
yest
184
Tres poemas comentados'
185
Por el cíelo vuela un aeroplano,
compañero de la lejana nube.
¿Dónde está la alfombra mágica,
esposa del aeroplano?
¿Será que casualmente se retrasa
o la habrán metido en la cárcel?
De antemano creo en los cuentos:
Lo que primero son cuentos, se hará realidad.
Pero cuando llegue ese momento
mi carne se habrá convertido en polvo.
Y cuando la multitud, en tropel,
lleve, gozosa, la bandera,
me despertaré pisoteado en la tierra,
sufriendo en mi cráneo que ha de ser polvo.
¿Será mejor quemar todos mis derechos
en el horno del futuro?
¡Eh, ennegrece, yerba de los prados!
¡Petrifícate, río, por los siglos de los siglos!
C o m en tario
186
La segunda parte del poema presenta un estilo declamato
rio, de orador. En ella se define con precisión el «y o » lírico
(cosa que no resulta típica en la poesía de Khlebnikov). El paso
lógico y de asociación desde la primera a la segunda parte está
bastante claro: Del portento que se realiza en el cielo se pasa
a los portentos en general, a los cuentos del futuro que sin
duda «se harán realidad». Pero la amarga tristeza de saber que
todavía falta mucho para la realización del portento (en la era
de los aviones no queda más remedio que buscarse la pitanza),
la conciencia de esta verdad inspiran al poeta unos versos en
los que la fe en el futuro está teñida de melancolía: «Y cuando
la multitud, en tropel, / lleve, gozosa, la bandera, / me des
pertaré pisoteado en la tierra, / sufriendo en mi cráneo que ha
de ser polvo.»
El porvenir siempre obsesionó a Khlebnikov. Esta preocu
pación fue lo que le empujó a la elaboración de cálculos en Las
tablas del Destino; cbra con cierto misticismo, lo que le im
pulsó a construir una sociedad utópica en Ladomir y en una
serie de artículos. A menudo aparece en sus escritos el tema
del sacrificio personal o heroicidad, en el que la felicidad futu
ra se compra merced a los sufrimientos y a la propia vida dé
las presentes generaciones. En el poema G rilletes azules (1922)
Khlebnikov pregunta: «¿A caso tendréis que arder vosotros en
ef horno en beneficio de las generaciones futuras?» Una ima
gen análoga surge también al final de este poema (el futuro
como un horno): «¿Será mejor quemar todos mis derechos en
el horno del futuro?»
Los doce versos finales que, de un modo convencional, he
mos denominado la segunda parte del poema revelan el induda
ble talento lírico de Khlebnikov. Resulta significativo que en
ellos se establezca una rima asonante y una cadencia muy mar
cada.
187
Ra, que observa sus propios ojos en el agua roja y herrum
brosa del pantano,
que contempla su propio sueño y se ve a sí mismo
en el ratoncillo que, suavemente, va robando las gramíneas del
pantano,
en la joven rana que suelta blancas burbujas en señal de coraje,
en la verde hierba que corta como un trazo rojo el talle de
una muchacha agachada con una hoz,
una joven que recoge cisca para la lumbre y el hogar,
en las bandadas de peces que agitan las hierbas y lanzan bur
bujas ascendentes,
rodeado 4 por los ojos del Volga.
Ra, que se perpetúa en miles de animales y plantas,
Ra, árbol con hojas vivientes que corren y piensan,y emiten
susurros y gemidos.
Volga ojo, .............
hecho de miles de ojos,' que lo miran, miles de miradas y
ojeadas.
Y Razin ,6
cuando hubo terminado de lavarse los pies,
levantó la cabeza y contempló largamente a Ra,
y un delgado trazo enrojeció su tensa garganta.'
188
C o m e n tario
189
para él la «im agen» era la realización concreta de sus ideas
filosóficas, así como la realidad existente.
* * *
C om en tario
190
tituye, al parecer, un fragmento, pero según las normas de la
poética y la estilística de Khlebnikov puede considerarse un
poema independiente. Este poema describe un paisaje otoñal.
La fuerza de Khlebnikov se muestra aquí en la espléndida bri
llantez de las asociaciones poéticas, fundadas en imágenes ver
bales. Por ejempto:
191
El iracundo pedernal del otoño
prendió fuego a los días dorados.
192
Es decir, dispersó el sentimiento y la idea del «y o», pero
no sólo del «y o » espiritual y omnipresente, sino también el
«y o » físico. El poeta, «y o », junto con el viento otoñal recorre
lenta o velozmente los caminos de Rusia (en otro poema Khleb
nikov lo describe así: «Corro por los bosques, los desfiladeros,
los precipicios, y allí vivo entre la algarabía de los pájaros»).
El poema que nos ocupa muestra con suma claridad los
rasgos peculiares de la poesía de Khlebnikov, cuya fuerza re
side en crear una imagen concreta, versátil al estilo impresio
nista, pintorescamente expresiva, que no se presta a ser racio
nalizada mediante su percepción. Sin embargo, se descubre el
vago contorno de un plano lógico en el cual se sitúan y rela
cionan grupos de imágenes que forman una unidad.
Como poeta, Khlebnikov posee u n a facultad de asociación
de imágenes bastante discreta, lo que por otra parte no excluye
la existencia de un leitmotiv en los grupos de imágenes. Así
ocurre en este texto, en cuya primera parte (hasta las palabras
«los árboles extendidos») distinguimos el tema del incendio, de
la materia carbonizada. N o obstante, cada imagen constituye
en sí misma una obra terminada, y si algo se le añade es de
manera adicional pero nunca subordinada, ni tampoco para ayu
dar a su evolución interior.
193
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La poesía de los primeros años de la revolución (1917-1920),
M e n c h u t i n e y S i n i a v s k i , Moscú, 1964.
Breve « arte de la poesía» de Khlebnikov, R. D uganov, repor
tajes de la Academia de Ciencias. Serie de lengua v litera
tura, tomo X X X I I I , núm. 5, Moscú, 1974.
Russkiy Yazyk, Izdatelsvo, Moscú, 1982.
En italiano:
198
II Parte: Textos
E L ALM A, FR ÍA CO M O E L H IE L O 1
LAS E S P E S U R A S -
1. Escrito en 1906-1908.
2. Uno de los primeros poemas publicados, aparecido en el libro
Sludio des lmpressionistes (1910). Escrito en 1906-1908. El subtítulo
figuraba en la edición de Choisi.
201
Y el restallar del arco se escucha más frecuente,
No hay salvación, no, para el ciervo.
M as, de repente, le apareció melena,
Y agudas garras de león,
Y despreocupado ya y retador,
Demostró su arte en hacerse temer.
Mientras sin protestas, sin gritos,
Yacían ellos en sus tumbas,
Y él, alzándose con porte soberano,
Contemplaba a los esclavos abatidos.
1. Del libro La poésie russe (Elsa Triolet; E<i. Seghers, París, 1965).
202
cangrejo pinceado. Y la cigüeña cronoscópica avanzaba ma
jestuosa y se tragaba las ranas como un excelente caviar sobre
unas patas agradablinosas, y había un viejo que cultivaba un
campo de mentiduras, y una gallina penimpuber pasmada ante
un trazo lineal.
Y a modo de caramillo la joven acercaba a sus labios el
obocéano, y una aurorilla con alas oracionantes pasaba volando
sobre el lago de tristancia el cielo cielado de miradas de muje
res. Y los tristillos mecían sus cimas y lascivo pasaba volando
el cucú dejando caer soles, y nadaba una voz mostachada de
silencio, y habían ojos nociturnos bajo la rama vespertizante,
v unos labios lubrícicos junto a una nariz valoptuosa y una
serpiente con voz viva, y entre los juncos combustiantes nadaba
el ánade pasialado hacia la pata futuricrestada, dejando círculos
y levantando las alas y dejando argentados surcos, y estos la
bios paciestáticós en los crepúsculos antiguos, y el pajarillo
tragadios, y el ranúnculo milpazalino y las fierañas que corrían
sobre todas las huellas.
Y la malsapiencia en las miradas de la ignosciencia.
Y las visiones se aceleraban y aceleraban y después de las
visiones y la repesca entre la general carcajada de un trozo de
eternidad que alguien había tragado — después de una borrasca
de espantosos y pavorórridos ídolos estaba Azormundo popu-
líneo humeando sobre todos, y deambulandaba cierto mundón
por nadie imaginado, trazando quizá con la pluma el horror
de su existencia.
Y el Azorpueblo chillaba chillido de respuesta, arrancando
con el pico la espuma humanitérrea del mar poblazado. Y por
todas partes volaban los menticuervos descorporizados de mi
radas nosidas y todo lo existente no era más que un hueco en
la plenitura del vacío. Y el colitácito menticuervo volaba de
aquí a allá sobre los campos desiertos y pavorosos. Y había
una verdad falsiadora, y se mecían los tristillos sobre el lago
de tristancia, y en los campos pensatérreos se erguía el espanto
y el canto de las flechas m iasesinas... El lobo huelligenitor
comenzaba a aullar al ver al ciervo incenticorne y todo el uni
verso era el ampliamente abierto pico de un cuervo.
203
Pero la sonrisa de las fuerzas universitales no abandonaba
su faz, y el tiempo no se cansaba de mantener bajo el brazo
la negra m uleta...
(1908)
E X O R C ISM O CO N R ISA 1
204
LA C IG Ü E Ñ A 1
a V. Kamenski
205
Mira, se mueven todas las chimeneas, ¡están ebrias!
Palidecían de terror los labios del balbuciente,
Su mirada encadenada en lo alto.
¿Qué pasa? ¿El niño delira despierto?
Llamo al chiquillo.
Mas él, calla y, de pronto, corre: ¡Qué terribles saltos!
Me pongo despacio los lentes,
E s así precisamente: las chimeneas alzaban el cuello
Como la sombra de los dedos de una hechicera en la pared.
Así se agitan los alcaravanes, hasta entonces inmóviles en los
pantanos,
Cuando el peligro ha pasado.
Entre los juncos y el hervor lacustre
El pájaro-plata hacía señas con la cabeza.
206
¡Como N eiasyt1 o un amenazador Infante, Tuschkov 3 caído
en las playas!
¡Oh, género humano, eres cual pulpa
En la que han madurado otras simientes!
Marcando el lodo con la desafiante huella
¡En masa acuden contra ti otras razas!
De los hierros
Y del cobre sobre la ciudad se ha alzado, amenazador, un
esqueleto,
Ante el cual la humanidad y todo, son sólo bagatelas,
No más que una bellota.
Volando en línea recta, plegándose,
Las chimeneas anuncian ruina a la humanidad.
¡Chimeneas de espíritus invisibles! Cantan:
A la serpiente de beso mortal
El pecho humano era refu gio ..
¡Ni K oschei 4 era más cruel
De lo que será, tal vez, la rebelión de las cosas!
¿Por qué las corrompemos?
207
Y un obrero en la isla Losij
Profiere un alocado: «¡C aig o !»
Vehículos escarabiformes,
Cuya intención a lo largo de las olas relampagueantes rastrea
fuerzas,
Pintados a rayas rojas y amarillas,
Dan al pájaro la columna vertebral.
208
Muchas — como ojos hay en los ojos de una libélula— casas
Con ventanas forman una especie de horrible bazo,
Su antiquísimo color verde-sucio.
Y en algún lugar en su interior, un niño, al despertarse, se
restriega los ojos.
209
14
BO FETA D A A L G U ST O P Ú B L IC O '
210
Arrojar a Pushkin, Dostoievski, Tolstoi, etc., del Vapor
Modernidad.
El que no sepa olvidarse de su primer amor nunca podrá
conocer el último.
¿Quién es tan crédulo para consagrar su último Amor a
la lujuria perfumada del B al’mont? ¿Quién sabe si allí res
plandece una aurora de belleza inaudita?
Lavaos las manchadas manos del sucio montón de libros,
escritos por esos innumerables Leónidas Andreiev.
Todos estos Gorki, Kuprin, Blok, Sologub, Remizov, Aver-
cenko, Cernyj, Kuzmin, Bunin, etc., sólo necesitan un hotelito
a orillas de un río. Es la recompensa que el destino reserva a
los buenos sastres.
Nosotros contemplamos su infinita pequeñez desde lo alto
de los rascacielos...
Nosotros ordenamos que se respete el derecho de los
poetas
1 ) a enriquecer el diccionario en su totalidad, mediante
vocablos arbitrarios y derivados (Palabra-innovación);
2 ) a odiar inexorablemente la lengua sobrevivida hasta
su tiempo;
3) a arrancar con horror de su frente orgullosa la Corona
de aquella gloria de tres al cuarto que habéis elaborado con
los veniki2 de los baños públicos;
4) a permanecer firmes en el escollo de la palabra «noso
tros» en medio de un mar de pitidos e indignaciones.
Y si en nuestras líneas permanecen todavía los torpes des
perdicios de vuestro «Buen sentido» y «Buen gusto», ya pal
pitan por primera vez los Relámpagos del Adviento de la Nue
va Belleza Autosuficiente (samovitaja).
Moscú, diciembre de 1912.
David B u r l i u k , Aleksandre K r u c e n y c h ,
Vladimir M a i a k o v s k i , Víctor K h l e b n i k o v
211
B O B É O B I1
CORRI A L E T E A N D O 2
Corrialeteando la auréografía
Con sutiles vénulas
El grillo ahovilló en la danza de su panza
Multitud de hierbas y juncos ribereños.
Pin-pin-pin tronó el mensajero.
¡Oh, cisnescencia!
¡Oh, crepuscular ternescanto!
212
I y E 1
— ¿Dónde está J?
En lo más profundo de los bosques
En vano atormentamos
Nuestras voces.
Llamamos a I
Pero ella no está,
La familia se lamenta.
Ya la franja de la aurora
Despierta toda vida,
A los sueños del ser.
213
2
214
/ se ha ido, dejando relucir una lágrima.
A las colinas nevadas
Llevaba el suave rastro de sus pasos.
¿Quizá resplandecía una estrella
O un tenue hilo de araña bajo el rocío?
No, era la huérfana errante
Del nido del río.
Ya Blancacola
Trae pescado.
Simple y poderoso
Se ha sentado en un terrón.
Retumba el mugido de
Alguna fiera desconocida.
El hombre está hambriento,
Emprende su vuelo el urogallo.
Dueñas del movimiento
Las jerarquías estelares
Deben llevar los pueblos
Al combate de las pasiones.
Aferrados a la inmortalidad
Los voivodas sagrados
Conducen a su pérdida
Los regimientos a ellos adictos.
Se bambolea el espinazo enorme de la bestia,
emerge el monstruo de los bosques
Y rema el cisne con una pata enrojecida,
Mensajero primaveral de la tormenta.
216
Aquélla cuyo corazón está más amedrentado que el de los
pájaros?
¿Quién está ahí? La huida, ¿es realmente inútil?
Es E, el raptor de la quietud.
¡El espanto me atraviesa al reconocerte!
¿Eres tú, mi ofensor?
¿Eres tú el que sigue mis huellas
despreciando las costumbres de los hombres,
Eterno compañero de viaje
Al lado de una presa sin audacia?
¡E! Me ves de pie sobre este risco,
Los brazos abiertos hacia el abismo;
Es más fácil que la tierra me torne ligera
que tornarme tu amada
Yo, cuyo nombre es I. -..... —
¡E! Vuelve a tus bosques.»
217
10
T í .......
218
¿Por qué me persigues de nuevo?
Es atroz la experiencia de la vida,
¡Me espanta, me espanta!
Tras de mí escucho el galope
del caballo frenteblanca.»
12
13
14
219
El fuego te prenderá a ti sola.
Tú, sobre la yacija de flores ardientes,
Permanecerás, virgen adormecida.
Yo, sollozando, estaré dispuesto
A enclavarme hasta el mango la espada.
El sacerdote lanza los dados
Y con mano tranquila
Alivia de un destino indescifrable.
Los infortunios del ser.
Pero, ¿qué debe hacer, quien la sombra
Del deseo ha encadenado a la tempestad divina?
¿Cómo no ha de disiparse en la penumbra del mal
Quien va con las manos abiertas?
Corazones demasiado orgullosos,
Ojos demasiado airados,
Como las lanzas del temerario,
Sois tempestad para sus amigos.
Allí donde atruena la cascada
El hilo de amor enlaza las almas
Bien amada, no hay que juzgar a los hombres
Por lo que tienen de humano.
Bien se ve que el cielo quería
Servir los destinos secretos
Dando a todos los vivos
Una llamada de amor y de pan,
Y rodear el sol de humo.»
15
Se apagó, se apagó
El último rayo.
Es ya la hora
De los nubarrones vespertinos.
Regresan los pescadores
Contentos con su pesca.
En sus cabañas reina la alegría.
220
Las tímidas amigas del crepúsculo
Ofreciendo un collar al cielo
Cubren de nuevo el horizonte.
Ya el reposo
Rodea de un semicírculo luminoso
La agitación diurna.
Quien duerme por la mañana
Se anima de noche.
Es mágico el ruido de los zuecos
A la luz de la luna.
El oso noble cuyo destino
Es gruñir a medianoche
Y silenciar su voz en los días radiantes,
Pasa vacilante,
Brincando la hierba con su asidua zarpa.
Trae la libertad,
Otorga languidez
A todo lo que vive,
El reposo de la noche.
16
17
221
Los prisioneros del exilio
Durmieron esta noche.
Del encinar sagrado
El honor se ha humillado.
Con ley austera
Sea para ellos la venganza.
Allí depositamos incontables
Cornamentas de los ciervos cazados.
Ésta es la lección de las sagradas sombras,
Aquél, el bosque de los pueblos extintos.
18
19
20
El joven y la virgen
Han subido a la hoguera.
A su alrededor una lengua de fuego
222
Ilumina las hermanas sacerdotisas.
Como guardiana de la agonía,
Siempre más parecida a un collar,
Una asamblea de chispas volantes
Domina el lecho incendiado.
21
22
23
La muchedumbre de parientes:
A rescatar los cuerpos de las víctimas
hemos venido portando estos presentes.
Pero la angustia, avara de sabiduría
os reconoce vivos y en el templo.
223
Veremos a quienes
Fueron sumisos al grito del juramento,
Que temían el pecado vigilante,
Recogiendo el tributo de una abundante cosecha.
A quienes incólumes surgieron
De la batalla radiante de las llamas.
A quienes supieron vencer con su alma pura
El fuego y el humo.
En cuanto el sol se incline hacia su ocaso
Finalizando de quemar la tarde,
Venid a gobernar
Esta tierra, vuestro país natal.
E L CA N TO D E LA S T IN IE B L A S 1
224
En la densa tiniebla:
— Él y yo, mañana moriremos.
De lejos, una llamada:
— Apareced, ternura, conmovedora amistad.
En la tiniebla densa:
— Aquí en la tiniebla, dos jóvenes han elegido morir con los
otros por el bien de la multitud. ¡Oh, llorad, llorad lágrimas
de alegría!
Desde la tiniebla:
— Él y vo mañana moriremos.
(La esperanza, de actitudes tímidas y atrayentes llega vo
lando a posarse sobre la rama de silencio; permanece inmóvil,
la mirada implorante, luego vuelve a emprender el vuelo, de
jando desnuda la silente rama. Regresa nuevamente de una
volada tímida, se posa en la rama y mira, el ojo implorante,
luego, tan silenciosamente como llegara, remonta el vuelo
otra vez.)
JU E G O EN E L IN FIE R N O '
Acariciando el amante
Con abrazos ásperos y fingidos,
Languideciendo con el ansia de la pasión
Que abrasa sus colores,
Sin recrearse y hostiles,
Cambiando de turno a cada mano
225
15
Embrujando con todos los hechizos,
Y ahogando el aullido con el lamento,
Se agarran negros en medio de la prisión
Y el oro de las salas circulares,
Y alrededor crepitan los leños
De las almas abrasadas por las llamas.
La paz es embarazosa y tétrica.
Doquiera columnas falsas,
Rostros sudorosos, aire viciado,
Y esclavos junto a los señores.
Aquí la avidez, despojados los zapatos
Se ha cuajado como un peñasco,
Otros, con el vientre del rastreador
Se han apiñado a la mesa.
¡Pelearse eternamente con la ira del furor,
Estirar de la vida por los pelos,
226
O arrancar un lamento al condenado hocico
Al silbido supremo de la rueda!
No estás solo — contigo está el destino
Que te ha llamado de por vida, ¡niégate!
¿O esperar con el negro la fortuna?
¿Quemarse por los ojos mansos?
Ellos eligieron otra suerte:
Suerte de revueltas y de truenos;
Suerte de normas infractoras de la ley
¡De vuelo en la tierra de sueños extraños!
Uno era ancho como un perol,
Sobre él se escurrían riachuelos de grasa,
Otro era enjuto y la fe de los pueblos
En los diablos lo había salvado más de una vez.
Aquí se sentaban bizcos con lentes
Rascándose bajo la axila con la cola,
Cojos, calvos, picados de viruela
Quien sin pestañas, quien sin un hombro.
Golpes y estrépito de puñetazos
Sobre.Jos ases-de la-mesa que se bambolea
Y rápidas palabras: «¡Cóm o!
¡Con el siete ha cogido el a s!»
¡Con qué arte deja caer las cartas,
Qué lejos las echan!
Así sólo juega el audaz,
¡Mirar es horrendo y liviano!
¡Mirad! Un diablo se ha quemado todo
— que la desesperación libre del yugo—
Un golpe... mira, se ha rehecho
El adversario abre la boca, impreca.
¡Qué asquerosa la jeta del vecino!
¿D e qué se alegra, de qué,
O tal vez piensa, arrojando un naipe
Que el mundo sea su esclavo?
— ¡Mía! — exclama más negro que el hollín,
Las pupilas le brillan como dos carbones;
¡En el castillo del éxtasis y la enajenación
227
Traen los ojitos felices...!
El grupo lujurioso de las pecadoras
Agitándose como mariposas nocturnas,
Traza una serie de marcas ardienues
Sobre el declive del brazo del diablo...
Y el perdedor se chupa
Ávidamente el dedo roto,
Creador de sistemas donde todo es así de fácil,
¡Ya sólo mendiga una moneda de o ro ...!
Fijaos en las risas, pitidos y apreturas,
¿Qué pasa, qué pasa? ¿Q ué son esos gritos?
La banca ha dejado a la esposa de apuesta,
Un viejo la abraza con la cola.
Y la bella del reino subterráneo
Se ha alzado, conteniendo el aliento
Y respira su pecho más libremente
Junto al alegre círculo ( ...)
228
palabra indica una mezcla intencionada, una embajada (= p o -
sol-stvo).
Entre el embajador y la sal, favorita de los animales y la
gente de tiempos pasados, hay esto en común: que tanto una
como el otro son enviados en misión (poslany), si crecen los
lazos de unión (so = con) entre el que envía (poslavtchij), 1 ) un
país lejano, y 2 ) el alimento, o sea, entre dos objetos incapaces
de crear por sí mismos ningún vínculo. La sal despierta el ape
tito y está llamada a establecer relaciones de paz y equilibrio
entre la boca y el sabor del alimento.
«Seco» aumenta el vínculo «con» entre partes y partícu
las. El agua diluye y el fango licuado se vuelven, al secarse
(vysychaja), una tierra firme (sucha).
Para formar la tierra firme, las partículas se han constitui
do (sostav) en elemento sólido inerte.
Ciruela o azucarada (sliva o sladkaja).
Está perfectamente claro el papel de las redes (sjetji), que
ligan entre ellos los movimientos de la pesca y son el vínculo
«con» entre el pescador y el pescado frito. La comunidad san
guínea de los descendientes de un mismo linaje es Suyo (svoj),
es decir que los miembros de una misma tribu están unidos por
una verdad y por costumbres comunes, y van «con». El pueblo
(sjelo) es el lugar dónde los individuos se encuentra en unión
«con» la tierra, o bien, el eje fijo (oss’ ) de los individuos: el
jardín (sad) tiene el mismo valor para las plantas.
La palabra (la lengua: slovo) es una especie de enviado en
tre los diferentes individuos, y Pasar po r... (slyt’ ...) quiere
decir ser enviado a la palabra (lenguaje); Celebrar (glorificar)
significa realizar por los otros; el oído (sluch) es el receptor de
la palabra y el servidor, el ejecutor del término.
Si se califica de seco a lo que ha perdido toda su agua, el
barco, la nave, o vaso (sudno, possudina) = (barco y vaso, cuen
co) será lo que impida que el agua se deslice, lo que es im
permeable al agua.
Si el lodo (grjaz’ ) es fuente de montañas (gory) en el ca
mino, si el príncipe (K njaz’ ) es la fuente, la catarata de la ley
(za-kon), la relación (svjaz’ ) es pues la condición de las lechu
229
zas (sova) y de los búhos (sytch), es decir, la condición de las
pequeñas ramas a los movimientos pesados y torpes (sutcok = pe
queña rama): en la sociedad, las lechuzas son personas inmó
viles y taciturnas. Al mismo tiempo, puesto que el sueño es
el estado de inercia por excelencia — es «con» en sí mismo— ,
la lechuza es también un animal nocturno.
OH , D O ST O Y E SC R IT U R A 2
230
NU M ERO S 1
Os contemplo, oh números
Y me aparecéis disfrazados de bestias con vuestras pieles,
La zarpa apoyada sobre robles descuajados.
Regaláis: la unidad entre el serpentino movimiento,
El espinazo del universo y la danza de la palanca.
Permitís comprender los siglos como dientes de una risa entre
cortada.
Mis pupilas se han abierto en forma de objeto.
Saber, cuando su dividendo es la unidad, cuánto será el yo.
LO S S IE T E 2
2
Las muchachas no tienen tan extraños caprichos,
Las muchachas no tienen tan extraños caprichos,
Ellas prefieren al adolescente airoso.
231
Aquí viven las vírgenes de corazón helado.
Aquí viven las vírgenes de corazón helado,
Las hijas son de la gran G ileja .3
¿Q ué harán después,
Igor, Igor,
Qué harán después_______
Con vosotros las muchachas de aquel país?
Montarán blancas sobre nosotros,
Compañero y amigo,
Montarán blancas sobre nosotros,
y nos lanzarán a la llamada de la guerra.
5 ■ •
232
Siete poderosos magos,
Compañero y amigo.
Siete poderosos magos
Atormentados por la nostalgia.
Y si la cabalgata de muchachas,
Boris, Boris,
Y si la cabalgata de muchachas
Se aplacase, ¿daría fin la guerra?
Fiel a la pasión se lanzará cada uno,
Compañero y amigo,
Fiel a la pasión se lanzará cada uno
A romper con la espada su flanco.
233
Compañero y amigo,
Con ojos parlanchines
Les contestaremos. Es un medio no peor que el de ellas.
9
¿Por qué ha sido necesario,
Boris, Boris,
Por qué ha sido necesario
Traicionar la belleza del rostro?
Es su masa que mata a los extraños,
Compañero y amigo,
Es su masa que mata a los extraños,
De quien huye nos place el salto.
10
234
LÚGUBRE'
M ADAM E LE N IN :
Acto primero
235
V oz d e l O í d o : Silencio. Se oye abrir el portillo del jardín.
Alguien camina por los senderos.
V oz d e l a R a z ó n : ¿A dónde va?
V oz d e l R a c i o c i n i o : Sólo se puede llegar hasta aquí en
una sola dirección.
V oz d e l a V i s t a : Los pájaros alzan el vuelo, asustados por
alguien.
V oz d e l R a c i o c i n i o : Por el que abrió la puerta.
V oz d e l O í d o : El aire está henchido de silbidos acobardados,
de ruidosas pisadas.
V oz d e l a V i s t a : S í , se acerca co n p a s o in d o le n t e ...
V oz d e l a M e m o r i a : ... El doctor Loos. Estaba, no hace
mucho.
V oz d e l a V ista : Va completamente vestido de negro. Lleva
el sombrero calado hasta los ojos azules y reidores. Hoy,
como de costumbre, su bigote rojizo se alza'hacia los ojos
y su cara rubicunda se halla colmada de presunción. Son
ríe, como si los labios pronunciasen algo.
V oz d e l O í d o : Dice: «¡Buenos días, Madame Lenin!» Y tam
bién: «¿N o le parece que hoy hace un tiempo muy her
m oso?»
V oz d e l a V i s t a : S us labios sonríen con suficiencia. S u ros
tro expresa que espera una respuesta. Adopta un aire se
rio. Cara y boca adquieren una expresión risueña.
V oz d e l a R a z ó n : Simula que disculpa el silencio, pero yo
no contestaría.
V oz d e l a V i s t a : Sus labios adoptan un gesto insinuante.
V oz d e l O í d o : Ahora pregunta: «¿C óm o va su salud?»
V oz d e l a R azón : Respóndele: «M i salud es perfecta».
V o z d e l a V i s t a : Gratamente s o r p r e n d id o h a e n a r c a d o las
c e ja s y fru n c id o la fre n te .
V oz d e l O í d o : Dice: «Espero q u e ...»
V oz d e l a R a z ó n : No escuches lo que dice. Pronto se despe
dirá. En seguida se irá.
V oz d e l O íd o : Sigue hablando.
V oz d e l a V i s t a : No cesa de mover los labios. La expre
sión de su mirada es dulce, suplicante y cortés.
236
V oz de la I n t u i c i ó n : H a b la d e a lg o im p o rta n te .
V oz d e la R a z ó n : Que hable. No recibirá respuesta.
V oz d e la V i s t a : E stá asombrado. Hace un ademán; un
gesto tímido.
V oz d e la R a z ó n : Hay q u e te n d e rle la m an o , un rito in so
p o r ta b le .
V oz d e l a V i s t a : S u bombín negro boga por el aire, se alza
y se posa sobre sus rubios rizos. Vuelve los hombros
negros y rectos de donde, escapado del cepillo, queda un
polvillo blanco. Se aleja.
V oz d e l a R a z ó n : ¡Por fin !
V oz d e l a V i s t a : Taciturno, pasó entre los árboles.
V oz d e l O í d o : O ig o lo s p a s o s en el extremo d e l ja rd ín .
V oz d e l a R a z ó n : N o v o lv e rá m á s.
V oz d e l O í d o : El portillo se ha cerrado.
V oz d e l a R a z ó n : Después de la lluvia elbanco está húme
do, fresco y todo en calma. El hombre se fue— y la vida
recomienza.
V oz d e l a V i s t a : Jardín mojado. Marcado por un círculo
hecho por alguien. Huellas de pasos. Tierra mojada. Hojas
mojadas.
Voz d e l a R a z ó n : Aquí se sufre. El m al existe, pero no se
le ataca.
Voz d e l a C o n s c i e n c i a : El pensamiento vencerá. Soledad, tú,
compañera del pensamiento. Hay que huir de la gente.
Voz d e l a V i s t a : L le g a n u n a s p a lo m a s , u n as p a lo m a s q u e
sale n v o la n d o .
Voz d e l O í d o : La puerta se abrió otra vez.
Voz d e l a V o l u n t a d : Me callo, eludo a los otros.
Acto segundo
237
V o z d e l a V i s t a : Círculos azules y rojos, que giran, pasan
de un sitio a otro. Está oscuro. Hay velas.
V oz d e l O íd o : Todavía oigo pasos. Uno, luego otro. Resue
nan mucho a causa del silencio que reina en derredor.
V oz d e l M i e d o : ¿ Q u ié n ?
V oz d e l a A t e n c i ó n : Iban por allí. Han cambiado de direc
ción. Vienen hacia aquí.
V o z d e l a R a z ó n : Por aquí está solamente mi casa. Vienen
a mi casa.
V oz d e l O í d o : Se han parado. Ningún ruido.
V oz d e l E s p a n t o : En seguida se abrirán laspuertas.
V o z d e l O íd o : La llave ha chirriado.
V o z d e l M i e d o : La llave ha girado.
V oz d e l a R a z ó n : Son ellos.
V oz d e l a C o n s c i e n c i a : Tengo miedo.
V oz d e l a V o l u n t a d : A pesar de todo, la palabra no será
pronunciada. No.
V oz d e l a V i s t a : Se abrió la puerta.
V oz d e l O í d o : Éstas son sus palabras:«Señora, tenga la
bondad de pasar; son órdenes del doctor.» ___
V oz d e l a V o l u n t a d : N o .
V o z d e l a C o n s c i e n c i a : Y o m e c a lla r ía .
V oz d e l a V is ta : Me rodean.
V oz d e l T a c t o : Una mano ha tocado el hombro.
V oz d e l R e c u e r d o : ... antes era blanca.
V oz del T a c t o : L o s c a b e llo s rozan el su e lo .
V oz d e l R e c u e r d o : ... Negros y largos.
V oz d e l O í d o : Dicen: «Sostén la cabeza, agarra por los
hombros. ¡Levanta! ¡V am os!»
V oz d e l a C o n s c i e n c i a : Se la llevan. Todo se ha perdido.
Mal universal.
V oz d e l O í d o : Llega una voz: «¿A ún no ha sido trasladada
la enferma? — No, señor.»
V oz d e l a C o n s c i e n c i a : Todo está muerto. Todo muere.
238
E L M A ESTR O Y E L D ISC ÍP U L O '
I Conversación
M a e s t r o : ¿H as hecho algo?
D i s c í p u l o : S í , maestro. Por eso no frecuento con tanta asi
duidad tus clases.
M a e s t r o : ¿Qué hiciste? ¡Cuéntame!
D i s c í p u l o : Mira, ya sabemos que las palabras se declinan en
diferentes casos por medio de las finales — perdóname si
presento en sociedad a los tímidos jóvenes de la lengua
rusa, no respetada demasiado por nosotros. Pero, ¿no te
aburriré?
M a e s t r o : No, en absoluto. Continúa.
D i s c í p u l o : ¿H as oído hablar de la declinación interna de las
palabras; de los casos dentro de la palabra; si el genitivo
responde a la pregunta «d e dónde» y el acusativo y el
dativo a la pregunta «hacia dónde» y «dónde»? Así. la de
clinación de la raíz, según estos casos, debe otorgar a las
palabras resultantes acepción de sentido contrario. De este
modo, las palabras emparentadas deben tener significados
lejanos. Y así acontece. Tomemos el vocablo castor [bobr)
y tigre {babr), palabras que indican un inofensivo roe
dor y un terrible depredador y están formadas por el
acusativo y el genitivo de la raíz común «b o »; por la mis
ma estructura indican que el castor {bobr) va perseguido
y cazado como presa, mientras que respecto al tigre {babr)
hay que temerlo porque el mismo hombre puede ser mo
tivo de caza por parte del animal. Aquí, un cuerpo ele
239
mental, a través de la modificación del caso, cambia el
sentido de la propia construcción verbal. Con una pa
labra se prescribe que la lucha va dirigida contra la fiera
(acusativo - ¿hacia dónde?) y con la otra palabra se in
dica que la acción de Ja lucha procede de la fiera (geniti
vo - ¿de dónde?). La carrera (beg) procede del miedo y
Dios (bog) es la sustancia hacia la que debe dirigirse el
miedo. Así las palabras bosque (les) y calvo (lysyj) son
todavía más similares, ya que la calvicie (lysina) y el lugar
cubierto de bosques (lesina) indican la presencia y la ausen
cia de un crecimiento vegetal — ¿sabes lo que quiere decir
montaña calva? Así las llaman a las montañas (calvero)
o las cabezas desprovistas de vegetación— tales palabras
surgieron del cambio de dirección de la simple palabra la
en virtud de su declinación al genitivo (lysji) y al dativo
(les). Les es dativo, lysyj genitivo. Como en otras ocasio
nes, e y y indican diversos casos de raíz única. E l terreno
donde no hay bosque se llama lysina. Por eso el buey (byk),
es aquello del que se espera el golpe, y el costado (bok) es
el sitio hacia el que se debe dirigir el golpe.
M a e s t r o : Supongo que no pretendes aludir a mi calvicie. Es
vieja.
D i s c í p u l o s N o . El período en el cual el bosque (les), muerto
e inmóvil por el invierno, se ciñe a los cielos y crece, se
llama verano (lelo). Eres quisquilloso, maestro, y yo. arro
gante.
Así, si tomamos la pareja buey ( vol) y ola (val), la
acción de guiar va dirigida hacia el buey que lleva al hom
bre y se deriva de la ola que lleva por el río al hombre
y la barca. Y tienes palabras de sentido contrario: peso
(ves) y altura (vyí); el peso nunca se dirige a lo alto, sin
embargo, esas palabras contienen iguales sonidos y y e que
confieren un sentido diverso a la raíz; así, en los verbos
viajo (edu) y camino (idu), los verbos empiezan con el da
tivo y el genitivo de la raíz ja\ el dativo es la e, el genitivo
la i. Ellas denotan que la acción procede de mí (geniti
vo - ¿de dónde?) cuando voy a pie, descansa en mí (dativo-
240
¿dónde?) cuando me muevo explotando una fuerza extraña.
M a e s t r o : En nuestra lengua, las palabras elementales ¿no se
han conservado en las preposiciones?
D i s c í p u l o : Sí. La lengua elemental sólo veía el juego de las
fuerzas. Quizá en la razón antigua las fuerzas resonaban
sólo con la lengua de las consonantes. Sólo el desarrollo de
la ciencia permitirá descifrar toda la sabiduría de la lengua,
que es sabia porque ha formado parte de la naturaleza.
M a e s t r o : ¿ Q u é p r e te n d ía s d a r a e n te n d e r en la p rim e ra p a r
te d e tu d is c u r s o ?
D i s c í p u l o : Mira, he observado que también el núcleo de la
palabra tiene su declinanción según los diferentes casos.
AI declinarse, quizás la raíz muda confiere al mismo sig
nificado diversas direcciones y hace nacer palabras lejanas
por el sentido y cercanas por el sonido ( ...)
M a e s t r o : Hablas como un niño. Pero dime ¿qué has pensa
do durante todo este tiempo?
D i s c í p u l o : He pensado que la palabra artística rusa está es
clavizada a Morana o a Primavera. ¿Recuerdas el nombre
de estas dos diosas eslavas? Mira, aquí tienes ias hojas en
las que he anotado mis ideas.
Lo demuestran: II 1
Arcybasev +
Merehzkovski +
Andréev +
Kuprin 4-
Remizov. (insecto) +
Sologub +
Canción popular -f
241
16
Por consiguiente, todos los escritores rusos están de
acuerdo en que la vida rusa es horror. ¿Por qué no está
de acuerdo con ellos la canción popular? ¿O bien los que
escriben los libros y los que cantan las canciones son dos
pueblos diferentes?
Los escritores desenmascaran: I, la nobleza; I I, la cla
se militar; I I I , los funcionarios; IV, los comerciantes;
V, los campesinos; V I, los jóvenes zapateros; V II, los es
critores.
AI. Tolstoí I
Kuprin 11
Scedrin I II
Ostrovski IV
Bunin V
Aleksei Remízov VI
Canción popular V II
Vida Muerte
Sologub (sepulturero) +
Arcybasev +
Andréev +
Sergeev-Censkij +
Palabra popular +
242
¿D e qué se ocupan los escritores rusos?
Maldicen
Brjusov +
Andréev +
Merehzkovski +
Los escritores +
La canción popular + +
Vida Muerte
Arcybasév +
Sologub +
Andréev +
Canción popular +
243
La ciencia dispone de grandes medios para los suicidas;
escuchad nuestros consejos; la vida no vale la pena de ser
vivida. ¿Por qué pues los escritores no dan el ejemplo?
I. Celebran la empresa bélica y la guerra.
II. Rechazan la empresa bélica y ven la guerra como
una destrucción inútil.
I II
Tolstoi A. N. +
Merehzkovski +
Kuprin +
Andréev +
Veresaiev -f
Canción popular +
2. Ju rij Krizanic, estudioso croata del siglo x v n , fue uno de los pri
m eros en form ular la idea paneslava. Tam bién era suyo el intento (1666)
de «reconstruir» un lenguaje literario paneslavo basado en elem entos croa
tas, rusos y del eslavo eclesiástico.
244
E L CAZADOR U SA-GALI 1
245
zada hecha de un solo trozo de fieltro. Los bueyes caminaban
moviendo los negros belfos siempre húmedos y sacudiéndose
las moscas. No faltaban los atrevidos que, subrepticiamente, se
acercaban al convoy para aferrar en plena carrera el borde de
la frazada y llevársela, a todo correr, por la estepa. Entonces,
los astutos carreteros ataron el fieltro a los carros con una
larga cuerda.
Usa-Gali actuó de igual modo, pero cuando la cuerda llegó
a su fin fue violentamente arrojado al suelo y se rompió un
brazo. Los carreteros acudieron para vengarse con saña de to
das las afrentas recibidas. «¿Tienes bastante?», le preguntaban.
«¡Bastante, padrecito, bastante!», respondía Usa-Gali con un
hilo de voz. La broma le costó varias costillas rotas. Del zurria
go, pariente cercano del rompecabezas del norte ,3 Usa-Gali co
nocía perfectamente el uso según la costumbre kirghisa, y se
servía de él para cazar lobos. Más tenaces que los galgos, las
águilas domesticadas rastrean el lobo en la estepa, llevándolo
a un estado de rabia e insensibilidad hacia todo lo que lo
rodea.
— El dóciLcaballo__apresura el paso v Usa-Gali, colgado fuera
de la silla, termina a zurriagazos con el animal extenuado por
una lucha desigual. ¡Pobres lobos!
Una vez se le vio, muy serio, empujar ante sí, con un palo,
una bandada de avutardas.
— ¿Qué haces, Usa-Gali? — le preguntaron— . «A las he
ladas, así vender alguna» — contestó indiferente. Esto ocurría
en el período de los grandes hielos.
Así es Usa-Gali. El corcel blanco está pastando junto al
campamento. Pasa, como un vendaval, un vuelo de palomas
torcaces. Como los márgenes de otro mundo, los cisnes fulgu
raban en el azul celeste del cielo. Las cándidas gaviotas vuelan
sobre el terreno arenoso. Las palomas torcaces, instaladas en
la hierba, alzan de repente el vuelo y desaparecen.
246
Se habla; la conversación se desliza sin prisas. Comienza la
velada. Mientras tanto, las ocas, que dividían en dos el cielo,
en un caprichoso arabesco, convergen en una línea sutil. Seme
jante a un cometa la bandada se pierde en el horizonte como
un hilo interminable que, tal vez, facilita el vuelo. Las ocas se
consultan y cambian su formación; esta vez, igual que una os
cura vía láctea. Entretanto, se ha levantado el viento y el nido
del pájaro moscón, cálido lecho suspendido en el sauce, se mece
más rápido. Completamente negro, excepto en la delicada cal
vicie plateada, pasa el aguilucho. Garzas y cornejas, presagio de
buena suerte, prestan su alegría.
— ¿H abéis o íd o ?... Cuentan de una prisionera turca que
erraba por el campo, se echaba al suelo, pegaba la oreja a la
tierra, y cuando le preguntaban qué hacía, contestaba: «E scu
cho la misa que celebran en el cielo. ¡Qué m aravilla!»
Los rusos formaban un círculo a su alrededor. También se
hallaba Usa-Gali que discretamente apartado, comía algo. Era
un verdadero animal de la estepa. El Urus 4 ha construido bar
cos de vapor; el Urus construye carreteras y no hace caso de
la vida de la estepa. Urus, el infiel, maldito Urus.
Si habéis escuchado atentamente las voces de los gansos
silvestres seguramente habréis oído: «¡Buenos días, los que van
a morir, te saludan!»
ID O S A L D IA B L O 1
247
arrastran en torno suyo, el efecto de un Pushkin de mármol
blanco dispuesto a bailar el tango.
Los desvergonzados viejos adivinaron — obtusamente, pero
antes que el público al que han estafado— el valor de la no
vedad, y por costumbre inveterada, nos han mirado aviesa
mente.
Chukovski (¡que no es tonto!) vendía en todas las ciudades
de mucho comercio las mejores mercancías: los nombres de
Kruchenick, de los Burliuk, de Khlebnikov... Sologub agarró
el gorro de Severianin para ocultar púdicamente su propio ta
lento ya un poco calvo.
Vasili Briusov rumiaba, como siempre, sobre las páginas de
la Russkaija Mysl, la poesía de Maiakovski y Livsic.
— ¡Déjalo ya, Vasia, no es un corcho ! . . . 3
¿Será que los ancianitos nos acariciaban las cabecitas para
poderse coser, en un abrir de ojos, con los chisporroteos de_
nuestra poesía provocativa, un cinturón eléctrico para facilitar
los contactos con las m u sas...?
E stos tipos han dado a todo un rebaño de jovenzuelos, an
tes desocupados, el pretexto para lanzarse sobre la literatura
y mostrar al público su propia cara contraída por una mueca:
«E l entresuelo de la poesía», silbado a los cuatro vientos, el
«H eraldo de San Petersburgo» y otros más.
Y junto a ellos surgía de las grietas la tanda de los adanes
peinados con la raya: Gumilev, Maiakovski, Gorodecki, Piast,
el cual trató de pegar la etiqueta del acmeísmo y del apolonis-
mo en las ya descoloridas canciones, dedicadas a los samovares
de Tula y a las leoneras de los niños, y luego, empezó un bulli
cioso bailoteo alrededor de los futuristas ya sólidamente esta
blecidos.
Hoy escupimos fuera al pasado que nos ha jorobado de
clarando:
248
1 . Todos los futuristas se hallan reunidos exclusivamente
en nuestro grupo.
2. Hemos repudiado nuestros fortuitos apelativos de «ego»
y de «cubo», nos hemos reunido en la única compaginación
literaria de los futuristas.
David B u r l i u k , Aleksei K r u c h e n y c h ,
Benedikt L i v s i c , Vladimir M a i a k o v s k i ,
Igor S e v e r i a n i n , Víctor K h l e b n i k o v
PA LIN D R O M O 1
249
Idi, idi!
Moroz v uzel, lezu vzorom.
Solov zov, voz volos.
Koleso. Zalko poklaz. Oselok.
Sani plot i voz, voz i tolp i ñas.
Gord doch, chod drog.
Lezu, Uzel?
Zol gol log loz.
I k vam i trem s smerti mavki.
250
LO S H IJO S D E LA N U TRIA 1
I .8 vela 2
251
do lanzas, primero se baila y le rezan, y luego, al son de los
panderos aún danzando, se lo comen. Una cascada de lava cae
de las rocas al mar. Los H ijos de la Nutria pasan volando,
como espíritus suavemente plateados, de alas blancas.
252
do la lanza y agitando las alas sombrías, se apoya en el aire con
sus alas curvadas y se arroja contra el sol negro — y aquél cae
también en las aguas. Llegan los ciervos y las fieras.
La tierra se oscurece al momento. El brillo azul es devuel
to al cielo. El mar, antes negro con corrientes rojas, se torna
verde. Los Hijos de la Nutria se toman de la mano y por vez
primera descienden a la tierra. En su sed de día, aplican la
boca a la fría corriente que ha sustituido al dorado raudal de
lava; él, toma en su mano un martillo de piedra y quiebra la
roca. Por todas partes hierbas, árboles, bosquecillos de abedu-
253
les. Dobla en arco un abedul que pierde sus hojas, lo ata con
un mechón de cabellos.
Aparece un pequeño mongol alado.
Mirando el túmulo de sus antiguos compañeros, el solitario
sol se oculta tras melancólicas nubes.
Acunando los primeros días de dorada felicidad, la Madre
del Mundo, la Nutria, aparece sobre las olas con un pescado
entre los dientes y, pensativa, contempla su obra.
Primera humareda — señal de vida sobre la gruta adonde
los condujo una mariposa.
254
Trémulos de frío, salen y recogen la ropa lanzada. Se visten.
É l lleva un sombrero con plumas. La Hija de la Nutria, un
negro chaquetón de piel y una cofia celeste. Se instalan en el
coche y parten. Un centauro barbudo, de ojos azules y con pe
zuñas, pasa por la arena. Una mosca se le posa en la oreja; él
sacude las oscuras crines y la ahuyenta. La mosca se le posa en
la grupa; él se vuelve y reflexivamente la atrapa con la mano.
Telón.
255
2.a vela 5
La bujía llamada razón arde en un candelabro hecho con
un cráneo; tras ella una esfera proyecta sobre el conjunto una
sombra negra. Sabio y alumnos.
256
Arriba, el Olimpo vertía emocionadas palabras en el platillo
de la balanza, discutiendo animadamente la muerte y la hora
de Aquiles.
Pero pronto se cubre de nubes y se convierte en nuestro
Monte Pelado, con una única bruja.
Todo era seguido con gran atención por los Hijos de la
Nutria, sentados en la galería, venidos de la orilla del mar,
pegado aún a las mejillas el polvo marino.
3.a vela 7
Desde el Volga el H ijo de la Nutria piensa en la India; dice:
«H oy apoyo los talones en el mundo mongol y palpo los pétreos
rizos
de la India.» El H ijo de la Nutria sale volando de las nubes
y salva de los rusos a N ushabé 8 y a su país.
El ushkuynik,9 indignado, triste,
Apeló a los amigos en su ayuda,
¡En vano! Sólo el viento cetceando doliente,
Le mecía en el árbol.
Conocía los hábitos de los remeros,
El vuelo de los remos a lo largo de los bancos,
257
17
Retorciéndose el bigote, entonaban la maliciosa canción com
puesta no se sabe por quién, satirizando la austera costumbre
de la Setch Zaporoga , 13 respuesta rusa a los espadachines occi
dentales y a los caballeros teutones.
Los taciturnos formaban círculo alrededor y se reían en sus
propias barbas. Un zarapito asustado voló hacia el resplandor
de la llama para huir luego aleteando.
El rey de codornices, ese atributo sonoro de todas las no
ches sureñas, gritaba anidado en el prado. Los bueyes, cuyos
pitones se recortaban en la oscuridad, yacían en la estepa se
mejantes a grandes lápidas sepulcrales. Tan portentosamente se
alzaban en ángulo obtuso del suelo de la estepa, como erguidas
losas grises, que se buscaría sobre ellas una inscripción del
árabe piadoso. Un camello solitario, traído por un espía de
Crimea, avistaba con desdén aquella aglomeración de guerre
ros, de objetos, de bueyes en medio de una región salvaje y
verdeante: Esos haces de fusiles de culatas y cañones profusa
mente adornados; esas insignias regimentales; ese pórte alta
nero; esos kireias 14 al desgaire sobre los hombros extendién
dose hasta el suelo en un_movimiento austero y marcial — todo
eso, donde aún ayer tal vez dos lobos se disputaban el cadáver
de un tercero, o donde los tártaros guisaban su pitanza de car
ne de caballo. Las colas de zorra palpitaban ligeras y suaves
bajo el cuerpo de una gran mariposa.
A la mañana siguiente, apenas blanqueó el alba, el convoy
reemprendió la marcha.
De nuevo chirriaron los carros entre una multitud de hom
bres impávidos. De pronto, aparecieron los tártaros; después
de haber errado acá y acullá por la estepa, desaparecieron. Bajo
los angostos peinados, sus rostros orientales — o sus jetas, como
13. Setch Zaporoga (más allá de* los rápidos del Dniéper): agrupa
ción de cosacos de Ucrania, especie de estado libre y autónomo, situado
en la isla Khortita y el Gran Prado, a orillas del Dnieper (hoy, cubiertas
por las aguas del nuevo mar de Kakhovka). Estaba prohibida la presencia
de mujeres. Desde el siglo xvi al x v i i i , los cosacos-zaporogos guerrearon
contra los turcos, los khanes de Crimea y los polacos feudales.
14. Kireia: ropa interior de mangas largas y abiertas.
260
diría un cosaco— , expresaban una preocupación incomprensi
ble para un europeo. Los cosacos cargaban los mosquetes, so
plaban el polvo de las cazoletas, revisaban los pedernales sus
pendidos, como en acecho, sobre el percutor y, a modo de
burla, disparaban sobre los bravucones.
Prosiguieron la marcha sobre rápidos y frágiles esquifes.
Surcando las olas, tensando los cuerpos por el esfuerzo, blan
cos, unos, cetrinos, los otros, los cosacos remaban regocijándose
en la bonanza y riendo a la tempestad, animados por el viento
favorable.
Toda la región fue presa en la refriega. Arrastrando por la
mano mujeres morenas que lloraban o cargando en los hom
bros sacos repletos de objetos de oro y plata, los vencedores
avanzaban hacia el mar.
¡Qué buena pipa fumaron entonces los combatientes! Se
diría que, escapado de no se'sab e qué manos, el sable cosaco
se hubiera puesto a danzar el gopak 15 a través de todo el país.
En el camino de regreso, los cosacos bogaban satisfechos, bro
meando y alborotando; remaban alegres y cantaban. Palivoda
también cantaba. No pensaba que para muchos valientes la
muerte se hallaba cerca. Por otra parte, ¿hubiera sido posible
aquella existencia de haber formulado al destino semejantes
preguntas? Palivoda, en pie, meditaba. El oceledetz 16 se en
sortijaba sobre su nuca lisa; el pasto de los muertos en la em
puñadura semejante a un matorral de no-me-olvides, embutido
en el ancho cinturón... Más frío que las aguas del lago relucía
su extremidad. Una camisa blanca y unos calzones de tela ucra
niana manchada de resina, completaban su atuendo — viril y
orgulloso. La mano bronceada se tendía hacia poniente. Los
otros cosacos se cubrían la cabeza con adormideras de otoño.
261
Y el profético frío de las velas,
Sobre las armaduras, el yelmo — emblema de cicatrices,
Y el llanto de los mercaderes cautivos,
Pávidos, heridos, mendaces...
De nuevo, de nuevo la carcajada del búho,
Mas se escucha de pronto un tenue campanilleo,
El cansado golpeteo de unos pies.
Bajo los bultos cubiertos de negras telas,
Caminan reflexivamente los camellos,
Pasan los compañeros del árabe:
Messacudi a Iblan
Van a Bulgar,
Tras de la cual está Kuyaba ,10
La ruta de los antiguos persas.
Enuciando mentalmente «Iskander-Name»,
Cantaba a los rusos dorados,
Huyendo, como todos, de los Rusos,
Les pedía misericordia.
Y en qué forma esa gloria ignorada,
Celeste por la tempestad de sus ojos,
Lanza en el mercado, con su oscura mano,
Diosas encadenadas entre sí,
Y en el combate a muerte,
Al son de enfurecidas gaitas,
Surge con la melodía: «¡A m istad! ¡Largo de aquí!»
El crujido de las lonas en los carros,
Predice el horror y los saqueos,
Arrastra a los templos de oscuras bóvedas
A los sacerdotes del perdido juego,
Sus naves rodantes
Excavan cementerios para siempre.
El zar Berdai y Nushabé
Imploran airados al destino:
258
«¡Ponte el casco, ponte la armadura!
¡Vuela aquí, alado
Zar Iskandr! Iskandr, escucha
El grito de las tierras sollozantes.
¡Fuiste amado por siglos!
¡Abandona tu orgía de nubes!
¡Tú, glorificado por los hombres,
Castiga la osadía de los rusos!
Toma en tu palma la espada,
¡Vuela a nosotros con tu escudo!
Resurge como eje terrestre,
Abandona a los sabios soñolientos.»
¡Y descendió hasta la tierra
El espectro del capitán!
4.a vela 11
La m uerte de P a l iv o d a
25*3
Se acodaba sobre su colección de turquesas y zafiros, el
cosaco, y miraba a lo lejos el mar resplandeciente de escarlata.
Entretanto, como el lobo, un destacamento de tártaros de Cri
mea se había emboscado en su camino. Se entabló combate.
Muchos quedaron tendidos, los brazos en cruz, para alimentar
con sus ojos a los próximos tártaros alados. Un combate rudo,
cruel. En aquella época era la golosina preferida de las águilas.
Ocurría que, ahítas, no tocaban ya el montón de cadáveres y
se contentaban con picotear los ojos. Y en el campamento, en
tre las almas inmortales, levantando el vuelo hacia el trono, se
hallaba Palivoda. Con mirada lúcida recorrió moribundo el
campo de batalla y dijo: «D e este modo, Rusia ha comulgado
hoy de mi cuerpo y me voy hacia el celeste trono.»
Abandonó su cuerpo para que lo lavaran las lluvias, para
que lo peinara el viento y voló a las altas moradas para contar
la gloria zaporoga y cómo murió por la Santa Rusia.
Y mientras volaba vio al «No-Peinado» 17 con sus compa
ñeros, y a la «nodriza» zaporoga recibiendo con ademán ma
jestuoso a los que llegaban a besar su mano, inclinando las
cabezas rapadas — los emisarios de la tierra zaporoga. Y alre-
dedor, el rebaño de los cortesanos.
Su corazón se turbó y lloró, pero pronto se puso a cantar,
marcial y feroz. Y , majestuoso, volaba por el cielo.
Vio el humo azul y el chamizo blanco, y el girasol y los
cerezos; 18 y exclamó, gallardo y altanero:
262
Del cuartito surgió un rostro dulce y bondadoso que con
testó: «¡P u gu, pugu!»
Y de nuevo, con voz en la que temblaba la reciente ofensa,
el cosaco respondió: «¡U n Cosaco del Gran P rado!»
Y sacudió nuevamente la cabeza y lo invitó a entrar en la
casa. La madre extendía el mantel, ponía la mesa y miraba
sonriente al guerrero. Así encontró la calma el alma en pena
del cosaco. Escuchaba el relato de las afrentas y buscaba el
medio de ayudar a su guerrero. Asomados a la vieja ventana,
veían en la tierra a los Jóvenes Bucles, aullando y ululando,
lanzarse sobre un tropel de enemigos; luego, con una brusca
media vuelta, arrastrar su presa a través de los campos. Y como
la luz de una nube desgarrada, los cosacos, recobradas las fuer
zas, se abalanzaban — y todo se confundía, todo huía ante ellos.
Se diría que en los hombros de la Setch Zaporoga se agitasen
alas. La victoria fue de los Rusos. Saludando hasta la cintura,
Palivoda se alejó volando, turbado y agradecido.
Y, como el canto de la alondra transformándose poco a poco
en choque de espadas, en tumulto de lucha, en gritos de ven
cedores, le llegó ej canto triunfal de los cosacos. «¡P u gu, her
manos, pugu!» Los guerreros de largas alas volaban a su en
cuentro con rostros radiantes de divinos adolescentes y se lle
varon el alma humana, envuelta en sus alas plegadas, hacia la
morada de reposo y paz.
De este modo se presentó a las claras miradas el orgulloso
cosaco, cuyo bigote gris se rizaba a lo largo de una mejilla que
parecía de piedra, y cuyos azules ojos contemplaban, fría y
tranquilamente a la misma muerte.
Los cosacos vencedores permanecieron largo rato en torno
a la tumba de Palivoda, hasta que el más viejo hizo un gesto
de adiós diciendo: «¡D escansa, cam arada!» dando así la señal
de soterrar la tumba del valiente.
263
5.a vela (Fragmentos)
V ia je en v a po r
264
V ia je m a r ít im o
265
Envuelto en la hiedra del rayo?
Pero, ¿qué le hicieron sus enemigos?
¿Qué se hizo de su gozo, su vida, su alegría?
Encadenado a la oscura cañada
Desgrana siglo tras siglo...
E l H i j o d e l a N u t r i a : Pero escucho el son de un caramillo.
Acudo al instante.
G e n t e : Juram os, es un sueño inhumano,
Cual sangre y sebo brilla el hígado.
E l H i j o d e l a N u t r i a : Adiós, colega. Perdona mi involun
tario error.
¡Mártir! ¡Beso tu sagrado dedo!
Á g u i l a s : Llevaremos en vuelo tu ansia
De que retoñe el corazón arrancado,
Sobre el plácido rebaño de gamos,
Sobre las umbrías laderas .de la fresca mañana.
L a H i j a d e l a N u t r i a : Quisiera parecerme,
Por la conformación de mi cuerpo,
A la que no muestra pereza en seducir
Al poderoso y al humilde,
Con decadente arte—
Pero siempre inconstante joven.
Pus H k in 21
T elón.
266
Se ha derramado el perfume.
Empolvé mi cpra.
U n f u g i t i v o : El v a p o r se h alla ya p o p a en a lto
y tie m b lan to d a s la s tu e rc a s.
Cual hormigas, el mudo gentío
va y viene, corre y solloza.
Se zambullen como somormujos.
¡Qué choque! ¡Qué lección!
Y se oye gemir: «¡C ielos, somos ¡nocentes!»
El mar irrumpe en aludes.
¿Dónde están los jueces? ¿Dónde las leyes?
6.a vela
E l a l m a d e l h i j o d e i.a n u t r i a 22
A n í b a l : ¡Salve, Escipión!
¿También tú aquí? ¿Cómo has llegado?
No sé si por capricho o por ley,
Aquí llegan viejos y jóvenes;
Sí, huyen todos hacia la sombra de esta roca.
Sabes, la voz se ha difundido
Que KarI y Charles 23 tienen toda la culpa
A ellos hay que incusar.
Dos viejecitos barbudos
Escuchando todo, las barbas enmarañadas;
Agarrando con sus pezuñas los tiernos intelectos
Como el flujo de la ola marina
267
Y como peces el cuerpo de la fe,
Con tenazas aplastando los errores,
Dando a la presa el derecho a bambolearse
(Que pueda cantar con mordiscos de hierro
En las cárceles de hombres más útiles)
Nos han aferrado en una trampa con sus pezuñas.
Balanza sobre el libro — balance de cuentas,
Y del número de páginas y de encuadernaciones.
Esas tenazas pueden hundir el cráneo,
Sólo sirven para conturbar.
Aunque a veces allí se encierra
La nada absoluta, como en un arca,
De la razón no quedará ni el recuerdo,
Pero yo ante el libro me descubro.
¡Vamos, tomemos una piedra, con velada
Cortesía amenacemos al hombre de los libros!
Sí, con gran deleite
Iniciaré esta vieja guerra.
Es oscura la doctrina de Karl:
Iba yo a la guerra en tierra romana
Tenazmente avanzando, pálido el rostro,
Una manada de elefantes conduje entre las nieves,
Abandonadas las cadenas de los pueblos humeantes
Volaba como un fantasma al trono.
Cultivé largo tiempo la libertad del sur
Mas no logré contar el número de adversidades,
No por la mirada autoritaria de la patria,
Aunque muchas veces se hería mi ánimo
Y se abatió sobre mi cuerpo el rostro del hermano
Cruelmente derribado por una lanza,
Prematuramente segado por el fiero deber—
Se enredaron los cabellos en la cerca,
Llevaba largos bucles el hijo del desierto— ,
¡No! Por más que los mercaderes romanos
Se reunían en el Hades en turba acicalada,
Muertos de saciedad, pereza y peste,
El nacimiento decreta distinta muerte,
268
Sofocado por los alquitranes del desierto,
Obediente a la palabra «m uere».
Y el camino que allí lleva es largo y recto,
Excesos y contagios encaman
Con su cuerpo luciente y oleoso,
Secundando las inauditas calumnias.
Y el camino que aquí allega es ancho y recto
Y a las potencias de nuestro mundo
Ya no sirven las ilegales órdenes,
Mediante ágiles mensajeros,
De aceite y grasa a los carniceros romanos,
De alimento amargo e infame;
Nos hallamos en él, según hablan los sabios—
Creer en tan inestable doctrina—
Ardemos aquí en alquitrán de mercaderes.
Hundidos hasta el pecho en los barriles,
Vestidos con insólitas camisas,
Olvidados los deleites guerreadores,
Los escudos y las armaduras,
No percibiendo ningún, sentido en-ello---------
Apuramos vodka silenciosos, silenciosos.
Nos la traen los guardianes
A escondidas, en sigilo, temblorosos
De turbar las potencias subterráneas,
Avezados desde la infancia.
Esto fue, pues, causa de la guerra:
Aquellos demasiado, demasiado gordos.
Y el compañero ceñido de gloria explica
A la multitud de vecinos y vecinas
El amanecer de nuestros sueños y ansias,
Que mi oscuro antecesor,
Oculto en la bruma de los tiempos,
Era bueno y bravio pero no inteligente.
Con la mano suspendido de las ramasi
Con un lóbrego designio en las pupilas,
Con blancos guantes de pelo,
Como una ardilla vivía entre el follaje,
269
Comía pintadas mariposas, babosas, hongos;
Con ojos oscurecidos contemplaba
El flujo de las estrellas subiendo a los encinares— ,
Usando la mano para pescar, caminar y correr.
Era enteramente bobalicón
Nuestro abuelo de la mano vellosa.
No obstante, sírveles, preocúpate de ellos.
Hombres así los derribaba yo con la sola
Amenaza de mis miradas tenebrosas.
E s c i p i ó n : Mi sabio Aníbal, tienes razón,
Ellos no merecen peroratas.
¡No es tan feo nuestro mundo, créelo,
Si me ha creado y a ti te ha creado!
Haber plasmado dos o tres alegres pulgas
No es, en fin, tan grave falta.
A n í b a l : Son pues caminos de alto valor,
¡Oh gloria! Detente y vuela.
Una causa, hueso o defecto,
Tienen los hombres como los monos.
¿Crees en esas tonterías?
¡Dios mío, no! ¡Eh, eh!
Contemplaremos, riendo, su danza
Y bostezando saldremos al encuentro de los antepasados.
Han rechazado lo que está vivo
Y helos aquí, apareciendo, dos
Llevan fuegos de carbón
Desde una nueva verdad con dos pezuñas.
Hablaba de sombras, ¡de la sombra!
¡Cuántas estrellas allá, lejos!
Escucha, sitiando Roma
Golpeándote las mejillas
Matabas menos mosquitos
De cuantos ahora nos miran desde arriba.
En el confiado desierto de la noche
Manchas de constelaciones y mundos.
Sobre el dandy romano, menos pústulas
Se posan y más pobres,
270
De cuantas brillan como estrellas en la oscuridad.
Y lo que la gente silba,
Y lo que todos aplauden
No vale mucho (la mente está cautiva)
Cuando así, alrededor, relumbran las estrellas.
Como dos cantores que, durante el viaje
Hasta la aldea cercana,
Narran el curso de los astros
Y la estructura de las abejas.
No seas con ellos tan severo.
Mira, en la mejilla púnica
Tú no has matado tantos mosquitos
Como estrellas ahora brillan lejos.
Escucha, alguien se acerca;
Lleva en la mano una empuñadura de lanza.
S b y a t o s l a v : 24 Y de nuevo, volando a veros,
Gritaré: «¡C aigo sobre vosotros!»
Qué desgracia: una cinta dorada
Ha ceñido el contorno de mi cabeza.
Este cráneo, que desdeña los placeres,
Esta frente, que ignora la palabra miedo,
Los Pecheneques llenaron con vino
Trincando a mi salud.
P u g a c h e v : 25 Un ejército de intrépidos
Reuní, de todos los confines;
Traje al país de los padres
Llanto de muertos y exequias.
S a m k o : 26 Víctima fui de encontrados juicios,
Mi reloj se adelantaba al de los astros.
24. Príncipe de Kiev (siglo x), muerto y decapitado por los pechene
ques. Según cuentan las crónicas, solía prevenir al enemigo durante la ba
talla con el grito: «¡Caigo sobre vosotros!»
25. Pugachev: Cosaco del Don, acaudilló una sangrienta sublevación
campesina (1742-1775).
26. Samko: Coronel ucraniano que tras la unión de Ucrania y Ru
sia (1654), se pasó a los polacos y fue decapitado en 1663.
271
Pero la gente está en la hora cotidiana.
La balanza inclinó hacia mí
Su platillo de perdición.
Caí por culpa de las estrellas.
J an H u s : 27 Sí, hace tiempo ardíamos también,
Es más remota que el universo
La turbia mirada (presa de achaques).
Se me acercó encorvada
Una viejecita colma de dolencias.
Pensé: esta abuelita tiene muchos
Nietecitos buenos y simpáticos
Pensé que el mundo no está hecho para el arado;
Santa — dije yo— sencillez.
E sto discurría volando hacia aquí.
L o m o n o s o v : 28 Con la mano tendida
Volé adonde radica la inteligencia,
R a z i n : 29 Aniquilé con mis hordas el recuerdo de la risa,
Torné escarlata el mar negro
Y a que el mundo para el placer no fue creado
Y la risa es inseparable del lamento.
Aplastad, aplastad, corceles míos - -- —
Las calabazas de las enemigas testas.
V o l y n s k i : 30 Sabréis que habrán nuevos Biron
Y nuevos funerales como los míos.
A n í b a l : S í , sí, tienes razón,
Copérnico es sin duda un pobre diablo.
C o p é r n i c o : El destino de batallar le parece al guerrero
Radiante y también lo mejor.
272
No discuto. Mi corazón no osa objetar,
Pues sólo he combatido con las nubes
Guiado de la mano del destino.
A n í b a l : Uno y d o s , el uno y e l otro,
Éste y aquese van en tropel,
Curvando el yelmo estelar.
Todos llegan aquí mudos
Vestidos con un morrión de estrellas.
Se hallan cansados, sombríos,
Imponderables, sin vida,
Posan el pie sobre la isla
¿E s posible que, de los Karl, el diluvio
Arrastre aquí todos los espectros?
C lam or de lo s e s p ír it u s :
Estáis en una isla. Se llama Khlebnikov.
Entre furibundos libraros
Se yergue como un peñón el audaz Khlebnikov.
Isla de cimero espíritu estelar,
Tan sólo su área emerge
Del mar de nulidad que la rodea.
M u l t i t u d e s : Nuestros juramentos y promesas
La crueldad ha lavado con calumnias,
Vestimos todos de blanco lino
Para la victoria o para la tumba,
¡Oh coronas nunca vistas,
Oh inauditas cadenas!
Sobre la isla y sobre tierra firme, . ........
Como marineros que fenecen,
Así, en tropel, habéis subido al alma
Con un gesto altanero.
Intercambiando palabras
Cerebros confortan a cerebros;
Sus orillas hospitalariamente
La isla a vosotros abrirá.
V oz D EL INTERIO R DEL ALM A:
¡Oh eminentes espíritus, os saludo!
Socorredme, ¿no veis mi desgracia?
13
Soy, me parece, pariente vuestro,
Mas en el mundo, daos cuenta, estamos solos.
(Consejo)
LA N O C H E D E G A L I T Z I A '
274
¡Morirás, mi señor!
C a b a l l e r o : Este maldito frío,
el aullido de la rusalka ebria.
Confusión y chillidos por doquier:
no me conviene quedarme.
(Se va)
275
«¡M agnífico cuchillo!» — era el grito de guerra,
ya no estás entre los vivos.
Crueles los ahogados:
Sus rostros vela la sombra.
R usalka : ¿Quién transporta su mesnada?
¡Ánimo, compañera, adivina!
RuSALKAS: io, ia colk,
io, ia colk,
Pie, pac, pacu,
Pie, pac, paca
io, ia colk, io, ia colk.
¡Kopacamo, minogamo, pinco, pinco, pinco!
L as b r u ja s se d is p e r s a n en bandada com o g ru llas y se
van v o l a n d o :
Sagadam magadam vykadam
Cuch, cuch, cuch, cuch.
M u je r e s g a l it z ia n a s q u e c o n v e r s a n :
Mirad, por ahí pasa el muchacho con su negro jubón.
Vive en la montaña con la Gran Hechicera;
los han visto hace poco
en el crepúsculo de la noche oscura.
Es verdad, no son desatinos;
allí sobre la roca salvaje.
La hechicera
tiene las pestañas negras
mas lleva en la mano una culebra muerta, como un arco,—
¡Agarrad fuerte la víbora!—
y un canto de pez en la boca
y por detrás no tiene piel.
E s más encarnada que una rosa perruna,
segura de sus pasos rapaces
y con el arco de los imperiosos ojos, ella
mira fijamente
y en la cintura lleva un hacha.
¡No existe sonrisa más franca!
Y tú eres horrendo fantasma.
276
PR O PU E ST A S1
(Fragmentos)
277
Ésta es la primera lengua auténticamente universal, y en par
te, usada en los códigos de las leyes.
Las lenguas quedarán para el arte y se verán libres del
humillante fardo. El oído está cansado.
m . Designar el año 1915 como el primer año de una
nueva era: designar los años por medio de cifras geométricas:
a + b J — 1, en la forma 317 d + e y/ — 1 , de donde e < 3 1 7 .
iv. Llevar, en lugar de vestidos, armaduras medievales
blancas, confeccionadas con la tela que hoy se emplea para
cuellecitos y pecheras.
v. Reservar, para los ininterrumpidos conflictos entre los
belicosos de todos los países, una isla desierta particular, por
ejemplo Islandia (una muerte espléndida).
vi. En las guerras normales usar armas soporíferas (balas
soporíferas).
vil. Introducir en los asuntos de los nacimientos el mis
mo orden y reglamentación que hoy existen en el homicidio:
ejércitos de nacimientos, limitación en el número.
v iii. Cambiar en las guerras el viento de la peste en vien
to del sueño. En ese caso, los estados suscitarán nuestra admi
ración mereciendo el respeto.
ix. Introducir por todas partes en lugar del concepto de
espacio el concepto de tiempo, por ejemplo: las guerras entre
generaciones del globo terrestre, las guerras de las trincheras
del tiempo.
x. Nos sería posible evitar los desastres ferroviarios si el
movimiento de los trenes se limitase únicamente al espacio, la
vía. De igual modo, la vía férrea del estado exige un horario
de su tráfico, hechos y gestos (desplazamiento de diversos tre
nes sobre una misma vía).
xi. Dividir la humanidad en inventores y los demás (no
importa cuáles).
Banda de ojos videntes.
xii. Profundizar el arte de mezclar las razas y cultivar
otras nuevas para las necesidades del globo terrestre.
x iii. Trasformación del derecho a la vivienda: derecho a
ser propietario de una vivienda en una ciudad no definida, y
278
derecho, a continuación, de cambiar de lugar (derecho a la
vivienda sin definición de espacio). La humanidad que vuela no
puede limitar sus derechos de propiedad a un lugar preciso.
xiv. Construir las casas en forma de cuadrículas metáli
cas en las que se pueda insertar cajas de vidrio móviles.
xv. Fundar la casta de los geógonos y del superestado.
xvi. Propagar la cultura lacustre de criaturas comestibles,
invisibles a la vista, para que cada lago se vuelva una marmita
de sopa de coles dispuesta para ser comida, incluso cruda. La
gente vendría a bañarse, a almorzar y a instalarse en las ori
llas: será el alimento del futuro.
x v ii. Realizar el cambio de los diferentes aspectos del tra
bajo por el cambio de los latidos del corazón. Calcular toda
forma de trabajo en función a los latidos del corazón — la uni
dad monetaria del futuro, cuya suma está repartida por igual
entre todos los seres vivos. Contar que la cifra media de los
latidos es igual a 365.317 en 24 horas.
xvm . Utilizar la misma unidad para los intercambios co
merciales internacionales.
xix. Poner punto final a la gran guerra con el primer
vuelo a la luna.
xx. Renovar el régimen de la propiedad territorial, pro
mulgando que la superficie de cualquier propiedad territorial
personal no puede ser inferior a la superficie del globo terrestre.
xxi. Que la navegación aérea sea el primer paso de la
humanidad y el don de la palabra chispeante, el segundo; y
vivir para ver.
xxii. Proyectar un arte de despertar fácil después de los
sueños.
x xn i. Ver en las capitales una acumulación de polvo re
tenido en las nudosidades de las ondas estancadas según el
principio del disco sonoro (croquis de Kundt).
xxiv. Introducir al mono en la familia del hombre y con
cederle ciertos derechos civiles.
xxv. Obligar a las sociedades de gentes armadas a discu
tir la opinión de los futurianos, por la cual el globo terrestre
pertenece a esas gentes armadas.
279
xxvi. Despertar en las chimeneas de las fábricas el deseo
de entonar himnos matinales al Sol naciente, lo mismo en el
Sena que en Tokio; en el Nilo que en Delhi.
x x v ii. Formar un gobierno mundial encargado de cons
truir monumentos para embellecer el globo terrestre, y realizar,
en ese trabajo, una obra de tornero.
Adornar el Mont-blanc con un busto de Haiawatha, los
peñascos nevados de Nicaragua con otra de Krucenych, los An
des con el de Burliuk.
Tomar como principio de base del monumento el hecho de
que el lugar de nacimiento del individuo y el de la erección
del monumento deben hallarse situados en puntos diferentes del
eje terrestre.
En el Canal de la Mancha se podría elevar un monumento
marino ñ Guríet-el-Ain, aquel persa que acabó su vida en la
hoguera; un monumento que emergería del mar y que serviría
de alcándara para las gaviotas al paso de un navio lleno de
ingleses.
En la plaza central de Washington se podría elevar un mo
numento a los primeros mártires de la ciencia, los chinos Hi
y H o, observadores celestes del Estado, ejecutados por distrac
ción. Erigir monumentos corriendo y viajando en las platafor
mas de los trenes.
x x v iii. Adaptar la radio a la retransmisión de las confe
rencias de la Universidad Central en los institutos rurales.
Cualquier instituto situado al pie de una verde colina recibirá
las últimas noticias científicas, y el maestro de escuela será
el catalejo auditivo de todo el pueblo atento. La lengua del
rayo tomada como vehículo de la verdad científica.
xxix. Dividir la vida mundial de los conocimientos en
gobiernos especializados en conseguir cualquier objetivo cien
tífico (ejemplo: la lucha dirigida contra el gobierno de los es
pacios). Habría, por ejemplo, un gobierno que se dedicaría al
siguiente estudio: ¿hay un lazo directo entre las personas que
viven en los extremos opuestos del eje terrestre?; ¿se hallan
vinculados sus deseos?; ¿acaso el hombre del Mississipi, llora,
cuando el del Volga ríe?
280
xxx. Tener bien presente todas las ventajas de una fron
tera marítima común, hacer de Asia una isla espiritual común.
Por otra parte, sobre nosotros hay un segundo mar: el cielo.
Amar la fusión de las fronteras marítimas de Asia: he aquí el
nuevo mandamiento.
xxxi. Que las leyes de la vida cotidiana sean reemplaza
das por las igualaciones del destino.
LA G U E R R A E N LA R A TO N ER A '
281
— ¡Seguidme!
¡Nada hay que temer!
282
Fuisteis severa, estabais inspirada,
Yo fui Danubio, vos fuisteis Viena.
Vos ignorabais algo, algo callabais,
Esperabais no sé qué confusas señas.
Y los lejanos chopos balanceaban sombras,
Y el silencio era el único consejo de los campos.
283
¡Detrás del Niemen plomizo y frío!
¡Detrás del Niemen, detrás del Niemen, cuantos tengáis fe!
284
Blanca carroza fúnebre, blanca carroza fúnebre,
Traje negro y estrechas perneras.
Que mi razón se mantenga firme, al menos como un fusil de
pedernal:
He tomado por blanco un ciervo hirsuto.
¡A mí, Américo, Cortés, Colón!
Los peones se han movido y ya veo el mate.
285
La libertad viene desnuda,
Lanzando flores al corazón,
Y nosotros, marchando con ella,
Charlaremos, tuteándole al cielo.
Batiremos, nosotros, guerreros,
Con el puño el escudo inflexible
¡Sea el pueblo, en toda la tierra
Soberano por siempre jamás!
Que en el vano las vírgenes canten
Con el son de la antigua cruzada,
del adepto del Sol la epopeya,
Del pueblo autocrático.
286
— Un traje de visita ciertamente elegante.
En ese cráneo, semejante a un jarro,
Se abrió la rama de rocíos de los negros cielos.
Y las estrellas pagan el tributo de éxtasis
A él, que penetró el bosque de la medianoche.
Yo, que llevo todo el globo terráqueo
En el meñique de la diestra 6
— Mi sortija de encantos inauditos— ,
Te digo: ¡T ú!,
Tú has resplandecido en mitad de las tinieblas.
Así yo grito, grito a grito,
Y sobre mi gritar petrificado
El cuervo sagrado y salvaje
Plantará su nido y crecerán los hijos del cuervo,
Mientras por la mano, tendida a las estrellas,
¡Trepará el caracol de los siglos!
Bienaventurada la libélula, rota por la tormenta,
Cuando se esconde bajo el reverso
De una hoja de árbol.
¡Bienaventurado el globo terráqueo
Cuando brilla en el meñique de mi mano!
E l viento — un canto
¿De quién? ¿A qué?
La impaciencia de la espada
Por convertirse en globo .7
He muerto, he muerto y la sangre ha corrido
287
Sobre la coraza en amplio reguero.
Volví en mí, distinto, de nuevo os contemplo
Con otra mirada, la de un guerrero.
C A R IC IA S
288
MANIFIESTO DE LOS PRESIDENTES
DEL GLOBO TERRÁQUEO'
(fragmento)
289
19
Creciste en el bosque de las palabras:
Cenicero, cerilla, colilla,
Igual entre iguales.
Mas, ¿por qué se nutre de seres humanos?
¿Por qué el país se convirtió en ogro
Y la patria en su esposa?
¡Eh! ¡Escuchad!
Aquí nosotros, en nombre de la humanidad entera,
Iniciamos conversaciones con los Estados pretéritos:
Sí sois tan magníficos, oh Estados,
¿Por qué os gusta hablar de vosotros mismos
Y obligáis a vuestros lacayos a que hablen de vosotros?
¿D e qué sirve ese alimento de dioses?
¿Por qué nosotros, los hombres, crujimos entre vuestras man
díbulas
Entre los colmillos y los molares?
■Escuchad, Estados de los espacios!
Lleváis ya tres años
Fingiendo creer que la humanidad
No es sino un pastelillo,
Un bizcocho dulce que se os funde en la boca..
¿Y si el bizcocho se pusiera a saltar como una navaja y dijera:
« ¡M am á!»?
¿Y si lo espolvorearan de nosotros
Como con un veneno...?
¿Dice bien el Señor Globo Terráqueo
(Hágase su voluntad) _
De alentar el canibalismo comunitario
Dentro de sus propios límites?
¿Y no es un gran servilismo,
Por parte de la gente, en su calidad de comidos,
Defender a su supremo D evorador...?
Si los Estados son malos,
¿Quién de entre nosotros levantará un dedo
Para prolongar su sueño
Bajo la manta del «para siempre»?
290
T E S IS PARA UN D ISCU R SO 1
Toman la palabra: K h l e b n i k o v y P e t n i k o v .
1 . Somos los cazadores bronceados por el sol que han
colgado de su cintura una ratonera en la que tiembla el Desti
no con sus ojitos negros aterrorizados.
Definición del Destino como ratón.
2 . Nuestra respuesta a las guerras: la ratonera. Los rayos
de mi nombre.
3. El rayo de la humanidad. Los pueblos como rayos. Las
maravillosas cascadas del número.
4. La brazada de las ecuaciones del hado. (Somos los le
ñadores del bosque de los números.) Los brazos fatigados.
5. El cuadro preciso de los nacimientos. El secreto de la
humanidad. Los rayos de Khlebnikov.
6 . La jábega-de las generaciones y su medida. Las leyes
de la máquina del tiempo.
Este viajero de los siglos está cansado; ofrezcamos a su mano
polvorienta un ramo de florecillas azules.
7. ¿Quién saltó primero sobre el lomo del destino sal
vaje?
Sólo nosotros.
No necesitamos silla. Galopamos; el destino zumba bajo
nuestra mano.
Nuestros golpes de remo. Suicidio de los estados.
¿Quién ha tenido la espada? Nosotros, que vamos mon
tados.
8 . Un nudo corredizo en la gruesa pierna de la Guerra.
9. El cerco de las lenguas. V como rotación de un punto
móvil alrededor de un punto inmóvil. Z como igualdad del án
gulo de caída al ángulo reflejado.
Los futuros bucles de las lenguas y el horror de su sim
plicidad. Hombre y sonido. (Carta a Petnikov.)
1 0 . Somos la medida del tiempo. Los tirantes del tiempo;
hermosa sonrisa de los siglos.
1. Abril de 1917.
291
1 1 . Sobre el glóbulo de sangre. Su genealogía. Los cono
cidos. Los amigos.
12. Sobre el helio. El rayo del mundo. El mundo como
poema.
13. Gloria al sol naciente. Reparamos la oscilante cons
telación del sol y hacemos sonar nuestros martillos. Temed el
no confiar en nosotros. Hemos llegado a vosotros desde el
futuro, desde la lejanía de los siglos. Contemplando vuestro
tiempo desde lo alto de la piedra del futuro.
Leamos nuestros versos. Discusión.
D IO S, FU E CO SA T U Y A 1
CUANDO LA S A STA S D E L C IE R V O 2
RECH AZO 3
Me es más grato
Contemplar las estrellas
Que firmar una condena. -
1. Escrito en 1919.
2. Podría ser de 1919.
3. Del libro La poésie russe (Elsa Triolet; Ed. Seghers, París, 1965).
292
Me es más grato
Escuchar la voz de las flores
Murmurando: « ¡E s é l!»
Cuando cruzo el jardín,
Que ver los fusiles
Que matan a quienes
Desean mi muerte.
Por eso no seré nunca,
Nunca,
Un gobernante.
(1919-1921)
LO S P IO JO S M E R O G A B A N 1
U N A V EZ M Á S 2
293
Una estrella.
¡Ay del marino que toma
Erróneo el ángulo para su navio!
Y se estrella:
¡Se destrozará contra las rocas,
y en los bancos de arena!
¡Ay de vosotros también que tomasteis
Erróneo el ángulo del corazón hacia mí:
Os despedazaréis en las rocas,
Y los arrecifes se reirán
De vosotros
Como vosotros os reisteis
De mí!
(1919-1921)
D E L SIL E N C IO H A R É U NA N A V A JA 1
E L PO R V E N IR 2
1. Posiblemente de 1919.
2. Del libro La poésie russe (Elsn Triolet; Ed. Seghers. París. 1965).
294
Adherida a los cabellos blancos.
Y con las dos perlas de plomo de mis ojos
Preguntaría: ¿cuál es su nombre?
Y habría más llantos
Que en la semana días carnivacíos.
Serán magníficos pelajes,
Y el ceño obscurecerá con su ala de grajo,
La constelación que vigila con rabia.
Eran magníficos pelajes;
Nevosos, negros y dorados,
Es la caballería de las vírgenes vengadoras
Que volaba, que vuela fundiéndose bajo las armas.
En los ojos se inflamaron rascacielos,
Buscando la senda de la nube,
Brillantes labios de nieve bermeja
Roían cadáveres lejanos.
Y detrás del matorral de brazos alzados
Galopa y galopa el corcel blanco.
«E n primavera — profirió el destino—
El potro ensillado os devorará como flores.» - --------
(1919-1921)
E L A LIM E N T O D E L PALO M O 1
1. De! libro La poésie russe (Elsa Triolet; Ed. Seghers, París, 1965).
295
Detrás de esa paja resplandeciente,
Como el viento cuando el tiempo es de oro,
Quizás el vuelo lanzado desde la colina
Tenía su conocido estremecimiento.
Y las patas purpúreas del palomo
Se hundieron en su cabello.
Regresó volando, helado de. otoño,
Junto a los suyos en desgracia.
(1919-1921)
N O C H E EN V ÍSPE R A D E L O S SO V IE T S 1
(Fragmenta)
296
Y le regalaba un rublo de plata.
A él le gustaban con locura los perros,
¡Qué jauría tenía!
Terminada la estación de la liebre,
El amo se presenta donde la campesina
Y le da un cachorro:
«¡E h ,. preciosa!
Aquí tienes un hijo, o una hija,
Para él serás como una madre;
Criarás el perro al am o.»
Para el amo los perros eran un gozo;
Para la campesina, ¡un martirio!
La pobre lloraba,
Los rubios cabellos lavaba con lágrimas.
El cachorrín, tan pequeño, ¡era un cielo!
Por cada diente de leche, el amo un rublo le daba .2
«Mímale, quiérele, ¡críamelo con tu leche!
Será para ti como otro hijo que Dios te hubiera dado.»
297
Y auténtica sangre de príncipes.
Del mejor linaje,
Brusco, enojadizo,
De rizo de plata,
Un verdadero hacendado.
¡Pobrecito amo!
¡Que ya has tenido el cielo en la tierra!
Su látigo zumbaba, ¡shu, shu! Se retorcía como una sierpe.
En cuanto yo lo oía, niña,
Se me helaba la sangre, se me cortaba la respiración,
Iba a esconderme en la leñera o bajo el tejado.
Silbaba como una serpiente: «Sin protestas, os arrancaré la
piel.»
Y de pronto, el amo, con el látigo,
¡Qué zurriagazo le soltaba
Al siervo en los hocicos!
¡Sí, así era entonces, señora!
¿N o es cosa del demonio?
¡Con perrillos les estropeaban el pecho a las mujeres!
Se los hacían criar como sus hijos,
Para que ¿mparentaran con perros.
¡Con el señor, lo nuestro no era vida!
Te digo la verdad:
Cuando éramos del amo
Vivíamos como bestias, no como seres humanos.
¡Lo mismo que las vacas!
¿Y dicen que los amos quieren
Imponer otra vez la servidumbre?
¿E s eso cierto, señora?
Será una calamidad,
Escúchalo bien, ¡una gran calamidad!
Ni hablar de eso:
¡No volveremos a comer en la antesala con los cerdos del amo!
298
LADOMIR 1
(Fragmentos)
299
Cambiaron el «aristo» por el « c re o » /
Colectividad soberana de Ladomir,
Con el Labomundo ondeando en el mástil.
Y el rayo sollozará,
Por sus eternas carreras de siervo,
Y no habrá a quién venderle
El saco atiborrado de oro.
300
Se encaminan los vivos — van
A tomar los tronos por asalto.
Recuerda la hora del temporal nocturno,
Seguías por su olor, al enemigo,
« ¡A m í!» te azuzó el cielo
Y sonaban con furor las trompas.
Y en los cielos — escritura de verdugo,
Y de nuevo, estallido de tronada,
Mientras alguien con estulticia beata
Contemplaba los incendios de la tierra.
Cayó la G E de Germania,
Y la E R R E de los rusos ha caído
Y veo en la bruma la E L E
De los fuegos de la noche de San Juan.
Alza el arco por encima de la nube,
Sobre el violín del universo,
Y marca en negro el nombre
De los bomberos de ese incendio lúcido.
301
Donde la púrpura carne del combate
Humeaba aún por tanto tiroteo
Marcha la libertad Inmarcesible,
Blandiendo el estandarte su audaz mano.
Los rascacielos se ahogan en el humo
De la explosión divina
Y las volutas grises
Envuelven el palacio de la venta y el lucro.
302
Se transmitirán las riendas del poder.
Será la reyerta final
Entre el esclavo famélico y el rublo,
Gloria a la amistad de la espiga
Y al martillo en la mano del obrero.
E l comercio barrido de la faz de la tierra,
Derribados los bastiones del tráfico,
Te construyes cobijo con las masas de luz,
Campanas de cristal de las capitales.
303
EL LIBRO ÜNICO 1
Veía los oscuros Vedas,
El Corán y el Evangelio
Y los libros de los mongoles
De tapas de seda,
Con la ceniza de las estepas,
El kizák 2 olorífero
Lo mismo que hacen
Los kalmucos a cada amanecer,
Que encienden una hoguera
Las viudas blancas se han ocultado tras una nube de humo
Para acelerar la llegada
Del libro único
Cuyas páginas son amplios mares
Que agitan sus alas de mariposa azul,
Y la señal
Donde el lector ha detenido la mirada, es de seda.
Los grandes ríos de torrente azul:
El Volga donde :de_noche se canta a Razin,
El Nilo amarillo donde se reza al sol,
El Yang-Ise-Kiang donde se halla el espeso limo de los
hombres,
Y tú, Mississippi, donde los yanquis
Tienen por pantalón el cielo estrellado,
Y el Ganges donde los hombres morenos son los árboles del
espíritu,
El Danubio donde, de blanco, los hombres blancos
Con camisas blancas, se sostienen sobre el agua,
El Zambeze donde los hombres son más negros que una bota,
El Obi impetuoso donde el dios es azotado
Y colocado con los ojos vueltos hacia un lado
Cuando se come carne,
1. Kharkov, 1920.
2. Kizák: estiérol seco que sirve de combustible en forma de
tableta y del que se desprende un olor nauseabundo.
304
Y el Temza donde está el tedioso gris.
El género humano es el lector del libro
Y la cubierta lleva la inscripción del creador,
Mi nombre, en letras azules.
Mas tú lees con indolencia.
Sé más atento,
Estás demasiado distraído y tu mirada es perezosa
Como si esas cordilleras y esos anchos mares
¡Fuesen lecciones de catecismo!
Este libro único
Pronto, muy pronto lo leerás.
En sus páginas salta la ballena
Y el águila, plegando el ángulo de la página,
Se posa sobre las olas marinas, senos de los mares,
Para reposar en el nido del pigargo.
LA CR EA CIO N V E R B A L '
(Fragmentos)
305
20
cíales, y el nuevo sembrador de lenguas tiene en su palma los
veintiocho sonidos del alfabeto, los granos de la lengua.
Con el hidrógeno y el oxígeno podéis fácilmente llenar de
agua las profundidades desecadas del mar y los cauces agosta
dos de los ríos. La lengua debe ser desmembrada en su tota
lidad, en unidades de base o «verdades alfabéticas», lo que
permitirá elaborar, en el ámbito de los sonidos-materia, algo
muy similar a las leyes de Mendeleev 2 o de Moseley ,3 es de
cir, alcanzar las cimas del pensamiento químico.
Los políticos deberían reflexionar en el perjuicio que puede
causar una frase mal construida.
El caso es que no hay libros de cuentas que señalen los
gastos en razón humana; tampoco hay ingenieros de Caminos,
Canales y Puertos especializados en el campo de la lengua.
Muchas veces, el espíritu de la lengua deja pasar la pa
labra concreta, un simple cambio de consonante dentro de la.
palabra ya existente, pero en vez de utilizarlas, la gente re
curre a expresiones descriptivas, complicadas y frágiles y au
mentan, por ello, las pérdidas en razón universal, en vista del
tiempo qué conceden a la reflexión. ¿Quién emprendería el
viaje Moscú-Kiev pasando por Nueva York?
¿E s posible encontrar un solo lugar de la lengua libresca
moderna exento de este tipo de peregrinaciones?
Si ocurriera que las leyes de los cuerpos simples del alfa
beto fueran comunes a todas las familias de lenguas, entonces
se podría fundar, para toda la gran familia de los pueblos, una
nueva lengua universal, es decir, formar el tren de palabras-
espejo Nueva York-Moscú. Supongamos dos valles contiguos-
separados por una muralla rocosa. El viajero tiene dos posibi
lidades: o hacer saltar la muralla o dar un gran rodeo.
La creación verbal es el estallido de los silencios de la
lengua, de los estratos sordos y mudos del lenguaje.
306
Si, en una palabra empleada, reemplazamos un sonido por
otro, habremos atravesado un camino que nos permita fran
quear los valles de la lengua, y como los ingenieros de las vías
de comunicación, habremos abierto una vía a lo largo de las
crestas del silencio verbal.
«L a lengua calva» cubre sus claros de jóvenes brotes; la
palabra se divide en dos: la palabra pura y la usual.
Imaginemos que contiene simultáneamente una razón noc
turna estrellada y una razón diurna solar, dado que tal o cual
significado corriente de la palabra esconde los otros sentidos,
como desaparecen durante el día todos los astros de la noche
estrellada.
Sin embargo, el investigador del cielo sabe que el sol no
es más que otro polvo idéntico al de las estrellas.
Si nos encontramos muy cerca de ese sol, el nuestro, es un
hecho cotidiano, una simple casualidad; el sol no se distingue
en absoluto de las otras estrellas.
Una vez erradicado de la lengua habitual, la palabra enro
llada en sí misma se distingue de la palabra viva, como la rota
ción de la tierra se distingue de la rotación cotidiana del sol
alrededor de la tierra.
La palabra enrollada en sí misma, escapa a los fantasmas
del entorno cotidiano y sustituye la cegadora claridad engañosa
por las tinieblas estrelladas.
Así, el vocablo «ziry» significa estrellas y ojos, «zeñ» re
presenta el ojo y la tierra. Esa palabra, pues, no indica el ojo
humano, ni la tierra habitada por el hombre, sino algo tercero
que permanecía sumergido en el sentido usual de la palabra,
uno de los significados posibles y más próximos al individuo.
Tal vez «zien» era un instrumento de vidrio reflejando un
emplazamiento, un lugar.
Tomemos las dos palabras siguientes: «ladja» (= b a rq u illa )
v «ladon» (= p a lm a ).
El primer significado que se revela a la luz de las tinieblas
es el siguiente: una superficie que aumenta y donde se apoya
una fuerza en movimiento, a imagen de la jabalina que golpea
la coraza.
307
Así, la noche cotidiana permite distinguir las débiles signi
ficaciones de las palabras, semejantes a pálidas apariciones
nocturnas.
Podemos decir que la lengua habitual es la sombra de las
grandes leyes de la palabra pura sobre una superficie desigual.
Hubo un tiempo en que las lenguas unían a los hombres.
Retrocedamos a la Edad de Piedra: noche, fuego de campa
mento, trabajo con ayuda de martillos negros de piedra. De
pronto se oyen pasos, todos agarran las armas esperando, in
móviles, amenazadores.
Pero un nombre familiar resuena en la sombra y en se
guida se hace la luz: son los «nuestros», Los «N uestros», los
«nuestros» grita la sombra en todos los tonos de la lengua uni
versal.
La lengua unía, más o menos como una voz familiar. Por
el contrario, el arma es señal de miedo. Si se profundiza se.
observa que el arma interpreta el papel de un diccionario com
plementario para los que hablan otra lengua; un diccionario
de bolsillo.
Así como los adornos de guerra destinados a impresionar a
los miembros del otro clan tribal, las lenguas son como una es
pecie de tigres en un parque zoológico de provincia: una vez
se les ha lanzado un número suficiente de exclamaciones de
asombro, los tigres cambian sus impresiones del día:
— ¿A ti qué te parece?
— Gano dos rublos por día.
— ¡Pues vale la pena!
Podemos creer que la ciencia sigue fatalmente el mismo ca- .
mino que las lenguas.
De acuerdo con la ley universal de Lorentz ,4 un cuerpo se
achata trasversalmente en relación a la presión ejercida en su
superficie. Esta ley es igualmente el sentido y el contenido del
cuerpo simple « L » . Tendremos pues: ljamka (tirante, correa),
lopast’ (pala, paleta, lóbulo), list dereva (hoja de árbol), lyjy -
308
(esquíes), lodka (barca), lapa (pata) louja livnja (charco de
agua de lluvia), loug (prado), lejanka (lecho).
Por todas partes el rayo-fuerza del movimiento va dirigido
según una línea transversal ensanchada en relación al rayo de
superficie, hasta obtener un equilibrio entre el rayo-fuerza y
las fuerzas contrarias.
Distribuido sobre la superficie transversal, el rayo de báscu
la se aligera y ya no es atraído hacia abajo.
Este rayo-fuerza puede ser el peso del marino, del esquia
dor, el peso del barco sobre el pecho del sirgador o el trayecto
recorrido por la gota de agua hasta la superficie lateral del
charco.
¿Conoce la lengua la oscilación transversal del rayo?
(Rayo, torbellino). Sabía que:
V2
R deviene R v 1 ------ >— ,
C2
309
viduo como un fenómeno luminoso, como parte integrante del
mundo de la luz:
( tukhnut’ ) ( tukhnut’ )
310
soltero (kholostoi) frío (kholod)
infierno (pieklo)
311
los nobles) podemos forjar Ja palabra «Tvorianié» (los creado
res de la vida).
O bien: si es la palabra «Ziem liérob» (trabajador de la
tierra), entonces podemos elaborar «Vriemipapakhar’», «Vrié-
miearob» (labrador del tiempo, trabajador del tiempo), es de
cir, nombrar inmediatamente y de manera concreta al individuo
que trabaja el tiempo como el agricultor la tierra.
Tomemos las palabras siguientes: M iropakhar’ (labrador del
mundo, labrador de la paz), Nravo (derecho-moral), Nravda
(verimoral) o Nravitielstvo (morogobierno); observarán que
basta reemplazar la letra P por la letra N , para pasdr del ám
bito definido por el verbo «P ravit’» (gobernar) al ámbito defi
nido por el verbo «N ravitsa» (gustar).
Igualmente se pueden formar las palabras Nravitiel’ (mo-
ral-dirigente/dirigusto) y Nravitielstvo, por cambio de P en N.
Junto a Boietz (el combatiente) podemos fabricar Poietz ~
(el cantante).
Noietz (el quejoso), Moietz (el que lava).
Con los nombres de los ríos Dnieper y Dniester, dos to
rrentes, uno de rápidos y el otro rápido, es posible crear:....
Mniepr y Mniestr, o sea, el espíritu rápido de la conciencia
individual y el espíritu que franquea los obstáculos « P R » ; tam
bién tenemos esa palabra tan bella, Gniestr, que quiere decir
muerte rápida; del mismo modo se puede formar:
Voliestr, el Voliestr popular, o bien Ogniepr y Ogniestr,
Sniepr y Sniestr, de los términos «sueño» y «soñar» (Son, Snit-
sa): por ejemplo: he soñado un sueño (mnié snilsia sniestr).
Hay la palabra «yo, m i» y la palabra «en m í»; podemos
pues recrear «Y o », el motivo generador del vocablo. Al voca
blo «V iervié» se pueden añadir «M iervié» y «M iervyi», el mo
ribundo; «Niémiervvi» significará entonces el que no muere,
el inmortal. El término «K niaz’» (príncipe) da derecho a ela
borar «M niaz’» (el piensarey) y Lniaz’ y Dniaz’.
El sonido se parece al sonido. «Zvatch» es el que llama
(«Z oviot»),
El gobierno que se esfuerza sobre todo por gustar, debería
llamarse «N ravitelsvo» (dirigustante).
312
«Vérimoral», «V erigustar». A la palabra «V iétiér» (vien
to) corresponde el término «Piétier» de la palabra «P iet’»
(cantar, cantando).
— «E s el suave canto del v ien to ...»
A la palabra «ziemetz» (especialista de la tierra en la Ru
sia revolucionaria), de «ziem lia» (la tierra), corresponde «tié-
mietz» (especialista de las tinieblas nocturnas), de «tiémien’»
(tinieblas nocturnas): y viceversa: «ziémiéna», «ziémianin»,
«ziémiéssa» (las tierras, el habitante de las tierras, las cosas
de la tierra).
La palabra «britva» (navaja para afeitar) permite formar
«m ritva» (el arma de muerte).
Tomemos la palabra «liebied’» (cisne); se trata de una es
critura sonora. El largo cuello del cisne recuerda el movimien
to del agua que cae en forma de lluvia; las largas alas, como
el agua, se despliegan sobre la superficie del lago.
El verbo «lit*» (verter) da «L ieb a», el que vierte.el agua
y el final de la palabra, «ied ’» recuerda el color negro y el vo
cablo «Tcherniad*» (denominación de cierta raza de patos). Del
mismo modo se pueden componer «N iebiedi» (de la palabra
«niebo» = el cielo) y «N iebiajeskii» (adjetivo formado a par
tir de «niebiedi»).
— Esta tarde por encima del bosque voló una pareja de
«cisnálidos». Pensad por un momento en el sentimiento de
profunda libertad con relación a lo real que les proporciona
a veces una simple errata de imprenta, una insignificante falta
de máquina, resultado de un descuido involuntario del tipó
grafo y, de repente, todo reunido toma sentido; se trata de
una creación sinódica que puede resultar una ayuda bien reci
bida por el escritor ( ...)
La creación verbal es el enemigo jurado de una petrifica
ción libresca de la lengua y el simple hecho de que la lengua
siga ampliándose hasta ahora, en los campos, junto a los bos
ques y ríos, creando a cada instante palabras que mueren en
seguida o se ven cotejadas con la inmortalidad, le otorga el
poder de reivindicar su derecho a vivir dentro mismo de la
letra.
313
La palabra nueva no sólo exige que se la cite sino que ade
más debe encontrarse orientada hacia el objeto citado. La
creación verbal no destruye las leyes de la lengua. Ocupa el
mismo lugar y trabaja dentro de la palabra, es decir, utiliza la
declinación interna.
Sí el hombre moderno llena los ríos empobrecidos criando
viveros de peces, la creación de palabras es perfectamente ima
ginable con el propósito de repoblar con vida nueva el manan
tial agotado de la lengua, de repoblarlo de palabras en vías de
desaparición o simplemente inexistentes. Es seguro que esas
palabras se usarán como en los primeros días de la creación.
L a le n g u a tra n sm e n ta l
314
te iguales, y en el mejor de los casos, dotados de rostros cha
tos y totalmente estúpidos.
Todo el tiempo que dura el juego, esos trapos viven y ac
túan como auténticas personas de carne y hueso, con su cora
zón y sus pasiones.
De ahí ese modo de aprender 1?. lengua como un juego de
muñecas, de muñecas de trapo de sonoridades, tan numerosas
como cosas hay nominables.
Todos los individuos que hablan la misma lengua partici
pan en este juego. Los otros también tienen sus muñecas so
noras, es decir, simplemente un montón de trapos sonoros a
su disposición.
La palabra es, pues, una muñeca sonora.
Y el diccionario un montón de juguetes.
Pero la lengua se ha fabricado a partir de un número re
ducido de unidades alfabéticas fundamentales.
Las consonantes y las vocales fueron las cuerdas instru
mentales de este juego de muñecas sonoras.
Pero si combinamos esos distintos sonidos de acuerdo con
un orden perfectamente libre, por ejemplo: bobéobi, dry byl
chtchel, ¡mantcht! mantch, ¡tchi bréo zof se comprueba que
esos términos no pertenecen a ninguna lengua determinada,
aunque pretendan decir algo, algo inasequible pero así y todo,
existente.
Si la muñeca sonora «so l» nos permite, mientras dura el
juego humano, estirar de las orejas y de los bigotes al astro
espléndido, con nuestros míseros dedos mortales y todos nues
tros casos dativos (lo que jamás consentiría el verdadero sol),
es igualmente cierto que trapos verbales equivalentes no nos
dan por fuerza, muñecas de sol. Se trata, por tanto, sólo de
trapos y como trapos ya significan algo. Pero como no son di
rectamente significativos en el terreno de lo consciente, es
decir, no adecuados para jugar a las muñecas, esas libres com
binaciones verbales, este juego de la voz fuera de las palabras
se llama lengua transmental. Por lengua transmental se entien
de una lengua que se halla fuera de los límites del espíritu.
Comparemos la palabra «zaumny» (lengua transmental) y las
315
palabras «Zarietché» (lugar que se encuentra más allá del río)
y «Zadonchtchina» (más allá del Don).
El solo hecho de que en los exorcismos y fórmulas mágicas
la lengua transmental sea todopoderosa y descarte la lengua de
la razón (sin llegar al espíritu) demuestra el poder particular
que ejerce, a pesar de todo, en el ámbito de la conciencia, los
derechos específicos que goza en la realidad de la vida, más
precisos de los que se confieran a la razón (El buen sentido).
Pero hay un medio de hacer sensata la lengua transmental.
Tomemos la palabra «Tchachka» (la taza): ignoramos qué
significado tiene para la palabra cada sonido particular en su
conjunto.
Pero si tomamos todas las palabras que empiezan por «T ch»
(Tchacha, tcherep = el cráneo, tchan = cuba, tchulok = la
media, el calcetín, etc.) reparamos que todos los demás soni
dos se aniquilan mutuamente, al tomar «T ch» como denomi
nador común.
Al comparar todas esas palabras que empiezan por «T ch»,
observamos que significan un cuerpo inscrito en otro cuerpo:
Tch = envoltura. De este modo, la lengua transmental cesa de
ser transmental; se vuelve juego a partir de un alfabeto’deh
que nos damos cuenta: actualmente nos hallamos en el um
bral de este arte nuevo.
La lengua transmental se organiza según dos premisas:
1) La consonante inicial de la palabra simple influye en
toda la palabra y dirige todos los otros sentidos.
2 ) Las palabras que tienen en común una misma conso
nante inicial se encuentran reunidas por un mismo concepto,
un poco como si al proceder de todas las direcciones se dirigie
sen a un solo y mismo punto del espíritu.
Tomemos las palabras «Tchacha» y «Tchoboty»: se com
prueba que ambas están regidas por el sonido «T ch »; redacte
mos una lista de términos en «T ch »: tchulok, tchekhol (fun
da), tchacha, tchara (corte), tchan (cuba) tchelnok (bote, lan
cha) tchrep, tchakhotka (tisis), tchutchelo (espantapájaros, ma
niquí), todas esas palabras tienen un punto común, ya se trate
de «tchulok» o de «tchacha», en los dos casos, el volumen de
316
un cuerpo (las piernas o el agua) llena el vacío de otro cuerpo
que le sirve entonces de envoltura exterior; así «tchara» (copa,
copa medieval) que quiere decir también sortilegio hechizando al
hechizado, es decir, el agua, puesto que se trata de una copa,
de ahí «Tchaiat’» ( = alimentar una esperanza), o sea la copa
de las aguas del futuro.
De ese modo, «T ch» no es únicamente un sonido. «T ch» es
un nombre, inseparable del cuerpo de la lengua.
Si «T ch» tuviera el mismo valor en todas las lenguas se re
solvería la cuestión de la lengua universal futura todo el calza
do se llamaría Tche-piernas, todas las tazas y recipientes,
Tche-agua, ¡nada más sencillo!
En rodo caso, la palabra Khata (habitación campesina de
Ucrania) existe también en egipcio. En las lenguas indo-euro-
peas, ese término significa r o t a c i ó n .
Si comparamos las palabras khata, khijina (choza), khoutot
(alquería, pequeña granja), khram (templo), khranilichtche (de
posito) comprobamos que todas señalan una línea fronteriza
entre dos puntos, en que el segundo se mueve hacia el pri
mero. «V » indica la rotación de un punto alrededor de otro
punto inmóvil. De ahí las palabras: viouga (tempestad), vol
(el buey), vorot (las puertas), vikhr’ (torbellino, ráfaga), etc.
«M » indica una unidad de tamaño que se divide en partes in
finitamente pequeñas. « L » indica el paso de un cuerpo tendido
a lo largo de un eje móvil, en un cuerpo que ocupa dos dimen
siones transversales en relación con el eje móvil.
Por ejemplo la superficie de un charco y la gota de lluvia,
la banda, la pala.
«C H » indica la reunión de superficies una vez borradas las
fronteras que las deslindan.
« K » indica un punto estático que atrae toda una red de
puntos móviles. De ese modo la lengua transmental aparece
como una lengua universal en estado embrionario. Sólo ella
puede unir a los hombres, mientras que las; lenguas «inteligen
tes» (fuera del espíritu) los separan.
317
El alfabeto reconocido
Tomemos las palabras en « L » lodka (barca, bandeja), lyji
(esquíes), ladia (barca, la torre, en el ajedrez), ladon’ (palma),
lapa (pata), list (hoja), lopukh (bardana), lopast’ (pala), isskust-
vo liota (el arte del vuelo aéreo), loutch (rayo), log (guardia),
liépestok (pétalo), lasty (aletas, palmeras), liamka (cincha), lie-
janka (lecho), prolivat’ (derramar) lit’ (volver a tom ar)...
Tomemos como ejemplo el pescador en su barca: su peso
se reparte por toda la superficie de la barca y se hace menos
pesado cuanto más ancha es la superficie.
El pescador se vuelve ligero: podemos pues determinar
« L » como el signo de una disminución de la fuerza provocada
por el aumento del campo de aplicación de la fuerza.
E l cuerpo que cae se inmoviliza al apoyarse en una super
ficie lo suficientemente ancha.
En el orden social, a ese movimiento le corresponde el mo
vimiento que empuja la Rusia de la Duma (zarista) al poder
soviético, puesto que bajo el nuevo régimen el peso del poder
se apoya .sobre , una plataforma incomparablemente más ancha,
constituida por los que asumen las funciones directivas (el pes
cador o el estado), en la barca del poder popular.
Así, cada consonante encubre una imagen cualquiera y apa
rece, en efecto, como un nombre de pleno derecho.
En lo que respecta a las vocales si se toma, por ejemplo,
O e Y , se comprueba que sus flechas de señalación van en
todas direcciones y confieren a las palabras sentidos opuestos:
— Vyiyi (salir), Voiti (entrar).
— Svoe = el género. Svoj = lo particular.
— Bo = la razón. By = el deseo, el libre arbitrio.
Sin embargo, con relación a las consonantes, las vocales
permanecen desconocidas.
318
CO N CEPCIÓ N M A TEM Á TIC A D E LA H IST O R IA
319
Este intervalo de 317 años no es pues ni una ilusión ni
un delirio forjado totalmente por una imaginación enfermiza;
se trata de una realidad tangible, lo mismo que el año, las re
voluciones de la tierra y los ciclos solares. La gama está com
puesta del siguiente modo: 317 días, 24 horas, 237 segundos,
el paso de un soldado de infantería o el equivalente a un solo
latido del corazón, idénticos según la medida del tiempo, la
oscilación de la cuerda A y la vibración del sonido menor del
alfabeto, el sonido U.
Según el código militar alemán, un soldado de infantería
debe hacer 80 o 81 pasos en un minuto. En 24 horas, hará,
pues, 365 pasos multiplicados por 317, es decir, tantos pasos
como días hay en 317 años, o dicho de otro modo, recorrerá
un espacio de tiempo equivalente a un solo latido de la cuerda
de la humanidad.
El órgano cardíaco femenino registra por término medio
un número de latidos idénticos. Si se divide en 317 partes la
medida temporal del paso del soldado de infantería se obtienen
424 vibraciones al segundo; es decir, una oscilación de la cuer
da A ~ E sta cuerda es, en cierto modo, el eje del arte sonoro.
Si se. toma como ritmo medio del órgano cardíaco masculino
70 latidos por minuto, y si se supone que a un latido corres
ponde un año, para encontrar la medida exacta del día basta
tomar la oscilación de esta misma cuerda A para constatar que
acontece 365 veces en relación al ritmo medio del órgano car
díaco masculino.
Esta gama reúne en una sola serie sonora las guerras, los
años, los días, los pasos, los latidos del corazón; es decir, que
nos hace penetrar en el reino del arte sonoro del futuro.
En Alemania y Francia durante la Edad Media, la cuerda A
no corresponde, lo que, no obstante, nada cambia.
De acuerdo con las investigaciones de Chtcherba, el soni
do U efectúa 432 vibraciones al segundo.
Si se toma un período de tiempo igual a 133 años multi
plicados por 225, para evaluar las oscilaciones de los conti
nentes, como cuerdas lisas que son, un período de tiempo igual
a 317 años para evaluar las oscilaciones de las cuerdas instru
320
mentales de las guerras, otro igual a los años de 317 días para
la vida de la memoria y las emociones experimentadas en 24
horas, 237 segundos, 1 /8 0 ’ y 1 /7 0 ° de minuto y 1/439° y
1 /4 2 6 ° de segundo, tendremos ante nosotros la cadena del
tiempo, ai, a 2, ai, ... a „ — 1 , a„, unidas entre ellas según el
siguiente principio: a„ X 365 o 317 veces inferior a a „ — 1.
Esta sucesión de tiempo en descenso constituye la gama del
futuriano.
Imaginemos ahora un joven de ojos profundos, de mirada
ansiosa y penetrante; lleva y toca una especie de balalaika de
tres cuerdas. Pulsa la primera cuerda cuya resonancia va a pro
vocar las grandes mutaciones de la humanidad de 317 años en
317 años. Pulsa la segunda, la que determina los pasos y lati
dos del corazón. Bajo sus dedos, la tercera es el propio eje del
mundo sonoro. Se obtiene el retrato del futuriano-tipo, el fu-
türiano de la «balalaika». La sombra fantasmal de la humani
dad se estremece vinculada a las cuerdas del instrumento. El
futuriano toca: los sortilegios de las cuerdas le parece que van
a poder reemplazar d odio entre los países y las poblaciones.
Cuando la ciencia haya medido las ondas luminosas, las
haya estudiado a la luz de los números, será posible dirigir los
movimientos de los rayos.
Esos espejos acercan a la mesa de escribir el rostro lejano
de la estrella, confieren dimensiones asequibles a la vista, cosas
infinitamente pequeñas, antes invisibles, y respecto al universo
constituido por una sola onda luminosa del rayo, transforman
a los hombres en divinidades todopoderosas.
Supongamos que la onda luminosa esté poblada de criatu
ras dotadas de razón, provistas de un gobierno, de un código
jurídico e incluso de profetas.
¿Quizás entonces harán, del sabio encargado de la fuga de
ondas, armado de sus espejos, un dios todopoderoso?
Si la onda luminosa tiene sus profetas, proclamarán la om
nipotencia del sabio y lo colmarán de alabanzas:
«T ú expiras y mueves los océanos, tú emites, ellos retroce
den en seguida.» Pasmados de no poder acceder a tal poder
Una vez estudiados los rayos gigantes de los destinos de la
321
21
humanidad, cuyas ondas se hallan pobladas de humanos y cuya
única pulsación dura siglos, el pensamiento humano confía apli
carles procedimientos de dominio por espejos idénticos; es
pera edificar un poder constituido por dos cristales dobles cón
cavos y convexos. Entonces se puede pensar que las vibracio
nes, enumeradas por siglos, de nuestro rayo gigante, las domi
nará el sabio, como lo son las ondas infinitamente reducidas
de la luz. En tal caso el hombre será, a la vez, el pueblo habi
tando la onda luminosa del rayo y el sabio, dueño de los mo
vimientos luminosos, capaz de modificar a voluntad la trayec
toria.
Por supuesto, se trata de una visión del porvenir, de una
obra futura. De momento nos limitamos simplemente a ha
cer resaltar la regularidad de los destinos humanos, a prestar
les la estructura mental del rayo y a establecer las dimensiones
espaciales y temporales.
Todo esto tiende a hacer pasar el poder legislativo a la
mesa del sabio y a reemplazar el árbol desarraigado del dere
cho romano milenario por las ecuaciones y las leyes numéri
cas propias de la ciencia de los movimientos del rayo. No
debemos olvidar que, en definitiva, el hombre es un relámpago,
que el género humano posee su relámpago gigante e igualmente
el globo terrestre.
E s muy curioso ver pueblos completamente diferentes, que
se ignoran entre sí, y no obstante, vinculados por leyes exactas.
Por ejemplo: hay una ley que preside el nacimiento de indi
viduos parecidos. Esta ley manifiesta que el rayo, cuyas on
das luminosas llevan a su cima el año de nacimiento de los
grandes hombres al mismo destino, sólo tiene una pulsación
en 365 años; por tanto, si Kepler, nacido en 1571, que dedicó
su vida a demostrar que la tierra gira alrededor del sol fue, de
hecho, el punto culminante d e l. pensamiento europeo durante
varios siglos, 365 años multiplicados por 3 antes de él, es de
cir, en 476, nació el «m aestro del pensamiento hindú», Aria-
bhatta, que ya anunciaba al país de los yoghis este mismo prin
cipio de la rotación de la tierra alrededor del sol.
En tiempos de Copérnico se tenían nociones muy vagas so
322
bre la India, y si los hombres no fueran rayos ligados mutua
mente según una lógica imprescriptible, el nacimiento de un
Kepler, provisto de una misión igual que Aríabhatta, de acuer
do con un intervalo temporal regular, sería verdaderamente
milagroso. Del mismo modo Aristóteles, aquel ilustre lógico
de la antigua Grecia que intentó fijar las leyes de la razón jus
ta, del arte del razonamiento, nació en el año 384, o sea 365
años multiplicados por 6 , antes que John Stuart Mili, en 1804.
En el mismo orden de ideas, se puede citar a Esquilo, Maho-
ma (el libro de versículos del Corán), Firdussi, Hafiz. Estos
poetas griegos, árabes y persas forman parte de esos seres que
sólo surgen una sola y única vez en toda la historia de sus res
pectivos pueblos. Veamos sus fechas de nacimiento: 525 a.
de J.C ., 571 d. de J.C ., años 935 y 1300. Obtenemos cuatro
puntos del tiempo separados entre ellos por una oleada de
una duración igual a 365 años.
Tomemos a los pensadores: Fichte en 1762 y Platón en
428, 365 años multiplicados por 6 antes que él, es decir, 6 pul
saciones del destino.
Ahora, los fundadores del clasicismo: Confucio en 551 "a"
de J.C ., y Racine en 1639: en este caso preciso, Francia y la
antiquísima China se hallan ligadas conforme a un intervalo de
seis. Imaginemos un instante la sonrisa desdeñosa de Francia,
su famoso «¡V am os, ya está bien!», que no expresa ninguna
estima por China.
Todos estos datos demuestran el carácter superficial de las
nociones de Estado y de pueblo. Las leyes exactas atraviesan
los estados sin fijarse, como los rayos X a través de los múscu
los para efectuar la radioscopia de los huesos; liberan a la hu
manidad de sus jirones de estados y le proporcionan un nuevo
tejido, el cielo estrellado. Igualmente predicen el porvenir por
medio del frío cálculo mental y no vociferando como los pro
fetas de la antigüedad. En efecto, actualmente el maravilloso
descubrimiento de la onda luminosa del rayo de nacimiento nos
permite predecir, formalmente, que en tal o tal año nacerá
tal o cual individuo, «alguien», cuyo destino será semejante
al destino del individuo nacido 365 años antes que él.
323
Ahí está lo que modifica nuestra relación con la muerte:
nos hallamos en el umbral de un nuevo mundo en el que será
posible tener una idea exacta del día y hora de nuestro nuevo
nacimiento, en que se asimilará la muerte como un baño pro
visional en las aguas del no ser.
Del mismo modo se producen mutaciones en nuestra asi
milación del tiempo: ya sea un tiempo considerado como una
serie de puntos a, b, c, d, ... t, etc.; hasta ahora se deducía la
naturaleza de tal o cual punto del tiempo según la naturaleza
del punto más cercano. Ese modo de pensar encubría la ope
ración sustracción; se decía: dos puntos a y b son iguales entre
ellos si a - b se acerca lo más posible a cero. La nueva relación
al tiempo lleva a primer plano la operación división, es decir:
que dos puntos alejados uno del otro pueden ser idénticos mu
cho más fácilmente que dos puntos cercanos, y que dos puntos
m y n son iguales si, dividiendo m-n por « , se obtiene una
cifra redonda. Según la ley de los nacimientos, U = 365 años;
para las guerras U = 365 — 48: 317 años.
La creación de estados son múltiplos de 413 (años), o sea-
365 + 48; así Rusia se constituyó en 862, o sea 413 años des
pués que Inglaterra en 449. Francia se constituyó 486 años
después de Roma en 753.
Este concepto del tiempo reúne asombrosamente la natu
raleza de las cifras, es decir, el mundo de unidades de mag
nitud intermitentes, rotas; empezamos a concebir el tiempo
como una operación abstracta de división a la luz de las condi
ciones terrestres.
Un estudio exacto del tiempo lleva a un desdoblamiento de
la humanidad, puesto que la reunión de propiedades, antes ca
racterística de los dioses ya se efectúa por el autoanálisis, y
este autoanálisis no es nada más que la humanidad con fe en
la humanidad. E s realmente extraordinario constatar que el
mismo individuo, el individuo como tal, lleva en él el sello de
ese mismo cálculo.
324
Si Petrarca escribió 317 sonetos a Laura y si el número de
navios de una flota es muchas veces de unos 318, el cuer
po humano contiene 317 múscuios multiplicados por 2, o sea
634, 317 pares. Los huesos son 48 multiplicados por 5 = 240,
y la superficie del glóbulo rojo es igual a la superficie del
globo terrestre dividida por 365 elevado a la décima potencia.
I. Los cristales y las lentillas que modifican los rayos del destino
son el patrimonio futuro de la humanidad. Debemos desdoblarnos:
ser y sabio que ordena a los rayos y los pueblos que habitan las on
das luminosas del rayo sometido a la voluntad del sabio.
II. Más se descubren los rayos del destino y más vivamente desa
parecen las nociones de pueblos y Estados diferentes y, en definitiva,
la humanidad permanece una e indivisible, cuyos distintos puntos se
hallan, lógicamente, enlazados entre sí.
I II. Que el hombre dedique sus ratos libres a leer los jeroglíficos
de las constelaciones. Comprender la voluntad de las estrellas es
desenrollar ante nosotros el pergamino de la verdadera libertad.
Esas tablas de las leyes del futuro se extienden sobre nosotros
como una noche muy oscura y, ¿no es hacer una operación de divi
sión liberarnos de las alambradas de los gobiernos entre las estrellas
eternas y la oreja de la humanidad?
Que el poder de las estrellas sea un poder sin hilo.
Uno de los posibles caminos para llegar es la gama del futuriano,
tocando el cielo por un extremo y, por el otro, penetrando en las
pulsaciones cardíacas.
325
A P R O P O SIT O D E V E R SO S '
326
y que son una clara llamada lanzada a las tinieblas de nuestro
mundo interno, o bien, el punto culminante del poder popular
en la vida de la palabra y de la razón, un procedimiento jus
tificado pero raras veces empleado.
Sabemos por las Memorias de Sophie K ovalevski 2 que su
afición por las matemáticas la debía a la original tapicería que
recubría las paredes de su habitación infantil: eran páginas
arrancadas de las obras de su tío sobre álgebra adelantada.
Y recordemos que el mundo de los números es un terreno ex
traño para la mayoría de la humanidad femenina.
Sophie Kovalevski es uno de los raros mortales que pe
netró en ese mundo. Pero, ¿una niña de siete años, podía com
prender los signos de igualdad, los grados de potencia, la ex
plicación de los factores y todos esos caracteres mágicos de
los totales y las deducciones? Por supuesto que no, y no obs
tante, tuvieron una influencia decisiva en su destino, puesto que
llegó a ser una célebre sabia a partir de un simple impulso dado
a la niña por la insólita tapicería. Así, pues, los sortilegios de
la palabra incomprensible, siguen siendo sortilegios y nada pier
den en potencia. ___ _______ _________ _____
Los versos pueden ser comprensibles o incomprensibles,
pero sea como fuere, lo que sí deben tener es calidad, y ser
fervientes.
Los ejemplos citados, como los signos algebraicos en la ta
picería de la habitación de la niña y la influencia que ejercie
ron en su destino, y las fórmulas mágicas, demuestran que no
se le puede exigir a una palabra: «Sé comprensible como un
letrero.» La voz de la razón suprema, incluso ininteligible,
siempre deja caer algunos granos en la tierra arable del espí-
píritu y sigue por caminos insólitos hasta abrirse paso. ¿Les
parece que la tierra comprende la índole de los granos que el
labrador siembra? No, pero el trigo otoñal, al brotar de la tie
rra, corresponde a esos granos.
No pretendo indicar, sin embargo, que toda obra incom
prensible sea extraordinaria. Simplemente, que no se debe re
327
chazar una obra, con el pretexto de que es ininteligible para
una categoría determinada de lectores. Dicen que sólo los tra
bajadores al pie del cañón son capaces de alabar el trabajo. ¿E s
cierto? La naturaleza de la obra ¿no se halla precisamente en
un distanciamiento con respecto a sí mismo; distanciamiento
con respecto a su eje cotidiano?
La obra ¿no es una forma de escapar del yo?
La obra es pariente de la evasión, ¡o sea hay que hacer
cubrir a la palabra el mayor número de kilómetros de imáge
nes y pensamientos en el menor tiempo posible! Si uno parte
de sí, faltará el espacio para evadirse. La inspiración nunca ha
sido fiel al origen real del creador. Los caballeros de la Edad
Media cantan a los ariscos pastores; Lord Byron a los piratas,
y Buda, descendiente de reyes, celebra la pobreza.
Por el contrario Shakespeare, juzgado por robo, habla el
lenguaje de los reyes, lo mismo que Goethe, hijo de un mo
desto burgués, y toda la obra de ambos está dedicada a la vida
de la corte.
Los tundras, de la región de Petchersk, que jamás conocie
ron la guerra, conservan las canciones de gesta de Vladimir
y sus héroes, mientras que en el Dnieper hace ya tiempo que
las olvidaron.
El trabajo creador, comprendido como una separación má
xima entre la cuerda instrumental del pensamiento y el eje de
la vida real del creador, y como una evasión de sí mismo, nos
obliga a pensar que para celebrar la máquina y el trabajo hay
que estar fuera de la fábrica y no dentro.
E igualmente, al evadirse de la fábrica, al hacer desviar al
máximo la cuerda de su espíritu, el creador, unido a la fábrica
por su trabajo, se evadirá en el universo de las representaciones
científicas, de las extrañas visiones científicas, en el futuro del
globo terrestre, como G astev ,3 o bien, en el universo de los
valores humanos, en el universo de una vida sensible particu
larmente afinada.
3. Gastev: uno de los primeros poetas proletarios. Su libro Poe
sía de la fuerza obrera (1918), conoció una gran popularidad en su
momento.
328
G O L P E D E E ST A D O EN V LA D IV O ST O K '
(Fragmento)
329
Comienza a burbujear centenares de salpicaduras;
Ha brincado al borde
Del abismo de oro.
Sobre la cresta de oro de los mares
De la ola burbujeante:
Es el rostro.
Es el mar azul que aprende junto al oro
A subir y a bajar,
A burbujear y a derramarse en hilos de oro,
En salpicaduras de oro, en rizos de oro
Del mar de oro;
Para fundirse, salpicaduras de oro
Sobre la arena marina,
Junto a las conchas del mar.
C R IA T U R A '
¡Criatura!
Si los ojos se han cansado de ensancharse,
Si aceptas el nombre «fraternal», - - .......... —-
Yo, el de los ojos azules, juro
Llevar muy alta la flor de tu vida.
Es que soy como tú, he caído de una nube,
Me han sometido a muchos males,
Por no ser conveniente,
Siempre insociable,
Por todos inamable.
Si quieres seremos hermano y hermana,
¿Acaso no somos gente libre en una tierra libre?,
Nosotros hacemos las leyes, las leyes no hay que temerlas,
Y moldeamos la arcilla de los actos.
Lo sé, eres preciosa, una flor azul celeste,
Y me siento tan bien, y tan de repente,
330
Cuando hablas de Sotchi
Y se ensanchan los tiernos ojos.
Yo, que he dudado tanto tiempo y de tantas cosas,
De pronto creo para siempre,
Lo que está allí grabado,
En vano tala el leñador...
Escaparemos a muchas palabras inútiles.
Servirte, simplemente, la misa matutina,
Como el peludo pope de larga melena,
Beber los arroyos azules de la pureza.
Y no temeremos los nombres terribles.
Q U É A G R A D A BLE 1
LA LAV A N D ERA z
(Fragmentos)
El Campo Caliente 3
331
Hielo crujiente,
Sólo humea el estiércol,
Sólo humea el estiércol,
De la miseria, Salvador,
Para la miseria el Salvador.
Un siglo de avena de las manadas de caballos
De las cuadras de los ricos,
Salvó aquí al pordiosero:
Le dio abrigo y tapaorejas,
Pelliza, calzado y hermano
Con quien dormir soñando lado a lado,
¡Un hermanito cálido!
¡Basta! ¡Basta!
A los cuchillos, ¡de luchar
A cuchillo contra el proyectil
Ha llegado la hora!
Hay que iniciar
Con ahínco
La férrea acción.
— ¡Hay que iniciarla!
332
Por las calles de la capital,
Fuera del hospital, fuera del hospital.
Vosotras, que cortáis las ramas de la nobleza,
Vestios pellizas y sedas de ropavejero
Y lencería blanca como la nieve,
Y arrojad las prendas que huelen a sudor
Y a semen de hombres,
Podredumbre.
333
Marchamos. Con nosotros, todas las solteras del Campo
Caliente,
El Smolny 4 del mundo criminal,
La sociedad refinada del ghetto.
¡Hoy no hay necios!
El día de hoy es fiel para quien
Llega impulsado de amor
Desde la ciudad podrida.
Balas,
Bombas,
Balaron en los Campos Calientes.
334
Lo ciñen las tablas de un mar difunto,
Tablas muertas, como el pecho de una mujer
Por las ballenas del corsé — y las gargantas de las pl
Flamean cual collar nocturno.
De los cadavéricos mares se obraron estos leones
Da zarpa airada,
Y los grises cadáveres de los peldaños
Conducían a los palacios
Cubiertos de piedra taraceada.
La piedra lisa, austera,
Semejante a la palabra «n o»,
Se torna de pronto en airosos rizos
Y cae sobre la piedra cual nevasca,
Más aérea que el encaje,
Donde se petrifica un beso de mujer.
Aquí vivían los zares...
19
14
336
¿En qué sueña usted?
Pestañas ajenas.
La he ofendido,
¡Basta de mala cara!
Los vi ayer,
Caminaban, se apretujaban.
337
22
26
27
338
Nuestros palacios, con excremento caliente.
Y nosotros con nuestras muchachas,
Padres, madres y niños,
Dormimos en el secular estercolero de caballo.
Y vosotros, zares, dormís en el seno del señor.
Nosotros — zares de la carreta—
Viviremos,
Ardiendo sin llama,
Reluciendo,
Pero vosotros os habéis dormido en el seno del señor.
Si no danzo
Yo, bufón sangrante,
Viejo ateo,
La danza de las tijeras de sastre,
Caigo en el lazo de mi propio chiste.
28
29
339
ÍO
¿Q ué cueces,
Camarada?
De ohs y ahs sopa.
Añadidle:
— ¡Eh!
— ¡Hi!
— ¡Uf!
PER SA S, M IR A D '
340
LA T R O M PETA D E G O L-M U LLA H '
¡Eh!
¡Eh!
Es el profeta de las montañas:
Como el resoplido de la ballena, como el empuje de la muche
dumbre
Brotan sus gemidos y gritos de furor.
Búfalo furioso, pasa el sacerdote de las flores.
Desnudos los brazos, desnudas las piernas bajo una austera
piel de cordero.
El pastor de las montañas lo consideraría como suyo.
El búfalo salvaje le diría: «Hermano mío;»
Viento divinó se alzó de pronto de las
Montañas nevadas para posarse en las calles repletas,
Sacerdote salvaje de las flores,
Haciendo, no se sabe por qué, pesar la amenaza de su vello
blanco. — ......................
¡Tchokh pul! Tchokh chai! 2 ¡La resaca tornóse insoportable!
El diluvio del comercio y del mercado subió en exceso.
Los negros cabellos caían, impetuosos, como una cascada,
Sobre los oscuros brazos del profeta,
El pecho moreno de oro, áureo como una bellota
Pierr 5s desnudas.
La piel de cordero le cubría, follaje dorado,
Pelliza en desorden. Mirada salvaje divinamente sombría.
Sin cortar en decenas de años
Los cabellos colgaban, río negro, sobre los hombros,
341
Sobre la boca oscura.
La cola del caballo no habría renegado de su espesor.
Heno negro de las inspiraciones nocturnas,
Almiares de mediasnoches estrelladas,
Almiares de trigo negro,
Las rutas de los vuelos de las aves llegadas de lejanas monta
ñas nevadas caían sobre los desnudos hombros,
Su vello es más poderoso que una montaña de plata.
Cubre sus manos un vello blanco, pluma de cisne,
Perdido por el cisne de la noche,
Cuando volaba por encima del mundo,
Por encima de la montaña y el valle.
El toro de bronce se acostó sobre el bastón del profeta
Y en sus ojos vive el fuego solar.
¡Eh! ¡Eh!
¡Los profetas
Bajan raudos
De las montañas nevadas
Al encuentro
De su hijo Khlebnikov
Felices de verlo!
Saúl, adam 3
De la fe del Norte.
Saúl a ti
Para tu estrella,
Tchok profetas han
Cantado tu gloria.
Más o menos: todo va bien.
— ¡Nuestro! — dijeron los sacerdotes de las cumbres.
— ¡Nuestro! — cantaron las flores.
Por la torpe primavera
342
La tinta dorada se ha derramado
Sobre el mantel de los prados.
— ¡Nuestro! — cantaron encinares y florestas
Con centenares de ojos, sagaces mínimos soles—
Campanilleo de ramas.
«N o », dicen las nubes de las noches;
«N o », gritaron los roncos graznidos de los cuervos del mar,
Ojo verde, piso de hierro,
Cual traína austera
Tras una presa matutina lanzándose hacia oriente
Después de aprehender la luna
Entre los hilos de la red.
Sólo la doncella de Irán no dijo: « M ío ...»
Sólo el oro iraní no dijo: «M ío.»
En un vuelo de bandido,
Las rotas alas blancas,
El cerebro ensangrentado, caí.........
Al pie de las albas nieves
Y de jardines bermejos,
De las ramas de los endrinos.
Y a los dioses de los montes
Grité:
«¡Salvadm e, salvadme, camaradas, amigos, salvadm e!»
Y, cubierto por el paño de las alas mutiladas,
Con mi pestaña fatigada apagué el incendio azul.
Montañas blancas montañas.
El «K ursk» con un ruido sordo bogaba hacia vosotros.
Como un encaje suave y sedoso
El mar está tejido de una espuma calada.
Cielo azul.
El viejo lobo de mar
Llevaba el libro de Kropotkine
«L a conquista del pan».
En el siglo pasado
343
Se buscaba fuego para encender el tabaco.
¿Tal vez, por aquí cerca, hallemos
Un fuego mas vivo
Para avivar la pipa marina?
Sus ojos enviándome besos
— Yo soy la conquista del cielo— ,
Todos esos mares
Son manchas azules sin medida.
Los jardines bermejos son mi sangre,
Las montañas blancas, mis alas.
— Siéntate, Gol-mullah,
Te haré cruzar.
Y en la caza estelar
Soy un corcel estelar.
Soy lo contrario a un Razin,
Soy lo opuesto a un Razin.
Sobre el «K ursk» he bogado al encuentro del destino.
Él saqueó y quemó, mas yo soy el gentil dios del verbo.
El navio cortaviento
Atravesaba la boca del golfo.
Razin ahogó
Una virgen en el mar.
¿Q ué haría yo? ¿Lo contrario? ¡La salvaría!
Veremos. El tiempo no gusta de mordiscos
Y no abrirá la boca antes de tiempo.
¿N o hay nadie
En las grutas de las rocas?
¿Acaso no viven allá los dioses?
Leí en un cuento
Que en las cavernas viven los dioses,
Y que, como ojitos muy azules,
Las mariposas les cubren las piernas.
A través de Kropotkine en los días de ayer,
En la caza de lo vulgar
Los destinos me acarician
Y de nuevo, tras la desgracia, su ala susurra
Detrás de mis hombros.
344
5
345
Ha tendido sobre sí los extremos de la cuerda,
Después, volviendo la cabeza, preguntó a los verdugos:
« ¿ E s todo?»
«¡H undid también el acero
En el pecho del am ado!»
Las montañas nevadas son su cuerpo muerto.
Los negros ollares de los montes
Aspiran ávidamente
El olor de Razin
El viento proveniente del mar.
Me anticipo,
Viento de torturas.
7 '
Vamos, vamos.
346
8
9 . .....................
347
Pasan mujeres negras.
¿Quién destapa la botella?
Yo, perezosamente.
Soy el sílex del chisquero,
O jos de terror animal, encanto fiero del encanto negro,
Bajo el velo
Que salva del miedo.
La visera de la nivea
Tuberculosis forma una mancha blanca junto a sombras negras.
Barrotes blancos descendidos sobre sombras negras, reja de
muerte.
Tragaluz de prisión negro y enrejado.
¡Silencio, he ahí al santo de los santos! Mujeres camino de
oriente.
10
11
348
Donde el dinero es «p u l » , 7
Donde en el desfiladero montañoso
Sobre la cascada rugiente,
Los khans con ropa interior blanca van
A pescar salmones,
Con una sutil red en la mano.
Donde todo empieza con ch: chach, chai, chai, chira; 8
Donde la luna silenciosa
Recibió el nombre más sonoro,
Ai,
¡En este país me encuentro!
12
349
Por Pentecostés el tiempo pide prestada
A la sangre su tinta encarnada — préstamo amistoso— -
Cuando, vello bermejo,
Los bosques inmaculados forman una mancha roja.
Y la tinta de oro de la primavera
Se derrama en el ocaso, en la desgracia,
Y el bosque púrpura
Reemplaza al verde.
En este país los perros no ladran
Si en la noche se camina sobre ellos,
Tímidos y tranquilos
Son los grandes perros.
Los hombres no te ofrecerán seda
¡O h!, profeta! El árbol será tu estandarte:
Los; dedos ensangrentados del estío se imprimen en las hojas
verdes
Cuando tomo por estandarte la tierra rosa inmaculada.
tjt ..........
Hoy seré el invitado del mar,
El mantel arenoso es amplio
. Y un perro aguarda no lejos.
Buscamos. Roemos.
Uno a otro nos miramos.
Almorcé huevas y pescaditos.
¡Qué bueno! ¡No es mejor cuando te invitan los humanos!
Por detrás de la empalizada: «U rus dervich, dervich urus!»
Decenas de veces me gritó un muchacho.
14
350
Con su cimatarra,
Y el sol, cuando, virgen demasiado madura
(Cierto, le gusta la confitura azucarada)
Se tendía tiernamente sobre el hombro leonino,
¡Entre los azulejos verdes,
Entre los azulejos verdes!
15
351
El suelo del desfiladero barrido a fondo:
Ni una mota de polvo caería en el ojo.
Los árboles se hallan rodeados por coronas de adoquines.
Cráneos de hombres, las casas forman una mancha blanca.
16
352
G ritó un guerrero huido del ejército ruso.
Té, cerezas y arroz.
Dos días enteros me alimenté con moras del bosque.
Y en esos días no tenía «p u l», iba a pie.
«¡Bevotvu vieviat», canta la curruca!
17
353
23
«V am os», me guiaron. Me alimentaron, dieron de fumar a mi
boca hambrienta.
Y, milagro, por la mañana me devolvieron el fusil. Me dej;n..>n
partir.
Un kardash 10 me entregó un pedazo de queso
Con mirada de piedad.
18
— Siéntate, Gol-mullah.
El silbido del agua negra, borboteante, me subió al rostro.
— ¿Agua negra? No — dijo Ali-Mahomet mirándome; se echó
a reír:
— Sé quién eres.
— ¿Quién, pues?
— Gol-mullah. — ¿E l pastor de las flores?
— Sí, sí.
Rio, rema.
Avanzamos sobre el espejo del golfo.
Junto a una nube de amuras y de monstruos dentados con—
cuerpos de hierro.
19
354
que ser Gol-mullah.
Tesorero de la tinta de oro de la primavera
El primer día del mes de A i."
Gritar, para hacer el loco: Ay
A la luna pálida, Ai,
Que vimos a la derecha.
Dejar correr su sangre hacia el verano
Y sus cabellos de oro hacia la primavera.
Cada día me tiendo sobre la arena
Para dormir.
A D O LE SC E N T E SO L IT A R IO 1
Adolescente solitario
Salí en la noche profunda
Cubierto hasta el suelo
De lacios cabellos.
En torno se alzaba la noche
Y se sentía la soledad ________
Con precisión de amigos,
Con necesidad de sí.
Encendí mis cabellos,
Arrojé trozos de anillos,
Encendí los campos, los árboles
Y todo fue más alegre.
El campo de Khlebnikov llameaba
Y mi yo exaltado resplandecía en la sombra.
Marcho ahora
Los cabellos flameantes
Y en lugar del Yo
¡Se ha alzado el Nosotros!
Vete, triste duda,
Lleva ley y honor.
11. Nombre popular ruso del mes de mayo. Luna y mes están
etimológicamente emparentados.
1. Escrito hacia 1922.
355
H IST R IÓ N S O L IT A R IO '
A Q U Í VAG ABA H E C H IZ A D O
356
Por la jauría de perros de las palabras impresas
Que soñaban con morder mi cadera de azur.
Yo era la única grieta
Por donde el futuro
Caía en el cubo Rusia.
Mi propia embriaguez
Era la gárgola para el mañana,
Para la cesta de lágrimas del mañana.
Nadie se alzaba durante las noches.
Lo que me consumía y torturaba — ¡será, sí!
Como perro salvaje
Recorro la pista sagrada
Entre los viejos mares gigantes.
Sobre él sendero estelar,
Al resplandor del estelar refugio nocturno.
¡Oh espléndido tabique negro!
A TO D O S 1
Cartas — vengadoras.
Mi lamento está presto.
Por la tempestad los copos se elevan
Y sin ruido flotan los espíritus.
Me han traspasado las lanzas
Del hambre del espíritu,
Atravesado por lanzas de bocas ayunas.
Vuestra hambre exige la riqueza del alimento,
Y con el elegante sombrero de la peste,
Vuestra hambruna exige pitanza: he aquí mi pecho.
Luego, me desplomo como Kutchuni
Bajo los embates de Erm ak .2
Es la apetencia de las lanzas que horadan,
357
Expurgan el manuscrito.
¡Ah, reconocer las perlas ornando los lisos rostros
Por mí amados, en la vendedora de las avenidas!
¿Por qué dejé escapar ese hatillo de páginas?
¿Por qué fui ese extravagante inoportuno?
No es la travesura de los pastores transidos
Sino el incendio de los manuscritos, las cizallas—
Están en todas partes: hacha que ya no corta
Y caritas de gusanos degollados,
Para nosotros la dote de esos tres años terribles:
El saldo de un centenar de cantos,
El recorrido de los rostros que tan bien os conocen,
Por todas partes los cuerpos degollados de los zarevitchs.
Por doquier, por doquier ese maldito Uglitch .3
LAS T A B LA S D E L D E ST IN O 1
(Fragmento)
358
ción del cronopintor. Al rechazar el galimatías de las palabras,
el cronopintor tiene en sus manos un modelo preciso.
Los que quisieran despreciar las leyes puras del tiempo y a
la vez juzgar correctamente, se parecerían a los antiguos autó
cratas que azotaban el mar por haber destruido sus naves. Hu
biera sido mejor haber aprendido las leyes de la navegación.
Por primera vez hallé el trazo repetido de los sucesos cada
35 días, o sea, 243 días. Examiné a fondo las potencias y desa
rrollo de los tiempos hallados y los apliqué al pasado de la
humanidad. Ese pasado se volvió de pronto transparente, y lá
simple ley del tiempo lo cubrió por completo con su sombra.
Comprendí que el tiempo está construido sobre las potencias
de dos y de tres, los números pares e impares más pequeños.
Comprendí que la reduplicación por sí misma de los doses y
los treses es la verdadera naturaleza del tiempo y al recordar la
vieja creencia eslava del «p ar e im par», decidí que la fe es el
árbol que crece del grano de la Superstición entre comillas.
Al descubrir el significado del par y del impar en el tiempo,
tuve la sensación de tener entre manos una ratonera en la que
dentro, cual un animalito aterrorizado, temblaba el arcaico des
tino. Las simples ecuaciones del tiempo, semejantes a un árbol,
sencillas como la raíz de un tronco, flexibles y vivaces/ con la
vida compleja de las ramas de sus potencias donde se concen
tran el cerebro y el alma viva de las ecuaciones, parecen ecua
ciones del espacio invertidas, donde la enorme parte de la base
está coronada por la unidad, el dos y el tres, pero no más.
Pensé que son dos movimientos inversos en un solo espació
de cálculo.
Las veía realmente; las montañas, los bloques inmensos de
la base donde se posaba para descansar el. ave rapaz de la poten
cia; el pájaro de la consciencia para el espacio, e igual que tron
cos delgados de árboles, las ramas, con flores y pájaros, volando
sobre ellas.
Por el espacio el tiempo parecía el exponente rocoso de la
potencia; no puede ser superior a. tres, mientras que la basé
vive sin límite; a la inversa, la base se convierte en doses y
treses «duros», mientras que el exponente vive de la vida com
359
pleja del juego libre de las dimensiones. Donde antes se en
contraban las estepas perdidas del tiempo, de pronto han cre
cido armoniosos polinomios construidos sobre el dos y el tres
y mi consciencia se asemeja a la consciencia de un viajero ante
quien se alzan de pronto, las torres y muros almenados de una
ciudad desconocida.
Si en la célebre leyenda de Kiteg, la ciudad se sumergió
en un lago perdido en medio de bosques, aquí, de cada señal
del tiempo, dfe cada lago del tiempo, emergía el polinomio ar
monioso de los tres con sus torres y campanarios, una especie
de ciudad de Kiteg.
Serié tales como 1 053 = 33+J + 3 3>2 + 31+i, donde el nú
mero de miembros es igual a la base, donde el exponente de la
potencia mayor es un doblé 3 y donde los otros exponentes
decrecen de una unidad, o bien, el número conocido de todos
365 = 3 5 + 3'1 + 3 3 + 3 2 + >' + 3? 4- 1, tales series eviden
ciaban, por una parte, la antigua relación del año respecto al
día, y por otra, un nuevo sentido a la antigua leyenda de la
ciudad de Kiteg.
- La ciudad de tres con sus torres y campanarios zumbaba
abiertamente desde el abismo del tiempo. La ciudad armoniosa
de torres numéricas había reemplazado las huellas anteriores del
tiempo.
Yo no inventé estás leyes, simplemente he tomado dimen
siones vivas, esforzándome por desembarazarlas totalmente del
ropaje de las las doctrinas existentes; he tratado de ver según
que ley, esas dimensiones pasaban de una a otra, y he cons
truido las ecuaciones apoyándome en la experiencia.-Los tiran
tes numéricos de las inmensidades del tiempo parecían, uno
tras otro, mantener un extraño parentesco con los tirantes del
espacio, siguiendo, en su movimiento, un recorrido inverso.
La cifra es la copa en la que se puede escanciar el líquido
de cualquier dimensión, mientras que la ecuación es el aparato
que forma una hilera de dimensiones en la que los números
duros son los pernos inmóviles de la ecuación, su armazón, en
tanto que las dimensiones m , n son los miembros móviles del
proyectil, las ruedas, las palancas, los volantes de la ecuación.
360
A veces, comparaba mentalmente los números de la ecua
ción incluyendo dimensiones duras al esqueleto del cuerpo, y
las dimensiones m, n, a los músculos y carne del cuerpo que
ponen en movimiento los animales fantásticos.
En la ecuación distinguía la musculatura y el hueso, y las
ecuaciones del tiempo parecían, de pronto, el reflejo espejado
de las ecuaciones del espacio.
Las ecuaciones del espacio se asemejan a los animales fósiles
desaparecidos, formados por la enorme base dél cuerpo y un
cráneo minúsculo, un cerebro que corona el cuerpo.
Si e l. tirante del volumen es A3, A puede crecer hasta lo
infinito, pero el exponente será siempre tres.
Tres es la dimensión dura, el hueso de la ecuación; A su
parte viva; para dos puntos inversos en el tiempo el tirante
y + 3a o 3" + 3n, o de forma más simple 3n, ese tirante es
muy original. Dicho tirante del tiempo reúne él suceso y el
antisuceso en el tiempo, el suceso de orientación A y el suceso
de orientación inverso — A. Allí, -lá base dura es tres y el ex
ponente la n creciendo infinitamente ¿no es el curso inverso
del cálculo?
De lo que hablaban las viejas doctrinas, de lo que amena
zaban en nombre de retribución sale la fuérza simple v cruel
de esta ecuáción, se. ocultan en su lenguaje seco «á mí mé per
tenece la venganza y yo soy quien otorgará la retribución»,
como, el Jehová amenazador e inflexible de los antiguos. Pues
la ley de Moisés y todo el Corán se imbrican perfectamente en
la sólida fuerza de esta ecuación.
Mas ¡cuánta tinta se economiza! ¡Cómo descansa el tintero!
De ello resulta el desarrollo progresivo de los siglos. Se le pue
de teñir del color de la sangre, del hierro y de la muerte a las
siluetas espectrales del tirante de 3 días.
361
Z A N G U E Z I1
(Fragmentos)
In tro d u cció n
362
E l ju e g o , de c a r ta s de la s su p e r fic ie s del vocablo
P la n o I
PÁJAROS
363
El verderón: (meciéndose sobre la rama): Tsi-tsi-tsi-sssii.
El lugano verde: (errante solitario sobre el verde mar, en la
cúspide dé las olas eternamente agitadas de la pineda): ¡Priñ!
¡Ptsiriep-ptsirieb! ¡Ptsirieb! ¡Tsesesé!
El verderón: Tsy-tsy-sy-ssy (se balancea en una caña).
El arrendajo: ¡Piú, piú! ¡Piak, piak, piale!
La golondrina: ¡Tsivit! ¡Tsivit!
La curruca de cabeza negra: ¡Biebot eú-veviat!
E l 'cuclillo: ¡Cu-cú! ¡Cu-cú! (Se mece en la copa de un
árbol).
Silencio.
Son los saludos matutinos de los pájaros al sol.
Pasa u n muchacho cazador de pájaros llevando una jaula.
P l a n o VI
364
3 .cr pa sea n te: ¡Queridos amigos! N o es una m ariposa... ¡es
una libélula! 2 .
L o s c r e y e n t e s : ¡Cántanos tus canciones que espontáneas sur
gen! ¡Cuéntanos de Él! Lee algo en lengua zaum. ¡Habla de
nuestra época terrible con palabras del Alfabeto! ¡Mejor oír
el choque de las largas lanzas del Alfabeto, los sables del
Alfabeto, que no ver la guerra de los hombres! ¡El combate j»
de los enemigos: ER y E L , KA y PE ! ¡Espantosos son sus
amenazadores yelmos emplumados, espantosas sus lanzas!
Terroríficos sus rostros: espacio salvaje y tiernamente
atezado. Entonces,, las polillas de la guerra civil devoran la
piel de los países, las capitales se resecan como galletas — el
agua de los hombres se ha evaporado. Conocemos EL — in
terrupción por una amplia superficie del punto que cae
perpendicularmente. E R — punto de intersección cortante,
traspasando la superficie transversal. E R — traza, quiebra,
rompe las murallas, excava las orillas, los barrancos. ¡El es
pacio retumba a través del Alfabeto! ¡Habla!
P lano X X
La pena y e l r e ír 3
Zanguezi se aleja.
Las montañas están desiertas.
A la terraza llega el Reír saltando como un cabritillo.
llevando a la Pena de la m ano...
La cabeza descubierta, gordo, lleva un solo pendiente y va
vestido con una camisa blanca. El pantalón negro tiene una
pernera azul y una dorada. Tiene los ojos reidores
365
Hinchados dé grasa.
La Pena va vestida de blanco, aparte su sombrero negro
de anchas alas cubriéndole el rostro.
L a P en a
E l R e ír
366
Mi mano poderosa sobre mi cadera,
hago temblar el suelo con mis herraduras,
hago valsar mi único pendiente.
Arrojo en él hogar de mi razón azul
las pilas de leña de la risa.
Con una fuerte risotada, demuestro
que alguien se esconde detrás del telón,
y descalzo la razón
y enseño los dedos del sudor.
Tú eres como el canalón
manando la lluvia de los cielos nocturnos,
tendido hacia los ojos de los cielos;
Yo, soy el loco y el otro yo,
el demonio de los ojos hinchados de grasa.
¡Ahúmate en las hogueras de los templos paganos,
quema los templos de la aflicción!
La risa marca pliegues en mi nuca,
nuca que, no obstante, tus brazos enlazaron,
que tus labios besaron, sin embargo.
Y como el lienzo bajo un techo plano,
estoy seco en caso de mal tiempo.
Tú eras aquélla a quien el verdugo
extirpa el espíritu con sus tenazas.
Como el lienzo bajo un techo puntiagudo
estoy seco bajo el granizo del llanto.
Tú, eres aquélla a la que el verdugo
llevaba la copa de las torturas a medianoche.
Atada como la santa a la rueda,
el suplicio te ha roto las articulaciones,
tú, como la línea que, con una coma,
se aparta de las diversiones.
Yo, estiro los hilos de la sonrisa
donde tú y yo estamos,
y te ofrezco mis flores;
a ti sonríe la telaraña del suplicio.
Y tú y yo somos dos errores,
en las praderas de la sonrisa nocturna.
367
Yo soy la risa, el pararrayos
de la cólera universal.
Tú eres la retenida de las aguas de estrellas,
la virgen de la aflicción universal:
Te diviertes con tu destino:
cuanto más triste estás
más se burla de ti el cielo;
los destinos son generosos.
Tú harás reír eternamente
lamentándote sobre todos:
tú no tendrás más que la burla
de la santa mano, bromee o no.
Tu alma es un tapiz espeso
donde se posan las piernas de las estrellas.
Yo, ayer, le birlé al cielo
un diccionario barato de chistes: - -----
Enlazando las rodillas de la pena universal, tú lloras,
yo me arrojaría contra ella, la golpearía
y, al final, la vencería. .
Cada uno tiene su meta,
hasta el polichinela.
Pero muchos temen tus ojos extraños.
Y no podré evitar comer la ceniza,
¡es realmente mala, confiésalo!
Sin embargo, tu tierno beso
es una prenda de amor.
Tú tiendes eternamente hacia mí
y yo, vuelo hacia tu país.
Y, como la espiga de trigo
inclinas tu suave falta.
Yo me retuerzo de risa,
río de mí y del destino,
cuando a veces tú te vuelves, pequeña,
mi esclava obediente.
368
E n A n c ia n o
369
24
E l R eír
L a P en a
370
busca una comida de carroña.
El ala de una mariposa azul
sobre la piedra
me ha cernido los ojos
con una negra lágrima.
E l R e ír
¡Entonces reuniremos
nuestras voluntades, nuestras palabras!
¡El Reír volando a lo lejano
no es excusable en absoluto!
¡Somos el pedernal,
tú la que avivas,
yo, quien se inflama!
muchedumbre reidora,
verás el duelo
de la hoja sobre las cabezas.
¡Arrojemos nuestros vestidos, nuestras'camisasr'' "......."""
Sobre el camino de cráneos, ¡os arrastraréis, tortugas!
Descubre tus hombros
y ese cabello de metal en la mano
me amenazará como una espada,
como la antigua voz del túmulo.
Como oleadas de tierra negra
que tu trenza se despeine,
que se curve en mi pecho, conocido de ella.
una raya de fino cobre.
Y que el espacio de tus camisas,
sin temer la resaca
se fatigue de salmodiar
sus tristes quejas sobre los esclavos.
Por la voluntad insolente del adversario,
haré salir tu espada de la vaina.
Ruido contra ruido
como grito de ortiga,
371
atravesará la escama del pescado.
¡Hora y cráneo, par e impar!
Son los relámpagos de metal
que, de pronto curvos, contradicen
— ¡estrecho el estrecho sendero sobre el abismo!
Sobre las nieves de tu blusa
los escaramujos florecerán rojos.
Yo mismo he puesto a mi vida el punto final,
¡somos culpables!
¡Empieza, vamos, empieza!
¡A rendir cuentas y por descuido,
como el ligero mes de Ai,
eliges tu ración de suerte!
Que los puños hundiendo la manga en los yelmos
se vistan con una oscura red de alambre.
Una ranura-hábil
igual a las picaduras como de abejas.
Nadie las ha contado
y los golpes se suceden a los golpes.
Las chispas vuelan en incendio.
Las chispas vuelan en hoguera.
El tiempo no pasa en vano.
¡Ah! Por la vida se pierde la vida.
(E l Reír cae muerto, y al lado,
en la manga, una espuma roja.)
P a s a je a legre
372
ha segado las aguas de su vida, ya no e stá...
Fue empujado, vista la destrucción de los manuscritos,
por infames vándalos de gran barbilla
con un par de gruesos labios hocicudos.
Z an g u e zi (entra)-.
373
Indice
I PA R T E : SO B R E K H L E B N IK O V . . . . 5
375
II PA R TE: TEXTO S 200
376
Del silencio haré una navaja (1 9 1 9 ?) . . . . 294
El porvenir ( 1 9 1 9 ) ................................. ....... . . 294
El alimento del palomo ( 1 9 1 9 ) ................................................... 295
Noche en víspera de los s o v i e t s ................................. 296
Ladomir ( 1 9 2 0 ) .................................................................. 299
El libro único (1920) . . . . . . . 304
La creación verbal ( 1 9 2 0 ) ................................................. 305
Concepción matemática de lahistoria . . . . 319
A propósito de versos ( 1 9 2 0 ) ......................................... 326
Golpe de estado en Vladivostok (1921) . . . . 329
Criatura ( 1 9 2 1 ) ................................. ........ . . 330
Qué agradable ( 1 9 2 1 ) ................................................. . 331
La lavandera ( 1 9 2 1 ) ................................................ 331
Persas, mirad ( 1 9 2 1 ) ................................................. . 340
La trompeta de Gol-Mullah (1921) . ..... . ...... . - 341
Adolescente solitario (1922) . . . . . 355
Histrión solitario (1922) . . . . . . 356
Aquí vagaba hechizado (1922) . . . . . . 356
A todos ( 1 9 2 2 ) ................................................. 357
Las tablas del destino (1922) . . . . . . 35&
Zanguezi (1922) . . . . 362
377