Está en la página 1de 615

PREFACIO

Con frecu encia, las personas pretenden vivir sus vidas al


revés: intentan poseer más cosas o más dinero para tener más
posibilidades de h acer lo qu e quieren y de esta fo r m a ser
más felices. En realidad, el proceso es a la inversa. En prim er
lugar, hay que ser uno mismo, luego hacer lo necesario p ara
poseer lo que se desea.
M argaret Y o u n g

I X ace unos años, después de haber escrito dos libros que elogiaban
la vida doméstica del siglo XIX, me disponía a escribir una nueva obra
sobre detalles decorativos de la época victoriana. Sin embargo, la pers­
pectiva de pasar un año reflexionando sobre volantes y fiorituras me
horrorizaba en lo más hondo de mi corazón. Lo que deseaba era escri­
bir un libro que me mostrara cómo reconciliar mis más hondos anhe­
los espirituales, auténticos y creativos, y mis, a menudo, contradic­
torias y abrumadoras obligaciones con mi marido e hija, mi madre
inválida, el trabajo en casa, el trabajo en el mundo, mis hermanos, mis
amigos y mi comunidad.
Sabía que no era la única mujer que vivía el trajín de la vida real en
cuerpo pero no en alma. Sabía que no era la única mujer agotada,
deprimida, confundida. Pero también tenía la certeza de que yo no
era, ni por asomo, la mujer poseedora de las respuestas.
Ni tan siquiera sabía cuáles eran las preguntas.
Deseaba tantas cosas — dinero, éxito, reconocimiento, genuina ex­
presión creativa— pero no tenía ni la más remota idea de lo que ver­
daderamente necesitaba. En ocasiones, mis apasionados anhelos eran
tan voraces que sólo conseguía aplacarlos mediante la negación. Era
adicta al trabajo, a cuidar de los míos y una perfeccionista. Era incapaz
de recordar la última vez que había sido amable con mi persona. ¿Lo
había sido alguna vez? Con más frecuencia de lo que me gustaría
admitir, era una mujer iracunda y envidiosa que se comparaba cons­
tantemente con los demás sólo para sentirse agraviada por lo que pa­
recía faltar en su vida, si bien no habría sido capaz de expresarlo en
palabras. Aquel descontento interior me producía un constante senti­
miento de culpabilidad, pues comparto mi vida con un hombre mara­
villoso y nuestra bella, inteligente, dulce e ingeniosa hija, a quien ado­
ro. Tenía tanto... Me sentía como si no tuviera derecho a querer nada
más.
El dinero era un enorme problema con una gran carga emocional
que controlaba mi capacidad para ser feliz porque yo se lo permitía: el
dinero era el único medio para calibrar mi éxito y valía personales. Si
mis logros no se traducían en un cheque, no existían. Frustrada e inca­
paz de comprender por qué algunas mujeres parecían sentirse mucho
más realizadas con sus vidas — aunque intentaba concienzudamente
no dejar ningún cabo suelto— , me debatía entre el sentimiento de
estar desperdiciando mi vida y la sensación de estar sacrificándola en
el altar de mi ambición personal.
Era una mujer que necesitaba desesperadamente El encanto de la
vida simple.
Sin embargo, antes de poder escribir este libro, tuve que hacer
inventario de lo que funcionaba en mi vida y de lo que no. Quizá, por
primera vez en mi vida, tuve que ser despiadadamente honesta con­
migo misma y con los demás. Durante este período de profunda
introspección, seis principios prácticos, creativos y espirituales — la
gratitud, la simplicidad, el orden, la armonía, la belleza y la alegría—
se convirtieron en los catalizadores que me ayudaron a definir una
vida propia.
Una mañana, me desperté con la certeza de que, casi impercepti­
blemente, me había convertido en una mujer feliz que experimentaba
más momentos de satisfacción que de inquietud. Recuperada la con­
fianza en mi persona, me propuse escribir un libro de fácil lectura que
transmitiera un estilo de vida al alcance de las mujeres que quisieran,
como yo, vivir siendo ellas mismas.
No obstante, el libro que tienes en tus manos no guarda ni el más
lejano parecido con el libro que empecé ni con el que mi editor espe­
raba. Durante los dos años que tardé en escribirlo, E l encanto de la
vida simple experimentó una extraordinaria metamorfosis, al igual que
yo misma. Cada mañana, la espiritualidad, la autenticidad y la creativi­
dad convergían en sus páginas en una íntima búsqueda de la Totali­
dad. Empecé escribiendo sobre cómo superar la confusión y terminé
participando en un safari por el yo y el Espíritu. Yo fui la primera sor­
prendida.
A medida que E l encanto de la vida simple evolucionaba y pasaba
i ; crear un estilo de vida asequible a vivir en estado de gracia, empe­
zó i resultarme difícil reconocer a la mujer que una vez fui. E l encan­
to la vida simple me ha ayudado a tener revelaciones cotidianas, a
tilla r lo Sagrado en lo ordinario, lo Místico en lo mundano, a imbuir-
—= ; : m pletamente en el sacramento del momento presente. He
kechc el inesperado pero estremecedor descubrimiento de que todo
mi vida es tan importante como para ser una continua fuente de
r^-exión, revelación y reasociación: los cambios de humor, hacer de
c íi: íer. las acongojantes fechas límite, las cuentas bancarias en núme­
ros roios, los suelos sucios, las compras semanales, el agotamiento, la
d íerm edad, no tener nada que ponerme, la compañía imprevista,
hzszA _is últimas cinco mil pesetas.
5. encanto de la vida simple me ha recordado lo que puedo hacer
unas cuantas hogazas de pan y unos cuantos peces y me ha mos-
~ n : cómo hallar los tesoros más ocultos. Con E l encanto de la vida
s r t c : he tenido la trascendente certeza interior de que una existencia
i - H ' zlzi es la forma más personal de adoración. La vida cotidiana se
32 : : - vertido en mi oración.
Escribir E l encanto de la vida simple me ha permitido percibir que
^ rizrr. de que estuviera tan descontenta, frustrada, resentida, agra-
t é c í e ir.dignada se debía a que no estaba viviendo la Vida Real para
ii : _ e había sido creada. Una vida auténtica.
.-.ñora lo intento.
Al menos, ahora soy capaz de reconocer los límites; es más, estoy
f —- ezando paulatinamente a fijarlos. Para una mujer de los años
r r.:i, esto es nada más y nada menos que un milagro. No tengo un
—____de dólares en el banco, pero es ahora cuando me doy cuenta de
.1 abundancia y la ausencia son realidades paralelas; a diario, elijo
cor. cuál quedarme. Ahora comprendo que todas mis horas no son
¿ i —_r ir les; encontrar un centro sereno en el cual crear y llevar una
m i mténtica se ha convertido en algo tan esencial como el aire que
rfsriro. Sé todo esto porque la finalidad última del camino diario
'.i £egría y el bienestar entraña un despertar estimulante y cla­
moroso. un despertar que ha modificado radicalmente mi percepción
i : —; misma y de mi entorno cotidiano. E l Yo auténtico es el Alma
visible.
Hr.t libro está organizado como un recorrido anual que empieza el
£e Año Nuevo. Pero si el libro llega a tus manos en abril, no creas
: _e n-o va a serte útil. Sin embargo, mi sugerencia es que vuelvas atrás
r ¿ n eer el mes de enero, en el que se explican los seis principios de El
m csr.zo ¿e la vida simple y su aplicación. Febrero está dedicado a
íes;r.:err¿r tu yo auténtico; a partir de ahí, cada mes reflexiona sobre
lescubrir la autenticidad en el entorno cotidiano: las artes
domestica», el trabajo, I.» bell.v.i, U moda \ !«>•. in t.rc» .* f»rn«inalw
que proporcionan satislaci ion.
Leer libros cam bia vidas, l o m iim o ocu rre al «?m iibirlt>s. Q ue / /
encanto d e la vida simple, a través de sus amenas le a iones de consue
lo y alegría, te ayude a descubrir la vida auténtica pata 11 que luUtr
traída a este inundo.

SARAH B a N B r i AT11NAC II
Mayo 1995
ENERO

Y ahora demos la bienvenida al Año Nuevo


colmado de cosas que nunca han existido.
R a in e r M a r ía R ilk e

E n e r o , el mes de nuevos com ienzos y entrañables recuer­


dos, nos aguarda. D ejem os que el invierno trence su herm oso
hechizo: días fríos y estimulantes de bufandas de lana, largas
tardes oscuras de suculentas cenas, animadas conversaciones o
gozos solitarios. Fuera, la tem peratura desciende mientras la
nieve cae dulcemente. I.a naturaleza entera está en paz. N o s o ­
tras también deberíam os estarlo. A cércate al fuego del hogar,
íiste es un mes para soñar, para pensar co n ilusión en el año
que com ienza y el viaje interior.
Un año de transformación colmado
de gozos y descubrimientos
3 H a y años q u e p la n tea n p reg u n ta s y años q u e d a n res­
puestas.

Züra N ea le H u r sto n

- A liio Nuevo. Volver a empezar. U n nuevo capítulo de tu vida a la


espera de ser escrito. Nuevas preguntas que plantear, comprender y
amar. Respuestas por descubrir que luego serán vividas en este año de
transformación colmado de gozos y de revelaciones acerca de una misma.
H o y , resérvate un espacio de tranquilidad en el que soñar, pluma
en mano. Sólo los sueños traen el cam bio al m undo. ¿Q u é esperas del
futuro al reflexionar sobre los años pasados? Paulatinamente, a medi­
da que te hagas dueña de tu propia dicha, aprenderás a abrazar los
tiernos anhelos de tu co razó n . P ero este año, en vez de buenos p ro p ó ­
sitos, escribe tus afanes más recónditos. Esos afanes que has guardado
en secreto hasta que llegara el m om ento idóneo. Ten confianza en que
ahora es el m om ento. Plantea las preguntas. E l cam ino hacia el encan­
to de la vida simple infunde confianza en que las respuestas llegarán y
nosotras descubrirem os — día a día— có m o vivirlas.
Ten un brote de fe y empieza este maravilloso A ño N u ev o co n ­
fiando. C ree en ti misma. Y cree en la existencia de una fuente de am or
— un sem brador de sueños— que sólo espera que le pidas que co n tri­
buya a hacer tus sueños realidad.
Amar las preguntas
Sólo se v iv e una v ez p er o si se hace bien, con una v ez
basta.
J oe E. L ewis

( C u á n t a s veces en el pasado le lias dado la espalda a todas las asigna-


unas pendientes de tu corazón porque temías preguntar? Pero, ¿y si te
dijeran que dentro de un año a partir de hoy podrías estar llevando la
existencia más creativa, feliz y satisfactoria que nunca hubieras imagi­
nado? ¿C ó m o sería? ¿Q u é cam bios harías? ¿C ó m o y p or dónde em ­
pezarías? ¿Entiendes p or qué son tan im portantes las pregu nta s}
«Ten paciencia con tod o lo que queda p or resolver en tu corazón e
intenta am ar las dudas en sí mismas — nos aconseja encarecidam ente el
poeta alemán Rainer María Rilke— . N o busques ahora las respuestas
que no te pueden ser dadas porque no serías capaz de vivirlas y lo
importante es vivirlo todo. Vive ahora las preguntas...»
Las respuestas a tus preguntas llegarán, pero sólo después de que
sepas cuáles merecen la pena preguntar. Espera. Vive tus preguntas.
Luego pregunta. Á brete a los cam bios que las respuestas com portarán
irremisiblemente. Tal vez te lleve algún tiem po; pero el tiempo es la
generosa dádiva del Año N uevo: trescientas sesenta y cinco luminosas
mañanas y noches estrelladas; cincuenta y dos prom etedoras semanas;
doce meses llenos de cam bios colm ados de bellas posibilidades y cua-
tro espléndidas estaciones. U n año de encanto de las cosas simples
para saborear.
El encanto de la vida simple:
el viaje interior
H o y quiero que tomes conciencia de que ya posees la sabiduría, la
fuerza y la creatividad interiores necesarias para hacer realidad tus
sueños. Suele ser un proceso difícil para la mayoría de nosotras, por­
que el origen de esta fuerza personal ilimitada está enterrado a tanta
profundidad entre las facturas, los plazos de entrega, el viaje de nego­
cios y la ropa sucia que nos resulta difícil acceder a ella en nuestra
existencia cotidiana. Cuando no podemos acceder a nuestros recursos
internos, llegamos a la falsa conclusión de que la felicidad y la realiza­
ción personal proceden únicamente de los acontecimientos externos.
Ello se debe a que los acontecimientos externos suelen conllevar algún
tipo de cambio. Así que hemos aprendido a recurrir a circunstancias
ajenas a nosotras para reunir las fuerzas necesarias que nos permitan
afrontar los altibajos de la existencia. Pero ya no tenemos que seguir
así por más tiempo. Podemos aprender a ser las catalizadoras de nues­
tros propios cambios.
El encanto de la vida simple entraña un auténtico despertar que
resuena en el seno de tu alma: tú ya posees todo lo necesario para
alcanzar la auténtica felicidad. La forma de tomar conciencia de ello es
embarcarte en un viaje interior que entraña una transformación emo­
cional, psicológica y espiritual. Se producirá un profundo cambio en
tu realidad que te sintonizará con la energía creadora del Universo.
Un cambio así es posible cuando invocas al Espíritu para que abra los
ojos de tu conciencia a la plenitud que ya te pertenece.
Existen seis principios que nos guiarán en nuestro viaje interior a
lo largo del año próximo. Son las seis hebras de una vida plena, las
cuales, entrelazadas, conforman el tapiz de la dicha que nos envuelve
de paz interior, bienestar, felicidad y sensación de seguridad. En pri­
mer lugar, hallamos la gratitud. Cuando hacemos un inventario men­
tal y espiritual de todo lo que poseemos, nos damos cuenta de que en
realidad somos muy ricas. La gratitud da paso a la sim plicidad -el
deseo de hacer limpieza, delimitando e identificando los elementos
fundamentales para llevar una existencia realmente placentera La
simplicidad va unida al orden, tanto externa como inlci nainenle. I I
sentido del orden en nuestra vida nos aporta ,ir>noni,i I a ai moma nos
dota de la paz, interior que ncicsilamos paia apieu.il la l'i'/lt <i une
nos rodea a diario, y la helle/a no». .11>i< la*. nueHas d< l.t ,tlryn,t Sin

IN
embargo, como en todos los bellos tapices bordados, es difícil deter­
minar dónde acaba un punto y empieza el siguiente. Lo mismo ocurre
ron el encanto de la vida simple.
Enhebra la aguja conmigo y da el primer punto en el bastidor de
tu vida. Invoca al Espíritu para que abra los ojos de tu conciencia
interior.
Manten la calma y espera con expectación, sabiendo que la urdim­
bre1 y la trama de tu existencia cotidiana actual contienen las hebras
cloradas de un futuro de sencilla plenitud.

4 DE EN ER O

Esto no es un ensayo general


C u an do actúas... estás fu e r a d e ti m ism a, eres m ás gran de
y m ás p od ero sa , m ás b ella. D u ran te unos m inu tos, eres
heroica. Este es el p oder. Es el paraíso terrenal. Y te p erten e­
ce, todas las noches.
A g n e s d e M il l e

E s probable que hayas oído la expresión «la vida no es un ensayo


general». Por desgracia, muchas de nosotras actuamos como si lo fue-
i .1. Al igual que la actriz que sólo repasa los movimientos y reserva su
energía creativa y su concentración para la noche del estreno, nos
relimamos. Tal vez reserves la bella porcelana china para las visitas;
tal ve/, tú seas como yo y rara vez te arregles cuando estás sola en casa.
Si no estamos actuando ante un público, ¿tiene en realidad alguna
importancia?
Esta es una buena pregunta que hacernos al empezar el nuevo año
y analizar la calidad de nuestro viaje por la vida real. Desde luego, se
invierten mas esfuerzos en poner una mesa que resulte apetitosa, pero
ion ello disfrutamos más de la comida. Todas nos sentimos mejor
i liando dedicamos unos minutos de más a peinarnos y maquillarnos
pero, ademas, actuamos de otra forma. Todas las actrices conocen el
|iodci marico del decorado y del vestuario para crear estados de áni­
mo espeiiales tanto sobre el escenario como lucra de el.
Nadie pretendí' que actuemos a caila instante de nuestras vidas.
I Vi o m ili 'I u n d e iionoi i .r. |u uli u n i o s m ni n l.i I m i l , l.i m u n i nn \ l.i
j.;li>i i.i ilc la vul.i real m.is .1 mcmuln m nos diéramos el |>.i|>< l «l< u n 1.
principal cu nuestra propia exisieiuu.

5 DE EN ER O

La mujer que deberías haber sido


M uchas m ujeres de hoy sentim os una tristeza qu e no sa b e­
m os definir. A u n qu e llevam os a buen térm ino m uchos d e los
objetiv os qu e nos h ab íam o s fija d o , tenem os la sensación de
q u e fa lt a algo en nuestras vidas e — infructuosam ente— bus­
cam os « a h í fu era » las respuestas. C on frecu en cia, el error es
qu e estam os desconectadas de un auténtico sentido d el yo.
E m il y H a n c o c k

T
X e ha ocurrido en alguna ocasión? Te estás lavando la cara y, de
repente, no reconoces a la mujer que te devuelve la mirada. «¿Quién
es?», le preguntas al espejo. No hay respuesta. Resulta vagamente
familiar pero guarda un parecido muy lejano con la mujer que espera­
bas ver reflejada. Los psicólogos describen este fenómeno como un
«desplazamiento del yo» y suele producirse en temporadas de mucho
estrés (lo que, para muchas de nosotras, es el pan de cada día).
Pero, ¿qué falla? ¿Cuál es esa tristeza que no sabemos definir? He
aquí una pregunta sobre la que debe reflexionarse con amor. Tal vez el
origen de nuestra melancolía resida en que echamos en falta a la mujer
que deberíamos haber sido. Añoramos nuestro yo auténtico. Pero las
buenas noticias son que, incluso habiendo ignorado sus propuestas
durante décadas («Vístete de rojo... Córtate el pelo... Estudia arte en
París... Apúntate a clases de tango...»), nuestro yo auténtico no nos ha
abandonado. En vez de ello, ha estado esperando pacientemente a que
lo reconociéramos y volviéramos a conectar con él. Aléjate del mundo
este año y empieza a escuchar. Escucha los susurros de tu corazón.
Mira en su interior. Tu compañera muda ha encendido faroles de
amor para iluminar el camino de la unidad. Después de tanto tiempo,
el viaje que estabas destinada a realizar ha empezado.
6 015 E N IIH O

Morirse de sed en un río que cubre


hasta la rodilla
La sed de fe lic id a d nunca se extingue en el corazón de
¡una m ujer].
J e a n -J a c q u e s R o u s s e a u

I - * a primera vez que escuché la bella versión de Kathy Mattea del


lema country E l agua m e cubre hasta la rodilla (y m e m uero de sed),
fue una tarde en que me dirigía al colegio de mi hija para recogerla. De
repente, tuve que parar el coche en el arcén porque lloraba con tanta
vehemencia que las lágrimas me cegaban. Hasta aquel momento, había
sido un día ocupado pero bueno. Yo no era consciente de estar triste o
deprimida. Así que, ¿por qué lloraba?
Mientras Kathy cantaba sobre amistades que no se habían aprecia­
do en su justa medida, amores pasados y un maravilloso mundo lleno
de desconocidos esperando a conectar con nosotras (si bien nosotras
apartamos la mirada), algo se revolvió en mis entrañas. Había dema­
siadas cosas que yo no valoraba lo suficiente. No quería seguir vivien­
do sumida en la inconsciencia.
La revelación de que poseemos todo lo que necesitamos para ser
felices pero sencillamente no somos conscientes de ello, y por lo tanto
no lo apreciamos, puede ser tan refrescante como una limonada en
una tarde de verano. O puede ser tan alarmante como un jarro de agua
fría. ¿Cuántas de nosotras pasamos nuestros días con la boca reseca y
con sensación de vacío, con sed de felicidad, cuando en realidad el río
de la plenitud nos cubre hasta la rodilla? Pero no debemos hacernos
ilusiones. El Universo llamará nuestra atención de una forma u otra,
con un sorbo o con un chapuzón. Saciemos hoy nuestra sed de «la
buena vida» que creemos llevan los demás tomando conciencia de lo
bueno que ya hay en nuestras propias vidas. De esta forma podremos
obsequiar al Universo con el agradecimiento de nuestro corazón.
7 1)1* I .N I' I<C)

¿Eres feliz en este preciso momento?


T al v e z si supiéram os realm en te cuándo som os felices, sa­
bríam os q u é cosas son necesarias p a ra nuestra p rop ia vida.
J o a n n a F ie l d

t í r r e s feliz en este preciso momento? ¿Acaso lo sabes? Casi todas las


mujeres saben lo que hace felices a sus padres, compañeros o hijos.
Pero cuando se trata de identificar las pequeñas cosas que nos hacen
sonreír y satisfacen nuestro corazón, solemos quedarnos cortas.
En 1926, una joven inglesa, Joanna Field, empezó a tener la sensa­
ción de que su existencia no era verdaderamente auténtica, de que des­
conocía lo que la hacía realmente feliz. Para solucionarlo, escribió un
diario con el fin de averiguar qué desencadenaba específicamente sen­
saciones placenteras en su vida cotidiana. El diario, A L ife o f O n e’s
O w n, fue publicado en 1934. Fue redactado, confesó la autora, con el
espíritu del detective que busca entre las minucias de lo mundano, con
la esperanza de encontrar indicios de lo que faltaba en su vida.
Lo que está ausente en muchos de nuestros días es la verdadera
sensación de que estamos disfrutando de la vida que llevamos. Es difí­
cil experimentar momentos de felicidad si no somos conscientes de lo
que amamos de verdad. Debemos aprender a saborear los pequeños
momentos de autenticidad que nos aportan dicha. Experimenta con
una nueva receta de galletas. Tómate tu tiempo para confeccionar sin
prisas un ramo de flores y poder apreciar sus colores, fragancia y
belleza. Bébete a sorbitos una taza de té en el porche al sol. Haz una
pausa de cinco minutos para acariciar a un gatito que ronronea. Place­
res sencillos que están ahí para que los disi rutes. Placeres sencillos que
a menudo se pasan por alto.
Joanna Field averiguó que le encantaban los zapatos rojos, la bue­
na comida, los ataques tic risa, leer en Iranees, contestar cartas, perder­
se entre la multitud en una lena v una idea nueva cuando se com­
prende».
Comprendamos una idea nueva este año. Comprendamos qué es
lo que nos hace vculadeiameni. Icliies. ( Consideremos nuestras prefe­
rencias pcrsonalc*. \ . i | u e m i iei onoccr y luego abrazar momen­
tos de felicidad que .son unii,miente nuestros.

>>
« DI'. I'.NI'RO

Ll deber infravalorado
N o h ay ningún d e b e r q u e m ás in frav alorem os com o el
d e b e r d e ser felices. A l ser felic es sem bram os e l m un do de
fru tos anónim os.
R o b e r t L o u is S t e v e n s o n

TX al vez pienses que serás feliz cuando tengas una cocina más gran­
de o un nuevo empleo, o la persona perfecta con quien compartir tu
viil.i. Pero, ¿no deseas empezar a convertir la felicidad en un hábito
desde este preciso momento? Al despertar cada mañana, recibimos un
maravilloso obsequio — otro día de vida— , así que saquémosle el
máximo jugo. Nadie puede hacerlo por nosotras. «La felicidad no es
una posesión a la que pueda ponerse precio — escribió Daphne du
Maurier en R ebeca— . Es una cualidad del pensamiento, un estado
mental.»
Adoptemos un nuevo estado mental con respecto a la felicidad.
Dejemos de pensar que las cosas que escapan a nuestro control nos
traerán la felicidad.
Es innegable que reformar la cocina, acceder al empleo con el que
habíamos soñado o encontrar a nuestra media naranja puede hacernos
felices, al menos momentáneamente. Pero las semillas mágicas de la
dicha están plantadas en lo más hondo de nuestro ser. La felicidad que
el mundo no puede quitarnos sólo florece en el jardín secreto de nues­
tras almas. Si cuidamos nuestro jardín interior y arrancamos de raíz las
malas hierbas de las expectativas externas, estaremos alimentando nues­
tra auténtica felicidad de la misma forma que alimentaríamos algo que
es bello y está vivo. La felicidad es una emoción vital.
Tu felicidad no es un lujo frívolo y sustituible. La búsqueda de la
felicidad es un derecho inalienable garantizado en la Declaración de
Independencia de Estados Unidos. Pero debemos querer aspirar a ella.
En último término, la auténtica felicidad sólo puede materializarse
una vez que nos comprometemos a convertirla en una prioridad de
nuestras vidas. Para algunas de nosotras, este paso puede entrañar una
conducta nueva no exenta de temores. Sé comprensiva con tu persona.
Todo llegará de manera natural. Quizás hoy no estés familiarizada con
el hábito de la felicidad. Pero, como cualquier conducta nueva, la feli­
cidad puede ser aprendida.
¿Qué es lo que verdaderamente necesitas?
En la caden a de acon tecim ientos de m i v id a , n ad a h a sido
a ccid en tal T odo tuvo lugar de acu erdo con una n ecesidad
interior.
H a n n a h Se n esh

T.
JL ienes todo lo que necesitas en este preciso momento? ¿Qué me
dices de tus carencias? Pocas de nosotras tenemos lo que queremos y
en ocasiones tenemos la sensación de que nuestras carencias acaparan
toda nuestra energía. Nuestra sensatez se ofusca ante el bombardeo de
los medios de comunicación que glorifican a las personas agraciadas y
los objetos caros. Es fácil dejar de tener una noción clara de lo que
necesitamos verdaderamente para vivir con autenticidad. La mayoría
de nosotras ansiamos algo más en nuestras vidas. Pero, ¿pensamos
realmente que la respuesta puede hallarse en una revista de moda o en
las películas?
Si deseamos tener una vida feliz, creativa y realizada, es crucial
hacer la distinción entre nuestras carencias y nuestras necesidades. Por
desgracia, muchas mujeres confunden estos términos y luego se sor­
prenden de sentirse tan insignificantes.
Haz las paces con la certeza de que no puedes poseer todo lo que
deseas. ¿Por qué? Porque, para nosotras, es más importante conseguir
todo lo que necesitamos. Como los bebés, estamos satisfechas cuando
nuestras necesidades básicas están cubiertas.
Ten valor. Pregúntate: ¿Qué es lo que de verdad necesito para ser
feliz? Las respuestas profundamente personales a esta pregunta vital
variarán en cada una de nosotras. Confía en la amorosa sabiduría de tu
corazón. Sólo después de tomar conciencia de nuestras necesidades
interiores somos capaces de investirnos con la energía creativa necesa­
ria para que se manifiesten en nuestras vidas. «Es inevitable; cuando se
tiene una gran necesidad de algo, se encuentra — nos recuerda Gcrtru
de Stein— . Lo que necesitas, lo atraes como un amante.»
Hasta que la muerte nos separe
Sólo cu an do sabem os y com pren dem os v erd a d era m en te
q u e nuestro tiem po sobre la tierra es lim itado — y es im posi­
b le sab erlo cuando nuestro tiem po se h a consu m ido— em p e­
zam os a v iv ir cada día con la m áx im a plenitu d, com o si fu e ­
ra el único q u e tenem os.
E l isa b e t h K ü b l e r - R o ss

isitar nuestros cementerios puede ser muy revelador. Son tan


serenos y silenciosos... Tan quedos... Los viejos cementerios nos
recuerdan que, hasta que la muerte nos separe, materializar los deseos
de nuestro corazón es posible todos los días si sabemos lo que nos
hace felices.
En la obra de teatro de Thornton Wilder Our Town hay una esce­
na profundamente conmovedora que se desarrolla en un cementerio.
Los espectros consuelan a la joven heroína, que ha fallecido reciente­
mente mientras daba a luz. Emily, anhelando aún la vida que acaba de
abandonar, desea revivir un día «cualquiera» de su vida. Cuando hace
realidad su deseo, se da cuenta de las muchas cosas que los vivos no
aprecian en su justa medida.
Al final, la experiencia le resulta insoportable. «No me había dado
cuenta — confiesa apesadumbrada— de todo lo que pasaba y que
nosotros nunca percibimos... Adiós, mundo. Adiós, Grover’s Cor-
ners... Mamá y papá. Adiós al tic tac de los relojes... y a los girasoles de
mamá. Y a la comida y al café. Y a los vestidos recién planchados y a
los baños calientes... y a dormir y a despertarse. Oh, tierra, eres dema­
siado maravillosa para que cualquiera comprenda tu grandeza.»
Es durante el período de la Adoración de los Reyes, cuando la
renovación de la luz y la revelación se celebran en la liturgia de las
iglesias católica, episcopal y ortodoxa. En nuestro nuevo camino bus­
camos revelaciones cotidianas — ocasiones en las que podamos expe-
i imanar lo sagrado en lo ordinario— y, como Emily acaba hacien­
do, tomamos plena conciencia de que ya no podemos permitirnos
desperdiciar ni tan siquiera un día «cualquiera» sin percibir su excep-
< i<nulidad Debemos estar deseosas tic descubrir y luego apreciar los
momentos auténticos de- felicidad que todas nosotras tenemos a nues-
11a disposición nxlos l<>s <1l a s ,
l Crisis económica o depresión
psicológica?
N ingún pesim ista h a descu bierto nunca los secretos d e las
estrellas, ni n av eg ad o a tierras inexploradas, ni h a a b ierto un
n u evo cielo p a ra el espíritu hum ano.
H e ll e n K eller

( C u a n d o el vecino se queda sin empleo, se debe a la crisis — observó


Harry Truman— , y cuando uno pierde el suyo, es por la depresión.»
A medida que la crisis económica afecta a cada vez más hogares,
empezamos a plantearnos seriamente el criterio económico con el que
hemos basado la valoración de nuestros ingresos netos personales y
por lo tanto de nuestra felicidad.
Tal vez la crisis económica os haya afectado personalmente a ti y a
los tuyos. Es difícil creer que exista alguien a quien no haya alcanzado,
aunque sea indirectamente. Millones de mujeres están reestructurando
sus expectativas de lo que constituye la buena vida, redefiniendo sus
valores, reordenando sus prioridades y aceptando el reto de hacer de la
necesidad una virtud. Pero es muy fácil caer en las garras de una depre­
sión emocional en el seno de una crisis económica. Es fácil contemplar
el mañana con pesimismo cuando el presente es tan poco halagüeño.
Ha llegado la hora de dejar de pensar en las carencias. Nos ha lle­
gado la hora de descubrir los secretos de las estrellas, navegar a una
tierra inexplorada, abrir un nuevo cielo donde puedan renacer nues­
tras esperanzas. Pero antes, debemos hacer algunos cambios. Y un
cambio perdurable no ocurre de la noche a la mañana. Los cambios
perdurables tienen lugar en incrementos infinitesimales: un día, una
hora, un minuto, un latido cada vez. Y el cambio que te exhorto a
emprender conmigo es fundamental. Respira hondo. Vamos a apren­
der a ser optimistas.
No te inquietes. El optimismo, como el hábito de la felicidad, pue­
de aprenderse. Empieza hoy con un pequeño experimento. Sonríe a
todas las personas con las que te encuentres. Hoy, ten fe en que va a
pasarte algo bueno, sin tener en cuenta lo que te pasó ayer. Date cuen­
ta de que ya no eres cautiva del pasado. Sólo puede seguir hiriéndote si
te aferras a él. Déjalo pasar. Un mundo de sencilla plenitud te espera.
12 1)1', ILNKRO

La escasez no existe
C u an d o el dinero ab u n d a , éste es un m un do d e hom bres.
C u an d o el dinero escasea, es un m un do de m ujeres. C uan do
p arece q u e tod o lo dem ás h a fra ca sa d o , entra en ju eg o el ins­
tinto fem en in o. L a m u jer tom a las riendas. Esta es la razón
p o r la q u e, a p esar de tod o lo qu e ocurre, continuem os te­
n ien do un m undo.
L ames ’ H ome J ournal, octubre de 1932

(C u a n d o estás preocupada por tu salud o la de un ser querido, tu


mente se concentra como un rayo láser. De repente, lo ves todo con
claridad porque te das cuenta de lo que es importante. Vivir es impor­
tante. Cada día es un regalo. Pides otra oportunidad para hacer bien
las cosas. La mayor parte del tiempo te la concede, y tú lo agradeces
mucho.
Pero las preocupaciones económicas te frustran. Te roban la ale­
gría de vivir porque te siguen todo el día como una sombra tenebrosa
y amenazadora. Por la noche, acechan a los pies de tu cama esperando
a robarte el sueño. Cuando estás preocupada por el dinero, los días te
horrorizan y las noches te atormentan. Sin pensarlo, desperdicias cada
una de las preciosas veinticuatro horas que tienes ante ti. Dejas de
vivir y simplemente existes.
Si hoy te preocupa el dinero, anímate. Posees la fuerza para cam­
biar tu estilo de vida y pasar de una sensación de escasez y privación a
una de plenitud y realización. El dinero viene y va en nuestras vidas.
Lo que debería permanecer constante es la certeza de que la plenitud
es patrimonio de nuestro espíritu. La cantante espiritual norteamerica­
na Mahalia Jackson dijo en una ocasión que «es fácil ser independien­
te cuando se tiene dinero. Pero ser independiente cuanHo no tienes^
nada de nada, es como te pone a prueba el Señor». ^
~ Esto es lo que he aprendido y quiero compartir con tu espíritu de
búsqueda.
Cuanto más simplifiquemos nuestras vidas, más plenas serán.
La escasez no existe salvo en nuestras almas.
n 1)1 l-NKRO

La gratitud: el despertar del corazón


Los ojos d e mis ojos están abiertos.

E. E. C ummincís

TX c ha pasado alguna vez? C oges un libro y llama tu atención una


frase que parece haber sido escrita sólo para ti. O escuchas una revela­
ción en la letra de una canción. A veces, parece que un ángel te esté
susurrando al oído.
U n a mañana cualquiera, m e di cuenta de que estaba em ocional y
físicamente agotada por concentrarm e en cosas que quería com prar
pero no podía perm itirm e. Me sentía atrapada en un círculo vicioso.
C u anto más me concentraba en las carencias y en lo que no podía
poseer, más me deprimía. C u anto más me deprimía, más me con cen ­
traba en las carencias. Mi alma m e susurró que lo que realmente anhe­
laba no era la seguridad económ ica sino la serenidad económ ica. Y o
estaba lo bastante tranquila co m o para prestar oído a sus palabras. En
aquel m om en to identifiqué el más hondo afán de mi corazón . Anhela­
ba una paz interior que el mundo no pudiera robarm e. Pedí ayuda y
me com prom etí a seguir el cam ino, fuera cual fuera, que me indicara el
Espíritu. P or primera vez en mi vida deseché mis objetivos a cinco
años vista y me convertí en buscadora, peregrina, aventurera.
C u and o me desembaracé de mi deseo de seguridad y en vez de ello
busqué la serenidad, pude contem plar mi vida con los ojos abiertos de
par en par. Vi que poseía muchas cosas p or las que estar agradecida.
M e sentí humilde ante mis riquezas y me arrepentí de no haber valo­
rado la plenitud que ya existía en mi vida. ¿C ó m o iba a esperar más
del U niverso cuando no apreciaba lo que ya poseía?
D e inmediato, hice inventario de los factores positivos de mi vida:
mi salud, un m arido maravilloso, una hija preciosa y feliz, la salud de
ambos, nuestro hogar (pequeño pero acogedor) y tres preciosos ani­
males dom ésticos que me alegran a diario con su incondicional co m ­
pañía. E n la mesa, nunca faltan los buenos alimentos y hay vino en la
despensa. Tam bién tenemos la suerte de poseer m uchos amigos m ara­
villosos a quienes les im portam os m ucho y con los que com partim os
nuestras vidas.
En cuanto me puse manos a la obra, la lista em pezó a crecer. A m a­
ba mi trabajo; el m undo lo estaba con ocien d o y era bien recibido.
Mu. lu í iihi)i ics mr habún hecho s.ibci que mi piiim i libro había
<•••n|uo« i*lo '.ir. \ul.iv ( ico lii memento cjiu* lo que das al inundo vol
.1 m i quiza no iodo de una vez o de la forma que esperas- - pero
11 d.is lo mejor di* n misma, lo mejor volverá a ti. 1 labia llegado la hora
•!• que viviera mis creencias.
« liando contem plé el libro de mi vida, me di cuenta de que era
mus .dom inada. I o que estaba experimentando no era nada más que
un |*iohlema de liquide/ tem poral. P o r último, mi voz interior co n -
. luvó que era imposible determ inar mis ingresos netos personajes a
( miiii del saldo de mi cuerna corriente. Lo mismo es válido para los
tuyos.
I .i íorm a en que se llega a esta conclusión no im porta. L o im pór­
tame es el hecho. Mi corazón em pezó a rebosar de gratitud. C om encé
.i •l.u gracias por todo: el jarrón con margaritas que reposa en el alfei-
-.11 de la ventana de la cocina, la dulce fragancia del pelo de mi hija, el
piimci sorbo de te por la mañana, el asado de cerdo con manzanas y
ai ándanos de la cena dom inical, o ír las palabras «te quiero» antes de
conciliar el sueño, l odos los días em pezaron a ofrecerm e auténticos
m om entos de placer y dicha. Pero, ¿no lo habían hecho antes? La dife-
i ene ¡a residía en que ahora yo percibía y apreciaba las dádivas con que
era obsequiada todos los días. L a fuerza de la gratitud me cogió por
sorpresa.
l odo lo que hoy te pido es que abras «los ojos de tus ojos» y co n ­
temples la vida con otra m irada. ¿Tienes cubiertas tus necesidades
básicas? ¿Tienes un hogar? ¿A lim entos sobre la mesa? ¿R opa para
ponerte? ¿Tienes una fuente de ingresos regulares? ¿Tienes sueños?
¿Tienes salud? ¿Puedes andar, hablar, ver la belleza que te rodea, escu­
char música que te revuelve el alma o pone tus pies en movimiento?
¿Tienes familia y amigos a los que amas v que te am an?
Entonces, haz una pausa para dar las gracias. Deja que tu corazón
despierte a la fuerza transform adora de la gratitud. Prepárate para sus­
tituir tu necesidad de seguridad emocional y económ ica p or serenidad.
«N o hay trom petas que suenen cuando tom am os decisiones im por­
tantes en nuestra vida — nos recuerda Agnes de Mille— . El destino se
da a con ocer en silencio.»
El diario de agradecimientos
L a g ratitu d es la llave de la plen itu d vital. C onsigue q u e lo
qu e ten em os nos baste y nos sobre. C on vierte la negación en
aceptación, e l caos en orden, la confusión en claridad. Puede
h acer de una com ida un festín, d e una casa un h og ar, de un
descon ocido un am igo. L a gratitu d d a sen tido a nuestro
p asa d o, trae la p a z a l presen te y crea perspectiva de futuro.
M e l o d y B e a t t ie

oy a sugerirte una serie de instrumentos para que los emplees en


tu exploración interior. Si bien todos ellos te ayudarán a ser más feliz
y dichosa y alimentarán tu creatividad, este primer instrumento
podría cambiar tu calidad de vida de una forma inaudita; yo lo deno­
mino «diario de agradecimientos». Poseo un bello cuaderno en blanco
en el que escribo, cada noche antes de meterme en la cama, cinco cosas
por las que puedo estar agradecida ese día. Habrá días en que la lista
estará llena de cosas asombrosas, pero normalmente sólo contiene
pequeñas alegrías. «Mikey se extravió en una fuerte tormenta pero lo
encontré ileso aunque temblando y mojado. Puse un disco de Puccini
mientras limpiaba y recordé lo mucho que adoro la ópera.»'
Otros días, los duros, tal vez sea incapaz de pensar que tengo cin­
co cosas por las que sentirme agradecida, por lo que anoto las que yo
considero fundamentales: mi salud, mi marido y mi hija, la salud de
ambos, mis animales, mi hogar, mis amigos y mi acogedora cama, en la
que estoy a punto de meterme, aparte de que mañana será otro día.
Está bien así. La vida real no va a ser siempre perfecta o a salimos
como queremos, pero reconocer a diario lo que sí funciona en nuestras
vidas nos puede ayudar no sólo a sobrevivir, sino también a superar
nuestras dificultades.
El diario de agradecimientos debe ser el primer paso que des en el
camino hacia la alegría y el bienestar o no tendrás éxito en tu viaje. La
simplicidad, el orden, la armonía, la belleza y la alegría — todos los
demás principios que pueden transformar tu vida— no brotarán ni
florecerán sin la gratitud. Si quieres unirte a mí en este viaje, el diario
de agradecim ientos no es optativo.
¿Por qué? Sencillamente porque no serás la misma persona dentro
de dos meses a partir de hoy después de dar conscientemente las gra-
l o e n marcha tin.i ,mii|Mi.i ley cspirim ul cuanto m.is tencas y m.iw I»»
.11*,i ,uli‘/ i ,is, mas i t’i ibiras,
IV lie dicho que el camino del encanto ilc la vicia simple es un pro
ceso de transformación. Vamos a dedicar dos meses enteros a cada
principio e intentaremos icjei con todos ellos el entramado de nuestra
vida cotidiana.
I loy vamos a empezar con la gratitud. Escoge el cuaderno en blan­
co más bonito y atractivo que puedas encontrar para escribir tu diario
de agradecimientos. Haz una salida placentera para elegirlo. Fíjate en
el material o el diseño de la tapa. El aspecto y tacto del papel. ¿Prefie­
res páginas cuadriculadas o folios en blanco? Tal vez encuentres uno
con un bello cierre. Una de las lecciones más valiosas que me ha ense­
nado el encanto cié la vida simple es precisamente que son los detalles
más insignificantes los que dan sabor a la vida.
A medida que pasen los meses y tú vayas llenando de dicha las
páginas de tu diario, se producirá un cambio interior en tu realidad.
No tardarás en alegrarte al descubrir lo contenta y esperanzada que te
sientes. A medida que te centras en la plenitud y no en las carencias de
tu vida, irás gestando un maravilloso anteproyecto de futuro. Esta
sensación de plenitud es obra de la gratitud, que convierte tus sueños
en realidad.
Un refrán francés nos recuerda que «la gratitud es la memoria del
corazón». Amanece hoy para explorar e integrar este bello principio
de afirmación vital en tu vida y el milagro que has estado buscando se
liará realidad ante tu sorpresa y asombro.
Los placeres sencillos: abrazar la simplicidad
Es un don ser sencillo,
es un don ser libre,
es un don llegar
a d o n d e d eb eríam os estar.
Y cu an do nos encontrem os
en el lugar in dicado
será el valle
d e l a m o r y la dicha.
H im n o s h a k e r d e l s ig l o x ix

I I a y alguna mujer de hoy que no anhele una vida más simple?


Pero, ¿qué es lo que anhelamos? ¿Tirarlo todo por la borda y abrir un
hostal en Vermont? ¿O se trata de algo más fundamental, como el
simple placer de concentrarse exclusivamente en una actividad?
Una vez hemos hecho inventario de nuestras vidas y permitido
que la gratitud inicie su labor transformadora, el siguiente paso del
camino se produce naturalmente. Cuando apreciamos lo mucho que
tenemos, sentimos la necesidad de reducirlo, volver a los fundamentos
y descubrir lo que es esencial para nuestra felicidad. Queremos identi­
ficar qué es lo verdaderamente importante. ¿Qué es más importante
para ti, hacer horas extras para comprarte un comedor nuevo o asistir
a los partidos de béisbol de tu hijo? Tal vez podrías reacondicionar la
mesa y las sillas que ya tienes y ponerles coloridas fundas nuevas.
Estas decisiones forman parte de la simplificación de nuestras vidas.
Recíbelas bien. Son parte del auténtico viaje.
Muchas personas creen que la simplicidad entraña prescindir de las
cosas. Al contrario. La verdadera simplicidad como opción vital cons­
ciente ilumina nuestras vidas desde nuestras entrañas. La verdadera
simplicidad es optimista y abundante, capaz de liberar a los espíritus
deprimidos de la esclavitud y el peso del despilfarro y el exceso. La
verdadera simplicidad puede elevar los momentos ordinarios, las vi­
das desdichadas e incluso los objetos inanimados — como confirmará
todo aquel que haya contemplado un exquisito mueble shaker— , de
lo mundano a lo transcendente.
Menos puede ser más para aquéllas de nosotras que recorremos el
camino del encanto de la vida simple. Hoy, piensa solamente en lo
.111,u 11v.i 1111r |Mlu li .< ili .iniplh id.h I Vimi.iIi/.i mi i ii»H>lli ii.i11 i-.i
.iin.ii lili is cu i i i i . i j.u i .i ilc lf» I»i* 1)1.mi .i sobre lilla irp¡s,i ilr m.iiln.i tic'
piiio, I,i kr/ 111'I sol que «'iiii.i .i i.uní.iles poi las ventanas inmaculadas,
el lu illi) de los suelos di m.ulci ,i bellamente barnizada, el trémulo res­
plandor y la fragancia de las velas de pura cera de abeja. Ten fe en que
con este bálsamo de simplicidad tu alma exhausta y agotada puede
dcscubrii el lugar donde deberías estar. Todos los días nos obsequian
con sencillos placeres cuando queremos hallar en nuestro corazón el
lugar indicado para cada una de nosotras.

16 DE E N ER O

El sentido del orden: cultivar el contento


E l orden es el m old e d e l q u e d ep en d e la belleza.
P earl B u ck

L / lev o años sospechando que en las vidas felices y realizadas la co­


tidianidad y la espiritualidad son invisibles pero inexorablemente
conectadas; una es una hebra de oro, la otra un filamento de plata, que
al entrelazarlas conforman el tapiz de la dicha. Los shakers, una secta
religiosa comunitaria que floreció en Estados Unidos a mediados del
siglo XIX, elevaban todos los días una plegaria a la gracia que les per­
mitía expresar su amor a Dios a través de sus quehaceres cotidianos
—quehaceres tan simples y mundanos como hacer la cama— . Y el frai­
le carmelita del siglo XVII, el hermano Lawrence, escribió en su clásico
religioso Practicing the Presence o f G od, que con frecuencia notaba el
espíritu de Dios en las ollas, cacerolas y patatas de su cocina cuando
estaba preparando la comida para sus feligreses.
Siempre que las circunstancias externas —problemas económicos,
preocupación por un miembro enfermo de la familia o angustia debi­
da a unas prolongadas negociaciones comerciales— me ahogan, recu­
rro instintivamente a los rituales caseros para recobrar mi equilibrio.
Poner la casa en orden produce beneficios emocionales y psicológicos
inmediatos. Tal vez no seamos capaces de controlar lo que ocurre
externamente en nuestras vidas, pero podemos aprender a usar nues­
tros recursos internos para lograr una sensación de bienestar que la
•I11111(*11((' y I«•M lli liot.ldo illllusO (|IIC csislc 1111,1 (Olirl.UIÓU
directa ent re los di.is cu que me sicnio dl’pi imiil.i y los di.is cu que ici
na en la casa un profundo desorden. Sospecho que no soy l.i única.
«Lo que acaba con nosotras no son las tragedias —observó Dorothy
Parker en una ocasión— es la confusión.»
Si te sientes constantemente a la deriva pero desconoces el motivo,
disponte a explorar la función que el orden — o su ausencia— desem­
peña en tu vida. Ninguna mujer puede pensar con claridad si está
constantemente rodeada de desorden, caos y confusión, no importa
quién sea el responsable. Empieza a concebir el orden no como un
rígido catálogo de normas (debería hacer la cama, lavar los platos,
sacar la basura) sino como un molde — los cimientos— de la nueva
vida que estás creando. Puede ser tan sencillo como dejar algo en su
sitio después de usarlo, colgar en la percha lo que acabas de quitarte o
enseñar a los que viven contigo que deben hacer lo mismo para el bie-,
nestar común.
Existe un Orden divino — un Orden sublime— inherente al U ni­
verso. Podemos acceder a esta poderosa fuente de energía creativa si
fomentamos el sentido del orden en el ejercicio de nuestros quehace­
res cotidianos. Hoy, acoge al Orden divino en tu vida y ante ti se des­
plegará un mañana más sereno.

17 D E EN ER O
S -----------------------
La armonía: alcanzar el equilibrio vital
N o soy m ás diestro con las notas q u e m uchos pianistas.
P ero las pau sas entre las notas, ah, a h í es d on d e reside el v er­
d ad ero arte.
A rtur Sch n a bel

X « J n nocturno para piano de Chopin no sonará igual si lo toca un


principiante que si lo hace un virtuoso. Ello es debido a que uno de los
dos pianistas ha dispuesto de toda una vida para practicar y aprender
dónde hacer las pausas para que las notas se tiñan de pasión.
Lo mismo ocurre con el concierto de nuestras vidas. Cada una de
las notas debe aprenderse y practicarse antes de alcanzar la armonía.
^ , pot eill lMl,l tic lodo, debemos .ipl cildci ,l ll.U C'l las pailSrtN.
I ,ct armonía ex la cadencia interior de la dicha que sentimos cuando
l,i melodía de la vida está a tono. Cuando de alguna forma somos
i ,i|Mi es de tocar la tecla adecuada, de equilibrar lo que nuestras lami­
llas esperan de nosotras y nuestras responsabilidades en el mundo, por
una parte, y nuestra necesidad interior de crecimiento espiritual y
i |n< ion personal, por otra. Éste es uno de los retos más difíciles a
lo-, que se enfrenta una mujer porque nos exige tener que tomar deci­
siones todos los días. ¡Y, en cambio, casi todas solemos estar demasia­
do acotadas como para ni tan siquiera decidir lo que haremos para
i c m i! Tal ve/, ello explique por qué a menudo oímos una cacofonía de
exigencias disonantes que aborta las sinfonías que nuestra alma anhela
componer. Normalmente, cuando las distracciones de la vida cotidia-
na menguan nuestras energías, lo primero que eliminamos es lo que
mas necesitamos: tiempo para reflexionar, tiempo para soñar, tiempo
para pensar, tiempo para contemplar lo que funciona y lo que no, para
poder cambiar a mejor.
I n el camino hacia la alegría y el bienestar empezamos a saber
i timo hacer pausas. A medida que incorporamos los principios de gra-
iiitul, simplicidad y orden a nuestras vidas, surge la armonía. Apren­
demos a equilibrar las exigencias y los placeres, los momentos de sole­
dad y la necesidad de compañía, el trabajo y el juego, la actividad y el
descanso, la mujer interior con la envoltura exterior.
1 loy, intenta disminuir el ritmo. Concibe el día como si fuera un
adagio — una melodía interpretada fluida y grácilmente— . Escucha la
música que calma y edifica tu espíritu. Y mientras escuchas, haz una
pausa para considerar cómo todas las notas convergen armónicamente
para expresar el conjunto de la partitura.
Así ocurrirá con tu mundo. De la mano de la armonía, ten fe en
que tus momentos cotidianos no tardarán en componer una rapsodia
de deseos cumplidos.
m d i I '.N K I U >

La belleza: abrir los ojos a la belleza


que nos rodea
E sta rá d e a c u er d o co n m ig o — no m e c a b e la m e n o r
d u d a— en q u e la b ellez a es lo único p o r lo q u e m erece la
p e n a vivir.
A g a t h a C h r is t ie

S i bien el encanto de la vida simple es apacible, sus lecciones son


poderosas. En primer lugar, aprendemos a estar agradecidas sean cuales
sean nuestras circunstancias presentes. Al sentir gratitud por nuestra vi­
da real, descubrimos la forma de mejorarla. Al abrazar la simplicidad,
aprendemos que menos es, en realidad, más. Esta libertad nos anima a
poner nuestros asuntos en orden y cultivar la armonía de nuestro mundo
interior. Yendo a nuestro propio ritmo, aprendiendo a reconocer nues­
tras limitaciones, apreciando nuestros progresos, aplicamos estas leccio­
nes en nuestro quehacer cotidiano hasta hacerlas íntimamente nuestras.
De repente, un buen día nos sentimos mucho más vivas y desea­
mos más dosis de belleza en nuestra búsqueda personal. Tomamos
plena conciencia de que crear una vida bella es nuestro objetivo últi­
mo. «Era como si durante años hubiera trabajado en el lado equivoca­
do del tapiz, aprendiendo a la perfección todas sus líneas y figuras y
sin embargo pasando siempre por alto su colorido y su brillo», confe­
só la periodista Anna Louise Strong en 1935. Comprendemos sus sen­
timientos cuando apreciamos el color, el brillo y la belleza de la vida.
Hoy, explora formas de ver tu mundo de otra manera. Deja que
tus ojos beban de la belleza que te rodea. A la hora de comer, vete
dando un paseo a una pinacoteca y reflexiona sobre una bella pintura,
o sal al jardín de tu casa esta tarde para captar «esa oblicuidad tan úni­
ca de los rayos del sol» que tanto extasiaba a Emily Dickinson. Con­
templa los rostros de los seres amados, esmérate al poner la mesa y
saborea los preparativos de la cena deleitándote con la presentación de
tus platos. Enciende las velas, colma de vino o agua con gas las copas
más bonitas que tengas y celebra esta nueva revelación. Es en los deta­
lles de la vida en los que la belleza se revela, sustenta y nutre.
En el exterior, la noche invernal se está cerrando. En tu interior,
has encontrado tu propia luz.
i(; d i -, p;n i :r o

I ci alegría: aprender las lecciones de la vida


con la dicha en el corazón
N o p u ed o creer qu e el inescrutable universo gire sobre un
<■/(■ de sufrim iento; sin lugar a dudas, la extrañ a b ellez a d el
m u n d o d e b e sustentarse en ' alg u n a p a r te s o b r e la p u ra
alegría.

L o u is e B o g a n

viaje hacia el encanto de la vida simple nos interna en un terreno


desconocido. Aprendemos día a día cómo el cultivo de la gratitud
.iltona el suelo de nuestra alma y cómo después las semillas de la sim-
I>1k id.ul y el orden echan profundas raíces en la tierra de nuestra exis-
ii-nei.i cotidiana. A medida que avanzamos, la armonía nos anima a
i reai una vida auténtica para nosotras y nuestros seres queridos. Con
paciencia, la belleza brota y nuestros corazones experimentan no sólo
felicidad, a menudo pasajera, sino un raudal de alegría que refresca y re­
nueva. I lemos encontrado nuestro lugar en el mundo. «Con la mirada
serenada por la fuerza de la armonía y la profunda fuerza de la alegría
escribió William Wordsworth— , somos capaces de percibir la vida
de las cosas.»
Ser capaces de percibir la vida de las cosas es nuestro objetivo en
esta etapa del proceso de transformación. En lo más hondo.de nuestro
ser, sentimos el afán de abandonar el camino de la lucha como medio
para aprender las lecciones de la vida. Al fin, estamos preparadas para
abrazar el camino de la alegría.
Aprender a vivir en el momento presente forma parte del camino
de la alegría. Pero ello exige un profundo cambio interior en nuestra
realidad. Muchas de nosotras forjamos inconscientemente tragedias en
nuestras mentes y esperamos lo peor de una situación, con lo que sólo
logramos que nuestras expectativas se cumplan como una profecía que
corrobora nuestros temores. Sin advertirlo, nos convertimos en auto­
ras de nuestra propia mala suerte. Y así, luchamos día a día, de crisis en
crisis, magulladas y apaleadas por las circunstancias sin darnos cuenta
de que siempre tenemos otra opción.
Pero, ¿qué pasaría si aprendieras a alejar las tragedias y empezaras
a tener fe en el fluir de la vida y en la bondad del Espíritu? ¿Si empe-
mi .i*, i c".|»n .11 lo mejoi tic lod.r, l.r. \it tuiciones? ,1No t posible <iuc*
pudiet .1s escribii nuevos v.ipitulo.s de lu vid.i con lina Ion IcIíccn? I'.ira
nuii lias de nosotias, esto se aparta tan radicalmente de la loi nía en que
liemos actuado hasta ahora que nos parece increíble. Sin embargo es
posible. Destierra tu incredulidad. Ten fe. A fin de cuentas, ¿qué pue­
des perder aparte de tristezas y carencias?
Empieza hoy. Declara a viva voz al Universo que deseas abando­
nar la lucha y ansias aprender a través de la alegría. Tal vez te tome la
palabra. Es más, descubrirás, para tu propio asombro y regocijo, que
esas cualidades estaban esperando pacientemente a que tú las invoca­
ras desde el principio.

20 DE EN ER O

Acres de diamantes
Tus diam an tes no se hallan en m on tañ as lejanas o en
m ares recónditos; están en el jard ín de tu p rop ia casa; sólo
tienes qu e desenterrarlos.
R u ss e l l H . C o n w e l l

P
X ocas charlas han influido o conmovido a tanta gente como la
famosa conferencia victoriana conocida con el título de «Acres de dia­
mantes». Russell H. Conwell, anterior corresponsal y ministro, pro­
nunció su discurso más de seis mil veces entre 1877 y 1925. Cuando
fue publicado, éste se convirtió automáticamente en un bestseller y en
un clásico de la literatura religiosa.
La historia que Conwell explicaba en su conferencia tenía un gran
poder de convocatoria. Relataba la vida de un granjero persa llamado
Ali Hafed que vendió su granja y abandonó a su familia para recorrer
el mundo en busca de riquezas. Buscó por todas partes, pero no pudo
hallar los diamantes que tanto ansiaba. Por último, solo y desesperado
como un indigente sin techo, puso fin a su existencia. Su búsqueda de
riquezas lo había consumido. Entretanto, el hombre que había com­
prado las tierras de Hafed estaba agradecido por cada brizna de hierba
que ahora le pertenecía e invertía grandes dosis de esfuerzo y amor en
su granja. Por la noche, rodeado de su familia y comiendo los frutos de
ii 11.ili.ijo, \e mui i.i (Ik limo. I’oi lili niu i, un Imeii día lii/.o un deseubi i
inii mi) c\iiaoulinaiio I ii el jardín que Ali I laled había abandonado
había iii i.i iimi.i ilc diamantes Iii c*i .límenle* un acre de diamantes— . El
humilde rr.mjero se hi/o más rico de lo que jamás había soñado.
( nmvrll recurría .1 esta parábola para ilustrar un mensaje extraor-
• 111i . i i i d y maravilloso: que albergamos en nuestras entrañas un manan-
n.il «le plenitud y las semillas de la oportunidad. Para cada uno de
in >.<>iros existe un sueño estrictamente personal a la espera de ser des-
i ubicuo y hecho realidad. Si apreciamos nuestro sueño e invertimos
amor, energía creativa, perseverancia y pasión en nuestra persona,
ali an/aremos el éxito auténtico.
¿ I )ónde está tu acre de diamantes? Si pudieras hacer lo que quisie­
ras, ¿qué harías? ¡Sí, lo que estás pensando es totalmente imposible
ahora mismo! ¿Abrirías una tienda, formarías una familia, diseñarías
un vestido, escribirías un guión?
Todas tenemos un acre de diamantes en espera de ser descubierto,
apreciado y explotado. Todas tenemos un lugar por donde empezar.
I )eja volar tu imaginación, pues es el anteproyecto de tu alma para el
éxito. En el camino hacia la alegría y el bienestar descubrirás que tu
oportunidad para alcanzar el éxito personal, la auténtica felicidad y la
serenidad económica está tan próxima como tu propio jardín.

21 D E EN ER O

Alejar las falsas creencias que nos limitan


M e gusta vivir. En ocasiones, h e sido intensa, desesperada
y p rofu n d a m en te desdichada, m e h a consum ido la pen a,
p ero después d e todo sigo ten ien do p len a certeza d e qu e estar
v iv a sin m ás es algo grandioso.
A g a t h a C h r is t ie

ara algunas de nosotras, la idea de depositar nuestra confianza en


una fuerza ajena que nos ayude a convertir nuestros sueños en reali­
dad es a todas luces aterradora, sobre todo si estamos acostumbradas a
tener la sartén por el mango o, mejor dicho, la falsa creencia de que
controlamos la situación.
Mui li.r. de Mi»mMi .r. vivimos aliapadas poi oli.i ilusión: que un
li.ulo despiadado y caprichoso controla nuestros destinos. Acongoja
das por las profundas desgracias que la vida pone en nuestro camino,
tenemos un hondo temor a creer en la existencia de una fuerza crea­
dora colmada de amor y generosidad que sustenta nuestros esfuer­
zos. Tememos creer que el mismo Espíritu que creó el Universo sabe
probablemente cómo ayudarnos a solicitar la beca, obtener el ascenso,
retomar los estudios, empezar un nuevo negocio, encontrar un em­
pleo. Como los espejos de feria que distorsionan la realidad, lo que ve­
mos con nuestros ojos no es real. Caemos en las garras de la ilusión de
que los acontecimientos externos poseen la fuerza definitiva para
abortar nuestros sueños.
¿Y nos extraña ser tan infelices?
Desembarázate de las falsas creencias que te han impedido saber
que estar viva sin más es algo grandioso. Aleja la incredulidad. Experi­
menta con un Universo amoroso y compasivo que acoge incluso a las
escépticas. Hoy, desea creer que hay un Espíritu compañero que te
guía en cada paso que avanzas y que sabe cuál será el siguiente.

22 DE E N ER O

La prosperidad de vivir
L a m u jer d eb e ser la p ion era en este volverse hacia a d en ­
tro p a r a cobrar fu erzas. En cierto m odo, siem pre h a sido la
pion era.
A n n e M o r r o w L in d b e r g h

ivir en nuestra época no es tarea fácil. Pero no somos la única


generación de mujeres que ha visto tiempos difíciles. Reconforta saber
que otras mujeres antes que nosotras han perseverado y prospera­
do. Durante el angustioso período de la Gran Depresión, el editorial
del número de L adies’ H om e Jou rn al publicado en octubre de 1932
recordaba vehementemente a sus lectoras que «volver a los buenos
tiempos no es enteramente una cuestión económica. Hay una prospe­
ridad en la vida que es casi tan importante como disponer de dinero en
el bolsillo». Pero la revista recalcaba que «no basta con querer sacar el
m.mino piovei lio il< l,i*i cosas i.il y como están .inora. I .1 resignación
no nos llev.ua .1 ninguna parte*. Debemos construir un nuevo país.
I JcUemos revivii los ideales ilc sus lundadores. Debemos aprender el
nuevo v.iloi del dinero. I la llegado la hora de abrir nuevos caminos,
i ie .11 im.i nueva seguridad para el hogar y la familia... De ser especia-
ir. tas en pastar, estamos conviniéndonos en especialistas en vivir».
Recuerdo el momento exacto en que descubrí esta cita. Estaba
explotando mi acre de diamantes: sentada en el suelo de una tienda de
antigüedades leyendo de cabo a rabo publicaciones de mujeres del
pasado en busca de pistas sobre cómo vivir con éxito en la actualidad.
I levaba un año recorriendo el camino del encanto de la vida simple y
me sentía como una pionera. Para ser más exactos, me sentía como
una mujer que había hecho las maletas en Boston con todas sus perte­
nencias mundanas y había emprendido, junto con su familia, un viaje
en carromato a campo traviesa en busca de la tierra prometida. Duran­
te dos mil quinientos kilómetros, había mantenido vivos los sueños de
una vida mejor soportando los ataques de los indios, las epidemias, la
sequía, los rayos, los tornados, las serpientes y la carne de buey salada.
Por aquel entonces me hallaba en territorio de Nebraska y aún me fal­
taban mil quinientos kilómetros más por recorrer, pero había llegado
demasiado lejos para dar media vuelta. Al igual que aquella pionera,
estaba desalentada. Cuando encontré la revista, la recibí de inmediato
como un mensaje telegrafiado destinado a mi alma. «Sigue adelante.
No te detengas. Estás en el camino correcto y no estás sola.» A partir
de aquel momento, nunca he vuelto la vista atrás. Aprendí en carne
propia que el camino del encanto de la vida simple tiene la capacidad
de transformar la vida.
¿Estás lista para convertirte en pionera? Entonces, ha llegado el
momento de investir tu alma de toda la energía creativa a tu disposi­
ción. Piensa en mí como en tu exploradora, tu scout particular. Estos
últimos años he ido por delante y he abierto camino. De momento, no
voy a decirte nada más. El camino serpentea y recorrerlo lleva tiempo
— tardaremos un año— pero es reconfortante y enriquecedor. Tam­
bién puede recorrerse día a día. No temas. No estamos solas. Como
los pioneros que abren camino, aprenderemos a vivir por nosotras
mismas y bajo el cielo estrellado. Es todo lo que necesitamos. No hay
ningún obstáculo que el verdadero arrojo y la gracia milagrosa no
puedan superar.
23 DE EN ER O

Aceptar la vida real


T odo lo qu e aceptam os realm en te en la v id a sufre un
cam bio.
K a t h e r in e M a n s f ie l d

V A .ceptar y alabar nuestras circunstancias es un instrumento con


gran poder transformador. De hecho, esta potente combinación es un
elixir espiritual que puede hacer maravillas en nuestras vidas.
¿Qué significa aceptación? Aceptación es no rebelarse contra lo
que hay: nuestras circunstancias, nuestros sentimientos, nuestros pro­
blemas, nuestra posición económica, nuestro trabajo, nuestra salud,
nuestras relaciones con los demás, la demora de nuestros sueños.
Antes de poder cambiar nada en nuestra vida, debemos reconocer que
así es como debe ser ahora mismo. En mi caso, la aceptación se ha
convertido en lo que yo denomino «el prolongado suspiro del alma».
Es cerrar los ojos y rezar, incluso llorar en sile n ció o s «ésta bien»
como en «está bien, tú me guías, yo te sigo». Y es «está bien» como en
«al final, todo estará bien». Simplemente forma parte del viaje.
Con el paso de los años, he descubierto que muchas veces mi lucha
por alcanzar la dicha a pesar de las circunstancias externas ha coincidi­
do con mi vehemente oposición a lo que en realidad ocurría en mi
vida. Pero también he aprendido que cuando me rindo a una situación
determinada — cuando dejo de resistirme y acepto— mi alma se aquie­
ta. De repente, soy capaz de recibir toda la bondad y plenitud que me
rodean porque la aceptación trae consigo alivio y liberación. Es como
si el vapor de la lucha se hubiera salido, por fin, de la olla a presión de
la vida.
¿Qué pasa cuando aceptamos nuestras circunstancias? Bueno, en
primer lugar nos relajamos. A continuación, modificamos nuestra vi
bración, nuestra pauta de energía y el ritmo de los latidos de nuestro
corazón. Una vez más, somos capaces de acceder a la ilimitada energía
positiva del Universo. La aceptación también ilumina la realidad para
que podamos ver con más claridad el paso siguiente.
Sea cual sea la situación existente en tu vid.i actual, acéptala. Ñau
lie Goldbcrg cree que ••nuestro cometido es decii un si sapado .1 las
Cosas re.lles de nuestra vida tal /v ionio solí' Miia .1 tu alrededoi / y
pon ibe lo que esta 01 uniendo, I sta es 1111 coi nula con <1 suelo sin io,

U
éste es mi peso, éste es el saldo de mi cuenta corriente, aquí es donde
trabajo ahora. Esto es lo que realmente está pasando en mi vida en el
momento presente. Está bien. Es la vida real.
Hoy, abandonemos la lucha. Deja que el proceso curativo del
cambio dé comienzo.
Estás lista para seguir avanzando.

24 DE EN ER O

Alabar nuestras circunstancias


A lab a una cosa y te alaba rá. M aldícela y te m aldecirá... Si
alab a s una situación, no tiene p o d e r p a ra herirte y , au n qu e
p u ed a p lan tear p rob lem as du ran te un tiem po, d esaparecerá
pau latin am en te, si la ala b a s sinceram ente.
E m m et F o x

D e s p u é s de aceptar nuestras circunstancias presentes, sean cuales


nimiIj debemos aprender a alabarlas.
Bien. ¿Alabar la desgracia?
Apretando los dientes, si es necesario. Normalmente, desconoce­
mos por qué algo ha ocurrido, y seguiremos sin saberlo hasta estar lo
lustante distanciadas como para analizarlo retrospectivamente. Sin em-
b.ugo, alabar todo lo que nos indigna es la capitulación espiritual que
puede producir un cambio positivo hasta en las situaciones más pro-
l'lcmáticas. Alabar las circunstancias de nuestras vidas también nos
i 11sci 1.1.1 tener fe. A lo largo de los años, he aprendido las lecciones más
sencillas y regocijantes a través de la alabanza. Si estás harta y cansada
de aprender las lecciones de la vida mediante el dolor y la lucha, alabar
tus dificultades te enseñará que hay una forma mejor.
IJna poderosa serie de alabanzas que aprendí de las enseñanzas de
'íirll.i Terrill Mann, una ministra de la Unity School o f Christianity,
que ( ,ii il>io ni la década de 1940, nos exhorta a saludar la mañana con
I.i ,ilii unción ••.ilal»acla sea la mañana para mí y los míos». Al mediodía
de. I.i i .i .il.iludo se.i el día para mí y los míos», y por la tarde, invoca
• •.i . i t u ición "Alabada sc.i la noche para mí y los míos.» Mientras
. mi ••n alujando en casa o en la oficina, afii nía: -Mi trabajo es una pie
|
H>ll lii | h m mi liiiii \ rl <I• 11in m ili1. I st.is .lili ni,ilíones lien,ii,\n de
pet|iift'i.i•. i i.r, in vnl.i cot¡di.iu.i, co m o lo li.m liei lio io n l.i nilA.
I .mpteza ,i apieci.u lo (|iie posees, Impieza hoy, I l.iz un inventa
rio espiritual de todos tus Itienes. Intenta lle^ai a cien. Nos pasan mu
chas cosas buenas, pero con las prisas de l.i vida cotidiana no somos
capaces ni tan siquiera de percibirlas ni reconocerlas. Escribirlas ayuda
a concentrar nuestra atención en la plenitud que tenemos a nuestro
alcance y la hace realidad.

25 DE EN ER O

Trabajar con lo que tenemos


Si tu v id a cotidian a te p a rec e p o b r e ,
no le eches la culpa; éch atela a ti; ad m ite
q u e no eres lo bastan te p o e ta
com o p a r a in vocar sus riqu ezas; p o r q u e p a ra el
C rea d o r no existe la p o b r e z a ni ningún lugar p o b r e
ni indiferente.

R a in e r M a r ía R il k e

u
JL Aasta ahora, muchas de nosotras hemos creído en secreto que
debíamos esperar a que las cosas se calmaran un poco antes de em­
pezar a organizamos. Mañana comenzaremos a descubrir placeres
auténticos. Mañana nos trataremos mejor. Mañana dedicaremos algo
de tiempo a pasárnoslo bien. Mañana, cuando todo se calme. Desde la
línea de fuego puedo transmitir que la vida nunca se calma el tiempo
suficiente para que nosotras esperemos hasta mañana para vivir como
nos merecemos. La vida es siempre movimiento, cambio, circunstan­
cias imprevistas. Siempre habrá algo que intentará captar tu atención:
la llamada telefónica, el niño, el fax, la avería del coche, el cheque por
correo que nunca llega. Reconozcamos sencillamente que, en lo que
respecta a la vida real, estamos a un sólo paso de sufrir una disfunción.
Y, ¿qué vamos a hacer al respecto? Podemos dejar de esperar que
la vida sea perfecta y empezar a trabajar con lo que tenemos para
hacerla tan satisfactoria como nos sea posible. Podemos aceptar, ala­
bar, dar las gracias y seguir adelante. Hoy, podemos empezar a invo-
. ii I.im t miiii , i'. 111 mii",ii,i vida c( >11<Ii.ill.i I I•»v |>«kIciiií >n Mr.inmi Lis
. niin i.i■. poi l.i plenitud I .1 l.ili.i de resolución nos li.i robado doma
.11111. i ipi ti i uiii<l.ul<"• precios.i-.. In vil a .i li tía amiga a comer, empieza a
I••i o incluso c.cribii una novela, organiza tus papeles, prueba una
H11 i.i iiiicv.i cu la cena, sonríe a todo el mundo con quien te cruces,
su m.iii \ suena ante un luego crepitante, vuelve a coger el bordado,
i<iti i ionio si estuvieras agradecida por estar viva, reparte alegría.
I 1.1\, piensa en algo que te proporcionaría un genuino instante de pla-
II i v hazlo. ¡Muy bien! Las primeras etapas del viaje son siempre las
ni is J i! úi les de salvar. «La vida concibe vida. La energía crea energía
nos recuerda la famosa actriz francesa Sarah Berhardt— . Es gastan­
do nuestra propia persona que nos enriquecemos.»

26 DE EN ER O

El encanto de la vida simple:


los instrumentos básicos
lo m a el cam ino llano.
G e o r g e H erbert

N o hay mejor compañía que la Soledad», me recuerda Thoureau


cuando vuelvo a la cama con una humeante taza de té. La casa está en
silencio después del trajín de una mañana típica de entre semana. Los
gatos me siguen por las escaleras y buscan cobijo entre las desordena­
das mantas. Todos sabemos que está a punto de celebrarse un pausado
ritual, el civilizado ceremonial de un día de cada día.
Aunque es demasiado pronto para recibir llamadas de trabajo, co­
necto el contestador automático para evitar interrupciones. Dedico la
hora siguiente a mi viaje interior: trabajo con mi diario de descubri­
mientos ilustrado, escribo mi diálogo diario, rezo, juego con el colage
de mi mapa del tesoro, me sumo en la meditación ante el espejo de
oro, hago planes para el día y luego me quedo simplemente sentada en
silencio. Escucho atentamente. Espero con expectación.
Éstos son los instrumentos básicos que me han ayudado a recorrer
el camino del encanto de la vida simple hacia la autenticidad. Combí-
imIon como 1 y o , o cntpie/.i .1 11sa i los que te pare/e.m i ni i ¡gantes.
Observa si no eres tapa/ de obsequiarle con una llora diaria para via
jar a tus entrañas. Necesitas disponer del suficiente espacio vital para
que tu corazón sea capaz de valorar las cosas. O tal vez puedes dejar
volar tu imaginación hacia la zona en penumbra donde se gestan los
sueños. Si al principio sientes que una hora entera es excesiva (no lo es,
pero vamos a ir poco a poco), repártela a lo largo del día. Empieza con
media hora por la mañana y otra media hora antes de retirarte por la
noche.
Casi todos los días, después de concluir mi excursión interior,
parece que no ha ocurrido nada que haya cambiado radicalmente mi
vida. Sólo he pasado una hora a solas. No soy consciente de haber
tenido ninguna revelación, inspiración u orientación. Pero en ocasio­
nes soy capaz de tener una visión global más penetrante. Tú también
podrás hacerlo.
Esto es cuanto sé: si profundizas lo bastante, con la suficiente fre­
cuencia, siempre recibirás algo bueno. Muy a menudo, más adelante
en el día, vislumbro la inspiración que anhelaba o las nuevas ideas que
necesitaba mientras conduzco o preparo la cena. Pero, tanto si las
revelaciones han formado parte de la mañana como si no, todos los
días nos obsequian con buenos momentos.

27 DE E N ER O

El diálogo diario
E scribiendo alca n z aré e l bienestar.
N a n c y M a ir

D e b i d o a que me paso el día escribiendo profesionalmente y me


empleo a fondo en mi trabajo, durante la mayor parte de mi existencia
adulta me he negado apasionadamente a llevar un diario personal. Me
parecía demasiado esfuerzo y además no tenía tiempo. Pero cuando
me embarqué en el viaje del encanto de la vida simple, tomé concien­
cia de todas las conversaciones que continuamente tengo conmigo
misma. Rara vez se aquietaba mi mente. En vez de ello, oía: «La gata
está rara, ¿estará enferma? Si nieva en el aeropuerto de Cleveland el
nuiles, ¿romo llegue* a casa? ¿Volverán a llagarme alalina vez? Ñeco
Miamos !lindas nuevas para el salón, las que liay empiezan a estar muy
desbastadas.» Y así sucesivamente. Descubrí que mi mente se aforra a
una idea en particular como un perro a un hueso y no la abandono
hasta que estoy agotada o he perdido el interés.
Un buen día, desesperada por acallar la voz de mi mente, cogí una
libreta de espiral e inicié una conversación conmigo misma sobre el
papel. Todo lo que me preocupaba se vertió en un rápido monólogo
interior. Lo que estaba haciendo no era tanto recopilar los aconteci­
mientos de mi vida como eliminar las minucias mentales que mer­
maban mi energía creativa y me estaban volviendo loca. Después de
aquello, pude relajarme y seguir adelante con el día. «Quéjate y olví­
dalo», aconsejaba la escritora Jessamyn West. Y tenía razón. Este
ritual mejoró mi concentración y resultó muy terapéutico.
Llevo varios años realizando mi diálogo diario y si bien en ocasio­
nes puedo saltarme unos cuantos días, siempre tengo ganas de cambiar
impresiones con mi conciencia, porque este instrumento interior fun­
ciona de verdad. Me aclara las ideas y calma la inquietud de mi espíri­
tu. Lo mismo hará contigo. Es muy interesante comprobar que, trans­
currido un tiempo, las páginas empiezan a cobrar vida propia. Llamo a
este ritual «diálogo diario» porque, al escribir, inicias un verdadero
diálogo con alguien mucho más sabio y cuerdo que tú: tu auténtico yo.
Haz el experimento de escribir un diálogo diario durante veintiún
días. Este es el plazo de tiempo que, según los psicólogos, necesitamos
% para ejecutar una nueva conducta antes de que se convierta en un
hábito. Ni la hora del día ni el número de líneas que escribas parecen
ser tan importantes como la repetición. Las almas estresadas necesitan
el ritmo tranquilizador de los rituales que fomentan el desarrollo del
yo. En ocasiones, cuando tengo que resolver un problema especial­
mente espinoso, escribo dos páginas por la mañana y hago otra sesión
por la noche para ver si hay alguna respuesta. A menudo la hay. Y,
hasta que se produzca, al menos hay alivio y liberación.
Cuando empieces a escribir tu diálogo diario, te sorprenderá posi­
blemente comprobar lo mucho que te quejas al principio. No hay
nada malo en ello. De hecho, es una reacción muy saludable. No pue­
des pasarte meses quejándote de una situación sin decidir hacer algo al
respecto. Te cansarás de oír tus propias quejas y ello te instará a seguir
avanzando.
Otra sugerencia: no emplees un bonito diario de diseño para tu diá­
logo diario. Intimida demasiado, pues entonces querrás que sea per­
fecto y profundo, y la cuestión no es ésa; emplea una libreta de espiral
o de anillas. Plasma sobre el papel todo lo que se cierne sobre el hori­
zonte de tu cerebro disfrazado de jaqueca.

\
Alison I,lirio conlcsó «11u* ion papel y l.ipi/, c‘i .1 i .11>.1. de irvis.ii
el mundo». Escribir 1111 diálogo diario os una lorm.i s1•)•u1.1 di irvi
sar el tuyo mientras buscas tu autenticidad.

28 DE EN ER O

El diario de descubrimientos ilustrado


E l conocim ien to de lo q u e am as llega a ti d e algu na fo r m a ;
no tienes qu e leer ni an aliza r ni estudiar. Si am as una cosa lo
bastan te, te em b eb es d e ella y llegas a con ocer porm en ores
m ás reales qu e los qu e cu alqu ier m apa p u ed a proporcionar.
J e ssa m y n W e st

I -/ a clave para amar tu estilo de vida es saber lo que amas de verdad.


«Saber lo que prefieres en vez de decir humildemente “Amén” a lo
que el mundo dice que deberías preferir es mantener tu alma viva»,
nos recuerda Robert Louis Stevenson. Mantener viva nuestra alma y
alimentar nuestra creatividad es lo que hoy nos interesa.
Una de las formas más placenteras de empezar a averiguar tus pre­
ferencias personales es confeccionar un diario de descubrimientos ilus­
trado. Es tu diario de exploradora cuando empiezas a internarte en las
tierras inexploradas más recónditas: tu auténtico mundo interior. Ali­
mentamos nuestra imaginación y entramos en contacto con nuestra
autenticidad reuniendo bellas imágenes que hablan a nuestras almas.
¿No sabías que los colores inundados de sol de Santa Fe te atraían?
Entonces, ¿por qué aparecen siempre en tus fotos? ¿Pensabas que pre­
ferías el estilo rústico pero te dedicas a coleccionar chintz con adornos
de rosas? ¿No es interesante? He aquí una ocasión en la que una ima­
gen vale más que mil palabras. Meditar sobre una imagen visual cada
día puede apretar el gatillo de tu creatividad y ocasionar reveladoras
intuiciones.
Hoy, compra un cuaderno de dibujo en blanco con las tapas ne­
gras, un par de tijeras que corten bien, pegamento y tus revistas favo­
ritas. Mete todo en un cesto y déjalo junto a la cama. Por la noche,
antes de meterte en la cama, cuando te halles en un estado de duerme­
vela relajado y receptivo, hojea las revistas. Cuando veas una imagen
t|UC Ir ^’IINtr MlUi IK>, lOCÓl 1.11.1 V peíala ('II til ( 11.1( 1(1110 N o llltrill(“i
!>('}'.ii l.i'. imágenes conforme .i un criterio clc’lcrminado. Limítate .1
di |.u (|uc lo*, colares si* desarrollen naluralniente. No tardarán en dar
u indii ai iones sobre la dirección que quiere tornar tu corazón. Yo he
uiadido 1Has, dibujos, felicitaciones y postales artísticas a mi diario de
d< >ubrimientos, modelando en papel lo que el poeta W. H. Auden
di nomina -el mapa de mi planeta».

29 D E E N ER O

Tu mapa del tesoro


P orque don de esté tu tesoro, a llí estará tam bién tu corazón.
M a t ía s 6:21

ingún intrépido bucanero que se precie de serlo emprendería la


búsqueda del tesoro enterrado sin un mapa. ¿Por qué ibas a hacerlo
tú? Tu mapa del tesoro es el colage de tu vida ideal que creas como
instrumento visual para concentrar tu energía creativa en la dirección
que deseas tomar.
I '11 primer lugar, deberás visualizar tu vida ideal. Tómate un tiem­
po para relajarte y penetrar en tu interior. Cierra los ojos. Ahora ve
cómo vives y quién vive contigo. ¿Cómo es la casa de tus sueños? ¿En
que parte del país está? ¿Tienes hijos? ¿Cuántos? ¿Qué tipo de jardín
tienes? ¿Hay una glorieta en el jardín de atrás? ¿Una piscina? ¿Tienes
animales domésticos? ¿Qué clase de coche está aparcado en la entra­
da? ¿Qué tipo de trabajo tienes? ¿Estás publicando tu propio periódi­
co, dirigiendo un largometraje o criando purasangres? Ahora intenta
encontrar ilustraciones de revistas que coincidan con tus imágenes
ideales. Recórtalas y confecciona un colage en un trozo de cartulina de
veinte por veinticinco centímetros. Si no puedes encontrar imágenes
que plasmen tus sueños, recurre a la creatividad que albergas en lo más
profundo de tu ser y dibuja un cuadro. Cuando termines, busca una
fotografía tuya que te guste especialmente. Asegúrate de que has que­
dado radiante y feliz. Recórtate y colócate en el centro del colage de tu
mapa del tesoro.
Cuando confecciones tu mapa del tesoro, piensa en la diversión.
I'trnsa en el |»l,u i i I'uml*«.l *•n i U.llldo Icillas su*le ,iúo', No si’ Il .ll.l de
un ejeri ii io intelei ni.il ilc cxisteneialismo. I'.s i i i i . i lisia de deseos para
el Universo. N uc,si i o n deseos mas hondos son el susurro di* nuestro
auténtico yo. Debemos aprender a respetarlos. Debemos aprender a
escuchar. «Presta oído a tu propia alma y escucha atentamente», nos
aconseja la poetisa Anne Sexton.
Por encima de todo, recuerda que nadie tiene por qué estar entera­
do de la existencia de tu mapa del tesoro aparte de ti. Nuestros deseos
para el futuro, nuestras esperanzas, nuestros sueños, nuestras aspira­
ciones son nuestros tesoros más genuinos. Vela por los tuyos en el
santuario de tu corazón. Guarda tu mapa del tesoro al final de tu dia­
rio de descubrimientos ilustrado y míralo a menudo. Al hacerlo, da las
gracias por tu maravillosa existencia. El mayor secreto para llevar una
vida feliz y realizada es darse cuenta de que todo está creado en nues­
tras mentes antes de manifestarse en el mundo exterior. Debemos creer
en ello antes de poder verlo con nuestros propios ojos. Debes saber
qué quieres desenterrar antes de marcar con una X el lugar señalado.

30 D E E N ER O

La meditación ante el espejo de oro


C asi siem pre es el tem or d e ser uno m ism o lo qu e nos lleva
a l espejo.
A n t o n io P o r c h ia

D u r a n t e años he practicado una meditación especial que yo deno­


mino «meditación ante el espejo de oro». Visualizo en mi mente un
espejo enorme del tamaño de una habitación con un trabajado marco
de oro de veinticuatro quilates. Es mi espejo materializador. Los sue­
ños que deseo materializar en mi vida se visualizan primero en él.
En este punto, dejadme confiaros una asombrosa coincidencia
que, como un refrán francés sugeriría, es «la forma que tiene Dios de
conservar el anonimato». Después de haber practicado la meditación
ante el espejo de oro durante un año aproximadamente, fui invitada a
Dublín, una de mis ciudades preferidas, en viaje de negocios con todos
los gastos pagados. Iba a alojarme en el Shelbourne, uno de los hoteles
ili I >uI 'Iiii ni.r. ,mti}',iu>s, bellos y <
■aros, nuevo para mí. ( litando llegué
il hotel y i inre* en el vestíbulo, c|iie es lo que vi sino la manifestación
lisie.i de mi meditación diaria: un bello espejo con un marco de oro
i .iii grande que ocupaba toda una pared del vestíbulo. Me reí compla-
i ida cuando me vi reflejada en él, pues aquélla era la forma en que el
Universo me demostraba que cualquier cosa que visualicemos en
nuestras mentes puede llegar a suceder en el mundo físico.
I loy, resérvate unos minutos para relajarte y viajar a tus entrañas.
C ierra los ojos. Visualiza un bello espejo de oro de gran tamaño
rodeado de trémula luz blanca. La luz es Amor y te rodea, te abraza,
te envuelve y te protege cuando te miras en el espejo. Contempla el
rellejo de una mujer extraordinaria. Es bella y radiante. Posee una
intensa aura vibrante que rebosa de salud. Tiene los ojos centelleantes
y te sonríe cálidamente. ¿Sabes quién es? Tienes la sensación de haber­
la conocido toda tu vida. Y estás en lo cierto. Es tu yo auténtico. Aho­
ra, pasa unos instantes con ella. ¿Qué hace? ¿Cómo lo hace? Visítala
siempre que te apetezca. Ella está esperando para ayudarte a encontrar
el camino en tu viaje de autodescubrimiento.
Hay días en que todas tememos el brillo cegador de la luna del
espejo, pero nunca deberías titubear en encontrarte con la mujer del
espejo de oro. Es el más elevado reflejo de tu alma, la personificación
de la mujer perfecta que reside en tu interior y te envía Amor para ilu­
minar tu camino.

31 DE E N ER O

Abrazar las pequeñas alegrías


A ñ o tras año, las com plejidades de este m un do en m ov i­
m iento acrecientan nuestro desconcierto y a sí cad a añ o n ece­
sitam os con m ás urgencia h alla r la p a z y el bien estar en las
p eq u eñ as alegrías.
Woman’s H ome C ompanion, diciembre 1935

A
j l j LI
convertirnos en dueñas de nuestra dicha a medida que avanza­
mos en el camino de sencilla plenitud, uno de los grandes beneficios es
que empezamos a hallar la paz y el bienestar en las pequeñas alegrías.
I .os ilri,illes comion/iin .1 si^mlu .11 1mu lio pal .1 nonoii as I as peque
ñas ale|’,i las alimenlan el cuerpo y el .tlm.i .1 11aves de los sen 1ulos. Nos
ensenan a vivu el momento presente, l a vida cobra sentido cuando
hallamos lo sublime en lo ordinario.
En nuestras vidas tenemos días que destacan por sus extraordina
ríos momentos de regocijo y alegría: nace el niño, por fin el ascenso, se1
firma el contrato del libro. Pero la vida no es una ronda infinita de tai
ta y champán. Casi todos los días están llenos de tarcas monótonas:
cambiar las sábanas sucias, ir a la tintorería, sacar la basura. Para evitar
que en nuestra ronda diaria no cale la monotonía, debemos saborear el
arte de la pequeñez: descubrir los diminutos placeres que nos aportan
placer y gozo. En 1949, el dramaturgo británico J. B. Priestly reunió
esos momentos en un libro de ensayos titulado D elight. Algunos de
sus momentos favoritos son: despertarse por la mañana con el olor a
café, huevos y beicon; leer relatos de detectives en la cama; de repente
no hacer nada en pleno día; comprar libros y disfrutar con la compa­
ñía (en vez de sólo soportarla) de niños pequeños.
Es un día de invierno. ¿Puedes hacer una olla de sopa casera para
cenar esta noche? Yo me recreo en esta pequeña alegría una vez a la
semana durante el invierno. Pelar, cortar y rallar son actividades muy
relajantes. Aprecia los colores de las hortalizas — el naranja de las
zanahorias, el lustroso verde del apio, la cebolla de un blanco perlado— .
Tienes un bello bodegón ante tus ojos. No hagas las cosas deprisa y
disfruta de la conciencia m ental, o el Zen, de cocinar. ¿No es el aroma
de la sopa casera maravilloso? Hace que celebres estar viva o, al me­
nos, en casa para cenar.
¿Te das cuenta de cómo tenemos que aprehender la esencia de la
vida? Tenemos que aprovechar cada momento. «La gente necesita
la alegría casi tanto como la ropa. Algunos la necesitan mucho más»,
escribió Margaret Collier Graham en 1906. Hoy, haz que el descubri­
miento de esas pequeñas alegrías que te reconfortan y te serenan se
convierta en una de tus prioridades.

Pequeñas alegrías para enero

Escribe las aspiraciones de tu corazón al emprender el camino


del encanto de la vida simple.
Sirve una cena de Año Nuevo tradicional: judías (para la suer­
te), arroz (para la salud), col rizada (para la prosperidad), jamón asado
y pan de cereales (¡para una comida deliciosa!). Yo preparo una riquí-
luid nr.,il.kI.i de invierno con judías cocidas, tacos de pimientos ver
■I. \ rojos y cebolla con un aliño de vinagreta a la francesa, que se sir-
\• i temperatura ambiente.
*« ' Kevisa los documentos personales que tienes en casa y organi-
/ i ni rsi ritorio para empezar una nueva vida este año. Desecha tanto
••>1110 puedas. Cuelga tus nuevos calendarios. Intenta que el lugar
d>mdc llevas el papeleo de la casa sea lo más acogedor posible.
I la/ una visita a una buena papelería o a una librería grande y
. lii'.c un bello cuaderno en blanco para convertirlo en tu diario de
i|',radeeimientos. En la papelería, tal vez desees echar un vistazo a las
unías y plumas de distintos colores.
■•«•3 Date una vuelta por una tienda de material de dibujo. Fíjate en
. I sinfín de formas de expresión a tu alcance: en vivos colores, sobre
papel, en el lienzo, con arcilla. ¿Te parece divertido? Mientras estás
1II1, coge un par de cuadernos de dibujo con las tapas negras para usar-
I- is para el diario de descubrimientos ilustrado que vas a confeccionar.
Mi tamaño favorito es veinte por veintisiete centímetros.
•^<5 Compra algunos imanes para confeccionar tu colage de agra­
decimientos para tu nevera. Cuelga fotografías de los seres que quieres
v de los seres a los que estás agradecida, como la familia, los amigos y
los animales domésticos. Cuelga también recordatorios de pequeñeces
por las que estás agradecida, como la factura de reparación del coche,
11ue fue menos de lo que te temías. Si hay algo que deseas particular­
mente que entre en tu vida, cuelga su fotografía y da gracias por anti­
cipado.
<♦§ Prepárate para un idilio invernal. Aprovisiona la despensa con
cacao de verdad, diminutos pastelitos y una tableta de buen chocolate
(para la capa final de ralladura de chocolate). Consigue nata montada
y guárdala en la nevera. Cuando llegue la nieve y se cancele la escuela,
quédate en casa con tus hijos. Pasearos por la casa en pijama. Si tienes
chimenea, ten el fuego encendido todo el día. Haced juntos un muñe­
co de nieve, montad en trineo, luego tomaros una sopa de tomate en
tazones y bocadillos de queso fundido a la hora de comer. Echaos una
siesta. Deleitaos con un inesperado día libre.
Haz una visita a un almacén de trastos viejos. Si no conoces
ninguno, empieza a hacer averiguaciones. Toda mujer necesita un al­
macén de trastos viejos en su repertorio.
Haz una fuente de denso, oscuro y esponjoso pan de jengibre
para el té que te tomas con tus hijos cuando vuelven del colegio o para
el postre. Consulta el encantador libro de cocina de Laurie Colwin
More H om e C ooking: A Writer Returns to the Kitchen para lo último
en recetas de pan de jengibre.
Visita la biblioteca local y lee algunas revistas nuevas a las que
no estás suscrita. Yo lo hago una vez al mes. Es divertido y no cuesta
dinero.
Consigue bulbos de flores — narcisos enanos, jacintos y tuli­
panes— para que alegren tu espíritu y tu hogar con su color y fragan­
cia en el corazón del invierno. Visita una jardinería local y pide bulbos
cultivados específicamente con este propósito.
Dedícate a curiosear catálogos de jardinería este mes. Recorta
tus flores favoritas y confecciona tu jardín ideal en papel. Satisfaz tu
pasión por una glorieta cubierta de rosas en el colage de tu jardín y
guárdalo en tu diario de descubrimientos ilustrado. Simula estar
creando un jardín secreto para tus temporadas de soledad. ¿Cómo es?
¿Qué accesorios y mobiliario de jardinería te gustan? Incorpóralos al
colage. Deja que tus fantasías cobren primero vida en papel.
^ 5 Pide por correo las semillas anuales que puedes empezar a
plantar dentro de casa el mes próximo.
FEBRERO

T é c h in o , e l p e r f u m e d e ja c in to s , un b u e n
f u e g o y u n os r a m ito s d e v io le ta s , és a es la im a ­
g e n q u e a c u d e a m i im a g in a c ió n c u a n d o p ie n ­
so en u n a a g r a d a b l e t a r d e d e fe b r e r o .
CONSTANCE SPRY

F e b r e r o es un mes frío, húmedo y gris; sólo los espíritus


más exquisitos alcanzan a ver sus cualidades. Nuestro camino
es dulce y amable. La gratitud es el hilo con el que tejeremos
el entramado de nuestra vida cotidiana este mes, dando gra­
cias por los dones que hemos recibido y pidiendo una cosa
más: un corazón agradecido.
I l)K l'KBKI.RO

Excursiones creativas:
El don del tiempo
C eleb ro la p erson a qu e soy, y m e canto a m í m ism o; doy
un p a seo e invito a m i alm a...
W a l t W h it m a n

A
jLA.hora que ya conoces a tu yo auténtico, ¿no te gustaría proíundi
zar en él? Puedes hacerlo emprendiendo con él unas excursiones crea­
tivas.
Las excursiones creativas consisten en unos encuentros periódicos
y a solas con tu yo auténtico, destinados a tal fin. Al comienzo de toda
relación íntima el mejor regalo que puedes ofrecer a la otra persona es
tu tiempo. Lo mismo sucede con tu yo auténtico. Probablemente no le
has prestado la atención debida; ha llegado el momento de remediar
esa situación.
¿Qué puedes hacer? Concédete un capricho, busca actividades que
te alegren el corazón y te levanten el ánimo. Vete al cine (a ver uno de
esos melodramas ingleses de época que tanto te gustan), desayuna tem
prano antes de ir a trabajar en un nuevo café francés, date una vuelta
por ese increíble mercado italiano, explora una fabulosa tienda de artí
culos de ocasión, rebusca en las estanterías de una librería de libros
usados, o visita una galería de arte e imagina las innumerables formas
en que puedes expresarte. Cuando te embarques en una excursión
creativa, tu yo auténtico te revelará el maravilloso misterio que eres tu.
Eso ocurrirá espontáneamente a medida que conviertas la búsqueda del
desarrollo personal en una misión sagrada.
Tras animarte a emprender unas excursiones creativas con tu yo
auténtico, debo advertirte que no es tan fácil como parece. De hecho,
las excursiones creativas constituían para mí la parte más difícil del
encanto de la vida simple. No estaba acostumbrada a divertirm e sola.
Me parecía frívolo, demasiado autocondesccndientc. Prepárate para
experimentar una fuerte resistencia emocional. I Iallarás mil excusas:
no tienes dinero, estás demasiado ocupada, quién va a quedarse con
los niños, quizá la semana que viene cuando estés menos agobiada. No
te des por vencida. Las excursiones creativas requieren que inviertas
una parte de tu tiempo, no dinero Ninguna mujei está tan ocupada

U
........ i'.n .i no disponei tic tíos horas a la semana para dedicarlas a sí
miMiu ln t aso contrario, debería examinar sus prioridades personá­
is , < «miiala a un canguro, pide a tu marido que se quede con los
mui.',, aprovecha el rato que están en la escuela, o la hora del almuer-
-«• <11 el n abajo. 1 lay muchas formas de hacerlo, una vez que hayamos
....... ndido que el hecho de dar alas a nuestra imaginación y desa­
n c l a r una relación con nuestro yo auténtico es una inversión que no
p o ilm io s obviar. Esta semana comprométete a emprender una excur-
Mnii . realiva semanal con tu yo auténtico mientras sigues el camino
•11o i <induce al encanto de la vida simple. Te asombrarán los signos y
pni lentos que hallarás en él.

2 D E FEBRERO

Averiguar lo que amas


Qui'/.ás el único punto de partida que existe para crearse
iiii. i
vida propia sea amar algo.
A l ic e K ü l l e r

I arece muy fácil saber lo que uno ama. Pero no lo es. Tras varias déca-
ila-, de dejarnos influir por todo — la televisión, las revistas, nuestra
madre, nuestros amigos— debemos aprender a prescindir de lo que
di|;an los demás. A partir de ahora la única opinión que cuenta es la tuya.
I 'sia semana, prueba un experimento. Planea una excursión creativa
a una tienda de decoración y objetos para la casa. Ve a un estableci-
.... ... que no conozcas, déjate sorprender por lo que veas. ¿Qué es lo
•Iu• n llama la atención? Apúntalo en un pequeño bloc que puedes lle-
v.u en el bolso. ¿Quizá la forma de una tetera, los colores de una
alfombra tejida a mano, las texturas de un exquisito arreglo de flores
. a , ' l n cuanto veas algo que te atrae pensarás: «¡es fantástico, me
. n. ania! •. ( Ion lia en tu intuición, atrapa el momento, toma nota de los
sentimientos que te provoca. Todo ello te será muy útil más adelante.
I a ■.emana que viene emprende otra excursión creativa, date una
\in lia (aunque no compres nada) por una nueva boutique de ropa. Ya
al 'i esa tienda que siempre te ha intrigado pero que jamás has pisa­
do porque e1. demasiado cara. No tardarán en llegar los modelos de
primavera. Ve .1 ei li.u un vi si.i/o a l.r. novedades. (,hu/.i veas ,i !)•,<» «pie
te sienta estupendamente, como un chaqueta de hilo amarillo que te
arrebata. ¿Entonces por qué vistes siempre de negro? C) qui/.í
te seduzca una fabulosa falda y top de gasa estampada con flores, aun
que sueles llevar vaqueros porque resulta más práctico. Puede que el
hecho de sentirte maravillosa prevalezca sobre otras consideraciones
de orden práctico. Ábrete a tus auténticas aspiraciones y deseos.
Recuerda que éste es el año para formular preguntas. La pregunta
esencial es: ¿qué es lo que realmente me gusta? Ten paciencia. No
podemos reorganizar nuestra vida, nuestro hogar y nuestro guarda­
rropa en una semana. Confía en ti misma y tu vida auténtica se desa­
rrollará de forma natural y favorablemente.

3 DE FEBRERO

Descubrir tu yo auténtico
A m arse a sí m ism o m arca el principio d e un idilio q u e du­
rará eternam ente.

u
O sc a r W il d e

na de las sorpresas que te depara el hecho de vislumbrar tu


auténtica naturaleza es descubrir que se trata de una mujer positiva y
encantadora. Siempre sonríe. Siempre está serena, dispuesta a conso­
larte. Exuda confianza en sí misma. Quizá te preguntes quién es esa
mujer y si guarda alguna semejanza contigo.
Sí y no. Es la mujer que eres interiormente. Tu verdadero yo. Si no
te comportas siempre así se debe sencillamente a que todavía no has
alcanzado un plano más elevado en tu existencia. Yo tampoco. Ma-
rianne Williamson sostiene que ello ocurre cuando «abrazamos a la
diosa» que reside dentro de nosotras. «Cuando una mujer se enamora
de las magníficas posibilidades que guarda en su interior, las fuerzas
que limitan esas posibilidades comienzan a perder su dominio sobre
ella», escribe Williamson en A W om an’s Worth.
Pero de vez en cuando vislumbramos ese plano elevado: cuan
do llevamos el pelo estupendamente, o cuando hemos dormido doce
horas; cuando acudimos perfectamente preparadas a una reunión de
Iral tajo; cuando nos ponemos la ropa del año pasado y comprobamos
que no liemos engordado; cuando damos una iiesta y todo el mun­
do se divierte. Cuando se producen esos momentos, nos sentimos en
armonía con el resto del mundo. Todo encaja. Pero no nos damos
cuenta de que es con nosotras mismas con quienes estamos en armo­
nía. Sentimos que formamos parte del caudal de la vida, que ocupamos
el lugar que nos corresponde, una sensación especial que se produce
cuando la autenticidad y la realidad se funden en un todo.
¿Pero cómo podemos gozar con más frecuencia de esa energía
espiritual? ¿Cómo acceder más a menudo al caudal de la vida? ¿Cómo
podemos aprender a vivir con plenitud?
1,a meditación es muy útil. Al igual que los paseos largos, sumer­
girnos en un cálido y perfumado baño de burbujas, lavarnos el pelo un
día antes de que tengamos que hacerlo, ser más amables con nosotras
mismas, contemplar un amanecer o un crepúsculo, acariciar a un ani­
mal, jugar con un niño, tener ilusiones, sentir gratitud.
Pero sobre todo estar abiertas al cambio. Acogerlo con alegría.
«Observa. Espera. Deja que el tiempo transcurra y te ayude a alcanzar
tus metas — aconseja Marianne Williamson— . Mientras esperamos,
110 debemos perder de vista cuanto nos rodea. Debemos reflexionar y
crecer. Sonreír y soñar, pero al mismo tiempo arrodillarnos y rezar.
I loy flota algo sagrado en el ambiente: vamos a crear unas diosas.
Ellas son quienes somos nosotras, pues somos nosotras mismas: ami­
gas, terapeutas, artistas, mujeres de negocios, maestras, sanadoras,
madres. Regocijaros, chicas. Tenemos una nueva misión.»

4 DE FEBRERO

El yo auténtico es el alma hecha visible


Mi d e b e r no es tran sform arm e en otra p erson a,
sino sacar el m áxim o p a rtid o de la obra de Dios.
R o b e r t B r o w n in g

S a c a r el máximo partido de nosotras mismas no es tarea fácil. Es una


labor agradable, la razón por la que hemos nacido, pero requiere
paciencia, persistencia y perseverancia. Para muchas de nosotras tam-
Iticii requiere i ('/.u I lid se deln* .1 <11ic* nos resuli.i m.is I.U il .1p re n d o .1
vivn de .u n c id o io n nueslr.is propias luces in .n u lo accedem os a un.»
fuente ilc energía más elevada que ilumina nuestro cam ino. Según la
cineasta y escritora Julia C am eron, se trata de conectarnos a «una elec
tricidad espiritual» que trasciende nuestras limitaciones.
Durante mi viaje personal he constatado su eficacia. Generalmente
sólo pedía ser conectada a esa energía en las ocasiones en que debía
aparecer en público: cuando dirigía unos seminarios, pronunciaba
unas conferencias o participaba en unas reuniones de trabajo. Enton­
ces se me ocurrió que era como vivir en una casa dotada de corriente
eléctrica pero en la que sólo encendía las luces durante unas horas cada
tres meses. Y me pregunté por qué chocaba con tantos obstáculos. De
modo que empecé a pedir ser conectada a esa energía en mi vida coti­
diana: como madre, esposa, escritora y amiga. Cada vez que lo pedía,
me sentía de inmediato conectada a ella. Cuando no lo hacía, perma­
necía en la oscuridad. No es necesario ser un electricista profesional
para comprender el fenómeno: alguien tiene que pulsar el interruptor.
El hecho de pedir equivale a activar esa electricidad espiritual. Cuando
hay luz vemos bien. Vemos con claridad. Y lo que vemos, al mirar en
nuestro interior, es que nuestro yo auténtico se ha hecho visible.
No trates de transformarte en una persona que no eres. Procura
tan sólo sacar el máximo partido de ti misma. El sagrado arte de cuidar
de nuestra alma y de las almas de las personas que amamos constituye
la parte más profundamente espiritual del encanto de la vida simple.
Empieza hoy a encender la luz.

5 D E FEBRERO

Somos una carga para el mundo


L o que qu iero decir cu an do m e refiero a v iv ir con form e a
nuestro yo auténtico es v iv ir en el m undo, no d e éste.
WlLLIAM HAZLITT

S o m o s una carga para el mundo — se quejó el poeta William Words-


worth hace más de doscientos años— . Con nuestro afán de conseguir
y gastar, no hacemos sino desperdiciar nuestros poderes.» Hoy en día
mui Ius mu jet rsi.n i.m de .u nenio 1*011 él. Ai 1ast 1amos un cansancio
crónico debido .1 nuestro alan de ••eon.seguii .1 la •antidad de energía
que consumimos con el luí de ganarnos la vida y satisfacer las exigen­
cias de un hogai y una carrera. Y la realidad de la recesión significa
que ahora pagamos por lo que «gastamos» ayer.
Pero pese al pesimismo y desaliento que asalta constantemente
nuestros sentidos, existe un medio para rescatar nuestra vida y reivin­
dicar nuestro futuro: consiste en volvernos de espaldas al mundo para
reconocer lo que realmente nos hace felices en la vida. Eso depende de
cada mujer, pues no todas tenemos las mismas aspiraciones y deseos.
Pero, una vez que hayamos buceado en nuestro interior y lo hayamos
averiguado, poseeremos la capacidad de transformar nuestro mundo
exterior. «Puedes vivir cien años y, al final de tu vida, saber más cosas
sobre otras personas que sobre ti mismo», nos recuerda Beryl Mark-
ham, piloto y escritora.
Hoy, vuélvete deliberadamente de espaldas al mundo. No leas los
periódicos ni contemples las noticias de la televisión durante una
semana, o más tiempo si logras resistirlo. Olvídate de las revistas de
papel cuché que muestran ropa cara destinada a llevarte al éxito.
Rechaza la opinión de los otros — por muy inteligentes, creativos y
famosos que sean— mientras prosigues tu viaje interior. Reconoce,
aunque ello suponga un shock, que muchas de tus preferencias y opi­
niones no son realmente tuyas. Empieza por escuchar la voz de tu yo
auténtico mientras te señala el camino. Éste nos indica siempre el
siguiente paso que debemos dar en nuestro viaje de búsqueda perso­
nal. Puede ser algo tan sencillo como ordenar tu mesa de trabajo para
poder encontrar ese folleto sobre un curso de pintura a la acuarela
para adultos.
Sólo cuando hayas silenciado el clamor del mundo exterior podrás
oír la vibración profunda.
Escucha atentamente.
El Espíritu está interpretando tu canción.
6 DE FEBRERO

Transformar tu propio mundo


H e creado m i p rop io m u n do y es m ucho m ejo r qu e el qu e
siem pre h e visto fu era.
L o u is e N e v e l s o n

M. .uchos mitos referentes a la Creación afirman que sólo llevó seis


días crear el mundo. A nosotras nos llevará más tiempo transformar el
nuestro. Pero podemos empezar por donde empezó el espíritu decla­
rando que se haga la luz para iluminar nuestro viaje de descubrimien­
to personal.
Según la tradición cuáquera, esta luz se halla dentro de todos noso­
tros. Los cuáqueros, o miembros de la Sociedad Religiosa de Amigos,
constituyen un perfecto ejemplo de unos individuos que han alcanza­
do el delicado equilibrio de vivir en el mundo sin pertenecer a él. Ello
se debe a que se niegan a dividir sus vidas en compartimentos sagrados
y seculares. Los cuáqueros creen que todas las experiencias cotidianas
poseen una naturaleza espiritual, desde preparar la comida para la
familia hasta protestar contra determinadas iniciativas políticas. El
escritor británico George Gorman ha observado que «la esencia de la
espiritualidad cuáquera reside en la convicción de que todo posee un
significado religioso. Ello no significa mantenernos al margen de la
vida sino sumergirnos profunda y plenamente en ella».
La sencillez es el denominador común que preside la vida de los
cuáqueros, desde la forma en que organizan su hogar hasta su vesti­
menta. Su oficio religioso semanal, o Reunión, consiste en una medita­
ción silenciosa. Las pautas por las que se guían son el ritmo, el respeto
y la reflexión. Estas pautas también pueden ayudarnos a nosotras
mientras tratamos de transformar nuestro mundo personal.
El primer paso consiste en restituir el sentido del ritmo a nuestra
vida. ¿Qué grado de ritmo existe en tu mundo personal? Los niños
no son los únicos que necesitan seguir un horario regular de comi
das, descanso y juegos. Sus madres también lo necesitan. Piensa en el
ritmo continuo y tranquilizador del mundo natural: el movimiento
de las mareas, el ciclo recurrente de las cuatro estaciones, las lases
mensuales de la I una y la pro^tesión diaria del di.i .1 la noi lie
El ritm o d e b e c o n s i il u i i l a p i e d i a . i l i | . ; i i 1.11 d < n i i e s i 1o m u n d o peí

¡tonal. T o d a s llevam os iiii.i vida n m v a jé n e n la , alg unas m as q u e


otras. Debemos aprender a trazar una línea y decir «hasta aquí
hemos llegado».
Hoy, disponte a reflexionar con calma sobre el papel que el ritmo
desempeña en tu vida cotidiana. Tu corazón siempre te dirá lo que
funciona y lo que no. El hecho de restituir el ritmo a tu vida te aporta­
rá una gran serenidad y satisfacción, las cuales te ayudarán a sobrelle­
var los problemas que se presenten.

7 DE FEBRERO

\Jn artista es alguien que crea


Vivir es una fo r m a de no estar seguro de n a d a , no sab er lo
q u e v a a ocurrir ni cóm o... E l artista nunca sab e n ad a con
certeza. S im plem ente tratam os de adivin arlo. P u ed e qu e nos
eq u iv oq u em os, p e ro no tem em os d ar un salto en la oscu­
ridad.
A g n e s d e M ie l e

I j i \ mayoría de nosotras preferimos ir a lo seguro antes que correr


riesgos. Por ejemplo, preferimos ponernos un collar de perlas que
unas cuentas de cristal pintadas a mano que vimos en un mercadillo de
objetos artesanales. Sin embargo, cuando vemos en la calle a una mujer
luciendo unas cuentas de cristal rojas y granates alrededor del cuello
nos paramos para admirarla. «Está fantástica con ese collar», pensa­
mos. Al mismo tiempo, nos preguntamos cómo sabía que le sentarían
tan bien.
Probablemente no lo sabía, sino que se lo puso fiándose de su
intuición. El collar le murmuró «pruébame» y ella le hizo caso. Fue
como un juego, corrió un pequeño riesgo pero no por ello menos
importante.
Todos los días tenemos oportunidad de hacer algo nuevo, como
servir focaccia para cenar en lugar de pan de ajo. O ponernos unos cal-
i ei mes con florecitas estampadas que hacen que sintamos deseos de
b.iil.u en lugar de unos calcetines lisos. O sustituir la diadema con que
nos sujiM.unos el pelo po r un sofisticado corte que nos sienta divina­
mente
I .i psitologa Susan Jellet s nos tecomienda «eoriei un i it*s(j¡(>mas o
mentís impórtame todos los días, atrevernos a hacei algo que nos lia
ga sentirnos estupendamente». I loy, atrévete a hacer algo que puede
cambiar tu vida: imagina que eres una artista y tu vida una obra de arte
que tienes entre manos. Las obras inacabadas nunca son perfectas.
Pero a medida que avanzas puedes ir retocando el boceto original. Se
puede añadir otro color a un lienzo, o suprimir unas escenas durante
el montaje de la película. En la vida sucede lo mismo. El arte evolucio­
na continuamente. Al igual que la vida. La maravillosa y auténtica vida
que estás creando para ti y las personas que amas es tu obra de arte. La
más importante. «Puesto que eres distinta de todos los seres que han
sido creados desde el comienzo de los tiempos, eres incomparable»,
nos recuerda la escritora Brenda Ueland.
No lo olvides.

8 DE FEBRERO

Eres una artista


D en tro d e ti hay una artista a la qu e no conoces... D i «sí»
rápidam en te, si lo sabes, si lo has sabid o d esd e antes d el
com ien zo d el universo.
J a l a i u d - D in R u m i

I-/ a mayoría de nosotras nos sentimos incómodas al imaginar que


somos artistas, pero lo somos. Creemos que los artistas escriben nove­
las, pintan cuadros, realizan la coreografía de un ballet, actúan en Broad-
way, son temperamentales, ruedan películas, se visten de negro, beben
absenta y se perfilan los ojos con lápiz negro.
Pero todos llevamos dentro un artista. Un artista es simplemente
alguien con un oído muy fino que utiliza la energía creadora del U ni­
verso para crear algo material que antes no existía. Antes de asumir la
forma de un libro, un cuadro, un ballet o una película, formaba parte
del espíritu de su creador.
Lo mismo ocurre a la hora de crear una vida auténtica. Con cada
decisión que tomas, cada día, creas una obra maestra. Algo único, que
sólo tú puedes realizar. Algo hermoso y efímero. Naciste para dejar
i i i i .i 11111 >i o 111 .t i n d e l e b l e so b re lu m ím e lo p e is o n a l. I s l a es tu a ilte n ti

t id ,u l.

I loy, piensa tjue estás creando una obra de arte al tomar grandes y
pequeñas decisiones entre ir a lo seguro y arriesgarte. ¿Te gustaría
h.icei algo nuevo y diferente? ¿Por qué no pides un café espresso des­
pués de comer, si no lo has hecho nunca? Podrías entrar en una perfu-
mei ia y probar un perfume nuevo. O comprar una botellita de vinagre
balsámico para aliñar la ensalada. O sintonizar una emisora de música
Kiimtry en lugar de escuchar música clásica mientras regresas a casa.
Cada vez que experimentas algo nuevo, te vuelves más receptiva a la
inspiración. Cada vez que pruebas algo diferente, haces saber al Univer­
so que estás escuchando. Confía en tu intuición. Piensa que tus deseos
son legítimos. Respeta tus aspiraciones creativas. Si estás dispuesta a
confiar en ti y dar un salto en la oscuridad, descubrirás que tus decisio­
nes son tan auténticas como tú misma. Es más, descubrirás que tu vida
se ha convertido en lo que debe ser: un alegre soneto de gratitud.

9 D E FEBRERO

Un nuevo lienzo cada veinticuatro horas


¡O tro h ech o real! ¡N o estoy m u erta! T od a v ía p u ed o in v o­
car una p a r te d e m i alm a y plasm arla en colores, en una im a­
gen q u e p erd u ra rá etern am ente.
K eri H ulm e

-^^.ntes de que una pintora comience una nueva obra, debe realizar
una serie de preparativos. Probablemente ha hecho un boceto de la
escena que trata de plasmar. Mezcla sus pigmentos para obtener los
colores que desea. También prepara el lienzo con una capa de fijador
para que los colores se adhieran. Todo ello requiere tiempo. Por su­
puesto, cuando contemplamos la obra terminada no vemos los prepa­
rativos. Sólo percibimos la totalidad de la visión de su autora. Y tal
como comentó en cierta ocasión la artista Helen Frankenthaler: «Un
cuadro hermoso, que te atrae, da la impresión de haber sido pintado
de un trazo. No me gusta advertir la huella de una pincelada o unas
gotas de pintura.»
T o d as las artes requieren una lase de preparación. I a vida también
si querem os vivirla auténticam ente. C ad a veinticuatro horas debem os
preparar el lienzo, dispuestas a plasm ar nuestra visión. C alm arn os a
través de la m editación, sacar tiem po para soñar y expresarnos m e­
diante nuestro diálogo cotidiano y nuestro diario de descubrim ientos
ilustrado, tom ar conciencia de nuestros deseos, concentrarnos en co m ­
pletar una tarea antes de acom eter otra, ésas son las m edidas previas
que debem os tom ar a fin de sentirnos satisfechas.
N u e stro s preparativos no serán en vano. C u an d o sentim os que
form am os parte del caudal de la vida, saboreando el m om ento, las pin ­
celadas no se ven. H o y , realiza tus preparativos interiores con calm a
m ientras te dispones a p lasm ar una parte de tu alm a sobre el lienzo.

10 DE FEBRERO

Crear un estilo de vida auténtico


para ti y las personas que amas -C
L a v id a es curiosa; si sólo estás dispuesto a acep tar lo
m ejor, m uchas veces lo consigues.
SOMERSET MAUGHAM

E s m ucho m ás fácil llevar una vida herm osa y elegante cuando no


tienes que ajustarte a un presupu esto. C u an d o te sobra el dinero, no
tienes que aprender la lección que nos enseñan las privaciones. Pero el
hecho de tener dinero no garantiza que vivam os auténticam ente. C o ­
m o tam poco el vivir rodeada de objetos h erm osos garantiza una vida
feliz y placentera. Si recibim os una noticia doloro sa, no nos co n so la­
m os m ás fácilm ente p o r el hecho de echarnos a llorar sobre un cojín
de dam asco adorn ado con borlitas de seda.
C u an d o em prendí el cam ino del encanto de la vida sim ple y empe
cé a apartarm e de las distracciones m undanas din ante varios m eses, sin
leer periódicos ni revistas, ni contem plar la televisión, v sobre todo sin
ir de com pras (salvo com ida y ropa paia mis hijos), los simonías que
experim enté eran parecidos a los síntomas de ahsimem ia. I n ocasio
nes, sentía picor, tem blores e incluso máteos ( liando eso ocm i ia, mi

fifi
\i> autentico tranquilizaba a mi yo consciente (al cual no le gustaba
demasiado el nuevo programa), asegurándole que estaba experimen­
tando un profundo cambio en mi percepción de la realidad. Estaba
.i|Tendiendo a diferenciar entre mis necesidades y deseos y procuran­
do asimilar esta poderosa lección antes de seguir avanzando. Debía
t omprender que podía prescindir de muchas cosas. Lo que necesíta­
la podía obtenerlo, pero lo más importante era el descubrimiento per-
sonal.
( Alando comprendes que puedes vivir sin muchas cosas, puedes
pedirle lo mejor a la vida porque posees el don del discernimiento. Te
vuelves más paciente, lo cual te permite esperar con dignidad y grati­
tud, sabiendo que al fin obtendrás lo mejor. Eres capaz de crear una
villa auténtica para ti misma y las personas que amas porque eres
i apa/ de tomar decisiones consciente y responsablemente. «Mucho
mas tarde, ella recordaría el momento en que cambió el curso de su
vida escribe Evelyn Anthony en The A venue o f the D ead— . No
estaba predestinado; ella era capaz de tomar sus propias decisiones. O
al menos eso creía. Podía aceptar o rechazar algo. Tomar un camino u
otro hacia el futuro.» Emprender el camino de la autenticidad signifi­
ca volverse de espaldas al mundo y buscar tu propia felicidad.

11 D E FEBRERO

La divina insatisfacción: aprender a vivir


según tus propias luces
A veces, cuando sufrim os un gran d olor o nos sentim os
angustiados, recibim os el consuelo d e la gracia divina... En
esos m om en tos, una ola d e luz irrum pe en nuestras tinieblas
y creem os oír una v oz qu e dice: «Eres aceptado.»
P a u l J o h a n n e s T il l ic h

0-> u aiid o nos conectamos a la «electricidad espiritual» a la que se


i el iere Julia (lamerón en su estupendo libro The Artistas Way: A Spiri-
lii.il l }atb lo llig h e r C reativity, ¿Qué es lo que debemos esperar?
¿Mas energía e inspiración, unas sorprendentes y deliciosas coinciden-
cías, la facultad de alcanzar unas mcias con gracia y dignidad? I )esde
luego. Al menos, ésa ha sido mi experiencia.
Pero lo que quizá no esperas — y puede entorpecer tus progre­
sos— es la profunda insatisfacción que experimentarás cuando esc
poder no esté presente, cuando te sientas perdida, a oscuras, porque
has olvidado pulsar el interruptor. He comprobado que la única forma
de activar la electricidad espiritual es pedirlo. Siempre está disponible
para mí, pero debo pedirlo.
La insatisfacción que experimentas cuando el interruptor está des­
conectado se manifiesta de variadas maneras. De pronto no te gusta
ninguna de las habitaciones de tu casa. Te arrepientes de los errores
cometidos en materia de decoración. Tu ropa no te gusta o crees que
ya no te sienta bien. Te aburre cocinar. Estás cansada de abrir el arma­
rio ropero de la entrada para ponerte un pañuelo en la cabeza antes de
salir. Pero lo que es peor, esa embriagadora sensación de optimismo
que sentiste al empezar a incorporar la gratitud a tu vida cotidiana ha
dado paso a una profunda insatisfacción. Empiezas a pensar que el
camino del encanto de la vida simple quizá funcione para ciertas muje­
res, pero no para ti. No te desmoralices. Tal como dice Dame Cicely
Verónica Wedgwood, la historiadora inglesa: «La insatisfacción y el
desorden son signos de energía y esperanza, no de desespero.»
Lo que te ocurre forma parte del proceso. Yo lo llamo «la divina
insatisfacción». Constituye el grano de arena en la ostra antes de que
se forme la perla. Esta segunda y creativa oportunidad nos permitirá
convertirnos en lo que deseamos ser. Cuando al fin logremos reivindi­
car nuestra propia vida y arrebatar nuestro futuro de manos de la Pro­
videncia. Cuando aprendamos a transformar la paja en oro. Cuando
comprendamos con gratitud que si conseguimos acceder a esa energía
espiritual podremos vivir según nuestras propias luces.
Pide ser conectada a esa energía. Hoy mismo.

íiH
>
12 DE FEBRER O

I lace un tiempo confiabas en ti misma


í on fía en ti m ism o y apren derás a vivir.
JOHANN WOLFGANG VON GOETHE

I I o y , busca una fotografía de cuando tenías unos diez años en la


•111< .iparezcas sonriendo. Ponía en un bonito marco y colócala sobre
in mesa de trabajo, o de tu escritorio, o en tu diario de descubrimien­
to. Musitado y contémplala todos los días. Envía un beso a esa joven-
<na. Trata de retroceder en el tiempo y en tu imaginación. Trata de
v( itc cuando tenías diez años: en casa, en la escuela, jugando. ¿Dón-
<l< vivías? ¿Puedes ver tu casa o apartamento, y la calle? Paséate por
I r. habitaciones de la casa en la que habitabas de niña. ¿Cómo era tu
dormitorio? ¿Quiénes eran tus amigos? ¿Tenías una amiga íntima?
¿Quién era? ¿A qué jugabas? De todos tus lápices de colores, ¿cuál era
tu prelcrido? ¿Recuerdas el olor de la plastilina? ¿Cuál era tu comida
pmlilecta? ¿Qué asignatura te gustaba más? ¿Lo recuerdas? Trata de
evocar m vida a los diez años en tus páginas de diálogo diario.
I )iviértcte con este ejercicio porque a los diez años probablemente
ir liabas todavía de tu intuición. No hacías caso de lo que te decían tu
madre, tu hermana ni tus amigas porque tenías tu propio criterio.
( )bservar a mi hija de diez años en el probador de unos grandes
almacenes constituye toda una revelación. «No, no es mi estilo», dice
a veces mientras se prueba una prenda. Con un aplomo que ya quisie-
i.i para mí, se pone un chaleco de patcbw ork, se encasqueta un som-
brero de fieltro negro y declara satisfecha: «Esto me sienta mejor.»
Kecuerdo que tiempo atrás confiaba plenamente en mi intuición. Al
il’iial que tú. 1 lace un tiempo apenas dudabas antes de tomar una deci­
sión C o n un poco de esfuerzo, las cosas pueden volver a ser como
antes.
Trata de ponerte en contacto con la jovencita que eras. Ahora ya es
adulta. I;.s tu yo auténtico y está deseando recordarte lo guapa, inteli
|.;cntc y extraordinaria que eres.

(tl)
Tu punto de vista es único:
valora tu autenticidad
H a z te la siguiente p regu n ta: ¿he desarrollad o tod o m i
p o ten cia l com o m u jer y com o person a?
J ane Wagner

I^ .e s p ira hondo y relájate. La buena noticia es que no has desarro­


llado todo tu potencial o no te sentirías atraída por este libro. Todavía
te esfuerzas, todavía sueñas, todavía tienes aspiraciones que no has
colmado. Yo tampoco he alcanzado mi plenitud como mujer y perso­
na, de lo contrario no escribiría este libro. Ambas nos hemos embar­
cado en una emocionante aventura que a veces nos asusta un poco.
Uno de los jalones más importantes con el que nos toparemos en
nuestro viaje es el momento en que descubramos nuestro propio pun­
to de vista y comprendamos lo valioso que es. Según ha observado la
escritora Joan Mills: «Me he pasado la vida creyendo en la fuerza y
la competencia de los otros, sin confiar en mis propias dotes. Ahora he
descubierto con asombro que poseo diversas capacidades. Ha sido
como hallar una fortuna en el forro de un abrigo viejo.»
Hoy, o tan pronto como puedas, concédete uno de los caprichos
más estimulantes que conozco. Saca veinticinco dólares del banco en
billetes de cinco y distribúyelos en los bolsillos de tus abrigos y cha­
quetas. Luego olvídate de ellos. La próxima vez que te pongas un
determinado abrigo y encuentres cinco dólares en el bolsillo, échate a
reír y recuerda que cada día que seas capaz de amar, honrar y respetar
tu propio punto de vista estarás más cerca de hallar una fortuna.
Ahora quiero que hagas otra cosa. Empieza a tratarte con más
generosidad. Empieza con cinco dólares. Cómprate unas flores para
ponerlas en tu mesa de trabajo, disfruta de un cruasán con el café de­
media mañana, vete a una peluquería elegante y pide que te laven el
pelo con un champú que huela a almendras. I la/, algo que se salga de
lo común y te levante los ánimos. ■Ámate a ti misma y todo ira peí
fectamente — solía decir Ian ille Hall Tienes que amarle paia couse
guir algo en esta vida.-

/O
Sueños enterrados
C u an d o existe m ucho a m o r siem pre se prod u cen m ilagros.
W il l a C a t h e r

]R .e q u ie re mucho amor y coraje desenterrar los sueños que hemos


ocultado dentro de nosotras. Hoy es el día dedicado al amor, una oca­
sión perfecta para bucear en nuestro interior y revisar con afecto y
comprensión el camino que hemos recorrido hasta ahora.
Hace tiempo creimos que íbamos a comernos el mundo. ¿Te
acuerdas? Hoy todas tenemos nuestra cuota de decepciones y amar­
guras, junto con algún recuerdo risueño de nuestros esfuerzos por
alcanzar la meta. A lo largo de los años hemos enterrado multitud de
sueños bajo un montón de buenas intenciones, ingenuidad, abando­
nos, renuncias, fracasos, desilusiones, rechazos, decisiones erradas,
intentos fallidos, equivocaciones estúpidas, circunstancias imprevistas,
caprichos del destino y oportunidades desperdiciadas.
No es de extrañar que necesitemos una buena dosis de coraje para
volver sobre nuestros pasos. Pero el «coraje es el precio que exige la
vida a cambio de proporcionarnos paz», según nos recuerda la aviado­
ra Amelia Earhart.
Una mujer sabia me aconsejó una vez que evitara convertirme en
una «quiero-y-no-puedo o puedo-y-no-quiero. Lim ítate a ser tú mis­
ma». Y aunque he aprendido que tan importante es poseer la capaci­
dad de crear sueños como que éstos se cumplan, también he aprendi­
do que lo primero es ser una misma.
Hoy es el día de ser tú misma, simplemente. Arrímate a las perso­
nas que quieres, sé amable contigo misma. Sosiégate y trata de evocar
los sueños que enterraste hace tiempo. Las brasas todavía resplande­
cen en tu alma. Contémplalas en tu mente, acaricíalas en tu corazón.
I 'l sueño siempre se me escapaba — confesó Anais Nin— . El milagro
ci.i atraparlo, vivir un instante en íntima comunión con él.»
15 I)K h’l'IJREKC)

Conocer al explorador interior


S ólo existe un viaje. E l qu e em pren des a l interior d e ti
m ism o.
R a in e r M a r ía R il k e

o ansiaba trasponer la puerta del jardín, seguir el camino que dis­


curría frente a él y partir hacia lo desconocido», escribió Alexandra
David-Neel en 1923, recordando su viaje al Himalaya en busca de la
verdad espiritual y de aventuras. La exploradora parisiense, que anti­
guamente había sido actriz, se vistió como un peregrino para dirigirse
al corazón del Tíbet, la ciudad cerrada y sagrada de Lhasa. Era la pri­
mera vez que una mujer occidental contemplaba su rostro.
Mientras transporto en mi furgoneta a mis hijos y a los de los veci­
nos desde la escuela al campo de fútbol para que se entrenen, me pre­
gunto cómo consigue una mujer moderna satisfacer sus deseos de
recorrer mundo. ¿Cómo compagina el sueño de visitar el templo de la
reina egipcia Hatshepsut, cerca de la antigua ciudad de Tebas, con sus
deberes domésticos y profesionales?
Si tú también ansias contemplar unos paisajes más allá de tu jardín,
haz lo que yo hago para mantener viva la chispa de la aventura: viaja a
tu interior para conocer a tu exploradora auténtica. ¿Hacia dónde se
dirige? Si pudieras viajar a cualquier lugar del mundo, con todos los
gastos pagados, disponiendo de una canguro para hacerse cargo de los
niños, ¿adonde irías? ¿Por qué? ¿Con qui'én partirías? ¿Cuánto tiem­
po permanecerías allí? ¿Qué harías en ese lugar?
Sí, se trata de una fantasía de primera clase, y muy divertida. Para
inspirar tu creativa visualización, pásate por la librería y hojea unas
guías de viajes. Recorre con tus dedos los distintos lugares que éstas te
proponen. Lee las biografías de exploradoras célebres. Infórmate so­
bre sus hazañas y retén los datos en tu subconsciente.
A continuación, haz una excursión creativa a una agencia de viajes
y coge varios folletos de pintorescos lugares para incluirlos en tu dia­
rio de descubrimientos ilustrado. Cuando te pregunten la fecha de
partida, responde que aún no lo has decidido. Nadie tiene por qué
saber que viajas sentada en el sillón de tu casa, dando alas a tu imagi­
nación en una fría noche de invierno, considerando la exploración
como una metáfora personal.
Qui/á te preguntes por qué. Pues porque, tal ionio observa astuta
mente Aliec Walker, cada du vamos aprendiendo que «el país mas
remoto c inexplorado reside en nuestro interior». Nosotras somos
nuestro continente negro, nuestra frontera salvaje. En nuestro viaje
lucia la autenticidad nos aguardan muchas maravillas por descubrir.

16 DE FEBRERO

Al final de nuestras exploraciones


E xploram os sin cesar,
y a l fin a l d e nuestras exploraciones
llegam os a l pu n to de partida.
Y recon ocem os ese lugar p o r p rim era vez.
T. S. E l io t

(C u a n d o vivimos nuestra vida con autenticidad, descubrimos por


primera vez el lugar que realmente nos corresponde en el mundo.
Pero este conocimiento no se adquiere fácilmente. Requiere tenacidad
y valor adentrarse en la parte más recóndita de nuestro ser. ¿Quién
sabe lo que podemos hallar allí? «Si vives cerca de un dragón, no con­
viene mantenerlo al margen de tus cálculos», recomienda el escritor
J. R. R. Tolkien.
Nuestros dragones son nuestros miedos, que nos acechan de día y
nos persiguen de noche. Miedo a lo desconocido. Miedo a fracasar. Mie­
do a emprender algo nuevo y no ser capaz de terminarlo. Una vez más.
O el temor real, el que nos hace estremecer: el temor de tener éxito en
nuestra empresa, de convertirnos en nuestro yo auténtico y afrontar los
cambios que ello supone inevitablemente. Puede que no nos guste la for­
ma en que vivimos, pero al menos pisamos terreno conocido.
N o sabemos hacia dónde nos dirigimos y ello nos aterroriza. Re­
surgen viejos sueños, nos sentimos atraídas por nuevos deseos. En
lugar de claridad, nos sentimos desorientadas. En esos momentos con­
viene tener presente lo que dijo T. S. Eliot, en el sentido de que no
debemos temer profundizar en nuestro yo auténtico porque al final de
nuestras exploraciones personales llegaremos al punto de partida y
nos daremos cuenta de que es el lugar al que pertenecemos.
Las mujeres siempre hemos sabido cómo tratar con los dragones je»— representa abandonar la comodidad y la seguridad de la civiliza­
que se ocultan debajo de las camas o dentro de los armarios. Encende­ ción para aventurarte en la selva. Eso es precisamente lo que haces
mos la luz y tranquilizamos nuestros angustiados espíritus con amor. cada vez que escuchas a la mujer que hay en tu interior, tu yo auténti­
Es preciso aniquilar a los dragones que se ocultan en nuestra mente. co. Recuérdalo. «Debes abandonar la ciudad de tu comodidad y segu­
Hoy, si tienes miedo o te sientes angustiada respecto al futuro, ridad para aventurarte en la selva de tu intuición — aconseja Alan Alda
empuña la espada de doble filo de la luz y el amor. Recuerda que una a la exploradora que llevas dentro— . Descubrirás cosas maravillosas.
aventura sin dragones carece de emoción. Pero como en los mejores Te descubrirás a ti misma.»
cuentos, al final de tus exploraciones vivirás feliz eternamente.

18 D E FEBRERO
17 D E FEBRER O
La vida durante un safari
\Jn safari del yo y del espíritu
E l corazón es un ca z a d o r solitario q u e caza en una colina
Los bosqu es fu ero n hechos p a ra los cazad ores d e sueños, solitaria.
los ríos p a ra el p esca d o r d e canciones. F io n a M a c l e o d
Los ríos y los bosqu es p erten ecen a los cazadores
qu e cazan sin escopeta.

S am W a l t e r F o ss tl# l invierno es la estación seca en África, la época de los safaris.


I'ociemos extraer varias lecciones de las estaciones secas en la vida, y
de la vida durante un safari.
E v n el verano de 1893 , una inglesa llamada Mary Kingsley viajó a la «Una podía esperar muchas cosas de Dios por las noches, cuando
zona más salvaje y peligrosa del Congo francés en busca de sí misma. las fogatas ardían frente a las tiendas de campaña — escribió Beryl
Sus padres habían fallecido recientemente y de pronto, a los treinta y Markham sobre la vida durante un safari— . Cuando te sentabas a
un años, la señorita Kingsley se encontró «no sólo sumida en el dolor, <harlar con los demás estabas sola, y ellos también... Lo que dices sólo
sino carente de un propósito en la vida». Su aventura en África occi lo perciben tus oídos, y lo que piensas sólo te importa a ti. El mundo
dental cambió su situación radicalmente. Al cabo de varios años, sus . .ia allí y tú estás aquí, y ésos son los únicos polos, las únicas realida-
escritos y sus hallazgos naturalistas, incluyendo restos de especies des de\. I labias, ¿pero quién te escucha? Escuchas, ¿pero quién habla?»
conocidas de peces y animales, fueron aplaudidos por la comunidad 1 111 safari del yo y del espíritu suele ser una aventura solitaria. Pero
científica victoriana. en el londo sabemos que no estamos solas. Es reconfortante saber que
Mary Kingsley iba en pos de un sueño: averiguar quién era y el e*.a sensación de soledad es necesaria a fin de encontrarnos con el mis-
lugar que ocupaba en el mundo. Al igual que tú. Pero aun sin tenci l< tío, y que el misterio forma parte integrante de un safari. Todos los
que enfrentarte a los peligros que ella afrontó — animales salvajes, aíi días la selva nos obliga a luchar para sobrevivir y al mismo tiempo nos
ladas lanzas y enfermedades mortales— , te has embarcado en un.i li.u <•comprender lo maravilloso que es contemplar cómo el sol se po­
aventura tan emocionante como la de cualquier explorador. Dcsctibt u ne y sale iodos los días. Durante un safari vives cada día plenamente
las fuentes del Nilo o seguir el curso del Amazonas constituyen tin.r. poique CS lo único que esla garantizado, una lección que deberíamos
aventuras equiparables al vi.ijc interioi que has emprendido, un .alan iplii .11 a nuestra vida cotidiana.
del yo y del espu mi I Ioy, disponte a experimentar numerosas emociones mientras te
I, ii A lrita, cuipi endei un salan que en svv.ihili mj*ni I u .1 ..vía hallas sentada líenle a la lógala que arde en 111 co ra/ó n . Alguien te
t
escuelu. Alguien te está hablando, animándote .1 il.u el siguiente paso
para abrazar el misterio de la selva que yace en tu interior.
Ten la seguridad de que verás renacer tus esperanzas. Tus oraeio
nes obtendrán respuesta. La estación seca de la vida no dura siempre.
Las lluvias primaverales no tardarán en presentarse de nuevo.

19 D E FEBRERO

Encuentro con el arqueólogo auténtico


N o p o d em o s en cen der a v olu n tad
el fu e g o q u e reside en nuestro interior.
E l espíritu sopla con fu e r z a
y nuestra alm a p erm a n ece en vu elta en e l m isterio.
M atth ew A r n o l d

j ^ ^ .1 igual
que el explorador interior que busca aventuras en parajes
desconocidos, el arqueólogo auténtico sabe desenterrar fragmentos de
recuerdos que yacen sepultados en la tierra fértil del subconsciente.
Los arqueólogos saben «interpretar» artefactos del mismo modo que
un detective interpreta las pistas que halla. El motivo por el que pre­
tendemos despertar al auténtico arqueólogo es para que excave en tu
interior.
«Cómo recordamos, qué recordamos y por qué lo recordamos
configuran el mapa más personal de nuestra personalidad», nos
recuerda la escritora Christina Baldwin. Hoy, dedícate a recordar.
Disponte a realizar una poco fatigosa pero auténtica excavación que te
ayudará a descubrir el misterio en el que se halla envuelta tu alma.
Aunque quizá no lo sepas, has vivido numerosas vidas, y cada una
de ellas ha dejado una señal indeleble en tu alma. No me refiero a la
reencarnación, sino a la forma episódica en que evoluciona nuestra
vida: la infancia, la adolescencia, el instituto o los primeros años de
carrera, el matrimonio, la maternidad, quizá la circunstancia de ser
madre soltera, la viudedad, etcétera. Cada etapa de nuestra vida está
jalonada por risas y lágrimas. Pero lo más importante es que desarro­
llamos unas preferencias personales. Cada experiencia vital deja una
capa de recuerdos, como un depósito de sedimento: las cosas que
Iicin< is .1111,111( * y lo'. molliriili >s de .ilcgi 1.1 <(lie recordamos i cvcl.in lllíos
iri.i/os de nuestro yo .iiiténlico.
Algunas mujeres se resisten .t evocar el pasado porque temen
(Ic.scntcrr.u recuerdos dolorosos. Pero al igual que cada enfermedad
nos proporciona un regalo si sabemos buscarlo, cada recuerdo doloro-
.o nos aporta paz. No hay nada que temer. El pasado sólo pide que lo
i acordemos.

20 DE FEBRERO

La excavación auténtica
A veces una person a tiene qu e retroced er hasta el pu n to de
p artid a — a fin de percibir, d e com pren der todo lo qu e h a
g an ad o y p erd id o — antes de seguir adelan te.
Pa u le M a rsh a ll

K , hecho de desenterrar un mosaico es uno de los hallazgos más


emocionantes que puede experimentar un arqueólogo. Los mosaicos
constituyen unos dibujos o diseños decorativos formados por millares
de fragmentos multicolores de piedra o vidrios incrustados a fin de
crear un cuadro visual más amplio. Los mosaicos primitivos relatan
historias sagradas sobre mundos antiguos — cómo vivían ciertas gen­
tes y qué cosas eran importantes para ellas— , revelando a los arqueó­
logos importantes datos sobre el pasado.
Durante nuestra excavación auténtica iremos también en busca de
un mosaico: qué fue lo que nos aportó momentos de felicidad y satis­
facción en nuestra vida pasada. Al volver la vista atrás, ten presente
que la memoria es caprichosa. Es preciso cortejarla y halagarla para
conseguir que se rinda a nuestros encantos. En ocasiones nos sorpren­
de su generosidad, y recordamos algunos momentos con asombrosa
nitidez. Pero la mayoría de las veces nos ofrece unos recuerdos frag­
mentados, como pedacitos multicolores de cristal o piedra. En ese ca­
so, debemos ser pacientes a medida que vamos retirando los depósitos
de sedimento del pasado.
Hoy, disponte a emprender una minuciosa excavación personal.
Deja que tu arqueólogo auténtico recoja artefactos que puedan favore­
cer la memoria: viejas fotografías, cartas, recuerdos. Dedica un rato
para meditar a solas y emprender un agradable viaje al pasado. Saborea
un vaso de vino o una taza de té. Escucha la música favorita de tu
juventud: Elvis, los Beatles, los Bee Gees. Contempla un álbum de
fotos, hojea el anuario de la escuela secundaria, lee viejas cartas de
amor. Trata de evocar tu vida cuando tenías diez años, dieciséis, vein­
tiuno, veinticinco, treinta, treinta y cinco, cuarenta, etcétera. Concén­
trate en los recuerdos que acudan a tu mente mientras tomas de nuevo
contacto con la jovencita y la mujer que eras. Saborea los momentos
felices. Lo que buscas es un esquema de placeres y preferencias perso­
nales y auténticos. Son los fragmentos de tu mosaico.
«Los hechos en nuestras vidas se producen cronológicamente,
pero su importancia puede no coincidir con ese orden cronológico»,
afirma la escritora Eudora Welty. Con paciencia y a través de una
serena observación, esos hechos proporcionarán al explorador que lle­
vas dentro un «hilo continuo de revelaciones».

21 DE FEBRERO

Desenterrar tu verdadero yo, primera parte


P u ed e qu e el h ech o d e ser una m ism a sea un p la cer a d q u i­
rido.
P a t r ic ia H a m p l

Ilrx c a v a r un yacimiento arqueológico no es una tarea atractiva.


Requiere muchos esfuerzos, a menudo en condiciones muy duras. Es
preciso remover toneladas de tierra antes de descubrir los tesoros del
pasado que han permanecido ocultos. Por impacientes que se mues­
tren los miembros del equipo, las excavaciones deben realizarse de
forma lenta y cautelosa. Pero ése es precisamente el aspecto más emo­
cionante de nuestra labor de autodescubrimiento.
Debemos excavar pacientemente con nuestras plumas a fin de de
scnterrar nuestro verdadero yo. «Mientras una sij>a buscando, siempre
obtendrá respuestas*', dice Joan Mae/ ¿ V que e*. lo que bus< amos? Re
tazos de nuestro estilo autentico.
Din ante nÍ|',Ií ).s la*, mujeiet lian iuonIi ado al mundo mi estilo innato a

______________ W H - ___________________
través de su aspecto personal, la decoración de sus casas, la forma de
relacionarse con los demás, en su trabajo y en la búsqueda de sus pasio­
nes personales. Cuanto más aprendamos sobre nosotras mismas y nues­
tras preferencias, más fácil nos resultará tomar las decisiones adecuadas.
Y las decisiones creativas constituyen el núcleo de la autenticidad.
La libertad de elección nos permite abrazar lo nuevo porque esta­
mos abiertas al cambio. Hoy, mientras repasas tu vida trata de analizar
las decisiones que tomaste anteriormente. ¿Han sido unas decisiones
que te han beneficiado? ¿Sueles dejarte guiar por el corazón, la cabeza
o la intuición? ¿Estás satisfecha del sistema que empleas a la hora de
tomar decisiones o te gustaría probar otro? ¿Te lamentas de algo que
no hiciste en el pasado?
Quizá recuerdas con nostalgia un sueño que enterraste hace mu­
cho en lugar de tratar de alcanzarlo. En tal caso, deja de pensar que es
demasiado tarde y consuélate con las palabras de Faith Baldwin: «El
tiempo es una modista especializada en arreglos.» El hecho de haber­
se demorado no significa que nuestros sueños no vayan a cumplirse.
Quizás hayas adquirido la suficiente sabiduría para reformar tus sue­
ños y lograr que se realicen. Quizás hayas aprendido a tomar otras
decisiones.
Excava con tu pluma. Mantén un diálogo con tu yo auténtico. Pre­
gúntale sobre las decisiones que tomaste y las que dejaste de tomar.
Escucha sus sabios consejos.

22 D E FEBRERO

Desenterrar tu verdadero yo, segunda parte


M i m em oria está en mis m anos. Sólo recu erdo cosas cuan­
d o dispongo de un lápiz con el qu e an otarlas y jugu etear.
C reo q u e es tu m an o la qu e se concentra en esas cosas. A u n ­
q u e ignoro el m otivo.
D a m e R e b e c c a W e st

E s t a m a ñ an a nos h a lla m o s d e n u e v o en el y a c im ie n to d o n d e a y e r

co m e n z a m o s a d e s e n te rra r tu v e rd a d e ro yo . Q u iz á te p re g u n te s p o r

q u e d e d ic a m o s ta n to tie m p o a e x cavar en tu in te r io r . T a l vez te d is


muí |',.n cu tu p,r.,ido cu lur.c.i de pi.st.is (itic te indiquen l.i lorma
de vivit el píeseme sai isl .utoi i,miente. IV ruo^o que le muestres
receptiva: estas excavaciones amplían tu sentido de lo posible en tanto
c]ue te proporcionan un conocimiento más prolundo sobre li misma.
C oge la pluma para juguetear con ella y en tu diálogo diario regresa al
hogar de tu infancia.
¿Cómo estaba decorado? ¿Lo recuerdas? Paséate por las estancias
y contémplalas detenidamente. ¿Ordenabas tú misma tu habitación?
¿Solías cerrar la puerta? ¿Cuál era tu lugar favorito en la casa? ¿Era tu
madre una buena cocinera? ¿Preparas alguna vez sus recetas espe­
ciales?
¿Cómo te consolaba tu madre cuando estabas enferma? ¿Cuándo
comiste por última vez una sopa de letras y galletitas saladas en una
bandeja en la cama?
¿Dónde ibas de vacaciones? ¿A casa de tus abuelas? ¿Las recuer­
das? ¿Tienes algún recuerdo que asocies con las vacaciones de verano
en tu infancia?
Pasemos ahora a tu adolescencia. ¿Había alguna chica en tu clase a
la que admiraras? ¿O envidiaras? ¿Quién era y por qué la admirabas o
envidiabas? ¿Asististe a algún baile de fin de curso? Describe tu vesti­
do. ¿Cómo ibas peinada? ¿Quién te inició en los ritos femeninos de
vestirte, peinarte y maquillarte? ¿Hubo alguna mujer adulta en tu vida
cuyo estilo personal te impactó?
Sigamos con la época en que te instalaste en tu primer hogar, a
principios de tu carrera o cuando te casaste. ¿Dónde estaba ubicado?
¿Cómo estaba decorado? ¿Todavía conservas algún mueble u objeto
de decoración de aquella época? ¿Reflejan esos objetos tu auténtica
personalidad o han cambiado tus gustos? ¿Conservas algunas reliquias
familiares? ¿Te gustan?
Ahora céntrate de nuevo en la habitación, lentamente. Has desente­
rrado más fragmentos para colocarlos en tu mosaico personal. «Ciertos
detalles insignificantes se convierten en momentos de asombrosa reve­
lación cuando te topas con ellos por primera vez», observó la gran bai­
larina Margot Fonteyn. Solemos pensar que son los hechos importan­
tes los que marcan nuestra vida, pero son los pequeños momentos los
que resuenan en nuestra memoria. Escoge uno de esos recuerdos agra­
dables y piensa hoy en él.
23 DE l'T'.BRI'.RO

Dejar tu huella personal


I )ios está en los detalles.
L u d w ig M ies v a n d e r R o h e

D e j a r tu huella personal en la vida significa que sabes exactamente


cómo expresar «tu propio e inimitable estilo», según decía mi maravi­
lloso padre irlandés. ¿Pero es así? Hoy continúa ampliando tu sentido
de lo posible y averigúalo. Considera las siguientes opciones como un
juego divertido.
Te instalas en una casa completamente vacía y empiezas desde ce­
ro. No tienes problemas económicos. Anota veinte elementos relacio­
nados con tu casa ideal, desde detalles arquitectónicos hasta muebles,
que sean «imprescindibles» para ti. Puede tratarse de un asiento al pie
de una ventana en el salón del piso superior o una confortable butaca
y una otomana junto a la chimenea. Deja correr tu imaginación y tus
dotes creativas. ¿Pertenecen algunos de esos objetos a tu pasado?
¿Dónde los viste por primera vez? ¿Lo recuerdas? ¿Desde cuándo
sueñas con poseerlos? ¿Hay algún objeto aquí perteneciente a la casa
que habitabas de niña?
Acto seguido, imagina que tu armario ropero y los cajones de la
cómoda están vacíos. Necesitas llenarlos. ¿Cuáles son las primeras
diez cosas que colgarías o colocarías en el armario y los cajones? Qui­
zá quieras conservar algunas de tus prendas actuales preferidas, o
comprar otras nuevas. ¿Qué es más importante para ti, la comodidad
o tu carrera?
Los armarios de la cocina están vacíos. Tienes que comprar una
vajilla, una cristalería y manteles para diario y para ocasiones especia­
les. ¿Por dónde empezarás? ¿Qué tipo de vajilla usarás todos los días?
¿Qué forma prefieres que tengan los vasos y las copas? ¿Has pensado
en esto? ¿Prefieres una colorida taza de loza o una taza de porcelana
fina para tomarte el café o el té matutino? Esos detalles constituyen
tus preferencias auténticas.
«El jabón en el baño, las flores en el jardín, el libro sobre la mesita
de noche, todo ello constituyen unos poderosos símbolos de la vida
de una persona — observa la escritora y decoradora de interiores
Charlotte Moss en su libro A Passion fo r D etail— . A través de esos
detalles contemplas el mundo íntimo de esa persona.» Cada día te
recreas a n misma mediante ins elecciones y picleiencia1. I*rcstanclo
atención al detalle lus gestos auténticos otorgas expresión a la
más personal de todas las artes: dejar tu huella personal en la vida.

24 DE FEBRERO

Ahora que he conseguido captar tu atención


En cierto m om en to d e tu v id a harás un viaje. Será e l viaje
m ás largo q u e has em p ren d id o jam ás. Es un v ia je p a r a
en con trarte contigo misma.
K a t h e r in e S h a r p

D urante casi dos meses hemos contemplado el viaje a tu interior en


busca de tu autenticidad. Quizás has empezado a dejar que la gratitud
cultive la tierra de tu alma, preparándola para recibir las semillas del
camino de la vida simple: hallar lo sagrado en lo ordinario, comprender
que lo que tienes es cuanto necesitas, abrirte a unas elecciones creativas
y saborear los pequeños momentos de la vida. Quizás has dedicado un
tiempo a iniciar un diálogo diario en busca de tu yo auténtico, has
gozado soñando con tu diario personal de descubrimientos ilustrado, o
te has embarcado en el espejo de oro de la meditación para conocer a la
mujer que llevas dentro.
O quizá no...
No te extrañe que lo sospeche, yo he estado en la misma situación
en que te encuentras ahora. Sé que pueden pasar días, semanas e inclu­
so meses sin que halles un momento para ti misma. Sé lo que significa
anteponer las necesidades de los demás a las tuyas. Sé lo fácil que es
poner pretextos para no iniciar algo nuevo, por más que lo desees. Sé
la facilidad con que la palabra «mañana» se escapa de nuestros labios,
casi inconscientemente. Mañana empezarás. Mañana. Lo sé perfecta­
mente.
Pero sobre todo sé que leer sobre un viaje no es lo mismo que
emprenderlo realmente.
Ahora que he conseguido captar tu atención, deja que te hable
sobre el resto del año. Cada día, a partir de ahora, vamos a utilizar los
pequeños detalles de nuestra vida cotidiana como motivo de celebra-
i inii, Sí, de celebración. Mr apicndido muchas let ciones durante el
camino que conduce .11encanto de las cosas simples. I .a primet .i es que
los detalles cotidianos mlluyen poderosamente en nuestras vidas, que
ninguna experiencia es insignificante, y que todo puede convertirse en
i i i i . i fuente de inspiración si estamos abiertas a lo bueno que nos ofre­

ce la vida.
¿Cuántas veces hemos desperdiciado la ocasión de transformar
nuestras vidas de forma positiva? Hoy debes tomar una decisión. Pue­
des proseguir el camino del encanto de la vida simple o cerrar ahora
este libro.
Si decides cerrarlo, mi bendición te acompañará siempre. Confío
en que alcances la paz y la plenitud. Pasa este libro a una amiga.
Si todavía me lees, ya sabes lo que debes hacer hoy mismo, no
mañana. Examina tu vida. Da las gracias. Acepta tus circunstancias. Da
las gracias. Haz un repaso de todo lo bueno que te ha dado la vida.
Da las gracias. Dedica todos los días un rato a la meditación. Utiliza las
herramientas básicas de que dispones, te ayudarán a hallar el camino.
Pero por encima de todo, ten fe en ti misma y en el cambio divino. «Es
imposible descubrir nuevos territorios si uno no está dispuesto a per­
der de vista durante una larga temporada tierra firme», nos advierte el
escritor francés André Gide.
Despliega las velas, leva anclas, arroja el lastre. Siente el viento en
tu espalda. Mantén la vista en el horizonte.
O quédate en tierra.
Pero toma una decisión.

25 DE FEBRERO

Reordenar tus prioridades


A p ren d e a tom ar contacto con e l silencio den tro d e ti y ten
p resen te q u e en la v id a tod o tiene un propósito.
E l isa b e t h K ü b l e r -R o ss

T -/a mayoría de las mujeres que conozco tiene una sola prioridad:
sortear los obstáculos cotidianos sin perder la vida en el intento. Es el
resultado directo del agobio que venimos experimentando día a día y
año ii.is .ino. Anuc M o n o w I imlluif'Ji, ONiiiiora, piloto, rspoN.i y
madre lo denomina «las luet/as ccnti ii *• que tiran di .pi.td.ula
mente de nosotras. 1.1 Iteeho de reconocci y rcorden.n uncMias priori
dades para que den un significado a nuestras villas constituye una
tarea profundamente personal que todas debemos cumplir si quere
mos aprender a vivir según nuestras propias luces.
Una prioridad consiste en algo que es importante para ti, como ini­
ciar un plan de ahorro para pagar los estudios de tus hijos, o aumen­
tar tu salud y vitalidad a través de la dieta y el ejercicio. Adquirir una
seguridad económica es otra prioridad para muchas de nosotras, así
como cuidar de nuestra familia y procurar que nuestro matrimonio sea
feliz y duradero.
Las prioridades no están escritas sobre granito. Deben ser flexibles
y cambiar a medida que lo hacemos nosotras. Para mí las prioridades
representan el caballete sobre el que colocamos el lienzo de nuestros
días a fin de aplicar colores y formas a la obra de arte que creamos sin
que el cuadro se desplome.
Reordenar nuestras prioridades personales exige serenidad de áni­
mo y claridad. Quizá sea ése el motivo de que muchas de nosotras
arrojemos la toalla. Pero cuanto más segmentada esté nuestra vida por
nuestros hijos, nuestra carrera, nuestro hogar, nuestro matrimonio y
nuestras necesidades de expresión personal, mayor debe ser nuestro
empeño en identificar lo que realmente es importante en nuestra vida.
Muchas de nosotras damos por supuesto que podemos continuar
así indefinidamente, limitándonos a sortear los obstáculos. Pero no es
cierto. Necesitamos un antídoto para aliviar el estrés y el agobio que
experimentamos en nuestra vida cotidiana. Sigue los consejos de Anne
Morrow Lindbergh y convierte el tiempo que dedicas a ti misma to­
dos los días en una de tus prioridades personales. «Es necesario dispo­
ner de un rato a solas para meditar, rezar, escuchar música, leer, estu­
diar o trabajar. Puede ser una actividad física, intelectual o artística,
cualquier tarea personal creativa. No tiene por qué ser un proyecto
gigantesco ni una obra maestra. Pero debe ser algo absolutamente per­
sonal. Disponer unas flores en un jarrón puede aportarnos una gran
sensación de paz. Lo importante es que durante un rato prestemos
atención a nuestro yo auténtico.»
Hoy convierte el hecho de ponerte en contacto con tu silencio
interior en tu primera prioridad. Al hacerlo, te asombrará comprobar
que todo lo demás encaja automáticamente.
2 (, DI' l l'.HKI'.KO

La vida real comienza con el sentido


de la reverencia
D eja q u e tus conocim ientos se am plíen
p e r o no olvides el sentido d e la reveren cia;
así, la m en te y el alm a, en p erfecta com unión,
cantarán a l unísono com o antaño.
A lfr ed , lo r d T en n y so n

(C u a n d o mi hija tenía cuatro años, pregunté a mi marido si le im­


portaba que me ausentara durante un fin de semana y él accedió. Era
la primera vez desde el nacimiento de Katie que mi hija y yo íbamos a
separarnos pero necesitaba disponer de unos días para mí sola, a fin de
centrarme, cosa que no podía hacer en casa. Por aquella época no sabía
que la soledad es algo que debes incorporar de forma natural a la vida
cotidiana. Aunque me sentí brevemente tentada por la posibilidad de
dormir veinticuatro horas seguidas y darme el lujo de utilizar el servi­
cio de habitación en un hotel de la ciudad, decidí recluirme un par de
días en un convento contemplativo de monjas episcopal. Comprendí
que lo que realmente deseaba hacer era escuchar los exquisitos soni­
dos del silencio.
Durante aquel fin de semana tan especial hubo muchos momentos
maravillosos que siempre recordaré, pero lo que más me impresionó
fue la silenciosa reverencia que presidía la vida entre los hermosos
muros de piedra del convento.
La reverencia es un estado alterado de la conciencia, cuando sien­
tes asombro y admiración porque sabes que te hallas en presencia del
espíritu. Esa sensación de reverencia te envuelve en una inmensa paz
porque no existe el pasado ni el futuro, sólo el momento presente, en
el cual te sientes perfectamente compenetrada con el cielo y la tierra.
No hay diferencia entre el cuerpo y el alma. A veces, la meditación
puede inducir espiritualmente este momento en que experimentas una
plenitud absoluta, o bien el hecho de crear algo hermoso, ya sea una
comida, un cuadro o un arreglo floral. El concentrarse en una tarea
con gran esmero y atención también puede invocar a la reverencia.
Por desgracia, la mayoría de nosotras no vivimos enclaustradas en
un convento donde reside la reverencia. Pero durante el camino que
conduce .11 encanto de las t o* as simple, lie i onslaiado (|iit la gratitud
es loque nos permite expci uncniai tina mayoi reverencia en nuestro
quehacer cotidiano. Meistei l'.ckhart, el íilósolo aleman del siglo Mil
cuyas enseñanzas influyeron de modo decisivo en el movimiento cuá
quero, sostenía que «aunque la única oración que pronunciaras en tu
vida fuera la palabra “gracias”, sería suficiente».
La vida real — la vida real de felicidad y alegría que nos correspon­
\ de vivir— comienza cuando restauramos el sentido de la reverencia a
nuestras tareas cotidianas. Hoy, busca lo sagrado en lo ordinario con
el corazón rebosante de gratitud y te garantizo que lo hallarás.

27 D E FEBRERO

Consagrarte a tu despertar espiritual


N o creo; lo sé.
C arl J ung

A estas alturas no es un secreto que el camino del encanto de la vida


jl jl
simple es, aparte de creativo y práctico, espiritual, que te ayudará a
alcanzar tu plenitud personal aunque no estés segura de que Dios exis­
te. Si te esfuerzas por incorporar más gratitud, sencillez, orden, armo­
nía, belleza y alegría a tu vida cotidiana, tu mundo experimentará una
transformación tanto si crees en un poder superior que te guía como si
no. Pero si consideras tu despertar espiritual como la parte más
importante del proceso, ten la seguridad de que sucederá algo maravi­
lloso. La vida no te parecerá tan agobiante ni fragmentada como antes
porque te darás cuenta de que no se puede separar lo espiritual de lo
creativo y lo práctico. Todo cuenta. Cada uno posee un significado.
Los tres están conectados entre sí.
Crees que simplemente preparas un rustido, pero en realidad estás
alimentando a unos cuerpos hambrientos y a unas almas que necesitan
amor y ternura. Te enteras de que una amiga está enferma y dedicas la
hora del almuerzo a buscar una bonita tarjeta postal para enviársela.
Meses más tarde esa amiga te confiesa que tu tarjeta le sirvió de gran
consuelo. Una mujer se pone en contacto con tu pequeño negocio de
compras por catálogo para pedir un artículo que está agotado. No
puede espei .11 .1 que lo solicites .11 fabricante porque quiere regala 1selo
a mi liij.i el día de su cumpleaños. I•-11 lu^ai de quitártela de encima, le
das el nombre y el teléfono de un competidor tuyo que también c o ­
mercializa ese artículo. De este modo pones en marcha un ciclo de
bondad que beneficia a numerosas personas.
Hace un año quizá no lo habrías hecho, pero ahora sabes que en el
ámbito espiritual no existe la competencia. Hace un año no sabías que
cada decisión que tomas forma parte de un todo sagrado. Pero tal
como afirma Christina Baldwin en su estupendo libro, L ife ’s C om pa-
nion: Jo u rn al Writing as a Spiritual Quest, «si nos preparamos abrién­
donos a toda clase de experiencias espirituales», llegaremos a com­
prender que «la espiritualidad constituye el centro sagrado del cual
emana toda vida, incluyendo el lunes, el martes y las tardes lluviosas
de un sábado en todos sus prosaicos y espléndidos pormenores».
Hace un año quizá no creías que esto fuera cierto. Pero al final de
cada etapa de tu viaje espiritual, compruebas que estás más abierta al mis­
terio, a la magia y a la majestad del plan maestro porque estás consagrada
a tu despertar espiritual. Ya no crees, sino que lo sabes con certeza.

28 DE FEBRERO

Crear un lugar sagrado


Es preciso disponer d e una h abitación a una cierta h ora d el
día d on d e olv id arte d e lo q u e dicen los periódicos... un lugar
d on d e p u ed as sim plem en te experim en tar y p o n er de m an i­
fiesto lo q u e eres y lo qu e p u ed es llegar a ser... A l principio
q u iz á no suceda nada... P ero si tienes un lugar sagrado qu e
utilizas y le sacas p rov ech o, a l fin a l a c a b a rá su cedien do algo.
J o se p h C a m p b e l l

D u r a n t e mucho tiempo me resistí a crear un espacio sagrado para


mí misma. Las excusas eran: a) no soy una monja y los altares sólo
encajan en las iglesias y los conventos; b) vivo en una casa pequeña y
no dispongo de espacio suficiente; c) no quiero que mi marido, el cual
respeta mi búsqueda espiritual pero no la comparte, ni mi hija, me
tomen por una excéntrica.
Siu i'inl mi |Mi, <11 a iil ti | (|iu oí i ,r. (“11 i Uoi ,i*, .i 11un iic», ,iilinii 11i.i ( \ i
quienes no considei,iI>.\ cM ciiiiii.ii) idilio |onn llorvseuko y |uli,i
Clamerón habían erendo unos c.p.u ios para ellas mismas, y el coiuep
to me intrigó. Un día, mientras meditaba, mi yo auténtico Mij'iiió qu<
considerara la posibilidad de creai un espacio para concent i ai me, ccli
brar y consagrar mi labor interior. «De acuerdo me dije , lo tendí»
en cuenta, pero no sé dónde voy a instalarlo.»
A la mañana siguiente, cuando me hallaba escribiendo en la i ama,
alcé los ojos y «vi» con mi visión interior una pequeña banqueta a/ul
apoyada contra la pared de mi habitación, rodeada por una lu/ blanca.
¡Flash! Era idéntica a la vieja banqueta que habíamos colocado en el
porche. Eufórica, salté de la cama y reuní varios objetos que se halla
ban desperdigados en diversos lugares de la casa y que evocaban pai a
mí recuerdos de amor y gratitud. Media hora más tarde había creado
un espacio sagrado a mi medida.
Deja que te hable sobre mi «mesa de meditación», según la llama
mi familia (y si a alguien le sorprende, se ha abstenido de manifestar su
opinión). Se trata de una banqueta lacada de color azul oscuro que
mide cincuenta centímetros de largo y veinte de ancho y que he insta
lado contra la pared, también azul, de mi dormitorio. Está cubierta
por un pequeño mantel de hilo y encaje. Sobre la mesa hay una vela
grande y dorada, la cual ocupa el centro; una preciosa litografía victo-
riana de un ángel que representa la guía que me proporciona mi ángel
tutelar; un grabado de la Virgen y el Niño en un marco ovalado dora­
do (que representa la naturaleza masculina y femenina de la Divini­
dad); un pequeño espejo con un marco dorado que utilizo para mis
meditaciones en la búsqueda de mi yo auténtico; unas fotografías de
mi familia y nuestros animalitos; un pequeño jarrón de porcelana
blanco y azul (un regalo de boda) que contiene flores frescas; unos
cristales de cuarzo rosa que representan el mundo natural; un peque­
ño recipiente con incienso; y un pebete de rosas y jazmines. Sobre la
mesa, a ras de mis ojos (cuando estoy arrodillada o sentada frente a
ella) cuelga un maravilloso grabado en un marco dorado del artis­
ta Michael Podesta que representa la esencia del encanto de la vida
simple.
La mesa se halla sólo a un metro de los pies de mi cama, de forma
que puedo tenderme y apoyar la espalda en la cabecera mientras medi­
to. Esta postura facilita mis sesiones de meditación.
Después de reunir todos los objetos bendije la mesa mediante unos
pequeños rituales. Al cabo de unos minutos me sorprendió compro­
bar la poderosa sensación de energía positiva que parecía rodear la
mesa. Por supuesto, sabía que esa energía era amor, el amor que había
creado ese espacio para mí en cuanto me abrí a él. Los objetos dis­
puestos sobre I.i i iics,i rrpi eseut.m cm .1i i i o i , pe »i el cu.ti me siento muy
.lf’,1.llll'i ul.l.
Te recomiendo que c rees un espacio sagrado donde concentrarte,
celebra! y consagra! tu labor interior. No es necesario que sea muy
)•i ande. Joan liorysenko posee actualmente una casa lo suficientemen­
te grande para disponer de una pequeña estancia dedicada a la medita-
i ion, pero con anterioridad había utilizado «la tapa de un escritorio,
un rincón de la cocina y hasta una esquina del vestíbulo». Julia Ca-
ineron nos anima a crear un espacio personal donde llevar a cabo la
búsqueda de nuestro yo auténtico, aunque sea simplemente el alféizar
de una ventana. «Si queremos mantenernos sanas y creativas — dice— ,
debemos mantenernos espiritualmente centradas. Ello resulta más
sencillo si realizamos unos ritos destinados a tal fin. Es importante
que construyamos ese espacio con elementos que posean una cualidad
sagrada para nosotras y nos proporcionen alegría.»
No creas que funcionará para otras mujeres pero no para ti. Hoy,
lo único que te pido es que te mantengas abierta a la posibilidad de
crear un espacio creativo y sagrado en tu vida. Si lo haces, el espíritu se
encargará del resto.

29 D E FEBRERO

Un día de gracia
¡V ein tin u eve d e fe b r e r o !
Este es nuestro añ o d e gracia.
¡R áp id o, estúpido corazón,
atrap a tu p rerrog ativ a !
W a l t e r d e la M a r e

O ^ u é regalo tan inesperado y maravilloso es este año bisiesto, un


año de gracia. Debemos atrapar rápidamente el momento, pues este
día no volverá a presentarse hasta dentro de cuatro años.
Podemos comenzar pidiendo una porción cotidiana de gracia para
que nos guíe hoy. Lo hago todas las mañanas, antes de levantarme.
Mi sistema favorito para pedir una porción cotidiana de gracia es la
oración concebida por la escritora Marjorie Holmes:
S e ñ o r, d am e h o y la } ’,i a i i a .

N o para toda la vida, ni para la semana que viene,


ni para mañana, sino sólo hoy.
Dirige mis pensamientos y bendícelos,
dirige mi trabajo y bendícelo.
Dirige las cosas que digo y bendícelas también.
Dirige y bendice todo cuanto pienso, digo
y hago. De modo que hoy, sólo hoy,
yo posea la gracia que proviene de
tu presencia...

Ahora déjame compartir contigo algo que he descubierto respecto


a la gracia. A lo largo de mi vida me he arrodillado multitud de veces.
Por fortuna, la mayor parte de mis plegarias han sido respondidas.
Algunas no, al menos no han obtenido la respuesta que esperaba.
Otras se demoraron tanto que creí que el corazón me iba a estallar.
Otras peticiones me fueron denegadas. Pero jam ás me ha sido negada
una porción cotidiana de gracia.
La gracia está todos los días a nuestro alcance — es nuestro pan
espiritual de cada día— , pero debemos pedirla con el corazón rebo­
sante de gratitud y no preocuparnos sobre mañana. Mañana también
recibiremos nuestra porción de gracia.

Pequeñas alegrías para febrero

Coloca unas velas encendidas en toda la casa el día de la Can­


delaria, el 2 de febrero. Goza de su resplandor. Relájate y comprueba
lo diferente que parece hoy el mundo sin lámparas eléctricas que dis­
torsionan la diferencia entre la noche y el día. Observa que adquieres
un ritmo más pausado. Compra unas velas de cera de abeja. Las fabri­
can en multitud de exquisitos colores y reflejan la luz maravillosamen­
te. Consérvalas en el frigorífico y durarán el doble de tiempo sin go­
X, tear.
Invita algunas amigas el domingo anterior al Día de San Va­
lentín, para tomar el «té de Cupido» y confeccionar unos regalos de
papel para las personas que quieres. Utiliza el papel más vistoso que
encuentres, así como cintas multicolores, flores secas, papel de seda,
pegatinas, cartón, etcétera. No olvides el pegamento y las tijeras.
Toma prestados unos libros de poesía de la biblioteca y trata de rcavi
var ese arte que ha caído en desuso componiendo unos poemas. Sirve
i i i i . i i . m . i d e coloi rosa e n (orina t i c corazón, unos bollos rccubiertos

J e conIiluta de frambuesa, le y jerez. I laz la prueba y seguro que se


convertirá en un lestcjo tradicional de febrero.
'•«'5 Inscríbete una larga y amable carta firmada por tu yo auténti­
co. I elicítate por las cosas que estás haciendo ahora mismo, por lo que
eres. Deja que tu yo auténtico te anime como animarías a tu hijo o a tu
liija. l ’.cha la carta al correo y consérvala para leerla cuando te sientas
alicaída.
Este mes conviértete en una impenitente romántica. Lee algu­
na obra de Elizabeth Barrett Browning y goza de «la calma que nos
aporta cada nuevo día».
Añade una cenefa de encaje a un vestido o a los estantes del
armario de la cocina.
¿Has encontrado una buena fotografía de cuando tenías diez
años? Ponle un bonito marco y colócala sobre tu escritorio o tu toca­
dor. Si no la has encontrado, pídesela a tu madre o a algún familiar.
Cultiva una planta.
Ponte perfume todos los días.
^<5 Prueba un tono de carmín rojo vivo.
^<5 Compra una rosa roja de tallo largo y colócala en tu escri­
torio.
<+§ Escucha la música de Colé Porter.
*♦§ Contempla el vídeo de M em orias de África. Lee a Isak Dine-
sen y a Beryl Markham.
Prepara un pastel de chocolate el Día de San Valentín.
Crea un espacio sagrado para ti. y
MARZO

E s e l p r i m e r d ía a p a c ib le d e m a r z o .
C a d a in sta n te m á s g r a t o q u e e l p r e c e d e n te ...
Y en e l a ir e f l o t a u n a b e n d ic ió n ...
WlLLIAM WORDSWORTH

J^ ^ Ia rz o llega, última aclamación del invierno y primer


susurro de la primavera. Poco a poco, al igual que la naturale­
za, nuestros espíritus se despiertan del prolongado letargo
invernal. Las ramas, que hace sólo unos días estaban desnu­
das, ahora se colman con nuevos brotes. En lo más profun­
do de nosotras sentimos estremecimientos de esperanza. Es el
momento de remover la tierra en nuestro jardín interior. En el
terreno fecundo de nuestras almas este mes plantaremos las
semillas del segundo principio del encanto de la vida simple:
la simplicidad.
I DI'. M ARZO

Restaurar la serenidad en nuestros


empeños diarios
D ios nos da la g r a d a p a ra acep tar con seren id ad las cosas
q u e no se p u ed en m odificar,
v a lo r p a r a ca m b ia r las cosas qu e se d eb en cam biar,
y sabid u ría p a ra d iferen ciar unas d e las otras.
R e in h o l d N ie b u h r

(C u a n d o reflexionamos sobre la serenidad, mucha gente piensa en la


famosa oración del teólogo protestante Reinhold Niebuhr. Invocada a
menudo por los miembros de los programas terapéuticos que se desa­
rrollan en doce pasos, se la conoce popularmente como «La oración
de la serenidad».
Sin embargo, creo que ha llegado el momento de dejar de asociar la
serenidad con las cosas que no se pueden modificar. Podemos cambiar
espectacularmente la calidad de nuestra existencia y a la vez restaurar
conscientemente la serenidad en nuestros empeños diarios.
¿Cómo conseguir esto exactamente en nuestra vida? Cuando con­
sigamos que las mujeres dejen de comportarse com o si fu eran tiovivos.
Si a menudo te sientes como si de ti dependiera que el mundo gire,
probablemente sea porque es así. Conozco a una mujer que al empe­
zar a cepillarse los dientes sale del cuarto de baño y, con la boca aún
llena de espuma, empieza a hacer la cama. ¿Por qué razón? Pues senci­
llamente porque por el rabillo del ojo ha visto las sábanas arrugadas.
Antes de que pueda enjuagarse la boca, ya se ha lanzado hacia una
nueva tarea. No hace falta decir que un día que empieza con ese frene­
sí tan sólo puede ir de mal en peor.
No era así como pasaba sus días la tranquila y regia Grace Kelly,
estimada por todos como su alteza serenísima la princesa de Monaco.
Ni es así como debemos pasar los nuestros. Y aunque tengo la segu­
ridad de que la princesa Grace tenía a alguien que se encargaba de
hacerle las camas, la observación sigue siendo válida. Las mujeres sere­
nas no permiten que se las desvíe de su camino. Las que lo permiten,
esas que desperdigan sus energías a los cuatro vientos, nunca alcanzan
la serenidad. (Lo que sin duda consiguen es sufrir un ataque de ner
vios, pero no la serenidad.) Así de sencillo.
I ln\ , debemos empe/ai recuperando nuestra cordura. Lo conse-
j-inremos concentrándonos poco a poco en completar una sola tarea
.1 la ve/, cada hora del día, hasta que el día se acabe. Al igual que los
miembros de las terapias de los doce pasos, debemos actuar «como si»
lucramos gente serena (pensad en Grace Kelly), dirigiendo nuestra
atención y la total conciencia hacia lo que estemos haciendo, desde
cepillarnos los dientes hasta acostar a nuestros hijos. Vamos a ganar
con este ejercicio la paz interior que surge al vivir plenamente en el
momento presente.
Por supuesto, soy consciente de que para la mayoría de nosotras,
acostumbradas a representar seis personajes a la vez, lo que propongo
debe sonar ridículo. Sin duda te preguntarás cómo vas a lograr hacer­
lo todo, si no lo haces todo a la vez. Sin embargo, te aseguro que con­
seguirás hacer con mucha mayor facilidad, eficiencia, placer y satisfac­
ción todo lo que te propongas — y todo cuanto necesites hacer— en
cuanto logres armonizar mente, cuerpo y espíritu con la tarea que
estes llevando a cabo.
1)e este modo experimentarás la serenidad.

2 DE MARZO

Meditación: muchos caminos


hacia el momento presente
L a m editación consiste sen cillam en te en ser uno m ism o y
en sa b er lo qu e esto significa. Es darse cuenta d e q u e m archa
usted p o r un cam ino, tanto si éste le gusta com o si no, y q u e
este cam ino es su vida.
J o n K a b a t -Z in n

S i no has practicado todavía la meditación, cuando escuchas esta


palabra probablemente evocas la desagradable imagen de hallarte sen­
tada incómodamente en la posición del loto, con la espalda dolorida,
con la cabeza dándole vueltas a todas las cosas que tienes que hacer,
v medio atolondrada al tener que concentrarte en si estás respiran-
I'si.i mugen un lesulia atiaetiva y ademas es incmreí 11.1 IV10 es
muy ¡ul i r ínula para explii ai poi i|iir mucha gente no pr.utii .1 la meili
tación. N o obstante, existen apremiantes razones lisiológii as, p sirolo
gicas y espirituales por las que deberíamos entregarnos regularmente .1
esta práctica. La meditación constituye la argamasa que mantiene uní
dos mente, cuerpo y espíritu.
Existen muchas formas de meditación. La doctora Joan Borysen
ko, psicóloga, científica y maestra espiritual altamente dotada e inspi
rada, explica que la meditación es la concentración intencionada en
una cosa, la cual puede ser tanto secular como espiritual. «Es posible
que se haya quedado tan absorto arreglando el jardín, leyendo o inclu
so abanicando su talonario de cheques — escribe— , que su respiración
se haya hecho más lenta y su único objetivo se haya centrado de forma
muy parecida al de una pantera acechando a su posible presa. En esc
estado, la creatividad florece, la intuición conduce a una sabiduría más
profunda, el sistema de curación natural de nuestro cuerpo se pone en
funcionamiento, nuestro mejor potencial (ya sea físico como mental)
se manifiesta espontáneamente, y nosotros nos sentimos psicológica­
mente satisfechos.» Por otra parte, la meditación espiritual «le ayuda­
rá a ser consciente de la presencia de lo divino en la naturaleza, en
usted mismo y en los demás. El amor y la dicha, que son inherentes al
espíritu ya que constituyen su auténtica esencia, empezarán a impreg­
nar su vida».
Yo ejercito formas distintas para meditar, según cuáles sean mis
necesidades internas: la meditación con el espejo de oro, escribiendo
mis páginas de diálogos diarios, al mirar fijamente la llama de una vela,
al concentrarme en una palabra sagrada de una oración para serenarse,
al fijarme en una frase poética para hallar un mayor sentido personal,
o saliendo a dar un paseo de meditación. Existen muchas formas para
cada momento. Para Joan Borysenko, la «forma favorita de medita­
ción consiste en comer una pequeña y cremosa porción de tarta de
chocolate con exquisita atención y tremenda gratitud. Siempre que
nos hallamos plenamente presentes en lo que hacemos, estamos medi­
tando».
Hoy debes retirarte a un sitio tranquilo, donde puedas sentarte o
tumbarte en una postura cómoda, que te permita relajar el cuerpo.
Ahora cierra los ojos y deja que tu respiración se haga lenta y regular.
Comunícate con tu silencio interior. Considera cómo podrías reser­
varte veinte minutos al día para meditar. Eso es todo, basta con que lo
consideres.
Reservarse un día de descanso personal
( .iiiilfjiiicra p u ed e cum plir con el día de descanso sem an al,
/u ro lograr qu e éste sea un día sagrado precisa d e l resto de la
semana.
A l ic e W a l k e r

(C o n sid eram o s normal que el Creador descansara el séptimo día,


mii embargo, yo conozco a muchas mujeres de hoy en día que, senci-
II.miente, dan por sentado que no se lo pueden permitir. A fin de
i lientas, no son ellas las que crean el mundo en seis días; se limitan a
.u .111car su peso sobre sus espaldas. Los griegos disponen de una pala-
bi.i maravillosa para esta actitud: hubris. Hubris es un «sentido exage­
rado de confianza en sí mismo», y por lo general se manifiesta antes de
una humillación. Un ataque al corazón es sin duda humillante, y no
me sorprende en absoluto que las enfermedades cardíacas sean actual­
mente el principal asesino de las mujeres.
«I lay quienes santifican el domingo asistiendo a la iglesia — confe-
saba Emily Dickinson— . Yo lo hago quedándome en casa.» Yo tam­
bién. Hay algunos domingos, sobre todo en invierno o cuando llueve,
en los que no me quito el pijama hasta mediodía. Hace mucho que
dejé de sentirme culpable por eso, pues aprendí a honrar mi día de
descanso haciendo que éste fuera a la vez sagrado y feliz. Mucha gen-
te considera el domingo como el día de descanso; otros lo celebran
desde el viernes al anochecer y durante todo el sábado. Poco importa
qué día de la semana te reserves para tu descanso personal, lo que
importa es que te reserves uno.
Aquí tienes una breve guía de lo que no debes hacer ese día: tareas
domésticas agotadoras (está permitido preparar las comidas, pero éstas
deben ser fáciles o complicadas según lo que elijas tú misma); reanudar
una tarea que dejaste inconclusa la semana anterior, o adelantar un tra­
bajo que supuestamente tendrías que empezar el lunes; ir de compras
a los centros comerciales que publican vistosos anuncios en los perió­
dicos del fin de semana.
El día de descanso está hecho para la adoración, el descanso, la
renovación, el rejuvenecimiento, los ritos de reafirmación, el esparci­
miento, el gozo, la revelación, el recuerdo de las muchas cosas por las
que hay que estar agradecidas, ¡y para dar gracias! Esto puedes hacer-
lo en una iglesia, una mezquita, un templo o una sinagoga, o mientras
te paseas, visitas tiendas de antigüedades, permaneces sentada en la
• cama y, reclinada contra los almohadones, lees algo maravilloso frente
a una bandeja con el desayuno, o haciendo el crucigrama delante de un
espléndido fuego en la chimenea, asistiendo a una maravillosa exposi
ción de arte o escuchando ópera en la cocina mientras bebes una copi
ta de jerez y preparas un fabuloso festín. Lo que importa es que hagas
algo especial que le hable a tu propia alma y que disfrutes con lo que
estés haciendo. Tus actividades durante ese día deben enaltecerte y
proporcionarte suficiente inspiración para que te sostenga durante la
semana que va a empezar.
«El domingo es como una pieza de brocado dorado extendida
sobre la pila de sábanas blancas que constituyen los demás días de la
semana», escribió Yoshiko Uchida en A J a r o f D reams. Si no era esto
lo que pretendía el Creador cuando creó el domingo, entonces no ten­
go la menor idea de lo que es sagrado.

4 D E MARZO

Bombear en busca de inspiración


E l p o z o d e la P roviden cia es profu n do. Son los cubos qu e
llev am os hasta él los q u e son pequ eñ os.
M a r y W ebb

A
J L W disponerme a escribir, pongo en práctica un cuidadoso ritual de
comodidades que me facilitan la creación. Trabajo en la cama, con una
tetera de té recién hecho en mi mesita de noche y una preciosa graba­
ción de nocturnos para piano sonando suavemente a lo lejos. A mi
lado está la nueva libreta con el lomo en espiral y un bote lleno con
mis rotuladores favoritos, junto con un montón de libros adorados
llenos de páginas dobladas en las esquinas. Como ves, no estoy sola,
sino en compañía de mi círculo de santas -escritoras a las que amo— ,
cada una poseedora de una voz autentica y de un mensaje especial para
mí. Saboreo una y otra vez el trabajo de sus manos, de sus coiazones
y de sus mentes para conseguii que el caudal <le mi ctención Huya
ininterrumpidamente.
Mi i i11i.i I p a r a escribir es a lo que llamo «bombear en busca de ins-
I>11ación». ( a i a n d o h a y que sacar agua de un pozo a la antigua usanza,
os d e c ir, a mano, primero hay que verter un jarro de agua en la bomba
p a t a que ésta funcione. Yo alimento mi propia bomba de una manera

muy especial, pues la repetición del proceso activa el lado derecho de


mi cerebro, que es donde se encuentra el pozo de la creatividad. U ti­
lizo siempre la misma taza para el té, escucho la misma música, escri­
bo con el mismo tipo de bolígrafos y de libretas, y releo los mismos
libros. Ese ritual, instantáneamente reconocible, anuncia a mi cerebro
que ahora estoy trabajando. Antes de que pueda darme cuenta, ya
estoy tomando notas, como si cogiera un dictado procedente del Espí-
ritu. Cuando tengo un largo borrador escrito a mano, me voy al des-
pacho para trabajar con el ordenador. Es entonces cuando empieza el
auténtico proceso de escribir. Una vez más, he conseguido la ayuda de
la inspiración mediante la fuerza del ritual.
Necesitas crear tu propio ritual tranquilizador para acceder a tu
reserva interior: ese rincón profundo que hay dentro de ti, en el que
leside la imaginación. ¿Por qué no crear uno que sea atractivo para
cuando trabajes con tu diario de descubrimientos ilustrado? Si des­
cubres que no puedes trabajar con él cada día, escoge una noche a la
semana y dedícala a evocar esas imágenes que revelen tus auténticas
preferencias. Haz que ese proceso resulte lo más atractivo posible. Por
ejemplo, después de haber acostado a los niños, tómate un baño pro­
longado y relajante en la bañera. Luego, cuando te encuentres cómoda
y relajada, llévate a la cama la cesta donde guardas las revistas, las tije­
ras y el diario. A continuación, prepárate una infusión especial sólo
para estas ocasiones. Enciende una bonita vela sobre el tocador, a fin
de invocar la inspiración.
Esta semana medita acerca de cómo crear un ritual tranquilizador,
con el fin de alimentar su propia bomba. Y, mediante una ceremonia
del bienestar, lleva contigo un cubo grande hasta el pozo de la Provi­
dencia.
5 1)1-. M A R Z O

Crear un baúl para el ajuar


L a «esperanza» es esa cosa alada...
q u e se p osa den tro d el alm a...
E m il y D ic k in s o n

E / l baúl del ajuar, llamado también el baúl de la esperanza, era la


donación que tradicionalmente hacían las madres a sus hijas en la épot a
en que las jóvenes llevaban consigo enseres domésticos cuando si- r.r.a
ban. Dentro de estos baúles acumulaban sábanas, colchas, manteles, va
sijas de barro, vajillas de porcelana y sueños de felicidad conyugal.
Yo no traje conmigo ningún baúl con el ajuar cuando me case. V
tú? Yo soñaba con que me regalaran uno al cumplir los dieciséis anos,
pero no teníamos dinero, así que mi sueño se vio aplazado. Recuerdo
que no hacía más que contemplar un anuncio de una tienda de mué
bles en la revista Seventeen, en el que había una madre y una liij.i
encantadoras empaquetando esperanzas para el futuro de la joven den
tro de un precioso baúl de cedro forrado.
¿Que por qué recuerdo todo esto? Pues porque he estado excavan
do en mi yo auténtico. Si tú excavas lo bastante hondo, todo volvei a .1
resurgir. Y a menudo te sorprenderás ante lo que vas a encontrar. I )e
modo que aquí estoy, treinta años después, repasando una vez más l<»•.
anuncios de baúles para el ajuar.
Sin embargo, dado que he formado un hogar sin uno de esos baii
les, el mío difiere de la versión tradicional. En sustitución, utilizo una
canasta de mimbre para picnic repleta de proyectos que confío llev.u
a cabo en el futuro. Hará unas semanas, encontré en unas rebajas una
preciosa tela con la cual hacer un mantel y unas servilletas para la co
mida del Día de Acción de Gracias. Hasta que encuentre tiempo pai a
coserla, la guardo dentro de mi baúl del ajuar.
Una amiga de treinta años, que hace poco se separó tic* su esposo,
está rehaciendo su vida, así que ha empezado a redecorai el hogar que
ambos compartieron. En una tienda de saldos encontró unos íantasii
eos cuadrantes de tela bordados con los que tapizar las sillas del c o m e
dor cualquier tarde de sábado lluviosa. Estarán perleetamente denlo»
de su baúl del ajuar hasta que encuentre el momento de utilizarlo-.
¿Captas cuál es la idea? No todos nuestros líeseos pueden li.ill.n
satisfacción al instante. I lay que aprendei a e ,peí ai pacientemente pa
i ,i c|u< nuestros sueños se hagan realidad, sobre lodo en el camino que
11<mos elegido Pero, mienlras aguardamos, necesitamos preparar sim-
I x >lu'.unente un sit ii» para nuestras esperanzas y nuestros sueños.
111< ln .o lie c 111pez. ii lo una canasta de mimbre para mi hija, que voy lle­
nando i ou libros de mis autoras favoritas, a fin de regalársela cuando
. ninpl.i los dieciséis años. «Espero» poder entregárselos dentro de un
pie. loso baúl de cedro lorrado. Entonces mi sueño en el que una
ni.nli e y una hija encantadoras empaquetan esperanzas para el futuro
de l.i joven se habrá hecho realidad.
( ico firmemente que así será. La fe es lo primero que hay que
«nip.iquet.ar dentro de un baúl para el ajuar.

6 DE MARZO

Crear una caja para los juguetes


í )s lo ruego... vuestro ju eg o no necesita excusas.
N unca pidáis excusas.
W il lia m S h a k e sp e a r e

C e n a n d o nació mi hija, una de las alegrías que nunca exterioricé fue


•Iii< poi lin tenía una excusa legítima para comprar juguetes. Mientras
I' me crecía y sus preferencias en cuanto a regalos evolucionaban ine-
\n.ibleinente de los juegos de té en miniatura a los discos compactos y
i l.r. prendas de vestir, constantemente tuve que recordarme que no
11•.. Miaba buscar más excusas para que los juguetes formaran parte de
mi \id.i. Si tengo que seguir creciendo como ser humano y como artis-
i.i, ( •- indispensable para mí respetar la fuerza que da el juego. Es por
. •.<i por lo que dispongo de mi propia caja de juguetes.
11ij'.u es algo difícil para la mayoría de las mujeres que conozco. El
IHi lio de crcai tu propia caja de juguetes sugiere simbólicamente la
nnpoi lam ia que tiene la diversión si tienes que funcionar a tope.
I n pi micr lugar, debes buscar la caja perfecta. Una cesta de mim-
lne o una pequeña caja de madera forrada de tela y con tapa puede
ei vn peí leí Mínente como caja de juguetes. Pero la función de la tapa
............ dial, dado que lo que pongas ahí dentro será sólo asunto
tuvo V.ui ,i sei tus juguetes. Tu propia caja de juguetes. Ks posible
que la compartas. ( ) puede que tu» I lévatela a tu doi mitono y ponía
en el estante superior de tu ai mat ¡o. Caei i a la puerta.
Esta misma semana, planea una exclusión creativa para empe/at a
llenarla. Coge un poco de dinero y acude a un mercadillo que este l)ien
surtido, a un bazar o a una papelería. Compra unas pegatinas, unos
clips de colores, algunos lápices bonitos y gomas de borrar con íoi mas
caprichosas. A continuación busca entre las tarjetas divertidas, C'.ompi a
unas cuantas que despierten tu imaginación. ¿Qué otra cosa encum
tras? Una jarrita para la leche con la forma de una vaca, una ristra de
lucecitas en forma de pimientos picantes, una varita mágica... Guarda
las pegatinas y las tarjetas en tu caja de juguetes hasta que llegue el
momento de usarlas, deja los clips y las gomas de borrar en tu esa ito
rio, cuelga del especiero las lucecitas en forma de pimientos, pon la
jarrita para la leche en el frigorífico. Ríete cuando veas tus juguetes v
deja que éstos te recuerden visualmente que debes animarte.
Ahora piensa en los juguetes que deseaste cuando eras joven y que
no tuviste nunca. Aún no es demasiado tarde para tener un osito de
peluche, construir una auténtica casa de muñecas con luces eléctricas
de verdad, o para completar un puzzle de mil piezas. Empieza cam
biando tu lista de deseos para tu santo o tu cumpleaños. No tienen poi
qué regalarte un aspirador si lo que deseas en realidad es una muñeca
de porcelana francesa. Informa a la gente que te rodea cuáles son tus
nuevas preferencias.
«Jugar es la exultación de lo posible», nos recuerda Martin Bubei
Ahora consigue tus juguetes. Sal y juega como una niña buena ya
mayor.

O i U 7 D E M A R Z O

Equipar un cajón de los remedios


Un p o c o d e lo qu e os ap etece os h ará m ucho bien.
M arie L l o y d

I -# a vida exige que nos preparemos para los momentos inevitables en


que se pone a prueba nuestra alma, Esto se consigue mediante un
cajón de los remedios. Estos cajones están pensados para esas noches
• ii que usted siente deseos de melei I.i cabeza lujo las sábanas y no
.ilii minea más. Mi r e l u j o es el cajón inferior derecho del tocador,
iiide (-nardo un montón de pequeños caprichos durante todo el año.
‘'•ni emluiyo, muchos de mis remedios eran originalmente regalos que
amplimente guardaba para cuando hiciera falta algún remedio contra
los infortunios del hogar.
Veamos lo que encontramos: una caja de bombones, botellines de
......líales o de licores (tamaño individual), un tratamiento para un
baño de aromaterapia con propiedades tranquilizantes, varias revistas
d* decoración inglesas (se pueden encontrar en alguna librería impor-
i míe), un pequeño frasco de «Rescue Remedy» de flores de Bach, una
i .eiK i.i homeopática de las que se compran en las tiendas de dietética,
una almohadilla de terciopelo con hierbas para dormir a fin de que te
piopoK ione dulces sueños, un antifaz de raso para aislarme de las dis-
n ai ( iones, un gel de baño y talco con olor a rosas; antiguas cartas de
mu>i aladas con una cinta de seda, un bloc de dibujo con recuerdos
peí i males, una lata de deliciosas galletas, y un muestrario de infusio­
nes variadas y poco usuales.
, I r das cuenta del encanto de la vida simple en ese surtido de pla-
i eies? I lay aquí todo cuanto se precisa para mimar y consentir a una
mujer cansada de todo: un baño fabuloso, algo delicioso para mordis­
que.u, algo sentimental para evocar los recuerdos felices, algo exquisi-
i" p.u a paladear, algo agradable para leer. A continuación cambia las
vil unas, llena tu bolsa de agua caliente y coloca media docena de cirios
U.iui i»s encima de una bandeja. Coloca esta bandeja frente al espejo
d.-l tocador, enciende una cerilla y ceremoniosamente construye tu
piopu estrella polar. Escucha un poco de música apacible y ponte el
pijama o el camisón favoritos. Luego métete en la cama y disfruta. Si
e*(111 ni i funciona, tómate un par de aspirinas y por la mañana llámame
por telefono.
( auiido equipes tu cajón de los remedios, fórralo con algún pre-
■ iusii papel para estantes y mete unos cuantos saquitos perfumados, a
luí de que el cajón embriague tus sentidos. Envuelve tus remedios con
111 .o iivos papeles de colores y átalos con hermosas cintas. De este
un ido, cuando abras tu cajón verás un deslumbrante surtido de mara­
v illa ,p re s e n te s : regalos de corazón para la persona que más se los
ni' i ei e en el mundo.
8 DI* M ARZO

Zambullirse de cabeza
H asta qu e no hagas las paces contigo m ism a, nunca estarás
satisfecha con lo q u e tienes.
D oris Mortman

I-/ a sencillez cobra importancia en nuestras vidas a medida que


empezamos a hacer las paces con nosotras mismas. Esto se debe a que
gradualmente llegamos a la convicción de que no necesitamos adornar
lo que es bello. Y es posible renunciar a algunos de estos adornos, por­
que lo realmente auténtico está por fin a punto de manifestarse.
A ese punto del proceso del encanto de la vida simple yo lo llamo
«zambullirse de cabeza», pues implica un intrépido salto de fe hacia
lo más íntimo: una exploración de cómo nos expresamos ante el mun­
do exterior mediante nuestra apariencia personal. Sin embargo, esto
significa mucho más que la forma en que nos vestimos o nos peina­
mos. Se refiere a las múltiples formas sutiles que elegimos para cele­
brar o disimular nuestra autenticidad. Se refiere a conocer y finalmen­
te aceptar a la mujer que hay en nuestro interior. Se refiere a aprender
a sentirnos cómodas con lo que realmente somos. «Nosotras no naci­
mos de una sola vez, sino a trocitos. Primero el cuerpo, luego el espí­
ritu — escribió Mary Antin en 1912 , en The Prom ised L an d — . Nues­
tras madres padecieron los dolores de nuestro alumbramiento físico,
pero nosotras padecimos los más prolongados dolores de nuestro
nacimiento espiritual.»
Simone de Beauvoir lo expresó de otra manera: «No nacemos como
una mujer, sino que nos convertimos en una mujer.» Y esta transforma­
ción requiere tiempo. Necesitamos tiempo para meditar, tiempo para
reflexionar, tiempo para efectuar elecciones creativas, tiempo para salir
del nido, tiempo para limpiar nuestros armarios, y tiempo para eliminar
telarañas psíquicas a fin de llegar hasta nuestras esencias.
Algunas de nosotras hemos permanecido dormidas durante años
— ajenas a nuestra verdadera hermosura— , insensibles y drogadas por
nuestra propia actitud de censura, por las dudas represoras y el con­
descendiente abandono. Reproducir estrategias que en el pasado pro­
porcionaban una sensación de alivio ahora sólo puede ofrecernos
pesar. Y para deshacer los daños y volver a conectar con nuestro yo
auténtico, necesitamos zambullirnos de cabeza, convencidas de que el
I |<1111 ii ims protege con su red. I’ero, |>oi encima tic todo, necesita
un-', ti.it,unos amablemente, con l.i dulzura que otorgamos .1 los ani­
l l e , ico-. necesitados de la perseverante seguridad que les proporciona
ti auténtica identidad.

9 DE MARZO

Un reflejo radiante:
proyectar el yo auténtico
Son m uchísim as las m ujeres qu e ignoran cuán fan tásticas
son. L leg an a nosotras m uy elegantes p o r fu e r a , p e ro m uy
inseguras p o r dentro.
M a r y K a y A sh

S o n pocas las mujeres conscientes de cuán fantásticas son. Si dijéra­


mos la verdad, probablemente todas admitiríamos que nos sentimos
bastante inseguras respecto a nuestra apariencia personal. A muchas
de nosotras nos gustaría cambiarnos por una versión más esbelta.
Algunas hemos llevado el mismo corte de pelo durante la última déca­
da, y no porque nos favorezca, sino porque hace que nos sintamos a
salvo. Además, otras no hemos cambiado el tipo de maquillaje desde
que teníamos veinte años, a pesar de que el rostro que se refleja en el
espejo no soporte el color fucsia tan bien como antes.
Sin embargo, aunque no sepamos conscientemente cómo mejorar
nuestro aspecto exterior, hay alguien que sí lo sabe. Mientras cola­
boramos cada vez más íntimamente con esta maravillosa fuente de
elegancia, de conocimiento sobre nuestro estilo personal, de conforta-
bilidad, empezamos a despertar a nuestro propio esplendor. Esta
fuente — nuestro yo auténtico— está a la espera de ayudarnos a con­
vertirnos en la mujer que pretendemos ser.
Un modo fácil que te permitirá empezar consiste en reunir varios
catálogos de venta. Cuando dispongas de un rato tranquilo para ti,
siéntate y hojea esos catálogos. Recorta las fotos de las mujeres que
consideres atractivas y las prendas que te gustaría llevar. No pienses
en ningún momento si podrías permitirte comprar lo que hayas selec-
eionado, ni si i.ilm.r. en esa i.ill.i alioi.i Isla es iiim sesión ctealiva
para que las ideas surjan espontáneamente. Recuerda ¡iempr» que los
suchos tus visualizan'iones erealivas deben preceda siempre a las
manifestaciones físicas. Distráete con los recortes de tu diario de des
cubrimientos ilustrado. Form a un colage con lo que sería tu m uja
ideal: elige el peinado perfecto, reúne un fantástico ajuar para la casa \
para el trabajo. Diviértete con esto. Simula que sólo tienes diez años
de edad y juega con esas muñecas de papel. Observa qué es lo que ave­
riguas. ¿Existe algo en los recortes de tu diario de descubrimientos
que se parezca a alguna de las prendas que conservas en el armario?
Reflexiona detenidamente acerca de esto.
Ahora hazte una promesa. Dado que te has embarcado en esta
aventura para despertar tu propia autenticidad y descubrir tu propio
concepto de la elegancia, debes estar dispuesta a no comprar ninguna
otra prenda, a menos que estés absolutamente convencida de que no
puedes vivir sin ella. No te conformes con algo que no está hecho para
ti o es de segunda mano. En el camino diario hacia la alegría y el bien
estar vas a descubrir el gozo de rodearte tan sólo con aquellas cosas
que amas y el placer de llevar sólo las prendas que hagan que parezcas
fabulosa y te sientas así, además de proyectar tu auténtico sentido de
la elegancia. Deja que la poderosa fuerza de la sencillez empiece a
influir en tu vida. Si con eso no te sientes realmente tú misma, enton­
ces vive prescindiendo de ello.

10 D E M ARZO

Tú no eres lo que aparentas, pero...


¿lo saben los demás?
L a tragedia de nuestro tiem po reside en qu e vam os d e m a ­
siado concentrados, com o entontecidos.
J e ssa m y n W e st

TJL odas podemos mejorar nuestro aspecto en algunas ocasiones. Al­


gunas pueden hacerlo en cualquier momento. Pero ninguna de noso­
tras quiere «mejorar su aspecto» a cada momento de nuestra vida.
l'nMiN.t >11 esos días (ii que le licncn sin ( nielado o c*. i as demasiado can
... I.i | i.i i .1 eo)M'i siquiera mi pincel. ¿Se puede hallar in spiració n en
....... t.-fallos sucios, en una cara sin lavar, en el cabello enmarañado?
, l*n. . 1. 11a bei manifestación de revelaciones cuando la falda nos va de-
iii i i.i.lo ajustada y los pantis nos tiran de la cadera?
< 11nI io en que sí. Pues conozco esos días lo mismo que esos días
me 11 t u n e e n a mí.
'.ni duda a ti te enseñaron — lo mismo que a mí— que es muy
impi mante la forma en que nos presentamos ante los demás. Por des-
i■i ii i i, nuestro exterior cuenta mucho más de lo que debiera. A menu-
ilii, t n,indo no vivimos según las expectativas de los demás respecto a
i ii.ti debiera ser nuestro aspecto o cómo debiéramos comportamos,
i tennis víctimas de un círculo vicioso de aversión y rechazo hacia no-
miiias mismas, del que resulta difícil escapar indemnes. En momentos
ahí, resulta consolador recordar que nuestras almas son más relucien-
ii s que el celofán.
l a belleza es una luz interna, un fulgor espiritual que todas las
mujeres poseen, pero que la mayoría ocultan, inconscientemente,
ni i;.nulo su existencia. Aquello que no reivindicamos, permanece invi­
sible ••, observa Marianne Williamson en A W om an’s Wortb.
I’ero, a medida que la relación con tu yo auténtico se hace más
intima • .i medida que recuperas tu auténtica identidad incandescen­
te , se produce una transformación gradual, aunque innegablemente
lisica. Ks del todo imposible entregarse al propio desarrollo espiritual,
•(espertar a la propia luz radiante, sin que esto no salga al exterior. «Es
voluntad de Dios que seamos hermosas, que amemos y seamos ama-
tías, y que tengamos éxito en todo lo bueno — nos recuerda Marianne
Williamson— . Y es voluntad de Dios que todas nos convirtamos en
las diosas para lo cual fuimos concebidas.»
Enviar y recibir señales personales
Si decidcs trabajar diariamente para autoneal'izarte, todo
tu mundo puede cambiar... I.as dos mujeres que hay en ti
pueden hacer que lo consigas.
A n u n c io d e la c r e m a d e b e l l e z a P o n d ’s
G o o d HOUSEKEEPING, d ic iem b re d e 1947

N o había visto a mi amiga desde hacía meses. Al principio, cuando


se acercó entre la multitud de desconocidos, no la reconocí. El cabello,
que siempre llevaba muy arreglado, estaba sin peinar. El rostro, carón
te de maquillaje, estaba enrojecido e hinchado, con grandes ojeras do
bajo de los ojos. Y llevaba unos téjanos y un suéter holgado en vez do
los vestidos de Laura Ashley que solía preferir. Me quedé totalmente
desconcertada. ¿Qué era lo que ocurría allí?
Cuando nos sentamos ante una taza de café para charlar, ella me
habló de la grave crisis que estaba experimentando en su vida. No
obstante, antes de que se confiara a mí, supe perfectamente que algo
grave le estaba pasando.
Cada día, de múltiples maneras, todas nosotras transmitimos seña­
les personales sobre nuestra propia estima. La mayoría no son tan
espectaculares como las de mi amiga, sino bastante sutiles. Cuando
nos sentimos en la cumbre del mundo, hay como una especie de resor­
te en nuestra manera de andar, una sonrisa en el rostro, un brillo en los
ojos. Luego hay esas otras ocasiones en las que, ya sea por falta de
tiempo, de energía o de emociones, nos volvemos descuidadas en lo
que se refiere a nuestro atuendo o a nuestro arreglo personal. Literal­
mente, cada vez nos cuidamos menos, hasta parecer que no nos cuidá­
ramos en absoluto. Como es lógico, en lo más profundo de nosotras
nos preocupa muchísimo nuestra apariencia.
Sin embargo, existe una importante razón por la que debiéramos
cuidar mejor nuestra apariencia, incluso cuando estamos solas: por la
dicha interna que experimentamos al mirar lo mejor que hay en noso­
tras mismas. «Muchas mujeres sienten en sus corazones que no han
logrado una auténtica autorrealización — advertía otro anuncio de la
crema de belleza Pond’s a las lectoras de G ood H ousekeeping, en mar­
zo de 1949 — . Sin embargo, no es preciso que aceptéis este hecho: la
ayuda está dentro de vosotras mismas. Podéis sentirlo en vuestro inte-
....., i . iiii.i i spci ir 111 11111>t 11m) ililci ni m|ik I mi ni ,t l.i lelii iil.ul I .11,111'
i In k l,i! ion que hay entre «•m tu i u l n i o i v ese tu exterior, cu <|uc l.i
In- i /. i i .r.i snliicn.itui.il ilc uno cambia .il otro..., puede cambiar tu
• |'i >lo desaliñado en ilu liosa autorrealización.»
• liando dcscubri poi ve/ primera esa serie de anuncios tipo New
A| ■ |>fi trnei Kmes a Iina les de los anos cuarenta, primero sentí ganas
. 1. >. 11.u me a reír, luego me sentí agradecida. Pues una de las lecciones
ni i ni ai avillosas que aprendes en el camino de la transformación per-
i i mal i", que cuando tu corazón está abierto a los cambios, eres capaz
■ I...... ... las señales de ánimo que tu yo auténtico envía constante-
m i un , poi inverosímil que sea su procedencia.

12 DE M ARZO

¿Qué aspecto tengo?


I 'l aspecto d e las m ujeres, a sí com o los cam bios d e este
aspecto en el transcurso de sus vidas, no es una cuestión n ada
frivola. « ¿ Q u éasp ecto ten g o*» ,p reg u n ta ella cuando sus ojos
coinciden con los ojos q u e se reflejan en e l espejo. E lla agu ar-
ilii aten tam en te una respuesta, p o r q u e ésta p u ed e ser bastan ­
te reveladora.
K e n n e d y F r a se r

^ ^ u c aspecto tengo?» es una pregunta que toda la vida hemos for­


mulado a los demás. Pero ahora que recorres el camino hacia tu propia
autenticidad, ha llegado el momento de que te formules amablemente
esta pregunta cargada de sentido. Y, una vez te la hayas formulado,
debes escuchar atentamente la respuesta. O mejor aún, cuando te mires
en el espejo, pregúntate: «¿Cómo me siento?» Pues, según sea cómo te
sientas en un día determinado, influirá en tu apariencia mucho más que
loque lleves puesto.
Después de habernos concentrado durante años en el relumbrón
del aspecto externo, necesitamos cambiar por completo nuestro enfo­
que de la belleza. La transformación personal empieza con una fuerte
vida interior. Hay que dejar que el Espíritu nos muestre la forma: si
hay que cambiar nuestro vestuario, perder peso o hallar el estilo de
peinado adecuado, Veinte minutos d f inedit.u ión .ti dt.i, de t i .1ikju1 1.1
reflexión, o un paseo restaurador en busca del yo auténtico, coiitt iluti
rán mucho más de lo que imaginas en tu aspecto, (lom o es lógico, ln
creerás sólo cuando lo veas. Así que, ¿a qué estás esperando? ¡limpie
za hoy mismo! Elige un instrumento interior y haz que forme parte de
tu ritual de belleza cotidiano. «Si descendemos hasta el fondo de noso
tros mismos, descubriremos que poseemos exactamente lo que desea
mos», pensaba la filósofa y mística francesa Simone Wcil. Acuérdate
de esto.

13 DE M ARZO

Acéptate tal como eres ahora \\


N o busques fu e r a d e ti, e l cielo está en tu interior.
M ary L o u C ü o k

I I o y haremos las paces con el pasado: con el cuerpo y el rostro con


que nacimos, y con la transformación de éstos. Hoy abrazaremos las
arrugas que nos miran desde el espejo, las partes que nos cuelgan en la
cintura o las que sobresalen allí donde no debieran, los cabellos que
nunca mantienen un solo rizo o los que nunca lo pierden. Empezare­
mos invocando la canción de alabanzas del poeta y maestro tibetano
Saraha. «Aquí, en este cuerpo, están los ríos sagrados; aquí están el sol
y la luna, así como todos los centros de peregrinación... No he hallado
otro templo tan sagrado como mi propio cuerpo.»
Nos llevará algo de tiempo recorrer todos nuestros centros de
peregrinaje personal y aprender a amarlos. Sin embargo, antes de que
el amor auténtico pueda florecer, debemos aceptarnos exactamente tal
como somos ahora. No esperaremos a mañana o la semana que viene,
ni cuando hayamos perdido diez kilos de peso. Recuerda, aceptarse es
reconocer la realidad de una situación: que pesamos más de lo que
deberíamos, por ejemplo; que nuestro cutis es rubicundo o cetrino; o
que tenemos canas; o que las mallas no están hechas para nosotras. La
mayoría pensamos que las demás mujeres son unas bellezas, pero
nosotras nunca. Sin embargo, cada mujer ha sido creada por el Espíri­
tu para que sea una auténtica belleza. Aprendemos a manifestar al
m undo nuestro pro pio lul^oi uuú ámente ilivspucv, de que lo hayamos
o <01101 ido en n<>solras mismas. I loy, tilili/a esto c o m o m.mtra priva
d11 Soy lo que soy, y lo que soy es maravilloso.»

14 D E MARZO

Quiérete íntegramente
N o m e p e r d í de repente. M e fr o t é la cara du ran te años
p ara b o rra r m i dolor, d el m ism o m od o q u e la corriente d el
agua talla las piedras.
A my T an

L # a vida nos golpea tanto si somos ricas como si somos pobres, tan­
to si trabajamos en público como en privado. La herida que padece­
mos puede ser ya un corte abierto o una lenta y silenciosa hemorragia
en el alma. Por fuera puede que parezca que hemos conseguido domi­
nar la situación, pero a todas nos llegan esos días oscuros y tormen­
tosos, en los que nos sentimos muy pequeñas, muy frágiles y muy
asustadas, como si fuéramos a estallar en mil pedazos y romper en
desgarradores sollozos ante una pregunta tan sencilla como «¿Qué tal
estás?».
Cuando esto ocurre, tenemos que ser consideradas con nosotras
mismas y no castigarnos más. Deja eso para los otros. Nuestros senti­
mientos son válidos, nuestros temores son muy reales, incluso aunque
no estén basados en la realidad. Recuerda en todo momento que la
mejor definición del miedo es ésta: «Una falsa evidencia que parece
real.»
Cuando esto ocurra en tu vida, ten presente que tu primera obliga­
ción es quererte íntegramente. ¿Y cómo se consigue esto? Mimándote
con sencillos placeres y pequeños caprichos. Tratándote como la niña
pequeña que eres ahora. ¿Por qué no encargar un espléndido menú
para cenar esta noche en casa? ¿Por qué no te obsequias con alguna de
esas macetas de narcisos o de tulipanes que empiezan a verse en Jas
floristerías por esa época? ¿Y tomarte la tarde libre para ir al primer
pase de alguna película de estreno? Si esto no es posible, ¿qué tal si
alquilas algunos clásicos en el videoclub y disfrutas de una sesión de
cin c i'dii mi enorme ( i i c i u o lleno de palomitas «Ir maíz? ¿Poi <111r un
deleitarte io n mi cono tic helado pata <1 a lm u e i/o , paladearlo en el
parque mientras tomas el sol y escuchas el c.mto de los pájaros? ri 'i
contestar «no» la próxim a ve/, que te pidan que hagas algo?
¡Sí, puedes hacerlo! No tienes por qué hacerlo todo y serlo todo
para los demás en todo momento. Si piensas que 110 puedes haeei nada
más sin ponerte a gritar o echarte a llorar, probablemente es que tiene,
todo el derecho del mundo. Empieza diciendo: «No, lo siento. P e r o
tengo un compromiso anterior.»
Y por supuesto lo tienes. Hoy necesitas estar pendiente de ti
Recuérdalo: no nos perdemos de repente, sino que recuperamos núes
tro yo auténtico mediante un gesto amable en cada ocasión.

15 D E MARZO

El propio cuidado:
la tarea más difícil de llevar a cabo
C u a lqu ier p eq u eñ o experim en to relacion ado con el prop io
cu id ado resulta aterra d o r p a ra la m ayoría de nosotras.
J u l ia C a m e r o n

P
JL or qué el cuidado hacia nosotras mismas resulta tan aterrador para
la mayoría de las mujeres? Si crees que esto no es así, piensa en cuán­
tas excursiones creativas has realizado este mes. ¿Has equipado un
cajón de los remedios para ti? ¿Has empezado el baúl del ajuar o la
caja de los juguetes? ¿Has trabajado en tu diario de descubrimientos o
escrito tu diálogo diario? Vaya, vaya...
Tal vez todas seamos avaras por lo que se refiere a nuestro propio
cuidado, ya que si fuéramos amables con nosotras mismas, nuestra
creatividad probablemente empezaría a florecer como una planta diri­
gida hacia la luz. Claro que esto significaría que queremos introducir
algunos cambios en nuestra existencia, y todas sabemos qué se siente
respecto a los cambios, incluso cuando éstos son positivos. Es posible
que vayamos por un sendero trillado, pero al menos nuestras rutinas
familiares resultan cómodas dentro de su propio carácter insidioso.
I I•• n|)'.i,inte, I.i mili .1 m .mn.i de ilai /.meadas de p,i^.nIIc* hacia
um ii i |n iipi.i .11ili iilk iil.wl es .1 Ii aves do los peqiirnos cambios. 1,eou
I ol io n i i’i.i que 'I.i vi-i il.uli i .i vichi so vivo i ii ,nulo oourrcn pequeños
......I ..... I rli.i ti i i.i mii,\il,i honesta a lo buena, que oros contigo mis-
ni i /< u.mi.r. hoi ,is dr surno to concedes? ¿Caminas con frecuencia o
I... . .nli. i. nic ejercicio? ¿I las concedido alguna justa oportunidad a
I I nn ihi.i. ion? f;< auntas horas dedicas a relajarte durante la semana?
,i i ,i ...... i' Y a ocupaciones personales que te proporcionen placer?
1 n ni.I.. lut I.i última ve/ que te reiste? «Existe una gran similitud
i un. . I propio cuidado y el respeto hacia una misma», nos recuerda
|u 111 ( a in e r o n .

I I piopio cuidado ha sido una lucha para mí. Pero créeme, en el


.............del encanto do la vida simple he aprendido que si quieres que
ni ' hI.i mu armoniosa, tienes que empezar a tratarte mejor. Nadie más
pmh i h.ioci lo por t i. Hoy haz una lista de diez cosas bonitas que pue-
iI.ií» hacei por ti. Luego selecciona una y llévala a cabo. No tienes
. 1. . ilui.iinento nada que perder si experimentas con tu propio cuidado
\ i mucho que ganar.

16 D E MARZO

¿Qué es lo que te gusta de ti?


Si qu ieres h allar respuestas a las gran des pregu n tas relacio-
n adas con tu alm a, será m ejor qu e em pieces con las p eq u eñ as
respuestas relacion adas con tu cuerpo.
G eo r g e Sh eem a n

i^ L I igual que todas nosotras, diariamente te observas en el espejo.


Pero, cuando llega la hora, ¿sacudes la cabeza con aprobación ante lo
que ves? Hoy me gustaría que intentaras algo radicalmente distinto:
mírate amorosamente y empieza a apreciar lo que ves.
Este ejercicio consiste en algo más profundo que en un examen de
lu piel, pues quiero que hagas un inventario de lo que más te gusta
de ti. La mayoría siempre estamos dispuestas a criticarnos a nosotras
mismas. Siempre encontramos algo malo en nuestro aspecto. Hoy
vamos a descubrir lo que nos gusta de nosotras y a dar gracias por ello.
I'l.st.i noche eonerdete iin.i hora p.u.i colebrai lo maravillosa que
eres realmente. I'repat.i un luno seduetor, mili/.nulo .ueites .uom.ui
eos o sales de baño. Enciende m u vela en el cuarto de b.mo y báñale .1
la luz de esa vela. Concédete al menos veinte minutos para sumergirte
en esta agua caliente y siéntete como nueva. Pídele a tu yo autentico
que transmita a tu mente consciente todas las cosas especiales que vas
a descubrir esta noche. Después de secarte, aplícate con suavidad un
poco de talco o una loción corporal. Date lentamente un masaje y, a
medida que vayas bajando desde los hombros hasta los dedos de los
pies, visualiza cada parte de tu cuerpo rodeada por la más hermosa luz
blanca que puedas imaginarte. Esta luz es el amor, y tú la transmites a
todas las partículas de tu ser. Con tu voz más amorosa, repite en voz
alta lo maravillosa que eres.
Ahora ve al dormitorio y, antes de vestirte para acostarte, échate
una mirada benevolente en el espejo. Continúa mirándote con aproba ­
ción, hasta que encuentres diez cosas que realmente te gusten de tu
cara y de tu cuerpo: quizás una nariz perfecta, unas bonitas manos,
unos tobillos esbeltos. Empieza por arriba y sigue bajando. Examína­
lo todo. Es posible que no te guste el corte de tu cabello, por ejemplo,
pero que te encante su color. Anota esas diez cosas en tu diario de
agradecimientos. A continuación, piensa en los aspectos de tu perso­
nalidad que te gustan. Eres excelente improvisando, una experta com­
pradora, una sincera oyente, una inspirada cocinera, una madre
paciente y amorosa, una gran mujer para los detalles. Anota todo esto.
No pares hasta que no hayas hallado diez cosas de tu personalidad por
las cuales sentirte agradecida. Ahora anótalas en tu diario de agradeci­
mientos.
Y si piensas que no puedes encontrar en ti diez cosas a las cuales
querer, regresa ante el espejo. Efectúa diariamente este ejercicio hasta
que las encuentres. «La naturaleza nunca se repite, y las posibilidades
de un ser humano nunca se encontrarán en otro», escribió Elizabeth
Cady Stanton en 1892 , en su obra Solitude o f the Self. Hoy debes
indagar sinceramente acerca de tus fantásticas posibilidades y regoci­
jarte en tu autenticidad divina.
17 ni* MAKZO

Acentuar lo positivo
Si uno es un gitlgo, ¿ p o r q u e fin g ir q u e ex un p eq u in és ?

F.ditii Sitwei i

I /ti i i i i . i fpoc.i 1*11 que la belleza de la mujer se consideraba el tesoro


ni i |>iei iado, la famosa poetisa inglesa Edith Sitwell, nacida en ISS 7 ,
•l< )i i. o i'iilre las demás. Aunque no por los motivos que podrías espe
i .i I n m i juventud era tan poco atractiva, desgarbada y delgada que
iiilamilla bromeaba continuamente sobre el hecho de que el matrimo
.....no tendría lugar en su futuro. No hace falta recalcar que la <*po
.......... I , como se la conocía, tuvo que soportar una infancia des
•ln liada, solitaria y llena de frustraciones, hasta que su querida
ni i ii ni 11/ la introdujo en el mundo de la literatura y de la música.
I mi un es se dejó cautivar por la poesía de Swinburne y los simbolis
i i'». f ia* ias a lo cual se enamoró de su yo auténtico.
I *.ia autenticidad halló su mayor expresión en la poesía y en un
• . i mi ico estilo personal entroncado con la fantasía y la dramaturgia.
S . Ii i / o lamosa por sus largos y etéreos vestidos prerrafaelistas, hechos

. "ii hincados y telas de tapicería, por sus pieles y los extraordinarios


i hlibreros que coronaban su perfil fuerte y huesudo, y que se conver
ni i ni en su sello característico. Para acentuar sus dedos, largos y afila
111 *’* (de los que se envanecía), se dejó crecer unas uñas de mandarín,
•Itii *.<• pintaba de rojo, y lucía sortijas voluminosas.
I I sentido ostentoso de la moda que tenía Edith Sitwell no esta
h.i ln - para muchas de nosotras. Pero la espléndida manera de procla
in.ii su verdadero yo y de acentuar lo positivo puede llegar a todas las
mujeres. A estas alturas ya debes de haber descubierto cosas maravi­
lla isas respecto a tu cara y a tu cuerpo. Cada una de nosotras tenemos
i iiinn mínimo un rasgo que nos distingue. ¿Potencias tus cualidades?
/‘mil los ojos tu rasgo más hermoso? Entonces maquíllatelos cada día,
un luso cuando te quedes en casa con los niños. ¿Te están saliendo
i anas? ¿1 las pensado en dejar que tu cabeza centellee como la plata?
, fe hallas dotada con una sonrisa preciosa y unos labios llenos y ape­
titosos? Piensa en la posibilidad de pintarte los labios de rojo para
n i aei hacia ellos la atención.
••A menudo desearía tener tiempo para cultivar la modestia — con
h *¡ó Edith Sitwell en las postrimerías de su vida— , pero estoy dema
m,ido ot ii 11.hI.i pensando i n mi 1111*•111.i I .i n m vori.i no |).r.,iiin »•. h a s
tanto tiempo pensando cosas positivas sobro nosotras, N o y v.i*. .i
seguir el ejemplo de l'.dith Sitwell. Descubre, celebra y alardea d« tus
auténticas cualidades.

18 D E MARZO

Despertar a la bella durmiente


N osotras som os la h eroín a de nuestra prop ia historia.
> M ary M c C a rth y

J E n cada mujer yace una bella durmiente a la espera de que la des


pierte el amor, pues lleva tanto tiempo postrada que necesita que la
despierten con extrema suavidad. Sin embargo, en vez de aguardar a
que en la puerta de palacio aparezca el príncipe encantador, es mejor
que recurras a los poderes mágicos de tu yo auténtico para romper
cualquier malvado encantamiento que te impida ver tu propio es­
plendor.
Permíteme que te cuente una historia sobre una hermosa niña a la
que conocí cuando yo era joven. Hubo una vez un tiempo en que en
nuestra ciudad había una huelga de basureros. Durante semanas, la
basura se fue apilando delante de las pulcras casitas de las afueras. Un
día, el fotógrafo de un periódico aparcó delante de una de aquellas
casas y preguntó si había niños allí, pues quería fotografiarlos al lado
del montón de basura a fin de resaltar la cantidad acumulada. La niña
apareció tímidamente detrás de su madre cuando ésta acudió a la puer­
ta, de modo que el fotógrafo la seleccionó y la colocó delante del
montón de basura para hacer la foto. Cuando ésta se publicó en el
periódico, algunos chiquillos de la escuela insultaron a la niña llamán­
dola «montón de basura». A fin de superar esta pública humillación, la
niña decidió no hacer caso de su propia belleza durante mucho tiem­
po. Sentarse sobre un montón de basura era lo mismo que pincharse
un dedo con el huso de hilar y caer en un sueño profundo.
«A veces es difícil distinguir nuestra mala suerte de la buena. Y a
veces durante muchos años... — nos recuerda amablemente la escritora
Merle Shain— . La mayoría hemos derramado copiosas lágrimas sobre
| | | un ii .1 sobre .ilf'O, t u.nulo, d r haber entendido mcjoi l.t situación,
I <•I •i i.inii»'. i rlclu .ulo ni ir si i .1 buena I orí una.»
‘.i i<pulla 1 111*111111.1 no se hubiera pinchado el dedo, ¿se habría reti-
i n!......... 11 i,iidr rii mi cania en busca del consuelo del mundo de los
lilin.» i .u.inclo creció, ¿habría estudiado teatro para aprender los
....... i . . . . 1.' I,i '.¡ululación? ¿I labría viajado a Londres y a París para es-
0iiI.ii ,.ibi. moda, a lin de aprender cómo vestir elegantemente? Creo
tiii. un, v debería estar convencida de ello.
1 ii il lur lu huso? ¿H ubo un momento en que tepinchaste y caís-
ii i ........ piolundo sopor? ¿O simplemente te fuiste aislando poco a
I..... I •, posible que el malvado encantamiento fuera provocado por
imn i . padres excesivamente críticos, por una devastadora separación, o
poi una cnibrutecedora dependencia de la comida, las drogas o el
ili iili*11.
I I i licuado el momento de despertar, bella durmiente. Tu creativi-
.1 ni, imaginación y auténtico sentido de la elegancia son infinitamente
tupi 11, oes a cualquier hechizo de una bruja, por muy potente que éste
lin i .i IJna nunca puede cambiar el pasado, sólo la presión que éste
■ iii i r en ii nos asegura Merle Shain— , y si bien nadaen tu vidaes
II vi i sible, sin embargo, tú puedes darle la vuelta.»

19 D E MARZO

El reposo del espíritu


¡ l reposo es una cu alid ad excesivam en te devalu ada... En
m edio d el clam or, una se siente atraída p o r la m u jer q u e se
sienta graciosam ente relajada, qu e m an tien e las m an os q u ie­
tas, q u e h a b la en v o z b a ja y escucha con ojos atentos y son­
ríe. Ella crea un h ech izo a su alred ed or, un encanto p a ra el
oído, la vista y la m ente.
G o o d H o u se k e e p in g , n o v ie m b r e d e 1947

^J L odas hemos conocido a esta mujer especial que te arrastra hacia


su órbita con una sonrisa radiante. Sus ojos se iluminan cuando le
hablas de cóm o te va. Y atrae tanto a hombres como a mujeres, niños
y animales, pues su atención absoluta resulta apaciguadora, hipnótica.
Cuando te alejas de su lado te sientes como si te hubieras impregnado
con una cálida y hermosa luz.
Y así es. Esta luz se llama «amor», y ese viejo truco de belleza está
al alcance de todas nosotras. Cuando nos sentimos verdaderamente
interesadas por los demás, nos envuelve un estado de gracia que resul­
ta subyugante. «Ella no le hablaba a la gente como si fueran conchas
duras y extrañas, a las que hubiera que forzar para penetrar en su inte­
rior. Ella les hablaba como si ya estuviera dentro de aquella concha.
En el mismísimo interior», escribía Marita Bonner en 1926 , al hablar
de una mujer espiritual. Ojalá fuéramos todas esa mujer. Ojalá cada
una de nosotras pudiera convertirse en una mujer como ella.
Y podemos.
En nuestra vida cotidiana, muchas tenemos más momentos
ajetreados que momentos tranquilos. Pero, si nos tomamos algún
tiempo para apartarnos de nuestro propio círculo de acción y abrazar
otros ámbitos, nos abriremos a la fuerza del Espíritu. Nos sentiremos
de pronto iluminadas por dentro, y esta iluminación es capaz de trans­
formar con mayor efectividad nuestra apariencia que cualquier elegan­
te salón de belleza.
Hoy actuaremos como si fuéramos una mujer de espíritu reposa­
do. Saluda con una cálida sonrisa a todos aquellos con quienes te
encuentres. Independientemente de cuán ocupada estés, no despaches
con prontitud tus encuentros con los compañeros de trabajo, familia­
res y amigos. Habla con suavidad. Escucha atentamente. Actúa como
si cada conversación que mantengas fuera lo más importante que tie­
nes hoy en mente. Mira a tus hijos y a tu pareja a los ojos cuando te
hablen. Acaricia al gato o al perro. Derrama amor sobre todo ser
viviente con quien te encuentres. Comprueba cuán distinta te sientes
al concluir el día.

I l><
Belleza interior y encanto exterior
¿N o os en can ta cuando algu na m u jer in creíblem en te h er­
m osa com o L in d a Evans o C indy C ra w fo rd nos dice qu e el
secreto d e la auténtica b ellez a está en en con trar la p rop ia luz
in teriorf Y lo dicen en serio. Sin em bargo, y o h e h ech o lo
m ism o q u e estas m ujeres p a ra encontrar m i p rop ia luz inte-
riory , si bien es cierto q u e m e siento m ás fe liz , to d av ía no he
conseguido ten er su aspecto.
M a r ia n n e W il l ia m s o n

I \ J o todas podemos tener el aspecto de Linda Evans o de Cindy


' i.iwlord, pero cada cual puede mejorar su apariencia. La sencillez
iii tic mi importancia en la pulsación de la nota adecuada del yo. Esto
mu cile de manera natural cuando empezamos a pensar en cómo po-
i mu i,ii lo mejor de nuestra apariencia. N uestro aspecto más auténtico.
I*...... i poco aprendemos que el enfoque de «cuanto menos mejor» es
i in v.iliilo para el maquillaje y el modo de vestir com o para la decora-
■ !■-M y |.) diversión.
Iiouii ámente, este deseo de potenciar lo m ejor de nuestra apa-
ii, ii, i.i -.urge después de que nos hayamos dedicado a nuestro traba-
|i| muírior. A medida que nos internamos en busca del desarrollo
H-ipii iiu.il, empezamos a brotar hacia el exterior. El tiempo dedicado
< 11 un dii.it ion nos proporciona una m ayor serenidad y se refleja en
iiu > n o ro .s tro .

i ,i|•i, mil i .1 querernos exactamente tal como somos nos motiva


I*-i i .i i’.uii .niel.inte, ya sea en busca de una dieta más saludable o para
in ......... ii el ejeu icio adecuado para hacer régimen. Es posible que
................... . .i maquillarnos con mayor asiduidad y a preocuparnos
i......... .. siio .nueiulo incluso cuando salgamos para hacer un recado o
i • i ii i i1omp.ui.u a alguien con el coche. Éstos son cambios sutiles
•111» pmvni .in un hondo impacto en la manera de sentirnos con rela-
•c u t nosntias mismas.
I'" i qui ra/ón el he» lio de mejorar nuestra belleza interior pro-
I' i............... .mio liai ia el exterior? Tal vez porque ambos están cstre-
• liiiii'u n ielaeionudoN. Un axioma gnóstico ensena: «Tal como es el
mi i iioi lo es el estei ioi I as mujeres que desai rollan lodo su poten
•<•I ■ mliv.ui il < n.idoi eou mi 1111n 111<isid.ul Man.mué Willi.unson
nos habla de que el proceso de l.i tiansloi maeion peíson.il, ya s<*.» en ■I
estilo de vida como en la apariencia, - es el auienlieo i esnliado del m
cimiento espiritual».

21 DE MARZO

jQué es la confianza en una misma?


M i rostro después d e los cuarenta m e hacía sentir mas ,<
gusto qu e cu alqu ier otra cosa qu e h u b iera experim en tado
con an terioridad. L a con fian za en m í m ism a fu e una p o d ero
sa receta d e b ellez a: tenía m ejor aspecto p o rq u e m e sentía
m ejor. E l fra ca so y la p en a m e han servido tanto com o el exi
to y e l a m o r, y a l fin a l h e conseguido extraer algo d e esc el i
xir d e la ju v en tu d tan difícil de encontrar: la sabiduría.
N a n c y C o i i in s

IS ^ Íu ch as mujeres confunden la propia estima con la confian/a en i


mismas. Para mí, la propia estima es cómo nos sentimos respecto a
nosotras mismas en el santuario secreto de nuestra alma. ¿Nos ama
mos, aceptamos y aprobamos incondicionalmente? ¿Nos creemos
merecedoras del amor de los demás, así como de lo mejor que pued<
ofrecernos la vida? La calidad de nuestra propia estima se halla pro
fundamente conectada a la relación con nuestros primeros y mas
importantes críticos: nuestros padres. Si ellos nos amaron, aceptaron v
aprobaron incondicionalmente, entonces lo más probable es que
nosotras lo hagamos también.
Pero la confianza en una misma es un elixir especial que el l .spii un
ha preparado para ayudarnos a enfrentar y superar las dificultades ele la
vida. Se trata de una mezcla aromática de esencias vigorizantes: actitud,
experiencia, conocimiento, sabiduría, optimismo y fe. Si fuimos lo has
tante afortunadas para crecer en un hogar donde imperaba el cariño v el
apoyo, entonces aprendimos desde muy temprano nuestra propia loi
muía homeopática. Si no fue así, entonces hemos tenido que aprcndei a
efectuar nuestra propia mezcla. Lo que es importante comprenda es
que la confianza en nosotras mismas esta a nuestro alcance.
Sin embargo, para alcanzarla es esencial desai rollai una actitud
Am ionio aprenda de nuestros propios errores; y recono
•11 t|n< iodo en l,i vid.i puede utilizarse como una lección cuando csta-
......... 11•.I«u< .1 i•. .i <|iie nos enseñen. «Si piensas que puedes, entonces
podi ri inr, decía Mary Kay Ash, una empresaria de cosméticos
n *11........ ni .ui.i Piro si piensas que no puedes, estás en lo cierto.»
I lo\ tienes que decirte que puedes hacer todo aquello que te pro-
I*i u111e, Porque podrás. Al igual que sucede con los perfumes muy
....... . i ni solo luce falta una pizca de confianza en una misma para
M',.1/ n el auténtico esplendor de una mujer.

22 DE MARZO

l\>r qué la confianza en una misma no se


l»iK-dc adquirir pero se puede pedir prestada
Mr ensrñaron a ser «altiva». N o lo fui. Tan sólo tuve se-
y iii iiLitl en m í misma, Esta es y h a sido siem pre una cu alidad
n n p ru h m ablr a l inseguro.
B e t t e D avis

» 1 . i i.i maiavilloso si pudiéramos simplemente acercarnos a un mos-


n tdoi di artículos de cosmética y comprar un frasco de autoconfian-
m di I niiMiio modo que compramos una crema revitalizante o hidra-
i mu• p.ua lai.ua. Por desgracia, este elixir espiritual, lo mismo que un
ptilimie i aro, es distinto para cada mujer debido a la química de cada
i tml,
« liando y«> era más joven, mi pócima de autoconfianza estaba
I......«no un aromatizada con perspectiva, optimismo y fe; más tarde
i|>ni i ei mu la experiencia, el conocimiento y la sabiduría. Sin embar-
indie, lo-, días cada nueva oportunidad o desafío requiere que me
l'n p ni una i ación especial de energía. Esto lo consigo arreglándome
i.ni.i 11•|Hr.ilile \ vistiéndome para el papel: poniéndome un vestido,
i i ■|. tupio, que rezume confianza en mí misma hasta cuando cuelga
del ii ni.n io. A continuación rezo mis oraciones y pido que se produz-
■i 11 i In p.i I uej-o Ilc|',a la llora de levantar el telón». Actúo como si
iiivn i,i confianza en mí misma y los demás me ven así.
('liando le sientes insegura pero la vid.i roqtiieie que parezca I"
contrario, resulta muy cómodo recordar que siempre puedes pedii
prestado a tu yo autentico una actitud de confian/a en ii misma I t<
sabe cuán fantástica eres y puede darte un poco de ánimo, que es lo
que realmente necesitas. Nuestro inconsciente no sabe distinguir emu­
lo que es real e imaginario (que es como trabaja la visualización crean
va). Si actuamos como si tuviéramos confianza en nosotras mismas,
nos convertiremos en mujeres seguras. Al menos durante un rain.
«Debes hacer aquello que crees que no puedes hacer», declaró en una
ocasión Eleanor Roosevelt, y se pasó la vida demostrándolo. Cuando
en la vida surjan dificultades, podrás superarlas invocando al l .spíi iiu
y pidiendo prestado a tu yo auténtico el perfume de la confianza en n
misma.

23 DE MARZO

Siempre debes ser una excelente versión


de ti misma
Siem pre d eb es ser una excelen te versión d e ti m ism a, no
una versión b ara ta d e otra persona.
Judy G arla nú

Y o habría sido una pésima Judy Garland, pero he sido una Sai ah
Ban Breathnach bastante buena. He necesitado casi toda una vida |>ai a
llegar a esta conclusión, pero desde que lo averigüé ya no he vuelto a
ser la misma mujer. Tampoco tú lo serás en cuanto esta verdad se abi a
paso en tu corazón.
Observa que, tanto si somos conscientes de ello como si no, el
mundo nos programa constantemente para que seamos otras m u j a es
en lugar de nosotras mismas. Se supone que debemos parecem os a
Cindy Crawford, actuar como Martha Steward y saber deeorai conu»
Alexandra Stoddard. Con esta incisiva esquizofrenia social, no es de
extrañar que muchas mujeres se hallen terriblemente desconcertadas
respecto al tema de la autenticidad.
Según el diccionario Wtbstcr's, set auténtico es lo opuesto a futí
< i", laUo o imitación». Sci auténtico significa sci “genuino, verdadero,
• i. l il-.ril.iil, siendo exactamente lo que se asegura»». Lo único que
I I •nid . ascgur.u que somos verdaderamente es nosotras mismas. Sin
t mil iiiv. It» mejor que hay en nosotras ya es bastante, incluso cuando
li ii. ni", uu m.il día. Cono/co a una mujer que es una importante eje-
....... .1 . 1( i nenias en una agencia de publicidad de Nueva York. No sé
I ii i'ln cu este mundo que sea tan creativa, lúcida, realizada y diver­
tid i, |>ei <i hay días en que no se la ve así. Se educó en un hogar en don-
'I' i..... . se poma nota al comportamiento, y a consecuencia de esto
tu mpii lia sido muy dura consigo misma. Su calificación personal de
- ipn ik-dt - probablemente sería un sobresaliente para los demás.
I ...lis si unos excesivamente duras respecto a nosotras mismas. No
•mi.. •11iri emos sei otras personas, sino que queremos ser la versión
I 11.1 t.i de ellas.
Nimia deja que te hable de otra mujer que conozco. Cuando le
i•111ihi .......i su primei libro — sus amigos íntimos pueden corroborar­
lo ai tuo como si estuviera loca de atar. En vez de felicitarse por
luí., i .i. .ido un libro tan hermoso después de varios años de esfuer­
zo, i .niv.i .i punto de lanzarse de un acantilado porque en una frase
I•<lo i mili/ado un tiempo verbal que no correspondía. En lugar de
i vh lo .ii su éxito, se quitó la alegría.
Ahín .i, gracias a Dios, ha comprendido que estaba en un error.
/'mI.i i . que las mujeres amish añaden deliberadamente a cada colcha
mi nozo de tela que no encaja, a fin de recordar que sólo el Espíritu
.......I. i n .ii la perfección? También nosotras necesitamos recordarlo.
I ni .i11. i deberíamos esforzarnos por ser una versión excelente de
as mismas. Y hacer cuanto podemos, siempre es bastante.
El saboteador oculto:
cuando te sientes triste
N o es sencillo h acer caso a tu propio corazón. T am poco lo
es av erig u ar qu ién eres. H a ce fa lta m ucho v a lo r y tra ba jar
m uy duro, p a ra llegar a sa b er quién eres y q u é quieres.
Sue B en d er

D e s p u é s del propio cuidado, hacer caso a los susurros de nuestro


corazón es probablemente la tarea más dura que podamos intentar.
Hay días en que el camino del encanto de la vida simple se nos pre­
senta con naturalidad. Te das cuenta de que todo cuanto tienes es
aquello que realmente necesitas. En cambio, otros días es imposible
apaciguar las apetencias. Parece como si tuvieras demasiados deseos
sin colmar, demasiados sueños aplazados. Te sientes cansada de espe­
rar a que los cambios internos se manifiesten externamente.
Cuando llegan esos días oscuros necesitamos recordar que, si bien
un saboteador oculto — la depresión— está trabajando temporalmen­
te para hacer que descarrile el tren que empuja hacia delante (o al
menos eso parece), cada día nos ofrece un regalo sólo con que sepa­
mos buscarlo. A veces estamos tristes por una razón muy evidente:
una pérdida irreparable, por ejemplo, o preocupaciones de dinero o de
salud. En otras ocasiones no sabemos por qué nos sentimos tan mal, lo
cual hace que nos sintamos todavía peor. Puede haber un millón de
razones distintas: una aterradora falta de estima (tanto por nuestra
parte como por la de otras personas), el agotamiento, el clima, las hor­
monas, los primeros síntomas de una gripe, o simplemente como una
parte del proceso de transformación personal.
Desearía poderte decir que el desarrollo espiritual y creativo es un
proceso suave, predecible y sin dolor. «Todas las mejores transforma­
ciones van acompañadas del dolor — nos asegura Fay Weldon— . Por
eso lo son.» El desarrollo personal también se produce con espasmos:
tres pasos hacia delante, dos hacia atrás y luego una gran meseta en la
que parece como si nada ocurriera. Pero es importante comprender
que este período letárgico suele preceder siempre a un estallido en el
crecimiento. Por desgracia, durante el período letárgico a menudo nos
sentimos deprimidas y decidimos renunciar.
I", oii tilas como óslos i uaiitlo apenas .sicnlos .mimos para vestirte y
..ilii ,i I.i callo. Tu aspocto os horrible, poro te tiene sin cuidado. No
i i i líenlas si te duchaste el día anterior, o siquiera cuándo fue la última
vo/ que te lavaste el cabello. Las voces de los niños resultan insistentes
\ la tuya chirriante. I las perdido la paciencia. La vida se te presenta
desoladora, sin el brillo de ninguna promesa. Para descubrir quién
eres en realidad, hace falta un esfuerzo superior al que esperabas, y
ahora ya no estás muy segura de si tan siquiera te interesa averiguarlo.
( aiando las nubes oscuras se ciernen sobre ti, ¿qué puedes ha-
i ei, aparte de aguantar y capear el temporal? Te quedan dos opciones.
IJ ii.i es, sencillamente, rendirte, dejar de oponer resistencia. Ya que
estas triste, canta boleros, vida. Pero, antes de llegar a esto, busca com­
pasión. A continuación llora a gusto. Sal temprano del trabajo. Echa
un sueñecito y procura consolarte durmiendo. Una gratificación — sin
i ulpabilidad— es algo que debes permitirte sólo por razones médicas,
i orno por ejemplo un trozo de tarta de queso o un buen helado. Pero
no te lo tomes de pie delante del frigorífico. Siéntate, cómete lenta­
mente tu golosina y saboréala. Si aún te ves con fuerzas, prepara un
menú atractivo para la cena de esta noche. Si no, prepara algo sencillo,
i orno una sopa y emparedados. Alquila una película de esas que hacen
lidiar. Acuesta temprano a los niños. Date un buen baño. Saquea tu
i ajón de los remedios. Acurrúcate entre las sábanas. Encuentra cinco
cosas por las cuales estar agradecida. Apaga la luz.
1 .a alternativa al consuelo de la tristeza consiste en cambiar de esti­
lo. Busca compasión. Llama a una buena amiga y habla con ella. Pon
agua a hervir y llena una tetera. Lávate la cara, arréglate el cabello, pín-
tale los labios, perfúmate y ponte unos pendientes. Sonríe frente al
espejo. Ordena la sala de estar a fin de encontrar un sitio cómodo
donde sentarte. Da un paseo en torno a la manzana y aclárate las ideas.
‘>i trabajas en una oficina, date permiso para aplazar ese nuevo proyec-
lo en el que estás trabajando hasta mañana, cuando puedas concen-
n arte. Mientras tanto, limpia tu escritorio y organiza tus papeles. De
regreso a casa, regálate un ramo de narcisos. Repasa tus libros de coci­
na y prepara algo diferente para cenar.
Independientemente de cuál sea el camino que elijas, en veinticua-
tu> horas el día se habrá terminado. Mañana será mejor. Pero, si no lo
lucra, y tampoco el siguiente, ni el otro, entonces debes saber que no
pasa nada si pides ayuda a tus amistades, a un grupo de apoyo, a un
psicoterapeuta, a un médico o a tu energía suprema. A todas nos lle­
gan esos dias oscuros. Sin embargo, los días desalentadores traen con­
sigo oportunidades de oro cuando aprendemos a ser amables con
nosotras mismas. Tanto si lo crees como si no, el día de hoy te ofrece
un regalo oculto, siempre que estes dispuesta a buscarlo.
La vida real: prendas que
encajan en tu estilo de vida
«N o tengo n ad a qu e p on erm e» no significa, p o r supuesto,
q u e d eb a m o s ir desnudas o recluirnos. Significa qu e en nues­
tro arm ario no h ay n ad a q u e coincida con nuestro estado de
án im o o q u e nos ofrezca un sim ple reflejo d e nuestras vidas
cotidianas.
K e n n e d y F r a se r

JL # a mayoría de nosotras hemos pasado por la experiencia de buscai


en un armario lleno de ropa y no encontrar nada que encaje con nues­
tro estado de ánimo. Con un suspiro de resignación, recurrimos a un
uniforme ya muy gastado y que nos hemos puesto en múltiples oca
siones, sea éste un vestido negro con un collar de perlas o una falda
vaquera con un suéter y unas botas.
La verdad es que muchas mujeres, con algunas excepciones, nos
ponemos lo mismo, o algo parecido, una y otra vez. El atuendo puede
variar con las estaciones, pero no nuestra dependencia de unos cuan
tos elementos principales, los cuales, a su manera, proporcionan una
imagen reveladora de cómo vemos nuestra propia vida cotidiana. I a
célebre redactora jefe de la revista Vogue, Diana Vreeland, fue famosa
por preferir como atuendo de trabajo, durante muchos años, el misim»
estilo de falda y suéter negros.
¿Qué hacemos con todas las prendas que no nos ponemos? Nada.
Se limitan a colgar del armario abandonadas, debido a su talla, a m i
color o a que no resultan adecuadas, porque nos producen csco/oi, <>
porque llevábamos tal vestido cuando tuvimos la última pelea mu
nuestro ex marido y no queremos que nos recuerde semejante cli‘»)-,ii*,
to. A veces las prendas cuelgan del armario una temporada tras oiia,
igual que fantasmas que aguardan alguna ocasión inesperada q u e ......
ca se presenta.
La primavera es la época perfecta para efectuar un repaso a mies
tros armarios y reconsiderar qué relación tenemos con m u stia s |»n n
das. En el aire Ilutan los relreseantes vientos del cambio. Vam os ,i
abandonai durante una lar^a tempoiada Ion gruesos abrigos y ln-. jei
seys pai.i llev.u vestidos mas li^eios. A band onem o s ai m udes ya t adti

-
cas sobre lo que está o no de moda y sustituyámoslas por ideas nuevas
respecto a lo que nos puede ayudar en la vida real, al tiempo que refle­
ja verdaderamente nuestra autenticidad.
¿Y si todo lo que cuelga del armario fuera algo que te encanta, algo
que hace que te sientas hermosa o que te sientas maravillosa cada vez
que te lo pones? Piensa en lo bien que te sentirías cada día. Adoptar el
segundo principio del encanto de la vida simple — la sencillez— puede
producir espiritualmente semejante milagro.
Más adelante podrás limpiar tus armarios y los cajones del toca­
dor, pero no hoy. Hoy sólo quiero que pienses en tu vida real y en las
prendas que vistes cada día. ¿Reflejan éstas verdaderamente a la mujer
que hay en tu interior? ¿Y las prendas que te hablan desde las páginas
de tu diario de descubrimientos ilustrado? ¿Y qué me dices de las que
cuelgan abandonadas en tu armario? Cada vestido, falda, pantalón,
téjanos, blusa, suéter, camiseta o chaqueta te cuenta una historia. «Las
prendas de vestir tienen una historia completamente independiente de
su forma y su color», nos recuerda Kennedy Fraser en The Fashiona-
hle Mind. Serénate, sumérgete en tu interior, y disponte a escuchar de
verdad la historia que los hilos de tu vida han tejido.

26 D E MARZO

El mudo lenguaje de la autenticidad


A l elegir las pren das, tanto en una tien da com o en casa, es
lo m ism o q u e si nos d efin iéram os o nos describiéram os.
A l is o n L u r ie

L / a mayoría no creemos que mantengamos una conversación con


nuestra psique, con nuestra familia o con el mundo exterior cuando
nos vestimos por la mañana, pero así es. Alison Lurie, en su fascinan­
te libro The Language o f C lothes, nos dice que el vocabulario de nues-
tro ropero expresa muchas más cosas de lo que hubiéramos podido
•.oii.il. Mucho antes de que esté lo bastante cerca para hablarte en la
calle, en una reunión o en una fiesta, por cómo vistes ya me anuncias
lu sexo, edad y clase social..., y posiblemente me facilitas una impor­
tante información (o dcvsinformación) respecto a tu profesión, oríge-
nes, personalidad, opinión, gustos, deseos sexuales y estado de ánimo
actual. Es posible que yo no pueda expresar con palabras lo que
observo, pero inconscientemente registro la información, y al mismo
tiempo tú haces lo mismo conmigo. En el instante en que nos encon­
tramos y conversamos, ambas ya nos hemos hablado mutuamente
mediante un lenguaje mucho más antiguo y universal.»
En cuanto empiezas a buscar tu yo auténtico, dentro de ti se pro­
duce una de tus percepciones más sorprendentes al averiguar que,
durante años, otra mujer ha mantenido conversaciones contigo: en
casa, en el trabajo, en reuniones sociales, incluso al salir para hacer
unos recados. Al principio esta revelación puede resultar desconcer­
tante, incluso desalentadora. Pero, si se piensa a fondo, puede conver­
tirse en un descubrimiento excitante, pues ahora que empiezas a apre­
ciar y canalizar tu autenticidad a través de tus elecciones creativas,
puedes aprender a convertirte no sólo en una persona bilingüe, sino a
expresarte con fluidez. Tal como confesaba la famosa diseñadora de
modas francesa Gabrielle «Coco» Chanel: «Cuántas atenciones se
pierde una cuando decide no ser simplemente algo, sino alguien.»

27 D E MARZO

Reflejos del espejo de oro


N un ca es dem asiad o tarde p a r a ser lo q u e p u dieras h a b e r
sido.
G e o r g e E l io t

(C u a n d o empecé a embarcarme regularmente en la meditación del


espejo de oro, a fin de encontrar mi yo auténtico, una de las percepcio­
nes que más a menudo se repetía no parecía muy espiritual, pero sin
duda contribuía a animarme. Me encantaba descubrir que mi yo autén
tico vestía muy bien y que siempre conseguía tener un aspecto fantásti­
co, tanto si las circunstancias de mi visualización creativa me pedían un
suéter de algodón normal como un traje de lana de Ciorgio Arniani.
Tú probablemente habrás recibido también reveladores reí lejos desde
el otro lado del espejo de oro. Si prestamos atención a las sutiles sena
les que constantemente trata de enviarnos la nnijei qu< hay allí dentro,
podremos aprender a exteriorizar nuestra mejor imagen, incluso aun­
que el billetero no haga juego con nuestro gusto exquisito.
Al prestar una mayor atención a los matices, descubrí que la sen­
cillez era mi auténtico sello. La sencillez es también la clave para
mejorar cié aspecto y transmitir con desenvoltura una elegancia pro­
pia. Esta es el arma secreta de las mujeres acomodadas. Pensemos en
los pantalones de Katherine Hepburn en los años treinta, en el cabello
y los bolsos de Grace Kelly en los cincuenta, en los sombreritos de
Jacqueline Kennedy en los sesenta, o en las camisetas blancas y caqui
de Lauren Hutton en los noventa.
Desenfadada. Elegante. Chic. Clásica. Sorprendente.
La sencillez es una afirmación de moda que toda mujer de hoy en
día puede hacer, independientemente de cuál haya sido su estilo per­
sonal en el pasado. Y eso es debido a que la verdadera sencillez nunca
decepciona. Una vez hayas aprendido que cuanto menos mejor, lo
bastante se convertirá en mucho, y todas tus actitudes ante la vida
—incluso ante la moda— se transformarán.
Hoy quiero pedirte que consideres hacer limpieza en el revoltijo
de prendas pertenecientes a pasadas encarnaciones que se ocultan en
tus armarios. Sólo porque en el pasado compraste una cosa, no signifi­
ca que debas conservarla eternamente. Debes permitir que la sencillez
reduzca tu vestuario hasta la esencia más auténtica: identifica las préñ­
elas sin las cuales serías incapaz de vivir. Con eso basta. Limítate a
considerarlas y a identificarlas, mientras recuerdas que nunca es dema­
siado tarde para convertirte en la mujer que quieres ser. Hoy ya estás
un paso más cerca de conseguirlo.


Hacer limpieza:
desprenderse de modelos equivocados
N un ca es d em asiad o tarde p a ra rectificar, tanto en la fic ­
ción com o en la realidad.
N a n cy T hayer

i^ e c t if i c a r tu vestuario a fin de reflejar tu propia autenticidad


empieza en el instante en que sin compasión te desprendes de modelos
que no encajan contigo o que compraste equivocadamente, y que
colapsan tus armarios y confunden tu desordenada mente. Pero sea
mos realistas por un momento. Muchas mujeres que conozco neccsi
tan que se las mentalice antes de acometer un proyecto como éste. 1,a
limpieza de los armarios y de los cajones del tocador es una taren
dolorosa para contemplar (todo ese dinero, esas compras equivoca
das...), y muy dura una vez se ha comenzado. Pero pocas cosas son tan
satisfactorias como poner orden en un armario en el que antes reinaba
el caos. El cambio de una estación a otra proporciona la perfecta oca
sión para ponerse manos a la obra, pues es el momento de guardar las
prendas de invierno y sacar las de primavera y verano. Con un plan de
ataque, tú también podrás hacer limpieza del pasado.
Encuentra dos horas para esa actividad. Para muchas mujeres, la
tarde del sábado es perfecta. Procura conseguir con antelación suli
ciernes cajas y bolsas grandes de basura, a fin de no desperdidai m
energía al tener que salir constantemente en busca de más contcnedo
res. Pon alguna música deliciosa; a mí me gusta escuchar canciones di
musicales de Broadway cuando hago limpieza de armarios. Respira
hondo. Ahora empieza a sacar todo lo que tienes en el armario y p<>n
lo sobre la cama. Eso es, ahora ya es demasiado tarde para dar man lia
atrás.
Repasa tu vestuario, una prenda tras otra. Pruebatelns si no est.'m
muy segura, y contémplate en un espejo de cuerpo entero < m>
honestidad, pero con compasión. Revisa también todos nr. eompl-
mentos: joyas, pañuelos, bolsos, sombrero., zapatos. Conserva tan
sólo aquellas cosas que ames: prendas que te liaban pareen herniosa \
sentirte fabulosa. I.sto es la sencillez en pleno Imieionamiento. , Y .1
algunas de estas prendas no te van bien hoy, pnn a pe,sai tic- lodo n

MU -
gustan? Guarda únicamente las que sean una talla inferior a la que uti­
lizas ahora, puesto que volver a caber en ellas es un objetivo bastante
11alista y algo por lo que vale la pena esforzarse.
< Considera los distintos ambientes en que se mueve tu existencia y
I r. |»i rudas que necesitas para ello: para el trabajo, para las fiestas, para
ii <(nnoda... Si hay algo que no te has puesto en todo el año, ¿por qué
• o servarlo? Decídete a desprenderte de ello, aunque sea un vestido
niiiv raro. No lo conserves a menos que tenga un valor tremendamen-
i- <*mimental. Por ejemplo, hace unos diez años pasé por una etapa en
'|in no me ponía nada que no fuera de Laura Ashley. Hoy el estilo de
llni n nas silvestres no va conmigo. Sin embargo, debido a los muchos
....... -idos felices con mi hija de cuando me vestía así, no soportaba
m|mi .11me de mi pasado Laura Ashley, así que ahora todo está empa-
imrtrtdo en el desván para que mi hija lo considere cuando sea mayor,
'.i di .pones de espacio suficiente para almacenar tus recuerdos senti­
mentales favoritos, entonces hazlo. Si no, entonces dáselos a alguien a
.Ini.'ii le gusten tanto como en otro tiempo te gustaron a ti.
Ahora ármate de valor y regala el resto a quienes bendecirán tu
........o .idad. A cambio, vas a experimentar un sentimiento de grata
ilniiidaiu ia cuando descubras lo mucho que eres capaz de dar. Esta
m i n nd positiva es esencial para atraer más prosperidad hacia nuestras
vid iv Una amiga mía ha descubierto un método terapéutico para
f u l i rularse al hecho de desprenderse de prendas caras que su cons-
i n iiii ahoi i ador desearía conservar. Las da a una organización benéfi-
i i |mi .i mujeres en paro que necesitan prendas elegantes para acudir a
11. i m icvisia s en busca de empleo. Esto le facilita la revisión de su ves­
tí , pues con ello ayuda a otras mujeres de manera maravillosa-
......... p. ••.ii iva. También podría añadir que mi amiga siempre va extra-
' .idi.......míenle bien vestida y que encuentra fantásticos modelos a
|m i io .......lUcmentc rebajados. Ella piensa que es tan sólo cuestión
di ii. i n I’cro yo pienso que es la forma en que el Universo la recom-
l<t M i pni mauirnci un ciclo de acciones benéficas.
11nla mujei adquiere modelos equivocados que provocan confu-
............ mi sentido de la elegancia y la inducen a quejarse de su vestua-
ii" i impi ii de pasadas encarnaciones nuestros armarios nos propor-
. lona ■ *|..i* io y libertad para que en el futuro elijamos prendas que
o II. |. n aun mu amenté a la mujer en que nos estamos convirtiendo.
Prendas cómodas y su significado
B aso m i gusto en in du m en taria eligien do a q u ello qu e no
piqu e.
G il d a R a d n e r

I va mayoría de las mujeres siente pasión por sus prendas más cómo
das. Yo tengo un par de pijamas de punto de algodón a los que quiero
tanto, que los llevaría las veinticuatro horas del día, siete días a la
semana si pudiera idear la forma de llevarlo a cabo. Durante el día me
aguardan pacientemente en un estante del armario del dormitorio; de
noche susurran mi nombre. Debido a que me pongo religiosameiiic
estos pijamas, tengo que lavarlos a menudo, y eso ha hecho que sean
tan suaves como la mejilla de un recién nacido.
He intentado inútilmente encontrar otro par, a fin de disponer de
una mayor variedad de «prendas de estar por casa», pero, por desgra
cia, tanto el modelo como la tela no coinciden a la perfección con lo-,
que ya tengo, de modo que la búsqueda continúa.
Yo tenía un suéter especial que estaba tejido con una increíble
mezcla de seda y algodón. Me lo ponía y lo lavaba tan a menudo que
empezó a deshilacliarse por los costados. A pesar de todo, me lo
seguía poniendo. Lo llamaba «mi suéter de la fortuna literaria», pues
los días que me lo ponía eran extraordinariamente productivos, l i a
sincronicidad se producía porque sentía tal exquisito placer y experi
mentaba una comodidad tan indescriptible durante todo ese día, qtn
me sentía libre para convertirme en una especie de manguera ereaii\ a
Finalmente, cuando concluí el libro que estaba escribiendo, mi marid* •
me rogó que me deshiciera de aquella vieja prenda deshilacliada. I >ad. ■
que la gente de fuera de nuestra ciudad tan sólo me conocía conu* «la
mujer del alcalde», accedí a disgusto. Ahora una de nuestras j’,ai a•. lia
hecho un nido en el sótano, utilizando para ello mi perdido amoi Su
mirada de sincera dicha al haber heredado semejante tesoro me aln ia
de algún modo de semejante pérdida. Pero sólo de algún modo, no d, I
todo.
Estoy convencida de que cuando nos ponemos prendas cómoda
sale lo mejor que hay en nosotras. De alguna maneia, a través di la
alquimia de la libra y de como se ajusta la premia, nos sentimos mi,
vamente restituidas al l ’.uaiso, si bien esta \i no nos hallamos de im
•Ir. delante del Creador, sino con las prendas que éste quería que lle-
' n,unos.
I’m desgracia, para nosotras las prendas cómodas existen sólo co-
..... iin.i nota a pie de página en nuestras vidas, no como el foco de
il<ii. ion, que es lo que serían si una mujer sensible estuviera al mando
•leí esquema de las cosas terrenales. Es posible que estemos a gusto
mi luí horas de las veinticuatro que tiene el día, pero esto no es en

ili'inluio suficiente. El resto del tiempo vamos embutidas dentro de


........das incómodas que tiran, pellizcan, aprietan, sofocan, pican, se te
mi «en o te cuelgan y hacen que los días de nuestra existencia sean
...... .. *rtahles. Nos repetimos que llevamos esos instrumentos de tor­
iln i p.ua resultar agradables al resto del mundo. Pero... ¿por qué no
luí . ,11 un sistema para que sea el mundo el que nos resulte agradable
i in iMii ras?
I .i.i semana haz de detective. Examina detenidamente las prendas
lli I lunario que sueles coger cuando quieres ponerte cómoda. Busca
I m (usías que te ayuden a poner más comodidad en tu vida. ¿Cuáles
■in I is lelas que mejor sientes sobre tu piel? Anótalas en el pequeño
I n que sueles llevar dentro del bolso. ¿Cuál es la talla con la que
ii límenle te sientes más cómoda? Sé sincera, no vanidosa. Por propia
«iH|ii i lent ia se que las prendas cómodas suelen ser de «nuestra verda-
ili i.i talla», no un centímetro más holgadas. Una no se embute dentro
di' id}’*•cómodo, sino que se desliza hacia algo que le resulta más agra-
.1 «lili ,i<,)nc; tipo de cuello es el que a ti te va? Sí, estos detalles son los
qui i «mil>rnian la diferencia. Amplía tu concepto de comodidad a
■ das de tu indumentaria. En el futuro, busca prendas cuyo
ni mii mmiento sea sencillo. Descarta las etiquetas que pongan: «Sólo
liiiijin a eu seco.»
.......... .ihora si eres capaz de encontrar prendas que encajen con
tu |iii lerencias personales y si tienes suficiente voluntad para esperar
lio i i i in murarlas, lístudia tu presupuesten y ahorra para comprar la
i .i..... I i.i de prendas cómodas que puedas 1) >var todo el día y que pue-
ilin 1111e i e i din ante años. El camino diario .acia la alegría y el bienes-
Irti .... . anima a ser pacientes hasta encontrar lo que es perfecto para
i i .....ii i'.,. n lu|',ar de seguir malgastando nu jstro dinero, nuestra ener-
i i* \ mi. ii .i•. emociones al contentarnos con ser la segunda o la ver-
*|i.ti Iiiiiala de otra.
Desarrollar un sentido de la elegancia
E l gusto está relacion ad o con una am plia evolu ción qu e
dura tod a la vida, y nunca se equ iv oca: la elegan cia se m u e­
v e a sacudidas y es fan tástica sólo d e m an era ocasional.
K e n n e d y F r a se r

P
JL roclamar tu auténtica elegancia mediante las prendas que te pones
es una forma de arte. Pero, al igual que cualquier rama artística, el sen­
tido de la elegancia necesita que se le eduque después de haberlo intui­
do y planeado. La elegancia empieza cuando buscas y encuentras tus
propias energías y luego cuentas con ellas según su valía. La elegancia
personal se desarrolla cuando descubres que en realidad no necesitas
tantos vestidos, complementos, joyas o maquillaje como habías creído
en el pasado porque estabas en disposición de permitírtelo.
«Todas reconocemos la elegancia cuando la vemos: Bogart y Ba-
call, Garbo y Jackie O., Audrey Hepburn, Lauren Hutton, Lena Hor-
ne..., todos distintos y todos sinónimo de elegancia — escribe Leah
Feldon-Mitchell— . Las prendas que llevan, tanto si son lujosas como
sencillas, proclaman no sólo buen gusto, sino inteligencia, talento... y
un poco de atrevimiento. Lo que vemos en ellos es autodefinición, en
lugar de limitarse a seguir las pautas de la moda. La elegancia es una
conjunción de lo que nos ponemos con lo que somos.»
Hoy debes recordar que eres una artista. Al ir en busca de tu
autenticidad vas a descubrir el sello de tu propia apariencia. Tal vez
sea una manera fantástica de llevar sombrero, una sorprendente mane­
ra de resaltar los ojos con un maquillaje de tono ahumado, exhibir una
elegante melena corta con unos pendientes fabulosos, lucir unas pier­
nas extraordinariamente esbeltas mediante unas medias sencillas y ele­
gantes zapatos de tacón, o tener el valor suficiente para combinar una
camiseta blanca de algodón con una chaqueta de lana de alta costura.
Este año debes estar dispuesta a experimentar para averiguar que
es lo que a ti te sienta bien y lo que no. Luego quédate con lo
que mejor te vaya, independientemente de lo que vista todo el mun
do... Linda Ellerbee piensa que «la moda, al igual que todo lo demás,
va cambiando. La elegancia no». Es posible que tu sentido de la ele­
gancia se mueva a sacudidas, pero lo cierto es que apareecra, y ruando
lo haga set a fantástico.
Nunca te dejes cautivar por la moda,
siempre por la elegancia
L a m o d a se desvanece. Sólo la elegan cia perdu ra.
Coco C h a n e l

c on frecuencia muchas mujeres querrían tener una loca aventura


apasionada con la moda, sin embargo, cuando se nos presenta la oca­
sión, la mayoría nos casamos con la elegancia. Esto se debe a que la
elegancia, al igual que un buen hombre, nunca nos deja en la estacada.
( 'uando la moda te seduce, la aventura suele consumirse por sí sola
.nites de que llegue la siguiente temporada.
La moda es una exhibicionista preocupada tan sólo por la altura
del dobladillo. La elegancia lo ha visto todo con anterioridad y sabe
que los principios clásicos de la sencillez, la belleza y la distinción
siguen siendo poderosos. La moda es un culto, la elegancia es una filo- \
sofía.
La moda se burla de la individualidad; la elegancia la proclama. No X7
olvides nunca que la moda, aunque con frecuencia resulte encantado­
ra, es también una especie de barrena ególatra y frívola. La elegancia es
.mimosa, generosa, dada a buscar tus mejores rasgos para que todo el
mundo los vea. La moda es provocadora; la elegancia apacigua. La
moda se alaba a sí misma; la elegancia aguarda los inevitables cumpli­
dos. «La moda se puede comprar — observaba Edna Woolman Chase
cu 1954 — . La elegancia se debe poseer.»
La moda intuye, por lo tanto sólo puede echarse faroles. La ele-
l'.iiK'ia sabe. La moda es impaciente y finalmente pasa. La elegancia es
invariable y aguarda el despertar de cada mujer, pues la auténtica ele-
l’.mcia nace del Espíritu.

I i'»
J
Pequeñas alegrías para marzo

Si no crecen en tu jardín, lleva a easa un ramo de ñarusos,


ahora fáciles de encontrar en las floristerías o los puestos de lidien
callejeros para que iluminen la mesa del comedor.
Efectúa un paseo primaveral, explora el jardín trasero o visita
un invernadero y consigue algunas ramas a punto de retoñar: cenv..,
manzano silvestre, abedul. Corta los extremos en diagonal y mételo
dentro de un amplio surtido de atractivos recipientes grandes ........
nes, botellas de colores, jarras de cerámica, incluso antiguas lai.is di
leche en polvo— , en los cuales habrás puesto agua tibia. ¡Utiliza la
imaginación! Coloca tus ramas en un sitio soleado y aguarda .1 q u e 1 1
primavera penetre dentro de casa.
Entra en un mercadillo. Paséate por los pasillos, le asombi.i
rás de lo que venden ahí. Compra algunos trapos de cocina p a s a d o s d>
moda para sustituir ésos tan gastados que tienes en la cocina, o o<n
rímel que te pones con un cepillo.
El 17 de marzo se celebra el Día de San Patricio, patrón di
Irlanda. Como dice la tradición, ponte algo verde. Prueba a horneai un
delicioso pan de agua irlandés y sírvelo con una cena consistente <n
carne mechada, repollo, patatas hervidas y zanahorias. Con ella si i ve n
caliente y cerveza fría. Para los que no beben alcohol, hay maravillosa*»
bebidas no alcohólicas que proporcionan el sabor de éste pero no pro
vocan sus efectos. Pon un disco de música irlandesa y bailad una //e,i
en el salón de casa. (¡Lo digo en serio!) En la confitería coinpt.i nn
pequeño tarro de caramelos en forma de trébol para tu escritorio.
'^ 5 El 21 de marzo celebra el equinoccio de primavera con una
cena consistente en tartaletas de salmón, espárragos frescos y patatas
nuevas.
Recoge algunas ramas de sauce aprovechando un p a s e o , o
cómpralas en la floristería, y haz una corona del tiempo para la p n e i t i
de la entrada. Consigue una base de alambre circular en una tiend i
especializada y trenza en ella unas cuantas ramas de sauce de las <|ii<
cuelguen candelillas, fijándolas con alambres de jardinería. Añádele un
lazo festivo con largas cintas para que ondulen al impulso de los vien
tos de marzo.
Recoge tus aserciones favoritas y grábalas con tu propia \o/
en el casete. Después de grabar la cinta, tiéndete sobre la cama, u< u.i
los ojos y reproduce la grabación utilizando los auriculares. Repítelo
varías veces a la semana. Es una herramienta muy elicaz paia la 11 ans
formación.
' < ti.nulo me invade la in s te /a el saboteador o cu lto — , ini
•I* lt n i I.....icopatica lavorita consiste en poner la banda original de
Iiim> i"i //'< 'w./e u n a y olí a ve/, hasta que soy capaz de levantarme del
«n» I " \ |n mei m e a bailar. Siempre que escucho a Whoopi Goldberg
f i l i o . ni »i 11 éxito d e Roy Orbison Yon G ot lt, oigo la voz de mi yo
ItlU ni n ■■ i-.» )',m a ñ i l ó m e que yo estoy allí dentro. Que no estoy sola.
i mm|.. I scuclu a ’l he Indigo Girls cantando P ow er o fT w o y
ni.......... ni" hablan de la enriquecedora relación que puedes cultivar
Mi" "i \" anieniico. I.s una música fantástica, capaz de curar a niveles
mui piolmidos.
« '.i iienes espacio, éste es el mes para empezar a sembrar semi-
II. dt lime*, \ plantas de interior. También es la época en que debes
iHHipi 'i pensamientos y primaveras. ¡El mes que viene ya no los en­
tuno ii r.t Junialos dentro de un cesto y deja que sus pequeños rostros
(nnlin. i|<io s ie animen.
• 1 i uliuna semana de marzo es el momento ideal para plantar
Mi m i i nal ni al de I'ascua. Encuentra una bonita cesta de Pascua color
|m i i I•o i il.t con guijarros (o con un forro de plástico desechable que
Mili o i onNO|',tm en los centros de jardinería) y añade tres dedos de
MI" •' |'-ua maceias. Salpica por encima de la tierra semillas de ballico
tlt i i '. miicnto i apido, luego cúbrelas con un dedo de tierra. Humedé-
i •11 Ini ii \ . ubre la cesta con una bolsa de papel marrón durante unos
Iii 111m i que las semillas germinen. Cuando brote la hierba, coloca la
Mol i iiiie m u ventana caliente y soleada y sigue regándola. En un par
tl»‘ ni m a n a s t e n d r á s una cesta con hierba natural. Pon un lazo en el asa
l 1111**i i u i m s i uantos huevos de Pascua decorados, así como un pe­
l l ín ............ i cj i i o d e peluche, y consigue de este modo un precioso cen-
lln ...... eial Puede ser un delicioso regalo de la anfitriona si esperas
......... . p.ua la comida de Pascua de Resurrección.
* I las empezado un baúl para el ajuar, a crear una caja para los
|i..... i. i i ' .i equipai el cajón de los remedios este mes? Si no has
Htipi nli i aun, ,1poi qué? Si el motivo es el dinero, selecciona un pla-
i vi \ •nipie/a poco a poco con un pequeño elemento simbólico. Lo
l*i........ Iial es inicial el propio cuidado de una manera tangible.
# , ' Inanias excursiones creativas has realizado este mes? Re-
i n ol i que <si as no te cuestan nada... Tan sólo la inversión de un poco
•I• i lt ñi po,
ABRIL

A b r il, e l á n g e l d e los m eses.


V it a S a c k v il l e -W e st

* T a l vez se debe a que en abril hay tanta luz deslumbrante;


tal vez a que la tierra parece más verde; tal vez a que abril es el
mes de la resurrección. ¿Es por esto que nos sentimos reani­
mados? En abril la temporada de las tinieblas disminuye a la
vez que crece la fuerza de la temporada de la luz. El jardín se
llena de color al florecer las primaveras, los pensamientos, las
violetas, los tulipanes y las lilas. Todas las flores, plantas y
ramas dan fe del poder de la autenticidad. Este mes, en el
camino diario hacia la alegría y el bienestar, continuamos cre­
ciendo airosamente, de forma creativa, gozosamente, y nos
convertimos en nuestro yo auténtico, nos damos cuenta de
nuestra propia belleza.
I D I1
, AKKIL

Disfrázate: potencia tu auténtico yo


mientras te diviertes
A p ren d e el arte de a b rir tu corazón y p o n e r en fu n cio n a ­
m ie n to tu creatividad. H a y una luz den tro de ti.

JUDITH JAMISON

J E 1 Día de los Santos Inocentes — que en Estados Unidos se celebra


el 1 de abril— es una fecha que durante siglos se ha asociado a la ale­
gría y la diversión. Es un día perfecto para que recordemos la impor­
tancia de alegrarse. Un gozoso sentido de la espontaneidad va unido al
espíritu. Piensa en el hermano que te hace reír, o en la amiga que te lla­
ma inesperadamente para ir a tomar un helado. ¿No te encanta estar
en compañía de estas personas? Las personas alegres poseen el don
especial, como nos dice la bailarina Judith Jamison, de poder abrir su
corazón a la vida y poner en funcionamiento su creatividad. Quizá sea
porque estas personas especiales continúan honrando al niño que lle­
van dentro. Podemos aprender gradualmente a nutrir este arte sagrado
del saber en el camino que hayamos elegido.
A los niños les gusta mucho disfrazarse. Piensa en la ilusión del
pequeño que se disfraza la víspera de Carnaval, o en la satisfacción de
la niña que explora el armario y el joyero de su madre una tarde de
lluvia. Hoy vamos a jugar a disfrazarnos también. Me encanta aban­
donarme a este pasatiempo durante la primavera y el otoño cuando
cambio el vestuario de temporada. Es divertido jugar a disfrazarse a
solas o en compañía de una cómplice, que puede ser tu hija o una ami­
ga íntima. (Has de saber de antemano que si se trata de tu hija, a
menudo te hará preguntas tales como «¿Todavía quieres esto?». Sí, lo
quieres.)
M ira con nuevos ojos tu vestuario reducido. Los pequeños cam­
bios pueden surtir un gran efecto en tu apariencia. Pruébate las cha­
quetas con faldas y pantalones diferentes, para ver si eres capaz de crear
combinaciones nuevas. Trata de conjuntar una chaqueta de crepé
hecha a medida, ceñida, con una falda de volantes. En vez de llevar
siempre la blusa de seda estampada de color burdeos que compraste
para ponértela con el traje azul marino, prueba con una blusa de algo­
dón blanca con cuello de encaje y puños grandes. Si normalmente lle-
\ i\u el cuello de l.i I >ll i s.i abieito, abróchatelo con un .illilei bonito.
I In.) ¡iluden nueva? poi qué no? A lioi .1 péinale el pelo hacia atrás
para ver co m o t e sientan unos pendientes, tic ha un vistazo a tus zapa­
to’. ,1 levas siempre zapatos de medio tacón con tus trajes? ¿Qué te
Iuie('e cambiarlos por unas sandalias de ante con tacón alto? Combina
I" <|tie tengas. Y diviértete al hacerlo. Piensa como pensaría una niña
ili siete años. Sé atrevida. Gail Sheehy nos dice que «las delicias de y
. 1' ,, ubi u se a sí misma siempre están a nuestra disposición». El Día de
!•>s Inocentes es perfecto para grabar esta máxima en nuestro corazón.

2 DE ABRIL

La gracia: el secreto del estilo personal


E l a lm a d eb ería estar siem pre en treabierta, dispuesta a d ar
la b ien v en id a a la experiencia extática.
E m ily D ic k in s o n

L # a s francesas son famosas por su gracia. Pero la princesa Diana, que


muestra predilección por los trajes de colores vivos y los sombreros
elegantísimos, sin duda posee gracia. Y también la tiene Diane Keaton,
que enseñó a las mujeres las maravillas de las prendas masculinas en su
película Annie H all en 1977 . Un siglo antes, Emily Dickinson demos­
tró poseer la misma cualidad al preferir vestirse completamente de
blanco durante todo el año en una época en que la mayoría de las
mujeres llevaba prendas de colores oscuros, sombríos. Quizá miss
Dickinson sabía que expresar su gracia por medio del atuendo podía
provocar la experiencia extática que con tanto fervor andaba buscando
y recomendando también a los demás.
La gracia es la capacidad o el talento especial para hacer algo con
estilo, desde crear un modelo fabuloso para vestirse hasta escribir un >
pareado exquisito. La gracia entra en nuestra vida cuando finalmente
confiamos en nuestros instintos. Cuando nos arriesgamos y vemos
que valía la pena arriesgarnos. La gracia es pasión. Es también el secre­
to del estilo personal. La gracia es energía creativa concentrada, una
sensación de vitalidad o entusiasmo.
¿Y cómo aprendemos a potenciar y pulir esta cualidad? Prestando
atención a los detalles. Aceptando lo que cada día trata de enseñarnos
acerca de nuestra autenticidad. Permaneciendo constantemente con el
ojo avizor por si se produce la experiencia extática: lo que nos excita o
nos conmueve hasta hacernos llorar, lo que hace que la sangre se nos
suba a la cabeza, que el corazón dé un brinco, que nos tiemblen las
rodillas y que el alma suspire. La escritora Jocasta Innes nos insta a
recordar: «Un tenderete en el mercado, una bonita alfombra de Buja-
ra, un fragmento de bordado chino... en casi todas partes se encuentra
alimento para la vista.»

3 DE ABRIL

Vidas secretas: escuchar a nuestros


seres imaginarios
D en tro d e m í m ism a h ay un lugar d on d e v iv o com pleta­
m en te sola y a llí es d on d e ren u evas tus m an an tiales qu e
nunca se secan.
P earl B u c k

^ ^ ^ u é vas a ser cuando seas mayor? Hoy vamos a pensar en unos ca­
minos por los que todavía no has transitado: los caminos de nuestro
yo imaginario y secreto. Cada una de nosotras lleva muchas vidas por
delegación y a menudo simultáneamente. Si reconocemos nuestra vida
secreta y conectamos con la sabiduría de nuestro alter ego imaginario,
podemos obtener consejos que nos ayudarán a potenciar nuestro sen­
tido propio y personal del estilo.
Si tuvieras otras diez vidas que vivir, ¿qué harías? Cada vez que
escucho a Mary Chapin Carpenter, soy cantautora country. Cuando
leo al monje místico Thomas Merton, soy una monja entregada a la
contemplación.
Quizá desearías ser pinchadiscos en la radio, escaladora, composi
tora para Broadway, cineasta, novelista romántica, neurociruj.uu,
columnista, psicóloga, horticultor.!, vcterin.ui.i liolisii» .1 o all.irer.i. ^ a
comprendes lo que quiero decir. A si que lo piim ero que debes haeei
es adivinar quién serías si no hieras ni I sci 11»*• en un papel l.i lista ile
tus yoes secretos. ¿Cómo viven? ¿Cómo visten? ¿Qué puedes hacer
para introducir en tu existencia cotidiana un poco de la magia de tus
vidas imaginarias? Sostén una conversación con tu yo auténtico, a ver
qué sale de ella. Por ejemlo, adoro el estilo colorido de las actuales
cantantes country. Me atrae su extravagancia exuberante aun cuando
mi inclinación natural como comunicadora es más comedida. ¿Cómo
se compagina la fantasía con la realidad y se introduce más animación
en mi vida? Tal vez es tan sencillo como darme cuenta de que real­
mente me encantaría llevar botas vaqueras de cuero rojo. Como esta
fantasía se repite una y otra vez, estoy ahorrando y buscando dichas
botas. Cuando las encuentre (a la venta, naturalmente), me las pondré
con un traje que combine.
Hoy mira dentro de ti y diviértete. Puede que las botas vaqueras
de color rojo no estén hechas para ti. Pero uno de tus yoes secretos
podría revelar algún deseo apasionado. Tus vidas imaginarias secre­
tas están llenas de sorpresas. Debes estar preparada para recoger sus
secretos sobre tu estilo personal.

4 DE ABRIL

Un arte elegante:
aprender que menos es más
A m i m o d o d e ver, la elegan cia no consiste en p a sa r desa­
p ercibid o, sino en llegar a l alm a m ism a d e lo qu e uno es.
C h r is t ia n L a c r o ix

IN ^tuchas personas piensan que Ludwig Mies van der Rohe, uno de
los fundadores del movimiento arquitectónico moderno, fue el prime­
ro en declarar que «menos es más». Curiosamente, el primero fue el
poeta inglés Robert Browning en 18 55 . Pero lo que es aplicable a la
arquitectura y a la poesía lo es también al estilo personal.
I a elegancia es el arte de la moderación. Las mujeres ricas y famo­
sas que destacan por su elegante sentido del estilo prefieren la senci­
llez: trajes cómodos y de buen corte, de colores neutros para el día;
vestidos sencillos y elegantes para la noche; complementos de buen
tono 11tu* nunca resulten Abrumadores pero qur den sicmpie I.i nm i
y/ apropiada. Lo que hace que una mu¡ei elegante distinga de la mulii
tud es su discreta seguridad en sí misma; sabe que lo di)',no ile at. n. n>n
es ella misma y no un brazo cargado con brazaletes de <»u».
Aunque el dinero es una ayuda, la mayoría de las mujeres d.i p..i
sentado que es esencial para conseguir un estilo elegante. Alotiunada
mente no es así. La incomparable Coco Chanel nos ascgm.i (|ue 11
elegancia no consiste en ponerse un vestido nuevo». I .1 clcgam i.i en <I
estilo personal exige sólo que una mujer se especialice en lo 1 l.r.n «»: I.i
comodidad, el color, la forma, la tela, el valor y la idoneidad. Sei ele
gante significa que el atuendo nunca eclipsa a la mujer que lo II \.1
sino que permite que su luz interior brille. En la moda, como en la
n vida, el conocimiento es como el dinero: necesitas menos cuando m.is
sabes. He aquí una lección fundamental que toda mujer puede .ipieu
der si se lo propone.
Quizás el alma de la elegancia es un estado mental de cih auto «I•
las cosas simples. De hecho, Diana Vreeland creía que «la mu» .1 . le
gancia real está en la mente; si la tienes, el resto surge con natm.ilidad
de ella».

5 DE ABRIL

¿A quién admiras?
In d u d a b lem en te , nos convertim os en lo q u e visualizam os.
C laudf M. Rristoi

- A l quién admiras? Si me dices a quién admiras, probablem ente po


dría decirte muchas cosas sobre tus esperanzas, tu s sueños y m «-. 111. *
personal... y eso que no soy psicóloga. En cierta ocasion, I illi.in I I. II
man comentó que «las personas cambian y se o l v i d a n de de. ir,. I..
unas a otras». Muy a menudo, sin embargo, lo «que cambia es el m
interior a la velocidad de la luz. Puede que surjan p r o b l e m a s cuand-.
tu yo auténtico y tu yo consciente no se intercomuniquen to n i e s p < .
to a tu nuevo rumbo. Y probablemente 110 se con m u irá n si 111 im un
lizas un instrumento de introspección como es e l dialogo diario, . I
diario de descubrimientos ilustrado o la m e d ita c ió n . N o es . n un.
i. ni i . 11 mi uikIh l.i y desorientada. Pero no dejes qiit- el p.mw o
»»> ,»I••u11ic (|< ti I '.lo es una sana señal de crecimiento.
I .p11. .ue. I Jurante varios años, después de publicarse mi pri-
iM» i lil <i 11, i >i \. nit e seminarios y di conferencias. Por ser la autora de
j i

mi lil ......... I>ie Lis tradiciones familiares de la época victoriana, la gen-


I» i p. i.ilu i pie mi apariencia se correspondiera con ello, y yo no la
di 11 ..........aba. No obstante, una vez hube empezado mi andadura por
t i i iiiiiiin diario hacia la alegría y el bienestar, y a llevar también un
11•imi i di descubrimientos ilustrado, comencé a fijarme en que mis
. i i internan muchas fotografías de Lauren Hutton, que estaba
j'iliiili>\a ion su estilo sencillo, elegante y en modo alguno recarga-
dii I ii at|uella época yo llevaba prendas floreadas, románticas, con
iMH. Ii.e, llonturas, y una melena larga y rizada. Poco apoco empecé a
........un incomoda en mi propio cuerpo la mayor parte del tiempo,
i oí iio m lucra un íantasma que no pudiera avanzar. Sin ser consciente,
l>do i empezado a cambiar por dentro, a apartarme de lo que los demás
|4p> i aban de mí al tiempo que me acercaba a mi verdadera identidad
Iimpía l'ero no tuve conciencia de ello hasta que la sencillez comenzó
i oji u e* ei visualmcnte en mi diario. Nuestros seres auténticos nos avi-
........... .. por medio de indicios sutiles, tales como las imá-
iu m , de peí sonas a las que admiramos. Pero la autenticidad raramente
me. habla a gritos; prefiere los susurros.
i ,)ui/as hoy te gustaría buscar inspiración y pensar en la posibilidad
•I, h o ina i un circulo de espíritus afines, es decir, mujeres cuyo sentido
I- i tonal del estilo despierte tu admiración. Recorta fotografías en las
i|in a vea su forma de vestir, de peinarse, de maquillarse, y toma nota
•I• . lio en tu diario de descubrimientos, del mismo modo que un ex-
ploiadoi anota los cambios que se producen durante el viaje.
I )e momento, no te preocupes por la imitación. Además de ser la
!i .i ni i ile adulación más sincera, si empiezas a confiar en tus instintos
i. mpi e sei as fiel a tu propio estilo. Piensa sencillamente que las muje-
II 'i a las que admiras son tus tutoras personales. Tú no tratas de con-
........te en ellas, sino de convertirte en tu yo auténtico. Transcurridos
iiii pai de meses, comprueba si hay señales de una pauta agradable y
n veladora que te inspira para convertirte en la mujer magnífica que
i 11 . poi dent ro.
Elegancia clásica 101: el color
E l acfcorn o nunca es n ad a salvo un reflejo del yo.

Coco C h a n e l

C
V —/uando vivía en Londres a principios de los setenta y escribía
sobre mod ^ 5 J0 primero que aprendí fue a hablar del color. Esto se
debía a qu<^ durante una temporada los colores preferidos eran los
«neones», t^ }es como el rosa intenso y el verde limón y durante la
temporada siguiente los «tonos tierra», por ejemplo el púrpura tiran­
do a negro y e\ amarillo dorado. De modo que si te gastabas una
pequeña fortu na para seguir la moda, en tu vestuario no había nunca
nada que c o ^ b i ^ s e
En los d ^ sfiles moda que tenían lugar en Europa había dos gru­
pos de m ujeres separados por la pasarela: las que trabajaban en la
industria de ¡a moda o informaban sobre ella y las que dicha industria
trataba de CQ)nqUistar< L as primeras vestían denegro, las segundas eran
mujeres nca,s qUe llevaban vestidos de colores clásicos. La moraleja
que cabía sac^ar ello era qUe los colores efímeros que se exhibían en
la pasarela, <jen Jos escaparates de las tiendas y en las páginas de las
revistas de rrlocla podían resultar deslumbrantes, pero las mujeres adi­
neradas sabí^n qUe e} estilo confía en lo clásico.
Si has ertnpeza¿ 0 a replantearte tu vestuario y tu estilo personal,
piensa en el ^papel que el color desempeña en tu vida. Para crearte un
vestuario du;*-acler0j invierte en colores clásicos como elementos fun­
damentales: ínegro, blanco, azul marino, gris, beige, pelo de camello,
canela, caqui^ marfil, y los «rojos», incluidos el rojo burdeos y el ber­
mejo. Esta p ale ta contiene literalmente un centenar de tonalidades
entre las que puedes escoger. Los colores clásicos no limitan, sino que
liberan. Puedes usar el color para cultivar y coordinar una apariencia
elegante con confianza. Esto significa que la espléndida chaqueta de
color clásico q Ue te compras este año puedes llevarla con una falda del
año pasado o Con unos pantalones el año que viene, y así sucesivamen
te. Con los Ci0 lores clásicos tu vestuario crece gradualmente y nunc.i
pasa de mod^. Complementa luego m estilo personal con los colores
que más te gusten y mejor te sienten.
¿ C ó m o so» encuentran los colotes que m.ísy ntcjoi nos í.worccen?
I mebate ilisl nitos colores del.inte del espejo, A lod.r. nos I.m u e r e n
más unos que otros, según sea el color de nuestro cutis. Durante los
años ochenta, descubrir los colores que mejor te sentaban se convirtió
en una industria floreciente. En la actualidad, abundan los libros que
enseñan a encontrar los colores que favorecen y muchos cursos para
adultos incluyen clases didácticas de cómo seleccionar los colores que
mejor sientan a una persona.
Finalmente, no menosprecies nunca el poder del amor. Fíace años
me enamoré apasionadamente de un pañuelo de seda negro con bellas
cerezas rojas, peras de color dorado intenso y hojas de color verde
oscuro. Era tan bonito, que mi corazón se disparaba al verlo. Aunque
tuve que escatimar en otras cosas durante un mes, me compré aquel
pañuelo que pasó a ser una paleta de colores personal que nunca ha
dejado de complacerme. Confía en tus instintos y cada vez que te
mires en el espejo, te verás recompensada con la visión de tu yo autén­
tico.

7 DE ABRIL

El color da vida
U tilizan do el color, p o r e l p recio de un b o te d e pintura, las
p erson as p u ed en expresar su p rop io estilo y su in dividu ali­
dad. P ero, a l igual q u e en el caso d el estilo, h ay q u e experi­
m en tar p a r a ad qu irir el don d e escoger los colores. Si no te
atrev es a experim entar, estás con d en ad a a la insulsez.
S h ir l e y C o n r a n

IN ^ li primera experiencia visceral de cómo el color podía cambiar mi


vida tuvo lugar durante la adolescencia. Nos habíamos mudado de
Nueva York a una pequeña ciudad de Massachusetts y mis padres
habían comprado una bonita casa de estilo colonial construida
en 17 89 . La casa se hallaba un poco apartada de una de las calles prin­
cipales y estaba rodeada por un muro de piedra. El exterior estaba
revestido con tablas de chilla pintadas de blanco y tenía las tradiciona­
les contraventanas negras, al igual que muchas de las casas vecinas. Al
poco de instalarnos en ella, mi madre pintó la sala de estar de color
i<>)«> vibrante. Era mucho antes de que el color rojo se pusiera de
moda y mi cerebro de adolescente no comprendía por qué mi madre
había escogido aquel color. Tampoco lo comprendían nuestros nue­
vos vecinos. Pero desde la calle, al ver la sala de estar de color rojo a
través de las ventanas enmarcadas de blanco y negro por el exterior, se
te cortaba la respiración, de tan bello como era su efecto. Antes de
pintar la sala, mi madre no consultó con la familia. Se limitó a seguir
sus instintos y el resultado fue maravilloso, lo cual es frecuente cuan­
do buscamos y encontramos nuestra autenticidad. Aunque no me ha­
bía hecho gracia mudarme de ciudad, siempre esperaba con ilusión el
momento de entrar por la puerta principal de nuestro nuevo domici­
lio. La habitación roja transformó mi actitud.
Hoy, sin embargo, las paredes de mi salita no están pintadas de
rojo. Son de un amarillo subido, soleado, como el comedor de Claude
Monet en Giverny, el hogar del pintor durante la segunda mitad de su
vida. Por las ventanas de la salita no entra mucha luz y yo quería un
color que nos animara, especialmente durante el invierno. Pero nunca
me di cuenta de lo feliz que podía sentirme rodeada de amarillo hasta
que un día, hace varios años, visité una tienda de accesorios para la
decoración en la que nunca había estado. Las paredes del estableci­
miento estaban pintadas de un amarillo fabuloso ribeteado de verde
oscuro. Tenía la sensación de encontrarme en un hermoso jardín en
vez de en un comercio de la ciudad. Me encantó tanto el. color, que
pedí detalles e inmediatamente fui a buscar muestras de pintura. Mi
entusiasmo contagió a mi marido y ahora a toda la familia le encanta
nuestra salita amarilla.
Los colores de las prendas que llevas no tienen que ser los mismos
colores con los que vives. Me encanta llevar prendas rojas y negras,
que son colores fuertes, creativos y dramáticos, pero para sentirme
cómoda y alegre necesito vivir rodeada de colores suaves. En tu yo
auténtico hay tantas facetas como en un bello diamante y puedes usar
el color para expresar tus numerosos estados anímicos.
Piensa hoy en los colores que te encantan. ¿Te rodean o los llevas
puestos? Si no es así,¿por qué no? Busca más formas de animarte con
el color esta primavera. Son demasiadas las personas que no se atre­
ven a experimentar con el color. Visita una tienda de pinturas esta
semana y echa un vistazo al muestrario de colores. ¿Qué colores le
dicen algo a tu alma? Llévate algunas muestras. Ve después a una
tienda de tejidos y busca un dibujo que te llame la atención. Com ­
pra un metro, más o menos. Pon la tela sobre un sofá o clávala en la
pared. Vive con esc color durante un mes, luej»o confecciona una
almohada con la tela y pinta una habitación o un mueble con m nue
vo color. Pon más colorido en tu mesa de ti.ibajo poi medio de obje
tos tic colores diversos: cárpelas, i lips, blm <n e t e i a ( liando vayas
a comer al campo, llévate servilletas de papel de distintos colores.
Coloca la fruta en un frutero de cerámica alegre en tu cocina y de esta
manera podrás ver el vibrante espectro cromático de la naturaleza.
La próxima vez que visites una galería de arte, compra unas cuan­
tas postales artísticas y clávalas en un tablero de anuncios o pégalas
en la nevera, pon algunas encima de la mesa de trabajo y envía otras
a tus amistades. Déjate llevar por los impulsos en relación con el
color.
El crítico de arte inglés, John Ruskin, creía que «las mentes más
puras y más reflexivas son las que más aman el color». Haz que tu
amor al color exprese los numerosos matices y tonalidades de tu yo
auténtico y vibrante.

8 DE ABRIL

Más brío que dinero


E l bu en gusto no d eb ería costar más.
M ic k y D r e x l e r

Im ag in a que tu yo auténtico dice que le gustaría llevar una carísima


chaqueta de cachemir del diseñador Giorgio Armani y que lo único
que te permite tu presupuesto es lo que está de oferta en la tienda de
ropa deportiva Gap. ¿Cómo compaginas el gusto exquisito con el
poco dinero? Micky Drexler, presidente del Gap, opina que no hay
necesidad de hacerlo, y yo estoy de acuerdo con él. Pero a menudo,
especialmente cuando caminamos por el encanto de la vida simple,
necesitamos afrontar el hecho de que nuestras apetencias materiales no
van acordes con nuestra cartera. Entonces se plantea un dilema delica­
do si te has comprometido, emocional e intelectualmente, con tu cre­
cimiento espiritual.
Una de las enseñanzas más impopulares de Jesús dice que no debe­
mos preocuparnos por el atuendo. (¿Te acuerdas de los lirios del cam­
po, (|iii' no se- fatigan ni hilan?) Pero, por supuesto, sí nos preocupa­
mos por el vestir. Jesús enseñó a sus seguidores que primero debían
busc.u una 1ucnte de poder y comprensión dentro de sí mismos y que
luty.o iodo lo demás encajaría. O , como dice Marianne Williamson,
«buscad primero el Reino de los (líelos v el Masetali llegaiá cuando
tenga que llegar».
Y también llegará la chaqueta de Armani. Mientras tanto, celia
mano de tu creatividad, que es un don que otorga el Espíritu. Quiza la
frustración que te produce no poder comprar lo que quieres sera el
catalizador que te impulsará a tomar clases de costura y, con el tiempo,
a diseñar tus propios vestidos. Quizás aprenderás a ser una comprado
ra educada, culta y llena de sentido común. Nos dicen que busquemos
y que encontraremos, ya se trate de un traje o de nuestra espiritualidad.
Cuando hayamos buscado en nuestro interior el don especial que olor
ga el Espíritu, nuestros deseos materiales disminuirán, sea por medio
de la costura o de la búsqueda con sensatez. Nuestra alma sé desnuda
para nosotras más que nuestra mente consciente.

9 DE ABRIL

Lujos asequibles
N o es n ecesario qu e e l lujo ten ga precio... la co m o d id a d
m ism a es un lujo.
G eo ffrey B eene

A 1 oír hablar del camino diario hacia la alegría y el bienestar, algu­


nas mujeres creen erróneamente que este camino forma parte del
movimiento a favor de la frugalidad, ese movimiento nuevo del que
tanto se habla. Esto no es verdad porque el movimiento a favor de la
frugalidad de los años noventa se basa en el miedo y el miedo repele a
la abundancia en vez de atraerla. En lugar de sabiduría práctica co­
mo la que reflejan dichos como «un penique que se ahorra es un peni­
que que se gana», nos exhortan tacañamente a transformar trapos vie­
jos en disfraces para la víspera de Todos los Santos.
El encanto de la vida simple no significa privarse de cosas, l ampo
co significa gastar más de lo que puedes permitirte con el iin de encon
trarte mejor. En mi caso, el encanto de la vida simple se ha convertido
en una meditación diaria sobre la comodidad verdadera v el gozo de la
moderación, así como una manera de aprendei a ser receptivo a la
bondad de la vida real.

no
1.1 l Jnivorso no es tacaíio. Somos nosotras las tacañas. Algunas teñe
mos nn alma muy cicatera. Q uizá no en lo que se refiere a la forma de
n ai ai a los demás a la familia, los amigos y a otros menos afortuna­
dos —, sino a la manera de tratarnos a nosotras mismas. Sin embargo,
¿cómo puede el Espíritu darnos más si cerramos con fuerza los puños,
el corazón y la mente? El camino diario hacia la alegría y el bienestar
significa aprender finalmente a liberarnos de los sentimientos de pobre-
za y carencia y sustituirlos por sentimientos de prosperidad y riqueza.
U 11a de las formas de experimentar mayor riqueza en la vida coti- »
diana consiste en mimarnos a nosotros mismas con lujos asequibles.
Comprar leña por el placer de sentarnos ante un buen fuego durante
todo el invierno es uno de ellos. Echar crema batida auténtica y cho­
colate rayado en una taza y tomárnosla delante del fuego, es otro.
Transforma un placer sencillo en una satisfacción total. Los lujos ase­
quibles despiertan nuestra conciencia a la abundancia que tenemos a
nuestra disposición una vez que por fin «la obtenemos».
Muchas personas piensan que la sencillez y el lujo no hacen buenas
migas. Los shakers — miembros americanos de la Iglesia milenarista—
llevaban una vida austera, pero, también apreciaban el sublime lujo de
comer bien y reconocían la importancia de cocinar con los ingredien­
tes más frescos, así como servirse con imaginación de especias y hier­
bas un siglo antes de la Nouvelle Cuisine. En 1886 una persona que
comió con los shakers declaró que la comida había sido «digna de
Delinonico’s», el famoso restaurante de Nueva York frecuentado por
un público selecto.
Cuando pienses en nutrir tu estilo personal piensa en lujos asequi- v '
bles. ¿Qué placeres sencillos podrían hacer que te sintieras mejor?
Quizá llevar calcetines de cachemir mientras ahorras para comprarte
un suéter del mismo tejido; quizá permitirte el placer embriagador de
usar tu combinación de perfumes preferida: perfume, talco para el
cuerpo y loción; el contacto sensual de las prendas interiores de seda
y de un pijama de algodón puro con la piel; comprarte un bonito bol­
so de cuero que combine con todo; cambiar los pañuelos de papel por
los de lino blanco; hacerte arreglar el pelo entre una visita regular a la
peluquería y la siguiente; hacerte la manicura semanalmente para esti­
mular el crecimiento de las uñas; sustituir los botones de plástico bara-
tos por otros más bonitos; disfrutar de un masaje facial o corporal;
lucir joyas «para ocasiones especiales» en un día normal y corriente.
I )eclara hoy al Universo que estás preparada para recibir toda la
abundancia que el Universo, pacientemente, espera darnos. Cada uno
de los días nos ofrece la posibilidad de ser una ocasión especial si po­
demos sencillamente aprender que además de dar, es una bendición re­
cibir con gracia y con un corazón agradecido.
10 l)li AKkll

Dar el pego: el placer de comprar


objetos de ocasión
L a b ellez a d epen de p o r com pleto de los ojos d el observador.
M argaret W o lfe H u n g er fo r d

J ennie Jerome Churchill, la famosa belleza norteamericana y madre


del primer ministro británico sir Winston Churchill, creía que «la fru­
galidad y la aventura raramente van unidas». Por desgracia, la pobre
Jennie, cuyos extravagantes gustos la tenían constantemente preocu­
pada por el dinero, no sabía dónde comprar.
Hablemos hoy de la alegría inmensa que produce el reciclaje. Sin
embargo, no me refiero a reciclar botellas y latas, sino al suéter de lana
blanca de oveja de Liz Clairborne que será tuyo por poco dinero y
con una visita a la tintorería. O al precioso bolso de cuero auténtico
Gucci que compraste por un precio tan bajo que fue casi como si lo
robaras. O la chaqueta negra Yves Saint Laurent que te vendieron casi
regalada. Hay numerosas gangas esperándote en las tiendas de oca­
sión, en los comercios de venta en depósito y en las «boutiques» espe­
cializadas en trajes de época.
Toda mujer sensata necesita tener a su disposición centros de reci­
claje dignos de confianza. Los hay de tres clases diferentes. En primer
lugar, existen las tiendas de ocasión, como las de Goodwill o las del
Ejército de Salvación. Como en ellas venden mercancías donadas, nun­
ca puedes averiguar la calidad de las mismas pero siempre vale la pena
echar un vistazo. Las tiendas de venta de segunda mano difieren de las
primeras porque son las mujeres ricas que aspiran a seguir la moda
las que venden discretamente las prendas de las que se enamoraron la
temporada anterior. En ellas es donde encuentras ropa de diseño
y complementos por una fracción de su precio original. En las «bouti­
ques» de época tienen prendas clásicas de decenios anteriores, desde
enaguas de algodón de la época victoriana hasta pantalones de pa­
ño asargado tipo Carole Lombard de los años treinta. Te recomiendo
que vayas subiendo poco a poco hasta esta clase de «boutiques». Com­
prar en ellas puede resultar embriagador, como beber oporto a media
tarde.
Para tener éxito en el arte de comprar en este tipo de comercios,
donde eneiu*niras lo lures.ii ¡o para dar el pego, convieitVr seguii linas
cuantas reglas. I•n primei lugar, iienes que encontrarte en un estado de
.inimo apropiado: no vayas cuando te sientas cansada o estés en ten­
sión. A estos comercios no se puede ir con prisas. Hay que tomarse
lodo el tiempo necesario y tener mucho ojo. Ve sola y de este modo la
experiencia tendrá carácter meditativo. No entres en una de estas tien­
das pensando que vas a encontrar tal o cual cosa. En vez de ello, adop­
ta una actitud expectante y feliz, como si estuvieras buscando un teso­
ro. Cuando entro en una tienda de éstas me digo a mí misma: «La
abundancia divina es mi única realidad y la abundancia divina se me
manifiesta ricamente por medio de la ropa perfecta a un precio perfec­
to.» Y siempre es verdad. Finalmente, estos establecimientos deben
visitarse con regularidad, ya que reciben género constantemente. El
jersey de cachemir negro que hay en tu lista tal vez lo tengan el próxi­
mo martes.
Esta semana puedes entregarte a un nuevo placer: la frugalidad.
Encontrar juntas la frugalidad y la aventura es un placer que justifica
la búsqueda.

11 DE ABRIL

Los últimos toques:


el arte de los complementos
Q u izá dem asiad o de todo sea tan m alo com o dem asiad o
poco.
E d n a F erber

f l liz a b e t h Taylor hace resaltar su estilo personal con joyas que no


tienen precio; Anjelica Huston prefiere lucir muchos brazaletes de oro
en el brazo; Anna Wintour, la directora de la revista Vogue, nunca se
deja ver sin sus atractivas gafas oscuras, incluso en interiores. Su pre-
decesora, Diana Vreeland, opinaba que el primer complemento de una
mujer debía ser un par de zapatos perfectos de cuero negro que com­
binasen con todo, pero la exquisita Coco Chanel era partidaria del
perfume, el «complemento invisible pero inolvidable».
A veces las mujeres se muestran ambivalente-, en relación con el
atuendo, pero a menudo tienen un apego apasionado a sus comple
mentos: el alfiler de oro con tus iniciales que tu mejor amiga te regaló
para tu cumpleaños, las medias negras opacas Donna Karan con las
que te sientes tan elegante, el collar de plata que compraste durante
aquel fabuloso viaje a Santa Fe, el pañuelo de seda de color azul fuerte
que tu hermana trajo de París, el bolso de paja de Nairobi que sirve de
baúl para el ajuar.
Los complementos son los objetos de nuestra autenticidad. Pue­
den tener valor sentimental, seguir las oscilaciones de nuestro estado
anímico, darnos sensación de seguridad, hacer que resplandezca nues­
tra personalidad, o sabotear nuestros mejores esfuerzos. Debido a la
emoción de que los revestimos, en muchos sentidos nuestros comple­
mentos personales son todavía más importantes que las prendas: son
los últimos toques, los toques que nos definen. Muchos diseñadores
famosos como Bill Blass piensan que las mujeres exageran con los
complementos. No estoy de acuerdo. Pienso que muchas nos refrena­
mos cuando llega el momento de escoger complementos y nos ajusta­
mos a lo que nos parece aceptable o seguro. Nos sentimos más cómo­
das cuando no nos salimos de los límites.
Pero cuando una mujer deja que el Espíritu la guíe mientras inten­
ta descubrir y nutrir su estilo auténtico, los complementos pueden
ayudarla a correr esos riesgos pequeños tan importantes para incre­
mentar la confianza en sí misma. Combinados de formas inesperadas,
la ropa y los complementos pueden dar poder. Piensa en lo lejos que
llegó Dorothy Gale con su vestido de guinga de cuadros azules y sus
zapatillas de color rubí. La elección de zapatos, medias, cinturones,
pañuelos, joyas, sombreros, guantes, bolsos y perfumes puede tener
mucha importancia para ayudarte a presentarte al mundo tal y como
eres realmente mientras vas desentrañando este misterio tú misma.
Recuerda simplemente que los complementos, al igual que tu vestua­
rio, deben destilar la esencia más pura de tu estilo personal. Si no te
gusta tal o cual complemento, es mejor que no lo lleves.
Finalmente, no olvides nunca que los complementos más esencia­
les, los complementos de los que ninguna mujer puede permitirse
prescindir, proceden de dentro. Un corazón generoso, una sonrisa
espontánea y unos ojos que relucen de gozo pueden formar parte de la
apariencia característica de cualquier mujer una vez ésta se haya perca­
tado de su belleza auténtica.
Aprender a amar y honrar tu cuerpo
l'l cuerpo es una p ren d a sagrada. Es tu p rim era y últim a
p ren d a; es lo qu e llevas cu an do entras en la v id a y cuando
sales d e ella, y d eberías tratarlo con honor.
M arth a G raham

Q u é es más importante: aprender a amar nuestro cuerpo o poseer


una imagen positiva del mismo? Las dos cosas tienen la misma
importancia. Si no tienes una imagen positiva del cuerpo — y la
mayoría de nosotras no la tenemos— , aprender a amar tu cuerpo
puede ayudarte a formarla. Gloria Steinem nos asegura que «si eres
capaz de aprender a que te guste tu apariencia, en vez de lo que tú
piensas que es tu apariencia, te sentirás liberada».
Ha llegado el momento de ser conscientes de que hasta que empe­
cemos a incrementar nuestro amor propio amándonos a nosotras mis­
mas a pequeña escala, no podremos empezar a cambiar para mejorar a
gran escala. Debemos empezar optando por romper el ciclo autodes-
tructivo de expectativas poco realistas, especialmente las nuestras.
A partir de hoy, evita el ideal de la belleza que tiene el mundo, ya
que es un ideal que cambia constantemente. Cleopatra suspiraba por
tener várices.. Las bellezas medievales se ponían almohadillas en el vien­
tre. No esperes hasta que el mundo celebre tu existencia. Créate una
posición propia en él. Presta atención a lo que es grande y olvídate de
lo que no lo es. Deléitate en tu propio reflejo. En vez de obsesionarte /
por un cuerpo que nunca tendrás sin un preparador personal, empieza
a descubrir cómo puedes sentirte mejor viviendo en el cuerpo que ya
tienes.
Aprende por ti misma el poder transformador de la crianza en
comparación con la naturaleza, nutre tu cuerpo con comida sana y
agua pura. Come despacio y acuérdate de respirar antes de cada boca­
do. Al respirar, expulsa la tensión y la negatividad y absorbe oxígeno
y energía positiva. Descubre de nuevo lo maravilloso que es sencilla­
mente moverse: desperezarse, bailar, pasear, correr, saltar, jugar, abra­
zar. Mima tu cuerpo poniéndote prendas cómodas, en momentos de
tranquilidad y con rituales que induzcan al sosiego.
I .i relación de una mujer con su cuerpo es la más importante que
tendrá en l.i vida. Más importante que el marido, un amante, los hijos,
los amigos, los eonoi idos, No se n . u . i d e egoísmo, sino d e u n I u * i lio
nos dice Diana k. Roesch, c*spc*t’i.ilisi.i cu salud y buena Corma Iisi
ca— . El cuerpo es literalmente nuestro vehículo para ser (para dar,
para amar, para moverse, para sentir) y si no Cunciona, es casi seguro
que en nuestra vida nada más funcionará tampoco.»
Hoy, en vez de odiar a tu cuerpo, haz las paces con él. Ama y hon
ra conscientemente la prenda sagrada que el Espíritu te dio para el
tránsito por esta vida.

13 D E ABRIL

La mejor de las dietas


E l a m o r prop io es el único p roced im ien to p a r a a d elg a z a r
q u e realm en te da bu en resultado a la larga.
J e n n y C r a ig

E n un principio comer tenía que ser uno de los sublimes placeres


simples de la vida. Pero luego Eva le dio un mordisco a la manzana (de
ahí la teoría sobre ingerir pocas calorías, poca grasa y mucha fibra) y
desde entonces las mujeres han estado en guerra con la comida.
Pero los alimentos no son nuestros enemigos. Si estamos vivos,
tiene que gustarnos comer. Los alimentos son la fuente del combusti­
ble vital que nuestro cuerpo convierte en energía con el fin de sobrevi­
vir. Si no queremos comer, como ocurre cuando padecemos anorexia
o alguna otra enfermedad, es señal de que algo anda muy mal en noso­
tras. No luches contra tu apetito. En vez de ello, respétalo y responde
a él con alimentos nutritivos que agraden a todos tus sentidos: no sólo
al gusto, sino también a la vista y al olfato. Pero a la mayoría de las
mujeres les asusta confiar en que el cuerpo les diga lo que necesitan.
Nos da miedo creer que si tiramos a la papelera todas nuestras dietas y
comemos cuando tenemos hambre, no pararemos de comer y acabare­
mos figurando en el Libro Guinness de los Récords.
Sin embargo, parece que cuanta más hambre nos obligamos a pa­
sar, mayor acaba siendo el aumento de peso, con el consecuente des­
precio hacia nosotras mismas. Esta verdad dolorosa la conoce cual­
quier mujer que haya seguido más de una dieta en su vida. La única
mnnei,i d r ponci lin .1 osle lamentable 1 ii lo consisto en olvidarse de las
■líelas \ m i l i / . 11 el sentido común.* orne cuando lencas hambre, bebe
1 11.mdo lencas sed, duerme cuando estes cansada, busca la armonía
1mu 111 cuerpo poi medio de ejercicios regulares y nutre tu alma me­
díanle la oración y la meditación.\El sabio chino Lao-tsé instó a sus
seguidores a ser «realmente completos», porque entonces «todas las
tosas acudirán a vosotros». Incluso la manera de hacer finalmente
las paces con tu peso, líl taoísmo, es decir, la filosofía oriental de Lao-
I 11, ensena que la única manera de llegar a ser completo es cediendo.
I Iay que ceder ante el hecho de que tu cuerpo responde a una sabidu-
11a que es superior al deseo de parecerse a las modelos que salen en las
portadas de Vogue.
Toda mujer tiene un peso ideal, aunque no es el que ella considera
ideal. El peso ideal para ti es el que hace que te sientas más a gusto,
mas llena de energía, el peso que no te resulta difícil mantener y que
hace que te guste tu apariencia. Podemos llegar a tener ese peso cuan­
do empezamos a confiar en nuestro cuerpo. Olvídate de la talla y de la
balanza. En lugar de pesarte, deja que tu ropa preferida te diga cómo
andas cié peso. Sobre todo, confía en la orientación de tu yo auténtico.
Métete dentro y visualiza tu yo auténtico. Comprueba cuál es su peso.
Pídele que te ayude a llegar a tu peso perfecto por medio de la fuerza
del amor. Muéstrate hoy dispuesta a creer que el amor propio es el
único procedimiento para adelgazar que verdaderamente necesitarás,
porque es el único que da buenos resultados.

14 DE ABRIL

Si padeces hambre y sed


E l cuerpo d e b e nutrirse, física, em ocion al y espiritualm en­
te. En esta cultura p ad ecem o s h a m b re espiritual... no se trata
de fa lta d e alim entos, sino d e nutrición.
C a r o l H o r n ig

JN ^tuchas mujeres, entre ellas yo misma, engullen la vida porque


creen que de este modo podrán dirigirla. Lo digo en sentido literal y
en sentido figurado. Siempre que estamos inquietas, preocupadas, ner­
viosas o deprimidas engullimos alimentos y bebida instintivamente,
sin pensar, con el fin de alejar de nosotras la molesta experiencia nega­
tiva que sentimos en nuestras entrañas. Tenemos hambre y sed, pero
no se trata de que queramos comernos un helado o bebemos un vaso
de vino, sino que tenemos hambre y sed de paz interior y de relación
más profunda.
Cari Jung, el famoso psiquiatra suizo, creía que el alcoholismo era
una enfermedad sagrada. M. Scott Peck, en su libro Further along the
R oad Less Traveled, cuenta cómo se le ocurrió a Jung «que tal vez no
era casualidad que tradicionalmente se llame “espíritu” al vapor sutilí­
simo que exhalan el vino y los licores, y que tal vez los alcohólicos
eran personas cuya sed de espíritu era mayor que la de los demás, que
tal vez el alcoholismo era un transtorno espiritual o, mejor aún, una
dolencia espiritual». Creo que puede decirse lo mismo de la tendencia
compulsiva a comer en exceso, que es la clase de adicción favorita de
muchas mujeres. Tenemos tal apetito apasionado de vivir, que senci­
llamente no sabemos qué es lo que de verdad necesitamos para satisfa­
cer nuestros anhelos insaciables de compleción.
La primera vez que me di cuenta de que cuando «engullía» la vida
en realidad sentía hambre y sed de alegría y serenidad fue un momento
decisivo en mi aprendizaje de la autonutrición. Por fin comprendí que
no eran alimentos lo que me faltaba, sino que me veía privada de nutri­
ción espiritual. Me di cuenta de que podía meterme dentro y preguntar­
le a mi alma — a mi yo auténtico— qué era lo que necesitaba. Aprendí a
detenerme y a hacerme a mí misma estas preguntas: «¿Cómo puedo in­
teresarme por ti en este momento? ¿Cómo puedo amarte? ¿Qué es lo
que verdaderamente necesitas?»
La próxima vez que vayas a comer algo, tómate un minuto y pres­
ta atención a lo que vas a hacer. ¿Vas a comer porque te sientes física­
mente hambrienta o inquieta? Si estás inquieta, dar un paseo por la
calle, en vez de entrar en la cocina, sería mejor para ti y más amoroso.
Al terminar el día, ¿te sirves un vaso de vino empujada por la costum­
bre, para señalar que ha llegado el momento de descansar? En vez de
ello, ¿por qué no te tomas unos momentos para ponerte algo cómodo
y bebes un vaso de agua mineral con delicioso sabor a fruta mientras
preparas la cena? El vino te lo puedes tomar durante la cena. Aprende
a crear ceremonias de placer personal que sean capaces de nutrir tus
anhelos más hondos. Al nutrir tu espíritu con amabilidad, disminuirá
el dominio de tus anhelos físicos.
Date cuenta,hoy de que tienes hambre y sed por una razón. Pídele
a tu yo auténtico que revele tus necesidades mas hondas, para cinc1el
espíritu pueda apagar la sed y salislacer el hambre de Ut alma.
Descubrir el ímpetu del movimiento creativo
A l cuerpo se le da fo r m a , se le disciplina, se le hon ra y, con
el tiem po, se confía en él.
M a rth a G raham

K l mundo que yo conozco se divide en dos tipos de mujeres: las


que hacen ejercicio y las otras. Las que hacen ejercicio parecen tener
más energía, padecer menos estrés, tener menos problemas de peso y,
en general, ver la vida con una perspectiva más positiva y optimista.
Las mujeres que están en buena forma física te dirán que hacer ejerci­
cio con regularidad es lo más importante que jamás han hecho para
mejorar su vida.
Las mujeres que no hacen ejercicio no creen en lo que dicen las
otras y echan mano de toda suerte de excusas para no comprobarlo
por sí mismas: que no tienen tiempo, que están en baja forma, que tie­
nen la gripe, que hace demasiado frío o demasiado calor, que están
demasiado cansadas, que se sienten demasiado deprimidas, que puede
que lo hagan la semana que viene. Conozco muy bien a las muje­
res que no hacen ejercicio con regularidad porque hasta hace poco yo
era una de ellas, incluso después de que el médico me regañara y la
familia me avergonzase. Somos almas gemelas del escritor Robert
Maynard Hutchins, que en cierta ocasión comentó que «siempre que
me entran ganas de hacer ejercicio, me tumbo hasta que se me pasan».
Esto no es bueno. Esto no es autonutrición. Esto no es sano. Lo
sabemos intelectualmente. Dado que todas somos muy inteligentes,
tiene que haber alguna forma de convencer poco a poco a nuestro
cerebro de que cuide mejor a nuestro cuerpo. Pero la forma no consis­
te en imponer un nuevo y riguroso régimen a la mente consciente y
tozuda que siempre se las compone para ganarnos en astucia. No ha
dado buenos resultados en el pasado, así que no hay motivo para pen­
sar que vaya a darlos ahora.
Cambiaremos por medio de la seducción. Deja de utilizar palabras
t.iles como «hacer ejercicio» o «ponerme en forma» para referirte a
esta actividad. Si tienes que llamarla de algún modo, llámala «movi-
miento creativo». Olvídate de gimnasios, de la marcha atlética, de las
p e s a s y de las clases de aerobia dirigidas por mujeres sin huesos. Pien­
sa que el movimiento creativo es un pasatiempo agradable que hace
i|iu* l.i vida sea mejor. I l . i / i m . i pausa < imagina todas t.i■
. lorm.is il<
moverte creativamente que podrían resultarte agíadable.: bailai (dan
za clásica, jazz, claque), nadar, praeticat la esgrima, inontai a caballo,
practicar deportes tales como el m o f a d hall, el tenis y el golf, ir en
bicicleta. ¿Qué te parece el yoga, que es un tipo de movimiento en el
que participan la mente, el cuerpo y el espíritu? ¿Y el antiguo y airoso
arte marcial chino llamado Tai Chi? Ahora piensa en salir hoy a d.u
un paseo al sol. Caminar es la mejor forma de movimiento creativo
que existe y no cuesta ni cinco. Al caminar, la cabeza se te despeja, los
pulmones se llenan de aire fresco, te desahogas, acumulas fuerza y el
espíritu se centra. Empieza a moverte paso a paso y el ímpetu positivo
partirá de ahí.
Confía en mí cuando te digo que la seducción da buenos resulta
dos. En otro tiempo trataba de ponerme en forma dando patadas v
chillando. Ahora practico la respiración profunda y los suaves moví
mientos del yoga y paseo mientras medito. Me siento mejor y estoy
preparada para seguir adelante. Diana Roesch nos asegura que «con la
instrucción y la conciencia de nosotras mismas podemos reconducir y
realinear nuestros yoes completos con nuestro cuerpo, hallando nuc
vas maneras de moverse y celebrarlo, y añadiendo a ello las cantidades
de buenos alimentos que el cuerpo nos diga que necesita; nuestra al
ma, nuestro sentido de nosotras mismas como buenas y dignas, al co
nectarios con la tierra y unos con otros».

16 DE ABRIL

Pasear y meditar
Os d iré lo qu e aprendí. Un p aseo largo, d e ocho o n u eve
kilóm etros, es una ayuda. Y una tiene q u e darlo sola y todos
los días.
B ren d a U ela n d

M ientras me tomé el caminar como un ejercicio, nunca llegué mas


allá de la puerta principal. Pero un día me sentía tan inquieta, que tuve
la sensación de que iba a saltar fuera de mi piel, así que salí apresura
damente de casa, a la hora del almuerzo, como si huyera del escenario
ili un i limen Mi senil.i lien. i de decepciones, ilc recuerdos dolorosos,
d> i \;peci.itiv.is poco realistas y el lu í uro y los inevitables cambios me
llenaban de terror. 1.1 único lugar seguro para mí era el momento pre-
ule: los pies pisando la calzada, el viento en la cara, la respiración
i mi nido y saliendo de mi cuerpo. A l cabo de cuarenta minutos, me
detuve y descubrí con asombro que me encontraba al otro extremo de
la ciudad y emprendí la vuelta a casa, tranquila y centrada. Desde
entonces camino con regularidad.
Poco a poco voy aprendiendo lo que Henry David Thoreau sabía:
Para llegar a ser andador se necesita una concesión directa del cielo.»
Pero sigo sin caminar para hacer ejercicio. En vez de ello, paseo con
liecuencia por mi alma y el cuerpo sigue mis pasos. Hay diferentes
razones para caminar: incrementar el ritmo del corazón y acumular
Inerza, resolver un problema creativo, terminar una discusión conti­
go misma o con otra persona, pasear y contemplar el mundo que te
rodea, y meditar. Yo camino por todas estas razones, pero la mayoría
■le los días salgo a caminar para meditar, para poner el espíritu en for­
ma. Trato de acallar las voces que suenan en mi cabeza, doy zancadas
largas y me concentro en el ritmo lento y regular de mi respiración,
confortada por el silencio interior.
I )e pronto, el canto de los pájaros, los ladridos de un perro o la
contemplación de un jardín bonito podían romper mi abstracción.
Thoreau se quejaba de que a veces caminaba «sin poner el espíritu en
ello... El pensamiento de algún trabajo entra en mi cabeza y no estoy
donde está mi cuerpo... Estoy fuera de mí». A mí me ocurre lo mismo,
pero he aprendido a hacer que mi conciencia vuelva lentamente al acto
lisico de caminar, porque aquí, en el momento presente, andando paso
a paso, he encontrado la paz.
Si te resulta difícil sentarte a meditar, puedes intentar meditar ca­
minando, especialmente ahora que ha vuelto el buen tiempo. Ten en
cuenta tus preferencias: si la mañana no es lo tuyo, sal a pasear a me­
diodía, por la tarde o después de cenar bajo las estrellas. Aunque du-
rante el día trabajes en una ciudad, puedes dar un paseo a la hora de
comer. Nadie tiene por qué saber que te has aislado del mundo y estás
meditando mientras paseas por la calle. Entre veinte minutos y media
hora todos los días es suficiente para recuperar la sensación de sereni­
dad, He comprobado que meditar mientras caminas siempre es útil.
A veces esperamos experimentar una trascendencia inmediata y nos
llevamos un chasco cuando parece que no ocurre nada. Olvídate de las
expectativas y la vida se desplegará, paso a paso.
Hacer las paces con tu cabello
E l gen io sirve de p o co a una m u jer qu e no sabe peinarse.
E d it h W h a r t o n

D u r a n t e siglos se ha dicho que el pelo de una mujer es «la gloria


que la corona», pero todas las mujeres que conozco dicen que su rela­
ción íntima con su pelo es una pesadilla. Personalmente, no conozco a
ninguna mujer que realmente le tenga cariño a su pelo, sólo conozco
a mujeres que hacen lo que pueden con él. El pelo es una fuerza de
energía, una fuerza viva, poderosa, veleidosa y metafísica que debemos
respetar, tener en cuenta y aceptar, pero no la podemos controlar más
de lo que se puede controlar la fusión atómica. De vez en cuando
podemos conseguir que se porte bien (a estas raras ocasiones las llama­
mos «días buenos»); podemos conseguirlo por medio de halagos, pero
nunca por medio de la coacción. Piensa en el dinero, el tiempo, la ener­
gía creativa y la emoción que dedicamos al cabello. A pesar de todo, la
mayoría de las veces el pelo insiste en expresar su propia autenticidad,
no necesariamente la nuestra. No sé cuál es tu caso, pero yo estoy ago­
tada a causa de las pequeñas escaramuzas que sostengo con la vida
todos los días, y la batalla con mi pelo no es la más pequeña.
La mayoría de nosotras vivimos bajo una alucinación colectiva que
Naomi W olf llama «el mito de la belleza». A todas nos han lavado el
cerebro para hacernos creer que si encontramos un champú y un
acondicionador apropiados, la permanente, el color y el corte que
mejor nos favorezca, nuestro cabello se comportará por fin como el de
las mujeres que por su profesión aparecen ante el público: las que tra­
bajan en la televisión, el cine y la moda (por cierto, estas mujeres no se
peinan solas). Si tuviéramos a nuestra disposición un peluquero profe
sional todos los días, o, al menos, cuando tenemos que aparecer ante el
público o hacernos una fotografía, todas llevaríamos un peinado, si no
fabuloso, al menos presentable. Pero la vida real no es así para mí y,
probablemente, tampoco para ti.
En casa, mi pelo nunca tiene el mismo aspecto que cuando vuelvo
de mi cita mensual con la peluquería. Esto es poique aun no he apren
dido a manejar simultáneamente el secadoi y el ri/adoi con las manos
y a hacer lo que hace mi peluquera t liando da vuelta*. .1 mi alrededoi
Así que he dejado de internarlo y en 1a-.a uu limito .1 la va mielo, es
ponjarlo, dejar que se seque y luego rizarlo con los bigudíes eléctricos
y las tenacillas. Algunos días queda de maravilla y otros da pena, pero
el proceso es virtualmente el mismo. El pelo nos humilla y necesita­
mos hacer las paces con él.
El truco consiste en aceptarlo y reconocer su personalidad: que sea
espeso o ralo, áspero o fino, lacio o rizado; la forma en que se rompe
con la permanente, se encanece o si insiste en dividirse en dos mitades
por el centro de la coronilla. El primer paso hacia la reconciliación con
el pelo y la serenidad es conocer tu pelo y trabajar con él en vez de
luchar constantemente contra él. Mientras que mi yo auténtico lleva el
pelo largo hasta los hombros y en rubias ondas prerrafaelistas, he teni­
do que aceptar el hecho de que no puedo peinármelo con trenzas
rubias y onduladas hasta que inventen una permanente que no cha­
musque el pelo teñido (y no la han inventado). Así que he escogido el
color adecuado para los rizos. La cosa se reduce siempre a hacer una
elección creativa.
Si en la actualidad estás descontenta con tu cabello, empieza a bus­
car pacientemente fotografías de peinados que te gusten y muéstrase-
las a un peluquero o peluquera que te hayan recomendado las amigas.
Ante todo, consulta con ellos y habla de tu pelo tal y como es y de tu
fantasía con el mismo. Ten en cuenta el tiempo que estás dispuesta a
dedicar diariamente a tu pelo. Esto es muy importante. Averigua si
puedes llegar a algún término medio que haga que te sientas más satis­
fecha. Si estás pensando en hacer algo drástico, por ejemplo pasar del
pelo largo al corto, pon en tu espejo fotografías del nuevo peinado y
déjalas allí durante un par de semanas, así te familiarizarás con el cam­
bio antes de que se produzca. La impresión no será tan fuerte enton­
ces. Sobre todo, procura no dejarte llevar por los impulsos. Todas
tenemos días en los que nos parece que «tenemos que hacer algo con
nuestro pelo», pero precisamente ese algo no hay que hacerlo en tales
días. Recuerda que el pelo que conoces es más fácil de manipular que
el que desconoces. Pero tienes que mostrarte receptiva a los cambios
porque pocas cosas hay en la vida que den tanta alegría como encon­
trar por fin un peinado que te siente bien. Y si ocurre lo peor, después
de secarte las lágrimas recuerda que se trata sólo del pelo. Volverá a
crecer y tú te habrás vuelto más prudente.
Sobre todo, ten presente que aprender a aceptar tu pelo forma par­
le del proceso de aprendizaje para amarte a ti misma. La poetisa
Mariannc Moore creía que «tus espinas son lo mejor de ti», y tenía
razón.
ik i >r, a indi

La cara que ves en el espejo


E l m aqu illaje m ás bello d e una m ujer es hi pasión l ' o o lm
cosm éticos son m ás fáciles d e com prar.
Yvks S a in t I auki 111

A ..
jL JL quién ves cuando miras la cara que aparece e n e l . .|*. i..
'9
¿Empiezas a ver a tu yo auténtico? ¿Comienzas a sentirte mas .1 i;iih
to con el rostro singularmente hermoso que te devuelve l.i mn ulit!
Espero que así sea. Pero este crecimiento de la propia accptai ion v df
la estima es lento y muy sutil, especialmente después de anos <1. I>. n.
volo descuido.
Uno de los procedimientos para empezar a amar nucst......... mío
consiste en realzarlo con maquillaje. En lo que se refiere ,il ni.k|n 1111|>
he pasado por muchas etapas. Hubo una época, cuando lem.i v. mii<
años y pico y trabajaba en el mundo de la moda y en el leal 10, « qn» mi

ni en sueños me hubiera atrevido a salir a la calle sin mi pintui 1 di


guerra. Para mí, el maquillaje era una máscara mundana que mt d iIm
confianza en mí misma. Luego, después de cumplir los tremía, . as n
me y tener mi hija, en una época en que pasaba mucho tiempo •••<n
biendo en casa, dejé de usar maquillaje excepto cuando salía de n o . In
con mi marido. Dejar los cosméticos fue un alivio porque me dio 11
oportunidad de aprender a sentirme a gusto con mis rasgos l l ........ l o
de donde yo procedía era un mundo ensimismado y obsesionad........
las apariencias. Ahora empezaba yo a llegar hasta la mujci m i........... .
vez de concentrarme en su envoltura exterior. Pero p o c o a p o . .• o l í
serve una diferencia en la sensación que me producía v e r m e s i n m . i
quillaje. Cuando me maquillaba, me gustaba la i m a g e n q u e v e í a t. II.
jada en el espejo. Cuando no me maquillaba, raramente m e m u a h 1 , u
el espejo. Empecé a darme cuenta de que presentar tu m e j o i a s p e . 1 ••,
trabajar con lo que tienes y utilizar el maquillaje para re.il/.n 111 h< II.
za natural no constituían un objetivo tan superficial c o m o p e n s a b a . n
un principio. El maquillaje era sencillamente u n i n s t r u m e n t o q n .
ayudaba a presentar mi mejor aspecto. Y cuando p r e s e n t a b a d i . l i o 1
pecto me sentía mejor. Y cuando me sentía mejoi tenia m a s e n e i|;i 1 \
hacía más cosas y era más extrovertida. Y c u a n d o h a c í a m a s . o s a s \
me relacionaba más con los demás, la gente r e s p o n d í a d e m a n e i a p< isi

tiva y mi propia estima iba e n aumento. Maquilla! m e d e n u e v o s e n d . .


•I m i m i t i i / o i l c un cit lo ilc a u t o a l i r m a c i ó n y acepta» i on. P e r o lite t a m
alp.o más impoi i.mic: el principio de una ceremonia de autonutri
•mu I nipccc .1 vei que los diez minutos que todas las mañanas dcdi-
• «I•i .1 realz.it mi apariencia para mí misma y no para el mundo eran
mu i luí m.i pequeña, pero importante, de nutrir mi autenticidad. Hasta
ti iiinal de ponerse maquillaje puede ser espiritual cuando sale del co-
1,1/ 011.

<litando hoy te mires al espejo, bendice el rostro que verás en él y


pim.iii' un poco los labios.

19 DE ABRIL

Rituales primaverales de reposición


¡Le/, q u e tu m ente se tranquilice vien d o la b ellez a d el
m undo y los tesoros inm ensos e ilim itados q u e contiene.
io d o lo q u e tienes dentro, todo lo qu e desea tu corazón,
l oí Lis las aptitudes especiales qu e te da tu natu raleza... todo
esto o su eq u iv alen te te espera en el gran todo. Sin du da
,tlviina v en d rá a ti.
M is es igualm en te cierto q u e v en d rá en el m om en to seña-
l,ido, ni un solo m om en to antes. Todos tus llantos y tus f í e ­
lo rs y tus intentos d e alcan zarlo con las m an os no cam biarán
nada.
Asi pues, ni lo intentes siquiera.
E dw ard C arpenter

I V . i . i m o s en la estación de la renovación y la reposición. ¿Qué mejor


manera de empezar que meditando sobre las palabras con que el poe-
i i mi1,!. \ I dward Carpenter nos asegura que la plenitud satisfará todas
i m t m i . i s necesidades? Sin duda alguna recibiremos lo que estemos es-

p t i n u l o , ya se trate de la serenidad, la satisfacción, la gracia, la con-

• it n. . interna del encanto de la vida simple... Pero llegará sólo cuan-


i i

•Ii i . M e m o s preparados para recibirlo con un corazón abierto y

ti|',i .idei ido.


Mientras esperas pacientemente, consuélate y alégrate con senci-
II. i i i t u . i l c , primaverales de rejuvenecimiento. Mi ritual favorito con-
siste cu busca i nn nuevo espacio saciado en el mundo. I l o me re
cuerda que llevamos nuestra serenulad ron nosotros, l a sombra de
un grupo de árboles en un cementerio antiguo, un bonito jardín |>u
blico donde no habías estado antes, una galería de arte, el depósito de
libros de una antigua biblioteca, el silencio de una capilla donde pue
des encender una vela, incluso un café al aire libre donde puedas sen
tarte a tomar el sol: todos estos lugares pueden ayudarte a percibí i el
tesoro ilimitado y la reposición espiritual de una hora de soledad peí
fecta. Joseph Campbell nos dice que «lo único que necesitamos es es •
pació sagrado, tiempo sagrado y hacer algo que nos llene de gozo.
Casi cualquier cosa se convierte entonces en un gozo continuo y cre­
ciente».

20 D E ABRIL

Hacer una cura: los placeres del baño


D e b e d e h a b e r bastantes cosas qu e no se curan con un
b añ o caliente, p ero no con ozco m uchas de ellas.
S y l v ia P l a t h

TJL oda mujer debería ser consciente de que hay una diferencia
importante entre bañarse y tomar un baño. Bañarse es sencillamente
asearse, pero para eliminar la suciedad y el sudor basta con una ducha,
¡por Dios! Tomar un baño, tal como dijo el c r ític o social V ic to ria n o
Ambrose Bierce, es «una especie de ceremonia mística que sustituye al
culto r e lig io s o » .
Creo en el poder rejuvenecedor de la hidroterapia como accesorio
positivo de la psicoterapia. Hace un siglo, los métodos curativos por
medio del agua hacían furor como procedimientos para combatir la
llamada «el nuevo nerviosismo americano» o «neurastenia» que empe­
zaba a invadir el país a medida que nuestros tatarabuelos se adaptaban
a la implacable intrusión de la tecnología en su vida, con los consi­
guientes trastornos propios de la «frenética vida moderna» encarnados
por el telefono y la electricidad.
Los V i c t o r i a n o s acudían en masa a los balnearios, donde bebían
agua mineral y se daban baños medicinales para curarse la agitación y
iilios 11 ,i M o m io s pardillos pt Dilúcidos poi los ,\l.t i|t ir s de .111 j *tu •»t i.t, el
insomnio, l.i depresión y las jaquecas.
I loy podemos «hacer la cura» en la intimidad de nuestro propio
i darlo de baño. V, como somos poseedoras de sentido común, debería­
mos hacerla diariamente. No menosprecies la bendición de un baño.
I’uede calmar tu mente, relajar tu cuerpo tenso y cansado y apaciguar
la turbación de tu espíritu. Puede ayudarte a alcanzar el alivio exquisi­
to del sueño o despertarte y ayudarte a recibir el día con entusiasmo.
Mi filosofía de la vida es muy sencilla: en caso de duda, date un
baño.
Cierra la puerta, abre el grifo, echa en la bañera las sales de baño o
los aceites esenciales, prepara las toallas suaves, recógete el pelo y olví­
date del mundo introduciéndote en el agua. A mi modo de ver, para
rejuvenecer y centrar el espíritu los baños son tan esenciales como la
plegaria y la meditación. De hecho, un buen baño es una de las mejo­
res maneras de meditar, ya que, una vez te has sumergido en el agua
caliente y delicadamente perfumada, ¿dónde querrías estar salvo en
ese momento presente? Báñate a la luz de las velas, en compañía de
música clásica, una bebida fría o un buen libro (uno que pueda leerse
sin gran esfuerzo), o simplemente deja que el silencio sosegador te
envuelva mientras la bañera se llena de agua caliente.
Cómprate accesorios que contribuyan a que el baño sea más su­
blime: un cepillo de mango largo, una almohada hinchable, una cu­
beta. Cuando te pregunten qué regalo quieres para tu cumpleaños, tu
santo, el Día de la madre, etcétera, pide productos para el baño y de
esta forma tendrás siempre un buen surtido a mano. Actualmente se
encuentran gran variedad de sales perfumadas, aceites, polvos, baños
de burbujas y baños de leche. Pruébalos para ver cuáles son los que
más te gustan y considéralos lujos accesibles. «No se me ocurre nin­
guna pena en el mundo que un baño caliente no pueda mitigar, aun­
que sea sólo un poquito», escribió sabiamente Susan Glaspell en The
visioning en 1911 (probablemente lo escribió sentada en la bañera), y
sabía de lo que estaba hablando.
La aromaterapia: la confortabilídad
restauradora de la fragancia
L os olores contribuyen m ás q u e los sonidos y las im ágen es
a h acer q u e v ibren las fib r a s d e l corazón.
R u d y a r d K ip l in g

L o s escépticos son los m ejores buscadores. M e di cuenta de ello


cuando d escu brí la con fortabilidad restauradora y las propiedades
curativas de la fragancia — es decir, la arom aterapia— p o r recom enda
ción de una am iga de confianza que es vicerrectora de una universidad
durante el día y m ística de noche. Pero hasta que no lo prob é p o r mí
m ism a y me convencí del placer sencillo y del poder del perfum e par.i
sanar el cuerpo, la mente y el espíritu, m ejorar mi estado aním ico y
aliviar el estrés, pensé que la arom aterapia — es decir, el antiguo arte
terapéutico de m ezclar aceites esenciales o extractos destilados de fio
res, plantas, hierbas y frutas arom áticas para fines m edicinales— era
un engaño de la nueva era. E n realidad, la arom aterapia ha form ado
parte de las prácticas m edicinales de las grandes civilizaciones del
m undo, incluidas las de E gip to y R om a en la A ntigüedad, durante
miles de años. ¿P or qué? P orque da buenos resultados.
H e descubierto personalm ente que un m asaje en las sienes con
aceite de lavanda me quita el d o lo r de cabeza, y que en vez de prepa
rar otra taza de cafeína cuando necesito una inyección de energía,
logro el m ism o efecto esparciendo en el aire aceites esenciales pulveri
zados: albahaca (para estim ular el cerebro), rom ero (para activar la
m em oria), m enta (para tener claridad y agudeza m entales) y salvia
(com o tónico para com batir la fatiga y la tensión de la mente). M ien ­
tras escribo esto tengo sobre la m esa un preparado vigorizador que me
resulta agradable y me inspira.
La arom aterapia funciona de la siguiente m anera: El sentido del
olfato es el vínculo prim ordial con el cerebro. C u an d o inhalam os un
perfum e, los neurotransm isores que tenem os en el cerebro ponen en
m archa la producción de secreciones bioquím icas que afectan .1 núes
tro estado aním ico, a nuestros sentim ientos y a nuestras em ociones.
C u an d o un aceite esencial arom ático penet 1a en nucsi 1a piel durante el
baño o 1111 masaje, el aceite penetra en la epiderm is, estim ula mu stio
11iiii|>l('|() sistema tic vasos linfáticos y entra en el torrente circulatorio
\ acaba dando bienestar a nuestra mente agotada.
I .1 aromaterapia se puede utilizar de muchas maneras. Un masaje
11 .i poral o facial hará que te sientas como una mujer nueva. Otro pro-
11 dimiento consiste en esparcir fragancias en el ambiente que te rodea,
fuciles echar unas cuantas gotas de aceite esencial (después de escoger
11que más convenga a tu necesidad) y agua en un atomizador de cerá­
mica o en un pebetero y calentar éste con una vela. Puedes verter una
mcv.cla de aceites esenciales en una bañera de agua caliente para darte
un baño íntimo o en un pañuelo de algodón y aspirar plenamente
t u.mdo lo necesites, de forma profunda y lenta para estimular la rela-
l.ición durante el día. También puedes quemar incienso cuando medi-
ias o encender una vela perfumada en tu dormitorio mientras lees y te
i elajas por la noche.
Permítete hoy sentir curiosidad por la sedante reposición espiri­
tual que ofrece la aromaterapia. Helen Keller nos dice que «el olor es
nn brujo poderoso que nos transporta a través de miles de kilómetros
v de todos los años vividos». El confort restaurador y el poder de la
liagancia también pueden mejorar los días venideros.

22 DE ABRIL

El despertar sensorial
N ad a p u ed e curar el a lm a salvo los sentidos, d el m ism o
m od o q u e n ad a p u ed e curar los sentidos salvo el alm a.
O s c a r W il d e

F u ir n o s creados para experimentar, interpretar y saborear el mundo


por medio de nuestros sentidos, es decir, el olfato, el gusto, el oído, el
tacto, la vista y la intuición. Aunque somos seres sensibles dotados
de capacidad para «percibir el mundo con toda su belleza y todo su
im o i, de lleno en nuestro pulso», como la poetisa, piloto, autora,
exploradora y naturalista Diane Ackerman nos dice en su exquisita
i-vocación en A natural history o f the senses, la mayoría de nosotros
n o s movemos sumidos en un trance apagado, dormidos, sin ver el
ini'.tci io de todo lo que nos rodea. Ackerman añade que para que nos
I m |
despertemos y «empecemos a comprender esa liebre maravillosa (pu­
es la conciencia, debemos tratar de comprender los sentidos. Los sen
tidos no sólo hablan por medio de actos de claridad conspicuos o suti
les, sino que rompen la realidad en fragmentos vibrantes y vuelven a
unirlos para formar una pauta que significa algo».
Voy a pedirte que durante la próxima semana todos los días hagas
una pausa conmigo para maravillarte de los dones naturales que nos
han sido otorgados tan generosamente. George Eliot (seudónimo de la
escritora del siglo XIX Mary Ann Evans) creía que «si tuviéramos una
visión y un sentido penetrantes para captar en su totalidad la vida hu
mana normal y corriente, sería como oír crecer la hierba y el latir del
corazón de la ardilla, y moriríamos al percibir el estruendo que hay al
otro lado del silencio. Tal como están las cosas, el más vivo de noso­
tros anda por ahí como un estúpido».
Mira hoy el cielo azul, escucha cómo la hierba crece bajo tus pies,
inhala el aroma de la primavera, deja que los frutos de la tierra se que ­
den en tu lengua, abraza a las personas amadas. Pídele al Espíritu que
despierte tu conciencia ante el carácter sagrado de tus percepciones
sensoriales.

23 DE ABRIL

El perfume de una mujer


P orqu e el sentido d el olfato, casi m ás q u e cu alqu ier otro,
tiene la fa c u lta d de ev o c a r recu erdos y es una lástim a qu e lo
usem os tan poco.
R a c h e l C a rso n

TA odos tenemos nuestro propio perfume, tan distintivo como el


ADN. Es un aroma profundamente personal, fruto de la dieta, las
hormonas, la higiene y la salud. Cierto día Napoleón escribió a su
esposa Josefina pidiéndole que «no se bañara - porque llegaría a easa al
cabo de tres días y adoraba su aroma natural. ( alando mi h i j a era m a s
pequeña y yo tenía que ausentarme de easa, la nina dormía eon la
cabeza apoyada en m i almohada de plumas \ s e upaba c o n m i edre
d ó n porque huelen r o m o l n , m . i m a l)r-.pues d < m o t i l m i p.ulie,
luicc ahora ( iuco años, mi madre me regaló sus pañuelo». Guardo uno
il< ellos en el cajón de la mesita de noche y cuando me lo acerco a la
nariz vuelvo a notar su presencia porque los recuerdos que el perfume
evoca me traen su amor a través del tiempo, el espacio y la eternidad.
También nuestro hogar tiene su propio aroma. El aroma del pan
recién sacado del horno, el olor a limón del abrillantador de los mue­
bles, el olor a gato, a perros mojados, al barro de la esterilla de la
ent rada, a ropa sucia en la cesta. El olor del café, del tocino y de la fru-
t.i madura en la cocina; a jabón en el baño; a sábanas arrugadas en los
dormitorios; a flores recién cortadas, a ambientador, a leña quemada y
.1 papel de prensa en la sala de estar.
I )iane Ackerman nos dice que «los olores estimulan los recuerdos,
pero también despiertan nuestros sentidos adormecidos, nos miman y
nos consienten, ayudan a definir la imagen que tenemos de nosotros
mismos, remueven la caldera de nuestro poder de seducción, nos avi-
'..m del peligro, nos hacen caer en la tentación, avivan nuestro fervor
religioso, nos acompañan al cielo, nos casan con la moda, nos empa­
pan de lujo».
¿Y si perdiéramos el sentido del olfato, si de pronto fuéramos
víctimas de la anosmia, como lo son dos millones de americanos?
Nos encontraríamos navegando a la deriva sin el sextante interno del
aroma.
1)eleitémonos hoy con el sencillo placer de nuestro sentido del
olfato. Busca aromas agradables. Visita un mercado italiano; almuerza
en un restaurante chino; entra a curiosear en una librería de ocasión;
acércate al departamento de perfumería de unos grandes almacenes e
inhala sus delicias. Échate en la hierba fresca del jardín, coge una pala
y remueve la tierra, mete la nariz en un ramillete de lirios de los valles
(que en esta época del año ya deben de florecer) y huele la dulzura de
la primavera. Da un paseo por el bosque, por un jardín o por tu barrio
después de la lluvia; visita un mercado de productos agrícolas y com­
pra plantas aromáticas para ponerlas en la cocina: romero, salvia, hier­
ba luisa, estragón, menta, laurel y lavanda recién cortada; pon un gera­
nio en el cuarto de baño. Prepara un plato de pasta para la cena de esta
noche, con tomate, ajo, cebolla, salchichas y pimientos, todo ello frito
con aceite de oliva; pon a cocer a fuego lento clavo, mondas de naran-
ja, canela y manzanas y obtendrás una fragancia deliciosa; experimen­
ta con tus propias mezclas; disfruta de un baño perfumado y luego
ponte polvos de talco, que es uno de los primeros olores que percibi­
mos en la vida.
I n el mundo que nos rodea hay olores exquisitos que pueden des-
pert.u nuestros recuerdos, influir en nuestras emociones y transfor-
m.u nuestros sentimientos y estados anímicos.
I .m sagrado cía el poder del <>11><, <|u< I )io,s ordenó .1 Moisés (|iie
construyera un altar de 11agamia y (111e quemara incienso en él cuando
rezase. Hoy, cuando inhales algo maravilloso, reza una oración de
agradecimiento por este don.

24 DE ABRIL

Qusto por la vida


Os deseo toda suerte d e p rosperidad, con un p o c o m ás de
gusto.
A l a in - R e n é L e S a g e

E !r l gusto es el hermano menor de nuestro sentido del olfato y de­


pende de éste al principio, aunque muestra sus deseos de independen­
cia en cuanto le es posible. En A N atural H istory o f the Senses, Diane
Ackerman nos dice que los niños tienen más papilas gustativas que los
adultos (que poseen diez mil detectores del gusto en la boca, princi­
palmente en la lengua, aunque también en el paladar, la faringe y las
amígdalas). Por extraño que parezca, nuestras papilas gustativas se
gastan y se regeneran cada diez días, aunque, cuando alcanzamos la
mediana edad, no se regeneran con tanta frecuencia como desearía­
mos. Por desgracia, es verdad que los sentidos se embotan cuando en­
vejecemos y que es necesario hacer que se despierten de nuevo.
La palabra gusto siempre ha tenido un doble sentido. Al explorar
y celebrar el sencillo placer de este sentido intensamente personal,
deberíamos examinar ambas interpretaciones. La definición principal
de «gusto» describe la facultad sensorial que nos permite distinguir si
las sustancias disueltas en la boca son dulces, agrias, amargas o saladas.
Pero la otra definición de «gusto» describe la facultad mental que nos
permite discernir o apreciar las cosas por el gozo que nos producen.
Vamos a estudiar hoy lo que podemos hacer para incrementar
nuestra capacidad para sentir placer, es decir, nuestro gusto por la
vida, deleitándonos con este sentido sencillo pero sumamente com
piejo.
En primer lugar, busca en tu barrio tiendas de comestibles exóii
eos: caribeños, orientales, indios o paquistaníes, italianos, cajunes, ale
ni,mes, hispánicos, judíos o negros. Olvídale de lodo prejuicio y d.\
i ieuda sucha .1 la i uriosidad. I lay muchos bocados exquisitos esperan'
do que los descubras y saborees. Inhala los aromas vibrantes y vuelve
.1 tasa con algo maravilloso, nuevo y diferente para la cena de esta
semana.
I I segundo paso consiste en hacer limpieza del especiero. Es un
paso a la vez simbólico y necesario. Después de todo, en la variedad
i si a el gusto, como dice el refrán, y las especias nuevas dan variedad a
nuestro sentido del gusto. Yo no lo había limpiado desde que nos
mudamos a la casa donde vivíamos cuando eché a andar por el camino
hacia la alegría y el bienestar y traté de poner más orden en mis asun-
i os cotidianos. Revelo este detalle patético y embarazoso sumida en el
.r.» >mbro, principalmente porque cuando decidí ocuparme del especie-
111 me encontré con que tenía once botes de especias para carne de ave
\ once para pasteles de calabaza. ¿Tienes idea de cuánto espacio ocu­
pan veintidós botes de especias?
No hace falta ser una detective como miss Marple para deducir lo
que había ocurrido en la vida de la mujer encargada de esta cocina,
l odos los años desde 1981 , al acercarse el Día de Acción de Gracias,
había comprado más botes de ambas clases. ¿Por qué compraba más?
¿Se debía a que, como cocinera justamente célebre por sus guisos, era
muy maniática y quería que las especias no hubieran perdido ni un
ápice de su picante?
No lo creo.
1,a razón era que, como ama de casa agotada y desorganizada, no
tenía idea de que quedaban especias del año anterior y, por supuesto,
no quería quedarse corta.
Aprende la lección de esta lamentable historia. Sospecho que no
soy la única americana que tiene numerosos souvenirs de anteriores
días de Acción de Gracias. Y el motivo por el cual necesitamos limpiar
el especiero es para disponer de espacio donde quepan especias frescas
(por si no lo sabías, las semillas de cardamomo y cilantro se fosilizan al
cabo de diez años) porque vamos a usarlas para despertar de nuevo
nuestro sentido del gusto. Piensa que uno de estos días puedes prepa-
t . i i curry indio, arroz y mango con chutney para cenar; o lasaña con

albahaca, orégano y ajo; o un plato de chili. Dicen que las últimas


palabras que pronunció Kit Carson antes de morir, el famoso coloni­
zador del siglo X I X , fueron: «Ojalá tuviera tiempo para comerme otro
plato de chili.» Gracias a Dios, nosotras tenemos tiempo.
¡Q ue aproveche!
2S DK ABRIL

En un día despejado puedes ver Id elmnd<nl


L o m ás g ran d e qu e un ser h u m an o hace en este inundo oí
v e r algo... Ver claram en te es poesía, p rofecía y religión, /.*./.•
en una sola cosa.
J o h n R usmm

I X c llegado a esa etapa difícil de la vida en que no veo con l.r. \\il m
puestas o sin ellas, así que las llevo encima constantemente \ |nn
sa del pánico cuando no sé dónde las he puesto. A medida que mi \i
ta de persona de mediana edad cambia, me he dado cuenta <l> I- |•<.
ciosa que es la capacidad de ver claramente.
Una amiga mía, Susan Abbott, es una artista extraordinai ia <11u*
crea acuarelas panorámicas con una asombrosa riqueza de detalle'. <i
quisitos. Sus ojos y sus manos captan todo un catálogo visual de la volt
cotidiana de una mujer con una atención asombrosa a los mam r \ m u i
les, ya que nada es demasiado insignificante o poco inspirador p.u a .111«
se le escape. Al igual que una buena fotografía, sus naturalezas mu. 11 n
captan un momento y producen un efecto deslumbrador. El sentid» ■. 1.
la vista es especialmente sagrado para los artistas.
Pablo Picasso dijo una vez: «Si pudiéramos arrancarnos el ceiebm
y usar sólo los ojos, quedaríamos asombrados al ver el mundo que n<»•»
rodea.» El artista suizo Paul Klee declaró: «Un ojo ve, el otro sienu-
A medida que fue envejeciendo, Paul Cézanne empezó a dudar de m i s
facultades de percepción y a preocuparse al pensar que la autenticidad
de su arte podía ser un capricho de la naturaleza. Debido a los probli
mas que tenía con la vista, se preguntaba si la forma singular de vei . I
mundo que plasmaba en el lienzo era tal vez una simple casualidad en
vez del fruto de su genio. Pero quizá Georgia O ’Keeffe fue quien
mejor lo expresó cuando dijo que «en cierto sentido, nadie ve una ll<n
realmente, es tan pequeña, no tenemos el tiempo necesario para ello...
y ver requiere tiempo, del mismo modo que tener un amigo requiere
tiempo».
Ver requiere tiempo. N o tenem os el tiem po necesario p ara ello. lie
aquí la verdad rigurosa, una verdad que hiela el alma. La mayoría cil­
las personas hemos recibido un don milagroso — la capacidad de ver- ,
pero nos limitamos a mirar las cosas de manera superficial. No damos
la importancia debida al sentido de la vista. Una amiga muy querida

- 174 -
II» n> pioblemas pavés ion l.i visi.i donde li.u e alquil tiempo y cuando
mu habla ile mi preocupación por perderla, me siento impotente. Lo
>jM> l ímenla perdei es la capacidad de llevar a los niños a la escuela en
• Ii» , i. al dentista, liaeer la compra, probar recetas nuevas, leer el pe-
.... ln <•, vei las caí as de los seres queridos, maquillarse. Momentos pre-
•i..... . infinitesimales que constituyen los días de nuestra vida.
« uiitempla hoy realmente el mundo que te rodea: la familia, el ho-
u n . los animales de compañía, las personas que trabajan contigo y los
•I. 11 <mol idos con los que te cruzas por la calle. Sonríe a todas las per­
linas i on las que te encuentres porque puedes verlas. No olvides nun-
»■i que el don de la vista era tam importante, que Dios, al crear el mun­
do, lo primero que hizo fue la luz para poder ver, y después de
ti i iuin.u la tarca de cada día, el gran creador contemplaba su obra y
- \i ia que era buena».
También nosotros necesitamos ver lo bueno.

26 DE ABRIL

Acordes mayores y menores de placer


C on labios trém ulos y sonidos insuficientes,
m e esfu erzo y lucho p o r interpretar bien
la música d e m i naturaleza...
E l iz a b e t h B a r r e t t B r o w n in g

L i a mayoría de las personas que tenemos la suerte de que no nos fal­


te ninguno de los sentidos pensamos que si tuviéramos que perder
uno de ellos, la pérdida más terrible sería la de la vista. Pero Helen
Keller, que quedó ciega y sorda después de una fiebre misteriosa cuan­
do contaba diecinueve meses, lamentaba haber perdido el oído más
que la vista. La escritora Hannah Merker nos dice en Listening, su
conmovedora meditación sobre la pérdida del oído, que «los psicólo­
gos aseguran que la sordera o la grave pérdida de oído, cuando el ser
humano la sufre después de haber disfrutado de este sentido, es el
mayor trauma que puede experimentar una persona».
Hace once años estaba comiendo con mi hija, que a la sazón tenía
casi dos años, en nuestro restaurante rápido favorito cuando un panel
grande se desprendió del tocho \ cayó ■.«*1•i» mi Suln mu Iriión en 11
cabeza que me dejó parcialmente incapacitada din.míe casi dos ano1.
Durante los primeros tres meses de recuperación inve que r.iuid.u
cama y mis sentidos no funcionaban como era debido. Mi visión cu
muy borrosa, era extremadamente sensible a la luz e incluso los diluí
jos distintos de la colcha de la cama transtornaban mi sentido del ei|iu
librio y tuvimos que darle la vuelta. No podía leer ni entcndci la*,
palabras escritas. Pero lo peor de todo, lo que más me desorientaba,
era que el golpe había afectado mi sentido del oído. No podía escu
char música porque me mareaba. Ni siquiera podía sostener una con
versación por teléfono porque, sin pistas visuales como el movimiento
de los labios, no podía descifrar los sonidos para que fuesen inteli
gibles.
Estos fastidiosos efectos secundarios duraron bastante tiempo, pe
ro a lo largo de un período de dieciocho meses fui recuperando poco a
poco los sentidos, por lo cual me siento profundamente agradecida.
Te cuento esta anécdota porque quiero que pienses que hay muchas
cosas a las que no damos importancia hasta que las perdemos, ya sea
de forma temporal o indefinida. Me entristece sobremanera ver que
muchas personas necesitamos que el dolor nos despierte. Ahora hago
todo lo posible por no percibir la vida desde la barrera con los senti­
dos adormecidos, hasta que otra conmoción haga que de pronto me
dé cuenta de la magia, la maravilla y el misterio de todo. Y lo mismo
deberías hacer tú.
Kate Chopin escribió en 19 00 : «Me pregunto si todo el mundo tie­
ne un oído tan fino y penetrante como el mío, un oído que detecta la
música, no sólo de las esferas, sino de la tierra...» He aquí algunos de
mis sonidos favoritos: el ritmo tranquilizador de la respiración de mi
marido en plena noche cuando no puedo dormir; oír las frases «Te
quiero» y «Ya estamos en casa», junto con pasos por la escalera; la voz
de una buena amiga por teléfono; la lluvia sobre el tejado; el ronroneo
de un gato; el ruido que hace un perro cuando golpea el suelo con la
cola; el silbido de la tetera; la melodía de las palabras combinadas de
modo que forman una oración que despierta la imaginación e ilumina
el alma; los sonidos exquisitos del silencio que caen en cascada sobre
mí cuando hago una pausa momentánea y dejo que el Universo conti­
núe su marcha sin mi ayuda ni mi supervisión; y la música... música
que me dé sosiego, que me inspire y que me conmueva con oleadas
inesperadas de placer sublime. Está sonando el concierto de la vida
real: deléitate con agradecimiento en los acordes mayores y menores
de su hermoso estribillo.
27 DI! ABRIL

Alarga la mano y toca a alguien


()/>, intuido invisible, nosotros te vem os,
oh, m un do intan gible, nosotros te tocam os,
oh, m un do incognoscible, nosotros te conocem os.
F r a n c is T h o m p s o n

Il/ I tacto es el primer sentido físico que experimentamos cuando


nunos desconocidas nos sacan del oscuro reino del alma para introdu-
t ii nos en la luz fría y desagradable de la tierra. Después de la seguri-
d.td y el calor del vientre materno, el aire frío ataca nuestro cuerpecillo
li.ígil y desnudo hasta que encontramos consuelo en los brazos de
nuestra madre y el sentido del tacto guía nuestros primeros momentos
conscientes. Para muchas personas el tacto es también el último senti­
do que se experimenta al abandonar este mundo... la presión de la
mano de un ser querido. La vista, el olfato, el oído y el gusto se han
ido antes que nosotros. «El primero de los sentidos que se enciende, el
tacto, es a menudo el último en consumirse — según nos dice Frede-
rich Sachs— , mucho después de que los ojos nos traicionen, nuestras
manos siguen siendo fieles al mundo.»
Una buena amiga mía, madre soltera de dos chicos y mujer muy
trabajadora, se permite con regularidad un masaje facial y corporal de
aromaterapia. En el presupuesto de gastos mensuales incluye dicho
masaje y lo considera medicina preventiva que su seguro de enferme­
dad no cubre, pero que es importantísima para su serenidad y su bie­
nestar físico. Una vez me explicó que como en su vida actual no hay
intimidad y raramente la tocan, a menudo se sentía sobreexcitada,
enferma y privada de algo, hasta que se dio cuenta de que lo que nece­
sitaba eran masajes terapéuticos, es decir, tacto. Desde que comenzó el
tratamiento mensual a base de masajes, casi nunca ha estado enferma y
dispone de cantidades enormes de la energía necesaria para la vida
ocupadísima y agotadora que lleva. Dice que los efectos curativos de
un masaje pueden durar hasta tres semanas y que luego llega el mo­
mento de otra sesión. Me recomendó que lo probase, pero, como soy
una mujer práctica y sensata (o al menos eso pensaba), no le hice caso,
hasta que me dio un masaje corporal y facial como regalo de cumple­
años hace varios años.
Fíe aquí cómo se produjo mi conversión en «sensuista» (alguien
que se deleita en las es peí ieniias \rnsm iales, que no e>, lo m inio .pi#
«sensualista», es decir, mu per.ou.i que muestra un inicie'. cm ?h m
por el placer físico). Se aísla a la mujei .sometida a un gian <mi< . i tt
una tranquila sala de masaje durante una liora. 1,uego se despiei i m mi*
sentidos físicos con el aroma de los aceites esenciales; se acai n i.ui hi|i
nóticamente su cara y su cuerpo (especialmente se le dan in.i..11•■. •n
los pies y en los dedos de éstos); mientras, los bellos compase» .1.1
C anon de Pachelbel se escuchan de fondo, la visión de los ha< es .1. ln.
del sol bailando sobre el suelo de madera, y por último el salmi i. Io n
cante del agua mineral con burbujas y limón en la boca una v e / . mi
cluida la sesión de masaje sublime.
Mi primer masaje fue una manera hipnótica de cncontr.n <1 |- iffl
del tiempo: cuando hubo terminado, experimenté tal sensai ion .1. p < ,
gozo y relajación, que fue como si hubiera bebido champan paia .1. •.i
yunar o hubiera tenido una experiencia trascendental. I a a cu 10114
producida por medios naturales duró muchas horas y aquella n... Io
disfruté del sueño de los inocentes. Al día siguiente me sentí pn pai.t
da para enfrentarme al mundo.
Durante los años ochenta, una popular campana publicit.u 1.1 .1.
A T& T nos instaba a «alargar la mano y tocar a alguien-, Vuelu ,<
experimentar hoy esta sensación física poderosa, que mejora la \nía \
a la que con mucha frecuencia no hacemos caso. Abraza a tus 1111••..
acaricíales el pelo, acúnalos en tus brazos (aunque ya sean mavon n..*t
y se muevan mucho), besa a tu pareja, acaricia a tus animales .1. . .....
pañía, experimenta el roce de diferentes tejidos sobre tu piel , pn In
res la seda, las pieles o la lana de oveja? Disfruta de un b a ñ o . a l ....... .
perfumado y sensual, luego duerme desnuda entre sábanas d< .1) ...I....
limpias. (Y si no duermes sola, prepárate para lo que pueda mui
luego.) Piensa en la posibilidad de permitirte 1111 masaje tet ap.ui 1. . \ .
sea corporal o facial. Llama a un salón de belleza y pregunta el pn <ni
y luego ahorra un poco todas las semanas hasta que puedas pagai i. ln
¡No te sientas culpable! Piensa en el masaje del mismo modo qu< p. n
sarías en una limpieza bucal, peinarte en la peluquería o compiait#
unas gafas nuevas. Se trata de gastos que se hacen de ve/ en 1uandtj
pero que son necesarios para mantener tu bienestar tísico.
El poeta inglés William Wordsworth escribió: - l ’aiecia un....... t.i
incapaz de sentir/El roce de los años terrenales I )elciiémmin*..........I
sentido del tacto para convertirnos en mujeres que al>1a» <11 .. >n pa.......
nuestra porción de años terrenales.

/H
2K 1)1? A B R Il.

El sentido intuitivo
/,i mi un ion r s una facu lta d espiritual y no explica e l cam i­
no, unn (/he son lilam en te lo señala.
F l o r e n c e S c o v e l S h in n

c .....................................
1 Ii i 11iv lio de I.i intuición que es nuestro «sexto sentido» y es una
•>«|......I i.i •111< Mide atribuirse a las mujeres. El escritor inglés D. H.
I au o ii. c . m u que la inteligencia que «surge del sexo y la belleza es
Imiii........ . mininas que la antropóloga Margaret Mead concluyó que
|«t mu i....... Innniiua era fruto de nuestro «eterno aprendizaje de las
ii

•* I ..... .. . humanas-, No pienso debatir aquí la existencia de un poder


Ii ..i, .le» i i , la capacidad de conocer algo sin datos racionales
fui |>iti. bni m i existencia, porque sé muy bien que existe. Y tú tam­
il- n I" iIh . I .i pregunta que hoy quiero hacer es: ¿usas tu intuición?
jl I i'i i|ii elidido ,i aliñar el instinto interior que constantemente te
iMn «mili -.niales? Imagínate que eres una radio. ¿Estás sintonizada de
(tliiin i i . Iai .m ui la emisora intuitiva de tal modo que recibas la infor-
............... .1u necesitas cuando la necesitas, o sólo captas electricidad
i Mil |i ,(?
I i iniuii ion es el sentido subliminal con que nos dotó el Espíritu
l....... |u. ....... abriéramos paso, sin correr peligro alguno, por ese labe-
11.11•■-|u. es la vida real. Los animales que viven en estado natural con-
II.im . ii la intuición para continuar vivos; nosotros deberíamos confiar
. n I i mi. s u a para medrar. Katharine Butler Hathaway escribió
mi l ’Hi. . |u. • •solamente siguiendo tus instintos más hondos puedes
II. .i u n a \i da rica y si permites que tu miedo a las consecuencias te
Impelí s e|mi ii m s instintos más hondos, tu vida será segura, práctica y
un ; i|iima *.
I i mim. ion recurre a procedimientos inventivos cuando trata de
Himunii u s e eon nosotros. Uno de ellos es lo que mi amiga Dona
• ... Imi , , pie 11abaja en el mundo del cine, llama «la tripa informada»,
•Im> . m, m u i ......... obli¡;a a prestar atención provocando una reacción
ii i* i , •is.. i al en nuestro cuerpo. Una de estas señales intuitivas es el
|iinl.l,.i emocional que acompaña al descubrimiento creativo o que
H • . i.i p.u a que no hadamos algo detei minado. ( )tro mensaje intui-
i, " I, >i. i ibilnos cuando de repente nos damos cuenta de que intentar
. 11 . >mu vo podi ia resultar delii ioso, lo intentamos y experimentamos
un gozo sorprendente. Un torcer aviso intuitivo se produce poi medio
de la revelación; el conocimiento intcrioi que nos ayuda a llega) al
lugar apropiado en el momento oportuno para que se nos lleve el llu
jo benévolo de sincronicidad que nos conduce adonde debemos estai
tan fácilmente como puede disponerlo el Universo.
Busca hoy dentro de ti la sabiduría y la orientación de tu yo amén
tico. Tu yo auténtico espera constantemente para hablar contigo poi
medio de los susurros de tu imaginación y los vislumbres de tu imu i
ción. Pero si quieres aprender a potenciar esta facultad maravillosa,
primero debes estar dispuesta a tener fe y confiar en ella. Usala en
pequeña escala. Usala todos los días y tu sexto sentido acabará flore
ciendo y mejorará tu vida igual que los otros cinco sentidos. William
Wordsworth creía que todos podíamos convertirnos en «uno en quien
la persuasión y la creencia/habían madurado hasta convertirse en fe, y
la fe/una intuición apasionada».
Y, en efecto, podemos.

29 D E ABRIL

Atractivo: la mística femenina


D isfru tar d e la v id a es el m ejor cosm ético d e una mujer.
R o s a l in d R u s sel l

In g r id Bergman lo tenía en Casablanca. Transcurridos cincuenta


años, Michelle Pfeiffer fue su epítome en el papel de la condesa Ellen
Olenska en la versión cinematográfica de la novela L a ed ad de la ino­
cencia, de Edith Wharton. Me refiero al atractivo, al poder de seducir
o atraer por medio de la gracia y el misterio personales.
Hoy en día el misterio no está de moda, lo cual es una lástima. Lo
que se lleva es contarlo todo, ya sea en las entrevistas televisivas, en los
libros o en la prensa sensacionalista. Ntozake Shange cree que «donde
hay una mujer hay magia», y yo estoy de acuerdo. Pero también creo
que donde hay una mujer debería haber misterio. Lo que más me
intriga es el misterio — el atractivo— de cómo algunas mujeres pare
cen salir adelante sin tener que esforzarse. Éste es el aspecto de la mis
tica femenina que llama la atención y merece investigarse. ¿Quiénes

ISO
son oslas mu joros y do i|uc ina ñora so convirtieron en eslos sei es supo
riores?
I .as ves en las reuniones de negocios — llenas de confianza y segu­
ndad en sí rrnsmas, con dotes de mando— o sonriendo serenamente
en el vestíbulo de la escuela mientras esperan pacientemente recoger a
los niños para llevarlos a casa en el coche, con un recién nacido al
hombro y un niño de corta edad cogido de la mano. Estas mujeres no
parecen agotadas, ni cansadas, ni hartas, sino que su aspecto es fabulo­
so. No sólo hacen juegos malabares, sino que vuelan por el aire con la
mayor facilidad. Al verlas, te preguntas en qué consiste su secreto.
¿Toman todas Prozac? ¿Se debe a que tienen mucho dinero, a que
saben organizarse bien, a que son partidarias de pensar de manera
positiva o a que la alineación de los cuerpos celestiales les es favorable?
Quizá se trata de algo más profundo: una honda conexión espiritual.
¿Se les estropea el ordenador cuando tienen que entregar un traba­
jo un día determinado? ¿Los niños se quejan alguna vez? ¿Se les avería
el coche y tienen que pedir ayuda? ¿Alguna vez han tenido que llevar
al veterinario un perro que acabara de pelearse con un puerco espín?
Tú y yo hemos tenido que soportar o hacer alguna de estas cosas o
todas ellas y por esto a veces nos dan ganas de irnos a Río de Janeiro.
Luego, sin alterarte, limpias la nariz mocosa, cambias los pañales
sucios, descongelas la hamburguesa en el microondas, empiezas a pre­
parar la salsa para los espaguetis, coses un botón, ayudas a alguien a
hacer los deberes. Haces una breve pausa y te preguntas qué harían si
tú no estuvieras aquí y al instante te das cuenta de que te alegras
muchísimo de estar aquí. Con gran sorpresa por tu parte, se te ocurre
pensar que tú también debes de tener cierto atractivo, toda vez que
todos los que viven en la casa gravitan hacia ti. Te llaman en plena
noche.
Y, desde luego, también hay bastante misterio: por ejemplo, el
misterio de lo que pasará a continuación. Pero en vez de preocuparte
y obsesionarte, decides no hacer nada y ver qué pasa. Optas por dis­
frutar de tu vida real a medida que va pasando día tras día, hora tras
hora, latido del corazón tras latido del corazón. Emily Dickinson con­
fesó que «vivir es tan sorprendente, que deja poco tiempo para otras
cosas». Puede que tu rostro nunca aparezca en una pantalla de cine.
Tampoco aparecerá el mío. Pero podemos adquirir la conciencia inte­
rior de que simplemente vivir y disfrutar viviendo es suficientemente
atractivo.
íCuándo te sentiste más hermosa?
N o creo q u e e l m aqu illaje y el p ein a d o ap rop iad o sean
suficientes p a r a qu e una m u jer esté herm osa. L a m u jer más
rad ian te d e la habitación es la q u e está llena d e v id a y ex p e­
riencia.
Sh a r o n St o n e

P
JL iensa hoy en los momentos de tu vida que más hermosa te sen
tiste. Yo lo he hecho y quedé sorprendida al descubrir que mis ver
daderos momentos de belleza fueron fruto de algo mucho más potente
que la simple combinación del peinado apropiado, el maquillaje y la
ropa.
Las veces que más bella me he sentido fueron el día de mi boda, el
día en que di a luz a nuestra hija y la primera vez que enseñé el encan
to de la vida simple en un seminario. Pero el día de mi boda no había
forma de quedar bien peinada. Mientras mi futuro marido esperaba
nerviosamente en una sala llena de invitados curiosos y perplejos, yo
intentaba arreglarme el pelo y a causa de ello llegué con veinte minu
tos de retraso a mi propia boda. Como la ceremonia iba a celebrarse
en casa de unos amigos y yo estaba arriba, en un dormitorio del
segundo piso, mi futuro marido no acababa de entender por qué me
estaba retrasando. Finalmente, me puse el sombrero con velo y bajé al
salón con una sonrisa para empezar mi nueva vida. Hoy día, cuando
los amigos ven las fotos de la boda, nunca hacen comentarios sobre mi
pelo y lo único que mencionan es la expresión de felicidad exultante
que aparece en mi rostro.
La siguiente vez que tuve la sensación de ser la mujer más hermo
sa del mundo fue el día en que nació nuestra hija. En las fotos que me
hicieron entonces parezco una ballena varada en la playa o, mejor
dicho, sentada en una cama de hospital, pero sigo sonriendo. La sonri
sa es lo que me llama la atención ahora.
Después de dar clases en mi primer seminario del encanto de la
vida simple y volver a la habitación de mi hotel, vi por casualidad a
una mujer hermosa y me sentí verdaderamente asombrada. «¿Quien
eres tú?», pregunté a la cara del espejo y mi yo auténtico me devolvió
la sonrisa. Las clases en el seminario me habían llenado tanto, habían
sido tan interesantes c inspiradoras, la afinidad con las almunas había

IH.>
tan mande, que me veía atrapada en la estimulante* corriente de la
vula y se me notaba.
I le aquí el secreto que descubrí cuando trataba de resolver el acer­
i l l o d e la belleza. Las situaciones de mi vida en las que me sentí hermo-

.a eran diferentes unas de otras, pero el amor fue el denominador


i omún que me transformó, en vez de ser los signos externos: el amor a
mi marido, el amor a nuestra hija, el amor a mi trabajo. Ésta es tal vez
la lección más importante sobre la belleza que podemos aprender. El
amor tiene la facultad de trascender nuestras limitaciones físicas. Alice
Walker confiesa que «Cuanto más me maravillo, más amo». Bus­
quemos continuamente la maravilla que hay en todo. Si la buscamos,
loi /(>samente veremos el amor que sale de lo más profundo. Cuando la
sensación de maravilla y el amor sean tan indispensables para ti como
la base para el maquillaje y el colorete, te convertirás en la mujer más
i ai liante del mundo.

Pequeñas alegrías para abril

'*<§ Recuérdate a ti misma cómo es divertirse el Día de los Santos


Inocentes. Sorprende a tus seres queridos y amigos con alguna extra­
vagancia, aunque sin recurrir a bromas pesadas que puedan molestar.
I n ve/, de ello, inventa sorpresas cómicas, absurdas y divertidas. En
i asa, vuélvelo todo al revés y sirve pizza para desayunar y bollos para ce­
n a i . Al ir a recoger a los niños a la escuela, les dices que tienes que lle-

varlos al médico o al dentista y en vez de ello, llévalos a la heladería.


■*•5 Busca un ejemplar del maravilloso libro de Diane Ackerman
I N atural History o f the Senses y disfruta con una lectura que te intri-
i;.u a, te inspirará y hará que te conviertas en una «sensuista».
Abril es un mes maravilloso para dar paseos, tanto si cae un
i alido aguacero como si hace sol. El pefume de la tierra cuando vuelve
a despertarse y la visión de los colores de la madre naturaleza te ani­

m a l .111 y te recordarán lo maravilloso que es sencillamente estar viva.

Entra en una sombrerería y pruébate varios modelos. Estás


muy elegante con un sombrero negro de ala ancha, pero ¿quizás el de
paja i on una rosa te gusta más? Juega con las numerosas posibilidades.
I’uede que veas a tu yo auténtico en el espejo.
•«>3 Visita una tienda grande de tejidos, aunque no sepas coser.
I'elta un vistazo a los restos de tapicería. Son baratos y estupendos
p a t a hacer manteles o fundas para los muebles. Hojea el catálogo de
muestras. Imagina las posibilidades. ¿Hay algo que te gustaría hacer
para ti? ¿Para la casa? En tal caso, ¿por qué no piensas en las posibili
dades? Busca clases de costura en los cursillos para adultos.
Echa un vistazo al cajón donde guardas la lencería. Tira los
sujetadores y las bragas viejas y gastadas y compra ropa interior nueva
y bonita. Forra el cajón con papel perfumado y mete entre la ropa
saquitos de lavanda.
^ 45 Pasa revista a tus artículos de maquillaje y tira lo que sea viejo
o se haya secado. Sustituye los colores oscuros por colores claros para
la primavera. Aprende el secreto de aplicar la base ligeramente, con el
fin de que parezca natural, utilizando esponjas y pinceles en vez de los
dedos. Visita los departamentos de cosmética de los grandes almace­
nes para ver quién ofrece cambiar gratuitamente el maquillaje de las
dientas. (Muchas compañías de cosméticos presentan sus nuevos pro­
ductos de primavera en esta época del año.) ¡No tienes que comprar
nada! Cuando la asesora de belleza haya terminado, dale las gracias
con entusiasmo y dile que quieres dar unas vueltas por ahí con tu nue­
va cara antes de gastar dinero en un nuevo maquillaje.
^ Visita una tienda de discos grande durante media hora, sim­
plemente para curiosear. Descubre los diferentes tipos de música que
hay: clásica, country, rock suave, Nueva Era, gospel, ópera, jazz,
rhythm a n d bines y soul. En casa, enciende la radio y escucha durante
un rato música diferente de la que sueles escuchar. Visita una audiote­
ca y escucha fragmentos de las cintas y los compactos nuevos, para ver
qué tal son antes de comprar alguno. Pasa unas cuantas horas en silen­
cio (cuando estés sola en casa) y verás lo reparador que es.
Recoge agua de lluvia para lavarte el pelo. Las mujeres de la
era victoriana creían que el agua de lluvia lo suavizaba.
Busca un perfume nuevo y refrescante para la primavera:
prueba el agua de rosas, la lila o el lirio de los valles. Lleva todos los
días el perfume que te guste.
Pinta huevos de Pascua y escóndelos para que los busquen
niños de todas las edades.
Los fines de semana reanuda los reparadores paseos por el
campo. En las ventas de objetos personales de personas fallecidas o en
quiebra busca lencería antigua y visita los mercados de productos agrí
colas por si encuentras plantas y hierbas.
Cuando caiga un aguacero por la tarde abrígate con una man
ta y escucha el ruido de la lluvia que cae sobre el tejado.
Prepara una hornada de bollos. Come caramelos de gelatina.
Busca el sombrero perfecto o confecciona uno o una gorra de
estilo antiguo.
^<5 Encontrarás toda la información q u e n e c e s i t e s s o b r e las p r o
p i e d a d e s c u r a t i v a s y e s t é t i c a s d e la a r o i n a t e i api a en ll>c \>l of Aro
m atherapy, tic Roben U .'l issci.incl. Conviene que sepas una cosa: no
hay que ingerit aceites esenciales porque son tóxicos e incluso pueden
causar la muel le. Son exclusivamente para uso externo. Si tienes la piel
sensible, prueba una gota en el brazo antes de meterte en la bañera.
Guarda todos los aceites esenciales en un sitio donde los niños no
puedan alean/.u los, como haces con los medicamentos, y trátalos con
el mismo respeto. Las mujeres embarazadas, por ejemplo, no deben
utilizar la artemisa. Los aceites esenciales tampoco deben aplicarse al
cuerpo sin diluirlos; es necesario mezclarlos con una base neutra,
como, por ejemplo, el aceite de almendras, el aceite de germen de tri­
go o el aceite de jojoba. Lee todo lo que puedas sobre el tema y con­
sulta con un experto en aromaterapia. Puedes encontrarlo por medio
de las tiendas de alimentos dietéticos, los herbolarios, los comercios de
cosméticos naturales, los centros de masaje terapéutico o sencillamen­
te preguntando por ahí. Busca y encontrarás.
MAYO

Q u e to d a s las a le g r ía s sea n c o m o e l m e s d e
m ayo.
F r a n c is Q u a rles

E l mes de mayo nos envuelve con su mágico hechizo cuan­


do la promesa de la primavera se hace por fin realidad. Este
mes nos concentraremos en nuestros hogares, a medida que
vamos convirtiendo la simplicidad en un elemento fundamen­
tal de nuestros quehaceres cotidianos y nos reencontramos
con el tercer principio del encanto de la vida simple: el orden.
Con una nueva mirada y el corazón agradecido y colmado de
amor, reconsideramos nuestros quehaceres cotidianos. Al
aprender a saborear las revelaciones cotidianas que nos acon­
tecen todos los días, hallamos lo sagrado en lo ordinario.
i nr. m a y o

Las revelaciones cotidianas


H o y , un n u evo sol am an ece p ara m í t o d o v iv e, tod o es
an im ad o, tod o p arece h a b la rm e d e pasión, todo m e invita a
qu ererlo.

u
A nne dk L knclos

na de las elegías más famosas que se haya escrito jamás es Elegy


in a Country C hurchyard del poeta inglés Thomas Gray. Mientras el
poeta vagaba por un umbrío cementerio el año 1750 , meditaba sobro
el sentido de la vida, los afanes de los que triunfan y de los que no, lo
absurdo de la ambición, la lucha de los ricos y los pobres por alean/.n
la felicidad y, por último, sobre las diferencias entre los vivos y aque
líos cuyas cabezas descansan «en el regazo de la Tierra». Gray decidió
que eran bien pocas: las sencillas alegrías se han ido para siempre, el
destino es incierto. «Para ellos, el fuego del hogar no arderá ya ja
más/Ni desempeñará la hacendosa ama de casa sus quehaceres al ano
checer... los caminos de la gloria no llevan sino a la tumba.»
Deberíamos escribir una elegía por cada uno de los días que han
pasado por nuestras vidas sin tan siquiera advertirlo ni apreciarlo. Me
jor aún, deberíamos componer una canción en agradecimiento poi
todos los días que nos quedan.
En ocasiones, sentimos la presencia de la poetisa que llevamos
dentro y que registra todos los bellos momentos de nuestra vida. Sin
embargo, más a menudo, pasamos nuestros días confusas o frenéticas,
hasta que nuestra conciencia despierta bruscamente ante una amena/.i
inesperada por algo por lo que sentimos afecto y no hemos sabido
apreciar en su justa medida. Denomino a estos luminosos momentos
«revelaciones cotidianas» porque nos hacen tomar plena conciencia
de lo que tenemos y de lo mucho que hemos dejado pasar, y de lo
mucho por lo que debemos sentirnos agradecidas. Mediante la místi
ca alquimia de la gracia divina y la expresión de nuestro agradecí
miento, lo que podría haberse convertido en elegía se transforma en
júbilo: nuestra propia recuperación o la de un ser querido que ha es
tado gravemente enfermo; la gran oleada de alivio que nos invade
cuando se localiza, sano y salvo, a un niño que se ha extraviado, aun
que sólo hayan tardado unos minutos en encontrarlo; una reconcilia
ción tras un desgarrador altercado; darnos cuenta de la suerte que te

IKK
cáliz,míos el trabajo que n o s gusta; el jubilo que rodea .1 un
l i e m o s si i

1iio de iniciación; la enoi me satisfacción que produce concluir una la


l)oi abrumadora; la serenidad que nos acoge cuando abandonamos la
lucha.
I as revelaciones cotidianas nos instan a querer todas las cosas.
I loy ha amanecido un nuevo sol. Todo vive. Todo puede hablar a tu
alma apasionadamente si tú hallas la calma para prestarle oído. «Debes
intentar vivir todos los días de la forma que creas que te hará sentirte a
i’,listo con tu vida — nos sugiere la actriz Jane Seymour— para que si
esta se truncara mañana, tú estuvieras satisfecha.»

2 DE MAYO

Habitar en la Casa del Espíritu


C óm o ser fe liz cuando estás triste. P lanta am apolas ja p o ­
nesas con azulin as y reseda y com bin a las petu n ias con los
guisantes de olor p a ra qu e sus frag an cias se com plem enten.
C on tem p la cóm o trepan los guisantes d e olor.
B e b e té d e p rim era en una taza d e fin a p orcela n a d e W or-
cester q u e tenga un color entre a lb aricoq u e y rosa....
R um er G o d d en

L o que ayudaba eran las pequeñas cosas, tomadas de una en una y


saboreadas», recuerda la escritora inglesa Rumer Godden en sus hip­
notizadoras memorias sobre una vida auténtica, A H ouse With fo u r
Rooms. «Oblígate a saborearlas», se decía cuando su vida no estaba en
orden.
Hoy, la vida no está en orden a mi alrededor: los planes se super­
ponen, las necesidades entran en conflicto y la casa está sembrada de
rechazo a la vicia real reflejando externamente el desorden que en este
instante reina en mi mente. Mi inclinación natural — a la que estoy
resistiéndome haciendo un formidable acto de voluntad— es ponerme
a limpiar. Pero si me pongo a limpiar, interrumpiré el ritmo del día.
1.0 cierto es que sólo dispongo de unas cuantas preciosas horas para
trabajar sin interrupciones mientras mi hija está en el colegio. Unas
cuantas preciosas horas para retener un pensamiento en la mente y
seguirlo palabra por palabra hasta su consecución, aunque en ello
invierta toda la mañana.
Uno de los motivos de mi pasión por los escritos de Rumer God-
den es la destreza con que teje las coloridas hebras de su extraordina­
ria vida doméstica, creativa y espiritual; el dobladillo que parece dar
consistencia a su vida rara vez se descose, como pasa con el mío con
más frecuencia de lo que me gustaría admitir. Comenzó su carrera
profesional en 1936 y en casi sesenta años ha escrito cincuenta y siete
libros: novelas para niños y adultos, ensayo, colecciones de relatos y
poesía. Muchas de sus conocidas novelas, dotadas de un profundo
misticismo, celebran la fecundidad de la vida real: la magia, el misterio
y lo mundano. The N ew York Times observó que Rumer Godden era
una escritora que «pertenece a ese reducido y exclusivo grupo de
mujeres — incluye a Isak Dinesen y a Beryl Markham— que podían
hacer bastante bien todo lo que se propusieran: cazar tigres, cautivar a
los hombres, celebrar elegantes cenas, adquirir fama literaria». Sin
embargo, de todas sus obras, sus memorias es mi preferida. Me cauti­
va cómo vivió, fundó una familia y construyó muchos hogares a par­
tir de casas en ruinas en el mundo entero, mientras escribía casi ininte­
rrumpidamente. Es una narradora gloriosa, pero ningún relato es tan
fascinante como la vida real.
La labor espiritual de crear y sustentar refugios seguros, apartados
del mundo, en los cuales hallar y saborear las alegrías auténticas, es un
tema recurrente en su obra, tanto si el refugio se encuentra tras las
paredes de un convento como si se halla en la habitación de los niños.
El secreto de Rumer Godden para vivir una existencia auténtica pare­
ce haber morado, sin importar dónde ella viviera en realidad, en la
Casa del Espíritu. «Según un proverbio o axioma indio, todo el mun­
do es una casa con cuatro estancias, una física, una mental, una emo­
cional y una espiritual. La mayoría de nosotros somos propensos a
vivir en una estancia casi todo el tiempo, pero no seremos personas
completas hasta que no entremos en todas las estancias todos los días,
aunque sólo sea para airearlas.»
Un acogedor retiro: el hogar como refugio
de un mundo frenético
T odos los espíritus se construyen una casa, y m ás allá de su
casa un m undo, y m ás allá d e su m un do un refugio. S abe
pues, q u e el m un do existe p a r a ti.
R alph W aldo E m erso n

D u r a n t e el siglo X IX , el hogar se concebía como «el paraíso terre­


nal», un refugio sagrado en un mundo incierto. Cuando el hombre, la
mujer o el niño franqueaban el umbral, estaban a salvo, «no sólo de los
daños físicos — escribió John Ruskin— , sino de todo temor, duda y
división». Hoy, muchas de nosotras contemplamos el pasado con nos­
talgia. La era victoriana parece tan serena, apacible y cortés; es tan dia­
metralmente opuesta a la nuestra. Sin embargo, las cuatro décadas que
abarcan desde la Guerra de Secesión hasta los inicios del siglo X X fue­
ron unos de los años más turbulentos política, social y económica­
mente de la historia de Estados Unidos. ¿Por qué entonces iba un
período de tanta agitación social a interpretarse en el presente no sólo
como la edad de la inocencia, sino también como una época de estabi­
lidad y tranquilidad?
Yo creo que, en gran parte, se debe al legado de amor que nos
dejaron nuestras tatarabuelas, que sin duda reinaban en sus corazones
como la reina Victoria lo hizo en su imperio. Las mujeres victorianas
tal vez carecían del derecho al voto y de las trampas del poder (inclu­
yendo los ingresos propios y la independencia), pero eran el centro
moral, espiritual y físico del hogar, tenían la responsabilidad de crear
un acogedor retiro de belleza, comodidad y dicha que protegería, ali­
mentaría y sustentaría a sus seres amados. Para conseguirlo, las muje-
i es de clase media corrientes elevaron la consecución de la felicidad en
el hogar a una extraordinaria forma de arte, desde las cenas con man­
icios de lino blancos de los domingos hasta los picnics del Día de la
Independencia sobre el típico mantel azul a cuadros. Las mujeres con-
«rbían las artes domésticas — cocina, decoración, jardinería, artesanía
v eclcbi aciones no como cargas sino como una forma de expresión
I>« i \<>nal y un medio de persuasión. Las tradiciones que celebraban los
<'tii aillos del liogai y la vida en familia actuaban como el mortero mís­
r

tico que mantenía cuerpo y alma unidos en el seno de una sociedad


tumultuosa que estaba cambiando a la velocidad de la luz.
«El hogar es nuestro punto de partida», observó T. S. Eliot. Hoy,
un siglo después de su nacimiento, el «hogar» es el lugar al que
muchas mujeres quieren regresar, si no literalmente, sí en sentido figu­
rado. Empieza a creer que el tiempo, la energía y el entusiasmo que
inviertes a diario en la labor espiritual de cuidar de tu hogar — labrar
un refugio para ti y los seres que amas— es un esfuerzo sagrado. La
vida no nos da más garantías de las que daba a nuestras antepasadas
victorianas. Sin embargo, ellas afrontraban el futuro con coraje, deci­
didas a crear una obra de arte duradera: un retiro de amor y risas feliz
y seguro.
Nosotras también podemos hacerlo.

4 DE MAYO

La personalidad de tu hogar
Una casa es qu ien eres, no quien deberías ser.
J il l R o b in s o n

TJL e guste o no, las personalidades de nuestros hogares son baróme­


tros precisos que reflejan, en lo que nos rodea, dónde hemos estado,
qué está pasando en nuestras vidas y quiénes somos — hoy, en este
instante— si bien no necesariamente adonde nos dirigimos.
Hay que admitir que reflexionar sobre este punto no es muy
alentador, sobre todo si vierais en qué estado se encuentra mi casa
mientras escribo. A pesar de todo, es cierto. «Te expresarás en tu casa
quieras o no», dijo la madre del estilo moderno, Elsie de Wolfe, quien
transformó el estilo decorativo que Estados Unidos había adoptado
durante medio siglo con su libro The H ouse in G o o d Taste, escrito
en 1 91 3 .
T u respuesta es probablemente: «Si tuviera dinero para hacci
reformas, verías mi verdadero yo.» Desde luego. N o estoy en total
desacuerdo. Pero no podemos permitirnos ponei nuestra1, vidas y
nuestra creatividad en espeta de que lleguen mas ingresos, porque lo
único que hacemos es acab.u por del i .uidai n o s .1 nosotias y .1 los
seres que amamos. Hoy podemos recurrir a los principios del encan­
to de la vida simple — aceptar, alabar nuestras circunstancias y descu­
brir nuestras preferencias personales— para impulsar la expresión de
nuestra autenticidad a través de la forma en que cuidamos y decora­
mos nuestros hogares. Al hacerlo, los principios de gratitud, simplici­
dad y orden empezarán a transformar los lugares en los que habita­
mos en refugios sagrados de comodidad y felicidad — con o sin las
fundas nuevas— .
Después de publicar mi primer libro, una elegante revista de moda
famosa por sus exuberantes ilustraciones (que yo encuentro adora­
bles) quiso visitarme para conocer en persona a «la mujer que había
tras el libro». Por lo visto, mis escritos habían evocado la era victoria-
na con tanto éxito que la revista daba por sentado que yo habitaba en
una casa del siglo X IX perfectamente restaurada. ¿Qué otra cosa cabía
esperar?
Pero, ¡ay!, la realidad era otra. Y fui presa del pánico.
«Cálmate — me consoló una vieja amiga que trabaja en Holly­
wood— . Tira del objetivo y adopta otra perspectiva.» En el cine, «tirar
del objetivo» es la técnica que el cámara utiliza cuando enfoca lenta­
mente el objetivo para lograr una imagen más nítida. «Tu casa es cálida,
agradable, acogedora, interesante, tentadora. Hay fotogramas fabulo­
sos a todo tu alrededor. No seas tan dura contigo misma.» Pero como
periodista que era, sabía lo que aquella revista esperaba, y yo no vivía
así. Si mi hogar iba a ser del dominio público, quería que fuera perfec­
to; deseaba desesperadamente estar a la altura de lo que los demás es­
peraban de mí en vez de pensar que estar a la altura de lo que yo me
exigía ya entrañaba bastantes dificultades. En lugar de mi casa, mi ase­
sora de imagen concertó una entrevista a la hora del té en un hotel.
Si bien es cierto que el dinero nos ayuda a expresarnos en lo que
nos rodea, crear un hogar acogedor y cómodo que refleje nuestra per­
sonalidad no tiene por qué empezar por contratar a un decorador o
sacar la tarjeta efe crédito o el talonario de cheques.
Hoy, no importa dónde ni cómo vivas, contempla tu hogar con los
ojos del amor. Paséate por las habitaciones y da las gracias a las pare­
des y al techo que os albergan a ti y a los tuyos. Deténte unos instan­
tes para pensar en todas las mujeres que han perdido su hogar debido
.1 la muerte, el divorcio, las deudas o el desastre. Muéstrate agradecida
por el hogar que posees con la certeza de que, en este instante, todo lo
que tienes es todo lo que verdaderamente necesitas.
5 d i; m a y o

El dominio supremo: a fin de cuentas,


¿a quién pertenece este hogar?
Tu casa es tu h og a r sólo cuando sientes q u e tienes jurisdic­
ción sobre e l espacio.
J o a n K ron

A
X j L no ser que vivas sola, ¿es tu hogar tuyo? Sí, hasta cierto punto, el
dominio supremo prevalece. Pero también pertenece o lo utili/.m
otras personas. Es por ello que el salón de tu pequeño apartamento cu
la ciudad es a su vez el estudio de tu marido escritor durante el día.
O que la mesa y las sillas del comedor también sean las murallas tic
un castillo. Es por ello que el cuartito de tus labores ha vuelto a con
vertirse en el dormitorio de un hijo mayor que regresa a casa. C) que
la habitación de invitados se haya transformado en el cuarto de I.i
abuela; tu suegra está enferma pero es reacia a internarse en un hospi
tal. O es tal vez por ello que la habitación donde se centra la vida en
familia se ha remodelado para convertirse en el escondrijo perfecto
para los adolescentes que claman por ejercer su propio dominio su
premo.
Reconocer y aceptar las necesidades de las personas con las que
convives además de las tuyas propias es el primer paso para lograr una
convivencia feliz y armoniosa en un verdadero hogar.
Durante los casi cuatro años que siguieron al nacimiento de nues­
tra hija Katie, las mesas de casa estuvieron vacías (sin contar los lápices
de colores o los juegos educativos) hasta que Katie tuvo edad pau
contemplar los objetos bellos sin querer jugar con ellos. Lo hice por
su seguridad y por mi equilibrio mental. Paulatinamente, los regalos
de boda de cristal de Waterford empezaron a coexistir apaciblemente
con sus juguetes y nuestras pertenencias se entrelazaron, reflejando las
personalidades de todos los que allí residimos. Pero, recientemente,
un garito macho llamado Mikey, que no está sujeto a las leyes del
dominio supremo ni a las de la gravedad, vino a vivir con nosotros
(gracias a Katie) y algunos de nuestros amados objetos Iragiles han
vuelto al armario hasta que aprenda que no debe subirse a la repisa de
la chimenea.
Dado que el espacio no es un lujo que puedan peí milirse muchas
mujeres de los .ifios noventa, ¿significa eso que debemos posponer
indefinidamente nuestra labor transformadora de cuidar de nuestro
hogar con autenticidad? ¿Podemos seguir aplazando la decisión si ver­
daderamente valoramos nuestra paz mental? La tranquilidad de un
hogar siempre se origina en tu interior, independientemente de las cir­
cunstancias.
El espacio que necesita tu alma no puede medirse en centímetros,
metros o monedas.
No permitas que tus circunstancias personales te desalienten, aun
cuando ahora mismo tal vez se desvían de tu sueño de expresarte ver­
daderamente en lo que te rodea. Empieza a cooperar con las limitacio­
nes de tu vida real en vez de luchar contra ellas.
No olvides nunca que tus estilos de vida y de decoración son obras
de arte en curso.
La decoradora de interiores y escritora Alexandra Stoddard cree
que «el punto en el que nos encontramos en nuestra vida y en nuestra
i elación con los demás» debe tener prioridad sobre nuestras decisiones
decorativas, y está en lo cierto. «En ocasiones, lo que queremos senci­
llamente no es práctico o apropiado para nosotras en este preciso
momento. Un hogar con niños pequeños debería diseñarse de una
lorma distinta a otro habitado por niños mayores. Si estás divorciada
o casada en segundas nupcias y los hijos de tu cónyuge te visitan a
menudo, tendrás que hacer los cambios apropiados para que se
encuentren a gusto. No es tanto una cuestión de estilo de vida cuanto
de iniciaciones vitales... Un hogar honrado que es auténtico para las
personas que lo ocupan siempre será encantadoramente refrescante
para sus visitantes.» Y con la perspectiva correcta, también puede ser­
lo para las personas que lo habitan.
En pos de los hechos: el arte
de la indagación decorativa
C u an do las am istades entran en un h og ar, p erciben -su
p erson alid ad y su carácter, el estilo d e v id a de la fa m ilia ;
estos elem en tos hacen q u e una casa co b re v id a con una
noción de identidad, una noción de energía, entusiasm o y
calid ez declaran do: «así som os nosotros; a sí vivim os».

R alph L au ren

P
A oco después de que mi marido y yo nos uniéramos en matrimo
nio, mis padres se trasladaron a una casa más pequeña de otro estado v
empezaron a deshacerse de muebles y enseres. Debido a mi adoración
por el estilo Victoriano, mi madre me regaló unos muebles de salón del
siglo XIX propiedad de mi abuela, un canapé y dos sillas, que ésta habi.i
adquirido en una subasta celebrada en el hotel Ritz de Nueva York en
19 21 . También me regaló un par de lámparas de porcelana de finales
de siglo. Similares a grandes teteras, las lámparas (que se. sustentaban
en pedestales de bronce y medían un metro aproximadamente) eran de
color verde intenso con un ribete dorado y un enorme lirio rosa en el
centro.
Las lámparas eran horrorosas. Pero tardé años en abrir los ojos y
darme cuenta.
Tomé conciencia de su fealdad cuando intentaba poner orden, el
tercer principio del encanto de la vida simple, en nuestra vida. Empe­
cé a hacerlo merodeando por las habitaciones y observando con
imparcialidad nuestras pautas de vida: cómo guardábamos las cosas (o
cómo no lo hacíamos), en qué zonas tendían a acumularse los chismes,
dónde sucumbíamos a la tentación de sacar las cosas de su sitio y no
volverlas a poner porque costaba demasiado. En el curso de esta inves­
tigación, centré mi atención, como el detective que inspecciona la
escena del crimen, en el examen de los objetos decorativos que me
rodeaban todos los días, notando especialmente su presencia y validez.
«¿Quién vive aquí?», pregunté al emprender la búsqueda de mí mis
ma. Cada vez que entraba en el salón, notaba la profunda repugnancia
que me producían aquellas lámparas. «Dios mío, son horrorosas»,
murmuraba entre dientes y proseguía mi inspección. Finalmente, un
buen clí.i, el interioi ista divino dijo desesperado: <•Bueno, (jiiílate esos
muertos de encima y deja de gimotear.»
—¿Qué estás luciendo? me preguntó mi marido al verme sacar
de la habitación aquellos objetos repugnantes.
- Odio estas lámparas y no puedo soportar vivir con ellas ni un
minuto más — le dije.
Llevo quince años odiando esas lámparas pero nunca dije nada
porque creía que te gustaban.
—Creía que tenían que gustarme porque crecí con ellas y mi ma­
dre me las regaló. Pero no me gustan ni en pintura.
—A ver si me entero — dijo con incredulidad— . ¿Has tardado quin­
ce años en descubrirlo? ¿ Quince añ os?
¿Qué puedo decir? Algunas de nosotras tenemos el sueño profun­
do y nos cuesta mucho despertarnos. Pueden pasar veinte años antes
de que, una soleada mañana, te des cuenta de que el ostentoso piano
de tu madre no encaja en tu estilo de vida urbano e informal, sobre
todo cuando tú además no tocas el piano. O tal vez el juego de dormi­
torio de madera contrachapada, que compraste en una tienda de saldos
para tu primer piso y que ya has pintado tres veces, ya está desfasado.
Si el pensar en volver a coger el pincel te produce ganas de gritar, no lo
hagas, aunque sea práctico. En su lugar, busca otra ganga con la que te
gustaría vivir.
Durante las décadas de 1870 y 1880 , nació a ambas orillas del A t­
lántico una filosofía denominada «movimiento ascético» centrada en
ensalzar todos los aspectos de la vida victoriana. El movimiento recal­
caba la importancia de cultivar el alma a través de un entorno bello,
lista semana, me gustaría que vagaras sin prisas por tu hogar y con­
templaras los objetos que te rodean todos los días. ¿Te sientes verda­
deramente cómoda con ellos? ¿Los quieres, o sencillamente convives
con ellos? No importa cómo los adquiriste. No es necesario que deci­
das inmediatamente si debes conservarlos o no. Lo único que busca­
mos es tener la certeza interior. Por encima de todo, no te avergüences
de lo mucho que has esperado para iniciar la búsqueda de tu au­
tenticidad. «Para el que espera, todas las cosas se revelan por sí so­
las — nos alienta el poeta inglés decimonónico Coventry Patmore— ,
siempre que tengas el valor de no negar en la oscuridad lo que has
visto en la luz.»
Edenes cotidianos:
pasar un día más en el paraíso
El hogar es la definición de Dios.
E m ily D ick in so n

■ E fl Edén es esa Casa antigua que habitamos todos los días» m<
recuerda Emily Dickinson mientras merodeo por mi salón recogicndi •
una cinta de pelo morada, fichas de colores, el cuaderno de dibujo del
joven artista, una raqueta de tenis, actas de la reunión de la scman.i
pasada en el ayuntamiento, una pila de la publicación mensual sobre
béisbol, compactos diversos, una viola, varios catálogos de venta poi
correo, los periódicos de tres días, dos pares de zapatos, una bolsa de
Doritos vacía hecha una pelota y tirada en el suelo junto al sofá y mi
cepillo de pelo (mío, pero probablemente utilizado por la dueña de I.i
cinta de pelo morada).
¿Is esto el Edén?
Los poetas, por lo que parece, llevan siglos cantando al lirismo dr
la vida doméstica, sin lugar a dudas porque convivieron con mujeres
tiernas, pacientes y enriquecedoras que crearon refugios de sereno or
den en los que ellos pudieran trabajar en paz y armonía.
Pero, ¿sabías que Emily Dickinson — que nunca se casó y apena1,
salió desde que cumplió treinta y cuatro años— era también una gran
amante del hogar? De hecho, se decía que sus mayores placeres eran
cocinar y escribir poesía. Y, debido a que sus poemas no se publicaron
hasta después de su muerte en 1886 , fueron sus habilidades gas tronó
micas las primeras en encumbrar a la bella de Amherst, Massachuseti
por (entre otras maravillas culinarias) la esponjosa tarta de fruta que
servíacon el té y los suculentos paquetes de pan de jengibre que baja
ba en una cesta desde su santuario en un segundo piso a los niños
hambrientos del vecindario. Separada de nosotras por el abismo de
más de un siglo, su retiro voluntario e independiente me parece el
antídoto perfecto a la existencia de finales de este siglo. "N o salgo d<
casa ano ser que la emergencia me lleve de la mano —escribió a una
amiga en 1854 — , y en esc caso lo hago a regañadientes y, si puedo, doy
media vuelta.»
Cómo me gustaría dai media vuelta también yo. Sentarme sin más
cu el jardín y toni.u el sol, observai a los pájaros construii sus nidos,
observai ,i los gatos acechando .1 los pájaros, cclcbrar los nuevos retó­
nos del jardín y disi rular de una taza de té recién hecho y de la corres­
pondencia de la señorita Dickinson.
Sin embargo, antes de que esta idílica ensoñación pueda dar comien­
zo, debo hacer limpieza. Debo recoger los escombros de nuestra vida
cotidiana y poner esta habitación en orden, pues ya no aguanto ni un
segundo más que aquí reinen el caos, el desorden y la confusión.
Sencillamente, no es momento para meditaciones poéticas.
¿O sí?
Tal vez ahora, más que nunca, cuando casi me he dejado vencer
física, emocional y psicológicamente por las minucias de lo mundano,
sea el momento en que más necesito de la reverencia de poetas que
atestigüen la sacralidad de lo ordinario. Quizás entonces veré, no sim­
plemente pertenencias ajenas, sino toda la belleza, alegría y abundancia
que yacen literalmente a mis pies. Si logro serenarme un instante y
zambullirme de lleno en la experiencia de traer el orden y la armonía a
mi hogar, es posible que descubra que la poesía de esta tarde debe
hallarse en la percepción de mis quehaceres.
Porque, ¿cuál es el propósito de limpiar esta habitación? ¿Es senci­
llamente recoger la porquería y tirar los periódicos de ayer? ¿O esta­
mos en presencia de un acto genial? En el proceso de transformar esta
habitación en un refugio seguro y sereno donde mi familia pueda reu­
nirse para disfrutar de la compañía mutua, ¿no estoy adoptando una
perspectiva errónea?
'l odos los días nos proponen elecciones. Podemos reaccionar ne­
gativamente a lo que nos exigen o podemos escoger vivir plenamen­
te, transformar lo negativo para que tenga sentido. La actitud lo es
todo. Si no doy un sentido a mi vida y a mi trabajo, nadie podrá nun­
ca hacerlo por mí. Si no reconozco el valor de lo que estoy haciendo
en este salón, es obvio que nadie más lo hará. Y si el cuidado del ho­
lgar no es sagrado, perdonadme, pues entonces carecería del concep­
to de lo divino.
Así pues, para animarme y celebrar mi elección, escucho un con­
cierto de Bach mientras limpio. Pongo el agua a hervir para preparar­
me un té. Abro las ventanas de par en par para sentir la brisa primave-
ral. Pronto, mi familia regresará a esta habitación colmada de belleza y
amor.
Sin embargo, antes de que eso ocurra, me reservaré un precioso
intervalo de tiempo para mí. Me quedaré sentada en silencio durante
veinte minutos en el jardín y tomaré el sol en compañía de los pájaros,
los ral os y los nuevos retoños y saborearé la bendición de haber pasa­
do otro día en el paraíso.
Redescubrir la sagrada labor espiritual
de cuidar del hogar
f L as artes corrientes q u e practicam os en casa todos los días
tienen m ás im portan cia p a ra el alm a de lo qu e su sim plicidad
llev aría a pensar.
T hom as M o o re

D e s d e hace siglos, la mujer aprende desde su juventud a llevar la


casa, cocinar y sacar la familia adelante pegándose al delantal de su
madre o abuela. George Eliot nos cuenta en su novela The Mili on the
Floss: «La familia Dodson tenía su modo particular de hacer las cosas
— su modo particular de blanquear el lino, de hacer el vino en prima­
vera, de curar los jamones y conservar las grosellas embotelladas—
para que ninguna hija de aquella casa pudiera ser indiferente al privile­
gio de ser una Dodson, y no una Gibson o una Watson.»
Por desgracia, yo no pertenezco al linaje de los Dodson. Sin em­
bargo, cuando iba al instituto, gané el premio de «Fundadora de hoga­
res del mañana». Aquello divirtió y asombró muchísimo a las religiosas
que me habían instruido, pues la economía doméstica ni tan siquiera
aparecía en su programa de estudios. También dejó totalmente atónita
a mi madre, que era consciente del estado de mi dormitorio y sus cons­
tantes esfuerzos para que yo lo limpiara. Pero había ganado el concur­
so —que estaba basado en hacer una redacción y no un pastel al hor­
no— escribiendo sobre la importancia de construir un hogar como una
vocación en peligro de extinción. Aquello ocurrió en 1965 , cuando el
fragor del movimiento feminista empezó a resonar por todo el país. A
mediados de los años sesenta, las madres no preparaban a sus hijas para
la vida adulta enseñándoles a hacer la cama, separar la ropa blanca de la
de color, ordenar un armario o cocinar un filete de carne. En su lugar,
muchas madres les entregaban ejemplares de The Feminine Mystiquc
(«La mística femenina») en cuanto acababan de leerlos.
Ahora, tres décadas después, las mujeres sabemos cómo poner en
marcha empresas de venta por correo, fundar bancos y editar nuevas
revistas, viajar al espacio, negociar valores en Wall Street, cerrai tratos
cinematográficos de millones do dólares, s.iln elegidas para formal
gobierno, traiisnuln las notii i.r. lodas las mu ln lomai dci r.ioiu ■cu
el Tribunal Supremo y ganar premios Nobel. Podemos obtener finan­
ciaciones, crear, innovar, delegar y negociar. Pero también pasamos
por el colmado cuando volvemos corriendo a casa después del trabajo
llevando a nuestros hijos, cansados y llorones, a remolque; hacemos la
colada cuando toda la familia se ha quedado sin ropa que ponerse y
buscamos un sitio donde sentarnos cómodamente al final de un largo
día en medio de un estruendo infernal. Muchas mujeres de hoy saben
llevar negocios pero no tienen ni la menor idea de cómo llevar su
hogar eficazmente, lo que constituye una de las razones de que nos
sintamos tan agobiadas.
Ha llegado la hora de que miremos profundamente en nuestro
interior, de reconsiderar que cuidar de nuestro hogar puede ser una
expresión de nuestra autenticidad. Tal vez no sepamos blanquear el
lino, hacer vino en primavera, curar jamón o embotellar grosellas.
I’ero aún no es demasiado tarde para que redescubramos la sagrada
labor espiritual de cuidar del hogar. Crear un hogar cómodo, bello y
organizado puede ser uno de nuestros logros más satisfactorios y una
iluminadora experiencia espiritual. Al igual que el patrimonio que
ganas con el sudor de tu frente, canalizar tu tiempo y tu energía crea-
liva para aproximarlos al hogar revertirá en enormes ganancias emo-
eionales para ti y tus seres queridos.

9 DE MAYO

Poner tu casa en orden


Mi vida siempre tendrá platos sucios.
Si este fr e g a d e r o p u ed e convertirse
en un lugar d e contem plación ,
qu erría a p ren d er en él la constancia.
G u n il l a N o r r is

C o m o las detestamos, las posponemos tanto como podemos hasta


que estamos hasta el cuello. Muchas mujeres se toman las implacables,
repetitivas, agotadoras e improductivas tareas domésticas como la tor-
lut.i de Sísiio. I ras haber ofendido al dios griego Zeus, Sísifo fue con­
denado a empujai una piedra e n o r m e hacia la cima d e una abrupta
colina. Cada vez que conseguía culmiuai su hazaña, la piedra resbala
ba por la ladera y el pobre hombre tenía que volver a empezar I .r.
mujeres podemos hacer lo mismo, observó Simonc de Beauvoii en .11
obra E l segundo sexo: «Lo limpio se ensucia, lo sucio se limpia, una \
otra vez, día tras día.»
Eso, naturalmente, suponiendo que nos las arreglamos para hacei
lo a diario. Para los dos tercios de las mujeres estadounidenses, q u e
también trabajan fuera de casa, ello comporta realizar las tareas
domésticas entre las siete de la tarde y las siete de la mañana.
I Y te sorprendes de que lo que se ensucia se quede sucio hasta que
ya no puedes soportarlo?
Cuando descubrí — para mi consternación— que el orden era el
tercer principio que debía explorar poco a poco y hacer mío en el
camino diario hacia la alegría y el bienestar, no quise aceptarlo. Aun
que a menudo me sentía agotada y perdida, sobre todo cuando inte 11
taba encontrar algo o ignorar el desorden, la virtud del orden me pare
cía chapada a la antigua, una falta de imaginación y de inspiración
— tan odiosa y aburrida, de hecho, como el término «tarea». Lo que
anhelaba incorporar a mi vida era algo más ennoblecedor.
Sin embargo, al reflexionar sobre las vidas sencillas, frugales y serc
ñas de los amish, los cuáqueros y, en especial, de los shakers, la unión
íntima entre vida, trabajo y pensamiento que lograban mediante las
hebras invisibles del orden divino caló muy hondo en mi corazón.
El orden modelaba todas las partes y alimentaba todos los aspectos
de la existencia de los shakers, desde el programa diario de quehaceres
hasta la forma en que se expresaban auténticamente en lo que les rodea
ba. La madre Ann Lee, fundadora de la United Society of Belicvers in
the First and Second Appearance of Christ en 1774 (Sociedad de Cre
yentes Unidos en la Primera y Segunda Aparición de Cristo) instruía
a sus seguidores para que recordaran que el orden era la primera ley
celestial. «En el cielo no hay suciedad», confiaba a sus alumnos. Los
miembros de la «familia» (de los) shakers debían tener sus pertcnen
cias y herramientas personales tan ordenadas que pudieran encontrai
las de inmediato, de día y de noche. Para lograrlo, los shakers elevaron
el orden a la categoría de arte sagrado: contemplar la exquisita belleza
y brillantez de los cajones y armarios de cocina de obra es saber que,
en la Casa del Espíritu te está esperando un cuartito sublime de made
ra de pino que lleva tu nombre. Los shakers creían que su trabajo co
tidiano, incluyendo los quehaceres domésticos, era una expresión per
sonal de su fe.
«La oración y los quehaceres domésticos van unidos. Siempre ha
sido así. Sabemos sencillamente que nuestra rutina cotidiana es nuestia
forma de vida. Cuando limpiamos y ordenamos nuestros h o g a r e s , e n
i iim , i Innii.i tam bién estamos lim p ian d o y ordenan do m i . a . .

p* i soii.i-, nos dice ( i im illa N o rris en su m od ern o lil u *• -


Hftnyi H o m e.
I a lo r m a en q u e c u id a m o s d e n u e s tro h o g .u c*. una > .pn ion
r tllt o c N tim a s u til p e ro s ig n ific a t iv a .

10 D E MAYO

Un lugar para todo: conservar l.i .ii.nl


mental con un plan pcmon.il
Si un h og ar no tiene sen tido, n ada lo tu tu
I li ....... i i '...............

A n h e la m o s dar un senttdo al trabajo...... o tlt/ ..... m i mM l'#N


dominar las artes y oficios sagrados que ln*. ip n h ........ .
i nti aiiau y crear un microcosmos de serenidad. .. ........l id \ m IiuI iiimi
i .1 para nosotras y los nuestros. Pero, ¿coiii" \ |>..i d..nd. ntp» •
luos, sobre todo si nunca nos enseñaron a guanlai I . ........i» pu-i
pndei encontrarlas otro día? Y , si ni nosotras mr.nu tpondim oi Un
I... iones básicas, ¿cómo íbamos a poder ensenai a un. a i <>•* lii|>- I 1.1
I>iIi<I.ules vitales que necesitan, desde la cooperación li.r.ia . I ni. . 1.
i iu mar?
Poner nuestro hogar en orden es uno de los mejores icgal..-. <pi>
piulemos hacerles a ellos y a nosotras.
I )espues de buscar consejo sobre el cuidado del hogai consultando
maúllales domésticos que abarcan un período de un siglo, desde el t la
no de Isabella Beeton B ook o f H ousehold M a n a gem en t , publieado
.ti IH6 1 , hasta S uperw om an: F o r E v ery Wornan Who H at es //o/oe
,,'nrh de Shirley Conran, una cosa he sacado en claro: la salud mental
m conserva con la ayuda de la planificación. Recuerda siempre qu<
planea i ■ aparece antes en el diccionario que «trabajar», y con ta/ón.
Pero antes de planear, tendrás que pensar en los quehaceres dnmésii
i os como en un enorme proyecto de trabajo.
Vamos a ver; ninguna de nosotras se pondría manos a la obra sin
pens.it antes lo que debemos hacet si nos pagaran pot nuestro trabajo
¿I \>i qué íbamos .1 es luí .11 nos menos en un n .11>.i |o <|ue nos recom
pcnsa con pensión compleia, 1,1111.1 \' lelieidad:'
Al pensar antes de actuar en ve/ de simplemente reaccionai ante
las tareas, interrupciones y exigencias que nos imponen, podemos
recobrar el control de nuestra vida cotidiana. Necesitamos aprendo .1
llevar nuestra casa en lugar de permitir que los quehaceres cotidianos
nos subyuguen sin miramientos.
En primer lugar, define tu noción del hogar perfecto. Recuerda
que no tiene por qué ser la misma que la de tu madre o los Dodson.
Cierra los ojos unos instantes e imagina que estás franqueando el 11111
bral de tu casa.
En tu versión ideal, ¿cómo es la habitación? Tu ideal de hogar peí
fecto es lo mínimo con lo que puedes convivir sin dejar de sentirte
contenta. Por ejemplo, yo personalmente puedo convivir con el polvo
(aunque pongo el límite cuando puedo escribir mi nombre en el cscri
torio de mi dormitorio), pero el desorden me vuelve loca. Para mí, es
más importante tener las habitaciones compartidas de la casa y mi
dormitorio ordenados que limpiarlos para que pasen la prueba del
algodón. Así que, debido a mis ocupaciones, me cosideraré razonable
mente satisfecha si la casa puede, de una forma consistente, estar ordo
nada en lugar de estar lista para salir en una revista de decoración.
Determina tu cociente de habitabilidad. Es el primer paso en el diseño
de un plan personal que te funcione.
A continuación, tienes que determinar lo que hay que hacer, quien
puede hacerlo y cuándo. La forma más sencilla es dividir los quehace
res domésticos en categorías: tareas diarias, trabajos semanales, ocupa
ciones mensuales y labores estacionales. Ve sobre el papel la parte que
tú realizas. Te quedarás atónita. Vamos a ver, ¿quién convive contigo
y puede compartir la carga? Una vez hayas identificado los trabajos
del hogar y la mano de obra disponible, anótalo todo. Estás creando
una estrategia del camino diario hacia la alegría y el bienestar que
aporta orden y armonía a tu hogar al tiempo que te deja bastante tieni
po y espacio para saborear el viaje.
Hace muy poco que hemos empezado a concentrar nuestra ener
gía e imaginación en la conservación de la madre tierra. (La conserva­
ción de las vidas de las madres mortales es igual de urgente pero, ¿por
qué esperar a encontrarnos al borde de la extinción emocional para
iniciar la labor de conservación?)
Para impulsar la puesta en orden de nuestro hogar, he aquí cuatro
reglas de oro que pueden cambiar la calidad de tu vida cotidiana a par
tir de hoy.
Repite la receta de la dicha en voz alta todas las mañanas y todas
las noches durante veintiún días. Deja que se convierta en tu mantra
I" i son.il para conservai I.i s.iliul mental. Il.v/ lidias con estasinstrue
i iniif, y cudgalas en todas las habitaciones de la casa. Enseña estas
■, 11*i.i •. palabras a tus hijos, susúrralas al oído de tu compañero:

/ I . Si lo coges, devuélvelo a su sitio.


/ Si lo abres, ciérralo.
Si lo tiras, recógelo,
i I. Si te lo quitas, cuélgalo.

11 DE MAYO
\
V
El tao del cuidado del hogar
/ v h ora d e qu itar el p o lv o otra vez.
i'.s h ora d e acu n ar m i casa,
acariciar todas sus superficies.
Me gusta p en sar en ello com o en una especie d e acto
am oroso
...la op ortu n idad de p alp ar
las cosas con las qu e con vivo y a las q u e quiero.
G u n il l a N o r r is

S e g ú n cuenta la historia, el sabio chino Lao-Tzu (nacido quinientos


anos antes de Cristo) decidió abandonar la región que habitaba por-
que quedó profundamente desilusionado de la corrupta y decadente
dinastía que la gobernaba. Al llegar a la frontera, un guardián pregun­
to al venerable anciano si pensaba escribir un libro antes de partir que
instruyera a sus seguidores en «el arte de vivir». Lao-Tzu accedió de
buena gana. Tituló su libro el Tao Te Ching. Una vez finalizada su
obra, Lao-Tzu abandonó China para no volver a ser visto jamás.
1.1 l'ao Te Ching es un texto sagrado de la religión china denomi­
nada «taoísino» y es uno de los libros más traducidos de todos los
tiempos. Sus seguidores se esfuerzan por vivir en consonancia con los
principios del tao, el cual, según su creencia, gobierna el orden del
l J ni verso. Como el zen, el tao, o el camino, es un camino espiritual;
debe experimentarse íntimamente en vez de ser aprehendido por el in­
telecto si se desea descubrir su verdadera esencia. Uno de sus temas
pi iiK'ip.ilc's es la unidad, basada <11 la cultera m.V> c|iu* cu l.i oposii kmi
(«El tao os eterno sin hacer y, sin embargo, nada se queda sin hacei )
Cuando una mujer se une .11 camino en su búsqueda, se1desprendí' d e
sus expectativas y se convierte en un receptáculo vacio que se llcnai.i
hasta el borde de yin y yang, las energías vitales opuestas masculina \
femenina— carrera profesional y hogar, oscuridad y luz, tristeza y ale
gría, relaciones íntimas y soledad, agresividad y pasividad-
¿Cómo puede el enigmático consejo de un filósofo chino de la
antigüedad ayudarnos a poner la casa en orden? Si nuestras almas
están tan absortas en deshacer, ¿cómo van a hacerse las cosas?
Por inexplicable que parezca, se hacen deteniéndose. Reflexionan
do todos los días sobre la forma en que nuestra vida transcurre. Lo
que marcha bien y lo que no. Al detenernos para reflexionar antes de
actuar, tomamos conciencia de cómo la naturaleza de todas las cosas
— incluso las minucias de la esfera doméstica— participa en la armonía
del Todo. Una de las iluminadoras lecciones de Lao-Tse es que «110111
brar es el origen de todas las cosas concretas» y que «el misterio y la
manifestación proceden de la misma fuente».
Me he tomado esta sabiduría muy en serio, sobre todo en cómo
percibo el trabajo que realizo en mi hogar. Las tareas rutinarias pue
den transformarse, con el corazón dispuesto y abierto, en trabajos
agradables. Empieza con las palabras que describen, o nombran, tus
esfuerzos creativos. Que las «tareas» se conviertan en «cometidos».
Deja de llamar a tu rutina diaria «quehaceres domésticos» y empieza a
llamarla «cuidado del hogar». Redefinir nuestro trabajo hechiza sutil
pero poderosamente nuestro subconsciente. Y, después de todo, cu i
dar — a tu persona, a los tuyos, a tus animales domésticos y a tu
hogar— es lo que verdaderamente haces cuando quitas el polvo, cam
bias la tierra de los gatos, separas la colada, conduces el coche, prepa
ras la comida y trabajas en el jardín.
La presencia divina en el hogar se concreta en manifestaciones visi­
bles del Espíritu. La hallamos buscando el misterio en lo mundano,
viendo lo sagrado en lo ordinario. En mi caso, ésa es la esencia del
camino, el tao de los cuidados del hogar. Lao-Tzu instaba a sus segui
dores a «considerar importante lo pequeño» y «hacer mucho de poco».
Hoy, intenta concebir todo lo que haces en casa, no importa lo insig
nificante que te pueda parecer, como parte del camino auténtico hacia
la plenitud y en ello se transformará.

- 206 -

Mi
Restaurar el sentido de la armonía
en tu entorno
Me dicen q u e cuando los chinos, q u e lo saben todo, se
construyen una casa, consultan los preceptos d e una antigua
<icncia, el fe n g shui, la cual les dice con exactitu d cóm o,
•u án do y d ón d e d eb en realizarse las obras y de esta fo r m a
trae /a b u en a fortu n a a l h o g a r p a ra siem pre jam ás.
J a n M o r r is

l [ .ice miles de años en la antigua China, los practicantes del miste-


......o .u te de la ubicación denominado «feng shui» daban consejo a los
rmpc i adores y a la nobleza sobre cómo traer más armonía, salud,
I>i. c.pi i idad y buena fortuna a sus vidas por medio de un acertado di­
urno de interiores.
Irisándose en permitir que el aliento cósmico o la energía esencial
•I' I.i Tierra denominada «chi», que según los chinos genera toda vida,
Hit va libremente en armonía con la naturaleza, los esotéricos visiona-
i u»•. del íeng shui aconsejaban sobre todo tipo de cosas, desde lugares
dr sepultura propicios (para una vida cómoda después de la muerte)
IiiP.ta el urbanismo de ciudades imperiales enteras. En la actualidad,
' ‘«le profundo y pragmático arte oriental ha sido trasplantado a O cci­
dente en la medida en que cada vez somos más las personas dispuestas
i vivir nuevas vidas a través de la sabiduría de la antigüedad. Los ban-
t os, compañías y restaurantes estadounidenses que abren sucursales
en ciudades asiáticas como Hong Kong reconocen la importancia de
» « ui t i a i ar a Asesores de feng shui para aconsejarles sobre todos los

,ispéelos del proceso de planificación, desde los proyectos de cons-


t Micción hasta la ubicación idónea de los despachos, para asegurar el
éxito de su negocio y el bienestar de sus empleados.
Kathcrine Mctz, una practicante del feng shui contemporánea,
i tee que «todas nosotras podemos hacer cambios sencillos y asequi­
ble’. en casa y en nuestro lugar de trabajo que prenderán la mecha de
nuestro potencial natural para estar lo más vivas, receptivas y centra­
da. posible. I\n estos tiempos de vertiginosos cambios, los sencillos
le.ijustes del íeng shui pueden ayudar a traer claridad, paz, alegría y
prosperidad».
Algunas de sus sugerencias sobre como Irasceudei lo nunulano me
diante lo místico incluyen colg.n un canillón de bronce en la pilen,i
para que traiga claridad; tener libros a simple vista en cuanto entras en
casa para ver más allá; colgar un espejo circular en tu dormitorio p.n.i
que traiga más amor, compasión y comprensión a una relación íntima;
poner flores en tu dormitorio, cocina y estudio para cultivar la buena
suerte; y colgar un espejo en la pared lateral o posterior de tu coi ina
para que refleje los fogones, que simbolizan riqueza y prosperidad. Si
no puedes librarte de la rutina o vives una situación desagradable
(como la indolencia), Metz te aconseja cambiar de sitio «veintisiete
objetos de tu casa que no se hayan movido durante el año anterior-, lo
que «reforzará tu capacidad de seguir avanzando en la vida». Mientras
intentamos traer más orden a nuestra vida, esta semana nos ofrece la
oportunidad perfecta de experimentar con el feng shui para traer más
armonía a nuestro entorno: vacía los armarios y los cajones de potin
gues o corre los muebles para quitar el polvo de la parte de atrás. Crée­
me, notarás literalmente cómo el ch ’i empieza a girar en torno a ti a me­
dida que la energía positiva se libera por todo tu alrededor.
Tal vez resulte ilógico e inexplicable para la rígida mentalidad occi
dental concebir que la buena suerte puede ser nuestra colgando espe­
jos y colocando la cama y el escritorio de una forma determinada.
Pero tener curiosidad y ganas de experimientar no puede perjudicar a
nadie. Después de todo,^i no buscas, nunca encontrarás.

13 DE MAYO

Honrar a la Qran Madre


C u id ar d e m í m ism a com o haría una m ad re se h a con ver­
tido en una fo r m a de p restar oíd o a mis n ecesidades m ás pro
fu n d a s y de respon der a ellas a l respon der a la niña qu e llevo
dentro.

M e i .in d a B u r n s

f í r s t a mañana, abajo se oye un trajín que no me está permitido pie


senciar. «Se está cociendo algo grande... no puedo decírtelo -, me s u m í
rra mi marido al cerrar la puerta del dormitorio con una sonrisa com
plice. ( )ij!,o el estruendo de ollas y cazudas, de cajones que se abren y
se l idian, de batidoras en funcionamiento. Ahora que el tintineo de
mi mejor juego de porcelana resuena por toda la casa, parece como si
estuvieran preparando la bandeja del desayuno. Normalmente no
it u n o nada para desayunar. Pero hoy voy a hacer una excepción. Es el
I )ía de la Madre.
Más tarde, como por arte de magia, aparecen unos deliciosos
bollos de fresa, dorados por la mantequilla fundida y aún calientes del
horno, que mi hija ha preparado. Estoy asombrada, orgullosa, perple-
ja, emocionada, profundamente agradecida. ¿Quién es esta joven
extraordinaria de radiante y bella sonrisa que me trae cordiales regalos
para alimentar mi cuerpo y mi alma? Creo que aquí ha habido algún
upo de intervención espiritual, pues yo no he hecho bollos de fresa en
mi vida y no tengo ni idea de cómo Katie adivinó la receta. Es un
momento perfecto para meditar pausadamente sobre la gran madre
cósmica que puede inspirarnos a todas; el Espíritu femenino divino de
la fecundidad conocido como la diosa, tan venerado en la antigüedad,
que las mujeres de hoy están volviendo a descubrir.
Muchas mujeres que conozco comparten el anhelo no expreso de
ser reconfortadas. Cuidadas como lo haría una madre. Esta voraz
necesidad puede palparse — y a menudo no es correspondida— . Por el
contrario, nosotras somos las que normalmente proporcionamos con­
suelo, atrapadas por las acuciantes necesidades de nuestros hijos, pa­
dres ancianos, pareja, amigos e incluso conocidos.
Aunque ya somos adultas, nunca llegamos a superar la necesidad
de que alguien especial nos abrace, nos acaricie el cabello, nos arrope y
nos asegure que mañana todo irá bien. Tal vez necesitemos volver a
experimentar conscientemente la dimensión maternal y profundamen-
tc consoladora de la divinidad para aprender a ser madres de nosotras
mismas. El mejor punto de partida es crear — como un acto de fe— un
hogar acogedor que proteja, alimente y sustente a todos los que bus­
quen refugio entre sus paredes.
Gloria Steinem ha escrito de forma conmovedora sobre la necesi­
dad de volver a tener padres después de haber empezado a explorar,
en la edad madura, el tema de la autoestima. Debido a que sus padres
se divorciaron cuando ella tenía diez años y su madre fue víctima de
una crisis depresiva, la legendaria editora de la revista Ms. asumió el
papel de cuidadora de la familia. Décadas después, en calidad de líder
del movimiento feminista, organizaba, viajaba, daba conferencias, ha-
eia campañas y conseguía reunir fondos para diferentes causas, pero
n o sabía cuidar de sí misma — emocional, psicológica y físicamente—
aunque se había pasado la vida cuidando de los demás. En ningún lu-
i;ai se hacía aquella verdad más patente que en su hogar. Gloria revela
en su libro sobro la autoestima: R c v o l n t i o n / r o m W i l h i n : A H o a k o /
Self-Esteem que su apartamento eia poco mas que -un pequeño .11111.1
rio donde me cambiaba de ropa y tiraba papeles en cajas de cartón».
Paulatinamente, fue tomando conciencia, si bien con retraso, de que el
hogar propio era «un símbolo del yo» y a partir de los cincuenta creó
su primer hogar verdadero y empezó a disfrutar de él.
Hoy, mientras te paseas por la casa, piensa en formas de empezar a
cuidar de ti misma como haría una madre — todos los días, no una vez
al año— en detalles pequeños pero tangibles. En tu casa, debería haber
lugares cómodos, desde el salón hasta el dormitorio, que te invitaran a
sentarte, dormir, relajarte y reflexionar. Debería haber pequeños reto
ques, desde la cocina hasta el cuarto de baño, que te deleitaran y com
placieran. Debería haber fuentes de belleza por toda la casa que inspi
raran, orden que reconfortara y la serena gracia de la simplicidad que
tanto tranquiliza. La poetisa Ntozake Shange escribe: «Encontré la
divinidad en mí misma y la amé / la amé intensamente.» No hay una
forma más bella de honrar el amor que nos profesa la divinidad feme­
nina de la maternidad que celebrar en la tierra el templo donde mora
su Espíritu.

14 D E MAYO

Un encanto especial
y f e c no eírte c.At,
¿P or q u é am am os ciertos hogares y p o r q u é p arece qu e
ellos nos am an ? Es la efusión d e nuestro corazón q u e se refle­
ja en nuestro entorno.
T . H . R o b s jo h n - G ib b in g s

E n cuanto entramos en una casa, sabemos si tiene o no encanto. Si


nos sentimos atraídas por su acogedora y alegre hospitalidad. La cali
dez de una habitación con encanto nos incita a sumergirnos en sus
comodidades hasta quedarnos satisfechas. La belleza sencilla deleita.
La serenidad, la armonía y el orden tranquilizan. Los toques de origi
nalidad divierten. La memoria personal reconcilia el presente con el
pasado. Todo está en paz con el mundo en un hogar tan atractivo o
invitador. Piensa en los hogares que aparec ían en las maravillosas poli
i ul.is sentimentales tic los años inatenta, como lo s m ejores tinos de
nin siiii vida o I d Ctisd encantada. I'n esta última, un apuesto veterano
...n i u.mices de guerra se enamora de una humilde sirvienta y el
. ii. uno se eneai na en Cupido, que los hechiza a través de un entorno
maiavilloso capaz de transformar a dos vidas solitarias. «Si lo tienes
csi libio sobre el encanto el dramaturgo inglés sir James M. Barrie
. ii 1907 - , no necesitas tener nada más; y si no lo tienes, tus demás
. u.ilidades no importan demasiado.»
CIon dinero podemos comprar bellos muebles y accesorios deco-
raiivos, pero no podemos asegurarnos de que el encanto more con
nosotros. Yo creo que esto es así porque el encanto parece ser una
. ualidad del alma con la que no se puede comerciar. Pero el encanto
puede canalizarse a partir del Espíritu creador. Se accede a él a través
.le nuestra autenticidad, que se expresa en nuestro toque personal. «La x,
belleza no reside en hacer grandes gastos, sino en la artística disposi-
. i o n ile pocas cosas», dice el reconfortante artículo titulado «El encan­
to ile lo imprevisto» del número de The M other’s M agazine publicado
e n agosto de 1917 durante la Primera Guerra Mundial, cuando salir
adelante con lo mínimo era una necesidad. Hoy, toma conciencia de
. I l i e «el deseo de construir un hogar más querido y dulce para los que
moran en él» sigue siendo el eterno secreto de investir nuestros hoga­
res de encanto.

15 D E MAYO

Progreso, no perfección
E l perfeccion ism o es m altrato d e uno m ism o en p rim er
grado.
Anne W il s o n Sc h a e f

E r a una bella tarde de mayo soleada y cálida con una refrescante


brisa. Perfecta. El día con el que soñamos en lo más crudo del invier­
no. Aquella mañana, mi hija y yo habíamos hecho una agradable visi-
la al mercado agrícola y comprado cogollos, hinojo, tomateras, capu­
chinas y caléndulas. La semana anterior, habíamos logrado encontrar
una jardinera de terracota con forma de potager («sopera» en francés).
Hiibía descubierto esta maravillosa idea para tenei un ¡arilm en un
so]o recipiente en un artículo de una elegante revista de decorac ión \'
m e pareció que podía resultar divertida. A katie también. Urdimos e l
plan y lo pusimos en práctica con gran entusiasmo y placer.
Cuando acabamos de plantar, tuvimos algunas dificultades para
qu itar la tierra húmeda que se había adherido a los lados del p o t a g n .
Yo» empleé una esponja y lo manché de barro; Katie lo roció con una
regadera, obteniendo mejores resultados, pero seguía sin ser tan pa
fecto como en la fotografía. Me da vergüenza decirte el tiempo que
est-uvimos preocupadas por conseguir la perfección, pero llegó un pun
to .en que ya no pude más:
— Bueno, ya está. Qué bonito.
— Pero no es como el de ella — gimoteó Katie con exasperación.
— No, no es como el de ella. Es como el nuestro. El nuestro es
magnífico. Bien. Es bastante parecido.
— Pero el suyo es perfecto. Todo lo que hace es perfecto. Quiero
qu e el nuestro también sea perfecto. — La frustrada jovencita de once
años sacaba humo.
Tiempo muerto. Serenidad: progreso, no perfección. En prima
lugar, le dije, los seductores gurús de las revistas de decoración cu en
tan con profesionales que trabajan para ellos a jornada completa,
incluyendo a los estilistas, que pasan pinceles mágicos untados de tic
rra de Siena por las manchas de barro áep otag ers de terracota antes de
qu e el flash se dispare o se ponga en marcha la cámara de vídeo.
— Es imagen, ilusión, ficción. Es una industria de un millón de
dólares. Lo que estamos viendo no es siempre la verdadera McCoy.
A h o ra bien — observé con satisfacción— , esto es real, con el barro y
to d o . Es real y es maravilloso.
A l final, conseguí convencer a mi escéptica interlocutora de que
tuviera paciencia. (La madre naturaleza no me defraudó y los chapa
rron.es primaverales se convirtieron en nuestro estilista.) Pasamos el
re sto de la tarde removiendo felizmente tierra tan dura como el gran i
to p>-ara un fragante jardín tradicional de rosas, lavanda, malvas locas y
espuelas de caballo. Cerca de allí, los gatos se deleitaban en el parterre
recién plantado con hierba gatera.
¿Cuánto tiempo de nuestra vida desperdiciamos — malgastamos,
perdemos o pasamos de mal humor— por nuestra neurótica insisten
cía e n la perfección? Tal vez nuestros padres esperaban que viviera
mos a la altura de unos valores que sabían que ellos mismos nunca
alcanzarían. No cabe duda de que querían que nosotros tuviéramos
más» Pero, ¿más de qué? ¿Preocupaciones? ¿No has tenido ya bastan
te? E~ioy, acepta que la perfección es inalcanzable. 1.n la vida real, debe
nairnos esforzarnos por dar lo mejor de nosotras mismas, no poi sa
I.is mejores del mundo. Aun con codo, siempre habrá algún error
ortogi áfico, una mancha en la alfombra, un potager de terracota con
chorretones de barro.
Las mujeres perfectas no se manifiestan en este plano existencial.
I Iabría que compadecer más que censurar, envidiar o emular, a las
celebridades que venden la perfección. ¿Por qué? Porque, a pesar de
m i lama y sus cuentas bancarias, apenas conocen un momento de paz;

lodo el mundo está pendiente, esperando un paso en falso.


No, gracias. Yo paso. La perfección deja tan poco margen para el
progreso... Tan poco margen para la aceptación o la alegría. En el ca­
mino que hemos elegido, el progreso es un placer sencillo que hay que
saborear. Todos los días. Naturalmente, seguro que tendremos m o­
mentos perfectos, como pasar una soleada tarde de mayo trabajando
en el jardín con nuestra hija. La vida y los potagers no tienen que ser
perfectos para resultar placenteros.

16 DE MAYO

Deshacerse de lo que no es útil ni bello


N o tengas n ada en casa qu e no sepas q u e es útil ni creas
qu e es bello.
W il l i a m M o r r is

U n la Inglaterra de los años ochenta, un soplo de aire fresco invadió


los mal ventilados salones Victorianos cuando el poeta, artesano y
diseñador William Morris fundó el influyente movimiento de Arts and
Crafts. Morris y sus asociados hicieron campaña contra los muebles y
accesorios decorativos baratos y de ínfima calidad que se producían
industrialmente y se acumulaban en los hogares de clase media con un
afán desmedido.
En particular, Morris instaba a los Victorianos a liberarse de lo feo,
inútil c incómodo en favor de un mobiliario sencillo y «honesto». El
poeta irlandés W. B. Yeats definió la exhortación de Morris para lo­
grar una comunión ascética de belleza y funcionalidad en el hogar como
«da anhelada liberación de las artes decorativas».
Ln el camino del encanto de la vida simple, nuestra auténtica libe­
ración docoi .11 iva liacc ai lo ilc pi cscni ia cu.niclo cnipc/aiuos a api cciai
y a poner cu práctica la rcj»la ele Morris desprendernos tic todo ln
que no creamos que sea bello o útil* a medida que restauramos <1
orden en nuestro hogar y simplificamos nuestra vida.
Empieza esta semana con papel y lápiz. Merodea meditativa poi
las habitaciones de tu casa. Deja que los espíritus divinos de la simpli
cidad, el orden, la armonía y la belleza te acompañen. Mira realmente
a tu alrededor — los muebles y la decoración— . Da las gracias por tu
hogar tal y com o es hoy. Luego empieza el interrogatorio. Pregunta a
cada una de tus pertenencias, ¿eres bella? ¿Util? ¿Te ha llegado la hora?
No cabe duda de que te toparás con algún objeto que no será ni bello
ni útil pero tendrá connotaciones sentimentales. Crea una nueva cate
goría (lo siento, señor Morris) en tu lista de limpieza. Pero sé modera­
da. ¿Cala realmente hondo en tu corazón? ¿Llorarías su desaparición?
Sé franca. N adie va a ser partícipe de este ejercicio salvo tu yo auténti­
co y él está intentando decirte algo. Escucha. (Si el objeto cala hondo
en otros corazones, llévalo a la habitación de sus dueños.) Anota to­
da esta información. Concédete siempre tiempo para pensar sobre el
papel antes de actuar.
El siguiente paso del proceso consiste en comprometerte p or escri­
to en tu calendario a hacer una habitación al mes. En el día señalado,
planea dedicar unas cuantas horas (como hiciste cuando arrancaste las
malas hierbas de tu ropero, ¿recuerdas?). Asegúrate de disponer de
muchas cajas. Luego, comienza la selección: si no es bello, útil ni tiene
un valor sentimental, adiós. Un montón es para los objetos que entre­
garemos a los establecimientos benéficos — objetos como el jarrón con
ninfas de la tatarabuela Gladys o el juego japonés de sake que te rega­
laron el día de tu boda y detestaste nada más verlo— . El otro montón
es para los objetos en perfecto estado de anteriores encaprichamientos
que ya no te aceleran el pulso. Este montón puede reciclarse como fu­
turos regalos.
Según una antigua ley metafísica, si deseamos más abundancia en
nuestra vida, primero debemos crear un vacío para poder recibir el
bien que buscamos.
¿Cómo puede entrar más bien en nuestra vida si no nos queda
espacio para él? La forma de crear el vacío es dando lo que ya no nece­
sitamos ni deseamos pero puede ser útil a los demás.
Todas cambiamos al hacernos mayores (ésa es la prueba de que
nos estamos haciendo mayores). Entre los cambios, se incluye nuestro
estilo personal.
Si ya no te gustan tus tazones de cereales Fiesta y ahora quieres
coleccionar Blu.e Willow, o si la vajilla de Limoges que te dejó tu
abuela no encaja muy bien que digamos en tu informal estilo rústico
de recib il .1 Lis visitas, rendíalos. ( )b s i’qilini a una am ij'a i|iic le li.i mvi
laclo a su c.is.i con pan de plátano casero en una bandeja que a ti nun
c a te guste) del todo pero que ella siempre ha admirado, es un sencillo
placer maravillosamente abundante.
Decidir simplificar nuestra vida y poner en orden nuestro hogar
destinando los objetos que ya no amamos a nuevas y más felices en­
carnaciones con personas que los apreciarán genuinamente es la forma
de abrirnos para recibir una abundancia que encajará perfectamente
con nosotras.

17 D E MAYO

El ritual de la primavera de Ruskin:


la restauración
P ara q u e las person as p u ed a n ser felices en su trabajo,
hacen fa lt a estas tres cosas: d eb en ser aptas p a ra realizarlo.
N o d eb en practicarlo en exceso. Y d eb en ten er la sensación
d e q u e lo realizan con éxito.
J o h n R u s k in

E l sol brilla, las ventanas están llenas de chorretones, las cortinas de


encaje blanco dejan bastante que desear. ¿Acaso necesita esta casa una
limpieza a fondo? Pero las ventanas y las cortinas pueden esperar por­
que el sofá y un nuevo libro me llaman.
Los cajones de sastre también están igual. Ya sabes, esos agujeros
negros que acechan detrás de las superficies ordenadas ocultando
el desorden y sólo Dios sabe qué más. Objetos perdidos. Objetos
encontrados. Objetos que tal vez alguien de la familia pueda usar en
otra vida. O lo irreconocible. Tú le das un nombre: es lo que está en
el cajón.
Bien, no sé si a ti te pasa lo mismo, pero yo tenía (tengo —va por
períodos— ) cajones de sastre en todas las habitaciones de la casa. Lle­
gué a un punto en que nunca los abría por voluntad propia salvo para
echar en ellos otro artículo con los ojos cerrados. Soy adicta a los ca­
jones de sastre. Pero, a medida que he ido aprendiendo las lecciones
del encanto Je la vida simple, he afrontado esta tendencia obsesiva.
Me estaba conviniendo en una persona ordenada en la superl ieie, pero
por debajo de ella hervía la más total anarquía doméstica. Yo lo sabía.
Mi yo auténtico lo sabía. También lo sabían mi marido y mi hija. Mr
hacía sentir muy incómoda. «Estar enterrado en lava y ni siquiera in
mutarse, es entonces cuando un hombre demuestra de qué está lu­
cho», escribió Samuel Beckett en M alone Dies. Las mujeres adultas
nos enfrentamos al mismo reto cuando reunimos el valor necesario
para afrontar la limpieza de los cajones de sastre. Respira hondo. Yo te
guiaré.
La mejor forma de empezar a organizar el desorden de toda una
vida es hacerlo a intervalos soportables, siguiendo el sabio consejo de
John Ruskin. N o lo practiques en exceso en una sola sesión; de esa
forma, puedes sentir que tus esfuerzos han tenido éxito. Cada mes,
aborda una sola habitación o espacio para guardar cosas de tu casa.
Divide la habitación en distintas partes. La primera semana, ordena
los cajones de sastre, luego los armarios, luego todas las demás zonas
donde pueden guardarse cosas, como debajo de las camas, el armario
de las sábanas, el botiquín, la cesta de las labores. Por encima de
todo, no intentes hacer demasiado de una vez o te sabotearás a ti
misma. ¿El armario de la habitación familiar donde se guardan los
juegos no se ha organizado en cinco años? No te preocupes, puede
esperar otros dos meses o el tiempo que tardes en dedicarte a él.
Hoy, piensa con detenimiento en las zonas de tu casa que te están
produciendo más frustración y luego ordénalas en función de la irri
tación que te causan.
Aunque estoy firmemente convencida de que los quehaceres do­
mésticos deben compartirse, he concluido de mala gana que erradicar
el desorden es una ocupación solitaria. Tienes que hacerlo sola. Nunca
dejaría de insistir en ello. Los maridos o compañeros y los hijos nunca
te dejarán tirar nada. «Oh, estaba aquí», dirán cogiendo prácticamente
todos los objetos que estás intentando tirar (incluyendo la plastclina
fosilizada) y dejándolos luego en algún otro sitio de la casa para que tú
vayas a buscarlos. Olvídalo. Si han vivido sin su presencia durante cin
co años, pueden prescindir de ellos para siempre. Confía en mí, debes
erradicar el desorden sola o te volverán loca en el intento.
Una última advertencia: ¿qué hacer con la caja de «no sé lo que es
esto ni de dónde sale»? Si algún objeto no puede ser identificado por
ningún miembro de la familia, se tira. Este es el único aspecto de la
organización de la casa en el que animo a la consulta. Pero, recuerda
que debes ser implacable. Si dudas, tíralo. No lo necesitas. No lo quie
res. Te habías incluso olvidado de que lo tenías, así que no lo guardes.
No, no va a ser útil algún día. Es más, no es i u deseo, bajo ningún con
i epto, que el contenido de tus cajones de sastre acabe en «cajas de sas-
iic • (una posibilidad muy real para las acumuladoras crónicas), que
simplemente desaparecerán de la vista en ese vertedero subterráneo
que comúnmente denominamos «sótano». Pero ésta es, como dicen,
olía historia para otro día.
Con cada cajón de sastre que ordenas, cada armario, cada vez que
consigues organizar algo, no haces más que reforzar tu deseo de recu­
pera r el control sobre tu vida. Nunca me había planteado seriamente
la carga mental que me suponía ser tan desorganizada por debajo de la
superficie. Pero en cuanto erradiqué el desorden, tuve una maravillo­
sa sensación de renovación, alegría y paz interior. Allí estaba la esencia
del encanto de la vida simple y lo único que había invertido había sido
tiempo (para hacer los planes), valor (para presentarme al trabajo) y
energía creativa (para desempeñarlo).
No te sorprendas si un bello día de primavera sientes la repentina
necesidad de lavar las cortinas y limpiar los cristales. La luz es bella y
ahora tú ves con claridad.

18 DE MAYO

Simplificar, simplificar, simplificar


F u era d el desorden, h alla la sim plicidad.
A l b e r t E i n s t e in

D e s p u é s de pasarme la mañana separando lo bello y lo útil de lo


inútil, eché un vistazo al suelo del salón. Parecía una excavación ar­
queológica con pequeñas pilas de artefactos distribuidos por catego-
i las domésticas. Me pregunté lo que un antropólogo de finales del
siglo X X , considerando la yuxtaposición de baratijas y preciosidades
(como el último chupete de mi hija), diría al mundo sobre la mujer cuya
vida estaba ahora reducida a una serie de pulcros y gratos montones.
Pronto llegó la hora de volver a poner todo en su sitio. H acer­
lo, aunque te parezca mentira, me produjo una enorme satisfacción.
Mientras merodeaba por las habitaciones de mi casa, me apliqué en la
búsqueda ile la hebra común a las vidas de los maestros espirituales y
las tradiciones mas grandes del mundo: Jesucristo, Mahoma, Buda,
I ,.u> ’l'/.u, los profetas hebreos, los sufíes musulmanes, los s.míos i alo
licos, los rishis hindúes, los shakers, los cuáqueros, los ainish. Ñ inga
no de ellos tenía cajones de sastre. Ello se debía a que todos habían
optado por la simplicidad. La espiritualidad, la simplicidad y la serení
dad parecen integrar la Sagrada Trinidad; tres cualidades divinas del
v alma ordenada. Henry David Thoureau creía que «nuestra vida se des
perdida en los detalles». Disiento. Creo que nuestra vida se desperdi
cia por falta de concentración. Pero, ¿cómo podemos concentrar nues­
tra atención en lo que verdaderamente importa cuando estamos medio
locas porque nunca encontramos nada? Sin embargo, la solución de
Thoureau para liberarnos de esta inquietud sigue siendo válida hoy:
«Simplificar, simplificar, simplificar.»
Esta semana, piensa que con un poco de valor y creatividad puedes
encontrar el espacio para respirar que tanto anhelas. Tal vez creas que
sólo estás organizando un cajón de sastre o haciendo malabarismos
para destinar unas cuantas horas de tu tiempo a poner la casa en or­
den. Pero tu alma es más sabia.

19 D E MAYO
\\
El orden interior
Q u é ben dición de la gracia divin a p o d e r sacar el caos de
nuestro interior y a p artir de él crear cierta aparien cia de
orden.
K a t h e r in e P a t er s o n

S e g ú n dicta la tradición, la primavera es la estación del año para


poner en orden nuestros hogares y es también la oportunidad perfecta
para hallar el orden interior. «La limpieza a fondo de primavera tam­
bién puede ser psicológica, un tiempo muerto para afrontar el desor­
den emocional que se ha acumulado en nuestro armario mental — nos
recomienda la escritora Abigail Trafford— . Es una pausa para la ins-
trospección, una evaluación a mitad de curso para personas normales
con estresantes vidas normales.»
Una forma de iniciar la búsqueda del orden que anida en tu inte­
rior es identificar lo que te saca de tus casillas sin que hayas podido
i vil.irlo portille 11.is estado ilem.isiiulo ocupada. Pon en tu mente el
' ii Ico de uno di 1 tus ili.ts típicos y .ipi.icl.it e tic I.i mujei .il borde dc*l
.ihismo. ¿Q u é cvs lo que te inquieta? Podría ser cualquier cosa: salir
i oiriendo .il trabajo convencida de que te has olvidado algo que vas a
iici csiiar aquel día, no encontrar nunca nada que ponerte que no esté
ii rugado o descubrir, cuando estás cocinando la cena, que se te ha aca-
b.ulo el ingrediente que necesitabas. Todas estas situaciones claman al
i irden, de igual forma que lo hace tu alma fragmentada.
I lay una forma de vida mejor. Se inaugura cuando establecemos el
orden en nuestro interior para convertirlo en una realidad visible en
nuestra rutina cotidiana. Comienza a buscar el orden interior delimi-
t.mdo tu día con una reflexión a primera hora de la mañana y otra a
ultima de la noche. Esta quietud te recordará que todas las mañanas
/•urdes decidir vivir en el mundo pero no caer en las redes de su ritmo
delirante, sobre todo el ritmo delirante que tú te has impuesto. Estas
reflexiones pueden durar únicamente quince minutos. Sé que antes ya
lie sugerido la necesidad de tener momentos para nosotras mismas (y
continuaré haciéndolo). Sencillamente piensas que no tienes tiempo.
Tal vez hoy no. Pero encuentra un rato mañana. Empieza por conce­
derte un cuarto de hora antes de que nadie se haya levantado y des­
pués de que todos se hayan retirado a dormir.
¿Qué hacer nada más despertarse o justo antes de conciliar el sue­
ño? Aquieta tu mente, eleva tu corazón, medita, reflexiona, haz descu­
brimientos. Piensa, concibe, crea, conecta, adm ite que todo em pieza
en tu interior. Reza, lee las Escrituras, poesía sagrada o una meditación
de algún libro religioso. Piensa en el día que tienes por delante y en
cómo podría transcurrir con más calma. Invoca al Orden divino,
pidiéndole al Espíritu que se haga cargo de tu día hoy y todos los días.
Visualízate al final de un día feliz, libre de estrés y productivo, relaján­
dote y disfrutando del momento de ocio bien merecido que te brinda
la noche. Pasea por el jardín, sube al balcón, siéntate en el porche o en
el pórtico con una taza de café y aguarda el amanecer. Observa cuán
apacible pero infaliblemente se renueva el mundo natural todos los
días. Puede parecerte mentira, pero la Madre Tiempo no tiene prisa;
las siete no les dicen a las seis: «¡Venga, muévete, hay que ir a un mon­
tón de sitios, ver a un montón de gente, enviar un montón de faxes!»
Si tienes hijos, inviertes una hora y media en desplazarte al trabajo
o tienes que hablar con clientes de ultramar por teléfono (como les
ocurre a tres buenas amigas mías), es posible que mi propuesta te
parezca impracticable, los consejos de una mujer que a todas luces no
tiene ni la menor idea de cómo vives en realidad. Delimitar tu día con
el cultivo de tu espíritu significa despertarse más temprano cuando
ayer estabas tan agotada que hoy apenas puedes salir de la cama, o
dedicar unos minutos por la noche a la instrospeceión i liando estas a
punto de quedarte dormida como un tronco. I le .u|iu li> que \«> luj-o
por las mañanas y por las noches: media hora antes de tenet que le\ .ni
tarme y justo antes de conciliar el sueño, me hago un ovillo en l.i i .iiii.i
y escucho en la oscuridad cantos gregorianos - las sublimes y .mu
guas invocaciones latinas cantadas por los monjes benedic tino', ele ,.I.
hace mil quinientos años. Es una lástima que no entienda completa
mente el significado de los cantos, pero en realidad no impon a
mucho. Todo lo que sé es que los suaves y rítmicos cantos me rece >n
fortan y tranquilizan en un plano muy profundo. En ocasiones. i< o
con los monjes, otras me gusta imaginar que están re/ando /><>) >m
Es una forma apacible, tranquilizadora y reconfortante de d a r . ,
cuenta de que existe otra realidad más verdadera, algo que yo s. >\
propensa a olvidar en el transcurso de un ajetreado día —como pi o
bablemente te pasará también a ti— . Eloy, busca tu orden intenoi
para que el Orden divino pueda manifestarse externamente en tu m
tina diaria.

\ v 20 DE M AYO

El arte de la contemplación doméstica


L a contem plación dom éstica es en realid ad una ocasión
p a ra estar a solas, soñ ar y en trar en contacto con uno mis
m o... L a contem plación dom éstica es descubrir.
A l e x a n d r a St o d d a r i >

E r n mi mente, hay una diferencia significativa entre la o r g a u i / a c i on ,


la limpieza y la «contemplación doméstica» de la casa. 1,as d o s pt m u ­
ras labores del cuidado del hogar son los puntales que p r o p o r c i o n a n el
orden necesario para celebrar el ritual. La contemplación d o n u st n a es
la intersección entre la introspección y la inspiración. No esta e n .....
tra lista de «quehaceres» y por lo tanto encanta, centra y h a l a r a a l..s
espíritus estresados. Sin embargo, yo soy incapaz de disírutai n-oi^a
nizando mis objetos personales o las flores de un jarrón si c u mi . asa
reina el desorden y las telas de araña pueblan los r i n c o n e s . ( Se p u i t •.pi.
no soy la única mujer del mundo que alguna vez ha m i r a d o al ici lio
ili I alón y lia visto en un rincón una obra maestra.) Por lo tanto, sue­
lo ilcdii .11 las últimas horas de la tarde del sábado a la contemplación
•I•>imi .tica, cuando la casa es un lienzo intacto que despierta mi creati-
\ ¡uncí.
Al contrario que la limpieza, que puede ser una actividad en equi­
po, la contemplación doméstica es un pasatiempo solitario que debe
i ral i/.irse a ritmo lento para sacar el máximo provecho metafísico. La
■m,'ik ia ile la contemplación doméstica consiste en disponer las cosas
Ji oirá manera, aunque también englobo lustrar plata, lavar porcelana
■ i nsial, hacer ramos de flores, incluso cambiar los muebles de sitio
lian» este concepto. Parte del placer que proporciona la contemplación-
.1 .mística reside en la libre asociación de ideas. Concibe esta actividad
i orno un test de Rorschach. En vez de interpretar manchas de tinta,
mi ditamos sobre el sentido oculto de nuestras pertenencias hasta que
i;, unamos un torrente de sueños, elecciones, riesgos, placeres, autén-
i h as preferencias. Tú crees que lo único que estás haciendo es cambiar
11disposición de tus objetos favoritos en la repisa de la chimenea, la
•si ante ría o la mesa cuando en realidad estás creando un nuevo paisaje
di ii ii ei iores. «La contemplación doméstica creativa es en realidad una
de las actividades con las que más disfruto en casa — nos revela la
•m i itora y decoradora de interiores Alexandra Stoddard— . Nos ayu­
da a tom ar conciencia de lo que todavía es importante para nosotras,
|ii <|iir sigue teniendo un significado. Este pausado acto privado puede
i iilo. ai con gran precisión los distintos aspectos de tu vida e identifi-
•ai tus necesidades.»
I a música es una parte importante de mi ritual de contemplación
domestica. Me encanta escuchar música mientras me dedico al cuida­
do de mi hogar y mi repertorio, en función del estado de ánimo y la
lab. ii, abarcan desde Bach hasta Broadway. Para la contemplación
doiiu siica más introspectiva, escojo una banda sonora cinematográfi-
l a, ! . uno Memorias de África. Al escuchar la inolvidable composición
mtisii al de John Barry mientras reorganizo las fotos de la familia o mi
p .«11k ña colección de vidrio tallado irlandés, o mientras sustituyo los
i mu r, de flores secas de invierno por flores naturales, no puedo evitar
pitns.tr en Isak Dinesen empaquetando la plata, las copas de cristal y la
pon ida na de Limoges cuando emigró a África desde Dinamarca justo
mies de que estallara la Primera Guerra Mundial. No podía imaginar-
si \i\ ii en ningún sitio sin estar rodeada de sus queridas pertenencias.
111.11111 Thurman nos dice, en Isak Dinesen: The L ife o f a Storyteller,
•111< su ambición (era) convertir su hogar en un oasis de civiliza-
. io 11 | m.i es también la ambición de mi corazón, aunque mis tierras
li)-,enes sc.ii i una pequeña ciudad de Maryland y no las llanuras de
Kema,
Tanto si tu liogai so Italia en la ciudad como m r.la ubicado en el
campo o en una zona residencial, cada uno de ellos olrecc a su manera
terreno fértil sobre el que sembrar tus sueños. La contemplación
doméstica esparce las semillas. A su debido tiempo, recogeremos una
abundante cosecha de felicidad.

21 DE MAYO

Un nido de comodidades
¡A h ! N o h ay n ad a com o qu edarse en casa p a ra estar v er
d ad era m en te cóm oda.
J a n e A usten

L i a s novelas de Jane Austen son famosas por sus ingeniosas, irónicas


y acertadas pinceladas sobre la vida en familia del siglo XVlll. Pero
también revelan, entre líneas, el amor de su autora por los acogedores
«nido(s) de comodidades». La señorita Austen, que escribía en un
diminuto escritorio muy cerca de la chimenea, describe un refugio así
en su novela M ansfield Park, al que su heroína, Fanny Price, puede
retirarse «después de cualquier cosa desagradable... y encontrar un
consuelo inmediato en alguna actividad o en algún hilo del pensa
miento. Sus plantas, sus libros... su escritorio y sus obras de caridad o
ingenio estaban todos a su alcance... apenas podía ver en la habitación
un objeto que no estuviera vinculado a algún recuerdo interesante».
Independientemente de nuestro estilo decorativo — el que tenemos
o al que aspiramos— la cualidad espiritual básica que deberían posee i
nuestros hogares es el consuelo de la comodidad. Al descubrir y ex
presar nuestra autenticidad en lo que nos rodea, la comodidad se con
vierte en nuestra primera prioridad. Después de emprender el camino
del encanto de la vida simple, me sorprendió descubrir que había muy
pocos lugares en mi hogar que me hicieran sentir verdaderamente có­
moda. La búsqueda de la autenticidad es como vivir sobre una i alia;
nunca sabes cuándo va a moverse la tierra que pisas. Un buen día me
di cuenta de que pasaba la mayor parte de mi tiempo libre leyendo en
el dormitorio, alejada, inconscientemente, de mi marido y mi hija, no
porque necesitara intimidad, sino porque carecía de un sillón cómodo
n i el que ,u ii - i ni .11 me en el salón. Mi marido lema sil sil i<>en el sola,
mi 1111.1 había redamado el canapé, mientras que yo, por delecto, aca­
b a b a ,i menudo en el dormitorio, cuando, sin iluda habría preferido

•si ai cu su compaiiía. ( aiando iui consciente de ello, tuvimos una con-


\ n . ai i o n familiar sobre cómo sentirnos más cómodos en nuestra pro­

p i a casa. Ahora estamos ahorrando y buscamos pacientemente lo que

necesitamos para crear un nido de comodidades que acune a nuestros


cuerpos y almas.
I loy piensa en tu propio nido. ¿Es tan acogedor que nunca te ape-
lecc salir? Debería serlo. ¿Tienes las comodidades que anhelas? ¿Sabes
siquiera cuáles son? ¿Cuándo fue la última vez que reflexionaste sobre
ln com odidad con la prodigalidad que ello merece? Hoy, haz una lista
<lc deseos: asientos blandos y mullidos; rechonchos almohadones para
apoyarte o para echarte una profunda siesta; un lugar para poner los
pies en alto; lámparas de lectura como Dios manda; muchas estante-
i ias de libros; lecturas siempre a mano que sean interesantes, ilu­
minadoras o irresistibles; sitios para colocar tus objetos de adorno
favoritos; mesas donde puedas servir tentempiés; un escritorio bien
ordenado y bien surtido desde donde organizar tu vida; un equipo de
música tan decente como puedas permitirte y un repertorio musical
propio que refleje tus muchos estados de ánimo; una buena cafetera;
lina bonita tetera o exprimidor; plantas y flores para deleitarte; un
mobiliario de jardín que te invite a quedarte y un bonito jardín o
terraza para pasar largos ratos. Todas las listas serán diferentes. Tóma­
le el tiempo necesario para determinar lo que necesitas. Piensa en
habitaciones en las que te has sentido automáticamente en casa toda tu
vida, aunque no fueran las tuyas. ¿Qué te atraía y te incitaba a quedar­
le? La comodidad era probablemente la clave. Hoy, piensa en lo que
necesitas para crear un nido personal que reconforte a tu cuerpo y a tu
alma.
El hogar con el que siempre has soñado
Si m e pidieran qu e n om b rara la principal fu n ción de la
casa, diría: la casa am p ara tus ensoñaciones.
G a s tó n B a c h e l a r d

I X a s visto alguna vez el divertido y encantador clásico del cine


de 1948 Los Blanding ya tienen casa protagonizado por Cary Grant y
Myrna Loy? Este delicioso y aleccionador relato trata de un próspero
ejecutivo publicitario de Nueva York y de su familia, que viven en un
diminuto piso de ciudad y sueñan con construirse un hogar en una
zona residencial de las afueras. Se embarcan en una cara aventura para
construir la casa perfecta en Connecticut. Día a día, la modesta casa va
creciendo, y lo mismo ocurre con el importe de las facturas. Es una
epopeya que todo aquel que se haya comprado una casa conoce con
pelos y señales. Pero al final de sus tribulaciones, el sueño de los Blan­
ding se hace realidad, a pesar de tener los nervios destrozados y la
cuenta bancaria en números rojos. Espero que fueran felices para
siempre jamás; la casa les quedó maravillosa.
Se tarda literalmente años en alumbrar un sueño, sea una familia,
una carrera profesional, un hogar o un estilo de vida. Los sueños tam
bién tienen un precio. Un antiguo proverbio lo expresa así: «Coge lo
que quieras, dice el buen Dios, pero disponte a pagar por ello.» Los
sueños entrañan dinero, sudor, frustración, lágrimas, valor, elecciones,
perseverancia y una paciencia extraordinaria. Pero para alumbrar un
sueño hace falta una cosa más. Amor. Sólo el amor puede transforma i
un puñado de individuos necesitados y egocéntricos en una familia
unida y amorosa, una pasión en un medio de vida, una simple morada
en un hogar que expresa perfectamente tu autenticidad.
Incluso cuando no se tiene en cuenta el dinero, el amor y el tiempo
siguen siendo necesarios para convertir una casa en un hogar. Samuel
Clemcns se trasladó a la casa de sus sueños con su querida esposa 1,ivv
y sus tres hijas en 18 74 . Era una imponente mansión gótico victoriana
del siglo XIX construida con ladrillo rojo y ubicada en I lartíord, Con
necticut. Durante los siguientes treinta y cinco años, el señor < llcinen.s
se dedicó en cuerpo y alma a decorarla y reformarla, y dei rochó tamo
dinero en ella que su pasión lo llevó a la bancarrota (Una situación
que resolvió escribiendo libros como Mitrk /.. .r/;/.) Debido al -i m
amor que él y su familia profesaban a su hogar, «éste tenía corazón y
alma y ojos para ver; y consentimientos y solicitudes y profundas sim­
patías; era nuestro, y nosotros nos habíamos confiado a él y vivíamos
en su gracia y en la paz de sus bendiciones. Nunca regresábamos a
casa después de haber estado ausentes sin que su rostro se iluminara y
nos hablara para darnos una elocuente bienvenida; y nosotros no po­
díamos entrar sin conmovernos».
¿Hay alguna mujer que no desee vivir en un hogar así? ¿Un hogar
que acoja, alimente, sustente e inspire? Sin embargo, muchas de noso­
tras pensamos que eso sólo será posible cuando dispongamos de dine­
ro para trasladarnos a algún otro lugar. Está claro que aquí no puede
ocurrir. Me refiero a que, ¡mira este sitio! Pero adoptemos otra pers­
pectiva. «Yo habito en la posibilidad», confió Emily Dickinson.
Nosotras también podemos hacerlo. No mires los problemas. Busca
las posibilidades. No importa dónde vivas en este momento. Puedes
habitar en un remolque, un apartamento o una casa. Tal vez incluso
estés alojada en un motel. Quizá no sea el hogar con el que siempre
has soñado, pero sí ampara tus sueños. Esos sueños pueden transfor­
marlo en el hogar que anhelas. El amor sabe pintar, reformar, enyesar,
empapelar, barnizar, plantar, coser, y construir, incluso ciñéndose a un
presupuesto. El amor sabe que lo que te falte en la cuenta bancaria
puede compensarse inviniendo tiempo, energía creativa y entusiasmo.
Tenemos que aprender los secretos sobre decoración que encierra el
amor.
Pero antes de coger un martillo, un pincel o un anuncio de venta
de casas, necesitamos sumirnos en la ensoñación. Pasear por las diver­
sas habitaciones donde comemos, dormimos y vivimos. Alabar las pa­
redes, el tejado, las ventanas y los cimientos. Da las gracias mientras
haces limpieza, simplificas y pones en orden el hogar que posees. Des­
cubre que el hogar con el que siempre has soñado habita dentro de ti.
Debes encontrarlo hoy en el santuario secreto de tu corazón para
poder franquear el umbral del mañana.
Cultivar tu auténtico don especial
Un espacio interior es la proyección n atu ral d el alm a.
C oco C hanel

M u c h a s de nosotras pensamos en descubrir nuestro autentico e.,„


lo de decoración como en un destino, cuando en realidad se trata de
un punto de partida. Yo, a medida que escribo, estoy reconsiderando
completamente la casa entera. No para trasladarme a otra, sino para
continuar viviendo en ella y seguir amándola. Cómo funciona, cómo
es, a quién se parece. Desde luego, hoy no se parece a nadie que yo
conozca.
Al despertar a tu autenticidad, es posible que percibas la seducto
ra llamada de las paredes, ventanas y suelos desnudos, que te atraen
como un nuevo amante, mientras las cosas que has ido acumulando a
lo largo de toda tu vida ni siquiera parecen notar tu presencia. Sena
divertido cenar esta noche con mi marido y mi hija en una caja de
embalaje a la luz de las velas esperando ilusionados a que mañana nos
trajeran un nuevo espacio interior — la auténtica proyección del alma
Sin embargo, mi cuenta bancaria, probablemente la tuya también, no
va a permitir que esta fantasía se materialice y por tanto debo actúa i
poco a poco. Debemos interpretar esta situación como una oportuni
dad y no como un obstáculo en el camino. Los presupuestos a los que
debemos ceñirnos en la vida real tal vez retrasen el proceso más tiem
po del que desearía nuestro consciente — sobre todo cuando hojeamos
revistas de decoración— pero es el ritmo perfecto para fomentar mies
tro auténtico don especial.
Para serte franca, esta mañana no estoy segura de cómo quiero
expresarme en lo que me rodea. ¿Y tú? Creía saberlo. He amado apa
sionadamente cosas que me han proprorcionado un intenso placci
durante veinticinco años. Pero también he vivido con otras cosas que
detestaba tan profundamente que me volví físicamente indiferente a su
presencia. El camino diario hacia la alegría y el bienestar entraña una
transformación. Pero la transformación no puede ocurrir sin una tran
sición. Es éste un período de transición preliminar en el cual las cosas
son apenas perceptibles un rito de iniciación personal para despcrtai
del sonambulismo que invadía nuestra existencia . El proceso es la
realidad y debe abordarse con i alma.
l*oi lo tanto, aprendemos a esperar pacientemente. A reflexionar.
Simplificar. Abra/ar el orden. Prepararnos. Experimentar. Observar,
lambarearnos en creativas excursiones a tiendas de antigüedades y de
artesanía, a subastas, casas de restauración, establecimientos benéficos,
mereadillos, liquidaciones al aire libre, museos, exposiciones de diseño
de interiores, elegantes tiendas de accesorios decorativos, salas de ex­
posición de mobiliario, museos y pinacotecas. Si ves algo que te gusta,
pregunta si va a ponerse a la venta en un futuro próximo. Anótalo
todo con detalle. Contempla cómo viven o han vivido otras personas
luciendo viajecitos a escaparates de tiendas de muebles y a viviendas
históricas y apúntate a todas las excursiones a casas con jardín que tie­
nen lugar en primavera. Lee libros, recorta revistas y catálogos. Conti­
nua cebando el pozo con imágenes visuales, coleccionando en papel
todo lo que puedas, desde fabulosos juegos de mesa y sillas hasta for­
mas de limpiar las cortinas para que conserven su belleza.
Mary Emmerling — una mujer que adoro, dotada de un increíble
estilo auténtico basado en el sentido común— hace la maravillosa pro­
puesta de confeccionar un cuaderno de decoración personalizado para
no perder el hilo de nuestras meditaciones. Ella empleaba un cuaderno
de tela con cremallera y hojas de anillas de 15,5 x 22,5 centímetros y
muchos bolsillos para guardar utensilios tales como una cinta métrica,
tijeras, bolígrafos, lápices, clips, sacapuntas y una calculadora. Destina
una sección a cada habitación e incluye en todas ellas una lista, fotogra­
bas que ilustran los cambios, un plano y un sobre para catálogos de
pintura, muestrarios de tela y recetas. En la parte de atrás del cuaderno
lleva un calendario anual donde anota las liquidaciones y los aconteci­
mientos especiales y una guía de recursos personales con los nombres y
números de teléfono de tiendas, salas de exposición, comerciantes, con­
tratistas y proveedores. Es un archivo de sueños que puedes llevar
consigo para tener la posibilidad de plasmar en el papel la inspiración
que flota en el aire en lugar de dejar que se evapore sin dejar rastro.
Si te haces eco de alguna de estas propuestas, habrás dado un paso
agigantado en el camino hacia el desarrollo y fomento de tu auténtico
don especial. En lugar de sentirte frustrada, estarás agradecida de que
te hayan obsequiado con el extraordinario regalo del tiempo — tiempo
para saber lo que amas y, de esta forma, ser capaz de amar tu forma de
vida— .
La plenitud de la nada
C om o no p o d em o s ca m b ia r la realidad, cam biem os los
ojos q u e contem plan la realidad.
N ikos K azantzakis

A
x JL y e r por la noche mi marido regresó a casa del trabajo y se quedó
perplejo:
— ¿Por qué está vacía la repisa de la chimenea? ¿Y dónde están
todos los cuadros?
Mientras servía una copa de vino para cada uno, le dije que estaba
experimentando con el espacio negativo y positivo.
— ¿Positivo y negativo, el qué?
— El espacio, papá — explicó la artista de la familia, alzando la vista
de sus deberes, que estaban esparcidos sobre la mesa del comedor— .
Los artistas lo utilizan para lograr armonía en su obra.
— También los japoneses — añadí yo.
— Bien, los artistas, los japoneses, quien sea, pero, ¿qué significa y
cómo se explica el paradero de todo lo que había aquí?
No des nunca por sentado que las personas de tu vida, sobre todo
las más cercanas, no van a inmiscuirse inocentemente en tus asuntos
internos mientras recorres el camino hacia tu autenticidad. Recuérda­
lo siempre: la mujer predecible que conocen les resulta menos chocan­
te que la mujer que desconocen, aunque sea tu yo real.
Cuando un artista se dispone a dibujar o pintar un cuadro, consi
dera con detenimiento el equilibrio entre «las formas positivas» y los
«espacios negativos». Las formas positivas son los objetos plasmados
sobre el papel o el lienzo que se reconocen automáticamente, como el
frutero de un bodegón. Los espacios negativos rodean a los objetos y
los delimitan. Como te dirán muchos artistas, es mucho más fácil di­
bujar los espacios negativos entre las formas positivas que ninguna
otra cosa. Ello es debido a que, para el ojo entrenado para ver la belle­
za, nada es invisible. Lo que al resto de nosotros nos parece vacío, el
ojo del artista lo percibe lleno, un misterio con todas las de la ley. I 'l
espacio que rodea al frutero es tan importante como el propio frutero
si queremos que emerja la plenitud.
E n la c u l t u r a j a p o n e s a , los e s p a c i o s n e g a t iv o s d el a rte , la f i lo s o f ía ,
la r e l ig ió n , la d e c o r a c i ó n , los n e g o c i o s y la vida n o s e c o n c i b e n v a c ío s
sino más bien como «llenos de nada». Richard Tanner Pascale explica
en Zcn an d the Art o f M anagement que los espacios vacíos, o «el velo
de lo desconocido que rodea a ciertos acontecimientos», se denomi­
nan en japonés «m a», una palabra para la que no existe traducción en
nuestro idioma. La mentalidad occidental tiene ciertas dificultades
para entender este concepto. Pero para la mentalidad oriental, el espa­
cio vacío está preñado de posibilidad, envuelto en el velo de lo desco­
nocido hasta que llegue el momento de que sea revelado. En palabras
del enigmático dramaturgo irlandés Samuel Beckett (que era más zen
que celta), «nada es más real que nada».
Lo que explica por qué la repisa está vacía en este momento. Pau­
latinamente, a través del encanto de la vida simple, he descubierto que
ya no me siento vinculada a los objetos que han vivido durante años
en mi casa y mi auténtico yo aún no ha revelado lo que ahora debería
ocupar su lugar, si es que se trata de algo. Así que, durante unos ins-
Iantes, estoy disfrutando de la plenitud de la nada. Para muchas de
nosotras es difícil aceptar que el vacío — en la vida o en el salón— pue­
de influir positivamente. Creo que debemos aprender a tolerar más
espacios vacíos. Debemos sentirnos más cómodas esperando a que lo
que está vacío se llene de lo que es auténtico o simplemente estar dis­
puestas a aceptar la exquisita plenitud de la nada. El paisaje de la vida
cobra mucho más interés cuando apreciamos una nueva dimensión
que nunca habíamos considerado antes sencillamente porque no la
percibíamos.
Mi repisa vacía emana una espaciosa elegancia, en la habitación rei­
na una moderación que nos invita con su frescura. Yo invito a mi au­
tenticidad a que se exprese en lo que me rodea, tal vez en un objeto
cada vez. Hoy, tal vez desees crear algunos espacios vacíos en tu hogar
para despertar tu capacidad de ver las cosas con una nueva luz. Retira
algunos muebles de una habitación. Quita los cuadros de una pared.
Vacía las mesas. Experimenta la plenitud de la nada durante una sema­
na. Luego, simula que acabas de trasladarte a un nuevo hogar. No te
sorprendas si la mujer en que te estás convirtiendo te revela que nece­
sita más espacio para desarrollarse.
La pasión: la musa auténtica
¿ Q u é es la p a sió n ? P osiblem en te convertirse en persona.
Jo h n Boorm an

JN ^ u ch a s mujeres desean tener vidas apasionadas, dejarse llevar —-pe


ro a una distancia prudencial y en pequeñas dosis— . Por eso nos sen
timos atraídas por las novelas románticas, las películas sentimentales,
los culebrones, los flirteos platónicos y las revistas del corazón que
ensalzan vidas más grandes que las nuestras. La pasión, después de
todo, entraña el total abandono de la razón en pos del placer: liuii
con un jugador de polo argentino en lugar de ir a buscar a tu hija al
colegio.
La pasión es salvaje, caótica, imprevisible. Permisiva. Excesiva.
Obsesiva. Glenn Cióse en Atracción fatal. Las mujeres apasionadas no
pueden evitar regocijarse con sus emociones, deleitarse con sus deseos,
aullar a la luna, poner en práctica sus fantasías, meter al conejito de la
casa en la cazuela.
El resto tenemos responsabilidades de la vida real que nos dejan
poco margen (o eso pensamos) para rendimos a los impulsos pasiona­
les: sonar narices, sacar a pasear a los perros, ir a recoger los paquetes
a Correos, preparar tentempiés, asistir a reuniones de ventas, pedir
hora para el dentista, rellenar los impresos para el campamento de
verano, coger trenes, poner cenas sobre la mesa. Así se va el día. Así se
va la vida, y no de un portazo, sino lloriqueando en silencio.
Lo que no percibimos es que la pasión es la musa de la autenticidad.
Es la energía primordial y palpitante que infunde vida, la presenc ia
sobrenatural que se revela en cada latido de nuestros corazones. La
pasión no sólo se hace patente en el tópico del amor clandestino, ro
mántico y fogoso. La naturaleza de la pasión también anida en lo pro­
fundo, lo sutil, lo tranquilo y lo comprometido: amamantar a un bebé,
cultivar un jardín de rosas, preparar una comida especial, cuidar de un
ser querido enfermo, acordarse del cumpleaños de un amigo, perse­
verar en un sueño. Todos los días nos ofrecen la oportunidad de lie
var una vida apasionada y no pasiva, si somos capaces de atestigua! la
inmutable presencia de la pasión en lo prosaico. Si dejamos de negai
nos el placer. Si, como Molly Bloom, la heroína de James Joyce s u m í
rraba, sencillamente aprendemos a decii -... y sí que dije sí, si lo haré».
I .t pasión c\s sagrada, un profundo misterio que transciendo y
ii.iusfornia mediante el éxtasis, 'leñemos que aceptar que un fuego
,1111ado arde en nuestro interior, aunque esta verdad pueda hacernos
i niii incómodas. I ,a pasión forma parte de la vida real porque fuimos
. i r a d a s por el amor, para el amor, para amar. Si no exteriorizamos
.... ".iras pasiones, seremos víctimas de la autodestrucción — la com-
IMistión espontánea de nuestras almas— .
¿Sabías que tanto el Corán, el libro sagrado del Islam, como el Tal­
m u d judío enseñan que seremos llamados para responder de cualquier
vida de placeres permitidos que nos ofrecieron pero que nos negamos
i disfrutar mientras vivimos sobre la tierra? Dorothy L. Sayers, una
( seniora inglesa profundamente espiritual, creía que: «El único peca-
di» que puede cometer la pasión es no traer la alegría.»
Ahora vete. Vete en paz y no peques más.

26 MAYO

Que la pasión sea tu decoradora


L a pasión es lo qu e necesitas p a ra estar bien , una pasión
im placable.
D a v id E asto n

ü no de mis pasatiempos favoritos es leer novelas que cantan a los


placeres domésticos. Las páginas de Kathleen Norris, Laurie Colwin
\ Kosamund Pilcher revelan, no sólo apasionadas aventuras amorosas
•.ino deleitables descripciones de comidas y muebles que cautivan mi
imaginación todavía más que sus argumentos. Otra de mis escritoras
domésticas favoritas es Daphne du Maurier. He aquí su descripción
di I estudio de la primera señora de Winter en su novela R ebecca: «Era
la habitación de una mujer, elegante, frágil, la habitación de alguien
que había elegido con gran esmero cada partícula del mobiliario para
que cada silla, cada jarrón, cada pequeña cosa infinitesimal estuviera
< n armonía con el resto y con su propia personalidad. Era como si la
imijei que hubiera dispuesto aquella habitación hubiera dicho: “Me
quedo con esto, y con esto, y con esto”, escogiendo de entre los tesoros
de M.mderley todos los objetos que más le gustaban, ignorando los de
segunda lila, los mediocres, pos.indo la mano guiada pot un instinto
firme y certero sólo sobre lo mejor. »
Alcanzar la armonía auténtica en lo que nos rodea posar la mano
guiadas por un instinto firme y certero sobre lo mejor expresa nuesi i ■>
sentido del yo— empieza a suceder a medida que va restaurándose •I
orden en nuestras vidas y en nuestros hogares. Pero incluso si aún tu»
has encontrado el momento de ordenar los armarios y los cajones, ni
de revolver entre tus pertenencias y decidir lo que es bello, útil o sen
timental, no te desanimes. En tu interior se están produciendo grandes
cambios que pronto darán sus frutos visibles.
Debido probablemente a mi condición de escritora, creo que des
cubrir tu auténtico estilo de decoración es muy similar a las etapas ci ea
tivas que entraña escribir un libro. Un libro puede parecer falto de
vida, pero al igual que un hogar, vive, respira y expresa tu ser.
Al igual que la creación literaria, el destello de la inspiración es lo
primero; tus descubrimientos en decoración pueden empezar con un
cuadro del salón que te arranca suspiros. Para desarrollar la idea ini
cial, tengo que investigar; eso haces tú en el curso de tus excursiones
creativas y con tu archivo de decoración. A continuación, necesito un
esquema; tú harías un plan o un presupuesto. En este punto, la envei
gadura del proyecto suele abrumarme; tal vez a ti te ocurra lo mismo.
En mi caso, esta sensación sólo remite cuando me zambullo hasta el
cuello y empiezo a redactar el primer borrador; tal vez tú estás quitan
do la vieja moqueta para volver a pulir los suelos, o has empezado a
desempapelar o a pintar. Normalmente, cuando he terminado el pri
mer borrador, libero un suspiro de alivio al principio y luego soy pro
sa de otra ola de pánico. (¿Queda bien?) Sin embargo, en cuanto me
distancio un poco y empiezo a corregir, me invade una sensación de
calma. Las ideas se conciben deprisa a medida que el libro — o la habí
tación— empieza a tomar forma. Ahora viene lo realmente divertido:
la revisión. Esta es la etapa en la que haces que la habitación cobre vida
propia con tus toques personales, añadiendo los detalles y accesorios
decorativos que tienen un significado especial. Adoro los retoques ele
la revisión porque es cuando llevas a arreglar lo que no funciona y
haces que lo que está en perfecto estado funcione incluso mejor. Pero
aún no hemos acabado: el primer borrador siempre va seguido de
otro, y otro más, con ulteriores revisiones, hasta que mi editor me diga
que ha llegado el momento de dejar la pluma.
Sin embargo, cuando estás creando unas memorias visuales en m
entorno, es el cuento de nunca acabar. No tienes que detenerte. Es
más, en realidad no puedes. Siempre estarás revelando un nuevo as­
pecto de tu personalidad cuando lo descubras. Estarás constantemente
corrigiendo, arrancando lo que ya no significa nada para ti, haciendo
cambios sutiles y .1 I.i ve/ signilii ativos en I.i decoración cuando los
capítulos «.le tu vida permitan, o exijan, sei reescritos.
Pero tanto si estamos escribiendo un libro como creando un hogar,
necesitamos infundir pasión a nuestra labor. Que la pasión sea tu musa,
la auténtica decoradora. Deja que te guíe y te enseñe a confiar en tus
instintos. Aspira a vivir rodeada únicamente de aquellas cosas que te
apasionan. Ten paciencia: la creación de una obra magna puede llevar
toda una vida.
La famosa decoradora de interiores Elsie de Wolfe admitió: «No
sé pintar. No sé escribir. No sé cantar. Pero sé decorar y llevar una
casa, e iluminarla, y calentarla, y tenerla como una cosa viva...» Si
haces de la pasión tu decoradora auténtica, todas las habitaciones de tu
hogar podrán contar un fascinante relato sobre la extraordinaria mujer
que las honra con su presencia.

27 D E MAYO

Un inventario de la visión interior


D am os fo r m a a nuestras m oradas, y luego nuestras m ora­
das nos dan fo r m a a nosotros.
WINSTON CHURCHILL

^l/eóricamente, es tan sencillo como empezar por un color, un sofá o


un armario de madera de pino que te encantan. Hasta aquí, bien. ¿Y
después qué? Ahora reorganizas la habitación sin esfuerzo, expresan­
do mediante tus asombrosas elecciones decorativas — la alfombra, las
cortinas, la vajilla, la mesita del café— a la mujer que adora el art déco
o el cálido estilo rústico.
Pero, ¿y si hoy de repente no sabes qué quieres colgar encima del
sofá, poner en el suelo o colocar en las estanterías? ¿Y si el sofá fuera
del primer matrimonio de tu marido, la alfombra de tu madre, la mesi­
ta de café del centro benéfico? ¿Y si supieras lo que quieres pero tienes
que escoger entre el armario de madera de pino y un coche nuevo que
ya no puede esperar más?
Entonces es el momento de hacer inventario de la visión interior.
Una ile las ventajas de clasificar tus pertenencias e identificar lo que es
bello, útil o scntinicnt.il es que surge la claridad. Probablemente te
sorprenderás de lo mui lio que y.i posees y est.í simplemente a la es pe
ra de ser reconsiderado, reorganizado, retapizado, rclormado. No le
sorprendas siquiera de descubrir que incluso si convives con cosas
bellas, tal vez ya no te satisfagan.
Una buena amiga mía coleccionó apasionadamente almohadones
de kilirn durante años. Pero un buen día, se dio cuenta de que ya no
pasaba tanto tiempo en el salón como en el pasado, aunque había
invertido mucho dinero y energía en decorarlo y estaba orgullosa con
el resultado. Acabó por darse cuenta de que los estampados eran
demasiado acuciantes para contemplarlos al llegar a casa después de
los rigores de un duro día y que los tonos oscuros, si bien causaban
sensación, la deprimían.
Desgarrada entre adoptar una postura práctica — dejar la habitación
como estaba— y descubrir lo que ahora le gustaba de verdad, optó por
el placer. No sólo quería que la habitación cobrara vida, necesitaba
poder vivir en ella. Su nueva pasión aquietó su mente. El primer paso
consistió en vaciar la habitación, dejando únicamente los sofás, a los
que ella puso fundas blancas lisas. Pintó las paredes y las estanterías de
blanco, eliminó los almohadones. Pero como éstos siguen siendo be­
llos, los tiene guardados hasta que otro ambiente convoque su presen­
cia. Las únicas pinceladas de color de la habitación las dan sus estima­
dos libros. El nuevo toque personal es la moderación. Ahora, cuando
regresa a casa, se siente dichosa y no incómoda, un objetivo que, des­
pués de todo, debería perseguir la auténtica decoración.
Al decorar, no debería importarte tanto cómo se ve la habitación
en una revista, sino cómo te sientes en ella. Si quieres crear habitacio­
nes con auténticas vistas, la autoexploración debe anteceder a los catá­
logos de pintura y los muestrarios de telas.
Los toques personales pueden llenar el vacío mientras esperamos a
que nuestra visión interior se exteriorice en nuestro entorno. Tal vez
no puedas comprarte un sofá nuevo ahora mismo, pero podrías cam
biar los cojines para mejorarlo. Quizá puedas dar otro aspecto a una
lámpara poniéndole una pantalla diferente, colocar las flores en una
tetera en lugar de emplear un jarrón, encontrar una bonita taza de
porcelana para guardar los bolígrafos, poner un cuadro en un pequeño
caballete en vez de ponerlo en la pared, colgar una alfombra que tú mis
ma has confeccionado, quitar las puertas de los armarios de la cocina,
aprender de qué cosas puedes prescindir.
Los toques personales pueden realizarse con muy poco o ningún
dinero si estás dispuesta a invertir pasión, perseverancia, paciencia y
una nueva perspectiva.
Poseídas por el Amor
Tus perten encias expresan tu person alidad. A lgunas cosas,
incluyendo la ropa, son m ás person ales q u e tus orn am en tos
m ás queridos. L as m ujeres pion eras, qu e atravesaron un con­
tinente indóm ito aferrad a s a sus tesoros, sabían q u e el reloj,
un cuadro, un p a r de velas, significaban el hogar, incluso en
territorio virgen.
G o o d H o u se k e e p in g , agosto d e 1952

E r n julio de 1846 , Margaret Reed dejó de mala gana su amado hogar


en Springfield, Illinois, con su marido James, sus cuatro hijos y su
madre enfermiza, y partió hacia California. Durante meses, Margaret
se había negado rotundamente a las súplicas de su marido para cam­
biar de domicilio, rogándole que no abandonara la encantadora vida
«le- bienestar y cultura de que disfrutaban. Pero su marido, un acauda­
lado ebanista Victoriano, ansiaba más riquezas, y también la aventura,
y acabó por imponer su voluntad.
La promesa de que Margaret viajaría rodeada de los máximos lujos
y comodidades, con todas sus preciadas pertenencias, fue crucial en el
éxito de James Reed para persuadirla. Éste mantuvo su palabra. Nun­
ca antes se había construido una carreta como la de los Reed, y jamás
volvería a construirse otra igual. Tenía dos pisos, un compartimento
para dormir, asientos de muelles como las mejores diligencias, un hor­
no de hierro, cortinas de terciopelo y el amado órgano de Margaret.
I,levaba provisiones para seis meses, los mejores alimentos y vino que
pudieran hallarse en el mercado. Cuando la carreta se unió al resto de
la caravana Donner para dirigirse al Oeste, era difícil no quedarse
boquiabierto ante su presencia.
1,a trágica epopeya de la caravana Donner es el capítulo más inde­
leble de triunfo y desesperación jamás escrito en la historia del Oeste
americano. A cuatro mil kilómetros de casa y a sólo dos días de con­
cluir el viaje, treinta y un hombres, mujeres y niños se quedaron inco­
municados durante un invierno entero en las montañas de Sierra
Nevada debido a una racha de las más fieras tormentas jamás registra­
das. Al acabarse las provisiones y acuciar el hambre, algunos compo­
nentes recurrieron al canibalismo para sobrevivir. Margaret y sus hijos
no fueron unos de ellos. Margaret consiguió que sus hijos sobrevivie­
ran aliméntandolos con nieve, corteza y caldo de cuero hasta que
James, que había dejado al grupo para ir a caballo a California en bus­
ca de ayuda, regresó. El hecho de que su familia no sucumbiera — física
o espiritualmente— no tuvo absolutamente nada que ver con los bie­
nes materiales con los que ella había contado, pues la carreta y todo lo
que contenía tuvo que ser abandonada por el camino porque era
demasiado pesada y engorrosa para viajar por la montaña. Los bienes
que salvaron a Margaret y a sus seres amados pertenecían al Espíritu
— su ingenio, su fe y su valor— .
La madrina de mi hija vive en Hollywood. En el terrible terremo­
to que asoló Los Ángeles en 1994 , perdió prácticamente todas sus per­
tenencias. Ella y su marido salieron ilesos, gracias a Dios, y su casa no
sufrió daños estructurales, pero aprendieron una valiosa lección sobre
la pérdida. Desaparecieron tantas cosas de golpe: su hogar tal y como
lo conocía, sus presupuestos básicos de seguridad y las pruebas tan­
gibles de su existencia, que es lo que demuestran nuestras apreciadas
pertenencias. En pocos minutos, todo, desde las valiosas antigüedades
hasta los recuerdos sentimentales, se convirtió en trozos de cristales
rotos, fragmentos de porcelana y astillas esparcidas por el suelo a la
espera de ser barridos y echados a la basura.
Tras la conmoción inicial, ella explicó que la pérdida de sus posesio­
nes acabó siendo, en realidad, muy liberadora. El intenso dolor dio paso
a la paz. Toda clase de cosas de las que ella creía que no podía prescin­
dir, todas las cosas que creía eran cruciales para expresar su personali­
dad, se convirtieron en lo que en realidad son, cosas y nada más. Ahora,
al reconstruir un nido de comodidades, se está rodeando únicamente de
objetos que realmente necesita o ama — lo útil y lo bello— pero en me­
nor cantidad que antes. Ahora tiene un criterio más selectivo. Ha apren­
dido de qué cosas puede prescindir y se siente más ligera. Admite que
disfruta de sus nuevas pertenencias con cierto desapego porque sabe
que podrían desaparecer mañana en la próxima sacudida.
Desde que emprendí el camino diario hacia la alegría y el bienestar,
he consultado más de un centenar de libros sobre decoración y re
vistas de mujeres, buscando placeres sencillos que compartir. Todos
expresaban la extendida creencia de que las pertenencias definen a una
persona. Durante la época victoriana, los bienes terrenales se conside
raban una prueba del favor de Dios, y creo que esa actitud está aún
muy extendida en la mentalidad estadounidense. Desde luego, yo
compartía esta creencia antes de emprender el viaje hacia la autentici
dad. Pero, al meditar, rumiar y reflexionar, mi espíritu interior se
plantó. Se parapetó y se negó a cooperar. Se cerró en banda para que
yo dejara de perpetuar aquella estupidez. Si una escritora se bloquea,
suele ser porque no cree en lo que está escribiendo.
He aquí lo que creo. Creo que nuestras pertenencias pueden ser
muy reveladoras, pueden ofrecer penetrantes percepciones de nuestra
personalidad de maneras íntimas e iluminadoras. Creo que rodearnos
de objetos que hablan a nuestras almas nos puede proporcionar autén­
ticos momentos de placer. Pero yo no creo que nuestras pertenencias
nos definan.
Creo más bien que son las cosas que am as las que expresan a la
mujer auténtica que eres, no las que posees.
Cuando Jacqueline Kennedy Onassis falleció, se escribió mucho
sobre su estilo y fortaleza, su elegancia y belleza. Si alguna vez hubo
nna mujer que vivió de acuerdo con sus principios, ésa fue Jackie. He
aquí alguien que podría haber tenido prácticamente todo lo que
hubiera querido en el mundo y sin embargo, su posesión más aprecia­
da fue la intimidad, un regalo en el que probablemente no pensarás a
menudo.
Pero lo que caló todavía más hondo en mi corazón fue el recuerdo
de su hijo de lo que más significaba para ella: «El amor a las letras, los
vínculos del hogar y la familia y su espíritu de aventura.» Su pasión
definió a esta mujer extraordinaria.
Hoy deseo para ti, de igual forma que deseo para mí, que cuando
nuestra auténtica aventura finalice nos recuerden como mujeres que
estuvimos poseídas por el amor.

29 D E MAYO

Nuestras cosas favoritas:


el placer de coleccionar
C a d a artículo d e una colección tiene su p ro p ia historia, su
p rop io recu erdo: la bú squ eda, el día qu e lo com praste, con
qu ién estabas, las vacaciones...
T r ic ia G u il d y E l iz a b e t h W il h id e

M i marido colecciona películas de béisbol y literatura de campañas


políticas, Katie adora los objetos relacionados con H ollyw ood y a mí
me encantan las teteras, la porcelana blanquiazul, los destellos del cris-
tal \\ u i’i lo rd \ lo*. libio*. Smi a u lu la n , esto ano, en vez (Je objetos,
me he puesto a c o le a intuí lo*, pensamientos de otras mujeres, tejién­
dolos íntimamente en la trama de mi vida cotidiana, lis probablemen
te la colección más maravillosa que nunca haya hecho y no me cuesta
nada aparte de tiempo y energía creativa.
¿Qué coleccionas? ¿Qué cosas favoritas has ido acumulando a lo
largo de los años que ahora expones amorosamente por toda la casa?
Espero que colecciones algo que te apasione, pues existen pocos place­
res comparables a merodear por tiendecitas escondidas y mercadillos
en busca de ese misterioso objeto del deseo cuyo valor en este mundo
sólo tú conoces. La emoción de la búsqueda sólo es equiparable a la
del descubrimiento. Lo ves, está ahí; su belleza te incita a acercarte
para verlo mejor. En voz baja, te susurra «llévame a casa». Con el
corazón latiendo violentamente, le das la vuelta para ver el precio, para
ver si puedes. ¡Exito!
Con desenfado, pues no quieres desvelar tu secreto, lo pagas,
intercambiando chistes, y sales a paso lento. (Ser efusiva se considera
de mala educación.) El tendero no tiene ni la menor idea del tesoro
que te ha entregado. Lo importante es que tú sí lo sabes.
Luego viene la alegría de llevarlo a su huevo hogar, reorganizar a
sus compañeros para resaltar su presencia. Das un paso atrás. Es per­
fecto: el momento y el conjunto de tu colección.
Durante varios años, coleccioné tazones con lemas de la época vic-
toriana. La primera vez que encontré una de estas tazas de porcelana
del siglo XIX (que declaraba «Piensa en mí»), Katie y yo estábamos
paseando por las tiendas de antigüedades de Saratoga Springs, Nueva
York, con una de mis personas favoritas en el mundo entero, mi cuña­
da Karen. Era una maravillosa tarde de verano que transcurría en buena
compañía y buen humor. De repente, allí estaba, expuesta sin llamar la
atención en una mesa, una taza de porcelana blanca con flores borgo
ña y doradas y letras en relieve. Nunca había visto nada igual y me
sedujo inmediatamente. La cogí y volví a dejarla en su sitio. Di una
vuelta por la tienda y regresé a buscarla. Volví a dejarla en su sitio. Al
final, Katie me convenció de que, por diez dólares, ¿cómo iba a irme
sin ella? (No hay nada como ir de compras con una cómplice.)
Estaba tan encantada con mi adquisición que en aquel preciso
momento decidí dedicarme a coleccionar aquellas tazas y, durante los
dos años siguientes, las busqué por todo el país. Pero las tazas que
compré después nunca llegaron a equiparar el placer que sentí cuando
compré la primera. Así que fui paulatinamente perdiendo el interés
por ellas.
Un día me puse a releer en la playa G ift from the Sea de Annc
Morrow Lindbergh, un ritual de renovación que celebro cada año es
penalmente satisfactorio si puedo hundir los dedos de los pies en la are­
na luimeda mientras lo hago- . Aquella mañana, había ido de búsqueda
y había dejado atrás otra taza. De hecho, aquel fenómeno me había
dejado un poco perpleja. La señora Lindbergh me dijo: «El coleccionis­
ta avanza con anteojeras, no ve otra cosa que el premio. De hecho, el
instinto de adquisición es incompatible con la apreciación de la belle­
za.» Aquello explicaba perfectamente mi desilusión por las tazas que
siguieron a la primera. Me seducía menos su belleza particular que la
obsesión por coleccionarlas. En realidad, lo que quería hacer era recrear
el maravilloso recuerdo de aquel día de verano en compañía de Karen y
Katie. Ahora tengo la primera taza — el recuerdo tangible— en mi escri­
torio para poner los bolígrafos. Su belleza singular nunca deja de com­
placerme. He empezado a regalar las otras tazas, obteniendo más placer
al compartirlas del que nunca obtuve al comprarlas.
Traer tesoros a casa sigue deleitándome, pero ahora, cuando me
quedo prendada de algo, me detengo un instante para recordar el con­
sejo de la señora Lindbergh: «Preguntar con qué poco, no con cuánto,
puedo llevarme bien. Decir, ¿es necesario?, cuando estoy tentada por
acumular un objeto más en mi vida.» Si pienso que soy incapaz de
vivir sin el objeto de mi deseo y puedo permitírmelo, lo coleccionaré.
Pero ahora me detengo primero. El encanto de la vida simple no con­
siste en decir «no» a nuestros impulsos creativos, ya sea para coleccio­
nar, vestir o decorar. Consiste en saber cuándo decir «basta» porque
sabemos que todo lo que tenemos es lo que realmente necesitamos.
« Es imposible coleccionar todas las conchas bonitas que hay en la pla­
ya. Sólo pueden coleccionarse unas cuantas, y son más bonitas si son
pocas.»
Encontrar, conservar:
la entretenida búsqueda de saldos
La verdadera emoción de embarcarse en la compra de
cosas sin valor es saber que la próxima mesa tendrá lo que
llevas buscando toda una vida.
M ary R a n d o lp h C ár ter

E n esta cpoca del año, suelo dedicarme a la búsqueda de saldos casi


todos los fines de semana. Paseando sin rumbo fijo, lo revuelvo todo,
guiada por los letreros escritos a mano en los postes de teléfono. No
busco nada en particular y busco todo en general. ¿Por qué debería
limitarme con ideas preconcebidas? El sol brilla, he llenado el depósi ­
to, llevo limonada helada en los termos y dinero en el bolsillo. A veccs
me acompaña un compinche, otras soy libre como el aire, me siento a
un paso de encontrar lo que llevo buscando toda la vida, aunque sólo
Dios sabe lo que es. Tal vez hoy lo descubra.
Ahora es la temporada de las subastas y los mercadillos de fin de
semana. Ha llegado la hora de dejar las galerías comerciales y morder
el anzuleo de las mesas al aire libre.
Buscar saldos hace bien al alma. A menudo, después de haber
hecho cambios importantes en nuestro estilo de vida apretándonos el
cinturón — sea por voluntad propia o por necesidad— nos hace falta
un período para resarcirnos de las pérdidas. El mundo no ha dejado de
vender, es sólo que nosotras hemos dejado de comprar. Es fácil sentir
cierta autocompasión, sobre todo cuando nos bombardean por todos
los flancos con esa clase de astuta publicidad que aprieta todos núes
tros botones sentimentales para convencernos de que lo que necesita
mos es más y no menos. Intelectualmente, tal vez desees desprenderte
del deseo de bienes terrenales, pero la muchacha materialista que todas
llevamos dentro sigue sufriendo de «compramanía». He descubierto
que la mejor forma de acallarla es llevarla más a menudo a mercadillos
y liquidaciones al aire libre.
Reúno todas las compras al aire libre bajo el epígrafe de «hallazgos
en mercadillos», pero merece la pena hacer una serie de distinciones.
Las liquidaciones al aire libre significan que otra persona espera que
su basura se convierta en tu tesoro. I 's posible, pero a menudo hay que

MO
remover entre viejos recipientes de plástico para encontrarlo. Aun con
todo, mirar no hace daño. Las liquidaciones hechas por agentes inmo­
biliarios ofrecen el mejor surtido de muebles reciclados, utensilios para
ii hogar, incluso ropa. Son liquidaciones que suelen estar dirigidas por
profesionales, por lo que a menudo están mejor organizadas.
Planea llegar pronto para tener más oportunidades de elegir, pero
será al final del día o en la tarde del domingo cuando harás los mejores
i ratos.
I ,os mercadillos de fin de semana son el lugar donde los anticuarios
profesionales — muchos desde cientos de kilómetros— se reúnen para
vender su mercancía al aire libre. Puedes encontrar prácticamente de
iodo, desde antigüedades hasta quincalla, y los precios lo reflejan.
«La estrategia de comprar en un mercadillo es simple aunque com­
pleja — nos revela la decoradora de interiores Charlotte Moss en su
libro A Passion fo r D etail— . Si vas en busca de un objeto en particular
tu ojo “tachará” otros objetos muy aptos. Este método te prepara para
la decepción. Sin embargo, si vas por el mero placer de ir, por la bús­
queda y nada más, es seguro que verás algo para llevarte a casa... No
olvides que los objetos no son el único beneficio de comprar en un
mercadillo. Tu curiosidad se verá recompensada y tal vez regreses a
casa con algunas ideas brillantes, ¡y el buen rato que pasas es gratuito!»
Tengo cuatro sugerencias del camino hacia la alegría y el bienestar
que compartir con vosotras para que vuestras salidas sean más placen­
teras:
1 . Recuerda siempre y afirm a que la divina abundancia es la única
realidad y que la divina abundancia se manifestará copiosamente en la
compra perfecta al precio perfecto si es para tu mayor bien.
2 . Pregunta siempre «¿Éste es el mejor precio que puede hacerme?». V
Ls una forma amistosa de regatear y nunca se sabe.
3 . Ten siempre pensado lo que vas a hacer con el artículo cuando
lo lleves a casa. Conozco a una mujer que organizó una liquidación
para deshacerse de todas las cosas que había acumulado en una década
de obsesivas visitas a todo tipo de liquidaciones. Que sea barato no
significa que sea el saldo que tú estás buscando.
4. Fíjate siempre un límite preciso de lo que vas a gastar en compras X
sin sentirte culpable. Yo suelo poner un tope de diez a veinte dólares
por fin de semana en verano para la compra de saldos. (Todo lo que
supere esta cantidad no es un impulso creativo sino una decisión que
exige una profunda reflexión.) Lleva siempre dinero contante y sonan-
ic; te ayuda a controlar tus gastos y, en cualquier caso, casi ninguna
liquidación al aire libre acepta tarjetas de créditos o cheques. La canti­
dad que te fijes no importa tanto como tu límite psicológico. Muchos
linos do semana, acabo por no comprar nada. Disfruto simplemente
con l.i búsqueda. V com o, lutm .límente, luis decidido com pnu unii .i
mente lo que es mil o bollo (preleront,emente ainluis cosas), no csla.s
m algastan d o tu dinero: estás in v in ien do en tu creatividad. D espu és
de to d o , p uedes experim entar con una nueva técnica de pintura, en
un escritorio de diez d ólares y, si no te queda bien, puedes volvet a
intentarlo.
«No se trata del precio o de la procedencia — nos recuerda la escri
tora y fotógrafa Mary Randolph Cárter sobre la belleza de los objetos
que descubrimos— . Conectas con algo. Quieres darle un hogar y una
nueva vida.» Buscar saldos nos permite contemplar lo viejo y lo aban
donado desde otra perspectiva — recuperándolo del olvido con creati
vidad y capacidad de elección, de igual forma que hacemos todos los
días de nuestra vida— y redimiéndolo con el amor.

31 DE MAYO

\Jn juego de niños: dar un toque


de fantasía e ingenio a lo que nos rodea
Oh, qué placer llegar a una casa y sentir la chispa que te
dice que vas a pasártelo bien.
M ark H a m pt o n

I S ^ I u c h a s m ujeres se tom an la decoración m uy en serio. Sin em bar


go, los hogares que m ejor expresan el auténtico estilo de sus dueñas
suelen estar decorados con un toque festivo. Poseen esa chispa de
buen h um or que te dice que los buenos ratos form an parte de la h isto­
ria personal de este hogar. «M e gusta que las casas sean acogedoras,
cóm odas y personales — confiesa C an dice Bergen— . Q u e no estén
desordenadas sino llenas de ob jetos y juguetes interesantes y de tantas
brom as com o sea capaz de resistir.» N o se trata tanto de com unicar
nuestro sentido del h um or m ediante gags visuales en cuanto a expre­
sarlo a través del sutil encanto de lo inesperado m ediante la fantasía y
el ingenio.
Desde la cursi colección de recuerdos de las cataratas del Niágara
de una familia, expuesta en el aparador del comedor, hasta otro diver
lulo Mjrtulo tic saleros y pim enteros, d istribuidos juguetonam ente en
las estanterías de su soleada cocina, el espíritu de espontaneidad puede
dar un aire de diversión a toda una casa.
Id fantástico mundo de la casa de Mary Engelbreit — al igual que
sus encantadores diseños e ilustraciones, que aparecen hoy en día en
todo tipo de elementos decorativos, desde felicitaciones hasta papel
pintado— es un mundo hacia el que muchas de nosotras nos sentimos
atraídas instintivamente.
La afectuosa mezcla de Mary entre la acogedora nostalgia y el in­
genio de la ironía es a la vez conmovedoramente familiar y encantado­
ramente novedosa. Una fuente constante de su inspiración son los li­
bros de cuentos clásicos que pertenecieron a su madre y a su abuela.
En casa de Mary, su estilo de decoración personal incluye una exube­
rante alquimia de estampados brillantes y coloridos mezclados con ce­
nefas de cuadros blancos y negros y las cerezas de color rojo fuerte
que se han convertido en su firma. Los detalles pintados a mano abun­
dan en las barandillas de la escalera, los muebles y el suelo. En la chi­
menea del salón ha pintado su filosofía de la vida y de la decoración:
«Sé calida por dentro y por fuera.» ^
La época dorada de la infancia plasmada en las ilustraciones de
antaño también puede ser un rico archivo de inspiración decorativa
para ti.
Una forma de empezar es recorrer librerías de segunda mano en
busca de literatura infantil escrita desde finales del siglo XIX hasta la
década de 19 5 0 . Algunos de mis ilustradores favoritos que incorporan
encantadores detalles decorativos en su obra incluyen a Jessie Willcox
Smith, Eloise Wilkin, Margaret Tarrant, Harriet Bennett y Sarah Stil-
well. Al volver a vistiar tus primeras influencias decorativas, tal vez
despiertes de nuevo el deseo largamente olvidado de oír el suave tic
tac de un reloj de pie o te inspires para construirte un asiento junto a
la ventana para tus retiros en los días lluviosos; retapizar un escabel
de mercadillo con un tejido de primera calidad; cubrir la mesa de tu
cocina con un mantel estampado con frutas; o poner un fleco a una
cortina.
«No significa nada de nada — nos recuerda Duke Ellington— , si
no tiene esa gracia», se trate de música o de nuestros hogares. Hoy,
anima tus ideas decorativas con un toque juguetón inspirado en las
habitaciones de eterno encanto que te hablaron en el pasado.
Pequeñas alegrías para mayo

El primero de mayo cuelga una cesta de flores en la puerta de


tu casa y en la de tus vecinos. Un impresionante ramo de mayo que
representa la esencia del encanto de la vida simple, la cual puede
lograrse con pequeños tallos de retoños rosas de Cornus sanguinc.i ,
lilas y peonías blancas. Comparte un ramo con algún compañero de
trabajo. Lleva un ramillete en la solapa.
Para el Día de la Madre, hazte un regalo muy personal (tú sabes
lo que quieres realmente) para honrar a la Gran Madre que llevas den
tro. Intenta que sea algún objeto de tu lista sobre las comodidades que
deseas. Hazlo tengas o no tengas hijos. Si tienes hijos, perdónate por no
estar a la altura de tus propias expectativas (¿quién podría?), desech;\
mentalmente la acumulación de culpabilidad del año pasado y empieza
de cero. Si tu madre aún vive, dedica este año una parte de tu tiempo a
escribirle la larga carta que a menudo has pensado enviarle, confiándole
todas las maravillosas cosas de las que quieres hacerle partícipe. Si tu
madre no está en este mundo, háblale en tu corazón. Te oirá.
^ 5 Instrúyete sobre el antiguo arte chino del feng shui. Un buen
punto de partida: The Chínese Art of Placement e Interior Design
with Feng Shui, ambos de Sarah Rossback. Cambia de sitio veintisiete
objetos al empezar a poner tu casa en orden.
">< Ordena únicamente un cajón de sastre.
U n sábado por la tarde, después de hacer la limpieza, dedícate
a la contemplación doméstica al son de tu música preferida. Reorgani­
za tu colección de recuerdos personales y fotos. Saborea los dulces
recuerdos. Disfruta transportándote mentalmente al pasado.
Alquila viejas películas de las décadas de 1930 y 1940 y haz
zapping en la televisión por cable en busca de tesoros de otras épocas.
Observa los detalles domésticos: el tapizado, las cortinas, los chismes
de la cocina. Considera por qué estos encantandores y acogedores
ambientes nos incitan a quedarnos.
Descuelga los cuadros de una pared y vacía las mesas y repisas
durante una semana para experimentar «la plenitud de la nada». ¿Qué
quieres volver a poner?
Si tienes una colección que te gusta, ¿la tienes a la vista? Pien­
sa en nuevas formas de rodearte de las cosas que amas.
s Empieza a salir en busca de saldos con regularidad para tener
a la «muchacha materialista» distraída. Infórmate en los periódicos
sobre liquidaciones por venta de la casa o traslado, echa un vistazo a
los tablones de anuncios de las asociaciones de comerciantes para
informarte sobre mercadillos.
■*•*5 l ime los liltios tic t nv.i lectura puedes ilisliutni para obtrnei
i.U.is decorativas so incluyen Mary l.ngclbrcii's /lo m e ( iompatuon.
I'hc M. ny l'.ngclbrcit l.ook a nd llo w to ( ¡ct It, de M.uy lingcíbieit, y
\ini'ri(an Ju nk , de Mary Randolph Cárter.
Desempolva la parrilla, haz ensalada de primavera y s.n .» tus
zapatos Mancos festivos.
•<«5 Sé feliz.
'*•3 Está agradecida.
JUNIO

M e p r e g u n to c ó m o s er ía v iv ir en un m u n d o
en q u e s ie m p r e f u e r a ju n io .
L. M . M o n t g o m e r y

j unió es un mes generoso con los regalos que nos ofrece.


Los días son tibios y soleados. Las rosas y las peonías florecen
y nos damos un festín de fresas con nata. Ha terminado el
curso escolar, comienzan las colonias de verano y la imagen
de las vacaciones baila en nuestra mente. Nuestra sonrisa se
vuelve más espontánea, nuestra risa más alegre, nuestro cora­
zón está abierto a los demás. Este mes redescubriremos que
son los dones de la vida, no las riquezas mundanas, los que
hacen que nos sintamos satisfechas.
I DI . JU N IO

Encuentros con Hestía


O rd en ar la casa es m i oración , y cuando h e term in ado mi
oración es respondida. E l h ech o de inclinarm e, ag a ch arm e y
fr e g a r suelos pu rifica m i cuerpo com o no p u e d e hacerlo it
oración.
Jiissamyn W est

O rdenas un armario, examinando cada prenda, decidiendo lo que


vas a conservar, guardar o compartir con otros. Ella está ahí. Juntas
colocáis los frutos de la tierra sobre el altar de la mesa de tu cocina,
horneando no una tarta de grosellas sino un don, invocando una ben
dición silenciosa para aquellos que compartirán tu dulce ofrenda. Ella
está ahí. Preparas la habitación de invitados para acoger a tus amigos
en casa, vistiendo la cama con tus mejores sábanas, disponiendo unas
mullidas toallas sobre la silla, colocando un ramo de flores en la me-
sita de noche junto con algunos de tus libros favoritos. Ella está ahí.
Limpias la plata, doblas la colada, planchas el mantel, lavas los platos,
cambias las velas. Ella está ahí. Hestia, el venerable espíritu domés­
tico. Quizá no conozcamos su nombre, pero la sentimos mientras
experimentamos el placer de realizar los quehaceres domésticos.
Hace tres mil años, en la antigua Grecia, Hestia era la diosa del
hogar, guardiana de la vida familiar y el templo. Era a Hestia a quien
recurrían las mujeres en busca de protección e inspiración para lograr,
en un acto de veneración, transformar sus viviendas en unos hogares
presididos por la belleza y el confort. Hestia era una de los doce dioses
del Olimpo en la mitología griega. Pero es la deidad menos conocida,
pues no existen leyendas sobre ella, aunque Zeus le otorgó el privilegio
de sentarse en el centro de su hogar celestial a fin de recibir las mejores
ofrendas de los mortales. A diferencia de los otros dioses y diosas, que
fueron personificados en esculturas y pinturas, Hestia no fue represen­
tada bajo forma humana. Pero su presencia espiritual fue honrada
como una llama eterna que arde sobre un hogar circular. Jean Shinola
Bolen, psicoanalista jungiana y escritora, nos dice en su libro, Goddess
in E veryw om an, que el fuego sagrado de Hestia procuraba ilumina­
ción, confort y calor para preparar los alimentos. Pese a haber perma­
necido en el anonimato a lo largo de los siglos, «la presencia de la dio­
sa Hestia en la casa y el templo era fundamental en la vida cotidiana de
11antigua C ireci.i”. I l»>y, al igual que en I.i antigüedad, invocai a I lestia
•n uila la atención en el núcleo espiritual de la personalidad de una
liuijfi •», según la doctora Bolen, lo cual nos permite beneficiarnos de
uii.i armonía interior mientras realizamos nuestros quehaceres domés-
n. ns. I lestia nunca está estresada y agobiada, sino que «permanece
imperturbable en medio del caos, el desorden y el ajetreo cotidiano».
( 011 su ayuda, realizamos las tareas domésticas con facilidad y sin
• sluerzo. Si propiciamos unos encuentros con Hestia en nuestra vida
i uiidiana, dejando que su serena presencia influya en nuestros actos,
llegaremos a la conclusión de que existe un misterio sagrado en lo
mundano.
¿Pero cómo propiciar esos encuentros? A veces invoco la ayuda de
I lestia mientras limpio y ordeno mi casa. O bien me pregunto: «¿rea­
lizaría Hestia esta tarea del mismo modo que yo?» Lógicamente, si me
hago esa pregunta es porque sé que no la realizaría como yo, pero el
formularla centra de nuevo mi atención en la naturaleza contemplati­
va de los quehaceres domésticos.
Por encima de todo, Hestia nos recuerda suavemente, según apun-
ta la doctora Bolen, que «ocuparnos de los quehaceres domésticos
constituye una actividad que sirve para centrar nuestra atención, equi­
valente a la meditación». Si crees que no tienes tiempo de sentarte a
meditar, que tienes una excusa válida para no buscar la íntima comu­
nión con el espíritu porque tienes que barrer el suelo, ten por seguro
que si te planteas esas tareas con reverencia, no sólo experimentará un
cambio tu hogar. La diosa sabe el trabajo que supone llevar una casa y
lo considera una tarea sagrada. Tú también deberías hacerlo.

2 D E JU N IO

En defensa de la modestia
P oseer estilo es v er la b ellez a en la m odestia.
A n d rée P utm an

I _ i a modestia no es una virtud muy apreciada. Un estilo austero pue­


de ser sofisticado y dramático, pero la modestia solemos asociarla a
una alumna de enseñanza secundaria vestida con traje de muselina en
la fiesta del instituto sentada en un rincón y .1 quien nadir saca .1 bailai
Sin embargo, la diseñadora Inmersa Andrée Putman, quien lo lia rcin
terpretado todo, desde los interiores de varios hoteles basta los l.ipii
sostiene que «a menos que estés convencida de que las cosas modestas
pueden ser más bellas que un objeto costoso, jamás poseerás estilo-.
Quizá de niña te advirtieron que no debías darte importancia, aun
que hubieras realizado algo asombroso. O quizá te dijeron que dejaras
de soñar con comerte el mundo y que «tuvieras unas aspiraciones mas
modestas, para no llevarte un chasco». Más de una vez, cuando tratas
de expresarte como tu yo auténtico, has oído una voz criticándote por
«querer llamar la atención».
Sin embargo, por el rabillo del ojo observas que son los grandes
gestos los que atraen la atención del público. El encanto personal. I .a
fama. La riqueza. El súmmum de lo que se considera como buen gusto
y todo el mundo admira. O al menos eso parece. En las listas de las
más elegantes siempre figuran mujeres ricas, las mansiones de las
estrellas de cine ocupan las páginas de las revistas de papel cuché. No
basta escribir una primera novela bien ideada y construida, tiene que
ser un bestseller o tendrás problemas para publicar la segunda. No es
suficiente ser una buena actriz, tienes que ganar un Oscar para alcan­
zar el éxito. ¿Cuándo fue la última vez que un medallista de bronce
firmó un contrato de un millón de dólares?
La mayoría de nosotras no llegamos nunca a ver nuestro nombre
en los carteles de Broadway, así que arrojamos la toalla, desmoraliza­
das y lamentándonos de haberlo intentado. Ser un éxito modesto no
sirve de nada. Cuando oímos la palabra «modesto» pensamos automá­
ticamente en «mediocre».
Medita unos instantes sobre la modestia. ¿Y si no fuera la apocada
y tímida virtud que pensábamos que era? ¿Y si resulta que en realidad
constituye la pasión reprimida? ¿Y si la modestia fuera una virtud tan
segura de sí misma que no se siente atraída por el oropel? Oliver Her-
ford, el escritor y dibujante americano, opinaba que la modestia era
X «el discreto arte de realzar tu encanto fingiendo no ser consciente de
y éste». Las personas que poseen auténtico estilo saben lo que son, pero
sobre todo saben lo que no son. Las etiquetas les tienen sin cuidado. Lo
que les importa es la expresión personal. Frank Lloyd Wright jamás
habría pedido a Laura Ashley que decorara su casa, aunque sus obras
revelan la belleza de la modestia. Lo importante es profundizar lo
suficiente para descubrir el núcleo de tu yo auténtico. Primero, ave­
rigua qué es lo que te encanta, bien sea un abrigo, un sofá o una
carrera. Ya tendrás tiempo más tarde de ocuparte del envoltorio y las
etiquetas.
H oy te dejo con este pensamiento. Ricitos de Oro era una jovenci-
t.i modesta que no ambicionaba muchas cosa». Sabia insliniivainetile
lo 11ue le convenía, ya fuera un plato de gachas, una silla o una cama, y
tomaba decisiones con seguridad y aplomo. Ése es el tipo de chica que
quiero ser cuando crezca.

3 DE JU N IO

Pide, pide, pide


Pide, y te será concedido; busca, y lo hallarás; llam a, y se te
ab rirán las puertas.
M a t e o 7 :7

O ^ u án d o fue la última vez que te sentiste cómoda al pedirle algo a


alguien, un consejo, ayuda o que te indicaran una dirección? Debido a
mi profesión como periodista, durante los últimos veinte años he en­
trevistado a numerosas personas y se supone que no debería tener
problemas a la hora de preguntar o pedir algo.
No es así. Sin embargo, recientemente he constatado algo que ha
aportado cierta sensación de aventura a mi vida cotidiana. Es tan sen­
cillo que resulta increíble.
Me refiero a pedir lo que deseamos. Ayuda. Consejos. Apoyo.
Orientación. Sobre todo información. Una información es lo que me
condujo a un nuevo y simpático café. Mientras escribo, saboreo un
delicioso vaso de café con leche helado, sentada en la terraza de la
cafetería, bajo una sombrilla a rayas rojas y blancas, rodeada de gera­
nios. A cada momento husmeo en la bolsa que yace a mis pies y con­
templo ilusionada unas prendas veraniegas de hilo que acabo de com­
prar. Todas pasan la prueba del encanto de la vida simple: tienen un
aspecto y un tacto estupendos y estaban rebajadas. Después de limpiar
mis armarios y cajones, me quedé con un solo conjunto de calle (no
estoy bromeando). Pero todo lo que vi en las tiendas era demasiado
caro o no me sentaba bien. De modo que durante meses no me com­
pré nada. Un día me tropecé con una mujer que posee un gran estilo.
Tiene un vestuario fenomenal, pero aunque se pusiera un saco estaría
igual de atractiva. Cada vez que la veo suspiro de envidia. La última
vez que me la encontré le pregunté dónde compra la ropa. La mujer
no sólo me informó amablemente sobre los establecimientos que lie
cuenta, sino que me confesó sus preferencias en materia de moda.
Luego me recomendó que visitara una tienda muy elegante, aseguran
dome que estaba de rebajas. «Pide que te incluyan en su m ailbig me
dijo— para que te informen de sus promociones especiales.»
«Hace mucho tiempo que no le pido nada al cielo, pero continúo
con los brazos alzados», dijo el poeta Antonio Porchia, expresando
esa profunda paradoja que constituye el hecho de pedir. Necesitamos,
deseamos, ambicionamos, pero no pedimos. Sin embargo permanece
mos con los brazos alzados. Anhelamos pedir, pero no queremos
hacer el ridículo. Tememos que alguien nos responda «no». ¿Quien:'
Da lo mismo. Podría ser el Espíritu, nuestro marido o nuestro jcle.
Pero cuando nuestros deseos no se convierten por arte de magia cu
realidad, nos sentimos defraudadas. De modo que, en el futuro, deci
dimos no pedir nada a nadie y guardarnos nuestros anhelos, existien
do en un estado constante de privación.
Pedir no garantiza nada. «Solicito cosas que no se cumplen. IV
pido cosas que no suceden — escribe Marjorie Holmes en su maravi
lioso libro de oraciones, I yve G ot to Talk to Som ebody, G od— . Aun
que tengo los nudillos ensangrentados de llamar a la puerta y estoy
ronca de tanto pedir, la puerta permanece cerrada y lo único que se
percibe es un gran silencio.» En el gran silencio de la insatisfacción lo
único que oyes son tus sollozos. Lo sé. Pero también sé que pedir es
como rezar.
Hoy, empieza a pedir. Si ves a una mujer con un corte de pelo sen
sacional, pídele el nombre de su peluquero. Pide que te faciliten el
nombre de una buena marca de pinturas en una droguería, una recela
fabulosa a una amiga, el título de una canción que oyes en una tienda
de discos. Pide a tu marido que se haga cargo de los niños una tarde
para poder disponer de unas horas para ti. Pide a tus hijos que recojan
sus juguetes para no tener que hacerlo tú. Pide a tu jefe que amplíe la
fecha de entrega de un trabajo. Pide que te dé el día libre. Pide un
aumento de sueldo. Pide a la dependienta de una elegante boutique
que te informe sobre las próximas ofertas. Pide al Espíritu tu cuota
diaria de gracia. Pide a la Divina Sabiduría que te guíe. Pide a tu ángel
tutelar que te ayude. De paso, pide un milagro.
Pide lo que necesitas y deseas. Pide que te enseñen a formular las
preguntas oportunas. Pide que te respondan. Pide que el plan divino
de tu vida se desarrolle con alegría. Pide educadamente. Pide con
vehemencia. Pide con el corazón rebosante de gratitud y serás cscu
chada.
Chic clásico 102
E l estilo no tiene n ad a q u e v e r con el dinero. C u alqu iera
p u ed e ser elegan te con dinero. L a gracia está en serlo gastan­
d o poco.
T om H ogan

D a d o que el mundo, salvo pocas y honrosas excepciones, no cele­


bra lo chic de las tiendas de oportunidades, ¿por qué no lo hacemos
nosotras? Existen cinco estrategias esenciales para elevar la habilidad
de comprar objetos hermosos sin derrochar dinero a la categoría de
arte (aplicables a la indumentaria y la decoración): 1 ) Ahorra. Busca.
Encuentra; 2 ) Ten presente la escala y proporción; 3 ) Confía en tu ins­
tinto; 4 ) Fíjate bien antes de decidirte; y 5 ) No te precipites.
1 . Ahorra. Busca. Encuentra. O , como afirman los antiguos sabios
de Vulcano: «Vive bien y prospera.» Si ahorras mientras buscas lo que
deseas, acabarás dando con ello y tendrás el dinero para comprarlo.
(Así es como todo el mundo se viste y decora sus casas.) Puede que te
lleve más de una semana, pero lo conseguirás. Cuando nos encontre­
mos dentro de unos años, probablemente en una tienda de oportuni­
dades, nos reconoceremos por nuestra mirada de complicidad. Nos
saludaremos con la consigna secreta de «ahorra, busca, encuentra».
Espero que no te hayas encaprichado con ese espejo que imagino col­
gado sobre mi chimenea. En fin, si insistes te lo cedo. Sé que acabaré
encontrando exactamente lo que busco.
2 . Escala y proporción. El motivo de que tu habitación o el traje
que llevas no presente el mismo aspecto que en las fotos de la revista
tiene menos que ver con el tejido, el color y el estilo que has elegido
que con la escala y proporción. Tom Hogan, copropietario de Char-
treuse, una tienda neoyorquina de oportunidades especializada en
objetos de decoración, sostiene que el secreto de que tu habitación (o
traje) tenga un aspecto fabuloso radica en el equilibrio. No se trata de
una perfecta simetría, sino del peso visual de la escala y proporción.
Por ejemplo, si colocas un mueble grande y pesado en un extremo de
la estancia, tienes que compensar el efecto colocando otra pieza simi­
lar en el otro extremo. Si quieres mezclar lo rústico y lo moderno para
obtener un ambiente ecléctico, adelante, pero procura que cada estilo
este representado en la misma proporción.
3 . C onfía en tu instinto. Sabes lo que te gusta. No te dejes |*ui.u
por «amigos, modas y tendencias», aconseja Tom 1 logan. Si lo haces,
dentro de seis meses estarás tan cansada de esa prenda o ese objeto,
que desearás no haberlo comprado. «Habrás tirado el dinero.»
4 . Fíjate bien antes de decidirte. «Estás acostumbrada a un cierto
estilo en materia de decoración y de ropa, de modo que cualquier o >s.i
distinta te chocará», asegura Tom. Antes de encargar veinte metros d<
un nuevo tejido, llévate una muestra y examínala tranquilamente en tu
casa durante un par de semanas. Si no logras acostumbrarte a él, siguí
fica que no es el tejido para ti. Asimismo, antes de instalar un mueble
en un lugar definitivo deja pasar unos días para irte acostumbrando a
él. Puede que al cabo de una semana te des cuenta de que esa mesa no
encaja en el cuarto de estar pero quedará perfecta en el dormitorio si l.t
pintas de blanco.
5 . N o te precipites. «No pretendas decorar toda la casa en un cha.
La gente comete el error de precipitarse y luego se arrepiente», acón
seja Tom. Las mejores habitaciones y los guardarropas evolucionan
lentamente. No saltan de tu imaginación o de una tienda perfectamen
te organizados. Y no olvides la inspiración. Nunca sabes el «hallazgo-
que puedes descubrir mañana.
La próxima vez que salgas de compras recuerda que el auténtico
estilo no tiene nada que ver con el dinero, sino en dejarse guiar por la
intuición.
La lección ha terminado.

5 DE JU N IO

Tu dormitorio: la cuna de la civilización


T odo cuanto una necesita realm en te es un lecho d iv in a­
m en te atractivo.
La señ o ra d e W in s t o n G u est

j a m e s Joyce podría haber descrito Dublín desde su escritorio m


París, y Willa Cather haber evocado detalladamente las praderas desde
Nueva York, pero si quiero hacer honor a la cuna de la civilización
— nuestros dormitorios— tengo que estai acostada. De hecho, Inicua
I*.iiir de este libro lo he escrito en la cama, circunstancia que se me
.mioja tan sorprendente como a mi familia. El poeta inglés John Don-
ne debió de pensar en alguien como yo cuando dijo: «Este lecho es tu
<entro/estos muros, tu esfera.»
Solemos contemplar una habitación bajo una luz distinta cuando
si' trata de nuestros dominios particulares. Es probable que no pases
unto tiempo en tu dormitorio como yo, pero el tuyo debería consu­
mir también tus dominios particulares. Durante la próxima semana
recorreremos las habitaciones que la mayoría de nosotras tenemos en
n>nnin, a fin de reflexionar sobre el papel que desempeñan en nuestras
vidas y cómo conseguir que nos procuren una mayor abundancia de
placeres sencillos.
Por lo que a mí respecta, los dormitorios fueron creados por dos
motivos: para proporcionar comodidad y alegría. Partiendo de esta
premisa, ¿te sientes a gusto en tu dormitorio? Si normalmente te resis­
tes a abandonarlo, la respuesta es afirmativa. Empieza por el punto fo-
cal de la habitación: la cama. ¿Es lo suficientemente amplia y cómoda?
Pasemos al capítulo de las sábanas. En verano prefiero dormir con
linas sábanas frescas de algodón y a finales de otoño y en invierno con
sábanas de franela. En cuanto a las mantas y colchas, recomiendo uti­
lizar un edredón relleno de plumas de pato o ganso enfundable (que
puedes quitar para lavarla) en lugar de la sábana encimera. Facilita mu­
cho la tarea de hacer la cama. Por otra parte, la sensación de dormir
bajo un mullido edredón de plumas es indescriptible. Al igual que uti­
lizar una almohada rellena de plumas para dormir y diversos almoha­
dones para incorporarte cómodamente en la cama. Hallar la combina­
ción perfecta de almohadas y almohadones no es un asunto tan frívolo
como parece si quieres ser realmente dichosa. Ahora bien, si te con­
formas con cualquier almohada rellena de gomaespuma, vale más que
dejemos el tema. Anota el nivel de comodidad de tus almohadas en tu
lista de prioridades respecto a tus preferencias personales.
¿Qué aspecto presenta tu dormitorio? ¿Experimentas una sensa­
ción agradable cada vez que entras en él? El encanto visual es muy
importante a la hora de evaluar la satisfacción que te proporciona. Las
paredes deben estar pintadas de un color suave, como blanco, azul,
rosa pálido o verde hoja. Elige un color del que no te canses. Es acon­
sejable reservar los colores fuertes, como el amarillo y el rojo, para las
habitaciones donde desarrolles una mayor actividad. Yo prefiero que
las paredes de mi dormitorio sean lisas, salvo el cuadro que cuelga
sobre mi mesa de meditar, el cual realza el tono azul oscuro de los
muros; produce una sensación más serena. Si cuelgas unos cuadros en
las paredes de tu habitación, recuerda que será lo primero que verás
por las mañanas y lo ultimo antes de apagar la luz por las noches.
1 .a cama debe sei tan ai ráyenle desde el punto de vista visual como
confortable. Estoy convencida de que una mujei debería amai apasio
nadamente la colcha o edredón que cubre su lecho. No se trata de una
mera cuestión estética, sino que un lecho bonito te anima a tenet la lia
bitación siempre ordenada. Después de hacer la cama, para no estío
pear el efecto, te apresuras a colgar la ropa y a ordenar el tocadoi
Todo ello redunda en un orden sublime, al menos en una de las habita
ciones. Ahora añade tu toque personal: unas buenas lámparas para
leer, una planta, pequeños recuerdos y objetos personales, unas foto
grafías, unas estanterías para libros. Utiliza unas cajas forradas de tela
para guardar cosas. Si dispones de espacio suficiente para colocar un
tocador en tu dormitorio, concédete ese lujo.
Aunque escribo en mi dormitorio, nunca lo utilizo para mis asun
tos profesionales. Si tengo que hacer una llamada de negocios la hajM»
desde mi despacho. No quiero que el mundo se entrometa en mi espa
ció privado. Cuando te retires a tu dormitorio por las noches, deia
puesto el contestador automático. Si tienes un fax en casa, no lo in.Ma
les en tu dormitorio. Necesitas disponer de un espacio propio d o n d e
apartarte del mundo.
Nuestro dormitorio no sólo nos permite desarrollar nuestro t al en
to como decoradoras, sino crear un espacio donde nos sentimos
cómodas mientras reflexionamos sobre nuestro yo auténtico. Sigue el
sabio consejo de Emily Dickinson: «Haz que tu cama sea amplia y
cómoda / haz tu cama con reverencia.»

6 D E JU N IO

El baño: un paraíso intimo y secreto


Si fu e r a un psiquiatra, creo qu e inspeccionaría los bañ os de
mis pacien tes antes qu e otro á m b ito d e sus vidas.
M ark H am pto n

. t l s t a mañana, mientras esperaba entrar en el cuarto de baño, relie


xionaba sobre los placeres que éste ofrece. En casa sólo disponemos dr
uno y mi marido y mi hija, dado que salen temprano de casa, por las
mañanas tienen prioridad. Sin embargo, según una reciente encuesta
ii,u ional realizada poi un importante1 labricante de artículos para el
kmo, no solemos sacar todo el provecho que éste nos ofrece. La en-
<ii. m.i reveló que el baño es el lugar preferido de muchas personas para
li 11>l.n por teléfono, comer, dormir, fumar, hacer el amor, leer e inclu-
.(> bailar.
No en m i cuarto de baño. Mi baño tiene el tamaño del Diccionario
<)\jord de latín cuando está cerrado. Se trata de un libro voluminoso,
pero sus dimensiones dejan mucho que desear para que sea la estancia
mas frecuentada de la casa.
Mark Hampton, el decorador de interiores, confiesa que de todos
I' ■ proyectos de reformas que uno emprende en la vida, la perspectiva
ile rcdccorar el cuarto de baño es el más comprometido. Estoy de
n i u rdo con él, pero no por los motivos que aduce Hampton, los cua-
I' tienen que ver con la participación de numerosos profesionales,
....... arquitectos, decoradores, contratistas, albañiles, electricistas y
Indianeros. El coste exorbitante que supone contratar a todas esas
peí solías para que transformen mi cuarto de baño, así como el hecho
<l< i|iie no existe un centímetro cuadrado de espacio alrededor de los
li es elementos fijos que hay en él, es lo que a mí me aterra.
No obstante, la importancia del cuarto de baño es innegable. Tal
• "ino señala Mark Hampton, el baño «constituye el lugar donde uno
*.e recrea acicalándose, poniendo de relieve un sibaritismo que en otro
111p,.u sería inaceptable. Oculto a las miradas indiscretas de los otros, el
baño es un paraíso íntimo y secreto».
Piensa en ello. «Un paraíso íntimo y secreto.» Aunque tu cuarto
ile baño sea reducido y tu presupuesto aún más reducido, no significa
i|iie no puedas convertirlo en un paraíso íntimo y secreto. Si yo puedo
hacerlo, tú también.
I le aquí cómo.
I Jna de mis fantasías favoritas es visitar un día una clínica de belle-
a v salud. Al igual que la persona que viaja sentada en el sillón de su
i asa, me dedico a coleccionar folletos e información sobre esos esta-
blecimientos para incluirlos en mi diario de descubrimientos perso­
nal De ese modo, cuando la vida real me ofrezca la oportunidad de
11meederme este capricho, sabré qué lugar elegir. Entretanto, he crea­
do mi propio programa de belleza y salud: siete noches dedicadas a
inunai mi cuerpo y mi psique. Te recomiendo que cada noche,
-luíante una semana, experimentes con un nuevo producto: aromate-
iapia, sales de baño, geles, baños de espuma, leche, etcétera. Com-
pmeba cuál prefieres.
Muchos productos de baño se presentan en envases de tamaño
i t ihu ido, de modo que no tienes que gastar mucho dinero. Pide que te
recalen unas muestras v guárdalas en un cajón hasta que necesites
poner en práctica durante una semana tu programa personal de belle­
za y salud.
Cada noche, después de darte un baño en una estancia iluminada
por velas perfumadas, mientras escuchas una música fabulosa y sabo­
reas una copa de vino o de agua mineral con sabor a frutas (un vaso de
agua mineral helada con sabor a grosella es delicioso), aplícate un tra­
tamiento de belleza, por ejemplo una mascarilla para limpiar o exfoliar
el cutis, un baño de aceite para el cabello, la manicura y pedicura, de­
pilarte con cera, darte un masaje con una crema anticelulitis o hidra­
tante. La última noche prueba con un nuevo maquillaje y peinado.
Para tü programa de belleza y salud necesitarás una ducha que
emita un chorro de variada intensidad; unas esponjas naturales; un
albornoz con capucha y un espejo con cristal de aumento. También te
recomiendo que adquieras una bandeja adaptable a la bañera para
colocar esos objetos, así como una almohada hinchable para apoyar la
cabeza y un cepillo para frotarte la espalda.
Hoy, prescinde de las limitaciones de tu cuarto de baño. Si dispo
nes de agua caliente y fría y de una bañera en la que recostarte, no
necesitas más. Una vez que hayas probado tu propio programa de
belleza y salud, se convertirá en un rito periódico. Existen pocas cosas
más gratificantes que dedicar siete días a cuidar el cuerpo y el espíritu.

7 D E JU N IO

Las delicias de la sala de estar


Algunas salas de estar qu e con ozco no tienen d erech o a
ostentar ese n om b re; son tan p o co atractivas q u e no apetece
estar en ellas. En m i opinión, el térm ino «sala d e estar» equ i
v a le a una estancia alegre y acogedora. Eso es lo q u e d eb ería
ser: una h abitación rebosan te d e vida, fe lic id a d y belleza.
L u c y A bbot T h ro o p

X_/a semana pasada fui a almorzar a casa de una amiga y al cntrai me


llevé una agradable sorpresa. 1 lacia seis meses que no visitaba a mi
amiga y comprobé que había transformado la sala de estai. l odo cu
ella producía un efecto cálido y aimoilioso, \ la felicite por ¡ir. lab u lo
sos resultados. Tras examinarla más detenidamente, me di cuenta de
que no la había redecorado, sino que había añadido unos detalles que
le daban vida: había cambiado unos cuadros de sitio, había colocado
unas nuevas figuritas en la repisa de la chimenea y había decorado los
sillones y el sofá con unos vistosos cojines que realzaban los tonos
suaves de la tapicería. Mi amiga me confió que había comprado los
cojines en las rebajas y que la transformación de la sala de estar le
había costado menos de cincuenta dólares.
Esos nuevos toques conferían a su sala de estar — que siempre
había sido elegante, atractiva y apacible— una nueva vivacidad. Resul­
taba acogedora pero no excesivamente recargada; visualmente delicio­
sa y confortable. Me encontraba tan a gusto en ella que no deseaba
marcharme. Cada rincón atraía mi atención: las fotos de familia, los
libros a los que mi amiga tiene tanto cariño, el bonito arreglo de hor­
tensias blancas que cultiva en su jardín y la artística colección de hue­
vos de porcelana dispuestos sobre una mesita con la superficie de
cristal.
Pero había otro elemento que contribuía a prestar encanto a la
habitación y que no lograba identificar. Intrigada, pregunté a mi ami­
ga de qué se trataba. «Bueno, es una habitación muy vivida», respon­
dió sonriendo, confesando que ahora pasaba más tiempo en su sala de
estar que antes. Su energía creativa era palpable, su sentido del estilo
visible, y su nuevo entusiasmo, incluyendo el segundo libro que había
comenzado a escribir hacía poco, más que evidente. Su sala de estar
expresaba a la perfección sus ansias de vivir. Siempre me impresiona
ver que alguien ha alcanzado el camino diario hacia la alegría y el bie­
nestar.
Para muchas de nosotras la idea de decorar nuestra casa, como
casi todo en nuestras vidas, nos abruma. No se nos ocurre ocuparnos
de un rincón de una habitación hasta que queda a nuestro gusto, sino
i|ue tratamos de reformar toda la casa en un día. Es un trabajo tan
agotador que no nos atrevemos a acometerlo. En lugar de considerar
la labor de decorar nuestro hogar como una onerosa carga, debería­
mos considerarla una fuente permanente de expresión y satisfacción
personal.
Aquí no se conceden premios, se trata sólo de hallar lo que nos
gusta y nos proporciona placer.
Cuando busques la forma de dar más vida y alegría a tu sala de es-
lar, en primer lugar ten en cuenta sus numerosas funciones. Si posees
una casa lo suficientemente grande como para habilitar un espacio
destinado a la familia separado de la sala de estar, puedes darte por sa-
i islecha.
Muchas mujeres te cnvidiai tan. El mayoi obstáculo con el que me
tropecé .ll n.it.u de imponci mas orden en nuesti.is vidas col id tm t«
— empecé por la sala de eslai lúe la resignación, aunque •..11*1.1 qm
ése era el primer paso. Me avergüenza reconocer la cantidad »l« n« m
po, energía y emociones (unos recursos naturales preciosos) qm t mi
sumí detestando el hecho de que nuestra casa no fuera mas csp.n m*t 1
Pero el odio que me inspiraba mi casa sólo servía para bloque.......
psicológicamente, impidiéndome ver sus numerosas cualidades \ .......
tando mis dotes creativas. Según una vieja ley metafísica, no clt l ..........
abandonar ninguna situación desagradable hasta haber aprendido 1
amarla o al menos tratar de amarla. Tuve que aprender muchas leí. i<.
nes respecto al orden. Ahora sé que mi pequeña casa fue la maesn.i
perfecta. ¿De qué me serviría poseer una casa de grandes dimensitmcn
si soy incapaz de mantener ordenada mi pequeña vivienda?
«Una casa hermosa es una lección de educación, pero no pn» d.
crearse en un día; debe ir evolucionando lentamente», afirmó en Il) l
Lucy Abbot Throop, quien escribió varios libros sobre decoración en
las primeras décadas de este siglo. Hoy, busca las lecciones que tu <.as.i
está deseando enseñarte a través del amor. Empieza por tu sala d<
estar. Conviértela en una estancia acogedora, alegre y confortable un
lizando los recursos de que dispones y siempre te sentirás a gusto en
ella.

8 D E JU N IO

Elogio del comedor sencillo y auténtico


C u an do som os auténticos, cream os unos espacios sencillos
y llev am os una existencia h erm osa y sencilla.
A l e x a n d r a St o d d a r d

TJL odos deseamos creer que nuestra presencia resulta grata en el mun­
do. Generalmente sólo pensamos eso cuando nuestros amigos nos
invitan a sus casas. Pero he llegado a la conclusión de que lo que anhe­
lamos por encima de todo es experimentar la sensación de sentirnos a
gusto en nuestro propio hogar.
En estos momentos estoy sentada en la mesa del comedor, escri­
biendo, mientras espero que terminen de asarse unas patatas en el hor-
Hit I i hermosa mesa redonda tic roblo ‘.ol»ic I.i *|iic dejaré que se
* nli írn constituye el núcleo de nuestra vida lamiliar. I )csde su solido
•i niro emanan unos i adiós, a la manera de una rueda, formados por
i muida, hebilla, conversac ión, convivencia, tradición y recuerdos, los
i nales hallan expresión en nuestra vida cotidiana.
Aquí hacemos mucho más que comer. Leemos el periódico, revi-
unos el correo, conversamos, hacemos deberes, pagamos facturas,
decoramos tartas, rellenamos los impresos de Hacienda, colocamos
llt >ies en un jarrón, jugamos a cartas u otros juegos, compartimos con-
Iitleticias y se reúnen familiares y amigos. Aquí, en esta réplica del
hogar circular sobre el que aparece representada la diosa Hestia, con­
memoramos ritos de iniciación, celebramos las vacaciones, bendeci­
mos los alimentos que tomamos y nutrimos nuestros cuerpos, nues-
II as mentes y nuestros espíritus.
Unas cuantas veces al año invitamos a parientes y amigos a com­
partir esta querida y pequeña habitación con nosotros. Pero vivimos y
gozamos en ella todos los días.
Actualmente, debido al tipo de vida que llevamos, está de moda
recomendar a las familias que no instalen un comedor, tan reverencia­
do por nuestros padres y abuelos, independiente de la zona de estar y
de la cocina.
El progreso tiene su precio y es preciso ser prácticos, sobre todo
viviendo en un diminuto apartamento o un modesto edificio de ve­
cinos urbano. Las personas que marcan tendencias nos aconsejan
anteponer los imperativos de nuestra vida a un ideal que no es sino
una quimera. Si disponemos de poco espacio, debemos transformar
el comedor en una biblioteca, un cuarto de juegos o una salita para ver
la televisión.
En realidad no comprendo por qué esa sugerencia se considera
tan chic, dado que nuestro comedor cumple todas esas funciones. Mi
colección de recetarios ocupa un rincón, los niños y los gatos juegan
aquí, el pequeño televisor instalado en una silla del comedor junto a
la puerta de la cocina me permite ver las noticias de las seis mientras
preparo la cena. Nuestro comedor es una estancia multiuso: nos reú­
ne a todos por las mañanas, por las noches y a lo largo del día. La apa­
sionada realidad de esta habitación — los maravillosos momentos que
pasamos en ella todos los días— invoca reverencia y exige ser con­
servada.
Aquí, generaciones de familias se hallan ligadas de forma tangible
mientras la vajilla, la cristalería y la plata que han pasado de padres a
hijos son sacadas de las estanterías y dispuestas sobre la mesa en un
perpetuo ritual de hospitalidad, amor y voluntad de preservar la ar­
monía familiar. Grace Aquilar, la novelista e intelectual inglesa victo-
riana de origen hebreo, escribió en IK47 que «lo real es el único lun
damento de lo ideal». Mientras preparo este lugar y mi corazón para
recibir otro don auténtico, me pregunto si Grace llegó a esta sabia
conclusión en el comedor de su casa.

9 D E JU N IO

Imponer el orden en la cocina


U na m ente ofu scada no p u ed e m o v er las m anos con soltu­
ra, ¿y q u é nos p rod u ce m ay or ofuscación qu e un lugar d e tra­
b a jo desorden ado, aparte d e resultar p oco atray en te? L a g ra­
ta aparien cia de orden es el elem en to según el cual las m ujeres
ju zg an la capacidad com o am as de casa d e sus am igas y v eci ­
nas. Y tod a a m a d e casa eficiente sabe qu e la estancia de la
casa d on d e es m ás im portan te qu e reine el orden es la cocina.
W o m a n ’s H o m e C o m p a n io n , agosto d e 1924

o no podría dormir por las noches si te diera la impresión de qui­


lo que más me divierte en este mundo es limpiar la cocina. Eso me
recuerda una entrevista que hice para un periódico a dos mujeres
encantadoras que eran autoras de una serie muy popular de manuales
sobre tareas caseras.
Me quedé pasmada cuando ambas me confesaron que no se ocupa
ban personalmente de los quehaceres domésticos ya que gracias al ex i
to que habían alcanzado podían permitirse el lujo de contratar a una
asistenta. Tuve la sensación de haberme topado detrás de una cortina
secreta con el afable anciano que resulta ser el Mago de Oz. Compar
tir esa deliciosa anécdota con mis lectoras hubiera sido como lanzarme
sobre la yugular, y ése nunca ha sido mi estilo. Por otra parte, la infor
mación práctica que me habían proporcionado en sus libros resultaba
útil y amena. No obstante, me costó escribir esc artículo (el cual, por
cierto, encantó a las dos autoras y a su editor).
Así pues, deja que sea la primera en confesar sinceramente que
todavía no he hallado la forma de convertir la tarea de limpiar cocinas
en un placer. Dado que soy de carne y hueso, necesito un poco mas de
tiempo para evolucionar. I 'so probablemente explica por que, cuando
mi ni.ii ulo y yo nos repartimos las larcas caseras, elegí cocinar, lo cual
mu' (Mista mucho, mientras c|iic mi querido cónyuge se ofreció para
limpiai la cocina las noches en que no tuviera una reunión de trabajo.
111no de los muchos motivos por los que lo amo profundamente.) Las
.... lies en que mi marido está ausente, me encontrarás frente al frega-
•11in de la cocina tratando de poner en práctica las enseñanzas del
.....nje, poeta y escritor budista vietnamita, Thich Nhat Hanh, es decir,
la Imina espiritual de lavar los platos. En su libro, The Miracle o f
\lindfulness: A M anual on M editation, sugiere que enfoquemos la
i iiea <lc fregar los platos como si fuera lo más importante de nuestra
i«la I )ebemos considerar cada cacharro sucio como un objeto sagra-
'I' • Todavía no he alcanzado ese grado de trascendencia, pero procuro
pía ni eármelo como lo más importante que hago en esos momentos.
lUiena parte de nuestra rutina diaria tiene lugar en la cocina. Coci­
nar y fregar platos pueden ser unas tareas contemplativas, pero no en
inri lio del desorden. Con todo, me costó mucho ponerme a limpiar y
•ullenar la cocina. Lo fui aplazando durante meses, buscando pretextos
\ 11 >sas más urgentes que requerían mi atención. Pero el proceso de la
l'.i.u ia emanada del encanto de la vida simple persistió. Mientras las
••ñas habitaciones de la casa se iban organizando poco a poco, el esta-
il<■de la cocina no es que me irritara, es que me volvía loca, sobre todo
•ada vez que abría un armario y se me caían encima cientos de tarrinas
\,11 ías de margarina. Al fin tuve que afrontar la verdad: si esa habita-
i mu constituía el núcleo de mi hogar, no era de extrañar que experi­
mentara palpitaciones cada que vez que entraba en ella para hacer algo.
Siguiendo el mismo método que había empleado para poner en
Miden la sala de estar, organicé mi cocina según sus funciones. Tene-
nii >s una cocina pequeña y estrecha, del tamaño del fogón de un barco,
\ luy que sacar el máximo provecho del espacio del que disponemos.
' i i . i i h I o organices tu cocina, independientemente de su tamaño, ten
i n i uenta las diferentes actividades que se desarrollan en ella: preparar,
i - in.u y servir la comida, recoger la mesa y fregar los platos.
I Ina vez que me metí allí, empecé a ordenar y a tirar los objetos
inservibles sin pensármelo dos veces. Al igual que había hecho en las
•Mías habitaciones de la casa, lo que no podía identificar lo metía en
una caja para que mi marido tratara de descifrarlo. Eso suele propi-
i iai un encuentro de lo más revelador entre un hombre y una mujer.
« iimprenderás por qué llaman a los hombres «el sexo opuesto» cuan­
do veas a tu marido tratando de identificar esos objetos. El momento
di la verdad se produce cuando éste comienza a rescatar cosas de la
buha de basura: la vieja y descascarillada sartén de teflón de sus tiem­
po*. cu el instituto que, según él, todavía sirve perfectamente. El apara-
io paia el.iborai vino que nadie recuerda de dónde salió. O la freidora
elrctiua que no puedes I.) v.u ionio I )io,s manda *l»‘l »i*I* • ti «Ii»
cable. 1.11 como lu* recomendado cu oirás 01 .isiones, l.i i.11 > 1 •I«' 11
nar una habitación v desechar objetos inservibles es, en mi o|tjh
una actividad solitaria. I .1 próxima ve/ ijue busques desean 1 J m
te las tijeras de cocina, limpies el Irigonlieo o 11 ie| *,11<•. mu |t*
sartén, recuerda que si buscas lo sagrado en la\ ............... I..MtU
hallarás. No te prometo que funcione siempre, pero e n . ñ a i q u i * 1 1
merece la pena intentarlo.

10 DE JU N IO

Un rincón para ti sola


En los m o m e n to s d e so le d a d prestam os una j/uwo/m,/,*
'atención a n uestras vidas, a nuestros recu erdos, a los dchtlUt
q u e nos rodean.
V ir g in ia W i >1 >11

E n octubre de 1928, la novelista y crítica literaria Virginia \\ •**.11


dio dos conferencias sobre mujeres y narrativa en la Univcisul ni •l<
Cambridge, en Inglaterra. En sus charlas expresó públicamcnti pm
primera vez lo que las mujeres llevaban siglos pensando en sil. n. ...
para que las mujeres sean capaces de crear necesitan intimidad, p . .
independencia económica. Al año siguiente esas conferencias lu. o.n
recogidas en Una h a b ita ció n propia, donde W oolf recomendaba .1 ln
mujeres que crearan un espacio para sí mismas si querían pon. 1 . n
práctica sus dotes creativas y no «enloquecer con el tormento- dt I
silencio.
En su libro Silences, Tillie Olsen ha explorado minuciosa y esquí
sitamente la voz creativa cuando ésta permanece muda, sofocada, o
primida, «la supresión forzada de algo que trata de manifestarse, |......
no puede». La propia O lsen se vio obligada a guardar silencio din......
veinte años mientras criaba y alimentaba a cuatro hijos realizando uuai
tareas humildes que no le dejaban tiempo ni fuerzas para escribir; tenia
casi cincuenta años cuando publicó su primera y aclamada novela, /<I!
M e a R iddle.
Muchas de nosotras experimentamos ese silencio creativo. No el
tu i>> 11< I coi a /o n , n fi es.u io p.u a e x presa i lo que llevam os dentro,
ti iileneio creativo im puesto poi unas circun stancias ajenas a
.......... U iol: la lalta de tiem po y /o la lalta de mi espacio o un lugar
ud. i n ii Quiza padezcamos también una lalta de claridad, la in-
l^rti <•I.i<I »11 comprender lo necesario que es alimentar diariamente
|4<ii i -.agrada creatividad.
I' ii m mpezar, muchas mujeres, a menos que vivan solas, no dispo-
IIhi di una habitación única y exclusivamente para ellas. Pero eso no
lltyniln a 111 ir no podamos crear un pequeño espacio — un rincón—
Mi liiMvamente nuestro. Una de mis amigas creó su espacio psíquico
il en un apartamento urbano con un biombo de los años trein-
Mil...... .lo con llores que compró en un mercadillo. Detrás del biom-
!tn i n i ñ e ó una pequeña mesa y una silla junto a una soleada ventana,
|t....... tirarse allí y meditar o escribir.
,<<,>u< no tienes sitio donde colocar un biombo, una mesa y una
||ll i I monees instala una estantería para libros. Lo importante es que
Ii i pa t a tu uso exclusivo y personal: un espacio psíquico que te
*h ii. i de la necesidad de atender tus pulsiones artísticas, un lugar que
ti- mime a reivindicar tu creatividad.

11 D E JU N IO

Crear un plan para organizar


los papeles personales
H e o rd en ad o mis papeles. H e roto y d estrozad o im placa­
blem en te m uchos d e ellos. Eso siem pre m e p rod u ce una gran
satisfacción.
K a t h e r in e M a n s f ie l d

Il/sta mañana meditemos sobre el cúmulo de valiosos recursos natu-


i .1les — nuestro tiempo, nuestra energía creativa, nuestras emocio­
nes — que malgastamos buscando a los húerfanos del desorden: una
lactura sin pagar, una invitación a una fiesta (con las señas), el impreso
para las clases de natación que comienzan esta tarde.
Si no dispones de un plan para organizar tus papeles personales,
dedica dos horas esta semana a establecei uno. A menos, claro r a í ,
que opines como el creadoi del osito Wiimie, A. A. Milne, quien .<•
tenía que «una de las ventajas de ser desordenado es que hace*, »mili
nuamente emocionantes descubrimientos». Pero mi vida es lo Mili
cientemente emocionante sin tener que buscar lactin as recalen i aun *
cuando tengo que devolver un artículo que he comprado. I o mi*......
que la tuya.
Utilizo un método muy sencillo para ordenar mis papeles I >i
hecho, casi me ahorra pensar en ello, lo cual resulta la mar de u n í Al
igual que los niños, a quienes les gusta guardar sus juguetes en d is iiu
tas cajas, conservo mis papeles en varías cajas forradas de tela v u n o |
cestos cuadrados colocados en unos estantes sobre mi escritorio Mui
caja está reservada para facturas impagadas y documentos linam u
ros; en cuanto llegan por correo los deposito allí; después de pa)',.u la i,
meto los recibos en una carpeta. Otras cajas contienen cartas peí s<ma
les, que mantengo separadas de la correspondencia profesional. I n
otra caja guardo los documentos y cartas que me envía mi cditoi ial, \
en otra los recibos relacionados con mi actividad profesional (en ( u.m
to regreso de un viaje o de hacer un recado, deposito los recibo1, allí
hasta la hora de hacer la declaración de la renta). También dispon^»di
una caja donde conservo los documentos familiares que necesitare e n
un futuro inmediato: impresos escolares, invitaciones a fiestas, d in
ciones para visitar a las hijas de mis amigas. Sé aproximadamente •u
qué caja guardo cada cosa. Créeme, resulta muy útil.
Una vez al mes — generalmente la tarde del último sábado- siy,o
los consejos de Katherine Mansfield y ordeno y rompo implacal.L
mente los papeles que ya no necesito. Sólo me lleva una h o r a , y me
proporciona la agradable sensación de controlar mis documentos peí
sonales. Hoy, empieza a ordenar tus papeles, buscando todas las Ia»
turas, recibos, cartas y demás documentos que no consigues e n c o n
trar. Colócalos en una caja grande de cartón. Sírvete un refresco o un
té. Pon una música que te anime. Examina cada documento y distri
búyelos por categorías. Si no dispones todavía de unas cajas o u n o ',
cestos donde colocarlos, guárdalos provisionalmente en unos sobreN
grandes, debidamente etiquetados. Tira todos los papeles inservil>1» ••
Piensa en el tiempo que pierdes cada vez que buscas un papel qu<
no sabes dónde has metido. Y piensa en el tiempo que te ahorrarás un
lizando un plan para organizar tus documentos personales.
Pasiones secretas:
armarios de ropa blanca perfumados
L a jo v e n cerró sus ojos azu les y se sum ió en un fan tástico
su eñ o/en tre sábanas blancas, suaves, qu e olían a lavan da.
J o h n K eats

( f i e r r a los ojos durante unos momentos y sumérgete en un sueño


lantástico. Abres una puerta blanca. Allí, sobre unos grandes estantes
decorados con cenefas de encaje, ves numerosas cestas que contienen
unas sábanas perfectamente dobladas; esponjosas toallas; holgados y
suaves albornoces; impecables manteles y servilletas de damasco blan­
co; tapetes de hilo con tus iniciales bordadas; fundas de almohada con
la pátina del pasado incrustada en el encaje de bolillos. Estos tesoros
están rodeados por unas cintas de seda de color pálido, atadas con
unos lacitos perfectos. Contemplas extasiada esta octava maravilla del
mundo, digna de antiguos relatos de viajeros sobre «sedas de Samar­
canda y cedros del Líbano». El ambiente está impregnado de un inten­
so perfume. Un suspiro de envidia se escapa de tus labios. «Deseo tener
un armario de ropa blanca como ése», te dices.
La deliciosa autora Mary Cantwell ha escrito sobre las elegantes
vidas que llevan los gurús domésticos actuales, quienes por supuesto
tienen armarios de ropa blanca perfumados. Mary recuerda que en
cierta ocasión se sintió tentada de crear un armario de ropa blanca
como es debido, pero no sucumbió a la tentación porque «soy una
mujer perezosa y no sé hacer lacitos».
No obstante, el ansia de perfección es un impulso profundo. «El
Iiccho de ordenar mi ropa blanca habría constituido una forma de
defenderse en un mundo presidido por el desorden — confiesa Mary
ron nostalgia— . No existía ni existe el medio de luchar contra la pes­
ie, la muerte y las pesadillas que nos asaltan cuando no estamos dor­
midos. Pero me habría gustado tener un armario de ropa blanca bien
organizado, una prueba de mi capacidad para poner orden en mi
minúsculo rincón del universo. El hecho de ver mis sábanas, toallas y
manteles perfectamente ordenados y sujetos con cintas de seda me
habría proporcionado un momento Fantin-Latour.»
lgnace I Ienri Jean ’i'hcodorc Fantin-Latour era un pintor francés
del siglo XIX, célebre por sus hermosos cuadros de flores. Hoy en día
sigue siendo una constante fuente de inspiración para las diosas con­
temporáneas del hogar. M ea culpa! Ni el propio Fantin-Latour habría
conseguido gozar de un momento Fantin-Latour con mi armario
situado en el piso superior. Aquí no hay cintas de seda, sino pilas de
sábanas que luchan contra toallas y tapetes para defender su territorio,
mientras unos objetos más prosaicos como papel higiénico, servilletas
de papel y jabón se pelean con bombillas, cables, secadores de pelo y
rulos eléctricos para reivindicar el espacio que les corresponde.
Pero mientras hay vida hay esperanza. Y mientras haya esperanza,
hay vida.
Quizá compartes el sueño secreto de vivir un día con un armario
de ropa blanca perfumado. He aquí mi plan para hacer que ese sueño
se convierta este año en realidad. Las cestas contribuyen a evitar el
caos en un armario. En una bolsa de plástico transparente para zapa­
tos, colgada en la puerta, puedes guardar los medicamentos, tiritas y
demás artículos de primeros auxilios junto con los productos de belle­
za y de cuidados personales diseminados por los estantes de nuestros
armarios. Asegúrate de que la bolsa de plástico es transparente, para
ver lo que contiene. Pero son difíciles de hallar, de modo que ponte a
buscarla hoy mismo.
Suelo comprar manteles y tapetes antiguos en subastas o tiendas de
objetos de segunda mano. En los mercadillos y tiendas de baratillo ese
tipo de artículos son de poca calidad; en las tiendas de antigüedades
puedes hallar unos manteles preciosos, pero demasiado caros (a menos
que conozcas un establecimiento donde a veces se encuentran auténti­
cas gangas; en tal caso, no dejes de comunicármelo).
Las rebajas de artículos para el hogar se celebran en febrero y
agosto; señala esas fechas en tu calendario. Aunque no compres nada,
date una vuelta por los grandes almacenes durante las rebajas. Ayer
pasé media hora examinando un dormitorio vestido por Ralph Lauren
y me dio unas ideas estupendas.
Pasemos al capítulo del perfume. Mide la altura de los tabiques que
dividen los estantes del armario de ropa blanca. Lo ideal es que cada
estante esté dividido en tres compartimentos. Corta dos pedazos idén
ticos de gasa y añade dos centímetros de tejido a cada lado. Coloca un
poco de algodón entre los dos pedazos de gasa, añade un puñado do
flores secas de lavanda (las venden en las herboristerías y los mercad i
líos de productos del campo) y cose los pedazos de gasa para formai
un saquito. Cuelga cada saquito en un tabique del armario con una
chincheta o un clavo. Cuelga unas ramas de lavanda seca sobre el
estante superior. Ahora da un paso atrás y admira tu obra.
R especto a las cintas: a todas nos encantan, pero a m enos que viva .
sola olvídate de atar una cinta de seda alrededor de las sábanas. No es
que no se encuentren. En los mercadillos hallarás unas cintas antiguas
preciosas, y en las buenas mercerías y grandes almacenes venden unas
cintas con alambre perfectas para hacer unos lazos artísticos. Pero
aparte de ti, ¿qué otro miembro de tu familia se molestará en volver a
hacer el lazo? No vale la pena que te disgustes por eso. Sin embargo, el
deseo de alcanzar la perfección antes de morir merece la pena intentar­
lo aunque sea una vez. Toma una fotografía. Al fin y al cabo, según
afirma Keats: «Una cosa hermosa siempre produce alegría.»

13 DE JU N IO

Pasiones secretas: una nutrida despensa


A l principio, la colección de botes la asom bró, p ero Jo h n
era m uy aficion ad o a la confitura, y los tarritos qu ed arían
m uy bien en el estante superior.
L o u isa M a y A l c o t t

I I o y nos recrearemos en una fantasía veraniega ideal: la vieja tradi­


ción de «hacer acopio» de botes y tarros. ¿Qué sería el verano sin la
contemplación de las conservas, los productos en salmuera, enlatados,
confitados, conservados en coñac, los fabulosos productos comesti­
bles que no pueden faltar en una nutrida despensa?
Al igual que los armarios de ropa blanca perfumados, una nutrida
despensa ha sido siempre una pasión femenina. ¿Existían estantes de
piedra en las cuevas prehistóricas de Gargas? Sin duda. ¿Dónde iban
sino a conservar una pierna salada de jabalí? Veinte mil años más tar­
de, las mujeres victorianas elevaron el hecho de crear una despensa a
un esotérico arte, inspiradas por las luminosas descripciones de la lite­
ratura doméstica referente a espaciosos cajones, alacenas y recipientes
lo suficientemente grandes para guardar en ellos harina de maíz y
harina de trigo integral; grandes fresqueras donde conservar bandejas
dr pavo frío; y estantes llenos de deliciosos y atrayentes tarros de con­
serva.
T o d a m ujer debería co n o ce r el placer sublim e de ad m irar u nos res-
p l.m d rrirn trs tarros adornados ro n m u dim inuta bufanda Moral y un
gorrito blanco de ganchillo. ¿Pero por dónde empezar? No tienes más
que acudir a un libro indispensable, insustituible e irresistible escrito
por Helen Witty titulado Fancy Pantry. Dedicado a las personas con­
vencidas de que comer bien es un lujo al alcance de todos, Fancy
Pantry te enseña cómo conseguirlo. Cada vez que hojeo este delicioso
libro siento deseos de levantarme de un salto y ponerme a jugar en la
cocina.
No, no insinúo que deberías colocar un centenar de tarros de mer­
melada de calabacines en una atestada cocina del tamaño de una caja
de zapatos (entre trasladar a los niños a las colonias de verano, termi­
nar el presupuesto de la oficina del año que viene, asistir al campeona­
to de fútbol de tu hijo y hacer las maletas para marcharte una semana
a la playa).
Lo que sugiero es que seguramente hallarás tanto placer como yo
en crear tus propias rosquillas, esencia de tomates madurados al sol y
deshidratados (que valen su peso en oro y sólo se encuentran en los
mejores establecimientos de comidas), conserva de arándanos con es­
pecias, vinagres con aroma a frutas y miel de fruta, que no es miel sino
una maravillosa mezcla entre un almíbar y una confitura que resulta
delicioso sobre tortitas, bollos o ingerido a cucharadas.
Ahora bien, si después de leer el libro de Helen Witty, un tesoro
de inspiración e información, todavía te resistes a llenar tu despensa
con los frutos de tus esfuerzos, no te desanimes. Algunos veranos pre­
fiero dedicarme a la vida contemplativa que a preparar conservas, pero
siempre tengo una despensa bien nutrida.
Así pues, visita un mercadillo de productos artesanales y llena tu
despensa con los comestibles que otras emprendedoras mujeres han
preparado en conserva para gente perezosa como nosotras. Compra
un pedazo de tela estampada a cuadritos o pequeñas flores y corta
unos círculos para colocarlos en las tapas de tus confituras, mérmela
das y chutney, sujetos con una cinta o un cordón de rafia o pasamane­
ría. Puedes conseguir unas bonitas etiquetas en una papelería o un
establecimiento de artículos para el hogar. Cuando me marcho fuera
de vacaciones aprovecho para comprar las conservas que preparan cu
otras zonas del país.
No obstante, es posible que al leer Fancy Pantry decidas tratar de*
elaborar tus propias conservas. Helen Witty opina que «todo el mun
do debería tener una despensa, por modesta que sea», opinión que
comparto totalmente.
Decorar según las estaciones:
las casas de verano
L a rosa inglesa saluda a l jard ín estival con gran profu sión
d e colores y p erfu m es, y abrim os nuestras p u ertas y ven tan as
p a ra d ejar q u e la fr a g a n te atm ósfera de la estación nos en ­
vu elv a a nosotros y a nuestras casas.
Sy d n e y A. Sykes

L / a gama de colores de la Madre Naturaleza constituye una rica


fuente de inspiración para decorar tu casa. Si aprovechas lo que te
ofrece cada estación del año para decorar tu casa con unos toques per­
sonales y poco costosos, no te cansarás de contemplar los mismos
ambientes.
«El cambio es un excelente remedio para aliviar esa sensación de
cansancio. Y al decir “cambio” no me refiero a emprender un viaje»,
escribió Elsie King Moreland en American H om e en 1934. «Cambiar
los muebles de sitio representa para una mujer lo mismo que unas
vacaciones para un hombre... Nada me anima tanto, procurándome
una nueva vitalidad, como ver mi piano en otro rincón, la consola
debajo de una ventana, mi cama encarada hacia otro lado.»
Tradicionalmente, las mujeres han preparado sus casas para el
verano desembarazándose de todo lo que producía sensación de calor
o era pesado. Echa un vistazo alrededor de tu casa. Recoge las alfom­
bras de lana; guarda los cojines de pasamanería o fórralos con unas
Iundas de algodón o lino blanco. Las mujeres ricas solían forrar sus
muebles tapizados con unas fundas de tejidos ligeros durante los
meses de verano. No todas podemos hacerlo, pero podemos cubrir los
muebles con unas sencillas telas blancas. Puedes encontrar restos de
tejidos a precios muy económicos (generalmente entre dos y cinco
dólares el metro) y unas fundas fabulosas. O puedes cubrir los sillones
y los sofás con colchas de piqué blanco. Incluso unos manteles grandes
de damasco blanco, que puedes comprar en subastas, quedan perfectos
para vestir tus muebles en verano. Cubre las mesitas con muselina
blanca; instala una amplia mosquitera suspendida de un palo; adorna
las ventanas colgando unos paneles de encaje blanco, unos estores o
unas cortinas de bambú en las ventanas.

J
I )eja l o 1, suelos tli". iitulos o i ubre I.i moqueta con unas esteras de
sisal o tic' esparto. Retira los objetos pesados de la repisa de la chime
nea y las mesas. 1)ecóralas con llores frescas adquiridas en el puesto de
flores más cercano, en un mercadillo de productos del campo o de tu
propio jardín. Los arreglos sencillos pero abundantes de un solo tipo
de flores en un jarrón resultan muy vistosos.
Recoge todos los objetos que requieran ser pulidos: bronce, peltre,
cobre y plata. Sustituye los objetos pesados de cerámica por cestas de
rafia, mimbre y paja. Coloca una cesta llena de flores secas en el hueco
de la chimenea, si tienes una. Aparta los muebles instalados junto al
hogar y colócalos contra la pared para crear un espacio más abierto v
despejado.
Las conchas y motivos decorativos naturales dan un ambiente
veraniego aunque no vivas junto al mar. Cubre la repisa de la chime
nea con una red de pescadores y coloca sobre ella grandes estrellas de
mar. Añade unos trozos de madera que hayas hallado en la playa,
unos marcos para fotografías de bambú, un nido de pájaros (después
de que los pájaros lo hayan abandonado), o una decorativa jaula de
pájaros para dar mayor encanto a la habitación.
Unos toques de vivos colores, en lona o algodón, resultan muy
atractivos en verano. Utiliza tejido de toalla a rayas o una colcha de
felpilla de alegres colores para forrar los desteñidos cojines del porche
o el jardín. Las comidas veraniegas resultan más apetitosas si colocas
sobre la mesa un mantel a cuadros rojos y blancos o blancos y azules.
Las velas blancas de cera de abeja colocadas en unos velones propor­
cionan un suave resplandor a las habitaciones en verano.
No todas podemos permitirnos el lujo de pasar un mes en el cam­
po o en la playa, pero podemos transformar nuestra casa en un agra­
dable refugio estival siguiendo los dictados del calendario. Al igual
que todo lo relacionado con el camino diario hacia la alegría y el bie­
nestar, crear una «casa veraniega» comienza con un estado de ánimo.
Los aniversarios secretos del corazón
Las fiestas m ás sagradas son
las q u e m an ten em os en silencio y ocultas,
los an iversarios secretos d el corazón...
H e n r y W a d s w o r th L o n g f e l l o w

E s t e es el mes tradicional para flores de azahar, encaje y arroz, pero


hoy no estoy pensando en aniversarios de boda sino en los aniversa­
rios secretos del corazón, esos hechos singulares que jalonan nuestra
vida. Son los aniversarios de los que nunca hablamos, que mantene­
mos en silencio y ocultos. Quizá recuerdes tu primer beso, mientras
que yo no puedo olvidar la última vez que sostuve la mano de mi
padre.
Esta mañana hablé por teléfono con una amiga. Me dijo que estaba
preparando ilusionada una cena especial para un hombre maravilloso
que había conocido. El año pasado su matrimonio, que había durado
veinte años, terminó, y mi amiga dijo que se alegró de que su marido
se fuera de casa a finales de verano, cuando todo comienza a marchi­
tarse. Me aseguró que no habría podido superar el trauma si su mari­
do se hubiera ido durante las vacaciones estivales. Creo intuir a qué se
refiere, pero confío en no averiguarlo por mí misma. Según dijo mi
amiga, es la sensación que te produce una determinada época del año
lo que desencadena un recuerdo, un aniversario secreto del corazón.
Otra amiga recuerda el rito de su madre trenzándole el pelo cada vez
que sale al jardín en primavera y contempla las primeras lilas. Sobre el
tocador de su madre había siempre un ramo de lilas.
Cada junio, cuando me zambullo en la piscina de Dawne, una
amiga con la que compartí mi apartamento de soltera, recuerdo cuan­
do me bañaba en la piscina de la «tía» Mary y el «tío» Joe, los mejo­
res amigos de mis padres. Han pasado cuarenta años: oigo unas risas
infantiles, el tintineo de los vasos de limonada, siento el sol sobre mis
hombros, el agua fresca en mi rostro. Lo recuerdo todo con nitidez,
los lugares frescos y sombreados del jardín, el camino de losetas, el
olor de la casita de madera donde mis «primas» Mary Anne y Diane,
mi hermana Maureen y yo jugábamos e ideábamos todo tipo de aven­
turas. Las barbacoas, los picnics, las siestas, los cócteles que celebra­
ban los adultos arriba, las fiestas de los niños en la sala de juegos situa-
da en el sótano, los juegos c u e l p a l i « >, l a s e n s . u i i m •I< jiih u , | t i u l i l n d .
felicidad, emoción y asombro, t o d a s l a s a l e p < . < ni< ><i<hION tU l a lili I I I
cia atrapadas para siempre en l a a t i n ó s l e i a d e jiiiiin I . >s m¡n i ,11111
secretos de mi hija se refieren a l a s épocas q u e p a s n e n 1 a s a di m i 1 i#i
Dawne y su tío Tom: vacaciones en l a playa, t e n a s navid. uas, L pin
paración de los huevos de Pascua. Esos q u c i i d o s a 1 n 1 (■,< , mis m u . n i
llosas hijas y los buenos ratos que nuestras f a m i l i a s l i a n pasado i m i i i t i
a lo largo de los años constituyen unos preciosos h i l o s e n e l t a p i * d n
mi vida.
Los aniversarios secretos del corazón no oslan humad. n t J
paso de los años. «Yo formo parte— escribió Tilomas Woll. . u /uni
H om ew ard Angel— , de todo cuanto he tocado y de . uani" un Iih
tocado a mí.» Al igual que todos nosotros. Aunque no había p. n idft
en ello, esta tarde quiero enviar una nota a Dawne. Y deboescnbii 1 U
tía Mary dándole las gracias por los fantásticos recuetdos que un* I-.
proporcionado. Necesito compartir con ellas lo que h< m a n .........l o
oculto tanto tiempo en mi corazón. Hoy sería el m n m e u i o p< 1 1. , m
para expresara esas dos maravillosas mujeres lo miu lio que l as ............
Lo había olvidado. Un aniversario secreto del corazón me lia 1»■•md.t
do que siempre hay tiempo para recordar. Pero nunca dispnm nmn di>
tiempo suficiente para conmemorar nuestros recuerdos mas «|u> 1 iduNi
a menos que nos detengamos para observar, cuando se prndiu - u, . «ai
fiestas sagradas.

16 D E JU N IO

El fragante hogar
O jalá la v id a no fu e r a barata, sino sagrada,
o jalá los días fu e ra n co m o los siglos, cargados, frciv.intey
R a lp h W ai do I mi ust »r¡

l - ) e s d e el momento en que el hombre, la mujer y e l n i h o e o u m n

ron a guiarse por su olfato, el olor se ha convertido 0 1 1 u n u n si . n U .

imán que atrae al corazón y la imaginación hacia e l l i o ^ . u N i» e x i .1.

nada como nuestro hogar», escribió John 1 loward l \ i \ m en 1) 1 ' 1

recordando el aroma a madera que emanaba de l a c h i m e n e a d e su v i . |,i


•,i i i <mi tc|.n!o di’ ripia ii i I a*, t I lampión, I ong Island, donde pasó
I" |>i inicios .mos de mi inlancia. Quizá no exista nada com o el hogar
....... .1ic no h.iy ningún otro lugar en el mundo que huela como nues-
II o Iiiig a r .

Micnti.is escribo, el delicioso aroma a pollo asado cubierto con


m u s.ds.i de soja i n vacie la casa. Aunque sea una casa modesta, no exis-
i. iiui|',im otro lugar en el mundo en el que preferiría hallarme esta
.....In I )entro de poco regresarán mi hija y mi marido, ella de una
r ■m sión con la escuela y él de su despacho en la ciudad. «¡Bienveni-
iIon .i casa!», gritaré desde la cocina. «¡Bienhallada!», responderán
maniendo el rito familiar, soltando la bolsa de deporte, la cartera y la
......hila, desembarazándose del fardo de la jornada. «¡Q ué bien hue-
lel, ,mliando cenamos?» H ay tiempo suficiente para dar una vuelta en
Im. i 111eileilor de la manzana, pasear por el jardín, beber una copa de
vMi**, i elebrar el regreso a casa.
Un lindar bagante es un placer sencillo, pero rico en resonancias
di muir y seguridad. Los sutiles aromas que impregnan el ambiente
mi| >.u i en una sensación de lujo a tu casa. He aquí algunos consejos
I* ii .i i onseguir que tu hogar huela deliciosamente.
Vénula las habitaciones periódicamente, incluso en invierno, abrien-
>1" las ventanas y dejando que circule aire fresco. En los sofocantes
ñu se-, veraniegos, cuando las ventanas permanecen cerradas y conectas
•I .me acondicionado, espera hasta la noche, cuando refresca, para abrir-
I ii. No olvides abrir las ventanas después de un chubasco para dejar que
....... lien los deliciosos aromas estivales.
’*i tienes animales, utiliza un poco de bicarbonato para eliminar
ni 11... olores cada vez que pases el aspirador. N osotros estamos acos-
.......IH.idos al o lo r de nuestras mascotas, pero puede resultar desagra-
d tile .i las personas que nos visitan.
Anade unos polvos perfumados a la bolsa del aspirador para di-
•mu I....... la I cagancia mientras limpias las alfombras y moquetas. Lím -
III das i mi unos limpiadores de pino para impregnarlas de un intenso
..... na i n lugar de emplear aerosoles para limpiar los muebles, utiliza
mi ihrill.mtador con perfume de limón. Conseguirás un brillo más in-
h n s o \ d e paso perfumar el ambiente.
I'oii a hervir un poco de sidra de manzana, canela y clavos. Es un
111o i >(11ic i ei omiendan los agentes de bienes inmuebles para crear una
iim.i'.li ia acogedora cuando acudan a visitar tu casa unos posibles
M•1111ii adores. ( cea un ambiente tan agradable que quizá decidas no
mtidai te.
\1111« a unas golas de aceites paca perfumar el ambiente a la madera
II ••pulula ni piulada, com o la parte interior de mesas y sillas, los qui-
i ■ di las p u e i i a s y allei/aros do las ventanas, el interior de los cajo­
nes, las barras de madera instaladas en los armarios y las estanterías.
También puedes añadir esos aceites a los aros de metal o cerámica en
los que se apoyan las bombillas (hazlo cuando la bombilla esté fría); al
encender las luces, una agradable fragancia invadirá la habitación. Las
velas perfumadas y el incienso aportan un toque romántico.
Cuelga unos colgadores forrados y perfumados y unos saquitos de
lavanda en los armarios; forra los cajones con papel perfumado.
Quema maderas y hierbas aromáticas en la chimenea. Recoge los
trozos de madera que encuentres en la playa y llévalos a casa; quema
hojas de pino con aceites esenciales (bálsamo, lavanda o canela) y unos
puñados de hojas secas de romero; añade a los troncos unos trocitos
de cedro, mezquita o piñones. En las tiendas donde venden especiali­
dades irlandesas a veces se encuentran pequeños bloques de tierra de
Irlanda, mi aroma sentimental preferido, especialmente en invierno.
Los americanos nativos queman puñados de salvia para purificar sus
casas e invocar una bendición sobre el espacio sagrado de sus hogares.
Tú también puedes hacerlo.
Coloca unos pebetes en toda la casa, pero utiliza un solo tipo para
evitar que las fragancias se confundan. A mí me gustan las fragancias
florales en primavera y verano y los aromas a especias en otoño e in­
vierno. Es muy entretenido confeccionar tus propios pebetes, al igual
que confeccionar saquitos perfumados, pomos para perfumes y aguas
florales. En el libro de Barbara Milo Ohrbach, The Scented R oom ,
hallarás unas recetas fáciles y útiles. Asimismo, no hay nada como
entrar en casa, acalorada y sudorosa, empapar un pañuelo en agua de
colonia de lavanda y refrescarte la cara y el cuello, como solían hacer
nuestras bisabuelas.
«En el mundo actual, considero no sólo agradable sino necesario
rodearme a mí misma y a mi familia de cosas que resultan gratas, cáli­
das y acogedoras», sostiene Barbara Milo Ohrbach. Los ratos que
pasamos en casa pueden convertirse en unos momentos fragantes y
románticos cuando aprendamos a gozar de las delicias de un hogar
sutilmente perfumado.
Un lujo al alcance de todos
N o existe una casa tan desastrosa q u e no p u e d a transfor­
m arse en algo qu e v alg a la pen a.
E lsie de W o lfe

T / n 1972 me trasladé a Londres para buscar fortuna en el teatro. No


lo conseguí, de modo que durante un tiempo trabajé de secretaria
cobrando cien dólares semanales. Por necesidad, viví en un siniestro
cuartucho llamado eufemísticamente «bed-sitter», consistente, aparte
de una cama, un armario y una silla, en una cocinita, un minúsculo
lavabo, un «frigorífico» con dos estantes y unos tres metros de espa­
cio. Básicamente, se trataba de cuatro paredes mal pintadas con una
bombilla que colgaba del techo. El baño estaba en el otro extremo del
pasillo, y cada vez que quería darme un baño caliente tenía que intro­
ducir un chelín en el contador para que se encendiera el calentador de
gas durante cinco minutos. Pero mi cuartucho se hallaba ubicado en el
piso superior de un majestuoso edificio Victoriano, en una pintoresca
calle inglesa y frente a un bonito parque. Tenía unos escalones de gra­
nito, una maciza puerta de madera negra con un picaporte de bronce
que representaba la cabeza de un león, unas altas y elegantes ventanas
bordeadas de madera blanca y unos maceteros negros de hierro forja­
do repletos de flores. Desde fuera presentaba un aspecto imponente, y
cada vez que me acercaba a él tenía la impresión de ser la aristocrática
dueña de una magnífica mansión. Pero en cuanto entraba, cerraba la
puerta y subía los cuatro pisos hasta mi habitación, me convertía de
nuevo en Cenicienta. También era una soñadora, y soñaba que algún
día viviría rodeada de esplendor.
U n viernes por la tarde, cuando regresaba a casa después del tra­
bajo, pasé frente al escaparate de unos grandes almacenes. Habían
comenzado las rebajas y en el escaparate estaban expuestas las telas
más preciosas que jamás había visto. Llevada por la curiosidad, entré,
eché un vistazo a mi alrededor e inmediatamente imaginé unas escenas
de lujo y grandeza. Aunque no poseía una máquina de coser y apenas
sabía coser a mano, el espectáculo de aquellos maravillosos tejidos era
irresistible. Se me antojaba el símbolo del lujo, y a un precio razona­
ble. Adquirí una pieza entera, unos treinta y cinco metros — a sólo dos
dólares el metro de un algodón indio estampado en color tierra,
verde hoja y azafrán. Me gasté casi todo el sueldo de una semana, pero
valía la pena.
Aquel fin de semana me dediqué a cortar, pegar, clavar y colgar
trozos de tejido. Forré con él las paredes y el techo, confeccioné unas
cortinas cosidas a mano, una colcha, unas fundas de almohada y unos
cortinajes que colgué alrededor de la cama. El domingo por la noche,
tanto el cuarto como yo habíamos experimentado un profundo cam­
bio. Estaba encantada con mi hermosa habitación y mi atrevida pero
satisfactoria iniciativa.
Años más tarde, cuando cayó en mis manos A ffordable Splendor,
el indispensable manual escrito por Diana Phipps sobre el arte de la
improvisación en la decoración de interiores, comprendí que éramos
almas gemelas. Diana Phipps posee el don auténtico del ingenio. Utili­
za lo que tenga a mano, desde cajas de cartón hasta colchones de crin.
Es capaz de camuflar lo que sea y lo aprovecha todo, ya sea un viejo
chal, unas cortinas que se caen a pedazos o una raída alfombra. Los
resultados son unos ambientes lujosos, confortables y originales que
constituyen la esencia del chic de una tienda de artículos de ocasión
pasando por el palacio de Buckingham. Ello no es ninguna coinciden­
cia, pues Diana es una condesa nacida en Checoslovaquia que vivió de
niña en un castillo. Posteriormente, tras la ocupación alemana y la ins­
tauración del régimen comunista, su familia emigró a Estados Unidos,
donde vivieron en libertad pero en «circunstancias limitadas». No
obstante, una vez que Diana descubrió Woolworth’s y salió de allí
habiendo adquirido cuarenta metros de algodón azul, nadie habría
podido adivinar sus aristocráticos orígenes.
Yo adoro ese libro porque comparto por completo las ideas de
Diana Phipps en materia de decoración: Jamás ha atendido los conse­
jos de un experto sino sólo a lo que le indica su yo auténtico, lo cual es
evidente. Según confiesa ella misma: «Por naturaleza soy perezosa y
desordenada. Un carpintero, tapicero o pintor profesional hallaría,
con razón, muchos motivos para criticar mi trabajo. Sé que no utilizo
métodos ortodoxos ni la terminología correcta. En realidad, no quiero
hacerlo. Sé lo que cobran los profesionales, el misterio que exhalan y,
sobre todo, el tiempo que tardan en realizar su trabajo.» Diana se
encarga de hacerlo todo ella misma y ha ideado unos sencillos méto­
dos destinados a personas «cuyo bolsillo, como el mío, no alcanza
para llevar a cabo su sueño dorado».
Quizá parezca presuntuoso, pero creo que todos somos tan listos
como Diana. Sencillamente, no hemos desarrollado nuestras dotes has­
ta el extremo en que lo ha hecho ella, porque Diana se fía de lo que ve
y de sus impulsos creativos. Se deja guiar por su intuición. Nosotros,
en cambio, frenamos nuestros impulsos, dudamos, y acabamos apagan

L______ I_____
- 278 -
do la chispa de nuestro ingenio. 1 Ioy me gustaría convencerte de que
no existe una habitación en tu casa que no puedas transformar utilizan­
do unos metros de tejido, pintura, una sierra, un martillo, clavos, aguja
e hilo, una máquina de coser, cola, tu imaginación, tiempo y energía.
«Lo más importante a la hora de decorar un ambiente — nos ase­
gura Diana Phipps— es pasarlo bien. Divertirnos descubriendo un
objeto aparentemente inservible y convertirlo en algo útil... Lo mejor
es lanzarse adelante con decisión, entusiasmo y unas tijeras bien afila­
das para eliminar obstáculos.»

18 D E JU N IO

Florecer
Y llegó el día en q u e el riesgo qu e represen taba p erm a n e­
cer en cerrada en el capullo era m ás doloroso qu e el riesgo de
florecer.
A n a ís N in

c
V>-/uanto tiempo, energía creativa y emociones consumimos resis­
tiéndonos al cambio porque suponemos que el hecho de crecer siem­
pre resulta doloroso? Buena parte de las cosas relacionadas con el
desarrollo personal son molestas, sobre todo aprender a establecer
unos límites en nuestras relaciones. Cuando decidimos mimar a nues­
tro yo auténtico y ayudarlo a desarrollarse, la gente cercana a nosotras
advierte los cambios que experimentamos. Ésta es la época en que el
desarrollo de las plantas en el jardín, que hasta ahora había sido paula­
tino, se acelera. A nosotras, que iniciamos hace cinco meses el camino
diario hacia la plenitud, nos sucede lo mismo.
Es difícil expresar tus auténticas necesidades diciendo «lo siento,
no puedo», cuando todo el mundo da por sentado que puedes. Pero es
peor entorpecer el desarrollo de tu autenticidad. Llega un día — quizás
hoy en que el hecho de «permanecer encerrada en el capullo resulta
más doloroso que florecer». «La jardinería es una actividad tan creati-
v.i como pintai o escribir un poema -afirma la escritora victoriana
I l.mn.i Rion . Viene' ,\ ser una expresión personal de una misma, un
eoiuepto individual di’ la belleza.» Asi mismo, l.i jardinería es una
buena loi m;\ tle explorat delii adamenie l.i i ue .lión del dcs.u i olio peí
sonal planteado por la autenticidad, l a Madre Naturaleza es una men
tora muy paciente.
¿Has conseguido hallar una rosa perfecta en tu jardín o en la lio
ristería? Colócala sobre tu escritorio o tu mesita de noche. El Talmud
nos dice: «Cada brizna de hierba tiene un ángel que se inclina sobre
ella y musita “crece, crece”.» Nosotras también.

19 D E JU N IO

Arriba y abajo por el jardín


L a ja rd in ería es un instrum ento de gracia.
M a r y Sa r t o n

L f a jardinería fue uno de los primeros dones que el encanto de la


vida simple me concedió al poco de haberme embarcado en el viaje del
descubrimiento personal. Nunca había practicado la jardinería porque
me parecía un trabajo absorbente y agotador. (Nadie dice nunca que
«juega» en el jardín, sino que «trabaja» en el jardín.) Yo ya tenía
mucho trabajo con la casa y escribiendo libros y artículos sin tener
que ponerme encima a trabajar en el jardín. Pero hace unos años, en
otoño, cuando empezó a emerger mi yo auténtico, decidí no saludar
otra primavera sin haber plantado unos narcisos atrompetados y unos
tulipanes en mi jardín. Dado que no sabía una palabra sobre jardine­
ría, recurrí a cuatro célebres jardineras: Gertrude Jekyll, Vita Sackvi-
lle-West, Celia Thaxter y Katharine S. White.
Katharine White había sido editora de The N ew Y orker desde su
fundación, en 1925, hasta que se jubiló en 1958. Asimismo era una apa­
sionada de la jardinería. Su marido, el escritor E. B. White, recuerda en
el prólogo del libro escrito por su mujer O nw ard and U pward in the
Garden, que «Katharine consideraba el hecho de practicar la jardinería
en sus ratos de ocio algo totalmente natural, se encontrara donde se
encontrase y por muy ocupada que estuviera con otros asuntos». Otra
de las aficiones de Katharine White era comprar por correo. «Hora
tras hora estudiaba, analizaba, rechazaba o aceptaba las distintas pro­
puestas de los catálogos, inmersa en el delirio que le producía cultivar
•.un pl.mt.is-», rsi i ibe I H Wliitf. I sia invu iable pasión poi los c.it.ílo
j*os ile jardinería la llevó, al eabo de unos años, a escribir sobre el
tema. Su primer trabajo fue un artículo sobre catálogos de semillas y
semilleros, con el que inauguró su famosa serie de artículos sobre jar­
dinería titulada «Onward and Upward».
A mi entender, existen dos tipos de jardineras. Esas mujeres extra­
ordinarias que no sólo conocen cada flor, sino que la conocen por su
nombre en latín. Son tan hermosas como las flores que cultivan y tra­
bajan en el jardín luciendo una pamela, perlas, un vaporoso vestido de
gasa y zapatos de Ferragamo. Llevan meticulosos diarios de jardinería,
planifican la ubicación de las plantas sobre papel cuadriculado y jamás
transpiran mientras esgrimen un pico o una pala. Katharine White per­
tenecía a ese género de jardineras.
La palabra que mejor describe al otro grupo es «grunge». En el jar­
dín siempre estamos sucias y sudorosas, ostentando en lugar de un «pul­
gar verde» unas uñas impresentables porque nos olvidamos de ponernos
los guantes. Nos referimos a «esa florecita amarilla», señalándola con el
dedo. Por lo demás, somos unas obsesas de la jardinería, poseídas no
sólo por visiones del primitivo paraíso sino del Xanadú de Kubilay Jan.
De otro modo, ¿cómo se explica que no se me ocurriera, al pedir que me
enviaran catorce rosales en abril, que llegarían todos la misma mañana
de mayo y me pasaría dos días cavando? Antes de plantar unos rosales,
hay que cavar unos hoyos muy profundos. No obstante, conseguí plan­
tarlos en los hoyos que había cavado. Milagrosamente, no quedé sepul­
tada en ellos. Esos rosales se han convertido en los hijos de mi madurez,
concebidos durante una tarde de apasionada lectura de catálogos de
jardinería.
Pese a la habilidad de Katharine para la jardinería, escribir sobre el
tema era una tarea «lenta y tortuosa», según observó su marido. A mí,
por el contrario, me resulta más fácil escribir frases que cultivar unos
macizos de flores. Con todo, considero mis aventuras en el jardín co­
mo una trayectoria beneficiosa, una evolución del alma. La jardinería
se ha convertido en un inesperado instrumento de gracia, pues he des­
cubierto horas de paz interior mientras permanezco arrodillada cavan­
do la tierra. En el jardín me despreocupo del trabajo y de todo aquello
que no puedo controlar. Es una tarea que me absorbe por completo, y
el sacramento del momento presente que experimento mientras planto
flores o arranco hierbajos me produce una exquisita satisfacción. Mi
mente se sosiega y siento mi corazón henchido de gozo. Ahora sé por
qué el Gran Creador quiso que la mujer prosperara en un jardín. La
sabiduría del Espíritu es infinita.
Una preciosa rosa llamada «Placer» reclama mi atención. Adelante
y hacia arriba. Ha llegado el momento de jugar.
Jardines secretos
C on serva en tu corazón un lugar silencioso, secreto, d on d e
dep ositar tus sueños.

L o u ise D r is c o i .i .

E n 1898 Francés Hodgson Burnett, la autora del bestseller I I


p equ eñ o lord, y una celebridad internacional a ambos lados del Atlán
tico, alquiló una casa solariega, llamada Maytham Hall, en la campiña
inglesa. Deprimida por el escándalo público suscitado por su divorcio
y perseguida por la prensa debido a sus relaciones con su administra
dor, un apuesto muchacho lo bastante joven como para ser su hijo, la
señora Burnett buscó un apacible refugio donde meditar y reorganizar
su vida. Su santuario favorito era un espacio exterior rodeado por
unos muros de piedra que ella transformó en una rosaleda, en la cual
plantó trescientos rosales de color coral. La señora Burnett solía refe
rirse a su rosaleda como su estudio particular. En él pasaba los días
cultivando los rosales o escribiendo a la sombra de un amplio parasol
japonés en los días soleados. Cuando refrescaba se cubría con una
manta de viaje, retirándose a la casa sólo cuando era imprescindible. A
lo largo de nueve años la señora Burnett escribió tres libros y una obra
teatral, y, en 1907, cuando expiró el contrato de alquiler y se vio obli
gada a abandonar Maytham Hall, regresó a América. Mientras creaba
una nueva rosaleda en su casa de Long Island, Nueva York, comenzó
el libro que le daría más renombre, The Secret G arden, que fue publi
cado en 1911.
The Secret Garden es la historia de la redención de dos desgracia
dos niños que hallan consuelo en la Madre Naturaleza. A medida que
cuidan de un jardín abandonado, oculto entre muros de piedra, la res
tauración del mismo se convierte en una hermosa metáfora sobre la
redención de los niños.
Hacia el final de su vida, Francés Hodgson Burnett recordó que su
jardín en Maytham Hall había restaurado el sentido de su propia id en
tidad. Los recuerdos de «una primavera suavemente lluviosa en Kcnt,
donde pasé casi tres semanas arrodillada sobre una alfombrilla de cau
cho junto a un precioso macizo de flores rodeado de hierba», peí ina
nccieron grabados en su mente, así como «las plantas que florecieron
en todo su esplendor en verano».
Poco después ile comen/.u ,i explorar y experimentar con los prin­
cipios del encanto de la vida simple en cuanto vehículo creativo para
alcanzar la serenidad y la plenitud, tuve un sueño maravilloso. Una
mano invisible me guió hasta un viejo jardín rodeado por una tapia y
me mostró una llave dorada que yacía en el sendero. Cuando giré la
llave en la pesada puerta de madera, ésta se abrió para revelar un erial
cubierto de hierbajos y maleza. Estaba muy oscuro, pero al entrar vi
una arcada que daba acceso al jardín más fantástico que había visto en
mi vida, bañado por la luz del sol. Curiosamente, me resistía a aban­
donar el desolado jardín que yacía a mis espaldas para penetrar en el
Paraíso. Algo, como una mano oculta entre la maleza, me impedía
avanzar. Al fin conseguí traspasar la arcada. Al hacerlo, el erial desapa­
reció y me vi rodeada sólo por belleza y abundancia y experimenté
una gran dicha y serenidad.
Cuando me desperté, comprendí de inmediato lo que significaba el
sueño. El maravilloso jardín representaba la abundancia en mi vida, y
el erial mis pensamientos de carencia.
En nuestras vidas existen simultáneamente la abundancia y la ca­
rencia como realidades paralelas. Nosotros decidimos libremente qué
jardín secreto deseamos cuidar. La maleza invisible que nos impide
avanzar son nuestros pensamientos. Cuando decidimos no pensar en
lo que nos falta sino en la abundancia de que gozamos — el amor, la
salud, la familia, los amigos, el trabajo y las aficiones personales que
nos proporcionan placer— el erial desaparece y experimentamos una
gran alegría en nuestra vida cotidiana.
Sería maravilloso poseer un jardín secreto, como Francés Hodgson
llurnett, pero eso es imposible para la mayoría de nosotras. No obs­
tante, podemos tratar de crear un santuario exterior. Si dispones de un
pequeño jardín, coloca una silla y una mesita en un rincón sombreado.
( ) cuelga una hamaca. Instala una silla o una tumbona en un extremo
de la terraza o el patio donde puedas retirarte cuando necesites un res­
piro.
Y, de paso, no olvides cuidar de tu jardín secreto interior, porque
las semillas que florecerán en una expresión exterior se hallan disemi­
nadas dentro de ti. Elimina tus desilusiones, frustraciones, las ambicio­
nes que no se han visto colmadas, esperanzas incumplidas y rabia sobre
lo pasado y lo que no se ha producido. Esas malas hierbas emotivas
sólo sirven para ahogar tu creatividad. Deja que tu imaginación, libre
de trabas, siembre las semillas de la posibilidad en la tierra fértil de tu
alma. 1)eja que la pasión cultive tu jardín con paciencia y perseverancia.
Pues, tal como observó I'Vanees I lodgson Burnett, «cuando posees un
jardín, tienes un luturo y cuando tienes un futuro, estás viva».
Florece donde estés plantada
F lorece d on d e estés p lan tada.
M a r y E n g e l b r e it

YJL o me desarrollé tarde. Me casé a los treinta y dos años, tuve un


hijo a los treinta y cinco, publiqué mi primer libro a los cuarenta y tres
y planté mi primer jardín a los cuarenta y cinco. Me cuesta reconocer
lo, como si fuera un defecto cósmico, pero May Sarton, quien escri
bió, practicó la jardinería y vivió cada día con una pasión admirable,
asegura que «la jardinería es una de las recompensas de la madurez,
cuando una está dispuesta a vivir una pasión impersonal, una pasión
que exige paciencia, permanecer atenta a cuanto sucede a tu alrededor
y la capacidad de seguir creciendo en tiempos de sequía y nieve, hasta
alcanzar esos momentos de felicidad en que olvidas todos los fracasos
y florece el ciruelo».
El ciruelo no ha florecido esta mañana, pero en mi pequeño jardín
ha brotado un precioso lirio rosa. ¿Cómo llegó hasta aquí? Yo lo
planté, evidentemente, pero sé tanto sobre lirios como sobre la vida.
Contemplo el lirio que tengo ante mí, majestuoso en su insondable
misterio. Es tan efímero, tan exquisito, que su belleza debería adornar
el Taj Mahal, pero ha florecido aquí, en Takoma Park.
Un desarrollo tardío tiene sus ventajas, ¿pero cuándo fue la última
vez que apareció un artículo sobre el tema en una de las elegantes
revistas femeninas? La gran escritora y jardinera victoriana, Gertrudc
Jekyll, considerada como la primera dama del diseño paisajista moder­
no, también se desarrolló tarde. La señorita Jekyll dedicó la primera
parte de su vida a pintar, pero su deficiente vista la obligó a dejar los
pinceles y coger una pala. A sus cincuenta y tantos años comenzó a
practicar la jardinería, a fin de dar rienda suelta a sus dotes creativas. A
lo largo de las próximas tres décadas diseñó más de cincuenta jardines
ingleses, a cual más fabuloso, escribió catorce libros y numerosos ar­
tículos. Puede que se desarrollara tarde, pero con envidiable abiin
dancia.
Desarrollarse tarde significa que has tenido el tiempo y la oportu
nidad de revisar y reorganizarte si experimentas con la vida y no con
sigues alcanzar tus sueños. Las mujeres que nos desarrollamos tarde
podemos arriesgarnos más porque .1 estas alturas nadie espera nada
espectaculai tic n o s o t r a s . Podemos rcinvcnlarnos o dejar que emerja
nuestro yo autentico mientras nos redescubrimos y reivindicamos nues­
tra esencia.
Mis repetidos intentos y fracasos de conseguir mis propósitos me
lian enseñado que si queremos prosperar como seres creativos, si que­
remos desarrollarnos hasta alcanzar la plenitud y la armonía, debemos
florecer donde estemos plantadas. En estos momentos quizá no tengas
una carrera, un hogar o una relación conyugal perfectos. Como casi
todas las mujeres. Pero si tienes el don que significa el presente, tienes
la oportunidad de recrear tus circunstancias y perfeccionarlas con los
recursos de que dispones. Hoy, tienes ocasión de mejorar tu vida.
¿Qué más puedes pedir?
Tengo un pequeño rosal trepador que se llama «Blaze». Lo planté en
un lugar demasiado pequeño, junto a unas imponentes peonías. Pero
siempre he soñado con vivir en una casa cubierta con rosales trepa­
dores. Cuando dejé de esperar los regalos del mañana, encargué mi
pequeño rosal. Cuando llegó, envuelto pudorosamente como una
novia adquirida por correo, le di un beso, lo planté y recé para que
todo fuera bien.
Durante unas semanas no ocurrió nada, aunque yo vaporizaba a
diario sus tallos y le murmuraba palabras de aliento para que «se desa­
rrollara y floreciera abundantemente». Por fin, al cabo de un mes,
salieron unas hojas y empezó a trepar. Hoy he visto que han brotado
unos capullitos. Los rosales trepadores no suelen echar flores el pri­
mer año, pero nadie se lo dijo a Blaze, quien decidió florecer donde
había sido plantado.
«Las personas que consiguen lo que quieren en la vida se afanan en
buscar las circunstancias idóneas — observó el dramaturgo inglés
George Bernard Shaw, quien sostenía que sus mejores ideas se le ocu­
rrían mientras trabajaba en el jardín— . Y si no las encuentran las fa­
brican.»
El huerto del gourmet
Es difícil p en sar en algo q u e no sea a g ra d a b le m ientras
sab oreas un tom ate cu ltivado en tu p rop io huerto.
L e w is G r iz z a r d

I-/ a s décadas de los treinta y cuarenta fueron unos años de vacas fia
cas en América. Durante los treinta la gente pasaba hambre debido a la
Depresión: deudas, sequía, tormentas de polvo, carestía y desempleo.
Desde 1942 a 1945, la gente tenía hambre de paz, orden, seguridad, de
ver de nuevo a sus hijos que habían partido a la guerra, así como de
carne, azúcar, queso, mantequilla y aceite, los cuales estaban raciona
dos porque eran enviados a las tropas que luchaban en el extranjero.
Durante esas décadas, mientras las mujeres procuraban arreglarse
con lo que tenían, el hecho de cultivar un huerto revistió una nueva
importancia. En la década de los treinta, las revistas femeninas anima­
ban a sus lectoras a cultivar su propio huerto por razones de econo­
mía. En los cuarenta, el presidente Franklin Roosevelt ordenó crear
«huertos de la victoria» a fin de contrarrestar la escasez de alimentos.
La propaganda doméstica exhortaba a las mujeres americanas a tener
presente que «desperdiciar la comida en tiempos de guerra equivale a
sabotaje», y las americanas respondieron a esa llamada patriótica culti­
vando más de un millón de toneladas de verduras al año — la mitad del
consumo doméstico— en sus jardines traseros.
El huerto de la victoria es un concepto que ha vuelto a ponerse
de moda, no tanto por razones económicas sino por placer. Proba­
blemente el argumento más convincente para que cultives tu propio
huerto sea un suculento tomate que empieza a madurar en la tomate­
ra. Dentro de un par de semanas, este producto típicamente veraniego
alegrará mis mediodías, cuando haga una pausa para comerme un boca­
dillo de tomate y una limonada. Corta unas rodajas gruesas de tomate
maduro, unta dos rebanadas de pan integral con mayonesa y aderézalo
con una pizca de sal marina y pimienta recién molida. La boca se me
hace agua al pensar en ello.
Ahora piensa en unos deliciosos calabacines, pepinos, espinacas,
guisantes, todo ello cultivado en tu huerto. Ha llegado el momento de
pensar en cultivar nuestras propias verduras y hortalizas. El huerto
de la victoria de los años noventa tiene un marcado aire gourm et, pero
es un lujo .t1alcana* de todos. ( lultiv.imos nuestros productos no sólo
poi razones económicas sino por placer.
I loy en día prácticamente toda persona aficionada a la cocina cul­
tiva su propio huerto, puesto que la jardinería y la cocina son dos
pasatiempos creativos complementarios. Si no habías pensado nunca
en ello, no tienes más que hojear el delicioso libro de Geraldene Holt,
The G ourm et G arden, y si no eres aficionada ni a la cocina ni a culti­
var tus propios productos, descubrirás dos nuevas pasiones.
Quizás este verano tengas un huerto digno de un gourm et. Los
huertos hay que planificarlos y cultivarlos antes de que rindan fruto.
Pero puedes sembrar las semillas de este sencillo placer en tu imagina­
ción para el año próximo. «La primera cosecha de ensaladas, rábanos
y hierbas me hizo sentir como una madre respecto a su hijo. Me pare­
cía increíble que aquella maravilla fuera mía — declaró Alice B. T o­
ldas— . Cada vez que cogía una verdura u hortaliza en mi huerto expe­
rimentaba la misma emoción y asombro. No existe nada comparable a
ello, ni nada tan satisfactorio y emocionante como coger los produc­
tos que cultivas en tu huerto.»

23 D E JU N IO

El sueño de una noche de verano


Es el m om en to culm inante d el añ o;
lo q u e la m area se h a llev ad o
regresa con ren ov ad o ím petu.
E l corazón está tan rebosan te
q u e basta una gota p a ra h a cer q u e se desborde.
Som os felices p o rq u e D ios así lo desea.
J am es R u ssell L o w e l l

D u r a n t e siglos, las mujeres inteligentes han sabido que un poco de


locura y magia estival es bueno para el alma. Ello probablemente ex­
plica el motivo de que en Europa se celebre tradicionalmente la víspera
del solsticio de verano (23 de junio) con alegres festejos y unas gotas
de brujería.
Esa fecha es también la fiesta sagrada de Aguas Tranquilas, la secta
de Nueva Inglaterra imaginada pot la autora y dibujante I asi in I ndoi,
Los seguidores de Aguas Tranquilas los parientes y amigos de I r,
ha Tudor— sostienen que los placeres sencillos de la vida deben sei
saboreados y la naturaleza respetada.
La religión de dicha secta, que aúna las creencias más positivas de
los shakers, los cuáqueros y los miembros del movimiento amisli,
consiste, según su creadora, en un estado de ánimo. «El nombre de
Aguas Tranquilas tiene unas connotaciones apacibles — observa TI
dress Tudor— . Una vida sin estrés. Hoy en día la gente se siente ago
y biada. Si bebieran camomila y pasaran más tiempo sentados en una
mecedora en el porche, disfrutarían más de la vida.»
La víspera del solsticio de verano, los seguidores de Aguas Tran
quilas celebran una gran fiesta con música, baile en el corral y una
suculenta cena. «Sus miembros son muy hedonistas. Opinan que la
vida hay que gozarla, no sufrirla», insiste Tasha Tudor. El primer
mandamiento de la religión de Aguas Tranquilas es «disfruta de cada
día». Es un catecismo que todos deberíamos observar si queremos
experimentar el Cielo en la Tierra. Lamentablemente, los seguidores
de Aguas Tranquilas no hacen prosclitismo de su religión, de modo
que tenemos que arreglárnoslas solas. No obstante, este credo nos
invita a investigarlo personalmente.
A mí me encanta el día del solsticio de verano (23 de junio). Para
mí, se trata de un momento en que me detengo para revisar mi vida y
corregir posibles errores. Salgo al jardín a primeras horas de la maña­
na y cojo una flor salpicada de rocío. Aplico unas gotas de rocío con
los dedos sobre mi rostro, pues la leyenda afirma que todas las muje­
res que se laven la cara con el rocío del solsticio de verano se harán
más hermosas a medida que pasen los años. A la hora del té comemos
unos bollos caseros especiales, preparo un delicioso postre a base de
sidra, limón, fresas y nata batida, que tomamos en el jardín, a la luz de
la luna, y mis sueños personales se renuevan. Siendo como soy irlan­
desa no desecho la creencia en los amuletos, las hierbas mágicas y la
predicción del futuro, pues sé que existen muchas cosas que jamás lle­
garemos a comprender. Pero en estos días no me interesa lo que el
futuro me tiene reservado, sino vivir el presente.
«En mi opinión, los días más agradables no son aquellos en los que
suceden cosas fantásticas y excitantes, sino los que nos procuran pe­
queños placeres, uno tras otro, como perlas que se deslizan de un cor­
del», revela la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery a través
de su protagonista, Anne Shirley. Cuando llega el solsticio de verano
conviene mirar hacia delante y soñar. Con suerte, quizá vivas «un
verano inolvidable —uno de esos veranos que ocurren rara vez y
dejan una estela de maravillosos recuerdos— , uno de esos veranos en
que, |’,i acias a una feliz combinación ele Inien tiempo, buenos amigos y
buenas obras, roza la perfección».
Confío en que este potente sortilegio del solsticio de verano no se
rompa nunca para ti y las personas que amas.

24 DE JU N IO

Esplendor en el jarrón: vivir con flores


P refiero ten er unas rosas sobre m i m esa qu e lucir unos bri­
llantes a lr ed ed o r d e l cuello.
E mm a G o ld m an

I-/ a famosa jardinera y escritora inglesa Vita Sackville-West sostenía


que la jardinería era como la pintura. «Una se imagina pintora, dando
un toque de color aquí, otro allí, hasta que toda la composición está a
nuestro gusto.» Yo soy todavía una neófita en materia de jardinería y
no he experimentado su observación de primera mano. Sólo descubro
el toque de color que he dado después de que éste ha florecido. Pero sí
me siento como una pintora cuando arreglo un hermoso ramo de
flores.
Ésta es la época del esplendor floral. Saquémosle el máximo prove­
cho. Vivir con flores es un placer sencillo y delicioso; y en primavera,
verano y otoño constituye un lujo que todos podemos permitirnos.
En invierno, las flores resultan demasiado caras para mi presupuesto.
Al igual que Emma Goldman, prefiero tener unas rosas sobre mi mesa
que poseer un valioso collar de brillantes. La posibilidad es aún mayor
si cultivas tus propias flores, por lo que esta primavera compré unos
rosales. En mi corazón e imaginación florece la imagen de una casita y
un jardín inglés, pero se materializa muy lentamente.
Los jardines requieren mucho tiempo y cuidados antes de recom­
pensarte con un ramo de flores. Entretanto, me dedico a arrancar los
hierbajos y a esperar.
Pero mientras espero me dirijo al mercadillo de productos del
campo que se celebra todos los fines de semana y me detengo en un
puesto junto a la carretera para aspirar el perfume de las flores y com­
prar un ramito. Asimismo, he tratado de pensar en la forma de vivir
con llores lodo el ,mo. I )n medio es empe/.u rode.Uidoiio di pm
duelos botánicos», descripción t|iio comprende llores, liuiai I•
ramas y hierbas. MI término •produi ios hot,m i c o s - s» i. h. n tm.l.i» ti
a muebles decorativos, papel para revestir mu ron, ( e j id o s \ n«» I
porcelana que ostenten un diseño doral.
Hace cuatro mil quinientos años que los seres lumuiu *. dt * ...... un
nuestras casas con productos botánicos, según deimiesit i mt mili*
egipcio de unas ocas picoteando en un prado salpicado de 11<>•«*• hHlfl
Los diseños florales pueden dar la impresión de un )aidin minlHt,
mientras que los abundantes acentos naturales dispomU. , « I.•I n r , ,|
todo el año imparten no sólo un gran encanto visual sino una m||I *■ *.
de reconfortante continuidad. Si deseas decorar m c a s a .................. .
florales te recomiendo dos magníficos libros: A Hottinn.il L<it>h,
Cynthia Gibson, y The Floral H om e, de Leslie Geddes llm» n
Durante los meses de verano, cuando las flores abundan \ ...........
caras, me gusta llenar mi casa con estos sencillos dones d. I . m anin
de la vida simple. Pero mientras arreglo unos ramos no s o l o p,n| I*
sala de estar, sino para el comedor, la cocina, el baño y mi <siudi«t| •••
que me hallo en buena compañía. «Las flores me producen una m<i|
sación de euforia», confiesa Vita Sackville-West. A mí m< n< m o |h
mismo.

25 D E JU N IO

Manos a la obra
P lán talo con la p a rte v er d e hacia arriba.
M a r y A n n y F r e d e r ic k M c G our i y

0 > ó m o va tu jardín? ¿Ha crecido mucho? Si tienes problemas pai a


plantar el jardín que sueñas poseer, siempre existe una solución. (,>m
zá vives en un apartamento en la ciudad y no dispones de esp......
Pero eso no es un problema. Algunos de los jardines más bonitos <pi>
he visto estaban instalados en los escalones de entrada a una casa, Si
dispones de un balcón o una terraza, puedes crear un pequeño j.u - lm
rebosante de rosas, plantas anuales, hierbas, tomates y verduras.
Si no tienes un balcón o una terraza, puedes crear unos minusi ulm
nliin i tic |*l,mi.is c'si.u it>ii.iItvs colorándolas en unos m aceteros i*n el
fiuu de l.i rasa. 11no tic los ejemplos m.is encantadores tl.ua de los
*H" . itcini.i: coloca una celosía tle madera blanca frente a una ventana
1***1 l.i (jue penetre la luz y planta unas semillas de campanillas en un
Himeiero simad o junto a ella. Al trepar por la celosía las flores form a-
Ml i una deliciosa e insólita cortina estival.
• i nenes la suerte de disponer de una pequeña parcela de terreno,
«.!• al . el máximo partido. Acude a tu diario de descubrimientos perso-
itiiI \ i omprueba qué tipo de flores anhelas contemplar en tu jardín. Si
i...... . secura, echa un vistazo a los estantes dedicados a la jardinería
ni una librería y compara los libros que más te gusten. Anota los
.... ni 'ic. tic las flores y dónde encargarlas si no las venden en los co­
m í * u ms tle tu ciudad.

I uego consigue un ejemplar de The Garden Prim er, de Barbara


I lamrosch. Cualquier libro que empieza recomendando «manten la
Ii.ii le verde hacia arriba» es el tipo de libro de jardinería que me gusta.
IVii|'i) otros maravillosos tomos de jardinería, pero The G arden Pri­
m a está cubierto de manchas parduscas que demuestran mi devoción
lu> ia el, pues lo llevo siempre conmigo cuando trabajo en el jardín.
I n realidad es muy sencillo cultivar un jardín. Sólo tienes que apren-
dci a pensar como una planta», afirma Barbara, y con su indispensable
[•.nía, lo lograrás.
I Jna buena manera de comenzar es pedir que te envíen unos catá­
logos de bulbos primaverales. Los bulbos tienen que ser plantados en
•ito ño, a finales de octubre o a principios de noviembre, antes de las
l*i imeras heladas, de modo que el verano es la época ideal para empe-
/.u a planificar tu jardín. E. B. White, quien después de la muerte de
•ai esposa Katharine reunió en un libro los artículos que ésta publica­
ba en The N ew Yorker, concluye sus recuerdos de la pasión que sen­
tía Katharine por la jardinería con una imagen de ésta plantando sus
iilt imos bulbos en otoño y «su profundo convencimiento de que ha­
bí ia otra primavera, haciendo caso omiso de que su vida se estaba con-
•anniendo, aunque sabía que no tardaría en morir, sentada en el jardín,
bajo el cielo plomizo de finales de octubre, sosteniendo un detallado
i;i áfico y planificando con calma la resurrección».
Al leer ese párrafo lloré de emoción. A partir de entonces, cada
primavera, cuando mis bulbos florecen, doy gracias en silencio a Ka-
tharine White. Después de cerrar el libro, me dirigí al semillero de
Takoma Park y compré cien bulbos de narcisos atrompetados y tuli­
panes para la resurrección de mi alegría y satisfacción.
He aquí un consejo sobre plantar bulbos que me resultó muy útil.
No hagas caso de los manuales que recomiendan plantarlos a bastante
distancia unos de otros. Yo seguí ese consejo al poco de mudarnos a
cst.i casa v los resultados fueron tan deprimentes que durante una
década renuncié a mi sueño de cultivar un jardín. Al fin, tras admii.it
año tras año los macizos de flores que rodean la Biblioteca del ( mi
greso, pregunté a uno de los jardineros su secreto. Éste me recomendó
que plantara al menos seis bulbos en cada hoyo (forma un círculo di-
bulbos en el hoyo y coloca un bulbo en el centro) y que los dispusiera
a poca distancia unos de otros. El resultado fue extraordinario.
Me gustaría poder transmitirte la inmensa alegría y satisfacción
que sentí al ver florecer esos bulbos a través del suelo helado, irguien
dose hacia el cielo e inclinando sus maravillosos rostros hacia el sol.
Cada mañana, en primavera, mientras Katie y yo aguardábamos que
llegara el autocar de la escuela, conversábamos con «las damas», según
las llamábamos, saludando cada nueva flor que brotaba y dándole las
gracias por la belleza que aportaba a nuestras vidas.
Por último, te dejo con unos gratificantes consejos de Gertrude
Jekyll, cuyos conocimientos cambiaron hace un siglo la faz de la jardi
nería. «No te desanimes pensando en cuánto te queda por aprender
— nos dice Aunt Bumps (como la llamaban sus íntimos)— . Cada nue­
vo paso que damos nos hace sentirnos más seguras y decididas.»

26 D E JU N IO

La esencia del Paraíso de toda mujer


D urante todo el año, ella ten ía unas m acetas de plan tas
sobre los escalones d e m a d era p in tados d e verde. H a b ía espe­
cies raras de geranios, rosales enanos, espireas con delicados
pétalos blancos y rosas...
COLETTE

^ ^ [u c h a s mujeres disponen de un espacio donde hacer realidad sus


sueños de poseer un jardín, pero no todas. Si vives en la ciudad y no
dispones de un patio o una terraza, no pases por alto estas reflexiones
sobre la jardinería. No importa dónde vives, todas las mujeres pueden
gozar de esta afición encantadoramente simple. Una estupenda mane­
ra de comenzar es colocar en el interior de tu casa unas plantas que
florezcan todo el año.
IV n > no cualquiei u p o de plantas. I las raspillas y los árboles de*
rancho en la zona tic* recepción de la oficina, donde deben estar. A dor­
na tu casa con plantas fragantes y románticas com o camelias, fresias,
narcisos, jacintos, heliotropos, jazmines, violetas, geranios perfumados.
El hecho de no poder permitirme comprar flores durante todo el
año hizo que me decidiera a crear un jardín interior. A medida que
descubrí mis auténticas preferencias y busqué detalles sencillos y ale­
gres para animar mi jornada, me di cuenta de lo importante que era
para mí estar rodeada por la belleza visual del Espíritu que se expresa
en la naturaleza. Deseaba recrearme contemplando y aspirando el per­
fume de unas plantas en mi hogar. La inspiración que me hizo dirigir­
me al semillero fue un libro titulado The Essence o f Paradise: Fragrant
Plants fo r In d oor Gardens, de Tovah Martin. Esta maravillosa obra
constituye un seductor paseo a través de las estaciones del año, enu­
merando todas las plantas que podemos conseguir desde enero hasta
diciembre y explicándonos cómo cuidar de ellas.
Empecé cultivando bulbos y ramas floridas en invierno y primave­
ra, porque no puedes fallar con ellas y las jardineras neófitas necesita­
mos alcanzar constantes éxitos en nuestra tarea. Luego, poco a poco,
pasé a otro tipo de plantas. Las personas a quienes nos gusta ejercer
nuestra imaginación en materia de jardinería, como yo, solemos termi­
nar rodeadas de plantas que parecen cultivadas por el malvado perso­
naje cinematográfico Morticia Addams. Más que poseer grandes dotes
jardineras, en nosotras destaca el triunfo del entusiasmo sobre nues­
tras experiencias previas.
Con todo, una de mis excursiones creativas favoritas es visitar todos
los meses un importante invernadero, para admirar las plantas que con­
tiene. Ahora que sé que soy capaz de cultivar en casa esa belleza y fra­
gancia, mi afición aumenta día a día.
«La jardinería no tiene un principio y un fin. El placer que nos de­
para nuestro olfato no sabe de estaciones — asegura Tovah Martin— .
Cultivado bajo cristal o floreciendo sobre una mesa junto a ti, el jardín
interior posee una inmediatez que los jardines exteriores no tienen.
Los aromas imparten una intensidad extraordinaria... Deliciosamente
destilados, exquisitamente variados, constituyen la esencia del Paraíso.»
El romero trae dulces recuerdos:
cultivar las hierbas de los deseos
y las esperanzas
L a m elisa te ap orta ternura y la m ejoran a alegría.
L a salvia significa larga vida, la asperilla te au gu ra salud,
un tesoro m ás fa b u lo so qu e cu alqu ier fortu n a.
Si la lav an d a significa una p rofu n d a devoción,
e l rom ero te proporcion a afecto y dulces recuerdos.
Q u e el cielo, la tierra y el h o m b re
se unan p a ra proporcion arte estas bendiciones.
R a c h e l P a g e E l l io t t

D u r a n t e siglos, en los conventos benedictinos la jardinería — sobre


todo el cultivo cié hierbas— ha constituido un importante ritual en la
vida religiosa. Pero la afición a cultivar hierbas se remonta a casi seis
mil años antes de la era cristiana. En civilizaciones antiguas como las
de Egipto, China y Asiria, los botánicos eran venerados y sus ense­
ñanzas sobre las propiedades medicinales de las hierbas constan en
numerosos textos sagrados. Durante la Edad Media la tradición del
cultivo de hierbas fue preservada por mujeres sabias y comadronas,
quienes compartían recetas y fármacos compuestos por hierbas cogi­
das en el bosque y cultivadas en jardines domésticos.
Las hierbas están envueltas en más misterio y leyendas que ningún
otro tipo de plantas. Cada hierba posee su propia historia, significado
y aplicación para cocinar o elaborar medicamentos. El rey Carlomag-
no de Francia, el primer emperador del Sacro Imperio Romano, soste­
nía que las hierbas eran «el amigo del médico y el orgullo de los coci­
neros», y en el siglo IX ordenó que plantaran hierbas en el jardín real.
Según la creencia popular, las hierbas eran esenciales para vivir una
vida larga, dichosa y saludable.
Las hierbas son otro vehículo de expresión creativa para quienes
vivan en un apartamento, ya que puedes cultivar todo el año una gran
variedad de hierbas en unos tiestos frente a la ventana. Si aún no has
comenzado, todavía estás a tiempo de visitar esta semana un mercadi­
llo de productos artesanales y comprar unas cuantas plantas. Las hier-
Imn se .id.ipl.iu cMup< nd.míenle .1 los jardines interiores porque no
necesitan mucho espacio y son fáciles de cultivar. Puedes cultivar una
deliciosa colección de hierbas para cocinar formada por albahaca, enel­
do, perejil, mejorana, tomillo y romero en un amplio recipiente de
barro o catino, como suelen utilizar las amas de casa italianas. Aparte de
alegrarte, el exquisito aroma de las hierbas frescas te animará a probar
nuevos platos y recetas.
Tengo una amiga experta en hierbas que consigue mantener un pie
en el siglo XVI y el otro en el X X I sin perder el equilibrio. Jeri sabe,
conoce y respeta el misterio, la magia y la sabiduría de la naturaleza, a la
cual llama «Madre». Cada vez que coge unas hierbas en el campo para
crear sus propias medicinas, aprovechando los dones que la Madre le ha
concedido tan generosamente, se convierte en protagonista de su cura­
ción, su búsqueda de la armonía y plenitud. Cuando utiliza eneldo, oré­
gano o romero para realzar un plato, contribuye a mejorar su alimenta­
ción, su bienestar y su dicha. Su amor por las hierbas es una expresión
tangible de su amor y respeto hacia sí misma.
Cuando va al campo a coger hierbas, Jeri ejecuta un rito de los
americanos nativos. Lleva una bolsa sagrada que contiene semillas de
trigo y mientras coge hierbas arroja las semillas en señal de ofrenda.
Aunque las semillas no florezcan, su gesto contribuye a alimentar a las
criaturas de la Tierra. «Cuando los americanos nativos cogen hierbas
entonan un canto especial — me explicó Jeri— . La tierra es mi madre y
cuida de mí. La tierra es mi madre, yo cuido de ella.»
Hoy, siembra unas semillas simbólicas, aunque no tengas un jar­
dín, a fin de ritualizar la nueva vida que estás creando en tu interior.
Pide la bendición del Espíritu y la ayuda de la Gran Madre, convenci­
da de que a su debido tiempo recogerás una abundante cosecha para ti
y las personas que amas.
«Cuando fui en busca del jardín de mi madre hallé el mío», nos
dice Alice Walker. Hoy, confío en que ambas descubramos nuestro
jardín personal.

Trasplantar: dar a las raíces


y a tí misma espacio para crecer
Florecilla, si p u d iera com p ren d er
lo q u e eres, tus raíces y todo lo dem ás,
sab ría lo qu e D ios y [la m u jer] significan.
A lfr ed , lo rd T en n y s o Ñ

A
JLJLy! Se le caen las hojas. ¿Qué ha pasado? La planta ha sido regada;
tiene suficiente luz; no hace ni demasiado frío ni calor. Levanto el ties
to y observo el pequeño orificio de drenaje situado en la parte inferior.
Veo unas pequeñas raíces blancas asomando por el agujero, tratando
de huir o al menos hallar espacio donde respirar.
Las plantas se asfixian. ¿Sabías que es necesario trasplantarlas co­
mo mínimo cada dos años? Hasta ahora eso no había representado un
problema para mí, puesto que mis plantas no solían durar tanto tiem­
po. Pero a medida que empecé a cuidar mejor de mí misma, cuido más
de todo cuanto me rodea. No obstante, aunque las raíces no necesiten
más espacio para crecer, es necesario cambiar la tierra porque la plan­
ta ha consumido todos los nutrientes y el interior del tiesto se ha con­
vertido en un erial.
«A veces no me doy cuenta de que me asfixio, de que necesito más
espacio para respirar — confiesa Gunilla Norris en su espiritual y
mágica obra, Being H om e— . Me falta el valor para trasplantarme, para
absorber el impacto de la tierra nueva, de sentir y echar raíces en un
terreno desconocido.»
Nosotros también debemos trasplantarnos de vez en cuando para
crecer más. ¿Pero cuándo?
Cuando nos sentimos marchitas antes de que comience la jornada.
Cuando no somos capaces de visualizar o soñar. Cuando no recorda­
mos la última vez que nos reímos. Cuando creemos haber perdido las
ilusiones. Cuando eso ocurre, semana tras semana, debemos recono­
cer que nos estamos asfixiando. Tenemos que desprendernos suave­
mente de la tierra que rodea nuestra alma, hallar algo que estimule
nuestra imaginación, que nos acelere el pulso, que nos haga sonreír o
hablar más animadamente.
Pero trasplantarse no significa que debemos romper nuestro matri-

- 296 -

L___________
monio o .il >.i ncloi i.i i nuestro 11.il ».ij« >. Significa 111u* necesitamos alj»o
nuevo, ¿P o r qué es demasiado tarde para regresar al instituto y estudiar
alguna materia que te interesa?
Quizás este verano sea el momento ideal para aprender francés o
montar un negocio de objetos de regalo. Quizá puedas llevar a reparar
I.i máquina de coser, tratar de preparar un refresco de grosellas o prac­
ticar la esgrima. ¿Qué te impide escribir solicitando ese crédito, hacer­
le socia de un club, asistir a un ciclo de conferencias, publicar tu pro­
pio boletín o pedir que te envíen esc interesante catálogo de venta por
correo?
Mientras me ocupo de mis plantas, veo que las raíces se han enre­
dado y las separo suavemente con los dedos.
Hoja. Tallo. Raíz.
Mente. Cuerpo. Alma.
Tres en uno. El infinito hilo misterioso del Espíritu. Con frecuen­
cia pienso que si pudiera descubrir dónde comienza una hebra y ter­
mina otra, lo comprendería todo. Comprendo muy poco, pero de
alguna manera lo intuyo.
Coloco la planta en un tiesto algo mayor. No demasiado; no debe­
mos abrumarla sino alentarla a que siga creciendo. Asimismo, no de­
bemos tratar de arreglar el mundo, sino ocuparnos lenta y concienzu­
damente de las tareas que nos corresponden. Ahora añado al tiesto
tierra fértil y riego la planta.
Lentamente, la traslado a un lugar sombreado durante un día, para
que pueda adaptarse a su nuevo entorno. Pero incluso en este momen­
to, el tallo parece que está más tieso, las hojas más vivas. «Habla con Él
y te escuchará — nos dice Tennyson— . El Espíritu se encuentra con el
Espíritu; Él está más cerca que nuestra propia respiración y más cerca
que nuestras manos y nuestros pies.»
La raíz y la flor asisten en silencio a la restauración.
2') Di: JU N IO

Podar para seguir avanzando


M i a lm a es un cam po surcado p o r el dolor.
Sara T easdali-

L o s accidentes de la vida ocurren de improviso, inexplicablemente.


Una corredora de fondo descubre que el dolor que siente en sus mus
culos se debe a una esclerosis múltiple. Una hermosa actriz, descrit.i
por los medios como «una sirena hollywoodiense», se somete a un.i
doble mastectomía. La felicidad doméstica de una popular escritor.i,
muy celebrada en sus libros, se desintegra públicamente. El rostro de
una atractiva modelo queda destrozado por los navajazos de unos
gamberros. Una extraordinaria pianista cae a la vía férrea y pierde una
mano.
Esos accidentes particularmente crueles constituyen una prueba
irrefutable de la perversidad del destino. Con demasiada frecuencia la
vida nos golpea duro.
El término «accidentes de la vida» fue acuñado por Gail Sheehy en
su libro Pathfinders. En él, su autora profundizó en los accidentes que
sufrimos en nuestra vida y que no somos capaces de predecir ni evitar.
«Como decía John Lennon — afirma Sheehy— , los accidentes de la
vida son las cosas que nos ocurren mientras hacemos otros planes.»
Pero los accidentes de la vida no tienen por qué ser pasto de las noti­
cias de las seis. Los más comunes — divorcio, deudas, drogas— pue­
den causarnos un efecto igualmente devastador.
Lamentablemente, según descubrió Sheehy mientras escribía sus
libros, «la mayoría de la gente no encaja de forma positiva ni los acon­
tecimientos previsibles, especialmente los que se producen en la ma­
durez, ni los accidentes de la vida». No obstante, las personas que
consiguen sacar provecho de la adversidad se convierten en lo que Shee­
hy denomina «pathfinders», o personas que buscan un camino o una
salida a su desgracia, unos campeones que, «negándose a dejarse hundir
por los golpes de la vida salen de ellos victoriosos».
Los accidentes de la vida nos obligan a «podar» todo lo superfluo.
Nuestras almas se convierten en unos campos surcados por el dolor.
Puesto que soy una jardinera neófita, la tarea de podar me inspira
gran respeto. Eleanor Perenyi me asegura en G reen Thoughts: A Wri-
ter in the G arden que «las plantas saben que estás allí, y cuando te
•uviT.is ,i ell.i*. (,,.),ii uniendo un cuchillo, gritan espantadas; poi el con
ii.\iio , si les hablas con .ileeio o rezas, te recompensarán desarrollan
dose de forma extraordinaria». Dado que me inclino más p or hablar­
les con cariño y rezar, siempre acom eto la tarea de podar mis plantas
con desagrado.
Por otra parte, la idea de eliminar una parte sana para estimular su
desarrollo me deja perpleja. Me parece ilógico.
Sí, comprendo intelectualmente que el hecho de podar una planta
no la debilita sino que la refuerza, pero no deja de disgustarme. Sin
embargo, cuando contemplo mis rosales comprendo que es necesario
podarlos de vez en cuando para favorecer su crecimiento.
Nosotras también debemos experimentar dolor a fin de crecer. El
dolor elimina las emociones, ambiciones y fantasías innecesarias y nos
enseña unas lecciones que la felicidad no puede enseñarnos. El dolor
elimina los detalles insignificantes que nos impiden concentrarnos en lo
que es verdaderamente importante, minando nuestras fuerzas y nuestro
espíritu.
Si no podamos nuestras plantas, lo hará la naturaleza por medio
del viento, el hielo, el granizo, el fuego y las inundaciones, dándoles
forma y reforzándolas. Si no somos capaces de eliminar el estrés que
nos agobia y seguimos avanzando bajo la pesada carga de lo superfluo
e inútil, lo hará el dolor.
El dolor es un jardinero nefasto. Los cortes que nos inflige duelen
mucho.
Pero tras podar y eliminar todo lo superfluo de nuestras vidas,
preferiblemente de modo voluntario, conseguiremos discernir lo que
es real, importante y esencial para nuestra dicha.
Anímate. Examina tus plantas y tu vida. Cuando llegue el momen­
to propicio, sal al jardín armada con unas tijeras bien afiladas. Habla a
tus plantas con cariño. Reza suavemente. Pódalas. Y sigue adelante.

1
30 D i : J U N I O

Lecciones del jardín


T odo cuanto necesitas está en el fo n d o de tu alm a, esperan
do revelarse. L o único qu e debes hacer es sosegarte y buscar
las respuestas en tu interior, y te garan tizo qu e las hallarás.
E il e e n C a d d y

H a c e treinta años, Eileen y Peter Caddy, sus tres hijos y una ami
ga llamada Dorothy MacLean, obedeciendo un mandato espiritual
interior, se trasladaron a una zona situada en la costa septentrional de
Escocia. Allí, junto a un vertedero rodeado de dunas, crearon un jar­
dín siguiendo sus dictados espirituales. A través de la oración y la
meditación, Eileen y Dorothy consiguieron contactar con la esencia
espiritual, o «deva» de cada especie de plantas, que Dorothy describió
como «unos ángeles, unos seres inmensos que infunden vida y crean
todo cuanto existe en la naturaleza». Cada planta impartía unas órde­
nes espirituales respecto a lo que precisaba para prosperar en circuns­
tancias adversas. Al cabo de unos años, la Comunidad Findhorn,
como acabó llamándose el asentamiento que crearon, alcanzó fama
internacional debido a la abundancia de plantas, vegetales, frutas y
hierbas que cultivaban en aquel lugar pese a las nefastas condiciones,
constituyéndose en la manifestación espiritual de un oasis en medio de
un erial. «Ten la seguridad de que todas tus necesidades se verán col­
madas, de que hallarás respuesta a todos tus problemas, de que alcan­
zarás la abundancia a todos los niveles, de que crecerás espiritualmen­
te», me dice Eileen Caddy mientras remuevo la tierra, planto las
semillas, arranco las malas hierbas, riego y espero. Ésas son las leccio­
nes que ella aprendió en su jardín. Unas lecciones que ansio aprender
yo misma.
Estudia los ciclos de la Madre Naturaleza, los murmullos del jar­
dín, pues se corresponden con los ciclos de crecimiento de tu alma.
Sosiega tu mente. Reprime tu ansiedad. Aprende a esforzarte. Apren­
de a aguardar. Aprende a aguardar esperanzadamente.
Otra importante lección que te enseña el jardín es a sembrar y
cosechar, así como el momento en que hay que hacerlo. Cosecharás lo
que siembres.
Si planto lechugas, no cosecharé tomates. Si sólo planto semillas
positivas en mi subconsciente — pensamientos de abundancia en lugar
de ptMi.NíimirntoN de lm i(Mici.i en nn |.ii(lin llo ro ie ia l.i abundancia
I',ii cuanto al momento de sembrai y cosechar, debo advertirle tjik* el
tiempo, .i nivel espiritual, no discurre al mismo ritmo que el tiempo
que experimentamos en el plano terrenal. Un año para nosotros es un
segundo en la dimensión espiritual. Ello explica por qué una pintora
que lleva años esforzándose en darse a conocer se convierte en un éxi­
to de la noche a la mañana. He aprendido esa lección sembrando y
esperando sin perder la paciencia. Ello no significa que las semillas
hayan caído en terreno estéril. Me niego a creerlo, pues he preparado
la tierra, he cavado hoyos profundos, he añadido la mezcla adecuada o
turba, arena y tierra caliza. El suelo es fértil. Algunos cultivos — las
frambuesas, los espárragos, las uvas— requieren mucho tiempo antes
de obtener una buena cosecha. Si pretendo que mi cosecha sea un
camino diario hacia la alegría y el bienestar enraizado no en el mundo
sino en el Espíritu, debo ser paciente.
«No vives conforme a las leyes humanas sino divinas — nos re­
cuerda Eileen Caddy— . Los milagros ocurren. No pierdas nunca de
vista la idea de prosperidad y abundancia, y ten por seguro que al ha­
cerlo pones en marcha unas fuerzas que las convertirán en realidad.»

Pequeñas alegrías para junio

Emprende un viaje a través de la memoria atrapando luciérna­


gas en el césped hasta el anochecer. Prepárales un hotel confortable en
un tarro de mayonesa limpio y forrado de hierba, practicando unos
orificios en la tapa para que respiren. Tras una breve visita, déjalas en
libertad.
Saborea un vaso de limonada helada y una buena conversa­
ción cuando regreses a casa después del trabajo. Aunque las limonadas
congeladas son muy buenas, ¿por qué no preparas un delicioso néctar
con limones frescos y azúcar? He aquí la receta: hierve durante cinco
minutos dos tazas de azúcar granulado y una taza de agua junto con
las cortezas de tres limones cortadas en tiras delgadas. Deja que el
almíbar se enfríe y añade el zumo de ocho limones. Cuélalo, viértelo
en un recipiente cubierto y mételo en el frigorífico. Para preparar una
limonada utiliza dos cucharadas de almíbar por cada vaso de agua
helada o carbónica.
^ Participa en un festival de fresones u organízalo tú misma. Los
Victorianos denominaban esos acontecimientos caseros «festín de fre­
sones», y el menú incluía todo tipo de platos confeccionados con ese
Iiuto. I >.i tin.1 (¡esta y piilc* .1 iii*. .uuig.iN que traigan sus recetas lavoii
tas a base tic fresones. Un día es un día.
Recuerda que el helado es bueno para el alma. Congela un.i
porción de helado casero, saborea un cucurucho a la hora de comer, te
pondrá de buen humor.
Un fin de semana de junio compra una sandía y guárdala vein
ticuatro horas en el frigorífico para que esté bien fría. Córtala en pe
dazos grandes y siéntate en el porche, en la terraza o en los escalones
de la entrada para compartir la sandía con tu familia o amigos. Orga­
niza un concurso para ver quién es capaz de escupir las semillas más
lejos.
Cuelga una hamaca y túmbate en ella.
Celebra el 21 de junio, el solsticio de verano. Instala una tien­
da de campaña en el jardín, saca los sacos de dormir, enciende una
fogata en la barbacoa. Sirve perritos calientes y unas galletas y choco-
latinas de postre. Diviértete contando historias de fantasmas y dur­
miendo a la luz de la luna.
Organiza el 23 de junio «La gran fiesta de una noche de vera­
no», como los miembros de Aguas Tranquilas, la secta creada por Tas-
ha Tudor. Si eres fa n de Tasha Tudor (quién no lo es), ¿has hojeado
un ejemplar del catálogo de regalos de Tasha Tudor publicado por la
Jenny Wren Press? Contiene artículos de papelería, objetos artesanales,
reproducciones de la colección de muebles del siglo XVl l l de Tasha
Tudor, conservas Corgi Cottage y muchas más cosas. Puedes sus­
cribirte dirigiéndote por escrito a Jenny Wren Press, P.O. Box 505,
Mooresville, Indiana 46158.
Concédele un capricho a tu yo auténtico comprándote el
sombrero de paja más bonito que encuentres.
Píntate las uñas de los pies de rojo.
Quizá no puedas plantar un auténtico jardín secreto, pero
puedes disponer de un lugar secreto donde refugiarte construyendo
una tienda india en el patio o la terraza con un palo y unas cuerdas.
Planta judías escarlatas, dondiegos o guisantes de olor y cuando em­
piecen a brotar los tallos sujétalos a las cuerdas para que trepen por
ellas. Retírate con frecuencia a tu tienda india para meditar sobre el
significado de la vida. Todos necesitamos un refugio donde no exista
un teléfono ni un fax.
Aunque estés convencida de que no puedes cultivar un jardín
porque no dispones de espacio, el maravilloso libro de Malcolm
Hillier B ook o f Container Gardening hará que te pongas manos a la
obra con una pala y un cubo. Está lleno de sugerencias e instrucciones
acerca de cultivar plantas de interior en todo tipo de recipientes, desde
macetas hasta urnas, cestas, etcétera. Una idea bonita y original es
plnnlai dos especies ilr.imt.is de tulipanes en una misma maceta; los
resultados son espectaculares.
'*«5 Planta romero para que te tiaiga dulces recuerdos, y de paso
un poco de lavanda, salvia y tomillo. La deliciosa colección de libros
de L melle Tolley sobre hierbas (escritos junto con Chris Mead) te ins­
pirará a cultivar tus propias hierbas. H erbs: Gardens, Decorations, and
Recipes te ayudará a comenzar; C ooking with H erbs, Gifts fro m the
H erb G arden y The H erb al Pantry ofrecen exquisitas sugerencias
sobre qué hacer con las hierbas una vez que las hayas cultivado y cose­
chado.
Llama por teléfono a Capability’s Books y pide que te envíen
su excelente catálogo de libros para aficionados a la jardinería. Contie­
ne más de mil títulos y constituye una estupenda demostración del
placer que hallarás cultivando tus propias plantas.
JULIO

J u lio a d o r a b le... con e l m u rm u llo e v o c a d o r d e


las a b e ja s en p le n o v u e lo y e l o lo r a crem as b ro n -
cead oras.
C y n t h ia W ic k h a m

O^yaluroso, húm edo, sofocante. Julio. Afloja el paso. O de-


ténte. Es el momento de dejar a un lado aspiraciones y expecta­
tivas, los desplazamientos en tren al trabajo, indumentaria, telé­
fonos celulares, agendas... Nuestros deseos parecen menguar.
¿Será porque nuestras necesidades están cubiertas? Un rincón
a la sombra, un refresco helado, una brisa fresca, dentro y fue­
ra de casa. Una tregua en los rigores de la jornada. Tiempo
libre para la buena conducta. El verano no es tanto una esta­
ción climática como una melodía, esa canción de complacen­
cia que tarareamos a medida que los días empiezan a hacerse
bellamente neblinosos. La búsqueda de la felicidad se conver­
tirá en nuestra prioridad personal este mes, mientras las dul­
ces melodías del cuarto principio del encanto de la vida simple
— la armonía— empiezan a escucharse en nuestros corazones.
Anhelo constante
C on esto h e apren dido, sea cual fu e r e la situación en qu e
m e encuentre, a sentirm e satisfecho.

Sa n P a b lo

los veinte pensaba que con la fama tendría suficiente. A los trein­
ta estaba convencida de que la respuesta estaba en añadirle un cero al
saldo de mi cuenta corriente. Ahora que estoy en los cuarenta sé que
toda mi búsqueda puede resumirse con una palabra: «satisfacción».
A mis cuarenta años me he dado cuenta — afortunadamente— de
que la fama se paga a un precio demasiado alto. Ser considerada como
una mujer «realizada» que dirige con éxito proyectos creativos — des­
de su concepción hasta su culminación— es mucho más apetecible que
Y ser famosa. Y en lo más hondo de mi ser sé que el dinero no puede
garantizar la felicidad. De la absoluta certeza de eso me percaté una
mañana de verano en que leí que una famosa y rica escritora, cuyos
libros se mantienen durante meses en las listas de bestsellers, había
perdido a su querido hijo en un extraño accidente. Mientras yo lavaba
los platos del desayuno, miré por la ventana de la cocina y vi a Katie
lanzando una pelota de tenis contra la pared posterior de la casa: feliz,
a salvo, viva. Entonces supe que la famosa escritora habría cambiado
en el acto todo su éxito mundano por poder disfrutar de la bendición
que a mí se me concedía aquella mañana. Después de rezar por ella,
recé por mí. Por favor, que nunca olvide cuán extraordinariamente
espléndida es mi vida en estos momentos. Por favor, que nunca olvide
que todo cuanto tengo es todo lo que necesito. Por favor, que nunca
olvide dar las gracias por ello.
No obstante, sé que soy una mujer mucho más feliz cuando puedo
pagar sin problemas mis facturas, satisfacer todas mis necesidades,
permitirme algunos caprichos y disponer de un holgado saldo en mi
cuenta de ahorros. También sería maravilloso — y confío poder expe­
rimentarlo una vez antes de morir— ver algo fabuloso y simplemente
decir «me lo quedo» sin preguntar el precio.
Sin embargo, estos días la satisfacción es mi anhelo constante.
Hasta tal punto que, durante las prometedoras veinticuatro horas que
se abren ante mí, luminosas con todo su potencial para conceder pla­
cer, he empezado a preguntarme qué es lo que podría querer para mí...
A vei es se 11.ti.i de ultfo i.in sencillo co m o prep.w .11 me p.u .1 el .ilimiei
/o mi delicioso emparedado de atún con apio y mayonesa al estragón
sobre una rebanada de pan de especias, i.d y como lo preparo para mis
invitados o para mi familia, y para lo que raramente dispongo de tiem­
po cuando se trata de hacerlo para mí. O algo tan fácil como permane­
cer sentada en la playa, sin nada de trabajo en mi regazo (aunque el
plazo de entrega esté próximo), mientras leo un buen libro.
Del mismo modo que los hábitos negativos nos asaltan continua­
mente cada día, también lo hacen los anhelos positivos. Meditación,
movimiento creativo, momentos para el propio cuidado que puedan
proporcionarnos satisfacción..., todo esto puede convertirse en hábi-
los positivos que nos produzcan bienestar. He descubierto que cuan­
do me tomo veinte minutos para tranquilizarme y sumergirme en mi
interior, trabajar con las imágenes de mi diario de descubrimientos
ilustrado, dar un paseo o preguntarme cómo conseguir que mi próxi­
ma tarea resulte más agradable, mis necesidades disminuyen.
Considera hoy los deseos que realmente importan: aquello que
realmente necesitas para sentirte satisfecha. Luego asegúrate de que hoy
hay tres instantes, como mínimo, que satisfagan tu mente, tu espíritu y
tu cuerpo tuyos completamente.

2 D E JU L IO

El más sencillo de los placeres:


una buena cosa que lo es
R ed im ir
el tiem po. R ed im ir
la visión in ad v ertid a d el m ás elev a d o de los sueños...
T. S. E l io t

j^ L lg u n os días están modelados por placeres simples, otros se redi­


men tan sólo gracias a esos placeres. Hoy, un hermoso día de verano
en la playa, estuvo modelado por gozosas sencilleces. Idilios en un
porche con mosquiteras, deambular por algunas tiendas interesantes,
una tarde en la orilla del mar con la familia y los amigos, una lectura
irresistible, conlideiuias nuil 11.i *. mienlias las olas acarician los lolx
líos, un cucurucho d e helado pat ,i .ilni o i v .ir, paseai poi e l embarcado
ro, diversión en el parque de atracciones, ganar un premio. I.ucgo el
regreso a casa, una refrescante ducha en el jardín, cócteles y conversa
ción, jovialidad al preparar la cena con una querida amiga, abundancia
de platos deliciosos, espléndido vino, risas y sana alegría... Y luego a la
cama, feliz.
Un proverbio irlandés asegura: «Mejor una buena cosa que lo es,
que dos buenas cosas que lo fueron, o que tres buenas cosas que tal
vez nunca serán.» Hoy no hace falta mirar con melancolía el pasado ni
proyectarse ansiosamente hacia el futuro, pues el presente se ha vivido
con plenitud y sencilla abundancia. Hoy ha sido rico con una buena
cosa detrás de otra, hasta desbordarse literalmente de placer.
Pero no todos mis días son estancias en la playa. No hace mucho,
una llamada telefónica a las ocho de la mañana anunciando un impor­
tante cambio de planes, hizo que mi día derivase hacia el total descon­
trol. Al colgar el teléfono los latidos de mi corazón se habían acelera­
do. De repente, mi estrategia cuidadosamente planeada para abarcarlo
todo se había esfumado y mis compromisos como anfitriona casi se
van al traste. Esto ya era demasiado, pensé mientras paseaba arriba y
abajo, murmurando y gimoteando en voz baja. Tenía tres elecciones
posibles, pero sólo una era una auténtica solución: gritar de rabia con
toda la fuerza de mis pulmones, meter la cabeza dentro del inodoro, o
respirar profundamente y redimir el día mediante el plan B.
Dado que en casa existe un acuerdo para no hacer nada que pueda
alarmar a los niños o a los animales, ponerme a gritar estaba descarta­
do. Meter la cabeza en el inodoro también lo estaba. Si realmente
quieres ahogarte, es mejor hacerlo en un cubo de agua transparente.
De modo que me preparé una taza de té y recordé la plegaria hasídica:
«Sé que el Señor me ayudará... pero, mientras tanto, ayúdame Señor.»
La verdad era que el día sería todo lo difícil que yo lo permitiera.
O tan agradable. En mis circunstancias no había nada que yo pudiera
hacer, sino aceptarlas. «La elección siempre será mía», me dije a mí
misma. No es que me gustara necesariamente lo que la vida me depara­
ba, pero sí el intento de coger la sartén por el mango. A fin de cuentas,
el éxito en la vida no reside en lo bien que ejecutamos el plan A, sino en
lo fácilmente que nos enfrentamos al plan B. Y para la mayoría de las
personas, esto ocurre el noventa y nueve por ciento de las veces.
Así que consideré el plan B: redimir el día con sencillos placeres,
con la búsqueda de algunas cosas buenas. Al principio, cambiar de
marcha hacia al plan B exige cierta capacidad de ajuste, pero, al igual
que con la conducción, con la práctica acaba convirtiéndose en un
movimiento reflejo.
Primero me lome el le en el jardín |>ara 11 anquill/ai me. Ananque
.1Iminas malas liiei bas, corte linas Ilores. I íespués de ai regla i las, hojee
los libros de cocina. ¿1 )cbía prcparai algo nuevo para cenar esa noche
o decidirme por un menú cómodo de entre los f avoritos? Decidí dete­
nerme en la tienda de los granjeros para comprar productos frescos de
regreso a casa y ver qué me apetecía. ¿Por qué no alquilar una buena
película como obsequio para después de la cena? Los melocotones de
encima de la mesa estaban muy maduros, así que decidí hacer pasteli-
tos de fruta al llegar a casa. Mientras tanto, disponía de una hora para
trabajar sin interrupciones antes de salir, y decidí hacer todo cuanto
estuviera en mi mano. Era mejor una hora dorada que lo es, que dos
que lo fueron, o tres que indudablemente no lo iban a ser hoy.
El día se abría delante de mí... aunque no como yo había esperado.
Sin embargo, gracias a Dios, no de manera irremediable.

3 D E JU L IO

El espíritu hambriento
Es in con table la gen te b u en a q u e con ozco que, en m i opi­
nión, sería m ucho m ejor si dirigiera sus esfuerzos a l estudio
d e sus propias apetencias.
M. F. K. F ish er

O ^ u an d o Eva mordió la manzana, nos dio el mundo tal y como lo


conocemos: hermoso, imperfecto, peligroso, lleno de vida. Ella nos
dio la viruela y Somalia, la vacuna contra la polio, el trigo y las rosas»,
nos dice Barbara Grizzuti Harrison en la esclarecedora y provocativa
colección de ensayos titulada O ut o f the Garden: to r n e n Writers on
the Bible. «Ese acto de curiosidad radical por parte de Eva» también
nos proporcionó el deseo, el apetito y el hambre.
Sin Eva yo no me estaría preguntando qué cocinar esta noche para
cenar. Y tú tampoco. Sin Eva yo no disuaría proyectos creativos que a
menudo hacen que me cueza en mi propio jugo hasta verlos acabados.
Pero tampoco conocería los placeres terrenales que amo, ni el intenso
deseo de bocaditos místicos que sólo el Espíritu puede proporcionar:
la paz interior, la dicha, la armonía.
I ,a mayoría comemos tres veces .il día (como mínimo), pero... ¿con
qué frecuencia vemos satisfecha realmente nuestra ansia? Unas Ion
chas de beicon, huevos y galletas de queso me satisfacen más que me­
dio pomelo, pero, por desgracia, a menos que quiera tener el volumen
de un tonel, no me lo puedo permitir a menudo. La mayoría de noso
tras nos reprimimos constantemente — en la comida, en nuestras reía
ciones, en nuestra profesión— , ocultando nuestros deseos en lo más
profundo de nuestro yo, como si la pura determinación pudiera man­
tener una tapadera encima de nuestros anhelos. Sin embargo, gradual­
mente estoy llegando a la certeza de que el hambre es sagrada. Esta­
mos destinados a tener hambre cada día, y a satisfacerla cada día. ¿Poi­
qué si no la primera petición del Padrenuestro iba a ser la del pan de
cada día, yendo incluso por delante de la ayuda divina?
Nuestra alma conoce diversos tipos de ansia: físico, psíquico,
emocional, creativo y espiritual. Pero el Supremo Creador nos ha
concedido los dones de la razón, la imaginación, la curiosidad, el dis­
cernimiento, y poseemos la habilidad para distinguir entre nuestras
apetencias. ¿Tienes realmente hambre esta mañana de galletas para el
desayuno o de ruptura? ¿Son besos apasionados lo que deseas o ravio-
lis? ¿O una noche de profundo sueño? Entonces no te sientes a ver
reposiciones de viejas películas con ese vino corriente. Apaga el televi­
sor y métete en la cama, y, si no estás sola, invita a alguien que se
acueste contigo.
«Cuando escribo sobre el hambre, en realidad escribo sobre el
amor y las ansias que tenemos de él, así como del afecto y del amor
que sentimos hacia él — confesaba la gran gastrónoma y poetisa de la
cocina M. F. K. Fisher en 1943— . Y cuando el afecto, la riqueza y la
espléndida finalidad del hambre se ven satisfechos... todo se convierte
en uno.»
No desprecies al deseo, hija de Eva. En tu deseo está la chispa de lo
divino. El Espíritu desea que se le ame, y para satisfacer este anhelo se
creó a una mujer con fuertes apetitos.
Amor. Hambre. Apetito. Deseo. Santidad. Plenitud.
T o d o es U n o.
Consigue ser real y personal en la
búsqueda de la felicidad
N o esperes nada; vive fru galm en te a la espera de la sorpresa.
A l ic e W a l k e r

E / n 1890 el filósofo, psicólogo y pionero espiritual William James,


hermano del famoso novelista norteamericano Henry James, armó un
gran alboroto al publicar un importante estudio sobre la felicidad hu­
mana, Principios de psicología. Doce años para escribirla, dos volúme­
nes y mil cuatrocientas páginas. Esta obra llegó intrépidamente allí
donde ninguna otra había llegado nunca, investigando las conexiones
entre la mente y el cuerpo, el impacto de las emociones sobre la con­
ducta y la importancia de alimentar una vida interior en vez de
concentrarnos en los signos externos para lograr la armonía personal.
Con esta obra, James se convirtió en el padre del movimiento nortea­
mericano de autoayuda.
William James fue también un elocuente y persuasivo defensor de
una escuela de pensamiento filosófico conocida como «pragmatismo».
Argumentaba que el mundo ya existe cuando nacemos, y que debe­
mos aceptarlo tal como es. Sin embargo, nuestra habilidad para crear
nuestra propia realidad interior puede determinar que veamos el Uni­
verso como algo amistoso o como algo hostil. «Deben estar dispuestos
a aceptarlo tal como es —propone— , pues la aceptación de lo que ha
ocurrido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier
infortunio.»
Dado que era un pragmático, el doctor James creía que la felicidad
personal depende de un sentido práctico: si tu realidad cumple tus
expectativas, eres feliz; de lo contrario, estás deprimido. Esto es tan
real, personal y sencillo como le aseguran la filosofía y la psicología, y
es perfectamente comprensible.
Por supuesto, esto significa que tenemos que efectuar una elección
creativa si queremos ser felices. ¿Nos esforzamos consciente y conti­
nuamente para obtener mayores logros y ahorrar? ¿O disminuimos
nuestras expectativas, vivimos con lo que tenemos y aprendemos a
sentirnos satisfechas?
Muchas de nosotras pensamos erróneamente que disminuir nues-
tras expectativas significa renunciai .1 nuestros sueños. I Jn.i árnica mi.»
lo expresaba de este modo: «Lo siento, Sarah, pero a mi me sum.i
como si te dieras por vencida.»
¡En absoluto! Los sueños y las expectativas son dos cosas muy di*,
tintas. Los sueños exigen un salto a ciegas — con la esperanza de que el
Espíritu sostenga la red— a fin de poder continuar con la recreación
del mundo mediante tu energía, tu alma, tus cualidades y tu visión.
Las expectativas son la inversión personal que el ego hace en un resul­
tado determ inado: lo que se necesita que suceda para que el sueño se
haga realidad. Las expectativas del ego nunca son ambiguas: un pre
mió, la portada de una revista, la lista de bestsellers de The N ew York'
Times. Tus sueños se deben manifestar exactam ente tal como el ego
imagina, o de lo contrario alguien no será muy feliz. ¿Adivinas quién?
¡El ego! Puesto que ninguna de nosotras puede predecir el futuro, ni
el mejor resultado para nuestro auténtico camino, este tipo de pensa
miento resulta autodestructivo. Ya que si no vivimos de acuerdo con
las expectativas del ego, volveremos a fracasar. Y entonces, en algún
momento, nos rendiremos de verdad.
La apasionada persecución de los sueños hace que el alma se eleve;
las expectativas que miden el éxito de los sueños lo único que hacen es
atar grandes piedras en torno a esa misma alma. No creo que debamos
limitarnos a disminuir nuestras expectativas; creo que si verdadera­
mente queremos vivir una existencia feliz y venturosa, tenemos que
renunciar a ellas.
Vivir nuestra vida como un soñador y no como «expectante» es
una declaración personal de independencia. Serás capaz de perseguir
de una manera más directa la felicidad cuando no te quedes atrapada
en los pormenores de la liberación. Es soñando, y no con expectativas,
que se permite al Espíritu que entre y te sorprenda mediante la cone­
xión, la realización, la consumación y la celebración. Tú sueña. Sal
para el trabajo. A continuación deja que el Espíritu muestre tu sueño a
los demás.
Después de prepararme toda la vida para la aflicción, la forma en
que ahora abordo el delicado equilibrio del enfrentamiento entre sue­
ños y expectativas es muy al estilo de James: soñar, actuar y distan­
ciarme.
«Una vez se ha tomado una decisión y la ejecución está en marcha,
hay que descartar absolutamente toda responsabilidad y preocupación
respecto al resultado», me aconseja el doctor James. Yo abordo mi tra­
bajo con apasionada intensidad, actuando como si el éxito dependiera
totalmente de mí. Sin embargo, una vez he hecho todo cuanto estaba
en mis manos, procuro olvidarme todo lo posible y no me creo expec­
tativas sobre cómo el mundo va a recibir mi trabajo. Conscientemente
In fícenlo tlcj.ii me sorp ren d a poi l.i .ilc|’na. I". un.i elección <|iic tn
i.imhicn puedes hacer.
I Ioy intenta ser real y personal en la búsqueda de la felicidad. En
un.t ocasión, Oprah Winfrey dijo que los sueños de Dios respecto a
* II.i Man muy superiores a lo que ella hubiera podido soñar para sí
misma. No creo que ninguno de nuestros sueños se acerque a los que
el Espíritu tiene aguardando con nuestro nombre. También creo que
sólo lo averiguaremos una vez empecemos a invertir nuestras emocio­
nes en la auténtica expresión y no en los logros específicos.

5 D E JU L IO

Compañeras culinarias
N a d ie q u e cocine lo h ace a solas. Incluso en la m ás absolu ­
ta soledad, una cocinera m etid a en la cocina se h alla rod ea d a
p o r gen eracion es de cocineras d el pasado, p o r los consejos y
los m enús d e cocineras d el p resen te y p o r la sabidu ría de las
escritoras especializadas en cocina.
L a u r ie C o l w in

M i madre me enseñó algunas de sus recetas, pero fue Mary Cant-


well quien me enseñó a cocinar... A comienzos de los setenta, cuando
empecé por mi cuenta, Mary escribía una columna sobre cocina en
M adem oiselle, y yo me enteraba de las maravillas de los macarrones al
queso y del triunfo personal con los postres de Navidad. Al mismo
tiempo me enteraba que tenía varias casas y dos hijas, de sus gozos y
de sus desdichas, lo que, de alguna forma, estaba relacionado indirec­
tamente con los buenos alimentos y el buen comer.
Aunque nunca llegamos a conocernos, Mary Cantwell y yo estu­
vimos muy unidas a través de estos íntimos lazos místicos que, con el
paso de los años, se van fortaleciendo entre escritora y lectora. Esto
sucede cuando el corazón agradecido de la lectora descubre con asom­
bro que la escritora la conoce incluso mejor que su propia familia o
sus amistades.
Luego, en la década de los ochenta, llegué a ser muy amiga — nue­
vamente a través de la letra impresa— de Laurie Colwin, quien con
una pluma y un tenedoi captó los alt ibajos tic la dicha doméstii .1 I ati
rio me enseñó que saborear las galletas de jengibre podía llevarme al
éxtasis, y que la mantequilla sin sal, 1111 aceite de oliva realmente bueno
o los pollos de campo eran un lujo a nuestro alcance. Nuestras vidas
eran muy similares: éramos más o menos de la misma edad, cada una
tenía un hijo, y ambas nos ganábamos la vida escribiendo. Pero, poi
encima de todo, ambas éramos almas hogareñas que no necesitábamos
deambular más allá de nuestras cuatro paredes para encontrar la aven
tura y la satisfacción. Los días de ambas giraban en torno a la escritu
ra, recoger a los crios a la salida del colegio, a los asados al horno y a la
fe compartida de que la cocina es un arte.
Aunque las novelas y narraciones cortas de Laurie me gustaban, yo
adoraba sus ensayos sobre cocina. (Recopilados ahora en dos coleccio
nes deliciosas: H om e C ooking: A Writer in the Kitchen y M ore H om e
Cooking: A Writer Returns to the Kitchen.) El día se tornaba más ple­
no cuando tenía a Laurie para leer y una nueva receta para probar. Era
como si una amiga íntima se hubiera presentado en casa para tomar
una taza de café, charlar un rato y probar un gran trozo de tarta.
Otra cosa que Laurie y yo compartíamos era la pasión por los
libros de cocina. Las habituales incursiones en esta clase de libros
constituyen siempre un placer, y nunca me cansaré de recomendarlos.
Yo leo libros de cocina del mismo modo que otras mujeres leen litera­
tura de ficción: en la cama por la noche, o mientras vigilo el hervor de
las patatas. Probablemente esto explique mi predilección por la litera­
tura de ficción que abunde más en detalles domésticos que en sexuales.
Puedo imaginarme muy bien a dos personas haciendo el amor, ¡pero
quiero saber qué es lo que comen antes y después!
Como es lógico, nunca he cocinado platos de todos mis libros de
cocina. No obstante, me encanta hojearlos y pegar en sus páginas para
«el menú de mañana» pequeñas notas autoadhesivas amarillas en las
que he garabateado «parece bueno». Los libros de cocina no tratan
tanto de una solución sobre qué hacer para cenar como de un mundo
de abundancia y elecciones creativas. Con los libros de cocina, nues­
tras opciones siempre están abiertas: es posible que no seamos capaces
de pilotar un Concord, pero podemos abrir un libro y preparar un
gratinado de pollo con queso si nos apetece.
Hace varios años, una terrible mañana de octubre, bajé para prepa­
rar el desayuno y conseguir que Katie fuera hacia el colegio. Mientras
empaquetaba su almuerzo y la apremiaba para que se diera prisa, miré
de reojo el periódico y me quedé pasmada al leer que Laurie había
muerto de un ataque al corazón mientras dormía a la edad de cuaren­
ta y ocho años. ¿Cómo podía haberse marchado la amiga que me ins­
taba no sólo a conseguir lo máximo de cada comida, sino que además
lo hacía diariamente? No rompí .1 llorat hasta que iodo el mmulo se
hubo marchado, y creí que nunca podría dejar de hacerlo. Me pasé
aquella mañana haciendo y comiendo toda una hornada de galle­
tas de jengibre, mientras me sonaba la nariz, volvía a leer sus memo­
rias, rezaba y lamentaba la pérdida de una mujer y una escritora tan
extraordinaria que celebraba lo sagrado en lo cotidiano. «Sé que los
niños pequeños se apartan de la mesa — decía Laurie— , que la vida en
familia nunca es fácil, y que la vida en sí misma está no sólo llena de
encanto, cariño y comodidades, sino también de tristeza y de llanto.
Pero, tanto si nos sentimos felices como afligidos, siempre tenemos
que alimentarnos.»
Es por eso por lo que me encantan los libros de cocina, en especial
los suyos.

6 D E JU L IO

La buena vida
E l único h ech o qu e m e gustaría p reg on ar a los cuatro vien ­
tos es esto: la bu en a v id a nos está esperando... a q u í y ahora.
B. F. Sk in n e r

E / n 1932, durante los aciagos días de la Gran Depresión, Scott y


Helen Nearing abandonaron su vida en la ciudad de Nueva York para
convertirse en colonos del siglo XX en las montañas Green de Ver-
mont. Ambos eran socialistas, pacifistas y vegetarianos; también eran
visionarios imaginativos, decididos a crear un estilo de vida totalmen­
te autosuficiente, que dependiera tan sólo de sus propias habilidades,
el arduo trabajo y la perseverancia.
Los Nearing fueron en busca de la buena vida: «sencillez, libera­
ción de la ansiedad... y la oportunidad de ser útiles y vivir armoniosa­
mente». Dos décadas después de haberlo conseguido con éxito escri­
bieron un manual del colono: Living the G ood L ife: H ow to L ive
Sanely an d Simply in a Troubled World. Este libro apenas encontró
resonancia al salir a la calle en 1954. Aquéllos eran los prósperos años
de la posguerra, cuando se consideraba que la buena vida era un tele­
visor en la sala de estar, una barbacoa en el patio trasero de la casa y un
todo terreno .1 la puert.i de todas las viviendas de la zona residencial
Pero en 1970, euando el libro salió en edic ión de bolsillo, se convirtió
en un best-seller y en la biblia de aquellas extrañas criaturas des» alzas v
vagabundas que iban en busca del poder de las flores, el am or, la paz
y el nirvana de la com una.
Cuando empecé el diario del encanto de la vida simple, estaba
ansiosa por descubrir todos los consejos, estímulos y sabiduría que
pudieran indicarme el camino de la buena vida.
Sin embargo, la abrumadora saga de los Nearing, a la que se suma
además el intento de arrebatar la utopía de la tierra en dos ocasiones
(tuvieron que trasladarse de Vermont a Maine cuando en los alredcdo
res de su granja se instaló una estación de esquí), es casi mitológica en
cuanto a lo que pretende abarcar. Sus desalentadoras hazañas no sólo
estimulan, sino que también agotan. La verdad es que no me puedo
identificar con una mujer que fue capaz de construir con sus propias
manos una casa de piedra cuando ella tenía setenta años y su marido
noventa.
En cuanto a la vida que llevaron tras construir la casa, el calificati­
vo de «buena» no les haría justicia. Habría que intentar con el de «san­
ta». Living the G ood L ife a menudo se ha considerado el Walden de
este siglo, pero el ascetismo de los Nearing hace que Thoreau, a quien
le encantaba el cerdo salado, parezca un sibarita. Ellos tan sólo bebían
agua, zumos e infusiones de hierbas y consumían poco más que frutas
frescas, vegetales crudos, nueces y semillas «que habían concluido su
ciclo vital», así como enormes cantidades de palomitas de maíz. No
había sal, azúcar, té, café, productos lácteos, ni huevos en su despensa,
y, naturalmente, no fumaban ni probaban el alcohol. La miel sólo se
usaba parcamente porque esto significaba «explotar a las abejas», y el
jarabe de arce — que ellos extraían y vendían para disponer dedinero
en efectivo o para hacer intercambios— se consumía con unapizca
de culpabilidad porque significaba «succionar la sangre a los nobles
arces».
Lógicamente, esto explica que Scott viviera hasta los cien y Helen,
que ahora tiene noventa y uno, aún esté fuerte. Quizás el secreto de la
«buena vida» se manifieste en las sugerencias del encanto de la vida
simple para vivir menos estresados que los Nearing pusieron en prác­
tica, y que Helen nos facilitó en su conmovedora biografía Loving
and L eaving the G ood L ife :
• Esmérate cuanto puedas, en lo que sea.
• Está en paz contigo mismo.
• Trabaja en algo que te guste.
• Vive sencillamente, tanto por lo que se refiere a la casa, la comi­
da, la indumentaria; evita el desorden.
• l iiii.i diariamente en contacto con lii naturaleza; siente’ I.) tieira
bajo tus pies.
• I I.i/ ejerc icio lísico mediante el trabajo duro, arreglando el jar­
dín o caminando.
• No te preocupes; vive el presente.
• ( -omparte diariamente algo con los demás; si vives solo, escríbe­
le a alguien; regala algo; ayuda de algún modo a los demás.
• Tómate algún tiempo para sorprenderte de la vida y del mundo;
busca algo de humor en la vida cuando puedas.
• Observa la propia vida en todas las cosas.
• Sé amable con la criaturas.
Estoy convencida de que si viviéramos diariamente según estas suge­
rencias, y no nos limitáramos a pensar en ellas, llegaríamos a la misma
conclusión que llegaron los Nearing de que la buena vida está realmente
aquí y ahora.

7 DE JU L IO

Cocinar como remedio


Pienso q u e nuestras tres n ecesidades básicas — la com ida,
la segu ridad y e l am or— se hallan tan en trelazadas, qu e no
p o d em o s p en sar en una sep arad a de las dem ás.
M. F. K. F is h e r

ara Nora Ephron lo son las patatas majadas en la sartén y comér­


selas en la cama; para Judith Viorst lo es un paquete de galletas inte­
grales. La autora de libros de cocina Marión Cunningham prefiere los
espaguetis con ajo y un buen aceite de oliva. La sureña Nathalie Du-
pree, jefa de cocina, necesita verduras guisadas «lentamente con toci­
no». Mientras que la crítica gastronómica Mimi Sheraton consigue re­
cuperarse con «una tostada casi quemada de pan de centeno cubierta
con mantequilla salada». En cuanto a mí, los fettuccine Alfredo nunca
me fallan.
Comida como remedio: peculiar, original, imaginativa. Modelos
personales de consolación, codificados en la raíz de nuestros gustos
más allá de cualquier olvido, tan inconfundibles como las grasientas
huellas digitales. Cuando las desdichas golpean con lucr/a y le sietii•
deprimida, la alimentación transformada por el amor y los reí ueulos
se convierte en una terapia.
Hoy vamos a observar los poderes curativos de seis grupos de ili
mentos básicos: la alta cocina, la cocina de régimen, la comida como
remedio, la cocina espiritual, alimentos de la infancia y el chocolate
Hay quienes engloban los cuatro últimos en una misma categoría. Sin
embargo, las peregrinas como nosotras que van en busca de lo sublime
aprecian los sutiles matices de todo lo que pueda socorrernos.
La comida como remedio es nutritiva. Cuando los corazones se
sienten oprimidos necesitan equilibrio gravitatorio y emocional: pastel
de carne con patatas majadas, macarrones al queso, pollo guisado,
judías rojas con arroz blanco, arroz a la crema. Alimentos que nos
confirmen que vamos a sobrevivir. Con semejante sustento podemos
seguir adelante, sobre todo cuando no queremos dar un paso más. I a
cocina espiritual o sureña nos devuelve a nuestras raíces, los alimentos
de la infancia nos arropan al acostarnos, y el chocolate altera la con
ciencia. Distintos alimentos para diferentes estados de ánimo.
Es importante advertir que la comida como remedio no es alta
cocina. No la vas a encontrar en un restaurante de cuatro tenedores,
pero tal vez tengas suerte en una casa de comidas. Actualmente, cuan­
to más pagas por una comida, menos probable es que te proporcione
algún remedio. El placer puede comprarse, pero los remedios deben
darse. Incluso aunque te los des tú misma.
La comida como remedio tampoco es una cocina de régimen. Tal
vez te preguntes por qué la lechuga — ni tan siquiera empapada en bal­
sámico vinagre— no satisface del mismo modo que lo consigue la lasa­
ña. Existe una razón perfecta y maravillosamente científica para este
fenómeno físico. Piensa en esto: algunos alimentos deliciosos — los
ricos en hidratos de carbono— hacen que nos sintamos tranquilas
y satisfechas porque cambian literalmente la química en nuestro cere­
bro al incrementar los niveles de serotonina: la enzima natural que
hace que nos sintamos bien, recientemente alabada en las portadas de
las revistas de información general. En otras palabras, la pasta y las
patatas son el bálsamo de la Madre Naturaleza. ¿Empiezas ya a sentir­
te mejor?
Aquí tienes un plan del encanto de la vida simple para hacer de la
cocina como remedio una gozosa sencillez: empieza un archivo sólo
para recetas de comidas que te proporcionen consuelo. Cuando pre­
pares platos de este tipo que te resulten placenteros, dobla tu placer
haciendo doble cantidad y luego congela la segunda ración. En la
puerta del congelador conserva una lista de lo que tienes congelado, a
fin de saber de qué dispones en cuanto las negras nubes se ciernan
sobre ti. ( Constituye un Nencillo placer sabei (jite en el congelador hay
algo delicioso y consolador para cenar, sobre todo cuando lias estado
trabajando agotadoram ente todo el día y nadie lo aprecia.
«Puesto que estamos obligados a alimentarnos, ¿por qué no hacerlo
lo más hábilmente posible... incrementando siempre nuestro gozo?»,
pregunta M. F. K. Fisher. Y cuando nos sentemos no sólo para comer,
sino para alegrarnos y confortarnos, hagámoslo «con gracia y con pla­
cer» y con un corazón agradecido.

8 DE JU L IO

En busca de la comida espiritual


L a com id a sureña o espiritual es sim plem en te lo qu e su
n om b re indica: un p la to cocin ado con espiritualidad o rica­
m en te aro m a tizad o , excelen te p a r a tu espíritu tan querido.
Sh e il a F er g u s o n

f y n 1900, una mujer de las montañas de Kentucky caminó ochenta


kilómetros para encontrar una plaza para su nieta en el Berea College,
donde se impartía la enseñanza secundaria. «Es mucho peor padecer
hambre espiritual que hambre corporal», explicó. Ahora sé por qué
cada año viajo mil quinientos kilómetros a cambio de un plato de ju­
días pintas.
La comida espiritual es nuestro pasaporte personal hacia el pasado. \
Aunque está más relacionada con la herencia que con el maíz macha­
cado: son las galletas esponjosas de la abuela o la sopa de remolacha de
la tía abuela. Sheila Ferguson nos cuenta en su libro Soul Food: Classic
Cuisine fro m the D eep South que es «una herencia claramente impreg­
nada de tradición; una forma de vida que se ha ido transmitiendo de
generación en generación». Y si bien la expresión Soul F ood («alimento
espiritual») se utiliza para describir la cocina afronorteamericana, esta
cocina evocadora de emociones es ciega al color de la piel. La auténti­
ca comida espiritual sólo conoce los límites del corazón. Es el com­
pendio de recuerdos, historias y recetas culinarias universales. Es la
manera de freír el pollo, de hacer los fideos, de cocinar la carne, de
enrollar la tortilla, de endulzar el té helado.

\
Durante los últimos veinticinco anos, siempre que lie regresado a
casa para visitar a mis padres, la primera y la última comida que mi
madre me preparaba era una sopa de habichuelas, un transporte i ai *,
ij i

ble a través del tiempo hasta su viejo hogar — y el mío en kentiu !■\
La sopa de habichuelas son judías pintas que han hervido lentamente
durante horas, hasta soltar su propio caldo. Hay que verter esta so|u
encima de patatas majadas y servirla con ensalada de repollo, pan
de maíz caliente untado con mantequilla de verdad, y una cerveza he
lada. Este verano, mi madre cayó gravemente enferma, y mi hermana,
hermanos y yo tuvimos que luchar contra la dramática realidad de de
cirle adiós. Al cabo de unos días, Katie y yo viajamos al norte para
celebrar una reunión familiar con todos los hijos de mi madre y sir.
nietos. Allí charlamos, cocinamos, nos consolamos y nos dijimos adiós.
Aunque intelcctualinente soy capaz de preparar mis platos favoritos,
emocionalmente soy incapaz. No pienso en mi madre agonizando,
pienso en ella la última vez que me sirvió su sopa de habichuelas. Exis
ten muchas maneras para expresar el dolor.
Cuando preparamos comida del Sur, o comida espiritual, no pode­
mos hacerlo siguiendo las instrucciones de un libro, sino por instinto,
utilizando nuestros sentidos. «Aprendes a saber cuándo dar la vuelta
al pollo frito por el chisporroteo de la sartén, a oler cuándo una ban­
deja de galletas está terminando de hornearse, a sentir cuándo un biz­
cocho está a punto sólo por el tacto — nos dice Sheila Ferguson— . Es
probando, y no midiendo, como condimentas; y utilizas los ojos, y no
el reloj, para juzgar cuándo una tarta de cerezas ha creado una capa lo
bastante dulce y atractiva. Estas habilidades son difíciles de enseñar
con rapidez. Se deben sentir... y llegar directamente del corazón y del
espíritu.» Mientras escribía, he llegado a la angustiosa certeza de que
necesitaría como mínimo otra vida para aprender a cocinar como mi
madre, pero sólo dispongo de hoy, con un poco de suerte.
Este verano colecciona recetas de cocina para el espíritu, o haz al­
gunas que te gusten y que no hagas a menudo para ti. O, mejor aún,
¿por qué no tomar algún cursillo sobre cocina? Es posible que creas
que sabes hacer un bizcocho de mermelada con cobertura de carame­
lo, pero ¿lo sabes hacer realmente?
Alimentos de la infancia
para niños de todas las edades
G alletitas d e an im ales y cacao p a ra b e b e r
es la m ejor d e las cenas, y o pienso.
C u an d o crezca y lo q u e qu iera p u e d a ten er
q u erré siem pre eso com er, y o pienso.
C h r is t o p h e r M o r l e y

T vas primeras Navidades lejos de casa las pasé en Londres, en 1972.


Unos días antes del 25 de diciembre me llegó de casa una caja enorme
con regalos. Entre ellos, y de parte de mi madre, había un pijama de
franela roja con los pies incorporados. No consigo imaginar dónde
pudo encontrarlo de mi talla, pero ahora que ya tengo experiencia en
estas cosas, estoy convencida de que se pasó horas planificando y bus­
cando para sorprenderme. En aquel entonces, sin embargo, no aprecié
su regalo ni su gesto. Yo tenía ya veinticinco años, me creía muy re­
finada, y me sentí insultada al ver que aún pensaba en mí como si
fuera una criatura: lo cual, en cierto modo, es exactamente lo que yo
era. Mi madre, que había sido destinada a Inglaterra durante la Segun­
da Guerra Mundial como enfermera del ejército, sabía que Londres
podía ser frío, húmedo, sombrío y, en el peor de los casos, entumece-
dor. Puesto que conocía muy bien las bajas temperaturas, de inmedia­
to descarté el pijama, prefiriendo tiritar dentro de un quimono de seda
negro.
¡Qué no daría ahora por uno de aquellos pijamas! Combinaría
perfectamente con el estado de ánimo de una cena a base de alimentos
de la infancia, que es lo que las mujeres adultas como tú y como yo a
veces necesitamos para «sentirnos mejor», al menos durante un rato.
Cuando te sientes insegura y lloras con facilidad, cuando te sientes
tan cansada que los ojos te arden por el esfuerzo de mantenerlos abier­
tos, cuando necesitas abrazos y alguien que te dé palmaditas en la
cabeza mientras te susurra «vamos, vamos...», pero no tienes a nadie a
tu alrededor, entonces necesitas alimentos de la infancia. Estos son las
recetas tan queridas de cuando éramos pequeñas y que de inmediato
evocan la felicidad, los inocentes momentos en que todo iba bien en el
mundo porque sabíamos cuál era nuestro sitio en él. Una época en
que, embutidas dentro de nuestros pijamas de franela, nos sentábamos
a cenar antes de que nos explicaran un cuento y nos acostaran...
En una ocasión, al final de una cena deliciosa y refinada que había
organizado una dama de unos cuarenta y pico de años, inteligente y aco­
modada, las bromas ingeniosas se interrumpieron bruscamente cuando
nuestra anfitriona trajo los postres. Frente a cada comensal depositó un
cuenco de arroz con leche cubierto con nata templada y salpicado con
canela y nuez moscada. Después de los primeros bocados titubeantes
vinieron las exclamaciones de placer, y al unísono dijeron: «¡Hacía años
que no lo probaba!» En aquella mesa, el placer era algo palpable.
«Los alimentos de la infancia son el remedio supremo. Y no es de
extrañar, ya que, por insondable que fuera en realidad nuestra infan­
cia, siempre parece más atractiva cuanto más lejos queda — aseguran
Jane y Michael Stern, autores de Square M eáis, una maravillosa colec­
ción de emocionantes sabores del pasado— . Recuerdas la papilla tibia
que te daban en un cuenco decorado con conejitos danzantes, o el
ritual del vaso de cacao al volver de la escuela.»
Ahora que ya hemos crecido y que podemos tener lo que quere­
mos, no deberíamos olvidar que nunca es demasiado tarde para tomar
estos alimentos de la infancia: tostadas con queso fundido, tostadas
con leche condensada, caldo de gallina, huevos escalfados, torrijas,
gachas con puré de manzana, plátanos al horno, flan al caramelo, cua­
jada, tapioca y tarta de chocolate con una buena ración de nata. Si no
puedes recordar cuándo fue la última vez que te permitiste algo un­
tuoso, consolador y delicioso, algo que te hiciera relamer los labios,
entonces es que hace demasiado tiempo. Para refrescar tu memoria,
los Stern han dedicado un capítulo entero a los alimentos de la infan­
cia en su libro Square Meáis.
La próxima vez que estés nerviosa, o necesites a alguien que te
consuele, haz una pausa para preparar algo suave y cremoso que calme
tu embotado paladar y tus chirriantes nervios. Y si esto no funciona,
siempre te queda tu osito de peluche y el pulgar. Así que lávate las
manos y cógete una silla.

E l lugar más agradable que conozco es la cocina:


el fogón reluce y sisea el vapor en la m armita,
y allá en la penum bra, qu é dicha contemplarlo,
el cacao y las galletas m e están esperando.

No te preocupes, hay suficientes para las dos. Ahora ya soy una


niña crecidita. Sé cómo hay que compartir.
Misticismo en la cocina
A fin d e cuentas, qu ien es m ejor saben en fren tarse a los
irritantes detalles d e l m u n do exterior son aqu ellos q u e tienen
una v id a interior m ás p ro fu n d a y auténtica.
E v e l y n U n d e r h il l

X-*as ocupaciones de una mujer corriente por lo general se oponen a


una vida creativa o contemplativa, o a una vida de santidad», me con­
suela Anne Morrow Lindbergh mientras voy volando desde que dejo
a los crios en el campamento de verano y regreso al ordenador, luego
paso a recogerlos por el campamento de verano y de nuevo al ordena­
dor, después a la cocina y otra vez al ordenador hasta las ocho de la
noche.
Este verano mi vida se ha visto interrumpida por períodos de dos
horas, lo cual no es el sistema que más facilite la creación o la contem­
plación. Todavía me quedan cinco semanas de esa locura.
Es de una sutil ironía, no totalmente perdida en mi yo auténtico,
que mientras escribo un libro sobre meditación — una obra que pro­
bablemente piensen que fluye desde la más profunda reserva espiritual
y serena de la autora— , dé la impresión de hallarme en continuo
movimiento. Ésta es una jugarreta cósmica, o una lección cósmica, que
puedo aprender por el camino fácil o por el camino difícil. No puedo
limitarme a escribir sobre el encanto de la vida simple, tengo que vivir
de acuerdo a ella, o si no será mejor que me dedique a escribir ciencia
licción.
Necesito desesperadamente restaurar la armonía en mi vida, hallar
de nuevo el equilibrio entre lo interior y lo exterior, lo visible y lo
invisible. La facultad de escribir parece surgir no tanto de mí como a
través de mí, casi a pesar mío. Hoy las cuerdas de este instrumento
están muy tensas. Tengo que aflojarlas si no quiero que se rompan.
Tal vez tú te sientas igual. Es posible que el tono de la presión sea
demasiado alto, tu voz demasiado chillona, ensordecedores los decibe-
lios de las exigencias que te formulan.
Cuando la vida está desafinando necesitamos explorar con mayor
profundidad el cuarto principio del encanto de la vida simple: la armo­
nía.
I lace poco leí un libro c'iK'.int.ulor, el diario espii iiual de una escri

m-
lora ilc Ialentó «pie se lúe realmente a un monasterio ion el Im ilc ion
centrarse, creai con claridad y terminal su libro a tiempo, Va puedes
imaginar qué parte del libro me causó mayor impresión. I )ado que,
como es lógico, no puedo seguir su ejemplo sin abandonai a mi mai i
do, mi hija y mis animales, los cuales esperan en este mismo momento
que los alimente, voy a detenerme aquí y a trasladarme a la cocina. I
posible que hoy no pueda decir misa ni meditar, pero al menos puedo
preparar la comida.
«El hogar es un lugar sagrado donde puedes comunicarte con los
cuatro elementos del Universo: tierra, agua, aire y fuego — dice la
escritora y mística de la cocina Laura Esquivel, autora de la brillante
novela C om o agua para chocolate— . Debes aderezarlo con tu amor y
tus sentimientos para crear la magia. Al cocinar elevas tu nivel espiri
tual y consigues el equilibrio en un mundo materialista.» En un mun
do que con frecuencia está en descomposición, la cocina es un lugar
tan místico como un monasterio.
Corta a tiras delgadas pimientos rojos, pimientos verdes, berenje­
nas y calabacines. Pica finamente cebolla roja, albahaca fresca, orégano
y tomate maduro. Saltéalo todo a fuego lento con aceite de oliva y unos
ajos picados, hasta que los vegetales se ablanden. Toma un sorbito de
vino. Pon agua a hervir y cuece en ella unos macarrones durante unos
seis minutos. Ralla queso parmesano fresco. Calienta en el horno una
pizza de requesón al romero comprada en la tienda. Mezcla la pasta
con los vegetales y salpícala con el queso. Llama a todos a la mesa. Haz
una pausa para dar las gracias. Haz un brindis para agradecer la salud,
el amor, la compañía, la deliciosa comida y un momento de tranquili­
dad. Un día vivido plenamente, sencillamente abundante.
Evelyn Underhill, una mística y escritora inglesa de principios de
siglo, creía que las mujeres místicas con responsabilidades mundanas a
menudo se convertían en «visionarias y profetisas» porque eran capa­
ces de combinar «la trascendencia espiritual con una gran habilidad
práctica». Ya sean poetisas, santas o cocineras «siguen siendo toda su
vida devotas amantes de la realidad» mientras buscan el Espíritu.
Ahora esto suena a música en mis oídos. ¿Quieres tararear con­
migo?
11 ni; j u l i o
La cocina como arte:
descubrimientos creativos en la cocina
IT descu brim ien to de un n u evo p lato contribu ye m ás a la
felicid a d d e la raza h u m an a qu e el descu brim ien to d e una
estrella.
J e a n A n t h e l m e B r il l a t -Sa v a r in

ocas de nosotras disfrutamos de la emoción de montar con nues-


n,is habilidades artísticas un espectáculo con una sola intérprete. Esta
noche, en vez de pensar en la cena simplemente como una obligación
más, piensa en ella como la oportunidad para dar rienda suelta a tu
creatividad.
Cocinar es una de las mejores formas para que tu yo auténtico le
recuerde a tu yo consciente que eres una artista. Como la unión de la
tela con la pintura, la cocina es una especie de alquimia, una obra que
engloba la totalidad.
Un cuchillo de trinchar puede ser tan creativo como un pincel.
Trocear, rebanar, cortar, remover, hervir, saltear son algunos de los
trucos que tienes a mano para cambiar tu mente consciente en un
artístico piloto automático. En cuanto la mente consciente se distrae,
la mente creativa toma el mando, incluso aunque tú no seas conscien­
te de eso.
Cuando no sé qué hacer, si escribir o vivir, intento hacer descubri­
mientos en la cocina, como por ejemplo recrear un plato con el que
disfruté en alguna otra parte. Lo peor que puede ocurrir es que el
experimento resulte un fiasco y terminemos comiendo unos empare­
dados antes de irnos a la cama. Lo mejor es que mi agradable ocurren­
cia y la cena que resulte proporcionen nuevas sensaciones al paladar y
me recuerde que nunca hay que dar nada por sentado, sobre todo en
momentos de duda, frustración o apetito.
«Si tus penas persisten, si no logras hallar inspiración en la soledad,
entonces aún te queda mucho por aprender de los escritores, los poe­
tas y los cocineros para convertirte en la artista de tu propia vida — ex­
pone Jacqueline Deval en su fascinante novela Reckless Appetite: A
Culinary R om ance— . ... Nunca podrás recrear el pasado. Pero puedes
dar forma a tu propio futuro. Y además hacer un bizcocho.»
I'sta semana, co m o meditación, intenta hacer un bizcocho impro
visado.
Piensa en el bizcocho más delicioso que puedas imaginar, el bizco
el 10 ilc tus sueños, el que siempre has querido probar pero que muw a
lias lenido tiempo para hacer. El bizcocho que siempre te lia intimida
«lo Tómate tiem po, hazte un hueco y haz tu bizcocho. Declara ln
cocina «zona prohibida». La artista está trabajando. Poco a poco, con
i uitlado, atentamente, prepara todos los ingredientes que vas a i i c c c m

i ai para tu creación: harina, huevos, leche, mantequilla, levadura en


polvo, sal, especias y azúcar.
Si algo te resulta desconcertante en este m om ento, contem pla la
. 11u .u ion simplemente com o un ingrediente más en la gran receta de
la vida real.
( ula ingrediente hace su propia contribución auténtica a la totaIi
ilad, independientemente de que cada ingrediente cambie — la sal y el
a/úcai se convierten en uno so lo - al ser transform ado por los cuatro
elementos del Universo: el luego en el horno, el agua en el grifo, la lie
11a en el trigo que nos da la harina, y el aire que lo abarca todo.
N o te olvides del fuego que arde en tu espíritu, del agua de tu
sudoi y tus lagrimas, de la terrenalidad de la perseverancia, ni de cada
inhalación que efectúas en tus esfuerzos por dom inar el arte y desci
11ai el misterio de una vida autentica.
V cuando tu b izcocho salga del horno, espléndido y arom ático,
considera por un instante la diferencia entre crear un bizcoch o - o
una vida - con lo que tengas a mano, y uno hecho con esas mezclas ya
preparadas que están a la venta. Los alimentos preparados tal vez nos
ahorren tiempo en la cocina, pero la cocinera siempre sabe, lo mismo
que la artista, lo que es auténtico y lo que simplemente pasa p or sci
auténtico.
Cómo cocinar un lobo
En el portal se oye un plañido...
Unos arañazos en el suelo de madera...
¡Atención! ¡Atención! ¡Oh, Dios mío!
¡El lobo está frente a la puerta!
C h a r l o t t e P e r k in s G il m a n

^ ■ ^ u ién le teme al malvado lobo feroz? Todas le tememos. Porque


antes o después gimotea y araña ante nuestra puerta.
Tener dinero en el banco no es obligatoriamente un seguro contra
los bufidos y los resoplidos. Hace poco, más de un centenar de hom­
bres y mujeres situados entre los más ricos de Estados Unidos, que
habían invertido en la prestigiosa y ahora insolvente compañía de se­
guros Lloyd de Londres, perdieron todos sus bienes cuando inespera­
damente les exigieron sus pagarés para liquidar las deudas de la com­
pañía. Tal como lo explicó un ex millonario, la única cosa que podía
considerar realmente suya era la camisa que llevaba puesta y los geme­
los de oro. Y, si bien ahora los inversores norteamericanos buscan ali­
vio en los tribunales, no dudo ni por un instante que algunas de las
familias más ricas del país, que nunca debieron preocuparse por la fal­
ta de dinero antes, ahora sienten cómo un aliento cálido les eriza el
vello de la nuca.
Para los demás, la llegada del lobo es menos espectacular, pero
igualmente traumática. Las historias de nuestros lobos nunca se men­
cionan en los periódicos: una repentina pérdida del empleo que pone
en peligro una hipoteca; un negocio familiar que se va a pique; un
pariente anciano obligado a entregar su casa a compañías de asistencia
médica como Medicaid para pagar unos cuidados a largo plazo; el gas­
to inesperado para un tratamiento de la esterilidad o para la adopción;
la factura — pagadera al contado— que prueba que la medicina vete­
rinaria es la carrera del momento; el techo que necesita reparación;
las termitas en el sótano; el coche de ocho años que no hay quien lo
resucite.
Cuando el lobo llega, «la textura de nuestra fe está llena de enor­
mes agujeros — nos recuerda M. F. K. Fisher— . A nuestro modelo le
faltan piezas». Mary Francés Kennedy Fisher, que probablemente fue
la mejor escritora de libros de cocina de nuestro país, conocía muy
bien los malos tiempos. De hecho, uno tle sus primeros libros lúe
How to Cook a Wolf, que se publicó en 1942, durante la peor época tle
escasez de alimentos en tiempo de guerra.
Ella escribía basándose en experiencias propias. Durante gran
parte de su vida, M. F. K. Fisher tuvo que mantener los lobos a raya.
A pesar de que era muy conocida — durante muchos años escribió
para The New Yorker y otras publicaciones— , la verdad es que nunc.i
estuvo bien pagada, y continuamente tuvo que adaptarse al precario
estilo de vida de los colaboradores que no están en nómina para man­
tenerse a sí misma, a sus dos hijas y, en distintas épocas, a sus tres
maridos. Y digo «estilo de vida» y no «existencia» porque M. F. K.
Fisher sabía cómo vivir bien, independientemente de cuál fuera su sal­
do bancario. Fueran cuales fueran las circunstancias, nunca se limitó a
la mera existencia. La pobreza siempre se experimenta en el alma antes
que en la cartera.
Parece increíble pensar en M. F. K. Fisher con escasez de dinero,
porque nunca le faltó una existencia con el encanto de la vida simple.
Tal vez disfrutara de la buena vida porque la recibía con un corazón
agradecido. Ella viajó mucho, vivió en Francia y en Italia, escribió
muchos libros excelentes, tuvo amores apasionados, disfrutó de un
amplio círculo de amigos y admiradores, y siempre saboreó las revela­
ciones diarias que proporciona el comer y beber bien. El yo auténtico
de M. F. K. Fisher encontró la expresión exterior en la exuberancia.
Para aquellas que quieran seguir sus pasos, ella recomienda arran­
car las malas hierbas de los deseos, dejar tan sólo las anhelos sagrados,
«a fin de que se pueda vivir más agradablemente en un mundo donde
cada vez hay más sorpresas desagradables».
¿Cómo lo consiguió ella? No echando a correr cada vez que llega­
ba el lobo feroz, no cediendo ante sus temores de que éste fuera a
invadir su casa. Ella sabía que los remolinos del destino suelen ser tan
sólo aire caliente. En cambio, aprendió a ser más lista que el lobo, a
atraparlo y cocinarlo. Concentrándose en lo bueno que tenía a su
lado: un buen vaso de vino, un buen tomate, una buena hogaza de
pan. Una hermosa puesta de sol, una charla animada, una relación
afectuosa. Ella sabía que la buena vida no priva de nada. Produce albo­
rozo. «Todavía puedes vivir con gracia y sabiduría — nos anima— si
confías en tu sentido innato de lo que debes hacer con los recursos que
tienes para impedir que el lobo olisquee hambriento a través del agu­
jero de la cerradura.»
Abastecer la despensa
Cocinar..., sí, y vivir, se convertirán en sencillos ritos este
mes. He hecho una lista de comidas satisfactorias planifica­
das en torno a un solo plato cocinado. H e colgado esta lista
en la puerta del armario de la cocina para consultarla. Así,
cuando ando escasa de estímulos no necesito preguntarme
(¡ue hacer para cenar.
N e l l B. N ic h o ls

u
W o m a n ’s H o m e C o m p a n io n , ju lio d e 1925

na de mis literatas domésticas favoritas es Nell B. Nichols, una


columnista de W’oman 's Home Companion durante los años veinte,
treinta y cuarenta. Antes de tener a Martha Steward, Estados U ni­
dos tenía a Nell Nichols. N o había nada que ella no fuera capaz de
hacer. Pero el gran don de Nell consistía en que nunca hacía que te
sintieras una inepta: sabías que si seguías cuidadosamente sus ani­
mosas instrucciones, también podrías experimentar la felicidad
doméstica.
Nell cocinaba, hacía conservas, limpiaba, organizaba desde el
armario de los utensilios de limpieza hasta el sótano, y todo con espí­
ritu alegre. Probaba nuevos artilugios como el aspirador, al que consi­
deraba un «valioso amigo», pero también apreciaba las antiguas tra­
diciones como blanquear las sábanas blancas secándolas al sol del
verano. Leer sus columnas es como sentirse alimentada con cucharadi-
tas de pastel de cerezas negras: te sientes calmada, a gusto, completa­
mente satisfecha, y sin embargo un poco traviesa. Después de una
hora en compañía de Nell, siempre siento deseos de recogerme el pelo,
ponerme una sencilla camisa de algodón, atarme con un lazo el delan­
tal a cuadros y escuchar a Scott Joplin por la radio mientras tiño unas
cortinas de percal color crudo «para embellecer las ventanas del des­
ván».
Durante las décadas en que Nell Nichols reinó indiscutiblemente
al frente del hogar, «eficiencia» era la palabra que más se leía en las
revistas de la mujer. Se exhortaba a las mujeres para que consideraran
las tareas del hogar no sólo como un arte, tal como habían hecho las
madres de la época victoriana, sino como una ciencia: economía do­
méstica. Un poco de sabiduría por la que le estaré eternamente agra-
decida a Noli es su petición .1 l.i*. mujeres de que •p línilique n m u s (• u i
trabajar menos en la cocina».
Dos tareas que consumen gran cantidad de energía cre.uiv.t i li
semana son la compra de artículos para el hogar y la prcpai .icióu «I< I m
comidas. Yo he creado unas estrategias del encanto de la v i c l . i . s i m p l t
para abastecer la despensa, que pueden ayudarte a recuperar mu •.<u
sación de control cuando estés cocinando. Lo primero consiste en 11
ar una lista modelo para la compra. Esta tarea te llevará tan s ó l o mu
hora, pero te compensará con abundancia de tiempo en el futuro.
Divide tu lista en distintas categorías, tales como productos In-,
eos, productos lácteos, carne, pescado, productos básicos, papel \
productos para el cuidado personal. Ésta te servirá como recordatoi io
automático. Yo tengo mi lista modelo en el ordenador y cada viernes
saco una copia para comprobar qué es lo que necesito. Si tú la escribes
a máquina, haz fotocopias para el resto del año. Conserva una fotoco
pia de la lista en el frigorífico y da instrucciones a tu familia para qiu
marquen los artículos a medida que se acaben.
Nosotros sólo vamos a la compra una vez a la semana, y nos di vi
dimos la tarea. Mi marido compra en un almacén de comestibles. Yo
me encargo de los productos frescos: en el mercado de los granjeros
en verano y principios de otoño, y en un colmado de productos inte­
grales el resto del año. No sé si a ti también te ocurre lo mismo, pero
es como si cada vez que vamos al supermercado, aunque sólo sea para
comprar un par de botellas de leche y una barra de pan, me desapare­
cieran treinta y cinco dólares. En tu lista, mantén al mínimo las com
pras en el supermercado, con el fin de visitarlo lo menos posible. (Eso
también te ahorrará tiempo.)
Antes de poder hacer una lista de compras eficiente, necesito dividir
los menús, incluyendo los almuerzos en la escuela o en el campamento
de verano, para saber qué vamos a comer esta semana y qué es lo que
habrá que cocinar. Al anotar tus menús, incluye los platos de acompa­
ñamiento: así evitarás olvidarte de comprar algún ingrediente necesario
en el mercado. Yo tengo aproximadamente unos quince menús diferen­
tes con los que disfrutamos cada temporada que voy alternando. Esto
me da la oportunidad de controlar no sólo los gastos en alimentación,
sino también lo que comemos.
Una estrategia del encanto de la vida simple consiste en sentarse y
anotar los platos favoritos de tu familia; incluso puedes pedir que te
hagan sugerencias. Asegúrate de que incluyes platos de acompaña­
miento, verduras y postres. Luego crea una lista modelo de menús.
Una vez más, la mía la guardo en el ordenador, aunque es posible que
a ti te guste anotar tu repertorio de menús en fichas de archivo. Un
grupo de doce comidas como mínimo te permitirá crear una sensación
tic variedad .1 la hora 11«' la cena Nti 11.1v nada mas aburrido que comei
siempre I.i misma c o j m una y otr.i ve/. ¡Pero e s t an l.ícil caer en la ruti
na! Muchas de nosotras simplemente no tenemos tiempo durante la
semana para experimental en la cocina. Para lograr que tus queridos
“dientes» acudan una y otra vez a tu restaurante, intenta incorporar
dos nuevas recetas al mes. Guárdalas para los fines de semana, cuando
dispongas de más tiempo y puedas disfrutar del sencillo placer de
cocinar algo nuevo y diferente.
«Sólo otro consejo: por favor, “roba” tiempo cada día (si no pue­
des conseguirlo de otro modo) para tumbarte sobre la hierba o en una
hamaca bajo un gran árbol este precioso mes... y relájate. ¡Qué tonifi­
cante es eso para el espíritu! ¡Qué descanso para los agotados nervios!
Nuestros maridos, hijos, amigos (y sí, nuestro país) saldrán beneficia­
dos con tu relajación. Lo que más hace falta hoy en día son hogares en
calma, y ninguno puede estarlo a menos que su guardián esté en paz
con el mundo», aseguraba Nell B. Nichols a nuestras abuelas en el
verano de 1924.
«¿No estás de acuerdo conmigo (mientras permaneces tumbada y
mirando el dosel de hojas que hay sobre ti) en que un hogar debe ser
ahora, y cada mes, un refugio para el espíritu así como un lugar en
donde satisfacer nuestras necesidades físicas?»
Sí, Nell. Sí. Gracias por recordárnoslo.

14 D E JU L IO

La mesa de la celebración
La mesa es un lugar de encuentro, un centro de reunión,
fuente de sustento y nutrición, alegría, seguridad y satis­
facción.
L a u r ie C o l w in

T P a n to si somos solteras, casadas, con o sin hijos, todas tenemos que


comer. La cena debe ser el momento más importante del día. Y si ese
día ha sido pacífico, agradable y provechoso, es el momento de cele­
brarlo. Si el día ha sido difícil y desalentador, es el momento para el
alivio y la consolación, bendiciones en sí mismos y razón para cele­
brarlo. Tanto tic iiim manera rmiin de otra, l.i mesa tic l.i celebi ación
nos invita.
Del mismo modo que liay diferentes categorías de alimentos, ha\
distintos tipos de cena en casa: improvisada, ya preparada, al estilo
hogareño y el festín. Todas recurrimos de vez en cuando a la improvi
sación, pero, como estilo de vida, un mendrugo de pan con un resto de
salchichón puede conducirnos rápidamente a morirnos psíquicamente
de hambre y a la carencia dietética. Las comidas ya preparadas pueden
ahorrar tiempo milagrosamente, pero son extremadamente caras, y
una dieta continua de comida de restaurante te hará sentir como si lle­
varas demasiado tiempo de viaje. «El estilo hogareño» es lo que yo llamo
a las cenas de lunes a viernes, las cuales, con un poco de planificación,
pueden ser fáciles, rápidas y deliciosas. Los fines de semana permiten
hacer tu plato favorito una noche y la otra un festín.
Había una época en que diariamente yo no empezaba a pensar en
lo que iba a hacer para cenar hasta las cuatro de la tarde. Hoy, sólo de
pensarlo me produce escalofríos. Planificar, comprar y cocinar con un
margen de una hora me parece, pura y simplemente, abusar de mí mis­
ma. No temas, existe un medio excelente para planificar tus comidas y
la compra semanal. Se trata de un libro de Michele Urvater titulado
M onday to Friday C o ok b ook . Michele es una cocinera profesional que
escribió este libro porque, después de cocinar todo el día para los
demás, quería hacer platos sencillos pero sabrosos para la cena de su
familia.
Ella te enseña cómo abastecer la despensa con los artículos básicos,
cómo solucionarlo cuando los horarios se superponen, y cómo evitar
con elegancia el síndrome del ama de casa ante la despensa vacía.
«Necesitamos tiempo para desenchufar, para contemplar. Tal
como al dormir nuestro cerebro se relaja y nos proporciona los sue­
ños, también a veces necesitamos desconectar, volver a conectar y
mirar a nuestro alrededor — nos recuerda Laurie Colwin— . Tenemos
que desconectar la televisión y el teléfono, sentarnos frente a la chime­
nea y dejar el maletín en la oficina, aunque sólo sea por una noche.
Debemos entrar en la cocina, con la familia o con una amiga, y encon­
trar algunas cosas fáciles y agradables para hacer con los ingredientes
básicos. Y aunque sólo sea una vez a la semana, debemos reunimos en
torno a la mesa, solos o con amigos, con muchos amigos o con uno
solo, y comer juntos. Todos sabemos que sin comida moriríamos. Sin
la amistad, la vida no vale la pena vivirse.»
Acercaos, la mesa de la celebración os invita.
15 d i : j u l i o

Adivina quién viene a cenar


Muy pronto aprendí que poner la mesa significa mucho
más que depositar en ella los cuchillos y los tenedores. Impli­
ca crear un decorado para la comida y la conversación, pre­
parar un clima y una atmósfera que subsistan mucho después
de que se haya olvidado lo que se sirvió y lo que se comentó.
Peri W o l f m a n

(C u a n d o preparamos una comida, en lo último que pensamos,


excepto cuando esperamos invitados, es en cómo poner la mesa. Para
los invitados sacamos la vajilla buena, la cristalería y los manteles, pero
para nosotras, en lo cotidiano el aspecto deja de tener importancia:
con esto servirá. Sí, con esto ya basta, si es lo único que tienes. Pero si
cuando no estás obligada eliges continuamente la vajilla desportillada
en lugar de la de porcelana que tienes guardada en la vitrina, entonces
con eso no bastará.
Los ritos de la nutrición exigen los cálices de la comunión, los pla­
tos especiales donde partir el pan, la llama de la vela, el círculo dibuja­
do en la tierra. El ritual protege y cura, el ritual simboliza para aque­
llos que se acercan a tu mesa en busca de reposo y renovación que se
hallan encerrados en un espacio sagrado. Es posible que pienses que
tan sólo preparas un sitio en la mesa para cenar, pero cuando confías
en tus impulsos creativos para realizar algo bello y los sigues, experi­
mentas lo sagrado en lo cotidiano. Moisés buscó a Dios en la zarza
que ardía. Nosotras no necesitamos buscar más allá de nuestras mesas,
las mesas que en los salmos hebreos nos dicen que ya tenemos prepa­
radas para que puedan llenarnos la copa.
«Cuando rememoro nuestras comidas en familia, no es el sabor ni
el olor de la comida lo que recuerdo, sino el aspecto del entorno — re­
cuerda Peri Wolfman, coautora junto a su marido, Charles Gold, de
The Perfect Setting, y propietaria de la tienda de utensilios para la
mesa Wolfman, Gold & Good de Nueva York— . El ambiente de la
mesa, la pátina de la madera, los candelabros, los colores, la sensación
de armonía y orden.»
Hoy, la forma de agasajar a nuestros invitados se ha vuelto más
informal que los manteles almidonados y la reluciente cubeitería de
nuestras abuelas. Sin embargo, el sentido de armonía que se puede
lograr al poner una mesa p a r a invitados no l i a i amblado Ni tenia p m
que hacerlo. Si algo pretendemos conseguir, es más l a armonía qu< la
nutrición. Pero tampoco hace falta que cada día organicemos un festín
oriental. Una hermosa mesa de pino preparada con encantadores m a n
teles individuales a cuadros y servilletas a juego, platos de ccrámu .1,
grandes vasos de cristal para el agua, velas votivas y un pequeño cen­
tro hecho con frutas y flores crea un entorno de sencilla abundam ia
que eleva el acto de comer al exquisito placer del banquete.
Cuando dedicas algún tiempo extra a preparar una mesa atractiva,
en realidad estás llevando a cabo una invocación, ruegas al Espíritu
que esté presente en el esparcimiento y en la conmemoración. Elegir <I
banquete en lugar de comer simplemente es un paso pequeño pero
significativo hacia el propio cuidado y algo para saborear mientras
vivamos. Poner una mesa para invitados es algo factible con mayoi
frecuencia de la que crees, sobre todo si lo enfocas como otra posibili
dad de expresión artística en tu entorno diario y limitas tus esfuerzos,
tal como Peri sugiere, a «lo sencillo, lo realizable y lo permisible».
H oy empieza a utilizar y a disfrutar de las cosas hermosas que ya
tienes a tu alrededor en la casa. No guardes sus encantos sólo para que
los reconozcan y disfruten otras personas. Si las usas, te darás cuenta
de que las aspiraciones auténticas — desde preparar bellamente una
mesa a descubrir la vocación de tu vida— son deseos totalmente legi
timos.
Esta noche tendrás compañía para cenar. ¿Adivinas quién? Sena
un salto gigantesco en la conciencia de la abundancia si, cuando tu yo
auténtico visite tu mesa, encuentre que las generosas raciones de am oi,
respeto y agasajo que tanto se merece, se las sirven en la vajilla más
hermosa que posees.
\Jn festín de temporada:
el gozo de la anticipación
¿Por qué un día es distinto de otro, mientras la luz de todo
el año procede del sol?
Es la sabiduría del Señor la que los diferencia.
Y muda los tiempos y trae las fiestas.
A unos los distinguió y los santificó, a otros los puso en el
número de los días comunes.
E c l e s iá s t ic o ( l l a m a d o t a m b ié n Sir a c ) 33, 7-9

E l gozo de la cocina de temporada es el más sencillo de los placeres,


pero uno de los que más a menudo se ignoran. Trae armonía y ritmo a
nuestros días y demuestra con gentil sabiduría que la sencillez y la
abundancia son compañeros del alma. La alegría de los alimentos de
temporada transforma en la mesa incluso los días comunes en días
sagrados, y trae a la memoria la sabiduría del libro de los Proverbios
cuando dice que «el corazón alegre siempre está de fiesta».
Cocinar según las estaciones es también económico. A menudo
pensamos que comprar los productos frescos, en el momento culmi
liante de su sabor, es un lujo. Pero dedicarse a la cocina de temporada
es la mejor manera de comer bien con un bajo presupuesto. Además,
si tu frugalidad es tan sutil y refinada, la chica material que hay en ti
empezará a sentirse privada de algo, pero no así si disfruta de una cena
compuesta de hortalizas asadas, queso de cabra marinado, pan tostado
con tomate, mozzarella y albahaca por encima, y de postre tarta de
melocotón con salsa de moras.
El verano es cuando la Madre Naturaleza se nos muestra en su
esplendor, demostrando que el Universo no es un tacaño. Las huer­
tas y los mercados desbordan ahora con los frutos de la tierra. Aho­
ra, cuando el verano ofrece generosas lecciones de economía domés-
tica, es la época perfecta para reconsiderar cómo cocinas durante todo
el año.
Uno de los libros de cocina para banquetes de temporada más
maravillosos que he descubierto en mi vida es Judith Huxley’s Table
for Eight. Judith Huxley era una excelente escritora, cocinera y jardi­
nera, y su amor por estas tres auténticas ramas artísticas se evidencia
en cada página de ese espléndido libro. Hay cincuenta y dos menús de
temporada sensacionales: un paseo semana tras semana, durante todo
el año, celebrando los placeres de la mesa. Recurro una y otra vez a ese
querido libro, por lo general los domingos, cuando preparo nuestros
festines familiares.
«No hay estación que mayor delicia nos ofrezca — creía el poeta
inglés William Browne— como el verano, el otoño, el invierno y la
primavera.» El gozo de la sencilla abundancia que nos proporcionan
los productos de temporada te convencerá de que la vida puede ser un
continuo festín en la mesa de la Madre Naturaleza.

17 DE JU L IO

Los panes y los peces, primera parte


No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
San M a te o 14, 17

( C o n o c e s la historia que explica cómo Jesús alimentó a una multitud


de cinco mil creyentes, interesados, escépticos o simplemente curiosos
que habían acudido a escuchar sus enseñanzas? Al final de una larga
jornada, cuando los discípulos quisieron enviar a todo el mundo a sus
casas, Jesús les dijo que no fueran ridículos, que la gente estaba cansa
da y hambrienta. «Pero sólo tenemos cinco panes y dos peces, apenas
suficientes para nosotros — razonaron los discípulos— . ¿Cómo vamos
a alimentar a toda esta gente?» Y Jesús les contestó: «Dadme lo que
tengáis.» Luego Jesús alzó los ojos al cielo, dio las gracias, bendijo los
alimentos y los devolvió a los discípulos para que los distribuyeran.
Milagrosamente, después de que todos comieran hasta saciarse, con las
sobras llenaron aún doce cestos.
Me encanta esta historia porque es un magnífico ejemplo de abun
dancia consciente, y porque nos proporciona un modelo para vivir en
la sencilla abundancia. Los Evangelios de san Mateo y san Marcos nos
informan de que Jesús llevó a cabo este milagro en dos ocasiones. I; u
la segunda, cuatro mil personas se alimentaron con siete panes v ilrn
nos peces. Por esa época, los sacerdotes, viéndose cada ve/ m a s a m e
nazados, habían empezado a fomcniai la agitación. 1•\ij;ia n d e Jo '.ir.
más señales y milagros para probar su divinidad. Éste no hizo caso de
sus sarcasmos y se fue, advirtiendo así a sus discípulos: «Guardaos del
fermento de los fariseos y saduceos» (refiriéndose, imagino, a la tradi­
cional palabrería religiosa). Pero los apóstoles interpretaron literal­
mente la advertencia de Jesús y dieron por sentado que la levadura del
pan allí era mala. Así que decidieron no comprar pan en la localidad y
esperar a comer cuando lo consiguieran en la siguiente ciudad.
Horas después estaban cruzando el lago en bote, con lo cual la jor­
nada se prolongaba más de lo que habían esperado. Los discípulos
empezaron a quejarse de que no tenían pan porque la levadura estaba
en mal estado. Hambrientos, preguntaron: «¿Qué haremos? ¿Qué
vamos a comer?» Jesús, claramente frustrado al ver que no habían
entendido el mensaje, les reprendió con estas palabras: «¿Qué pensa­
mientos son los vuestros, hombres de poca fe? ¿Que no tenéis pan?
¿.Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco panes para los
cinco mil hombres y cuántas espuertas recogisteis? ¿Ni de los siete
panes para cuatro mil hombres y cuántos canastos recogisteis? ¿Cómo
no habéis entendido que no os hablaba del pan?... ¿Tenéis ojos pero
no veis, y oídos pero no escucháis?»
Éste es un excelente manjar, porque el delicioso bocado que se
esconde debajo de esa historia de abundancia y escasez es que los
apóstoles sencillamente no lo captaron. Ante sus ojos seguía ocurrien­
do un milagro detrás de otro, pero ellos no veían lo que sucedía en
realidad. Esto se debía a que eran seres humanos corrientes, incluso
aunque su tutoría espiritual la impartiera un Maestro. Seguía siendo
insuficiente porque en realidad no habían experimentado personal­
mente un cambio interior.
Y lo mismo sucede con nosotras. ¿Con qué frecuencia en nuestras
vidas no lo hemos captado todavía? Éste «lo» podría ser un poderoso
forcejeo en una importante relación; una incapacidad para controlar
los gastos con nuestra tarjeta de crédito; un problema profesional que
mine la propia estima; los inicios de una conducta adictiva en nosotros
mismos o en uno de nuestros seres queridos; o una forma inconscien­
te de sabotaje que nos zarandea de una crisis a otra que nos autoinfli-
gimos. Ése «lo» no es lo que importa. Semejante historia ocurre en
nuestras vidas y seguirá ocurriendo una y otra vez hasta el momento
en que empecemos a ver las pautas. Quizá debamos empezar prestan­
do atención. No siempre tiene que ocurrir lo mismo una y otra vez.
Cuando no lo captamos, suele ser porque no podemos interpretar
l,i manera en que la experiencia exterior es transmitida al receptor inte­
rior. N o podemos procesarla en nuestras almas. Lo que ocurre real-
montc en nuestra vida exterior, se transmite de alguna manera a través
de un.i lengua extranjera que no logramos entender. Así que tenemos
que dar por sentado que la manifestación exterior e\ la realidad (aun
que no necesariamente), o seguir repitiendo la experiencia hasta que
empieza a tener algún sentido... Algo parecido a aprender una lengua
extranjera mediante la total inmersión. La poetisa Iídna St. Vinceni
Millay lo expresó de esta manera: «No es cierto que la vida sea una
maldita cosa detrás de otra... Es una maldita cosa una y otra vez.»
Pero hablar distintas lenguas es un don del Espíritu. El lenguaje
del corazón es el anhelo; el lenguaje de la mente, el raciocinio; el leu
guaje de las emociones, el sentimiento. El Espíritu los habla todos.
Hoy me gustaría que todas nosotras lo captáramos al fin: no para cen
tramos en lo que no tenemos, sino para mostrarnos agradecidas por I»>
que tenemos. Para que seamos capaces de aceptar, dar las gracias, ben
X decir y compartir. Para que no acumulemos ni guardemos por miedo
a no tener bastante. Porque el Espíritu no carece de nada.
Mientras tengas unos panes y unos pocos peces, y sepas lo que­
hacer con ellos, tendrás todo cuanto necesitas.

18 D E JU L IO

Los panes y los peces, segunda parte


La hospitalidad es una forma de oración.
E l T alm ud

TJL al y como hacemos con otros sencillos placeres en nuestra vida


— decorar, cocinar, la jardinería— , muchas de nosotras aplazamos
tener invitados porque lo convertimos en un acontecimiento. Prepara
mos con mayor asiduidad menús complicados y caros para nuestros
invitados que para nosotras, inviniendo dinero y tiempo extra pa
ra planificar, comprar y cocinar. Hacemos un esfuerzo especial para
crear el ambiente perfecto, empezando con el revuelo que supone la
limpieza de la casa, y terminando con la preparación de una mesa me
recedora de una foto. El ritmo familiar a menudo se ve interrumpido
por unos días, y esto incluye desde cambiar de sitio los muebles a aban
donar las rutinas habituales. Conozco mujeres que se aturrullan de tal
modo que no paran de jurar «nunca más» cuando van a abrir la puer
ta principal. No es extraño que la idea tle tener invitados nos abrume.
I )( modo <111c* .1 mentido sigue siendo eso una idea hasta que un
acontecimiento especial surge ante nosotras y nos obliga a ponernos a
la altura de las circunstancias.
Me alegre al enterarme de que durante la Depresión los buenos
momentos no habían desaparecido del todo. En cambio, los placeres
domésticos se redujeron a una dimensión adecuada. Las fiestas se eli­
minaron. En vez de comidas consistentes en varios platos, se hacía un
solo plato, que se convertía en el tema central, como por ejemplo
bebidas y cosas para picar, sopa y emparedados o espaguetis, postre y
café. Las celebraciones se trasladaron del comedor a la cocina, donde
se elegía una nueva receta y su preparación se convertía en parte de la
diversión. Se pusieron de moda las deliciosas cenas informales, en las
que. cada pareja o invitado traía un plato, hasta el punto de que aquella
comida se convertía en un festín.
Las cenas informales eran un maravilloso placer sencillo, que val­
dría la pena restaurar. Cuando se invita a una fiesta, la mayoría de la
gente pregunta qué puede traer. Si todos trajeran un plato especial,
el tiempo y el costo serían soportables y el menú sería para gourmets
aunque la fiesta fuera sencilla.
En Francia, el banquete semanal para la familia y los amigos se
basa en la cuisine de fe m m e , la cual está llena de «gusto, sensibilidad y
esencia». Mireille Johnston, que nació en Niza, proclama este estilo de
recibir invitados con sencilla abundancia en su libro The Freruh
Family Feast, una exquisita fuente de menús deliciosos, pero no desa
lentadores, que se adaptan plenamente a una fiesta informal.
Una de las lecciones más importantes del milagro de los panes y
los peces es que la generosidad fue compartida. Necesitamos recordar­
nos que los buenos momentos también deben compartirse, sobre todo
si queremos tener más como éstos en nuestras vidas. Mireille Johnston
nos dice que «los banquetes medievales a menudo concluían con los
invitados jurando ante un faisán dorado su disposición a partir para
las Cruzadas. Tu familia y tus amigos se sentarán a tu mesa satisfechos
y firmemente convencidos de que si bien el sombrío futuro quizás esté
en el regazo de los dioses, el glorioso presente se encuentra feliz en sus
platos. Y se marcharán satisfechos, con la convicción de que la energía
y la gracia, la risa desenfadada, los estimulantes olores y el poder de
estos grandes platos sencillos, todos estos milagros y más, pueden
convocarse nuevamente a voluntad».
Dedicar tiempo a los asuntos personales
que nos proporcionen satisfacción
Es deber del alma ser leal a sus propios deseos. Debe aban­
donarse a la pasión de su dueño.
R ebecca W es t

D e s p u é s de dejar a un lado su pluma, la novelista Marjorie Kinnan


Rawlings urdía argumentos mientras horneaba empanadas. Isak Dine-
sen arreglaba flores. Katherine Hepburn entretenía sus largas esperas
en los platos del estudio haciendo punto. La reina Victoria llenaba
decenas de blocs de dibujo con encantadoras acuarelas de sus hijos, las
cuales dejan vislumbrar la auténtica mujer que se deleitaba sostenien­
do un pincel cuando no gobernaba un imperio.
«Tradicionalmente nos sentimos bastante orgullosas de nosotras
mismas por haber deslizado trabajos creativos entre las tareas domés­
ticas y demás obligaciones — observó la escritora Toni Morrison— .
No estoy muy segura de merecer más sobresalientes por eso.»
Pero la casa nos reclama. Los niños nos reclaman. El trabajo nos
reclama. ¿Cuándo nos reclaman, pues, la pintura o la poesía?
Probablemente cada día. Pero estamos demasiado ocupadas aten­
diendo a todos los demás, en lugar de hacer caso a nuestro yo autén­
tico. Tal vez esto se deba a que nos hemos convencido de que en
realidad no disponemos de tiempo para los asuntos personales que
nos proporcionan satisfacción cuando éstos requieren más de quince
minutos. Tal vez no oigamos los suspiros de auténtico anhelo porque
no deseamos oírlos. Si los escucháramos, tendríamos que darnos por
enteradas, e incluso responder. Tenemos miedo de escuchar las incita­
ciones de la mujer que quiere aprender a dibujar, o a danzar, cultivar
orquídeas, tapizar un sillón, cocinar platos de la región de Szechuan.
Quizá tuviéramos que ir a clase, comprar un libro, un surtido de pin­
celes, unos leotardos, unas plantas, una tela o salsa china. No hay
tiempo para entusiasmarse, tenemos que ser prácticas. Los anhelos
esenciales que no puedan acomodarse tendrán que esperar hasta que
dispongamos de más tiempo: cuando los niños regresen al colegio, o
cuando mamá se encuentre mejor, o cuando el trabajo en la oficina
afloje un poco.
j ( v)u(’ t r p.iuTfi l . i i i i i . i i t^pues i .1 11 1 1 * i n i 1 1 1 i i i o n o l í l o ( m i .1n i d i o ) i
il.ui? ¿Q ué ic pairee -Mis auténticas pasiones tendrán que esperai
hasta (|iie esté dispuesta a admilii que satisfacerlas es esencial para mi
felicidad*? ¿ O «Todavía no lie aprendido cóm o incluirme en mi lista
de prioridades»? Observa que no sugiero que te pongas en primer
lugar, sólo quiero que te incluyas en la lista.
La escritora victoriana Mary Ann Evans sabía cómo ser práctica
respecto a su pasión por la escritura. Para hacerlo adoptó un nombre
masculino, el de Gcorge Eliot, de modo que vio cómo sus novelas
,
Mediados de marzo Silas Marner y El molino del Floss se publicaban
en una época que no tenía en cuenta los auténticos anhelos de las
mujeres. Esto es lo que ella explicaba sobre sus principales pasiones:
«Considero que nunca podemos renunciar a los anhelos y deseos
mientras estemos completamente vivas. Hay ciertas cosas que senti­
mos que son hermosas y buenas, y que debemos desearlas ferviente­
mente.»
Disponer de espacio y tiempo para cuidar nuestra creatividad pue­
de ser uno de estos auténticos anhelos. Tal vez pensemos que sólo
comer, beber, trabajar, hacer el amor, ir de tiendas o tomar pastillas
puede reducir los retortijones del hambre a un sordo latido. Pero qui­
zá si reserváramos una hora al día para pintar, idear argumentos o cui­
dar macetas no tendríamos ningún dolor... ni físico, ni psíquico.
Sólo quizá.

20 D E JU L IO

El verdadero norte
Es bueno tener un destino hacia el cual viajar pero a fin ,
de cuentas lo que importa es el viaje.
U rsu la K. L e G u in

de llegar al destino de mi corazón. Los exploradores lo llaman «el ver­


dadero norte». Para mí el verdadero norte fue un éxito suficiente que
me asegurara el dinero necesario para controlar mi propio destino crea­
tivo, que me permitiera el lujo de poder perseguir mis pasiones. Aho­
ra que llevo muchos años yendo di- aquí para allá, más de los que
hubiera imaginado veinticinco años atrás cuando me embarqué en r.i.i
aventura, he descubierto una cosa. Siempre he controlado mi propio
destino creativo, pero no siempre su curso. Sencillamente, hasta ahora
carecía del sentido común necesario para descubrirlo.
Pero, más importante aún, he aprendido que el espíritu de nuestro
viaje es tan importante como la llegada a nuestro destino; puede incln
so que más. A fin de percibir la auténtica felicidad, tenemos que estai
dispuestas a buscar la satisfacción en cada etapa del camino. Pues, a fin
de cuentas, el viaje es todo cuanto la mayoría de nosotras vamos a
conocer. Día tras día. El viaje es la vida real.
Un día de 1923, la pintora Georgia O ’Keeffe llegó a esta misma
conclusión. «De pronto me dije a mí misma... no puedo vivir donde
quiero, no puedo ir adonde quiero, no puedo hacer lo que quiero... Ni
siquiera puedo decir lo que quiero. He llegado a la conclusión de que
fui una verdadera estúpida al no pintar al menos como yo quería...
Esto era lo único que podía hacer que no incumbiera a nadie más que
a mí.»
Puede que no todas seamos capaces de pintar como Georgia
O ’Keeffe, quien halló esplendor en los huesos desnudos y en las are­
nas del desierto lo mismo que en las flores, pero sin duda podemos
aprender poco a poco a seguir su ejemplo, a encontrar tiempo para
recompensar ensoñaciones que nos ponen al corriente de nuestro yo
auténtico y nos proporcionan atisbos del verdadero norte.
Pues es durante nuestras horas de expectación — esas horas que en
el pasado habríamos calificado de «ociosas»— cuando más fecundas
nos sentimos con nuestro propio potencial. El poeta inglés Rupert
Brooke, que celebró los apacibles gozos de manera muy elocuente,
hablaba de esas pocas almas afortunadas que pueden «almacenar
reservas de calma y satisfacción... y más tarde recurrir a ellas cuando la
fuente ya no está presente pero la necesidad es muy imperiosa».
Esta habilidad — la de entregarnos devotamente al cuidado de
nuestro yo auténtico— raras veces se consigue de manera natural o
fácilmente. Pero con práctica, paciencia y perseverancia, al final se
consigue.
2i d i; j u l i o

La importancia de la soledad
Si las mujeres estuvieran convencidas de que un día libre o
una hora de soledad es una ambición razonable, encontra­
rían la manera de conseguirla. Tal como están las cosas, sien­
ten que su petición es tan injustificada que raramente lo in­
tentan.
A nne M orrow L in d b e r g h

iE r s t o y convencida de que cuando llegue el fin del m undo, lo hará no


com o dos ejércitos a pun to de chocar, sino com o «la últim a gota»: el
fax que con una sola frase echa a pique seis m eses de trabajo, la llam a­
da telefónica que nos envía tam baleándonos al otro lado de la habita­
ción, la petición aparentem ente inocente para que realicem os todavía
una tarea m ás... ¿P odríam os asistir a otra reunión? ¿E scrib ir un in for­
me adicional antes de salir de la oficina? ¿H o rn ear otra tanda de galle­
tas? ¿E fectuar otro viaje extra en el turno de transporte escolar esta
sem ana? D e p ron to, sin previo aviso, las m ujeres saldrán corriendo en
la noche, dejando a hom bres y niños sacudiendo la cabeza asom b ra­
dos, preguntándose qué es lo que habrán hecho ahora. R ecuerda siem ­
pre que G reta G arb o nunca decía que quería estar sola. L o que ella
decía era: «Q u ie ro que me dejen sola.» H a y una gran diferencia.
Pienso que es esencial que las mujeres atareadas, con lo cual me re­
fiero a todas nosotras, se detengan un momento — este mismo mo­
mento— para reconsiderar todo el tema de la soledad.
Somos demasiadas las que consideramos que estar un rato a solas
es una frivolidad, un lujo prescindible en vez de una necesidad creati­
va. ¿Por qué debería ser así?
¿No es posible que al engañarnos de esa manera lo único que se
empobrezca es nuestra vida interior? A fin de cuentas, si esa carencia
no se manifiesta en la superficie, si podemos disimularla una vez más
mediante humo y espejos, entonces, como es lógico, es que no cuenta.
¿O sí?
«Ciertos resortes se sueltan sólo cuando estamos solas. El artista
sabe que debe estar a solas para crear; el escritor, para poner orden en
sus pensamientos; el músico, para componer; el santo, para rezar. Pero
las mujeres necesitan de la soledad para volver a descubrir su verdade­
ra esencia — nos incita a recordar Anne Morrow Lindbergh— . El pro-
blema no residí* totalmente en eneontrai el espacio propio, el tiempo
para estar' sol.i, poi dilteil y necesario que esto sea. I' l problema reside
más en có m o apaciguar al espíritu en medio de sus actividades. De
hecho, el problema consiste en cóm o alimentar al espíritu.»

22 DE JU L IO

No descuides las cualidades


que hay dentro de tí
Ella resistió. Y sobrevivió. Marginalmente, tal vez, pero a
nosotras no se nos exige que vivamos bien.
A n n e C am ero n

0 ) h , por supuesto que sí! Es posible que volvamos para vivir otra
vida — y yo estoy abierta a esa posibilidad— , pero hasta que no lo
sepa seguro, no quiero desperdiciar la que estoy viviendo ahora mis­
mo... He resistido. Y he sobrevivido. Y he vivido marginalmente. Pero
vivir bien es tan bueno como lo pintan.
Durante años — sobre todo mientras intentaba gradualmente hon­
rar al Espíritu que se desarrollaba en mi vida, procurando no descui­
dar las cualidades que hay dentro de mí— he meditado largo y tendi­
do sobre esta exigencia interior, sobre estas ansias de soledad. Pues me
encanta la compañía de mi esposo y de mi hija; me estimula el análisis
de nuevas ideas y los fabulosos proyectos creativos con un equipo
profesional; adoro pasar el rato con mis mejores amigos. Pero lo que
he descubierto mientras componía mi auténtico concierto es que algu­
nos de los compases necesitaban una pausa. Suspiro por lo que May
Sarton denominaba «tiempo abierto, sin otras obligaciones que para el
mundo interior y lo que ocurre en él». Para mantener la armonía inte­
rior me es imprescindible rescatar al menos una hora de soledad cada
veinticuatro horas, y defender esa tregua sustentadora del espíritu con­
tra todo tipo de intrusos y distracciones.
Buscar deliberadamente la soledad — instantes de calidad que pasa­
mos lejos de la familia y los amigos— tal vez parezca egoísmo. Pero
no lo es. La soledad es tan necesaria para que nuestro espíritu creativo
m' desarrolle* y llore/c.i u h i i o el m i c h o y l.i enmiela lo son para la
supervivencia ele nuestro c uerpo. <■l .s una IcccieSn dilícil la que hay que
aprender hoy: dejai a los amigos y a la familia y deliberadamente prac­
ticar el arte de la soledad durante una hora, o un día, o una semana
-admite Anne Morrow Lindbergh— . Y sin embargo, una vez reali­
zado, encuentro que hay una calidad increíblemente preciosa en el
hecho de estar a solas. La vida vuelve a precipitarse en el vacío, más
rica, más intensa, más colmada que antes.»
Creo que Anne Morrow Lindbergh — que soportó lo que ninguna
ele nosotras hubiera creído poder soportar— demostró con su existen­
cia valerosa y creativa que no es suficiente simplemente con que resis­
tamos y sobrevivamos. Debemos superarnos, aprender a descollar y a
interpretar nuestra propia composición. Subir o bajar una octava, lo
que haga falta para encontrar el delicado equilibrio entre nuestras
pasiones más profundamente personales y nuestra entrega a la familia,
amigos, amantes y demás. Por lo que a mí se refiere, he descubierto
que la manera más segura de escuchar los suaves acordes de la armonía
es en el silencio.

23 D E JU L IO

Robar momentos de soledad


Ella no estaba acostumbrada a paladear las alegrías de la
soledad más que en compañía.
E d it h W harton

JL que hace falta, por lo tanto, es un plan.


ío
Mediante tanteos, durante esta última década he intentado encon­
trar un rato de calidad a solas a primera hora de la mañana, o a última
hora por la noche, cuando el resto de la casa estaba durmiendo.
Ambas soluciones han demostrado ser poco prácticas, pues a
estas horas estoy demasiado cansada para funcionar, y mucho menos
para ser reflexiva o creativa. Sospecho que no soy la única que nece­
sita dormir.
Durante el curso escolar consigo mi hora solitaria inmediatamente
después de que mi marido salga para su despacho y Katie se marche al
colegio. Me doy cuenta, por supuesto, de que soy muy afortunada,
pues trabajo en casa y puedo utilizar para mis momentos de soledad la
hora que de otro modo emplearía en los desplazamientos en tren para
ir a la oficina. Durante el verano y las vacaciones escolares, me tomo
una hora siempre que puedo, generalmente por la noche, o cuando no
hay nadie mirando. (Hace falta ser creativa y decidida.)
Si trabajas en una oficina, tal vez puedas utilizar la hora del almuer­
zo para hacer excursiones en solitario varias veces a la semana. Nadie
más necesita estar al corriente de esto, aparte de ti. ¿No hay alguna her­
mosa librería, museo, catedral o jardín público que puedas visitar para
estar un rato a solas en mitad de la jornada? ¿Por qué no investigas las
posibilidades?
Sin embargo, es posible que tu profesión requiera que discutas
asuntos de trabajo a la hora del almuerzo; ésta es la situación de algu­
nas de mis mejores amigas. Reserva un cuarto de hora para ti en tu
agenda, antes y después de la jornada de trabajo, para poder cerrar la
puerta y serenarte. Una amiga pensaba que esto era imposible hasta
que empezó a ponerlo en práctica; ahora su hora robada es inviolable.
Si esto no te es posible, entonces es de vital importancia para ti que
encuentres algún momento de calidad para estar a solas en casa, como
mínimo dos noches a la semana, independientemente de lo ocupada
que estés. Programa «casa» en tu agenda y comprométete a. ello.
Ahora bien, ¿y si estás en casa pero no estás sola? Exige una hora
por la noche, después de cenar, después de acostar a los niños o mien­
tras hacen sus deberes, aunque pases la mitad del tiempo sumergida en
la intimidad de la bañera. Muéstrate inventiva, incluso taimada si es
preciso. ¿Por qué no te retiras una hora antes que tu pareja durante la
semana, para leer y relajarte en la cama? Una amiga mía tiene una pro­
fesión excitante y de gran responsabilidad, pero también muy estre­
sante como ejecutiva en una cadena de televisión, y tiene que trabajar
hasta altas horas de la noche durante la semana. Su solución para la
soledad la encuentra los fines de semana, quedándose todo el sábado
en la cama para recargar pilas, y reuniéndose con su marido para
cenar. Si tienes que hacer juegos malabares con la familia, las respon­
sabilidades de la casa y un trabajo fuera, reclama dos horas para ti el
domingo por la tarde. Date permiso para abrazar la sacralidad del ais­
lamiento.
Pero es posible que estés en casa con niños pequeños que todavía
no van a la escuela. Planifica tus placeres solitarios para cuando hagan
la siesta. Esta no es la hora de la limpieza. Utilízala para tu propia
renovación. Y no te desanimes si tus niños ya han superado la edad
para hacer la siesta (aunque no creo que ninguna de nosotras lo consi­
ga). Cambia tu estrategia. Pon la etiqueta tic Rato de Ti anqtiilidad» a
la hora que sigue al almuerzo. Con suavidad, pero con firmeza, lleva a
los niños a sus habitaciones y allí les ofreces algún juguete especial con
el que sólo puedan jugar a esa hora. Diles que les verás dentro de una
hora y luego retírate a tu lugar especial.
Si te pasas media vida haciendo de chófer para la familia, idea algu­
nas estrategias personales que te ayuden a soportarlo. Después del via­
je de la mañana, encuentra una cafetería tranquila y disfruta de una
solitaria taza de café. Por la tarde, planifícalo para llegar a la escuela al
menos con media hora de anticipación y con un libro atractivo para
que te haga compañía. Ten siempre a mano un bloc y un bolígrafo
para anotar ocasionales destellos de inspiración, los cuales harán acto
de presencia en cuanto te comprometas a conseguir algunos momen­
tos para cuidar el espíritu. Aunque tengas que encontrarlos sentada en
un coche en el aparcamiento. Algunas de mis mejores ideas se han pre­
sentado mientras esperaba a la gente menuda. Permanece abierta a lo
inesperado.

24 D E JU L IO

Pagar un alto precio


[Es cierto que] mujeres que han alcanzado el éxito se ven
,
asaltadas por continuas exigencias tanto externas como in­
,
ternas y carecen de habilidad para filtrarlas. Estas mujeres
se quejan de que lo primero que deben sacrificar es su tiempo
de intimidad y sus placeres privados.
H a r r ie t B . B r a ik e r

J^Lquellas que de manera regular no pasan un rato a solas para des­


cansar y recuperarse, lo más probable es que padezcan lo que los psi­
cólogos denominan «el síndrome de carencia de intimidad». Los sínto­
mas incluyen un aumento del resentimiento, cambios de humor, fatiga
crónica y depresión. ¿Te resulta familiar? ¿Espantoso? ¡Lo es! Las que
lo padecen se debaten durante el día en un vacío de exasperante insa-
tislacción, sólo para desplomarse en la cama, demasiado agotadas emo-
cionalmcnte para doi m¡r bien poi las noches. I a más pequeña cosa es
capa/ ilc hacei las estallar, provocarles el llanto y ataques de histci u.
y no sólo poi culpa de los chiquillos de l.i casa. Pronto e l 1 1 . i l ^ . i j o v la.s
relaciones personales empiezan ,i resentirse. ¿Poi c jl ic ? Portille aque
lias que nunca se reaniman no resultan muy divertidas para tenerlas
al lado. El ciclo puede continuar sin interrupción hasta que aparezca
la enfermedad física. ¿Te acuerdas de las cinco semanas cor. gripe que
padeciste el año pasado? ¿Y de las dos a añadir con tu lumbago del
último verano? ¿Y la sinusitis de la que no lograbas curarte el mes
pasado?
No tenemos que esperar a enfermar para pedir un descanso psíqui
co. Por desgracia para muchas mujeres, sólo consienten en pedir un
tiempo y un espacio para estar solas cuando caen enfermas. Quizás
ésta sea la vida real para ti en estos momentos, pero no tiene por qué
ser siempre así. Si de pronto descubres que buscas en secreto mantener
regularmente una cita con una bolsa de agua caliente y un somnífero,
entonces es que el síndrome de carencia de intimidad se está cobrando
un alto precio. Deja que te diga que existe un sistema mucho mejor.

25 D E JU L IO

Abrir una puerta que separa dos mundos


,
Hay voces que oímos en soledad pero que se hacen más
débiles e inaudibles a medida que entramos en el mundo.
R a lph W aldo E m erso n

E s imposible experimentar regularmente la soledad durante un lar­


go período de tiempo sin que las pasiones personales y los auténticos
anhelos emerjan a la superficie de tu conciencia. Una vez te has em­
barcado en la búsqueda de tu auténtico estilo, has seguido a la sabidu­
ría de tu propio corazón y has visto que los resultados empiezan a flo­
recer en tu vida, te das cuenta de que la soledad abre la puerta que
separa dos mundos: la vida que llevamos hoy y la vida que tan pro­
fundamente nos merecemos.
Todas podemos hallar sistemas para regenerarnos una vez seamos
conscientes de lo esencial que es la soledad para nuestra experiencia de
la armonía interior. Tillie Olsen, en su narración Tell Me a Riddle,
escribió acerca de una mujer que «no cambiaría su soledad por nada
tld mundo, Nmitii )n»t\ w vcriit fo r /iu h ,i m overse >il ritmo di' los
<h ni<is- Si bien la inayona de nosotras nos movemos al ritmo de los
otros mas a menudo de lo que nos gustaría, una ve/ aprendemos a res­
petar y a cultivar nuestra necesidad de soledad, se presentan oportuni­
dades con las que aprender a nutrir nuestra imaginación y a cuidar de
nuestro espíritu.
lim pieza lentam ente, pero con determ inación. C on su élate sabien­
do que incluso los m om entos de soledad robados — añadir de vez en
cuando un cuarto de hora— finalm ente contribuirán a una vida m ás
serena. T en paciencia. N o esperes m ucho dem asiado p ron to, sobre
todo cuando reordenar tu agenda signifique enfrentarte a las expecta­
tivas de tu fam ilia respecto a lo que suponen que tienes que hacer y
cuándo lo tienes que hacer. T en paciencia.
Y esos días — puede que hoy— en los que no dispones ni de un
m om ento para ti m ism a, tóm ate en serio el con sejo del fotógrafo
Mi ñor W hite, que descubrió que «n o im porta cuán lenta sea la pelícu­
la, el E spíritu siem pre se queda lo bastante quieto para el fo tógrafo
que Él ha elegido».

26 D E JU L IO

Averiguar lo que te gustaría hacer,


si tuvieras tiempo para ello
Interésate por la vida tal como la ves: por la gente, por las
cosas, por la literatura, por la música... El mundo es tan rico,
sencillamente se halla repleto de ricos tesoros, almas hermo­
sas y gente interesante. Olvíddte de ti.
H en ry M il l e r

A l principio, pasar un rato sola sólo para serenarte te parecerá una


indulgencia suficiente. Pasar un tiem po a solas para cuidar de tu au­
téntica visión, para expresar tu p rop ia creatividad, para disfrutar de
una búsqueda personal que te p roporcione satisfacción y placer te p a ­
recerá..., en fin, im posible. Increíble. Im practicable. Inconcebible. N i
pensarlo.
«De acuerdo, lin otra reencarnación», suele sei la respuesta, junto
con suspiros audibles y unos ojos en blanco, cuando planteo este tema
en mis talleres. Luego surgen las miradas ansiosas.
— ¿Te refieres a pasárselo bien? — quieren saber las mujeres.
— Sí, eso es.
— ¿Te refieres a... conmigo misma?
— Sí, contigo misma. Pasártelo bien. ¿Qué es lo que te gustaría ha
cer, si alguna vez tuvieras tiempo?
— ¿Pasármelo bien?
Ya puedes suponer adonde conduce esto. A la mayoría de las mu
jeres que conozco les cuesta mantener una conversación seria cuando
el tema es pasárselo bien. Deja que el discurso trate de un salpullido
provocado por los pañales o de la teoría de la relatividad de Einstein y
lo conseguirás. ¿Pero pasárselo bien por su propio bien? La cruda rea
lidad es que, en algún punto entre la familia y la profesión, durante los
últimos veinte años, la mayoría hemos extraviado una parte esencial de
nosotras mismas. En cuanto empezamos a embarcarnos en vacaciones
solitarias para volver a familiarizarnos con nuestro yo auténtico, sole­
mos descubrir que algo nos falta.
Su nombre es «deleite». Exuberancia. J o ie de v iv re, como suelen
decir los franceses, o «la alegría de vivir». El gran placer que surge
cuando las piezas de nuestro rompecabezas particular encajan por fin.
La sincera felicidad que experimentamos cuando algo nos produce un
intenso placer. Algo únicamente nuestro. A ese algo mágico también
se le suele llamar «bobby», un pasatiempo.
¿Pero qué hacer? La escritora Brenda Ueland nos asegura que para
que nuestra imaginación florezca, necesita «animarse: prolongados,
poco prácticos y felices momentos para holgazanear, pasear y deambu­
lar». Tal vez también necesitemos ser un poco detectives para descubrir
lo divertidos que pueden ser los placeres solitarios. Ha pasado tan­
to tiempo desde que de manera consciente reservábamos un rato sólo
para nuestras ensoñaciones compensatorias, que muchas de nosotras ni
siquiera sabemos qué hacer (excepto, por supuesto, echar un sueñecito)
cuando disponemos de dos horas preciosas durante las cuales no debe­
mos satisfacer a nadie más que a nosotras mismas. Debido al desgaste,
desperdiciamos cualquier rato de ocio del que podamos disponer.
Hoy debes ceder a tu necesidad de «animarte». Y, mientras paseas
y deambulas, considera cuáles de las ensoñaciones compensatorias que
desestimaste te proporcionaban más placer en el pasado.
«Lo que pienso sobre mi trabajo no se diferencia de lo que pienso
sobre el hecho de hacer ganchillo o cocinar: éste es el proyecto en el
que me hallo inmersa. Es como un juego. En este sentido, me he pasa­
do toda la vida jugando: cosiendo o haciendo ganchillo, recogiendo
llores, escribiendo o yendo .d m en •.ido», explica l.i escritor.! I )i.ine
jolinson. Un.i v e / te decidas .1 poner 111.is sensación de juego en el
combate diario con tus empeños auténticamente personales, la vida
empezará a adquirir un tono más armonioso.

27 DE JU L IO

Placeres solitarios
Sola, sola. ¡Oh! Nos habían advertido sobre los vicios soli­
tarios. ¿ Alguna vez se han alabado adecuadamente los pla­
?
ceres solitarios ¿Hay mucha gente que conoce su existenciaf
J essam yn W est

J^ .ecu erd as, hace mucho tiempo, cuando todas sabíamos cómo ju­
gar? Para ir en busca de pistas tendremos que viajar hacia atrás, a
cuando éramos más jóvenes. ¿Te gustaba jugar a solas cuando tenías
diez años? ¿Cuáles eran tus actividades extraescolares favoritas en el
instituto o en la universidad? Nada de nuestras vidas anteriores se ha
desperdiciado. Nada de lo que una vez nos hiciera sentir felices y rea­
lizadas se ha perdido. Hay un hilo de oro que recorre nuestras vidas.
Sólo necesitamos redescubrir este hilo antes de que la alegría de vivir
se desenrede por completo.
¿Por qué no efectuar sobre el papel una sesión de aportación de
ideas a fin de sacar a la superficie tus enterrados deleites? Haz una lista
apresurada de diez placeres solitarios. No te entretengas demasiado
pensándolo, pero tampoco te desanimes si necesitas unos minutos para
dar con algo.
¿Necesitas un poco de ayuda? Bien, ¿cuál era tu juego favorito en
la infancia? ¿Y tu deporte favorito? ¿Y tu película favorita cuando eras
una niña? ¿Tu libro favorito? ¿Y tus cómics? ¿Tu cantante o grupo
musical favoritos? ¿Cuándo fue que mejor te lo pasaste de pequeña?
¿Y de adolescente? ¿Y ya adulta? ¿Puedes recordarlo? ¿Eres capaz de
recrear el recuerdo?
Si pudieras adquirir de inmediato tres habilidades, ¿cuáles serían?
¿Tocar el piano, patinar, hacer maravillosas fotografías? ¿Qué tres co­
sas extravagantes harías si nadie fuera a enterarse? ¿Bailar la danza del
vientre*, hacer el payaso, volar en jj;lobo? ¿Que u es cosas te parecen un
reto, incluso aunque lo ñ u s probable es que minea intentaras llevarlas
a cabo? ¿Subir a un escenario, escalar montañas, hacer submarinismo?
¿Qué tres vacaciones con todos los gastos pagados te atraen mas?
¿Una excavación arqueológica en Egipto, un viaje con el Orient
Express, una visita a las colecciones de alta costura en París? ¿Te gus
ta trabajar con las manos? ¿Hacer encaje, encuadernación de libros,
jardinería? ¿O lo que te atrae es el aspecto visual? ¿Enmarcar cuadros,
hacer vidrieras de colores, crear cajas de siluetas?
¿Captas la idea? Ahí afuera hay un mundo fabuloso a la espera de
que lo exploren. Sencillamente, basta con tener deseos de experimen
tar. Los pasatiempos nos ofrecen la maravillosa oportunidad de des
pertar nuestras aptitudes naturales. Tan sólo se precisa un pequeño
esfuerzo. Lo primero que hay que hacer es pensar qué nos gustaría
hacer para sacudirnos esta modorra. Luego tenemos que encontrar
tiempo para hacerlo. Alice James, la hermana de Henry y de William
James, creía que en la vida «verdaderamente nada es tan esperado
como lo inesperado». Si buscas y encuentras un placer solitario que te
obligue a saltar de la cama cada mañana para obtenerlo, descubrirás
cuánta razón tenía Alice James.

28 DE JU L IO

El plié del placer


¿ Cuál es tu pasatiempo? Todas las mujeres deberían tener
algún interés favorito en su vida, aparte de las rutinas diarias
que constituyen sus ocupaciones habituales. ¿ Cuál es el tuyo ?
T h e M o t h e r ’s M a g a z in e , en ero d e 1915

E x i s t e una vitalidad, una fuerza viva, una energía, una aceleración,


que a través de ti se convierte en acción, y puesto que en todos los
tiempos sólo habrá una como tú, esta expresión es única — nos advier­
te la bailarina y coreógrafa de danza moderna Martha Graham— . Si tú
la bloqueas, nunca existirá a través de otro medio y finalmente se per­
derá.»
¿Estás bloqueada? Un pasatiempo es una manera maravillosa de
m i pe/ai ,i libeiai nuestra u v a l i v iil.it I I so es del tillo ,i que i mil ir espera
que seamos perfectas en un pasatiempo. Estos nos permiten experi
mi niar, entretenernos con la pintura, la poesía, la jardinería, el plié.
( '.uando las bailarinas de ballet hablan de hacer pliés, se refieren a ejer­
citar las rodillas. I lacer pliés al iniciar los ensayos calienta los músculos
de las piernas antes de empezar a bailar. Ejercitar un pasatiempo calien-
ta nuestras aptitudes e ilumina nuestras inclinaciones naturales. Debe­
mos probarnos algunas vidas imaginarias y ver qué tal nos sientan.
Ahora que ya has hecho algo para animarte y has descubierto algu­
nos pasatiempos que te proporcionan placer, elige uno para ejercitar­
lo. Si necesitas materiales como por ejemplo hilo o pinturas, haz una
lista de todo lo que te haga falta. Concédete una semana para reunir
cuanto necesites para ponerte en marcha, y a partir de hoy planifica
para la semana que viene una hora para empezar. Con esto te compro­
metes a incorporar más diversión en tu vida, y lo que antes era incon­
cebible pronto se convertirá en algo sin lo cual sería imposible vivir.

29 D E JU L IO

El hogar como un pasatiempo


Sólo una mente excepcionalmente dotada podría hacer
frente sola a todos los problemas que se presentan en el per­
feccionamiento de un hogar.

u
A rnold B en n ett

no de mis nuevos pasatiempos es nuestro hogar. Empecé a pen­


sar en nuestro hogar como un pasatiempo cuando descubrí una serie
de deliciosos artículos que en 1924 escribió para una revista el novelis­
ta, ensayista y dramaturgo inglés Arnold Bennett. Aunque lnuy olvi­
dado hoy en día, Arnold Bennett fue tan famoso como H. G. Wells y
George Bcrnard Shaw. La clasificación de Bennett sería la de «hombre
corriente», un neurótico de clase media que elevó su neurosis al borde
de la genialidad meditando, con ingenio y sabiduría, sobre el significa­
do de la vida, sus intrincados problemas y sus sencillos placeres. Uno
de sus libros más queridos es Cómo vivir las veinticuatro horas al día, ^
un arte que todas deberíamos aspirar a dominar.
En ¡il hogar com o un pasatiem po, llcimctl escribió: «El lio|-.u c h i s
te. El hogar se acepta. En el puede vivitsc la vida, y así se hace. I sc
jarrón no va bien con ese mantel. Aquella alfombra no va bien con el
empapelado de las paredes... El pie de la cama interfiere con la pueiia
del dormitorio al abrirse. Todos los muebles del comedor parecen
haber sido un tremendo error. El vestíbulo tiene un aspecto m is e r o .
Los dos cuadros principales del salón cuelgan demasiado altos en la
pared. Un centenar de cosas sólo están un poco mal, y unas cuantas
están rematadamente mal. Pero eso no importa. De alguna manera, el
mecanismo funciona. El deseo de buscar la perfección ha fallado. El
hogar se ha vuelto inalterable. ¡Ahí está el hogar! Con esto bastará.
Tiene que bastar.»
Pero al verdadero pintor con una vida tan real como sus propios
cuadros le aguarda una oportunidad de oro, dice Bennett. «Nadie tic
ne derecho a aburrirse en un hogar a medio hacer. Un hogar que no es
una justa expresión de nosotros, en el mejor de los casos; un hogar al
que le falta lo que podría tener, un hogar que en alguna parte es más
feo y en otra más incómodo de lo que necesitaría ser; un hogar que no
se puede recorrer sin sentir desolación, un hogar que en todos sus
detalles crispa los nervios a quienes lo habitan y de este modo deterio­
ra la armonía de su existencia... Algo debería hacerse con un hogar así...
¿Por qué no convertir en un pasatiempo el perfeccionamiento del
hogar?»
Una propuesta interesante. La mayoría de nosotras no pensamos
en el arreglo de nuestro hogar como una búsqueda de placer porque
solemos enfocarlo como una proeza que requeriría más recursos físi­
cos, psíquicos, creativos y económicos de los que harían falta para
escalar la montaña más alta del mundo. Esta mañana, por ejemplo,
hubiera preferido lanzarme con un tonel por las cataratas del Niágara
antes que enfrentarme con el sótano de casa. Pero también me encan­
taría obtener un poco de espacio para un pequeño estudio de pintura
donde entretenerme con mis diseños textiles. Para conseguirlo, he
tenido que rescatar un poco de espacio de aquel caos. Si contemplo
nuestra casa como un pasatiempo, en lugar de como una tarea, tal vez
encuentre tiempo para pintar la puerta de la entrada, pulir una cómo­
da, barnizar el suelo de madera o crear un rincón para mí.
«Es posible que tu hogar sea pequeño (la mayoría de las casas de la
gente lo son), pero nunca terminarás de perfeccionarlo — nos dice
Arnold Bennett— . El tema es muy amplio y no conoce límites.» Ya
sabes, quizás él esté en lo cierto.
I lábiles que nos roban momentos preciosos
Perdidas ayer, en algún momento entre el amanecer y el
atardecer, dos horas de oro, cada una engarzada con sesenta
diamantes como minutos... No se ofrece ninguna recompen­
sa, porque se perdieron para siempre.
H o race M ann

N ada muere con tanta dificultad como un hábito. Por lo general


sabemos cuando hacemos algo que no es bueno para nosotras, pues la
vocecita que reside en el interior de nuestras cabezas puede ser un
guardián bastante incordiante. «No, por favor», nos susurra cuando
encendemos ese cigarrillo, nos servimos otro vaso de vino o nos para­
mos delante del frigorífico para engullir espaguetis fríos sólo porque
estamos nerviosas. El problema reside, como es lógico, en que hasta
ahora no hemos querido escucharla.
Antes de cambiar cualquier conducta, puede serte de utilidad saber
por qué quieres librarte de hábitos que no mejoran ni contribuyen a
mejorar tu sensación de bienestar. Si cambias, ¿cuál será la parte posi­
tiva que obtengas a cambio? ¿Un estilo de vida más sano, más energía
y vitalidad, la dicha y el sosiego de la serenidad emocional, un cuerpo
más delgado? La introspección abre los ojos de tu conciencia median­
te fórmulas amables. Empiezas a tratarte con mayor consideración. A
medida que intimas más con tu yo auténtico y descubres atisbos de la
mujer que eres verdaderamente por dentro, apuntalas el valor necesa­
rio para dar los primeros pasos vacilantes, necesarios para ayudarla a
evolucionar y a emerger al exterior.
Pronto empezaremos a oír los susurros que nos animan y consue­
lan, no los que nos regañan. Entonces, una noche en que estemos
sedientas, en vez de ir automáticamente en busca del vino cuando
preparemos la cena, disfrutaremos con un vaso de refrescante y bur­
bujeante agua mineral, sobre todo si nos la servimos con una rodaja
de limón y en un vaso de cristal tallado. En vez de tomar inconscien­
temente un bocado cada vez que entramos en la cocina, empezaremos
a comer sólo cuando nos sentemos a la mesa y sólo lo que haya en
nuestro plato, sobre todo si dedicamos algún tiempo a preparar de­
liciosas comidas que satisfagan tanto la vista como nuestro apetito. En
lugar de buscar impulsivamente un cigarrillo para consolarnos cuando
estarnos nerviosas, cogci emos la labor di ganchillo, o ini luso el ei tu i
grama.
Con excesiva frecuencia som os inconscientes de las múltiples I o i
mas con que nos privamos de los preciosos momentos que p o d ría n lo 1,
utilizar para nutrir nuestra creatividad. Estos son hábitos inconscim
tes de los que el cirujano general no nos advierte, pero sí lo hana
nuestro yo auténtico. Mientras continuemos apegadas a hábitos que,
aunque tal vez no amenacen nuestra vida, tampoco la engrandecen,
estaremos robando a nuestro potencial.

31 DE JU L IO

Desea, pide, confía y recibe


Los tiempos difíciles me han ayudado a entender mejor
que antes cuán infinitamente rica y hermosa es la vida en
todos sus aspectos, y que muchas de las cosas por las que una
se preocupa carecen de importancia.
ISAK DlNESEN

E / r e s de las que se preocupan? Todas lo somos hasta cierto punto,


pero algunas somos más pesimistas que otras, y cuando nos preocupa­
mos lo primero que acude a nuestra mente es lo peor que se nos
podría ocurrir. La preocupación es una gran ladrona de tiempo. Ten­
go una buena amiga capaz de pasar del peligro a la desgracia en cinco
segundos, y eso le provocaba una pena inconsolable. Ahora que ha
aprendido a reconocer las pautas y es capaz de interrumpirse en pleno
vuelo simplemente con un leve recordatorio, experimenta una mayor
armonía interior incluso en circunstancias difíciles. Con frecuencia, al
preocuparnos pensamos que estamos haciendo algo positivo respecto a
nuestro problema: como mínimo, pensamos en él. Sin embargo, lo que
hacemos es escalar una espiral que puede arruinar un día entero: tanto
para nosotras como para aquellos que tenemos a nuestro alrededor.
Si descubres que te estás preocupando por algún asunto, en vez de
dejarte arrastrar a una situación frenética, párate. A continuación pien­
sa en todo aquello que murmura cosas bonitas. ¿Puedes mantener una
conversación con el Espíritu? Si no te sientes cómoda llamando «ora-
i m ii " .1 tu ( i iin iiini ni t <ni el S o S u p ie n io , ll.im.il.i 'c o m u n ú ación con
mi buen amigo-». «Aprendí que pedii sencillamente1una bendición poj
Iiis circunstancias de una, sean cuales lucren, tic algún modo es lo mis­
in o que mejorarlas, como canalizar una misteriosa fuente de energía y
tic alegría nos cuenta la escritora Marjorie Holmes— . Descubrí una
de las verdades más antiguas y universales: que reconocer y afirmar la
ayuda de Dios incluso antes de que ésta se nos otorgue, es lo mismo
que recibirla.» Deja a un lado tus preocupaciones y pide la gracia para
pasar el resto del día. Hay gran cantidad de sorprendentes gracias a
nuestra disposición, basta simplemente con que las pidamos. «Desea,
pide, confía y recibe», nos aconseja la mística Stella Terrill Mann.
limpieza a rezar o a conversar siguiendo este orden y entenderás por
que lo dice.
Después de rezar por tus preocupaciones, ¿hay alguna amiga con
quien puedas compartir tu problema? Si no la hay, siéntate tranquila­
mente y escribe lo que te inquieta. A continuación escribe un guión de
lo peor que podría pasar. ¿Cuáles son tus mayores temores? Si esto
ocurriera, ¿qué es lo que harías? ¿Cómo te las arreglarías? Una vez
hayas dado con una solución más allá de responder «no lo sé», anóta­
la. Una de las razones por las cuales nos preocupamos es porque nos
sentimos impotentes para controlar nuestro futuro. Cuando descubri
mos qué es lo que haríamos si nos ocurriera lo peor, la sensación tic
desespero disminuye. «He pasado la mayor parte de mi vida prcocu
pándome por cosas que luego nunca ocurrieron», reconoció Mark
Twain al final de su vida. Todas hacemos lo mismo.
Preocuparte por el futuro te priva del momento presente. Intenta
observar en qué medida te preocupas. Y si la insistente preocupación
no te abandona en todo el día, sigue el ejemplo de Scarlett O ’Hara. Di
para ti: «No quiero pensar en eso ahora; ya lo pensaré mañana. A fin
de cuentas, mañana será otro día.»

Pequeñas alegrías para julio

Haz que la búsqueda de la felicidad sea real y personal: cuelga


la bandera y ondéala; asiste al desfile y luego comparte los panes y los
peces con la familia y amigos en una merienda a la antigua usanza, en
donde cada cual aporta algún plato preparado. Contempla los castillos
de fuegos artificiales al anochecer o suelta tus propias chispas. Declara
tu independencia personal: elige vivir auténticamente como una soña­
dora, 110 como una «expectante».
^ Si vas a pasar este mes en l.i playa, intenta disfrutar de los dls
tintos momentos: un paseo por la maiíana temprano para recoger con
chas antes de que lleguen las multitudes, una visita a última hora de la
tarde para hacer volar la cometa después de que la gente se haya mar
chado. Reserva una noche para pasear a la luz de la luna. Si no estás
sola, cogeos de la mano.
*<*3 Párate al borde del agua o siéntate sobre una toalla y mira a lo
lejos por encima del mar. Simplemente, deja que te meza el ritmo de
las olas. Experimenta y saborea cómo se detiene el tiempo. Si todavía
no has leído el libro de Anne Morrow Lindbergh G ift from the Sea,
éste es el mes perfecto para hacerlo. Léelo con un rotulador amarillo
y subraya los párrafos que le hablen a tu espíritu. Pon la fecha en el
margen.
Mientras estés en la playa, consigue un metro de red de pescar
en alguna tienda de pescadores. Cuélgala de la ventana o extiéndela
encima de una mesa y crea un detalle marinero. Trae a casa una bote­
lla llena de arena, extiende la arena sobre una bandeja y coloca a su
alrededor diferentes clases de conchas para crear un precioso centro de
mesa estival. (Si te sientes con ánimo meditativo, realiza la búsqueda
de conchas por la playa. Las conchas más exóticamente decorativas
suelen encontrarse en las tiendas especializadas, a no ser que tu estan­
cia en la playa sea en las islas Fiji.)
¿Cuándo fue la última vez que contemplaste las estrellas? Una
noche clara de verano tiéndete sobre una manta en el jardín, con una
botella de buen vino o de burbujeante sidra, queso, galletas y fruta
fresca. Levanta los ojos hacia el cielo nocturno. Percibe que tienes a un
amigo allí arriba. Contemplar las estrellas es uno de los pasatiempos
más antiguos de la humanidad, y hay buenos motivos para ello. Con­
templar las estrellas nos recuerda que hay algo más, aparte de lo que
siempre vemos, y que cada día es una nueva oportunidad para seguir
las pistas. Busca una estrella a la cual formular un deseo.
^ Durante una tormenta de verano, siéntate en la cama en medio
de la oscuridad y observa a través de la ventana, o a través de las mos­
quiteras del porche. Experimenta la belleza y la energía de la naturale­
za en libertad. Ahora piensa en aplicar esta energía a tu vida pidiendo
que se encienda la Luz.
Tanto si conoces la Biblia como si no, una forma maravillosa
de redescubrirla es a través de la mirada de otras mujeres. Una maravi­
llosa colección de ensayos de escritoras que analizan sus historias
favoritas de la Biblia la encontrarás en O m o f the G arden: Women
Writers on the B ihle, editada por Christina Buehmann y Celina Spie
gel. Veintiocho grandes escritoras —entre las cuales están Cynthia
Ozick, Ursula K. LeGuin, Patricia I lampl, 1 ay Wcldon y Louise
I rdrieh reflexionan atenta, juguetona y provocativamente con las
historias, personajes y poemas del Antiguo Testamento que más han
significado para ellas. Para disfrutar todavía más de esta experiencia,
mientras lees mordisquea la manzana más grande, roja y jugosa que
puedas encontrar. Tal como señalan las editoras: «A diferencia del
Paraíso Terrenal, la Biblia es una fuente a la cual las mujeres pueden
regresar y, como ocurre con todas las grandes obras de la literatura,
esta cambia a medida que cambiamos nosotras. Por curiosidad fuimos
expulsadas del Paraíso, y con curiosidad regresamos a él.»
Mientras esperas a que hiervan las patatas, o tendida en una
hamaca, sumérgete en libros de temas culinarios, como por ejemplo
esa novela romántica y agridulce de Laura Esquivel, C om o ag u ap a ra
chocolate, o la de Jacqueline Deval Reckless Appetite: A Culinary
Romance. En la biblioteca o en los estantes de las librerías hay un con-
tinuo festín de misterios culinarios en plena ebullición. Especialmente
satisfactoria resulta la deliciosa serie de Diane Mott Davidson sobre
un proveedor de comidas que se hace detective en Catering to N obo-
<ly, D y in g for C hocolate y C ereal Murders.
Arreglar una cena en torno a una película puede parecer algo
pasado de moda, pero no si haces que el menú coincida con la pcliVu
la. Disfruta de unas enchiladas mexicanas con salsa de mole mientras
contempláis la sensual C om o a g u ap a ra chocolate; ordena un cena <hi
na para acompañar la deliciosa Com er, beber, am ar, prepara cuisinc de
fem m e francesa como contrapunto a la suntuosa E l festín de fíabelle.
(I )ado que en estas películas extranjeras se contemplan todas las ansias
de pasión, es indudable que deben verse después de que los niños se
hayan acostado.)
Para lograr que tu meditación mientras haces un bizcocho sea
lo más inspirada posible, quizá quieras echar una ojeada a The C ake
liible, de Rose Levy Beranbaum, con sus casi doscientas sugerencias
para meditar que nunca podrás olvidar. Recuerda, no importa con qué
nos sorprenda la vida, siempre podemos hacer un bizcocho.
AQOSTO

Demasiado corta es la duración del verano.


W il l ia m Sh a k e sp ea r e

í_¿fOS entusiastas de agosto se deleitan en el abandono. Cuan­


do la temperatura es de cuarenta grados a la sombra, hace de­
masiado calor y sólo podemos ser receptivos y reflexivos. D e­
ja que la calma gozosa del verano vuelva a llenar el auténtico
depósito de energía creativa. Este mes en el camino diario ha­
cia la alegría y el bienestar nos comprometemos a descubrir,
reconocer, apreciar, poseer y honrar nuestros dones auténticos
y a transformar, no sólo nuestra vida, sino también la vida de
los seres queridos.
La convergencia armónica
de una vida auténtica
Pero suponiendo que tengas algo que crear, entonces quizá
lo que haces es crearte a ti mismo.
C arl . J u n g

JR .ecu erd as lo que estabas haciendo el fin de semana del 16 y 17 de


agosto de 1987? Yo, no. Si te acuerdas, quizás es porque estuviste
entre las más de ciento cuarenta y cuatro mil personas que viajaron a
«puntos clave» de todo el mundo, tales como las Grandes Pirámides
de Egipto, el Machu Picchu en Perú, el Fujiyama en Japón, los tem­
plos de Dclfos en Grecia, el monte Shasta en California, Sedona en
Arizona, las Black Hills de Dakota del Sur, y el Central Park de Nue­
va York para cogerse de las manos, tararear y «resonar en armonía»
durante el acontecimiento mundial de la nueva era que se celebró bajo
el nombre de «Convergencia Armónica».
Lo que hizo que el citado fin de semana fuese tan significativo fue
un raro fenómeno astronómico conocido como el «gran trígono»
(cuando la totalidad de los nueve planetas se encuentran en sus signos
astrológicos correspondientes al fuego y equidistantes exactamente cien­
to veintitrés grados los unos de los otros). Habían transcurrido veinti­
trés mil cuatrocientos doce años desde el último gran trígono. Añáda­
se a ello una interpretación esotérica de antiguos calendarios mayas y
aztecas, así como una leyenda de los indios hopis sobre una reunión
de maestros ilustrados que se proponían despertar a la humanidad, y
no es extraño que miles de seguidores de la nueva era decidieran que
las circunstancias no podían ser más perfectas para dirigir la tierra, a
través de la meditación, hacia un despertar espiritual pacífico en vez de
un despertar cataclísmico en el próximo milenio.
Parece ser que dio buen resultado. Todas las semanas se publica un
nuevo libro visionario que fomenta la evolución espiritual a medida
que «el camino menos frecuentado» va convirtiéndose en la autopista
de la inspiración. Pero son tantas las voces que ofrecen pistas, vislum­
bres y percepciones internas sobre cómo se alcanza la armonía a través
de la gran trinidad divina que forman la mente, el cuerpo y el espíritu
que ¿cómo distingues tu propia verdad? Y son tantas las sendas espiri-
Hule», que Jai.il de ellas deben,is Keguir? - Al emprenda mu vida
espiritual, lo que impoita es lo simple nos asegura el maestro budis
la amerie.ino Jaek Konifielil en su maravilloso libro A Path witb
I Icart: A C uide Through the Perils an d Promises o f Spiritual L ife—.
D ebem os asegurarnos de que nuestro camino esté com unicado con
nuestro corazón... Cuando preguntamos “¿Estoy siguiendo un camino
eon el corazón?” nos encontramos con que nadie puede decirnos con
exactitud qué camino debemos seguir. Lo que tenemos que hacer es
dejar que el misterio y la belleza de esta pregunta resuenen dentro de
nuestro ser. Y entonces surgirá alguna respuesta desde algún lugar de
nuestro interior y nacerá el entendimiento. Si permanecemos quietos
y escuchamos con muchísima atención, siquiera durante un momento,
sabremos si estamos siguiendo un camino con el corazón.»
En lo que a mí se refiere, dar testimonio de mi yo auténtico es el
camino espiritual más gozoso, el que más me llena, que he seguido en
la vida. Es verdaderamente «un camino con corazón». Empezó cuan­
do reconocí que la creatividad es santa. Quizás este agosto te gustaría
convocar una Convergencia Armónica personal por medio del redes­
cubrimiento, la recuperación y la celebración de tu creatividad, el con­
ducto sagrado para acceder a tu yo auténtico. Nunca es demasiado tar­
de para recuperar tus dones individuales, resucitar un sueño, crear una
vida auténtica. Piensa en esto: ¿y si el «pecado original» consiste en
negar en vez de celebrar tu originalidad?
Cada uno de nosotros posee un don exquisito, extraordinario: la
oportunidad de expresar la divinidad en la tierra por medio de nuestra
vida cotidiana. Cuando decidimos honrar este don que no tiene precio
participamos en la recreación del mundo. Cuando seguimos nuestro
camino auténtico con amor, abrazando nuestros impulsos creativos,
vivimos la verdad aunque pensemos que sólo estamos plantando unas
flores, preparando la comida, alimentando a un niño, preparando la
edición de un libro, produciendo un programa de televisión, cosiendo
una cortina, escribiendo un informe, pintando un cuadro, enseñando
un oficio, componiendo una canción o cerrando un trato. El monje
budista, poeta y escritor vietnamita Thich Nhat Hanh nos recuerda
que «nuestra propia vida es el instrumento que usamos para experi­
mentar con la verdad».
Las lecciones más amables
son las que más nos enseñan
¡Q ué maravillosa ha sido mi vida! Ojalá me hubiera dado
cuenta de ello antes.
C olette

TA odos sabemos lo que significa aprender las lecciones de la vida a


través del dolor, la lucha y la pérdida. Pero somos pocos los que nos
damos cuenta de que a menudo las lecciones más amables son las que
más nos enseñan.
Hace siete años nuestra familia asistió a una convención política
que se celebraba en un centro turístico de la costa.
Mientras mi marido asistía a los seminarios, Katie y yo jugábamos
en la playa. Una tarde hubo una sorpresa para los niños: un paseo en
elefante por el aparcamiento del hotel. Katie se entusiasmó hasta el
delirio. Aquella noche, cuando mi marido y yo la acostamos, le dije:
«La vida está siempre llena de sorpresas maravillosas si estamos dis­
puestos a recibirlas. Algunas mañanas te despiertas sin saber lo que
sucederá durante el día ¡y te dan un paseo en elefante!»
Al cabo de un par de días volvimos a casa, donde me esperaba una
invitación para ir con un grupo de periodistas americanos a Irlanda.
Era un viaje con todos los gastos pagados con motivo de la celebra­
ción del milenio de la ciudad de Dublín. La partida estaba prevista
para diez días después. Ahora bien, se pueden decir de mí muchas
cosas, pero que soy espontánea no es una de ellas. Busqué todas las
excusas concebibles para rechazar un viaje gratuito a mi país favorito:
tenía el pasaporte caducado, ¿quién cuidaría de Katie?, tendría que
reorganizar mi programa de trabajo, acababa de volver de unas vaca­
ciones, etcétera. Cuando hube agotado todo el repertorio, mi marido
dijo tranquilamente: «¿De modo que no vas a montarte en el elefan­
te?» Yo le sonreí, pues acababa de darme una lección amable e impor­
tante sobre cómo hemos de estar dispuestos a recibir las sorpresas
maravillosas. Así pues, acepté la invitación y pasé una de las semanas
más deliciosas de mi vida.
Si estamos dispuestos a aprenderlas, las lecciones amables nos
esperan con paciencia de muchas maneras. Procura escuchar hoy la
11 >i«1111 i.i tic ln1. unios; aceptai l.i amabilidad cariñosa de mu persona
ami);a; ayinlai a los que lo necesitan; pcdii consejo a un colega; actuar
Maniendo tu intuición; reírte de tus flaquezas y aceptarlas con amor;
observar cómo tus animales de compañía viven la mar de contentos en
el momento presente; redescubrir el sorprendente poder curativo de la
espontaneidad; concentrarte en los aspectos positivos de la situación
i ii que te encuentres; esperar lo mejor de cada día y darte cuenta de lo
maravillosa que es tu vida... antes mejor que después.
I luelga decir que con frecuencia ocurre algo inesperado, algo que
nos pilla de sorpresa. Pero si somos receptivos a las lecciones amables
y las agradecemos, en nuestro camino aparecerán nuevos maestros. La
buena suerte inesperada puede resultarnos tan instructiva como las
penas.

3 DE A G O STO
•I
Una red para atrapar días
Un plan de trabajo nos defiende del caos y del capricho. Es
una red para atrapar días... Un plan de trabajo es una ma­
queta de razón y orden: la queremos, la fingimos y de esta
manera le damos vida.
A n n ie D il l a r d

S e g ú n una amiga mía lo que nos mata no es tanto lo que realmente


tenemos que hacer durante la semana, sino pensar en ello.
Alice llegó a esta conclusión la semana que se le olvidó asistir a la
reunión anual de las exploradoras. Como es una persona organizadísi­
ma, dio por sentado que se acordaría. No hacía falta apuntarlo en nin­
guna parte. Pero se olvidó porque aquel día tan importante le falló el
sistema programador debido a una sobrecarga en los circuitos de la
memoria de su cerebro. Al día siguiente, cuando una sensación rara en
el estómago la despertó por la mañana, ya era demasiado tarde. Todas
las tareas fáciles ya estaban adjudicadas y sólo quedaba una. Y así fue
como Alice tuvo que encargarse de la venta de galletas entre las asis­
tentes a la reunión.
He aquí una estrategia basada en el encanto de la vida simple que
introducirá más armonía en tn villa y que im luso rs útil para las pn
sonas desorganizadas. Dejara libres los circuitos c ere Si ales de qm
hablábamos antes y, por ende, no tendrás que ocuparte de las galleta*.
A no ser, claro está, que quieras ocuparte de ellas. Si es así, podn i .
hablar con Alice. Todos los domingos tómate veinte minutos y su ma
te con el calendario, un bloc, un bolígrafo y un subrayador amarillo \
redacta una lista de las cosas que tienes que hacer durante los seis días
siguientes; una vez la tengas preparada, echa un vistazo preliminar .1
las tres semanas siguientes.
Para echar una red que realmente atrape días, es necesario que ten
gas en cuenta todas las tareas que haces durante la semana, tanto pro
fesionales como privadas. Esto no es para personas pusilánimes, pero
es importantísimo. Ármate de valor. He aquí lo que realmente hace­
mos todas las semanas.

La l is t a u n iv e r s a l d e l a s c o s a s q u e h a y q u e h a c e r

Trabajo:
(Reuniones, prospección, márketing/publicidad, tareas burocráti
cas, planificación, facturación, lectura, investigación, escritura,
viajes.)
Diligencias:
(Banco, tintorería, biblioteca, estación de servicio, videoclub, esta­
feta de Correos.)
Niños:
(Escuela, salud, lecciones, deportes, exploradores, transporte esco­
lar, clubes, juegos, fiestas.)
Citas:
(Médico, gimnasio, belleza, mecánico, veterinario.)
Compras:
(Comestibles, ropa, perfumería y farmacia, hogar, regalos.)
v Correspondencia:
(Facturas, cartas, tarjetas y paquetes.)
Teléfono/fax:
V Hogar:
(Limpieza, lavar ropa, decoración, mejoras, cocinar, reparaciones,
recibo, jardinería.)
Familia:
Amigos:
Iglesia/comunidad:
Personal:
(Inspiración, introspección, descanso, recuperación, relajación,
acicalamiento, visitar tiendas, educación, actividades lúdicas.)
I )ii i.tst* que deNpuéN tle Inu ei l.i maye>i i.i de esias ei>sas, 110 queda
tiempo para la última categoría, que e*. I.t m.r. impórtame: la personal.
I .1 Ion na tle icsolvei este problema de la vida real consiste en trasladar
l.i citada categoría del último lugai al primero y darle la máxima prio­
ridad al planificar tus actividades.
Para empezar, coge el subrayador y reserva una hora cada día;
escribe en la lista tus iniciales seis veces a modo de clave subliminal
para la autonutrición.
La belleza subversiva de este método radica en que una vez has
anotado una tarea en la lista, ya se trate de alguna diligencia o de algo
personal, no tienes que volver a pensar conscientemente en ella por­
que el lado izquierdo de tu cerebro — el lugar donde está la lógica— es
entusiasta de las listas. Funciona con piloto automático cuando haces
listas y clasifica y hace cambios hasta que aparece un programa en el
que todo tiene cabida. A veces hasta puede hacerse. Si tienes la espe­
ranza de hacer algo, escríbelo en la lista.
Echa un vistazo a la lista por la mañana y por la noche. Cuando
hayas terminado una tarea, táchala ceremoniosamente con un rotula­
dor rojo, aunque yo prefiero una pluma con tinta roja. Se siente una
gran satisfacción al ver que la lista se va volviendo roja a medida que
transcurre la semana.
Si tienes la sensación de que pasas demasiados días haciendo poco
o nada, durante una semana puedes redactar una lista de lo que hayas
hecho. Quizás entonces comprobarás que haces mucho más de lo que
crees.
Probablemente también descubrirás que malgastaste sin querer
momentos de oro porque no había ninguna red para atraparlos. Me
refiero a momentos para crecer, para soñar, para nutrir tu visión
auténtica.
La escritora Annie Dillard cree que «por supuesto, nuestra manera
de pasar los días es la de pasar la vida». Y todos reconocemos la ver­
dad cuando la oímos.
La televisión
H a y días en qu e cu alqu iera d e los electrodom ésticos qu e
ten em os en casa, incluida la aspiradora, p a rec e ofrecer m ás
p osib ilid a d es d e diversión q u e el televisor.
H a r r ie t van H orne

V es demasiado la televisión? A primera vista, es una adicción ino­


cua, ya que no hay efectos secundarios obvios.
Ya sabemos lo que ocurre cuando nuestros hijos ven demasiado la
televisión. Se vuelven pasivos, pierden el interés por otras actividades
y se aburren fácilmente. Su capacidad de prestar atención se reduce
drásticamente y expresan con frecuencia su descontento con la vida
cuando alguien está dispuesto a escucharlos. Sus madres muestran sín­
tomas parecidos cuando ven demasiado la televisión. Si te quedas en
casa con los niños, pregúntate a ti misma si realmente necesitas tener la
televisión encendida todo el día. Si trabajas fuera de casa y por la
noche te encuentras sentada con regularidad ante el televisor sin pen­
sar que podrías hacer otra cosa, ¿no va siendo hora de que lo pienses?
Alice Walker dice que siempre «le asombra ver que la gente opta por
sentarse delante del televisor y sufrir la agresión de cosas que son un
insulto a la inteligencia».
Cualquier persona que vea más de cinco horas la televisión sema­
nalmente estará de acuerdo con ella. Yo hice crítica de televisión
durante varios años y a veces me costaba creer lo que veía. ¡Al menos
me pagaban por verlo!
Pero en la televisión también hay muchas cosas que divierten e
informan. En tal caso, si hay un programa que realmente te gustaría
ver, ¿por qué no lo grabas en vídeo y lo ves en otro momento? La
cuestión es elegir de forma consciente.
Durante los últimos años prácticamente me he liberado de la cos­
tumbre de ver la televisión y he comprobado con sorpresa que ahora
dispongo de tiempo para actividades mucho más agradables y prove­
chosas.
Presta atención esta semana a cuánta televisión ves con el fin de
que puedas empezar a dedicar tu tiempo a otras actividades. La escri­
tora Barbara Ehrenreich opina que el atractivo de la televisión estriba
en que revela lo que más anhelamos en los lugares más recónditos de
iiucsl i o cor.i/on: ••ni i .i vii I.i niii'v.i y tu .i, Mi i .i viil.t dr p.iriii ip.u mu
Quiza punías rm p r/.n la vida auténtica que anhelas cuando dejes dr
prrmitii qur la televisión se coma la que tienes.

5 DE A G O STO

El don del ocio sagrado


E l tra ba jo no es siem pre necesario... existe el ocio sagrado,
q u e es alg o q u e hoy en día no recibe la atención qu e m erece.
G eo r g e M a c d o n a ld

E ^ r a una esplendida mañana de verano, soleada, ni demasiado calu­


rosa ni húmeda. Era uno de esos días que hacen que te sientas agrade­
cida de estar viva. Pero yo estaba demasiado agotada para apreciar
semejante don. Me había pasado la noche dando vueltas en la cama
consciente e inconscientemente y no podía llegar a dormir realmente.
Se acercaba el plazo de entrega de un trabajo, los niños volverían
pronto del campamento de verano pero transcurriría otro mes antes
de que empezaran las clases en la escuela y necesitaba visitar a mi
madre, que estaba enferma. Por todo ello le encontré un nuevo senti­
do a lo que dijo la poetisa inglesa Stevie Smith cuando confesó que
«no estaba haciendo señales con las manos, sino ahogándose».
Al sacar los gatos al jardín, me quedé un momento fuera. Una bri­
sa refrescante movía las ramas verdes. El sol y la sombra creaban sobre
la hierba un dibujo precioso en el que nunca me había fijado. En el
silencio de la primera hora de la mañana resonaba un concierto natu­
ral que interpretaban los pájaros, las cigarras y las abejas. El silencio de
la armonía revoloteaba a mi alrededor. Me entraron ganas de quedar­
me en el jardín, pero, muy a mi pesar, entré de nuevo en casa para pre­
parar las cosas antes de que Katie se despertara.
Pero al ver mis libros y papeles desparramados por el suelo cerca
de la cama, donde los había dejado la noche anterior vencida por el
cansancio, me sentí abrumada por aquella expresión externa de mi
caos interno y rompí a llorar.
Después de llorar a gusto durante un buen rato, la voz amable y
tranquilizadora a la que llamo «Espíritu» me sugirió que saliera otra
vez al jardín. ( ni iofumeute, cu ve/ de protestar, senil! su consejo.
Extendí un viejo cubrecama de algodón en el suelo, lomé unos eojim •
del soíá de la salita y los apoyé en un roble y de esta forma impiovr.i
una meridiana en tierra. Luego saqué una bandeja con el te y mis un
les de trabajo, ya que mi intención era instalarme en el jardín p.ua
escribir. Pero luego, al sentarme, no tuve ánimos para hacer nada sal
vo respirar lentamente. No quería meditar, ni sostener una conversa
ción auténtica con alguien, ni pensar, ni crear, ni ser inteligente o sci el
conducto de algo. De modo que me limité a seguir sentada y bebei
sorbos de té mientras contemplaba el cielo azul a través de las ramas
de los árboles y observaba los graciosos movimientos de una maripo
sa que atravesó el jardín. Lo que me rodeaba era lo de siempre, pero
esa mañana todo era tan hermoso... tan conocido y, pese a todo, tan
diferente.
A los pocos minutos empecé a sentirme más animada. Los galos
no tardaron en acercarse a mí, intrigados por la interrupción del ritmo
diario. Y poco después vino Katie, todavía soñolienta, con una manta
y una almohada, y se instaló a leer junto a nosotros. Me preguntó que
era lo que estaba haciendo. A falta de una explicación mejor, le dije
que estaba preparando un trabajo, dejando que la Madre Naturaleza
me nutriese con el fin de poder escribir una meditación. La invité a
ayudarme. Al ver que mamá estaba tan serena y receptiva, decidió
aprovechar la oportunidad y me pidió que le contase mis recuerdos de
cuando ella era muy pequeña. ¿Quién sabía cuánto tiempo iba a durar
aquella oportunidad insólita? Pues duró ocho horas, ocho encantado­
ras y lánguidas horas de un día de verano, contando un almuerzo al
aire libre así como una siestecilla. Entre reír, contar historias sobre la
familia, compartir confidencias, observar a los gatos y soñar en voz
alta, no hice absolutamente nada excepto vivir y amar.
Al finalizar aquel día de felicidad de sencilla abundancia, me di
v cuenta de que había recibido un don restaurador: el sagrado ocio. Un
día inesperado y melódico dedicado a no hacer nada para compensar
los días discordantes dedicados a hacer demasiadas cosas. Al igual que
la gracia, aquella bendición había sido inesperada; desde el punto de
vista práctico no tuvo ningún valor, pero fue absolutamente necesaria
y la saboreé con agradecimiento.
Dejemos que la Madre N<ilurtikv<i no* nuii.i
E l sentido, los estados an ím icos, toda Li escala de n ms h. t
experiencia interna encuentra en la n atu raleza «las corres
p on den cias» a través d e las cuales p o d em o s con ocer nuestros
y oes ilim itados.
K a t h l e e n R a in e

U n a amiga mía es una escritora especializada en la naturaleza que,


irónicamente, vive en el centro de la ciudad. Detrás de la casa de estilo
Victoriano donde vive Pat hay un callejón que linda con un barrio tur­
bulento donde prostitutas, traficantes de drogas, gente sin hogar y
enfermos mentales conviven penosamente con resueltos pioneros de la
renovación urbana. Como haríamos casi todos nosotros en sus cir­
cunstancias, Pat reconoce que es difícil sentir compasión por gente
que orina en su puerta, tira botellas vacías a sus animalitos de compa­
ñía y perpetra atracos y asesinatos. Se han llevado a cabo varios inten­
tos para limpiar el callejón, pero los resultados han sido escasos, desa­
lentadores. Sin embargo, este año, Pat, que posee la capacidad intuitiva
de transformar un erial en un oasis, ha creado un hermoso jardín de
estilo inglés junto a los escalones que llevan al callejón. El jardín es
diminuto, pero abundan en él preciosas flores y plantas que atraen a
cientos de mariposas exquisitas. El jardín también ha atraído a sus
vecinos de la calle, que a menudo se acercan a él y pasan unos cuantos
minutos de tranquilidad contemplando la única naturaleza que está a
su alcance. Ahora, los que antes ensuciaban el callejón se encargan de
tenerlo inmaculado como sendero que conduce al jardín y en el suelo
no hay ni siquiera un envoltorio de goma de mascar. Cuando Pat se
asoma a la ventana y ve a la gente de la que antes se sentía tan distan­
ciada, experimenta la satisfacción de haber introducido un poco de
belleza en la vida de aquellas personas. Es un recordatorio amable
pero potente de la «biofilia», es decir, la llamada silenciosa del Espíri­
tu para que nos despertemos y nos demos cuenta de que toda la vida
es un continuo sagrado.
La biofilia es la nueva e interesante teoría psicológica que propone
el biólogo conservacionista Edward O. Wilson, ganador del Premio
Pulitzer. El doctor Wilson cree que nuestros impulsos biófilos — el
«amo a las cosas vivas», tales como las plantas y la fauna silvestre, así
como I.i vida al aire libre en m'iu i.il son genéticos, es decir, lorm.m
parte del código genet ico de los seo •. luí manos con el fin de ¡\u .un i. .11
el equilibrio, la armonía y la preservación. I .1 atracción que ejercen
los entornos naturales no es simplemente un fenómeno cultural ex
plica el doctor Wilson— . Hay indicios de que es un impulso más pro
fundo, biológico.»
Algunos de estos indicios tienen sus raíces en la forma de vida de
nuestros antepasados de la antigüedad. A medida que los primitivos
seres humanos fueron evolucionando durante más de dos millones de
años, su existencia se desarrollaba en el seno de grupos de cazadores y
recolectores de alimentos y sólo sobrevivían los que se integraban en
el mundo natural. El doctor Wilson señala que «ver fugazmente 1111
animal pequeño escondido en la hierba podía representar la diferencia
entre comer y pasar hambre».
Si queremos medrar hoy, integrarnos en la naturaleza es tan esen­
cial como hace millones de años. De hecho, numerosos terapeutas
especializados en ecopsicología creen que intensificar nuestros lazos
emocionales con la naturaleza es tan importante para nuestro bienes­
tar como nuestros estrechos vínculos personales con la familia y los
amigos. Cuando seguimos nuestros instintos y salimos de la ciudad
para pasar el fin de semana en el campo, trabajamos en el jardín por la
mañana, comemos en el parque en lugar de hacerlo en un restaurante,
damos de comer a los pájaros, visitamos el zoológico o recogemos un
animal extraviado, respondemos positivamente a impulsos fisiológicos
y psicológicos para sobrevivir. Puede que no lo sepamos consciente­
mente, pero necesitamos reforzar nuestro hilo en el tejido de la vida.
Cuando honramos esta hambre santa sintonizando con la naturaleza
experimentamos la armonía personal.
Puede que hoy no puedas pasar todo el día al aire libre, pero sí
puedes mitigar el estrés dejando que la Madre Naturaleza te nutra.
Quítate los zapatos y siente la tierra bajo tus pies. Inclínate ante una
flor y aspira su fragancia. Túmbate bajo un árbol y contempla el cielo
a través de las ramas. Dedica unos cuantos momentos a hacer estas co­
sas. ¿Ahora cómo te sientes?
La Madre sabe qué es lo que más nos conviene.
7 Di: AGOSTO

Los animales de compañía


N uestros com pañ eros perfectos nunca tienen m en os d e
cuatro patas.
COLETTE

X.^a lección más importante que he aprendido sobre la vida — el


poder transformador del amor incondicional— me la dio un maestro
místico de cuatro patas. Jack era un gato sin dueño que se presentó en
nuestro jardín hace ahora nueve veranos. Aunque era obvio que pasa­
ba hambre, durante la primera semana se limitó a observar, a tomarme
las medidas y a inspeccionar el lugar. Yo le ponía comida delante de la
puerta de la cocina, pero tardó como mínimo un mes en comer en mi
presencia. Poco a poco me permitió acariciarlo y él correspondía a mis
mimos con un profundo y resonante ronroneo de felicidad.
Una mañana fría, cuando el otoño daba paso al invierno, decidió
que mi adopción fuese definitiva y entró en casa a vivir conmigo y sa
mi amor.
Poco después de que empezara nuestra apasionada relación, Jack
tuvo una infección en un ojo y nuestro veterinario dijo que padecía
leucemia felina. El diagnóstico fue un golpe terrible. Pero mi veterina­
rio ejercía la medicina holística además de la convencional y sugirió
que, además de antibióticos, aplicáramos un tratamiento a base de
remedios homeopáticos, masajes y meditación (acariciarle rítmicamente
durante diez minutos para una relajación profunda) que reforzara
nuestros respectivos sistemas inmunológicos.
Transcurrieron ocho confortantes años de compañía. Jack se con­
virtió en el «gato milagroso» porque vivió más tiempo que cualquier
otro gato tratado en la clínica de leucemia felina. De hecho, Jack tenía
un aspecto tan sano, que de vez en cuando el doctor le hacía unas
pruebas para ver si se había producido una remisión espontánea de la
enfermedad.
Pero el verano pasado se hizo evidente que nuestra vida en común
tocaba a su fin y Jack empezó a empeorar rápidamente. El veterinario
probó todo lo que tenía a su alcance para ganar un poco de tiempo.
Finalmente llegó el momento de la pérdida profunda que ninguna plega­
ria podía retrasar. «Su amor a ti es lo único que le mantiene vivo — me
dijo el veterinario. Y añadió— : Ahora el amor que sientes por él debe
dejar que sr vaya.» (ion mucho cuidado envolví .1 mi compañero del
alma en mi albornoz viejo y lo acuné en mis brazos. Al darlo el beso de
despedida, Jack lamió mis lágrimas y ronroneó hasta el último latido
de su corazón. Fue uno de los momentos más santos que he conocido.
Jack está enterrado en nuestro jardín, donde en otro tiempo juga
ba. Una plaquita de latón señala el lugar y en ella están grabadas las
palabras del poeta escocés Robert Burns en recuerdo del «huérfano
atormentado que halló tierno refugio en nuestros corazones ham
brientos». Es un sentimiento que no se refiere sólo a los gatos que
hemos amado, perdido y llorado, sino también a los que hoy compar
ten nuestra vida: Pussy, Mikey, Morris y Griffin, un gato sin dueño
que ahora me permite acariciarle mientras come delante de la pucrt.i
de la cocina.
Los médicos y los psicólogos dicen que querer a los animales, cui
darlos y pasar tiempo con ellos incrementa nuestro bienestar. Cual­
quier persona por la que un perro o un gato haya demostrado cariño
probablemente no sabrá expresar con palabras el lazo emocional que
se crea entre un ser humano y un animal. Los perros nos aman incon­
dicionalmente y para los gatos lo importante es la redención. Nuestros
pecados y defectos no les preocupan mientras nos deleitemos en su
presencia.
Aunque no tengas animales en casa, puedes conectar con ellos:
visita el zoológico en diferentes estaciones del año, cuida el perro o el
gato de alguna amiga cuando ésta tenga que ausentarse, saca a pasear al
perro del vecino, deja maíz seco y nueces para las ardillas en el jardín,
o tira pedazos de pan a los patos del estanque, a las palomas del par­
que o a las gaviotas en la playa.
Si tienes animales de compañía, no te limites a darles de comer y
sacarlos a pasear. Tú los invitaste a entrar en tu vida, así que debes
abrirles tu corazón. Estos animales necesitan que los acaricien, que los
tomen en brazos, que los mimen y que jueguen con ellos; adóralos y
te responderán con una devoción que la mayoría de las personas sólo
podemos esperar de un ser humano en sueños. Habla con ellos y ten­
drás unos confidentes que jamás te traicionarán. Ríeles sus gracias y
tendrás un remedio infalible contra el estrés y aprende a vivir obser­
vándolos. Los perros traban amistad fácilmente, son leales y no son
caprichosos. Los gatos son espontáneos, se sienten satisfechos de vivir
en el presente. Son pequeños maestros del zen, maestros inescrutables
que cambian el pelo y arañan y han venido a enseñarnos la paradoja
del no hacer nada en un mundo frenético donde siempre hay que
hacer cosas. Como demuestra claramente la bola de pelo que en este
momento está acurrucada en mi mesa de trabajo, cuantas más siestas
echas, más despertares experimentas.
A|'i.ulive hoy el don de compaitir tu estam i.i en la Tierra eon
mi»)', seres que confortan. I os animales son nuestros compañeros es­
p l í n mies, la prueba viviente de una luente de amor sencillamente abun-
d.intc. Ninguna persona tiene por qué sentirse sola. Y si hay un don,
tiene que haber alguien que lo otorga.

8 D E A G O STO

Las antigüedades:
una atracción por el pasado
N o se trata d e qu e y o p erten ez ca a l pasad o, sino d e qu e el
p asa d o m e p erten ece a mí.
M a r y A n t in

O ^ o m o muchas mujeres, adoro las antigüedades. Quizá se debe a


que en las tiendas de antigüedades he aprendido más cosas sobre la
vida que en cualquier otra parte: cómo vivirla, cómo cambiarla para
mejorar y cómo quererla. Sobre todo, la fuerte y agradable atracción
del pasado ha despertado mi pasión por la historia social. Entre los
artefactos de otros tiempos he descubierto que la historia es en reali­
dad tu historia y mi historia. Historias que nos curan el alma.
El historiador Harvey Green hace un comentario fascinante en su
instructivo libro The Light o f the H om e: An Intím ate View o f the
Lives o f Wom en in Victorian A m erica: «Lo que en otro tiempo se usa­
ba para alimentar a una familia, cuidar a un niño, limpiar y abrillantar
una tetera o practicar la elegancia social y las costumbres de otra épo­
ca cumple una función diferente en la actualidad. Estos objetos del
pasado sugieren una forma de vida que se parece a la nuestra pero nos
es extraña.»
Desde luego, yo me sentí como una extraña en el mundo de otra
mujer cuando, hace doce veranos, compré en una tienda de antigüeda­
des de Maine un baúl lleno de revistas femeninas e infantiles de la épo­
ca victoriana. Fue un hallazgo afortunado y totalmente inesperado.
Estas revistas, que aparecen llenas de sugerencias para distraerse en los
días de lluvia y de pasatiempos para pasar la velada en casa con la
I.unili.i, si' convirtieron en mi pa.aporte paia viajai al pa'.ado. I'oeo
sabía yo en aquel momento que mi perio n al m áquina del tiempo*
me llevaría al futuro y cambiaría de lorm a prodigiosa la iraycetoi ia d<
mi carrera y mi vida. La época vietoriana me fascinó y empecé a estu
diar a fondo la vida doméstica en el siglo XIX, y dicho estudio me lie
vó a escribir una columna en la prensa, a dirigir seminarios y a esu ihit
dos libros.
Las mejores aventuras que he vivido en el mundo de las antigüeda
des ocurren cuando mi propósito es sólo curiosear. Raras veces cniio
en una tienda de antigüedades con la intención de comprar, lo único
que pretendo es recibir alguna sorpresa. Esta receptividad a las rique
zas del pasado a menudo te enseña de forma deliciosa a confiar en tus
instintos, a experimentar con diferentes estilos, a escuchar a tu cora
zón, a honrar tus impulsos creativos, a tener fe y, sobre todo, a darte
cuenta de que no hay ninguna carencia. ¿Cómo puede haber carencia
en nuestra vida cuando incluso lo vulgar se convierte en precioso con
el paso del tiempo? Si alguna vez necesitas poner en marcha tu propia
conciencia abundante, pásate un día entero en un mercadillo de ant i
gücdades. Aun en el supuesto de que el dinero no fuese un problema,
no podrías llevarte a casa todo lo que vas a ver. Hay un límite para las
cosas que necesitamos o realmente queremos. Lo que pasa es que lo
olvidamos continuamente.
Isabelle Eberhardt escribió en 1900 que pensar en «lo que era bue­
no y hermoso» en el pasado equivale a «sazonar el presente». Recuér­
dalo la próxima vez que sientas la necesidad de una excusa oficial para
viajar agradablemente a través del tiempo una tarde de verano.
El octavo día de la creación:
honrar nuestros dones personales
E xplora diariam en te la v olu n tad de Dios.
C arl Jun g

JN ^ a rtin Buber, el gran filósofo judío, contaba una historia sobre un


tzaddick o maestro hasídico llamado Rabbi Zusya que frecuentemen­
te se preguntaba si su vida era auténtica: «Si en el otro mundo me pre­
guntan “¿Por qué no fuiste Moisés?”, sabré la respuesta. Pero si me
preguntan “¿Por qué no fuiste Zusya?”, no tendré nada que decir.»
Lo que empieza a interesarnos ahora, cuando en nuestra alma co­
mienza a moverse el cuarto principio del encanto de la vida simple
— la armonía— es cómo desempeñaremos nuestro papel en esta reve­
ladora conversación. Distinguir nuestros dones personales es impres
cindible si queremos experimentar la armonía en nuestra vicia. «Debi
do a que nuestros dones nos introducen en el mundo y nos hacen
participar en la vida, descubrirlos es una de las tareas más importantes
que se nos plantea — escribe Elizabeth O ’Connor en Eighth D ay of
Creation: Gifts an d Creativity— . Cuando hablamos de ser fieles a no­
sotros mismos, es decir, ser las personas que teníamos que ser, lo que
hacemos es hablar de dones. No podemos ser nosotros mismos a me­
nos que seamos fieles a nuestros dones.»
Sin embargo, es difícil ser fieles a nuestros dones si no sabemos
cuáles son. Y si bien maestros, místicos, santos, sabios, poetas y filóso­
fos han dado fe del camino auténtico a través de las épocas, muchos de
nosotros no los hemos escuchado. ¿Por qué? Creo que la causa es que
la lección de la autenticidad suele ir precedida de las cuatro palabras
más aterradoras que la raza humana conoce: la voluntad de Dios. La
voluntad divina se asocia con frecuencia al sufrimiento, por lo que no
es extraño que muchas de nosotras optemos, consciente o inconscien­
temente, por meternos en un abismo espiritual de desconocimiento.
¿Confiar en Dios? Ya he estado allí, ya lo he hecho. Gracias, pero no.
Prefiero arreglármelas sola.
Pero incluso metidas en el negro agujero de la duda, queremos
creer que está con nosotros una fuerza mayor que nuestra propia ener­
gía o entendimiento. Y así es. La fuerza está con tu yo auténtico.
Como Obi Wan Kcnobi 1c dice .» I ukc Skywalkrr en La guerra de las
galaxias: «La fuerza es un campo de energía que crean todas las cosas
vivas. Nos rodea, penetra en nosotros, une las galaxias.» La fuerza une
tus sueños y deseos con tus dones personales para que puedan encon
trar expresión externa. «Seguid vuestros sentimientos, confiad en vues­
tros sentimientos», nos recomienda a todos el Jedi, porque es en la fuer­
za donde vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
La fuerza es amor.
El amor desea y quiere nada menos que tu felicidad incondicional,
armonía, plenitud.
Comprométete a descubrir, reconocer, apreciar, poseer y honrar
tus dones personales.
Y que la fuerza te acompañe.

10 D E A G O STO

Demostrar nuestros dones


N o llores; no te indignes. C om prende.
B a r u c h Sp in o z a

A
xlL n h elas poner en marcha tus dones. Explorar tu talento. Descubrir
. y recuperar tu creatividad. Pero ¿por dónde empiezas? Empiezas
abriendo tu corazón y mostrándote dispuesto a servir.
«El artista es un sirviente que desea dar vida — nos dice la escritora
Madeleine L ’Engle en Walking on Water: Reflections on Faith and Art— .
Creo que toda obra de arte, ya sea la obra de un gran genio o algo muy
pequeño, se presenta al artista y le dice: “Aquí me tienes. Ponme carne.
Dame vida.” Y el artista, o bien dice: “Mi alma ensalza al Señor” y se
convierte gustosamente en el que da vida a la obra, o se niega.»
Que sirvamos o no depende exclusivamente de nosotros. El pri­
mer don que Dios nos otorga es el libre albedrío, que distingue a los
mortales de los ángeles, los cuales, después de haber visto la gloria,
cambiaron gustosamente el libre albedrío por la pasión de servir. Al
ser superiores a los ángeles, podemos tenerlo todo: el libre albedrío y
la pasión de servir. Quizás algún día nos percataremos de que lo que
hemos de temer no es la voluntad de Dios, sino más bien que no nos
dejen li.u ci l<> <|tie q n eiaiuos. Siempre nos <|iied,i l.i opción de tUu 11
n o - a l.i próxima L u m b res borrascosas, l lp ia n o o Barney.
«L o siento, busca a otro.»
Y el Espíritu lo buscará y lo encontrará.
Para ser justas, hay que decir que a veces no usamos literalmente
esas palabras, sino que decimos: «Lo siento, en este momento estoy
muy liada. Vuelve más tarde.»
De manera que el Gran Creador sigue su camino hasta que un
artista bien dispuesto y con el corazón abierto se brinda a ser el con­
ducto de la creatividad.
Este ejemplo explica en gran parte por qué se te parte el corazón y
te sientes desconcertada y furiosa cuando después de años de no aca­
bar de decidirte, otra persona se te adelanta y patenta un cochecito que
se parece al que ideaste cuando nació tu primer hijo; o distribuye su
tarjeta de felicitación para madres solteras cuando la tuya todavía está
a medio terminar en el tablero de dibujo; o registra la marca de tu
comercio de artículos de fantasía; o escribe una columna en la prensa
sobre el mismo tema que llevas cinco años dándole vueltas sólo en tu
cabeza; o gana el concurso de galletas caseras con una receta que tú lle­
vas años perfeccionando y dando a probar a tu familia.
No quiero decir con ello literalmente que alguien te haya robado
lo que pensabas hacer, ya sea un libro, un dibujo, un nombre comer­
cial o una receta. Se trata de algo que ocurre cuando otra persona pre­
senta al mundo una idea creativa tan parecida a la tuya, que, al verla, te
desmayas de la impresión. Te sientes anonadada y a la vez asustada.
¿Cómo diablos ha podido ocurrir esto a menos que alguien haya leído
tu pensamiento?
Bueno, no fue tu mente la que leyó esa persona, sino la mente divi­
na. Recuerda que antes de que algo exista en la tierra, existe plenamen­
te formado en el Espíritu. El Gran Creador no sabe de favoritismos;
todos nosotros nacimos para continuar la recreación del mundo a tra­
vés de nuestros dones.
Y aunque la vida te ofrece numerosas oportunidades que hacen
que tu cabeza dé vueltas, el Espíritu acude a ti sólo una vez cuando se
trata de una obra de expresión creativa, y luego sigue su camino. Lo
esencial es que la obra debe hacerse y si tú no la haces, la hará otra per­
sona.
Así que cuando una gran idea pase fugazmente por tu cerebro
rodeada de luz, ¡préstale atención! Una vez tome forma en tu cere­
bro, piensa que otros podrán captar la pauta de energía creativa muy
pronto si son receptivos. Piensa que tu mente es una antena parabóli­
ca. Continuamente se transmiten mensajes celestiales de carácter crea­
tivo. La frecuencia queda bloqueada y sólo la captas tú durante un
momento infinitesimal, el Milieienie para «11u* eleves ni eora/on, aeep
tes el encargo y des las gracia.'.,
¿La idea es absolutamente fabulosa? ¿Lies capa/ de imaginártela
convertida en una realidad tangible? ¿Te quita la respiración? I ,a nove
lista Gail Godwin nos dice que «algunas cosas llegan a su propia y mis
teriosa hora, te imponen sus propias condiciones en lugar de aceptar
las tuyas y tienes la opción de aprovecharlas o renunciar a ellas para
siempre».
De modo que simplemente di «sí», ¡por Dios!... y por ti misma.

11 DE A G O STO

Después de reflexionar...
L o q u e pu edas h a cer o sueñes qu e p u ed es h a cer em p iézalo;
en la au dacia h ay gen io, p o d e r y m agia.
JOMANN WOLFGANG VON GOETHE

I I o y te das cuenta de las bendiciones que has recibido. En secreto,


nutres el sueño que nace — la obra cuya custodia te han confiado— en
el santuario de tu alma. En los momentos de silencio rebosas de emo­
ción al pensar en las posibilidades de oro que se extienden intermina­
blemente ante ti. Como la felicidad es la emoción más difícil de sobre­
llevar en solitario, confías tu sueño a tu pareja, a tu mejor amigo, a tu
amante, a tu hermana, a tu madre, a tus niños.
Su falta de entusiasmo te sienta fatal. Empiezan a darte consejos
«por tu propio bien»: eres demasiado mayor, tienes demasiadas co­
sas que hacer para intentar algo nuevo ahora, eres demasiado pobre,
demasiado inexperta. Para llevar el sueño a la realidad te falta lo nece­
sario, ya sean recursos, talento, relaciones o una oportunidad entre un
millón. ¿Ah, sí? Piensa en lo que han hecho los que te dicen que no lo
hagas. ¿Cuántos sueños han logrado convertir en realidad?
Me lo figuraba. Por fa v o r , ten cuidado en lo que concierne a con­
fiar tus sueños sagrados a otras personas, especialmente en el primer
trimestre después de la concepción creativa, el período que Sóren
Kierkegaard llamó «conciencia soñadora» que precede a la creación.
Un soñador descontento es un mentor arriesgado. No pidas nunca
consejo .1 n.uiic 111u* v.i s,ibr\ cóm o le v.i .1 responde! N o puedes peí
mil 11 n escucltai de nuevo una cinta negativa. I I pensárselo bien 11.1
Il ustrado mas sueños que todas las circunstancias difíciles, obstáculos
insuperables y desviaciones peligrosas que el destino podría poner en
tu camino. Perjudicar tu autenticidad sucumbiendo a las dudas ajenas
es una forma siniestra, sutil y seductora de perjudicarte a ti misma.
Pocas personas son inmunes a la opinión de los demás. Necesitamos
aprender a valorar desapasionadamente los consejos, examinar la fuen­
te* de los mismos, sopesar la opinión. Si la información refleja perspi­
cacia y es algo en lo que no habías pensado, consérvala. Si es desalenta­
dora, déjala correr. Pon fin a la conversación con cortesía pero también
con firmeza. Mejor aún, en el futuro no la empieces siquiera.
William Hutchinson Murray, líder de la expedición escocesa que
escaló el Everest en 1951, insta al soñador que llevas dentro a tener fe:
«En lo que se refiere a todos los actos de iniciativas (y creación), hay
una sola verdad elemental cuyo desconocimiento hace que se malo­
gren incontables ideas y planes espléndidos: que en el momento en
que uno se compromete claramente, la Providencia empieza a mover­
se también. Ocurren entonces muchas cosas que te ayudan y que nor­
malmente no hubieran ocurrido jamás. De la decisión surge una serie
de acontecimientos y recibes ayuda de incidentes y encuentros imprc
vistos con los que no hubieras soñado.»

12 DE A G O STO

La gran colaboración
N o p o d em o s atribuirnos el m érito d e nuestro talento. L o
q u e cuenta es la fo r m a en q u e lo utilizam os.
M a d e l e in e L ’E n g l e

o te preocupes pensando que tu talento no estará a la altura de la


tarea. El Espíritu siempre nos escoge como colaboradores en un traba­
jo que se ajusta perfectamente a nuestros dones personales, aunque
nosotras pensemos de otra manera. Tener mala opinión de nuestra
capacidad es una excusa fácil para retirarnos cuando nos encontramos
ante una difícil tarea creativa, pero a estas alturas el Gran Creador ya
nos ha calado. De hecho, sentirnos incapaces de hacei lo que se nos
pide es, al parecer, un requisito previo de índole espiritual.
De todos modos, nuestro grado de talento no tiene ninguna impor
tanda desde el punto de vista práctico, ya que la obra siempre sabe más
que nosotros, lo que es motivo para sentirnos eternamente agradecidas.
Acceder a servir significa en realidad presentarnos y hacer las llamadas,
mezclar la pintura, empuñar la pluma, pulsar las cuerdas, dar forma ,il
barro y quitarnos de en medio.
No creamos en un vacío. El arte es una colaboración divina, un
pacto sagrado entre el artista y el Gran Creador. Los artistas inspira­
dos, los que escriben los libros cuya lectura es apasionante, los poemas
que te aprendes de memoria, los que pintan los cuadros que te fasci
nan, los que componen la música que escuchas una y otra vez, son los
primeros en reconocerlo. El gran compositor italiano Giacomo Pucci-
ni confesó, refiriéndose a su ópera M adam e Butterfly, que «me la dic­
tó Dios; yo no hice más que plasmarla en el papel y comunicársela al
público». Harriet Beecher Stowe juraba que era «otra mano» la que
escribía en la mesa de la cocina — en los ratos libres que le dejaba la
tarea de cuidar a seis niños, preparar la comida y coser— porque nun­
ca sabía lo que iba a pasar a continuación en L a cabañ a del tío Tom.
George Frederick Handel creía que estuvo alucinando durante veinte
días frenéticos mientras componía E l Mesías'. «Me parecía ver ante mí
todo el cielo y al mismísimo gran Dios.» Desde Piet Mondrian hasta
Robert Motherwell, los pintores han considerado que su papel consis­
tía en hacer de mediadores. Motherwell sabía que dejar que el pincel se
hiciera cargo del trabajo era la forma más segura de plasmar en el lien­
zo lo que veían sus ojos: «Encontrará lo que yo solo no podría hacer.»
Y tu talento madurará una vez empieces a nutrir el sueño de la
divinidad: con tu creatividad, tu oficio, tu valor, tu disciplina, tu devo­
ción, tu discernimiento, tu energía, tu entusiasmo, tu emoción, tu inte­
ligencia, tu imaginación, tu inventiva, tu pasión, tu perseverancia, tu
paciencia, tu habilidad, tu sudor, tu sentido común, tu tenacidad, tus
lágrimas y tus rabietas. Es más, te asombrará ver lo que puede hacer la
gran alianza artística.
El mundo necesita tu don de la misma manera que tú necesitas
otorgarlo. Mary Sarton nos advierte que «cuando está vuelto hacia
dentro y es imposible otorgarlo, el don se convierte en una carga pesa­
da, incluso, a veces, en una especie de veneno. Es como si algo inte­
rrumpiese el flujo de la vida».
Mientras recuerdes que no estás creando sola, el flujo no podrá
pararse.
El camino del artista:
sintonizar con la más alta armonía
D eb es estar dispuesto a v e r la m an o de D ios y aceptarla
com o un am ig o qu e se brin d a a ayu darte en lo q u e estés
hacien do.
J u l ia C a m e r o n

M u c K o , d e s e a o s Ser más c ^ v o , M ucho, nos damOS cuen»


de que somos creativos, pero no sabemos aprovechar eficazmente
nuestra creatividad. Nuestros sueños se nos escabullen. Tenemos la
sensación de llevar una vida monótona. A menudo tenemos grandes
ideas, sueños maravillosos, pero somos incapaces de hacerlos realidad
nosotros mismos. Julia Cameron reconoce en su incomparable libro
The Artist’s Way: A Spiritual Path to H igher Creativity, que «a veces
tenemos anhelos creativos concretos que nos encantaría ser capaces de
satisfacer: aprender a tocar el piano, pintar, asistir a clases de arte dra
mático o escribir. A veces nuestro objetivo es más difuso. Anhelamos
lo que podríamos llamar “vida creativa”, es decir, un mayor sentido de
creatividad en nuestra vida profesional, en el compartir con nuestros
hijos, nuestro cónyuge, nuestros amigos».
Sin darnos cuenta, muchos hemos levantado barreras aparente­
mente insuperables que nos protejan del fracaso o del éxito. Puede que
pensemos que nos estamos protegiendo al pasar por alto o negar nues­
tros impulsos creativos, pero en realidad lo único que hacemos es
enterrar vivo nuestro yo auténtico.
A medida que vayas aprendiendo poco a poco a limar las opinio­
nes y los juicios de los demás (incluidos los de nuestro propio censor
interno) y a cambiar una interpretación limitativa y tóxica de un Dios
avaricioso y ruin por lo que Julia llama «la buena y ordenada direc­
ción» de un Gran Creador que nos ama y apoya, no sólo encontrarás
al artista interior, sino que aprenderás a respetar tu arte como forma
personal de rendir culto.
«Una vez aceptes que crear es natural, puedes empezar a aceptar
una segunda idea: que el Creador te facilitará lo que necesites para el
proyecto — nos dice Julia— . En cuanto estés dispuesta a aceptar la
ayuda de este colaborador, verás pequeñas y útiles muestras de ayuda
en todos los ámbitos de tu vida. Debes estar prevenida: luy un .trinó
nico superior que se suma a tu vo/ creativa interna y I.i aumenta.-
El Espíritu te habla constantemente durante todo el día. Puede que
tengas una corazonada, que la sugerencia de una amiga te anime o que
sigas el impulso caprichoso de probar algo nuevo. I la/ que tu.corazón
aprenda a escuchar. Ajusta hoy tu satélite espiritual. Sintoniza con la
frecuencia de armónicos superiores en busca de ayuda mientras prosi
gues tu peregrinación auténtica y artística hacia la plenitud.

14 D E A G O STO

El valor de crear
N o h ay lágrim as en el escritor, no hay lágrim as en e l lec­
tor. N o h ay sorpresa p ara el escritor, no hay sorpresa p a ra el
lector.

R o b e r t F rost

( Q u i z á s una de las razones por las cuales nos da miedo excavar


nuestro yo auténtico o encontrar al artista interior es que la creativi
dad parece demasiado arriesgada. Oímos pronunciar la palabra «artis­
ta» y la asociamos con un destino dramático, un destino que el artista
se infiere a sí mismo: las copas que Edna St. Vincent Millay se toma ­
ba en solitario, las borracheras de Dorothy Parker, los somníferos
de Judy Garland, la heroína de Billie Holiday, la última siesta de Anne
Sexton en un coche lleno de monóxido de carbono. El número de
almas atormentadas que se inmolaron a sí mismas en el altar del arte
contribuye en gran medida a explicar por qué muchas mujeres, espe­
cialmente si tienen hijos, vacilan en llamarse artistas. Hacer las cosas
como aficionadas es menos peligroso. Nadie espera realmente que una
aficionada cree obras que puedan compararse con las de una artista
profesional. Crear cuesta demasiado, especialmente si opinas que para
crear es imprescindible la técnica de la crucifixión.
¿Por qué tiene que ser así? Rollo May, que escribió V'he C ourage
to C reate, explica que «a lo largo de los siglos, las figuras creativas de
verdad se han encontrado siempre embarcadas... en una lucha». Pero
¿es la lucha por crear o por permanecer bloqueadas ya que sentimos
miedo .il pensai dónde nos pueda llevar la vida creativa? «Escribe la
oración más sincera t]iic* conozcas», recomienda Ernest Hemingway al
escritor que llevas dentro. Pinta la imagen más auténtica que puedas
plasmar. Prepara la cámara y pásate el día entero esperando captar el
destello de luz que sólo durará cinco segundos. Expresa la rabia y la
variedad de las emociones crudas a través de tu diálogo. Expresa la
fuerza de la pasión a través de las líneas de tu cuerpo de bailarina, fru­
to de la disciplina y el sacrificio. Libera el ángel cuando esculpas la
piedra. Haz que los cielos lloren cuando compongas.
Pero si quiere ser fiel a la obra creativa, al artista debe viajar al cen­
tro del yo. Debe ir más allá de los centinelas conscientes del cerebro,
más allá de las barreras de alambre de púas del corazón, y meterse en
las trincheras de «la verdad o el desafío». No puedes escribir una ora­
ción sincera ni vivir auténticamente si no confías en ti misma. Y no
puedes confiar en ti misma sin valor.
Quizá por esto Annie Dillard compara ese estado alterado de la
conciencia que se necesita para crear con el frenético rito del guerrero
zulú golpeando los tambores o el ritual de purificación de una donce­
lla azteca antes de sacrificarla para honrar a los dioses. Pero Annie
Dillard se pregunta: «Si no eres ni un guerrero zulú ni una doncella
azteca, ¿cómo te preparas, totalmente sola, para entrar cu un estado
extraordinario en una mañana normal y corriente?»
La respuesta es que te preparas haciendo acto de presencia. Día
tras día. No juzgando cómo va. Hay suficiente con que vaya. No puc
des permitirte pensar cómo será recibida la obra cuando la hayas ter
minado. No es tu misión. Recuerda que estamos aprendiendo a renun­
ciar a los detalles de ejecución de nuestros sueños.
Nuestra misión, pues, consiste simplemente en hacerlo. No puede
publicarse, producirse, interpretarse ni comprarse si no existe.
Hazte esta pregunta: ¿Y si la mujer que lucha con Dios pero no
vive para contarlo es la que se niega a crear... una obra de arte, una
vida auténtica? ¿Y si la herida fatal, la herida de la cual nunca nos
reponemos, es el remordimiento?
Hoy es el momento para una auténtica «verdad o desafío». Desa­
líate a ti misma a creer en tu creatividad, prescindiendo de adonde te
lleve. Confía en que te llevará exactamente hacia donde tienes que
estar. La palabra «courage» (valor) viene de la palabra francesa que
significa «corazón»: coeur. Tu yo auténtico sabe adonde vas. No
luches con el Espíritu. Colabora con él.
La ignorancia puede ser una bendición
L a ignorancia te ofrece gran v a r ie d a d d e p robabilid ad es.
G e o r g e E li 'o t

( C o n f í a en mí, tú no quieres saber. La ignorancia es úna bendición


que protege. ¿Realmente quieres saber que tu obra de teatro sobre una
mujer que está decidida a planificar su propio destino (la obra que se
consideró tan prometedora cuando fue leída entre otras de nuevos
dramaturgos) recibirá una crítica muy desfavorable cuando se estrene
porque al crítico teatral acaba de abandonarlo su esposa? ¿Quieres
saber que a los ocho meses de empezar a publicarse tu columna en
diversos periódicos del país la agencia periodística que se encarga de
distribuirla cambiará de propietario y tu columna no se publicará más?
¿Quieres saber que no te concederán la subvención, que será tu terce­
ra novela la primera en publicarse, que las escenas correspondientes a
tu debut como actriz de televisión se cortarán de la copia definitiva o
que no venderás ninguna de tus piezas en la feria de artesanía de la
semana próxima?
Pienso que no. «¿Lo has intentado alguna vez? ¿Has fracasado
alguna vez? No importa — insiste Samuel Beckett— . Inténtalo de nue­
vo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.» Si supieras que el fracaso siempre
precede al éxito, ¿modificarías la obra de teatro, ofrecerías la columna
a las agencias, solicitarías la subvención, te presentarías a la prueba de
actrices, alquilarías el horno? El fracaso es una parte muy importante
del proceso creativo. El éxito auténtico no llega hasta que hemos
aprendido a fracasar mejor.
Otras cosas que no necesitamos saber son: lo que nos hemos echado
encima al acepar el encargo artístico. «He de reconocer con franqueza
que de haber sabido que este libro iba a costarme tanto trabajo, nun­
ca hubiera tenido el valor suficiente para empezarlo», confesó Isabe-
11a Beeton refiriéndose a su B ook o f H ousehold M anagement, escrito en
1861 y objeto de sucesivas reediciones hasta nuestros días.
Al igual que en el caso de Isabella Beeton, si no sabemos lo que va
a ser de nuestra obra es por una razón. Si sospecháramos el trabajo
que hace falta para sacar una obra al mundo nos dedicaríamos a otra
cosa. Cuando recibimos la visita de l.t inspiración, lo que nos seduce
son las posibilidades de oro que se nos olrecc. La ignorancia forma
parte de hi invitación que nos luce la inteligencia inIiilita. ¿Por qué
otra razón van los encuentros celestiales acompañados de una luz
cebadora? Porque no tenemos que ver demasiado lejos. No tenemos
que saber. No olvides que la fruta prohibida del jardín del Edén pro­
cedía del árbol de la ciencia.
En las industrias militares y de tecnología avanzada hay informa­
ción que se califica con las palabras «Conocimiento necesario». Si
puedes hacer tu trabajo eficazmente sin conocer el asunto en todas sus
dimensiones, permaneces en la oscuridad. Lo único que necesitamos
saber es que el Espíritu sabe lo que nosotros no sabemos. Si nos des­
viamos del camino, se nos enseñará el paso siguiente, sin olvidar cómo
no subestimarnos a medida que maduran nuestros dones.

16 D E A G O STO

No puedes ser original, pero


puedes ser auténtica
C reer en tu propio pen sam ien to, creer qu e lo qu e es ve)
d a d p a r a ti en tu fu e r o interno es v e rd a d p a ra todos los l>om
bres: eso es genio.

u
R a lp h W a l d o E m erso n

na de las razones por las que muchas personas tenemos dificulta­


des para sacar nuestra obra al mundo es que inconscientemente com­
petimos en lugar de crear, lo cual siempre pone trabas al flujo de la
inspiración. Una amiga mía es dramaturga con talento. Se niega a sí
misma el placer de ir al teatro si no es para ver obras clásicas, preferi­
blemente griegas. Ver una obra contemporánea le resulta doloroso
porque no puede abstenerse de hacer comparaciones.
¿Por qué nos amargamos la vida compitiendo con desconocidos?
( -reo que no es más que otra forma compleja y sediciosa de sabotear­
nos a nosotras mismas. Si no podemos compararnos, ¿por qué inten­
tarlo siquiera? En algunas personas la manía de comparar está tan
arraigada que les causa no pocos disgustos. Sé de mujeres que tiem­
blan cuando piensan en la tómbola de la escuela porque sus galletas no
se venden tan rápidamente como las que elaboran otras madres, y la
fobia psíquica relativa a los disfraces para la víspera de Todos los San
tos es la última frontera de la psicología femenina.
Hace cinco años, cuando publiqué mi primer libro que actualizaba
las tradiciones familiares victorianas, eran escasos los libros sobre la
época victoriana que se encontraban en las librerías. Pero estaban a
punto de redescubrirse las postrimerías del siglo XIX y en el plazo de
dos años salieron tantos libros sobre el tema, que el mercado quedó
saturado. Hoy día sería dificilísimo encontrar un editor dispuesto a
publicar un libro sobre dicha época, aunque lo escribieras guiada por el
espíritu de la reina Victoria. Esto no quiere decir que si estás escri­
biendo un libro sobre ello, debas dejarlo. El ciclo de la creación es
cíclico. Hay una razón por la cual el pasado es prólogo.
A veces te adelantas a tu época. Se sabe que Mozart matizaba su
genio declarando que componía para las generaciones futuras. Hay
literalmente millones de artistas aspirantes y en activo que escriben
libros, publican poemas, venden guiones, dirigen películas, se presen­
tan a pruebas de interpretación, diseñan prendas de vestir, presentan
obras a certámenes artísticos con jurado, ponen en marcha negocios
en su propio domicilio, buscan un agente, rezan pidiendo una oportu­
nidad. No debes dejar que el pánico se apodere de ti. Es imposible que
seas original. Pero sí puedes ser auténtica.
Julia Cameron nos tranquiliza diciendo que «Dios tiene muchas
ideas para hacer películas, novelas, poemas, canciones, cuadros, inter­
pretaciones dramáticas. Si escuchamos al creador que llevamos dentro
encontraremos la senda que nos corresponde». Tú no eres la única que
ha fundado una empresa de ventas por correo este año, pero eso no
quiere decir que no sepas con exactitud en qué parte del mercado
encajará perfectamente la tuya. ¿Por qué crees que se te ofrece a ti la
oportunidad espiritual y creativa?
Una vez has aceptado un encargo artístico del Gran Creador, el
encargo es tuyo. Nadie te lo puede quitar, a no ser, claro está, que
renuncies a él. Nadie puede duplicar tu obra porque en el mundo no
hay nadie igual que tú. Pueden imitar, pero no pueden duplicar. Tu
obra nace de tu sensibilidad, de tu temperamento, de tu experiencia,
de tus emociones, de tu pasión, de tu perseverancia, de tu atención a
los detalles, de tus idiosincrasias y de tus excentricidades.
Cuando tú eres auténtica también lo i". tn arte.
'

tHN
Emprender una tarea considerable
Vivir plen am en te, p o r fu era y p o r den tro, no h acer caso
om iso de la realid ad externa en aras de la v id a interior o
viceversa, es una tarea considerable.
E t t y H illesu m

D e s p u é s de publicarse mi primer libro pasé una mala temporada


porque me resultaba imposible creer que realmente había escrito un
libro que tenía éxito, especialmente porque había creado un personaje
i|ue tenía vida propia.
Aunque mi personaje, la señora Sharp, era ficticio, representaba la
madre que todos anhelábamos tener y la madre que todas tratamos
de ser si tenemos hijos. Con frecuencia me decían que esta madre vic-
toriana «perfecta» era mi álter ego, cosa que yo negaba apasionada­
mente.
Según mi modo de pensar, la señora Sharp era todo lo que saltaba
•i la vista que yo no era: serena, dotada de un optimismo incurable y
profundamente espiritual. Su vida era armoniosa porque había encon­
trado el delicado equilibrio entre vivir en el mundo y permanecer
apartada de él al mismo tiempo. Vivía todos los días plenamente con
una honda apreciación del pasado, un sentido enriquecido del pre-
sente y una gozosa anticipación del futuro. Su hogar era un refugio
de hospitalidad que reflejaba su estilo auténtico en su belleza, su or­
den, su comodidad y su buen gusto.
I ,a señora Sharp era una confidente compasiva y una verdadera
amiga, comprensiva, alentadora e inspiradora. Yo sencillamente la
adoraba y lo mismo muchas otras mujeres.
¿Cómo podía pretender yo ser el álter ego de tan extraordinaria
mujer? A lo máximo que podía aspirar era a ser su secretaria. El libro,
I líese bueno o malo, era de la señora Sharp. Pero al distanciarme de la
creación del libro me era imposible complacerme en la hazaña de
haberlo lanzado al mundo, aunque representara cinco años de trabajo
v lucha. Aceptaba cumplidos, alabanzas, incluso gratitud por haberlo
escrito, con tanta gracia como podía aceptar estas cosas una interme­
diaria desconcertada. I )espués de habei alcanzado un objetivo duran­
te lauto tiempo ansiado, me preguntaba poi que me sentía tan vacía,
insatisfecha y confundida
I ) 11 p .u tic .mus después, estaba sosienirndo una c o u v c i sacion mu
ma con mi hermana y, sin darme cuenta, cada dos poi tres hacía irle
rencia a la señora Sharp. Amablemente, pero con lirme/a, Maurern
me dijo que no lo hiciese. - I )eja de referirte a la señora Sharp como m
fuera una persona aparte. Tu eres la señora Sharp, aunque no lo creas,
Ella es lo que muy en el fondo til eres. Tienes que empezar a ser due­
ña de tu talento o lo perderás.»
Maureen creía que el origen de mi descontento era que me negaba
a hacerme responsable de mi talento, no quería ser dueña del mismo.
Y tampoco quería reconocer que era una artista aunque viviese en un
barrio residencial en lugar de en una buhardilla de Nueva York. H
máximo mérito que estaba dispuesta a atribuirme a mí misma era el dr
ser una escritora diligente que trabajaba mucho e iba colocando una
palabra detrás de otra hasta crear oraciones, párrafos, páginas, col mu
ñas, artículos y libros.
Utilizando la incredulidad como instrumento contundente, había
apaleado a mi identidad como artista y luego había enterrado mi yo
auténtico debajo de un cúmulo de negaciones.
Pero ¿por qu é no era dueña de mi talento? Ésta es una pregunta
que llevo años haciéndome a mí misma. Quizá se debía a que si iraca
saba, tendría que ser dueña de mi fracaso tanto como de mi éxito y ya
no quería «fracasar mejor». Quería llevar una vida creativa y pensaba
que sólo podía ser dueña de mi creatividad si el mundo reconocía que
la poseía.
Tenía que aprender muchas lecciones antes de reconocer que el
Espíritu había utilizado mis dones personales para expresar de forma
externa algo que no hubiera existido si me hubiese negado a tomar la
pluma. Y, habiendo aceptado el encargo del Gran Creador y respon
sabilizarme de él, tenía tanto el derecho como la obligación de ser due­
ña de la obra resultante y compartirla.
Ser dueña de tu talento
Cada vez que escribo un libro, cada vez que me enfrento
al bloc amarillo la tarea es muy difícil. H e escrito once libros,
pero cada vez pienso: «Esta vez se darán cuenta. H e engaña­
do a todo el mundo y esta vez me van a calar.»
M aya A n g elo u

-Ern una fiesta me encontré con un viejo amigo, productor de radio,


que me dijo en broma: «Me han dicho que estás trabajando en tu ter­
cer libro. ¿Cuánto tiempo crees que podrás mantener el engaño?» Me
eché a reír y le contesté: «Es una verdadera estafa. Tanto tiempo como
pueda.»
Quizá porque con tanta frecuencia tengo la sensación de su mu
farsante, la autenticidad decidió que yo sería la anfitriona perlería
«Explórame — me susurró— . Mira detrás de la cortina. Mu.i ilelu|<>
de la piedra. Comprueba quién está realmente allí. - ( aceme, cuando
empecé con El encanto de la vida simple no tenía ni idea de que me
estaba embarcando en una expedición cuyo objetivo era descubrit mi
yo auténtico. Para que tengas una idea de lo poco que sabía al empe
zar, te diré que pensaba que estaba concibiendo un libro sobre cómo
tomarse la vida con más calma.
Muchos artistas tienen la sensación de que los «calarán», tarde o
temprano... probablemente temprano. Porque cuando creamos, aun­
que sabemos que un poder superior trabaja con nosotros y a través de
nosotros, la obra nace con nuestro nombre en ella. Ésta es la lucha del
artista. Si no creamos, apagamos la chispa divina. Si creamos, tenemos
la sensación de mostrar una cara falsa al mundo porque sabemos que
no hicimos la obra nosotros solos, aunque nadie más lo sepa.
Pero la lucha y el engaño terminan cuando dejamos de negar nues­
tro talento y nos mostramos dispuestos a poseerlo — con humildad,
agradecimiento y respeto— y compartirlo luego con el mundo. Esta­
mos amparadas mientras no explotemos nuestros dones sólo en pro­
vecho propio. En una parábola del Nuevo Testamento un hombre
rico se dispone a emprender un viaje, así que confía sus «talentos», es
decir, su dinero a tres de sus sirvientes. El primer sirviente recibe cin­
co talentos; el segundo, dos y el tercero, uno. El primer sirviente pone
inmediatamente sus talentos a trabajar y dobla la inversión de su amo,
\ lo misnui lince el sirvifiiii* que lia kh i Imlo dos i alen los. Sin embaí
go, el sirviente que recibió un solo talento teme l.i responsabilidad, .isi
que lo entierra en el suelo.
Cuando el hombre rico vuelve a casa pide a sus sirvientes que le
den cuenta de lo que han hecho. Los dos sirvientes que han incremcn
tado sus talentos reciben alabanzas por sus esfuerzos. Se han portado
de maravilla y, por ende, el amo los invita a compartir su felicidad.
El tercer sirviente dice que como el hombre rico es un amo muy
exigente, pensó que lo mejor era actuar con prudencia y enterrar su
talento para que nada malo le pasara. El amo se enfada tanto al ver que
el muy imbécil no tuvo el sentido común de depositar el dinero en el
banco, donde al menos habría devengado intereses, que se lo quita y se
lo da al sirviente que mayor provecho ha sacado. Luego el amo dice:
«Porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará.» Y ordena luego
que echen al sirviente prudente a las tinieblas, donde empieza a llorar,
a lamentarse y a hacer rechinar los dientes... y tiene motivos para ello.
Que el mundo no quiera invertir en ti duele mucho. Pero el dolor es
mucho más fuerte, casi insoportable, cuando no crees ni inviertes en ti
misma.
Esta es una parábola sobre el riesgo creativo. Nos apiadamos del
sirviente que enterró su talento porque, como señala Elizabeth
O ’Connor, «sus cautas medidas de protección parecen muy razona­
bles». El amo aparece como un desalmado que arroja la pobre alma a
las tinieblas sólo porque no quiso arriesgarse. Como la mayoría de
nosotros procuramos no correr riesgos en la vida, esta parábola hace
que nos sintamos muy inquietos.
Es su propósito.
Muchas personas malgastan sus recursos naturales — tiempo, ener­
gía creativa, emoción— comparando el tamaño de su talento con el de
los demás. Pide hoy al Espíritu que ponga en marcha tus dones autén­
ticos para que los conozcas, los reconozcas y los poseas. ¿Quieres
vivir de forma más abundante? ¿Has enterrado tus talentos? ¿Cómo
podemos llevar una vida más rica, más profunda y más apasionada si
no estamos dispuestas a invertir en nosotras mismas? Muchas lleva­
mos demasiado tiempo evitando los riesgos y ahora nos preguntamos
por qué nos sentimos desdichadas.
Evitar los riesgos es lo más arriesgado que podemos hacer.
Convertir la paja en oro
Las historias son medicina... Tienen tanto poder; no exigen
que bagamos, seamos o interpretemos algo. Lo único que
tenemos que hacer es escuchar. Las historias contienen los
remedios para reparar o recuperar la energía psíquica que
hayamos perdido.
C l a r is s a P i n k o l a E st es

«3aber cómo convertir la paja en oro es probablemente el talento más


importante que puede tener una mujer, excepción hecha de saber lo
que se puede hacer con unos cuantos panes y peces. Puede representar
la diferencia entre llevar una vida de privaciones y llevar una vida con
el encanto de la vida simple. Por suerte, se trata de un don que se nos
otorgó a todas. Pero, al igual que cualquier otro talento, el don de la
alquimia debemos ponerlo en acción, atesorarlo, poseerlo, respetarlo
y nutrirlo.
Recordemos la historia del molinero pobre y dado a fanfarronear
que un día se encuentra con un rey famoso por su ansia de acumular
riqueza. Deseoso de impresionarle, el molinero le dice al rey que su
hija posee un raro talento: el de transformar la paja en oro. El rey,
escéptico pero intrigado, ordena que la doncella se presente en su cas­
tillo, donde le muestra una habitación espaciosa llena de paja. Luego le
ordena que transforme la paja en oro y le dice que perderá la vida si no
lo hace antes de que amanezca.
Como la tarea es imposible, la joven prorrumpe en lágrimas de
angustia. ¿Qué puede hacer para salvarse? De repente, aparece en la
habitación un extraño hombrecillo que le dice: «Yo puedo convertir la
paja en oro. Si lo hago, ¿qué me darás a cambio?» La hija del moline­
ro, llena de pasmo, se quita un collar que había sido de su madre y se
lo da al hombrecillo, que enseguida se pone manos a la obra. Lo últi­
mo que recuerda la doncella antes de sumirse en un profundo sueño es
el suave zumbido de la rueca. Al amanecer, el rey encuentra a la hija
del molinero todavía dormida, rodeada de cientos de carretes de hilo
de oro, sin que se vea en la habitación una sola brizna de paja.
El rey se muestra loco de contento al ver lo que ha hecho la joven.
Y aunque ella quiere explicarle que la increíble hazaña no es obra
suya, no es capaz de reconocer su incompetencia. Si la reconociera,
¿que sería de ella? Pero su '.lleu d o no hace más que aum eni.u su «lili*
ma, p o rq u e el co d icio so rey la lleva a una habitación todavía m.r. es|>a
ciosa y tam bién llena de paja y de nuevo le ordena que la convierta en
o ro si en algo estim a su vida.
La segunda noche transcurre igual que la primera. Esta vez la don
celia ofrece al hombrecillo su anillo a cambio de su magia. Al día
siguiente el rey vuelve a quedar extasiado cuando encuentra la habita
ción repleta de carretes de hilo de oro. Pero la hija del molinero vuel
ve a ocultarle lo que ha sucedido en realidad. Cuando el rey la lleva a
una tercera habitación llena de paja todavía más grande, la doncella se
da cuenta de que ha cometido un error terrible. ¿Por qué no había
confesado que tiene un colaborador secreto? Pero ya es demasiado
tarde, porque el rey ha prometido convertirla en su esposa si vuelve a
transformar la paja en oro.
Esta vez, cuando el misterioso hombrecillo llega durante la noche
se encuentra con la hija del molinero desesperada porque no le queda
nada que ofrecerle. «No importa — dice el hombrecillo— . Te ayudaré
una vez más a cambio de tu primogénito.»
«¿Cómo puedo hacer una promesa tan terrible?», se pregunta la
muchacha. Luego razona consigo misma y se dice que, como nadie
conocerá jamás la existencia de su cómplice secreto, no tendrá que
cumplir su parte del pacto. Y así, con su consentimiento, el hombreci­
llo transforma la paja en oro por tercera vez. Al día siguiente el rey
toma a la hija del molinero por esposa y ésta, inmersa en su felicidad,
se olvida pronto de la promesa.
Transcurre un año y la reina da a luz un hermoso niño. Sin
embargo, poco después de nacer, el pequeño mago reaparece de
pronto en la alcoba de la reina y le exige que le entregue el bebé. La
reina le suplica que no se lo lleve y ofrece al hombrecillo toda la
riqueza del reino, pero el mago la rechaza. Presa de un tremendo
dolor, la reina cae al suelo llorando. Su colaborador clandestino se
conmueve y le concede tres días para averiguar su nombre, que
nunca le ha revelado. «Si al finalizar el plazo, sabes cómo me llamo,
podrás quedarte con tu hijo.» Con la ayuda de una sirvienta lista y
fiel, la reina logra averiguar que el pequeño mago se llama Rum -
pelstiltskin y ello le permite conservar el hijo, la corona y la feli­
cidad.
La analista junguiana y narradora, Clarissa Pinkola Estes, nos re­
cuerda en Women Who Run with the Wolves su convincente evoca­
ción de la psique femenina, que «en los cuentos hay instrucciones que
nos guían en relación con las complejidades de la vida». Considera
hoy la senda psíquica que se sigue en la historia que acabamos de ver.
Al reflexionar sobre sueños o sobre cuentos de hadas, es importante
m o n i . ii
que todos los personajes son .ispéelos interiores de nosotros
11 n m i ios.
Tu n o ores sólo l.i hija d e l m olinero, sino tam bién el m olino
10, el ioy, l.i liol sirvienta, el bebé y R um p elstiltskin. M ás im portante

,mn: eres la paja y el oro.

20 DE A G O STO

El almacén dorado del subconsciente


Verás riquezas infinitas a tu alrededor si abres los ojos de
la mente y contemplas el tesoro infinito que hay dentro de ti.
Hay dentro de ti una mina de oro de la que puedes extraer
todo lo que necesites para vivir la vida de forma gloriosa,
gozosa y abundante.
JüSEPH MURPHY

X l a s comprendido quién es en realidad Rumpelstiltskin? Es la


mente subconsciente de la hija del molinero. En The Power of Your
Subconscious Mind, su clásica obra sobre los principios metafísicos,
Joseph Murphy nos dice que «aprendiendo a contactar y liberar el
poder oculto de vuestro subconsciente, podéis introducir en vuestra
vida más poder, más riqueza, más salud, más felicidad y más alegría de
la que cualquier mago podría hacer que aparecieran por medio de sus
conjuros». Del mismo modo que el cerebro tiene dos lados, nuestra
mente tiene dos esferas. La mente consciente es el lugar donde reside
la razón y la mente subconsciente o profunda es donde moran nues­
tras emociones y nuestra creatividad.
«Lo principal que hay que recordar es que una vez ha aceptado
una idea, la mente subconsciente empieza a ejecutarla — explica el
doctor Murphy— . Funciona por medio de la asociación de ideas y
utiliza todo el conocimiento que has recogido durante la vida para
efectuar su cometido. Hace uso del poder, la energía y la sabiduría in­
finitos que hay dentro de ti. Utiliza todas las leyes de la naturaleza
para salirse con la suya. A veces parece aportar una solución inmedia­
ta a tus dificultades, pero otras veces puede tardar días, semanas o
más... Sus caminos son insondables.»
En la fábula que hemos visto sobre Rumpelstiltskin el ciclo de crea­
ción empieza con la orden cjiu' se* d.l .1 I.i mente •.111k »»n •n nit l*tiM
que los sueños pasen al plano material hay que liae. ci un 1 •I••I h.u ihh
«Mi hija puede transformar la paja en oro.»
A veces la tarea que accedemos a realizar patrie ' ........ .•i<*m|<
imposible. Nos parece que no tenemos el tiempo, el lalenin. luí n>» mi
sos o el apoyo necesarios para llevarla a cabo. Pi ro nos 1111111•m U
posibilidades, del mismo modo que la idea de aiunrniai su iiqm
cautiva al rey. Nuestros anhelos auténticos animan a obe-ele. 1 1 I ......I>>n
transforma la paja en oro o sufre las consecuencias. I )ej;i qu« . I >•m» n»>
muera y con él morirá la vida auténtica que anhelamos.
De manera que intentamos transformar nuestra paja, u uli nulo
para ello todas las habilidades de nuestra mente racional: mu ........... mi
namiento, nuestra experiencia, nuestra destreza. Pero cu.indi i 1mi ipil
yamos exclusivamente en la razón para manifestar sueños, al 1111,1! <>•!••
tenemos paja. Sin embargo, contamos con un extraño colaborado) . o 1
tivo que sabe transformar la paja en oro. Se trata de Rumpt l ailt Ion,
nuestra mente subconsciente. En vez de ofrecerle un coll.u o mi md!...
le entregamos nuestro orgullo y el control del sueño. l;.n ve/ de mu 101
primogénito, le entregamos nuestro ego; admitimos que no pod.......*
hacerlo solas. Debemos ordenar a nuestro subconsciente que lo o surlvi»
y sumirnos luego en un sueño creativo con el fin de que la mente mili
consciente pueda ponerse a trabajar para nosotras.
Cuando estás creando y te encuentras atascada, déjalo y hn/ qn. np
encargue de ello la sabiduría profunda que tiene su morada m . r . .111 •d*
tu razonamiento. Cuando te sientes perpleja necesitas pedirle . i l s u b
consciente que se haga cargo de la tarea, preferiblemente d e n o > l i e
Seguramente tendrás la respuesta por la mañana. Pero si no e s , i s i ,
sigue haciendo preguntas antes de dormirte. ¿Qué debo hacer? i o n i o
transformo mi paja en oro? Dile a tu mente subconsciente que i e d e n
pierte con la respuesta. A la tercera mañana — el tres es 1111 m i m e n •
muy místico— seguramente empezará a revelarse la respuesta.
Aunque parezca asombroso, cuando aprovechamos el p o d rí 111
creíble del subconsciente en nuestra vida, podemos hacer lo que qu<
ramos, sin que importen los obstáculos que haya que vencer. I;e>mu
en tu mente la visión del sueño consumado. Procura ver lo que d e s e a
tu corazón. Experimenta la emoción de lograrlo. Expresa tu agraelre 1
miento por adelantado. No preguntes cómo ocurrirá y limítate a s.ib< 1
qué ocurrirá. Y ahora ponte a trabajar.
Prepárate hoy para pasar de hija de molinero pobre a reina. I1n 111
corazón, mente y alma debes estar dispuesta a poner las cosas en nía
nos de la inteligencia infinita. Quítate de en medio, nombra la fuente'
de tu poder y empieza a transformar la paja en oro.
El placer de un buen libro antiguo
Leernos libros para averiguar quiénes somos, l.o que ha­
cen, piensan y sienten otras personas, sean reales o imagina­
rias, es una guía esencial para comprender lo que somos y lo
que podemos llegar a ser.
U rsula K . L e G u in

H as leído un buen libro últimamente? Espero que sí, por supuesto.


Pero, aparte de leerlos, hay otras muchas maneras de disfrutar de los
libros como actividad personal: ser socia de un club de lectores, redes­
cubrir los viejos favoritos que te encantaron cuando eras niña y buscar
el próximo libro irresistible en el que puedas perderte.
Por desgracia, los buenos libros que proporcionan estímulo, con­
suelo, risa y la compañía que todas anhelamos no podemos hacerlos
aparecer en un instante, como por arte de magia. Dado que la elección
de lo que leemos suele ser importantísimo para nuestro solaz y nues­
tra cordura, necesitamos aprender a nutrir el talento necesario para
seleccionar.
Hojear libros es un arte meditativo. Toda mujer debería frecuentar
tres lugares para hojear libros: una librería como Dios manda regenta­
da por bibliófilos, una buena tienda de libros de ocasión y una civili­
zada biblioteca itinerante.
Los libros son tan esenciales como la respiración. Sé por experien­
cia que a veces los libros te ayudan a sobrellevar los momentos malos.
Tenemos muchas razones para sentirnos agradecidas: las buenas
librerías no son tan raras como en otros tiempos porque el arte de leer
vuelve a florecer, y también abundan las bibliotecas. Pero probable­
mente tendrás que hacer un poco de detective para encontrar una bue­
na librería de ocasión.
Visitar una de estas librerías puede dar origen a una experiencia
religiosa en mi caso. En ellas el tiempo se detiene y veo fugazmente la
eternidad: las horas se convierten en minutos y me encuentro suspen­
dida en el más allá. Los libros manoseados, con sus páginas de bordes
dorados, sus letras en relieve, sus hojas descoloridas a causa del paso
del tiempo me reciben con el conocimiento de un viejo amor. Pero en
vez de unos brazos, lo que me rodea es la fragancia del cuero mezcla­
do con un leve olor entre dulce y rancio. De vez en cuando, mientras
camino por un oscuro pasillo me abra/a la lu/ y un rayo de sol o l.is
alas de un ángel me conducen al lugar donde está exactamente el libro
que necesito pero del cual no era consciente. Para ser franca, esto lia
sucedido tantas veces, que ya no es un fenómeno paranormal, sino
algo totalmente corriente. Si te gustaría saber acerca de ayudas ocultas
al empezar a poner en marcha tu talento, visitar una buena librería de
ocasión es una manera fabulosa de comenzar. Mi invocación favorita,
cuando empiezo a explorar entre libros, es: «La orientación divina es
mi única realidad y se manifiesta generosamente para mí en el libro
perfecto al precio perfecto. Al buscar, encontraré y daré las gracias.»
Algunas librerías de ocasión están sumidas en el desorden y los
libros aparecen vagamente clasificados por temas, de cualquier ma­
nera. Desde luego, vale la pena entrar en ellas, ya que nunca sabes lo
que encontrarás y debemos estar siempre dispuestas a recibir en abun
dancia.
Pero las mejores librerías de esta clase tienen salas enteras dedica
das a temas tales como cocina, oficios, jardinería, artes, narrativa fe­
menina, clásicos, historia social, misterios y libros de inspiración. Los
libros están clasificados por orden alfabético de autores y series y a
veces todavía llevan la sobrecubierta original. Allí es donde encuentro
mis tesoros, los libros perdidos entre principios de siglo y 1950, los
fantasmas de todo lo que en otro tiempo fue alegre y bonito. Tam ­
bién encuentro allí viejas revistas y folletos que los fabricantes facili
taban gratuitamente y que son una rica fuente de inspiración e infor­
mación.
Virginia W oolf creía que «un agasajo perfecto tiene que incluir la
visita a una tienda de libros de segunda mano». Anota la búsqueda de
una tienda de esta clase que sea fabulosa en tu lista de prioridades per­
sonales.
La receta de la poesía
La poesía nos permite un descanso en el cual podemos
reponer fuerzas para la vieja lucha que tiene por objetivo
adaptarnos a la realidad.

u
R obert H aven Sc h a u f f l e r

na de las joyas que descubrí en una buena librería de ocasión fue


el número de Good Housekeeping correspondiente a octubre de 1925.
1,11 el había un novedoso remedio para el cansancio titulado «La cura
de la poesía».
El artículo sugería que cuando estás agotada, rumiar una línea o
una estrofa de poesía puede producir sensación de serenidad. Esta
sugerencia me condujo a una forma maravillosa de meditación, espe
cialmente si pienso que no tengo veinte minutos para sentarme o d;u
un paseo, como ocurre demasiado a menudo.
Muchas personas nos resistimos al poder que tiene l.i poesía di ilu
minar nuestro camino porque guardamos malos recuerdos di- los .uu
lisis de la misma que nos obligaban a hacer en la escuela de enseñanza
secundaria.
Algunas también sufrimos un complejo de inferioridad ante la
poesía y pensamos que es un arte difícil que sólo pueden apreciar las
personas muy cultas, eruditas. Pero los poetas son los primeros en
decir que esto no es verdad; los poetas saben que la poesía es real y
personal.
Rita Dove, la más joven poetisa laureada de Estados Unicios y la
primera de origen afroamericano dice que «la poesía te conecta conti­
go misma, con el yo que no sabe hablar ni negociar». Cuando permi­
timos que la poesía se deslice lentamente debajo de las fibras de nues­
tra mente consciente la conexión con nuestros yoes auténticos se
vuelve más sencilla; una emoción o una experiencia queda captada en
melodías evocadoras hechas con palabras que confieren armonía a los
encuentros cotidianos. Rita Dove cree que la poesía tiene la capacidad
ile restaurar «una sensación de misterio, una sensación de maravilla» a
nuestra vida cotidiana. Una vez la oí cómo leía por radio un poema
sobre la espera para tomar el avión que debía llevarla de vuelta a casa.
I n aquel momento me encontraba preparando la comida, pero tuve la
sensación de estat esperando mi propio vuelo. Fue un recordatorio
exquisito de que nuestra vida específica puede reflejar la experiencia
universal. En ninguna parte se expresa esto tan apasionadamente
como en la poesía.
Para empezar a explorar este arte de sencilla abundancia, saca un
libro de poesía de la biblioteca esta semana. Escuchar las voces de
diversas poetisas puede ayudarte a encontrar tu propia voz: Rita
Dove, Anne Sexton, Louise Bogan, Diane Wakoski, Emily Dickinson,
Maya Angclou, Adrienne Rich, Audre Lorde, Muriel Rukeyser,
Judith Viorst, Elizabeth Barrett Browning, Maxine Kumin, Diane
Ackerman, Shirley Kaufman, Mary Sarton, Cherríe Moraga, Marian-
ne Moore. Lee un poema al día. Escribe uno de los versos que más
te guste en una tarjeta y apréndetelo de memoria. La poesía posee
muchos secretos que esperan ser revelados a los que buscan paciente­
mente la verdad. Me gusta mucho meditar sobre un verso antes de
dormirme.
Trata de escribir tus propios poemas. No me digas que eres dema­
siado mayor o que a ninguno nos interesa lo que tienes que decir.
Pocos comienzos literarios fueron tan asombrosos como la publica­
ción del primer libro completo de poesías de Amy Clampitt, The
Kingfisher, en 1983, cuando la autora contaba sesenta y tres años de
edad. Aunque había sido poetisa toda la vida, no encontró su voz
auténtica hasta después de cumplir cincuenta años. Si durante toda tu
vida has oído otra voz en tu corazón, quizás haya llegado el momento
de encauzarla.
Haz un poema sobre un día de diálogo con tu yo auténtico. Asiste
a recitales de poesía en librerías, cafés, bibliotecas, recintos universita­
rios. Confía en que, al igual que la escritora Anzia Yezierska, que es
rusa de nacimiento, descubrirás que «lo auténtico crea su propia
poesía.»
La música como terapia
Me parece que no tendría otras necesidades mortales si ,
pudiera tener siempre música en abundancia. Parece infun­
dir fuerza a mis miembros e ideas a mi cerebro. La vida
parece transcurrir sin esfuerzo cuando estoy llena de música.
G e o r g e E l io t

VX a sabes que la música puede ser una exquisita fuente de placer y


diversión. Pero ¿sabías también que podía ser una potente forma de
oración, meditación y curación? De hecho, la terapia musical es una
tradición antigua. Desde los albores de la humanidad los sanadores
espirituales llamados «chamanes» han utilizado tambores, campanas y
carracas para expulsar la enfermedad del cuerpo, la depresión de la
mente y la desesperación del alma.
Dado que la música puede ir más allá de las barreras de nuestra
mente consciente, el neurólogo Oliver Sacks, autor de Awakening ,
cree que puede convertirse en la llave para abrir un sentido del yo.
Incluso personas que padecen la enfermedad de Alzheimer y han per­
dido su orientación interior, con frecuencia responden a la música
cuando todo lo demás ha fallado.
Encontrar la música pesonal que nos llama de manera auténtica
puede dar poder a medida que aprendes a nutrir tu creatividad. La
música afloja el agarre de nuestra mente consciente durante el proceso
de creación. Yo escucho música clásica cuando preparo un libro y
bandas sonoras de películas cuando escribo. Anaís Nin opinaba que la
música era «un estimulante de primerísimo orden, mucho más fuerte
que el vino» cuando creaba. La novelista Amy Tan escucha la misma
música todos los días cuando escribe, porque le ayuda a retomar el
hilo de la narración donde lo dejó el día anterior. Esta técnica también
da buen resultado en otras actividades creativas que se empiezan e
interrumpen a lo largo de un espacio de tiempo: pintura, escultura,
alfarería, artes manuales. Si necesitas concentrarte en algo, escuchar a
Mozart puede incrementar tu claridad, razón por la cual se recomien­
da su huisica para cuando se están preparando exámenes o durante la
búsqueda de i d e a s creativas. Si tenemos en cuenta que Mozart fue un
genio, no es e s t i ano que m i lorma de ordenar las notas musicales afec­
te nuestro cerebro de ni.mera positiva.
mr
Los nocturnos para pi.mo, estas piezas románticas, resonantes,
meditativas, son virtualmcntc una lai mana inusu al. Toda mujci debe
ría tener una cinta o un disco compacto de música sedante pat a osen
charla en los momentos de estrés.
Yo incluso he utilizado nocturnos para piano para calmar a núes
tros gatos cuando no pueden salir de casa debido a una herida, a una
enfermedad o al mal tiempo. En vez de fumar o beber, la próxima vez
que te pongas nerviosísima, escucha algo de Camillc Saint-Saéns,
Robert Schumann, Erik Satie o los nocturnos contemporáneos de
Stephen Sondheim para la comedia'musical A Little N ight Music.
Cuando las hormonas estén haciendo estragos en tu humor, prueba
algo de Haydn. Los preludios y las fugas de Bach son un bálsamo
exquisito para la melancolía. Gabriel Fauré es uno de mis favoritos
para los momentos de agotamiento, y los exquisitos nocturnos de Fre-
deric Chopin pueden restaurar un alma arrebatada aunque sea imposi­
ble reparar un corazón roto.
En otros casos, diez minutos de boogie-w oogie pueden ahuyentar
el abatimiento más profundo porque el ritmo reduce la ansiedad. Si
tengo que trabajar de noche, el jazz ligero me da energía, pero para
cocinar adoro escuchar canciones que hablen de ansia apasionada:
música tradicional irlandesa u ópera. El rock suave o las melodías de
las comedias musicales me da ánimos cuando hago la limpieza y me
gusta escuchar música country cuando llevo niños a la escuela en
coche.
Si anhelas algo más que los sonidos del silencio, encontrarás músi­
ca para todos los estados de ánimo. Reconocer las oscilaciones de tu
estado de ánimo y honrar su realidad con música que acompañe la
experiencia es destreza espiritual.
Forma poco a poco una colección de selecciones musicales que te
ayuden a tranquilizarte, a poner en orden tus pensamientos, a encau­
zar tu energía creativa y a poner en marcha tus dones.
24 1)11 A G O STO

El ojo del espectador


La obra de arte que yo no baga ninguna otra persona la
bará jamás.
SlMONE W EIL

(C u a n d o pensamos en artistas famosas solemos acordarnos de los


nombres de tres pintoras: Mary Cassatt, Georgia O ’Keeffe y Grand-
ma Moses. Pero hay más, muchas más artistas que merecen ser igual­
mente famosas y cuyos cuadros, esculturas, fotografías, diseños e ilus­
traciones están esperando que los exploremos y saboreemos.
La pintora impresionista americana Lilla Cabot Perry es una de
mis favoritas. También fue amiga del gran impresionista francés Clau-
de Monet, cuya obra introdujo en Norteamérica.
La pintura de Lilla gustaba tanto a Monet, que colgó uno de sus
cuadros en su dormitorio de Giverny para que éste fuese lo primero
que viera por la mañana.
Al igual que Mary Cassatt, cuyos días consistían en «arreglar la
casa, pintar y freír ostras», Lilla Cabot Perry era una «madre trabaja­
dora» de la época victoriana, un siglo antes de que esa expresión ridi­
cula y redundante pasara a formar parte de la conversación americana.
En una época en que se esperaba que las mujeres eligieran el hogar y la
familia con preferencia a una profesión, muchas encontraban una
manera auténtica de convertir su experiencia cotidiana en arte. Su
voluntad decidida es un manantial de inspiración.
Lilla tenía treinta años cuando pintó su primer cuadro, un retrato
de su hija recién nacida, Margaret. Pensó que la pintura podía ofrecer­
le la expresión creativa que anhelaba después de haberse visto obliga­
da a dejar la poesía porque «era una ocupación demasiado absorbente
para una madre de tres hijos de corta edad». Pero la pintura le permi­
tía mezclar la maternidad con el arte, ya que su obra celebraba lo que
mejor conocía y más amaba: sus hijos. Con el tiempo la pintura se
convirtió en parte de las actividades cotidianas de la familia, como
comer y dormir, y Lilla lograba que sus pequeños modelos estuvieran
quietos pagando a cada uno de ellos cinco centavos por hora. Más
adelante Lilla reconoció que su pasión por la autoexpresión le recor­
daba «una cocina económica en la que hay demasiado carbón y hay
que abrir uno de sus agujeros para evitar que se caliente demasiado y
so ponga al rojo vivo. I ).iki l<> mismo que luoso ol .iglijoro tío l.i poesía
que el de la pintura, poro había que abrirlo-,
¿Que agujero has abierto tú para evitar quo la Ilustración provoque
un estallido? Como dice Lilla, no importa que sea la pintura o la poesía.
Lo único que importa es que tu pasión creativa no se vea empujada
hacia dentro y se convierta en autoinmolación. Considera hoy los difo
rentes y provechosos caminos que se te ofrecen para la expresión perso
nal por medio de los ojos.
¿Has hecho alguna vez un cursillo de pintura a la acuarela, al óleo
o de naturaleza muerta sólo para divertirte? Si un caballete no te atrae,
¿qué me dices del tablero de dibujo para diseñar textiles, productos,
moda, grafismo, tarjetas de felicitación o ilustrar libros? No pases por
alto la estampación, el colage, la escultura y la fotografía.
Imogen Cunningham, otra artista y madre, fue también una de las
figuras más célebres de la fotografía del siglo XX y captó cincuenta mil
imágenes a lo largo de siete decenios porque tenía siempre «una mano
en el fregadero y la otra en el cuarto de revelar» y nunca salía de casa
sin su cámara. Buscar la autenticidad y llevar una familia no tienen por
qué ser cosas que se excluyan mutuamente, a menos que nosotras in­
sistamos en que lo sean.
Aunque no tengas la menor idea de lo que es un «obturador» o
estés convencida de que ni tan sólo sabes dibujar una línea recta, no
descartes las artes visuales hasta que hayas explorado la posibilidad de
dejar que tus ojos y tus manos colaboren con tu corazón.
La pintora Gwendolen John confesó: «Mi religión es mi árte; para
mí lo es todo en la vida.» Quizá las artes visuales no sean tu religión,
pero sin duda pueden hacer que tu conciencia de la Divinidad sea más
profunda.

K
El olor del maquillaje, el rugido
de la multitud
Al parecer, deseo tener cierta importancia en la obra tea­
tral del tiempo... Lo que es profundo, como el amor es pro­
fundo, lo tendré profundamente. Lo que es bueno, como el
amor es bueno, lo tendré bien. Luego, si el tiempo y el espa­
cio tienen algún propósito, a ellos perteneceré.

o
JENNET JOURDEMAYNE
( C h r is t o p h e r F r y )

bviamente, no nací para ser una estrella famosa. Fue el primer


camino que tomé, pero no era mi auténtico camino. Aunque adoraba
la profesión de actriz — el arte, el oficio, el tipo de vida— , llegué a un
punto en el que no podía soportar más el dolor del rechazo cuando no
me daban un papel, cosa que sucedía con mucha frecuencia. Que te
den un papel no tiene absolutamente nada que ver con tu talento de
actriz, sino que depende exclusivamente de tu aspecto. Si tu apariencia
física no concuerda con el concepto que el director tiene del persona­
je, puede que ni siquiera te dejen hacer una prueba para el papel.
Holly Hunter se pasó más de un año persiguiendo a la directora de
cine australiana Jane Campion mientras ésta buscaba en todo el mun­
do una actriz que encarnase a Ada, la heroína escocesa y muda de
mediados del siglo X IX que aparece en El piano. Al principio Campion
no creyó que Holly fuera la actriz más indicada para el papel, proba­
blemente porque no podía borrar de su recuerdo la imagen del papel
anterior que Holly había encarnado, el de una prostituta del Sur. Pero
Holly poseía conocimiento del alma; sabía que aquel papel había sido
la razón de todas las lecciones de piano que había recibido de niña y
sabía que había nacido para interpretarlo. Después de los tremendos
obstáculos que tuvo que vencer para conseguirlo, ganar el Oscar por
su conmovedora interpretación debió de ser doblemente dulce. Sé que
lo fue para mí, al verla aceptar el galardón.
El rechazo, las dudas sobre una misma, la inseguridad económica y
las críticas del público son cosas que forman parte de la vida cotidiana
de una actriz. Nos olvidamos de ello cuando vemos aquellas mujeres
gloriosas y engalanadas para asistir a la ceremonia de entrega de los
premios de la aiademia. ( )tia .n ni/ de I I p i i t n o , Arma l'aquin, de <>ni r
años, ganó un Oscar poi su papel de hija obstinada de Ada I l a s i a
entonces Anna sólo había hecho de mofeta en una función de baile de
la escuela, pero venció a las cinco mil niñas que aspiraban .1 intei p r e i . n
el papel. A veces piensas que estas cosas sólo ocurren en los sueños,
que son epopeyas de las que pueden depender vidas enteras. I .n 1al
caso, ¿por qué me sentí sorprendida cuando Katie, que está muy dota
da para las artes visuales, me informó de que no volvería a la escuela
de arte a la que había asistido durante Jos tres veranos anteriores y, en
su lugar, se inscribiría en un seminario para actores y actrices jóvenes
organizado por una compañía de teatro profesional? Pensé que era
muy joven para ello.
Tan pronto como entramos en el teatro a oscuras y vi el escenario
sin decorado y los focos, me acordé de todo: el olor del maquillaje, el
rugido de la multitud, los escalofríos, las emociones, la magia, el mis­
terio y la maravilla. En un teatro vacío late una palpable energía crea­
tiva. Katie tenía el rostro enrojecido a causa de la excitación, los ojos
en llamas, y se la veía radiante de alegría. Traté de recordar si alguna
vez la había visto de aquel modo y pensé que, de haberla visto, no se
me habría olvidado. Con cierta tristeza, salí por la puerta del escenario
que acababa de abrirse para ella.
Durante el verano trabajamos juntas en su monólogo y las motiva­
ciones del personaje, la lectura del papel, los ensayos y las pruebas de
vestuario volvieron a convertirse en parte de mi vida cotidiana, de for­
ma reciclada, por así decirlo. Compartí con ella trucos para aprender
el papel de memoria y para maquillarse, el poder del ritmo y de las
pausas, y anécdotas de mi ilustre pasado teatral. Cuando se sentía angus­
tiada, nerviosa e histérica yo la tranquilizaba diciéndole que la tensión es
una parte importante del proceso creativo y procuraba enseñarle a apro­
vecharlo en vez de combatirlo. Como soy tradicionalista, quería que su
primera noche de estreno fuera inolvidable, llena de tradición teatral y
suerte. La tía Dona le envió un telegrama desde Hollywood (que, desde
luego, causó sensación entre bastidores), su padre le compró un hermo­
so ramillete de flores y le dijo: «Mierda, mierda», que es la invocación
para el éxito utilizada en el mundillo teatral.
El debut de Katie en el escenario fue tremendo y su intensidad, su
energía y su pasión me pillaron totalmente desprevenida. Me llevé una
gran sorpresa y me sentí tan orgullosa, que pensé que iba a estallar. Al
día siguiente, cuando, presa de excitación, comenté los detalles con
Dona, ésta se rió y dijo: «¿Y qué esperabas? Al fin y al cabo, es tu
hija.» Luego mi vieja amiga me regaló un recuerdo. Recordaba viva­
mente otra actriz joven y apasionada que llevaba un jersey de lana de
color rojo, pantalones a tono y botas de montar de color negro y que,
llena tic conlian/.i cu m misma, se pi e s c u l o ,i mu |>t uelu para un papel
en l'hc I ¡idy's Not /<>) Uurning, tle ( ’hristophci I•i y, como si supiera
algo que el ti ¡redor no sabía. «'I'enía luego en los ojos y poseía más
teatralidad caminando hasta el escenario de la que la mayoría de la
gente tiene sobre él. En aquel momento supe que había encontrado mi
Jcnnet Jourdemayne.» Jennet, la animosa heroína de Fry, fue mi pri­
mer papel principal.
Por más que seamos buenos artistas, no siempre es posible dedicar
nuestra vida al teatro, la música, el baile, etcétera. Pero sí es posible
que estas artes mejoren nuestra vida. No hace falta inscribirse en el
sindicato de actores para explorar el mundo del teatro, la danza o la
ópera como carrera personal, apasionada. Lo que hay a ambos lados
de las luces de candilejas puede iluminar tu senda hacia la autenticidad.
Como nos recuerda el poeta inglés Francis Bacon, en el teatro de la
vida sólo a Dios y a los ángeles les está permitido ser espectadores.

26 D E A G O STO

Lecciones de la vida en el cine


Las buenas películas hacen que te intereses por los demás,
que vuelvas a creer en las posibilidades.
P a u l in e K a e l

E y n vez de meditar, hoy iremos al cine. Escabúllete en pleno día,


acomódate en la oscuridad con un cucurucho de palomitas y medita
sobre el sentido de la vida. Lo mismo da que pongas un vídeo en casa
o que te metas en un cine, la verdad puede distinguirse agradablemen­
te, de encuadre en encuadre, en ambos sitios. En su fascinante libro
Reel Power: Spiritual Growth Through film , Marsha Sinetar sugiere
que «estudiar las películas en busca de su mensaje místico nos da
poder. Adquirimos percepción y aumenta la conciencia de nosotros
mismos. Gran parte de la vida de hoy se centra en problemas, en la
recuperación y en los esfuerzos penosos que hay que hacer para res­
ponder a las exigencias inexorables de la vida en el siglo X X I. Por des­
gracia, al ocuparnos sólo de los problemas y no vernos a nosotros
mismos y a nuestros dilemas bajo una luz heroica, prometedora, nos
limitamos a nosotros mismos I as peinillas elevan nuestro punto <I•
vista, aumentan la imaginación. I I cine, al igual que la poesía, es mu •
de los agentes más sutiles de nuestro corazón. Nos recuerda lo qn<
sabemos, nos ayuda a extendernos y cambiar, nos proporciona un
catalizador sensorial para el cambio creativo, cortante». I I podei del
cine es «la capacidad de sacar y utilizar lo que sea cspiritualmente
valioso en una película».
Las películas son cuentos de hadas de celuloide para una cultura
que ya no se sienta alrededor del fuegc).del campamento para escucliai
las sabias palabras de los mayores. Yo utilizo películas para llenar de
nuevo mi pozo creativo, generalmente vídeos los fines de semana. Me
gustan las películas de época con decorados lujosos y vestuario sun
tuoso por su valor visual, busco alivio al estrés en las comedias y veo
clásicos de misterio y románticos, en blanco y negro, de los años
treinta y cuarenta, por pura evasión. Colecciono películas que tratan
de los ángeles, la reencarnación, la otra vida y el amor eterno. No
quiero ver películas de miedo o películas llenas de violencia insensata,
y tampoco tú deberías verlas, porque una imagen que se graba en tu
conciencia permanece en ella eternamente. Pienso que todos necesita­
mos la influencia edificante que proporcionan las películas que inspi­
ran, alientan, afirman y celebran el espíritu humano.
Buscar de forma meditativa una película que armonice con tu esta­
do de ánimo es muy restaurador y beneficioso. Esta semana entra en
un videoclub grande y echa un vistazo a lo que haya en él. Tómate
todo el tiempo que necesites. Repasa todas las categorías y toma nota
de los títulos de las películas que te atraigan. Más adelante, cuando no
encuentres una película que acabe de comercializarse en vídeo, consul­
ta la lista y así, al menos una vez a la semana, tendrás siempre algo que
valga la pena ver. Pero de vez en cuando es muy divertido experimen­
tar la magia de la pantalla grande, además de ser un lujo asequible.
Según Marsha Sinetar: «Las películas nos reflejan y nos invitan a ir
más allá de lo obvio. Sus temas y sus imágenes nos dan unos medios
excelentes para vernos a nosotros mismos tal como somos, con nues­
tros defectos y nuestras virtudes, o nos ayudan a inventar nuevos
guiones sobre las personas que tenemos la esperanza de ser algún día.
Todo lo que encontramos en nuestra senda puede ayudarnos... Ciertas
películas parecen una gracia otorgada expresamente para nuestra edifi­
cación, como ocurre también con ciertas personas encantadoras, obras
de arte gloriosas y casos especiales de oración.»
---- n-----— «
27 I )lí AGOSTO

El trabajo manual y la meditación


Las m an os a l trabajo, los corazon es a Dios.
A x io m a d e los sh a kers

^ ^ [u c h a s mujeres, especialmente si tienen hijos, sencillamente no


disponen de veinte minutos diarios para meditar sin que las interrum­
pan. Pero las que sí disponemos de estos preciosos minutos a menudo
nos encontramos con que la mente se dispara y nos deja atrás. La ver­
dad es que los métodos de meditación tradicionales requieren tiempo,
práctica y disciplina antes de dar fruto. Después de varios intentos en
los que no pasa nada, muchas personas se desaniman y lo dejan correr.
Porque estamos en la vida real, he tratado de encontrar otras formas
de provocar un estado meditativo, incluso en medio del caos. Uno de
los mejores métodos es el trabajo manual meditativo. Cuando los demás
ven que tenemos las manos ocupadas, a menudo nos dejan en paz duran
te unos momentos antes de hacernos otra pregunta. Lo que no saben (y
nosotros nunca revelaremos) es que cuando tenemos las manos ocupa­
das nuestra mente puede estar descansando.
Los trabajos manuales de carácter creativo han formado parte de
las labores domésticas de las mujeres durante siglos. El trabajo manual
en sus numerosas variedades era un noble arte para las mujeres de la
época victoriana. Esta íntima y complicada destreza espiritual daba
una fabulosa expresión externa a incontables artistas auténticas que a
menudo se veían reprimidas por las expectativas de una sociedad rígi­
da. Hasta los últimos treinta años no ha empezado a despreciarse lo
que en otro tiempo era apreciado y los trabajos manuales han dejado
de ser una labor meritoria que hacían todas las mujeres y se han con­
vertido en la ocupación personal de unos cuantos elegidos.
Conozco bien el argumento: las mujeres de hoy no tienen tiempo
para hacer las cosas que hacían sus antepasadas. Las mujeres de la épo­
ca victoriana disponían de más tiempo porque no trabajaban fuera de
casa. Que yo sepa, tenían veinticuatro horas diarias para gastarlas, sa­
borearlas, ahorrarlas o desperdiciarlas. Y si bien no tenían que ir a tra­
bajar fuera de casa, sí tenían que golpear alfombras, lavar a mano pa­
ñales de algodón, tender la ropa para que se secara, preparar la comida
sin electricidad ni refrigeración, cuidar a los enfermos sin los medica­
mentos modernos y nutrir a familias más numerosas que la mayoría
de las actuales. No cabe duda de que el sentido del tiempo se lia acelc
rado en el último siglo, pero no ha ocurrido lo mismo con la disponi
bilidad del mismo. De hecho, probablemente las mujeres victorianas
tenían menos que nosotras. No vivían tantos años como nosotras y,
como carecían de electricidad, no podían borrar la distinción entre el
día y la noche como hacemos nosotras. Francamente, las mujeres
siempre han tenido demasiadas cosas que hacer. Es sólo que las mu­
jeres victorianas a menudo se Jas arreglaban mejor que nosotras. Se
daban cuenta de la facultad restauradora del ritmo, la rutina, el des­
canso, la diversión y el ritual. Conservaban su energía alternando las
labores domésticas y el cuidado de los niños con pasatiempos que re­
querían concentración, proporcionaban satisfacción creativa y alivia­
ban la tensión.
No importa cuáles sean tus inclinaciones personales, ya que hay
tanta variedad de trabajos manuales, que toda mujer puede encontrar
una que le guste si está dispuesta a buscarla. Puedes elegir entre tejer,
hacer cestas, collares de cuentas, labores de aguja (bordados, puntilla,
encaje de hilo, punto de cruz, encaje, frunce decorativo), costura,
labor de punto, ganchillo, punto de colcha, marroquinería, confección
de alfombras, alfarería, vidrios de colores, pasamanería, trabajos con
papel (adornos, colage, etcétera), encuadernación de libros, construc­
ción de marcos y carpintería. Una amiga mía escogió la carpintería
hace unos años porque quería construir estanterías colgantes para
libros. Empezó utilizando reproducciones de las herramientas que usa­
ban los shakers y que vio en un catálogo. Ahora maneja el torno como
si fuese una aguja de coser y vende hermosas piezas artísticas.
Empieza modestamente. Ni siquiera hace falta que te matricules en
un cursillo si piensas que no tienes tiempo. En las tiendas y en los
catálogos de venta por correo encontrarás juegos de herramientas ma­
ravillosas a precios razonables. Lo importante es probar algo nuevo
cada temporada hasta que encuentres algo que te entusiasme.
Sea cual fuera el trabajo manual que elijas, no olvides tener una idea
clara de tu proyecto favorito. Si guardas en el armario el tapete de pun­
tilla a medio hacer, en el armario se quedará. Cómprate una cesta atrac­
tiva para tenerlo todo en un solo lugar, de manera que la próxima vez
que dispongas de unos minutos no los malgastes buscando tus cosas.
La novelista austríaca Marie von Ebner-Eschenback escribió en 1905
que «nada se pierde irremisiblemente tan a menudo como una oportuni
dad diaria». Para muchas de nosotras la oportunidad diaria que se pierde
es la búsqueda de placer. La próxima vez que tengas la sensación de que
el tejido de la vida real se deshace ante tus ojos, ponte a hacer al^o con
las manos y tu mente podrá determinar con serenidad dónde ha de coger
el siguiente punto.
Arte en nuestro hogar
E l h og a r es el corazón d e la vida... E l h o g a r es d on d e nos
sentim os a gusto, d on d e ten em os nuestro sitio, d on d e p o d e ­
m os crear entornos qu e reflejen nuestros gustos y placeres...
H a c e r un h og a r es una fo r m a de crea tiv id a d qu e está a l
alcance d e tod o el m undo.
T erence C onran

tinque te parezca que no tienes buen ojo para triunfar en las artes
visuales, ni personalidad para hacer teatro, danza, etcétera, ni pacicn
cia para cultivar las artes manuales, todavía te queda la posibilidad de
explorar las delicias y los placeres de convertir tu hogar eu un autrnii
co arte.
Cuando el hogar se convierte en una afición, son nun lia-, la*, h ab í
lidades que entran en juego, tanto decorativa , como ari im ii .r. I a .11 ir
sania puede convertirse en arte cuando damos un acabado n u e v o a l<>.
muebles, pintamos una pared de un color personalizado, .i|»li< amo*,
acabados falsos a lo que hemos encontrado en el rastro, cambi....... . la
pantalla de una lámpara antigua, tapizamos una silla, cosemos una
funda para un mueble, ponemos azulejos, estampamos unos versos
favoritos en la pared de la cocina, adornamos una almohada, planta
mos unas flores.
La artista Judyth van Amringe tiene en su casa piezas atrevidas que
ella llama «arte hogareño». Son ejemplares únicos de lámparas, sillas,
almohadas, mesas, etcétera, que provocan comentarios. Cuando apren­
des a crear tus propios elementos decorativos para el hogar, puede que
de paso se despierte tu identidad de artista. «Olvida tus ideas precon­
cebidas sobre lo que debe y lo que no debe ir junto. Haz exactamente
lo contrario de lo que hubieras hecho en otro tiempo y te encontrarás
en un paisaje creativo totalmente nuevo», nos dice en H om e Art: Cre-
ating R om ance an d Magic with Everyday Objects. El arte hogareño
empieza por el reciclaje. «Todos sabemos el horrible despilfarro que
tiene lugar a nuestro alrededor todos los días. Creo que hay que apro­
vechar siempre todo lo que pueda aprovecharse, ya sea algo mío, del
vecino, algo procedente de una tómbola, del rastro, encontrado en la
calle; porque si haces algo maravilloso partiendo de un desecho, alio­
nas energía y contribuyes a que haya menos trastos tirados por ahí.
La gracia del asunto está en coger algo y iranslormarlo, hacci que sea
totalmente tuyo, de acuerdo con tu estilo, que lleve tu sello.-
El sello y el estilo de Judyth son más atrevidos que los tic la mayo
ría: quizá no nos sentiríamos a gusto en nuestra salita con una lumia
flamenca para el televisor. Pero su creencia de que hay que vivir rodea
dos de cosas muy personales y raras que nos parezcan adorables relie
ja auténtica sabiduría y merece que meditemos sobre ella. (Ion un
poco de afán, ingenio y tiemp», lo maravilloso puede materializarse
ante nuestros propios ojos.
Hoy debes estar dispuesta a ser audaz sólo con un pequeño proveí
to: crea una nueva pantalla para una lámpara, cuelga una cortina de dibu
jos o colores extravagantes, decora una bandeja con recortes de papel,
dora el marco que compraste en la tómbola y conviértelo en un espejo.
Sé que hay algún proyecto de esta clase en el que llevas pensando muclii •
tiempo. Lo sé porque yo tengo varios. Olvídate de tus ideas preconcebí
das, sigue los dictados de tu corazón, honra tus impulsos creativos, con
lía en tus ojos. Arreglar tu casa es una manera perfecta de hacer pinitos
artísticos.

29 D E A G O STO

Artistas de lo cotidiano:
amar, conocer, hacer
E l a m o r es el espíritu qu e m otiv a e l v iaje d e l artista. El
a m o r p u ed e ser sublim e, crudo, obsesivo, apasion ado, espan
toso o em ocionante, p e r o sea cual fu e r e su índole, es un m oti­
v o p o d ero so en la v id a d el artista.
E r ic M a is e i .

I l r l otro día una amiga y yo estábamos hablando de lo difícil que nos


resulta a la mayoría comprender el concepto de que somos artistas,
que la vida es nuestro lienzo. Me confesó que apenas sabía preparar un
pastel al horno y que no se consideraba una persona especialmente
creativa. No estoy de acuerdo en absoluto. ( reo con todo mi cora/.on
que la capacidad de sacar arte de la vida i cal es un don que toda mtij-ei
posee. Otra cosa es que optemos por nutrir este don perfectamente
natural. Reconozco que es casi imposible comprender el concepto
cuando estamos agotadas, abrumadas y no podemos con nuestra alma.
Pero, desde luego, vale la pena meditar sobre ello mientras saborea­
mos los últimos días del verano.
Puede que tú no dibujes, pintes, esculpas, cantes, bailes, o hagas tea­
tro, pero preparar un pastel al horno podría tener tanto de obra de arte
como hacer la coreografía de un ballet, si abordas la tarea con la misma
entrega. También es una obra de arte hacer que un niño pequeño cansa­
do y hambriento haga lo que necesites que haga en un momento dado
(recurriendo para ello a una paciencia y unas dotes de persuasión infini­
tas). Y también lo es atender bien a unas visitas inesperadas con lo que
tienes en casa y convertir dicha visita en un festín memorable con velas,
vino, risas y conversación animada. También son obras de arte ayudar a
una amiga a superar una crisis personal, consolar a un padre o una
madre ancianos u organizar la fiesta de cumpleaños «le un nino o una
niña que aún no ha llegado a la adolescencia. Loque vaya1, a haiei lio\
puede transformarse en una obra de arte, si tu coia/óu esta alm 11«• v tu
estás dispuesta a ser la mediadora del Gran ( acadoi I ,r. mujci • ......... .
artistas de lo cotidiano. El mundo no reconocí’ m aplaude inda', la*,
artes, así que de ello debemos encargarnos nosotia\ I <ih-iih >■. 11 nn-j, ,u
de custodiar una verdad sagrada. Debemos cuidar esta sabiduna \ lian-,
mitirla a las personas a las que amamos.
Como artista, he aprendido que en la creación hay tres cstiaios
muy diferentes: el trabajo, la destreza y la elevación. San Francisco de
Asís explica el proceso creativo de la siguiente manera: la mujer que
trabaja sólo con sus manos es una trabajadora; la mujer que trabaja
con las manos y la cabeza es una artesana; la mujer que trabaja con las
manos, la cabeza y el corazón es una artista.
El trabajo en la creación consiste en presentarse para hacer la obra.
La destreza es la forma de hacerla. ¿Estás por la tarea en pensamiento,
cuerpo y espíritu? ¿Te estás tomando el tiempo necesario o te estás
dando prisa? ¿Te estás concentrando en lo que haces o pensando en
otras veinte cosas que hay que hacer? ¿Echas a la vez la harina, los
luievos, la mantequilla, el azúcar y la sal en el recipiente, remueves la
masa grumosa con un leve movimiento de la muñeca, la metes en el
horno y esperas que todo salga bien? ¿O pasas la harina por el tamiz
tres veces, bates juntos los huevos, la mantequilla y el azúcar antes de
combinarlos? ¿Te pasas quince minutos removiendo la masa? ¿Ca­
lientas previamente el horno y pones grasa y harina en la bandeja?
¿Canturreas mientras lo haces y disfrutas del proceso de crear de
antemano del producto? Si la respuesta es afirmativa, el amor está
presente. I I amor es la energía espiritual que provoca la elevación, el
momento trascendente de I.i tieación cu el <|tie I.i i l c ¡ t i c . a si ton
vierte en arte.
Hace falta toda una vida para crear la obra de arte para la cual nat i
mos: una vida auténtica. Pero bastan cinco minutos para c c u t i . u i e
antes de empezar cada una de las nuevas tareas de hoy. Cinco minutos
para reconocer en tu alma que eres una artista de lo cotidiano. Cinco
minutos para dar las gracias por tus dones personales. Cinco minutos
para ofrecer tu amor, tus energías creativas y tu enorme talento a la
persona, idea o proyecto que esper^ tu atención.
Dilo en voz alta: Soy una artista de lo cotidiano, una artista bri
liante y dotada. Mi arte es una bendición para mí y para los míos.

30 DE AGO STO

Si no es ahora, ¿cuándo?
A p laz ar el m om en to d e h acer las cosas nos r o b a tiem po.
E dw ard Y o u n g

T
X engo una amiga que está organizando un nuevo movimiento
femenino que llevará el nombre de «Si ahora no, ¿cuándo?». Todas
estamos invitadas a ser partícipes. La misión del nuevo movimiento es
clavar una estaca en el corazón de las dilaciones que perpetuamente
nos roban el placer personal.
Otra amiga es comerciante de joyas antiguas y viaja con frecuencia
a Inglaterra por asuntos de trabajo. También es esposa de un político
y madre de dos hijos. A pesar de ello, se ha matriculado para aprender
italiano y yoga y está pensando en hacer un curso para aprender a pin­
tar acuarelas. Insiste en que tenemos que encontrar tiempo para noso­
tras mismas y yo estoy de acuerdo con ella (si ahora no, ¿cuándo?) Me
ha preguntado si quiero hacerme socia de su nuevo club dedicado a los
libros del siglo XIX. El club se reunirá una vez al mes, en domingo,
para tomar té y jerez. Los asistentes a las reuniones llevarán algo de
comer para que no sea la mente lo único que encuentre alimento. La
idea de fundar el club me parece maravillosa. Volveré a hablar con mi
amiga cuando acabe de escribir este libro sobre la creación de una vida
auténtica.
••Para l.i mayoría de nosotros l.t vid.1, como l.t llaman, es un larj»o
aplazamiento-, escribió melancólicamente I lenry Miller en 1947. ¿Qué
sat isíaeción estas aplazando tú? Yo acabo de aplazar el momento de
hacerme socia de un club fabuloso. Voy a llamar a mi atareada amiga.
Todavía me noto el pulso, aunque es débil.

31 DE A G O STO

Esto también es Dios


Una d e b e aceptar tam bién qu e tiene m om entos «poco crea­
tivos». C u a n to m ás sin ceram en te se p u e d a a c ep ta r este
hecho, m ás deprisa pasarán estos m om entos. U na d e b e ten er
el v a lo r d e parar, de sentirse vacía y desan im ada.
E t t y H il l e s u m

a seas poetisa, madre o actriz de teatro, una mañana te despertarás,


pondrás la cafetera en el fuego, te acercarás al pozo de donde sacas la
inspiración para recrear tu vida auténtica y te encontrarás con que el
pozo se ha secado. Puede parecer desconcertante terminar este mes de
meditaciones con una nota pesimista, pero para tu serenidad es impor­
tantísimo que aceptes los días poco creativos como parte del ciclo crea­
tivo. Los días poco creativos son la vida real. Todo artista los conoce,
aunque pocos lo reconocemos como no sea con susurros confidenciales.
Pero al hacer de la autenticidad tu arte, también tú los conocerás. Los
días poco creativos son la parte del yin/yang del anhelo artístico.
Una vez, en plena sequía creativa, me encontraba con mi agente
en una cafetería de Nueva York y le confesé en voz baja, como
quien reconoce un tremendo defecto personal o el descubrimiento
de una enfermedad incurable, que llevaba meses sin poder soñar. Me
era imposible fantasear, visualizar o siquiera formular un deseo. C o­
mo soy irlandesa, la incapacidad de soñar es el equivalente emocio­
nal de un desequilibrio químico en el alma. Necesitaba el consejo de
Chris, mi agente, porque tiene el don de resolver las dificultades.
Acabábamos de visitar una agencia de publicidad donde había nego­
ciado para mí un contrato de asesoramiento que me había dejado ató­
nita, sobre todo porque en aquel momento estaba convencida de que
dentro tío mi cabeza no había nada que valiera más de diez centavo*.
— ¿Que he de hacer? -le pregunté.
— No tienes que hacer nada — contestó ella.
Me dijo que esperase hasta que se me pasara. Que aceptase el peno
do de nula creatividad tan bien como pudiera y que me preparase pat a
el día en que diese un repentino y espectacular salto hacia delante en el
capítulo de la creatividad o en el de la conciencia.
Resulta tan difícil pararse, especialmente cuando queremos con ti
nuar nuestra carrera, nuestras relg/ciones, nuestra salud, nuestra crcati
vidad. Pero cuando 110 tienes ánimos para rezar, cuando eres incapaz
de llorar o cuando todo te importa un bledo, ha llegado el momen
to de desistir. No todas nuestras horas pueden facturarse.
No, esto no quiere decir que puedas dejarlo. Tienes que continuar
aunque sea por puro formulismo, presentándote a trabajar: en la pági
na, el tablero de dibujo, la cocina, la máquina de coser, el ordenador.
Continúa preparando el lienzo, mojando la arcilla. Finge que eres un
trabajador creativo temporal, que estás haciendo de suplente hasta que
llegue tu yo auténtico. Mientras tanto, no tomes decisiones creativas
que alteren tu vida hasta que recibas instrucciones. Tu única misión es
volver a llenar el pozo. Busca el manantial subterráneo por medio de
excursiones creativas. Permanece en comunicación con tu yo auténti­
co mediante el diálogo diario. Vuelve a examinar viejos proyectos
creativos que dejaste sin llevarlos a término. Cuando me siento muy
desanimada, recurro a mi diario cié descubrimientos ilustrado en bus­
ca de pistas visuales que me indiquen la siguiente vuelta en el camino.
A menudo el fracaso de demasiados sueños puede dar origen a una
sequía crativa, pero durante ésta sigue habiendo luz en abundancia.
Sucede simplemente que nos ciega una tormenta de polvo oscuro. Fre­
cuentemente la árida desesperanza es fruto de la falta de nutrición: de
no comer bien, no dormir lo suficiente, trabajar con demasiado ahínco
y durante demasiado tiempo sin un objetivo que nos llene de ilusión. Si
te encuentras en un período de esterilidad creativa, tómate un descan­
so. Dona Cooper, una de las mujeres más creativas y productivas que
conozco, a menudo me recuerda, especialmente cuando mis planes no
avanzan a la velocidad de la luz, que «esto también es Dios».
Y es verdad. Cuatro meses después de que dejara de esforzarme
demasiado, se produjo la encarnación creativa de El encanto de la vida
simple. Lo más difícil que haremos como artistas de ló cotidiano es
aprender a pararnos de vez en cuando. Si hoy te sientes poco creativa,
no te desesperes. Empieza a animarte y ahorra tus fuerzas. Te estás
preparando para avanzar mucho en el capítulo de la autenticidad.
En el mundo natural, las sequías desaparecen tan súbita y misterio­
samente como llegaron. Esto también es Dios.
Pequeñas alegrías para agosto

'« ‘3 Vuelvo a descubrir los libros que tanto te gustaron de niña.


Visita una buena biblioteca (cuanto más antigua, mejor) y entra en la
sección infantil (con tus pequeños o sin ellos). Siéntate en una sillita y
recuerda los buenos momentos que pasaste con un buen libro. ¿Cuál
fue? ¿M ujercitas? ¿Furia? ¿Ana la de las tejas verdes? ¿Los mellizos
Bobbsey? ¿Los libros de Laura Ingalls Wilder? ¿Las aventuras de la as
de los detectives Nancy Drew? (¿Te acuerdas del pequeño turismo
rojo de Nancy, de sus conjuntos, de Bess, George y Ned, y de casos
tan desconcertantes como Secret in the O íd Attic y The Mystery at the
M oss-covered M ansión? Resuélvelos una vez más con sentimiento.)
^ ) Gloria Steinem nos dice que nunca es demasiado tarde para
tener una infancia feliz y yo la creo. La infancia que yo hubiera elegi­
do aparece captada en la maravillosa serie Betsy-Tacy de Maud I Iare1
Lovelace. Si buscas evasión pura y simple escápate a Deep Val ley,
Minnesota, a comienzos de siglo, y disfruta con las travesuras ele
Betsy Ray y sus amigos, Tacy Kelly y Tib Muller. I .a serie consta ele
diez libros, empieza cuando Betsy y Tacy tienen diez años de’ edad, cu
1892, y termina con la boda de Betsy después de la Primera (¡nena
Mundial. Lo que más me gusta cuando leo libros infantiles del pasado
(ahora que soy lo bastante mayor como para apreciar los matices sin i
les) son los encantadores detalles domésticos de aquellos agradables
mundos: los tipos de comida, decoración, diversiones y pasatiempos
que llenaban sus vidas.
Estudia la posibilidad de hacerte socia de un club de aficiona­
dos a los libros o de fundar uno tú misma. Compartir un buen libro es
tan provechoso como leerlo. Explora los giros del argumento y la evo­
lución de los personajes mientras comes y bebes con personas agrada­
bles una vez al mes. Escoge un tema: la narrativa femenina, la época
victoriana, los misterios o los clásicos. Un libro de consulta titulado
500 G reta B ooks by W'ornen, de Erica Bauermeister, Jesse Larsen y
Holly Smith te deslumbrará con las posibilidades que ofrece. La
mayoría de nosotras no sostenemos suficientes conversaciones que
nos estimulen intelectualmente, aunque no comprendo a qué es debi­
do. Pero para nutrir el alma es necesario alimentar la mente. Un club
de aficionados a la lectura es un antídoto estupendo. Puede que en la
librería donde sueles comprar te indiquen alguno.
Empieza a buscar una buena librería de ocasión en las páginas
amarillas, para ver qué hay cerca de tu casa. Pide un ejemplar de A B
B o o k m a n s W eekly, la publicación especializada de los vendedores de
libros de segunda mano (IVO Al> C liíton, New Jei sey 0/01'». ,’ 0 I
772-0020). Encontrarás anunc ios de comerc iantes que busi an lilu<*s
y esto te ayudará a localizar sus comercios. La Book I luntei 1’t« .
(419 Granite Springs Road, Yorktown Hcights, New York I0V*H,
914-245-6608) publica The Used B ook Lover's C uides, que son lisias
geográficas de más de tres mil comercios en cuarenta y seis estados
^ 5 «La música celestial está en todas las cosas», nos recuerda I lil
degard de Bingen, la mística del siglo XII. Puedes experimentar el cid* »
en la tierra con una serie de sonidos sagrados que tranquilizan. Entre
mis favoritos para invocar la serenidad se encuentran: Chant, por los
monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos (Angel Records); Rosa
Mystica, por Therese Schroeder-Sheker; Vox D e N u be, por la cantan
te gaélica Nóirín N i Riain y los monjes irlandeses de Glenstal Abbcy
(Sounds True Catalog, 735 Walnut Street, Boulder, Colorado 80302);
A Feather on the Breath o f G od: G othic Voices with Em m a Kirby
(Harmonia Mundi, 2037 Grandville Avenue, Los Ángeles, California,
310-559-0802); y Vision: the Music o f H ildegard von Bingen (Angel
Records). Experimenta el profundo poder curativo de los nocturnos
para piano en Piano Reflections, por Kelly Yost (puede obtenerse por
medio de Channel Productions, P.O. Box 454, Twin Falls, Idaho
83303, 208-734-8668).
Los artistas necesitan apoyarse mutuamente en sus empeños
sagrados. Toda alabanza me parece insuficiente para el compasivo y
convincente libro de Julia Cameron The Artist’s Way. Es el primer
libro que recomiendo a los participantes en mis seminarios. Es un cur­
so de doce semanas para el descubrimiento y la recuperación de tu yo
creativo a cargo de una buena consejera. Julia tiene también un mara­
villoso seminario grabado en cintas que puede obtenerse de Sounds
True Catalog.
Te desafío a hojear el catálogo Flax Art & Design (P.O. Box
7216, San Francisco, California 94120) y no encontrar un proyecto
interesante en las artes visuales o los trabajos manuales. ¿Qué puedes
perder excepto tu falsa suposición de que no eres creativo?
Leer publicaciones especializadas es una manera fascinante de
explorar una nueva actividad. Hojea American Artist, D ance, Theatre
Crafts, O pera N ews, o American C raft y encontrarás apasionantes
realidades paralelas.
Regálate una lujosa caja de barritas Crayola que contenga
todos los colores, o un maravilloso juego de lápices de colores. Haz
un cartel que diga «Si ahora no, ¿cuándo?» y cuélgalo donde lo veas
todos los días.
SEPTIEMBRE

Septiembre, el mes de la cosecha... E l verano


ha concluido y ha llegado el otoño.
C y n t h ia W ic k h a m

X - ja canción de septiembre es una cadencia de dos piezas en


la que la alegre serenata veraniega concluye para dar inicio a
una melodía más grave. Durante ocho meses, hemos arado y
sembrado en nuestras vidas las conmovedoras semillas de la
gratitud, la simplicidad, el orden y la armonía. Ahora, una
auténtica cosecha de felicidad está lista para su recolección y
el quinto principio del encanto de la vida simple — la belle­
za— nos exhorta a participar de su exuberancia. Disponte a
recoger la abundante cosecha que el amor ha sembrado.
Volver una nueva hoja
Del otoño al invierno, del invierno a la primavera,
la primavera se torna en verano, el verano en otoño.
Así transcurre el año cambiante, y así cambiamos nosotros;
el movimiento es tan vertiginoso que no sabemos que nos
movemos.
D in a h M u l o c k C r a ik

D e s d e la antigüedad, septiembre se ha considerado el inicio del


nuevo año, un período para la reflexión y los propósitos. Los judíos
celebran la solemne festividad del Yom Kippur, el día de la expiación
pública y privada, un retiro sagrado del mundo durante veinticuatro
horas para estar en paz con Dios y con sus semejantes y permitir que
la vida real se renueve con pasión y voluntad.
En el mundo natural, el cambio se produce sutil pero inexorable­
mente; las estaciones parecen sucederse dulcemente, aun cuando el
movimiento mensual es tan rápido que ni tan siquiera nos damos
cuenta de que avanzamos. Pero cuando las hojas van mudando su
color, es hora de que nosotras volvamos una nueva hoja personal para
poder restablecer nuestra vida. «Lo que necesitamos en otoño es un
tiro emocional o espiritual en el brazo», escribió Katharine Elizabeth
Fite en Good Housekeeping en 1949, impulsando el principio de una
nueva tradición femenina: los propósitos personales y positivos de
septiembre. «¿Por qué crees que somos tantas las que desperdiciamos
el otoño? ¿Por qué no realizamos ese esfuerzo que aportaría algo nue­
vo a nuestra vida?» Los propósitos negativos de enero «se deciden
cuando estamos exhaustas espiritual, física y económicamente y no te­
nemos ganas de hacer nada aparte de descansar».
En mi opinión, los propósitos de enero son una cuestión de volun­
tad; los de septiembre versan sobre las necesidades auténticas. ¿Qué
quieres aumentar o disminuir en tu existencia para poder amar la vida
que llevas? Podría ser algo tan simple como ver a tus amigos más a
menudo, dedicar más tiempo a vivir aventuras con tus hijos mientras
te sigan aceptando como compañera, volver a encender la llama del
romance en tu rutina diaria, dedic.u una hora al día a tu persona o
simplemente dar más paseos bajo un sol cegador.
La belleza de los propósitos otoñales reside en que nadie mas
conoce su existencia. Los propósitos de otoño no necesitan timbales,
ni confeti ni champán. Los propósitos de septiembre sólo requieren
que estemos abiertas al cambio positivo. Yo soy capaz de intentarlo.
Y también tú.

2 DE SEPTIEMBRE

Esforzarse por comprender


Existe una antigua hostilidad difícil de definir entre nues­
tra vida diaria y las grandes obras. Ayudadme a nombrarla
para comprenderla.
R a in e r M aría Rii ki

JN /Iuchas pensamos que si Adán y Eva no lo I m b u í . m e cl i adi ■i . •<I..


a perder en el Paraíso no tendríamos que trabajar para j-.m.u n« *. • I p a n
y viviríamos rodeadas de lujo en el Edén. Por desgracia, esa i n t e i p u
tación de la Biblia es ilusoria ya que, si lees la historia de Adán y I va
con más detenimiento, descubrirás que Dios siempre tuvo la intención
de que el ser humano trabajara y de que el trabajo fuera una diversión.
Consideremos las emocionantes ocupaciones de Adán: dar nombre a
todos los seres vivos después de estudiarlos y cuidarse de un bello jar­
dín. Al principio, el trabajo se concebía como un regalo.
Pero entonces llegó la Caída, y el trabajo de Adán se convirtió en
los quehaceres de Eva. Consideremos la rutina diaria de las hijas de
Eva. Hay trabajos privados: dar el pecho, cuidar del hogar, preparar
comidas, hacer de chófer, la administración doméstica, la horticultura,
cuidar de los animales y, para algunas de nosotras, el matrimonio.
También hay trabajos públicos: el empleo, las actividades escolares y
eclesiásticas, los grupos juveniles, la labor de voluntariado en la comu­
nidad y con fines caritativos-. Cincuenta y ocho millones de norteame­
ricanas cargan con las responsabilidades de trabajar fuera de casa; casi
la mitad de las mujeres trabajadoras tienen hijos menores de dieciocho
años. El setenta por ciento de la madres con hijos menores de tres
anos no pueden ocuparse de ellos durante el día porque están ocupa­
das en el tema de la realidad, l n la vida real, debemos ocuparnos de la
realidad para lenei la oportunidad de ocuparnos de lo Real.
Si trabajas fuera de casa, tus esfuerzos están remunerados con di
ñero. Pero el mayor porcentaje del trabajo femenino es gratuito y pasa
en su mayor parte desapercibido. Debido a que pasamos gran parte de
nuestra existencia terrenal dedicadas al trabajo, de uno u otro tipo,
esta actividad merece una profunda consideración, y no sólo me estoy
refiriendo a afrontar el hastío de desplazarse al trabajo, llevar a los
hijos a la guardería, cuidar de un hijo enfermo, los días de nieve, las
reuniones con los profesores y las fechas límite. Los juegos malaba­
res de la vida y los compromisos contradictorios merecen una medita ­
ción aparte. Pero también se ía merece la divina naturaleza del trabajo.
Cada una de nosotras fuimos creadas para exteriorizar la Divinidad a
través de nuestras dotes personales. Compartir nuestras dotes con el
mundo es nuestra gran obra, sin que tengan importancia ni la natura­
leza concreta de nuestro empleo ni lo que conste en nuestro currícu­
lum vitae.
No creo que muchas mujeres de hoy puedan decir honradamente
que su vida laboral — en privado y en público— está en equilibrio con
su vida personal, tengan o no tengan hijos. Matthew Fox, filósofo
radical y ex sacerdote católico, cree que «vivir bien es trabajar bien».
Yo comparto su parecer de todo corazón. Pero, ¿cómo diantres pue
den lograrlo las mujeres de los noventa? Me encantaría poder ofrece
ros una solución rápida y fácil a un dilema tan complicado y con tan­
ta carga emocional. Pues no podemos trabajar bien ni vivir bien si no
vivimos auténticamente.
Como Rilke, necesitamos reconocer en voz alta la antigua hostil i
dad entre la vida real y el trabajo. Existe. Nos desgarra en mil pedazos
todos los días. Necesitamos ayudarnos mutuamente para compren
derla, pues nunca llegaremos a entenderla a solas. Podemos empezar
por cogernos de la mano, por escuchar nuestras preocupaciones, por
decirnos que hoy todo va a ir bien.
De una forma u otra, juntas hallaremos la solución.

UJ
¿Fritos o revueltos?
En el trabajo, piensas en los hijos que has dejado en casa.
En casa, piensas en el trabajo que has dejado sin terminar.
Esa es la lucha que se desencadena dentro de ti. Tu corazón
está escindido.
G o l d a M e ir

JN ^Iás mujeres de las que crees alimentan una fantasía secreta que no
tiene nada que ver con el erotismo. Pero, en cierto modo, se centra en
lo prohibido. Denomino esta fantasía: «¿Fritos o revueltos?»
Otro día perfectamente normal de exigencias interminables, hijos
mal atendidos y trabajo sin finalizar y tú tienes la sensación de que ya
no puedes más. Te invade un arrollador impulso de desaparecer sin
dejar rastro. Metódicamente, retiras todo el dinero en metálico de tu
cuenta bancaria (las tarjetas de crédito pueden localizarse), haces la
maleta con lo mínimo, te encaminas hacia la terminal de autobuses y
vuelves a empezar de cero como camarera en un local perdido del
Oeste americano. En esta fantasía, algunas mujeres se llevan a sus hijos
con ellas, sobre todo si son pequeños; otras no, pero sus hijos suelen
ser adolescentes.
Naturalmente, tú no vas a hacer una cosa así, pero un posible plan
de huida es un mecanismo imaginario que libera el vapor de la olla a
presión de la vida. N o más recibos vencidos e impagados, se acabaron
las discusiones sobre la cocina, la limpieza, el sacar la basura, las
cuentas de crédito o el cuidado de los niños; no más conflictos entre
los hijos y la vida profesional, se acabó el extenuante deber de cuidar
de un padre anciano, no más responsabilidades de las que eres capaz
de afrontar en un período de veinticuatro horas. Cuando crees que
no puedes soportarlo más, una vida dedicada tan sólo a preguntar a
los clientes si quieren los huevos fritos o revueltos encierra cierto
atractivo.
Recientemente, una mujer de treinta nueve años, madre de cinco
hijos con edades comprendidas entre los ocho y los dieciséis años,
desapareció de la la/, de la tierra cerca de nuestra casa. El día en cues­
tión, había llevado de excursión a una clase de primaria. Cuando
regresó, metió a su hi|.i en un autobús para que lucra a jugar un parti­
do de baloncesto du iendole que volvei ía a casa andando porque hacía
muy buen día. Nunca llegó. I lacia la hora «I< la ccna, mi ti i)•,ii i i i<I i
familia llamó a la policía y se inició una colosal búsqueda con viph r,
para rezar incluidas. Naturalmente, todos temían lo peor, pues cía
impropio de una mujer como aquélla desaparecer sin dejai ir.im I .>
tenía todo: una buena formación, una bella familia, un hogar eiu ama
dor, un estilo de vida extremadamente cómodo y un matrimonio peí
fecto con un diplomático. Tres días después, la mujer que lo tema
todo, pero que, obviamente, no lo suficiente de lo que en realidad
necesitaba, apareció ilesa (gracias a Dios), confusa por su propio com
portamiento y aturdida ante la conmoción que había ocasionado.
He aquí lo que ocurrió. De regreso a casa, buscó un enclave sólita
rio para aclararse las ideas. Siguiendo un impulso espontáneo, anduvo
unos cuantos kilómetros hasta su lugar favorito, la catedral nacional
de Washington, un santuario exquisito. En el silencio, oyó sus propios
pensamientos. Al cabo de unas horas, fue incapaz de abandonar aque
Ha paz para regresar al caos que la ahogaba en su hogar, por lo que
pasó dos noches en una pequeña capilla. En el momento de escribir
esto, ella no había regresado aún a casa y nadie sabía a ciencia cierta
cuándo regresaría o si llegaría, incluso, a hacerlo. Esto es cuanto sabe­
mos: por alguna razón, su corazón estaba escindido. Ella no hallaba su
centro. Su vida no era, después de todo, tan perfecta como parecía. Las
vidas reales rara vez lo son, aunque superficialmente tengan una bella
pátina. Sólo me habría gustado poder decirle: «Desaparece si debes
hacerlo, pero llama a casa y diles a los niños que estás bien.»
Cuando oí en la radio que no había sido secuestrada sino que
había desaparecido por voluntad propia, me invadió una tremenda
sensación de alivio que confié a mi marido. Su respuesta fue que la
inestabilidad mental de aquella mujer era obvia. Estaba desequilibra­
da. No cabía otra explicación para su extraña conducta. Estuve de
acuerdo en que el peso de su vida era demasiado ominoso para que
pudiera cargarlo ella sola, pero como tenía que escribir una reflexión
(sobre cómo afrontar el estrés), opté por no contradecir su interpreta­
ción. Habría hecho falta una larga perífrasis para señalar que en sus
circunstancias particulares, que por supuesto desconocíamos, la actua­
ción de aquella mujer podría haber sido extremadamente sensata. De­
sesperada, desde luego. Desgarradora, sin lugar a dudas. Pero no nece­
sariamente disparatada.
Cuando nuestra fantasía de ser camareras sale a la superficie, esta­
mos física, emocional, psicológica y espiritualmente exhaustas por esa
lucha interior y exterior que nos arrastra en cien direcciones diferen­
tes. Estamos heridas de gravedad por la antigua hostilidad entre la vida
cotidiana y la gran obra. Las vendas ya no nos sirven de nada.
En realidad, la fantasía de emprender la huida puede ser muy tera-
peutica porque blando 11 m.i bandt •r.x toja psíquica que nos advierte que
l;i vid.t real se nos está escapando dc“las manos. 1 lay que hacer cambios,
hay que tomar decisiones creativas, hay que empezar conversaciones y
acabarlas. Si la lantasía persiste hasta el punto de querer materializarla,
es mucho mejor pedir ayuda que comprar un billete de autobús.
«Si supierais con qué frecuencia me digo: al diablo con todo, al
diablo con todos, yo he hecho mi parte, ahora les toca a los demás
hacer la suya, basta, basta, basta», confesó en una ocasión Golda Meir,
la única primera ministra de Israel.
No tendrás que huir si eres capaz de aprender a decir sencillamen­
te: «basta, basta, basta».
Y lo dices de verdad.

4 DE SEPTIEMBRE

Responder a la llamada celestial


Tu labor consiste en descubrir tu trabajo y luego entregar­
te a él de todo corazón.
Buda

^ ^ u a n d o cursé mis estudios en un instituto católico a principios de


los años sesenta, el término «vocación» — del latín vocare, que signifi­
ca «llamar»— era sinónimo de ingresar en una comunidad religiosa.
Como la mayoría de quinceañeras, yo quería ser conquistada por un
hombre apuesto, casarme, tener hijos y vivir feliz para siempre jamás.
Convertirme en novia de Cristo apenas me seducía, tal vez por aquel
horripilante crucifijo que se cernía sobre nuestras cabezas. (Juro que
movía los ojos.)
Sin embargo, debo admitir que la idea de que las mujeres fueran
llamadas a abandonar el mundo porque eran las elegidas del Señor me
parecía muy romántica. También encontraba los hábitos blanquine­
gros de las monjas muy elegantes. Pero la vocación no se reduce a eso.
Veinte años después, estaba felizmente casada, vivía a las afueras de
Maryland y era madre de una bella hija a la que adoraba. Sin embargo,
ante la necesidad de tomarme un descanso, me fui de retiro a un con­
vento episcopal. En cuanto el coche franqueó la verja, fue como si un
hechizo se hubiera adueñado de mí; .il a t u v e . . i t e l s i l e n c i o s o v< -tí l x 1 1<•
que llevaba a la capilla, me sentí como si hubiera llegado a c a v í I w<
una sensación muy perturbadora.
Tras un fin de semana en silencio, transcurrido entre oraciones y
trabajo junto a las religiosas que habían respondido a la llamada del
Señor de forma tan espectacular, me sentí obligada a reconciliar l<>
irreconciliable. Busqué una confesora, una encantadora monja de mi
misma edad, aproximadamente, y admití, bajo los otoñales rayos
dorados que bañaban el jardín del convento, que sí había tenido voca
ción pero que había optado por decir que «no» al Señor. No me ape­
sadumbraba no haber seguido un camino determinado en la vida, sino
el hecho de no haber tenido ni tan siquiera el valor de haber conside
rado la posibilidad de tomar un camino menos trillado. Ahora era
demasiado tarde. Ella me confió a su vez que en ocasiones se pregun
taba si habría podido servir mejor a Dios en el mundo como esposa y
madre. «Pero cuando tenemos el corazón abierto, la Providencia hace
recto nuestro camino — me reconfortó ella. Luego preguntó en voz
baja— : ¿Por qué das por sentado que no has respondido a la llamada
del Señor? El Señor necesita madres. El Señor necesita escritoras.
Debe existir algún trabajo especial que sólo tú puedes aportar al mun­
do para Dios.» Ella creía en las palabras de ánimo de Santa Teresa de
Jesús para los que buscan su vocación: «Cristo no tiene otro cuerpo
sobre la tierra que el tuyo; tú eres las únicas manos con las que él pue­
de realizar su trabajo, tú eres los únicos pies con los que él puede reco­
rrer el mundo, tú eres los únicos ojos en los cuales puede seguir bri­
llando su compasión por un mundo turbulento. Ahora, Cristo no
tiene otro cuerpo sobre la tierra que el tuyo.» Con el corazón henchi­
do de esperanza, regresé a casa junto a mi marido, mi hija y mi traba­
jo en este mundo.
Ahora, después de una década, no me ha pasado desapercibido el
hecho de estar viviendo mi vocación no buscada. Anochece mientras
escribo estas líneas, en casa reina el silencio. Ed y Katie se han ido a un
programa doble de cine, lo que me permite trabajar en paz. Como
telón de fondo, mi tocadiscos está ofreciendo al Cielo bellos cánticos
religiosos medievales. A medida que me aproximo a la conclusión de
esta obra, mi hogar se va convirtiendo en un claustro, mi pasión en mi
vocación, mi trabajo en mi forma personal de adoración. Incluso me
visto de negro. Dios se halla en los matices más sutiles.
Hoy, toma conciencia de que el Espíritu no tiene unas manos, una
cabeza ni un corazón como los tuyos. Ninguna otra mujer en la tierra
puede, a través de sus virtudes auténticas, aportar al mundo las cosas
para las que tú y sólo tú fuiste enviada. La llamada puede ser tan débil
que apenas seas capaz de descifrar el mensaje, pero si escuchas, lo oirás.
¿Empleo, carrera profesional o vocación?
lil cántaro p id e a voces agu a q u e llev ar
y una p erson a p a ra tra ba jar q u e sea R e a l
M a r g e P ie r c y

E x i s t e una diferencia significativa entre un empleo, una carrera pro­


fesional y una vocación. El trabajo nos sirve para mantener el cuerpo,
el alma y la familia unidos. Sin embargo, como sabiamente señala
Studs Terkel, el sentido de cada día es tan importante como el pan de
cada día y el reconocimiento tan necesario como el dinero contante y
sonante. Pues cuando trabajamos, estamos buscando «una forma de
vida más que una forma de morir de lunes a viernes».
Una de las personas a las que entrevistó Studs Terkel fue Nora
Watson, que por aquel entonces trabajaba como redactól a en una re
vista especializada en salud: «Creo que la mayoría buscamos una
vocación, no un empleo. La mayoría de nosotras, como el trabajadoi
de una cadena de producción, tenemos un empleo que le queda pe
queño a nuestro espíritu. Los empleos no son lo bastante grandes para
las personas.» Pero trabajar es crucial; necesitamos «ganarnos la vida»,
lo que cada día es más difícil en el clima de incertidumbre económica
que reina en la década de 1990.
Una carrera profesional puede obedecer a una vocación, si bien, no
necesariamente. Suele suceder cuando nos ceñimos a una línea profe­
sional — contabilidad, publicidad, enfermería, edición— porque hace­
mos aquello que hacemos bien y nos pagan por ello. En ocasiones, las
carreras profesionales se asemejan a matrimonios de muchos años en
los que la pasión se ha intercambiado por la comodidad, la seguridad y
la previsión en un mundo incierto. Naturalmente, esta opción no tiene
nada de malo; para muchas mujeres es sin duda la más acertada — aun­
que algunas puedan preguntarse qué precio psíquico les cuesta obrar
con tanta cautela. No cabe duda de que todos los días en los que no
aspiramos a vivir auténticamente pagamos un precio, con intereses
incluidos.
Muchas de nosotras acabamos por saltar de un empleo a una carre­
ra profesional, pero a menudo titubeamos en responder a una vocación
auténtica, sobre todo hacia los cuarenta, porque estamos desgarradas
— entre las realidades económicas de criar a nuestros hijos y cuidar a
unos padres que envejecen, entre una hoja de servicio', tc.ili. .idos \ In
desconocido, entre un cheque de pago regulai y la in c c it id u m l m <
entre las circunstancias y las opciones creativas. Pero es un erroi i i< < i
ilusoriamente que nuestra realidad consiste en que somos mucli.o. I r.
que recibimos la llamada de la autorrealización y muy pocas Lis ele)-i
das. Lo que el Espíritu ha hecho por otras mujeres puede liacei lo poi
ti — cuando estés preparada— . Lo cierto es que todas somos las elcj'.i
das; es sólo que la mayoría de nosotras nos olvidamos de responde) i
la llamada. ✓
La novelista Mary Morris nos dice que «perseguir lo que quicios
hacer y alcanzar tu objetivo no es como encontrar la piedra filosofal o
descubrir una mina de oro. Normalmente no hay revelaciones ni
repentinos golpes de suerte. La realización llega a rachas... La realiza
ción llega de muchas maneras y puede entrar en nuestras vidas en
cualquier momento... Pero sólo nosotras podemos asegurarnos de que
nos realizaremos. Si nos sentimos vacías, no habrá agua suficiente para
llenar nuestro pozo. Debe manar en nuestro interior, de los manantia­
les y los arroyos subterráneos».

6 DE SEPTIEMBRE

Trabajar de corazón
E l tra ba jo es el a m o r h ech o visible.
K a h l il G ib r a n

X-/a mayoría de nosotras no consideramos nuestro trabajo como una


forma personal de adoración. El trabajo es mundano. La adoración es
retirarse del mundo para honrar al Espíritu. Pero, ¿podría haber una
forma más bella de honrar al Sumo Creador que contribuir a la recrea­
ción del mundo a través de nuestras virtudes? Todos los días, somos
llamadas a hacerlo mediante el trabajo. Sin embargo, es muy difícil
atisbar siquiera los destellos de lo sagrado cuando estamos preocupa­
das, olvidadas, abrumadas, destrozadas y consumidas.
Marianne Williamson cree que el lugar de trabajo no es sino «la fa­
chada de un templo, un lugar curativo donde las personas (pueden) ser
ensalzadas por encima de la locura de un mundo asustado». En una
ocasión, ( ti.nulo ti abajaba de i amatri a en un I>.ti .utos antes de con
vertirse en guia espiritual y escritora siguiendo su vocación •observó
t|uo I.i gente pensaba que la única finalidad de acudir al bar era para to­
mar algo, lin realidad, el bar era una iglesia disfrazada y ella podía
atender a la gente con calidez, conversación y compasión. «Indepen­
dientemente de lo que hagamos, podemos convertirlo en nuestro sa­
cerdocio — escribe en su iluminadora obra A Return to L ov e: R eflec-
tions on the Principies o f a Course in Miracles— . Independientemente
de la forma que tome nuestro trabajo o actividad, el contenido es el
mismo que el de los de cualquier otra persona; estamos aquí para aten­
der los corazones humanos. Si hablamos con alguien, o vemos a al­
guien, o incluso pensamos en alguien, entonces tenemos la oportu­
nidad de traer más amor al Universo./t>esde una camarera hasta la
directora de un estudio cinematográfico, desde un ascensorista hasta el
presidente de una nación, no hay nadie cuyo trabajo no sea importan­
te para Dios.»|
Resulta más sencillo imaginar que nuestro trabajo podría ser una
forma de adoración si fuéramos capaces de percibir lo que hay de
sagrado en al menos ocho horas del día. Tal vez el secreto para lograr
lo, independientemente de nuestras circunstancias actuales, resilla cu
descubrir el trabajo que nos encantaría hacer. Pero hasta que llegue esc
momento, necesitamos aprender a amar el trabajo que estamos real i
zando en la actualidad.
Hoy puedes empezar a transformar tu lugar de trabajo y tu estilo
laboral pensando en lo mucho por lo que debes estar agradecida. Si
tienes un empleo, aunque éste te disguste, te sirve de red protectora
cuando te lanzas al vacío guiada por la fe en pos de tu autenticidad; si
estás sin trabajo, ya tienes el camino libre para poder responder a tu
auténtica vocación. Invoca al Espíritu para que sea tu asesor laboral.
El poeta místico Kahlil Gibran nos dice: «Cuando trabajáis, estáis rea­
lizando una parte del más ambicioso sueño de la tierra, desempeñando
así una misión que os fue asignada al nacer ese sueño.»
Realizar tu parte del más ambicioso sueño de la tierra es posible
cuando trabajas de corazón.
7 di; s e p t i e m b r e

La fuerza del deseo: dar un paso adelante


O h, la v id a secreta d el h o m b re y d e la m ujer... soñ ar con
cuán m ejor estaríam os d e lo q u e estam os si fu éra m o s otra
p erson a o incluso nosotros xnismos, y sentir q u e no hem os
sacad o e l m áx im o p ro v ec h o d e nuestra condición.
Z eijd a F it z g e r a l d

Ü N Ío es posible que sea la única mujer adulta del mundo que se des­
haga en lágrimas cada vez que Pepito Grillo mira por la ventana del
bondadoso viejecito Gepeto, ve la primera estrella de la noche y em­
pieza a cantar «Cuando pides un deseo a las estrellas...» en la película
Pinocho. Tal vez llore, como acaso tú también, porque pedimos un de­
seo a las estrellas y esperamos de todo corazón que nuestro sueño se
haga realidad. Pero convertir un muñeco de madera en un niño de car­
ne y hueso y un sueño en realidad no se limita, en la década de 1990, a
blandir una varita mágica. ¿Qué me dices de un hada madrina sabia,
compasiva y avispada que nunca ha oído un sueño que ella considera­
ra frívolo o no pudiera ser liberado de su destino con vigor espiritual?
Barbara Sher es esa hada madrina, todo un carácter. Lo sabe todo
sobre las «transformaciones vitales», la forma en que ella define la per­
secución de nuestros auténticos sueños. Ella pasó de ser una madre
divorciada que vivía de la asistencia social a convertirse en psicotera-
peuta y asesora laboral — la trasformación vital más espectacular que
cabría imaginar— . En su labor como terapeuta, empezó a sospechar
que en realidad muchos de sus pacientes aquejados de depresión no
requerían tanto un tratamiento a largo plazo como sí una razón para
levantarse cada mañana. Como Barbara había transformado su propia
vida, supuso que sus conocimientos para convertir los sueños en reali­
dad eran tan válidos como los de cualquier otro y empezó a ofrecer
seminarios de orientación vital. El éxito de sus talleres originó su pri­
mer libro Wishcraft: H ow to G et What Yon R eally Want (escrito con
Annie Gottlieb). En él puedes hallar consejos prácticos que te ayuda­
rán a materializar tus indefinidos anhelos en aventuras auténticas para
que «tengas una vida que ames y te levantes cada mañana entusiasma­
da ante el día que te espera y encantada de hacer lo que estás haciendo,
aunque en ocasiones te sientas un poco nerviosa y asustada».
Yo era una escritora por cuenta propia que soñaba con escribir y
publicm libros cumulo me inscribí cu uno de sus seminarios .1 princi
pios tic la década de 1980. Una de las primeras enseñanzas de Barbara
es que para «crear la vida que quieres, no necesitas mantras, auto-
lúpnosis, un programa de formación del carácter o cambiar de dentí-
Irico. Necesitas técnicas prácticas para resolver problemas, planificar y
acostumbrarte a manejar materiales, habilidades, información y con­
tactos... Necesitas estrategias de sentido común para afrontar las debi­
lidades y sentimientos humanos que no van a desaparecer, como
el temor, la depresión y la indolencia... Y necesitas formas de capear
los temporales emocionales transitorios ocasionados por tus cambios
vitales en tus relaciones más íntimas, sin dejar de recibir la dosis suple­
mentaria de apoyo emocional que necesitas para correr el riesgo».
El mundo necesita soñadoras y el mundo necesita hacedoras. Pero,
por encima de todo, el mundo necesita soñadoras que actúen. No te
limites a confiar tus esperanzas y deseos a las estrellas. Hoy, empieza a
aprender la maestría que te permitirá llegar a alcanzarlos.

V 8D E SEPTIEM BRE
Dar un paso adelante: cuando no
sabes qué diantres hacer
L a v id a es una arriesgada aven tu ra o no es nada. N o v o l­
v e r la espalda a l ca m bio y conducirnos com o espíritus libres
en presencia d e l destino es una fo r ta le z a im batible.
H elen K eller

j/ ^ igu n as de nosotras oímos la llamada de la pasión cuando somos


muy jóvenes, pero la mayoría no la captamos porque estamos dema­
siado ocupadas escuchando lo que otras personas, nuestros padres en
particular, nos dicen. Y de esta forma emprendemos un camino voca-
cional, probándonos diversas tallas de vidas hasta encontrar una que
se nos ajusta aunque no nos siente como un guante.
Tal vez te enfrentes al conflicto de proseguir el viaje que iniciaste
hace veinticinco años pero que se te ha quedado pequeño. Sabes que
no estás avanzando en la dirección que deseas tomar, pero al menos
tus movimientos colidianos te ivsuli.ui l.imili.ires. V lo Inmili.u u- li.w e
sentir segura. En este mundo tic incertidumbre, sentirse secura y pro
tegida parece ser la definición emocional de la cordura.
Tal vez tengas mucha experiencia en una ocupación determinad.i
pero que ya no te satisfaga. Hay otro trabajo que te atrae en secreto. Pero
el listón parece demasiado alto. Tal vez la sola idea de que desconoces I.i
gran obra que te aguarda te consterna, incluso te avergüenza.
No saber qué quieres hacer pue^de ser muy desconcertante. Quie­
res avanzar pero te das cuentas de que estás inmovilizada, abrumad.i
ante las opciones o los riesgos. Barbara Sher no se sorprende. En los
diez años que Wishcraft lleva publicado, ha oído a muchas personas
afirmar que deseaban vivir apasionadamente pero que habían sido
incapaces de aplicar la estrategia que el libro predica porque no tenían
ni la más remota idea de lo que les entusiasmaba. Aquello avivó tre­
mendamente su curiosidad y por ello empezó a reunirse con grupos
de personas que no sabían lo que querían en la vida. Al sacar a la luz
sus historias personales, Barbara descubrió una hebra común en su
descontento: todos estaban inconscientemente sumidos en una lucha
interior para asumir el control de la dirección. Pero, por muy deso­
rientados que se sintieran, sus vidas estaban llenas de pistas auténticas.
Sencillamente no sabían cómo buscarlas.
Algunas de las razones que Barbara oyó para no aspirar a una vida
apasionada aducían:

«Tendría que dejar mi trabajo para obtener lo que quiero de ver­


dad y no puedo hacerlo: me moriría de hambre.»
• «Cada vez que intento ir detrás de lo que quiero, tiro la toalla, y
no sé por qué.»
• «Quiero hacer tantas cosas que nunca seré capaz de quedarme
sólo con una.»
• «¿Cómo voy a alejarme del éxito? Y, ¿de qué voy a vivir si lo
hago?»
• «Quiero algo que no debería querer; es trivial e indigno.»
• «No tengo ni idea de qué hacer ahora.»
• «He probado tantas cosas, y no hay nada que me vaya de ver­
dad.»
• «No es culpa mía que no haga lo que quiero; el mundo no me da
ninguna oportunidad.»
• «Estoy intentando perseguir algo, pero no lo hago de corazón, y
no sé por qué.»

Después de ayudar a estas personas a que repararan que en reali­


dad sí sabían lo que querían hacer, supo que había llegado el momen-
10 d r rs e iib ii otro libro: / < oh /i/ D o A n y llu n g // / O rily K n rtr W 'lh il

11 W<is (escrito con IJarbara Sinitli), Seamos o no conscientes tic ello,


siempre hay una buena razón detrás tic todo lo que hacemos o deja­
mos tic hacer, todas las opciones que tomamos o descartamos. No
podemos avanzar si no sabemos lo que nos está reteniendo. Conocer
la verdad te hace libre. Si albergas la sospecha de que una de estas frus­
tradas, enojadas, desanimadas o tímidas voces te resulta horriblemente
familiar, encontrarás sabiduría y alivio en las propuestas de Barbara
Sher para descubrir tu auténtico sueño.
El precio que pagamos por la autenticidad tal vez parezca elevado,
pero ¿quién de entre nosotras puede verdaderamente permitirse el lujo
de seguir viviendo derrochando su propio yo?

9 DE SEPTIEMBRE

El valor de responder a la llamada


G anas fu erz a , v a lo r y segu ridad cada v ez q u e miras a l
tem or d irectam en te a los ojos... D eb es hacer lo q u e no pu edes
hacer.
E le a n o r R o o sevelt

T j a mía no es un alma cobarde / No se estremece en un mundo aco­


sado por la tormenta», escribió Emily Bronté justo antes de su muerte
en 1848. Sólo tenía treinta años. Al final de su vida, que en realidad es
sólo el principio para muchas de nosotras, tuvo la certeza interior de
que había vivido valerosamente. Había vivido auténticamente.
Naturalmente, había pasado por momentos tenebrosos, pero en
las tinieblas había acabado por depositar su confianza en un poder
mayor que el suyo que nunca la dejaría ni la abandonaría. Este amor
era tan transformador, escribió ella a su hermana Charlotte, que
«cambia, sustenta, disuelve, crea y respalda» al mostrarnos el camino.
Este amor tenaz la dotó de valor y confianza cuando su gran novela
Cum bres borrascosas fue rechazada por un editor tras otro.
Debe quedarte claro que cuando emprendas el camino de la auten­
ticidad, el amor te cambiará, transformando tu vida de mil formas
diferentes. Es posible que tu familia y amigos no noten los cambios al
principio porque son muy pequeños. Pero lú s í los peivibii.is y s . i h r . i s
que están sucediendo milagros. El amor te sustentará cuando el c.uni
no de la pasión tenga recodos y giros imprevistos. El amor disolverá
tus temores creando oportunidades que nunca habrías podido imaj'.i
nar antes de iniciar la búsqueda para descubrir y recobrar tu yo amén
tico. Y cuando las dudas, la desesperación y la negación amenacen con
desmantelar tus sueños, el amor te respaldará. La próxima vez que te
sientas asustada y frágil, quédate muy quieta. Si lo haces, tal vez notes
cómo el extremo de un ala angelical acaricia tu hombro.
La tuya no es un alma cobarde. Yo lo sé hoy, aunque tú aún no lo
sepas. Lo sé porque, si fueras cobarde, no habrías llegado tan lejos en
el camino diario hacia la alegría y el bienestar. A regañadientes (en rea­
lidad pataleando y gritando), he llegado a la conclusión de que tener
miedo es la señal del Espíritu para solicitar la gracia y el poder. Así
pues, respira hondo, busca tu centro de paz y sigue adelante. Una de
las lecciones más duras que deberás aprender en tu vida es aceptar que
todos los temores se originan en tu interior sin importar la envergadu­
ra de las circunstancias que nos acosan en la vida real. Cuanto más cer­
ca estamos de convertir nuestro sueño en realidad, más encarnizada es
la lucha. ¿Por qué habría de ser así? Porque habremos cambiado ine­
xorablemente y la vida nunca puede retornar al punto en el que una
vez se halló. Desde luego que estamos asustadas; de lo contrario, no
estaríamos en nuestro sano juicio. Pero, ¿cuántas veces ha llorado el
cielo la pérdida de sueños intensos y gloriosos destinados a sanar
el mundo porque su autora, cansada y desanimada, sólo recurrió a sus
propias fuerzas y fracasó en el intento?
Hoy, si tienes miedo, consuélate pensando que el valor es el miedo
que ha rezado sus oraciones. «En mi vida, he tenido sueños que se han
quedado conmigo para siempre y han cambiado mis ideas — confesó
Emily Bronté— . Han calado muy hondo en mí, y como el vino en el
agua, han cambiado el color de mi mente.» Los sueños son regalos del
Espíritu concebidos para cambiarnos. Ten fe en que el mismo poder
que te obsequió con tu sueño sabe cómo ayudarte a hacerlo realidad.
10 l)K SEri'IHMBRE

Marcar tu propio ritmo


Es una p en a q u e en este m u n do los actos q u e te exigen m ás
en ergía suelan ser los qu e otras person as nunca conocerán.
A n n e T y le r

X-/a novelista Anne Tyler relata un maravilloso cuento con tintes


didácticos sobre llevar a cabo tu auténtica vocación. Una tarde, al lle­
gar al colegio para recoger a sus hijos, se encontró con otra madre que
le preguntó con toda naturalidad, «¿Has encontrado ya trabajo? ¿O
sigues dedicándote sólo a escribir?» Que tú lo hagas no implica nece­
sariamente que el resto del mundo vaya a pensar que es maravilloso o
incluso que merezca la pena. Cuanto antes te des cuenta de que los
demás no van necesariamente a alabar o apreciar tus esluer/.os p.u.i
llevar a cabo tu vocación, más feliz serás. Es posible que mueli.is peí
sonas — incluyendo tu pareja y tus hijos— se pregunten en vi)/ alt.i
durante años si va a llegar el día en que recuperes tu sensatez.
No, no va a llegar. Por lo tanto, quita importancia a su escepticis
mo con una sonrisa y vuelve a ocuparte de la explotación de tu acre de
diamantes. Acabarán por unirse a ti, ya sea en calidad de animadores o
de atónitos espectadores. Entretanto, haz lo que esté en tu mano para
prestar la más mínima atención posible al fatalismo, la duda y el cinis­
mo. Tú tienes una energía psíquica inmensa. Si la malgastas en conver­
tir a los paganos, te quedarás sin reservas para realizar el trabajo que te
aguarda. Recuerda, nadie es profeta en su tierra.
Por otra parte, si estás intentando traer un sueño al mundo mien­
tras cuidas de una familia y conservas tu empleo, tienes que marcar tu
propio ritmo. Conoces tus obligaciones mejor que nadie. Todas tene­
mos que convivir con ellas y trabajar tomándolas en consideración. La
realización auténtica mediante tu trabajo es una maratón no una carre­
ra de velocidad. Los corredores de fondo se preparan para una mara­
tón realizando muchas carreras cortas, incrementando la distancia y la
velocidad a medida que aumenta su fortaleza. Para oír tu vocación y
seguirla, debes concederte el generoso regalo del tiempo. Desde luego,
nadie más en el mundo lo hará. Si convives con niños o tienes un
empleo a jornada completa, deberías forjar un plan a tres años vista
para conseguir el empleo de tus sueños, publicar un libro, dirigir una
empresa, obtener una beca o editar tu catálogo de ventas por correo.
Mi* costó 11 cvs .1nos y ireint.i rocha/.os laiv/.ai una columna periodística
de alcance nacional. 1.1 punto fundamental no es la rapidez con q u e
conviertes tu sueño en realidad sino la constancia con que lo peí si
gu es.
En la serie de ensayos The Writer on / ler W ork, Aliñe Tylet reve
la la dificultad que entraña la creación artística en el seno de la familia
Escribir es su marco de referencia, como lo es el mío, pero el mismo
principio es aplicable a todas las pasiones. Un mes de marzo, un peí
sonaje afloró a su mente mientras estaba pintando la sala de la planta
baja. Sabía que si «me sentaba y organizaba aquel personaje sobre el
papel, nacería una novela a su alrededor. Pero era marzo y las vacacio
nos de primavera de los niños empezaban al día siguiente, por lo que
e\pe re , En julio pudo por fin ponerse manos a la obra. A pesar inclu
.<> de la*, inevitables demoras creativas que la vida cotidiana comporta,
lo*, beneficios que se obtienen al responder a tu vocación cuando hay
mnos a tu alrededor son tremendos. «Tengo la sensación de que desde
que teuj’.o hijos me he hecho más rica y trascendente — confiesa Anne
l'vlei lis posible que durante un tiempo retrasaran mi actividad
hieiaria, pero cuando me ponía a escribir, poseía un yo más grande
desdo el que hablar.»

11 DE SEPTIEMBRE

Un salmo a la vida
L ev an tém on os pu es y hag am os
con el corazón dispuesto a to d o;
sin d ejar de conseguir, sin d ejar de perseguir,
ap ren d am os a tra ba jar y a esperar.
H e n r y W a d s w o r th L o n g f e l l o w

I l e aquí, en cuatro líneas, la esencia del vigor espiritual: el secreto


para conseguir lo que quieres en la vida. Escritas hace más de cien
años, estas sabias palabras tienen tanta vigencia en la actualidad como
en el momento de su concepción. Este salmo a la vida es una de mis
meditaciones poéticas favoritas, sobre todo cuando estoy desanimada
porque no estoy obteniendo resultados con la prontitud que desearía.
Se c|iic si meditas sobre los consejos ele I ,oii}*iellow, recibirás hoy un
impulso emocional y espiritual.
« L ev án tem elos pues y bagamos...» Los sueños no bastan. Tienen
que respaldarse con esfuerzo. El éxito es así de simple y trascendente.
Recuerda siempre que el esfuerzo y la batalla preceden al éxito, inclu­
so en el diccionario. Debemos hacer algo para traer nuestros sueños al
mundo todos los días, aunque sólo dispongamos de quince minutos
cada veinticuatro horas para concentrarnos en nuestra vocación. ¿Pue­
des hacer alguna llamada? ¿Enviar alguna carta? ¿Escribir una página?
¿Inscribirte en alguna lista de envío? ¿Leer cinco páginas de algún
libro? ¿Ofrecerte como voluntaria en alguna organización del ámbito
de tus sueños para empezar a introducirte en ella? Te asombrará el
poder de quince minutos bien aprovechados.
«Con el corazón dispuesto a todo...» Abrir tu corazón a la posibili­
dad del fracaso es más fácil de decir que de hacer. Es por ello que
debemos renunciar a las expectativas, a los detalles del alumbramiento
y del recibimiento que el mundo hará al Espíritu. Abre tu corazón a
los retoques finales de la Divinidad. Dar a luz un sueño es un esfuerzo
compartido.
«Sin dejar de conseguir, sin dejar de perseguir...» Mientras estés
persiguiendo activamente tu sueño con un plan práctico, no dejas de
conseguir, aunque tengas la sensación de que no avanzas en absoluto.
Mi experiencia me ha enseñado que en el preciso momento en que
tengo ganas de rendirme, estoy sólo a un paso de otro decisivo. Espe­
ra el tiempo suficiente y las circunstancias también cambiarán. Ten fe
en ti, en tu sueño y en el Espíritu.
«Aprendamos a trabajar y a esperar.» Ésta es la propuesta más
difícil de Longfellow. Casi siempre, esperamos mucho más tiempo a
que un sueño se manifieste en nuestra vida de lo que nunca habríamos
imaginado en el momento de su concepción. Ello es debido a que
nuestro concepto del tiempo y el del Espíritu no coinciden. Sé excep­
cionalmente amable contigo misma mientras esperas, disfrutando tan­
to como te sea posible. Recuerda, cuanto más tarda un sueño en mani­
festarse, más cómoda te sentirás con el talento que posees.
Mujeres insólitas y otras
N uestras aspiraciones son nuestras posibilidades.
Sa m u e l J o h n s o n

j A l los veinticinco — declara Rita— seremos bastante increíbles.»


Rita es una de las siete alumnas de Mount Holyoke que protagonizan
la obra de teatro de Wendy Wasserstein Uncommon Women an d
Otbers. Las jóvenes están a punto de abandonar su privilegiada y pro
tegida existencia estudiantil para lanzarse en pos de la fama y fortuna
en el mundo real. Descubrirán que la realización personal es un proce­
so que dura toda la vida, incluso para las mujeres poco corrientes. Al
final de la obra, seis años después, sus vidas han cambiado de forma
inesperada, pero Rita sigue albergando grandes esperanzas: «A los
cuarenta y cinco, podemos ser bastante extraordinarias.»
La primera lectura profesional de Uncommon Women an d O tbers
tuvo lugar durante el verano de 1977 en el Eugene O ’Neill Theater
Center de Waterford, Connecticut, un idílico y elitista campamento
de verano de tres semanas de duración para los jóvenes autores y críti­
cos teatrales más prometedores del país. Cada año se seleccionan diez
nuevas obras, de entre las miles presentadas, con la esperanza de per­
feccionar sus creaciones con los consejos de actores, actrices, directo­
res y guionistas profesionales que se asignan a cada joven autor. Tras
dos semanas de preparación, se realizan representaciones en el bello
granero de madera pintado de blanco a las que asisten representantes
de los teatros regionales de todo el país y del teatro experimental.
Todos los que visitan la bella granja con vistas al estrecho de Long
Island van en busca del próximo éxito de la temporada. Naturalmente,
se supone que deben centrarse en las promesas, pero es el próximo
éxito seguro lo que provoca las llamadas telefónicas desde la cafetería
del O ’Neill Center de los famosos o casi famosos.
Aunque la obra de Wasserstein no fue la que gozara de mayor
atención durante la sesión, resultó ser una joya del O ’Neill aquel ve­
rano, lanzando a la fama a su autora y a algunas de las actrices que
la escenificaron en Nueva York: Glenn Cióse, Swoozie Kurtz y Jill
Eikenberry. En 1988, la promesa de Wasserstein se confirmó cuando
le concedieron los premios Tony y Pulitzer por su obra de teatro The
H eidi Chronicles.
Al iKual «|iio los ensimismados p e í sonajes de /Jruom m otl, la mayo
ría de los autores dramáticos, actores, directores y críticos del O ’Ncill
Ccntcr estaban inmensamente satisfechos de sí mismos, engreídos por
su reputación o su potencial. Sin embargo, recuerdo a Wendy como a
una joven bastante tímida, extraña y bastante insegura que se mantuvo
alejada del mundillo literario y artístico. Parecía estar mucho más cen­
trada en el trabajo en cuestión — que consistía en dar forma a su obra
para convertirla en una producción profesional— que en hacer con­
tactos. Por supuesto, concentrarse en sus dotes auténticas fue precisa­
mente la razón de que su obra acabara teniendo tanto éxito y el mun­
do del teatro empezara a hacer cola para ponerse en contacto con ella.
Una de las verdades más maravillosas que descubrirás en el camino
hacia la autenticidad es que tus aspiraciones son tus posibilidades.
«Todos los años, resuelvo creer en que habrá posibilidades — confiesa
hoy Wendy Wasserstein— . Todos los años decido ser un poco menos
el yo que conozco y hacer un hueco al yo que podría ser. Todos los
años me propongo no sentirme abandonada por los amigos y familia­
res que han conseguido cambiar mucho más que yo.» Esta pasión pol­
la autenticidad es lo que convierte a Wendy Wasserstein no sólo en
una mujer poco corriente sino en una persona extraordinaria. Y tam
bién puede hacerlo contigo.

13 D E SEPTIEMBRE

Una reflexión sobre el éxito


Una trágica ironía de la v id a es la frecu en cia con qu e alcan­
zam os el éxito o la independencia económ ica después de que
la razón q u e sustentaba nuestra bú squ eda h ay a desaparecido.
E l l e n G la sg o w

ocas somos las mujeres que creemos haber alcanzado el éxito, pues
no sentimos que lo hemos alcanzado. En lo más hondo de nuestro
corazón, nos sentimos un fracaso — falsificaciones, fraudes— . Pero
incluso cuando sabemos que hemos alcanzado el éxito, rara vez lo
admitimos. Al mundo no le caen bien las fanfarronas. Y queremos
gustar al mundo — a todas y cada una de las personas que lo pue-
1) 1. m Estamos aquejadas de una potente eoinbiniu io n de condicio
namiento público y privado durante toda una vida.
El diccionario Webster dcline el éxito como la consecución del
fin deseado» y «la obtención de riquezas, favores o eminencia-. ( ütian
do alcanzamos el éxito, «prosperamos, medramos, florecemos».
Cuando no lo alcanzamos, queremos que la tierra se nos trague liasi.i
que la vergüenza remita. El éxito y el fracaso son una cuestión de
blanco o negro. Es lo bueno o es lo malo. Es un golpe de suerte o es
tener mala pata. En realidad, no e$ ninguna de estas cosas. El fracaso y
el éxito son el yin y el yan de la realización, las dos fuerzas del Üni
verso sobre las cuales no tenemos absolutamente ningún control.
Seguimos olvidando que lo único que podemos controlar es nuestra
respuesta al fracaso y al éxito.
Durante la época victoriana, el éxito, el poder y la riqueza se con
sideraban manifestaciones físicas del beneplácito de la Divina Provi
dencia. Siguen teniéndose en el mismo concepto. William James de ­
finía la búsqueda del éxito como «nuestra enfermedad nacional» y
advertía que «la adoración exclusiva a la diosa del éxito mundano
podía matar si no se obraba con cautela». Pocos fueron los Victorianos
que creyeron sus palabras. Un siglo después, aun cuando vemos a las
víctimas desmoronándose a nuestro alrededor, seguimos sin creerlas.
No debemos olvidar nunca que lo que el mundo nos da, puede volver
a quitárnoslo, y lo hace con frecuencia.
A la mayoría de nosotras no nos enseñaron que hay dos clases de
éxito: el terrenal y el auténtico. Sin embargo, para tener una vida feliz
y realizada, necesitamos saber la diferencia entre lo que es Real y lo
que no, porque el éxito forma parte del plan de estudios obligatorio de
la universidad de la Vida. No hay absolutamente nada de malo en la
búsqueda del éxito terrenal y la independencia económica; yo aspiro a
ellas mientras escribo esta reflexión. Pero el encanto de la vida simple
me ha enseñado, como ahora yo os enseñaré a vosotras, que el autén­
tico éxito es vivir con la luz de nuestra razón, no el deslumbrante des­
tello de un flash al dispararse.
Y eso no nos lo pueden arrebatar.
A I I 1)1. S I . I ’ l lI . MBKI-.

Aplaudir los éxitos personales


lira la prim era m on tañ a operística q u e trep aba y las vistas
eran asom brosas, estim ulantes, portentosas.
L e o n t y n e P r ic e

X -T n a de las razones por las que las mujeres a menudo no tenemos la


sensación de haber triunfado es que nunca reconocemos nuestras vir­
tudes. Si levantamos la guardia unos instantes y nos dejamos invadir
por la grata sensación del triunfo, sentimos inmediatamente la necesi­
dad de quitar importancia a nuestro logro, sobre todo delante de nues­
tra familia y amigos. Antes de darnos cuenta, estamos prácticamente
negando que hayamos logrado nunca nada. Pero muchas personas con
éxito sí se deleitan en sus logros, llenando las paredes de sus despachos
y hogares con sus fotografías y las portadas de las revistas, exhibiendo
estatuillas y galardones de oro en la repisa de la chimenea o en vitrinas
para tal propósito. Han alcanzado el éxito, y no sólo les aplaude el
mundo, sino que ellos mismos se felicitan por ello.
¿Recuerdas la canción que solíamos cantar cuando éramos pequeñas
durante los trayectos largos en coche con la familia? «El oso se fue a la
montaña, el oso se fue a la montaña, el oso se fue a la montaña y, ¿sabes
lo que vio? Vio otra montaña, vio otra montaña, vio otra montaña y,
¿sabes lo que hizo? Subió la otra montaña, subió la otra montaña...»
Etcétera, etcétera, ¡hasta que nuestros padres querían pegarle un tiro al
oso, estrangularnos a nosotras o tal vez ambas cosas!
Muchas mujeres están aquejadas del síndrome del oso trepador.
Trepamos una montaña tras otra, rebasamos todos los obstáculos, so­
brepasamos nuestros propios límites. Pero, ¿saboreamos la ascensión?
¿Celebramos sacarnos el título en las clases nocturnas, cerrar un trato,
hacer la entrega? ¡No! Negamos la importancia de nuestros triunfos
personales como si fueran golpes de suerte y luego nos asombramos de
sentirnos tan poco realizadas. Si nos remontamos al origen de esta con­
ducta tan poco amable hacia nuestra persona, muchas nos veremos de
pie en silencio, esperando pacientemente un beneplácito paterno que no
llegaría nunca, independientemente de nuestro logro concreto. Décadas
después, debido a que estamos condicionadas para creer que nunca ha­
cemos nada lo bastante bien, perpetuamos este círculo destructivo ne­
gándonos a darnos el beneplácito por nuestros triunfos.
En una ocasión, en un período de cinco años, escribí y narré mu
serie de doce capítulos para la radio nacional, edité una columna pe
riodística para todo el país, escribí y publiqué dos libros y organice
numerosas conferencias y talleres. Superficialmente, parecía haber
triunfado. Retrospectivamente, ahora reconozco que aquel Frenesí por
«alcanzar el éxito» era el síndrome del oso trepador. Pero también ha
bía sucumbido al espejismo autodestructivo de creer que el próximo
proyecto creativo sería el que me traería el reconocimiento que había
ansiado toda mi vida. El gran mpmento acabaría por llegar, las alias
esferas estarían por fin a mi alcance, o mi nave arribaría a puerto. De
bido a que no había recibido el reconocimiento o el beneplácito de mis
padres y desde luego no me los concedía a mí misma, la única fuente
posible era el mundo exterior. Seguro que el mundo iba a percatarse
cié la gran importancia de mi próximo proyecto.
Un buen día, mientras modificaba mi currículum vitae para una
nueva empresa, lo comprendí todo. Al enumerar mis logros, me pre ­
gunté: «¿Quién es esta mujer? ¿La conozco? ¿Tengo múltiples perso­
nalidades?» Pues si los detectives llamaran a mi puerta en su búsqueda,
no encontrarían ni el más mínimo indicio físico de su presencia. Así
que empecé a buscar pistas y hallé pruebas en las cajas de cartón del
sótano que atestiguaban las montañas que había trepado. Llevé a
enmarcar algunos de mis recuerdos favoritos — las tapas de mis libros,
el anuncio de mi columna— . Cuando los colgué en el salón, di un
paso atrás y los miré como lo haría un desconocido. ¡Guau! Era asom­
broso, estimulante, portentoso. Luego, empecé a felicitarme en voz
alta por el trabajo bien hecho. Ahora, retengo los momentos de éxito
concretándolos. Tener las pruebas físicas de mis triunfos ha contribui­
do enormemente a que me sienta una mujer con éxito. También he
enmarcado recuerdos de la carrera política de mi marido y hago honor
a los logros de Katie con su propia pinacoteca en los espacios públicos
de la familia.
Aunque puede hacerte reina por un día, el mundo es incapaz de
concederte el reconocimiento que te hará sentir realizada. Sólo tú pue­
des hacerlo. Por lo tanto, mete una botella de champán en el refrigera­
dor y brinda por la consecución de un proyecto creativo, un logro per­
sonal, un éxito profesional. ¿Podemos realmente permitirnos el lujo
de esperar el beneplácito del mundo? «Estoy condenada a una eterni­
dad de trabajo obsesivo — confesó Bette Davis en sus memorias, The
Lonely L ife— . Ningún objetivo que alcanzo me satisface. El éxito
sólo engendra un nuevo objetivo. La manzana de oro devorada tiene
semillas. Es interminable.»
15 l)K SlíITltíMHRE

El éxito auténtico

Todos debemos pagar con la moneda corriente de la vida


por la miel que probamos.
R a c h e l B lu m s t e in

E l éxito auténtico es diferente para cada una de nosotras. No hay


una definición única que sea válida, porque somos de todas las tallas y
de todos los colores. Hace años, una tarde de otoño en que vagaba por
un cementerio abandonado, descubrí una maravillosa definición del
éxito auténtico inscrita en la lápida de una mujer fallecida en 1820: «El
único dolor que jamás causó fue su partida.»
El éxito auténtico es disponer de suficiente tiempo para dedicarte a
actividades personales que te aportan placer, suficiente tiempo para
cuidar de tu hogar, atender el jardín, alimentar tu alma. El éxito autén
tico consiste en no tener que decir nunca ni a ti ni a tus seres queridos
«a lo mejor el año que viene». El éxito auténtico es saber que si hoy
fuera tu último día sobre la tierra partirías sin remordimientos. El éxi­
to auténtico es sentirte centrada y serena cuando trabajas, no fragmen­
tada. Es saber que lo has hecho lo mejor que has podido, sin que las
circunstancias concretas a las que te enfrentaste tengan ninguna im­
portancia; es saber de corazón que hacerlo lo mejor que puedes es
todo lo que puedes hacer, y que hacerlo lo mejor que puedes es siem­
pre suficiente.
El éxito auténtico es aceptar las limitaciones, reconciliarte con tu
pasado y deleitarte en tus pasiones para que el futuro se despliegue de
acuerdo con un proyecto divino. Es descubrir y poner en práctica tus
dotes y ponerlas al servicio del mundo para curar su desolado cora­
zón. Es cambiar las vidas de los demás y creer que sólo con hacerlo
por una persona cada día, mediante una sonrisa, una risa compartida,
una caricia, unas palabras amables o echándole una mano, bendita se­
rás entre todas las mujeres.
El éxito auténtico nó consiste únicamente en tener dinero en el
banco, sino en tener el corazón dichoso y serenidad de ánimo. Signifi­
ca ganar lo que sientes que te mereces por el trabajo que desempeñas y
saber que tú lo vales. El éxito auténtico es pagar tus facturas con desa­
hogo, cubriendo todas tus necesidades y las de tus seres queridos, per­
mitirte algunos caprichos y que aún te quede lo bastante para ahorrar
y compartir. I I éxito autentico no consiste en .unmulai sino en des
prenderse, porque todo lo que tienes es todo lo que ir.ilmi m. un ■
sitas. El éxito auténtico es sentirte bien tal y como eres, apret. i.u don
de has estado, celebrar tus logros y enorgullecerte de la clistaneia qui
ya has recorrido. El éxito auténtico es llegar al punto en el que so es
tan importante como hacer. Es la persecución constante de un sueno.
Es darse cuenta de que, independientemente del tiempo que un sueno
tarde en hacerse realidad en el mundo físico, no hay día que se despei
dicie. Es valorar el trabajo interior, además del exterior — el tuyo y el
de los demás— . Es elevar el trabajo a la categoría de maestría y la
maestría a la categoría de arte, colmando de amor todas las tareas que
emprendes.
El éxito auténtico es saber que en tu vida sencilla tal y como es hoy
reina la abundancia. El éxito auténtico es estar tan agradecida por las
muchas bendiciones que os han sido concedidas a ti y a los tuyos que
seas capaz de compartir tu parte con los demás.
El éxito auténtico es vivir cada día con el corazón rebosante.

16 DE SEPTIEM BRE

El miedo a triunfar
El conflicto entre lo que uno es y lo que se espera de él nos
afecta a todos. Y en ocasiones, en vez de aspirar a lo que
podríamos llegar a ser, optamos por el cómodo papel del fra­
casado, prefiriendo ser una víctima de las circunstancias, la
persona que no tuvo ninguna oportunidad.
M e r l e Sh a in

^ ^ u c h a s mujeres temen el éxito en mucha mayor medida que el


fracaso. El fracaso podemos asimilarlo, el fracaso nos resulta familiar.
Pero el éxito entraña abandonar nuestro ámbito de comodidades, los
límites bien acolchados de lo previsible. Tanto si nos gusta, si lo admi­
timos como si no, el éxito de una mujer es secundario a sus relaciones.
Tememos el triunfo porque nos asusta el impacto que tendrá (y no
hay ninguna duda de que lo tendrá) no sólo en nuestra vida sino en la
de las personas que amamos.
Ni si<111 i(*i.i Lis i <■<<inipniviN eioni unicas i Id éxito nos peí tcnccen dd
todo, .1 no sei que seamos solteras y no tendamos hijos ni padres ancia­
nos a nuestro eargo. I)e lo contrario, aunque los cheques estén a nuestro
nombre, se destinan a saldar la cuenta del colmado y a costear la docen­
cia, los abrigos de invierno, las reparaciones del coche, los correctores
dentales, el campamento de verano, las vacaciones, las reformas de la
casa y los suplementos de la Seguridad Social.
Millones de mujeres son asimismo responsables de hipotecas y
alquileres, bonos del Estado, la alimentación, el seguro de enfermedad
y mucho, mucho más. ¿Por qué iba entonces a sorprendernos que las
gratificaciones personales se conviertan en productos de la imagina­
ción femenina?
En cuanto a las relaciones, si eres soltera y alcanzas ciertos niveles
de éxito (por no mencionar una cierta edad), te preocupa no conocer a
un hombre a quien no le intimiden tus logros ni tus ingresos. Si estás
casada, te preocupa cómo afectará tu éxito a las relaciones con tu ma­
rido. Una de las paradojas que encierra la vida es que cuanto más as­
ciende una mujer en el mundo, más retumba la tierra bajo sus pies en
el frente familiar. Ello es debido a que el éxito cuestiona la validez dd
acuerdo tácito que hacemos al decir «sí, quiero». (Por desgracia, mu
chos de los presupuestos emocionales y económicos que tenemos
cuando pronunciamos estas palabras se basan en el punto en el que
nos encontramos en aquel momento, no en el punto al que nos diri­
gimos.)
Si tiene hijos, el ascenso de una mujer se ve obstaculizado por una
fuerza de gravedad aún más poderosa que el malestar de su compañe­
ro. Nada pesa más que la culpabilidad maternal. Los hombres (con
algunas excepciones) rara vez trabajan teniendo en cuenta las necesi­
dades de sus hijos; las mujeres rara vez trabajan de otra manera. En
una ocasión, le preguntaron a la novelista Fay Weldon por qué escri­
bía frases más largas en sus últimas novelas. Su respuesta fue que, a
medida que sus hijos se hacían mayores, sufría menos interrupciones.
Por lo tanto, tenemos buenas razones para temer el éxito. Nos
jugamos mucho. El éxito trae consigo cambios y los cambios son in­
cómodos. Pero, al intentar superar los retos de uno en uno, acuñamos
una nueva definición de éxito para nosotras y nuestros seres queridos.
Al sentirnos más cómodas con nuestros logros, aprendemos que el
éxito no tiene por qué tirar, apretar o rozar si llevamos puesta nuestra
verdadera talla.
y compartir, lil éxito .unchuco no comiste en acumula i m i i o en <11 •,
prenderse, porque todo lo que tienes es todo lo que i c á l m e n t e m «•
sitas. El éxito auténtico es sentirte bien tul y como eres, apieci.ii don
de has estado, celebrar tus logros y enorgullecerte de la distancia qu<
ya has recorrido. El éxito auténtico es llegar al punto en el que sn o*
tan importante como hacer. Es la persecución constante de un m i c h o
Es darse cuenta de que, independientemente del tiempo que un sueno
tarde en hacerse realidad en el mundo físico, no hay día que se despei
dicie. Es valorar el trabajo interion, además del exterior — el tuyo y el
de los demás— . Es elevar el trabajo a la categoría de maestría y la
maestría a la categoría de arte, colmando de amor todas las tareas que
emprendes.
El éxito auténtico es saber que en tu vida sencilla tal y como es hoy
reina la abundancia. El éxito auténtico es estar tan agradecida por las
muchas bendiciones que os han sido concedidas a ti y a los tuyos que
seas capaz de compartir tu parte con los demás.
El éxito auténtico es vivir cada día con el corazón rebosante.

16 DE SEPTIEM BRE

El miedo a triunfar
El conflicto entre lo que uno es y lo que se espera de él nos
afecta a todos. Y en ocasiones, en vez de aspirar a lo que
podríamos llegar a ser, optamos por el cómodo papel del fra­
casado, prefiriendo ser una víctima de las circunstancias, la
persona que no tuvo ninguna oportunidad.
M e r l e Sh a in

IN /tuchas mujeres temen el éxito en mucha mayor medida que el


fracaso. El fracaso podemos asimilarlo, el fracaso nos resulta familiar.
Pero el éxito entraña abandonar nuestro ámbito de comodidades, los
límites bien acolchados de lo previsible. Tanto si nos gusta, si lo admi­
timos como si no, el éxito de una mujer es secundario a sus relaciones.
Tememos el triunfo porque nos asusta el impacto que tendrá (y no
hay ninguna duda de que lo tendrá) no sólo en nuestra vida sino en la
de las personas que amamos.
N i s i < | i i i «* i .1 las i ('compensas económicas del éxito nos p e í t onceen del

todo, .1 no sci que seamos solteras y no tengamos lujos ni padres ancia­


nos a nuestro cargo. I)e lo contrario, aunque los cheques estén a nuestro
nombre, se destinan a saldar la cuenta del colmado y a costear la docen­
cia, los abrigos de invierno, las reparaciones del coche, los correctores
dentales, el campamento de verano, las vacaciones, las reformas de la
casa y los suplementos de la Seguridad Social.
Millones de mujeres son asimismo responsables de hipotecas y
alquileres, bonos del Estado, la alimentación, el seguro de enfermedad
y mucho, mucho más. ¿Por qué iba entonces a sorprendernos que las
gratificaciones personales se conviertan en productos de la imagina­
ción femenina?
En cuanto a las relaciones, si eres soltera y alcanzas ciertos niveles
de éxito (por no mencionar una cierta edad), te preocupa no conocer a
un hombre a quien no le intimiden tus logros ni tus ingresos. Si estás
casada, te preocupa cómo afectará tu éxito a las relaciones con tu ma­
rido. Una de las paradojas que encierra la vida es que cuanto más as­
ciende una mujer en el mundo, más retumba la tierra bajo sus pies en
el frente familiar. Ello es debido a que el éxito cuestiona la validez del
acuerdo tácito que hacemos al decir «sí, quiero». (Por desgracia, mu­
chos de los presupuestos emocionales y económicos que tenemos
cuando pronunciamos estas palabras se basan en el punto en el que
nos encontramos en aquel momento, no en el punto al que nos diri­
gimos.)
Si tiene hijos, el ascenso de una mujer se ve obstaculizado por una
fuerza de gravedad aún más poderosa que el malestar de su compañe­
ro. Nada pesa más que la culpabilidad maternal. Los hombres (con
algunas excepciones) rara vez trabajan teniendo en cuenta las necesi­
dades de sus hijos; las mujeres rara vez trabajan de otra manera. En
una ocasión, le preguntaron a la novelista Fay Weldon por qué escri­
bía frases más largas en sus últimas novelas. Su respuesta fue que, a
medida que sus hijos se hacían mayores, sufría menos interrupciones.
Por lo tanto, tenemos buenas razones para temer el éxito. Nos
jugamos mucho. El éxito trae consigo cambios y los cambios son in­
cómodos. Pero, al intentar superar los retos de uno en uno, acuñamos
una nueva definición de éxito para nosotras y nuestros seres queridos.
Al sentirnos más cómodas con nuestros logros, aprendemos que el
éxito no tiene por qué tirar, apretar o rozar si llevamos puesta nuestra
verdadera talla.
Tener el caramelo en la boca
y además comértelo
L a v id a m ism a es la v erd ad era diversión.
J u l ia C h il d

- Ü l éxito auténtico y el éxito terrenal no se excluyen mutuamente.


Desde luego, es más fácil alcanzarlos de uno en uno, pero aspirar a los
dos deja de ser un sueño imposible en cuanto te das cuenta de las
importantes diferencias que existen entre ambos. No necesitamos
optar por uno de los dos. Sólo debemos discernir cuál de los dos nos
ayuda a cuidar de nuestra alma y de las almas de nuestros seres queri­
dos, y aspirar a ése en primer lugar.
La Biblia nos dice que no podemos servir a dos amos (Dios y el di­
nero). Pero, ¿y qué pasa con tener el caramelo en la boca y además co­
mértelo? Sobre esto, las Escrituras no dicen una palabra. De hecho,
comer y tener es bastante factible siempre que hagas dos dulces de
caramelo al mismo tiempo. Todos los cocineros saben que duplicar las
proporciones de los ingredientes es pan comido. Pero meterte en la
cocina para hacer otro dulce de caramelo después de haber cocinado y
enfriado el primero y haber lavado los platos sucios exige tremendas
dosis de energía psíquica y física. Es por ello que necesitas duplicar tus
sueños al concebirlos; duplicar la envergadura de tu sueño hace sitio
para un estilo de vida basado en el éxito auténtico, pero éste puede
aderezarse con tanto éxito terrenal como estés dispuesta a pagar con la
moneda de la vida. A algunas de nosotras nos gustan los dulces más
que a otras.
«El éxito es importante sólo en la medida en que te coloca en una
posición en la que puedes hacer más cosas que te gustan», nos dice
Sarah Caldwell. Me encanta hacer dulces de caramelo. ¿Y a ti?
ik DI' Sl'.P'TI l’.MBRl'.

El don del fracaso


L os fracasos son p arte d el m enú d e la v id a y y o soy una
chica q u e nunca se salta una clase.
R o s a l in d R ussell

j A l los ojos del mundo, Clare Booth Luce fue una de las mujeres con
más éxito del siglo XX. Fue escritora y dramaturga, diputada durante
dos períodos presidenciales y embajadora en Italia. También fue
madre y esposa del magnate de la publicidad Henry Luce, cofundador
de las revistas L ife y Time. Sin embargo, esta mujer extraordinaria
confesó que a menudo pensaba que «si tuviera que escribir mi auto­
biografía, la titularía L a autobiografía del fracaso».
Y yo os pregunto, si Clare Booth se sentía así con respecto a su
persona y a su brillante carrera, ¿qué esperanzas nos quedan al resto
de nosotras?
Afortunadamente, nos quedan muchas esperanzas siempre que no
abandonemos el camino hacia la autenticidad. Clare Booth Luce se
sentía fracasada porque creía que había vivido sin autenticidad y no
había seguido su verdadera vocación. «Diría que mi mayor fracaso,
paradójicamente, fue una serie de éxitos relativos bastante prolongada,
ninguno de ellos en teatro. En otras palabras, mi fracaso fue no reto­
mar mi verdadera vocación, que era escribir. Desde la infancia, no
recuerdo que quisiera hacer o ser otra cosa que escritora.»
Para empezar, ella nunca quiso presentarse a diputada, fue entera­
mente idea de su marido; Henry Luce era poderoso porque sabía
cómo manejar los hilos del poder para su propio beneficio. La carrera
teatral de Clare Booth iba viento en popa (había escrito cinco obras)
cuando contrajo matrimonio con Luce en 1935, y su obra The W'ornen
sería un clamoroso éxito en Broadway el año siguiente. Pero su mari­
do creía que el teatro era una distracción, nada más que «trabajo noc­
turno». Por lo tanto, cuando Clare Booth añadió Luce a su apellido,
sublimó a regañadientes su pasión. Después de ser diputada durante
dos períodos presidenciales, intentó dejar la política para retomar su
actividad literaria. Luego, fue víctima de una rápida sucesión de dolo-
rosas pérdidas: los fallecimientos de su madre, su hermano y su única
hija en un accidente. Para Clare Booth Luce, la vida se detuvo abrup­
tamente y tuvo que pasar mucho tiempo antes de que se sintiera capaz
ilc- seguir adelante. Al calió ile un tiempo, cu ipe/o a ilei ir.se: I al ve/
no seas escritora. Tal v e / no vuelvas a cscribii nunca más.» Y, auiujue
finalmente escribiría artículos y libros, nunca retomó sü primer amor,
el teatro. Se lamentó el resto de su vida por el camino que había aban
donado.
La pérdida de Clare Booth Luce fue una pérdida oculta, nos dicen
Carole Hyatt y Linda Gottlieb en su inspirador y práctico manual
sobre la superación del fracaso When Smart People Fail: Rebuilding
Y ourself fo r Success. «Los fracasados ocultos no sufren tanto un agudo
sentimiento de pérdida comto sí un sentimiento crónico de decepción.
Pero aun así sufren, anhelando cambiar de alguna forma, a menudo
están asustados y avergonzados, como las personas que han sido des­
pedidas de su trabajo. ¿Cuántas personas que han sido despedidas
injustamente sienten sin embargo que en cierta medida han fracasado?
¿Cuántos de nosotros nos sentimos ligados a trabajos que odiamos y
aterrorizados ante los riesgos que implica el cambio, despreciándonos
por no hacer todo lo que está en nuestra mano? A menudo, en el pre­
ciso momento en que el mundo nos alaba, albergamos en algún rincón
de nuestra mente el conocimiento de que hemos fallado a nuestras
mayores esperanzas.»
A todas nosotras nos aterroriza fracasar. Pero, tanto si lo arriesga­
mos todo como si obramos con cautela, no podemos eludir el fracaso
— público u oculto— en nuestras vidas. «La verdadera fortaleza reside
en saber que somos capaces de sobrevivir», nos reconfortan Carole
Hiatt y Linda Gottlieb. El fracaso nos proyecta más allá de nuestra
capacidad consciente para que podamos desarrollar nuestro yo autén­
tico. Este es el generoso regalo del fracaso. En la vida, lo peor que
puede pasarnos no es fracasar. Es no haberlo intentado nunca. «Desde
esa perspectiva, los listos no pueden fracasar nunca.»
Afinidades
O h , ten er am bicion es es delicioso... Y nunca p arecen ten er
fin — eso es lo m ejor de todo— . Tan p ron to com o logras sa­
tisfacer una am bición , y a atisbas otra q u e resplan dece aún
m ás arriba. H acen qu e la v id a sea realm en te interesante.
A n n e Sh ir l e y (L. M. M o n t g o m e r y )

í- / a ambición es la perfecta compañera espiritual del éxito. La acción


es la Celestina que une a estas afinidades para que puedan empezar a
echar chispas y nosotras podamos prender fuego al mundo.
Tenemos al éxito en un alto concepto. Es un tipo agradable, hono­
rable, deseable, el perfecto caballero. Pero la ambición se considera
una vagabunda más que una dama, una bruja y no una virtud. Si m i
pasión y poder no se canalizan creativa y constructivamcnti . podn.i
volverse contra aquel que invoque su presencia. 1)c igual I«»i nía qu<' la
electricidad puede potenciar la vida o destruirla, lo mismo oeuric i o n
la ambición. En realidad, lo que la ambición necesita es otro agente de
prensa. Sólo oímos hablar de ella cuando a ésta le achacan el fracaso «le
alguien.
Pero la ambición sólo entraña peligro cuando, cegadas por sus en
cantos, nos convertimos en blanco fácil de la codicia. Cuando el alma
está empobrecida, es fácil seducir al ego. La codicia es una alcahueta
muy eficaz para arrastrarnos a la perdición.
No es de extrañar que muchas mujeres huyan de la autenticidad.
Admitir, aunque sea ante nosotras mismas, que no sólo poseemos
aspiraciones sino también ambiciones es demasiado peligroso.
Pero, ¿y si la ambición fuera un regalo del Espíritu? ¿Y si la ambi­
ción formara parte del paquete auténtico que generosamente nos con­
cedieron cuando nos obsequiaron con nuestras dotes personales? Si el
sexo puede a la vez ser sagrado y profano, si el poder bendice y tam­
bién destruye, ¿por qué iba a ser otra la naturaleza de la ambición?
¿Y si se espera que seamos ambiciosas? ¿Y si nuestra negación a cana­
lizar nuestras ambiciones para nuestro propio bien, el bien de aque­
llos que amamos y del resto del mundo, es la verdadera corrupción
del poder?
Piensa en todo lo que podría lograrse si las mujeres amaran sus
ambiciones y las sacaran a la Luz a la que pertenecen. Piensa en cómo
po drían transform arse nuestras existencias si respetáram os la amhi
ción y diéram os las gracias p o r la concesión de un don tan m ilagroso.
Una cosa es verdad. No podemos alcanzar el éxito sin la ambición.
La acción — la ambición en movimiento— es lo que produce el éxito.
«Toda osadía verdadera empieza en nuestro interior», nos recuerda
Eudora Welty. Hoy, la osadía más verdadera que podrías tener es
someterte a una insólita sesión de brainstorming creativo. Invita a la
ambición a sentarse con tu yo auténtico. Explícale adonde te gustaría
llegar. Escucha sus sugerencias. Luego mírala con más detenimiento.
Esos cuernos que crees ver podrían ser en realidad producto de un mal
enfoque.

20 DE SEPTIEMBRE

La enemiga que llevas dentro


H em os visto a l en em igo y é l es nosotros.
P o g o (W alt K elly)

C ^ u e s ta aceptar que tú puedas ser tu peor enemiga. De hecho, esta


certeza es tan dolorosa que hacemos las mil y una para demostrar lo
contrario. Siempre es el destino, las circunstancias o la maldita mala
suerte lo que desbarata nuestros mejores planes.
Cuando la persecución de tus sueños está sembrada de una decep­
ción tras otra, es natural que empieces a autocompadecerte. Pero si
piensas constantemente que la suerte está en contra tuya o las cartas
están trucadas, reza hoy con el fin de reunir el valor necesario para iden­
tificar a la repartidora de tu juego de azar. ¿Te resulta vagamente fami­
liar? Debería, porque es el gemelo malvado de tu yo auténtico: el ego.
El ego tiene todas las de perder una vez que tu yo auténtico reúna
la suficiente fuerza para actuar conscientemente a tu favor, guian­
do tus elecciones, decisiones, ambiciones y acciones creativas para tu
mayor bien. El que hasta ahora había sido el procedimiento normal de
actuación — negación, sublimación, represión— se reconoce como lo
que es: el sutil maltrato que nosotras damos a nuestra persona. Cuan­
do te haces auténtica, te haces más grande de lo que nunca habrías
creído, y esa grandeza te permite curaros a ti, a tu familia y a tu mun-
ilo. I ii yo auténtico i'N I.i |H’0i pesadilla de lu ego y el* li.u.i lodo lo
que este cu mi mano para clin mía i la inlluencia ele* mi uval en lu cnior
no cotidiano. I a csiraicgia del ego consiste en dcsplcgai el arinamento
pesado: el temor y la intimidación.
i :l temor lia abortado mas sueños de los que nunca podremos ima­
ginar. Kl malestar lísico el corazón acelerado, el martilleo en la cabe­
za, el estómago revuelto— es la primera ofensiva cuando rozamos el
límite de nuestro ámbito de comodidades. Es un instinto natural y pri­
mordial, un remanente del síndrome de «lucha o huye». Sin embargo,
aunque pueda parecemos horroroso, hacer una llamada telefónica,
hablar en una reunión de negocios o llevar tu currículum a un posible
futuro jefe no es lo mismo que rechazar el ataque de un mamut inde­
finido. No tenemos que poner pies en polvorosa. D ebem os aprender a
reconocer las manifestaciones físicas del temor e identificarlas. La pró­
xima vez que la sola idea de abandonar tu ámbito de comodidades te
ponga físicamente enferma, asegura con calma a tu yo auténtico que la
sensación de temor está pasando a través de ti y se disipará si tú sigues
avanzando. Muchas actrices están tan asustadas antes de entrar en
escena que tienen náuseas, pero han aprendido a transformar el temor
en la energía creativa del movimiento hacia delante. Dan el salto deci­
sivo, del terror a salir a escena a los aplausos.
La intimidación funciona de una forma distinta al temor liso y lla­
no. Cambia de forma y es capaz de encarnarse bajo diversos disfraces
para controlarte. En cuanto te armas de valor para rebasar los límites
de tu ámbito de comodidades, es probable que se aparezca dentro de ti
encarnada en una domadora de leones, con el látigo y la silla incluidos.
«¡Vuelve! — te instará a gritos— . ¿Quién te crees que eres? ¡Vas a
hacer el ridículo! ¡Estás arriesgando tu matrimonio! ¡Estás descuidan­
do a tus hijos! ¡Vuelve a la jaula inmediatamente!»
Cuando estas tácticas ofensivas dejan de ser eficaces, la intimida­
ción a menudo adopta otra forma y se encarna en la voz de la razón:
«Mira, no quiero alarmarte pero... Sabes que llevas mucho peso sobre
tus espaldas. Yo que tú no lo haría...»
Lo peor de la intimidación es que conoce todos nuestros resortes y
el momento justo para ponerlos en marcha. Pero si sus tácticas de inti­
midación fracasan, matará tus sueños valiéndose de la amabilidad. Es
tu mejor amiga: hará posible para que caves tu propia tumba creativa
proporcionándote la pala. Es la única que sabe lo cansada que estás en
realidad y por ello te animará a que te eches una siesta en vez de escri­
bir cartas para labrarte un porvenir. Ella comprende que apenas dispo­
nes de tiempo para relajarte, así que, ¿qué hay de malo en engancharte
a un culebrón de sobremesa en vez de trabajar en tu currículum antes
de que los niños regresen del colegio? Relájate, te dice, «Tienes mucho
tiem po... Si lioy no puedes ocuparte de ello, *.it 111| >i c te queda m.i
ñaña...»
Si nada de lo referido surte efecto porque ahora eres mayor, mas
sabia y tienes más experiencia, emprenderá una campaña de susurros
que imitará tu voz intuitiva. ¿Cómo sabrás la diferencia? Si la sugeren
cia que oyes no te produce una sensación de paz, no es la voz de tu yu
auténtico. Es la voz del ego en una de sus múltiples encarnaciones.
Dile que se calle. Luego, pon alguna bella música que te edifique, ins
pire y la ahogue.
Hoy, empieza por observar tus pautas de conducta. Todas las
mujeres — incluso las superestrellas cuyas vidas parecen tan atracti
vas— tenemos una ambivalencia con respecto al éxito. Una cualidad
muy importante que observamos en las mujeres que admiramos es
que han identificado sus propias pautas de autosabotaje y aprendido
a permitir que su mejor amiga — su yo auténtico— venza al enemigo
que llevan dentro con el arma de la inteligencia. Y tú también puedes
hacerlo.

21 DE SEPTIEMBRE

El camino en espiral
M i dicha, m i pen a, m i esperanza, m i am or,
¡tod o se m ov ía en el interior d e este círculo!
E d m u n d W aller

A
j L JL menudo me preguntan si, después de llevar cuatro años reco­
rriendo el camino del encanto de la vida simple, vivo con autenticidad.
Algunos momentos, algunas horas, algunos días me parecen totalmen­
te perfectos, completamente auténticos. Y, la mayoría de las veces,
puedo afirmar que mis conversaciones con mi familia, amigos, colegas,
incluso conocidos y desconocidos, son encuentros auténticos. Tam­
bién lo son mis elecciones, incluso las difíciles, y mis dichas, mis
penas, mis esperanzas, mis amores. Pero todos los minutos de todos
los días aún no son auténticos. Creo que se tarda toda una vida en
vivir auténticamente. Es esforzarte en vivir con autenticidad lo que te
hace auténtica, no el resultado final. Cuando crees que has llegado, te
d,i', ct i<*111,i de cllic hii *• l <•( i H fid o I oda c'..i distancia solo i o n el I ni de
prepararte para volvci .1 em pezar.
I ,¡\ mayor sorpresa que encierra el emocionante viaje hacia la
autenticidad, sea como filosofía o como camino espiritual, es que se
trata de un camino en espiral. Ascendemos, pero lo hacemos en círcu­
lo. En cada vuelta, el panorama se abre un poco más. El psicólogo
Cari Jung creía que nuestra experiencia espiritual de «el Self», que yo
denomino «yo auténtico», sólo podía realizarse verdaderamente
mediante la circunvalación.
El la antigüedad se veneraba el poder del círculo. En la tradición
africana, y en las películas de Disney, nuestra existencia terrenal recibe
el nombre de «el círculo de la vida». Alce Negro, el jefe de los sioux
oglala, enseñaba que «el poder del mundo siempre opera en círculos».
Los peregrinos budistas e hindúes rodean el perímetro del monte tibe-
tano Kailas como un acto de adoración. Los musulmanes rodean la
Kabah en la Meca. Durante miles de años, la creación de mandalas
— diseños circulares geométricos— ha formado parte de las tradicio­
nes espirituales de Oriente y Occidente. Los creyentes crean sus pro­
pios mandalas para invocar lo sagrado a través de lo visual. Los círcu­
los se hallan en enclaves sagrados de todo el mundo. Existe un laberinto
circular en la nave de la catedral de Chartres en Francia. Las gigantes
cas esculturas prehistóricas de Stonehenge, Inglaterra, forman un cír­
culo. La hostia de la comunión ofrecida en la misa católica es redonda.
Si buscamos círculos, los encontraremos por doquier. Platón creía que
el alma era un círculo. Si lo es, y el yo auténtico es el alma hecha visi­
ble, ¿cómo iba a transcurrir nuestro camino hacia la autenticidad en
línea recta y no en círculo?
Tengo constancia del trayecto en espiral en que discurre el viaje
auténtico cuando me veo inmersa en una serie de circunstancias de las
que me parece imposible salir. Cuando esto ocurre, me pregunto:
«¿Qué enseñanzas puedo sacar de esta situación, para poder seguir
adelante?» Normalmente descubro que he dejado de emplear los prin­
cipios del encanto de la vida simple como los peldaños que me lleva­
rán a la plenitud. He estado demasiado ocupada para escribir en mi
diario de agradecimientos; he vuelto a las andadas porque he sido
incapaz de decir «no»; estoy muy susceptible porque mi casa está he­
cha un desastre y soy incapaz de encontrar nada; estoy agotada por­
que he olvidado que necesito momentos de soledad y meditación para
centrarme. He hecho esta ruta muchas veces. Sé que si no espero
armonía en mi rutina diaria, no estoy tomando parte en el proceso.
Así que vuelvo a comenzar. Empezar desde el principio. Convertir
la gratitud en una oración más activa que pasiva, traer conscientemen­
te la simplicidad y el orden a mi rutina cotidiana, dar preferencia al ser
con respecto .ti hacei. N o I*.ist.t to n sabei o cscrib ii so b ie *1 cm . i n i o
de la vida simple; hay c|lic- vivirlo para apred.u su belleza y su dicha.
Cuando vuelvo a vivir siendo yo misma, suelo descubrir que puedo
avanzar. Pero aunque no pueda cambiar mis circunstancias extei n.is, el
encanto de la vida simple me permite cambiar la forma en que reacci» >
no ante ellas.
«La vida que queremos no es simplemente la que hemos elegido y
hecho — nos dice el poeta Wendell Berry— . Es la que estamos elisión
do y haciendo.»

22 D E SEPTIEMBRE

La vida real tiene una curva


de aprendizaje muy pronunciada
Q u erría apren der, o recordar, cóm o vivir.
A n n ie D il l a r d

A
jLJLhora las revelaciones llegan con celeridad y por doquier porque
estás preparada para empezar a hacer asociaciones. En el Viejo Testa­
mento, Dios emplea asnos, rocas y arbustos ardientes para expresar
sus mensajes divinos; por lo tanto, no cuestiones la validez de lo que
oyes ni de cómo lo oyes si la v erd ad resuena en su seno. Tal vez estés
leyendo un relato, viendo un vídeo o charlando con una tendera agra­
dable. No te niegues el acceso a fuentes de inspiración.
Uno de los saltos agigantados que se produce en el camino diario
hacia la alegría y el bienestar es la repentina certeza de que nos hemos
pasado la vida entera retrocediendo en vez de avanzar.
Tal vez creías que la búsqueda de un camino espiritual sólo entra­
ñaba sumisión, sacrificio y sufrimiento y que únicamente el camino
terrenal podría proporcionarte libertad, realización personal y buena
suerte. Entonces, una mañana — a lo mejor incluso esta mañana—
haces una asociación. Y en este punto, te das cuenta de que tienes que
desaprender prácticamente todo lo que habías dado por sentado, del
principio al fin.
No te alarmes. No es tan difícil como parece. ¿Te ha funcionado el

- 454 -
otro la m in o ? ¿ IV lia aportado alalino de los regalos del intitulo la
autentica felicidad? ¿ IV lias scn tiilo realizada durante mas de una
semana con el trabajo, las relaciones, la casa o el dinero perfectos, o
con cu a lq u ie r otra cosa con la que creías que lo conseguirías? Por lo
tanto, confía en tus experiencias e impulsos; no los tienes en vano. La
vida real tiene una curva de aprendizaje muy pronunciada, pero en
cuanto respondes a partir de tu propio saber y no de memoria, es más
sencillo de lo que podrías haber pensado. Es más, la vida real empieza
a ser divertida.
He aquí lo que en mi opinión ocurre. Justo antes de llegar a la Tie­
rra para iniciar esta vida, nos entregan una fotografía de nuestro futuro
— el proyecto divino— para que nos entusiasmemos ante la gran aven­
tura que nos espera. Cuando la instantánea sale de la cámara celestial,
tenemos tanta prisa por hacernos con ella que nos apoderamos del
negativo en vez de la fotografía. De esta forma, tenemos el modelo de
una vida fabulosa, pero la perspectiva está invertida. Lo que es blanco
se ve negro. Lo que es negro blanco. Tenemos el cuadro entero, pero
está del revés.
Y por ello lloramos cuando deberíamos reír, sentimos envidia
cuando deberíamos sentir inspiración, experimentamos la privación en
vez de la abundancia, lo hacemos de la manera más difícil y no de la
más fácil, nos retraemos en vez de aventurarnos. Y, lo que es peor, ce­
rramos nuestro corazón para que no nos hagan daño, cuando abrirlo es
la única manera de llegar a conocer la dicha.
¿Cuántas veces hemos confiado en que el Espíritu actuará por
nosotras cuando en realidad se halla a la espera de colaborar con noso­
tras? Hoy, coge el negativo de tu proyecto divino y haz que el amor lo
revele para que puedas empezar a vivir la vida para la que fuiste creada.
Ha llegado el momento de avanzar.
23 d i : s i:i > t i i :m b r i :

Porque tuyos son el Reino y el Poder


y la Qloria
/
C u an d o m iro hacia e l fu tu ro, brilla tanto qu e m e q u em a
los ojos.
O prah W in f r e y

I l a c e algunos años, leí un retrato de Oprah Winfrey en la revista


de The N ew York Times. En él Oprah expresaba su convencimiento
de que el concepto de que Dios nunca nos da más de lo que podemos
asimilar tiene muchas más implicaciones que soportar estoicamente el
dolor y el sufrimiento. Las donaciones de Dios también incluyen lo
bueno — riqueza, éxito terrenal, poder— . Si crees que no eres lo bas­
tante fuerte para soportar la Gloria, quédate tranquila: se mantendrá
alejada hasta que te sientas capaz y la solicites.
Hoy, medita sobre esta posibilidad. Yo llevo años pensando en ella
y sólo ahora empiezo a darle forma.
Sabemos que el Poder está al alcance de todas nosotras, en cada
instante del día, pero tenemos que pedir que se encienda el interruptor
espiritual. Luego, tenemos que estar listas para soportar la Gloria.
Nos preparamos fomentando paulatinamente nuestros talentos, un
reto cada vez. Con cada logro que reconocemos y celebramos perso­
nalmente, nuestra confianza personal aumenta y empezamos a confiar
en nuestras capacidades. Aún más, nos damos cuenta de que no está­
bamos destinadas a hacerlo solas. Ello explica el poder y la gloria.
Ahora bien, ¿qué pasa con el reino?
A los creyentes se les insta a buscar el Cielo antes que ninguna otra
cosa. ¿Podría el Reino de los Cielos ser una vida autentica? Yo creo
que sí. Porque, en cuanto encuentras tu auténtico camino y lo sigues,
las demás piezas del puzzle empiezan a encajar: el dinero, el trabajo,
las relaciones.
Joseph Campbell nos dice que «persigamos la máxima felicidad» si
queremos que la vida sea rica, profunda y significativa. Persigue la
máxima felicidad y las puertas se abrirán, y tú emprenderás el camino
creado especialmente para ti al principio de los tiempos.
¿Podrían tu máxima felicidad y tu vida auténtica ser lo mismo?
¿Y si, sea lo que fuere lo que te extasía, te hace feliz, te eleva a las altu-
r.is, sacia ni I i.i 11il H i r c a l i / a iir. anhelos, enciende lu pasión, le hace
Ilegal a los demás y le cía paz en otras palabras, tu m áxim a fe lic i­
dad es tam bién el R eino de los ( 'icios?
« Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad, así en la tierra
como en el cielo...»
«¡Basta con asociar! — nos insta E. M. Foster— . Basta con asociar
la prosa y la pasión y ambas serán exaltadas, y el amor humano alcan­
zará su cumbre más alta. Deja de vivir en fragmentos. Basta con aso­
ciar y el... aislamiento que es la vida... perecerá.»
«Basta con asociar.» Entonces y sólo entonces pueden el Reino, el
Poder y la Gloria ser tuyos. Para siempre jamás.
Amén.

24 DE SEPTIEMBRE

Haz lo que te gusta, y el dinero vendrá


por sí solo, o eso dicen
H a z lo q u e te gusta, y el din ero v en d rá p o r sí solo.
M a r sh a Sin e t a r

IN^Úe encanta el optimismo que encierra esta cita y creo que es cier­
to. Si no has leído nada suyo, Marsha Sinetar te puede convertir en
creyente a ti también. Creo que su libro (con el mismo título) te pare­
cerá un manual práctico e inspirador sobre cómo sacar provecho de tu
pasión. v
En realidad, Sinetar no es la primera que nos aconseja en este sen­
tido. Son incontables los sabios, poetas y filósofos que han ofrecido
consejos similares, si bien cada uno los ha expresado de forma distin­
ta. Una de las principales etapas que Buda recomienda para alcanzar la
iluminación, por ejemplo, es descubrir la forma de ganarte la vida ade­
cuada' para tu manera de ser. Al otro extremo del espectro, John
D. Rockefeller creía que la capacidad de amasar dinero era un don de
Dios, lo que no es más que otra forma de decir: «Haz lo que te gusta,
y el dinero vendrá por sí solo.»
Sin embargo, seguimos preguntando: ¿Es eso cierto?
Sí, peto ni) ile I.i m.itu'ta en que suele haeeise. T.n primci lugar, el
dinero no vendrá de golpe, especialmente .ti principio. I .n segundo lu
gar, el dinero llegará de lueutes inesperadas. Pero llegará, y lie aquí I.i
explicación. Cuando empiezas a seguir tu auténtico camino, estás Ii
nalmente empleando los dones que el Espíritu espera que uses. Estás
buscando activamente el Reino de los Ciclos aquí en la Tierra. Tú
mantienes tu parte del pacto. El,Espíritu se ha comprometido a asegu­
rarse de que dispones de todo lo necesario para ser verdaderamente fe­
liz. Eso incluye el dinero. El Espíritu sabe que la moneda de cambio
que aquí se emplea es el dinero, no las conchas ni las ovejas. Pero la
moneda de cambio en el Cielo es el milagro. Hacer lo que te gusta no
tiene nada que ver con el dinero sino con lo milagroso. En cuanto
comprendas que debes pedir milagros y no dinero, empezarás a expe­
rimentar el bienestar. Confía en mí, hacer lo que te gusta acaba por
conducirte al cajero automático. Sin embargo, tal vez tengas que hacer
algunos rodeos antes de llegar a él.
Lo que nos lleva a la tercera y última advertencia: N o debem os
decirle a l Espíritu cómo debería sernos entregado el dinero, cuándo
debería llegar o bajo qu é concepto. Esto no es un rescate. El Espíritu
lleva mucho tiempo repartiendo el bien. El Espíritu no necesita que lo
atosiguen, aunque según mi experiencia hacerle amables sugerencias y
refrescarle la memoria de vez en cuando sobre qué facturas en concre­
to hay que pagar no parece estar de más.
Esencialmente, lo que ocurre cuando empiezas a hacer lo que.te
gusta es que te pones a las órdenes de un nuevo jefe: el Espíritu. El
Espíritu siempre nos paga proporcionalmente al esfuerzo que inverti­
mos en nuestro trabajo. Probablemente, para muchas de nosotras, será
la primera vez que nos sintamos justamente recompensadas. Pero la
nómina no llega cada viernes ni siquiera una vez al mes. No quiero
alarmarte, pero en ocasiones puede tardar años. Sin embargo, acaba
llegando. Y la primera vez que te paguen por hacer lo que te gusta será
uno de los momentos más emocionantes de tu vida.
La espera merece la pena. Es gloriosa. Es la máxima felicidad. Es
nada más y nada menos que experimentar el Cielo en la Tierra. Como
nos recuerda la novelista Enid Bagnold: «Tal vez el dinero sea un
milagro, pero, Dios mío, los milagros traen dinero.»
25 1)1 SI'.I* ril'.MBRI-:

Si otra mujer lo ha hecho, tú también


puedes. Y, si no, ¿por qué no ibas a ser
la primera?
S iem pre h e creído qu e el éxito d e una m u jer no p u e d e m ás
q u e contribu ir a l éxito de otra mujer.
G l o r ia V a n d e r b il t

S i quieres hacer algo con tu vida que otra mujer ya haya hecho
antes, no existe ninguna razón para que no puedas conseguirlo tam­
bién tú. Y si ninguna mujer ha hecho jamás lo que tú sueñas hacer, no
existe ninguna razón para que tú no seas la primera. Alguien tiene que
serlo. ¿Quiénes son las mujeres que más admiras? ¿Por qué? Averigua
todo lo que puedas sobre sus vidas porque tienen secretos que com­
partir contigo.
En 1908, Napoleon Hill estaba estudiando en la universidad y daba
sus primeros pasos como escritor. Consiguió una entrevista con An-
drew Carnegie, quien por aquel entonces era el hombre más rico del
mundo. Hill quería escribir un retrato que revelara los secretos de Car­
negie para amasar su inmensa fortuna. Carnegie se quedó tan impresio­
nado con aquel joven que la entrevista inicial de tres horas duró tres
días. Durante ese tiempo, Carnegie preguntó a Hill si le gustaría dedi­
car los próximos veinte años de su vida a uno de los proyectos favori­
tos del millonario: entrevistar a otros prósperos empresarios y resumir
sus secretos para alcanzar el éxito en una fórmula que el hombre y la
mujer de la calle pudieran usar para materializar sus sueños. Carnegie
no ofreció a Hill ningún incentivo económico pero sí le prometió pre­
sentarle a hombres tan famosos como Thomas Edison, Henry Ford,
Harvey Firestone y Luther Burbank. Hill aprovechó la oportunidad.
El resultado fue una trayectoria literaria de gran éxito que acabaría
con la publicación en 1937 de la filosofía de Hill sobre el éxito perso­
nal, Think an d G row Rich. Al aparecer oportunamente en plena Gran
Depresión, el edificante mensaje del libro: «Todo lo que la mente pue­
de concebir y creer... puede conseguirlo», captó la imaginación de
todo el país. El libro de Hill se convertiría en uno de los libros más in­
fluyentes jamás publicado y de él se venderían más de diez millones de
ejemplares. ( reo el g é n e r o literario de l.i re.ili/.u ion personal l jno «l<
los secretos que I lili descubrió lúe que muchos de los soñadores que
alcanzan el éxito mantienen diálogos imaginarios con sus modelos .1
imitar. Hill propone convocar un consejo imaginario con un grupo de
«asesores invisibles» compuesto por las personas que más admiras. I'oi
la noche, antes de conciliar el sueño, cierra los ojos y realiza sesiones tle
estrategias para el éxito en las que pidas consejo a tus heroínas. Si bien
las reuniones son «puramente imaginarias», Hill cree que aumentan
nuestra «receptividad en las ideas, los pensamientos y el conocimiento-,
lo que nos permite acceder a nuestro sexto sentido, la intuición.
Si tus modelos de actuación viven y están triunfando, piensa en
ellas como en las personas que te abren camino. Sigue sus huellas. In­
vestiga tanto como puedas sobre sus viajes vitales. ¿Aparecen en públi-
co, organizan conferencias o talleres a los que puedas asistir? Hazte
socia de asociaciones de mujeres ejecutivas, haz contactos en conven­
ciones, pide asesoramiento y mira al suelo de tanto en tanto. Alguien
ha trazado un camino para que tú lo sigas.

26 D E SEPTIEMBRE

El tao del éxito


Nada en el mundo puede ocupar el lugar de la Persistencia.
No lo hará el talento; nada abunda más que los hombres
fracasados con talento.
No lo hará la genialidad; la genialidad no recompensada es
casi un proverbio.
No lo hará la formación por sí sola; el mundo está lleno de
vagabundos con cultura.
La Persistencia y la Determinación son por sí solas omnipo­
tentes.
C a l v in C o o l id g e

- Ü s t e es el tao del éxito — el camino— y como cualquier otra verdad,


es al tiempo muy simple y muy complicada. No tanto comprenderla
como llevarla a cabo, pues el tao del éxito consiste en tener paciencia y
persistencia.
l .1 p.u inicia el .ni»' ilt ifllicM esperar, <Ionio todas las artes no

r Mes, se i.u'da tiempo cu dominarla, lo que no debería causar sorpresa,


pues la paciencia es la comprensión del tiempo. ( ’ómo sacar provecho
del tiempo, cómo estar en el lugar adecuado en el momento indicado,
cómo escoger los momentos, cómo morderse la lengua. La paciencia
consiste en descubrir el misterioso dibujo de círculos que acunan
el Universo y aseguran que todo lo que ha pasado una vez volverá a
ocurrir.

La perseverancia en la vida es ser constante; la persistencia es ser


obstinada. La persistencia es más resuelta que la perseverancia. La per­
severancia es la transpiración del éxito; la persistencia el sudor. La
persistencia es llamar a las puertas del cielo en nombre de tus sueños
K con tanta insistencia y a tan viva voz que acabarán por concederte lo
que quieres, sólo para hacerte callar. La primera petición, aunque de­
sencadene una explosión de emociones, no surte efecto. Tampoco sur­
te ningún efecto la segunda, ni la tercera, ni tan siquiera la cuarta. Pero
la niña que te acomete mañana, tarde y noche, semana tras semana,
mes tras mes, la voz de esa niña es como agua en la roca ele tu razón.
Esta niña obstinada pero paciente te agota y es por ello que acabas en
la joyería en su doceavo cumpleaños, meneando la cabeza mientras
pagas para adornarle los lóbulos de las orejas con diminutos pendien
tes de oro.
La potente alquimia de la paciencia y la persistencia, que unidas
forman la resistencia, debe de haber sido el objeto de la reflexión de la
poeta libanesa Hoda al-Namai cuando escribió:

No me he rendido a la desesperación,
no enloquecí al recolectar miel,
no enloquecí,
no enloquecí,
no enloquecí.

Si estás decidida a recolectar la miel de la vida, a meter la mano en


el panal una y otra vez, a que te piquen tantas veces que te vuelvas
insensible al dolor, a perseverar y persistir hasta que las personas que
te conocen y te aman sean incapaces de pensar en ti como en una
mujer bastante normal, nadie te tachará de loca.
Te tacharán de auténtica.

L
Sólo el corazón lo sabe
Sólo el corazón sabe cómo encontrar lo que es precioso.
F y o d o r D o sto yevsky

(C u a n d o Anna Quindlen, la columnista de The New York Times


ganadora del Premio Pulitzer, renunció a su ambiciosa carrera en
periodismo para destinar su tiempo, entusiasmo y energía creativa a
escribir novelas y educar a sus tres hijos en régimen de dedicación
exclusiva, sus colegas se quedaron pasmados y sus lectoras atónitas. La
mitad de sus lectoras — mujeres que habían optado por anteponer
la familia a la profesión— aplaudieron su decisión. La otra mitad
— mujeres que estaban intentando desesperadamente que sus hijos cre­
cieran felices y trabajar la jornada entera— se sintieron traicionadas.
Anna Quindlen no sólo era la supermamá, sino el arquetipo para las
mujeres que querían tenerlo todo. Su decisión revivió el viejo debate
entre madres trabajadoras versus madres amas de casa. Si ya no podía
compaginar ambas facetas, ¿qué esperanza nos quedaba a las demás?
Sin embargo, la elección creativa de Anna Quindlen no versaba
sobre la profesión versus la familia. Versaba sobre el éxito terrenal
versus el éxito auténtico. Soñaba con escribir novelas y no columnas
periodísticas. Quería estar en casa cuando sus hijos regresaran del
colegio. Quería vivir siendo ella misma. Quería prestar oído a su cora­
zón. Y contaba con los medios económicos para hacerlo.
Sólo el corazón sabe lo que está pasando en nuestra vida. El cora­
zón es nuestra brújula auténtica. Si lo consultamos, puede decirnos si
avanzamos en la dirección correcta. Pero el corazón también nos dice
cuándo hemos doblado el recodo equivocado o cuándo tenemos que
hacer un giro de trescientos sesenta grados. Para muchas de nosotras,
ésta es una información que no queremos saber. Saber puede significar
optar; y optar a menudo implica cambios.
No me cabe ninguna duda de que hay diez millones de mujeres a
quienes les encantaría tomar la misma opción que Anna Quindlen,
pero que carecen de la posición económica para llevarla a cabo. Sin
embargo, el hecho de que no puedas hacerlo hoy ni mañana no signi­
fica que no vayas a poder hacerlo nunca. Los sueños aplazados se
hacen realidad todos los días. La demora no significa la negación.
El corazón no pasa factura por las consultas, las conversaciones,
Lis sesiones intelectuales crr.icivus ni |x>i asistu .1 un sueno desde su
concepción hasta su alumbramiento, independientemente 11el tiempo
(|iic inviei la en ello. •I os sueños pasan a la realidad de la acción -nos
alienta Anaís N in -. De la acción emana otra vez el sueño; y esta
interdependencia produce la forma de vivir más elevada.»

28 DE SEPTIEMBRE

Todo tiene su tiempo


Todo tiene su tiempo,
y cuanto se hace bajo el sol tiene su hora.
E cle sia sté s 3:1

S í , pero todo esto no pasa al mismo tiempo.


No puedes criar a unos hijos felices, seguros y equilibrados, dis­
frutar de un matrimonio fabuloso y trabajar sesenta horas semanales.
Quieres hacerlo, lo sé. Yo también. Pero no podemos. Es física,
emocional, psicológica y espiritualmente imposible. Lo hemos inten­
tado. Y hemos fracasado.
Cuando no podemos hacerlo todo al mismo tiempo, tenemos que
hacer sólo una parte.
Para averiguar cuál debe ser esa «parte», debemos preguntar: ¿Qué
es lo que verdaderamente quiero en este preciso momento? ¿Qué es lo
que verdaderamente necesito? ¿Cómo lo consigo? ¿Cuánto va a cos-
tarme en moneda de la vida?
Tal vez sea tu hora de sonar narices mocosas. Eso no significa que
la hora de dirigir tu propio negocio no vaya a llegar. Tal vez sea tu
hora de ir ligera de equipaje. Eso no significa que la hora de restaurar
una granja colonial no vaya a llegar nunca. Hacer tratos no significa
que algún día no vayas a estar haciendo bocadillos para la merienda.
Las distintas etapas de la vida no están concebidas para ser frenéticas,
sólo para ser plenas.
«Probablemente puedes tenerlo todo —reflexiona Anna Quindlen— .
Sólo que no todo al mismo tiempo. Y... tal vez tengas que hacer algu­
nas concesiones mientras tus hijos sean pequeños. Pero tus hijos van a
ser pequeños durante un período muy corto... pasará en un abrir y ce-
rrar tic ojos y lu solo tendrás cuarenta, cincuenta o sesenta anos ^
otros quince o veinticinco .tilos poi delante.- I Jn cuarto de si|;lo para
hacer lo que quieres hacer, de la manera que quieres hacerlo.
Bendita sea la mujer que conoce sus propios límites.

29 DE SEPTIEMBRE

Cuidados en el trabajo
Cuando nos cuidamos de verdad, somos capaces de cuidar
de los demás con mucha más profundidad. Cuanto más
receptivos y sensibles estamos a nuestras propias necesidades,
más amorosos y generosos podemos ser con los demás.
E d a L e Sh a n

L o s rituales que procuran tu bienestar personal son la argam asa que


da consistencia al día, sobre to d o cuando pasas de ocho a diez horas
fuera de casa. Piensa en tu tazón favorito y en bebidas de capricho que
puedan calentarse en el m icroondas (un surtido de café, té, cacao
caliente y sidra). C oncédete diez m inutos en tu escritorio con tu tazón
y a puerta cerrada antes de que el día empiece oficialm ente; puedes
centrarte m ientras repasas m eticulosam ente lo que tienes que hacer ese
día. D iez m inutos de paz al final del día ordenando los m ontones de
papeles sobre tu escritorio, hojeando la agenda para m añana, pueden
ayudarte a concluir el día en orden antes de cam biar de m archa. D iez
m inutos p o r la mañana, diez m inutos por la noche. Independien­
temente de lo ocupadas que estem os, todas p od em os invertir veinte
m inutos en la conservación de nuestras preciosas reservas de tiem po,
energía creativa y entusiasm o.
C rea un espacio para trabajar placentero y bonito. Proponte crear
un nido cóm odo más que un ambiente estéril. Incorpora una bella lám ­
para de escritorio, cestas y cajas de m adera para guardar papeles y p ro ­
yectos, una planta florida en invierno y un pequeño ramillete de flores
de la tem porada en prim avera, verano y otoño. Proporciónate un talis­
mán — un objeto con un significado especial— que te recuerde que
avanzas en la dirección correcta. Ten tazas con un am plio surtido de
tus bolígrafos y lápices favoritos sobre tu escritorio; está atenta a libre-
i.is v tarjetas «11ic irlle|en Ilis gustos pai t ¡ciliares v le ilelrilen los senli
dos. Mi mana re^isliada es usai tarjetas para escribii notas de
7,5 \ 12,5 centímetros i|tie son una me/,cía entre las tarjetas de presen­
tación y las de escribii notas. Los pequeños toques de refinamiento
pueden maivai tremendamente la diferencia. Busca un bello cojín para
tu silla. Añade pinceladas de color donde te sea posible — los clips y las
carpetas, por ejemplo- -. Cuelga un tablón cerca de tu escritorio para
recortes, postales, dibujos, inspiración y recordatorios. Si dispones de
un despacho propio y puedes colgar cuadros, deja las paredes vacías
hasta que encuentres algo que nunca te cansarás de mirar.
Ahora crea un cajón de los remedios. Llénalo de todo lo que te
hubiera gustado tener en el trabajo y no tenías: un pequeño costurero;
imperdibles; tampones; un recambio de medias y de gafas de lectu­
ra; analgésicos; vendas y un tubito de pomada antiséptica; paquetes
pequeños de pañuelos de papel. Mete pastillas de menta para el alien­
to, una tableta de chocolate y un par de felicitaciones para improvisar
unas letras a amigos lejanos.
¿Te acuerdas de la caja de juguetes que tienes en casa? Crea una
caja pequeña en el trabajo para esos momentos en los que quieres
dejar de ser adulta por un rato, normalmente a últimas horas de la tar­
de: puzzles tridimensionales, cartas de tarot, un yo-yo, una paleta, los
palillos chinos, bolas chinas, plastelina, un caleidoscopio en miniatura
o una pelota de goma que desafía las leyes de la gravedad y es una
réplica del planeta Júpiter. Ya ves por dónde voy.
Guarda en tu escritorio un bonito neceser con artículos dentales,
desodorante, crema de manos perfumada, lima de uñas, colirios, peine,
cepillo y un botecito de tu colonia favorita, para refrescarte al medio­
día o para aquellos casos en los que no puedas pasar por casa antes de
salir por la noche.
Si trabajas en una oficina tolerante o dispones de un despacho pro­
pio, la música, sobre todo los repertorios clásicos, puede ser un pode­
roso instrumento para fomentar la productividad. La terapia aromáti­
ca puede hacer maravillas en unas oficinas; consigue un aromatizador
(del tamaño de un jarrón pequeño). La parte de arriba del aromatiza­
dor se llena con media taza de agua y unas cinco gotas de aceites esen­
ciales, que se calientan a la llama de una vela. El agua caliente perfu­
mada humedecerá discretamente el aire que circunda tu escritorio
(muy importante en oficinas con sistema de calefacción), y su fragan­
cia surte un efecto muy sedante o vigorizante en función de tus nece­
sidades.
El único inconveniente de aplicar la terapia aromática en tu lugar
de trabajo es que posiblemente habrá más gente que se sentirá atraída
hacia tu escritorio debido a su agradable ambiente.
Estírate dos veces .il día, sobre todo si trabajas ante un ordenailoi
durante largos períodos. Lee en voz alta al doctor Seuss, en particul.u
Oh the Places You’ll Go.
¿Te acuerdas del feng shui, el arte de la ubicación? No te lo tomes
a risa. ¿Hay algún mal en colocar tu escritorio en una posición venta
josa para que tu chi, o energía, fluya y no esté bloqueada? No. ¿Puede
serte de ayuda? ¡Sí! Debe de existir alguna razón para que se haya
practicado durante estos últimos tres milenios.
Cada semana aproximadamente, lleva algún manjar exquisito (no
tiene por qué engordar) en una bonita lata o cesta para compartirlo
con tus colegas.
Tratarte bien en el trabajo no es imposible. Puede servir de fuente
de inspiración para que saques lo mejor de ti misma. Cuando empie­
ces un nuevo proyecto, pregúntate: «¿Hay algo que pueda hacer para
que esta tarea sea más agradable?» Si lo hay, hazlo.
El valor terapéutico de crear un ambiente de trabajo placentero es
probablemente lo último que los empresarios consideran cuando pien­
san en aumentar los beneficios, pero se equivocan. Trabajar a gusto da
muchos mejores resultados que trabajar a disgusto.

30 DE SEPTIEMBRE

En viaje de negocios
¿ Hay algo que sea más horroroso que emprender un viajef
En cuanto te has puesto en camino, todo va sobre ruedas,
pero los últimos momentos son como un terremoto y una
convulsión, y la sensación de que eres un caracol al que están
arrancando de su roca.
A n n e M o r r o w L in d b e r g h

^ > a d a año por estas fechas, la tierra empieza a temblar bajo los pies
de dos buenas amigas mías que trabajan en el mundo editorial y se ven
obligadas a asistir a una convención internacional de libreros celebra­
da en Alemania cada otoño. Algunas mujeres guían a equipos de
perros en el Iditarod, una maratón de mil ochocientos cuarenta kiló­
metros que atraviesa la tundra helada de Alaska; otras venden libros
ui I r.un lorl I as arduas i.u lictis dr ambos acontei límenlos competid

r vos parecen más o menos equipar.u se en cuanto al.t resistencia psíqui


i .i y lisie .» que se necesita para no perecer en el intento.

• Miedo y aversión-» no es una definición demasiado exagerada


para la reacción visceral que muchas de nosotras experimentamos ante
la perspectiva de un viaje de negocios. De hecho, nuestras expectativas
son mucho más horrorosas que la realidad, aunque el viaje consista en
pasar siete días con la sonrisa puesta mientras intentamos cerrar tratos
en cuarenta lenguas diferentes. Pero, independientemente de lo que te
espere en un viaje de negocios, si lo planeas intuitivamente como harías
con un niño que va a pasar su primer fin de semana de acampada — pre­
pararte tanto para lo imprevisto como para tener las máximas comodi­
dades— no sólo saldrás airosa sino que tienes muchas posibilidades de
disfrutar del cambio de aires.
He aquí una serie de estrategias para mantener la calma en los
momentos más frenéticos y convertir tu viaje en una experiencia agra­
dable y placentera.
No es la primera vez que te lo dicen, pero ve lo más ligera de equi­
paje posible y deja sitio en la maleta para tu almohada favorita. Puede
marcar la diferencia entre dormir de un tirón y pasarte la noche dando
vueltas para acostumbrarte a una cama extraña. No es de mucha ayu­
da estar ojerosa y agotada al principio del viaje.
En la bolsa de mano deberían caber una muda de ropa adecuada
para los negocios, cosméticos, artículos de aseo y una carpeta con los
documentos vitales si no llevas maletín. Si tu equipaje se extraviara o
retrasara, puedes arreglártelas, al menos por un día.
Independientemente de la estación del año y de tu destino, lléva­
te al menos unas cuantas prendas de abrigo que puedas ponerte por
capas: prendas de punto para todas las estaciones de colores que com­
binen, un jersey elegante y calcetines. Nunca había pasado más frío en
toda mi vida que durante una heladora semana de chaparrones irlan­
deses en agosto; nevó en un viaje a París en mayo; y San Francisco
puede hacerte castañear los dientes en junio. Llévate un paraguas ple­
gable, guantes, bufanda y gorro. Lleva un impermeable con un forro
de abrigo separable.
Crea una bolsa de viaje cómoda. La mía incluye un pequeño case-
te y auriculares con mis cintas favoritas; paquetitos de frutos secos,
crackers y queso; bolsas de mi té preferido; un par de botellines de
agua mineral y botellas de vino individuales; bolsitas aromatizadas o
una velita perfumada (el aire de las habitaciones de hotel puede estar
muy enrarecido y a menudo es imposible abrir las ventanas) y un ca­
pricho para el baño.
zapatillas tic deporto acrobico, el equipo de gimnasia y el trajo do
baño, para potlei relajarlo pot la noche.
Si asistes a un congreso o convención que dura todo el día y no vas
a regresar al hotel hasta la noche, mete los siguientes salvavidas en tu
maletín o bolsa: analgésicos para el dolor de cabeza, un botellín de
agua o zumo y tentempiés por si no tienes tiempo de comer; un cepi
lio de dientes de viaje, dentífrico e hilo dental.
Recuerda dosificarte lo más posible. Si te pasas el día entre cuatro
paredes, intenta intercalar breves descansos; necesitas aire fresco en la
misma medida en que necesitas una taza de café y visitar el servicio de
señoras. Cuando tus días estén plagados de citas, es esencial pasar una
noche tranquila a solas.
Concédete espacio para respirar en tu programación, sobre todo si
crees que no vas a ser capaz de llegar a todo. Levántate una hora antes
de lo necesario. Quédate en la cama tranquilamente para ordenar tus
pensamientos y luego date el lujo de desayunar en la cama. Tal vez sea
la única hora de paz de todo el día. Si tienes que desayunar reunida, al
menos tómate la primera taza del día en privado. Si tienes planes para
la noche, intenta regresar al hotel antes para reanimarte. Echate en la
cama veinte minutos, date una ducha rápida, vuelve a maquillarte y
cámbiate de ropa. Notarás cómo te invade una oleada de nuevas ener­
gías y entusiasmo. Intenta llegar a tu hotel un día antes del inicio de las
reuniones para poder instalarte; haz el equipaje la noche antes del
regreso para no tener que salir a toda prisa.
Si algo ha empezado a molestarte pero no te importuna demasiado
— un incipiente dolor de muelas o un escozor cuando vas al cuarto de
baño— sal de dudas antes de partir. No hay nada peor en el mundo
que tener que hacerse un empaste de emergencia o sufrir una infección
de orina cuando estás de viaje.
Viaja siempre con distintos tipos de lectura que te absorban: seria,
ligera, bazofia e inspiradora. No puedes predecir cuál será tu estado de
ánimo cuando te dirijas allí, de regreso o entretanto. Yo reúno novelas
durante todo el año y las reservo para los viajes; date el lujo de com­
prarte revistas que normalmente no lees en casa.
Incluye en tu equipaje al menos una bolsa plegable para llenarla
con todo lo que puede apetecerte traer. Yo siempre estoy atenta a
regalitos cuando voy de viaje.
Siempre que estés en una ciudad nueva o regreses a una de tus fa­
voritas, resérvate un par de horas para una excursión creativa en soli­
tario: ir de compras, visitar un museo, dar un paseo por un bello par­
que o unos jardines públicos, saborear una bebida en un acogedor
café. Por encima de todo, disfruta de tu viaje al máximo — la soledad
de la habitación de tu hotel, el lujo del servicio de habitaciones, no te-
Mci que pieoeup.ute di cornial o ilc h.U'ei ilc clioler, I.i noveil.ul ele
unos peí Índicos y un escenai io diferentes . A fraíle te las o p o n un ¡ti a
des tic t on o iei a |;m ir nueva, vei sitios nuevos, ensanchar tus hori­
zontes. I )aie cuenta tle que tu trabajo es im portante y que el encanto
J e la vitla sim ple contribuye tle tal form a a las vidas de los dem ás y a
la tuya propia que el m undo está a la espera de recibir noticias tuyas.
■ l .n mis viajes, tom é p o r prim era vez conciencia del m undo exterior
- confiesa E u dora W elty— . Fue en mis viajes cuando descubrí mi
propia form a introspectiva de convertirm e en parte de él.»

Pequeñas alegrías para septiembre

^ L ’été c’est fin i, como dicen los franceses; por lo tanto, celebra
el fin del verano por todo lo alto. Haz todo un acontecimiento de la
última comida estival. Sirve tus recetas veraniegas favoritas con un
toque personal. Quédate en la penumbra, contempla el ocaso y despi­
de el verano con un afectuoso adiós.
El Día del Trabajo — que en Estados Unidos se celebra el 1 de
septiembre— dedica quince minutos a plasmar por escrito todo lo que
hubieras querido hacer durante el verano y no hiciste. Mete la lista en
un sobre. Cuando recibas el calendario del año que viene, sujeta el
sobre con un clip en el día 1 de junio y ábrelo entonces. Intenta reser­
var algún tiempo en tu calendario para dar prioridad a estos placeres
aplazados cuando vuelva el verano.
Renueva tus propias reservas de material escolar. Cómprate
cuadernos, libretas, tijeras, celo y lápices de colores. Encarga por
correo lápices que lleven grabado tu nombre. Es barato y divertido.
Flaz una excursión creativa en busca del tipo de bolígrafo que prefie­
res para escribir. Ve a un establecimiento de artes plásticas. Prueba
todos los tipos de bolígrafos hasta que encuentres uno que escriba de
maravilla. Cuando hayas identificado tu marca, cómpralos cuando
estén rebajados.
Haz manzanas acarameladas.
Disfruta del sabor de la sidra natural y del néctar de pera.
Haz experimentos con diferentes clases de palomitas de maíz.
Guarda tu traje de baño. Saca las prendas de lana. ¿Tienes
algún jersey preferido que adores profundamente? Si no, ¿por qué no?
^ i Celebra el equinoccio de otoño con una cena casera. Hazlo
sobre todo si vives sola y rara vez te cocinas como Dios manda. Lleva
a casa una pequeña maceta de crisantemos para colocarla en la mesa
donde cenas. Acércale al luego del hog.n y enciende las velas, sírvete
el vino o la sidra y dislruta de los sencillos placeres de comer rodeada
de comodidades. ¿Has probado alguna vez la fidgct pie inglesa, una
comida tradicional de la temporada? Se compone de patatas, cebollas,
manzanas y trozos de jamón cocidos en caldo de verdura y adereza­
dos con una pizca de azúcar moreno, sal y pimienta. Vierte la mezcla
en un molde de pasta dulce, cúbrela con una capa crujiente y hornéala
como cualquier otra tarta rellena.
^ Reúne paulatinamente los artículos para tratarte bien en la ofi ­
cina.
Observa la fiesta de San Miguel Arcángel el 29 de septiembre.
Esta antigua festividad inglesa con motivo de la cosecha se remonta al
siglo VI. Según la leyenda, aquel día el diablo fue expulsado del Cielo
por san Miguel y cayó en un terreno cubierto de zarzamoras. Es tradi­
ción cocinar dulces de moras — pasteles, tartas o bollos de mermelada
para tomar con el té— .
Este mes, empieza a confeccionar tu lista de Navidad para no
andar como una loca en diciembre.
<♦5 Si tienes hijos, éste es el momento de que decidan sus disfraces
para la festividad americana de Halloween. No te desesperes. En el
colegio, no dividen a los niños en dos grupos: ¡los que llevan disfraces
comprados y los que llevan disfraces de fabricación casera! Pide los
disfraces por catálogo este mes o reúne todos los que tengas. Pronto
todo estará agotado y no hay nada más decepcionante para los niños
(o más frustrante para ti) que descubrir que no encuentras justo lo que
necesitas. Si confeccionas tú misma los disfraces, ten siempre presente
la persona a la que están destinados. Algunas de nosotras nos entusias­
mamos tanto que acabamos confeccionando disfraces para impresio­
nar más que para satisfacer a nuestros hijos.
Da un paseo bajo la luna cazadora.
'^=5 Busca en los mercados agrícolas flores secas para confeccionar
tu propio ramo. Los ramos preparados pueden ser maravillosos, pero
cuestan mucho dinero. Crear tu propio ramo en un domingo de sep­
tiembre es reconfortante y restaurador y te recuerda durante todo el
invierno que la belleza aporta abundancia a tu vida sencilla si no cejas
en su búsqueda.
OCTUBRE

Los campos están desnudos,


el invierno silba a través de la plaza.
O ctubre se viste de escarlata y oro,
como una m ujer que teme hacerse vieja.
A n n e M a r y L a w le r

I la llegado el veranillo de san Martín, un cambio de esta­


ción que constituye más un recuerdo que una fecha del calen­
dario. Por fin, el calor ha remitido. Poco a poco el paisaje
familiar adopta una rústica gama de tonos vivos que asombran
por su belleza. Deja que octubre te cautive con sus encantos.
«Sedúcenos como tú sabes hacerlo — instó el poeta Roben
Frost a esta época de abundancia— . Deja caer una hoja al
amanecer.»

I
Saber reconocer a tiempo un inminente
agotamiento nervioso
M i v ela a rd e p o r am b os extrem os;
no du rará tod a la noche.
E d n a St .V in c e n t M il l a y

E s t á s quemada.
Hasta el extremo de estar irreconocible.
Quemada por el estrés que padeces.
Querer abarcar demasiado no deja de tener sus riesgos. Por des­
gracia, no nos damos cuenta de ello hasta que estamos a punto de
sufrir un agotamiento nervioso.
El agotamiento nervioso es una condición causada por el desequili­
brio: demasiado trabajo o demasiadas responsabilidades, demasiado po­
co tiempo para realizarlo a lo largo de un plazo demasiado largo. Hemos
estado circulando por la vía rápida y el combustible se ha terminado.
Solemos pensar que el agotamiento nervioso es algo que afecta a
otras mujeres, a las perfeccionistas y a las que trabajan demasiado.
Pero las mujeres que se preocupan en exceso — por sus hijos, su traba­
jo, sus relaciones, sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus comuni­
dades, etcétera— también corren el riesgo de padecerlo. Al igual que
casi todas las mujeres que conozco. Quizá prestaríamos más atención
al agotamiento nervioso si fuera algo tan dramático como un ataque al
corazón. Pero un fuego que arde lentamente es tan peligroso como
una breve e intensa llamarada.
En ocasiones el agotamiento nervioso se manifiesta cuando hemos
completado un proyecto que nos ha llevado meses de trabajo duro. En
ese caso, tomarnos una semana de descanso basta para que nos recupe­
remos. Pero cuando nos sentimos permanentemente agobiadas y estre-
sadas es por haber vivido una situación de desequilibrio durante años;
es cuando una situación temporal se convierte en nuestro estilo de vida.
El agotamiento nervioso comienza a menudo con una enfermedad
— desde una gripe que no consigues atajar hasta un síndrome de fatiga
crónica— , y suele ir acompañado por una depresión. A veces es difícil
diferenciar lo de una época poco fecunda en el sentido creativo, sobre
todo si eres una mujer acostumbrada a sacrificarte por el bien de los
demas, como l.f, ni.ty(>t ia tic mujeres. Si le ai tiestas \ ir levantas can
sada iotlns los tli.ts aunque hayas dormido ocho horas , es porque
sufres un agotamiento nervioso. Si iodo supone un esluer/o dcscomu
nal, incluso peinarte, salii a cenar, visitar a litios amigos el fin de sema-
na o me di- vat at iones, es porque suIres un agotamiento nervioso. Si
crees que jamás sentirás deseos de volver a hacer el amor, esporque
~süfres~~~uh agotamiento nervioso. Si te pasas el día quejándote, rom­
piendo a llorar o perdiendo los nervios a la menor provocación, es
porque sufres un agotamiento nervioso. Si te aterroriza que suene el
teléfono, es porque sufres un agotamiento nervioso. Si te sientes atra­
ca d a e indefensa, incapaz de soñar, experimentar placer o hallar satis­
facción, es porque sufres un agotamiento nervioso. Si nada te conmue­
ve, ni las cosas importantes ni los pequeños momentos, si nada te
satisface porque no sabes a qué se debe tu desgana ni cómo solucio-
7iarlo, es porque sutres un agotamiento nervioso. Sólo sabes que algo
Tío funcioñáTtíi Estás convencida de que no existe nadie en el mundo.
capaz de ayudarte^
T ien es razón. Cuando padeces un agotamiento nervioso, la única
persona que puede ayudarte eres tú misma, porque eres la única capaz
de realizar los cambios necesarios en tu forma de vivir: detenerte,
emprender un camino más lento o dar un rodeo. Cuando ya no te
quedan fuerzas, no tienes más remedio que recurrir a la fuerza de un
poder superior que restituya el equilibrio y la armonía que has perdi­
do. Si emprendemos la búsqueda de nuestro yo auténtico, el Espíritu
nos ayudará a remontar los obstáculos.

2 DE O CTU BR E

La gran seducción
N a d a nos seduce tanto com o el tra ba jo q u e realizam os.
P a b l o P icasso

C o m o un amante invisible, el trabajo nos fascina, cautiva, reconfor­


ta y acaricia. Nuestro trabajo — especialmente si se trata de nuestra
gran pasión— puede resultar tan seductor que nos hallamos atrapados
en sus redes, incapaces de resistirnos a él. Sin embargo, no es necesario
que nuestro trabajo constituya una gran pasión para que nos la.sunr;
un simple capricho también puede distraernos de nuestros problemas,
decepciones, preocupaciones y disgustos. Cuando ya no puedas mas,
el hecho de tener que contestar inmediatamente un fax puede ser un
remedio de gran eficacia.
Esa gran seducción suele ir acompañada de un perfeccionismo exa
gerado y una jornada laboral sin horario fijo, unos esquemas que re­
sultan especialmente peligrosos por cuanto son aceptados, alimenta­
dos y fomentados por una sociedad que sigue encadenada a la ética
puritana del trabajo.
Los puritanos rechazaban todo cuanto proporcionara placer, con­
vencidos de que sólo podían alcanzar el favor de Dios mediante el es­
fuerzo, una implacable autodisciplina y el trabajo duro. Pero el Espíri­
tu no puede utilizarnos para sanar el mundo si no somos capaces de
sanarnos nosotras mismas.
Tanto yo como muchas amigas mías somos unas adictas al trabajo.
Nada consigue detenernos. Durante años, todas lo hemos negado ve­
hementemente. Ahora, cuando conversamos, somos capaces de reco­
nocer «ciertas tendencias», del mismo modo que un alcohólico re­
conoce «tomarse una copa de vez en cuando».
Esas tendencias incluyen trabajar muchas horas durante la semana;
traer trabajo a casa el fin de semana y en vacaciones; conectar el orde­
nador después de haber acostado a los niños; decir que estás «leyen­
do» cuando en realidad estás revisando un contrato de trabajo; anular
citas con amigas y parientes para «terminar una cosa»; aplazar una
cena o una salida al cine hasta haber acabado un proyecto; dejar que el
trabajo se entrometa en tu vida familiar; emprender un viaje de diecio­
cho horas de ida y vuelta a Los Ángeles; y convertir tus únicas «vaca­
ciones» en viajes de negocios.
¿Tendencias?
Si notas que murmuras con frecuencia «esto es una locura», ha lle­
gado el momento de tomarte un respiro para analizar tu estilo de tra­
bajo.
El auténtico éxito no llega envuelto en una mortaja.
Empieza por pequeños detalles. Avanza paso a paso. La misma
inteligencia que te llevó a esta situación caótica te sacará de ella. Lléva­
te trabajo a casa pero no abras la cartera. Conecta el contestador auto­
mático mientras cenas y por las noches. Tómate un día libre cada dos
semanas. Conozco a una mujer que ha llegado al extremo de tomarse
un domingo libre cada mes, tanto si lo necesita como si no. Lo consi­
dera su hazaña más loable.
Cuando sucumbimos a nuestra adicción al trabajo, lo que ocurre
es que hemos perdido fe en la voluntad del Espíritu de ayudarnos a
triunfar. Hemos sepaimío lo se» ttliu de lo espiritual Solii itai gracia no
nos parecc tan práctico como t raba jai las veinticuatro horas del día.
¿( uando lúe la ultima ve/ que el Espíritu te acompañó al trabajo?
¿Cuándo lúe la última ve/ que le pediste que lo hiciera?

3 DE O CTU BRE

Doña Perfecta
E l perfeccionism o es la v oz d el opresor, d el en em igo d el
p u eblo. Te atorm en tará toda la v id a hasta hacerte enloquecer.
A n n e L am o tt

L o s caminos del infierno están pavimentados por perfeccionistas


que trabajan con granos de arena. ¡Ay, me he dejado un trocito...!
Al igual que los adictos al trabajo, aspirar a ser Doña Perfecta es
una adicción que indica una baja autoestima. Cuando éramos jóvenes,
nada de lo que hacíamos estaba bien, por lo que insistíamos una y otra
vez, hasta el extremo de que nos pasábamos el día haciendo cosas.
Como a pesar de ello no conseguíamos nada, pensamos que si reali­
zábamos nuestro trabajo perfectamente lograríamos nuestros fines.
Cuando lo lográbamos, otras voces cantaban nuestras alabanzas. Nos
sonaba a música celestial. El champán y el chocolate no podían com­
pararse con el éxtasis que nos procuraban esos halagos, por otra parte
sinceros. Somos unas criaturas que vivimos según nuestros sentidos, y
dado que la respuesta que obteníamos a nuestro afán de perfección
nos hacía sentir maravillosamente — aunque fuera durante diez segun­
dos— deseábamos repetir la experiencia. De modo que resolvimos
hacerlo todo perfectamente, poniendo en marcha un ciclo de autodes-
trucción que con frecuencia nos hacía sentirnos tan cómodas como si
lleváramos puesta una camisa de fuerza. No obstante, la búsqueda de
la perfección es el opio de millones de mujeres.
Podría aconsejarte que dejaras de leer revistas, de contemplar ví­
deos y de ir a ver películas que nos recuerdan machaconamente que es
posible alcanzar la perfección, pero no me vas a hacer caso. La próxi­
ma vez que veas una mujer maravillosa en la portada de una revista,
una habitación decorada exquisitamente o una comida preparada por
un c h e f profesional, repite: -N o eres real, no o e s re,ti. Me uie|;o .1 (li­
jar que me amargues la vida.» (liste sortilegio resulta aun mas potente
si lo entonas en voz alta mientras haces cola ante la caja tle un super
mercado.) La mujer, la habitación y la comida que aparecen fotografía
das en la revista están destinadas a inspirarnos (aunque en realidad ha
cen que nos sintamos humilladas) unas fantasías concebidas por unos
profesionales que cobran una fortuna por manipular la realidad.
En una ocasión una buena amiga me hizo un regalo impagable. Me
convenció de que mi cordura era mucho más importante que los suti
les matices que me fascinan. Esos sutiles matices constituyen la esencia
de la perfección. Desencadenan la respuesta «¡ojalá que yo...!». Pero
una vida consagrada a la búsqueda de esos matices deja poco tiempo
para disfrutar verdaderamente de la vida. Ahora, como una perfeccio­
nista en vías de recuperación, procuro dejar los sutiles matices al Espí­
ritu, que es infinitamente más sabio que yo.
Hoy, me gustaría hacerte este regalo: «Tu cordura es mucho más
importante que esos sutiles matices.»
Compra un reloj de arena. Colócalo en un lugar donde lo veas con
frecuencia, en la cocina o sobre tu mesa de trabajo. Dale la vuelta una
vez al día. Observa lo rápidamente que caen los granos de arena. Son
los minutos de tu vida. Vívela a tope. Pavimenta tu vida con ellos.
Cada día tienes la oportunidad de hacerlo.
Tras completar el Universo, el Gran Creador declaró que estaba
«muy bien». No perfecto. Un punto digno de reflexión.

4 DE O CTU BR E

Trabajar en casa
C iertas cosas se apren den m ejor en un a m b ien te apacible,
otras en una torm enta.
W lLLA CATHER

algunas cosas se aprenden mejor en casa, como por ejemplo tu


auténtico estilo de trabajo. Trabajar en casa se ha convertido en una
atractiva y económica alternativa a medida que las mujeres tratan de
incorporar una mayor armonía a su vida cotidiana. Muchas mujeres
lian abandonado el iiiiiik Io corporativo paia inontai un ne^oc io 11uc*
dirigen desde su casa; tics de cada cuatro empirsas propiedad de una
sola persona pertenecen a mujeres. Algunas mujeres trabajan para
otras compañías y empresas a travc;s del ordenador, a fin de estar más
disponibles para sus familias durante la semana, especialmente en esas
ocasiones destinadas a poner a prueba la paciencia de una madre: cuando
su hijo se queda en casa porque esta indispuesto, porque ha caído una
fuerte nevada o durante las vacaciones escolares. Muchas mujeres han
descubierto que trabajar en casa, al menos parte de la semana, es más
productivo que trabajar en una oficina porque le ofrece, con menos
interrupciones, un ambiente más sereno en el que concentrarse en su
tarea.
Trabajar en casa es estupendo, pero no deja de tener ciertos incon­
venientes. Sí, es fantástico poder trabajar en pijama o en chándal, es
muy práctico poner la lavadora mientras envías un fax, o poner a cocer
la salsa de los espaguetis mientras hablas con tus jefes o tus empleados
por teléfono. Pero es muy fácil confundir ambas esferas — la casa y el
trabajo— , hasta el extremo de que todo se reduce a trabajo casero, lo
cual es espantoso. Como levantarte de la cama y despertarte «en línea»,
para caer dormida ante el ordenador dieciséis horas más tarde. En ese
caso, el trabajo se convierte en un ciclo reiterativo y brutal generado
por la facilidad y utilidad de la tecnología.
¿Has oído hablar de la Marcha Fúnebre de Batan?
Llevo casi veinte años trabajando en casa, y no puedo imaginar
otro tipo de trabajo. Pero como todo en la vida, te tiene que gustar y
has de saber adaptarte. Una amiga mía decidió trabajar en casa; al cabo
de un par de meses, incapaz de soportar la sensación de aislamiento,
regresó a la oficina.
Asimismo, si quieres trabajar en casa, tienes que imponerte una
gran autodisciplina, pues de otra forma no te resulta rentable. Cuan­
do tu marido y tus hijos salgan de casa por las mañanas, tienes que
meterte en tu despacho dejando atrás las preocupaciones domésticas.
La respuesta no es automática; requiere una gran disciplina no po­
nerse a «recoger» la casa antes de sentarte a trabajar. Te recomiendo
que te pongas una venda en los ojos cuando camines por la casa du­
rante el día.
Una vez que te das cuenta de lo cómodo y agradable que resulta
trabajar en casa, es fácil sentirte tentada a aceptar más trabajo del que
puedes abarcar. Eso se debe a que tu trabajo ya no está estructurado
alrededor de cinco días y ocho o diez horas diarias; la oficina está
siempre abierta. Como no tienes que salir de casa, te pones a trabajar
una hora antes y lo dejas una hora más tarde que si trabajaras en una
oficina. Puesto que tienes el despacho en tu propia casa, es muy fácil
en t raí cu el después tic lu l> c i acostado a lo*, unios para terminal un
trabajo. Los fines de semana son ideales para «dai los últimos toques-
a un proyecto que iniciaste la semana pasada o para «pona cu nui
cha» el de la semana próxima. Al cabo de un tiempo todos los días son
iguales y tu trabajo se convierte en una espantosa y monótona rutina.
Poco a poco tu trabajo casero empieza a asemejarse a los esclavizantes
trabajos de los emigrantes, los cuales percibían unos peniques por la
faena que realizaban en sus míseras viviendas. Pero aunque ganes más
dinero que antes, si ya no tienes una vida familiar debes establecer
unos límites.
Trabajar en casa puede ser un paso hacia tu autodeterminación,
una vez que aprendemos a respetar el sentido de equilibrio que perse­
guíamos al dejar la oficina. «Cuando las personas alcanzan un gran
éxito en su trabajo pierden los sentidos — nos advierte Virginia Woolf,
que trabajaba en casa— . Pierden la vista. No tienen tiempo para mirar
un cuadro. Pierden el oído. No tienen tiempo para escuchar música.
Pierden el habla. No tienen tiempo para conversar. Pierden el sentido
de la proporción, las relaciones entre una cosa y otras. Pierden su
humanidad.»
No olvides sus palabras.

5 DE O CTU BR E

La mediación como meditación


L o m ás im portan te p a r a nosotros es q u e exista una b u en a
relación espiritual entre los em p lead os y la dirección.
T a t s u h ik o A n d o h

U n a mañana tu yo consciente y responsable te sorprende. Suena el


despertador. Tu yo consciente lo desconecta y se da media vuelta en la
cama, sin mostrar la menor intención de levantarse. Se ha declarado en
huelga. Lleva años, quizá toda la vida, tratando de que su jefe atienda
sus protestas. Las condiciones laborales son intolerables.
Annie Dillard nos explica lo que pasa a continuación: «Tu emplea­
da — tu única, valiosa, sacrificada y eficaz empleada— se niega a seguir
trabajando en esas condiciones. No se va a dejar convencer ni siquiera
poi ti, jele. I leva el suficiente tiempo en ello par.» il.tise cuenta de <1110
algo huele mal; presiente un temblor tle tierra a través de las suelas de
sus botas, '"romerías dices ; no pasa nada." Pero la empleada se
niega a acudii a la oficina. De pronto nota que tiene palpitaciones.
Prefiere morirse de hambre antes que volver allí.»
Puede que no estés bajo un estrés brutal, que no te hayas fugado,
que no hayas aterrizado en el hospital ni hayas sufrido una crisis ner­
viosa. Todavía. Puede que tu familia esté aún intacta. Al menos anoche
estaban todos presentes a la hora de cenar. Puede que tus amigas no te
hayan retirado todavía el saludo. ¿Quién sabe? Hace seis meses que no
te han visto.
Hoy eres una mujer muy afortunada. No estires demasiado de la
cuerda. Vivir contigo ha sido tan divertido como trabajar en un cam­
po de trabajos forzados en Siberia. Hace tiempo que querías dejar tu
trabajo. Los mandamases — el ego— tendrán que arreglárselas como
puedan hasta que accedan a negociar un nuevo contrato. Existen leyes
laborales pero no existen leyes que protejan contra la autoexplotación.
Nadie cruzará la línea de los piquetes hasta que éstas sean promul­
gadas.
Ha llegado el momento de la mediación como meditación. Cálma­
te y piensa en tu jornada laboral ideal. Si pudieras elegir, ¿qué tipo de
trabajo te gustaría desempeñar? ¿Cuál sería tu horario laboral ideal?
Imagina un entorno laboral ideal. ¿Qué es lo que ves? Ahora compara
lo ideal con lo real. ¿Existe alguna semejanza entre ellos? ¿Puedes
introducir un elemento ideal en tu lugar de trabajo actual?
Pocas mujeres son capaces de iniciar una vida auténtica desde el
comienzo con sólo agitar la mano. Pero todas podemos comenzar a
trabajar partiendo de lo que tenemos. Si trabajamos partiendo de
nuestras circunstancias reales conseguiremos mejorar la realidad.
Alcanzar la perfección es imposible, pero podemos perfeccionar nues­
tra situación actual.
Hoy, pon en marcha unas negociaciones colectivas entre tus aspi­
raciones y tus circunstancias. «El obrero está dispuesto a soportar
muchos sacrificios si cree en unos objetivos a largo plazo», nos recuer­
da Richard Belous, un economista especializado en temas laborales.
Crear un estilo de trabajo que te satisfaga es un objetivo a largo plazo
que justifica el tiempo que inviertas en conseguirlo.
6 1)1' OCTUBRK

Reducir la marcha: vivir pausadamente


L as cosas no cam bian ; som os nosotros qu ien es cam biam os.
H e n r y D a v id T h o r e a u

I I e n r y David Thoreau no se propuso convertirse en el santo


patrón de las cosas sencillas. En realidad, buscó trabajo como inspec­
tor de caminos en la ciudad de Concord, Massachusetts, para poder
redondear sus magros ingresos como escritor. Durante años había
sido de facto inspector de los caminos practicables alrededor de la ciu­
dad, y los habitantes de Concord dieron fe de la calidad de su trabajo.
Sin embargo, las autoridades de la ciudad se negaron a pagarle un suel­
do por su trabajo. Tras recoger sus plumas, frascos de tinta y papeles,
el empleado municipal frustrado cogió un hacha y se dirigió a Walden
Pond para realizar un experimento.
Un siglo y medio más tarde, el experimento de Thoreau, reinter-
pretado para la década de los noventa, se llama «downshifting», o
«reducir la marcha», término acuñado por Amy Saltzman, una escri­
tora especializada en temas relacionados con el trabajo y los negocios.
Dicho término se refiere a ciertas personas que no están dispuestas a
dejar que su trabajo arruine sus vidas.
Al igual que Thoreau, esos profesionales han decidido no seguir el
ritmo de sus colegas y establecer unos límites a su carrera a fin de
dedicar más tiempo a sus energías creativas y a sus familias, comuni­
dades y exigencias personales. Saltzman ha documentado en su intere­
sante libro, Downshifting: Reinventing Success on a Slow er Track, las
distintas formas en que esos inteligentes individuos han hallado el
auténtico éxito.
Saltzman comenzó a investigar esa tendencia a finales de los
ochenta mientras trabajaba en Nueva York como redactor jefe de la
revista Success. A la vez que se esforzaba en ejercer cierto control
sobre su vida personal trataba de «alcanzar los objetivos intelectuales
y creativos que comporta dirigir una publicación joven en un campo
muy competitivo». Pero, según explica en su libro: «Cada vez me sen­
tía más incómoda con el mensaje de una revista que definía el éxito en
unos términos rígidos y absurdos.»
Un encuentro casual con una amiga que trabajaba como editora en
otra revista confirmó a Saltzman los temores que le inspiraba vivir a
un i it mi i 11onel ii t». Aillos (le despodu se ion Li Iipil .1 11 ,ist’ <11* me voy
corríanlo, y.t le II.un.ue- y desaparece! |>oi M.tili.son Avante, I.i .uní
j»a preguntó .t Salt/man qué i.il le tlu. Saltzman contestó que * las cosas
le iban muy bien, el trabajo era interesante, aunque no dejaba que
dominara su vida; realizaba un trabajo de voluntariado algunas tardes
por semana, leía mucho y había empezado a escribir un relato breve
que no creía que llegara a publicarse pero que le divertía».
Su actitud relajada desconcertó a su amiga, según recuerda Saltz-
man, porque «era incapaz de comprender que no estuviera consagrada
en cuerpo y alma a mi trabajo». Pero Saltzman había «decidido tomar­
se la vida más pausadamente, reducir la marcha». De hecho, no había
solicitado un ascenso porque sabía que el nuevo cargo la obligaría a
trabajar muchas noches y fines de semana. «Además, aunque era un
cargo importante, no estaba segura de poder adaptarme a él en aque­
llos momentos de mi vida. La decisión, sin embargo, no había sido
tomada a la ligera y durante un tiempo dudé si había obrado acertada­
mente.
»Cuando me encontré con mi amiga comprendí el motivo. Si no
andamos siempre como locos, aspirando a llegar más alto, dando la
impresión de no hacer otra cosa que trabajar, tememos convertirnos
en unos seres aburridos o en unos perdedores.»
Pero por aburrida y monótona que le pareciera su vida a un extra­
ño, el resultado de la decisión de Saltzman de tomarse las cosas más
tranquilamente fue que «la vida me pareció más rica e interesante que
nunca». Al reducir la marcha, Amy Saltzman comprobó que «vivir a
un ritmo trepidante, entregadas por entero al trabajo, comporta una
serie de normas y reglas que nos impiden llevar una existencia auténti­
camente plena y dichosa».
Cuando empecemos a buscar nuestro auténtico estilo y ritmo de
trabajo, podremos comprobarlo por nosotras mismas.
7 1)1-: OCTIJBRK

Saber poner límites


A ntes d e construir un m uro ca b e preguntarse
q u é q u erem os d ejar den tro y fu e r a d el m ismo.
R o b e r t F rost

I-/ o s límites son las alambradas de espino de la vida real. Los límites
son las barreras de un paso a nivel. Si traspasamos esos límites, perso­
nales o profesionales, corremos el riesgo de lesionarnos. Pero los lími­
tes sirven también para separar con elegancia lo sagrado. Siempre po­
demos maniobrar entre los raíles si estamos dispuestas a agacharnos.
Si queremos que nuestras vidas sean ilimitadas, debemos aprender
el arte de crear unos límites que protejan y defiendan lo que amamos.
Para la mayoría de las mujeres, crear unos límites representa una tarea
complicada, de modo que nos abstenemos de hacerlo hasta no vernos
obligadas por las circunstancias. A fin de marcar unos límites debemos
aprender a decir hasta a q u í hem os llegado.
Eso significa protestar. Expresar nuestro criterio. Manifestar nues­
tras preferencias. Son momentos tensos que pueden degenerar en
serios conflictos, incomprensiones y rencores. Esa es la razón por la
que muchas mujeres permanecen mudas, tragándose la rabia sin atre­
verse a expresar lo que piensan.
Pero aunque nos quedemos mudas, no somos incapaces de trazar
una línea en la arena. Una amiga de gran talento, la cual ha escrito
varios libros, lleva muchos años casada con un hombre inteligente y
encantador pero muy exigente. Dado que su marido es más culto que
ella, mi amiga le pedía siempre que leyera su trabajo e hiciera.algunas
sugerencias. El marido solía expresar su opinión bruscamente, sin dar­
se cuenta de que su falta de tacto hería a mi amiga. A veces tardaba
varios días en leer el manuscrito que yacía abandonado sobre su mesa,
demostrando falta de interés y de respeto hacia el trabajo de su mujer.
Después de esos episodios, mi amiga tardaba varios días en coger de
nuevo la pluma. Al fin decidió no enseñarle a su marido sus trabajos,
imponiendo de este modo unos límites para proteger sus sueños.
Cuando mi amiga publicó su primer bestseller, el marido se mostró
asombrado de que su esposa recibiera tantos elogios y desconcertado
porque no sabía de qué iba la cosa. Una noche, según me contó mi
amiga, lo sorprendió leyendo su libro. «Es muy bueno — reconoció su
marido con aire |>n piejo , ¿pero por qué no me pediste que leyeia el
manuscrito?»
Porque no imaginabas que fuera capa/ de escribir un bestseller»,
respondió mi amiga, satisfecha de atreverse al fin a expresar lo que
pensaba.
Una buena forma de empezar a imponer límites es aprender a decir V

«no».
«La palabra “no” puede ser tan hermosa como la palabra “sí”, afir­
man los escritores John Robbins y Ann Mortifee. Cada vez que repri­
mimos el deseo de decir “no”, disminuye nuestro respeto hacia noso­
tros mismos — nos dicen en su libro In Search oj Balance: Discovering
H arm ony in a Changing World— . No sólo tenemos el derecho sino el
deber de decir “no” en determinadas ocasiones. Nos hacemos un rega­
lo a nosotros mismos cuando decimos “no” a esos viejos hábitos que
disipan nuestras energías, “no” a lo que nos roba la paz interior, “no”
a lo que nos impide alcanzar nuestras metas. Y hacemos un regalo a los
demás diciéndoles “no” cuando creemos que sus expectativas no se co­
rresponden con la realidad, pues de este modo les ayudamos a explorar
el camino de la verdad auténtica. Decir “no” puede ser una experiencia
liberadora cuando expresa nuestra voluntad de defender lo que cree­
mos que necesitamos realmente.»

8 DE O CTU BRE

La pasión por la belleza


L a b ellez a es un éxtasis; es tan elem en tal com o el h am bre.
W . SOMERSET MAUGHAM

u, n pasito hacia delante. Tres pasos hacia atrás. Llevaba casi cuatro
años experimentando con los primeros cuatro principios de mi teoría
sobre el encanto de la vida simple y creía haber superado el síndrome
de «cómprame». Me gustaba mirar escaparates y no me sentía frustra­
da por no poder adquirir todo lo que me apetecía. Un día vi un libro
de decoración que costaba cuarenta y cinco dólares, repleto de cosas
que me fascinan: suntuosos arreglos florales, grupos de fotografías en
hermosos marcos de plata, cretonas estampadas con rosas, etcétera.
I 1ojee* el libro, admirando los maravillosos ambientes que presen (aban
sus páginas, y lo devolví a la estantería luriosa poi no podei comprar
lo y no poder vivir como creía que quería vivir. Quiza tuviera todo
cuanto necesitaba, pero desde luego no todo cuanto deseaba.
Tras varias horas sintiéndome frustrada y rabiosa, comprendí que
había ocurrido algo en mi interior que había desencadenado aquella
reacción emocional. Cuando logré calmarme, traté de averiguar qué
había pulsado el resorte. ¿Quizás el hecho de haber vivido ajustándo­
me demasiado al presupuesto? ¿O estaba deprimida porque no tenía
dinero para comprar unos objetos de decoración que tiempo atrás sí
habría podido permitirme adquirir? ¿O acaso me había sucedido algo
a un nivel más profundo? Cuanto más pensaba en ello, más claro vi
que no había prestado la suficiente atención a mi pasión por la belleza.
Mi sensación de privación estaba motivada por el hecho de no apre­
ciar, saborear ni celebrar la belleza que existía en mi vida, hasta el
extremo de que mi alma había estallado violentamente para manifestar
su disgusto. Cuando algo reclama nuestra atención a un nivel lo bas­
tante profundo para hacernos reaccionar emocionalmente, es necesa­
rio tomar nota de ello. Era la belleza, no unos objetos decorativos, lo
que reclamaba mi atención. En cuanto lo comprendí me dirigí a un
mercadillo para comprar unas flores. Pero en lugar de un ramo, com­
pré dos. Cuando coloqué el ramo en la sala de estar, me sentí inmedia­
tamente mejor. Había logrado aplacar mi ansia de belleza por muy
poco dinero.
No te sientas obligada a negar o ignorar tus sentimientos cuando
deseas algo bello pero no puedes permitírtelo. El deseo siempre ofre­
ce pistas sobre el medio de satisfacer esa hambre sagrada. Explora por
qué una determinada cosa te parece bella; utiliza tus impresiones para
poner en marcha tu imaginación. Estamos rodeados de belleza. Se
halla en todas partes, sólo tenemos que buscarla y abrirnos a ella.
«Henos aquí, rodeados de una cascada de oro — escribió en 1938 la
novelista australiana Christia Stead— , sosteniendo una simple hor­
quilla.»
') l)K OCTUURI!

Eliminar el estrés
En este m u n do desprovisto d e rincones tranquilos, no exis­
te e l m ed io d e escapar fá cilm en te d e l bullicio, d e l espantoso
trajín cotidiano.
Sa l m a n R u s h d ie

t íf x is t e una mujer en el inundó que no padezca estrés? Si existe, bús­


cala y pregúntale cómo consigue zafarse de él. Cuando la encuentres,
seguro que te ofrece estos consejos:
Cultiva la gratitud.
Dedica una hora al día exclusivamente para ti.
Comienza y termina la jornada con una oración, meditación o
reflexión.
No te compliques la vida.
Mantén tu casa limpia y ordenada.
No te cargues de trabajo.
No trates de realizar una tarea o un proyecto en un plazo poco
razonable de tiempo.
Nunca hagas una promesa que no puedas cumplir.
Date un margen de media hora para todo lo que emprendas.
Crea un ambiente apacible en tu casa y en la oficina.
Dos noches a la semana, acuéstate a las nueve.
Lleva siempre en el bolso algo interesante que leer.
Respira profundamente y con frecuencia.
Muévete: camina, baila, corre, practica un deporte que te guste.
Bebe agua pura de una fuente. Tanta como puedas.
Come sólo cuando tengas hambre.
Si no está delicioso, no lo comas.
Procura ser en lugar de hacer.
Reserva un día a la semana para descansar y renovarte.
Ríe más a menudo.
Goza con tus sentidos.
Busca siempre la comodidad.
Si no te encanta, prescinde de ello.
Confía en los remedios de la Madre Naturaleza.
No contestes el teléfono cuando estés cenando.
No trates de complacer a todo el mundo.
l i m p i e z a .> c o m p l a c e r t e ,i ti m i s n u .
Aléjate de las personas negativas.
No malgastes recursos valiosos: tiempo, energía creativa, etno
ciones.
Cultiva las amistades.
No temas tus pasiones.
Plantéate los problemas como unos retos.
Respeta tus aspiraciones.
Fíjate unas metas alcanzables.
Renuncia a las falsas esperanzas.
Saborea la belleza.
Crea unos límites.
Por cada «sí», di «no».
No te angusties; sonríe.
Recuerda, la felicidad es una emoción viva.
Sustituye la seguridad por la serenidad.
Cuida de tu alma.
Alimenta tus sueños.
Expresa todos los días amor.
Busca tu yo auténtico hasta encontrarlo.

10 DE O CTU BRE

Las cosas que minan el aplomo


N o existe cu alid ad m ás atractiva qu e el a p lo m o , esa sensa­
ción d e estar en p a z contigo m ism a y con e l m undo.

u
GOOD HOUSEKEEPJNG, sep tiem b re d e 1947

no de los días más tristes de mi vida me concedió generosamente


un regalo de incalculable valor: comprender que el aplomo es algo que
adquirimos o perdemos antes de salir de casa.
A principios de mi carrera como escritora acudí a una importante
reunión de negocios en Nueva York para entrevistarme con una mujer
que, según decían, hacía que Medea pareciera una beatífica colegiala.
Decidí prepararme para ese encuentro presentando un aire tan prepo­
tente como ella. En el fondo estaba aterrorizada, pero traté de com­
pensarlo co m pi .indo un i raje que me li.u i.i p.u ecei un.i •*nmjoi im p o r
l.m k’ ", .111H(jlie mi .ispéelo no lení.i nada que ver eon mi auténtica peí
son.ilid.nl, N o sólo me v cs ií di form a distinta a la li.ihiiu.il, sino que
me cam bié el peinado y el m aquillaje.
Como me sentía rara con mi sofisticado atuendo, la víspera perma­
necí despierta hasta altas horas de la noche ultimando los detalles de
mi viaje en lugar de relajarme, hacer la maleta tranquilamente y dor­
mir. Cuando me acosté estaba agotada, de modo que dejé mis produc­
tos de belleza e higiene, junto con la bisutería que pensaba lucir, sobre
el tocador.
Para llegar a Nueva York a la hora concertada tenía que levantar­
me a las cuatro y media de la mañana. No se me había ocurrido que
tendría que prepararme en la oscuridad para no despertar a Ed y a
Katie. Fue bastante complicado arreglarme y vestirme prácticamente a
tientas. Cuando por fin hube terminado salí a toda velocidad, temien­
do perder el tren para Nueva York.
La reunión ni siquiera había comenzado cuando noté que estaba
sudando. Eso ocurrió poco después de haberme dado cuenta de que
la sisa izquierda de mi blusa se había desgarrado. Como era la primera
vez que me ponía aquel conjunto, no sabía que las mangas me queda­
ban estrechas y que al sentarme la falda se me subía hasta medio mus­
lo. La laca de uñas rojo escarlata que parecía tan elegante en la pelu­
quería el día anterior se había desportillado; como no podía retocarme
las uñas, opté por ocultar las manos. Las numerosas tazas de café que
había tomado en el tren, junto con los nervios que padecía, me habían
secado la boca, pero no se me había ocurrido meterme en el bolso
unas pastillas para refrescar el aliento o pedir un vaso de agua antes de
iniciar la entrevista.
Durante la entrevista me sentí tan incómoda que me costó concen­
trarme y no me atrevía a expresar mi opinión, aunque no estaba de
acuerdo con algunas decisiones referentes a las condiciones de mi con­
trato editorial. Dos angustiosas horas más tarde, la espantosa entrevis­
ta concluyó. Cuando se cerraron las puertas del ascensor, juré que no
volvería a abandonar una reunión de trabajo acalorada y sudorosa, del
mismo modo que Scarlett O ’Hara juró con el puño alzado que jamás
volvería a pasar hambre.
Por supuesto, comprendo que probablemente soy la única mujer
en el mundo capaz de soportar una humillación de tales proporciones
provocada por ella misma. Pero en las vidas de todas las mujeres
se producen reuniones importantes, apariciones públicas y ocasiones
especiales. He aquí algunos eficaces antídotos para combatir el nervio­
sismo en esos momentos:
Nunca te vistas para impresionar a los demás: la vestimenta expre­
sa tu autentico nc*111ido i l c l estilo I .1 unii',1 11 >i ii i.i dr qiu 11« >*. mu i . u n o * ,
relajados y seguros es sabiendo quiénes somos. Nimia te |*«•11¡■.i■. un
traje que no hayas IiuhI<> con anterioridad; si tienes qu< cstai nrn
glándote continuamente la ropa -estirándote la laida o .subiéndole un
tirante— no podrás concentrarte y funcionar. Si compras uu.i prenda
nueva, pruébatela antes deponértela en una ocasión importante. Nun
ca cambies drásticamente de peinado o maquillaje poco antes de en
contrarte con alguien que no te conoce. Si quieres cambiar de muren,
hazlo con calma y de forma paulatina, para irte acostumbrando poco a
poco.
Si tu tocador está atestado de objetos y tu armario ropero desoí de
nado, es lógico que te pongas nerviosa y te irrites mientras tratas de
arreglarte para acudir a una importante reunión.
Para alcanzar un orden interior, empieza por ordenar tus armat ios
y cajones.
Si llevas el pelo sucio, te huele el aliento o tu maquillaje se lia con i
do; si la laca de las uñas se ha desportillado o tu desodorante te lia
abandonado, te sentirás violenta y evitarás acercarte a la gente, dando
a los demás una mala impresión. El aplomo va unido a una buena pi e
sencia. Las mujeres conocidas por su sentido del estilo y aplomo van
siempre perfectamente arregladas.
El aplomo es algo que solemos olvidar cuando tratamos de pre
sentar nuestro auténtico aspecto. ¿Que por qué es tan importante el
aplomo? Pues porque cuando no estamos obsesionadas con nosotras
mismas y nuestros defectos, nuestra sonrisa es más abierta, nuestra
risa más espontánea y nos mostramos más simpáticas y encantadoras.
La seguridad exterior es un reflejo de la seguridad interior. Los
momentos que dedicamos a meditar tranquilamente para alimentar
nuestra seguridad interior deberían formar parte esencial de los cuida­
dos personales cotidianos de toda mujer. La confianza en sí misma
sólo cuesta tiempo y ganas de agradar.
Cuando nos sentimos a gusto con nosotras mismas, nos sentimos a
gusto con el resto del mundo.
Siempre ocurre algo
S iem pre ocurre algo.
R o SI'.ANNF. R o s ia n n a d a n n a (G il d a R a d n e r )

( C ie r t o . A veces no pasa de ser un leve contratiempo. Otras nos deja


destrozadas. Pero siempre ocurre algo. Así es la vida.
Cuando Gilda Radner dejó el programa Saturday N ight L iv e ,
donde creó unos inolvidables y divertidos personajes femeninos
Roseanne Roseannadanna, Emily Litella— , se propuso crear una
vida personal. Durante años había sido una adicta al trabajo, con el
que había alcanzado gran éxito, mientras la vida pasaba de largo. Al
enamorarse de Gene Wilder se dio cuenta del placer que supone redu­
cir la marcha. Cuando contrajeron matrimonio, en 1984, Gilda deci­
dió cumplir su sueño de convertirse en escritora. Como aguda obser­
vadora y conocedora del material, empezó a escribir un libro llamado
Portraits o f t h e Artist as a H ousew ife, una serie de historias, poemas y
apuntes elogiando la vida doméstica y el humor que hay inherente en
hornos que no funcionan y fontaneros. Seguro que habría sido diver­
tidísimo.
Pero la vida le jugó una mala pasada y los médicos le diagnostica­
ron un cáncer ovárico, lo cual hizo que escribiera un libro más amar­
go y dramático, I t ’s Always Something, unas memorias decididamente
irreverentes y conmovedoras. Al igual que otras mujeres que tratan de
combatir esa terrible enfermedad, Gilda se lamentó de «haber perdido
la alegría, la felicidad, el entusiasmo por la vida». El día antes de que
los médicos le diagnosticaran su enfermedad, la vida se extendía ante
ella, luminosa en sus ilimitadas posibilidades. El momento en que le
comunicaron que padecía cáncer, las dimensiones de la vida se reduje­
ron a plazos de veinticuatro horas.
En un conmovedor ensayo contenido en el libro Minding the
Body: Women Writers on Body an d Soul, Judith Hooper nos reprocha:
«Las mujeres solemos pensar que la vida real significa acondicionar
una sala de música en el sótano, pero no es así. La vida real es el cáncer.
Cuando aceptas el cáncer es como si unos nuevos sistemas dentro de tu
organismo se pusieran automáticamente en marcha, como las mascari­
llas de oxígeno y los sistemas de flotación que caen automáticamente
sobre tu regazo en un 747 durante una emergencia. Cuando caminas
por la tierra sabiendo que te queda poco tiempo, cada día del calenda
rio constituye un amigo querido junto al que permaneces durante bre­
ve tiempo.»
Dicho de otro modo, empiezas a vivir.
¿Por qué tenemos que descubrir un bulto en un pecho para que
eso ocurra? ¿Acaso lo sabes? Yo no. Pero conozco a una mujer admi­
rable que durante muchos años participó en diversas actividades en la
escuela de sus hijos, en parte porque después de haber dedicado una
generosa porción de su tiempo personal, nadie se ofreció para susti­
tuirla. Las horas que destinó a ello equivalían a un segundo trabajo de
dedicación completa pero sin sueldo. Cuando descubrió que padecía
un cáncer de mama, confesó a una amiga que, curiosamente, se sentía
aliviada. El cáncer significaba que podía empezar a decir «no», a im­
poner límites y a dejar su puesto en el comité de la escuela sin sentir
remordimientos. Ahora podía reanudar su vida personal. Al fin y al
cabo, nadie espera que una mujer que lucha contra un cáncer haga otra
cosa que ocuparse de ella misma. Por supuesto, tenía razón.
Cuando me relataron esa historia, sentí deseos de gritar y llorar:
era terrible y conmovedora. Sí, siempre ocurre algo. Pero no siempre
lleva grabad o tu nom bre. Rezo y confío en que jamás descubramos
que tenemos un bulto en el pecho, pero al mismo tiempo rezo y con­
fío en que no volvamos a dilapidar o regalar otro valioso día por el
motivo que sea.
Y si has descubierto que tienes un bulto sospechoso, confío en que
alcances la plenitud y la vejez con alegría, paz y gracia, regalándonos
durante muchos años tu sabiduría.
Todas te lo agradeceremos.
12 1)1', O C TIJBRK

Una historia de dos tiempos


Fueron los m ejores tiem pos, fu ero n los p eores tiem pos.
C h a r l e s D ic k e n s

A ■
x 1 tiempo.
Andando el tiempo.
A su tiempo.
De tiempo en tiempo.
Correr el tiempo.
Dar tiempo al tiempo.
Desde los albores del tiempo, hemos tratado de comprender su
naturaleza. ¿Por qué? Para controlarlo. Pero el tiempo constituye un
misterio sagrado, un extravagante regalo destinado a ser experimenta­
do, no comprendido. Y menos aún controlado. ¿Por qué crees que
vivimos casi siempre a un ritmo frenético?
A las mujeres nos cuesta apreciar el misterio del tiempo debido a
que tenemos siempre muy poco. Aunque todas disponemos de veinti­
cuatro horas cada día, apenas nos cunden. El tiempo nos infunde,
sobre todo, angustia, pues siempre andamos obsesionadas con el reloj.
Da lo mismo que sea la hora de G reenw ich, el horario de verano, la
hora oficial. Lo importante es que nunca tenemos suficiente tiempo.
Lo cual explica por qué la mayoría de mujeres que conozco van siem­
pre corriendo de un lado a otro.
Durante siglos aquellos que disponían de tiempo — los santos, los
poetas, los místicos, los maestros, los sabios y los filósofos— , han
meditado sobre el enigma del tiempo. Han descubierto su dualidad:
tal como explica el escultor y poeta Henry van Dyke: «El tiempo es/
demasiado lento para quienes aguardan / demasiado rápido para quie­
nes temen / demasiado largo para quienes sufren / demasiado corto
para quienes gozan...» La lentitud y la rapidez son las realidades para­
lelas del tiempo, el yin y el yang de la existencia.
A fin de experimentar cierta serenidad durante los días de nuestra
vida, debemos descubrir la doble naturaleza del tiempo, que los anti­
guos griegos llamaban «Chronos» y «Kairos».
C hronos representa relojes, fechas límite, calendarios,, agendas,
gráficos, horarios, «buscas», despertadores. Chronos es el aspecto
negativo del tiempo. Chronos nos persigue. Chronos es el delirio de
grandeza. ( ’lironos es dit igit I.i inar.it(>n de los nh trines con tacón alto.
E n C h ron o s pensamos solo en nosotros mismos. Cllironos es el tiein
po del mundo.
Kairos significa lo trascendente, la infinidad, la reverencia, la ale
gría, la pasión, el amor, lo sagrado. Kairos es tener intimidad con lo
real. Kairos es el aspecto positivo del tiempo. Kairos es libertad. En
Kairos huimos de las mazmorras de nuestro yo. Kairos es bailar un
vals de Schubert en la Viena del siglo XIX con tu alma gemela. Kairos
es el tiempo del Espíritu.
Existimos en Chronos. Ansiamos hallarnos en Kairos. Ésa es
nuestra dualidad. Chronos requiere velocidad para no malgastarlo.
Kairos necesita espacio para ser saboreado. H acem os en Chronos. En
Kairos podemos ser.
Aunque creamos que no conocemos Kairos, no es cierto: lo cono­
cemos cuando hacemos el amor, cuando meditamos o rezamos, cuan­
do escuchamos embelesadas una música o estamos enfrascadas en un
libro, cuando plantamos bulbos o arrancamos hierbajos, cuando vela­
mos junto a la cabecera de un niño, cuando leemos los cómics del
domingo en la cama con nuestros hijos, cuando admiramos una pues­
ta de sol, cuando gozamos de nuestras pasiones. En Kairos conocemos
la alegría, vislumbramos la belleza, recordamos lo que significa estar
vivas, conectamos de nuevo con nuestra Divinidad.
¿Cómo podemos sustituir Chronos por Kairos?
Disminuyendo el ritmo de nuestra vida.
Concentrándonos en una sola cosa a la vez.
Haciendo lo que debemos hacer como si fuera lo más importante
en aquel momento.
Fingiendo que disponemos de todo el tiempo del mundo, a fin de
que nuestro subconsciente lo asimile y convierta en realidad.
Concediéndonos el tiempo preciso.
Tomándonos el tiempo necesario.
Sólo lleva un momento cruzar la distancia que separa Chronos de
Kairos, pero se requiere un m om ento. Lo único que pide Kairos es
que nos detengamos unos instantes para oír la música de las esferas.
Hoy, incorpórate al baile.
Ahora estás en Kairos.
Absolutamente fabuloso
I rrigo una p eq u eñ a som bra qu e m e acom p añ a a todas
p artes, p ero p or m ás q u e m e esfuerzo no alcan zo a com pren ­
d er su utilidad.
R o b e r t L o u is Ste v e n so n

D urante muchos años he tenido problemas para identificar, imagi­


nar y personalizar mi «sombra», el nombre que dio Cari Jung a nues­
tro yo oscuro que reside dentro de nosotros. Jung creía que nuestra
sombra era la combinación de todas las emociones vergonzosas,
impulsos crueles y aspectos negativos de nuestra personalidad, los
cuales tratamos de sepultar para mostrar un rostro aceptable al mun­
do. Piensa en el loco o la loca que su familia mantiene encerrado / a en
una torre en las novelas góticas, o en el doctor Jekyll y Mr. Hyde de
Robert Louis Stevenson.
Desgraciadamente, no saber es precisamente lo que nos duele, so­
bre todo cuando tratamos de sublimar nuestra sombra. En Guilt Is the
Teacher, L ov e Is the Lesson, Joan Borysenko describe la fermentación
de nuestro «doble fantasmal» como «excitándose más y más dentro de
nosotros, configurando nuestros actos sin que sepamos que están ahí»,
hasta que se expresan «súbita y violentamente por medio de un acci­
dente, un acto impulsivo, una enfermedad, un error de juicio... Dicho
de otro modo, una sombra no explorada nos deja en la inopia, asaltadas
por extraños impulsos e incapaces de cambiar».
Para ser sincera, aunque comprendo el concepto jungiano de la
sombra, no sentía el menor deseo de conocer mejor a la mía. Pero otra
lección de la vida me abrió los ojos. Lo que descubrí me chocó, pero
no hizo que me pusiera a gritar de terror. Más bien me hizo reír.
¿Has visto algún episodio de la divertida serie televisiva británica
llamada Absolutely Fabuloust Viene a ser el Fawlty Towers del mundo
de la moda y gira en torno a dos extravagantes cuarentonas — Edina y
Patsy— cuyo único valor social que las redime es su mutua lealtad.
Edina — conocida como «Edie» por sus íntimos— es una publicista de
moda, gordita y atolondrada, cuya mayor ambición es «ir siempre a la
última». Tiene dos ex maridos, una hija adolescente y sensata que no
aprueba la conducta de su madre, y una madre que no comprende por
qué le ha salido una hija así. No existe una tendencia de la Nueva Era
que lidie no haya experimentado en un vano intento de hallai el cami
no de la verdad, incluyendo cárnicos, irrigaciones del colon y camara.s
de aislamiento. Patsy es una editora de moda anoréxiea, alcohólica y
ninfómana, rubia, peinada aparatosamente a lo Ivana Trump, su ídolo.
Edie nunca ha visto nada excepto alucinaciones de diseño; Patsy lleva
siempre un cigarrillo colgado de sus labios rojo vivo o una copa de
champán en la mano. Para Edie y Patsy, todo el mundo es «tesoro»,
«cielo» o «bonita mía»; cualquier hecho agradable es «absolutamente
fabuloso», incluyendo la opinión que tienen una de la otra.
Son unas mujeres vacías, vanidosas y egoístas. Rematadamente es
tupidas. Divertidísimas. Desde luego no son mujeres modélicas, pero
tienen los defectos, de nuestras sombras.
La primera vez que vi a Edie y a Patsy retozando por Londres, me
caí del sofá llorando de risa. Edie es mi gemela perversa, mi sombra.
La reconocí inmediatamente. Edie es un auténtico desastre. Pero la
quiero pese a sus defectos o quizá debido a ellos.
Sospecho que hay muchas mujeres que se identifican en parte con
Edie y Patsy. O Thelma y Louise. Todas esas mujeres han perdido el
control. Pero nosotras no podemos permitírnoslo; hay personas que
dependen de nosotras, tenemos un trabajo que realizar. Pero si pudié­
ramos sacudirnos de encima todas las responsabilidades e inhibiciones
durante medio día, quizá nos pareceríamos a una de esas muñecas. Y
aunque es divertido, no resulta atractivo. No obstante, cuando estoy
estresada, me relajo con un vaso de vino y mirando un vídeo de A bso-
lutely Fabulous. Siempre regreso a la vida real sonriendo y, curiosa­
mente, renovada. Edie se funde en la oscuridad, tras haberme entrete­
nido durante un rato, y yo regreso a mis tareas de escribir, acompañar
a mi hija a algún sitio o preparar rosb if y puré de patatas para la cena.
Nuestras sombras sólo son temibles cuando tratamos de reprimir­
las, cuando nos negamos a concederles el reconocimiento que mere­
cen. En su libro Women Wbo Run with the Wolves, Clarissa Pinkola
Estes nos aconseja «abrir un poco la puerta al reino de las sombras y
dejar salir, de uno en uno, a algunos elementos, para familiarizarnos
con ellos y hallarles alguna aplicación...», a fin de «reducir el riesgo de
vernos sorprendidas por los inesperados ataques y súbitos estallidos
de nuestra sombra», la cual se comporta «como una vela romana que
se ha vuelto loca».
Edie, quien se automedica con alcohol, cigarrillos, drogas, expedi­
ciones a las tiendas y sexo para ocultar su dolor, abraza ciegamente
cualquier tendencia o filosofía de la Nueva Era destinada a ayudarte a
descubrir tu yo auténtico, porque teme seguir los dictados de su cora­
zón. Se obsesiona con su aspecto para evitar profundizar en su inte­
rior; es esclava de la moda porque no se fía de su intuición. Pero tal
t o m o no* asegura I. i iloUni.i I '.ir'., I.i sombra -puede conleuci unos
aspectos divinos, sensuales, líennosos y potentes de I.i peí son.ilul.ul
tales co m o «la mujer e.ipa/ de habla i bien de sí misma sin necesidad de
denigrarse, que sabe enfrentarse a su propio yo sin miedo, que se afa­
na en perfeccionar su arte».
El arte de Edie, al igual que el nuestro, consiste en descubrir su
autenticidad. Pero en nuestra búsqueda, bonita mía, no debemos hacer
caso omiso de lo que la doctora Estes llama «los aspectos arrincona­
dos, devaluados del alma y el ser», aunque nos hagan sentir incómo­
das. Sobre todo — bonita mía— si deseamos que nuestra vida sea rica,
intensa y absolutamente fabulosa.
Un besito, tesoro.

14 D E O CTU BR E

El Fin último de toda ambición


E l Fin últim o de toda am bición es ser fe liz en nuestra casa.
Sa m u e l J o h n s o n

T «¿a sabiduría que contiene esta frase merece que reflexionemos so­
bre ella durante el resto de nuestras vidas; probablemente es la razón
por la que el doctor Johnson conquistó su eterno descanso junto a los
«Inmortales» en la abadía de Westminster.
¿Por qué trabajas tanto? Para ser feliz en casa. Pero si nunca estás
en casa — ni mental, física ni espiritualmente— porque siempre estás
trabajando. ¿Así que por qué trabajas tanto? Para ser feliz en casa.
Esto no es un koan zen. La vida es una paradoja, sí, pero no es
necesario que nos la compliquemos más de lo que es. Hace diez meses
que emprendimos este camino, pero si crees estar a punto de compren­
der ese enigma, significa que nos llevas una gran ventaja a las demás.
Retén este pensamiento: «el Fin último de toda ambición es ser
feliz en nuestra casa». Graba esta verdad en tu conciencia. Grábala
profundamente, de modo que aunque funciones según tu propia ver­
sión del piloto automático, te dirijas directamente a casa. Escríbela en
la palma de la mano; mírala tres veces al día. Pronúnciala en voz baja
antes de asistir a una reunión para revisar el presupuesto que comien­
za media hora .mies d e ( j u c leudas <|uc n .1 u ' i o ^ i .1 l os n i ñ o s ; .mle.s d e
acceder a llevar .t eenai .1 unos clientes extranjeros el día de tu .mivei
sario; antes de contestar laxes el domingo o dejai recados grabados e n
el contestador a medianoche.
¿Cuál es el Fin último de toda ambición?
Ya lo sabes. Inscríbelo en tu corazón. Bórdalo en un cojín. Dilo en
voz alta cuando te levantes y antes de retirarte. Conviértelo en tu
m antra, esa frase personal que hace que todas las cosas adquieran sen
tido. Hacerlo te ayudará a recordar que la mayor aventura de nuestra
vida es hallar el camino de regreso a casa.

15 DE O CTU BRE

La calidad de la jornada
E l arte m ás su blim e es lograr influir en la ca lid ad de la
jorn ad a.
H e n r y D a v id T h o r e a u

S a b e m o s que existen muchos aspectos de la vida real en los que


nuestra opinión no tiene el menor peso. A veces, no obstante nuestros
esfuerzos y pensamientos positivos, la salud, la fortuna y/o la tranqui­
lidad nos rehúyen. Pero lo que sí podemos controlar es la calidad de
nuestras jornadas. Incluso cuando estamos disgustados, tristes, preo­
cupados, deprimidos o agobiados por las circunstancias, la forma en
que saludamos, afrontamos y completamos cada día depende única y
exclusivamente de nosotras.
No nos gusta oírlo. Lógicamente, cuando estamos enfermas, preo­
cupadas, deprimidas o estresadas, la calidad de la jornada nos tiene sin
cuidado. Pero desear que el día termine también es una elección crea­
tiva, si bien no deliberada.
Los artistas de lo cotidiano son unos maestros a la hora de elevar
lo simple a la categoría de sagrado. Puedes utilizar lo que tengas a
mano — una comida, una conversación, una broma, el afecto— para
crear un ambiente de alegría y bienestar, dar un toque positivo, si no
en la calidad general de la jornada, al menos sobre algunos momentos
clave. Hace tiempo que vengo realizando un experimento secreto con
I.i vida, un nos ici (iiiiiciiil.i Thoir.m . C u (.•11.i vci lusia «111«• pimío
podía n 111ii 11 cu la calidad de la joi m.ul.i. I )c modo que l.is primeras
palabras que pronuncio poi la manan.i son: ■<( iradas poi concederme
este mai avilioso día.
I le .i<|ui mis hallazgos iniciales, aunque sé que no te gustarán. A mí
tampoco me gustaron.

• Todos los días son maravillosos en proporción directa con la


energía creativa que inviertas en ellos. Si no inviertes nada, no
consigues nada.
• Incluso los días más nefastos ofrecen algo positivo. A veces sólo
necesitas detenerte un momento para ajustar tu percepción de la
tarde y avanzar alegremente hacia la noche.
• El tiempo no parece incidir en el experimento. Los días grises,
fríos y lluviosos que pasamos en un despacho son tan suscepti­
bles a la cálida influencia del entusiasmo como los días soleados
que pasamos tumbadas en una hamaca bebiendo sangría.
• Los días que estás convencida de que van a ser estupendos sue­
len serlo con mayor frecuencia que los días que saludas con un
bufido.
• Los resultados de este experimento indican que no importa si hacd
un día bueno o malo. Lo importante es lo que hagamos con él. í

Ya lo sabíamos.

16 DE O CTU BRE

Ceremonias para días corrientes


¿ C óm o, si no es a través d e la costum bre y la cerem onia,
nacen la inocencia y la b elle z a f
W. B. Y eats

T j a ceremonia y la costumbre producen belleza, restaurando una


sensación de asombro a nuestra vida cotidiana. La mayoría de noso­
tras nos hemos vuelto insensibles a muchas cosas. Lo hemos visto
todo. Nada nos sorprende.
Y ése c‘s nuestro problema. Sólo creemos que lo liemos visto linio,
Pero 110 acertamos a vei la abundancia que nos rodea, la helle/a que
envuelve la riqueza de cada día.
La mejor forma de renovar nuestro sentido de lo sagrado es a tía
vés de unos rituales personales. Tengo un librito al que quiero mucho,
titulado Cerem onials o f C om m on Days, escrito en 1923 por Abbie
Graham.
Lo hallé languideciendo en una oscura y polvorienta librería de
libros usados y lo compré por un dólar. Mi oráculo impreso a mano,
con sus tapas negras estampadas con flores silvestres verdes y amari
lias, reposa sobre mi mesa de trabajo. Las letras doradas del lomo me
recuerdan que sólo somos capaces de fijarnos en los pequeños detalles
si nos detenemos para observar a nuestro alrededor. Nada es demasia­
do insignificante a los ojos de nuestro yo auténtico. Nada es indigno
de ser observado.
Hay numerosas fiestas a lo largo del año (holiday, que en inglés
significa «fiesta», proviene de la vieja palabra inglesa «holy day», o
«día sagrado»), las cuales caen precisamente en las fechas en que nece­
sitamos animarnos. Respondemos a ellas como si vinieran amigos y
parientes a casa, sacando nuestra mejor vajilla y cristalería, nuestro
mantel más bonito, flores y velas.
La mayor parte de nuestra vida discurre a través de días corrientes,
a los que no damos importancia, al igual que las personas que quere­
mos. Sin embargo existen multitud de ocasiones durante el curso de
un día que debemos celebrar y consagrar.
Una liturgia de momentos corrientes en los cuales incluir nuestros
ritos personales, como la primera taza de café; arreglarnos; comer en
nuestra mesa de trabajo; mirar escaparates; adquirir una cosa que hace
tiempo que queríamos comprar; regresar a casa por la tarde; ponernos
unas prendas cómodas; escuchar el sonido de los pasos de nuestros
seres queridos; sentarnos para saborear una cena sencilla; cobrar la
nómina; hacer un viaje de negocios; compartir una sonrisa o una con­
fidencia, o ambas cosas; soñar en un día lluvioso; instalarnos cómoda­
mente en el sofá para ver una película; despertarnos tarde y desayunar­
en la cama; empezar un buen libro; perder cinco kilos; llorar, y acos­
tarnos.
Abundan las ocasiones en que podemos transformar un momento
cotidiano en una ceremonia o rito personal, sólo es cuestión de utilizar
la imaginación.
«Crear un día requirió una noche y una mañana, al menos crear el
primer día. Pero eso ocurrió cuando el mundo era nuevo y sólo existía
en él la luz y la oscuridad, el día y la noche, y Dios — nos recuerda
Abbie Graham— . Desde esa época profundamente creativa el mundo
se 11.1 vuelto Ahora, l i l i clíil s e c o m p o n e d e timbrazos,
i n. t s c o m p i l e , t i l o .
silludos, corniles, reuniones, d i n e r o , periódico*, personas
relojes,
hambrientas, personas cansadas, almuerzos de n a lu j o , teléfonos,
barullo, gritos y gente que c amina apresuradamente. Todas esas cosas,
y muchas más, es l o que conforma un día, aparte de una noche y una
mañana.
»Es posible que esos ingredientes sean necesarios para componer
un día; pero cuando observo la ceremonia de la noche y la mañana, no
me parece el motivo por el cual se separaran la luz y la oscuridad y se
crearan la noche y el día. Al margen de mi filosofía personal, yo tam­
bién tengo que trabajar y ganar el suficiente dinero para pagar mi cuo­
ta de timbres, silbatos, trenes, almuerzos de trabajo y el privilegio de
andar siempre corriendo.
»Pero cuando admiro las estrellas por la noche y por la mañana
abro mi ventana y contemplo el este, observo la ceremonia del sosiego
del corazón, del encanto de la vida simple, de la fuerza del espíritu y
confío evitar que mi alma y las almas de las personas que quiero que­
den atrapadas en el aparato de la jornada.»

17 D E O CTU BRE

La costumbre de ser
Tantos m undos, tantas cosas p o r hacer.
Se h ace m uy poco, qu ed an m uchas cosas p o r realizar.
A lfred , lo rd T en n yso n

D u r a n t e su vida (1925-1964), ni la cámara fotográfica ni los críticos


fueron muy amables con Flannery O ’Connor. Era tan poco fotogéni­
ca como brusca y decidida. El implacable objetivo de la cámara no
podía captar la inteligencia, pasión, imaginación, exuberancia, humor
y gracia que su familia y amigos conocían y amaban. Durante buena
parte de su madurez, la cámara sólo acertó a plasmar un cuerpo y un
rostro desfigurados por la enfermedad. Sus críticos no apreciaban su
fino sentido de lo grotesco — una especialidad de las personas del
Sur— con toda su sátira, humor negro y patetismo, ni su obsesión con
la religión. Flannery O ’Connor era una cartógrafa del alma humana, y
sus secas e hirientes palabras dan expresión .1 los anhelos ile los parias
y los marginados. Los personajes de sus novelas y relatos cortos son
gentes desvalidas, con graves defectos físicos y psíquicos, que buscan
la redención aunque no sean conscientes de ello.
La redención era un tema recurrente en la obra de Flannery y el
hilo conductor de su vida. «Algunos debemos pagar constantemente
por nuestra fe e imaginar, con grandes esfuerzos, qué sería de nuestra
vida sin ella — escribió Flannery— , y en última instancia, si eso sería
posible.» Sus paisajes rurales de Georgia, así como el lupus que con­
trajo a los veinticinco años (la enfermedad que mató a su padre cuan­
do Flannery era una niña), contribuyeron a provocar en ella una pro­
funda sensación de soledad, pues era incapaz de cuidar de sí misma y
vivió, hasta que murió a los treinta y nueve años, con su madre.
El rasgo más destacado que sus amigas recuerdan de Flannery era
su afán de respetar y saborear cada día el don de vivir. Su mejor amiga
(y editora de sus cartas), Sally Fitzgerald, lo llama «la costumbre de
ser», unas profundas ansias de vivir que animaban su vida cotidiana.
La pasión que sentía Flannery por la vida, afirma Sally Fitzgerald,
estaba «enraizada en su talento y las posibilidades de su trabajo, que
según ella la recompensaba por todas sus desgracias y le ofrecía la
oportunidad de ejercer su talento creativo hasta un extremo que
la mayoría de nosotras ni siquiera soñamos con alcanzar». Sus maña­
nas, que reservaba para escribir, eran sagradas, pero el resto del día lo
dedicaba a ser Flannery.
La costumbre de ser — de gozar del momento presente^— es un
concepto exquisito, el cual podría enriquecer nuestra vida hasta unos
extremos incalculables. Ya se sabe que el hombre es un animal de cos­
tumbres, pero por lo general practicamos costumbres de hacer, levan­
tarnos, preparar el desayuno, vestir a los niños y marcharnos a traba­
jar. También existe la costum bre de cavilar, proyectar el futuro,
meditar sobre el pasado, realizar interminables cálculos mentales
sobre el dinero, lamentarnos de lo que no hemos hecho, imaginar lo
que hubiera podido ser, rumiar sobre los problemas del trabajo, pre­
ver lo peor. La costumbre de cavilar está enraizada en el pasado o en el
futuro, y puede robarle la armonía, belleza y alegría al momento pre­
sente.
¿Pero, y si, en cuanto conservadores de nuestra dicha y satisfac­
ción, decidiéramos cultivar la costumbre de ser, como uno de los ele­
mentos más edificantes de nuestra búsqueda personal? La costumbre
de ser entraña apreciar y mostrarnos agradecidas por todo cuanto nos
rodea, al margen de nuestras circunstancias. ¿Por qué no buscas a lo
largo del día los simples placeres que sirven para hacer nuestra jorna­
da más llevadera?
H .u m e ry ( ) ' ( ouiioi olreeio i ' c n c i o s . i i i i c i i K este c t 1 1 » .1 1 1 1 1 . 1

joven 11ni' c m p ( ili.i .1 l i . u e i m is pinitos ionio e s c r i t o r . 1 " ¿ N o sena


mcjoi ip ir descubi iei ,is mi M)’,nil u .iilo en lo que escribes en lugar de
imponci u n o ? N.nl.i <l< lo que esei ibas eareeer.í de significado porque
el significado se 11.11la dentro de ti. Yo ereo que esa pasión por descu­
brir el significado de las cosas es aplicable a la vida cotidiana. Una vez
que comiences .1 cultivar la costumbre de ser, nada de cuanto te rodea
carecerá de significado, pues descubrirás que el significado está dentro
de ti.

18 DE O CTU BR E

Lección de una pérdida irreparable


Pérdida en cuanto musa. Pérdida en cuanto carácter. Pér­
dida en cuanto vida.
A n n a Q u in d l e n

JE rra un lunes, otro día de mucho ajetreo para Nancy, Cheryl, Vale-
rie, Kathleen, Gilda, Elizabeth y Patricia. Se trataba simplemente de
otro viaje de negocios, otra pirueta sobre el trapecio. Besaron a sus
hijos y los enviaron a la escuela; dejaron a los más pequeños con las
«canguros»; recordaron a sus maridos asistir a los entrenamientos de
fútbol, que el guisado estaba en el frigorífico, que tenían que recoger
la colada. Su jornada fue irritante o agradable, fructífera o decepcio­
nante, qué importa. Al final de la misma, quizá tuvieran oportunidad
de comprar alguna chuchería en la tienda del aeropuerto antes de co­
ger el vuelo 4148 de la compañía American Eagle para Chicago. Tras
una breve escala, aterrizarían en el aeropuerto O ’Hare, cogerían un
taxi y regresarían a casa, donde las esperaban sus seres queridos, ansio­
sos de relatarles los pormenores del día.
Pero en lugar de lo previsto hubo unos boletines de noticias alar­
mantes, llamadas telefónicas, desconcierto, incredulidad, angustia,
dolor, corazones rotos, sueños destrozados. Nancy (cuarenta y ocho
años), Cheryl (cuarenta y cuatro), Valerie (cuarenta y cuatro), Kath­
leen (cuarenta y siete), Gilda (cuarenta y tres), Elizabeth (treinta y sie­
te) y Patricia (cuarenta y dos) no consiguieron regresar a casa. Cuando
el avión en el que vi.ij.il>.m inició el descenso, ocui iió lo inconcebible
Las siete mujeres perecieron en un tráfico accidente, junto con otros
sesenta y un pasajeros. En sus últimos momentos, ¿se dieron cuenta
de que iban a morir? ¿Cuáles fueron sus últimos pensamientos?
Seguro que no pensaron en el acuerdo comercial que habían alean
zado o perdido ni en el trajín de la jornada. No, sus pensamientos sin
duda fueron reales. Quizá los rostros de sus seres queridos mitigaron
el terror que experimentaron en aquellos momentos. Quizá no tuvie
ron tiempo de lamentarse ni arrepentirse de nada. Confío sinceramen­
te en que así fuera.
Si estamos vivas, no podemos evitar sufrir una pérdida irreparable
o una desgracia. Las desgracias forman parte de la vida real. «¿Has
pensado alguna vez, cuando ocurre una tragedia: “Hace un momento
todo era distinto, Dios mío, no permitas que ocurra ahora”? — nos
pregunta la novelista inglesa Mary Stewart— . Luego tratas de rehacer
aquel instante, pero sabes que no puedes. De modo que tratas de rete­
ner el momento sin dejar que se mueva ni se asome.»
Hoy puede ser un día duro para ti. Quizá no quieras que el próxi­
mo momento se revele, mostrando los entresijos del misterio de la
vida. Pero al menos lo tienes. Todavía estás viva. Tienes la oportuni­
dad de vivir hoy, este precioso día, según tus deseos.
No lo malgastes. Por el amor de todo lo sagrado, redime esta ho­
ra. Sujétala con fuerza. Abrázala. Ante todo, muéstrate agradecida de
poseerla. Deja que tu oración de gracias se eleve sobre el clamor de la
decepción, las frustraciones, los errores, todo lo que no ha ocurrido
todavía.
Y si hoy es un día tan horrendo que no te apetece dar las gracias
por este don, si no hallas un solo momento agradable, un placer que
saborear, una amiga a quien llamar, una persona a quien amar, algo
que compartir, una sonrisa que ofrecer; si la vida te resulta tan difí­
cil que no quieres molestarte en vivirla intensamente, no vivas este día
pensando en ti.
Piensa en Nancy, Cheryl, Valerie, Kathleen, Gilda, Elizabeth y
Patricia.
\ < Cumplidos
Hoy en día todos somos tan pobres que lo único que pode­
mos permitirnos regalar es un cumplido.
O sc a r W il d e

T
JL odas las mujeres necesitamos más cumplidos en nuestras vidas.
Debemos dedicar más cumplidos a nuestras familias, amigos y extra­
ños. Necesitamos oír más cumplidos, aunque tengamos que piropear­
nos nosotras mismas. Pero ante todo, necesitamos sentir el calor de un
cumplido sincero.
En el fondo de nuestro corazón, la mayoría de nosotras creemos
que nos merecemos más cumplidos de los que recibimos. Pero quizás
una de las razones por las que no recibamos tantos cumplidos como
quisiéramos, es que cada vez que nos dedican uno lo devolvrnuv. ,il
que nos lo envía.
«¿Esta baratija?»
«La compré en las rebajas.»
«La encontré en unos encantes.»
«¿De veras té gusta?»
«Pero si no vale nada.»
Recuerda, si devolvemos las cosas agradables que nos ofrece la
vida o no estamos dispuestas a recibirlas, llegará un momento en que
la gente dejará de ocuparse de nosotras. Lo cual sería más que lógico.
A nadie le gustan los ingratos, y eso es lo que somos cuando rechaza­
mos un cumplido.
Resulta interesante que la primera definición que leemos en el dic­
cionario de un cumplido es «una expresión de estima». Quizá tenga­
mos problemas en aceptar cumplidos porque en el fondo creemos que
no los merecemos. Si no estamos dispuestas a aceptar un elogio, es
porque nuestra autoestima empieza a tambalearse.
Hoy, procura mostrarte receptiva. Empieza por imaginar que eres
guapa, atractiva, absolutamente fabulosa. Pide al Espíritu que te reve­
le lo maravillosa y brillante que eres. Cada vez que alguien te haga un
cumplido, acéptalo como si un ángel te hubiera susurrado un elogio
procedente del Espíritu. Sonríe y di: «Gracias. Eres muy amable.» Sé
más generosa con los cumplidos que dedicas a los demás. Todos
somos frágiles, especialmente cuando queremos aparentar lo contra-
rio. Un cumplido sincero puede íltr.ives.u l.t mas st>1isticMcla de las
máscaias y tranquilizar un alma atribulada. I a mujei que uves ijiic no
desea oír cumplidos probablemente es quien más los necesita.
Procura dedicar al menos un cumplido al día a otro ser luimano, así
como a ti misma. Te sentirás estupendamente, y al cabo de un tiempo
se convertirá en una costumbre. Del mismo modo que las palabras
pueden herir, también pueden sanar.

20 DE O C TU BRE

Quejarse
Tanto si no has pegado ojo como si has dormido, si padeces
jaquecas, ciática, lepra o te ha caído un rayo encima, te rue­
go, por todos los ángeles, que cierres la boca y no contamines
la mañana.
R a l p h W a l d o E m erso n

T
X odas sabemos quejarnos. La mayoría de nosotras dominamos ese
arte en sus múltiples variantes: gemir, gruñir, lloriquear, dar la lata,
protestar, etcétera. Probablemente la única mujer sobre la faz de la tie­
rra que no se comporta de ese modo sea la madre Teresa de Calcuta.
Una de las razones por las que queremos tanto a nuestras amigas
es porque nos permiten quejarnos sabiendo que algún día les devolve­
remos el favor. Pero si las queremos tanto, ¿por qué les damos la taba­
rra con nuestros problemas? Algunas mujeres nos pasamos media vida
lamentándonos. Debemos aprender a controlarnos. Si nos pasamos
todo el tiempo gimiendo y quejándonos la gente acabará aburriéndose
de nosotras; el hecho de que no veas a la persona que está al otro lado
del hilo telefónico no significa que no esté bostezando. Trata de des­
cargar tu hostilidad a través de otros medios: quéjate sobre tus páginas
de diálogo, grita en la ducha, masculla palabrotas mientras caminas
por la calle o ponte a dar alaridos en el coche mientras esperas que el
atasco se resuelva. El Espíritu ya es mayorcito y no se va a escanda­
lizar.
No sugiero que reprimamos nuestros sentimientos negativos. Pero
es absurdo quejarse continuamente por tonterías. Nuestras palabras
son p o d o oNtiN, t.11it 11 i". .1m que pueden cam bial nuestra lealid.ul, l.i
calidad de nuesiros días nuestras no» lies, lil quejarse consi.m tem en
le no nos beneficia ni ,1 nosotras ni .1 las personas ijiie nos rodean. A l
contrario , hace <|ue todo el m undo se sienta peor, lis im portante
aprender a no dar im portancia a lo que 110 la tiene.
Trata de protestar de forma creativa. Barbara Shcr cree «en la efi­
cacia de quejarse al igual que algunas personas creen en la eficacia de la
oración», lis más, nos anima a organizar unas «sesiones para sacudir­
nos de encima lo que nos reconcome». En su libro Wishcraft, Barbara
sugiere que la próxima vez que sientas que estás a punto de estallar
anuncies que necesitas una sesión para sacudirte de encima lo que te
reconcome. Explica a las personas que te rodean que estás loca, ner­
viosa, harta y que no estás dispuesta a seguir soportando esa situación.
Adviérteles que durante los próximos cinco minutos vas a soltar todo
lo que llevas dentro. Diles que no hagan caso y no se lo tomen de for­
ma personal. Luego despáchate a gusto. Te sentirás mucho mejor sin
tener que disculparte ni secarte las lágrimas. Quizás incluso acabes
riéndote a carcajadas.
Hoy, si tienes ganas de quejarte, al menos hazlo de forma creativa.

21 DE O CTU BR E

Comparaciones
D e b o ten er presen te q u e cada v id a sigue su p rop io curso,
q u e lo q u e les ocurra a los d em ás no tiene n ad a q u e v er con­
migo.
M a r jo r ie H o lm es

JL ía s comparaciones son irresistibles, insidiosas, odiosas y a menudo


el medio que empleamos para atormentamos a nosotras mismas.
Hoy, meditemos para evitar envidiar al marido, el tipo, la casa, la
ropa, la carrera y el dinero de la vecina. Por no hablar de sus logros,
títulos, premios, reconocimiento y fama. Generalmente, son los méri­
tos o la suerte de una determinada mujer los que hacen que se dispare
el resorte de nuestra profunda inseguridad; en realidad nos importa un
comino si las demás poseen más cosas que nosotras, sólo nos molesta
cjtic «ella» tenga lo «nu* nosotras no tenemos. A menudo el sujeto de
nuestra hostilidad no es una persona que conocemos, aunque conoce
mos su vida al dedillo porque aparece continuamente en revistas v
periódicos. Aunque disimuladamente, devoramos esas publicaciones
que nos muestran la fabulosa vida que lleva. O quizá se trata de una
amiga (lo siento) a quien no tragas porque no deja de restregarte por la
cara la suerte que tiene de poseer ciertas cosas que tú no posees. Sea
quien sea, es un demonio disfrazado de ángel, porque insistes en
medir tu vida, éxitos, cuenta corriente y méritos personales comparán­
dolos con los suyos.
Lógicamente, no se me ocurriría hacer esas reflexiones sobre la
envidia, los celos y lo que nos atormentamos comparándonos con
otras si no estuviera vagamente familiarizada con ello. (De acuerdo,
íntimamente familiarizada.) Mi poema favorito (y probablemente el
de todos los escritores que existen) es la divertida y perversa oda de
Clive James titulada «The Book of My Enemy Has Been Remain-
dered».
Esto no es positivo. Esto no es edificante. Somos adultas. Debería­
mos estar por encima de estas mezquindades. ¿O no?
En cualquier caso, las comparaciones son muy dolorosas. Minan la
confianza en nosotras mismas. Bloquean nuestra energía creativa.
Impiden nuestro acceso al poder. Agotan nuestra autoestima. Chupan
la fuerza vital de nuestro espíritu. La envidia destruye lo sagrado que
llevamos dentro. En lugar de compararte con otra mujer, ¿por qué no
agarras una correa y te azotas hasta caer sin sentido? Es más fácil reco­
brarse de una bofetada que de los malos tratos psíquicos que nos infli­
gimos nosotras mismas.
La próxima vez que estés tentada a comparar tu vida con la de otra
mujer, párate a pensar unos momentos. Recuérdate una y otra vez que
en el plano espiritual no existe la competencia. Los dones que tu rival
ha recibido también pueden ser tuyos en cuanto estés dispuesta a reci­
bir con el corazón abierto todo lo que la fortuna te tiene reservado.
¿Cuándo ocurrirá eso? Cuando seas capaz de bendecir a la mujer
que maldices secretamente; cuando te alegres de su suerte y sus triun­
fos como si fueran tuyos, pues ello confirma la abundancia de la vida
real.
Transigir
Transigir representa, si no ¡a salsa de la vida, a l m enos su
solidez.
P h y l l is M c G in i .ey

^JL*anto si estás soltera, casada, con hijos o sin ellos, es imposible que
a lo largo de todo el día no te veas obligada a transigir y pactar. Exis­
ten pequeños pactos, como acceder a recoger a los niños al colegio u
ocuparse de ciertas tareas domésticas, y otros de más envergadura
como aquéllos referentes a las condiciones de trabajo o el hecho de
coexistir con adolescentes. Los pactos tolerables los aceptamos
de forma consciente y responsable, sabiendo de antemano a qué ate­
nernos. El otro tipo de pactos — los que muchas de nosotras hacemos
día tras día— son los pactos fuertes, silenciosos. Son fuertes porque
no podemos librarnos de ellos y silenciosos porque son inconscientes
o tácitos.
Transigir es el arte de ceder hasta cierto punto, más allá del cual
corremos el riesgo de salir perjudicadas. El primer paso para llegar a
un pacto aceptable es conocer ese punto, pero eso no es tan sencillo
como parece.
Cuanto más complicada sea la vida, más sencillas deben de ser tus
exigencias. Piensa en lo siguiente: ¿Qué puedes sacar de esta situación?
¿Se trata de algo absolutamente necesario? Si lo es, debes conseguirlo.
No es negociable. Si no lo necesitas para sobrevivir — sea lo que
fuere— , no se trata de una necesidad. Es un deseo. Lamentablemente,
los «deseos» son el valor de cambio de un pacto. Yo quiero eso, tú
quieres lo otro... Esa es la base de un trato. Ten presente que lo que tú
deseas puede constituir una necesidad legítima para otra persona. Los
mejores pactos, al igual que un estilo de vida viable, cubren todas tus
exigencias y algunos de tus deseos.
Si te horroriza, no lo aceptes. Si lo haces a pesar de que te‘horrori­
za, acabarás lamentándolo y despreciando a la mujer que lo aceptó: tú
misma.
Muéstrate afable. Trata de comprender el punto de vista de la otra
persona. Procura ser flexible. Sé tan generosa como puedas sin pasarte.
El pacto debe satisfacer a ambas partes. Confía en tu intuición. Presta
atención a las señales físicas, especialmente tu tripa: no sólo contribuye
a la digestión de los alim entos, sino <|iie te Ayuda a com prendei lo que
te conviene.
Ante todo, sigue el consejo de Janis Joplin: «No te comprometas
tú misma. Eres todo lo que tienes.»

23 DE O CTU BRE

El dinero y el sentido de la vida


E l p ro b lem a d el d in ero nos persigue du ran te toda la vida,
ejercien d o una presión que, en cierto m odo, es tan p od ero sa e
insistente com o cu alqu ier otro p r o b le m a d e la existencia
hum ana. Y en torpece nuestra bú squ ed a espiritual.
Ja c o b N ee d l e m a n

JR^espira hondo. Relájate. Muéstrate abierta. Durante la próxima


semana reflexionaremos sobre el dinero. El amor que nos inspira. O la
angustia cuando nos falta. Nuestra forma de acumularlo, gastarlo,
ahorrarlo, dilapidarlo, ambicionarlo, venerarlo, preocuparnos'por él y
trabajar para conseguirlo. Al igual que el éxito, el dinero es un tema
emocionalmente delicado para la mayoría de las mujeres. Probable­
mente es la relación más complicada que mantenemos, y la que domi­
na nuestra vida si se lo permitimos.
«Nuestra vida es un infierno no porque el dinero sea importante
para nosotros, sino porque no le damos la importancia que merece»,
insiste Jacob Needleman, autor del interesante ensayo M oney an d the
Meaning o f Life. Si el dinero fuera lo más importante para nosotras,
trataríamos de comprender su impacto y hasta qué punto influye en
todos los aspectos de nuestra vida.
En octubre de 1967 Jacob Needleman, un afable profesor de filo­
sofía y religión comparada, entró en una boutique de San Francisco
donde vendían objetos de carácter espiritual. Al ver un hermoso chal
que utilizan los judíos para orar decidió comprarlo. Pero el gerente de
la tienda se negó a aceptar un talón. El profesor, irritado ante esa nega­
tiva, perdió los nervios. No sirvió de nada, pero le hizo pensar en el
papel que el dinero desempeña en nuestras vidas.
«Pensad en nuestra relación con la naturaleza, las ideas, el placer
nos du c el | n o li si ii N eedlem an Pensad en miesl ro se ni ido de I.i
identidad y el a u to in .j<i lo; pensad en dónde vivim o s y las cosas que
nos rodean; pensad i u mu .tros im p ulsos para ayudai a otras personas
o apoyai una causa noble, pensad adonde vamos, co m o viajam os, a
qué personas l i n dentamos, o sim plem ente lo que hacíais ayer, o lo
que haréis mañana o dentro de una hora. El factor dinero está ahí, en
el centro de todo. Pensad en lo que deseáis o soñáis, para estos m o ­
mentos o el ano que viene, o el resto de vuestra vida. Necesitaréis dis­
poner de una determinada cantidad de dinero para conseguirlo.»
Sólo le habría costado al profesor Needleman treinta y cinco dólares
conseguir el chal si hubiera llevado esa cantidad en el bolsillo. Puesto
que no fue así, ese objeto de deseo, un cuarto de siglo más tarde, conti­
núa grabado en su memoria. «Era un chal de seda blanco, precioso, con
unos nudos pequeños y delicados y un fleco largo y suave.» Pero no
pudo comprarlo. Según afirma el profesor Needleman, «estos hechos
tan personales y aparentemente banales, los cuales experimentamos a
diario, nos permiten ver lo que se oculta detrás de nuestra actitud res­
pecto al dinero».
Una de las cosas que a la mayoría de nosotras no se nos ocurre
pensar es lo hipócritas que somos respecto al dinero. Lo deseamos
pero no queremos dar la impresión de desearlo; lo tememos y ambi­
cionamos en igual proporción. El profesor Needleman sostiene que el
dinero es una fuerza que debemos afrontar en estos momentos, a fina­
les del siglo XX, del mismo modo que el sexo era un tema controverti­
do para las generaciones anteriores. En cualquier caso es indiscutible
que el dinero, nos guste o no, constituye la materia prima con la que
construimos nuestras vidas.
Uno de los problemas es que a menudo confundimos nuestros
anhelos espirituales con deseos materiales. Por ejemplo, tu máximo
deseo es alcanzar la serenidad. Supones que la serenidad reside en el
estado de tu cuenta corriente. Y aunque el hecho de poder pagar las
facturas sin agobios — una definición práctica de la serenidad— sue­
le ir acompañado de un sueldo más sustancioso, la capacidad de admi­
nistrar tu dinero requiere invertir más tiempo, energía creativa y emo­
ciones. La redistribución de tu fuerza vital significa restarla de los
segmentos aparentemente «disponibles» de tu vida — el tiempo que
dedicas a tu familia, aficiones, desarrollo espiritual, descanso y ocio—
y trasladarlo a la casilla del trabajo. Más trabajo, más dinero, más
estrés. A más estrés, menos serenidad, independientemente del dinero
que ganes. Al convertirnos en expertos en materia de cantidad en lugar
de calidad, le robamos a nuestra alma la riqueza que nos proporciona
la vida real.
A fin de hallar un equilibrio entre las dos esferas — material y espi-
i ¡tiial Jacob N eedlenun sugiere (|iic tengamos presente el consejo
práctico que encierra el antiguo dicho: «Dad aI Closar lo que es del
César y a D ios lo que es de Dios.»
«El problema que plantea la vida en la cultura contemporánea
puede definirse como un reto para comprender las palabras de J e s ú s
— afirma Needleman— . No es tan sencillo; de hecho, es muy difícil.
Debemos empezar por tratar de comprender en nuestro fuero ínter
no qué pertenece al ámbito trascendental y qué al ámbito material. Y
luego conceder a cada uno lo que le corresponde, ni más ni menos.
En eso consiste ser humano. El significado sólo puede provenir de
esa fuente.»

24 D E O CTU BRE

Preocuparnos por el dinero


La preocupación debería impulsarnos a actuar, no sumir­
nos en la depresión.
K aren H orn ey

P
JL reocuparse del dinero no basta para pagar las facturas. Si bastara,
habría al menos una razón legítima para que nos pasemos la vida pre­
ocupadas por ese tema. En realidad, la preocupación por el dinero
repele, más que atrae, la prosperidad, lo cual es todo lo contrario de lo
que pretendemos. Cuando el subconsciente recibe constantemente
impulsos negativos, duplica lo que se le ordenó que manifestara, como
temor, dolor, angustia.
Pero no te inquietes. Cada pequeño pensamiento que has tenido
no se materializa instantáneamente. A Dios gracias. Los resultados de
nuestras reflexiones pueden tardar años en aparecer en nuestra vida,
pero en general a las mujeres nos va según los pensamientos negativos
o positivos que alimentemos.
He aquí un ejemplo perfecto. Mucha gente cree que la razón por la
que Amy Dacyczyn, la autora del bestseller titulado The Tightwad
Gazette (y una gaceta con este nombre), ganó su primer millón de
dólares, pagó la hipoteca y contrató a unos asesores financieros, se
debe a su parsimoniosa filosofía.
I •. . i* |
iiii i >I m,n mu. ()|i,i explicación, m.is metafísica, podría sci
que .1 Aniy le un ,mu <I dinero. Durante más de una década antes de
lundai la gaceta, »|iie i <mt 111)<>,i su libro, Amy practicó todos los días
su pasión. Su amor por el dinero se caracterizaba — y se caracteriza—
por una celosa frugalidad y un obsesivo afán de ahorrar. Amy es una
mujer que no suelta un penique a menos que se lo arranquen de la
mano. Ahora bien, el amor es la emoción positiva más poderosa que
existe. El amor atrae como un imán. La pasión de Amy por el dinero
se expresaba continuamente a través de su pensamiento. Y cosechó lo
que había sembrado. Al cabo de un tiempo empezó a ganar grandes
cantidades de dinero en concepto de derechos de autor y suscripcio­
nes a su gaceta.
Pensar cada minuto del día en el dinero no es mi forma ideal de
vivir. ¿Pero qué otra cosa puedo hacer si no quiero preocuparme con­
tinuamente por mi situación económica?
En primer lugar, calcula si tienes suficiente dinero para cubrir
todas tus necesidades hoy. En caso afirmativo, deja de preocuparte
inmediatamente por la falta de dinero. Probablemente dispones del
dinero que necesitas para cubrir tus necesidades actuales y aún te so­
bra. No importa si te sobra mucho o poco. Si tienes más dinero del
que necesitas, es suficiente. La próxima vez que empieces a preocupar­
te por lo que no tienes, echa un vistazo a tu alrededor y procura apre­
ciar lo que posees. A medida que esto se convierta en una costumbre
personal, empezarás a sentirte satisfecha del dinero de que dispones en
lugar de preocuparte por él.
La preocupación es una emoción ligada al futuro. La preocupación
constituye una proyección de una situación posible, aunque no nece­
sariamente probable. ¿Tendré suficiente dinero? ¿De dónde lo sacaré?
¿Cuánto tiempo durará?
Mi remedio favorito para dejar de preocuparme por el dinero pro­
viene de Sanaya Román y Duane Packer, los autores de Creating
Money: Keys to Abundance. En lugar de preocuparte, piensa en lo que
harías para crear dinero. Pregúntate: «¿Cómo puedo crear dinero
hoy?» Existe una gran diferencia en la energía que transmites al Uni­
verso cuando te concentras en crear dinero en lugar de necesitarlo; lo
primero atrae el dinero, lo segundo no.»
Si transformas cada «¿qué voy a hacer?» en «¿qué puedo hacer?»,
ello estimulará tu creatividad económica, aportándote una sensación
de serenidad mientras persigues tus objetivos de prosperidad.
«La constante preocupación por el dinero bloquea nuestra energía
creativa y nos impide pensar con claridad — nos recuerdan Román y
Packer— . Cuando tienes poco dinero aprendes muchas lecciones que
más adelante, cuando lo consigas, te ayudarán a administrarlo adecúa-
llám enle. A Iin ile alcan /ai t -.ie nivel, procu ra no e o m p lic.u le l.i viil.i
en m ateria de d inero, gastos, exigencias y necesidades. Im agina »|iie
eres un rosal que debe ser podado en in vierno para que florezca en
primavera con mayor vigor.»

25 DE O CTU BRE

Pagar las facturas


H e aquí otro montón de facturas.
Siempre las temo un poco.
Constituyen unas presencias familiares:
primero en el buzón, luego en el cajón de las facturas
y ahora sobre mi escritorio. Servicios prestados.
Mi vida depende de los servicios prestados.
G u n il l a N o r r is

I l e pagado facturas cuando podía extender cómodamente un talón,


y he pagado facturas cuando el hecho de hacerlo me producía palpita­
ciones. Te aseguro que prefiero ser solvente. Lo cual explica por qué
muchas de nosotras posponemos el pagar las facturas hasta cobrar la
nómina, o hasta el mes que viene, poniendo en marcha un ciclo infer­
nal. El pagar facturas se convierte en un tema doloroso, el cual libera
unas emociones tóxicas que nos mantienen atrapadas en esta angustio­
sa situación.
Por supuesto que no pretendemos estafar a nadie. Lo único que
pretendemos es que cuadren los números, lo cual se vuelve cada vez
más complicado. Y cuando los números no cuadran nos invade el
pánico. Nos parece más lógico sentir el tacto de unos dólares en nues­
tras manos que meterlos en un sobre y enviarlos a una institución anó­
nima. Pero esa forma de pensar sólo sirve para empeorar nuestra situa­
ción financiera.
Si el dinero no hace que el mundo gire, los «servicios prestados» sí.
Podemos pagar por esos servicios más serenamente, aunque estemos
apurados de dinero, si recordamos que todas las transacciones financie­
ras constituyen un intercambio de energía. Alguien nos procura energía
en forma de calor, luz, comida, gas, ropa, un techo y la posibilidad de
Ii.iM.ii .1 ii.ivós «11'I Inlii ii'lclimu o o eouU’mplai mu película sentaius
cómodamente en 11n< .11.1 i .»*..i Nosot ras con espi mhIciiu »*• pagando pin
esos servicio?. .1 . , ile 1111.1 energía en lonn.i de dinero. Si pagamos
i i ivi

con un talón o mu 1.11 jeta ilc crédito, ni siquiera cambia de manos cier-
1.1 cantidad de diñe 1 0 , sólo hay un intercambio de energía. Si existe una
reserva de energía ilimitada en el Universo, podemos utilizarla siempre y
cuando no bloqueemos ese flujo de energía con nuestras actitudes nega­
tivas. Podemos mantener un flujo de dinero constante en nuestra vida
cotidiana dando con amor y pagando lo que debemos con gratitud.
En cierta ocasión, durante una época en que no tenía motivos para
preocuparme por el dinero, creé un rito para pagar mis facturas. Al
principio y a mediados de cada mes, dedicaba media hora para revisar
con tranquilidad y minuciosamente mis cuentas. Tras retirar todos los
demás objetos de mi mesa de trabajo, dejaba sólo a la vista las facturas,
el talonario, la calculadora, unos sobres y unos sellos. Mientras traba­
jaba, ponía un disco de música suave, bebía una reconfortante taza de
té y me concentraba en la tarea. Al cabo de un tiempo empecé a dis­
frutar de la experiencia.
Cuando llegaron tiempos de vacas flacas, seguí apoyándome en el
poder de ese rito para mantener una actitud positiva. Si estaba angus­
tiada, recordaba los días en que pagaba las facturas cómodamente, evo­
cando los sentimientos positivos de bienestar, paz, seguridad y liber­
tad. Puesto que nuestro subconsciente no distingue entre la realidad y
la fantasía, al cabo de un rato empezaba a relajarme. Aunque mi reali­
dad no se correspondía con una época de abundancia, poco a poco lle­
gué a sentirme satisfecha de mi situación, que aunque precaria me per­
mitía salir adelante.
Eso no significa que no me acometa de vez en cuando el pánico
cuando recibo una factura enorme. Pero me he enseñado a mí misma a
alcanzar una realidad virtual a la hora de pagar facturas, y tú también
puedes conseguirlo.
Coge tu billetero y saca un dólar. Dale la vuelta. ¿Qué ves?
C onfiam os en Dios.
Coloca ese billete, con la cara en la que figura esa inscripción boca
arriba, donde puedas verla la próxima vez que revises tus cuentas.
«Protégeme de la arrogancia del privilegio, de la fatua sensación de
que no poseo suficiente, y de la pobreza de espíritu que se niega a
reconocer lo que recibo cada día — escribe Gunilla Norris en su her­
moso libro de meditaciones, Being H om e— . Ilumíname para que sepa
siempre en qué gasto el dinero, dónde se hallan mis valores.
»No permitas que olvide este ejercicio mensual — pide Gunilla al
Espíritu, un ejemplo que deberíamos imitar nosotras— . Ayúdame a
gastar con tino e infinita gratitud.»
En qué gastamos el dinero
No sé lo que siente una al ser millonaria, pero sé que haría
ese papel maravillosamente.
D o ro th y P arker

TJL odas lo haríamos maravillosamente. Sabemos que el dinero no


proporciona la felicidad, pero también sabemos dónde comprar. I I
problema para muchas de nosotras es que a menudo nos comporta
mos como si fuéramos millonarias. «Comportarse como si...» es un
instrumento psicológico muy potente que nos ayuda a realizar unos
cambios positivos en nuestra vida. Comportándonos como si nos sin­
tiéramos seguras de nosotras mismas hace que adquiramos de inme­
diato mayor aplomo. Comportándonos como si no tomaramos dro­
gas ni abusáramos del alcohol nos mantiene sobrias. Comportándonos
como si nos sintiéramos serenas hace que experimentemos más mo­
mentos de calma en nuestra vida cotidiana. «Comportarse como si...»
puede mejorar enormemente la calidad de nuestra vida, con una salve­
dad: gastar dinero. No puedes comportarte como si dispusieras de
todo el dinero del mundo si no es cierto. No puedes gastar dinero
como si el mañana no existiera si no puedes cubrir un talón, pagar la
factura de la tarjeta de crédito mensualmente o cubrir tus gastos míni­
mos. En lo tocante a pagar por los caprichos que te has concedido,
mañana siempre llega en un sobre blanco a final de mes.
Yo me crié en una familia de derrochadores. Mi marido se crió en
una familia de ahorradores. Cuando nos casamos nos convertimos
en el yin y el yang en cuanto a enfocar el tema del dinero. Ahora, al
cabo de dieciséis años, uno de nosotros ha alcanzado ese espacio de
armonía que Aristóteles denominaba «el término medio» y Buda «la
vía intermedia». El otro sigue ahorrando.
Tomar la vía intermedia respecto al dinero — el encanto de la vida
simple— significa tomar lo mejor de ambos extremos: el derroche y el
asceticismo. El derroche ofrece gratificación y la sensación de abun­
dancia. El asceticismo aporta sencillez y una sensación de seguridad.
El encanto de la vida simple lo ofrece todo.
Uno de los regalos más valiosos que me ha hecho mi marido es
la capacidad de pensar antes de gastar. Así es como funcionan los aho­
rradores. Los ahorradores no se drogan yendo de compras. Los ahorra-
dores no compran | .1 mtu ii se mejor, l o s ,ilion adores son i apaces tle
mi

visual las iebajas y mau liarse sin haber comprado nada. En caso tle te
nei ijue gastai dinero, los ahorradores se preguntan: «¿Deseo esto real-
menie? ¿l ,o neceMiot' . ruedo prescindir de ello? ¿Dónde puedo com­
prarlo poi cincuenta centavos menos?» Al igual que las personas
normalmente delgadas que no comen si no tienen hambre, los ahorra­
dores no gastan a menos que se vean obligados. Y jamás despilfarran el
dinero. Ahorran para el día de mañana, lo cual les proporciona una gran
seguridad.
Sería interesante comprobar cuánto dinero has ganado en tu vida.
Trata tle recordar todos los trabajos que has desempeñado y calcula
tus ingresos. Si eres un ama de casa y el que trabaja es tu marido, cal­
cula su sueldo. Te asombrará comprobar la cantidad de dinero que ha
pasado por tus manos. Quizás incluso varios millones de dólares.
Ese dato no sorprende a Joe Dominguez y a Vicki Robin, autores
de Your M oney or Your L ife , una guía para alcanzar la independencia
económica transformando tu relación con el dinero. «El dinero es el
objeto por el que canjeamos nuestra energía vital. Nuestra energía
vital es el plazo de tiempo de que disponemos aquí en la Tierra, el pía
zo que nos ha sido asignado... Es un plazo limitado e irrecupci ablc.
la forma en que lo utilicemos expresa el significado y propósito de
nuestro tiempo en la Tierra.»
Aunque parezca increíble, esa acertada definición del dinero puede
alterar la experiencia de ir de compras. ¿Crees realmente que esa blusa
de noventa dólares vale seis horas de tu vida?
Esta semana, haz una lista de todos tus gastos, ya sean importantes
o insignificantes, periódicos o extraordinarios, por servicios prestados
o compras, y si los has pagado con dinero, un talón o una tarjeta de
crédito. Utiliza una pequeña agenda, que puedes llevar en el bolso,
para anotar en ella todo lo que gastas y comprobar dónde se va el
dinero. Al final de la semana, coge un papel y haz una lista de tus gas­
tos bajo los siguientes epígrafes: Necesidades, Comodidades, Deseos,
Caprichos, Despilfarros, Locuras. ¿Cuánta energía vital has gastado?
¿Merecía la pena? ¿Qué gastos te hacen suspirar? ¿Es un suspiro de
satisfacción o de tristeza?
Ahora observa los gastos que te hacen sentirte incómoda. ¿Crees
que pudiste haber renunciado a alguno sin experimentar una gran
frustración? Multiplica esa cantidad por cincuenta y dos.
Apuesto a que la cifra total asciende a una bonita suma de dinero
que pudiste haber ahorrado para emplearlo en algo más importante y
que te hubiera proporcionado una mayor satisfacción, o meterlo en
una libreta tle ahorros. Y probablemente no te habría costado ningún
esluerzo.
Otras sugerencias para cambial ins malos h.íbiios en materia ci<-
aitiero: dejar tus tarjetas de crédito y tu talonario en casa y comniat
sólo con dinero; pedir ayuda a una amiga que también desea conti olat
sus gastos y actuar como si cada una fuera la conciencia de la otra; v
no ocultar lo que compras. Cuando entras en casa sosteniendo las bol
sas con tus compras a plena luz del día en lugar de ocultarlas en el
maletero del coche hasta que anochezca, te darás cuenta de que has
penetrado en la zona de la moderación.
Hoy, proponte explorar suavemente tus gastos de energía vital.
No te culpes por haber cometido torpezas. Trata de corregirte. Buena
parte de nuestros problemas de dinero no se deben a unos impulsos
incontrolables, sino a unos esquemas que no nos hemos molestado en
analizar.

27 DE O CTU BRE

Aplacar los deseos


La vida no consiste en poseer todo cuanto ambicionas.
M a u r i c e Se n d a k

- Ü n efecto, pero tu chica material no lo sabe. Aproximadamente por


esta época del año reaparece la compradora del infierno, y tiene ham­
bre. O jo, si no te andas con cuidado puede destruir todos los progre­
sos que has conseguido hasta ahora. Todos los días el correo trae unos
catálogos increíbles, han comenzado las rebajas anteriores a la tempo­
rada navideña, y has empezado a pensar en tu lista de regalos. Tu chi­
ca material quiere su cuota. Aunque has comenzado a experimentar la
satisfacción de «menos es más», todo el mundo echa la casa por la ven­
tana y es difícil no dejarse deslumbrar por los escaparates. Hay tanto
donde escoger, tantos caprichos, tantas tentaciones.
Los intentos de controlar tus impulsos o razonar durante estas
semanas previas a fin de año son inútiles. Pero existe una forma de
aplacar tus deseos. No te prives. Adelante. Derrocha cuanto quieras.
Ríndete a las tentaciones. Suéltate el pelo.
No te preocupes. No he perdido el juicio, sino que lo he recupe­
rado. Tú también puedes hacerlo, sin tener que gastar un centavo. He
a q u í i (Milu: e s .1 i i m i i . i i .o I.i 11i.i detenidamente esos i'.il. l l o c o s de 1venta
poi correo. I " . p e í a il momento c u q u e puedas comprai tranquila
mente, saboreando la experiencia. Rodea con un círculo rojo todo lo
que atraiga a tu chica material. No te dejes influir por los precios.
Espiritualmente tienes todo el dinero que necesitas. Embárcate en
una expedición de compras sobre papel. Imagínate vestida con ese
elegante b lazer de cachemir, sentada en aquel fantástico sillón, pro­
bándote esc collar de oro, comprando esa maravillosa vajilla. Imagina
que son tuyos. Repite una y otra vez: «Puedo comprarlo si quiero.»
Anota en un papel todas las características de los objetos elegidos,
insértalo en el catálogo pertinente y deposita todos los catálogos en
una cesta. Luego olvídate de esas cosas y concéntrate en los regalos
que tienes que comprar para otras personas. Si tu chica material em­
pieza a quejarse, tranquilízala diciéndole que has tomado nota de sus
necesidades y caprichos. Luego, pasadas las fiestas navideñas, exami­
na de nuevo los catálogos. Comprueba si sigues deseando lo que ele­
giste. Quizá te han hecho un regalo fantástico que no esperabas. Q ui­
zás uno de los objetos que elegiste está rebajado. Pero no te
sorprendas si ya no te interesan algunas de las cosas que destacaste
con un círculo rojo. ¿Por qué? Porque has aplacado los deseos de la
chica material concediéndole la atención que reclamaba. No has pasa­
do por alto sus caprichos ni te has burlado de ella. Le has dicho que
podía obtener lo que le apeteciera. Pero lo único que ella pretendía
era que le dieras permiso para hacerlo.
Este ejercicio te ayudará a ampliar tu conciencia sobre la simple
abundancia soltando las trabas mentales, las que te frenan. «Cuando
te dices una y otra vez “no puedo permitírmelo”, tu subconsciente te
toma la palabra y se encarga de que no puedas comprar lo que deseas
— nos explica Joseph Murphy en The Pow er o f Your Subconscious
M ind— . Mientras te repitas “no puedo permitirme este coche, este
viaje a Europa, esta casa”, ten por seguro que tu subconsciente obe­
decerá tus órdenes y experimentarás constantemente una sensación
de privación.»
La forma de aplacar nuestros deseos es tomando nota de los mis- \
mos. Podemos hacerlo en un plano material o metafísico. Es posible
que las mejores cosas de la vida no sean gratis, pero las mejores gangas
las descubre tu comprador personal: tu subconsciente. Respeta tus
deseos dejándolos salir a flote y separando lo efímero de lo auténtico.
La serenidad económica
Si añades un poco a lo que ya tienes consigues un poco más.
P. G. W odehouse

erseguimos la seguridad económica con verdadero ahínco cuan­


do lo que realmente ansiamos alcanzar es la serenidad económica. La
seguridad económica significa no tener que volver a preocuparte del
dinero porque has acumulado todo cuanto necesitas. En el precario
clima económico que reina hoy en día — cuando lo único previsible es
lo imprevisible— , ¿cuánto tiempo crees que nos llevará conseguirlo?
La serenidad económica significa no tener que volver a preocupar­
te del dinero porque has descubierto la auténtica fuente. Tienes acceso
a una reserva inagotable de bienes. No tienes que esperar un momen­
to más para conseguir la serenidad económica, independientemente de
tu situación material.
La serenidad económica comienza cuando aceptamos la máxima
de que el dinero es un estado de ánimo y la abundancia un estado de
fe. Cuando elegimos la abundancia, nos hacemos ricos en el mundo
real. Acumulamos una fortuna. Por supuesto, el dinero forma parte
de la riqueza personal, pero también el amor, la paz interior, la armo­
nía, la belleza, la alegría, la salud, la expresión de nuestro yo auténtico,
descubrir lo que nos hace felices, practicar nuestras aficiones, alcanzar
nuestro destino divino.
No obstante, podemos tomar ciertas medidas para incrementar
nuestra fortuna. La primera es gastar menos de lo que ganamos para
poder ahorrar y compartir más. Muchas de nosotras deseamos teóri­
camente abrir una libreta de ahorros, pero psicológicamente nos resis­
timos a ello. Eso se debe a que asociamos el hecho de ahorrar con
pasar privaciones en lugar de sentirnos gratificadas. Si queremos aho­
rrar debemos prescindir de ciertas cosas. Lo que no se nos ocurre es
que el tener una libreta de ahorros nos permitirá en el f utu re>experí
mentar una satisfacción auténtica e_n lugar de una gratificación instan
-tánea, lo cual no deja de ser una imn.i. ión barata de la primera.
La forma de empezar a ahorrai dinero sistemáticamente es pensai
que se trata de una decisión positiva, l.t cual sirve para alianzai tu
abundancia. Yo lo llamo <mi euent.i de l.t serenidad". A medida que
alionas dinero empiezas ,t elimin,u cietio,*. esquemas mentales neg.iti

MH
vos. ¿Cuánto deberías ahorrar? Comienza con l<> qu< puedas, pero
trata de ahorrar el diez por ciento de tus ingreso-., deportándolos en
una libreta de ahorros antes de que te los gastes.
«Tus ahorros constituyen la confirmación de que posees más de lo
que necesitas en estos momentos — nos recuerdan Sanaya Román y
Duane Packer en Creating Money— . A medida que alcanzas la abun­
dancia, empiezas a atraer más dinero, como un imán... Piensa en la
cantidad de dinero que te gustaría tener en tu libreta de ahorros; ima­
gínalo tan vividamente como puedas. Imagina que depositas dinero en
tu cuenta. Piensa en la alegría que sentirás cuando veas el saldo. Visua­
liza tus ahorros como tu cuenta de riqueza, como un dinero que te
enseña a manejar una prosperidad cada vez mayor.»

29 D E O C TU BR E

Afianzar la abundancia
Quienquiera, que crea que contribuye a mantener la obra
de Dios en la Tierra no puede por menos creer que Dios le
ayudará.
C harles F il l m o r e

O tro paso hacia la serenidad económica es adoptar un «socio silen­


cioso» al que le interese que incrementes tu prosperidad. Ello se hace
a través del diezmo, devolver una parte de tu fortuna a la obra del
Espíritu. Al hacerlo, reconoces y respetas la verdadera fuente de tu
riqueza. El diezmo es una vieja tradición espiritual y una ley universal
de prosperidad utilizada por las grandes y ricas civilizaciones — los
egipcios, los babilonios, los chinos, los griegos y los romanos— para
garantizar la abundancia.
A menos que te hayas criado conforme a una tradición espiritual
que observa la práctica del diezmo, como el judaismo y el mormonis-
mo, quizá 110 la conozcas y no sepas en qué consiste.
I I hecho de comprender cómo funciona la práctica del diezmo
metalísicamente ayuda a los escépticos a aceptar las formas en que ésta
puede enriquecet nuestra vida. Las l e y e s espirituales, al margen del
camino que sigan, nos dicen que debemos d.u a lin de recibir. Sabe

MV
mos que el dinero es una lotm,i dr energía. I .1 energía 110 aumenia '.i I.i
enterramos. La energía debe eireulai libremente para liberal podei.
Cuando obtenemos un incremento de dinero en nuestra vida, el eedei
una parte del mismo hace que las vías de la abundancia Muyan libie
mente, tal co m o pretende el Espíritu.
A nivel práctico, el diezmo nos permite expresar nuestra gratitud
por medio de la acción. Devolver una parte de los bienes materiales
que recibimos supone una demostración tangible de nuestra confian
za. Asimismo, dicha práctica cambia nuestra actitud respecto al diñe
ro. Aumenta nuestra confianza y nuestras esperanzas. Hemos cumpli
do nuestra parte del trato. Al dar, podemos confiar en recibir.
Aunque no lo creas, la práctica del diezmo hará que atraigas el
dinero como un imán. La mecánica de dicha práctica supone apartar
una décima parte del dinero que percibes — a través del sueldo, regalos
o intereses sobre tus ahorros o inversiones— y donarla periódicamen­
te a la iglesia, templo, mezquita u otra organización espiritual que ins­
pire, anime y aliente tu desarrollo personal. Si no conoces ninguna,
puedes entregar el diezmo a una organización sin fines de lucro que
desarrolle la obra del Espíritu en el mundo asistiendo a los desfavore­
cidos: los enfermos, la gente que pasa hambre y que carece de un
techo. Así es como lo hago yo. Pero cada mujer debe obrar según le
dicte su corazón.
Mi experiencia respecto a la práctica del diezmo, dentro del cami­
no diario hacia la alegría y el bienestar, no ha sido sistemática pero sí
muy interesante. Cuando cumplo este mandamiento experimento una
mayor serenidad económica que cuando no lo cumplo. El dinero pa­
rece cundir más, o mis gastos disminuyen. Cuando entrego el diezmo
consigo ahorrar más dinero con mayor facilidad, y tengo mayores
oportunidades para ganar dinero, aunque no las busque. Se abren las
compuertas del cielo y me llueven bendiciones, que recibo con infini­
ta gratitud.
Cuando no entrego el diezmo, no es que de pronto tema arruinar­
me, pero empiezo a preocuparme sobre el dinero. Parece como si
aumentara el tiempo que transcurre entre los depósitos bancarios y los
gastos inesperados, los cuales siempre acaban costándome más que mi
diezmo. Entonces comprendo que ha llegado el momento de extender
un talón. Al poco tiempo, la tendencia se invierte y comienza a fluir de
nuevo la abundancia. ¿Una coincidencia?
Algunas personas sostienen que si no te sobra el dinero, puedes
entregar un diezmo de tu tiempo o tus bienes. Según he podido com­
probar, cuando entrego un diezmo de mi tiempo, recibo más tiempo.
Cuando entrego un diezmo de mis bienes, recibo regalos. Si deseo
recibir más dinero, entrego mi diezmo en dinero.
( l i a n d o |i,r..i 11 u>•. .ipuios económicos, creemos «pie no podemos
peí mil ii n o s e l l n | o «I* cntre^ai un diezmo de nuestros ingresos.
Pero tu.indo pasamos set ias estrecheces, ¿acaso podemos permitir­
nos no enircgai un (Invino de lo que leñemos? ¿ () convencernos de
que cuando no tendamos preocupaciones económicas seremos más
generosos con los demás? No me cabe duda de que lo cumpliremos.
Pero el dinero dejará de ser motivo de preocupación sólo cuando con­
sigamos olvidarnos del tema. Si afianzamos nuestra abundancia ahora,
conviniéndonos en donantes generosos, demostraremos nuestra pros­
peridad a la escéptica que reside dentro de nosotras. Deja que tu yo
auténtico la convenza y los resultados te sorprenderán.

J
30 DE O C TU BR E

Un imán que atrae el dinero


U na bolsa m agra es m ás fá c il de rem ed ia r q u e d e soportar.
G e o r g e S. C laso n

T j a civilización más rica del mundo antiguo fue Babilonia. Babilonia


era célebre por su fortuna porque tanto el pueblo como el rey gozaban
de un nivel de riqueza personal inimaginable hoy día. Los babilonios
pobres eran una excepción, pues las leyes de la prosperidad estaban al
alcance de cualquiera.
Las leyes del dinero elaboradas por los babilonios eran muy sen­
cillas, incluso para los económicamente débiles. Y son tan aplicables
hoy en día como hace ocho mil años. El camino que conduce a la rique­
za personal consiste en ahorrar y compartir, controlar los gastos, no
tener deudas, incrementar el nivel de prosperidad a través de inversio­
nes prudentes, proteger el grueso de tu fortuna de una inesperada pér­
dida, poseer bienes inmuebles, establecer un plan de pensiones y
aumentar la capacidad de ganar dinero a través de la perseverancia.
Durante los años veinte y los años de la Depresión, en la década de
los treinta, muchos bancos y grandes compañías aseguradoras distri­
buyeron gratuitamente unos folletos explicando estas antiguas leyes
de ahorro y riqueza personal a través de unas parábolas escritas por
George S. Clason. En 1955 se publicó un libro titulado The Richest
Man in Habylon, que so convitiió en u n t l.isico ele*I genero, t j i u * roa»
gía una serio de aquellas parábolas.
El primer secreto do los babilonios para alcan/ai l.i riqueza peí so
nal era «comienza a engordar tu bolsa». I lio so conseguía tomando
una parte de lo que uno ganaba — 110 menos del diez por ciento— y
guardándolo en una bolsa que generalmente llevaban sujeta a la cintu
ra. El propósito de la bolsa no era únicamente ahorrar dinero sino
actuar como un imán para atraer dinero, aportando a su dueño una
gran sensación de serenidad económica a medida que la bolsa engor-
daba. Cuando ésta se volvía demasiado pesada, una parte del dinero
era trasladado a un cofre utilizado para préstamos, trueques, adquirí i
bienes inmuebles y realizar inversiones. Pero una porción del dinero
permanecía dentro de la bolsa a fin de atraer más dinero. Los persona­
jes más ricos de Babilonia siempre conservaban junto a ellos una volu­
minosa bolsa como prueba tangible de su prosperidad.
Crear un imán que atraiga dinero es un fabuloso instrumento psi­
cológico para poner en marcha tu serenidad económica si te preocupa
el tema del dinero. Un imán para atraer dinero no es una libreta de
ahorros, es una cantidad de dinero que puedes conservar a mano para
tocarlo con frecuencia y contemplar tu prosperidad. Necesitas dispo­
ner de un dinero que sea completamente tuyo, motivo por el cual
debes mantener en secreto la existencia de ese imán destinado a atraer
más dinero. No lo utilices para dar una propina al chico que te trae la
pizza.
Mi imán favorito es un billete de cien dólares que suelo llevar enci­
ma cuando salgo. La razón es que de este modo, pase lo que pase,
siempre dispondré de cien dólares para gastarlos como quiera o para
una emergencia. Pero tiene que ser un billete de cien dólares, no cien
dólares repartidos en diversos billetes y monedas. Es posible que gas­
tes cien dólares, pero no es probable que cambies un billete de cien
dólares. (Al menos yo no lo haría.) De esta forma tendrás la sensación
de tener dinero sin gastarlo. Es un excelente instrumento que nos en­
seña que la abundancia debe comenzar en nuestra mente antes de que
pueda manifestarse en nuestra vida.
I la/le un hueco al misterio,
deja que la magia penetre en tu vida
P racticar la m agia consiste en tejer las fu e rz a s invisibles y
darles fo r m a ; elevarse p o r en cim a d e las nubes; explorar el
recóndito á m b ito de los sueños d e la rea lid a d oculta.
St a r h a w k

or fin ha llegado el ansiado momento: la víspera de Todos los San­


tos. Algunas de nosotras acompañaremos a los duendecillos durante
su recorrido; nuestro amor, ternura y cuidados les protegerán duran­
te la noche. Muchas otras mujeres recibirán a los espíritus que las visi
ten con golosinas, tratando de conquistarlos para evitar que les jue­
guen una mala pasada. Una sabia decisión.
La fiesta de Halloween proviene del festival celta de Samliaim, <|tu­
se celebraba el 31 de octubre, la última noche de otoño antes di q u r
lleguen el frío y la oscuridad del invierno. En esa noche -considei .ula
el Nuevo Año celta— los druidas creían que el mundo sobrenatural m-
aproximaba al mundo físico, de forma que los seres humanos eran mas
susceptibles al poder y a la influencia de lo esotérico. Los sortilegios
eran más potentes, la predicción del futuro más reveladora, los sueños
contenían una especial trascendencia.
Puesto que soy celta, creo firmemente en ello. Puesto que soy
humana, creo que Halloween sirve para recordarnos que la magia flu­
ye a través de todos nosotros, que el misterio se halla en cada encuen­
tro, todos los días de nuestra vida. Logramos hacer que aparezca el
zapato que se había perdido, transformamos las sobras en un banque­
te, creamos belleza a partir de la tierra, eliminamos el temor, curamos
las heridas, hacemos que el dinero dure hasta fin de mes. Portamos,
sostenemos, cuidamos y alimentamos la vida. Hacemos todo eso y
mucho más. Pero la mayoría de las mujeres no se da cuenta del tre­
mendo poder que tiene para hacer el bien. No son conscientes de su
divinidad. No comprenden que descienden de un antiguo y sagrado
linaje: la hembra.
¿Acaso no es obra de magia cuando logras crear un estilo de vida
auténtico para ti y las personas que amas? ¿Acaso no das forma a las
fuerzas invisibles con tu creatividad y tu arte, trasladando al mundo
físico a través de l.i pasión lo que ‘lólo existía en los dominios de lo
espiritual? Si eres capa/ de hacer eso inconscientemente, ¿que no
podrías conseguir si fueras plenamente consciente de tus poderes?
A la mujer nos ha sido concedido un gran poder. Ll poder del
amor. Esta noche, en tu jardín, a la luz de las velas o de la luna llena,
promete utilizar tu poder sabiamente para la misión más elevada que
te ha sido encomendada. N o imaginas las innum erables vidas que to­
cas en el curso de tu existencia. Unas almas en busca de paz y armonía
que podrían sanar con la magia que posees. Ve directamente a la fuen­
te. Reconoce tu linaje y tus dones auténticos con el corazón lleno de
gratitud. «Estoy segura de que existe magia en todo — observó Fran­
cés Hodgson Burnett— , sólo que no se nos ocurre utilizarla en prove­
cho propio.»
A partir de ahora lo haremos.

Pequeñas alegrías para octubre

<^<5 Ve a un sembrado de calabazas o a un mercadillo de produc­


tos artesanales y compra una calabaza grande y hermosa para fabricar
una linterna, junto con otras más pequeñas para tallar en ellas diversos
diseños, como tableros de ajedrez, corazones, la luna o estrellas. Las
calabazas de tamaño mediano resultan perfectas para crear unas linter­
nas que colocaremos en los escalones o el camino de entrada, y las
calabazas enanas constituyen unas palmatorias ideales para las velas
votivas con que adornamos la mesa.
^ Crea un arreglo para la mesa con productos de la temporada.
Reserva un espacio pequeño para decorarlo con espigas de trigo, cala­
bazas, calabacines, maíz, ramos de flores secas y hojas preservadas.
^=5 Uno de los pasatiempos favoritos de las mujeres victorianas
era preservar las hojas de otoño. Elige unas ramas grandes, cuando las
hojas muestran un bello color rojo, naranja y dorado, antes de que se
desprendan, como si fueran flores. Parte las ramas a unos ocho centí­
metros de la base; colócalas en un cubo de agua tibia durante varias
horas. Retira las hojas que empiecen a enrollarse. Prepara una solución
de glicerina (de venta en farmacias) y agua combinando una parte de
glicerina con dos partes de agua. Después de dejar que la solución
hierva durante diez minutos a fuego lento, deja que se enfríe. Corta la
parte inferior de las ramas en ángulo agudo y golpea los extremos sua­
vemente con un martillo; introduce las ramas en la mezcla y deposita
el recipiente en un lugar fresco y oscuro hasta que la mezcla de la gli-
ivi'ill.l SC ll.iv.l .11INI HIlililí |MM OOlUpIctO ((Mil I e IIII.I '.('111.111,1 v ( lie / llí.is),
( liando obsri ves 111 k* • inpio/.ili ,i Iíii iii.ii se i i i i . i 1, diminuías ^olas de
l>lieerina sobre l.r. ho|.e¿, iciu.i Lis ramas del recipienlo, limpia las hojas
con un papel de coi ina húmedo y sécalas bien. 1,as hojas mostrarán un
aspecto precioso durante varias temporadas.
'-*<5 Utiliza calabazas para fabricar unos atractivos jarrones natu­
rales. Retira el centro como si fueras a crear una linterna y llena la
calabaza con un oasis húmedo (gomaespuma para arreglos florales)
adaptado al tamaño de la calabaza. Coloca sobre el oasis unas flores de
colores vivos, unas hojas preservadas y unas parras. De vez en cuando
comprueba si es necesario añadir más agua al oasis.
Halloween es tradicionalmente la noche para predecir el futu­
ro. Una forma divertida de hacerlo es utilizar una tarta especial, como
hacían los Victorianos. Confecciona una tarta de especias e introduce
unos amuletos de plata en la masa después de verterla en la tartera.
Cuando cortes la tarta, los objetos de plata revelarán el futuro: la cam­
pana indica una boda; el dedal prosperidad para su dueño; la espoleta
concede un deseo; la moneda promete riqueza; la herradura garantiza
buena suerte; y el botón, felicidad en el hogar. Puedes adquirir una
colección de amuletos ingleses de plata (que puedes utilizar de nuevo
para el budín de Navidad) a través del catálogo Seasons de venta por
correo.
Disfrázate en Halloween, o al menos ponte una divertida más­
cara cuando abras la puerta.
<4*5 Octubre es el mes ideal para plantar azafrán, narcisos atrom-
petados y tulipanes en la terraza o el jardín, los cuales florecerán en
primavera.
Si resides en un clima con las cuatro estaciones marcadas, apro­
vecha un domingo para organizar un picnic en el campo y gozar con
los exuberantes colores que ofrece la Madre Naturaleza. Quédate hasta
el atardecer.
Los fines de semana prepara una reconfortante bebida a base
de sidra y/o vino caliente con azúcar y especias. Resulta especialmen­
te deliciosa después de haber barrido las hojas muertas de la entrada.
NOVIEMBRE

Todo vuelve a helarse


entre los pinos, los vientos
m urm uran una oración.
R ie i , p o e ta ja po n és d e l sig l o x v iii

oviembre se aproxima sigilosamente, pillándonos por sor­


presa. De improviso, como observó con tristeza el poeta inglés
Thomas Hood hace dos siglos: «ya no hay sombra, ni sol, ni
mariposas, ni abejas, ni frutas, ni flores, ni hojas, ni pájaros».
Afuera, una luz plateada revela un paisaje familiar desprovisto
de toda pretensión. Detrás de las puertas, las llamas ambarinas
del fuego arrojan luz sobre lo Real. Al igual que una mujer que
ha hallado su autenticidad, la belleza de noviembre irradia des­
de su interior.
I 1)1' N O V I K M U K I ' .

Aceptar el reflujo
L a época de llegar, y d e m archarse,
d e cantar, o d ejar d e cantar, eso no lo sabem os.

A lexa n d er Pope

F ,
JL_/rase una vez una reina muy propensa a los accesos de ira. Un oto­
ño, cuando el año comenzó a declinar, la reina cayó en una profunda
melancolía. No probaba bocado, no dormía, y unas lágrimas de origen
desconocido rodaban con frecuencia por su rostro, lo cual la enfure­
cía, desencadenando unos ataques de cólera que hacían que las perso­
nas que la rodeaban se echaran a temblar.
Cada día, la reina mandaba llamar a uno de los consejeros de su
estimado círculo de sabios para que le explicara la causa de su inexpli­
cable tristeza. Entraron y salieron de sus aposentos el médico de la cor­
te, el astrónomo, el adivino, el alquimista, el herbolista y el filósofo.
Todos fueron destituidos fulminantemente por la reina, quien los
tachó de charlatanes por no ser capaces de descifrar el misterio de su
melancolía. Los sabios se consideraron afortunados de haber visto cer­
cenada tan sólo su ilustre carrera.
«Debe de existir uno entre vosotros que conoce el motivo de mis
sufrimientos», exclamó la reina desesperada. Pero sus patéticas protes­
tas eran acogidas con silencio, pues todos temían su furia. Por fin, el
jardinero real, conmovido por la angustia de la pobre mujer, se apro­
ximó lentamente al trono.
«Salid al jardín, majestad, traspasad los muros de la prisión en la
que os habéis encerrado y os revelaré el enigma.» La reina estaba tan
desesperada, que le obedeció. Al salir al jardín por primera vez desde
hacía varias semanas, observó que el alegre y vivo colorido del verano
había desaparecido y el jardín aparecía desnudo. Pero no estaba des­
provisto de belleza, pues exhibía los resplandecientes tonos rojos y
dorados del otoño que le daban un aire majestuoso. La brisa era fres­
ca y límpida, y el firmamento mostraba un maravilloso azul celeste.
«Habla, jardinero — le ordenó la reina— , pero mide bien tus palabras,
pues exijo saber la verdad.»
«Majestad, no es vuestro cuerpo ni vuestra mente los que están
enfermos, sino vuestra alma. Aunque seáis una reina poderosa, no sois
divina. Padecéis una condición humana que nos aflige a todos. Las
almas U'i renales ,i v>11 ilt'i Iilil.is |u >i l.i tristeza o I.i alearla '.(‘i’Uii Lis
épocas del .1110, i orno el IItijo y rellujo de I.i marca, del mismo modo
que Lis estacione', d<l inundo natural cuniplcn un ciclo de vida, muer
te y renacimiento, l u esta época debéis sentiros agradecida por la
cosecha del corazón, por modesta que sea, y prepararos para la con­
clusión del año. 1,a estación de luz diurna remite y aumentan las horas
de oscuridad. Pero la Luz verdadera nunca se extingue en el mundo
natural, ni tampoco en vuestra alma. Aceptad el reflujo, amada reina, y
no temáis las sombras. Pues del mismo modo que la noche sucede al
día, la Luz aparecerá de nuevo y volveréis a sentiros dichosa. Os lo
aseguro.»
La acongojada reina meditó sobre las sabias palabras del jardinero
y le preguntó cuál era el secreto para alcanzar la paz interior durante
las estaciones que provocan turbulencias emocionales. El jardinero la
condujo a un reloj solar de bronce, en el que figuraba la siguiente ins
cripción:
«Esto también pasará.»

2 D E NO VIEM BRE

Cuidar el alma
Im agin em os, pues, e l cu idado d el alm a com o una aplica
ción d e lo p oético a la v id a cotidiana.
T i-io m a s M o o r i -

F / I alma. Creada el sexto día. Después de los querubines y serafines.


Después de los dominios, las virtudes, los poderes, los principados, los
arcángeles y los ángeles. Después de que se hiciera la Luz en el abismo
de las tinieblas. Después de que fueran delineadas la mañana y la
noche. Después del espacio y el tiempo. Después del aire, el fuego y el
agua. Después de que aparecieran en el cielo el sol, la luna y las estre­
llas. Después de que el Universo comenzara a girar. Después de que
fuera conectado su poder y cargada su energía. Después de que la
música de las esferas iniciara un concierto celestial. Después de que los
animales echaran a correr por los prados y las aves remontaran el vue­
lo. Después de que el jardín estuviera rebosante de flores.
Después de que lucra creado lodo y el ( irán ( u-adoi declarara
que estaba muy bien solo entonces, lúe el momento de erc.u la ama
da. Pues la amada — que durante toda la eternidad sería llamada
«alma»— fue enviada al mundo mediante el aliento divino mientras el
Espíritu reía y lloraba. El alma nació en medio de la alegría y el dolor.
Incorporada por medio del aliento divino a un puñado de tierra. 1 a
Divinidad viviría y se movería y existiría en una criatura hecha de barro.
Ésa es la historia. Un misterio que los hombres y las mujeres lie
van siglos tratando de descifrar. Pero ni siquiera la razón, el intelecto,
la imaginación, la pasión, la poesía, la oración, el arte, el sexo, las can
ciones y el saxofón son capaces de desentrañar o revelar la naturaleza
mística de nuestras almas. Y mucho menos comprenderla.
Es evidente, tras veinticinco mil años de intentarlo, que el Gran
Creador no pretendió que comprendiéramos la esencia del alma. Pero
podemos llegar a conocerla. Pues la única razón por la que hemos sido
creados es para amar, cuidar, alimentar, proteger, alentar, inspirar, ale­
grar, deleitar y reconfortar a esta amada presencia que llevamos den­
tro. El psicoterapeuta y escritor Thomas Moore define esta profunda
atención que dedicamos a las necesidades auténticas que residen en
nuestro interior como «cuidar nuestra alma».
Hoy se celebra en Estados Unidos el Día de Todos los Santos, una
fecha solemne que desde tiempos medievales se reserva para recordar
a los seres queridos que ya 110 ríen y lloran con nosotros en la tierra.
Pero el Día de Todos los Santos es una excelente ocasión para analizar
cómo hemos cuidado de nuestra alma, el grado de hospitalidad que
hemos ofrecido a esta convidada en nuestra vida cotidiana y la calidad
de su visita hasta este momento. A fin de aproximarnos «a las profun­
didades que constituyen los dominios del alma», Moore nos aconseja
que nos convirtamos en «artistas y teólogos de nuestra propia vida».
Es a través de «los pequeños detalles de la vida cotidiana» que
hacemos que nuestra alma se sienta a gusto. «El ocuparnos de las cosas
que nos rodean y mostrarnos sensibles a la importancia que reviste
nuestro hogar, nuestras tareas diarias, quizás hasta la ropa que nos
ponemos, es una forma de cuidar nuestra alma», nos dice Moore en su
conmovedora meditación C are o f the Soul: A G uide f o r Cultivating
D epth an d Sacredness in Everyday Life.
Hoy, proponte pedir a tu invitada qué necesita para sentirse más a
gusto durante su visita. Pregúntale con frecuencia: ¿Qué quieres en es­
tos momentos? ¿Qué te proporcionaría paz, alegría, satisfacción?
Quizá desee tomarse las cosas más pausadamente, o salir a dar un pa­
seo, abrazar a un niño, acariciar a un gato. Hojear una revista. Llamar
a ai hermana. Enviar una tarjeta divertida a una amiga. Hacer la siesta.
Pedir que te envíen comida china. Contemplar una de tus películas fa-
v i >i ii.r>, I )(■•..ilui)',,ii ic lint,unlo. N.ilu .1 toni.li u n e.ilé T i .U. ii ele» resolvei
un puzzle. Aeosi.u t< temprano, Soñ.u. I ).u .il.is ,1 tu fantasía. Kc/.ir.
Se.l lo (|IIC lu c ir, le lu tlll.i No tit’ IU’N más t]UC preguntárselo.
«“Quédate" < un.i palabra preciosa en labios de una amiga», nos
recuerda L o u i n .i May Alcott. Quédate, amor mío. Quédate. Díselo
ahora. Díselo con frecuencia. Ven a vivir conmigo y dame tu amor.
Quédate.

3 DE N O VIEM BRE

Ser real
Una v e z q u e te has con vertido en rea l no p u ed es d ejar de
serlo. L o serás siempre.
M a r g i -.r y W i i .i .ia m s

3L/a mañana de Navidad el conejito que asomaba la cabeza sobre el


calcetín del niño sosteniendo una ramita de acebo entre sus patas,
tenía un aspecto espléndido. Su cuerpo gordezuelo invitaba a abrazar­
lo, tenía el pelo muy suave, blanco con motas marrones, unos bigotes
de hilo de seda y unas orejas forradas de satén rosa. El niño estaba
encantado y jugó con el conejo durante dos horas hasta que sus padres
le mostraron los otros maravillosos paquetes que yacían bajo el árbol
«y con la emoción de abrirlos y descubrir nuevos juguetes el niño se
olvidó del conejo de terciopelo».
Durante largo rato, el conejo fue un juguete más en el cuarto de los
juegos. Pero no le importó porque podía mantener largas conversacio­
nes filosóficas con un caballo muy viejo y sabio que conocía todo lo
referente al mundo mágico de los juguetes y cuentos infantiles. Uno
de los temas de conversación predilectos del conejo era el medio de
convertirse en «real». Éste es el núcleo del místico relato de Margery
Williams sobre el poder transformador del amor, The Velveteen R ah-
hit, escrito en 1927.
El caballo explicó pacientemente al conejo que «no nos hacen rea­
les, sino que es algo en lo que nos convertimos poco a poco. Cuando
un niño te demuestra su cariño durante años, no sólo para jugar conti­
go sino porque te quiere sinceramente, te conviertes en real».
Convenirse en real no es algo i|ii< Míenla ili la noelie a la manan.i,
ni a los juguetes ni a las personas. íenei almenie, euaiulo le eoinn i
tes en un ser real, has perdido casi todo el pelo de tanto que te lian
abrazado, se te caen los ojos, las articulaciones empiezan a llaqueai y
estás sucio. Pero eso no tiene importancia, porque una ve/ que te lias
convertido en real es imposible que resultes feo, salvo a los ojos de las
personas que no comprenden.»
Los juguetes, a fin de convertirse en reales, deben sentirse amados
por un niño. Para convertirnos en seres reales debemos amar la vida con
todas sus complejidades e incertezas. Al igual que el conejo de terciope
lo, anhelamos ser reales, saber lo que significa «ser auténticos». A veces
es un proceso doloroso. La idea de perder nuestros bigotes, de que se
nos caiga la cola nos asusta. En un mundo donde somos juzgados por
nuestro aspecto, resulta embarazoso mostrar un hocico pelado. El co­
nejo de terciopelo no es el único que desea convertirse en real sin expe­
rimentar dolor ni que le sucedan cosas desagradables.
Una forma de convertirse en real sin sufrir demasiado es ir desa­
rrollando poco a poco nuestra autenticidad. A medida que aprende­
mos a reconocer, aceptar y apreciar lo que nos hace diferentes de los
otros juguetes en el armario, comienza el proceso. Cuando aprendes a
aportar amor incluso al momento más insignificante del día, tu trans­
formación se perfecciona. Puede que tus ojillos negros de pasta hayan
perdido su brillo, pero esas ventanas que dan al alma ahora sólo ven
belleza. No sólo te conviertes en real para quienes te conocen y te
aman, sino para todo el mundo. Te conviertes en un ser auténtico.

4 D E NO VIEM BRE

El regreso de la diosa
Y escribe sobre ello, diosa, y sobre ello.
A l e x a n d e r P o pe

I X a vuelto! La diosa ha regresado con otro libro para conducirnos


por el deseo a la plenitud. ¿De qué libro se trata? No importa. La dio­
sa experta en vivir cómoda y elegantemente, en atender con gracia
exquisita a sus invitados, experta en materia de decoración, cuidados
pononales, moda, bel le/a v amoi apaice e NÍslematii .nnenie hacia esta
época del ,iiio, manteniendo en inovimienlo el cielo de adoración y
palabras. Antiguamente las diosas realizaban milagros. Ahora escriben
libros cxplii ándonos cóm o realizar nuestros propios milagros.
Son las cuatro de una Iría tarde de noviembre, y ya ha oscurecido.
Las disi ipulas que residen en Washington han dejado sus puestos de
trabajo, sus casas y sus familias para esperar la aparición, firma y son­
risas en la ceremonia de la dedicatoria de libros. La diosa no llegará
hasta dentro de una hora, pero ya se han congregado doscientas segui­
doras suyas.
El grupo está formado por todo tipo de mujeres: madres de fami­
lia con niños pequeños, ejecutivas con sus maletines y teléfonos móvi­
les. Las primeras de la fila han pasado la noche a la intemperie, espe­
rando la aparición de la diosa. Mi hija y yo hemos llegado hace sólo
media hora para realizar un trabajo de campo sobre el fenómeno de la
diosa contemporánea, pero ya hay dos docenas de mujeres bien vesti­
das detrás de nosotras.
De vez en cuando sale una empleada de la tienda para recordar a
las fieles que la diosa sólo firmará su último libro y sólo dos ejempla
res por cliente. Esto irrita a una mujer que diez minutos antes ha com
prado diez ejemplares del último tomo para regalar a parientes y ami
gos por Navidad; la cajera, mientras le cobraba doscientos cincuenta
dólares por los libros, no se molestó en decirle que ocho de ellos no
serían dedicados por la autora. La mujer se queja del trato recibido, la
fama, la riqueza, los imperios comerciales y las diosas que olvidan
quiénes las elevaron de la categoría de divas a divinidades.
De pronto se nos ocurre una idea. No todas hemos comprado más
de un libro para que la diosa nos los firme, de modo que la mujer los
distribuye entre algunas de las dientas que aguardan en la cola y el
problema queda resuelto.
En lugar de panes y peces habrá canapés. De vez en cuando, Katie
regresa para darnos los últimos datos sobre la hora de llegada de la
diosa.
Katie está famélica; no se me ha ocurrido preparar provisiones.
Cojo dos tartaletas del tamaño de un sello de correos rellenas de con­
fitura de frambuesa de una bandeja que pasa junto a mí y las guardo
en un pañuelo de papel para cuando vuelva a acercarse Katie con el úl­
timo informe.
Al cabo de una hora, temiendo no ver a la diosa antes de que se
marche, me acerco disimuladamente hasta el principio de la cola. No
he esperado tanto rato para irme a casa sin haber visto a la diosa en
carne y hueso.
Pero consigo mucho más de lo que esperaba. A sus espaldas hay
mi altar: tina fabulosa mesa Iranresa de pino cubierta ron un mantel a
cuadros. Sobro ella están dispuestas montanas de I r m a s , verduras,
barras de pan, utensilios de cocina de cobre y velas. I Vente al altar, la
diosa está sentada en una silla elegantemente tapizada frente a una
mesa Queen Anne de madera de cerezo, adornada con un arreglo de
exquisitas flores que sólo se venden en las floristerías más caras de la
ciudad. Junto a ella, las ofrendas de sus discípulas están dispuestas en
forma de otro altar: ramos de flores y multitud de obsequios, muchos
de ellos de confección casera y envueltos para regalo por las propias
personas que se los ofrecen.
Francamente, estoy harta. La diosa es tan guapa como en fotogra­
fía; el altar es increíble, lo he visto con mis propios ojos. Me da repe­
lús. Quiero marcharme, pero a Katie le horroriza la idea de irse sin
que la diosa nos firme nuestro ejemplar.
Así que nos quedamos.
Como es demasiado tarde para ponerme a preparar la cena, de
camino a casa paramos para comernos unas hamburguesas con patatas
fritas.
Unos minutos más tarde, al buscar la llave de casa, saco del bolso
las tartaletas de frambuesa aplastadas dentro del pañuelo de papel. La
casa está oscura, fría y desolada. No arde un fuego en la chimenea, no
hay unas velas encendidas, no suena una música, no flotan en el am­
biente unos delicados aromas para darnos la bienvenida. «Una casa no
es un hogar a menos que contenga comida y fuego para la mente y el
cuerpo», escribió en 1845 Margaret Fuller en Wornan in the Nineteenth
Century. La masa está deliciosa, pero la tartaleta de frambuesa no aca­
ba de saciarme.
S I >K Ni )VIIÍMBI<li

L>i diosa que llevamos dentro


Ven, Vasta, a vivir en esta bonita casa.
Ven acompañada de gratos sentimientos de amistad.
'Trae tu inteligencia,
tu energía y tu pasión,
junto con tus buenas obras.
Confío en que ardas siempre en mi alma.
Te doy la bienvenida.
Te recuerdo.
HIMNO HOMÉRICO

D esde los inicios de la civilización, las mujeres han recurrido a las


diosas para pedir su intercesión e inspiración. La diosa más amada por
las romanas era Vesta, quien, al igual que su homologa griega, Hestia,
era la diosa del hogar. Vesta es quien nos insta a sosegarnos, a sentar­
nos en actitud contemplativa, a escuchar, a preparar comidas delicio­
sas, a incorporar la belleza a nuestra vida cotidiana, a vivir a través de
nuestros seis sentidos, a crear un paraíso secreto de seguridad y sere­
nidad aislado del mundo a fin de proteger todo cuanto amamos. Vesta
es la diosa que nos pide que enfoquemos nuestras energías creativas
hacia lo real.
En un libro inédito sobre la espiritualidad de las mujeres antiguas,
Francés Bernstein observa que la palabra latina focu s significa
«hogar». El arte sagrado de Vesta consiste en enfocar adecuadamente
las energías. También es un arte necesario para la mujer contemporá­
nea, la cual se pasa la vida corriendo de un lado a otro para cumplir
con las infinitas exigencias de la familia y el trabajo. Cuanto más nos
apresuramos, más nerviosas nos ponemos. Puesto que no consegui­
mos nada apresurándonos, perdemos nuestra capacidad de enfocar las
cosas con claridad, existiendo en un perpetuo estado de confusión. A
lo largo del día nos quejamos de sentirnos cansadas, agobiadas, estre-
sadas, de que ya no podemos más. Esas expresiones no hacen sino
describir nuestra incapacidad para centrarnos. Cuando no estamos
centradas significa que hemos perdido contacto con el inmenso poder
sanador de Vesta, la cual habita dentro de todas nosotras. Nos hemos
alejado de la llama sagrada del hogar y no sabemos encontrar el cami­
no de regreso al calor, la luz y la comodidad.
Si queremos recuperai nuestra capaeidad do centrarnos y euloiai
las cosas con la debida perspectiva, las mujeres debemos restituii .1
nuestra vida un sentido del «hogar», que es lo que tratamos de haiei
cuando creamos diosas domésticas. Reverenciamos a las mujeres eu
yas carreras públicas ponen de relieve nuestros anhelos íntimos y
secretos.
Es más fácil vivir a través de sus libros, vídeos, revistas, gacetas,
programas de televisión o informaciones comerciales que estimular
nuestras propias dotes. Es mucho más cómodo crear diosas que respe
tar nuestra Divinidad.
No me interpretéis mal. Las diosas me encantan. Son listas, hábiles
y poseen unos talentos maravillosamente creativos. Tienen muchas
cosas buenas que ofrecernos; he contribuido en no poca medida a
enriquecerlas.
A todas nos viene bien que nos den la receta para preparar un
arroz bajo en calorías. Pero existe una gran diferencia entre ser una ad­
miradora y una fanática seguidora. No es necesario pertenecer a una
secta para que te laven el cerebro.
Cuando la admiración lleva a la distorsión, creamos inconsciente­
mente unos ídolos que en lugar de enriquecer nuestras vidas las empo­
brecen. Negamos nuestra autenticidad. Negamos nuestra pasión. En
lugar de utilizar nuestro propio poder, convertimos en diosas a otras
mujeres. ¿Es eso lo que significa el dicho de que «los ricos se vuelven
más ricos y los pobres más pobres»? La falta de confianza en nosotras
mismas y de energía creativa es mucho más pernicioso que no tener
dinero.
Al adorar a unas diosas falsas, convertimos a otra mujer en la crea­
dora, en lugar de respetar a la creadora que llevamos dentro. Si buscas
a una diosa auténtica, ya sabes dónde encontrarla.
u I >IÍ N( )VII!MHIU\

Estar <i l.i altura de las circunstancias


Ser grande en las cosas pequeñas, ser noble y heroica en los
detalles insípidos de la vida cotidiana, es una virtud tan rara
como ser digna de canonización.
H a r r ie t B f.e c h e r St o w e

F #11 la vida real, la serenidad depende de saber afrontar las circuns­


tancias. «Estar a la altura», como suele decirse.
Examinemos las siguientes situaciones. De camino a una importan­
te reunión de negocios tienes un reventón. Te olvidas las llaves y no
puedes entrar en casa. Tu marido invita inesperadamente a un amigo a
cenar y tienes dos horas para preparar algo. Las tuberías se han conge
lado. El cachorrito se traga un pendiente. Una amiga se pone enferma o
no puede salir de casa debido a la nevada que cayó anoche. Te piden
que envíes dinero, que sustituyas a la vecina que se encarga este mes de
recoger a los niños en la escuela, que te presentes para actuar como
jurado en un juicio. Tienes que ausentarte por motivos de negocios jus­
to cuando te han pedido que te encargues del bazar de la escuela.
La vida real es la colisión — día sí y el otro también— entre lo
improbable y lo imposible. Longfellow sostenía que las situaciones
que requieren que pongamos en juego nuestras habilidades constitu­
yen unas «bendiciones celestiales» enmascaradas, enviadas no sólo
para poner a prueba nuestra alma, sino para expandirla. Del mismo
modo que la levadura se alza y se expande antes de convertirse en pan,
nosotras nos expandemos hasta extremos inimaginables cuando nos
ponemos a la altura de las circunstancias, realizando milagros con
buen humor y una sonrisa. Saber hacer frente a las situaciones difíciles
te permite ver más allá de la circunferencia de la circunstancia, evitan­
do que lo real que se halla en el centro de tu vida cotidiana quede
oculto por las circunstancias fortuitas.
La mayoría de las mujeres somos verdaderos genios a la hora de
ponernos a la altura de una determinada situación. Pero no nos damos
cuenta de lo extraordinario que es este .talento, porque para nosotras
se trata de una respuesta automática. No le damos el valor que tiene,
ni siquiera nos paramos a pensar en ello. Si las mujeres capaces de estar
siempre a la altura de las circunstancias lo dirigieran todo, Nirvana no
sería sólo el nombre de un grupo grunge.
Cada vez que somos consciente?, de li.ihti estado .1 l. t . i l i u r . i do i i i i .i

situación difícil, aumenta nuestra confianza en n o s o t r a s mismas, m ie s


tra creatividad y nuestro valor en la cuenta de nuestra autoestima. I )<
modo que felicítate cada noche por haber manejado una circunstancia
imprevista con inteligencia. Bravo.
Hoy, cuando tengas que estar a la altura de las circunstancias, haz­
lo con estilo. Hazlo con una sonrisa. Déjalos perplejos. Asómbrate a ti
misma. Haz que parezca fácil, y lo será.

7 D E N O V IEM BRE

Hotel Shepheard
En su juventud se vio obligada a ser prudente. Luego,
a medida que se hizo mayor conoció el romanticismo de la
aventura, la consecuencia normal de un comienzo anor­
mal.
J a n e A u sten

l^ ía v id a d . Dublín, 1878. Oculto a un apuesto patriota irlandés per­


seguido por la policía británica en una habitación debajo de la taberna
de Neary. No pienso en el riesgo que corro.
Pero ésa no es más que una de mis múltiples vidas. Otra noche
de 1915 me encuentro en la terraza del Muthaiga Club, el «Moulin
Rouge de África». O contemplo los guanacos en medio de los Andes,
asisto a los sanfermines en Pamplona con Hemingway, navego por el
Nilo, recorro a pie la región de Karakum, atravieso el helado río Neva
en un trineo conducido por mi fiel sirviente cosaco, desciendo la esca­
linata de la Ópera de París del brazo de Guy de Maupassant (¿o es el
joven y apasionado Toscanini?).
Ninguno de ellos. Se trata de J. Peterman, el último romántico de
la Tierra. Peterman cree que soy misteriosa, poderosa, irresistible, ele­
gante, inteligente, divertida, sexy. Y guapa, por descontado. El tipo de
mujer por la que cualquier hombre cometería perjurio o robaría. (En
realidad no tiene que hacerlo, lo que cuenta es la intención.) El tipo de
mujer que otros recuerdan y envidian durante toda su vida. Como es
lógico, cuando estoy con J. Peterman me convierto en esa mujer. En
mi yo auiéntico Sentimental. Incurablemente i o i i m i i i i» .t. Imotiva.
Impulsiva. Apasionada
Al igual ipn- l’eiciman, lamento la desaparición de un cieno estilo
de vida, tanto mas por i uanto buena parte de éste desapareció antes de
que el y yo naciéramos, cuando la aventura formaba parte de la vida
cotidiana. Con ayuda de IVterman, puedo evocar los días de los fabu­
losos trasatlánticos, del crcpe de C hine, de los baúles con comparti­
mentos secretos, de los coches deportivos Morris Minor. Peterman
viaja por el mundo en busca de los últimos vestigios de la aventura.
Cuando descubre un fragmento, manda reproducirlo y me habla de él
en sus catálogos de venta por correo llamados «Manuales del propie­
tario». No contienen lustrosas fotografías, ni mensajes comerciales
agresivos. Tan sólo unos apuntes personales de lo que hacíamos la úl­
tima vez que me lo puse o lo utilicé, acompañados por unas románti­
cas acuarelas para estimular la memoria. Yo espero la llegada de J. Pe­
terman a través del correo como algunas mujeres esperan ver a Julio
Iglesias en carne y hueso.
Mis citas amorosas con Peterman son nocturnas, y se desarrollan
en la cama. Allí, mi compañero del alma y yo nos dedicamos a evocar,
a recorrer caminos que no emprendimos, aventuras que no vivimos,
hasta que desaparece la nostalgia y sólo quedan gratos recuerdos. Supe
que J. Peterman era mi alma gemela cuando me confesó que lamenta
ba no haber pasado una noche en el hotel Shepheard de El Cairo. Un
incendio lo destruyó en 1952, antes de que pudiera permitirse el lujo
de pasar una noche en él. «Aquella noche, se convirtió en mi palabra
clave para todo lo que no había conseguido ni realizado.» Creí que no
existía otro ser en el mundo que se lamentara de no haber pasado una
noche mágica en el hotel Shepheard de El Cairo.
Peterman sabe cómo soy, aunque yo lo olvide algunas veces. Sabe
que fui creada en un estallido de pasión, para vivir una vida rebosante
de aventuras y romanticismo. Si profundizas en la psique femenina
hallarás una elegía de románticas lamentaciones, lo no conseguido, lo
que no hemos hecho. Melancólicos fragmentos de amores no corres­
pondidos que jalonan nuestra vida, desde la cuna hasta la tumba. N os­
talgias no necesariamente causadas por amantes que decidieron pres­
cindir de nosotras, sino por recuerdos de cosas que amamos pero de
las que decidimos renunciar. Podría ser la novela que dejaste de escri­
bir, la beca para estudiar pintura en París que no solicitaste, la capa de
terciopelo negro que descubriste en un mercadillo pero que no com­
praste porque dónde ibas a ponértela (en todas partes). El amor que
no te atrevías a sentir, que temías expresar. El gesto amoroso que no
llegaste a esbozar. La aventura que dejamos que se nos escape de las
manos todos los días porque la vida real nos obliga a ser prudentes.
Cuando reconoces tus pulsiones roin.miii .is, pot imposibles o .ib
surdas que sean, refuer/as la conexión intima cou tu vo auténtico. I .1
conexión con las cosas que estimulan tu pasión, alimentan tu .ilm.i y te
mantienen viva.
Hoy, pasa la noche en el hotel Shepheard. ¿Qué quieres hacer an
tes de morir? ¿Adonde quieres ir? ¿Qué mundo deseas conquistar?
Empieza a explorar, hoy mismo, la forma de respetar tus anhelos sa
grados de romance y aventuras, aunque sea llamando para que te en
víen un catálogo de venta por correo.
Bogart y Bergman siempre tendrán París. Peterman y yo siempre
tendremos El Cairo. Poseo un albornoz que lo confirma.

8 DE NO V IEM BRE

La vida cotidiana es nuestra oración


Por medio de la oración se obtienen muchas cosas,
más de las que la gente imagina.
A lfred , lo rd T ennyson

JE r n el principio fue la Palabra.


Y la Palabra pertenecía a Dios.
Y la Palabra era Dios.
¿Me permites una palabra?
Algunas mujeres saben que rezan. Otras creen que no lo hacen por­
que no se pasan el día de rodillas. Pero permanecen toda la noche velan­
do a sus hijos cuando están enfermos, aprovechan la hora del almuerzo
para visitar a sus ancianos padres, estimulan los sueños de las personas
que aman con su trabajo, consuelan a un amigo o comparten su alegría,
alimentan cuerpos y almas. Eso también es rezar.
Tanto si somos conscientes de ello como si no, las mujeres rezamos
cada vez que respiramos, con cada latido de nuestro corazón. Reza­
mos con deseo, hambre, sed, suspiros, remordimientos, lamentos.
Rezamos con decepción, desaliento, desesperación, incredulidad. Reza­
mos con ira, rabia, celos, envidia. Rezamos con placer, satisfacción,
felicidad, euforia, alegría. Rezamos con gratitud, reconocimiento, apre­
ciación, resignación, alivio. Rezamos cuando consolamos, animamos,
reconfortamos K< .míos cuando icnnos. Re/.Hilos en.indo lloi.nnos.
Rezamos en.indo uabalamos y cuando jileamos. Rozamos cuando
hacemos el amoi o pi <|>ai amos la comida. Rezamos cuando creamos y
admiramos una oln a de creación. I )e un modo u otro, rezamos. La vida
cotidiana es nuestra oración. La forma en que la vivimos, la celebramos,
la consagramos. Algunas oraciones son más eficaces que otras. Las
mejores son las que pronunciamos conscientemente.
Ln su forma más pura, la oración es conversación. Comunión.
Conexión. Intimidad. La oración es el dialecto de la Divinidad. La
oración es la conversación auténtica porque no tienes que reprimirte;
puedes decir lo que quieras, expresarlo como quieras, en el momento
en que lo desees. No serás juzgada por ello. No te arriesgas a perder el
amor de una persona querida; antes bien, a través de la oración estre­
charás tus lazos de cariño. No tienes que medir bien las palabras para
evitar malos entendidos, porque no puede haber ninguno. Aunque no
sepas lo que quieres y necesitas, el Espíritu sabe lo que vas a decir,
pedir, gritar o elogiar antes de que pronuncies una sílaba.
¿Entonces por qué tenemos que rezar en voz alta?
Porque las mujeres no debemos guardar silencio. Debemos expre­
sar lo que sentimos, protestar, desahogarnos a gusto. No podemos ha
cerlo cuando nos sentimos atrapadas — cosa que nos sucede a menú
do— en un esquema autodestructivo, cuando guardamos silencio.
«Cada persona vive su vida a través de una serie de conversaciones»,
nos dice Deborah Tannen. Las mujeres rezamos porque necesitamos
hablar con alguien dispuesto a escucharnos.

9 DE NO VIEM BRE

El sacramento del momento presente


N o existe n ad a tan secular q u e no p u ed a ser sagrado, y ése
es uno de los m ensajes m ás p rofu n d os de la Encarnación.
M a d e l e in e L ’E n g l e

S i la vida cotidiana es nuestra oración, los momentos que ofrecemos


para crear una vida auténtica son nuestros sacramentos. The B ook o f
Com m on Prayer define un sacramento como «un signo externo y visi-
ble ele una gracia interioi y c\spii iiu.il I a lorina rxltiioi y visible-
mediante la cual llevamos .1 cabo nuestros i|ticli.\ce ros cotidianos el
tiempo, la energía creativa, las emociones, el i alante y la atención que
aportamos a nuestras tareas— constituye el medio a través del cual
elevamos lo mundano a la categoría de trascendente. Los momentos
de iluminación no sólo los experimentan los santos, los místicos y los
poetas.
Existen siete sacramentos cristianos tradicionales: el bautismo, la
penitencia, la eucaristía, la confirmación, el matrimonio, las órdenes
sagradas y la asistencia a los enfermos. Pero no tenemos que pensar en
los sacramentos únicamente en términos religiosos, según observa Mat
thew Fox, puesto que «lo sagrado está en todas partes».
Cuando saludamos un nuevo día lo bautizamos con nuestra grati­
tud y entusiasmo; cuando nos reconciliamos con otra persona o con
nosotras mismas y procuramos reparar el daño, hacemos penitencia.
La confirmación nos aporta sabiduría. El matrimonio es el sacramen­
to de las relaciones. La eucaristía es el sacramento del alimento. Las
órdenes sagradas constituyen el sacramento de la autoridad, y la asis­
tencia a los enfermos es el sacramento de la solidaridad. Todo tiene
importancia: hacerle las trenzas a nuestra hija, preparar el bocadillo
para el almuerzo de nuestro marido o de nuestro hijo, despedirnos de
ellos, recibirlos cuando regresan a casa, dar consejos, mociificar el con­
trato, devolver una llamada, cocinar la pasta, servir el vino, escuchar a
una amiga, consolar a alguien que sufre, compartir un secreto, visitar
a nuestro padre en el hospital, comprobar que no se oculta un mons­
truo debajo de la cama.
«Lo más maravilloso de los santos es que eran hum anos — nos dice
Phyllis McGinley en Saint-W atching— . Tenían arrebatos de ira, sen­
tían hambre, se enfadaban con Dios, eran egoístas, tercos, impacientes,
cometían errores, se arrepentían. Pero nada les hacía desistir de su em­
peño de alcanzar el cielo.»
10 I )!' N( WII'.MBKI

Las lagunas
Después de plisar tantas horas con v en cién d om e d e q u e
estoy en lo cierto, ¿no existirá algu na razón p a r a tem er
h a b e r m e equ iv ocad o?
J a n e A u sten

M e resulta difícil escribir sobre la fe sin escribir también sobre las


dudas. Me encantaría escribir una meditación sobre el consuelo que
proporciona la fe absoluta, la fe de Abraham dirigiéndose a través del
desierto con su hermoso hijo, Isaac, para hacer una ofrenda a Dios.
Disponen de fuego y leña. «¿Pero y el cordero?», pregunta Isaac a su
padre. «Dios proveerá el cordero para que lo sacrifiquemos y se lo
ofrezcamos», responde Abraham al hijo por el que rezo durante siete
décadas. Naturalmente, puesto que esta historia se refiere a una le
absoluta, Dios provee. Después de construir el altar, disponer la leña,
atar al niño y desenvainar el cuchillo, interviene un ángel. Dios pro­
vee. La fe rompe un corazón a fin de que alcance la plenitud. Pero no
puedo escribir sobre el consuelo de una fe absoluta como Abraham
porque jamás habría atravesado el desierto provista de fuego, leña y
mi hijo pero sin un cordero.
Para Abraham, no había lagunas en su fe. ¿O si? ¿Ni siquiera
cuando alzó el cuchillo? En cierta ocasión una amiga me contó una
conversación que había mantenido con otra amiga común sobre Dios,
la fe y las dudas. De pasada, mencionó que ambas expresaron su deseo
de poseer una fe como la mía. No recuerdo el resto de la conversación.
Pero sí recuerdo la necesidad que sentí de colgar el teléfono, mi asom­
bro al pensar que alguien pudiera envidiar mi frágil fe.
Annie Dillard dice que Ezequiel, el profeta del Antiguo Testamen­
to, recelaba de quienes no hubieran experimentado lagunas en su fe
antes de hallar el camino de regreso a través de los desiertos del cora­
zón. «Las lagunas son importantes — afirma Annie— . Las lagunas son
la morada del espíritu, unas altitudes y latitudes tan maravillosamente
desnudas y limpias que el espíritu puede descubrirse en ellas por pri­
mera vez como un hombre a quien de pronto quitan la venda de los
ojos.» Confío en que tenga razón.
Es posible que las lagunas sean lo que hace posible la fe, especial­
mente cuando el dolor es insoportable. Si no existieran las dudas, ¿de
que nos serviría la le? ()m/a debamos leeonoici, aeepl.n v supeiai
esas dudas antes de que nuesiia I» sr.i lo .ul iciciitcmenlc lueile, no
sólo para hablar de ella, sino pata sostenernos en eualquiei eireuns
tanda.
N o pasa nada si aguantas la respiración antes de saltar al vacio.
Pero no mires hacia abajo.
«La fe no es estar seguro, pero sí apostarte tu último centavo nos
dice Mary Jean Irios en Yes, W orld— . La fe no es farfullar oraciones
todo el día. Es hacerte preguntas por la noche y levantarte para ir a
trabajar.»

11 DE NO VIEM BRE

Una gracia asombrosa


L a gracia llena espacios vacíos, p ero sólo p u e d e p en etra r en
un v acío dispuesto a recibirla, y es la p rop ia gracia la q u e
crea este vacío.
Sim o n f . W e il

t ....................................................
.1—/a gracia es una intervención divina directa que soslaya las leyes de
la naturaleza — tiempo, espacio, causa y efecto, un espacio donde
aparcar— destinada a beneficiarnos. Los teólogos nos dicen que la
gracia es una demostración inmerecida del amor de Dios, prueba de
que no nos hallamos solos. Teniendo en cuenta que la mayoría de no­
sotras estamos convencidas de que la vida es una batalla que libramos
solas, no es de extrañar que cuando aparece de pronto ese poder divi­
no nos quedemos pasmadas. La gracia es fuerza, un campo de energía
espiritual que nos protege y ayuda. La gracia es el vuelo de prueba del
Espíritu; tenemos la sensación de deslizamos a través del momento,
del encuentro, del día, remontando los obstáculos. Experimentamos,la
vida real.
Accedemos a la gracia como a cualquier otro instrumento espiri­
tual, solicitándola específica y periódicamente. Por la mañana te lavas
los dientes, pones agua a hervir para hacer café. Una vez despierta,
pides con gratitud y esperanza una porción de gracia. Los niños desa­
yunan, se visten sin rechistar y se marchan a la escuela. El conductor
di I .un oí .11 lt". t".|u i i I I 11i.i 11 .i i i si m i i » sin in t|iíi / os A I j •,1111 •i i if pie
ginit.i si li.is perdido peso. A L i s cuatro de I.i i.m lr le il.r. i uriii.i de «|lie*
sonríes y piensas que debe de haber algo de veril.id en esto. Al ili.i
siguiente pides oí i .i poreion de grac i . Al poco tiempo se convertirá en
un ejercicio tan natuial y necesario como respirar.

12 DE NOVIEM BRE

Momentos celestiales
Esto son sólo conjeturas y suposiciones,
conjeturas seguidas p o r suposiciones, y el resto
es oración, observan cia, disciplina, pen sam ien to y obra.
1 '. S. E l i o t

farl Jung lo denominaba «sincronicidad»: dos hechos aparente­


mente no relacionados que no pueden ser explicados por medio de la
causa y efecto pero que están singularmente ligados por un significado
'personal. Nosotros lo llamamos «coincidencia». «Casualidad.» «Suer­
te.» «Providencia.» Lo llamamos de varias formas excepto por su
auténtico nombre: «gracia.» «Dios.» Cuando ocurren unos hechos
fortuitos «en el momento preciso y producen los elementos adecua­
dos para hacer que nuestra vida tome de pronto un curso imprevisto»,
según nos dice James Redfield en The Celestine Prophecy, debemos
«intuir un significado superior en estos hechos misteriosos».
Pero la mayor parte del tiempo estamos demasiado ocupadas para
reparar en ello. Demasiado ocupadas con la vida real para prestar aten­
ción a la vida real. De modo que despachamos ese momento Celestino
encogiéndonos de hombros y pensando «qué curioso», en lugar de
preguntarnos «qué significa». Y en lugar de esperar la respuesta del
Espíritu, seguimos haciendo mil cosas.
Los artistas dependen de los armónicos más elevados de la sincro­
nicidad. Y puesto que es algo que esperan, lo obtienen. Hoy, inicia un
interesante experimento. Durante una semana da por supuesto que
nada de lo que sucede en tu vida es casual. Puedes ir aún más allá.
Presta atención a tus sueños. Sigue tus impulsos. Respeta tus golpes de
intuición. Utiliza tu intuición como el instrumento espiritual que es.
Piensa qué tipo de pelú ul.is te inteies.m I setu li.i I.» letr.i de l.is caiu io
nes. Si alguien te sugiere que p i n c h e s ale,o nuevo, li.i/ln. Si te apetece
asistir a una determinada eonlereuei.i, lia/,lo. Toma nota del tipo de
libros que llaman tu atención. Conversa con el extraño que se sienta
junto a ti en el metro o el autobús, o con una persona que te parezca
interesante y te mira insistentemente. Muéstrate receptiva y alerta.
Comprueba cuántos momentos Celestinos puedes acumular a lo largo
del día. Cuanto más abierta te muestres al papel que desempeña en tu
vida la sincronicidad, más atraerás la ayuda divina.

13 DE N OVIEM BRE

Ruegos que se cumplen


D ios respon de brusca e in esperadam en te a algunos ruegos,
y nos arroja a la cara e l o b jeto d e nuestros deseos
un gu an te con una d ád iv a «dentro».
E l iz a b e t h B a r r e t t B r o w n in g

O s c a r Wilde afirmaba que sólo existían dos tragedias en la vida: no


conseguir lo que uno pide y conseguirlo.
«Los ruegos que se cumplen me dan miedo — reconoce Julia Ca­
meron en The Artist’s Way— . Implican responsabilidad. Tú lo has pe­
dido. Ahora que lo tienes, ¿qué vas a hacer? Conviene no olvidar esta
advertencia: “Cuidado con lo que pides en tus oraciones, pues puedes
conseguirlo.” Los ruegos que se cumplen nos obligan a asumir la res­
ponsabilidad de nuestros actos, lo cual resulta incómodo.»
Con frecuencia, la razón de que nos sintamos incómodas es por­
que no hemos pedido lo que nos conviene, y en el fondo lo sabemos.
Rezamos rogando conocer a nuestro compañero del alma, en vez de
pedir gracia para convertirnos en la mujer hacia la que se sentirá atraí­
do nuestro compañero del alma; imploramos tener éxito cuando en
realidad deseamos sentir que hemos logrado algo auténtico; pedimos
dinero, cuando lo que necesitamos es modificar nuestra relación con
el dinero. Suplicamos que una situación se resuelva de determinada
forma, cuando lo que deberíamos pedir es tranquilidad de ánimo, al
margen de cómo se resuelva la situación.
I ii realidad, mu .tu»*, nichos siempre obtienen lespuest.t l'ero no
nos ^iista que l.i i espuesia se.i -no». I .1 esi 1tima Madeleine I ‘ Iingle Id
reeonoee sin ambages en Vbv lrruliotiul Seasotr. « N o nos gusta recibir*
un “ no"; y .1 veees los iioes" de* Dios nos gustan menos que otros.»
Los ' iioes del l'spíritu constituyen un misterio divino aún más
profundo que los su . ; nos hacen meditar más detenidamente, una
vez que han remitido las lágrimas, la furia y las protestas. Los «noes»
de Dios no tienen sentido para nuestra mente racional y consciente,
tanto más cuanto que estamos convencidas de saber perfectamente lo
que nos conviene. ¿Pero lo sabemos realmente? Queremos recibir un
«sí», pero a veces necesitamos un «no». Piensa en los desastres que
ocurrirían si respondiéramos «sí» a todas las peticiones de nuestros
hijos. Se me pone la carne de gallina de pensarlo. Pero somos hijas de
la Divinidad. No podemos imaginar las consecuencias; ni podemos
comparar nuestras peticiones con las peticiones de los demás. El Espí­
ritu atiende al mismo tiempo nuestros ruegos de que haga sol para
organizar un picnic familiar como la petición de lluvia del agricultor.
No imaginas el alivio que se siente cuando dejas de suponer que
conoces todas las respuestas. Cuando tus ruegos se vean demorados, o
denegados, pregunta al Espíritu si has pedido lo que te conviene. En
caso negativo, ruégale que te revele lo que debes solicitar. A menudo,
cuando recibimos un «no» es para concedernos más tiempo, espacio,
sabiduría y experiencia para prepararnos para el glorioso momento en
que el Espíritu nos responda con un repentino y rotundo «¡sí!».

14 DE N O VIEM BRE

Milagros
Sólo h ay dos fo rm a s d e v iv ir la vida. U na es fin g ir qu e
n ad a es un m ilagro. L a otra fin g ir qu e todo es un m ilagro.
A lb e r t E in s t e in

S o le m o s creer que un milagro, por ejemplo una repentina curación


física, es un acontecimiento fuera de lo común. En realidad, el verda­
dero milagro no es el hecho en sí, sino la forma en que lo percibimos
en nuestra vida. Pregúntate cuál es el verdadero milagro: ¿cuando por
lili llega el i 1 ) 0 ( 1 1 1 0 , oii.» mío amplían el pía/o di pago, i ti.i i n i o •.(■ irstiel
vo el litigio, cuando se Itaoe tiit.t imv|h mu 1, ( ) cuando ti alas ilc afron
tar la espinosa situación con tina som r..i, soonamoiito, dejando a lodo
el mundo perplejo con tu aplomo y m oor.ijo?
Marianne Williamson define un milagro como «si se levantara la
niebla, se produjera un cambio en nuestra percepción, un retorno al
amor». El flujo incesante de amor es lo que hace que los milagros sean
posibles: el amor que el Espíritu siente hacia nosotros, nuestro amor
hacia nosotras mismas, nuestro amor hacia el Espíritu. En su libro A
Return to L ove: Reflections on the Principies o f a Course in Miracles,
Marianne Williamson nos dice que hubo un tiempo en que lo único
que conocíamos eran los milagros, porque existíamos en el amor. Lue­
go nos despertamos en la tierra y «aprendimos conceptos como com­
petencia, lucha, enfermedad, recursos agotados, limitaciones, remordi­
mientos, maldad, muerte, hambre y desgracia. Empezamos a pensar
en esas cosas, y empezamos a conocerlas». El amor fue sustituido por
el temor.
Cuando vivimos en el temor — que para muchas de nosotras re­
presenta la vida real— los milagros son la excepción, no lo habitual.
Pero podemos cambiar esa situación.
Lo único que tenemos que hacer es hallar el camino de regreso a
casa, a nuestro yo auténtico.
Existen muchos caminos que conducen a la plenitud. El que
emprendió Marianne Williamson en 1977 fue A Course in Miracles,
que según explica consiste en «un programa de autoayuda de psicote­
rapia espiritual», basado en unas creencias espirituales universales
transcritas por un psicólogo judío durante unas sesiones de dictados
místicos a mediados de los años sesenta.
A través de la meditación diaria y los ejercicios descritos en la obra,
quienes buscan la plenitud aprenden a renunciar a todas las ideas pre­
concebidas del ego — lo que deseamos, necesitamos y creemos que nos
hará feliz— sustituyéndolas por la aplicación práctica y cotidiana del
amor en nuestras vidas. «Tanto si nuestro dolor psíquico está ubicado
en el terreno de las relaciones, de nuestra carrera, salud o cualquier otro
ámbito, el amor es una fuerza muy potente, la cura, la respuesta», nos
asegura Williamson.
En el prólogo de A Course in Miracles se afirma que el tema cen­
tral del curso, compuesto por tres volúmenes y mil ciento ochenta y
ocho páginas, es muy sencillo:

yr .N ada real pu ede verse am enazado. \


/ N o existe nada irreal
I A qu í reside la p az de Dios. j
Al i <tin.ii coiu h uí i .i de ello, expeiimeni.mio'. el milagro de I.i vida
real. aiando pedimos un milagro, pedimos un objetivo pr.u tico nos
recuerda M.iriamie Williamson , un retomo .1 la p a/ interior. No pe
dimos que camine ale,o ajeno a nosotros, sino que cambie algo dentro
de nosotros,»

15 DE NOVIEM BRE

El cielo nos protege


T odos ten em os un án g el tu telar qu e nos guía, nos protege,
nos sana, nos alienta, nos consuela con m an os cálidas e invi­
sibles... ¿ Q u é p o d em o s h a cer p a ra p ed ir su a y u d a f Pedirla,
sim plem ente. C on gratitud.
So p i iy B i jr n i iam

R .acuerdas el consuelo y la alegría de tener una amiga o amigo ima­


ginarios cuando eras niña? El hecho de que el resto del mundo no los
viera no significa que no fuera real. Es más, esa compañera o ese com­
pañero de tu infancia siguen siendo una presencia inmediata en tu vida
codiana — vigilando, protegiéndote, guiándote, inspirándote y amán­
dote— aunque hace mucho tiempo que no fabricáis tortitas de barro
en el jardín.
Los ángeles son prueba del amor que siente Dios hacia nosotros,
unos recordatorios constantes de que no estamos solos. Prácticamente
todo el mundo ha vivido la experiencia de haber sido salvado de un
peligro por una fuerza invisible. En aquel momento tuvimos la sensa­
ción de que el cielo nos protegía. Y no nos equivocábamos. Aunque
dos tercios de nosotros creemos en la existencia de los ángeles, no
todo el mundo está dispuesto a mantener una íntima relación terrenal
con un ser celestial.
Durante los últimos tres años he gozado de una relación íntima
con mi ángel tutelar, que en realidad es una angelesa a la que llamo
Annie. A medida que proseguía mi desarrollo espiritual, busqué una
amiga mística, la cual me ha proporcionado gran alegría, consuelo,
seguridad y paz. El mayor regalo que me ha hecho Annie es ayudarme
a relajarme. Con frecuencia me recuerda que la vida real no consiste en
un melodrama protagonizado poi una sola muji-t, aunque lenj'.o c ifi la
tendencia a reescribir el guión. Pise a que me gustaría mucho, jamas
he logrado ver a Annie. Los angeles no ap.u ei cu por arle de mapa; no
son unos genios encerrados en unas lamparas maravillosas. Sin embaí
go, podemos invocar a estos fieles amigos y compañeros para que nos
guíen, ayuden e inspiren.
«Nuestros ángeles nos conocen más íntimamente que nuestros
padres o esposos. Se preocupan afanosamente de nuestro bienestar y
de nuestra salud física — nos dice Eileen Elias Freeman— . Saben lo
que hacemos, lo que pedimos en nuestras oraciones, lo que vemos y
lo que decimos. Observan la vida y muerte de cada una de nuestras
células, y nos aman, porque son unos seres que provienen de Dios, y
Dios es amor.»
Aunque actualmente circula una gran cantidad de libros sobre
ángeles, las obras de Freeman, Touched by Angeles y Angelic H ealing
son mis favoritos. Freeman sostiene de forma convincente que un
encuentro angélico profundo y significativo sólo es posible cuando
nos damos cuenta de que en realidad lo que deseamos es mantener una
relación especial con el Espíritu. Podemos deleitarnos con el mensaje
y el mensajero, pero no debemos olvidar quién lo ha enviado.
Al igual que ocurre con todos los dones espirituales, debemos
pedir a nuestros ángeles que nos ayuden. Debemos pedir al Espíri­
tu que haga más profunda nuestra relación con nuestro ángel tutelar,
mostrándonos agradecidas de que las líneas de comunicación celestial
estén siempre abiertas.

16 DE NO V IEM BRE

Cabalgar sobre la gran ola


P regú ntate si eres fe liz y dejarás de serlo.
J. S. M i l l

n
JL^/éjate arrastrar. Atrapa la ola, cabalga sobre ella. ¿No te encantaría
hacerlo? Pero la vida real no suele incluir una parada en Surf City a
menos que vivas en Malibú.
Cada vez que experimentamos el flujo mágico, experimentamos
iin.i sensación luminosa com o si nos devalamos, alm as, eufóricas,
autenticas, con nuostias facultades potenciadas ,il máximo, Nos olvi
clamos de comer, i lt beber, del sexo, de dormir. ¿P o r qué? Porque
funcionamos con un combustible de un elevado octanaje. El amor con
mayúscula. I m o i a mo - . mu-,tros dones a pleno pulmón coreadas por
un "¡bravo!" colcaia!. N o s regocijamos en nuestra pasión. No necesi­
tamos unos mantias que nos motiven; la felicidad nos impulsa como
una exhalación hacia nuestras aspiraciones. Los obstáculos se disuel­
ven. Las emociones tóxicas, las preocupaciones y la depresión desapa­
recen. Estamos en este mundo, pero no pertenecemos a él. Experi­
mentamos una profunda satisfacción que no se halla en las zonas
erógenas ni erróneas, una paz que supera nuestro modesto entendi­
miento. Euforia. Alegría. Una trascendencia que lo transforma todo.
Lo que buscamos cuando pedimos al médico que nos recete Prozac.
Lo que creíamos que era el sexo cuando teníamos dieciséis años.
Lo malo es que no cabalgamos sobre la gran ola lo suficientemen­
te a menudo. La buena noticia es que el «flujo» puede ser invocado e
inducido; incluso puede convertirse en una de las especialidades más
productivas de la investigación psicológica de la próxima década. D u­
rante los últimos veinte años, Mihaly Csikszentmihalyi ha encabezado
el movimiento pionero del estudio científico sobre la alegría, analizan
do los estados alterados de «experiencia óptima», esos momentos en
que nos sentimos profundamente ligados a la vida real, que él denomi­
na el «flujo». Mihaly sostiene que la alegría puede formar parte de la.
vida diaria, y yo lo creo. Si lees su increíble libro Flow : The Psychology
of O ptim al Experience, quizá te conviertas también en una creyente en
sus teorías.
Esa luminosa sensación que he descrito antes solemos alcanzarla a
través de cosas simples, incluso nuestro trabajo, cuando realizamos
nuestras tareas con el adecuado talante. El ser plenamente conscien­
te — centrar nuestra energía psíquica en lo que estamos haciendo—
induce ese «flujo». Cuando aprendemos a alejar de nosotras el caos,
concentrando nuestras energías creativas en nuestro interior, nuestra
atención estimula nuestra capacidad de acelerarnos más allá de nues­
tras facultades normales.
Cuando trabajamos, jugamos o creamos, el ritual desempeña un
importante papel a la hora de preparar nuestra mente, cuerpo y alma
para conectarnos al filón principal. La forma en que ordenas tu mesa
al comienzo de la jornada, el tipo de lápiz que prefieres, la música que
escuchas cuando escribes en tu diario de descubrimientos personal
constituyen una invocación del «flujo». Los pequeños momentos —leer,
trabajar en el jardín, cocinar, pintar o coser— asumen un nuevo signi­
ficado cuando lo contemplamos como olas que pueden conducirnos
hasta el «llujo». Explorar el líii.tjc de m lamili.t, conmemorando mo
mentos especiales o personas que lian l o m u d o parte tle in vula a lia
ves de talismanes que lias ido coleccionando, puede invocai el flujo»
al ligar el pasado con el presente.
El hecho de variar la rutina de tu vida cotidiana induce también el
«flujo», pues la novedad incrementa la frecuencia de las olas; pensar en
hacer el amor de manera distinta puede estimular unas olas de deseo
que la monotonía había adormecido. Memorizar citas literarias,
versos, canciones y datos, utilizándolos para animar nuestras conver
saciones, puede invocar también el «flujo». Al igual que dominar un
juego, un deporte o una nueva actividad estimula el proceso del «flu­
jo». Pero también lo conseguimos a través de la soledad y de soñar
despiertas, porque la imaginación es el medio que emplea el alma para
comunicarse con nuestra mente consciente.
«La opinión que tenemos de nosotras mismas, la alegría de vivir,
todo ello depende en última instancia de cómo la mente filtra e inter­
preta las experiencias cotidianas — nos recuerda Mihaly Csikszent-
mihalyi— . El que seamos felices depende de nuestra armonía interior,
no de los controles que podamos ejercer sobre las grandes fuerzas del
Universo.»

17 DE NO VIEM BRE

Informe meteorológico
Es m uy divertido co m p ro bar los diferen tes clim as senti­
m entales qu e uno experim en ta a lo largo d el día.
A n n e M o r r o w L in d b e r g h

I I o y , nubosidad variable. Mal humor. Anoche no dormiste bien;


los niños te despertaron dos veces. Te sentías nerviosa, no parabas de
dar vueltas en la cama. Podría deberse a los días del mes o a las factu­
ras. O a una fuerte retención de líquidos. Alternarán nubes y claros,
más soleado hacia el mediodía si has quedado para comer con una
amiga. Formación de nubes tormentosas, si te quedas a comer en el
despacho. Durante la tarde se producirán chubascos debidos al cúmu­
lo de trabajo, al mal humor del jefe, las cifras de ventas. Esta noche
h,i|ai.m l a s lenipei . 11 n i , r . No l i a s resuello i i i i . i di s i i r . m u i o n lu ni.nido
sobic Lis p r ó x i m a s \.n .n iones I si.» noelie es posible que se produzcan
heladas, poi lo i|tie niaiiana amanecerá un día Irío y desapacible.
I loy en día mili lias mujeres tratan de combatir su adicción al alco­
hol, a las drogas, al tabaco, a la comida, al sexo, a comprar, a dormir. La
mayoría de estos perniciosos hábitos son comentados con frecuencia
en libros, en revistas y en la televisión. Pero existe otro «hábito» que
nos afecta a muchas de nosotras y que apenas se ventila, me refiero a la
adicción a los altibajos emocionales.
Durante cierta época de mi vida, a veces me pasaba varias horas
llorando de rabia. Era como una borrachera emocional; me desahoga­
ba llorando y lamentándome hasta quedar agotada, incapaz de ser una
compañera agradable para mi marido o una escritora productiva. Esos
estallidos emocionales no son sólo una cuestión de temperamento,
sino que pueden dar al traste con relaciones, carreras y sueños. La úni­
ca forma en que conseguí superar mi adicción al melodrama personal
fue reconociéndola y rezando todos los días para que el Espíritu me
ayudara a evitar esa trampa. Poco a poco, con apoyo terapéutico, con
seguí superarlo. Pero sé que en lo referente a mis em ociones, siem pre
estaré en fase de recuperación.
A veces esos episodios emocionales son precipitados por un tras
torno físico, por fatiga, depresión, estrés, agotamiento nervioso. Pero
los cambios en nuestro clima emocional que destruyen nuestra vida
cotidiana no tienen nada de divertidos.
Es esencial que tomemos nota de nuestros patrones meteorológi­
cos emocionales si queremos permanecer cuerdas y sanas, funcionar y
que los demás nos quieran. Cada mujer tiene su propio patrón emo­
cional, distinto del de otras mujeres. Si no conoces el tuyo, empieza a
prestar atención. Cuando rompas a llorar o tengas un acceso de cólera,
respira profundamente y trata de centrarte. Cuenta de uno a cien antes
de emitir un ultimátum. Cuando te hayas calmado, analiza las circuns­
tancias que rodearon ese episodio emocional. Te sientes frustrada.
¿Por qué? ¿Dormiste bien anoche? ¿Qué has comido a la hora de
almorzar? ¿Cuántos vasos de vino bebiste? ¿Cuánto hace que tuviste
el periodo? ¿Cuánto hace que fuiste al gimnasio o practicaste algún
ejercicio?
Estás furiosa. ¿Por qué? Estás disgustada. ¿Por qué? Estás resenti­
da. ¿Por qué? Afronta el problema. Habla con una amiga. Escribe en
tu diario de descubrimientos personal. Escribe una carta. Pon al día
tus papeles. Ordena el armario o tus archivos. Cuando te hayas sere­
nado, piensa en la medida que debes tomar para resolver la situación o
al menos hacer que sea tolerable. Sí, seguro que hay algo que puedas ha­
cer para remediarlo. Hazlo.
I .ameniablemente, l.is ad itt.r. .1 los 1 Madidos n m 11 u>11.1 le . no s<(li­
mos dar rienda suelta .1 las emocione •/m\ilir,is la j',iatiiml, e! perdón,
la empatia, la admiración, el respcio. I’<1*> 1 podemos recobrar rmes
tra autenticidad y nuestro equilibrio con alej-t ia.
Cultiva la felicidad. Afina tu sentido del humor; es el instrumento
más irresistible que poseemos. Sonríe, especialmente si no tienes ga
ñas. El hecho de sonreír aumenta las enzimas positivas de la química
cerebral.
«Lo cierto es que podemos renovar nuestro entorno, reformar
nuestra casa, aprender un nuevo juego, o inscribirnos en un nuevo
club mucho más fácilmente que cambiar la forma en que nos com­
portamos a nivel emocional — observa Ellen Goodman— . Es más sen­
cillo modificar ciertas conductas que los sentimientos sobre esas con­
ductas.»
Pero no puedes modificar tu conducta a menos que reconozcas la
necesidad de hacerlo. Y no existe ninguna adicción que no pueda cu­
rarse con amor.

18 DE N OVIEM BRE

El valor de la amistad
Cada amigo representa un mundo dentro de nosotros, un
mundo que posiblemente no nace hasta que llega, y es a tra­
vés de ese encuentro que nace un nuevo mundo.
A n a ís N in

L o s ángeles no son los únicos que nos recuerdan la devoción de la


Divinidad a nuestro bienestar emocional, físico y psíquico. Nuestros
amigos también. Los ángeles nos proporcionan gracia y obran mila­
gros; nuestros amigos también. Los ángeles son unos mensajeros divi­
nos; los amigos también. Dios se expresa a través de esas charlas ínti­
mas, conversaciones y confesiones. Probablemente porque solemos
hacer caso de lo que nos dice un amigo que nos quiere de forma in­
condicional y desea que seamos felices.
Nuestros amigos constituyen la joya de la corona de nuestra satis­
facción. Debemos tratarlos con todo el cariño que nos inspiran. Exis­
ten mm litis Itu ni.r. »Ir lu* i'i lo, l .os i ii nales de amistad son niny eliea
ces, como ¡nvn.u .1 comri .1 1111,1 .11111 )>,.i el día dr su cumpleaños, com
partí) con d i.1 un libro favorito, leerlo simultáneamente y rcuniros
una vez al mes p.na lomar el té y comentarlo. Recortar un artículo o
una receta culinaiia dr 1111 periódico o una revista y enviársela a una
amiga por correo I nviar tarjetas y notas de agradecimiento a nuestras
amistades. I Jna nota breve para consolar a un amigo que atraviesa una
mala racha lo animará más que una llamada telefónica. Comparte tus
deseos y resoluciones para el nuevo año con una amiga. Ve con ella de
pasco. Organiza excursiones, visitas a un anticuario o a un mercadillo
de objetos artesanales; salid juntas de compras. Una vez al año, reu-
niros para intercambiar prendas de vestir y complementos de los
que os hayáis cansado. Cuando una amiga está resfriada, envíale una
cesta con remedios como pastillas para la tos, pañuelos de papel, fruta,
té, un termo con caldo casero, una pequeña planta. Cuando quedes
para comer con una amiga, llévale flores, aunque sea un modesto ramo
comprado en un puesto callejero. Anímala cuando esté deprimida.
Cuando una amiga o un amigo pierda a un familiar, en lugar de enviar
una corona de flores para el funeral (ya lo harán otras personas), espe
ra un par de días y envíale una hermosa planta o un ramo de flores. I c
animará más de lo que imaginas. Si tiene problemas graves, incluye su
nombre en la lista de personas a las que mencionas cuando rezas. A
veces nuestros ruegos en favor de un amigo son el mejor regalo que
podemos hacerle. Comienza o contribuye a una colección destinada a
una amiga, añadiendo un nuevo elemento el día de su cumpleaños o en
Navidad. Cuando hagas un regalo a alguien que quieres, que sea algo
que esa persona no compraría. Cocina para tus amistades. Cuando
una amiga esté enferma o padezca estrés, prepara doble cantidad de
cocido y llévale una ración a su casa.
Por encima de todo, haz saber a tus amigos lo mucho que les quie­
res. Recuérdales con frecuencia cuánto valoras su amistad. Desgracia­
damente, a veces perdemos a nuestros seres queridos. Los niños cre­
cen. Los padres envejecen y mueren. Los hermanos se ven separados
por la distancia. Pero nuestros amigos constituyen uno de los hilos
más importantes del entramado de nuestra vida. Demuéstrales tu cari­
ño, no sólo de palabra sino con obras. «Los amigos te ayudan a ser tú
misma — nos recuerda Merle Shain— , a convertirte en la persona que
deseas ser.»
La amabilidad de los extraños
Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños,
quienquiera que seáis.
B l a n c h e D ubois (T en n essee W il l ia m s )

E n la Biblia, los ángeles que intervinieron en las vidas de los huma­


nos solían ser unos extraños que aparecían en escena una sola vez,
prestaban ayuda a la persona en cuestión y desaparecían tan miste­
riosamente como habían venido. Según todos los relatos de primera
mano publicados, el procedimiento angelical normal no ha variado en
cinco mil años.
A partir de hoy, empieza a prestar atención a tus encuentros con
extraños. Búscalos. Sonríe. Míralos a los ojos. Conversa con ellos.
Nunca se sabe. Aunque no se trate de un encuentro angélico, puede
ser un momento Celestino.
Hace varios años me encontraba en Nueva York para organizar
una serie de conferencias sobre la época victoriana en Macy’s. Un día,
al subir en un ascensor de carga, sostuve la puerta abierta para que pa­
saran dos empleados que iban cargados de mercancías, les pregunté a
qué piso iban y charlamos unos minutos. «Usted no debe de ser de
Nueva York — comentó uno de los empleados. Cuando respondí que
no lo era, se echaron a reír— . Lo sabía. Ningún neoyorquino es tan
amable». Más tarde, cuando me disponía a marcharme, cargada con
varias cajas y bolsas, me topé con uno de los empleados que había vis­
to antes. Éste no sólo se ofreció para llevarme las bolsas hasta la puer­
ta, sino que esperó a que pasara un taxi, me ayudó a subirme y se des­
pidió con una sonrisa.
Nunca rechaces la oferta de ayuda de un extraño, a menos que
estés sola en un lugar apartado, donde en cualquier caso no deberías
estar. La vida es dura para muchas mujeres. Pero poco a poco me voy
convenciendo de que no es tan dura como creemos. Una de las razo­
nes de que la vida nos parezca tan dura es que no solemos pedir ayuda
a nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo y extraños. Nos sen­
timos incómodas, como si el hecho de pedir ayuda demostrase que
somos estúpidas o unas incompetentes.
Deja de pensar que es un abuso pedir un poco de ayuda de vez en
cuando. Sólo nos convertimos en un engorro cuando nos sentimos-
.11)111111.1(1.1', poi 1111( .11 (>. |>i«>I>1c1111.is y pedimos .1 Ion dem.ÍH que caí
con ellos ademas de los suyos,
Se .un.ib le con di '.1 ouoeidos. l)ej.\ que los desconocidos sean ama­
bles contigo. < o iiM ileialo un intercambio positivo de ayuda y compa­
sión en el círculo de l.i vida. Recuerda, según dice san Pablo: «Algunos
han hablado con andeles sin saberlo.» Y algunos nos hemos encontra­
do con ellos sin darnos cuenta y los liemos rechazado antes de recibir
su bendición.

20 DE NO VIEM BRE

Benditos sean los vínculos que nos ligan


Llámalo clan, llámalo grupo, llámalo tribu, llámalo fami­
lia. Sea como fuere, y seas quien seas, lo necesitas.
J an e l I ow ard

I la c i a esta época del año empezamos a pensar en la familia, a veces


con cariño, a veces con aprehensión. Aunque la configuración de la fa­
milia ha cambiado profundamente desde la era victoriana, lo que no
ha cambiado es nuestra necesidad de sentirnos ligados a nuestros pa­
rientes. Con frecuencia la vida real produce rozaduras' en los vínculos
que ligan a las familias. Algunas familias están separadas por la distan­
cia, otras por problemas u obligaciones. Muchas mujeres no sólo cui­
dan de sus hijos y esposos, sino también de sus ancianos padres. Esto
a menudo provoca tensiones y resentimientos entre nuestros padres y
nosotras, a medida que nos hacemos más responsables de ellos.
Pero si nos organizamos bien, podemos disfrutar de una relación
muy estrecha con las personas que queremos. Parece absurdo sacar
tiempo para demostrar nuestro cariño, ya sea para organizar una cita
amorosa con nuestro compañero, quedar para comer con una herma­
na o sostener una larga conversación telefónica con un hermano o una
prima. Pero es así.
Tengo una amiga que siempre saca tiempo para recordar a todos
los miembros de su numerosa familia y enorme círculo de amigos. El
sistema que utiliza consiste en comprar un montón de tarjetas para
todas las ocasiones. A principios de mes, tan automáticamente como si
se tratara do revisa i las facturas y recibos, tonsulta el calendario para
comprobar si alguien cumple años y qué día. Muchas veces nos apetc
ce enviar una tarjeta a un pariente deseándole que se recupere pronto
de una enfermedad, o para felicitarle por su nuevo bebé, o para darle el
pésame por la muerte de un ser querido, pero no lo hacemos para evi
tarnos la molestia de salir a comprar una tarjeta.
Utiliza la imaginación para complacer a tus familiares. Si posees un
libro de meditación que te gusta mucho, regálales un ejemplar a tu
madre y a tu hermana. Diles que cuando lees ese libro, siempre pien­
sas en ellas. Recorta artículos de revistas y periódicos que puedan in­
teresar o divertir a algún pariente tuyo. Yo siempre tengo unas tijeras
a mano cuando leo un periódico o una revista y guardo los recortes en
una cesta. Cada dos semanas, generalmente cuando reviso las cuentas,
los envío por correo. Sólo tienes que escribir unas letras, por ejemplo:
«Supuse que te divertiría leerlo.» Es un gesto que no te llevará más de
cinco minutos, desde introducir el recorte en un sobre hasta pegar el
sello, pero tu pariente se alegrará de comprobar que has pensado en él.
Si vives lejos de tu familia, llámalos periódicamente por teléfono.
Nuestros padres, cuando son ancianos, necesitan que nos ocupemos
de ellos y que los llamemos o visitemos con frecuencia, a ser posible
una vez a la semana.
Todas nos acordamos de los niños de nuestra familia cuando se
acerca Navidad, pero no siempre nos acordamos de su cumpleaños.
Esos gestos omitidos provocan innecesarios disgustos. No nos cuesta
nada tratar de recordar esas fechas, para evitar que los pequeños se
sientan heridos. No utilices el pretexto de que no tienes tiempo, o que
«pensabas hacerlo pero se te pasó». A ninguna de nosotras nos sobra
el tiempo. Todas podemos hacerlo, basta con pensar en los demás y
saber organizarse.
Comparte historias familiares. Grábalas en un magnetofón para
que no se pierdan. Pídeles a tus padres y a tus abuelos que graben sus
recuerdos. Cuando haya desaparecido, el sonido de la voz de tu padre
te partirá el corazón pero sanará tu alma. Contempla viejas fotografías
familiares y manda hacer unas copias para todos los miembros de tu
familia. Comienza una colección de vídeos familiares. Trata de reunir-
te con todos tus parientes al menos una vez al año.
A raíz de la muerte de la madre de una amiga mía, ésta y sus her­
manos se repartieron una pequeña cantidad de dinero del seguro de
vida de su madre. Dado que mi amiga y sus hermanos vivían en dis­
tintas ciudades, sabían que tendrían que hacer un esfuerzo para no
perder el contacto entre ellos. Decidieron utilizar ese dinero para crear
un fondo destinado a costear el alojamiento y la comida de todos ellos
a fin de poder reunirse cada verano. Mi amiga dice que los primeros
encuentro,s lucion dccnivoi, pues contribuyeron a estableen m u une
v.i tradición lamiliat Aluna, mi amiga se siente mas unida a sus licr
manos y hermanas (|ue cliando era nina.
Según Simone Weil: I.I deseo de sentirse enraizado es quizá la
necesidad más importante y menos reconocida del ser humano.» Es
un pensamiento digno de meditación el Día de Acción de Gracias.

21 DE N OVIEM BRE

Hacer novillos
Sabes que no debes dejar escapar las preciosas horas del
día. Sí, pero algunas son preciosas precisamente porque deja ­
mos que se nos escapen.
j . M. B a r r í i*:

H o y , meditemos con nuestros calendarios abiertos. ¿Que aspecto


presenta la semana? ¿Qué día puedes tomarte libre sin que tu mundo
se paralice porque durante unas horas has dejado de darle vueltas?
Bien. Ahora escribe: «Día dedicado a la salud mental.»
¿Recuerdas los días de «salud mental» que aducíamos en la escuela
secundaria para hacer novillos un día? Pues ha llegado el momento de
reanudar la tradición. No tengas remordimientos por hacer novillos;
se trata de una terapia preventiva. A veces me gustaría ser una médica
especializada en trastornos femeninos. Todos los años sorprendería a
mis pacientes recetándoles por escrito que hicieran novillos durante
un día. Las convencería de que era absolutamente necesario para su
salud: física y psíquica. Luego les daría una nota oficial excusándolas
de la vida real. Creo que la verdadera razón por la que es tan difícil ser
adulta es que no tenemos a nadie que nos excuse de cumplir con nues­
tras obligaciones, ocuparnos de nuestro marido, cuidar a mamá y con­
ducir a los niños a la escuela. No te preocupes. Yo escribiré una nota
para ti. ¿Me devolverás el favor?
Hacer novillos no es lo mismo que «hacer huelga». Cuando — debi­
do a que no lo soportas más— decides hacer huelga diciendo que estás
indispuesta o tomándote un día de vacaciones, no tienes la energía crea­
tiva para «hacer novillos». Cuando hacemos novillos, la palabra opera­
tiva es «jugar* pero nadie liene que saberlo excepto lu yo aulenlico.
( O una buena amiga que liaee novillo-, i oniigo .) I )espues de despedii a
tu marido, llama a la oficina y di que le entrevistarás con quien sea
mañana y luego lleva a los niños a la guardería. Si te quedas en casa, lia
ma a un canguro o concierta con otra madre un intercambio.
Dispones aproximadamente de ocho horas para emplearlas como
desees. Haz lo que te parezca más frívolo y caprichoso. Compra un
albornoz de un diseñador europeo, ve a un salón de belleza y pide que
te hagan la pedicura, que te apliquen un tratamiento facial y un nuevo
maquillaje. Concédete el capricho de un masaje de aromaterapia. Fin­
ge ser una turista y coge un bus turístico para visitar los lugares más
destacados de la ciudad. Vete al cine. Ve a comer a un restaurante que
no conoces. Quédate en casa y diviértete contemplando los culebro­
nes de la televisión, los talk-shows, una comedia o un vídeo. Lee una
fabulosa novela de una sentada con una caja de chocolatinas junto a ti.
No contestes al teléfono. Haz únicamente lo que te apetezca hacer, no
lo que tengas que hacer. Ve a recoger a los niños y pásate por una
hamburguesería o un chino y llévate comida preparada a casa. Cuando
la jornada haya terminado, lo único que habrás hecho es cuidar de tu
alma.
\ Disfruta de no hacer nada. «Es imposible gozar plenamente de los
ratos de ocio a menos que uno esté muy ocupado — confesó el escritor
Victoriano inglés Jerome K. Jerome— . No es divertido no hacer nada
cuando no tienes nada que hacer... Los ratos de ocio más dulces, como
los besos, son los robados.»

22 DE N O VIEM BRE

Meditación para chicas malas


Es tan fá c il ser m ala sin darse cuenta, ¿ v e r d a d ?
A n n e Sh ir l e y
(L. M. M o n t g o m e r y )

I - J n a amiga y yo charlábamos un día por teléfono cuando de pron­


to me confesó haber hecho algo terrible pero muy divertido. «Qué
mala eres», contesté fingiendo sentirme escandalizada pero con admi-
r.u ion (el nóvenla \ nuevi pin cíenlo del tiempo «■. un pedazo de p,m),
* < tundo dejamos de i eirnos a carcajadas, mi amiy.a dei l.iro que las clu
cas malas pueden enseuainos un p,u de tosas al resto de las mujeres.
( lomo descul'iu i una chica mala. I as chicas malas beben cham­
pán y combinailo'., no cerveza, jerez, agua mineral, calé con leche o té
Darjceling. ( I ) sea, martinis, «destornilladores», bloody marys.) Las
chicas malas prefieren vestidos pegados al cuerpo, tops escotados,
tacones altos, medias negras de malla, seda, cuero, raso blanco cortado
al bies y raso negro corto. Las chicas malas son pelirrojas, rubias o
morenas, llevan la boca y las uñas pintadas de rojo vivo. O sea, como
Mae West, Rita 1 layworth, Ava Gardner. (Pero las chicas más malas
tienen el pelo de un castaño insípido.) Las chicas malas lucen pantalo­
nes ceñidos, sandalias de tacón alto, jerseys de cachemir o m ohair, pa­
ñuelos de seda en la cabeza para taparse los rulos y gafas de sol para ir
al mercado; por las noches se ponen un esmoquin negro y una estola
de zorro plateado.
Las chicas malas están en contacto con su arpía interior porque
pasean a unos dobermans con collares de cuero negro con brillantes
falsos incrustados. Las chicas malas viajan a Las Vegas con la Visa oro
de su ex que todavía lleva su nombre. Son apasionadamente leales a
sus amigas. Son capaces de matar a quienes rompan el corazón de sus
amigas del alma. Las chicas malas tienen amigos dotados de poderes
sobrenaturales. Tienen su propio astrólogo. Saben que un cuerno (de
la luna u otro astro) no es necesariamente algo que te pone el marido.
Las chicas malas escuchan a Billie Holiday. Saben la importancia de
depilarse a la cera periódicamente. Las chicas malas ejercitan unos
músculos que el resto de nosotras ni siquiera sabemos que tenemos.
Las chicas malas huelen a perfume caro y nunca salen de casa sin unos
pendientes fabulosos. Leen a Nietzsche. Compran el N ational Enqui-
rer. Saben pronunciar el nombre de Goethe y recitar Las flores del
mal. Las chicas malas utilizan boquilla; las chicas realmente malas asis­
ten a cenas donde sólo se fuman puros.
A las chicas malas les gusta disfrazarse: se presentan como madres
perfectas, gélidas princesas y bibliotecarias. Las chicas malas son apa­
sionadas mientras que el resto del mundo se muestra frío. Prefieren el
oro a la plata. Enseñan el ombligo, pero nunca el alma. Las chicas
malas hacen el amor sobre sábanas de Ralph Lauren. Las chicas malas
nunca se casan por amor, motivo por el que cambian tan a menudo de
apellido. Las chicas muy malas tienen cuentas bancarias numeradas.
Las chicas malas saben que no se trata de las cartas que te den, sino de
la habilidad con que sepas jugarlas. Las chicas malas ganan al black-
jack. Se van de vacaciones a Monaco, donde aprovechan para partici­
par en torneos de backgam m on. Frecuentan los billares, pero sólo jue-
gan al billat en casas partieulaies l'ienen en nomina a un corredor dr
apuestas, un asesor financiero \ un abobado. I as tilicas malas envían
sustanciosos cheques para buenas causas y nunca se molestan en d e s
gravar la cantidad que donan. Las chicas malas no solo quieren diver
tirse, sino que hacen todo lo posible para conseguirlo. I as chicas
malas viven según la filosofía del placer personal.
L a m ayoría de n osotras sólo som os chicas malas en nuestros sue
ños. Pero existe cierto p atrón en el estilo de vida de las chicas malas
que m erece ser analizado. L as chicas m alas com pran lo que les apetece
com prar, com en lo que desean com er, se visten com o quieren, duer ­
men cuando les apetece.
L as chicas malas no acuden al p sicó logo porque no lo necesitan.
En su lugar, tienen amas de llaves y m asajistas.
Las chicas malas saben que esto no es un ensayo general. L a vida
real es lo que tú quieres que sea.
Puedes ser mala. Puedes ser buena. Pero procura ser auténtica.

23 DE NO VIEM BRE

Una auténtica acción de gracias


Un h og a r abierto, un corazón abierto,
a q u í crecerá una ab u n d an te cosecha.
Judy H and

E l pavo está en el horno, im pregnando el am biente con su suculen­


to arom a, y mi corazón se siente feliz. L as tartas se están enfriando
sobre la m esa, rellenas de frutos de la tierra, y mi corazón está reb o­
sante. L a conversación, la com pañía y el afecto transform an las habita­
ciones de esta querida casa, y m i corazón está en paz.
Pronto mis seres queridos — parientes y am igos— se sentarán a esta
mesa para com partir nuestra com ida y nuestras bendiciones y alzar con
nosotros sus corazones en una oración de gracias. M ientras pongo la
mesa, mi corazón recuerda con gratitud el legado de am or y tradición re­
presentado en los talismanes del mantel recién lavado y planchado, en la
reluciente cristalería, en la herm osa vajilla de porcelana. L a plata brilla,
las velas arrojan un suave fulgor, las flores nos deleitan con su belleza.
I *. iiim situauóu pille» 1,1 Ti.iiemni tic pii .eiv.ii e.ie auténtico
momento de em auto de l.t vida simple Valoienms e.t.i sensación de
salislacción y plenitud. Alebrémonos y alabemos .il Creador de todo
lo bueno.
I 1 novelista iM;•11 . I'liornas I lardy sostenía que los últimos días de
otoño creaban una estaeión interior que nos permitía vivir «en unas
altitudes espirituales que rozan el éxtasis» como en ninguna otra épo­
ca del año. Gocemos de la euforia que experimenta nuestra alma.
Venid, hermanas mías. Recemos por los muchos dones que hemos
recibido. Cantemos la canción de la abundante cosecha, levantemos
nuestra copa de alegría, elevemos nuestro corazón rebosante de grati­
tud. Sonriamos, pues tenemos mucho que compartir. Tanto es así, que
en esta época de abundancia somos capaces de aceptar la época de
renuncia. Poseemos todo cuanto necesitamos.
Amado Espíritu, nos has dado mucho, más de lo que merecemos.
Te ruego que nos concedas una cosa más. El don de un corazón agra­
decido. Los corazones no olvidarán lo que has hecho.

24 DE NO VIEM BRE

El don de la salud
L a p rim era riqu eza es la salud.
R a lp h W a l d o E m erso n

F #n esta época del año solemos pensar más bien en lo que nos falta
que en lo que poseemos, lo cual tiene una explicación. Ha llegado la
época de lanzarnos a comprar regalos. Pasado el Día de Acción de
Gracias comienza la carrera para prepararse para las fiestas navideñas.
Apenas acabamos de celebrar la estación de la abundancia cuando, con
la llegada de los primeros días oficiales de compras navideñas, inicia­
mos unas semanas frenéticas de búsqueda, compras y encargos, pero
no para nosotras mismas. Nos sentimos abrumadas por una época de
carencia.
Así que antes de que nos dirijamos a unos grandes almacenes, con­
vendría no sólo hacer un repaso de lo que poseemos, sino pensar de­
tenidamente en ello. El dinero servirá para comprar muchas cosas
durante las próximas semanas, pero no se pueden comprar los regalos
más importantes: la salud, un matrimonio sólido, unos hijos sanos, la
posibilidad de expresar nuestra energía creativa, la paz interior. Es
algo que solemos olvidar, no porque seamos unas ingratas, sino por­
que el ajetreo de la vida cotidiana nos impide pensar en ello. Ahora es
el momento de recordarlo. Supongamos que te ofrezco una elección.
Tienes garantizados todos los dones que he citado más arriba, pero no
un BM W aparcado frente a la casa. O tienes garantizado el BMW, con
dinero para comprarte la lujosa casa frente a la que está aparcado, pero
te arriesgas a perder los dones de la vida real. ¿Qué elegirías?
El don del que nos ocuparemos hoy es la salud. La salud no puede
comprarse, aunque tengas todo el dinero del mundo. Podemos ad­
quirir los mejores servicios médicos, pero la salud no está en venta. La
salud es un don inestimable que nos concede el Espíritu y que la ma­
yoría de nosotras da por descontado hasta que nos ponemos enfer­
mas. «Una de las experiencias más sublimes que podemos vivir es des­
pertarnos habiendo recuperado la salud tras una enfermedad — nos
recuerda el rabino Harold Kushner en Who N eeds G od — . Aunque
hayamos padecido una simple jaqueca o dolor de muelas, la salud a la
que no solemos dar importancia de pronto se convierte en algo muy
valioso.» Hoy reconoce que aunque sólo tengas salud, eres una mujer
rica. Si tienes una mente sana, un corazón sano y una buena reserva de
vitalidad y energía creativa, tienes el mundo a tus pies. Teniendo sa­
lud, lo tienes todo.
Pero la salud no es sólo la ausencia de enfermedad. La salud es
vitalidad, vigor, energía, equilibrio emocional, claridad mental y resis­
tencia física. Esos son los dones que debes pedir en tus oraciones, no
que aplacen el pago de las compras con la tarjeta de crédito y te aho­
rres el bochorno.
Toma vitaminas. Agradece al Espíritu la salud de la que gozas, y
pide más. Si hay una lección espiritual que deseo que grabes en tu
mente, es la conveniencia de pedir. Pide y te será concedido. Pide y si
no lo consigues, al menos lo habrás intentado. Pide específicamente lo
que deseas. Hoy, pide la suficiente dosis de energía creativa y física que
necesitarás no sólo para sobrevivir a las fiestas navideñas, sino para
disfrutar de ellas.
Cuando estás enferma
L a e n ferm ed a d es el m édico a l q u e hacem os m ás caso; a la
am ab ilid ad , a los conocim ientos, sólo h acem os prom esas; a
la e n ferm ed a d la o b ed ecem o s sin rechistar.
M a r c e l P ro u st

TX ienes la sensación de que te vas a morir, tienes un aspecto que


parece que te vayas a morir y te expresas como si te fueras a morir
— me dijo la doctora mientras estudiaba los resultados de las pruebas
de laboratorio y mis radiografías— . Pero gracias a Dios, no vas a mo­
rirte. Has vuelto a pillar la gripe, tienes sinusits y has contraído una
pleuresía. Quiero que te tomes un antibiótico y guardes cama hasta
que estés mejor, una semana o diez días.» Cuando protesté débilmcn
te porque había estado tres semanas enferma con la gripe y tenía el ira
bajo muy atrasado, la doctora asintió amablemente y respondió: «Vete
a casa, tómate la medicina, ponte el pijama y escribe una meditación
sobre lo importante que es cuidarnos cuando estamos enfermas. Me
enfadaré mucho si vuelvo a verte por el hospital.»
' Hice lo que me ordenó. Más o menos. Escribo este mensaje disi­
muladamente, debajo de la colcha.
La mayoría de las mujeres no se meten en cama cuando están
enfermas porque no pueden permitírselo. Tienen que ocuparse de los
niños, realizar las tareas caseras, preparar la comida, la vida sigue. De
modo que continúas con tus quehaceres hasta que te caes redonda.
Una mañana amaneces sin poderte mover. Estás enferma. Durante un
par de días — a lo sumo— te concedes un pequeño respiro. Tu compa­
ñero y/o tus hijos inquieren solícitamente si necesitas algo, y luego se
apresuran a cerrar la puerta para que puedas descansar. A menudo
asoman la cabeza para comprobar tu estado porque el espectáculo de
ver a su madre yaciendo en la cama durante más de dos horas seguidas
equivale .1 un terremoto de una intensidad 6,5 en su escala Richter per­
sonal. «¿Te eneueniras mejor?», te preguntan tratando de animarte. Al
r.ibo de pocos días, después de liabei oído esa pregunta por enésima
vez, contestas alii mativamente, aunque no sea verdad. Te levantas de
la rama, te vistes y te dispones de nuevo a tragar sables mientras haces
juegos de manos con antorchas llameantes.
Pero a veces no podem os levantam os A veces estamos tan agola

- BftS ■ ________. ____________ ,


das que n o lo g r a m o s s a c u d ir n o s la j*i i p r d e c iu u n a , el v u lg a i r c s li ia d o
se convierte en bronquitis o n o s p .u i u n o -, u n h u e s o o s t ili u n o s u n pin
zamiento de vértebras. A veces n o s o n u i < lo im p e n s a b le : u n b u lt o ti i
el pecho, un exceso de glóbulos b la n c o s , u n golpe e n la cabe/a, unos
intensos dolores en el pecho. No nos preguntan educadamente si de
seamos hacer una pausa para tomarnos un respiro. Nos ordenan brus
camente que nos paremos.
Flannery O ’Connor, una escritora sureña dotada de una gran sen­
sibilidad, llegó a la conclusión de que «en cierto sentido, la enferme­
dad es un lugar más instructivo que un largo viaje por Europa, un
lugar donde no tienes compañía, adonde nadie puede seguirte». La
próxima vez que te pongas enferma, no te sientas culpable. Y deja de
pensar que lo tienes todo controlado. En vez de arriesgarte a sufrir una
recaída, date permiso para descansar tanto tiempo como necesites para
(1) recuperarte y (2) explorar suavemente ese extraño giro en tu vida,
aunque temporal. Muéstrate tan abierta a los nuevos panoramas que se
abren ante ti como un turista curioso.
Si no hubiera sufrido una importante herida en la cabeza hace diez
años, probablemente no habría montado mi propio negocio, no habría
escrito una columna en un periódico y no habría publicado tres libros.
Mis casi dos años sabáticos forzados me dieron la oportunidad de
emprender un nuevo camino cuando me recuperé. Cada enfermedad,
desde un resfriado hasta el cáncer, nos da una lección positiva si esta­
mos dispuestas a tomar nota de ella. Puede ser una lección sencilla o
profunda. Como aprender a cuidarnos más en el futuro para no enfer­
mar. Aportar una mayor armonía a nuestra vida cotidiana. Equilibrar
nuestra necesidad de descanso y ocio con las exigencias de nuestras
responsabilidades. Apreciar los sutiles matices de los días negros ade­
más de los días alegres y luminosos. Buscar la plenitud y la forma de
sanar. Buscar no sólo una posible cura, sino la causa de nuestro mal.
Flannery O ’Connor buscó los aspectos positivos de su enferme­
dad hasta considerar que el lupus que sufría era «una bendición de
Dios». Es posible que nunca lleguemos a alcanzar ese grado de espiri­
tualidad. Pero la próxima vez que no te encuentres bien, te ruego que
te cuides con cariño y compasión. Te sentirás mejor.
.’<> I>K NOVIKMNKI

\Jiici receta para corazones angustiados


y mentes abrumadas
l'xiste esperan za p ara todos. A n ím ate p en san d o qu e si no
te m u eres, seguirás sobrellev an d o las tribu lacion es de la v id a
día tras día.
M ary B ec k ett

Aig unas noches, unas olas de cansancio nos golpean la mente, rom­
pen contra nuestro corazón, invaden nuestro cuerpo amenazando con
erosionar nuestras mejores defensas como las dunas de arena que se
alzan en la playa. El agua es fría, tenebrosa y profunda. Los recursos
que anteriormente funcionaban — el alcohol, las drogas, la comida, el
sexo, ir de compras, trabajar— sólo sirven para ocultar una insidiosa
corriente. Nada es capaz de frenar la marea. Necesitamos que alguien
nos arroje un cabo para evitar que nos ahoguemos en nuestras frustra
ciones.
Cuando se producen esas noches y me siento abandonada como
un náufrago en la playa de mis dudas y mi falta de fe, hallo refugio en
una oración muy reconfortante de Dame Julián de Norwich, una mís­
tica inglesa del siglo XIII.

Todo se arreglará,
y todo se arreglará,
y todas las cosas se arreglarán.

Esta simple afirmación de la fe resulta especialmente reconfortante


por cuanto ofrece consuelo a las oscuras y ocultas tristezas de lo inex­
plicable, lo inexpresado, lo no resuelto, lo injusto y lo innegable que
acechan mi alma cuando cierro los ojos. Musito esta oración una y
otra vez, como un mantra, sin tratar de comprender el significado de
las palabras porque 110 soy capaz. Algunos misterios están más allá
de nuestra comprensión. Algunos misterios no los resolveremos nun­
ca. Jamás lograremos descifrarlos.
Así pues, en lugar de tratar de entender su significado, dejo que el
Espíritu de las palabras tranquilicen mi abrumada mente y mi angus­
tiado corazón hasta que caigo dormida. A veces no entendemos el
sentido de ciertas cosas. A veces debemos simplemente acepiatla*., m u
darles más vueltas. Pero si logramos resistir durante U noche h.isia que
amanezca un nuevo día, todo se arreglará, aunque sea tic íoi ma distin
ta a como habíamos imaginado. Aunque sea distinto a lo (jue espeia
bamos y estábamos convencidas de que ocurriría.

Todo se arreglará,
y todo se arreglará,
y todas las cosas se arreglarán.

27 DE NOVIEM BRE

Lo que quieren las mujeres


L a gran cuestión... qu e no h e sido capaz de responder, p ese
a mis treinta años dedicados a investigar el alm a fem en in a ,
es: «¿ Q u é qu ieren las m u jeres?»
SlGMUND FREUD

J E c h a r un sueñecito, doctor Freud. Ahora. Hoy. Bueno, si no hoy, al


menos el domingo por la tarde. Ésta es la plataforma sobre la cual
deseo funcionar: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y
ocho horas de ocio. Si una de esas agradables horas de ocio las pasas
echando un sueñecito bajo tu mullido edredón, con la puerta cerrada y
las cortinas corridas, comprenderé que eres una mujer muy inteligente.
Un sueñecito no es dormir. Dormimos para recargar nuestros
cuerpos. Echamos un sueñecito para cuidar nuestra alma. Cuando
echamos un sueñecito, descansamos la vista mientras damos alas a
nuestra imaginación. Es como prepararse para el próximo asalto.
Ordenando y separando lo sagrado de lo profano, lo posible de lo
improbable. Ensayando nuestro discurso de aceptación para recibir el
premio Nobel, nuestra sorpresa al recibir el premio MacArthur al
ingenio. Esto requiere una posición horizontal. Con suerte, caeremos
dormidas, pero no profundamente. Sólo lo suficiente para rescatar
nuestra energía creativa del caos.
¿Dónde puedes echar cómodamente un sueñecito? En tu dormito­
rio. En el sofá de la sala de estar cuando visites a tus padres porque has
i lh Im .1 los ninos i 11i f tlojfii 11.11it 1111I.i ,i mi poblé i n . u l u v salgan .i jugai
,il jardín (ionio le dei tan a ii en.indo eras pequen.) y tu pobre madre
quería descansar). (> en una hamaca. O en una tumbona. Debajo de
una sombi illa en la playa. 1*,n un cóm odo sillón delante de la chimenea.
¿Durante cuánto rato? Una hora como mínimo. ¿Cómo podemos
hacerlo si tenemos hijos pequeños? Pues echando un sueñecito cuan­
do lo hagan los niños. Pero es que se niegan a dormir durante el día. A
partir de ahora lo harán. ¿Podemos echar un sueñecito en la oficina?
Desgraciadamente no, a menos que cierres la puerta y apoyes la cabe­
za unos minutos sobre tu mesa de trabajo. Por lo general eso se reser­
va sólo para cuando estás tan cansada que los ojos se te salen de las ór­
bitas. Lo cual demuestra la necesidad de convertir el saludable hábito
de echar un sueñecito los domingos en una tradición. Si quieres ser fe­
liz el resto de tu vida, echar un sueñecito no es opcional.
¿Cómo comienzas esa tradición? Domingo, tres de la tarde, des­
pués de pelar las patatas y meter el asado en el horno, desapareces esca­
leras arriba. Asegúrales que regresarás. Explica a quien insista en saber
adonde vas que necesitas hacer algo. A solas. Si quieres dar la impre­
sión de que vas a hacer algo productivo, coge un periódico como si te
dispusieras a leerlo. Es preferible no ofrecer más detalles. Ahora acués­
tate. Perfecto. Lo has conseguido.
«No existe nada terrible que no pueda arreglarse con un sueñeci­
to», afirma Carrie Snow. Ningún día es tan perfecto que no pueda
mejorarse con una estupenda siesta.

28 DE N O VIEM BRE

Soñar despierta
Soñar despierto no es p e r d e r el tiem po, sino el don de una
h ora du ran te la cual el alm a alcan za la plenitud.
G astó n B a c h e l a r d

D e joven, durante esos años en que todo te asombra y maravilla,


¿no te advertían bruscamente que bajaras de las nubes? ¿Que dejaras
de soñar despierta? A mí también. Me ha llevado tres décadas perder
la costumbre de ser práctica. Imagina lo que habrías conseguido si te
hubieran animado a respeta i nr. .1u 1u c r e a t i v o s com o los dones es

pirituales que son.


El ensueño es una tierra fértil en el que nuestra imaginación pros­
pera y trata de alcanzar la Luz. El ensueño incuba la creatividad y !•»
vorece los sueños, la visualización, hasta inc luso las visiones. Muc ha
gente cree que los ensueños son fantasías, pero las fantasías poseen un
sentido de lo improbable y a menudo de peligro. Las fantasías son
perfectamente saludables — todas las tenemos, especialmente fantasías
sexuales— y resultan muy terapéuticas. Las fantasías permiten que
nuestras sombras den libre curso a nuestras tendencias inaceptables
dentro de la seguridad de un holograma interno protector. En una
ocasión preguntaron a la esposa de Billy Graham si se le había ocurri­
do alguna vez divorciarse de su célebre marido evangelista, con quien
llevaba casada medio siglo. «No — confesó la señora Graham— , pero
a menudo he pensado en asesinarlo.»
Debemos sumirnos en un ensueño — suspender todo pensamiento
consciente de la realidad con los ojos abiertos— antes de experimentar
la alegría de soñar. Los poetas, pintores, escritores, músicos y científi­
cos saben que la musa te visita en sueños, si bien el tema del sueño no
tiene nada que ver con el proyecto creativo que tengas entre manos. Los
ensueños se suelen experimentar a través de una cortina de gasa, justo
más allá de la conciencia. Los ensueños son siempre agradables, pero
requieren tiempo. Yo necesito soñar despierta durante al menos quince
minutos antes de penetrar en la zona de los sueños propiamente dichos.
Te darás cuenta de que te habías sumido en un ensueño si cuando sales
de él sientes como si penetraras de nuevo en tu cuerpo.
Las visualizaciones constituyen la realidad virtual de los ensueños:
el montaje consciente y deliberado de un escenario en el que pretende­
mos ver lo que nos ocurrirá en el futuro. Cuando visualizamos, hace­
mos que la escena interior aparezca tan realista y detallada como sea
posible, dando vida y color a la escena con nuestros sentidos hasta que
lo que visualizamos resulta tan realista que desencadena una reacción
emocional: felicidad, euforia, alegría, alivio, gratitud. Puesto que el
subconsciente no puede distinguir entre la realidad y la realidad vir­
tual, la visualización consciente y deliberada durante cierto tiempo
suele obtener los resultados deseados. El subconsciente es el sirviente
del alma; pone en marcha la conducta y las circunstancias necesarias
para manifestar físicamente el programa deseado. La pulsión del sub­
consciente es la fe. Si crees realmente, acabarás viéndolo en tu vida.
Las visiones son unas revelaciones divinas que se manifiestan a
través de imágenes sobrenaturales. Las visiones suelen experimentar­
las los santos, los místicos y los chamanes, unas personas lo suficien­
temente fuertes espiritualmente para poder encajarlas. Es imposible
ItlillH II IIII.I visión, 41MH|lie pOtloil'tON ilivot illl.l I llaves (le IIIK'Nlt'OH
ensueños. I’eio ni no lo consigues, no l e Límenles, I . i s visiones t . u u
bian de forma dramática y -i veces violentan el emso ile nuestra vi
da. No puedes rcgiesai ni pcrm.meeei en un lug.it después de haber
experimentado una visión, lista te impulsa hacia delante, te obliga a
emprender un nuevo camino. Las personas c apaces de inducir una vi­
sión suelen prepararse para esa experiencia permaneciendo aisladas
durante varios días. Los americanos nativos y ciertos pueblos indíge­
nas como los aborígenes se embarcaban en una «búsqueda de visio­
nes» a modo de rito iniciático, y aunque se trata de una tradición muy
antigua, no es fácil trasladarla a la vida real de una mujer contemporá­
nea. Existen numerosos e interesantes libros que proponen la forma
de emprender distintas sendas espirituales, pero la mayoría de ellos
parecen haber sido escritos por personas que no tienen hijos; perso­
nas que tienen libertad para viajar a ashram s, conventos, monasterios,
puntos de poder y lugares sagrados donde se unen el cielo y la tierra.
Creo sinceramente que la mujer actual puede y debe hallar un camino
sagrado en su vida cotidiana. Disponemos de los instrumentos espiri­
tuales de la oración, la meditación, la soledad, la gratitud, la sencillez,
el orden, la armonía, la belleza, la alegría y los ensueños. «Un sueño
es un escrito religioso», dice el novelista italiano Umberto Eco en E l
n om bre de la rosa. Si buscamos la revelación divina acabaremos ha­
llándola, incluso en el transcurso de un viaje en autobús o mientras
recogemos la colada.

29 DE N O VIEM BRE

Escapadas nocturnas
L os sueños son ilustraciones... sacadas d e l libro qu e tu
a lm a está escribiendo sobre ti.
M ar sh a N o r m a n

j^^Lnoche soñé que me encontraba en un mercadillo buscando el


Santo Grial, supuestamente oculto entre un montón de azucareros de
oro, plata y cobre. En el preciso momento en que lo vi se me cayó
de las manos un jarrón rosa de porcelana que ni siquiera sabía que sos-
tenía, haciéndose añicos, y tuve que salir corriendo en medio de una
fuerte tormenta para rescatar a unos niños que estaban en la playa.
Estoy segura de que hay un mensaje encerrado ahí, pero aún no he
tenido tiempo de descifrarlo. Pero al menos he anotado el sueño en mi
diario, para tratar de desentrañar su enigma cuando tenga la oportuni­
dad de hacerlo.
Desde que he emprendido el camino que conduce a la autenti­
cidad, he experimentado más escapadas nocturnas en tecnicolor de
lo que cabe imaginarse. Soñamos todas las noches, pero no siempre
recordamos nuestros sueños. Mientras persigues la autenticidad no te
asombres si empiezas a recordar más sueños. No es una casualidad.
Comunicamos nuestro deseo de experimentar una revelación divina a
través de nuestras ensoñaciones, y nuestro yo auténtico responde con
un fax visual en forma de escapada nocturna.
Nuestros sueños son historias divinas que revelan dónde hemos
estado y por qué, hacia dónde nos dirigimos y la manera más rápi­
da de llegar. Los sueños constituyen nuestras auténticas piedras de
Rosetta. Cada noche se escriben nuevos jeroglíficos, pero no en egip­
cio. Nuestras inscripciones divinas son rostros conocidos, lugares,
objetos, deseos, dilemas. Tan sólo debemos buscar tiempo para desci­
frarlos. Los sueños nos ayudan a resolver nuestros problemas. Cuan­
do no sabemos qué hacer en determinada situación o necesitamos que
nos guíen, podemos solicitar la ayuda divina a través de nuestros sue­
ños. Científicos, inventores, escritores y compositores se encuentran
con su yo auténtico y alcanzan cotas increíblemente creativas durante
esas escapadas nocturnas. Beethoven y Brahms saltaban de la cama en
plena noche para componer sus obras. Thoreau guardaba siempre
lápiz y papel debajo de la almohada. Samuel Taylor Coleridge recibió
todo el texto del poema «Kubilay Jan» en un sueño, y Robert Louis
Stevenson concibió numerosos pasajes de El extraño caso del doctor
Je k y ll y Mr. H yde mientras soñaba.
Los sueños más informativos suelen producirse cuando no nos
acostamos agotadas o bebidas y dormimos profundamente. Si no pue­
des coger una pluma en el momento en que te levantas porque tienes
niños, permanece un rato acostada, recordando el sueño para poder
escribirlo más tarde. Si hallas un momento durante la mañana para
anotarlo, te sorprenderán los detalles que revelará tu pluma y que ni
siquiera recordabas. Al cabo de unrs horas de habernos despertado,
sin embargo, las imágenes de esas escapadas nocturnas tienden a esfu
marse.
Jung creía que todos los participantes m nuestros sueños consti
tuían aspectos de nosotros mismos I n tal i .r.o, <1 sueño «pie tuve ano
che era una clara señal del I spíi ilu de que el <ui .mío de la vida sim ple

- -
— la búsqueda de mi yo auténtico— es el camino que debo proseguir a
fin de convertirme en la mujer que soy realmente. Pero no creo que el
mensaje fuera dirigido únicamente a mi persona.
El Santo Grial es nuestra autenticidad. Lo vislumbramos oculto
entre lo que nos es familiar: nuestra casa, familia, trabajo, aficiones.
Pero lo que aparece como objetos corrientes — los azucareros— es en
realidad un tesoro porque están hechos de metales preciosos. El jarrón
que cae al suelo y se hace añicos es la persona que éramos antes de ser
conscientes de nuestra Divinidad.
Nuestra autenticidad comienza a emerger en nuestra vida cotidiana,
pero a medida que lo hace, estallan de improviso unas tormentas mien­
tras el ego trata de intimidamos y obligarnos a retroceder en nuestro
camino. Nosotros somos los niños que están en la playa, temerosos de
avanzar. Nos sentimos solos y desvalidos. Luego, al alzar la vista,
vemos a nuestro yo auténtico correr hacia nosotros, fuerte, hermoso y
valiente. Suavemente, nos coge en brazos y nos tranquiliza. No teñe
mos nada que temer. Ha venido a rescatarnos. A conducirnos de' nuevo
a la plenitud. A llevarnos a casa.

30 DE NO VIEM BRE

Perder el control
A u n qu e cream os q u e controlam os todos los resortes, en
realid ad estam os dorm idos.
A n n ie D tllard

I-rfa vida es una quimera», confesó en 1917 Mata Hari, la notoria


doble agente de la Primera Guerra Mundial, al enfrentarse al pelotón
ile ejecución. Ya sabes lo que suelen decir sobre las confesiones cuan­
do estamos a punto de morir: es la verdad tanto si lo crees como si no.
M.u.1 I I.u i sin duda vivió la última quimera. Los hombres la adoraban,
.il menos lu .i.i que reveló su auténtica identidad creyendo que lo tenía
iodo control.ido. I*i imero sedujo a un oficial francés y consiguió que
divulgara unos secretos militares que ella pasó a los alemanes. Luego
conquistó .i los alemanes para que le proporcionaran la información
que deseaban b»•. Ii.uiceses l'ero lo malo de las quimeras, tal como
descubrió la célebre devoradoi ,i tle b o mb e e e s que no dui .m .iempie.
Al final todo se descubre.
Las quimeras son los dobles agentes de la mente consciente. Al ryo
no le gusta pensar que nadie — especialmente el yo auténtico— puede
hacerlo mejor que él. De modo que seduce a la mente racional haeien
dolé creer esas cosas que nos ayudan a soportar la vida: que esta ve/, t ti
marido dejará de beber, que tu hijo está simplemente en la edad del
pavo, que la discusión se refería al dinero y no al poder, que lo impo­
sible será posible, siempre y cuando te esfuerces un poco más. Bien,
puede que todo eso sea cierto. Pero si no lo es, te expones a caer en
una doble trampa. Cuando el subterfugio funciona, la gran quimera
— la Mata Hari de la mente— se adueña de tu razón, tratando de con­
vencerte de que la vida puede ser manipulada.
La vida no puede ser manipulada. Transcurren unas semanas sin
novedad, en casa y en el trabajo, y de pronto sucumbimos secretamen­
te a la tentación de pensar que podemos controlar nuestras relaciones
personales o el curso de los acontecimientos. Lo disponemos todo per­
fectamente para que, mediante nuestra fuerza de voluntad, nos halle­
mos en el lugar adecuado en el momento preciso. Pero cuando nos
convencemos de que podemos controlar los actos de otra persona o
una determinada situación, somos tan vulnerables como el adicto a la
heroína que cree que ese chute será el último. Embriagadas de voluntad
y decisión, creemos que podemos manejar el día, al cliente, el divorcio,
la enfermedad, siempre y cuando seamos capaces de mantenerlo todo
bajo control. Cuando comprobamos que no podemos, perdemos el
control y nos pegamos un batacazo. Tal como nos recuerda Melanie
Beattie en The Language o f Letting Go: «Lo que pretendemos contro­
lar acaba controlándonos a nosotras y a nuestra vida.»
Y aunque solemos recuperarnos del batacazo, con frecuencia nos
sentimos más disgustadas por haber comprendido que era una quime­
ra más que por el golpe en sí. La buena noticia es que podemos recoger
los pedazos y salvar lo mejor de una mala situación, pero sólo después
de haber comprendido que nos hemos traicionado inconscientemente a
nosotras mismas.
No puedes perder algo que nunca ha sido tuyo. Nunca has conse­
guido controlarlo todo y nunca lo conseguirás. Olvida esa quimera y
sigue adelante. Aceptar lo inevitable —por difícil y doloroso que re­
sulte— es el primer paso para alcanzar la autenticidad. «Renunciamos
a una vida que hemos tratado de controlar — nos dice Melanie Beat­
tie— , y recibimos a cambio algo infinitamente más provechoso: una
vida que podemos afrontar.»
Pequeñas alegrías para noviembre

" I l . n n a .1 l a compañía t i c c a t á l o g o s d e venta por correo J . Peter­


man. ( acune, están deseando tener noticias tuyas (diles que te envía
SBB). Pídeles que te envíen el último O w n er’s M anual, en el que figu­
ran románticas reproducciones de exóticos objetos y accesorios, y él
Booty, Spoils & Plunder, un catálogo que ofrece una serie de muebles,
accesorios decorativos y todo lo que atrae la atención de Peterman
durante sus viajes. Si pides esos catálogos, te divertirás, tanto soñando
despierta como viajando sentada en una poltrona en tu casa y recor­
dando que, cuando nos encontremos, me darás las gracias. Peterman,
sin embargo, no me agradecerá el consejo que voy a darte: cada año,
en enero, organizan unas rebajas fabulosas, denominadas «antirrece-
sión», por las que merece esperar todo el año. (Escribe a J. Peterman
Company, 2444 Palumbo Drive, Lexington, Kentucky 40509.)
Si has dudado en entablar una relación recíproca con tu ángel
tutelar, decídete de una vez. Tienes todo por ganar y nada que perder,
excepto tu escepticismo. Adoro el libro de Terry Lynn Taylor sobre
ángeles, Guardians o f H ope, Messengers o f Light, y especialmente,
C reating with the Angels. La AngelW atch Foundation, de Eileen Elias
Freeman, se dedica a recabar información sobre los ángeles y las obras
que realizan actualmente en el mundo y habla sobre ellos en la revista
bimensual titulada A ngelW atch. (Para más información, envía un
sobre con tu dirección, sellado, a P.O. Box 1397, Mountainside, New
Jersey 07092.)
^ 5 La leyenda de los americanos nativos nos recuerda que mien­
tras dormimos se ciernen sobre nosotros sueños benéficos y maléfi­
cos, los cuales esperan captar nuestra mente durante la noche. A fin de
asegurarse un sueño profundo y reparador, los nativos preparaban
unos «dream catchers» o «cazadores de sueños»: unas redes confeccio­
nadas con hilos de colores y un orificio en el centro para dejar que los
sueños agradables pasaran hasta el subconsciente. Los sueños maléfi­
cos quedaban atrapados en la red, y desaparecían con las primeras
luces del nuevo día. Puedes comprar esos dream catchers, fabricados
por los americanos nativos (así como unos kits para confeccionarlos
tú misma), en grandes tiendas de artesanía, comercios especializados
en artículos étnicos y a través de catálogos de compra por correo.
También puedes fabricarlos utilizando un pequeño bastidor para bor­
dar y confeccionando sobre él una red hecha con hilos de diversos
colores. (No olvides dejar un agujero en el centro.) Añade unas alegres
cuentas de colores (el verde es el color de la abundancia; el rosa o el
r o j o el c o l o i del a m o r ; el a 1/til el e o l o t di l.i cu i a c i ó n y p r o l e c i i on,
el m o r a d o es el c o l o r del p o d e i i n t e r i o r ) v un a s p l um a s . < u e l g a l o
sobre tu cama.
Escribe tu propia oración de gracias v recítala por primera vez
el Día de Acción de Gracias. Es un ejercicio maravilloso, pues te obli
ga a pensar detenidamente en todo aquello por lo que te sientes agra
decida. Para inspirarte, te aconsejo que leas One llu n d red G rates, edi
tado por Marcia y Jack Kelly.
Llena una cesta con comida y llévala a un asilo la víspera del
Día de Acción de Gracias. Incluye, a ser posible, el típico pavo. Si tie­
nes hijos, déjalos que te ayuden a hacer la compra, y entrega la cesta
personalmente. Constituye un recordatorio muy visceral de los mu­
chos dones por los que debemos dar las gracias.
Contempla el desfile que los almacenes Macy’s organiza el
Dia de Acción de Gracias.
^ 3 No salgas corriendo al día siguiente del Día de Acción de
Gracias, como hace todo el mundo, para comenzar tus compras navi­
deñas. En lugar de ello, prepara un tarro de sopa de pavo y verduras,
redacta una lista de los ingredientes que necesitarás para el budín de
Navidad, confecciona una corona de Adviento y empieza a escuchar
música típica de las fechas navideñas.
Diviértete eligiendo tu propio calendario de Adviento.
DICIEMBRE

A bro la puerta. La hermosísima invitada


que viene de lejos entra con paso majestuoso.
En sus manos lleva regalos: los regalos de ho­
ras y de momentos clarividentes, el regalo de
mañanas y tardes, el regalo de la prim avera y
el verano , el regalo del otoño y el invierno.
D eb e de haber registrado los cielos en busca de
dádivas tan raras.
A b b ie G r a h a m

L o s regalos de diciem bre — costum bre, cerem onia, celebra­


ción, con sagración— no nos llegan envueltos en papel de seda
y cintas, sino en recuerdos queridos. E ste es el mes de los
m ilagros. El aceite que árde durante ocho días, el H ijo R ey
que nace en un establo, el inexplicable regreso de la luz en la
noche m ás larga y m ás oscu ra del año. D o n d e hay am or hay
siem pre m ilagros. Y donde hay m ilagros hay gran alegría. L le ­
nas de agradecim iento, añadim os a nuestro tapiz de satisfac­
ción el hilo d orad o del sexto principio del encanto de la vida
sim ple: la alegría. Por fin abrazam os el m ilagro de la autentici­
dad y cam biam os para siem pre la form a de vernos a nosotras
m ism as. N u e stra ronda diaria. N u e stro s sueños. N u e stro s
destinos. D ías que antes llam ábam os «corrien tes» ahora los
llam am os «san to s».
I DE DK :i I M KK!■.

Vidas encantadas
Hay demasiado encanto por todas partes y debe hacerse
algo para impedirlo.
D o r o th y P arker

idas encantadas. Una y otra vez nos las presentan en las satinadas
páginas de las revistas. Las pagamos con parte de nuestra energía vital.
Es un asco, te lo digo yo, un asco. ¿Sabes quién era famoso por llevar
una vida encantada? Macbeth. He aquí un pensamiento sobre el que
vale la pena meditar. ¿Era lady Macbeth de la misma opinión?
En realidad, todas llevamos una vida encantada. Ocurre sólo que
no somos conscientes de ella, especialmente después de leer las versio­
nes idealizadas de las vidas de otras mujeres. Tiene que ser una versión
de la historia de la mujer de los años noventa la que nos ayude a ver.
El año había sido desastroso para la mujer. Todo lo que podía ir
mal había ido mal. Al menos eso parecía. El dinero escaseaba porque
la mujer trabajaba a comisión. Por más que trabajara, la recesión hacía
que sus ingresos fuesen irregulares. Debido a los apuros económicos,
había tensión en su matrimonio y la tensión aumentó después de que
el tipo hipotecario regulable se disparara. Su marido tenía dos em­
pleos. Muchas de las conversaciones del matrimonio (cuando habla­
ban) se referían a la necesidad de que la mujer encontrase un trabajo
fijo. La mujer disfrutaba de su trabajo y lo hacía bien; lo único que
necesitaba era un poco más de tiempo para que fuese rentable. Pero, al
parecer, el tiempo se estaba acabando.
Aquel año había descubierto que sus diversos dolores y achaques
se debían a una dolencia crónica. Su médico le aconsejó que cambiara
un poco su forma de vivir, que eliminara el estrés y la fatiga que le
provocaban arrebatos de cólera. Uno de sus hijos había necesitado
atención especial debido a sus problemas emocionales, lo que provocó
que los otros hijos se enfadaran. La primavera pasada su padre había
muerto repentinamente. Poco después, su madre había padecido una
serie de ataques cardíacos y un ataque de apoplejía que la había debili­
tado mucho. Como no podía valerse por sí sola, habían tenido que
ingresarla en una residencia. A su suegra, que era viuda, las cosas le
iban mejor. Había venido a pasar «una temporada» con ellos durante
el verano y aún no se había marchado. Su hija adolescente se quejaba a
menudo de lubei tenido que rodci u d o im ilo iio i l.i ib iu li Al vi i i
su suegi a Neniada cu I.i mesa .1 I.i I101 .t de eeuai, 1.1 inujci se se ni 1,1 1 ul
pable y euladada poi no poder li.nei lo misino poi su propia madre.
I .1 mujer estaba agolada. I loy suplit aba .1 quienquiera (pie I.i estuvie­
se escuchando que le permitiesen un respiro.
• Tienes razón. I la sido duro - le dijo la bondadosa voz de su
ángel de la guarda —. Anímate. Toda vida tiene sus momentos difíci­
les. El jefe dice que hay un especial para las fiestas en este momento.
Sube y escoge otra vida, o escoge el conjunto fuerza-sabiduría-gracia.
Fuerza para hacer frente a tus dificultades; sabiduría para abrazar la
vida real; y gracia para estar agradecida no sólo por lo que tienes, sino
también por haberte librado de otras cosas.»
— Quiero una vida encantada — dijo la mujer.
— Una vida encantada, ¿eh? Bueno, vamos a ver qué tenemos.
De pronto, la mujer se encontró sentada frente a un ordenador
celestial que le mostró la vida encantada de mujeres de todo el mundo.
Los rostros eran conocidos, pero con diferentes caras en privado. No
eran muy atractivas. Le dijeron que podía cambiar su vida por la de
cualquier otra mujer. Apareció la vida de una mujer: «¿Qué te parece
ésta? — le preguntó el angelical asesor de cambios— . Lleva una vida
cómoda, tiene ama de llaves en casa... pero lleva una vida muy agitada.
Tuvo que abandonar su carrera de afamada abogada debido a la libro
sis quística de sus hijas mellizas.»
La mujer pidió que le mostraran otras vidas.
Vio la de la mujer hermosa a quien su marido pegaba, una superes­
trella del cine; la mujer cuyo hijo está en coma porque fue atropellado
por un conductor borracho; la mujer estéril que finalmente quedó
embarazada y poco después se encontró con que tenía cáncer de ma­
ma; la mujer famosa cuyo marido era un personaje público con fama
de mujeriego; la mujer cuyo marido está a punto de ir a la cárcel por
usar indebidamente información financiera confidencial.
La mujer quedó desconcertada. «He pedido que me mostraseis
mujeres que llevan una vida encantada — dijo en tono quejoso— .
Y sólo me habéis expuesto mujeres que soportan grandes penas, hu­
millaciones, dolores y desesperación vestidas con ropa de diseño.»
— Cada una de estas mujeres ha aparecido en las revistas que tanto
te gusta leer porque llevan una vida encantada. El tiempo se acaba.
¿Cuál escoges?
— ¿Es demasiado tarde para escoger el conjunto fuerza-sabiduría-
gracia? — preguntó la mujer, titubeando.
— Has elegido bien. ¿Alguien te ha dicho últimamente que llevas
una vida encantada?
2 m í DK :ii muki

Besos apasionados
Un beso puede ser una coma, un interrogante o una excla­
mación.
M is t in g u e t t

TX odas las mujeres conocen los sutiles matices del besar: besos fuga­
ces, besos de despedida, besos de verdad, besos de cierra la puerta con
llave.
Ah, los besos «de cierra la puerta con llave» recordados vagamen­
te, con melancolía. Ha pasado algún tiempo desde que nos dábamos
besos de esta clase. De hecho, ha pasado tiempo desde que nos hemos
dado besos aquí, besos de cualquier clase. Durante el último mes
todos los besadores de esta casa se han visto atrapados en un inexora­
ble ciclo de contagio que las megadosis de todos los antibióticos de la
medicina moderna no han podido vencer: inflamación séptica de la
garganta, gripe, bronquitis. En este momento no quiero que me bese
nadie de esta casa convertida en hospital y tampoco ellos quieren que
yo les bese.
La parte positiva del asunto es que los preciosos recursos naturales
que no se gastan placenteramente haciendo el amor pueden encauzar­
se hacia tu creatividad. No malgastes y no te faltará. La pasión encien­
de la energía sexual o la energía creativa. A ti te toca elegir. A no ser
que mienta, todo artista confesará que el impulso sexual disminuye
cuando trabaja a toda marcha, ya sea escribiendo un libro, haciendo
una película, dirigiendo una obra de teatro, preparando una exposi­
ción, ensayando para un concierto, haciendo la coreografía de un nue­
v o de deux. Francamente, querida mía, nos importa un bledo. Esto
se debe a que podemos hacer el amor apasionadamente o cultivar el
arte apasionadamente. Pero raras veces podemos hacer ambas cosas al
mismo tiempo.
Este proceso natural de sublimación funciona igualmente bien al
revés. ¿Te encuentras sola porque no tienes ninguna relación íntima?
No malgastes el tiempo poniéndote-de mal humor. Procura no obse­
sionarte por lo que te falta y, en vez de ello, dedica tu interés a lo que
tienes. La suerte llama a tu puerta. Invítala a entrar. Es el momento
perfecto para tomarte en serio aquel guión que pensabas escribir para
el cine, para matricularte en las clases de fotografía y asistir a ellas,
|Ml a \ M ai >1 III lili i UtlIVei sil.II i(), M'i'lM l .111• i ll i I lin li I ‘'ln | <lir.ii 11, cil.i
m orarte tic* m yo aulóiUico. N o h , i y n , i < l , i i o n / n . i y n i . i l h u l i i ' o s e x u a l
q u e Li m ujer q u e emite l,i / eromornt <ir l>i >e,th/,u n)n />ns'onul. N o es
taras sola m ucho tiem po, a no sei c|iie til q u in a .,
Sólo se me ocurre una cosa que pimía ptivarnos ele tener todo lo
bueno además de besos apasionados: la \ula real. Todas las mujeres
conocen momentos en los que están solas: porque quieren, por casua­
lidad, por las circunstancias. Anímate. A veces ocurre que no has en­
contrado los labios que quieres besar. ( )tras veces los labios que quie­
res besar no están libres. Y hay ocasiones en que la persona a la que te
gustaría besar está sudando y temblando, tosiendo y gimiendo en otro
dormitorio.

3 DE DICIEM BRE

De sexo, nada, por favor,


que estamos casados
Personalmente, no sé nada sobre el sexo porque siempre he
estado casada.
Z sa Z sa G a b o r

JR^ecuerdas cuando decíamos «dormir juntos» para referirnos a


tener relaciones sexuales? ¡Qué profético! Esta se le escapó a Nostra-
damus.
Después de hablar de la sublimación del sexo para el arte, vamos a
meditar un poco sobre la sublimación profunda pero necesaria del
sexo para la supervivencia. No me refiero a la supervivencia de la espe­
cie, sino a la de quienes llevan sueño atrasado. Las mujeres que conoz­
co ansian dormir doce horas seguidas. Sólo en los culebrones hay mu­
jeres casadas que tienen relaciones sexuales tan a menudo como nos
dicen las revistas y los expertos en cuestiones matrimoniales.
Es frecuente que en la vida real las exigencias de la familia y del
trabajo hagan que las mujeres casadas descubran que hay muchas for­
mas de hacer el amor además de la postura del misionero: atenuar las
luces, servirle una copa a tu pareja y ver con él un programa de la tele­
visión que esté de .u- n e n i o con sil p u n t o •l< visi.i politu o ; premuní.u le
cómo le va a su equipo preferido y es« u< li.u u i espue .l.i; doi mil en el
sofá para poder descansar cuando su n r. |>.u<\ e de t aballo; deeii le que
vaya solo al salón del automóvil; no c l oi mirle nunca sin antes decirle
que le quieres; llamarle una vez al día para ver cómo le van las cosas;
aprender a daros masaje mutuamente; recordarle el cumpleaños de su
madre; llevar calcetines en la cama; deciros mutuamente que estáis
muy elegantes; tocaros el uno al otro; crear un lenguaje privado; llenar
el depósito; comprar en el quiosco una revista que te parezca que le va
a gustar; renovar la fecha de devolución de los libros en la biblioteca;
hacer juntos el crucigrama; preparar vuestros respectivos platos favo­
ritos un par de veces a la semana; leer, hablar, reír, llorar juntos en la
cama.
«El agotamiento y la falta de privacidad hacen que los momentos
íntimos de pasión desatada sean más raros que durante el noviazgo
— dice la abogada y escritora Linda Aaker a los casados castos— . El
sexo también es mirar a los ojos de tu pareja por encima del pelo
revuelto de un niño... A veces el sexo es simplemente dormir bien al
lado de la persona amada y beber café juntos.»

4 DE DICIEM BRE

El refinamiento del pensamiento cotidiano


La totalidad de la ciencia no es más que un refinamiento
del pensamiento cotidiano.
A lbert E in s t e i n

I I a y una diferencia significativa entre pensar que sabes y saber


realmente. Del mismo modo que hay una diferencia significativa entre
el cambio superficial y el cambio en el nivel celular. Una cosa es cam­
biar de sitio los muebles para que la habitación tenga un aspecto nue­
vo; y otra cosa muy distinta es cambiar la disposición de tu A D N — tu
destino, tu naturaleza y tus aspiraciones— , que es exactamente lo que
haces cuando buscas tu autenticidad. Empieza a hacer eso y obtendrás
una vida nueva.
Cuando empecé a escribir el presente libro sabía que si integraba la
grat il lu I, l,i NÍniplit idad, el orden, I.i .111111111I.1, I 1 lu II' 1 \' I .t alcgi l.t 111
mi 111u*li.uci d i . mi), disminuirí.i la *.»■n•..»« 1011 d r 1 .n• m 1,1 v aumentaría
la de abundancia. Me pareció que cía sulii u me I o que no sabia ni tan
siquiera preveía, era la potencia del proceso del em auto de la vida sim
pie al combinarlo con la reflexión apasionada v persistente a lo largo
de dos años, lis virtualmente imposible escribir un libro sobre la
autenticidad co m o camino espiritual y ci cativo y no resultar profun­
damente transformada por él.
Escrita sobre el papel, la ecuación matemática de Einstein E = me2
parece bastante benigna, ¿no es verdad? Pero llevó a la fabricación de
la bomba atómica.
Escrita sobre el papel, parece igualmente benigna la fórmula grati-
tud/simplicidad/orden/armonía/belleza/alegría = autenticidad. Pero he
descubierto que esta ecuación lleva a una total transformación personal
y espiritual: una metamorfosis mística de nuestro A DN particular que
es tan profunda, que nuestro ego no sabe a qué carta quedarse. En un
momento dado nos sentimos seguros de nosotros mismos y al cabo de
un momento nos asaltan las dudas. Esto puede desconcertar mucho a
nuestro yo consciente.
De todas las definiciones del ego que he descubierto, mi favorita es
la de Joseph Campbell: «Lo que piensas que quieres, lo que quieres
creer, lo que piensas que puedes permitirte, lo que decides amar, lo
que crees que es tu obligación.» Ahora bien, es algo difícil que hay que
tener en cuenta y que ejerce tal dominio sobre tu destino, tu naturale­
za y tus aspiraciones, que hará falta como mínimo una detonación di­
vina para que lo suelte.
No te preocupes, más o menos a estas alturas estás preparada para
la masa crítica, es decir, el punto en que se produce una reacción en
cadena.
En física, la fusión nuclear se produce cuando se unen dos elemen­
tos distintos, como el hidrógeno y el helio. Por efecto de una presión
y una temperatura extremas se libera de pronto una energía tan poten­
te como el sol hasta que el hidrógeno y el helio quedan transformados
por completo y se produce una fuerza totalmente nueva en el Univer­
so. Así se forman las nuevas estrellas.
Un proceso parecido tiene lugar en tu búsqueda de autenticidad.
Fundes los seis principios del encanto de la vida simple, o cambios ex­
ternos del modo de vida con tu propio trabajo interno o lo que Eins­
tein llamó «el refinamiento del pensamiento cotidiano». Aplica ahora
las presiones de la vida real y el calor de tus propias pasiones a los seis
principios y medita durante un mínimo de uno a dos años. ¿El resul­
tado? Un día el proceso de transformación alcanza un punto que ya
no es posible contener en el interior. De pronto se libera una enorme
oleada de energía creativa «pn produce un <111»• totalmente nuevo mi
yo auténtico, la manifestación visible d< m alma.
Cuando Ocurra esto «lo que piensas que quieres, lo que quieres,
creer lo que piensas que puedes permitirte, lo que decides amar y lo
que crees que es tu obligación» parecerán que pertenecían a otra mu
jer. Y así era.
Después de explorar apasionada y persistentemente los orígenes
del Universo, Albert Einstein sacó la conclusión de que «detrás de las
cosas tenía que haber algo profundamente oculto». Cuando busques
apasionada y persistentemente la plenitud, también tú lo sabrás.

5 DE DICIEM BRE

Suspiren un poco más, señoras mías,


suspiren un poco más
L a m ayoría de los suspiros qu e oím os han sido preparados.
Sta n is l a w J erzy L ec

TJL engo un hábito que saca a mi marido de sus casillas y que conser­
va mi cordura: suspirar.
Obviamente, a veces suspiro sin darme cuenta. No obstante, he
observado que cuando me llaman la atención sobre mis suspiros tengo
buenas razones para proferirlos.
Las mujeres suspiramos para no chillar. Hay varias ocasiones du­
rante la jornada en que no cabe duda de que chillar es la respuesta más
apropiada que puede dar cualquier mujer. No obstante, se considera
que chillar no es propio de personas bien educadas.
De manera que suspiramos.
Primero aspiramos aire, rápidamente, y con ello inhalamos la rea­
lidad, reconocemos la situación presente: la disputa o la decepción, el
enfrentamiento o el desafío, la larga espera o la falta de cooperación.
Contenemos la respiración un momento.
Luego expulsamos el aire, lentamente, exhalamos y dejamos correr
nuestra respuesta inicial: desánimo, impaciencia, frustración, enfado,
decepción, remordimiento. La dejamos salir. Dejamos que se vaya.
II ,u t u tic ' . m p í l ' . l l e s l il i Vi t í o M !(• l il K >N< i i li .11 i | >1.11 11 til, i Ir i II p e
rarlo» y s i ‘)’, i m adelante.
I . I S mujt'IlVS <| l I C |ÍCUCII p.lll'j.l O III II O . ' . l l ’. p l l .111 III.I*. 4111(‘ MI'. I i r i
nía n;is solitarias po rque tienen ip ie c>ei i p.i i .• 1 1c nir.r. p re lc rc iu ias, ne
cesidades, apetencias, voluntades y esif.riu ias m ip iie re ii elim in ar ten­
siones en la vida cotidiana.
Tienen que ser mas flexibles para no romperse.
De modo que, si hoy sientes la nei csidad de suspirar, no te prives
de hacerlo. Respira lenta y profundamente. Respira expresivamente.
Piensa que el suspiro es como el aire caliente que te eleva hasta estar a
la altura de las circunstancias. El aire caliente, si se acumula, acaba
provocando una explosión y el vapor puede abrasar. Pero el vapor que
se deja salir deliberadamente por medio de una válvula de seguridad
puede convertirse en energía creativa. Así que suspira sin vacilar. Sus­
pira sin sentirte culpable. Suspira sin avergonzarte. Suspira con placer.
Suspiren un poco más, señoras mías, suspiren un poco más.

6 D E D ICIEM BRE

La fiesta de las luces


Ser ju d ío es un destino.
V ic k i B a u m

E n los oscuros días de diciembre tiene lugar la maravillosa fiesta de


la Hanuca, que se celebra en los hogares judíos. Llamada en un princi­
pio «la fiesta de las luces», la Hanuca conmemora un milagro que tuvo
lugar en el año 165 antes de Jesucrito, después de que Judas Macabeo
y sus seguidores recuperaran Jerusalén, en poder de un emperador
griego que consideraba a Israel provincia de Grecia.
Tratando de asimilar las naciones conquistadas en una sociedad
cohesiva que pudiera controlarse, el Imperio griego prohibió las
demás religiones. Los judíos fueron obligados a abandonar su fe y a
adorar los dioses griegos. El templo de Jerusalén fue convertido por
decreto en un santuario griego y se prohibió a los judíos que estudia­
ran la Torá, celebraran sus fiestas y practicasen sus costumbres. Mu­
chos judíos desobedecieron el edicto y murieron por sus creencias.
Después ile una campana de |'iiei rilKis qn< duió tres anos, los tnai.i
heos obtuvieron la victoria y el templo volv ió .1 mili/ai se* paia el culto
judío. C o m o parte de la ceremonia de 1cdcdicacié>n (la palabia hebrea
h an u kkah significa «dedicación-») lo . maiabeos empe/.aron un rilo de
purificación de ocho días, pero se encontraron con que apenas había
aceite sagrado suficiente para tener la m enorah del templo, un cande
labro con ocho brazos, encendida durante un día. Pero la lámpara del
templo ardió milagrosamente durante ocho días, sin interrupción.
Desde entonces los judíos han celebrado la fiesta de la Hanuca para
conmemorar su lucha por la libertad religiosa y el milagro de la res­
tauración, simbolizada por la abundancia de aceite.
Muchas personas que celebran la Navidad creen que la Hanuca es
una fiesta reservada exclusivamente para los que practican el judaismo.
Pero, como señala Harold Kushner en su instructiva y atractiva medi­
tación To L ife: a C elebration o f Jew isb Being an d Thinking, de no ser
por la Hanuca, no celebraríamos la Navidad. De no haberse rebelado
los macabeos contra los griegos, la fe judía hubiera quedado absorbida
por la cultura griega y nunca más se hubiera vuelto a hablar de ella.
«No hubiera existido una comunidad judía en la que Jesús nacería un
siglo y medio más tarde. Nadie hubiera recordado las promesas mesiá-
nicas que Jesús afirmaba cumplir. Sin la Hanuca, no hubiera habido
Navidad.»
Si uno sigue el árbol genealógico de cualquier familia durante el
tiempo suficiente, forzosamente se encontrará con algunas sorpresas.
Y los que siguen la creencia cristiana, si realmente buscan sus raíces,
descubrirán que por la fe pertenecemos a la casa de David. Durante
toda su vida Jesús observó la religión judía. Celebró la Hanuca de
niño; la última cena fue una seder o cena de la Pascua hebrea. Todos
los apóstoles y la mayor parte de sus primeros seguidores eran judíos.
Las multitudes que acudían a escuchar sus predicaciones le llamaban
rab b i, que en hebreo significa «maestro». Quizá, después de todo,
nuestras similitudes y nuestra herencia común sean mayores que
nuestras diferencias.
Personalmente, pienso que la Hanuca es una celebración de la au­
tenticidad. Los macabeos se negaron a renunciar a lo que les hacía ser
auténticos — su fe— aunque ello les costara la vida. No poder vivir
como judíos que practicaban su religión era lo mismo que no vivir en
absoluto. También considero que el milagro de la Hanuca fue la pri­
mera demostración documentada del encanto de la vida simple. Hace
dos mil años sólo había aceite sagrado suficiente para una noche. Pero
lo único que aquellas personas fieles, valerosas y agradecidas tenían
era lo único que necesitaban.
Aceite sagrado en un templo. Panes y peces en la ladera de una
n i«>111.i ii .i I os mil.i}*,ros son del l's p íiiiu , v no «Ir m u I* <I • i *im uud.i
Los milagro* son p.u .1 quien croa, I so 1 1 < I 101.1/011 1I1 1.1 I I .mili a y el
.lima de la Navidad ( 11,mío ñus nos |U*i m ii.m io s ,1 uosolios mismos
reconocer I.i sabidm 1,1 y la veril.ul en olí as si mías *■s|»i 1ittule.s, ñus nos
acercaremos .1 la plenitud.

7 DR DICIEM BRE

jSon humanas las mujeres?


N o som os seres hu m an os qu e tratan d e ser espirituales.
Som os seres espirituales q u e tratan de ser hum anos.
JACQUELYN SMALL

X-Lrl escritor inglés D. H. Lawrence se preguntaba si las mujeres eran


humanas y el interrogante le fascinaba tanto, que a menudo se ocupó
de él en su obra. «El hombre está dispuesto a aceptar a la mujer como
igual, como un hombre con faldas, como ángel, diablo, cara aniñada.
maquina, instrumento, seno, útero, par de piernas, sirvienta, encielo^.,
pedia, ideal u obscenidad; de la única manera que no quiere aceptarla
es como~ser humano, un auténtico sernum ano de sexojremenino.»
Quizá si a los hombres les cuesta tanto aceptarnos como seres hu­
manos es porque no lo somos y muy en el fondo todo el mundo sabe
que no lo somos. Pero a menudo las mujeres se olvidan de su divini­
dad mientras se ocupan de sus quehaceres diarios. ¡Con qué frecuen­
cia nos excusamos con las palabras «Bueno, al fin y al cabo soy hu­
mana»!
No, no lo eres, y tampoco yo lo soy. Olvidamos que somos seres
espirituales que aparecemos durante un breve período en este planeta
bajo la forma de seres humanos. Sin duda se me olvidó esta maña­
na cuando mi hija se quedó en casa, en vez de ir a la escuela, porque
está enferma. Otra vez. Dentro de un ratito tendré que llevarla al
médico para que le haga unas pruebas y todo mi programa de trabajo
se \fi a paseo. Me siento frustrada y enfadada, no con Katie, sino con
la vida real, con los límites de tiempo. Pero, ¿se dio ella cuenta de esto
cuando puse los ojos en blanco al pensar en otro día perdido? Me
parece que no.
L o s sores espirituales no sudan poi las pequeneces de la vida real
T a m b ié n saben que la nuiyoi ia de l.r. c t q u e nos sacan de q u ic io en
la vid a real son pequeneces. L o ú n ico que no es una pequ eño/ es la
ra zó n de tu presencia en la tierra: cncont t ai la parte del co razó n perdi
do del m u n d o que sólo tú puedes rescatar con tu am or y tus dones
auténticos y d evo lverlo luego, para que todos nosotros podam os ex
perim en tar la plenitud.
Un ser espiritual sabe que el trabajo la estará esperando cuando
vuelva del consultorio del doctor. Un ser espiritual sabe que no hay
un límite de tiempo. Los límites de tiempo son Chronos, el tiempo del
mundo; la Divinidad conoce solamente el Kairos, la eternidad. El pla­
zo de entrega se cumplirá si me acuerdo de pedir gracia. Un ser espiri­
tual sabe que lo único que no es una pequeñez hoy es cuidar y con­
fortar a un niño enfermo.
Puede que este ser espiritual lo hubiera podido saber también si
esta mañana se hubiese tomado cinco minutos para centrarse.
Las Sagradas Escrituras nos dicen que los hombres fueron creados
un poco superiores a los ángeles. Pero no olvides jamás que las muje­
res fueron la culminación del ciclo de creatividad del Espíritu. Des­
pués de la creación de la mujer, la sabiduría se dio cuenta de que no
había necesidad de ir más allá: este ser superior salvaría el mundo.
De nosotras se esperan grandes cosas.
En lo que a mí se refiere, hay un corazón perdido que necesita que
lo rescate, un ser espiritual que trata de ser humano.

8 D E DICIEM BRE

Unas notas de consuelo y alegría


L a tristeza siem pre la ten em os con nosotros, es un h ierb ajo
lozan o y resistente, p ero la alegría necesita cuidados.
Barbara H o llan d

JQ/sta es la semana que a las mujeres empieza a pesarnos la carga


de las numerosas cosas que hay que hacer con vistas a las fiestas que se
avecinan. Hay que escribir felicitaciones, mandarlas, comprar regalos,
envolverlos, enviarlos, comprar el árbol, adornarlo, elaborar galletas,
ni II I n " . i .i ., asai el pavo, I i semana p i ó m u, .1 mc i i < »*« <]11< un
p o ilci su p cn o i .1 ih«sol r.is nos 11.1\ .1 devuelto l.i 1 011I111 1, no podi cilio s
con niU’sir.i alma I ,r. Iiestas tic N .ivu l.iil .011 el apo^i o 1I1 l.i témpora
da de l.i |’, iipe, lo cual no tiene n.ul.i de e s t u l t o , I 11 un lil»r<» reciente
mente pu b licad o sobre cóm o s im p lilu a i mu na vida se nos sugiere
que «nos retirem os - de las fiestas, com o .1 la', m ujeres reales tu viéra­
m os esta op ción. ¿L a tienes tu?
La inminencia de la Navidad se li.ue muy patente cuando a lo largo
y ancho del país las mujeres llevan sombreros rojos y zapatos puntia­
gudos como complementos de los trajes de Donna Karan, los téjanos
de Gap o cosas de Land’s Lnd. Por si alguien no se ha enterado, las
mujeres son las que «hacemos» la Navidad, las que hacemos milagros a
petición. Las mujeres somos el deux ex machina del Espíritu y desde
nuestro lugar entre bastidores nos encargamos de que los sueños navi­
deños se hagan realidad.
La celebración de la Navidad tal como la conocemos hoy, con su
torbellino de fiestas, adornos, regalos y tradiciones centradas en la
familia, fue un invento de las clases medias inglesas y norteamericanas
a mediados del siglo X IX . Las mujeres de la época victoriana, que eran
personas totalmente caseras, empezaban a «hacer» la Navidad en julio.
Sin embargo, durante los últimos dos decenios del siglo X X las mujeres
hemos hecho muchas otras cosas mientras hacíamos la Navidad. Por
esto acabamos hechas polvo en diciembre todos los años. Para muchas
mujeres es la temporada del sufrimiento y la angustia: lágrimas, be
rrinches, chillidos, gritos, ajetreo, prisas, conflictos con el dinero, peí
mazos de la familia y paparruchas.
¿No te parece que el verdadero milagro de la Navidad sería que
pudiéramos detenernos el tiempo suficiente para recordar la razón de
la fiesta, lo cual haría que nuestras celebraciones fuesen auténticas y
tuvieran sentido?
De modo que alégrate. No te canses, no te sientas frustrada ni te
pongas frenética, pues traigo noticias reconfortantes y de alegría. Si
celebras la Navidad en tu casa, puedes optar por hacerla a tu manera.
Sea cual fuere esa manera. Puedes decidir conscientemente sentirte
feliz, cariñosa, realizada, generosa, pacífica, contenta, espiritual, ale­
gre, serena, festiva y relacionada emocionalmente con las personas que
son importantes en tu vida para las fiestas de este año.
O puedes optar inconscientemente por acabar con los nervios des­
trozados.
D ate cuenta hoy de que no puedes hacerlo todo. Todo a la vez, no
es posible. Ni hacerlo durante los próximos dieciséis días. En absolu­
to. No se hable más.
Reconoce ahora que una de las razones por las que las Navidades
anteriores no estuvieron probablomeuii .1 la .iltur.i do tus expectativa,
fue que intentaste hacer deniasi.nl.r. e.e.a*. \ de forma dem asiado p e r­
fecta.
Echa un vistazo a la lista de cosas que pensabas hacer y empieza a
tachar. Deja sólo lo que más te guste. l acha otro par do cosas «im
prescindibles». Ahora tendrás tiempo de acercarte a la ventana y con
templar la nieve que cae suavemente, de deleitarte con el sonido de las
campanitas y las músicas alegres, saborear los dulces aromas de la si­
dra caliente, el pavo asado y el pan de jengibre, de beber chocolate ca
liente y ponche de leche y huevo elaborado en casa, de leer un cuento
navideño todos los días al caer la tarde, de sentarte ante el fuego de la
chimenea y de volver a crear costumbres queridas que son beneficio
sas para tu alma y para el alma de tus seres queridos. «Espero de veras
que tu Navidad tenga... un toque de eternidad en medio de las prisas y
la cháchara y todo lo demás — nos recomienda la mística Evelyn Un-
derhill— . Siempre parece una mezcla de este mundo y del otro, pero
de eso, después de todo, ¡es de lo que se trata!»

9 DE DICIEM BRE

La carta de Navidad
Esta, es m i carta a l m undo.
E m il y D ic k in s o n

I l a y una mujer que todavía anda suelta, una mujer encantada y


peligrosa. Mueve su mano inteligente en una habitación y ésta parece
una página de H ouse Beautiful. Mueve su mano creativa sobre los fru­
tos de la tierra y aparece un festín todas las noches. Tiene habilidad
para la jardinería, su vinagre de hierbas tiene propiedades curativas, su
receta para mezclar pétalos de flores está muy solicitada, prepara unos
pastelillos deliciosos, sus disfraces para la víspera de Todos los Santos
son legendarios, todavía usa una talla pequeña. Está casada con' un
célebre abogado que la adora y tiene unos hijos excepcionales que la
llevan en bandeja de plata. Terminó las compras navideñas y demás
preparativos en noviembre. A h o ia 1 .11 (>■ ir..nulo en hacet sus propios
confetis utilizando cáscaras de huevo p.11.1 la liesta de A n o N uevo.
( i ti i» )/i n Ind os lo*, del .ilion po rque .u al >o <t< n i 11•11 la i i1 1 i q ilr | odos
los anos 11ii* Mi.ind.i poi N .ivid.ul ') 1111*| i.i i .di 11 a ilm la l u\ a, que v.i
está en lamino.
A esta m ujer li.iy que pararle lo-, pus I un p e lillo |>.u.i nuestra
tran qu ilid ad dom estica. Es una am ena/a p.u.» • I bien com ún.
J e diré cuál es mi plan. 1•ste ano rs< il mu nuest i a propia carta,
i mi

escribiremos sobre el emocionante •..il.m del \o \ el espíritu. Escribi­


remos sobre el encanto de la vid.i Miupli I scribiremos sobre los
minúsculos cambios que han tenido ^lan importancia en lo que se
refiere a nuestra forma de abordai los quehaceres cotidianos. Luego
escribiremos otra carta, fechada en esta época del año próximo, en la
cual describiremos de que modo nuestros sueños se hicieron realidad.
Describiremos también, con todo lujo de detalles, nuestra gloriosa
vida real: exactamente qué hacemos, cómo lo hacemos, quién lo hace
con nosotras. Pero estas dos cartas las escribiremos sólo en nuestros
diarios de descubrimientos para que únicamente nosotras podamos
leerlas. Porque ésta no es meramente nuestra carta al mundo, sino
nuestra carta al Universo. Lo que hacemos en realidad es poner por
escrito, de forma concreta, nuestras aspiraciones para el Año Nuevo.
Es lo mismo que poner por escrito nuestro objetivos, sólo que resulta
mucho más creativo y divertido.
Tu carta navideña al Universo puede ser el más potente de los ins­
trumentos de la motivación, porque pone en acción tus emociones e
incrementa las pulsaciones de la energía creativa que tu mente sub­
consciente necesita para transformar un sueño en realidad perfeccio­
nada.
Muchas de nosotras reaccionamos a las cartas de Navidad como si
fueran uñas que rascaran la pizarra de nuestro cerebro. Pero mi amiga
más antigua — vivimos en la misma calle desde que nacimos— escribe
unas cartas anuales que son fabulosas y cuya llegada espero con ilu­
sión. Esto se debe a que es una carta de verdad, y me habla de los pro­
blemas de su familia y también de las cosas que les salen bien y de su
felicidad. Puede que la mande a cien personas, pero es una carta efusi­
va, ingeniosa, y tan auténtica como la propia Peg, y cuando la lees tie­
nes la impresión de que me la ha escrito a mí y a nadie más. De mane­
ra que si un.i de las cosas que te ^usta hacer es escribir felicitaciones de
Navidad, no dejes de escribirlas, por lavor. Recuerda sólo que tu fami­
lia y tus amistades llevan una vida cu la que hay de todo. Igual que tú.
l u í uanto a la cosecha lie i artas navideñas de este año, he compro­
bado que van muy bien para fon.u la jaula del ic¿fco.
10 DE Dl( :n MI1KI

Los regalos de los Reyes Magos


U na N a v id a d no es N a v id a d sin regalos.
Jo M a r c i -i (L o u is a M ay A i .c o t t )

J o tiene razón. ¿Recuerdas cuando se quejaba de no tener dinero


para comprar regalos en M ujer citas} La Navidad es época de regalos.
Siempre lo ha sido. Pero nos sentimos incómodas al ver hasta qué
punto predomina el aspecto comercial de la fiesta. Les decimos a nues­
tros hijos que recuerden cuál es la verdadera razón de ser de las Navi­
dades, aunque a nosotras mismas nos cueste recordarla cuando nos
vemos atrapadas en el caos y la conmoción de las fiestas.
Reflexionemos hoy sobre el papel real de los regalos en la historia
de la Navidad. Aquéllos fueron unos regalos envueltos en milagros y
probablemente por eso no los encontramos en las tiendas ni en los
catálogos de venta por correo. El primer regalo fue del Espíritu: amor
incondicional. El siguiente regalo lo hizo una adolescente judía que se
llamaba Miriam y a quien su familia y sus amigos llamaban María. Su
regalo de Navidad fue la abnegación, la renuncia total al ego y la volun­
tad necesaria para traer el cielo a la tierra. Los regalos de su prometido,
José, fueron la confianza y la fe. Tenía confianza en cuanto a que María
no esperaba el hijo de otro hombre sino que creía que realmente había
un plan divino para sacarles del apuro. El niño trajo perdón. Plenitud.
Segundas oportunidades. Los regalos de los ángeles fueron noticias de
consolación, alegría y paz, la garantía de que no había nada que temer
y que lo apropiado era, pues, alegrarse. El regalo del pastorcillo fue la
generosidad: su cordero favorito como regalo para el bebé. Los regalos
de la esposa del posadero fueron la compasión y la caridad: un lugar
cálido, seco y seguro para la familia sin hogar, su mejor cubrecama para
abrigar a la madre y al pequeño, dar de comer a José, heno para el asno.
Tres reyes de Oriente recorrieron un largo y penoso viaje siguien­
do una estrella luminosa en busca de un rey que acababa de nacer. Los
sabios habían anunciado la venida del «Rey de Reyes» y sus camellos
transportaban tesoros con los que querían honrar su llegada. Pero
cuando llegaron a Belén se encontraron al príncipe recién nacido en
un establo en vez de en un palacio. Los sabios se llevaron una gran
sorpresa y desenvolvieron el oro, el incienso y la mirra, pero sus ver­
daderos regalos fueron la maravilla, la aceptación y el valor. Ofrecie-
<1 I ll ll ll > t ni i n 111
I d l l lli.u ,l\l ll. l I e n i l l t l i . l l l d o .1 l.l ln)'H ,i, l.l l.t - lili \
Aceptaron li i imposible y dej.u ou el es» rpt u imun iii min|«i*iimi i 11ii .i ii
Ir el tiempo Milu il’llll' p.ll'.l ellgaUal .11 ll HI i I *' \ I ll'Hllll I|llc IxiSl'.lll.l
Irenet ic.miente .il niño que iIi . i .i * .mil n , n i I imiinln < mi valor, arries
gando su propia vida, los sainos avud.iioii .i l.i jnveii l.imília cu su hui­
da hacia Egipto en busca de r e l u j o ,
Oh, sí. La Navidad es cpoia d< i • .11•>. Nada excepto regalos.
¡Pero qué regalos! Regalos . i i . u i mi I r. lib ia s del corazón. Regalos
que sorprenden y deleitan. Recalo', «|u<- nanslorman lo mundano en
milagroso. Regalos que alimentan el alma tanto de quien los hace co­
mo de quien los recibe. R e g a lo s perfectos. Regalos auténticos. Los
regalos del Espíritu, de una adolescente asustada, de su desoncertado
novio, del niño, de los ángeles, del pastorcillo, de la esposa del posade­
ro. Los regalos cié los Reyes Magos.
Amor incondicional. Abnegación. Confianza. Fe. Perdón. Pleni­
tud. Segundas oportunidades. Confortación. Alegría. Paz. Garantías.
Generosidad. Compasión. Caridad. Maravilla. Aceptación. Valor.
Hacer tales regalos. Abrir verdaderamente nuestro corazón para
recibir tales regalos con agradecimiento.
Una Navidad no es Navidad sin regalos.

11 D E D ICIEM BRE

Sólo quedan catorce días


para hacer las compras navideñas
H a c e r regalos es un talen to: es saber lo q u e una person a
qu iere, s a b er cu án do y cóm o obten erlo, darlo cariñ osam en te
y bien.

u
P a m e la G l e n c o n n e r

na vez hemos aceptado que los regalos son el centro de la Navi­


dad, merece un poco de reflexión, decidir lo que regalamos y cómo
podemos obtenerlo sin problemas y a un precio asequible especial­
mente si tenemos en cuenta que sólo quedan catorce días para hacer
las compras navideñas.
N o olvitlcs que l.i N.ivill.ul llq'.u.i el "• •I• 11k'u ini>i« i.itilo *.i t*s
tamos preparadas como si no lo oslamos ,< lomo lo \ i 1 , iTcnoiiea
mente? ¿Tanto? En tal caso, prométele .1 tu yo auioiuico quo ( ••/./ es
la últim a v ez que compras los regalos, los envuelves y los envías en
el espacio de cuatro semanas. Se necesitaron nueve meses para 01
questar la primera Navidad y eso es exactamente lo que procurarás
hacer en el futuro.
Jura que el próximo año será distinto. Pero para que sea verdad

X tendrás que empezar durante la última semana de diciembre. Es cuan­


do ya estás harta de la Navidad, por supuesto, pero es también la épo­
ca del año en la que encuentras papel de regalo, felicitaciones y chu­
cherías a precios de ganga. Además, hay rebajas regulares durante
todo el año. Si estás atenta a las oportunidades durante todo el año y
tienes en cuenta lo que interesa de forma especial a tus parientes y
amigos, podrás adquirir los regalos de Navidad sin prisas y a los pre­
cios más favorables con varios meses de adelanto. Si esperas hasta el
último momento, no encontrarás regalos deliciosos y asequibles en los
grandes almacenes. La Navidad representa casi la mitad de los ingre­
sos anuales de la venta al por menor. ¿Cuántas rebajas auténticas crees
que tienen lugar en diciembre?
Haz una lista de las personas a las que vas a obsequiar e indica en
ella sus pasatiempos preferidos, las cosas que les apasionan, lo que co­
leccionan. No trates de llevarlo todo en la cabeza. En lo que se refiere
a los niños, no olvides que crecen de forma repentina y que es difícil
acertar la talla de la ropa o el número de los zapatos. Los artículos ad­
quiridos durante el año, especialmente en las rebajas, no siempre pue­
den devolverse. También es difícil seguir las fluctuaciones de la moda
entre la gente joven. La finalidad de los regalos no es hacer que todo el
mundo se sienta desdichado.
La venta por correo es un regalo espiritual, si realmente sabes uti­
lizarla con ventaja. Cuando encuentres un posible regalo para alguien,
pega una nota en la portada del catálogo. Procura encontrar por lo
menos un regalo de Navidad todos los meses, ya que espaciar los gas­
tos significa pasar menos apuros en diciembre, lo cual es un regalo
personal de tranquilidad que no pasará desapercibido.
Hacer regalos a los seres queridos puede resultar divertido y a
veces económico, pero sólo cuando tenemos el tiempo y la energía cre­
ativa que se necesitan para hacerlo bien. Hoy no es el día apropiado
para empezar la colcha de cuatrocientas piezas para la pequeña Minnie
May. Guarda los patrones y las instrucciones, busca la tela en las reba­
jas y empieza a disfrutar preparando el regalo en un lluvioso día de
marzo. Celebrar la Navidad en julio es una tradición fabulosa que
merece que la resucitemos. En la época victoriana las mujeres ingenio-
s.is conlreriouaban I.i mayoría dr sus irgalos y mínima rm p r/aba .1
prep.u.u los después de julio. ( .elrbia ron un i< <I I '• di junio, rl ruin
picaños drl reverendo (!lcmenl ( laikr M o n o , aiiloi dr lite Niyjil
B efare Christnias y empie/a .1 plaur.u le. ira d o s di conlrcrión casera.
Si compras o preparas regalos navulciu p<>t adelantado necesitas
un lugar donde guardarlos. Rcsri va un .11 m u 10, ai marito, baúl o cajón
para ellos. Un escondrijo pata 1. ••al».. ayuda a conservar la cordura
durante el año y reunir regalo-, punir proporcionar un gozo sencillo.
No puedes imaginarte la sal islarción que sientes cuando abres el
escondrijo y sacas el regalo perfecto para una ocasión inesperada. Pero
si decides deleitarte en tu propia inteligencia y echas mano del conte­
nido de tu escondrijo de regalos durante el año, 110 te olvides de repo­
ner lo que saques de él. Como ya tienes guardado el material para
envolver los regalos, no esperes a envolverlos a última hora, con pri­
sas. Puedes envolverlos de forma creativa y agradable. Haz que los
envoltorios sean parte del regalo. Olvídate de los lazos que se com­
pran en las tiendas; son horribles y tú lo sabes. Sin embargo, los lazos
realmente magníficos pueden costar más que el regalo. Durante todo
el año puedes encontrar cintas, bramantes y adornos estupendos a
precios fabulosos si los buscas con tesón. Una vez envuelto el regalo,
ponle una etiqueta que diga en qué consiste y para quién es. Tratar de
recordar lo que hay dentro de un paquete y a quién va destinado no es
nada divertido. Pero pensar en la alegría de un ser querido cuando vea
lo que le has comprado es un regalo de alegría que te haces a ti misma.

12 D E DICIEM BRE

Una perdiz en un peral


E xiste solam en te una v e r d a d e r a p riv ación ... no p o d e r
en treg ar tus regalos a las person as m ás queridas.
M a y Sa r t o n

o creo que sean muchas nuestras personas queridas que esperan


con la respiración contenida recibir una perdiz en un peral este año.
Pero sé de un regalo que es apropiado para todas las edades y que
entusiasmará a todas las personas de tu lista: tú misma. Por desgracia,
este regalo personalismio es muy caro, |mn . tequicrc |*,isi.ir |;i,m i ,mti ¥
dad de tus recursos naturales, que, pi ei iom »•. \. m disminuyendo i i e m
po, energía creativa, emoción.
Sería mucho más fácil regalar a todo el mundo un par de tórtolas y
acabar de una vez.
Esto no quiere decir que no queramos dar algo de nosotras mismas
durante las fiestas. En realidad, eso es lo que tratamos desesperada­
mente de hacer. Es obvio que no lo hacemos muy bien. Por eso mu­
chas terminamos sintiéndonos deprimidas y desanimadas cuando
guardamos los adornos. ¿Cómo fue posible que la Navidad se nos
escapara... otra v e z ?
Fue por hacer demasiadas cosas al mismo tiempo: obligaciones,
promesas, compromisos conflictivos. «Oh, sí, no es ningún proble­
ma» es la primera indicación de la mente aturdida. Lo primero que has
de hacer: excúsate por no asistir a todas las reuniones que se celebren
por la noche durante el resto del mes. Acepta sólo invitaciones a actos
sociales a los que realm ente quieras ir. Puede que tu ausencia llame la
atención en otros momentos del año, pero no durante las fiestas. Todo
el mundo anda tan despistado como tú y nadie se dará cuenta de que
no estás.
Hablemos ahora de los regalos. Todas esas chucherías alegres y
vistosas que están haciendo estragos en tu presupuesto son sólo sím­
bolos de lo que realmente anhelas regalar. Así que ¿por qué este año
no tratas de regalarles lo más apropiado?

En el primer día de las Navidades regalé a mis seres queridos:


toda mi atención.
En el segundo día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
entusiasmo.
En el tercer día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
energía creativa.
En el cuarto día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
pequeños placeres cotidianos.
En el quinto día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
ternura.
En el sexto día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
alegría.
En el séptimo día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
belleza.
En el octavo día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
comunicación.
En el noveno día de las Navidades regalé a mis seres queridos:
sorpresa.
I n el dei m u í día ilc l.is NttVitl.uIr*. H>'t.i!é 1 MU'* i|ltt*i I»I*»N
III.II .IVlll.l
l ii el undécimo día tic las N .iv h I.k Ic . ic^ale a un-, m i »•*. c|iicriclt>s:
un c u n Hno |mi ilii •<
En el duodécimo día de las N.ivul.uli i •, 11« i mis seres queridos:
gozo,

«Estad preparados en lodo momento para recibir los dones de


Dios, y siempre para recibir donr. nuevos», nos recomienda Meister
Eckhart en esta estación donde dar es tan importante. Estad prepara­
das en todo momento para dar a vuestros seres queridos los dones del
encanto de la vida simple del espíritu. Si hacéis lo que os digo, recibi­
réis regalos de Navidad que nunca olvidaréis: sonrisas felices y cora­
zones contentos. Y no os entrarán ganas de cambiarlos.

13 D E DICIEM BRE

Sí, Virginia, Papá Noel existe


N a d ie p u e d e con cebir ni im agin ar todas las m aravillas no
vistas e invisibles qu e h ay en e l m undo.
F r a n g ís P. C hurch

JH*rancis P. Church no tenía la menor intención de redactar un ensa­


yo clásico de la literatura inspiradora aquella tarde de septiembre
de 1897 en que se sentó para responder a la pregunta de una niña
pequeña. Virginia O ’Hanlon tenía ocho años, justamente la edad en
que el escepticismo empieza a erosionar la fe. Sus amiguitos le habían
dicho que Papá Noel no existía. Cuando acudió a su padre en busca de
la verdad, éste se sintió tan cohibido como la mayoría de los padres
cuando las conversaciones empiezan a centrarse en las actividades que
tienen por escenario el Polo Norte. Le recomendó que hiciera la pre­
gunta a los que son expertos en todo: a los redactores del periódico
local. Así que Virginia cogió la pluma e hizo la eterna pregunta de la
infancia a dicho periódico: «Papá dice: “Si viene en el Sun, es que es
verdad.” Por favor, díganme la verdad: ¿existe Papá Noel?»
Han pasado casi cien Navidades desde que Virginia pidió que le
dijeran la verdad, pero lo que es real \ I" que no lo es no lun cambia
do. Los niños de todas las épocas sienten un deseo profundo de crecí
en un ser magnífico, benévolo y geneioso i|ue liace regalos para pre­
miar a los buenos. La Navidad permite al niño que duerme en nuestra
alma renacer todos los años y despierta un sentimiento de alegría y
maravilla que ni tan sólo once meses de dudas, escarnio o desánimo
pueden apagar. Lo único que se nos pide es que creamos.
¿Que creamos en qué? En lo que más signifique para nosotras en
este momento. Que el amor hace posible creer en todas las cosas,
especialmente en los milagros. Que ésta es la estación de los milagros.
Que hay un milagro que lleva tu nombre. Que cuando miras una
estrella y formulas un deseo la gracia interviene para que éste se haga
realidad. Que existe Papá Noel y has sido buena, muy buena este año.
¿Ya has escrito tu carta? Sí, me refiero a ti. Si no la has escrito
escríbela hoy con gran ceremonia. Siéntate con una taza de cacao
caliente, tu mejor papel de cartas y tu lista de deseos. Escoge un rega­
lo mundanal y dile a Papá Noel lo que deseas. Ahora escoge un regalo
que sólo el Espíritu pueda hacer. Mete tu carta en un sobre y envíala.
Espera. Observa lo que pasa. Sé feliz.
Durante el resto de la estación declara con frecuencia (puedes
hacerlo en voz baja) mientras haces tus quehaceres cotidianos: «¡Creo!
¡Creo! ¡Creo!»
Ahora mismo voy a creer que Frank Church escribió la medita­
ción de hoy para mí, además de para Virginia, hace un siglo:

Virginia, tus amiguitos se equivocan. Les ha afectado el escep­


ticismo de una época escéptica. Solamente creen en lo que ven.
Piensan que nada puede existir si sus pequeños cerebros no lo
comprenden. Todos los cerebros, Virginia, sean de adulto o de
niño son pequeños.
Sí, Virginia, Papá Noel existe. Existe con tanta seguridad como
existen el amor y la generosidad y la devoción, y tú sabes que estas
cosas abundan y dan a tu vida su belleza y su alegría más elevadas.
¡Ay, qué triste sería el mundo si no existiera Papá Noel! Sería tan
triste como si no existieran Virginias. No habría entonces fe infan­
til, ni poesía, ni romanticismo que hicieran tolerable esta existen­
cia. No disfrutaríamos, excepto con los sentidos y la vista. Se ex­
tinguiría la luz eterna con la que la infancia llena el mundo.
¡No creer en Papá Noel! ¡Sería lo mismo que no creer en las
hadas!... Las cosas más reales del mundo son las que no pueden
ver los niños ni los adultos. ¿Alguna vez has visto hadas bailando
en el césped? Por supuesto que no, pero esto no demuestra que no
existan.
I )i . m m i l . f . el N(>i l.ljc'l (i del bebe V V("> lo q i l O ll.U'c lindo Cll mi
inlerioi, peí o li.iy un velo c|uc cubre el mundo no visto que los
.ulultos m,!’. Iuertes que jamás hayan vivido pueden apartar. Sólo la
lt\ I.i l.int.iM.i, I.i poesía, el amor, el romanticismo pueden apartar
esa cortina y ver... la belleza y la gloria que hay más allá. Ah, Vir­
ginia, en todo este mundo no hay nada más que sea tan real y per­
manente.
¡Que no existe Papá Noel! ¡Gracias a Dios, vive, y vive para
siempre! Dentro de mil años, Virginia, no, dentro de diez veces
diez mil años, continuará alegrando el corazón de la infancia.

Aplaude si crees.

14 D E D ICIEM BRE

El legado del amor


T odas las fam ilia s felices se parecen , p er o cada fa m ilia
in feliz es infeliz a su m an era.
L e o T o lst o i

JL ¿a mayoría de las personas supone que la Navidad más dilícil e\ I.i


de los niños que han dejado de creer en Papá Noel. Pero yo pienso
que quienes peor lo pasan durante las fiestas son las personas que han
sufrido una pérdida recientemente, ya sea por defunción o divorcio,
en especial cuando se trata de la primera o segunda Navidad desde que
su mundo se rompió en pedazos.
Muchas madres solteras a menudo se sienten incómodas durante
las Navidades e inconscientemente transmiten su malestar a sus hijos.
Una de las formas de transmitir sin darse cuenta este malestar consiste
en aplazar los preparativos hasta el último momento y luego montar­
lo todo deprisa y corriendo, pero sin entusiasmo. Quizás una de las
razones por las cuales las mujeres y las madres solteras experimentan
dificultades durante la época navideña estriba en que, en el fondo,
piensan que estas tradiciones sólo son propias de familias perfectas
como las que aparecen en las creaciones del ilustrador Norman R ock­
well. La primera vez que la mujer que acaba de quedarse sola abre la
caja de los adornos (suponiendo que so l o n u l.i mt>l«".ti.i de sac.u l.i del
armario) experimenta una sensación tic peidida un ^unde, <|iie t|ni/.i
decida no continuar con los rituales na\ ideims que lanío le- gustaban
antes por lo doloroso que resulta la eomp.u ación de las Navidades
pasadas con las presentes.
— ¿Para qué? — se pregunta.
La respuesta es que todos necesitamos los mensajes tranquilizado
res y curativos que nos proporcionan los rituales de esta clase. El doc­
tor Steven J. Wolin, catedrático de psiquiatría en la Facultad de Medi­
cina de la Universidad George Washington explica que: «Uno de los
aspectos más importantes de las tradiciones familiares, de los rituales
que las familias continúan celebrando año tras año, es que las tradicio­
nes tienen símbolos y las familias necesitan símbolos. Sacas la antigua
cristalería, cantas las viejas canciones, rezas la misma plegaria, vas ves­
tido de cierta forma, pones la mesa de cierta manera.» Éstos son los
momentos inconscientes del ritual familiar que se convierten en redes
de seguridad emocional a las que recurres en los momentos difíciles.
Las costumbres queridas son tan importantes para las mujeres
adultas como para los niños. Cuando empecé a actualizar tradicio­
nes victorianas para las familias modernas pensé que si me deleitaba
haciéndolo era porque me permitía crear recuerdos felices para mi
hija. Pero al cabo de unos cuantos años, me di cuenta de que nuestros
rituales me proporcionaban consolación y alegría. Anhelaba tanto
como Katie el ritmo tranquilizador de señalar el paso de las estaciones.
Necesitamos adornar el árbol, encender la m enorah, hacer las tarjetas
del Día de San Valentín, pintar los huevos de Pascua, asistir a la cena
de la Pascua hebrea tanto como lo necesitan nuestros hijos. Nuestra
alma nunca se hará demasiado adulta para dejar de sentir el anhelo de
momentos luminosos y de plenitud.
De modo que saca del armario aquellas amadas tradiciones de las
fiestas. Crea tradiciones nuevas que expresen tu autenticidad, del mis­
mo modo que creas una nueva manera de vivir. Ellen Goodman nos
dice que «las tradiciones son los postes indicadores clavados profun­
damente en nuestra mente subconsciente. Las más profundas son las
que ni siquiera podemos describir, aquellas de las que ni tan sólo
somos conscientes».
IS D I ’, D I C I I M H K I

Una reflexión para aquellas mujeres


que leen demasiado
Tiene d em asiad a afición ,t los libros y esto le h a transtor­
n ad o e l cerebro.
L o u is a M a y A l c o t t

irginia Woolf creía que cuando las mujeres que leemos demasia­
do lleguemos a las puertas del cielo cargadas con nuestros queridos
libros, el Todopoderoso le dirá a san Pedro: «Mira, éstas no necesitan
ninguna recompensa. Aquí no tenemos nada que darles. Han amado la
lectura.»
En la vida real hay mujeres que leen y mujeres que leen demasiado
poco.
N o hay mujeres que leen demasiado porque esto es imposible.
¿Cómo puede una leer demasiado si sólo dispone de días de veinticua­
tro horas, de vidas cuyo promedio es tan sólo de ochenta años?
Cualquier momento del día es perfecto para leer. Cualquier lugar.
Cualquier excusa. La lectura es el último refugio para las personalida­
des proclives a la adicción. Leer demasiado no tiene efectos secunda­
rios nocivos. Louisa May Alcott piensa que aficionarse demasiado a
los libros nos «transtornará» el cerebro. Por supuesto, no puede estar
totalmente equivocada una mujer que tenía tanta afición a los libros,
que se sintió empujada a escribir unos cuantos de su propia cosecha.
Es verdad que los libros nos afectan. Los libros hacen que nos demos
cuenta de nuestras pasiones y que nos dediquemos a ellas. Nos con­
vierten en mujeres auténticas. Cuando una oración que leemos en
un libro resuena en tu interior, es la voz de tu yo auténtico. Escucha
lo que trata de decirte. El Espíritu se comunica constantemente con
nosotras. La mayoría de nosotras anhelamos experimentar el paraíso
en la tierra. Las mujeres que leen lo experimentan. Es obvio que
quien dijo que no te lo puedes llevar al otro mundo nunca leyó un
buen libro. Porque todo lo que has leído, te ha gustado y recuerdas,
forma ahora parte de tu conciencia. Lo que se quiso una vez nunca
puede perecer.
Italo Calvino nos dice que «leer significa estar preparado para cap­
tar una voz que se hace oír cuando menos lo esperas, una voz cuya
procedencia es desconocida, que viene di más .11I.i del libio, m.r. .1II.1
del autor, más allá de la convención de escribir procede de lo 110
dicho, de lo que el mundo aún o ha dii lio sobre sí mismo y que toda
vía no tiene palabras para decirlo».

16 D E DICIEM BRE

Días de estrellas doradas


T al v e z uno de estos días p u ed a reg alarm e a m í m ism a
una estrella d ora d a p o r ser norm al, y tal v e z uno d e estos
días m e reg ale a m í m ism a una estrella d o r a d a p o r ser
extraordinaria... p o r persistir. Y tal v ez un día no necesite
ten er ninguna estrella.
Sue B e n d e r

T
JL odavía no he alcanzado el punto en el que no necesite estrellas
doradas: prueba reluciente, dorada de cinco puntas, de que he logrado
hacer algo un tanto difícil, especialmente si se trataba de conseguir tra­
tarme a mí misma con la amabilidad y el cariño con el que trato a los
demás. En los tiempos de la pizarra y la tiza, las estrellas de oro iban
en una cajita de cartón. Abrías la cajita y encontrabas quinientas estre­
llas doradas de papel con el dorso engomado. Al pasar los dedos por el
montoncito de posibilidades oías el crujido de tu propia valía. Hoy día
las estrellas de oro se sacan de hojas autoadhesivas. Ni siquiera perci­
bes el sabor del éxito en la lengua, pero me encantan de todos modos.
Una buena amiga mía tiene un recuerdo diferente de los tiempos
de las estrellas de oro. Su madre llevaba gráficos con estrellas para cada
uno de sus ocho hijos. Todos los domingos, después de cenar, pasaban
cuentas en el comedor y los gráficos indicaban quién había sobresali­
do en cosas tales como hacer los deberes, hacer tareas domésticas, la
higiene personal y el comportamiento... y quién no. En teoría, esfor­
zarse por ganar estrellas doradas era un juego destinado a fomentar las
motivaciones. Sin embargo, acumular estrellas de oro por obligación
no era divertido para Anne, a pesar de que sobresalía en todo y era un
modelo de «buena chica». La presión de la evaluación constante le
resultaba insoportable. Abrir la caja de cartón era una especie de tor-
IIII.I ||‘.I( ológli .1 V 4*111(11 lnll.il 1*1-11) I o n ( l l . l N ( I r ('NlK’ll.lN (Ir oto N O I I 11 1 11y
dil cíenles i liando nos l,r. damos .i nosotras m is m a s . ( Alando le cías .i li
misma i i i i . i rsiirll.i de oro y l.i pegas en d calendario, la estrella cente
lira, te guiña rl ojo y ir felicita en voz baja. Me gusta de forma especial
otorgarme a mí misma estrellas doradas cuando me embarco en un
nuevo pasatiempo que me satisface o reanudo otro que tenía abando­
nado: caminar, movimiento creativo, comer cosas sanas, escribir mis
páginas de diálogo, meditar, tomarme las cosas con más calma, buscar
el equilibrio entre el trabajo y la diversión. Puede que el espíritu esté
dispuesto, pero con demasiada frecuencia la carne se desvía.
Los días extraordinarios no necesitan estrellas doradas. Pero no
cabe duda de que los días corrientes pueden resultar más alegres con
una reluciente palmadita de cinco estrellas en la espalda.

17 D E DICIEM BRE

Segundo acto
D u ran te años h e d esead o ser m ayor, y ah o ra lo soy.
M argaret A tw o o d

F / I otro día puse la televisión mientras esperaba que hirviese el agua


para hacer té y vi a mi actriz favorita en una película. Quedé estupe­
facta al ver que estaba mucho más vieja que la última vez que la vi. Si
aquella mujer preciosa, que se cuidaba tanto, estaba madurando visi­
blemente, ¿qué aspecto tendría una madre atareada y con poco tiempo
para cuidarse como yo?
Al recoger a mi hija en la escuela, le pregunté:
— ¿Qué edad aparento?
— La suficiente para ser mi madre — contestó la muy bromista.
— ¿Se me nota la edad? — pregunté a una buena amiga mientras co­
míamos.
— No más que a mí — respondió ella, tranquilizadoramente.
Recuerdo muy bien que una noche, cuando tenía dieciséis años, un
amigo de mis padres al que yo consideraba un vejestorio (tenía entre
cuarenta y cincuenta años) trajo a su nueva novia, que era muy guapa,
para presentárnosla. Mike había sido un buen partido durante muchos
anos y Su san había sido lina lisia en * I «mu m so tic Mr.'. Anuí i* .1 I i .1
todo muy romántico y yo quena ñ u ..... .. indo-, lo1, detalles jugosos
En un momento dado, con la dcspreoi upadon insiilriblc* tlt* una ado
lescente descarada, pregunté a Susan:
— ¿Qué edad tienes?
El único ruido que se oyó en la sal i1a Im- d que hizo mi madre al
arquear las cejas. La sonrisa efusiva de Susan rompió el silencio emba
razoso.
— Treinta y dos — contestó sin darle importancia.
La soda que estaba a punto de tragar me salió disparada de la boca.
—¿ Treinta y dos? ¿Y es la prim era vez que te casas? — Es un mila­
gro que haya vivido para contarlo.
—Jovencita — me amonestó mi apurada madre— , deberías aver­
gonzarte de ti misma. A las mujeres mayores que nosotras no se les
pregunta la edad. Pídele perdón a Susan inmediatamente.
— No, por favor — dijo Susan, riendo, y los demás rieron tam­
bién— . No tiene importancia. ¿Piensas que treinta y dos años son
demasiados para casarse?
Claro que lo pensaba, a no ser que el novio fuese Matusalén. Sólo
que Susan no tenía aspecto de persona de «mediana edad»,, sino que
tenía un aspecto fabuloso. Era la «mujer mayor» más atractiva que yo
había visto en persona. Pero esperar hasta ser tan vieja para casarse,
especialmente siendo tan preciosa, me resultaba inconcebible. Ahora,
por supuesto, sé por experiencia por qué iba a casarse por primera vez
a su edad. Pero es demasiado tarde. En aquel momento Cupido se fijó
en mí. Dos semanas después de casarme con mi marido celebré mi tri­
gésimo segundo cumpleaños. Que yo recuerde, fue un año muy bueno.
Ahora, al igual que muchas de mis amigas, he descubierto que el
segundo acto es mucho más interesante que el primero. El primer acto
no hace más que preparar la escena y decirnos quién es nuestra heroí­
na, de dónde procede, qué fuerzas le dieron forma. Es en el segundo
acto donde la tensión creativa realmente empieza a aumentar a medida
que se desarrolla la historia. El segundo acto está lleno de sorpresas y
giros a medida que se hace visible el momento fundamental de elegir.
El segundo acto revela el centro dramático del argumento auténtico.
¿Qué pasará a continuación? ¿Cómo hará nuestra heroína frente a la
situación? ¿Cómo cambiará?
Sencillamente no podemos pasar al segundo acto hasta que haya­
mos vivido varios decenios. Es de esperar que entonces seamos más
sabias, que tengamos más experiencia, mayor confianza en nosotras
mismas, que seamos más valientes y astutas. De pronto, en los guiones
que creamos hay más profundidad y anchura. «En la mediana edad
somos propensas a sacar la horrible conclusión de que todas las penas,
lo d o el d o lo i, lo d o el ie m o rd im ie n io apasionado v I.i Mensación de
perdida y la d esilusión la1. lu cern o s nosol i ,is m ism as», con leso en I 'M I
I.i novelisi.i K.ulilet'ii N o i i is.
Pero alior.i s.ilu'inos cóm o cambiar todo eso.
¿ N o es así?
Estoy prep.uada para el primer plano, señor DeMille.

18 DE DICIEM BRE

El ritual del cumpleaños


El cumpleaños de mi vida
ha llegado, mi amor ha llegado a mí.
C h r is t in a G e o r g in a R ossktti

H o y no es mi cumpleaños, pero podría ser el tuyo. Si lo os, espero


que estés pasando un día maravilloso, un día de auténticas satisfaccio
nes, de gozosa sencillez, de contemplación, de recogimiento y de cele­
bración.
Todas deberíamos conmemorar nuestro cumpleaños de esta mane­
ra. A estas alturas, ya no me gustan las grandes fiestas de cumpleaños,
pero necesito que el día en que empezó mi vida se distinga de los de­
más días. Así que he creado mi propio ritual de cumpleaños para que
me ayude a conmemorar el año que acaba de pasar al tiempo que pido
iluminación para el año que empieza hoy. En primer lugar, me doy un
baño sedante que elimina simbólicamente el dolor, las penas, los re­
mordimientos, los errores y la culpa del año anterior. Luego me voy
sola a mi dormitorio y enciendo una vela votiva por cada año. (Esto
no es tan difícil como parece si utilizas las «lucecitas para el té» que se
venden en envases de metal. Puedes ponerlas juntas en una bandeja o
distribuirlas por la habitación.) Mi música favorita suena de .fondo, la
fragancia del incienso llena el aire y junto a la cama hay un ramillete de
mis flores preferidas. Me pongo un camisón nuevo y me instalo có­
modamente en la cama recién hecha. Entonces ofrezco un salmo per­
sonal de agradecimiento por mi vida. Mientras arden las velas reflexio­
no sobre lo que ha sido mi vida hasta ahora. Miro fotografías viejas y
recientes, luego leo pasajes escogidos de mi diario. Son tantos los mo-
incntos maravillosos del ano pasado que \.1 se me han olvidado; r. ir
confortante recordarlos. Acto seguido pido un ic}',alo de cuinplc.uio-.
que sólo el Donador del Bien puede luí ci nic: concebir un nuevo suc
ño o plan maravilloso; realizar un sueño postergado; vencer un viejo
temor o librarme de un viejo dolor; experimentar una nueva libertad;
descubrir una nueva fuerza; encontrar una nueva amistad; alcanzar un
objetivo al que aspiro desde hace mucho tiempo; tratar de alcanzar
una nueva aspiración; superar una nueva dificultad. Bebo a sorbos una
copa de champán, luego abro poco a poco un bello paquete que con­
tiene un regalo que me hace mi yo auténtico. Y, por supuesto, es el re­
galo perfecto.
Muchas personas que te quieren lo intentarán, pero nadie puede
celebrar tu cumpleaños exactamente de la manera como tú necesitas
que se celebre. La causa es que nadie conoce realmente el año que aca­
bas de pasar, ninguna otra persona lo ha vivido. Además, cada año es
diferente. Tu trigésimo segundo cumpleaños no se parecerá en nada
al cuadragésimo octavo. Tu esposo, tu amante, tus hijos, tus amistades
y tus colegas pueden estar al corriente de acontecimientos recientes
habidos en tu vida, pero sólo tu yo auténtico conoce la profundidad
de los efectos de éstos. Quizá se te murió un ser querido hace seis
meses. El resto del mundo da por sentado que has seguido adelante
cuando en realidad la conmoción por la pérdida no ha empezado a
aminorar hasta ahora y es cuando el dolor comienza a afianzarse. Tal
vez el regalo perfecto para tu cumpleaños sea una fotografía especial
de tu ser querido enmarcada por un profesional o que restaure la foto­
grafía si está estropeada. Nadie más puede saber que necesitas este
toque emocional, pero tú sí lo sabes. Puede que lo que necesites no sea
una bulliciosa fiesta familiar, sino unas cuantas horas de intimidad
para recordar, para honrar la santidad de los cambios profundos que
se han producido en tu vida. Los cumpleaños son momentos para
empezar de nuevo, pero también son momentos de recogimiento per­
sonal, momentos importantísimos para crecer positivamente y alcan­
zar nuestra autenticidad.
Todos los cumpleaños son un hito y no sólo los que se correspon­
den con el principio de un nuevo decenio. Cada edad trae consigo
trescientas sesenta y cinco lecciones de vida real. «No nos hacemos
más viejos con los años, sino más nuevos cada día», dice Emily Dic-
kinson a la muchacha que cumple años en todas nosotras. Y, desde
luego, eso es algo que merece celebrarse por todo lo alto.
Así que: «¡Feliz cumpleaños! ¡Que tengas un feliz cumpleaños!»
Tengo el presentimiento de que el año que viene va a ser el mejor
de tu vida. Bien sabe el cielo que te lo mereces.
P !)!•: DI CI I - . MHKI v

\Jlid mujer de cierta edad


Los hom bres no le dedican piropos a las viejas de culo gordo.
C y b il l Sh e p h e r d

H a z t e mayor. Me haré. Hazte mayor con gracia. Lo intentaré.


¿Convertirme en una vieja? ¡Ni pensarlo!
«Vieja.» ¡Qué palabra más fea para referirse a semejante capítulo
tan creativo en la vida de una mujer! Pero ninguna mujer tiene por qué
convertirse en una vieja si ella no quiere. Puedes ser una mujer sabia
sin ser una bruja. Personalmente, pienso que invocar la imagen de una
vieja como figura a emular disminuye en vez de intensificarla la sensa­
ción de bienestar de una mujer. Para referirse a las intérpretes femeni­
nas del segundo acto, los franceses utilizan la expresión «mujeres de
cierta edad», que es una forma de describir muy sucintamente a mu­
chas mujeres. Adquirimos mayor seguridad sobre nosotras mismas a
medida que nuestra autenticidad se manifiesta. Cuando se trata de ele­
gir entre la risa atractiva de Lena Horne y el cacareo de madame Mim,
me inspira mucho más la primera con su música que la segunda con
sus encantamientos.
Pienso que es importantísimo que cambiemos el concepto del
envejecimiento femenino de «invisible» a «vibrante», toda vez que un
vasto cambio social nos espera a medida que se acerca el milenio.
Abrochaos los cinturones de seguridad, chicos. Algunos de vosotros
vais a tener un viaje agitado al empezar el siglo de las mujeres. En el
año 2000 el cuarenta y dos por ciento de todas las mujeres americanas
adultas tendrán cincuenta o más años de edad.
Sin embargo, en realidad no tenemos que espear para encajar nues­
tra actitud ante actos segundos. Podemos empezar hoy mismo. Las
mujeres contemporáneas ya están definiendo de nuevo la transición de
la mitad de la vida que Gail Sheehy llama «los cincuenta ardientes».
Después de pasar cinco años preparando su libro N ew Passages: M ap-
ping Your L ife Across Tim e, ha descubierto que las mujeres del decenio
de 1990 tienen cincuenta años cumplidos. Y si echamos un vistazo a
las mujeres con las que anda, veremos que éste es el decenio de las de
cincuenta y pico: Barbra Streisand, Linda Ellerbee, Janet Reno, Judy
Collins, Lauren Hutton, Jane Fonda, Martha Stewart, Donna Shalala,
Judith Jamison, Barbara Boxer y Tina Turner. «En esta época de la

•J
vida las mujeres se encuentran llen.r. •l< rm■nu. i v d e talento c o m o
nunca había ocurrido e n la h i s t o r i a .1 e s t a s alturas, Lis liu 11.1 •
. que
agotaban una parte tan grande de su e n n p a emocional h . m disminui
do. Los resultados de los estudios tle S h e e h v indican claramente que la
influencia dominante en el bienestar de una mujer no es el nivel de
ingresos ni el estado civil, sino que el íactoi más decisivo es la edad.
Más vieja significa más feliz.»
Coco Chanel nos recuerda que «la naturaleza te da la cara que tie­
nes a los veinte años. La vida da forma a la cara que tienes a los trein­
ta. Pero de ti depende ganarte la cara que tengas a los cincuenta. Mien­
tras la cara que te devuelve la mirada desde el espejo sea auténtica,
puedes llamarte del modo que te apetezca. Pero me encontrarás entre
bastidores con cantantes al rojo vivo y no con viejas».

20 DE DICIEM BRE

Reconsideración del juego gozoso


Alégrate. Sé buena. Sé valiente.
E lea n o r H o d g m a n Po rter

I S a h ! ¡Paparruchas!
¡No lo dirás en serio, cuatro días antes de Navidad!
Oh, sí, ¡sí lo dices en serio, especialm ente cuatro días antes de
Navidad! Esta mañana empiezan los días que ponen a prueba el alma
de una mujer. Al igual que en las Navidades pasadas, este año la prue­
ba tendrá múltiples facetas, puesto que hay que decidir quién duerme
dónde, quién cocina qué, quién lleva la voz cantante en la mañana de
Navidad; hay que comprobar qué regalos no han llegado, qué regalos
todavía no se han enviado, quién va a recoger a los invitados al aero­
puerto, quién ingresa en el manicomio. De repente Ebenezer Scrooge
parece la figura más calumniada y peor comprendida de la literatura.
Pero yo sé de alguien cuya reputación literaria necesita una mayor
rehabilitación que la de Scrooge. ¿Te acuerdas de Pollyanna? ¿«La
chica contenta»? Vamos, no te burles al pensar en ella. Puede que Po-
llyana, con su empeño en encontrar la parte buena de toda situación,
te parezca demasiado almibarada cuatro días antes de Navidad, pero
|iiciis( > ili ir l, i*. ilist i U n íi i i i i N 1
1 1 .11 juego |M 1 / 1 i m i t Ir I ir i i.i ii rn v t ilvri sr

1 mujer.
c o n p a p e l d r i <■)',. 1 »i v c o l oí ,u s r .t I pi e del ,\i b o l d e I.i
Mól.ite i n o licúes m.r. remedio, pero el juego gozoso es el anii
doto peífecio cu.indo dr repente se plantea algún problema. «Pollyan
na no pretendía que todo lucra bueno -insiste su creadora, Eleanor
I lodgman Porter* En vez de ello, representaba la aceptación alegre
y valiente de los hechos. Comprendía que no podemos librarnos de
cosas desagradables, pero creía que podían mitigarse buscando lo que
hay de positivo en lo que nos ocurre.»
Cuando Pollyanna se publicó en 1913 nadie se vio más sorprendida
que la propia señora Porter al comprobar el súbito y enorme atracti­
vo que poseía la huérfana de once años que había creado, con su habi­
lidad para encontrar lo bueno dentro de lo malo. Aunque el libro se
publicó sin darle publicidad, obtuvo muchísimo éxito porque las per­
sonas se lo recomendaban unas a otras y llegaron a venderse más de un
millón de ejemplares, fue traducido a una docena de idiomas y se hizo
tan popular que el nombre de la protagonista se convirtió en un sinóni­
mo de la lengua inglesa del optimismo irreprimible.
En la novela, Pollyanna Whittier es la hija de un misionero pobre
que predica continuamente el sermón de la alegría a quien quiera escu
charle. El reverendo Whittier señala que en la Biblia hay constancia de
ochocientos casos en que Dios ordena a sus hijos que se alegren y regó
cijen. El reverendo saca la conclusión de que, obviamente, I )ios quería
que viviéramos así, al menos durante una buena parte del tiempo. I Jna
Návidad, las creencias del reverendo se ven puestas a prueba cuando
llega la cesta de la Sociedad de Ayuda cié Damas Misioneras. Pollyan
na ha pedido una muñeca de porcelana auténtica. Pero cuando abre la
cesta la mañana del día de Navidad se encuentra con que las damas le
han mandado por error un par de muletas infantiles. Como es natural,
se lleva un disgusto tremendo. El reverendo trata de consolarla y para
ello inventa un juego consistente en averiguar qué podía haber de
positivo en el hecho de recibir unas muletas como relago de Navidad.
Lo encuentran, por supuesto: ¡que Pollyanna no las necesita! De esta
manera se crea el juego gozoso.
Al morir su padre, Pollyanna es enviada a vivir con su tía Polly
Harrington, una rica solterona solitaria. Nadie duda que miss Po­
lly nunca se casó por su severa y desagradable personalidad.
Cuando Pollyanna llega a la pequeña ciudad del estado de Vermont
donde vive su tía, no tarda en transformar a la comunidad con su áni­
mo y su alegría. Los enfermos se curan, los solitarios encuentran ami­
gos y novias, los matrimonios infelices se salvan. Todo el mundo,
menos la tía Polly, empieza a buscar el lado luminoso de la vida. Pero
la tía Polly continúa siendo un hueso duro de roer. En un momento
dado pierde los estribos y dice: «¿Alguna vez dejarás de usar la palabra
“contenta”? No paras de pronunciarla de la mañana a la noche... me
parece que voy a volverme loca.» (¡Pienso que de vez en cuando ten­
dría la misma reacción!) Sin embargo, hasta la tía Polly se deja hechizar
por la alegría después de que Pollyanna, gracias a su valor y a la buena
voluntad de los habitantes de la ciudad, se salve de un grave accidente.
Puede que Pollyanna sea una novela excesivamente sentimental y
anticuada, pero merece la pena que reconsideremos lo de las ochocien­
tas exhortaciones a alegrarse, qu e la cosa no está tan mal. Quizás es la
buena noticia sobre la que deberíamos meditar mientras adornamos
la casa y sacamos la alfombra roja.

21 D E DICIEM BRE

La fuerza espiritual de la temporada


Vive en cada una d e las estaciones q u e vayan p asan d o;
respira el aire, b e b e el agua, p ru eb a la fru ta y resígnate a las
influencias de cada una d e ellas. H a z q u e éstas sean tu única
b e b id a en tu dieta y tu m edicin a natural.
H en ry D a v id T h o r e a u

F t n el exterior el aire invernal es diáfano y vigorizante: cortante, gla­


cial, gélido, urticante. N o caminamos despacio, sino que nuestros pa­
sos son rápidos y son un reflejo externo del ritmo acelerado que se
vive en el interior de la casa a medida que los preparativos para las
fiestas ocupan el centro del escenario. Una vez hemos cerrado la puer­
ta, el aire invernal es cálido, denso y aromático: madera que arde,
plantas de hoja perenne, canela y jengibre. Aspira hondo y absorbe la
fragancia de la felicidad.
En invierno vivimos inmersos en la expectación. Llegan amigos de
lejos y reciben el abrazo del caos festivo de la casa abierta de nuestra
familia. «Me paso el año soñando con el ponche de leche y huevo que
preparas en casa», dice en tono confidencial una invitada mientras
se intercambian regalos espirituales: cumplidos sinceros y una taza de
alegría. En la cocina, llenamos los v a s o s con una mezcla de sidra aro
ni ática y cerveza negra inglesa qur i c s i . n a i a manos y corazones del
frío del invierno. La mesa del comedor cruje afablemente bajo el peso
de la abundancia: pavo asado, jamón al horno, quesos, pan recién
hecho. Niños de todas las edades se apretujan alrededor de los dulces
típicos de la época y de la fruta de invierno: bastones de caramelo y
confites, calabaza, fruta y especias picadas y tartas de manzana.
Almas, bebed a sorbos y saboread. Poneos a vuestras anchas.
Comed, bebed y alegraos en estos días de gozo.
«La más antigua sabiduría espiritual se centraba alrededor de los
cambios previsibles de las energías estacionales. Los rituales giraban
en torno a la siembra, la cosecha y los ciclos de luz y oscuridad», nos
recuerda Joan Borysenko, la respetada científica, terapeuta dotada y
mística sin disimulo, en su diminuta joya contemplativa P ocketful o f
Miracles: Prayers, Meditations, an d Affirmations to Nurture Your Spirit
Every D ay o f the Year. «Los ritmos estacionales tienen correlación
con nuestros ritmos corporales... Nuestras vidas onírica e interior se
vuelven más insistentes en la oscuridad del invierno... Se acuesta al año
viejo, se termina lo que se estaba haciendo y se recoge la cosecha de
madurez espiritual bajo la forma de sabiduría y perdón.»
Durante siglos, los sanadores orientales, en especial los que practi
can la medicina china, han tenido en cuenta los efectos que las estacio­
nes surten en nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Pero la
relación simbiótica entre los seres humanos y la naturaleza ha sido vir
tualmente descuidada por la medicina occidental hasta hace poco.
Ahora los médicos reconocen que algunas personas sufren una depre­
sión profunda en invierno debido a que son sumamente sensibles a la
oscuridad. La terapia basada en la luz hace que sus energías sutiles
recuperen un sano equilibrio.
Aprender la destreza espiritual de la curación estacional puede dar
nueva profundidad a nuestro viaje hacia la plenitud. En el mundo natu­
ral el invierno es la estación de descanso, reconstitución y reflexión.
Durante esta semana no abunda ninguna de las tres cosas, pero, una
vez hayan pasado las fiestas, considera cómo vas a emplear el tiempo
libre personalmente. Y si tienes tan poco como yo pienso, reflexiona
sobre cómo puedes tener más el próximo año.
Hildegard de Bingen, la mística alemana del siglo X II, sugiere una
manera sencilla de empezar a explorar la riqueza de la destreza espiri­
tual de las fiestas:

l.an'/.a una m irada al sol.


( Observa la luna y las estrellas.
( '.tmtvmphi la belleza de los saludos de la Tierra.
Ahina,
l>iensa.
22 l ) K I >I( : 11,M U K I•

Y se hizo la luz
H a y dos fo rm a s de p ro p a g a r la luz: ser
la llam a d e la v ela o el espejo qu e la refleja.
EDITO W l IARTON

E / n la antigüedad, a medida que los días se hacían más cortos y más


oscuros, la gente se sentía cada vez más angustiada y deprimida, pues
temía que el sol se estuviera muriendo. La gente sabía que sin el sol, al
que adoraba como a un dios, perecería. Con el fin de propiciar la vuelta
de su fuente de calor, luz y abundancia, crearon rituales para la mitad
del invierno que culminaban con una gran fiesta en el solsticio de
invierno la noche del 21 al 22 de diciembre, la más larga del año. Las
mujeres recogían hojas y ramas para decorar las viviendas y preparaban
complicados festines comunales. Los hombres encendían enormes
hogueras y a la luz de las llamas, que representaban la energía del sol,
celebraban fiestas con música y baile.
H oy día la celebración del solsticio de invierno se está haciendo
muy popular. Para las personas que no se sienten a gusto con la reli­
gión organizada o siquiera con la exploración de un camino espiritual
individual, honrar las fiestas del mundo natural viene a satisfacer una
necesidad profunda y primordial de establecer relación con un poder
superior a la humanidad, prescindiendo de cómo se llame dicho po­
der. Las mujeres que resucitan las antiguas tradiciones femeninas cele­
bran el solsticio como el nacimiento de la Gran Madre. Las personas
más sensibles a la naturaleza, como muchos nativos americanos, hon­
ran la santidad de su relación con la tierra. Las mujeres casadas con un
hombre de distinta religión dudan entre celebrar la Hanuca o la Navi­
dad y a menudo ven el solsticio de invierno como una fiesta neutral
que toda la familia puede celebrar.
Una forma de celebrar el solsticio con sentido es considerarlo
como un momento sagrado de reflexión, liberación, reconstitución y
renovación. Zsuzsanna Budapest, una de las líderes del movimiento de
la diosa, cree que el intervalo del solsticio de invierno es el momento
ideal para acercarnos a las personas de las que nos sentimos distancia­
das. En The G randm other o fT im e : A W oman’s B ook o f Celebrations,
Spells an d Sacred Objects fo r Every Month o f the Year, nos recuerda
que «de vez en cuando queremos empezar de nuevo y, por consiguien-
le, teurmoN qu< espiai el |*.i.wI•• No quiero iln'ii que tendamos t|Ur
sentirnos culpablcN, sino justamente lo contrario, ( alando envíes lus
lelii itiH iones del solsticio de inviei no, dirige un.is cuantas a esas perso
uas con las que no tienes muy buenas relaciones o a esas personas con
las que te hayas enojado. Bastará con que digas: “Eh, olvidemos nues­
tros malos tiempos. Os deseo bendiciones.” Cada vez que compartas el
perdón, otra persona perdonará». Para tener la certeza de que tu tarje­
ta de perdón no será mal interpretada, lo cual empeoraría las cosas en
lugar de mejorarlas, la autora recomienda frotar las tarjetas con capu­
llos de lavanda o meter éstos en el sobre. La tarjeta despedirá una fra­
gancia celestial, sin duda el dulce aroma de la reconciliación.
En realidad no importa que reflejemos la luz a través de nuestros
dones auténticos o que nuestra vocación auténtica sea propagarla. Lo
que importa es que esta noche el mundo es oscuro, frío y desolado. Tu
llama arde tan luminosamente. Comparte tu amor y tu calor con otras
personas. Contempla cómo la luz vuelve.

23 DE DICIEM BRE

¡Qué bello es vivir!


En v ez d e la típica preg u n ta «¿por q u é no h acem os pelícu ­
las m ás sem ejantes a la v id a real?», creo q u e sería m ás p erti­
n ente p reg u n tar «¿por q u é la v id a rea l no p u e d e parecerse
m ás a las p elícu las?».
E r n ie P y l e

A
jLJLlgunas de las tradiciones navideñas son sagradas. En nuestra casa
una de ellas consiste en la celebración anual del cine clásico. Durante
una semana, mientras hacemos los preparativos de Navidad, vemos
N avidades blancas, H oliday Inn, Christmas in Connecticut, The Bi-
sh op ’s Wife, D e ilusión tam bién se vive, Los teleñecos en un cuento de
N av id ad y, por supuesto, ¡Q u é bello es vivir!, la fabulosa y conmove­
dora película interpretada por James Stewart y Donna Reed. Después
de casi cincuenta Navidades, esta película, con su potente alquimia de
idealismo e ironía, aún evoca la magia del cine.
En 1946 Frank Capra no tenía idea de que su fantasía sentimental
sobre la vida en una ciudad de provincias se convertiría en una de las
películas preferidas del público durante las Navidades. The N ew Yor-
k e r reconoció de mala gana que «a su manera, una manera pegajosa y
agridulce, es terriblemente eficaz». Estamos en la víspera de Navidad,
la noche de los milagros, y, desde luego, George Bailey necesita un
milagro. Después de pasarse toda la vida salvando la vida a otras per­
sonas, está a punto de renunciar a la suya. Está en la ruina, caído en
desgracia, expuesto a ir a la cárcel y desesperado por la desaparición de
una importante suma de dinero, aunque él no tiene la culpa. Deseando
no haber nacido, se dispone a suicidarse cuando su ángel de la guarda
lo salva y le concede temporalmente su deseo de no haber nacido y le
muestra cómo hubiera sido el mundo sin su auténtica contribución.
George cree que nunca ha tenido suerte. Pero cuando se para a
pensar en las cosas que ha hecho en la vida, se da cuenta de que hizo lo
que tenía que hacer. También es un hombre rico: tiene una esposa que
lo quiere y lo apoya, hijos sanos, un trabajo importante y más amigos
de los que cabrían reunidos en su casa. Francamente, la vida que que­
ría quitarse ha sido bella.
Podemos descubrir lo bella que es nuestra vida — exactamente
como lo es en este mismo momento— haciendo lo que hace George
(¡sin la escena del puente!). Podemos pararnos a repasar nuestra vida y
la de las personas con las que hemos tratado. Una de las bendiciones
inesperadas de escribir el presente libro ha sido la oportunidad de bus­
car sentido en los momentos normales y corrientes de mi vida. Escri­
bir una meditación sobre un encuentro, un error, un remordimiento o
una conversación es muy revelador, más aún que llevar un diario. T o ­
dos los días, durante los dos años que he tardado en escribir El encan­
to de la vida simple, he tenido que reflexionar sobre un tema, general­
mente un título, a menudo una cita, pero siempre sobre una página en
blanco. La mayoría de las veces he averiguado sobre qué estaba escri­
biendo cuando ya llevaba escrita buena parte de ello. Y lo que he des­
cubierto — como puedes descubrir tú— es que he disfrutado de una
vida bella. Este descubrimiento ha resonado en lo más hondo de mí y
me siento verdaderamente agradecida. Obviamente, hay muchas cosas
que desearía no haber hecho y muchas crisis que han caído sobre mí
por mi propia culpa, pero ahora me doy cuenta de que cada experien­
cia es una maestra cariñosa.
Quiero que el año que viene pienses seriamente en escribir tus
meditaciones auténticas. Empieza a escribirlas despacio. Escribe sólo
una cada semana o cada mes. Busca lo ,.aj*ii .ulo en lo normal y corricn
te y lo encontrarás. En tu villa nada es i.m insi|>nirii ante que no pueda
ser fuente de inspiración. ('liando empiece', a escribí i tus propias
meditaciones con iegul.ii ¡dad te Ilev ai as una |>i au soi piesa al vei cuan

AH
tas cosas recuerdas o reconoces. El poeta inglés Cecil Day-Lewis nos
dice confidencialmente: «No escribimos con el fin de que nos com­
prendan, sino que escribimos con el fin de comprender.» Si empiezas
a escribir tus propias meditaciones auténticas, lo que recordarás, reco­
nocerás y comprenderás es que la vida es bella.

24 DE DICIEM BRE

He aquí todo
lo que he considerado espléndido
P onlo p o r escrito, cu an do y o h ay a p erecid o:
h e a q u í tod o lo qu e h e q u erid o;
q u e estas p ared es relucieran d e b ellez a
espoleó m i alm a rez a g a d a a cum plir con su d eb er;
q u e h u b iera fe lic id a d a q u í
. m e h izo tra ba jar sin descanso, añ o tras año...
T od o pen sam ien to y to d o acto
fu ero n p a r a qu e este h o g a r siguiera intacto.
E d g a r A. G uest

E s t a noche es mi noche preferida del año. En este momento de


silencio el aumento de las cosas simples no es una filosofía, sino la rea­
lidad perfeccionada. Mi corazón está lleno de gratitud; buscar la sim­
plicidad en nuestras obligaciones para las fiestas ha preservado mi cor­
dura; el orden ha hecho que se moviera todo lo que tenía que moverse;
ha surgido un sentido de arm onía porque finalmente me detuve el
tiempo suficiente para encontrar el equilibrio entre el trabajo y la fa­
milia, al menos durante las fiestas; la belleza me rodea en los adornos
navideños que hay en toda la casa, ahora iluminada e intensificada con
el resplandor de las velas y un luego acogedor en la chimenea; y ha lle­
gado la alegría, el hijo de la risa y la felicidad, el huésped de honor en
nuestro festín familiar.
Después dé la cena, después de que cada uno de nosotros haya
abierto un solo regalo y los demás estén en la cama, es el momento
pata mi propio litnal puyado de Navidad la prepaiai ión de una batí

É Mí»
deja de Natividad, que es mu costumbre medieval inglesa que niiiu ,i
deja de poner de relieve el verdadero signiiieado de esta noche espei ial.
Cuenta la leyenda que en la noche de la Natividad quienquiera que
se aventure a salir bajo una copiosa nevada portando un hueso sucu
lento para un perro perdido que se lamenta, un poco de heno para un
caballo que tiembla de frío, una capa de abrigo para un viajero desam­
parado, una guirnalda de alegres bayas para quien ha llevado cadenas,
un plato de migajas para los pájaros ateridos que creían que su canto
había muerto y dulces para los niños pequeños que miran desde ven­
tanas solitarias, quienquiera que prepare esta bandeja de sencilla abun­
dancia «recibirá regalos asombrosos que rivalizarán con los colores
del pavo real y las armonías del cielo».
Así que bajo de lo alto del armario una bandeja enorme, la forro
con un paño y pongo en ella un jugoso hueso del asado de la cena, una
escudilla de comida para gatos, heno de la bala que he utilizado para
los adornos, un abrigo que se le haya quedado pequeño a alguien, una
tarta de arándanos, un plato con migajas de pan y semillas de girasol y
una bandeja de confites. Sin hacer ruido, salgo de casa y dejo la bande­
ja sobre la pared de piedra que queda cerca de la calle. A veces nieva y
a veces, no, pero siempre hace frío. Alzo los ojos en busca de una
estrella brillante. ¿Es la estrella? Lo es a mis ojos. Me estoy helando.
Es imposible, en esta noche santa, no pensar en las personas sin hogar
cuando deposito la bandeja en su sitio. Hace dos mil años otra familia
sin hogar dependía de la caridad ajena. No la encontró hasta que una
mujer apurada y agotada, una mujer normal y corriente, se detuvo el
tiempo suficiente para escuchar lo que su corazón le decía. El mío se
siente culpable; que a primera hora de la tarde dejase una cesta y rega­
los en un asilo mitiga un poco la sensación de culpa, pero me siento
decepcionada y triste por no haber hecho más. Prometo que lo haré el
año que viene. A veces cumplo estas promesas bienintencionadas, a
veces la vida real me distrae de la Vida Real. No hago lo suficiente y
tanto el Espíritu como yo lo sabemos.
Empece a preparar la bandeja de Natividad porque un misticismo
casi palpable parecía envolver la leyenda. También me interesaba
mucho la promesa de regalos asombrosos que rivalizarían con las
armonías del cielo. Todos los años, cuando el día de Navidad por la
mañana salgo a recoger la bandeja, muchas de las ofrendas han desapa­
recido. Un año desapareció incluso el abrigo. Que yo sepa, soy el
Papá Noel de las ardillas. Pero me siento feliz al pensar que los sueños
navideños de alguien se habrán hecho realidad. ¿Y los regalos asom­
brosos que rivalizan con el cielo? Están en todas partes. Pero el mejor
de ellos es que ahora verdaderamente los veo.
2!5 DI- l ) l ( 11 M B K i :

Navidad
Si, como Herodes, llenarnos nuestra vida de cosas, y nue­
vamente de cosas; si nos consideramos tan poco importantes
que debemos llenar todos los momentos de nuestra vida de
acción, ¿ cuándo tendremos tiempo para hacer la larga y lenta
travesía del desierto que hicieron los Reyes Magos ¿O pa­ ?
ra sentarnos y contemplar las estrellas como hicieron los
?
pastores ¿ O para meditar sobre el nacimiento del niño como
hizo Maríaf Cada uno de nosotros debe atravesar un de­
sierto. Descubrir una estrella. Y un ser dentro de nosotros
mismos al que hay que dar vida.
A n ó n im o

D e s c u b r í esta expresión profunda de la esencia del encanto de la vida


simple poco antes de empezar a escribir el presente libro. Me encontra­
ba curioseando en una galería de Vermont cuando desde el otro extre­
mo de la sala me atrajo una obra del artista gráfico Michael Podesta. Era
una escritura hecha a mano, de una gracia exquisita. «Ahí la tienes — me
susurró mi yo auténtico— . Eso es el encanto de la vida simple.» Y lo
era, por supuesto, y sentí la necesidad de llevármela. Pero al ver el pre­
cio, supe que no iba a llevármela en aquel momento. «No importa
— dije a la hija de Herodes mientras tomaba nota del texto— . De
momento acéptalo como regalo y el grabado será tuyo cuando llegue el
momento.» Cogí un ejemplar del catálogo de venta por correo del artis­
ta y seguí disfrutando de un día maravilloso con Katie, sus primos y mi
hermana. Al volver a casa de mi madre, mencioné el grabado y dije que
el texto era la primera cita que tenía para el libro. «Es perfecto para
Navidad — le dije— . Resume el libro en un párrafo asombroso.»
Al llegar a casa, el grabado de Michael Podesta me estaba esperan­
do. Mi madre me lo había regalado para darme buena suerte. Después
de llorar y reír y llamarla para darle las gracias, lo colgué sobre la mesa
que utilizo para meditar. Su belleza es como un ancla para mi dormi­
torio, el lugar donde me siento, trabajo, sueño, duermo, amo y rezo;
su mensaje intemporal es un puerto profundo para mi corazón inquie­
to, un refugio espiritual. Llamé a Michael para preguntarle de dón­
de procedía la cita y me dijo que no lo sabía, que alguien se la había
enviado anónimamente por correo sin mencionar su autor. Pero el
texto le había licuado al corazón y Miitio I.i i u'ic*.hI.uI di usarlo pata
hacer un grabado.
Quiero agradecer este regalo especial al poeta desconocido, .il t|lu­
da sabiduría y verdad.
— Oh, ojalá la Navidad durase todo el año, como debería durar
— se lamentó Charles Dickens— . Ojalá el espíritu de la Navidad pu
diera vivir en nuestro corazón todos los días del año.
Pero ¿qué es el espíritu de la Navidad? Quizás el espíritu de la'
Navidad, al igual que la naturaleza de lo amado, ha de ser un misterio
santo. Quizás el espíritu de la Navidad consista en que nuestra alma
sepa que las cosas, por más bellas que sean, no son más que cosas; que
fuimos creados, no siempre para hacer, sino que a veces sólo para ser.
Quizás el espíritu de la Navidad es el cariñoso recordatorio de que
debemos reservar tiempo para la larga y lenta travesía del desierto;
que debemos tomarnos tiempo para descubrir nuestra estrella; que
debemos hon rar el tiempo necesario para reflexionar sobre la llegada
de las mujeres auténticas en-que debemos convertirnos porque el
amor nos creó para ello. Se ha dicho muchas veces que nuestra vida es
un don de Dios, que lo que hagamos con ella es la forma de corres­
ponder a dicho don. Hoy es el día perfecto para recordar esto.
Así que éste es mi deseo de Navidad para ambas: que detrás de los
juguetes, del oropel, de los villancicos, de las tarjetas y del caos social,
venga un momento de tranquila reflexión y paz. Que verdaderamente
pueda decirse de cada una de nosotras que sabe celebrar bien la Navi­
dad, si alguna mujer sabe.
¡Feliz Navidad y que Dios nos bendiga a todas!
2u l)K DIGIHMBRK

Dos vidas
Debemos estar dispuestos a librarnos de la vida que hemos
planeado para poder disfrutar de la vida que nos está
esperando.
J o seph C am pb ell

R ecuerdas la escena de la película El mejor en la que Robert Red-


ford yace en una cama de hospital, enfermo, desanimado y a punto de
abandonar? Es el último partido del campeonato y él no está presente
porque ha sido envenenado por la mujer a la que creía amar. Glenn
Cióse, su novia de la infancia, lo visita en el hospital. Bob siente bas­
tante lástima de sí mismo, el médico le ha dicho que nunca volverá a
jugar a béisbol. Pero el béisbol es su vida. Tiene treinta y nueve años y
hace poco que ha llegado a la primera división. «Creo que tenemos
dos vidas — le dice Glenn Cióse— . La vida con la que aprendemos y la
que vivimos después de ésta.»
Tiene razón, como hemos estado aprendiendo hasta ahora en el
camino diario hacia la alegría y el bienestar. ¿Y qué hemos aprendido?
Que en el universidad de la vida hay sólo dos aulas. En el dintel de la
puerta de una de ellas un rótulo dice: «El cielo en la tierra.» Sobre el de
la otra: «Seminario para comprender la mecánica del funcionamiento
del cielo.»
El primer curso es un programa de trabajo práctico y teórico.
Vivimos la vida real. De veras.
El otro curso es un seminario intelectual. Tratamos de averiguar
cómo podemos manipular la vida real, con un poco de mojiganga
metafísica. Puede ser.
Todas las mañanas se nos da la oportunidad de escoger en cuál de
las dos aulas pasaremos las veinticuatro horas siguientes: ¿En la Vida
Real o en la vida real? En las dos clases habrá preguntas inesperadas.
A algunas no nos avisan de antemano de la fecha en que se celebrará el
examen final; algunas estudiantes son más afortunadas. No hay forma
de saber en cuál de los dos grupos nos encontramos.
«En este angosto planeta sólo podemos elegir entre dos mundos
desconocidos — nos enseña Colette— . Uno de ellos nos tienta... ¡ah,
qué sueño vivir en ese mundo!... el otro nos asfixia en cuanto empeza­
mos a respirar.»
27 d i 7, n i c i i Mimi

Una mujer de verdad


P rim ero ten em os q u e creer, y luego creem os.
G. C . L ic h t e n b e r g

jCN^Lentras la temporada de creer parece terminar para el resto del


mundo, te ruego que me permitas dejar algo muy claro. Entre basti­
dores esperan todavía muchos sueños. Tenemos al alcance de la mano
muchas aspiraciones. Muchas hambres necesitan alimentos. Muchos
anhelos deben reconocerse con el fin de poder satisfacerlos. Hay que
aventar muchas chispas auténticas antes de que la pasión lleve a cabo
su obra perfecta en ti. Echa otro leño al fuego.
Este no es el día en que lo dejas.
Este no es el día en que lloras.
Este es el día en que consigues, mirándolas fijamente, avergonzar a
todas las personas de tu vida cuando te dicen que no lo han entendido.
Porque tú sí lo has entendido. Finalmente. Y ahora sabes que la f e es la
sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no
se ven.
Este es el día en que gritas «¡Creo!». Continúa gritándolo hasta
quedar ronca. Se acabó hablar en voz baja.
¿Sabes qué pasa cada vez que un niño dice que no cree en las ha­
das? Pues que un hada cae muerta.
¿Sabes qué pasa cada vez que una mujer dice que no cree, que tar­
da demasiado tiempo? Pues que la mujer cae muerta. Por dentro. Que
es donde cuenta.
Pero puede que pasen otros cuarenta años antes de que te entierren.
¿Y sabes qué dirán cuando esparzan tus cenizas? Pues dirán que no
recuerdan haberte visto nunca verdaderamente feliz. Y tendrán razón.
Este no es el momento de dejar de creer. Sencillamente el escepti­
cismo es un lujo que no puedes permitirte. ¿Y qué debes creer cada
vez que respires, hasta que creas? ¿Qué te parece la alquimia mística
del estilo y el espíritu? En otro tiempo la espiritualidad de una mujer
ha estado separada de su estilo de vida. Pero ahora tú sabes que esto
no tiene ningún sentido. Nunca lo ha tenido. Nunca lo tendrá.
Ahora sabes que la unión del estilo auténtico y el espíritu crea una
mujer de verdad.
Tú.
I >i ni.t nn .i (Míe ( (mi ii i i i . i ( r e y muí » qui nene*. I.i pasión, I.i imi el i
}',cin i . i , I.i |)i ill.iiile/,, I.i i i c.il ividad, I.i sabiduría, I.i claridad, I.i prolmi
did.ul y I.i cspci icncia (|uc se requieren para encontrai ese centro
silencioso de sol.i/, serenidad y luerza necesario para crear y sostener
una vida auióntica. ( lacla día es una plegaria. Una vida auténtica es la
forma mas personal de rendir culto. Cuando empieces a creer descu­
brirás que todas las cosas son realmente posibles.
Aplaude.
Aplaude una vez más.
¡Pero esta vez que se oiga de verdad!
¡Anda! ¡Eso está mejor! Haces tanto ruido, que despertarás a los
muertos.
Muy bien hecho.

28 D E DICIEM BRE

El valor para crear el mundo anhelado


P u edes conseguir lo qu e qu ieras si lo deseas con desespero.
D eb es an h elarlo con exu beran cia a flo r d e piel, cual erupción
q u e se fu n d e con la en ergía creadora d el m undo.
Sh e il a G r a iia m

T i a primera vez que pienses que te gustaría hacer algo de manera un


tanto diferente a lo habitual — puede que llevar estofado de gambas en
vez de tu delicioso pero previsible plato de guisantes con patatas a la
cena sorpresa— , coges un guijarro. La primera vez que realmente lo
hagas de forma distinta — prescindiendo de si los resultados te encan­
tan o te decepcionan— , arrojas el guijarro al estanque. El guijarro crea
unas ondas minúsculas, apenas visibles, que se desplazan hacia el cen­
tro. Nadie más se da cuenta de ello. Pero la mujer que tiró el guijarro
o se pasó dos horas en la cocina preparando un placer sencillo, sí se da
cuenta si presta atención.
Ocurre lo mismo con los actos de valor en tu vida cotidiana. Pue­
de que sean tan pequeños, que sólo tú te des cuenta de que pasa algo.
Pero un día saldrán a la superficie todos estos momentos pequeños,
pero indelebles, de valor privado.
Y tanto tú com o tu inundo os habréis tianslormado en un mo
mentó autentico.
Nos volvemos auténticos de la misma manera que nos volvemos
valientes. Haciéndolo. No pensándolo. Rosa Parks no pensó en con
vertirse en el símbolo del movimiento pro derechos civiles cuando se
negó a ceder su asiento para sentarse en la parte posterior del autobús.
Pero su compromiso auténtico y exuberante con la igualdad pudo más
que su reserva y se unió a la energía que creó el mundo. Exuberante
no significa sólo «gozosamente libre», sino también «que muestra algo
en abundancia». Rosa Parks dio muestras de abundante valor auténti­
co. ¿Y podemos dudar de que en aquel momento definitorio su alma
estuviera «gozosamente libre» aun cuando su corazón temblara?
Esta semana las mujeres afroamericanas empiezan a celebrar un
festival que honra la fe, la unidad, la herencia y los valores. Su nombre
es K w an zaa, que significa «primeros frutos de la cosecha» en swahili,
y lo puso en marcha en 1961 la activista pro derechos civiles Maulana
Karenga. Durante los últimos tres decenios el festival ha encontrado
muy buena acogida entre las mujeres negras que estiman su autentici­
dad. La celebración dura siete días, empieza el 26 de diciembre y cada
noche se enciende una vela en honor a un valor específico. Estos valo­
res por orden de celebración son los siguientes: la unidad, la autode­
terminación, el trabajo cooperativo y la responsabilidad, la economía
cooperativista, la resolución, la creatividad y la fe. No hay una forma
prescrita de celebrar Kwanzaas excepto con un gran alborozo.
No todas nosotras celebramos Kwanzaas, pero el valor de abrazar
la autenticidad con gozosa libertad es sin duda algo que merece cele­
brarse encendiendo una vela, alzando una copa y realizando algo to­
talmente inesperado que levante nuestro espíritu. «Necesitamos sentir
la alegría y la inspiración de encontrarnos unas con otras — cree Jose-
phine St. Pierre Ruffin— . Necesitamos adquirir el valor y la vida nue­
va que nacen del encuentro de almas afines, de quienes trabajan por
los mismos objetivos.»
2V 1)1' DICIFMBKI'.

Un éxito inesperado durante


un día corriente
A p ren d í esto, com o m ínim o, a través d e m i experim en to:
qu e si una a v a n z a con con fian za en la dirección d e sus sue­
ños y se esfuerza p o r v iv ir la v id a q u e ella h a im aginado,
en con trará un éxito in esperado en m om en tos cotidianos.
H en ry D a v id T h o r e a u

-i^ .lg u n o s días — y hoy es uno de ellos— pienso que el encanto de la


vida simple es el Walden de las mujeres. Pero Thoreau se fue a vivir
solo a una choza de los bosques. Nosotras nos encontramos rodeadas
de hijos durante las vacaciones, muchos de ellos abatidos y desdicha­
dos porque «no hay nada que hacer». Y cuando les dices que hay
muchas cosas que hacer, no es aquello exactamente lo que tienen pen­
sado.
Henry, ¿podemos cambiar tu lugar por el nuestro?
Hoy es el día en que la melancolía que sucede al fin de las fiestas
suele hacernos su visita anual.
Después de un gran esfuerzo, especialmente de un esfuerzo que ha
durado varias semanas, se produce un bajón natural de la energía y el
entusiasmo. «La vida que hay en nosotros es como el agua en un río»,
nos dice Thoreau. Sube, incluso se desborda, pero luego retrocede has­
ta que encuentra su verdadero nivel.
El año va tocando a su fin y, nos demos cuenta de ello o no, esta­
mos haciendo el balance de nuestros libros personales, el cómputo de
las ganancias y las pérdidas. Si el saldo es negativo en lo que se refiere
a alcanzar metas, renunciar a expectativas, tratar de cumplir aspiracio­
nes, amoldarnos a situaciones que no podemos cambiar o reconocer
que hubiéramos podido cambiar las cosas pero optamos por no hacer­
lo, acabaremos sintiéndonos tristes. Si nos hemos pasado del presu­
puesto, es probable que el monedero se resienta durante un par de
meses. No es nada divertido.
Para colmo de las desgracias, probablemente no te encuentras
bien. No te sorprendas si tienes un resfriado fuerte o una congestión
pulmonar. Los profesionales de la medicina oriental esperan estas
enfermedades en invierno; metafísicamente, el pulmón es el órgano
c|tic* trata el dolor. Si hemos sulrido una pérdida -y todas la hemos
sufrido este año, de una clase u otra , puede que aún nos duela, que
no podamos aceptarla ni librarnos de ella. Es muy difícil renunciar al
viejo dolor; a estas alturas es un amigo conocido, sólo que no es un
amigo que vigorice mucho.
Cuando esto ocurre es necesario que nos acordemos de tratarnos a
nosotras mismas con amabilidad. Este es el momento de confiar y no
de emitir juicios. Pronto los niños volverán a la escuela. Las visitas se
irán. El trabajo quedará terminado. Pagaremos las facturas. Llegará el
momento de la tranquilidad. Podrás recuperar el aliento, y entonces
caerás en la cuenta de que ya no te duele. Tu energía creativa y tu
entusiasmo volverán.
Una vez más empezarás a avanzar con confianza en la dirección de
tus sueños.
«Por mal que te trate la vida, sal a su encuentro y vívela; no la evi­
tes y la insultes. No es mala... Cuanto más rico eres, más pobre pa­
reces. El criticón encontrará defectos hasta en el paraíso. Ama tu
vida, por más que sea pobre. Quizá tengas algunas horas agradables,
emocionantes, gloriosas incluso en un asilo de pobres — nos dice
Henry— . El sol se refleja en las ventanas de la casa de caridad con tan­
ta luminosidad como en la morada del rico; la nieve se funde ante su
puerta ya en la primavera.»
)0 III I >l<'.ll'.MDHI

ítaca
A l p artir en busca d e ítaca,
ruega q u e tu viaje sea largo,
lleno d e aventuras, lleno de despertares.
N o tem as a los m onstruos d e antaño...
no los encontrarás en tus viajes
si tus pen sam ien tos son elev ad os y a sí perm an ecen ,
si pasion es auténticas agitan tu m ente, tu cuerpo y tu
espíritu.
N o encontrarás m onstruos tem ibles
si no los llevas den tro de tu alm a,
si tu alm a no los coloca fr e n te a ti.
CONSTANTINE CAVAFY

D u r a n t e el funeral de Jacqueline Kennedy Onassis muchas de


nosotras oímos por primera vez el poema «Itaca», escrito en 1911 por
el poeta griego C. P. Cavafy. Esta exquisita canción de aliento a los
viajeros que emprenden un viaje de autodescubrimiento se lee con fre­
cuencia como elegía. Pero yo creo que «Itaca» es todavía más intenso
cuando se convierte en una afirmación personal de nuestro viaje por la
vida real.
ítaca era la querida isla donde vivía el legendario héroe griego
Odiseo. Después de interpretar un papel destacado en la guerra de
Troya, Odiseo pasó diez años vagando de una parte a otra del mundo,
corriendo aventuras, respondiendo a desafíos y aprendiendo lecciones
que lo transfomaron profundamente. Hoy día empleamos la palabra
odisea para referirnos a un viaje de transformación largo, a menudo
agotador, estimulante y penoso.
La búsqueda de autenticidad es nuestra odisea personal. Mientras
pasamos por nuestros recorridos cotidianos en el camino hacia la ale­
gría y el bienestar como hijas, amigas, amantes, esposas, madres y
artistas de lo cotidiano, lo que de veras buscamos es la realidad última.
Buscamos ítaca.
Durante los últimos cincuenta años se han hecho varias traduccio­
nes excelentes del poema de Cavafy, pero a mí siempre me han dado la
impresión de que iban dirigidas a los hombres. No tiene nada de
extraño, ya que sus autores fueron hombres. Sin embargo, como
" 11aea■■ se ha convenido en i i i i . i piedi.i , i i i | m i I . i i de iO(|iie emocional
para mí, un poema sobre el que medito mucho, me inspire para tradu
cir y adoptar el clásico de Cavafy para las mujeres:

R uega que tu viaje sea largo,


lleno de m añanas de verano
en qu e con m ucho placer y mucho gozo
eches el ancla en puertos que no habías visto;
curiosea en m ercados fenicios,
p ara com prar tesoros exquisitos
— m adreperla y coral, éban o y ám bar
y toda suerte de perfum es sensuales—
tanto com o desees.
Visita muchas ciudades egipcias, contenta
de sentarte a los pies de los sabios, ansiosa
y dispuesta a recibir el saber.

Ten Itaca siempre presente.


Tu llegada allí es tu destino.
Pero no te des prisa en tu viaje; sé paciente.
M ejor que dure muchos años,
más tiem po del que puedas imaginar.
Para qu e finalm ente, cuando llegues a esta
isla sagrada, seas una m ujer sabia,
realizada abundantem ente p or todo lo que hayas ganado
p o r el camino;
ya sin esperar que Itaca te enriquezca,
ya sin necesitar que ítaca te enriquezca.

Itaca te ofreció el viaje profundo,


la oportunidad de descubrir a la m ujer que siempre has sido.
Sin Itaca como inspiración,
nunca hubieras partido en busca de plenitud.

Y si la encontraras pobre, Itaca no te engañó.


Auténtica como eres ahora, llena de sabiduría,
belleza y grada, enriquecida e ilum inada p or todo lo que
has experim entado
finalm en te comprenderás lo que en verdad significan
todas las Itacas de la vida.
W !)!•; I)l( 11 MIU<I•

I speremos que el viaje sea largo


E l m un do es red on d o y p u ed e qu e el lugar q u e p arece el
jin sea sólo el principio.
I v y B a k e r P riest

X-/a vida como viaje. La vida como safari. La vida como peregrina­
ción. La vida como jardín. La vida como el arte más elevado.
Descubridoras. Buscadoras. Pioneras. Detectives. Exploradoras.
Arqueólogas. Peregrinas. Poetisas. Transeúntes. Jardineras. Artistas
de lo cotidiano.
Mujeres de espíritu. Mujeres sustanciales. Mujeres con estilo.
Mujeres que han vivido los interrogantes. Mujeres dispuestas a abra­
zar las respuestas. Mujeres que están estupendas con sombrero. Por
esto llevamos tantos sombreros diferentes.
Buscadoras de lo sagrado en lo normal y corriente. I ,a vida real. I ,o
místico en la locura. Los misterios santos en lo mundano.
Buscadoras del amor. La pasión. La plenitud.
La autenticidad.
¿Hacia dónde nos dirigimos?
Vamos camino de casa.
ítaca.
Pero antes de llegar, hay inmensos mundos que esperan que los
exploren. Mundos dentro. Mundos fuera. La tierra. El cielo.
El cielo en la tierra.
A veces el terreno es rocoso y las laderas, empinadas. A veces la
jungla es espesa y su interior, muy oscuro. A veces el agua es profun­
da y las olas, violentísimas.
¿Ves ahora por qué necesitamos un poco de variedad en nuestros
métodos?
¿Cómo sabremos que hemos llegado allí?
Lo sabrás.
Es muy sencillo. Las cosas reales lo son.
¿Hemos llegado ya?
No del todo.
Pero estamos tardando demasiado.
A menudo lo parece. Cronológicamente, hemos llegado al fin del
año, pero estamos en el principio del viaje. No te preocupes. Tendre-
mos todo el tiempo que necesitamos en Kairos p.u.i encontrarnos a
nosotras mismas.
Aquí es donde hemos de despedirnos. Al menos de momento. Nece­
sito hacer algunos descubrimientos por cuenta propia. Y tú, también.
Pero no estarás sola. Alguien que te ama incondicionalmente lleva
el timón. El amor divino te sostiene, te rodea, te envuelve, te protege.
Ve en paz. Estás tan preparada como puedas estarlo y cuentas con lo
necesario para correr las aventuras que te esperan. La sustancia divina
— que es tu única realidad— provee con abundancia. Pero tienes que
pedir. Pedir ayuda, provisiones, orientación. Gracia. Pide que pongan
en marcha el poder. Pide atrapar el flujo. Pide remontarte en los aires.
Pide. Pide. Pide.
Pide un respiro de todas tus crisis. Renuncia al sufrimiento, la pena
el dolor. Renuncia a las expectativas. Pide que te sorprenda el gozo.
Da las gracias. Espera. Observa lo que pasa. Emociónate. Abre los
brazos tanto como puedas para recibir todos los milagros que llevan
tu nombre.
N o olvides nunca que todo lo que tienes es lo único que necesitas.
El encanto de la vida simple es un camino diario hacia la alegría y
el bienestar creativo y práctico, que espera revelarse en los pequeños
momentos. Pero no lo olvides, el camino es en espiral. Si te encallas,
contempla el panorama más amplio y comprueba cuánto camino has
recorrido. Para las partes del viaje en que sólo el lejano horizonte es
visible, el encanto de la vida simple se convierte en una carabela de
contento, un bajel pequeño, pero recio, lo bastante fuerte como para
resistir las tempestades. Sus velas triangulares se han diseñado espiri­
tualmente para aprovechar los vientos que soplan desde cualquiera de
los dos lados de la vida real: las tinieblas y la luz.
Vamos a ver. ¿Lo tienes todo? Saca tu mapa del tesoro. Piensa que
tu diario de descubrimientos ilustrado es el cuaderno de bitácora de tu
barco. Tu corazón sabio y amoroso es tu brújula para determinar la
latitud y la longitud del anhelo. Compruébala todos los días. Confía
en que te hará seguir el rumbo previsto, sin desviaciones. El amor no
te fallará.
Cree. Cree en ti misma. Cree en El que cree en ti. Todas las cosas
son posibles para la que cree.
Bendito sea tu valor.
Navega guiándote por las estrellas. Busca la tuya en los cielos.
Síguela. Permanece con ojo avizor para ver lo-, indicadores espirituales.
Te rodean. El despertar del alma es la j-,i al ¡uní I a esem ia del alma es la
simplicidad. La serenidad del alma <•, el <u.leu . I a s e i enidad del alma es
la armonía. Lapasión del alma es la I m ||, -a I I p i o p o s i t o del alma es la
alegría.

\
Kuega •|i i c i i i viaje sea largo v saboiea Ir. <*u ala que hagas duran
te <*I misino I .is es» alas li.u en que l.i Imim11u da m .i ui.u i\ i IIt>•..i I lena
de sentido. Memorable. Ihise.i tu propio liiino v se lu í i el Quedan
aún tantos puertos que'ver poi piimeia ve/ V.r. i animo de algún
lugar en el que minea lias estado I la que lie. p» ii'.amientos sean ele
vados en todo momento. Deja que las pastom •• peí'tonales agiten tu
mente y tu espíritu.
1 )irige el rumbo hac ia la Auieuiii a. I )iee l.i leyenda que cuando te
marches de ella no set as la misma mii|ei Morque i encuentras esta isla
sagrada, recordarás lo que siempre ha . .aludo. I )eseubrirás a la mujer
que siempre has sido. Dejaras de vei las cosas como son y las verás
como eres tú. Al separarse las tinieblas donde la duda y la fe se en­
cuentran, verás que el yo auténtico es el alm a hecha visible.
Buen viaje.

Pequeñas alegrías para diciembre

Adorna de veras tu casa. Propaga la alegría de las fiestas por


toda tu casa con adornos apropiados, cualquier fiesta que celebres. I as
hermosas plantas de hoja perenne, las velas, las lucecitas y los adornos
naturales no van asociados por fuerza con una fiesta determinada, a
menos que tú lo quieras. Cuando haces un esfuerzo especial por crear
belleza en tu hogar, preparas el escenario para la festividad, un
ambiente autentico de Hanuca, solsticio de invierno, Navidad y
Kwanzaa.
Aprovecha el tesoro de la simple abundancia de relatos pro­
pios de estas liestas. Antes de hacer las compras navideñas lee el relato
de O. I lenry Gifts of the Magi. Disfruta de Canción de N avidad de
Diekens, leyéndola como un serial a lo largo de un par de semanas.
¡Pero no te detengas alu! Muchos escritores maravillosos nos han
hecho regalos navideños en lorma de palabras a lo largo del último
siglo. Mi antología favorita es A Christmas l'reasury, cuya edición
estuvo .1 cargo de Jack Neweonibe.
l odos los meses hay alguna rebaja y encontrarás una estrate­
gia para eomprat los regalos durante el ano (¡y vetas que da buenos
resultados!) en numeras para la N avidad, de I >avid I ,. Monn, con
Marilyn |. Applebctg.
•4i3 I a comida deliciosa es el regalo de lodas las liestas invernales.
I )isftilla de la1, lorias de p.Halas, el budín de Navidad, los conlites, el
poní lie de le» In huevo, el vino o la et i ve/a i u n t .peí re., las gamba.1.

- (>Jt)
a la criolla con espinas. N o necesitas utili/at el h om o paia ihslmiai
de las galletas de Navidad. Empieza a peus.u en las calorías el 1 do
enero. Olvídate del pastel do fruta con nueces. I'iensa en el Mlack
Cake. «Existe el pastel de fruta con nueces y existo el Black ( alu\ que
es a aquél lo que los cuartetos con piano do Brahms son a la música
ambiental», nos dice Laurie Colwin. Te dirá cómo se elabora uno en
H om e Cooking.
Organiza un festival de películas clásicas. Además de las favo­
ritas de siempre, hay muchas más películas maravillosas que probable­
mente no conoces y cuyo motivo principal o su argumento secundario
celebra la Navidad. Encontrarás una lista de estas películas en The
G reat Am erican Christmas Alm anac, de Irena Chalmers y amigos.
<^=5 Frederic y Mary Ann Brussat, directores del Servicio de
Información Cultural, escriben y publican un boletín de noticias dedi­
cado a identificar las dimensiones espirituales de la vida real que pue­
den encontrarse ahora encerradas en libros, películas, vídeos, televi­
sión y programas de radio. Son también los autores del delicioso libro
100 Ways to Keep Your Soul Alive: Living Deeply an d Fully Every Day.
Para más información sobre su boletín, escribe a: Cultural Informa­
tion Service, P.O. Box 786, Madison Square Station, New York, New
York 10159.
Haz que se cumplan los sueños navideños de un niño que no
sea tu hijo.
Comparte tus bendiciones en un refugio para mujeres o per­
sonas sin hogar.
Prepara una bandeja de Natividad.
Busca tu estrella. Sigue su luz. Si realmente quieres una estre­
lla a la que puedas considerar tuya, puedes tenerla. Cada día se descu­
bren nuevas estrellas en los cielos. The International Star Registry
pondrá tu nombre a una de ellas, o le pondrá el nombre de un sueño o
de un ser querido a modo de recordatorio. (Ponte en comunicación
con The International Star Registry, 34523 Wilson Road, Ingleside,
Illinois 60041).
^ El inspirador arte caligráfico de Michael Podesta es exquisito.
Para recibir un catálogo de sus grabados, escribe a Michael Podesta
Graphic Design, 8847 Eclipse Drive, Suffolk, Virginia 23433; 804-238-
3595.
Si deseas información sobre cómo se obtiene el grabado de
edición limitada firmado por Margaret Chodos-Irvine que aparece en
la portada y en otras partes del presente libro, escribe a Margaret
y adjúntale un sobre con tu dirección escrita y el debido franqueo:
311 First Avenue South, # 306, Seattle, WA 98104.
«•§ Lee las aspiraciones que escribiste el 1 de enero. No te desani­
mes si no se Ii.iii i t i m p l i d o , I o im pon,m n es n u n i Ir ali an/ . »i I.is
nueva. Incluye r n ri l a lo 1111«- loilavía l e n ^ a impon.mi ia
I l. i/ 111 i.i Iím.i
para ti de la lisia a n t e r i o i ( o n l l a l us n u e v o * s u m o s a u n a amiga mti
nía, que sera tu testigo.
•*<$ Antes ile ilar la bienvenida al Ano Nuevo liemos de dejar
atrás los asuntos no terminados del ano viejo: errores, remordimien­
tos, limitaciones y decepciones. I le aqm cómo se hace: escribe en unos
papelitos lo que te gustaría olvidar, luego mete los papelitos en una
caja pequeña de cartón. Acto seguido, envuelve ceremonialmente la
caja con papel negro o de color muy oscuro, encerrando dentro de ella
las penas y la mala suerte. Luego pronuncia en voz alta las palabras
«¡A paseo!», y lanza la caja al fuego para quemar el pasado. Si no tie­
nes chimenea, tira los malos recuerdos del pasado a la basura, que es el
lugar que les corresponde. Guarda sólo los buenos.
Pon champán a refrescar. Despide el año viejo con un brindis
y da la bienvenida al Año Nuevo. Da las gracias. Celebra lo lejos que
has llegado, lo mucho que has aprendido y la mujer fantástica que en
realidad eres.
¡Feliz Año Nuevo!

También podría gustarte