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(UNED)
Tema 9. MODALIDADES Y
PROCEDIMIENTOS PARA LA
GENERACIÓN DE CONOCIMIENTO
INSTITUCIONAL.
1. Introducción .................................................................................................................. 3
.......................................................................................................................................... 4
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1. Introducción
Como se ha podido ver en los temas anteriores hay todo un conjunto de actividades
educativas, relacionadas con los cometidos docentes propiamente dichos, que requieren,
por un lado, la adopción de modos de organización y formas de trabajo de carácter
participativo y grupal, y, por otro, que sean los propios actores educativos los que
emprendan por sí mismos determinados procesos de indagación. En el Tema 7 se ha
enfatizado que la elaboración del Proyecto Educativo de Centro ha de afrontarse tanto con
la participación de los distintos actores, si realmente ha de ser asumido por la mayor parte
de la comunidad educativa, como recabando datos, informaciones y evidencias con las que
acometer su fundamentación.
Si es cierto, como ya hemos apuntado con anterioridad, que para enseñar no basta
con dominar o ser especialista en el conocimiento de determinadas disciplinas, asignaturas
o áreas del currículum, no es menos verdad que la enseñanza no es una actividad que haya
de abordarse de manera aislada o individual, sin contar con el compromiso, la colaboración
y la suma de esfuerzos que requiere el hacer realidad los distintos proyectos y programas
que vertebran y dan sentido a las instituciones educativas.
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en los soportes desde la que plantear los proyectos y propuestas de mejora de los centros
educativos.
Unas y otras, creemos que son ejemplificaciones que aportan sugerencias e ideas
sobre los aspectos o cometidos de los centros educativos sometidos a evaluación; nos
permiten vislumbrar qué información podemos encontrar en los Informes de evaluación
y, en definitiva, son fuentes de datos de un gran valor para que el profesorado que,
constituido en equipos o como miembros de los Departamentos, desee acometer por sí
mismo estudios concretos sobre sus actuaciones docentes, o para el seguimiento de
proyectos interdepartamentales, o la experimentación de determinadas formas de
coordinación y modos de organización del trabajo de los equipos, etc.
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Tampoco se debería olvidar que la investigación es también un componente básico
de los procesos de formación docente. Es más, en no pocas ocasiones se constituye en una
de las modalidades con la que acometer el desarrollo institucional así como el crecimiento
profesional de los responsables y participantes en dichos procesos. Este es el caso, por
ejemplo, de las propuestas que desde el trabajo grupal o en equipo pretenden indagar,
experimentar e ir incorporando soluciones singulares a los problemas y dilemas que van
surgiendo en los quehaceres profesionales cotidianos de la enseñanza y el aprendizaje.
Asimismo, cada vez es más frecuente que las actuaciones de formación en todo lo
relacionado con sus fases de diseño, desarrollo e impacto se aborden vinculándolas
simultáneamente con la realización de proyectos de investigación y/o evaluación a los
efectos de disponer, en cada momento, de información y datos sobre la eficacia y
efectividad de las mismas.
A este respecto, por ejemplo, Imbernón (2010: 596) recalca que la “investigación
es un potente procedimiento para la formación del profesorado gracias a la acción
cooperativa o colaborativa que implica y al trabajo en equipo, mediante el cual el
profesorado analiza, propone y evalúa sus situaciones problemáticas y toma de decisiones
para mejorar, analizar o cuestionar la práctica educativa”.
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Habitualmente también este tipo de investigaciones se abordan desde
planteamientos epistemológicos positivistas, con los diseños propios de la metodología
experimental, tratando de obtener relaciones de causalidad entre las variables estudiadas
y de que sus resultados puedan ser generalizados con carácter universal.
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Sobre todo, la reunión de Cambridge fue un lugar de encuentro para repensar la
investigación y evaluación a través de la puesta en común de las experiencias
compartidas por un conjunto cada vez más importante de estudiosos de la teoría y
práctica de estos campos disciplinares. Especialmente, se tenía interés en buscar otros
referentes disciplinares, más allá de la psicometría y la psicología experimental,
tratando de comprobar que podía aprenderse de otras investigaciones, -de historiadores,
economistas, sociólogos y antropólogos- y valorando las implicaciones, posibilidades y
dificultades de los nuevos estilos de evaluación.
De acuerdo con McKernan (1999: 34-38) cabe hablar de tres tipos diferentes de
investigación-acción en tanto que vinculados con la visión técnico-científica, con la
práctica deliberativa y con la educación crítica emancipadora. El primero de ellos,
promovido inicialmente por Kurt Lewin (1947), utilizaba el método científico de
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resolución de problemas para estudiar los procesos sociales, introduciendo cambios y
observando científicamente los efectos en dichos procesos.
Asumen, por el contrario, que son las preguntas e interrogantes que emergen en
el contexto de su desempeño docente los que necesitan investigarse situacionalmente
para encontrar respuestas y soluciones con los que fundamentar sus actuaciones y
estrategias y, en definitiva, lograr un conocimiento práctico incardinado con su
compromiso moral con la enseñanza.
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educativos. En cuanto forma de investigación, se trata de una ciencia
práctica y moral, en vez de teórica y técnica.
Supone una reflexión simultánea sobre los medios y los fines. Como fines,
los valores educativos se definen por las acciones concretas que selecciona el
profesor como medio para realizarlos. Algunos valores se ponen en práctica
en las interacciones del docente con los alumnos y no como resultado
extrínseco de ellas. Las actividades de enseñanza constituyen
interpretaciones prácticas de los valores. Por tanto, al reflexionar sobre la
calidad de su enseñanza, el profesor debe hacerlo sobre los conceptos de
valor que la configuran y moldean.
Es una práctica reflexiva. Como forma de autoevaluación o autovaloración,
la investigación-acción no consiste sólo en que el profesor evalúe sus
acciones desde cierto punto de vista, por ejemplo, el de la eficacia técnica.
Ante todo, consiste en que el profesor evalúe las cualidades de su propio
“yo” tal como se manifiestan en sus acciones. En esta perspectiva, esas
acciones se conciben como prácticas morales más que como simples
expresiones técnicas. En el contexto de una práctica moral, la autoevaluación
supone un tipo determinado de autoreflexión: la reflexividad.
Integra la teoría dentro de la práctica. Las teorías educativas se consideran
como sistemas de valores, ideas y creencias representadas no tanto en forma
proposicional como de práctica. Estas teorías se desarrollan mediante el
perfeccionamiento reflexivo de la práctica. El desarrollo de la teoría y el
perfeccionamiento de la práctica no se consideran procesos independientes.
Supone el diálogo con los compañeros de profesión. En la medida en que los
docentes tratan de poner en práctica sus valores profesionales en la acción
mediante la investigación-acción, se hacen responsables de los resultados
ante sus compañeros. Esa responsabilidad se expresa en la elaboración de
expedientes que documenten los cambios habidos en la práctica y los
procesos de deliberación y reflexión que dan lugar a esos cambios.
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Los profesores además de ser docentes y trabajar en colaboración asumen su rol
de investigadores pasando de ser objeto a ser sujetos del proceso de
investigación.
Su propósito no es formular leyes generales sino comprobar su aplicabilidad en
situaciones particulares así como comprender la naturaleza de los problemas que
se presentan en la práctica de la enseñanza.
Su metodología es fundamentalmente cualitativa aunque asumen también que lo
aspectos cuantitativos se refieren a las cualidades del objeto de estudio.
Los resultados de sus estudios son el soporte para experimentar y probar en la
realidad su contribución a la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje
dando lugar a nuevos estudios en ciclos que se retroalimentan sin solución de
continuidad.
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surgir en el despliegue del plan, a la vez que se van recogiendo datos, información y
evidencias que sustenten la toma de decisiones.
Sin duda, sus propuestas, ideas y procedimientos han ido extendiéndose más allá
del Reino Unido y se han seguido proyectando su reconocimiento en experiencias y
enfoques como el de la mejora de la escuela y en la formación permanente del
profesorado. No obstante, John Elliott (2010, pág. 225) es escéptico sobre su
funcionamiento actualmente, ya que si fuera así no llega a entender “¿por qué no existe
una estructuración sistemática de lo que los profesores han aprendido a través de la
investigación, organizada de acuerdo a los temas que el currículum nacional le obliga a
enseñar?” Probablemente el problema resida, como nuestro autor apunta, en que la
disponibilidad de un área de conocimiento profesional compartida es inviable desde el
momento que los profesores sólo disponen de las aportaciones concretas y, por tanto,
limitadas de los conocimientos generados por una investigación centrada en la forma de
enseñar un tema a una clase particular, en una determinada escuela.
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La adopción de un currículum prescriptivo y centralizado, según Elliott (2010),
redujo el espacio y los proyectos de investigación del profesorado con relación a cómo
estructurar la experiencia de los estudiantes en los diferentes temas; llevó a la
descontextualización de la “investigación del profesorado” , dado que Stenhouse
siempre la vinculó al contexto del desarrollo curricular; supuso el inicio de una época en
la que fueron desapareciendo durante un largo tiempo los estudios curriculares de las
universidades; y se puso en duda que los procedimientos de investigación en el aula que
se han utilizado en el contexto de la “investigación del profesorado”, garanticen un
conocimiento objetivo.
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4. La autoevaluación institucional como propuesta para el control y
desarrollo de los centros educativos.
Desde finales de los años 80 del siglo XX hasta la actualidad no han sido pocos
los países que han abordado la modernización de sus sistemas educativos, incorporando
la evaluación de centros en sus proyectos de reforma. Igualmente durante este tiempo se
han ido desarrollando distintos proyectos, en el contexto internacional, con el fin de
promover el intercambio de metodologías y experiencias de evaluación. Por lo general,
la modalidad de autoevaluación se ha ido introduciendo, junto con la evaluación
externa, en la mayoría de los sistemas educativos de los países desarrollados y en vías
de desarrollo.
Para empezar habría que recordar que las estrategias de evaluación interna o
autoevaluación son presentadas, frente a las de evaluación externa, como propuestas en
la que los centros y los profesores acometen por sí mismos sus procesos de mejora y de
desarrollo institucional. Como reflejaremos más adelante, los enfoques de
autoevaluación surgen en un contexto de demandas y exigencias de rendición de
cuentas.
El paso del tiempo ha dejado muy claro que el sentido de las propuestas de
autoevaluación era, en la pregunta de Helen Simons, tanto una contraoferta de las
instituciones como el resultado de las políticas gubernamentales de rendición de cuentas.
Otro tanto ocurre con las modalidades, en la medida que la autoevaluación es susceptible
de posiciones ideológicas dispares y pueden observarse entre unas y otras formas no
pocas diferencias y desencuentros.
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Cuadro 1. Tipos de Autoevaluación Institucional.
Estas tensiones entre los propósitos externo e interno de la autoevaluación son los
que, de alguna manera, van a estar presentes en las distintas experiencias que van a
desarrollarse en esta modalidad de evaluación institucional. Junto a la autoevaluación
basada en la autoridad, de carácter tecnológico e instrumental y con una orientación
coercitiva y prescriptiva (MacCormick y James, 1996; Simons, 1999), va a potenciarse
una autoevaluación basada en la responsabilidad, planteada en términos de reforzar la
autodirección de los centros (Simons, 1990), de crear las bases para hacer posible una
democracia organizativa (Beltrán y San Martín, 1992). Los supuestos, tradiciones y
características de una y otra dirección son totalmente distintas, tal y como refleja el
cuadro de James.
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4.1. La autoevaluación para la rendición de cuentas.
Las LEA desarrollaron durante los años setenta una serie de orientaciones
formales para la autoevaluación de las escuelas. Consistían, por lo general, en listas de
preguntas que preparadas por los administradores y asesores externos, debían ser
respondidas por los directores y profesores de las escuelas. Bajo la retórica del desarrollo
escolar y del desarrollo del profesorado, estos esquemas y preguntas de autoevaluación
tenían claramente una finalidad: obtener información, por parte de las LEA, de lo que
ocurría en las escuelas. Simons (1999: 228) afirmaba rotundamente que “apelar a esos
enfoques de autoevaluación escolar es una burla de un concepto esencialmente educativo”
y Elliott (1986: 254) planteaba que las “listas cumplen una importante función de control
dentro de la autoevaluación técnica. En primer lugar, actúan a modo de recordatorios de
las reglas prescritas y, en segundo lugar, permiten al profesor comprobar rápidamente su
actuación en comparación con tales reglas. Las listas son esencialmente un instrumento
para incrementar la eficiencia técnica y el control en lugar de la capacidad para tomar
decisiones profesionales reflexivas”.
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informa de los interesantes debates que surgieron en la conferencia de Stoke Rochford
Hall sobre la autoevaluación de la escuela, promovida por el Schools Council en 1981.
Ante este estado de cosas, habría que aclarar que las resistencias a la rendición
de cuentas contractual no se plantean porque se cuestione la legitimidad democrática de
los gobiernos en tales exigencias, pero sí se pone en duda que las formas de hacerlo
provean a las instituciones y a sus actores de bases que les permitan al menos, (Gairín,
1993: 333), “optimizar su funcionamiento y resultados”. Como reacción a estas formas
de control político-administrativo emergen enfoques alternativos de autoevaluación
institucional, cuya motivación y razón de ser están vinculadas más con las necesidades
internas de la escuela que con las presiones del exterior.
Los promotores de los mismos no eluden el tema del control, ni creen que la
escuela deba estar exenta de informar y rendir cuentas a la sociedad de su quehacer, pero al
mismo tiempo sostienen que este proceso debe ser conducido democráticamente en
beneficio de la institución y de los profesores, sobre todo para aunar el desarrollo de ambos
así como para comprometerse en la mejora de prácticas escolares. Diversa iniciativas
académicas como el movimiento de “investigación-acción, tanto desde la perspectiva
interpretativa como crítica, o los de la “Mejora de la escuela”, la “Revisión basada en la
escuela”, las propuestas de “formación en centros”, etc., han planteado otras maneras de
concebir y desarrollar la autoevaluación institucional.
La consideración del centro educativo como unidad básica del cambio y de los
profesores como los agentes primordiales del mismo (Simons, 1990: 60; 1995:21),
refuerzan la idea de la autoevaluación como una propuesta que, transcendiendo su
carácter evaluativo, se incardina en los procesos de innovación y formación de las
instituciones educativas.
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Como nosotros mismos hemos señalado (Martín Rodríguez, 1988,1996), la
autoevaluación institucional es antes que nada un proceso de valoración crítica del
quehacer de la institución educativa realizado en y desde la propia institución. Se trata
esencialmente de que los centros educativos inicien y desarrollen un análisis autocrítico de
su funcionamiento y trabajo habituales en donde se ponga en cuestionamiento las distintas
formas de proceder docentes.
El modo en que se genera este proceso tiene que venir, según Adelman y
Alexander (1982: 28), a través de la existencia de una institución teorizante o pensante
cuyos horizontes de reflexión son todos los procesos cotidianos de toma de decisiones,
tanto de los que implican acciones directas como de aquellos que justifican las acciones
educativas a nivel político, filosófico o psicopedagógico. Es decir, como John Elliott
(1986: 258) afirma “la autoevaluación es un proceso de investigación en la acción cuando
lleva aparejada la deliberación (investigación en la acción práctica) o la concienciación, o
ambas cosas a la vez por medio de la investigación en la acción emancipatoria”.
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Menos moderada parece la posición de Stenhouse (1984: 85) para quien la misma
existencia de un evaluador externo contribuye a crear un territorio independiente en el que
él tiene derechos exclusivos, desalentando de este modo las alternativas de investigación-
evaluación de los miembros del equipo. Para este mismo autor, la ilusión de la evaluación
independiente es propia de la ciencia social positiva en el sentido de que la verdad tiene
una existencia autónoma y desinteresada, ningún evaluador, señala, es más
"independiente" que un investigador del currículum.
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A diferencia del modelo del MEC, los proyectos de autoevaluación canario y
catalán se plantean desde la autonomía de los centros para decidir la mayor parte de los
elementos de la evaluación, contando en el primer caso con el asesoramiento de
instituciones ad hoc (ICEC y CEP) y disponiendo, en el segundo, de un conjunto de
materiales que pueden utilizarse con total flexibilidad y que “no se muestran en
términos de tablas o de pautas <<listas para ser usadas>>”.
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12 escuela y trabajo).
De los diez centros españoles que participaron seis eran públicos y cuatro
privados, y de las 12 áreas que recogía el perfil de evaluación se acordó que la
autoevaluación se centraría en las siguientes: 1 (Éxito escolar), 2 (Desarrollo personal y
social), 5 (Calidad del aprendizaje y de la enseñanza), 7 (El centro como lugar de
aprendizaje) y 10 (El centro escolar y el hogar), aunque los centros podían seleccionar
otras de su interés.
El proyecto ofrecía una guía para la autoevaluación y dejaba libertad a cada país
para poder utilizar otras estrategias de evaluación. En la experiencia española, se optó
por utilizar el Modelo Europeo de Gestión de Calidad elaborado por el MEC, en vez de
la guía del proyecto, porque, aunque son propuestas totalmente distintas, “los centros
acogieron favorablemente la formación que se les podía proporcionar al iniciarles en el
modelo europeo de gestión de calidad”, INCE (1999: 33).
El informe de los procesos seguidos por los diez centros españoles participantes,
está disponible en un archivo pdf que se ha subido a la plataforma Alf, (en el menú de
Documentos, en la Carpeta: Adjuntos a los foros, con el nombre de Instituto Nacional
de Calidad y Evaluación, de fecha de 26 de noviembre de 2010). Dados su enfoque y
la forma concreta como se llevó a cabo, no se parece en nada al relato que hacen
MacBeath, Schratz, Meuret y Jakobsen (2000) de la historia de una escuela vista a
través de los ojos de una alumna, sus padres, un profesor, la directora de la escuela y
una amiga crítica
Por otro lado, John Macbeath (1999) por encargo de la National Union of
Teachers ha venido trabajando en la elaboración de un modelo de autoevaluación para
el contexto inglés / galés, tomando como base el desarrollado en Escocia en 1990. El
trabajo es sumamente interesante, pues recoge las expectativas, necesidades y opiniones
de todos los actores de la escuela (profesores, directores, alumnos, padres), trata de
superar las limitaciones de las listas de indicadores de resultados y de los informes de
los inspectores en la medida que ambos cuentan una historia parcial.
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describiendo cómo puede generarse un proceso de autoevaluación (creación del clima,
acuerdos necesarios, establecimiento de criterios, desarrollo de herramientas, elementos
sobre enseñanza y aprendizaje), defendiendo la presencia en el mismo de una amigo
crítico, establece 10 indicadores en los que concreta, para cada uno de ellos, los
elementos, evidencias cuantitativas, evidencias cualitativas y métodos / instrumentos
con los que llevar a cabo su evaluación.
Los diez indicadores que utiliza, Macbeath (1999: 131-149) son: Clima de la
escuela, Relaciones, Clima de la clase, Apoyos para el aprendizaje, Apoyos para la
enseñanza, Tiempos y recursos, Organización y comunicación, Equidad,
Reconocimiento de rendimiento, Vínculos entre la familia y la escuela.
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Esta diversidad de iniciativas y experiencias vienen a demostrar la pluralidad de
enfoques que se están dando en esta modalidad de evaluación. Lesley Saunders (1999)
analiza, en un interesante artículo, las diferencias que existen entre el “modelo inglés”
de autoevaluación y los principios elaborados, después de dos años de trabajo, por el
proyecto CIDREE como marco orientador para llevar a cabo el mismo en ocho países
europeos (entre ellos el Reino Unido). Sus reflexiones, a nuestro juicio, transcienden el
contexto nacional en el que sitúa su análisis y lo que realmente reflejan son las
supuestos y concepciones que, implícita o explícitamente, se manejan en algunos de los
enfoques actualmente existentes En el cuadro 2 se recogen los principios del CIDREE,
los resaltados en cursiva se corresponden con el “modelo inglés” y los que aparecen en
negrita están ausentes en dicho modelo.
AUTO-EVALUACIÓN ESCOLAR:
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A tenor de los principios ausentes (resaltados en negrita) en el “modelo inglés”,
Saunders (1999: 419) afirma que éste se caracteriza por mantener un enfoque
instrumentalista, orientado a la acción, racionalista y directivo. Y en este sentido,
destaca que los modos de pensar éticos, afectivos, no racionales y democráticos
(ausentes en el modelo) son una parte integrante de las actividades de autoevaluación en
cuanto son componentes fundamentales del proceso educativo.
En cualquier caso, los centros y los actores visualizan estas propuestas como un
medio de control de las administraciones educativas y, de alguna manera, sus actitudes
de recelo y rechazo ante las mismas se explican porque las perciben como una amenaza
de fiscalización de sus quehaceres y actuaciones. Por ello, los datos e informaciones
proporcionados por los centros, en bastantes ocasiones, son poco fiables y el valor de
los resultados de los estudios es limitado.
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supone que no tienen que ajustarse a ningún esquema preestablecido, pudiéndose
centrar los estudios en aquellos problemas o temas que sean considerados importantes o
prioritarios por los centros. En todos los casos, la autoevaluación es considerada como
una estrategia de cambio en la que, a la vez, no se pierde de vista su contribución al
desarrollo institucional y profesional.
Las críticas que recibe esta orientación se relacionan, sobre todo, con la
posibilidad de que pueden aparecer conductas endogámicas, más dadas a la justificación
que al análisis crítico de sus quehaceres y actuaciones; de que los estudios abordan
problemas muy concretos y, por tanto, parciales, perdiendo así la visión global del
centro; y que sus realizaciones y experiencias se centran más en las actuaciones y
trabajo de los profesores que en los problemas y aprendizajes de los alumnos.
Sin desconsiderar ninguna de estas objeciones que, sin duda, se dan y pueden
aparecer en los estudios, no se puede tampoco dejar de resaltar las potencialidades que
ofrece, si se toman las precauciones adecuadas, para generar espacios de aprendizaje
institucional, para potenciar procesos de participación democrática, así como para
facilitar la dimensión institucional del trabajo docente.
6. Glosario
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condicionado social e históricamente por lo que es necesario ensayos y propuestas que
partan de la realidad concreta que se quiera estudiar y que ésta a su vez sea considerada
como algo dinámico y en devenir, además de cargada de valores, opciones ideológicas,
símbolos, tradiciones, etc.
El conocimiento de los procesos y mediaciones que se dan en todos los fenómenos sociales
y humanos demanda un tipo de metodología alternativa a la usada por el modelo
hipotético-deductivo, capaz de fijarse preferentemente en las interacciones, elementos
procesuales y dinámicas que conducen a determinados productos y resultados.
26
7. Bibliografía y webgrafía.
Adelman, C. & Alexander, R. (1982). The Self Evaluating Institution (Practice &
Principles in the management of educational change). London, Methuen & Co.
Blanco García, N. (2010). “La investigación en el ámbito del currículo y como método
para su desarrollo” en J. Gimeno Sacristán (Comp.). Saberes e incertidumbres sobre el
currículum. Madrid, Morata, págs. 569-587.
Elliott, J. (1998): “Saber, poder y evaluación de los docentes”, en Carr, W. (Ed.): Calidad
de la enseñanza e investigación-acción. Sevilla, Díada Editora, 3ª edición revisada,
pp.167-188.
Elliott, J. (2010). “El estudio de la enseñanza y del aprendizaje: una forma globalizadora
de investigación del profesorado”, Revista Interuniversitaria de Formación del Profeso-
rado, 68 (24,2), pp.223-242, disponible en:
http://www.aufop.com/aufop/uploaded_files/congresos/1296516384.pdf , (consultado
12 de octubre de 2014).
27
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europeo. Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, Instituto Nacional de Calidad y
Evaluación. Madrid, Instituto Nacional de Calidad y Evaluación.
MacBeath, J. (1999): Schools Must Speak for Themselves: The Case for School Self-
evaluation. London, Routledge.
MacBeath, J., Schratz, M., Meuret, D., & Jakobsen, L.B. (2000): Self-Evaluation in
European Schools. A story of Change. London, Routledge/Falmer.
McCornick, R.y James, M.(1996). Evaluación del currículum en los centros escolares.
Madrid, Ediciones Morata.
28
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de Asturias, Dirección General de Políticas Educativas y Ordenación Académica,
disponible en Formato pdf en:
http://www.educastur.es/media/institucional/calidad/autoevaluacion/manual_autoevalua
cion2.pdf (consultado 12 de octubre de 2014)
Simons, H. (1990): "Evaluation and the Reform of Schools", en Council of Europe: The
Evaluation of Educational Programmes : Methods, Uses and Benefits. Amsterdam,
Council of Europe, pp. 46-64.
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