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418 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
simple especulación filosófica, por elevada que sea. La búsqueda y el amor res PI
a la verdad deben comprometer al hombre a la realización del bien a través luego
de sus obras y de su propia vida. «
Ésta es realmente la idea de virtud que subyace en el pensamiento del sólid~
Humanismo. Es la que mantienen los grandes pedagogos y la que puede profu
resumirse en una definición de Vives: 1
«Doy el nombre de virtud a la piedad para con Dios y con los hombres; del al
al acatamiento de Dios, al amor de los hombres que anda identificado con hum;:
la voluntad de hacer bien.» 64 una,
El fin de la educación consiste pues en un estado de virtud que se al encU(
canza mediante la sabiduría práctica. sabio -modelo al que aspira el una 1:
proceso formativo- es la persona que ha cultivado su inteligencia y que I
pone sus conocimientos y su vida al servicio del bien y de los demás hom ción I
bres. Como dice, con su habitual claridad, Juan Lorenzo Palmireno: I
«Sabio llamo yo a los que ponen su felicidad, no en una imagen fría y vaac
estéril de la virtud, sino en la virtud misma, confirmada con buenas obras. educó
A esto convido yo a mis discípulos en todas las prelecciones.,,65 plias
Éste es el fruto de todo este esfuerzo y el fin último de la educación: en ef
que el saber se convierta en sabiduría de la vida y que sirva para ser feliz en con 1
este mundo cumpliendo la voluntad de Dios. cultu
-la«
]
2.5. Los CONTENIDOS DE LA EDUCACIÓN studi
signi
Las buenas 1. La educación intelectual que propone el Humanismo se basa, su ca
letras y los desde el principio, en las buenas letras, expresión llena de significado que
estudios de de la
humanidad designa lo mejor de una tradición escrita y que ha perdurado durante si final
glos pese a la incuria de los tiempos. Es otra forma de distanciarse de la bretl
Edad Media, sobre todo de un reciente pasado educativo, cuyos libros de meli
texto serán blanco de numerosas críticas y burlas, como las que lanza Ra
belais al recordar la educación de Gargantúa. Instruido por el gran doctor -iS artes
Thubal Holofernes, aprendió «la cartilla tan bien, que la decía de carreri c-.:-ales conc
lla y al revés, pasando en esto cinco años y tres meses. Luego leyó el Do que (
nat, el Facet, el Theodolet y el In parabolis de Alanus, que eran los cuatro cons
libros rudimentarios de las escuelas medievales, y en ello empleó trece tradi
años con seis meses y dos semanas».66 Un nuevo maestro -un alcorno naCÍ'
que, según Rabelais- le leyó otros libros entre los que se encontraba el tesq
Marmotretus, que ha pasado a la historia como sinónimo de obra pesada Si Sé
e ilegible. nas;
En la ironía de estos pasajes se resume la actitud de los humanistas mét(
frente a un modo de educación caduco, que ha deformado la inteligencia y idea
el gusto de generaciones de estudiantes. Frente a ello, los nuevos educado man
el amor res proponen una purga simbólica, que haga desaprender lo aprendido, y
ltravés luego comenzar a formar en las letras.
«No creo -dice Guarino Veronose- que nadie pueda ser una persona
:nto del sólida si no aprecia las letras, las ama, se dedica a ellas y las asimila, si no
: puede profundiza en ellas.»67
Las buenas letras -tanto sagradas como profanas- son el alimento
,mbres; del alma, ya que contienen las verdades reveladas y los conocimientos de la
ldo con humanidad, desarrollan el gusto literario y proporcionan las razones para
una vida recta. En las letras -los venerados textos de la Antigüedad- se
e se al encuentran la sabiduría y la belleza, la ciencia y la elocuencia que requiere
;pira el una buena formación.
1 y que Esta consideración, por otra parte, impide cualquier intento de defini
shom ción o de establecer unos límites.
o: Es lo que quiere expresar Budé cuando dice que esta doctrina, que lle
n fría y va actualmente el nombre de buenas letras (bonae litterae), es la que pule y
.obras. educa a la humanidad y que «sus fronteras son muchos más flexibles yam
plias de lo que su nombre permite suponer a la mayoría; ellas comprenden
:::ación: en efecto absolutamente todo lo que se puede imaginar como comercio
feliz en con las musas.»68 Se refiere el humanista francés a que, más allá de una
cultura literaria, lo que ofrecen las letras es el ciclo completo de los saberes
enciclopedia- enlazados entre si por la filosofía.
Dedicarse a las letras implica, por supuesto, estudiar, formarse en los
studia humanitatis, otra expresión de sabor clásico que encierra el mismo
significado. Los jóvenes italianos que en el siglo xv comienzan a defender
: basa, su causa se refieren a ellos como nostra studia para designar el nuevo giro
cloque de la cultura, pero también para referirse a una educación que tiene como
ente si finalidad no enseñar conceptos y definiciones, sino ayudar a que el hom
e de la bre tome conciencia de sí mismo, desarrolle todas sus capacidades y se for
Iros de
me libremente.
zaRa
doctor J!S ilrtes 2. Pero, aunque llenas de significado, estas expresiones necesitan
arreri íl:erales concretarse aún más para configurar un ciclo formativo, un currículum
el Do que ofrecer a los estudiantes. Así, cuando se estructuran y se ordenan para
:::uatro constituir el núcleo de la educación intelectual se recurre nuevamente a la
) trece tradicional expresión de artes liberales, las artes dignas del hombre bien
:orno nacido, del hombre libre (ingenua ac liberalia) o, más exactamente, las ar """
aba el tes que hacen al hombre libre porque su fin no es la utilidad sino la virtud.
)esada Si se atiende a los contenidos que imparte el maestro se llamarán doctri
nas; como materia que debe ser asimilada por los discípulos, mediante un
.nistas método, disciplinas. Todo ello, sin embargo, hace referencia a un mismo
'nciay ideal humano de formación, basado en una literatura -en el sentido hu
lcado- manístico del término- que tiene en sí misma la capacidad de desarrollar
E/plan de 3. Sobre esta base se van a diseñar los planes de estudio del Huma
estudios nismo que, con cierta flexibilidad y a veces con variaciones sustanciales,
humanístico
mantienen constante un orden en la enseñanza de las disciplinas. En gene
ral se comienza por una enseñanza elemental, en la que se aprenden los ru
dimentos de la lectura y la escritura, junto con la doctrina cristiana. Los es
tudios de primeras letras consisten fundamentalmente en aprender a leer,
escribir, contar, la doctrina cristiana y la principales oraciones. Es decir,
cartilla, catecismo y ábaco, así como las primeras nociones gramaticales.
Posteriormente se estudian las artes liberales, primero las artes ins
trumentales o Trivium y después las artes o doctrinas del Quadrivium. Con
esta preparación acaba la educación básica. Si el alumno tiene ingenio su
ficiente se formará en la Filosofía Moral, que supone también la Historia,
tanto civil, como sagrada y eclesiástica. Esta es realmente la cumbre de
toda esta enseñanza secundaria, el objetivo al que se enderezan las restan
tes artes y la puerta de acceso a los estudios superiores.
Los cursos 4. Sin embargo, no hay un criterio unitario en lo que se refiere a la
gramaticales lengua. Aunque el hombre nace con el don de la palabra, ésta es arbitraria.
No hay una lengua universal y el Humanismo se tiene que enfrentar el eter
no dilema que esto supone. Así, en unos países, entre ellos España, se pien
sa, con bastante lógica, que el niño d{be aprender primero la lengua ma
terna y poco a poco ir introduciéndole en el latín. De esta opinión es ya el
propio Nebrija y así lo recomienda en sus Introductiones latinae:
«Los gramáticos antiguos hablaban el latín y escribían para discípulos
que lo hablaban también, como nosotros el castellano y, claro está, no ha
bía dificultad ninguna que no la pudiesen resolver fácilmente hasta los
más rudos en materia de letras.»
Pero como no es así, continúa Nebrija, ,'me pongo en el caso de aque
69. B. Guarino, De modo et ordine docendi et discendi, en R. Sani, op. cit., p. 376. Se
trata de una carta escrita en 1459 por Battista Guarino, el hijo de Guarino Veronese, a unjo
ven discípulo, Maffeo Gambara, en la que se refiere al método de enseñanza y al programa
de estudio establecido por su padre, Guarino Veronese, y que se publicó por primera vez en
Ferrara, en 1472.
EL PENSAMIENTO PEDAGÓGICO DEL HUMANISMO MODERNO 421
ender el Uos a quienes quiero enseñar y no digo ni escribo nada que los niños no
puedan entender, sin omitir tampoco nada que sea necesario para iniciar
los en la lengua latina». 70
nacarac El niño, y muchos humanistas al decirlo parecen recordar sus propias
el vuelo; experiencias, no puede sino aborrecer el galimatías que supone aprender
I nombre latín en latín.
oh:::>s lla- «Tengo en gran error -dice López de Montoya, ya a finales del si
Uamaron glo xVI-lo que se acostumbre a cargar a los niños de preceptos de Gramá
ues le ha tica y éstos enseñarlos en latín, de manera que lo uno por ser muchos y lo
¡braza la
otro por enseñarles en lengua que para ellos es algarabía, es grandísimo
), que en
sa de tal trabajo y gastan mucho tiempo en aprendellos.» 71
¡ En otros países, como Francia e Italia, sin embargo, estos primeros es
tudios se realizan ya directamente en latín. Aun en este caso, tampoco hay
l Huma un criterio común, ya que según algunos autores, el niño debe desde el
mciales, principio estudiar conjuntamente el griego y el latín, las dos lenguas de la
:::ngene cultura, mientras que otros defienden un aprendizaje gradual. De la pri
nlos ID mera opinión es, por ejemplo, Alejandro Piccolomini:
.. Los es «Concluyendo pues digo que habiendo llegado el niño al quinto año, al
er a leer, sexto como mucho, el preceptor, por la razón ya dicha, debe, antes que
:'s decir, cualquier otra disciplina, aplicarlo a aprender la lengua Latina y la Griega;
aticales. lo que a juicio de muchos que lo han probado, puede trabajarse al mismo
rtes ins tiempo. »72
,un. Con También para Erasmo deben aprenderse las dos lenguas conjunta
enio su mente: «La precedencia (del conocimiento) la reclama la gramática para sí
listoria, y ella, desde el primer momento debe ser enseñada a los niños en ambas
nbre de ramas: griega y latina. No sólo porque en estas dos lenguas está como ar
; restan chivado casi todo lo que merece que se conozca, sino porque la una es tan
afín a la otra que ambas a dos se aprenden en más breve plazo unidas que
la una separada de la otra.» 73
iere a la Otros, sin embargo. calibran las dificultades que esto supone por la
::>itraria. falta de buenos helenistas o al menos de profesores que se quisieran dedi
r eleter car a enseñar griego a los más pequeños, así como por el avance del ver
se pien náculo que va arrinconando las lenguas clásicas. Pero, sobre todo, porque
:fila ma la mayoría de los alumnos no eran capaces de tanto esfuerzo. En lo que sí
es ya el existe acuerdo es en la necesidad de dominar el latín y en descargar su en
señanza de excesos técnicos.
;cípulos La gramática latina comienza, pues, por la pronunciación de las pala
., no ha- bras, el aprendizaje de las declinaciones y la conjugación de los verbos,
asta los que se confía a la memoria.
Seguidamente se impartirá la gramática metódica en la que «se fijan
le aque- las breves reglas que conciernen a todas las partes del discurso», a la vez
I
)rograma 71. P. López de Montoya, op. cit., p. 354.
I
422 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
que se ejercita a los niños en su aplicación: «si se habitúan a estos dos siste
mas -dice el hijo de Guarino- alcanzarán una pronta desenvoltura en el
hablar y en el escribir». 74
Con cierto domino de la lengua, se procede al estudio de la gramática
histórica que introduce al alumno en la lectura de los clásicos. A través de
los autores -cuya elección queda en manos del maestro- se aprende, a la
vez que un latín correcto y elegante, los hechos y dichos de personajes céle
bres, las fábulas, las costumbres e instituciones de los pueblos, algunas cu
riosidades del mundo animal, nociones de geografía, astronomía etc. cu]
El curso de 5. Al estudio de la gramática sobre los textos de los clásicos seguirá el bie
retórica del arte oratoria que en el Humanismo se basa en dos disciplinas, la Dia tór
léctica y la Retórica. es¡:
"Pensaba (Victorino da Feltre) -dice Sassolo da Prato- que se debe al!
aprender primero aquella arte y ciencia de la discusión, como intérprete y der
guía de cualquier otra disciplina y en ella ejercitar a los jóvenes con la má -t
xima diligencia y no habituándolos a las preguntillas capciosas o a las fala eje:
cias y tortuosas conclusiones que hoy día encuentran tanto favor.» 75 tos
En efecto, la Dialéctica, el arte de pensar, de distinguir lo verdadero de elel
lo falso, había sido el método de la filosofía medieval. Pero también la dis los
ciplina que más se había corrompido, según la común opinión de los hu se t
manistas. Más aún, se pensaba que había degenerado en un puro tecnicis la \
mo lógico -más bien absurdo- que sólo servía para alentar falsas discu otre
siones académicas que normalmente acababan en rencillas y alborotos. pia
Detrás de esta crítica, tan reiterativa en los escritos de la época, hay ma.
una nueva concepción de la Dialéctica que, despojada de sus excesos, pasa que
ahora, de formar parte del arte de la razón -y de ser disciplina al servicio pre
de la filosofía- a formar parte del arte del discurso. Es nuevamente el pro -.:e:: a '"tes
tagonismo del lenguaje. Pero, sobre todo, se insiste en que su enseñanza no - ::':..:a~ mo(
se dilate y que no sirva de excusa a las temidas disputas entre alumnos: «Su "1II,~L.*"i
lida
estudio, dice Vives, no debe ser contencioso, pues de suyo este arte ya lo es
una
[ ... ] Lo más cuerdo será proceder mediante preguntas que no por contras edu
te de argumentos, pues ni siquiera tendrán qué argumentar.»76
Rot
Junto a la Dialéctica o Lógica, el discípulo empezaba a familiarizarse
br~
con la Aritmética, el arte del cómputo, tan necesaria para la vida común y tan1
para tantas profesiones par
ina,
Así, el arte, que va imitando a la naturaleza, comenta el humanista espa
ñol Pedro Simón Abril, los ha de instruir, luego después del conocimiento de
es ;:
las lenguas, en el uso de la razón, que es lo que la lógica profesa, pero ha de alUl
....",
te ser con sencillez y llaneza y mucha copia y experiencia de ejemplos, como
1 el aquí hemos procurado hacer y no oscureciendo arte tan ilustre y necesaria
con cosas ajenas a ella para aquella edad muy dificultosas y no nada conve
;ca nientes, y las matemáticas porque, por ser cosas del sentido, las pueden com
de prender ya bien y fácilmente. En esto podrán ejercitarse desde los doce hasta
los catorce años. Tras esto vendrá muy bien el ejercicio en lo que toca a la
,k elocuencia. 77
le·
:u En efecto, los estudios gramaticales acababan con la Retórica, la
culminación de todo el edificio lingüístico, en la práctica, el arte del
lel bien decir, cuyo fin es el de mover la voluntad al bien y a la virtud. La Re
ia tórica comienza con el estudio de los grandes modelos de la oratoria, en
especial de Cicerón autor más admirado-, pero no para copiarlos
~be
al pie de la letra, según se insiste, sino para captar el espíritu de la verda
ey dera elocuencia. Como disciplina, consiste en un conjunto de reglas
"lá -también basadas en los tratados de Cicerón y de Quintiliano- y de
la- ejercicios, aunque el Humanismo recorta también el exceso de precep
tos y anima a los alumnos a ejercitarse en un lenguaje claro, correcto,
de elegante y, sobre todo, eficaz. De ahí que cada vez se insista más en que
1s los preceptos de la Retórica se apliquen a la lengua vernácula, ya que no
lU
se trata de pergeñar discursos ampulosos y oscuros, sino de comunicar
is la verdad con toda la belleza que le es debida y persuadir al bien. Por
:u otra parte, como se sabe, la oratoria -la cordura elocuente- no es pro
:JS.
pia de la juventud, ya que requiere la experiencia y la prudencia de la
,aY madurez. Y el curso de Retórica no es más que una introducción escolar
LSa que finaliza aproximadamente a los dieciséis años, aunque las edades
:io previstas varíen según los autores.
-0
no
Su
I aunes
_ :;";a
.....'1.:'11
6. A partir de aquí y una vez superados los estudios de las artes ser
mocinales -artes, en definitiva instrumentales- se pasa a las graves y só
lidas disciplinas del Quadrivium. Aunque existe dentro del Humanismo
es una tendencia hacia el verbalismo y hacia una formación estética, muchos
15
educadores defienden el realismo pedagógico. Como explica Erasmo de
Rotterdam, es doble el conocimiento, el de las cosas (res) y el de las pala
-se bras (verba). «El primero -dice- es el de las palabras, pero el más impor
1'1."
tante es el de las cosas.)} 78 También Vives, una vez expuesto su programa
para el estudio de las artes del Trivium, afirma: «Estas artes son órganos
inactivos que por sí mismas nada hacen. Hay que arrimarlas a la obra, esto
:¡a
es a otras disciplinas con que se forman y preparan los ingenios de los
de
de alumnos.»79 Porque, como dice en otro pasaje, de nada vale saber latín o
77. P. Simón Abril, "Sobre el orden que se debe guardar en aprender las ciencias», en
Se Primera Parte de la filosof{a llamada la Lógica, AJcalá 1587, en L. Canigral Cortés, Pedro Si
4.3, món Abril. Textos de Humanismo y didáctica, Instituto de Estudios Albacentenses, Albacete,
)5.2i 1988, p. 103.
78. Erasmo, Plan de estudios, op. cit., p. 445.
79. J. L. Vives, Las Disciplinas, op. cit., n, p. 630
424 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
rtes H Las obras más recomendadas para iniciar estos estudios son los trata
orma dos morales de los filósofos clásicos, sobre todo de Platón y Aristóteles.
Aunque, sin duda, la obra fundamental es la Ética de Aristóteles: «Una
lando, obra perfecta en lo que cabe -según Juan Ginés de Sepúlveda- y muy su
perior a toda otra obra sobre esta materia de los demás filósofos que labo
raron en el mismo campo y con los mismos medios que éL»85
nadu A pesar de la admiración que despierta el Filósofo, como se le suele lla
1 es la mar, no deja de ser un autor polémico. Si bien para unos es el maestro in
:dade discutible, para otros es un teórico un tanto árido y menos seguro para la
ética cristiana que Platón. Ambos, sin embargo, son considerados corno
scipli
1.to in 82. M. Vegio, op. cit., p. 34.
lte sus 83. G. Sadoleto, op. cit., p. 49
:staen 84. A. Morales, Obras del Maestro Fernán Pérez de la Oliva... y juntamente quince dis
óndel cursos sobre diversas materias, Imprenta Benito Cano, Madrid, n, 1787, p. 33. Ambrosio de
Morales, sobrino y discípulo de Pérez de la Oliva en Salamanca y más tarde catedrático de
e a los
Alcalá y cronista regio de Felipe n, recoge en esta obra el «Razonamiento» que hizo su tío
para la obtención de la cátedra de Filosofía Moral en dicha universidad, en la que defiende
la conveniencia de una formación humanística.
85. J. G. Sepúlveda, Epistolario, op. cit., p. 235.
426 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
los fundadores de una ciencia, la ética, cuyo fin es «vivir una vida feliz y
tranqm'1a». 86
Auxiliar de esta disciplina es la Historia. Por ella se conocen los he .::a.
chos pasados y en ella se dejará constancia de los presentes. Es la memoria mo
de los tiempos, la que le permite al hombre librarse del estado adánico, de par
una eterna niñez siempre obligada a recomenzar de nuevo. Es el escenario 19-'...L
en el que se ha ido desplegando la humanidad y la cultura; el testimonio :1ir:
vivo de los valores morales y la garantía de su continuidad.
La importancia que el Humanismo le concede es una consecuencia ló pro
gica de sus propios planteamientos y, probablemente, como dice Maravall, ya
es el historiador quien mejor representa en esta época el ideal de sabio:
«Ella (la historia) nos permite conocer una masa ingente de actos hu V C(
manos y ella hace posible, sobre un material de observación tan rico y, lo ría.
que es lógicamente necesario, tan constante, inducir la regla de la vida. Y ::10;
al enmedar ésta, según esa regla general que debe gobernarla, el primero ma:
que se beneficia de esa dirección moral-intelectual es su propio cultivador.
El historiador es humanamente, en consecuencia, quien se halla en mejor la \'
posición para darnos el arquetipo de sabio, a que la época, desde distintas hor
partes, aspira unánimemente.»87 biel
Esta valoración desemboca en una reflexión sobre la necesidad de de
purar los relatos y las narraciones históricas de las fabulaciones y mentiras
con que a veces se maquilla la verdad para que sea más moralizadora. Se
abre así, en el siglo XVI, una crítica a la falsa ejemplaridad histórica que
prefería omitir las miserias del pasado, como se puede comprobar por las
afirmaciones de Nebrija: «La Historia es como la pintura: realza
lo hermoso; vela, si es tolerable, lo feo, y si hay que ponerlo de manifiesto,
lo hace suavizando las palabras [ ... ] La primera virtud de la Historia es que
diga la verdad. Sea en buena hora; pero si hay que desviarse un poco de
ella, porque no es fácil dar siempre en el blanco de la verdad, es más seguro
y más noble inclinarse a lo más favorable.» 88
Frente a esta postura se abre ahora una corriente científica que de
fiende la verdad histórica como la única garantía de su dimensión formati
va. Es un profesor de humanidades de Soria, Pedro de la Rhúa, quien me
jor define la nueva actitud. Después de recordar las ventajas que propor
ciona, concluye: «Todos estos provechos nos trae la Historia, la cual, si
pierde la reputación de verdad, pierde la vida, pierde el ser.»89
La Historia, al igual que la Filosofía Moral, impregna todo el currícu
lum sin embargo, en los niveles más básicos de la enseñanza, sirviendo de
soporte al estudio de la gramática, se ha limitado a establecer cronologías
feliz y y conocer los nombres de los grandes personajes, así corno los hechos y di
chos ejemplares. Corno verdadera disciplina, su lugar está alIado de la Éti
)s he ca, en cuanto <Cllodriza de la prudencia» e ilustración viva de los principios
noria morales. Es ahora cuando se profundiza en las normas y preceptos que
:0, de para la formación humana ofrecen la historia sagrada y la profana. Al
aario igual que la Filosofía, no puede contenerse en unos años de estudios o ce
l.:mio ñirse a un programa escolar. Con estas ciencias, pues, culmina un período
de formación y se abre una nueva perspectiva cultural, en la que se invita a
:ia ló profundizar en los saberes adquiridos, a integrarlos y ponerlos en práctica
avall, ya administrar el tiempo formativamente.
abio: El Humanismo, en definitiva, propone un plan de estudios sistemático
s hu y coherente, en el que se trazan las líneas básicas de la educación secunda
I y, lo ria, pero sobre todo delinea un proyecto de vida capaz de llevar al ser huma
:la. y no a su plena realización. Éste es el deseo y la aspiración de la pedagogía hu
nero manística que se resume perfectamente en estas palabras de Vives:
adoro «En el estudio de la sabiduría no se ha de poner término en la vida; con
lejor la vida se ha de acabar. Siempre serán tres los puntos que debe meditar el
mtas hombre mientras viva: cómo sabrá bien; cómo hablará bien; cómo obrará
bien.»90
e de
tiras
1.Se
que
rlas
alza
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) de
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)(Jr
l, si
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73.
90. J. L Vives, Introducción a la sabidur(a, l, op. cit., p. 1222.