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Hay algo que no se destacó lo suficiente de lo ocurrido la semana pasada en aguas de la
península coreana: el gobierno del Norte pidió al del Sur que cesara los ejercicios
militares que había iniciado en una isla a 11 kilómetros de su costa.

La contraparte no lo hizo; al contrario, disparó artillería hacia las aguas en disputa,


aunque no al territorio de Norcorea. Esta atacó, entonces, la isla más cercana, causando
bajas militares y civiles, con cuatro muertos y 18 heridos y decenas de viviendas y
edificios quemados.

Estas precisiones, sin embargo, no son suficientes para entender el más grave estallido
bélico en Corea desde que se ³suspendiera´ el fuego en 1953 con un armisticio, pero no
con un tratado de paz. Lo que ocurrió ahora debe inscribirse en el contexto de una guerra
que en realidad nunca terminó, como lo demuestran, una vez más, las maniobras
conjuntas que el Pentágono y Seúl realizan desde este domingo, y que tanto Pyongyang
como Beijing pidieron que no se concretaran.

No hubo cancelación y desde Japón se desplazó al mar Amarillo ± que China considera
³su lago´- el portaviones de propulsión nuclear US George Washington, con capacidad
para transportar 75 naves y más de 6 mil tripulantes.

El presidente Obama busca disuadir así al gobierno norcoreano y presionar al chino para
que haga valer su ascendiente sobre el primero. Pero, ¿qué capacidad de influir puede
tener la futura potencia mundial si no fue capaz siquiera de lograr que la Casa Blanca
suspendiera las maniobras, para no escalar el conflicto en su propia zona de influencia?

El otro factor de la crisis lo constituyen los programas de Pyongyang de enriquecimiento


de uranio ±más avanzado de lo que creían los servicios occidentales de espionaje- y de
plutonio. La monarquía comunista del Querido Líder Kim Jong ±Il, sucesor del Gran Líder
Kim Il-sung (tales son los títulos oficiales) vuelve a mostrar pruebas de fuerza desde que
en abril de 2009 lanzara un misil de largo alcance y hundiese en marzo último ±sin
reconocerlo- un barco surcoreano, matando a 46 marinos.

Ahora, con el primer ataque abierto a territorio vecino acaso esté buscando legitimarse
internamente, con un sucesor ya designado, King Jong-un, general de 27 años de edad,
cuatro estrellas y sin servicio militar. Y también afianzarse internacionalmente, de modo
de sentarse a negociar su programa nuclear, sobre la base de al menos dos premisas:
ayuda económica y alimentaria y seguridades de que no se alentarán cambios políticos en
el hermético país asiático.

Algo en lo que coincide con China, que no necesita una Corea fuerte y unificada ni miles
de refugiados a sus puertas. Pero también algo que Estados Unidos no puede garantizar.

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