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Anon de Historia Et Veritate Unicornis PDF
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UNICORNIS
MICHAEL J. GREEN
Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de
que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN
CONTENIDO
EL DESCUBRIMIENTO
DEL DIARIO DE MAGNALUCIUS
DE LA HISTORIA Y LA VERDAD DEL UNICORNIO
El Libro de la Generación
El Libro de Némesis
Del jardín del Unicornio y de cómo el Hombre se apartó
Las Siete Casas
DE HISTORIA ET VERITATE
UNICORNIS
EL DESCUBRIMIENTO
Iniciado recién el año 1982 recibí una carta, de elegante caligrafía itálica, en la cual me pedían reunirse
conmigo a la brevedad para tratar “un asunto del mayor interés imaginable y de mutuo beneficio”. Yo era,
sostenía la carta, “quizá la persona más calificada” para una empresa que no se nombraba. Terminaba de
modo curioso: “In amore unicornis”. Firmaba un “Frater Iamblicus”.
Viví los esotéricos años sesenta; no me sorprenden los personajes extraños con matices misteriosos. Pero la
oportunidad parecía prometedora, creí conveniente no dejarla pasar y contesté la carta. Invité a Frater
Iamblicus a mi estudio.
Antes de una semana tenía sentado enfrente a una figura delgada, algo encorvado, que sostenía
Cuidadosamente un bulto muy bien envuelto. Con frases precisas y graves y un acento difícil de situar, mi
visitante empezó alabando El Libro de Anotaciones del Unicornio, que yo acababa de ilustrar. Afirmó, para
desconcierto mío, que mis dibujos “constituían descripciones sumamente fieles” y me preguntó sí alguna vez
había visto al animal. Le respondí -adecuadamente, me parece- que "todavía no", y agregué que las
ilustraciones eran fruto exclusivo de la imaginación.
La respuesta pareció satisfacerlo. Me observó solemnemente.
FIGURA 1
-¿Le gustaría ver a la Bestia Sagrada? -me preguntó mientras quitaba el papel del envoltorio y dejaba al
descubierto una carpeta de cuero ajado por el tiempo. Empezó a recitar en voz baja una breve letanía,
seguramente en latín, mientras desataba uno a uno los intrincados nudos que lo aseguraba. Por fin, casi con
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ademán de orgullo, dejó abierta la carpeta ante mis ojos.
Contemplé, azorado y atónito, el voluminoso contenido. Páginas y más páginas amarillentas, llenas de notas
y de textos acompañados de dibujos delicados de unicornios y de unas pocas y brillantes miniaturas. Había en
ellos una curiosa mezcla de estilos medievales y renacentistas; los márgenes, descoloridos y algo rotos,
mostraban a las claras la antigüedad del texto.
-Esto -dijo Frater Iamblicus- es el Codex Unicornis, La Historia y Verdad del Unicornio. Es el testamento del
venerable maestro Magnalucius y el tesoro de nuestro Collegium Gnosticum, que él fundara. Originalmente, en
el siglo XV, nuestra Orden poseía tierras cerca de Ravenna. Ahora estamos dispersos en muchos países, pero
nos unen las enseñanzas de Magnalucius cuyo núcleo lo constituye la Doctrina Secreta del Unicornio...
El hombre era serio, no cabía duda. Examiné cuidadosamente las notas y los dibujos. Parecían
evidentemente auténticos; pero yo seguía perplejo. ¿Los unicornios que describían esas páginas eran
alegóricos o literales? La actitud conspirativa de mi visitante dejaba entrever, sin embargo, que esas preguntas
no correspondían.
-Durante siglos -continuó-, nuestra hermandad y su tesoro se han mantenido ocultos. Pero ahora debemos
romper el silencio y esparcir estas enseñanzas sin restricción alguna.
-¿Y por qué ahora? -me escuché preguntar.
La respuesta de Frater Iamblicus consistió en sacar de la carpeta el amarillento pergamino aquí mostrado y
traducírmelo:
FIGURA 2
El Unicornio es una raza especialísima, ligada a nosotros en amor y servicio. Señala el camino, guarda el
portal, -espera hasta el fin.
¡Atención! Vendrá una edad en que la ciencia oscurecerá por doquier las esperanzas de los hombres. Carros
de hierro rodarán por la tierra, que se endurecerá y vaciará para soportar su peso. El aire se llenará con el
clamor de muchas voces. Plagas y enfermedades desconocidas serán multitud. La esfera de la Luna retendrá
las huellas del calzado del Hombre.
FIGURA 3
Dos reinos poderosos se disputarán el mundo, y se volverán contra él, hasta que el suelo y el mar enfermen,
y el viento se convierta en un flujo de vapores envenenados. Y todo hombre será puesto a prueba
dolorosamente, de tal modo que al fin ninguno escapará de la opción entre la Luz y la Oscuridad.
Entonces, en el Tiempo de la Gran Purificación, volverá el Unicornio con gran fuerza. Se mantendrá en los
límites de nuestra realidad, sembrará en nuestra mente sueños de una edad más brillante en el futuro; serán
muchos los ansiosos por verle en su forma verdadera. Pero el Unicornio es una criatura espiritual y se
conforma según las imágenes que convoca en el corazón de quienes le llaman. Y habrá tanta idea deforme o
conflictiva sobre su naturaleza que con suma dificultad hallará el camino para satisfacer a todos.
Entonces se deberán revelar estas páginas y comunicarse sin restricciones. Para que toda confusión se
resuelva y haya una unidad de visión que convoque al Unicornio en su estado original, verdadero y perfecto.
-Parece el momento oportuno -concedí-. ¿Pero en qué puedo ayudarle?
-Un modo de difundir el manuscrito sería reproducirlo en forma de Libro -sugirió el hermano Iamblicus.
-Pero quizás no todo... -dije, pensando en voz alta-. Y habría que traducir los textos...
-¡Así lo profeticé! -exclamó-. Elija tres hojas y muéstreselas al editor y a nadie más. Vendré a visitarlo dentro
de una semana.
Cuando el hermano Iamblicus me volvió a llamar le tenía buenas noticias: la editorial había advertido de
inmediato el valor del manuscrito y estaba dispuesta a publicarlo en facsímil. Así pues, con la ayuda de mi
nuevo amigo, puse manos a la obra. Página a página tradujimos el texto con la ayuda de un brillante profesor
de lenguas clásicas; después lo fotografiamos.
FIGURA 4
Poco antes de terminar el libro, recibí otra visita del hermano Iamblicus.
-Amigo mío -me dijo con voz grave-, la decisión que mi hermandad ha postergado tanto tiempo está próxima a
cumplirse. Nos visitaría usted en la ermita, nos facilitaría su consejo?
Ese fin de semana llegué hasta la cima de la montaña donde está el refugio del Collegium Gnosticum, una
comunidad de una docena de personas, todas amables y amistosas. No obstante, formaban un grupo algo
melancólico. Almorzamos sobriamente y el hermano Iamblicus me guió a una pequeña capilla en medio de un
bosque próximo. Nos inclinamos para pasar por una puerta baja y nos sentamos un rato en silencio. Al fin
habló con evidente reticencia.
-¡Verá ahora el Cuerno!
Abrió un angosto cofre de madera que estaba apoyado sobre un bajo altar de piedra, entonó “Nunc ex
tenebris te educo (Ahora te extraigo de la oscuridad)” y alzó un cuerno en forma de espiral. Debo admitir que
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me estremecí físicamente a la vista de la salvaje belleza del extraño objeto. Estaba montado en una pesada
base de plata ornamentada, engarzada entre piedras púrpura, llena de inscripciones rúnicas que, supongo,
eran de origen celta. Era, por cierto, el objeto más mágico y misterioso que jamás viera. Parecía pleno de
secretos arcanos; no podía quitarle los ojos de encima.
FIGURA 5
-Tóquelo -dijo el hermano Iamblicus-, y sepa que el Unicornio no es ni un símbolo ni una alegoría.
El Cuerno era frío, mucho más duro que el marfil... y muy real.
-El Cuerno es aún más antiguo que su base -continuó-, y eso es ser bastante viejo. Ha sobrevivido al fuego y
a las inundaciones, y soportado el tacto de reyes y de santos. Es un talismán de poder soberano que incluso
puede atraer al Unicornio viviente. Pero ésta es su advertencia: su fuerza y virtud sólo se pueden activar por
obra de su verdadero propietario. Su luz disminuirá hasta extinguirse si está en manos de otro. Así pues -
suspiró, como si hablara al tesoro que sostenía-, hemos revelado los secretos y ahora debemos liberarlos,
consignarlos a un destino que no conocemos. Pues verá usted -y ahora me miró directamente a los ojos-, sus
poderes duermen, incluso en las horas de mayor necesidad.
-¿Me está diciendo que su fraternidad no es la verdadera propietaria? -pregunté.
-No. Durante generaciones el Cuerno ha pasado de maestro a discípulo. Nuestro orgullo nos hizo creer que
estábamos por encima de la Regla.
FIGURA 6
FIGURA 7
Desapareceré gradualmente en la tiniebla en una noche hecha por el Hombre, pero el Sol atravesará esa
niebla cuando me pierdo, y así otra vez me gano.
FIGURA 8
Su sentido se me hizo comprensible más adelante. La única línea que comprendí inmediatamente se
relacionaba con una “tierra nueva más allá del mar”.
-¿Y bien? -preguntó el hermano Iamblicus, pidiéndome que dijera lo inevitable.
-Supongo que el rollo describe el lugar donde debe sepultarse el Cuerno.
-¡Sí! ¡Si! ¿Pero dónde?
Pasamos tres días examinando las palabras del rollo y desplegando las páginas del Codex de Magnalucius
en busca de nuevas claves. Por fin, mientras paseaba por una pradera para aclararme las ideas, se me ocurrió
el lugar perfecto. Y como en todos los laberintos, todo parecía sencillo una vez superado.
El hermano Iamblicus aceptó que la solución satisfacía la intención del rollo, e insistí en que nos
encamináramos al sitio elegido esa misma tarde. Partimos solos y enterramos el Cuerno dentro de una caja de
bronce; ordenamos el lugar de tal modo que cualquiera versado en la historia del Unicornio lo reconocería.
-Ahora se ha ido -dijo el hermano Iamblicus-, y una nueva era empieza a despuntar, una que nos dejará, de
lado a todos nosotros.
Pero frunció el ceño mientras caminábamos, y agregó:
-¿Y si no descubren nunca el Cuerno?
Yo me estaba preguntando lo mismo.
-Quizás debamos reproducir el rollo al final del libro.
El hermano Iamblicus estuvo de acuerdo.
Ahora todo se ha cumplido. El libro está a punto de publicarse. Todos podrán estudiar estas páginas extrañas
y maravillosas. Sé que muchos lectores continuarán dudando. ¿Es auténtico el manuscrito? ¿Existe
verdaderamente el Unicornio?
No hay más pruebas y así, creo, debe ser. El Unicornio es una criatura de misterio y de fe, no un espécimen
para ser enjaulado y disecado. En realidad, cuando estas páginas sólo sean polvo, persistirá el misterio y no la
explicación.
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Michael Jonathan Green
East Fallowfield, Pennsylvania
1983
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DEL DIARIO DE MAGNALUCIUS
Empezábamos a trabajar la tierra; pero antes debo referir un suceso singular. Al alba, como solía, me
paseaba entre las encinas que bordean el río. Divisé alguna criatura de color blanco. Creo ahora que fue un
ciervo; no lo puedo asegurar; se movía entre arbustos espesos, llenos de hojas nuevas. Lo más admirable fue
esto: me hallaba en equilibrio, en hondo estado de devoción; la extraña criatura no me hizo atender al mundo
exterior, como suele ser el molesto hábitad de los objetos intrigantes, Al contrario, me quedé inmóvil un
momento en el más grato silencio mental y espiritual; la bestia parecía estar tanto dentro como fuera de mí
entre las encinas. Cuando despertaba mi curiosidad lo bastante para preguntarme qué clase de criatura estaba
contemplando, se desvaneció.
Que el Dios amante nos proteja a nosotros y al Maestro.
FIGURA 9
... ya no nos preguntamos por qué medios esas almas puras, tan apartadas del mundo, hallan caminos hasta
nuestra remota sociedad. Los que pertenecen, llegan. ¡Así sea!
A 26 de marzo, Viernes
Otra vez alcancé a ver fugazmente a la bestia blanca, y me maravillo de las obras de Dios: sospecho que era
el fabuloso Unicornio...
Había terminado de drenar el campo de la zona oeste y descansaba apoyado en la pala; advertí entonces
una gran enredadera en plena floración sobre la pared en ruinas. Y cayó sobre mí, no esperada, una alegría
silenciosa ante la Mano Divina que conduce a la perfección cada retoño, hoja y pétalo; me sentí transportado y
vi entonces las flores que nunca antes las viera, esplendentes de celeste luz como unas joyas.
FIGURA 10
Ignoro cuánto tiempo las estuve contemplando, pero en cierto instante advertí que en el centro de la
extraordinaria visión había la cabeza de un animal que me miraba con grandes ojos bondadosos que no
manifestaban miedo alguno. Llevaba sobre la frente un cuerno único, blanco como el hielo. La visión de tan
singular instrumento me hizo estremecer. Perdí al parecer la conciencia por un tiempo; lo siguiente que
recuerdo es estar sentado en tierra sin ver ya la criatura.
Sé que no sería prudente hablar de prisa sobre esto.
El Sábado siguiente
La carreta del burro se ha roto; debemos conseguir un eje de hierro. El bendito Eugnostos continúa su retiro.
A 28 de marzo, Domingo
Esta mañana Sylvanus horneó unos panes a verdadera hazaña, pues nos queda muy poca harina. Toda la
tarde estuve caminando por el campo en vano tras algún indicio de la bestia blanca del cuerno único.
Poco antes del mediodía estalló una tremenda tormenta. Felizmente casi habíamos terminado de preparar la
tierra. Encontré un guijarro muy extraño, quizás de vidrio, junto a la cascada. Parece natural...
[la página se interrumpe]
FIGURA 11
Sobre la segunda hora de la mañana, Sylvanus, nuestro excelente cocinero, estaba sentado junto al bosque
que rodea el jardín. Yo me encontraba no muy lejos, recogiendo yerbas y vegetales para curar la fiebre.
Sylvanus permanecía en honda reflexión, como acostumbra; se le acercó una blanca creatura. No cabía error:
brillaba el blanco cuerno único; era el unicornio. Estaba a plena vista, a pocos pasos de Sylvanus; lo miraba tan
silencioso como el rocío.
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No podría afirmar si el cocinero vio o no vio al animal; Sylvanus no hizo el menor gesto o movimiento.
Permanecieron así cerca de una hora, el Hombre y el Unicornio, inmóviles. Yo tampoco me moví de donde,
atónito, los miraba.
Había un leve olor a especias, quizás a laurel. Ahora creo que ya entonces Sylvanus y la creatura empezaban
a conversar, uno con otro en el brillo de su mente.
No me atrevo a contar a nadie este misterio. Esperaré, mejor, la vuelta de mi Maestro, que podrá desentrañarlo
todo. Domina todos los conocimientos del hombre, y aún más.
FIGURA 12
El Miércoles siguiente
¡El misterio de la bestia se apodera de mi corazón! Ni mis más secretas investigaciones me conmovieron
tanto. Me siento como quien, en la cubierta de una noble embarcación, observa una tierra extraña en la que
intuye raras aventuras y maravillosas hazañas.
Pero no se trata de una obsesión común: mis pensamientos me aportan una rara tranquilidad, casi alegría.
Me parece intuir ésta verdad: el Unicornio no es el centro verdadero de este misterio. Porque, si bien la
creatura es evidentemente sensible y corpórea, sé que al mismo tiempo es un signo, algún portento.
Tal es lo que pienso; porque hoy, poco después del alba, volví a ver la creatura. Y diré cómo. Caminaba
bastante más lejos que de sólito y llegué a los dos cerros gemelos que limitan la viña. Me conmovía la quietud
y la belleza de la creación en esa hondonada abundante en pleno esplendor primaveral; me tendí en el césped,
y de espaldas como un niño, alcé la vista. Miré las nubes navegantes y empecé a soñar despierto.
Poco después percibí una fragancia semejante a la del laurel. Me erguí y allí estaba. La bestia preferida, toda
brillante, a pocos pasos. Y por primera veí le oí la voz, solemne y sin embargo musical como la de distante
campana tañendo en torre alta.
Se volvió entonces el Unicornio y se encaminó al pequeño bosque que corona la colina; dejé de verlo.
Caminé tras él (creí que debía hacerlo); no le encontré por ninguna parte. Pero tampoco podría haber huído a
ningún sitio; la pradera abierta rodea a todos esos árboles y entre ellos no hay lugar donde esconderse.
Todo esto me asombra e intriga. Pero debo continuar en silencio.
FIGURA 13
A 11 de abril, Domingo
Mientras trabajaba en el campo oí voces que decían que nuestro Maestro finalmente había terminado su
retiro. Corrí a saludarle, a la espera de pedirle consejo sobre esa sorprendente bestia que tanto me dominaba
el pensamiento.
Había otros con él. Llegué corriendo, se volvió y dijo en voz alta para que todos pudieran escuchar:
-¿Y has visto al Unicornio?
Había olvidado que no se le puede ocultar secreto alguno. Tan grande fue mi consternación que sólo pude
responder “sí”.
-¡Por fin! -exclamó-. ¿Y te parece que solamente tú pudiste ver la creatura?
Todos se rieron, pero no con mala intención, y me dejaron solo, confundido.
A 14 de abril, Miércoles
El Maestro se reunió conmigo junto a las ruinas de la fuente y me pidió que hablara.
-¿Qué es el Unicornio? -pregunté-. ¿Por qué desaparece?
-La bestia no puede desaparecer -respondió Eugnostos-. Pero abandona nuestro nivel de realidad y se
marcha a otro.
-¿Y cuál es ese otro nivel?
-¿No has oído hablar de las Cuatro Edades? -me preguntó. (Conocía algo, en efecto, por los diálogos de
Platón: la primera había sido la fabulosa Edad de Oro, y después venían las Edades de Plata y de Bronce;
ahora estábamos en la última, la Edad de Hierro.)
-¿Y acaso estas cuatro Edades no son semejantes a las cuatro grandes dinastías que enmarcan la
decadente historia de la humanidad?
-Así es -respondí.
-Y no obstante no es así- dijo.
-O por lo menos es más que eso.
Me guió entonces por el jardín y me hizo sentar en el Banco del Aprendizaje, me cubrió con su propia túnica y
me enseñó. Estoy desconcertado. Su enseñanza fue enorme. Empecé a ver todo a una nueva luz.
-Escucha con atención -me dijo. -Cada una de esas Edades aún continúa, porque no miden los años
cambiantes del mundo que conocemos, sino otras dimensiones, o niveles, en los cuales el Hombre ha vivido
antes de llegar aquí.
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A la primera se la llamó Edad de Oro porque brilla de luz dorada como pensamiento recién nacido en la
mente de Dios. Cada Edad siguiente es una elaboración de este tema: hay tres pasos más por los cuales el
pensamiento divino ha llegado finalmente a congelarse en la materia inerte y densa de nuestra Edad. Las
dimensiones son las cuatro notas de una cuerda poderosa que expande y abarca cuanto fue, es o puede ser.
El Hombre ha ocupado cada una de ellas y cada vez ha fallado, quebrado su juramento o su promesa; se lo
envió entonces a una dimensión más baja, menos refinada. Las anteriores nos son invisibles, pero perduran
entretejidas como una urdimbre inextricable.
Una gran quietud se instaló en el jardín mientras hablaba Eugnostos. Inmóvil junto a los árboles estaba el
Unicornio. Nos miraba con los brillantes ojos muy abiertos y escuchaba atentamente el relato del Maestro.
-Debes saber -me dijo-, que el Unicornio pertenece a la Edad de Oro, que es su morada habitual. Pero es fiel
amigo del Hombre, y a menudo se acerca a nuestro exilio porque posee la capacidad de atravesar el umbral de
las edades. Cuando se aleja nosotros no desaparece: sólo atraviesa un pórtico.
Le pregunté entonces: -¿Y nosotros podemos atravesarlo?
-¡Por cierto! –contestó Eugnostos-. Nadie puede recuperar el paraíso perdido a menos que haga el viaje a
través de esas dimensiones. Sí, muchos lo han atravesado. Nunca está lejos, pero las dimensiones no son
fáciles de percibir. Las más refinadas están dentro de las más bastas, y cada entrada es un laberinto difícil de
descubrir sin la ayuda de un guía adecuado. El Unicornio sirve de guía a algunos. ¡Y te ha elegido a ti!
A 20 de abril, Martes
Comprar:
papeles para dibujo de Rizzoletti,
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tinta de calidad,
glicerina goma arábiga,
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agujas,
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pimienta
Anoche regresé solo, cansado de viajar. Daba gracias de todo corazón a Dios, bajo la luz de las estrellas, por
estos mundos en que tan dulces refugios hallamos. La breve estadía en Florencia me dejó confuso e inquieto.
Pero hoy veo con claridad que esa magnífica efervescencia intelectual no es más que un impulso febril que
nace de un infinito vacío.
Esos nobles, muchos de los cuales fueron mis amigos y condiscípulos, luchan por superarse unos a otros y
conseguir el dominio de cosas entre las cuales permanecen en la más total ignorancia.
¡Piensan que la belleza de obras tan frágiles puede conquistar la muerte! Tras sus actividades subyace un
profundo descontento que me entristece el corazón.
A ninguno hablé del Unicornio: sus altivas mentes lo habrían considerado un mito nacido de la fantasía o a lo
sumo una curiosidad científica. Aun así, les divertí mucho: a sus ojos era yo un niño, un rústico supersticioso,
apegado a difusas fabulaciones en tiempos de modas cambiantes y audaces descubrimientos. Si estos
hombres darán forma a los años por venir, entonces el corazón me empieza ya a llorar: esos tiempos
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resultarán duros e inhóspitos para nuestra amistosa y modesta creatura de modales discretos, la impulsarán a
alejarse de los caminos del Hombre.
¡Pero que los otros modelen el mundo! Mañana, por fin, reingreso a mi retiro.
Eugnostos me ha pedido que no lleve papel ni pluma. Debo confesar ahora que mis pasadas reclusiones me
resultaron duras y difíciles, sólo aligeradas por mis libros y escritos. No obstante, debo confiar en mi Maestro.
Dice Eugnostos: “Sólo cuando bebas de los ríos del silencio aprenderás a cantar”.
A 9 de mayo, Domingo
¿Acaso no conozco la historia del hombre que cavaba en busca de bulbos y encontró oro? ¡Así se cumple mi
retiro!
Durarte muchos años me templé la mente con el arte divino de la alquimia, la bañé en las enseñanzas
místicas de las Tablas Esmeralda, investigué los secretos de la Kábala, viví con los anacoretas de Scitia. Pero
ahora, cara a cara ante el Unicornio, todo es inútil. Nada me había preparado para el contacto poderoso con
esa maravillosa mente.
Pasé tres días entre el ensueño y la plegaria. Finalmente pude sentarme a la luz del Sol junto a la puerta
abierta; estaba contento, Vino, al fin, y dejó sus Pensamientos en los míos. Yo, abierto y confiado, me dejé
llevar, lleno de dulzura y de extrañas imágenes de origen tan remoto que resultaban irreconocibles. Por último,
incapaz de recibir más, su contacto me empezó a quemar con excesivo brillo. Estaba sobrecogido; pero la
creatura se retiró, se desvaneció, no la pude ver.
Comprendo ahora el secreto de esta pequeña cabaña y por qué todos están tan ansiosos por venir aquí a
retirarse. El Unicornio debe residir aquí cerca. ¿No estaré en las proximidades del pórtico que conduce a su
dimensión secreta?
Después de ese primer encuentro vi al Unicornio cada día. Pero no escribiré al respecto, sino esto: aquí
reside un misterio antiguo, incomparable. No obstante la creatura (¿es posible que sea cierto?) es ahora mi
amigo.
Dice Eugnostos: “La amistad no tiene otro objeto que la manifestación del espíritu”.
A 11 de mayo, Martes
El beato Eugnostos me llamó a su celda después del mediodía. Me preguntó por qué suponía que no había
relatos verdaderos sobre el Unicornio; se respondió a sí mismo: “El Unicornio no se muestra a clérigos o a
filósofos, sino a los jóvenes o a los inocentes. Los pocos estudiosos destinados a un encuentro con la bestia
mágica se hallaban maravillosamente vaciados de pesada sabiduría y posteriormente no propendieron a
escribir o a hablar de esos encuentros; pues la memoria del Unicornio semeja una lámina resplandeciente que
las palabras sólo opacarían”.
Entonces sonrió Eugnostos, como divertido, diciendo:
-Pero me parece que un destino especial te ha señalado para hacer el trabajo que los demás no hicieron.
-¿Qué trabajo? -pregunté, sin comprender todavía.
-¿Acaso tu mano no desespera por escribir y dibujar? Debes hacerlo entonces, relatar la verdad y la historia
del Unicornio. Parece haber en esto un designio divino que debe revelarse, que todo esto debiera dar fructífero
resultado algún día. Trabaja con dedicación y permíteme esperar la rápida conclusión de la obra. Pero no seas
indiscreto y mantén la reserva. Recuerda el triste destino de tantos amigos que se entusiasmaron en exceso
con sus dones y, sin advertirlo, extraviaron el camino.
Entonces el Maestro me desligó de todos los otros deberes y me envió a escribir. Humilde y exultante, salí de
la celda.
A 12 de mayo, Miércoles
Es obvio que la forma adecuada de esta empresa debe ser un libro, amplio y extenso. Sobre su
ordenamiento:
Debe empezar con la concepción originaria del Unicornio y describir del modo más preciso posible las fuerzas
que le dieron vida.
· Y cómo acelera la vida.
· Y sobre las Cuatro Edades.
Y sobre sus actitudes y movimientos; sobre sus deberes, sus divisiones y categorías; sobre sus visitas a los
hombres. Debo ignorar las muchas falsedades y confusiones sobre el tema, y atenerme más a la pura verdad.
El propósito de este libro será instruir al peregrino honrado para que sepa cómo hallar al Unicornio.
Empecemos con un hermoso dibujo, al modo de los que se encuentran en tantos breviarios. Que el libro sea
grato a los ojos de Dios y de los hombres.
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DE LA HISTORIA Y LA VERDAD DEL
UNICORNIO
FIGURA 14
EL LIBRO DE LA GENERACIÓN
FIGURA 15
De mente a mente
en pensamiento sin palabras,
esto me hizo conocer el Unicornio:
Su verdadero origen yace en la hondura del Tiempo, en ese Principio sin principio cuando todo era desierto y
vacío, oscuridad y niebla. Entonces decidió el Santo único apartar la oscuridad de la luz. Así se estableció
concordia y equilibrio, con la tiniebla expulsada al límite exterior y la Morada de la Luz en el mismo centro de
todo.
Pero lo oscuro, apenas situado y librado a sí mismo adquirió peso más allá de toda ponderación, se introdujo
entre las cosas y las empezó a arrastrar hacia sí conforme a sus inclinaciones.
El equilibrio empezó a temblar, por lo tanto, y de ese temblor emergió una resonancia, un sonido
atemorizador que circuló por el vasto vacío con canto poderoso. El Santo único modulaba ese sonido para
convertirlo en un acorde de gran dulzura, y le infundía inteligencia para que pudiera convertirse en espíritu de
armonía y en conductor en todos los rincones del vacío. Éste, el poderoso espíritu llamado Galgallim, giró y giró
a través de innúmeras edades, siempre en espiral en torno a la luz central. Y aunque algunas cosas
continuaban cayendo en lo oscuro, Galgallim guiaba a otras por un sendero menos definido a las riberas de la
Luz. De este modo el equilibrio seguía manteniéndose.
Entonces el Santo único quiso contar con un panel donde desplegar su gran arte; entre la ribera de la Luz y
las murallas de lo oscuro dejó colgar a la Tierra en equilibrio. Encendió sus montañas desnudas y en ellas
esparció brillantes gemas que aún reflejan esas llamas. Entonces el Santo único habló al espíritu conductor, a
Galgallim, diciendo: 'Te he hecho a partir de los ocultos golfos, libre y con forma ilimitada. ¿Aceptarás una
forma en la Tierra y así prestar un servicio aún mayor?
Y mientras la pregunta aún se formulaba, así era acordado.
FIGURA 16
El primer Unicornio
Llegó envuelto en una nube, impulsado por un blanco torbellino. Descendió con suavidad desde los cielos a
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los campos infantiles de la Tierra, aun antes que sus fuegos iniciales se hubieran extinguido. Posee entonces el
Unicornio el brillo de la Luz, y puede apartar de sí toda oscuridad, toda tiniebla. Se lo llamó Asallam, el primer
Unicornio de los nacidos, creatura de conformación temible y para contemplar hermosa, dotado de un cuerno
de luz en espiral, señal de Galgallim, el guía.
FIGURA 17
Golpeó entonces Asallam una roca desnuda, con su cuerno la penetró hasta grande hondura, y brotó una
fuente de vida borboteante. Los fuegos se extinguían doquiera fluían esas aguas y empezaba la Tierra a
fecundarse con multitud de cosas muy fructíferas. Se alzaron grandes árboles, florecieron; y bajo su sombra se
instalaron las bestias salvajes y domésticas. Todo esto era intención del Santo único, y el Unicornio, el
instrumento de su querer. De este modo se formó el jardín del Unicornio, llamado Shamagim, que quiere decir
Lugar donde hay agua.
FIGURA 18
El Santo único se dirigió entonces al primogénito, diciendo: ‘¡Asallam! Tú sólo serás, entre todas mis
creaciones, quien recuerde la ocasión y el modo de su hechura, y vivirás en permanente memoria de la Luz,
para ser su conductor y su guardián. Pero jamás volverás a la Luz hasta la hora final del Fin del Tiempo'.
Y el Unicornio, maravillado, vivió en su jardín y fue caminando hacia afuera.
FIGURA 19
Entonces quiso ser conocido el Santo único, aunque Él ya conocía todas las cosas. Se retiró dentro de Sí, y a
partir de la tierra y del aire, del agua y del fuego, su sagrado aliento compuso al Hombre, que era fuerte y bello,
el colmo de la creación. El Unicornio se maravilló mirándolo, y de pronto volvióse modesto y vergonzoso.
Como Asallam no participó en la creación del Hombre, el Unicornio lo amó aún más y ante él se inclinó como
un sirviente.
Fue el Unicornio entonces la primera bestia que el hombre contemplara, la primera a quien dio nombre.
Desde entonces hasta ahora el destino de ambas razas se ha ligado; el Unicornio conduce hacia la Luz y sólo
el Hombre puede allí seguirlo.
Y este fue el principio de la Edad Primera.
EL LIBRO DE NÉMESIS
EN LOS LARGOS AÑOS DE LA EDAD primero Hombre y Unicornio habitaron juntos y crecieron en estatura de
cuerpo y mente. Pero en lo oscuro otros seres se desplegaban y fortalecían.
FIGURA 20
El mismo día que el Unicornio hizo surgir de la roca una fuente de borboteante vida, también se sembraron
semillas de peligro. Mientras las aguas esparcían su humedad fertilizante, se filtraban también por fisuras
tenebrosas y goteaban hasta cavernas secretas y ardientes que se entrelazan en las raíces de los montes.
FIGURA 21
Allí, en esas cámaras del abismo, la carga vital de esas aguas sagradas se gastó por vez primera en criar
algo viviente. Así nació entre fuegos y tinieblas el Dragón. Su difícil nacimiento le dejó huellas indelebles, y
nunca hubo después otra creatura dotada en tal medida de tanta astucia y fuerza.
El primer dragón fue Yaldabaoth (aunque también se lo llama Tiamat, y de muchos otros modos). De horrible
constitución, con ojos penetrantes y sin párpados, lo primero que contempló su mirada impávida fue la propia
imagen en las aguas oscuras. Adoró la visión, y una secreta complacencia en esa imagen de sí le ha
consumido el corazón desde esos tiempos.
Y Yaldabaoth creció enorme y generó a otros como él: Nagamat y Kaliyat y Orkus, Tarasque y Serpens, y
muchos otros. Si bien los dragones tienen muchas formas y tamaños, todos son rápidos de mente y tienen sed
de saber. Mientras el Unicornio intenta adivinar los secretos de la creación para mejor conocer al Creador, el
Dragón desea lo mismo, pero a fin de dominar el mundo y de este modo derrotar a la muerte.
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El Dragón odia con fuerza al Unicornio por su primacía, pues no se creó a sí mismo sino que le debe al otro
su ser. Así pues, lo ha perseguido siempre con la intención de devorarlos, dejar de ser el que llegó después, y
convertirse en el Más Viejo de todas las Cosas.
Pero el Unicornio controla todos los dominios de este mundo, y tanto en la sombra como en la luz más tenue
debe enfrentar al Gusano. No existe creatura que supere al Unicornio en velocidad o coraje, pero es vasto y
sutil el saber de los dragones. Pueden moldear su mente y adecuarla, e incitarlo a penetrar los laberintos de la
propia; en ellos el Unicornio vacila en la creencia que intelecto tal no puede carecer de redención alguna. Así
entonces, de modo imperceptible y paso a paso cae en un debate interminable y los dragones le vacían de su
fuerza y de su luz. En esas galerías tenebrosas se acerca a su condena; sólo cuando pisa por senderos
mentales que violan extremosamente su naturaleza advierte la desolación del sitio a que ha llegado.
Debe entonces el Unicornio atravesar un sendero muy estrecho. Le espera el odio, o bien la desesperación
más fría. Uno y otra implican su derrota: sucumbir al odio sería hacerse del instrumento enemigo y perecer en
su fuego. Pero si huye, vacío y desesperanzado, será entonces vencido, será destruido y perecerá.
Inmerso en confusión, sabe entonces el Unicornio por primera vez del toque frío del terror de los hombres
mortales; el único terror que alguna vez conocerá. Si actúa con rapidez puede aún cantar victoria. Con
sagacidad, con el más alto amor, nos debe despertar de un sueño, destrozar al Dragón, sin vacilar, con su
Cuerno Espiralado.
FIGURA 22
Entonces el jardín brillaba con luz santa, como una gozosa mañana cuando el rocío aún centellea y toda hoja
es verde. Era muy amplia su extensión sobre los campos, pero en lontananza se alzaban los montes níveos
con fuego ardiente dentro, y había lugares salvajes donde rugía el torbellino y se escuchaban voces en el
resplandeciente abismo.
El Unicornio podía desplazarse en medio del trueno, la tormenta y los temblores, pero esas hórridas, eran
inseguras para el hombre. Así, pues, el Unicornio, hermano mayor, amigo y guía, vigilaba que ningún hombre
se aventurara fuera del jardín. Entonces el tiempo se sucedía de modo inenarrable. Hasta hoy quedan huellas
de esa gloria inmaculada; por eso ni la quietud más sosegada está libre de alguna sensación de nostalgia y
exilio. Porque el hombre creció en número y en fuerza, y también el Unicornio; razas ingresaron juntas, en esta
gracia y de inocencia, en la plenitud la Edad Dorada. Entonces se forjaron los lazos que el tiempo jamás podría
desatar: por larga que sea la separación existente, jamás el Unicornio y el Hombre volverán a encontrarse
como extraños.
FIGURA 23
No toda nuestra raza prestó oído a las sutiles incitaciones al descontento y al orgullo. El hombre y la mujer
gozaban de distinta intuición desde el principio; las mujeres no se dejaron engañar por la insidia de Serpens,
mantuvieron la confianza y no dejaron de amar al Unicornio. Cuando por fin Serpens oyó murmurar al hombre
que el Unicornio no parecía amigo tan perfecto y sí quizás propenso a finalidades egoístas, habló más
abiertamente. Más allá del Jardín, aseguró, hay tierras hermosas y fértiles, dispuestas a que las dominen, pero
el Unicornio mantiene al Hombre cautivo, no sea que su número crezca en exceso y resulte ingobernable.
Esas mentiras no escaparon al Unicornio, que se apartó, triste: no podía obligar a seguir los caminos de la
luz; señalaba su sentido. Pero nadie le pidió consejo en las discusiones insensatas que siguieron. El más
descarriado se levantó y alzó la voz: '¡Rompamos estas cadenas de oro, acabemos con estas ataduras!
¡Cuanto más difícil y largo sea el camino, más brillante será su término!'.
A partir de entonces el hombre no pudo culpar a nadie más, sólo a sí mismo, por las penas y dolores
subsiguientes. Pues todos gritaron aprobando, aunque las mujeres inclinaran la cabeza en señal de silente
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pesadumbre. De este modo se cumplió el trabajo del Dragón, y así esas palabras sellaron la condenación del
Hombre.
FIGURA 24
Entonces movilízase el Santo único, en perfecta sincronía con el proyecto fatal del Hombre. Y en un instante
volvióse duro y opaco lo que fuera un mundo en primavera. Y pareció caer un vacío piadoso sobre la mente de
los hombres, y cuando cesó esa oscuridad se hallaron en una dimensión más densa, en la sombra de la
dimensión de antaño. Se movieron perplejos al principio, encerrados en formas menos gráciles. Y desde esa
hora se cuenta el principio de la Edad Segunda, la de Plata.
FIGURA 25
No está en mi poder hacer la crónica de cada edad, ni tampoco la del amargo camino que llevó al Hombre a
su cuarto y definitivo mundo último. Pero sólo debo decir esto: el Hombre cayó en un marasmo moral, adoró
ídolos y luchó contra sus semejantes. Y durante todos esos años el Hombre y el Unicornio se separaron más y
más, tal como deseara Yaldabaoth y su especie.
El Unicornio entonces marchó por senda aparte mientras el Hombre se mantenía en su locura; así acabó su
vecindad. Aunque la creatura sigue viviendo en el Jardín de la dimensión dorada, su corazón aún está ligado al
Hombre; así se desplaza a través del mundo y permanece inmóvil junto a la frontera actual del mismo.
Y es posible entonces que también hoy un hombre encuentre al Guía; basta que despierte del perturbado
sueño [del error].
EL UNICORNIO POSEE UNA GRAN VARIEDAD de formas, tamaños y temperamentos; hay desde el delicado
Avarim semejante al ciervo, hasta el atrevido Arweharis que custodia la noche.
Ahora todos los unicornios pertenecen a una de las Siete Casas, cada una de las cuales tiene un dominio y
un deber.
FIGURA 26
Este estudio es difícil: he visto un unicornio que, enfrentado al peligro, parece crecer y robustecerse en
tamaño y musculatura. Parece no existir una forma definitiva a que la bestia se adhiera.
Dice Eugnostos: “Observa al Unicornio. Repara en su belleza. Cierra los ojos; vuelve a mirarlo. Lo que ves,
antes no estaba, y lo que estaba ya no está”.
Las aguas de la vida brotaron gracias a Assallam, el Penetrante, el Poderoso, el Primogénito. Y Asallam
engendró en su jardín a Ilvilon, el Piadoso, llamado el Amigo del Hombre, y después a Vata, que vendrá al alba
del Final de los Días. Y a Ohani, y a Kestevara, y a Abram, y a Isfendarmad, el que conoce la tiniebla.
De estos Siete Protectores desciende todo unicornio de las Siete Casas.
FIGURA 27
Los Avarim
Los hombres conocen especialmente, entre las Siete Casas, a los Avarim, porque son comunes en nuestro
mundo y quienes más se ocupan de nuestros asuntos.
Son los servidores de los dominios occidentes y se encargan de muchos menesteres curativos. Se acercan a
nosotros, los mortales invisibles, deslizándose en el límite de la vigilia. ¿Quién no ha gustado la presencia de
los Avarim? Es cálida certeza de gozo y deseo cordial, surgir del espíritu, caricia del aliento, aguda como la
pena, un momento frágil, olvidado o remitido a los sueños o a la poesía.
FIGURA 28
El Karkadam
¡Qué penetrantes y profundos, sus ojos! Son dos inquisidores negros, sin fondo, aunque azules tal los de su
raza.
También se los llama los Reém.
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FIGURA 29
Los Karkadam son los señores de la soledad y de las tierras desoladas. Nunca habitan largamente el mismo
sitio, pero vagan sin cesar, sin pausa, sin mancilla.
De estatura mayor que la de los Avarim, tienen la cabeza especialmente redondeada.
Los Nimbi
FIGURA 30
Los Nimbi son extremadamente veloces y nunca más altos que dos palmos.
Los Killina
De las Siete Casas, los menos comunes son los Killina. Muy rara vez los ha visto el hombre.
Gozan en incesante movimiento sin reposo; son muchas las tierras sujetas a su gobierno. Su naturaleza
secreta se manifiesta: despiden un fuego sagrado. Su enseña es un orgulloso cuerno de tan destellante
potencia que tiembla al límite de la visión humana y son muy pocos los ojos que lo han visto.
FIGURA 31
Su ministerio transcurre en este mundo entre los Reinos de Oriente, pero pocas veces necesitan inmiscuirse
en los asuntos de los hombres: sus apariciones son una advertencia de importancia: anuncian un gran rey o un
nacimiento de la mayor nobleza.
A los Killina corresponde la custodia de las Tres Sentencias Secretas, también llamadas los Secretos
Grandes, que sólo serán revelados al término de la edad presente.
[Un fragmento]
¡Venid! Él os llevará al Rey Pescador y donde el brillante Sol se alza sobre el dorado rocío y los suaves
campos que se extienden detrás de las murallas del mundo.
Mostrará los valles resplandecientes donde hallaréis el Cáliz de Oro y dejaréis atrás el Cáliz. Y os guiará a
través de la Desolación de las Aguas hasta donde moran los Siete Protectores.
Entonces deberéis en primer lugar [... 1
y nunca más puede [...]
ocultarse [...]
ni falso [...]
llegando a ser[...]
FIGURA 32
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regresa a los lugares llamados las moradas, donde puede descansar seguro. Morada puede ser tan sólo un
nido de aplastado heno oculto en altos pastizales o un lugar tupido en un declive oculto. También puede
crearse santuario en el centro de un ensortijado arbusto de rosas silvestres (sus flores favoritas), o buscar
refugio bajo siempre vivas siemprevivas cuyas largas ramas caen a tierra inevitablemente, a veces cerca de los
territorios de los hombres. Muchos han hallado así una morada sin saber verdaderamente lo que era.
También los arroyuelos los atraen y la fuente de los ríos. Pero prefiere esas cámaras secretas que la
naturaleza crea a veces tras las cataratas.
LA VISIÓN DE LAS CREATURAS es agudísima, pero no se la puede comparar con la de los halcones y otras
bestias de visión precisa, porque el Unicornio ve lo que no ve ninguna creatura.
Todos los unicornios se inmovilizan al alba y contemplan el Sol naciente; quizás sea un modo de orar. El
Unicornio, por otra parte, puede mirar sin pestañear el Sol del mediodía. Ignoro lo que ve o lo que sucede en
ese instante. Sólo sé que su vista no se daña con lo que cegaría a los hombres.
FIGURA 33
Su oído
Alli donde el Unicornio ha comido de un árbol vivente, las ramas se llenarán de frutos aun más abundantes
ESTE MUNDO ES MUY bueno. Se lo ha dotado de cambiante clima, las estaciones se suceden en perfecto
orden, de modo que cada fruto y grano madure sucesivamente.
¿Acaso las creaturas que alientan no comparten la abundancia? Maravilla que el Unicornio se prive de comer
y sin embargo parezca tan fuerte y armonioso. ¡Parece extraer su alimento fuera de las murallas de este
mundo!
Esto nos permite apreciar que su lazo con la sangre es menor que el de otros animales, y que su cuerpo no
es como el nuestro. Y aunque podemos declarar con justicia que posee forma espiritual, no es menos exacto
afirmar que tiene cuerpo. Porque a veces comparte los mismos alimentos que comen otras bestias, y come con
idéntico entusiasmo.
Pero el Unicornio no roba, y cuando quiere comer acude sólo a los frutos y granos ya maduros que la
Naturaleza abundante le ofrece libremente. Y cuando éstos son escasos, he visto al Unicornio tomar
delicadamente las más tiernas hojas de algún árbol.
Sólo el agua en movimiento le sirve para calmar la sed.
El Unicornio se distingue en muchos aspectos de los otros animales, y también por su modo de comer.
Porque nunca inclina la testuz para comer de la tierra, sino que se alimenta sólo de las ramas colgantes, de los
tallos oscilantes, y muy de vez en vez de la mano de algún mortal que ya conoce bien. Tampoco beberá de un
arroyo o una fuente, pero siempre busca las caídas de agua; allí bebe con la cabeza alta.
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El Unicornio y su Combate
LAS MAYORES BESTIAS comparten un ciego y arrogante salvajismo; a veces intentan asaltar al Unicornio.
Nunca huye: esta bestia mística no se deja sorprender así sin más y ningún animal logra engañarla. Entonces
su pacífico talante se transforma en cólera mortal, y su ataque velocísimo y exacto desalienta a las más
atrevidas creaturas de este mundo. El Unicornio no mengua en furia terrorífica hasta que el adversario se
arrepiente o yace muerto.
Cae en la batalla como brillante llamarada sobre su oponente. Sus despiadadas pezuñas son veloces y
precisas. Pero el Cuerno es instrumento de salud y de conocimiento; jamás lo emplea en mortal combate, a
menos que la sangre lo recubra.
FIGURA 34
La Tempestad
EL UNICORNIO EXULTA EN LA tormenta y desafía relámpagos; casi nunca busca abrigo porque estos
despliegues brutos de potencia natural son pálidos remedo de la fuerza vibrante de su nacimiento.
TODOS LOS ANIMALES LO aman; es la más afectuosa de las bestias A pesar de su mente superior y
naturaleza trascendente, sigue siendo hermano mayor entre los suyos; su mera presencia les despierta un
recuerdo vago de su propia índole más alta, de su ser por creación divina.
...[Cada] animal emplea algún lenguaje rudimentario del sonido o movimiento, y el Unicornio parece dominar
rápidamente cualquier señal que encuentra.
EL UNICORNIO SE solaza con la lengua del Hombre, lo escucha desde lejos. Pero en sus palabras no
encuentra nada utilizable para la contemplación; las palabras sólo le parecen ejercicios triviales con que el
Hombre ostenta su inteligente plumaje mental.
Su mente es distinta. De percepción e inteligencia más agudas, carece de poder para hondas abstracciones.
También especular y discutir le son ajenos. Piensa, en cambio, a partir de las cosas naturales, que se revelan
totalmente a su visión pura. Muchos contrarios se resuelven solos en esa mentalidad instintiva, provocando
interminables pautas y variaciones reiteradas, como armonías musicales entre tonos por otra parte disonantes.
Si bien Hombre y Unicornio poseen tan distintas inclinaciones, podemos, no obstante, hablar con él. ¿Cómo,
si no, podría yo hablar de tan arcanos misterios?
He podido apreciar con qué facilidad el Unicornio puede disponer su mente sobre los pensamientos de un
hombre o de una doncella y discernir los secretos allí ocultos... Y, en la delicadeza del hombre, algunos
mortales consiguen captar los sutiles movimientos del pensar del Unicornio y, entregándose poco a poco a sus
suaves corrientes, alcanzan a ver en el santuario de su más interior inteligencia.
De los sueños
EL UNICORNIO POSEE una virtud singular: puede ingresar en nuestros sueños y ahí hablamos.
Atiende entonces, oh soñador, cuando el Unicornio se te aparezca. Aunque su palabra diferente de todas las
del hombre, podrás comprenderlo.
FIGURA 35
EL UNICORNIO ES LA MÁS discreta de las creaturas. Sus actos conciernen a muy pocos, y sus pasos son
tan leves que sus idas y venidas apenas se advierten. La mayoría de nosotros no repara en la inmediatez con
que nos sigue.
Pero queda el periadham, extraño y adecuado objeto. Claro y esférico como cristal, de tamaño no mayor que
un guijarro. Es suave, pero de forma imperfecta, como algo natural. Si hallas tal cosa, sabes que ha pasado el
Unicornio: deja esas señales para quienes saben.
El Unicornio no ha dicho nada sobre su sustancia o formación; debo especular. Quizás sean perlas de los
ríos, condensadas de las aguas límpidas de su distante mundo. O pueden ser (me arriesgo a lo vulgar) nada
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más que excrementos del animal místico.
FIGURA 36
FIGURA 37
Otros signos
Siempre existió la hermandad secreta de los que gozan de la amistad del Unicornio; hoy son muy pocos. Para
ayudarlos en la búsqueda, la hermandad continúa una antigua costumbre. Cada vez que ve un Unicornio o
halla un periadham, señala el sitio con un montículo de piedras, hábilmente dispuestas de mayor a menor como
aquí muestro. También he visto espirales dibujadas en la arena, y una vez lo mismo sobre un muro.
Si hallas tal señal, bien puedes temblar y saber que no estás solo.
FIGURA 38
FIGURA 39
De las Doncellas
ENTRE EL UNICORNIO Y LAS DONCELLAS HAY UN lazo secreto que los hombres no conocen.
Pues los hombres se maravillan ante el Unicornio, su vista les llena de reverencia, o temor, y hasta de místico
deseo. Pero en las mujeres el Unicornio provoca sólo la simple ternura propia de su índole; por ella el Unicornio
siente una atracción semejante a la de las abejas por la fragancia de las flores.
¡Y hay un hermoso misterio en esta atracción! El Unicornio gradualmente renuncia a su soledad y se
convierte, si así puedo decirlo, en mimado de la doncella, en niño inocente que se somete confiado a las
suaves caricias de una madre.
La Doncella, por su parte, cobra conciencia del poder divino que sustenta todo lo viviente, y en ello reconoce
algo nada ajeno a su naturaleza misma.
Cualquier mujer puede tener acceso a esta amistad: ni años ni estado son límites, y sólo basta la castidad del
corazón. Porque la creatura no exige que ella no haya conocido el tacto de los hombres, pero sólo que ningún
ansia destemplada de ese tacto le haya cerrado la mirada interior ni volcado en deseo hambriento de los
placeres de este mundo. Pues el Unicornio vive en el límite de nuestra dimensión, y quienes se entregan a los
goces visibles nunca podrán seguirle; pero si los de corazón abierto y confiado.
Y las mujeres carecen de esa sed de dominio sobre los demás que posee continuamente a los hombres. Los
que ansían el dominio no suelen tolerar el ser guiados. ¿Cómo van entonces a elegir un guía que les señale el
camino?
Conócete a ti mismo, hermano: ¿Eres tan sabio como te jactas de ser? Quien desea guiar debe aprender a
ser discípulo,
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De la Amistad del Unicornio con una raza Antigua
FIGURA 40
EL HOMBRE SE CREE LIBREMENTE un hombre; dirá ser ganadero o comerciante, monje o príncipe según su
sitio. Pero ningún ciervo se detuvo nunca y pensó “soy un ciervo”; tampoco el Unicornio. Porque su mente libre
no forja pensamientos en esos moldes inertes del hábito y las circunstancias. Sabe en cambio que es espíritu,
que se alimenta como el Unicornio.
Da a conocer su libertad mediante un natural desconcertante que contiene y une los opuestos, y se altera tan
abruptamente como el trueno y el relámpago.
Una vez contemplé a nuestro Unicornio y le vi amable y dócil, dulce como un cordero. Estaba jugando en el
césped con dos niños de un pastor, ambos de dos o tres años de edad. De súbito, como quien oye un llamado
muy distante, saltó a un lado, temblando, alerta. Con los modales de un tigre a quien persiguen temibles
fuerzas, huyó de nuestra vista.
Dónde fue y por qué, nadie lo sabrá jamás. Pero no pasaron muchos minutos antes que regresara dando
saltos, jadeante y con los ojos ardientes como si hubiera corrido todo el día. Tan feroz y salvaje era su aspecto
que vacilamos antes de acercarnos.
Pero ante nuestra vista pareció calmarse, y otra vez se inclinó entre los niños, dócil y gentil.
Más lo observo, y más me conmueve y maravilla el Unicornio, tan diversos e imprevisibles son sus hechos y
costumbres. En verdad sólo es constante en su mutabilidad. Por esto se lo llama Anasses Duses; es decir, el
que está más allá de las Leyes, el que no está obligado por las coherencias que gobiernan a los hombres
mortales.
FIGURA 41
EL UNICORNIO SE BASTA A SÍ MISMO espiritualmente y no se mezcla con sus semejantes sin que medie
alguna razón; prefiere la dignidad del solitario. Pero cuando surge una gran necesidad, los más antiguos
unicornios se reúnen, no obligados, de mutuo acuerdo, en algún lugar remoto, alto risco o secreto claro del
bosque. Y allí celebran su concilio.
Mientras en la tierra los hombres descansan y duermen, los unicornios se quedan allí inmóviles, bañados por
la luz de las estrellas. No usan de lenguaje, carecen de toda prisa, se miran a la mente y recorren con el
pensamiento todas las edades hasta la raíz misma del Tiempo cuando la Tierra era nueva. Restaurado
entonces el estado originario, los unicornios renuevan la antigua alianza con el Hombre y confirman su fe en el
Santo único.
Entonces empieza la Memoria Grande y se evocan largas historias de las edades idas; y el concilio se
maravilla de que las cosas hayan adoptado finalmente las formas prefiguradas cuando su nacimiento. Por fin
llegan a las preguntas de la hora presente, y disciernen las necesidades a satisfacer de las que pueden
posponerse.
Por último, apenas la aurora enrojece los cerros, los unicornios, ya en completa armonía unificados,
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concentran la mente en el Fin del Tiempo.
Así me lo enseñaron, pues el Unicornio me quitó el pensamiento inferior y me mostró, a mí solo entre los
hombres, el modo como los unicornios se concilian.
EL GENTIL Unicornio también ha conocido el vacío de los ecos, y es por eso un ser salvaje e indomable.
Nunca se dejará domar o conducir. No tolera bridas doradas ni aperos de seda.
¿Quién puede entonces montar la resplandeciente bestia? Pues si es servidor del Hombre, no es nuestro
sirviente; el peso de un jinete lo ofendería.
Pero se ha dicho: “Quien domina el viento puede montar el Unicornio”. Y: “El Unicornio sólo tolera a quien
calma los mares y serena la tormenta”.
Pero cuando los unicornios se retiran en silencioso concilio y dejan avanzar su pensamiento hasta las
fronteras mismas del tiempo, alcanzan a ver el regreso de aquel que volverá glorioso blandiendo una llameante
espada y cabalgando un corcel muy blanco, en cuya frente se yergue un cuerno tan brillante que impide la
visión de los ojos mortales.
FIGURA 42
TANTA HUMILDAD ME INFUNDIÓ EL Unicornio que sentí que mi saber era prisión. De un modo
sorprendente me traspasó muchas imágenes de esas dimensiones más brillantes que conoce tanto.
Pero el sabor de los frutos no se aprecia con la mirada y padecí largas ansiedades; quería caminar por esas
tierras por mí mismo. El Unicornio no se me presentó durante un tiempo y confesé mi deseo al bendito
Eugnostos.
“Deberás hallar la Selva de Brocileande”, díjo.
(Pero yo no conocía ese lugar.)
“Ve tú mismo al espeso bosque que hay entre los dos cerros gemelos”, me indicó, “y espera hasta la hora que
ni es día ni es noche. Allí está la entrada, ¿acaso no lo sabías?
Era tan enorme mi decisión que durante dos días estuve ayunando y orando sin moverme del sitio, y alerta
siempre al alba y al crepúsculo. Al principio del tercer día cuando el Sol aún se ocultaba tras las colinas del
Este, se alzó una suave brisa desde algún sitio impreciso. El Unicornio salió directamente desde la oscuridad
bajo los árboles y con una inclinación de la cabeza me indicó que lo siguiera.
Penetramos en los arbustos; estaba muy oscuro y no podía ver el camino. Pero miró hacia atrás y supe que
debía aferrarme de su cola; lo hice con fuerza. La creatura avanzó sólo unos pasos más y saltó de un modo
que casi me lanza a tierra; continuó con tanta rapidez que temía tropezar o romperme la cabeza contra algún
ramaje bajo. Afortunadamente pude arreglármelas y mantener el equilibrio.
Con ese ritmo tan rápido de marcha debiéramos haber emergido muy pronto al otro extremo del bosque.
Pero por todas partes los árboles parecían crecer en dimensiones y en edad. La luz se volvió menos tenue;
resonó un extraño sonido atronador. El Unicornio detuvo la marcha, y me hallé, asombrado, en una antigua
selva venerable que antes jamás viera.
Solté la cola, el Unicornio me miró de un modo que tranquilizaba el corazón. Seguimos avanzando cierto
trecho; llegamos junto a una poderosa encina donde el sendero se dividía a la derecha y a la izquierda. Hizo
otra pausa el Unicornio, como si esperara una decisión mía. La izquierda parecía esparcir un aire de misterio,
de secretos oscuros. Avancé audazmente por ese costado y el Unicornio me siguió.
FIGURA 43
Muy pronto los árboles se volvieron curvos, de fantástica apariencia. Abajo se alzaban rocas que me llamaron
la mente hasta que creí estar de veras entre los héroes antiguos. Me inundaba una insólita vitalidad. Cada
nervio se me estremecía con ideas de hazañas grandes y temibles; fui guerrero audaz, avancé de cara a mi
Destino.
Oscuro y húmedo era el aire. Curvado en medio de un pantano neblinoso, el sendero se contrajo en una cinta
de suaves piedras negras.Y de súbito vía y selva desaparecieron.
Ante mis ojos se alzaba un alto farallón cortado por una fisura estrecha y negra. Las rocas se veían
peculiarmente trabajadas, como si antiguas runas allí hubieran esculpido. Miraba hacia el corazón de la
montaña cuando una voz muy suave habló desde dentro del desfiladero, diciendo: "¡Magnalucius!'. Pareció un
suspiro, íntimo y cercano, pero frío como piedra; parecía culta y sumamente razonable, diciendo palabras del
máximo interés e incitándome a seguir.
Estuve a punto de obedecer. No obstante mis piernas se negaban a moverse y temblaban tanto que casi no
conseguía sostenerme. El Unicornio me tocó suavemente. Me volví y escapé de esa morada triste; miré atrás
una sola vez. Y en el desfiladero pétreo percibí dos ojos espantosos sitos en una árida cabeza.
Me detuve cuando regresamos a la enorme y digna encina, y empecé a comprender que estuve por caer en
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el cubil de un dragón. Pero advertí que el Unicornio caminaba ya por el sendero diestro, aparté esas imágenes
y lo seguí de prisa.
Este sendero era verde, de musgo suave, salpicado de leves flores. Mis pasos sobre él parecían bastos y
groseros. Me quité entonces las sandalias y las dejé a un costado. Pronto ingresamos en un espacio de altos y
graciosos árboles, para mí desconocidos. Sus ramas eran finas y pulidas, de ensortijado follaje verde plata. Se
me aligeró el corazón con el sonido de vertientes y con el dulce llamado de infinidad de pájaros. Descendió
sobre mí paz y gran certeza; advertí que se cumpliría mi destino. No necesitaba más; sólo debía seguir al
audaz cuerno brillante y no preguntarme adónde me llevaba.
FIGURA 44
No sé cuánto tiempo recorrimos ese amable sendero sombrío; tenía el corazón repleto, no hubo incidente
alguno y el tiempo pasó como entre sueños. Por fin cesó la selva y nos hallamos en la cima de un alto
precipicio. Allá abajo se extendía una acogedora tierra adornada de primaverales esplendores, el Sol brillaba
tan gloriosamente que cada detalle quedaba por completo manifiesto: los objetos más lejanos igual que los
más próximos.
La vista era amplia y vasta; pero al mismo tiempo todo parecía pequeño y apreciable, como si pudiera
abrazarlo todo. Mi alma exultaba con silenciosa admiración ante tanta maravilla, y no era la menor la que
relato: Ese paisaje parecía ser yo mismo. Y los ojos se me llenaban de lágrimas como los de quien vuelve a
casa después de prolongados viajes invernales.
Ansiaba hallar camino seguro para bajar el peligroso declive. Pero no se me concedió permanecer más
tiempo: el Unicornio me condujo por donde habíamos venido. Le seguí con reticencia hasta que los árboles
fueron familiares y emergimos de la fronda junto a las colinas gemelas. Y el Sol aún permanecía oculto tras la
cresta oriental de nuestro mundo.
Volvió el Unicornio a entrar entre los árboles; pero yo sabía que ninguna búsqueda habitual podría hallarle.
Me senté a esperar la luz del día, triste y alegre, pensando. Pero había entrevisto la maravillosa dimensión,
visto más allá de la Selva de Brocileande y nunca más hallaría satisfacción en este mundo.
De la Hermandad Secreta
MI COMPRENSIÓN DEL unicornio se ahondaba, y a mi corazón entraban muchas cosas que antes escaparan
a mi conciencia. Y ésta es una: entre nosotros caminan muchos hombres y mujeres que gozan en secreto de la
compañía de la Sagrada Bestia.
Suelen ser vagabundos, o gente de condición sencilla. De ojos soñadores, siempre amables, algo
vergonzosos, se cuidan muy poco de las cosas de este mundo.
Uno de ellos, y me sorprendió saberlo, es Taddeo, que a menudo se acerca a nuestra puerta. Siempre había
considerado algo extraño a este viajero, irreverente, pero ordinario comerciante al cabo.
Pero ahora lo conozco de otro modo: vaya donde vayan sus huellas, no muy lejos hay un Unicornio. Los dos
están ligados uno al otro de una manera que no he podido comprender.
EN EL CUERNO RESIDE LA HISTORIA TOTAL DEL UNICORNIO. Su forma es una espiral: las dos mitades, o
flautas, se enlazan entre sí. En su juventud -o como mida el tiempo el Unicornio- el aspecto del Cuerno es
suave y simple. Las flautas, apretadas como hilos de una cuerda, manifiestan cierta energía vibrante y
compacta.
A medida que el Unicornio va viviendo, el Cuerno experimenta una transformación notable; la espiral se
alarga retorciéndose sutilmente. Esto ilustra bien la índole viviente del Cuerno. En la plenitud de sus años, los
giros del cuerno de esta creatura son aún más relajados. Ya de edad muy avanzada, el Cuerno adquiere
surcos y grietas que son el grabado signo de las lecciones que ha experimentado.
El Unicornio parece considerar su Cuerno como el recipiente o el cauce de sus pensamientos, o quizás como
el órgano de un sentido ignoto.
FIGURA 45
La duración del Unicornio sobre la Tierra es mucho mayor que la del Hombre. Pero está sujeto, como todo lo
creado, al Tiempo, a la edad, a la final disolución.
Lo hermoso del Hombre está sujeto a decadencia: cada año deja su huella, hasta que el cuerpo mortal
termina en polvo. No así el Unicornio: los años incontables no afectan a su belleza: su crepúsculo es tan bello
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como su alborada. Pero cuando muere, al fin, perece todo y de una vez; ya no se lo ve en dimensión alguna
hasta el fin del Tiempo. Su partida deja, sin embargo, monumental recuerdo: su Cuerno, adamantino, cargado
de fuerza y virtud mortíferas.
Sólo de este modo se puede obtener un cuerno, pues no existe brazo fuerte ni red de brujería que pueda
arrancar el asta espiralada de su viviente dueño.
Así pues, de todos los aspectos del Unicornio el que más impresión causa en la mente del Hombre es el
cuerno, espiralado, solitario, grande y poderoso. Y así debe ser, pues el asta es su talismán y su marca
distintiva. En ella se concentra su fortaleza, sabiduría y sutil entendimiento. El Cuerno es exterior y visible, pero
también es la forma mística e inasible de esta creatura.
FIGURA 46
El Cuerno no está inclinado ni hacia atrás ni hacia adelante; recto, se alza directamente de la frente de la
creatura, poco más arriba de los ojos.
De tonalidad brillante y más blanca que la nieve, más suave que el marfil, vibra de vida, sin embargo, aún
más que la carne mortal; abriga sentidos de muy largo aliento. Ocupa al mismo tiempo ésta y otras
dimensiones, y por ello es capaz de penetrar cualquier sustancia.
En horas de peligro o de prolongada concentración, el cuerno puede exhalar cierto brillo o un suave
resplandor.
A 3 de marzo, Viernes
Eugnostos me llamó a su celda después de la comida de la mañana. Allí me presenté con unos pasteles de
anís, que sabía le gustaban.
Le encontré leyendo. El sol de la mañana caía sobre sus hombros ancianos; parecía tan transparente como
los antiguos pergaminos del libro. Me agradeció los pasteles y me dijo:
-No, son para ti. Le he perdido el gusto a las comidas dulces.
“Ha pasado un año -continuó- desde que el Unicornio se te mostrara por primera vez. Y en ese lapso te ha
revelado más que lo que ningún hermano ha sabido jamás. ¿Has terminado ya esos trabajos de pintor y dejado
esas labores de la pluma?
-Todavía no -le respondí, confundido.
-¡Pero basta ya! Hoy te quiero enseñar ciertos asuntos que la creatura suele reservarse. Atiende:
“Aunque son muchos los años del Unicornio, tienen no obstante un límite, pues cuanto existe en el Tiempo
debe el Tiempo deshacerlo. Pero cuando finalmente le llega la muerte, su forma externa no se corrompe. Tal
cual la madera entrega su fuerza a las llamas y sólo deja atrás las cenizas, así también el espíritu de la
creatura libera cuanto elemento alguna vez fue su vestido; el viento los esparce.
“Pero el Cuerno Espiralado permanece; soberano, adamantino, se transmuta a través de las edades en
diversas y ajenas formaciones.
-¿Entonces el Cuerno no es mera invención de vagabundos y villanos? -pregunté.
-¡A veces nacen de la verdad mentiras! -contestó Eugnostos-. En verdad el Cuerno no se parece a creatura
alguna de la Tierra: sirve de puente entre las distintas dimensiones. A él se le atribuyen fantásticos poderes; lo
cual tiene fundamento. Pero repara tú en que el mayor bien se consigue renunciando a cuanto el Cuerno puede
asegurar: así mente y corazón se purifican y se obtiene el paraíso. Rumores interesados han convertido sin
embargo al Cuerno en objeto de valor tal que hay quien está dispuesto a asesinar a Unicornio y obtenerlo.
Eugnostos extrajo entonces de su pecho algo que tenía protegido con una tela de damasco; desenvolvió el
objeto y lo sostuvo a la luz. Era un cuerno poderoso engastado en plata. Lo observamos en silencio; el mundo
pareció abrirse a otra dimensión del tiempo. Toda prisa se desvaneció. Se hizo lento el instante, nos fue
concedida la más lúcida visión del menor de los detalles. Oí la risa de Isabella en la cocina y el lento goteo de
una fuente en el campo distante.
-¿No te has preguntado -dijo Eugnostos finalmente- por qué el Unicornio se acerca tantas veces a nuestra
pequeña hermandad? Lo atrae la fuerza del Cuerno, y ahora mismo...
Mientras hablaba alcé la vista y vi un pequeño Unicornio (que no había visto antes) fuera de la ventana. Se
mantuvo allí un instante, posando la mirada en el Maestro, y se marchó en seguida.
FIGURA 47
La Profecía
del Cuerno verdadero
FIN
* * *
Este libro fue digitalizado para distribución libre y gratuita a través de la red
utilizando el software (O.C.R.) “OmniPage Pro Versión 11” y un scanner “Acer S2W”
Digitalización: Autor desconocido - Revisión y Edición Electrónica de Hernán.
Rosario - Argentina
10 de Abril 2004 – 21:51
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