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Eliminar el analfabetismo e introducir el gusto por la lectura debe ser, uno de los fines
de las políticas educativas de un país democrático.
Libro
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Para otros usos de este término, véanse Libro (anatomía) y Libro (álbum).
Libros.
Un libro (del latín liber, libri) es una obra impresa, manuscrita o pintada en una serie de hojas
de papel, pergamino, vitela u otro material, unidas por un lado (es decir, encuadernadas) y
protegidas con tapas, también llamadas cubiertas. Un libro puede tratar sobre cualquier tema.
Según la definición de la Unesco,1 un libro debe poseer veinticinco hojas mínimo (49 páginas),
pues de veinticuatro hojas sería un folleto y de una hasta cuatro páginas se consideran hojas
sueltas (en una o dos hojas).
También se llama "libro" a una obra de gran extensión publicada en varias unidades
independientes, llamados "tomos" o "volúmenes". Otras veces se llama también "libro" a cada
una de las partes de una obra, aunque físicamente se publiquen todas en un mismo volumen
(ejemplo: Libros de la Biblia).
Hoy en día, no obstante, esta definición no queda circunscrita al mundo impreso o de los
soportes físicos, dada la aparición y auge de los nuevos formatos documentales y
especialmente de la World Wide Web. El libro digital o libro electrónico, conocido como e-
book, está viendo incrementado su uso en el mundo del libro y en la práctica
profesional bibliotecaria y documental. Además, el libro también puede encontrarse en formato
audio, en cuyo caso se denomina audiolibro.
Índice
1Historia
o 1.1Comunicación oral y formas rudimentarias
o 1.2La escritura
o 1.3China
o 1.4Corea
o 1.5Egipto
o 1.6Grecia
o 1.7Roma
o 1.8Edad Media
2El libro antiguo
o 2.1El auge del libro
o 2.2La censura de libros
3Confección de un libro
4El libro electrónico
5El libro como indicador de celebridad
6Partes del libro
7Tipos de libros
8Véase también
9Referencias
o 9.1Bibliografía
10Enlaces externos
Historia[editar]
Artículo principal: Historia del libro
Libros antiguos en la biblioteca de MertonCollege (Universidad de Oxford, Reino Unido).
Desde los orígenes, la humanidad ha tenido que hacer frente a una cuestión fundamental: la
forma de preservar y transmitir su cultura, es decir, sus creencias y conocimientos, tanto en el
espacio como en el tiempo.
El planteamiento de esta cuestión supone: por un lado, determinar la forma de garantizar la
integridad intelectual del contenido de la obra y la conservación del soporte en el que fue
plasmada, y por otro, encontrar el medio por el cual se mantendrá inalterada la intención o
finalidad para la cual se concibió.
Los orígenes de la historia del libro se remontan a las primeras manifestaciones pictóricas de
nuestros antepasados, la pintura rupestre del hombre del paleolítico. Con un simbolismo,
posiblemente cargado de significados mágicos, estas pinturas muestran animales, cacerías y
otras escenas cotidianas del entorno natural del hombre antiguo, que trataba de dominar las
fuerzas adversas de la naturaleza capturando su esencia mediante su representación. Son el
más antiguo precedente de los primeros documentos impresos de que se tiene constancia.
Comunicación oral y formas rudimentarias[editar]
Las señales gestuales fueron la primera forma de expresar y transmitir mensajes. La palabra
hablada es la manera más antigua de contar historias. Mediante fórmulas de valor
mnemotécnico2 se estructuraban narraciones, que pasaban de generación en generación
como valiosa herencia cultural de los más diversos grupos humanos. Dichas reglas
mnemotécnicas ayudaban tanto a la memorización como a la difusión de los relatos. Es el
caso de los poemas homéricos, que han merecido valiosos estudios sobre el particular.
Posiblemente, gran parte de las tradiciones y leyendas han tenido semejante inicio. Esta
transmisión oral tenía el inconveniente de los «ruidos» que deformaban el mensaje. La
mayoría de las veces era el narrador (rapsoda, aeda, juglar) quien en función de sus intereses
la deformaba de una u otra forma.
La escritura[editar]
Cuando los sistemas de escritura fueron inventados en las antiguas civilizaciones, el hombre
utilizó diversos soportes de escritura: tablillas de arcilla, ostracon, placas de hueso o marfil,
tablas de madera, papiros, tablillas enceradas, planchas de plomo, pieles curtidas, etc.
La escritura fue el resultado de un proceso lento de evolución con diversos pasos: imágenes
que reproducían objetos cotidianos (pictografía); representación
mediante símbolos(ideografía); y la reproducción de sílabas y letras.
Los más antiguos vestigios de escritura se encuentran, hacia finales del IV milenio a. C., en
el Antiguo Egipto, con jeroglíficos, y la antigua Mesopotamia, mediante signos cuneiformes
(escritura cuneiforme; utilizaban una varilla con sección triangular, que al hendir en placas de
arcilla, dejaba una marca en forma de cuña). La usaron
los sumerios, acadios, asirios, hititas,persas, babilonios etc. La escritura egipcia, que perduró
más de tres milenios, mediante jeroglíficos, representaba ideas abstractas, objetos, palabras,
sílabas, letras y números. Evolucionó en las escrituras hierática y demótica. Otros pueblos,
como los hititas y los aztecas también tuvieron tipos propios de escritura.
China[editar]
La escritura china más antigua que se conoce son 50000 inscripciones sobre conchas de
tortuga que incorporan 4500 caracteres distintos, y data del 1400 a. C. en el yacimiento de
Xiaotun, en la provincia de Henan. Pero los primeros libros reconocibles de China
corresponden al siglo VI a. C., los jiance o jiandu, rollos de finas tiras de bambú o madera
grabados con tinta indeleble y atados con cordel. Estos textos servían principalmente a causas
institucionales , era la obra de funcionarios civiles o militares.3
Desde Confucio en adelante (551-479 a. C.) los libros se convirtieron en importantes
instrumentos de aprendizaje, se escribieron tratados de filosofía, medicina, astronomía y
cartografía.
En el período de los reinos combatientes (475-221 a. C.) La seda se usó mucho como soporte
para escribir. La tela era ligera, resistente al clima húmedo, absorbía bien la tinta y
proporcionaba al texto un fondo blanco, sin embargo era mucho más cara que el bambú, es
por esto que en ocasiones se hacía una copia en bambú antes de grabarse en seda los textos
importantes.
La invención del papel según la tradición china, se atribuye a un eunuco de la corte imperial
llamado CaiLin en el 105 d. C. Usando nuevos ingredientes (trapos viejos, cáñamo, corteza de
árbol y redes de pescar) creó un método de fabricación de papel muy similar al que se usa hoy
en día. Pero el papel tardó cientos de años en reemplazar al bambú y la seda, fue hasta
finales del siglo II d. C. que la corte imperial lo usó en cantidades importantes. Esta innovación
no se propagó fuera de China hasta el 610 d. C. aproximadamente, y alcanzó Europa a través
de España hasta el siglo XII.
A mediados del siglo VIII los chinos inventaron la impresión xilográfica, o el grabado en
madera, y la necesidad de reproducir un gran número de textos e imágenes budistas,
calendarios, manuales de adivinación y diccionarios promovió una rápida y temprana
propagación de la xilografía. El primer libro impreso chino que se ha encontrado es el Sutra
del diamante del 868 d. C.
Los impresores chinos crearon los tipos móviles hacia el siglo XI, el escritor chino Ch'enKua
(1030-1095) narra la historia de esta invención en su libro de cosas vistas y oídas (Mengshi
Pitan), según el escritor el herrero JenTsung de la dinastía de los Song del norte entre 1041-
1049 logró crear caracteres móviles, para esto utilizó arcilla endurecida al fuego sobre la cual
había grabado unos caracteres móviles que fijo sobre una plancha de hierro impregnada de
resina de pino, cera y cenizas. También se le atribuye la creación de una mesa giratoria para
guardar los caracteres, esta técnica se llamaba tipografía tablearia. Hacia el 1300 Wang-
Tcheng, un técnico agrónomo, emplazó la arcilla por madera de azufaifo, que era mucho más
dura. Pero este avance no revolucionó la imprenta hasta el punto que lo hizo Gutenberg en
Europa 400 años después. A diferencia de las lenguas europeas, el chino escrito requiere
miles de caracteres únicos, lo que hace mucho más eficaz los bloques de madera individuales
que los enormes conjuntos de tipos reutilizables. En contraste con el declive de las artes de
los escribas en occidente en los siglos que siguieron a la creación de la imprenta de tipos
móviles, la caligrafía china conservó su prestigio, era un arte. No obstante, a finales del siglo
XV, China había producido más libros que el resto del mundo junto.
Los árabes aprendieron la técnica para fabricar papel de sus contactos con China en el siglo
VIII, y este se introdujo en Europa en el siglo XII a través de la España musulmana.3
Corea[editar]
La obra xilográfica más antigua encontrada hasta nuestros días es el Dharani Sutra de Corea,
datado en el 751 a. C., aunque no se sabe quién fue el inventor de la xilografía los chinos y
coreanos fueron los que impulsaron la impresión xilográfica, principalmente para editar textos
religiosos. El budismo chino y coreano fue el vehículo que trasmitió la xilografía a Japón. Pero
Corea realizó muchos otros avances que revolucionaron la manera de imprimir y en
consecuencia el libro.
Entre 1234 y 1239 los coreanos que se habían refugiado en la isla de Gwanghwa, debido a la
invasión mongol, no disponían de madera dura fue entonces que imprimieron 28 ejemplares
de los 50 volúmenes del Gogeumsangjeong ye mun con caracteres móviles metálicos. La obra
del año 1239 describe el método utilizado y termina diciendo: impreso para la eternidad con
caracteres de nueva fabricación. Más tarde el rey Taejong puso en funcionamiento un taller
que contribuía a la difusión de la escritura y en 1403, el tercer año de su reinado, se
restableció la fundición nacional, el Jujaso, donde se fabricaban caracteres móviles de
imprenta, realizó la primera fundición de tipos móviles en bronce. Cabe señalar que la
invención de la tipografía coreana es de primordial importancia para la religión,
particularmente el budismo, el confucionismo, y el taoísmo.4
Durante el reinado del tercer hijo de Taejong, Sejong aumentó el número de centros
dedicados a la enseñanza. En la capital existían cuatro escuelas, un colegio para el pueblo y
una escuela para la familia real y sus parientes. El libro se convirtió en la herramienta
primordial de los esfuerzos de alfabetización que, incluso llegaron a las provincias y pueblos
lejanos. Los niños varones tenían que seguir las clases que les inculcaban las nociones
básicas como la escritura y la lectura.
Los caracteres fueron mejorando con el tiempo, buscaban una forma más cuadrada y más
regular que los precedentes, facilitando así la composición. Durante la invasión japonesa
(1592-1598) un general japonés llevó caracteres móviles y libros a Japón, así Japón pudo
desarrollar su imprenta, en cambio, la imprenta coreana retrocedió a partir de ese momento,
se volvió a la madera para la fabricación de tipos móviles y cada la producción de libros
decayó.5
Sin duda alguna la dinastía Joseon fue el gran periodo para los libros coreanos, se sabe de 32
fundiciones de caracteres móviles metálicos y más de 350 modelos diferentes. A pesar de las
dificultades Corea supo desarrollar e incluso exportar sus técnicas de imprenta. China no
utilizó caracteres móviles hasta finales del siglo XV, en 1490, por su parte, Japón adoptó la
técnica tipográfica coreana a finales del siglo XVI en 1592.
Egipto[editar]
Egipto creó el papiro y lo exportó a todo el mediterráneo, se usaba para plasmar textos en
Egipto, Grecia y Roma. La fabricación del papiro era complicada y dado que las láminas de
papiro estaban hechas de dos capas superpuestas, por cada cara discurría una veta distinta,
de ahí que se denomine recto donde el grano discurría de forma horizontal y verso en donde
el grano discurría en vertical, sin embargo solo se escribía en la cara interna que era la más
lisa. Las láminas se pegaban para hacer un rollo.
A partir del siglo I d. C. El pergamino comenzó a competir con el papiro, se cree que surgió en
Pérgamo, en la actual Turquía. El pergamino tenía la ventaja de resistir condiciones de
humedad, era más duradero y podía doblarse sin romperse, también podía rasparse para
limpiarlo y ser reutilizado.
Es muy poco lo que se conoce de las bibliotecas egipcias, un pequeño testimonio es el templo
de Horus, donde en uno de los muros están los títulos de 37 libros que eran parte de las
bibliotecas.6
Grecia[editar]
La escritura alfabética hizo más accesible la lectura y la escritura. El alfabeto griego se
desarrolló en el siglo VI y V a. C., era puramente fonético a diferencia de los ideogramas
chinos, un erudito chino podía dedicar toda su vida a dominar miles de caracteres, en
comparación, el alfabeto griego podía aprenderse en unos días. El uso de la escritura se
incrementó en Atenas hacia el siglo V a. C.7
En relación con el uso de la escritura y de los libros, se conocían entre los griegos los oficios
siguientes:
Antes de la invención de la imprenta era muy costosa la adquisición de una obra importante y
se vendía lo mismo que una heredad o casa, por medio de escritura pública y bajo
condiciones particulares. Los historiadores citan muchos ejemplos de lo escasos que eran en
la edad media los libros y de lo caros que se vendían en Europa. Saint-Loup, abad de
Ferrleres, envió dos de sus monjes a Italia el año 855, con el solo objeto de sacar una copia
del Tratado de la Oratoria de Cicerón y de algunos otros libros latinos, de los cuales no poseía
sino algunos fragmentos. En el siglo XII ejemplar de la Biblia y otro de las cartas de San
Jerónimo eran poseídos en común por varios monasterios de España, que se servían de ellos
simultáneamente. El abate Lebeuf menciona una colección de homilías por las cuales se
dieron en Bretaña, en el siglo XI, 2.000 carneros y tres moyos de grano. La copia de los
manuscritos se hacia entonces con tanta pausa y lentitud, que una copia de la Biblia sacada
en cinco meses se consideró como un prodigio de velocidad. Habiendo legado un particular en
1406 a una iglesia de Parts, un breviario para el uso de sus capellanes y para los sacerdotes
pobres, se resolvió a fin de conservar tan preciosa alhaja y de cumplir al mismo tiempo los
deseos del testador, encerrarlo en una caja de hierro. En el siglo XV todavía no se prestaban
los libros sino con muchas garantías y seguridades.
Con el fin de que las obras se conservaran y reprodujeran, se acostumbraba en algunos
monasterios a que cada novicio copiara antes de profesar el libro que el superior le señalaba a
cuya costumbre debemos muchos libros preciosos de la antigüedad, que sin esta medida no
habrían llegado basta nosotros. Los monasterios contribuyeron con este y otros medios a la
conservación de muchos escritos y documentos preciosos que se salvaron, en medio de la
borrasca universal de la Edad Media, en aquellos monasterios donde se refugiaron y
encontraron acogida las ciencias y las letras.8
Una especialista de la UCA afirma que conservar los libros en buen estado no sólo tiene un
sentido utilitario, sino que ellos comunican a través del tiempo. Consejos para su cuidado y
preservación.
La preservación y conservación de libros tiene un sentido mucho más profundo que el meramente
utilitario. Cuidamos nuestros libros para que su uso rinda más, pero sobre todo br / porque
nuestro devenir cultural es inseparable de ellos: nos comunican a través del tiempo.
¿Cuáles son sus enemigos y de qué manera podemos conservarlos? Soledad Lago, Coordinadora de
Bibliotecas de la Universidad Católica Argentina (UCA), ofrece respuestas, consejos y soluciones.
"Cada vez que se daña un disquete, un CD o un disco rígido, y se pierden masivamente datos,
reflexiono sobre la precariedad de los soportes tecnológicos actuales y no puedo evitar la
comparación con el papiro Derveni, que data del siglo cuarto antes de Cristo y se conserva en el
Museo Arqueológico de Tesalonia. ¡Qué noble y perdurable soporte ha sido y es el papel en la
historia humana!
El libro es una cápsula de tiempo que enviamos al futuro como legado cultural y testimonio de
nuestro paso por el mundo. Quienes estudien nuestros libros dentro de unos siglos descubrirán en
ellos mucho más que su mero contenido. Los materiales y las técnicas con los que fueron
producidos, las evidencias de su manipulación y traslados, serán información preciada para los
arqueólogos del futuro. Por eso es el deber de nuestras bibliotecas cuidarlos y preservarlos de la
mejor manera posible.
A veces, los lectores que más aman los libros cometen agresiones involuntarias. El uso de cinta
adhesiva para reparar un libro, por ejemplo, es fatal por el contenido de ácido de tales
adhesivos.
Uno de los más poderosos enemigos del libro es la acidez, que los consume lenta pero
inexorablemente. Desgraciadamente, la elaboración de papel en los últimos dos siglos hizo uso
intensivo de ácidos.
Por eso, los conservadores echan mano de envoltorios químicamente estables, cartulinas neutras,
e interfoliados antiácidos para su preservación. Las restauraciones hechas sin criterio, por otro
lado, pueden pecar de intrusivas y destruir aspectos de la confección original del libro que
constituyen datos valiosos para el historiador del futuro.
Los elementos y técnicas del moderno experto conservador pueden llegar a ser fascinantes. Para
reparar y conservar las colecciones especiales de nuestra Universidad, por ejemplo, se emplea
papel completamente transparente y flexible, fabricado en Japón, y se acondicionan salas
exclusivas con temperatura y humedad controladas y sin luz excesiva se establecen cuarentenas y
se realizan laboriosas limpiezas artesanales. Estos cuidados deben ser acompañados por rutinas
de mantenimiento del edificio y de la colección. Aspiradoras, desinfectantes y cepillos diseñados
para la tarea completan el instrumental del equipo de conservación.
Otro aspecto para tener muy en cuenta a la hora de cuidar nuestros libros es la colocación en los
estantes. El libro debe estar en posición perfectamente vertical, y si requiere sostenes
adicionales para lograrlo, se lo debe apuntalar con sujetadores. Un libro que pierde su posición
vertical sufre una paulatina torsión que daña la encuadernación y produce finalmente roturas.
Las bibliotecas más serias ponen especial cuidado también en la elección de los anaqueles donde
reposan los libros: su material, solidez y pintura deben pasar todos los tests.
A la hora de sentarnos a leer, es recomendable evitar las situaciones que entrañen riesgos para el
libro, como el beber y el comer, y las posiciones insólitas de lectura. Hay que recordar que un
libro no debería abrirse nunca en un ángulo cercano a los 180°. Dejarlo abierto boca abajo, para
recordar por donde íbamos, es una pésima idea (¡y no hablemos de las fotocopiadoras!), porque
sus costuras y adhesivos se tensan o aflojan acelerando el desprendimiento de sus tapas y hojas.
Es bueno tener siempre presente la potencial perdurabilidad del objeto que tenemos en nuestras
manos recordar, por ejemplo, los dos mil cuatrocientos años que ha durado el papiro Derveni. Eso
nos ayudará a no maltratarlo y -sobre todo cuando es un libro de la biblioteca de la Universidad,
que debemos compartir con otros- a no rayarlo, ni incorporarle marcas personales.
Para una institución como la Universidad Católica Argentina (UCA), sensible a la continuidad de
su historia cultural, la tarea de cuidar el patrimonio bibliográfico es vital. La identidad de la
Universidad como fuente y reservorio de conocimiento está cifrada en su colección de libros.
Quien visite las bibliotecas de la UCA con espíritu nostálgico, podrá reconstruir el periplo
intelectual de la institución y consustanciarse con la continuidad de su identidad y sus principios.
Es evidente que la producción propia de la institución debe recibir un tratamiento que garantice
su transmisión a las generaciones futuras. Esto implica por un lado la digitalización y, por el otro,
la conservación de los originales. La Biblioteca Central ha asumido la responsabilidad de ambas
tareas, en consonancia con el rol que cumplen actualmente las bibliotecas de las universidades
más prestigiosas del mundo.
Es por eso que la preservación y conservación de libros tiene un sentido mucho más profundo que
el meramente utilitario. Cuidamos nuestros libros para que su uso rinda más, pero sobre todo los
cuidamos porque nuestro devenir cultural es inseparable de ellos. En los libros estamos nosotros,
nuestros mayores y quienes nos continúen, comunicándonos a través del tiempo.