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20/8/2018 Clase 10. Notas sobre el canon.

Clase 10. Notas sobre el canon.


M. Kohan

Sitio: FLACSO Virtual


Curso: Diploma Superior en Lectura, Escritura y Educación - Cohorte 14
Clase: Clase 10. Notas sobre el canon.
Impreso por: NADIA VANINA ISASA
Día: lunes, 20 de agosto de 2018, 09:47

Tabla de contenidos
Presentación
Introducción
I. Cómo se define un canon literario
II. Cómo se definieron los cánones nacionales en el pasado
III. Cómo incidir en el presente sobre la definición del canon
Cierre
Bibliografía citada
Cómo citar esta clase
Bibliografía obligatoria
Bibliografía optativa
Itinerarios de lectura

Presentación

En esta clase, Martín Kohan* nos propone una reflexión sobre el canon literario, uno de los puntos más álgidos en el campo de
lo cultural.

El canon literario resulta un tema que posee tintes propios cuando se trata de
pensarlo en el contexto educativo. La discusión de orden político-curricular que
puede rastrearse en la historia escolar de la enseñanza combina los ecos de los
debates sociales y culturales propios de cada época en torno a lo que se considera
legítimo dar a leer con los propósitos y sentidos dados a la lectura en el marco
escolar. Desde la definición de un canon contribuyente a la formación de una
identidad nacional -propia de la inaugural función de la escuela en el marco de los
proyectos educativos y políticos de fines del siglo XIX- pasando por la inclusión de
obras de la literatura infantil como un modo específico de pensar la lectura para los
alumnos -niños y adolescentes- hasta la cierta desorientación y quizás solitaria
decisión de los docentes sobre el qué dar a leer hoy en las escuelas.

Sin embargo es preciso considerar que, a veces, lo específico de esta discusión echa un manto de neutralidad sobre un tema
de particular relevancia: si consideramos que la delimitación del canon literario escolar supone una definición político-curricular,
la posición de los docentes frente a este tema no es menor en tanto implica formar lectores en relación con cierto corpus que
puede o no ser el que nosotros consideramos legítimo, valioso, relevante, necesario.

Considerar esa posición implica mirarnos como sujetos sociales insertos en un entramado político, económico, cultural e
institucional en el que se define, no sin disputas, lo que es considerado legítimo leer. Esto supone, entonces, revisarnos como
sujetos lectores -sujetos que leen, que tienen determinados gustos, que acceden a determinados libros, que no acceden a

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otros, que
20/8/2018 se guían por ciertos criterios y por ciertas fuentes a la10.
Clase hora desobre
Notas elegirlos, que recomiendan algunos títulos y otros no,
el canon.
que comparten y confrontan con otros en conversaciones sobre sus lecturas- atravesados por lógicas más generales,
representaciones heredadas y modos de apropiación diversos.

Este rasgo activo de intervención en la definición de un canon permite, también, vislumbrarnos como sujetos decisivos a la hora
de pensar la transmisión escolar de la cultura en la escuela y no sólo desde el área de la Lengua. Nos deja un margen
importante para participar en la disputa por aquello que se lee y cómo se lee en la escuela; una participación que demanda
responsabilidad y conocimiento.

Martín Kohan, entonces, nos ofrece un interesante análisis de este complejo entramado, brindándonos algunas pistas para
luego pensarnos en el juego de la definición de un canon literario escolar.

Introducción

La temática del canon literario toca un aspecto fundamental del trabajo de los docentes (pero también del trabajo de los
escritores, los críticos, los periodistas culturales, los bibliotecarios, los editores, los traductores, los sociólogos, etc.): en la
definición del canon se dirimen centralidades y periferias, valores y disvalores literarios, consagraciones y postergaciones,
pedestales y olvidos; también se determina qué literatura va a ser leída y qué literatura no va a ser leída, y de qué manera va a
ser leída la que sea leída (dentro de qué tradición, con qué categorías, con qué sentidos); en la definición del canon literario se
dirime también una manera de concebir una identidad (aquella a la que una determinada literatura puede interpelar; ya sea por
ejemplo la literatura latinoamericana, o la literatura judía, o la literatura argentina, o la literatura universal, etc.).

Cuando enseñamos literatura estamos interviniendo de hecho sobre estas cuestiones: las de qué leer y cómo leer. Cuestiones
que de alguna manera condensan todo lo que se juega en torno a la definición de un canon. Por supuesto que la enseñanza
formal de literatura es tan sólo una de las variables a tener en cuenta a la hora de considerar este problema. También cuenta, y
mucho, lo que se hace (o se deja de hacer) desde la crítica literaria, ya sea en su vertiente académica o en su vertiente
periodística; los rumbos que trazan las políticas editoriales (qué se publica o no se publica, qué se traduce o no se traduce, qué
libros se distribuyen y con qué alcances se efectúa esa distribución); el papel que juegan los medios de comunicación (qué se
publicita, qué se difunde y qué se posterga en un cono de sombras); la acción o la inacción de las políticas de Estado (por lo
pronto en lo atinente a la confección de los programas de estudio, pero también en lo que hace a regímenes de promoción
cultural, abastecimiento de bibliotecas públicas, etc.).

La tarea docente se desarrolla en este contexto y bajo estos condicionamientos. Pero no deja de ser un aspecto decisivo a la
hora de contemplar los procesos de conformación de un canon literario. La propuesta siguiente apunta por lo tanto a reflexionar
sobre los mecanismos de constitución del canon y las diferentes maneras de concebirlos, luego a una consideración de ciertos
procesos históricos en torno a la definición del canon, y por fin a una propuesta acerca de nuestra posición en el presente.

I. Cómo se define un canon literario

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Existen al
20/8/2018 menos dos modos de concebir lo que es el canon Claseliterario,
10. Notasdos criterios,
sobre el canon. que más que complementarse se oponen,
acerca de la manera en que un canon se integra a través del proceso histórico de su conformación. Uno de esos criterios ve en
los propios escritores, en su talento artístico personal y en el mérito objetivo de sus obras, el verdadero motor de la máquina de
valor y de prestigio por la que llega a definirse un canon. El otro criterio, en cambio, postula una serie de mediaciones
institucionales: diversas instancias de valoración que definen centros y periferias, inclusiones y exclusiones, más allá de lo que
pueda estar al alcance de los propios escritores o del poder que sus obras tendrían para imponerse por sí mismas.

Harold Bloom* es el representante más notorio del primer criterio de definición del canon. Para Bloom, el canon debe definirse
mediante valores específicamente literarios, sin admitir la injerencia de factores exteriores a la literatura. Bloom está
discutiendo con ciertas corrientes críticas, predominantes hoy en el medio académico norteamericano al que él pertenece, que
alientan en el canon la admisión de una pluralidad política y cultural, para que las minorías estén también representadas.

Bloom deplora estas sugerencias por considerarlas extrañas al valor literario, y a cambio sostiene muy categóricamente que es
sólo por la propia fuerza estética que se logra irrumpir en el canon. En contra de esa clase de propuestas que él concibe como
injerencias indebidas, Bloom establece que la historia de la literatura ha de verse como una historia de las relaciones entre los
escritores. De acuerdo con este enfoque, todo poeta está en relación dialéctica con otros poetas, ya que ninguno puede hablar
una lengua que esté libre de la que antes forjaron sus precursores. Un poeta escribe así contra los otros poetas, lucha con ellos
para encontrar su propia palabra y su propio lugar en la literatura. Un poeta lucha contra otro, su precursor, al que sufre como
tal, al que debe de alguna manera "corregir", desviar, leer "mal", "malinterpretar", para despejar así un lugar propio donde poder
situarse y situar la propia obra. Sólo los poetas fuertes imponen la angustia de su influencia, y sólo otros poetas fuertes son
capaces de luchar contra ella y superarla. De esa lucha, vale decir de ese transcurrir de la historia literaria, resulta el canon. Al
canon acceden los poetas fuertes, que prevalecen por la sola imposición de su calidad de escritores. El canon se compone de
las mejores obras, de los mejores autores; que son tales por haber podido resolver el peso de sus precursores y luego afligir
con un peso semejante a los autores que vienen después.

Como puede advertirse, la perspectiva de Bloom soslaya completamente, y premeditadamente, todo lo que pueda tener que
ver con las intervenciones de la crítica en la integración del canon (al menos bajo las reglas que Bloom admite como legítimas,
como no distorsivas, para integrarlo). De allí precisamente derivan buena parte de los reproches que las propuestas de Harold
Bloom han recibido. Bloom estaría pasando por alto, de acuerdo con estas objeciones, que el acceso al canon literario no
depende tan sólo de lo que los escritores hagan ni del valor que puedan alcanzar sus obras; porque, justamente, lo que desde
este cuestionamiento crítico se subraya es que no existe nada así como un valor estético dado, objetivo, trascendente,
manifiesto de por sí. Los valores literarios (esto es: lo que se tiene por bueno o por malo, lo que se consagra como central y lo
que se posterga al margen, lo que se hace ingresar al canon y lo que se excluye de él) se modifican históricamente, ya que son
establecidos y sancionados desde la institución literaria. Es la institución literaria en sus diversas articulaciones (la crítica
universitaria, la crítica periodística, la enseñanza formal de literatura, los premios literarios, las políticas de traducción, etc.) la
que, desde este punto de vista claramente opuesto al de Bloom, determina cuáles son los valores literarios, y por lo tanto qué
ha de entenderse por calidad estética. El canon se formaría entonces por medio de estas complejas operaciones de la
institución literaria, que al definir el valor define también los criterios de admisión del canon; y por ende, en última instancia,
quién podrá ingresar en él y quién no.

Estas dos maneras de entender la conformación del canon responden, por necesidad, a dos maneras bien distintas de concebir
la literatura, y es por eso que el estado de la cuestión que se traza en un caso y en el otro difieren sensiblemente. Si se adopta
el primer criterio, por ejemplo, el de Harold Bloom, se supondrá que el verdadero canon de la literatura existe objetiva y
manifiestamente (porque objetiva, y manifiesta, es la superioridad estética de determinadas obras); que son los escritores, en la
lucha que sostienen entre sí para desplazarse y darse un sitio, los que dirimen este orden de prestigios y jerarquías; y que los
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integrantes
20/8/2018 de la institución literaria (ya sean críticos, profesores,
Clase 10.traductores,
Notas sobre eletc.) no cumplen otra función que la de reconocer
canon.
y ratificar un orden de valores que detectan pero que no fundan. Sólo desde la perspectiva contraria a la de Bloom se les
concede un papel más decisivo a quienes escriben sobre literatura o enseñan literatura: sólo concibiendo a la institución
literaria como generadora de valores y disvalores se la puede reconocer como la verdadera productora del canon. Su función
ya no sería entonces tan sólo descriptiva, sino formativa; lo que hace es mucho más que reconocer un orden ya dado: lo que
hace es disponer ese orden y legitimarlo para que sea aceptado. En vez de limitarse a reconocer y a describir el estado de
cosas de la literatura, interviene sobre él y bien puede transformarlo.

El canon no le viene dado, aunque tantas veces así lo parezca, sino que es algo en lo que, con su práctica específica, puede
incidir. En lo referente al ámbito específico de la enseñanza, podría establecerse entonces: la escuela no sólo imparte el canon;
la escuela, además, canoniza.

II. Cómo se definieron los cánones nacionales en el pasado

Como no existe un solo canon, sino varios posibles, es preciso ajustar las consideraciones que se hagan al respecto al tipo de
canon del que se esté hablando. Harold Bloom es ambicioso: habla de un "canon occidental". También puede hablarse por
ejemplo de "clásicos universales"; o bien se puede, más acotadamente, establecer por ejemplo un canon de la vanguardia o un
canon de literatura realista. Entre estas variantes posibles, la definición de las literaturas nacionales ocupa un lugar más que
significativo: muy a menudo, trazar los límites del canon, y dentro de esos límites, los centros y las periferias, supone trazar los
límites, los centros y las periferias de la literatura de un determinado país (y a la vez, en la medida en que la literatura forma
parte de los dispositivos de definición de las identidades nacionales, por medio del canon literario detectamos qué clase de
definición de identidad se buscó, según las consagraciones y los relegamientos que se hayan instrumentado).

De esta manera puede percibirse la dimensión política de la definición de un canon literario: si con el canon tantas veces se
diseña una literatura nacional, y si este diseño siempre es parte de la más amplia construcción de una identidad nacional, la
disposición de un sistema de valores en la literatura, y con ello un régimen de inclusiones y exclusiones, puede llegar a
constituir, sin exageración, un "asunto de Estado". No tanto en estos tiempos, desde luego, no en los tiempos que nos han
tocado vivir, cuando la literatura parece estar interesando bastante poco. Pero si se piensa en la literatura del siglo XIX, que por
otra parte es cuando los Estados nacionales hispanoamericanos se organizaron y se consolidaron, resulta imposible separar el
proceso de definición del canon literario del ciclo histórico de la política. Las respectivas élites letradas cumplieron, en este
sentido, un papel fundamental, con auténticos gestos fundacionales, gestos que resolvieron un pasado y proyectaron un futuro.
Por algo, en el caso de la literatura argentina por ejemplo, casi todos los orígenes le pertenecen a la generación de 1837* (a
Domingo Faustino Sarmiento, el primer ensayo: Facundo, en 1845; a Esteban Echeverría, el primer cuento: El matadero,
escrito alrededor de 1840; a José Mármol, la primera novela: Amalia, de 1851); por algo la gauchesca fue validada
retrospectivamente, con la consagración de Martín Fierro como gran poema nacional por parte de Leopoldo Lugones* en 1912,
cuando la verdadera amenaza social ya no la encarnaban los gauchos sino los inmigrantes; por algo es en la amplitud de miras
del liberalismo de Ricardo Rojas* donde encontró la literatura argentina del siglo anterior su primera integración en una Historia
ciertamente abarcadora.

Claro que, con el surgimiento de la institución literaria, que es de por sí una instancia de autonomización, la incidencia del
orden de lo político deja de ser tan directa. La composición del canon de la literatura nacional va a ir siendo, en consecuencia,
cada vez más, un asunto propiamente literario. Esto no implica que las luchas se diriman únicamente entre escritores; pero sí
que transcurren en el interior de un campo literario* ya medianamente consolidado como tal. En ese campo, además de los
méritos y de las estrategias de cada escritor, se ve funcionar también los dispositivos validadores de la crítica literaria. No
puede decirse entonces que la definición del canon literario quede más allá del orden de lo político, porque la literatura misma
nunca se encuentra del todo más allá de ese orden. Pero queda claro, en todo caso, que con el afianzamiento de la institución
literaria la confección del canon de la literatura nacional es cada vez más una tarea efectuada desde la literatura misma. La
aparición de críticos (y antes, de escritores) profesionales, por ejemplo, o la fundación de una cátedra de literatura argentina en
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la también
20/8/2018 flamante Facultad de Filosofía y Letras, o la publicación de una
Clase 10. Notas historia
sobre de la literatura argentina como la de Ricardo
el canon.
Rojas, revelan ese proceso por el cual la institución literaria surge y se afianza (asegurando un cierto grado de autonomía,
aunque relativa, respecto de lo político).

Tales serían, entonces, los términos de la definición del canon literario ya en el siglo XX. Diversos factores pueden ir
articulándose, en coyunturas diversas, para que las posiciones literarias del canon se afiancen o se reformulen, dentro de ese
marco general que Pierre Bourdieu* definió en términos de un campo literario. No se trata solamente de las operaciones de la
crítica, aunque a veces ciertas operaciones de la crítica producen movimientos significativos en la conformación del canon: un
ejemplo en la literatura argentina sería la recolocación que los críticos de la revista Contorno* produjeron, hacia los años
cincuenta, con la literatura de Roberto Arlt (una literatura "mal" escrita, frente a una literatura "bien" escrita como la de Eduardo
Mallea*). También habría que tener en cuenta, por ejemplo, el efecto consagratorio de ciertos premios; para el caso el Premio
Nobel, como puede verse, por ejemplo, en el caso de Pablo Neruda en la literatura chilena o en el de Gabriel García Márquez
en la literatura colombiana. O bien se pueden tener en cuenta fenómenos tales como el boom* de la literatura latinoamericana
en los años sesenta, fuertemente ligado con un determinado horizonte estético (el realismo mágico), una determinada
identidad colectiva (una imagen de la identidad latinoamericana), una relación particular entre centros y periferias culturales (el
reconocimiento europeo de los autores latinoamericanos), el impulso de ciertos medios (como la revista Primera Plana*) y el
propio peso literario de los escritores (hay evidentemente grandes textos literarios en la producción del boom).

Queda claro que la definición de un canon literario no implica congelamientos definitivos: esa definición es histórica y
cambiante. La propia dinámica literaria ha hecho que la estética del boom cristalizara luego en meras fórmulas, como las que
emplea Isabel Allende por ejemplo, empobreciendo eso que alguna vez pudo tener un considerable impulso innovador. Y
también motiva reacciones de los nuevos escritores, que procuran liberarse del peso de aquellos "escritores fuertes" que los
han precedido; por esa razón, una antología de nuevos textos latinoamericanos, realizada por el chileno Alberto Fuguet, llevó
por título McOndo.

III. Cómo incidir en el presente sobre la definición del canon

La ubicación de Borges en la más plena centralidad del canon literario argentino está, desde luego, fuera de toda duda.
Explican esa ubicación distintos factores. Algunos de esos factores son los que postulaba Harold Bloom: la excelencia literaria
de Borges y la notable eficacia de sus estrategias respecto de sus precursores "fuertes". Pero hay otros factores, que son los
que Bloom olvidaba o quería olvidar: la legitimación de la crítica, de los premios obtenidos, de las traducciones en el exterior,
etc. El peso simbólico de la obra de Borges es tal que hay huellas de conjuración (explícitas o implícitas) en los textos de los
escritores que comienzan a publicar a fines de los años sesenta (Manuel Puig*, Juan José Saer*, Ricardo Piglia*) o algo
después (Fogwill).

El presente de la literatura argentina parece haberse aliviado, al menos relativamente, del peso de Borges: de la angustia de su
influencia. Ese "trauma" llega, en todo caso, ya a mediados de los años ochenta, que es justamente cuando Borges muere,
unido a las fórmulas de su eventual superación (porque se puede leer a Piglia en términos de un "qué se puede hacer con
Borges"; o a Puig en términos de un "qué se puede hacer fuera de Borges"; o se puede leer la reescritura de Borges por Fogwill
en Help a él; etc.). El presente de la literatura argentina no sería ya el post-Borges, sino lo que viene después del post-Borges.

Habría que considerar el caso de los "escritores fuertes" de otras literaturas nacionales: qué sucede entre los nuevos
narradores colombianos con Gabriel García Márquez, o qué sucede entre los nuevos narradores peruanos con Mario Vargas
Llosa, o qué sucede entre los nuevos narradores uruguayos con Juan Carlos Onetti, o qué sucede entre los nuevos narradores
paraguayos con Augusto Roa Bastos, o qué sucede entre los nuevos poetas chilenos con Pablo Neruda, o qué sucede entre
los nuevos escritores mexicanos con Octavio Paz. Allí comienzan a ordenarse nuevos nombres: Roberto Bolaño, Gonzalo
Contreras, Diamela Eltit, Mario Bellatin*, Amir Hamed (una enumeración evidentemente lista a ser aumentada y mejorada).

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Este presente
20/8/2018 resulta, como todos los presentes, difícil deClase
discernir en sobre
10. Notas cuanto a delinear un posible canon literario. La nitidez
el canon.
del canon, ya sea en lo que hace a sus consagraciones como en lo que hace a sus olvidos, es ante todo resultado del gesto
retrospectivo. Hoy podemos seguir más o menos claramente el desarrollo del proceso que hizo de Martín Fierro el poema
nacional argentino, resituando además a la gauchesca como género; hoy vemos claramente lo que no pasaba primero y
después pasó con Roberto Arlt; hoy vemos cómo declinó el otrora relumbrante Eduardo Mallea; hoy vemos la incontestable
centralidad de Borges. Hoy estamos particularmente atentos -lo cual resulta, hasta cierto punto, paradójico- a los excluidos del
canon, a los olvidados; precisamente porque la crítica literaria se ha aplicado con bastante constancia a trabajar sobre las
figuras de los no leídos (los relegados) o de los ilegibles (los que ofrecen una premeditada resistencia a los parámetros de
lectura existentes): Osvaldo Lamborghini, Juan Filloy, Néstor Perlongher*, Copi, Silvina Ocampo, Felisberto Hernández*, Pablo
Palacio, Juan Emar (todos ellos recientemente reeditados, además de haberse escrito libros enteramente consagrados a sus
obras).

Consagraciones, postergaciones, recuperaciones: la lógica del canon literario. La vemos funcionar con nitidez cuando se trata
del pasado: de cómo se definió el canon en el pasado. El presente es, sin embargo, por necesidad, más turbio, más confuso.
Las cosas están sucediendo todavía, sin que exista esa distancia histórica, por mínima que sea, que permitiría despejar
posiciones y corrimientos. El presente es magmático por definición. Pero habría que recuperar, en todo caso, para insistir con
ella, la premisa que quedaba establecida en la discusión con Harold Bloom: que la institución literaria (es decir, concretamente,
nosotros: los críticos, los docentes, los periodistas culturales, los jurados de premios, los editores, etc.) no sólo percibe y
caracteriza, sino que interviene. Nuestro presente literario no es tan sólo un campo de observación: es un campo de
intervención. Más que entrever en él un canon, más que percibir en él un canon, hay que producirlo: definir criterios de lectura y
de valor en el presente, diseñar en el presente un mapa de posiciones.

Algo más o menos claro parece estar definiéndose en la literatura argentina actual: la centralidad literaria de Juan José Saer
(su muerte reciente no hace más que corroborarlo). Un escritor no tan beneficiado por las "bondades" inmediatas del mercado,
encuentra su lugar central en el tiempo más largo de la apreciación crítica (porque nos detuvimos en la consideración de la
autonomía relativa del canon literario respecto de la política; pero no es menos crucial la cuestión de su mayor o menor
autonomía respecto del mercado). Hoy habría que plantearse qué es lo que viene y qué es lo que pasa después de Juan José
Saer (y sus contemporáneos).

La evidente originalidad de la literatura de César Aira alentó a que se lo percibiera como lo "nuevo". En efecto, era lo nuevo. Y
no es que su originalidad haya menguado; no ha menguado en absoluto. Pero al mismo tiempo es llamativo que se siga
considerando como "lo nuevo" a un escritor cuyo primer libro se publicó hace ya treinta años (Moreira, su primera publicación,
es de 1975). Habría que decir entonces: después de Aira, ¿qué? ¿Qué está pasando hoy (pero al decir "hoy" nos referimos a
los últimos veinte años) en la literatura argentina, por ejemplo? ¿Qué es lo que se ve y lo que se deja de ver en la literatura del
presente? ¿A cuántos de los libros publicados después de 1990, por ejemplo, les hemos concedido algún lugar entre los libros
con que enseñamos literatura o sobre los que practicamos la crítica literaria? Y más modestamente: ¿qué nombres, al menos,
nos "suenan"? ¿Y de dónde nos suenan? ¿Y por qué nos suenan ésos, y no otros?

Tal vez se puedan tomar estas preguntas como un punto de partida para pensar el estado de situación de la literatura actual, y
para pensar también nuestra propia actualidad de lectores, de críticos, de docentes, de investigadores. Es, después de todo,
nuestra posibilidad de intervenir en lo que alguna vez, en el futuro, y retrospectivamente, será el canon literario de este
presente en el que estamos ahora.
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Cierre

La cuestión del canon literario hasta aquí desarrollada, sin duda, nos interpela como lectores y como mediadores en la
transmisión de la cultura escrita. En este sentido, diversos hilos de discusión se abren para seguir pensando tanto sobre la
literatura hoy como sobre los modos de hacerle lugar en la escuela, con sentido. En otro sentido, esta clase nos ofrece un
sendero para inaugurar una discusión pendiente en la escuela: ¿puede construirse un canon de lecturas que, más allá de lo
literario, defina las lecturas necesarias en otras áreas de conocimiento?, ¿es posible un canon de lecturas escolares de otras
áreas de conocimiento?

Para seguir alimentando la reflexión sobre este tema les presentamos dos artículos como bibliografía obligatoria. El primero,
de Josefina Ludmer*, presenta una mirada particularmente interesante confirmando el carácter cambiante e inestable del
canon. En este sentido, Ludmer nos invita a buscar la contemporaneidad en las nuevas escrituras, en la literatura de la era del
fin de la autonomía de las disciplinas. Se trata de un lúcido análisis que postula el fin del pensamiento desde las lógicas de los
campos y plantea la crisis que afecta a los criterios de jerarquización cultural tradicionales. El segundo, de Facundo Nieto,
explora sobre la "paraliteratura juvenil".

Como bibliografía de lectura optativa les ofrecemos una entrevista al autor de la clase, que complementa su planteo. Luego,
una reflexión de María Dolores Duarte a propósito del canon escolar.

Bibliografía citada

AÑON, Valeria (ed.) (2004) Lo que sobra y lo que falta en los últimos veinte años de la literatura argentina. Buenos Aires,
Libros del Rojas.

BLOOM, Harold (1991) La angustia de las influencias. Caracas, Monte Ávila.

_____________ (1995) El canon occidental. Barcelona, Anagrama.

BOURDIEU, Pierre (1983) Campo intelectual, campo de poder. Buenos Aires, Folios.

________________ (1997) Las reglas del arte. Génesis y estructura del

campo literario
. Barcelona, Anagrama.

CASANOVA, Pascale (2001) La República Mundial de las Letras. Barcelona, Anagrama.

CELLA, Susana (comp.) (1998) Dominios de la literatura. Acerca del canon. Buenos Aires, Losada.

Cómo citar esta clase


Kohan, M. (2011). Clase 10. Notas sobre el canon. En Diploma Superior en Lectura, escritura y educación. Buenos Aires:
Flacso Virtual, Argentina.

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20/8/2018 Clase 10. Notas sobre el canon.

Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada

Bibliografía obligatoria

Ludmer, Josefina (2009). “Literaturas postautónomas 2.0”, en Propuesta Educativa, Nro. 32, noviembre 2009, Buenos Aires,
FLACSO, pp. 32-45.

Nieto, Facundo (2017). “En torno a la paraliteratura juvenil: lo bueno de los libros malos del canon escolar”. En Catalejos.
Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños. Vol. 2; No. 4, junio de 2017, pp. 129-151. En
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/catalejos/article/view/2085/2299 (consultado el 25/07/2017).

Bibliografía optativa

Duarte, María Dolores (2011). “Visitantes al país del nunca jamás. Consideraciones en torno al canon escolar”.
En http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4893/pr.4893.pdf (consultado el 25/07/2017).

Kohan, Martín (2015) “Entrevista”. En http://eljineteinsomne2.blogspot.com.ar/2015/03/martin-kohan-quisiera-que-mas-


lectores.html (consultado el 25/07/2017).

Itinerarios de lectura
1) Si desean profundizar en aportes críticos y teóricos en relación con el tema del canon literario, les sugerimos:

Bloom, Harold (1995) El canon occidental. Barcelona, Anagrama.

Libro provocador y referente obligado a la hora de discutir el concepto de canon literario, El canon occidental se ha visto
envuelto en la polémica desde el mismo momento de su aparición en Estados Unidos. Harold Bloom retoma la antigua idea de
canon, o "catálogo de libros preceptivos", y nos propone un recorrido por la historia de la literatura occidental a través de los
veintiséis autores que él considera capitales, una tradición que, centrada en Shakespeare, se extiende desde Dante hasta
Beckett e incluye a escritores tan dispares como Cervantes, Tolstói, Wordsworth, Montaigne, Joyce*, Dickens, Neruda, Emily
Dickinson Walt Whitman, Proust o el mismo Borges.

Bourdieu, Pierre (1997) Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona, Anagrama.

Este texto se sitúa en las antípodas del de Harold Bloom. Tomando como eje La educación sentimental, de Flaubert, Bourdieu
pone en juego acá una de sus nociones-clave: la de campo social. Describe desde esta perspectiva, fuertemente marcada por
la sociología, la formación histórica del llamado "campo literario" y la emergencia del personaje del escritor, sus obligaciones
estéticas y sus responsabilidades públicas, sus máscaras y sus metamorfosis, sentando así las bases para una "ciencia de las
obras" que supere, en realidad, la estéril alternativa entre la crítica "interna" o textual y la crítica "externa" o sociológica.

Mendoza, Juan (2011) El canon digital. Buenos Aires, La Crujía.

“Este libro es a su manera muchos libros: caja de herramientas, punta de iceberg: umbral de una nueva forma de leer…
Navegamos por la Web y mientras nos sacudimos las telarañas que se nos enredan en los ojos caemos a cada paso en un
nuevo agujero de Alicia. ¿Por cuántas horas más mantener la fascinación tecnológica? ¿Qué es lo que nos mantiene tan
prisioneros del próximo click? De link en link, de una ola a otra: sujetos al mouse como quien se sostiene de las velas en una
tabla de windsurf.”, tal es la presentación de este libro que nos invita a recorrer, de otro modo, la cuestión del canon. Así, en una
travesía de lecturas sobre Borges, Puig o Piglia cruzados con Nietzsche, Deleuze, Sloterdijk, Zamiatin, Orwell y Houellebecq se
deriva en una paródica sesión del Second Life en busca de la nómina con los 100 sitios “más importantes” de Internet

http://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?id=434951 8/9
2) Si les
interesa visitar páginas webs o blogs de escritores
20/8/2018 latinoamericanos
Clase 10. y recorrer allí la construcción del canon
Notas sobre el canon.
personal, les sugerimos:

Ana Maria Shua: https://www.facebook.com/anashua?fref=ts

Iván Thays: http://ivanthays.com.pe/

Pedro Mairal: http://pedromairal.blogspot.com/

Iván de la Nuez: http://www.ivandelanuez.org/

Andrea Jeftanovic: http://andreajeftanovic.jimdo.com/

http://virtual.flacso.org.ar/mod/book/tool/print/index.php?id=434951 9/9

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