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FRAGMENTOS DE LAS OBRAS

ENSAYO ESPAÑA Y SU PAISAJES, JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ (AZORÍN)


Visión e interpretación de los hombres y de las tierras de España, obra del gran escritor publicada en 1909. El autor afirma
en el prólogo que hay «una forma de ver la vida», y de esta «forma de ver la vida» surge precisamente este libro,
in-terpretación de la historia espiritual de España y visión de su paisaje según una nueva sensibilidad que habría de ser la
de los hombres de la generación del 98 (v.). La obra empieza con el retrato del labrador avaro de Berceo (Cf. Milagros de
Nuestra Señora, XI), que «más amava la tierra que non al Criador».
De este labra-dor, que «cambiava los mojones por ganar eredat», y que al final se salva porque du-rante toda su vida fue
devoto de la Vir-gen, Azorín nos describe minuciosamente su casa, su manera de ser, hasta convertirlo en representación
viva del labriego es-pañol. Y así nos va ofreciendo una serie de estampas, en unos momentos determi-nados de la historia,
que pueden ser re-presentativos de la vida social de España: el cuadro de la vida toledana en 1520; la evocación del cura
Delicado, autor de la Lozana Andaluza (v.); de Lope de Rueda; de La ilustre fregona (v.), de la que nos ofrece otra sutil
interpretación relaciona-da con el problema del tiempo en La fra-gancia del vaso (cfr. Castilla); de Washington Irving; del
presidente del Consejo de Ministros, del poeta romántico.
A conti-nuación vienen un conjunto de visiones de paisaje, de ciudades españolas, de ca-lles, oficios, tipos literarios
(como Juanita la Larga), etc. El libro se cierra con una evocación del paisaje castellano: «¿No está en este cielo seco, en
este campo duro y raso, toda nuestra alma, todo el espíritu in-tenso y enérgico de nuestra raza?», pala-bras que son índice
de la actitud del 98 y coinciden con otras de Unamuno, Baroja y Antonio Machado.
…la esencial relación que dentro de sus ojos tienen el paisaje castellano — quiero decir: la emoción azoriniana ante el
pai-saje de Castilla — y la idea azoriniana de la historia de España. (Laín Entralgo)

"La ruta de Don Quijote" de Azorín


En 1905, con motivo del tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote y por encargo del diario El
Imparcial, dirijido entonces por José Ortega Munilla, padre de Ortega y Gasset, Azorín comienza una ruta que, durante
quince días, le llevará a visitar los lugares manchegos más emblemáticos en la obra cervantina: Argamasilla de
Alba, Puerto Lápice, Ruidera, Campo de Criptana, El Toboso y Alcázar de San Juan (ruta que, dicho sea de paso,
casi viene a coincidir con la que yo realizara en el mes de marzo del pasado año, y de la que podeis encontrar en este blog
tres entradas: 1, 2 y 3).

Viajar por la llanura manchega a comienzos del siglo XX desde luego debía de ser muy diferente a hacerlo hoy, y tanto es
así, que en aquel entonces, un joven Azorín de mi misma edad, treinta y dos años, hubo de realizar la mayor parte
del trayecto en carro (ocho horas nos dice que tardó en recorrer los a penas treinta kilómetros que separan Argamasilla de
Ruidera y veinte horas en ir y volver de Argamasilla a Puerto Lápice) y acompañado en todo momento de un revólver por
si acaso, ya que, como le dijera José Ortega Munilla antes de partir: "en todo viaje hay una legua de mal camino".

Desde luego, La ruta de Don Quijote es un relato apasionante narrado por un escritor cuyo dominio de la lengua
castellana es verdadéramente asombroso. La riqueza léxica de Azorín es extraordinaria y las descripciones del paisaje
manchego salen de su pluma para convertirse en auténticos cuadros impresionistas.

"... Ya es día claro; ya una luz clara, limpia, diáfana, llena la inmensa llanura amarillenta; la campiña se extiende a lo
lejos en suaves ondulaciones de terrenos y oteros. De cuando en cuando se divisan las paredes blancas, refulgentes de
una casa; se ve perderse a lo lejos, rectos, inacabables, los caminos. Y una cruz tosca de piedra tal vez nos recuerda, en
esta llanura solitaria, monótona, yerma, desesperante, el sitio de una muerte, de una tragedia. Y lentamente el tren
arranca con un estrépito de hierros viejos..."

Como dijera Vargas Llosa en su discurso de ingreso en la Real Academia Española: "Aunque [La ruta de Don
Quijote] hubiera sido el único [libro] que escribió, él sólo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes
artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje
y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra
preciosa, una obra de consumada orfebrería artística".

Puede descargarse el libro completo en pdf en: cervantesvirtual.com


Todas las fotografías de esta entrada pertenecen al alcazareño Miguel Calatayud, recientemente galardonado con el
Premio Nacional de Ilustración 2009.
La voluntad (fragmento)
"-La propiedad es el mal... Se buscarán en vano soluciones al problema eterno. Si el medio no cambia, no cambia el
hombre... Y el medio es la vivienda, la alimentación, la higiene, el traje, el reposo, el trabajo, los placeres. Cambiemos el
medio, hagamos que todo esto, el trabajo y el placer, sea pleno, gustoso, espontáneo, y cambiará el hombre. Y si sus
pasiones son ahora destructivas —en este medio odioso—, serán entonces creadoras —en otro medio saludable... No cabe
hablar del problema social: no lo hay. Existe dolor en los unos y placer en los otros, porque existe un medio que a aquéllos
es adverso y a éstos favorable... La fuerza mantiene este medio. Y de la fuerza brota la propiedad, y de la propiedad el
Estado, el ejército, el matrimonio, la moral. Azorín replica: —Un medio de bienestar para todos supone una igualdad, y
esa igualdad...Yuste interrumpe: —Sí, sí; se dice que es imposible una igualdad de todos los hombres... que todos no
tienen el mismo grado de cultura... que todos no tienen las mismas delicadezas estéticas y afectivas...El maestro calla un
momento y después añade firmemente: —Las tendrán todos, las tendrán todos...
Hace un siglo Juan Bautista Lamarck ponía el siguiente ejemplo en su Filosofía zoológica: un pájaro vese forzado a
vagabundear por el agua en sitios de profundidad escasa; sus sucesores hacen lo mismo; los sucesores de sus sucesores
hacen lo propio... Y de este modo, poco a poco, a lo largo de múltiples generaciones, este pájaro ha visto crecer entre los
dedos de sus patas un ligero tejido... y aumentar de espesura... y llegar a recia membrana que le permite á él, descendiente
de los primitivos voladores, nadar cómodamente en las marismas... Pues bien; ahora aplica este caso. Pon al hombre más
rudo, más grosero, más intelectual en una casa higiénica y confortante; aliméntalo bien: vístelo bien; haz que trabaje con
comodidad, que goce sanamente... Y yo te digo que al cabo de tres, de ocho, de doce generaciones, de las que sean, el
descendiente de ese rudo obrero será un bello ejemplar de hombre culto, artista, cordial, intelectivo.
Azorín observa:
—Eso es el transformismo. Y Yuste replica: —Sí, es el transformismo que nos enseña que hay que lograr un medio
idéntico para llegar á una identidad, a una igualdad fisiológica y psicológica... indispensable para la absoluta igualdad ante
la Naturaleza. He aquí porqué he dicho antes que el problema no existe...
No existe desde que Lamarck, Darwin y demás naturalistas contemporáneos han puesto en evidencia que el hombre es la
función y el medio... Y puesto que es imposible producir un nuevo tipo humano sin cambiar la función y el medio, es de
toda necesidad destruir radicalmente lo que constituye el medio y la función actuales. En el silencio de la noche, la voz del
maestro vibra apasionada. Esta mañana, Yuste ha recibido una revista. En la revista figura un estudio farfullado por un
antiguo compañero suyo, hoy encaramado en una gran posición política. Y en ese estudio, que es una crónica en que
desfilan todos los amigos de ambos, los antiguos camaradas, Yuste ha visto omitido su nombre, maliciosamente,
envidiosamente...
El maestro prosigue indignado:
—Para esta obra no hay más instrumento que la fuerza. Nuestros antepasados milenarios usaron de la fuerza para crear
instituciones que hoy son venero de dolor: nosotros emplearemos la fuerza para crear otro estado social que sea manantial
de bienandanzas. "
Las confesiones de un pequeño filósofo (fragmento)
"Lector: yo soy un pequeño filósofo; yo tengo una cajita de plata de fino y oloroso polvo de tabaco, un sombrero grande
de copa y un paraguas de seda con recia armadura de ballena. Lector: yo emborrono estas páginas en la pequeña biblioteca
del Collado de Salinas. Quiero evocar mi vida. Es medianoche; el campo reposa en un silencio augusto; cantan los grillos
en un coro suave y melódico; las estrellas fulguran en el cielo fuliginoso; de la inmensa llanura de las viñas sube una
frescura grata y fragante.
Yo estoy sentado ante la mesa; sobre ella hay puesto un velón con una redonda pantalla verde que hace un círculo
luminoso sobre el tablero y deja en una suave penumbra el resto de la sala. Los volúmenes reposan en sus armarios;
apenas si en la oscuridad destacan los blancos rótulos que cada estante lleva—Cervantes, Garcilaso, Gracián, Montaigne,
Leopardi, Mariana, Vives, Taine, La Fontaine —, a fin de que me sea más fácil recordarlos y pedir, estando ausente, un
libro.
Yo quiero evocar mi vida; en esta soledad, entre estos volúmenes, que tantas cosas me han revelado, en estas noches
plácidas, solemnes, del verano, parece que resurge en mí, viva y angustiosa, toda mi vida de niño y de adolescente. Y si
dejo la mesa y salgo un momento al balcón, siento como un aguzamiento doloroso de la sensibilidad cuando oigo en la
lejanía el aullido plañidero y persistente de un perro, cuando contemplo el titileo misterioso de una estrella en la
inmensidad infinita.
Y entonces, estremecido, enervado, retorno a la mesa y dudo ante las cuartillas de si un pobre hombre como yo, es decir,
de si un pequeño filósofo, que vive en un grano de arena perdido en lo infinito, debe estampar en el papel los minúsculos
acontecimientos de su vida prosaica...
No voy a contar mi vida de muchacho y mi adolescencia punto por punto, tilde por tilde. ¿Qué importan y qué podrían
decir los títulos de mis libros primeros, la relación de mis artículos agraces, los pasos que di en tales redacciones o mis
andanzas primitivas a caza de editores? Yo no quiero ser dogmático y hierático; y para lograr que caiga sobre el papel, y
el lector la reciba, una sensación ondulante, flexible, ingenua de mi vida pasada, yo tomaré entre mis recuerdos algunas
notas vivaces e inconexas-como lo es la realidad-, y con ellas saldré del grave aprieto en que me han colocado mis
amigos, y pintaré mejor mi carácter, que no con una seca y odiosa ringla de fechas y de títulos. Y sea el lector bondadoso,
que a la postre todos hemos sido muchachos, y estas liviandades de la mocedad no son sino prólogos ineludibles de otras
hazañas más fructuosas y trascendentales que realizamos -¡si las realizamos!- en el apogeo de nuestra vida. "

El pasajero en Galicia (fragmento)


"Esto me dijo un marinero cojo y fumador en pipa y amigo del ron y de las historias: tal un personaje de Stevenson. Yo le
recordé haber tomado unos chatos en Málaga con los del Consuelo y María, otro velero noyés, hace ya algún tiempo, y
haber visto en Gijón otro noyés, el Nuevo Manuel. Pero mi señor Enrique los conocía todos, el Olga, el Terra Nosa, el
Leo, el Maniños, el Santiago Alvarez, el Adoración, el Manuelita, el Amparo, el San José, el Puente de Burgos, el María
Dolores... Cada vela de Noya que llegaba a sus labios se ganaba una sonrisa: la sonrisa de un viejo marinero, compañero
leal. Y en mi memoria se iba haciendo la luz, y de la sombra surgía una Noya nueva y distinta, profundamente
significativa: una pequeña villa hanseática quizás, una pequeña Lubeca, y en la ensenada de Freixo todos los veleros
anclados, esperando la primavera para subir al Cantábrico gris y salobre, nuncios de ella como las golondrinas viajeras.
Freixo, entonces, sería como un luminoso Van Gógh, con el mismo caliente color de aquella pintura, las mismas
profundas luces y la misma inquieta melancolía. Ya, para siempre, me queda Noya en el magín: Noya de los Veleros.
Pero aún recuerdo algo más de Noya: Santa María a Nova. Hablo del cementerio. Bien enterrado está en la iglesia Pedro
Carneiro, veciño da Porta da Corredoira, con su sombrerete; pero a mí, por lo que tengo; incluso d’orsianamente, de
amigo de la Obra Bien Hecha y compañero de hombres de oficio, me gustaría —y aquí declaro amores de la razón que he
profesado siempre— en la quintana de Santa María un enterramiento, bajo una losa con los signos de los oficios: una que
ya hubiera sido usada más de una vez y tuviera labrado el pico del cantero, la tijera del sastre, la barca del marinero...
Bajo esa losa, entre la tierra que vino de Jerusalén como la del Campo Santo de Pisa... ¿Pisa? ¿Y no hay en Santa María a
Nova aquel templete de las alegorías: la luna y las rosas, el animal herido y el cazador, como en el Campo Santo de Pisa el
Trionfo della Morte? Eso es: Noya, una Pisa atlántica, blanca, rosa, oro... Quizás en Noya aconteció lo que en Pisa:
cuando la tierra santa de Jerusalén se mezcló en el Campo Santo con la arcilla común, «una flor nueva brotó, no parecida
a ninguna otra flor que los hombres hubieran visto antes»: la anémona, con sus anillos de extraño y mezclado color:
violados, blancos, purpurinos, verdes... O quizás toda Noya es esa flor, prendida en la cintura del Barbanza. "

Los esperpentos.fragmento
Es la primera obra a la que Valle da ese nombre. Además en la escena XII contiene una teoría del nuevo género. Max
dice: “nuestra tragedia no es una tragedia” la tragedia es un género demasiado noble para la España de la época “España
es una deformación grotesca de la civilización europea” por ello “el sentido trágico de la vida española sólo puede darse
con una estética sistemáticamente deformada”, y así de la imposibilidad de tragedia surge el esperpento. La índole de esa
estética deformante es ilustrada con la referencia a los espejos cóncavos del callejón del Gato, “los héroes clásicos han ido
a pasearse por el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. Las
imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. Mi estética actual es transformar con matemática perfecta de
espejo cóncavo las normas clásicas” y termina con es-tas tremendas palabras “deformemos la expresión en el mismo
espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España” Cabe añadir a esta teoría nuevas explicaciones en las
que dice que hay tres modos de ver el mundo estéticamente: «Creo que hay tres modos de ver el mundo: artística o
estéticamente: de rodillas, en pie o levantados en el aire: Cuando se mira de rodillas —y esta es la posición más antigua en
literatura—, se da a los personajes, a los héroes, una condición superior a la condición humana (...). Hay una segunda
manera, que es mirar a los protagonistas como si fuesen nuestros hermanos, como si fuesen ellos nosotros mismos (...). Y
hay otra tercera manera, que es mirar al mundo desde un plano superior, y considerar a los personajes de la trama como
seres inferiores al autor, con un punto de ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Esta es una manera
muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que sus muñecos...»
Tirano Banderas (fragmento)
"Calló el ranchero, y súbitamente los ojos endrinos recobraron sus timbres aguileños. La niña se recogía al pie de una
columna con el pañolito sobre las pestañas. El Coronelito abría los brazos y bostezaba: Suspendido en nieblas alcohólicas,
salía del sueño a una realidad hilarante: Reparó en la dueña y se alzó a saludarla con alarde jocundo, ciñendo laureles de
Baco y de Marte.
Chino Viejo, por una talanquera, hacíale al patrón señas con la mano. Dos caballos de brida asomaban las orejas.
Cambiadas pocas palabras, el ranchero y su mayoral montaron y salieron a los campos con medio galope.
Sin demorarse, el honrado gachupín acudió a la Delegación de Policía: Guiado por el sesudo dictamen del sobrino,
testimonió la denuncia con un anillo de oro bajo y falsa pedrería, que, apurando su tasa, no valía diez soles. El Coronel-
Licenciado López de Salamanca le felicitó por su civismo:
—Don Quintín, la colaboración tan espontánea que usted presta a la investigación policial merece todos mis plácemes. Le
felicito por su meritoria conducta, no relajándose de venir a deponer en esta oficina, .aportando indicios muy interesantes.
Va usted a tomarse la molestia de puntualizar algunos extremos. ¿Conocía usted a la pueblera que se le presentó con el
anillo? Cualquier indicación referente a los rumbos por donde mora podría ayudar mucho a la captura de la interfecta.
Parece indudable que el fugado se avistó con esa mujer cuando ya conocía la orden de arresto. ¿Sospecha usted que haya
ido derechamente en su busca?
—¡Posiblemente!
—¿Desecha usted la conjetura de un encuentro fortuito?
—¡Pues y quién sabe!
—¿El rumbo por donde mora la chinita, usted lo conoce?
El honrado gachupín quedó en falsa actitud de hacer memoria:
—Me declaro ignorante. "

La guerra carlista
Fragmento
Presentación
Puede que Ramón del Valle-Inclán sea, entre los clásicos españoles del siglo XX, el que con más razones venía
reclamando una edición popular de sus Obras completas. Por un lado, su figura y su personalidad extravagantes, rodeadas
de un fabuloso anecdotario, han solido distraer, cuando no eximir, la lectura de sus libros. Por otro, la enmarañada historia
editorial de sus publicaciones ha plagado de confusiones y malentendidos la transmisión de no pocos de sus títulos,
dificultando la obtención de una adecuada perspectiva de conjunto.

El caso es que la obra de Valle-Inclán exige como pocas ser contemplada en todo su recorrido. Entre otros motivos,
porque sólo así es posible apreciar la espectacular evolución de su estética, que en pocos años transita desde el
preciosismo decadentista de sus primeros años a la furia guiñolesca del esperpento. Sólo observándola en su desarrollo se
explica por qué la obra de Valle, conforme ha dicho Pere Gimferrer, constituye, al menos en España, «el gozne en el que
se produce el quiebro o cambio de óptica que separa a la narrativa clásica —cuyos últimos representantes son Galdós y
Clarín— de la narrativa contemporánea». Una opinión que cabe extender, con más fundamento todavía, al teatro. Y a la
que debe añadirse otra consideración pendiente aún de ser suficientemente atendida, relativa a la lengua empleada por
Valle. Éste quizá sea el escritor contemporáneo que con más vigor y atrevimiento ha planteado la posibilidad de un
español total, de un idioma que combina con admirable naturalidad una multitud asombrosa de variedades y de registros,
tanto peninsulares como de América, ensayando una lengua de asombrosos colorido y eficacia que sigue destellando —
incluso décadas después de acontecido el llamado boom de la literatura latinoamericana— con fulgores de utopía.

La edición de las obras de Valle-Inclán entraña enormes dificultades, que explican las limitaciones a que han debido
resignarse hasta hoy mismo los sucesivos proyectos de publicar sus Obras completas. Sólo desde hace pocos años se
dispone de un censo fiable y contrastado de todos los textos publicados por el autor, dispersos en todo tipo de
publicaciones (españolas y extranjeras) y a menudo repetidos bajo títulos distintos. A los múltiples aprovechamientos que
hacía Valle de sus propios escritos, hay que sumar las continuas y a menudo profundas revisiones a que solía someterlos
toda vez que volvía a publicarlos, especialmente con motivo de recogerlos en Opera Omnia, proyecto de «obras
completas» que él mismo impulsó en fecha tan temprana como 1913. Es comprensible, así, que sólo muy lentamente, y no
sin grandes esfuerzos, estén viendo la luz ediciones críticas de unos textos que entrañan problemas a veces complejísimos
a la hora de fijarlos con alguna seguridad.
La presente edición de las Obras completas de Valle, en el marco de una colección de bolsillo, tiene una vocación
eminentemente divulgativa, razón por la cual no entra, ni mucho menos, en el detalle de los problemas apuntados, como
tampoco aspira a una exhaustividad por el momento aún difícil de garantizar. Se sirve del ímprobo trabajo de editores
anteriores para brindar al lector, pulidas en lo posible de erratas y confusiones, las últimas ediciones revisadas por el autor
de unos textos que, según se lleva dicho, conocen a menudo versiones muy diferentes. La edición de referencia empleada
ha sido la de las Obras completas de Ramón del Valle-Inclán publicadas por Espasa-Calpe en 2002, en dos gruesos
volúmenes. Esta edición, que se presenta sin firma alguna, es la más abarcadora de cuantas se han impulsado hasta la
fecha, y cosecha en amplio grado las múltiples aportaciones hechas por distintos estudiosos en las por lo general
concienzudas ediciones de los libros de Valle publicadas en la «Colección Austral». Se han consultado además otras
ediciones también solventes (como las aparecidas en la colección «Letras Hispánicas» de Cátedra), así como las muy poco
conocidas Obras completas en treinta volúmenes (de los cuales tres no llegaron a ver la luz, por problemas de derechos)
emprendidas en 1990 por Círculo de Lectores bajo la dirección de Alonso Zamora Vicente, que contó, para prologar y
anotar los sucesivos volúmenes, con un extenso elenco de eminentes valleinclanistas. Ya en marcha la presente edición,
han empezado a aparecer en la Biblioteca Castro las Obras completas de Valle en cinco volúmenes, editados bajo la
dirección de Margarita Santos Zas. Se trata, una vez más, de una edición de características muy distintas de la presente, y
que en adelante se irá consultando en la medida de lo posible.

La ordenación de los seis volúmenes que integran estas Obras completas combina dos criterios: el de género y el
cronológico. En general, se evita duplicar piezas cuyo contenido, por muchas variantes que presente, viene a resultar muy
parecido, tanto más si no se cotejan las distintas versiones. Esto conlleva la aparente «omisión» de algunos títulos,
subsumidos con posterioridad en otros. En el prólogo y en las «Notas bibliográficas» específicas de cada volumen se
detallan este tipo de cuestiones y se justifican las decisiones tomadas en cada caso. Por lo demás, las «Notas
bibliográficas», reunidas siempre al final, se limitan a dar escueta noticia de la historia particular de cada uno de los títulos
recogidos en el volumen en cuestión, detallando el lugar en que fueron originalmente publicados y esbozando el recorrido
editorial en vida del autor.

Especial comentario requiere la puntuación de los textos, que difiere a veces muy notoriamente de la empleada por Valle.
Recordaba Alonzo Zamora Vicente cómo «Valle-Inclán declamaba sus escritos, y no los daba por buenos hasta que
sonaban bien: ése es el origen de las comas mal colocadas en su prosa, comas que reflejan una pausa prosódica pero no
ortográfica, comas que los correctores de imprenta han ido eliminando poco a poco». Lo cierto es que respetar la
puntuación de Valle, sobre todo en lo que respecta a sus primeros escritos, daría por resultado un texto a veces ilegible. En
la presente edición no se ha tenido empacho en adaptar la puntuación a los usos corrientes, a efectos de no añadir.

Vida de Don Quijote y Sancho (fragmento)


"Y aquí fue el soliloquio de Sancho al pie de un árbol y el declararse que su amo era un loco de atar y él no le quedaba en
zaga, siendo más mentecato que aquél, pues le seguía y servía, y aquí fue el decidir engañarle haciéndole creer "que una
labradora, la primera que me topare por aquí —pensó—, es la señora Dulcinea; y cuando él no lo crea, lo juraré yo." Y ya
tenemos con esto al fiel Sancho decidido a jugársela a su amo y a venir a ser así uno más entre sus burladores. ¡Caso de
triste meditación! Y hemos de considerar también en él cómo teniendo Sancho a su amo por loco de atar y capaz de ser
por él engañado, y que tomaba unas cosas por otras y juzgaba lo blanco por negro y lo negro por blanco, con todo y con
esto, se dejaba engañar o más bien arrastrar de la fe en Don Quijote y sin creerlo creía en él, y viendo que eran molinos
de, viento los gigantes y manadas de carnero s los ejércitos de enemigos, creía en la ínsula tantas veces prometida.
¡Oh poder maravilloso de la fe, retuso a todo empuje de desengaños! ¡Oh misterios de la fe sanchopancesca, que sin creer
cree y viendo y entendiendo y declarando que es negro, hace al que le acaudala sentir y obrar y esperar como si fuese
blanco! De todo ello hemos de concluir que Sancho vivía, sentía, obraba y esperaba bajo el encanto de un poder extraño
que le dirigía y llevaba contra lo que veía y entendía, y que su vida toda fue una lenta entrega de sí mismo a ese poder de
la fe quijotesca y quijotizante. Y así, cuando él creyó engañar a su amo resultó el engañado él y fue el instrumento para
encantar real y verdaderamente a Dulcinea. "

Del sentimiento trágico de la vida (fragmento)


"La mente busca lo muerto pues lo vivo se le escapa; quiere cuajar en témpanos la corriente fugitiva, quiere fijarla. Para
analizar un cuerpo, hay que menguarlo o destruirlo. Para comprender algo hay que matarlo, enrigidecerlo en la mente. La
ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres.
Mis propios pensamientos tumultuosos y agitados en los senos de mi mente, desgajados de su raíz cordial, vertidos a este
papel y fijados en él en formas inalterables, son ya cadáveres de pensamientos. ¿Cómo pues, va a abrirse la razón a la
revelación de la vida? Es un trágico combate, es el fondo de la tragedia, el combate de la vida con la razón. "

La agonía del creyente (fragmento)


"Las posiciones conservadoras se mantienen en la Iglesia gracias a una ignorancia, muchas veces no querida. Cuando la
historia se aplica a los orígenes del cristianismo, a su desarrollo, pone bajo la duda muchos presupuestos fundamentales,
que afectan a los dogmas y a las instituciones. Se observa cómo el dominio de lo milagroso retrocede, porque no es
posible verificar los hechos en los que se funda. Su número se reduce y muchos de los que se admiten como históricos
pueden atribuirse a causas naturales.
Hay otra esfera importante. La crítica descubre, en el terreno de la moral cristiana y del espíritu religioso que deriva de
ella, en la vida de sus santos, en su liturgia, en su doctrina ascética, en sus normas de gobierno, en sus métodos de
educación… muchas cosas que están en desacuerdo con la concepción moral y religiosa que dicen que son suyas y
manejan como razones para pedir sumisión. "
Guerra y Paz (fragmento)
"La princesa lo miró con asombro. No comprendía siquiera que pudiera hacerse semejante pregunta. Pierre entró en el
despacho. El príncipe Andréi, a quien halló muy cambiado, vestía de paisano. Indudablemente parecía haber mejorado de
salud, pero tenía una nueva arruga vertical en la frente, entre las cejas; hablaba con su padre y el príncipe Mescherski y
discutía con energía y pasión. Hablaban de Speranski: la noticia de su súbito destierro y supuesta traición acababa de
llegar a Moscú.
—Ahora lo juzgan y lo culpan todos aquellos que hace un mes lo ensalzaban y aquellos que no eran capaces de
comprender sus fines— decía el príncipe Andréi. —Es muy fácil juzgar al caído en desgracia y achacarle todos los errores
ajenos. Pero yo les digo que si algo bueno se ha hecho durante este reinado, a él se lo debemos y a nadie más.
Se detuvo cuando vio a Pierre. En su rostro hubo un ligero estremecimiento y al instante adoptó una expresión adusta.
—La posteridad le hará justicia— terminó, y se volvió a Pierre: —¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Sigues engordando!— sonrió
animadamente. Pero la arruga reciente de su frente se hizo más profunda.
Pierre le preguntó por su salud.
—Estoy bien— dijo el príncipe con una sonrisa irónica, y Pierre leyó claramente en la sonrisa de Andréi: “Estoy bien, es
cierto, pero a nadie le importa mi salud”. Cambió con Pierre unas palabras sobre el pésimo estado de los caminos desde la
frontera polaca, sobre varios conocidos de Pierre, a los que había visto en Suiza, y, por último, sobre el señor Dessalles, al
que había traído como preceptor para su hijo Nikolái. Seguidamente volvió a intervenir con ardor en la conversación sobre
Speranski, en la cual seguían enfrascados los dos viejos.
—Si fuera verdad lo de la traición— decía con vehemencia y apresuradamente, —se encontrarían pruebas de sus
relaciones secretas con Bonaparte y se harían públicas. Personalmente, no me gustaba ni me gusta Speranski, pero me
gusta la justicia.
Pierre reconoció en su amigo esa necesidad, que él tan bien conocía, de acalorarse y discutir sobre algo que no le
importaba para apartar otras ideas demasiado dolorosas e íntimas.
Cuando marchó el príncipe Mescherski, Andréi tomó a Pierre del brazo y lo llevó a la habitación que le habían destinado.
Había en ella una cama sin hacer y varias maletas y baúles abiertos. De uno de ellos sacó una cajita; la abrió y extrajo un
paquete envuelto en papel. Todo lo hacía en silencio y rápidamente. Se enderezó y tosió. Su rostro estaba hosco, los labios
contraídos. "

La tía Tula (fragmento)


"Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron a Ramiro las escamas de la vista y, purificada ésta, vio claro con el
corazón. Rosa no era una hermosura cual él se había creído y antojado, sino una figura vulgar, pero con todo el más dulce
encanto de la vulgaridad recogida y mansa; era como el pan de cada día, como el pan casero y cotidiano, y no un raro
manjar de turbadores jugos. Su mirada, que sembraba paz, su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de un ánimo
sedante, sosegado y doméstico. Tenía su pobre mujer algo de planta en la silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de
beber y atesorar luz con los ojos y derramarla luego convertida en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza velada y a la
vez poderosa con que de continuo, momento tras momento, chupaba jugos de las entrañas de la vida común ordinaria y en
la dulce naturalidad con que abría sus perfumadas corolas. ¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le
escapaba y la perseguía él por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como botín besos largos y apretados, boca a
boca; aquel cogerle la cara con ambas manos y estarse en silencio mirándole al alma por los ojos y, sobre todo, cuando
apoyaba el oído sobre el pecho de ella, ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole la marcha tranquila del corazón le
decía: ¡Calla, déjale que hable!. "
Niebla (fragmento)
"Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. La niebla
espiritual era demasiado densa. Pero Eugenia, por su parte, sí se fijó en él, diciéndose: "¿Quién será este joven?, ¡no tiene
mal porte y parece bien acomodado!" Y es que, sin darse clara cuenta de ello, adivinó a uno que por la mañana la había
seguido. Las mujeres saben siempre cuándo se las mira, aun sin verlas, y cuándo se las ve sin mirarlas.
Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña
espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de
compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela
misteriosa que envuelve las almas de los que pasan.
(...)
El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo,
pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No,
perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y
para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego
viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La
ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a
través de ellas, como lumbre nebulosa también. "

Rosario de sonetos líricos


I - Ofertorio XXXIV - Templo de carne
II - Puesta de sol XXXV - Vidas de otoño
III - Felix culpa XXXVI - El Evangelio
IV - La vida de la muerte XXXVII - La esfinge
V - Bajo eterna luna XXXVIII - La parra de mi balcón
VI - Prematuro amor XXXIX - La oración del ateo
VII - Al azar de los caminos XL - El arte
VIII - El fin de la vida XLI - Ojos sin luz
IX - Pasaron como pasan por la cumbre XLII - Incredulidad y fe
X - Tus ojos son los de tu madre XLIII - En mi cuadragésimo sexto cumpleaños
XI - Nuestro secreto XLIV - La palabra
XII - Fraternidad XLV - Portugal
XIII - Ojos de anochecer XLVI - El volcán de fango
XIV - Ruit Hora XLVII - Mi dios hereje
XV - Mi vieja cama XLVIII - Eres un zorro que escapó de trampas
XVI - Dulce recuerdo XLIX - Sueno final
XVII - La ley de la gravedad L - El lirio negro
XVIII - Hipocresía de la hormiga LI - Una vida
XIX - Al Pagazarri LII - La manifestación antiliberal
XX - Junto al caserío Jugo LIII - Razón y fe
XXI - Sin historia LIV - Barateros de la gracia
DE VUELTA A CASA LV - Ir muriendo
XXII - Desde mi cielo a despedirme llegas LVI - La encina y el sauce
XXIII - Frente a Orduña LVII - Piedad castiza
XXIV - O cruz u oro! LVIII - Mi cielo
XXV - Ni mártir ni verdugo LIX - Un patriota
XXVI - Al tramontar del sol LX - A una gazmoña
XXVII - Medina la del campo LXI - Bajo el yugo
EN CASA YA LXII - Ateísmo
XXVIII - La gran rehusa LXIII - Paz de guerra
XXIX - Redención LXIV - Días de siervo albedrío
XXX - La ley del milagro LXV - Siémbrate!
XXXI - Paleontología LXVI - Al Dios de España
XXXII - Al Tormes LXVII - La sangre del espíritu
XXXIII - Fue tu vida pasión en el desierto LXIX - Coloquio místico
LXX - El mal del pensar XCIX - Sit pro ratione voluntas!
LXXI - Junto a la laguna del Cristo C - A Nietzsche
LXXII - El contratante social CI - Neurastenia
LXXIII - Satán CII - La tinaja de Pandora
LXXIV - A mi ángel CIII - Sol de invierno
LXXV - Civilitas CIV - En la calleja
LXXVI - En la mano de Dios CV - Canto de remudo
LXXVII - Tragi-comedia CVI - Al amor de la lumbre
LXXVIII - Lluvia de arena CVII - Don Juan de las ideas
LXXIX - El ángel negro CVIII - Pasado y porvenir
LXXX - Salud no, ignorancia CIX - Todo pasa
LXXXI - Numancia CX - Hidetodo
LXXXII - Soledad CXI - Matar el tiempo
LXXXIII - Al Estado neutral CXII - Inactual
LXXXIV - Non omnis moriar CXIII - Por qué me has abandonado?
LXXXV - El corazón del mundo CXIV - Dulce silencioso pensamiento
LXXXVI - A mi buitre CXV - Ex-futuro
LXXXVII - Noches de insomnio CXVI - La virgen del camino
LXXXVIII - Rima descriptiva CXVII - Dama de ensueño
LXXXIX - A Mercurio cristiano CXVIII - Irrequietum cor
ASTURIAS Y LEÓN CXIX - A Clarín
XC - Señor, no me desprecies CXX - A la esperanza
XCI - Muralla de nubes CXXI - La unión con Dios
XCII - Agüero de luto CXXII - Non serviam!
XCIII - Inmaculado CXXIII - Nihil novum sub sole
XCIV - El fracaso de la vida CXXIV - Toda una vida
XCV - La intrusa CXXV - Aprensiones
DE NUEVO EN CASA CXXVI - Al toque de oración
XCVI - Dolor común CXXVII - Victoria!
XCVII - Authádeia CXXVIII - Se continuará
XCVIII - Irresignación

El Cristo de Velásquez
¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío? por Ti la muerte es el amparo dulce
¿Por qué ese velo de cerrada noche que azucara amargores de la vida;
de tu abundosa cabellera negra por Ti, el Hombre muerto que no muere
de nazareno cae sobre tu frente? blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Miras dentro de Ti, donde está el reino Cristo, la vida y es la muerte vela.
de Dios; dentro de Ti, donde alborea Mientras la tierra sueña solitaria,
el sol eterno de las almas vivas. vela la blanca luna; vela el Hombre
Blanco tu cuerpo está como el espejo desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
del padre de la luz, del sol vivífico; vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
blanco tu cuerpo al modo de la luna como la luna de la noche negra;
que muerta ronda en torno de su madre vela el Hombre que dió toda su sangre
nuestra cansada vagabunda tierra; por que las gentes sepan que son hombres.
blanco tu cuerpo está como la hostia Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
del cielo de la noche soberana, a la noche, que es negra y muy hermosa,
de ese cielo tan negro como el velo porque el sol de la vida la ha mirado
de tu abundosa cabellera negra con sus ojos de fuego: que a la noche
de nazareno. morena la hizo el sol y tan hermosa.
Que eres, Cristo, el único Y es hermosa la luna solitaria,
hombre que sucumbió de pleno grado, la blanca luna en la estrellada noche
triunfador de la muerte, que a la vida negra cual la abundosa cabellera
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces negra del nazareno. Blanca luna
por Ti nos vivifica esa tu muerte, como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre, del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre madre de la esperanza, dulce Noche,
nos guían en la noche de este mundo noche oscura del alma, eres nodriza
ungiéndonos con la esperanza recia de la esperanza en Cristo salvador!
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
Últimas tardes con Teresa (fragmento)
"El Monte Carmelo es una colina desnuda y árida situada al noroeste de la ciudad. Manejados los invisibles hilos por
expertas manos de niño, a menudo se ven cometas de brillantes colores en el azul del cielo, estremecidas por el viento,
asomando por encima de la cumbre igual que escudos que anunciaran un sueño guerrero. La colina se levanta junto al
Parque Güell, cuyas verdes frondosidades y fantasías arquitectónicas de cuento de hadas mira con escepticismo por
encima del hombro, y forma cadena con el Turó de la Rubira, habitado en sus laderas, y con la Montaña Pelada. Hace ya
más de medio siglo que dejó de ser un islote solitario en las afueras. Antes de la guerra, este barrio y el Guinardó se
componían de torres y casitas de planta baja: eran todavía lugar de retiro para algunos aventajados comerciantes de la
clase media barcelonesa, falsos pavos reales de cuyo paso aún hoy se ven huellas en algún viejo chalet o ruinoso jardín.
Pero se fueron. Quién sabe si al ver llegar a los refugiados de los años cuarenta, jadeando como náufragos, quemada la
piel no sólo por el sol despiadado de una guerra perdida, sino también por toda una vida de fracasos, tuvieron al fin
conciencia del naufragio nacional, de la isla inundada para siempre, del paraíso perdido que este Monte Carmelo iba a ser
en los años inmediatos. Porque muy pronto la marea de la ciudad alcanzó también su falda Sur, rodeó lentamente sus
laderas y prosiguió su marcha extendiéndose por el Norte y el Oeste, hacia el Valle de Hebrón y los Penitentes. En su
falda escalonada como un anfiteatro crece la hierba de un verde amargo, salpicada aquí y allá por las alegres manchas
amarillas de la ginesta. Una serpiente asfaltada, lívida a la cruda luz del amanecer, negra y caliente y olorosa al atardecer,
roza la entrada lateral del Parque Güell viniendo desde la plaza Sanllehy y sube por la ladera oriental sobre una
hondonada llena de viejos algarrobos y miserables huertas con barracas hasta alcanzar las primeras casas del barrio: allí su
ancha cabeza abochornada silba y revienta y surgen calles sin asfaltar, torcidas, polvorientas, algunas todavía pretenden
subir más en tanto que otras bajan, se disparan en todas direcciones, se precipitan hacia el llano por la falda Norte, en
dirección a Horta y a Montbau. Además de los viejos chalets y de algún otro más reciente, construido en los años
cuarenta, cuando los terrenos eran baratos, se ven casitas de ladrillo rojo levantadas por emigrantes, balcones de hierro
despintado, herrumbrosas y minúsculas galerías interiores presididas por un ficticio ambiente floral, donde hay mujeres
regando plantas que crecen en desfondados cajones de madera y muchachas que tienden la colada con una pinza y una
canción entre los dientes. "

Tristezas del destierro (fragmento)


"Ay, qué es tu existencia? Una pesadilla,
un mal sueño, del que te despiertas en la oscuridad,
en la zanja de los cadáveress, en medio
de la única herencia a la que pertenece el hombre,
un sudario y el perpetuo olvido. "

Romancero Del Destierro


El sentimiento trágico de la vida. De mi país.
Vida de Don Quijote y Sancho.
Recuerdos de niñez y de mocedad. Cómo se hace una novela (Edit. "Alba", Bs. As.)

Ensayos : Novelas :

Ensayos (siete volúmenes). Paz en la guerra.


Mi religión y otros ensayos. Amor y Pedagogía.
Contra esto y aquello. Abel Sánchez.
Conversaciones y soliloquios. _
Por tierras de Portugal y de España, Tres novelas ejemplares y un prólogo.
Andanzas y visiones españolas.
La tía Tula. Entre otras cosas para explicar el título
de esta colección: Romancero dkl destierro
Niebla. que propiamente no se podría aplicar más
que a los dieciocho romances octosílabos con
El espejo de la muerte (cuentos). que termina, escritos los dieciocho aquí, en
Hendaya, e inspirados en la triste actuali-
Poesías :
PRÓLOGO
Rosario de sonetos líricos.
El Cristo de Velázquez. dad presente política de mí pobre España.
Teresa. Mas aun las otras poesías, hechas las prime-
ras d'C ellas en París, están más o menos ins-
De Fuerteventura a París. piradas en esa misma actualidad y algunas
de ellas podrían ser llamadas políticas.
Romancero del destierro (Edit. ''Alba", Bs. As.)
Durante mi confinamiento en la isla his-
En francés: pano-africana de Fuerteventura escribí unos
L'agonie du Christianismc. cuantos sonetos que con otros escritos en
París en ¡os primeros meses de mi destierro
Hay traducciones de varias de ellas al f raneé.*?, alemán. allí y acompañados de notas intercaladas en-
Inglés, italiano, danés, holandés, sueco, checo y húngaro. tre ellos compusieron mi libro De Fuerteven-
tura a París que en esta ciudad me publicó la
' PROLOGO casa editorial ''Excelsior", Tampoco todos
aquellos sonetos son de circunstancias poli-
Un libro de poemas, y sobre todo de poe- tica^ aunque todos ellos, hasta los que se po-
mas en verso, no debería en rigor llevar pró- dría llamar religiosos, y aun místicos, están
logo, que es algo lógico, conversacional. Al inspirados por la actualidad política de mi
canto le precede un preludio, pero no un pre- España.
facio o prólogo. Mas ¿son estos poemas can-
to en palabras?, ¿no contienen un elemento Actualidad política! La actualidad políti-
lógico y por lo tanto literario? Lo que nos ca es eternidad histórica y por lo tanto poe-
llevaría a la cuestión de lo que acaban de dar sía. Y nada -más actual que lo circunstancial
en llamar poesía pura. Cuya purera no he cuando se le siente en eternidad. Las obras
llegado a comprender, como ni tampoco los más duraderas — se ha dicho mil veces —
que de ella hablan. Los cuales son, por lo de- son las de circunstancias.
más, tan avisados como para admitir poesía
pura hasta en poemas didácticos. Y es que Primero actualidad y actual. Por encima
la lógica no excluye la estética. Por lo cual del pasado, el presente y el futuro, cernién-
hago este prólogo. dose sobre ellos y envolviéndolos concebi-
mos la eternidad, pero por debajo de ellos —

ROMANCERO GITANO (FRAGMENTO)


El romance es un poema poemas narrativos, con una gran tinta china o de azabache de
característico de la tradición variedad temática, según el gusto tirabuzón gitano sostienen el
literaria española, ibérica e popular del momento y de cada rótulo, húmedos de ternura, en un
hispanoamericana compuesto lugar. Los romances se interpretan búcaro popular ue abre u boca de
usando la combinación métrica declamando, cantando o cerámica como una corola rizada
homónima. No debe confundirse intercalando canto y declamación. de dompedro. Detrás, España roja,
con el subgénero narrativo de igual Juan Chabás, el crítico y poeta también de sangre, con perfil de
denominación. El romance es un levantino, escribía en una reseña la cresta de gallo más que de piel de
poema característico de la tradición siguiente descripción: “Sangre roja toro. En campo de nieve de papel,
oral, y se populariza en el siglo y cuajada, heridas de infantil todo. Debajo, con letras de
XV, en que se recogen por primera caligrafía, escriben el nombre del dibujada y compuesta torpeza, que
vez por escrito en romanceros. Los libro. En el equilibrio de gracia silabean cada trazo del nombre, la
romances son generalmente esbelta, tres negros girasoles de
firma del autor: Federico García Su luna de pergamino
Lorca. Y una fecha (1924.1927), Preciosa tocando viene, Asustados por los gritos
y un conocido membrete editorial, por un anfibio sendero tres carabineros vienen,
de estirpe noble ya”. de cristales y laureles. sus negras capas ceñidas
Romance de la luna, luna y los gorros en las sienes.
El silencio sin estrellas,
A Conchita García Lorca huyendo del sonsonete, El inglés da a la gitana
cae donde el mar bate y canta un vaso de tibia leche,
La luna vino a la fragua su noche llena de peces. y una copa de ginebra
con su polisón de nardos. que Preciosa no se bebe.
El niño la mira, mira. En los picos de la sierra
El niño la está mirando. los carabineros duermen Y mientras cuenta, llorando,
guardando las blancas torres su aventura a aquella gente,
En el aire conmovido donde viven los ingleses. en las tejas de pizarra
mueve la luna sus brazos el viento, furioso, muerde
y enseña, lúbrica y pura, Y los gitanos del agua Reyerta.
sus senos de duro estaño. levantan por distraerse,
glorietas de caracolas A Rafael Méndez
Huye luna, luna, luna. y ramas de pino verde.
Si vinieran los gitanos, En la mitad del barranco
harían con tu corazón Su luna de pergamino las navajas de Albacete,
collares y anillos blancos. Preciosa tocando viene. bellas de sangre contraria,
Al verla se ha levantado relucen como los peces.
Niño, déjame que baile. el viento que nunca duerme.
Cuando vengan los gitanos, Una dura luz de naipe
te encontrarán sobre el yunque San Cristobalón desnudo, recorta en el agrio verde
con los ojillos cerrados. lleno de lenguas celestes, caballos enfurecidos
mira la niña tocando y perfiles de jinetes.
Huye luna, luna, luna, una dulce gaita ausente.
que ya siento sus caballos. En la copa de un olivo
Niña, deja que levante lloran dos viejas mujeres.
Niño, déjame, no pises tu vestido para verte. El toro de la reyerta
mi blancor almidonado. Abre en mis dedos antiguos su sube por la paredes.
la rosa azul de tu vientre. Angeles negros traían
El jinete se acercaba pañuelos y agua de nieve.
tocando el tambor del llano. Preciosa tira el pandero Angeles con grandes alas
Dentro de la fragua el niño, y corre sin detenerse. de navajas de Albacete.
tiene los ojos cerrados. El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente. Juan Antonio el de Montilla
Por el olivar venían, rueda muerto la pendiente
bronce y sueño, los gitanos. Frunce su rumor el mar. su cuerpo lleno de lirios
Las cabezas levantadas Los olivos palidecen. y una granada en las sienes.
y los ojos entornados. Cantan las flautas de umbría Ahora monta cruz de fuego,
Cómo canta la zumaya, y el liso gong de la nieve. carretera de la muerte.
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna ¡Preciosa, corre, Preciosa, El juez con guardia civil,
con un niño de la mano. que te coge el viento verde! por los olivares viene.
¡Preciosa, corre, Preciosa! Sangre resbalada gime
Dentro de la fragua lloran, ¡Míralo por dónde viene! muda canción de serpiente.
dando gritos, los gitanos. Sátiro de estrellas bajas Señores guardias civiles:
El aire la vela, vela. con sus lenguas relucientes. aquí pasó lo de siempre.
El aire la está velando. Han muerto cuatro romanos
Preciosa y el aire. Preciosa, llena de miedo, y cinco cartagineses
entra en la casa que tiene,
A Dámaso Alonso más arriba de los pinos, La tarde loca de higueras
el cónsul de los ingleses. y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos A Lydia Cabrera y a su negrita
heridos de los jinetes. Trescientas rosas morenas
Y ángeles negros volaban lleva tu pechera blanca. Y que yo me la llevé al río
por el aire del poniente. Tu sangre rezuma y huele creyendo que era mozuela,
Angeles de largas trenzas alrededor de tu faja. pero tenía marido.
y corazones de aceite. Pero yo ya no soy yo.
Romance sonámbulo. Ni mi casa es ya mi casa. Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
A Gloria Giner y Fernando de los Dejadme subir al menos
Ríos hasta las altas barandas, Se apagaron los faroles
¡Dejadme subir!, dejadme y se encendieron los grillos.
Verde que te quiero verde. hasta las altas barandas.
Verde viento. Verdes ramas. Barandales de la luna En las últimas esquinas
El barco sobre la mar por donde retumba el agua. toqué sus pechos dormidos,
y el caballo en la montaña. y se me abrieron de pronto
Con la sombra en la cintura Ya suben los dos compadres como ramos de jacintos.
ella sueña en su baranda hacia las altas barandas.
verde carne, pelo verde, Dejando un rastro de sangre. El almidón de su enagua
con ojos de fría plata. Dejando un rastro de lágrimas. me sonaba en el oído,
Verde que te quiero verde. Temblaban en los tejados como una pieza de seda
Bajo la luna gitana, farolillos de hojalata. rasgada por diez cuchillos.
las cosas la están mirando Mil panderos de cristal,
y ella no puede mirarlas. herían la madrugada. Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
Verde que te quiero verde. Verde que te quiero verde, y un horizonte de perros
Grandes estrellas de escarcha, verde viento, verdes ramas. ladra muy lejos del río.
vienen con el pez de sombra Los dos compadres subieron.
que abre el camino del alba. El largo viento dejaba
La higuera frota su viento en la boca un raro gusto Pasadas las zarzamoras,
con la lija de sus ramas, de hiel, de menta y de albahaca. los juncos y los espinos,
y el monte, gato garduño, bajo su mata de pelo
eriza sus pitas agrias. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? hice un hoyo sobre el limo.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por ¿Dónde está tu niña amarga?
dónde...? Yo me quité la corbata.
Ella sigue en su baranda, ¡Cuántas veces te esperó! Ella se quitó el vestido.
verde carne, pelo verde, ¡Cuántas veces te esperara, Yo el cinturón con revólver.
soñando en la mar amarga. cara fresca, negro pelo, Ella sus cuatro corpiños.
en esta verde baranda!
Compadre, quiero cambiar Ni nardos ni caracolas
mi caballo por su casa, Sobre el rostro del aljibe, tienen el cutis tan fino,
mi montura por su espejo, se mecía la gitana. ni los cristales con luna
mi cuchillo por su manta. Verde carne, pelo verde, relumbran con ese brillo.
Compadre, vengo sangrando con ojos de fría plata. Sus muslos se me escapaban
desde los puertos de Cabra. Un carámbano de luna como peces sorprendidos,
la sostiene sobre el agua. la mitad llenos de lumbre,
Si yo pudiera, mocito, La noche se puso íntima la mitad llenos de frío.
este trato se cerraba. como una pequeña plaza.
Pero yo ya no soy yo, Guardias civiles borrachos Aquella noche corrí
ni mi casa es ya mi casa. en la puerta golpeaban. el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
Compadre, quiero morir Verde que te quiero verde. sin bridas y sin estribos.
decentemente en mi cama. Verde viento. Verdes ramas.
De acero, si puede ser, El barco sobre la mar. No quiero decir, por hombre,
con las sábanas de holanda. Y el caballo en la montaña. las cosas que ella me dijo.
¿ No veis la herida que tengo La casada infiel La luz del entendimiento
desde el pecho a la garganta? me hace ser muy comedido.
¡Qué pena! Me estoy poniendo con el furor de San Jorge.
Sucia de besos y arena de azabache carne y ropa.
yo me la llevé del río. ¡Ay, mis camisas de hilo! Tristes mujeres del valle
Con el aire se batían ¡Ay, mis muslos de amapola! bajaban su sangre de hombre,
las espadas de los lirios. tranquila de flor cortada
Soledad: lava tu cuerpo y amarga de muslo joven.
con agua de las alondras,
Me porté como quién soy. y deja tu corazón Viejas mujeres del río
Como un gitano legítimo. en paz, Soledad Montoya. lloraban al pie del monte
La regalé un costurero un minuto intransitable
grande, de raso pajizo, Por abajo canta el río: de cabelleras y nombres.
y no quise enamorarme volante de cielo y hojas.
porque teniendo marido Con flores de calabaza, Fachadas de cal ponían
me dijo que era mozuela la nueva luz se corona. cuadrada y blanca la noche.
cuando la llevaba al río. ¡Oh pena de los gitanos! Serafines y gitanos
Romance de la pena negra Pena limpia y siempre sola. tocaban acordeones.
¡Oh pena de cauce oculto
A José Navarro Pardo y madrugada remota! Madre, cuando yo me muera,
Muerto de amor que se enteren los señores.
Las piquetas de los gallos Pon telegramas azules
cavan buscando la aurora, A Margarita Manso que vayan del Sur al Norte.
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya. ¿Qué es aquello que reluce Siete gritos, siete sangres,
por los altos corredores? siete adormideras dobles
Cobre amarillo, su carne, quebraron opacas lunas
huele a caballo y a sombra. Cierra la puerta, hijo mío; en los oscuros salones.
Yunques ahumados sus pechos, acaban de dar las once.
gimen canciones redondas. Lleno de manos cortadas
En mis ojos, sin querer, y coronitas de flores,
Soledad, ¿por quién preguntas relumbraban cuatro faroles. el mar de los juramentos
sin compaña y a estas horas? resonaba no sé dónde.
Será que la gente aquella
Pregunte por quien pregunte, estará fraguando el cobre. Y el cielo daba portazos
dime: ¿a ti qué se te importa? al brusco rumor del bosque,
Vengo a buscar lo que busco, mientras clamaban las luces
mi alegría y mi persona. Ajo de agónica plata en los altos corredores.
la luna menguante, pone Thamar y Amnón
Soledad de mis pesares, cabelleras amarillas
caballo que se desboca, a las amarillas torres. Para Alfonso García-Valdecasas.
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas. La noche llama temblando La luna gira en el cielo
al cristal de los balcones, sobre las sierras sin agua
No me recuerdes el mar, perseguida por los mil mientras el verano siembra
que la pena negra, brota perros que no la conocen, rumores de tigre y llama.
en las tierras de aceituna y un olor de vino y ámbar Por encima de los techos
bajo el rumor de las hojas. viene de los corredores. nervios de metal sonaban.
Aire rizado venía
¡Soledad, qué pena tienes! con los balidos de lana.
¡Qué pena tan lastimosa! Brisas de caña mojada La sierra se ofrece llena
Lloras zumo de limón y rumor de viejas voces de heridas cicatrizadas,
agrio de espera y de boca. resonaban por el arco o estremecida de agudos
roto de la medianoche. cauterios de luces blancas.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca, Bueyes y rosas dormían. Thamar estaba soñando
mis dos trenzas por el suelo, Sólo por los corredores pájaros en su garganta
de la cocina a la alcoba. las cuatro luces clamaban al son de panderos fríos
y cítaras enlunadas. Linfa de pozo oprimida ya la camisa le rasga.
Su desnudo en el alero, brota silencio en las jarras. Corales tibios dibujan
agudo norte de palma, En el musgo de los troncos arroyos en rubio mapa.
pide copos a su vientre la cobra tendida canta.
y granizo a sus espaldas. Amnón gime por la tela ¡Oh, qué gritos se sentían
Thamar estaba cantando fresquísima de la cama. por encima de las casas!
desnuda por la terraza. Yedra del escalofrío Qué espesura de puñales
Alrededor de sus pies, cubre su carne quemada. y túnicas desgarradas.
cinco palomas heladas. Thamar entró silenciosa Por las escaleras tristes
Amnón, delgado y concreto, en la alcoba silenciada, esclavos suben y bajan.
en la torre la miraba, color de vena y Danubio, Émbolos y muslos juegan
llenas las ingles de espuma turbia de huellas lejanas. bajo las nubes paradas.
y oscilaciones la barba. Thamar, bórrame los ojos Alrededor de Thamar
Su desnudo iluminado con tu fija madrugada. gritan vírgenes gitanas
se tendía en la terraza, Mis hilos de sangre tejen y otras recogen las gotas
con un rumor entre dientes volantes sobre tu falda. de su flor martirizada.
de flecha recién clavada. Déjame tranquila, hermano. Paños blancos enrojecen
Amnón estaba mirando Son tus besos en mi espalda en las alcobas cerradas.
la luna redonda y baja, avispas y vientecillos Rumores de tibia aurora
y vio en la luna los pechos en doble enjambre de flautas. pámpanos y peces cambian.
durísimos de su hermana. Thamar, en tus pechos altos
hay dos peces que me llaman, Violador enfurecido,
Amnón a las tres y media y en las yemas de tus dedos Amnón huye con su jaca.
se tendió sobre la cama. rumor de rosa encerrada. Negros le dirigen flechas
Toda la alcoba sufría en los muros y atalayas.
con sus ojos llenos de alas. Los cien caballos del rey Y cuando los cuatro cascos
La luz, maciza, sepulta en el patio relinchaban. eran cuatro resonancias,
pueblos en la arena parda, Sol en cubos resistía David con unas tijeras cortó
o descubre transitorio la delgadez de la parra. las cuerdas del arpa.
coral de rosas y dalias. Ya la coge del cabello,

Llanto por Ignacio Sánchez Mejías


[Poema - Texto completo.]
LA COGIDA Y LA MUERTE a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
Eran las cinco en punto de la tarde. a las cinco de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana Comenzaron los sones del bordón


a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida Las campanas de arsénico y el humo


a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte En las esquinas grupos de silencio


a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones ¡Y el toro, solo corazón arriba!


a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel Cuando el sudor de nieve fue llegando


a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde,

Ya luchan la paloma y el leopardo cuando la plaza se cubrió de yodo


a las cinco de la tarde, con sauces en las barreras

la muerte puso huevos en la herida ¡Que no quiero verla!


a las cinco de la tarde.
Que mi recuerdo se quema.
A las cinco de la tarde. ¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
A las cinco en punto de la tarde.
¡Que no quiero verla!
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde. La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
Huesos y flautas suenan en su oído sobre un hocico de sangres
a las cinco de la tarde. derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
El toro ya mugía por su frente casi muerte y casi piedra,
a las cinco de la tarde. mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde. No.

A lo lejos ya viene la gangrena ¡Que no quiero verla!


a las cinco de la tarde.
Por las gradas sube Ignacio
Trompa de lirio por las verdes ingles con toda su muerte a cuestas.
a las cinco de la tarde. Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Las heridas quemaban como soles Busca su perfil seguro,
a las cinco de la tarde, y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y el gentío rompía las ventanas y encontró su sangre abierta.
a las cinco de la tarde. ¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
A las cinco de la tarde. cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
¡Ay qué terribles cinco de la tarde! los tendidos y se vuelca
¡Eran las cinco en todos los relojes! sobre la pana y el cuero
¡Eran las cinco en sombra de la tarde! de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
2 cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
LA SANGRE DERRAMADA levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
¡Que no quiero verla! hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
Dile a la luna que venga, mayorales de pálida niebla.
que no quiero ver la sangre No hubo príncipe en Sevilla
de Ignacio sobre la arena. que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
¡Que no quiero verla! ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
La luna de par en par, su maravillosa fuerza,
caballo de nubes quietas, y como un torso de mármol
y la plaza gris del sueño su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
le doraba la cabeza sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia. Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
¡Qué gran torero en la plaza! Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
¡Qué gran serrano en la sierra! la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
¡Qué blando con las espigas! y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío! Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
¡Qué deslumbrante en la feria! El aire como loco deja su pecho hundido,
¡Qué tremendo con las últimas y el Amor, empapado con lágrimas de nieve
banderillas de tiniebla! se calienta en la cumbre de las ganaderías.
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba ¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
abren con dedos seguros Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
la flor de su calavera. con una forma clara que tuvo ruiseñores
Y su sangre ya viene cantando: y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos ¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
vacilando sin alma por la niebla, Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
tropezando con miles de pezuñas ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
como una larga, oscura, triste lengua, aquí no quiero más que los ojos redondos
para formar un charco de agonía para ver ese cuerpo sin posible descanso.
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España! Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
¡Oh negro toro de pena! Los que doman caballos y dominan los ríos;
¡Oh sangre dura de Ignacio! los hombres que les suena el esqueleto y cantan
¡Oh ruiseñor de sus venas! con una boca llena de sol y pedernales.
No.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
¡Que no quiero verla! Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
Que no hay cáliz que la contenga, para este capitán atado por la muerte.
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe, Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
no hay canto ni diluvio de azucenas, que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
no hay cristal que la cubra de plata. para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
No. sin escuchar el doble resuello de los toros.

¡Yo no quiero verla! Que se pierda en la plaza redonda de la luna


que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
CUERPO PRESENTE y en la maleza blanca del humo congelado.

La piedra es una frente donde los sueños gimen No quiero que le tapen la cara con pañuelos
sin tener agua curva ni cipreses helados. para que se acostumbre con la muerte que lleva.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
con árboles de lágrimas y cintas y planetas. Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas ALMA AUSENTE


levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida No te conoce el toro ni la higuera,
que desata sus miembros sin empapar la sangre. ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
Porque la piedra coge simientes y nublados, porque te has muerto para siempre.
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
No te conoce el lomo de la piedra, como todos los muertos que se olvidan
ni el raso negro donde te destrozas. en un montón de perros apagados.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre. No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
El otoño vendrá con caracolas, La madurez insigne de tu conocimiento.
uva de niebla y monjes agrupados, Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
pero nadie querrá mirar tus ojos La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
porque te has muerto para siempre. Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Porque te has muerto para siempre, Yo canto su elegancia con palabras que gimen
como todos los muertos de la Tierra, y recuerdo una brisa triste por los ol
ivos

Fragmento de Poema del Cante Jondo


JUAN BREVA
Juan Breva tenía
cuerpo de gigante
y voz de niña.
Nada como su trino.
Era la misma
pena cantando
detrás de una sonrisa.
Evoca los limonares
de Málaga la dormida,
y hay en su llanto dejos
de sal marina.
Como Homero, cantó
ciego. Su voz tenía
algo de mar sin luz
y naranja exprimida.
CAFÉ CANTANTE
Lámparas de cristal
y espejos verdes.
Sobre el tablado oscuro,
la Parrala sostiene
una conversación
con la muerte.
La llama,
no viene,
y la vuelve a llamar.
Las gentes
aspiran los sollozos.
Y en los espejos verdes,
largas colas de seda
se mueven.
POETA EN NUEVA YORK
Poesía Completa III
Si meditamos y somos llenos de piedad verdadera daremos la degollación como una de las grandes obras de misericordia.
Misericordia de la sangre ciega que quiere siguiendo la ley de su Naturaleza desembocar en el mar. No hubo siquiera una
voz. El Jefe de los hebreos atravesó la plaza para calmar a la multitud.

A las seis de la tarde ya no quedaban más que seis niños por degollar. Los relojes de arena seguían sangrando pero ya
estaban secas todas las heridas.

Toda la sangre estaba ya cristalizada cuando comenzaron a surgir los faroles. Nunca será en el mundo otra noche igual.
Noche de vidrios y manecitas heladas.

Los senos se llenaban de leche inútil.

La leche maternal y la luna sostuvieron la batalla contra la sangre triunfadora. Pero la sangre ya se había adueñado de los
mármoles y allí clavaba sus últimas raíces enloquecidas.

Degollación del Bautista

Bautista: ¡Ay! Los negros: ¡Ay ay!

Bautista: ¡Ay ay! Los negros: ¡Ay ay ay!

Bautista: ¡Ay ay ay!

Los negros: ¡Ay ay ay ay!

Al fin vencieron los negros. Pero la gente tenía la convicción de que ganarían los rojos. La recién parida tenía un miedo
terrible a la sangre, pero la sangre bailaba lentamente con un oso teñido de cinabrio bajo sus balcones. No era posible la
existencia de los paños blancos, ni era posible el agua dulce en los valles. Se hacía intolerable la presencia de la luna y se
deseaba el toro abierto, el toro desgarrado con el hacha y las grandes moscas gozadoras.

Poemas en prosa

El escalofrío de los planetas repercutía sobre las yemas de los dedos y en las familias se empezaba a odiar el llanto, el
llanto de perdigones que apaga la danza y agrupa las migas de pan.

Las cintas habían destronado a las serpientes y el cuello de la mujer se hacía posible al humo y a la navaja barbera.

Bautista: ¡Ay ay ay ay!

Los negros: ¡Ay ay ay!

Bautista: ¡Ay ay ay! Los negros: ¡Ay ay!

Bautista: ¡Ay ay! Los negros: ¡Ay! Los rojos (apareciendo


súbitamente): ¡Ay ay ay ay!

Ganaban los rojos. En cegadores triángulos de fuego, la multitud. Era preciso algún beso al niño muerto de la cárcel para
poder masticar aquella flor abandonada. Salomé tenía más de siete dentaduras postizas y una redoma de veneno. ¡A él, a
él! Ya llegaban a la mazmorra.

Tendrá que luchar con la raposa y con la luna de las tabernas. Tendrá que luchar. Tendrá que luchar.
FRAGMENTO SEIS POEMAS GALLEGOS
Seis poemas galegos
Federico García Lorca

I. Madrigal á cibdá de Santiago da Virxen pequena La Virgen mira hacia el mar


e a súa barca! desde la puerta de su casa.
Chove en Santiago
meu doce amor. A Virxen era pequena ¡Ay parranda, parranda, parranda
Camelia branca do ar e a súa coroa de prata. de la Virgen pequeña
brila entebrecida ô sol. Marelos os catro bois y su barca!
que no seu carro a levaban.
Chove en Santiago
na noite escura. Pombas de vidro traguían III. Cantiga do neno da tenda
Herbas de prata e de sono a choiva pol-a montana.
cobren a valeira lúa. Mortos e mortos de néboa Bos Aires ten unha gaita
pol-as congostras chegaban. sobre do Río da Prata
Olla a choiva pola rúa, que a toca o vento do norde
laio de pedra e cristal. ¡Virxen, deixa a túa cariña coa súa gris boca mollada.
Olla o vento esvaído nos doces ollos das vacas
soma e cinza do teu mar. e leva sobr’o teu manto ¡Triste Ramón de Sismundi!
as froles da amortallada! Aló, na rúa Esmeralda,
Soma e cinza do teu mar basoira que te basoira
Santiago, lonxe do sol. Pol-a testa de Galicia polvo d’estantes e caixas.
Ágoa da mañán anterga xa ven salaiando a i-alba.
trema no meu corazón. A Virxen mira pra o mar Ao longo das rúas infindas
dend’a porta da súa casa. os galegos paseiaban
soñando un val imposíbel
I. Madrigal a la ciudad de ¡Ay ruada, ruada, ruada na verde riba da pampa.
Santiago da Virxen pequena
e a súa barca! ¡Triste Ramón de Sismundi!
Llueve en Santiago, Sinteu a muiñeira d'ágoa
mi dulce amor. II. Romería de Nuestra Señora de mentres sete bois de lúa
Camelia blanca del aire la Barca pacían na súa lembranza.
brilla entenebrada al sol.
¡Ay parranda, parranda, parranda Foise pra veira do río,
Llueve en Santiago de la Virgen pequeña veira do Río da Prata.
en la noche oscura. y su barca! Sauces e cabalos múos
Hierbas de plata y de sueño creban o vidro das ágoas.
cubren la vacía luna. La Virgen era pequeña
y su corona de plata. Non atopou o xemido
Mira la lluvia por la calle, Amarillos los cuatro bueyes malencónico da gaita,
lamento de piedra y cristal. que en su carro la llevaban. non viu o inmenso gaiteiro
Mira el viento desvaído, coa boca frolida d’alas:
sombra y ceniza de tu mar. Palomas de vidrio traían
la lluvia por la montaña. Triste Ramón de Sismundi,
Sombra y ceniza de tu mar, Muertos y muertos de niebla veira do Río da Prata,
Santiago, lejos del sol. por las veredas llegaban. viu na tarde amortecida
Agua de la mañana antigua bermello muro de lama.
tiembla en mi corazón. ¡Virgen, deja tu carita
en los dulces ojos de las vacas III. Cantiga del niño de la tienda
y lleva sobre tu manto
II. Romaxe de Nosa Señora da las flores de la amortajada! Buenos Aires tiene una gaita
Barca sobre el Río de la Plata
Por la testuz de Galicia que la toca el viento del norte
¡Ay ruada, ruada, ruada ya viene suspirando el alba. con su gris boca mojada.
del Sil
¡Triste Ramón de Sismundi! ¡Vinde xente escura do cume e do sobre la verde luna como un
Allá, en la calle Esmeralda, val tamboril!
cepilla que te cepilla antes que ise río o leve pro mar!
polvo de estantes y cajas. Mozos, vamos, venid, pronto,
O leve pro mar de curtiñas brancas llegad
A lo largo de las calles infinitas onde van e vên vellos bois de ágoa. porque ya ese río me lo lleva al
los gallegos paseaban mar!
soñando un valle imposible ¡Ay, cómo cantaban os albres do
en la verde ribera de la pampa. Sil
sobre a verde lúa, coma un V. Canzón de cuna pra Rosalía
¡Triste Ramón de Sismundi! tamboril! Castro, morta
Sintió la muñeira de agua
mientras siete bueyes de luna ¡Mozos, imos, vinde, aixiña, ¡Érguete, miña amiga,
pacían en su memoria. chegar que xa cantan os galos do día!
porque xa ise río m’o leva pra o ¡Érguete, miña amada,
Se fue a la orilla del río, mar! porque o vento muxe, coma unha
orilla del Río de la Plata. vaca!
Sauces y caballos mudos IV. Nocturno del adolescente
quiebran el vidrio de las aguas. muerto Os arados van e vén
dende Santiago a Belén.
No encontró el gemido Vamos silenciosos orilla del vado
melancólico de la gaita, para ver al adolescente ahogado. Dende Belén a Santiago
no vio al inmenso gaitero un anxo ven en un barco.
con la boca florida de alas: Vamos silenciosos orillita del aire,
antes que ese río lo lleve hacia el Un barco de prata fina
Triste Ramón de Sismundi, mar. que trai a door de Galicia.
orilla del Río de la Plata,
vio en la tarde moribunda Su alma lloraba, herida y pequeña Galicia deitada e queda
rojo muro de lama. bajo las agujas de pinos y de transida de tristes herbas.
hierbas.
Herbas que cobren teu leito
IV. Noiturnio do adoescente Agua despeñada bajaba de la luna e a negra fonte dos teus cabelos.
morto cubriendo de lirios la montaña
desnuda. Cabelos que van ao mar
Imos silandeiros orela do vado onde as nubens teñen seu nidio
pra ver ô adolescente afogado. El viento dejaba camelias de pombal.
sombra
Imos silandeiros veiriña do ar, en la claraboya mustia de su triste ¡Érguete, miña amiga,
antes que ise río o leve pro mar. boca. que xa cantan os galos do día!
¡Érguete, miña amada,
Súa i-alma choraba, ferida e ¡Venid mozos rubios del monte y porque o vento muxe, coma unha
pequena del prado vaca!
embaixo os arumes de pinos e para ver el adolescente ahogado!
d’herbas. V. Canción de cuna para Rosalía
¡Venid gente oscura de la cumbre y de Castro, muerta
Ágoa despenada baixaba da lúa del valle
cobrindo de lirios a montana núa. antes que ese río lo lleve hacia el ¡Levántate, mi amiga,
mar! que ya cantan los gallos del día!
O vento deixaba camelias de soma ¡Levántate, mi amada,
na lumieira murcha da súa triste Lo lleve hacia el mar de cortinas porque el viento muge, como una
boca. blancas vaca!
donde van y vienen viejos bueyes
¡Vinde mozos loiros do monte e do de agua. Los arados van y vienen
prado desde Santiago a Belén.
pra ver o adoescente afogado! ¡Ay, cómo cantaban los árboles
Desde Belén a Santiago na mesma porta do sono? Observa su cuerpo transido
un ángel viene en un barco. negro de sombras y lobos.
¡É a lúa! ¡É a lúa
Un barco de plata fina na Quintana dos mortos! Madre: la luna está bailando
que trae el dolor de Galicia. en la Quintana de muertos.
¿Quen fita meus grises vidros
Galicia acostada y quieta cheos de nubens seus ollos? ¿Quién hiere potro de piedra
transida de tristes hierbas. en la misma puerta del sueño?
¡É a lúa! ¡É a lúa
Hierbas que cubren tu lecho na Quintana dos mortos! ¡Es la luna! ¡Es la luna
y la negra fuente de tus cabellos. en la Quintana de muertos!
Déixame morrer no leito
Cabellos que van al mar soñando con froles d’ouro. ¿Quién observa mis grises vidrios
donde las nubes tienen su nítido llenos de nubes sus ojos?
palomar. Nai: a lúa está bailando
na Quintana dos mortos. ¡Es la luna! ¡Es la luna
¡Levántate, mi amiga, en la Quintana de muertos!
que ya cantan los gallos del día! ¡Ai filla, co ar do ceo
¡Levántate, mi amada, vólvome branca de pronto! Déjame morir en el lecho
porque el viento muge, como una soñando con flores de oro.
vaca! Non é o ar, é a triste lúa
na Quintana dos mortos. Madre: la luna está bailando
en la Quintana de muertos.
¿Quén brúa co-este xemido
VI. Danza da lúa en Santiago d’imenso boi melancónico? ¡Ay hija, con el aire del cielo
me vuelvo blanca de pronto!
¡Fita aquel branco galán, ¡Nai: É a lúa, a lúa
olla seu transido corpo! coronada de toxos, No es el aire, es la triste luna
que baila, e baila, e baila en la Quintana de muertos.
É a lúa que baila na Quintana dos mortos!
na Quintana dos mortos. ¿Quién brama con este gemido
VI. Danza de la luna en Santiago de inmenso buey melancólico?
Fita seu corpo transido
negro de somas e lobos. ¡Observa a aquel blanco galán, ¡Madre: Es la luna, la luna
mira su transido cuerpo! coronada de tojos,
Nai: a lúa está bailando que baila, y baila, y baila
na Quintana dos mortos. Es la luna que baila en la Quintana de muertos!
en la Quintana de muertos.
¿Quén fire potro de pedra

YERMA
"VIEJA – Y con tu marido…
YERMA – Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura verdad. Pues el primer
día que me puse novia con él ya pensé… en los hijos… Y me miraba en sus ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy
manejable, como si yo misma fuera hija mía.
VIEJA – Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha.
Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo.
YERMA – El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi
hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme.
VIEJA - ¡Y resulta que estás vacía!
YERMA – No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime: ¿tengo yo la culpa? ¿Es preciso buscar en el hombre al
hombre nada más? Entonces, ¿qué vas a pensar cuando te deja en la cama con los ojos tristes mirando al techo y da media
vuelta y se duerme? ¿He de quedarme pensando en él o en lo que puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, ¡pero
dímelo tú, por caridad!
(…)
Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría
que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos
casados, y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés. "

BODAS DE SANGRE
Novio:(Entrando) Madre.
Madre: ¿Que?
Novio: Me voy.
Madre: ¿Adónde?
Novio: A la viña. (Va a salir) Comeré uvas. Dame la navaja.
Madre: ¿Para qué?
Novio:(Riendo) Para cortarlas.
Madre: (Entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
Novio: Vamos a otro asunto.
Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.
Novio: Bueno.
Madre: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las
viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...
Novio:(Bajando la cabeza) Calle usted.
Madre: ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se
hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.
Novio:¿Está bueno ya?
Madre: Cien años que yo viviera no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años
escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar
con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las
puntas del pelo.
Novio:(Fuerte)¿Vamos a acabar?
Madre: No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el
presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos
hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...
Novio:¿Es que quiere usted que los mate?
Madre: No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves
navaja. Es que.... que no quisiera que salieras al campo.
Novio:(Riendo)¡Vamos!
Madre: Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de
lana.
Novio:(Coge de un brazo a la madre y ríe)Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?
Madre: ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?
Novio:(Levantándola en sus brazos) Vieja, revieja, requetevieja.

LA COSA DE BERMARDA DE ALBA


Bernarda: (A Magdalena, que inicia el llanto) Chist. (Golpea con el bastón.) (Salen todas.) (A las que se han
ido) ¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto! Ojalá tardéis muchos años en pasar el arco de mi puerta.
La Poncia: No tendrás queja ninguna. Ha venido todo el pueblo.

Bernarda: Sí, para llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas.

Amelia: ¡Madre, no hable usted así!
Bernarda: Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua
con el miedo de que esté envenenada.
La Poncia: ¡Cómo han puesto la solería!

Bernarda: Igual que si hubiera pasado por ella una manada de cabras. (La Poncia limpia el suelo) Niña, dame un
abanico.

Amelia: Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y verdes.)
Bernarda: (Arrojando el abanico al suelo) ¿Es éste el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a
respetar el luto de tu padre.
Martirio: Tome usted el mío.
Bernarda: ¿Y tú?

Martirio: Yo no tengo calor.
Bernarda: Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la
calle. Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi
abuelo. Mientras, podéis empezar a bordar el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar
sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.
Magdalena: Lo mismo me da.

Adela: (Agria) Si no queréis bordarlas irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más.
Magdalena: Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar
sentada días y días dentro de esta sala oscura.
Bernarda: Eso tiene ser mujer
Magdalena: Malditas sean las mujeres.
Bernarda: Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras. Látigo
y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles.
(Sale Adela.)
Voz: ¡Bernarda!, ¡déjame salir!

Bernarda: (En voz alta) ¡Dejadla ya! (Sale la Criada.)
Criada: Me ha costado mucho trabajo sujetarla. A pesar de sus ochenta años tu madre es fuerte como un roble.
Bernarda: Tiene a quien parecérsele. Mi abuelo fue igual.
Criada: Tuve durante el duelo que taparle varias veces la boca con un costal vacío porque quería llamarte para que le
dieras agua de fregar siquiera, para beber, y carne de perro, que es lo que ella dice que tú le das.
Martirio: ¡Tiene mala intención!

Bernarda: (A la Criada.) Déjala que se desahogue en el patio.
Criada: Ha sacado del cofre sus anillos y los pendientes de amatistas, se los ha puesto y me ha dicho que se quiere casar.
(Las hijas ríen.)
Bernarda: Ve con ella y ten cuidado que no se acerque al pozo.
Criada: No tengas miedo que se tire.
Bernarda: No es por eso... Pero desde aquel sitio las vecinas pueden verla desde su ventana.
(Sale la Criada.)

Ámbitos (fragmento)
"Además, esta es una región desolada. Y aquí, en las hondonadas pantanosas en que florecen tigridias del
tamaño de la cabeza de un hombre, hay luminosos troncos verdes que brillan bajo las oscuras aguas cenagosas
como cadáveres de hombres ahogados. A menudo el único movimiento que se distingue en el paisaje es el
humo invernal que sale enroscándose de la chimenea de alguna granja de aspecto tétrico, o un pájaro de alas
rígidas, silencioso y con ojos como flechas, volando en círculo por sobre los desiertos pinares. "
Pasión de la tierra (fragmento)
¿Nada más?
Yo no soy ese tibio decapitado que pregunta la hora, en el segundo entre dos oleadas. No soy el desnivel
suavísimo por el que rueda el aire encerrado, esperando su pozo, donde morir sobre una rosa sepultada. No soy
el color rojo, ni el rosa, ni el amarillo que nace lentamente, hasta gritar de pronto notando la falta de destino, la
meta de clamores confusos. Más bien soy el columpio redivivo que matasteis anteayer.
Soy lo que soy. Mi nombre escondido.
Lo ignoro todo.
No quiero saber si el color rojo es antes o es después, si Dios lo sacó de su frente o si nació del pecho del primer
hombre herido. No quiero saber si los labios son una larga línea blanca. Ni a mí que me llamo Súbito,
Repentino, o acaso Retrasado, o acaso Inexistente. Que me llamo con el más bello nombre que yo encuentro.

Espadas como labios (fragmento)


MI VOZ
He nacido una noche de verano
entre dos pausas Háblame te escucho
He nacido Si vieras qué agonía
representa la luna sin esfuerzo
He nacido Tu nombre era la dicha
Bajo un fulgor una esperanza un ave
Llegar llegar El mar era un latido
el hueco de una mano una medalla tibia
Entonces son posibles ya las luces las caricias la piel el horizonte
ese decir palabras sin sentido
que ruedan como oídos caracoles
como un lóbulo abierto que amanece
(escucha escucha) entre la luz pisada
LA PALABRA
Esas risas esos otros cuchillos esa delicadísima penumbra
Abre las puertas todas
Aquí al oído voy a decir
(Mi boca suelta humo)
Voy a decir
(Metales sin saliva)
Voy a hablarte muy bajo
Pero estas dulces bolas de cristal
estas cabecitas de niño que trituro
pero esta pena chica que me impregna
hasta hacerme tan negro como un ala
Me arrastro sin sonido
Escúchame muy pronto
En este dulce hoyo no me duermo
Mi brazo qué espesura

Este monte que aduzco en esta mano


este diente olvidado que tiene su último brillo
bajo la piedra caliente
bajo el pecho que duerme
Este calor que aún queda mira ¿lo ves? allá más lejos
en el primer pulgar de un pie perdido
adonde no llegarán nunca tus besos
Escúchame Más más
Aquí en el fondo hecho un caracol pequeñísimo
convertido en una sonrisa arrollada
todavía soy capaz de pronunciar el nombre
de dar sangre
Y...
Silencio
Esta música nace de tus senos
No me engañas
aunque tomes la forma de un delantal ondulado
aunque tu cabellera grite el nombre de todos los horizontes
Pese a este sol que pesa sobre mis coyunturas más graves
Pero tápame pronto
Echa tierra en el hoyo
que no te olvides de mi número
que sepas que mi madera es carne
que mi voz no es la tuya
y que cuando solloces tu garganta
sepa distinguir todavía
mi beso de tu esfuerzo
por pronunciar los nombres con mi lengua
Porque yo voy a decirte todavía
porque tú pisas caracoles que aguardaban oyendo mis dos labios

La destrucción o el amor (fragmento)


LENTA HUMEDAD.
Sombra feliz del cabello
que se arrastra cuando el sol va a ponerse,
como juncos abiertos- es ya tarde;
fría humedad lasciva, casi polvo-.
Una ceniza delicada,
la secreta entraña del junco,
esa delicada sierpe sin veneno
cuya mirada verde no lastima.
Adiós. El sol ondea
sus casi rojos, sus casi verdes rayos.
Su tristeza como frente nimbada,
hunde. Frío, humedad; tierra a los labios.
UNIDAD EN ELLA
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Sombras del paraíso (fragmento)


Frases de Sombra del paraíso
Vicente Aleixandre
01. ¿En qué entrevista playa un fantasma querido me espera siempre a solas, tenaz, tenaz, sin dueño?
02. Y ámame, poseída de mí, cuerpo a cuerpo en la dicha, beso puro que estela deja eterna en los aires.
03. La Tierra conmovida exhala vegetal su gozo. ¡Hela: ha nacido! Verde rubor, hoy boga por un espacio
aún nuevo. ¿Qué encierra? Sola, pura de sí, nadie la habita. Sólo la gracia muda, primigenia, del mundo,
va en astros, leve, virgen, entre la luz dorada.
04. ¿Ese rayo es la ira de la maldad, o es sólo el cielo que desposa su fuego con la cima?
05. Pero aquí, rosa fría, secreta estás, inmóvil; menuda rosa pálida que en esta mano finges tu imagen en la
tierra.
06. Por todas partes veo cuerpos desnudos, fieles al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso nació para
ser chispa de luz , para abrasarse de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa redondez de la luz.
07. ¡Ah, maravilla lúcida de tu cuerpo cantando, destellando de besos sobre tu piel despierta: bóveda
centelleante , nocturnamente hermosa, que humedece mi pecho de estrellas o de espumas!
08. Cuerpo o río que helado hacia la mar se escurre, donde nunca el humano beberá con su boca, aunque un
ojo caliente de su hermosura sufra.
09. Cielo extinguido de luceros que, tibio, campo a los vuelos silenciosos te brindas. Manos de amantes que
murieron, recientes, manos con vida que volantes se buscan y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.
10. Déjame así, sobre tu cuerpo libre, bajo la luz castísima de la luna intocada, aposentar los rayos de otra
luz que te besa, boca de amor que crepita en las sombras y recorre tu virgen revelación de espuma.

Historia del Corazón (fragmento)


"El año ha concluido, Enrique, y bueno será que te quede como recuerdo del último día la imagen del niño
sublime que dio la vida por su amiga. Ahora te vas a separar de tus maestros y de tus compañeros, y tengo que
darte una triste noticia. La separación no durará sólo tres meses, sino siempre. Tu padre, por motivos de su
profesión, tiene que ausentarse de Turín y todos nosotros con él. Nos marcharemos en el próximo otoño.
Tendrás que entrar en una nueva escuela. Esto te disgusta, ¿no es verdad? Porque estoy segura que quieres a tu
antigua escuela, donde durante cuatro años, dos veces al día, has experimentado la alegría de haber trabajado;
donde has visto por tanto tiempo, a la misma hora, los mismo muchachos, los mismos profesores, los mismos
padres, y a tu padre y a tu madre que te esperaban sonriendo; tu antigua escuela, donde se ha desarrollado tu
espíritu, donde has encontrado tantos buenos camaradas, en donde cada palabra que has oído tenía por objeto tu
bien, y no has experimentado un disgusto que no te haya sido útil. Lleva, pues, este afecto contigo y da un adiós
de corazón a todos esos niños. Algunos serán desgraciados, perderán pronto a sus padres o a sus madres, otros
morirán jóvenes; otros tal vez derramarán noblemente su sangre en las batallas; muchos serán buenos y
honrados obreros, padres de familia, trabajadores y dignos como ellos, y ¿quién sabe si no habrá alguno también
que prestará grandes servicios a su país y hará su nombre glorioso? Sepárate de todos afectuosamente; deja un
poco de cariño en esa gran familia en la cual has entrado niño y has salido casi jovenzuelo, y que tu padre y tu
madre aman tanto porque tú has sido allí muy querido. La escuela es una madre, Enrique mío; ella te arrancó de
mis brazos, hablando apenas, y ahora te devuelve grande, fuerte, bueno, inteligente, aplicado. ¡Bendita sea, y no
la olvides jamás, hijo mío! ¡Oh, es imposible que la olvides! Te harás hombre, recorrerás el mundo, verás
ciudades inmensas, monumentos maravillosos, y acaso te olvides de algunos de éstos; pero aquel modesto
edificio blanco, con aquellas persianas cerradas y aquel pequeño jardín donde se abrió la primera flor de tu
inteligencia, lo tendrás presente hasta el último día de tu vida, como yo conservo siempre en mi memoria la casa
en la cual escuché tus primeros ayes la primera vez. "

Poemas paradisiacos (fragmento)


1. "La voz sonaba casi inaudible. Se oía como interiormente, con respeto, tal un parte retransmitido desde una
frontera de bruma, donde sólo un pie pisase todavía temporalidad.
"Pero no reconoce... Está apacible... Se espera..." ¿Qué se esperaría? Yo oía el reloj -¿dónde estaba ese reloj?-.
Yo oía el reloj, invisible, pero transparente, haciendo patente el silencio.
Al fondo del pasillo yacería don Pío, en su habitación, pero aquí, en el saloncito, en ese rincón, había una fiel
cabeza, en madera, sobre un mueble alto, inclinada, como adelantada, inquiridora, una chispa burlona, una
chispa interrogante: asomada con punzante curiosidad. Y ahí, a la izquierda, en ese otro rincón, otro don Pío, de
cuerpo entero, reducido, talla minúscula, de Sebastián Miranda seguramente: Un Baroja con sombrero y abrigo
en gesto de caminante sobre una peana, con la misma naturalidad con que transitaba, arrebujado en su bufanda,
muchos años antes, por los puestos de libros viejos, por los paseos otoñales de un Retiro melancólico al
errabundo.
"Desde mayo no se levanta de la cama... Es un extinguirse que dura meses. Una agonía suave..." Alguien
pensaba: "¿Cómo es una agonía suave que dura meses?" Cuando Hemingway le visitó, hace unas semanas,
todavía alzó los ojos. Sólo dijo: "Adiós... Bueno."
"Este verano ya no se ha podido mover. El anterior fuimos a Vera todavía. Paseó por su tierra vasca."
El reloj, acompasado, hacía notable el silencio, le daba una angustiosa diafanidad. "No se puede esperar nada..."
Nada. y la palabra terrible: "la nada, nada", se hacía sensible en el puro silencio medido, revelado por la
isocronía maravillosa.
"Si quiere usted pasar..." El visitante se puso en pie. El ruido de los pasos ahogó el tictac perseverador. El
pasillo, el comedor, otra vez el pasillo. A la izquierda, una puerta: la alcoba.
¡Qué desnuda la habitación! Las paredes sin un elemento que las alterase. Una ventana amplia, quizá con unos
visillos blancos. En el centro, grande, como arribada, quizá mejor como desatracada, tal una barcaza se
dispusiese, la cama. En ella tendida, la sombra. La colcha blanca, las sábanas, la barba blanca, el gorro tibio de
lana blanca: todo daba la sensación de espuma suave, esponjosa, que retuviese y acogiese, agasajase, el cuerpo
inerme que se le rendía. Sólo el rostro apenas encendido -una chispa de fiebre última-, el rosa tenue de las
mejillas ponía color, y qué suave color, en aquel amontonamiento de blancura inocente. "
2. "Dos o tres años después volvimos a aquel belén de la casita a orillas del mar. Había llegado la hermana
mayor de los niños, la que vivía en Alemania, y que regresaba después de varios años de ausencia. Decían
que era ya "mayor", y yo no la había visto nunca. ¡Ay, cuánto se había empequeñecido aquel belén inocente!
Recuerdo que lo pregunté: -¿Es otro?... -Es el mismo-. El barro de los ángeles colgantes no parecía tan
celeste, ni tan imponentes los cerros. No, yo no podía apoyar mi cabeza sobre aquel roquedal sin temor a
desbaratarlo. La sensación de vastedad, aquella doble visión, mágica y real, realísima, había desaparecido.
No quedaba sino su imitación sin ventura. Y, sin embargo, la inocencia todavía tenía ojos puros. Yo era
todavía muy pequeño. Recuerdo que se me acercó la hermana mayor. Era la primera vez que veía al niño. -
Qué guapo eres -dijo, y le tentó la cara. Yo la miré con ojos absortos, sin oírla. ¡Tan "grande"!... ¿Qué edad
tendría? A mí, tan pequeño, me pareció "vieja" como el mundo. Y hermosa y fresca como el mundo.
Todavía volví a ver aquel belén unos años más tarde. La familia alemana había tenido que emigrar a su país.
Corrió el tiempo, y un día mi madre recibió una carta pidiéndole volviese a la casa y recogiera todavía
alguna cosa perdida. Yo la acompañé. Subimos al desván, lleno de trastos, muebles viejos, cajas vacías,
cortinas rotas, terciopelos marchitos. Parecía flotar un polvo que no hubiera podido aplacarse. Entramos más
adentro y mi madre entreabrió una ventana. En un rincón, al fondo, vi el belén. Fue la primera y única vez
que experimenté la sensación horrible de la niñez perdida. Un montón de palos hirsutos que había sido palio
celeste. Una acumulación de vidrios rotos y reunidos que no podían recordar la materia de los ríos sin
mancha. Pedazos despintados y el polvo casi obsceno de lo que fueran ángeles y pastores. El triste resto de
la luz estelar: "papel de plata", si así todavía podía llamarse. Y encima, el corcho desaforado, bloques de
corcho roído, asomando crudos o amontonados como materia baja y barrida, sin ninguna nobleza en la
destrucción. Quizá más niño, no ya en el borde de la adolescencia, aun los grandes ojos abiertos hubieran
visto allí una magna catástrofe, y a aquellos restos, redimidos por una convulsión casi geológica. Quizá mi
mano de niño aún habría tenido el valor de acariciar alguna hendida montaña, intuyendo el vasto
deshacimiento de un mundo que yo podía con aflicción contemplar. "

Presencia (fragmento)
"Como quiera que el hombre ve su alma en los destellos del relámpago, pura y limpia del vicio de establecer
símiles con la no muerte vivificadora y la no vida vivida a expensas del enamorado del inmenso amor entre las
criaturas y el creador, el único paraíso que existe, manifiesto a los sentidos y a la intuición, es la amada, y el
desengaño del enamorado el único infierno. Concédeme, pues, ahora que nos separamos a las puertas de este
limbo, que rompa nuestras reglas del juego. Que no se sepa quién de nosotros –tú, yo o la muerte–ha ganado o
perdido. La suerte no vence a los minerales, es la virgen del tiempo que enseña a la bestia a tocar la flauta.está
echada, venzamos los tres. El enemigo es más inteligente y astuto que nosotros. Nada contraría tanto a la
derrota como esta simple constatación, oh amigo que te pierdes por una antítesis, que todo lo das por una
nadería justa con la que el alma aprenda a ser tolerante y disfrute de la dicha de verse en los brillos risueños del
agua, que echas a volar convertido en mil mariposas para crear poesía a partir de todo lo vivo. Pues la levedad,
como el rocío, Sólo haces las paces por ese motivo tan impreciso, y no te arrepientes de una guerra que te hizo
madurar como agosto a las granadas en las laderas de los montes saqueados: ningún otro infierno te espera. Lo
que fue tuyo será tu infierno. "

Marinero en tierra (fragmento)


El mar. La mar. ¡Dejadme ser, salineros,
El mar. ¡Sólo la mar! granito del salinar!
¿Por qué me trajiste, padre, ¡Que bien, a la madrugada,
a la ciudad? correr en las vagonetas,
¿Por qué me desenterraste llenas de nieve salada,
del mar? hacia las blancas casetas!
En sueños, la marejada ¡Dejo de ser marinero,
me tira del corazón. madre, por ser salinero!
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste Branquias quisiera tener,
acá? porque me quiero casar.
Mi novia vive en el mar
Gimiendo por ver el mar, y nunca la puedo ver.
un marinerito en tierra Madruguera, plantadora,
iza al aire este lamento: allá en los valles salinos.
¡Ay mi blusa marinera! ¡Novia mía, labradora
Siempre me la inflaba el viento de los huertos submarinos!
al divisar la escollera. ¡Yo nunca te podré ver
jardinera en tus jardines
…Y ya estarán los esteros albos del amanecer!
rezumando azul del mar.

El alba en el alhelí (fragmento)


El farolero y su novia -¡Bien puedes amarme aquí, que la luna yo encendí,
tú, por ti, sí, tú, por ti!

—Sí, por mí.


—Bien puedes besarme aquí, faro, farol farolera, la más álgida que vi.
—Bueno, sí.
—Bien puedes matarme aquí, gélida novia lunera del faro farolerí.
—Ten. ¿Te di?
Seguidillas a una extranjera
Todos los torerillos que hay en Sevilla, te arrojaron, al verte, la monterilla.
Dinos cómo te llamas, flor extranjera,
– Entre los andaluces, la arrebolera.
Cinco rejoneadores, cinco perfiles, clavaron a la gracia de los toriles.
Gracia negra, de fuego, tras los percales, pintándolos de moras de los morales.
¿Por que ocultas la cara tras la mantilla. y rueda por el ruedo tu gargantilla?
¿Y por qué de la gloria baja y se eleva, a caballo, un arcángel que se la lleva?

Lloran zumo de azándar y de limones, desgarrados, los flecos de los mantones.


Y tú, arriba, en los palcos, crucificada, desangrándote el pecho con una espada.
Muerta de los caireles, ven, que de amores pretenden requerirte los matadores.

¿Cómo te dicen, dinos, flor cineraria?


– Entre los andaluces la pasionaria.

Modas
Tú no sabes lo que es eso y ojalá nunca lo sepas: en la boca el colorete, las melenitas cortadas, el cuerpo sobre
la falda, y las medias transparentes.
¡Viva toda tú franjada de redondeles de grana!

¿No sabes que ya las rosas no son del tiempo, en la cara?


Si a ti las pinta el aire, ¡mejor que mejor, serrana!

¿No sabes que los cabellos los peinan peines de plata?


Si a ti los peina el viento, ¡mejor que mejor, serrana!

¿No sabes tú que las medias son de seda y no de lana?


Si son de algodón las tuyas, ¡mejor que mejor, serrana!

Tú y yo
Tú nunca te has de casar, porque no tienes dinero, me digo yo.
Casarme yo, viajar con él por el mundo entero, te dices tú.
Di, ¿para qué enamorar, si siempre has de ser soltero? me digo yo.
Pero… ¿para qué soñar, si nunca tendrá dinero? te dices tú.

PLEAMAR (fragmento)
Hacía ya mucho tiempo que no leía poesía. Como es lógico, me he topado aquí o allá con un poema al que
presté atención durante unos minutos, pero leer poesía, lo que se dice leer poesía (esto es, sentarme
tranquilamente a degustar todo un libro de poemas en un ambiente propicio a ello), hacía ya años que no lo
hacía, a pesar de que nunca me ha parecido acertado el olvido de lo poético que caracteriza a nuestra sociedad
contemporánea (ver, por ejemplo, la entrada en mi bitácora personal de 2 de octubre de 2004). Las razones de
este olvido pueden ser (han de ser) múltiples: los acelerados tiempos que nos han tocado vivir, el exceso de
ofertas de ocio de todo tipo, la omnipresencia de la dichosa televisión (por cierto, que aunque cueste trabajo de
creer, tiene una presencia mucho más opresiva aquí que en los EEUU, piensen lo que piensen los españolitos),
la falta de atención al lenguaje, la dictadura de lo práctico y funcional, etc. En fin, que no leía poesía desde mis
años de estudiante universitario. Y es que, a lo mejor (o a lo peor), la lectura de poesía va también unida a un
espíritu radical, extremo, idealista, propicio a los excesos, romántico en el sentido original del término, en
definitiva, y por tanto mucho más afín a edades tiernas, sentimientos exagerados y grandes sueños. ¿Quién
sabe? Por lo que hace a Rafael Alberti, la verdad es que jamás le había leído tampoco (aparte de algún poema
suelto aquí o allá, por supuesto). Su fama de poeta comprometido siempre me había echado para atrás, hasta en
mis años de más rabioso izquierdismo. La verdad es que nunca fui muy aficionado a la literatura puesta al
servicio de las causas políticas, ya fuera de derechas o de izquierdas. Y he de reconocer que me ha sorprendido
muy gratamente con este libro que habré de añadir a mi biblioteca personal tarde o temprano. Primera obra de
Alberti escrita íntegramente en el exilio, Pleamar es una extensa colección de poe.
Primeros poemas sueltos (fragmento)
La oración de las rosas.
¡Ave rosas, estrellas solemnes!
Rosas, rosas, joyas vivas de infinito;
bocas, senos y almas vagas perfumadas;
llantos, ¡besos!, granos, polen de la luna;
dulces lotos de las almas estancadas;
¡ave rosas, estrellas solemnes!

 Retornar a la página principal  Estampa del cielo


 La oración de las rosas  Tres historietas del viento
 Este es el prólogo  Herbarios
 Cada canción  Escuela
 En la amplia cocina, la lumbre  Oda al Santísimo Sacramento del altar
 Siento  Soledad
 Con la fente en el suelo  Sonetos
 Se ha quebrado el sol  Epitafio a Isaac Albéniz
 El jardín de las morenas  Tengo miedo a perder la maravilla
 Suite del agua.  A Carmela, la peruana
 Suite de los espejos  A Mercedes en su vuelo
 Noche  El poeta pide a su amor que le escriba
 Surtidores  Canción de la muerte pequeña
 Estío  Canto nocturno de los marineros andaluces
 Canción de la desesperanza  Canción homenaje
 La selva de los relojes  Miguel Pizarro
 Angulo eterno  Tierra y luna
 Tardecilla del Jueves Santo  Luna y panorama de los insectos
 Chopo y torre  Omega
 Soledad insegura  Normas
 Oda a Salvador Dalí  Canción de cuna
 Canción  Canción, si tú oyeras
 La sirena y el carabinero  Canción

El rayo que no cesa (fragmento)


negra está, y mi corazón,
1 y mi corazón con canas.
Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida Tal es la mala virtud
sostiene un vuelo y un brillo del rayo que me rodea,
alrededor de mi vida. que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea.
Rayo de metal crispado
fulgentemente caído, Recojo con las pestañas
picotea mi costado sal del alma y sal del ojo
y hace en él un triste nido. y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas, ¿A dónde iré que no vaya
mi perdición a buscar? tiene en su territorio sus pasiones.
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar. Sal de mi corazón, del que me has hecho
un girasol sumiso y amarillo
Descansar de esta labor al dictamen solar que tu ojo envía:
de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor un terrón para siempre insatisfecho,
me hará a mi pesar eterno. un pez embotellado y un martillo
harto de golpear en la herrería.
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular, 4
corazón, que de la muerte Me tiraste un limón, y tan amargo
nadie ha de hacerme dudar. con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
Sigue, pues, sigue cuchillo, y probé su amargura sin embargo.
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo Con el golpe amarillo, de un letargo
sobre mi fotografía. dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
2 de una punta de seno duro y largo.
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras Pero al mirarte y verte la sonrisa
y de fraguas coléricas y herreras que te produjo el limonado hecho,
donde el metal más fresco se marchita? a mi voraz malicia tan ajena,

¿No cesará esta terca estalactita se me durmió la sangre en la camisa,


de cultivar sus duras cabelleras y se volvió el poroso y áureo pecho
como espadas y rígidas hogueras una picuda y deslumbrante pena.
hacia mi corazón que muge y grita?
5
Este rayo ni cesa ni se agota: Tu corazón, una naranja helada
de mí mismo tomó su procedencia con un dentro sin luz de dulce miera
y ejercita en mí mismo sus furores. y una porosa vista de oro: un fuera
venturas prometiendo a la mirada.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia Mi corazón, una febril granada
de sus lluviosos rayos destructores. de agrupado rubor y abierta cera,
que sus tiernos collares te ofreciera
3 con una obstinación enamorada.
Guiando un tribunal de tiburones,
como con dos guadañas eclipsadas, ¡Ay, qué acometimiento de quebranto
con dos cejas tiznadas y cortadas ir a tu corazón y hallar un hielo
de tiznar y cortar los corazones, de irreductible y pavorosa nieve!

en el mío has entrado, y en él pones Por los alrededores de mi llanto


una red de raíces irritadas, un pañuelo sediento va de vuelo
que avariciosamente acaparadas con la esperanza de que en él lo abreve.

VIENTO DEL PUEBLO (fragmento)


ELEGÍA PRIMERA
Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, de indiferencia armado y de respeto,
y en traje de cañón, las parameras te veo entre tus cejas si me asomo.
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras. Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
Verdura de las eras, y de arrullos el cielo y las ventanas,
¿qué tiempo prevalece la alegría? como un raudal de pluma
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas el viento que se lleva las semanas.
y hace brotar la sombra más sombría.
Primo de las manzanas,
El dolor y su manto no podrá con tu savia la carcoma,
vienen una vez más a nuestro encuentro. no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
Y una vez más al callejón del llanto y para dar salud fiera a su poma
lluviosamente entro. elegirá tus huesos el manzano.

Siempre me veo dentro Cegado el manantial de tu saliva,


de esta sombra de acíbar revocada, hijo de la paloma,
amasada con ojos y bordones, nieto del ruiseñor y de la oliva:
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
y un rabioso collar de corazones. esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada ¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
del agua, del sollozo, pero qué injustamente arrebatada!
del corazón quisiera: No sabe andar despacio, y acuchilla
donde nadie me viera la voz ni la mirada, cuando menos se espera su turbia cuchillada.
ni restos de mis lágrimas me viera.
Tú, el más firme edificio, destruido,
Entro despacio, se me cae la frente tú, el gavilán más alto, desplomado,
despacio, el corazón se me desgarra tú, el más grande rugido,
despacio, y despaciosa y negramente callado, y más callado, y más callado.
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Caiga tu alegre sangre de granado,
Entre todos los muertos de elegía, como un derrumbamiento de martillos feroces,
sin olvidar el eco de ninguno, sobre quien te detuvo mortalmente.
por haber resonado más en el alma mía, Salivazos y hoces
la mano de mi llanto escoge uno. caigan sobre la mancha de su frente.

Federico García Muere un poeta y la creación se siente


hasta ayer se llamó: polvo se llama. herida y moribunda en las entrañas.
Ayer tuvo un espacio bajo el día Un cósmico temblor de escalofríos
que hoy el hoyo le da bajo la grama. mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría, Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
que agitaba columnas y alfileres, veo un bosque de ojos nunca enjutos,
de tus dientes arrancas y sacudes, avenidas de lágrimas y mantos:
y ya te pones triste, y sólo quieres y en torbellinos de hojas y de vientos,
ya el paraíso de los ataúdes. lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo, No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo, Silencioso, desierto, polvoriento
que el calor de los besos que la muerte desierta,
sentiste, entre dos largas hileras de puñales, parece que tu lengua, que tu aliento,
largo amor, muerte larga, fuego largo. los ha cerrado el golpe de una puerta.

Por hacer a tu muerte compañía, Como si paseara con tu sombra,


vienen poblando todos los rincones paseo con la mía
del cielo y de la tierra bandadas de armonía, por una tierra que el silencio alfombra,
relámpagos de azules vibraciones. que el ciprés apetece más sombría.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos, Rodea mi garganta tu agonía
ráfagas de abejorros y violines, como un hierro de horca
tormentas de guitarras y pianos, y pruebo una bebida funeraria.
irrupciones de trompas y clarines. Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
.

Sonetos 19, 44 y 73, de Cancionero y romancero de ausencias


"[19] Fue una alegría para siempre sola,
El corazón es agua para siempre dorada, destellante.
que se acaricia y canta. Pero es una tristeza para siempre,
El corazón es puerta porque apenas nacida fue a enterrarse.
que se abre y se cierra.
El corazón es agua [73]
que se remueve, arrolla, La cantidad de mundos
se arremolina, mata. que con los ojos abres,
que cierras con los brazos.
[44] La cantidad de mundos
Fue una alegría de una sola vez, que con los ojos cierras,
de esas que no son nunca más iguales. que con los brazos abres. "
El corazón, lleno de historias tristes,
fue arrebatado por las claridades.
Fue una alegría como la mañana,
que puso azul el corazón, y grande,
más comunicativo su latido,
más esbelta su cumbre aleteante.
Fue una alegría que dolió de tanto
encenderse, reírse, dilatarse.
Una mujer y yo la recogimos
desde un niño rodado de su carne.
Fue una alegría en el amanecer
más virginal de todas las verdades.
Se inflamaban los gallos, y callaron
atravesados por su misma sangre.
Fue la primera vez de la alegría
la sola vez de su total imagen.
Las otras alegrías se quedaron
como granos de arena ante los mares.

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