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Viajar por la llanura manchega a comienzos del siglo XX desde luego debía de ser muy diferente a hacerlo hoy, y tanto es
así, que en aquel entonces, un joven Azorín de mi misma edad, treinta y dos años, hubo de realizar la mayor parte
del trayecto en carro (ocho horas nos dice que tardó en recorrer los a penas treinta kilómetros que separan Argamasilla de
Ruidera y veinte horas en ir y volver de Argamasilla a Puerto Lápice) y acompañado en todo momento de un revólver por
si acaso, ya que, como le dijera José Ortega Munilla antes de partir: "en todo viaje hay una legua de mal camino".
Desde luego, La ruta de Don Quijote es un relato apasionante narrado por un escritor cuyo dominio de la lengua
castellana es verdadéramente asombroso. La riqueza léxica de Azorín es extraordinaria y las descripciones del paisaje
manchego salen de su pluma para convertirse en auténticos cuadros impresionistas.
"... Ya es día claro; ya una luz clara, limpia, diáfana, llena la inmensa llanura amarillenta; la campiña se extiende a lo
lejos en suaves ondulaciones de terrenos y oteros. De cuando en cuando se divisan las paredes blancas, refulgentes de
una casa; se ve perderse a lo lejos, rectos, inacabables, los caminos. Y una cruz tosca de piedra tal vez nos recuerda, en
esta llanura solitaria, monótona, yerma, desesperante, el sitio de una muerte, de una tragedia. Y lentamente el tren
arranca con un estrépito de hierros viejos..."
Como dijera Vargas Llosa en su discurso de ingreso en la Real Academia Española: "Aunque [La ruta de Don
Quijote] hubiera sido el único [libro] que escribió, él sólo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes
artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje
y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra
preciosa, una obra de consumada orfebrería artística".
Los esperpentos.fragmento
Es la primera obra a la que Valle da ese nombre. Además en la escena XII contiene una teoría del nuevo género. Max
dice: “nuestra tragedia no es una tragedia” la tragedia es un género demasiado noble para la España de la época “España
es una deformación grotesca de la civilización europea” por ello “el sentido trágico de la vida española sólo puede darse
con una estética sistemáticamente deformada”, y así de la imposibilidad de tragedia surge el esperpento. La índole de esa
estética deformante es ilustrada con la referencia a los espejos cóncavos del callejón del Gato, “los héroes clásicos han ido
a pasearse por el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento. Las
imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. Mi estética actual es transformar con matemática perfecta de
espejo cóncavo las normas clásicas” y termina con es-tas tremendas palabras “deformemos la expresión en el mismo
espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España” Cabe añadir a esta teoría nuevas explicaciones en las
que dice que hay tres modos de ver el mundo estéticamente: «Creo que hay tres modos de ver el mundo: artística o
estéticamente: de rodillas, en pie o levantados en el aire: Cuando se mira de rodillas —y esta es la posición más antigua en
literatura—, se da a los personajes, a los héroes, una condición superior a la condición humana (...). Hay una segunda
manera, que es mirar a los protagonistas como si fuesen nuestros hermanos, como si fuesen ellos nosotros mismos (...). Y
hay otra tercera manera, que es mirar al mundo desde un plano superior, y considerar a los personajes de la trama como
seres inferiores al autor, con un punto de ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Esta es una manera
muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que sus muñecos...»
Tirano Banderas (fragmento)
"Calló el ranchero, y súbitamente los ojos endrinos recobraron sus timbres aguileños. La niña se recogía al pie de una
columna con el pañolito sobre las pestañas. El Coronelito abría los brazos y bostezaba: Suspendido en nieblas alcohólicas,
salía del sueño a una realidad hilarante: Reparó en la dueña y se alzó a saludarla con alarde jocundo, ciñendo laureles de
Baco y de Marte.
Chino Viejo, por una talanquera, hacíale al patrón señas con la mano. Dos caballos de brida asomaban las orejas.
Cambiadas pocas palabras, el ranchero y su mayoral montaron y salieron a los campos con medio galope.
Sin demorarse, el honrado gachupín acudió a la Delegación de Policía: Guiado por el sesudo dictamen del sobrino,
testimonió la denuncia con un anillo de oro bajo y falsa pedrería, que, apurando su tasa, no valía diez soles. El Coronel-
Licenciado López de Salamanca le felicitó por su civismo:
—Don Quintín, la colaboración tan espontánea que usted presta a la investigación policial merece todos mis plácemes. Le
felicito por su meritoria conducta, no relajándose de venir a deponer en esta oficina, .aportando indicios muy interesantes.
Va usted a tomarse la molestia de puntualizar algunos extremos. ¿Conocía usted a la pueblera que se le presentó con el
anillo? Cualquier indicación referente a los rumbos por donde mora podría ayudar mucho a la captura de la interfecta.
Parece indudable que el fugado se avistó con esa mujer cuando ya conocía la orden de arresto. ¿Sospecha usted que haya
ido derechamente en su busca?
—¡Posiblemente!
—¿Desecha usted la conjetura de un encuentro fortuito?
—¡Pues y quién sabe!
—¿El rumbo por donde mora la chinita, usted lo conoce?
El honrado gachupín quedó en falsa actitud de hacer memoria:
—Me declaro ignorante. "
La guerra carlista
Fragmento
Presentación
Puede que Ramón del Valle-Inclán sea, entre los clásicos españoles del siglo XX, el que con más razones venía
reclamando una edición popular de sus Obras completas. Por un lado, su figura y su personalidad extravagantes, rodeadas
de un fabuloso anecdotario, han solido distraer, cuando no eximir, la lectura de sus libros. Por otro, la enmarañada historia
editorial de sus publicaciones ha plagado de confusiones y malentendidos la transmisión de no pocos de sus títulos,
dificultando la obtención de una adecuada perspectiva de conjunto.
El caso es que la obra de Valle-Inclán exige como pocas ser contemplada en todo su recorrido. Entre otros motivos,
porque sólo así es posible apreciar la espectacular evolución de su estética, que en pocos años transita desde el
preciosismo decadentista de sus primeros años a la furia guiñolesca del esperpento. Sólo observándola en su desarrollo se
explica por qué la obra de Valle, conforme ha dicho Pere Gimferrer, constituye, al menos en España, «el gozne en el que
se produce el quiebro o cambio de óptica que separa a la narrativa clásica —cuyos últimos representantes son Galdós y
Clarín— de la narrativa contemporánea». Una opinión que cabe extender, con más fundamento todavía, al teatro. Y a la
que debe añadirse otra consideración pendiente aún de ser suficientemente atendida, relativa a la lengua empleada por
Valle. Éste quizá sea el escritor contemporáneo que con más vigor y atrevimiento ha planteado la posibilidad de un
español total, de un idioma que combina con admirable naturalidad una multitud asombrosa de variedades y de registros,
tanto peninsulares como de América, ensayando una lengua de asombrosos colorido y eficacia que sigue destellando —
incluso décadas después de acontecido el llamado boom de la literatura latinoamericana— con fulgores de utopía.
La edición de las obras de Valle-Inclán entraña enormes dificultades, que explican las limitaciones a que han debido
resignarse hasta hoy mismo los sucesivos proyectos de publicar sus Obras completas. Sólo desde hace pocos años se
dispone de un censo fiable y contrastado de todos los textos publicados por el autor, dispersos en todo tipo de
publicaciones (españolas y extranjeras) y a menudo repetidos bajo títulos distintos. A los múltiples aprovechamientos que
hacía Valle de sus propios escritos, hay que sumar las continuas y a menudo profundas revisiones a que solía someterlos
toda vez que volvía a publicarlos, especialmente con motivo de recogerlos en Opera Omnia, proyecto de «obras
completas» que él mismo impulsó en fecha tan temprana como 1913. Es comprensible, así, que sólo muy lentamente, y no
sin grandes esfuerzos, estén viendo la luz ediciones críticas de unos textos que entrañan problemas a veces complejísimos
a la hora de fijarlos con alguna seguridad.
La presente edición de las Obras completas de Valle, en el marco de una colección de bolsillo, tiene una vocación
eminentemente divulgativa, razón por la cual no entra, ni mucho menos, en el detalle de los problemas apuntados, como
tampoco aspira a una exhaustividad por el momento aún difícil de garantizar. Se sirve del ímprobo trabajo de editores
anteriores para brindar al lector, pulidas en lo posible de erratas y confusiones, las últimas ediciones revisadas por el autor
de unos textos que, según se lleva dicho, conocen a menudo versiones muy diferentes. La edición de referencia empleada
ha sido la de las Obras completas de Ramón del Valle-Inclán publicadas por Espasa-Calpe en 2002, en dos gruesos
volúmenes. Esta edición, que se presenta sin firma alguna, es la más abarcadora de cuantas se han impulsado hasta la
fecha, y cosecha en amplio grado las múltiples aportaciones hechas por distintos estudiosos en las por lo general
concienzudas ediciones de los libros de Valle publicadas en la «Colección Austral». Se han consultado además otras
ediciones también solventes (como las aparecidas en la colección «Letras Hispánicas» de Cátedra), así como las muy poco
conocidas Obras completas en treinta volúmenes (de los cuales tres no llegaron a ver la luz, por problemas de derechos)
emprendidas en 1990 por Círculo de Lectores bajo la dirección de Alonso Zamora Vicente, que contó, para prologar y
anotar los sucesivos volúmenes, con un extenso elenco de eminentes valleinclanistas. Ya en marcha la presente edición,
han empezado a aparecer en la Biblioteca Castro las Obras completas de Valle en cinco volúmenes, editados bajo la
dirección de Margarita Santos Zas. Se trata, una vez más, de una edición de características muy distintas de la presente, y
que en adelante se irá consultando en la medida de lo posible.
La ordenación de los seis volúmenes que integran estas Obras completas combina dos criterios: el de género y el
cronológico. En general, se evita duplicar piezas cuyo contenido, por muchas variantes que presente, viene a resultar muy
parecido, tanto más si no se cotejan las distintas versiones. Esto conlleva la aparente «omisión» de algunos títulos,
subsumidos con posterioridad en otros. En el prólogo y en las «Notas bibliográficas» específicas de cada volumen se
detallan este tipo de cuestiones y se justifican las decisiones tomadas en cada caso. Por lo demás, las «Notas
bibliográficas», reunidas siempre al final, se limitan a dar escueta noticia de la historia particular de cada uno de los títulos
recogidos en el volumen en cuestión, detallando el lugar en que fueron originalmente publicados y esbozando el recorrido
editorial en vida del autor.
Especial comentario requiere la puntuación de los textos, que difiere a veces muy notoriamente de la empleada por Valle.
Recordaba Alonzo Zamora Vicente cómo «Valle-Inclán declamaba sus escritos, y no los daba por buenos hasta que
sonaban bien: ése es el origen de las comas mal colocadas en su prosa, comas que reflejan una pausa prosódica pero no
ortográfica, comas que los correctores de imprenta han ido eliminando poco a poco». Lo cierto es que respetar la
puntuación de Valle, sobre todo en lo que respecta a sus primeros escritos, daría por resultado un texto a veces ilegible. En
la presente edición no se ha tenido empacho en adaptar la puntuación a los usos corrientes, a efectos de no añadir.
El Cristo de Velásquez
¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío? por Ti la muerte es el amparo dulce
¿Por qué ese velo de cerrada noche que azucara amargores de la vida;
de tu abundosa cabellera negra por Ti, el Hombre muerto que no muere
de nazareno cae sobre tu frente? blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Miras dentro de Ti, donde está el reino Cristo, la vida y es la muerte vela.
de Dios; dentro de Ti, donde alborea Mientras la tierra sueña solitaria,
el sol eterno de las almas vivas. vela la blanca luna; vela el Hombre
Blanco tu cuerpo está como el espejo desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
del padre de la luz, del sol vivífico; vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
blanco tu cuerpo al modo de la luna como la luna de la noche negra;
que muerta ronda en torno de su madre vela el Hombre que dió toda su sangre
nuestra cansada vagabunda tierra; por que las gentes sepan que son hombres.
blanco tu cuerpo está como la hostia Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
del cielo de la noche soberana, a la noche, que es negra y muy hermosa,
de ese cielo tan negro como el velo porque el sol de la vida la ha mirado
de tu abundosa cabellera negra con sus ojos de fuego: que a la noche
de nazareno. morena la hizo el sol y tan hermosa.
Que eres, Cristo, el único Y es hermosa la luna solitaria,
hombre que sucumbió de pleno grado, la blanca luna en la estrellada noche
triunfador de la muerte, que a la vida negra cual la abundosa cabellera
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces negra del nazareno. Blanca luna
por Ti nos vivifica esa tu muerte, como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre, del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre madre de la esperanza, dulce Noche,
nos guían en la noche de este mundo noche oscura del alma, eres nodriza
ungiéndonos con la esperanza recia de la esperanza en Cristo salvador!
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
Últimas tardes con Teresa (fragmento)
"El Monte Carmelo es una colina desnuda y árida situada al noroeste de la ciudad. Manejados los invisibles hilos por
expertas manos de niño, a menudo se ven cometas de brillantes colores en el azul del cielo, estremecidas por el viento,
asomando por encima de la cumbre igual que escudos que anunciaran un sueño guerrero. La colina se levanta junto al
Parque Güell, cuyas verdes frondosidades y fantasías arquitectónicas de cuento de hadas mira con escepticismo por
encima del hombro, y forma cadena con el Turó de la Rubira, habitado en sus laderas, y con la Montaña Pelada. Hace ya
más de medio siglo que dejó de ser un islote solitario en las afueras. Antes de la guerra, este barrio y el Guinardó se
componían de torres y casitas de planta baja: eran todavía lugar de retiro para algunos aventajados comerciantes de la
clase media barcelonesa, falsos pavos reales de cuyo paso aún hoy se ven huellas en algún viejo chalet o ruinoso jardín.
Pero se fueron. Quién sabe si al ver llegar a los refugiados de los años cuarenta, jadeando como náufragos, quemada la
piel no sólo por el sol despiadado de una guerra perdida, sino también por toda una vida de fracasos, tuvieron al fin
conciencia del naufragio nacional, de la isla inundada para siempre, del paraíso perdido que este Monte Carmelo iba a ser
en los años inmediatos. Porque muy pronto la marea de la ciudad alcanzó también su falda Sur, rodeó lentamente sus
laderas y prosiguió su marcha extendiéndose por el Norte y el Oeste, hacia el Valle de Hebrón y los Penitentes. En su
falda escalonada como un anfiteatro crece la hierba de un verde amargo, salpicada aquí y allá por las alegres manchas
amarillas de la ginesta. Una serpiente asfaltada, lívida a la cruda luz del amanecer, negra y caliente y olorosa al atardecer,
roza la entrada lateral del Parque Güell viniendo desde la plaza Sanllehy y sube por la ladera oriental sobre una
hondonada llena de viejos algarrobos y miserables huertas con barracas hasta alcanzar las primeras casas del barrio: allí su
ancha cabeza abochornada silba y revienta y surgen calles sin asfaltar, torcidas, polvorientas, algunas todavía pretenden
subir más en tanto que otras bajan, se disparan en todas direcciones, se precipitan hacia el llano por la falda Norte, en
dirección a Horta y a Montbau. Además de los viejos chalets y de algún otro más reciente, construido en los años
cuarenta, cuando los terrenos eran baratos, se ven casitas de ladrillo rojo levantadas por emigrantes, balcones de hierro
despintado, herrumbrosas y minúsculas galerías interiores presididas por un ficticio ambiente floral, donde hay mujeres
regando plantas que crecen en desfondados cajones de madera y muchachas que tienden la colada con una pinza y una
canción entre los dientes. "
Ensayos : Novelas :
La piedra es una frente donde los sueños gimen No quiero que le tapen la cara con pañuelos
sin tener agua curva ni cipreses helados. para que se acostumbre con la muerte que lleva.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
con árboles de lágrimas y cintas y planetas. Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!
A las seis de la tarde ya no quedaban más que seis niños por degollar. Los relojes de arena seguían sangrando pero ya
estaban secas todas las heridas.
Toda la sangre estaba ya cristalizada cuando comenzaron a surgir los faroles. Nunca será en el mundo otra noche igual.
Noche de vidrios y manecitas heladas.
La leche maternal y la luna sostuvieron la batalla contra la sangre triunfadora. Pero la sangre ya se había adueñado de los
mármoles y allí clavaba sus últimas raíces enloquecidas.
Al fin vencieron los negros. Pero la gente tenía la convicción de que ganarían los rojos. La recién parida tenía un miedo
terrible a la sangre, pero la sangre bailaba lentamente con un oso teñido de cinabrio bajo sus balcones. No era posible la
existencia de los paños blancos, ni era posible el agua dulce en los valles. Se hacía intolerable la presencia de la luna y se
deseaba el toro abierto, el toro desgarrado con el hacha y las grandes moscas gozadoras.
Poemas en prosa
El escalofrío de los planetas repercutía sobre las yemas de los dedos y en las familias se empezaba a odiar el llanto, el
llanto de perdigones que apaga la danza y agrupa las migas de pan.
Las cintas habían destronado a las serpientes y el cuello de la mujer se hacía posible al humo y a la navaja barbera.
Ganaban los rojos. En cegadores triángulos de fuego, la multitud. Era preciso algún beso al niño muerto de la cárcel para
poder masticar aquella flor abandonada. Salomé tenía más de siete dentaduras postizas y una redoma de veneno. ¡A él, a
él! Ya llegaban a la mazmorra.
Tendrá que luchar con la raposa y con la luna de las tabernas. Tendrá que luchar. Tendrá que luchar.
FRAGMENTO SEIS POEMAS GALLEGOS
Seis poemas galegos
Federico García Lorca
YERMA
"VIEJA – Y con tu marido…
YERMA – Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura verdad. Pues el primer
día que me puse novia con él ya pensé… en los hijos… Y me miraba en sus ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy
manejable, como si yo misma fuera hija mía.
VIEJA – Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha.
Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo.
YERMA – El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi
hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme.
VIEJA - ¡Y resulta que estás vacía!
YERMA – No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime: ¿tengo yo la culpa? ¿Es preciso buscar en el hombre al
hombre nada más? Entonces, ¿qué vas a pensar cuando te deja en la cama con los ojos tristes mirando al techo y da media
vuelta y se duerme? ¿He de quedarme pensando en él o en lo que puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, ¡pero
dímelo tú, por caridad!
(…)
Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría
que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos
casados, y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés. "
BODAS DE SANGRE
Novio:(Entrando) Madre.
Madre: ¿Que?
Novio: Me voy.
Madre: ¿Adónde?
Novio: A la viña. (Va a salir) Comeré uvas. Dame la navaja.
Madre: ¿Para qué?
Novio:(Riendo) Para cortarlas.
Madre: (Entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
Novio: Vamos a otro asunto.
Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.
Novio: Bueno.
Madre: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las
viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...
Novio:(Bajando la cabeza) Calle usted.
Madre: ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se
hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.
Novio:¿Está bueno ya?
Madre: Cien años que yo viviera no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años
escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar
con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las
puntas del pelo.
Novio:(Fuerte)¿Vamos a acabar?
Madre: No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego, el presidio. ¿Qué es el
presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos
hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...
Novio:¿Es que quiere usted que los mate?
Madre: No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves
navaja. Es que.... que no quisiera que salieras al campo.
Novio:(Riendo)¡Vamos!
Madre: Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de
lana.
Novio:(Coge de un brazo a la madre y ríe)Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?
Madre: ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?
Novio:(Levantándola en sus brazos) Vieja, revieja, requetevieja.
Ámbitos (fragmento)
"Además, esta es una región desolada. Y aquí, en las hondonadas pantanosas en que florecen tigridias del
tamaño de la cabeza de un hombre, hay luminosos troncos verdes que brillan bajo las oscuras aguas cenagosas
como cadáveres de hombres ahogados. A menudo el único movimiento que se distingue en el paisaje es el
humo invernal que sale enroscándose de la chimenea de alguna granja de aspecto tétrico, o un pájaro de alas
rígidas, silencioso y con ojos como flechas, volando en círculo por sobre los desiertos pinares. "
Pasión de la tierra (fragmento)
¿Nada más?
Yo no soy ese tibio decapitado que pregunta la hora, en el segundo entre dos oleadas. No soy el desnivel
suavísimo por el que rueda el aire encerrado, esperando su pozo, donde morir sobre una rosa sepultada. No soy
el color rojo, ni el rosa, ni el amarillo que nace lentamente, hasta gritar de pronto notando la falta de destino, la
meta de clamores confusos. Más bien soy el columpio redivivo que matasteis anteayer.
Soy lo que soy. Mi nombre escondido.
Lo ignoro todo.
No quiero saber si el color rojo es antes o es después, si Dios lo sacó de su frente o si nació del pecho del primer
hombre herido. No quiero saber si los labios son una larga línea blanca. Ni a mí que me llamo Súbito,
Repentino, o acaso Retrasado, o acaso Inexistente. Que me llamo con el más bello nombre que yo encuentro.
Presencia (fragmento)
"Como quiera que el hombre ve su alma en los destellos del relámpago, pura y limpia del vicio de establecer
símiles con la no muerte vivificadora y la no vida vivida a expensas del enamorado del inmenso amor entre las
criaturas y el creador, el único paraíso que existe, manifiesto a los sentidos y a la intuición, es la amada, y el
desengaño del enamorado el único infierno. Concédeme, pues, ahora que nos separamos a las puertas de este
limbo, que rompa nuestras reglas del juego. Que no se sepa quién de nosotros –tú, yo o la muerte–ha ganado o
perdido. La suerte no vence a los minerales, es la virgen del tiempo que enseña a la bestia a tocar la flauta.está
echada, venzamos los tres. El enemigo es más inteligente y astuto que nosotros. Nada contraría tanto a la
derrota como esta simple constatación, oh amigo que te pierdes por una antítesis, que todo lo das por una
nadería justa con la que el alma aprenda a ser tolerante y disfrute de la dicha de verse en los brillos risueños del
agua, que echas a volar convertido en mil mariposas para crear poesía a partir de todo lo vivo. Pues la levedad,
como el rocío, Sólo haces las paces por ese motivo tan impreciso, y no te arrepientes de una guerra que te hizo
madurar como agosto a las granadas en las laderas de los montes saqueados: ningún otro infierno te espera. Lo
que fue tuyo será tu infierno. "
Modas
Tú no sabes lo que es eso y ojalá nunca lo sepas: en la boca el colorete, las melenitas cortadas, el cuerpo sobre
la falda, y las medias transparentes.
¡Viva toda tú franjada de redondeles de grana!
Tú y yo
Tú nunca te has de casar, porque no tienes dinero, me digo yo.
Casarme yo, viajar con él por el mundo entero, te dices tú.
Di, ¿para qué enamorar, si siempre has de ser soltero? me digo yo.
Pero… ¿para qué soñar, si nunca tendrá dinero? te dices tú.
PLEAMAR (fragmento)
Hacía ya mucho tiempo que no leía poesía. Como es lógico, me he topado aquí o allá con un poema al que
presté atención durante unos minutos, pero leer poesía, lo que se dice leer poesía (esto es, sentarme
tranquilamente a degustar todo un libro de poemas en un ambiente propicio a ello), hacía ya años que no lo
hacía, a pesar de que nunca me ha parecido acertado el olvido de lo poético que caracteriza a nuestra sociedad
contemporánea (ver, por ejemplo, la entrada en mi bitácora personal de 2 de octubre de 2004). Las razones de
este olvido pueden ser (han de ser) múltiples: los acelerados tiempos que nos han tocado vivir, el exceso de
ofertas de ocio de todo tipo, la omnipresencia de la dichosa televisión (por cierto, que aunque cueste trabajo de
creer, tiene una presencia mucho más opresiva aquí que en los EEUU, piensen lo que piensen los españolitos),
la falta de atención al lenguaje, la dictadura de lo práctico y funcional, etc. En fin, que no leía poesía desde mis
años de estudiante universitario. Y es que, a lo mejor (o a lo peor), la lectura de poesía va también unida a un
espíritu radical, extremo, idealista, propicio a los excesos, romántico en el sentido original del término, en
definitiva, y por tanto mucho más afín a edades tiernas, sentimientos exagerados y grandes sueños. ¿Quién
sabe? Por lo que hace a Rafael Alberti, la verdad es que jamás le había leído tampoco (aparte de algún poema
suelto aquí o allá, por supuesto). Su fama de poeta comprometido siempre me había echado para atrás, hasta en
mis años de más rabioso izquierdismo. La verdad es que nunca fui muy aficionado a la literatura puesta al
servicio de las causas políticas, ya fuera de derechas o de izquierdas. Y he de reconocer que me ha sorprendido
muy gratamente con este libro que habré de añadir a mi biblioteca personal tarde o temprano. Primera obra de
Alberti escrita íntegramente en el exilio, Pleamar es una extensa colección de poe.
Primeros poemas sueltos (fragmento)
La oración de las rosas.
¡Ave rosas, estrellas solemnes!
Rosas, rosas, joyas vivas de infinito;
bocas, senos y almas vagas perfumadas;
llantos, ¡besos!, granos, polen de la luna;
dulces lotos de las almas estancadas;
¡ave rosas, estrellas solemnes!