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ACTIVIDAD 3

“EPOCA CAROLINGIA Y EL NACIMIENTO DE EUROPA”

BLANCA MARGARITA PAREDES TORRES

Como primer asunto tenemos la época de Carlomagno, que comenzó con prácticas de
fortalecimiento en entidades político-territoriales, autonomías más acomodadas a la escala
social y física de las distintas regiones. Las entidades anteriormente mencionadas se fueron
convirtiendo a finales del siglo lX como principados territoriales y a su vez se le unieron
otras dos que no eran construcción política de Carlomagno, la anglosajona en el reino de
Wessex y la ibérica en el reino de Austrias.
Carlos Martel que en sus manos tenía las mayordomías heredadas por su padre Pipino de
Herstal; propuso de nuevo la aristocracia que permitieran relajar las tensiones internas del
reino.
Pipino ''el breve'' apoyado por la aristocracia, buscó la legitimación de su poder en la
confirmación del pontífice Zacarías y gracias a esto se dio una alianza entre papado y
francos.
Carlomagno trajo unos elementos de Cristiandad latina en su reino. También con diferentes
conquistas de francos contra sajones entre los ríos Rin y Elba. Luego de un fracaso en
España Carlomagno decidió cambiar de estrategia, sustituyó las ofensivas guerras por la
atracción y acogida de los hispanos cristianos que huían del dominio del Islam. Carlomagno
fue nombrado rey de los francos y esto para el consejero áulico era uno de los tres poderes
que gobernaban el mundo.
Este imperio calló con las ''segundas invasiones'' a mediados del siglo x con las victorias
de Otón l dando así el crecimiento Europeo con el proceso fundamental de la destrucción
de esquemas sociales y económicos. Gracias a esto, se dieron otras pautas muy
importantes en los crecimientos de Europa.
1. las modificaciones de las unidades de producción dominantes en el mundo rural.
2. la evolución del poblamiento
3. el papel de los intercambios.

La Época Carolingia y el nacimiento de Europa


El Imperio carolingio es un término historiográfico utilizado para referirse al reino franco que
dominó la dinastía carolingia del siglo VIII al siglo IX en Europa occidental.
El Imperio de Carlomagno
La continuidad entre el viejo Imperio romano y el nuevo Imperio germánico de los francos
en Europa occidental y central se convierte en la política unificadora de Carlomagno y sus
seguidores.
La monarquía franca se convierte bajo el gobierno de los carolingios en un conjunto de
territorios unidos por una misma Administración donde se forjaría una sociedad y una
cultura comunes que identificarían a Occidente durante la Edad Media.
A Carlomagno se le reconoce como uno de los antecesores del europeísmo.
El reino franco alcanzó su máximo esplendor con la dinastía carolingia entre los siglos VIII
y IX. Su máximo representante fue Carlomagno que se propuso restablecer la unidad del
antiguo imperio romano de Occidente.

La expansión del reino franco estaba asociada a la difusión de la fe católica.


Carlomagno comenzó la conquista del Imperio y extender sus fronteras hacia el este y hacia
el sur por territorios eslavos, lombardos, bizantinos y musulmanes.
Carlomagno fue coronado emperador en Roma por el papa León III, el día de Navidad del
año 800.

A la muerte de Carlos Magno, el enfrentamiento entre sus sucesores llevó a la división del
Imperio en varios reinos (Tratado de Verdú , 843) y la inseguridad se extendió por
Europa.
A Carlomagno le sucedió su hijo Luis el Piadoso o en latín Ludovico Pio (814-840) que era
ya rey de Aquitania y había conquistado Barcelona en 801, estableciendo el límite de la
Marca Hispánica. Sin embargo, como emperador hizo bien poco por la expansión del
Imperio; entusiasta de la cultura y profundamente religioso, entregó a la Iglesia el tesoro
acumulado por su padre.

El movimiento artístico siguió floreciente gracias a algunos importantes centros culturales


como Metz, Tours o Reims. Sin embargo, a finales de su reinado se encontró con el
levantamiento de sus hijos mayores, Lotario, Pipino y Luis, entre quienes había repartido el
Imperio y que se opusieron a la posterior inclusión de Carlos, el menor. Tras la muerte de
Pipino, por el Tratado de Verdún (843) quedaba dividido finalmente entre los tres restantes:
Lotario I recibió las tierras centrales (Lotaringia), Luis el Germánico la parte oriental y Carlos
el Calvo se quedaba con el reino de los francos occidentales.
La disgregación del Imperio se vio acentuada en 855, con la muerte de Lotario, quien
repartió el reino de Lotaringia entre sus hijos Carlos I, Lotario II y Luis II.
No obstante, los dos primeros duraron poco, con lo que Luis II pasaba a ser el nuevo
heredero del reino de su padre en 869, a lo que se oponían sus tíos Luis el Germánico y
Carlos el Calvo. Este último se hizo coronar rápidamente rey de la Lotaringia, pero al final
se vio obligado a aceptar su división entre ambos por el Tratado de Meersen (870).

Durante estos últimos años, los restos del Imperio Carolingio se encontraron con un nuevo
peligro, las incursiones vikingas que comenzaron a asolar sus tierras, pero en el campo
cultural se alcanzó un nuevo florecimiento de las artes, impulsadas por el mecenazgo
imperial, fundamentalmente de Carlos Decadencia del Imperio Carolingio
Decadencia del Imperio Carolingio
Tras los nietos de Carlomagno, sus sucesores ya no fueron capaces de conservar la
estabilidad imperial, y poco a poco se fue perdiendo la unidad política que se había
conseguido con el mantenimiento de un férreo control en manos del emperador.

Las nuevas presiones externas obligaron a Carlos a reconocer, mediante la capitular de


Quierzy (877) la posibilidad de que los grandes funcionarios carolingios pudieran transmitir
sus derechos territoriales a sus hijos, de forma que iban a aparecer grandes principados de
tipo hereditario que marcarían el nacimiento del feudalismo.

Pese a todo, los sucesores de la dinastía carolingia consiguieron mantenerse hasta el siglo
X: en el bloque oriental, a la muerte de Luis el Niño en 911 fue elegido rey Conrado de
Franconia y, tras él, Enrique I, fundador de la dinastía otoniana; mientras, en Occidente
llegaron hasta 987, año en que fueron sustituidos por los Capetos.
NACIMIENTO DE EUROPA

La obra política, militar y cultural de Carlomagno se considera de tal magnitud que se le ha


denominado el “Padre de Europa”. Fue uno de los hombres de poder de la Edad Media que
contribuyeron a la formación de Europa.

Sin embargo, el proyecto de crear el espacio europeo no parece que estuviera en su


pensamiento. Se limitó a agrandar el territorio del reino franco que había recibido de su
padre, y a conquistar los territorios que constituyen hoy Francia, parte de la Alemania actual,
parte del territorio de la Italia actual y el Noreste de la Península Ibérica.

La unificación política, legislativa, monetaria, religiosa, cultural y social que le atribuyen los
defensores de la visión de futuro de Carlomagno, no se aplicó más que en los territorios
conquistados. Esos territorios serían el corazón de Europa de donde siglos después partiría
la idea de la Unión Europea. Sin embargo, su obra no fue duradera, al contrario, sus
sucesores, en concreto sus nietos iniciaron un proceso de división que llevó a una
fragmentación máxima del territorio desde el siglo IX en adelante.

Es difícil, pues aceptar la denominación de “padre de Europa” para Carlomagno, pues no


es más que uno de los “padres de Europa”.

La Iglesia será utilizada en el Antiguo Régimen por las clases poderosas-nobles y patricios
urbanos- para preservar y sostener su poder social y político.
Al menos entre las clases dominantes, la elección de estado civil o de cónyuge no era libre,
sino que estaba supeditado a la política familiar. Mediante la inclusión de sus segundones
y otros miembros en el segundo estado, las familias poderosas se aseguraban al menos
tres beneficios:

En primer lugar, limitaban su potencial reproductivo "legítimo", evitando así el


fraccionamiento excesivo del patrimonio familiar y la consiguiente mengua de la base
económica de su poder social.
En segundo lugar, por medio de capellanías y beneficios patrimoniales, ligaban
indisolublemente y de forma permanente una importante fracción del patrimonio familiar a
la rama principal.
En tercer lugar, situaban a algunos de sus miembros en condiciones de escalar puestos -y
beneficios- en la administración eclesiástica, desde los que podían beneficiar a sus
familiares.
Si a todo ello añadimos que, en su gran mayoría, los clérigos eran fieles miembros de sus
familias a las que, por otra parte, no podían plantear ambiciones sucesorias legítimas,
comprenderemos las ventajas que la estructura eclesiástica reportaba al primer estado y a
la burguesía urbana tradicional.
Comprenderemos también que gran parte de los bienes de la Iglesia, donados por el poder
social en sus diversas escalas, redundaban directamente en beneficio de las familias de los
donantes, por encima del interés concreto de éstos.

En resumen, la iglesia incluía un esquema de cuatro componentes

 Un pensamiento teológico
 Una voluntad de organización eclesiástica
 Una teoría del poder político
 Una ordenación de los hábitos mentales y materiales

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