Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Miguel Á. M. Hernández
García Ponce muere en diciembre del 2003, en la Ciudad de México. Escritor de múltiples
géneros: teatro, crítica, ensayo, novela y cuento. Compartió, como autor activo, escena-
rios e ideas con movimientos literarios y pictóricos como “La generación de la ruptura”,
“La generación del medio siglo” y “La generación de la Casa del Lago”. El tema o los
grandes temas de García Ponce son el deseo y el amor.
La novela o cuento largo La gaviota la escribió en un solo año, junto a otras obras,
después de recibir el diagnóstico de que se iba a morir muy pronto1, a los cuarenta años;
es su obra número 28. Ponce comenzó escribiendo teatro, luego escribió cuentos, la no-
vela forma parte de su tercer etapa, en la que surge La Gaviota y El gato. Es una etapa de
simbolismos, nos cuenta en su discurso de recibimiento al Premio Juan Rulfo 2001.
Sin duda alguna, García Ponce conoce los estados anímicos que conducen a una
tragedia; entre ellos se encuentran tres estados que han sido repetidos desde la tragedia
griega hasta la prosa latinoamericana de los “contemporáneos”, “la generación de medio
siglo” y la actualidad, los elementos son: Amor, Muerte y Locura. García Ponce teje su
literatura con estos tres elementos más uno implícito, éste es el hilo del deseo. Todo lo
que toca, cada movimiento literario, tiene que ver con el deseo; es decir, con el Eros. “Mi
pensamiento es erótico”, confiesa Ponce en su ensayo “Santuario Treinta y cinco años
después”, recogido en el libro De viejos y nuevos amores, Vol. 2., dedicado a la Literatura.
En ese libro tiene otro ensayo que viene al caso, se titula“Nabokov: Un sueño y
un ensayo”. Para los que conozcan la Lolita, de Nabokov, podrán encontrar un parale-
lismo o una referencia bastante clara entre la Lolita de Nabokov y la Katina de García
1
Lo cuenta García Ponce en su discurso al recibir el Premio Juan Rulfo 2001, dos años antes de su muerte.
Ponce. Desde el nombre, compuesto por tres sílabas que, además, comparten las dos úl-
timas sílabas, las más, precisamente, sonoras y emblemáticas. Lo(-li-ta), y Ka(-ti-na). En
cuanto a las descripciones físicas de Lolita y de Katina también se encuentran semejanzas,
como palabras que se reiteran como “doradas” “blancas” y “azules” para describir el fí-
sico de Lolita y de Katina.
De hecho, en La gaviota, hay una escena en la que Katina se sube encima de las
piernas de su papá, lo llena de besos en las mejillas, en el cuello, en el pecho, brinca y
juguetea sobre él, a pesar de que ya es una adolescente de la que Luis pensará que tiene
ya caderas, pechos y nalgas de mujer. Ponce recrea la clásica escena de Lolita en las
piernas de Humbert Humbert; Katina juguetea como Lolita y Luis finge no verla, indife-
rente, Luis lee el periódico en la sala; el papá de Katina la levanta y la deja en el piso,
pues es un alemán, suponemos grande, corpulento. Katina, entonces, recrea o intenta re-
crear su juego de Lolita en las piernas de Luis; pero éste no se deja. Para ese punto de la
novela, Luis está enojado con Katina, está en la etapa de transición del amor a la locura.
Regresando al paralelismo Lolita-Katina, la dualidad es bastante visible en las descrip-
ciones y las acciones: el carácter de Katina es un espejo de Lolita, aunque distinto, pues
Katina es todavía más exótica y erótica que Lolita; Katina es Alemana, Mexicana y en
parte Brasileña. Tiene el cabello negro, la piel dorada, los ojos azules. Lleva bikinis rojos
y azules bastante pequeños. Hasta aquí, los hombres que lean la novela o la descripción
simplona que hago en paráfrasis de Ponce, podrán imaginar, y quizá desear, a una mujer
como Lolita. Y lo digo así, sin moralizar la edad y la situación civil. Porque ya Ponce
dice sobre Nabokov y su Lolita: “Todos los lectores de Lolita estamos seducidos por
Lolita, pero sólo como lectores y nuestra seducción puede permanecer secreta: ése es el
mérito de Nabokov y de todos los grandes narradores. (García Ponce, Nabokov: Un sueño
y un ensayo)”. Por último, la relación entre Lolita y Katina queda establecida en las pri-
meras páginas, cuando el narrador dice:
Katina. Cuando ella se lo dio, después de que él había creído escucharlo sin
entender lo dicho por su padre, las tres sílabas representaron para siempre esa
figura tan delgada como la suya y no menos alta que él, que encerraba su piel
ligeramente dorada ya, sus ojos azules protegidos por unos párpados increí-
blemente frágiles, casi transparentes, de los que salían las pestañas tan largas
y negras como su pelo, que caía partido en dos a ambos lados de sus hombros,
y como el doble arco de sus cejas, alrededor del cual se desplegaba toda la
cara con su frente larga, su nariz recta, sus pómulos salientes que hacían pa-
recer ligeramente hundidas las mejillas, sus labios delgados y pálidos y el
firme trazo de la quijada, rematando en la barbilla redonda, que lograba hacer
tan independiente el largo cuello curvado. Todo en ella era exótico y dife-
rente, pero él sabía que ella también debía verlo a él así. En cambio, cuando
se lo dijo a ella, su nombre no sonaba a nada y le dio vergüenza. Luis. Una
sola sílaba y detrás quizás sólo una furia inexplicable. (García Ponce, La
Gaviota)
La similitud está en: que el nombre Katina tiene tres sílabas, al igual que Lolita, y
en que ambos lo hacen explícito, visible para el lector, existe, por lo tanto, una intención
estética al visibilizarlo; además, comparte las dos últimas vocales: i, a.
La descripción también es poética, aunque no al grado de Nabokov, al menos en
esta parte, pues me parece que, en momentos, Ponce logra párrafos tan poéticos como los
habría escrito Nabokov.
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía.
Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo
hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con
su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín.
Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era
Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita.” (Nabokov
1)
Bibliografía
García Ponce, Juan. La Gaviota. México: ERA, 2013. Libro impreso.
García Ponce, Juan. «Nabokov: Un sueño y un ensayo.» García Ponce, Juan. De viejos y
nuevos amores. México: Joaquín Mortiz, 1998. 23. Libro.
García Ponce, Juan. «Santuario Treinta y cinco años después.» García Ponce, Juan. De
viejos y nuevos amores. Volumen 2, Literatura. México: Joaquín Mortiz, 1998. 7-
16. Libro.