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René Obligaciones
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De lasRamos
René Obligaciones
Pazos
DE LAS
OBLIGACIONES
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A MODO DE PRESENTACIÓN
Esta obra sobre las obligaciones, que he preparado para servir de ayuda a los estudiantes
de Derecho, se ajusta al programa vigente en la Facultad de Derecho de la Universidad
de Concepción, donde cumplo funciones docentes. He seguido el orden tradicional, con
algunas modificaciones que no estimo de consideración. Así, por ejemplo, las
obligaciones de dinero se estudian como una categoría especial, separándome de la
costumbre de enseñarlas al tratar de la avaluación legal de los perjuicios. La prelación
de créditos la he dejado como un capítulo aparte y final, con el objeto de no alterar la
secuencia de otras materias.
No obstante que el destinatario natural de este libro son los estudiantes de Derecho,
creo que también podrá servir a los abogados y magistrados. Dada su naturaleza -es un
manual-, en muchos casos me he limitado a señalar opiniones de autores o simplemente
a dejar constancia de la existencia de fallos sobre una determinada cuestión sin
adentrarme en mayores profundidades, pensando que como están hechas las citas quien
tenga interés en un determinado asunto podrá fácilmente encontrar el material que
necesite.
En cuanto a los fallos citados, los más antiguos los he tomado del Repertorio de
Legislación y Jurisprudencia Chilenas y de las obras de algunos autores, como Las
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EL AUTOR
Concepción, mayo de 1999
Nota: Si no se indica otra cosa, todos los artículos citados son del Código Civil.
Capítulo Primero
CONCEPTOS GENERALES
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a) En los derechos reales existe una relación de persona a cosa, en los personales
la relación es entre dos sujetos determinados: acreedor y deudor.
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eminentemente transitorias, no constituye una diferencia esencial, desde que ello sólo
sería así en el derecho de propiedad -y todavía con la salvedad que existen
propiedades transitorias, como la propiedad fiduciaria-, pero no lo es en algunos
derechos reales, como el caso del usufructo, que siempre está sujeto a un plazo (art.
770 C. Civil).
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deudor es quien debe dar, hacer o no hacer algo en favor del acreedor.
En los contratos bilaterales -aquellos en que las partes se obligan recíprocamente
(art. 1439)- ambas partes tendrán el carácter de acreedoras y deudoras de sus respectivos
derechos y obligaciones.
Los dos sujetos tienen que ser personas determinadas o a lo menos determinables.
En doctrina se discute si es indispensable para el nacimiento del derecho y de la
correlativa obligación que el sujeto exista con anterioridad. Hernández Gil afirma que
"la radical inesencialidad de los sujetos no es admisible, pues supondría, entre otras
cosas, una total alteración del sistema de los derechos subjetivos, de su ordenación y
protección". Pero agrega que "es muy posible que en ciertas fases del desarrollo de la
obligación haya un sujeto no plenamente determinado" (ob. cit., pág 93). Es lo que
ocurre, nos parece, en las obligaciones propter rem, que luego estudiaremos. También
podría ser el caso de la oferta del pago de una recompensa al que hallare una especie
extraviada (art. 632 inc. 2º), en que el acreedor va a ser la persona que acepte tal
recompensa, si bien en este caso es discutible si la obligación nace con la oferta o cuando
ésta es aceptada.
Tanto el deudor como el acreedor pueden ser una o varias personas, desde que, de
acuerdo al artículo 1438, cada parte de un contrato puede ser una o muchas personas.
Frente a la concepción clásica que entiende la obligación como una relación de
dos personas, acreedor y deudor, surgen doctrinas nuevas, que ven más bien una
relación de patrimonios. Gaudement expresa "Originariamente es la persona la que debe
a la persona; hoy es el patrimonio el que debe al patrimonio". Y Polacco enseña: "En
las obligaciones, en vez de una voluntad vinculada a otra, existe un vínculo entre dos
patrimonios, considerados como personalidades abstractas" (citados por Fueyo,
Cumplimiento e Incumplimiento de las Obligaciones, pág. 31).
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necesidad de un nuevo acuerdo de las partes (así ocurre por ejemplo, en las obligaciones
alternativas arts. 1499 y ss.). El artículo 1461, refiriéndose a las
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obligaciones de dar (o de entregar), nos dice que cuando lo que se debe es una cosa
"la cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga datos
que sirvan para determinarla" (inc. 2º).
10. Para que exista obligación ¿debe la prestación tener contenido patrimonial
(pecuniario)? Savigny y algunos juristas pertenecientes a la escuela histórica así lo
entendieron. De esa forma, el derecho de las obligaciones venía a ser esencialmente
un derecho patrimonial. Así ocurría también en el derecho romano, en que se
consideraba de la esencia de la obligación el que la prestación tuviera un valor
pecuniario o económico.
A partir de mediados del siglo 19, algunos autores -Scialoja, Castán, Ruggiero,
Messineo, Puig Peña, entre otros- comienzan a distinguir entre "la prestación en sí" y
"el interés del acreedor". La primera debe tener siempre un contenido patrimonial, pues,
en caso contrario, no se podría ejecutar la obligación en el patrimonio del deudor;
no así el interés del acreedor, que puede ser patrimonial, moral, humanitario, científico
o artístico. Ruggiero es particularmente claro: "Es indudable que nada impone la
necesidad de un interés económico en el acreedor; puede tal interés ser de índole
afectivo, moral, ideal, bastando que sea serio, lícito y digno de protección jurídica". Otra
cosa es que el objeto de la prestación deba tener un contenido económico, ser
susceptible de una valoración patrimonial. De otro modo no se daría la posibilidad de
realizarse en el caso de incumplimiento con el patrimonio del deudor, y vendrían
incluidas en el concepto jurídico de obligación una serie de obligaciones que, aun
contrayéndose diariamente en la vida social, ninguno piensa hacerlas valer mediante la
coacción judicial" (Instituciones de Derecho Civil, 4ta edición, t. II, vol. I, pág. 18,
Editorial Reus, Madrid, 1944).
En términos muy parecidos, Hernández Gil afirma que el derecho de obligaciones
es eminentemente patrimonial, pero "los intereses económicos aparecen a veces
vinculados a otros que no lo son e, incluso, pueden presentarse en ocasiones intereses
no propiamente económicos como objeto de la relación jurídica obligacional", y agrega,
"precisamente la superación del plano del interés económico marca una directriz en la
evolución del Derecho Civil. En el Derecho Civil se proyecta la persona en su
entera dimensión, y no sólo las facetas económicas de su actuación". Pone, como
ejemplo, el Derecho del Trabajo señalando que "en la relación de trabajo tienen cabida
y hasta primacía los intereses nítidamente personales, morales y sociales, como
modo de proteger la dignidad humana del trabajador". Da otros ejemplos: la
indemnización del daño moral; el derecho del arrendador a poner término al contrato
cuando el arrendatario desarrolla en el local arrendado una actividad inmoral,
peligrosa, insalubre o notoriamente incómoda (ob. cit. pág. 115). (Véase, también sobre
este punto, Francesco Messineo, Manual de Derecho Civil y Comercial, Edic.
E.J.E.A, Buenos Aires, 1979, t. IV, págs. 33-34; Clemente de Diego, Instituciones de
Derecho Civil Español, edición 1959, t. II, pág. 15; Fernando Fueyo L., Cumplimiento
e Incumplimiento de las Obligaciones, Nº 21, págs. 42-43.)
Lacruz Berdejo estima que "si el Derecho tutela intereses extrapatrimoniales, y
también en el campo de las obligaciones, en él, cuando tales intereses se resuelven en
una prestación de imposible valoración económica directa, tampoco podemos negarles
la protección del ordenamiento". Y más adelante agrega: "si negamos la validez de
una obligación por el hecho de faltarle contenido económico, limitamos arbitrariamente
la autonomía de la voluntad y dejamos sin juridicidad un posible elenco de deberes
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Capítulo Segundo
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES
11. Concepto. Se han definido las fuentes de las obligaciones "como los hechos
jurídicos que dan nacimiento, modifican o extinguen las relaciones de derecho y las
obligaciones" (Fernando Fueyo, Derecho Civil, t. IV, "De las Obligaciones", vol. I, Nº
15, pág 42). En forma más escueta Stitchkin, nos dice que "se llaman fuentes de las
obligaciones los hechos jurídicos que les dan origen (Derecho Civil, Edit. Universitaria
S.A., t. I, Santiago, 1948, Nº 19, pág. 13).
12. Clasificación. El artículo 578 del Código Civil al definir los derechos personales
o créditos, hace una primera distinción, al expresar que éstos sólo pueden reclamarse
de ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído
las obligaciones correlativas. De esta forma, las fuentes serían: un hecho del deudor y
la ley.
Pero como el hecho del deudor cubre distintas hipótesis -a) que importe un
acuerdo de voluntades (contrato); b) que sea un hecho voluntario, lícito, no
convencional (cuasicontrato, art. 2284); c) que constituya una conducta negligente
que cause daño a otro (cuasidelito civil, artículo 2284), o d) que se trate de un hecho
doloso que cause daño a otro (delito civil, artículo 2284)-, el artículo 1437 ha
precisado que "Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos
o más personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de
la persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos
los cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra
persona, como en los delitos y cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre
los padres y los hijos de familia".
En resumen, pues, para nuestro Código Civil, las fuentes de las obligaciones son:
a) el contrato; b) el cuasicontrato; c) el delito; d) el cuasidelito, y e) la ley.
Cabe agregar que ya el Digesto señalaba como las fuentes de las obligaciones a
los contratos, cuasicontratos, delitos y cuasidelitos. Posteriormente, los glosadores
añadieron una quinta categoría: la ley.
Esta clasificación de las fuentes ha llegado a ser clásica. Sin embargo, es objeto
de fuertes críticas.
13. Críticas a la clasificación anterior. Son varias las observaciones que se hacen a
la clasificación recién señalada. Por una parte, la noción de cuasicontrato tiene
detractores, pues o hay acuerdo de voluntades y en ese caso hay contrato, o no lo hay
y, en tal supuesto la obligación sólo puede tener su origen en la ley.
Según una opinión muy generalizada, sólo la voluntad y la ley pueden generar
obligaciones. En los cuasicontratos, los delitos o cuasidelitos, las obligaciones nacen
porque así lo establece la ley. Sin embargo, siguiendo la misma lógica, habría que
concluir que también en el caso de los contratos, éstos generarían obligaciones porque
así lo establece la ley, con lo que las fuentes quedarían reducidas exclusivamente a
esta última (Guillermo Borda, Tratado de Derecho Civil, Obligaciones, t. II, Editorial
Perrot, Bueno Aires, 4ta. edición, Nº 13, págs. 22-23).
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14. La voluntad unilateral como fuente de la obligación. A mediados del siglo 19,
surgió en la doctrina alemana (Kuntze y Siegel) la idea de que una persona pudiera
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resultar obligada por su sola manifestación de voluntad. Siegel lleva las cosas al extremo
de sostener que "la voluntad unilateral es la fuente única de todas las obligaciones
creadas por los particulares. Hasta el contrato, según él, se disolvería en dos actos
distintos, y cada parte se obligaría por un acto único de su sola voluntad (citado por De
Diego, ob. cit., pág. 87).
Conviene precisar lo que se entiende por voluntad unilateral como fuente de la
obligación. En opinión de Lacruz Berdejo, "es la que contrae un sujeto mediante su
mera manifestación de querer obligarse" y este autor hace presente que "no debe
confundirse, por tanto, con las obligaciones que nacen de otras actuaciones personales
y voluntarias, no dirigidas exclusivamente a la creación de una deuda, como la del
gestor o la de quien causa daño culpable a otro. Ni tampoco con los actos unilaterales
encaminados a la conclusión de un contrato, como la oferta: la proposición puede
vincular al oferente a mantenerla un plazo razonable, pero él, al formularla, no piensa
en esa vinculación transitoria, sino en llegar al acuerdo contractual del que nacerán las
obligaciones realmente queridas. En la oferta, la aceptación por el acreedor crea una
deuda inexistente, y no retrotrae sus efectos al día de la declaración unilateral;
mientras una verdadera obligación contraída por mera declaración unilateral vincula
desde el primer momento al declarante sin necesidad de aceptación, y
correlativamente se inserta desde entonces, como un valor activo, en el patrimonio del
acreedor." (Elementos de Derecho Civil, t. II, "Derecho de Obligaciones", vol. I, pág.
75, Librería Bosch, Barcelona, 1977).
Los autores franceses se resistieron en un comienzo a aceptar que la
manifestación unilateral de voluntad pudiera ser fuente de las obligaciones, pues
estimaban indispensable un acuerdo de voluntades, pero, finalmente, terminaron
aceptando la innovación, en razón de que en los textos positivos se encuentran casos
de obligaciones generadas por la sola voluntad del deudor. Así ocurre, entre nosotros,
con el artículo 632 inciso 2º del Código Civil (promesa de recompensa al que
denuncie el hallazgo de una especie al parecer perdida); y con el artículo 99 del
Código de Comercio (caso del oferente que se obliga a no disponer de la cosa sino
pasado cierto tiempo o de desechada la oferta) (Borda, ob. cit., Nº 216, págs. 25 a 29).
Los autores destacan la paradoja que significa que la fuerza vinculante de
voluntad unilateral no coincida con el apogeo del dogma de la autonomía de la voluntad.
"Es -dice Hernández Gil- un logro posterior que se abre paso en el período de
rectificación y crisis del dogma de la autonomía, el cual, partiendo, claro es, del poder
de la voluntad, hacía recaer su eficacia jurídica no tanto en ella misma cuanto en el
pacto libremente concertado" (ob. cit., Nº 84, págs. 246 y ss.). Explica este autor que
"la tesis se ha instaurado no sobre bases psicológicas de signo voluntarista, sino a virtud
principalmente de consideraciones sociológicas y sistemáticas" (seguridad jurídica;
respeto a la buena fe) (sobre este punto puede verse Hernández Gil, ob. cit., Nº 84, págs.
246 y ss.; Borda, ob. cit., Nº 16, págs. 25 y ss.; Fernando Fueyo, ob. cit., Nº 27, págs.
53 y ss.; David Stitchkin, ob. cit., Nº 40, págs. 24 y ss.).
En algunos códigos se reconoce el valor vinculante a la promesa unilateral. Así
ocurre con los códigos alemán (arts. 657 y ss. y 793), suizo de las obligaciones (arts.
8° y 846 y ss.), brasileño de 1919 (arts. 1056 y ss.), mexicano de 1928 (arts. 1860 y ss.),
italiano de 1942 (arts. 1987 y ss.). En cambio el código portugués sienta el principio de
que la promesa unilateral de una prestación sólo obliga en los casos previstos en la ley
(citados por José Castán Tobeñas, Derecho Civil Español, Común y Foral, t. III,
"Derecho de Obligaciones", 12ma edición, Reus S.A., Madrid, 1978, pág.
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90). En el mismo sentido del código portugués, el peruano de 1984, artículo 1956:
"Por la promesa unilateral el promitente queda obligado por su sola declaración de
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voluntad, a cumplir una determinada prestación en favor de otra persona" (inc. 1º), y
en seguida en el artículo siguiente expresa "La promesa unilateral sólo obliga a la
prestación prometida en los casos previstos por la ley o por acuerdo previo entre
partes interesadas".
Castán Toneñas, después de un cuidadoso estudio de las diferentes opiniones,
concluye "que la doctrina de la declaración unilateral de voluntad cuenta cada día con
mayor número de partidarios" (ob. cit., pág. 90). Más adelante al analizar el problema
en el derecho español afirma que "la posición dominante -en el derecho español- parece
rechazar, en tesis general, la fuerza obligatoria de la voluntad unilateral; pero la admite
excepcionalmente y piensa que, entre los varios casos que se citan y que, por lo
común, admiten otras explicaciones, los más probables e importantes, por ser constantes
en la práctica, son los de promesas públicas de recompensa y concurso con premio" (ob.
cit., págs. 93-94).
15. En Chile, ¿se acepta la voluntad unilateral como fuente de las obligaciones?
La idea dominante es que el Código Civil -salvo la situación excepcional del artículo
632 inc. 2º- no acepta la voluntad unilateral, como fuente de obligaciones. Se
fundamenta esta opinión en el hecho que Bello siguió la doctrina de Pothier recogida
en el Código de Napoleón, quien manifestó con claridad su pensamiento: "No puedo
por mi promesa conceder a alguno un derecho contra mi persona hasta que su
voluntad concurra para adquirirlo por la aceptación que haga de mi promesa".
Sin embargo hay quienes piensan de manera distinta. Así por ejemplo Enrique
Rodríguez R., en su memoria de prueba, afirma "que el artículo 1437 del Código de
Bello no dice que los únicos hechos voluntarios de la persona que se obliga son los
cuasicontratos y la aceptación de una herencia o legado, sino que expresa que tales actos
son especies del hecho voluntarios de la persona que se obliga y del cual pueden nacer
obligaciones. La palabra "como" (empleada en ese artículo) equivale a "por ejemplo";
luego, la declaración unilateral de voluntad podría tener cabida en esa disposición,
puesto que aquella es precisamente un hecho voluntario de la persona que se obliga. Y
nótese, todavía, que algunos autores (Colin y Capitant) dan como una de las hipótesis
de obligación unilateral el ejemplo que pone nuestro Código de la aceptación de una
herencia: habría obligación unilateral en la medida que el heredero, por el hecho de esta
aceptación llega a ser deudor pasivo de la sucesión" ("El contrato unilateral de promesa
y la promesa como declaración unilateral de voluntad", Santiago, 1958, Nº 35, pág.
49, citado por el Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil, t.
V, edic. 1997).
La jurisprudencia nacional en forma reiterada ha sostenido que no hay más
fuentes de obligaciones que las que indica el artículo 1437. No obstante, hay fallos
recientes que aceptan que la sola voluntad del deudor puede ser fuente de
obligaciones. Así, se ha fallado que "el documento negociable como título de crédito
llamado pagaré es un acto jurídico en que una persona, por su sola voluntad y sin
someterse a condición, se reconoce deudora de otra por un monto determinado o
determinable e dinero. La obligación, la deuda, surge desde el momento en que se
formula una declaración documental en dicho sentido, sin que sea necesaria -para su
validez- la aceptación del beneficiario, ni que se exprese la razón o motivo que indujo
a suscribir tal título de la obligación" (R.D.J., t. 85, sec. 1a, pág. 104). Otro fallo había
sostenido que "hay actos unilaterales que no son delitos, cuasidelitos ni cuasicontratos
y que obligan a quien los ejecuta" (R.D.J., t. 68, secc 1a, pág. 217) (sobre la materia
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Capítulo Tercero
CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES
Párrafo I
DIVERSAS CLASIFICACIONES
PARRAFO II
NUEVAS CATEGORIAS DE OBLIGACIONES
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contempla esta distinción. Lo hace en cambio el Código Civil de Etiopía de 1960, que
en el artículo 1712 expresa “En las obligaciones de hacer, los contratantes pueden
obligarse sea a procurar a su cocontratante una ventaja determinada, sea a realizar lo
posible para proporcionarla” (cit. Por Antonio Vodanovic H., Derecho de Obligaciones,
Ediciones Periodísticas y Estadísticas, Santiago, 1970, N° 149, págs.
135-136).
19. Obligaciones causales y abstractas o formales. Toda obligación debe tener una
causa real y lícita, aunque no es necesario expresarla (art. 1467). De manera que no se
piense que sólo tienen causa las primeras. Lo que ocurre es que en las obligaciones
abstractas o formales se produce una separación entre la relación subyacente y la
obligación. Así cuando una persona suscribe un pagaré o acepta una letra de cambio,
la obligación de pagar las cantidades que en esos documentos se indican, tiene una
causa, que no aparece en el mismo, y que provienen de un contrato diferente (mutuo,
por ejemplo). Pues bien, con el objeto de que esa letra o pagaré (o documento de crédito
de que se trate), pueda circular, se ha creado esta categoría de documentos abstractos,
en que el deudor no puede oponer al tercero la excepción de falta de causa. Así lo
consigna entre nosotros el artículo 28 de la Ley N° 18.092: “La persona demandada en
virtud de una letra de cambio no puede oponer al demandante excepciones fundadas en
relaciones personales con anteriores portadores de la letra”.
PARRAFO III
OBLIGACIONES CIVILES Y NATURALES
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sistema del jus civile que negaba la capacidad de obligarse civilmente a los esclavos y
a las personas sujetas a patria potestad y que desconocía la fuerza
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3° Las que proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley exige para
que produzcan efectos civiles; como la de pagar un legado, impuesto por un
testamento que no se ha otorgado en la forma debida;
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Abeliuk, Las Obligaciones, Editorial Jurídica de Chile, 1993, t. I, N° 331, pág. 274;
David Stitchkin, ob. Cit., t. I, números 107-108, págs. 73-74).
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26. Caso del artículo 1470 N° 1. Respecto de esta causal, cabe señalar que está referida
a los incapaces relativos, jamás a los absolutos, porque estos últimos no tienen
suficiente juicio y discernimiento y además porque de acuerdo al artículo 1447 inciso
2° “sus actos no producen ni aun obligaciones naturales y no admiten caución”. Los
incapaces relativos hoy día son los menores adultos y los disipadores bajo interdicción
de administrar lo suyo (art. 1447 inc. 3°). Pues bien, ¿a qué incapaces relativos se refiere
el artículo 1470 N° 1? Respecto de los menores adultos, no hay dudas que quedan
comprendidos. El caso controvertido es el de los disipadores. En efecto, Vodanovic (ob.
cit., pág. 40), Abeliuk (ob. y t. cit., N° 320, págs. 267-268), Hugo Tapia A. (ob. cit.,
N° 114, págs. 116-117) y Arturo Alessandri ( Teoría de las Obligaciones, 3ra. Edición,
1939) creen que no se les aplica la norma porque están interdictos justamente por no
tener suficiente juicio y discernimiento. Opinión contraria sustentan Claro Solar (ob.
cit., t. X, N° 30, págs. 45 y ss.) y Stitchkin (ob. y t. cit., N° 85, págs. 56-57), para quien
el disipador no es un enajenado mental, sino un individuo que administra sus bienes en
forma imprudente. Por ello tiene suficiente juicio y discernimiento y le es aplicable la
norma.
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27. Caso del artículo 1470 N° 3°. De acuerdo a esta disposición, son obligaciones
naturales “las que proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley exige
para que produzcan efectos civiles; como la de pagar un legado, impuesto por un
testamento que no se ha otorgado en la forma debida”.
Esta norma presenta dos problemas: 1. Determinar a qué clase de actos se refiere;
y 2. Precisar desde qué momento existe la obligación natural.
En cuando a lo primero, el problema lo plantea la expresión “actos”, mereciendo
dudas si quedan comprendidos sólo los actos unilaterales o también los bilaterales.
Claro Solar (ob. cit., t. X, N° 34, pág. 50) y Vodanovic (ob. cit., N° 31, págs. 44 a
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47) sostienen que se aplican tanto a los actos unilaterales como a los bilaterales. En
cambio Abeliuk (ob. cit., t. I, N° 323, pág. 269), Alessandri (ob. cit., págs. 41-42),
Somarriva (en sus clases), Fueyo (ob. cit., N° 46, pág. 71), y Hugo Tapia (ob. cit., N°
157, págs. 122-125) sustentan la tesis restringida. La jurisprudencia es vacilante, si
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bien el último fallo que conocemos está por la tesis que la expresión “actos” está tomada
en el sentido de acto unilateral (R.D.J., t. 85, sec. 2da, pág. 5).
Nos quedamos con la tesis restringida por las siguientes razones:
a) porque normalmente la expresión “actos” se emplea para referirse a los actos
unilaterales;
b) porque el ejemplo que pone el código también corresponde a un acto unilateral
y según el mensaje los ejemplos “ponen a la vista el verdadero sentido y espíritu de
una ley en sus aplicaciones”;
c) por una razón histórica, ya que la norma fue tomada de Pothier, quien, a su vez,
la había tomado de la tradición romana y también del proyecto de García Goyena, los
que el ejemplo lo entendían referido sólo a los actos unilaterales;
d) porque sería injusto aplicar la norma a los actos bilaterales, como se puede
apreciar con el siguiente ejemplo: si se vende un bien raíz por un instrumento privado,
el comprador no podía obtener la tradición de la cosa, porque el Conservador no
inscribiría el título y tampoco podría obtener la restitución del precio (por tratarse de
una obligación natural). Este último argumento nos parece definitivo.
Respecto al segundo problema ¿desde cuándo existe obligación natural en este
caso? No vale la pena detenerse, porque la situación es igual a la ya estudiada para el
caso del artículo del artículo 1470 N° 1, con las salvedades que aquí en vez de decir
“las contraídas”, dice las que “proceden” (del acto nulo); y que no juega en este caso
el argumento del artículo 2375 N° 1, pues tratándose de una nulidad absoluta no cabe
la tradición.
En relación con el artículo 1470 N° 3 se ha fallado que “son obligaciones
naturales las que proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley exige para
que produzcan efectos civiles (C. Civil, art. 1470 N° 3°), pero no la firma de
cualquiera de las partes que comparecen al acto o contrato. Porque en este caso no
nace obligación alguna, ni civil ni natural” (R.D.J., t. 86, sec. 1ª, pág. 26)
29. Obligaciones civiles extinguidas por prescripción (art. 1470 N° 2). Señalemos
que el artículo 1567 N° 10 contempla a la prescripción como uno de los modos de
extinguir las obligaciones, lo que en realidad no es efectivo, porque, atendiendo a lo que
dispone el artículo 1470 N° 2°, prescrita una obligación civil, ésta se transforma en
natural. Así las cosas, lo que se extingue por prescripción no es la obligación sino la
acción para exigir su cumplimiento.
¿Desde qué momento la obligación es natural? ¿Desde que transcurre el tiempo
para alegar la prescripción o desde que ésta se declara? Hay opiniones distintas. Claro
Solar está por la primera tesis (basta el transcurso del tiempo) (ob. cit., t. X, N° 56,
pág. 54). Sustentan la opinión contraria el grueso de la doctrina nacional (Stitchkin,
ob. cit., t. I, N° 99, págs. 66-67; Alessandri, Teoría de las obligaciones, págs. 36-37;
Alfredo Barros Errázuriz, Curso de Derecho Civil, t. II, “De las Obligaciones en
General”, Edit. Nascimiento, 1931, pág. 44; Hugo Tapia, ob. cit., N° 114, pág. 92;
Emilio Rioseco E., La Prescripción Extintiva ante la Jurisprudencia, comentario a sent.
32, págs. 22-23). Abeliuk, por su parte, señala que le parece más lógica la primera
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30. Obligaciones civiles que no han sido reconocidas en juicio por falta de
pruebas (art. 1470 N° 4). Para que nos encontremos en este caso, deben cumplirse
los siguientes requisitos:
1. Que haya habido un pleito demandándose el pago de la obligación;
2. Que el deudor haya ganado el pleito (no fue condenado a pagar); y
3. Que la absolución se deba a que el acreedor no pudo probar la existencia de la
obligación. Si el pleito se perdió por otra razón, no hay obligación natural y el
acreedor no podrá volver a demandar la misma obligación, por existir cosa juzgada.
31. Efectos de la Obligación natural. Los efectos de las obligaciones naturales son
los siguientes:
a) Pagadas, dan excepción para retener lo que se ha dado o pagado en virtud de
ellas (art. 1470 inc. 3°).
Para que se produzca este efecto, el pago debe reunir los siguientes requisitos: 1)
que cumpla con las exigencias generales de todo pago; 2) que sea hecho
voluntariamente por el deudor, y 3) que quien paga tenga la libre administración de
sus bienes. Los dos últimos están establecidos en el artículo 1470 inciso final: “Para que
no pueda pedirse la restitución en virtud de estas cuatro clases de obligaciones, es
necesario que el pago se haya hecho voluntariamente por el que tenía la libre
administración de sus bienes”.
En cuanto a la voluntariedad del pago, no existe uniformidad en la doctrina sobre
lo que ello significa. Un sector entiende que “voluntariamente implica que el deudor
pague sabiendo que soluciona una obligación natural”. (Claro Solar, ob. cit., t. X, N°
45, págs. 60-61; Barros Errázuriz, t. II, N° 28, pág. 42). Así lo entendían también
Baudry-Lacantinerie y otros tratadistas franceses. Hugo Tapia, en cambio, sostiene
que “voluntariamente, quiere decir, en forma espontánea, sin coacción”. “En nuestro
sentir –dice- no puede atribuirse a la expresión en estudio el significado de
conscientemente; admitir dicha doctrina seria dar patente de legalidad al fraude y a la
inmoralidad ya que no faltarían deudores poco escrupulosos que, después de cancelar
su obligación natural, solicitaran la devolución de lo legítimamente pagado, pretextando
ignorar la falta de acción (ob. cit., N° 248, pág. 183).
Algunas sentencias de nuestros tribunales siguen la última doctrina. Así se ha
fallado que “no puede reputarse pago espontáneo que importe el cumplimiento de una
obligación natural e imposibilite para exigir su devolución, el realizado en virtud de una
sentencia dictada en juicio ejecutivo (Gaceta, 1874, N° 2272, pág. 1906). En otra
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oportunidad se resolvió que el deudor que requerido por Impuestos Internos pagó un
impuesto que se encontraba prescrito, tiene derecho a pedir su devolución pues su
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PARRAFO IV
OBLIGACIONES POSITIVAS Y NEGATIVAS
32. Concepto. Es obligación positiva aquella en que el deudor se obliga a una
determinada acción (dar o hacer), y negativa aquella en que debe abstenerse de
realizar algo que de no mediar la obligación podría efectuar (abstenerse de dar o de
hacer).
Tiene importancia la distinción, para el caso de incumplimiento, pues en las
obligaciones de no hacer se siguen los efectos contemplados en el artículo 1555 del
Código Civil.
También presenta interés para los efectos de la indemnización de perjuicios, pues
ésta se debe, en el caso de las obligaciones positivas, desde que el deudor se ha
constituido en mora; y en el caso de las negativas, desde el momento de la contravención
(art. 1557).
PARRAFO V
OBLIGACIONES DE ESPECIE O CUERPO CIERTO Y OBLIGACIONES DE
GENERO
33. Concepto. Las obligaciones de dar o entregar pueden ser de especie o cuerpo
cierto y de género. Son de especie o cuerpo cierto aquellas en que la cosa debida está
perfectamente especificada e individualizada. Se debe un individuo determinado de
un género determinado. Ej., me obligo a entregar el caballo “Filibustero”.
Las obligaciones de género están definidas en el artículo 1508, como “aquellas en
que se debe indeterminadamente un individuo de una clase o género determinado”.
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obligación de dar contiene la de entregar la cosa; y si ésta es una especie o cuerpo cierto,
contiene además la de conservarlo hasta la entrega…”. Si lo debido es un género, no
existe esta obligación de cuidado, pues el género no perece. El artículo
1510 al efecto señala: “La pérdida de algunas cosas del género no extingue la
obligación, y el acreedor no puede oponerse a que el deudor las enajene o destruya,
mientras subsistan otras para el cumplimiento de lo que debe”.
c) La teoría de los riesgo –que pronto estudiaremos- opera exclusivamente en las
obligaciones de especie o cuerpo cierto pues, como acabamos de decirlo, el género no
perece.
d) La obligación de especie o cuerpo cierto se extingue por el modo de extinguir
por la pérdida de la cosa que se debe (art. 1567 N°7). Y esto sólo si la pérdida ha sido
fortuita, pues si es culpable, la obligación subsiste, pero varía de objeto, pudiendo el
acreedor demandar el precio de la cosa e indemnización de perjuicios (art. 1672 inc.
1°).
PARRAFO VI
OBLIGACIONES DE DAR, HACER O NO HACER
35. Esta clasificación la hace la ley. Se desprende de los artículos 1438 y 1460. El
primero al definir el contrato o convención, señala que “es un acto por el cual una
parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”; y el segundo
expresa que “toda declaración de voluntad debe tener por objeto una o más cosas que
se trata de dar, hacer o no hacer…”
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c) Así resulta también de los artículos 580 y 581 del Código Civil. Según el
primero, los derechos y acciones se reputan bienes muebles o inmuebles, según lo sea
la cosa en que han de ejercerse o que se deba; y de acuerdo al segundo, “los hechos
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las que ese comportamiento negativo pueda relacionarse”. Advierte, en seguida, que
muchas veces calificar una prestación como positiva o negativa puede ser una
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PARRAFO VII
DE LAS OBLIGACIONES DE DINERO Y OBLIGACIONES DE VALOR
41. Concepto. Obligaciones de dinero son aquellas en que el objeto debido es una suma
de dinero. Se adeuda dinero, que se debe dar o restituir, no otra cosa.
En las obligaciones de valor, o restitutorias, lo adeudado no es dinero, sino una
prestación diferente que se expresa en una determinada suma de dinero, en atención a
ser éste una común medida de valores. Se han definido diciendo que se estará en
presencia de una obligación restitutoria “cada vez que la prestación a que se encuentra
obligado un sujeto consista en la devolución de una cosa o en el reembolso de un
valor, hay provenga la necesidad de restituir de la normal ejecución de un acto o
contrato –como es el caso de la devolución de la cosa dada en prenda, depósito o
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44. Concepto y características del dinero. Ha sido definido el dinero como aquella
cosa mueble –metal o papel- que el comercio utiliza como medida de valor para toda
clase de bienes materiales (Sergio Gatica, Aspecto de la Indemnización de Perjuicios
por Incumplimiento de Contrato, Editorial Jurídica de Chile, 1959, N° 134, pág. 193).
Esta definición nos parece incompleta, pues sólo comprende la segunda de las funciones
señaladas. Creemos que se puede complementar diciendo que es aquella cosa mueble,
fungible y divisible –metal o papel- que el comercio utiliza como medio de cambio e
instrumento de pago y que constituye el medio de determinar el valor de los demás
bienes.
Bajo la denominación de dinero entendemos no sólo la moneda en sí, sino
también los instrumentos representativos de dinero.
En cuanto a su objeto, el dinero presenta las siguientes características, que, por su
fácil constatación, no requieren de ningún comentario adicional: constituye un género,
es un bien mueble, fungible, consumible, divisible. Estas características se traspasan a
las obligaciones de dinero, resultando así que éstas son obligaciones muebles, de bienes
fungibles, consumibles y divisibles.
“El dinero, en cuanto cosa fungible, puede materialmente, contarse, pesarse y
medirse. Pero la cualidad que, dentro del concepto de cosas fungibles, delimita al dinero
y sólo es predicable en él, radica en lo siguiente: únicamente se cuenta –ni se pesa ni se
mide- con arreglo al dato que, dentro de cada sistema monetario, encarna la unidad
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(peseta, franco, lira…); y se entrega y recibe como suma o fracción de unidad” (Derecho
de las Obligaciones, Antonio Hernández Gil, Edit. Ceura, Madrid, 1983, N°
59, pág. 175).
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45. Función que cumple el dinero en las obligaciones. El dinero actúa de varias
formas en las obligaciones: como precio y así tenemos, por ejemplo, que en la
compraventa el artículo 1793 define al precio como “el dinero que el comprador da
por la cosa vendida”; como renta o fruto civil y desde ese ángulo y aplicando el artículo
790 se dice que se devenga día a día; como capital en el contrato de sociedad (art. 2055);
como retribución en ciertos contratos, y así el artículo 2158 obliga al mandante a pagar
al mandatario “la remuneración estipulada o la usual; el Código del Trabajo obliga al
empleador a pagar al trabajador una determinada remuneración en dinero (art. 54 C.T.);
como bien de reemplazo de la prestación de una obligación que no puede cumplirse en
especie, como ocurre con la persona que tiene una obligación de dar una especie o
cuerpo cierto y ésta perece por su culpa, caso en que la obligación subsiste, pero
varía de objeto, quedando el deudor obligado a pagar el precio de la cosa (art. 1672).
Un autor resume lo que venimos diciendo, expresando: “el cometido fundamental
que desempeña el dinero en el derecho de las obligaciones es el de ser medio forzoso
de pago, expresión jurídica de sus diversas funciones económicas y que le es propia”
(Leslie Tomasello Hart, Las Obligaciones de Dinero: Régimen de Reajuste e
Intereses, Edeval, Valparaíso, 1983, pág. 15).
47. Diferencia entre deudas de dinero y deudas de valor . No debe confundirse una
deuda de dinero con una deuda de valor. En la primera, según hemos visto, el deudor
está obligado a entregar o restituir una suma de dinero. En la segunda, en cambio, se
debe algo que no es dinero, pero que para su pago se avalúa en dinero, por ser éste
una común medida de valores. Así, la obligación que tiene el mutuario de devolver la
suma que recibió en préstamo es una típica obligación de dinero. Lo mismo la de
pagar el precio de la cosa comprada. En cambio, la obligación que surge al liquidarse
la sociedad conyugal de pagar al cónyuge las cosas fungibles o especies muebles que
hubiere aportado al matrimonio, es una clara obligación de valor. Lo mismo la
obligación de indemnizar perjuicios.
Un autor argentino explica que “en las obligaciones dinerarias el objeto es un
quantum, la prestación debida es cierta suma de dinero y el deudor cumple si paga la
suma debida, en las obligaciones de valor, en cambio, el objeto es un quid, la prestación
debida es un valor y el deudor cumple si paga la suma de dinero que represente el valor
de lo debido (Atilio Alterini, citado por Jorge López Santa María, Obligaciones y
Contratos Frente a la Inflación, Editorial Jurídica de Chile, 1978, pág.
33).
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objetivo. Con ello se está transformando una obligación de valor en una obligación de
dinero.
49. Cumplimiento de las obligaciones de dinero. En teoría hay dos formas posibles
de cumplir una obligación de dinero: a) entregando la suma numérica debida (criterio
nominalista), o b) pagando una suma de dinero que represente un determinado valor
(criterio valorista o realista). Así, por ejemplo: si una persona se obligó a pagar
$1.000.000 el año 1986 y la deuda la paga el año 1990, si se sigue el criterio
nominalista, se deberá pagar la misma suma: $1.000.000. Pero también podría
pensarse que el año 1986 ese millón de pesos representaba el valor de un
departamento de 100 metros cuadrados de una construcción de buena calidad, por lo
que si se paga el año 1990, para cumplirla se debería pagar una suma de dinero que
represente el valor que el año 1990 tiene un departamento de las mismas características.
Y, naturalmente, seguir uno u otro criterio lleva a resultados muy distintos, pues el
fenómeno económico de la inflación crea diferencias significativas.
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51. Situación actual. Abeliuk (ob. cit., t. I, N° 356, pág. 291) resume la situación actual
señalando que el principio nominalista sigue siendo la regla general en materia de
obligaciones, aplicándose algún sistema de reajuste cuando la ley, la convención o la
resolución judicial así lo establecen.
Es importante consignar que en responsabilidad extracontractual, fue una de las
primeras materias en que las decisiones judiciales acogieron la tesis valorista. Para
ello, se fundaron en el artículo 2329, según el cual debe indemnizarse “todo daño”, lo
que implica que para que la indemnización sea completa, debe pagarse en moneda de
valor reajustado.
Por primera vez, la Corte de Concepción, en sentencia de 27 de mayo de 1969,
sentó jurisprudencia en orden a que “la indemnización de perjuicios proveniente de la
responsabilidad extracontractual debe compensarse no sólo en la forma monetaria
nominal, sino que ella debe abarcar los que provengan de la desvalorización
monetaria que se haya producido desde la fecha en que los daños fueron causados
hasta la fecha de la dictación de la sentencia de término” (fallo citado y comentado
por Bernardo Gesche M., ob. cit., pág. 48).
Posteriormente se fue abriendo camino la idea de reajustabilidad en otras
materias, como, por ejemplo, en lo relativo a restituciones mutuas en materia de nulidad
(Fallos del Mes, N° 274, pág. 381). Con anterioridad, se había negado la reajustabilidad
en la lesión enorme (Fallos del Mes, N° 164, págs. 136-139).
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57. Liquidación de una deuda reajustable, cobrada judicialmente. “En los juicios
de cobro de cualquier obligación de dinero reajustable el pago se hará en moneda
corriente, liquidándose el crédito a esa fecha, por el valor que tenga el capital reajustado
según el índice pactado o la unidad de fomento, según corresponda. Si el juicio fuere
ejecutivo, no será necesaria avaluación previa” (art. 25 de la Ley N°
18.010). Esta norma tiene alcance general, para el cobro de cualquiera obligación de
dinero reajustable. Así lo prueba su ubicación en el Título III de la ley. “Otras
disposiciones”, y no en el Título I, “De las operaciones de crédito de dinero”.
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59. Intereses. Son un accesorio que normalmente acompaña a una obligación de dinero.
Constituyen un fruto civil. Según el artículo 2205 del Código Civil, se pueden estipular
en dinero o en cosas fungibles. En las operaciones de crédito de dinero reguladas por la
Ley N° 18.010 sólo se pueden pactar en dinero (art. 11 inc. 1°).
Los intereses constituyen la renta que produce un capital. Son frutos civiles (art.
647) y, como tales, se devengan día a día (arts. 790 y 11 inc. 2° Ley N° 18.010). Pueden
encontrarse pendientes, mientras se deben, y percibidos una vez que se cobran (art. 647
C. Civil).
Las simples obligaciones de dinero sólo generan interés cuando las partes lo
convienen o la ley así lo establece (Ej. de esto último: las letras de cambio devengan
interés corriente desde la fecha de vencimiento, art. 80 de la Ley N° 18.092). Y en el
caso de que sin estipularse fueren pagados, no pueden repetirse ni imputarse al capital
(art. 2209). Algunos entienden que existiría aquí una verdadera obligación natural.
En las operaciones de crédito de dinero, la regla se invierte, pues no se presume la
gratuidad, y salvo disposición de ley o pacto en contrario, devengan interés corriente,
que se calcula sobre el capital o el capital reajustado (art. 12).
62. Interés legal. El interés legal lo establecía el artículo 2207 inciso 2°, para el contrato
de mutuo, fijándolo en un 6% anual. A pesar de estar establecida dentro de las normas
del mutuo, se le atribuía a esta disposición un alcance general. Pero este artículo fue
derogado por la Ley N° 18.010.
Como la misma Ley N° 18.010 dispuso –artículo 19- que se debe aplicar el
interés corriente en todos los casos en que las leyes u otras disposiciones se refieran al
interés legal o al máximo bancario, tenemos que concluir que en la actualidad el
interés legal ha pasado a ser el interés corriente. Se han identificado ambos términos.
63. Interés corriente. No hay una norma que lo defina en términos amplios, sino
únicamente para las operaciones de crédito de dinero (art. 6°). Se acostumbra a decir
que es aquel que se cobra habitualmente en una plaza determinada. En la práctica para
el cálculo del interés corriente se aplica el que define el artículo 6° de la Ley N°
18.010, para las operaciones de crédito de dinero, lo que resulta razonable, pues es el
que se cobra generalmente en la plaza.
De acuerdo a este artículo 6°, “interés corriente es el interés promedio cobrado
por los bancos y las sociedades financieras establecidos en Chile en las operaciones que
realicen en el país”. Y agrega que “corresponde a la Superintendencia de Bancos e
Instituciones Financieras determinar dicho interés corriente, pudiendo distinguir entre
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distintos tipos de interés corriente. Así, a modo de ejemplo, en el Diario Oficial del 4
de octubre de 1997 aparecen fijados del modo siguiente: a) Para operaciones no
reajustables en moneda nacional de menos de 90 días: 14,16% anual; b) Para
operaciones no reajustables en moneda nacional de 90 días o más: 20,04% anual; c)
para operaciones reajustables en moneda nacional: 8,46% anual; y d) operaciones en
dólares de EE.UU. de América o expresadas en moneda extranjera: 9,56% anual.
Se ha fallado que es improcedente otorgar una obligación pactada en unidades de
fomento, el interés corriente para operaciones no reajustables (Fallos del Mes, N°
446, sent. 17, pág. 1963). Sin duda la sentencia se ajusta a derecho, pues si la deuda está
expresada en unidades de fomento, es reajustable, por lo que los intereses deben ser los
fijados para operaciones reajustables (que son más bajos).
También ha fallado que “si se condena en intereses corrientes, ellos se
devengarán desde que el fallo quede ejecutoriado”. Ello porque la sentencia sólo
obliga desde que queda ejecutoriada (Fallos del Mes, N° 449, sent. 6. Pág. 831).
64. Interés convencional. Sus límites. Interés convencional es el que las partes
contratantes acuerdan. Tanto para las operaciones de crédito de dinero, como para las
obligaciones de dinero, el máximo interés permitido estipular asciende al interés
corriente más un 50%. Luego si el interés corriente es de un 10%, se podrá convenir
hasta un 15%. Para los efectos del cálculo se atiende al interés corriente al momento
en que se celebró el contrato (art. 2206 del C. Civil y art. 6° inciso final de la Ley N°
18.010).
En la misma publicación ya comentada de 4 de octubre de 1997, la
Superintendencia fijó el interés máximo convencional en los siguientes términos: 1)
Operaciones no reajustables en moneda nacional de menos de 90 días: 21, 24% anual;
2) Operaciones no reajustables en moneda nacional de 90 días o más: 30,06% anual;
3) Operaciones reajustables en moneda nacional: 12,69% anual, y 4) Operaciones en
dólares de EE.UU. de América o expresadas en moneda extranjera: 14,34% anual.
66. Intereses pactados por la mora que exceda al máximo permitido estipular. En
el caso del interés pactado por la mora, se estima que “queda sujeto a los mismos límites
que el interés convencional por el uso, de manera que si el interés penal convenido es
superior al 50% por sobre el interés corriente, pasa a ser aplicable lo dispuesto en el
artículo 8° de la Ley N° 18.010 en el sentido de que los intereses estipulados deberán
reducirse al corriente que rija al momento de la convención y restituirse debidamente
reajustados los excesos que se hubieren percibido. A esa conclusión conducen los
artículos 8° y 16 cuando el primero se refiere a todo pacto de intereses que exceda al
máximo convencional y el segundo a que se haya pactado legalmente un interés superior
al corriente” (Tomasello, ob. cit., pág. 89).
Atendido lo que se acaba de señalar, debe entenderse que el artículo 8° de la Ley
N| 18.010 ha modificado el artículo 1544 del Código Civil, por cuanto este último
ordena rebajar la cláusula penal en el mutuo “al máximos de interés permitido
estipular”, en tanto que, en conformidad al artículo 8° de la Ley N° 18.010, se debe
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rebajar al interés corriente. La regla del inciso 3° del mutuo solo tendría aplicación para
los mutuos que no son de dinero” (Leslie Tomasello H., ob. cit., pág. 89).
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PARRAFO VIII
OBLIGACIONES DE OBJETO SINGULAR Y OBLIGACIONES CON OBJETO
PLURAL O COMPUESTAS
68. Concepto. Son obligaciones de objeto singular aquellas en que se debe una sola
cosa, un hecho o una abstención. No presentan mayores problemas.
Dentro de las obligaciones de objeto singular, comprendemos aun aquellos en que
lo debido es una universalidad jurídica o de hecho.
En estas obligaciones el acreedor podrá exigir la única cosa debida (art. 1569 inc.
1°) y el deudor cumplirá pagándola en su integridad (art. 1591). Si la obligación es de
dar una especie o cuerpo cierto y la cosa se pierde, los efectos serán distintos según la
pérdida sea fortuita o culpable. En el primer caso, la obligación se extingue por el modo
“pérdida de la cosa debida” (arts. 1567 N° 7° y 1670). En el segundo, el deudor queda
obligado a pagar el precio más indemnización de perjuicios (art. 1672). Si la obligación
incide en un contrato bilateral, y la especie o cuerpo cierto se pierde fortuitamente,
entrará a operar la teoría de los riesgos (art. 1550).
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75. obligaciones facultativas. Las trata el Código en el Título VII del Libro IV,
artículos 1505 al 1507, inclusive.
Según el artículo 1505, “obligación facultativa es la que tiene por objeto una cosa
determinada, pero concediéndose al deudor la facultad de pagar con esta cosa o con otra
que se designa”. Ej. se celebra un contrato de compraventa y se queda adeudando un
saldo de precio ascendente a $ 1.000.000, que se pagará a 6 meses plazo, quedando
facultado el deudor para poder pagar con el automóvil marca Ford año 1990, patente
XX 600.
78. Las obligaciones facultativas no se presumen. Así aparece del artículo 1507:
“En caso de duda sobra si la obligación es alternativa o facultativa, se tendrá por
alternativa”.
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PARRAFO IX
OBLIGACIONES CON UNIDAD Y CON PLURALIDAD DE SUJETOS
80. Concepto. Obligaciones con unidad de sujeto son aquellas en que existe un
deudor y un acreedor. No merecen un comentario especial, pues nada tienen de
particular.
Obligación con pluralidad de sujetos es aquella en que hay un acreedor y varios
deudores (pluralidad pasiva); varios acreedores y un deudor (pluralidad activa); o
varios acreedores y varios deudores (pluralidad mixta). Las autoriza expresamente el
artículo 1438 del Código Civil: “cada parte puede ser una o muchas personas”.
La pluralidad puede ser originaria o derivativa. Originaria, cuando la obligación
nace con pluralidad de sujetos. Derivativa, cuando la obligación nace con unidad de
sujetos y durante su vida se transforma en obligación plural. Ej., cuando fallece una
de las partes y sus herederos son varios, cuando el acreedor cede sus derechos a varios
sujetos, etc.
Las obligaciones que debemos estudiar son las con pluralidad de sujetos, que
pueden revestir tres modalidades: a) simplemente conjuntas o mancomunadas; b)
solidarias y c) indivisibles.
Sección Primera
Obligaciones Simplemente Conjuntas o Mancomunadas
81. Concepto. Son aquellas en que existiendo pluralidad de acreedores o de deudores
y recayendo sobre una cosa divisible, cada acreedor sólo puede exigir su cuota a cada
deudor, que sólo está obligado a la suya. De manera que cada acreedor sólo es titular
de su cuota en el crédito; y cada deudor es obligado únicamente a pagar la cuota que
le corresponde. Constituyen las regla general, según los artículos 1511 y 1526. El
primero así lo dice al tratar de las obligaciones solidarias, y el segundo, al referirse a
las obligaciones indivisibles.
En doctrina estas obligaciones tienen distintas denominaciones: obligaciones
desunidas (Francia y Bélgica); obligaciones parciarias (Italia); obligaciones parciales
o divididas (Alemania).
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lo reitera, en la fianza, el artículo 2367 inc. 1°: “si hubiere dos o más fiadores de una
misma deuda, que no se hayan obligado solidariamente al pago, se entenderá
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Sección Segunda
Obligaciones Solidarias o Insolidum
84. Concepto. Son aquellas en que debiéndose un objeto divisible y habiendo pluralidad
de acreedores o de deudores, o pluralidad de ambos, cada acreedor puede exigir la
totalidad de la obligación a cualquiera de los codeudores y cada deudor está obligado a
la totalidad de la deuda, de modo que cumplirla así la obligación ella se extingue. Así
lo dice el artículo 1511.
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ambos.
Sin duda que la solidaridad realmente importante es la pasiva, pues constituye una
garantía muy eficaz, superior a la fianza (pues no hay beneficio de excusión ni de
división). Esa es la razón por la que don Manuel Somarriva la estudia en su Tratado
de las Cauciones. La solidaridad activa, en cambio, tiene poca utilidad práctica.
Pensamos que puede tenerla para facilitar el cobro de documentos bancarios. Ej., un
vale vista a favor de dos personas.
b) Según su fuente, puede ser legal, voluntaria, y excepcionalmente –en el caso
del artículo 280 N° 5- judicial. Ejemplo de solidaridad legal: el artículo 2317, “Si un
delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas será
solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o
cuasidelito…”; el dueño de un vehículo es solidariamente responsable de los daños
que causare el conductor, a menos que pruebe que le ha sido tomado sin su
conocimiento o autorización expresa o tácita (art. 174 de la Ley N° 18.290)
c) Perfecta, que es la que produce todos los efectos propios de la solidaridad;
imperfecta sólo algunos. Esta clasificación en Chile no tiene cabida. Fue creada en
Francia por la doctrina (Mourlon y Aubry et Rau), para subsanar el inconveniente de
que allá no hay responsabilidad solidaria por los ilícitos civiles, cuando son realizados
por varias personas (falta una disposición como nuestro artículo 2317). Al efecto la
doctrina entendió que en los delitos civiles existe una solidaridad que sólo produce el
efecto de que cualquiera de los deudores está obligado al pago del total; pero sin que
se apliquen los demás efectos propios de la solidaridad pasiva. Como dice G. Marty,
la explicación de esta solidaridad creada por la doctrina al margen de la ley “se inspira
en la teoría de la equivalencia de las condiciones; cuando varias culpas han sido, cada
una, condición necesaria del daño sufrido por la víctima, cada una de las culpas se
considera causa del daño junto con las demás; de ello resulta que se reúnen las
condiciones de una responsabilidad íntegra, respecto de cada uno de los autores
culpables; cada uno de ellos está obligado a la reparación insolidum” (Gabriel Marty,
Derecho Civil. Teoría General de las Obligaciones, vol. II, Editorial José M. Cajica JR.,
Puebla, México, pág. 145).
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entenderse que son deudores conjuntos y no solidarios” (R.D.J., t. 29, sec. 1ª, pág.
480). En otro fallo se resolvió que “Las únicas fuentes de la solidaridad son la
convención, el testamento o la ley, sin que pueda emanar de un fallo judicial, pues las
sentencias judiciales no crean obligaciones” (R.D.J., t. 59, sec. 2ª, pág. 43).
Ya hemos explicado que sólo en un caso –y discutible- se admite que la sentencia
judicial sea fuente de solidaridad. Es la situación prevista en el artículo 280 N° 5° inc.
3°.
En relación con la necesidad de que exista una fuente de la solidaridad, cabe
mencionar un fallo de la Fiscalía Nacional Económica, según el cual “de acuerdo con
la legislación y reglamentación vigentes, los propietarios de bienes raíces son
responsables del pago por consumos de agua potable generados en sus propiedades,
en los mismos términos, en forma solidaria, que las personas que a cualquier título los
hubieren ocupado y, en consecuencia, hayan originado tales consumos…” (R.D.J., t.
86, sec. 6ª, pág. 81). Esta sentencia nos parece equivocada en cuanto a sus
fundamentación, por darle el carácter de solidaria a una obligación sin que ninguna
fuente la haya establecido. La solidaridad no se puede presumir. Con mejor técnica
pudo llegar al mismo resultado recurriendo a la noción de obligación propter rem (sobre
este punto véase Repertorio Código Civil, t. V, edición 1997, pág. 193). Véase también
Fallos del Mes N° 456, sent. 13, pág. 2411 y Gaceta Jurídica N° 211, pág. 57
88. Unidad de prestación y pluralidad de vínculos. Si bien la cosa debida por los
deudores es la misma, cada uno de ellos puede deberla de diferente manera. Los
vínculos pueden ser distintos. Así lo establece el artículo 1512: “La cosa que se debe
solidariamente por muchos o a muchos, ha de ser una misma, aunque se deba de diversos
modos; por ejemplo, pura y simplemente respecto de unos, bajo condición o a plazo
respecto de otros”.
De este principio derivan importantes consecuencias:
a) Algunos de los vínculos pueden estar sujetos a modalidades. Ej., Pedro debe
pura y simplemente; Juan, bajo condición suspensiva; Diego, a plazo. Respecto del
primero la obligación es actualmente exigible, no respecto de los otros.
b) La causa de las obligaciones puede ser diversa. Ej., Pedro debe $ 1.000.000 a
título de mutuo; Juan, como saldo de precio de una compraventa; Diego, por mera
liberalidad (se obligó solidariamente para que le prestaran el dinero a Juan).
c) Los plazos de prescripción pueden ser diversos, según la naturaleza del vínculo
(G.T., 1937, 2° sem., N° 190, pág. 733).
d) Puede ser válida la obligación respecto de uno y nula respecto de otro. Ej., de los
tres deudores, Pedro, Juan y Diego, este último era menor de edad, o fue víctima de
fuerza o dolo.
e) Respecto de uno de los deudores puede existir título ejecutivo, no respecto de
los otros.
f) El acreedor que tiene un crédito que goza de privilegio respecto de un deudor
no puede invocarlo respecto a los bienes de un codeudor solidario. Así fue resuelto en
sentencia publicaba en R.D.J., t. 12, sec. 1ª, pág. 266. Sin embargo, posteriormente la
Corte Suprema resolvió lo contrario al establecer que “el Fisco, como acreedor
privilegiado, puede hacer valer esa preferencia no sólo contra el deudor directo del
impuesto, sino también contra el fiador, que se constituye deudor solidario”. R.D.J., t.
36, sec. 1ª, pág. 330 (sobre este punto véase interesante comentario de Somarriva en
Las obligaciones ante la Jurisprudencia, sent. 447, pág. 339).
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89. Solidaridad activa. Se caracteriza porque junto con existir varios acreedores de
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una obligación con objeto divisible, cualquiera de ellos puede exigir su pago total, de
manera que, cumplida en esa forma, se extingue la obligación.
Los elementos de la solidaridad activa son:
1. Pluralidad de acreedores.
2. Cualquier acreedor puede demandar la totalidad de la obligación.
3. Extinguida la obligación por un acreedor, se extingue respecto de todos. Dice
el artículo 1513 inciso 1°: “El deudor puede hacer el pago a cualquiera de los
acreedores solidarios que elija, a menos que haya sido demandado por uno de ellos,
pues entonces deberá hace el pago al demandante”.
Lo anterior no ocurre sólo cuando la obligación se extingue por pago, sino
cualquiera sea el modo de extinguir. Así lo aclara el artículo 1513 inc. 2°. “La
condonación de la deuda, la compensación, la novación que intervenga entre el
deudor y uno cualquiera de los acreedores solidarios, extingue la deuda con respecto a
los otros, de la misma manera que el pago lo haría; con tal que uno de éstos no haya
demandado ya al deudor”.
91. Teoría seguida en Chile. No hay duda que en materia de solidaridad activa, se sigue
la tesis romana. Así lo demuestran:
a) El artículo 1513 inc. 2°, y
b)Dos notas de Bello. Una puesta al margen del artículo 6° del Título VIII del Libro
de las Obligaciones y de los Contratos del Proyecto 1841 a 1845; y la otra, al margen
del artículo 1690 del Proyecto Inédito (que corresponde al actual artículo 1513 inc.
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2°). La primera nota dice: “En este punto hay diferencia entre el Derecho Romano y el
adoptado por los franceses. Entre los romanos, cada acreedor solidario era mirado
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respecto del deudor como propietario único de la deuda. Entre los franceses, cada
acreedor no es, ni aun respecto del deudor, propietario del crédito, sino relativamente
a su parte, y en lo demás no se le mira sino como un mero mandatario de lo
coacreedores”. Y en la segunda nota señala: “El proyecto se separa aquí del código
francés y sigue al Derecho Romano. Véase Delvincourt, N° 7, a la pág. 140” (cit. Por
Somarriva, Tratado de las Cauciones, N° 53, págs. 52- 53).
Somarriva dice que siendo cierto lo anterior, lo es únicamente en el caso de la
solidaridad activa, no en la pasiva, respecto de la cual se ha seguido la teoría francesa.
Razón: las notas dicen que se separa “en este punto”, y más adelante “se separa aquí”.
Y el punto que se estaba tratando era el de la solidaridad activa exclusivamente.
Conclusión: nuestro legislador sigue en materia de solidaridad activa la doctrina
romana, y en materia de solidaridad pasiva, la del mandato tácito y recíproco.
Creemos que ésta opinión es la correcta. No obstante produce dudas el artículo 1521,
según el cual “si la cosa perece por culpa o durante la mora de uno de los codeudores
solidarios, todos ellos quedan obligados solidariamente al precio, salva la acción de
los codeudores contra el culpable o moroso.” ¿Es razonable pensar que en este caso
los no culpables dieron un mandato al culpable para destruir la cosa?
Alessandri, en cambio, fundado en el artículo 1513, cree que rige la teoría romana
tanto para la solidaridad activa como para la pasiva (Teoría de las Obligaciones, pág.
228), lo mismo Vodanovic (ob. cit., N° 92, págs. 88-89). La jurispruencia se ha
pronunciado reiteradamente por la teoría del mandato tácito y recíproco en el caso de
la solidaridad pasiva (R.D.J., t. 17, sec. 1ª, pág. 19; t. 19, sec. 1ª, pág. 171; t. 27, sec.
1ª, pág. 513).
Claro Solar, sin pronunciarse sobre el tema, siguiendo a Laurent, afirma que no
hay necesidad de recurrir a la teoría francesa para explicar los efectos de la
solidaridad, bastando con el doble principio de unidad de la prestación y pluralidad de
vínculos que existe en esta clase de obligaciones (solidarias) (ob. cit., t. X, N° 473,
pág. 422).
Tiene trascendencia el que en materia de solidaridad pasiva se siga la teoría del
mandato tácito, porque si se demanda a un deudor y el acreedor pierde el juicio, no
podría demandar a otro, pues habría identidad legal de personas (representante y
representado). También tendría utilidad en el caso de la prórroga de la jurisdicción, pues
ocurrida la prórroga respecto de un deudor, operaría respecto de todos, porque éste
actuaría por sí y como mandatario de los otros aceptando la prórroga (R.D.J., t.
19, sec. 1ª, pág. 171).
92. No hay solidaridad activa legal. Habría según algunos un solo caso, que sería el
artículo 290 del Código de Comercio: “La comisión colectivamente conferida por
muchos comitentes produce en ellos obligaciones solidarias a favor del comisionista,
del mismo modo que la aceptación colectiva de varios comisionistas produce obligación
solidaria a favor del comitente”. No nos parece. Creemos que es un caso de solidaridad
pasiva. Nótese que los “comitentes”, en la primera parte, y los “comisionistas” en la
segunda, son los deudores. Luego, se trata de casos de solidaridad pasiva. No de
solidaridad activa.
En resumen. No hay casos de solidaridad activa legal, por lo que su fuente sólo
podrá ser el testamento o el acuerdo de las partes.
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Las ventajas son muy pocas: facilitar el cobro de un crédito y facilitar al deudor el
pago, pues puede pagar a cualquiera. Opera en las cuentas corrientes bipersonales, en
que puede girar cualquiera de los interesados. Pero para esto no es necesario la
solidaridad, bastaría con otorgarse poderes recíprocos.
96. Relaciones internas. Extinguida la obligación, surgen las relaciones internas entre
los coacreedores. El acreedor que cobró el total deberá reembolsar a los demás su
respectiva cuota, a menos que haya algunos no interesados, caso en que nada les
corresponde. Cada uno de los otros acreedores no podrá reclamar al que recibió el
pago sino la proporción que les corresponde, a prorrata de su cuota; pues la
solidaridad sólo existe entre los acreedores solidarios y el deudor. Si obtuvo sólo una
parte parcial del crédito, deberá reembolsar a cada uno la parte correspondiente.
En el caso en que la obligación se haya declarado nula respecto de uno de los
acreedores solidarios, cualquiera de los otros acreedores podría demandar el total
deducida la cuota correspondiente a esa parte de la obligación. Pero si antes de declarada
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la nulidad, uno de los acreedores hubiere exigido el total y el deudor lo hubiere pagado,
no podría después pedir restitución “fundándose en que la ha pagado
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97. Solidaridad pasiva. Ya sabemos que es aquella que recayendo sobre una cosa
divisible, y en que hay varios deudores, el acreedor puede demandar la totalidad de su
crédito a cualquiera de los codeudores, extinguiéndose la obligación respecto de
todos.
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100. Relaciones externas. Obligación a las deudas. Mira a las relaciones del acreedor
con los deudores.
a) El acreedor puede dirigirse en contra de todos los deudores conjuntamente, o
en contra de cualquiera de ellos por el total de la deuda, sin que éste le pueda oponer
el beneficio de división (arts. 1511, 1514).
Dos cosas importantes:
1) Si el juicio se sigue en contra de un deudor, no se pueden embargar bienes a
otro. Así ha fallado: “La solidaridad por sí sola no puede despojar ipso facto a los demás
deudores que no han sido demandados del derecho de representar sus intereses por
mandatario legal y de hacer valer las excepciones que resulten de la naturaleza de la
obligación y también de las personas que pueden tener contra el acreedor en
conformidad a lo dispuesto por el artículo 1520 del Código Civil” (Corte Suprema,
R.D.J., t. 18, sec. 1ª, pág. 482); y
2) El hecho de demandar a un codeudor no significa que no se pueda demandar a
otro en juicio aparte, pues el artículo 1514 dice que el acreedor puede dirigirse en contra
de todos los deudores solidarios “conjuntamente”, no dice que tengan que serlo en un
mismo expediente, o por una misma cuerda (Vodanovic, ob. cit., pág. 96) y, además,
porque el artículo 1515 señala que la demanda intentada en contra de uno no extingue
la acción solidaria en contra de los otros. Así lo ha reconocido también la
jurisprudencia: “La ley autoriza al acreedor de una obligación solidaria no sólo para
dirigirse contra todos los deudores solidarios en un mismo juicio o contra cualquiera
de ellos a su arbitrio, sino también para demandar simultáneamente a cada uno de los
deudores por cuerda separada2 (R.D.J., t. 28, sec. 1ª, pág. 762).
¿Significa lo anterior que el acreedor pueda demandar, en juicios separados y
paralelos, a los diversos deudores por la totalidad de la deuda?.
Somarriva afirma que “la circunstancia de que el acreedor demande a un deudor,
estando el juicio pendiente, no es óbice para que pueda demanda r a los otros. Según
el artículo 1515 aleja toda duda al respecto al manifestar que la demanda dirigida contra
uno de los codeudores no extingue la obligación solidaria sino en la parte en que
hubiere sido satisfecha por el demandado” (ob. cit., N° 54, pág. 55). Este
principio, agrega Somarriva, fue reconocido por la Corte Suprema en sentencia de 19
de agosto de 1931 (R.D.J., t. 28, sec. 1ª, pág. 762).
Un fallo español de 9 de mayo de 1973 da una respuesta diferente: “además de
que el acreedor pueda dirigir su acción contra cualquiera de los deudores solidarios o
contra todos ellos simultáneamente, con arreglo a la normativa que rige civilmente la
solidaridad de las obligaciones, en forma alguna puede entenderse como equivalente a
poder reclamar en procesos distintos la totalidad del crédito individualmente a cada uno
de los mismos, pues tan sólo de no resultar cobrada la deuda, en el primero de los
supuestos, podría dirigir la acción posteriormente contra todos los demás, cual prevé
el artículo 1144 del Código Civil…” (cit. Por Jorge Caffarena Laporta, La
Solidaridad de los Deudores, Edit. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1980, pág.
9). Si bien la letra del artículo 1144 del Código Civil español, es diferente a nuestro
artículo 1515, y da pie para la interpretación que ha hecho el tribunal español, esta
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sentencia nos invita a reflexionar sobre el punto, pues no deja de resultar violento
admitir la posibilidad de que un acreedor pueda demandar en forma paralela la
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deudores solidarios perjudica a los otros. Dice al efecto el artículo 2519: "La
interrupción que obra en favor de uno de varios coacreedores, no aprovecha a los
otros, ni la que obra en perjuicio de uno de varios codeudores, perjudica a los otros, a
menos que haya solidaridad, y no se haya ésta renunciado en los términos del artículo
1516".2 3
Sin embargo, en virtud del principio de la pluralidad de vínculos, puede la
prescripción empezar a correr en momentos distintos, y la prescripción se contará,
respecto de cada deudor, desde que su obligación se haga exigible.
No hay en la solidaridad pasiva problema de suspensión de la prescripción,
porque éste es un beneficio en favor del acreedor, que aquí es uno solo.
g) Producida la mora respecto de un deudor, quedan también constituidos en
mora los otros. No lo dice expresamente el código, pero la doctrina lo desprende de la
naturaleza propia de la obligación solidaria. En ese sentido: Somarriva, ob. cit., Nº61,
págs. 63-64; Vodanovic, ob. cit., Nº 118, págs. 102-103.
h) La pérdida de la especie cierta debida por culpa de uno de los codeudores
genera responsabilidad para todos, respecto del pago del precio, pero no respecto de la
indemnización de perjuicios, que sólo debe pagar el culpable (art. 1521). ¿Y si son
dos o más los culpables? En ese caso, como la ley nada dice, señala Somarriva (ob.
cit., Nº 62, págs. 64-65), cada deudor responderá de los perjuicios sólo por su cuota (a
menos que haya habido dolo o culpa grave, pues entonces, en conformidad al inciso
2º del artículo 2317, habrá responsabilidad solidaria). Stitchkin (ob. cit., Nº 393, págs.
314 y ss.) tiene una opinión contraria, que funda, en las siguientes razones:
1. Que frente a diferentes interpretaciones posibles se debe buscar la más útil,
y en este caso, siendo culpables todos los deudores, o estando en mora todos ellos, es
más útil que la acción sea también solidaria; y
2. Por lo dispuesto en el artículo 1526 Nº 3: "Aquel de los codeudores por
cuyo hecho o culpa se ha hecho imposible el cumplimiento de la obligación, es
exclusiva y solidariamente responsable de todo perjuicio al acreedor".
Si hay cláusula penal -ha dicho la doctrina- no se aplica la regla del artículo
1521 de que respecto de los perjuicios no hay solidaridad. Desde Pothier se ha
estimado puede demandarse el total de la cláusula penal a cualquiera. Dicho de otro
modo, agrega Somarriva, la solidaridad estipulada en el contrato alcanza y se hace
extensiva a la pena (ob. cit., Nº 63, pág. 66). Esto nos parece bien, por el principio de
lo accesorio. Pero si se piensa que la cláusula penal es una avaluación de perjuicios
anticipada, y que el artículo 1521 dice que respecto de los perjuicios no hay solidaridad,
la situación no la vemos tan clara.
i) La prórroga de la jurisdicción respecto de un deudor, afecta a todos. Así lo
ha dicho la jurisprudencia, fundada en la existencia de un mandato tácito y recíproco
(R.D.J., t. 19, sec. 1ª, pág. 171); y
j) Si el acreedor cede su crédito a un tercero, no es necesario que notifique la
cesión a todos o que todas tengan que aceptarla (art. 1902). Basta que se notifique a
cualquiera de los deudores. También es aplicación de la doctrina del mandato tácito y
recíproco.
2 Excepción a esta regla se encuentra en el art. 100 de la Ley Nº 18.092, en que la prescripción se
interrumpe sólo respecto del notificado (véase Gaceta Jurídica 203, pág. 43).
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3 Véase también Fallos del Mes, Nº 452, sent. 10, pág. 1381.
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105. Muerte del deudor solidario. Cuando muere el deudor solidario los herederos
suceden en la obligación pero no en la solidaridad (todos los herederos están
obligados al pago total de la deuda, pero cada heredero será solamente responsable de
aquella cuota de la deuda que corresponda a su porción hereditaria) (art. 1523). De
manera que si fallece X y deja tres hijos (a, b y c), y X con 9 personas más estaba
obligado solidariamente a una deuda de $ 9.000.000, el acreedor de X puede dirigirse
en conjunto en contra de a, b y c por el total de la deuda; o en contra de a (de b o de c)
por un tercio de la deuda total.
Sin embargo, la muerte del causante no extingue la solidaridad cuando se ha
convenido lo contrario. Las instituciones de crédito suelen establecer en los contratos
una cláusula según la cual en el caso de que un codeudor fallezca, sus herederos
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suas res praesumintur: "no se presume que nadie perjudique sus cosas, sus
intereses"). Luego, no hay renuncia futura tácita.
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Sección Tercera
Obligaciones divisibles e Indivisibles
107. Concepto. La obligación es indivisible si el objeto de la prestación (cosa o
hecho) debe cumplirse por el todo y no por partes, sea por la naturaleza misma del
objeto, sea por el modo que han tenido las partes para considerarlo (Vodanovic, ob.
cit., Nº 165, pág. 155). De acuerdo a este concepto, la obligación de conceder una
servidumbre de tránsito es indivisible, porque o se permite el paso o no se permite (no
se puede permitir en cuotas). En cambio, la obligación de pagar una suma de dinero
es divisible, porque el dinero lo es.
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algunos derechos son indivisibles por expresa disposición legal (Ej., servidumbres, arts.
826 y 827).
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exigirlo, no porque sea dueño de todo el crédito (como pasa en la solidaridad activa),
sino por la naturaleza de la prestación que se le debe.
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123. La acción hipotecaria o prendaria (art. 1526 Nº 1º). Esto es consecuencia del
hecho de que la prenda e hipoteca sean indivisibles desde distintos puntos de vista:
a) En cuanto al objeto, pues la hipoteca o prenda grava todas la cosas, por lo que
si ésta se divide, la hipoteca o prenda queda gravando cada una de las partes. Así lo
dice el artículo 2408: "La hipoteca es indivisible. En consecuencia, cada una de las
cosas hipotecadas a una deuda y cada parte de ella son obligadas al pago de toda la
deuda y de cada parte de ella".
b) En cuanto al crédito garantizado, pues mientras no se satisfaga íntegramente
el crédito, no puede pedirse el alzamiento de parte de la hipoteca o devolución de
parte de la prenda. Así lo dice el artículo 1526 Nº 1º inc. 2º, y
c) En cuanto al legitimado pasivo de la acción de prenda o hipoteca, que lo es
el que posea en todo o en parte la cosa empeñada o hipotecada.
Es importante tener en cuenta que cuando existe una obligación caucionada
con prenda o hipoteca, el acreedor tiene dos acciones: a) una personal para hacer
efectivo su crédito en el patrimonio del deudor, y b) una acción real, la hipotecaria o
prendaria, destinada a hacer efectivo el crédito en la cosa dada en prenda o hipoteca,
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124. Deuda de una especie o cuerpo cierto (art. 1526 Nº 2º) . Dice este artículo:
"Exceptúense los casos siguientes: 2º si la deuda es de una especie o cuerpo cierto, aquel
de los codeudores que los posee es obligado a entregarlo". Cuando esta norma habla de
la "entrega", se refiere a la entrega material de la cosa, no a la jurídica, que importa
transferencia de dominio o constitución de un derecho real y que es divisible.
Como es un caso de indivisibilidad de pago pasiva, no estamos en esta
situación si, por ejemplo, llegan dos pasajeros a un hotel y dejan un cofre en custodia
y pretende después reclamarlo uno solo (indivisibilidad activa). El hotelero debe
exigir la presencia de ambos (Vodanovic, ob. cit., Nº 180, pág. 167).
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intervenido, en modo alguno, en el cambio del deudor, por lo que lo actuado por el
testador, por los herederos o en la partición, le son a él actos inoponibles. Por la
misma razón, si el cambio le favorece, puede aceptarlo.
b) Indivisibilidad estipulada con el causante. El artículo 1526 Nº 4º inc. 2º
prescribe que "Si expresamente se hubiere estipulado con el difunto que el pago no
pudiese hacerse por partes, ni aun por los herederos del deudor, cada uno de ésos
podrá ser obligado a entenderse con sus coherederos para pagar el total de la deuda, o
a pagarla él mismo, salva su acción de saneamiento".
c) El inciso 3º deja en claro que no cabe la indivisibilidad de pago activa:
"Pero los herederos del acreedor, si no entablan conjuntamente su acción, no podrán
exigir el pago de la deuda, sino a prorrata de sus cuotas".,
Esta última norma es curiosa, porque fallecido el causante los créditos que éste
tenía contra terceros pasan a integrar el as hereditario por lo que debe entenderse que
ninguno de los herederos pasa a ser dueño del crédito ni de una cuota del mismo,
hasta mientras no se haga la partición. Ello, en virtud del efecto declarativo de la
partición, artículo 1344. Y, sin embargo, esta disposición, interpretada a contrario
sensu, nos está diciendo que cada heredero podría cobrar su cuota en el crédito, esto
es, como si hubieren adquirido el dominio de esa cuota en el crédito al momento de la
delación de la herencia. Ello crea un problema, pues existe una evidente contradicción
entre los artículos 1526 Nº 4º inc. 3º, por una parte, y 1344 por la otra.
Alessandri (nota al fallo publicado en R.D.J., t. 30, sec. 1ª, pág. 425) y alguna
jurisprudencia, sostienen que no es posible que un heredero pueda demandar su cuota
en el crédito antes de la partición (art. 1344). Así también algunos fallos, R.D.J., t. 15,
sec. 1ª, pág. 277; t. 5, sec. 1a, pág. 282).
En cambio, Luis Claro Solar (Explicaciones de Derecho Civil Chileno y
Comparado, t. 17, Nº 2596 a 2603, págs. 202 y ss.), Gonzalo Barriga (en nota a
sentencia publicada en R.D.J., t. 30, sec. 1a, pág. 425) y Manuel Somarriva
(Indivisión y Partición, Editorial Jurídica de Chile, 2a edición, 1956, Nº 552, págs.
340-341) sostienen que los herederos pueden demandar desde la delación de la herencia
su cuota en el crédito, sin esperar la partición, pues la división de los créditos se produce
de pleno derecho, sin esperar partición (R.D.J., t. 30, sec. 1ª, pág. 425). Véase también
el comentario a esta sent. en Las Obligaciones y los Contratos ante la Jurisprudencia,
sent. Nº 466, pág. 356). Estos autores concilian el artículo 1526 Nº 4º, con el artículo
1344, diciendo que tienen esferas de aplicación distintas: el artículo
1526, rige las relaciones heredero-deudor; y el artículo 1344, las relaciones entre los
coherederos. En resumen, el heredero puede cobrar su cuota del crédito, pero si
posteriormente, al hacerse la partición, no se le adjudica el crédito, deberá reembolsar
lo percibido al respectivo adjudicatario (Claro Solar, ob. cit., t. XVII, pág. 208).
127. Pago de una cosa indeterminada (art. 1526 Nº 5º). Este artículo establece:
"Exceptúanse los casos siguientes: 5º Si se debe un terreno, o cualquiera otra cosa
indeterminada, cuya división ocasionare grave perjuicio al acreedor, cada uno de los
codeudores podrá ser obligado a entenderse con los otros para el pago de la cosa entera,
o a pagarla él mismo, salva su acción para ser indemnizado por los otros". El inciso 2º
reitera el principio de que no hay solidaridad de pago activa: "Pero los herederos del
acreedor no podrán exigir el pago de la cosa entera sino intentando conjuntamente su
acción".
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de un retazo dado, hasta que el otro heredero dé también en pago de su cuota la otra
mitad, porque de otro modo resultaría un perjuicio al acreedor a quien se le debe un
terreno de cierta superficie completo y que tiene interés de tener el terreno en cuerpo
y no en dos mitades de dos terrenos diferentes". Y más adelante agrega que "la deuda,
aunque dividida entre los herederos del deudor, no debe satisfacerse por partes,
cuando sin que haya convención, resulta de la naturaleza del compromiso, o de la cosa
que es objeto de él, o del fin que las partes se han propuesto en el contrato, que el
espíritu de los contratantes ha sido efectivamente que la deuda no pudiese cumplirse
por partes. Esto se presume fácilmente, si la cosa que es objeto de la convención es
susceptible, en verdad, de partes intelectuales, y es, por consiguiente, divisible; pero
no puede ser dividida en partes reales. Se presume con respecto a cosas que pueden
dividirse en partes reales cuando no pueden serlo sin que resulte un perjuicio al
acreedor..." (ob. cit., t. X, Nº 542, págs. 490-491).
La Corte Suprema ha aclarado que este Nº 5º y el Nº 2º del artículo 1526 se
refieren a cosas corporales, no a cosas incorporales (R.D.J., t. 49, sec. 1ª, pág. 165).
128. Obligaciones alternativas (art. 1526 Nº 6º). Este artículo establece que
"Exceptúanse los casos siguientes: 6º "Cuando la obligación es alternativa, si la elección
es de los acreedores, deben hacerla todos de consuno; y si de los deudores, deben hacer
de consuno todos éstos".
En relación con el artículo 1526 Nº 6º, se presenta un problema muy
interesante en el caso del artículo 1489, que da al contratante que cumple un contrato
bilateral, acción contra el incumplidor para pedir el cumplimiento o la resolución del
contrato, con indemnización de perjuicios. Algunos dicen que en ese caso habría una
obligación alternativa, y aplicando este artículo 1526 Nº 6º, concluyen que si los
acreedores son varios, tienen que ponerse de acuerdo si piden el cumplimiento o la
resolución (R.D.J., t. 57, sec. 1a, pág. 253). Desarrollaremos este problema al tratar
las características de la acción resolutoria (ver Nº 211).
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PARRAFO X
OBLIGACIONES PRINCIPALES Y ACCESORIA
131. Concepto. Del artículo 1442, que clasifica los contratos en principales y
accesorios, podemos inferir que obligaciones principales son aquellas que pueden
subsistir por sí solas, sin necesidad de otras; y que son obligaciones accesorias las que
tienen por objeto asegurar el cumplimiento de una obligación principal de manera que
no parece subsistir sin ella. Por ej., la obligación del mutuario de restituir o la del
comprador de pagar el precio, son obligaciones principales. En cambio, son
obligaciones accesorias las obligaciones que deriven de una caución (prenda, fianza,
hipoteca, cláusula penal, etc.).
PARRAFO XI
OBLIGACIONES PURAS Y SIMPLES O SUJETAS A MODALIDAD
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134. La condición, el plazo y el modo son las principales modalidades, pero no las
únicas. En efecto, cualquiera alteración constituye una modalidad, de manera que
también tiene este carácter la solidaridad, pues el efecto normal es que habiendo
varios deudores y acreedores, cada acreedor sólo pueda exigir su cuota en el crédito y
cada deudor quede obligado a su parte en la prestación, lo que se altera con la
solidaridad. También constituyen modalidades las obligaciones alternativas o
facultativas, en cuanto se separan de la normalidad, y la representación.
Sección Primera
De las Obligaciones condicionales
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136. Concepto. Son obligaciones condicionales las que dependen de una condición,
esto es, de un acontecimiento futuro que puede suceder o no (art. 1473).
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137. Lugar en que están reguladas las condiciones en el Código Civil . Las
condiciones están tratadas en el código, en tres partes: a) a propósito de las asignaciones
testamentarias condicionales (párrafo 2º del Título IV del Libro III del Código Civil,
artículos 1070 y siguientes; b) en las obligaciones condicionales, Título IV del Libro IV
del Código Civil, artículo 1473 y siguientes; y c) finalmente, a propósito del
fideicomiso, en el Título VIII del Libro II, artículos 733 y siguientes.
Es importante destacar que el código, al tratar de las asignaciones
condicionales se remite a las obligaciones condicionales, en el artículo 1070 inc. 3º:
"Las asignaciones testamentarias condicionales se sujetan a las reglas dadas en el
título "De las obligaciones condicionales", con las excepciones y modificaciones que
van a expresarse, y, por su parte, el artículo 1493, en las obligaciones condicionales,
se remite a las asignaciones testamentarias condicionales: "Las disposiciones del
Título IV del Libro III sobre las asignaciones testamentarias condicionales o modales,
se aplican a las convenciones en lo que no pugne con lo dispuesto en los artículos
precedentes".
Lo anterior nos demuestra que existe un concepto unitario de la condición.
138. Elementos de la condición. Dos son los elementos de la condición: a) que sea
un hecho futuro, y b) que sea un hecho incierto.
a) Hecho futuro. Esto quiere decir que el hecho que la constituye debe ocurrir
con posterioridad a la celebración del acto. Así fluye de lo dicho en el artículo 1071
inc. 2º (norma que cabe aplicar a las obligaciones condicionales por mandato del
artículo 1493): "Lo pasado, presente y futuro se entenderá con relación al momento de
testar (de contratar en este caso) a menos que se exprese otra cosa".
La ley ha resuelto lo que ocurre si se fija como condición un hecho presente o
pasado. Dice el artículo 1071: "La condición que consiste en un hecho presente o
pasado, no suspende el cumplimiento de la disposición. Si existe o ha existido, se
mira como no escrita; si no existe o no ha existido, no vale la disposición".
De manera que si yo digo te doy $ 1.000.000 si Chile fue campeón mundial de
fútbol el año 1962, no vale esa obligación, porque Chile no fue campeón ese año. Si
lo hubiera sido, la condición se tendría por no escrita, por lo que el acto sería puro y
simple y tendría que pagar $ 1.000.000. Lo que se acaba de decir es independiente de
que las partes al contratar hubieren sabido o ignorado la existencia del hecho.
El artículo 1072 se pone en el caso de que la condición que se imponga como
para tiempo futuro consista en un hecho que se ha realizado en vida del testador. Si el
testador al tiempo de testar lo supo y el hecho es de los que pueden repetirse, se
presumirá que el testador exige su repetición. Si el hecho es de los que no pueden
repetirse, se mirará la condición como cumplida. Si el testador no supo de la
ocurrencia del hecho, se mirará la condición como cumplida cualquiera sea la naturaleza
del hecho.
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b) Hecho incierto. Que el hecho sea incierto, quiere decir que puede acontecer
o no. Este elemento es el que permite diferenciar a la condición del plazo, pues en este
último el hecho necesariamente va a ocurrir, aunque no se sepa cuándo.
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142. Condición positiva y negativa. Esta distinción la hace el artículo 1474 "la
condición es positiva o negativa". "La positiva consiste en acontecer una cosa, la
negativa, en que una cosa no acontezca".
Ej., de condición positiva: Te doy $ 1.000.000 si viajas a Santiago el domingo.
Ej., de condición negativa: Te doy $ 1.000.000 si no viajas el año 1998 a
Santiago.
Esta distinción adquiere importancia para determinar cuándo la condición debe
entenderse cumplida o fallida, pues según el artículo 1482, "se reputa haber fallado la
condición positiva o haberse cumplido la negativa, cuando ha llegado a ser cierto que
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una época prefijada. Ej. Te doy $ 1.000.000 si te recibes de abogado antes del año
2000. Condición indeterminada es aquella en que no se fija una época para la ocurrencia
del hecho. Ej. te doy $ 1.000.000 si te recibes de abogado.
La condición indeterminada plantea el problema de cuánto tiempo habrá que
esperar para saber si se cumple o no la condición. O dicho de otra manera, cuándo la
condición se tendrá por fallida.
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deudor, casual la que depende de la voluntad de un tercero o del acaso, mixta la que en
parte depende de la voluntad del acreedor y en parte de la voluntad de
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un tercero o de un acaso”.
Hay una omisión del código, en cuanto a que también es condición mixta la que
en parte depende de la voluntad del deudor y en parte de la voluntad de un tercero o
de un acaso.
Ej. de condición potestativa de la voluntad del acreedor: Te doy $ 1.000.000 si
vas a Santiago el domingo.
Ej. de condición potestativa de la sola voluntad del deudor. Te doy $ 1.000.000 si
voy a Santiago el domingo.
Ej. de condición casual: Te doy $ 1.000.000 si llueve el domingo o si Pedro viene
a Santiago el domingo.
Ejs. de condiciones mixtas: Te doy $ 1.000.000 si vas a Santiago el domingo y
está bueno el tiempo. Te doy $ 1.000.000 si el próximo año te casas con María.
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399).
Lo anterior por las siguientes razones: a) En las condiciones resolutorias la
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148. Reglas comunes a las condiciones. Estas reglas comunes dicen relación con los
siguientes aspectos:
A) Estados en que se puede encontrar la condición.
B) Forma como deben cumplirse.
C) Caducidad de las condiciones.
D) Retroactividad de las condiciones cumplidas.
E) Riesgos de la cosa debida bajo condición.
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150. Forma como deben cumplirse las condiciones. Tratan de esta materia los
artículos 1483 y 1484, normas que, según algunos, serían contradictorias. Nosotros no
vemos la contradicción. Se aplica primero la regla del artículo 1483: “La condición debe
ser cumplida del modo que las partes han probablemente entendido que lo fuese, y se
presumirá que el modo más racional de cumplirla es el que han entendido las partes”
(art. 1483 inc. 1°). Esta regla guarda perfecta concordancia con la norma del artículo
1560: “Conocida claramente la intención de los contratantes debe estarse a ella más
que a lo literal de las palabras”. El inciso 2° del artículo 1483 coloca un ejemplo:
“Cuando, por ejemplo, la condición consiste en pagar una suma de dinero a una persona
que está bajo tutela o curaduría, no se tendrá por cumplida la condición, si se entrega
a la misma persona, y ésta la disipa”.
Precisado lo anterior, entra a operar la regla del artículo 1484: “Las condiciones
deben cumplirse literalmente, en la forma convenida”. O sea, determinada la forma
como las partes querían que se cumplieran, tienen que cumplirse de esa manera y no
de otra. No pueden cumplirse por equivalencia. Excepciones a esta regla en el artículo
2684 y en las asignaciones modales, artículo 1093.
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como ilícito a cualquier hecho que en abstracto pudiera no ser reprobable, pero que
dada la finalidad con que se realiza –evitar el cumplimento de la condición-
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debe estimarse ilícito? Peñailillo está por esta última tesis, opinión que compartimos
plenamente, pues no nos merece duda que lo que pretende la ley es sancionar el
fraude, y la realización de un hecho aparentemente inofensivo para obtener un resultado
indebido constituye nuestro entendimiento en forma de fraude civil.
4. Para que se aplique el artículo 1481 ¿tiene que existir dolo del deudor condicional
o basta una actitud culpable, negligente? Peñailillo cree que si sólo hubo culpa del
deudor, no rige la norma, puesto que “lo que se persigue con ella es frustrar la
pretensión maliciosa del deudor que actúa con el propósito o finalidad de impedir el
cumplimiento de la condición” (artículo cit., pág. 20). Compartimos plenamente esta
opinión. Pues ya hemos dicho que lo que la ley pretende es evitar el fraude del deudor
condicional.
5. Otro problema. En el supuesto que la condición establecida por las partes
constituya al mismo tiempo un requisito establecido por la ley para que se pueda
cumplir la obligación o ejecutar el negocio, ¿cabe también el cumplimiento ficto de la
condición? El ejemplo, que corresponde a una situación que se da bastante en la vida
profesional, es el contrato de promesa en que el promitente vendedor se obliga a celebrar
el contrato prometido –venta de un sitio- una vez que la autoridad competente
autorice el loteo correspondiente. ¿Procede o no en este caso el cumplimiento ficto?
Algunos afirman que no, porque una parte no puede llevar a la otra a una contravención
de la ley, además de que en la práctica la autoridad correspondiente no autorizaría esa
operación (Enneccerus, Ludwig; Kipp, Theodor, y Wolff, Martín, Tratado de Derecho
Civil, ts. I y II, vol. II, Parte General, pág. 685, cit. Por Peñailillo).
Peñailillo cree que para encontrar la solución debe tenerse en cuenta que se deben
distinguir dos etapas distintas: la contratación, que da nacimiento a la obligación; y el
cumplimiento o ejecución efectiva de ésta. Partiendo de este punto, es sostenible que
si se cumplen las exigencias para la aplicación de la regla, ella debe aplicarse,
provocándose el cumplimiento ficto de la condición, y con ello el nacimiento de la
obligación. Ello aun cuando la obligación, por imposibilidad legal o administrativa,
no pueda cumplirse, caso en que el acreedor no podrá exigir el cumplimiento de la
obligación en especie, pero sí el cumplimiento por equivalencia, demandando la
correspondiente indemnización.
6. Otra interrogante que plantea la norma es determinar si cabe el cumplimiento
ficto cuando el deudor condicional ha adoptado por una actitud pasiva, es decir, no
despliega ninguna actividad.
Aparentemente la respuesta debería ser negativa, puesto que al hablar el artículo
1481 de medios ilícitos, pareciera desprenderse que exige un actuar en el deudor. Sin
embargo, si esta inactividad tiene por objeto justamente que la condición no se
cumpla, no vemos inconveniente en la aplicación de la institución. En el mismo
sentido Daniel Peñailillo.
7. Finalmente, cabe preguntarse qué ocurre en el caso en que el acreedor despliegue
medios para que la condición se cumpla, con el objeto de que nazca su derecho y
demandarlo. Peñailillo afirma que “por haber adoptado el acreedor una conducta
tendiente a que la condición se cumpla, si se cumplió realmente, y fue debido a
esa conducta del acreedor, aplicar la regla significará que la condición se tendrá por
fallida”. No obstante algunas reservas, Peñailillo es de opinión que se aplica la
regla, no por el texto del artículo 1481, que claramente se refiere al deudor, sino porque
se está frente a una situación no tratada, de un vacío legal, que debe ser integrado
aplicándose la misma solución dada para el caso del deudor.
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153. Caducidad de las condiciones. Ya hemos explicado que para saber cuándo falla
la condición, será necesario distinguir entre condiciones positivas y negativas. Falla la
condición positiva cuando ha llegado a ser cierto que no sucederá el acontecimiento
contemplado en ella o cuando ha expirado el tiempo dentro del cual el acontecimiento
ha debido verificarse, y no se ha verificado (art. 1482). Ya hemos explicado que si la
condición es indeterminada, falla si transcurren 10 años sin que el hecho se verifique.
Si la condición es negativa, falla cuando ocurre el hecho que no debía ocurrir.
El efecto de la caducidad es el siguiente: Si la condición es suspensiva y falla, el
acreedor condicional no va a llegar a adquirir el derecho condicional; y si es
resolutoria, se consolida el derecho en poder del deudor condicional, que ya nada deberá
restituir.
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–el artículo 1179 del Código Civil- que resuelve el problema: “la condición cumplida
tiene efecto retroactivo al día en que se haya contraído la obligación”.
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En Chile falta una norma semejante a la francesa y ello genera problemas, pues hay
casos en que se acepta el efecto retroactivo de la condición, y otros en que se rechaza.
156. Casos en que se acepta el efecto retroactivo (arts. 1486, 2413, 1487, 1490 y
1491). Veámoslos:
a) El artículo 1486, por cuanto esta norma señala que el acreedor tiene derecho a
los aumentos y mejoras de la cosa, ocurridos cuando estaba pendiente la condición (inc.
2°).
b) El artículo 2413, pues da pleno valor a la hipoteca desde la fecha de su
inscripción en el Conservatorio de Bienes Raíces una vez cumplida la condición
suspensiva bajo la cual se otorgó (inc. 2°).
c) El artículo 1487, porque cuando se cumple la condición resolutoria el deudor
debe restituir todo lo que hubiere recibido con tal motivo.
d) Los artículos 1490 y 1491, en cuanto privan de valor a las enajenaciones
hechas por el deudor en el tiempo intermedio, a menos que se cumplan determinados
requisitos.
157. Casos en que se rechaza el efecto retroactivo. Hay varias disposiciones que
rechazan el efecto retroactivo. Se mencionan los artículos 1488, 1078 inc. 3°, 758,
1490 y 1491. Analicemos estos casos:
a) El artículo 1488. De acuerdo a esta disposición, cumplida una condición
resolutoria, no se deben restituir los frutos producidos por la cosa mientras estuvo
pendiente la condición. Si se aceptare la retroactividad, el deudor condicional debería,
al cumplirse la condición, restituir la cosa y los frutos.
b) El artículo 1078 inc. 3° contiene la misma idea en las asignaciones
testamentarias.
c) El artículo 758 en el fideicomiso. Esta norma autoriza al fiduciario para mudar
la forma de la propiedad fiduciaria. Si la condición operara con efecto retroactivo, no
podría existir esta norma. También se acepta universalmente que cumplida la condición,
y operada la restitución al fideicomisario, subsisten los arrendamientos hechos por el
fiduciario. Si operara la retroactividad, ello no se podría aceptar, porque quien arrendó
lo habría hecho sin ningún derecho.
d) Los artículos 1490 y 1491. De acuerdo a estas disposiciones, los actos de
enajenación realizados por el deudor estando pendiente la condición, generalmente
valen, lo que no sería posible si la condición operara con efecto retroactivo.
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efecto retroactivo, sino que en cada caso particular podremos pensar este efecto
proviene de la retroactividad” (De la Condición Suspensiva, Memoria de Prueba,
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159. Riesgos de la cosa debida bajo condición. Bajo este título queremos resolver
el problema de quien soporta la pérdida de la especie o cuerpo cierto debido que se
destruye fortuitamente mientras pende la condición, y para el caso de que la
obligación condicional incidiere en un contrato bilateral, si subsiste la obligación de la
contraparte.
El artículo 1486 señala: “Si antes del cumplimiento de la condición la cosa
prometida perece sin culpa del deudor, se extingue la obligación…” (inc. 1°, primera
parte). Cousiño Mac-Iver (ob. cit., N° 133, pág. 131) afirma que esta norma es
defectuosa al decir que “se extingue la obligación”. Eso es falso, agrega, “la
obligación no puede extinguirse, porque no ha existido nunca. Lo que ocurre es que
deja sin objeto una de las obligaciones que puede posteriormente nacer, y que, por lo
tanto, deja sin causa la otra obligación correlativa…” Podríamos decir que más que se
extinga la obligación, se extingue el contrato (o sea, no sólo se extingue esta obligación,
sino también la de la contraparte, porque carecería de causa).
Luego, si yo debo entregar un automóvil bajo condición, y pendiente ésta se
destruye fortuitamente, se extingue mi obligación y se extingue también la obligación
de la contraparte de pagar el precio. Esto significa que el riesgo es mío (del deudor
condicional), porque no voy a poder exigir a la contraparte el cumplimiento de su propia
obligación (que me pague el precio), pues tal obligación carecería de causa.
En esta materia, como veremos en su oportunidad, se separó el Código Civil de la
regla general contemplada en el artículo 1550, según el cual el riesgo es del acreedor.
Y es justo que así sea, pues pendiente la condición, la cosa es del deudor y las cosas
se pierden para su dueño. La regla la reitera en la venta condicional suspensiva el
artículo 1820.
Lo que venimos diciendo rige para la destrucción total y fortuita de la especie o
cuerpo cierto debida bajo condición. Si la destrucción es culpable, el deudor es obligado
al precio y a la indemnización de perjuicios (art. 1486).
Si la destrucción es parcial y fortuita, rige la regla del inciso 2° del artículo 1486,
según la cual la cosa deberá recibirla el acreedor en el estado en que se encuentre, sin
derecho a la rebaja del precio. Ahora, si es parcial y culpable, la misma disposición
señala que el acreedor tendrá un derecho alternativo a que se rescinda (debería decir
resuelva) el contrato o que se le entregue la cosa en el estado en que se encuentra y,
además, en ambos casos tendrá derecho a indemnización de perjuicios. Concuerda en
esta parte con los artículos 1548 y 1672.
Finalmente, el artículo 1486 en su inciso final señala que “todo lo que destruye la
aptitud de la cosa para el objeto a que según su naturaleza o según la convención se
destina, se entiende destruir la cosa”. El ejemplo típico es el caballo de carrera que se
rompe la pata.
160. Efecto de las condiciones. Para estudiar los efectos de las condiciones, debemos
distinguir entre condiciones suspensivas y resolutorias; y además ver los efectos de cada
una de ellas en los tres estados en que puede encontrarse: pendiente, cumplida y fallida.
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166. Efectos de la condición suspensiva cumplida. Los efectos son exactamente los
contrarios a los señalados para la condición suspensiva pendiente. Veamos:
a) Nace el derecho y la obligación correspondiente.
b) El acreedor puede exigir su cumplimiento.
c) Si el deudor paga, el pago es válido. No puede repetir (art. 1485 inc. 2°).
d) Según algunos (Alessandri), se produce el efecto retroactivo, lo que, según
hemos visto, es a lo menos discutible.
e) Debe el deudor entregar la cosa debida condicionalmente en el estado en que
se halle, favoreciendo al acreedor los aumentos y soportando las pérdidas (art. 1486)
siempre que estas últimas sean fortuitas.
f) Por regla general, no se entregan los frutos que la cosa produjo en el tiempo
intermedio (mientras la condición estuvo pendiente). Así lo dice el artículo 1078 inc.
3°. Y en cierto sentido la misma idea se puede extraer del artículo 1488, que está dada
para la condición resolutoria.
g) Los actos de administración (arrendamiento, por ejemplo) celebrados por el
deudor se mantienen, sin perjuicio de que el cumplimiento de la condición importe
una causal de extinción del contrato, como lo prueba el artículo 1950 N° 3°. Este
principio se desprende del artículo 758, que otorga al propietario fiduciario –que es un
deudor condicional- la facultad de administrar.
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169. Condición resolutoria tácita. Concepto. Es la que deriva del artículo 1489 y se
define como la que va envuelta en todo contrato bilateral para el caso de no cumplirse
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por la otra parte lo pactado. Dice el artículo 1489: “En los contratos bilaterales va
envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo
pactado” (inciso 1°). Ej., si el comprador no paga el precio, el vendedor puede pedir
la resolución del contrato, por haberse cumplido la condición resolutoria tácita. La
estudiaremos luego.
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no se restituyen los frutos, “salvo que la ley, el testador, el donante o los contratantes,
según los varios casos, hayan dispuesto lo contrario”. La ley ordena restituir los
frutos, por ejemplo, en la compraventa por no pago del precio (art. 1875); en las
donaciones, cuando el donatario no cumple con lo que se obligó (art. 1426 inc. 2°); en
las asignaciones modales, cuando opera la cláusula resolutoria (art. 1090).
En materia de expensas o deterioros rige el artículo 1486, ya visto: el acreedor se
aprovecha de las mejoras y sufre los deterioros producidos por caso fortuito.
b) Respecto a los actos de administración que pueda haber realizado el deudor
condicional, caducan y se extinguen (ver art. 1950 N° 3, en materia de
arrendamiento). El artículo 1958 reitera lo mismo. En cuanto a las enajenaciones y
gravámenes, volveremos después sobre el punto, pues esta materia está tratada en los
artículos 1490 y 1491, que luego estudiaremos.
176. Efectos de la condición resolutoria tácita. Ya hemos dicho que está establecida
en el artículo 1489. Va envuelta en todos los contratos bilaterales. Abeliuk la define
como “aquella que va envuelta en todo contrato bilateral, y que el hecho futuro e incierto
que puede provocar la extinción del derecho de una de las partes es el
incumplimiento de sus obligaciones”. Agrega que la condición resolutoria tácita se
funda en la falta de cumplimiento del deudor (ob. cit., t. I, N° 521, pág. 411).
Un fallo reciente ha señalado que “conforme lo dispone el artículo 1489, para
encontrarse frente a una condición resolutoria tácita, es menester que el evento futuro
e incierto, que constituye la condición, sea necesariamente la falta de cumplimiento de
alguna de las obligaciones que una de las partes contrajo en virtud del contrato
bilateral. En consecuencia, cualquier otro evento futuro e incierto, aun cuando él
constituya la falta de cumplimiento de un hecho que se atribuya a un tercero, debe ser
calificado como constitutivo de de una condición resolutoria ordinaria” (Corte de
Santiago, R.D.J., t. 92, sec. 2ª, pág. 7).
El incumplimiento de una obligación en un contrato bilateral da a la otra parte un
derecho alternativo para solicitar o el cumplimiento o la resolución, y en ambos casos
con indemnización de perjuicios.
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cumple, esta presuposición, que es supuesto del contrato, falla, y es por esto que la ley
autoriza para pedir la resolución… (La Resolución y el Incumplimiento Recíproco,
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180. Que se trate de un contrato bilateral. En este sentido se inclina la mayor parte
de la doctrina (Stitchkin, ob. cit., t. I, N° 195, pág. 133; Alessandri, ob. cit., N° 166;
Vío Vásquez, ob. cit., N° 273, pág. 252; Abeliuk, ob. cit., t. I, N° 527, pág. 414; etc.).
En contra Claro Solar, quien cree que opera aun en los contratos unilaterales (ob. cit.,
t. X, N° 157-158, págs. 169 y ss.).
Razones de Claro Solar:
a) El artículo 1489 sólo dice que la condición resolutoria tácita va envuelta en los
contratos bilaterales, pero no excluye la posibilidad de que también pueda darse en los
unilaterales.
b)Varias disposiciones demuestran que el Código Civil no ha entendido restringida la
condición resolutoria tácita exclusivamente a los contratos bilaterales. Así, por ejemplo,
en el comodato, no obstante ser contrato unilateral, se otorga al comodante la facultad
de solicitar la restitución de la cosa prestada aun antes del vencimiento del plazo,
cuando el comodatario no la destina al uso convenido (art. 2177). En el contrato
de renta vitalicia –también contrato unilateral- la ley ha tenido que señalar en forma
expresa que “el acreedor no podrá pedir la rescisión (entiéndase resolución) del contrato
aun en caso de no pagársele la pensión…” (art. 2271). En el contrato de prenda –art.
2396- en que el deudor puede pedir restitución inmediata de la cosa empeñada si el
acreedor abusa de ella.
La tesis de Claro Solar no ha encontrado acogida en nuestra doctrina.las razones
que se dan son, en síntesis, las siguientes:
a) El propio tenor literal del artículo 1489, que habla de “contratos bilaterales”.
b) Tratándose de los contratos unilaterales, el código ha ido resolviendo en cada
caso particular lo que ocurre cuando el deudor no cumple. Esa es la explicación de los
artículos 2177, 2271 y 2396. En cambio, nada ha dicho tratándose del mutuo, que es
donde el problema ha sido discutido (G.T., 1885, N° 2635, pág. 1574).
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N° 1654; Efraín Vío Vásquez, ob. cit., N° 281, págs. 264 y 265; Somarriva,
Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, sent. 14, pág. 11.
¿Dónde está establecido este requisito? Se desprende del mismo artículo 1489, que
establece que producido el incumplimiento la otra parte puede pedir el cumplimiento
o la resolución, en ambos caos con indemnización de perjuicios, y precisamente uno
de los rerquisitos para que opere la indemnización de perjuicios es que el deudor esté
en mora (art. 1557), y uno de los requisitos de la mora es el dolo o culpa. Reiteran
esta misma idea, en la compraventa los artículos 1826 y 1873.
Se da también como argumento el artículo 1546, según el cual los contratos
deben cumplirse de buena fe, de donde se sigue que si el deudor no puede cumplir por
un hecho ajeno a su voluntad, sería contrario a la equidad sancionarlo con la
resolución del contrato. En este sentido la sentencia publicada en R.D.J., t. 33, sec. 1ª,
pág. 486.
Augusto Elgueta Ortiz sustenta una opinión en alguna medida diferente.
Distingue entre las obligaciones de entregar una especie o cuerpo cierto, de entregar
un género y las de hacer.
Respecto de las primeras, y partiendo del principio de que el riesgo es del
acreedor (art. 1550), concluye que no cabe la resolución, “ya que de otro modo se
autorizaría al acreedor para repetir un pago legítimo y debido” (Augusto Elgueta
Ortiz, La Resolución y el Incumplimiento Recíproco, Memoria de Prueba, pág. 66).
Pero, en cambio, en los casos en que el riesgo es del deudor –agrega- debe admitirse
la resolución, pues si “no puede exigir el cumplimiento de la obligación correlativa
que se le adeuda, es forzoso concluir que es procedente y necesaria la resolución del
contrato, ya que de no ser así, y al poder obtener la satisfacción de su crédito, se
produciría el efecto contrario al querido por la ley, esto es, los riesgos ya no serían
soportados por él, sino por su contraparte, toda vez que ésta se vería forzada a cumplir
su obligación y no obtendría en cambio la satisfacción de su crédito, satisfacción que
impide el caso fortuito o la fuerza mayor”.
En las obligaciones de género, según este mismo autor, no hay problemas, pues el
género no perece, por lo que el deudor siempre está en condiciones de cumplir.
Finalmente, en las obligaciones de hacer, si el deudor no puede cumplir por razones
enteramente ajenas, debe buscarse la solución, fuera de la teoría de los riesgos.
Señala que si no puede cumplir por una causa sobreviniente al contrato, se extingue su
obligación (arts. 1567 N° 7° del Código Civil y 534 del Código de Procedimiento Civil),
pero no el contrato. Sin embargo, en este caso procedería la resolución, porque la
obligación de la contraparte carecería de causa. En el mismo sentido de Augusto Elgueta
Ortiz, Augusto Elgueta Anguita, Resolución de Contratos y Excepción de Pago,
Editorial Jurídica de Chile, 1981, págs. 46-47.
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Posteriormente lo han seguido otros autores. Entre otros Abeliuk (ob. cit., t. I, N° 532,
pág. 418); Fueyo (Cumplimiento e Incumplimiento de las Obligaciones, pág. 306).
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188. Que una sentencia judicial declare la resolución del contrato. El último
requisito para que proceda la acción resolutoria tácita es que la resolución se declare
por sentencia judicial. Vemos de inmediato una diferencia notable con la condición
resolutoria en que, como lo hemos explicado, opera de pleno derecho.
Nuestro Código no lo dice en forma expresa. Sin embargo, fluye con absoluta
claridad del propio tenor literal del artículo 1489, que en su inciso 2° señala: “Pero en
tal caso…”, dando a entender que en este caso no ocurre lo mismo que en el de la
condición resolutoria ordinaria. Además, el inciso 2° emplea la expresión “pedir a su
arbitrio”, lo que implica demandarlo a un tribunal, que naturalmente deberá
resolverlo.
Se suele también dar como argumento el que de operar la resolución de pleno
derecho, no se ve cómo podría el acreedor usar la opción que le otorga el artículo
1489 para pedir el cumplimiento. No parece lógico que pueda pedir el cumplimiento
de una obligación ya extinguida. Abeliuk afirma que este razonamiento no es
convincente, desde que el artículo 1487 –norma aplicable tanto a la condición
resolutoria ordinaria como a la tácita- permite al acreedor renunciar a la resolución.
De tal suerte, explica, que “aun cuando ella operara de pleno derecho, al acreedor le
bastaría con manifestar su renuncia, para poder exigir el cumplimiento” (ob. cit., t. I,
N° 535, pág. 420).
En todo caso, como el acreedor tiene que ejercer su opción –solicitando el
cumplimiento o a resolución-, tendrá para ello que entablar la acción correspondiente
(de cumplimiento o de resolución), que tendrá que ser resuelta en una sentencia judicial.
Nos parece entonces que no admite dudas que la condición resolutoria tácita no opera
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de pleno derecho. En este sentido toda la doctrina (abeliuk, ob. cit., N° 535, pág. 420;
Vío Vásquez, ob. cit., pág. 292; Stitchkin, ob. cit., pág. 205; Fueyo,
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Derecho Civil, t. IV, pág. 126; Claro Solar, ob. cit., t. X, N° 161, pág. 176; Somarriva,
Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. N° 15, pág. 12).
En ese comentario se cita abundante y reiterada jurisprudencia (R.D.J., t. 12, sec. 1ª,
pág. 376; t. 33, sec. 1ª, pág. 514; t. 35, sec. 1ª, pág. 400; t. 38, sec. 1ª, pág. 318; t. 77,
sec. 2ª, pág. 777, y t. 87, sec. 2ª, pág. 43, G.J., N° 175, sent. 3 pág. 30).
190. ¿Es cierto que demandada la resolución el deudor puede enervar la acción,
pagando? Así se ha sostenido casi invariablemente por nuestros autores. En ese
sentido, Claro Solar: “Mientras la resolución del contrato no ha sido declarada por la
sentencia que ha de poner término al juicio, el contrato subsiste; y por lo mismo,
hallándose requerido judicialmente el demandado con la notificación de la demanda,
puede evitar la resolución ejecutando la obligación, efectuando la prestación de lo
debido durante toda la secuela del juicio” (ob. cit., t. X, N° 166, pág. 187) (Fueyo, ob.
cit., N° 99, pág. 127; Abeliuk, ob. cit., N° 535, pág. 421; Stitchkin, ob. cit., N° 208,
págs. 142-143; Vío Vásquez, ob. cit., N° 317, pág. 296; Somarriva, Obligaciones y
Contratos ante la Jurisprudencia, sent. 16, págs. 12-13). En el mismo sentido abundante
jurisprudencia de nuestros tribunales: R.D.J., t. 44, sec. 1ª, pág. 288; t. 45, sec. 1ª, pág.
597; t. 46, sec. 2ª, pág. 3; t. 77, sec. 2ª, pág. 77; t. 84, sec. 1ª, pág. 149.
Estas opiniones se fundan en el artículo 310 del Código de Procedimiento Civil,
que permite oponer la excepción de pago en cualquier estado de la causa hasta el
cítese para sentencia en primera instancia y la vista de la causa en segunda.
No compartimos estas opiniones, por las siguientes razones:
a) De aceptarse que el deudor pueda cumplir con su obligación durante la secuela
del juicio, se vulnera el artículo 1489 que otorga la opción exclusivamente al contratante
cumplidor y al aceptarse que el deudor pudiere pagar durante el juicio, se le está
entregando a él la elección, pues por el hecho de pagar está optando por el cumplimiento
del contrato
b) El argumento del artículo 310 del Código de Procedimiento Civil no tiene el
alcance que quienes están por la opinión contraria le dan. Cierto es que autoriza para
oponer la excepción de pago, cuando se funde en un antecedente escrito, en cualquier
estado de la causa, pero una cosa es “oponer la excepción de pago” y otra muy
distinta que pueda “pagar” en cualquier estado de la causa. Dicho de otra forma, si el
deudor había cumplido oportunamente su obligación y a pesar de ello se le demanda
de resolución, podrá oponer la excepción de pago durante todo el juicio, enervando de
esa forma la resolución. Esto es muy diferente a aceptar que pueda pagar en forma
extemporánea.
c) Todo contrato es ley para las partes contratantes (art. 1545). Por ello, las partes
deben cumplir sus obligaciones en la forma y oportunidad convenidas.
La opinión que acabamos de expresar es defendida, con brillo, por don Augusto
Elgueta Anguita, en su muy buena obra ya citada en este trabajo, págs. 97 a 121. No
tengo conocimiento de que exista jurisprudencia en este sentido.
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a menos que lo sea en forma subsidiaria, pero no obsta a que ejercida una se pueda
ejercer posteriormente la otra si no se obtuvo (art. 17 del Código de Procedimiento
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Civil).
Si el contratante diligente demanda el cumplimiento y no lo obtiene, mantiene su
opción para demandar la resolución. Así lo entiende la doctrina. Al respecto Claro Solar
nos recuerda que ello no era posible en Roma, pues había leyes expresas que impedían
volver sobre la elección ya hecha al verificarse la condición que constituía el pacto
comisorio expreso, pues no existía la condición resolutoria tácita; y además aquella
legislación se explica por su riguroso formulismo. Además, agrega Claro Solar, el
pacto comisorio producía allí efectos por sí solo. Pero en nuestro derecho la situación
es diferente: “Pero si el vendedor, que ha recibido parte del precio, ha preferido
demandar el cumplimiento completo del contrato y no lo consigue, sin embargo, ¿por
qué habría de quedar impedido de pedir después la resolución, fundándose precisamente
en que no ha podido conseguir el pago del precio, a pesar de su deseo de perseverar en
el contrato? Y si ha pedido la resolución del contrato, ¿por qué no ha de poder, en la
dificultad de obtenerla, demandar el precio o aceptar el pago del precio que le ofrece el
comprador? (ob. cit., t. X, N° 171, págs. 193 y ss. En el mismo sentido Vío Vásquez,
ob. cit., N° 303, pág. 284; Abeliuk, ob. cit., t. I, N° 544, págs. 429-430). Hay abundante
jurisprudencia sobre el tema, que cita Somarriva, al comentar la sent. N° 24, pág.
17, en su obra Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia.
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195. El pacto comisorio. El pacto comisorio está tratado en el párrafo 10 del Título
XXIII del Libro IV del Código Civil, a propósito del contrato de compraventa por no
cumplimiento de la obligación de pagar el precio. Su concepto lo da el artículo 1877:
“Por el pacto comisorio se estipula expresamente que, no pagándose el precio al
tiempo convenido, se resolverá el contrato de venta” (inc. 1°).
“Entiéndese siempre esta estipulación en el contrato de venta; y cuando se
expresa, toma el nombre de pacto comisorio, y produce los efectos que van a
indicarse” (inc. 2°).
Si se observan los dos indicios, se podrá apreciar que el segundo no hace más que
repetir lo que dice el primero (Vío Vásquez, ob. cit., N° 336, pág. 325).
De lo expresado en este artículo, se desprende que el pacto comisorio viene a ser
la estipulación de la condición resolutoria tácita, pero el no pago del precio en el
contrato de compraventa. En efecto, si nada hubieren dicho las partes y el comprador
no pagare el precio, el efecto sería el mismo.
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celebrar cualquiera estipulación con tal que no se atente contra la ley, el orden
público o la moral y, por la misma razón, no se ve por qué no podrían acordarse un
pacto como éste.
c) Unicamente por una razón histórica el pacto comisorio se ha ubicado dentro de
los pactos accesorios al contrato de compraventa. Tiene su origen en la lex commissoria
del derecho romano. Como allí no se aceptaba la condición resolutoria tácita, pareció
necesario establecer la lex commissoria, en cuya virtud si el comprador no pagaba el
precio, el vendedor quedaba autorizado para solicitar se dejare sin efecto esa venta.
Un problema distinto, que analizaremos más adelante, es saber qué normas vamos
a aplicar al pacto comisorio establecido en los demás contratos, si la de los artículos
1877 y siguientes, o las que las partes puedan haber convenido.
A modo de ejemplo señalemos que es muy corriente en los contratos de
arrendamiento este tipo de pactos, con el objeto de que el arrendador se ponga a cubierto
de la posible mora del arrendatario. Es usual encontrar cláusulas como la que sigue: “Si
el arrendatario no pagare la renta convenida dentro del plazo fijado (dentro de los cinco
primeros días de cada mes, por ejemplo), el contrato de arrendamiento se extinguirá de
inmediato”.
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198. Efectos del pacto comisorio. Para estudiar el punto, haremos las siguientes
distinciones:
a) Efecto del pacto comisorio simple en el contrato de compraventa por no pago
del precio;
b) Efecto del pacto comisorio simple en el contrato de compraventa por el
incumplimiento de una obligación distinta a la de pagar el precio, o en los demás
contratos por incumplimiento de cualquiera obligación.
c) Efectos del pacto comisorio calificado en el contrato de compraventa por no
pago del precio.
d) Efectos del pacto comisorio calificado en el contrato de compraventa por el
incumplimiento de una obligación distinta a la de pagar el precio, o en los demás
contratos, por incumplimiento de cualquier obligación.
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La resolución de tales contratos no sólo afecta a las partes, pues según los artículos
1490 y 1491 del Código Civil, puede alcanzar a los terceros poseedores que haya
sucedido al comprador…” Por la misma razón es que “el pacto comisorio, que puede
producir la resolución de la venta, si el comprador no paga el precio a las veinticuatro
horas de notificado, prescribe en cuatro años, en lugar de diez años (hoy 5 años),
artículo 1880; el pacto de retroventa, que igualmente puede resolver la venta con
consecuencia para los terceros poseedores, no puede intentarse después de pasados
cuatro años de la venta (arts 1881, 1882 y 1885); la rescisión por lesión enorme no
procede cuando el comprador ya ha enajenado la cosa (art. 1893)…” (Comentario a
sentencia publicada en R.D.J., t. 46, sec. 1ª, pág. 109).
Luego si el comprador no paga el precio en la oportunidad convenida, y existe
este pacto comisorio calificado, de todas formas el vendedor tendrá que demandar
judicialmente la resolución del contrato, con indemnización de perjuicios y, en su
oportunidad, el tribunal dictará la correspondiente sentencia dando lugar a la
resolución y al pago de los perjuicios.
Se demanda la resolución en juicio ordinario, pues no hay un procedimiento
especial (art. 3° del Código de Procedimiento Civil). Notificada la demanda, el
comprador cuenta con un plazo de 24 horas para enervar la acción de resolución
pagando. Si el vendedor no quiere aceptar el pago, podrá pagar por consignación, lo
que hará depositando la suma adeudada con los intereses vencidos, si los hay, y los
demás cargos líquidos, en la cuenta corriente del tribunal que conoce del juicio de
resolución (art. 1600 inciso final).
Respecto al plazo para pagar, llamamos la atención que son 24 horas, que no es lo
mismo que un día, por cuanto por tratarse de un plazo de horas, se empieza a contar a
partir del momento mismo en que se notifica la demanda. Ej., si se notifica a las 5
P.M. del 13 de septiembre, el plazo vence a las 5 P.M. del 14 de septiembre. En tanto
que si fuere de un día, y se notifica a las 5 PM. Del día 13, el plazo vence el 14 a las
24 horas, por disponerlo así el artículo 48 del Código Civil. Además es un plazo fatal,
por lo que cumplido caduca el derecho del comprado para pagar, sin necesidad de
acusar rebeldía (art. 49).
No hay duda, decimos, que en el presente caso la resolución requiere de sentencia
judicial. Los siguientes argumentos así lo prueban:
a) Argumento histórico. En los proyectos de Código Civil aparece claro que don
Andrés Bello se quiso separar en esta materia del artículo 1656 del Código Civil francés,
que le sirvió de fuente inspiradora.
b) El artículo 1878 –aplicable al pacto comisorio simple y al calificado- no priva
al vendedor de la elección de acciones, pudiendo éste pedir el cumplimiento o la
resolución. Si el contrato se resolviera ipso facto, no se ve cómo podría solicitarse el
cumplimiento, pues el contrato ya está terminado.
c) El artículo 1879 señala que el comprador podrá, “sin embargo, hacerlo subsistir”.
Esta frase demuestra que el contrato no se extinguió por el solo incumplimiento, pues
“subsistir” significa que sigue viviendo.
d) Si el comprador puede enervar la resolución pagando dentro de 24 horas, desde
que se le notifica la demanda, es porque la resolución no opera por el solo hecho del
incumplimiento; y
e) Finalmente, y sin duda el argumento más categórico es que el artículo 1879 exige
demanda judicial, lo que implica juicio y sentencia (sobre este punto véase Vío
Vásquez, ob. cit., N° 346, págs. 336-337; Abeliuk, ob. cit., N° 542, págs. 425-426).
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interesados, pagar oportunamente para dejar firmes sus derechos…” y “en segundo
término, si bien el comprador no puede enervar la acción por medio del pago, sino
cuando lo efectúa dentro del término señalado, puede oponer otras excepciones y
enervar de esta manera la resolución, pues el juez debe pronunciarse sobre todas las
acciones y excepciones que se hayan hecho valer en el juicio, artículos 193 (hoy 170),
299 (hoy 309) y 943 (hoy 768) N° 5° del C.P.C.” (Stitchkin, ob. cit., N° 222, pág.
153).
Aclarado que en el caso que se viene tratando, la resolución opera por sentencia
judicial, es necesario dilucidar en qué momento se produce la resolución. Hay dos
opiniones:
a) Según algunos (Barros Errázuriz, Curso de Derecho Civil, t. III, pág. 165; Fueyo,
Derecho Civil, t. I, N° 111, pág. 135), la resolución se produce al momento en que se
acoge la demanda.
b) Para otros (A. Alessandri, De la Compraventa y Promesa de Venta, t. II, N°
1784, pág. 663), la resolución se produce al momento en que se extingue el plazo de
24 horas para enervar la acción pagando.
No es ésta una discusión ociosa, pues si se sigue la primera tesis, el vendedor podría
recibir el pago después de las 24 horas, pues aún no está resuelto el contrato; en
cambio, si se sigue la segunda, ello no podría ocurrir, pues aunque la resolución se
produce con la sentencia, sus efectos operan retroactivamente al vencimiento de las
24 horas.
202. Condiciones que debe reunir el pago para enervar la acción de resolución .
Para que este pago pueda enervar la acción de resolución debe cumplir los siguientes
requisitos: a) debe pagarse dentro de las 24 horas desde que se notifica la demanda; b)
el pago debe ser íntegro, esto es, pagarse todo lo que al momento de la notificación de
la demanda sea actualmente exigible, y c) debe cumplir los requisitos generales del
pago.
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204. Prescripción del pacto comisorio. El artículo 1880 establece que “el pacto
comisorio prescribe al plazo prefijado por las partes, si no pasare de cuatro años,
contados desde la fecha del contrato”. “Transcurridos estos cuatro años, prescribe
necesariamente, sea que se haya estipulado un plazo más largo o ninguno.”
Respecto de esta norma, es importante precisar lo siguiente:
a)El plazo de prescripción que ella establece rige únicamente para el pacto
comisorio –simple o calificado- que reglamenta el Código Civil, es decir, para el
contrato de compraventa por no pago del precio. Así Abeliuk (ob. cit., t. I, N° 551,
pág. 433).
En el caso del pacto comisorio establecido en otros contratos, o en la
compraventa, por una obligación diferente a la de pagar el precio, no se aplica la
norma del artículo 1880. La prescripción en esos casos se regula por los artículos
2514 inc. 2° y 2515, vale decir, prescribe en 5 años contados desde que la obligación
se hace exigible.
b) el artículo 1880 no dice que el pacto comisorio prescriba en 4 años, sino en el
plazo que las partes acordaren si no pasare de 4 años. Luego, puede prescribir en un
plazo menor de 4 años; y
c)Una última cuestión y muy importante, en relación con el artículo 1880, es que el
plazo de prescripción que esta disposición establece no empieza a correr desde que la
obligación se hace exigible –como debería ocurrir si se aplicaran las reglas generales
en conformidad al artículo 2514 inc. 2° del Código Civil-, sino desde la fecha del
contrato. Lo anterior significa que al establecerse el pacto, no podrá ser por obligaciones
que demoren más de 4 años en cumplirse, pues de ocurrir así, cuando se demandare la
resolución, el pacto ya se encontraría prescrito.
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206. De la acción resolutoria. Abeliuk la define como “la que emana de la condición
resolutoria en los casos que ella requiere sentencia judicial, y en cuya virtud el
contratante diligente solicita que se deje sin efecto el contrato por no haber cumplido
la contraparte alguna de las obligaciones emanadas de él” (ob. cit., t. I, N° 545, pág.
430).
Dice la definición que emana de la condición resolutoria en los casos en que ella
requiere sentencia judicial. Pues bien, ello se produce en las siguientes situaciones: a)
en la condición resolutoria tácita, b) en el pacto comisorio simple, y c) en el pacto
comisorio calificado en el contrato de compraventa por no pago del precio.
En la condición resolutoria ordinaria o en los otros pactos comisorios no hay acción
resolutoria, porque la resolución opera de pleno derecho, no se demanda
judicialmente y por ello no se requiere de acción. Luego, como observa Abeliuk, es
erróneo afirmar que la acción resolutoria proviene de la condición resolutoria, pues,
como se viene mostrando, hay casos de condición resolutoria que no dan acción (ob.
cit., N° 545, pág. 545).
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209. La acción resolutoria es patrimonial. Ello es así desde que su objetivo es dejar
sin efecto un contrato patrimonial. No cabe la resolución en el derecho de familia.
Del hecho de ser patrimonial derivan importantes consecuencias:
1. Es renunciable. Así fluye del artículo 1487 y es lógico que así sea, pues sólo
mira al interés personal del renunciante y no se encuentra prohibida su renuncia (art.
12). Se puede renunciar en el mismo contrato, o posteriormente antes del
incumplimiento.
Puede la renuncia ser expresa o tácita. El solo hecho de demandar el
cumplimiento no supone, según ya lo hemos visto, la renuncia a la acción resolutoria.6
2. Es transferible y transmisible. En cuanto a la transmisibilidad, no merece
ningún comentario especial, atendido lo dispuesto en los artículos 951 inc. 2° y 1097
inc. 1°.
En cambio sí vale la pena detenerse en lo relativo a su condición de transferible.
Ello con el objeto de precisar que algunos autores consideran que si se cede a un crédito,
esta cesión no importa la transferencia de la acción resolutoria. Esta opinión se funda
en que la resolución sería una excepción personal, en la que no queda comprendida la
cesión, según el artículo 1906 del Código Civil. Así Vío Vásquez, ob. cit., N° 363, pág.
433. Así se fallado, G.T., 1882, sent. 1840, pág. 1021. Una opinión distinta encontramos
en Alessandri, De la Compraventa y Promesa de Venta, t. II, N°
1729, págs. 733 y 734. Por ello y para evitar problemas, cuando se cede un crédito
parece importante ceder también la acción resolutoria, pues de no hacerse así, podría
sostenerse que el cesionario no puede demandar la resolución del contrato pues la cesión
traspasa únicamente el crédito, no la calidad de parte contratante.
Una situación parecida a la anterior se presenta en el caso de que una compraventa el
pago del precio lo haga un tercero con el consentimiento del deudor y que en virtud de
ello –atendido lo dispuesto en el artículo 1610 N° 5°- se subrogue en los derechos del
acreedor pagado (vendedor) (art. 1610 N° 5°). ¿Puede en este caso este tercero
demandar la resolución?
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6 Se ha fallado que la Convención que hace revivir una condición resolutoria renunciada, no
puede existir sin el consentimiento de todas las partes que originalmente convinieron una
compraventa al contado (R.D.J., t. 93, sec. 2ª, pág. 36).
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210. La acción resolutoria es mueble o inmueble, según la cosa sobre que recaiga.
Es aplicación lisa y llana del artículo 580 del Código Civil.
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solo: el pago del precio, y puesto que éste consiste en una suma de dinero, el objeto es
divisible, por lo que al ser “varios los herederos del vendedor, de acuerdo con las
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reglas generales, el crédito que corresponde a esa deuda de cosa divisible se divide entre
ellos a prorrata de sus respectivas cuotas hereditarias” (“La acción resolutoria ejercitada
por uno de los herederos del vendedor”, R.D.J., t. 49, 1ª parte, págs. 88 a
91).
b) Objetiva, porque no se puede demandar en parte el cumplimiento y en parte la
resolución. Ello es así, porque el artículo 1489 da la alternativa para demandar el
cumplimiento o la resolución, pero no en parte el cumplimiento y en parte la resolución.
Así ha sido resuelto por la Corte de Talca (G.T., 1925, t. I, sent. 89, pág.
610) y por la Corte Suprema (G.T., 1884, sent. 169, pág. 136).
214. Efectos de la resolución. Para estudiar esta materia debemos distinguir entre:
efectos entre las partes, y efectos respecto de terceros.
215. Efectos de la resolución entre las partes. Los efectos entre las partes son los
propios de toda condición resolutoria, es decir, volver a las partes al estado anterior a
la celebración del contrato, como si nunca hubieren contratado.
En virtud del efecto retroactivo, cumplida la condición, el deudor condicional
debe restituir lo que había adquirido bajo esa condición. Así lo ordena el artículo
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1487, que es de alcance general para cualquier tipo de condición resolutoria: “Cumplida
la condición resolutoria, deberá restituirse lo que se hubiere recibido bajo tal condición,
a menos que ésta haya sido puesta a favor del acreedor exclusivamente,
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en cuyo caso podrá éste, si quiere, renunciarla; pero será obligado a declarar su
determinación, si el deudor lo exigiere”.
Recordemos que el deudor condicional, por regla general, no restituye los frutos
percibidos en el tiempo intermedio (art. 1488); que entrega la cosa en el estado en que
se encuentre, con sus aumentos y mejoras, y sufriendo el acreedor los deterioros
fortuitos que haya experimentado, no así los culpables, de los que responde el deudor
(art. 1486); los actos de administración realizados por el deudor (arriendos, por ejemplo)
quedan firmes –recuérdese que ello se infiere de las reglas del fideicomiso, ésta opera
como modo de extinguir esos contratos (arts. 1950 N° 3° y 1958).
Conviene precisar que si el deudor había cumplido en parte sus obligaciones,
debe restituírsele lo que él hubiere pagado, pues en caso contrario habría
enriquecimiento sin causa. Así lo dice el artículo 1875, en la resolución de la
compraventa por no pagarse el precio.
216. Efectos de la resolución respecto de terceros. La primera cuestión que hay que
plantearse es por qué la resolución de un contrato puede afectar a los terceros. La
respuesta es obvia: va a afectar a los terceros cuando el deudor condicional, pendiente
la condición resolutoria, haya enajenado o gravado la cosa poseída bajo esa condición.
En virtud del efecto retroactivo de la condición, cumplida ésta, cabe entender que el
deudor condicional no ha sido nunca dueño, por lo que tales enajenaciones y
gravámenes los realizó sobre cosa ajena, siendo, por lo mismo, inoponibles al verdadero
dueño. Sin embargo, si esta regla se aplicara en forma absoluta, se causaría perjuicios a
los terceros, que pueden haber contratado con el deudor condicional de buena fe,
ignorando la existencia de la condición.
Por ello, para conciliar los intereses del acreedor con los de los terceros, el
Código ha dado reglas especiales en los artículos 1490 y 1491, en cuya virtud –y
hablando en términos muy generales- la resolución no afecta a los terceros de buena
fe. El artículo 1490 rige para los bienes muebles y el 1491, para los inmuebles.
217. Estudios del artículo 1490. Esta norma establece que “si el que debe una cosa
mueble a plazo, o bajo condición suspensiva o resolutoria, la enajena, no habrá
derecho a reivindicarla contra terceros poseedores de buena fe”.
Señalemos, en primer término, que cuando la norma habla de “cosa mueble” debe
entenderse que puede tratarse de cosas corporales o incorporales (derechos).
Agreguemos, en seguida, que esta disposición tiene una redacción muy poco
feliz. En efecto, incurre en varias impropiedades. Veamos:
a) Dice “si el que debe una cosa mueble”, debemos entender que lo que se quiere
expresar es “si se posee una cosa mueble”, pues pendiente la condición no se puede
decir que se deba la cosa. Ello sólo vendrá a ser cierto si la condición se cumple.
b) La disposición se pone en tres supuesto: 1) que se tenga una cosa debida a plazo;
2) que se tenga una cosa debida bajo condición suspensiva, y 3) que se tenga una cosa
debida bajo condición resolutoria.
La primera situación nada tiene que ver con la resolución, pues quien debe una cosa
a plazo no es propietario, sino usufructuario de la misma (art. 1087 inc. 1°), y por
consiguiente sólo le está permitido ceder y gravar su derecho de usufructo (art.
793). Si va más allá –enajena la cosa o la grava-, no se aplica el artículo 1490, sino las
disposiciones generales sobre enajenación o gravamen de cosa ajena, en virtud de las
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cuales tales enajenaciones son inoponibles al verdadero dueño, sea que el tercero esté
de buena o mala fe.
El segundo supuesto es también imposible, porque nadie puede poseer una cosa
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218. Requisitos para que la enajenación o gravamen de una cosa mueble debida
bajo condición resolutoria afecte a terceros. Los requisitos son dos: a) que el
deudor condicional la haya enajenado o gravado, y b) que el tercero esté de mala fe,
es decir, que al momento de contratar con el deudor condicional supiera que el
derecho de éste estaba sujeto a extinguirse de cumplirse la condición.
De acuerdo a las reglas (art. 707), la buena fe se presume, por lo que será el acreedor
condicional quien deberá probar la mala fe del tercero.
Agreguemos que los artículos 1490 y 1491 rigen aunque el tercero adquiera la cosa
en pública subasta decretada por la justicia (ventas forzadas). Así se ha fallado, R.D.J.,
t. 45, sec. 1ª, pág. 324.
219. Estudio del artículo 1491. Esta norma establece: “Si el que debe un inmueble bajo
condición lo enajena, o lo grava con hipoteca, censo o servidumbre, no podrá resolverse
la enajenación o gravamen, sino cuando la condición constaba en el título respectivo,
inscrito u otorgado por escritura pública”.
También en este caso, al no distinguir la ley, la expresión “inmueble” comprende
tanto las cosas corporales como las incorporales. No se comprende a los inmuebles
por adherencia, porque ellos son considerados muebles por anticipación para los
efectos de su enajenación (art. 571).
220. Requisitos para que los terceros se vean afectados por la condición . Según el
artículo 1491, un solo requisito es necesario: que la condición conste en el título
respectivo, inscrito u otorgado por escritura pública.
Esta norma crea algunos problemas: ¿Qué se entiende por que conste en el título?
¿Cuál es el título respectivo? El hecho de que la condición conste en el título,
¿transforma al tercero en poseedor de mala fe? Veamos cada uno de estos puntos.
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222. ¿Cuál es el título respectivo? El artículo 1491 exige que la condición conste en
el “título respectivo”. Pues bien, ¿cuál será éste? Título respectivo es aquel en cuya
virtud adquirió la cosa la persona que ahora pretende enajenar o gravar. Ej. Pedro quiere
vender a Juan su casa. El título respectivo será aquel en cuya virtud adquirió Pedro (o
alguno de los antecesores de Pedro en el dominio del bien).
223. ¿Por qué la ley dice que la condición debe constar en el respectivo título
inscrito u otorgado por escritura pública? Nótese, en primer lugar, que la ley no dice
que para que opere la resolución la condición tenga que encontrarse inscrita. Lo que se
inscribe es el título, no la condición.
Si la ley habla de título inscrito u otorgado por escritura pública, es porque hay
ciertos títulos que no requieren de inscripción, como ocurre con las servidumbres,
cuya tradición se hace mediante escritura pública (art. 698). En el caso de actos que
deben inscribirse para que opere el artículo 1491, tiene que encontrarse el título inscrito.
No basta la simple escritura pública.
Algunos atribuyen la frase “u otorgado por escritura pública” al hecho de que como
el Conservatorio de Bienes Raíces no empezó a operar conjuntamente con el Código
hubo un lapso (hasta el 1° de enero de 1859), en que sólo podía hablarse de títulos
otorgados por escritura pública, pues esa fue la forma como se adquirían los derechos
reales en el lapso intermedio, en conformidad a lo dispuesto en el artículo
697 del Código Civil.
225. Gravámenes que caducan. El artículo 1491 plantea todavía otro problema, pues
al hacer referencia únicamente a tres gravámenes –hipoteca, censo o servidumbre-
crea la duda de lo que ocurre si el gravamen es otro. Ej. si se constituye una
servidumbre, fideicomiso, usufructo o uso, habitación. ¿Rige en estos casos la norma
del artículo 1491? Arturo Alessandri dice que el artículo 1491 no es taxativo, sino
ejemplificativo, por lo que en el caso de los otros gravámenes también rige el artículo
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1491 (De la Compraventa y Promesa de Venta, t. II, N° 1.788, pág. 865). En el mismo
sentido Vío Vásquez (ob. cit., N° 406, págs. 400 y 401). En cambio Jorge González Von
Marés (citado por Vío Vásquez) cree que la norma es taxativa, argumentando que
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por ser excepcional, debe interpretarse de forma restringida. Además, sostiene que los
artículos 763, 806, 812, 885 y 2406, establecen que los derechos de usufructo, uso,
habitación, servidumbre y prenda se extinguen por la resolución del derecho de su autor,
sin distinguir si los terceros adquirientes de estos derechos estaban de buena o mala fe.
228. Ambito de aplicación de los artículos 1490 y 1491. No tienen estas normas un
ámbito de aplicación tan extenso como pudiera suponerse. Dice Vío Vásquez que
fuera de los contratos innominados en que pudieran aplicarse, únicamente rigen en los
siguientes casos: “1. A la resolución del contrato de compraventa, cuando el deudor
no ha cumplido con la obligación de pagar el precio o cualesquiera otras que se le
impongan por la ley o por voluntad de las partes. 2. A la resolución de un contrato de
permuta, por prescripción del artículo 1900, y 3. Al pacto de retroventa, por disposición
del artículo 1882”.
Agrega este autor que debe tenerse presente que “los artículos 1490 y 1491 no se
aplican al que sujeta su dominio al evento de una condición. Por ejemplo: Te daré mi
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casa si ocurre tal hecho, el acreedor en tal caso –afirma Vío- no ha adquirido ningún
derecho real en la cosa y sólo tiene acción personal contra el deudor. Esto sucede si se
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Sección Segunda
De las Obligaciones Modales
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puesta en el proyecto de 1853 “no parece haber un objeto práctico en hacer de las
asignaciones un modo, una clase particular” (véase Ramón Domínguez Benavente y
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231. bis. Definición del modo. El artículo 1089 no lo define. La norma sólo pretende
diferenciarlo de la condición suspensiva, al expresar que “si se asigna algo a una persona
para que lo tenga por suyo con la obligación de aplicarlo a un fin especial, como el de
hacer ciertas obras o sujetarse a ciertas cargas, esta aplicación es un modo y no una
condición suspensiva. El modo, por consiguiente, no suspende la adquisición de la cosa
asignada”.
Abeliuk define el modo como la carga que se impone a quien otorga una liberalidad
(ob. cit., t. I, N° 569, págs. 446-447). Domínguez Benavente y Domínguez Aguila nos
dicen que “siguiendo los términos del artículo 1089, entendemos por modo el fin
especial al que debe aplicarse el objeto asignado” (ob. cit., pág. 469). Claro Solar
expresa que “lo que constituye el modo es la aplicación o destinación que el asignatario
debe dar a los bienes que le deja el testador, o parte de dichos bienes…” (ob. cit., t. X,
N° 218 y ss., págs. 253 y ss.).
232. Modo y Condición. El artículo 1089 precisa que no debe confundirse con la
condición suspensiva y, en consecuencia, no suspende la adquisición del derecho.
Consecuente con esta idea, el artículo 1091 establece que “para que la cosa asignada
modalmente se adquiera, no es necesario prestar fianza o caución de restitución para
el caso de no cumplirse el modo”. Es lógica la norma al no exigir caución, que no se
justificaría desde el momento que no suspende la adquisición del derecho.
No siempre es fácil diferenciarlos. Habrá que estarse a la forma como está
expresada la idea. Veamos algunos ejemplos: Te dejo mi casa, si haces una donación
de $100.000 al Hospital de Niños. Nos parece que en esta estipulación hay una
condición. Pero si se dice: Dejo mi herencia a Pedro, quien deberá hacer una donación
de $100.000 al Hospital de Niños, nos encontramos frente a un modo.
233. Formas de cumplir el modo. Deberá cumplirse en la forma que las partes
acordaron. Si no se determinare suficientemente el tiempo o la forma especial en que
ha de cumplirse, podrá el juez determinarlos, consultando en lo posible la voluntad de
las partes, y dejando al deudor modal un beneficio que ascienda a los menos a la
quinta parte del valor de la cosa. Si el deudor modal es un banco, no rige esta limitación
(art. 48 N° 6° del D.F.L. N° 252, del año 1960, Ley General de Bancos).
234. El modo se puede cumplir por equivalencia. Así lo señala el artículo 1093 inciso
2°: “Si el modo, sin hecho o culpa del asignatario, es solamente imposible en la forma
especial prescrita por el testador, podrá cumplirse en otra análoga que no altere la
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substancia de la disposición, y que en este concepto sea aprobada por el juez, con
citación de los interesados”.
Lo anterior constituye otra diferencia importante con la condición, que tiene que
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236. Cláusula resolutoria. La define el artículo 1090: “En las asignaciones modales
se llama cláusula resolutoria la que impone la obligación de restituir la cosa y los frutos,
si no se cumple el modo”.
La cláusula resolutoria no se presume. Si se cumple, se deben restituir también
los frutos. Estas dos características constituyen diferencias importantes con la
condición.
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Sección Tercera
Obligaciones a Plazo
241. Toda obligación puede estar sometida a plazo. La regla general es, dentro del
ámbito patrimonial, que cualquier obligación puede estar sometida a un plazo.
Podrían señalarse como excepciones, entre otras, el artículo 1192, que prohíbe las
modalidades respecto de la legítima rigorosa; los pactos de que trata el artículo 1723
inciso final.
242. Reglamentación del plazo en el Código Civil. El plazo está tratado en forma
inorgánica en el Código Civil:
a) En el Título Preliminar, artículos 48 al 50, en que se dan normas sobre la forma
de computar los plazos.
b) En el Libro IV, Título V: “De las obligaciones a plazo”, artículos 1494 a 1498.
c) En el párrafo 3 del Título IV del Libro III, al tratar de las asignaciones
testamentarias a día; y
d) Distintas disposiciones hacen referencia al plazo extintivo como modo de
extinguir los contratos de tracto sucesivo. Ej., artículos 1950 N° 2 (en el arrendamiento),
2163 N° 2° (mandato), etc.
Conviene agregar que el artículo 1080, en materia de asignaciones testamentarias
a plazo, establece que éstas se sujetan a las reglas dadas en el título “DE las obligaciones
a plazo”; y a su turno el artículo 1498, ubicado en el Título V, “De las obligaciones a
plazo”, hace aplicable a las convenciones lo dicho en el Título IV del Libro III sobre
asignaciones testamentarias a día.
243. Concepto de plazo. El artículo 1494 señala que “el plazo es la época en que se fija
para el cumplimiento de la obligación…”, definición que comprende exclusivamente el
plazo suspensivo, pero no el extintivo. Por ello es mejor definirlo diciendo que “es un
acontecimiento futuro y cierto que suspende la exigibilidad o la extinción de un derecho
y que produce sus efectos sin retroactividad”.
244. Elementos del plazo. Es un hecho futuro y cierto. Este último elemento es el que
lo diferencia de la condición, que, como sabemos, es un hecho incierto. De manera
que cuando una obligación está sujeta a plazo, el hecho necesariamente va a ocurrir, por
lo que no existen plazos fallidos, como ocurre con la condición. Y por la misma razón,
al definirlo, hemos dicho que suspende la exigibilidad (no el nacimiento) del derecho.
El Código al tratar las asignaciones testamentarias, habla “De las asignaciones
testamentarias a día” (ésa es la denominación del párrafo 3 del Título IV del Libro
III), y en seguida analiza en qué casos esas asignaciones son condicionales o a plazo,
lo que va a depender de la forma como jueguen los elementos certidumbre y
determinación. El artículo 1081 define lo que entiende por día cierto, determinado,
incierto, indeterminado; y en las disposiciones siguientes (arts. 1082 al 1088), va
señalando los casos en que hay plazo o que hay condiciones. Sobre este punto, don
Leopoldo Urrutia da dos reglas que facilitan bastante las cosas:
a) Todas las asignaciones “desde” son condicionales, salvo las desde día cierto y
determinado, que son plazos; y
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b) Todas las asignaciones “hasta” están sujetas a plazo, salvo las hasta día incierto
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245. Clasificación de los plazos. Los plazos se clasifican del modo siguiente:
1. Determinado e indeterminado;
2. Fatal y no fatal;
3. Expreso y tácito;
4. Convencional, legal y judicial;
5. Continuo y discontinuo, y
6. Suspensivo y extintivo.
247. Plazo fatal y plazo no fatal. El plazo es fatal cuando por su solo cumplimiento
se extingue irrevocablemente un derecho. No lo es cuando no obstante estar vencido
el plazo puede ejercerse todavía válida y eficazmente el derecho, hasta mientras no se
acuse la rebeldía correspondiente.
El artículo 49 señala que “cuando se dice que un acto debe ejecutarse en o dentro
de cierto plazo, se entenderá que vale si se ejecuta antes de la medianoche en que
termina el último día del plazo; y cuando se exige que haya transcurrido un espacio de
tiempo para que nazcan o expiren ciertos derechos, se entenderá que estos derechos
no nacen o expiran sino después de la medianoche en que termine el último día de dicho
espacio de tiempo”.
Luego los plazos fatales se conocen por la expresión “en” o “dentro de” y tiene
importancia especial en materia procesal. Sobre el particular, el artículo 64 del Código
de Procedimiento Civil señala que “los plazos que señala este Código son fatales
cualquiera sea la forma en que se exprese, salvo aquellos establecidos para la realización
de actuaciones propias del tribunal. En consecuencia, la posibilidad de ejercer un
derecho o la oportunidad para ejecutar el acto se extingue al vencimiento del plazo…”.
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No es lo mismo “plazo fatal” que “plazo no prorrogable”, pues hay plazos que
son fatales, pero que el juez puede prorrogar (ej., arts. 280 y 302 del Código de
Procedimiento Civil).
248. Plazo expreso y plazo tácito. Esta distinción la hace el artículo 1494, que también
define el plazo tácito como “el indispensable para cumplirlo”. Plazo expreso es el que
estipulan las partes.
Ej. de plazo tácito: cuando la cosa tiene que entregarse en un determinado lugar,
se supone que el deudor necesita para ello el plazo necesario para llevar la cosa a ese
lugar.
Tiene importancia esta clasificación para los efectos de constituir en mora al
deudor, pues el artículo 1551 señala que “el deudor está en mora: 2° Cuando la cosa
no ha podido ser dada o ejecutada sino dentro de cierto espacio de tiempo, y el deudor
lo ha dejado pasar sin darla o ejecutarla”.
250. Plazo de gracia. El Código Civil habla de plazo de gracia en el artículo 1656 inciso
final: “Las esperas concedidas al deudor impiden la compensación; pero esta
disposición no se aplica al plazo de gracia concedido por un acreedor a su deudor”. El
concepto “plazo de gracia”, en esta norma, no es el mismo que usan algunas
legislaciones extranjeras (Francia, por ejemplo), que entienden por tal el que otorga el
juez al deudor para que pueda cumplir la obligación más allá del plazo convencional.
(El deudor que no puede pagar pide judicialmente que se le otorgue este nuevo plazo de
gracia.) En Chile, un plazo de gracia de ese tipo no existe porque va contra la ley del
contrato (art. 1545) y en contra de lo dicho en el artículo 1494 inc. 2°.
Lo que el artículo 1656 llama “plazo de gracia” no es más que una espera o prórroga
que otorga el acreedor.
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comprenderán aun los días feriados; a menos que el plazo señalado sea de días útiles,
expresándose así, pues en tal caso no se contarán los feriados”. Por aplicación de esta
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253. Efectos del plazo. Para estudiar esta materia es necesario distinguir entre plazo
suspensivo y extintivo y volver a distinguir, en ambos casos, los efectos del plazo
pendiente y del plazo cumplido.
255. Efectos de plazo suspensivo vencido. Vencido el plazo, la obligación del deudor
pasa a ser actualmente exigible, por lo que empieza, a partir de ese momento, a correr
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1551 N° 1°).
256. Efectos de plazo extintivo. Pendiente este plazo, el acto o contrato produce
todos sus efectos, como si fuera puro y simple. Así, si el contrato de arriendo es por 3
años, el arrendatario usará la cosa y pagará las rentas hasta que venzan los 3 años.
Cumplido el plazo extintivo, se extingue el derecho por el sólo ministerio de la
ley, pero sin efecto retroactivo. En los contratos de tracto sucesivo, cumplido el plazo
se extingue el contrato (art. 1950 N° 3°, en el arriendo; art. 2163 N° 2°, en el
mandato).
259. Extinción por renuncia. Puede renunciar el plazo únicamente aquel en cuyo
beneficio está establecido (art. 12). Lo normal es que lo sea a favor del deudor y, por
esa razón, el artículo 1497 dice que el deudor puede renunciar el plazo (la misma idea
se encuentra en el artículo 1496 N° 2°, según el cual el deudor podrá reclamar el
beneficio del plazo…), a menos que el testador haya dispuesto o las partes estipulado
lo contrario, o que la anticipación del pago acaree al acreedor un perjuicio que por
medio del plazo se propuso manifiestamente evitar. Me parece que un ejemplo de esta
última situación es aquel en que al acreedor, por razones tributarias, le interesa que el
pago se lo hagan, por ejemplo, después del 1° del enero, para que no incida en su
declaración de impuestos del año anterior.
En el caso del mutuo se observará lo dispuesto en el artículo 2204, esto es, que si
el mutuo es con interés, el mutuario no puede pagar antes, es decir, no puede
renunciar al plazo, porque no está establecido en su exclusivo beneficio, sino en
beneficio de ambas partes: del mutuario, porque no se le puede cobrar antes; y del
mutuante, porque no se le puede pagar antes pues pierde intereses. Esta norma tiene una
excepción en el artículo 10 de la Ley N° 18.010, porque, aun habiéndose convenido
intereses en una operación de crédito de dinero, el deudor puede pagar antes, siempre
que pague los intereses hasta la fecha del vencimiento pactado. Otra excepción la
encontramos en la Ley N° 18.092, sobre letras de cambio, que en su artículo 55 permite
pagar las letras antes de su vencimiento, aplicando las reglas del artículo 10 de la Ley
N° 18.010.
260. Extinción por caducidad del plazo. Caduca el plazo en los siguientes casos:
a) Respecto del deudor constituido en quiebra o que se halle en notoria
insolvencia (art. 1496 inc. 1°). Nótese que este caso contempla dos situaciones distintas:
la quiebra, que supone una declaratoria judicial de quiebra; y la “notoria insolvencia”,
que es una situación de hecho, en que el deudor no está en condiciones de cumplir sus
obligaciones, por ser su pasivo superior a su activo.
b) Respecto del deudor cuyas cauciones, por hecho o culpa suya, se han
extinguido o han disminuido considerablemente de valor. Pero en este caso el deudor
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podrá reclamar el beneficio del plazo, renovando o mejorando las cauciones. Los
requisitos son:
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que permiten la certeza en las relaciones jurídicas, constituyen una sanción para el
acreedor negligente, que pudiendo ejercer las acciones legales
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correspondientes, no lo hace” (Fallos del Mes, N° 449, sent. 13, pág. 606, considerando
13).
Sobre cláusulas de aceleración recomendamos ver los siguientes fallos,
publicados en la revista Fallos del Mes, N° 383, sent. 4, pág. 577; N° 386, sent. 5,
pág. 799; N° 403, sent. 3, pág. 291; N° 403, sent. 4, pág. 297; N° 432, sent. 10, pág.
825; N° 442, sent. 5, pág. 1172; N° 442, sent. 6, pág. 1176; N° 446, sent. 20, pág.
1991; N° 446, sent. 30, pág. 2053; N°453, sent. 12, pág. 1632. Ver también, R.D.J., t.
93, sec. 1a, pág. 19; Gaceta Jurídica 207, pág. 87; Gaceta Jurídica 209, pág. 93.
Véase también comentario de jurisprudencia sobre “Cláusula de Aceleración y
Prescripción”, de los profesores Ramón Domínguez Benavente y Ramón Domínguez
Aguila, publicado en Revista de Derecho de la Universidad de Concepción, N° 190,
págs. 153 a 160. Puede consultarse además Emilio Rioseco Enríquez, La Prescripción
Extintiva ante la Jurisprudencia, Editorial Jurídica de Chile, 1994, comentario a
sentencias 55 a 61, págs. 31 a 35.
Capítulo Cuarto
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES
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263. Efectos del contrato y efectos de la obligación. El Código trata de esta materia
en el Título XII del Libro IV, artículos 1545 y siguientes. Como observa Claro Solar,
pese a que el nombre del título es “Del efecto de las obligaciones”, el Código trata
promiscuamente los efectos de los contratos y los efectos de las obligaciones, que son
cosas diferentes, defecto este que viene del código francés. No deja de llamar la atención
que los autores en que se inspiró el código francés, Pothier, Domat, no incurrían en
esta confusión, y distinguían con claridad ambas cosas. Los artículos
1545, 1546, 1547, 1552, 1554 y 1558 tratan de los efectos del contrato. Las demás
normas del Título XII se refieren propiamente a los efectos de las obligaciones.
Claro Solar explica los motivos de la confusión expresando que se debe a que
“siendo las obligaciones el efectos del contrato, y habiéndose propuesto tratar de las
obligaciones convencionales (contractuales) y no, en general, de las obligaciones,
estimaron que en el efecto de las obligaciones se comprendía también el efecto de los
contratos” (ob. cit., t. XI, N° 1023, pág. 467).
En todo caso, tengamos claro que los efectos del contrato son los derechos y las
obligaciones que genera. El contrato es una de las fuentes de las obligaciones. En
cambio, el efecto de la obligación, mirado desde el punto de vista del deudor, viene a
ser la necesidad jurídica en que se encuentra de tener que dar, hacer o no hacer algo a
favor del acreedor. Y mirado desde el punto de vista de este último, son los medios
que la ley otorga para obtener del deudor el pago íntegro y oportuno de la prestación
debida.
PARRAFO I
CUMPLIMIENTO FORZADO DE LA OBLIGACIÓN
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7 Véase R.D.J., t. 21, sec. 1ª, pág. 859. En el mismo sentido, sentencia en Corte de Concepción de
4 de septiembre de 1998 (Rol 525-98).
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ejecución si el título tiene más de 3 años desde que la obligación se hizo exigible (art.
442 del C.P.C.).
Si no se reúnen estos requisitos, se deberá demandar en juicio declarativo y obtener una
sentencia que una vez firme servirá de título ejecutivo (art. 434 N° 1 del Código de
Procedimiento Civil).
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dicho objeto puede obtenerse cumplidamente por otros medios, en este caso será oído
el deudor que se allane a prestarlo. El acreedor quedará de todos modos indemne”.
El procedimiento ejecutivo está establecido en el Título II del Libro III del
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las obligaciones de hacer (art. 1553); cuando se trata de la condición resolutoria tácita
del artículo 1489, que va envuelta en todo contrato bilateral; y, tratándose de la
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277. Incumplimiento del deudor. El deudor debe incumplir una obligación derivada
de un contrato. Si no existe un contrato previo entre las partes, no puede existir
responsabilidad contractual. Y es necesario que se trate de un contrato válido, pues en
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caso contrario, y en virtud del efecto retroactivo de la nulidad, declarada ésta las
partes vuelven al estado anterior, es decir, desaparece el contrato y como
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278. Ambito de aplicación de estas normas. Conviene aclarar que las normas que
entramos a estudiar constituyen el derecho común en materia de indemnización de
perjuicios, aplicándose cualquiera sea el origen de la obligación incumplida,
contractual, cuasicontractual, legal, etc. No se aplican, en cambio, a los siguientes casos:
a) cuando la ley ha dado reglas distintas, como ocurre con la responsabilidad
extracontractual proveniente de los delitos o cuasidelitos civiles, que trata especialmente
esa materia en el título XXXV del Libro IV, artículos 2314 y siguientes; y b)
cuando las partes se han dado reglas especiales, haciendo uso del principio de la
autonomía de la voluntad. Ello con algunas limitaciones, que en su momento veremos,
como la que les impide renunciar anticipadamente al dolo o a la culpa grave (arts. 1465
y 44 inc. 1°, parte final) (Stitchkin, ob. cit., 2ª parte, N° 523, pág. 35; Claro Solar, ob.
cit., t. XI, N° 1.067, págs. 521 y ss.; Arturo Alessandri, De la Responsabilidad
Extracontractual en el Derecho Civil Chileno, Imprenta Universitaria, N° 28, pág.
54).
Una opinión contraria encontramos en Orlando Tapia Suárez para quien la
indemnización de perjuicios por incumplimiento de una ley o de un cuasicontrato se
rige por las reglas del Título XXXV del Libro IV, vale decir, por las reglas de la
responsabilidad extracontractual, que sería entonces el derecho común (De la
Responsabilidad Civil en General y de la Responsabilidad Delictual entre los
Contratantes, Memoria, Universidad de Concepción, 1941, N° 309, pág. 349). También
en Carlos Ducci Claro, Responsabilidad Civil, Memoria de Prueba, 1936, N°
11.
279. Perjuicio del Acreedor. Es un requisito obvio que surge del propio enunciado
“indemnización de perjuicios”. No puede repararse lo que no existe. La ley no ha
necesitado decirlo en forma expresa, pero indirectamente fluye de varias
disposiciones (arts. 1548, 1553 N° 3°, 1559 N° 2°).
El perjuicio o daño –ambos términos son sinónimos- puede definirse como el
detrimento, menoscabo o lesión que sufre alguien tanto en su persona como en sus
bienes.
Si se produce el incumplimiento de un contrato, pero éste no genera perjuicios al
acreedor, no hay lugar a la indemnización de perjuicios. El ejemplo que citan los
textos es el del Conservador de Bienes Raíces, que habiéndosele requerido para
inscribir una hipoteca, sin razones valederas deja de practicarla, faltando así a las
obligaciones propias de su cargo. Posteriormente la propiedad sale a remate público y
el precio en que se adjudica es tan bajo que aun de haberse inscrito la hipoteca ese
acreedor hipotecario no habría alcanzado a pagarse (véase Fueyo, Derecho Civil, t. IV,
“De las Obligaciones”, vol. I, N° 249, pág. 260).
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1542: “habrá lugar a exigir la pena en todos los casos en que se hubiere estipulado, sin
que pueda alegarse por el deudor que la inejecución de lo pactado no ha inferido
perjuicio el acreedor o le ha producido beneficio”; y
b) Tratándose de la indemnización moratoria en el incumplimiento de una
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sufrimientos, las molestias que sufre una persona en sus afectos, no es posible
extenderlo a las personas jurídicas. Fueyo, entre nosotros critica esta posición,
señalando “que vale la pena rectificar esta doctrina que prendió en nuestro país,
inclusive en fallos de nuestros tribunales (R.D.J., t. 48, sec. 1ª, pág. 252; t. 51, sec. 1ª,
pág. 74). Agrega que las personas jurídicas pueden ser también víctimas de daño moral,
como lo han declarado algunas sentencias extranjeras, como por ejemplo una española
que resolvió que era dable indemnizar el daño no patrimonial causado a las personas
jurídicas, pues deben repararse pecuniariamente los ataques al “crédito y prestigio” de
una empresa mercantil, lo cual se equipara “al honor de los humanos” (Fueyo,
Cumplimiento e Incumplimiento de las Obligaciones, pág. 369).
Las otras clasificaciones de los daños las veremos luego, cuando tratemos la
avaluación de los perjuicios.
283. imputabilidad del deudor (dolo o culpa del deudor). Para que se genere la
obligación de indemnizar perjuicios, el incumplimiento debe ser imputable al deudor,
es decir, provenir de su dolo o culpa.
Dolo contractual. Como sabemos, el dolo está definido en el artículo 44 del
Código Civil, como “la intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad
de otro”.
De atenernos al tenor literal de la definición legal, el dolo sólo exisitiría cuando la
acción u omisión del deudor se realiza con la intención premeditada de causar un daño
a la persona o propiedad de otro. Así se ha entendido la norma tradicionalmente. De
esta forma quedaría descartado que pueda estimarse como dolosa la conducta del
sujeto que si bien no tuvo intención de causar daño, pudo representarse que su actuar
sí podía producirlos (dolo eventual). Pablo Rodríguez tiene una opinión diferente.
Sostiene que comprende tanto el dolo indirecto como el dolo eventual. Expresa: “A
nuestra manera de ver, por consiguiente, el dolo consiste en la representación del
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efecto dañoso de nuestro actuar (acción u omisión), unida a la certeza (dolo directo o
mediato) o la mera probabilidad admitida (dolo eventual) de que el efecto se produzca
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284. Campos en que incide el dolo civil. Como es sabido, el dolo en materia civil
incide en tres campos distintos: a) en la fase de formación del consentimiento, como
vicio del mismo (arts. 1458 y 1459); b) en la fase cumplimiento de los contratos, cuando
el deudor deja de cumplir una obligación contractual con la intención positiva de causar
un perjuicio al acreedor; y c) finalmente, en la responsabilidad extracontractual, como
elemento de esa responsabilidad, alternativo de la culpa (arts.
2314 y ss.).
Ahora nos corresponde estudiar el dolo en la fase de cumplimiento de los
contratos como un elementos de la responsabilidad contractual, alternativo también de
la culpa.
285. Teoría unitaria del dolo. El dolo opera en los tres campos que hemos señalado.
El concepto en todos ellos es el mismo. Po eso se habla de un “concepto unitario del
dolo”. Ello se colige de los siguientes antecedentes: a) está definido en el Título
Preliminar, de donde se sigue que su aplicación es de alcance general; b) siempre
importa una intención dirigida a perjudicar a otro; c) el efecto del dolo en cualquier
campo tiende a restablecer la situación anterior a él (nulidad cuando es vicio del
consentimiento, obligación de indemnizar en los otros casos); d) las reglas que
gobiernan al dolo son las mismas, v. gr., no se presume. En este sentido la doctrina
(Pablo Rodríguez, ob. cit., pág. 35).
286. Prueba del dolo. “El dolo –dice el artículo 1459- no se presume, sino en los
casos especialmente previstos por la ley. En los demás debe probarse.” Esta norma, si
bien está establecida al tratar del dolo vicio del consentimiento, es de aplicación general.
Ello, por otra parte, resulta absolutamente concordante con el principio de que “la
buena fe se presume”, que si bien está establecido en materia posesoria, hay unanimidad
para entenderlo como principio general.
El dolo se puede probar por cualquier medio probatorio, sin que rijan las
limitaciones que para la prueba de testigos establecen los artículos 1708 y siguientes.
Por excepción, hay casos en que se presume: artículo 1301 (albacea que lleva a
efecto disposiciones del testador contrarias a las leyes); artículo 968 N° 5° (ocultación
de un testamento); el artículo 2261 presume dolo en la apuesta, cuando se sabe que se
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su existencia, constituye mala fe”; en el artículo 280 del Código de Procedimiento Civil,
cuando se solicita una medida precautoria en el carácter de prejudicial y no se demanda
en el plazo fijado por la ley, etc.
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debe probarse.
d) Para que la culpa contractual dé origen a la indemnización de perjuicios –dice
Alessandri- “es menester que el deudor se haya constituido en mora, condición previa
para que el acreedor pueda exigir indemnización al deudor que viola su obligación.
Tratándose de la culpa delictual, no es necesario constituir en mora al deudor; basta la
ejecución del simple hecho ilícito para que el acreedor tenga acción por los perjuicios
contra el deudor” (ob. cit., págs. 73-74).
293. La culpa grave equivale al dolo. Así lo dice el artículo 44 inciso 1° parte final.
¿Cuál es el alcance de esta afirmación? Se ha fallado que “la circunstancia de que el
artículo 44 del Código Civil equipare el dolo a la culpa grave no significa que ésta
deba probarse al igual que aquél” (R.D.J., t. 19, sec. 1ª, pág. 415). Somarriva comenta
que esta doctrina le merece algunos reparos por tres razones: a) porque el artículo 44 no
hace distinciones, sino que equipara en una forma absoluta ambos conceptos; b) porque
la norma viene de Pothier, que le daba al principio un alcance amplio, y c) porque no
le parece lógico presumir la culpa grave contractual, en circunstancia que ni el dolo
ni la mala fe se presumen, por expresa disposición del legislador (ob. cit., sent. 55, pág.
42). En el mismo sentido Tomás Chadwick (“De la Naturaleza del Dolo”, Revista
de Derecho y Jurisprudencia, t. 36, 1ª parte, págs. 98 y ss.); Pablo Rodríguez (ob. cit.,
págs. 58 y ss.).
Este último autor estima que “si la culpa grave en materia civil se asimila (la ley
dice “equivale”) al dolo, ello implica que la culpa grave debe también probarse, al igual
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prestarla) y los efectos de la misma fueran los que corresponden al dolo, ello
implicaría que sería más grave y perjudicial incumplir una obligación con culpa grave
que incumplirla con dolo” (ob. cit., págs. 58 y ss.).
Según la mayor parte de la doctrina, la equivalencia no tiene alcances
probatorios. Por consiguiente, tratándose de culpa, cualquiera que ella sea, incluso la
grave, se presume siempre, por lo que corresponde al deudor probar el descargo,
acreditando que ha empleado la diligencia; en cambio en el dolo, la prueba
corresponde al acreedor (Claro Solar, ob. cit., t. II, N° 1.070, pág. 525; Alessandri,
Teoría de las Obligaciones, pág. 78; Fueyo, Derecho Civil, t. I, N° 298, pág. 296). El
primero de estos autores expresa que la equivalencia entre la culpa grave y el dolo no
puede llegar a significar que sean una misma cosa, pues si así fuere, el artículo 44 no
habría dado dos definiciones. Y agrega que “el artículo 1547 no hace referencia al
dolo, sino únicamente a la culpa y no habría razón para suponer que no se haya
referido a la culpa lata, al exigir al deudor la prueba del cuidado que según la
naturaleza del contrato se le exige”.
¿Cuál es entonces, según la doctrina mayoritaria, el alcance de la asimilación?
Simplemente que cuando el deudor incumple con culpa grave, su responsabilidad se
grava, igual que en el dolo, respondiendo de todos los perjuicios directos, previstos e
imprevistos. Además, no podría renunciarse anticipadamente la culpa grave (art.
1465); y si hay culpa grave de varios deudores, su responsabilidad sería solidaria (art.
2317 inc. 2°).
294. De qué culpa responde el deudor. La primera regla que debe aplicarse es que el
deudor responde de la culpa a que se haya obligado. Ello porque ésta es una materia
en que las partes, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad, pueden
alterar las reglas de responsabilidad establecidas en la ley, con algunas limitaciones
que luego veremos. Así lo señala el inciso final del artículo 1547: “Todo lo cual, sin
embargo, se entiende sin perjuicio de las disposiciones especiales de las leyes, y de las
estipulaciones expresas de las partes”.
Si las partes nada han acordado, entra a operar lo dispuesto en el artículo 1547,
según el cual, para saber de qué culpa responde el deudor, debe distinguirse según el
contrato de que se trate, siendo la responsabilidad del deudor mayor en aquellos casos
en que él es el único beneficiado, y menor cuando el principal beneficiado es el
acreedor. Señala esta disposición: “El deudor no es responsable sino de la culpa lata
en los contratos que por su naturaleza sólo son útiles al acreedor; es responsable de la
leve en los contratos que se hacen para beneficio recíproco de las partes; y de la
levísima, en los contratos en que el deudor es el único que reporta beneficio” (inciso
1°).
Así, por ejemplo, en el contrato de depósito, que sólo beneficia al depositante, el
depositario responde únicamente de culpa grave (art. 2222). En cambio, en el comodato,
el comodatario, que es el único beneficiado, responde hasta de culpa levísima (art.
2178). En los contratos conmutativos, en que las partes se benefician recíprocamente,
se responde sólo hasta de culpa leve.
Nótese que el que sólo responde hasta de culpa grave es el que tiene menos
responsabilidad, pues está obligado a emplear únicamente aquel cuidado que aun las
personas negligentes y de poca prudencia suelen emplear en sus negocios propios. El
que no emplea este cuidado mínimo tiene una conducta tan descuidada que la ley
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asimila al dolo (“Esta culpa en materias civiles equivale al dolo”, art. 44 inciso 1°, parte
final).
A la inversa, el que responde de culpa levísima es que tiene la mayor obligación
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de cuidado, pues debe tener aquella “esmerada diligencia que un hombre juicios emplea
en la administración de sus negocios importantes”. Y es lógico que así sea, pues él es
el único que se está beneficiando con el contrato, como ocurre con el comodatario.
Lo normal es que se responda hasta de la culpa leve. Así ocurre con el que
administra bienes ajenos. Ej., el padre de familia (art. 250)8; el tutor o curador (art.
391); el mandatario (art. 2129); el agente oficioso (art. 2288); el albacea (art. 1299); el
partidor (art. 1329). También responde de esta culpa el que tiene una cosa sujeta a plazo
o a condición (arts. 758 inciso 2°, propietario fiduciario; 787, usufructuario; 818 usuario
y habitador).
295. Cláusulas para alterar la responsabilidad de las partes. Ya hemos dicho que
el inciso final del artículo 1547 permite a las partes alterar el grado de
responsabilidad, idea que repite el artículo 1558, inciso final. Luego las partes pueden
celebrar distintos pactos para modificar su responsabilidad:
a) Pueden convenir que el deudor responda de un grado mayor o menor de culpa
que el que le corresponde en conformidad al artículo 1558.
b) Puede establecerse que el deudor responda del caso fortuito.
c) Puede establecerse que el deudor responda en todo caso de los perjuicios
imprevistos.
d) Puede limitarse el monto de la indemnización a pagar. Este pacto se asemeja a
la cláusula penal, pero es diferente, porque se debe probar el perjuicio.
e) Pueden limitarse los plazos de prescripción. Se estima que ello es factible, pues
no sería contrario al orden público, ya que el propio código lo permite en algunos
casos particulares: el artículo 1880 (pacto comisorio) y el artículo 1885 (en el pacto de
retroventa).
f)Pueden las partes alterar las reglas del onus probando. Este punto es discutible, y de
hecho en una oportunidad la Corte Suprema estimó nulo por objeto ilícito un pacto
que tenía este propósito (R.D.J., t. 8, sec. 1ª, pág. 62). Abeliuk defiende su validez,
fundado en que el inciso final del artículo 1547 permite a las partes modificar lo dicho
en los incisos anteriores y, justamente, en el inciso inmediatamente anterior, se consigna
la regla de que la prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha debido
emplearlo y la prueba del caso fortuito al que lo alega. Somarriva también está por la
validez de estas cláusulas destinadas a invertir el onus probando (ver Obligaciones y
Contratos ante la jurisprudencia, sent. 206, pág. 160).
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298. Culpa del deudor por el hecho de personas que dependen de él. Los artículos
1679 y 1590 incisos 1° y 3°, hacen responsable al deudor por el hecho de terceros que
dependen de él. La primera de estas normas expresa que “en el hecho o culpa del deudor
se comprende el hecho o culpa de las personas por quienes fuere responsable”; y la
segunda reitera la misma idea.
Algunas disposiciones establecen igual regla para casos especiales, como ocurre
con el contrato para la construcción de edificios por un precio único prefijado
(contrato de empresa), artículo 2003, regla tercera; en el contrato de transporte,
artículo 2014 “las obligaciones que aquí se imponen al acarreador, se entienden
impuestas al empresario de transportes, como responsable de la idoneidad y buena
conducta de las personas que emplea”; el artículo 1941, en el arrendamiento de cosas,
hace al arrendatario responsable “no sólo de su propia culpa, sino de la de su familia,
huéspedes y dependientes”.
En el caso de hechos de terceros por quienes no responde el deudor, el acreedor
sólo podrá exigir que se le ceda la acción que tenga que tenga su deudor contra el tercero
autor del daño (art. 1590 inciso final; art. 1677).
300. Fuerza mayor o caso fortuito. El artículo 45 lo define diciendo que “se llama
fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no es posible resistir, como un
naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos
por un funcionario público, etc.”.
Se ha señalado que la definición es incompleta por faltarle el requisito de la
inimputabilidad, que es indispensable si se considera que nuestro Código sigue el
sistema de la responsabilidad subjetiva. Pero agrega que esta omisión aparece suplida
por el artículo 1547, que en su inciso 2° dispone que “el deudor no es responsable del
caso fortuito, a menos que… haya sobrevenido por su culpa”.
Nuestro Código hace sinónimas las expresiones “fuerza mayor” y “caso fortuito”.
Así también lo estima la doctrina (Giorgi, Demolombe, Baudry-Lacantinnerie et
Barde, Demogue, Dalloz, Asubry y Rau, y entre nuestros autores, Luis Claro Solar,
Arturo Alessandri y Manuel Somarriva). Así lo ha dicho también la jurisprudencia
(R.D.J., t. 28, secc. 1ª, pág. 329; t.55, secc. 2ª, pág. 17; t. 69, sec. 1ª, pág. 117). Hay
autores que hacen la distinción, pero no existen criterios claros, generalmente
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aceptados, de diferenciación (sobre esta materia puede verse El Caso Fortuito ante el
Derecho Civil, de Alberto Coustasse y Fernando Iturra A., Editorial Jurídica de Chile,
1958, N° 21, págs. 67 y ss.). Generalmente se afirma que en la fuerza mayor el hecho
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301. Elementos del caso fortuito. Los elementos del caso fortuito son:
1) hecho inimputable;
2) imprevisto;
3) irresistible.
302. Inimputable. Quiere decir que debe ser ajeno al deudor; no debe provenir de su
hecho o culpa, o del hecho o culpa de las personas por quien él responde. Así resulta
de varias disposiciones: artículos 934, 1547 inc. 2°, 1590, 1672 inc. 1°, 1679; 1925
inc. 1°, 1926 inc. 1°, 2015 inc. 3°, 2016 inc. 2°, 2178 N° 2°, 2242, etc.
Sobre esta materia, en Francia se ha fallado que un comerciante que vende
mercaderías a plazo, que él no tiene, debe daños e intereses si una fuerza mayor le
impide hacerlas venir lo suficientemente rápido como para entregarlas dentro de plazo
(Dalloz, Les Codes Annotes, t. X, N° 23, pág. 1037, citado por Coustasse e Iturra, ob.
cit., pág. 87). No hay caso fortuito por faltar la inimputabilidad: es culpable la
conducta del deudor de ofrecer mercaderías que no tenía.
303. Imprevisto. Así lo dice la definición. Es el elemento típico del caso fortuito. Que
sea imprevisto significa que dentro de los cálculos ordinarios de un hombre normal,
no era dable esperar su ocurrencia. Lorenzo de la Maza define los acontecimientos
imprevistos como aquellos poco frecuentes, que por excepción suelen sobrevenir, y
que no han sido tomados en cuenta por las partes al momento de contratar (“La Teoría
de la Imprevisión”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, t. 30, 1ª parte, págs. 73 y
ss.). La Corte Suprema ha dicho que “el caso fortuito es imprevisto cuando no hay
ninguna razón esencial para creer en su realización” (R.D.J., t. 46, secc. 1ª, pág. 533).
Se ha fallado que “la sequía no constituye en sí misma un caso fortuito, ya que ella es
insuficiente para eximirse de responsabilidad si se considera que en períodos de
escasez de recursos hídricos, como sucede frecuentemente en nuestro país, es posible
la generación a niveles normales de energía hidroeléctrica y aun sustituir la faltante
mediante la generación termoeléctrica…” (R.D.J., t. 89, N° 3, sec. 5ª, pág. 254).
304. Irresistible. Significa que impide al deudor, bajo todo respecto o circunstancia,
poder cumplir. Si puede hacerlo en forma más difícil o más onerosa, no estamos frente
a un caso fortuito. También este elemento está comprendido en la definición del artículo
45. La Corte Suprema ha dicho que es irresistible cuando no es posible evitar sus
consecuencias, en términos que ni el agente ni ninguna otra persona colocada en las
mismas circunstancias habría podido preverlo ni evitarlo (R.D.J., t. 46, sec. 1ª, pág.
533; t. 60, sec. 1ª, pág. 59). Y en un antiguo fallo publicado en G.T., 1910, t. 2, sent.
1066, se estableció que “el hecho de no conseguir carros de ferrocarril para entregar
cierta cantidad de harina en tiempo oportuno, no constituía una imposibilidad absoluta
(cit., por De la Meza, ob. cit., pág. 82).
305. Efectos del caso fortuito. El efecto propio del caso fortuito es liberar de
responsabilidad al deudor. Así lo dice el artículo 1547 inc. 2°: “el deudor no es
responsable del caso fortuito, a menos que…”, y lo reitera el artículo 1558 inc. 2°:
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“La mora producida por fuerza mayor o caso fortuito no da lugar a indemnización de
perjuicios”.
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307. Prueba del caso fortuito. Los artículos 1547 inciso 3° y 1674 establecen que
incumbe la prueba del caso fortuito al que lo alega. Estas disposiciones constituyen
una aplicación de la regla general del onus probando contemplada en el artículo 1698,
según la cual corresponde la prueba de la extinción de una obligación al que alega
esta circunstancia.
La prueba del caso fortuito, dice Fueyo, debe comprender los siguientes aspectos:
“a) efectividad del suceso al cual se le atribuye esa calidad; b) relación de causa a
efectos entre el suceso y los resultados: nexo de causalidad; c) concurrencia de los
requisitos que caracterizan al suceso como caso fortuito; ch) la diligencia o cuidado que
ha debido emplear el deudor, especialmente el de especie o cuerpo cierto” (ob. cit.,
t. I, N° 264, pág. 274). Un antiguo fallo ha señalado que “para eximirse de
responsabilidad por caso fortuito no basta probar de un modo vago y general que se
empleó toda diligencia y cuidado en la conducción; es necesario justificar el caso de
exención de responsabilidad de una manera precisa y con relación al hecho en que se
funda, de suerte que no quede duda acerca del caso fortuito alegado” (R.D.J., t. 3, sec.
1ª, pág. 36).
Constituye una excepción a la regla de que el caso fortuito debe probarse, el artículo
539 del Código de Comercio, en el contrato de seguro: “el siniestro se presume
ocurrido por caso fortuito; pero el asegurador puede acreditar que ha sido causado por
un accidente que no le constituye responsable de sus consecuencias, según la
convención o la ley”.
308. Teoría de los riesgos. En relación con el caso fortuito, parece oportuno estudiar
la teoría de los riesgos, por la íntima relación que tienen ambas materias.
Esta teoría trata de resolver quien debe soportar en los contratos bilaterales la
pérdida de la especie o cuerpo cierto debido, si el deudor no puede cumplir con su
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obligación de entregar esta cosa, por haberse destruido por un caso fortuito o fuerza
mayor, entendiéndose que el riesgo lo soporta el deudor si, en este supuesto, no puede
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309. Requisitos para que opere la teoría de los riesgos. Para que entre a operar la
teoría de los riesgos deben cumplirse los siguientes requisitos:
a) Existencia de un contrato bilateral.
b) Que la obligación del deudor sea de entregar una especie o cuerpo cierto.
c) Que la cosa debida se pierda o destruya totalmente como consecuencia de un
caso fortuito o fuerza mayor.
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313. Pérdida parcial. ¿Qué pasa cuando la pérdida de la cosa es parcial? El Código
no da reglas especiales, por lo que debe aplicarse la norma del artículo 1550, esto es,
que el riesgo es del acreedor.
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deudor, o sea de fuerza mayor o caso fortuito (ob. cit., t. II, N° 1224, pág. 730).
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dueño; y si ésta rehúsa, podrá ocurrir el juez para que decida si ha debido o no
preverse el recargo de la obra, y fije el aumento de precio que por esta razón
corresponda”.
Otros ejemplos de disposiciones que acogerían la teoría de la imprevisión serían:
el artículo 1469, que admite la caducidad del plazo por causas sobrevinientes; el artículo
2180, en el comodato, en cuanto autoriza para pedir la restitución anticipada de la cosa
prestada si surge para el comodante una necesidad imprevista y urgente; el artículo
2227, el depósito, en que se acepta que el depositario pueda anticipar la devolución de
la cosa si ésta peligra o le causa perjuicios; en el artículo 2348, que permite al acreedor
exigir fianza al deudor cuya ausencia del territorio nacional se teme y que carezca
de bienes suficientes para la seguridad de la obligación.
En otros casos se rechaza expresamente. Así ocurre en el mismo artículo 2003,
regla 1ª: “El empresario no podrá pedir aumento de precio, a pretexto de haber
encarecido los jornales o los materiales…” Y lo mismo pasa en el artículo 1983, en el
arrendamiento de predios rústicos: “El colono no tendrá derecho para pedir rebaja del
precio o renta, alegando casos fortuitos extraordinarios, que han deteriorado o destruido
la cosecha” (inciso 1°).
El problema se va a presentar en aquellas situaciones en que no hay un
pronunciamiento legal. La generalidad de la doctrina la rechaza fundada en el efecto
obligatorio de los contratos (art. 1545).
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323 Concepto de mora. Abeliuk define la mora del deudor (mora solvendi) “como el
retardo imputable en el cumplimiento de la obligación unido al requerimiento o
interpelación por parte del acreedor” (ob. cit., t. II, N° 868, pág. 711). En términos
semejantes Stitchkin: “retardo culpable en el cumplimiento de la obligación más allá
de la interpelación del acreedor (ob. cit., 2ª parte, N° 584, pág. 83).
326. Que el retardo le sea imputable al deudor. Es decir, para que se configure la
mora es necesario que el atraso en cumplir sea debido al dolo o culpa del deudor.
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327. Interpelación del acreedor. Se define como el acto por el cual el acreedor hace
saber al deudor que su retardo le causa perjuicios.
Hay tres formas de interpelación, que están contenidas en el artículo 1551, que a
la letra señala: “El deudor está en mora, 1° Cuando no ha cumplido la obligación dentro
del término estipulado, salvo que la ley en casos especiales exija que se requiera
al deudor para constituirlo en mora; 2° Cuando la cosa no ha podido ser dada o ejecutada
sino dentro de cierto espacio de tiempo, y el deudor lo ha dejado pasar sin darla o
ejecutarla; 3° En los demás casos, cuando el deudor ha sido judicialmente
reconvenido por el acreedor”.
Atendido lo dispuesto en esta disposición, la interpelación se produce en cualquiera
de estos tres casos, constituyendo la regla general el contemplado en el N°
3°.
La doctrina llama a la interpelación del N° 1°, contractual expresa; a la del N° 2°,
contractual tácita; y a la del N° 3°, judicial. Veamos cada una de ellas, en el mismo
orden del artículo 1551.
328. Interpelación contractual expresa (art. 1551 N° 1°). Opera cuando las partes
han establecido un plazo en el contrato para que el deudor cumpla su obligación. Por
el solo hecho de cumplirse el plazo, el deudor queda constituido en mora, salvo que la
ley exija que se le requiera para constituirlo en mora. Así ocurre, por ejemplo, en el
contrato de arriendo, artículo 1949: “Para que el arrendatario sea constituido en mora
de restituir la cosa arrendada, será necesario requerimiento del arrendador, aun cuando
haya procedido desahucio…”; en el artículo 1977, cuando el arrendatario se encuentra
en mora de pagar la renta, son necesarias dos reconvenciones, entre las cuales deben
mediar a lo menos 4 días.
Se ha entendido que si la deuda es a plazo, se necesitará requerimiento judicial si
así lo hubieren convenido las partes (Abeliuk, ob. cit., t. II, N° 873, pág. 717).
Para que nos encontremos en el caso del N° 1° del artículo 1551, es preciso que
se trate de un plazo convenido por las partes, pues la norma habla de no haberse
cumplido la obligación “dentro del término estipulado”. Por ello, no rige, por ejemplo9,
en el caso en que haya sido establecido por el testador (para pagar un legado), caso este
en que será necesario para constituir en mora al deudor requerirlo judicialmente.
Si se trata de obligaciones de cumplimiento fraccionado, la mora respecto de cada
cuota se irá produciendo al vencimiento del plazo establecido para su pago. Ello sin
perjuicio de que pueda haberse convenido una cláusula de aceleración que pueda
producir la caducidad del plazo y, por consiguiente, la mora respecto de todo el saldo
insoluto.
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carnaval; la máquina trilladora, antes de la trilla; la construcción del stand para una
feria, antes de que ésta se abra, etc.
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332. Efectos de la mora. Los efectos que produce la mora son los siguientes:
1. El acreedor puede demandar indemnización de perjuicios.
2. El deudor se hace responsable del caso fortuito.
3. El riesgo pasa a ser del deudor.
1. El acreedor puede demandar indemnización de perjuicios. Justamente por ello,
estamos estudiando la mora como requisito de la indemnización de perjuicios. Este
efecto lo establece el artículo 1557 del Código Civil.
Aclaro que sin constituir al deudor en mora no hay indemnización de perjuicios,
cabe resolver otro problema. Reconvenido el deudor, ¿desde cuándo se deben pagar
los perjuicios? ¿Desde la fecha de la constitución en mora o desde que se produjo el
incumplimiento?
Fueyo afirma que constituido el deudor en mora, debe éste pagar los perjuicios
producidos desde el retardo, pues no hay ninguna norma que descarte la zona intermedia
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311, pág. 303). Abeliuk, en cambio, distingue entre los perjuicios compensatorios y
los moratorios. Los primeros se producen por el sólo incumplimiento, como lo prueba
el artículo 1672, según el cual si la cosa perece por culpa o durante la mora del
deudor, la obligación subsiste, pero varía de objeto, siendo obligado el deudor al
precio de la cosa y a indemnizar al acreedor. El precio, agrega Abeliuk, corresponde
evidentemente a la indemnización compensatoria. En cambio, los perjuicios
moratorios sólo se van a generar con la constitución en mora, como parece
demostrarlo el artículo 1559 N° 1° en las obligaciones de dinero, en cuanto dicha norma
expresa que si la deuda no devengaba intereses “empiezan a deberse los legales”
(Abeliuk, ob. cit., N° 877, págs. 718-719).
2. El deudor se hace responsable del caso fortuito. Así lo dice el artículo 1547
inciso 2°. Esta regla tiene una excepción, en que a pesar de la mora el deudor, éste no
responde del caso fortuito. Ello se produce si el caso fortuito hubiese sobrevenido a
pesar de haberse cumplido oportunamente la obligación (arts. 1547 inc. 2°, 1672 inc.
2°, 1590). Este último hecho debería probarlo el deudor (art. 1674 inciso 2°: “Si estando
en mora pretende que el cuerpo cierto habría perecido igualmente en poder del
acreedor, será también obligado a probarlo”).
3. El riesgo de la especie o cuerpo cierto debido, que normalmente es del
acreedor, pasa al deudor. Así lo establece el artículo 1550.
334. ¿Desde cuándo está en mora el acreedor? No cabe aplicar el artículo 1551,
porque esta disposición se refiere a la mora del deudor. Según algunos, desde que el
deudor haya debido recurrir a pagar por consignación. Según otros, debe aplicarse por
analogía el artículo 1551 N° 3° y concluir que estará en mora desde que sea
judicialmente reconvenido. Finalmente –y es la doctrina más aceptada- (Claro Solar,
ob. cit., N° 1242, pág. 750) se estima que basta cualquier ofrecimiento del deudor,
incluso extrajudicial, para constituir en mora al acreedor. Así lo demostraría el artículo
1680, que no hace ninguna exigencia especial bastando que la especie o cuerpo cierto
sea ofrecida al acreedor.
335. Efectos de la mora del acreedor. Los efectos que se producen con la mora del
acreedor son los siguientes:
1. Disminuye la responsabilidad del deudor, pues sólo va a responder de la culpa
grave o dolo en el cuidado de la cosa (arts. 1680 y 1827). Además queda relevado de
los perjuicios moratorios.
2. El acreedor debe indemnizar los perjuicios que se sigan de no recibir la cosa,
como lo prueba el artículo 1827, ubicado en la compraventa, pero de alcance general:
“Si el comprador se constituye en mora de recibir, abonará al vendedor el alquiler de
los almacenes, graneros o vasijas en que se contenga lo vendido”.
3. Si el deudor tuvo que pagar por consignación, debe pagar las expensas de la
oferta o consignación válidas (art. 1604).
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PARRAFO III
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DE LA AVALUACION DE PERJUCIOS
336. De la avaluación de los perjuicios. Hay tres formas de avaluar los perjuicios: a)
la avaluación judicial; b) la avaluación legal; y c) la avaluación convencional
(cláusula penal).
Lo normal viene a ser la avaluación judicial, pues la legal sólo procede respecto
de las obligaciones de dinero; y la convencional supone un acuerdo de las partes, que
no siempre se da.
337. Avaluación judicial. Es la que hace el juez. Para ello, éste debe pronunciarse
sobre tres cuestiones:
a) Primero, determinar si procede el pago de la indemnización, para lo cual el
tribunal tendrá que ver si se cumplen los requisitos generales que hemos estudiado.
b) Determinar los perjuicios que deben indemnizarse; y
c) Fijar el monto de los perjuicios.
La primera cuestión ya ha sido estudiada por nosotros. Entremos a ver las otras
dos.
338. Perjuicios que deben indemnizarse. Para los efectos de este estudio,
recordemos los distintos tipos de perjuicios: 1. compensatorios y moratorios; 2.
ciertos y eventuales (sólo se indemnizan los ciertos); 3. perjuicios directos e indirectos
(sólo se indemnizan los directos); 4. daños materiales y morales; 5. daño emergente y
lucro cesante, y 6. Perjuicios previstos e imprevistos (sólo se indemnizan los
previstos, salvo que exista dolo o culpa grave).
339. Daño moral. Durante muchos años se aceptó como dogma que el daño moral no
se indemnizaba en materia contractual. Sin embargo, se aceptaba su indemnización en
la responsabilidad extracontractual, en virtud de existir la regla del artículo 2329,
según la cual, “por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia
de otra persona, debe ser reparado por ésta”. Faltaba, se decía, para la responsabilidad
contractual una norma como la del artículo 2329.
Esta solución resulta manifiestamente injusta, pues no se ve por qué razón, por
ejemplo, si una persona que dentro de un bus que choca y sufre lesiones
(responsabilidad contractual), no tiene derecho a que se le indemnice por los
padecimientos que le produce este accidente; en cambio, sí lo tiene si estando en la
calle, esperando el bus, es arrollada por éste y sufre el mismo tipo de lesiones
(responsabilidad extracontractual).
Desde hace varios años la doctrina viene señalando que hay en este trato
discriminatorio una grave inconsecuencia. Así, en la Memoria de don Orlando Tapia
del año 1941, ya el autor sustenta la idea de que también en materia contractual el
daño moral debe ser indemnizado. Años después afirman lo mismo, entre otros,
Fernando Fueyo (“El Daño Extrapatrimonial y su Indemnización Especialmente en
Materia Contractual”, separata de la Revista de Derecho Privado, año 1, N° 1, enero-
marzo, 1966); Leslie Tomasello Hart (El daño Moral en la Responsabilidad
Contractual, Editorial Jurídica de Chile, 1969, págs. 165-166). Pero la jurisprudencia
se había mantenido invariable y sólo recién ahora empieza a cambiar. Y ya
encontramos algunos fallos que aceptan indemnizar el daño moral (Fallos del Mes, N°
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431, sent. 1, pág. 657). Véase un comentario a esta sentencia de la Excma. Corte
Suprema de 20 de octubre de 1994, en Revista de Derecho de la Universidad de
Concepción, N° 196, pág. 155, que hace el profesor Ramón Domínguez.
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¿Qué razones se han dado para no indemnizar el daño moral? 1. En primer lugar,
la ya explicada, que faltaba una norma como la del artículo 2329 aplicable a la
responsabilidad extracontractual. 2. En seguida, que el artículo 1556 establece que la
indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y lucro cesante, conceptos
estos de claro contenido patrimonial; y 3. Que es difícil su prueba y avaluación.
En realidad ninguno de los argumentos es categórico. En efecto, si falta la norma,
nos encontramos frente a una laguna legal, que el juez en conformidad al artículo 24
debe llenar recurriendo a los principios generales del derecho y a la equidad natural.
En cuanto a que el artículo 1556 no lo contempla, es cierto, pero tampoco lo prohíbe.
Finalmente, no es serio que no debe indemnizarse por ser difícil de probar y de
avaluar, desde que en materia extracontractual el problema es el mismo y esos daños
se pagan.
En todo caso cabe señalar que el artículo 1556 no es un buen argumento para
coger el daño moral, pues esa disposición se tomó del Código de Napoleón y en especial
de Pothier (Obligations, I, Cap. 2, art. 3°), que sólo autorizaban la indemnización por
daños patrimoniales. La reparación del daño moral no fue siquiera planteada por
Pothier, quien, por lo demás, entendía “por daños y perjuicios la pérdida que uno ha
sufrido y las ganancias que ha dejado de hacer” (véase sobre este punto, extenso y
documentado comentario a la sentencia citada, hecha por Ramón Domínguez
Aguila, Revista de Derecho Universidad de Concepción, N° 196, págs.
155 a 160). Sin embargo, en Francia, con una disposición semejante a nuestro artículo
1556 (art. 1149), se viene aceptando desde hace mucho tiempo la indemnización del
daño moral en materia contractual, entendiéndose agotado el debate.
En Chile, hoy día, frente al texto constitucional –art. 19 N° 1° inc. 1° y 4, que
asegura a todas las personas tanto el derecho a la integridad física y psíquica (N°1°),
como el respeto a la intimidad y vida privada, y el honor, no parece sostenible seguir
negando la indemnización del daño moral. En estas disposiciones constitucionales y
no en el artículo 1556 deben fundarse las demandas por daño moral.
Estamos porque se indemnice el daño moral, pero también creemos que se debe
exigir una prueba clara y concluyente de su existencia. Y pensamos que para su
regulación el tribunal debe tener facultades amplias, semejantes a las que la
jurisprudencia ha reconocido para la responsabilidad extracontractual.
En otros países, como Argentina, por ejemplo, hay un texto expreso que establece
la indemnización del daño moral, es el artículo 522 del Código Civil: “En los caos de
indemnización por responsabilidad contractual el juez podrá condenar al responsable
a la reparación del daño moral que hubiere causado, de acuerdo a la índole del hecho
generador de la responsabilidad y circunstancias”. Un autor español, Gregorio Ortiz
Ricol, que recoge la opinión dominante del pensar de ese país, afirma que “cuando el
daño moral existe objetivamente, su sanción debe seguirle como consecuencia
necesaria, cualquiera que sea su procedencia y naturaleza” (cit., por Fueyo,
Instituciones de Derecho Civil Moderno, Editorial Jurídica de Chile, 1990, pág. 71).
En el mismo sentido Jaime Santos Briz, quien, acogiendo la opinión de Castán (ob.
cit., págs. 235-236), afirma que “admitido el daño moral como susceptible de
indemnización en el campo extracontractual, no se ve razón por la que haya de ser
excluido del campo de las obligaciones contractuales” y más adelante agrega que “de
todos modos parece indudable que la reparación de los daños morales que no se traducen
en quebranto material inmediato ha de ser sometida a un régimen jurídico distinto al de
aquel que gobierna los daños propiamente patrimoniales: los requisitos que afectan al
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nexo causal y a la prueba de los daños morales han de ser tratados con menos severidad
que cuando se trata de daños materiales, y ha de ser concedido a los
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340. Daño emergente y lucro cesante. El artículo 1556 dice que “la indemnización
de perjuicios comprende el daño emergente y el lucro cesante, ya provenga de no
haberse cumplido la obligación o de haberse cumplido imperfectamente, o de haberse
retardado el cumplimiento. Exceptúanse los casos en que la ley limita expresamente el
daño emergente”.
La ley no define estos conceptos. Se estima que el daño emergente es el
empobrecimiento real y efectivo que sufre el patrimonio del deudor; y el lucro
cesante, la utilidad que deja de percibir el acreedor por el incumplimiento o
cumplimiento tardío de la obligación. Ej: se contrata a Pavarotti, para que venga a dar
un concierto; se gasta en propaganda, viajes, etc., pero en definitiva el artista no
viene. El daño emergente está representado por lo que se gastó en propaganda, viajes,
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etc. El lucro cesante está determinado por la utilidad que el empresario pensaba
obtener con este concierto.
Dice el artículo 1556 que no se indemniza el lucro cesante en aquello casos en
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que la ley limita la indemnización expresamente al daño emergente. Así ocurre, por
ejemplo, en los artículos 1930 inc. final, 1932, 1933 del Código Civil y 209 y 210 del
Código de Comercio (contrato de transporte).
No es fácil la prueba del lucro cesante. Por la misma razón, se debe apreciar la
prueba con mayor liberalidad. Así lo entiende Sergio Gatica: “el lucro cesante, a
diferencia del daño emergente, es difícil de establecer, por su carácter esencialmente
eventual, que lo transforma en un principio jurídico lleno de vaguedades e
incertidumbres”. Y agrega que “por la misma razón el legislador ha prescindido de
dictar normas al respecto, dejando entregada a la prudencia del tribunal la sana
aplicación de los hechos de la causa” (Aspecto de la Indemnización de Perjuicios por
Incumplimiento del Contrato, Editorial Jurídica de Chile, 1959, pág. 108). Así ha sido
reconocido también por la Corte de Concepción en el juicio “Cadi con Municipalidad
de Concepción”. En esta sentencia de 19 de diciembre de 1994, la Corte de
Concepción agregó que “en todo caso, para dar lugar al pago a la indemnización por
lucro cesante, debe el tribunal adquirir la convicción de que había una probabilidad
cierta del negocio en que se obtendría la ganancia así como de las utilidades que de él
provendrían (considerando 27).
También se ha fallado que “resuelto por incumplimiento de una parte un contrato
bilateral con plazo fijo, el lucro cesante que debe indemnizarse a la otra es sólo la
legítima ganancia que pudo obtener si el contrato se hubiese cumplido íntegramente,
esto es, la prestación que se le debería pagar menos los gastos y costos que debía
soportar para cumplir su obligación” (Fallos del Mes, N° 450, sent. 16, pág. 950).
341. Perjuicios previstos e imprevistos. Perjuicios previstos son los que se previeron
o pudieron preverse al tiempo del contrato (art. 1558 inc. 1°). Los que no cumplen
con estos requisitos son imprevistos. Se indemnizan sólo los previstos, salvo en los
casos de dolo o culpa grave (art. 1558).
En relación con esta materia, la Corte de Apelaciones de Concepción ha precisado
que cuando el artículo 1558 define como perjuicios previstos “los que se previeron o
pudieron preverse al tiempo del contrato”, esta última expresión no significa “fecha
del contrato”, pues en el caso del arrendamiento (y lo mismo cabe para cualquier
contrato de tracto sucesivo) tiempo del contrato “es el período durante el cual se
desarrolla el contrato, desde su nacimiento hasta el momento en que se haya
producido la restitución del inmueble arrendado” (sentencia de 19 de diciembre de
1994, dictada en la causa “Cadi con Municipalidad de Concepción”, considerando N°
16. Sentencia no publicada).
342. Las partes pueden alterar las reglas sobre los perjuicios a indemnizar. Así lo
consigna el inciso final del artículo 1558: “Las estipulaciones de los contratantes podrán
modificar estas reglas”.
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una suma de dinero, que equivale al cumplimiento íntegro de las obligaciones. Pero si
la deuda es de dinero, la suma que se paga “no equivale” al cumplimiento íntegro,
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345. Regla primera del artículo 1559. “Se siguen debiendo los intereses
convencionales, si se ha pactado un interés superior al legal, o empiezan a deberse los
intereses legales, en el caso contrario; quedando, sin embargo, en su fuerza las
disposiciones especiales que autoricen el cobro de los intereses corrientes en ciertos
casos” (art. 1559 N° 1°).
Luego, en conformidad a esta regla, habrán de distinguirse varias situaciones: a)
que las partes hayan pactado intereses convencionales y que éstos sean superiores al
interés legal; b) que las partes no hayan pactado intereses o que pactándolos han sido
inferiores al legal; y c) si se está frente a una disposición que autorice el cobro de
intereses corrientes en ciertos casos.
En la primera situación, se siguen debiendo los intereses convencionales; en la
segunda, se empiezan a generar los intereses legales. Y, finalmente, estas reglas no
rigen en los casos en que la ley autoriza cobrar intereses corrientes.
Para entender estas reglas es indispensable recordar los distintos tipos de interés:
legal, corriente, convencional, materia tratada en los párrafos 59 y siguientes de este
trabajo.
346. Regla segunda del artículo 1559. Ya la hemos explicado. Solo nos resta agregar
que se pueden cobrar otros perjuicios, siempre que se acrediten.
347. Regla tercera del artículo 1559. “Los intereses atrasados no producen interés”.
Lo que la norma está señalando es que no acepta el anatocismo, que así se llama la
capitalización de intereses. Sobre esta materia véase el párrafo 67 de esta obra.
348. Regla cuarta del artículo 1559. “La regla anterior –que los intereses atrasados no
producen interés- se aplica a toda especie de rentas, cánones y pensiones periódicas”.
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Por esta razón, si las partes no han convenido otra cosa, las rentas de
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349. Avaluación convencional (cláusula penal). Hay dos formas diferentes de tratar
la cláusula penal: como una clase especial de obligaciones, que es lo que hace el Código
Civil en el Títulos XI del Libro IV, “De las obligaciones con cláusula penal”, y la
forma como la tratan la mayoría de los códigos modernos; o bien, como una de las
maneras de avaluar perjuicios, que corresponde al enfoque que nosotros seguiremos.
Esta última forma proviene de Zacharie y ha sido adoptada por un gran sector de la
doctrina.
Como advierte Abeliuk, ambas posiciones admiten defensa, porque si bien en la
cláusula penal hay una avaluación convencional y anticipada de los perjuicios, su
ámbito de aplicación es bastante más extenso (ob. cit., t. II, N° 904, pág. 742). La verdad
es que la cláusula penal cumple funciones diversas que la transforman en una institución
autónoma.
350. Concepto. Está definida en el artículo 1535: “La cláusula penal es aquella en que
una persona, para asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena, que
consiste en dar o hacer algo en caso de no ejecutar o de retardar la obligación principal”.
Esta definición presenta algunas incorrecciones. La primera es su propia
denominación, “cláusula penal”, pues ello será así únicamente si se pacta conjuntamente
con el contrato principal. Mas deja de ser cierto si se establece con posterioridad, pues
en tal caso deja de ser una cláusula que se inserta en un contrato principal. Por ello hay
quienes piensan que resulta más propio hablar de “estipulación penal” (Sergio Gatica,
ob. cit., N° 226, pág. 304).
También resulta inadecuado decir que tiene por objeto asegurar el cumplimiento
de una obligación principal, desde que por sí sola nada garantiza. Produce algunas
ventajas para el acreedor en caso de incumplimiento, pero no hace más eficaz la
obligación.
Finalmente cabe observar que al establecer que la pena “consiste en dar o hacer
algo”, ha omitido las obligaciones de no hacer, situación perfectamente admisible.
Algunos han criticado finalmente que la definición hable de “pena”, que daría a la
institución una connotación ajena al derecho civil (Guillermo Díaz, La Inmutabilidad
de la Cláusula Penal, citado por Sergio Gatica, ob. cit., N° 226, pág. 305), crítica que
no es posible compartir, desde que las partes, en virtud del principio de la autonomía
de la voluntad, pueden convenir penas privadas. Lo que no se puede es establecer que
para el caso que el deudor incumpla, se le considere autor de un delito penal, pues como
lo dice un viejo fallo: “no es lícito estipular que se impongan penas por actos que la
ley no ha penado” (G.T., 1884, N° 2.112, pág. 1311).
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9 Por la misma razón, las pensiones de jubilación atrasadas deben pagarse sin intereses. ( Fallos
del Mes, N° 455, sent. 10, pág. 2036).
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352. Funciones que cumple la cláusula penal. La cláusula penal cumple tres
funciones:
a) Es una forma de avaluar convencional y anticipadamente los perjuicios;
b) Constituye una caución; y
c) Importa una pena civil.
353. La cláusula penal constituye una forma de avaluar perjuicios. Justamente por
tener esta función la estamos estudiando ahora. No hay disposiciones especiales que
le confieran este carácter, pero ello fluye con claridad de diversos artículos. Así, por
ejemplo, de los artículos 1537 y 1538, que exigen la constitución en mora del deudor;
del artículo 1539, que establece la rebaja de la pena estipulada en el caso de
cumplimiento parcial (evitando con ello acumular cumplimiento con indemnización);
del artículo 1540, que permite dividir la pena entre los distintos herederos del deudor
a prorrata de sus cuotas hereditarias.
Como forma de avaluar perjuicios, presenta dos características: a) es
convencional y b) anticipada.
a) Convencional: porque proviene del acuerdo de las partes. Ello significa que si
la pena se establece unilateralmente (Ej., la fija el testador para el heredero que no pague
un legado), no estamos frente a una cláusula penal, a menos que fallecido el causante,
este heredero acepte la situación, con lo que pasa a ser convencional. Por la misma
razón tampoco puede establecerla la ley o el juez.
La cláusula penal no es la única forma de avaluar convencional y
anticipadamente los perjuicios, pues el mismo carácter tienen las arras confirmatorias,
que también constituyen una liquidación anticipada de los perjuicios derivados de un
incumplimiento contractual.
b) Anticipada. La cláusula penal constituye una avaluación anticipada, porque el
monto de los perjuicios queda irrevocablemente fijado antes del incumplimiento.
Tanto es así que producido éste, el deudor no puede discutir ni la existencia ni el
monto de estos perjuicios (art. 1542).
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c)No es necesario probar los perjuicios, como lo indica el artículo 1542. Recordemos
que este caso y el de la avaluación legal son las excepciones a la regla de que los
perjuicios deben probarse. La Corte Suprema, en un fallo de 8 de abril de 1993, resolvió
que “la cláusula penal no requiere declaración judicial previa acerca de indemnizar
perjuicios, exime al acreedor de la carga de probar la existencia de éstos e impide al
deudor alegar la inexistencia de los mismos”. En el caso en cuestión se demandó
ejecutivamente el pago de una pena y la ejecutada opuso la excepción del artículo 434
N° 7 (falta de fuerza ejecutiva del título por no existir una declaración judicial previa
de certeza acerca de la obligación de indemnizar). La Corte de Santiago acogió
la excepción y la Corte Suprema casó el fallo (ver cons. 3°) (Fallos del Mes, N° 450,
sent. 5, pág. 902).
356. Constituye una caución. Como la cláusula penal tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal (art. 1535), no puede discutirse su
condición de caución, atendiendo que el código define la voz caución como “cualquiera
obligación que se contrae para la seguridad de otra obligación propia o ajena” (art. 46).
Por lo demás, es mencionada como tal por el artículo 1472, al lado de la fianza, hipoteca
y prenda.
Demuestra su condición de caución el que se pueda acumular el cumplimiento de
la obligación principal y la pena (art. 1537), la indemnización ordinaria y la pena (art.
1543) y que pueda exigirse la pena aunque no se hubieren producido perjuicios (art.
1542).
Sin embargo, debe considerarse que la cláusula penal por sí sola no asegura el
cumplimiento de la obligación principal. Sólo sirve de estímulo para que el deudor
cumpla. Como dice un autor “la eficacia de la cláusula penal como caución reside
fundamentalmente en la coacción psicológica que la pena ejerce sobre el ánimo del
deudor, la cual naturalmente está en relación directa con la cuantía de la misma”
(Gatica, ob. cit., N° 287, pág. 378).
Su condición de caución se robustece cuando se constituye para garantizar una
obligación ajena, pues en ese supuesto hay dos patrimonios que van a estar
respondiendo del cumplimiento de la obligación.
Como caución es personal, porque no afecta bienes determinados al
cumplimiento de la obligación que puedan perseguirse en poder de terceros, como
ocurre con la prenda o la hipoteca.
357. la cláusula penal constituye una pena civil. Así está dicho en la propia definición
legal. Puede agregarse que la cláusula penal nació en el derecho romano con una
finalidad estrictamente sancionadora, carácter que aún conserva.
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cumplimiento de una obligación. Además en las arras hoy una entrega actual de
dinero u otra cosa, lo que no ocurre en la cláusula penal, en que la entrega –
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359. Características.
1) Es consensual;
2) Es condicional:
3) Accesoria;
4) Puede garantizar una obligación civil o natural.
361. Condicional. Tiene ese carácter porque el derecho del acreedor a cobrar la cláusula
penal está sujeto al hecho futuro e incierto que se produzca el incumplimiento
del deudor, y que éste se encuentre en mora (art. 1537). En este sentido, R.D.J., t. 32,
sec. 1ª, pág. 188.
362. Accesoria. Esta característica proviene del hecho de ser una caución. De ello
surgen varias consecuencias importantes:
a) Extinguida la obligación principal, por cualquier medio, se extingue la cláusula
penal. (R.D.J., t. 93, sec. 2ª, pág. 71.)
b) La acción para exigir el pago de la pena prescribe conjuntamente con la
obligación principal (art. 2516).
c) La nulidad de la obligación principal trae consigo la nulidad de la pena (art.
1536 inciso 1°). El artículo 1701 hace una clara aplicación de este principio al establecer
que “La falta de instrumento público no puede suplirse por otra prueba en los actos y
contratos en que la ley requiere esa solemnidad; y se mirarán como no ejecutados o
celebrados aun cuando en ellos se prometa reducirlos a instrumento público dentro de
cierto plazo, bajo una cláusula penal: esta cláusula no tendrá efecto alguno”.
En relación con esta característica es necesario estudiar dos situaciones
vinculadas directamente con la nulidad de la obligación principal. Me refiero al caso
en que se establezca una cláusula penal en la promesa de hecho ajeno y en la
estipulación a favor de otro, situaciones tratadas en los incisos 2° y 3° del artículo
1537, respectivamente.
363. Cláusula penal en la promesa de hecho ajeno. La promesa de hecho ajeno está
contemplada en el artículo 1450: “Siempre que uno de los contratantes se compromete
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365. La cláusula penal puede garantizar una obligación civil o natural . El artículo
1472 reconoce en forma expresa que puede caucionar una obligación natural. Dice “Las
fianzas, hipotecas, prendas y cláusulas penales constituidas por terceros para seguridad
de estas obligaciones (naturales) valdrán”.
Cuando la cláusula penal está destinada a garantizar una obligación ajena, y ésta
obligación principal se transforma en natural, algunos entienden que la obligación del
tercero tiene este mismo carácter (Meza Barros, De las Obligaciones, N° 77, pág. 50).
Esta opinión no es compartida por Gatica, “porque la caución accede no a la
obligación civil, sino a la que ya es natural, y porque de otro modo ella no tendría
sentido, ni el artículo 1470 del Código Civil le habría reconocido validez” (Gatica, ob.
cit., N° 280, pág. 366).
366. Extinción de la cláusula penal. La cláusula penal puede extinguirse por vía
principal y por vía accesoria. Por vía principal, cuando se extingue no obstante
mantenerse vigente la obligación principal (por ejemplo, la cláusula penal es nula y la
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obligación principal es válida, artículo 1536 inc. 1°); y por vía accesoria, cuando
desaparece como consecuencia de haberse extinguido la obligación principal, en
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368. Requisitos para que el acreedor pueda cobrar la pena. Para que el acreedor
pueda cobrar la pena deben cumplirse las condiciones ya estudiadas para la
indemnización de perjuicios, con la salvedad que no es necesario probar la existencia
de los perjuicios. Luego se requiere de:
a) incumplimiento de la obligación principal;
b) que este en incumplimiento sea imputable al deudor, y
c) mora del deudor.
369. La pena y el caso fortuito. ¿Se debe la pena aun cuando el incumplimiento se
deba a caso fortuito? Así se ha pretendido, fundándose para ello en que el artículo
1542 expresa que “habrá lugar a exigir la pena en todos los casos en que se hubiere
estipulado…”. Esta posición es equivocada, porque si hay caso fortuito, la obligación
principal se extingue por el modo de extinguir pérdida de la cosa debida o imposibilidad
de la ejecución, según sea la naturaleza de la obligación, y extinguida la obligación
principal, se extingue, por vía de consecuencia, la cláusula penal, por su carácter
accesorio.
370. La pena y la interpelación voluntaria. Está claro que para que se pueda hacer
efectiva la cláusula penal, el deudor tiene que estar constituido en mora, pues así lo dice
en forma expresa el artículo 1538. En relación con este requisito se ha planteado que
existiendo cláusula penal, no operaría respecto de la obligación principal, la
interpelación voluntaria expresa del N° 1° del artículo 1551, en razón de la frase con
que comienza el artículo 1538: “Háyase o no estipulado un término dentro del cual deba
cumplirse la obligación principal…”, por lo que siempre se necesitaría de interpelación
judicial. La doctrina no participa de esa idea, entendiendo que el deudor puede quedar
constituido en mora por cualquiera de las formas de interpelación contempladas
en el artículo 1551 (Gatica, ob. cit., N° 316, págs. 416-417; Abeliuk, ob. cit., N° 913,
pág. 750). Por ello, cuando la obligación principal es a plazo, y como el acreedor tiene
la opción de pedir el cumplimiento de la obligación principal o el pago de le pena (art.
1537), si opta por la pena, deberá demandar su pago. “En otros términos –dice Claro
Solar- la constitución del deudor en mora para cumplir la obligación principal no es
suficiente constitución en mora de la cláusula penal…” (ob. cit., y. II, N° 1237, págs.
746-747).
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377. Cláusula penal garantizada con hipoteca. Trata de esta situación el artículo
1541: “Si a la pena estuviere afecto hipotecariamente un inmueble, podrá perseguirse
toda la pena en él, salvo el recurso de indemnización contra quien hubiere lugar”. Esta
solución es consecuencia del carácter indivisible de la hipoteca.
379. Cláusula penal enorme. Esta materia está regulada en el artículo 1544, que
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PARRAFO IV
DERECHOS AUXILIARES DEL ACREEDOR
380. Concepto. Como en virtud del derecho de prenda general (art. 2465) es el
patrimonio del deudor el que está respondiendo del cumplimiento de sus obligaciones,
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acreedor”.
381. Enumeración. No hay uniformidad sobre cuáles serían esos derechos. Pero hay
cierto consenso en atribuirle este carácter a los siguientes:
a) Las medidas conservativas, destinadas a evitar que determinados bienes salgan
del patrimonio del deudor.
b) El derecho legal de retención.
c) La acción oblicua, indirecta o subrogatoria, destinada a obtener que ingresen
ciertos bienes al patrimonio del deudor, que éste negligentemente pretende dejar
fuera.
d) La acción pauliana o revocatoria, cuyo objeto es reintegrar al patrimonio del
deudor bienes que han salido de él en perjuicio de sus acreedores (art. 2468); y
e) El beneficio de separación destinado a impedir que los bienes del causante se
confundan con los del heredero, en perjuicio de los acreedores hereditarios o
testamentarios (arts. 1378 al 1385).
Sección Primera
Medidas Conservativas
383. El derecho legal de retención. Hay varias disposiciones que facultan a quien
está obligado a entregar una cosa, para retenerla, con el fin de asegurarle un derecho
que según la ley le corresponde. Es el caso, por ejemplo, del arrendatario que puede
retener la cosa arrendada hasta que se le pague o asegure por el arrendador el importe
de las indemnizaciones que éste último le adeuda (art. 1937); del mandatario que
puede retener los efectos que se le hayan entregado por cuenta del mandante para la
seguridad de las prestaciones a que éste fuere obligado por su parte (art. 2162); del
comodatario para retener la cosa prestada mientras no se le paguen las
indemnizaciones contempladas en los artículos 2191 y 2192 (art. 2193); del
depositario que puede retener la cosa depositada, en razón de las expensas y perjuicios
que le adeude el depositante (art. 2234), etc.
Constituye el derecho legal de retención una verdadera medida precautoria, que
debe ser declarada judicialmente (art. 545 del Código de Procedimiento Civil). “Los
bienes retenidos por resolución ejecutoriada serán considerados, según su naturaleza,
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388. Requisitos de la acción oblicua en relación con el deudor . El deudor debe ser
negligente en el ejercicio de sus derechos y acciones. Corresponde al acreedor probar
esta circunstancia. Abeliuk señala sobre este punto que “la negligencia deberá
probarla el acreedor, pero no es necesario que constituya previamente en mora al
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deudor, y en buena doctrina habría que concluir que ni siquiera es necesario oír a
éste”. Y agrega: “Nos parece, sin embargo, de toda conveniencia emplazar al deudor
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para evitar discusiones posteriores sobre el efecto de la acción a su respecto” (ob. cit.,
t. II, N° 762, pág. 627).
390. Efectos de la subrogación. Todos los efectos que se siguen son consecuencia del
principio de que el acreedor va a actuar por cuenta y a nombre del deudor. Se parece a
la representación, pero es diferente, porque en la representación el representante
interviene en interés del representado. Acá, en cambio, lo mueve su propio interés.
Los efectos son consecuencia de que el acreedor va a actuar por cuenta del
deudor:
a) El tercero demandado puede oponer al acreedor las mismas excepciones que
podría oponer a su acreedor (el deudor);
b) La sentencia que se pronuncie en este juicio produce cosa juzgada respecto del
deudor. Abeliuk encuentra esto discutible y por ello recomienda que se le emplace
siempre (ob. cit., t. II, N° 763, pág. 627).
c) No se requiere de una resolución previa que autorice la subrogación. Esta
calificación se hará en el mismo juicio en que se hace efectiva la acción.
d) Los bienes ingresan al patrimonio del deudor, beneficiándose con ella no sólo
el subrogante, sino todos los acreedores.
391. Procedencia de la acción oblicua en Chile. Hay distintas opiniones sobre este
punto. Para algunos (Alessandri, Teoría de las Obligaciones, pág. 122; Fueyo,
Derecho Civil, t. IV, De las Obligaciones, vol. I, N° 389, pág. 375) sólo cabe para los
casos en que la ley expresamente lo autoriza. Para otros, en cambio (Claro Solar, ob.
cit., t. XI, N° 1.113, pág. 582), la acción oblicua opera en forma general. Pese a no haber
un texto tan claro como el de Francia, la situación sería semejante y emanaría de los
artículos 2465 y 2466.
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arrendatario insolvente. Para evitar que por ello se ponga fin al contrato, lo que puede
perjudicar a sus acreedores (pues el contrato de arriendo representa un activo
importante), permite que éstos puedan substituir al arrendatario prestando fianza a
satisfacción del arrendador.
3. Caso del deudor que no puede cumplir la obligación de entregar una especie o
cuerpo cierto por culpa de un tercero.
Cuando el deudor no puede cumplir con la obligación de entregar la especie o
cuerpo cierto debida, porque se perdió por culpa de un tercero, el acreedor puede
exigir al deudor que le ceda las acciones contra el tercero (art. 1677). Es un caso claro
de subrogación.
4. Caso del deudor que repudia una herencia o legado.
Si el deudor repudia una herencia o legado: “Los acreedores del que repudia en
perjuicio de los derechos de ellos, podrán hacerse autorizar por el juez para aceptar
por el deudor…” (art. 1238). No parece que sea una acción subrogatoria, porque la
norma agrega que “en este caso la repudiación no se rescinde sino en favor de los
acreedores y hasta la concurrencia de sus crédito; y en el sobrante subsiste”.
El artículo 1394 repite la misma idea en el inciso 2°: “Los acreedores, con todo,
podrán ser autorizados por el juez para substituirse a un deudor que así lo hace – repudia
una herencia, legado o donación-, hasta concurrencia de sus créditos; y del sobrante, si
lo hubiere, se aprovechará el tercero”.
Conclusión. La conclusión a que arriba Abeliuk es que no está establecida en el
Código Civil con el carácter general la acción oblicua, por lo que sólo cabe en los casos
especiales en que la ley la contempla (ob. cit., t. II, N° 771, págs. 633-634).
Sección Tercera
Acción Pauliana
393. Acción pauliana o revocatoria. Esta acción tiene su origen en Roma. Allí los
actos realizados por un deudor en fraude de sus acreedores, constituían un delito
privado, “el fraus creditorum”, sancionado mediante una acción especial llamada por
los comentadores “acción pauliana”. G. Marty afirma que “el origen de este apelativo
es mal conocido. Algunos autores pretenden que se deriva del nombre del pretor que
estableció la acción, el cual se llamaría Paulus. Es más verosímil –agrega- que ese
nombre derive del gran jurisconsulto Paulo, que trata de la acción en un fragmento del
Digesto” (ob. cit., pág. 77).
Se llama también acción revocatoria porque tiene por objeto revocar, dejar sin
efecto, los actos fraudulentos del deudor realizados en perjuicio de sus acreedores.
Está tratada en el artículo 2468. Abeliuk la define como “la que la ley otorga a los
acreedores para dejars in efecto los actos del deudor ejecutados fraudulentamente y en
perjuicios de sus derechos y siempre que concurran los demás requisitos legales” (ob.
cit., N° 774, pág. 637).
395. En relación con el acto. La acción pauliana puede intentarse para dejar sin
efecto cualquier acto o contrato voluntario del deudor (no los forzados, pues en tal
caso no se divisa el fraude). Los términos del artículo 2468 son bastante amplios.
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estimó que no procedía la acción pauliana para dejar sin efecto un pacto de separación
de bienes (R.D.J., t. 67, sec. 1ª, pág. 463). Somarriva comparte esta sentencia en razón
de ser “el pacto de separación total de bienes uno de esos derechos absolutos que
escapan al control de los acreedores” (Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia,
comentario a sent. N° 93, pág. 67).
No obstante que procede tanto respecto de los actos gratuitos como de los onerosos,
los requisitos que se exigen en uno y otro caso son diferentes. En efecto, si el contrato
que produce la insolvencia del deudor es oneroso, para revocarlo será necesario probar
la mala fe del deudor y la mala fe del adquiriente, esto es, acreditar que ambos conocían
el mal estado de los negocios del deudor. En cambio, si el contrato es gratuito,
basta que el acreedor pruebe la mala fe del deudor y el perjuicio de los acreedores.
396. En relación con el deudor. En Roma tanto la acción pauliana como la oblicua
se ejercitaban en el procedimiento colectivo de ejecución sobre los bienes. Eran
ejercidas por el “curator bonorum” a nombre de todos los acreedores (G. Marty, ob.
cit., pág. 78). En Chile la situación es diferente, pues no es necesario para la procedencia
de la acción pauliana que el deudor esté en quiebra, como podría desprenderse de la
redacción del artículo 2468, que habla de “los actos ejecutados antes de la cesión de
bienes o la apertura del concurso”. Es lógico que sea así, pues de exigirse la declaratoria
de quiebra, quedarían sin poder ser atacados por esta vía –por faltar la declaratoria de
quiebra- muchos actos fraudulentos y claramente lesivos para los acreedores.
Si se produce la declaratoria de quiebra, esta materia queda regida por los
artículos 74 y 75 de la Ley de Quiebras, que establecen lo siguiente:
Artículo 74: “Son inoponibles a la masa los actos o contratos a títulos gratuito
que hubiere ejecutado o celebrado el deudor desde los 10 días anteriores a la fecha de
la cesación de pagos y hasta el día de la declaración de quiebra”.
“Si el acto o contrato fuere a favor de un descendiente, ascendiente o colateral
dentro del cuarto grado, aunque se proceda por interposición de un tercero, los diez días
señalados en el inciso primero se extenderán hasta los ciento veinte días anteriores
a la fecha de la cesación de pagos”.
Artículo 75: “Con respecto a los demás actos o contratos (entiéndase onerosos)
ejecutados o celebrados por el deudor en cualquier tiempo, con anterioridad a la fecha
de la declaración de quiebra, se observará lo prevenido en el artículo 2468 del Código
Civil”.
“Se presume que el deudor conocía el mal estado de sus negocios desde los diez
días anteriores a la fecha de la cesación de pagos”.
Pero volvamos al Código Civil. En definitiva, respecto del deudor lo que exige el
artículo 2468 es que esté de mala fe. Es una mala fe específica, denominada mala fe
pauliana, que consiste en que realice el acto conociendo el mal estado de sus
negocios.
397. En relación con el acreedor. El acreedor que entabla la acción debe tener
interés, y sólo va a tenerlo cuando se reúnan los siguientes requisitos: a) que el deudor
sea insolvente o que con el acto haga aumentar su insolvencia; y b) que su crédito sea
anterior al acto que produce la insolvencia (R.D.J., t. II, sec. 2ª, pág. 75). Somarriva
explicando estos requisitos señala que “se entiende que existe este perjuicio cuando a
consecuencia del acto el deudor queda en insolvencia, o se aumenta la ya producida”.
Y agrega: “Con lo expuesto se comprenderá que al acreedor que adquiere el carácter
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de tal después del acto, éste no puede causarle perjuicios, pues él conocía el estado en
que se encontraban los negocios del deudor y aceptó contratar en esas condiciones”
(Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. 91, pág. 66).
399. Situación del subadquirente. Claro Solar estima que a los subadquirentes se les
debe aplicar las mismas reglas que a los adquirientes (ob. cit., t. II, N° 113, págs. 608
y ss.).
Alessandri, partiendo de la base que la acción pauliana es una acción de nulidad
relativa –el art. 2468 emplea la expresión “rescindan”, “rescindibles”-, estima que basta
con probar la mala fe del deudor y del tercero adquiriente, no siendo necesario probar
la mala fe del tercero subadquirente. Ello porque la nulidad judicialmente declarada
produce efectos respecto de terceros independientemente de su buena o mala fe
(Teoría de las Obligaciones, pág. 133).
Somarriva hace algunas distinciones: a) Si no hay mala fe ni en el deudor ni el
adquiriente, no cabe la revocación aunque el subadquirente esté de mala fe; b) Si los
tres están de mala fe, cabe la revocación; y c) Si el deudor y el adquiriente son
fraudulentos y el subadquirente está de buena fe, no resulta lógico exigir a éste más
requisitos que al adquirente, por lo que debemos distinguir respecto de éste entre
contratos gratuitos (que se revocan) y onerosos (que sólo se revocan si está de mala
fe).
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Sección Cuarta.
Beneficio de Separación de Patrimonios
Capítulo Quinto
DE LOS MODOS DE EXTINGUIR LAS OBLIGACIONES
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extinción; pero además esta extinción puede ser la consecuencia de haber sobrevenido
un hecho o un acto al que la ley le atribuye el valor de hacer cesar los efectos de la
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obligación.
Por ello, podemos definir los modos de extinguir las obligaciones como todo hecho
o acto al que la ley atribuya el valor de hacer cesar los efectos de la obligación.
408. Requisitos de validez. Constituyendo una convención, sus requisitos son los
propios de todo acto jurídico: consentimiento, capacidad de las partes, objeto causa.
Nos interesa detenernos en los dos primeros.
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efecto.
Un fallo reciente sentó la doctrina de que “la resciliación debe hacerse y por ende
perfeccionarse con la misma solemnidad que las partes adoptaron al convenir el
contrato” (R.D.J., t. 93, sec. 1ª, pág. 15). En el caso se trataba que las partes
celebraron por escritura pública un contrato de extracción de basuras, que es meramente
consensual. La Corte entendió que al haber pasado a ser solemne por voluntad de las
partes “la resciliación de dicho contrato debió hacerse también en forma solemne, es
decir, con la misma solemnidad que las partes adoptaron al convenir el contrato
de recolección, que fue el otorgamiento por escritura pública, porque en derecho las
cosas se deshacen de la misma manera como se hacen, y al no cumplir con la solemnidad
elegida por ellas mismas, la resciliación invocada por la Municipalidad no se
perfeccionó” (considerando 10).
No estamos de acuerdo con la conclusión del fallo. Las solemnidades son de
derecho estricto, y la ley no ha establecido ninguna para la resciliación, de tal suerte
que no aparece adecuado afirmar que el caso resuelto tuviera que otorgarse por
escritura pública. El fundamento dado en el fallo –en derecho las cosas se deshacen de
la misma manera como se hacen- nos parece francamente débil.
410. Capacidad para resciliar. El artículo 1567 exige capacidad de disposición. Luego
no basta con la simple capacidad para contratar consagrada en los artículos
1445, 1446 y 1447 del código, sino que se requiere una mayor, para disponer libremente
de los suyo. Así, por ejemplo, en la sociedad conyuga, el marido tiene plena
capacidad, pero no puede enajenar los bienes inmuebles sociales sin la autorización de
la mujer. Luego, para poder disponer requiere de este requisito adicional. Y, por la
misma razón, se ha fallado que para que sea válida la resciliación de la compraventa
de un inmueble social, se requiere contar con la autorización de su mujer (R.D.J., t. 84,
sec. 1ª, pág. 76; G.J., N° 118, pág. 19; N° 112, pág. 22).
La explicación de por qué se exige esta capacidad, debe encontrarse en que
constituye para ambas partes una renuncia de los derechos provenientes del acto o
contrato que se deja sin efecto. Y justamente ésta es una de las razones porque no se
pueden resciliar las obligaciones legales, porque respecto de ellas no cabe la renuncia.
411. Para que haya resciliación tiene que existir una obligación pendiente. Este
requisito no aparece del artículo 1567, pero la generalidad de los autores lo exigen, pues
no hay que olvidar que la resciliación es un modo de extinguir obligaciones, por lo que
si no hay obligaciones que extinguir la resciliación no tendría objeto.
La pregunta que cabe formularse es si las partes, en virtud del principio de la
autonomía de la voluntad, podrían dejar sin efecto un contrato que estuviere
cumplido. Nos parece que en ese caso no debe hablarse de resciliación. Las partes
para lograr lo que pretenden (dejar sin efecto el contrato anterior) tendrían que
celebrar un nuevo contrato igual al primero, pero en sentido contrario, vale decir, si A
le vendió una casa a B; en el nuevo contrato B tendría que venderle la misma casa a
A. En el mismo sentido Albaladejo: “el desligarse por mutuo disenso supone que el
contrato aún no se consumó, puesto que una vez consumado, cabe mediante un nuevo
contrato inverso, restablecer el estado de cosas anterior al primero. Pero tal cosa no es
desligarse de este primer contrato por mutuo disenso, sino simplemente celebrar un
segundo contrato contrario” (Manuel Albaladejo, Derecho Civil, t. II, “Derecho de
Obligaciones”, vol. I, Librería Bosch, Barcelona, 1980, págs. 471-472).
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En sentido contrario María José Naudón Dell’Oro (“La resciliación en los contratos
cumplidos”, Revista de Chilena de Derecho, Facultad de Derecho Pontificia
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Universidad Católica de Chile, vol. 25, N° 4, págs. 897 a 913). Se funda en que “lo
que se rescilia no son las obligaciones que como bien se ha sostenido ya están
extinguidas, sino el contrato, es decir, su causa eficiente. De esta manera al
invalidarse el contrato por el consentimiento mutuo, como expresamente lo permite el
artículo 1545, se invalidarán con él las obligaciones, pues el efecto que las partes
pretenden es volver al estado anterior a la celebración, con el límite que ya hemos
señalado respecto de los terceros” (pág. 908). Agrega que no es cierto que la
resciliación sea un simple contrato al revés, pues “es una convención absolutamente
distinta, en ella las partes que no se comprometen a realizar las prestaciones del
contrato que quieren resciliar en un sentido contrario, sino se comprometen a exigirse
las prestaciones mutuas, según los artículos 1687 y siguientes, es decir, según las
normas de la nulidad” (ob. cit., pág. 908).
Y la opinión que se tenga sobre el punto no es intrascendente, porque si se acepta
la tesis tradicional y se trata, por ejemplo, de la resciliación de la compraventa de un
bien raíz, no procede hacer una nueva inscripción en el Registro, sino simplemente
cancelar la inscripción actual, con lo que revive la anterior (art. 728 inc. 1° del Código
Civil). En tanto que si se estima que hay un nuevo contrato en sentido inverso al
primero, será necesario practicar una nueva inscripción para que opere la tradición del
derecho de dominio.
Y lo que venimos diciendo no es intrascendente, porque si se trata de la venta de
un bien raíz y ésta se rescilia, no procede hacer una nueva inscripción en el Registro,
sino simplemente cancelar la inscripción actual, con lo que revive la anterior (art. 728
inc. 1°). En tanto que si lo que se acuerda es un nuevo contrato, en sentido contrario,
será necesario practicar una nueva inscripción, para que opere la tradición del derecho
de dominio.
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Por ello, y siguiendo a este autor, parece preferible tratar los efectos de la
resciliación distinguiendo entre: a) efectos entre las partes; y b) efectos respecto de
terceros.
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414. Efectos de la resciliación entre las partes. La resciliación produce los efectos
que las partes quieran atribuirle, rigiendo en plenitud el principio de la autonomía de
la voluntad. Por ello, si ellos quieren atribuirle a su resciliación efecto retroactivo, no
se ve inconveniente en que así lo establezcan.
PARRAFO I
DE LA SOLUCIÓN O PAGO EFECTIVO
417. Solución o pago efectivo. Esta forma de pago está tratada en el párrafo 1 del
Título XIV del Libro IV, artículos 1568 y siguientes.
Sin duda, es el más importante modo de extinguir las obligaciones, y por ello es
el primero que enumera el artículo 1567. Está definido en el artículo 1568 como “la
prestación de lo que se debe”. De esta definición surge de inmediato una importante
consecuencia: el pago es un modo de extinguir cualquier tipo de obligación, no sólo,
como podría pensarse, aquellas de pagar una suma de dinero. Si la obligación es
pintar un cuadro, construir una casa o tocar el piano, esas obligaciones serán pagadas
pintando el cuadro, construyendo la casa o tocando el piano. En todos esos casos, el
deudor estará prestando lo debido.
Otra consecuencia que deriva de la definición es que todo pago supone una
obligación preexistente, civil o a lo menos natural. Tanto es así que si por error se
paga una obligación inexistente, quien paga tiene derecho a repetir (art. 2295 inc. 1°).
El artículo 2297 agrega que “se podrá repetir aun lo que se ha pagado por error de
derecho, cuando el pago no tenía por fundamento ni aun una obligación puramente
natural”.
El pago, se ha dicho, más que un modo de extinguir una obligación, es la forma
natural de cumplirla.
418. El pago es la prestación de lo que se debe . Luego no hay pago si por acuerdo
de las partes la obligación se satisface con una cosa distinta de lo debido. En tal caso,
estamos frente a una dación en pago, como lo veremos más adelante.
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419. Naturaleza jurídica del pago. El pago es una convención, esto es, un acto
jurídico bilateral que extingue obligaciones, celebrado entre el solvens, que paga, y el
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420. El pago es un acto jurídico intuito personae. Consecuencia de ello es que si por
error se hace a una persona distinta del acreedor, no extingue la obligación. Quien
paga mal, paga dos veces, reza el refrán. Esto sin perjuicio de que pueda repetir lo
pagado en conformidad al artículo 2295.
422. El pago debe ser específico. Ello significa que debe hacerse “bajo todos respectos
en conformidad al tenor de la obligación…”, sin que pueda ser obligado el acreedor a
recibir “otra cosa que lo que se le deba ni aun a pretexto de ser de igual o mayor valor
la ofrecida”. Así lo establece el artículo 1569.
423. El pago debe ser completo. Con ello se quiere decir que debe comprender
íntegramente lo debido, incluidos los accesorios. Ello significa que “el pago total de la
deuda comprende el de los intereses e indemnizaciones que se deban” (art. 1591 inc.
2°). Por la misma razón y salvo excepciones –como ocurre en el pago por consignación
(art. 1604) y en los gastos de transporte para la restitución del depósito (art. 2232)- los
gastos del pago son de cargo del deudor (art. 1571).
424. El pago es indivisible. Lo que significa que “el deudor no puede obligar al
acreedor a que reciba por partes lo que se le deba, salvo el caso de convención contraria;
y sin perjuicio de lo que dispongan las leyes en casos especiales” (art. 1591 inc. 1°). Por
excepción, se puede dividir el pago, en algunos casos:
a) Si así lo acuerdan las partes. En este caso “se entenderá dividido el pago en partes
iguales; a menos que en el contrato se haya determinado la parte o cuota que haya de
pagarse a cada plazo” (art. 1593).
b) En las obligaciones simplemente conjuntas o mancomunadas, en que cada
deudor sólo está obligado a pagar su cuota (arts. 1511, 1526).
c) En las deudas hereditarias se divide el pago entre herederos a prorrata de sus
cuotas hereditarias (art. 1354 inc. 1°).
d) Cuando existen varios fiadores, la deuda se entiende dividida entre ellos por
partes iguales. Es lo que se denomina beneficio de división (art. 2367).
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425. Por quién debe hacerse el pago. Esta materia la trata el Código en el párrafo 2
del Título XIV, artículos 1572 al 1575.
Pueden hacer el pago:
a) el deudor;
b) un tercero interesado en extinguir la obligación, y
c) un tercero extraño a la obligación.
426. Pago hecho por el deudor. El deudor es el principal interesado en pagar, porque
es la forma de quedar desligado de la obligación. Ya hemos dicho que tiene el derecho
a pagar.
Cuando decimos que el pago lo hace el deudor, debemos aclarar que dentro de
este caso comprendemos también los siguientes:
1) Pago hecho por el representante legal del deudor. Ello porque, según el artículo
1448, “lo que una persona ejecuta a nombre de otra estando facultada por ella o por la
ley para representarla, produce respecto del representado iguales efectos que si
hubiese contratado él mismo”. En relación con lo que se viene diciendo, debe recordarse
que el artículo 671 en su inciso 2° señala que “pueden entregar y recibir a nombre del
dueño sus mandatarios o sus representantes legales”; y agrega en el inciso final que “la
tradición hecha por o a un mandatario debidamente autorizado se entiende hecha
por o al respectivo mandante”.
2) Pago hecho por un mandatario del deudor (arts. 1448 y 671, en la tradición); y
3) Pago hecho por un heredero del deudor. Esto porque en conformidad al
artículo 1097 los herederos “representan la persona del testador para sucederle en
todos sus derechos y obligaciones transmisibles”.
En el caso en que el testador haya gravado a un legatario con el pago de una
obligación, deberá comprenderse también el pago que en este casi haga ese legatario.
En todos estos casos, si el deudor paga, se extingue definitivamente la obligación, sin
que se genere ninguna consecuencia posterior.
427. Pago hecho por un tercero interesado. Hay personas que no siendo los
deudores tienen un directo interés en el pago de la deuda. Estos son: 1) el codeudor
solidario; 2) el fiador; 3) el tercer poseedor de la finca hipotecada.
1) Pago hecho por el codeudor solidario. El deudor solidario tiene interés en que
se extinga la obligación. Si paga, se extingue la obligación respecto de él, pero por el
hecho de pagar, se subroga en los derechos del acreedor a quien paga, pasando a
ocupar su lugar frente a los otros codeudores solidarios, para cobrarles a cada uno su
cuota. Ya sabemos que si el deudor solidario que paga no tenía interés en la obligación
se le considera fiador y en tal caso se subroga en los derechos del acreedor pudiendo
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2) Pago hecho por un fiador. También el fiador que paga se subroga en los derechos
del acreedor a quien paga (art. 1610 N° 3°).
3) El tercer poseedor de la finca hipotecada. Se entiende por tercer poseedor de la
finca hipotecada el poseedor del inmueble hipotecado que no está obligado
personalmente al pago de la deuda. Esta situación se da en dos casos: a) cuando se
hipoteca un bien propio para garantizar una obligación ajena; y b) cuando se adquiere
un inmueble hipotecado.
En estos casos, este tercer poseedor de la finca hipotecada tiene interés en pagar la
obligación garantizada con la hipoteca, con el objeto de evitar la subasta de la finca
hipotecada. Si paga, se subroga en los derechos del acreedor a quien paga, pudiendo
dirigirse en contra del deudor (arts. 1610 N° 2°, 2429 inc. 2°).
Como se puede apreciar, en todos estos casos el pago no produce la extinción de
la obligación, pues ésta subsiste entre el que hizo el pago (que pasa a ocupar el lugar
del acreedor), y el deudor. El que desaparece del cuadro es el acreedor, pues su lugar
pasa a ser ocupado por quien hizo el pago (lo subroga).
428. Pago hecho por un tercero extraño. Según el artículo 1572, “puede pagar por
el deudor cualquier persona a nombre del deudor, aun sin su conocimiento o contra su
voluntad, y aun a pesar del acreedor2 (inc. 1°).
La ley acepta que un tercero no interesado pueda pagar por varias razones: a)
porque desde el punto de vista del acreedor, lo que le interesa es que le paguen, no le
importa que lo haga el deudor o un tercero; y b) porque a la sociedad misma le
interesa que las deudas se paguen; que exista el menor número de personas obligadas.
Se ha resuelto que el “pago que hace un tercero por el deudor, aun a pesar del
acreedor, no está sujeto a formalidades especiales y puede hacerse en las mismas
condiciones que lo haría el deudor” (R.D.J., t. 6°, sec. 1ª, pág. 58). Somarriva
comenta favorablemente este fallo señalando que “la sentencia está en la razón”, pues
“desde el momento que el legislador no ha establecido reglas especiales paras este caso,
deben aplicarse las reglas generales. De esa doctrina se deduce que si el acreedor
se niega a recibir el pago del tercero, para su validez debe hacerse de acuerdo
con las reglas del pago por consignación”. Y agrega que “la doctrina de la sentencia
hace recordar que, en principio, para nuestro Código Civil el contenido de la obligación
es objetivo. Lo que importa es la prestación en sí. No interesa que sea realizada por un
acto del deudor, porque el concepto subjetivo ha desaparecido. Ya no se pide que la
prestación sea una actividad de carácter personal del deudor. Por eso puede pagar por
el deudor un tercero, con tal que lo haga a nombre del deudor, aun sin su conocimiento
o contra su voluntad, y aun a pesar del acreedor, como lo dice el artículo 1572. Lo que
importa –termina el comentario- es que el acreedor obtenga la satisfacción de su
derecho. Si pretende no obstante, una actividad personal del deudor, el tercero puede
recurrir al pago por consignación” (Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia,
comentario a sent. N° 69, pág. 69).
Excepcionalmente, “si la obligación de hacer, y si para la obra de que se trata se
ha tomado en consideración la aptitud física o talento del deudor, no podrá ejecutarse
la obra por otra persona contra la voluntad del deudor”. La excepción es tan obvia que
no requiere de ningún comentario adicional. Digamos únicamente, a guisa de ejemplo,
que no es los mismo para el Lazio de Roma que juegue Marcelo Salas a que pueda
hacerlo NN en su lugar.
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429. Efectos del pago hecho por un tercero extraño. El tercero que paga puede
encontrarse en tres situaciones:
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430. Pago hecho con el consentimiento expreso o tácito del deudor. El que paga en
este caso se subroga en los derechos del acreedor a quien paga. Así lo establece el
artículo 1610 N° 5°.
En el fondo, esta persona viene a ser un verdadero mandatario del deudor, y por
la misma razón va a tener dos acciones para poder resarcirse de lo que pagó: 1) la acción
subrogatoria que le otorga el artículo 1610 N° 5°; y 2) la acción propia del mandato. La
primera puede ser más efectiva, si la deuda estaba caucionada, porque se subroga con
todos los derechos, acciones, privilegios, prendas e hipotecas (art. 1612). La segunda
puede serle más conveniente, pues le permitirá cobrar lo pagado más intereses corrientes
(art. 2158 N° 4°).
431. Pago hecho sin el conocimiento del deudor. De acuerdo al artículo 1573, “el
que paga sin el conocimiento del deudor no tendrá acción sino para que éste le
reembolse lo pagado; y no se entenderá subrogado por la ley en el lugar y derechos
del acreedor, ni podrá compeler al acreedor a que le subrogue”. No hay entonces en
este caso subrogación legal. Sólo podría haber subrogación convencional, si el acreedor
a quien pagó le subroga voluntariamente en sus derechos (art. 1611).
Así las cosas –y salvo la posibilidad de esta subrogación convencional-, el tercero
que paga sólo va a tener acción de reembolso en contra del deudor, acción propia de
gestión de negocios ajenos. No tiene esta acción de reembolso ninguna de las ventajas
y prerrogativas del crédito antiguo.
432. Pago hecho contra la voluntad del deudor. El artículo 1574 regula esta situación,
en los siguientes términos: “el que paga contra la voluntad del deudor, no tiene derecho
para que el deudor le reembolse lo pagado, a no ser que el acreedor le ceda
voluntariamente su acción”.
Esta persona que paga por otra, sin poder, es un verdadero agente oficioso. Y esto
es importante, porque el Código al tratar de la agencia oficiosa, artículo 2291, dice
una cosa distinta a lo que establece el artículo 1574. Según el artículo 2291, “el que
administra un negocio ajeno contra la expresa prohibición del interesado, no tiene
demanda contra él, sino en cuanto esa gestión le hubiere sido efectivamente útil, y si
existiere la utilidad al tiempo de la demanda; por ejemplo, si de la gestión ha resultado
la extinción de una deuda, que sin ella hubiera debido pagar el interesado” (inc. 1°).
La contradicción entre las dos normas es evidente: según el artículo 1574, no hay
acción de repetición; según el artículo 2291, si el pago fue útil al deudor (es decir, si
extinguió la obligación), hay acción de repetición.
433. Formas de resolver la contradicción entre los artículos 1574 y 2291. Se han
dado distintas opiniones para compatibilizar ambas disposiciones:
a) Según Leopoldo Urrutia, el artículo 1574 debe aplicarse cuando el pago no ha
sido útil al deudor; y el 2291, cuando le fue útil. La solución que se da con esta
interpretación es justa, pero presenta el inconveniente que hace una distinción que el
artículo 1574 no contempla.
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b) Para Ruperto Bahamonde, el artículo 1574 rige para los pagos aislados, que no
corresponden a la administración de un negocio; en cambio, el artículo 2291 se debe
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435. El tradente debe ser titular del derecho que transfiere. Así lo establece el
artículo 1575: “El pago en que se debe transferir la propiedad no es válido, sino en
cuanto el que paga es dueño de la cosa pagada, o la paga con el consentimiento del
dueño” (inc. 1°).
Cuando esta norma dice que el pago “no es válido” n está significando que es
nulo, sino que es ineficaz para extinguir la obligación. Ello porque esta disposición
tenemos que concordarla con el artículo 682: “Si el tradente no es el verdadero dueño
de la cosa que se entrega por él o a su nombre, no se adquieren por medio de la tradición
otros derechos que los transmisibles del mismo tradente sobre la cosa entregada”.
Hay una excepción en el artículo 1575 inciso final: “Sin embargo, cuando la cosa
pagada es fungible –ya sabemos que confunde fungible con consumible- y el acreedor
la ha consumido de buena fe, se valida el pago aunque haya sido hecho por el que no
era dueño, o no tuvo facultad de enajenar”.
436. Capacidad de disposición del que paga. La exige el artículo 1575 inciso 2°:
“Tampoco es válido el pago en que se debe transferir la propiedad, sino en cuanto el
que paga tiene facultad de enajenar”.
El pago efectuado por el que no tiene capacidad de disposición adolece de
nulidad relativa, porque se ha omitido un requisito exigido por la ley en
consideración al estado o calidad de las personas que lo ejecutan (art. 1682). Ahora, si
quien hizo el pago es absolutamente incapaz, la nulidad será absoluta (art. 1682 inc.
2°).
437. Formalidades legales. Este requisito lo exige el artículo 679: “Si la ley exige
solemnidades especiales para la enajenación, no se transfiere el dominio sin ellas”.
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Así ocurre si lo que se debe pagar es un derecho inmueble, que exige inscripción en el
Conservatorio de Bienes Raíces (art.686).
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438. A quién debe hacerse el pago. Regla esta materia el párrafo 3 del Título XIV
del Libro IV, artículos 1576 al 1586. Es muy importante pagar a quien corresponde,
porque si se paga mal, el deudor no queda liberado de la obligación. “El que paga mal
paga dos veces”, reza el viejo aforismo.
El artículo 1576 indica a quién debe hacerse el pago:
a) al acreedor mismo, que constituye la situación normal;
b) a sus representantes, y
c) al actual poseedor del crédito.
439. Pago hecho al acreedor. De acuerdo al artículo 1576 “para que el pago sea válido,
debe hacerse o al acreedor mismo (bajo suyo nombre se entienden todos los que le
hayan sucedido en el crédito, aun a título singular)…”. Luego vale el pago que se hace
al acreedor, al heredero del acreedor (arts. 951 y 1097); al legatario del crédito (art.
1127) o al cesionario del crédito (arts. 1902 al 1905).
441. Pago hecho al acreedor que no tiene la libre administración de sus bienes. Ello
se explica porque el pago es un acto jurídico bilateral, que requiere que ambas partes
sean capaces.
La sanción si se paga a un incapaz va a ser la nulidad relativa, a menos que se
haya pagado a un absolutamente incapaz, en que será nulidad absoluta (art. 1682).
Como es nulidad relativa, puede sanearse de acuerda a las reglas generales.
Sin embargo, el pago va a ser válido si quien lo hizo pruebe que fue útil al acreedor
y en cuanto se justifique este hecho con arreglo al artículo 1688, vale decir, probando
que el acreedor se hizo más rico, entendiéndose que es así cuando las cosas pagadas le
hubieren sido necesarias, o si no lo fueron, subsistan y se quiere retenerlas. En
definitiva, valdrá el pago probando que lo pagado le sirvió al acreedor, que no malgastó
lo recibido.
442. Pago hecho al acreedor cuyo crédito se ha embargado u ordenado retener por
decreto judicial. Este N° 2° del artículo 1578 comprende dos situaciones: a) que el
crédito que tiene el acreedor se encuentre embargado, lo que es perfectamente posible,
porque los créditos son bienes susceptibles de embargarse (art. 2465); o b) que se
haya decretado una medida precautoria de retención de ese pago, en conformidad a lo
establecido en los artículos 290 N° 3° y 295 del Código de Procedimiento Civil.
Embargado el crédito o retenido el pago, si el deudor paga, el pago adolece de
nulidad absoluta por objeto ilícito (arts. 1682 en relación con el art. 1464 N° 3°). Esta
norma debe concordarse con el artículo 681: “Se puede pedir la tradición de todo aquello
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que deba, desde que no haya plazo pendiente para su pago; salvo que se intervenga
decreto judicial en contrario”.
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Se ha fallado que para que se produzca este efecto, tanto el embargo como la
retención deben notificarse al deudor. De no ocurrir así el pago sería válido ( R.D.J., t.
6, sec. 2ª, pág. 40; t. 21, sec. 1ª, pág. 583). Sobre esta materia, véase Somarriva,
Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. N° 95, pág. 70).
443. Pago hecho al acreedor declarado en quiebra (art. 1578 inc. 3°). Esto es
consecuencia de que el fallido pierda la administración de sus bienes, la que pasa al
síndico, que es quien puede recibir válidamente el pago (art. 64 Ley de Quiebres). No
basta la simple insolvencia, es necesario que la quiebra esté declarada por resolución
judicial.
En relación con este punto, es preciso recordar que la sentencia que declare la
quiebra tendrá “la advertencia al público de que no debe pagar ni entregar
mercaderías al fallido, so pena de nulidad de los pagos y entregas” (art. 52 N° 5° de la
Ley de Quiebras).
444. Pago hecho a los representantes del acreedor. El pago hecho a los representantes
del acreedor es válido (arts. 1576, 1579, 1580, 1581).
Estos representantes del acreedor pueden ser de tres tipos:
1) representantes legales;
2) judiciales;
3) convencionales.
445. Pago hecho al representante legal del acreedor. El artículo 1579 señala distintos
casos de pagos hechos a los representantes legales del acreedor, pero no es taxativo,
porque termina expresando “y las demás personas que por ley especial… estén
autorizadas para ello”. En este último caso está, por ejemplo, el síndico, respecto
del fallido (art. 64 de la Ley de Quiebras). Abeliuk afirma que el artículo
1579, cuando habla del caso de que el marido recibe por la mujer, no estaría bien.
Pensamos que no es así, pues si bien es cierto que el marido, desde la entrada en vigencia
de la Ley N° 18.802, no es el representante legal de su mujer, de todas formas es
quien administra sus bienes (art. 1749).
446. Pago hecho al representante judicial. Vale el pago que se hace a la persona
designada por el juez para recibirlo (arts. 1576, 1579). Puede ser el caso de que exista
una medida precautoria de secuestro (arts. 290, 291 del C.P.C.)
447. Pago hecho al diputado para recibir el pago (mandatario). Este mandatario
puede incluso ser relativamente incapaz. Así lo dice el artículo 1581, que no hace más
que aplicar la regla del artículo 2128. El mandato para recibir el pago puede revestir tres
modalidades:
1) Mandato general de administración, reglado en el artículo 2132, que confiere
la facultad de cobrar los créditos que pertenezcan al giro ordinario (arts. 1580, 2132).
2) Mandato especial para administrar el negocio o negocios en que incide el pago.
Se confiere a Pedro mandato especial para administrar una panadería. Puede en este
carácter recibir los pagos que se hagan a ese negocio.
3) Mandato especial para cobrar un determinado crédito. Ej. NN da mandato a
XX para que le cobre la pensión de jubilación.
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449. Pago hecho al actual poseedor del crédito. El artículo 1576 inciso 2° regula
esta situación: “El pago hecho de buena fe a la persona que estaba entonces en posesión
del crédito, es válido, aunque después aparezca que el crédito no le pertenecería”. El
caso más corriente es el pago hecho al heredero a quien se concedió la posesión efectiva;
o al legatario del crédito cuyo legado había sido revocado por un testamento posterior.
Abeliuk señala además el caso del cesionario del crédito, si después se anuló la cesión
de créditos.
Los requisitos de la norma son dos: que el que recibe el pago se encuentre en
posesión del crédito (la norma tiene importancia, porque es la única que habla de la
posesión de un derecho personal), y que el que paga lo haga de buena fe, entendiendo
que está pagando al dueño del crédito. La buena fe se presume.
Este es un caso de aplicación de la teoría de la apariencia o del error común.
451. Epoca en que debe hacerse el pago. El pago debe hacerse en el lugar y tiempo
convenidos. Así lo dice el artículo 1872, respecto del pago del precio en el contrato de
compraventa.
Si nada se ha convenido, si la obligación es pura y simple, el pago debe hacerse
de inmediato, celebrado que sea el contrato. Si está sujeta a un plazo o condición
suspensiva, desde que venza el plazo o se cumpla la condición. En el caso de obligación
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sujeta a plazo, el deudor puede pagar antes del vencimiento si el plazo está establecido
en su solo beneficio. En caso contrario, no puede hacerlo.
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452. Lugar donde debe hacerse pago. El párrafo 4 del Título XIV del Libro IV,
artículos 1587 al 1589, trata de esta materia.
Este aspecto del pago es importante, porque el deudor cumplirá su obligación
pagando en el lugar que corresponde, sin que se le pueda exigir que lo haga en otro
lugar. Y, recíprocamente, el acreedor no puede ser obligado a recibir el pago en un
lugar diferente. Esto último queda probado en el caso del pago por consignación, en que
para que la oferta sea válida se requiere “que se ofrezca ejecutar el pago en el lugar
debido” (art. 1600 N° 4°).
Las reglas sobre el lugar en que debe hacerse el pago son las siguientes:
1) El pago debe hacerse en el lugar designado en la convención (art. 1587).
2) Si no se hubiere establecido el lugar en que debe realizarse, es necesario
distinguir, según el objeto de la obligación sea dar o entregar una especie o cuerpo
cierto u otro diferente.
En el primer caso, se debe pagar en el lugar donde dicho cuerpo existía al tiempo
de constituirse la obligación (art. 1588 inc. 1°).
Si lo debido es otra cosa –género, hecho o abstención-, el pago debe cumplirse en
el domicilio del deudor (art. 1588 inc. 2°). Al respecto se ha fallado que la regla de
que si no hay estipulación acerca del lugar donde debe hacerse el pago, y en que si no
se trata de un cuerpo cierto debe hacerse en el domicilio del deudor, se aplica a las
obligaciones de hacer (R.D.J., t. 5, sec. 2ª, pág. 140). Esta sentencia es comentada
favorablemente por Somarriva (Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia,
sent. 104, pág. 74).
Se ha discutido a qué domicilio del deudor se refiere esta norma, si al que tenía al
momento de celebrar el contrato o al que tiene al momento en que debe hacerse el pago.
Atendido lo que dispone el artículo 1589, no nos cabe duda que debe estarse al primero,
pues justamente esta disposición se pone en el caso en que entre ambas fechas el
deudor hubiere mudado su domicilio, estableciendo que, en ese caso, el pago debe
hacerse “en el lugar que sin esa mudanza correspondería, salvo que las partes dispongan
de común acuerdo otra cosa” (en el mismo sentido Abeliuk, ob. cit., t. II, N° 623,
pág. 517; Stitchkin, ob. cit., t. II, N° 100, pág. 191).
Si el deudor tuviere pluralidad de domicilios, deberá pagar “en el correspondiente
al lugar donde contrajo la obligación si ésta dice relación con ese domicilio”
(Stitchkin, ob. cit., N° 100, pág. 191).
453. Contenido del pago. El Código trata de esta materia en el párrafo 5 del Título
XIV del Libro IV: “Como debe hacerse el pago”.
La idea central es la establecida en el artículo 1569: “El pago se hará bajo todos
respectos en conformidad al tenor de la obligación; sin perjuicio de lo que en casos
especiales dispongan las leyes” (inc. 1°). La misma norma agrega que “el acreedor no
podrá ser obligado a recibir otra cosa que lo que se le deba ni aun a pretexto de ser igual
o mayor valor la ofrecida” (inc. 2°). Además, recordemos, el pago debe ser total y no
se puede dividir, salvo las excepciones ya mencionadas (art. 1591).
Precisado lo anterior, para saber cómo se hace el pago deberá estarse a la naturaleza
de la obligación de que se trate. Y entonces podemos distinguir:
a) Si lo debido es un género, se cumplirá entregando cualquier individuo del género,
con tal que sea de una calidad a lo menos mediana (art. 1509).
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abstención convenida.
d) Si la obligación es de dar o entregar una especie o cuerpo cierto, el acreedor debe
recibirlo en el estado en que se halle, soportando entonces los deterioros provenientes
de fuerza mayor o caso fortuito.
Pero si la cosa se hubiere deteriorado por hecho o culpa del deudor, o de las
personas por quienes éste es responsable, o si los deterioros se hubieren producido
durante la mora del deudor (a menos que provengan de un caso fortuito a que la cosa
hubiere estado igualmente expuesta en poder del deudor) cabe hacer una distinción
según los deterioros sea o no importantes.
Si son importantes, puede pedirse o la resolución del contrato –el artículo 1590
emplea impropiamente la expresión rescisión- más indemnización de perjuicios; o
aceptar la cosa en el estado en que se encuentra más indemnización de perjuicios.
Si el deterioro no es importante, se deberá recibir la cosa en el estado que se
encuentre, pero se deberá indemnizar los perjuicios (art. 1590 inc. 2°).
En el caso en que el deterioro hubiere ocurrido antes de constituirse el deudor en
mora, pero no por hecho o culpa suya, sino de otra persona por quien no es responsable,
es válido el pago de la cosa en el estado en que se encuentre, pero el acreedor podrá
exigir que se le ceda la acción que tenga su deudor contra el tercero, autor del daño (art.
1590 inc. final).
454. Casos en que concurran varias obligaciones entre las mismas partes . Esta
situación está tratada en el artículo 1594: “Cuando concurran entre unos mismos
acreedor y deudor diferentes deudas, cada una de ellas podrá ser satisfecha
separadamente; y por consiguiente el deudor de muchos años de una pensión, renta o
canon podrá obligar al acreedor a recibir el pago de un año, aunque no le pague al mismo
tiempo los otros”.
455. De la imputación del pago. En el caso en que existan varias deudas entre acreedor
y deudor, y el pago hecho no alcance a satisfacerlas todas, debe resolverse cuál es la
que se debe entender solucionada. Es el problema llamado de la imputación del pago.
Debe aclararse que esta situación sólo se va a presentar si concurren los
siguientes supuestos:
a) que existan varias deudas de una misma naturaleza;
b) que estas deudas sean entre las mismas partes, y
c) que se haga un pago insuficiente para satisfacerlas a todas.
El Código da diversas reglas sobre esta materia en los artículos 1595 al 1597
(Párrafo 6 del Título XIV), que son los siguientes:
1) Si se debe capital e intereses, el pago se imputará primero a los intereses, salvo
que el acreedor consienta expresamente en que se impute al capital (art. 1595).
2) Si hay diferentes deudas, el deudor puede imputar a la que elija, con las
siguientes limitaciones: a)no puede preferir la deuda no devengada a la que lo está, a
menos que el acreedor lo consienta (art. 1596); y b) debe imputar el pago a la deuda
que se alcanza a pagar en su integridad, ya que, en conformidad al artículo 1591, el
acreedor no está obligado a aceptar pagos parciales.
3) Si el deudor no hace la imputación, podrá hacerla el acreedor, en la carta de
pago o recibo; y si el deudor la acepta, no le será lícito reclamar después (art. 1596).
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4) Si ninguna de las partes hace la imputación, ésta la hace la ley: “se preferirá la
deuda que al tiempo del pago estaba devengada a la que no lo estaba; y no habiendo
diferencia bajo este respecto, la deuda que el deudor eligiere”. (art. 1597).
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456. Prueba de pago. De acuerdo al artículo 1968, la prueba del pago corresponde al
deudor. Para ello puede valerse de todos los medios de prueba legales, con las
limitaciones que para la prueba de testigos establecen los artículos 1708 y 1709.
457. Presunciones legales del pago. Para facilitar la prueba de pago, el Código
establece diversas presunciones:
a) Si el acreedor otorga carta de pago del capital sin mencionar los intereses, se
presumen éstos pagados (art. 1595 inc. 2°). Una presunción en el mismo sentido
encontramos en el artículo 17 de la Ley N° 18.010: “Si el acreedor otorga recibo del
capital, se presumen pagados los intereses y el reajuste, en su caso”.
b)”En los pago periódicos la carta de pago de tres períodos determinados y consecutivos
hará presumir los pagos de los anteriores períodos, siempre que hayan debido
efectuarse entre los mismos acreedor y deudor” (art. 1570).
Estas presunciones son simplemente legales, por lo que se puede probar en
contrario.
458. Gastos del pago. De acuerdo al artículo 1571, “los gastos que ocasionare el pago
serán de cuenta del deudor; sin perjuicio de lo estipulado y de lo que el juez ordenare
acerca de las costas judiciales”.
Ya hemos explicado que esta regla sufre una excepción importante en el caso del
pago por consignación (art. 1604). Otra excepción se encuentra en el artículo 2232,
según el cual los gastos de transporte para la restitución del depósito son de cargo del
depositante (acreedor), lo que es lógico pues es un contrato en que él es el único
beneficiado.
459. Efectos del pago. El efecto propio del pago es extinguir la obligación. Este
efecto no se produce en el caso en que el pago lo haga un tercero, pues entonces la
obligación subsiste, con todos los derechos, acciones, privilegios, prendas e hipotecas,
entre ese tercero que paga y el deudor.
PARRAFO II
DEL PAGO POR CONSIGNACIÓN
460. Concepto. Constituye una modalidad del pago reglada en el párrafo 7 del Título
XIV, artículos 1598 al 1607.
Es sabido que el pago es una convención, lo que significa que se perfecciona por
el acuerdo de voluntades del deudor y el acreedor. Sin embargo, esta característica se
altera en el pago por consignación. Ello se explica porque el deudor tiene el derecho a
pagar, derecho que no podría ejercer si el acreedor se niega a aceptar el pago o no
concurre a recibirlo o si existe incertidumbre acerca de la persona del acreedor. Por
ello, el artículo 1598 expresa que “para que el pago sea válido, no es menester que se
haga con el consentimiento del acreedor; el pago es válido aun contra la voluntad del
acreedor, mediante la consignación”.
Manuel Albaladejo precisa que el deudor más que el derecho a pagara tiene el
derecho a liberarse del vínculo obligatorio, lo que se demuestra por el hecho de que éste
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se puede extinguir por otras razones, como, por ejemplo, la remisión de la deuda
(Derecho Civil, t. II, “Derecho de Obligaciones”, vol. I, Librería Bosch, Barcelona,
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461. Casos en que procede el pago por consignación. El pago por consignación
procede en tres casos:
a) Si existe negativa del acreedor a aceptarlo;
b) Si el acreedor no concurre a recibirlo; y
c) Si existe incertidumbre acerca de la persona del acreedor. Esta situación que a
primera vista pudiera parecer curiosa, es muy corriente, en el caso, por ejemplo, en
que el acreedor haya fallecido y se ignore quiénes son sus herederos.
Lo que se viene diciendo lo establece el artículo 1599: “La consignación es el
depósito de la cosa que se debe, hecho a virtud de la repugnancia o no comparecencia
del acreedor a recibirla, o de la incertidumbre acerca de la persona de éste, y con las
formalidades necesarias, en manos de una tercera persona”.
462. Fases del pago por consignación. En el pago por consignación se deben
distinguir tres fases o etapas:
a) la oferta;
b) la consignación propiamente tal, y
c) la declaración de suficiencia del pago.
Las dos primeras etapas son extrajudiciales, en virtud de la modificación que
introdujo a esta institución la Ley N° 7.825, del 30 de agosto de 1944. Así lo dice en
forma expresa el artículo 1601 inciso 3°: “No será necesario decreto judicial previo para
efectuar la oferta ni para hacer la consignación”. Y el inciso 4° reafirma esta idea,
agregando que “en el pago por consignación no se admitirá gestión ni recurso judicial
alguno del acreedor tendiente a obstaculizar la oferta, o la consignación. Por
consiguiente, no se dará curso a ninguna oposición o solicitud del acreedor”.
Como señala un autor “son actos extrajudiciales, salvo que se trate de designar el
depositario en cuyas manos se haga la consignación”. Como no reviste el carácter de
juicio, el poder para comparecer en litigio no habilita para intervenir en ella, sostiene
el fallo de 22 de abril de 1963, (R.D.J., t. 60, 2ª parte, sec. 2ª, pág. 48) (Somarriva,
Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a la sent. 108).
463. La oferta. El artículo 1600 señala que “la consignación debe ser precedida de
oferta”.
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468. No se requiere oferta. Hay situaciones en que por excepción, se puede pagar por
consignación sin que preceda oferta. Así ocurre en los siguientes casos:
1. Si existe una demanda judicial; y
2. En el caso de pagos periódicos.
La primera de estas excepciones está establecida en el artículo 1600 inciso final:
“Sin embargo, si el acreedor demanda judicialmente el cumplimiento de la obligación
o deduce cualquiera otra acción que pueda enervarse mediante el pago de la deuda,
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bastará que la cosa debida con los intereses vencidos, si los hay, y demás cargos
líquidos, se consigne a la orden del tribunal que conoce del proceso en alguna de las
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472. Plazo para consignar. La ley no establece plazo para verificar el depósito o
consignación. No tiene mayor importancia, porque el pago sólo se va a entender
realizado el día en que se efectúe la consignación. Así lo dispone el artículo 1605 inciso
1°: “El efecto de la consignación suficiente es extinguir la obligación, hacer cesar, en
consecuencia, los intereses y eximir del peligro de la cosa al deudor, todo ello desde
el día de la consignación”.
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del pago.
De acuerdo al artículo 1603 inciso 2°: “La suficiencia del pago por consignación será
calificada en el juicio que corresponda promovido por el deudor o por el acreedor ante
el tribunal que sea competente según las reglas generales”.
En conformidad a esta norma, tanto el deudor como el acreedor pueden demandar
la declaración de suficiencia del pago. Este juicio no tiene por qué ser un pleito cuyo
objeto específico sea obtener esta declaración. Cualquiera en que se discuta el
incumplimiento (resolución, ejecutivo de cumplimiento, etc.) es suficiente.
Sobre este punto, es importante precisar que lo corriente va a ser que demande el
acreedor, en razón de lo establecido en el inciso 3° del artículo 1603: “Sin embargo, si
el acreedor no prueba, dentro del plazo de 30 días hábiles contados desde la fecha en
que haya sido notificado de la consignación, la circunstancia de existir juicio en el
cual deba calificarse la suficiencia del pago, el juez que ordenó dicha notificación lo
declarará suficiente, a petición del deudor, y ordenará alzar las cauciones, sin más
trámite. Las resoluciones que se dicten en virtud de este inciso serán apelables sólo en
el efecto devolutivo”. El inciso 4° agrega que “no obstante, el juez podrá prorrogar hasta
por 30 días el plazo establecido en el inciso anterior si por causas ajenas a la voluntad
del acreedor no ha sido posible notificar al deudor”. No dice el Código que esta prórroga
sea de días hábiles, por lo que podría entenderse, de acuerdo al artículo
50, que serían días corridos. No nos parece que sea así, pues al tratarse de una
prórroga de un plazo de días hábiles, parece razonable entender que la prórroga tenga
el mismo carácter.
Se ha resuelto que para la validez del pago por consignación es requisito la
calificación de suficiencia del mismo (R.D.J., t. 67, sec. 2ª, pág. 24).
475. Efectos del pago por consignación. El pago por consignación produce los efectos
normales de todo pago: extinguir la obligación. Así lo dice el artículo 1605: “El efecto
de la consignación suficiente es extinguir la obligación, hacer cesar, en consecuencia,
los intereses y eximir del peligro de la cosa al deudor, todo ello desde el día de la
consignación”. Agrega la norma, en su inciso 2°: “Sin embargo, si se trata de una
obligación a plazo o bajo condición, aceptada la consignación por el acreedor, o
declarado suficiente el pago por resolución ejecutoriada, la obligación se considerará
cumplida en tiempo oportuno siempre que la oferta se haya efectuado a más tardar el
día siguiente hábil al vencimiento de la obligación, pero el deudor quedará obligado
en todo caso al pago de los intereses que se deban y al cuidado de la cosa hasta la
consignación”.
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476. Gastos de la consignación. Son de cargo del acreedor. Así lo dispone el artículo
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1604: “Las expensas de toda oferta y consignación válidas serán a cargo del
acreedor”.
477. Retiro de la consignación. Este aspecto está tratado en los artículos 1606 y
1607.
El primero señala que “mientras la consignación no haya sido aceptada por el
acreedor, o el pago declarado suficiente por sentencia que tenga fuerza de cosa
juzgada, puede el deudor retirar la consignación, y retirada, se mirará como de ningún
valor y efecto respecto del consignante y de sus codeudores y fiadores”.
Pero la consignación puede incluso retirarse con posterioridad a la extinción de la
obligación, según expresa el artículo 1607 “Cuando la obligación ha sido
irrevocablemente extinguida, podrá todavía retirarse la consignación, si el acreedor
consiente en ello”.
Pero en este caso, como la obligación ya se había extinguido, se trata de una
nueva obligación y por ello los codeudores y fiadores no quedan obligados, ni el
acreedor conserva sus privilegios o hipotecas del crédito primitivo. Y “si por voluntad
de las partes se renovaren las hipotecas precedentes, se inscribirán de nuevo y su
fecha será la del día de la nueva inscripción”.
Esta situación se asemeja a la novación, pero es distinta, pues para que haya
novación tiene que haber una obligación existente –artículos 1628 y 1630- y aquí no
la había, porque la anterior ya estaba extinguida.
PARRAFO III
DEL PAGO CON SUBROGACION
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tercero que paga sólo cobrará lo que pagó. Constituye únicamente una garantía para
el que paga, pues subsisten las acciones, derechos,
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privilegios, prendas e hipotecas del crédito pagado (véase Claro Solar, ob. cit., t. XII,
N° 1505 al 1515, págs. 211 a 227).
481. En la subrogación el tercero que paga tiene diferentes acciones para recuperar
lo que pagó. En efecto, va a tener el mismo crédito del acreedor a quién pagó, con sus
acciones, garantías y privilegios. Pero también podrá hacer uso de las acciones que
deriven de la vinculación que él pueda tener con el deudor. Así, por ejemplo, podría
ser fiador, y tendrá las acciones de la fianza; si paga con el consentimiento del deudor,
será su mandatario y tendrá las acciones propias del mandato; si paga sin la voluntad
del deudor, será su agente oficioso, y tendrá la acciones que en tal carácter le competen,
etc.
483. Subrogación legal. Opera por el solo ministerio de la ley. Así lo dice el artículo
1610: “Se efectúa la subrogación por el ministerio de la ley y aun contra la voluntad del
acreedor, en todos los casos señalados por las leyes, y especialmente a beneficio…”.
Como opera por el solo ministerio de la ley, es consensual.
El artículo 1610 contempla 6 casos. La norma no es taxativa, como lo demuestra
la expresión “especialmente” de que se vale la disposición. Y así pueden mencionarse
otros casos, como el del tercer poseedor de la finca hipotecada que paga la hipoteca (art.
2429); el del legatario que paga la hipoteca con que la cosa legada estaba gravada (art.
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1366); el del que paga por error una deuda ajena (art. 2295), el que para
recuperar lo pagado puede intentar contra el deudor las acciones del acreedor; el
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484. Primer caso de subrogación del artículo 1610. “1° Del acreedor que paga a
otro acreedor de mejor derecho en razón de un privilegio o hipoteca”.
En este caso concurren los tres actores típicos del pago por subrogación: el
deudor, el acreedor y un tercero que paga. La particularidad es que este tercero que
paga no es un tercero cualquiera, sino un tercero muy especial, pues es también acreedor
del mismo deudor, pero su derecho es de rango inferior al del acreedor pagado, en razón
de un privilegio o hipoteca de que goza el crédito de este último.
Explicación previa. La ley no ha colocado a todos los créditos en un mismo
rango. Atendiendo a la naturaleza de ellos, ha establecido un orden de prelación que
determina que unos acreedores se paguen antes que otros. Así, por ejemplo, el Fisco,
por los impuestos de retención y recargo adeudados tiene un crédito privilegiado; lo
mismo los trabajadores por sus remuneraciones. Las causas de preferencia, como lo
vemos, son el privilegio y la hipoteca, artículos 2469 y 2470. Hay 5 clases de créditos,
siendo los de quinta clase los llamados valistas o quirografarios, que se pagan al final.
Ahora dentro de cada categoría también hay preferencias. Así, por ejemplo, los
acreedores hipotecarios se pagarán según el orden de las fechas de sus hipotecas (art.
2477), y en las de igual fecha, según el orden de la inscripción del contrato (art.
2410).
Explicado lo anterior, volvamos al N° 1° del artículo 1610.
En este caso el tercero que paga es también acreedor del deudor, y paga a otro
acreedor de mejor derecho. El mejor derecho de este último derivará de que su crédito
goce de preferencia, en virtud de un privilegio o hipoteca.
¿Qué utilidad tendría esta subrogación para el tercero que paga? La explicación que
se da es que de esa forma puede evitar que el acreedor de mejor derecho haga efectivo
su crédito, lo que podría perjudicarlo, si rematado el bien, no alcanzare para satisfacer
ambos créditos. La situación se ve clara si se piensa en dos acreedores hipotecarios. El
de grado más bajo paga al de grado más alto con el objeto de impedir el remate del
inmueble hipotecado. Con ello se pone a cubierto del riesgo de que lo obtenido en la
subasta no alcance para pagar su crédito, quedando satisfecho únicamente el acreedor
preferente.
Requisitos para que estemos en este caso:
a) Que el pago lo haga otro acreedor, no un tercero cualquiera;
b) Que el pago se haga a un acreedor de mejor derecho, en virtud de un privilegio
o hipoteca.
En relación con este caso, se plantea el problema de determinar si el acreedor que
paga el crédito hipotecario debe practicar una nueva inscripción de la hipoteca, a su
nombre. La respuesta generalmente aceptada es que no se hace de ese modo, pues, si
se practicara una nueva inscripción, la hipoteca ya no sería la misma, sino otra, que al
ser más nueva, sería de menor grado. Y no es eso lo que ocurre en la subrogación,
pues en conformidad al artículo 1612, el crédito pasa del acreedor al tercero que paga,
con “sus hipotecas”. Luego no es necesario de nueva inscripción, bastando a lo sumo
con practicar una anotación al margen de la inscripción hipotecaria. En este sentido
Somarriva, Tratado de las Cauciones, N° 415; Arturo Alessandri, Del Traspaso del
Derecho de Hipoteca en el Pago con Subrogación, t. 21, 1ª parte, pág. 5, en que comenta
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la sentencia publicada en R.D.J, t. XXI, 2ª parte, sec. 1ª, pág. 146; David Stitchkin, ob.
cit., t. II, N° 184, págs. 216-217; Luis Claro Solar, t. XII, N° 1579, pág.
278; Abeliuk, ob. cit., t. II, N° 672, págs. 559-560.
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485. Segundo caso. “Del que habiendo comprado un inmueble, es obligado a pagar a
los acreedores a quienes el inmueble está hipotecado”. En este caso la subrogación opera
a favor del comprador de un inmueble hipotecado. Si la adquisición ha sido hecha en
virtud de otro título distinto al de compra, no estamos en la situación regulada
por el artículo 1610 N° 2° (Alessandri, Teoría de las Obligaciones, pág. 327; Claro
Solar, ob. cit., t. 12, N° 1526, pág. 239; Abeliuk, ob. cit., t. II, N° 662, pág.
550; Stitchkin, ob. cit., t. II, N° 190, pág. 223. En contra Robustiano Vera, t. V, pág.
189).
La utilidad de esta norma va a producir respecto del que compra un inmueble
gravado con varias hipotecas. Imaginemos un ejemplo de un predio gravado con 3
hipotecas.
Puede ocurrir que el comprador pague a los dos primeros acreedores hipotecarios,
pero no al tercero. En tal caso, ese tercer acreedor hipotecario puede sacar la finca a
remate. Si el resultado de la subasta no alcanza sino para pagar la primera y segunda
hipoteca, el tercer acreedor hipotecario no se va a pagar, porque el comprador del
inmueble se subroga en los derechos de los acreedores hipotecarios a quienes pagó (1°
y 2°). La situación es curiosa porque la primera y segunda hipoteca habían desaparecido
al ser pagados sus titulares por el comprador, pero para estos efectos reviven, pasando
el comprador a ocupar su lugar. De esta forma, si bien éste va a perder el inmueble, por
lo menos va a recuperar el dinero invertido al pagarse preferentemente con el precio
logrado en el remate.
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Ahora bien, puede ocurrir que uno de los acreedores hipotecarios no hubiere sido
notificado. Imaginémonos que el predio tenía 4 hipotecas y no se citó al titular de la
tercera hipoteca. Producido el remate, este ercer acreedor hipotecario mantiene su
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hipoteca (la subasta le es inoponible), por lo que, haciendo uso de su derecho, puede
perseguir la finca y sacarla nuevamente a remate.
¿Significa que por el hecho de no haber sido notificado para el primer remate, su
derecho ha mejorado pasando a tener la calidad de primer (y único) acreedor
hipotecario? No es así, porque, para estos efectos, la primera y segunda hipoteca reviven
en el comprador que adquirió el bien en la primera subasta, quien pasa a ocupar el lugar
de los acreedores hipotecarios pagados en ella. Lo anterior significa que si lo obtenido
en el nuevo remate no alcanza sino para pagar las dos primeras hipotecas, el tercer
acreedor hipotecario no se va a pagar. Su hipoteca se extinguió por el modo de extinguir
“purga de la hipoteca”.
488. Tercer caso. “Del que paga una deuda a que se halla obligado solidaria o
subsidiariamente”. Este caso ya lo conocemos. El codeudor solidario que paga se
subroga en los derechos del acreedor a quien paga, para dirigirse en contra de sus
codeudores, pero respecto de cada uno sólo por su cuota (art. 1522).
En el caso del fiador que paga, pasa a subrogarse en los derechos del acreedor a
quien paga, pudiendo dirigirse en contra del deudor principal, con la misma acción
que tenía el acreedor a quién pagó; o bien, puede hacer uso de la acción de reembolso
que le corresponde como fiador.
489. Cuarto caso. “Del heredero beneficiario que paga con sus propios dineros las
deudas de la herencia”. Heredero beneficiario es el que goza del beneficio de inventario,
que según el artículo 1247, “consiste en no hacer a los herederos que aceptan
responsables de las obligaciones hereditarias y testamentarias, sino hasta
concurrencia del valor total de los bienes que han heredado”.
Se trata entonces de que este heredero que goza de beneficio de inventario paga
más allá de lo que le corresponde. En tal caso, se subroga por este exceso en los derechos
del acreedor, a quien paga, para cobrarlo a los demás herederos.
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490. Quinto caso. “Del que paga una deuda ajena, consintiéndolo expresa o
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tácitamente el deudor”. Este caso ya se analizó al estudiar quiénes podían hacer el pago,
y señalamos entonces que si lo hace un tercero ajeno, con el consentimiento expreso o
tácito del deudor, se subroga en los derechos del acreedor a quien paga (art.
1610 N° 5°).
En tal situación, como lo vimos, este tercero tiene además de la acción subrogatoria,
la acción propia del mandato, pues al pagar con el consentimiento expreso o tácito
del deudor, pasa a ser un mandatario de éste.
491. Sexto caso. “Del que ha prestado dinero al deudor para el pago; constando así en
escritura pública del pago haberse satisfecho la deuda con el mismo dinero”. Este caso
se diferencia de los anteriores en que quien subroga no es el que pagó una deuda
ajena, sino quien le prestó dinero al deudor para que pagara la deuda. Este caso es
llamado por los franceses “subrogación consentida por el deudor”, y lo clasifican
como subrogación convencional. En Chile, es un caso de subrogación legal, porque
así lo establece el artículo 1610 N° 6°.
Intervienen el acreedor, el deudor y el tercero que presta el dinero para el pago y
que es quien se subroga en los derechos del acreedor pagado.
492. Requisitos para que opere la subrogación del artículo 1610 N° 6°. Para que
opere este caso de subrogación deben concurrir los siguientes requisitos:
1) Que el tercero preste dineros al deudor para que pague.
2) Que el deudor pague la deuda con ese mismo dinero.
3) Que el mutuo se otorgue por escritura pública, en que se exprese que el mutuo
se otorga para pagar la deuda, y
4) Que se deje constancia del pago en una escritura pública donde se exprese que
éste se hace con los dineros que el deudor obtuvo del préstamo.
La ley exige escrituras públicas para evitar colusiones entre el deudor y quien paga.
Si la deuda estaba garantizada con hipoteca al producirse la subrogación, esta
hipoteca va a quedar garantizando el mutuo, lo que es indudablemente ventajoso para
quien preste el dinero.
Aun cuando del artículo 1610 N° 6° parece desprenderse que las escrituras públicas
son necesariamente dos, toda esta operación se puede hacer en una sola, cumpliéndose
con los requisitos ya vistos (Stitchkin, ob. cit., N° 208, págs. 232-233).
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1611. Es obvio que tiene que ser un tercero no interesado, porque si tuviera interés,
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PARRAFO IV
PAGO CON CESIÓN DE BIENES O POR ACCION EJECUTIVA DEL ACREEDOR
O ACREEDORES
496. Ideas generales. Esta materia está tratada en el párrafo 9 del Título XIV del
Libro IV, artículos 1614 al 1624.
Dentro de este párrafo hay dos materias diferentes:
a) El pago por cesión de bienes; y
b) El pago por acción ejecutiva.
Respecto de la última, ya nos referimos a ella al tratar de la ejecución forzada. Entonces
expresamos que si la deuda consta en un título ejecutivo, es decir, un instrumento
que lleva aparejada ejecución, y la acción ejecutiva no se encuentra prescrita y se
trata de una deuda líquida y actualmente exigible, el acreedor intentará la acción
ejecutiva, solicitando de inmediato se despache mandamiento de ejecución y embargo.
Producido el embargo, el deudor no pierde la propiedad del bien, sino únicamente su
administración, que pasa a un depositario. Mientras el bien esté embargado no puede
enajenarse, pues de hacerse la enajenación adolecería de objeto ilícito (art. 1464 N° 3°).
En definitiva, si la demanda ejecutiva se acoge, el bien será subastado y con el
producto del remate se pagarán los acreedores.
497. Del pago por cesión de bienes. Cuando el deudor no está en situación de poder
cumplir sus obligaciones, puede hacer de dos cosas: o esperar a que lo ejecuten o
adelantarse a la ejecución haciendo cesión de sus bienes a sus acreedores.
Esta institución tenía gran utilidad antes de que se derogara la prisión por deudas,
pues era la forma de evitar la cárcel. Hoy esta materia está regulada en los artículo
1614 y siguientes del Código Civil y en el Título XV de la Ley de Quiebras.
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499. Características.
1) Es un derecho personalísimo del deudor. Así se desprende del artículo 1623:
“La cesión de bienes no aprovecha a los codeudores solidarios o subsidiarios, ni al
que aceptó la herencia del deudor sin beneficio de inventario”.
2) Es un beneficio irrenunciable. Así aparece del artículo 1615: “Esta cesión de
bienes será admitida por el juez con conocimiento de causa, y el deudor podrá
implorarla no obstante cualquiera estipulación en contrario”.
3) Es universal, porque comprende todos los bienes, derechos y acciones del
deudor, excluidos únicamente los no embargables (art. 1618).
500. Requisitos. Los requisitos para que opere la cesión de bienes son los siguientes:
1) Que se trate de un deudor no comerciante. Así lo establece el artículo 241 de la
Ley de Quiebras: “El deudor no comprendido en el artículo 41 podrá hacer cesión de
bienes, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 1614 del Código Civil, cuando no se
encuentre en alguno de los casos enumerados en el artículo 43 de esta ley, en cuanto
le sean aplicables”. El artículo 41 se refiere al deudor que ejerza una actividad
comercial, industrial, minera o agrícola.
2) Que el deudor no se encuentre en alguno de los casos enumerados en el
artículo 43 de la Ley de Quiebras, en cuanto le fueren aplicables. Si el deudor se
encuentra en alguno de esos casos, no tiene el beneficio, pues se podrá solicitar su
quiebra.
3) Que el deudor civil se encuentre en insolvencia, esto es, que su pasivo sea
superior a su activo; y
4) Que este estado de insolvencia no se deba a hecho o culpa del deudor, sino que
sea fortuito. El artículo 1616 establece que “para obtener la cesión, incumbe al deudor
probar su inculpabilidad en el mal estado de sus negocios, siempre que alguno de los
acreedores lo exija”.
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1. La cesión de bienes no importa que el deudor enajene sus bienes a sus acreedores,
sino sólo la facultad de disponer de ellos y de sus frutos hasta pagarse de sus créditos.
Así lo dice el artículo 1619 inciso final.
Consecuencia de lo anterior es que el deudor puede “arrepentirse de la cesión
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antes de la venta de los bienes o de cualquiera parte de ellos, y recobrar los que
existan, pagando a sus acreedores” (art. 1620).
2) Respecto a la administración de estos bienes, si el deudor tiene un solo
acreedor, “podrá el acreedor dejar al deudor la administración de los bienes y hacer
con él los arreglos que estime convenientes” (art. 244 de la Ley de Quiebras). Si los
acreedores son varios, los bienes pasan a ser administrados por un síndico (art. 246
N° 1° de la Ley de Quiebras).
3) Si el deudor después que hace cesión de bienes los enajena, tales enajenaciones
adolecen de nulidad absoluta, según el artículo 2467 del Código Civil y artículo 253
de la Ley de Quiebras.
4) Los actos anteriores a la cesión de bienes son atacables por la acción pauliana.
Así lo señala el artículo 2468 y lo reitera el artículo 253 de la Ley de Quiebras.
5) Los pagos hechos al deudor que ha hecho cesión, son nulos (art. 1578 N° 3°).
6) Se producen la caducidad de los plazos (art. 1496 N° 1°).
7) Cesan los apremios personales (art. 1619 N° 1°). Esto tenía vigencia cuando
existía la prisión por deudas. Hoy no tiene aplicación.
8) Las deudas se extinguen hasta la cantidad en que sean satisfechas con los
bienes cedidos (art. 1619 N° 2°), y
9) Si los bienes cedidos no hubieren bastado para la completa solución de las
deudas, y el deudor adquiere después otros bienes, es obligado a completar el pago de
éstos” (art. 1619 N° 3°). Esta obligación “prescribirá en el plazo de cinco años
contado desde que se haya aceptado la cesión” (art. 254 de la Ley de Quiebras).
PARRAFO V
PAGO CON BENEFICIO DE COMPETENCIA
504. Ideas generales. Trata de esta modalidad del pago el párrafo 10 del Título XIV
del Libro IV, artículos 1625 al 1627.
Según el artículo 1625: “Beneficio de competencia es el que se concede a ciertos
deudores para no ser obligados a pagar más de lo que buenamente puedan, dejándoseles
en consecuencia lo indispensable para una modesta subsistencia, según su clase y
circunstancias, y con cargo de devolución cuando mejoren de fortuna”.
Como se puede ver, la finalidad de esta institución es no dejar al deudor en la
absoluta indigencia.
505. Personas que pueden demandar este beneficio. El artículo 1626 señala las
personas a quienes el acreedor está obligado a conceder este beneficio:
1° A sus descendientes o ascendientes; no habiendo éstos irrogado al acreedor
ofensa alguna de las clasificadas entre las causas de desheredación;
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de una ofensa igualmente grave que las indicadas como causa de desheredación
respecto de los descendientes o ascendientes;
4° A sus consocios en el mismo caso; pero sólo en las acciones recíprocas que
nazcan del contrato de sociedad;
5° Al donante; pero sólo en cuanto se trata de hacerle cumplir la donación
prometida;
6° Al deudor de buena fe que hizo cesión de bienes y es perseguido en los que
después ha adquirido para el pago completo de las deudas anteriores a la cesión, pero
sólo le deben este beneficio los acreedores a cuyo favor se hizo”.
506. Características.
1) Es un beneficio personalísimo concedido por la ley al deudor. Consecuencia de
ello es que no puede renunciarse, transferirse, transmitirse ni perderse por
prescripción.
2) Puede oponerse en cualquier momento como excepción. Dentro del juicio
ejecutivo se planteará mediante la excepción del artículo 464 N° 7° del Código de
Procedimiento Civil.
3) Tiene carácter alimenticio. Por ello “no se pueden pedir alimentos y beneficio
de competencia a un mismo tiempo. El deudor elegirá” (art. 1627).
PARRAFO VI
DE LA DACIÓN EN PAGO
508. Concepto de dación en pago. Las partes contratantes, en virtud del principio de
la autonomía de la voluntad, pueden convenir que la obligación se extinga pagando el
deudor con una cosa distinta de la debida. El artículo 1569 inciso 2° señala que “el
acreedor no podrá ser obligado a recibir otra cosa que lo que se le deba ni aun a pretexto
de ser igual o mayor valor la ofrecida”. “No podrá ser obligado…”, dice esta
disposición, de donde se infiere, contrario sensu, que si el acreedor está de acuerdo,
pueda recibir en pago una cosa distinta de la debida. Y eso es, justamente, lo que se
denomina “dación en pago”. En un fallo reciente la Corte de Santiago ha dicho: “La
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dación en pago es una forma de extinguir las obligaciones que no ha sido contemplada
en forma expresa en el Código Civil, no obstante lo cual de su artículo 1569 puede
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deducirse que el acreedor puede consentir en recibir otra cosa que la debida, la que
puede ser de igual, mayor o menor valor. De lo anterior se infiere que estando de
acuerdo las partes, no es necesario que lo que se da en pago valga exactamente lo mismo
que lo adeudado” (R.D.J., t. 93, sec. 2ª, pág. 65; R.D.J., t. 93, sec. 1ª, pág. 64).
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512, La dación en pago es una compraventa. Según los que sustentan esta tesis, el
deudor está vendiendo al acreedor el objeto dado en pago. El precio de esta
compraventa, que el acreedor debe pagar al deudor, se compensaría con la obligación
que el deudor tenía a favor del acreedor. Por tratarse de una venta, el deudor estaría
respondiendo del saneamiento de la cosa vendida, como corresponde a todo vendedor.
Sigue esta tesis Pothier.
Se critica porque es artificiosa. Jamás ha estado en la mente de las partes celebrar
un contrato de compraventa. Además, tiene el inconveniente de limitar la dación en
pago únicamente a las obligaciones de pagar una suma de dinero, pues el precio de la
compraventa tiene necesariamente que estipularse en dinero (art. 1793). Se
contrargumenta diciendo que en ese caso puede considerarse la operación no como
una venta, sino como una permuta (G. Marty, ob. cit., pág. 29).
Por otra parte, si la dación en pago es compraventa, no podría haberlas entre marido
y mujer (art. 1796), lo que sería contrario a los artículos 1763 y 1792-2, en que
justamente se establecen casos de daciones en pago entre cónyuges.
Esta tesis ha sido rechazada siempre por la jurisprudencia: R.D.J., t. 23, sec. 1ª,
pág. 99; t. 32, sec. 2ª, pág. 39; t. 40., sec. 1ª., pág. 455, y t. 43, sec. 1ª, pág. 61.
513. La dación en pago sería una novación objetiva, pues se sustituiría a una
obligación por otra con un objeto distinto. Para entender lo anterior, tengamos
presente que la novación, según el artículo 1628, es “la substitución de una nueva
obligación a otra anterior, la cual queda por tanto extinguida”.
No vemos cómo puede ser novación, pues en ella se extingue una obligación,
pero nace otra que sustituye a la anterior. En la dación en pago no nace una nueva
obligación; simplemente se extingue la única obligación existente. Además, la novación
requiere del animus novandi, ánimo de novar, el que no existe en la dación en pago,
en que el único ánimo es extinguir la obligación con una cosa distinta de la debida.
Esta tesis ha sido defendida por Aubry et Rau, Demolombe y otros en Francia, y
la siguen en Chile, Alessandri (Teoría de las Obligaciones, pág. 346). La rechazan
Claro Solar (ob. cit., t. XII, N° 1672), págs. 366 y ss.) y Barrios y Valls (ob. cit., págs.
25 y ss.).
Para Alessandri la mayor demostración de que la dación en pago está asimilada a
la novación, la da el artículo 1645 en relación con el artículo 2382. En efecto, la primera
de estas disposiciones señala que “la novación liberta a los codeudores solidarios o
subsidiarios, que no han accedido a ella”. En seguida, el artículo 2382 no hace más que
aplicar el mismo principio: “Si el acepta voluntariamente del deudor principal en
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descargo de la deuda un objeto distinto del que este deudor estaba obligado a
darle en pago, queda irrevocablemente extinguida la fianza, aunque
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514. La dación en pago es simplemente una modalidad del pago . Esta es la tesis
que ha sido acogida por la jurisprudencia (R.D.J., t. 35, sec. 1ª, pág. 12). La sigue
Somarriva (Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. N°
119, págs. 81-82). Un buen argumento para sustentarla se encuentra en el artículo 76
N° 2° de la Ley de Quiebras, cuando señala que “la dación en pago de efectos de
comercio equivale a pago en dinero”.
La consecuencia de estimarla como una modalidad del pago es que se le deben
aplicar la normas no éste, salvo las del pago por consignación, que definitivamente no
podrían tener cabida.
515. La dación en pago es una figura autónoma. Es la opinión seguida por autores
como Colin y Capitant y, entre nosotros, por Abeliuk (ob. cit., t. II, N° 707, pág. 584)
y Barrios y Valls (ob. cit., N° 19, pág. 36).
Nos parece que decir que la dación en pago es una figura autónoma no soluciona
ningún problema. Creemos que es una modalidad de pago, como lo sugiere su propio
nombre y la consecuencia de ello es que se le deben aplicar las reglas del pago, en la
medida que ello no sea contrario a su propia naturaleza.
Barrios y Valls afirman, como se acaba de señalar, que la dación en pago es una
figura autónoma. Pero agregan que “deben aplicarse a la dación en pago las reglas y
principios que rigen el pago”…”en razón de los rasgos comunes que presentan” (ob.
cit., N° 19, págs. 36-37).
516. Requisitos de la dación en pago. Los requisitos de la dación en pago son los
siguientes:
1) Existencia de una obligación, que es la que se va a extinguir. Esta obligación
puede ser de dar, hacer o no hacer. No hay limitaciones.
2) La obligación se va a extinguir con una prestación diferente a la debida.
3) Consentimiento y capacidad de las parte.
4) Animus solvendi.
5) Solemnidades legales en ciertos casos.
Los dos primeros requisitos son demasiado obvios. No requieren de un
comentario especial. Los otros sí. Veámoslos.
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Además, y como consecuencia de aplicarle las reglas del pago, si mediante ella se
da alguna cosa, el que la da debe ser su dueño (art. 1575). En caso contrario, la dación
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518 Animus solvendi. Esto quiere decir que las partes deben tener la intención
compartida de extinguir de esta manera la obligación.
520. Efectos de la dación en pago. Produce los mismos efectos del pago, esto es,
extinguir la obligación con sus accesorios. Si es parcial, subsistirá en la parte no
solucionada.
521. Evicción de la cosa recibida en pago. Cuando la cosa que se recibe en pago es
evicta, se estima por la generalidad de la doctrina que el deudor tiene la obligación de
garantía. Ello no implica que le estemos dando el carácter de compraventa, pues hoy
se estima que la obligación de garantía, a pesar de estar reglamentada en el contrato
de compraventa, es de alcance general. Con la dictación de la Ley N° 19.335, esta
opinión de la doctrina ha quedado confirmada, pues el artículo 1792-22 inciso 2° -en
el régimen de participación en los gananciales- permite que el crédito de participación
pueda extinguirse con una dación en pago y agrega que “renacerá el crédito, en los
términos del inciso 1° del artículo precedente, si la cosa dada en pago es evicta, a menos
que el cónyuge acreedor haya tomado sobre sí el riesgo de la evicción, especificándolo”.
En virtud de la obligación de garantía, el acreedor que recibió la cosa evicta podrá
demandar las indemnizaciones correspondientes. El problema que se plantea es si
además mantendría las acciones de la obligación que se había extinguido por la
dación en pago. Como hemos venido sosteniendo que la dación en pago es una forma
de pago, nuestra conclusión es que el acreedor mantiene las acciones de la obligación
que se supuso extinguida, en razón de que ese pago fue ineficaz, de acuerdo al
artículo 1575.
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que queda por tanto extinguida. Esta figura constituye, como pronto lo veremos, una
novación objetiva por cambio de objeto (art. 1628).
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PARRAFO VII
DE LA NOVACIÓN
523. Ideas generales. Es otro modo de extinguir las obligaciones. Está expresamente
señalado en el artículo 1567 N° 2° y tratado en el Título XV del Libro IV, artículos
1628 al 1651.
El artículo 1628 define la novación como “la substitución de una nueva
obligación a otra anterior, la cual queda por tanto extinguida”.
La voz novación viene de novaro, nueva obligación, lo que da una idea de la
institución. Es el nacimiento de una nueva obligación, lo que produce la extinción de
una anterior.
526. Una obligación anterior que se extingue. Es un requisito obvio, desde que se
trata justamente de extinguir esa obligación.
Esta obligación puede ser civil o natural, pero tiene que cumplir dos requisitos: a)
debe ser válida y b) no puede ser condición suspensiva.
La primera de estas exigencias la establece el artículo 1630: “Para que sea válida
la novación es necesario que tanto la obligación primitiva como el contrato de novación
sean válidos, a lo menos naturalmente”.
Y la segunda está en el artículo 1633: “Si la antigua obligación es pura y la nueva
pende de una condición suspensiva, o si, por el contrario, la antigua pende de una
condición suspensiva y la nueva es pura, no hay novación, mientras está pendiente la
condición; y si la condición llega a fallar, o si antes de su cumplimiento se extingue la
obligación antigua, no habrá novación” (inc. 1°). El inciso 2° agrega: “Con todo, si las
partes, al celebrar el segundo contrato, convienen en que el primero quede desde
luego abolido, sin aguardar el cumplimiento de la condición pendiente, se estará a la
voluntad de las partes”.
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528. Diferencia esencial entre ambas obligaciones. Debe existir una diferencia
esencial entre ambas obligaciones, lo que va a ocurrir en los siguientes casos: a)
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531. No hay novación si sólo se cambia el lugar del pago. El artículo 1648 establece
que “la simple mutación de lugar para el pago dejará subsistentes los privilegios,
prendas e hipotecas de la obligación y la responsabilidad de los codeudores solidarios
y subsidiarios, pero sin nuevo gravamen”.
532. No hay novación por la sola ampliación del plazo. Así lo consigna el artículo
1649: “La mera ampliación del plazo de una deuda no constituye novación, pero pone
fin a la responsabilidad de los fiadores y extingue las prendas e hipotecas constituidas
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sobre otros bienes que los del deudor; salvo que los fiadores o los dueños de las cosas
empeñadas o hipotecadas accedan expresamente a la ampliación”. De esa forma lo ha
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resuelto la jurisprudencia: R.D.J., t. 2, sec. 1ª, pág. 217. Véase también R.D.J., t. 94,
sec. 2ª, pág. 119.
533. La meran reducción del plazo no constituye novación. Así lo señala el artículo
1650: “Tampoco la mera reducción del plazo constituye novación, pero no podrá
reconvenirse a los codeudores solidarios o subsidiarios sino cuando expire el plazo
primitivamente estipulado”.
Fuera de estos casos que están contemplados expresamente en el código hay
otros, establecidos en otros cuerpos legales o aceptados por la doctrina y la
jurisprudencia:
537. No produce novación las facilidades dadas por el acreedor. Las facilidades de
pago dadas por el acreedor al deudor, no producen novación. Así ha sido fallado
(R.D.J., t. 41, sec. 1ª, pág. 150).
539. No constituye novación dar en prenda un crédito. Así ha sido resuelto (R.D.J.,
t. 22, sec. 1ª, pág. 388). Somarriva, comentando esta sentencia, expresan que si bien
de acuerdo al artículo 12 del Decreto Ley N° 776, del 19 de diciembre de 1925, el
acreedor a quien se le da en prenda un crédito puede cobrarlo, ello no quiere decir que
exista un nuevo acreedor, pues como dice esa misma disposición, éste actúa como
representa legal del dueño del crédito (Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia,
comentario a sent. 124, pág. 85).
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540. Capacidad de las partes para novar. El acreedor requiere tener capacidad de
disposición, por cuanto va a extinguir su crédito; en cambio en el deudor basta la
capacidad para obligarse.
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543. Clases de novación. Novación objetiva y subjetiva. Del artículo 1631 se desprende
que la novación puede ser de dos clases:
a) Novación objetiva (N° 1°); y
b) Novación subjetiva (N° 2° y 3°).
544. Novación objetiva. Está contemplada en el artículo 1631 N° 1°, y puede darse
en dos casos: 1) cuando se cambia la cosa debida, y 2) cuando se cambia la causa de
la obligación. Así, por ej., si debo $ 1.000.000, y acordamos reemplazar esa
obligación por la de dar mi automóvil, existe novación por cambio de objeto; en cambio,
si debo $ 1.000.000, a título de saldo de precio, y reemplazamos esta obligación por la
de pagar $1.000.000, a título de mutuo, hay novación objetiva por cambio de causa.
Justamente este último ejemplo era el que colocaba el mismo Bello.
Pudiera parecer, en un primer análisis, que esta segunda forma de novación sería
inocua, pues si ya se debían $ 1.000.000, y se seguirá debiendo la misma suma, no se
divisa la utilidad del cambio. Pero no es así, pues al producirse la novación y extinguirse
con ella la primera obligación, ya no se podrá pedir, en el ejemplo propuesto, resolución
o cumplimiento del contrato de compraventa por no pago de precio, pues la obligación
de pagar el precio se encuentra extinguida por la novación.
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545. Novación subjetiva. La novación subjetiva puede ser de dos tipos: 1) por
cambio de acreedor (art. 1631 N° 2°), y 2) por cambio de deudor (art. 1631 N° 3°).
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546. Novación subjetiva por cambio de acreedor. Está consagrada esta forma de
novación en el artículo 1631 N° 2°: “contrayendo el deudor una nueva obligación
respecto de un tercero, y declarándole en consecuencia libre de la obligación primitiva
al primer deudor”. Ej.: A debe a B $ 1.000.000; y las partes acuerdan que en vez de
pagarlos a B los pague a C.
Se requiere que las tres partes presten su consentimiento. El deudor, porque está
contrayendo una nueva obligación a favor del nuevo acreedor; el primer acreedor,
porque tiene que dar por libre al deudor; y el nuevo acreedor, en razón de que nadie
adquirir derechos en contra de su voluntad.
No tiene mayor utilidad esta forma de novación. Lo que con ella se persigue se
puede obtener en forma más simple mediante una cesión de créditos, o con un pago
por subrogación, que no requieren de la voluntad del deudor.
547. Novación subjetiva por cambio de deudor. Esta forma de novación la contempla
el artículo 1631 N° 3°: “Substituyéndose un nuevo deudor al antiguo, que en
consecuencia queda libre”. Tiene bastante utilidad práctica. Ej. una persona pide un
préstamo para comprar una casa, que queda garantizado con hipoteca. Posteriormente
este deudor vende la misma casa a un tercero que se hace cargo de la deuda.
Para que se perfeccione se requiere: el consentimiento del acreedor, dejando libre
al primitivo deudor, pues se le va a cambiar su deudor por otro, hecho que no es
intrascendente; y el consentimiento del nuevo deudor, pues él pasará a quedar obligado.
Si el acreedor no expresa su voluntad de dejar libre al primitivo deudor, “se
entenderá que el tercero es solamente diputado por el deudor para hacer el pago, o que
dicho tercer se obliga con él solidaria o subsidiariamente, según parezca deducirse del
tenor o espíritu del acto” (art. 1635).
¿Es necesario que el antiguo deudor manifieste también su voluntad? El artículo
1631 nos dice que “esta tercera especie de novación puede efectuarse sin el
consentimiento del primer deudor”. Ello se explica porque esta forma de novación
sólo favorece al deudor, pues lo libera de la obligación. Por lo demás, no se ve qué
razón podría haber para exigir su consentimiento desde el momento que el código acepta
que se pueda pagar sin la voluntad del deudor (art. 1572).
Si el deudor antiguo presta su consentimiento, el segundo deudor se llama delegado
del primero (art. 1631 inc. final).
De lo que se viene diciendo resulta que pueden darse dos modalidades en la
novación por cambio de deudor: a) que el deudor primitivo acepte, y b) que no acepte.
En el primer caso se habla de delegación (art. 1631 inc. final); en el segundo, de
expromisión.
Tanto la delegación como la expromisión pueden ser o no novatorias,
dependiendo ello de que quede o no libre el primitivo deudor.
En la delegación para que haya novación tiene el acreedor que consentir en dejar
libre al primitivo deudor (art. 1635, delegación perfecta). Si el acreedor no consiente en
dejar libre al primitivo deudor, se produce la delegación imperfecta o acumulativa, que
no produce novación.
En el caso de la expromisión, para que produzca novación tiene también el
acreedor que consentir en dejar libre al primitivo deudor (art. 1635); en caso
contrario, se produce la llamada “ad promission” o “expromisión acumulativa”, que
no produce novación.
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a) La reserva no puede afectar a las garantías constituidas por terceros, a menos que
accedan expresamente a la segunda obligación. Dice el artículo 1642 inciso 2°: “Pero
la reserva de las prendas e hipotecas de la obligación primitiva no vale cuando las cosas
empeñadas o hipotecadas pertenecen a tercero, que no acceden expresamente
a la segunda obligación.
b) “Tampoco vale la reserva en lo que la segunda obligación tenga de más que la
primera. Si, por ejemplo, la primera deuda no producía, y la segunda los produjere, la
hipoteca de la primera no se extenderá a los intereses” (art. 1642 inc. final).
Los autores llaman la atención a que en razón de la reserva se mantengan las
prendas e hipotecas (que son accesorias), no obstante extinguirse la obligación principal
(Somarriva, Tratado de las Cauciones, pág. 305; Claro Solar, ob. cit., t. XII, N° 1732,
pág. 431).
c) “Si la novación se opera por la substitución de un nuevo deudor, la reserva no puede
tener efecto sobre los bienes del nuevo deudor, ni aun con su consentimiento” (art.
1643 inc. 1°).
d) “Y si la novación se opera entre el acreedor y uno de sus deudores solidarios,
la reserva no puede tener efecto sino relativamente a éste. Las prendas e hipotecas
constituidas por sus codeudores solidarios se extinguen, a pesar de toda estipulación
contraria; salvo que éstos accedan expresamente a la segunda obligación” (art. 1643
inc. 2°).
551. Las partes pueden convenir garantías para la nueva obligación. Así lo
establece el artículo 1644: “En los casos y cuantía en que no puede tener efecto la
reserva, podrán renovarse las prendas e hipotecas; pero con las mismas formalidades
que si se constituyesen por primera vez, y su fecha será la que corresponda a la
renovación”.
Esta norma nos parece absolutamente de más, pues es evidente que las partes en
virtud del principio de la autonomía de la voluntad pueden establecer estas nuevas
cauciones.
PARRAFO VIII
DE LA COMPENSACIÓN
553. Definición. No la define el código. Únicamente expresa que “cuando dos personas
son deudoras una de otra, se opera entre ellas una compensación que extingue
ambas deudas, del modo y en los casos que van a explicarse” (art. 1655).
Se puede definir como un modo de extinguir las obligaciones que opera por el
solo ministerio de la ley, cuando dos personas son personal y recíprocamente
deudoras y acreedoras de obligaciones líquidas y actualmente exigibles en cuya virtud
se extinguen ambas hasta el monto de la de menor valor.
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limitada respecto de cada uno de los codeudores a la parte o cuota que tenga este
codeudor en la deuda;
2) Si hay pluralidad de deudas, para saber cuáles se extinguen se aplican las
reglas de la imputación al pago (art. 1663).
557. Requisitos de la compensación legal. Para que opere la compensación legal deben
cumplirse varios requisitos, que iremos analizando en los números siguientes.
559. Las dos partes deben ser persona y recíprocamente deudoras y acreedoras
(arts. 1655 y 1657). Esta última disposición establece que “para que haya lugar a la
compensación es preciso que las dos partes sean recíprocamente deudoras” (inc. 1°).
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No basta con que sean deudores y acreedor recíprocos. La ley es más exigente:
requiere que sean deudores personales y principales. Consecuencia de ello es:
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560. Que las deudas sean líquidas (art. 1656 N° 2°). La deuda va a ser líquida cuando
sea cierta y determinada. No es cierta, y por ello no puede compensarse, una deuda que
está en litigio.
Recordemos que según el artículo 438 inciso 2° del Código de Procedimiento Civil,
“se entenderá cantidad líquida, no sólo la que actualmente tenga esta calidad, sino
también la que pueda liquidarse mediante simples operaciones aritméticas con sólo los
datos que el mismo títulos ejecutivo suministre”.
561. Que ambas deudas sean actualmente exigibles (art. 1656 N° 3°). Por no reunir
este requisito, no pueden compensarse las obligaciones naturales ni las obligaciones
condicionales o a plazos suspensivos.
Un fallo de 20 de octubre de 1995 acogió un recurso de protección interpuesto
contra el tesorero Regional de Santiago, por haber retenido a un exportador un reintegro
simplificado por exportación no tradicional. Tesorería pretendió compensar el crédito
del contribuyente con la deuda a que éste tendría con el Fisco a raíz de haberse resuelto
administrativamente por el Servicio de Aduanas que dicho exportador
anteriormente había percibido indebidamente otros reintegros del mismo tipo. La
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sentencia resolvió que “no puede entenderse que haya operado la compensación a que
alude el artículo 1656 del Código Civil, concluyéndose que la
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562. Ambas deudas deben ser pagaderas en el mismo lugar. Este requisito lo
señala el artículo 1664: “Cuando ambas deudas no son pagaderas en un mismo lugar,
ninguna de las partes puede oponer la compensación, a menos que una y otra deuda
sean de dinero, y que el que opone la compensación tome en cuenta los costos de la
remesa”.
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566. Efectos de la compensación legal. Podemos señalar como sus efectos los
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siguientes:
a) La compensación legal opera de pleno derecho. Así está dicho por el artículo
1656: “La compensación se opera por el solo ministerio de la ley y aun sin conocimiento
de los deudores…”. Ya hemos explicado que la compensación convencional y judicial
no operan de pleno derecho.
b) La compensación legal debe ser alegada. Así lo establece el artículo 1660: “Sin
embargo de efectuarse la compensación por el ministerio de la ley, el deudor que no la
alegare, ignorando un crédito que puede oponer a la deuda, conservará junto con el
crédito mismo las fianzas, privilegios, prendas e hipotecas constituidas para su
seguridad”.
Se explica que tenga que ser alegada, por dos razones: 1) porque el deudor
demandado puede renunciarla, lo que va a ocurrir, precisamente, si no la alega; y 2)
además porque junto con alegarla el que opone la compensación tendrá que probar
que concurren los requisitos legales.
La compensación entonces no nace con la sentencia, que sólo se limita a declarar
su existencia.
c) La compensación extingue ambos créditos hasta el monto del de menor valor.
Sin duda, éste es el efecto principal. Este efecto lo producen tanto la compensación legal
como la convencional o judicial.
PARRAFO IX
DE LA REMISIÓN
570. Definición. El Código no la define. Claro Solar lo hace diciendo que “la
remisión o condonación de una deuda es la renuncia que el acreedor hace de sus
derechos en beneficio del deudor” (ob. cit., t. XII, N° 1770, pág. 470). No nos
satisface esta definición por cuanto –y como lo veremos más adelante- la remisión no
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“la remisión es un modo de extinguir las obligaciones, que consiste en el perdón que
de la deuda le hace el acreedor al deudor” (ob. cit., N° 703, pág. 438).
572. Remisión por acto entre vivos y testamentaria. La remisión por acto entre
vivos está sujeta en todo a las reglas de las donaciones entre vivos y requiere de
insinuación en los casos en que ésta la necesita. La que hace una persona en su
testamento importa un legado de condonación al deudor (art. 1127).
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574. Capacidad para remitir por acto entre vivos. Para remitir el acreedor requiere
de capacidad de disposición. Así lo señala el artículo 1652. Confirma esta idea el
artículo 1388 en relación con el artículo 1653.
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576. Toda remisión es gratuita. El artículo 1653, parece dar a entender que pudiera
haber remisión onerosa. Sin embargo ello no es así. Es de la esencia de la remisión su
gratuidad. Si es onerosa, degenera en un acto jurídico diferente, que puede ser novación,
dación en pago, transacción, etc. (Véase Claro Solar, ob. cit., t. XII, N°
1770, pág. 470.)
577. Efectos de la remisión. Debe distinguirse según la remisión sea total o parcial.
Si es parcial, se extingue la obligación hasta el monto de lo remitido; si es total, se
extingue íntegramente la obligación con todos sus accesorios, fianzas, prendas e
hipotecas, en virtud del principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
Cuando hay varios codeudores solidarios, la remisión que el acreedor haga a uno
de ellos no favorece a los demás. Sólo libera al deudor remitido. Sin embargo, y en
virtud de lo dicho en el artículo 1518: “si el acreedor condona la deuda a cualquiera
de los deudores solidarios no podrá después ejercer la acción que se le concede por el
artículo 1514, sino con rebaja de la cuota que correspondía al primero en la deuda”.
En Francia la situación es diferente, pues remitida la deuda a un codeudor, se libera a
todos los otros, salvo que el acreedor haga reserva expresa de sus derechos contra
estos últimos (Claro Solar, ob. cit., N° 1780, pág. 477).
578. Remisión de las prendas e hipotecas. El inciso final del artículo 1654 expresa
que “la remisión de la prenda o de la hipoteca no basta para que se presuma remisión
de la deuda”. Esta norma es lógica, pues si bien lo accesorio sigue a lo principal, la regla
no juega en sentido inverso.
PARRAFO X
DE LA CONFUSIÓN
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579. Ideas generales. El artículo 1567 indica entre los modos de extinguir las
obligaciones a la confusión (art. 1567 N° 6°) y posteriormente lo regula en el Título
XVIII del Libro IV, artículo 1665 al 1669.
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580. Concepto. El artículo 1665 no la define, pero señala sus elementos: “cuando
concurren en una misma persona las calidades de acreedor y deudor se verifica de
derecho una confusión que extingue la deuda y produce iguales efectos que el pago”.
La doctrina la define como “un modo de extinguir las obligaciones que tiene lugar
cuando las calidades de acreedor y deudor se reúnen en una sola persona” (Abeliuk,
ob. cit., N° 741, pág. 608). En similares términos lo hace Ospina Fernández: “La
confusión es un modo de extinguirse las obligaciones por la concurrencia en una misma
persona de las calidades de acreedora y deudora” (ob. cit., N° 714).
582. Causas que pueden generar confusión. Hay dos razones por las cuales se
puede reunir en una misma persona la calidad de acreedor y deudor: que haya operado
la sucesión por causa de muerte (el heredero representa al causante, artículo 1097); o
que, por un acto entre vivos, el deudor haya adquirido el crédito existente en su
contra.
583. Confusión parcial. El artículo 1667 se pone en el caso de la confusión parcial: “Si
el concurso de las dos calidades se verifica solamente en una parte de la deuda, no hay
lugar a la confusión, ni se extingue la deuda, sino en esa parte”.
584. Obligaciones que pueden extinguirse por este modo. Cualquier tipo de
obligación, de dar, hacer o no hacer, sin que importe su fuente ni las partes. La ley no
ha contemplado ninguna limitación. La Corte Suprema ha dicho que “deudor es quien
está obligado a dar o hacer a otro alguna cosa. En este sentido ha empleado esa
palabra el artículo 1665 del Código Civil, que define confusión. Luego dicho precepto
comprende todas las obligaciones, incluso la de rendir cuentas” (el recurrente alegaba
que la obligación de rendir cuentas que pesa sobre el mandatario no importa
propiamente la deuda que el art. 1665 supone) (R.D.J., t. 33, sec. 1ª, pág. 165).
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PARRAFO XI
IMPOSIBILIDAD DE LA EJECUCION Y PERDIDA DE LA COSA DEBIDA
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588. Ideas generales. El artículo 1567 N° 7°, contempla “la pérdida de la cosa que se
debe” como una de las formas de extinción de las obligaciones. Posteriormente regla
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589. Definición. Fueyo lo define diciendo que “es un modo de extinguir las
obligaciones provocado por una causa no imputable al deudor, que sucede con
posterioridad al nacimiento de la obligación y que hace imposible la prestación”
(Derecho Civil, t. IV, “De las Obligaciones”, vol. II, N° 608, pág. 190).
El fundamento de este modo de extinguir se encuentra en la regla de derecho
formulada por Celsus “Impossibilium nulla, obligatio est”; no hay obligación alguna
de cosas imposibles. No obstante que este principio es general tanto para las
obligaciones de dar, hacer o no hacer, en los artículos 1670 y siguientes sólo se trata
de las obligaciones de dar una especie o cuerpo cierto, seguramente por ser la
situación más frecuente.
El artículo 1670 prescribe: “Cuando el cuerpo cierto que se debe perece, o porque
se destruye, o porque deja de estar en el comercio o porque desaparece y se ignora si
existe, se extingue la obligación; salvas empero las excepciones de los artículos
subsiguientes”. Una situación análoga puede presentarse en las obligaciones de hacer:
que el deudor se encuentre en la imposibilidad absoluta y perpetua de ejecutar el
hecho debido. Si no se cumplen los requisitos, no hay imposibilidad, sólo podría
haber una demora en la ejecución.
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El Código no acepta que quien ha hurtado o robado un cuerpo cierto alegue que la
cosa ha perecido por caso fortuito, aun de aquellos que habrían producido la destrucción
o pérdida del cuerpo cierto en poder del acreedor (art. 1676).
595. En el hecho o culpa del deudor se comprende el de las personas por quienes
fuere responsable. Así está dicho en el artículo 1679. Fueyo sostiene que debe
entenderse que el deudor es responsable de las personas que están a su cuidado,
principio contenido en el artículo 2320 inc. 1° (Derecho Civil, t. IV, “De las
Obligaciones”, vol. II, N° 619, pág. 206).
PARRAFO XII
DE LA PRESCRIPCION
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los demás derechos reales (arts. 588 y 2494 al 2513); y prescripción extintiva o
liberatoria, que es un modo de extinguir las acciones y derechos ajenos. Trata de ella
el párrafo 3 del Título XLII, artículos 2514 y siguientes hasta el 2524.
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2) Acción prescriptible;
3) Inactividad de las partes, y
4) Tiempo de prescripción,
606. Toda prescripción debe ser alegada. Así lo exige el artículo 2493: “El que quiera
aprovecharse de la prescripción debe alegarla; el juez no puede declararla de oficio”.
Ello es así por imperar en materia procesal civil el principio de la pasividad de los
tribunales, consagrado en el artículo 10 inciso 1° del Código Orgánico de Tribunales.
Hay además un par de buenas razones que justifican que la prescripción tenga que
ser alegada. En primer lugar, el deudor debe probar en juicio que se encuentran
cumplidos los requisitos de la prescripción. En seguida, porque es necesario dar al
acreedor la oportunidad procesal para que pueda renunciar a la prescripción (art.
2494).
En el caso de los comuneros, se ha fallado que “si la prescripción es alegada por
uno de los comuneros demandados, falla ultra petita la sentencia que la acoge a favor
de todos ellos” (R.D.J., t. 22, sec. 1ª, pág. 748). El fallo es lógico, pues, como observa
Rioseco Enríquez, entre comuneros no hay unidad de prestación de prestación
respecto del acreedor (ob.cit., sent. 221, págs. 17-18).
Respecto de esta alegación, hay dos aspectos que parece oportuno comentar, lo que
haremos en los puntos siguientes.
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10 Sobre oportunidades para alegar prescripción en juicio sumario, véase Fallos del Mes, N° 452,
sent. 6, pág. 1354.
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parece atendible. Respecto del primero, la doctrina hoy día estima que para que haya
acción basta que exista interés, y éste lo hay en el deudor, y consiste en ser liberado de
la obligación, lo que sólo va a conseguir con la sentencia la sentencia que declare la
prescripción. Y en algunos casos tiene particular importancia esta declaración, como
ocurre cuando la deuda, cuya declaración de prescripción se persigue, está garantizada
con prenda e hipoteca.
En cuanto al argumento que sería inmoral que el mismo deudor, a sabiendas de que
no ha pagado, solicitara la prescripción, no vemos por qué podría ser más inmoral esto
que alegar la misma por vía de excepción frente a una demanda del acreedor.
El principio es que si hay interés hay acción. Por ello, al tener el deudor interés en
ser liberado de su obligación, nos parece incuestionable que pueda alegar la prescripción
extintiva como acción. Así, por lo demás, lo ha entendido la doctrina (véase Abeliuk,
ob.cit., N° 1225, pág. 1000; Somarriva, Obligaciones y Contratos ante la
Jurisprudencia, sent. 148; Emilio Rioseco E., La Prescripción Extintiva ante la
Jurisprudencia, Editorial Jurídica de Chile, 1994, sent. 30, págs. 21-22). En el mismo
sentido, R.D.J.., t. 33, sec. 1ª, pág. 373; t. 41, sec. 1ª, pág. 289; t. 45, sec. 2ª, pág. 49; t.
64, sec. 1ª, pág. 236; t. 93, sec. 2ª, pág. 117, etc.). En contra R.D.J., t. 37, sec. 1ª, pág.
348.
609. Excepciones a la regla de que toda prescripción debe ser alegada. Hay
algunos casos en que no es necesario alegar la prescripción, debiendo el tribunal
declararla de oficio. Ello ocurre en los casos siguientes:
a) En la prescripción de la acción ejecutiva, pues el artículo 441 del Código de
Procedimiento Civil obliga al tribunal a examinar el título ejecutivo y el artículo
siguiente señala que “el tribunal denegará la ejecución si el título presentado tiene
más de 3 años, contados desde que la obligación se haya hecho exigible…”; y
b) La prescripción de la acción penal y de la pena (art. 102 del Código Penal).
Respecto de la prescripción de la acción ejecutiva, se ha señalado, a nuestro juicio
con razón, que más que un caso de prescripción es un caso de caducidad, lo que tiene
trascendencia para distintos efectos, v. gr., que no es necesario alegar la prescripción,
y no se suspende. Así lo ha dicho la jurisprudencia (R.D.J., t. 18, sec. 1ª, pág. 23).
610. Toda prescripción puede ser renunciada, pero sólo una vez cumplida. Así lo
establece el artículo 2494 inc. 1°. Se explica la exigencia de que esté cumplida, pues
de hacerse antes del vencimiento del plazo, la actitud del acreedor importaría una
interrupción natural de la prescripción (art. 2518 inc. 2°). Así lo afirma Emilio
Rioseco, comentando la sentencia publicada en R.D.J., t. 43, sec. 1ª, pág. 2: “Es
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requisito esencial que el plazo ya esté cumplido, porque si se encuentra aún en curso
el acto abdicativo comportará más bien una interrupción natural de la prescripción”
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11 Sobre renuncia de prescripción de acción ejecutiva, véase C. Suprema, 4 junio 1996, Fallos del
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deudor personal (R.D.J., t. 41, sec. 1ª, pág. 368). Así lo entiende la doctrina (Abeliuk,
ob. cit., N° 1226, pág. 1001; Emilio Rioseco, ob. cit., sent. 43, págs. 26-27).
613. La prescripción corre igual contra toda clase de personas. Así lo establece el
artículo 2497: “Las reglas relativas a la prescripción se aplican igualmente a favor y
en contra del Estado, de las iglesias, de las municipalidades, de los establecimientos y
corporaciones nacionales, y de los individuos particulares que tienen la libre
administración de lo suyo”.
Esta norma tiene más bien una explicación histórica. Antiguamente se establecían
plazos distintos para prescribir, considerando la calidad de las personas. Bello quiso
innovar y estableció la disposición que venimos comentando. A nuestro juicio, esta
regla tiene hoy día respaldo constitucional, ya que “ni la ley ni autoridad alguna
podrán establecer diferencias arbitrarias” (art. 19 N° 2° inc. final de la Carta
Fundamental).
614. excepciones a la regla de la igualdad. La parte final del artículo 2497 deja en
claro que esta regla de la igualdad se aplica a los “particulares que tienen la libre
administración de lo suyo”. Lo anterior está dicho para compatibilizar esta disposición
con la institución de la suspensión de la prescripción, de que trata el artículo 2509,
pues ésta implica que respecto de ciertas personas –las que indica el artículo 2509- los
plazos de prescripción se prolonguen.
615. Acción prescriptible. La regla es que toda acción sea prescriptible. Sin embargo,
ya por razones superiores, se establecen algunas excepciones: a) la acción de partición
(art. 1317); b) la acción para reclamar el estado civil de padre, madre o hijo (art.
320); c) la acción de demarcación y cerramiento. Esto último no lo dice expresamente
la ley, pero así lo entiende la doctrina, por tratarse de una manifestación del derecho
de dominio, que no se extingue por el no uso. Creemos que en el mismo caso está la
acción de precario (art. 2195 inciso 2°).
616. Inactividad de las partes. Para que opere la prescripción extintiva se requiere que
el acreedor haya observado una actitud pasiva. Con más exactitud, no debe haber
requerido juridicialmente a su deudor exigiéndole cumplimiento de su obligación. De
manera que la prescripción extintiva viene a ser una especie de sanción para el
acreedor indolente que deja pasar períodos prolongados sin hacer efectivos sus créditos.
Pero no basta con la inactividad del acreedor. También el deudor tiene que haber
mantenido una actitud pasiva, pues en caso contrario se produce una interrupción
natural que obsta a la prescripción (art. 2518 inc. 2°) (R.D.J., t. 60, sec. 2ª, pág. 130).
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619. Interrupción Civil. El artículo 2518 en su inciso 3° expresa que “se interrumpe
civilmente (la prescripción) por la demanda judicial; salvos los casos enumerados en
el artículo 2503”.
620. Requisitos para que exista interrupción civil. Relacionados los artículos 2518
y 2503, se tiene que para que haya interrupción civil, deben cumplirse los siguientes
requisitos:
a) Demanda judicial;
b) Notificación de la demanda;
c) Que no se haya producido alguna de las situaciones contempladas en el artículo
2503 (abandono del procedimiento, desistimiento de la demanda o sentencia
absolutoria).
621. Debe haber demanda judicial. El artículo 2518 inc. 3° es absolutamente claro
“se interrumpe civilmente por la demanda judicial…”. Con más precisión ha dicho la
Corte Suprema que “la interrupción civil no deriva tanto de la demanda que la origina
como de la sentencia que acoge esa demanda” (R.D.J., t. 44, sec. 1ª, pág. 486). En
todo caso, ningún requerimiento privado es suficiente para interrumpir la
prescripción.
A pesar de que la norma parece clara, ha habido dudas sobre el alcance de la
expresión “demanda judicial”. El problema radica en determinar si cualquier gestión
judicial es suficiente para interrumpir la prescripción o si, por el contrario, tiene que
tratarse de la contemplada en el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil,
destinada a hacer efectiva la obligación. La discusión se ha planteado especialmente
en relación con las gestiones preparatorias de la vía ejecutiva. ¿Constituyen éstas una
demanda judicial capaz de interrumpir la prescripción? Lo mismo puede decirse en el
caso en que exista una medida prejudicial o prejudicial precautoria.
La doctrina y jurisprudencia está dividida en este punto. Así, por ejemplo, Fueyo
cree que tiene que tratarse de una demanda formal (Derecho Civil, t. IV, “De las
Obligaciones”, vol. II, N° 668, pág. 257). En cambio Escribar está por el concepto
amplio (De la Prescripción Extintiva Civil, Memoria de Prueba, Imprenta Cervantes,
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1926, pág. 57). Lo mismo Abeliuk (ob. cit., N° 1250, págs. 1016-1017). Respecto a la
jurisprudencia, están por el sentido amplio los siguientes fallos (R.D.J., t. 46, sec. 1ª,
pág. 647; t. 50, sec. 1ª, pág. 320; t. 52, sec. 1ª, pág. 185; t. 60, sec. 2ª, pág. 130; Fallos
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del Mes, N° 264, pág. 394). Por la tesis contraria (R.D.J., t. 36, sec. 1ª, pág. 225; t. 74,
sec. 4ª, pág. 298; t. 83, sec. 1ª, pág. 41). Sobre esta materia recomendamos ver
Somarriva (Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, sent. 152, págs. 107-
108) y Emilio Rioseco (La Prescripción Extintiva ante la Jurisprudencia, sent. 94,
pág. 52).
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que para que la demanda interrumpa la
prescripción, “debe existir una conexión directa entre a acción ejercida y la acción
cuya extinción prescriptiva se trata” (Emilio Rioseco, ob. cit., comentario a la sent.
109, pág. 59).
En relación con el requisito que estamos estudiando, se ha fallado en forma
reiterada que la demanda presentada ante tribunal incompetente interrumpe la
prescripción, lo que parece atendible desde que desaparece la situación de pasividad del
acreedor, que es el supuesto de la prescripción extintiva. En este sentido, R.D.J., t.
44, sec. 1ª, pág. 130; Revista de Derecho Universidad de Concepción, N° 75, pág.
125; R.D.J., t. 52, sec. 1ª, pág. 145; t. 62, sec. 3ª, pág. 69, y t. 66, sec. 3ª, pág. 78.
Se ha fallado que si un ejecutante ejerce la acción de cobro que emana de un pagaré
y no la que emana de la hipoteca –que la sociedad demandada constituyó sobre un bien
propio para responder al pago íntegro y oportuno de todas las obligaciones que tenía
o pudiere tener en el futuro-, se deben aplicar en materia de prescripción las normas del
artículo 100 de la Ley N° 18.092, por lo que debe acogerse la excepción de
prescripción si ha transcurrido más de un año entre el vencimiento del pagaré y la
notificación de la demanda (Fallos del Mes, N° 453, sent. 18). En el mismo sentido,
Fallos del Mes, N° 452, sent. 10, pág. 1381).
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rechaza la demanda ejecutiva pro faltar la ejecutividad del título (R.D.J., t. 46, sec. 1ª,
pág. 186). También se ha resuelto que la sentencia que declara la incompetencia del
tribunal no es absolutoria y por lo tanto ha operado la interrupción de la prescripción
(R.D.J., t. 89, sec. 3ª, pág. 246).
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(G.J., N° 122, pág. 33). Este fallo se explica por lo que dispone el inciso 1° del
artículo 100 de la Ley N° 18.092 “La prescripción se interrumpe sólo respecto del
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contra los obligados al pago, prescribe en un año contado desde el vencimiento del
documento (art. 98 de la Ley N° 18.092). Se ha resuelto que, como la ley no distingue
entre la acción ejecutiva y ordinaria, debe entenderse que en ese plazo de un año
prescriben ambas (G.J., N° 124, pág. 15; N° 108, pág. 54). 12
Respecto de la prescripción de la acción ejecutiva, cabe tener presente lo siguiente:
1) Que transcurridos 3 años, la acción ejecutiva se transforma en ordinaria por 2
años más (art. 2515 inc. 2°); y
2) Que puede ser declarada de oficio, de acuerdo al artículo 442 del Código de
Procedimiento Civil, lo que ha hecho a un sector de la doctrina afirmar que se trata de
un caso de caducidad más que de prescripción (Abeliuk, ob. cit., N° 1240, pág. 1010;
Somarriva, Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. 150,
págs. 106-107). Tiene una opinión contraria Emilio Rioseco Enríquez, para quien
“esta tesis no es aceptable sin reparo, ya que en este caso la extinción no opera de pleno
derecho y los artículos 2518 del Código Civil, en cuanto a la interrupción, y el
2509, en cuanto a la suspensión, son aplicables tanto a las acciones ordinarias como a
las ejecutivas (art. 2514), características propias de la prescripción extintiva y no de la
caducidad” (ob. cit., sent. 16, págs. 15-16).
3) Que el solo reconocimiento por el deudor de la vigencia de la deuda no
importa renuncia a la prescripción de la acción ejecutiva. Así ha sido fallado (Fallos
del Mes, N° 451, sent. 4, pág. 1126). La sentencia se funda en el artículo 442 del Código
de Procedimiento Civil, que obliga al tribunal a denegar la ejecución “si el título
presentado tiene más de 3 años, contados desde que la obligación se haya hecho
exigible, salvo que se compruebe la subsistencia de la acción ejecutiva por alguno de
los medios que sirven para deducir esta acción en conformidad al artículo 434. “En el
caso de autos no se probó por la ejecutante la subsistencia de la acción ejecutiva por
alguno de los medios que sirven para deducir la acción ejecutiva, sino que sólo se probó
que el deudor hizo abonos a la deuda, consignándolo así en un memorandúm.
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12 “La prescripción de las obligaciones que emanan del pagaré, trae consigo la prescripción de
aquellas que emanan del mutuo.” Corte de Santiago, 9 de mayo de 1997, Gaceta Jurídica N° 203.
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obligación principal, según el artículo 2516 del citado cuerpo legal”. Esta sentencia es
comentada favorablemente por los profesores Ramón Domínguez Benavente y
Ramón Domínguez Aguila, “Prescripción de la Acción Hipotecaria. Interrupción
Civil”, Revista de Derecho Universidad de Concepción, N° 190, págs. 160 a 163
(recomendamos la lectura de este comentarios, por tocar varios aspectos de
importancia en materia de prescripción, como, por ejemplo, si interrumpe o no la
prescripción la gestión previa de desposeimiento). Véase Emilio Rioseco, ob. cit.,
comentario a sent. 171, pág. 87.13
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632. Prescripciones de corto tiempo. El párrafo 4 del Título XLII del Libro IV del
Código Civil, artículos 2521 al 2524, trata “De ciertas acciones que prescriben en
corto tiempo”.
Se trata de casos especiales, que constituyen excepciones a la regla de
prescripción del artículo 2515. Se clasifican en:
1) Prescripciones de tres años (art. 2521 inc. 1°).
2) Prescripciones de dos años (art. 2521 inc. 2°).
3) Prescripciones de un años (art. 2522).
Las tres primeras categorías se rigen por las mismas reglas; no así la última, que
tiene algunas especiales, y por ello la trataremos en forma separada.
633. Prescripciones de tres años. Están contempladas en el artículo 2521 inc. 1°:
“Prescriben en tres años las acciones a favor o en contra del Fisco y de las
Municipalidades provenientes de toda clase de impuestos”.
Respecto de estas prescripciones, cabe formular los siguientes alcances:
1) Se refieren exclusivamente a las acciones relativas a impuestos; y
2)El Código Tributarios y otras leyes particulares contemplan normas sobre
prescripción de ciertas obligaciones tributarias, que por ser especiales deben aplicarse
con preferencia a las del Código Civil. Especial importancia presentan los artículos
200 al 202 del Código Tributario.
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idea que predomina es que el plazo de prescripción empieza a correr desde que se
terminan de prestar los servicios, a menos que se hayan fijado fechas especiales para
su pago, caso en que se deberá contar desde estas. En ese sentido la jurisprudencia
(R.D.J., t. 63, sec. 1ª, pág. 283; t. 32, sec. 1ª, pág. 494).
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de prescripción”; y el código italiano, en su artículo 2936 establece que “es nulo todo
pacto dirigido a modificar la disciplina legal de la prescripción”. Tampoco aceptan estas
cláusulas el código suizo (art. 129) ni el código polaco (art. 274). En cambio el código
alemán permite acortar los plazos de prescripción (art. 225).
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a) La prescripción debe ser alegada (art. 2493). La caducidad, en cambio, opera por
el solo vencimiento del plazo. Esta diferencia es de la mayor importancia. En relación
con este aspecto, es importante recordar que tradicionalmente se ha enseñado que hace
excepción a la regla de que la prescripción debe ser alegada el artículo 442 del Código
de Procedimiento Civil al establecer que “el tribunal denegará la ejecución si el título
presentado tiene más de tres años”. Técnicamente no se trata de un caso de prescripción
que deba declararse de oficio, sino de un caso de caducidad (Somarriva, Obligaciones
y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. 150, págs. 106-
107).
b) Los plazos de caducidad son fijos e invariables. No operan a su respecto los
institutos de la interrupción y suspensión de la prescripción. En este sentido, R.D.J., t.
18, sec. 1ª, pág. 23; t. 40, sec. 1ª, pág. 486. Así la doctrina (Josserand, ob. cit., N°
1005, pág. 769; Victorio Pescio, Manual de Derecho Civil, t. II, pág. 430). El código
italiano consigna esta idea en forma expresa: “Cuando un derecho debe ejercitarse
dentro de un cierto término bajo pena de decadencia, no se aplican las normas que se
refieren a la suspensión, salvo que esté dispuesta otra cosa” (art. 1964). Lo mismo el
código peruano: “La caducidad no admite interrupción ni suspensión (art. 2005).
Consecuencia de lo anterior es que cuando se invoca un derecho sujeto a caducidad,
basta –para que la caducidad no se produzca- que la demanda se presente al tribunal
dentro del plazo, aun cuando la notificación se realice posteriormente. Somarriva
expresa que “cuando de la caducidad se trata, basta el ejercicio del derecho y no se
precisa que la demanda sea también notificada dentro del plazo prefijado”
(Obligaciones y Contratos ante la Jurisprudencia, comentario a sent. N° 156, pág.
111). En el mismo sentido Borda, ob. cit., t. II, N° 1161 págs. 113-114. Así ha sido
fallado, R.D.J., t. 65, sec. 1ª, pág. 286; t. 44, sec. 1ª, pág. 486.
En el caso de la prescripción la situación es diferente, porque es la notificación de
la demanda la que interrumpe civilmente la prescripción (art. 2503).
c) La prescripción, según hemos visto, no extingue el derecho personal o crédito.
Únicamente pone fin a la acción para demandarlo. Ello es así porque en conformidad
al artículo 1470 N° 2° las obligaciones civiles prescitas se transforman en naturales.
En el caso de la caducidad, es el derecho mismo el que se extingue. En el Código
Civil peruano (del año 1984) hay una norma expresa y absolutamente clara, el artículo
2003: “La caducidad extingue el derecho y la acción correspondiente”.
d) La prescripción es renunciable (art. 2494). La caducidad no lo es, porque no está
en juego sólo el interés de las partes, sino que hay razones de orden público que hacen
necesario consolidar los derechos en forma definitiva (Borda, ob. cit., t. II, N°
1161, págs. 113-114; Josserand, ob. cit., N° 1005, pág. 769).
Capítulo Sexto
DE LA PRELACION DE CREDITOS
643. Explicación de por qué se trata de esta materia al final. Hemos dejado para el
final esta materia, pues nos parece que no guarda relación de continuidad con ninguna
de las otras tratadas en el texto. Por ello, al no encontrar ningún lugar más adecuado,
preferimos hacerlo de este modo. Así por lo menos no se rompe el orden que hemos
querido seguir en nuestro estudio.
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obligaciones con todo su patrimonio, excluidos por excepción algunos bienes que por
consideraciones de orden superior la ley considera inembargables. Es lo que
impropiamente se denomina derecho de prenda general, y que nuestro Código Civil
consagra en el artículo 2465: “Toda obligación personal da al acreedor el derecho de
perseguir su ejecución sobre todos los bienes raíces o muebles del deudor, sean
presentes o futuros, exceptuándose solamente los no embargable, designados en el
artículo 1618”.
Esta disposición debe complementarse con el artículo 2469, según el cual “los
acreedores, con las excepciones indicadas en el artículo 1618, podrán exigir que se
vendan todos los bienes del deudor hasta concurrencia de sus créditos, inclusos los
intereses y los costos de la cobranza, para que con el producto se les satisfaga
íntegramente si fueren suficientes los bienes, y en caso de no serlo, a prorrata, cuando
no haya causas especiales para preferir ciertos créditos…”.
En cierto sentido, constituye también un complemento al derecho de prenda general
la norma del artículo 2466, referente a la acción pauliana, en cuanto dicha norma
permite que los acreedores puedan solicitar se dejen sin efecto las
enajenaciones de bienes que el deudor hubiere hecho fraudulentamente, con lo que el
derecho de prenda general cubre un ámbito mayor desde que alcanza a bienes que ya
habían salido del patrimonio del deudor.
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646. Concurrencia de los acreedores. Si los bienes del deudor no son suficientes
para que en ellos puedan hacerse exigibles la totalidad de los créditos de sus
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647. Principio de igualdad. Nuestro Código adopta como regla general el principio
de la igualdad. Así lo consagra el artículo 2469 al señalar que los acreedores tienen el
derecho a exigir que se vendan todos los bienes del deudor hasta concurrencia de sus
créditos “para que con el producto se les satisfaga íntegramente si fueren suficientes
los bienes, y en caso de no serlo, a prorrata…”. No se descarta, en todo caso, que por
excepción ciertos créditos gocen de preferencia, al agregar que lo anterior es así
“cuando no haya causas especiales para preferir ciertos créditos, según la clasificación
que sigue”.
648. Causas de preferencia. El artículo 2470 expresa que “las causas de preferencia
son solamente el privilegio y la hipoteca” (inc. 1°).
De esta disposición s desprende que los términos “preferencia” y “privilegio” no
son sinónimos; el primero es el género, y el segundo una de las especies de ese
género. La otra especie es la hipoteca.
El Código no ha definido lo que entiende por privilegio. Alessandri lo hace
señalando que “es el favor concedido por la ley, en atención a la calidad del crédito,
que permite a su titular pagarse antes que los demás acreedores” (La Prelación de
Créditos, N° 14, pág. 15).
Galvarino Palacios, después de aclarar que la idea del legislador es “indicar con
esta expresión (privilegio) una causa de preferencia distinta de la hipoteca”, agrega
que esta idea desenvuelve el código a través de una gran parte de las disposiciones del
Título XLI del Libro IV, en que hace una clara y precisa delimitación de los conceptos
de privilegio e hipoteca…” (ob. cit., pág. 17). Más adelante explica que “entre el
privilegio y la hipoteca hay diferencias apreciables” (ob. cit., pág. 18).
Por nuestra parte, nos parece que no se justifica la distinción entre privilegio e
hipoteca, pues si la razón de ella estriba en que la hipoteca otorga un derecho real que
da acción persecutoria en contra de terceros, en tanto que los privilegios confieren
únicamente un derecho personal, no se justifica que la prenda constituya un privilegio,
en circunstancias que también da acción persecutoria contra terceros poseedores de la
especie pignorada.
Un autor colombiano, comentando el artículo 2493 del código de su país, que
corresponde exactamente al artículo 2470 inciso 1° del nuestro, se expresa en los
siguientes términos, que comparto plenamente: “se trata de buscar una diferencia
entre el privilegio y la hipoteca, con el único resultado de oscurecer la cuestión,
cuando lo único cierto es que la ley señala prelación entre los créditos concurrentes,
asignándoles a algunos de ellos la preferencia, o el privilegio, o como se quiera
llamar, de ser pagados antes de los comunes o balistas (sic) (Guillermo Ospina
Fernández, ob. cit., N° 78, pág. 65).
Luis Felipe Bahamondez Prieto critica esta distinción al expresar que “parece, a
primera vista, un tanto arbitraria la división de los créditos preferentes entre
privilegiados e hipotecarios”, aunque probablemente se debe a la influencia del
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legislador francés, que en el artículo 2094 del Código de Napoleón declara que “las
causas legítimas de la preferencia son los privilegios e hipotecas”. Y en seguida
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649. Fundamentos de las preferencias. No hay una razón única que justifique que
determinados acreedores debe ser pagados en forma preferente. Cada caso tiene su
propia explicación. Así, a veces, puede tener por fundamento el fomento del crédito.
Bello, en el Mensaje del Código, señala que “Se ha simplificado notablemente el arreglo
de la prelación de créditos, el fomento del crédito ha sido en él la consideración
dominante”. En otros, la explicación de las preferencias se encontrará en razones de
humanidad, como ocurre con el pago preferente de las expensas funerales o el pago de
los artículos necesarios de subsistencia suministrados al deudor y su familia durante los
últimos tres meses; o razones económicas, como es el derecho del Estado al pago
preferente por lo adeudado por impuestos de retención y recargo; o en razones sociales,
como ocurre con las remuneraciones de los trabajadores, etc.
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admiten analogías.
d) siempre son legales. Las partes no pueden crear preferencias, “no obstante que
los créditos a los cuales amparan puedan tener su fuente indistintamente en la ley o en
la voluntad de las partes” (Palacios, ob. cit., pág. 18). Ello explica que en el caso de la
novación los privilegios de la obligación extinguida no pasan a la nueva (art. 1641). Por
la misma razón “la buena doctrina parece señalar que el privilegio que se tenga contra
un deudor no se extiende al fiador, sencillamente porque la obligación del fiador
es distinta de la contraída por el deudor, y sin texto legal no se le puede hacer efectiva
la preferencia” (Bahamondez, ob. cit., pág. 39) (Véase sobre este punto R.D.J., t.
12, sec. 1ª, pág. 266).
Fundado en el principio que los privilegios los crea la ley y no las partes, Somarriva
afirma que en el caso de las obligaciones solidarias, el acreedor no puede hacer efectivo
el privilegio que tiene frente a un determinado deudor, en contra de un codeudor
solidario (Tratado de las Cauciones, Editorial Nascimento, 1943, N° 56, págs. 57-58)
En el mismo sentido Abeliuk, quien da como explicación el ser los privilegios
inherentes al crédito (ob. cit., t. I, N° 410, pág. 341). Una tesis distinta se estableció por
la Excma. Corte Suprema en fallo de 14 de noviembre de 1938, con un voto disidente
del Ministro Roldán (R.D.J., t. 36, sec. 1ª, pág. 330), fallo criticado por toda la doctrina
(Somarriva, ob. cit., pág. 58; Abeliuk, ob. cit., N° 410, págs. 341-342; Palacios, ob. cit.,
pág. 20).
e) Son renunciables, porque sólo miran al interés del acreedor y no está prohibida
su renuncia; y
f) Las preferencias tienen un carácter indivisible. Bahamondez, explicando esta
característica, expresa que “entendemos por indivisibilidad de las preferencias el
fenómeno en virtud del cual la totalidad y cada una de las partes del (los) objeto (s)
afectado (s) responde a la satisfacción total de la preferencia y recíprocamente el crédito
preferente o fracción del mismo se beneficia con la garantía” (ob. cit., pág.
42).
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esto es, los gastos ocasionados en su cobranza, gozan también de la misma preferencia,
en virtud de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal”
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653. Privilegios. Créditos de primera clase. El artículo 2472 indica los créditos de
primera clase. Señala: “La primera clase de créditos comprende los que nacen de las
causas que en seguida se enumeran:
1) Las costas judiciales que se causen en el interés general de los acreedores;
2) Las expensas funerales necesarias del deudor difunto;
3) Los gastos de enfermedad del deudor. Si la enfermedad hubiere durado más de
seis meses, fijará el juez, según las circunstancias, la cantidad hasta la cual se extienda
la preferencia;
4) Los gastos en que se incurra para poner a disposición de la masa los bienes del
fallido, los gastos de administración de la quiebra, de realización del activo y los
préstamos contratados por el síndico para los efectos mencionados;
5) Las remuneraciones de los trabajadores y las asignaciones familiares;
6) Las cotizaciones adeudadas a organismos de Seguridad Social o que se recauden
por su intermedio, para ser destinadas a ese fin, como asimismo, los créditos del fisco
en contra de las entidades administradoras de fondos de pensiones por los aportes que
aquél hubiere efectuado de acuerdo con el inciso tercero del artículo 42 del Decreto
Ley N° 3.500, de 1980;
7) Los artículos necesarios de subsistencia suministrados al deudor y su familia
durante los últimos tres meses;
8) Las indemnizaciones legales y convencionales de origen laboral que les
correspondan a los trabajadores, que estén devengadas a la fecha en que se hagan
valer y hasta un límite de tres ingresos mínimos mensuales por cada año de servicio y
fracción superior a seis meses por cada trabajador con un límite de diez años. Por el
exceso, si lo hubiere se considerarán valistas;
9) Los créditos del fisco por los impuestos de retención y de recargo”.
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posteriormente podrían ser responsables del pago de las mismas. En esta forma el
deudor quedaría en la imposibilidad de efectuar operaciones con sus propios bienes y
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654 bis. Situación especial de los créditos hipotecarios de los bancos. En el caso en
que los bienes del deudor no sean suficientes para pagar a los acreedores de primera
clase y en que, por aplicación del artículo 2478, debe hacerse efectivo su privilegio
sobre los bienes hipotecados, debe tenerse presente que en virtud de lo establecido en
el artículo 105 inciso 3° de la Ley de Bancos (D.F.L. N° 2, D.O., del 19 de diciembre
de 1997), el Fisco y las Municipalidades gozarán de la preferencia que les acuerdan
los artículos 2472 y 2478 del Código Civil (privilegios de primera clase) respecto de
los créditos del banco, sólo cuando se trate de impuestos que afecten directamente a la
propiedad hipotecada y que tenga por base el avalúo de la propiedad raíz. Dicho de
otra manera, si el deudor tiene constituida una hipoteca se paga primero el banco,
aunque existan créditos de primera clase del Fisco por impuestos, salvo en cuanto se
trate de contribuciones de bienes raíces. En este último caso, prefiere el crédito del Fisco
por las contribuciones, pagándose antes que el banco.
655. Pago de los créditos de primera clase en el caso del deudor declarado en
quiebra. Cuando se trata de un deudor declarado en quiebra, debe tenerse presente lo
establecido en los artículos 147 y siguientes de la Ley de Quiebras. De acuerdo al
artículo 148, “el síndico hará el pago de los créditos privilegiados de la primera clase
que no hubieren sido objetados, en el orden de preferencia que les corresponda, tan
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pronto como haya fondos para ello; reservará lo necesario para el pago de los créditos
de la misma clase, cuyo monto o privilegio esté en litigio, y para la atención de los
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656. Análisis de los créditos de primera clase. En los puntos siguientes haremos un
somero análisis de los créditos que comprenden la primera clase.
657. Las costas judiciales que se causen en interés general de los acreedores (art.
2472 N° 1°). Recordemos que el artículo 139 del Código de Procedimiento Civil
clasifica las costas en procesales y personales, señalando que “son procesales las
causadas en la formación del proceso y que corresponden a servicios estimados en los
aranceles judiciales”, y personales “las provenientes de los honorarios de los
abogados y demás personas que hayan intervenido en el negocio, y de los defensores
públicos en el caso del artículo 367 del Código Orgánico de Tribunales”.
Para que estas costas gocen de este beneficio es necesario que se causen en el interés
general de los acreedores. Clemencia Musalem (ob. cit., N° 26, pág. 88) plantea
algunos problemas con respecto a esta norma. Se pregunta, en primer término, si las
costas generadas por una acción pauliana, intentada por un acreedor, quedan o no
comprendidas en el privilegio. Su respuesta es negativa, porque por ser personal la
acción pauliana, sus resultados afectan solamente al acreedor o acreedores que la
hayan intentado. Otro caso más frecuente, que también es dudoso, es si quedan
comprendidos dentro del privilegio los honorarios del abogado del fallido que pide su
propia quiebra. La autora que venimos citando concluye que esos honorarios no se
benefician con el privilegio, porque la quiebra no se pidió en el interés general de los
acreedores, sino en el del particular fallido. Agrega que también se ha rechazado esta
preferencia “basándose en que el crédito invocado por el abogado no constituye costa
judicial por provenir de un contrato entre éste y el fallido” (ob. cit., pág. 88).
En los juicios ejecutivos “las costas procedentes de la ejecución gozarán de
preferencia aun sobre el crédito mismo” (art. 513 inc. 2° del C.P.C.). Fundada en esta
disposición, la Corte Suprema acogió un recurso de casación en el fondo. El
considerando 5° del fallo de casación señala “que las normas de la prelación de
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658. Expensas funerales necesarias del deudor difunto (art. 2472 N° 2°) . Varias
razones se han dado para justificar este privilegio: sanitarias (conveniencia de facilitar
el entierro de los muertos); sociales y humanitarias, etc. En todo caso, es indudable
que gracias a este privilegio no hay problemas para los deudos cuando carecen de
recursos para hacer estos gastos, pues las empresas de pompas fúnebres les otorgan
créditos sin mayor problema para este tipo de servicios.
Es clara la norma en el sentido que el privilegio cubre sólo los gastos
“necesarios”, lo que, en cada caso, deberá determinar el juez de la causa. Personalmente
estimamos que para esta determinación deberá considerarse la posición social del
difunto. Opinión contraria sustenta Clemencia Musalem (ob. cit., pág. 95).
También la norma es clara en el sentido que el privilegio sólo cubre los gastos
funerales “del difunto”, excluyendo los de su familia. En otros países el privilegio
también los considera. Así, por ejemplo, en España, donde quedan comprendidos los
gastos “funerales del deudor, según el uso del lugar, y también los de su mujer y los
de sus hijos constituidos bajo su patria potestad, si no tuviesen bienes propios” (art.
1924 N° 2° letra B del Código Civil español).
659. Gastos de enfermedad del deudor (art. 2472 N° 3°). Esta disposición establece
que “si la enfermedad hubiere durado más de seis meses, fijará el juez, según las
circunstancias, la cantidad hasta la cual se extienda la preferencia”. concordamos con
Josserand, cuando justifica el privilegio en la necesidad de asegurar el crédito del deudor
en presencia de gastos urgentes.
Dentro de la expresión gastos de enfermedad deben comprenderse los honorarios
médicos, los costos de hospitalización, el valor de los exámenes médicos, etc.
660. Gastos generados en la quiebra del deudor (art. 2472 N° 4°). Según el
artículo 2472 N° 4°, quedan comprendidos en el privilegio “los gastos en que se incurra
para poner a disposición de la masa los bienes del fallido, los gastos de administración
de la quiebra, de realización del activo y los préstamos contratados por el síndico para
los efectos mencionados”.
El fundamento del beneficio radica, sin duda, en la necesidad de facilitar la labor
del síndico.
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Código del Trabajo: “Gozan del privilegio del artículo 2472 del Código Civil, las
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662. Las cotizaciones para seguridad social (art. 2472 N° 6°). Según esta norma,
gozan de este privilegio 2Las cotizaciones adeudadas a organismos de Seguridad Social
o que se recauden por su intermedio, para ser destinadas a este fin, como asimismo, los
créditos del fisco en contra de las entidades administradoras de fondos de pensiones por
los aportes que aquél hubiere efectuado de acuerdo con el inciso tercero del artículo 42
del Decreto Ley N° 3.500, de 1980”.
Es indudable que lo que la norma pretende es asegurar y proteger el pago de este
tipo de cotizaciones, para que el trabajador pueda gozar de todos los beneficios que le
asegura el sistema de seguridad social vigente en el país.
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Sobre esta materia es importante consignar que don Andrés Bello en una de sus
notas (Proyecto Inédito, nota al art. 1661 N° 5°) señala que “si el deudor fuere un
posadero, los comestibles y demás artículos suministrados para el servicio de la
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posada, es decir, para el consumos de los que se alojan en ella, no gozan de privilegio
algunos” (Arturo Alessandri, La Prelación de Créditos, N° 29, pág. 24).
Será el tribunal en cada caso particular el que deberá determinar si el crédito que
se está cobrando corresponde o no a “artículos necesarios de subsistencia”.
665. Los créditos del fisco por impuestos de retención y de recargo (art. 2472 N°
9°). En relación con este privilegio, es importante tener presente que los impuestos de
retención y de recargo son aquellos en que el sujeto pasivo (aquel legalmente obligado
al pago del impuesto) no soporta en su patrimonio el gravamen, sino que lo traslada a
un tercero, que es el verdaderamente incidido. En ambos casos, la ley autoriza al
sujeto pasivo para trasladar la incidencia del gravamen; actuando dicho sujeto como
un verdadero recaudador fiscal. De allí que el legislador en diversas disposiciones
(véanse los artículos 24 inc. final, 97 N° 11, 147 inc. 7°, todos del Código Tributario),
les otorga un tratamiento especial e idéntico, en general más drástico frente a las
hipótesis de incumplimiento. La diferencia entre ambos tipos de impuestos resulta de
la dirección de los flujos de dinero: si la prestación va del incidido al sujeto pasivo, el
impuesto es de recargo, como ocurre con el impuesto al valor agregado del Título II
del Decreto Ley N° 825; en caso contrario, es de retención, como acontece en el
impuesto único a las rentas del trabajo dependiente del artículo 42 N° 1 de la Ley
sobre Impuesto a la Renta, Decreto Ley N° 824.
Quedan excluidos, por consiguiente, los demás impuestos que no tengan este
carácter y que constituyen la regla general, como, por ejemplo, el impuesto de primera
categoría o el impuesto global complementario, ambos de la Ley sobre Impuestos a la
Renta. También quedan fuera los demás tributos que no son impuestos, como las tasas
y las contribuciones especiales o de mejoras.
A nuestro juicio, no quedan cubiertas con el privilegio en estudio las multas, por
el carácter excepcional de los privilegios. Pero sí los intereses, en virtud de lo
establecido en el artículo 2491, y los reajustes, por tratarse simplemente de valor
actualizado.
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666. Crédito con preferencia superior a los de primera clase. Con posterioridad a
la entrada en vigencia del Código Civil, se fueron dictando leyes que otorgan
preferencias a ciertos créditos para ser pagados antes que cualquiera otra obligación
del deudor. Así ocurrió, por ejemplo, con el privilegio a favor del la Caja de Crédito
Agrario en el contrato de prenda industrial; con el privilegio del acreedor en el pagaré
agrario; con el privilegio del acreedor en el pagaré industrial; con el privilegio de la
Bolsa de Comercio sobre la garantía constituida por el corredor, etc.
Esa nueva realidad creada por leyes especiales llevó a Galvarino Palacios a
afirmar que existía una nueva categoría de créditos que se pagaban antes que los de
primera clase, que él denominó créditos de grado superior y que otros llamaron
“superpreferencias” (ob. cit., págs. 111 y ss.).
El problema fue muy discutido pues había quienes negaban la existencia de estas
superpreferencias: Jaime Illanes (La Primera Clase de Créditos Privilegiados, 1943,
pág. 52); Clemencia Musalem (ob. cit., pág. 81). Véase también R.D.J., t. 94, sec. 2ª,
pág. 91.
El asunto ha venido ha quedar solucionado con el nuevo inciso final que la Ley
N° 19.250, del año 1993, agregó al artículo 148 de la Ley de Quiebras: “los créditos
privilegiados de la primera clase preferirán a todo otro crédito preferente o
privilegiado establecido por leyes especiales”. Por consiguiente, ya no se puede seguir
hablando de “superpreferencias”.
667. Créditos de segunda clase. El artículo 2474 trata de los créditos de segunda clase:
“A la segunda clase de créditos pertenecen los de las personas que en seguida se
enumeran:
1° El posadero sobre los efectos del deudor introducidos por éste en la posada,
mientras permanezcan en ella hasta concurrencia de lo que se deba por alojamiento,
expensas y daños.
2° El acarreador o empresario de transportes sobre los efectos acarreados, que tenga
en su poder o en el de sus agentes dependientes, hasta concurrencia de lo que se deba
por acarreo, expensas y daños; con tal que dichos efectos sean de la propiedad del
deudor.
Se presume que son de propiedad del deudor los efectos introducidos por él en la
posada, o acarreados de su cuenta.
3° El acreedor prendario sobre la prenda”.
Debe agregarse que en virtud de leyes especiales, gozan de preferencia de
segunda clase otros créditos, como por ejemplo, el derecho legal de retención
declarados judicialmente, sobre bienes muebles (art. 546 C.P.C.).
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669. Crédito del posadero sobre los efectos del deudor introducidos en la posada
(art. 2474 N° 1°). Este privilegio se justifica plenamente porque el posadero –
hotelero diríamos hoy día- está contratando con personas que no conoce y cuya
solvencia sólo podrá apreciar por el equipaje que llevan. De no existir una norma
como ésta, los empresarios hoteleros se verían obligados a exigir pagos anticipados a
sus pasajeros.
El privilegio sólo puede hacerse efectivo: a) sobre los efectos del deudor
(maletas, baúles y sus respectivos contenidos); b) que sean de su propiedad; c) que él
haya introducido en la posada; d) mientras estas especies permanezcan en la posada, y
e) sólo para cubrir los gastos de alojamiento, expensas y daños (art. 2474).
La ley presume que los efectos que el deudor introduce en la posada son de su
propiedad (art. 2474 N° 2 inc. 2°).
671. Crédito del acarreador prendario sobre la prenda. La prenda otorga al acreedor
prendario un derecho real que le permite perseguir la cosa pignorada en poder de
quien se encuentre, para pagarse preferentemente con su producido.
672. Nueva realidad creada con las prendas especiales sin desplazamiento. Bajo la
sola vigencia del Código Civil, no era concebible que una misma cosa fuere entregada
en prenda a varios acreedores, por tratarse de un contrato real que se perfecciona por
la entrega de la cosa. Esta realidad se ha visto alterada con la aparición de las distintas
prendas sin desplazamiento, lo que plantea de inmediato el saber cómo prefieren los
diversos acreedores prendarios, cuando sobre una misma cosa se constituyen
diferentes prendas.
En el caso de la prenda industrial, los acreedores prefieren por el orden de sus
inscripciones. Así parece desprenderse del artículo 42 de la Ley N° 5.687, que en su
inciso 1° habla de “grados, lo que da a entender que los acreedores prendarios
concurren de acuerdo a un determinado orden de prelación, y lo confirma el inciso 3°,
que hace referencia al artículo 2477, norma que para el caso de la hipoteca establece
que concurren en el orden de sus inscripciones.
En la prenda agraria, la Ley N° 4.097 no resuelve el problema. Sin embargo,
como para poder constituir una nueva prenda cuando la cosa ya está empeñada, se
requiere el consentimiento del primer acreedor, parece razonable entender que
concurren a prorrata, pues de no ser así no se ve para que tendría que autorizar el primer
acreedor, cuando en definitiva no sería afectado (En este sentido Galavarino Palacios,
ob. cit., N° 61, pág. 62; Luis Felipe Bahamondez, ob. cit., pág. 101; Antonio Zuloaga
Villalón, Derecho Industrial y Agrícola, Editorial Nascimento, N° 215, págs.
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673. Tercera clase de créditos: créditos hipotecarios (art. 2477). El artículo 2477
señala que “la tercera clase de créditos comprende los hipotecarios” (inc. 1°). Y el
artículo 2480 agrega a esta clase los censos debidamente inscritos, los que según esta
misma norma, serán considerados como hipotecas y concurrirán indistintamente entre
sí y con las hipotecas según las fechas de las respectivas inscripciones.
También quedan comprendidos en esta clase de bienes inmuebles, respecto de los
cuales se ha declarado judicialmente el derecho legal de retención, siempre que este
decreto se encontrare inscrito; y el crédito del aviador en el contrato de avío minero,
reglamentado en los artículos 206 y siguientes del Código de Minería.
Respecto al derecho legal de retención, así lo señala el artículo 546 del Código de
Procedimiento Civil: “Los bienes retenidos por resolución ejecutoriada serán
considerados, según su naturaleza, como hipotecados o constituidos en prenda para
los efectos de su realización y de la preferencia a favor de los créditos que garantizan.
El decreto judicial que declare precedente la retención de inmuebles deberá inscribirse
en el Registro de Hipotecas”.
En cuanto al avío minero, “no existe una norma explícita que aclare de cuál clase
es el crédito que tiene el aviador, porque el inciso segundo del artículo 2475 del Código
Civil remitió el asunto al de Minería y éste nada señaló sobre el particular. No obstante,
el artículo 219 del Código vigente, unido al inciso segundo del artículo 2020 del Código
de 1930 (antecedente del inciso segundo del actual art. 230), permite deducir que el
crédito del aviador –como el del acreedor hipotecario- es de tercera clase y que, por lo
tanto, goza de la correspondiente preferencia en relación con la pertenencia aviada. Por
otra parte, si bien normalmente el aviador tiene derecho a pagarse sólo con los
productos de las pertenencias, y el precio de la subasta de ella no lo es, el aviador puede
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pagarse en este caso con cargo a dicho precio” (Derecho de Minería, Juan Luis Ossa
Bulnes, Editorial Jurídica de Chile, 1989, pág. 281).
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674. Características de los créditos de tercera clase. Los créditos de tercera clase
presentan las siguientes características:
a) Constituyen crédito preferentes, pero no privilegiados (arts. 2470, 2471).
b) Otorgan una preferencia especial, que sólo puede hacerse valer sobre la finca
hipotecada. Si el valor de ésta no es suficiente para pagar la totalidad del crédito, la
parte no cubierta no goza de preferencia, pasando “por el déficit a la lista de los
créditos de la quinta clase, con los cuales concurrirá a prorrata” (art. 2490).
c) Los créditos hipotecarios (lo mismo en el caso de los censos o avíos inscritos)
se pagan con el producto de la finca hipotecada, con preferencia a todos los demás
créditos del deudor. Sin embargo, si hay acreedores de primera clase y los demás bienes
del deudor no son suficientes para cubrir sus créditos, el déficit se hace efectivo
en las fincas hipotecadas “dividiéndose entre ellos a prorrata del valor de éstas y lo
que a cada uno quepa se cubrirá con ella en el orden y forma que se expresa en el
artículo 2472” (Arturo Alessandri, La Prelación de Créditos, N° 56, pág. 47). Así lo
dispone el artículo 2478.
Puede darse el caso que existan bienes hipotecados y bienes dados en prenda.
Cabe preguntarse ¿qué ocurre si los bienes del deudor no son suficientes para pagara a
los acreedores de la primera clase de créditos? ¿Debe hacerse efectivo el déficit
únicamente sobre los bienes hipotecados, tal como lo dice el artículo 2478? ¿O debe
hacerse efectivo sobre los bienes dados en prenda, como lo señala el artículo 2476?
El problema no está resuelto en la ley. Alessandri es de opinión que en la
situación propuesta deben concurrir por el déficit primeramente los bienes dados en
hipoteca y después los pignorados. Por algo la ley estimó que unos son créditos de
segunda clase y los otros de tercera. Una opinión distinta tiene Abeliuk, quien estima
que el déficit debe prorratearse entre los acreedores de segunda y tercera clase (ob.
cit., N° 1015, págs. 835-836).
d) Los crédito hipotecarios (y lo mismo en el caso de los censos inscritos)
prefieren en el orden de sus fechas de inscripción. Así está dicho en el artículo 2477,
que señala en el inciso 2° que a los acreedores hipotecarios se les pagará en el orden
de las fechas de sus hipotecas, agregando en el inciso 3° que “las hipotecas de una
misma fecha que gravan una misma finca preferirán unas a otras en el orden de su
inscripción”.
El artículo 2477 inciso final agrega: “En este concurso se pagarán primeramente
las costas judiciales causadas en él”.
e) En conformidad al artículo 2477 inciso 2°, “a cada finca gravada con hipoteca
podrá abrirse, a petición de los respectivos acreedores o de cualquiera de ellos, un
concurso particular para que se les pague inmediatamente con ella, según el orden de
las fechas de sus hipotecas”.
El artículo 2479 agrega que “los acreedores hipotecarios no estarán obligados a
aguardar las resultas del concurso general para proceder a ejercer sus acciones contra
las respectivas fincas: bastará que consignen o afiancen una cantidad prudencial para
el pago de los créditos de la primera clase en la parte que sobre ellos recaiga, y que
restituyan a la masa lo que sobrare después de cubiertas sus acciones”
De la manera que la hipoteca constituye no sólo una garantía eficaz en cuanto
permite hacer efectivo el crédito sobre la finca sin importar quien le esté poseyendo,
sino que, además, presenta la utilidad de que los acreedores hipotecarios pueden pagarse
de inmediato sin tener que esperar el resultado de la quiebra, reservándose únicamente
lo necesario para asegurar el pago a los acreedores de primera clase.
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los artículos 2477, 2478, 2479 y 2480 del Código Civil” (inc. 1°), agregando que “los
concursos especiales de hipotecarios que se formen sin declaración de quiebra se regirán
por las disposiciones del Código Civil y del de Procedimiento Civil” (inc. 2°).
De acuerdo a lo que se viene diciendo, la preferencia hipotecaria puede ser
alegada de diversas formas:
a) Mediante la correspondiente tercería de prelación, en un juicio ejecutivo,
iniciado por un tercero que embargue el bien hipotecado.
b) Cuando el juicio ejecutivo es iniciado por otro acreedor hipotecario de grado
posterior, puede hacer efectiva su preferencia en el mismo juicio en que se pide la
subasta, mediante la correspondiente tercería de prelación. En ese sentido Rafael
Mery Berisso, Derecho Hipotecario, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1958, págs.
390-391. Otros autores estiman que no se requiere de tercería. Así Abeliuk (ob. cit., t.
II, N° 1019, pág. 837).
c) Puede ser alegada en el concurso particular de acreedores hipotecarios a que se
refiere el artículo 2477, independientemente de si el deudor esté o no declarado e
quiebra. Se ha fallado que si existe un concurso particular de acreedores, la adjudicación
hecha a un acreedor hipotecario en juicio seguido separadamente del concurso, es nula
(G.T., 1922, 1er. sem., pág. 392). Esta decisión se ajusta a lo establecido en el artículo
71 inciso 3° de la Ley de Quiebras: “La formación de concurso especial de hipotecarios,
respecto de una finca gravada, suspende también del derecho de cada uno de ellos de
perseguirla separadamente”.
d)Si el deudor está en quiebra, los acreedores hipotecarios deben verificar sus créditos
en la quiebra, los acreedores hipotecarios deben verificar sus créditos en la quiebra, de
acuerdo a las reglas generales, pues la ley no contempla ninguna excepción (arts. 131,
132 y 150 Ley de Quiebras). Esta interpretación no es contraria a la que establece el
artículo 71 de la Ley de Quiebras, que permite a los acreedores hipotecarios y
prendarios iniciar o llevar adelante sus acciones en los bienes afectos a la seguridad de
sus respectivos créditos (art. 71 inciso 1° de la Ley de Quiebras). En ese sentido
Abeliuk, quien afirma que “estamos por la opinión de quienes consideran que siempre
el acreedor hipotecario debe verificar, únicamente que su verificación es diferente a
las de los demás acreedores, pues no va a concurrir a la liquidación general de bienes,
sino en cuanto cobre el mencionado déficit. Pero su crédito y preferencia pueden ser
impugnados; en ese sentido se ha orientado la última jurisprudencia” (ob. cit., N°
1021, pág. 839). Somarriva, en cambio, afirma que no tienen necesidad de verificar a
menos que estén cobrando un déficit no cubierto con la finca hipotecada (ob. cit., N°
458, págs. 468-469).
675. Bienes sobre los cuales recae la preferencia hipotecaria. Por tratarse de una
preferencia especial, se hace efectiva sobre el precio que resulte de la subasta de la finca
(o sobre la indemnización, en el caso del seguro, si se produjo el siniestro, o en el caso
de la expropiación). También por aplicación de lo que disponen los artículos
2420 a 2422, sobre los inmuebles por destinación o adherencia, frutos, aumentos y
mejoras que haya tenido la cosa hipotecada.
Por el hecho de comprender la hipoteca –art. 2420- viene muebles por naturaleza
(inmuebles por destinación o por adherencia), pueden generarse conflictos cuando sobre
algunos de esos bienes se ha constituido también una prenda especial, sin
desplazamiento. En algunos casos, la ley resuelve el conflicto. Así ocurre con la
prenda agraria, en que por disposición del artículo 4° de la Ley N° 4.097 “el crédito
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5. 687. En este caso, se plantea el problema de saber cuál crédito prefiere: ¿el
prendario?, ¿o el hipotecario? Para Somarriva, prefiere el crédito prendario,
conclusión a la que llega aplicando por analogía lo dicho para la prenda agraria (ob. cit.,
pág. 239). Para otros (Gómez Reyes, citado por Luis Felipe Bahamondez), deben
concurrir ambos a prorrata, por ser esa la regla general contenida en el artículo 2469.
Bahamondez, al parecer, opta por la primera posición señalando que “no debemos
perder de vista que la prenda es un crédito de segunda clase, mientras que la hipoteca
es un crédito de tercera clase” (ob. cit., pág. 116).
En el caso de la prenda de la Ley N° 4.702, de cosas muebles que se venden a plazo,
no hay problemas, pues a la cosa comprada (sobre la que recae la prenda) no le afectará
ninguna hipoteca o gravamen sobre el inmueble, sin previo consentimiento del
acreedor prendario (art. 8°). De esta norma se colige que si el acreedor prendario
autoriza, ambos –acreedor prendario e hipotecario- concurren a prorrata. Una
situación semejante se da en la prenda sin desplazamiento –Ley N° 18.112-, por
cuanto para enajenar o gravar las cosa dadas en prenda se requiere el consentimiento
por escrito del acreedor.
En el caso de la hipoteca sobre una concesión minera, los bienes que quedan afectos
a la hipoteca no pueden ser dados en prenda sin el consentimiento del acreedor
hipotecario. Así quedó constancia al discutirse el Código de Minería en las
comisiones legislativas (Juan Luis Ossa Bulnes, ob. cit., pág. 385). Luego, si hay
consentimiento, creemos que el acreedor prendario y el hipotecario deben concurrir a
prorrata.
677. Cuarta clase de créditos. El artículo 2481 señala que “la cuarta clase de créditos
comprende:
1° Los del Fisco contra los recaudadores y administradores de bienes fiscales;
2° Los de establecimientos nacionales de caridad o educación, y los de las
municipalidades, iglesias y comunidades religiosas, contra los recaudadores y
administradores de sus fondos;
3° Los de las mujeres casadas, por los bienes de su propiedad que administra el
marido, sobre los bienes de éste o, en su caso, los que tuvieren los cónyuges por
gananciales;
4° Los de los hijos de familia, por los bienes de su propiedad que fueren
administrados por el padre o la madre, sobre los bienes de éstos;
5° Los de las personas que están bajo tutela o curaduría contra sus respectivos
tutores o curadores;
6° Los de todo pupilo contra el que se casa con la madre o abuela, tutora o curadora,
en el caso del artículo 511”.
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679. Distinción entre los diferentes créditos de cuarta clase. Se pueden distinguir,
dentro de la enumeración del artículo 2481, dos clases de créditos: a) los de ciertas
personas en contra de quienes administran sus bienes (N° 1°, 2° y 3°); y b) los de los
incapaces en contra de sus representantes legales (N° 4° y 5°).
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preferencia rige para las iglesias de cualquier culto, en virtud de los dispuesto en el
artículo 19 N° 6° de la Constitución Política del Estado (ob. cit., págs. 132-133).
683. Privilegio de la mujer casada, por los bienes de su propiedad que administra
el marido (art. 2481 N° 3°). Esta disposición sólo tiene cabida respecto de la mujer
que se encuentra casada en régimen de sociedad conyugal, pues sólo en ese caso el
marido administra los bienes sociales y los bienes propios de la mujer (art. 1749). Ello
a pesar que desde que entró en vigencia la Ley N° 18.802 (año 1989), la mujer casada
es plenamente capaz.
Respecto a los matrimonios celebrados en el extranjero, el artículo 2484
prescribe: “Los matrimonios celebrados en país extranjero y que según el artículo 119
deban producir efectos civiles en Chile, darán a los créditos de la mujer sobre los bienes
del marido existentes en territorio chileno el mismo derecho de preferencia que los
matrimonios celebrados en Chile”. Sobre este punto es importante tener presente que
con las modificaciones de las Leyes N° 18.802 y 19.335, la situación de los que se
casan en el extranjero es la siguiente: se entenderán separados de bienes, sin perjuicio
de que al inscribir su matrimonio en el Registro de la Primera Sección de la Comuna de
Santiago, pacten sociedad conyugal o el régimen de participación en los gananciales
(art. 135 inc. 2° del Código Civil). Si optan por el régimen de sociedad conyugal, el
marido administrará los bienes de la mujer y sociales, del mismo modo que si el
matrimonio se hubiere celebrado en Chile.
684. Personas que pueden alegar la preferencia del artículo 2481 N° 3°. Pueden
alegar este privilegio sólo las mujeres casadas en régimen de sociedad conyugal; sus
herederos, en virtud del artículo 1097, y sus cesionarios.
685. Algunos problemas a que da lugar el privilegio a favor de las mujeres casadas.
Se han planteado respecto a esta causal de privilegio varias interrogantes: a) qué bienes
de la mujer quedan amparados; b) oportunidad en que la mujer debe hacer efectiva la
preferencia; y c) sobre qué bienes se hacen efectivos.
En los números siguientes iremos resolviendo cada uno de esto problemas.
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privilegios son inherentes (accesorios) al crédito (art. 2470 inc. 2°), es evidente que la
mujer no puede hacer efectivo el privilegio hasta que la sociedad conyugal se
disuelva. No se debe pensar por ello que la mujer se perjudica, dado que si la
administración del marido es fraudulenta o inconveniente o está en notoria
insolvencia, la mujer tiene derecho a demandar la separación judicial de bienes en
conformidad al artículo 155 del Código Civil, que produce la disolución de la
sociedad conyugal.
688. Bienes sobre los que se hace efectiva la preferencia. La cuestión a resolver es
si la mujer puede hacer efectivo el privilegio exclusivamente en bienes del marido o
también en los bienes sociales.
El punto ha sido discutido. Según algunos, sólo se puede hacer efectivo el privilegio
en los bienes propios del marido, pues el artículo 2481 emplea la expresión “sobre los
bienes de éste”.
Alessandri no participa de esta opinión, fundado en varias razones:
a) Porque de admitirse esa interpretación, “sería hacer responder a la mujer con
sus bienes propios más allá de la mitad de gananciales por las deudas sociales cuando
el marido no tuviere bienes o sus bienes y los sociales fueren insuficientes para cubrir
la totalidad de los créditos”. Y más adelante agrega que “la única manera de proteger
los intereses de la mujer y de conciliar las reglas que rigen la responsabilidad de ella
por las deudas del marido, es admitir que la mujer goza de preferencia no solamente
en los bienes que forman el patrimonio propio del marido, sino en los bienes que
constituyen el patrimonio de la sociedad conyugal” (La Prelación de Créditos, N° 68,
págs. 59 a 61). Agrega una razón de historia fidedigna: en el Proyecto de Código Civil
se decía que esta preferencia se ejerce “sobre los bienes del marido y los bienes
sociales”, pero esta última frase fue suprimida, con razón, a su juicio, porque “si hay
discusión entre los diversos acreedores del marido y es menester aplicar las reglas de
la prelación de créditos, quiere decir que los bienes del marido son insuficientes para
pagarlos a todos, y ¿cuándo hay gananciales? Cuando los cónyuges han retirado sus
aportes y los acreedores de la sociedad conyugal han sido pagados. Y si hay conflicto
entre los acreedores que pretenden pagarse, no parece propio hablar de bienes
sociales” (La Prelación de Créditos, N° 68, págs. 62, 63).
b) porque el artículo 2481 forma parte del Título “De la prelación de créditos”,
que “tiene por objeto reglar los derechos de la mujer en concurrencia con otros
acreedores. Si respecto de éstos la sociedad conyugal no existe y sólo hay marido y
mujer, era lógico que se refiriera a los de aquél únicamente” (La Prelación de
Créditos, N° 68, pág. 62).
La jurisprudencia se ha inclinado por la tesis de Alessandri (R.D.J., t. 33, sec. 1ª,
pág. 53; t. 27, sec. 2ª, pág. 41). En el mismo sentido de Alessandri, Luis Felipe
Bahamondez (ob. cit., pág. 137).
689. Alegación y prueba en el caso del privilegio invocado por la mujer casada .
La mujer debe alegar el privilegio y además, en conformidad al artículo 2483, debe
probar la existencia de los bienes administrados por el marido, mediante inventarios
solemnes, testamentos, actos de partición, sentencias de adjudicación, escrituras
públicas de capitulaciones matrimoniales, de donación, venta, permuta, u otros de
igual autenticidad. En el caso que lo demandado fuere indemnizaciones por una
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del marido, del padre o madre de familia o del tutor o curador fallidos, no hará prueba
por sí sola contra los acreedores”. Ello con el objeto de evitar una posible colusión entre
marido y mujer, en perjuicio de los acreedores.
690. Crédito privilegiado del hijo bajo patria potestad por los bienes
administrados por su padre o madre (art. 2481 N° 4°). En conformidad a esta
disposición, los hijos sujetos a patria potestad tienen un crédito privilegiado de cuarta
clase respecto de los bienes que administra su padre o madre, privilegio que se hace
efectivo sobre los bienes de éstos.
El padre –o la madre en su caso- administra y usufructúa de la generalidad de los
bienes del hijo, salvo aquellos que éste adquiere con su trabajo, que constituyen en su
peculio profesional o industrial, bienes estos últimos que el hijo administra
personalmente (arts. 251 y 253) o aquellos otros bienes que el hijo recibe a título de
donación, herencia o legado a condición de que no los administra el padre.
Este privilegio tiene por objeto que el hijo pueda cobrar preferentemente a su padre
o madre, lo que éste o ésta le adeude cuando termine su administración, sea a título de
restituciones, indemnizaciones, intereses, etc.
Lo mismo que para el caso anterior, para que el hijo pueda gozar de este
privilegio tiene que alegarlo y además debe probar, en la forma señalada en el artículo
2483, cuáles son los bienes que ha administrado su padre. No rigen estas exigencias
para justificar las indemnizaciones que deba el padre al hijo por su administración
descuidada o dolosa (art. 2483 inc. 2°). También en este caso debe tenerse presente la
norma del artículo 2485.
El privilegio lo hace efectivo el hijo de familia en los bienes de su padre (o de su
madre, si es ella la que administra) (art. 2481 N° 4° parte final).
691. Privilegio de los pupilos sobre los bienes de sus guardadores (art. 2481 N°
5°). Esta disposición otorga un privilegio de cuarta clase a las personas que se
encuentran bajo tutela o curatela, contra sus respectivos tutores o curadores.
En conformidad al artículo 391, “el tutor o curador administra los bienes del pupilo,
y es obligado a la conservación de estos bienes y a su reparación y cultivo. Su
responsabilidad se extiende hasta la culpa leve inclusive”. Por su parte el artículo 415
le obliga a llevar una cuenta fiel, exacta y, en lo posible, documentada, con el objeto
de que terminada su gestión pueda restituir los bienes a quien corresponda y pague los
saldos que resulten en su contra. El privilegio que estamos estudiando tiene por objeto
defender al pupilo de una administración fraudulenta de su guardador.
La doctrina entiende que este privilegio sólo cabe respecto de los tutores o
curadores que ejercen la guarda sobre la persona del pupilo, siendo por ello
improcedente en las curadurías de bienes. Tampoco cabe en las curadurías especiales
(Luis Felipe Bahamondez, ob. cit., pág. 146. En igual sentido G.T., 1883, N° 1024,
pág. 524).
Lo mismo que los casos anteriores, el privilegio debe ser alegado, y debe probarse,
en la forma que indica el artículo 2483, la existencia de los bienes administrados por
el tutor o curador. Rige también en este caso la limitación probatoria del artículo
2485.
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693. Privilegio por expensas comunes de una unidad que forme parte de un
condominio. Al respecto el artículo 4° inciso 4° de la Ley N° 1.953, sobre Copropiedad
Inmobiliaria, publicada en el Diario Oficial del 16 de diciembre de 1997, establece lo
siguiente: “La obligación del propietario de una unidad por los gastos comunes seguirá
siempre al dominio de su unidad, aun respecto de los devengados antes de su
adquisición, y el crédito correspondiente gozará de un privilegio de cuarta clase, que
preferirá, cualquiera que sea su fecha, a los enumerados en el artículo 2481 del Código
Civil, sin perjuicio del derecho del propietario para exigir el pago a su antecesor en el
dominio y de la acción de saneamiento por evicción, en su caso”.
Este privilegio presenta algunas características especiales, que constituyen
excepciones a las reglas generales aplicables a los créditos de cuarta clase:
a) Hace excepción a la norma del artículo 2482, según la cual los créditos de cuarta
clase prefieren según las fechas de sus causas. En este caso, el privilegio prefiere,
cualquiera sea su fecha, a los enumerados en el artículo 2481.
b) El privilegio en estudio constituye una excepción a la regla contenida en el
artículo 2486, de que las preferencias de la cuarta clase afecten a todos los bienes del
deudor, por cuanto sólo se hace efectivo sobre la unidad del propietario moroso en el
pago de las expensas comunes.
c) El privilegio alcanza a quien adquiere la unidad aun respecto de las expensas
generadas antes de su adquisición. Constituye por ello una excepción a la regla del
artículo 2486 de que los créditos de cuarta clase no dan derecho contra terceros
poseedores.
Cabe agregar que este privilegio es equivalente al que establecía la Ley N° 6.071,
sobre Propiedad Horizontal, artículo 48, hoy derogada por el artículo 48 de la Ley N°
19.537, publicada en el Diario Oficial del 16 de diciembre de 1997.
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INDICE
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CAPITULO PRIMERO
CONCEPTOS GENERALES
CAPITULO TERCERO
CLASIFICACION DE LAS OBLIGACIONES
16. Clasificación de las obligaciones.
17. Obligaciones de medio y de resultado
18. Obligaciones reales, propter rem o ambulatorias
19. Obligaciones causales y abstractas o formales
20. Concepto, definiciones
21. Origen y fundamento de las obligaciones naturales
21 bis. Naturaleza de la obligación natural
22. Las obligaciones naturales en el derecho chileno
23. Las obligaciones naturales ¿son taxativas en Chile?
24. Obligaciones naturales contempladas en el artículo 1470
25. Obligaciones naturales provenientes de obligaciones nulas y rescindibles
26. Caso del artículo 1470 N° 1.
27. Caso del artículo 1470 N° 3°.
28. Obligaciones naturales provenientes de obligaciones civiles degeneradas
29. Obligaciones civiles extinguidas por prescripción (art. 1470 N° 2)
30. Obligaciones civiles que no han sido reconocidas en juicio por falta de
pruebas (art. 1470 N° 4)
31. Efectos de la Obligación natural.
32. Concepto.
33. Concepto.
34. Importancia de la distinción
35. Esta clasificación la hace la ley
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131. Concepto
132. Importancia de la distinción
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CAPITULO CUARTO
EFECTOS DE LAS OBLIGACIONES
262. Explicaciones previas
263. Efectos del contrato y efectos de la obligación
264. Efecto de las obligaciones (para el caso de incumplimiento del deudor)
265. Derecho principal a la ejecución forzada de la obligación
266. Cumplimiento forzado en los distintos tipos de obligación
267. Requisitos de la ejecución forzada en las obligaciones de dar
268. Cumplimiento forzado de la obligación de hacer
269. Obligación de no hacer
270. Cuadro resumen de casos en que es posible la ejecución forzada de la
obligación
271. Cumplimiento subsidiario por equivalencia. Indemnización de perjuicios
272. La indemnización de perjuicios es un derecho subsidiario
273. ¿Tiene el acreedor un derecho optativo para exigir el cumplimiento de la
obligación o la indemnización de perjuicios compensatoria?
274. Clases de indemnización
275. No se pueden acumular el cumplimiento y la indemnización de perjuicios
compensatoria, pero sí el cumplimiento y la indemnización moratoria
276. requisitos de la indemnización de perjuicios
277. Incumplimiento del deudor
278. Ambito de aplicación de estas normas
279. Perjuicio del Acreedor
280. Prueba de los perjuicios
281. Clases de perjuicios
282. Relación de causalidad (nexo causal) entre el incumplimiento y los
perjuicios
283. imputabilidad del deudor
(dolo o culpa del deudor)
Dolo contractual
284. Campos en que incide el dolo civil
285. Teoría unitaria del dolo
286. Prueba del dolo
287. Efectos del dolo en el incumplimiento de las obligaciones
288. El dolo no se puede renunciar anticipadamente
290. De la culpa contractual
291. Diferencias entre la culpa contractual y extracontractual
292. Gradación de la culpa
293. La culpa grave equivale al dolo
294. De qué culpa responde el deudor
295. Cláusulas para alterar la responsabilidad de las partes
296. Límites de estas cláusulas modificatorias de responsabilidad
297. La culpa contractual se presume
298. Culpa del deudor por el hecho de personas que dependen de él
299. Causales de exención de responsabilidad
300. Fuerza mayor o caso fortuito
301. Elementos del caso fortuito
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302. Inimputable
303. Imprevisto
304. Irresistible
305. Efectos del caso fortuito
306. Excepciones en las que el caso fortuito no libera de responsabilidad al
deudor
307. Prueba del caso fortuito
308. Teoría de los riesgos
309. Requisitos para que opere la teoría de los riesgos
310. Principio contenido en el Código en materia de riesgos
311. Ambito de aplicación de la norma
312. Casos de excepción en que el riesgo de la especie o cuerpo cierto debido es
del deudor
313. Pérdida parcial
314. Ausencia de Culpa
315. El estado de necesidad
316. Hecho o culpa del acreedor
317. Teoría de la imprevisión
318. Elementos de la Imprevisión
319. Posiciones doctrinarias
320. Teoría de la imprevisión en Chile
321. Argumentos en favor de la teoría de la imprevisión
322. Mora del deudor
323 Concepto de mora
324. Requisitos de la Mora
325. Que el deudor retarde el cumplimiento de la obligación
326. Que el retardo le sea imputable al deudor
327. Interpelación del acreedor
328. Interpelación contractual expresa (art. 1551 N° 1°)
329. Interpelación contractual tácita (art. 1551 N° 2°)
330. Interpelación judicial (o extracontractual) (art. 1551 N° 3°)
331. Que el acreedor, si el contrato es bilateral, haya cumplido su propia
obligación o se allane a cumplirla en la forma y tiempo debidos
332. Efectos de la mora
333. Mora del acreedor
334. ¿Desde cuándo está en mora el acreedor?
335. Efectos de la mora del acreedor
336. De la avaluación de los perjuicios
337. Avaluación judicial
338. Perjuicios que deben indemnizarse
339. Daño moral
340. Daño emergente y lucro cesante
341. Perjuicios previstos e imprevistos
342. Las partes pueden alterar las reglas sobre los perjuicios a indemnizar
343. Avaluación legal de perjuicios
344. Características de la liquidación legal
345. Regla primera del artículo 1559
346. Regla segunda del artículo 1559
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CAPITULO QUINTO
DE LOS MODOS DE EXTINGUIR LAS OBLIGACIONES
404. Concepto
405. Causales de extinción de las obligaciones
406. De la resciliación o mutuo disenso
407. La resciliación es una convención, no es un contrato
408. Requisitos de validez
409. Consentimiento en la resciliación
410. Capacidad para resciliar
411. Para que haya resciliación tiene que existir una obligación pendiente
412. La resciliación sólo opera en los contratos patrimoniales
413. Efectos de la resciliación
414. Efectos de la resciliación entre las partes
415. Efectos de la resciliación respecto de terceros
416. Del pago
417. Solución o pago efectivo
418. El pago es la prestación de lo que se debe
419. Naturaleza jurídica del pago
420. El pago es un acto jurídico
421. Características del pago
422. El pago debe ser específico
423. El pago debe ser completo
424. El pago es indivisible
425. Por quién debe hacerse el pago
426. Pago hecho por el deudor
427. Pago hecho por un tercero interesado
428. Pago hecho por un tercero extraño
429. Efectos del pago hecho por un tercero extraño
430. Pago hecho con el consentimiento expreso o tácito del deudor
431. Pago hecho sin el conocimiento del deudor
432. Pago hecho contra la voluntad del deudor
433. Formas de resolver la contradicción entre los artículos 1574 y 2291
434. Pago en el caso de las obligaciones de dar
435. El tradente debe ser titular del derecho que transfiere
436. Capacidad de disposición del que paga
437. Formalidades legales
438. A quién debe hacerse el pago
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441. Pago hecho al acreedor que no tiene la libre administración de sus bienes
442. Pago hecho al acreedor cuyo crédito se ha embargado u ordenado retener
por decreto judicial
443. Pago hecho al acreedor declarado en quiebra (art. 1578 inc. 3°)
444. Pago hecho a los representantes del acreedor
445. Pago hecho al representante legal del acreedor
446. Pago hecho al representante judicial
447. Pago hecho al diputado para recibir el pago (mandatario)
448. Extinción de la diputación para recibir el pago
449. Pago hecho al actual poseedor del crédito
450. Pago hecho a otras personas no es eficaz, no extingue la obligación
451. Epoca en que debe hacerse el pago
452. Lugar donde debe hacerse pago
453. Contenido del pago
454. Casos en que concurran varias obligaciones entre las mismas partes
455. De la imputación del pago
456. Prueba de pago
457. Presunciones legales del pago
458. Gastos del pago
459. Efectos del pago
460. Concepto
461. Casos en que procede el pago por consignación
462. Fases del pago por consignación
463. La oferta
464. Requisitos de la oferta
465. Requisitos de fondo de la oferta
466. Requisitos de forma de la oferta
476. Características de la oferta
468. No se requiere oferta
469. Situaciones especiales
470. Resultado de la oferta
471. La consignación
472. Plazo para consignar
473. La declaración de suficiencia de pago
474. Tribunal competente. Regla general y excepciones
475. Efectos del pago por consignación
476. Gastos de la consignación
477. Retiro de la consignación
478. Concepto de subrogación
479. Paralelo entre la cesión de créditos y el pago con subrogación
480. Definición de subrogación
481. En la subrogación el tercero que paga tiene diferentes acciones para
recuperar lo que pagó
482. Clases de subrogación
483. Subrogación legal
484. Primer caso de subrogación del artículo 1610
485. Segundo caso
486. Utilidad del artículo 1610 N° 2° en el caso de la purga de la hipoteca
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CAPITULO QUINTO
DE LA PRELACIÓN DE CREDITOS
643. Explicación de por qué se trata de esta materia al final
644. Generalidades
645. Concepto e importancia de la prelación de créditos
646. Concurrencia de los acreedores
647. Principio de igualdad
648. Causas de preferencia
649. Fundamentos de las preferencias
650. Clasificación de las preferencias
651. Características de las preferencias
652. Ambito de la preferencia
653. Privilegios. Créditos de primera clase
654. Características de los créditos de primera clase
654 bis. Situación especial de los créditos hipotecarios de los bancos
655. Pago de los créditos de primera clase en el caso del deudor declarado en
quiebra
656. Análisis de los créditos de primera clase
657. Las costas judiciales que se causen en interés general de los acreedores (art.
2472 N° 1°)
658. Expensas funerales necesarias del deudor difunto (art. 2472 N° 2°)
659. Gastos de enfermedad del deudor (art. 2472 N° 3°)
660. Gastos generados en la quiebra del deudor (art. 2472 N° 4°)
661. Las remuneraciones de los trabajadores y las asignaciones familiares (art.
2472 N° 5°)
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