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FE CRISTIANA Y DEMONOLOGÍA.

«No es para mí ningún placer hablaros del diablo, pero la doctrina que este tema me sugiere será
para vosotros muy útil» (San Juan Crisóstomo)

El objetivo que lleva este tema es el de inculcar el deber de luchar contra todas las fuerzas del mal
existentes en el mundo. Hemos de detenernos, brevemente, ante todo, en el Nuevo Testamento,
donde encontramos testimonios del mismo.

En la época de Jesús varias comunidades no judaicas no admitían la existencia de la resurrección, ni


Ángeles o demonios. Sostener, pues, hoy que lo dicho por Jesús sobre Satanás expresa solamente
una doctrina tomada del ambiente y que no tiene importancia para la fe universal, aparece en
seguida como una opinión basada en una información deficiente sobre la época y la personalidad
del Maestro. Si Jesús ha usado este lenguaje, y, sobre todo, si lo ha puesto en práctica durante su
ministerio, es porque expresaba una doctrina necesaria al menos en parte para la noción y la
realidad de la salvación que Él traía.

En la experiencia y el ministerio de Jesús sin poner nunca a Satanás en el centro de su Evangelio,


Jesús habló de él sólo en momentos evidentemente cruciales, y con declaraciones importantes. En
primer lugar, inició su ministerio público aceptando ser tentado por el diablo en el desierto. (Mc
1,12-13)

Además, también podemos analizar en Jesús las principales curaciones de posesos que fueron
hechas por ÉL en momentos que resultan decisivos en su ministerio. Sus exorcismos ponían y
orientaban el problema de su misión y de su persona. Pero con ello no se quiere escandalizar, no
todo se trata de lo sobre natural y la supersticiones o temores que se pueden generar con estas
afirmaciones. Ya lo he dicho en el inicio de este escrito, el objetivo que lleva este tema es el de
inculcar el deber de luchar contra todas las fuerzas del mal existentes en el mundo.

También, Jesús con todas las curaciones de endemoniados que realizó lo que quería es dar un
mensaje, así mismo lograr en las personas que la fe este cimentada solo en el Padre celestial. Por
tanto, todos estos relatos sobre curaciones nos ayudan a interrogarnos a lograr un cambio en
nuestras vidas, y llevar una vida en gracia alejándonos del pecado.

Demonio y pecado parecen dos sinónimos, pero no es así pues Pablo no identifica el pecado con
Satanás. En efecto, en el pecado, él ve, ante todo, lo que este último es esencialmente: un acto
personal de los hombres, y también el estado de culpabilidad y de ceguera en el que Satanás trata
efectivamente de meterlos y mantenerlos.

Pablo con gran decisión, invita a resistir a Satanás, a no dejarse dominar por él, a no darle entrada,
a aplastarlo bajo los pies. Porque Satanás es para él una entidad personal, «el dios de lo mundano»,
un adversario astuto, distinto tanto de nosotros como del pecado al que él lleva. Ciertamente,
Satanás induce al pecado, pero se distingue del mal que hace cometer.

Las asechanzas del demonio nos conducen hacia el mal por medio del pecado, seamos fuertes en
bien para la salvación de las almas.

Seminarista: Cristian Quishpe

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