sociedad 10 de agosto de 2018 Brecha 39

La discusión en torno al lenguaje no sexista

Su propia autoridad
Los manuales de lenguaje inclusivo se parecen a algunos diccionarios, ya que indican cómo se debe
hablar, sostiene la lingüista Victoria Furtado. Por eso los distingue de los movimientos que, desde abajo,
desafían a la autoridad lingüística sin pretender ocupar su lugar. En el fondo del debate, reavivado estos
días, late la sospecha de la efectiva incidencia de la lengua en la transformación de la realidad social.

Mariana Abreu

En las últimas semanas la dis-

cusión sobre el uso del lengua-
je no sexista cobró dimensiones
insospechadas, quizá como nun-
ca antes en nuestras geografías.
Protagonizó acalorados debates
en la tevé, motivó el empleo de
numerosos caracteres en la prensa
y las redes sociales, suscitó chistes
en la mesa y la oficina. Por algún
u otro motivo, los hablantes se
sintieron convocados a decir algo
sobre el asunto.
Por qué la inquietud se cris-
talizó ahora y no antes, no está
demasiado claro. Al otro lado del
océano, pocas semanas atrás, la
vicepresidenta de España planteó
aplicar lenguaje inclusivo al tex-
to de la Constitución de ese país,
algo que la Real Academia Espa-
ñola (Rae) ha reprobado en todas
las oportunidades que ha tenido. A
fines del año pasado, en Francia,
el primer ministro prohibió el uso
de este modo de comunicación en
los textos oficiales.
Sin embargo, para la lingüista
Victoria Furtado, del Departamen-
to de Psico y Sociolingüística de
la Facultad de Humanidades, el
debate en Uruguay se relaciona en
mayor medida con hechos ocurri-
dos en esta orilla: la amplificación
de las luchas estudiantiles por más
presupuesto para la educación y,
en la vecina Argentina, la media-
tización de la batalla por legalizar
el aborto. Su hipótesis es que la
exposición pública de los militan-
tes diciendo “todes” o “nosotres”
llamó la atención.
“Es probable –afirma– que los
estudiantes ya estuvieran usan-
do el lenguaje inclusivo como un
código entre ellos sin que nadie
lo notara, hasta estos tiempos de
conflictos y ocupaciones en los que
sacaron comunicados en las redes
y salieron a la prensa. Lo mismo
en Argentina, donde la cuestión de
la legalización del aborto está en
todos los medios, capaz que esta
forma de hablar estaba instalada
desde antes entre las gurisas y sólo
se volvió más visible. Acá también
las militantes feministas usan mu-
cho el lenguaje no sexista, sobre Ilustración: Dani Scharf
todo las más jóvenes.”
Esta forma de comunicar no
surgió en estos días. “Hay libros utilización del lenguaje inclusivo en los medios de comunicación. habla inglesa es objeto de deba- DUEÑOS DE LA PALABRA. Para la lin-
de texto de Primaria que ya en datan de 2007, a partir de la ley Fue por esos tiempos que surgie- te desde los años setenta, y en el güista e integrante de la Academia
2008, hace diez años, fueron he- 18.104, que estableció el diseño ron disposiciones sobre el tema caso de España, que cuenta con Nacional de Letras Virginia Berto-
chos con base en disposiciones que de un “Plan nacional de igualdad en distintos organismos del Esta- decenas de guías de distintos or- lotti el lenguaje inclusivo es algo
establecían el uso del lenguaje no de oportunidades y derechos” entre do, y poco después, los primeros ganismos públicos, el tema está intrascendente. “Si de verdad al-
sexista”, sostiene Furtado. Tampo- hombres y mujeres. En dicho plan, manuales y guías. instalado desde los ochenta, ase- guien cree que hablando así va a
co es novedad en otras institucio- creado el mismo año que la norma, En otras partes del mundo el gura la investigadora. La discu- cambiar la configuración mental
nes públicas. La lingüista afirma figuraba el objetivo de sensibili- lenguaje inclusivo comenzó a so- sión, sin embargo, en ningún lado
que las recomendaciones sobre la zar acerca del lenguaje no sexista nar mucho antes. En países de está saldada.
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y las representaciones de las per-
sonas sobre el lugar de la mujer...;
no va a suceder”, alerta.
Un artículo de su autoría1 ex-
plica que hay idiomas que prescin-
den del género gramatical y otros
que tienen dos, tres, cuatro, cinco
o más géneros: “Si nos detenemos
un momento en poner en relación
los conocimientos que tenemos
acerca de la situación de la mu-
jer en muchas de las sociedades
que coinciden con estas lenguas,
resulta bastante obvio que no hay
una relación necesaria entre el gé-
nero gramatical y la igualdad de
derechos de hombres y mujeres”.
Si se toma el finlandés, una len-
gua sin género, “podemos tener
la ilusión de la existencia de una
correlación entre el género gra-
matical y la igualdad de derechos
(…), pero rápidamente perdemos
la ilusión cuando llegamos al persa
o al turco, que son también lenguas
sin género gramatical. Podríamos
abundar, además, profundizando
en la idea de que no todas las len-
guas que tienen género se basan
en el sexo”, sostiene en su trabajo.
A la hora de defender los de-
rechos de las mujeres, Bertolotti
enfocaría sus energías en otros
asuntos. Incluso, en el ámbito lin-
güístico, sin entrar en el contenido
de lo enunciado, considera que hay
cuestiones que están encubiertas
y son verdaderamente machistas,
a diferencia del género gramatical
de las palabras. “He conocido fa-
milias en las que la única persona
habilitada para proponer temas de
conversación y que, además, ad-
ministraba los turnos en la charla,
era el hombre. Si una mujer propo-
nía otros temas de interés general,
la forma de seguir adelante con lo
propuesto era que se armara una
conversación en paralelo y en tono
más bajo.” “Estar en una conver-
sación y que el hombre se dirija al
otro hombre del grupo en busca de
legitimidad o retroalimentación, y
no a las mujeres”, es otro de los
ejemplos que plantea.
Si de actitudes lingüísticas pa-
triarcales se trata, pueden señalarse
De qué
estamos
hablando
El lenguaje no sexista –tam-
bién llamado inclusivo o li-
bre de estereotipos– es un
conjunto de prácticas lin-
güísticas o usos del lengua-
je que buscan visibilizar a las
mujeres y otras identidades
de género no masculinas.
En general evitan el gené-
rico masculino, es decir, el
uso del morfema de género
masculino para designar a
las personas. Para este fin
aplican estrategias como la
doble forma –“las alumnas
y los alumnos”–, el uso de la
arroba –“l@s alumn@s”–, de
la x –“lxs alumnxs”–, de la e
–“les alumnes”– y de otras
expresiones –“el alumnado”,
“las personas que van a cla-
se”, etcétera. n
al menos dos a las que se les ha
puesto nombre: manterruption (in-
terrupción innecesaria del discur-
so de una mujer por parte de un
varón) y mansplaining (hombres
explicando a mujeres cosas que
estas ya saben).2
La discusión de fondo, cómo se
relacionan pensamiento y lenguaje,
es más filosófica que lingüística,
y está lejos de generar consenso.
Furtado comparte la idea de que
el lenguaje no cambia el pensa-
miento ni la realidad de forma li-
neal o automática, pero plantea un
matiz respecto de la postura de su
colega, pues opina que se trata de
“una herramienta simbólica que
sirve para visibilizar cosas”, y “si
ayuda a visibilizar una situación
de desigualdad, de alguna manera
ayuda a cambiarla”.
La investigadora aclara que
el lenguaje es una práctica social
como tantas, por lo que si no se
acompaña de otras acciones pue-
de ser leído como mera corrección
política y, como sucede habitual-
mente, ridiculizarse. “El presiden-
te Tabaré Vázquez dice ‘uruguayas
y uruguayos’ pero vetó la ley del
aborto”, ejemplifica, y agrega el
caso del Ministerio del Interior,
que creó una guía de lenguaje in-
clusivo hace unos años y generó
un debate similar al de estos días.
“Poquísimo tiempo después –rela-
ta– un policía mató con su arma de
reglamento a su pareja. Entonces
podría pensarse ‘pierden tiempo en
una guía pero no se ocupan de que
un tipo denunciado por violencia
doméstica no tenga su arma’, por
más bienintencionada que sea la
iniciativa de hacer el manual. No
es que piense que el lenguaje no
importa, si no, no hubiera estudia-
do lingüística, pero hay cosas que
rompen tanto los ojos...”
DESDE LA QUINTA AVENIDA. “Capaz
que no opinamos sobre biología
molecular porque, aunque esté en
nuestro cuerpo, nos resulta ajena”,
ilustra Furtado, para explicar que
el debate en torno al lenguaje in-
clusivo tiene que ver con que la
lengua es algo cotidiano que sen-
timos como propio.
Estas mismas características
hacen que la naturalicemos: “Hay
un sentido común que entiende que
las lenguas no cambian y que son
cosas indefensas que hay que pro-
teger. Pero si no cambian, desapa-
recen. Las sociedades consideran
amenazas a lo nuevo y lo distinto,
y esto se traduce en comentarios
como ‘los jóvenes hablan cada vez
peor’, aunque a veces la gente se
pierda cosas interesantes y crea-
tivas de los jóvenes porque sólo
ve errores. La forma de hablar
de los sectores populares también
es vista por otras capas como un
mal hablar y no como una forma
distinta de hacerlo”.
Otro de los prejuicios sobre la
lengua, indica, es la idea de que
“no hay aspectos políticos que
se jueguen en lo lingüístico, aun-
que, como todas las dimensiones
de la vida social, el lenguaje es
político”.
“‘Burgers and drinks’, dice
allá frente a la rambla del Rolled
Park, perdón, del parque Rodó.
¿Cómo llegamos a eso? Ni siquiera
es un anglicismo, sino tres vulgares
palabras en inglés para referirse
a dos cosas que en cualquier ba-
rrio de este bendito país siempre
fueron ‘hamburguesas’ y ‘tragos’
(...). ¿Sándwich de atún? ¿Qué es
eso? En la Ciudad Vieja, en un co-
queto bar, tenés que pedir un tuna
sandwich, como si estuvieras en la
cafetería Tom’s Restaurant, la de
Seinfeld, allá en Broadway”, relata
una columna de Ignacio Martínez
en La Diaria, sobre las palabras
anglosajonas que se cuelan en el
vocabulario local sin generar mu-
cha resistencia que digamos.
La necesidad de adaptarse a
nuevas realidades es una de las
razones de que la lengua cambie.
“Tenemos –afirma Furtado– un
montón de tecnologías creadas
en el Primer Mundo, en países de
habla inglesa, y necesitamos las
palabras ‘googlear’, ‘twitear’,
‘whatsapear’ para hablar de esa
realidad. Pero decirle ‘burger’ a
una hamburguesa no tiene que
ver con eso, ahí se juegan otras
cosas. El lingüista inglés Norman
Fairclough dice que cuando de-
terminados grupos denuncian el
lenguaje sexista o racista generan
indignación y revuelo, pero cuando
se empiezan a usar palabras del
ámbito empresarial, como ‘eficien-
cia’ o ‘productividad’ para hablar
de temas como la educación, que
no debería medirse en esos térmi-
nos, no lo cuestionamos. Ahí hay
una cuestión ideológica que tiene
que ver con cómo algunas cosas
en el marco del sistema capitalista
se van naturalizando.”
DIFÍCIL QUE LLEGUEMOS A PONERNOS
DE ACUERDO. En su paso por Uru-
guay, la lingüista española Teresa
Meana dijo a Brecha que la mayor
resistencia hacia el lenguaje no
sexista proviene de la academia
y parte de la intelectualidad que,
además de creer que “tienen la
propiedad del idioma”, se apoyan
en argumentos ideológicos y no
lingüísticos.3
Sobre este asunto, Furtado se-
ñala que “la norma lingüística con-
sidera correctas las expresiones
de la lengua culta, de las elites
culturales. Es lo que hace la Rae
cuando recomienda una forma de
decir algo. La gente piensa que
lo que no está en ese diccionario
no existe, sin tener en cuenta que
capaz que la Rae no recogió una
palabra porque no reconoce la va-
riedad o porque mira el español de
España y no tanto el de América.
El diccionario está lleno de pala-
bras relacionadas con prácticas
católicas, pero no de palabras que
tengan que ver con otras religio-
nes. Esas son microoperaciones
ideológicas”.
La lingüista de la Facultad de
Humanidades encuentra en las
guías de lenguaje inclusivo la li-
mitación de que, al igual que las
academias, no problematizan la
idea de que haya una norma, en el
sentido prescriptivo: “Estos ma-
nuales pretenden poner en cues-
tión una dimensión política del
lenguaje que tiene que ver con
las relaciones de género, pero no
ven que también es político el he-
cho de que alguien debe decirle a
otro alguien cómo hablar o quién
es la autoridad lingüística”. Por
ello, entre otras razones, distingue
cuando una iniciativa lingüística
–en este caso el lenguaje inclusi-
vo– proviene de las instituciones o
de los grupos sociales; en sus pa-
labras: cuando es impuesta “desde
arriba” o motivada “desde abajo”.
Según Furtado no es necesario
llegar a un acuerdo sobre si deci-
mos “todos”, “todas” o “todes”.
Cuando se le pregunta sobre la
importancia de los marcos de re-
ferencia para los hablantes, afirma
que “el problema no es que exista
un modelo, sino que te lo presen-
ten como el único válido, o que lo
uses pensando que es algo neutro,
inocente, que no está construido
por hechos históricos, sociales
y políticos”. Las gramáticas del
español del Río de la Plata o el
Diccionario del español del Uru-
guay, de la Academia Nacional
de Letras, son ejemplos de alter-
nativas o complementos a la Rae,
referencia bastante invocada en
estos pagos.
“El lenguaje es un código
compartido, es convencional en
la medida que a una comunidad
le permite comunicarse. Pero to-
das las lenguas tienen variaciones
–por grupos sociales, geografía,
situación comunicativa, etcéte-
ra– que no impiden la compren-
sión. La clase alta no habla igual
que los sectores populares, pero
eso no quiere decir que no se en-
tiendan, al igual que lo que pasa
entre los que viven en Rocha o en
Montevideo. Si decís ‘presidente’
o ‘presidenta’ todo el mundo va a
saber de lo que estás hablando,4
el terror a la incomprensión es lle-
var el tema a un punto de ficción”,
afirma Furtado.
En la universidad más de un
docente se dirige con frecuencia
en clase a sus alumnos, de distin-
to género, utilizando el genérico
femenino. En estos casos no se
pretende necesariamente represen-
tar a todas las personas, se busca
evidenciar el conflicto. A veces,
explica Furtado, el lenguaje inclu-
sivo no intenta ofrecer una deter-
minada solución lingüística, sino
hacer pensar un rato.
QUIÉNES Y CUÁNTOS. Para Bertolotti
el lenguaje no sexista es utilizado
por grupos muy pequeños: “Son
formas asociadas a contextos so-
ciales en donde se reivindica el lu-
gar de la mujer, pero no me parece
que esté cambiando la modalidad
de comunicarse de los uruguayos,
sino que hay algunas personas que
van haciendo demostración de sus
ideas, como alguien que decide
ponerse diez piercings para ir a
trabajar y expresar que no se afi-
lia ideológicamente a ese lugar”.
La lingüista sostiene que los
gremios estudiantiles que usan este
lenguaje “son elites culturales”,
en el sentido de “grupos selec-
cionados frente al resto”, pues, a
su criterio, tienen la mejor forma-
ción de secundaria. “¿Te parece
que funciona de la misma manera
en el liceo Iava o en el Miranda,
que en el liceo de Caraguatá, en
Tacuarembó?”, pregunta. Con-
sultada sobre si considera elites
a otras organizaciones que utili-
zan comunicación inclusiva, como
las sindicales, Bertolotti responde
que “los sindicatos en Uruguay
están integrados por gente con
sociedad
formación política, más allá de su
formación curricular”, caracterís-
tica que, así como la prolongada
educación formal, “no tiene tanta
gente” en el país.
Furtado opina distinto. “El len-
guaje inclusivo, aunque no esté
generalizado, está más extendido
de lo que parece. No creo que sea
algo de tres gatos locos”, dice,
aunque esté de acuerdo con que
las personas que lo usan son ma-
yoritariamente militantes o tienen
sensibilidad hacia los temas de
género. Para la investigadora esta
manera de nombrar se relaciona
con un momento en el que “el fe-
minismo está sacudiendo todo”.
“Los jóvenes –dice– están
usando este lenguaje y no están
pidiendo permiso, no les importa
si se piensa que está bien o mal.
Tampoco están pidiendo a nadie
que lo use. Y eso es distinto a las
políticas de planificación lingüista
o a las iniciativas institucionales,
que establecen esta forma de ha-
blar como criterio.”
Los estudiantes de dos gremios
estudiantiles que utilizan lengua-
je no sexista no tuvieron interés
en hacer declaraciones para esta
nota. Quizá ello se relacione con
las apreciaciones de la lingüista:
“Están más allá de toda esta dis-
cusión, no miran lo que dice la
Rae ni los lingüistas. Capaz que el
lenguaje inclusivo les dura un año,
capaz toda la vida, eso es difícil
de prever, lo que quiero decir es
que no están dedicando su tiem-
po a convencer a otros de que lo
utilicen. Están siendo mucho más
irreverentes”. n
1. “¿Discrimina el idioma español?”, en
Revista de la Academia Nacional de
Letras, 2016.
2. www.publico.es/sociedad/machismos-
llames-despatarre-llamalo-mansprea-
ding.html
3. Véase “Quien tiene el poder tiene las
palabras”, Brecha, 7-VII-16.
4. Aunque “presidente”, al igual que “es-
tudiante”, no tenga marca de género,
el uso de “presidenta” está dado en
relación con el contexto social y no
con lo meramente gramatical. “No
se puede aislar la gramática de lo
social. Estudiantes mujeres siempre
hubo, o al menos en nuestra época,
pero no presidentes mujeres. Hay una
nueva realidad que se quiere nombrar
o destacar”, explica Furtado.
Sillones
y banquillos
La Academia Nacional de
Letras de Uruguay, crea-
da en 1943, está integrada
por 19 miembros, entre los
que se cuentan seis mujeres.
La proporción de académi-
cas es bastante inferior en
la R ae , que tiene más de
300 años pero sólo hace 40
que acepta mujeres. Actual-
mente esta institución está
integrada por 46 académi-
cos, sólo ocho pertenecen
al sexo femenino. n