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La decisión que cambió a San Juan

Por Joel Cruz Cotero

El gobierno autoritario en San Juan de las Manzanas había terminado hacia casi tres años
con la derrota de Carlos Madero sobre Javier Sendero, y el régimen de Madero estaba ya
por acabar. El presidente municipal Madero estaba orgulloso de haber sido el principal
promotor de la democracia en San Juan y todo el tiempo decía que gracias a él, el gobierno
ahora estaba en las manos del pueblo. Ahora Madero creía que su tarea era preservar la
democracia y, por lo tanto, tenía que garantizar elecciones limpias en el municipio.
Los partidos principales eran el Partido Demócrata Popular (PDP) y el Partido Popular
Democrático (PPD). La candidata del PDP, que era la favorita del presidente Madero, era
Adriana Zamarripa, mientras que el candidato del PPD era Óscar Domínguez. Y ya para
mediados de mayo el pueblo estaba repleto de propaganda con ataques a ambos candidatos
y con propuestas que aparentemente iban a beneficiar a la población de San Juan.

Los Rosado era una familia tradicional de San Juan de las Manzanas. No eran ricos pero
vivían cómodamente. Marco, el jefe de la familia, era un abogado y había trabajado durante
toda su vida en el Despacho de San Juan. Elena era el nombre de su esposa, ella era maestra
de la primaria del pueblo. Ambos habían engendrado un solo hijo a quien habían nombrado
Marco, tal como su padre y su abuelo se llamaban. Marco estaba comenzando la carrera en
Derecho y tenía un gran interés en la vida política. Debido a que Marco hijo era de las
pocas personas educadas de San Juan, él creía que todos debían de comportarse como él,
pues él mismo se consideraba el “ciudadano ideal”.
El lunes 15 de mayo Marco acompañó a su madre a la plaza principal a oír el discurso
del presidente con motivo del Día del Maestro. Eran cerca de las diez de la mañana cuando
el presidente Madero se asomó al balcón para dirigirse a la gente. Madero miró hacia abajo
y comenzó a hablar:
–¡Buenos días gente de San Juan de las Manzanas!, el motivo por el que estamos aquí es
para festejar a nuestros queridos maestros ya que ellos son los que se encargan de formar a
nuestras futuras generaciones. Mi gobierno está consciente de que el brindarle a nuestros
niños y jóvenes una buena educación es importante para que puedan sobrevivir en este
mundo tan competitivo.
“Sanjuaneses, debo recordarles que una de mis principales propuestas al principio de mi
gobierno fue construir más escuelas ya que tres escuelas eran insuficientes. ¡Propuse la
construcción de veinte escuelas más! Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos y de mis
colaboradores por hacer todas estas grandes obras, el Congreso de San Juan –porque San
Juan tenía un gobierno complejo y era un pueblo que contaba con un poder legislativo–,
¡controlado por el partido opositor!, no me permitió realizar tales cosas que sólo iban a
beneficiar a mi querida gente.
“¡Y no fue lo único que me ha negado el Congreso!, ¿qué les negó a ustedes?, también
se opuso a la apertura del zoológico para que nuestros hijos pudieran aprender con los
animales, también impidió comprar pintura para pintar los pizarrones de color rojo para que
los estudiantes pusieran más atención a lo que los maestros escribían en el.
“Mi gobierno ha sido el único que se ha preocupado por el pueblo de San Juan, y ¡no
podemos permitir el regreso del pasado!, ¡Hemos tenido un avance histórico y no nos
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podemos dar el lujo de regresar al pasado! Maestros de San Juan, les pido que continúen
instruyendo a sus alumnos por el camino correcto y ¡muchas felicidades!, ¡muchas gracias!
Aunque el pueblo se estaba cayendo la gente quedó muy conmovida con el discurso del
presidente Madero. El alcalde de San Juan después de haber recitado estas palabras saludó
a la gente y entró al Palacio Municipal. Marco y Elena que eran fuertes pedepistas habían
quedado completamente maravillados con el discurso de Madero. De regreso a casa iban
comentando su discurso:
–Me convenció Madero, voy a votar por el PDP –decía Marco.
–Si el gobierno de Madero ha sido el mejor que hemos tenido, lástima que el pinche
Congreso no lo deja trabajar –le contestó Elena
–Pero yo sigo sin entender algo –se preguntaba Marco– ¿cómo es posible que la gente
siga votando por el PPD?, ¡vamos! –dijo el joven alzando la voz– hasta un ciego puede ver
que el PPD representa al pasado y nadie quiere regresar a la dictadura del pasado, ¿o sí?
–Bueno hijo –respondió Elena– tienes que comprender que hay gente pendeja, no todos
son como nosotros –se calló un momento y después continuó– por ejemplo, ve a nuestra
vecina Lupe, ella piensa que el PPD le ha dado todo lo que ella tiene, ¡es una tonta e
ignorante!, pienso que en realidad no deberían dejar votar a gente tan estúpida como ella.
–¡Voy a estar muy decepcionado de los sanjuaneses si gana Domínguez la elección! –
exclamó Marco– pero bueno al fin y al cabo tendremos el gobierno que nos merecemos.

María Guadalupe Valle era una anciana que nunca se había casado por lo que había
dedicado su vida a la santa iglesia católica, como ella solía decir. Lupita, como era
conocida por la gente, había tenido una dura infancia y no había tenido oportunidad de
conocer a su padre quien había muerto en la Revolución Azteca. Ella era la mayor de dos
hermanos y junto con su madre habían logrado salir adelante.
A pesar de todas las desgracias que tuvieron los Valle, ambos hermanos en su vida de
adulto trabajaron como burócratas en el gobierno municipal. Su trabajo, aunque muy
mediocre, les había permitido tener comida, vestimenta e incluso algunas diversiones. Los
políticos pedepistas les habían dicho que todo era producto del triunfo de la Revolución
Azteca, misma que había encarnado en el PDP. Entonces, muchos sanjuaneses como Lupita
sentían que debía de ser agradecidos con el partido que les había dado todo en la vida.
Ciertamente, los gobiernos de San Juan de las Manzanas (en la época del PDP) creaban
nuevos trabajos, pero estos los pagaban con dinero que les pedían a otros pueblos y gracias
al gran descubrimiento de plantas de cacao en la sierra del pueblo, lo que les permitió
aumentar la producción de chocolates.
El domingo siguiente del discurso del presidente Madero, Lupita fue a misa de siete, tal
como lo hacia todos los domingos. Saliendo de la iglesia se apuró para llegar al mercado de
San Juan pues había sido invitada a las ocho de la mañana a asistir al mitin de campaña de
Oscar Domínguez, y ya eran las ocho y cinco. Cuando ella llegó busco un lugar y ya no
encontró, pero Horacio Salazar (un amigo de Marco del que hablaré más adelante) le cedió
su lugar y ella agradeciéndole lo acepto y se sentó. A las ocho y media Oscar Domínguez se
acercó al micrófono y comenzó a hablar:
–Estimado pueblo de San Juan de las Manzanas –dijo el candidato pepedista saludando a
la gente que se encontraba en el mercado– el cambio que prometieron los pedepistas y el
presidente Madero nunca llegó. ¡Es más! –dijo gritando y levantando el dedo índice– ¡el
pueblo de San Juan está peor que nunca! –se detuvo por un momento y continuó– cuando el
PPD gobernaba el clima era mucho más cálido de lo que hoy es. El día de hoy por la
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mañana revisé el termómetro y estábamos a diez grados centígrados, ¡sí, escucharon bien,
estábamos a diez grados centígrados!
“En los peores tiempos del PPD la temperatura apenas llegó a los quince grados
centígrados, y por supuesto no hay que olvidar que en la época dorada del PPD, la
temperatura llegó a los treinta y dos grados centígrados, ¡esos eran buenos tiempos!, ¡en
esas épocas nadie tenía frio!, no había necesidad de comprar cobijas para taparse, ni
tampoco había necesidad de comprar cafés por la mañana para calentarnos. Todos estos
gastos extra que hoy lo tenemos que hacer nos están haciendo más pobres, ¡y tenemos que
poner un hasta aquí!
“¡Ya basta! Ahora repitan todos conmigo: ¡Madero, Zamarripa y todos los pedepistas
son unos mentirosos!
–¡Madero, Zamarripa y todos los pedepistas son unos mentirosos! –respondió la gente
que se encontraba en el mercado de San Juan
–¡No los escucho! –les contestó Domínguez
–¡Madero, Zamarripa y todos los pedepistas son unos mentirosos! –la gente le contestó a
Domínguez más fuerte
–¡Una vez más! –le pidió Domínguez a la gente, a lo que la gente una vez más repitió lo
mismo.
–Así es mis queridos sanjuaneses –continuó Domínguez– el PDP nos ha tratado de ver la
cara y, ¡no nos vamos a dejar!... Adriana Zamarripa sólo quiere continuar con este gobierno
mentiroso que sólo ve el interés de unos cuantos. ¡Pero los sanjuaneses no vamos a permitir
semejante barbaridad! –la gente veía a Domínguez con emoción mientras él les hablaba.
“Yo les prometo que durante mi primer año de gobierno, los campesinos van a producir
diez mil toneladas de cacao. Esto va a ser suficiente para crear veinte mil nuevos empleos
en la fábrica de chocolates y cada familia podrá tener al menos dos mil chocolates por año.
¡Todos los sanjuaneses tendrán empleó y chocolates todo el año!
Oscar Domínguez había dicho esto a pesar de que sabía que la tierra cada vez estaba más
erosionada y que la producción de cacao no iba a durar por siempre. Aún así él continuó:
–Los pepedistas no han sabido utilizar los plantíos de cacao y lo poco de cacao que
producen los campesinos de San Juan, lo venden a los pueblos vecinos. Y yo les pregunto:
¿cómo es posible que puedan vender todo ese producto a nuestros vecinos cuando la gente
de San Juan se está muriendo de hambre? Lo hacen porque en realidad no les preocupa el
pueblo. Es por eso que este 2 de julio los invito a que voten por mí, los invito a que voten
por el progreso, los invito a que voten por San Juan de las Manzanas. Muchas gracias a
todos, que tengan un buen día –Y así terminó su discurso.
La gente le aplaudió y Domínguez bajo a saludarlos. Después las actividades regulares
continuaron y la mayoría de la gente abandonó el mercado. Lupita regresó a su casa y antes
que entrara en ella encontró a Elena que barría la calle. Elena no toleraba hablar con Lupita,
pues le caía bastante mal, y siempre trataba evitarla, pero había días en que no podía
escapar y tenía que aguantarla. En cambio, a Lupita le gustaba hablar con la gente, incluso
con Elena, y no desaprovechó esta oportunidad y se puso a platicar con ella:
–Buenos días niña –le dijo Lupita a Elena con una voz bastante aguda que a muchos les
parecía muy molesto.
–Buen día Lupita, como veo, madrugando como lo hace todos los días –le contestó
Elena.
–Pues como dicen por ahí, al que madruga Dios lo ayuda –dijo la anciana amablemente
pero con su aguda voz– Además, tengo que continuar trabajando pues no puedo descansar
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porque no hay nadie que me cuide. Ya no tengo familia, mi hermano ya murió y sus hijos
viven en San Pedro Quetzalcóatl, y para variar este gobierno no se preocupa por los
ancianos. Estábamos mejor con Sendero –suspiró por un momento y luego dijo– esos
momentos sí eran buenos.
Elena no le respondió nada pero hizo una cara de disgusto.
–Mira niña, ya no hay tantos chocolates como antes y gastamos más en cafés y sábanas
para protegernos del frío. Nada de esto pasaba en las buenas épocas de San Juan.
–Pero Lupita usted recibe su pensión por parte del gobierno de San Juan– le dijo Elena a
Lupita tratando de convencerla de que el gobierno pedepista sí ayudaba a los ancianos. Esto
a pesar de que sabía en el fondo que la anciana era terca y nada la iba a hacer cambiar de
opinión.
–¡Uy!, pero eso se lo debo sólo al PPD, me tuve que jubilar antes de que entraran a
gobernarnos esos zánganos que sólo abusan de su poder y explotan a los sanjuaneses. Me
llegaron a advertir que si no me jubilaba a tiempo el PDP iba a quitar las pensiones y como
vi que iban a ganar, decidí jubilarme antes de que quedara fregada como los demás.
–Pero Lupita las jubilaciones no han desaparecido
–Niña, el PPD impidió que hicieran esa barrabasada. Pero si los pedepistas hubieran
podido lo habrían hecho, eso no lo dudo ni tantito.
En ese momento Elena ya estaba cansada de oír a Lupita y quería dejar a la anciana.
Para su suerte, en ese instante llegó su marido, quien regresaba de hacer ejercicio, y le
preguntó que si podían ir a comer algo. Elena no se negó y se despidió de la anciana con
una gran sonrisa.

Al día siguiente Marco hijo tenía que ir a la universidad. Tomó sus clases como de
costumbre y fue a almorzar a medio día con Horacio, tal como solía todos los lunes.
Horacio tenía una hermana pequeña y vivía con sus dos padres. La familia Salazar, a
diferencia de los Rosado no tenía mucho interés en la política de San Juan. Tenían la
creencia de que todos los partidos y todos los políticos eran iguales. Horacio era el más
politizado de su familia y eso se debía a que Marco todo el tiempo estaba hablando de la
importancia de apoyar a los pedepistas y del error que sería elegir a los pepedistas. Sin
embargo, aunque Marco casi siempre convencía a su amigo, Horacio seguía confundiendo
los partidos pues él no encontraba una diferencia real. Además, él veía que los “demócratas
populares” y los “populares democráticos” eran nombres casi idénticos. Este problema no
era algo muy particular de Horacio, mucha gente en realidad confundía a los dos
principales partidos y a veces votaban por un partido creyendo que votaban por el otro.
Horacio durante el almuerzo le comentó a Marco:
–Ayer fui a un mitin de tu partido en el mercado de San Juan –le dijo con emoción para
darle a entender a su amigo que ya empezaba a interesarse en la política, pues Marco
siempre le reclamaba que cómo una persona como él no podría interesarse en la política del
pueblo.
Sin embargo, Marco se sorprendió pues él no recordaba que Adriana Zamarripa hubiera
ido al mercado y le respondió un poco confundido:
–Pero Adriana ayer no realizó ninguna actividad de campaña.
–Pues quién sabe si Adriana, pero nuestro candidato Oscar Domínguez sí estuvo en el
mercado –le dijo Horacio con bastante confianza– Y estuvo increíble, ¡nos prometió
chocolates a todos!
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–¡Chocolates para todos!, ¡eso es imposible!, de dónde va a sacar el cacao necesario para
la producción de tantos chocolates. Además, el chocolate en San Juan es el más caro del
país porque la fábrica de chocolate de San Juan es muy ineficiente –le trató de explicar
Marco a su amigo– lo que deberíamos hacer es vender el cacao a otros pueblos y que ellos
produzcan el chocolate, así ellos, que tienen más tecnología, podrían vendernos el
chocolate más barato. Eso es parte del plan de gobierno de Zamarripa, ¡eso es una
propuesta bien pensada!
–No había pensado en eso, pero ¿qué no es malo vender nuestro cacao a otros?, además
Domínguez nos va a dar chocolates gratis.
–¡Humberto, no seas incrédulo! –le dijo Marco molesto– ¿de dónde chingaos crees que
Domínguez va a sacar el chocolate?, ¡es imposible! ya los plantíos de cacao se están
acabando. Además, el poco chocolate que producimos lo venden a otros pueblos para
poderle pagar a la gente que trabajó en el gobierno. Esta situación no existiría si el PPD no
hubiera contratado a personas a lo idiota durante su dictadura.
–Oye pero, ¿qué no tú apoyabas a Domínguez?
–No, yo nunca en mi vida apoyaría a ese pendejo. Y tú si eres lo suficientemente
inteligente tampoco lo deberías hacer.
–Ah mira, yo pensaba que tú eras pedepista
–¡Sí lo soy!, pero Domínguez es pepedista –le dijo Marco mientras reía.
–¡Ah!, creo que volví a confundir a los pedepistas con los pepetistas –exclamó Horacio
algo apenado– El problema es que siempre los confundo, los dos partidos de San Juan son
tan iguales.
–No sé cómo puedes decir eso. Los partidos son muy diferentes, el PDP es demócrata,
popular, republicano y pro-chocolates. En cambio el PPD es pro-chocolates, republicano,
popular y demócrata. Si lo analizas bien, son partidos completamente opuestos.
–Ya veo –hubo una pausa por un momento mientras Horacio analizaba lo que le acababa
de decir Marco– tienes toda la razón, el PPD y el PPD son completamente diferentes. Hoy
cuando llegue a casa le voy a explicar a mi madre la diferencia, porqué ella tampoco
encontraba la diferencia en los partidos, y no está segura por quién va a votar. La tengo que
orientar.
Los amigos terminaron de comer y se dieron cuenta de que si no se apuraban no iban a
llegar a su clase de Estadística, por lo que dejaron de hablar y empezaron a correr.

Los días pasaron y en San Juan de las Manzanas las campañas no cesaban. La polarización
crecía conforme se acercaban las elecciones del 2 de julio. En las casas, en las escuelas, en
la iglesia, en el mercado y en todas partes la gente hablaba de Óscar Domínguez y Adriana
Zamarripa. Siempre se oía a gente decir en todas partes “¡que viva el buen gobierno
pedepista!”, que era el lema de campaña de Zamarripa. Mientras tanto los partidarios del
PPD decían: “lo que se necesita es un buen gobierno, ¡apoyemos al PPD!”.
Mucha gente ya estaba cansada de ver en todas las calles propaganda de los candidatos y
de oír a los políticos repetir siempre lo mismo. La popularidad de ambos candidatos todo el
tiempo variaba, mientras un día Zamarripa era preferida, al siguiente podía serlo
Domínguez. Por increíble que parezca, el clima y la vida de Madero tenían gran influencia
en la popularidad de los candidatos. Por ejemplo, un día cuando Madero iba saliendo de su
casa, sin querer piso mal y se cayó (por lo que perdió un diente), ese día la popularidad de
Zamarripa se fue drásticamente para abajo pues la gente creyó que los pedepistas no sabían
caminar. Sin embargo, al día siguiente Zamarripa se recupero pues, para suerte de los
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pedepistas, el día estuvo bastante caluroso, y la gente relacionó este efecto natural con el
buen gobierno pedepista de Madero.
Así estuvo el ambiente el resto de mayo y durante todo junio. Por fin llegó en tan
esperado domingo 2 de julio, el día de las elecciones. Nadie podía saber quién iba a ser el
ganador de la contienda. Los pedepistas decían que Zamarripa ganaría, mientras que los
pepetistas decía lo mismo de Domínguez. Ese día los Rosado se pararon temprano y fueron
a hacer algo de ejercicio, comieron algo, y después todos fueron a votar, los tres Rosado
votaron por Zamarripa. Lupita se levantó temprano, fue a misa, pues primero tenía que
agradecerle su mediocre vida a Dios, y después fue a votar, evidentemente su voto fue para
el PPD, con quien también se sentía agradecida. Horacio decidió que iba a votar por el
PDP, su madre al final se había convencido más por el PPD. Sin embargo, al momento de
votar ambos lo hicieron por el PDP, pues la señora Salazar confundió los partidos en la
boleta y votó por Adriana Zamarripa. El padre de Horacio no votó porque se le hizo tarde y
porque no le dio tanta importancia al proceso electoral. El día estuvo tranquilo y los
sanjuaneses acudieron a las urnas a lo largo del día.
El día terminó y se contabilizaron los votos. Ya sólo se esperaban los resultados. El
comité de elecciones de San Juan de las Manzanas se reunió en el Palacio Municipal para
dar a conocer los resultados. El PDP ganó las elecciones y Adriana Zamarripa iba a ser la
siguiente Alcaldesa de San Juan de las Manzanas. Parte del resultado se debió a que,
aunque en la mañana hizo frío, en la tarde hizo calor y la mayoría de los sanjuaneses fue
después de la comida a votar.
El proceso democrático había terminado. La gente olvidó todo a la semana siguiente de
las elecciones y continuaron con su vida rutinaria. Los pepetistas y los pedepistas volvieron
a ser amigos pues el problema de la democracia había terminado y no regresaría hasta
dentro de tres años. El gobierno de Zamarripa iba a ser igual que el de Madero, de la misma
forma que el gobierno de Madero fue igual al de Sendero. Pero la diferencia entre el
gobierno senderista y los nuevos gobiernos pedepistas, es que el poder de los segundos
“emanaban del pueblo”.

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