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RECORDANDO A PAPÁ

Desde finales de junio y principios de julio del 2015 tiene mi padre


Saúl Herrera severa recaída en su salud.

En agosto 11 de este año cumpliría 90 ( noventa) años y no


obstante su fortaleza física y moral demostrada desde su juventud,
tuvimos que internarlo en la Clínica Amiga donde ya había sido
atendido y cuidado con mucho esmero, esta vez sufrimos el colapso
de su sensible fallecimiento, el 20 de julio a las 10 y 13 minutos de
la noche.

Pero evocar a papá es evocar a mamá, puesto que Saúl y Cilia


Tróchez, nuestros padres fueron siempre muy unidos, muy
considerados y muy serviciales con todo mundo.

Nuestros padres sin tener ningún nivel académico ni siquiera


primaria completa, fueron los más destacados alumnos de la
escuela de la vida: Responsables, trabajadores, humildes,
dinámicos, honestos, honrados y muy inteligentes para tomar
decisiones y muy decididos en sus actuares.

En Cali trabajaron para los más ricos de la ciudad con familias como
los Caicedo, Eder, Garcés Giraldo entre otras, de lo cual jamás
hablaron con presunción, pero sí con mucho aprecio y respeto por
todos ellos y sincero agradecimiento con Dios por los muchos
logros obtenidos. Recuerdo que mi padre con sus etílicos encima,
que no fueron pocos, pero sí de gran regocijo por sus triunfos en su
trabajo; me decía: “No tengo dinero pero si crédito” y verdad que si
dado que frente a sus contratos, nunca quiso emplearse, hallaba los
mejores proveedores listos a colaborarle con sus proyectos tanto
con materiales para la construcción, como personas para trabajar
con él y una vez obtenía los recursos económicos pagaba primero a
todo el mundo a satisfacción lo convenido y luego con mi madre
hacían sus planes. Señor los amo.

Esto me explica porque construyeron en diferentes épocas desde


los 60’ 3 casas muy lindas y una pequeña finca. La primera casa en
el barrio El Guabal de Cali, dado que les otorgaron un lote sin
servicios, en un plan que se denominaba “esfuerzo propio” en
condiciones muy difíciles sin agua potable, ni alcantarillado, si con
energía eléctrica y provisión de agua en la pila comunal, que
favorablemente quedaba a la vuelta, donde quedaba el lavadero de
ropa, baño y grifo para recoger el agua potable. Tuvimos nuestros
padres y todos sus hijos nuestro nuevo ambiente de hogar, pues
con mucho esfuerzo de verdad ellos construyeron la casita más
linda para nosotros por ese lugar. Allí nos criaron todos los hijos, 4
mujeres, Ruth, Martha, María Eugenia y Fernanda y 2 hombres,
Hernán y yo. No obstante que mi hermana Ruca se casó muy joven
con mi primer cuñado Guillermo, siempre Ruca estuvo pendiente de
nuestra madre, pero también de su padrastro, papá Saúl, quien
siempre con mamá la acogió en este hogar, nuestro hogar, la casa
del Guabal.

Recuerdo que mis mejores años, la adolescencia fueron en esa


época, sin olvidar los buenos recuerdos de la niñez tanto de mis
hermanos como mía en el viejo barrio Belalcázar, donde habíamos
nacido, cursado la primaria y sobre todo conocimos a la bisabuela
mamita Inés, quien duró más de 100 años y junto a la amada tía
Carmen Tróchez y toda la gran familia extendida de gentes buenas
y humildes. Desde antes de los años 50’, Ruca nació en noviembre
30 del 44 y yo en mayo 3 del 49, crecimos con nuestros hermanos
en ese bello caserón de mamita Inés, con todas las dificultades
inherentes a esos días. Nos tocó sufrir la más terrible explosión que
haya sucedido hasta hoy en Cali, el histórico 7 de agosto de 1956,
cuando gobernaba el general Gustavo Rojas Pinilla, quien ejecutó
un gobierno de corte populista pero con muchos beneficios reales
para los más pobres de Colombia: El programa SENDAS, con
regalos para los niños y niñas pobres en navidad, el SENA, el ICSS,
la casa de la MUJER desplazada con sede en Bogotá, tienda
escolar gratuita en las escuelas y colegios oficiales de primaria y
bachillerato y ante todo una decida lucha contra la violencia que
arrasaba a todo el país.

Por eso, recordar a mis padres y en especial a mi papá con cosas y


datos muy importantes que él me verbalizó de su vida las considero
de vital interés.
Me habló de su niñez en Villa Gorgona, corregimiento conocido de
Candelaria (Valle), no obstante que él había nacido en Cali, en
nuestro viejo barrio Belalcázar en la conocida por aquel entonces
como “casita pequeña”, que fue una de las casas pioneras de Cali
en el alquiler de la música para amenizar fiestas, labor que realizo
por muchos años su hermano el tío Rafael Villada, ya fallecido.

Allá en Villa Gorgona fue criado por su mamá, la abuelita Luz y su


padrastro David Villada, a quien consideró su verdadero padre.

Intentaré en ajustados lustros y decenios de su vida y también la


nuestra, resaltar hechos personales, familiares, sociales, políticos
que nos tocaron vivir de ellos (nuestros padres) y que nos
enseñaron a nosotros sus hijos.

Destaco de papá Saúl su infancia en el campo, primero Villa


Gorgona y luego en la finca de don Manuel Casas llamada “el
Rodeo”, hoy barrios Rodeo y Asturias de Cali. En la creciente pero
pequeña ciudad de Cali, trabajar en la galería llevando mercados y
mercaderías, lavando platos y limpiando el teatro Cali del cine que
se proyectaba en ese entonces. Niñez muy difícil, muy traumática, y
por aquel entonces los niños callejeros eran llevados a la
correccional de menores, por eso siempre que pasábamos al frente
del Hospital Psiquiátrico San Isidro de Cali, recordaba su niñez,
pues allí quedaba la correccional.

A finales de los años 40’ conoce a mamá Cilia, se enamoraron y


luchó por ella, me contaron ambos de su noble intimidad, los admiro
y respeté y respeto mucho. Era la época de Jorge Eliécer Gaitán
Ayala, por eso me bautizaron a mi como Jorge Eliécer en memoria
del caudillo, mi madre tuvo mucho cercanía con Gaitán quien
personalmente le regalo una foto suya en compañía de su hija
Gloria, la cual vi muchas veces en sus retratos del recuerdo.

Supe por ambos lo que fue la República Liberal que inauguro el


Presidente Enrique Olaya Herrera en 1930, después de la
hegemonía conservadora de más de medio siglo. Me contaron del
gran acercamiento que tuvieron con el pueblo los Presidentes
Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos Montalvo, tío abuelo del
actual Presidente Juan Manuel Santos Calderón.
Según mis padres el Presidente Eduardo Santos no cobró por
ejercer el poder, difícil hallar hoy un político así.

López Pumarejo instauró “la revolución en marcha” que su hijo


López Michelsen y todos los demás gobernantes neoliberales
supieron dar fin. Los derechos y mejores condiciones de vida que
lograron los trabajadores urbanos y del campo, se fueron relegando
y perdiendo mediante decretos y leyes que cercenaron la vida
laboral, en la salud, en la educación, en la vivienda y en el bienestar
social en general de los más pobres de la ciudad y el campo
colombiano hasta hoy. Los enemigos del pueblo colombiano, sus
falsos y oscuros dirigentes políticos y desleales dirigentes sindicales
obreros y del campo entregaron lo mejor de esas luchas,
empezando y terminando con el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán,
que bien interprete de mis padres como el fin de una gran ilusión
frustrada del anhelado cambio que esperaba y espera aún todo el
pueblo colombiano, sin distingo de raza, credo u opinión.

Confieso que nunca vi resentimiento en mi padre o mi madre,


fueron siempre gente buena, trabajadora y servicial.

Con el Frente Nacional, 20 años después de la muerte de Gaitán y


muchas muertes más, este gran acuerdo de liberales-
conservadores, formalizado en España entre Lleras Camargo y
Laureano Gómez máximos dirigentes políticos del liberalismo y el
conservatismo respectivamente de esta época de la nación para
alternarse en el poder durante 16 años (1958-1974), hecho
posterior al derrocamiento del General Rojas Pinilla el 10 de mayo
de 1957 quien fue temporalmente sustituido por la Junta Militar de
Gobierno, hasta el 7 de agosto de 1958. Dichos acuerdos en honor
a la verdad trajo políticamente sus cosas positivas y negativas,
prefiriendo destacar las primeras.

En primer lugar, destaco el intento por cesar esa horrible violencia


que enlutó y sigue enlutando campos y ciudades, buena base para
una paz en principio bipartidista, lo cual se consiguió parcialmente,
pues surgió la abierta oposición armada de la izquierda con sus
consecuencias hasta hoy.
La política de soluciones de vivienda para la población más pobre
con el Instituto de Crédito Territorial, que no solo favoreció a mis
padres y por ende a sus hijos, sino también a muchísimas familias
a lo largo y ancho de nuestro país, a partir del primer gobierno
liberal encabezado por Lleras Camargo.

Otras instituciones de gran calado para el desarrollo y mejoramiento


o crecimiento político-social y económico de esos años son: El
SENA, el ISS, que en un principio fue el ICSS, Instituto Colombiano
de los Seguros Sociales, entidades fruto de los acuerdos tripartitos
entre Estado-Empresarios-Trabajadores, pero que lamentablemente
la politiquería acabo con la primera y desenfocó al SENA, por llevar
a competencias en desventajas para los más pobres y necesitados
de toda Colombia, llevando a la desprotección real en la salud y la
capacitación necesaria y pertinente para los trabajadores de todos
los sectores económicos.

Otro hecho importante, la creciente industrialización de las


principales ciudades de todo el país que brindó reales
oportunidades a muchas generaciones para obtener nuevos y
mejores ingresos y gestar nuevas y mejores condiciones de vida
para la mayoría de la población.

En esta Historia de Colombia, que muchas veces nos cuentan mal,


escrita desde diversas miradas, justo es reconocer los avances
tanto en infraestructura, en educación y ciencia y en nuevas
concepciones culturales y políticas, dada la pujanza de intelectuales
y científicos, en el Arte y el Deporte y en fin amplias y claras
búsquedas de ver la vida y el mundo con una Ética que humaniza y
mejora dichas intrincadas relaciones.

En política, la mejor prueba es la no estrenada Constitución Política


de 1991que superó la centenaria y añeja Constitución de 1886 de
Núñez y Caro. En este ambiente hemos convivido con mis padres y
hermanos, pues desde la década de los dichosos años 60’ se vive
en ese espíritu de cambio, renovación permanente, con nuevos
valores y principios fruto de los que nos legaron auténticamente
nuestros padres y maestros y se fueron perfeccionando sin llegar a
su fin, somos conscientes que es un largo proceso de construcción.
Saúl y Cilia, mis nobles y humildes padres dejaron esa impronta en
toda la familia reflejada en esas sanas ilusiones para vivir y convivir
en la búsqueda y construcción de una mejor Colombia, con una
gran directriz: RESPETANDO A LOS DEMAS.

Esto lo corrobora ese feliz retorno de mi madre con mi padre al


campo, al construir su pequeña casa-finca en Santa Elena, vereda
Campo Alegre del municipio El Cerrito (Valle), de donde era oriunda
mi madre Cilia Tróchez, lugar de gran reconocimiento por sus
gentes, tierra de los Potes, Tróchez, Garcias, Manzanos, Romeros,
Echeverrys y muchas otras familias quienes con los brazos abiertos
acogieron a Cilia y Saul por allá en los años 70’ hasta hoy. Allá y
por esos años mis padres cultivaron uva, maracuyá, pepino, tomate
y flores que mi madre ofrendaba a la Virgen de Fátima.

Recuerdo como mis hermanas y hermano, mis hijas Alejandra y


Carolina y todos los nietos y bisnietos en las sucesivas
generaciones que disfrutaron ese feliz retorno a esas hermosas y
pacíficas tierras. Es digno recordar el aporte de mis padres en la
crianza de sus nietos mayores como Jairo Antonio mejor conocido
con cariño como Juancho, Luis Hernán Castillo Herrera, conocido
como Pete y Adriana Niño quien permaneció con los abuelos
después de la trágica muerte de su padre, por algunos años.

El encuentro de queridos nietas y nietos como Sonia, Guillermo Jr,


conocido mejor como Yiyo y Ximena, los hijos de Guillermo y Ruca,
las hijas e hijos de Martha y Luis Alfredo, que anclan sus raíces en
Cali y Santa Helena, Isabel Cristina, Diana y Felipe, las hijas e hijos
de María Eugenia, que son: Victoria, Luis Hernán, Angélica, Julio
César y Rodrigo, la hija de Hernán, Liliana y las hijas de Fernanda
que son Adriana y Pilar y el hijo Andrés, son la generación que
regalan los bisnietos a nuestros padres.

Evocar con alegría los paseos y encuentros de toda la familia y


amigos a la casa nuestros padres, abuelos y bisabuelos es el mayor
solaz personal y generacional, pues conocer y recorrer la Vía al
Paraíso lugar histórico de la novela “María” de Jorge Isaac es un
bálsamo que jamás se olvida.

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