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Un lugar llamado Oreja de Perro, melancólicamente inverosímil

He de confesar que nunca he sido un fiel seguidor de Ivan Thays, ni a sus

novelas, ni a su blog, ni a su fenecido programa televisivo (que de hecho hace

falta), sin embargo siempre estuve atento a los comentarios vertidos hacia su

obra, a pesar de que hasta el día de hoy, solo había leído su primer libro de

cuentos. Y es que hace tan solo unos minutos atrás, acabo de terminar su última

novela publicada (al menos hasta donde tengo entendido) y que a la vez fue

finalista en el premio Herralde de novela 2008. Me refiero a: “Un lugar llamado

Oreja de Perro” que fue presentada al concurso bajo el título: “El hombre

invisible”.

¿Pero cómo es que llegué a esta novela con casi dos años de retraso?

Pues esto es debido a Lalo, a quien creo que le llegó a gustar la novela, y por

quien me enteraba de las últimas novedades del blog de Thays. Es probable, que

entre todas sus novelas, me haya decidido por esta última, por el reconocimiento

alcanzado en aquel premio y en parte también por el título de la misma, que en

honor a la verdad, siempre me pareció un título exótico.

Sin embargo lo primero que sorprende al empezar la novela, es

encontrarse con una advertencia, en donde se nos aclara que el lugar llamado:

Oreja de Perro de verdad existe, que se encuentra en Ayacucho, específicamente

en La mar, que la zona fue golpeada por la guerra interna, y que los personajes y

los acontecimientos ocurridos, son mera ficción. Recalco mi sorpresa ante esta
advertencia, ya que me parece innecesaria, sobre todo si tomamos en cuenta la

caratula del libro:

Un lugar llamado

Oreja de Perro

Finalista Premio Herralde de Novela

Sin lugar a dudas la palabra novela no se encuentra puesta al azahar, o

para ponernos un poco más teóricos, nos bastaría con recordar el contrato

implícito que firma el lector al acercarse al libro. Pero también es cierto que este

tipo de advertencias han venido apareciendo paulatinamente en otras novelas. Un

ejemplo de ello es la última novela de Roncagliolo: “Memorias de una dama”. Esto

quizás debido al hecho de centrar parte de la diégesis en el plano de lo real, o

para ser más claros, por intentar enmarcar a sus personajes en un determinado

periodo histórico, junto a personajes históricos. También es cierto que dicha

advertencia, hace intuir al lector que se está adentrando en una novela de

violencia política, término complicado y presto a mucha controversia.

Sin embargo al iniciar las primeras páginas, nos damos cuenta de que

nuestra primera apreciación con respecto a la violencia política, es un tanto

equivocada, pero solo un tanto, ya que si bien la diégesis trascurre en un par de

días, esta se ubica en años recientes, y para ser mucho más especifico en la

etapa final del gobierno del presidente Toledo. Este aparente espacio de tiempo,

por donde se aprecia a través, casi siempre del personaje – narrador, es un tanto

común al abordar este tipo de novelas. En algunos casos, como en la novela


“Retablo” de Julián Pérez, se trata de un personaje que vivió en las zonas

golpeadas y que de alguna manera se encuentran vinculados con aquella

violencia, y la cual intenta entender aun después de que la guerra interna terminó,

a través de sus recuerdos, pero sobre todo a través del papel del intelectual. En el

caso de: “Un lugar llamado Oreja de Perro” se trata de una persona que no tiene

nada que ver con la violencia sufrida en aquellos lugares, y que a la vez es

poseedor de ciertos prejuicios arraigados en su persona. Sin embargo el

personaje de la novela de Thays, intenta al igual que el personaje de la novela de

Julián Pérez, comprender lo ocurrido a través del papel del intelectual.

El personaje de la novela, es un periodista que luego de haber tenido un

breve paso por la televisión, se encuentra trabajando en una revista periodística, y

que por los azahares del destino, es mandado de comisión al caserío Oreja de

Perro, para cubrir la inauguración de un programa de ayuda social, que inaugurara

el presidente de la república. De esa manera es como inicia la novela, con el

personaje llegando aquel caserío y con los recuerdos y los fantasmas que lo

persiguen.

El primero de los fantasmas que persiguen al personaje, es la muerte de su

hijo Paulo y el segundo, una carta de su esposa que lo acaba de abandonar. Casi

al instante nos percatamos que es un personaje que se encuentra muy bien

construido, con algo de estrambótico, y en donde el tema de la violencia sufrida

pasa a través de sus ojos como un parpadeo, ya que el personaje se encuentra

más interesado en intentar responder la carta de su esposa, y en tratar adaptar su

cuerpo a los estragos del paisaje andino.


Lo segundo que llama la atención en la novela, son las anotaciones que

hace el personaje a lo largo de la diégesis. Es extraño, ya que en ningún momento

el personaje establece un diario, y cuya función, en la gran mayoría de casos, es

repetitiva, ya que no muestra reflexiones nuevas, es más, en la gran mayoría de

casos, dichas reflexiones son una repetición de las reflexiones ya hechas.

Lo tercero que llama la atención, es con respecto al paisaje y a los

pobladores de Oreja de Perro, que son construidos desde el punto de vista

occidental, es decir, con las taras sociales que carga el personaje; como al ser

descritos como borrachos, desdentados, lo que sin lugar a dudas, le da

verosimilitud al personaje principal. El problema radica, que dicha verosimilitud

dura muy poco, ya que a pesar de la construcción de los personajes se da a través

de la mirada del personaje, dicha construcción se vuelve inverosímil al mostrar

personajes demasiados homogeneizados. Dicha homogeneización se da a través

del personaje femenino: Jazmín que fue una víctima del terrorismo y que hasta

cierto punto sigue siendo víctima de la violencia. Sin embargo la construcción de

Jazmín está más cerca a un personaje de Nabokov, que a una mujer que nunca

ha ido más allá de Huamanga. Esto lo podemos apreciar en la manera tan rápida

en cómo se acuesta con el personaje, y en como de pronto es conocedora del

futuro, pero no a través de la hoja de coca, como quizás uno lo podría intuir, sino a

través de imágenes arcanas, como las espadas que carga el personaje, o las que

yacen perdidas como símbolo de su presente. Además, la manera tan occidental

en cómo habla el castellano, es decir: sin alguna interferencia lingüística, hacen

que la construcción del personaje sea inverosímil.


Jazmín dice: Te veo claramente. ¿Sabes qué veo? Está arrojado en suelo, en la

mano llevas una espada rota y alrededor tuyo hay otras cinco espadas, también

rotas. Te coges el brazo derecho, con dolor. Atrás, tu enemigo se ve en sombras,

levanta su arma, se sabe victorioso.

p. 59

Es probable que este sea el punto más flaco de la novela, es decir: la

construcción de los personajes, que se ven rodeados de una inverosimilitud en

alguno de ellos, y en otros, con el mismo rostro. Como es el caso entre Mónica, la

esposa del personaje, con la antropóloga limeña. O el hecho de que Jazmín se

parece más una extensión del narrador, que a una pobladora de Oreja de Perro.

Quizás el personaje mejor logrado sea Scamarone, el fotógrafo que acompaña al

personaje, quien es descrito como un tipo cínico, mentiroso y borracho. Este

personaje no es el intelectual adicto a Truffaut, pero que comprende dentro de su

cinismo como transcurre la vida.

En conclusión, “Un lugar llamado Oreja de Perro” es una novela cargada

por un ambiente de tristeza y la cual dicha homogeneidad gira en torno al

personaje principal. Sería demasiado arriesgado declararla como una novela de

violencia política, ya que su acercamiento se torna un tanto inverosímil, o al

menos, demasiado testimonial. La violencia mostrada en la diégesis se acerca

más a los testimonios que el personaje observaba por la televisión como parte del

trabajo realizado por la comisión de la verdad. El mayor problema de la novela, es

la poca verosimilitud en la construcción de los personajes, que aunque no son

demasiados, muchos de ellos comparten el mismo rostro. Lo cierto es que “Un


lugar llamado Oreja de Perro” es una novela ligera, entretenida, sin grandes

pretensiones, pero que a la vez deja un sinsabor, que para muchos seguidores de

Thays, llega a sorprender, pero que para otros, en donde me incluyo, no lo es

tanto.

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