que comía de dos manos cuando perdió su posición. Fue de quien se exclamó "El mundo es grande o incomprensible". Odu de Ifá Obara Meyi
Ayelalá, Aiyelalá o Umale (la diosa), quien se ha convertido en una deidad
temida y reverenciada por la mayoría de la gente en la División de Okitipupa en Nigeria Occidental y más allá: Era originalmente una esclava traída probablemente, según la tradición, de la División de Ekiti a Kisoso, una aldea en la División de Okitipupa. Ella era devota de muchas divinidades. La tradición dice que Ayelalá tenía dieciséis deidades, siendo Orichanlá la de mayor jerarquía. Como un símbolo de su culto a este oricha, ella llevaba en la cabeza un penacho de pelo. Ayelalá no era su nombre verdadero. La gente de Ijale e Ijo que adora a Ayelalá mantienen como un gran secreto ritual los nombres de la mujer, de su madre y del lugar de su nacimiento. El nombre de Ayelalá le fue dado a consecuencia de su grito de desamparo cuando, como víctima de un sacrificio, se encontraba al borde de la muerte. Entre la gente de Ilaje se acostumbraba a mantener elevadas normas de moralidad. Entre otras cosas, el adulterio era considerado particularmente un delito grave, si un plebeyo mantenía una relación ilícita con la esposa de un noble. Tal ofensa era castigada con la muerte. Sucedió que un tal Keko (un plebeyo) cohabitó con la esposa del jefe Temetanan. Cuando esto fue conocido y Keko comprendió que su vida estaba en peligro, huyó en busca de refugio a Igbobini, un pueblo perteneciente a la genie de Ijo Apoi en la División de Okitipupa. Estos le dieron asilo y resistieron el ataque de los habitantes de Ijale que querían llevar a Keko a Mahin, su cuartel general, para que fuera juzgado. Así los dos pueblos se atacaron y contratacaron. Hombres de buena voluntad de ambos bandos trataron de buscar una reconciliación: Idogbe, en representación de Ilaje y Agbeleki, por los de Ijo, hicieron un desesperado esfuerzo por detener la pelea. Los de Ilaje presentaron una condición irrevocable, la de que si a Keko no se le daba muerte se debía hallar un sustituto porque la sangre tenía que correr como consecuencia de la ofensa cometida por Keko. Los de Ijo estuvieron de acuerdo con esto y realizaron una minuciosa búsqueda de una víctima humana. Al final, la mujer que hoy conocemos como Ayelalá, fue encontrada y llevada al lugar acordado, actualmente conocido como Orita Ayelalá (el cruce de Ayelalá), donde sería sacrificada. Antes de que el sacrificio fuera ofrecido, las dos partes acordaron los términos del pacto. Ambas partes debían reconciliarse y entrar en un parentesco ritual. Debían ser leales unos con otros, no hacerso daño. El robo, la hechicería y la brujería no debían ser practicados entre ambos grupos; cualquier ciudadano de Ilaje o Ijo que sufriera un daño debía invocar a Ayelalá para que ésta vengara la falta. Los términos del pacto le fueron comunicados en alta voz a la víctima y se le preguntó si ella castigaría o no a cualquiera que desconociera los términos del acuerdo. Ella respondió afirmativamente. Constituía una práctica entre los yorubás que la víctima de un sacrificio humano debía orar enfatizando que la causa por la cual él o ella eran ofrendados pudiera prosperar. De acuerdo con esto, a la mujer se le pidió que orara. Pero todo lo que ella manifestó antes de ser sacrificada fue "Ayelalá". que en dialecto ilaje significa “el mundo es grande” o “incomprensible". Este fue el grito de desamparo con el cual clamaba que se le enviaba a la muerte por una ofensa que otro había cometido. A partir de entonces, la mujer que se conocía como la que había sido sacrificada, se convirtió en Ayelalá. Y este es el nombre que la deidad lleva en la actualidad. No está muy claro el proceso mediante el cual ella fue deificada. Pero con toda probabilidad está vinculado con lo que se cree que sea el cumplimiento del compromiso que ella hizo antes de morir de que castigaría a cualquiera que violara los términos del pacto. La tradición dice que poco después del pacto un hombre de Ijo, que violó uno de los términos del acuerdo, murió súbitamente y se creyó con amplia firmeza que fue Ayelalá quien lo mató por esa falta. Este hecho y otros semejantes dieron lugar a la creencia en el poder de Ayelalá, lo que eventualmente llevó a su deificación. Diversos acontecimientos que fueron considerados como una pronta reacción de Ayelalá ante las violaciones del pacto, infundieron el temor en la mente de la gente y en consecuencia, proceder de manera correcta y justa se convirtió en algo común. Incluso hechos diarios intrascendentes como compartir la bebida y los alimentos, se creían que eran vigilados por Ayelalá. Aún hoy existe la costumbre de que cuando dos personas (una de Ilaje y otra de Ijo) están comiendo o compartiendo algo, digan "la mía es mayor que la tuya" Temi ma ju sere o y la otra responda tranquilizadoramente, "la diosa no matará" Umale e pa. En otras palabras, "yo no tengo resentimiento alguno en contra tuya, por tanto, la diosa no tiene nada que vengar". Existe la certeza de que cualquier forma de engaño será castigada de inmediato. No transcurrió mucho antes de que le fuera construido un santuario en Orita Ayelalá y su adoración quedara firmemente establecida. Un hecho esencial a ser señalado es el de que un ser humano se había convertido en una deidad. En la actualidad casi siempre se piensa en ella sólo como una guardiana de la moralidad y una deidad que actua contra el mal. Cualquier violación del pacto provoca su disgusto. Se considera que brujos, ladrones, perjuros y otras personas que hacen el mal, están en constante condena por parte de dicha deidad y son consecuentemente castigados. Está prohibido terminantemente llorar la muerte de una de las víctimas de Ayelalá. Esto se debe a la creencia de que ella es una deidad opuesta a la maldad y que ha actuado con justeza: ella, al igual que Changó, representa la justicia de Oloddumare. En lugar de ilorar, la gente felicita a los familiares de la víctima por la eliminación del causante del mal por parte de la divinidad, la "reina" de la justicia y la "fuerza" cuyos ojos ven a todos los malhechores. Se cree que Ayelalá tiene aliados entre las otras divinidades a fin de impartir la justicia. Tales divinidades incluyen a Sankpana, Oro, Changó y Echu, por sólo mencionar algunas. La siguiente historia ilustra cómo funciona la alianza. Había un hombre que practicaba la hechicería en su hija, y como resultado de ello, ésta se hallaba a punto de morir. Cuando Ayelalá vio tal maldad, decidió matar al hombre. El astuto hechicero se convirtió en una hormiga y se introdujo en un barril de aceite de palma, sintiéndose seguro de que Ayelalá no tocaría el aceite de palma. Pero Ayelalá le superó en ingenio al pedirle a Sankpana (amante del aceite de palma), que se tomara todo el aceite. Este así lo hizo y la "hormiga" fue capturada y muerta. De esa forma el malvado hechicero fue muerto por Ayelalá con la colaboración de Sankpana. Por esto se considera que Ayelalá ayuda a mantener la comunidad limpia y sana y que ello lo consigue causando aflicción o muerte a la gente mala del lugar, y de esta manera, mantiene controlados a aquellos predispuestos a causar daño. Dondequiera que la creencia en Ayelalá es fuerte, la gente teme a vicios tales como el robo, la mentira, el engaño, el envenenamiento, el empleo de encantamientos o brujería. En consecuencia de lo anterior, en épocas pasadas, antes de la irrupción de la "civilización" occidental, a la gente de la División de Okitipupa en general y de Ilaje e Ijo en particular, se le tenía en gran estima por su integridad. El santuario principal de Ayelalá está situado en Orita Ayelala, en el lugar exacto donde la víctima, más tarde llamada Ayelalá, fue sacrificada, antes de la abolición de los sacrificios humanos. Se trata de una isla muy pequeña que sobresale del agua solo unas pocas pulgadas y en la que convergen las rutas acuáticas de Mahin, Igbokoda y Aboto. Aqui se ha levantado un pequeño techo (originalmente cubierto con paja y en la actualidad con hierro corrugado) el cual, en cierta medida, protege el altar de la lluvia y el sol. En el altar se pueden ver cinco cauries, una pluma roja de cola de cotorra, un puñado de yeso virgen, varias nucces do kolá y algunos medios kobos, todo colocado en un plato blanco. Hay también un poco do ginebra en una botella y una campana. Estos objetos están protegidos de la vista por una cortina de tela blanca. Las ofrendas habituales incluyen nueces de kolá, ginebra y yeso virgen, otras consisten en pollos, chivos y puercos. En las ofrendas siempre se requieren cantidades específicas de dinero -esto es lo que tradicionalmente se llama egberun ilaje y egberun ijo (hasta el siglo pasado, la moneda yorubá era el caurie. Por tanto, cuando ellos hablan de egberun quieren decir mil cauries, que son dos punto cinco kobos de la moneda nigeriana actual. La tradición requiere la presencia de dos sacerdotes, uno representando a los ilaje y otro representando a los ijo, en cualquier culto de Ayelalá, y cada sacerdote debe recibir como remuneración la suma de mil cauries. No obstante, en un sacrificio elaborado, cada sacerdote debe recibir, egbaasanan, esto es, dieciocho mil cauries, que son alrededor de cuarenta y cinco kobos, además de compartir la comida y la bebida que se ofrezcan). Los pájaros y animales vivos que se ofrendan a Ayelalá, vagan por la isla sagrada y nadie se atrevería a robárselos. Estos pertenecen a Ayelalá y es sólo ella quien los da a quien desea. Si por ejemplo, uno de los pájaros sagrados se posa y permanece en la canoa de un visitante, esto se considerará como una señal de que Ayelalá desea que el visitante reciba el pájaro como regalo suyo. Además del anterior, que es el principal, existen santuarios dedicados a Ayelalá en muchos lugares, las personas que buscan su protección, le dedican sencillos altares en sus hogares. No obstante, existen igualmente santuarios públicos al aire libre, si es posible mirando a un río. Junto a estos santuarios hay un poste alto con un pedazo de tela blanca, símbolo de la pureza de la vida que requiere Ayelalá en la gente de la comunidad. 1