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Una luz roja apareció en la distancia. Las flamas se retorcían y parpadeaban, cambiando
tamaño y forma. La conflagración fue aumentando, proyectando largas sombras en la
profunda oscuridad, sombras de una horda innumerable de bestias, bestias que saltaban y
brincaban mientras salían del fuego. Monos, ratas, aves, todo tipo de especies de criaturas,
y no las mismas que se encuentran en libros para niños, con torsos demasiado largos, y
pelajes de color rojo, negro y azul.
Daban vueltas rápidamente, se irguieron y rasgaron el aire con sus patas delanteras. Eso le
hizo recordar a la chica esas festividades en los que la gente se auto flagela en un éxtasis de
fervor. Pero después de bailar, enfocaron su atención en ella, el sacrificio que llevarían
gustosamente al altar.
A cuatrocientos metros de ella sus locos intentos de morderla la golpeaban como un fuerte
viento. El monstruo a la cabeza de la masa abrió ampliamente sus fauces en un aullido de
júbilo.
No podía apartar su mirada de las sombras que se abalanzaban. Cuando me alcancen, sabía
más allá de la duda, me masacrarán. Rasgándola miembro a miembro, royendo sus huesos.
Pero no podía moverse. No había refugio alguno, ninguna forma de defenderse. La sangre
corría por sus venas, rugiendo como el océano en sus oídos.
Youko despertó sobresaltada. Se limpió el punzante sudor de los ojos, respiró hondo.
Oyendo su propia voz confirmó que efectivamente estaba despierta. No podía relajarse
hasta que estuviera segura de ello. “Fue un sueño”, dijo nuevamente. Un sueño. Un sueño
que la había estado atormentando por semanas.
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Youko dirigió su mirada a la habitación. Las pesadas cortinas tapaban la luz. El reloj en la
mesita de luz le indicaba que ya casi era hora de levantarse. Ella debía, pero su cuerpo se
sentía como un bloque de plomo, sus brazos y piernas como si estuvieran sumidos en
alquitrán.
Los sueños comenzaron hace un mes. Al comienzo no veía nada más que la vacía
oscuridad, no oía nada más que el agua caer. Ella estaba parada en un negro intenso, el
terrible pánico crecía en su interior, desesperada por correr, correr a ningún lugar, porque
estaba congelada.
Hace cinco noches se había despertado, gritando internamente, obsesionada con el rojo
resplandor, las sombras cambiantes y la mancha negra acercándose inexorablemente. Por
las últimas tres noches, había entendido la naturaleza de las abominables cosas que llegan
del infierno.
Dos días. Les había tomado dos días a las extrañas bestias separarse de las sombras. Youko
levantó su vieja muñeca de trapo y la apretó contra su pecho.
En un mes habían cruzado la distancia del horizonte. Mañana o el día siguiente, estarían en
su garganta.
Solo es un sueño.
Si el sueño regresaba una y otra vez durante otro mes más, aún era solo un sueño. Pero
decir esto no calmaba el miedo de su corazón. Su pulso aceleró, sus latidos llegaban hasta
sus oídos, su aliento quemaba su garganta. Se aferró a la muñeca de trapo como si fuera la
vida misma.
Su madre estaba en la pileta preparando el desayuno. “¿Ya estás despierta?”. Miró sobre su
hombro mientras hablaba. Una mirada de preocupación cruzó rostro. “Te estás poniendo
roja otra vez”, dijo.
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Por un momento Youko no tuvo idea de que estaba hablando. Entonces levantó su pelo de
la frente. Por lo general trenzaba su cabello antes de entrar en la cocina. Se lo había peinado
la noche anterior y ahora estaba sin hacer.
Youko sacudió la cabeza. Su cabello rozaba sus mejillas. Desde el principio su cabello
había sido inusualmente rojizo para una japonesa. La exposición al sol y al agua solo lavaba
más el color. Ahora su cabello llegaba hasta la mitad de su espalda. Las puntas eran tan
claras que perecían rosas.
Youko no respondió. Agachó la cabeza, rápidamente ató su pelo en una trenza. Haciendo
eso el tono se oscurecía un poco.
“Me pregunto de qué lado de la familia lo sacaste”, reflexionó su madre con un triste
suspiro. “Sabes, tu profesor me hizo la misma pregunta. Incluso preguntó si eras adoptada.
¡Imagínate! También pensó que sería una buena idea si lo tiñeras”.
Su madre se ocupaba con el café. “Entonces córtalo. Por lo menos no destacará tanto”. Dijo
en su tono de preocupación, “la reputación de una chica es lo más importante. No debería
llamar la atención ella misma, o darles razones a otros para cuestionar su carácter. No es el
tipo de cosa que quieres que te pase, es todo lo que digo”.
“Sabes como la gente mira tu cabello y levanta la ceja. Detente en le salón de camino a casa
al salir de la escuela y córtalo. Te daré el dinero”.
“Sí”.
Youko miró al cielo gris del otro lado de la ventana. Era a mediados de Febrero. El cielo de
invierno era frío, amplio y cruel.
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Capítulo 2
Youko frecuentaba un colegio secundario normal. A parte de ser una escuela privada para
chicas, no era nada fuera de lo normal.
La escuela fue la decisión de su padre. A ella le había ido bien en la primaria y apuntaba
más alto. Su consejero de primaria le había recomendado una escuela mejor. Pero su padre
no cambió de opinión. La escuela estaba cerca de casa, y no tenía una reputación dudosa ni
polémica. Se enorgullecía de ser estricta y tradicional, y eso era suficiente.
Ella podría haber calificado para una mejor escuela un poco más lejos. Entre otras cosas
tenía uniformes más lindos. Pero no le parecía bien hacer un alboroto basado en el estilo del
uniforme, así que mantuvo la boca cerrada e hizo lo que le decían.
Como resultado, ahora en su primer año, tenía poco de lo que podía llamarse ‘espíritu
escolar’
“¡Hola!”
Un trío de voces llamó a Youko cuando ella entró al salón. Las tres chicas la saludaban
desde el otro lado del salón.
Una de las chicas se apresuró hacía ella. “Youko ¿hiciste la tarea de matemática, verdad?
Déjame verla, ¿puedo?”
“Eres tan buena estudiante, Youko. No hay duda de por qué eres la presidente de la clase”.
“No, ¡en serio! ¡Yo odio la tarea! Me entra por un oído y me sale por el otro”.
“Sí, a mí también. Cuando me pongo a pensar en ello, no entiendo nada. Es como ver secar
la pintura. Me pone a dormir. Desearía ser inteligente como tú”.
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“No, no en absoluto”.
“No seas tonta”. Youko hizo como si el comentario la hubiera ofendido. “Es mi mamá,
siempre está sobre mí”. Eso no era cierto. Su madre no era estricta en absoluto respecto a la
escuela. Pero era mejor estar con la corriente. “Revisa mi tarea todas las noches”, mintió
Youko. “No puedo soportarlo”.
Le verdad era todo lo contrario. En todo caso, Youko era quien molestaba a su madre. No
era que su madre no se preocupara si tenía buenas o malas notas, simplemente no era una
prioridad. “Si tienes tiempo para estudiar todo el día, entonces también tienes tiempo para
hacer las tareas” Esa era su frase favorita estos días.
Y no era que Youko se preocupara por estudiar. La simple verdad era que la desaprobación
de sus profesores la atemorizaba.
“Lo sé, lo sé. Mis padres también son así. Esperan verme estudiando cada minuto.
¡Ninguna persona normal puede tanto!”
“Totalmente”.
Youko asintió, aunque solo fuera de alivio por ya no ser el tema de conversación.
Saludó cortésmente. Youko comenzó a responder, solo como reflejo, entonces ahogó su
respuesta. Una vez, no hace mucho, sin darse cuenta había intercambiado bromas con
Sugimoto. Posteriormente sus compañeras habían juntado desprecio hacia ella.
Así que no dijo nada, actuó como si Sugimoto no estuviera allí para nada. Las otras chicas
comenzaron a reír entre dientes. Sugimoto inclinó la cabeza pero no la mirada.
Youko sintió la mirada posada sobre ella. Para esconder su disconformidad hizo una
demostración de que participaba de la conversación.
Puede que ella sintiera pena por Sugimoto, pero ir en contra del resto la convertiría en la
próxima ‘eso’.
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“¿Mmm… Youko?”
Youko pretendió no escuchar. Sabía que lo que hacía era cruel, pero no encontraba otro
recurso.
La conversación se detuvo. Cuando una del círculo alrededor de Youko dirigió su atención
a la chica. Youko no pudo evitar encontrar la mirada de Sugimoto.
Youko luchó por una respuesta apropiada. “Yo… más o menos, supongo”.
El profesor de matemática siempre asignaba a un estudiante para explicar la tarea del día
anterior. Se le ocurrió a Youko que era el turno de Sugimoto. Miró al resto del círculo.
Nadie dijo nada. Le respondieron con la misma dura mirada con la que veían a Sugimoto.
Youko comprendió que estaban esperando a ver como iba a rechazar el pedido de
Sugimoto.
Youko tragó el nudo de la garganta. “Yo… todavía tengo que revisarla por errores”.
Una voz llena de desaprobación y reprocho. Youko se avergonzó internamente. El resto del
grupo intervino.
“De otra forma terminarías rodeada por idiotas que no pueden tomar un ‘no’ por respuesta”.
Youko no tenía idea de que hacer. No se atrevía a traicionar abiertamente sus expectativas.
Al mismo tiempo, Le faltaba la disciplinada indiferencia requerida para lanzarle a la chica
el tipo de palabras que querían oír. Finalmente respondió con una nerviosa risa.
“¡Es verdad! Eres demasiado buena todo el tiempo. Por eso ‘quien nadie quiere oír’
siempre está molestándote”.
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“Pero soy la presidente de la clase”.
“Por eso tienes que mantenerte firma. Tienes responsabilidades reales, después de todo. No
puedes distraerte con cada insecto que viene”.
“Supongo”.
“Eso es cierto”. Una delgada sonrisa se dibujo en su rostro. “Además, si le das tu notas a
Sugimoto, las tomará todas… que feo”.
El círculo se disolvió en otra ronda de alegría viciosa. Youko se unió a la risa. Pero no antes
de que notara que de la cabeza gacha de chica rodaran lágrimas por sus mejillas.
También es su culpa, se dijo a sí misma. Personas como ella no son elegidas por ninguna
razón. Siempre hay una razón. La llevan consigo.
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Capítulo 3
Dentro de la infinita oscuridad no hay cielo, ni tierra. Sólo el profundo sonido de gotas de
agua cayendo. En todas direcciones podía ver el débil brillo carmesí, las sombras
retorciéndose, las extrañas bestias galopando hacia ella.
Los separaban menos de doscientos metros. Su tamaño hacía perecer que estaban más
cerca. Había un mono entre la masa de fieras, su boca abierta en silencio, reía
estridentemente, su pelaje brillaba con la luz roja… estaba tan cerca que con cada salto
podía ver como se encogían y estiraban los músculos y tendones.
Ella estaba inmóvil, muda e inmóvil. Por más que intentara apartar la mirada solo podía ver
la estampida. El olor a muerte era tan espeso en el aire que la ahogaba.
Tenía que despertarse del sueño antes de que llegaran a ella. Incluso aunque se lo repitiera,
no podía pensar en ninguna forma de hacerlo. Si solo eso fuera suficiente, ya lo habría
hecho.
Mientras que se quedaba sin hacer nada la distancia entre ellos se reducía nuevamente.
Una frenética desesperación la poseyó. El pánico corría por su cuerpo, arrastrándose por su
piel. Tragó nerviosamente. Su corazón latía llevando la sangre hasta sus oídos.
En ese mismo momento sintió una presencia sobre su cabeza. Una aplastante sed de sangre
cayó sobre ella. Sin embargo, por primera vez en su sueño se pudo mover. Miró arriba unas
alas pardas y miembros del mismo color. Patas escamosas y garras afiladas. No tenía
tiempo para pensar en escapar. El rugido de un océano llenó su cuerpo.
Gritó.
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“¡Youko!”
Estaba parada algunos pasos detrás de su escritorio. Estaba en medio de la clase de inglés.
Suspiró profundamente aliviada, entonces se enrojeció de vergüenza.
Una ola de risas llenó el salón. Se había quedado dormida. Los sueños la habían convertido
en una insomne. Varias veces había cabeceado en la escuela. Pero las pesadillas nunca la
habían visitado durante el día.
La profesora se dirigió hacia ella. Youko se mordió el labio. Por lo general no tenía
problemas para llevarse bien con sus profesores, pero por alguna razón ésta era la
excepción. Sin importar cuan complaciente y sumisa fuera Youko, su profesora de inglés
seguía siendo obstinadamente antagónica hacía ella.
La profesora golpeó el escritorio con la punta del libro. “Acepto que un estudiante intente
cerrar un poco los ojos de vez en cuando, pero esta es la primera vez, señorita Nakajima.
¿La próxima vez traerá una almohada? Odiaría pensar que nuestros incómodos escritorios
le causaran tanta angustia”.
“Por supuesto, uno tiene que preguntarse ¿para qué cree que es la escuela? Tonta de mí,
creer que los estudiantes deberían dormir en casa. Por otra parte, si encuentra las clases tan
aburridas no hay necesidad para que se presente, ¿verdad?”
“Yo… lo lamento”.
La profesora ocasionalmente tomó la trenza de Youko. “Su cabello ¿es este su color
natural?”
“Sí”.
“¿De verdad? Una amiga mía en la secundaria también era pelirroja. Más que usted,
incluso. Me recuerda a ella”. Youko sonrió para sí. “Durante su último año, terminó en los
tribunales para menores y tuvo que abandonar. ¿Qué habrá sido de ella? Eso fue mucho
tiempo atrás…”
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Más risas ahogadas estallaron en el aula.
“Sí, señora”.
“En cualquier caso, es mejor que se quede parada por el resto de la clase, para ayudarla a
mantenerse despierta”. Lloró un poco para sí, algo divertida a su mitad alegre, y se adelantó
al frente del salón.
Youko se mantuvo parada al lado de su escritorio por el resto de la hora. Las risitas nunca
cesaron por completo.
Su comportamiento en la clase de inglés fue debidamente informado. Esa tarde fue llamada
a la oficina para un interrogatorio de su vida personal.
“No, Yo…” Youko buscaba una buena excusa. “Bueno… mis notas de mitad de año no
fueron muy buenas”.
El subdirector mordió un poco el anzuelo. “Ah, sí, es cierto. Sus notas han bajado
recientemente”.
“Sí”.
“Usted, por supuesto, entiende que quedarse estudiando a media noche solo será
contraproducente si no puede prestar atención en clase”.
“Lo lamento”.
“No, no, no, no estoy buscando disculpas. Desafortunadamente, señorita Nakajima, la gente
toma conclusiones apresuradas sobre las cosas más absurdas. Al ver el color de su cabello,
y, bueno, usted sabe…”
“¿Sí?” Asintió en consentimiento. “Es duro, lo sé. Pero sin importar cuan desagradable
pueda parecer a veces solo estamos actuando por su bienestar”.
“Sí”
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Youko respondió con una perfecta inclinación. “Disculpe,” dijo.
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Capítulo 4
Le dijo, “La encontré”.
Su presencia fue acompañada por el suave perfume de mar. El subdirector lo miró con
asombro. Cuando Youko miró detrás el hombre lo confirmó, “Es usted”.
Ella supuso que debía tener veinticinco años. Todo respecto a él era impresionante. Llevaba
una tunica larga como una capa sobre sus hombros. Su cabello, con un brillo cual oro,
tapaba un blanco rostro y llegaba hasta las rodillas.
El desconocido lo ignoró y en su lugar hizo algo aún más sorprendente. Se arrodilló a los
pies de Youko e hizo una reverencia. “Lo que se busca ha sido encontrado”.
“¿Irnos?”
“¡No lo sé!”
El rostro del extraño seguía indiferente. Fríamente dijo, “No es asunto suyo”. Contempló la
oficina con los mismos ojos. “No interfiera ninguno de ustedes”.
El imperioso tono de su voz tuvo el efecto de dejarlos sin habla. Giró a, la igualmente,
sorprendida Youko. “Se lo explicaré más tarde. Pero ahora debemos irnos”.
“¿Qué estás…?”
“Taiho”.
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Elevó su cabeza como si su nombre fuese llamado. “¿Qué sucede?” le preguntó al aire. La
preocupación oscureció su rostro.
Desde algún y ningún lugar la voz apareció de nuevo. “El enemigo está en las puertas”.
Una expresión feroz cambió su rostro apacible. Asintiendo en comprensión tomó a Youko
por la muñeca. “Perdóneme”, dijo, “pero este lugar se volvió peligroso”.
“¿Peligroso?”
Cerró sus ojos y oyó un grito estridente. Los fragmentos de vidrio caían a su alrededor.
Youko abrió los ojos al oír la voz del subdirector. Todos en la oficina estaban llenos de
vidrio. Un frío viento invernal proveniente del río más allá de la escuela entró
precipitadamente. Llevando en su brisa la fuerte esencia de la masacre y del mar.
Los vidrios cubrían el suelo alrededor de sus pies. A pesar de estar más cerca de la ventana,
estaba intacta.
“¿Cómo…?”
Antes de que pudiera darse cuenta de la situación, el extraño se dirigió a ella. “Como se lo
advertí. Algo maligno viene”. La tomó del brazo. “Sígame”.
El pánico se apoderó de ella. Youko luchó, pero el extraño simplemente la arrastró. Cuando
se tropezó y tambaleó, él colocó su brazo alrededor de sus hombros. El subdirector se paró
delante de ellos.
El tono de voz del extraño adoptó una fría amenaza. “Usted es irrelevante. Apártese”.
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“No antes de que se explique, amigo. ¿Qué es lo que está haciendo con la señorita
Nakajima acá? ¿Es algún tipo de asunto de pandillas?” Le lanzó una mirada acusadora a
Youko, “¿En qué se ha involucrado?”
Youko vio una conclusión mucho más aterradora dibujándose en los ojos del subdirector:
‘están en esto juntos’. “¡No lo conozco! ¡Lo juro!”
Se soltó y se alejó para quedar fuera de su alcance. Al mismo tiempo, desde arriba y más
allá, la voz apareció de nuevo, esta vez con gran alarma.
“¡Taiho!”
El extraño le frunció el ceño a Youko. “¡Tiene que ser tan obstinada!” Antes de que Youko
pudiera reaccionar o responder, rápidamente se arrodilló a sus pies en súplica. “Su
Excelencia, le prometo mi eterna lealtad”. Habló rápidamente, sin separar sus ojos de ella.
“Le pido que acceda”:
“¿A qué?”
Demasiado aturdida como para considerar de manera coherente lo que le estaba pidiendo, y
abrumada por la intensidad de sus palabras, Youko se encontró asintiendo a pesar de su
pensar. “Lo permito”, dijo.
Un golpe… y un coro de voces surgió en oposición. “¿Qué pasa con ustedes? ¿Están
locos?”
Pasmada, Youko observó al hombre (a quien nunca había visto en su vida) bajar la cabeza
en culto y tocar con su frente el empeine de Youko. “¿Qué estás…?” comenzó a decir pero
se interrumpió en medio de la frase.
Sus sentidos se tambalearon. Sintió algo cruzar a través de ella. Su visión se volvió negra
momentáneamente. Un ruido sordo como terremoto sacudió la habitación. El patio fuera de
las ventanas rotas se convirtió en sombras de barro.
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Capítulo 5
Un torrente de agua se estrelló contra el edificio, haciendo volar las restantes ventanas,
formando una ola que barrió los pedazos de hielo de la habitación. Youko colocó sus
brazos frente a su rostro. Una ráfaga de pequeños dardos golpeó su cabeza, brazos y cuerpo.
La sensación de ser atrapada en una tormenta de arena se desvaneció. Abrió sus ojos. Había
vidrio por todas partes. Los que se habían asomado por las ventanas ahora estaban tirados
en el suelo en shock. El subdirector estaba en posición fetal a sus pies.
¿Se encuentra bien?, sintió la obligación de preguntar, hasta que vio que su cuerpo estaba
salpicado con fragmentos brillantes. No se encontraba bien. Los demás estaban luchando a
sus pies, gimiendo. Youko había estado parada al lado del subdirector sin embargo no había
ninguna muesca o corte en ella.
El extraño quitó la mano ensangrentada del subdirector de su tobillo. Él estaba tan sano
como ella. “Debemos irnos” dijo.
Youko sacudió la cabeza. Si se iba con él ahora todo el mundo pensaría que ellos estaban
juntos desde el principio. Pero el temor de permanecer allí la venció. Dejó que él la
arrastrara. El enemigo está en la puerta. Eso no tenía sentido para ella. El horror de
permanecer allí, entre los ensangrentados y heridos la asustó mucho más.
Salieron de la oficina y una vez que se cruzaron cara a cara con otro profesor. Gritó, “¿Qué
sucede?” Sus ojos se enfocaron sospechando del extraño.
Antes de que Youko pudiese responder, el extraño hizo un gesto hacia la oficina. “Hay
gente herida allá. Necesitan atención médica”. Se puso en marcha de nuevo, arrastrando a
Youko. El profesor les gritó algo que Youko no oyó.
“¿A dónde vamos?”, preguntó. Sólo quería correr a casa tan pronto como pudiera. En lugar
de bajar por las escaleras el extraño subió. “Este camino va a la terraza”, dijo entrecortada.
“Pero…”
“A donde vamos ahora, el infierno nos seguirá. Será mejor no involucrar a nadie”.
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¿Entonces por qué me involucraste a mí? Youko quería gritarle. ¿Qué enemigo? ¿De qué
estás hablando? Pero no tenía el valor de levantarle la voz.
Un aullido de gato estalló de las anchas fauces. Cada una de las enormes alas de ave fue
desgarrada por cinco garras.
Youko se paró, congelada como si estuviese atada de pies y manos. Con cada horrible
chirrido el deseo de sangre de las bestias caía sobre ella.
En mis sueños.
La gran ave cual águila tenía un cuerno en el centro de su frente. Torcía la cabeza, batía las
alas, golpeando el aire en un viento de mal olor. Como en sus pesadillas paralizantes,
Youko no se podía mover. El ave se levantó de su percha, flotando hacia arriba, batió sus
alas una vez más, escondiendo sus plumas y cayendo en picada sobre ella. Sus
extremidades escamosas la alcanzaron, las afiladas garras se encofraban desde su cuerpo
calloso.
No tenía tiempo para prepararse. Sus ojos estaban completamente abiertos. Y sin embargo
no veía nada. . Incluso cuando sintió un golpe en los hombros, parecía imposible que las
garras de la criatura pudieran estar desgarrando su carne.
“¡Hiouki!” El nombre hizo eco en el aire. Una fuente de luz rojo brillante brotó frente a sus
ojos.
My sangre.
Salvo que de alguna manera no sentía dolor. Cerró los ojos. No veas, se dijo.
Incomprensiblemente, parecía que la muerte debería ser más aterradora que eso.
“¡Aguanta!”
Fue tomada por los hombros y sacudida. Regresó en sí, abrió los ojos y vio al extraño
mirándola. El muro de concreto era duro a su espalda, su hombro izquierdo clavado en la
baranda que cerraba el perímetro de la terraza.
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Youko saltó alarmada. La colisión la había tirado por el techo. Un horrible grito de
tormento. Tirado frente a la puerta la gran ave batía sus alas, avivando el ventanal de aire.
Sus garras se clavaron profundamente en los surcos del hormigón mientras llevaba su
cabeza hacia delante y hacia tras. No podía liberarse. Una bestia tenía su mandíbula atorada
en el cuello del ave, una bestia que parecía una pantera de pelaje color carmesí.
“¿Qué…qué es eso?”
“Kaiko”, dijo.
La forma de una mujer se levantó de la superficie sólida en la que estaban parados, como
una bañista que se levanta de la pileta. Sólo la mitad de su cuerpo apareció, un cuerpo
cubierto de plumas suaves, brazos como elegantes alas. Tenía una espada envainada en una
magnífica vaina. La empuñadura de la espada tenía incrustaciones de oro y perlas, y
tachonada de joyas.
Le pareció a Youko nada más que un adorno frívolo. El extraño tomó la espada de la mujer
y se la presentó a Youko.
“¿Qué…?”
“¿Yo?” Sus ojos pasaron de la espada al rostro del extraño. “¿Por qué yo?”
Apretó el arma contra sus manos, su cara sin emociones. “No tengo gusto por la espada…”
Era más pesada de lo que hubiera imaginado. ¿Cómo demonios se suponía que se
defendiera con esto?
“¡No!”
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Youko estaba perdida en el caos de sus pensamientos. No quería morir, no acá, no así. Pero
tampoco quería tener intención alguna de cargar a la batalla agitando un arma sobre su
cabeza. No poseía la fuerza ni la habilidad para hacer algo con ella. Las voces en su cabeza
le decían que utilizara la espada, que no la utilizara, que la utilizara, que no…
Ella le había apuntado a la cabeza del ave. La espada cayó por debajo de la marca, rozando
la punta de un ala y cayendo a sus pies.
“¡Maldición!”. Haciendo una serie de clicks con su lengua el hombre llamó, “¡Hyouki!”
La pantera se desenredó de las horcajadas garras del ave. Se agachó, tomó la espada en la
boca y corrió hacia Youko. Estaba claramente infeliz por tener que abandonar a su presa.
En ese momento, la gran ave se liberó, cubriéndolos con grava y concreto. Giró en el aire.
La bestia pantera se encaminó en el cielo detrás de ella. La mujer se levantó del piso
dejando a descubierto piernas humanas y una cola larga.
Al igual que la mujer, las cabezas de las bestias aparecieron desde el piso de la terraza. Uno
parecía un perro grande, el otro un babuino. “Juusaku, Hankyo. La dejo a su cuidado”.
Sin siquiera preguntarle si o no, el mono la alcanzó y la apretó con el brazo. Ignoró las
protestas, la levantó, saltó sobre la baranda y saltó en el aire.
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Capítulo 6
El babuino saltó de techo en techo, de techos a postes de teléfono, saltando de un lugar a
otro con pasos firmes casi como si se lo llevara el aire. Este discordante medio de
transporte, la llevo a las afueras de la ciudad y la costa del mar.
El mono liberó a Youko encima de la escollera, frente al puerto. En el tiempo que le tomó
tomar un simple respiro, desapareció. Mirando hacia arriba y hacia abajo del dique para ver
adonde se había ido, vio al extraño haciéndose camino a través de la espesura de tetrápodos
de hormigón. Llevaba la lujosa espada.
Youko asintió. Se sentía mareada. Fue a causa del mandril y resultado del desencarnado
remolino que se produjo a su alrededor. Sus rodillas se dieron por vencidas. Se sentó de
golpe y comenzó a llorar.
¿Qué sucede? Quería preguntarle. Podía ver que él no estaba de humor para explicaciones.
Desvió su mirada de él, juntó las rodillas con sus temblorosas manos.
“Estoy asustada”.
Su reacción fue fría y abrupta. “Guarde esas emociones para más tarde. Están detrás de
nosotros mientras hablamos. Difícilmente tendremos tiempo para retomar el aliento”.
“¿Detrás de nosotros?”
El extraño asintió. “No lo mató cuando tuvo la oportunidad. No hay nada que podamos
hacer respecto a eso ahora. Hyouki y los demás lo alentarán, pero me temo que no mucho”.
“¿Qué es un kochou?”
El vacío su explicación hizo que Youko se limitara a “¿Quién es usted? ¿Por qué me
ayuda?”
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No dijo nada más. Youko suspiró. Claramente había escuchado a los otros llamarlo Taiho
pero no estaba de humor como para presionar en el tema. Sólo quería escapar e ir a casa. Su
mochila y campera estaban en la escuela. No quería volver ahí, no por su cuenta. Y no
quería ir a casa en ese estado. Se agachó en la rompiente perdida en sus pensamientos.
“¿Partir? ¿Adonde?”
“Allá”.
Nuevamente, ningún lugar, algún lugar. Youko no podía estar más preocupada. Keiki la
tomó por el brazo, por enésima vez. ¿Por qué no se explicaba? ¿Por qué seguía
arrastrándola a todos lados?”
“Espera un momento”
Su tono de voz la atemorizó. Ella solo había estado con la idea de ir con él por curiosidad.
Pero no lo conocía en absoluto. Y un día entero. ¡Estaba fuera de toda posibilidad! ¿Qué
dirían sus padres cuando llegaran a una casa vacía? Nunca le habían permitido viajar tan
lejos por su cuenta.
Nada de eso tenía sentido. ¿Por qué seguía amenazándola, haciendo esas peticiones
imposibles? Quería gritar. Sabía que él la regañaría si lo hacía, así que abrazó sus rodillas,
manteniendo la boca cerrada y conteniendo desesperadamente las lágrimas.
“Taiho”.
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“Sí”.
Y a su orden la cabeza de un hombre se elevó del suelo, un rostro pálido, ojos enteramente
rojos. Cada vez se hizo más evidente que no tenía cuerpo bajo su cuello, excepto por las
extremidades como las medusas.
La cosa se liberó de la tierra y se lanzó hacia ella. Trató de escapar. Keiki la agarró y
mantuvo. La criatura se aferró a su cuello, fría y suave, y luego se hundió en su espalda.
Gritó, “¡Quítamela!” Sacudía inútilmente las manos. “¡Basta, basta!”
Quería vomitar. Zarcillos como hilos de pasta fría serpenteaban alrededor de su cuerpo
desde su columna vertebral por debajo de sus brazos. Se separó de él, quedando libre,
rasgando su cuello y hombros llena de pánico, sin resultado.
“¿Huésped?” Youko pasó las manos por su cuerpo. La repugnante sensación se había ido.
“¿No solo ese?” Así que había más detrás de ella, al igual que en el alba roja de sus sueños.
“Yo… no puedo. Ese Jouyuu, Hinman o lo que sea ¿dónde se fue?”
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Capítulo 7
En el momento en que miró por ella misma, detrás suyo, escuchó un grito. La espada estaba
empuñada en su mano. No se dio cuenta al principio. Giró hacia el grito y vio la gran
envergadura del ave mientras circaba y se lanzaba hacia ellos.
Gritó del miedo, dándose cuenta finalmente que no había ningún lugar al cual correr. El ave
descendía más rápido de lo que ella podía correr. La espada era inútil. No tenía idea de que
hacer con ella. ¿Confrontar a la bestia con eso? Era un pensamiento absurdo. No había
forma de protegerse.
Las garras del ave llenaron su visión. Quería cerrar los ojos, pero no podía
Una fuente de luz blanca apareció frente a ella, seguida por un violento sonido de dos
piedras chocando. Una pesada garra, brillando como el filo de un hacha, se detuvo justo
frente a ella. La había detenido con la espada, medio hundida, la mantenía frente a ella y la
sostenía con ambos brazos.
Sus manos, como si estuviesen de acuerdo con ella, sacaron el resto de la espada. Con el
mismo movimiento, cortó las patas del ave. Un cálido rocío de sangre roja la bañó.
En sorpresa solo podía pensar, no estoy haciendo esto. Sus manos y piernas reaccionaban
de acuerdo a su voluntad, cortando las patas de los kochou mientras giraban sobre ellos en
la confusión.
Más sangre llovió, empapándola. El cálido líquido caía por cu cabeza y cuello, empapando
el cuello de su camisa. Se estremeció con repugnancia. Ella (sus piernas) se retiró para
esquivar al ave.
El monstruo trepó hacia el cielo, se enderezó y apuntó contra ella. Ella cortó sus alas. Con
cada movimiento sentía los fríos zarcillos moviéndose a través de ella.
Sus alas cortadas, el ave lanzó un grito y se estrelló contra el suelo. Con un vistazo Youko
capturó la escena. El Jouyuu estaba haciendo eso, ella lo sabía, estaba sacudiendo sus
piernas y brazos como una marioneta.
El ave gigante se retorció de agonía, golpeando sus alas contra el suelo y arremetiendo
contra ella. Sin pensarlo ni un segundo ella atacó. Esquivando sus ataques se atacó al
cuerpo. Pronto estaba cubierta de sangre espesa. Todo lo que quedó fue la repugnante
repercusión en sus manos, ya que en cada golpe se separaba carne y hueso.
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Gimió en disgusto, pero no podía detenerse. Hizo caso omiso de la sangre y hundió la
espada profundamente en el ala del ave, tiró hacia fuera, rompiendo gran parte de ella. Giró
sobre sus talones, quedando cara a cara con la chillona cabeza del animal.
La gran ave agitó sus alas heridas pero fue incapaz de levantar su cuerpo del suelo. Rodeó
las abatidas alas y apuñaló el torso. Cerró sus ojos por lo que estaba haciendo pero sintió
cierta resistencia en sus brazos mientras la hoja se hundía en la grasa y los tejidos. Liberó la
espada, giró, y abrió el cuello del ave.
La columna vertebral detuvo la marcha de la espada. Ella liberó la espada, salpicándose con
la carne y el líquido, y cortó limpiamente la cabeza del cuerpo.
Sólo después de limpiar la espada con las plumas del ave que todavía temblaban, su cuerpo
entero volvió a ella.
Youko se inclinó sobre el borde de la escollera y vomitó. Llorando, se deslizó entre las
extensiones de concreto de hormigón y se hundió en el mar. Estaban a mediados de
Febrero. El agua estaba lo suficientemente fría como para partirla en dos. Pero su único
deseo era lavar esa sucia sangre de su cara. Para el momento en que regresó en sí estaba
temblando tanto que apenas podía arrastrarse por el terraplén hasta el espigón. De vuelta en
tierra firma estalló en lágrimas. Lloraba de miedo y repulsión, lloró hasta que su voz se
puso ronca, hasta que no hubo lágrimas dentro para dejar salir.
No había tono en la expresión del hombre. Dijo, “Ese no era el único. Más están viniendo”.
“Olvídelo”.
“Quiero ir a casa”.
25
“No me importa. Tengo frío. Me voy a casa. Esos monstruos, son todos tuyos. Puedes
tenerlos”. Youko lo miró. “¡Y puede quitarme este Jouyuu de mí!”.
“Todavía lo necesita”.
“¡Mujer estúpida!” Explotó en una rabia que hizo que los ojos de Youko se abrieran por la
sorpresa. “¿Le da la bienvenida a la muerte? No lo entiendo. ¡Si no quiere morir entonces
debe venir conmigo!”
“¡Cállate!” le gritó Youko. “¡Cállate, maldita sea!” Nunca en toda su vida le había dicho
eso a alguien. Una extraña sensación de euforia se movió en su pecho. “Hago lo que yo
quiero y no quiero ser parte de nada de esto. Me voy a casa”.
“Me voy a casa”. De un golpe alejó la espada que se le estaba ofreciendo. “No recibo
órdenes tuyas”.
Youko respondió con una leve sonrisa. “Bueno ¿si está bien conmigo, entonces qué hay
contigo?”
Él asintió mientras ella pasaba. Antes de que pudiera reaccionar, dos brazos blancos la
habían alcanzado y se habían apoderado de ella.
Ella se esforzó por mirar atrás. Era la mujer alada que al principio le había ofrecido la
espada. Cubría los brazos de Youko, y forzó a la espada a entrar.
“¡Déjame ir!”
“Es mi Señora. Bajo cualquier otra circunstancia obedeceré. Debe perdonarme. Una vez
que su seguridad haya sido asegurada entonces le daré cualquier explicación que desee. Si
desea regresar a casa, también me esforzaré en llevarlo a cabo”.
26
“No hay tiempo para eso”, respondió con una fría mirada. “Me encantaría ver a alguien
como usted abdicar, pero esa no es mi decisión. No la puedo abandonar. Lo mejor que
puedo hacer es evitar que más inocentes se vean involucrados. Si fuerza es lo que se
requiere, entonces fuerza usaré. Kaiko, tómala”.
“¡Déjame ir!”
“Hankyo”, Keiki hizo señas. La bestia de pelaje rojizo emergió de las sombras. “Debemos
salir de acá. Este lugar está bañado con la esencia de la sangre”.
Después apareció una enorme pantera llamada Hyouki. Aún agarrando a Youko, la mujer
se sentó en el lomo de la bestia y colocó a Youko frente a ella. Keiki, por su parte montaba
a Hankyo.
Youko le suplicó. “Por favor, no estoy bromeando. ¡Llévame a casa! ¡Quítame esto!”
“Él no representa ninguna molestia para usted, ¿no? Ahora que la poseyó completamente,
no sentirá su presencia nuevamente”.
No hubo respuesta.
Keiki asintió. Youko apenas tuvo tiempo de agarrar los brazos de la mujer para mantener el
equilibrio mientras la bestia se levantaba sobre sus patas traseras y saltaba hacia arriba.
“¡Detente!” gritó.
La bestia pantera no le hizo caso. Escaló sin esfuerzo hacia el cielo, a nado de perro a través
del aire y poco a poco aceleró. De no ser por el suelo que caía debajo de ellos, podría haber
creído que no se movían en lo absoluto.
Como en un sueño, la bestia galopó más y más rápido lejos del suelo, revelando la última
mirada a la ciudad debajo, envuelta en el crepúsculo.
27
Capítulo 8
El cielo estaba cubierto por una fría y estrellada luz. A través de la superficie de la tierra
una constelación de estrellas trazaban las líneas generales de la ciudad.
La bestia pantera subió a la bahía como si nadara por el aire. La velocidad de su salida le
robó el aire, sin embargo no lo sintió ferocidad y el viento esperado, por lo que tenía poco
sentido de la velocidad. Ella sabía que tan rápido deberían estar yendo solo por la velocidad
en la que el paisaje iba desapareciendo detrás de ella.
La bestia pantera se dirigió al mar abierto. Ya no podía ver a Keiki montando su criatura
voladora. Había prometido que ese sería un viaje largo.
Junto con su agotamiento, una profunda indiferencia se apoderó de ella. Se dio por vencida,
dejó sus protestas. Y ahora que lo pensaba, ya que movía sus brazos no era incómodo. Los
brazos de la mujer eran cálidos alrededor de su cintura.
Youko vaciló, luego preguntó, “¿siguen detrás de nosotros?” Se giró para ver a la mujer.
“Son una legión”. Sin embargo su voz era suave y de alguna forma tranquilizadora.
“¿Quién es usted?”
“Somos sirvientes del Taiho. Ahora mire hacia delante. No estará contento si se cae”.
Youko se enderezó de mala gana. Todo lo que podía ver era el cielo y el mar oscuro, la
débil luz de las estrellas, y la débil luz blanca de las olas. Una enorme luna de invierno.
Nada más.
“Mantenga firme la espada. Bajo ninguna circunstancia debe estar fuera de su posesión”.
La advertencia golpeó a Youko con un chorro de miedo. Solo podía significar que más
batallas aguardaban.
“¿El enemigo?”
“Entonces…”
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“¿O la vaina?”
“Vaina y espada son un par y deben mantenerse juntas. La joya de la vaina está ahí para su
protección”.
Youko miró a la espada entre sus brazos. Una esfera azul marina del tamaño de una pelota
de ping pon estaba atada al extremo ornamentado de la vaina.
“¿Esta?”
Youko tomó la esfera. La sensación se filtró poco a poco en sus manos. “Está tibia”.
“Les encontrará uso cuando esté herida, enferma o fatigada. La espada y la vaina son
tesoros valiosos. No los pierda”.
Una luna blanca brilló en una aureola de agua oscura. La intensidad de la reflección
ondulante a través de las olas crecía mientras descendían, casi como si la luna misma
estuviese estimulando los anillos concéntricos en una alegre espuma. Más cerca pudo ver la
superficie del océano se agitaba en una tromba.
Youko se dio cuenta de que la bestia pantera estaba a punto de sumergirse directamente en
el anillo de luz al centro del remolino espumoso.
“¡No sé nadar!”
“Pero…”
Se sumergieron en el remolino. Youko cerró los ojos, se preparó para el duro choque contra
el agua. En cambio sintió… casi nada. Ni el rocío de las encrespadas olas, ni el frío toque
del mar. Nada, sino una inmersión en la luz de plata, luz que se filtraba por las ranuras de
sus ojos.
Algo así como una delgada gasa que rozó contra su cara. Abrió los ojos. Al parecer estaban
dentro de un túnel de luz. No había oscuridad, ni viento, solo un resplandor que los
envolvía de pies a cabeza, una aureola de luz de luna cortando las oscuras olas.
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“¿Qué es esto?” se preguntó Youko en voz alta.
Había un anillo de luz debajo de las patas de la bestia, mientras que había un sobre su
cabeza. No podía decir si lo luz brotaba de arriba hacia abajo o al revés. En cualquier caso,
cruzarían pronto.
Casi tan rápido como cruzaron el aro de luz se volvió a sentir el velo de gasa rozando el
rostro. Con un salto salieron disparados sobre el agua. El sonido del océano regresó.
Levantando su mirada, nuevamente tomó en su anchura la inmensidad del mar. Salieron de
la aureola de la luna. Que tan lejos de la superficie no podría decirse. Todo lo que podía ver
eran las cimas de las olas bañadas con la luz de la luna.
La superficie se revolvía en una espuma radiante, como si fuera manejada por un viento
feroz. Las olas se levantaban a su alrededor en anillos concéntricos. A saltos sobre la bestia,
Youko no podía sentir nada del huracán, solo un ligero viento cruzado. Las nubes se
enturbiaban encima de las nubes. La bestia subía con más fuerza y trepaba al cielo. Pronto
estuvieron tan alto como para ver, incluso, la luna reflejar en la tempestuosa mar.
La alarma en su voz hizo que Youko se diera vuelta para verla. Siguiendo la mirada de la
mujer, vio una multitud de sombras saliendo del remolino de la luna.
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La única luz era la de la luna y su reflejo en el mar. Se acercaron a la extensa oscuridad de
las nubes.
Un negro intenso.
No había ni cielo ni tierra. Y solo una profunda luz ámbar quedaba de la luna, una débil luz
que bailaba y cambiaba como las llamas de una hoguera. Vio las incontables sombras y
supo que venían por ella. Las criaturas salían de la luna roja como la sangre, los monos, las
ratas y las aves, bestias de pelaje rojo, negro y azul.
Youko miró con asombra la visión ante sus ojos. Ya la había visto antes. Lo conocía. “¡Más
rápido!” gritó. “¡Nos van a atrapar!”
“¡Dios, no!”
“¿Qué está…?”
Segura de que Youko entendió sus instrucciones, soltó la cintura de Youko, saltó hacia
atrás alejándose de ellos. Por un momento Youko alcanzó a ver una raya dorada cayendo de
ella antes que fuera tragada por la oscuridad…
Youko no pudo ver nada excepto la envolvente oscuridad. Fueron golpeados por ráfagas de
viento. Se pegó al lomo de la bestia.
“¿Qué sucede?”
“¿Vamos a escapar?”
“Un gouyu”. Hyouki giró sin previo aviso. Algo chocó su lado y cayó.
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Hyouki continuó esquivando de lado a lado. De repente fue más lento. “Saque su espada.
Es una emboscada. Nos cortaron el paso”.
Mirando hacia delante a la oscuridad vio otra luz roja naciendo, vio como la horda iba hacia
ellos desde las sombras.
“Oh, Dios”.
La idea de elevar la espada nuevamente la llenó con aversión. Al mismo tiempo, los fríos
tentáculos tocaron el interior de sus piernas. Con una fuerza que hizo sonar sus
articulaciones y apretar sus rodillas contra el costado de la bestia. El gusano de hielo llegó
hasta su columna vertebral. Su cuerpo, inconcientemente, se despegó del lomo de la bestia.
Sus manos formaron un puño, sus brazos se prepararon para la batalla. Tomó la espada y
guardó la vaina en el cinturón de la pollera.
“¡Basta!”
Extendió la espada con su mano derecha y con la izquierda se aferró al crin del animal.
“¡Por favor!”
Se acercaron los unos a los otros, rasgándose como tormentas que chocan. Hyouki cayó en
medio de la niebla y la espada de Youko cortó se hundió en la avalancha. No podía hacer
nada sino gritar y cerrar los ojos. No solo era la muerte de seres vivos. Ni siquiera podía
soportar las autopsias en la clase de biología. Su existencia no debería exigir tanta masacre.
La espada se detuvo. Hyouki gritó, “¡Abra los ojos! ¡Jouyuu no la podrá defender de otra
manera!”
“¡No!”
La bestia echó para atrás la cabeza, dobló la espalda. Youko mantenía los ojos cerrados. No
iba a causar más muertes. Si cerrando los ojos calmaba la espada, entonces eso haría.
Sus piernas perdieron su agarre. Se lanzó al aire. Antes de que sus perplejos ojos cargaran
contra una bestia como un jabalí. En su brazo derecho sintió el impacto de acero cortando
músculo y hueso, oyó el rugido del monstruo, su propio grito.
Y después nada, Sin vista, sin sonido, sin sabor, tacto o pensar. Solo ella cayendo y
cayendo a través de la oscuridad infinita.
32
Parte II
Youko se despertó con el sonido de las olas rompientes. Sentía el rocía del océano en su
cara. Abrió los ojos y levantó la cabeza. Había caído en una playa de arena no muy lejos de
la orilla. Una gran ola rompió contra la costa. El agua se movió por la playa, bañando sus
pies.
Sorprendentemente, el agua no estaba fría. Youko yació en la arena y dejó que las olas la
mojaran. El agradable olor del océano a su alrededor, un olor parecido al de la sangre. El
mar estaba en sus venas. Es por eso que, cuando tapaba sus oídos, oía el ruido lejano del
mar.
La siguiente oleada llegó hasta sus rodillas. La arena agitada en la marea le hacía cosquillas
en la piel.
Miró sus pies. El agua que chocaba contra su cuerpo estaba manchada de rojo. Miró a las
olas grises, el cielo, amplio y gris. Miró abajo nuevamente. El agua era de hecho roja.
Sus piernas. Las corrientes carmesí se lavaban de su piel. Se puso de pie. Sus manos y
piernas estaban manchadas de rojo. Incluso su uniforme azul marino de la escuela Seifuku
se había vuelto un marrón oscuro.
Sangre.
Gimió. Su cuerpo entero estaba empapado de sangre. Sus manos estaban negras y pegajosas
con la sangre, así como su rostro y cabello. Gritó, cayendo y salpicando en medio de las
rompientes olas. El agua se abalanzó en el barro gris, haciéndolo carmesí. Recogió agua en
sus manos. El agua sangraba a través de las manos. Sin importar cuanto fregara las manos
no podía cubrir el tono natural de su piel. La ola le llegó hasta la cintura. Una pileta de
color se extendía a su alrededor, escarlata, bajo el cielo color carbón.
Youko levantó nuevamente sus manos a su cara. Delante de sus ojos, sus uñas se
alargaron, y crecieron como afiladas garras tan largas como sus dedos mismos.
“¿Qué…?”
Dio vuelta sus manos. Había un innumerable número de grietas y fisuras por toda su piel.
Un fragmento de su piel se peló, flotando lejos en el viento, y cayendo en el agua. Debajo
de la piel había un pelaje rojo corto.
33
Se pasó la mano contra el brazo. Más piel se perdió dejando a la vista pelaje rojo. Cada vez
que se movía cambiaba el pelaje. Una ola la embistió. Su uniforme se destrozó como si
fuera comido por ácido. El agua lavaba el pelaje y el océano se teñía de rojo.
Las garras en sus manos, el pelaje creciendo en su cuerpo, se estaba convirtiendo en uno de
esos monstruos.
“No, no, no,” sollozó. Su uniforme terminó hecho pedazos. Sus brazos se doblaron como la
pata delantera de un gato o un perro. La sangre, la sangre de esas criaturas, me convirtió
en una de ellos. No es posible. Gritó, “Dios, ¡NO!”
En sus oídos no reconoció el sonido, solo el romper de las olas y el grito inarticulado de
una bestia.
Le dolía todo el cuerpo. El dolor de sus brazos era insoportable. Levantó sus brazos y soltó
un suspiro de alivio. Normal. Tenía manos humanas normales. Sin pelaje ni garras.
Suspiró para sí. Se había quemado el cerebro intentando recordar lo que había pasado. En
un instante todo regresó a su mente. Estaba a punto de ponerse de pie pero sus músculos
estaban tan rígidos que casi no podía moverse. Yacía ahí tomando un respiro y luego otro.
Poco a poco el dolor disminuyó, algún tipo de movilidad regresó a sus miembros.
Pino. Ciertamente se veía como pino. Miró a su alrededor y vio un bosque de pinos. Las
copas de los árboles estaban cortadas, dejando en descubierto madera caída. Una rama debe
haber caído de esos árboles.
Su mano derecha aún sostenía fuertemente la empuñadura de la espada. Así que no la había
soltado después de todo. Examinó el resto del cuerpo y no encontró heridas serias, sino
pequeños arañazos y golpes. Nada fuera de lo ordinario. Del mismo modo buscó en su
espalda, sus manos se deslizaron por la vaina hasta el cinturón del uniforme.
Una luz flotaba en el cielo de la mañana. Oyó el sonido distante de las olas. Se preguntó en
voz alta, “¿Qué clase de sueño fue ese?”
Volvió a ella, la encarnizada lucha con las bestias, su sangre empapada en ella.
34
Miró a su alrededor. Era antes de la madrugada. Un bosque de pinos cubría la costa. Estaba
viva, y no había sufrido lesiones potencialmente mortales. Ese era el resumen de todo.
Cuando uno se pierde, recordó para sí en voz baja, se supone que te quedes en el lugar.
Que extraño. Pero realmente funciona. Miró de cerca de la joya. Parece una piedra
cualquiera, aunque con un brillo pulido, un vidrio azul marino. Quizás era jade.
Había pensado en tomar una siesta rápida pero se despertó con un cielo brillante de
mañana. “Se está haciendo tarde”, señaló.
Pero ¿dónde estaban todos? ¿Keiki, Kaiko, Hiouki? ¿Por qué no habían ido a buscarla?
Finalmente dijo, “¿Jouyuu-san?”
Si aún estaba dentro suyo no estaba reaccionando. No podía sentir su presencia en absoluto.
En otras palabras, no iba a mostrarse a menos que comenzara a agitar la espada.
Sin respuesta. Nada. Había pasado a ser de gran ayuda. Levantó la cabeza nerviosamente.
¿Qué pasaba si Keiki venía a buscarla y la echaba de menos? Recordó el grito de dolor
antes de caer. Había dejado a Hyouki atrás, rodeado por monstruos. ¿Había sobrevivido?
Mirando a su alrededor vio a su derecha un claro en el bosque. Nada entre allá y acá le
parecía peligroso. Al menos podía aventurarse hasta allá. Más allá del bosque había un
campo en barbecho. El campo estaba cubierto con un matorral de arbustos aplastados
contra la tierra. Más allá de los campos un acantilado se inclinaba sobre un mar negro.
Youko se acercó al borde del acantilado. Más cerca y era como estar en la parte superior de
un edificio alto mirando hacia el borde. Lo que vio la asombró.
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No fue la enorme altura del acantilado. Fue el agua, negra como el cielo de noche, casi azul
en su negrura. Incluso a la luz del amanecer el mar se veía como en la noche. Pero
entonces, al seguir la cara del acantilado hasta al agua, se dio cuenta que el agua en sí no
era negra. Estaba perfectamente claro. Qué tan profundo no podía imagina. El mar debe ser
muy vasto, tan profundo, que ninguna luz lo puede penetrar en sus profundidades.
Entonces, desde dentro de las profundidades, vio un punto brillante de luz. Al principio no
entendía que era, pero entonces había muchos más de ellos, los pequeños puntos de luz
contra el ancho de la negrura como granos de arena. Juntos la luz recogía un débil
resplandor del fondo.
Como estrellas.
El vértigo se apoderó de ella. Se sentó. Sabía lo que era. Había visto fotos de estrellas,
nebulosas y galaxias. Debajo estaba el universo. Sus pensamientos la abrumaron. Ya no
podía evitar la verdad frente a ella: no conozco este lugar. Este no es el mundo que conocía,
ni el océano que conocía. Estaba en un mundo completamente diferente.
Oh, Dios.
¿Dónde estaba? ¿Era este lugar seguro? ¿Peligroso? ¿Dónde debería ir? ¿Qué debería
hacer? ¿Por qué me había pasado esto a mí?
“Jouyuu-san”. Cerró los ojos, y elevó la voz. “¡Jouyuu! ¡Por favor, responde!”
Solo oyó el rugido del océano en sus oídos. Ni un susurro del ser que la poseía.
“¿Qué se supone que haga? ¿No hay alguien que vaya a ayudarme?”
Ya había pasado una noche entera. Su madre debe haber estado muy preocupada por ella.
Su padre debe haber estado furioso.
“Quiero ir a casa”.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Ahogó un sollozo. “Quiero ir a casa”, dijo de nuevo.
No podía contenerse. Abrazó sus rodillas, hundió su rostro en sus brazos y lloró.
Finalmente Youko levantó la cabeza. Había llorado tanto y por tanto tiempo que sentía un
poco de fiebre. Llorar con todo le había hacho sentir mejor, pero solo un poco. Lentamente
abrió los ojos. El océano se extendía ante ella como el universo.
“Que extraño…”
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Sintió como si estuviera mirando hacia abajo sobre un cielo atravesado por las estrellas,
una noche estrellada convocada contra la serena oscuridad, las galaxias girando lentamente
en el agua.
En el tiempo en que Youko se calmó y logró recuperar su juicio. Miró distraídamente las
estrellas en el agua.
37
Capítulo 10
Se sentó allí mirando al mar hasta que el sol se elevó hasta lo alto del cielo. ¿Qué tipo de
mundo es éste? ¿Dónde estaba?
Habían pasado por el remolino de la luna para llegar ahí. De por sí, eso solo era demasiado
difícil de creer. En cualquier caso, capturar un rayo de luna como ese, parecía bastante
improbable con la luz del sol poniente.
Luego estaban Keiki y todas las extrañas criaturas. Ninguna de ellas era de alguna especie
de la Tierra. Deben de haber venido desde éste mundo. Eso era lo único que tenía sentido.
¿En que estaba pensando, trayéndola acá? Dijo que era peligroso, dijo que la protegería. Sin
embargo, acá estaba. ¿Qué estaban haciendo? ¿Por qué los otros monstruos la atacaron? Era
como salir de una pesadilla, la misma que había estado teniendo por el último mes.
Desde el principio, desde el momento en que lo conoció, nada había tenido sentido. Todo lo
que sabía era: estaba perdida. Él salió de la nada, y la arrastró a éste extraño mundo sin
pensar dos veces en las circunstancias de su vida. No era porque él la odiase, eso era
seguro. Pero si nunca se hubieran conocido ella no estaría atrapada ahí, y no habría tenido
que matar a todos esos seres.
Así que no era que ella lo extrañase. Simplemente, no había nadie más en quien pudiera
confiar y él no había vuelto por ella. Quizás algo había pasado en la batalla con los
monstruos que le impedía regresar con ella. Fuera cual fuera la razón, ahora sólo
empeoraba las cosas para ella.
Al fin y al cabo no era su culpa. Era la de Keiki. Era su culpa de que los monstruos la
persiguieran. El enemigo está en las puertas, dijo la voz en la oficina del subdirector. Pero
eso no significaba que ellos fueran sus enemigos. No tenía motivos para hacerlos sus
enemigos.
Y eso de llamarla su Señora. También había estado pensando en ello. Por ser su Señora los
enemigos fueron tras ella y no él. Había tenido que utilizar la espada para defenderse, y
terminó ahí.
Había inventado todo eso. O había cometido un error, uno muy grande. Dijo que la había
estado buscando. Uno pensaría que cuando alguien busca a su rey o lo que sea, no terminan
así de mal.
“Entonces ¿a quién proteges ahora? Se quejó para sí. “Este es tu error no el mío”.
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Las sombras se alargaron. Youko se levantó. Sentada quejándose de Keiki por no resolver
nada. Mirando a su alrededor no pudo ver la brecha entre los árboles de la que había
llegado. Lo que sea, se dijo, y se adentró al bosque. No tenía su abrigo pero no hacía tanto
frío ahí. Debería ser un clima más cálido que en el que vivía.
El bosque parecía haber sido golpeado por un tifón, ramas rotas esparcidas por todos lados.
El bosque no era profundo, y cuando emergió se encontró en el borde de un amplio
pantano.
No era un pantano sino un campo de arroz. Directamente frente a ella una calzada
sobresalía del agua. Podía ver la parte superior de algún tipo de vegetación corta echada de
lleno contra el lago fangoso. Más allá del los arrozales un pequeño puñado de casas
formaban una aldea. Y más allá, las escarpadas laderas de las montañas.
No había postes de teléfono o líneas eléctricas. Ni antenas de televisión. Los techos de las
casas eran de tejas negras, las paredes de adobe amarillo. El pueblo había estado rodeado
por una fila de árboles. La mayoría fueron derivados.
Youko llevó la mano a su pecho. Con una gran sensación de alivio se adentró. No era la
señal de las construcciones, o el extraño paisaje para el que más o menos se había
preparado. Este podría ser cualquier parcela de tierra o cultivo re partido por los
alrededores de Japón.
A cierta distancia vio las siluetas de personas trabajando en los campos de arroz. No podía
identificar ningún detalle, pero no se veían como monstruos.
La exclamación salió sola de sus labios. Aún se estaba recuperando de la confusión por ver
el mar negro. Pero, finalmente, acá había algo familiar. Si ignoraba la completa falta de
teléfono podía pensar que era un pueblo japonés ordinaria.
Respiró profundamente. Decidió llamarlos y ver que pasaba. Odiaba la idea de hablarle a
gente que nunca había visto. Ni siquiera sabía si hablaban el mismo idioma. Pero si quería
ayuda no tenía muchas opciones. En parte para alentarse y parte para calmar los nervios,
dijo en voz alta, “Les voy a explicar mi situación y si alguien vio a Keiki”.
Youko regresó a la calzada que había visto antes y se dirigió hacia la gente en los campos.
Mientras se acercaba a ellos se hizo evidente que no eran japoneses en lo absoluto. Había
mujeres castañas y hombres pelirrojos. Muchos le recordaban en parte a Keiki. Sus rasgos y
estaturas no eran caucásicos tampoco. Su rareza radicaba mayormente en el color de sus
cabellos. Quítales eso y son bastante normales.
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Sus ropas no eran muy diferentes a las vestimentas tradicionales japonesas. Todos los
hombres tenían los cabellos largos y atados. Estaban rompiendo la calzada con sus palas.
Uno de los hombres elevó la vista. Al ver a Youko se la señaló a sus compañeros. Le gritó
algo, pero ella no entendió. Los ocho o cerca, hombres y mujeres se dieron vuelta a verla.
Youko los saludó con una leve inclinación. No se le ocurrió que ora cosa hacer.
Youko registró la pregunta con cierto alivio. Hablaban el mismo idioma. Casi tenía ganas
de reír. No estaba tan mal como pensaba.
Tokio, comenzó a decir, pero cambió. Quería explicar su situación, pero dudó que
encontraran algo que creer. Mientras que se quedó pensado en que decir, el hombre
preguntó de nuevo, “No eres de por aquí, ¿verdad? Vienes de más allá del océano, ¿eh?”
Era lo más cercano a la realidad. Youko asintió. Los ojos del hombre se abrieron. “Sí,
fíjate. Una verdadera molestia, sabes, los de tu tipo, apareciendo de la nada”.
El hombre le sonrió, como si comprendiera algo que ella no. Comenzó a examinarla hasta
que su mirada llegó a la espada que sostenía a su lado.
“Alguien… me la dio”.
“¿Quién?”
La mirada en sus ojos no la calmaba. Tampoco le gustaba la forma en que le hablaba. Llevó
la espada contra su pecho y sacudió la cabeza. “Está bien. ¿Dónde estoy? ¿Qué es este
lugar?”
“Esto es Hairou. Francamente, señorita, con una cosa peligrosa como esa, no querrá estar
agitándola, especialmente cuando ni siquiera sabe dónde está. Entréguela”.
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“Vamos, dámela”.
La fuerza de su demanda la hizo temblar. No tenía el coraje para decirle que no. Se la
entregó de mala gana. Él se la arrebató y la examinó. “Sí, buen trabajo. El tipo del que la
obtuviste debe haber sido adinerado”.
Los otros hombres y mujeres los rodearon. Uno preguntó, “¿Es una de esos kaikyaku?”
“Sí. Mira lo que estaba llevando. Debe valer una fortuna”. Trató de sacar la espada de la
vaina. La empuñadura no se movió. “¡Así que solo es un juguete caro!” Rió y guardó la
espada en su cintura. Se acercó a Youko y la tomó por la muñeca.
“¡Ay! ¡Suélteme!”
“No puedo hacer eso. Todos los kaikyaku deben ser enviados al gobernador. Son las
órdenes”. Le dio un empujón. “Vamos. Y no intentes nada”. Alzó la voz a sus compañeros
mientras la empujaba. “Hey, podrían ayudarme un poco”.
El brazo de Youko estaba herido. No podía comenzar a tratar de adivinar las intenciones de
ese hombre, ni dónde la llevaba. Lo que más quería era librarse de él.
Inmediatamente así como el pensamiento cruzó por su mente una fría sensación se deslizó
por brazos y piernas. Libró su mano de su opresor. Su mano, así como ella quería, alcanzó
la espada en la cintura del hombre y la trajo de regreso junto con la vaina. Saltó lejos de él.
Youko negó.
“¿Quieres ser arrastrada todo el camino? ¿Eh? Deja de hacer payasadas y ven acá”.
Más gente se reunió a su alrededor. El hombre se acercó más. Youko sacó la espada de la
vaina.
“¿Qué demonios?”
La gente a su alrededor se congeló. Youko los miró y retrocedieron. Tan pronto como se
dio la vuelta y comenzó a correr escuchó pasos detrás suyo.
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“¡No me sigan!” gritó, pero tan rápido como miró detrás para verlos venir, levantó la
espada y su cuerpo se preparó para el combate. Su sangre rugió en sus oídos.
“Detente,” se gritó.
Se lanzó con la espada al hombre más cercano que cargaba contra ella.
“¡Jouyuu, alto!”
Youko cerró los ojos. Por primera vez, el movimiento de su brazo se detuvo. Al mismo
tiempo alguien desde un caballo, le arrancó la espada de su mano y la dejó casi
inconsciente. Había lágrimas en sus ojos, más de alivio que de dolor.
“Chica tonta”. La lincharon, pero no fue muy difícil de soportar. Alguien la puso de pie y le
ató los brazos a la espalda. No le importaba resistirse. Se dijo a sí misma, con Jouyuu, no
hizo nada.
Sus ojos aún estaban fuertemente cerrados, Youko no podía decir quien había hablado.
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Capítulo 11
Se llevaron a Youko por un estrecho sendero que serpenteaba a través de los arrozales.
Después de quince minutos a pie llegaron a un pequeño pueblo vallado. Era la aldea que
había espiado antes, un poco más que un puñado de casas. Acá, sin embargo, dispuesta en
una valla que cuadraba, una robusta puerta.
La puerta se abría hacia el interior, revelando otro muro interna decorada con varios
cuadros en diferentes tonalidades de rojo. Frente al muro, por ninguna razón aparente,
alguien había dejado una silla de madera. Youko fue empujada más allá del muro hacia el
centro de la aldea. Cuando llegó al muro rojo, una ininterrumpida vista de la calle principal
se le abrió.
Las casas eran de tamaños uniformes, y se veían muy parecidas, a pesar de las pequeñas
diferencias de su aspecto exterior. Podrían haber salido de una línea de montaje.
Aquí y allá, una ventana abierta, las persianas de madera entreabiertas con cañas de bambú.
Sin embargo desde la calle Youko no podía ver a nadie. Ni siquiera un perro. Ni un sonido.
Youko miró la plaza. Más allá del negro uniforme de los techos solo podía ver el alto muro
del pueblo. Dando la vuelta pudo comenzar a ver la forma. Era algo parecido a una caja
larga y angosta. Los límites del pueblo eran sofocantemente estrechos, no más de la mitad
de ancho de su escuela. Era como estar dentro de un gran poso, pensó. El pueblo en sí
estaba como enterrado bajo el agua, en el fondo del poso.
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La llevaron al centro de los edificios frente a la plaza. El edificio le recordó al barrio chino
en Yokohama. Sin embargo, los pilares rojos, los muros afilados no le parecían menos
superficiales que el resto del pueblo.
Entraron por un largo y angosto pasillo en el centro del edificio. Estaba oscuro y con la
falta de personas. Después de una pausa para discutir algunos asuntos, los hombres la
empujaron hacía una pequeña habitación y cerraron la puerta.
El suelo parecía estar cubierto con los mismos azulejos del techo, aunque muchos de los
cuales estaban agrietados y rotos. Los muros de tierra estaban agrietados y manchados con
hollín. Una sola ventana en lo alto del muro bloqueada con barrotes. Solo una puerta, la
mirilla de celosía con barras. Mirando a través de la celosía pudo ver a los hombres de pie
junto a la puerta.
Los muebles de la habitación consistían en una silla de madera, una pequeña mesa y una
larga plataforma para un solo colchón. Una tela gruesa estaba atada a la parte superior de la
plataforma. Obviamente estaba destinada a ser una cama.
Quería preguntar dónde se encontraba, qué tipo de lugar era, qué iba a pasar después, y
miles de otras preguntas. Pero no tenía el valor de preguntarles a los guardias. Y claramente
ellos no tenían el deseo de hablarle. Por lo que sin una palabra, se dejó caer en la cama. No
había nada más que ella pudiera hacer.
Al pasar el tiempo, la presencia humana dentro del edificio se hizo más marcada. Fuera de
la celda la gente iba y venía. Había cambio de guardias. La armadura de cuero azul, los dos
guardias nuevos estaban advirtiendo a los policías o los guardias de seguridad. Youko
contuvo la respiración, preguntándose que iba a pasar. Pero los guardias le dirigieron un par
de miradas feroces y no dijeron nada.
Era más cruel de esa manera. Era mejor cuando algo… cualquier cosa… pasaba. Varias
veces se había determinado a hablarles, pero no había encontrado el valor.
Las horas se prolongaron. Lo suficiente como para hacerla querer gritar. Después de la
puesta del sol, y de que la celda quedara a oscuras, tres mujeres llegaron.
La mujer del pelo blanco a la cabeza de las tres vestía algo como lo que Youko había visto
en los dramas históricos sobre la antigua China. Era bueno finalmente conocer a alguien,
una mujer, no uno de esos sombríos hombres.
La mujer mayor les dijo a las dos que la acompañaban. “Ya pueden irse”. Depositaron los
objetos que llevaban en la cama, se inclinaron y abandonaron la celda. Después de que se
hubieran ido la mujer tiró de la mesa junto a la cama. Dejó la lámpara sobre la mesa. La
lámpara parecía un candelabro de clase. Al lado dejó un balde de agua.
44
“Bueno, será mejor que se lave”.
Youko asintió. Lentamente se lavó la cara, manos y piernas. Sus sucias, ennegrecidas, y
enrojecidas manos volvieron a su color original.
Para ese punto Youko notó lo difícil que era volver a mover sus extremidades. Era sin duda
a causa del Jouyuu. Una y otra vez había forzado a su cuerpo a hacer cosas que apenas era
capaz de hacer, y ahora sus músculos estaban desgarrados y rígidos.
Se lavó las manos y los pies lo mejor que pudo. El agua impregnaba los finos cortes. Iba a
peinarse, deshaciendo la trenza. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo verdaderamente
extraño.
Al desatarse la trenza su cabello cayó como olas. Lo miró. Sabía que su cabello era rojo, un
rojo que se desvanecía en los extremos, casi blanqueados. ¡Pero no esto! ¿De dónde había
venido este color tan extraño?
Era rojo, un rojo empapado en sangre, un rojo cambiado a un profundo color carmesí. Ser
llamada pelirroja era una cosa, ¡pero no esto! No sabía como llamarlo, este tono
imposiblemente extravagante. Un escalofrío la recorrió. Era el mismo rojo que el pelaje de
la criatura en sus pesadillas.
“¿Qué sucede?” preguntó la anciana. Cuando Youko le indicó su cabello, echó la cabeza a
un lado. “¿Por qué se preocupa así? No hay nada de malo. Un poco inusual, tal vez, pero
bastante bonito”.
Youko sacudió la cabeza, buscó en el bolsillo de su uniforme y sacó un pequeño espejo. Sin
lugar a duda, los mechones escarlata eran suyos.
Pero ¿quién era esa persona que la miraba? Por un momento no tuvo sentido. Tímidamente
levantó las manos y las llevó a la cara. Lo mismo hizo la extraña en el reflejo. Era ella, se
dio cuenta con asombro.
¡Esta no es mi cara!
Incluso teniendo en cuenta de que ese cabello podría tener su apariencia, ese era el rostro de
alguien más. Su atractivo no era el problema. El problema era claramente que ese rostro…
con su piel bronceada, sus ojos esmeralda… era el rostro de alguien más.
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Capítulo 12
La anciana tomó el espejo del las manos de la distraída Youko y lo examinó calmadamente.
“No hay nada de malo con el espejo que yo pueda ver”. Se lo devolvió a Youko.
Ahora que Youko lo pensaba, su voz también sonaba diferente. Se había convertido en una
persona diferente. No una bestia o un monstruo, sino…
La risa en la anciana hizo que Youko se volteara a verla. “¿Pero por qué?” preguntó. Se
examinó de nuevo en el espejo. Le dio una extraña sensación ver a una extraña en su lugar.
Con eso, tomó la mano de Youko y con un paño humedecido le secó las pequeñas heridas.
Cuando Youko examinó con más detenimiento el interior del espejo, podía comenzar a
desentrañar los vestigios de sí misma que le resultaban familiares. Pero eran muy débiles.
La anciana dijo. “No puedo decir que conozca mucho de esto, pero pasa, eso he oído. Tarde
o temprano te calmarás y te acostumbrarás”.
Quitó el balde de la mesa. Es su lugar colocó un tazón grande. Contenía algo como el
mochi inmerso en sopa.
“Pruébalo y dime. A veces es la única forma de saber si realmente tienes hambre o no”.
Youko silenciosamente negó. La anciana suspiró. Desde lo que parecía una tetera de barro
se sirvió un poco de té.
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Youko levantó la mirada. “¿Más allá?”
“Del otro lado del mar. Viene del otro lado del Kyokai, ¿no?”
“¿Qué es el Kyokai?”
“El mar al pie de los acantilados. El Mar del Vacío, el mar tan negro como la noche”.
La anciana puso una caja con una piedra para tinta sobre la mesa y extendió una hoja de
papel. Tomó un pincel de la caja y se lo entregó a Youko.
“¿Cuál es tu nombre?”
“Youko Nakajima”.
“Esta es la ciudad de Hairou. Hairou está en Shin, un condado de Rokou. Rokou en una
prefectura de Fuyou, la cual en un distrito de Jun. Jun es una provincia del Reino de Kou.
Soy una de los más ancianos de Hairou”.
Su estilo de escritura solo era sutilmente diferente de la japonesa que conocía Youko.
Incluso los caracteres chinos se veían muy parecidos.
“Si te refieres a lo que estoy escribiendo, entonces eso es. ¿Cuántos años tienes?”
“Soy estudiante”.
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Youko vació sus bolsillos: un pañuelo, un peine, un espejo de mano, una libreta y un reloj
roto. Eso fue todo. Después de un examinar rápido, la anciana preguntó qué era cada cosa o
qué significaba. Se tomó la cabeza y volvió a suspirar, y colocó todo en el bolsillo de su
vestido.
Estaban seguros de tratarla como criminal, pensó Youko. Pero la anciana sacudió la cabeza.
“No significa que hayas hecho algo mal. Es solo que todos los kaikyaku tienen que ver al
gobernador. Así son las cosas. No hay necesidad de ir sacando conclusiones”.
“¿Kaikyaku?”
“Significa los visitantes (Kyaku) del otro lado del mar (kai). Dicen que vienen del este
sobre el Kyokai. Dicen que del extremo más oriental hay un país llamado Japón. Nadie lo
ha visto por sí mismo pero debe ser verdad, ya que muchos terminan acá”.
La anciana miró directamente a Youko, “A veces los japoneses son tragados por el shoku y
terminan en nuestras costas. Como tú. Eso son los kaikyaku”.
“¿Shoku?”
“Se escribe con el mismo carácter que ‘eclipse’. Se trata de una tempestad, una muy
grande, pero diferente de una tormenta. Está allí y, en un abrir y cerrar de ojos, ya no.
Luego es cuando los kaikyaku aparecen”.
Luego agregó con una risa incómoda, “La mayoría de ellos están muertos. E incluso si
viven no son muchos. Pero, aún así, los llevamos ante el gobernador. Hay mucha gente
inteligente que sabrá que hacer contigo”.
“¿Cómo qué?”
“¿Cómo qué preguntas? Francamente, no lo sé. La última vez que un kaikyaku llegó a estas
tierras fue en los días de mi abuela, y se dice que murió incluso antes de ser llevado a la
prefectura marina. Eres una chica con suerte, llegando hasta acá sin haberte ahogado en el
camino”.
“Pero…”
“¿Qué, niña?”
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“En el estado de Jun, ya lo dije. Acá”. La anciana señaló a la lista de nombres que había
escrito.
Se giró hacia ella y le rogó a la anciana, quien la miraba perpleja. “Yo no sé nada de este
Kyokai. No sé que reino es el Reino de Kou. ¡No sé nada de este mundo! ¿Qué es lo que
sucede?”
“No se puede”.
La abrupta respuesta hizo que Youko retorciera sus manos. “¿No se puede?”
“Ningún ser humano puede cruzar el Kyokai. No importa cómo llegan acá, no hay vuelta
atrás”.
La explicación no la satisfació en lo más mínimo. “¿No hay vuelta atrás? Eso es estúpido”.
“Es imposible”.
“Pero… Yo…” Las lágrimas brotaron de sus ojos. “Pero ¿qué hay de mi mamá y mi papá?
No fui a casa ayer. Me perdí la escuela hoy. Tengo que ir a la escuela. Todo el mundo se va
a preocupar”.
“¡Pero venir acá no era mi idea! ¡No tengo nada que ver con esto!”
“Mi vida entera está allí. No traje nada conmigo. “¿Por qué no puedo irme a casa? Yo…”
Ninguna palabra más salió. Se echó a llorar. La anciana no le prestó atención. Dejó la
habitación. Todo lo que trajo con ella se lo llevó, incluso la vela, dejando a Youko sola en
la oscura celda. El sonido de los pernos cerrando hizo eco en la oscuridad.
Pero era demasiado sobrellevar tal angustia. Se acurrucó en la cama y lloró. Finalmente
lloró hasta el agotamiento.
Y se durmió sin sueños.
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Capítulo 13
“Levántate”.
Youko fue despertada de su sueño. Sus párpados estaban pesados por el llanto. La luz del
sol golpeaba fuertemente sus ojos. Fatigada y hambrienta la habían dejado pero aún no
tenía ganas de comer.
Los hombres que la despertaron la ataron… no demasiado apretado… con una larga cuerda
y la llevaron afuera. Al salir del edificio había un carro esperándola afuera en la plaza,
enganchado a un grupo de dos caballos.
La levantaron al carro. Desde ese punto de vista podía ver los alrededores de las plazas.
Aquí, allá y en las esquinas una multitud de personas estaba reunida observándola.
¿Dónde, se preguntó, se había estado escondiendo toda esta gente? Ayer, el lugar se veía
como nada más que las ruinas de una ciudad desierta.
Parecían orientales, aunque el color de su pelo era muy diferente. Con muchos de ellos
reunidos se formaba un caleidoscopio humano. Cada persona tenía en su rostro una mezcla
de curiosidad y odio. Realmente la veía como una criminal embarcando en un vagón
policial.
En el instante fugaz entre que abrió los ojos y en que realmente despertó, había estado
rezando de corazón para que todo esto fuera un sueño. El sueño se rompió por esos
hombres que la arrastraron fuera de la celda.
Otro hombre se subió al carro a su lado. El conductor soltó las riendas. Evaluando a ambos
hombres, el único pensamiento de Youko fue, Dios, se moría por un baño, se moría por
inmergir su cuerpo en el agua, lavarse con un jabón perfumado, vestir su pijama limpio e
irse a dormir en su propia cama. Levantarse y comer la comida que preparaba su madre, ir a
la escuela, encontrarse con sus amigas, y hablar de cosas sin sentido que a nadie le importa.
Incluso se acordó de que no había terminado se tarea de química. El libro que había sacado
de la biblioteca se había retrasado. Su programa favorito, que veía desde siempre, estuvo al
aire la noche anterior y se lo había perdido. Esperaba que su madre lo hubiese grabado para
ella.
Preocuparse de eso era inútil. Las lágrimas brotaron nuevamente. Youko apresuradamente
bajó la cabeza. Quería enterrar la cabeza en sus manos, pero con sus manos atadas…
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No, no podía aceptar eso. Keiki nunca le dijo que no podía regresar a casa. No podía seguir
así. No podía. Sin ser capaz de lavarse o vestir ropa limpia. Amarrada como una criminal,
siendo transportada en el fondo de un sucio carro. Sabía que no era una santa, ¡pero no
merecía ser tratada de esta manera!
Mirando hacia tras vio la puerta cerrarse detrás de ellos, recogió los brazos atados y se
limpió la mejilla con el hombro.
El hombre a su lado (Youko supuso que sería Trenton) apretó su camisa contra su pecho y
miró vagamente a la escena. “Um…” Youko preguntó tímidamente. “¿Adónde vamos?”
“¿Y después de eso? ¿Va a haber un tribunal o algo así?” No podía evitar la sensación de
ser tratada como una criminal.
“Oh, van a encerrarte en algún lugar seguro hasta que decidan si eres una buena o mala
kaikyaku”.
La franqueza de su respuesta hizo que Youko torciera la cabeza. “¿Una buena o mala
kaikyaku?”
“Sí. Si eres una buena kaikyaku, te consiguen un guardián y te otorgan un lugar donde
vivir. Si eres una mala kaikyaku se te envía a la cárcel, o simplemente te ejecutan”.
“Me refiero guerras, desastres y el mismo infierno después. Si no se los mata rápido
terminarán destruyendo el reino entero”.
El hombre soltó una risita. “Oh, enciérralos por un tiempo y lo averiguarás rápido. Te
apareces y cosas malas comienzan a suceder, significa que eres una mala semilla, sin lugar
a duda.” Hubo una mirada amenazadora en sus ojos. “Trajiste unos cuantos desastres
contigo ¿no?”
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“¿Qué quiere decir…?”
“Ese shoku que te trajo acá. ¿Sabes cuántas granjas quedaron enterradas en el lodo? La
cosecha de Hairou este año va a ser un completo desastre”.
Youko cerró los ojos. ¡Oh, sí, eso! Pensó. Por eso la estaban tratando así. Para los aldeanos
ella se había vuelto en un presagio de mala suerte.
La idea de la muerte la asustó hasta la médula. Y la idea de ser asesinada incluso más. Si
iba a morir en un lugar extraño nadie lloraría por ella o la extrañaría. Sus padres ni siquiera
podrían reclamar su cuerpo.
De cualquier modo, no podía creer que este fuera su destino. Hace dos días había salido de
su casa como cualquier otro día. “Hasta más tarde”, le había dicho a su madre. El día había
comenzado como cualquier otro, debería haber terminado como cualquier otro. ¿Cuándo se
arruinó todo?
Seguramente no debió haberse acercado a esos aldeanos. Debería haber sido más paciente y
haberse quedado ahí en os acantilados. Debería haberles pegado a los que la trajeron aquí…
o algo así, no ir a cualquier lugar con ellos en primer lugar.
Pero no tenía exactamente una amplia gama de posibilidades abiertas ante ella. Keiki le dijo
que venía con él lo quisiera o no. Luego fueron perseguidos por esos monstruos. Había
hecho todo para protegerse a sí misma.
Era como si hubiera sido atraída a algún tipo de trampa. En esa perfecta y ordinaria mañana
la trampa ya había sido fijada. En las horas que siguieron la soga que elaboraron ya había
cerrado. Para el momento en que se dio cuenta de que algo andaba mal era demasiado tarde,
no había salida.
Youko comprobó su creciente deseo de entrar en acción justo ahí y en ese momento. No
había lugar para el fracaso. Si tomaba la oportunidad de hacer una escapada rápida no
podría imaginar como la harían pagar. Tenía que tomar la oportunidad y salir corriendo de
allí.
Ideas y pensamientos rondaron como un loco dentro de su cabeza a un grado que nunca
había experimentado antes en su vida.
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Youko levantó la cabeza. El cielo estaba azul, tan limpio como después de un huracán. El
sol estaba directamente arriba. Tendría que hacer el escape antes de la puesta de sol. No
tenía idea de cómo sería la sede del condado, pero sin duda escapar sería más difícil que la
opción del carro con caballos.
El hombre la miró con recelo. “Todo lo que un kaikyaku trae se confisca. Esas son las
reglas”.
El hombre la miró desconfiado. Youko lo tomó como advertencia. “¿Por qué lo pregunta?”
Ella juntó suavemente las manos detrás de la espalda. “El hombre que me agarró, realmente
la quería. Es realmente un alivio saber que no la robó”.
El hombre exhaló por la nariz. “Basura inútil. La vamos a entregar como se supone”.
El hombre la miró a la cara, luego abrió el saco de tela en las rodillas. La espada de joyas
resplandecía de incrustaciones.
“¿Es un adorno?”
“Correcto”.
Teniendo así de cerca la espada la hizo sentir mucho mejor. Pero Youko, en cambio, se
concentró en el hombre. Puso su mano en la empuñadura. Vamos, le insistió Youko, trate
de sacarla, El hombre lo intentó, pero no fue capaz de sacarla. Keiki dijo que ella era la
única que podría manejar la espada. Quizás era cierto que nadie además de ella podría, pero
quería estar segura.
Se rió con desprecio a la petición de Youko. “Como te dije, va a las autoridades. Además,
no te hará muy bien, que hay con el corte de tu cabeza. No importa cuanto desees buscar,
no puedes ver mucho con tus ojos cerrados”.
Youko mordió el labio. De no ser por esas cuerdas, la espada sería suya. Quizás Jouyuu
pudiera ayudarla, pensó. Pero sin importar cuanto tratase las cuerdas no cedía. Ni siquiera
Jouyuu podía darle poderes sobrenaturales.
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Buscando una manera de cortar la soga y tomar la espada, un destello de oro en el terreno le
llamó la atención.
Había una persona en el bosque. Una con un cabello largo y dorado, cara pálida, vistiendo
una túnica parecida a un kimono largo.
Keiki.
Mientras Youko susurró su nombre, una voz que no era la suya hizo eco en su cabeza.
Taiho.
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Capítulo 14
“¡Deténgase!”
Youko se dio la vuelta. “¡Detenga el carro! ¡Alguien que conozco está por ahí!”
La luz dorada ahora estaba más lejana. Pero la veía lo suficiente como para saber que había
alguien ahí, y que a su lado había otra persona que vestía una capa oscura como la Parca, y
que a su alrededor se habían reunido numerosas bestias.
“¡Keiki!”
Cuando gritó y saltó, el hombre se lanzó sobre los hombros de Youko. Ella cayó
fuertemente sobre su espalda. Cuando levantó su cabeza nuevamente la luz dorada ya había
desaparecido. Podía ver el lugar donde estuvieron, pero ellos ya habían desaparecido.
“¡Keiki!”
“¡Suficiente!” dijo el hombre duramente al agitarla. “¡No hay nadie ahí! ¡Deja de jugar con
nosotros!”
“¡Cierra la boca!”
Youko se arrastró. El carro continuó. Youko echó un vistazo a sus espaldas. Por supuesto
no había nadie ahí.
¿Por qué?
La voz que oyó en el instante en el que creyó haber visto a Keiki, estaba segura que fue la
de Jouyuu. Por lo que debe haber sido Keiki. Ya había visto a sus criaturas también. Por lo
que deben estar bien.
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Convulsionando por la confusión, dejó vagar su mirada. Pero no podía ver los cabellos
dorados por ninguna parte.
Youko intentó visualizar desde donde provenía el grito. Al igual que el hombre a su lado.
Era el llanto de un bebé. Estaban escuchando el espasmódico llanto de un bebé.
El conductor no se inmutó hasta el punto en que siguió conduciendo. Les dirigió a los dos
una mirada y agitó las riendas. Los caballos aligeraron el paso.
“No importa. Escuchar a un bebé llorando en las montañas es una buena razón para
mantenerse alejado”.
El bebé comenzó a llorar como si lo estuvieran hirviendo, un grito fuerte y urgente que
ningún humano podría ignorar. El hombre continuó buscando la fuente del llanto,
inclinándose sobre un lado del carro. El conductor espetó, “No le prestes atención. He oído
de hombres comidos por youmas por estas montañas, su aullido se oye como el llanto de un
bebé”.
El hombre frunció el ceño, mirando al bosque y luego al conductor. Con una dura expresión
en su rostro, el conductor agitó las riendas nuevamente. El carro comenzó a saltar y
balancearse a lo largo del camino montañoso. El bosque cubría el camino en ambos lados,
sombreándolo en penumbra.
Por un breve momento Youko pensó que Keiki iba a salvarla, pero la presencia de Jouyuu
se estaba haciendo más y más grande, y su cuerpo entero se estaba tensando hasta un grado
alarmante. No había forma de que fuera así, sino estaría simplemente feliz de estar a punto
de ser rescatado.
“¡Dios!” El hombre se puso tan rígido mientras miraba los alrededores. Los caballos del
carro corrían a un ritmo cada vez desatento. El lamento se escuchó de nuevo, más cercano.
No era el de un bebé. Ni el de un niño. Youko se estremeció, su pulso se elevó. La
sensación la sintió impregnada en todo el cuerpo. Esta vez no era la presencia del Jouyuu,
era más como el rugir del océano.
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El hombre miró a Youko y sacudió la cabeza.
El anillo de gritos que rodeaba al carro se estaba cerrando. Los caballos estaban galopando
al máximo. El carro saltó y saltó como si tratara de tirar a los pasajeros.
“¡Apúrese!” gritó Youko. El hombre hizo como si la golpeara. Fue entonces cuando
ocurrió. Un gran estruendo. Ella fue catapultada en el aire.
Golpeó duramente el suelo, vagamente se dio cuenta de que el carro se había volcado.
Aguantando la respiración, ahogando una ola de nauseas, levantó la vista para ver que los
caballos y el carro habían volcado a un costado hechos trisas.
El hombre con el saco de tela había sido arrojado a una corta distancia de ella. Él se
incorporó sacudiendo la cabeza. Aún tenía el saco bien aferrado al pecho. Los llantos
sonabas desde el borde del bosque.
Un caballo soltó un grito desgarrador. Youko lo vio con los ojos en pánico. Un perro negro,
enorme, estaba atacando a uno del grupo. El perro tenía una mandíbula enormemente
desarrollada. Cuando abrió la boca, parecía que la cabeza se dividía en dos. Su hocico era
blanco. Un segundo después era carmesí. El hombre chilló.
Él hizo oídos sordos a sus peticiones. Temblando, se puso de pie. Agarrando el saco, con la
mano libre araño el cielo, y se cayó por la colina.
Cuatro bestias salieron del bosque, saltando por el aire hacia el. El hombre y las bestias se
hicieron uno. Entonces las bestias se posaron en el suelo, dejando el duro cuerpo del
hombre atrás.
Youko se refugió detrás del carro. Su hombro tocó algo, que la hizo comenzar a retorcerse.
Era el conductor. Tomó las manos atadas de Youko. Ella vio que llevaba un cuchillo.
“No corras”, dijo. “Si nos vamos ahora, podemos deslizarnos a través de estos bastardos”.
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Soltó las cuerdas que ataban a Youko y empezaron a bajar la colina, marchando ella frente
a él. Una horda de bestias se reunió entorno al caballo en la cresta de la colina. Al pie de la
misma otra horda estaba rodeando al hombre caído. Su único rasgo reconocible era su
cabeza, que yacía unos metros más lejos.
Youko retrocedió ante la escena de masacre súbita. Le estaba pasando a otra persona, no a
ella. Pero ahora su cuerpo se estaba preparando para la batalla. Avistó una piedra cercana y
la recogió.
Se enderezó, enfrentó el pie de la colina. Podía ver la pierna del hombre moviéndose en la
síncopa del sonido de la alimentación frenética procedente de la nube peluda. Contó las
piernas. Seis en total.
Youko se acercó a la manada. El llanto de bebé había cesado. El aire se llenó con el sonido
del crujir de huesos y músculos. Uno de los perros levantó la cabeza repentinamente, su
hocico estaba manchado de sangre. Como si los estuvieran llamando, uno a uno fueron
levantando las cabezas.
¿Y ahora qué?
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Youko cargó hacia delate en una pequeña corrida. El primer perro se le abalanzó. Ella lo
golpeó de lleno en la nariz con una piedra. No lo suficiente como para noquearlo, pero lo
suficiente como para hacer vacilar su cuerpo.
Esto no va a funcionar.
El grupo se retiró, dejando al descubierto la forma de lo que aún podía reconocerse como el
cuerpo de un hombre.
Ella sería devorada como él. Sus mandíbulas y colmillos la desgarrarían en pedazos, en
trozos de carne, y la devorarían.
Incluso cuando fue invadida por pensamientos tan desesperantes, Youko expulsó a los
perros con las piedras y se echó a correr. Una vez que Jouyuu entraba en acción no había
forma de pararlo. Lo mejor que ella podía hacer era quedarse fuera de su camino y rogar
que el fin fuera rápido e indoloro.
Youko corrió, sintiendo cortes y dolores punzantes corriendo por sus piernas, brazos y
espalda.
Mirando atrás para pedir ayuda, vio al conductor corriendo en dirección contraria, agitando
locamente el cuchillo. Así como se escabullo en la maleza fue arrastrado a la sombra de los
árboles.
Youko se preguntó por qué se dirigió así e inmediatamente se dio cuenta de que fue usada
como carnada. Mientras que los perros estuvieran ocupados atacándola, él se escabulliría
entre los árboles. Aunque no salió como él lo esperaba. Fueron tras él, en cambio.
Ella se estaba quedando sin piedras. Estaba a tres pasos del cadáver.
Una bestia se le acercó desde la derecha. Ella la golpeó en el hocico a puño libre. Otro hizo
un corte en sus tobillos, se levantó y casi se le abalanza. Ella saltó. Fue golpeada en la
espalda duramente, cayó delante y la cara se le enterró en el cuerpo del muerto.
¡Oh, asco!
No gritó. Estaba demasiado aturdida por ahora. Solo sintió algo de repulsión. Se enderezó,
se puso de cuclillas, y se preparó. No pensó que sería muy bueno tratar de derribar a estos
monstruos, pero, sorprendentemente, bajaron las cabezas y mantuvieron distancias. Sin
embargo no podía seguir así por siempre.
Youko hundió la mano debajo del cuerpo buscando entre la carne destrozada. Era conciente
de que en un segundo estuvo vivo y muerto al siguiente. Ella no tenía tiempo. Una vez que
las bestias tomaran su decisión, todo acabaría.
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Sintió algo duro en la mano. La empuñadura de la espada prácticamente saltó a la mano.
Una inarticulada emoción la atravesó.
Había alargado su vida. Pero cuando intentó extraer la vaina, al la mitad se quedó trabada
en algo. Se le había dicho nunca separar la vaina de la espada. Dudó, y no tenía tiempo para
dudar. Desenfundó la espada. Con la hoja de la espada cortó la cuerda que ataba la joya y la
apretó en la palma de la mano.
Los perros venían desde ambos lados. Ella los cortó, abrió una brecha entre la multitud y se
echó a correr. Ellos cargaron contra ella nuevamente. Youko golpeaba y corría, y Lugo, con
todas las energías restantes en su cuerpo abandonó en lugar.
60
Capítulo 15
Youko se sentó contra las raíces de un árbol.
Bajando la colina había acortado el comino de las montañas. Aquí fue cuando finalmente
sus piernas no dieron más abasto.
Usó la manga del brazo para secarse el sudor de su frente. El tejido de su uniforme Seifuku
estaba pesado por la sangre. Youko hizo una mueca, se quitó la chaqueta y la utilizó para
limpiar la espada. Sostuvo la hoja frente a sus ojos.
Recordó leer en su clase de historia que se podía matar a tanta gente con una espada
japonesa antes de que la sangre espesa entorpeciera su eficacia. Estaba segura de que la
espada se había dañado durante la pelea, y cuidadosamente pulió el metal hasta que no
hubiera ni una mancha en el acero.
“Que raro…”
Raro era todo lo que podía sacar de la espada. Cuando la tomó por primera vez, le parecía
pesada en mano. Pero ahora, libre de la vaina, era tan liviana como una pluma.
Nunca separes la espada de la vaina. Así se le había dicho, ¿pero era porque la vaina
tuviera algún valor? ¿O era porque la joya estaba atada a esta?
La remera que llevaba bajo la chaqueta del uniforme estaba empapada en sudor. Se estaba
poniendo fresco pero no tenía valor para ponerse la chaqueta bañada en sangre. Ahora que
tenía tiempo para sentarse y pensar, realmente le dolía el cuerpo. Sus brazos y piernas
estaban cubiertos de lastimaduras.
Había marcas de mordidas a través de las mangas de su remera. La sangre que brotó había
manchado la tela blanca.
Su pollera estaba rota, sus piernas lastimadas con incontables heridas. La mayoría todavía
estaba sangrando, pero comparado al daño que esos colmillos podían hacer… que quitaron
la cabeza de ese hombre así… esas apenas eran cortes y magulladuras.
Nuevamente, raro. No había forma de que hubiera podido salir así. Pero ahora que lo
pensaba, cuando estaban en la oficina del subdirector y las ventanas estallaron, todo el
mundo se había lastimado a excepción de ella. Y cuando cayó del lomo de Hyouki hacia la
playa sufrió apenas un poco más que golpes y contusiones.
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Todo era muy raro, aunque teniendo en cuenta que incluso su condición física había
cambiado, no era más extraño que cualquier cosa que le hubiera pasado.
Lo que sea, suspiró. Tomó unas cuantas respiraciones profundas. Notó que su mano
izquierda todavía estaba cerrada en un puño. Enderezó sus dedos aún rígidos. La gema azul
marina cayó. Cerrando la mano a su alrededor nuevamente era evidente que la joya estaba
aliviando el dolor.
Sostuvo la joya fuertemente y durmió por un rato. Cuando despertó, todas sus heridas
habían cerrado y sanado.
El dolor persistió una vez más, lo suficiente como para caer en lágrimas. Solo sintió una
leve fatiga. Definitivamente no iba a perder la joya, la única cosa en la vida de la que estaba
agradecida. Debe ser por eso que le dijeron lo importante que era no separar la espada de la
vaina.
Se quitó el pañuelo del cuello de su uniforme y con la espada cortó una delgada franja de
tela. Doblándola fuertemente enroscó la tela en la joya y la colgó en su cuello.
Él no contestó.
“¿Qué se supone que haga ahora? Quiero decir ¿dónde debería ir?”
Ninguna voz le respondió. Ella sabía que él estaba ahí. Concentró sus pensamientos y su
atención, pero no sintió ni un poco su presencia. Oyó algo así como el tenue rose de las
hojas, pero todo lo que sintió fue silencio.
Youko continuó con su monólogo. “Mira, no sé nada de este lugar ¿de acuerdo? Solo estoy
pidiendo un consejo, eso es todo. Si me voy a cualquier lugar donde haya mucha gente,
probablemente me arrestarán, ¿no? Y si me arrestan, pronto me matarán. Así que seguiré
corriendo y se aseguraré de no cruzarme con nadie, ¿entonces qué? ¿Debería estar
buscando una puerta mágica que me lleve de regreso a casa? No es probable, ¿eh?”
Olvidándose de lo que debía hacer, ni siquiera tenía idea de que hacer. No hacía mucho por
ella misma quedándose sentada ahí, pero tampoco era como si tuviese algún lugar al cual ir.
62
El anochecer caía rápido en el bosque. Ella no tenía ningún tipo de luz, nada que pudiera
llamarse una cama. Nada que comer, nada que beber. Era muy peligroso acercarse a
pueblos o ciudades, y deambular por el lo salvaje no era exactamente seguro.
“¡Todo lo que quiero saber es que tengo que hacer! ¿Al menos podrías darme una pista o
dos?”
“¿Qué demonios sucede? ¿Qué le pasó a Keiki y a los otros? Estaba allá atrás, ¿no? ¿Por
qué simplemente desapareció? ¿Por qué no me ayudó? ¿Por qué?”
Youko no podía decir que amara la vida que había estado viviendo. Pero ahora que fue
separada de esa vida, la extrañaba tanto que dolía. Haría lo que fuera por volver a casa. Si
pudiera ir a casa nunca volvería a dejarla.
“Quiero ir a casa”.
Mientras lloraba como una niña, se le cruzó un pensamiento. Se había escapado. Se había
escapado de tener que ir a ver al gobernador, de ser comida por esos perros. Había llegado
tan lejos y había sobrevivido. Abrazó sus rodillas al pecho.
Si duele tanto…
Sacudió la cabeza, apartando esos pensamientos que brotaban en su mente. Era muy
aterrador pensar en cosas como esa, pensamientos más persuasivos que cualquier palabra.
Abrazó sus rodillas más fuertemente.
Fue entonces cuando, de repente, escuchó una voz. Una extraña y aguda voz, riendo como
un anciano, riéndose de los pensamientos que ella tanto estaba tratando de resistir.
“Si duele tanto, ¿por qué? Todo podría terminar en tan solo un instante”.
Youko miró a su alrededor. Por primera vez, su mano derecha estaba en la empuñadura de
la espada. El bosque estaba oscuro como la noche. Solo había luz suficiente para ver
algunos árboles y arbustos.
63
Desde el medio de la noche llegaba un tenue resplandor, quizás dos metros más allá de
donde estaba Youko, una delgada fosforescencia azul se irradiaba a través de la maleza.
Mirando la luz, Youko se quedó sin aliento. Era un mono, su pelaje brillaba como fuego
fatuo. Solo se veía la cabeza, por la maleza alta. Miró a Youko, mostró los dientes y se echó
a reír, una risa chillona que rompía los tímpanos.
El mono rió, con su risa chillona de nuevo. “Yo soy lo que soy. Niña tonta, huyendo, ¿no?
Si te hubieran devorado, bueno, no tendrías esos incómodos pensamientos”.
“Pero ya te lo dije, ¿no? Soy quien soy. Tu aliado. Pensé en decirte algunas cosas buenas
para variar”.
“¿Cosas buenas…?”
Youko no se tragó ni una palabra de lo que le decía. Jouyuu no presentaba ninguna tensión
o preocupación, por lo que pensó que no era un enemigo. Pero su extraña apariencia la
convencía de que no era una criatura normal.
“Oh, no, no puedes ir a casa. Absolutamente y positivamente no. Porque no hay ninguna
forma para que lo hagas, ahora, ¿acaso la hay? ¿Debería decirte algo bueno?”
“Oh, te lo diré de todas formas. Tu, niña, has sido realmente engañada.” El mono soltó una
risa.
“Eres una niña muy tonta, ¿no? Era una trampa desde el principio, ¿no lo sabías?”
Su respiración se detuvo por un momento. Una trampa. ¿De quién? ¿De Keiki? ¿Una
trampa de Keiki? La mano que sostenía la espada comenzó a temblar, pero no encontró las
palabras para negar lo que el mono le decía.
“Lo supiste todo el tiempo, ¿no es cierto? Él te trajo acá y no hay vuelta atrás. Esa es la
trampa ¿no lo ves?”
64
La perforante risa del mono atravesó sus oídos.
“¡Basta!”
Agitó la espada ciegamente. Las puntas de las hierbas bailaban con un sordo y seco
zumbido. Por todo su temerario esfuerzo, la agitada punta de espada no logró alcanzar al
mono.
“Ahora, ahora, no oír la verdad no cambiará las cosas ni un poco. Agitando eso de esa
forma, bueno, vas a lastimarte”.
“¡Basta!”
“Y que fina pieza de trabajo que es, en efecto. ¿Por qué no darle un uso mejor? ¡Córtenle la
cabeza! ¡Un trabajo hecho para ti!” El mono echó la cabeza atrás hacia el cielo y gritó
histéricamente.
“¡Basta!”
Ella se lanzó pero el mono ya no estaba ahí, al alcance de la espada. Solo un poco más
lejos, solo su cabeza sin cuerpo visible.
“Ahora, ahora, ¿realmente quieres matarme? Después de todo, si no hubiera estado ahí no
tendrías nadie a quien hablarle”.
“Oh, sí, pobre, pobre de ti, ser llevada a un sitio como este”.
“¿Importa realmente? No se puede, no cuando eres perseguida tanto por gente y youmas”.
65
“Así es, niña. Llora mientras puedas. Antes de que te des cuenta ya no habrán lágrimas”.
El mono se rió estridentemente. El sonido de su risa era lejano. Youko elevó la cabeza.
“¡Espera!”
No quería que la dejara. Puede que fuera un completo extraño, pero era mejor tener a
alguien, cualquiera con quien hablar que estar perdida y sola en ese lugar.
Para ese momento levantó la cabeza para ver que el mono se había ido. Ella solo escuchó
los chillidos de su risa a la distancia, resonando en la profunda y negra oscuridad.
66
Capítulo 16
Si duele tanto, podría acabar en un instante.
Las palabras del mono resonaban en el fondo de su corazón. Ella no podía sacarlas de su
mente. Tampoco podía apartar la mirada de la espada que descansaba sobre sus rodillas.
Ahí yacía, fría y dura, brillando a la luz apenas perceptible.
Si duele…
No podía alejar esos pensamientos. Sacudió su cabeza, la echó a un lado. No podía volver.
No podía avanzar. Solo estaba sentada ahí mirando la espada.
Después de un rato la hoja comenzó a arrojar una luz tenue pero perceptible. Youko abrió
bien los ojos. Lentamente, el contorno blanco de la espada surgió de la oscuridad. Youko la
levantó y la sostuvo frente a ella. La espada emitía un brillo que deslumbraba en la noche.
La ranura de hoja de doble filo era tan ancha como sus dedos. Youko se concentró en los
colores que bailaban en ella.
Pronto comprendió que era una imagen de algún tipo que era proyectada por la espada
misma. Al principio, creyó que era ella misma, pero se dio cuenta que no. Cuando vio más
de cerca la hoja vio que era la silueta de una persona, de alguien trabajando.
Oyó un sonido familiar. El claro sonido del agua, una gota irrumpiendo la calma superficie.
Mientras se concentraba, la proyección se volvió más clara. Las notas sonaban y la imagen
tomaba forma, como las ondas que se dibujan a través de la superficie reflectante de un
estanque suavemente animado.
“Mamá…”
Era cierto. La persona a la que estaba viendo era su madre, y la habitación que estaba
viendo era la suya. El empapelado con el patrón marfil sobre un fondo blanco, las cortinas
vestidas de diseños de flores pequeñas. La colcha de retazos en la cama. Los muñecos de
peluche en el estante. En su escritorio, ‘El Largo Invierno’ por Laura Ingalls Wilder.
Su madre caminaba sin rumbo por la habitación, tocando algunas cosas de aquí y allá. Fue a
tomar un libro, pasaba la páginas, fue a abrir un cajón, tal vez para mirar adentro, pero se
sentó en la cama y sus piró.
Mamá…
67
Su madre se veía cansada. La expresión en su rostro hizo que a Youko le doliera el pecho.
Su madre realmente estaba preocupada. Habían pasado dos días desde que Youko se había
ido. Ni un día había llegado tarde a cenar sin antes informarles sobre su paradero.
Una por una su madre tomó los muñecos dispuestos a lo largo del borde de la cama, y los
acarició suavemente. Luego se recostó sobre la cabecera, junto a la muñeca y estalló en
llantos ahogados.
Youko no podía evitarlo. “¡Mamá!” llamó, como si estuviera en la habitación con ella.
Tan pronto como habló la escena terminó. Youko pronto volvió en sí. Sus ojos se volvieron
a enfocar. Todo lo que veía era la espada. La luz brillante se había ido, no podía ver nada en
la espada. El sonido del agua cayendo había cesado.
¿Qué rayos había visto?, se preguntó. Se veía tan real. Sostuvo la espada frente a ella
nuevamente. Sin importar cuanto se concentrase, las imágenes no reaparecieron. Tampoco
el sonido del agua.
Recordó.
Era el sonido que había oído en sus sueños. Los sueños que se habían prolongado por un
mes. El mismo sonido que los acompañaba. Esos sueños se habían convertido en realidad.
¿Pero qué hay de la visión que acababa de ver? Cuanto más lo pensaba menos lo entendía.
Sacudió la cabeza. No, había visto a su madre porque deseaba desesperadamente volver a
casa.
Si eso era cierto, todas sus esperanzas fueron en vano. Pero no fue una trampa,
Seguramente, incluso si Keiki no hubiera sido capaz de ayudarla, eso no significaba que la
hubiese abandonado.
No… no había visto su cara claramente. Puede que se hubiera equivocado. Quizás no era él.
Se veía como Keiki, pero no lo era. La gente de por aquí tenía el pelo de diversos colores.
Pensó que era Keiki por el cabello rubio, pero no había visto claramente su rostro. Y ahora
que lo pensaba, la figura del hombre que había visto era un poco más chica que Keiki.
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No era Keiki después de todo. Keiki no la hubiera abandonado de esa forma. Si tan solo
pudiera encontrar a Keiki, estaba segura que podría regresar a casa.
“¿Jouyuu?”
De delante llegó el sonido seco de algo abriéndose paso entre la maleza. Eso se estaba
acercando. La siguiente cosa que oyó fue un aullido, como cuando un perro marca su
territorio para todos lo que lo puedan oír.
Esos perros.
En cualquier caso, estaba en una clara desventaja peleando en las sombras. Dio un vistazo
atrás. Tenía que encontrar algún lugar con un poco más de luz. Se movió con pasos
cuidadosos, basándose en los impulsos de Jouyuu para guiarla. Se puso a correr. Al mismo
tiempo, detrás suyo, esa enorme cosa salió de la maleza y corrió tras ella.
Youko corría a través del bosque negro. Su perseguidor debería haber sido lo
suficientemente rápido como para alcanzarla pero no era lo suficientemente inteligente.
Mientras se lanzaba de árbol en árbol, podía oír su pesada masa golpeando de lado a lado, y
el ruido ocasional mientras golpeaba duramente contra el tronco de un árbol.
Se parecía a un toro grande con un largo pelaje que hacía ondas al respirar. Le gruño como
un doberman.
69
Perdió noción del tiempo. La luna se elevaba en lo alto del cielo. La espada de plata
brillaba a la clara luz de la luna.
Y entonces, bajo el cielo de la noche, se manchaba de negro. Llevó tres golpes más a las
rodillas de la bestia. A medida que se acercaba y encestaba los golpes de gracia, vio ojos
rojos brillantes reunirse a sus alrededores en la oscuridad.
Caminó solo por donde hubiera luz. Incontables veces hizo retroceder a los youmas
atacantes.
Esas criaturas no podían soportar la luz del día. Por lo que se acercaron a ella una y otra vez
durante la noche. Aunque no fue una batalla continua, la gema no podía detener su
creciente fatiga. Para el momento en que la luz del sol apareció en el camino, ella estaba
llevando la espada por el suelo y usándola como bastón. Caminar dolía como mil
demonios.
Se volvía más claro y los ataques disminuían. Con los primeros rayos del sol cesaron
completamente. Youko quería colapsar ahí al costado del camino, pero sería peligroso si
alguien la encontraba ahí. Arrastrando los miembros dolidos llegó hasta unos árboles al
lado del camino y encontró una parte de la tierra que estaba cubierta. Apretó la espada
contra el pecho y cayó en un profundo sueño.
70
Parte III
Youko se despertó para la tarde. Caminó sin rumbo durante el día, pasó la noche luchando
contra los youmas. Se durmió en medio de la maleza, comía lo que podía encontrar, nueces
vallas. Pasaron tres días de la misma forma.
Youko estaba tan cansada que no tenía problemas en dormirse. Aunque el sueño no
aumentó su hambre. No sentía como si se estuviera muriendo de hambre mientras llevara la
joya, pero eso no la llenaba. Su cuerpo se sentía como si estuviera siendo roído de adentro
hacia fuera por miles de gusanos.
Al cuarto día abandonó la idea de caminar sin rumbo ni dirección. Aún no sabía adonde ir.
Había estado con la expectativa de que eventualmente encontraría lo que estaba buscando.
Ahora tenía que hacer frente al hecho de que simplemente estaba andando en círculos. No
iba a ninguna parte.
Ella tenía que encontrar a Keiki. Para hacerlo tenía que ir donde la gente. Pero una vez que
averiguaran que era una kaikyaku la encerrarían y volvería a donde empezó.
Youko se miró. Realmente tenía que conseguir ropa diferente. Si solo pudiera cambiar su
apariencia, la gente probablemente, de vista, no notaría que ella era una kaikyaku.
El problema era como conseguir ropas diferentes. No tenía idea de que usaban como dinero
ahí, y además, no llevaba dinero consigo. Por lo que no iba a comprar nada. Hacer las cosas
legalmente limitaba sus opciones. Por otro lado, podía amenazar a las personas con la
espada y tomar su dinero.
La lógica de un cambio de vestuario surgió en ella con bastante rapidez. En realidad, robar
a alguien era otra historia. Pero, vagar por las montañas por cuatro días la hizo cambiar de
parecer. Tenía que permanecer con vida. Eso no significaba matar gente y robar a sus
cuerpos. Youko se estaba acercando a los límites de dudar en hacerlo o no.
Desde la sombra de un árbol, Youko miró una pequeña aldea. La aldea era un conjunto de
humildes viviendas hacinadas en el centro del valle.
Reuniendo su valor, abandonó la sombra de los árboles. Se acercó a la casa más cercana
para echar un vistazo. En lugar de un muro, la casa estaba rodeada por un pequeño jardín.
El techo era de tejas negras, las paredes de barro blanco desgastado hasta las tablillas.
No había vidrios ni ventanas. Los pesados postigotes de madera también habían sido
dejados abiertos. Youko se acercó revisando los alrededores. Esos días, ella podría haber
visto un conejo rabioso enfrente y ni siquiera pestañar, pero ahora, si no estaba cerrando la
boca fuertemente, sus dientes hubieran tiritado.
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Youko echó un vistazo por una de las ventanas. Vio un suelo sucio y pequeño, una
chimenea y una mesa. No se veía como una cocina normal. No vio a nadie ahí ni oyó nada
fuera de lo ordinario.
Con pasos silenciosos se arrastró por la pared de la casa. Junto al pozo, se encontró con lo
que llegó a ser una puerta de madera. Cuando la empujó, se abrió, aunque terqueadamente.
Contuvo la respiración mientras miraba su interior. Luego llegó a la conclusión de que era
una casa y que nadie estaba en ella. Lentamente, liberando el aliento, entró.
La habitación era de tres por tres metros. Los muebles eran modestos, pero se parecía a una
casa. Cuatro paredes, algunos muebles, e implementos varios de la vida cotidiana. Sólo esto
fue casi suficiente para llevarla a las lágrimas de nostalgia.
Tras una revisión más cuidadosa, la sala solo tenía unos pocos armarios. Fue a una puerta.
Se abría a una habitación. Había solo dos camas en los extremos opuestos de la habitación.
Un estante, una pequeña mesa y una gran caja de madera. Aparentemente solo había dos
habitaciones en la casa.
Revisó para asegurarse de que la ventana estuviese abierta, entró en la habitación y cerró la
puesta tras suyo.
En primer lugar, examinó los estantes. No encontró nada ahí. Después abrió la caja de
madera. Una gran variedad de telas y tejidos estaban embalados en su interior. Un segundo
vistazo le dijo que no había nada que pudiera usar. Una mirada alrededor de la sala, reveló
que no había nada más que pudiera contener ropa. Con la expectativa de que en algún lugar
debería haber algo para vestir, comenzó a revolver toda la ropa.
El cofre de madera era tan grande como un televisor de pantalla grande. Contenía pequeñas
cajas que a su vez contenían una amalgama de cosas, sábanas y colchas, y algunas ropas de
niños que sabía que no le entrarían.
No podía creer que no hubiera ni una prenda que le ándase. Mientras colocaba sus ojos en
la habitación, otra vez, oyó la puerta principal abrirse. Youko literalmente pegó un salto al
igual que su corazón. Echó un pequeño vistazo a la ventana. Ahora parecía estar a
kilómetros de distancia. Se le haría imposible moverse hasta donde estaba sin atraer la
atención de la persona en el otro lado de la puerta.
No entres.
Ella robaba porque era lo que tenía que hacer para mantenerse viva. Sí, sería fácil intimidar
a las personas con la espada, pero si la intimidación no funcionaba, realmente tendría que
usarla.
72
Si tanto duele, podría terminar en un instante.
La puerta se abrió. Una mujer comenzó a entrar en la habitación, una mujer de gran
envergadura y cercana a la mediana edad. Al ver a Youko se detuvo y comenzó a moverse
violentamente, como si estuviera teniendo una convulsión.
Youko no tenía ganas de salir corriendo, ahora. Se quedó parada silenciosamente. Poco a
poco, sus nervios se calmaron y se resignó a lo inevitable. Ella sería arrestada y conducida a
la sede del condado, y seguramente ejecutada. Todo acabaría. Finalmente podrá olvidar
para siempre su hambre y cansancio.
La mujer miró la ropa esparcida a los pies de Youko. Dijo en una voz temblorosa, “No hay
nada que merezca ser robado”.
Abrió la caja y sacó un conjunto. “¿Entonces qué tipo de ropa te gusta? No tengo mucha
más a parte de la mía”. Miró a Youko. Youko comenzó a volver en sí. Como no respondió,
la mujer levantó un kimono. “Lástima que mi hija murió tan joven. Esa es la pura verdad”.
“¿Por qué…?” Espetó Youko. ¿Por qué no hacía sonar la alarma? ¿Por qué no corría?
“¿Por qué preguntas?” dijo la mujer mirando a Youko. Youko se quedó sin palabras. La
mujer rió un poco rígida, dejando el kimono. “¿Vienes de Hairou?”
“Yo… um…”
Youko se quedó en silencio. La mujer esbozó una sonrisa irónica. “Mucha gente cabeza
dura, eso es seguro. Dicen que los kaikyaku destruirán el reino. Los kaikyaku destruyen a
diestra y siniestra, dicen. Un shoku ocurre y es todo culpa de los kaikyaku, dicen. Que cosas
tontas que dicen”.
Examinó a Youko de pies a cabeza. “¿De donde vino esa sangre sobre usted?”
“Cuando estaba en las montañas, los youmas…” No pudo decir nada más.
73
“Ah, fuiste atacada por los youmas, ¿no? Hay muchos de ellos últimamente. Parece que te
las haz arreglado bastante bien”.
La mujer se puso de pie. “Vamos siéntate. Apuesto a que estas hambrienta. ¿Tienes algo de
comer? Te estas poniendo definitivamente gris”.
Youko solo pudo dejar caer los hombros y sacudir la cabeza, no.
“Bueno, entonces, consigamos algo para nosotras. Voy a calentar algo de agua y vamos a
quitar toda esa suciedad de ti. Podremos decidir que vestir después de todo”. La mujer
recogió las cosas alegremente y comenzó salir. Regresó su mirada a Youko, quien todavía
no se había movido de sonde estaba parada. “Ahora, ¿Cuál es tu nombre?”
Youko comenzó a responder. Ninguna palabra salió. Se dejó caer en rodillas, las lágrimas
se derramaron por sus mejillas.
“Oh, pobre de ti. Está bien, está bien”. La mujer habló de un modo maternal, sus cálidas
manos acariciaron la espalda de Youko. “Debe haber sido muy duro para ti estar allá
afuera. Estarás bien”.
El peso, de todo lo que Youko había estado soportando, se desplomó a la vez. Los sollozos
estallaron en su garganta. Se acurrucó en el suelo y lloró como si el mundo se fuera a
terminar.
74
Capítulo 18
“Bueno, entonces, ¿por qué no te pones esto?”
De pie, detrás de un biombo, la mujer le entregó a Youko un camisón. “¿Te quedarás esta
noche? Puedes usar esto de momento”.
La mujer consoló a Youko, que seguía sollozando. Luego preparó papilla de arroz con
porotos azuki. Llenó una bañera con agua caliente y le preparó un baño a Youko. Después
de que su hambre fuera saciada, Youko se baño con agua caliente y vistió ropas limpias.
Estaba comenzando a sentirse como una persona real otra vez.
“Estoy muy, muy agradecida por todo lo que ha hecho”. Dijo Youko rodeando el biombo
que la mujer había colocado alrededor de la bañera y volvió a inclinarse. “Lo siento mucho
por todo”.
Cuando la miró directamente, pudo ver que los ojos de esta mujer eran azules. Los ojos
azules de la mujer se suavizaron y ella rió.
“Oh, no te preocupes. Déjalo como está. Ten algo caliente para comer. Toma también esto.
Te ayudará a dormir. Ya he hecho tu cama”.
“Lo siento”.
“Como dije, no te hagas problema. Espero que no te importe, pero alejé esa espada tuya.
Me ponía nerviosa”.
“Sí. Lo siento”.
“Oh, no es nada por lo que tengas que seguir disculpándote. Ahora, creo que no escuché tu
nombre”.
“Youko Nakajima”.
“Los kaikyaku tienen nombres divertidos. Puedes llamarme Takki”. Le acercó una taza de
té a Youko.
Takki hizo un bosquejo de los caracteres para ‘éxito’ (tatsu) y ‘esclava’ (ki) con el dedo
sobre la mesa. “Así que, Youko ¿hay algún lugar al que tengas que ir?”
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Youko sacudió la cabeza. “No, ningún lugar en particular. Takki-san ¿Alguna vez escuchó
sobre alguien llamado Taiki?”
“Sí”.
Takki sonrió. “Bueno, esa apenas es información suficiente. De que reino y de qué
provincia, al menos. Sino, es como buscar una aguja en un pajar”.
“Así parece”. Takki bajó la taza. “Nosotras estamos en uno de los doce reinos.
Específicamente en el reino del sudeste, llamado Reino de Kou”.
“Por supuesto. Y esta es la parte más al este de Kou, llamada Goso. Hay montañas muy
altas a diez días de camino a pie hacia el norte. Más allá está el Reino de Kei. Hairou está al
este nuestro, por las costas. Siguiendo el camino principal puedes llegar ahí en cinco días”.
Lo que al principio le había parecido incomprensible, poco a poco estaba teniendo sentido.
Estaba entendiendo que este lugar era un mismo mundo.
Takki inclinó la cabeza hacia atrás en reflexión. “Cuán grande, me preguntas. Bueno, si
tuvieras que caminar desde el extremo este de Kou hasta el extremo oeste, me imagino que
te llevaría tres meses”.
“¿Tanto tiempo”, dijo Youko, sus ojos se abrieron. No podía imaginar lo que significaba
caminar durante todo ese tiempo, pero entendía que estaba más allá de su imaginación.
“Sí, mucho. Puede que no sea un lugar tan grande, pero Kou es un reino. Es la misma
distancia que la de norte a sur. Pero, porque significa cruzar mares de montañas para ir a
un país vecino, es casi como un viaje de cuatro meses”.
Así es”.
Youko cerró los ojos. De alguna forma se lo había imaginado como un pequeño jardín.
¿Cómo podría encontrar a una persona en un lugar tan amplio? ¿Sin siquiera una pista y
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solo con el nombre ‘Keiki’ por el cual ir? Circunnavegar los doce reinos por su cuenta le
tomaría cuatro años.
“No lo sé realmente. Seguramente como las personas de aquí. Él es quien me trajo acá”.
“Sí”.
Takki dijo con una sonrisa seria. “No aprendí mucho sobre estas cosas. Tampoco sé mucho
sobre los kaikyaku. Apenas se los ve por estos lados”.
“Es cierto. De cualquier forma, no debe ser una persona normal. De lo que estás hablando
no es algo que cualquiera de nosotros pueda hacer. Uno de los dioses, quizás, o un
hechicero, o uno de los mitad demonios”.
Youko la miró fijamente. Takki sonrió. “Ir al otro lado, traer a alguien, no es algo que una
persona normal pueda hacer. Y si no es alguien normal, entonces debe ser un hechicero o
un youma”.
“Sin lugar a duda. Pero viven en el mundo de arriba, apartados del resto de nosotros. Los
dioses y los hechiceros viven allá arriba. Casi nunca bajan”.
“¿Arriba?”
“Arriba del cielo. Pero eso no significa que no haya hechiceros acá abajo. Desde reyes a
señores provinciales, están todos por encima del cielo”.
Cuando Youko inclinó la cabeza a un lado con curiosidad, Takki sonrió y explicó. “Cada
provincia tiene un señor provincial. Esta es la Provincia de Jun. Nuestro señor provincial es
el marqués de jun. Él gobierna por voluntad del rey. Las personas normales tampoco se
convierten en señores provinciales. Ellos nunca envejecen y tienen poderes sobrenaturales.
Son gente fuera de este mundo”.
“Podría ser”.
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Takki sonrió irónicamente. “Si es un hechicero de quien hablamos, escuché que trabajan en
el palacio real, como subalternos, son asistentes de uno u otro tipo. Lo mismo para
gobernadores de alto rango. Regularmente las personas no pueden ir a esos lugares más allá
del cielo porque es donde está el palacio real. El rey es uno de los dioses. Los hechiceros
son elegidos por el rey. Ahora, hay algunas personas que logran llegar ahí por sus propios
medios, pero la mayoría son solitarios, ermitaños. Pertenecen a ese mundo del que no
formamos parte. Nosotros y ellos, como barcos en la noche”.
Youko tomaba nota cuidadosamente de todo lo que Takki decía. No había forma de decir
que aspecto de la información podría resultar útil más adelante.
“Se dice que hay un rey dragón que gobierna sobre el océano, pero eso debe ser solo un
cuento. Si realmente hubiese un reino de dragones no habría personas normales. Además de
ellos, se supone que hay youmas que pueden cambiar su apariencia a una humana. Es a lo
que llamamos mitad demonios. La mayoría de ellos se ven humanos, pero hay algunos que
se pueden disfrazar y no notarías la diferencia”.
Takki sirvió un poco más de té de la tetera de loza. El té estaba frío. “Se dice que en alguna
parte los youmas tienen un reino propio. Ni siquiera puedo decir si es verdad o no. Al final
de cuentas, lo que se puede decir es que los youmas y los humanos viven en mundos
completamente diferentes”.
Youko asintió. Lo que estaba aprendiendo estaba cambiando su forma de ver las cosas, y
estas se estaban poniendo más confusas. Como que Keiki probablemente no era un
humano. Si no lo era ¿qué era? Hyouki, Kaiko y esas extrañas bestias deberían ser alguna
especie de youma. Si lo eran entonces, ¿no sería que Keiki era un mitad demonio?
“Um… ¿alguna vez oyó de unos youmas llamados Hyouki, Kaiko o Jouyuu?”
Takki la miró divertida. “Nunca he oído hablar de un youma así. ¿Por qué lo preguntas?”
“¿O Hinman?”
Su cara se llenó de sorpresa. “Ah, un Hinman. El posesor. Un youma que posee guerreros
en el campo de batalla. Ningún cuerpo a excepción de los ojos rojos. ¿Cómo llegaste a
conocer criaturas como estas?”
Youko sintió escalofríos. Jouyuu era un youma llamado como Hinman, y justo ahora la
poseía. Pero admitir eso solo haría que Takki pensara que ella era rara, por lo que solo
sacudió la cabeza.
“¿O kochou?”
“Kochou”. Takki escribió los caracteres para ‘gusano de arroz’ (ko) y ‘tallar’ (chou). “El
pájaro con cuernos. Un animal feroz que come gente. ¿Cómo llegaste a saber del kochou?”
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“Fui atacada por uno”.
“Del otro lado… de donde vengo. Un kochou nos atacó y tuvimos que escapar. Salió de la
nada como si nos persiguiera a Keiki y a mí. Tuvimos que venir acá para evitar que nos
mataran… o eso fue lo que Keiki dijo”.
“Para nada. Es un tema serio para la gente de acá si un youma comienza a mostrarse,
incluso en las montañas. En estos momentos los youmas no se presentan donde vive la
gente”.
Takki asintió. “Pero recientemente, por alguna razón, hay más de ellos. Se puso peligroso.
Después de la puesta del sol, la gente no se atreve a salir. Pero cuando uno de los kochou se
presenta, que escándalo”.
Takki la miró severamente. “Los youmas son como bestias salvajes. No son criaturas que
persigan a una persona en particular, y mucho menos del otro lado del mar. Nunca antes oí
algo como eso. Sabes, Youko, parece que te metiste en algo serio”.
“Bueno, no es que sea una experta. Pero recientemente, con tantos youmas por aquí, todo
me da una mala espina”.
El tono de voz de Takki hizo que Youko se sintiera incómoda. Le parecía que era común
que hubiera youmas en las montañas y que atacaran a la agente. ¿En qué demonios se había
metido?
Al verla atrapada en sus pensamientos, Takki dijo en un tono alegre, “Bueno, no tiene
mucho sentido que nos preocupemos, no cambiará nada. Así que, Youko, ¿tienes algún
lugar al que ir después de esto?”
A raíz de la pregunta Youko levantó la cabeza. Miró a Takki y sacudió la cabeza. “A parte
de buscar a Keiki, no hay mucho que pueda hacer”.
Incluso si Keiki era un youma sabía que él no podía empeorarle las cosas, más de lo que ya
estaban.
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“Sí”, aceptó Youko sin ganas.
“Y mientras tanto, tienes que ganarte la vida ¿no? No me importaría que te quedaras acá,
pero mis entrometidos vecinos te encontrarían, y no hay duda que te enviarían a la sede del
condado. Puedo decir que eres la hija de un pariente, pero probablemente se darían cuenta”.
“Al este de aquí hay una ciudad llamada Kasai. Mi madre vive ahí”.
Cuando Youko la miró, Takki se rió. “Ella trabaja en un hotel. No te preocupes, ella no te
entregará. Es mi madre, ves. Estoy segura de que te dará un trabajo. ¿Estás dispuesta a
trabajar?”
“Sí”, Youko acordó en el acto. Sería duro buscar a Keiki. Y sería casi imposible si no tenía
un lugar para vivir mientras tanto. Pelear con los youmas todas las noches, sin tener nada
que comer, durmiendo al intemperie… si pudiera evitar todo eso, lo haría.
Takki rió y asintió. “Eso es genial. Ya verás que no será un mal trabajo. Todo el mundo que
trabaja ahí es buena gente. Encajarás bien. ¿Qué tal si partimos mañana?”
“Estaría bien”
“Bueno, así será entonces. Será mejor que vayamos a dormir. Y mañana a la mañana, si no
estás de humor para viajar podemos quedarnos acá por otro día si quieres”.
80
Capítulo 19
Su cama se sentía como un delgado colchón sobre una estera de tatami. Youko se quedó
dormida por primera vez, luego se despertó en medio de la noche.
Youko salió de la cama. Recuperó la espada, que estaba escondida en la estantería, y fue a
la cocina. Se le había hecho rápidamente el hábito de despertarse de un sueño profundo,
hasta que sintiera la empuñadura de la espada a su alcance nuevamente, sino no podía
descansar tranquilamente. Se sentó en una silla, rodeó con sus brazos la espada… ahora,
cubierta con la nueva ropa que Takki le había dado… respiró profundamente.
Takki había dicho que eran tres días hasta Kasai, donde su madre conducía un hotel.
Cuando llegaran ahí Youko tendría una casa propia en este mundo. Ella no tenía
experiencia trabajando para ganarse la vida, pero las expectativas eran más grandes que su
ansiedad. Se preguntaba con que tipo de personas trabajaría.
Habiendo finalmente encontrado un lugar para ella en ese mundo, se dejó caer en un sueño
profundo. Mientras su frente descansaba en la espada envuelta, una alta y clara nota sonaba
desde el interior del acero.
Youko se despertó sobresaltada. Una débil luz brillaba por debajo de la capa de tela.
Tímidamente desató la tela. Como la noche anterior, la espada brillaba con una luz
espectral. Podía ver pequeñas imágenes tenues que parpadeaban en la hoja.
Sus ojos de centraron en la oscuridad. Las imágenes tomaron forma. Ante sus ojos, como la
proyección de una película, era una imagen de su habitación. Parecía tan real que
imaginaba que si extendía la mano podría tocarla. Pero no era real.
El eco de caverna de agua cayendo continuó sin cesar. La figura que vio en la espada era,
como antes, su madre. Su madre se movía sin rumbo por su habitación.
Abrió un cajón, movía cosas del estante como si buscara algo. Con el abrir y cerrar de
cajones, la puerta se abrió y ahí estaba su padre.
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Él dijo, y Youko lo escuchó claramente. “¿Está el baño listo?”
Su madre le lanzó una mirada rápida y luego reanudó la búsqueda en los cajones. “Debería.
Si está suficientemente caliente, adelante”.
“No estoy sólo rondando. Tengo cosas que hacer. Si necesitas un cambio de ropas, eres
perfectamente capaz de hacerlo por ti mismo”.
Su padre dijo en voz baja. “Youko se fue. ¡Pasar cada momento en su habitación no va a
traerla de regreso!”
¿Me fui?
“Ella no se fue”.
“Ella escapó. Se encontró con ese muchacho raro en la escuela, ¿no? Entonces algunos de
sus amigos salieron y rompieron las ventanas. Ella se mezcló con la multitud y nos lo
escondió, ¿acaso no es la mejor explicación de lo que pasó?”
“¿A que te refieres? Nunca lo notaste. Como su cabello. Ha estado tiñéndolo todo este
tiempo, ¿no es verdad?”.
“Sucede todo el tiempo. Un niño comienza a salir con la gente equivocada y finalmente
termina escapando de casa. Volverá a casa finalmente, cuando la diversión desaparezca”.
Ambos se miraron. Su padre dijo,”Todas las madres dicen eso. Ese chico que irrumpió en el
colegio, dicen que su pelo tampoco era del color natural. Esas bandas de chicos son así, y
ella también era una de ellos”.
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“Así es como debe ser. Ese es el rol del padre”.
“Ritsuko…”
“¿Así que ir a trabajar, traer un montó de dinero a casa y eso te convierte en padre?
¡Nuestra hija desapareció y ni siquiera te tomas el día libre! ¿Qué clase de padre es ese?
¡No me sermonees acerca de que Youko es esto o aquello cuando no sabes nada de ella!”
Su padre parecía más sorprendido que enojado, “Cálmate, te estás poniendo histérica”.
“Oh, estoy calmada. Estoy tan calmada como puedo estarlo. Solo imagínate por qué está
pasando Youko, ¿qué esperas que haga?”
“También tienes tus responsabilidades. Cálmate, has lo que tengas que hacer, y luego
puedes preocuparte”.
“¿Y lavar tu ropa es mi responsabilidad supongo? ¿En lugar de preocuparme por mi niña
debería preocuparme por eso? ¡En lo único en lo que puedes pensar es en ti mismo!”
Su madre miraba a su padre. La cara de su padre estaba llena de rabia pero él no decía nada.
“¿Dices que ella era uno de ellos? ¿Cómo puedes decir eso? Ella es una buena y recatada
chica. Ella nunca contesta ni discute. Nunca me dio razones para preocuparme, nunca. Ella
podía contarme todo. Ella no es la clase de chica que huiría de casa. ¡Porque no hay nada de
lo que debería huir!”
“Youko dejó su mochila en la escuela. Y su abrigo también. ¿Cómo puede llamarse a eso
huir? Algo debió haber pasado. Eso es lo único que tiene sentido”.
Su padre respondió con amargura. “Digamos que quedó atrapada en algo. Aún así, ¿qué
puedes hacer al respecto? Informamos a la policía todo lo que pasó. Actuar sin pensar no la
traerá de regreso más rápido”.
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“¡Basta ya!”
“Lo ves todo el tiempo en las noticias. ¿Aparecen vivos esos niños? ¡Por eso es que digo
que huyó de casa!”
Papá… mamá…
Verlos así le dolía. La escena se volvió borrosa. Youko cerró los ojos y sintió las lágrimas
cayendo por sus mejillas. Cuando abrió los ojos su visión era clara. Las imágenes ya habían
desaparecido.
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Capítulo 20
Youko lloró desconsoladamente. “Yo no morí”.
Tal vez estaría mejor muerta, pero por el momento aún estaba viva.
“Yo no huí”.
Debe haber alguna forma de volver. Ella extrañaba su hogar y más que nada a sus padres.
Youko apoyó la frente sobre la mesa. Las lágrimas cayeron como lluvia.
No sabía que era lo que había visto, pero no era necesariamente la verdad.
Se sentó, se secó las lágrimas, envolvió la espada en la ropa. De alguna forma era como si
la espada misma le estuviese mostrando estas visiones. Youko no podía diferenciar si eran
reales o no. Su intuición, sin embargo, le decían que eran ciertas.
Rígidamente se puso de pie. Abrió la puerta trasera y salió a la noche. El cielo estaba
cubierto de estrellas. Ella no `pudo reconocer ninguna constelación. El hecho era que nunca
había tenido interés en astronomía, así que probablemente fuera porque no conocía ninguna
constelación.
Se sentó en el borde de un pozo. Las piedras frías y la brisa fresca eran un alivio. Colocó
sus rodillas contra su pecho. Detrás de elle una voz aguda apuñaló sus oídos.
Ella se dio la vuelta lentamente. Sentado sobre las piedras que formaban el muro del pozo
estaba la cabeza azul del mono. El mono descansaba sobre la superficie cortada, sin cuerpo,
como si no tuviera cuello, y se reía de ella.
“Mí, mí, mí, ¿pero no te has dado por vencida todavía? No puedes volver a casa, niña. Eso
es lo que quieres, ¿no? Ir a ver a tu querida mamá. Puedes pedirlo cuantas veces quieras,
pero nunca va a suceder”.
Youko tanteó buscando la espada, pero se dio cuenta que la había dejado en la casa.
“Es lo que te vengo diciendo. Eres perfectamente capaz de golpear esa cabecita tuya. Y si
lo haces, ah, podrías descansar en paz. Todo lo que amas y lo que deseas se desvanecerá”.
“No me voy a dar por vencida. Algún día volveré a casa, aunque sea lo último haga”.
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El mono cacareó alegremente. “Entonces, ¿Quién soy yo para convencerte de lo contrario?
Pero también tomaré la oportunidad para decirte que es lo que va a pasar”.
“Ella no es la buena persona que tu crees que es, niña. Que bueno que no te envenenó
durante la cena y haber acabado con esto”.
“Tal vez ella te engaña para matarte y robarte todo lo tienes. O quizás te dejará viva y te
venderá como una esclava. De cualquier forma ese es el tipo de cosas que ella hace. ¡Y
quieres agradecerle por eso! Oh, ¡Eres tan ingenua!”
“Deja de molestarme”.
“¿No te digo esto por amor? ¿No lo entiendes? No tienes ningún aliado acá, niña. Nadie
derramará una lágrima si caes muerta. Eres solo una molestia para todos, ¿no lo sabes?”
Youko miró fijamente al mono. El mono le respondió con una risa chillona. “Si te lo dije
una vez, te lo dije mil veces. Si es tan doloroso, todo podría terminar en un instante”. El
mono aulló de nuevo, después, se giró hacia ella con una expresión feroz. “Ya que no vas a
decir nada malo sobre ella, entonces mátala”.
“¿Qué…?”
“Mátala, toma el dinero y huye. Ya que parece que no sabes cuando darte por vencida, ¡será
mejor que lo hagas por ti misma!”
Parloteando locamente con su risa, el mono desapareció, como la tiza que es borrada en el
pizarrón. Como antes, solo su risa queda atrás, desapareciendo en la distancia.
Youko continuó observando el lugar en el que ya no estaba el mono. ¿Qué tenía esa cosa
contra ella? Nada sino causarle dolor.
No lo creo.
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Ni una simple palabra que haya dicho ese pequeño monstruo.
La mañana siguiente Youko fue sacudida al despertar. Abrió los ojos. La mujer de gran
marco la miraba con una expresión preocupada. “¿Estás despierta? Gracias a dios lo estás.
Bueno, levántate y desayuna”.
“Perdón”.
Youko se levantó rápidamente. Por la mitrada de Takki, era obvio que la había sacudido
por mucho tiempo.
“No necesitas disculparte. ¿Cómo estás? ¿Lista para salir? Siempre podemos salir mañana”.
“Estoy bien”, dijo Youko, rebotando en sus pies. Takki rió y señaló su cama.
“Seguramente… creo”.
Con eso, Takki desapareció en la habitación contigua. Youko se sentó en la cama y tomó el
kimono que Takki había dejado para ella.
La falda le llegaba hasta el tobillo y estaba atada con una cinta alrededor de la cintura, un
chaleco corto como blusa tenía el mismo largo. No era un talle cómodo cuando se lo puso.
El cuello le apretaba mientras caminaba a la habitación de al lado, donde Takki ponía la
mesa.
“Ah, es perfecto para ti”. Takki bajó un tazón de sopa a la mesa y rió. “Es un poco simple,
es cierto. Algo de cuando era chica habría sido mejor”.
“Aún así, es un poco llamativo para mí. Yo estaba pensando en regalarlo a los vecinos uno
de estos días. Bueno, comamos. No te limites ahora. Tenemos un largo camino por delante”
“Muy bien”.
Youko se inclinó. Se sentó a la mesa. Cuando levantó los palitos, por un segundo recordó
las palabras que el mono había dicho la noche anterior. Pero no parecieron ciertas en lo más
mínimo.
87
Si los aldeanos supieran que Takki la estaba albergando, no habría duda que hubieran ido
contra ella. Takki la había ayudado mucho, y sospechar ahora de ella solo traería mal
karma.
88
Capítulo 21
Era pasado el mediodía cuando se fueron de la casa de Takki. El viaje a Kasia resultó ser
inesperadamente agradable. Al principio, Youko se encogía cuando se cruzaban con
alguien, pero quizás fuera porque Takki le tiñó el cabello, con una tintura a base de raíz de
hierbas, que nadie la reconoció. Después de un rato se acostumbró a él y disfrutó conocer
gente por el camino.
Aunque este país se viera y se sintiera como la antigua China, la gente que vivía acá era de
diferentes tipos. Sus caras eran mayormente asiáticas, en apariencia, pero el color de sus
cabellos, ojos y piel eran de todo tipo. La piel variaba desde blanco caucásico hasta negro
de África. El color de los ojos iba desde negro hasta azul marino. Y para el cabello, parecía
que hubiese una variedad infinita, así como el violeta y el celeste. Y en los casos más raros,
el cabello era de dos colores, como si parte hubiera sido teñido.
Inicialmente, todo le pareció muy extraño, pero se acostumbró rápidamente. Y por primera
vez decidió que, sí, diferente era bueno. Y sin embargo, no veía a nadie con el cabello
dorado como Keiki.
Las ropas eran del estilo de la China antigua. Los hombres vestían túnicas sobre pantalones
cortos. La moda de las mujeres estaba basada en largas faldas. De vez en cuando veía un
grupo vestido en lo que era sin duda un estilo ‘oriental’, aunque ella no pudiera decir de que
era o país era. Según Takki, estaban viajando juglares.
Para Youko era un alivio el simple caminar. Seguía los pasos de Takki, desde la obtención
de alimentos hasta los arreglos para el alojamiento. Youko no tenía dinero por lo que Takki
pagaba todo.
Takki rió enérgicamente. “Yo solo soy una entrometida. No tienes porque preocuparte”.
“En absoluto. Ha pasado un largo tiempo desde que no veo a mi mamá. Gracias a ti ahora
tengo una buena excusa para ir a verla”.
“¿Porción?”
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Takki asintió. “Cuando te conviertes en adulto, se te otorga una parcela de tierra y hacen
que te independices. La parcela que recibí estaba en Goso. Eso es lo que significa
partición”.
“Sí, todos. Mi esposo es el aciano que vive al lado. Nos separamos después que murió
nuestra niña”.
Youko observó el rostro jovial de Takki. Ahora que lo mencionaba, ella ya había
mencionado algo acerca de una niña fallecida. Youko dijo. “Lo siento…”
“No te preocupes. No nací para ser madre. La niña con la que fuimos bendecidos después
de tanto tiempo murió por mi culpa”.
“Seguramente no se refiere…”
“Los niños vienen del cielo. Así que, que el cielo se la lleve de regreso no era para mí. Pero
las personas son lo que son, supongo que es inevitable. Sin embargo, es una lástima por el
niño”.
Youko no tenía idea de cómo responder pero logró vacilar una sonrisa. En cierta forma
Takki parecía una persona triste y solitaria.
“Me imagino que tu madre debe estar horriblemente preocupada por ti. Cuanto más rápido
regreses mejor, ¿no?”
“Sí”, Youko asintió. “¿Pero es realmente posible? Cuando estuve en Hairou, una de los
ancianos me dijo que no lo era”.
Youko volvió a asentir. La despreocupada sonrisa que se dibujo en sus labios reflejaba su
profunda alegría.
Según lo que recordaba de sus libros de historia japonesa, un ‘ri’ japonés eran tres
kilómetros y medio. El ‘ri’ al que se le hacía referencia ahí era mucha menor distancia, tan
solo unos cuantos metros. Así que cinco ri no era tanto.
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El paisaje en sí era prosaico, pero la paz y la tranquilidad eran bastante agradables. Las
montañas altas y escarpadas, se alzaban por encima del terreno ondulante. Apenas podía
ver a la distancia, los picos de las montañas envueltos por las nubes, pero sin cubrir por las
nubes. El cielo no hacía mucha presión sobre la tierra.
Parecía que acá la primavera había llegado un mes antes que en Tokio. Las flores estaban
floreciendo aquí y allá a lo largo de los campos de arroz. Youko reconoció algunos y otros
eran nuevos para ella.
Aquí y allá, en medio de los campos había pequeñas casas apiñadas juntas. Estas eran
aldeas, le dijo Takki, para las personas que trabajaban la tierra. Un poco más lejos llegaron
a un asentamiento cercado por altos muros. Esa era un pueblo. Era donde las personas de
los alrededores vivían durante el invierno.
“¿Así que es diferente el lugar en el que viven las personas durante el invierno que durante
otras estaciones?”
“Hay algunos bichos raros que viven en las aldeas durante el invierno, pero el resto de
nosotros tenemos mejores cosas que hacer que acampar en los campos. Es mucho más
confortable en las ciudades. Y seguro”.
“Esos muros seguramente son gruesos. Es para protegerlos de los youmas ¿cierto?”
“Los youmas no atacarían un pueblo así. Es más que nada para proteger durante las guerras
y de animales salvajes”.
“¿Animales salvajes?”
“Lobos y osos. Una pantera o un tigre se pueden mostrar, aunque no encontrarás muchos
por estos alrededores. En el invierno cuando es difícil encontrarlos van hacia donde está la
gente”.
“También te otorgan una casa cuando te conviertes en adulto. La mayoría las vende de
inmediato, aunque algunos las rentan cuando los ciudadanos regresan a la aldea. Los que
venden rentan durante el invierno. Eso es lo más común”.
“Oh”.
Las ciudades estaban todas custodiadas por grandes castillos amurallados. Solo había una
forma de entrar y salir de las ciudades, a través de una puerta reforzada. Se montaban
guardias en la puerta y se inspeccionaba a todas las personas que entraban o salían.
Usualmente los guardias solo custodiaban la puerta, dijo Takki. Estaban particularmente
interesados en cualquier muchacha joven pelirroja entre los viajeros, sin duda estaban
buscando una kaikyaku que había escapado de Hairou.
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Dentro de las puertas las casas estaban amontonadas. Las tiendas se alineaban sobre las
avenidas entrecruzadas. Las calles estaban atestadas de vagabundos. Algunas personas
habían levantado casas carpas a lo largo de la base de los muros internos.
“Si todo el mundo recibe su propia parcela, ¿por qué tienen que vivir en carpas?”
Cuando Youko señaló las tiendas, Takki levantó una ceja. “Esos son refugiados del Reino
de Kei. Tienen mala suerte. Hay un gran malestar en Kei estos días. Los refugiados huyen
de los youmas y de las guerras que se acumulan allá. Cuando hace más calor, su número
incremente”.
“Realmente. No solo en Kei. Al norte, oí que hay problemas en el Reino de Tai. Dicen que
es incluso peor ahí”.
Youko asintió. Japón era un país pacífico en comparación. Acá había guerras, y no podía
decirse nada bueno del estado de las leyes y el orden. No perdían de vista sus pertenencias
ni por un segundo. Una innumerable cantidad de veces, gente de mal vivir le hacían
proposiciones indecentes, y pandillas duras intentaban llevársela. Pero Takki dio rienda
suelta una vívida corriente invectiva y la rescató.
La falta de seguridad era probablemente la razón de por qué nadie viajaba durante la noche.
Las puertas de la ciudad fueron cerradas también. Para el momento del ocaso era
imprescindible para el viajero llegar al pueblo o ciudad más próxima.
“Así es”.
“Hay caballos y carretas también. Pero tienes que ser rico. Alguien como yo no podría
costear una, ni con toda una vida”.
Era un mundo pobre en comparación al suyo. Sin autos, ni gas o electricidad. Ni siquiera
agua corriente. Este no podía ser simplemente un retraso en el desarrollo de la civilización.
Recogió de sus conversaciones que la mayor fuente del problema era la falta de aceite o la
tecnología del carbón.
Le preguntó a Takki, “Entonces ¿cómo aprendiste tanto de los otros reinos? ¿Has estado en
Kei o Tai?”
“Por supuesto que no”, rió Takki. “Nunca he salido de Kou. Nosotros los campesinos no
hacemos viajes como esos. Tenemos que cuidar de los campos. Sabes de los otros reinos al
escuchar lo que los juglares tienen para decir”.
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“¿Hablas de actores y músicos errantes?”
“Sí. Hay algunos de ellos que han viajado alrededor del mundo. En sus actos cuentan
historias de cómo llegaron aquí y vieron esto y como fueron allá y vieron aquello. Historias
de todas las ciudades y reinos”.
“Wow”, dijo Youko. En su mundo, en los tiempos antiguos, la gente solía ver los noticieros
en el teatro. Debe ser así, pensó.
Sin importar que es mejor tener alguien con uno para que responda todas tus preguntas.
Youko no sabía nada sobre ese mundo, y la ansiedad que llega por no saber era aterradora.
Pero con una persona útil a su lado, alguien que pudiese explicar las cosas una a una
mientras se presentaban, todo era muy fascinante.
Con Takki a su lado terminaron el viaje sin incidentes. Un mundo que la había tratado tan
dura y cruelmente se había convertido en una cosa de gran curiosidad e interés.
Cada noche era visitada por extrañas visiones, que la hacían extrañar su hogar y la dejaban
deprimida. El mono azul también aparecía, y empeoraba las cosas. Pero los crudos
sentimientos no duraban mucho.
Una vez que se levantaba la mañana siguiente y comenzaba, era una escena fascinante tras
otra. Takki era tan amable con ella como podría haber esperado. Tomando fuerzas de la
gema podía seguir caminando sin cansarse. Y sabiendo que en la noche estarían comiendo
una buena cena y durmiendo en camas decentes hacía todo más tolerable.
Era difícil estar lejos de su casa, pero al menos ahora estaba al cuidado de una tutora a su
lado. No podía estar más agradecida por haber tenido la suerte de encontrarla.
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Capítulo 22
El viaje de tres días terminó pronto, y resultó de algún modo decepcionante. Al tercer día
los edificios altos de Kasai se elevaban por encima de la llanura del río, indicándoles que
habían llegado. Era el primer lugar que Youko veía que en realidad se veía como una
ciudad.
Takki rió. “Por estos lados, la única ciudad más grande que Kasai es Takkyuu, la capital del
distrito”.
Un distrito era el siguiente paso después de la prefectura. Youko no tenía una buena
comprensión de los tamaños involucrados. Tampoco creía que Takki la tuviera. Cuando
hablaba del ‘gobierno’, era suficiente para ella pensar en el ayuntamiento o la sede de la
prefectura.
Ahora que pensaba sobre su decisión de vivir en esta ciudad bulliciosa, su estado de ánimo
mejoró un poco. No importaba done se estableciera, menos en esta ciudad, no podía
quejarse. Pero no era necesario decir que un lugar lleno de vida como este era mejor.
Takki salió del camino principal, se dirigió a un conjunto de comercios de gran escala. El
área tenía una vaga sensación de venirse abajo, pero no había ningún cambio en el ambiente
del bullicio. Una serie de negocios estaban dispuestos como un centro de comercios de la
era medieval. Takki se dirigió hacia el más elegante.
Era un edificio de tres pisos, con brillantes pilares verdes. Entraron por las puertas de
entrada principal, que ocupaban la totalidad de la planta baja. Takki dejó a Youko
admirando en espléndido edificio y agarró al camarero que salió a recibirlas.
“¿Llamarías a la dueña por mi? Dile que su hija vino a verla. ¿Entiendes?”
El rostro del hombre se iluminó con una sonrisa. Takki lo vio irse, luego sentó a Youko en
la mesa más cercana. “Espera acá. Adelántate y ordena algo. Todo es muy bueno”.
“¿Está segura que está bien?” Este restaurante era más grande que cualquier posada o
comedor en las que hubiera estado metida.
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“No te preocupes. Mi madre pagará la cuenta. Disfruta todo lo que quieras”.
Aún así, Youko no podía leer el menú. Viendo que Takki se había reído, llamado a un
camarero, y pedido un par de cosas. Al mismo tiempo, del fondo del restaurante apareció
una mujer de edad suficiente como para llamarla ‘anciana’.
“Madre”, dijo Takki estado de pie y sonriendo. La anciana reaccionó con una expresión
alegre. Mirando con atención, Youko vio con alivio que parecía ser una buena persona. Con
ella como jefa, no podía ser ese un mal trabajo.
“Youko, espera acá, ¿sí? Tengo algunas cosas que hablar con mi mamá”.
“Sí”, dijo Youko asintiendo. Takki sonrió y se fue tras su madre. Las dos se daban
palmadas en la espalda y se echaron a reír, luego desaparecieron en el fondo. Youko las vio
salir con una sonrisa. Colocó el equipaje de Takki junto a la mesa y se detuvo a mirar
alrededor en el restaurante.
Por alguna razón, parecía no haber empleadas mujeres. Todos los camareros y meseros eran
hombres, al igual que la mayoría de los clientes. Vio a varios de ellos mirando en dirección
a ella, observándola. Sin saber realmente por qué, comenzó a sentirse muy insegura.
Poco tiempo después entró un grupo de cuatro hombres. Se sentaron en la mesa vecina, se
giraron y miraron hacia ella, susurrando entre ellos y echándose a reír. Estaba comenzando
a asquearla. Mientras examinaba el restaurante, no vio señales de que Takki regresara. Se
levantó lo mejor que pudo, pero entonces, uno de los cuatro se levantó y fue hacia ella.
Temblando hasta los pies, ignoró al hombre que la llamaba y llamó la atención de un
camarero. “Um… ¿sabe donde puedo encontrar a Takki-san?”
Él señalo cortante hacia la parte trasera del restaurante. Calculando que quería decirle que
la buscara ella misma, Youko se dirigió hacia donde él había señalado, cargando la mochila
con ella. Nadie trató de detenerla.
Se hizo camino por un estrecho pasillo y llegó hasta lo que parecía ser el patio trasero de las
habitaciones del edificio. Sintiéndose medio conciente mientras caminaba, llegó finalmente
hasta una puerta hermosamente tallada. La puerta estaba abierta. Detrás de una pantalla,
que estaba en medio de la habitación, venía la voz de Takki.
Youko se detuvo en seco. Había una resistencia en la voz de la anciana. El cambio súbito
de ansiedad hizo que Youko estirara una oreja. Por supuesto, no querría esconder una
kaikyaku. Resistió el impulso de entrar, hacer reverencia y rogarle, por favor. Eso sería
demasiado presuntuoso. Al mismo tiempo, no estaba lo suficientemente desesperada como
para regresar al restaurante.
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“Oh, ¿qué es un kaikyaku? Tan solo alguien que se perdió, ¿no? Todas esas cosas de que
hacen que ocurran cosas malas, no crees en esas supersticiones, ¿no?”
“Por supuesto que no, pero ¿qué hay si los funcionarios lo averiguan?”
“Nadie dice nada, nadie averigua nada. Esa chica no va a hablar. Piénsalo, es un trato
excelente, ¿no lo crees? No es fea, no es vieja. Será útil tenerla”.
“Sí, pero...”
“Compórtate tu también. Le enseñas como tratar correctamente a los invitados y ella te los
traerá directamente a la puerta. Todo lo que tienes que hacer es quitármela de las manos por
un precio razonable. ¿De qué te preocupas?”
Youko inclinó la cabeza a un lado. El todo de voz de Takki era… extraño. No eran buenos
modales escuchar así, pero no iba a dejar de escuchar ahora. Comenzó a oír algo también,
casi inconcientemente, como el débil rugido del océano.
“¡Y no hay ataduras! Piénsalo. Sin padres ni hermanos provocando un alboroto. Desde el
principio, es como si no existiera. Ningún alboroto habitual ni molestia”.
“Así dijo lo ella. Le dije que era un hotel. Creyó que significaba trabajar como camarera o
algo así. Esa niña en un poco tonta”.
Escuchando atentamente su conversación, Youko supo que algo estaba terriblemente mal.
Ella era ‘la niña’. Hasta ahora, Takki se había dirigido a ella de manera cordial y franca.
Ahora Youko no había sentido ni una gota de consideración. ¿Qué iba a hacer respecto a
eso? Era casi como si oyera la voz de una completa extraña.
“Pero…”
“Todo el mundo sabe que significan los pilares verdes, y que clase de mujeres trabajan en
un lugar así. Será mejor que también sepas la diferencia a la hora de pagar la cuenta”.
Los ojos de Youko quedaron bien abiertos. El shock no tiró solo porque aún sostenía el
equipaje de Takki. El mono se lo había dicho. ¿Por qué no había escuchado más
atentamente sus advertencias?
Shock, luego ira. Su pulso se aceleró. Su cortada respiración era caliente en su garganta. El
sonido del mar rugía en sus oídos, ensordeciéndola. Así que era eso de lo que se trataba.
Tomó la espada fuertemente aún envuelta en la tela. Un tiempo después, se levantó y
regresó sobre sus pasos, regresó por el pasillo angosto. Pretendiendo que nada estaba mal,
caminó por el restaurante y se dirigió a la salida.
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A un ritmo acelerado, Youko salió por las puertas y miró nuevamente el edificio. Los
pilares y las vigas, incluso los marcos de las ventanas habían sido pintados de verde. Había
averiguado lo que significaba en el último minuto. Un cargaba consigo el equipaje de
Takki. De ninguna manera iba a regresar para devolverlo.
Casi como una señal, una ventana del segundo piso se abrió. Una mujer se apoyó en la
baranda del adornado balcón y miró al horizonte. Su brillante kimono estaba arrugado y
deshecho, el cuello amplio y abierto. Su ocupación estaba tan clara como el agua.
Youko se estremeció con repulsión. Como si sintiera que era observada, la mujer la miró,
rió burlonamente, y cerró la ventana.
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Capítulo 23
“Hey, señorita”.
En el momento en que sonó la voz detrás de ella, Youko apartó la mirada del balcón del
segundo piso. No muy lejos de ella estaban parados los cuatro hombres de antes. Uno de
ellos le dijo, “¿Trabajas ahí?”
Se giró para irse, El hombre la tomó del brazo y se deslizó delante de ella, tapando su
camino. “Como el carajo. ¿Qué clase de mujer come en un lugar como este?”
“¿Y cual era esa persona? ¿Eh? ¿Quizás vino para venderte?”
El hombre la tomó por el mentón. Youko lo apartó. “Para nada. Quita tus manos de mí”.
El hombre se rió. “Ahora es valiente”. La tiró hacia él. “Vamos, señorita, permítame
invitarle un trago”.
Dí la verdad, ella trataba de venderte, ¿No? Y ahora tratas de que pase por alto que intentas
escapar del acuerdo, ¿eh?”
“Yo nunca…” y con todas sus fuerzas Youko liberó su brazo del hombre. “Yo nunca
trabajaría en un lugar como este. Y no estoy en venta”.
Ella se alejó de él, buscando una forma de salir. El hombre la agarró nuevamente, esta vez
por los hombros. Ella se agachó y se liberó. Antes de que él lo intentara de nuevo, las
manos de Youko se posaron sobre la empuñadura de la espada.
Los humanos llevan al mar dentro suyo. Y justo ahora las olas se agitan violentamente,
amenazando con salir de su cuerpo y chocar contra el hombre frente a ella.
Su brazo se movió rápidamente y quitó la tela de la espada. El hombre retrocedió y sus ojos
saltaron “Hija de puta…”
El hombre evaluó a Youko y a la espada. El hombre se rió, “¿Sabes al menos como usar esa
cosa?”
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Sin palabras, Youko elevó la espada, alineando la punta con la garganta del hombre. Era un
arma peligrosa la que se le había dado, esta garra suya, esa garganta. “Muévete. Regresa al
restaurante. Tus amigos te esperan”.
Cerca, alguien gritó. Youko no apartó la mirada. Sacando la espada en medio de la calle de
esa forma, sin duda, causaría un disturbio, pero ahora no era el momento para pensarlo dos
veces. Los ojos del hombre se echaron hacia atrás desde Youko hasta la punta de la espada.
Lentamente retrocedió. Justo cuando parecía estar listo para correr al restaurante, un grito
sonó en la calle.
Youko miró en dirección de la voz. Takki estaba de pie en la puerta del restaurante
gritándole. Una cólera terrible la envolvió, algo terrible como lo que había visto en sus
sueños, como una marea roja envolviendo el mar.
La repugnancia que Youko sintió en su interior la enfermó. Estuvo dirigida tanto a ella
como a esa mujer, quien la engaño con una sonrisa beatífica en su rostro.
La gente estaba saliendo del restaurante y rodeando las calles contiguas. Youko no bajó la
guardia. Pasó la empuñadura de la espada por su mano, blandiendo la ancha hoja. Si
alguien terminaba muerto o no, eso era asunto de Jouyuu. Y si llegaba tan lejos, como si
alguien intentaba arrestarla nuevamente, bueno, habría una muy pequeña parte de ella que
no sería muy reacia a matar.
Ella pensó que Takki iba a ayudarla. Estaba tan agradecida. Una y otra vez había
agradecido su suerte. Ella realmente le había creído, eso era lo que lo hacía realmente
repugnante.
Youko notó a los hombres que se le acercaban. Los tentáculos de Jouyuu se arrastraron a
través de sus brazos y piernas. Su cuerpo se movió con una extraordinaria gracia natural.
Cada obstrucción que tenía la excluía de su mente.
Al sonar la histérica voz de Takki, Youko miró atrás. Por un momento el engañado y el
engañador cruzaron las miradas. Con una expresión asustada, Takki retrocedió dos, tres
pasos. Youko la miró fríamente, armándose contra el placer de los hombres. Esquivó al
primero y al segundo, golpeó al tercero con la cuchilla.
Antes de que se diera cuenta, los hombres habían formado una barrera humana a su
alrededor. Youko cloqueó suavemente. Hacerse camino sin matar a nadie no iba a ser fácil.
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Takki golpeó el cuelo con su pie. “¡Atrápenla y habrá una recompensa para ustedes!”
“¿Qué sucede?”
“Se va a escapar”
La barrera humana tambaleó. Youko vio la calle más allá de ellos. Una ola de gente se
abalanzaba sobre ellos. La gente gritaba al escapar de algo, luchando desesperadamente
para no quedarse atrás.
“Youma”
“Un youma…”
“¡Un bafuku!”
“¡Salgamos de aquí!”
El muro se derrumbó y dispersó. Dentro de él, Youko tomó carrera. Desde atrás Youko
escuchaba los gritos. Vio una bestia acribillando a todo el que estuviese en frente al
galopar. Era un tigre enorme. El tigre tenía una cara humana manchada de rojo. Youko
corrió por la calle, esquivando el camino de la gente que se metía en las tiendas de los
alrededores por refugio.
El tigre acortó rápidamente la distancia entre ellos. Ella no tenía otra opción que detenerse
y hacerle frente.
Cortó a los miembros rayados, saliendo del camino mientras se caía, y salió corriendo. La
bestia se levantó, y corrió tras ella. Ella rechazó con la espada, hizo un amage con los pies,
y se metió por un callejón.
Emergió en la calle principal y encontró allí una multitud de personas que no había
comprendido bien que estaba pasando. “¡Fuera de mi camino!”
100
A la orden de Youko y la vista de la bestia persiguiéndola, la multitud se dispersó.
Y entonces…
“¿Qué?”
A la distancias, un destello dorado. Más allá de la multitud, demasiado lejos como para
distinguir los rasgos faciales. No tenía tiempo para echarle una buena y larga mirada, pero
conocía ese tipo de cabello dorado que estaba fuera de lo común.
“¡Keiki!”
Sin pensarlo, fue tras él. En el instante siguiente el brillo dorado fue absorbido en la
estampida humana.
“¿Keiki?”
Una sombra cayó repentinamente frente al sol. El enorme tigre voló por encima de la
cabeza de Youko. El youma aterrizó entre la multitud que huía. La gente gritaba, se
pisoteaba bajo las enormes patas. Youko examinó su próximo movimiento y salió del
camino.
No tenía tiempo de pensar en eso. Encestó otro golpe en la bestia que la perseguía.
Entonces, tomando ventaja de la confusión a su alrededor, se escabulló en las calles de
Kasai.
101
Capítulo 24
El mono dijo, “Te lo dije”.
Estaban en mitad de la noche. La cabeza del mono flotaba por encima del mojón de piedra
al lado del camino. Después de dejar Kasai y vagar por un rato, Youko continuó por la ruta.
Estaba sola de nuevo. En la confusión había terminado con la mochila de Takki. En ella
había una muda de ropas y el bolso de Takki. Había suficiente dinero en el bolso que si
comía y dormía a precios bajos por el camino, podía hacer que dure un poco. El robo no
molestó su conciencia ni un poco.
Youko lo ignoró. La cabeza azul brillante la seguía como si patinara a su lado mientras ella
caminaba en silencio. Youko dividía en partes al mono y sus secas risas. Sabía que había
sido una tonta al dejarse engañar tan mal. No necesitaba oírlo de un mono también.
Además, tenía más cosas en que pensar que un mono, aquel hombre de cabellos dorados
que había visto en Kasai, y la aparición de un youma en medio de una ciudad.
Takki había dicho lo mismo, dijo que era raro que una cosa como esa sucediera.
El tigre en Kasai, las criaturas como perros que atacaron el carro, el kochou que se presentó
en su escuela, se habían presentado durante el día o la tarde. Pero todas eran excepciones.
La risa perforante del mono interrumpió sus ideas. “¡Niña, es porque eres un blanco muy
fácil!”
“Oh, pero lo es. Piénsalo cuidadosamente, niña. Incluso resulta más raro, ¿no es así?”
Youko mordió el labio. Estaba determinada en creer en Keiki. Si ella no lo hacía, no tendría
nada a que recurrir. Sin embargo, sus dudas continuaron creciendo.
“No lo hizo”.
102
“Simplemente no puedo comprender esta tontería tuya”, dijo el mono riendo. “A menos de
que sea tu forma de negarte a ver en lo que estás metida”.
“¿De verdad? ¿Lo es? Y desde que llegaste aquí ¿cómo te ha ayudado? Fue solo una ves,
¿no?”.
Youko miró duramente al mono. ¿Cómo podía saber lo que había pasado antes de que ella
llegara a este mundo? El tono de su voz le dio escalofríos.
El mono gritó, “Oh, sé todo sobre ti, niña. Sé cuanto molestaste a Keiki. Cuanto trataste de
alejarte de él. No quieres creerlo, lo mucho que te uso”.
“¿Qué podría haber pasado? ¿Qué no dijo que iba a protegerte, niña? Pensemos lo un rato.
Era una trampa, ¿verdad? ¿Lo entiendes ahora?”
“En las otras, además de en la escuela, no puedo estar segura de que realmente lo vi esas
dos veces. ¡No puede haber sido él!”
¿Cómo podía saber del Jouyuu? Mientras lo pensaba, la mirada se perdía en la distancia, los
ojos burlones del mono de pronto chocaron con los suyos.
Taiho. Esa voz tomó vida de pronto en su memoria. Sacudió la cabeza. Nunca podría
olvidar la sorpresa que contenía esa palabra.
103
“No. Eso no está bien. Keiki no es mi enemigo”.
“¡Cállate!”
El mono miró hacia el cielo, rió. Susurró, “¿Quieres saber lo que pienso?”
Youko no se podía mover. El mono miró a sus ojos, en blanco, bien abiertos y la miró con
malicia.
El mono gritó con alegría, risas a las que seguían desvaríos locos.
“¿Por qué Keiki haría algo como eso? Fue Keiki quien me salvó del Kochou, ¿no es cierto?
Me dio esta espada, y puso a Jouyuu dentro de mí. Es solo gracias a él que sigo viva”.
“Tenía que hacer que te atacaran, así salvarte y ser tu amigo. ¿Alguna vez pensaste en eso?”
Youko se mordió el labio. “Sí, pero ahora que tengo el Jouyuu, no será tan fácil. Sí quisiera
matarme ahora, tendría que exorcizar a Jouyuu de mí primero”.
“¿Entonces, qué?”
“Hmm, me pregunto. Bueno, es mejor que lo averigües con el tiempo. Realmente van a ir
tras de ti después de esto”.
104
Youko frunció el ceño en el bamboleo, inclinó la cabeza y apuró el paso. “No puedes ir a
casa”. La voz del mono la seguía. “Para nada, niña. Va a morir acá, querida”.
“Pero siempre hay una forma, ¿no es cierto? Si tanto duele, podrías terminarlo en un
instante”.
105
Parte IV
Youko continuó su viaje sin rumbo por días más, con solo el mono azul como su
compañero. No tenía ningún otro objetivo a parte de alejarse de Hairo y Kasai tanto como
pudiese.
En cada ciudad las puertas eran observadas de cerca por los guardias y los viajeros eran
cuidadosamente revisados. Quizás se informó que un kaikyaku huyó de Hairou y apareció
en Kasai. En las ciudades pequeñas, el número de personas que iban y venían era muy
pequeño, lo que significaba que era imposible mezclarse con la multitud y pasar por los
guardias.
No tenía otra opción que continuar en la carretera y acampar en los campos a la noche. En
el tercer día, llegó a una ciudad aún más grande que Kaisai, rodeada por un alto muro
fortificado salpicado de parapetos. “Castillo Takkyuu”, decía sobre la puerta. Esta,
entonces, era la capital del distrito.
Las tiendas se alineaban en la calle, se extendían hasta las puertas de la ciudad. En otras
ciudades, los campos y las granjas se desplegaban fuera de la sombra de las paredes. Acá en
Takkyuu se había creado un mercado fuera de los muros y los campos estaban cubiertos por
campos de campaña. Compradores y vendedores atestaban las calles de la ciudad.
Haciéndose camino entre la multitud frente a las puertas. Youko divisó una tienda con
montones de ropa apilada en su interior. Se le ocurrió que sería buena idea comprar ropa
usada de chico. Viajando sola como una muchacha joven solo atraería problemas. Con la
ayuda de Jouyuu era lo suficientemente fácil salir de problemas, pero sería mejor no entrar
en ninguno en primer lugar.
El equipo que Youko consiguió estaba hecho de tela gruesa que parecía lona. Constaba de
una túnica sin mangas hasta la rodilla y un par de pantalones cortos. Era el tipo de ropa que
había visto utilizar a los agricultores, como a los pobres y refugiados de Kei, incluyendo
mujeres.
Youko se escapó por un momento y se cambió de ropa fuera de la vista de la gente. En solo
medio mes había perdido la redondez de su cuerpo, tanto que la ropa de hombre no era tan
mala.
Youko había mezclado sus emociones viéndose enflaquecer, un cuerpo libre de grasa. Sus
brazos y piernas habían pasado por un sudo y agotador entrenamiento. Su flaqueza solo
exageraba la definición de sus músculos. En casa, en su antiguo mundo, se acercaba a la
balanza con gran ansiedad. La dieta que nunca podía cumplir había tomado venganza.
Realmente era muy divertido.
106
De repente, la idea azul, un profundo azul marino, uno brillante del tipo índigo. El color de
los jeans. Siempre había querido un par de jeans.
Cuando estaba en la escuela primaria, hubo un día atlético en el que participó. Los chicos y
las chicas fueron divididos en dos grupos y compitieron entre sí. Debido a que no podía
moverse bien con el vestido, habló con su madre para que le comprara algunos jeans. Pero
cuando su padre los vio estaba furioso.
Su padre no creía que las chicas debieran vestir ropas como esas.
A tu padre no le gusta. Piensa que es indecente para las chicas vestirse y hablar como
chicos. No lo va a aceptar.
Pero…
Esto apesta.
¿Pero por qué me tengo que disculpar con papá? ¡No hice nada malo!
Recordándolo ahora, Youko se echó a reír. Si su padre pudiera verla ahora, ¡para ver su
cara! Vistiendo ropa de chico, cargando una espada, acampando en los campos cuando no
había ninguna posada disponible. Podía imaginarse su cara, roja de ira.
Ese es el tipo de persona que es él, mi padre. Una chica debe ser encantadora y casta. Es lo
que más importa. Y humilde, reservada y obediente ante una falta. Una chica no necesita
ser inteligente o fuerte. Ella también lo había creído por mucho tiempo.
¿Qué bien le había hecho haber sido arrestada con mansedumbre y humildad? ¿O mansa y
humilde, dejando que Takki la vendiera a un burdel?
107
Youko agarró su espada envuelta. Si había algo que deseara haber hecho diferente era que
cuando conoció por primera vez a Keiki haber tenido un poco más de valor. Por lo menos,
haber preguntado de qué se trataba todo esto. ¿Adónde se dirigía? ¿En qué dirección, a qué
destino, y cuándo volvían? Si lo hubiera hecho dudaría que estuviera en las condiciones en
las que estaba ahora, en apuros y sin una pista.
Ser débil no era forma de permanecer segura. Si no empujaba su cuerpo y mente al límite,
no iba a sobrevivir.
Sobrevivir.
Iba a sobrevivir, iba a casa. Esos eran los únicos deseos que se permitió a sí misma.
El equipo que había estado usando lo vendió a un revendedor de ropa, junto con las cosas
de Takki, consiguiendo un poco de dinero a cambio. Con dinero en mano, se mezcló entre
la multitud y atravesó la puerta. Ningún guardia la miró. Una vez dentro, se dirigió al
corazón de la ciudad. Aprendió de Takki que las posadas más baratas son las más lejanas de
la puerta.
“¿Qué va a necesitar, muchacho?” se le preguntó cuando entró a una posada. Youko tenía
que aplaudirse. La mayoría de las posadas tenían un comedor a un lado. Era normal que se
le ofreciera un pedido al entrar.
Youko miró los locales a su alrededor. Se podía decir mucho de un lugar con atmosfera de
comedor. Esta posada no era un establecimiento de alta clase, pero tampoco era de mala
muerte.
Cuando Youko asintió, el posadero dijo, “Cien sen. ¿Tienes dinero, supongo?”
La moneda corriente del reino era la moneda. Había varios tipos, redondas y cuadradas. Las
cuadradas tenían mayor valor. El dinero se contaba en “sen”, y el valor estaba grabado en la
cara de la moneda. También parecían ser de oro y plata, pero no había visto papel moneda.
“¿Necesitas algo?”
Youko sacudió la cabeza. Lo único que venía gratis con la habitación era el acceso al pozo.
Todo lo demás (el uso del baño, la comida y la bebida) estaba en el menú. Se había dado
cuenta en los viajes con Takki, por lo que ya había conseguido algo de comer en un carrito
de comida fuera de la puerta.
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El posadero asintió brevemente y llamó a la habitación del fondo, “Hey, tenemos un
invitado. Muéstrale su habitación”.
109
Capítulo 26
Subieron por una escalera en la parte trasera del edificio al cuarto piso. Estos edificios
estaban hechos de madera y en general en las grandes ciudades superaban los tres pisos.
Esta posada aparentemente tenía cuatro. El techo era tan bajo que Youko fácilmente podía
alcanzarlo y tocarlo. Una mujer grande como Takki tendría que agacharse.
Se le mostró una habitación chica, no más de un metro ochenta cuadrado, con piso de
madera. Un conjunto de estantes elevados, se alineaban en la pared del fondo de la
habitación, llenos de algunos desteñidos futones. No había cama. Se dormía sobre el futón
en el suelo.
Al lado de la pared, los estantes obligaban a uno a agacharse. Se podía permanecer parado
en la parte delantera de la habitación. La parte trasera era para dormir. Las habitaciones en
las que se había quedado con Takki tenían techos más altos, camas e incluso una mesa. Por
las dos costaba algo como quinientos sen por noche.
Debido a que esta no era la parte más segura de la ciudad, uno cerraba la puerta con llave al
entrar y salir. El anciano le alcanzó a Youko la llave y comenzó a irse. Youko lo detuvo y
dijo, “Disculpe, pero ¿dónde puedo encontrar el pozo?”
Cuando habló, el anciano se sacudió como un perro al final de la correa. Sus ojos se
abrieron. Durante un buen tiempo el hombre la miró.
“Um…” dijo Youko. Pensando que no había escuchado correctamente, repitió la pregunta.
Los ojos del anciano se abrieron más.
“Japonés…” dijo, y todo lo que hizo fue regresar a la habitación. “¿Vienes de Japón?”
Como Youko no respondió la tomó del brazo. “¿Eres un kaikyaku? ¿Cuándo llegaste?
Habla japonés conmigo de nuevo”.
“Por favor, haz como lo que hablabas antes. No he oído hablar japonés durante años”.
“Yo, ah…”
Desde el interior de sus ojos, hundidos en su cara arrugada, brotaron lágrimas, claras y
brillantes. Youko sintió como si empezara a llorar también. Que extraña coincidencia que
era, en esta extraña tierra, en una esquina de la ciudad, que los dos se encontraran.
110
El anciano asintió. Una y otra vez, impacientemente, asintiendo como si no salieran las
palabras. Se aferró al brazo de Youko con los nudosos dedos. Ella podía ver en la firmeza
de su agarre el tipo de soledad por la que había pasado. Le apretó la mano en respuesta.
“Bebes té, ¿no? No hay mucho, pero tengo té verde. Espera acá mientras voy a buscarlo,
¿de acuerdo?”
“Gracias”.
El anciano regresó el poco tiempo con dos tazas de té. Youko le agradeció amablemente. El
olor a té verde le trajo recuerdos de su casa. Observando de cerca de Youko mientras bebía
en té, él se sentó en el suelo frente a ella.
“Estoy muy feliz de conocerte. Les dije que estaba enfermo y no me presento en el trabajo.
Dime, chico…no, chica ¿verdad? ¿Cuál es tu nombre?”
“Youko Nakajima”.
Ah, respondieron los ojos del hombre. “Yo soy Seizou Matsuyama. Ahora, señorita, mi
japonés no es muy extraño para usted, ¿verdad?”
Youko quería asentir, pero negó. Él tenía acento pero podía entenderle bien.
“Bueno, entonces”. El anciano se veía tan feliz como para llorar. De hecho, parecía estar
llorando y riendo al mismo tiempo. Preguntó, “¿Dónde naciste?”
Seizou tomó una taza de té. “¿Tokio? Apenas puedo creer que Tokio esté de pie”.
“¿Qué?”
“¿Kure?”
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El anciano rió amargamente. “Ahí había una base naval y arsenal. Yo trabajé en el puerto”.
“Mi madre se estaba quedando en lo de sus padres en Kure durante ese tiempo. La casa se
había quemado en un ataque aéreo, el tres de Julio. Por lo que me envió a vivir con mi tío.
Él dijo que no estaría bien que yo me quedara sentado todo el día, así que conseguí un
trabajo. Fue cuando fuimos atacados y el bote en el que estaba en el puerto se perdió, y me
perdí en la confusión”.
Youko se dio cuenta que el hombre estaba hablando de la Segunda Guerra Mundial.
La forma en la que el hombre pronunció ‘Kyokai’ era un poco diferente a como venía
oyéndolo, más parecido a ‘Kokai’.
“Hubieron ataques aéreos peores, incluso después de que el arsenal fuera reducido a
escombros. Había barcos en la base naval, pero no podían hacer nada. El Mar Setonaikai y
el Suou fueron llenados de minas, los barcos no podían atravesar”.
“Tokio fue bombardeada en marzo, todo el lugar se convirtió en cenizas. Lo mismo le pasó
a Osaka en junio, un gran ataque aéreo incendiario cayó en la ciudad. Luzon y Okinawa se
rindieron. Honestamente no pensé que fuéramos a ganar. Perdimos ¿no es verdad?”
“Um… sí”.
El anciano suspiró profundamente. “Bueno. Por mucho tiempo tuve el presentimiento que
así iban a ser las cosas”.
Youko no entendía bien ese sentimiento. Sus padres nacieron después de la guerra.
Ninguno de sus parientes de mayor edad le habló de esos tiempos. Era como historia
antigua para ella, el tipo de cosas que aprendes en libros de textos, cine o televisión.
Sin embargo, de lo que estaba hablando no era tan lejano como este mundo. Aunque no
pudiera imaginar bien de que estaba hablando, era gratificante escuchar de lugares
familiares y acontecimientos históricos.
“Así que Tokio todavía está ahí. Bueno, supongo que Japón le pertenece a Estados Unidos
ahora”.
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Los ojos del hombre se abrieron una vez más. “¿Es cierto…?es cierto. Pero, señorita ¿qué
hay con esos ojos suyos?”
Después de un momento de desconcierto, se dio cuenta de que hablaba de sus ojos. Sus
ojos habían cambiado a un verde esmeralda desde su llegada acá. Dudó, luego dijo, “Esto
no tiene nada que ver con esto”.
El anciano se inclinó y movió la cabeza. “No, no. Olvida que dije algo. Es solo que estaba
tan seguro de que Japón estaba siendo colonizado como en América. Así no fue, no prestes
atención, no prestes atención”.
Acá, bajo cielos extraños, este anciano continuó preocupado por su patria, cuyo destino no
podía comprobar por sí mismo. Qué habrá sido de su país, ni él ni Youko podían saberlo.
Era solo con el pasar de los años que esos sentimientos se hacían más profundos. Debe
haber sido muy duro ser lanzado a la vorágine de este mundo. Pero por sobre todo, este
anciano, por medio siglo, había cultivado las afecciones a su patria.
“¿Habla del Emperador Showa? Si habla del Emperador Showa, bueno, sobrevivió bien a la
guerra, pero él…”
Murió, iba a decir. Se corrigió e hizo la frase más educada. “Desafortunadamente falleció”.
La cabeza del anciano se alzó, y luego se inclinó profundamente, apretó las manos contra
los ojos. Después de un momento de vacilación, Youko le dio una palmaditas en la espalda.
Como él no pareció ofenderse, Youko continuó golpeando la espalda esquelética del
hombre hasta que su llanto se hubiera calmado.
113
Capítulo 27
El anciano dijo, “Lamento eso. Cuando tienes mi edad lloras más fácilmente”.
El anciano la miró con una inescrutable mirada. “¿Cuándo terminó la Gran Guerra?”
“Fue en 1945”.
“¿Showa?”
“Um…” Youko tuvo que pensar por un minuto, buscando en su memoria las tablas
cronológicas que había memorizado para los exámenes de secundaria. “Showa 20, creo”.
“¿Showa 20?”
“Si...”
Sin tener la menor idea de que decir, Youko solo inclinó la cabeza, en silencio, con
paciencia, mientras el anciano injuriaba, exponiendo todos los sufrimientos por los que
había pasado a causa de la guerra.
Era casi medianoche cuando finalmente se decidió a preguntarle a Youko sobre su vida. Su
familia, su casa, en qué tipo de casa vivía, qué tipo de vida tenía. Responder a esas
preguntas era un poco doloroso. La golpeó con fuerza el hecho de que estuviese con una
persona, nacida antes que ella, que había sido transportado a este lugar y que nunca había
vuelto.
¿Era este también su destino? ¿Iba a tener que vivir toda su vida en un país extraño y nunca
volvería a casa? Por lo menos había tenido la buena fortuna de haber encontrado a un
compañero kaikyaku. Cuando pensó en cuanto tiempo en que el hombre estuvo solo,
realmente había sido un golpe de suerte.
“Así que, dime, ¿qué hiciste para merecer esto?” El anciano se sentó de piernas cruzadas
con los codos en las rodillas y la cabeza entre las manos. “Mi familia y mis amigos se han
114
ido, yo terminé en este extraño lugar. Esperaba morir en uno de esos ataques aéreos de
todos modos, pero pensar que todo terminaría en menos de medio mes, solo medio mes”.
“El final de la guerra, eso habría cambiado todo. Pero, en cambio, terminé acá, ni una vez
pude disfrutar, ni una comida decente”.
“Sí, pero…”
“Muchas veces me dije que hubiera sido mejor haber muerto en uno de esos ataques aéreos
antes de terminar en un lugar extraño, en el cual no tengo idea de las cosas o lo que dicen
los otros”.
“Para nada. Tan solo algunas pocas palabras. Por eso este es el único trabajo que pude
conseguir”. La miró sorprendido. “¿Entiendes lo que dicen?”.
“Sí…” dijo Youko, su mirada no se movió, “Se parece al japonés, para mí”.
“Tonterías”, dijo el anciano, tenía una mirada atónita. “El único japonés que he escuchado,
además de cuando me hablo a mí mismo, fue el tuyo, comenzando hoy. No sé que tipo de
palabras están diciendo, pero tengo el presentimiento de que es algo como el chino. No hay
nada de japonés, maldición, eso es cierto”.
“Sí, lo hacen. Pero con el tipo de caracteres chinos. Había algunos hombres chinos
trabajando en el puerto y ese es el tipo de palabras que utilizaban”.
“¡Eso no puede ser!” Youko miró al anciano, una gran variedad de emociones la
atravesaron. “No he tenido ningún problema con el lenguaje desde que llegué acá, ni uno.
Si estuvieran hablando algo que no fuera japonés no habría forma de que pudiese
entender”.
“Por supuesto”.
El anciano sacudió la cabeza. “Lo que sea que hayas creído que escuchaste no era japonés.
Nadie acá habla japonés”.
¿Qué rayos estaba pasando? Se preguntó Youko, su confusión solo se agravó. No había
duda en su mente de lo que escuchaba era japonés. Pero el anciano le decía que no era
japonés. No podía discernir ni una diferencia mensurable de lo que había estado
escuchando todo el tiempo y la lengua que hablaba.
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Ella dijo, “Este es el Reino de Kou. Kou se escribe con el kanji que significa ‘hábil’
¿verdad?”
“Sí”
“Correcto de nuevo”.
“¿El gobernador dices? Ningún gobernador vive acá. El hombre a la cabeza es el juez
municipal”.
¿De qué está hablando? se murmuró Youko. “Siempre he oído que lo llaman gobernador”.
“Durante el invierno las personas viven en las ciudades, y cuando llega la primavera
vuelven a los pueblos”.
“Sí, pero…”
“Yo…”
“¡No eres para nada una kaikyaku como yo! ¡Yo he estado aquí por mi cuenta en este
extraño país por siempre! Abandonado acá en medio de la guerra, sin saber nada de estos
idiomas o costumbres, sin esposa, ni hijos, ¡Solo yo!”.
¿Por qué estaba pasando esto? Youko buscó desesperadamente una respuesta. Sin importar
cuanto la buscase, no había ni una pista en lo que hubiese escuchado que explicara eso.
“De la sartén al fuego, eso fue para mí. Hicimos muchos sacrificios durante la guerra ¡y
ahora ustedes viven la vida fácil! ¿Por qué?”
116
“¿No lo sé!” gritó Youko.
Desde el otro lado de la puerta, el sonido de las pisadas alejándose. Youko suspiró. El
anciano miró a Youko sorprendido.
Se refería al idioma al que hablaban los otros. Youko asintió. “Lo entendí”.
“Así parece”.
Youko había estado hablando el mismo idioma de siempre, había escuchado las mismas
palabras de siempre. ¿Qué podía explicar este extraño fenómeno?
La expresión del anciano se suavizó un poco. “El hecho es, no eres una kaikyaku. No en lo
más mínimo. No una kaikyaku ordinaria, eso es seguro”.
La forma en la que dijo ‘kaikyaku’ no era solo la entonación que él usaba, ahora que Youko
se había acostumbrado a su voz, la forma en que pronunciaba las palabras eran un poco
diferentes.
“No lo sé”.
“Honestamente, no tengo la menor idea. No sé por qué vine acá en primer lugar, o por qué
somos diferentes los unos de los otros”.
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¿Y por qué había cambiado su apariencia? Mientras se hacía esas preguntas tocaba su pelo
teñido, ahora difícil de tocar. Ella dijo “¿Cómo se supone que volvamos?”
“He estado buscando lo mismo. Todo lo que ellos dicen es, no se puede. Esa es su única
respuesta”.
Le dirigió a Youko una mirada abatida. “Si hubiera alguna forma de volver, la hubiera
tomado hace mucho tiempo. Ahora, incluso si volviera de alguna manera, sería como el
viejo Rip Van Winkle. Así que… señorita, ¿adónde se dirige?”
“¿Qué es?”
“¿Arrestado?”
Seizou la miró con los ojos bien grandes, y luego con una expresión pensativa. “Es cierto.
Arrestan a los kaikyaku acá. No, no a mí. Yo toqué tierra en Kei”.
“Es porque el diferentes reinos tratan a los kaikyaku diferente. Yo llegué a Kei, he hice mis
papeles ahí. Viví ahí hasta el año pasado. Entonces el rey murió y todo se fue al carajo.
Vivir ahí se hizo imposible, así que salí y vine acá”.
Youko recordó a los refugiados que había visto en la ciudad. “Así que… ¿puedes vivir en
Kei sin que nadie te arreste?”
Seizou asintió. “Es cierto, pero no puedes vivir ahí ahora. Se desarrolla una guerra civil,
todo el lugar es un desastre. El pueblo en el que vivía fue atacado por un youma y la mitad
de las personas murieron”.
“Cuando un reino va rumbo al desastre, es cuando aparecen los youmas. Y no solo youmas.
Inundaciones, terremotos también. Nada más que malas cosas. Así que me fui de allí a toda
prisa”.
Youko se giró. Así que pudiste vivir en Kei sin gente que te persiguiera todo el tiempo. Ser
una fugitiva en Kou o arriesgarse en Kei, ¿Cuál sería el camino más seguro? Estaba
pensando cuando Seizou la interrumpió.
“Las mujeres, se fueron hace mucho tiempo. Quien sabe que estaría pensando el rey, pero
las sacó a todas de ahí”.
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“Estás bromeando”.
“Es verdad. Este rumor estaba dando vueltas, si quedaba alguna mujer rondando en
Gyouten… esa es la ciudad capital… sería asesinada. Ya no era un buen lugar para estar, la
mayoría de la gente que conocía salió cuando aún era bueno. No querrás estar cerca de ahí.
Es una colmena de youmas. En un momento mucha gente estaba intentando escapar, pero
eso murió hace poco. Han estado cerrando las fronteras”.
Seizou resopló sonoramente. “No sé nada de Japón sin preguntar, pero puedo decirte como
están las cosas acá. Parece que me estoy convirtiendo en uno de ellos después de todo”.
Seizou levantó la mano. “Comparado a Kei, Kou es un lugar mucho mejor. Diles que eres
una kaikyaku y te pondrán grilletes”.
“Pero, yo…”
Seizou rió. Cuando rió, casi sonó como si estuviera llorando. “Lo sé, lo sé. No es tu culpa.
Lo sé, pero todavía duele. No es necesario quitárselo. Tener que permanecer en fuga, eso
también debe ser duro”.
“Tengo que volver al trabajo. Tengo desayunos que preparar. Ten cuidado, adonde quiera
que vayas, ¿de acuerdo?”
Youko estaba a punto de llamarlo, pero se contuvo. “Buenas noches”, fue todo lo que dijo.
119
Capítulo 28
Youko bajó el futón del estante. Con un suspiro se resignó a hacer la cama ahí. Había
pasado mucho desde que dormía en un futón y aún estaba despierta. Había tantas cosas
revoloteando en su mente.
¿Por qué era que el idioma no se confundía con ella? Si ella no hubiera sido capaz de
comprender lo que la gente decía, no podía imaginarse como hubieran terminado las cosas.
Tampoco podía imaginarse por qué las cosas terminaron como terminaron.
Si la lengua universal que se hablaba aquí no era el japonés, entonces no podría ser que ella
fuera capaz de entender nada. Cuando le habló a la persona detrás de la puerta, ¿qué idioma
posible podría haber estado usando? El anciano oyó japonés y la otra persona oyó el idioma
que usan acá.
Las pocas palabras que el hombre podía hablar en el idioma sonaban ligeramente diferente
en sus oídos. Incluso era algo curioso. Y que dijera que no había palabra alguna como
‘gobernador’. Si ese era el caso, entonces ¿Qué había estado oyendo cada vez que alguien
decía esa palabra?”
Youko se quedó mirando el techo bajo. Una traducción. Las palabras, de alguna manera,
estaban siendo traducidas para que ella pudiera comprenderlas.
Como siempre hacía, durmió con la espada contra su pecho. Cuando despertó, el equipaje
que había colocado en la esquina de la habitación la noche anterior había desaparecido.
Youko se puso de pie de un salto y examinó la puerta. La cerradura estaba completamente
cerrada.
Fue a ver al gerente y le explicó lo que pasó. La puerta y la habitación fueron examinadas
por los dos hombres que miraban a Youko desconfiadamente.
120
Los hombres intercambiaron miradas. “¿Intentas decirnos que uno de nosotros robó tus
cosas?”
“No podríamos haberlo hecho si quisiéramos. ¿O intentas culparnos e irte sin pagar la
cuenta?”
Los hombres se acercaron a Youko. Ella puso su mano en la empuñadura de la espada. “No
es cierto”.
“¿El anciano?”
Uno de los hombres montó guardia frente a la puerta e hizo un gesto con el mentón a su
compañero más joven, quien corrió escaleras abajo al salón. Él le dijo a Youko, “¿Qué
tienes ahí en tu mano izquierda?”
El hombre miró a Youko, teniendo a respuesta cortante en el sentido de que ocultaba algo.
Pronto llegó el sonido de pisadas y el hombre joven regresó.
“¿No está?”
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El hombre que bloqueaba la puerta estaba ahí chasqueando la lengua. El ruido hizo que a
Youko se le hirviera la sangre. Fue él. El anciano lo hizo. Cerró sus ojos. A pesar de que
ambos fueran kaikyaku la había traicionado.
Quizás no podía perdonar el hecho de que ella hubiera crecido conociendo solo la buena
vida después de la guerra, o que pudiera entender el idioma mientras que él no. O peor,
robarle había sido su intención desde el principio. Ella había pensado que había encontrado
a su alma gemela. Había llegado a creerlo. Después de haber sido engañada por Takki no
tenía el valor de confiar en ninguna de esta gente, y ahora se había dejado engañar por un
kaikyaku como ella.
Algo doloroso llegó hasta su garganta, ira que llamó la visión de la tormenta de los mares.
Cuando eso pasó sabía que se estaba convirtiendo en algún tipo de monstruo. Golpeada por
las olas escupió, “Él lo robó”.
El joven dijo, “No era más que un vagabundo. Se cansó de trabajar acá”.
“Deja de meter excusas y trae esa cosa acá. Yo decidiré si vale algo o no”.
“Y nosotros tenemos un negocio que atender. No podemos dejar que la gente se hospede
gratis”.
Los dos hombres se acercaron. Youko se colocó en una posición defensiva, y con un
movimiento de muñeca desenmarañó la cobertura de la espada. Un haz de luz se filtraba a
través de la pequeña ventana haciendo brillar a la hoja.
“¿Qué demonios…?”
El joven gritó y salió corriendo. El hombre que quedó atrás tambaleó de un lado a otro,
claramente frustrado.
“Ya le dije lo que sucedió. Atrapa al hombre y el dinero en el equipaje es todo tuyo”.
122
Youko metió la espada frente a su pecho, el hombre retrocedió. Ella avanzó tres pasos más,
el hombre se dio vuelta y huyó. Youko hizo como si lo persiguiera, y luego huyó a toda
marcha.
Llamados por el otro hombre, una cuadrilla de guardias llegó corriendo, con espadas
desenvainadas. Salieron de la posada y se abrieron paso entre la multitud. Youko notó que
su brazo le dolía mucho, el mismo lugar donde el hombre la había sostenido fuertemente la
noche anterior.
123
Capítulo 29
Después de eso regresó a acampar al aire libre.
Sin razón en particular, siguió el camino hacia la siguiente ciudad. Al no tener dinero no
podía alquilar habitación alguna o comprar comida. Hubiera preferido dormir junto a los
muros del castillo como los refugiados, pero los guardias de la puerta observaban
atentamente y tratar de mezclarse con la multitud sería cansador. Por lo que renunció a la
idea.
Nadie será tu aliado. Nadie te ayudará. No hay ni una sola persona que te dejará ir así de
fácil.
De todas formas, cuando pensaba en ser engañada y traicionada, se decía que prefería
dormir bajo las estrellas y ahuyentar a los youmas con la espada.
Después de cambiarse de ropa, en lugar de ser reconocida como una chica adolescente, era
tomada como un chico. No había muchas leyes y orden por aquí. Ella se había metido con
delincuentes muchas veces, pero había perdido toda la desgana a la hora de sacar la espada
para amenazar.
Durante el día caminaba manteniendo un ojo fijo en los transeúntes. Durante la noche
caminaba mientras combatía a los youmas. No podía dormir de noche sin correr el riesgo de
un ataque, por lo que se convirtió en un animal nocturno, manteniéndose de pie durante la
noche y durmiendo durante el día.
Había familias que vendían comida en cabañas colocadas a lo largo del camino, pero solo
hacían negocios de día, y, de cualquier modo, Youko no tenía dinero, por lo que sus
comidas habían disminuido a nada.
Cuando el hambre se hizo demasiado como para soportar comprobó su indignación y buscó
trabajo. Pero las ciudades estaban invadidas de refugiados y no había trabajo que obtener.
Ella no podía esperar ser contratada, cuando parecía mirar al mundo como una niña
indefensa.
Los youmas se presentaban cada noche, y, solo para empeorar las cosas, a veces durante el
día. Además de todo, estaban las visiones que veía por la espada y el mono azul que la
atormentaba.
Ver a su madre llorar era desgarrador. No podía olvidar las ideas tentadoras de cuan mejor
sería si ese mono estuviera muerto. Sin embargo, el deseo de ver a su madre, de ver el lugar
donde solía vivir, siempre ganaba. Así cono el deseo de hablarle a alguien, cualquiera,
siempre prevaleció.
124
Las visiones de la espada la visitaban durante la noche, respondiendo a sus deseos de volver
a casa. Si los extraordinarios poderes de la espada aparecían de noche o si era porque era
cuando ella estaba comúnmente más despierta, Youko no lo sabía.
En las noches en las que los recientes ataques de youmas no le dejaban tiempo de pensar en
su hogar, esas noches le dejaban el corazón dolido. Ella sabía que debía ignorar a la espada
cuando comenzaba a brillar, pero le faltaba la voluntad para hacerlo.
En esta noche también, la luz fosforescente brillaba más allá de la hoja. Había huido de los
youmas, forjando su camino en las montañas y estaba resistiendo bajo un árbol blanco.
125
Había visto los árboles blancos acá y allá en las montañas. La corteza era toda de un color
blanco puro, las ramas eran tan largas como el ancho de una casa, aunque no muy altas. No
creía que las ramas estuvieran más de un metro ochenta del suelo.
Las ramas sin hojas colgaban hasta el suelo, finas, pero tan increíblemente duras que ni
siquiera la espada podía cortarlas. Era como si las ramas estuvieran hechas de algún tipo de
metal blanco. Frutas amarillas maduraban en las ramas, pero tan firmes como si estuvieran
soldadas.
Los árboles blancos brillaban incluso en la oscuridad, incluso más cuando la luna ataba
presente. Youko los encontró muy agradables de ver.
A pesar de las bajas ramas colgantes, cuando se deslizaba a través de ellas y cuando se
arrastraba hasta el tronco, había suficiente lugar para sentarse. Por alguna razón, los
youmas atacaban con menor frecuencia cuando ella estaba debajo de uno de estos árboles, y
los perros salvajes no la molestaban en lo absoluto. Así que cuando necesitaba un descanso,
los árboles eran su primer recurso.
Oculta bajó el árbol, apoyada contra el tronco, Youko miraba la espada. Habían pasado diez
días desde que conoció a ese anciano, el otro kaikyaku, en Takkyuu.
La espada resplandecía con una luz tenue, las ramas iluminadas del árbol iluminado,
brillaban intensamente. El fruto del árbol resplandecía en tonos dorados.
Las chicas parecían estar dando vueltas, el tipo de escenas entre clase y clase a las que
estaba acostumbrada. Ver a sus hermosos cabellos secos, ropas planchadas, limpias, piel
blanca y comparándolas a su estado actual hizo que Youko se riera a carcajadas.
La voz familiar de su amiga comenzó todo. Todas a la vez, una tormenta de una charla
animada cayó sobre los oídos de Youko.
“¡Es la verdad! Ella no estaba enferma ayer. Escapó. Anoche recibí una llamada de su
madre. ¡Me sorprendí!”
126
“¡No puedo creerlo!”
“Sí, con ese tipo de personas, nunca sabes que están haciendo cuando nadie los mira”.
“Eso es seguro”.
Youko tuvo que reír de nuevo. Su realidad era muy diferente a lo que ellas podían imaginar.
“Como que había un tipo raro que se presentó y se fue con ella. Oí que era un pandillero en
verdad”.
“Eso oí yo también. ¿Sabes como se rompieron todas las ventanas de la oficina del
director? Fue su novio quien lo hizo”.
“¿De verdad?”
“No sé realmente, pero tenía un pelo largo y resplandeciente que desprendía un aura
realmente escalofriante”.
“O algo así”.
Keiki…
“¡No es posible! Quiero decir, nadie tiene el pelo naturalmente de ese color”.
127
“Pero huyó con ese tipo, ¿no es cierto? ¡Y solo con lo que llevaba puesto!”
“No seas tonta. Pero si no escapó, entonces significa que solo desapareció”.
“Que miedo…”
“Eso es cierto. Solo cuando le pasa a una estudiante de honor es que salta todo el mundo”.
“Se escapó con su novio. Nadie quiere admitirlo, pero cuando una chica se enamora de un
tipo como ese, nada de lo que ella haga va a tener ningún sentido”.
“Nunca hice nada más que hablarle. A decir verdad no me agradaba mucho”.
“Lo sé. Siempre fue como que era mejor que el resto de nosotras”.
“Seguro”.
“Yo oí que sus padres eran súper estrictos, siempre con, cómo se suponía que ella fuera una
‘joven dama’.”
“Eso es lo que estoy diciendo. Pero seguro que era útil, siempre traía su tarea hecha a
tiempo”.
“Cierto, cierto. El hecho es, que ni siquiera he tocado la tarea de matemática de hoy”.
“Hey, ni yo”.
“¿Alguien?”
128
Risas burlonas brotaron. A la vez, la escena familiar se hizo borrosa frente a ella. La
imagen se movió y distorsionó, las figuras se disolvieron. Luego, en un parpadeo,
desapareció. La luz se fue y todo lo que quedó fue la hoja de la espada.
129
Capítulo 30
Youko bajó la espada, ahora pesaba dolorosamente en su mano. Ella sabía desde siempre,
en lo profundo de su corazón, que aquellas a las que llamaba sus amigas no eran amigas en
lo absoluto.
Por un breve momento de sus vidas habían estado juntas, codo a codo en una pequeña jaula.
El próximo año estarían en diferentes aulas de clase y se olvidarían entre sí. Después de la
graduación probablemente nunca se volvieran a encontrar.
Ella sabía que estas relaciones eran temporales para mejor. Sin embargo, y quizás aún más,
ella había esperado descubrir alguna gran verdad escondida en el interior. Deseaba poder
volar hasta esa aula, defender su caso ante ellas. ¿Cómo responderían?, se preguntó.
Estaban viviendo lejos de aquí, en un país tranquilo, mujeres jóvenes que, sin lugar a duda,
creían haber experimentado mucha miseria y dolor en sus vidas. Durante un tiempo, lo
mismo le había parecido verdad a ella.
Ese pensamiento hizo que Youko se riera tanto que terminó rodando por el suelo
agarrándose el estomago. Enroscada como quien está en una posición fetal, se dio cuenta de
que estaba sola, completamente sola, totalmente aislada del resto del mundo.
Cuando se peleaba con sus padres, cuando tenía una pelea con sus amigas, o cuando se
sentía decaída por un tiempo y se decía lo sola que estaba, ¿no habría sido eso nada más
que una indulgencia? Tenía un hogar al cual regresar, tenía gente que no le daría la espalda
de un momento a otro, que la consolarían. Y si todo se iba podía hacer más amigos muy
pronto, incluso si eran amigos de los buenos.
En ese momento escuchó el sonido de una voz que, sin importar cuantas veces la escuchara,
todavía no podía soportarla. Acurrucada en el suelo hizo una mueca.
De algún modo, las apariciones del mono estaban conectadas a las visiones de la espada.
Nunca le hizo ningún daño físico. Nunca le decía algo que ella quisiera escuchar, y en ese
chirriante tono de voz. Por otra parte, Jouyuu no reaccionaba ante él en lo más mínimo.
130
Llegó a su mente la imagen de otra visión de su madre acariciando sus peluches. Incluso si
no podía llamar a sus amigas, amigas de verdad, podía contar en que su madre estaría para
ella. Una repentina nostalgia brotó haciendo que le doliera el pecho.
“Mi mamá estaba llorando por mí. Es por eso que, algún día, sé que iré a casa”.
El mono rió más fuerte. “Pero por supuesto. Ella es tu madre después de todo. Siempre es
muy triste para un padre perder a un niño”.
Youko elevó su cabeza por encima de la maleza. Estaba la cabeza del mono bañada en una
luz azul, lo suficientemente cerca como para tocarla extendiendo un brazo.
“Oh, ella no está triste por que tu te hayas perdido, niña. Está triste porque perdió a su niña.
Su tristeza no abarca nada más que eso. ¿No puedes ni siquiera entenderlo un poco?”
“Si, por ejemplo, el niño en cuestión no fueras tu… fuera quizás la oveja negra de la
familia… ella habría reaccionado de la misma manera. Ese es el tipo de criaturas que son
las madres”.
“Basta”.
“Oh, no me mires ahora con esos ojos furiosos. No te digo nada más que la más pura
verdad”. El mono aullaba de la risa, una risa que resonaba en los oídos como chillidos
penetrantes. “Es lo mismo que cualquier animal domestico. Levantas la criatura y se apega
a ti, ¿no es verdad?”
“Ah, tengo miedo tengo miedo”. El mono siguió riendo. “Extrañas a tus padres, ¿no es
cierto? Incluso a padres como los tuyos”.
“No te escucho”.
“Entiendo, niña. No hay lugar como el hogar, no hay lugar como el hogar. No es que te
mueras por ver a tus padres de nuevo. Lo que quieres es volver a tu casa calentita y tus
juegos”.
El mono rió alegremente. “No te preocupa ser traicionada por tus padres, ¿verdad? ¿Estás
segura? Pero ¡no eres nada más que una mascota?”
131
“¿Tu punto es…?”
“Eso eres tu, una mascota, no eres diferente a un cato o un perro. Todo va perfecto siempre
que seas amable y cariñosa. Pero morder la mano de tu amo o masticar los muebles,
¿entonces qué? No te pegarán porque tienen una reputación que proteger. Y sin embargo,
fue la sociedad la que mira para otro lado, Debe haber un sin fin de padres que quieran
estrangular a sus pequeños pícaros”.
“Eso es ridículo”.
“¿Lo es? Quizás lo es.” El mono la miró bromeando, con ojos juguetones y grandes. “Los
padres piensan tan bien de ellos mismos para adorar a sus hijos. No, por dios, lo he
entendido mal. Es lo bien que juegan el papel de los padres amorosos, eso es lo que más les
gusta de ellos mismos”.
“Tu…”
“Jugar a ser la niña buena fue divertido, ¿no? Porque entonces podrías tomar todo lo que
tus padres dijeran como un derecho, ¿verdad? Sin embargo, aún tienes ese sentimiento de
que serás castigada si desobedeces, lo que no te hace mejor que el perro que actúa a favor
del amo, ¿no?”
Youko se mordió el labio. Nunca se preocupaba por ser castigada físicamente. Pero que
fuera gritada, o llegar a casa, a la pesada y melancólica atmósfera, o que no se le permitiera
comprar algo que quería, o la imposición de otras sanciones (esas eran las cosas que la
deprimían), sin siquiera saberlo hizo que ella estuviera pendiente de los estados de ánimo
de sus padres.
“No es cierto que fueras una buena hija. Tampoco una buena niña. Tenías miedo del
rechazo, por lo que te hiciste una chica que fuera conveniente tener cerca para tus padres”.
“Y tus buenos padres… bueno, eso también es una mentira. No eran padres buenos para
nada, siempre mirando sus espaldas, con miedo a lo que la gente pudiera decir a sus
espaldas. ¿Crees que esos mentirosos que estaban juntos nuca se traicionaron entre sí? Oh,
tu traicionarás a tus padres. Y tus padres de seguro te traicionarán. Es el camino de toda
carne. Nos decimos nuestras mentiras y el traicionado traiciona al traidor”.
“Hijo de puta”.
132
El mono chilló muy divertido. “Oh, que lengua la tuya. Sí, sí, soy un hijo de puta, pero un
hijo de puta honesto. Nunca miento. Yo solo nunca te traicionaré. Es de lo más lamentable
que sea yo quien tenga que enseñarte esta lección”.
“¡Cállate!”
“No, no, no puedes volver a casa. Estarías mejor muerta. Pero si no tienes el valor de morir,
será mejor que te busques una mejor forma de vivir”.
Los ojos del mono miraron la espada en alto de Youko. “Otra verdad debería decirte. No
tienes aliados. Nada más que enemigos. Incluso Keiki es tu enemigo. ¿Tu estómago está
vacío? ¿Quieres una mejor vida para ti? Él no te ayudará. En cambio, ¿por qué no usar esa
cosa para asustar a algunas personas?”
“¡Cállate!”
“Aquí y allá, dondequiera que mires, nada más que pequeñas monedas sucias. Extorsiona
un poco de dinero. De esa forma tendrás una mejor vida”.
Youko agitó la espada en dirección al chillido perforante, pero no había nada ahí. Solo las
carcajadas que se desvanecían en la oscura noche.
Ella clavó sus manos en el suelo, rasgando la tierra. Sintió las lágrimas derramarse entre los
dedos.
133
Capítulo 31
Youko deambuló por los caminos menos transitados. Perdió la cuenta de cuantos días
habían pasado desde que dejó Takkyuu, o del mismo modo, cuánto tiempo había pasado
desde que salió de casa. No tenía idea de donde estaba o adonde iba, y para este punto no le
importaba.
Cuando llegó la noche desenvainó la espada y se mantuvo firme. Cuando el enemigo vino
lucharon. Cuando llegó el día se buscó un lugar para dormir. Y así continuó su vida.
Aferrarse a la joya y usar la espada como bastón se convirtió en algo natural para ella. Si no
había enemigos alrededor se sentaba. Cuando atacaban en intervalos más largos, se
arrastraba. Si no había gente a su alrededor, en lugar de hablar, gemía y se quejaba
constantemente.
Dejar el camino para adentrarse en las montañas, tropezó con la raíz de un árbol y cayó por
una pendiente por mucho tiempo. Restando importancia, durmió donde cayó. Ni siquiera se
molestó en explorar su entorno primero.
Durmió sin sueños. Cuando se despertó, se dio cuenta de que no podía levantarse, sin
importar cuanto lo tratara. Ella estaba en la sombra de un hueco dentro de unos pocos
árboles. El sol ya se estaba yendo y la noche estaba cayendo. Si se quedaba ahí así, si no
podía levantarse y moverse, se convertiría en la siguiente comida de un youma. Incluso ante
circunstancias imposibles, Jouyuu podía contener uno o dos ataques. Más allá de eso, su
cuerpo se convertía en un instrumento inútil.
Youko clavó los dedos en la tierra. Sin importar que, tenía que volver al camino.
Si no podía volver al camino y encontrar a alguien que la ayudara, iba a morir ahí. Levantó
la cabeza y buscó la joya. Pero incluso aferrándose a la joya con todas sus fuerzas, no
podría hundir la espada en la tierra para aprovechar en levantarse.
Youko giró la cabeza. Esta era la primera vez que lo veía durante el día.
134
“Tu también deberías ponerte cómoda, ¿no?
Todo lo que Youko pudo divisar fue el pelaje del mono, resplandeciente. En todo lo que
pudo pensar fue ¿por qué se estaba mostrando ahora?
“Incluso si te las arreglas para llegar al camino, lo más seguro es que termines arrestada.
Aunque pidieras ayuda, no te la darían. Serían del tipo de persona que te pone en la miseria,
así de fácil”.
Ella no iba a pedirle ayuda a nadie. Ahora cuando su necesidad era muy urgente era cuando
debía esperar la menor ayuda posible. Incluso si volvía al camino, no había ninguna ayuda
en camino. Si alguien fuera a pasar por el camino, esa persona miraría para otro lado. Este
sucio vagabundo provocaría nada más que una mueca.
Por otro lado, tal vez solo sería asaltada. Pero un ladrón se daría cuenta bastante rápido de
que no tenía nada que valiera la pena ser robado y tomaría la espada. Quizás podría ser lo
suficientemente bueno como para acabarla allí y entonces. Esa era la clase de lugar que era
este mundo.
Youko se rió. Se sentía bien desentrañar este pequeño rompecabezas. Se dio la vuelta,
cobró fuerza en los brazos y se empujó para sentarse.
“Oh, cállate”.
“Cállate”.
Youko llevó la espada al suelo. Su rodilla torcida casi falla. Youko gritó, se apoderó de la
empuñadura de la espada, se contuvo. Casi se paró, pero perdió el equilibrio. Su cuerpo era
muy pesado para moverlo así. Sería mejor arrastrarse por el suelo, como un animal recién
nacido.
“Casa”.
“Oh, ¿Por qué atormentarte tanto? No importa cuanto te aferres a la vida ahora, no puedes
regresar”.
135
“Me voy a casa”.
“No puedes ir a casa. No hay forma de cruzar el Kyokai. Acá, en este país, serás traicionada
y morirás”.
“Mientes”.
¿Y entonces…?
Keiki la había traído acá y nunca había dicho nada sobre no regresar a casa. Encontrar a
Keiki era probablemente la única forma. Justo ahora, eso era lo único que podía esperar.
De cualquier forma.
Ya sea amigo o enemigo, encontrar a Keiki y encontrarlo por sí misma sería preferible a
vagar por ahí sin una pista. Cuando lo encontrara, le preguntaría por qué la trajo acá, le
preguntaría cómo podría volver. Aceptaría toda la historia viniendo de él.
“Suponiendo que volvieras a casa, ¿entonces qué? ¿Eh? ¿Piensas que vivirás feliz para
siempre?”
“Cállate”.
Ella sabía lo que él estaba diciendo. No podía olvidar las pesadillas que había tenido sobre
este lugar. No podía pretender que nada había pasado y regresar a como estaban antes las
cosas. Tampoco había garantía de su apariencia regresara. Y si no, entonces la Youko
Nakajima que solía ser se habría ido para siempre.
La estruendosa risa del mono resonaba en sus oídos, Youko se despertó una vez más.
Realmente no entendía porque lo hacía. Se sentía miserable, era una tonta. Sin embargo, si
esto era suficiente para hacerla renunciar, entonces debería haber renunciado hace mucho
tiempo.
136
su apariencia si de eso se trataba. Tirar su vida ya no era una propuesta tan simple. Si
realmente estaría mejor muerta, entonces debería haber muerto en el techo de la escuela
cuando el kochou la atacó por primera vez.
No era porque no quisiera morir. Probablemente no era porque quería vivir a como de
lugar. Simplemente era porque no quería darse por vencida.
Se iba a ir a casa. Sin duda, regresaría al lugar al que tan profundamente anhelaba. En
cuanto a lo que le esperaba allí, cruzaría el puente. Porque ir a casa significaba permanecer
viva, iba a protegerse. No iba a morir en un lugar como este.
Clavó sus dedos y se arrastró hasta la superficie del camino. Con un gemido metió su
cuerpo en el camino de la montaña y cayó postrada al nivel del suelo. Al mismo tiempo oyó
un sonido débil. El sonido provenía del otro lado del camino. Una sonrisa amarga se dibujó
en sus labios.
Oh, genial.
Youko odiaba este mundo con todas sus fuerzas. Acercándose por el camino estaba el
sonido como el llanto de un bebé que llora.
137
Capítulo 32
La jauría de bestias perro se acercaron a ella rápidamente, los mismos que la atacaron antes,
en el camino de montaña. Blandiendo la pesada espada eliminó a la mayoría y pronto
estaba empapada de sangre.
Una bestia perro saltó hacia ella. Ella lo decapitó. De pronto se encontró en una rodilla, una
herida profunda en su pantorrilla izquierda. Ella no sentía dolor, como si tuviera la pierna
adormecida, aunque del tobillo para abajo el dolor era intenso. Miró su pierna empapada de
sangre, luego examinó el camino por cualquier enemigo sobreviviente. Solo un perro
quedaba.
La bestia perro era más grande que todo el resto de los que había eliminado. La diferencia
en su fuerza física era evidente. Le había encestado dos golpes sólidos y apenas parecía sin
aliento.
La bestia se agachó en el suelo. Ella evaluó las posiciones y corrigió el control sobre la
espada. El arma casi se había convertido en una extensión de su propio cuerpo, sin embargo
era tan pesada que apenas podía mantener la punta en el objetivo. Sintió un vértigo al
borde del mareo. Su conciencia comenzó a nublarse.
Ella blandió la espada contra la sombra que la envolvía. La hoja no hizo muchos cortes al
golpear. Tomando todo lo que Jouyuu tenía para darle, no podía encestar un segundo golpe.
El golpe de la espada era suficiente para derribar a la bestia negra. Un instante después
estaba de pie dirigiéndose hacia ella. Ella apuntó hacia su hocico y no pudo hacer nada más
que empujar la espada hacia adelante.
La punta de la hoja atravesó la cara de la bestia. Al mismo tiempo sus garras rasgaron su
hombro. El susto del choque sacudió la espada fuera de sus manos. Se las arregló para
agarrarla y con un gritó giró hacia la bestia caída y arremetió con todas sus fuerzas.
Youko no podía moverse de donde había caído, pero, tampoco podía hacerlo su enemigo.
Ambos dos yacían a más de noventa centímetros. Cada uno levantó la cabeza y
cautelosamente examinó la situación del otro.
138
Un segundo después su oponente se levantó y casi inmediatamente se derrumbó.
De alguna forma ella logró sacar la hoja de la tierra. Fue un tirón en su brazo. Youko
disminuyó la distancia entre ellos, cayó de rodillas, y con ambas manos hincó con la
espada.
Su enemigo levantó la cabeza y aulló, chorreando sangre espumosa. Las patas se clavaron
débilmente en el suelo. Ya no podía enderezarse. Sosteniendo la espada con ambos brazos,
la llevó al cuello de la bestia, dejando que el peso de la espada hiciera por si mismo el daño.
La hoja, brillando con sangre y grasa, se hundió en el pelaje. Las garras de la bestia
saltaron, sus extremidades convulsionaron.
Emitió más sangre espumosa, casi parecía estar murmurando algo a sí mismo.
Con todas las fuerzas que le quedaban, levantó la pesada espada y la dejó caer. Esta vez la
bestia ni siquiera se contrajo.
Después de estar ahí un rato mirando el cielo, respiró hondo y gritó. Había un dolor
incrustado en su costado. Cada respito rasgaba su garganta. No podía sentir nada en sus
extremidades, como si los brazos y las piernas hubieran sido amputados.
Estaba agarrando la joya, pero no podía ni siquiera mover los dedos. La supresión de una
sensación de mareo que vertía, estaba a punto del colapso, al mirar al cielo se estaba
pasando. Una parte del cielo estaba teñida de un débil mar rojo.
De repente no aguantó más y sintió ganas de vomitar. Giró la cabeza a un costado y vomitó.
El corrosivo olor a bilis corrió por su mejilla. Tomó un respiro, pero no pudo respirar. Hizo
arcadas y se atragantó, instintivamente se giró y tosió violentamente.
Sigo viva. De alguna manera estaba viva. Como la tos seca devastaba su cuerpo, este fue el
pensamiento que se movió una y otra vez por su mente. Cuando al fin recuperó el control
de su respiración escuchó un leve sonido, el sonido de unos pasos.
¡Oh Dios! ¿Aún había enemigos alrededor? Levantó su cabeza. Su visión dio vueltas en la
oscuridad de su entorno. Su cabeza cayó de nuevo a la tierra.
¡Keiki!
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Aún acostada sobre su espalda gritó, “¡Keiki!”
Los pasos estaban muy cerca. Youko levantó la cabeza. Alcanzó a ver un kimono de
colores brillantes.
“¿Por qué…?”
Estirando la cabeza hacia tras se dio cuenta que no era el rostro de Keiki. “Oh”, dijo. No
Keiki. Una mujer. La mujer bajó la vista hacia ella. Youko la miró a los ojos. Dijo, “¿Quién
eres?”
Era una mujer de cabellos dorados, quizás diez años más que Youko. Sobre sus delgados
hombros estaba posado un loro de colores brillantes. El rostro extraordinariamente bello de
la mujer estaba impregnado de tristeza. Mirándola a los ojos, le sorprendió a Youko ver que
la mujer estaba al borde de las lágrimas.
La mujer la miró y no le dijo nada. Las lágrimas se reunían en los ojos claros y cristalinos
de la mujer.
“¿Qué…?”
La mujer parpadeó lentamente. Las lágrimas caían lentamente por sus mejillas. Youko
estaba demasiado sorprendida para hablar. La mujer desvió su atención a la bestia que yacía
a un lado de Youko. La miró afligida, y luego lentamente se adelantó. Se arrodilló al lado
del cadáver.
Youko no podía hacer nada más que mirar. Ninguna palabra salió, no podía mover su
cuerpo. Había estado tratando de levantarse pero no podía mover ni un dedo.
La mujer alcanzó a la bestia y la acarició. Las puntas de sus dedos tocaron las manchas de
color rojo y echó para atrás la mano como si hubiera tocado algo caliente.
“¿Quién eres?”
140
La mujer no respondió. Se acercó, tomó la empuñadura de la espada… la hoja seguía
incrustada en el cuello de la bestia… tiró de ella y la dejó en el suelo. Llevó la cabeza de la
bestia hasta su regazo.
141
La mujer no habló. Acunó a la bestia en su regazo y acarició su pelaje. Su lujoso kimono
pronto estuvo manchado por la sangre coagulada.
“¿Y todos los youmas que me han atacado hasta ahora? ¿Qué tiene en mi contra?”
Abrazando la cabeza de la bestia, la mujer sacudió la cabeza. Youko levantó una ceja. El
loro que posaba sobre el hombro de la mujer agitó las alas.
“Mátala”.
Sorprendida, Youko la miró. La mujer abrió los ojos y también miró al ave.
“Mátala. Acábala”
La mujer sacudió la cabeza enfáticamente “¡Por favor! ¡Es la única cosa que no puedo
hacer!”
“¡No puedo!”
El loro batió las alas y se elevó en el cielo. Giró en círculos y regresó a la tierra. “Entonces
toma la espada”.
“La espada es de ella. No tendría sentido tomarla” Hubo ecos de piedad y oración en la voz
de la mujer.
“Entonces córtale el brazo”. El pájaro hablaba con una voz estridente. Batía sus alas
vigorosamente. “Te pediré mucho. Córtale el brazo para que no pueda manejar la espada”.
El loro abrió bien ancho el pico. Algo brilló en lo profundo de la boca detrás de la lengua.
Youko contempló con incredulidad como el loro soltó el extremo de una barra de un negro
brillante. Ante sus perplejos ojos, centímetro a centímetro, el ave continuó vomitando toda
la espada de un estilo japonés en una funda negra.
“Tómala”.
142
El rostro de la mujer estaba blanco de desesperación. “Por favor, se lo ruego”.
Como si golpeara físicamente, la mujer se cubrió la cara con las manos. Youko pataleaba
contra la tierra. Tenía que levantarse y salir de ahí. Sin embargo, lo mejor que podía hacer
era barrer el suelo con sus dedos.
“Basta”. La voz de Youko era tan ronca que apenas se podía oír hablar.
La mujer se agachó y tomó la espada que el loro había vomitado. Sus manos estaban
manchadas con la sangre de la bestia perro.
¿Qué cosa era este loro? ¿Qué tipo de criaturas eran estas bestias? ¿Por qué le estaba
pasando esto a ella?
Los labios de la mujer apenas y se movieron. Perdóname, Youko apenas le escuchó decir.
La mujer colocó la punta de la espada en el lugar donde la mano derecha de Youko estaba
agarrada a la tierra. Por extraño que pueda parecer, era la mujer la que parecía estar a punto
de desmayarse, estaba tan pálida.
Al observar esto, el loro voló y se posó sobre el hombro de Youko. Sus espesas garras se
clavaron en su carne. Por alguna inexplicable razón, el ave era tan pesada como una roca.
Youko quería quitarlo del hombro, pero no pudo cambiar de posición.
“¡Dios, no!”
Youko ejerció toda su fuerza restante en su mano izquierda, pero era muy débil, el peso del
loro montado sobre su hombro era muy pesado, y la mujer bajó la espada más rápido de lo
que Youko podría haberla movido.
Youko ni siquiera sabía si seguía viva. Antes de que el shock pudiera convertirse en dolor
perdió la conciencia.
143
Capítulo 33
El terrible dolor la trajo de regreso a la vida.
Tan pronto como abrió los ojos, revisó su brazo. Allí estaba la espada que la había
atravesado. Al principio no entendió que estaba viendo. La espada se erguía apuntando
hacia el cielo.
Segundos más tarde, el dolor la hizo volver en sí. La espada sujetaba su mano a la tierra, la
delgada hoja estaba enterrada en la palma. El dolor pulsante se irradiaba desde el brazo a su
cabeza. Suavemente, intentó mover el brazo. El dolor de rasgar su mano la hizo gritar.
Tiró la espada a un lado, apretó la mano herida contra su pecho, rodó por el suelo hacia
donde el animal había caído. No gritó. La intensidad de su dolor era suficiente como para
hacerla sentir mal físicamente.
Retorciéndose de agonía, se acercó la joya y le quitó la cuerda. Apretó los dientes e hizo
presión con la joya sobre su mano. Gimiendo, su cuerpo se retorció hasta ser una bolita.
La magia de la joya la salvó. El dolor disminuyó un poco. Después de pocos minutos más,
conteniendo la respiración, pudo lograr sentarse nuevamente. Sostuvo la joya sobre la
herida, y cuidadosamente trató de mover sus dedos, pero no podía sentir nada más allá de la
muñeca. Siguió presionando su mano derecha alrededor de la joya.
Meciéndose hacia delante y hacia atrás, juntó la mano a su pecho. Abrió los ojos y miró al
cielo. Las nubes manchadas de sangre aún estaban allí. No había estado inconciente todo
ese tiempo.
¿Quién era esa mujer? ¿Por qué le había hecho esto? Tantas cosas corrían por su mente,
pero no estaba en condiciones de pensar en nada. Después de buscar un poco en su entorno,
encontró la espada. Se apoderó de la empuñadura y abrazó la espada y su mano derecha al
pecho. Durante un tiempo permaneció acurrucada de esa manera.
Miró en dirección de la voz. Una pequeña niña estaba parada ahí. La niña miró hacia atrás y
gritó, “¡Mamá!”
144
El rostro de Youko indicaba que la niña no la había molestado. Su madre parecía honesta.
Su apariencia demostraba su condición económica baja. Llevaba un paquete grande en la
espalda.
Youko no podía moverse. Solo podía ver con impotencia desde el lugar donde yacía. Ellas
me ayudarán, pensó, por solo un momento, antes de que la ansiedad se apoderara de ella.
Este era un momento en el que realmente necesitaba ayuda. El peor dolor se había calmado,
pero apenas había desaparecido. Todas sus fuerzas se habían acabado. Dudaba si siquiera
pudiera sentarse una vez más.
Por lo que sentía más sospecha que alivio. Era demasiado bueno para ser cierto.
La niña tocó el rostro de Youko con su pequeña mano. Su madre la abrazó y la ayudó a
sentarse. Por alguna razón, encontró tibio el contacto de la desagradable ropa de la mujer.
“¿Qué demonios te pasó? ¿Fuiste atacado por estas bestias? ¿Estás malherido?”
Buscó en la manga de su kimono y extrajo una tira de tela del tamaño de una toalla de
mano. La utilizó para vendar la mano de Youko. La niña tomó un paquete de sus cosas,
sacó un recipiente de bambú, y se lo entregó a Youko.
Habiéndose tranquilizado un poco, asintió. La niña quitó el tapón y con sus pequeñas
manos se lo llevó a los labios de Youko. El agua tibia corrió por su garganta. De un
momento a otro su respiración disminuyó considerablemente.
En ese momento su estómago no se sentía vacío, pero Youko sabía que se estaba muriendo
de hambre por lo que asintió.
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Youko no podía llegar a un número por lo que permaneció en silencio.
“No, no, eso no sería bueno. No le haría bien. ¿Qué hay de algo dulce?”
“Seguro”.
La niña abrió el paquete de la madre. Dentro había una gran variedad de recipientes de
diferentes tamaños. Con un palito sacó el jarabe espeso. Youko ya había visto antes a gente
llevar este tipo de recipiente. Probablemente fueran vendedoras de jarabes.
“Aquí tienes”.
Youko no dudó esa vez. Tomó el palito con su mano derecha. El jarabe dulce se derritió en
la boca.
Youko no respondió. No quería decir la verdad, y sería demasiado cansador pensar en una
mentira.
“Me atrevo a decir, que pareces haber sido atacado por un youma. ¿Puedes levantarte? El
sol se pondrá pronto. Hay un pueblo no muy lejos, al pie de la montaña. ¿Puedes caminar
eso?”
Youko sacudió la cabeza. Quería decir que no deseaba ir al pueblo, pero la mujer interpretó
que no podía moverse. Se giró a la niña y dijo, “Gyoukuyou, corre al pueblo, trae a alguien
y vuelve aquí. Tan rápido como puedas”.
“Sí, mamá”.
Youko se sentó. “Estoy bien”. Le dijo a la madre y a la niña. “Se los agradezco mucho”.
Habló bruscamente, a modo de rechazar la oferta. Logró ponerse de pie y cruzó el camino
hacia donde aumentaba la pendiente.
Youko cruzó el camino lentamente. Su mano le dolía en cada paso que daba.
“Vayamos al pueblo”.
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La dificultad acá era muy poca. Subir la cuesta con solo una mano sería un esfuerzo
considerable.
“Somos comerciantes viajeros. Vamos tan lejos como Bakurou. No tienes de que temernos.
Vamos al pueblo, ¿de acuerdo?”
Youko miró atrás. La mujer la miraba con sus ojos llenos de asombro, al igual que la niña
inmovilizada por su consternación.
“Por favor, déjeme. Si voy con ustedes al pueblo ¿qué me esperará allí?”
“¿Qué tiene eso que ver? ¡El sol está cayendo! Estas herido…”
“Sí, efectivamente. Será mejor que se apure. Tiene a una pequeña niña con usted”.
“Espera…”
La mujer miró a Youko confusa. Era posible que simplemente actuara por bondad. O
posiblemente no. Youko no podía sabes con certeza cuál.
Comenzó nuevamente a subir la cuesta. Debajo de ella, la niña le gritó. Extendió las manos
hacia Youko. En una tenía en recipiente de bambú, en la otra, un vaso lleno hasta el borde
de jarabe.
Youko miró sin comprender como la niña se ponía su propio equipaje. No tenía idea de
cómo responder. La madre y la hija la miraron varias veces mientras bajaban la pendiente.
Es mejor así.
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No podía saber con certeza que estuvieran actuando con las mejores intenciones. Después
de llegar al pueblo, tal ves sus actitudes cambiaran. Incluso si no lo hacían, una vez que
averiguaran que Youko era una kaikyaku sería conducida hacia la sede del condado. Por
doloroso que fuera tenía que tomar precauciones. No podía confiar en nadie, no podía
esperar nada. En el instante en que fuera descuidada e ingenua, pagaría el camino difícil.
Otra vez la intolerable voz. Youko respondió sin voltear. “También podría haber sido una
trampa”.
“Niña, has descartado de una la primera posibilidad real que has tenido”.
“¡Cállate!”
Youko se giró agitando la espada. La cabeza del mono se había ido. Solo su risa aguda
quedaba, desapareciendo entre la maleza colina arriba.
Youko miró atrás hacia el camino que bajaba. Caía la noche. Empezó a llover, cubriendo el
camino con pequeñas manchas negras.
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Capítulo 34
Esa noche fue tan mala como cualquier noche que había pasado. Estaba muerta sobre sus
pies. La lluvia robaba su calor corporal. Naturalmente una mala noche para los humanos era
una buena noche para los youmas.
Youko estaba hasta las rodillas de barro, cubierta de la sangre de sus víctimas y la sangre
que fluía de sus propias heridas. Mientras que la lluvia se lavaba la sangre y el lodo,
también se llevaba lo que quedaba de su fuerza. La espada era pesada, la presencia de
Jouyuu, débil. La punta de la espada caía más y más con cada encuentro.
Una y otra vez miraba al cielo en súplica, esperando el amanecer. La noche siempre pasaba
rápidamente cuando luchaba, pero esta noche en particular, los enemigos llegaban como un
torrente sin fin, avanzaba como un temor continuo. Una y otra vez dejó caer la espada y se
cubría de heridas antes de que pudiera recuperarla. Para el momento en el que se veían los
primeros signos de la madrugada, también vio la silueta de uno de esos árboles blancos.
Youko se acurrucó bajo las ramas del árbol. El duro tronco del árbol daño su espalda. Pero
la sensación de ser perseguida cesó. Debajo de las ramas, como había recuperado el aliento,
sabía que ellos aún estaban allí, esperando. Después de un rato se perdieron con la lluvia.
El cielo brillaba. Sus enemigos desaparecieron. Comenzó a ver los contornos de un bosque
alrededor de un grupo de árboles.
“Lo hice”.
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su cuerpo hasta la parte inferior de la ladera. Arrastrarse por la hierba húmeda y el suelo no
era difícil.
Había hecho todo lo posible para mantenerse en el camino, pero en medio de la noche,
impulsada por los enemigos, no podía imaginar que tan profundo en las montañas se había
adentrado.
Era muy conciente de sus lastimaduras. Comprendió la naturaleza del dolor que sentía. Sin
embargo, no podía decir exactamente donde le dolía. Con cada paso se preparaba para
evitar dañar su rodilla.
Había estado siguiendo el camino equivocado todo este tiempo. Y ahora no podía moverse
ni un centímetro más.
Sostuvo la joya con fuerza en sus manos. No le entregó ni calor ni comodidad. Cualquiera
fuera la energía que podía entregarle era más que ser arrastrada por la lluvia. La joya había
alcanzado a sus límites de su poder milagroso.
Entre todas sus compañeras, solo Youko sufriría la muerte de un mendigo. Pertenecían a
mundos diferentes. Ellas siempre habían tenido un hogar al cual regresar, familias que las
protegerían, futuros en los que de seguro iban a ser libres de la miseria y el hambre.
Ella había hecho todo lo mejor que pudo. Esto era. No quería darse por vencida, pero sin
importar cuanto intentara no podía levantar ni un dedo. Había tenido que soportar hasta el
final, y si una muerte fácil era la recompensa, se supone que podría encontrar algún valor
en la lucha.
Mezclado con el sonido de la lluvia sonaba un tono claro y alto. Levantó la vista. La débil
luz estaba saliendo de la espada que yacía al lado de su mejilla. Desde donde su cabeza
descansaba en la tierra no podía ver la espada. Pero podía ver las débiles imágenes que
aparecían en la niebla de la lluvia torrencial.
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“Youko era una estudiante dulce y diligente. Al menos en lo que los maestros la
conocíamos, era la estudiante más agradable de todos los alumnos”.
El subdirector le estaba hablando a alguien. Ella podía oír la voz del interlocutor. Sonaba
como la voz de un hombre grande.
“No lo sabría”.
“¿No lo sabe?”
“Sí, pero mi impresión fue que él no era un conocido de ella. Pero la verdad del asunto es
que yo no sé. Siempre pareció que su vida era un libro cerrado para el resto de nosotros”.
La respuesta del subdirector estuvo acompañada por una expresión sombría. “Eso no es lo
que quería decir. Permítame decirlo de otra manera. Youko era una estudiante de honor. Se
relacionaba de buena forma con sus compañeras y con sus padres, o así he oído. Pero eso
simplemente no es posible”.
“¿No es posible?”
“Puede que esté fuera de lugar diciendo esto, pero los maestros verán en cualquier luz algo
que los favorece a ellos mismos. Las amigas igual. Los padres te dirán lo que les es
conveniente decirle. Todos ellos crean sus propias imágenes del estudiante y tratan de
imponerla a los demás. Ahora, las opiniones de estas tres partes nunca van a coincidir. Un
estudiante que trata de cumplir con todas las expectativas de sus profesores y padres las
encontraría intolerable. Un buen niño para mí o usted no será otra persona. A lo que llega
es, en ser todo para todos, Youko nunca se hizo cercana a nadie. Debe haber sido una forma
conveniente de llevar las cosas, pero sospecho que nunca representó más que una
conveniencia”.
El subdirector frunció el ceño. “Le estoy hablando del tipo de reacciones instintivas, ¿de
acuerdo? Pero para la mayoría de los maestros, los pocos alumnos difíciles de manejar, en
los que siempre mantienen un ojo, son los que más encuentran inolvidables. Yo siempre
pensé que Youko era una buena estudiante, pero probablemente me olvidara del día
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siguiente a su graduación. Y en la reunión de los diez años, nunca habría tenido la menor
idea de quién era”.
“Por supuesto”.
“Si Youko actuó de esa manera a propósito, o si fue el simple resultado de tratar de hacer lo
correcto, no lo sé. Si fue hecho por deliberación, no puedo imaginar que estaba intentando
ocultar. Y si no, un vez que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, en algún punto debe
haberla golpeado de manera terrible como una forma vacía de vivir. Preocupándose que
estuviera haciendo en su vida, viendo como todo carecía de sentido, no creo que eso
hubiera sido poco común, en lo absoluto, para ella simplemente querer desaparecer”.
La muchacha le dirigió una mirada. “No realmente. Nunca fuimos tan cercana”.
“¿No?”
“Sí. Claro, hablamos de vez en cuando y en la escuela, pero nunca nos reunimos fuera de la
escuela, nunca hablamos por teléfono. Eso era así para la mayoría de nosotras. Eso fue todo
lo que llegué a conocer de una chica como ella”.
“Ya veo”.
“Así que, francamente, no sé nada de ella. Tampoco tengo nada malo que decir de ella”.
“¿Te disgustaba?”
“No era particularmente antipática, pero tampoco simpática. Tengo la sensación de que, sin
importar que, siempre trataba de decir algo apropiado, ¿sabe? No era lo suficientemente
interesante como para desagradar”.
“No me digas”.
Otra chica apareció y dijo directamente que no le agradaba. “Youko, era una pequeña dos
caras”.
“¿Dos caras?”
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“Sí. Como, usted sabe, ¿a veces habla mal de alguien? Si ella estaba allí, hacía un
movimiento con la cabeza y decía, algo como, sí, yo también. Pero cuando alguien más
hablaba mal de nosotras, haría lo mismo. Siempre chupando las medias a quien estuviera
con ella. Es por eso que no podría ni verla. No hay forma de que una persona como ella
tuviera amigos de verdad. Ella estaba bien como para quejarse. Estaría de acuerdo con
cualquier cosa que dijeras. Eso es todo”.
“Huh”.
“Es por eso que creo que simplemente huyó de casa. Probablemente estuviera jugando con
algunos pandilleros a espaldas de todos. No me sorprendería si todo comenzara con un
montó de charlas sobre lo tontas que éramos todas y decidiera darnos una sacudida. Nunca
pude entender que le pasaba de todas maneras”.
“Sí, usted sabe, como que se metió en una pelea con los compadres con los que se estaba
metiendo. No es que yo supiera nada de eso”.
“Sí”.
“Sí. Siempre estaba cuando me hacían eso. Pero es la única que siempre jugaba a ser
inocente después”.
“¿Cómo es eso?”
“Siempre me estaba tirando mierda, ¿sabe? Youko nunca se unió a ellas como realmente
quería. Siempre pretendía que estaba por encima del resto. El hecho era, que era una
cobarde”.
“Veo”.
“Como si fuera una persona mejor que nadie, como que sentía pena por mí. Pero no hacía
nada para detenerlo. Eso es lo que más me molestó”.
“Es comprensible”.
153
“Ya sea que se escapó o la secuestraron, no podría importarme menos. En lo que a mí
concierne, yo era la víctima y ella una de las perpetradoras. No voy a sentarme acá y sentir
pena por ella. No quiero ser una hipócrita como ella. Supongo que eso me da un motivo
¿eh? Pero me alegra que se haya ido. Esa es la verdad”.
Ella no es ese tipo de persona, insistió su madre. Su madre se sentó allí con una mirada de
angustia en su rostro. “Ella era una buena chica. No es el tipo de chica que huiría de casa o
se metería con esos tipos desagradables”.
“Sus compañeras tienen mucho que decir al respecto. ‘Sus padres son realmente estrictos’,
cosas como esa”.
“Nosotros la disciplinábamos algunas veces, pero nada más que lo que cualquier padre
haría. No, eso no tiene nada que ver con esto. Ella no tenía nada por lo que estar
insatisfecha en casa, no en lo más mínimo”.
“¿Usted está diciendo que no conocía ninguna razón por la que ella huiría de casa?”
“No. Ella no es ese tipo de chica que se juntaría con ese tipo de personas”.
“Desafortunadamente, no hay evidencia de eso. Youko dejó la oficina del director junto con
el muchacho. Después de que creímos que se fueron a alguna parte. No significa que haya
sido llevada en contra de su voluntad. Pero varios de los profesores dicen que parecían ser
íntimos”.
“Usted dice que su hija no tenía un novio. Quizás estaba involucrada en algún tipo de
relación. Un pensamiento compartido, por ejemplo. Algo con lo que pudiera iniciar la
búsqueda…”
“¿Realmente dijeron que Youko no era feliz con como eran las cosas en casa?”
154
“Así parece”.
Su madre se cubrió el rostro con las manos. “Nunca sentí que hubiera algo que le causara
infelicidad. No es el tipo de chica que huiría de casa, o que haría malos amigos a nuestras
espaldas. No es el tipo de chica que se involucraría en ese tipo de cosas”.
“Los adolescentes por lo general no muestran sus verdaderas intenciones a sus padres”.
“Al escuchar lo que sucede en los hogares de otras personas hace que me pregunte qué
clase de persona es realmente Youko. Cuando lo pienso, ahora, tal vez debería haberme
fijado más en cualquier cosa que estuviera fuera de lo común”.
“De hecho, los niños no siempre resultan de una forma que sea conveniente a sus padres.
Mi propio hijo es bastante chiquilín”.
“Sí, supongo que debe ser. Siempre nos mostraba su lado bueno. Hemos tratado con ella la
base de la apariencia y terminamos siendo engañados. Los niños usarán su confianza en su
contra”.
Youko quería llorar, pero ninguna lágrima saldría. No es cierto, quería gritar, pero en su
boca solo se formaba la forma de las palabras. Al igual que con un clic de un interruptor, la
visión desapareció.
Arrojada a este mundo, hambrienta, cubierta de heridas, sin ser capaz de levantarse, y a
pesar de todo, su deseo de ir a casa hacía que todo fuera posible de soportar. Pero en
verdad, lo que había visto eran las únicas relaciones humanas de cualquier mérito que podía
reclamar de su país de origen.
Nadie la esperaba. No tenía nada ahí y nadie la entendía. Ser engañada, ser traicionada,
estar acá o estar allá, no había ninguna diferencia en lo absoluto.
Y sin embargo, quería ir a casa. Lo encontraba extrañamente raro. Quería reír a carcajadas
pero la lluvia fría le había dejado la cara entumecida. Quería llorar también, pero no tenía
más lágrimas.
Lo que sea.
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Lo que sea que hubiera pasado, todo fue bueno. Porque muy pronto todo se habría ido.
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Parte V
La lluvia caía como hilos delgados esparcidos por el viento. Ella no podía moverse, no
podía gritar, solo podía quedarse ahí, indiferentemente con la mejilla en el charco.
De repente oyó el sonido silbante de algo que empujaba la maleza. Sabía que tenía que
ocultarse, pero apenas y podía levantar la cabeza.
Se parecía a una rata. La forma en la que se paraba sobre sus dos patas traseras y agitaba
sus bigotes, había algo que definitivamente no pertenecía a una rata. Más raro aún, parado
erguido, esta rata era tan alta como un niño humano. No se veía como una bestia o un
youma que daba vueltas. Youko yacía allí y se quedó perdida mirando curiosamente a la
rata.
La rata se refugiaba de la lluvia con una gran hoja que llevaba sobre su cabeza como un
sombrero de bambú. La lluvia plateada repiqueteaba contra el verde tras lúcido. El color
perla de las gotas era muy bonito.
La rata le devolvió la mirada a Youko con una expresión un poco aturdida. No parecía que
se dispusiera a atacarla. Era un poco más gordita que una rata. Su pelaje era de un color
entre el marrón claro y el gris. Youko sintió ganas de acariciarla. Las gotas de lluvia
decoraban su pelaje como diamantes. El pelaje se extendía desde la cabeza hasta su cola,
por lo que, aunque se viera como una rata, probablemente no fuera de la misma especie.
La rata crispó sus bigotes varias veces, luego dio unos pasitos hacia Youko sobre sus dos
patas traseras. Apoyando su cuerpo color gris y marrón sobre ella, le tocó el hombro con su
pequeña pata trasera.
“¿Estás bien?”
Youko parpadeó varias veces. Oyó la voz de un joven. Definitivamente provenía de la rata.
Con una expresión curiosa la rata se inclinó cortésmente al lado de la suya. “¿Qué sucede?
¿No puedes moverte?”
Youko miró a la rata a los ojos y solo logró sacudir la cabeza, no. Tal vez porque no era una
persona bajo su guardia un poco.
“Bueno”. La rata la tomó con su pequeña patita. “Haz tu mejor esfuerzo. Mi casa no está
muy lejos de acá”.
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Ah… suspiró Youko. Ya sea un sus piro de alivio por ser rescatada, o de decepción por ser
rescatada, no podía estar completamente segura.
Ella trató de tomar su pata, pero solo podía mover las puntas de los dedos. La rata se
agachó y tomó la mano fría de Youko con su cálida pata.
Apoyada en un brazo más fuerte de lo que hubiera imaginado, se hicieron camino a una
casa pequeña. Eso fue lo último que recordó.
Varias veces tuvo la sensación de abrir los ojos y mirar a su entorno, pero no podía
entender qué estaba viendo o recordar que había visto. Su conciencia se alternó entre
períodos de sueño profundo y sueño ligero. Cuando por fin se despertó, se encontraba
dentro de una humilde morada, acostada en una cama.
No había nadie más en la habitación. Su visión aún daba vueltas, buscó desesperadamente
alrededor la cama con sus manos y piernas. No había mucho con forma de muebles, a
excepción de un stand junto a la cama hecho con algunas tablas de madera. Bien ordenadas
sobre la improvisada mesa estaban la espada, envuelta en una pieza de tela, y la joya azul,
con un cordel nuevo.
Con un profundo alivio se las arregló para ponerse de pie. Se puso la joya alrededor del
cuello y con la espada volvió a la cama. Deslizó la espada bajo la colcha. Finalmente podía
relajarse.
Para ese momento Youko se dio cuenta de que llevaba puesto un camisón. Sus múltiples
heridas habían sido tratadas. Había algo húmedo bajo su hombro. Era una tela plegada y
mojada. No la había notado cuando saltó de la cama. Se la puso en la frente. Se sentía bien.
Levantó las colchas gruesas, tomó la joya, cerró los ojos, y dejó salir un profundo suspiro
de alivio. Su vida había sido salvada, podía comenzar a creer que sin importar cuan inútil
fuera, su existencia aún tenía valor.
“¿Estás despierta?”
Se sentó rápidamente. Mirando hacia atrás en dirección a la voz, vio a la gran rata color gris
parada allí. La puerta estaba abierta y estaba entrando en la habitación. En una mano
sostenía una bandeja, en la otra un balde.
Su sentido de cautela se activó en su interior. Se movía como una persona, hablaba como
una persona. So porque se viera como un animal no significaba que pudiera confiar en ella.
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Sin prestar le atención a las muecas de cautela que Youko le estaba dando, indiferente, la
rata dejó la bandeja sobre la mesa, y el balde a los pies de la cama.
Se acercó con la pequeña patita. Youko retrocedió inmediatamente. La rata crispó sus
bigotes y luego recogió el paño húmedo que había caído sobre la colcha. Debió haber
notado que Youko tenía la espada contra su pecho, pero no dijo nada. Colocó el paño en el
balde, miró la cara de Youko.
Youko sacudió la cabeza. La rata jugó con sus bigotes, tomó una taza de la mesa. “Es
medicina. ¿La tomarás?”
Youko sacudió la cabeza nuevamente. No podía correr ningún riesgo, no podía exponerse a
ningún peligro. La rata pensó por un momento, llevó la taza hasta tu boca, mientras ella
observaba, bebió un poco. “Ves, medicina ordinaria. Es un poco amarga, pero es la única
manera de bajar la fiebre”.
Con eso, se la ofreció nuevamente. Youko se negó a tomarla. Confundida, la rata se rascó
detrás de la oreja. “Bueno, entonces. ¿Qué puedo ofrecerte? Si no comes ni bebes nada no
recuperarás tus fuerzas. ¿Qué tal un poco de té? ¿Leche de cabra? ¿Arroz con leche?”
Youko se negó a contestar. La rata suspiró para sí, como si tratara de averiguar que hacer a
continuación. “Has estado dormida por tres días. Si hubiera querido hacerte daño habría
tenido todo el tiempo del mundo, ¿no lo ves?”
La rata gesticuló con la punta de la nariz hacia donde Youko escondía la espada. “Incluso
estás escondiendo eso de mí. ¿No puedes confiar en mí ni un poco?”
Youko miró a sus pequeños ojos negros. Lentamente sacó la tela que envolvía a la espada y
la puso en su regazo.
“Ahora estamos llegando a alguna parte”, dijo la rata con voz satisfecha. Se acercó de
nuevo. Esta vez Youko no se echó para atrás. Con sus pequeños dedos le tocó brevemente
la frente. “Aún tienes un poco de fiebre, pero ha bajado un poco. Ahora, tranquilízate y
descansa. ¿Hay algo que pueda traerte?”
Las orejas de la rata se movieron de atrás hacia delante. “Agua. Bien. ¡Así que puedes
hablar! Voy a traerte agua de inmediato. Si necesitas levantarte, mantente envuelta con esa
colcha”.
Sin esperar a que Youko asintiera en respuesta, la rata salió corriendo de la habitación. Su
cola, cubierta de pelaje, se movía de un lado a otro como para mantener el equilibrio.
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Pocos minutos después, la rata regresó con una jarra, una taza y un plato pequeño. El agua
cálida era deliciosa. Youko llenó la taza una y otra vez. Entonces miró al plato, percibiendo
el olor a alcohol.
“Duraznos bañados en vino y azúcar, cocido a fuego lento. ¿Quieres probar uno?”
Los bigotes de la rata se estremecieron. El pelo de sus mejillas se levantó, sus ojos se
arquearon y sonrió, o eso le pareció a ella.
“¿‘Ko’ como en ‘niño’?” Rakushun inclinó la cabeza a un lado. “Huh”, dijo. “Ese es un
nombre curioso. ¿De dónde eres?”
Como si fuera mal educado no responder ahora, Youko se trabó al igual que se arruinado
cerebro. “Kei”.
“¿Dónde queda eso?” Rakushun la miró con desconcierto, y luego se rascó las orejas.
“Bueno, eso no es ni aquí ni allá. Toma tu medicina y vuelve a la cama”.
La rata rió. “Es ‘Raku’ como en ‘kuraku’ (tristeza y alegría), y ‘shun’ como en ‘shunbin’
(agudo)”.
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Capítulo 36
Youko pasó el resto del día en la habitación durmiendo. Había llegado a la conclusión de
que Rakushun era el único ocupante de la casa.
“Tiene una cola. Eso no puede ser bueno, ¿eh?” Era media noche. La cabeza del mono azul
estaba sentada a los pies de la cama. “De un modo u otro está obligado a traicionarte, ¿no lo
crees?”
Aunque había dos camas, Rakushun no dormía ahí. Ella no creía que la casa tuviera otra
habitación, por lo que no estaba segura donde dormía él por las noches.
“¿No es hora de que te largues de aquí? Si no lo haces, estará obligado a robarte la vida.
¿No?”
Youko no respondió. Si continuaba ahí, escuchando, el mono azul seguiría repitiéndolo una
y otra vez. Esas eran sus inquietudes. El mono aparecía con el fin de exponerlos ante ella.
Él hacía crecer sus temores y luego se alimentaba de ellos. Ella estaba segura de que esa era
la forma en la que trabajaba.
Youko se giró a un lado. El mono azul se deslizó suavemente sobre las mantas hasta que su
pequeña cabeza descansara al lado de la almohada. Él la miró. “Tienes que atacar primero,
antes de que algo malo suceda. No lo hagas, y no sobrevivirás. ¿No es verdad, niña?”
Youko se dio la vuelta y se quedó mirando el techo. “Esto no quiere decir que confíe en él”.
“¿Eh?”
“Como están las cosas ahora, sin ser capaz de moverme ni nada, no puedo hacer nada al
respecto. Si me voy antes de ser capaz de poder realizar un uso efectivo de la espada, solo
me convertiré en la siguiente comida de un youma”.
Sin mencionar que la herida de su mano derecha era grave. Incluso después de un día de
presionar la joya contra su mano, apenas tenía fuerza suficiente en su mano para agarrar la
espada.
“Él va a darse cuenta pronto de que eres una kaikyaku, ¿no? ¿Realmente crees que deberías
tomarlo tan a la ligera? Ah, los hombres del gobernador podrían estar llegando en cualquier
momento”.
“En cualquier caso, dejaré que mi espada hable por mí. Si cuatro o más vienen a mí, me
gustaría salir con la cabeza intacta. Pero antes de que eso pase, voy a tomar ventaja de la
situación”.
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Pero ella realmente necesitaba ayuda. Hasta que pudiera manejar la espada bien. Hasta que
un poco más de fuerza regresara. Hasta entonces, necesitaba una cama segura, comida y
medicina. No sabía si Rakushun estaba de su lado o no, pero al menos le estaba proveyendo
lo que tan desesperadamente necesitaba. Hasta que supiera con certeza otras cosas, tomaría
ventaja de la situación como estaban las cosas.
“Él podría estar envenenando la comida, ¿no? ¿Cómo puedes estar segura de que la
medicina es realmente medicina?”
El mono azul estaba sacando a la luz sus dudas y temores. Mientras las respondía una a una
se iba pareciendo a un ejercicio de introspección.
“Si realmente tuviera en mente hacerme algo, podría haber hecho lo que quisiera cuando
estuve inconciente. Incluso ahora, aunque no fuera por envenenamiento de la comida,
tendría numerosas oportunidades de matarme”.
“En el ínterin hará que confíes en él. Entonces dará vuelta el tablero”.
“En ese caso, hasta que Rakushun se muestre, seguiré pretendiendo que confío en él”.
Como del hecho de que no tenía amigos, ni aliados en este mundo. El hecho es que no tenía
lugar al cual ir, ni un hogar al cual regresar. El hecho es que estaba completamente sola. Sin
embargo, tenía que mantenerse con vida. Una vida sin amigos, una vida sin un lugar al cual
poder llamar hogar, sí, así era la suya. Pero si todos en este mundo la querían muerta,
entonces no moriría. Y si nadie en su viejo mundo la quería de regreso, entonces volvería
de todos modos.
No iba a darse por vencida. De ninguna manera se daría por vencida. Iba a encontrar a
Keiki. Iba a ir a casa. No importaba si Keiki era amigo o enemigo. Si era su enemigo,
incluso si la amenazaba, ella iba a hacer que la regresara.
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“Mejor lo haces ahora, ¿no?”
Youko se dio vuelta y miró al mono. “Si no confío en él, entonces no podrá traicionarme”.
Hubiera sido mejor, por supuesto, si se hubiera dado cuenta antes. Ella era una kaikyaku.
Es por eso que era perseguida. Un kaikyaku no podía confiar en nadie. No había lugar
donde un kaikyaku pudiera decir que estaba a salvo. Hubiera entendido eso antes, no habría
sido engañada por Takki y Matsuyama. No habría estado lista para confiar y ser engañada
tan fácilmente. Cuando se trataba de mantenerse con vida, haría parecer que confiaba para
poder conseguir lo que necesitara de la gente. Esa era la mejor estrategia a seguir.
Tomar ventaja de la gente de la que podía tomar ventaja. No era el enfoque más ético de la
vida. Takki y Matsuyama habían tomado ventaja de ella, para tratar de hacerse un poco más
ricos. Ella debería tener un poco de escrúpulos, entones, usaría a Rakushun para mantener
su cuerpo y alma juntos.
“Solo hago lo que tengo que hacer”, murmuró Youko. Agitó la mano con desdén. “Estoy
cansada. Vete”.
Una extraña mirada se dibujó en el rostro del mono, la mirada de un niño obstinado que
mastica un limón. Él se dio vuelta, y en un parpadeo se hundió en el futón y desapareció.
Al ver eso Youko rió un poco. Esos fueron todos los temores que no se permitía sentir
incluso sacándolos a la luz. Estaba resultando ser una forma muy útil de organizar sus
pensamientos, algo de lo que pudiera tomar ventaja.
“Sí, realmente me estoy volviendo una sinvergüenza”. Rió suavemente para sí en un auto
desprecio.
Sin embargo, no había forma de que se permitiera a sí misma ser usada por otra persona.
De ninguna manera se permitiría que otra persona le hiciera daño. Pasara lo que pasara, iba
a protegerse a sí misma.
La madre y la niña que conoció en la montaña no la habían traicionado porque no les había
dado la oportunidad para traicionarla.
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Pero ¿Por qué fue tan necesario que ella viniera a este mundo? ¿Por qué Keiki la llamó su
“Señora”? ¿Quiénes eran sus enemigos? ¿Cuál era su objetivo? Esa mujer… la que tenía los
cabellos dorados como Keiki… ¿Quién era? ¿Por qué le había hecho lo que le hizo?
Los youmas no son el tipo de criaturas que persiguen a una persona en particular.
¿Por qué la estaban atacando? Esa mujer Había abrazando el cadáver del perro negro como
si estuviera de duelo por su muerte. Tal vez fueron camaradas de armas. De la misma
manera en que Keiki se reunió con los youmas, también lo hizo ella, y ella había ido tras
Youko. Aún así, parecía que a la mujer se le había ordenado atacarla. ¿Quién estaba dando
las órdenes? ¿Estaba Keiki o alguna otra persona relacionada con ella?
Youko no tenía idea y tampoco se podía dar el lujo de ignorarlo. Tenía que encontrar a
alguien que respondiera sus preguntas. Inconcientemente apretó los puños. Sus uñas se
clavaron en las palmas. Youko levantó las manos y examinó las puntas de los dedos.
Sus astilladas y rotas uñas eran como cuchillos, como las garras de alguna criatura.
El sueño de la bestia roja que había tenido en la playa del Kyokai… ¿fue realmente un
sueño? Antes de llegar a este mundo, durante mucho tiempo, había estado soñando el ser
atacada por youmas. Ese sueño se hizo realidad. ¿Eran también su sueño de convertirse en
youma una premonición de lo que le esperaba?
Su pelo se había vuelto rojo, sus ojos, verde esmeralda. ¿Eran estos los primeros pasos para
una transformación total? Quizás significaba que no era un ser humano en lo absoluto, sino
un youma. Le pareció una idea muy alarmante y al mismo tiempo agradable.
Ella podía gritar, llorar, agitar su espada, asustar a completos extraños, y todo con una
extraña sensación de euforia. En el mundo en el que nació, ni una vez se había atrevido a
levantar la voz o contrariar a una persona. Hacer eso siempre le había parecido un pecado.
Pero ¿no era porque ella siempre había sabido la verdad? ¿No era este el resultado de
pretender vivir una vida ‘mayormente inofensiva’, cuando en lo profundo de su conciencia,
ella sabía que era un youma, sabía que era una bestia feroz, ¿sabía que no podía haber
seguido viviendo en ese otro mundo?
Quizás era por eso que todo el mundo la describió como una desconocida, un libro cerrado.
166
Capítulo 37
La casa era del tipo pequeña y de una estructura pobre, común entre los distritos rurales.
Incluso, en comparación a esas, Youko sabía que esta vivienda en particular era miserable.
Las viviendas situadas en los campos suelen agruparse en pueblos. Era raro ver una casa
sola como esta. No parecía haber otras en la cercanía dentro de la montaña.
Al pensar en la casa de una rata, ella se habría imaginado algo más pequeño. Aunque la
altura en general era baja, era más o menos el tamaño de las estructuras. Y no solo los
edificios. Youko no podía dejar de admirar que, hasta los utensilios de cocina de uso diario,
todo estaba dentro de las dimensiones humanas.
Ella estaba llenando una olla grande sobre la hornalla con agua. Finalmente era capaz de
levantarse y ayudar a Rakushun en la casa. Sostenía el balde con la mano derecha, aún
envuelta en vendas. Debajo de las vendas la herida había cicatrizado por completo.
Rakushun estaba reponiendo la leña del horno. La miró. “No tengo un padre. Mi madre
salió”
“¿Está de viaje? Parece que le está tomando mucho tiempo. ¿Se fue muy lejos?”
“No realmente. Fue a la aldea más cercana. Tiene un trabajo allí. Se suponía que debía
volver anteayer”.
Lo que significaba que debería estar volviendo en cualquier momento. Youko tomó nota de
esto. “¿Qué hace tu madre?”
“Durante el invierno trabaja como criada. Suelen llamarla para trabajos ocasionales en
verano. De no ser así, es una agricultora arrendataria”.
“Oh”.
Rakushun quitó un poco de madera que había quedado en su pelaje. “¿Estás buscando a
alguien? ¿Crees que es de por aquí?”
167
“Bueno, lamento decirte que no conozco a nadie de nombre Keiki”.
“No, no, nada más. Aún estás en recuperación. Será mejor que te sientes”.
Youko descansó su cuerpo en la silla. Las sillas y vieja la mesa chirriaron al sentarse, en el
suelo de tierra de esa pequeña cocina. La espada estaba en la silla a su lado, envuelta en su
mortaja. Ella no la dejaba fuera de su vista ni por un instante, y Rakushun no se lo había
pedido. Ella no tenía idea de en que pensaba él.
“Así que, dime, Youko”, dijo Rakushun con una voz infantil, su elegante y brilloso pelaje
le daba la espalda, “¿Por qué pretendes ser un chico?”
Él se habría dado cuenta cuando le habría puesto el camisón. Ella dijo, “Es peligroso para
una chica viajar sola”.
Él acercó una tetera de loza. Todo lo que preparaba llenaba la habitación de un agradable
aroma. Colocó dos tazas sobre la mesa, levantó la vista hacia ella. “Me estaba preguntando
¿por qué no tienes una funda para esa espada?”.
“La perdí”.
Mientras respondía, incluso ahora, podía recordar cuando perdió la vaina. Cuando cruzaron
el Kyokai, se le había dicho de nunca separar la vaina de la espada. Sin embargo, ningún
desastre había ocurrido por perderla. Obviamente, la advertencia había sido para preservar
la joya.
Rakushun murmuró algo para sí y se subió a la silla. La forma en la que se movía parecía
más a la de una rata imitando a un niño humano. “Si no consigues una vaina para esa cosa,
alguien podría salir realmente herido”.
“Si, una persona podría”, Youko respondió con un tono monótono en la voz.
Rakushun la miró, su cabeza se inclinó a un lado. “Dijiste que venías de Hairou, ¿verdad?”
“Sí”.
“Hairou no está en Kei. ¿No es Hairou un pueblo del condado de Shin, en la costa oeste?”
Si él lo decía, debe ser donde está, Youko pensó sin comprender. No dijo nada.
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“Un kaikyaku fue arrojado ahí y escapó, algo como eso”.
Youko le frunció el ceño. Sin pensarlo, tomó la espada. “¿A dónde quieres llegar?”
“Una chica pelirroja de dieciséis años, la última vez fue vista llevando una espada sin una
vaina. Debe ser considerada una persona armada y peligrosa”. Hizo una pausa y dijo,
“Teñiste tu cabello, Youko”.
“¿Por qué esa expresión tan mortificada? Si hubiera tenido intención de entregarte, habría
estado esperando a que los guardias aparecieran. Escuché que hay una gran recompensa por
tu cabeza”.
Youko quitó la tela que envolvía la espada. Se levantó y blandió la hoja “¿Qué quieres?”
La rata la miró con sus ojos de negro azabache, y movió sus sedosos bigotes. “Tienes un
carácter muy duro”.
“¿Por qué te traje? Bueno, cuando me encuentro con algunos pobres muriendo en el
camino, no puedo simplemente dejarlo ahí. Por lo que te traje a casa. Teniendo en cuenta
que cuidar de ti obviamente significa que no voy a entregarte a las autoridades, ¿no lo
crees?”
Youko no se atrevía a creerlo. Simplemente, el confiar en gente de esa forma fue como
cayó.
“Todos los kaikyaku son enviados a la sede del condado. Si son buenos, son confinados
bajo arresto domiciliario. Si son malos, entonces les sigue el hacha. Si me preguntas, yo
diría que perteneces al segundo grupo”.
“Se dice que tienes algún tipo de magia negra bajo las mangas. Que comandaste a los
youmas para atacar el convoy y utilizaste la oportunidad para escapar”.
169
“Eso es lo qué pensé”. El roedor asintió para sí mismo. “No creí que fuera tan fácil dar
ordenes a un youma. De hecho, no creo que fueras tu quien comandaba los youmas. Creo
que eras tu a quien los youma estaban cazando”.
“Yo… no lo sé”.
“Bueno, de cualquier manera, debes ser una mala kaikyaku. Cualquier persona que tenga
atrás a un youma no puede ser buena”.
“Nueve de cada diez veces, cuando un kaikyaku termina frente al gobernador es la última
vez que oyes hablar de él. Así que naturalmente huirás. Pero ¿Sabes adonde deberías huir?”
Youko no respondió.
Youko le dirigió a Rakushun una larga y severa mirada. No había ninguna expresión en el
rostro del roedor. No podía leerlo en lo absoluto.
“¿Por qué?”
“Creo que no puedo quedarme de brazos cruzados y ver morir a la gente”. Rakushun rió.
“Eso no quiere decir que vaya a derramar lágrimas por ver a algunos bandidos ir a la horca.
Pero, ¿ejecutar a un kaikyaku solo por ser kaikyaku? No, eso es ir demasiado lejos”.
“Bueno, así parece que piensa el Gobierno. Pero creo que hay kaikyaku buenos y malos
como todo el mundo. Es algo raro saber con certeza cual es cual solo por tener una
corazonada”.
“Viejas fábulas”.
“Así es. El Rey de En da refugio a los kaikyaku. En ‘En’, los kaikyaku pueden vivir como
cualquier otro, eso es prueba de que es la gente la mala o la buena, no los kaikyaku. Es por
eso que deberías ir a En. Ahora, ¿por qué no bajas esa escalofriante cosa?”
170
Youko dudó varias veces, y luego bajó la espada.
“Siéntate. Tú té se enfría”.
Youko se sentó de nuevo. No tenía idea de que se traía entre manos Rakushun. . Siempre
que su identidad como kaikyaku era expuesta, era mejor escapar de allí lo más pronto
posible. Pero realmente quería saber más acerca de En.
Youko sacudió la cabeza. Rakushun asintió. Sosteniendo la taza de té, se bajó de la silla. Se
acercó a donde Youko aún sostenía la espada y se inclinó sobre el piso de tierra.
Youko miró el mapa con emociones mezcladas. ¿Podía creerle? ¿Podía estar engañándola?
A pesar de sus dudas se moría por saber. Justo en ese momento, el deseo de saber superó
sus dudas.
“Bordeando Jun al oeste está la Provincia de Nei. Siguiendo el camino principal, entrarás al
condado de Hokuryou. Más allá por el camino, yendo en dirección noroeste, llegarás a
Agan. Es una gran ciudad puerto en el Mar azul, uno de los mares interiores”.
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Rakushun dibujaba el bruto mapa y escribía los nombres con una mano muy fina. “Puedes
tomar un barco desde Agan, en el norte, cruzando el Mar Azul. Tu destino es En”.
Rakushun escribió ‘Enkoku’ como El Reino de En, usando el carácter chino para ‘ganso
salvaje’.”
Pero ¿cómo iba a abordar un barco? Si el puerto era vigilado, sería como poner la soga
alrededor del cuello.
“Estarás bien”, Rakushun rió, como si leyera su mente. “Lo que estoy diciendo es que si
una persona en Shin quisiera escapar de Kou, la manera más fácil debería ser dirigiéndose
al norte y cruzar las montañas hacia Kei. Los guardias nunca hubieran esperado que
tomaras la ruta que tomaste. Que te perdieras puede haber sido una bendición. Los carteles
de ‘se busca’ describen a una chica pelirroja. Haz algo respecto a la espada y nadie sabrá
quien eres”.
Rakushun la miró con sorpresa. “Hey, no pensarás en irte justo ahora, ¿verdad?”
“Pero…”
“Después de llegar al Reino de En, ¿qué entonces? ¿Caminarás por las calles preguntando a
la gente si conocen a un chico llamado Keiki? ¿Sabes como reservar un pasaje en un barco?
¿Cómo pedir asilo en ‘En’?”
Youko desvió la mirada. Comparado a su viaje hasta ahora, solo con un destino fijado en su
mente, un futuro muy diferente se había abierto ante ella. Sin embargo, habría más
obstáculos como los que tuvo que superar. Y estos no equivalían ni a la décima parte de los
que la esperaban.
“No puedes salir así, apresuradamente, sin la más mínima preparación. Si no te preparas
ahora, te encerrarán en un rincón”.
Youko asintió. Aún había una parte de ella que temía caer en una trampa, pero para ese
punto no tuvo más remedio que confiar en Rakushun.
“Así es. Come algo, pon algo de carne en los huesos. Incluso viajando a un ritmo rápido
nos tomará un mes para llegar a Agan”.
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Youko asintió nuevamente. Al menos hasta que tuviera la mayor parte de fuerzas de
regreso. Eso le daría tiempo para averiguar si Rakushun traía algo entre manos. ¿Estaba
haciendo esto simplemente por bondad de su corazón, o era parte de alguna estratagema
profunda? Tenía que llegar a Agan y luego a En. Pero más que eso, primero tenía que
averiguar las verdaderas intenciones de Rakushun.
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Capítulo 38
Rakushun dijo mientras limpiaban después del almuerzo, “Escuché que fue un gran shoku”.
“Las noticias dicen que los cultivos de trigo en la región oriental del condado de Shin
fueron completamente aniquilados. Fue una gran tragedia”.
Youko solo asintió con la cabeza. En algún lugar de su corazón sintió una punzada de
culpabilidad.
“Me parece que hemos tocado un punto sensible. No porque creas que es tu culpa, espero”
“Eso no significa que esté deprimida por ello,” dijo Youko raspando las cenizas del horno.
La cola peluda de la rata se acercó y golpeó suavemente los nudillos de Youko. “Los
shokus no se producen porque los kaikyaku aparecen. Es el shoku el que trae a los
kaikyaku”.
Rakushun le enseñó a depositar las cenizas en una caja de madera. Las brazas restante
fueron almacenadas en otro recipiente.
“¿Qué cosa?”
“¿Qué es exactamente un shoku?” La anciana en Hairou le había dicho que era algo como
una tormenta o tempestad, pero aún no comprendía su naturaleza exacta.
“Ah, entonces tampoco sabes lo que es un shoku. ¿No tienen shokus de donde vienes?”
“No son diferentes presagios en ciertos aspectos, excepto que el sol y la luna no parecen
disminuir. Así que supongo que puedes decir que es como una gran tempestad. Una
tempestad que arroja al aire en el caos. Un shoku lanza a los espíritus en una confusión”.
“Puede haber viento y lluvia. Hay shokus que se parecen a un tifón. Son raros. Terremotos,
truenos, ríos que fluyen hacia atrás, sumideros que aparecen de la nada, cualquier desastre
natural en el que puedas pensar, eso es un shoku. En Hairou, el fondo del Lago Youchi se
levantó y toda el agua se desbordó. El lago entero desapareció del mapa”.
Youko se lavó las manos después de volcar las cenizas. “¿Son siempre tan destructivos?”
174
“Depende. Le tenemos mucho más miedo a los shokus que a los tifones. Nunca sabes que
sucederá durante un shoku”.
Con una seria expresión en su rostro, Rakushun se puso a hacer té como si fuera lo más
importante del mundo. “Por lo que he oído, un shoku es cuando se juntan el acá con el allá.
Cuando las cosas que originalmente están separadas se unen y se superponen entre sí, lo
que sigue son desastres. Yo mismo no lo entiendo, pero es lo que creo que sucede”.
“Acá y allá…”
“El allá es lo que está más allá del Kyokai. Acá es acá. No puedo pensar en otro nombre
para esto”.
Youko asintió.
“El Kyokai rodea la tierra. Más allá de la tierra, el Kyokai continúa por siempre”.
“¿Por siempre?”
“Por siempre, sin final a la vista. Y no habrá ningún final, o así dicen. Exploradores han
navegado en busca del final del Kyokai. Ninguno regresa”.
Subiéndose a la silla, Rakushun le dirigió una mirada de espanto. “Pero por supuesto que lo
es. De otra forma todos ahora estaríamos en dificultades, ¿no es cierto?” Había sorpresa y
risa en su voz.
Rakushun levantó una nuez y la puso sobre la mesa. “En el centro del mundo está Suusan”.
“¿Suusan?”
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Para diferenciarlo de él, Taishan fue cambiado a Houzan. Juntos se llaman Gozan, las cinco
montañas”.
“Bromeas”.
“Alrededor de estas cinco montañas está el Mar Amarillo. Aunque se lo llame mar no es
una masa de agua. Por el contrario, se dice que está lleno de terrenos baldíos escarpados,
desiertos pantanosos, y un mar de árboles”.
Youko prestó mucha atención a los caracteres que él estaba escribiendo. “¿Nunca lo has
visto?”
“No hay forma de que pueda. Cercando al Mar Amarillo están los cuatro Kongou, las
Montañas de Diamantina. Ningún mortal puede vivir dentro de ellas”.
“Las Montañas de Diamantina están rodeadas por cuatro mares. En el norte, noreste, sur,
suroeste, este, sureste, oeste y noroeste, ocho reinos rodean los mares, más allá de ellos está
el Kyokai. Junto a estos ocho reinos hay cuatro grandes islas. Los cuatro reinos isla más los
ocho reinos que rodean el Mar amarillo forman los Doce Reinos”.
176
Youko examinó la disposición geométrica de las nueces. Se veía como una flor, los reinos
que rodeaban el Gozan como pétalos.
“Nada más. Solo el Kyokai que llega hasta el fin del mundo”. Pero, parecía que se lo decía
a sí mismo cuando agregó, “Las historias hablan de una isla lejana en el extremo oriental
del mundo, las leyendas cuentan acerca de un lugar llamado Reino de Hourai. También
conocido como Japón”.
Cuando ella escribió el carácter para sí, definitivamente era Yamato. Youko se mordió el
labio. ¿Era a causa de que el idioma estaba siendo traducido?
Esta vez escuchó claramente ‘Yamato’. Ya que ella conocía esta palabra en su lengua
materna, no necesitaba que fuera traducida. “Deben ser todos cuentos, pero cuando uno
escucha a lo que dicen los kaikyaku, parece que, sin duda, hay un país llamado Yamato.
Buques han navegado en busca de Yamato. Nunca regresan”.
Si realmente existía Japón en los confines del Kyokai, podría ser posible llegar navegando
por el este. Pero Youko sabía que las posibilidades eran pocas. La única forma de regresar a
casa era a través de la sombra de la luna.
“También hay una leyenda que dice que en lo profundo de las Montañas de Diamantina hay
un lugar llamado Kunlun. Más allá de Kunlun está China. China es el hogar de los
sankyaku, los visitantes (kyaku), más allá de la montaña (san o zan)”. Rakushun escribió el
carácter de Han para representar China.
“¿Sankyaku? ¿Quieres decir que hay otras personas que quedan atrapadas en este lugar, no
solo los kaikyaku?”
“Así es. Los kaikyaku aparecen en las costas del Kyokai. Los sankyaku deambulan al pie
de la Montaña de Diamantina. No hay muchos sankyaku en este reino. Seas kaikyaku o
sankyaku, tienes que correr por tu vida”.
“Imagínate”
“Han o Yamato, la gente normal no puede ir y venir. Solo los youmas o los hechiceros, que
son asistentes en la montaña, gente de alto rango, pueden. Cuando ocurre un shoku, gente
de allá quedan atrapados en corrientes. Esas personas son los sankyaku y los kaikyaku”.
“Huh”.
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“Se dice que la gente de Yamato y de Han viven en casas hechas de oro y plata, tachonadas
con joyas. Sus reinos son tan ricos que los agricultores viven como reyes. Se elevan en el
aire y pueden correr miles de kilómetros en un solo día. Incluso los bebes tienen el poder
para derrotar a los youmas. Los youmas y los hechiceros tienen poderes sobrenaturales
debido a que viajan otros mundos y beben de fuentes mágicas en lo profundo de las
montañas”.
Rakushun miró a Youko expectante. Youko sacudió la cabeza con una triste sonrisa. Que
extraña conversación que era. Si alguna vez regresaba a su mundo nunca le creerían.
Cuentos de hadas, dirían. Y acá, su mundo también era un cuento de hadas. Rió para sí
misma. Alo largo había creído que este era un mundo extraño y misterioso. Pero al final,
¿no era ella y el lugar de donde venía más extraño?
Debe ser por eso, concluyó por fin, los kaikyaku eran cazados como perros.
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Capítulo 39
Por un largo y silencioso momento, Youko pensó sobre el pasado y el destino de tantos
kaikyaku, Dijo, “Los kaikyaku que terminan acá son matados automáticamente porque
todos asocian a los kaikyaku con un shoku”.
“Soy estudiante”
“Sí, sí”, dijo Rakushun excitado. “Hay kaikyaku que poseen habilidades que nosotros no,
que saben cosas que nosotros no. Oí que pueden sobrevivir con la protección de poderosos
patrones… ¿no te parece?”
Pero, por supuesto, pensó Youko, con una sonrisa irónica. No conocía nada que valiera la
pena de este mundo. “¿Conoces alguna manera de regresar a Yamato?”
“Eso no puede ser verdad. Si llegué acá, entonces debe haber una manera de irme”.
Por el tono de voz de Youko, los bigotes de Rakushun cayeron. “Ningún mortal puede
cruzar el Kyokai, Youko”.
“Incluso si fuiste capaz de llegar aquí, no hay manera de irse. Nunca escuché de algún
kaikyaku o sankyaku que regresara a su país de origen”.
“Eso no puede estar bien”. Youko simplemente no podía aceptar que no era posible. “¿Qué
hay de otro shoku? Podría esperar otro shoku e irme de la misma manera en la que llegué”.
No, no puede ser verdad, se dijo Youko a sí misma fervientemente. Si no podía ir a casa,
entonces Keiki debió habérselo dicho. Él no había dicho nada de eso. Ella no había notado
nada en su actitud que sugiriera que era un viaje solo de ida.
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“Así es. Con un hombre llamado Keiki”.
“Sí. Este tipo llamado Keiki, él me trajo acá. A decir verdad, fue por el kochou y el resto de
ellos que me estaban persiguiendo. Él dijo que era para protegerme que tenía que venir acá”
Miró a Rakushun. “Por lo cual supuse que una vez que estuviera a salvo podría regresar.
Eso tiene sentido, ¿no? Él dijo que si realmente deseaba ir a casa, él me llevaría”.
“Tonterías”.
“Keiki tenía a esas criaturas con él, que pueden volar por el aire. Animales que pueden
hablar, como vos. Como era en línea recta, iba a ser un viaje de un solo día, eso fue lo que
dijo. No es la clase de cosas que dirías si fueras de viaje del cual no regresarías, ¿verdad?”
Youko habló como si abogara por su caso ante un juez. Durante un tiempo Rakushun no
dijo nada.
“¿Rakushun?”
“Realmente no lo sé. Pero diría que algo realmente importante está pasando”.
“Es algo muy grande. Si un youma como un kochou se presenta por acá, sería algo muy
serio. Cada ciudad dentro del rango del grito se vaciaría. Y estás hablando de kochou yendo
tras una persona, y tan lejos como al otro mundo. Esta es la primera vez que oigo algo
como eso. ¿Y además un hombre llamado Keiki te trajo acá?”
“Así es”.
“Se dice que los youmas y los hechiceros y sus parientes y amigos puedes ir y venir. Y por
esta persona, Keiki, no importa que clase de ser sea, ¿llevarse a alguien con él? Eso es
nuevo en el libro. Lo que sea que haya pasado, no creo que sea quien lo descubra. Pero se
esto: definitivamente no es el tipo de cosa que sucede regularmente”.
Después de ponderar el asunto por un rato, Rakushun miró a Youko con sus ojos de negro
azabache. “Así que, como están las cosas ahora, ¿qué quieres hacer? ¿Mantenerte a salvo a
toda costa? ¿O ir a casa?”
“Quiero ir a casa”.
Rakushun asintió. “Como lo esperaba. Pero no es algo que sepa como hacer. En cualquier
caso, creo que deberíamos ir a En”.
180
“No puedes esperar mucha ayuda de los funcionarios del gobierno o de los Señores
provinciales. Creo que lo mejor sería ir a En y pedir ayuda directamente al Rey de En”.
Youko miró con asombro a los caracteres que Rakushun estaba escribiendo. “¿El Rey de
En? ¿Estás hablando del Rey?”
Rakushun asintió. “El Reino de En ha sido gobernado por generaciones por el rey conocido
como el de En”.
“No lo sé”.
“Lo que sí sé es que es mejor que quedarse acá en Kou. Al menos mejor que rogarle al Rey
de Kou. Quizás porque el Rey de En es un taika”.
“¿Un taika?”
“Significa fruto del útero. La forma en que los chicos nacen en el otro mundo. Es muy raro
acá. Un taika es una persona de este mundo que por error nació en el otro mundo”.
“Realmente es raro. Pero, aún así, me resultaría difícil decir si se trata de haber nacido allí
por error que es raro, o que acaban volviendo acá es raro”.
“Huh”.
“Hay tres taika muy conocidos: El Rey de En del Reino de En, El Saiho de En, y el Saiho
del Reino de Tai”.
“¿Saiho?”
“Un consejero o asesor del rey. Se habla de que el Tai-saiho ha muerto. El paradero del Rey
de Tai es desconocido. El reino está en crisis y nadie quiere ir cerca del lugar. Realmente
deberías fijar a En como tu destino”.
Youko se encontró un poco superada, en parte porque su cerebro de repente fue llenado con
tanta información, y aparentemente porque una visión completamente nueva de las cosas
había aparecido frente a ella.
Ir a visitar al Rey… eso estaba a la par de visitar al primer ministro o presidente. ¿Era eso
posible? Al mismo tiempo, las posibilidades de quedar atrapada en tales enfoques la
dejaron mareada y confusa.
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Cuando regresó todo esto a su cabeza, escuchó el sonido de unas pisadas en el exterior.
182
Capítulo 40
La puerta principal se abrió, revelando la figura de una mujer de mediana edad.
“Rakushun”, dijo.
La rata levantó la cabeza. “Hola, mamá”. Le temblaban los bigotes nerviosamente. “Recogí
al huésped más interesante”.
Youko no puedo hacer nada más que quedarse embobada. Esa persona era definitivamente
una mujer y definitivamente una humana. La mujer miró a Rakushun y a Youko con una
expresión de sorpresa en el rostro. “Un invitado dices. ¿Y quien es esta muchacha?”
“La encontré en el bosque. Tocó tierra en el condado de Shin durante el último shoku”.
No me digas, la mujer murmuró para sí, dirigiéndole a Rakushun una severa mirada.
Youko retrocedió los hombros. ¿Habría oído esta mujer los rumores de un kaikyaku que
escapó de Shin? ¿Y si lo había hecho, le daría refugio como lo hizo Rakushun?
“Sí, fue bastante terrible”. La mujer se volvió a Youko, quien estaba conteniendo la
respiración por la expectativa. Le sonrió, miró a Rakushun. “¿Qué diablos has estado
haciendo? Está bien, ya revisaré que tienes tú. ¿Has cuidado bien de ella?”
“Ciertamente”
“Bueno, esperemos”. Riendo, la mujer miró a Youko con ojos brillantes. “Lamento no
haber podido estar acá. Tenía algunas cosas que atender. Espero que Rakushun haya hecho
un buen trabajo haciéndose cargo de tus necesidades”.
“Um… sí”. Youko asintió. “Tenía una fiebre muy alta y apenas podía moverme. Él fue una
gran ayuda. Estoy muy agradecida”.
¡Cielos! decía le expresión de la mujer. Se acercó a Youko. “¿Estás bien? ¿Deberías estar
levantada?”
Mientras respondía, Youko buscó el rostro de la mujer. Ella estaba bien con Rakushun
porque él no era humano. Pero ella no podía estar segura de esta persona.
“Siendo ese el caso, es otra razón para ir a buscarme. Él no usa siempre la cabeza”.
Rakushun levantó la nariz un poco molesto. “La cuidé bien. Ves, está bien curada”.
La mujer miró la cara de Youko. “¿Bien curada, dices? ¿Todavía te duele algo? Quizás
deberías volver a la cama”.
183
“Me siento mejor. En serio”.
“Así parece. Pero ¿para qué estás usando estas viejas cosas? Rakushun, tráele un kimono”.
Youko miró como la mujer cerró la puerta de entrada, pasaba junto a ella y salía por la
puerta trasera al pozo.
Cuando Rakushun regresó, trayendo un kimono que parecía un ligero sobretodo, ella le
susurró, “¿Tu mamá?”
No podía dejar de preguntarse si su padre era un humano o una rata. “¿Tu verdadera
madre?” preguntó con cautela.
Rakushun le respondió con una mirada de desconcierto. “Por supuesto que es mi verdadera
madre. Ella es quien me recogió”.
“¿Recogió?”
Rakushun asintió. “Ella me recogió… el fruto que me sostuvo… del riboku, el árbol
familiar”. Se detuvo de repente, como si algo se le hubiese ocurrido. “¿Es cierto que en el
otro mundo los niños nacen del estómago de las mujeres?”
“¿La fruta nace dentro del estómago? Pero, entonces ¿cómo la recoges? ¿Cuelga del
vientre?”
“¿El ranka?”
“La fruta huevo. Como de este tamaño.” Abrió los brazos como si llevara una canasta. “Es
una fruta amarilla. Adentro está el niño. Crece en una rama del riboku. Los padres van y
recogen una. ¿No crecen frutas huevo allá?”
“Bueno, no”. Youko se llevó las manos a las sienes. Lo qué debería ser sentido común, acá
claramente no lo era.
184
Rakushun la miró expectante. Youko sonrió para cubrir su timidez. Dijo, “Allá, un niño se
forma en el vientre de su madre. Su madre le da a luz”.
“Oh Dios…”
Youko estaba sosteniéndose la cabeza cuando la madre de Rakushun regresó. “El té está
listo”, dijo. “¿Tienen hambre?”
Como Takushun la puso al tanto de Youko, su madre preparó algunos bollos como pasteles.
“Y entonces,” dijo Rakushun, rompiendo el gran bollo en pedazos con sus manitos,
“estábamos pensando en el mejor curso de acción para ir a En y averiguar algunas cosas
ahí”.
“Con eso en mente, la llevaré tan lejos como a Kankyuu. Necesitaremos conseguir algo de
ropa que pueda llevar con ella”.
Su madre miró a Rakushun a los ojos. Dijo bruscamente, “Van a hacer ¿qué?”.
“No hay nada de que preocuparse. ¡Estaré allí y regresaré antes de que lo notes! Ella no
sabe donde están las cosas, así que le mostraré el camino. Estás tan dura como piedra,
mamá. Estarás bien por tu cuenta, ¿verdad?”
Su madre miró a Rakushun por un tiempo largo, luego asintió. “Bueno, está bien. Sean
cuidadosos”.
“Rakushun,” interrumpió Youko “aprecio que te preocupes por mí, pero no quiero causarles
más problemas. Una vez que me muestres el camino, creo poder darme cuenta de las
cosas”.
“Youko, si fuera simplemente llegar a En, asumiendo que estuvieran en posición de hacerle
una petición al rey, nunca podrías hacerlo por tu cuenta. Incluso conociendo el camino,
tomaría al menos tres meses para llegar al palacio de Kankyuu. Mientras tanto, ¿qué vas a
comer? ¿Dónde te vas a hospedar? ¿Cómo pagarás por las cosas?”
185
Youko no pudo contestar.
“Éste no es un viaje que quieras tomar por tu cuenta. Lo dijiste tu misma, no conoces nada
de este mundo”.
Mientras hablaba, dirigió sus ojos a la esquina donde su espada estaba envuelta. Tal vez
sería mejor tener a Rakushun de ayuda en el camino. Tanto él como su madre parecían estar
dispuestos a darle cuanta ayuda pudieran darle, aunque esa no era necesariamente la
verdad. Ya sean amigos o enemigos, no podía estar completamente segura. Pero mientras
ellos supieran a donde se dirigía, ella no podía darse el lujo de correr riesgos. Si se le
informaba a las autoridades tan pronto como ella se fuera, lo que la esperase en Agan no
sería un barco sino una jaula.
186
Capítulo 41
Habían pasado cinco días desde que había salido con Rakushun. Al menos él y su madre la
habían tratado como si simpatizaran con su situación, y le dieron tiempo para descansar y
recuperarse.
“No tienes idea de que se traen entre manos esos dos”, sermoneó el mono azul. Eso no era
nuevo para ella.
La mamá de Rakushun hizo los preparativos para su viaje. A pesar de que subsistían con un
ingreso aún menor que el de Takki, fue capaz de reunir un cambio de ropa para Youko. La
ropa era áspera y lisa, parecía estar hecha para un hombre. Youko supuso que le había
pertenecido al padre de Rakushun.
Esto solo hizo a Youko más cautelosa. Ella no podía creer que ellos fueran un par de
buenos samaritanos. Ella estaba bien con Rakushun por su aspecto no humano. Pero no
tenía el valor para confiar completamente en su madre.
“¿Por qué hacen tanto para ayudarme?” preguntó. Ellos habían dejado la casa de Rakushun
y por fin habían desaparecido de la vista. Ella no podía soportar más no saberlo.
Rakushun se acarició la barba con sus patas delanteras. “Bueno, es porque estabas
completamente sola y tenemos que llegar a Kankyuu”.
“¿De qué estás hablando? La vista en Kankyuu no son del todo malas, o eso he oído. Un
lugar muy interesante. Es como el otro mundo, probablemente porque es de ahí de donde
viene el rey”.
La rata llevaba una mochila en la espalda. Se rascó la piel del pecho. “Bueno, mírame. Soy
un hanjuu”.
“¿Un hanjuu?”
187
“Un mitad bestia, un quimera. Al Rey de Kou tampoco le gustan los hanjuu. Odia a los
kaikyaku, odia a todos los que son diferentes”.
Youko asintió.
“No hay muchos kaikyaku en Kou. La mayoría de los kaikyaku tocan tierra en los reinos
del este. Pero cuando digo ‘la mayoría’, de hecho, los números reales no son tan grandes”.
“¿Cuántos?”
“Me gustaría decir que uno aparece cada par de años o por ahí”.
“Huh,” dijo Youko. Incluso eso era más de lo que ella hubiera imaginado.
“De cualquier modo, el mayor número de kaikyaku se encuentra en Kei, quizás porque Kei
es el reino más oriental. Después de eso, En y Kou. No hay muchos hanjuu in Kou. No
podría decirte porque o en que grado”.
“Más de los que hay en Kou. Yo soy el único hanjuu de estos lados. El Rey no es una mala
persona, pero tiene sus prejuicios. Él Tarata con severidad a los kaikyaku y mantiene su
distancia con los hanjuu como yo”. Rakushun movió nerviosamente sus bigotes. “no quiero
presumir, pero soy la fruta más astuta de por aquí”.
“Sin embargo, todo eso no me convierte en un ser humano completo. Porque nunca voy a
ser nada más que un mitad bestia. Esto se grabó en piedra cuando nací de esta forma. No
ser capaz de hacer otra cosa no lo hace culpa mía”.
Youko respondió con una leve inclinación de cabeza. A pesar de que entendía vagamente a
lo que quería llegar, no apaciguaba ninguna de sus dudas.
“Un kaikyaku es lo mismo. Matar a un kaikyaku por ser un kaikyaku es algo que no puedo
aceptar”.
“De hecho”.
Rakushun rascó bajo sus orejas. “¿Sabes lo que es un joushou? Es una academia del
distrito. Yo era el primero en mi clase y fui recomendado por el decano de la universidad
provincial. Si yo hubiera ido a la universidad podría haberme convertido en un funcionario
del gobierno local”.
188
“¿Es un distrito más grande que un condado?”
“Más grande que una prefectura. Hay un puñado de distritos en una provincia. Cuantos sean
depende. Cada distrito tiene cuatro prefecturas con una población de doce mil quinientos.
Hay cinco condados en una prefectura”.
“Huh”. Ella había tenido un rato difícil metiendo en su cabeza un número como cincuenta
mil.
“De hecho, solo llegué hasta la academia del distrito después de que mi madre lo pidiera
una y otra vez, y finalmente logró que me admitieran. Si mis notas eran buenas, sabía que
podía ir a la universidad y convertirme en un funcionario del gobierno. Por ser un mitad
bestia, no iba a conseguir ninguna asignación. Pero incluso sin ninguna asignación, podría
conseguir una vida decente para mí. Sin embargo, como resultado, no se permite que los
hanjuu entren a las universidades provinciales”.
“Oh”.
“Para pagar mis estudios en la academia del distrito, mi mamá terminó vendiendo su propia
asignación”.
“¿Y ahora?”
“Y ahora es una arrendataria. Cultiva las tierras alquiladas a uno de los hogares más ricos
de la zona”.
“¿Y la hacienda?”
“Las haciendas son concedidas por el ejecutor de las tierras públicas. Después de conseguir
el permiso del gobierno, las nuevas tierras de cultivo son llamadas haciendas. Sin embargo,
mi mamá puede trabajar la tierra, pero yo no. La gente no se las alquila a los hanjuu. Los
impuestos son muy altos”.
“Entre los hanjuu, también hay algunos que se ven como osos o vacas. Son más poderosos
que los humanos ordinarios. Pero a lo que viene es que al rey no le gustan los hanjuu. Eso
es todo”.
“No nos odia tanto como a los kaikyaku. No puedo decir que somos arrestados o
ejecutados, o cosas por el estilo. Pero no nos cuentan como parte del censo oficial. Es por
eso que no nos dan habilitaciones puestos de trabajo. Mi mamá tiene que trabajar para los
dos. Es por eso que somos tan pobres”.
189
“Oh”.
Así que no era todo por bondad de su corazón, pensó Youko cínicamente. No había maldad
en su corazón, pero este tampoco era un acto altruista.
Hubo un sarcasmo en su voz que hizo que Rakushun se detuviera y la mirara por un
momento. Pero mantuvo la boca cerrada.
Youko no dijo nada más después de eso. Todo el mundo mantiene su propio bienestar en
primer lugar dentro de la mente. Cuestiona un acto de caridad con suficiente profundidad y
descubrirás un núcleo de egoísmo en él. Por eso no le dolió nada de lo que Rakushun dijo.
Por supuesto, pensó Youko. Por eso es que no engañamos los unos a los otros. Al final,
sólo somos uno. No importa quien seas, nadie puede vivir con el bienestar de otra persona
en la mente.
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Capítulo 42
Esa noche llegaron a una ciudad llamada Kakuraku, una ciudad tan grande como Kasai.
Youko había viajado con una persona de este mundo antes, pero en comparación, tenían un
presupuesto más apretado. Cenaron en un puesto de carretas y pasaron la noche en la
posada más barata. Una sola noche costaba cincuenta sen, y por eso conseguías una cama
en una habitación grande dividida con paneles plegables. Como Rakushun estaba pagando
la cuenta, Youko no estaba en posición de quejarse.
Rakushun hizo pasar a Youko como su hermano menor. Si nadie tenía problemas con él
teniendo una madre humana, entonces no tendrían problemas en que tuviera un hermano
humano. Y, de hecho, nadie les echó un segundo vistazo.
“Así es, Los cuatro Grandes Reinos son el reno más oriental Reino de Kei, el más austral
Reino de Sou, el más occidental Reino de Han, y el más septentrional Reino de Ryuu. Los
Grandes Reinos no son particularmente más grandes que los Principados, pero así se los
llama. Los Principados son En Shuukoku, Kyou Shuukoku, Sai Shuukoku y Kou
Shuukoku. Los cuatro Reinos Islas son Tai, Shun, Hou y Ren”.
“En otras palabras, ¿Tai Kyokukoku, Shun Kyokukoku, Hou Kyokukoku y Ren
Kyokukoku?”
“Correcto. Cada uno es gobernado por un rey, El Rey de Kou es conocido como el rey de la
Montaña. Su palacio está en Gousou, en la Provincia de Ki. Se lo llama Suikou, el Palacio
de Bambú Verde”.
“En esa dirección, más allá de las montañas hay una montaña que llega hasta el cielo. El
Monte Gousou. En la cima está Suikou, el Palacio de bambú verde. Alrededor del pie de la
montaña está la ciudad de Gousou”.
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“No bromees”.
“Desde ahí el rey gobierna el país. Nombra a los Señores Provinciales, promulga las leyes y
asigna las tierras públicas a la gente”.
“Los Señores Provinciales son, de hecho, los gobernadores de cada provincia. Son
responsables de la disposición de las tierras provinciales, el bienestar de los ciudadanos, y
la conducta de los militares. Ellos formalizan el censo, recaudan los impuestos, y movilizan
las tropas en tiempos de emergencia”.
“Es el trabajo del rey proporcionar las directivas para la administración del gobierno”.
Realmente ella no lo entendía, pero quizás era como el sistema federal de Estados Unidos.
“El rey establece lo que se conoce como la Ley de la Tierra. Los Señores Provinciales
también pueden legislar, pero no pueden ir en contra de la Ley de la Tierra. Y tampoco
puede la Ley de la Tierra violar los Decretos Divinos”.
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“¿Los Decretos Divinos?”
“Huh. Entonces, ¿quién decidió que era la Gran Columnata? No me estarás diciendo que es
algún tipo de Dios, ¿no?”
Bueno, rió Rakushun entre dientes. “La historia es así de largo, hace mucho tiempo,
Tentei… el Señor Dios de los Cielos, el Creador Divino… venció los Nueve Dominios y
los cuatro Dominios Bárbaros que componían los Trece Reinos. Cinco dioses y doce
mortales fueron separados del resto del mundo, se crearon cinco montañas y prescindidas
por Seioubo, la Reina Madre del Oeste. El reino rodeado por las cinco montañas fur
transformado en el Mar Amarillo. Los cinco dioses fueron nombrados los Reyes Dragones
de los cinco mares”.
“Así es. A cada uno de los doce restantes se les dio una rama de un árbol. Una serpiente se
enroscaba en cada rama, y cada rama tenía tres frutas. Las serpientes se desenroscaron de
las ramas y levantaron el cielo hasta el cielo de los cielos. Las frutas, a su vez, cayeron
creando, la tierra, el reino y el trono. Entonces cada una de las ramas se convirtió en un
pincel de caligrafía”.
“Las serpientes son los pilares de la Gran Columnata, la tierra representa el censo, los
reinos significan las leyes, y los tronos simbolizan la justicia y la virtud, o el Saiho y los
ministros del reino, y el pincel registra la historia de las personas”. Rakushun crispó los
bigotes. “En ese tiempo ninguno de nosotros había nacido, por lo que nadie sabe como es
realmente”.
“Naturalmente”. Cuando ella era mucho más joven, había leído libros chinos sobre mitos de
la creación en cuentos para chicos. Ahora no recordaba nada de eso. Aún así, era difícil que
pudiera haber alguna similitud. “Supongo que éste Tentei es el Dios principal, ¿no?”
¿Rezarle? Parecía que decía Rakushun, inclinando la cabeza a un lado. “Bueno, si rezaras
por un niño, sí, le harías la petición a Tentei”.
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“Si rezaras por riqueza y prosperidad, le harías la petición a Gyoutei, el Dios de Agosto.
Hablando de eso, hay sectas que adoran a Gyoutei. Y de la misma manera, para escapar de
las inundaciones, hay quienes buscan a Utei. Para escapar de los youma, está Koutei”.
Youko fue sorprendida por eso. “Sí, pero si hay una inundación, ¿no va a causarle
problemas a todos?”
“Para prevenir las inundaciones, el rey ordena que se construyan diques y presas”.
“No habrá hambruna en esos tiempos, ¿no es para eso que el rey se encarga de la
distribución de la comida?”
No lo entiendo en lo absoluto. Lo que ella entendió era que estas personas no eran en lo
absoluto como la gente que ella conocía. “Así que lo que estás diciendo es que, nadie reza
para pasar una prueba, o ahorrar dinero, o cosas como esas”.
Era el turno de Rakushun de sorprenderse. “¿Qué cosas como esas no dependen del
esfuerzo de cada individuo? ¿Cómo harías para orar por ellos?”
“Si estudias para el examen, entonces aprobarás. Si trabajas duro, ganarás dinero. ¿Qué se
supone que se logre al rezar por ello?”
Así que de eso se trata todo. Youko rió cínicamente para sí misma. Nadie cruzaba los
dedos, nadie le hacía promesas a Dios. Así que si tenías la oportunidad de vender a un
kaikyaku como esclavo, te haces un poco de lado, hey, ¿cuál es el problema? Basura no, no
queremos.
“Sí, supongo que así es”, murmuró, pero hubo una frialdad en sus palabras que hicieron que
Rakushun la mirara y sus bigotes cayeran en decepción.
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Era algo que por lo general se jactaba solo para sí, pero Rakushun era un buen estudiante y
tenía una mente bastante aguda. Le resultaba doloroso pensar que a pesar de eso, debía
convertirse en una carga para su madre, y solo porque era un hanjuu mitad bestia.
Rakushun quería preguntar más acerca de Youko y Japón, pero ella no tenía nada más que
decir.
195
Capítulo 43
La noche se acercaba. Goryou, la ciudad en la que planeaban pasar la noche, acababa de
aparecer en la vista.
Los viajeros que se desplazaban rápidamente por el camino creaban una aglomeración de
gente delante de las puertas. Youko se encontró atrapada entre ellos y apretó el paso. Estaba
a cuatrocientos sesenta metros de la puerta. Como si fuera para apurarlos, desde el interior
de las puertas un gran tambor comenzó a tocar. Cuando el tambor dejara de sonar, las
puertas cerrarían. Todo el mundo comenzó a correr. A esto se le añade la multitud atascada
en las puertas. Entonces, alguien entre la multitud comenzó a gritar.
Como si se esparciera la voz, una persona, luego dos, luego muchas más se dieron vuelta y
miraron hacia el cielo. Acá y allá, la multitud se paralizó. Notando con gran sospecha,
Youko miró hacia atrás. Ya se podía ver claramente la silueta de una gran ave. Una gran
ave como un águila con un cuerno. Y había ocho de ellos.
“¡Kochou!”
Los gritos resonaron, la ola de gente se precipitó hacia Goryou. Youko y Rakushun salieron
corriendo a toda velocidad, pero era obvio que el kochou llegaría antes que ellos.
Con total desprecio hacia la masa de personas, las enormes puertas comenzaron a cerrarse.
Esos idiotas. Sin duda tienen derecho a defenderse de los kochou, pero incluso si no
hubiera nadie más que quienes están dentro de las puertas, ¿que bien haría cerrar las puertas
contra esos monstruos voladores?”
“¡Esperen…!”
Tomando distancia entre ella y la marea humana, Youko corrió hacia la ciudad. Se permitió
una risa hueca.
Incluso siendo atacados por los youmas, ellos no esperan nada de sus Dioses. Así que no
les molesta derribar a la gente delante de ellos para llegar más rápido. Sin embargo, las
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puertas se cerraban sobre los viajeros como si no estuvieran allí. Estuvieran o no siendo
atacados por los youmas, ¿no era para mantenerlos atentos? ¿Y no era ser rescatado o no
únicamente el producto de sus esfuerzos?
“Locos,” dijo en voz alta. Esta masa no puede ser más impotente.
Ese sonido se acercaba, como el llanto de un bebé que llora. Youko se detuvo en el lugar.
Corriendo a su lado, Rakushun miró atrás y le gritó, “¡No, Youko, es inútil! ¡No lo
lograremos!”
El kochou que daba vueltas estaba ahora tan cerca que Youko podía ver las manchas en su
pecho. Mirándolo, volvió a hacerle un gesto a Rakushun para que fuera hacia la puerta. Ella
desató la tela que cubría la espada. Esa sensación familiar se arrastró por su piel. Estaba
acostumbrada al toque de Jouyuu para ese momento y no lo encontró desagradable en lo
absoluto. Una sonrisa llegó a sus labios.
No es inútil.
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Los kochou estaban gastando su tiempo. Solo había ocho de ellos y la espada podría
fácilmente atravesar su carne grasosa. Mientras que los enemigos fueran más grandes el
objetivo también. En los intervalos en que se deslizaban, sería bastante fácil quitarlos.
Había pasado un tiempo desde que estuvo frente a frente con sus enemigos. Su alegre yo lo
había estado esperando. Sus heridas habían sanado, tenía energía de sobra, y no tenía dudas
acerca de derrotarlos. Escuchar los gritos de la gente que no podía hacer nada, sino correr…
muchos de los cuales en otro momento estarían cazándola… hizo que la emoción le
recorriera la columna.
Un olor rancio flotaba en el viento. Se preparó ella misma como la bandada de kochou
hacia ella. La sangre hervía en sus venas, el sonido de la furia de los mares rugió en sus
oídos.
Es por eso que encontrarse con sus enemigos en el campo de batalla era una gran alegría.
Ella derribó al primero que fue contra ella, y al segundo. En el momento en el que tenía
cuatro abajo y cuatro a caer, el camino era un río de sangre. El quinto cayó sobre ella como
un avión que se estrella. Ella le cortó la cabeza, y esquivó al sexto. El sexto le rozó con sus
garras, rasgó a un grupo de viajeros detrás de ella y se elevó de nuevo en el aire.
Youko se mantuvo firme en el duelo e hizo su trabajo. Hace mucho tiempo se había
acostumbrado al olor de la sangre, la sensación de cortar carne y hueso. El espectáculo de
los cadáveres ya no despertaba en ella ningún sentimiento sensible. Para defenderse y
matar, para extraer sangre y retirarse, cuando se trataba de eso, era lo único que le
importaba.
Derribó al séptimo y miró al cielo. El octavo kochou se mantenía volando en una altitud
baja, dando vueltas, como si estuviese confundido acerca de que hacer a continuación. El
crepúsculo que caía volvió al cielo de color teja. La oscura sombra del ave youma pasó por
encima de ella. Sin importar que poderes le diera Jouyuu, no podía perseguir a un kochou
por el cielo.
“Vamos, baja”, Youko murmuró para sí. Ven al alcance de mis garras.
Como ella miraba a la sombra dar vueltas, también buscó en el paisaje desde las esquinas
de sus ojos. Sus enemigos habían aparecido en la luz del día. Y eso significaba que la
mujer, la mujer de cabellos dorados, tenía que estar en alguna parte.
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Si ella estaba en cualquier lugar cercano, Youko la agarraría. Ella no podía hacerlo ahora.
La agarraría y averiguaría lo que estaba haciendo. Y si la mujer no tenía nada que decir,
Youko podía estar bastante segura de que cortarle un brazo la haría hablar.
Mientras daba vueltas con las posibilidades en su mente, se encontró aterrada. ¿De dónde
venía tal ferocidad? Como si la naturaleza de la bestia se le estuviera revelando. O quizás
estaba simplemente intoxicada por tanta sangre.
¿Un youma considera su vida como tan preciosa? ¡No habían tenido problemas atacando a
la gente hasta ahora! Youko soltó la espada y la hundió en el cuerpo de un kochou a sus
pies. “¡No vienes a mí!” gritó con la intención de ser entendida, “¡Voy a cortarte tu cuerpo
en pedacitos! Como a una manzana, ¿eh?”
El kochou que daba vueltas de repente cayó a la tierra, golpeando la como una flecha. En
un segundo, Youko arrancó la espada del cuerpo, tirando la sangre que brotaba, del acero,
se defendió de las afiladas y ganchudas garras, y movió la espada hacia las patas del ave.
El ave lanzó un extraño grito, batió sus alas. Un gran viento la sacudió como si el ave
tratara de regresarse al aire, y a ella junto a él. Youko pisó sobre sus patas, liberó la espada
y hundió la hoja en el torso de la bestia. Ella no sintió ninguna respuesta inmediata a su
estocada, pero cuando retrocedió de un salto, quitando la espada, la sangre se derramó en el
suelo.
Era un trabajo fácil después de todo. Incapaz de mantenerse en alto, la gran ave se estrelló
contra la tierra. Después de un segundo y tercer golpe, encestó el golpe de gracia y cortó la
cabeza. Nada alrededor se movía mientras ella movía la espada en un gran arco, quitándole
la sangre.
No solo los kochou, sino la gente también yacía en montones cobre el camino. Ella podía
oír el gemir, por lo que significaba que no todos estaban muertos. Desapasionadamente,
observando todo esto, limpió la espada con el cuello del kochou. Se recordó a sí misma, no
dije que quería que alguien viniera conmigo.
“¿Rakushun…?”
Cuando volvió a mirar hacia Goryou, solo pudo ver que las puertas ya se habían abierto lo
suficiente como para dejar pasar una fila de soldados.
Volvió a examinar el terreno entre ella y las puertas de la ciudad. Acierta distancia de ella
estaba la criatura caída. Su pelaje gris estaba empapado con sangre que lo había convertido
en un rojo oscuro.
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“Rakushun”.
Ella comenzó a correr hacia él, entonces volvió a mirar a las puertas de la ciudad. Los
soldados que cruzaban las puertas se estaban gritando los unos a los otros, pero ella no
pudo entender que estaban diciendo. Calculó la distancia a Rakushun y la distancia de él a
las puertas. Ella no podía juzgar la severidad de sus heridas desde ahí, pero dudaba que toda
sangre que enturbiaba su pelaje proviniera del kochou retorcido en el suelo cerca de ella.
Youko agarró la joya que colgaba de su cuello. No sabía si la joya funcionaba con todos o
si, como la espada, solo respondía a ella. Pero si la joya no era particularmente personal,
seguramente ayudaría a Rakushun.
Pensando en eso, se aferró a la joya, incapaz de moverse. Ella debía correr hacia él,
determinar el estado de sus heridas y ver si la joya tenía el poder para ayudarlo. En lo que
se refería a Rakushun, esa sería sin duda la mejor opción. Pero todo el tiempo en el que ella
lo estuviera curando con la joya, los soldados se estarían acercando. Y la distancia entre
ellos no era tan grande.
Parada allí, en medio de los cuerpos caídos, Youko se destacaba como un pulgar morado.
Cualquiera observando desde lejos habría visto al kochou ir tras ella y sabría que había sido
ella quien los venció. Eso se le haría a cualquiera más que sospechoso.
Ella tenía una espada sin funda. Les tomaría dos segundos para notar que su cabello estaba
teñido. Que ella era una kaikyaku estaba tan claro como el agua.
Pero si me voy ahora… Miró al inmóvil ser boca abajo. Ella no creía que Rakushun les
informara sobre ella si ella escapaba ahora y lo abandonaba ahí.
La espada que era el delgado paquete que llevaba… el color de su pelo teñido… vestida
como un hombre… viajando a En desde Agan… si tales cosas eran reveladas, la soga
apretaría rápidamente alrededor de su cuello. Pero ella no tenía la fuerza física para
transportar a Rakushun junto a ella.
Por el bien de Rakushun, ella tenía que volver. Y por su propio bien…
¿Estás loca? Preguntó una voz dentro de su cabeza. ¿Quién estaba exhortándola para hacer
tales cosas? Ella no tenía tiempo para adivinar. Si Rakushun hablaba demasiado, Youko no
duraría mucho. Ella no podía volver. Estaría lanzando su propia vida. No podía dejar a
Rakushun de lado así. Era muy peligroso.
Si ella volvía, lo mejor que podía hacer era encontrar el bolso de Rakushun y llevárselo
ella. Al menos tendría la oportunidad de salir de esta difícil situación. Ella tenía tiempo de
hacer eso, y nada más.
200
La puerta se abrió más. Más y más personas salieron corriendo. Le echó un vistazo a la
estampida que se acercaba e instintivamente se retiró.
Una vez que hizo su jugada, no iba a detenerse. Se dio la vuelta. Los viajeros que quedaban
salieron corriendo desde el camino justo frente a ella. Ella se deslizó entre la multitud y
dejó la escena apresuradamente.
201
Capítulo 44
La oscuridad que caía cubrió al camino en las sombras. Todo estará bien, se dijo ella
mientras caminaba con pasos apresurados. Lo estará.
Después de que la noche se pusiera negra y el tráfico de peatones desapareciera, salió sin
preocuparse como se veía. Algunos caminos desde Goryou la dirigieron hacia una
intersección, dejando atrás tanto el camino con el que había comenzado su viaje esa
mañana, como el camino a Goryou.
Incluso si Rakushun confesaba sobre ella, no había fotografías en estos lugares, por lo que
no creía que fueran a dar con ella. Además, ¿no la había cubierto Rakushun con su propia
participación? Era poco probable que empezara a hablar de la kaikyaku que lo había dejado
atrás y se había ido por su cuenta, por temor a ser considerado culpable por complicidad.
Mientras se repetía esto a sí misma, Youko se detuvo en seco. Sintió un hueco en su alma.
¿Estaba Rakushun bien? Youko no había visto ninguna herida severa en él, pero no podía
estar segura de que no estuviese malherido.
Regresa, dijo una voz en su interior. Ella tenía que regresar y ver como estaba Rakushun, y
luego escapar.
Demasiado peligroso, dijo otra voz. Regresa y probablemente no serás capaz de hacer nada
más.
Eso no significa que ayude a Rakushun. Él podría ya estar muerto. Regresa y serás
capturada. Deja que te capturen y todo sería en vano. Deja que te capturen y acabarás
muerta.
202
Él no me ayudó por que fuera bueno.
Eso no cambia la realidad de lo que hizo. Él te dio refugio y un lugar para esconderte.
Él tenía sus razones. No fue por bondad de su corazón. Una persona como esa te traicionará
eventualmente.
¿Así que está bien abandonar a una persona si sus intenciones no son perfectas?
¿Realmente quieres ir por ese camino?
El lugar estaba repleto de cuerpos y heridos, y entre ellos estaba alguien que ella conocía,
que la conocía. ¿Y ella estaba a punto de dejarlo a un lado? ¿No debería al menos echarle
una mano? Si lo hiciera, seguramente habría más gente que lo haría durante la vida.
No empieces a disimular la realidad con gestos vacíos, no en éste país. Cuando estás
destinada a morir, eso es. Inconciente.
No es un gesto vacío. No, es lo que la gente, normalmente, hace por propia voluntad.
¿Cómo podría olvidar eso?
“¿Incluso ahora, a esta hora tardía, vas a seguir tus principios, niña?”
Youko saltó por el sonido agudo de la voz chillona. La cabeza del mono azul apareció
sobre la banquina del camino. “¿No es lo que has estado considerando todo éste tiempo?,
¿No?”
“De hecho, eso es lo que piensas hacer, ¿no? Y mírate, niña, dándote un antiguo sermón a
tu edad y todo. ¡Tu! ¡Ahora!”
“No… no le es”.
“Sí, lo harías”.
203
El mono cacareó alegremente. “¿Es porque la idea de asesinar te da miedo, o porque
querías asesinarlo, pero no tenías el valor?” gritó el mono, mirándola con alegría. “¿No
confías en mi? Está bien. Lo harás la próxima”.
“¡No!”
El mono azul rió, ignorándola, el agudo sonido de remordimiento apuñalaba sus oídos.
“Voy a volver”.
“Eso no lo sé”.
“Él está muerto, yo lo digo. Vuelve y serás capturada y asesinada. ¿Cuál es el punto?”
“Oh, volver es bueno. Así que vas a volver, verás su cadáver, y soltarás un buen grito. ¡Eso
eliminaría todos esas ideas asesinas en un instante!”
Youko se quedó atónita ante el rostro chillón del mono. Ella se estaba hablando a sí misma.
Era el sonido de su propia miserable voz. Eso no era otra cosa que el fondo de su alma.
“Cállate”.
“¡Los soldados pueden estar viniendo hacia acá ahora mismo! ¡Esa rata te delató de
seguro!”
“Morir es bueno, pero hacer que desaparezca sería perfecto. Aún sigues siendo muy
ingenua, niña”.
“¡Basta ya!”
“La próxima ves, entonces. La próxima vez que algo como esto ocurra, te asegurarás de
cumplir el hecho”.
204
“¡Deja de jugar conmigo!” un soplido de viento y más hojas cayeron al suelo.
Y si ella terminaba con el asunto, ¿entonces qué? Si solo el hecho de abandonarlo dejaba un
peso en su corazón, ¿cómo podría vivir con el asesinato en su conciencia? ¿Acaso su
conciencia triunfaba sobre todo? ¿Importaba que tan miserablemente se hubiera hundido
mientras permaneciera con vida?
El mono se rió en desprecio. “¿Así que tan solo vas a dejarlo vivo para que te delate?”
“¡Está bien si lo hace!” Sintió una opresión en el pecho mientras le caían las lágrimas.
“Tiene derecho. ¡Deja que se queje de mí todo lo que quiera!”
¿Por qué no podía confiar en la gente nunca más? No era porque tuviese miedo de ser
engañada. Incluso si lo era, debería haber sido capaz de confiar en él.
“Es porque crees en cosas crédulas así como así. Es porque eres un blanco tan fácil, tan
fácil de aprovecharse”.
“¡Que ingenua eres!” La risa del mono desgarró la noche. “¿De verdad? ¿De verdad?
¿Jugar el papel de necia está bien para ti?”
“Si a eso es a lo que termina siendo, sí. El traidor solo traiciona su cobardía. No me hace
daño. Pero mejor ser engañado que el traidor”.
“Por supuesto el traidor es un cobarde, pero en este endemoniado mundo, es el único que va
a la cabeza. Nadie te mostrará la más mínima pizca de bondad, niña. Tales almas no existen
aquí”.
Por qué la localizaron y la encerraron, ¿era esa razón suficiente para rechazar a cualquiera
que se le acercase con buenas intenciones? Y luego, si sus motivos no eran tan puros como
la nieve, ¿era razón suficiente para no confiar en ellos en lo más mínimo? Si la gente no le
mostraba más bondad que esa, ¿era esa una razón suficiente para tampoco mostrarles
ninguna bondad?
“No, no lo es”.
Ya sea que confiara en otros no tenía nada que ver con si ella era buena con ellos a la vez.
Incluso si ella estuviera sola en este amplio y grande mundo, si ni una sola persona la
205
ayudaría o lloraría por ella, eso no le daba ningún motivo para jugar al cobarde hastiado, a
abandonar a los necesitados, a hacer daño a perfectos extraños.
Ella agarró con firmeza la empuñadura de la espada. Eso no tenía nada que ver con este
mundo o con estas personas. Quería vivir con su cabeza bien en alto. Quería ser fuerte.
El mono dejó de reír repentinamente. “Vas a morir. Nunca irás a casa. Nadie volverá a ver
tu rostro. Serás engañada y traicionada. Vas a morir”.
Si ella moría acá, moriría como una tonta y una cobarde. Morir ahora validaría lo peor de
ella. Sería fácil marcar su vida como una que no valía la pena vivir, pero no podía
permitirse una salida fácil.
Arremetió la espada con todas sus fuerzas. La punta de la espada recortó las copas de los
arbustos y cortó el aire. Sintió una fuerte resonancia en el brazo. La cabeza del mono se
desplomó entre las hojas caídas, cayó a la tierra, dispersando coágulos de sangre mientras
rodaba.
“Nunca me rendiré”.
Se secó las lágrimas con la rígida manga y comenzó a irse. El color del oro brillaba a sus
pies. Por un tiempo largo, Youko no pudo entender lo que estaba viendo. Miraba
asombrada. Ahí estaba, en medio de un charco de sangre oscura, donde la cabeza del mono
debía estar, lo que había perdido hace mucho tiempo.
La vaina de la espada.
206
Parte VI
Youko dijo, “Es como de esta altura”. Ella se agarró de un transeúnte y le indicó la altura
de un niño humano. “¿No ha visto a alguien que se parezca a una rata?”
La anciana miró a Youko con desconfianza. “¿De qué se trata? ¿Un hanjuu?”
“Oh, hablas del ataque de los kochou”. Mientras hablaba, la anciana miraba hacia atrás por
encima de su hombro. Goryou era visible a la distancia. “Bueno, si hablas de la gente que
fue lastimada ayer, deberían estar en uno de los edificios del gobierno. El gobierno está
atendiendo sus necesidades”.
Ella había esperado hasta la mañana para regresar a Goryou, pero con los guardias en las
puertas revisando a todos, entrar en la ciudad sería casi imposible. Incluso si ella pensaba
que revisar los edificios municipales era una buena idea, no habría forma de que llegara a
ninguna parte.
Con eso, la anciana reanudó su viaje. Alrededor de la parte posterior de la ciudad era donde
los cadáveres eran amontonados en filas. Youko podía verlos a la distancia, pero incluso
allí, los guardias tenían los ojos bien abiertos. Ella no podía acercarse lo suficiente para
saber si Rakushun estaba entre los muertos.
“Discúlpenme,” les dijo, llamando a un hombre y una mujer. El pie del hombre estaba
envuelto en vendas y él estaba usando un bastón. Youko repitió la misma pregunta que le
había hecho a la anciana. La miraron con expresión dudosa.
“¡Tú!” El hombre señaló a Youko abruptamente. “¡No lo puedo creer! De ayer, tú eres ese
muchacho…”
207
“¡Hey, espera un minuto!”
Youko lo ignoró y salió corriendo como una flecha entre la línea de los viajeros.
Las lesiones del hombre sin duda se habían infligido durante el ataque. Y él la recordaba.
Desde esa mañana, tuvo que huir de ese modo una numerosa cantidad de veces. Y cada vez
que regresaba el número de guardias era mayor. La ciudad se estaba haciendo más difícil de
abordar.
Dejó Goryou, fue a una de las estribaciones y esperó a que se calmaran las cosas. Si
continuaba así, seguramente sería arrestada. Pero incluso, no podía irse de Goryou.
Tenía que saber como estaba Rakushun. No era porque estuviera tratando de recompensarlo
por haberlo abandonado ayer. El pecado que había cometido no lo iba a cometer de nuevo.
Incluso si se enteraba de que estaba bien, no iría a la ciudad a disculparse. Los guardias
estarían sobre ella en un segundo. Y su muerte no terminaría significando más que eso,
después de todo.
Por un lado, tenía la sensación de que estaba pensando demasiado bien de su miserable
existencia. Por el otro, no tenía el deseo de tirar temerariamente su vida. Incapaz de llegar a
una solución, tampoco podía dejar a Goryou atrás.
Estuvo deambulando, regresando de tiempo en tiempo otra vez a las puertas de Goryou. Se
acercó de viajero a viajero haciendo las mismas preguntas y obteniendo las mismas
respuestas. Se encontró en una pérdida total.
“Bueno, hola”.
Alguien la llamó a sus espaldas. El primer impulso de Youko fue correr. Pero mientras
miraba atrás entre las caras de la multitud vio a una mujer y una niña mirándola.
Youko se detuvo en seco, momentáneamente fue superada por la sorpresa. Era la madre y
la niña que había conocido algún tiempo atrás en el camino de la montaña. Ellas eran
vendedores ambulantes y viajaban con su mercancía sobre la espalda. Aún llevaban esos
grandes paquetes.
208
“Esto es maravilloso. Estás bien”. La madre sonrió con un rostro algo perplejo. Su hija miró
a Youko con una cara aún más perpleja.
Ella había dejado de lado la mano de ayuda que le habían ofrecido y se había aventurado en
las montañas. Les había agradecido con palabras, pero no desde el fondo de su corazón.
“Es bueno verte de nuevo. Nos preocupamos por ti”. La mujer sonrió, esta vez con una
sonrisa menos forzada. “Ves, Gyokuyou, ella está bien”.
Youko miró a la niña, quien la estaba mirando con esa expresión confusa en el rostro. La
niña se acurrucó más cerca de su madre. Youko trató de sonreír y se dio cuenta de que no
sonreía desde hace mucho tiempo. Los músculos de su rostro estaban rígidos y no
respondían. Apenas y se sintió como una sonrisa.
Gyokuyou parpadeó y con una expresión de mal humor trató de esconderse detrás de su
madre, Youko se inclinó y forzó una sonrisa en sus labios. Si ellas no le hubieran dado agua
y el jarabe dulce, ella no habría sobrevivido esa noche. “Yo siempre estaré agradecida por
el agua y el dulce que me diste”.
La niña miró una y otra vez a Youko y a su madre. Empezó a reír, y luego, quizás
sintiéndose cohibida, se puso seria de nuevo. Pero un momento más tarde se echó a reír. La
expresión en su rostro era tan entrañable e infantil, que casi hizo llorar a Youko.
“¿Doler?”
209
Los ojos de su madre se iluminaron. “Eso es maravilloso. Después de que fuimos a
Bakurou, queríamos volver y encontrarte. Pero para cuando llegamos. Las puertas ya
estaban cerrando, y ninguno de los guardias tenía las agallas de salir después del anochecer.
¿Estás buscando a alguien?”
Youko asintió.
“Bueno, entonces,” dijo la madre. Tomó a su hija por la mano. “Gyokuyou, vamos a la
posada”. Luego miró a Youko. “¿A quién estamos buscando? Un hanjuu, ¿no es verdad?”
“Él probablemente esté en uno de los edificios del gobierno, o en la parte trasera. ¿Cuál es
su nombre?”
Ella cargó el gran paquete en su espalda y dijo, casi como si pasara, “Tú quédate ahí y
nosotras iremos a ver”.
Fue hacia la puesta de sol cuando la mujer regresó sola. Le informó que no encontró a nadie
llamado Rakushun entre los vivos o los muertos y luego se apresuró a regresar a la ciudad.
Ella no le dio ninguna indicación de que entendiera los detalles de la posición actual de
Youko.
210
Capítulo 46
Habiendo confirmado todo esto, Youko renunció al esfuerzo. Tal vez Rakushun había
dejado la ciudad sin que ella lo supiera. Quizás la mujer no lo había visto. No había forma
de que lo supiera con certeza.
Parada en el camino a las afueras de Goryou, Youko miró de frente a la ciudad y se inclinó.
Entendió que esto era solo una especie de castigo divino. Y que aquí, en este lugar, había
llegado al fin a la línea que no podía cruzar.
Viajaba durante la noche, y dormía durante el día. Su antigua vida se reanudaba. Habiendo
viajado de esta manera tan a menudo, las experiencias de Youko de este país no eran nada
sino en la noche.
Debido a que Rakushun llevaba el bolso, ella no tenía dinero. Las noches que pasó
peleando contra los youma, los días en que durmió hambrienta en la maleza. Los días
pasaron rápidamente. Youko no tenía tiempo para sentir lástima de sí misma. Esta vez tenía
un objetivo, un destino. Estaba yendo a Agan y luego a navegar al Reino de En. No podía
distraerse pensando en nada que no fuera cómo podía conseguir el dinero para el viaje.
Después de que el viejo kaikyaku le robara en Takkyuu, Youko se imaginó que habría
estado vagando por al menos un mes. Sin nada que comer ni beber, absorbiendo los poderes
de la joya que había llegado a su límite. Con esa interpretación, esta vez estaba más segura
que en sus aventuras anteriores.
El mono azul no volvió a aparecer. Desde que recuperó la espada, las visiones también
habían cesado. Los débiles sonidos del agua cayendo que sonaban y la luz que brillaba de la
estrecha abertura donde la espada descansaba contra la empuñadura, pero ella no se atrevía
a tomar la espada para ver que tenían las visiones para ella. En cambio, se quedó en
silencio, empujándose persistentemente hacia delante.
Que cosa tan despreciable ¿De verdad crees que tu vida es tan valiosa?
Mientras caminaba, las palabras del mono azul se hacían eco en su corazón. Para empezar,
él era la esencia de su propia conciencia, así que ella no necesitaba que él rondara para oír
su voz con claridad.
“Sí, lo es”.
Pero todavía es el tipo de vida que arroja al Buen Samaritano a los lobos, ¿no?
“Puede que no valga mucho, pero ahora es la única vida que tengo. Así es como funciona”.
Deberías haberte entregado tu misma. Eso habría terminado con todo, ¿no?
211
“Lo consideraré una vez que llegue a En”.
Parecía que incluso pudiera oír la risa del mono. En otras palabras, tu vida es la única vida
que importa acá.
“Está bien. Mientras esté siendo cazada, permanecer viva es todo lo que importa. Una vez
que no tenga que preocuparme más por eso, una vez que vuelva a vivir una vida de verdad,
según mis propios términos, entonces voy a pensar en que clase de vida debo vivir.
Entonces voy a tener tiempo para pensar las cosas y hacer las paces”.
“Por el momento, no tengo elección. La única cosa en la que vale la pena pensar es llegar a
En lo más rápido posible, no hay tiempo para desviaciones. Si puedo llegar a En, entonces,
al menos seré capaz de enfrentar a mis enemigos y resolver las cosas sin utilizar la espada”.
¿Así que una vez que llegues a En crees que todos tus problemas desaparecerán?
“No es probable, pero tengo que encontrar a Keiki. Tengo que encontrar el camino a casa.
Habrá un montón de cosas en que pensar”.
De regreso en su viejo mundo, Youko había estado viviendo de acuerdo a los deseos de las
demás personas. Ella vivía para que todo el mundo la quisiera, y nadie la odiara. La
confrontación la atemorizaba. La idea de ser castigada la aterraba. Después de esto, no creía
que cualquier cosa fuera atemorizante.
O quizás no había sido cobardía en lo absoluto. Quizás simplemente había sido perezosa.
Era más fácil hacer lo que las otras personas decían que pensar por ella misma. En vez de
enfrentar la situación por algo o alguien, era más fácil acceder y evitar la confrontación. Ser
la niña buena que todos querían que fuera era más fácil que seguir su propio parecer y
aceptar las cosas como vinieran. Ella había vivido una perezosa y cobarde vida. Es por eso
212
que quería volver. Si pudiera ir a casa llevaría una vida diferente. Quería por lo menos tener
la oportunidad de intentarlo.
La lluvia aumentó. Puede haber sido la estación de lluvias. Acampar al aire libre era una
molestia cuando llovía tan seguido, deteniéndose en caseríos aislados en el camino y
pidiendo refugio.
Hubo quienes le permitían quedarse en un rincón del granero y quienes querían dinero.
Hubo quienes llamaron a los guardias por ella, como aquellos que la miraban queriéndole
darle una paliza y echarla a la calle. Por otra parte, hubo quienes, que a pesar de sus malas
circunstancias le daban un poco de comida.
A lo largo del camino se dio cuenta de que podía trabajar a cambio de alojamiento una
noche y comida. A cambio del alojamiento se ponía a servicio de esa familia. Se encontró
en todo tipo de puesto de trabajo. Trabajó en campos, limpiando casas, haciendo algunos
trabajos, cuidando ganado y limpiando orzuelos, cavando tumbas, y cualquier cosa que
quitara el brillo.
Gracias a esos trabajos, consiguió para sí una cama para pasar la noche y también ahorró un
poco de dinero.
Youko había estado viajando durante un mes cuando vio lo que parecía ser un grupo de
guardias yendo tras ella. Si ella buscaba alojamiento, estaría dejando un rastro que podía ser
seguido. No podía dejar nada atrás cuando estaba siendo perseguida o finalmente darían
con ella. Pero Youko sabía todo eso y no dejaría que la sacaran del juego.
Se dirigió a las montañas y logró perderlos, pero después de eso vio soldados en el camino
más y más seguido. Cuando se acercaba a Agan, no se alojó. Se separó del camino principal
y se volvió más cuidadosa en atraer la atención no deseada, en cambio siguió por las
montañas.
Rakushun había dicho que era un mes de camino hasta Agan, pero para el momento en que
el puerto estuvo a la vista, habían pasado dos meses.
213
Capítulo 47
Ante las puertas de Agan, Youko le hizo señas a un viajero, “Um, discúlpeme”.
La ciudad de Agan estaba situada en las laderas de un terreno montañoso. Bajando por el
camino que descendía por las sierras, el puerto de Agan apareció.
El tan llamado Mar Azul realmente era azul, las olas rompían contra la costa blanca. Dentro
de la bahía de la península rodeaba las costas de Agan, velas blancas flotaban en el mar
transparente y azul. Más allá de la península se podía ver el ininterrumpido horizonte.
Como este mundo podía ser llano, era un misterio para ella..
Una serie de caminos se cruzaban en las puertas de Agan. La ciudad era grande, y un gran
número de gente estaba entrando y saliendo. Youko se mezcló entre la multitud y llamó a lo
que parecía una persona de buen carácter.
“El barco de pasajeros parte cada cinco días. El próximo es en tres días desde hoy”.
Youko confirmó la hora de partida del buque. Si lo estropeaba y el puerto se cerraba, todo
habría sido en vano. Preguntó por todo lo que consideró que debería saber, y luego hizo una
reverencia. “Muchísimas gracias. Ha sido de gran ayuda”.
Dejó Agan inmediatamente y pasó los próximos dos días en las montañas. El barco estaba
programado para salir en la mañana. El día anterior a que fuera a las puertas de Agan.
Los guardias estaban alertas. Debido a que tendría que pasar la noche en la ciudad, no podía
hacer nada que pudiera atraer ninguna sospecha. Youko miró a su espada, envuelta en una
mortaja de tela. Ahora, al menos, tenía vaina. Sin embargo, no vio a muchos viajeros que
portaran armas en sus cinturones, por lo que no la haría destacar la espada entre la multitud.
Si no fuera por la espada, el riesgo aquí sería menor. Ella había pensado mucho en
deshacerse de la espada, aquí en Kou, pero, incluso si pudiera, no tenía el deseo de hacerlo.
Mientras que fuera perseguida por los youmas, era necesaria para su supervivencia. No era
una espada que estuvieran buscando los guardias, por lo que pensó que deshacerse de ella
no mejoraría su situación.
Cortó un poco de pasto en las montañas y envolvió la espada en un paquete que, a simple
vista, no sería considerado una espada. Hacia la tarde, se agachó en el camino agarrando el
paquete y esperó la oportunidad adecuada.
214
Poco después de que se sentara escuchó la voz de un hombre. “Oye, chico, ¿cuál es el
problema?”
El hombre la miró con sospecha y se apresuró en ir a Agan. Ello lo vio irse y continuó
sentada allí. Después de la tercera pregunta, ella vio a la clase de compañeros que estaba
buscando, un hombre y una mujer con dos hijos. “¿Qué te pasa?” se le preguntó.
Youko solo sacudió los hombros. Si eso no funcionaba, si no podía despertar un poco de
simpatía por su difícil situación, tendría que deshacerse de la espada y correr el riesgo. La
cepa fue suficiente para hacerla sudar de verdad.
Youko asintió de nuevo y puso su mano sobre el hombro del hombre. Cuando se paró, dejó
caer deliberadamente el paquete al suelo. Cuando se agachó para recogerlo la mujer lo
tomó y se los dio a los niños. “¿Por qué no llevan esto? No es muy pesado”.
Ella se lo entregó al niño y a su hermana menor. Ellos lo tomaron con una mirada seria en
sus rostros.
Youko sacudió la cabeza. “Lo siento. Estaré bien. Mis amigos ya se adelantaron y están
reservando una habitación”.
Se acercaron a las puertas. Los guardias que flanqueaban las puertas estaban
inspeccionando el río de gente que corría hacia ellos. Pasó las puertas. Sentía los ojos
posarse sobre ella, pero nadie alzó la voz. Después de estar a una cierta distancia de las
puertas, Youko finalmente se permitió suspirar. Cuando ella se asomó por encima de su
hombro, las puertas estaban lo suficientemente lejos para distinguir los rostros de los
guardias.
215
Anotación.
Con un suspiro de alivio, Youko quitó la mano del hombro del hombre. “Gracias. Me
siento mucho mejor”.
“Está bien. Estaré bien desde aquí. Estoy realmente muy agradecido por su ayuda”.
Se inclinó profundamente. Les pido disculpas por haberles mentido, dijo en su corazón.
La bienvenida mañana llegó. Youko siguió las calles de la ciudad hasta el puerto. Las calles
se abrían al acercarse al agua, terminando en un muelle destartalado. Un barco estaba
amarrado al muele. Parecía más bien pequeño a los ojos de Youko, pero era el más grande
de todos los barcos anclados.
“Ahí está…”
¿Pierdo la espada?
Perdería su principal medio de defensa, pero era mejor que quedarse atrás en Kou. Sin
embargo, pensándolo, al ver el agua o muy lejos de donde ella estaba, no pudo decidirse a
hacerlo. Era lo que la ataba a Keiki. Perderla era cortar a la mitad la conexión con él. Sería
tanto como cortar los lazos con su hogar.
“¿Entonces qué?”
LA pregunta dio vueltas y vueltas en su cabeza, y no pudo llegar a una decisión. Miró
alrededor del puerto. ¿Había alguna manera de llegar a En y conservar la espada? Varias
pequeñas embarcaciones estaban allí. ¿Podría robar una de ellas?
216
Había escuchado que el Mar Azul era un mar interior. Así que, como no sabía cuanto iba a
durar, debía ser capaz de llegar a En siguiendo la línea de la costa. Aturdida por el tumulto
de sus propios pensamientos, escuchó repentinamente el golpeteo de un tambor. Lo miró
sorprendida. El sonido provenía de la cubierta del barco. Era la señal de que el barco pronto
se marcharía. La línea de pasajeros se había ido. Los soldados estaban de brazos cruzados.
No voy a lograrlo.
Incluso si corría ahora, los guardias la atraparían. Ese no era tiempo suficiente para
deshacer el nudo y sacar la espada. Y si tiraba todo, de todas formas se vería sospechoso
que intentara subir a un buque sin equipaje alguno. Congelada por la indecisión, observó
como el barco desplegaba la vela.
La pasarela fue retirada. Youko saltó de su escondite. El barco se separó lentamente del
muelle, donde los guardias estaban observando la partida. Corrió hacia él, pero no podía
arriesgase a acercarse más. Miró estupefacta mientras el barco zarpaba. La imagen de las
velas blancas se grabó en su retina.
Las ideas se agolpaban en su cabeza, pero no podía llevar a cabo ninguna de ellas.
Abrazando el bulto a su pecho, abriendo los ojos, no pudo hacer nada más que ver al barco
navegar lejos. Tanto dependía de que ella tomara este escape, y no creía que pudiera
recuperarse de la conmoción.
Youko reaccionó, la misma voz ronca la trajo de regreso a sus sentidos. Abajo, donde los
pilares del muelle eran conducidos a la tierra, vio a un buque. Cuatro hombres estaban
trabajando en la cubierta. Uno de ellos la estaba mirando.
Youko asintió con frialdad. El siguiente barco no saldría hasta dentro de cinco días. Esos
cinco días, probablemente decidirías si destino.
217
Youko sacudió la cabeza. El marinero agarró la cuerda atada al poste al lado de ella.
“Aflójalo y salta abordo. Nos encontraremos con él en Fugou. Pero tienes que trabajar para
obtener tu pasaje”.
Los otros marineros pensaron que era una oferta muy graciosa. Youko asintió tan
resueltamente como pudo. Desató la soga del poste y sosteniéndola fuertemente, saltó a
cubierta.
Era un barco carguero que iba hasta la isla de Fogou, al norte de Agan. Eran veinticuatro
horas enteras hasta Fugou. Desde Fugou hasta En no había más puertos.
Salvo una balsa en una excursión de la escuela, Youko nunca había estado en un barco. Y
esta era sin duda la primera vez de su vida en estar en un barco a vela.
No tenía idea de que estaba haciendo, pero cava vez que uno de los marineros le gritaba,
ella arrastraba una cosa allí o enderezaba algo, y en general vio vueltas alrededor de la
nave. Cuando dejaron las costas y el buque estuvo en curso, encontró que le decían de hacer
esto, aquello y luego lo otro, desde el lavado de los platos hasta preparar la cena. Por
último, le hicieron masajear sus piernas con una vieja sal del primer oficial. Cada vez que
alguien le preguntaba sobre ella, respondía tímidamente, y se reían acerca de cómo era un
mocoso reticente, pero por suerte no se metían más en sus asuntos.
El barco navegó a través de la noche sin descanso, y llegó al puerto de Fugou la mañana
siguiente.
“Algunas bolas de masa para ti. Pon un poco de carne en esos huesos”.
Se rieron de buena manera. Los hombres que se detuvieron en la defensa del bote… Youko
había sido quien la bajó… fueron las últimas personas que ella vio al salir de Kou.
218
Capítulo 48
El mar interior era tan grande que Youko no podía ver la orilla opuesta. De pie en la
cubierta, respirando el rocío del mar, se veía como un mar perfectamente normal. El barco
dejó Fugou y cruzó el agua azul brillante, en dirección al norte a Ugou en línea recta. Desde
Fugou a Ugou era un viaje de tres días y dos noches.
Cuando las costas de En estuvieron por primera vez a la vista, no se veía diferente a Kou.
Pero el barco se fue acercando y las diferencias se fueron notando. Un puerto bien
mantenido y una enorme ciudad se alzaba detrás. Ugou era más grande que cualquier
ciudad que Youko había visto en Kou. Salvo por los edificios, podría estar viendo una
ciudad de Japón. Era obvio que un buen porcentaje de los pasajeros que estaban reunidos en
la cubierta, también estaban viendo Ugou por primera vez, y junto a Youko la miraban
asombrados.
La ciudad en sí estaba situada a un lado de la bahía, rodeada por muros que rodeaban la
ciudad con la forma de una “U”. La ciudad serpenteaba tranquilamente por los lados de las
montañas enfrentadas. En la distancia, la decoración arquitectónica rica en diversos colores,
tendía a un rosa apagado. Alrededor de la circunferencia de la ciudad y alrededor de su
centro, Youko podía observar edificios altos y bien edificados. Uno era la torre del reloj, y
sus ojos se abrieron bien al verlo.
El puerto se había extendido a tal grado en el que no podía compararse con el de Agan. El
número de barcos amarrados al muelle superaba con creces al de Agan. El puerto estaba
vivo y bullicioso. Los mástiles se mantenían unidos como árboles. Las velas blancas,
recogidas, desteñidas, acentuaban el magnífico panorama. Habiendo finalmente llegado acá
después de escapar de un país tan violento, Youko miró todo como si no pudiera haber nada
que pudiese compararse a tal espectáculo.
Al bajar del barco, Youko miró por encima de la multitud. Esta era una ciudad que dejaba
contentos a sus habitantes. Los rostros de la gente estaban llenos de vitalidad, su propio
rostro estaba igual. Abajo, en el muelle, Youko se encontró en medio del caos. Los
hombres trabajaban como locos, los niños corrían por ahí, haciendo dios sabe que, las voces
de la gente y los vendedores ambulantes, zumbando todos juntos a un ritmo frenético.
“¿Youko?”
Su cabeza se giró hacia el sonido de una voz que no podía haber esperado. Vio el pelaje
gris, bigotes finos y brillantes como plata a la luz del sol de mediodía.
“Rakushun…”
219
La rata se hizo camino hasta estar al lado de Youko. Con su pequeña pata rosada, agarró a
la desconcertada Youko por la mano. “Estoy es genial. Llegaste a salvo”.
“¿Cómo…?”
“Toma un barco desde Agan y estas destinada a llegar a Ugou. Estuve esperando por ti”.
“¿Por mí?”
Rakushun asintió. Tiró de la mano de Youko. Ella aún estaba paralizada por la sorpresa.
“Te esperé en Agan. Como no te presentaste, creí que te me habías adelantado. Pero no
había ni un rastro tuyo aquí. Por lo que decidí que, cada vez que un barco tocara puerto,
vendría a buscarte. Pensé que quizás te habías retrasado, pero la hiciste aún así”.
Rakushun encorvó la espalda y bajó la cabeza. “No estaba pensando. Debería haberte
dejado dinero, por lo menos la mitad. Debes haberla pasado mal para llegar hasta aquí.
Lamento eso”.
“También me culpo por eso. Realmente lo arruiné”. La rata sonrió con amargura. “Y fue
bueno que hayas corrido. Si los guardias te hubieran arrestado, ¿entonces qué? Hubiera sido
mejor si te lo hubiera dicho yo mismo y dado la bolsa, pero fui noqueado”.
“Rakushun…”
“¿En serio?”
“Sí. La idea de viajar con otra persona me daba escalofríos. No pensé que pudiera confiar
en alguien. Creí que estaba rodeada por nada más que enemigos. Es por eso”.
220
“Puede que piense que eres una tonta por hacer eso, pero, no, no tengo ninguna razón
particular para odiarte”.
“Sí”.
“A decir verdad, cuando me dí cuenta de que te habías ido y me habías dejado, estuve un
poco deprimido. Solo un poco. Sabía que no confiabas en mí. Todo el tiempo estuviste
preocupada de que yo pudiera intentar sacar algo. Aún durante el camino, esperé que te
dieras cuenta de la verdad. Cuando te escapaste sin mí, supe que no lo habías hecho. Por lo
que me decepcioné. Pero si finalmente entraste en razón, entonces todo está bien”.
“No está todo bien. Tenías toda la razón del mundo para decirme que ya era la hora y me
echaras”.
“Hacerlo o no dependía de mí, ¿no es cierto? Yo quería que confiaras en mí. Si lo haces me
haría feliz. Si no, entonces no mucho. Pero ese es mi problema. Si confías en mí o no, eso
depende de ti. Confiar en mí puede ser tu beneficio o tu pérdida. Pero ese es tu problema”.
“Es solo que me engañé a mi misma y creí que no tenía amigos en este mundo”.
“No, no lo estás”.
“Sí, lo estoy”.
“No lo estás, Youko. Después de todo, no soy yo quien tocó tierra en una tierra extraña y
luego fue perseguido de un extremo al otro”.
Por un momento Youko miró la cara de Rakushun. Rakushun la miró y rió. “Realmente te
has calmado, Youko. Estás en buenas condiciones”.
“¿Qué?”
221
“Lo supe tan pronto como bajaste del barco. Ni un ciego podría perderte a una milla de
distancia”.
“¿Yo?”
“¿A dónde?”
Por alguna razón, una por una, las puertas parecían estar abriéndose ante ella.
222
Capítulo 49
“Ésta es una ciudad muy activa”.
La multitud de gente bulliciosa yendo y viniendo, gritando sus mercancías desde los
escaparates solo añadía una atmósfera animada.
“Estás sorprendida”.
“Sí”.
“Yo había escuchado que En era un reino rico, pero cuando vi Ugou por primera vez,
incluso yo estaba desconcertado”.
Youko asintió. Las calles eran anchas de la misma manera que las ciudad era grande. Los
muros del castillo que rodeaban la ciudad debían tener al menos diez metros de espesor. Al
lado de una de las paredes de la ciudad, puestos de venta habían ahuecado la pared, se
habían instalado ahí, y resultaban ser muy prósperos. Se parecían a algunos kioscos de
Japón.
Los edificios fueron construidos con madera y llegaban hasta los tres pisos. Los techos eran
altos y todas las ventanas estaban acristaladas con vidrio. Aquí y allá había enormes
edificios de ladrillos y piedra. Una ‘atmosfera a barrio chino’ no es suficiente para describir
el extraño y curioso habiente que creaba. Las calles estaban adoquinadas, con zanjas de
desagüe en ambos lados. Había un parque y una plaza pública. Nada de esto lo había visto
en Kou.
Youko dijo, mirando a sus alrededores, “Me siento como una pueblerina”.
“¿Eh?”
Youko le señaló a Rakushun donde los altos muros podían verse, aquí y allá elevándose por
encima de las casas y tiendas.
“Bueno, técnicamente, los muros exteriores de una ciudad se llaman murallas, y los muros
interiores se llaman Bailey. En Kou, las ciudades con Bailey son inusuales. Estos son
probablemente los restos de la antigua muralla que quedaron de cuando la ciudad se hizo
más grande y se amplió más allá”.
“Wow”.
223
Los refugiados de Kei acampaban al pie de la muralla y en las plazas, en limpias y
ordenadas tiendas de campaña que no daban la impresión de estar desordenadas. Según
Rakushun, las tiendas también eran provistas por el gobierno local.
“Depende de la ubicación”.
“Si esta es la sede de una prefectura, entonces el sistrito y la provincia deben ser enormes”.
Según las designaciones oficiales, una capital de distrito era una ciudad que era sede de una
administración de distrito, también conocido como sede de distrito. Por motivos
administrativos, se designaban los distritos con una población superior a cincuenta mil
familias, aunque eso no significaba necesariamente que cincuenta mil personas vivieran en
un solo distrito. En términos generales, en términos de urbanización, una ciudad era más
grande que un caserío, una capital de distrito, más grande que una sede de condado, una
capital de provincia, más grande que una sede de distrito.
Rakushun respondió con una leve sonrisa. “La diferencia radica en el carácter de los
gobernantes”.
“Con excepción del Rey de Sou del Reino del Sou. Se dice que es cuanto más tiempo
gobierne un rey, su reino se vuelve más ilustre. Sou también es un país rico”.
“Por supuesto. Los reyes son dioses, no seres humanos ordinarios. El grado en que el Cielo
le permite a un rey gobernar es acorde a la capacidad del rey. Por lo que, cuanto mejor
gobierne un rey, más va a reinar”.
“Huh”.
224
“Un reino sufre un cambio de régimen siempre que cae en caos, mientras que un reino con
un sabio gobernante prospera. En particular, el Rey de En ha probado ser el reformista más
astuto. Y hablando de monarcas ilustres, se dice que el Rey de Sou también es uno de ellos,
quien ha hecho del Reino de Sou un lugar tranquilo y pacífico. En, por otra parte, es, como
dices, ‘un lugar muy activo’”.
Rakushun señaló a un gran edificio de ladrillos. Las paredes y los aleros estaban decorados
como la tradicional china, y aunque la estructura era del estilo ‘occidental’, la combinación
no era chocante. La decoración interior era similar a un popurrí de sabores orientales y
occidentales.
Lo primero que dijo Youko después de que salieran fue, “Este lugar es increíble”.
Rakushun asintió. “Siempre supe que Kou era duro con los kaikyaku, pero nunca hubiera
creído que En era así de diferente”.
“Por cierto, Youko, um, ¿qué son los códigos postales y los códigos de área?”
“Un código postal, es un número que pones al final de una dirección cuando envías una
carta. Un código de área es el número que marcas antes de llamar por teléfono a alguien
que está fuera de tu área local”.
“¿Teléfono?”
“Um, es un aparato que trasmite tu voz largas distancias para que puedas hablar con la
gente”.
225
“Pensar que tienen esas cosas en Japón. Pero ¿por qué lo preguntaría?” Rakushun movió
sus bigotes.
“Probablemente porque alguien que no fuera japonés no sabría una cosa así. Hace fácil
saber quien es un kaikyaku y quien no. De otra forma, tendrías a gente pretendiendo ser
kaikyaku por todo el lugar”. Youko sonrió y le mostró su tarjeta.
Esta tarjeta era una prueba de su buena fe, pero era buena por solo tres años. Se esperaba
que en tres años ella hubiera encontrado una forma de ganarse la vida, momento en el que
se habría instalado en un lugar de residencia permanente y ser registrada en el censo oficial.
En cambio, durante esos tres años bajo la tutela del Estado, ella tendría libre acceso a los
colegios comunitarios y hospitales. No solo eso, si ella llevaba su tarjeta de identificación a
una especie de banco llamado, unión de crédito, podría recoger un abona para cubrir sus
gastos de subsistencia.
“¡Que país!”
“Sí, realmente”.
Kou era mucho más pobre, En era mucho más rico. Sin nada más, eso fue lo que la tarjeta
les enseño.
El Rey de En de ninguna manera debe ser una persona inaccesible. Rakushun dijo que ella
debería pedirle ayuda. Ella aún tenía sus dudas sobre las probabilidades de que eso
ocurriera alguna vez. Tenía sus dudas sobre un montón de cosas, pero se sentía más segura
de que no sería rechazada descontroladamente o sumariamente castigada por hacer el
intento.
226
Capítulo 50
Como Rakushun había predicho, muchas bestias se mezclaban con la multitud en las calles.
En medio del bullicio de la ciudad era algo insoportablemente lindo ver a los animales
caminando sobre sus dos patas traseras. Algunos, incluso estaban vestidos como personas,
y Youko se esforzaba para no reír.
El día siguiente al que llegó Youko, partieron hacia Kankyuu. Aunque el sueldo de ella no
podría llamarse uno generoso, no era más que una cantidad miserable, podían darse el lujo
de tomar las cosas con calma. Caminaron por la carretera durante el día, y por las noches se
detuvieron en una ciudad y buscaban una posada. Todas las ciudades de En eran grandes, y
por el mismo precio obtenías mucho más en comparación a las posadas de Kou. Llegaron al
atardecer, arreglaron el alojamiento y luego fueron a pasear. Particularmente a Rakushun le
gustaba ver que tenían los negocios en exhibición.
Fue un viaje sin incidentes. Nadie estuvo persiguiéndola, aunque le tomó un tiempo
entrenarse ella misma a no retroceder cada vez que veía a un guardia o policía. Nunca
dejaban la ciudad por las noches por lo que no podía confirmar eso por sí misma, pero por
lo que escuchaba a partir de las conversar con la gente, incluso si viajabas de noche,
difícilmente veías un youma.
Fue en medio del viaje, once días desde Ugou y en un tercio del viaje a Kankyuu, que
Rakushun salió a dar un paseo mientras Youko se daba un baño, y escuchó hablar de otro
kaikyaku.
Aunque Rakushun le había señalado que por estar en ‘En’, estaría bien que se mostrara un
poco, como siempre, Youko prefería la ropa de hombre, especialmente una chaqueta o
túnica llamada hou. Era más cómoda, y se había acostumbrado a ella, no tenía ningún deseo
de vestir un kimono largo de mujer.
Así que, por supuesto, todo el mundo la tomaba por chico. Esto hacía que usar los baños
públicos fuera un dolor de cabeza. Las posadas en ‘En’ solían tener un baño, pero eran más
como un sauna comunal, así que ella se bañaba en su habitación. Por tener dinero de sobra,
incluso después de reservar los gastos para su viaje, siempre obtenían una habitación.
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Aunque, parecía un poco inútil, ya que se conformaban con solo una habitación, y cuando
Youko tomaba un baño echaba a Rakushun. Rakushun lo encontraba definitivamente
molesto.
Ella llenó una pileta con agua caliente y se lavaba el pelo. No había estado mucho tiempo
en este mundo cuando Takki le tiñó el pelo. Como los días y los meses pasaron, su pelo
había crecido. Takki le había teñido el pelo con raíces del patio. Copiando lo que le había
visto a Takki hacer, Youko había buscado el mismo tipo de raíces. A través del ensayo y
error, había sido capaz de darle color en poco tiempo. Pero las especies de raíz o el proceso
en sí estaban mal, porque el tinte se le iba después de bañarse.
Para este punto, su pelo no era tan diferente a su color rojo original. Ella se había estado
acostumbrando al color extraño. Aún tenía una extraña sensación al verse al espejo, pero el
rostro no era insoportable. Se bañó y se vistió, más conciente de que se estaba
acostumbrando a esta vida.
“Parece que hay un kaikyaku viviendo en Houryou, la sede de la prefectura local. Está en el
camino”.
Youko levantó la vista por un momento y luego desvió la mirada. “Ah, sí”.
Ella no quería conocerlo. Incluso si lo hacía, la idea de salir con un compatriota y conseguir
que los dos se deprimieran más era aún más dolorosa.
Siendo ese el caso, no sería el anciano que le había robado. Y cuando pensó en eso, no era
como que ella se lo fuera a encontrar aquí. Pero ese era solo un consuelo menor.
“¿Entonces irás?”
“Claro… supongo”.
El día siguiente, partieron del camino a Kankyuu y se dirigieron a Houryuu para visitar la
escuela.
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El nivel de una escuela secundaria de la comarca acá era llamado jogaku y las academias de
las prefecturas se llamaban shougaku. En ‘En’, los estudiantes podían apuntar a una
academia de distrito (joushou) podían hacer su trabajo de preparación en una academia de
la prefectura, o podían asistir a una universidad politécnica de la prefectura (shoujo). Este
‘Profesor Heki’ al que iban a visitar enseñaba en un shoujo. Vivía en un recinto dentro de la
escuela.
Salirse de las costumbres de un profesor eran malos modales. Siguiendo los procedimientos
formales. Se envió una carta y se solicitó una entrevista. La respuesta de Heki Rakujin llegó
a la posada la mañana siguiente. El mensajero que trajo la carta los acompañó a la escuela.
Su edad era difícil de decir. Más de treinta y menos de cincuenta, pensó Youko. Parecía
tanto viejo como joven. Una dulce sonrisa llegó con facilidad a su suave y liso rostro. Tenía
un aire completamente diferente al anciano, Seizou Matsuyama.
“¿Recibió nuestra carta?” preguntó Rakushun. “Nosotros, um, le agradecemos por tomarse
un precioso momento de su tiempo con nosotros”.
Se rió. “No puedo decir que haya visto ese color de pelo en Japón”.
“Um…”
Cuando finalmente terminó de hablar, Rakujin asintió. “Eso significa que usted es una
taika”.
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“¿Yo?” Sus ojos se abrieron bien. “¿Una taika?”
“Cuando ocurre un shoku, el aquí y el allá se mezclan. Gente llega acá y los rankas van
para allá”.
“No lo entiendo”.
“Cuando una persona en Japón o China es atrapada por un shoku, contraídos acá. De la
misma manera que a veces se dejan llevar al otro lado. Un ranka es como un embrión. En el
otro mundo, un ranka puede incrustarse el vientre de una mujer. El niño que
subsecuentemente nace es llamado taika”.
Rakujin asintió. “Un taika es un ser de este mundo, la forma en la que te vez ahora. Es la
forma que le entregó Tentei”.
“Si hubieras nacido con la forma de ahora, habría causado un alboroto. Seguramente se veía
como sus padres”.
“Es una cáscara, por así decirlo. Una segunda piel crece en el vientre, de modo que los
nacidos en ese mundo pueden pasar como ‘normales’. He oído decir que la apariencia de un
taika puede ser transferida de esa manera”.
Youko luchó para encontrarle el sentido a lo que le decía. Le decía que en Japón, ella había
sido una extraña en una tierra extraña todo el tiempo. Que ella aceptó sin objeción. Existía
sin duda una parte de ella que decía: Sí, por supuesto.
Ella no pertenecía a ese mundo. Es por eso que nunca se había sentido como en casa.
Encontró la idea bastante reconfortante. Y al mismo tiempo, muy triste.
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Capítulo 51
Youko se encontró absorta en sus pensamientos por un rato, pensando en sí y en su lugar en
el mundo. Se volvió a Rakujin. “¿Es también usted un taika, profesor?”
Negó con la cabeza y sonrió. “Solo un kaikyaku ordinario. Crecí en Shizouka y asistí a la
Universidad de Tokio. Vine aquí cuando tenía veintidós años. Estaba tratando de escapar de
la Sala Yasuda arrastrándome por debajo de las barricadas de escritorios. Lo siguiente que
supe, era que estaba en este mundo”.
“¿Yasuda…?”
“¿Sabe de eso? Fue un gran problema en su momento. Quizás haya sido olvidado entre
tantas páginas de historia”.
“Lo mismo se aplica a mí. Sucedió el 17 de enero de 196. Caída la noche. Qué pasó
después no lo sé”.
Una irónica sonrisa llegó a su rostro. Como han pasado los años. He permanecido aquí por
mucho tiempo”.
“Yo. Llegué a Kei. Hace seis años me mudé de Kei a En. En cuanto a mi línea de trabajo,
soy lo que se podría llamar un profesor de ciencias”. Sonrió y sacudió la cabeza. “No es
importante. Ahora, ¿Qué desea preguntarme?”
Youko fue directo al punto. “Hay alguna forma de volver a casa, ¿no es cierto?”
Después de un momento de vacilación, Rakujin bajó la voz. “Ningún mortal puede cruzar
el Kyokai. Es un viaje de ida. Una vez que llegas aquí no puedes regresar”.
Youko respiró hondo. “¿Es eso?” Pero no la noticia no la golpeó tan duro como esperaba.
“Adelante”.
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Rakujin inclinó la cabeza hacia un lado con curiosidad.
“Al principio. No noté ninguna diferencia en absoluto. Pensé que todo el mundo estaba
hablando japonés. Lo único que no entendía eran palabras únicas y términos. Y entonces
conocí a un viajo kaikyaku en Kou, y por primera vez me dí cuenta de que nadie estaba
hablando japonés. Y sin embargo, no tuve ningún problema para comunicarme, a pesar de
que solo hablo japonés. ¿Qué podría explicar esto?”
“Cuando llegué, fue difícil porque no entendía nada. Pensé que el lenguaje era parecido al
chino, pero las pocas palabras de chino que conocía apenas y me ayudaron. Por muchos
años, tuve que comunicarme por escrito. Lo logré mediante escritura clásica china. Sin
embargo, incluso eso era arriesgado, lo que hizo que mi primer año fuera muy difícil. Ese
es el caso de todos los que han venido hasta aquí. Los taika no son diferentes. He hecho mi
propia investigación sobre los kaikyaku, y cada uno de ellos ha tenido verdaderos
problemas con e idioma. Usted no es una kaikyaku ordinaria”.
“De lo que he oído, solo los hechiceros y seres mágicos como los youmas no tienen
barreras idiomáticas, usted no puede ser una humana. Debe ser de la misma especie que los
hechiceros o youmas”.
Rakujin asintió. La sonrisa no desapareció de su rostro. “Nunca he oído hablar de eso, pero
es posible. Quizás hay una solución. Tal vez haya una solución a su predicamento después
de todo. Quizás usted pueda regresar.
“Tal vez. Los youmas y los hechiceros pueden cruzar el Kyokai. No es algo que yo pueda
hacer. No puedo regresar a casa de nuevo, pero usted es diferente. Usted definitivamente
debería pedir una audiencia con el Rey de En”.
“Lo más probable. No será simple, las recompensas pueden ser escasas, pero ciertamente
vale la pena”.
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“Sí”. Asintiendo, Youko dirigió los ojos al piso. “Todo tiene sentido. No soy un ser
humano”. Sonrió para sí misma.
Youko echó para atrás la manga mostrando su mano derecha. “Siempre pensé que era raro.
Debería haber una cicatriz en la palma de mi mano, me hice la herida después de llegar acá
y ser atacada por los youmas. Era una herida profunda que atravesó mi mano. Ahora,
apenas puedo verla”.
“Debería tener un montón de otras heridas, pero nunca lo sabría. Las heridas en sí son muy
ligeras para ser infligidas por youmas. No hay marcas de mordidas donde me mordieron.
Por alguna razón mi cuerpo se ha vuelto muy resistente a las lesiones”.
Youko tuvo que sonreír. Saber que no era una humana le parecía bastante divertido.
“Porque soy un youma, ¿no lo ven? Es por eso que me cazan y me atacan”.
“Eso es absurdo”.
“Eso es lo que pensé, pero adonde quiera que Youko iba, los youmas estaban cerca y
aparecían. Yo estuve ahí cuando fuimos atacados por kochou”. Rakujin se llevó las manos a
las sienes.
Rakushun miró vacilante a Youko. Youko asintió y contó la historia. “Yo también lo creo.
La razón por la que terminé acá en primer lugar es porque fui atacada por kochou y tuve
que escapar”.
“¿Escapaste a este mundo después de ser atacada por kochou? ¿Desde el otro mundo hacia
acá?”
“Sí. Un tipo llamado Keiki… y estoy bastante segura de que también es youma… dijo que
era para protegerme. Él es el que me trajo aquí”.
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“No lo sé. Cuando llegamos fuimos emboscados por youmas y nos separamos. No lo ha
visto desde entonces. Puede que esté muerto”.
Rakujin sujetó la cabeza entre las manos y pensó por un momento. “Es imposible.
Simplemente no puedo imaginarlo”.
“Los youmas son una especie de animales salvajes. Se sabe que cazan humanos en grupos,
pero no perseguirían a uno en particular. No es necesario decir, que no cruzarían el Kyokai
para hacerlo. No está en su naturaleza, de la misma manera que no lo esperaría de un tigre,
por ejemplo”.
“¿No podría una persona entrenar a un tigre para hacer algo como eso?”
Los youmas no pueden ser domesticados. Usted está hablando de algo muy grave, señorita
Youko”.
“Si suponemos que algún tipo de cambio se efectuó en los youmas para hacer que la
atacaran, o si suponemos que alguien encontró una forma para controlarlos y comandarlos,
de cualquier manera, estando parado y de brazos cruzados, muy bien podría poner a un
reino en peligro”.
Rakujin miró a Youko. “Ahora, si suponemos que usted fuera un youma, eso simplificaría
mucho las cosas. He oído de youmas que son separados de sus manadas. Cuando están
muriendo de hambre, demuestran ser la clase de criatura que se alimenta incluso de su
misma especie”.
“Hay youmas que pueden disfrazarse como humanos, pero no perfectamente. Y para no ser
concientes de su propia naturaleza…”
Con eso, Rakujin se paró. “Debería ir a ver al rey. Estoy en condiciones de hablar con
algunos oficiales en el gobierno, pero sería más rápido para usted ir a Kankyuu. Visite el
Palacio Gen’ei inmediatamente y dígales exactamente lo que me dijo. Usted es la llave de
todo. Estoy seguro de que el rey querrá verla”.
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“Si parte ahora, llegará a la siguiente ciudad para el anochecer. ¿Tiene pertenencias en la
posada?”
Rakujin caminó con ellos hasta las puertas. “Puede que no sea mucho, pero también
trabajaré en una petición formal. Hasta que averigüen que sucede, puede que la detengan.
Pero una vez que todo esté en orden, estoy seguro de que el rey encontrará la forma de que
regrese a casa”.
“¿Qué cosa?”
Rakujin sonrió con ironía. “Yo no tengo el rango para que me permitan ver al rey. No es
algún entusiasta que ese detiene a codearse con cualquier kaikyaku que salió del remolino”.
“Pero…”
“No. Si rogara, sí, quizás se dignaría a verme, pero es algo en lo que simplemente no estoy
interesado en hacer”.
“¿Ningún interés?”
“Estaba cansado de los tiempos y estaba feliz de venir a este nuevo mundo. No albergo la
menor nostalgia por mi país natal. Para el momento en que entendí de que podría encontrar
una forma de regresar si le pedía ayuda al rey, ya me había acostumbrado a vivir aquí y
había perdido todo deseo de volver a casa”.
“Yo todavía quiero”, dijo Youko para sí misma, sintiendo una fuerte punzada de nostalgia.
“Al menos, podemos hablar de Japón en nuestro camino hacia las puertas”.
“No hay necesidad”. Rió Rakujin. “Verá, ese es el país del que escapé cuando traté de
iniciar una revolución y fallé”.
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Parte VII
Viajando por el camino a un ritmo acelerado, llegaron a la ciudad justo cuando estaban
asegurando las puertas. La mañana siguiente salieron en cuanto las puertas estuvieron
abiertas. Youko aún no entendía el significado de todo esto, pero por las miradas de
Rakujin y Rakushun, sabía que era serio.
Youko preguntó mientras caminaban. “Me pregunto si seremos capaces de ver al rey de
En”.
Rakushun movió los bigotes. “Así es. Nunca he tenido una audiencia con un rey, así que
difícilmente estoy en posición de decirlo. Supongo que preguntarle al rey así no es normal”.
“¿Taiho?”
Rakushun asintió, con su pata delantera escribió le carácter chino en el aire. “Es a lo que se
llama consejero del rey, o Saiho. Un tipo de título honorario. Kankyuu está en la Provincia
de Sei, así que el señor de Sei es el Taiho”.
Youko siguió mirando donde Rakushun había escrito el carácter en el aire. “Eso me suena
familiar. He oído esa palabra antes”.
“No, en el otro mundo. Hace mucho tiempo”. Pensó, cuando escuchó a alguien decir
‘Taiho’. “Ah, sí, ¡eso es! Así es como llamaban a Keiki”.
“Sí. Es quien me trajo acá. Él me dio esta espada”. Youko rió. “Continuaba diciendo como
era mi sirviente y yo era su Señora y todo eso. Te digo, tenía una actitud pesada”.
“¡Espera un minuto!” Rakushun levantó las manos frenéticamente e incluso con su cola
hizo parar a Youko. “¿Keiki, dices? ¿Lo llamaron Keiki el Taiho?”
Rakushun sacudió fuertemente la cabeza. Sus bigotes se sacudían de arriba a bajo. “Eres la
Señora de Keiki…”
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Fue hace tanto tiempo, pensó Youko. Regresó a sus recuerdos como si volteara las páginas
de un álbum de fotos. Por un momento se perdió en sus pensamientos. Cuando regresó en sí
y suspiró, vio que Rakushun había retrocedido algunos pasos y la miraba fijamente. Parecía
enloquecido.
“¿Qué me sucede?” Dijo Rakushun para sí. La miró. “Si tu Keiki se presentó como Taiho,
entonces eso lo hace Kei Taiho”.
Rakushun se sentó al borde del camino y le indicó a Youko que hiciera lo mismo. Youko se
sentó a su lado. Por un tiempo se limitó a mirarla.
“No lo entiendo”.
Youko sintió una creciente sensación de inquietud. Asintió y le prestó toda su atención a
Rakushun.
“Si hubiera sabido antes que estabas hablando del Taiho, los asuntos de estado en los que
nos encontramos se podrían haber aclarado antes. Quizás tampoco habrías sufrido tanto”.
“Lo que te estoy diciendo es, que el Taiho es el consejero real. El consejero del rey. Y tú
dijiste que su nombre es Keiki. Siendo ese el caso, debe ser el Taiho de Kei. No puede
haber otra explicación”.
“Bien. ¿Entonces?”
Rakushun crispó los bigotes. Hizo como si fuera a tocar el hombro de Youko con su pata,
pero lo pensó y se contuvo.
“¿Un kirin?”
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“Un kirin. Un unicornio. El kirin está en el grado más alto de las bestias sagradas. Él puede
tomar aspecto humano, pero el Taiho no es humano. Siempre es un kirin. Keiki se escribe
como Kirin de Kei. Ese no es su nombre, pero sí su título. El kirin del Reino Oriental de
Kei, eso significa”.
“Correcto”.
“Kei está en la costa oriental del Mar Azul. Se sitúa entre Kou y En. Tiene un clima
templado. Es un buen lugar para vivir. La Emperatriz del Reino Oriental de Kei. La Reina
de Kei”.
Youko se quedó muda por la sorpresa. No encontraba las palabras para responder.
Rakushun asintió. “El año pasado murió el rey. Ningún rey ha ascendido al trono. El rey
somete a los youmas, maneja las fuerzas sobrenaturales y protege al reino de desastres. Así
que cuando no hay rey, el reino se hunde en el caos”.
“Correcto”.
“¿La qué?”
“Wow, wow, ¡espera un minuto! Solo soy una estudiante de secundario ordinaria. Bueno,
parece que soy una taika, ¡pero nada tan importante como eso!”
“Cada rey es una persona normal hasta que se sienta en el trono. Nuestros gobernantes no
son elegidos por herencia. Para dejarlo claro, no tiene nada que ver con el carácter de una
persona o su aspecto físico”.
Rakushun sacudió la cabeza. “Si tú fuiste elegida por Keiki, entonces eres la Reina de Kei.
El kirin no recibe órdenes de nadie. Solo al rey el kirin llama Señor”.
“La rama del cielo es otorgada al rey por el cielo. Los tres frutos de la rama representan la
tierra, el reino y el trono. La tierra es el censo y el registro de las tierras públicas. El reino
es la reglamentación de las leyes. Y el trono simboliza la justicia y la benevolencia del rey,
es decir, el kirin”.
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Mientras él hablaba, Rakushun miraba el camino hacia su destino. “Ahora puedo decir que
eres diferente a la gente común, e incluso de un taika ordinario. Has hecho el pacto con el
kirin de Kei”.
“No conozco la naturaleza exacta del convenio. Pero un kirin es un dios, no una persona.
Desde el momento en que entraste en el contrato con el kirin, dejaste de ser una humana”.
Youko buscó en sus memorias. Su mente se posó en un momento. Permítame. “Sí, Keiki
dijo algo como: ‘Permítame’. Eso es Hizo algo raro y tengo esta extraña sensación en mi
interior”.
Los pensamientos corrían por su cabeza. Ese sentimiento. Y justo después, las ventanas
explotaron, los fragmentos de vidrio volaron alrededor de la oficina del subdirector. Todos
quedaron heridos a excepción de ella, y sin un rasguño.
“¿Algo raro?”
“Se arrodilló ante mí, hizo reverencia… toco mi pie con su frente”.
“Es eso entonces”. Declaró Rakushun. “Los kirines son distinguidos y distantes. No
obedecen a nadie sino al rey, no se arrodillan ante nadie, sino ante su rey”.
“Pero…”
“No soy quien para darte detalles. Deberías estar preguntándole al Rey de ‘En’ en cambio.
No soy nada más que un humilde hanjuu. No sé nada del Reino de los Cielos”.
Había una dureza en su voz. Él la miró. Sus bigotes vacilaron y cayeron. “Estás tan lejos de
mí, Youko”.
“Yo…”
“Si eso es verdad, entonces no debería ser yo quien dijera esto. Youko, ni siquiera debería
dirigirme ante ti por tu primer nombre”. Se puso de pie. “Si asumimos que es verdad,
cuanto más rápido podamos ver al Rey de En, será mejor. Más que dirigirnos a Kankyuu,
sería más rápido si nos reportamos en la oficina municipal más cercana. Estos asuntos son
de gran importancia”.
Él estaba de pie de espaldas a ella. Se dio vuelta para verla. “Ha sido un viaje largo y sé que
debe estar cansada. Pero más que ir a Kankyuu, sugiero que pidamos asilo en una de las
oficinas del gobierno local. Hasta que hayamos recibido la aprobación oficial del Rey de
En, deberíamos permanecer en una posada local, si le gusta”.
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Youko dijo, “Yo soy quien soy”.
“Yo…” Su voz temblaba de rabia. “¡Soy quien siempre he sido, nada más! Ni una vez he
sido otra cosa que yo misma. ¡Llamarme Reina o kaikyaku, eso no tiene nada que ver
conmigo! Rakushun eres tú quien salió con todo esto”.
“¿Entonces cuál es la diferencia? ¡Nada ha cambiado! Pensé que era tu amiga. ¡Si ser reina
va a cambiar esto, entonces no quiero ser parte de eso!”
“Bueno, eso es discriminación, pura y simple. No me discriminaste por ser kaikyaku. Pero
¿ahora lo haces porque soy una especie de realeza?”
“Youko…”
“No soy yo quien está lejos. Son tus sentimientos los que nos alejan. No nos separan ni dos
pasos”.
Ella acercó el pie y mostró la distancia entre ellos No más que eso, quería decir.
Rakushun elevó la vista y la miró. Inquieto llevó su pata hasta el pelaje de su pecho,
tocando sus sedosos bigotes.
“Perdóname”. Rakushun se acercó y tocó la mano de Youko con su pata delantera. “Lo
siento”.
“Está bien. Yo soy quien debería lamentarlo. Te metí en todo tipo de cosas raras”. Ella
estaba siendo perseguida. Si Rakushun decía que ella era una reina, entonces,
probablemente fuera cierto. Y que ella fuera perseguida probablemente tendría algo que ver
con eso.
Los ojos negros de Rakushun se llenaron de alegría. “Yo vine a En por mis propias razones,
así que no tienes nada por que culparte”.
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“Ningún problema en lo absoluto. Si pensara que fueras problemática, no te habría ayudado
desde el principio. Si fuera tan desagradable me habría ido a casa”.
“Sabía que habría dificultades, sabía que habría peligro. Pero sabía que estar contigo
valdría la pena, así que me quedé contigo”.
“Supongo. Pero pienso que estoy mucho mejor partiendo al peligro contigo que estando
seguro sin ti”.
“Oh, vamos. No pensaste que las cosas llegarían a este punto, ¿o sí?”
“En cualquier caso, mis expectativas estaban un poco desinformadas. Pero ese es mi
problema, no tuyo”.
Youko no pudo pensar en una manera de responder, solo pudo asentir. Sosteniendo su
pequeña mano, sentimientos de culpa y pena se apoderaron de ella.
Youko tiró de él hacia ella y estrechó entre sus brazos el suave y tierno pelaje de su cuerpo
contra el suyo. Ignoró los extraños gritos de protesta de Rakushun y enterró la cabeza en el
pelaje gris carbón. Era tan suave y reconfortante como ella imaginaba.
“Youko”.
“Está bien”. Rakushun peinó torpemente su pelaje. “Pero sería mejor si actuaras con un
poco más de moderación”.
“¿Eh?”
Los bigotes de Rakushun cayeron. “Parece que necesitamos estudiar un poco más sobre
este mundo. ¿Te parece?”.
Habló con un tono de voz de preocupación. Sin saber a que se refería, Youko solo pudo
asentir y decir, “Sí, seguro”.
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Capítulo 53
Se detuvieron en la siguiente ciudad y consiguieron una habitación en una posada. Tan
pronto como Rakushun terminó de escribir la carta, se acercaron al edificio municipal.
Si la carta era recibida, dijo Rakushun, una respuesta sería enviada a la posada. Youko aún
no era conciente del la gravedad de la situación, por no mencionar la falta total de cualquier
sentimiento de que hubiese algo de ‘realeza’ en ella. Pero no se atrevió a detener a
Rakushun en lo que estaba haciendo, e hizo lo que él le pidió con toda la diligencia debida.
“Es difícil de decir. He descripto nuestras circunstancias y he pedido una audiencia con el
Saiho, pero no tengo idea cuanto tomará en llegar a sus manos. En este punto, estamos
tratando con algo en lo que no tengo experiencia”.
Rakushun rió. “Has algo como eso y nos echarán a las patadas”.
“Seguiremos llamando hasta que nos atiendan. Esta carta que estoy enviando va directo al
punto”.
“Huh”.
Encontrarse en medio del huracán sin duda le dio una visión deferente de los hechos.
Después de salir del edificio municipal, que era el edificio local, en vez de regresar a la
posada, Rakushun fue hacia la plaza. “¿Adónde vamos?”.
242
fue a la puerta de un edificio blanco. Las paredes de piedra de alabastro estaban adornadas
con oro y ricos grabados con relieve. Las tejas eran de un esmalte azul magnífico. El
nombre de la ciudad era Youshou. En las puertas del edificio colgaba un cartel enmarcado
que decía ‘Santuario de Youshou”. Todas las ciudades que habían visitado hasta ahora
tenían un santuario. Era la institución cívica central.
“¿Aquí?”
“Aquí es”.
Rakushun le dirigió una mirada tranquilizadora. Entraron. Dentro de las puertas había un
par de guardias. “Solo observa”, dijo Rakushun. Se les pidió que presentaran sus
documentos de identificación.
Del otro lado de la puerta había un estrecho jardín, y más allá el corazón del santuario, un
gran edificio. El trabajo de las puertas era extremadamente bueno. Una gran ventana
cuadrada adornaba la fachada de una sala como una rotonda situada en lo profundo del
edificio. A través de la ventana se veía un patio.
Lo que se veía como un altar estaba completamente rodeado por la ventana. Flores, velas y
ofrendas se amontonaban frente al altar. En el altar cuatro o cinco hombres y mujeres
enfrentaban la ventana, rezando con fervor.
Deben estar rezando a algo en medio del altar. Pero todo lo que había era una ventana.
¿Había algo que se pudiera ver desde la ventana? Desde las ventanas se podía ver el patio, y
en el centro del patio, solo un árbol.
“Eso es…”
Rakushun reverenció al altar y juntó las manos. Luego tomó a Youko de la mano. A la
izquierda y a la derecha, de las paredes que enfrentaban el altar había dos pasillos que
conducían al interior. Desde el pasillo ella pudo ver la tierra del patio cubierta con piedras
blancas. Y lo que vio en medio del patio, le quitó el aliento.
Era un árbol blanco. Cuando había estado vagando en las montañas, a menudo había
buscado refugio en estos extraños árboles. Este árbol era mucho más grande que aquellos.
No era diferente en la altura, pero era como de veinte metros de diámetro. En su punto más
alto tal vez llegaba a los dos metros, y en lo más bajo de sus extremidades tocaba el suelo.
Las ramas blancas no llevaban ni flores ni hojas. Aquí y allá había una cinta atada a una
rama y ahí los frutos estaban madurando. Los árboles en las montañas tenían frutos
pequeños en comparación. Estos eran lo suficientemente grande para colocar los brazos
alrededor.
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“Rakushun, esto es…”
“Esto es un riboku”.
“Wow…”
Youko miró el árbol con asombro. Definitivamente nunca había visto nada que se le
pareciera en Japón.
“Una pareja que desea tener un niño viene al santuario. Hacen ofrendas y rezan para que el
niño sea confiado a ellos. Entonces atan una cinta a una rama. Si Tentei concede la
petición, una fruta crece en la rama cuando la cinta está atada. La fruta madura en diez
meses. Cuando los padres vienen a recoger el fruto, éste cae. Después de reposar por una
noche, la cáscara del fruto se rompe y el niño nace”.
“Entonces un fruta no puede crecer por su cuenta. Los padres tienen que pedir antes que
esto ocurra”.
“Así es. Hay padres que no son recompensados sin importar cuantas veces lo pidan. Y
padres que reciben el regalo casi de inmediato. El Cielo debe determinar si tienen o no los
requisitos para criar un hijo”.
“¿Fue lo mismo conmigo? ¿Tuve padres que ataron una cinta a la rama de un árbol?”
“Los tuviste. Y haber perdido el ranka seguramente fue una profunda desilusión para ellos”.
“No lo sé. Una búsqueda en los registros debería revelar la respuesta. Si calculas el tiempo
y el lugar en el cual se produjo el shoku, y luego analizas los rankas perdidos al mismo
tiempo… sería difícil”.
Ella se quedó fija en la idea de buscar a las personas que la habían pedido, ver que clase de
personas eran. Sabiendo que había gente aquí también, que habían rezado por su
245
nacimiento, convenció finalmente a Youko de sus orígenes. En condiciones normales, ella
debería haber nacido en un lugar como este, en algún lugar de este mundo, en el cobijo de
un Mar de Vacío.
Rakushun lo trató como una pregunta extraña que hizo sonreír a Youko. Una mujer humana
con un niño que se ve como una rata. No debía haber nada de genética en la herencia.
Una joven pareja entró al patio. Se consultaron susurrando, mientras señalaban una rama.
Después de un momento de indecisión, ataron una delgada y hermosa cinta a la extremidad
escogida.
“Esa cinta es un diseño de su propia creación. Mientras piensan en el niño que desean que
crezca para ellos, eligen un diseño que les parezca el más acertado y bordan una cinta”.
“Oh”. Le pareció una costumbre más reconfortante. “Cuando estuve en las montañas, vi
árboles como estos”.
“Hay dos tipos de yaboku. Yaboku de cual nacen las plantas y los árboles, y yaboku del que
nacen los animales”.
Los ojos de Youko se abrieron en sorpresa. Le dijo a Rakushun, “¿Incluso plantas, árboles
y animales nacen de estos árboles?”
Rakushun asintió. “Pero, por supuesto. ¿De qué otra forma podrían nacer?”
“Bueno, ah…” Si los niños podían nacer de árboles, era lógico que los animales y las
plantas.
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“Los animales domesticables vienen de los riboku. Los granjeros le piden al riboku ganado
en días especiales, siguiendo ciertas reglas. En lo salvaje, árboles, plantas y bestias de las
montañas se reproducen del mismo tipo de yaboku. Sus frutos maduran por su cuenta. En el
caso de árboles y plantas, el yaboku produce semillas. En el caso de aves, el yaboku
produce pollitos. En el caso de otros animales, sus cachorros”.
“¿No es un poco arriesgado para las semillas, los pollitos y los cachorros nacer sea como
fuere? Puedes pensar que los pollitos pronto se convertirán en la cena de alguna otra
criatura”.
“Los padres de los animales también van recoger a sus hijos. De lo contrario, hasta que
puedan sobrevivir por sí mismos, viven bajo el árbol. Es por eso que las demás criaturas no
pueden acercarse al árbol. Las bestias que son enemigos naturales no nacen al mismo
tiempo y sin importar cuan feroces los animales puedan llegar a ser, mientras estén bajo el
árbol nunca habrá peleas. La gente que no llega a las ciudades antes de que caiga el sol va a
ir a las montañas y buscar un yaboku. Siempre es más seguro debajo de un yaboku”.
“En cambio, sin importar cuan terrible el cachorro de la bestia pueda llegar a ser, está
absolutamente prohibido capturar o matar a nadie a la vista de un yaboku”.
“Siendo ese el caso, me parece que los pájaros no nacen de los huevos”.
Rakushun hizo una mueca. “¿Quién querría comer uno con un pollito adentro?”
“Cada vez que te hable de estas cosas, siento una extraña sensación acerca del otro mundo”.
“Puedo verlo ahora. ¿Qué hay de los youmas? ¿Puedo asumir que también los youmas
nacen de árboles?”
“Lo hacen, naturalmente. Nadie ha visto el árbol del que nacen los youmas sin embargo. Se
dice que en algún lugar hay colonias de youmas. Sin lugar a duda sería en tal lugar”.
“Huh”.
Youko asintió. Tenía preguntas más caprichosas en la punta de la lengua, pero de una
naturaleza más vulgar, así que pensó en lugar de preguntar. Como, exactamente que tipo de
relaciones sospechosas pasaban en la zona roja, ese tipo de cosas.
“¿Qué sucede?”
247
La joven pareja en el patio volvieron a darle el frente al árbol con sus manos entrelazadas.
248
Capítulo 54
Rakushun había insistido en que tomaran una habitación en una posada más apropiada y
Youko insistía en que era una pérdida de dinero.
“¿Cómo puede la Reina de Kei pensar, incluso, en quedarse en un lugar barato como este?”
“La única persona que dice que soy la Reina de Kei eres tu. Por ser mi amigo, de momento,
estoy tomando las cosas que me dices con seriedad. Pero para este punto nada fue grabado
en piedra”.
“¿Y si lo fue?”
“Sabes, Youko…”
“Mira, con el dinero de viaje que tengo, este tipo de posada está dentro de mis alcances. No
sabemos cuánto tiempo nos tomará recibir una respuesta del gobierno. Si nos vamos a una
habitación de clase alta y los días se alargan, nos quedaremos sin dinero antes de que nos
demos cuenta”.
“Eres la Reina de Kei. Ni siquiera deberías tener que pagar. Para empezar, ¿qué posadero
alguna vez ha tomado el dinero de un rey?”
“Entonces es mejor que nos quedemos acá. No sería justo tomar una habitación y luego
irnos sin pagar la cuenta. Y definitivamente no voy a ser un parásito para la gente”.
Terminaron tomando una habitación de la que podía decirse que era la mejor de las peores.
Era una pequeña habitación de cuatro tatamis, como de dos metros y medio a tres metros.
En la habitación dormían dos. Tenía una ventana que daba al patio. Había una pequeña
mesa debajo de la ventana. Era lo mejor que podían esperar por sus presupuestos.
Bajó al comedor donde Rakushun estaba esperando y luego cenaron. Esta no fue una de
esas comidas en que se levantaba y comía en un carro. Este era un comedor digno, y comer
ahí era un verdadero lujo. Ella comió y bebió lentamente, estaba a punto de anunciar que
estaba lista para volver a la habitación.
249
Este no era un grito normal. Youko tomó la espada inmediatamente. No se había despojado
de la costumbre de no apartarse de la espada ni por un instante. Agarró la empuñadura y se
dirigió hacia la puerta. La calle era un alboroto. En la esquina de la calle de enfrente, la
gente estaba corriendo por el pánico.
“Youko”.
Ella había creído que los youmas no la perseguirían en su camino hasta En. Y ahora que lo
pensaba, no había razones para que pensara eso.
En primer lugar, no había muchos youmas en ‘En’. Cada noche tomaban una habitación en
una posada. Viajaban solo durante el día, así que era natural que no encontraran ningún
youma. Pero no debía haber esperado que sus enemigos la atacaran en las montañas solo
durante las noches. Tal vez era solo buena suerte que la había salvado por un tiempo.
“Pero, Youko…”
Los gritos de las personas que huían le sonaban familiares en su cabeza. El más penetrante
de los gritos, era el de una persona en peligro de muerte. Mezclado con los gritos de las
personas estaba el sonido de un bebé llorando. Los gritos de los youmas. Youko los conocía
bien.
Desenvainó la espada, presionó la vaina en las manos de Rakushun. “Rakushun, sal de aquí.
Te lo ruego”.
El flujo de las personas se incrementó. Youko vio entre las personas una pequeña sombra
como una montaña. Parecía un tigre enorme. Bafuku, escuchó que alguien gritó.
Youko bajó la punta de la espada y la colocó en la punta de sus pies. La hoja de acero
brillaba con la luz de las tiendas adyacentes. La marea de gente que se embestía se desvió
hacia la izquierda y derecha.
El tigre se abalanzaba y cortaba gente frente a él. Detrás del tigre había una enorme criatura
que parecía un gran toro.
“Dos de ellos…”
Ella se preparó. Sintió esa familiar sensación como algo más que miedo. Euforia. El
tumulto de gente se salían de los callejones y se amontonaban en las tiendas a su alrededor.
Youko vio una brecha entre sus dos enemigos. Corrió hacia ellos, preparándose para el
momento, dispuso la espada.
250
Primero, el tigre. La enorme bestia se dirigió hacia ella como si fuera a atacar. Ella lo
eludió en el último segundo y la punta de la espada se hundió en la enorme cabeza. Ella
quitó la espada, plantó sus pies, la hundió nuevamente, y luego se dio vuelta para enfrentar
al toro azul que cargaba contra ella.
Sus cuerpos eran muy grandes, cortarlos iba a llevar un poco de esfuerzo. Pero había solo
dos de ellos por lo que no sería muy duro. A Youko se le había dado algo de espacio para
trabajar con el tamaño de esos dos, cuando la voz de Rakushun sonó.
“¡Youko! ¡Kingen!”
Sus ojos se desviaron. Lo que se veía como una bandada de pájaros volaba hacia ella. Diez,
veinte, no sabía cuantos.
Youko cloqueó para sí en señal de disgusto. Eran pequeños, rápidos y había un montón de
ellos. Que dolor de cabeza. Las colas de los pájaros eran afiladas como pica hielos. Ella
bajó a dos de ellos y le dio al tigre el golpe de gracia.
Para evitar los tropiezos y caídas, saltaba los cadáveres y con la espalda contra la pared de
la posada buscaba un mejor equilibrio. Había golpeado al todo azul dos veces con frenesí.
Los adoquines debajo de sus pies se mancharon de la sangre de los youmas.
El estrecho y mal iluminado pasillo estaba atestado de aves. Sin esperanza de ayuda de
alguna de las tienda de alrededor, salvo por la luz de las lámparas. Antes de que lo supiera,
las aves estaban sobre ella. Caían sobre ella como si salieran de la oscuridad.
Ella esquivaba la cabeza del toro azul, y bajaba otra ave. Oía los gritos de la multitud
cercana que sonaba como el chirrido de una bisagra oxidada.
Un sudor frío le recorrió la espalda. Cuando se distrajo por los pájaros, el aún no muerto
toro azul se convirtió en la amenaza más inmediata. Vio una horda de monos que salían de
la boca de un callejón.
251
Incluso si no puedo ver, puedo pelear.
Demonio. Me tiene.
En el mismo instante en que cerró los ojos, el ave que iba hacia ella desapareció. Alguien
había entrado en su flanco y tirado al ave del cielo. Ella no tenía tiempo de decir quien.
Las aves fueron hacia ella y ella los redujo a pedazos. Evitó al toro azul. Mientras lo hacía,
la misma persona atravesó la parte posterior del cráneo con un golpe brillantemente
ejecutado. Fue con tal destreza, que el golpe la distrajo. Él tiró la espada y cortó a las aves
que descendían sobre ellos.
Él era un gran hombre, una cabeza más que ella. “No bajes tu guardia”, dijo, y eliminó a las
últimas aves con facilidad.
Youko asintió, al mismo tiempo reducía la cantidad de monos como si espantara moscas.
Ella los atravesaba por la espalda, y rápidamente se encontró de nuevo en medio de la
batalla.
La habilidad del hombre excedía por mucho a la suya. Si fuerza era de una magnitud
mayor. La horda era numerosa, pero los cuerpos apilados en los callejones y la tempestad
ya se habían calmado. No parecía haber tomado mucho tiempo en lo absoluto.
252
Capítulo 55
El hombre quitó la sangre de su espada. Dijo, “Tienes un brazo muy bueno”.
Ella no sabía que responder. Sintió que alguien le tomó la túnica por detrás. Era Rakushun.
“Youko ¿estás bien?” preguntó pisando con cuidado alrededor de los cadáveres con sus
patitas.
Ella tomó la vaina que él sostenía, secó la hoja y cubrió la espada. “Estoy bien. ¿Estás
herido?”
El hombre solo sonrió. Indicó el edificio de atrás de ellos. “¿Ustedes se están hospedando
allá?”
“Sí”.
“Bien,” se dijo el hombre a sí mismo, mirando alrededor de la plaza. “La gente se está
acercando. ¿Tu bebes?”
“No”.
253
“Bueno, entonces. Tomemos algo. De lo contrario explicarle todo a los guardias va a ser
una molestia”.
El hombre se abrió paso entre la multitud y bajó por la calle. No parecía que tuviera un
destino particular en mente, mirando aquí y allá mientras caminaba por la calle tan
transitada. Finalmente, se decidió por entrar en una taberna. Era un lugar magnífico.
Siguiéndolo por detrás, Youko y Rakushun entraron sin darle un segundo vistazo.
“No es a lo que me refiero. Hay un par de cosas que quisiera discutir con este hombre.
Quizás deberías regresar a la posada, solo para mantenerte a salvo”.
Rakushun subió los escalones de piedra y abrió la puerta. Youko se apresuró. En el interior,
el hombre y un camarero los esperaban al pie de la escalera. Cuando vio a Youko, sonrió y
subió las escaleras.
El camarero le mostró al hombre una habitación en el tercer piso. Era una suite de dos
habitaciones con un balcón con vista al patio. La habitación era grande, y el interior estaba
decorado exquisitamente. Incluso los muebles eran suntuosos. Youko no pudo ocultar su
inquietud. Esta posada era el establecimiento de clase más alta que había pisado hasta
entonces.
El hombre ordenó comida y bebida, y se sentó en el sillón como si fuera uno individual. Él
tenía la apariencia de ser alguien acostumbrado a este entorno. A la luz de las innumerables
velas, el fino corte de las ropas del hombre se hacía evidente.
“Um…”
El hombre le sonrió a Youko, quien estaba parada inmóvil en la puerta. “¿Por qué no te
sientas?”
“Disculpe”.
Youko y Rakushun intercambiaron miradas. Ambos se sentaron. Pero les resultó difícil
acomodarse. El hombre solo sonreía para sí ante la evidente disconformidad de ellos. Sin
saber como responder, Youko miró alrededor, en la habitación. El camarero regresó con los
víveres.
254
“¿El caballero necesita algo más?”
El hombre hizo un gesto con la mano y el camarero se fue, cerrando la puerta detrás de él.
“¿Les gustaría probar?”
“Um…” Youko no tenía la menor idea de cómo empezar la conversación. Al darse cuenta
de esto, el hombre habló primero. “Esa es ciertamente una espada espléndida la que tienes
ahí”. Su atención se centró en la mano derecha de Youko, él acercó su mano.
Youko vaciló por un montón de razones, pero le entregó la espada. Él tomó fuertemente la
empuñadura y sacó la espada de la vaina. Salió sin dificultad. Sin hacerle caso a la sorpresa
de Youko, examinó la espada y la vaina.
“Así que, ¿qué es?” preguntó ella, mostrando que la pregunta debía ser tomada literalmente.
“Quiero decir, ¿qué clase de cosa es esta?”
“Esa es la Suiguu-tou, la Espada de Agua del Mono. La hoja fue fundida con agua, la vaina
se formaba de un mono. Por lo tanto, la Espada de Agua del Mono. El campeón que la
utilice tiene mucho más que una espada. Cuando ves la luz brillante y oyes el sonido del
agua caer, la espada te muestra visiones. Si se usa apropiadamente, te mostrará el pasado, el
futuro, y lo que está lejos de ti. Si no estás atento, te engañará incesantemente. La vaina
está allí para doblegar al espíritu.
Mirando a Youko, terminó el vaso. “La vaina puede cambiar y convertirse en un mono. El
mono puede ver en los corazones de la gente, y si no te cuidas, confundirá la mente de su
dueño. Por eso se dice que la espada sella la vaina. Se trata del Tesoro Imperial del Reino
de Kei”.
255
“Sin embargo, esta vaina está muerta. Sin el sello de la vaina, las visiones ciertamente
correrán libremente”
“¿Quién es usted?”
“Ustedes enviaron una carta a través de la oficina municipal. Así que, díganme, ¿de qué se
trata”.
El hombre frunció el ceño. “El Taiho no está disponible por el momento. Pero escucharé
todo lo que tengan para decirme”.
Youko sintió una profunda decepción. Así que él no era el Taiho después de todo. “Lo
escribí en la carta”.
“Yo soy una kaikyaku. No sé mucho sobre este mundo. A eso se reduce.” Youko miró a
Rakushun. “Él es Rakushun. Él dice que soy la Reina de Kei”.
“¿Usted lo cree?”
“Creer no tiene nada que ver con esto. La Suiguu el Tesoro Imperial del Reino de Kei.
Hace mucho tiempo, en vez de destruir a los youmas mágicos más poderosos, los
sometieron y los convirtieron en esta espada y esta vaina, lo que se convirtió en las joyas de
la corona. Consecuentemente, solo su verdadero dueño pudo usarlas. Es decir, el Rey de
Kei. Es porque quien los selló por primera vez en la espada y la vaina fue el Rey de Kei”.
“Pero…”
“Como ambos fueron sellados al mismo tiempo, por su naturaleza, solo el verdadero rey
puede desenvainar la espada. Pero como la vaina ahora está muerta, yo también puedo
hacerlo. Pero incluso en mis manos, la hoja no cortaría ni las hojas. Tampoco vería ninguna
de las visiones”.
“Youko Nakajima”.
256
La mirada del hombre se posó sobre Rakushun. “Y la persona llamada Chou Sei, quien
envió esta carta, ¿ese fuiste tu?”
“Sí”, dijo Rakushun, rápidamente corrigiendo su postura y prestando más atención. Chou
Sei era su nombre de pila oficial.
“¿Y tu apodo?”
“Rakushun”.
El hombre no se sintió intimidado. Miró a Youko sin el menor asombro de una actitud
defensiva. “Naotaka Komatsu”.
“Un taika. La lectura china para mi carácter es Shouryuu, lo que es más común. Aunque me
temo no lo suficientemente común para que te sea de gran utilidad”.
“¿Y…?”
“¿Y qué?”
“Ah,” el hombre se echó a reír. “Sí mi título es lo que estás buscando, entonces me conocen
como En-O. El Rey del Reino de En”.
257
Capítulo 56
Youko se quedó paralizada en el acto. La cola y los bigotes de Rakushun se pararon. Youko
miraba al hombre. Él se rió. Era evidente que lo estaba disfrutando.
“Lo soy. Lamento que el Taiho no pueda reunirse con ustedes, pero pensé, que yo sería útil.
¿Solo querían al Taiho?”
“No, no, está bien,” dijo Youko, demasiado sorprendida para pensar que decir.
Él sonrió y metió los dedos en la copa de vino. “Bueno, comencemos desde el principio.
Hace un año, la Emperatriz de Kei falleció. Post mortem es conocida como la Última
Emperatriz Yo. ¿Eras conciente de esto?”
“No”.
El rey asintió. “Su nombre era Jokaku. Ella tenía una hermana menor llamada Joei. Podría
decirse que Joei usurpó el trono”.
“¿Usurpó?”
“Sí”
“La Última Emperatriz Yo dejó atrás a su kirin, Keiki. ¿Qué sabes de él?”
“¿Un Giou?”
Él sacó los dedos del vino y dibujó los caracteres en la mesa. “Un rey falso, un usurpador.
El kirin elige al rey. Un rey que asciende al trono sin la bendición del kirin en un usurpador.
Ciertos presagios deben estar presentes en el ascenso del nuevo rey. Ninguno estuvo
cuando Joei ascendió. Por lo contrario, los youmas están alborotados y las plagas están en
enjambres. Todo me dice que esta reina no es una reina”.
“Yo no…”
258
…lo entiendo, estaba a punto de decir, pero él levantó la mano y la detuvo.
“No tengo duda de que estamos tratando con una usurpadora. Cuando investigué más,
descubrí que de hecho se trataba de la hermana menor de la Última Emperatriz Yo quien
reclamó el trono. La hermana de la Emperatriz es una mujer normal. Ella no puede entrar al
Palacio Imperial, y por consecuencia, no puede gobernar el reino. Sabía que este es un
asunto delicado”.
Youko no seguía bien lo que él le estaba diciendo, pero abría bien la orejas y escuchaba.
“Además, se dispuso dentro de la fortaleza de uno de los Señores Provinciales y desde ahí
proclamó su coronación. Los ciudadanos ordinarios no tienen manera de juzgar la verdad
por ellos mismos. No tienen ninguna razón para cuestionar su autoridad, es más, estaban
listos para creerle. Ella declaró que los Señores Provinciales habían conspirado juntos para
prevenir que ella, la verdadera reina, entrara al Palacio Real. La gente le creyó y los culpó.
Joei incluso se atrevió a declarar la guerra a sus ‘súbditos traidores y desleales’ y solicitó
nuevos oficiales y soldados. Se encontró con muchos aspirantes”.
El rey continuó con una expresión sombría. “La coronación de la emperatriz anterior tomó
mucho tiempo y su reinado fue breve. El reino aún no ha sido capaz de recuperarse y el
resentimiento de los campesinos contra los Señores Provinciales es profundo. De las nueve
provincias, dos son gobernadas por usurpadores, y tres fueron derribadas por el ejército”.
“Algunos lo intentaron. Cuando los Señores Provinciales señalaron la falta del kirin, Joei
insistió que ellos lo estaban ocultando. Pero luego fue presentado por Joei, haciendo que su
posición fuera insostenible. Ella afirmó que Keiki había sido rescatado de sus enemigos que
lo habían secuestrado. La presencia del kirin en su forma de criatura hizo que fuera difícil
cuestionarla o rescatar a Keiki. Y con eso, de las cuatro provincias restantes, dos más
cambiaron de bando”.
Es por eso que no fue a rescatarla. No era la peor cosa que podría haber ocurrido, pero
estaba bastante cerca.
Rakushun dijo, “Así que está Joei ha estado enviando asesinos tras Youko”.
“No es posible. Estás hablando de youmas que atacan gente. Eso ocurre. Pero, no obstante,
perseguir y atacar a una persona en particular, eso no. Eran los shirei, aunque, ese es otro
tema”.
“¿Shirei?”
259
“El rey emplea los poderes de la Corona Imperial, y el kirin comanda a los shirei. Si
alguien estaba comandando los youmas para atacar a una persona en particular, solo podría
ser un kirin”.
Así que los youmas que rodeaban a Keiki estaban bajo su mando. Eso fue lo que Youko
sacó de la explicación, pero la reacción de Rakushun fue de una extrema agitación.
El rey asintió, se vio una grave expresión en su rostro. “No, no debería ser. Pero no puedo
pensar en otra explicación. Fue por medio de los shirei que los youmas salvajes fueron
enviados a atacar a la reina de Kei”.
“Esto eso…”
“Cuando lo pienso lógicamente, puedo concluir que Joei no tiene la voluntad ni los recursos
para aumentar ni mantener un ejército. Debe haber alguien detrás del escenario moviendo
los hilos. Si esa persona también está enviando los shirei, entonces rastréalo y encontrarás
al rey”.
Youko miró una y otra vez a Rakushun y al Rey de En. “¿Es decir?”
“Sí, lo es. Pero un kirin no es una criatura como los youmas. Cercano a un dios. Tiene el
corazón de una bestia, pero puede asumir apariencia humana. Su ser está impregnado por la
caridad y compasión. Es reservado y distante, pero no puede soportar un conflicto. En
particular, tiene un horror a la sangre. La presencia sangre puede enfermarlos. Nunca
tomarían una espada y pelearían. Tienen a los shirei para protegerlos. Los shirei son
youmas, aunque son youmas que tienen un pacto con el kirin y se convirtieron el lo que
puedes llamar sus sirvientes. De ninguna manera se encargarían de atacar a un ser humano.
Para hacer eso estarían contra la voluntad del kirin”.
“Y sin embargo, el rey es el Señor del kirin. Aunque el kirin no alberge malicia hacia
ninguna persona, si el rey lo comanda, eso cambia todo. Los shirei te atacaron porque el rey
le ordenó al kirin hacerlo. Nada más es posible”.
“No. No hay más que un kirin por reino. El rey es su Señor, y obedece a su Señor, a nadie
más”.
260
Entonces eso significaba que un rey le había puesto precio a su cabeza. Entonces recordó,
la mujer en el camino de la montaña. Ella la había visto llorar la muerte del youma. ¿Era
porque el youma había sido su shirei? El loro la había mandado a matar a Youko. Llorando,
incapaz de negarse, ella había blandido la espada. Si ese loro era el rey, y esa mujer el
kirin… las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar perfectamente.
“Pero…”
“Mientras estés dentro de nuestra custodia, nadie te pondrá un dedo encima. El problema
para tus enemigos es que Keiki es un kirin, y no es tan fácil de eliminar. Si el kirin es
asesinado, el rey que mandó a matarlo se presentará. El Cielo no pasará por alto tal
injusticia”.
“Es mejor dejarlo así por ahora. Ese reino va a caer, y quien esté dando las órdenes se
revelará. Sin embargo,” el rey dijo con una amplia sonrisa, “que Keiki esté prisionero en
Kei solo justifica una misión de rescate. Para hacerlo, y para proteger a Su Majestad,
debemos ir a un lugar seguro. ¿Vamos?”
“¿Ahora mismo?”
“Tan pronto como sea posible. Si tienes pertenencias en la posada, hay suficiente tiempo
para recogerlas. Me gustaría llevarte a mi hogar”.
Youko miró a Rakushun. Rakushun asintió. “Es mejor que vayas, Youko. Eso es lo más
seguro”.
“Pero…”
El rey asintió ante la prevención de Rakushun. “Otro invitado difícilmente complicará las
cosas más de lo que ya están. Es un lugar algo viejo y destartalado, pero tengo habitaciones
para compartir”.
“Ten en cuenta que yo soy un completo incompetente cuando se trata de los quehaceres de
la casa, pero si no te importa, entonces eres bienvenido. Creo que la Reina de Kei también
estará más cómoda contigo”.
261
Su hogar no era otro que el Palacio Gen’ei. Personalmente quedaba chocante que el Rey de
En se refiriera a este como a algún tipo de cabaña en ruinas, Youko le dijo a Rakushun,
“Dale, vamos. No me sentiría bien dejándote atrás”.
262
Capítulo 57
Cuando el Rey de En llegó a las afueras de la ciudad, se llevó los dedos a la boca e hizo
sonar un silbido agudo.
Caminar todo el camino a Kankyuu llevaría otro mes. Por otra parte, en la noche, no había
entrada o salida de la ciudad. Youko estaba intentando averiguar como rayos él planeaba ir
a Kankyuu cuando, al parecer en respuesta al silbido, una sombra apareció sobre el muro.
Ella pudo distinguir la brillante forma de dos tigres. El juego de luces en sus pelajes volvía
sus rayas negras en un blanco tornasol, no pálidos como perlas, ni tan impenetrables como
una mancha de aceite. Sus impresionantes ojos eran como ópalos negros, sus colas
magníficamente largas.
Como en aquella primera noche en la que cruzó el Kyokai, montó un tigre. Volaron en el
cielo de la noche, estaba la luna creciente, y se dirigían hacia Kankyuu.
Ella sintió una nostalgia profunda. Mirando hacia atrás, ¿cuánto tiempo había pasado desde
entonces? Ella había montado uno de los shirei de Keiki, de nombre Hyouki. Cuando
estuvieron sobre el océano todavía estaba frío. La Youko de entonces no entendía nada, ni
de Keiki, ni de ella.
Ahora era verano. El calor descansaba como una manta en la noche, el aire a su alrededor
estaba tan tranquilo que parecía melancólico.
Justo como en la noche en la que cruzó el Kyokai, mientras la bestia galopaba por el cielo,
el cielo nocturno se abrió debajo de ellos. Las noches en ‘En’ eran brillantes, las aldeas y
pueblos brillaban como pequeñas constelaciones de estrellas. Éstas le recordaron el Kyokai.
Sentado detrás de ella, aferrado a su espalda, Rakushun señalaba, con su pequeña pata
delantera, delante a la distancia. Para ese momento habían pasado dos horas desde que
empezaron el viaje. Ella no vio nada en la dirección en la que Rakushun señaló. No había
una ciudad ahí, solo una profunda oscuridad. ¿Dónde? Iba a preguntar, cuando entendió lo
que estaba viendo. Rakushun no estaba señalando algo dentro de la oscuridad, estaba
señalando a la oscuridad misma.
“No lo creo…”
Bañado con la luz de la luna, el mundo de abajo estaba del color del océano. Los contornos
de los bosques tenían un brillo blanco tenue, como las olas, salpicados de un sinnúmero de
luces.
263
No, no un agujero. Era una silueta, la luna se elevaba detrás de ésta. ¿Qué había abierto un
hoyo en el paisaje nocturno que se veía como un agujero, pero era de hecho se elevaba
como una…”
“… una montaña”.
Ellos estaban tan alto que los pueblos se veían nada más que como puntos. Incluso siendo
así, ella estaba mirando más y más arriba.
Pero ¿Puede realmente una montaña llegar hasta el cielo? Por un momento, tuvo la
sensación de un ser muy pequeño, una insignificante mota de vida.
Una montaña que se eleva como un pilar que penetra cielo y tierra. La silueta de una
montaña se elevaba abruptamente desde las colinas y se proyectaba más arriba del cielo, se
veía como si un manojo de pinceles de diferentes longitudes se erizara. La estrecha y
empinada cumbres de la montaña estaba cubierta de nubes que la escondían de la vista.
La cara de la roca creaba tal silueta que era más como un enorme muro.
Comparando las patas del tigre con la montaña aún estaban increíblemente lejos. Así de
grande era la montaña.
“Esa es la Montaña Kankyuu. Tal montaña es el hogar de los palacios reales en cada reino.
El palacio está en la cumbre”.
La luz de la luna brillaba tenuemente sobre las líneas generales de los acantilados, así que
señalaban mientras se acercaban a la vertical. Ella buscaba la forma familiar de un castillo,
pero con la cumbre escondida en las nubes, no podía asegurarse de nada. En la base de la
montaña veía uno o dos puntos de luz.
Si ésta era la capital, debía ser más grande que Ugou. Debían estar tan lejos que las luces
eran todo lo que podía verse de la ciudad.
Youko fue momentáneamente abatida por la sorpresa. Incluso sobre el lomo de la bestia
que estaba volando, Kankyuu no estaba lo suficientemente cerca como para que pareciera
que se movieran. Lentamente, la montaña se acercó, de tal modo que no podía ver la
montaña en su totalidad sin mover la cabeza, ni ver claramente su cumbre. Al menos podía
ver los contornos de la ciudad de Kankyuu.
264
La ciudad se extendía alrededor de la base de esta montaña absurdamente alta, tendiendo un
arco sobre el terreno suavemente ondulado. Situada a la sombra de una montaña tan grande,
las noches debían ser muy largas.
Cuando le preguntó a Rakushun, confirmó que así era. “Fui una vez a la capital de Kou,
Gousou, y así era. Porque Gousou está al este de la montaña, el ocaso dura mucho tiempo”.
“Huh”
Visto desde arriba, Kankyuu era una gran ciudad. Un mar de luces se extendía por debajo
de ellos. Y ante ellos, tan lejos como el ojo podía ver, los acantilados. Las capas de roca
desnudas, sin árboles hacían ver a la estrecha montaña calcárea en la oscuridad.
Más adelante, el rey se había posado en una saliente rocosa que sobresalía de un lado del
acantilado.
La zona de aterrizaje era del tamaño de una cancha de tenis. El nivel del área
aparentemente había sido excavado de una gran masa de roca, Siguiendo al rey, el tigre que
Youko y Rakushun estaban montando, descendió en la cornisa.
Sonriendo, el rey los miró sobro su hombro. “Parece que llegaron hasta aquí sin caerse”.
¿Cómo podías caerte? Se preguntó Youko. En el lomo del tigre no se sentía esa sensación
del viento cortante, ni bamboleo de lado a lado.
Como si leyera sus pensamientos, él rió. “La altura hace que algunos se mareen. Otros se
acostumbran a la sensación y se duermen”.
Intrincados diseños fueron fuertemente tallados en la suave zona de aterrizaje, como marcas
antideslizantes. No había pasamanos, y ella no tenía ganas de mirar por encima del borde.
No podía imaginarse que tan lejos del suelo debían estar.
Un par de puertas en la cornisa los guiaba desde el acantilado. El rey giró sobre sus talones
y se dirigió hacia las puertas. Ambas puertas se habían abierto hacia el interior antes de su
llegada.
Ambas puertas tenían el doble de su altura y parecían haber sido hechas de una sola losa de
piedra. Tan pesadas como se veían, fueron abiertas por un par de guardias. Ella no estaba
segura de que fueran soldados. Pero ya que ambos llevaban corazas de cuero duro, parecía
una conclusión lógica.
265
Después de asentirle a los soldados, el rey miró a Rakushun y a Youko, llamándolos a que
lo siguieran. Cuando atravesaron las puertas, ambos soldados se inclinaron, pero no
profundamente, y luego salieron a toda prisa a la cornisa donde los dos tigres estaban
descansando. Probablemente fueran a alimentarlos y cepillarlos como se le haría a un par
de caballos.
“¿Qué estás mirando? Por aquí”. El rey la estaba mirando. Ella se apresuró y entró a un
gran pasillo.
Las arañas en el techo lo hacían tan iluminado como el día. Aleteando los bigotes con
asombro, Rakushun se quedó mirando el techo. Por lo que debía ser algo bastante inusual.
El pasillo no fue largo, conduciendo a una sala mucho menos impresionante. Desde allí, en
medio de un túnel como un arco, una escalera de piedra blanca continuaba hacia arriba. Al
ver las escaleras, los bigotes de Rakushun cayeron.
El rey los miró y dijo alentadoramente, “Vamos. No hay necesidad de preocuparse por
cortesía”.
“No, en lo absoluto”. Rakushun tenía una expresión dura en el rostro que Youko entendió
enseguida. Él bajó la voz a un susurro. “Sabes, Youko, creo que así es como llegamos hasta
allí”.
Sin embargo, Youko se guardó sus ideas para sí y subió la escalera. Ella tomó la mano de
Rakushun. La altura de cada escalón era corta, pero la escalera en sí era larga. Subieron la
escalera al paso del rey. Cuando terminaba la escalera había un gran descanso. Giraron
noventa grados y subieron otro tramo de escaleras y entraron a una pequeña habitación. En
el fondo de la habitación había una puerta. La gruesa puerta de madera estaba bellamente
adornada con varios relieves vivos.
Al pasar por esa puerta, una suave brisa era arrastrada, llevando consigo el rico aroma del
mar.
“Oh…” exclamó inconcientemente Youko. Ante ellos había una amplia terraza. Ya estaban
por encima de las nubes. Que milagro que era, ella no sabía, pero ascendiendo esos pocos
pasos los había llevado a lo más alto de la montaña. El piso estaba trabajado con piedra
blanca, al igual que las barandas de la terraza. Debajo de la terraza, las olas de las nubes
blancas rompían contra la costa.
No, Youko se dio cuenta con asombro, eran de hecho las crestas de olas reales.
266
Ella corrió hacia la baranda. Debajo de sus pies, donde la terraza sobresalía de la superficie
de la roca, las altas ondas hacían crestas y rompían. Como colocó sus ojos en ello, sabía de
donde había venido el olor al mar.
El rico aroma del océano se mezclaba con las brisas flotantes. El mar negro llegaba tan
lejos como podía ver. Olas rompían contra la costa por debajo de la terraza. Inclinándose
sobre la baranda y mirando hacia abajo hacia el agua, podía ver las luces en el fondo del
mar. Era como el Kyokai, pero luego se dio cuenta de que estas eran las lejanas luces de
Kankyuu.
“Bueno”, dijo el rey con una sonrisa, “si el Mar de Nubes cayera como lluvia, le causaría
un poco de problemas a todo el mundo. Si le complace a Su Majestad, estoy seguro que
podríamos arreglarle una habitación con balcón para la Reina de Kei”.
“Sabe,” dijo Youko, tratando de poner esto lo más serio posible, “Realmente apreciaría si
pudiera parar con estas cosas de ‘Majestad’.”
El rey rió. Estaba a punto de decir algo, entonces, de repente miró al cielo. Siguiendo la
dirección de su mirada, Youko vio un delgado rayo de luz.
Se dio la vuelta. En la parte izquierda de la galería había una corta escalera de piedra.
Youko lo siguió, pisando donde él pisaba. Ella vio en con asombro.
Allí, dispuesta como la formación de una isla en el centro de una montaña escarpada, sus
acantilados blancos a la luz de la luna, eran un sinnúmero de edificios. Como en una escena
representada en acuarela, los rasgos de las curiosas rocas, las ramas de los árboles y
arbustos que sobresalían de la roca desnuda, las numerosa y estrechas cascadas.
Algunos de los edificios en los acantilados eran pagodas, otros tenían múltiples
habitaciones. Los pasillos corrían en todas direcciones conectándolos, creando una
estructura masiva. Era un castillo enorme incrustado en la misma montaña. El corazón del
Reino de En. La residencia del Rey de En. El Palacio Gen’ei.
267
Capítulo 58
Youko y Rakushun entraron al edificio y fueron rodeados por varios a los que supusieron
eran sirvientes. Fueron separados del rey y empujados a salas más adentro.
Una mucama se dirigió hacia los nerviosos Youko y Rakushun y dijo con una impasible
voz en el rostro, “Por favor, síganme. Un cambio de ropas estará a su disposición. Sus
baños están siendo preparados”.
En otras palabras, ellos no iban a estar vagando por el palacio en un estado tan
desarreglado. A pesar de su confusión, aceptaron. Se llevaron baldes de agua y se cepillos.
Después de eso, detrás de una serie de biombos, se turnaron para bañarse. Cuando entraron
en la habitación de al lado, encontraron ropas nuevas tendidas sobre una gran mesa.
“¿Esto es en lo que se supone que nos cambiemos?” Rakushun levantó la tela florida,
inspeccionándola con una cara de asco. “Parece ser ropa de hombre. Quizás piensa que eres
un hombre, o quizás sabe que eres mujer y se está divirtiendo un poco contigo”.
Los hombros de Rakushun se desplomaron. “Sí, debería habérseme ocurrido antes, pero
sería un poco grosero mostrarme así”.
En otras palabras, desnudo, pensó Youko, alcanzándole sus ropas. Ella recordó a los hanjuu
que vio en la calle. Más de uno llevaba ropas. Como lo inspeccionaba, cuando lo imaginó
con las ropas puestas, tuvo que sonreír.
Con sus hombros encorvados, arrastrando la cola por el suelo, envió a Rakushun detrás de
los biombos mientras ella se cambiaba de ropa. Los pantalones tenían un corte amplio y
estaban hechos de una tela suave, pálida, así como la blusa. Una larga túnica, finamente
bordada terminaba el conjunto.
Todo estaba hecho de seda. Después de haberse acostumbrado a la simple ropa que
rasguñaba su piel, ésta era delicada. Para el momento en que había terminado de ponerse la
faja, la puerta se abrió y apareció un anciano.
…necesita más tiempo, empezó a decir, cuando las pantallas se movieron. “Está bien”,
respondió él en voz baja. “Estoy listo”.
268
Youko quedó asombrada con la figura que apareció por detrás del biombo. Por un tiempo
se quedó sin palabras.
“¿Qué?”
“Claro”. Él asintió y sonrió. “Es la primera vez que me ves así. Pero sigo siendo
Rakushun”.
Youko se llevó las manos a la cara por vergüenza. Ahora entendía a lo que se refería
Rakushun cuando ella lo abrazó y él le dijo que tenía que aprender algo de ‘discreción’.
“Me olvidé de que hay algunas cosas que algunas cosas acá están más allá de mi sentido
común”.
“Así parece”. Rió él, un notable hombre en sus veinte, de una altura media y delgado. Pero
en cualquier caso, un hombre sano y joven. Un ‘adulto legal’ en realidad quería decir un
humano que había llegado a la edad.
“Un animal común no podría hablar, ¿verdad? Dije que era un hanjuu, ¿cierto?””
Youko sintió como le ardía la cara. Un hanjuu, un mitad humano, había dicho él. Un adulto
legal, había dicho. No solo se habían abrazado, sino habían compartido habitaciones, y hace
mucho tiempo, recordó vagamente, que él le había cambiado la ropa.
“Youko, justo cuando lo tienes todo junto, aún puedes perderte en el panorama”.
“Sí, también lo creo. Así que ¿por qué no estás siempre en tu forma humana?” preguntó
Youko, un tono malhumorado se arrastraba espontáneamente en su voz.
Rakushun suspiró a su pesar. “Porque es mucho más fácil siendo una rata”, dijo, un aire de
resentimiento en su voz. Sus vestidos bermellón colgaban desconsoladamente de sus
hombros. “Te digo, vestir así es realmente un dolor de cabeza. Mis hombros son tan
rígidos. Y empeora en un día pomposo como hoy”.
El anciano los acompañó por un largo pasillo hacia una gran sala. El aroma del mar
atravesaba un par de puertas ventana. El Rey de En miró sobre su hombro hacia ellos.
Estaba parado en la terraza, frente al agua. Él también se había cambiado, pero no había
mucha diferencia entre sus conjuntos. Youko y Rakushun vestían ropas de alta costura, por
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lo que las vestimentas del rey parecían bastante sencillas teniendo en cuenta su estatus. No
había nada pomposo ni pretencioso en él.
El rey sonrió mientras regresaba a la habitación. “Veo que se vistieron. Mis asistentes
insistieron en mantener las formalidades. Es molesto, pero llegan a ser muy molestos
cuando no haces lo que te dicen que hagas. Me disculpo”.
Youko pensó que era el rey el que estaba menos vestido para la ocasión, pero su tono lo
suficientemente encantador que Youko se limitó a sonreír.
Rakushun (el joven) esbozó una sonrisa forzada. “No es nada de que preocuparse. ¿Qué hay
del Taiho?”
“Estará aquí en cualquier minuto”. Mientras hablaba, la puerta se abrió. El aroma de aire
salado llenó la habitación. “Hablando de roma”.
Había (como siempre) un par de biombos dentro de la puerta. El personaje que apareció
detrás de ellos era un chico con cabellos dorados de doce o trece años.
“Como era de esperarse, aún no parecen haber ascendido al Palacio Imperial. Interesantes
invitados que tienes”.
“¿Míos? Nunca los he visto”. El chico frunció el ceño y giró hacia Youko y Rakushun. “Así
que, ¿qué sucede con ustedes dos?”
270
Enki tragó saliva notoriamente, dio un gran paso hacia atrás y la miró. Youko lo intentó,
pero no pudo contenerse y estalló de risa. Era quizás la primera vez que realmente se
echaba a reír después de haber cruzado el Kyokai.
“Guárdatelo,” dijo el rey. “Su compañero es Sir Rakushun.” Se puso más serio. “¿Cómo
están las cosas en Kei?”
Rakushun escribió el carácter para ‘Ki’. Incluso aunque todo se traducía automáticamente
para ella, aún tenía que prestar atención en como se escribían las cosas. El lenguaje hablado
no era un problema, pero eso no era suficiente para hacerla alfabeta.
“Solo la queda la Provincia norteña de Baku. Joei reside en la Provincia de Sei, como lo
hizo desde el principio. Sus ejércitos han crecido tanto que el Ejército Imperial no se atreve
a chocar espadas con ellos”.
Rakushun escribió ‘Ejército Imperial’ usando los caracteres, Los Reales Maestros de la
Guerra.
“El ejército de la usurpadora avanza en la Provincia de Baku. El Señor de Baku tiene tres
mil soldados bajo su mando. No puede aguantar por mucho tiempo. Es solo cuestión de
tiempo.” Se sentó sobre la mesa y se sirvió una fruta. “Así que ¿dónde encontrarías a la
Reina de Kei de todas maneras?”
El Rey de En le dirigió un breve mirada. Enki escuchó en silencio y luego se inclinó y dijo
con una expresión sombría, “¿Qué clase de tonto enviaría a un kirin a atacar un humano?”.
“Por el momento, podemos dejar de lado la pregunta de quién está tirando de los hilos. Pero
tenemos que recuperar a Keiki”.
“Mientras más pronto mejor. Una vez que se den cuenta de que la Reina de Kei está acá,
puede que lo maten”.
271
“Mira, fui traída hacia aquí totalmente a ocultas. El Rey de En dice que soy la Reina de
Kei, así que supongo que debe ser cierto. Y tal como es cierto que algún rey de otro reino
me quiere muerta. Pero nunca quise ser la Reina de Kei. Nunca los busqué para que me
reconocieran como la Reina de Kei, ni nada. No me importa mucho ser perseguida por los
youma, y especialmente no me gusta ser perseguida por los soldados en Kou. La única
razón por la que estoy acá es para preguntarle al rey de En si hay una forma de regresar a
Japón. Es eso”.
“Yo…”
272
Capítulo 59
El Rey de En mantuvo la mirada perdida por un rato. Luego dijo, “Hay gente y hay reinos.
Así que es lógico que deba haber gente para gobernar los reinos, ¿no te parece?”
“Sí”.
“Este palacio es donde reside el rey. El rey administra los asuntos del Estado. Como esta
responsabilidad recae sobre los hombros del rey, él debe administrar el Gobierno conforma
a los deseos de la gente. Por supuesto, el poder corrompe, y frecuentemente el rey termina
oprimiendo sus súbditos. No estoy diciendo que todos los gobernantes son definitivamente
malos. Pero desde el momento en el que el rey toma las riendas del poder, ya no es una
persona común. Y lo que sabía de ser una persona común desaparece”.
El rey sonrió con ironía. “Yo no iría tan lejos. No hablemos de nosotros. El punto es,
cuando el rey oprime a su pueblo, ¿qué recurso tiene la gente?”
“Siempre hay democracia,” intervino Enki. “El pueblo elige a un rey a su gusto. Y cuando
deja de ser a su gusto, eligen a alguien más”.
“Bueno, esa es una manera,” respondió. “Pero acá se hace otra. Si un rey está oprimiendo a
sus súbditos, entonces alguien elige a uno que no. Ese alguien es el kirin”.
“Esa es una forma de ponerlo. Acá, es lo que se llama Voluntad del Cielo. Dios en Su Cielo
creó la tierra y los reinos y estableció la ley natural. Según la Voluntad del Cielo, el kirin
elige al rey y el rey, a su vez, recibe la Misión del Cielo”.
“El rey protege al reino, viene en ayuda de los plebeyos, y mantiene la ley y el orden.. El
kirin selecciona a aquellos capaces de llevar a cabo esa Misión. Aquellos elegidos son
colocados en el trono. La intención es que por medio del kirin, el Cielo entrona a los
gobernantes. Están aquellos monarcas a los que se los llama ilustres, pero eso apenas es
verdad. Todos los reyes poseen el carácter y la capacidad de reinar con sabiduría, fuerza y
benevolencia”.
“Sin embargo, muchos monarcas ilustres han reinado en Japón y China. Entonces ¿por qué
es que estos países, en general, no se han mantenido en paz?”
273
Youko asintió ligeramente. “Incluso si una persona es llamada un monarca ilustre, puede
perderse en un momento de debilidad. E incluso si no, el mejor gobernante morirá algún
día, y su sucesor no será necesariamente tan sabio. Así que es inevitable que termines en
entre algún tipo de roca y pared”.
“Puedes, si lo deseas. Pero sigues siendo la Emperatriz del Reino oriental de Kei. Ese
llamado no lo puedes repudiar”.
“El kirin hace un pacto con el rey escogido. Posteriormente, el kirin no se separa del rey. Es
un pacto irrompible de obediencia. Después de que el rey asume el trono, el kirin está a su
lado como el primer ministro”.
Youko miró al chico sentado con las piernas cruzadas sobre la mesa. Él rió. “Las
apariencias pueden ser engañosas. Puede que no te convenzas al mirarlo, pero los kirines,
por naturaleza, son seres de justicia y misericordia”.
Enki frunció el ceño. El rey sonrió. “No vas a encontrar nada en el consejo del Taiho sino
palabras de justicia y misericordia. Pero la justicia y la misericordia en sí no pueden
gobernar un reino. Hay ocasiones en que continuo cuando Enki me dice que retroceda,
cuando actúo sin piedad ni misericordia. Es, a veces, justo lo que el gobierno requiere. Si le
hiciera caso a todo lo que Enki dice, el reino se caería a pedazos”.
“Sí… supongo”.
“Por ejemplo, imagina que hay un criminal, un hombre que mata por dinero. E imaginemos
que este hombre tiene una esposa y un niño hambrientos. En tal caso Enki me diría que
274
escatimara en una dura disciplina. Pero dejar criminales a la larga haría inmanejable al
reino. Por lamentable que sea, el hombre debe ser condenado por sus crímenes”.
“Claro… supongo”.
“Por otra parte, supongamos que le ordeno a Enki ejecutar a un criminal. Un kirin no tiene
la disposición de hacer una cosa así, pero, al final, protestando todo el tiempo, llevará a
cabo la orden. Enki debe obedecerme. Debe. Un kirin no puede oponerse al deseo del rey.
Incluso si le ordenara que se matara… si, de hecho, tal orden pudiera darse… él no la
desobedecería”.
“Así que, ¿estás diciendo que después de que eres elegido por el kirin, puedes hacer más o
menos lo que quieras?”
“Allí surge la parte difícil. Es la Voluntad del Cielo que el rey gobierne con justicia. El
deseo del Cielo es que el reino se gobierne con justicia y misericordia. El representante de
la mirada del Cielo es el kirin. Sin embargo, como dije, un reino no pede gobernarse solo
con justicia y misericordia. Hay veces cuando debes ser injusto y actuar sin piedad. Pero
solo en cierta medida el Cielo mirará hacia otro lado”.
“Puedes actuar sin piedad por el bien del reino, pero solo hasta cierto punto. Traspasa ese
punto y el rey perderá el derecho a gobernar. Después de todo, el trono se le fue dado por el
Cielo. Y cuando un rey se aleja demasiado y pierde la Misión del Cielo, el kirin cae
enfermo. Esta enfermedad es llamada shitsudou, o la Pérdida del Camino”.
El rey escribió los caracteres en el aire. “Cuando el rey se aleja del camino, el kirin va a
sufrir. En ese momento, el rey sabio arregla su camino. Si no lo hace, el kirin no se
recupera. Pero si no es suficiente para que el kirin simplemente persevere. El problema es
uno de los caracteres, lo mismo que con todas esas personas que prometen cambiar su
forma de ser y no lo hacen. Hay pocos casos de reyes que fueron capaces de remediar la
situación después de que el kirin cayera con shitsudou”.
“Muere…”
“La vida humana es corta. El rey no envejece, no muere, porque su nombre está registrado
en el Censo del Cielo. Los reyes son inmortales porque son dioses. Pero es el kirin el que
hace al rey un dios. Así que si el kirin muere, también lo hace el rey”.
Youko asintió.
“Aparte del rey regresando al camino, hay otra forma de que le kirin se cure de shitsudou”.
275
“¿Y esa es?”
“Esa es, para el rey liberar al kirin del pacto. El método más fácil es para el rey acabar con
su propia vida. Si el rey muere primero, el kirin no lo hará”.
“En efecto. Keiki es un ejemplo de ello”. El rey respiró hondo. “La Última Emperatriz Yo
era por naturaleza una humana, y los seres humanos no son perfectos. Ella se enamoró
perdidamente de Keiki. No permitiría que ninguna mujer se acercase a Keiki. Ella se
proclamó a sí misma como la esposa, le crecieron unos celos enfermizos. Al final, fue tan
lejos, expulsó a todas las mujeres del palacio y trató de sacar a todas las mujeres del reino.
Con Keiki solo para ella, solo se hizo más extremo, trató de matar a aquellas que quedaban.
En ese punto Keiki cayó enfermo”.
“¿Y…?”
“La última emperatriz se desvió del camino porque se enamoró de Keiki. La idea de ser la
causa de su muerte no le agradó. En cierto modo, no había ido tan lejos como para estar
más allá de la razón. Así que la Última Emperatriz Yo escaló el Monte Hou y renunció al
trono. El Cielo aceptó su renuncia y Keiki se emancipó de ella”.
“Convertirse en rey o emperatriz significa morir como un humano y renacer como un dios.
Cuando ya no eres un monarca, no puedes continuar viviendo”.
“Tú ya has sido elegida por Keiki como la próxima reino. Para acceder al trono, debes
ascender al Monte Hou y aceptar la Voluntad del Cielo. Sin embargo, ninguna distinción
significativa debe hacerse entre el pacto y el ascenso al trono. La Misión del Cielo
descendió. Eres la Emperatriz de Kei. Nada de lo que hagas podrá cambiarlo. ¿Lo
entiendes?”
Youko asintió.
“El rey tiene la responsabilidad de gobernar el reino. Puedes, si quieres, dejar a tu reino de
lado y regresar a Japón. Un reino abandonado por su monarca caerá en caos. Cuando eso
ocurre, no nos equivoquemos, el Cielo también te dejará de lado”.
“Probablemente, sí. Pero no es así de simple. Piensa también en tus súbditos del reino. Un
rey no solo gobierna. También tiene la responsabilidad de reinar en las fuerzas de la
naturaleza y los youmas. Los youmas corriendo desenfrenadamente. Tempestades de
276
tormenta. Hay sequías, inundaciones y epidemias. Los corazones de los hombres están
confundidos. Cuando el reino cae en ruina, no hay palabras en los labios de las personas,
pero si en los del sufrimiento”.
“¿Caen en ruinas?”
“Sí. Le tomó a Keiki un tiempo largo encontrar a la Última Emperatriz Yo, y el trono
estuvo vacante por un extendido período. En ese tiempo, el reino se quedó en la agitación y
la gente se empobreció. Una emperatriz fue finalmente colocada en el trono, pero su
reinado duró solo seis años. En los últimos años, como sufrió de shitsudou, el orden público
se desintegró. Y luego esta calamidad. Todos aquellos cercanos a En o Kou han huido del
país. Pero la gran mayoría queda en Kei. Y durante todo este tiempo, fueron dejados a
merced de los youmas y de los desastres naturales. No hay otra forma de salvarlos”.
“Precisamente”.
“¿Por qué? Yo creo que posees todas las cualidades necesarias de un rey”.
“Bromeas”.
“Eres dueña de tu propia alma. Sabes que responsabilidades tienes. Cuando se trata de un
gobernante que carece de esos conocimientos, tratar de persuadirlo de sus funciones es
inútil. ¿Cómo puede él, quien no puede gobernarse a sí mismo, gobernar a otros?”
“Yo… no puedo”.
“Pero…”
“Shouryuu,” dijo Rokuta en voz de reprobación. “Estás torciendo brazos. Lo que la reina de
Kei haga con el Reino de Kei es su asunto. Hasta que esté lista para asumir las
consecuencias de sus actos, déjala ser”.
El rey suspiró. “Sí, tienes razón. Pero solo esto le quiero pedir a la Reina de Kei. Estoy
haciendo todo lo posible por ayudar al pueblo de Kei, pero el tesoro nacional no es
inagotable. Te estoy pidiendo que salves tu reino”.
“Pensaré en ello”. Youko se agarró la cabeza. No había forma de que se atreviese a verlos a
los ojos.
“Discúlpenme”, dijo Rakushun, “pero ¿ha alguien averiguado que rey tiene a Youko en la
mira?”
El rey miro a Enki. Enki miró perdidamente en la distancia. Dijo, “¿Y quién crees que es?”
277
“Bueno, he llegado a la conclusión de que es probablemente el Rey de Kou”.
Youko miró a Rakushun. Por un momento, este joven con la expresión tensa en el rostro no
se parecía en nada a la rata amable que ella conocía.
“Esto no es en absoluto definitivo. Pero Youko fue perseguida hasta el cansancio por las
montañas. No creo que todos los youmas que la atacaron fueran los shirei de un kirin. En
ese caso. ¿Qué podría haber causado que los youmas silvestres que viven en las montañas
se unieran así? Incluso si la mitad eran shirei, todavía es demasiado. No puedo evitar sentir
que el Reino de Kou en sí está en declive”.
El rey asintió. “Así es. De hecho, he recibido de Kou una petición en términos muy
enérgicos solicitando la extradición de la kaikyaku que huyó a En. Una kaikyaku huyó acá
desde Kou. Pero extraditar a un kaikyaku en una forma tan inusual que hizo que Enki
examinara el asunto. De alguna u otra manera, alguien en Kou ha estado suministrando a
Joei con fondos. Además, Kou está cayendo en el caos. No solo esto lanza más sospechas
sobre Kou, sino que ayer, recibimos noticias de que Kourin cayó enferma con shitsudou”.
“… con shitsudou,” Rakushun repitió. La amargura nubló su animado rostro de joven. “En
ese caso, el fin de Kou está cerca”.
Fue el rey el que respondió. “Sería simplemente el consejo ante el Rey de Kou como un
colega, pero el hombre no aceptará reunirse. E incluso si lo hiciera, nada pasará si no
admite el error de su camino. Nuestro único recurso restante es que la correspondiente
Emperatriz de Kei acepte la Misión del Cielo y llene el trono vacante. Por qué el Rey de
Kou se inmiscuyó en los asuntos internos de Kei, eso no lo sé. Pero si el objetivo era poner
un títere en el trono y estirarle la nariz, entonces solo veremos como se marchitan sus
ambiciones y termina esta pretensión de insultar”.
Su mirada se posó sobre ella. Había mucho más en sus ojos que quedaba por decir. Youko
inclinó la cabeza. “Por favor déme tiempo”.
278
Parte VIII
Youko se alojó en una magnífica suite con un techo altísimo. La decoración interior, desde
los muebles hasta la jarra de agua sobre la mesa, tenía la marca indeleble del buen gusto y
el lujo suntuoso. La habitación era enorme, las ventanas de cristal inmensas. Había arreglos
florales, el olor a incienso quemado, el tipo de cosas que haría que los ojos de un
campesino de los bosques de Kou giraran.
Mirando alrededor en la habitación, vio otra más pequeña de cómo tres por tres. Quizás
podría relajarse mejor ahí. Entonces se aproximó a la habitación y suspiró.
La puerta que compartimentaba ambas habitaciones estaba tirada hacia atrás. La puerta
estaba grabada con un calado delicado. Mientras ella entraba, la habitación se hacía mucho
más grande. Cortinas de seda colgaban sobre la plataforma elevada. Las cortinas estaban
medio abiertas. Ropas de cama de seda cubrían la plataforma. Que esta sala de tres por tres
consistiera en una cama le pareció una especie de mal gusto. No podía ni pensar en
descansar ahí. Dormir estaba fuera de las posibilidades.
Sin nada mejor que hacer, Youko abrió la enorme ventana. Las puertas ventanas iban desde
el piso hasta el techo. Los cristales llenaban las formas geométricas entre las celosías. Más
allá de las puertas había un enorme balcón. Como el rey lo había prometido, su habitación
estaba frente a un balcón que daba al Mar de Nubes.
Cuando ella abrió las ventanas, el olor salino del mar se filtró. Era preferible al incienso.
Salió. La terraza cubierta por piedra blanca daba vueltas al edificio. Era tan ancha como un
pequeño patio.
Youko caminó por la terraza. Se apoyó contra la baranda y contempló el Mar de Nubes. La
gran luna se deslizaba por el cielo entre las olas. Mirando las olas que rompían contra las
rocas debajo de ella, oyó el ruido de pasos a sus espaldas. Mirando hacia atrás sobre su
hombro, vio a un animal de pelaje gris que iba hacia ella.
“¿Cómo podría dormir en una habitación como esa? Ahora me arrepiento de no haber
vuelto a la posada”.
279
“Lo mismo digo”.
La rata rió. “¿De qué estás hablando? Tienes un palacio como este”.
Rakushun se paró junto a ella, y como ella miró al océano. “El palacio en Kei está ubicado
en Gyouten, en la Provincia de Ei. Se llama Palacio Kinpa, el Palacio de Olas Doradas”.
“¿Qué?”
“Es muy probable que Keiki haya sido capturado por Joei, la impostora”.
“Así parece”.
“Si el Rey de Kou realmente hubiera estado decidido en que no ascendieras al trono, habría
usado el método infalible”.
“Correcto. Si Keiki muere, tú también. Ya que no has ascendido al Monte Hou ni aceptado
la Misión del Cielo, no sé que sucederá contigo. Pero ese probablemente sería el resultado”.
Youko asintió. “Sin duda. Es porque pacté con él que ya no soy un ser humano. Es por eso
que no me lastimo con facilidad y el por qué puedo entender lo que dice la gente. Es por
eso que puedo blandir una espada y por eso fui capaz de cruzar el Kyokai. Es todo por eso”.
“Probablemente. Keiki está en las manos de tus enemigos. Por tu propio bien…”
“Youko”.
“No. No es que crea que estoy al tanto de todo eso. Sé lo que es un rey, lo que es un kirin.
Es por eso que no voy a tomar una decisión como esa basada en la auto preservación”.
“Pero…”
“No estoy siendo suicida”. Sonrió. “Cuando llegué acá, considerando el estado en el que
estaba, morir no habría sido una gran sorpresa. De alguna forma sobreviví hasta ahora, pero
probablemente se deba más a la suerte que a otra cosa. Estuve tan cerca de la muerte
280
cuando llegué acá, así que no es algo de que conmocionarse. De cualquier forma, no quiero
ser esa clase de personas que se conmocionan por cosas por el estilo.”
“No quiero que esta sea una precipitada decisión de vida o muerte. Sé lo que todos esperan
de mí. Pero si simplemente hago lo que le es conveniente a los demás, estaría dejando que
el resto determinara mi vida, entonces no estaría asumiendo la responsabilidad por mí
misma. Es por eso que tengo que pensarlo”.
Rakushun la miró con sus ojos de negro azabache. “No puedo entender por qué estás tan
confundida”.
“Porque sé que tan desagradable y mal ser humano que soy. No soy reina. No está en mí”.
“Eso no es cierto”.
“Si eres un hanjuu, Rakushun, entonces yo también son un hanjuu. Puede que me vea como
humana, pero soy una bestia en el interior”.
“Youko…”
Youko se aferró a la baranda del balcón. Había una delicada belleza en el lujo que se sentía
de la piedra ornamentada. Desviando su mirada hacia abajo, pudo ver las luces de Kankyuu
brillando como el fuego a través del agua trasparente. Las olas rompían con un suave
murmullo en la orilla. Era una escena sumamente sublime, pero muy lejos de lo que había
en su corazón. Había un castillo igual de sorprendente en Gyouten, el Palacio Kinpa. Al
pensar en ella viviendo allí le despertó timidez, pero no disgusto.
Eso fue lo que ella le dijo a Rakushun. Él suspiró. “El rey es solo una persona ordinaria
hasta cuando es elegido por el kirin”.
“Ser elegido por el kirin no cambia nada. Soy la misma persona que era, robar a la gente,
amenazar gente, asaltar cuando tengo que hacerlo. No confío en nadie. Estaba dispuesta a
cambiar tu vida por mi propio bien”.
“Yo creo que puedes hacerlo. Soy a quien pensabas acabar, así que si lo digo, así debe ser”.
Youko lo miró, esta rata que no era más alta que su estómago. Él asomaba la cabeza por la
baranda y miraba fijamente el océano que flotaba en el cielo.
281
“Simplemente no puedo…”
“Rakushun”.
“Todo esto también me vuelve loco. No hay nada malo con estar confundido. Tómate tu
tiempo, piénsalo”.
Youko lo vio como se alejaba en la distancia. Él levantó la mano, pero no se dio vuelta.
Pero yo sí.
No era el sonido de su propia voz resonando dentro de su cabeza. Alzó la cabeza y examinó
los alrededores. Pero no era un sonido que había oído con sus oídos.
“¿Jouyuu?”
Youko no pudo responder. Que él hubiera hablado la dejó muda. Y lo que dijo, aún más.
Las instrucciones que Keiki le dio regresaron a ella, ‘Has como si no estuvieras allí’. ¿Fue
por eso que, hasta ese momento, él no había respondido a ninguna de las cosas que ella
había dicho?
Usted pensó que yo era un monstruo, rogó y gimió para que me sacaran de usted. Es por
eso. Ese fue un error de su parte.
282
Capítulo 61
El día siguiente, Youko fue despertada por una mucama. Cuando tomó asiento para
desayunar, a la pregunta que se presentaba en el rostro de todos, sacudió la cabeza, no.
Rakushun fue como rata. Él asintió y agitó los bigotes. El rey y Enki solo mostraron una
pequeña señal de decepción.
El rey dijo, algo de amargura se mezcló con sus palabras, “Tu reino y tus asuntos son tuyos
para que hagas lo que quieras. Pero en cualquier caso, me hubiera gustado haberte visto
reunida con Keiki. Si aún quieres abdicar, eso es otra cuestión. Por lo menos, por el bien
del reino, deberías querer que el Saiho de regreso sano y salvo. ¿No lo crees?”
Youko asintió. “No llegué a ninguna conclusión respecto a mí. Pero no me opongo a
rescatar a Keiki. Pero ¿cómo?”
“No tenemos otro recurso sino la fuerza. Keiki es mantenido cautivo en la Provincia de Sei,
en medio del ejército de la usurpadora”.
“Si Keiki es rescatado, entonces ¿podré volver a casa? Estoy haciendo una simple
pregunta”.
El rey asintió. “Keiki puede provocar un shoku. Debido a que tienes la constitución para
cruzar el Kyokai, no habría inconvenientes. Con o sin razón, si deseas regresar y Keiki se
niega, haré que Enki lo haga”.
Él es una persona justa, pensó Youko. Él también podría haber amenazado en no hacerlo si
ella se negaba a ser reina.
“Francamente, preferiría que no”, dijo Enki. “Cuando llegue el momento, has que Keiki lo
haga”.
“Ya que te estás haciendo el tonto, voy a informarle. Ocurren calamidades cuando hay un
shoku. Si solo se trata del paso de un kirin, una tormenta de viento quizás. Pero en el caso
de que también cruce un rey, estamos hablando de una destrucción masiva. Y pasará allá
también”.
“¿En Japón?”
“Sí. Acá y allá. Porque el acá y el allá no se supone que se junten. Cuando fuiste traída acá,
el shoku causó daños generales en Kou. Pero considerando que se trata de la realeza
cruzando el Kyokai, fue una catástrofe bastante pequeña. Eso no será así la próxima vez. Si
fuera por mí, no tomaría papel en el asunto”.
283
“Haz lo que quieras”, dijo con una sonrisa bastante irónica y una sacudida con la cabeza.
El rey habló con un tono más severo. “Incluso si regresas a Japón, Youko, de ninguna
manera estará fuera de peligro”.
“Lo sé”.
Mientras el Rey de Kou se niegue a ceder, aún puede mandar youmas tras ella. Su regreso,
probablemente, también causaría más desastre. Transeúntes inocentes quedarían atrapados
en los ataques de los youmas. Ella era una diosa de la muerte. Acá o allá, que regresara a
casa no le haría bien a nadie. Aún sabiendo esto no podía tomar ninguna decisión.
“¿Cree usted que antes de volver debería ajustar cuentas con el Rey de Kou?”
“¿No puede?”
El rey asintió. “Sin más, recuerda esto. Existen tres pecados que un rey no puede cometer.
La primera es rechazar la Misión del Cielo y desviarse del camino. El segundo es optar por
el suicidio antes de aceptar el mandato. El último es invadir otro país, incluso, por ejemplo,
para suprimir una rebelión interna”.
Asintiendo, Youko dijo, “Sí, ¿pero qué hay de ti? ¿Qué hay de invadir Kei para liberar a
Keiki?”
“Por supuesto”.
A Youko s le hizo una pequeña sonrisa en los labios. “Si no le importa. Me disculpo por
darle nada más que razones para estar decepcionado de mi presencia”.
Enki frunció el ceño, luego sonrió. “Shouryuu quiere que haya más reyes taika. Pero no es
nada para emocionarse. Después de todo, hasta ahora solo ha habido uno”.
“Por el momento. Ha habido algún número en el pasado, pero no era tan grande”.
284
“Sí. Shouryuu, Taiki y yo. Tú serías la cuarta”.
“¿Hinasa?”
“¿Cómo tu?”
“Yo soy un kirin adulto. Cuando un kirin alcanza la adultez, su aspecto exterior también
deja de crecer”.
“Así es”, dijo él sin un poco del hecho. El rey sonrió para sí.
“No”.
Enki respondió a la pregunta de Youko con una expresión tensa en el rostro. Él y el rey
intercambiaron miradas.
“Taiki murió. Al menos, eso fue lo que se nos comunicó. El reino de Tai está sumido en el
caos. Nadie sabe que le pasó a Taiki ni al Rey de Tai”.
“Donde hay gente hay complicaciones. Su nombre es Takasato. En años humano, él tendría
tu edad”.
“¿Un hombre?”
“El ki en un kirin indica que es hombre. El kirin de Tai era un hermoso kirin negro”.
285
“El pelaje de un kirin es un naranja amarillento, el lomo varía, la melena por lo general de
color del oro”.
“¿Cómo tu pelo?”
“El kirin de Tai era negro, del color del acero pulido. El pelaje era negro azabache y
plateado. Este era un caso singular”.
“¿Es raro?”
“En efecto. En toda nuestra historia, nunca hubo nada como un unicornio negro. Ha habido
unicornios rojos y blancos también, pero nunca los he visto”.
“Huh”.
“Si Taiki realmente murió, también podría esperarse que el Rey de Tai haya fallecido. El
Tai-ka… la fruta que lleva al kirin de Tai… debería haber aparecido en el Monte Hou. Pero
no hubo signo de ésta”.
“¿Tai-ka?”
“El árbol que produce el fruto del kirin en el Monte Hou. Cuando un kirin muere, al mismo
tiempo, el ranka del nuevo kirin debería comenzar a crecer. Si Taiki hubiera muerto, estaría
creciendo el siguiente kirin de Tai. En el caso de que sea mujer, entonces sería Tairin, a
partir de la segunda sílaba de kirin. El ranka es nombrado según el nombre de su reino, en
este caso denominado Tai-ka. Sin embargo, no se encuentra ningún Tai-ka en el Monte
Hou. Así que aún debe estar vivo”.
“No. Ser un taika está más allá del punto. Es por eso que los kirin no tienen nombre. Sólo
títulos”.
“¿Keiki también?”
Enki asintió. Parecía haber bastante tristeza el asunto. Como si supiera lo que estaba en su
mente, puso un rostro deliberadamente sombrío.
“Los kirin son criaturas tristes. Viven solo para el rey, no tienen padres ni hermanos, ni
siquiera nombres. Si el rey lo decide, puede hacerlo trabajar hasta la muerte. Al final,
terminas muriendo por el rey. Y ni siquiera te aguarda la tumba”.
286
Enki le lanzó una mirada al rey. Su Señor giró para otro lado. Enki frunció el ceño y
suspiró.
“¿Sin tumba?” preguntó Youko y Enki desvió la mirada como si se auto reprochara por
haber sacado el tema. “No puedes conseguir a alguien que haga una fosa para ti?”
El rey dijo con una sonrisa forzada, “No es que no tenga una tumba. Tanto rey como kirin
son enterrados juntos. Lo que quiere decir es que no hay cuerpo”.
“¿Por qué?” Quizás, pensó, porque el kirin era un ser sobrenatural, ningún cuerpo físico
queda atrás.
“Es suficiente”.
Enki dijo, “Mira, no es un gran secreto. El kirin emplea youmas como sus sirvientes. El
kirin y los youmas hacen un pacto. Los youmas que aceptan el pacto deben obedecer al
kirin. A cambio, cuando el kirin muere, los youmas se comen su cuerpo”.
Youko levantó la mirada, primero al rey, luego a Enki. Enki se encogió de hombros.
“A eso se reduce. El kirin debe de tener un buen sabor. De todos modos, estaré muerto para
entonces, así que no puedo decir que realmente me importa. Parce un mal final para ti,
bueno, ten mucho cuidado con Keiki. Trata de no defraudarlo”.
Youko no sabía que decir. Así que en cambio dijo, “El Rey de Kou no debe tener miedo de
causarle una angustia similar a Kourin”.
El rey sonrió con ironía. “Quién sabe lo que el Rey de Kou está pensando”.
Enki también se encogió de hombros. “Interferir en los asuntos de otros reinos te hará
perder la Misión del Cielo. A pesar de eso, no pudo abstenerse de tomar este tonto curso.
Debe tener una importante razón”.
“Y sin embargo, actuar sin pensar, salvo sabiendo que en algún punto tendrán que afrontar
las consecuencias, los humanos van por la tierra por donde los ángeles temen pisar. Están
locos. Cuanto más duele, menos piensan”.
Sus palabras golpearon como un puño en el plexo. Youko solo pudo asentir. “Es
escalofriante”.
“¿Escalofriante?”
“Sí. No puedo evitar sentir que acabo de tomar a un tigre por la cola”.
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El rey sonrió suavemente. “El kirin no puede negarse al rey. Pero eso no significa que vaya
a hacer todo lo que le digas sin objeción. Nunca olvides que eres solo un tonto humano. Esa
es la mejor forma de dejar que tu otra mitad te ayude”.
“Tu kirin”
Youko asintió. Miró a la silla a su derecha. La espada estaba sentada ahí. La Suiguu-tou, la
Espada de Agua del Mono, que podía ver el futuro y el pasado y lo que estaba lejos de ella.
El rey no había dicho mucho, pero si ella podía controlar la espada, ¿no sería capaz de
saber lo que tramaba el Rey de Kou?
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Capítulo 62
El reino tenía dos ejércitos. La Guardia Provincial encomendada a los señores de la
provincia y guarniciones en varias localidades. El Ejército Imperial que respondía
directamente al rey.
La caballería normal se dirigiría hacia Iryuu, la provincia capital de Sei en el Reino de Kei.
Esta campaña, sin embargo, tomaría un mes, y cuando se trataba de salvar a Keiki, un mes
era demasiado tiempo para esperar. Por lo que se decidió que, una cuadrilla combinada con
ciento veinte jinetes de élite, expertos en montar pegasos y otros animales voladores, se
reunieran para un ataque aéreo sobre Iryuu.
Enki y el rey salieron inmediatamente para hacer los preparativos. No regresaron para el
almuerzo ni la cena. Dejando a Rakushun a su libre disposición. Youko regresó a su
habitación. Depositó la espada sobre la mesa y se sentó frente a ésta.
Ella era la dueña de la espada. Aunque en teoría lo entendía, lo que el hecho significaba la
dejaba perpleja. Debe ser muy difícil, pero como no tenía la menor idea de que hacer, no
podía hacerle daño e intentar para ver que pasaba.
Ella no sabía como traer deliberadamente las visiones. Pero si todo lo que tenía que hacer
era llamarlas, quizás no sería tan difícil.
Antes de que llegara a este mundo, había visto los sueños y escuchado el sonido de agua
caer. Cuando le preguntó al rey sobre ello, él le dijo que esas visiones, sin duda, habían sido
mostradas por la espada. Más posiblemente, la espada había predicho el ataque del
enemigo, y había estado previniéndola a ella, la dueña de la espada, de lo que estaba
sucediendo.
Pero en ese momento, Youko aún no había conocido a Keiki, no había pactado con nadie.
Y Sin embargo la espada sabía que ella era su dueña. Antes de recibir la Misión del Cielo,
antes de ser elegida…
Al explicarle esto al rey, él se animó a decir que tal vez ella había nacido con la Misión del
Cielo sobre sus hombros. O quizás la carga del trono se había posado sobre ella en cuanto
Keiki tomó su decisión.
“¿Quién sabe?” Repicó Enki. “No puedo decir por qué lo elegí. No había ninguna razón
obvia, excepto que él era el elegido”.
Enki dijo que un kirin elige al rey por instinto. En cualquier caso, Youko pensó que
comunicarle sus pensamientos a la espada fuera muy difícil.
Ella apagó todas las luces de la habitación, quitó la espada de su vaina y miró la hoja.
289
Hasta ahora, la espada no le había mostrado nada más que visiones de su vida en Japón.
Youko tenía la sensación de que era porque no tenía nada más en mente sino la intención de
regresar a Japón.
Muéstrame qué se trae entre manos el Rey de Kou. Como ella aún no conocía su propia
mente, al menos podría mostrarle la de un loco.
La hoja de la espada comenzó a brillar con una luz fosforescente. Débiles sombras se
movían dentro de la luz. Oyó el sonido del agua caer. Se concentró en las sombras, esperó a
que se volvieran reconocibles.
Vio una pared blanca. Un patio. Reconoció el patio. Era el patio de su casa.
No, no esto.
Concentró sus pensamientos y la visión desapareció. Miró la oscura hoja frente a sus ojos.
Había fallado.
“No vas a intentarlo solo una vez”, se ordenó a sí misma. Nuevamente, miró la hoja. Antes,
no había visto visiones múltiples ni en una sola noche, pero antes de que lo esperara, la
espada comenzó a brillar.
Sin embargo, una vez más, se encontró viendo el patio de su casa. No se permitió
desanimarse. Se concentró en impulsar sus pensamientos más allá de la imagen frente a
ella. Esto no, se lo repitió como un mantra. La visión tembló como la calma superficie del
agua cuando es interrumpida.
No.
Y luego su escuela.
No
Todas las veces que lo intentó, no vio nada más que el otro mundo. Escenas de su casa, su
escuela, sus amigos de barrio. Nada de éste mundo.
Es justo como la vaina, pensó Youko. Jugando consigo misma de la misma manera que lo
hacía el mono azul. Aunque, sabía que también era su culpa, no poder dejar los viejos
recuerdos atrás. Y sabiendo eso, no se dio por vencida.
Pacientemente, intentándolo una y otra vez, finalmente reconoció una visión que venía de
este mundo. ¡Al fin! Se regocijó. Pero entonces reconoció lo que veía. Las puertas de una
ciudad rodeadas por pilas de cadáveres. Los caminos que se dirigían a las puertas
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empapados de sangre. Entre los caídos, se oían quejidos desgarradores. En medio había un
hombre joven con una oscura expresión en el rostro.
Era Goryou, donde había abandonado a Rakushun. Incluso sabiendo que era ella, encontró
su apariencia pasmosa. ¿Se había visto tan miserable? Lanzó la espada. Luego, conciente de
lo asustada que estaba de la espada, se rió burlonamente.
Si el mono azul estuviera ahí, eso es lo que le diría. Este era el mundo real. No tenía
derecho a evitar su mirada. Mejor enfrentarlo. Si seguía mirando a otro lado
ignorantemente, quién sabría cuando volvería a darse cuenta.
Los guardias salieron a toda prisa fuera de la ciudad. Youko emprendió una rápida retirada.
Después de huir, la visión tembló y cambió. Lo que apareció frente a ella fue el camino de
montaña. Youko vio como les daba la espalda a la madre y la niña que habían sido tan
buenas con ella.
Vio a Takki y al anciano que venía de Japón, y a los dos hombres que fueron devorados en
el camino desde Hairou. Vio a sus familias llorando. Es culpa de la kaikyaku, los oyó
maldecirla.
Se le mostró la ciudad de Kasai y las horribles consecuencias del ataque de los youmas. En
Goryou, los cuerpos se apilaban como leña. Los refugiados de Kei se acurrucaban al pie de
una pared en algún lugar fuera de la ciudad.
Youko contempló todas esas visiones. Se dio cuenta de que si trataba de rechazar lo que
todas estas visiones le estaban mostrando, rugirían contra ella aún más. Si aceptaba lo que
le mostraban, las visiones se acercarían más a lo que quería ver.
“Pero…”
Ese era Keiki tratando de expresar una opinión diferente. Youko supuso que la mujer era la
Última Emperatriz Yo.
291
“Las delincuentes rechazan una orden imperial. ¿Por qué dudas en administrar justicia a las
criminales?”
Lo único de vida que quedaba en la Emperatriz Jokaku estaba en sus ojos. Tenía la piel de
un cadáver, las mejillas hundidas, los tendones sobresaliendo en el cuello, había una palidez
enfermiza en ella. Youko percibió que estos fueron los últimos días de la mujer. Debe haber
sufrido mucho estando en ese cuerpo consumido y esquelético. A pesar de las enormes
cantidades de dolor y sabiendo lo tonto que fueron sus crímenes, no era capaz de detenerse.
Youko vio la ruina que era el Reino de Kei. Pensó que Kou era pobre, pero no era nada
comparado a la miseria de Kei. Vio aldeas diezmadas por youmas, las chozas de los pobres
atrapados en las conflagraciones quemándose. Las tierras y los campos invadidos por
roedores y langostas, ríos desbordados, inundando los arrozales con barro y lodo,
innumerables cuerpos flotando en el agua.
“El reino caerá en la ruina”, lo había oído una y otra vez. La cruda realidad de esas palabras
por fin llegó hasta ella. Viviendo en Japón, habrían significado muy poco. Ahí, entendió lo
que se le había dicho repetidamente con tanta pasión.
292
Capítulo 63
Había dos personas en el camino. Una de ellas llevaba una capucha oscura sobre su cabeza
como la Parca. La otra tenía cabellos dorados. Estaban rodeados por una horda de bestias.
“Perdóneme”, dijo la mujer de cabellos dorados con la cara entre las manos. La misma
mujer que Youko había encontrado en otro camino de montaña.
La parca dejó caer la capucha de su cabeza. Lo que apareció fue el arrugado rostro de un
anciano. Sin embargo, tenía una gran estatura, lo que parecía incongruente con su edad. Un
loro de colores brillantes estaba posado sobre su hombro.
“Una muchacha indefensa. Es una lástima que no hayamos podido acabarla, pero vagando
por estas montañas, no durará mucho. Aunque parece que calculamos mal en si aceptó o no
el pacto”. El hombre hablaba con un tono de voz desinteresado, carente de emoción. “Oh,
bien. Morirá como un perro, o si trata de entrar a un pueblo será arrestada. De cualquier
forma, Taiho, de cualquier forma”.
“Sí”.
“Voy a estar molesto si algo como esto sucede otra vez. Sin importar que, esa chica debe
ser exterminada”.
Cuando el hombre dijo ‘esa chica’, debió referirse a ella. Eso significaba que era… el Rey
de Kou.
“Pero que cosa tan débil. Ella no tiene la constitución necesaria para ser un gran rey.
¿Haces todo el camino hasta Yamato, y esto es lo que traes?”
El hombre habló con una de las bestias. Se veía como un ciervo con un solo cuerno. Se le
podría llamar ‘unicornio’, pero solo en apariencia general. La crin era de un color oro
exuberante, el pelaje de un amarillo más tenue. El patrón de colores moteado en el lomo se
parecía al de un cervatillo, aunque estos colores eran extraños y fantásticos, brillando
débilmente a la luz del sol.
“La buena fortuna no parece favorecer a sus amas, ¿no le parece, Kei Taiho?”
Es un kirin.
293
Youko reconoció el camino de la montaña como en el que viajaba desde Hairou. A quien
había confundido por Keiki era Kourin. A quien Jouyuu había llamado ‘Taiho’ era a Keiki
en su forma de kirin.
Kourin dijo, “Como solo es una simple chica, ¿no sería mejor dejarla a la intemperie? Dos
hombres de Kou han muerto. Por favor ¿no puede detener todo esto?”
Miró al Rey de Kou con lágrimas en sus ojos. Youko había observado la misma expresión
en su rostro en otro momento, en otro lugar.
“El Cielo no tolerará estas acciones. Siembre vientos y Kou cosechará tempestades. Su
señoría no será una excepción”.
“Ya he cosechado tempestades. Me sermoneas en vano. Mis fuerzas han llegado a su fin.
Kou caerá. Y cuando Kou caiga, también lo hará Kei. Con dios como mi testigo, arrastraré
a la Reina de Kei conmigo hasta las profundidades”.
El Rey de Kou rió con una risa vacía. “Yo no los odio. Me parecen repugnantes. ¿Sabías
que en el otro mundo los niños nacen del vientre de su madre?”
“No”.
“Bueno, yo sí. Ningún taika que nació del vientre de una mujer pertenece aquí. Deberían
quedarse en donde pertenecen”.
“El Cielo no está de acuerdo. Sino ¿por qué un taika sería elegido como rey? Lo que es
asqueroso es rechazar la Voluntad del Cielo”.
“No, no lo estaremos”.
“Sin embargo, yo soy tu Señor. Y debes seguir mis órdenes. Persíguela y mátala. No debe
permitírsele escapar de Kou con vida. Sí, el Ejército Imperial debe ser dispuesto a lo largo
de la frontera con Kei.
294
“¿No sería mejor no prestarle atención a esta sucia chica? Usted la llama niña, dice que no
tiene la constitución para ser un rey, entonces ¿por qué recurrir al asesinato para impedir
que ascienda al trono?”
Kourin suspiró profundamente. “Entonces ¿Qué piensa usted hacer con Kei Taiho?”
“Puede que los calle por un tiempo, pero no va a disipar las sospechas por mucho tiempo.
Con el cuerno sellado, Kei Taiho no puede volver a su forma humana. Ni siquiera puede
hablar. ¿Qué tipo de Taiho es ese? Usted no debe continuar así. El Cielo no pasará por alto
tales indiscreciones”.
“El pueblo de Kou es un montón de desgraciados. Después de que muera, el siguiente rey
puede ser mejor. Si miras las cosas a largo plazo, quizás todo sea para mejor”.
El Rey de Kou dijo distante e inexpresivamente, “Yo nunca quise ser rey”. Tal vez estaba
más allá de toda esperanza, completamente resignado ante su destino. “De hecho, tanto tu
como el Cielo eligieron mal”.
“Eso no es cierto”.
“Es verdad. Mi reinado terminará después de solo cincuenta años. En ha gobernado por
quinientos, Sou durante casi seiscientos. Soy una mera hormiga ante En y Sou, y sin
embargo, he llegado a mi límite”.
“Esta gran tarea demuestra mi tropiezo. Debería haber vivido y muerto como un soldado
provincial. En cambio, me encontré con esta bendita e insultante fortuna cuando no me
encontraba ni lo más mínimo calificado para aceptarla. Unos escasos cincuenta años era lo
mejor que podía hacer”.
“No los llame escasos. Los reinados de muchos reyes han sido breves”.
295
“Así es. La Última Emperatriz de Kei por ejemplo. Y no solo ella. Kei siempre ha estado
envuelto en disturbios, es, lejos, bastante peor que Kou. Algunos de mis asuntos son lo
suficientemente ignorados al ver a En y Sou, y decir que tan pobre es Kou. Pero cuando se
compara con Kei, bueno, Kou está mucho mejor”.
“Lo sé. Hice lo que pude. Pero con cada paso que doy, En y Sou están dos delante de mí. Y
así, Kou será más pobre que En y Sou por siempre. En pocas palabras nunca llegaré a su
nivel, nunca seré su igual”.
“Eso no es así”.
“No puedo competir con En ni con Sou. Pero Kei es diferente. Kei es más pobre que Kou.
Pero ahora, si un nuevo rey fuera a ascender al trono, y Kei se convirtiera en un país rico
¿entonces qué? ¿Solo Kou sería el pobre? ¿Y yo, el príncipe de los locos, quién lo hizo
así?”
El Rey de Kou no respondió a la pregunta. “Yamato es un país rico. Habla con los kaikyaku
y lo entenderás también. El Rey de En regresó de Yamato, y su país también es rico. Los
taika son diferentes a los que nacimos en este mundo. Cuando el Reino de En es tan rico
¿por qué no temerle al Reino de Kei? Los taika conocen secretos que les permiten regir su
reino muy bien. Por eso, sin importar lo que haga, nunca estaré a su altura”.
Él sonrió con una cansada y débil sonrisa. “Sí, un disparate. He llegado demasiado lejos
como para retroceder ahora. Y aún si lo hiciera, el destino de Kou está sellado. Kou irá a la
ruina. Moriré, y cuando lo haga la Taika de Kei también. Caeremos juntos”.
Tonto. Las palabras salieron espontáneamente de los labios de Youko. “¡Qué imbécil”. La
visión se desvaneció. Agotada, Youko dejó caer la espada. “¿Cómo puede alguien hacer
algo tan estúpido?”
Él no quería quedarse atrás, pero en lugar de buscar la cooperación en sus vecinos, prefiere
arrastrarlos a su nivel. Sucede todo el tiempo. Dios ¿sucede todo el tiempo? Pero, aún así…
“Si un rey no puede tomarse un tiempo para pensar en el sufrimiento de su pueblo, hará
hasta lo impensable para sacar un truco tonto como este”.
¿Cuántos se verían involucrados?, ¿cuántos perderían sus vidas? Si Kou fuera destruido, los
daños serían inimaginables. Las palabras de Enki resonaban en su cabeza. La gente es
idiota. Y cuanto más sufren, más tontos se vuelven.
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Flanqueando a los Reinos de Kei y Sou, los Reyes de En y Sou nunca se alejarían de su
mente, cincuenta años como mucho, había dicho. Pero, ¿cuánto tiempo fue para él? Este era
un camino en el que ella también podría caer fácilmente. El Reino de Kei estaba en la
misma posición que Kou respecto a En y Sou. ¿Era posible que ella pudiera comenzar a
pensar de la misma manera que lo hizo el Rey de Kou?
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Capítulo 64
Youko salió a la terraza para respirar el aire de la noche. Vio que tenía un invitado.
“Rakushun”.
Él estaba contemplando el Mar de Nubes. Miró sobre su hombro, saludó con su cola.
“¿Pensando en cosas?”
Rakushun asintió. “Cómo hacer que Youko cambie de opinión, cosas como esa”.
Youko asintió con ironía. Ella se unió a él como en la noche anterior. Se apoyó sobre la
baranda y miró el Mar de Nubes.
“¿Qué?”
“No es cuestión de que lo quisiera. Tú eres la reina. Fuiste elegida por el kirin. Sin
embargo, siguen intentando abdicar. Así que trato de pensar en una manera para detenerte.
Cuando un rey le da la espalda a su pueblo, ambos tendrán mala suerte”.
“No puedo”.
“Tú puedes”, dijo Rakushun y suspiró. “Incluso ahora, ¿por qué piensas que eres poca
cosa?”
“No es solo por mí”. Youko miró las olas romperse contra la costa. “Si fuera solo por mí,
entonces claro, me gustaría dar lo mejor de mí y ver que pasa. Es decir, si la
responsabilidad fuera toda mía y yo sería la única que acabara muerta cuando realmente lo
arruinase. Pero este no es el caso”.
298
“El pueblo de Kei espera el día en que pueda regresar a su país”.
“Claro, a un país pacífico y rico. Pero eso no es algo que yo pueda darles”.
“No se trata solo de ser elegido por el kirin. El Rey de En dice que cualquiera tiene la
capacidad de convertirse en un monarca ilustre”.
“Si eso fuera cierto, entonces, ¿por qué Kei está en caos? ¿Por qué Kou debería estarlo?
Incluso si la capacidad estuviera ahí, no sería tarea fácil sacarla a relucir”.
“Pero lo harás”.
“Youko”.
“No obtengo ningún placer menospreciándome. Soy honesta y bondadosa tonta. Sabiendo
que mucho de mí, finalmente concluyó la búsqueda de mí parte menos estúpida. A eso es a
lo que se reduce, Rakushun. Si me esfuerzo al máximo y poco a poco me hago una mejor
persona, entonces valdría la pena. Si ser elegido por le kirin para ser reina es la prueba de
que eres una buena persona, entonces es algo que debería valer la pena el esfuerzo. Pero
ahora esa no soy yo. Eso fue hace mucho tiempo, después de que me convertí en un poco
menos tonta”.
Veo, murmuró Rakushun para sí. Se soltó de la baranda y se paseó por la amplia terraza.
“Tienes miedo”.
“Esta gran responsabilidad cayó sobre tus hombros y ahora estás muerta de miedo”.
“Entonces será mejor que te des prisa y traigas de regreso a Keiki, Youko”.
Cuando Youko lo miró, él estaba detrás suyo, en su sombra. “No lo estarás haciendo tú
sola. ¿Para qué crees que están los kirin? ¿Por qué crees que el Cielo hizo que los kirin
elijan a sus reyes y no al revés? Te llamas despreciable, dices que actuaste vilmente. Si tú
lo dices, entonces, ¿quién soy yo para contradecirlo? Pero cuando Keiki te eligió, también
debió haber pensado en los aspectos necesarios que tienes”.
299
“¿Qué estás diciendo?”
“Junta todas las piezas para armar el todo. No eres suficiente tú sola, y lo mismo Keiki. ¿No
es por eso que el rey y el kirin se hicieron para coexistir juntos? Un kirin es una especie de
hanjuu, mitad humano, mitad bestia. Tú dices que también lo eres. Dos mitades forman un
entero, ¿no lo ves? De la misma manera que el Rey de En y Enki”.
Youko asintió.
“Hay gente que estaría extasiada de convertirse en rey. Tener el sentido de pensar en tu
pueblo, significa que tienes las cualidades para sentarte en el trono”.
“No es eso”.
“Confía en Keiki”.
“Pero…”
“Y confía más en ti misma. Si te toma cinco años para hacer crecer la corona, entonces,
¿por qué no empezar ahora? ¿De qué hay que tener miedo?”
“Pero…”
“Keiki te escogió como reina. Ahora, nadie en la tierra verá a otra sino a ti como la Reina
de Kei. La Divina Voluntad del Cielo es la voluntad de la gente. Eso significa que nadie
más puede hacer feliz al Reino de Kei. Pero no intentes tragarlo todo de una sola vez. El
pueblo de Kei son tus súbditos. Por la misma razón, tú eres una súbdita de Kei”.
“Sí, pero…”
“Si quieres ser una mejor persona, acepta el trono y conviértete en un mejor rey. Hazlo y te
convertirás en una mejor persona, ¿no? Los deberes de un rey son realmente pesados. Pero,
¿no es mejor así? Mientras más grandes son las responsabilidades que una persona está
dispuesta a soportar, más se honorífica su alma”.
“Si tienes la voluntad de hacerlo, sin duda lo harás. El kirin y tus súbditos serán tus
maestros. Con tantos no seguirás siendo una tonta por mucho tiempo”.
Durante mucho tiempo, Youko miró el mar en silencio. “Si me hago reina, no podré
regresar a casa”.
“¿Eso quieres?”
“No lo sé”.
300
“¿No lo sabes?”
Youko asintió. “Para ser honesta, mi vida en el otro mundo no era tan buena. Y no me
molesta estar aquí tanto como solía hacerlo”.
“Pero desde que llegué aquí, en todo lo que pude pensar fue en regresar”.
“Entiendo”.
“Mis padres están allí. Mi casa, mis amigos. Si me lo preguntas, o si no, son buenos padres,
son buenos amigos, me cuesta responder. Pero no es su culpa. Yo dejaba mucho que desear
como ser humano, por lo que las relaciones en las que formaba parte también. Pero si
regreso, creo que podría hacerlo bien, empezar todo desde cero, hacer un lugar para mí en
el mundo. Me arrepiento de haber sido una tonta. Es por eso que me gustaría tener la
oportunidad de hacerlo de nuevo”.
Sus lágrimas rodaron sobre sus manos, aún aferradas a la baranda. “Incluso si no puedo
hacerlo del todo bien, incluso si ese no es el mundo al que en verdad pertenezco, aún lo
extrañaré. Nunca le dije adiós. Si hubiera tenido el tiempo de prepararme no creo que
dolería tanto. Pero me fui sin siquiera una sola palabra de despedida”.
“Así lo hiciste”.
“Y no solo eso. Me he estado diciendo a mí misma todo este tiempo que quería volver a
casa, que definitivamente iría a casa. Es difícil renunciar a todo lo que me mantuvo durante
todo este tiempo”.
“Lo sé”.
“Rakushun…”
301
“Sabes, Youko. Cuando no sepas que camino fuera el mejor, entonces elige el que debas,
en lugar del que desees. Sabes que vas a lamentarte por el camino que no tomaste. Pero te
lamentas más o menos igual, es mejor donde sabes que el lamento es menor”.
“Lo sé”.
“Y si te preguntas que es lo que debes hacer, entonces todo lo que queda es la ilusión de
que tuviste que renunciar para hacer lo correcto. Tales lamentos deberían descansar más
fácilmente a largo plazo, ¿no?”
“Sí”.
La mano que tocaba su mejilla era cálida. “Tengo muchas ganas de ver que clase de reino
vas a construir, Youko”.
“Gracias, Rakushun”.
302
Capítulo 65
En el día de la invasión a Iryuu, a Youko se le dejó a disposición una especie de caballo
volador llamado kitsuryou. El kitsuryou tenía una melena roja, rayas blancas cubrían su
pelaje, y sus ojos eran de un magnífico color oro. Jouyuu sabía montar a caballo.
“Eres bienvenida a quedarte en Kankyuu”, dijo el Rey de En, pero Youko no estaba de
acuerdo. Con nada menos que seis mil soldados defendiendo Iryuu, incluso un jinete podía
hacer la diferencia. Por otra parte, estaba el tema de Keiki, por no mencionar que era asunto
del Reino de Kei. No le serviría de nada mantenerse oculta.
Para darle la cara al Rey de En y a Enki, que habían gobernado durante quinientos años, y
declarar, debería ir adelante, requirió todo el valor que pudo tomar. Ella aún no sabía nada
acerca de este mundo, nada de cómo funciona un reino, ni nada de su estructura política.
Apenas y tenía derecho a llamarse reina.
Por eso, no tenía más remedio que seguir adelante a pesar de la imprudente que podía
parecer. Si se había llamado a la guerra, entonces a la guerra iría. Y porque solo podía
avanzar una vez que iniciara el contador, encerrarse en el Palacio Gen’ei era inaceptable.
No solo Youko, sino Rakushun también se negó a refugiarse en el palacio. Ella le insistió
fuertemente en que se quedara detrás, pero él no se dejó intimidar. Por consiguiente, Enki
dijo que Rakushun le sería de utilidad a él, y se fueron juntos a Kei. Un kirin no puede
soportar el derramamiento de sangre, Enki no los acompañaría en la batalla. En su lugar, él
y Rakushun visitarían las provincias que habían caído ante el ejército de la impostora y
tratarían de persuadirlos a que vieran la realidad de la situación.
Ciento veinte bestias volaron a través del Mar de Nubes. El número del ejército de la
impostora era de vente mil. De ellos cinco mil se concentraban en la Provincia de Sei. Esto,
señaló el Rey de En, no era una fuerza que ciento vente pudieran irle en contra.
“El objetivo es solo Keiki. Si podemos rescatar a Keiki, entonces podrían jugar con el
tiempo. Si podían sembrar la duda en las filas del ejército de la impostora, convencerlos de
que a quien están defendiendo con tanto ímpetu no es nada más que la impostora misma,
entonces todo mejoraría. Si solo pudiéramos traer a tres de los Señores Provinciales, la
marea cambiaría”.
El primer paso del proceso era trayendo a Keiki de regreso. Youko preguntó, “¿Podremos
aguantar un día con solo ciento veinte hombres?”
El Rey de en se rió. “Por el momento, los soldados reunidos no son tan buenos como para
aguantar a mil cada uno. Es suficiente con que cada uno de ellos equivalga a diez. Además,
está escasamente defendida por encima del Mar de Nubes. No hay muchos que puedan
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volar y pelear. Nuestros adversarios seguramente ignoran que la Reina de Kei está bajo
nuestro cuidado. Vine yo mismo para mantenerlo en la oscuridad”.
Así que por eso el Rey de En hizo el camino hasta Youshou él mismo.
“Y, bueno, tenía la curiosidad de saber qué clase de persona era la Reina de Kei. Pero eso
es porque Joei seguramente no pensaría que el Rey de En la invadiría alguna vez. Incluso si
lo hiciera, llegando por el Mar de Nubes con una caballería de tan solo ciento veinte, no nos
verá venir. Después de eso, todo depende de ti”.
“¿De mí?”
“Si puedes cambiar la lealtad del ejército de la impostora, esto podría terminar más rápido
de lo que pensamos. Son pocos tus súbditos que están obligados a pelear en nombre de
Joei. Una vez que entiendan que eres la reina legítima, te entregarán a Keiki”.
“No cabe duda de que sí. Tú eres la reina. Nunca lo olvides. Un monarca real es un conserje
jactancioso, pero nunca dejes que la gente se deje llevar por la fachada. La cara que pongas
debe ser la de la incuestionable persona a cargo”.
Youko suspiró de nuevo. “¿Y exactamente cómo se hace eso? Claro, si usted cree
totalmente en sí mismo. Pero yo no”.
“Ah, ahí está el problema” El rey rió. “La forma en la que lo veo, el kirin me escogió a mí,
así que si tengo una queja, él tiene que escucharla”.
“Así es. Al menos es así que me llevó tan lejos. Si tengo una queja por algo, Enki la tendrá
que escuchar. Y aún así, si no estoy contento, daré mi mejor esfuerzo de todos modos”.
Lo que Youko vio en el Reino de Kei con sus propios ojos era mucho peor que las visiones
que le había mostrado la espada. Mirando a través de la trasparente superficie del Mar de
Nubes, empezó a comprender la magnitud de la devastación de las zonas rurales. En esta
época del año, las semillas de arroz deberían ser visibles en la superficie de los arrozales,
pero parecía que la mayoría de los campos habían sido abandonados y caído abajo. Los
caminos estaban vacíos, las aldeas y ciudades muertas, reducidas a cenizas, dejando atrás
solo las ruinas quemadas y ennegrecidas.
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Ella había pensado que Kou era pobre. Eso no era nada en comparación con la miseria de
Kei. El corazón le dolía mientras las imágenes amontonadas de los refugiados apretados al
pie de las murallas de las ciudades. Seguramente todos querían volver a casa. Ella conocía
muy bien la miseria de no tener una cama para dormir en la noche.
Rodeados por el suelo de debajo de ellos, volaron a través del Mar de Nubes por medio día
antes de llegar a Iryuu, la capital de la Provincia de Sei. En Iryuu, como en Kankyuu, había
una montaña alta, cuya cima se alzaba por encima del Mar de Nubes. Uno de los edificios
en su apogeo fue el castillo del Señor Provincial. Keiki estaba secuestrado en algún lugar de
ese castillo.
Si bien el castillo todavía quedaba bastante lejos, Youko vio un enjambre de sombras
negras que se levantaban desde el castillo como una bandada de aves que toman vuelo.
Eran los defensores aéreos del castillo.
Luchar significa matar. Hasta ahora, Youko había matado todo, excepto un ser humano,
pero solo porque no había tenido el valor de tomar el peso de la muerte de un ser humano
sobre sus propios hombros. Cuando se decidió a continuar, se decidió ella misma a llevar a
cabo la tarea. No era tan noble que el fin justificara tomar una vida humana. Recordaría
para siempre a sus oponentes y el número de los que había abatido. Esto era todo lo que
entendía, todo lo que podía hacer.
Youko asintió.
“Mantén la cabeza contigo. Perder a la Reina de Kei, justo cuando estaba por entrar en su
máximo esplendor, sería una tragedia”.
“No soy tan fácil de matar. Verás, yo no tengo un buen sentido que me diga cuando fui
derrotada”.
El rey respondió con una expresión de desconcierto. Y luego sonrió con los ojos. Youko
sacó la espada de la vaina y se enfrentó a la caballería. El kitsuryou galopaba
inmutablemente por los aires. Se sumergieron en la niebla de los jinetes que escalaban el
cielo desde el castillo.
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Capítulo 66
Una bestia solitaria, encarcelada en lo profundo de las fortificaciones del castillo, con
grilletes que la ataban a un grueso muro…
“…Un kirin”.
Ese es un kirin.
Un animal de un pelaje color oro trasparente y un solo cuerno en la cabeza. Las delgadas
patas del kirin, como las de algunos tipos de ciervos, estaban atadas con cadenas de hierro.
El kirin miró a Youko con sus profundos ojos de color. Cuando ella se acercó, la tocó
ligeramente en el brazo con su hocico ligeramente redondeado.
“Keiki…”
Al sonido de su voz, el kirin la miró directamente. Dobló sus piernas debajo suyo y se
postró ante los pies de Youko. Cuando ella se arrodilló y le extendió la mano, este no
retrocedió. Ella le acarició la melena dorada y él cerró los ojos.
Mi otra mitad. La bestia que le había entregado tal destino, que solo existe en cuentos de
hadas.
El kirin llevó su hocico al lado de las rodillas de Youko. Varias veces, como si le hiciera
reverencia, fregó su cabeza en ella. Una vez más, mientras ella le acariciaba la melena, oyó
un ruido fuerte a sus pies, el sonido de las cadenas que lo ataban.
Youko se puso de pie y se concentró en los grilletes. Apuntando con la punta de la hoja,
bajó la espada cortando las ataduras. El kirin saltó y se puso de pie ágilmente, pero
continuó frotando la cabeza, específicamente el cuerno, contra el brazo.
“¿Qué te pasa?”
Youko inspeccionó más de cerca y vio un patrón sutil en el cuerno, caracteres del ancho de
de una mano, de un color marrón rojizo que parecía un montón de sangre seca.
Keiki continuó raspando su cuerno contra su brazo. Youko no pudo hacer nada más que
observar este extraño comportamiento. Rakushun era un Hanjuu y podía hablar. En este
mundo donde incluso las criaturas mágicas podían hablar, ¿no debería el kirin, la bestia
sagrada preeminente, ser capaz de hablar también?
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Ahora que lo pensaba, recordó la visión que había tenido por la espada. Kourin había dicho
algo así como, con su cuerno sellado, no puede regresar a su forma humana ni hablar. Con
el suave rose de su mano contra el cuerno, el kirin se calmó. Youko frotó fuertemente con
la manga la superficie al pastoreo, pero nada más cambió. Examinando más de cerca notó
que los caracteres habían sido grabados en el cuerno.
Una herida, ella podía hacer algo al respecto. Youko sacó la joya de su bolsillo. Aplicó la
joya, y suavemente tocando la superficie vio que los caracteres se hacían más débiles.
Repitió el proceso hasta que los caracteres fueron casi imperceptibles, de repente escuchó
una voz a su lado, una voz que no había oído en mucho tiempo.
“Se lo agradezco”.
“¿Keiki?”
El kirin cerró ligeramente los ojos y miró a Youko. “Sí, soy yo. Lamento las indebidas
dificultades que se le hayan podido infligir durante mi ausencia”.
Youko sonrió. Incluso había extrañado ese sereno tono de voz en la disculpa.
“¿Está sola?”
“El Rey de En nos está dando una mano. El Ejército Imperial de En está retrasando las
fuerzas de la impostora”.
“Ya veo”. Él asintió con la cabeza, entonces gritó fuertemente. “¡Hyouki! ¡Juusaku!”
Las dos bestias aparecieron como si salieran de las paredes. “Estamos aquí”.
“¿Estás bien?”
El kirin respondió con un gruñido en reflejo. “Parece haber aprendido una gran lección. Si
es eso lo que sucedió. Lo lamento por los problemas que esto pudo haber ocasionado a su
nombre”.
“Jouyuu no estaba atado por lo que no me afectó a mí. ¿Qué hay de Kaiko y Hankyo?”
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“No, siempre y cuando estén bien. Pero me gustaría conocerlos más adelante”.
“¿Cuál es?”
“Me gustaría que cambiaras la orden de Jouyuu. Aunque todavía no estoy lista para estar
sin él”.
“Eso creo. Pero parece que no he oído su nombre real todavía. Eso me ha estado
molestando”.
Tan pronto como Youko habló, esa extraña e inesperada sensación subió por el brazo hasta
su mano. Aparentemente por su propia cuenta, el dedo escribió los caracteres en el aire. ‘El
Inútil (Jou) Asistente (yuu)’.
Youko se rió. Mirándola, el kirin cerró los ojos. “De verdad ha cambiado”.
Youko asintió. “Igual yo. Oye, ¿no puedes adoptar tu forma humana de nuevo?”
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Youko sonrió ante su sorprendido tono de voz. “Bueno, entonces te daré algo de ropa. Ya
es hora de que regresemos. Antes de regresar al Palacio Kinpa, vamos a tener que
quedarnos en el Palacio Gen’ei por un tiempo”.
Youko sonrió y el kirin parpadeó de nuevo. Luego se arrodilló frente a ella. Con cada
movimiento su lomo irradiaba un brillo extraordinario.
Él dijo, “Saludo a Su Alteza que porta la Misión del Cielo”. Bajó la cabeza y tocó el pie de
Youko con su cuerno. “Nunca me apartaré de usted, ni desobedeceré sus ordenes. Por la
presente, pacto que mi lealtad le pertenece a usted”.
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De Las Crónicas de Kei
Los Anales de la Bebe Rojo
En el Quinto Mes de ese Año, la Emperatriz Jokaku ascendió al Monte Hou y allí pidió
Perdón al Cielo y renunció al Trono. Y así murió y fue enterrada en Senryou. Su reinado
duró Seis Años. Después de su muerte, se le dio el Nombre en Post Mortem, de Yo.
Con la abdicación de la Última Emperatriz Yo, Joei usurpó el trono. Joei se llamó
falsamente Reina de Kei y entró a Gyouten. El Reino cayó en caos.
En el Séptimo Mes del Séptimo Año, la Emperatriz Youko, la Reina del Reino de Kei,
accedió al trono. El Apellido de la Emperatriz Youko era Nakajima, su Apodo Imperial era
Sekishi, o la Bebe Imperial, también significa la Bebe Rojo, habiendo nacido como Taika.
En el Tercer Mes del Séptimo Año, la Emperatriz regresa de Yamato. El Rey de En, el Rey
Shouryuu, habiendo respondido a su Petición, la Emperatriz sofoca la Rebelión al Fin del
Séptimo Mes, y depone a la Impostora, Joei.
En el Octavo Mes de ese Año, la Emperatriz Youko asciende al Monte Hou y allí lleva a
cavo Investidura. Su Nombre fue registrado en el Censo de los Cielos, y se le concedió el
Título de Reina de Kei. La Reina de Kei enterró a la Ultima Emperatriz Yo en Gyouten,
nombró seis nuevos Ministros de Estado, y estableció el Gobierno.
La Era de su Reinado fue designado Sekiraku, por el Primer Caracter del Apodo Imperial y
del Nombre de su Amigo y Confidente, Rakushun. Y así se inauguró la Corte Imperial de la
Bebe Rojo.
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