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Introducción:
En el presente trabajo pretendo abordar algunos de los rasgos que particularizan al sujeto de las
intervenciones judiciales.
No se trata de cualquier sujeto, sino del sujeto atravesado por la contingencia de la pubertad /
adolescencia. La pubertad / adolescencia implica una conmoción subjetiva, el sujeto se enfrenta
en esa coyuntura, por primera vez, con la posibilidad efectiva de realizar el acto sexual y de ser
padre. Es decir, que la pubertad es un momento de reescritura singular de cada sujeto.
Si hay algo de lo que nos ocupamos desde la psicología jurídica y en particular desde su
atravesamiento con el psicoanálisis es sobre la “subjetividad”. La subjetividad actual, no se
encuentra separada de la modificación del orden simbólico del siglo XXI. Para ello refiero a
Jacques Lacan, en los diferentes momentos que describe, a saber: en 1938, la decadencia del
imago del padre; luego en 1957 las carencias del entorno simbólico; en 1967 la deuda simbólica
arrebatada que conduce a algunos hasta un destino que no sea nada más; luego eso que nos
dice ser el ascenso al cenit de su objeto a, o sea el objeto a plus de gozar.
En el siglo XXI, el orden simbólico, deja cada vez más a los sujetos adolescentes en contacto con
lo real de su propio sufrimiento, produciendo esta nueva subjetividad, que puede conducir a
esta voluntad de gozar a cualquier precio.
Entonces, ¿por qué aun hablar?, ¿de qué sirve hablar?, son dos preguntas que escuchamos a
menudo, y a las cuales se puede responder, justamente para encontrar una salida a su destino,
por el simple hecho de hablar.
No es algo menor, el articular la cuestión del sujeto adolescente que transgrede la ley penal, con
sus propias vicisitudes singulares y las de la época.
La actualidad se encarga de visibilizar a través de los medios de comunicación, como así también
a través de lo que se instaura en la agenda social, sobre la “necesidad” de avanzar hacia la
sanción de una Ley Nacional sobre Adolescencia en Conflicto con la Ley Penal.
1
Revista Digital “La Lunula” - Entrevista a Xavier Esqué (Psicoanalista de Barcelona / España). Analista
Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis – 2017, Córdoba (Argentina)
Sabemos que el debate se inscribe en el binomio de la baja de edad para la imputabilidad o en
su contrario, ajustarse a los estándares internacionales que rezan no disminuir la edad de
punibilidad y ajustarse a la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, que en la
Argentina forma parte de su normativa interna, con jerarquía constitucional.
Bien sabemos que el campo del Otro, no sólo subjetiva e ingresa al sujeto en el deseo y su
anudamiento a la ley constitutiva, sino también en su otro extremo, es decir la producción de
“objeto”.
Esto es importante para comprender los estados de desubjetivación que presentan los jóvenes
con los que trabajamos es estos dispositivos para los llamados “Adolescentes en conflicto con la
Ley Penal”.
Los jóvenes que se encuentran insertos en estos dispositivos, llegan derivados por diversas
instancias Judiciales y /o sociales; algunos pueden hablar de algo, otros no pueden referir nada
acerca de sí mismos.
Siempre nos determinará el caso por caso, no obstante, frente al acto criminal (robo, homicidio,
agresión sexual) se advierte una ruptura con la legislación del lazo social, es decir, la relación del
sujeto con el Otro, declinación deliberada del Otro social y de lo simbólico; en donde prevalece
el sujeto del acto.
El adolescente con el que podemos sostener algo del orden de lo enunciado, llega absuelto de
todo mito de origen, con cierta imposibilidad de transmitir novelas familiares; por el contrario,
se advierte un armado de mito degradado, a través del cual se arma diferentes hazañas de
desafío a la función paterna.
Se trata de sujetos que se producen a expensas del goce, invadidos por una insoportable soledad
frente a la emergencia de lo pulsional. Es desde esta condición que la efectuación de la pulsión
de muerte, manifiesta su empuje a través de una patentización real en el sujeto y del sujeto en
lo real, lo que se manifiesta a partir de rupturas en relación al exceso de goce. Esta es la ocasión
en la que los actos violentos y disruptivos del lazo social, se presentan como un modo de
resolución pulsional y de emergencia de lo real 2.
Tal como veremos en el caso de Gonzalo, si el padre, no transmite las condiciones de la ley, sino
su rostro perverso, lo pulsional del sujeto, no podrá ser regulado; jugándose casi de un modo
imperante el “mato o muero”.
2
Imbriano, A. “Por qué matan los niños? – Aportes del Psicoanálisis a la prevención del delito y la
justicia penal juvenil. Bs. As. Letra Viva 2012.
Sin una significación fálica, que brinde un por qué vivir, en tanto él mismo pudiera inventarse un
por qué vivir, es un artificio del texto del inconsciente, el cual permite que hagamos alianzas e
intercambios; por lo que encuentra pleno sentido la frase del lenguaje que escuchamos a
menudo en estos sujetos, cuando refieren “y bueno… a veces toca perder”, desresponsabilizados
de sus actos, poniendo en el otro la razón de sus excesos.
El término dispositivo penal juvenil se refiere a una modalidad particular de organización de las
intervenciones del Estado para implementar una medida judicial como respuesta a la infracción,
o presunta infracción, de la ley penal por parte de una persona menor de edad.
Los dispositivos antes mencionados, son modos de control social que se ejercen en tanto una
pretendida regulación del goce desde el campo del Otro hacia lo más íntimo del sujeto.
Es preciso un ritual jurídico que ponga en juego la mirada y el juicio del Otro. Y por cierto, que
articule la dimensión de la culpa en la subjetividad cuando hace lugar a la declaración del sujeto
implicado. Y esto es porque la culpabilidad supone declararse: atestiguar una falta, una mácula
y recibir el juicio condenatorio o absolutorio del Otro.
3
UNICEF – Relevamiento Nacional sobre Adolescentes en conflicto con la Ley Penal – Ministerio de
Desarrollo Social – Presidencia de la Nación. Buenos Aires, 2015.
En suma, ubicarse del lado del acusado, del reo, que deriva de “reor” que es “contar”, reo es el
que cuenta y da cuenta de su acto a través de la palabra y el que contabiliza sus faltas. Sólo de
este modo es posible que el sujeto asuma responsablemente sus faltas.
Se trata en definitiva, de una apuesta a la subjetividad. Armado de una escena que no entienda
la sanción penal como una aplicación administrativa, sino que ponga al sujeto a hablar en un
intento de que éste de alguna significación al acto.
Paradojalmente, no era Gonzalo quien “decidiera” interrumpir el proceso, sino que se trataban
de las interrupciones de otro policial, con funciones de restricción de la libertad.
Gonzalo (18) es hijo de Oscar y Yanina, de cuya unión cuentan con cinco hijos, de los cuales,
Gonzalo es el mayor; con posterioridad Oscar, conforma una nueva pareja junto a otra mujer,
con quien tienen un hijo de tres años de edad (actualmente); en tanto por su lado, Yanina,
producto de una relación con otro hombre, es nuevamente madre un niño de un año de edad
aproximadamente.
De la historia familiar, evocada por Gonzalo, recuerda que su padre estuviera privado de la
libertad con anterioridad por un período de cuatro años, que, tras cumplir con su condena,
saliera en libertad y luego de cuatro meses volviera a ser detenido por una reincidencia delictiva.
Resulta altamente significativa la ligazón afectiva de Gonzalo para con su padre, del que le cuesta
diferenciarse y establecer límites organizantes de su propio devenir subjetivo, en particular de
situaciones trasgresoras (conflictividad social, portación de armas y comisiones delictivas).
Tras la sombre del padre:
Según sus propias referencias, habría presenciado en varias oportunidades el modo en que su
padre consumiera drogas; dichas situaciones familiares habrían concluido con la separación de
sus padres.
Recuerda haber vivido junto a su familia hasta los 12 años de edad, tiempo en que Gonzalo,
iniciara con consumos adictivos (marihuana y psicolépticos).
Acerca de su actual situación y sobre los hechos que motivaran su detención en el COSE,
reconoce su incursión en ilícitos (la mayoría de ellos se trataban de conductas de robos con una
notoria escalada en la violencia de sus actos), llegando a concretar asaltos a mano armada e
imprimiendo gran violencia sobre sus víctimas.
Al referir sus actos delictivos, los ubica en una línea de serialidad a los de su padre, en particular
cuando sostiene que su padre va por la “tercera caída” (haciendo mención a las detenciones
policiales) y él lleva “también” tres hechos cometidos.
Podríamos inferir en Gonzalo, una línea de identificación paterna, que lo determina a adoptar
rasgos de impulsividad y una permanente tendencia a la actuación de los impulsos sin mediación
simbólica posible.
La asociación al padre es a partir de una identificación que no instituye lo singular del sujeto
como tal, sino el rasgo homogéneo que los identifica: la trasgresión.
Su padre preso y Gonzalo en un Centro Socio Educativo con privación de la libertad: hay la
preponderancia de un rasgo como soporte de una identidad imaginaria, donde domina lo
mismo, no lo Otro. Gonzalo tras la sombra de su padre.
Podemos ubicar el primer tiempo del abordaje consistente en asumir esa falsa metáfora social,
como alojamiento institucional, para luego pasar al segundo tiempo del abordaje que consiste
en desolidificar la falsa metáfora de la identificación social imaginaria en dirección al síntoma.
La orientación al síntoma, remueve el narcisismo identificatorio de lo mismo.
Hacerse de un síntoma:
Aunque el significante Nombre del Padre sólo es un semblante, el padre queda sin embargo
siendo aquel que debe transmitir un cierto saber-hacer con las cosas del mundo; para permitir
al sujeto negociar con el asunto de su vida, lo que tiene que ver con el goce de su introducción
al lenguaje.
Los mitos freudianos sobre el padre son cuentos, ficciones necesarias para novelar la pérdida. El
padre es de hecho el agente de la articulación significante.
Hoy la decadencia de la imago del padre, pone más en evidencia, la crisis de la articulación
significante, o sea, la crisis del lazo social sostenido por el orden simbólico S1 – S2. No
respetando más la autoridad paterna, ni su saber, algunos jóvenes dicen TODO, lo que piensan
sin ningún velamiento, apoyándose en el significante solo.
Entonces, la delicada transición de la adolescencia, se presenta, hoy, bajo la forma de una nueva
subjetividad en la que más que el desconcierto es el desamparo, donde la perspectiva de un
destino de desgracia que empuja al sujeto por supuesto a encontrar una lengua, pero con la cula
hablar con el Otro, no es más necesariamente de importancia.
Eligen, entonces, articularse a un objeto plus de gozar, o una práctica de goce indecible, a
menudo adictiva.
Finalmente diremos, que resulta necesario, poner a hablar al sujeto y alojarlo en un deseo del
Otro. Esto es ofrecerse a la transferencia. Por eso podemos decir, que ante las fallas del Otro,
en la clínica podemos hacer una apuesta a la responsabilidad subjetiva. Caso a caso, como
formas de velar el horror y articularlo a algo de la ley.
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Alvarenga, E. “Del goce del padre a la melancolía” (Artículo publicado en la web)
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Gabriel Alberto Letaif – Psicólogo – Psicoanalista – Miembro del Equipo Técnico Multidisciplinario de la
Procuración General de la Pcia. Del Chubut (Argentina) – Presidente de la Asociación Argentina de
Psicología Jurídica y Forense – www.aapjyf.org – Docente Universitario en Argentina y Países del Exterior
– Conferencista en Congresos, Seminarios de la Especialidad – Autor de Libros y de Artículos
Especializados en Psicología Jurídica y Criminológica. // gletaif@gmail.com