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Determinismo cientificista y Teoría del Todo como conjuro de lo impredecible

Este artículo pretende ser una breve reflexión de algunos supuestos implícitos de mi
opúsculo más reciente, publicado en Amazon en marzo del año en curso, 2019, cuyo título es:
La Teoría del todo como explicación o ¿exploración? última del universo, véase (Correa S., 2019).

A partir de un breve pero sustancial recorrido histórico por algunos hitos que
consideramos significativos, realizamos la constatación de la existencia de un patrón común en
áreas de la actividad humana, que en nuestros días de altísima especialización -en cuanto se
avocan a la explicación de áreas cada vez más reducidas del “mundo”- vamos perdiendo de vista,
nos referimos, justamente, a las múltiples interacciones y relaciones que de hecho se establecen
entre ellas, incluyéndonos, condición a la que generalmente llamamos “realidad”.

Comienzo así, señalando, que la respuesta que hemos ensayado, de muchas diferentes
maneras a lo largo de la historia responde a una estructura antropológica primordial -
inicialmente reactiva y adaptativa- cada vez más asertiva y performativa, en cuanto nos ha
permitido una relativa eficacia para asegurar nuestra supervivencia como especie dominante de
este planeta. Nos referimos a la creciente capacidad de mediación simbolizadora con que nos
enfrentamos, al parecer, con suficiente éxito como para ponernos en condición de hollar la
superficie de nuestro satélite natural y prontamente la de otro planeta, Marte (Voz de América
- Redacción, 2019), así como avistar tecnológicamente el universo, ya sea en el abismo temporal
de su origen (Sitio de aportes educar, educ.ar, s. f.), como en el abismo de su extensión espacial
(Powell, 2006), e incluso atisbar las singularidades de acabamientos parciales de este universo -
agujeros negros- (Ghosh, 2019).

Esta mediación simbolizadora que comenzó siendo mítica-mágica, pasó a ser mágica-
religiosa, luego, el común denominador de ambas, el determinismo ritualista se manifestó, por
ejemplo, en los albores de occidente, a través de ciertas escuelas, tendencias, sistemas híbridos
de creencias y prácticas teúrgicas, combinadas con intuiciones de impronta filosófica, así como
con desarrollos matemáticos-numerológicos y prescripciones ritualistas, que se ampliaron a la
moral y a la reflexión ética, originando colectivos generalmente sectarios y herméticos, incluso
con una definida agenda política, que reservaba para su jerarquía y sus miembros el papel de
gobernar autoritariamente.1

1
Por ejemplo, tal como como las varias tradiciones historiográficas recogen, sobre el papel desempeñado
por Pitágoras y por los pitagóricos tanto en su efectivo accionar en el ordenamiento de las polis de la
Magna Grecia, como en la gestación de un modelo político conformante del imaginario ideológico
perenne de las élites, generalmente oligárquicas o militaristas, que pretenden pasar por aristocráticas. Y,

1
Esta explicitación de los intereses políticos y administrativos de la jerarquía de “los
sabios”, deviene de un largo proceso de decantación a favor de la extrapolación del ritualismo,
sobre todo mágico, que pretende garantizar un orden “sagrado” en la comunidad política, que
conjure la inestabilidad inherente al mundo de la generación y la corrupción, en armoniosa
mímesis y continuidad con el pretendido orden matemático del cosmos.

La aversión al cambio que manifiestan estas perspectivas, parece haberlas investigado


algunos pocos hombres, entre ellos, desde su propio prisma, Sigmund Freud, padre del
psicoanálisis, quien en su explicación de las acciones obsesivas neuróticas postula una analogía
con el ritualismo religioso (una especie de simbolismo), en cuanto comparten un
ceremonialismo característico -aun cuando constata diferencias tales como la dimensión pública
del último y la privada del primero-, cuyo móvil último sería la culpa, que como era peculiar en
él, lo atribuye a una de connotación sexual2.

Sin embargo, creemos más plausible atribuirlo al mismo móvil, pero a un nivel más
profundo, en el que incluso lo sexual abreva como en su fuente, nos referimos a una intuición
arquetípica que el aprendizaje cultural no hace mas que actualizar y explicitar, esto es, que nos
hallamos, incluso en el ejercicio de la satisfacción de nuestras necesidades más básicas,
vivenciando tales experiencias de un modo no natural ni meramente animal, en cuanto
mediadas simbólicamente. Y, esta vivencia específica y estructurante de lo humano sería la de
la culpa.

que (Hernández de la Fuente, 2013) caracteriza claramente al final de su artículo: Pitágoras como adivino:
religión y política en la Magna Grecia: “[…] la mayor parte de los indicios históricos y filológicos traídos
aquí a colación apunta a que el líder de los pitagóricos, un grupo de tendencia elitista, se corresponde con
el típico modelo del caudillo iluminado y carismático que, según las tesis weberianas, caracteriza al jefe
de una secta político-religiosa. Si Pitágoras, como decía Cicerón en las líneas que encabezan este artículo,
«quiso ser él mismo un adivino», no podemos dudar de que también consiguió ser un jefe político de una
importante facción ciudadana. Las prerrogativas de la religión y la política, como en los tiempos
homéricos, se volvían a conjugar en la figura del sabio de Samos.”

2
Interpretación que se va manifestando progresivamente en la estructuración del psicoanálisis, no sólo
como mediación terapéutica para el equilibrio psíquico personal, sino también para la superación del
desequilibrio que la cultura es, en tanto expresión de la neurosis colectiva. Básicamente, la cultura no
sería, desde esta perspectiva, otra cosa que los restos monumentales de nuestros, cada vez más
sofisticados, intentos por cancelar la culpa primigenia. Así lo explica (Freud, 1907, p. 107): “Una especial
escrupulosidad dirigida a la meta de la pulsión nace a raíz de su represión, pero esta formación psíquica
reactiva no se siente segura, sino amenazada de continuo por la pulsión que acecha en lo inconsciente. El
influjo de la pulsión reprimida es sentido como tentación, y en virtud del propio proceso represivo se
genera la angustia, que se apodera del futuro como una angustia de expectativa […] Así, las acciones
ceremoniales y obsesivas nacen en parte como defensa frente a la tentación, y en parte como protección
frente a la tentación frente a la desgracia esperada.”

2
Esta vivencia arquetípica, esta culpa primigenia, devendría de la constatación de la no
identidad entre lo que nuestra mediación simbolizadora nos ofrece como el deber ser y lo que
es. El cambio, la generación y la corrupción, el movimiento cósmico, la desmesura moral arcaica
y, en parte, clásica, o el pecado judeocristiano y la inestabilidad política se interpretan como la
evidencia de nuestras faltas, nuestra hybris3. La configuración de un orden político sacralizante
no sería otra cosa que, la concreción del deseo de redención no solo de las sociedades humanas,
sino del cosmos en su carácter más universal y perfecto.

El accionar humano arquetípico está así abocado a cerrar esa brecha para cancelar la
culpa cósmica, y, se ha venido manifestando de cuatro modos principales:

1. Mítico-mágico, suprimiendo la culpa que el devenir evoca, mediante la aceptación fatalista


del cambio, frente a la cual lo único que cabe es reproducir ritual y mágicamente su ritmo
primigenio, para sintonizarnos con las cualidades arquetípicas divinas, obteniendo como
resultado el premio de una condición de vida ventajosa. Haciendo que las fuerzas ctónicas
(terrestres/telúricas), y teúrgicas (celestiales/astrales) operen a nuestro favor.
2. Mítico-religioso, apuntalando una relación de confianza y disponibilidad en la providencia
de Dios, a pesar de la divergencia comprobada entre la anhelada indemnidad y la inapelable
vivencia del sufrimiento físico (producto de la vulnerabilidad genética, nosológica y de la
disminución de la velocidad de reemplazo metabólico o vejez), del desequilibrio psíquico-
emocional de etiología más compleja que el pansexualismo freudiano, y, del sufrimiento
moral, producto de la constatación de la no identidad entre el ser y el deber ser.
La superación del sufrimiento, en este caso, pasa por la vivencia de la disponibilidad
esperanzada y heroica respecto de los designios y la operación sobrenatural de la gracia,
orientado a la realización del Reino escatológico de Dios, en un horizonte que comienza
histórico pero que va adecuándose misteriosamente al orden de la gracia, donde el hombre
es corredimido y corredentor, para finalmente ser también recreador, en Cristo, de nuevos
cielos y nueva tierra.
Cerrándose así todas las brechas abiertas por el pecado, nacida de la desconfianza y, la
soberbia autosuficiente primigenia. Cristo cierra en él todas las brechas: la de Dios con la
humanidad, la de la humanidad con la naturaleza, la de la historia con la eternidad. Se

3
Paradigma axiológico más alto de la cultura arcaica y clásica de la Hélade (espacio cultural de la antigua
Grecia), relativo a la desmesura, contrario a la vivencia piadosa y tradicional, esto es, en discordancia con
nuestra naturaleza mortal subordinada a la de los dioses inmortales, y subordinada, también, por la
devoción y obediencia de la tradición, a nuestros padres y ancestros.

3
cancela, así, la culpa, la tentación y el pecado en su manifestación omnipresente, la muerte,
la brecha de las brechas.
3. La racionalidad filosófica, pretende superar las brechas postulando un principio o un
conjunto mínimo de principios, al cual reducir ontológicamente la incesante pluralidad y
fugacidad del mundo; reduciendo, también, a principios epistemológicos mínimos, la
explicación de la creciente complejidad del mundo.
Postula una comprensión holística, radical, total y fundamental del mundo; de la cual, casi
siempre, deduce un correspondiente orden político y social. La pluralidad de sistemas
filosóficos ha afectado dichas pretensiones, pues algunas logran ser perfectamente
coherentes y sistemáticas consigo mismas, pero inconsistentes e incluso contradictorias
entre sí.
Al punto que una de sus mayores expresiones modernas, el idealismo absoluto de Hegel,
integra como uno de sus momentos dialécticos a la negación, pretendiendo, así, cerrar la
brecha entre todos los sistemas filosóficos diversos y contradictorios. Además de volverse
inmune frente a la crítica, pues la inconsistencia es constitutiva de ella, pretendiendo así
abarcar la totalidad de lo real, en cuanto no es posible la exterioridad.
El culmen del intento filosófico por cerrar las brechas, realizado por Hegel, ha mostrado
serias deficiencias, en cuanto que ha resultado imposible validar como manifestaciones de
una racionalidad cada vez mayor, compleja y necesaria al desarrollo de eventos históricos
“exitosos”, tales como la de los totalitarismos contemporáneos.
Sucediéndose a tal pretensión, la autorregulación de la postmodernidad: el Pensamiento
débil, la deconstrucción y la denuncia antimetafísica en general, propia de nuestros días. En
suma, la confesión culposa de la criminalidad políticamente totalitaria, inherente a todo
intento racional por cerrar las brechas, exiliando todos estos intentos a la despreciable
sombra de la irracionalidad.
4. La racionalidad científico-empírica, moderna, es ampliamente subsidiaria del giro
matematizante que se consolida con Galileo, cuando este afirma que Dios ha escrito el libro
de la naturaleza en lenguaje matemático, poniendo, en adelante, el desarrollo científico bajo
el sello de Pitágoras y de Platón, aún cuando Platón no suscribiría plenamente la pretensión
galileana, en cuanto no aceptaría a ningún modelo geométrico o matemático como
episteme, o ciencia verdadera y rigurosa del mundo de la corrupción y la generación, de la
cual sólo cabe la ortodoxia o recta opinión.
En resumen, la comprensión de la ciencia moderna y contemporánea, hasta antes del
advenimiento de la lógica matemática binaria y no binarias, de las geometrías no euclídeas,

4
del principio de incertidumbre de Heisenberg de la física cuántica, así como de los teoremas
de incompletitud de K.Gödel, era básicamente determinista y algorítmica.
Incluso hombres de ciencia del calibre de A. Einstein, como del mediático y recientemente
fallecido Stephen Hawking, mantuvieron y promovieron comprensiones deterministas del
conocimiento científico, manifestada sobre todo, en la búsqueda de la Teoría del Todo (TOE,
Theory of Everything), que se entiende como una Teoría Cuántica de la Gravedad -por
cuanto pretende superar la contradicción entre los principios de la Teoría de la relatividad,
de Einstein, y los de la física cuántica-, la que resultó produciendo 05 teorías de cuerdas,
consistentes consigo mismas pero inconsistentes entre sí.
Hasta la inicial formulación de lo que su creador, Edward Witten, fisicomatemático
norteamericano, ha denominado como Teoría M, o Teoría de las M-branas, formulación que
a día de hoy no encuentra aun su versión definitiva. Postulamos la no plausibilidad de dicho
intento, no creemos probable, aún en caso se lograra, que tal suceso pueda y deba
interpretarse en el sentido del viejo determinismo Laplaceano decimonónico, o en el del
intento logicista de B. Russell y A. N. Whitehead, expresada en su obra, Principia
Mathematica, donde se reduce a un conjunto axiomático, que a partir de reglas de
formación y transformación, se puedan deducir todas y cada una de las fórmulas bien
formadas posibles, esto es que a partir de un conjunto mínimo de fbf, siguiendo estrictas
reglas sintácticas pueda demostrarse cualquier otra fbf simple o compleja. K. Gödel echó
por tierra todas estas pretensiones. Y, si fuera el caso que, toda TOE exprese dicha
posibilidad estructural, estaría también ella afectada por las implicancias de los teoremas de
Gödel, esto es, incapaz de cerrar las brechas.
Lo importante es indagar las razones por las cuales, desde el poder político, se está
imponiendo una comprensión determinista del conocimiento científico; dado todo lo
anteriormente tratado en este artículo, la respuesta parece fluir naturalmente, el poder
político parece necesitar, como su fundamentación última, un discurso perfectamente
riguroso que se identifique con el mundo y que por lo tanto sea irrefutable e incuestionable,
en concordancia con su finalidad de detener el cambio histórico y político. Necesita, pues,
ideologizar hoy, el discurso científico imponiendo una comprensión determinista de ella,
con fines estrictamente de real politik, de incremento hegemonizante y de médula
totalitaria.
Finalmente, una comprensión no políticamente condicionada de todas las mediaciones
simbólicas-culturales, que han hecho posible el relativo éxito de nuestra especie para
sobrevivir y superar la tasa de morbi-mortalidad con una tasa de natalidad cada vez más
creciente, nos hace concluir justificadamente que han podido hacerlo sin antes haber

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logrado cerrar las brechas, ni cancelar la culpa (ni siquiera en la religión cristiana, pues para
que ello se realice deben darse condiciones y motivaciones que dependen enteramente de
la voluntad y la gracia divina, no la de los hombres), esto es, sin poder construir un orden
social que nos exonere de la responsabilidad de participar activamente en direccionarla
hacía un incremento de las posibilidades de buscar libre y responsablemente la felicidad y
plenitud personal y social, significando con ella, al mismo tiempo, una disminución del
sufrimiento, la opresión y la violencia.

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BIBLIOGRAFÍA

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universo.
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Firma recuperable

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Prof. Teoría del Conocimiento COAR Tacna
Firmado por: Julio H. Correa Sandoval

Tacna, 18 de noviembre 2019

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