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Las Alturas de mi Pueblo

Autor: Rabino Amram Anidjar


Transcrpció y Traducción: R. Shamuel Garzón
Corrección: Moshé Garzón Serfaty

Está permitida la reproducción total o parcial del


material de este libro, con la condición de que el
autor sea notificado y que no se haga con fines de
lucro. Todos Los derechos quedan reservados y
son propiedad del autor.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 8
AGRADECIMIENTOS 11
APROBACIONES RABÍNICAS 14

LIBRO BERESHIT

BERESHIT LLEGUEMOS A LA CIMA 24


BERESHIT LA ENVIDIA 29
NÓAJ BENDICE NUESTROS ACTOS 33
NÓAJ TORÁ Y BUENOS MODALES 37
LEJ-LEJÁ RIQUEZA O JUSTICIA 41
LEJ-LEJÁ ANTISEMITISMO 47
VAYERÁ TORÁ Y BONDAD 54
VAYERÁ UN BUEN AMIGO 58
JAYÉ SARÁ EL QUE RÍE ULTIMO, RÍE MEJOR 62
JAYÉ SARÁ VIDA LARGA 67
TOLEDOT CABALISTAS O MATERIALISTAS 71
TOLEDOT ESAV, EL INGENUO 77
VAYETSÉ LA CONSECUENCIA DE NUESTROS ACTOS 82
VAYETSÉ AM ISRAEL JAI 86
VAYISHLAJ AGRADEZCAMOS 91
VAYISHLAJ NO MALDECIRÁS 96
VAYESHEB EL OJO ÉTICO 99
VAYESHEB EL CAMINO CORRECTO 104
MIKETZ LA MANUTENCIÓN ES DE LOS CIELOS 109
MIKETZ LA SITUACIÓN MEJORARÁ 115
VAYIGASH LAS PRUEBAS 121
VAYIGASH BUENOS DECRETOS 127
VAYJÍ LA ALEGRÍA 132
VAYJÍ VIDA ETERNA 137

3
ÍNDICE

LIBRO SHEMOT

SHEMOT LA AUTOESTIMA 143


SHEMOT UNIÓN Y COMPAÑERISMO 147
VAERÁ EL REZO 151
VAERÁ RECONOZCAMOS EL BIEN 156
BO ¿QUIÉN ES EL LÍDER? 160
BO LA FUERZA DE LA VERDAD 165
BESHALAJ LA GRANDEZA DEL CANTO 168
BESHALAJ LA FE MUEVE MONTAÑAS 171
YITRÓ TORÁ AUTÉNTICA 175
YITRÓ LA ARMONÍA EN EL HOGAR 180
MISHPATIM DIOS NOS QUIERE 183
MISHPATIM APROVECHANDO NUESTRAS FUERZAS 186
TERUMÁ ¿QUIÉNES QUEREMOS SER? 190
TERUMÁ LA EDUCACIÓN PURA 194
TEZAVÉ ORDEN EN NUESTRAS VIDAS 197
KI TISÁ LA UNIÓN DEL CEREBRO CON EL CUERPO 202
KI TISÁ GARANTES DE LOS DEMÁS 208
VAYAKHÉL EL GRAN SANTUARIO 212
VAYAKHÉL CAMBIEMOS LO NEGATIVO EN POSITIVO 216
PEKUDE RECONOZCAMOS LOS ERRORES 219

4
ÍNDICE

LIBRO VAYIKRÁ

VAYIKRÁ LA BUENA VOLUNTAD 225


VAYIKRÁ EL BUEN DINERO 229
TZAV SERÁ POR NUESTRO BIEN 233
TZAV LA RUTINA 238
SHEMINÍ EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS 242
SHEMINÍ EL NÚMERO OCHO 246
TAZRÍA NUESTRA DESCENDENCIA 251
METZORÁ LA INFLUENCIA DEL AMBIENTE 255
AJARÉ-MOT LOS SABIOS 260
AJARÉ-MOT EL RIESGO DE PECAR 266
KEDOSHIM LAS FUTURAS GENERACIONES 273
EMOR TERCERA DIMENSIÓN 277
BEHAR UNAS PALABRAS DULCES 283
BEHAR LA SANTIDAD DE LAS SINAGOGAS 289
BEJUKOTAI LO INCOMPRENSIBLE 293

5
ÍNDICE

LIBRO BAMIDBAR

BAMIDBAR ALREDEDOR DE LA TORÁ 298


BAMIDBAR EL TRAMPOLÍN DEL TIEMPO 304
NASÓ LA PAZ, UN RECIPIENTE DE BENDICIONES 308
NASÓ APEGADOS CON ALEGRÍA 314
BEAALOTEJÁ EN LA UNIÓN ESTÁ LA FUERZA 320
BEAALOTEJÁ LOS RABINOS 324
SHELAJ LEJÁ EL HONOR DE DIOS 330
SHELAJ LEJÁ BENDECIDOS POR DIOS 335
KORAJ EL DISFRAZ 339
KORAJ LAS GUÍAS DEL AM ISRAEL 343
JUKAT APRENDIENDO DE NUESTROS PADRES 348
BALAK NUESTROS OJOS Y BOCA 354
BALAK AGRADECIENDO 359
PINJÁS EL MÉRITO DE NUESTROS PADRES 363
(ZEJUT AVOT)
PINJÁS EL SECRETO DEL ÉXITO DE UN LÍDER 367
MATOT EL BUEN NOMBRE 370
MATOT LA ESTRATEGIA DE ATAQUE 376
MASÉ AYUDANDO A LOS DEMÁS 380

6
ÍNDICE

LIBRO DEVARIM

DEVARIM NUESTRA VERDADERA ARMA 385


VAETJANÁN AMARÁS AL ETERNO 390
VAETJANÁN REZANDO JUNTOS 396
EKEV LA UNIÓN DE LOS MUNDOS 400
EKEV HONRADOS POR DIOS 404
REE SEAMOS PUROS 408
REE ¿POR QUÉ LA TORÁ PIENSA 412
DIFERENTE DE NOSOTROS?
SHOFTIM LA CIUDAD PERFECTA 417
SHOFTIM EL NÚMERO TRES 421
KI TETZÉ NOSOTROS LOS PIADOSOS 425
KI TETZÉ A TIEMPO 430
KI TAVÓ LA FELICIDAD 434
KI TAVÓ CADA PRINCIPIO 438
NITZABIM ESTABLES 442
NITZABIM LA TORÁ ES UNIVERSAL 446
VAYÉLEJ EL DULCE SABOR DE LA TORÁ 451
HAAZINU LLENANDO NUESTRAS NUBES 454
ZOT HABERAJÁ LA VIDA ES UN CICLO INFINITO 458

7
Introducción

8
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN ESPECIAL PARA
LA SEGUNDA EDICIÓN

Las Alturas de Mi Pueblo es el primer libro que escribí; es mi hijo


primogénito literario. Aunque en estos días me encuentro afinando
los últimos detalles para mi quinta obra, cuyo tema es el secreto de
las reencarnaciones, me he detenido por un instante para publicar
de nuevo este libro, ya que todos los dos mil quinientos ejemplares
de que constó la primera edición se agotaron y muchas personas si-
guen pidiéndomelo.

El presente volumen es una recopilación de conferencias que impar-


tí en la comunidad Bet Abraham de Caracas, Venezuela, lugar en el
que tuve el privilegio de ser el Rabino Principal desde los 23 hasta
los 32 años de edad. Aun cuando hoy en día ejerzo como Rabino en
la maravillosa comunidad Maguén David en México, nunca olvido
la cuna en la cual crecí y me desarrollé hasta llegar a lo que soy.

Siempre sentiremos, mi esposa y yo, gran agradecimiento por la fa-


milia Belilty, dirigentes del templo en Caracas, quienes nos recibie-
ron con gran cariño y calidez. Que Dios los colme de bendiciones y
alegría.

De igual forma, imposible es para mí olvidar a todos y cada uno de


los miembros del Cajal de Bet Abraham. Su insistencia para que yo
diera más y más clases, sin permitirme repetir los temas, sino cada
vez abordar nuevos conocimientos, ciertamente incrementó mi es-
fuerzo y trabajo, pero fue ello lo que rindió, y sigue rindiendo, in-
mejorables frutos.

9
INTRODUCCIÓN
Por tanto, a ustedes, queridos amigos de la familia Belilty y al Cajal
de Bet Abraham, en particular, y a toda la comunidad judía venezo-
lana, en general, dedico esta segunda edición. Que sea la voluntad
del Creador abrirles las puertas de su luz Divina y les dé la fuerza y
la inteligencia para lograr que la comunidad no se desmembre en
las actuales circunstancias, y con el favor de Dios podrán vivir con
paz y tranquilidad en medio del pueblo venezolano, con respeto
mutuo y prosperidad.

Como escribimos en la contraportada, la intención de esta obra es


presentar a cada uno de nosotros, y especialmente al padre de fami-
lia, unas palabras de Torá para que las compartamos en la mesa de
Shabat con todos nuestros seres amados.

Aprovechando ese momento tan especial de la semana, en que por


fin nos desconectamos de las urgencias del mundo y nos conec-
tamos con nuestra maravillosa familia, podemos convertir nuestra
mesa en un campo fértil, ya que, hablando con sinceridad, basta
con que alguien “lance” al aire una palabra sobre futbol y toda la
conversación girará en torno del balón. Así pasa también con algu-
na simple palabra sobre negocios, política, viajes, etcétera.

Este libro ofrece “semillas de Torá” para plantarlas en ese campo, en


especial en esas innumerables veces que queremos decir algo en la
mesa, pero no tenemos algún tema en mente y, por tanto, nos senti-
mos obligados a hablar de lo que sea. De tal manera, el objetivo de
esta obra es ofrecer temas de reflexión para provocar un ambiente de
sana discusión, donde cada integrante de la mesa agregará, discuti-
rá, afirmará, etc. Así lograremos sembrar Torá y cosechar sabiduría.

10
INTRODUCCIÓN
Nuestros Sabios afirman que una persona debe insinuar su propio
nombre en el título de la primera obra que escriba. Por tanto, ya que
mi nombre es Amram, que en hebreo significa “pueblo alto y eleva-
do” (Am Ram), y sumando el nombre con el que cariñosamente me
llamaban mis padres, Ami, que significa “mi pueblo”, decidí titular
este libro Las Alturas de Mi Pueblo.

Y en verdad creo que las palabras de nuestras Sagradas Escrituras


nos demuestran cuán especial y elevado es nuestro pueblo, debido a
la Torá celestial que trajo Moshé Rabenu hasta nuestro plano terre-
nal. De aquí provino la idea para la foto de la portada de la presente
obra: la obligación que tenemos cada uno de nosotros de traer la
palabra Divina hasta nuestro “planeta mesa”.

La Torá compara al ser humano con el árbol pues, para que aquel
alcance su plenitud, necesita poseer varios elementos, al igual que
el árbol precisa de lluvia, buen clima y energía solar, además de un
buen arado, siembra adecuada y limpieza de la yerba mala, y por
supuesto, tierra fértil, llena de minerales y nutrientes. Finalmente,
requiere manos que recojan los frutos y comerciantes que los distri-
buyan a los mercados.

En consecuencia, como lo haría el árbol, yo quisiera agradecer a to-


dos los “elementos” que me rodean.

En primer lugar, gracias a ti, Dios, porque eres Tú el que me ilumina


como el sol, y tus buenos rayos fueron los que me dieron la energía
para escribir esta obra. Gracias por la lluvia pura, la abundancia es-
piritual con que me bañaste y el buen clima con que me rodeaste.

11
INTRODUCCIÓN
Eso fue lo que me permitió crecer y florecer. Sin ti, yo sería un árbol
seco. Todo es de Ti y para Ti. Sólo te pido, Dios, que sigas iluminan-
do mi camino y me des más lluvia de conocimientos para seguir
difundiendo tu Palabra.

A ustedes, queridos padres, R. Javiv y mi señora madre, Rajel, por


haber sido mis principales agricultores, quienes araron y prepara-
ron el terreno creando un buen ambiente en el cual me sembraron,
junto con mis hermanos, y pareciera vuestro hogar un jardín frutal.
Gracias por sembrar en mí semillas de fe, amor y Torá con alegría.
Siempre se preocuparon con quitar cualquier yerba mala, amista-
des inadecuadas e ideas equivocadas, para que yo creciera hecho y
derecho. Que Dios les dé salud y larga vida, y los cubra de alegría y
regocijo con todos sus hijos y nietos.

Sara, mi querida esposa: tú eres mi tierra fértil, la cual me provee


toda la fuerza, las vitaminas, el ánimo para crecer y dar mis frutos.
Cuando alguien ve en el campo un árbol con frutos de bella apa-
riencia y jugosos, se maravilla y lo alaba, pero no entiende que todo
eso provino de la tierra. Igual me siento yo cuando alguien elogia
mis obras o mis clases. No sabe que esta rica fruta fue dada gracias
a ti. Y, como siempre digo, “Sin Sara, soy cero”. Que Dios te dé sa-
lud y vida larga, y que logremos criar a nuestros hijos para que sean
también ellos un jardín frutal.

Finalizo con un agradecimiento especial para todos los donantes,


que son para mí como los horticultores que tomaron los frutos y
los distribuyeron haciendo posible que éste y los anteriores libros
lleguen de forma gratuita a muchísimos hogares judíos. Quiero que
sepan que, gracias a ustedes, ya logré regalar miles de ejemplares de
la primera obra, La alturas de mi Pueblo; de la segunda, Casados o
cansados; de la tercera, Interpretación de los sueños; y de la cuarta,
Arqueología y Toralogía, para conformar un total de treinta y seis

12
INTRODUCCIÓN
mil libros distribuidos en Venezuela, México, Panamá, Colombia,
España, Miami y Argentina. Que nuestro Creador les pague con sa-
lud y larga vida, y multiplique sus bienes dándoles parnasá tová y
prosperidad.

A todos los interesados en repartir estos libros entre sus comunida-


des o familiares, y de igual forma, aquellos de buen corazón que
deseen, con su dinero del maaser (diezmo), ser parte de mis futuras
obras, para lograr que también ellas sean distribuidas en la comuni-
dad de habla hispana de manera gratuita, favor de ponerse en con-
tacto conmigo a la dirección electrónica rabamram@gmail.com.
Así, de forma conjunta lograremos iluminar los árboles del bosque
del Pueblo de Israel ayudando a muchos a hacer de sí mismos árbo-
les frutales y que cada fruto contenga dentro una sana semilla para
las siguientes generaciones.

Me despido de ustedes con mucho cariño.

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Aprobaciones
Rabínicas

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Libro
Bereshit

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LIBRO

BERESHIT
Parashat BERESHIT
LLEGUEMOS A LA CIMA

S abido es que en todo tema de la Torá están insinuadas muchas


y diversas enseñanzas, las cuales nos ayudan a dirigir nuestra
vida de una manera más serena y con mayor sentido. El único requi-
sito es que abramos nuestros ojos para darnos cuenta de esta gran
verdad. Así lo dijo el Rey David: Gal Enai Veabita Niflaot Mitorateja,
“Abre mis ojos y veré las maravillas de Tus enseñanzas” (Tehilim,
Salmos, 119:18).

La creación del mundo se llevó a cabo por etapas, en seis días. ¿Cuál
es el mensaje de esta escalonada creación del mundo? ¿Por qué fue
el mundo creado con diez maamarot (órdenes)? ¿No habría sido su-
ficiente sólo con una (orden)? ¿Por qué hay tantas etapas: la tierra, el
mar, árboles, frutas, peces, aves, animales, el hombre y, por último,
el Shabat? (No consideramos aquí todo aquello que fue creado ade-
más de lo que comprende el globo terráqueo, como la atmósfera, los
planetas, el sol, la luna, las estrellas, las galaxias, etcétera.)

El proceso de la creación puede describirse como un ascenso en los


niveles de las creaciones. Es decir, primero se creó el reino mineral y
después el reino vegetal, seguidos por el reino animal y, finalmente,
el ser humano.

Al principio Dios creó al reino mineral, el cual se caracteriza por no


mostrar ninguna señal de vida; por ejemplo, la tierra, las montañas,
el agua, los océanos y demás. Luego, la creación subió un nivel y
aparecieron los árboles y las flores, que juntos conforman el reino
vegetal. Éste fue el primero en tener vida en cierta forma, ya que

24
LIBRO

BERESHIT
está conformado por un nefesh (la mínima expresión de un alma)
que le permite crecer y desarrollarse constantemente.

Una vez culminada esta etapa de la creación, ascendió otro nivel y


aparecieron los animales, los cuales tienen un nefesh y un rúaj (la
expresión media de un alma), que les permite moverse, comer o re-
producirse sin ningún problema, a diferencia de los seres de los dos
niveles anteriores, que no podían realizar estas funciones de mane-
ra directa e independiente.

Después, la creación llegó al siguiente nivel y surgió el ser humano,


que ahora tenía un nefesh, un rúaj y una neshamá (el alma en su
máxima expresión), la cual, además de realizar todas las funciones
antes mencionadas, le da la capacidad de hablar (Onkelus, el gran
comentarista de la Torá, lo traduce del arameo: rúaj memalela, “la
fuerza del habla”). Y como causa y consecuencia de esta capacidad
está la de pensar, cuyo origen también es la neshamá.

Y por último, en la cima de la pirámide, se encuentra el Shabat, cuyo


concepto está basado principalmente en lo que llamamos nosotros
neshamá yeterá (“alma agregada”), la cual nos acompaña durante
todo ese día y se retira una vez que éste finaliza.

¿Cuál es el mensaje oculto en todo esto?

Todo yehudí viene a este mundo a construir su mundo judío, reli-


gioso, su parte en la Torá. ¿Cómo se construye éste? De igual manera
que Dios construyó su mundo, etapa por etapa, poco a poco. Así de-
beríamos hacer nosotros, ya que sería muy difícil autoconstruirnos
en tan sólo un día o un instante. Como está escrito en el Talmud
(Sucá 5:1): “Si abarcaste mucho, realmente no abarcaste nada. Pero
si abarcaste poco, en verdad lo lograste”.

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LIBRO

BERESHIT
Pero esta idea también se insinúa en otra parte del Talmud (Taanit
9:2): “Las lluvias que bajan con mucha fuerza se interrumpen rápi-
damente. Sin embargo, aquellas lluvias que caen pausadamente y
van en aumento, éstas son las que en verdad se mantienen por un
largo rato sin cesar”.

Moshé Rabenu equiparó la Torá a la lluvia: Yaarof kematar likjí,


“Que sean mis palabras como la lluvia que no cesa”.

Es decir, aquellas personas que se apresuran en llegar a la cima de la


Torá rápidamente caerán. Sin embargo, quienes deciden conscien-
temente escalar nivel tras nivel dando pasos seguros lograrán con-
quistarla.

De igual manera que Dios llevó a cabo la creación del mundo, así
deberíamos nosotros dirigir la creación de nuestro mundo interno,
nuestro mundo espiritual.

Un bebé se alimenta sólo de leche; después come papillas, banana


picada, sopa, etc., hasta que llega a ingerir carne. Pero darle carne
desde el primer momento sería algo muy inadecuado y hasta peli-
groso.

Así ocurre con nuestra sagrada Torá, que es nuestro alimento espiri-
tual. Primero debemos estudiar sus bases; una vez que entendamos
éstas por completo, podremos estudiar otros temas. Al final ya sólo
nos faltará estudiar Cábala. Y a este final llegaremos después de
analizar a detalle todo el Talmud y la Torá con sus comentaristas, al
igual que el Shulján Aruj (el tratado de leyes).

La Cábala fue comparada con el vino (Nijnas yain yotze sod, “Entra
el vino y salen los secretos”), pues cuando se ingiere alcohol con el
estómago vacío provoca embriaguez. Cuando una persona intenta

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LIBRO

BERESHIT
estudiar Cábala sin antes llenar su mente de Torá, enloquece con
rapidez.

Tal mensaje también está insinuado en el Arca Sagrada. En su inte-


rior se encontraban las Tablas que Moshé rompió; encima de éstas
se hallaban las Segundas Tablas, completas, y sobre ellas un Séfer
Torá; y hasta arriba, cubriendo todo, se encontraban los arcángeles
(también llamados querubines). Esto tiene el fin de hacernos enten-
der que, al principio, quien se sienta a estudiar comprende las cosas
de manera fragmentada, incompleta; luego, poco a poco logra ma-
yor comprensión hasta que entiende por completo una halajá (ley).
Posteriormente entiende los Diez Mandamientos, hasta que logra
comprender todo el Séfer Torá. Y al final, por encima de todos estos
conocimientos, conoce el mundo de los arcángeles y de los ánge-
les (la Cábala). Esto también nos demuestra que la adquisición del
conocimiento de Torá debe llevarse a cabo por etapas, igual que la
alimentación de un bebé o su aprendizaje para andar: primero se
mueve, después gatea, luego da unos pasitos y llega a correr.

Sin embargo, es importante saber que este avance debe ser constan-
te, pero sin prisas, a buen ritmo, conforme a la capacidad de cada
uno, pero sin interrumpir el progreso, ya que cualquier tregua nos
impedirá alcanzar esa cima tan preciada.

La Torá así lo afirma en el último versículo de la Parashá de Yitró.


Una vez que Dios entregó la Torá al Am Israel (“el Pueblo de Israel”)
nos enseñó a avanzar en ella, no sin advertirnos lo siguiente: Velo
Taalú bemaalot al mizbejí, “Y no subirán con escalones a mi altar”.
Esto significa que debía ascenderse al altar del Templo por medio
de una rampa. Pero, ¿por qué? Nuestros Sabios explican que en las
escaleras es posible detenerse, pero que en la rampa, debido a su
inclinación, es más probable caer hacia atrás. Así debe ser el acer-
camiento (KiRuB) a Dios, mediante los sacrificios (KoRBán) que se

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LIBRO

BERESHIT
ofrendan en Su altar; por ello ambas palabras se escriben en hebreo
con las mismas letras. Al subir paso a paso, pero sin pausas, no se
corre el riesgo de caer. De ahí que el acercamiento a Dios deba ha-
cerse sin interrupciones, porque lo contrario causa alejamiento.

Antes de concluir, cabe destacar que leemos esta Parashá todos los
años, después de Yamim Noraim, “Los Días de Temor”, cuando Dios
ha perdonado todos nuestros pecados y deseamos empezar un año
nuevo, diferente del anterior, en el que verdaderamente sintamos
ese ascenso espiritual. ¿Cómo logramos ese ascenso? Está escrito en
los sidurim que en los Diez Días de teshuvá (arrepentimiento) y los
lunes y jueves del resto del año debemos hacer tajanunim (confesio-
nes). La primera parte de éstas tiene un orden alfabético ascendente
(alef, bet, guimel, etc.); la segunda parte tiene orden descendente
(tav, shin, resh, etc.); y en la última las letras se intercalan (alef-tav,
bet-shin, guimel-resh, etcétera).

¿Qué quisieron transmitir nuestros Sabios con esto? Nada más y


nada menos que el secreto de la teshuvá: debemos saber que hay
mitzvot asé (preceptos de hacer) y mitzvot lo taasé (preceptos de no
hacer); por consiguiente, tenemos que realizar tanto las mitzvot asé
(en el orden alfabético de alef, bet, guimel, etc.) como las mitzvot lo
taasé (tav, shin, resh, etc.). Pero esto no se logra si decimos que pri-
mero realizaremos todas las mitzvot asé y luego dejaremos de hacer
las mitzvot lo taasé. Y tampoco se logra diciendo que cumplire-
mos con todas las mitzvot asé cuando dejemos de cometer pecados.
Así nunca lograremos nada. La única forma verdadera de llegar a la
cima es intercalando los preceptos (alef-tav, bet-shin, guimel-resh,
etc.), como en la última forma de hacer los tajanunim.

Que sea la voluntad de Dios que, una vez que empecemos a subir,
no nos detengamos y con constancia logremos conquistar la cima
de nuestra construcción personal. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat BERESHIT
LA ENVIDIA

E sta es una de las peores cualidades que una persona puede


tener. En el Pirké Avot está escrito que la envidia saca a la per-
sona de este mundo; es decir, no la deja disfrutar de la vida como
debería.
Se cuenta de un rey que apreciaba tanto a uno de sus súbditos que
en una ocasión lo invitó a entrar, junto con un acompañante, al
depósito donde guardaba sus tesoros, para que tomase como rega-
lo lo que deseara. Ya adentro, el rey dijo al invitado que daría a su
acompañante el doble de lo que tomara. Por desgracia, el invitado
poseía la mala cualidad de la envidia. Por ello, cada vez que encon-
traba algo especial preguntaba al rey si había algo en sus tesoros que
duplicara el valor de tal o cual objeto, y el rey le respondía afirmati-
vamente. Así hizo el invitado una y otra vez, y cuando revisó todo
el depósito, dijo al rey: “¡Sácame un ojo!”. El rey, asombrado, le pre-
guntó la razón de semejante solicitud. Y el invitado replicó: “¡Para
que a mi acompañante le saques los dos!”.

Desde que Dios creó al mundo, se preocupó porque no existiera la


envidia en él. Así lo explica Rashí (Bereshit, Génesis, 2:7) en nom-
bre del Midrash Rabá (12:7) que explica a Rabí Shimón Ben Jalafta:
“¿Por qué Dios creó al hombre compuesto de materia y espíritu? En
el primer día creó el cielo y la tierra. En el segundo, creó los siete
firmamentos, con sus respectivos ángeles. En el tercero, creó las su-
perficies terrestres. En el cuarto creó las constelaciones. En el quinto
descendieron las aguas a la tierra. De esta manera vemos cómo se
fueron alternando los días tanto para cosas terrenales como para
cosas celestiales. Por tanto, para evitar que existiera la envidia den-
tro de la creación, creó al hombre combinando materia y espíritu,
con un aspecto terrenal y otro celestial. Pero, desafortunadamente,
las creaciones de Dios sí se envidiaron las unas a las otras”.

29
LIBRO

BERESHIT
Desde el principio del mundo la envidia no ha dejado de dañar y
destruir por doquier.

Primero, los ángeles envidiaron al hombre. Dios creó a los ángeles


en el segundo y quinto días, como está escrito en el versículo: “…y
ave que vuele sobre la tierra y sobre la faz de la expansión de los cie-
los” (Bereshit 1:20). Esta última parte se refiere a la creación de los
ángeles, lo que también se explica en el Zohar.

Al día siguiente de crear a los ángeles, Dios les preguntó: “¿Creare-


mos al hombre?”. De inmediato los ángeles sintieron celos del hom-
bre y no quisieron que fuera creado, como se explica en el Pirké De
Rabí Eliézer (perek 13): “…y los ángeles dijeron: Ma Adam Vatedae-
hu… Adam le hebel Damá, “Eterno, ¿qué es el hombre, para que le
conozcas bien? ¿Qué es el hombre, para que Tú le aprecies bien?”
(Tehilim 144:3).

Y por causa de esta envidia, los ángeles se dirigieron al Satán y le pi-


dieron que infundiera maldad en el hombre y le causara pecar. Por
desgracia, hasta la fecha sufrimos las consecuencias de esa envidia.
El segundo ejemplo es Javá. Cuando pecó y comió del fruto prohi-
bido, se dio cuenta al instante de su error. La pregunta es: ¿por qué
dio de comer también a Adam? El Pirké De Rabí Eliézer (perek 13)
y Rashí (Bereshit 3:6) explican que, luego de que Javá comprendió el
pecado que había cometido, pensó que Dios le daría muerte y que,
en consecuencia, crearía otra mujer para Adam. Entonces Javá sedu-
jo a Adam para que comiera él también, a fin de no ser remplazada
por otra mujer. Esto nos demuestra hasta dónde puede llegar la en-
vidia; ¡incluso entre marido y mujer!

El tercer ejemplo es la envidia entre Kain y Hebel, que acarreó el


primer asesinato del mundo cuando Hebel presentó su ofrenda a
Dios, después de que lo hiciera Kain y debido a que el Creador acep-

30
LIBRO

BERESHIT
tó la del primero y no la del segundo. Otro de los motivos que tuvo
Kain para envidiar a su hermano Hebel fue que, al nacer, él había
tenido una gemela, mientras que Hebel había tenido dos. Y no sólo
eso, sino que una de estas últimas era tan bella como su madre Javá.
Por tanto, Kain decidió asesinarlo porque su ofrenda no había sido
aceptada por Dios como la de su hermano y porque quería quedar-
se con las mujeres de su hermano, que eran más bellas que la suya.
¡Tampoco a los hermanos la envidia los deja vivir, hasta el punto de
que son capaces de asesinar uno al otro!

Ahora la pregunta que nos hacemos es: ¿cómo podremos controlar


esa mala cualidad de desear para nosotros lo que tienen los demás, la
cual además nos parece normal, a pesar de que la Torá ordena: “No
codiciarás” y “No desearás”? ¿Cómo podemos sobreponernos a ella?

La respuesta está en el siguiente ejemplo. Un hombre siente envidia


de su vecino porque éste usa unos lentes con armazón de oro puro,
y las que él usa son de un material sencillo. La diferencia que el pri-
mero ignora es que los lentes de su vecino tienen diez dioptrías de
graduación y los de él tienen sólo tres. En otros términos, el vecino
está más ciego que él. ¿Qué pasará si se pone los lentes del vecino?
Tropezaría en cualquier momento al caminar y hasta podría caer,
ya que esos lentes no son apropiados para sus ojos. De tal modo,
¿qué es lo único que él envidia? La armazón de los lentes y no pien-
sa que, pese a ser de oro, en realidad no hace nada por mejorar la
vista de su vecino.

Lo mismo nos ocurre cuando observamos que nuestros vecinos tie-


nen algo bueno. Debemos entender que, seguramente, con eso bue-
no viene algo que no lo es tanto. Todos recibimos regalos de Dios,
algunos buenos y otros no tanto. Por ejemplo, ¿cuál es el caso de
que alguien sea millonario, si está enfermo o tiene millones de pro-
blemas, uno por cada centavo que posee?

31
LIBRO

BERESHIT
Con esta nueva visión aprenderemos a alegrarnos con lo que Dios
nos da, sin sentir envidia de los demás por lo que tienen.

Para terminar, les contaré una fábula. Una paloma volaba por el cie-
lo cuando vio a una guacamaya que consideró bellísima, pues era
grande, sus plumas eran de muchos y exóticos colores, y cantaba,
hablaba y bailaba. La paloma sintió envidia, ya que ella no tenía
más colores que el blanco y el negro, era pequeña y no hablaba ni
cantaba. Pero entonces vio que un cazador atrapaba a la guacamaya
y la encerraba en una jaula. La paloma reaccionó y se arrepintió de
lo que había sentido: de haber sido tan bonita como la guacamaya,
en ese momento estaría enjaulada, quizá por el resto de su vida. Y
agradeció a Dios por haberla creado como era.

De igual forma, nosotros debemos saber que no todo lo que brilla


es oro y que no todo lo bueno realmente lo es. Dios ha dado a todo
ser humano exactamente lo que es bueno para él, para que cumpla
su misión en esta vida.

Bendecimos a los novios en el día de su boda con las palabras: Sa-


meaj Tesamaj Reim Ahubim Kesamejaja Yetzirjá BeGan Eden, “Con
alegría se alegrarán, compañeros amados, como los alegró su Crea-
dor en Gan Eden [el paraíso]”. Es decir, pedimos que Dios haga fe-
lices a los novios tal como lo fueron Adam y Javá antes del pecado,
ya que no tenían de quién sentir envidia. Para Adam, su mujer era la
más bella y para Javá el mejor esposo del mundo era Adam; la mejor
casa del mundo era la de ellos. Cuando no se siente envidia se llega
verdaderamente a la felicidad.

Que sea la voluntad de Dios que abramos los ojos, que veamos lo
bueno que nos ha dado, que sepamos valorar lo que tenemos y que
siempre nos alegremos con ello. Amén.

32
LIBRO

BERESHIT
Parashat NÓAJ
BENDICE NUESTROS ACTOS

S i reflexionamos sobre el tema del arca de Nóaj, en primer lugar


nos preguntamos si fue un milagro o verdaderamente fue algo
natural. Por ejemplo, respecto al tamaño del arca como tal, ¿era en
realidad suficiente como para que cupieran todos los animales? ¿El
mero hecho de meter a todos en ella, y que todos cupiesen, fue en
sí algo sobrenatural?

Si decimos que fue un milagro, entonces, ¿por qué Dios ordenó a


Nóaj que construyera un barco de 150 metros, que para esos tiem-
pos se equiparaba a construir el Titanic del siglo XX?

Y si decimos que fue algo natural, analicemos. Dios ordenó a Nóaj lle-
var al arca siete parejas de animales puros y dos de los impuros. En un
arca de 150 metros de largo por 25 metros de ancho no caben todos los
animales juntos en el mismo piso. Entonces, ¿fue milagro o no?

Y lo mismo pasa con los alimentos para esos animales. ¿Acaso Nóaj te-
nía espacio dentro del arca para almacenar suficiente alimento como
para un año, y no sólo eso, sino que se conservara fresco durante todo
ese tiempo? Y si fue un milagro, entonces, ¿para qué Dios le dijo que
guardara víveres en el arca? ¿Dios no pudo hacerle el milagro comple-
to, como ocurrió con el maná?

Otra pregunta es: ¿Nóaj fue en busca de los animales y los metió en
el arca o éstos llegaron por sí solos, milagrosamente? Por un lado te-
nemos un pasuk en la Torá que dice: Mi Kol Hajai… Shenayim Mikol
Tavi El Hatebá, “De todo los animales… dos de cada especie traerás al
arca”. Y por otro lado, está escrito que dos de cada especie vinieron al

33
LIBRO

BERESHIT
arca de Nóaj. Si iba a ocurrir un milagro, ¿por qué traer los animales
al arca? ¿Podemos decir que Nóaj llegó hasta Australia y trajo al can-
guro, o hasta Alaska a traer al oso polar, y que viajó a África a traer
todas las especies de monos? Lógicamente que no.

La respuesta se halla en el Talmud (Berajot 35:2), en una discusión


entre Rabí Shimón Bar Yojai y Rabí Yishmael acerca de si debemos es-
perar con los brazos cruzados a que Dios nos ayude o si tenemos que
hacer un esfuerzo. Por ejemplo, Rabí Shimón Bar Yojai dijo sobre el
tema de la Parnasá (manutención) que nuestro deber es sentarnos a
estudiar Torá y no preocuparnos por el sustento. Sin embargo, Rabí Yi-
shmael opinaba que deberíamos trabajar. Y esta diferencia se relaciona
también con el caso de un enfermo en cuanto a si debe ir al médico
o esperar a que Dios le dé salud; de igual manera con la guerra, si los
soldados deben sentarse a estudiar Torá y leer Tehilim o salir a pelear.

La conclusión de esto, según nuestros Sabios, es que deberían com-


binarse ambas cosas, realizando un esfuerzo y teniendo fe. Entonces
veremos las bendiciones de Dios.

Así ocurrió exactamente con Nóaj. Dios le ordenó hacer lo que estaba
dentro de sus posibilidades (un arca de tales magnitudes) y del resto
Él se encargaría directamente, para que cupiesen todos los animales
en el arca.

Igual ocurrió con los alimentos. Nóaj recogió lo que pudo y Dios se
encargó del resto haciendo que con poca comida se saciaran los ani-
males durante todo un año. Por eso también Nóaj metió al arca los
que pudo y el resto vinieron hacia él de manera milagrosa.

Por eso está escrito: Ten Berajá BeMaasé Yadenu, “Bendice nuestros
actos”. Primero hay que realizar actos, para que éstos sean luego
bendecidos.

34
LIBRO

BERESHIT
La conclusión lógica es que debemos aplicar la enseñanza del arca
de Nóaj en nuestra vida cotidiana. Pero de ello se sigue que no pode-
mos rendirnos ante este gran reto. En otras palabras, tenemos que
empezar sirviendo a Dios y, cuando sintamos que nuestras fuerzas
se agotan, no hay de qué preocuparnos, pues ahí estará la fuerza de
Dios ayudándonos a seguir adelante.

Eso ocurrió también durante la construcción del Santuario en el


desierto. Los Bené Israel tenían que hacer todo lo que pudieran de
acuerdo con sus posibilidades y Dios los ayudó en aquello que no
pudieron hacer. Con la Menorá ocurrió un milagro, porque Mos-
hé Rabenu no sabía cómo hacerla, hasta que se hizo por sí sola.
En cuanto a las piedras preciosas que no pudieron encontrar para
completar el pectoral del Cohén Gadol (Sumo Sacerdote), las nubes
tuvieron que llevarlas. Y cuando estaban tratando de cargar el Arca
y no lo lograban por lo pesada que era, de repente el Arca transpor-
tó a sus cargadores. Pero todo esto ocurrió una vez que hicieron el
esfuerzo para realizar lo que querían, y no antes.

Así ocurre con el que intenta cargar la Torá en sus hombros, que
trata de construir su santuario, que trata de construir su propia arca
para salvarse del gran diluvio que inunda al mundo. Primero debe-
rá hacer un esfuerzo, empezar con algo, y verá cómo Dios lo ayuda.
No pensemos nunca que un esfuerzo es muy pesado, que una meta
es imposible. Tenemos prohibido rendirnos antes de empezar. De-
bemos tener en mente que el objetivo no es lograr todo, sino lograr.
Este fue el ideal de Nóaj desde el principio, ya que, a partir del pe-
cado de Adam, la tierra había sido maldecida por Dios: “…maldita
sea la tierra por tu causa; con sufrimiento comerás de ella todos los
días de tu vida” (Bereshit 3:17). Antes de Nóaj, era muy difícil culti-
var y cosechar la tierra, porque surgían muchas espinas de ella y los
seres humanos solamente se alimentaban con vegetales que crecían
con gran dificultad. Sin embargo, Nóaj fabricó herramientas para

35
LIBRO

BERESHIT
trabajar la tierra, pese a que todos le preguntaron para qué trabaja-
ba tanto si de todas maneras no iba a salir nada bueno de la tierra.
Nóaj les respondió lo siguiente: “Haz un pequeño esfuerzo y Dios
te entregará lo mejor de la tierra”. Es decir, “Siéntate con los brazos
cruzados y comerás poco y con espinas”.

Que sea la voluntad de Dios otorgarnos Sus mejores bendiciones y


que nos haga triunfar en todo lo que emprendamos. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat NÓAJ
TORÁ Y BUENOS MODALES

E
esto?
n esta Parashá Nóaj recibió un título bastante peculiar: Tzadik
Tamim, “Justo y Perfecto”. ¿Qué quiere decirnos la Torá con

Esta Parashá se divide en dos partes. La primera habla sobre la gene-


ración que murió en el diluvio, la cual se caracterizó por su falta de
respeto entre todos, el robo, el adulterio y el asesinato. La segunda
habla sobre la generación de la Torre de Babel, que se rebeló contra
Dios y luchó contra Su grandeza.

La vida de Nóaj abarcó ambas épocas; en la generación de la falta de


respeto y de la injusticia, él se comportaba con justicia. Por eso se
le calificó como una persona justa. Y cuando vivió en la generación
rebelde contra Dios, se le llamó Tam, que significa “perfecto”, como
dice el pasuk: Tamim Tihyé Im Hashem Elokeja, “Perfecto serás con
el Eterno tu Dios”.

Por tanto, la expresión “Justo y Perfecto” significa “bueno con Dios


y bueno con las personas”.

Hay quienes no roban, no matan, no pelean con nadie, no hacen


daño a nadie, y creen que es suficiente. Hay también gente que en
realidad teme a Dios y se comporta con los demás de manera des-
pectiva. Por ejemplo, estudian Torá y pasan el tiempo peleando
con las personas; o son Shomer Shabat y no hacen más que hablar
mal de sus amigos. Lógicamente, ni los primeros ni los segundos se
comportan de manera ejemplar. Cuando se combinan ambas par-

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LIBRO

BERESHIT
tes positivas, es decir, cuando reunimos Torá y Derej Eretz (respeto)
dentro de nosotros se conforma el comportamiento ejemplar. Así
como Nóaj sirvió de ejemplo para su generación, también nosotros
debemos ser ejemplo para nuestros amigos, familiares y todos los
que se encuentren a nuestro alrededor.

El día que proclamamos que éramos un pueblo, recibimos las dos


Tablas con los Diez Mandamientos, cinco para con Dios y cinco
para con nuestro prójimo. Pero cuando Moshé observó que Am Is-
rael estaba pecando con el becerro de oro, no lanzó solamente la
Tabla que contenía los mandamientos para con Dios, sino también
la que señalaba los mandamientos para con el prójimo, porque él
sabía que si no hay Torá, no hay verdadero respeto ni cariño para el
prójimo. Por tanto, decidió arrojar ambas Tablas al suelo, ya que al
faltar una de éstas la otra no tiene ningún sentido. Sólo la combina-
ción de una con la otra puede llevar a la perfección.

Lo mismo ocurrió con los veinticuatro mil alumnos de Rabí Akivá.


Todos murieron porque no se mostraban el merecido respeto unos
a otros. Y en ese caso la Torá no los protegió, pues si no hay Derej
Eretz no hay Torá.

Por tanto, todos debemos anhelar convertirnos en Tzadik Tamim,


“Justos y Perfectos”. Nuestra meta fundamental debe ser estar bien
con Dios y con las personas.

En el Talmud (Jaguigá 12:1) se describe una discusión respecto a qué


fue creado antes, el cielo o la tierra. Se concluyó que ambos fueron
creados al mismo tiempo. ¿Cuál es la esencia de esa discusión en la
Guemará?

Nuestros Sabios explican que la expresión “los cielos” se refiere a


las mitzvot entre el hombre y Dios, y “la tierra” se refiere a las mit-

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LIBRO

BERESHIT
zvot entre las personas. ¿Cuáles son más importantes, las mitzvot
con Dios o con el compañero? La respuesta es que ambas; no puede
faltar ninguna de las partes. Nuestra obligación es ser temerosos de
Dios y buenas personas a la vez.

Una vez cierto rabino citó un Midrash que dice: “Hay una discusión
sobre qué versículo de la Torá es más importante. Una opinión dice
que es el de Veahabtá Lereajá Kamoja, ‘Y amarás a tu prójimo como
a ti mismo’; otra afirma que es el versículo Veahabtá en Hashem
Elokeja, ‘Y Amarás al Eterno tu Dios’; y hay una tercera opinión que
señala el versículo Et hakebes haejad taasé baboker, veet hakebes
hashení taasé ben haarbaim, ‘El primer cordero lo ofrendarás en
la mañana y el segundo lo ofrendarás al atardecer’. Aparentemente
nada tiene que ver la tercera opinión con las anteriores; y no sólo
eso, sino que al final todos coincidieron en que el tercero era el co-
rresto”.

Explicó entonces este rabino lo siguiente: “Et Hakebes haejad taasé


baboker, ‘El primer cordero lo otorgarás en la mañana’, indica que,
cuando sales en la mañana al trabajo y tienes que relacionarte con
otras personas, ahí es cuando aplicarás ‘Y amarás a tu prójimo como
a ti mismo’. En las tardes, cuando vas a rezar minjá y arvit, cuando
vas a estudiar a la sinagoga, aplicarás: ‘Y amarás al Eterno tu Dios’.
Y este es el verdadero mensaje de la Torá: combina ambas partes y te
sentirás dichoso”.

El judío completo es el que sabe cuidar ambas clases de mandamien-


tos, los cinco con Dios y los cinco con el prójimo, que juntos suman
diez, que equivalen a la Yud, la primera letra del nombre de Dios.
Luego de la Yud viene la letra Kei, que son los cinco mandamientos
con Dios. Le sigue la letra Vav, que es el nexo. Y termina con otra
letra Kei, que representa los otros cinco mandamientos para con el
prójimo. Estas letras conforman el nombre de Dios y juntas consti-

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LIBRO

BERESHIT
tuyen la fórmula para apegarnos a Él, es decir, cumpliendo los Diez
Mandamientos.

Y esto también se insinúa en nuestro propio cuerpo. Consideremos


que contamos con dos manos y dos pies, cada uno de ellos com-
puesto por cinco dedos, para recordarnos siempre que cada vez que
vayamos a realizar algún acto con nuestras manos o cuando recorra-
mos algún camino con nuestros pies, debemos preguntarnos antes
si no estamos violando la voluntad de Dios y la de nuestro prójimo.
Que sea el deseo de Dios convertirnos en Tzadik Tamim y que ob-
tengamos gracia ante Sus ojos y ante los ojos de las personas. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat LEJ LEJÁ
RIQUEZA O JUSTICIA

E n las parashiot de cada semana leemos siempre sobre distintos


personajes, lo que hicieron, lo que dijeron, lo que les ocurrió
al principio y al final, etc. Toda esta información que la Torá nos
transmite tiene un solo objetivo: darnos criterios de comparación
para que revisemos nuestra conducta y para que sepamos a quién
nos estamos pareciendo con nuestros actos; en resumen, de quién
son las enseñanzas que estamos siguiendo.

En nuestra Parashá hay dos personajes principales: Abraham Abinu


y Lot. Al analizar la vida de ambos nos daremos cuenta de las gran-
des diferencias que había entre ellos.

Pero antes, resulta importante citar una anécdota de nuestros Sa-


bios sobre Alexander Mokdon (Alejandro Magno). Cuentan que
una vez viajó a una tierra lejana y visitó el palacio del rey. Cuando
llegó al salón donde se encontraba el rey, éste se hallaba resolvien-
do un juicio: dos hombres discutían sobre un tesoro encontrado en
un terreno que uno había vendido al otro. Pero, a diferencia de los
demás juicios, en éste el vendedor decía que el tesoro pertenecía al
comprador, ya que había pagado por la tierra con todo lo que había
dentro de ella. Y el comprador decía que él solamente había compra-
do la tierra y nada más. Alexander no podía creer lo que sus oídos
escuchaban. El rey meditó unos minutos y preguntó al vendedor si
tenía un hijo soltero; éste respondió afirmativamente. Luego el rey
preguntó al comprador si tenía una hija soltera, y dijo también que
sí. Entonces el rey sentenció que ambos hijos se casaran y que ellos
recibieran el tesoro. De esta forma todos quedaron felices.

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LIBRO

BERESHIT
Luego de dar ese veredicto, observó el rey la expresión de extrañeza
en el rostro de su huésped, Alexander, y le preguntó si había deci-
dido mal. El gran conquistador contestó que sí. Entonces el rey le
preguntó qué habría decidido él en su lugar. Alexander le dijo: “Yo
hubiese mandado matar a ambos y me hubiera quedado con todo el
dinero”. Al escuchar esto el rey, replicó: “¿Donde ustedes viven caen
lluvias?”. Dijo Alexander que sí. Luego el rey volvió a preguntar:
“¿Donde ustedes viven sale el sol?”. Volvió a decir Alexander que sí.
Entonces el rey le dijo: “Quiero que sepas que si hay lluvias y si el sol
sale cada mañana en tu tierra, es por el mérito de las bestias y de los
animales que los acompañan, y no por tu propio mérito”.

De esta anécdota deducimos que hay dos tipos de personas: las que
desean el dinero y se controlan, y otras que también lo desean, pero
no les importa cometer cualquier delito con tal de conseguirlo.

Lo mismo ocurre en nuestra Parashá con sus dos personajes; Abra-


ham se conformaba con lo que tenía y Lot deseaba tanto la riqueza
que no disfrutaba de este mundo.

Analicemos brevemente la vida de Abraham. Dios le dijo: “Vete de


tu tierra. Dirígete a Kenaan y no te preocupes, que Yo te bendeci-
ré con todo lo mejor”. Pero cuando llegó a Kenaan, una tierra rica
en oro y plata, enfrentó sequía y hambre. De esta forma Dios puso
a prueba a Abraham, ya que quería ver quién era él, si en verdad
deseaba nada más que riquezas o simplemente no le importaba el
bienestar material con tal de estar cerca de Dios. Y así fue: Abraham
nunca se quejó de nada; no abrió la boca para expresar cosas malas,
sino sólo para agradecer constantemente a Dios y para hacer tefilá
(plegaria).

El dinero para Abraham no era más que un medio para llegar a su


objetivo. Su mayor ambición no era acumular bienes o riquezas,

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LIBRO

BERESHIT
sino utilizar el dinero para santificar el nombre de Dios ante todos.
Abraham era tan correcto en su comportamiento que, cuando saca-
ba su ganado a pastar, ponía bozales a los animales para evitar que
comieran de campos ajenos. ¡Cuán difícil debe haber sido para un
pastor como Abraham quitar los bozales a cada una de sus ovejas en
los campos que no pertenecían a nadie, y cada vez que atravesaban
por campos ajenos, colocarles de nuevo los bozales! Pero para Abra-
ham esto no era difícil; lo importante para él era no robar a nadie lo
suyo y alegrarse sólo con lo que le daba Dios.

Tiempo después, en la guerra que se desató contra algunos reyes,


Abraham salió triunfante y volvió a su tierra con un botín muy
grande. A pesar de que todo ese botín ahora pertenecía legalmente
a Abraham, él alzó sus manos al cielo y juró que no tomaría de esos
tesoros conquistados ni siquiera un hilo, en especial para evitar que
el rey de Sodoma dijera luego que todas las riquezas de Abraham
provenían del botín de Sodoma, pues eso traería como consecuen-
cia que el honor de Dios disminuyera ante las demás naciones.

Para Abraham Abinu no era suficiente con actuar de manera correc-


ta, sin tomar nada de nadie o algo que a él no le perteneciera, sino
que además ponía dinero de su propio bolsillo para ayudar a los
demás. Puso una casa de huéspedes en Beer-Sheva, en la que ofrecía
comida, bebida y un lugar para dormir completamente gratis, con la
única condición de los huéspedes agradecieran a Dios y creyeran en
Él, y no en la idolatría. Él mismo recibía a los huéspedes en esa casa,
como el día que llegaron tres ángeles disfrazados de árabes y, pese a
estar convaleciente y débil por la circuncisión que él mismo se había
realizado, Abraham degolló tres vacas, las preparó, las cocinó y se
las sirvió con mucha alegría. E hizo todo esto por amor a Dios.

Por otro lado, desde el principio de la Parashá nos damos cuenta


de que lo único que deseaba Lot era la riqueza, en total oposición a

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LIBRO

BERESHIT
Abraham. La Torá nos dice que “…se fue Abraham y con él su sobri-
no Lot. Abraham tenía 75 años”. ¿Qué tiene que ver el principio del
pasuk con el final? Explica un comentarista llamado Baal Eshkol
Anabim que Lot sabía que, debido a la avanzada edad de Abraham
y por seguir envejeciendo, ya no tendría hijos y, en consecuencia,
toda la herencia pasaría a sus manos, por ser él su sobrino. Así ve-
mos cómo Lot desde el primer momento sólo piensa en dinero, he-
rencia y poder.

Cuando la suerte empezó a cambiar la vida de Lot, pues ya tenía ga-


nado, esclavos, etc., nos relata la Torá una disputa entre los pastores
de Abraham y los de Lot. Los de este último permitían que su gana-
do comiera en campos ajenos, con el permiso de Lot. Los pastores
de Abraham se oponían, ya que eso era robo, en especial porque la
misma Torá hace hincapié en que esa era la tierra de los kenaanitas
y de los fariseos (Rashí explica que Abraham aún no adquiría esos
terrenos). ¿Qué mejor prueba tenemos de que Lot pensaba que todo
aquello que iba a pertenecer a Abraham en un futuro, primero, “ya
era suyo”, como único heredero, y segundo, que desde ese momento
podía empezar a utilizarlo?

Entonces viene la separación entre Abraham y Lot, quien decide par-


tir hacia Sodoma. ¿Por qué ese sitio específicamente? La respuesta es
que consideró que en esa ciudad podía guardar bien todos sus bienes,
ya que ni los pobres o los huéspedes podían entrar a ella. Era el lugar
perfecto para guardar bien el dinero. Además, agrega el Séfer Hapa-
rashiot, Lot se casó a edad muy tardía debido a su temor de que la
mujer que se convirtiera en su esposa malgastara su dinero. Por ello
se unió a una mujer demasiado avara. Así verdaderamente se cumplió
el refrán de que “se juntó el hambre con las ganas de comer”.

Tal como para Abraham el dinero era un medio para acercarse a


Dios, para Lot fue un motivo para alejarse de Él. De esa manera, ex-

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LIBRO

BERESHIT
plica Rashí sobre el pasuk: Vayisá Lot Mikedem, “Y se marchó Lot
de Kedem”; explican nuestros Sabios que Kedem hace alusión a uno
de los nombres de Dios; por tanto, Lot renegó no sólo de Abraham
sino también de Dios.

Puede decirse que el pasuk de Mishlé (Osé Osher Velo Bemishpat,


Bejatzi Yamav Yaazbenu Ubeajaritó Yihye Nabal, “El que hace ri-
quezas sin justicia, a la mitad de sus días lo abandonarán y al final
será un corrupto”) fue plenamente dedicado a Lot. Sin embargo,
puede considerarse que es a Abraham a quien se refiere el pasuk que
dice: Rodef Tzedaká Vajesed, Yimtzá Jayim Tzedaká VeKabod, “El
que persigue hacer el bien y dar caridad encontrará vida, caridad y
honor” (Mishlé 21).

Veamos qué pasó con estos dos personajes. Lot perdió a su hija en
Sodoma por haber dado comida a un pobre (Midrash). Perdió a su
esposa cuando al huir de la ciudad volteó para ver cómo era des-
truida y se convirtió en una estatua de sal. Todas sus posesiones
desaparecieron con Sodoma. Además, perdió a sus otras hijas, con
sus respectivos esposos, ya que no salieron antes de la destrucción.
Solamente escaparon con él dos de las cinco hijas que tuvo. Y para
acabar de enlodar su nombre, tuvo relaciones prohibidas con ellas
en una cueva, y cada una dio a luz a un niño que era fue su hijo y
su nieto a la vez.

Pero con Abraham sucedió todo lo contrario: su ganado creció en


cantidad, tuvo muchos esclavos y esclavas, honores; cada día estaba
más cerca de Dios; tuvo un hijo como Itzjak, un nieto como Yaakov,
las doce tribus, Am Israel, santidad. Obtuvo todas las bendiciones
de Dios.

De todo esto debemos aprender una gran lección para nuestra pro-
pia vida. Todos queremos dinero, pero, ¿para qué? ¿Lo deseamos

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LIBRO

BERESHIT
para acercarnos a Dios, realizar más actos de bondad, tener más
tiempo libre a fin de ir a estudiar Torá? ¿O acaso lo queremos para
abandonar a Dios, tener más negocios, abrir en Shabat y en Yom
Tov, dejar de ir a Shajrit, hacer más dinero al abrir la tienda antes y
dejando de ir a Minjá al cerrar más tarde? En dinero como éste no
hay bendición, prosperidad ni alegría…

Y lo peor de todo es que ese dinero no termina bien. En cambio, en


el que se gana de forma permitida hay mucha bendición y abun-
dancia. Este es el dinero que proporciona satisfacción y santifica el
nombre de Dios en la Tierra.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a obtener nuestra manuten-


ción mediante una forma que santifique Su nombre, que seamos
siempre correctos en nuestros quehaceres diarios, que hagamos el
bien a las personas y que de esta forma sirvamos adecuadamente a
Dios con más tefilá y más Torá, a fin de que Dios multiplique nues-
tra riqueza para que nos acerquemos más y más a Él. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat LEJ-LEJÁ
ANTISEMITISMO

E l antisemitismo no es un fenómeno contemporáneo. En nues-


tra Parashá vemos cómo ya había odio contra el Pueblo Judío
incluso antes de que se formara como tal. A lo largo de las genera-
ciones nos hemos preguntado cómo luchar contra el antisemitismo
y cómo comportarnos en caso de ataques de xenofobia.

Podemos rastrear ese odio contra el Pueblo Elegido desde los días de
Abraham, y luego con su hijo Itzjak y con su nieto Yaakov. Analice-
mos cómo cada uno de ellos peleó contra este fenómeno y triunfó.
Empecemos con Abraham. Incluso antes de que naciera, los brujos
de Nimrod ya habían advertido a éste acerca de la llegada al mundo
de un niño que pondría en peligro su reinado, por lo cual debía evi-
tar que naciera. Y desde ese momento empezaron las persecuciones
contra el Am Israel.

Tiempo después también se ordenó la muerte de Abraham, pero


gracias a un milagro de Dios se salvó. Apenas llegó a la Tierra Pro-
metida, empezó la sequía y el hambre. Los líderes de las distintas
naciones idólatras que habitaban Kenaan se quejaron y difundieron
que esa maldición había sido provocada por la llegada del hebreo
Abraham. Y eso provocó un gran odio de la gente contra el futuro
Patriarca.

¿Qué hizo Abraham para disminuir ese odio de la gente hacia él?
Abrió una casa de huéspedes donde ofrecía comida, bebida y lecho
para dormir gratuitos, como ejemplo de Jesed (bondad). Además
curaba a los enfermos sin cobrarles, como lo señala el Midrash. Y
recibía invitados en su casa aunque, en apariencia, fueran árabes.

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LIBRO

BERESHIT
No le importaba con quién hiciera el bien, sino hacerlo, incluso con
sus enemigos, como lo señala el Midrash: Nimrod salió a cazar al
desierto; en el camino se perdió y estuvo a punto de morir junto con
todos sus esclavos. De repente, a lo lejos observaron que había una
cabaña con un cartel que decía: Bet Abraham. Se avergonzó Nimrod
de pedir un favor a Abraham, hasta que se dio cuenta de que si no
lo hacía moriría. Abraham inmediatamente lo recibió con alegría y
le dio de comer y beber.

Igual ocurrió cuando Abraham volvió de la guerra contra los cuatro


reyes con un gran botín. El rey de Sodoma le rogó que le permitiera
quedarse por lo menos con los prisioneros de guerra, a lo que Abra-
ham le dijo: “Quédate con los prisioneros y con todo el dinero. No
me interesa nada de eso”.

Todos estos actos, y otros más que están relatados en la Torá, causa-
ron que el odio contra Abraham se convirtiera en amor. La Torá dice
que los hijos de Jet lo llamaron “El Príncipe de Dios”. Aner, Eshkol
y Mamré aceptaron circuncidarse. El Faraón de Egipto le hizo mu-
chos obsequios. Abimelej le pidió ser su vecino.

Así consiguió Abraham borrar el antisemitismo en su generación y


transformarlo en amor y tolerancia, gracias a los actos de bondad
que siempre realizó.

Posteriormente también Itzjak desde su infancia tuvo enemigos. Ex-


plica la Toseftá (Sotá, perek 6), en nombre de Rabí Yishmael, el pasuk
acerca de que Sará vio en el día de la circuncisión de Itzjak cómo Yish-
mael, su hermanastro, le lanzaba flechas con la intención de matarlo.

Itzjak ostuvo también peleas con los esclavos de Abimelej y con los
pastores de Guerar, y también lo envidiaron los pelishtim (filisteos)
(Bereshit 26:14).

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LIBRO

BERESHIT
¿Cómo hizo Itzjak para controlar este fenómeno que lo amenazaba,
si su forma de ser era distinta de la de Abraham?

Debemos saber que Itzjak era una persona silenciosa y recatada,


que no discutía con nadie. No se dio a conocer en público como su
padre, que tenía casas de huéspedes. Simplemente se dedicaba a es-
tar en su casa y con su familia.

Los esclavos de Itzjak cavaron pozos, pero los pelishtim los cubrie-
ron. Fue entonces Itzjak y volvió a abrirlos. Entonces los pelishtim
le pidieron que abandonara su territorio y así lo hizo él, sin pelear
con nadie.

Dicha actitud nos recuerda cierta historia. Una vez preguntaron a


cierto anciano cuando cumplió más de cien años: “¿Cómo logró
llegar a esa edad?”. Respondió que nunca discutía con nadie. Quien
había preguntado replicó que ésa no podía ser la única razón. A ello
respondió el anciano: “Tienes razón. No puede ser”.

¿Qué ocurrió a Itzjak a consecuencia de este comportamiento? Los


grandes del reino se sometieron a él: el mismísimo rey Abimelej y
su general Pijol fueron a ver a Itzjak para firmar un tratado de paz
(Bereshit 26:28).

Esto ocurrió también con Yishmael; al final de la Parashá Jayé Sará


se relata el entierro de Abraham Abinu y está escrito que lo hicieron
Itzjak e Yishmael. Pregunta el Midrash Hagadá por qué se nombró
primero a Itzjak y no a Yishmael, y responde que Yishmael se dio
cuenta de que Itzjak era un hombre mucho más justo, pacífico y hu-
milde que él, y por tanto lo honró y le mostró respeto.

Es decir, en términos modernos, Itzjak logró controlar al antisemitismo


con un “perfil bajo”, sin destacarse ni hacer alarde de su personalidad.

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LIBRO

BERESHIT
Ahora analicemos el comportamiento de Yaakov, y veremos que su
actitud ante esa amenaza fue diferente.

Siempre Yaakov estuvo rodeado de enemigos, empezando por su


propio hermano Esav, a quien no le bastó jurar que iba a matar-
lo sino que mandó a su hijo Elifaz a hacerlo. Después, a su suegro
Labán no le bastó esclavizarlo durante 20 años, sino que una vez
liberado lo persiguió para hacerle daño. Luego de esto sufrió la mal-
dad de los habitantes de Shejem, que secuestraron a su hija Diná. Y
hasta un ángel luchó contra él.

¿Qué hizo Yaakov para contrarrestar este mal? ¿Cómo se enfrentó a


tal amenaza?

Yaakov optó por demostrar su fuerza dando batalla y pelea a sus


enemigos, para que vieran que no era débil ni que podían aprove-
charse de su inocencia.

Por ejemplo, desde que Yaakov llegó a casa de Labán demostró fuer-
za de carácter. Al ver que los pastores no trabajaban, les reclamó di-
ciéndoles que eso era robo. Y seguramente los pastores empezaron a
sentir rabia contra él, ya que cuando empezó a reprocharles movió
la gran piedra del pozo, para demostrarles su gran fuerza y decirles
sin palabras que no se metieran con él.

Y cuando habló con Rajel y ésta le advirtió de la maldad de su pa-


dre, Yaakov le dijo que él no tenía miedo de Labán, sino que Labán
era quien debía tener miedo de él.

Cuando su hermano Esav quiso atacarlo con cuatrocientos solda-


dos, él ya estaba preparado para la guerra y tenía prevista una estra-
tegia de ataque al dividir a su gente en dos campamentos.

50
LIBRO

BERESHIT
Todo esto sin contar la verdadera guerra que sostuvo contra el ángel
de Esav, de la que salió herido del nervio ciático.

Cuando los hombres de Shejem secuestraron y violaron a su hija


Diná, sus hijos Shimón y Levy fueron a pelear contra ellos y acaba-
ron con todos en la ciudad. Yaakov los ayudó desde el portón de la
ciudad, tal como la Parashá de Vayejí registra lo que dijo Yaakov: Aní
Natati Lejá Shejem… Asher Lakajti Miyad Haemorí Bejarbi Ubekas-
hti, “Yo te di Shejem… la que tomé de las manos de los emorim,
con mi espada y con mi arco”.

En el libro Otzar Hamidrashim (427) está escrito que todos los pue-
blos planearon unirse para acabar con Yaakov y sus hijos. Al escu-
char esto, ellos fueron y aniquilaron a todos esos pueblos.

Yaakov consiguió con esta actitud que Labán al final le pidiera per-
dón y declarara que todas las bendiciones de Dios le habían llegado
gracias a Yaakov. Inclusive, antes de despedirse uno del otro, Labán
le dijo: VeAtá Nijretá Brit Aní Veatá, “Y ahora cerraremos un pacto
entre tú y yo” (Bereshit 31:44).

También Esav le pidió perdón y lo abrazó, hasta el grado de pedirle


que fuera su vecino en Seír.

Consiguió también Yaakov que el ángel de Esav no se fuera sin que


antes lo bendijera, y consiguió que todos los pueblos que se vivían
alrededor de ellos sintieran miedo. Vayehí Jitat Elokim Al Haarim
Asher Sevivotehem Velo Radfú Ajarei Bené Yaakov, “Y el temor de
Dios cayó sobre las ciudades que estaban alrededor, y no persiguie-
ron a los hijos de Yaakov” (Bereshit 35:5).

En conclusión, la táctica de Yaakov fue mostrar poder, y de esa for-


ma también demostraba valentía.

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LIBRO

BERESHIT
De todo esto aprendemos un mensaje para toda la vida, para cada
judío en particular y para la comunidad en general. Podemos reac-
cionar contra el antisemitismo de tres formas: la primera es hacer
el bien públicamente; la segunda es conservar un “perfil bajo”; y la
tercera es demostrar fuerza y enfrentar a los enemigos.

Es importante saber decidir, en función del tiempo, del lugar donde


nos encontremos y de las circunstancias que nos rodeen, cuál de es-
tas actitudes nos conviene aplicar primero, bien sea actuando como
Itzjak o mostrando fuerza como Yaakov, o simplemente haciendo
obras de bien, agradeciendo y honrando a los que nos recibieron en
su tierra, como Abraham.

Y más aún cuando sabemos que otras personas nos ponen a prueba
diariamente y sienten envidia de nosotros, y que no podemos desta-
carnos mucho pues, en el momento en que ellos crean que estamos
apoderándonos de sus bienes, nos atacarán.

Sin embargo, a veces resulta necesario también demostrarles nues-


tra fuerza, nuestra unión, en tiempos difíciles y de paz.

Por supuesto, debemos saber que todo esto implica realizar grandes
esfuerzos. Pero no podemos olvidar lo más importante: reconocer
que la gracia que encontremos ante los ojos de los demás, a nivel
personal o comunitario, está en las manos de Dios, Quien todo da.
Así ocurrió, por ejemplo, a los Bené Israel cuando llegaron a Egipto.
Yosef halló gracia ante los ojos del Faraón y de todos los egipcios.
El Faraón fue hacia Yaakov, luego de ver que logró sacar abundan-
cia del río Nilo, para pedirle una bendición. Además, los hijos de
Yaakov fueron recibidos en Egipto con gran alegría por parte de sus
habitantes, al ver que eran personas justas y temerosas de Dios. Pero
cuando los judíos dejaron de circuncidarse y descendieron hasta los
cuarenta y nueve niveles de impureza, y empezaron a adorar otros

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LIBRO

BERESHIT
dioses, la situación cambió por completo. Vayakutzu Mipenei Bené
Israel, “Y se obstinaron los hijos de Israel” (Shemot, Éxodo, 1:12).
Los judíos se convirtieron en espinas ante los ojos de los egipcios
y el odio en su contra creció. Pero cuando finalmente volvieron al
camino de Dios, atestigua la Torá: VaYiten Hashem Et Jen Haam
BeEnei Mitzrayim, “Y les otorgó Dios gracia ante los ojos de los
egipcios”.

Tanto Abraham como Itzjak y Yaakov hicieron su esfuerzo físico,


pero todos sabían que sin la ayuda de Dios en cada una de sus accio-
nes no hubiesen logrado hallar gracia ante los ojos de sus enemigos.
Por tanto, optaron por apegarse completamente a Dios y así logra-
ron vencer todos los obstáculos.

Para nosotros, los hijos de Israel, no existen más fronteras que Dios.
Si estamos en paz con Dios, estamos en paz con todos. Pero si no
se guarda esa armonía con Dios, por más bondades que hagamos
a los demás, por más estrategias que planeemos, o por más fuerza
que empleemos, de nada nos servirá. Porque el destino de todo ser
humano depende de Dios. Y también el hecho de que sus enemigos
estén en paz con él depende del Supremo Hacedor y no de ningún
otro.

Que sea la voluntad de Dios otorgarnos toda su gracia ante los ojos
de las demás naciones, que nos honren y que jamás vuelvan a ha-
cernos daño. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYERÁ

TORÁ Y BONDAD

U na de las mitzvot más elevadas que hay es ayudar al prójimo,


dándole lo que realmente necesita. Dai Mejsoró Asher Yejsar
Lo, “Dale exactamente lo que le falta” (Devarim, Deuteronomio,
15:8). Muchos piensan que este pasuk se refiere exclusivamente al
dinero, pero la Torá se refiere a cualquier necesidad. Si a alguien le
falta alimento físico es porque le falta alimento espiritual. Si no en-
cuentra sabor a su vida es porque le falta sabor en la Torá. Si le falta
este mundo es porque le falta el Olam Habá (Mundo Venidero).

Nuestra obligación es cubrir las necesidades del otro por completo


y no sólo materialmente.

Nóaj, por ejemplo, fue un hombre bueno que hizo mucha tzedaká
y por eso se le llamó Tzadik (Justo). Hacía herramientas de trabajo
para las personas y las repartía gratis, para que trabajaran la tie-
rra con mayor facilidad (Midrash Tanjumá y Rashí a Bereshit 5:29).
Además, Nóaj servía a su padre, a su abuelo y a todos sus antepasa-
dos con alegría y con mucha bondad (Eliyahu Rabá 16).

Y sin embargo, pese a ser una persona bondadosa, nunca se preo-


cupó por la gente de su generación dándoles shiurim o reprochán-
doles por las cosas malas que hacían. Solamente cuando acudían a
preguntarle qué hacía él les respondía que se encontraba constru-
yendo un arca, ya que Dios iba a castigarlos con un diluvio a causa
de sus actos, y ellos se reían de él.

Por otro lado, Abraham fue una persona que hizo muchos actos de
bondad. Jesed LeAbraham: invitaba huéspedes y les daba de comer,

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LIBRO

BERESHIT
beber y dormir sin cobrarles un solo centavo. También se destacaba
por algo más: era una persona que tenía mucha seguridad y fe en
Dios, y las transmitía a los otros. Enseñaba a sus invitados a agra-
decer a Dios y pedía por ellos para que Él los ayudara a corregir sus
caminos y a evitar sus malos pensamientos.

Y esto está insinuado en la Parashá de Nóaj: Et Haelokim Italej Nóaj,


“Y Nóaj fue encaminado a Dios”. Explica el Midrash (Bereshit Rabá
30) y Rashí que Nóaj necesitaba ayuda para llegar a Dios, como una
persona enferma se ayuda con un bastón.

Sin embargo, Abraham no fue así. Él llegó ante Dios sin ayuda. Está
escrito: Haelokim Asher Italajti Lefanav, “A Dios, ante el que fui sin
ayuda”. La diferencia entre ambos radica en que Nóaj hacía bonda-
des materiales, pero Abraham hacía bondades y daba también Torá,
es decir, hacía bondades espirituales.

Es muy fácil dar al necesitado dinero o comida. Lo difícil es darle


un buen consejo o una halajá. ¿Cómo podemos realmente llenar el
vacío espiritual del pobre? Ciertamente es importante satisfacer sus
necesidades materiales, pero más importan las otras necesidades,
las del espíritu, ya que la comida y el dinero sólo ayudan para vivir
en este mundo. ¿Pero qué pasa con el mundo que verdaderamente
importa? ¿Acaso no necesitamos “alimentar” nuestro aspecto espi-
ritual también?

Todo esto viene insinuado en nuestra Parashá. Lo primero que pre-


cisamos saber es que cuando la Torá se refiere a los tres invitados de
Abraham no sólo nos enseña cómo tratarlos, sino que también nos
transmite otros bellos mensajes, los cuales vamos a analizar ahora.
Vayerá Elav Hashem… Vayerá Vayarutz Likratam, “Y se le presen-
tó Dios… Y los vio y corrió a llamarlos”. Es decir, primero estaba
Abraham hablando con Dios y, cuando llegaron los tres viajeros, él

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LIBRO

BERESHIT
interrumpió su disfrute personal de hablar directamente con Dios y
fue a conversar con aquellas personas. Así también nosotros a veces
debemos cerrar nuestros libros de estudio de Torá para ir a ayudar a
alguien que verdaderamente lo necesite, y jamás pensar que eso es
malgastar el tiempo.

Vayerá Shelosha Anashim Nitzabim Alav, “Y le mostró tres personas


que se presentaron sobre él”. ¿Por qué la Torá aquí escribió “sobre
él” y no “ante él”? ¿Y por qué escribió “le mostró tres personas”?
Todo esto nos enseña la importancia que tiene ayudar a una per-
sona que está equivocada en su camino, o que se encuentra en una
encrucijada y no sabe hacia dónde dirigirse, a diferencia de los que
sí sabemos a dónde ir.

Así, pues, nuestra obligación está en ayudarlos, ya que el futuro de


las personas alejadas de nuestra religión es nuestra responsabilidad.
Vayarutz… Vayomer Al Na Taabor, “Y corrió… Les pidió que no
se fueran”. Una vez que hemos entendido la importancia de dedi-
car tiempo a los demás, no podemos dejar pasar las mitzvot que
aparecen ante nosotros; por el contrario, debemos aprovechar cual-
quier oportunidad de cumplirlas. Nunca debemos decir: “Mañana
lo haré”; no vaya a ser entonces demasiado tarde. Y no digamos: “La
semana que viene iré”, porque si no es hoy, ¿cuándo?

Yukaj Na Meat Mayim, “Tomen, por favor, un poco de agua”. El


agua siempre ha sido comparada a la Torá. Por ello, cuando satis-
facemos las sed física de nuestro prójimo, debemos saciar la sed de
su alma con Torá, pero, como dijo Abraham Abinu, sólo un poco,
porque de lo contrario se irá y nunca más volverá.

Quien intenta atravesar el desierto y se deshidrata porque no lleva


suficiente agua, queda moribundo. Si le damos una botella de agua
fría en esas condiciones, morirá al instante. Lo que debemos hacer

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LIBRO

BERESHIT
es humedecer primero sus labios, después darle unas cuantas gotas
de agua y, así, poco a poco, hasta que pueda beber toda la botella.
Lo mismo debemos hacer con una persona cuya existencia no es
más que un desierto espiritual, en el que ni siquiera ha probado la
Torá. Taamú UrHu Ki Tov Hashem, “Prueben y verán qué bueno es
Dios”. Al final pedirá más y más.

Lushí Vaasí Ugot, “Amasa y prepara pan”. Abraham se preocupó


porque la comida que preparaba fuera sabrosa y dulce al paladar.
El pan simboliza los platillos dulces y sabrosos que siempre esta-
mos dispuestos a comer. Igual ocurrió cuando Abraham sirvió las
lenguas de toro. Explica el Midrash que las aderezó con mostaza,
es decir, otra vez antepuso el buen gusto. Todo esto nos enseña que
cuando vayamos a alimentar espiritualmente a otro hay que pre-
parar explicaciones agradables a sus oídos, que alegren su espíritu.
De esta forma, el otro disfrutará nuestras enseñanzas y pedirá otra
“pieza de pan” de consejos y otro “postre” de historias.

Solamente así lograremos saciar al otro para que no le falte Torá ni


vida, tanto en este mundo como en el venidero.

Que sea la voluntad de Dios hacernos entender y saber llegar a los


corazones de todos nuestros hermanos judíos, para servirles un
Shulján Aruj, una “mesa servida” llena de agua, platillos sabrosos,
postres y todo lo mejor, a fin de que recorran el camino de la Torá.
Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYERÁ
UN BUEN AMIGO

A lgo que todos buscamos siempre en la vida, desde nuestra pri-


mera infancia hasta la vejez, es un buen amigo. Queremos que
sea una persona agradable, que nos dé consejos y que disfrutemos
de su compañía.

Pero desafortunadamente no todos sabemos escoger a nuestros


amigos. A veces nos dejamos llevar por la apariencia de la persona,
porque es chistosa o fuerte, o porque es millonaria, y por eso llega-
mos a decir que es nuestro mejor amigo. Pero en realidad ni siquiera
reflexionamos en los mensajes que esa persona nos transmite.

Así no se hacen los amigos. El Pirké Avot ya lo dijo: Ukné Lejá Jaber,
“Y cómprate un amigo”. ¿Acaso existe una “tienda de amigos”? Ob-
viamente no. Esta expresión se refiere a que, de igual manera que
compramos un automóvil o un traje o un apartamento no sin antes
examinar su precio, la calidad de los materiales o su ubicación, con
las personas lo primero que debemos hacer es estudiarlas bien para
al final decidir si nos interesan sus características. Debemos averi-
guar quién es, qué hace, qué le gusta, cuáles son sus cualidades, etc.,
y sólo entonces podremos darle el título de “amigo”.

En nuestra Parashá, Abraham Abinu nos enseña qué es ser un buen


amigo. Como sabemos, Dios se reveló a Abraham en Eloné Mamré.
En ese sitio dijo Dios a Abraham que se hiciera la circuncisión. ¿Por
qué precisamente en Mamré y no en otro lugar? Una vez que es-
cuchó Abraham la encomienda de Dios, fue a preguntar a sus tres
amigos, Aner, Eshkol y Mamré, si debía hacérsela o no. La intención

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LIBRO

BERESHIT
de Abraham al preguntar a sus amigos no era dudar del Creador
del mundo sino, por el contrario, intentar descubrir quién lo era en
verdad, pues él sabía que un buen amigo es aquel que nos ayuda a
perfeccionarnos. Como lo decimos en hebreo, Lo Nikrá Shalem Ad
Shemal, “No se le considera perfecto hasta que se circuncida”.

Aner, quien como las letras de su nombre en hebreo lo indican (Inui


Nefesh Rah, “Afligir al Cuerpo está Prohibido”), recomendó a Abra-
ham que no se hiciera la circuncisión. Evidentemente, era un mal
consejero.

Eshkol, como su nombre en hebreo indica (Adam Shoté Koret Eva-


rav, “Un Hombre Tonto se Corta su Cuerpo”, le aconsejó que no
fuese un tonto.

Sin embargo, Mamré le aconsejó que se hiciera la circuncisión, tal


como su nombre señala: Mul Maer Rofeja El, “Circuncídate rápido,
que Dios te Curará”.

En ese instante entendió Abraham quién era su verdadero amigo.


De aquí aprendemos por qué Dios se apareció a Abraham en Eloné
Mamré, la zona donde vivía Mamré, ya que Abraham decidió vivir
cerca de un buen amigo y alejado de los que no lo eran realmente.
De igual manera, vemos cómo Abraham aleja incluso a su sobrino
Lot, quien pastoreaba en campos ajenos, a fin de no permitir que se
convirtiera en una mala influencia para su gente, es decir, sus escla-
vos y esclavas, e incluso para él mismo.

Así hizo también con su propio hijo Yishmael al ver que era una
mala compañía para su otro hijo Itzjak, ya que intentaba enseñarle
a asesinar, a tener relaciones prohibidas y hasta a adorar otros dio-
ses. Entonces Abraham optó por mandar lejos a Yishmael y a Hagar,
su madre, con tal de que no maleducaran a Itzjak. Desde el princi-

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LIBRO

BERESHIT
pio y hasta el final, esta Parashá nos enseña quién es un buen amigo
y quién no.

Por eso dijo el Rey David (Tehilim 119:63): Javer Aní Lejol Asher
Yerauja, “Soy amigo de todo aquel que Te tema”.

¿Qué significa Javer Tov (“buen amigo”)? La palabra Javer (amigo)


proviene de la palabra Jivur (unión), y la palabra Tov (buen) se re-
fiere a la Torá, como está escrito: Ki Lekaj Tov Natati Lajem Toratí Al
Taazobu, “Porque buenas son Mis enseñanzas, a mi Torá no aban-
donen”. Por tanto, un buen amigo es el que nos ayuda a apegarnos
a las enseñanzas de la Torá y nos ayuda a llevarlas a cabo. Por otra
parte, ¿no decimos aun hoy que quien nos incita a abandonar la
Torá es un mal amigo?

Por ejemplo, ¿podemos pensar que la persona que incita a otra a


abandonar la casa de sus padres y a vivir en las calles es un buen
amigo? ¡Seguro que no! El que provoca que otro consuma drogas o
que robe para adquirirlas, ¿acaso es un buen amigo?

Tonto es el que piensa que al dejar la casa de sus padres le irá mejor,
que será más libre; o que si se droga será mejor persona; o que al
robar dinero tendrá más poder adquisitivo. El final de todos los que
piensan así es muy amargo.

Igual ocurre con el “amigo” que trata de convencer a alguien de


abandonar la casa de Dios, la casa de estudio o la sinagoga, y lo lle-
va a cometer pecados. Ni siquiera el que sólo pide que lo acompa-
ñen a realizar sus malas acciones puede considerarse como un buen
amigo.

Amigo es quien nos ayuda a llegar al Gan Eden, a acercarnos a Dios,


a ser un judío como Abraham. De ahí que debamos estar pendien-

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LIBRO

BERESHIT
tes siempre de las amistades de nuestros cónyuges y nuestros hijos.
Es imprescindible saber qué están transmitiéndoles, quiénes son,
adónde los llevan, y un largo etcétera.

¿Cuantas veces no hemos visto familias espléndidas, con hijos jus-


tos y buenos, y bastó con que apareciera un mal amigo para que
destruyera y arruinara todo lo que los padres y maestros les habían
inculcado desde pequeños?

Pero si los padres observan que sus hijos se están haciendo amigos
de personas no deseables o frecuentan un vecindario donde hay
influencias negativas, Dios no lo quiera, entonces deben irse de ese
lugar y procurar relacionarse con gente buena, además de tratar de
conseguir buenos amigos para que sus hijos tengan contacto con
ellos. Y quizá ocurra de nuevo el milagro de Resh Lakish.

Resh Lakish fue uno de los sabios más importantes de la época de la


Guemará. Cuando era pequeño, vivió entre ladrones y con el tiem-
po se convirtió en el jefe de las pandillas de su ciudad. Una vez se
encontró con Rab Yojanán y, por muchas razones, se hizo su amigo.
Poco a poco empezó Resh Lakish a transformarse en un estudioso
de la Torá. Rab Yojanán triunfó con él, ya que desde el principio
trató de aconsejarle bien y paso a paso lo convirtió en una persona
con Torá y Derej Eretz, hasta que llegó a ser uno de los sabios más
grandes que ha tenido Israel.

Que sea la voluntad de Dios que tanto nosotros como nuestros hijos
e hijas estemos siempre rodeados de Javerim Tovim, buenos amigos.
Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat JAYÉ SARÁ

EL QUE RÍE AL ÚLTIMO, RÍE MEJOR

M uchas veces no realizamos cambios importantes en nuestra


vida debido a preguntas tan simples como: “Si hago teshuvá,
¿qué dirán mis amistades?”.

Permítaseme ejemplificar esto con un chiste que me contó el Rabi-


no Amnón Itzjak: cierta vez, una pareja de jóvenes judíos yemeni-
tas se casó y decidieron ir a vivir a una aldea lejana. Para realizar el
viaje, compraron un burro pequeñito, montaron en él y partieron.
En el camino atravesaron un pueblo. Al pasar, todos los habitantes
dijeron: “¡Pobrecito burro, tan pequeño y tiene que cargar a dos per-
sonas! ¡De seguro le romperán el lomo!”. El muchacho pensó que
tenían razón y decidió bajarse del burro. Siguieron su camino y lle-
garon a otra población, donde la gente, disgustada, le dijo: “Puesto
que tú eres el hombre, eres el rey de la casa. Así que súbete al burro”.
El muchacho consideró que tenían razón, por lo que pidió a su es-
posa que bajara del burro y continuara a pie. Prosiguieron su viaje y
a poco se encontraron con un grupo de personas que estaban de pa-
seo. Al ver que la mujer estaba muy cansada, gritaron al muchacho:
“¡No es bueno lo que estás haciendo! Están recién casados y debes
honrar a tu esposa”. El novio admitió que tenían razón y ambos
decidieron ir a pie, junto al burro. Pero al poco rato encontraron a
otras personas que les dijeron: “¡Qué tontos son ustedes! ¿Tienen un
burro y no lo montan para viajar sobre él?”. La solución definitiva,
pensaron los jóvenes, fue montar al burro sobre sus hombros. Al
rato pasó otra persona que los miró y sólo dijo: “Tres burros”.

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LIBRO

BERESHIT
Todos debemos comportamos conforme a lo que consideremos co-
rrecto y no como la gente lo exija. Especialmente si estamos tratan-
do de seguir el camino de Dios, no tenemos de qué avergonzarnos
por las burlas de los demás. Recordemos el refrán que dice: “El que
ríe al último, ríe mejor”. Al final, nos daremos cuenta de que quien
en verdad triunfa en la vida es el que toma la decisión correcta de
ir por el camino de la Torá. Y no sólo eso, sino que los demás nos
honrarán.

Todas las parashiot están relacionadas con sus haftarot. La relación en-
tre ambas radica en el mismo mensaje que acabamos de desarrollar.

En nuestra Parashá leemos sobre dos hermanos, Yishmael e Itzjak.


La principal característica de Yishmael era burlarse siempre de su
hermano Itzjak. Así está escrito: Vatere Sará et Ben Hagar… metza-
jek, “Y vio Sará a Yishmael… burlándose” (Bereshit 21:9). En la To-
seftá (Sotá, perek 6) leemos que, al nacer Itzjak, Yishmael se burlaba
diciendo que él era el primogénito y que por ello le correspondían
dos partes de la herencia.

Así también está escrito en el tratado de Sanedrín (89b) respecto al


versículo Vaijí Ajaré Hadebarim Haele, “Y fue después de estos he-
chos” (Bereshit 22:1): “Dijo Rabí Levy: Yishmael dijo a Itzjak que él
era más importante porque su circuncisión fue a los trece años y, en
cambio, la de Itzjak fue a los ocho días”.

Todo el tiempo Yishmael se reía de Itzjak, para hacerlo sentir infe-


rior. Pero Itzjak no se lo tomaba a pecho, ya que él sabía que algún
día su hermano le pediría perdón.

En efecto, cuando Yishmael fue a enterrar a su padre vio a su her-


mano Itzjak. Era un hombre ejemplar y justo, totalmente opuesto a
él. Entonces descubrió quién era el vencedor.

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LIBRO

BERESHIT
El Midrash Hagadá pregunta respecto al versículo que dice Vayik-
berú otó Itzjak VeYishmael, “Y lo enterraron [a Abraham] Itzjak e
Yishmael” (Bereshit 25:9). ¿Por qué la Torá antepuso el nombre de
Itzjak al de Yishmael en ese versículo? Porque éste se dio cuenta de
que Itzjak era un hombre mucho más justo que él.

Encontramos el mismo mensaje en nuestra haftará, que habla sobre


los hijos del Rey David. Adoniahu pensó siempre que él reunía las
características para ser rey y por ello despreciaba a sus hermanos.
Por ejemplo, no invitó a Shelomó al banquete que organizó para
celebrar su próxima ascensión al trono de David. Pero al final se re-
veló que ese muchacho llamado Shelomó sería el rey de Israel y no
Adoniahu. Y entonces éste tuvo que rendir honores al Rey Shelomó
y prosternarse ante él.

Hoy podemos ver entre nuestros niños que el más inteligente, el que
más estudia, es rechazado por sus amigos y que los vagos son con-
siderados como lo máximo, especialmente si se pintan el cabello y
usan aretes, aunque sean varones. Muchos jóvenes no soportan el
rechazo y sufren ante tantas burlas. Pero hay otros que no prestan
atención a las modas y siguen su rumbo sin ningún complejo. Al
final todos los caminos convergen y ahí es donde se ven los resulta-
dos. ¿Quién triunfó realmente en la vida? El vago, con aretes y pelo
pintado, se quedó en la adolescencia y nunca salió adelante, mien-
tras que el inteligente, al que le gustaba estudiar, se hizo un gran
hombre, ejemplar y justo.

Y la historia siempre se repite: Yishmael agacha la cabeza pidiendo


perdón a Itzjak y Adoniahu se prosterna ante Shelomó. Así también
ocurrió a Yosef con sus hermanos y a David con los suyos.

Si realmente estamos convencidos de la existencia de Dios y que-


remos volver a su Torá, esta es la línea de pensamiento que toda

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LIBRO

BERESHIT
familia debe llevar: no podemos permitirnos dejar de hacer lo co-
rrecto por causa de aquellos que se burlen diciéndonos “Te lavaron
el cerebro”. Y cuando nos lo digan, respondámosles que, en efecto,
nos lavaron el cerebro, que estaba muy sucio y ahora quedó limpio
y puro.

Así ellos mismos bajarán la cabeza al ver que estamos alegres alre-
dedor de la mesa de Shabat, que nos dirigimos unos a otros con res-
peto, que somos felices en nuestra vida, etc., y que en cambio ellos,
a pesar de todo, no son nada.

Hay padres que se burlan de sus hijos religiosos. Sin embargo, a la


larga ven que los que no fueron religiosos salen mal encaminados,
bien sea porque se casan con una goyá o porque fuman drogas, o
porque son descarados. En cambio, los hijos religiosos son más res-
petuosos, correctos y justos. Es entonces que esos padres bajan la
cabeza y se dan cuenta de sus errores.

Observamos este fenómeno en nuestra relación con las demás na-


ciones. Hemos sido el pueblo odiado, perseguido y humillado du-
rante muchos siglos. Llegará el día, no muy lejano, en el que Dios
se revele en el mundo y eleve a su pueblo elegido por encima de los
demás pueblos. En ese día honrarán a Itzjak, a Shelomó, a David, a
Yosef, a Am Israel.

Es por eso que siempre fuimos comparados a príncipes, “hijos de


reyes”. Analicemos la vida de un príncipe desde su infancia. En rea-
lidad, a ningún niño le gustaría ser un príncipe, ya que implica vi-
vir aburrido, tener profesor particular en la mañana, en la tarde y
en la noche, ir vestido elegantemente todo el día, comer con muy
buenos modales, asistir a fiestas aburridas y casi sin amistades de su
edad, no puede correr descalzo, jugar futbol, jugar en el parque con
sus amigos, hacer travesuras, etc. Será sólo hasta que el príncipe se

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LIBRO

BERESHIT
convierta en rey que todos le envidiarán, porque verán que es una
persona culta, inteligente, millonaria y con mucha clase, lo que nin-
guno de ellos tiene y nunca conseguirá.

Igual ocurre con nosotros; somos príncipes, hijos de reyes, y por


ahora nadie nos envidia porque ven que en nuestra Torá todo está
prohibido: no comerás, no harás, no irás a tal sitio, etc., y para ellos
todo está permitido. Pero llegará el día en que todos nosotros sere-
mos reyes y los demás nos envidiarán. Por eso escribió el Rey David
(Tehilim 126:2): Az Yimalé Sjok Pinu, “Y será que se llenen de risas
nuestras bocas”, como añoranza por la llegada de ese gran día.

Que sea la voluntad de Dios que todos nuestros enemigos se pros-


ternen ante nosotros, que pronto veamos nuestra redención y que se
revele la gloria de los cielos en la tierra. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat JAYÉ SARÁ
VIDA LARGA

E n esta Parashá vemos relatada la muerte de Sará y Abraham, y


en nuestra haftará se relata la muerte del Rey David. Resulta in-
teresante saber por qué la Torá escogió, entre muchos de los títulos
que podían adjudicarse a estos personajes tan justos y temerosos de la
palabra de Dios, uno solo y tan sencillo como Zaquén Va Bayamim,
“Anciano, que Vino con sus Días” (Bereshit 18:11, 22:1; y Melajim 1:1).

¿Qué significa la expresión “Vino con sus Días”? Que aprovechó su


vida al máximo. Así está escrito en nuestra Parashá: Ve Ele Yemé
Shené Jayé Abraham asher Jai, “Y estos son los días de los años de
la vida de Abraham, quien vivió”. La expresión “quien vivió” resalta
que verdaderamente aprovechó su tiempo.

Todos queremos vivir, mas no todos sabemos hacerlo. Hay quienes


pasaron cien años en este mundo y en verdad no vivieron nada. Per-
dieron su tiempo solamente comiendo, durmiendo o trabajando.
Pero hay quienes vivieron pocos años y, sin embargo, aprovecharon
el tiempo como si hubiesen vivido muchos más. Por ejemplo, Sha-
muel, el profeta, de quien en el Tanaj se dice: “Y Shamuel enveje-
ció”, lo que, empero, no es posible, ya que murió a los cincuenta y
dos años, aunque era como un viejo en el sentido de que supo apro-
vechar esos años al máximo. Y lo mismo sucedió con David, quien
según varios comentaristas tenía sesenta y cinco años cuando se le
dijo Zaquén Va Bayamim, porque aprovechó al máximo su vida.

El único motivo por el que las personas no saben vivir es que no


saben para qué están en este mundo. Es por eso que se dejan llevar
por la corriente y vuelan hacia donde el viento los lleve, sin rumbo
definido.

67
LIBRO

BERESHIT
Entonces, ¿para qué vivimos? ¿Cómo podemos aprovechar el tiem-
po? Para responder estas dos cuestiones relataré un cuento.

Había una vez dos amigos que se despidieron de sus familiares y


abandonaron sus hogares para irse a una tierra muy lejana, en bus-
ca de diamantes y oro. Llegaron a ese sitio en barco y dijeron al ca-
pitán que volviera para recogerlos en ochenta días.

Uno de ellos, apenas bajó a tierra, salió corriendo en busca de dia-


mantes y oro, y a ello se dedicó día y noche, sin descanso. El otro
pensó: “¿Dónde voy a dormir?”. Entonces buscó ramas y lianas hasta
que, después de cincuenta días, consiguió terminar la construcción
de su casa, aunque sabía que era temporal. Después vio que no tenía
sobre qué dormir, por lo que buscó algunas ramas largas y se hizo
un lecho. Luego pensó: “¿Y que voy a comer?”. Fue a cazar, lo que le
costó bastante esfuerzo, pero finalmente logró atrapar algunas aves
y llenar su estómago. Y así hizo día tras día, cubriendo sus necesi-
dades, hasta que llegó el día número ochenta, regresó el barco por
ellos y partieron.

¿Quién de los dos supo aprovechar en verdad su estadía en ese si-


tio? Lógicamente todos diremos que el que se dedicó plenamente a
la búsqueda de diamantes y oro. ¿Podríamos decir que le molestó
dormir en la arena, sin un techo? ¿Acaso estaba triste por no comer
bien? Seguro que no, pues sabía que esa situación era pasajera y que
cuando volviera a su ciudad iba a comprar la mejor casa, el colchón
más cómodo del planeta y la comida más exquisita del mundo.

El otro decidió alimentarse bien y dormir con comodidad. Pero


cuando terminaron los ochenta días, no le quedó más que resignar-
se a volver a casa con las manos vacías y pensar que, por lo menos,
había dejado un lugar listo para el próximo aventurero que fuera en
busca de diamantes.

68
LIBRO

BERESHIT
Así ocurre también en la vida; hay personas que entienden que han
venido a este mundo solamente a reunir mitzvot, Torá y buenas ac-
ciones, que comprenden que cada halajá es una joya en sí misma.
De ese modo, pasan su tiempo recogiendo joyas, yendo a un shajrit
más, pronunciando una berajá (bendición por las comidas) más,
dando una Tzedaká más, y más y más, sin importarles que el lugar
donde viven sea muy pequeño o que su sustento sea muy limitado.
Lo principal es vivir bien allí.

Pero hay aquellos que construyen, buscan, agotan su tiempo y, cuan-


do llega la hora de partir, vuelven con las manos vacías, igual que
como llegaron. ¡Qué lástima! Aunque vivieron bien y quizá tuvie-
ron uno que otro momento de felicidad, en definitiva dejaron todo
aquí para quienes los sucedan.

El verdadero sentido de la vida en este mundo, material y perecede-


ro, es vivir plenamente, en preparación para la vida eterna. Esta vida
es muy corta y cambiante, como dijo el Rey David: Yamenu Ketzel
Ober, “Nuestros días son como una sombra que pasa”. Cierta vez
una persona me dijo: “Hoy cumplo cuarenta años y me parece que
fue ayer que tenía veinte. Y si los próximos veinte años transcurren
como los anteriores, entonces mañana tendré sesenta”.

Hagamos cuentas. ¿Cuántas de las veinticuatro horas que tiene cada


día dedicamos a intentar vivir bien aquí? ¿Y cuántas dedicamos a
prepararnos para la vida espiritual?

Si un hombre realiza tres rezos diarios, dice berajá por todo lo que
come y estudia una hora diaria, en total consume tres horas y quin-
ce minutos al día, aproximadamente. Es decir, utiliza 13% del día
en prepararse para la vida eterna y 87% para vivir en este mundo.
¿Es eso lógico? ¿Debería ser así? A fin de cuentas, de los ochenta
años de vida que tuvo, diez años en verdad fueron los que vivió. Y si

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LIBRO

BERESHIT
llega a los ciento veinte años, de casualidad llegó a Bar mitzvá. ¿No
es triste?

Para vivir a tiempo completo, las veinticuatro horas del día, Mai-
mónides (en Hiljot Deot 3) y el Shulján Aruj (cap. 231) nos acon-
sejan que al realizar los quehaceres diarios nuestra principal y más
sincera intención debe ser servir mejor a Dios. En otras palabras,
quien hace deporte para estar más fuerte y sentirse más animado
debe sentir que hace eso para servir mejor a Dios. Cuando vamos
a dormir para descansar la mente y el cuerpo, debemos pensar que
lo hacemos para servir a Dios el día siguiente; debemos pensar que
salimos a la oficina a trabajar para garantizar la manutención de
nuestra familia. En fin, en toda actividad, por más simple que sea,
Dios debe estar presente. Será entonces cuando en verdad tengamos
veinticuatro horas diarias de vida y podremos decir que vivimos de
tiempo completo, que supimos aprovechar nuestros días.

Por tanto, vivir esta vida es prepararnos para la otra. Ahora podemos
entender la bendición de la Torá: Lemaan Yaarijun Yameja, “Para
que se alarguen tus días”. Esta bendición se divide en dos partes.
La primera conlleva el deseo de que los años que vivamos en este
mundo se alarguen por haberlos aprovechado y no por haberlos
malgastado. Con la segunda parte de la bendición deseamos que, al
cumplir ese precepto, podamos construir una vida eterna.

La expresión “entrados en años” en referencia a Abraham y Sará sig-


nifica que aprovecharon cada hora de sus días porque sabían para
qué habían nacido, estaban conscientes de que lo importante no era
la cantidad de años que vivieran, sino la calidad de esos años de vida.
Que sea la voluntad de Dios darnos una larga vida con calidad y
cantidad, y que sepamos cómo aprovechar al máximo nuestro tiem-
po, para que de esta forma preparemos nuestra vida en el Mundo
Venidero. Amén.

70
LIBRO

BERESHIT
Parashat TOLEDOT
CABALISTAS O MATERIALISTAS

E n el mundo hay muchos “cabalistas”. Las personas que tienen


problemas familiares, de dinero, etc., les piden bendiciones,
consejos, amuletos y mucho más.

Aquí no hablo de los verdaderos cabalistas, que son personas justas


y buenas. Que Dios los bendiga y les otorgue largos años de vida
con paz y armonía. Amén.

Hablaré de los otros, los disfrazados, que practican Cábala y la di-


funden para enriquecerse aprovechando las situaciones difíciles que
atraviesan los demás; que los confunden con mentiras y les hacen
“milagros”. Con ellos la cuestión es: ¿lo hacen con las fuerzas de
tumá (impureza) o con las fuerzas de kedushá (santidad)?

Cuando Dios creó el mundo, creó junto a él dos fuerzas: una de san-
tidad y otra de impureza. Ambas fuerzas pueden hacer cosas sobre-
naturales. Dios las creó para mantener el equilibrio en la creación y
garantizar el libre albedrío de las personas.

Hay en el mundo personas (goyim [gentiles] y judíos) que hacen bru-


jerías, hechizos e incluso milagros, pero utilizan fuerzas del lado im-
puro. Sin embargo, encontramos también rabinos que hacen mila-
gros, pero mediante las fuerzas del lado positivo, las fuerzas del bien.

Ni siquiera explicaré la aberración de solicitar la ayuda de algún


brujo o bruja goyim. Sólo insistiré en que debemos ser muy selecti-
vos respecto a quién pedimos consejo y saber diferenciar claramen-
te entre los justos y los que se disfrazan de justos.

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LIBRO

BERESHIT
El padre de Abraham Abinu fue Teraj, el más famoso idólatra de su
generación, quien además era dueño de la más grande fábrica de
ídolos en Ur Kasdim. Un día, pidió a su pequeño hijo Abraham que
cuidara sus estatuas y que saliera a venderlas. Al ver Abraham que
estas estatuas no representaban nada, empezó a despertar y a cono-
cer al único y verdadero Dios. Entonces Dios se le reveló y le ordenó
irse de su tierra natal hacia la Tierra Prometida; allí, Dios le reveló
todos los secretos de las fuerzas de kedushá (santidad).

Abraham Abinu, entonces, conocía ambas fuerzas. Por eso la Torá


nos cuenta que, antes de morir, entregó regalos a sus hijos, los que
tuvo con Keturá (Bereshit 25:6). Explican la Guemará (Sanedrín 91b)
y Rashí que les regaló un nombre proveniente de las fuerzas de im-
pureza, lo que les permitía realizar actos sobrenaturales, brujerías
y hechizos. Vayishaljem Meal Itzjak Benó, “Y los mandó lejos de su
hijo Itzjak”, pues quería que Itzjak se mantuviera en un ambiente de
pureza, para servir a Dios.

Por otro lado, está escrito: Vayitén Abraham et kol asher lo LeItzjak,
“Y le dio Abraham a Itzjak todo lo que tenía”. Nuestros Sabios ex-
plican este versículo de la Torá de la siguiente manera. Abraham dio
a Itzjak el conocimiento absoluto de todo lo que comprenden las
fuerzas de santidad por medio de uno de los nombres de Dios, que
es lo que nosotros conocemos como Shem Hameforash.

Es sabido que Itzjak, cuando llegó a donde vivía Abimelej, dijo que
Rivká era su hermana. Pero después se dice que Abimelej se enfu-
reció con Itzjak porque vio, a través de la ventana, que dormía con
Rivká. Ahí entendió que éste lo había engañado y que en realidad
ella era su esposa y no su hermana.

Pero, ¿acaso Itzjak hacía esas cosas sin recato, en un lugar iluminado
y con acceso al público? Claro que no. Abimelej hizo lo mismo que

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BERESHIT
Sará al ver que su hijo no venía. Entendió que había muerto porque
vio a través de la ventana (Shoftim 5:28). Explican nuestros Sabios
que la expresión “a través de la ventana” significa “ver mediante” las
fuerzas del mal. Así fue como Abimelej descubrió que Rivká era la
esposa de Itzjak, es decir, utilizando esas fuerzas negativas.

Pero Dios permitió al Pueblo de Israel apegarse a Él por medio de


las fuerzas de pureza y santidad.

De la misma forma y a nuestro pesar, hay judíos que “fueron a pas-


torear en campos ajenos”, aprendieron a utilizar esas fuerzas nega-
tivas y se disfrazaron de rabinos; cualquiera que los ve dice que son
“justos y perfectos”, que “sus bendiciones rompen portones”, “los
ángeles y él son como familia”. Pero la verdad es que sus bendicio-
nes son maldiciones, que sus amuletos son dañinos. No importa si
imparten clases de Cábala; no dejan de ser unos farsantes y menti-
rosos. Pero no pensemos que son rabinos ladrones; sólo son judíos
que roban, disfrazados de rabinos.

La pregunta es: ¿cómo una persona común y corriente puede reco-


nocer quién es puro y quién es impuro? ¿Quién es rabino y quién
es ladrón? ¿A quién acudir y de quién escapar? ¿Qué amuleto sirve y
cuál puede ser tirado a la basura?

Antes que nada, debemos saber que la santidad es tan difícil de


adquirir como una corona de oro y fácil de perder como una nota
escrita en un papel. Para llegar a esos niveles de santidad hay que
desconectarse de lo material, de lo físico.

Nos informa el Zohar que en cierta ocasión Rabí Pinjás Ben Yair, el
suegro de Rabí Shimón Bar Yojai, lo invitó a él y a sus alumnos a su
casa y les dio por asiento un lugar bastante cómodo. Pero cuando Rabí
Shimón Bar Yojai quiso impartir su acostumbrada clase de mística,

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LIBRO

BERESHIT
no pudo concentrarse. Entonces, decidieron sentarse en el piso e, in-
mediatamente, empezó la clase de mística sin ningún inconveniente.

Algo parecido ocurrió al profeta Elisha, quien se enfureció por un


momento y, por ello, la inspiración divina se apartó de él.

Esto nos enseña que, aun cuando lleguemos a esos niveles de santi-
dad, hay que tener mucho cuidado, pues por un mínimo error po-
demos perder todo. Como ejemplo sencillo, basta con que nos des-
concentremos un solo segundo durante el rezo para que tengamos
que comenzar de nuevo.

En nuestra Parashá vemos que en Rivká e Itzjak, aunque eran per-


sonas santas, que estaban apegados a la fuente de santidad, ya que
eran parte de ella, había pequeños detalles que les causaban perder
esta fuerza.

Analicemos unos cuantos ejemplos de nuestra Parashá.

Cuando Rivká estaba embarazada y pasaba frente a la puerta de


algún lugar de idolatría, sentía patadas en su vientre. Era Esav, que
quería salir. Y si pasaba ante la puerta de alguna yeshivá o de algu-
na sinagoga, ella también sentía patadas en el vientre. Era Yaakov,
quien deseaba salir.

Ante esto, Rivká preguntó a Shem (el hijo de Nóaj) qué estaba pa-
sando dentro de su cuerpo. Entonces Shem tuvo Rúaj Hakodesh
(inspiración divina) en ese momento y respondió que en su vientre
había dos niños. Todos los comentaristas preguntan: ¿por qué Shem
fue quien recibió esa inspiración divina y no Rivká, si la misma Torá
afirma que Rivká la tenía, ya que ella supo que Esav quería matar a
Yaakov? La respuesta es que ella, al tener un hijo malvado dentro de
sí, perdió esa capacidad de comunicarse con Dios.

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LIBRO

BERESHIT
De aquí aprendemos que, cuando estamos en compañía de un rashá
(malvado), es imposible estar en contacto con Dios. Es decir, para
obtener inspiración divina, Shejiná y la constante ayuda de Dios,
debemos estar siempre en compañía de gente pura y santa.

Y así también ocurrió con Itzjak: Dios no le informó que Esav quería
matar a Yaakov; sin embargo, sí lo comunicó a Rivká, por medio de
inspiración divina. ¿Por qué Itzjak no tuvo oportunidad de saberlo?
La respuesta es que Itzjak veía a su hijo Esav como el primogénito
amado, pues no sabía que todo el que mira a una persona malvada
queda ciego a nivel espiritual, e incluso físicamente, como ocurrió
a Itzjak en su vejez.

Yaakov Abinu también dejó de tener inspiración divina durante vein-


tidós años, debido a su tristeza por la desaparición de su hijo Yosef
(que era un Tzadik). Pero cuando volvió a reunirse con él también re-
gresó su alegría y, por ende, supo otra vez cómo conectarse con Dios.

Entonces, ¿cómo podemos pensar que esos “cabalistas” disfrazados


puedan estar en estrecha conexión con Dios si se hallan sumergi-
dos en placeres mundanos, si se relacionan con mafiosos, mujeres
inconvenientes, etcétera?

Una vez Baba Meir, hijo de Baba Saleh y poseedor de gran pureza
espiritual, fue al aeropuerto de Lod, en Israel, a recibir a su padre.
Baba Meir iba vestido con su Yilaba (atuendo marroquí), que le cu-
bría la cara. Aunque alrededor de él había muchos cuidándole, en
ese aeropuerto había mucha gente y música impuras. Tres meses
más tarde, comentaba Baba Meir que aún no había podido recupe-
rar el nivel espiritual que tenía antes de visitar ese lugar.

Es muy difícil conectarse a esa fuente de santidad proveniente de


Dios. Si lo hemos logrado, más difícil aún es mantener el contacto.

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LIBRO

BERESHIT
Sin embargo, apegarnos a las fuerzas impuras y mantenernos uni-
dos a ellas es muy fácil. Por eso muchos escogen ese camino, sin
saber a dónde llegarán. De tal forma se causan mal a sí mismos y a
quienes los rodean.

Por tanto, cuidémonos mucho y no seamos tan ingenuos. No re-


curramos a brujos o brujas goyim y tampoco pidamos consejo a
“rabinos” disfrazados. Abramos bien los ojos y, en caso de que ne-
cesitemos algún consejo, consultemos a los grandes rabinos de esta
generación.

Sin embargo, tengamos paciencia con esas personas equivocadas,


mantengamos la distancia con ellas y estemos alerta siempre de sus
pasos.

Solamente luego de asegurarnos, por diferentes medios, que deter-


minado rabino es un justo, consultemos con él nuestras dudas o
problemas, y pidámosle consejo y bendiciones.

Así culmina la haftará: VeTorá Yebakshú Mipihu Ki Malhaj Has-


hem… Hu, “Y la Torá se la solicitarán a él, porque es un ángel de
Dios” (Malaji 2:7), lo cual significa que cuando este rabino sea reco-
nocido como un ángel de Dios podremos pedirle Torá y bendicio-
nes.

Que sea la voluntad de Dios salvarnos de caer en manos de gente


mentirosa y dañina, y que esas personas, algún día cercano, tam-
bién hagan teshuvá y que sus ojos no sean enceguecidos por el di-
nero. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat TOLEDOT
ESAV, EL INGENUO

E stá escrito en nuestra Parashá que Rivká amaba a Yaakov y que


Itzjak amaba a Esav (Bereshit 25:28). Pero no estamos hablan-
do del amor natural que todos los padres sienten por sus hijos, pues
se evidencia que Rivká amaba a los dos por igual y así también Itz-
jak. A lo que aquí se está refiriendo la Torá es que Rivká quería que
Yaakov siguiera esa cadena de Abraham e Itzjak, pero Itzjak quería
que el que continuara la cadena fuera Esav, como hijo primogénito
que era.

El argumento de Rivká era más lógico que el de Itzjak, ya que Yaakov


era una persona estudiosa, justa, buena y correcta: Ish Tam yoshev
ohalim, “Un hombre sencillo que se sentaba en las carpas a estu-
diar”; Titen emet le Yaakov, “Le dio la verdad (Torá) a Yaakov”. Por
eso él era quien debía continuar esa cadena de oro y no Esav.

Si pensamos que Itzjak era muy ingenuo, estamos muy equivocados.


Itzjak sabía todo lo malo que Esav hacía. El día que murió Abra-
ham, Esav asesinó a Nimrod, violó a una muchacha comprometida
(Babá Batrá 16a) y, por si fuera poco, renegó de la resurrección de
los muertos cuando dijo a Yaakov que no fuese tonto en pensar que
una persona que ya se pudrió en la tumba puede resucitar (Pesiktá
12:4). Itzjak también sabía que las mujeres de Esav eran malas, e in-
cluso sabía que continuaban haciendo idolatría. Entonces, ¿cómo es
posible que Itzjak quisiera que su sucesor fuera Esav?

Para entender esto, debemos recordar que Dios es Quien crea al


hombre, pero no lo hace malvado o justo. Lo único que Dios pre-

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LIBRO

BERESHIT
destina es si será rico o pobre, inteligente o tonto, alto o bajo, etc.
Pero si será malvado o justo solamente depende de las propias de-
cisiones del individuo. Como está escrito: Hakol Min Hashamayim
Jutz Mi Yirat Shamayim, “Todo proviene de los cielos, menos el te-
mor a los cielos”.

El ser humano se asemeja a una tierra fértil. Si plantamos en ella


frutas, saldrán frutas buenas. Si plantamos drogas, obtendremos
drogas. Si plantamos plantas venenosas, saldrá el mejor de los ve-
nenos. Esto implica que Dios entregó al hombre un potencial, pero
depende de cada uno desarrollar ese potencial de la mejor manera
posible.

Esav era muy fuerte y poderoso, pero por desgracia usó su fuerza
para el mal. Y la esperanza de Itzjak Abinu era que algún día Esav
despertara de esa pesadilla, se diera cuenta de sus errores y empe-
zara a mejorar su conducta. Cuando mejorara su comportamiento,
entonces sería inigualable.

¿Y quién nos asegura que, cuando Esav hiciera teshuvá, las mitzvot
que realizara fueran especiales?

Está escrito en el Talmud (Bereshit Rabá 6:5) que Rabán Shimón


Ben Gamliel dijo: “Toda mi vida atendí y me preocupé por las ne-
cesidades de mi padre, pero no llegué ni siquiera a una centésima
parte de lo que Esav honró a su padre Itzjak”.

Así también están escritos en los Midrashim distintos ejemplos de


cuán servicial era Esav. Por ejemplo, Esav tenía muchas ropas espe-
ciales, entre ellas las vestimentas hechas por Dios para Adam, que
habían pasado por herencia hasta Nimrod. Cuando Esav lo mató,
se las quitó y las guardó en casa de su padre. Preguntan nuestros
Sabios por qué las colgó en casa de su padre y no en su propia casa.

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LIBRO

BERESHIT
Responden que las dejaba allí para que, cada vez que entrara a ser-
virle, lo hiciera con esa ropa elaborada por Dios. ¡Qué honor hacía
a su padre!

También Esav era atento en extremo con su padre, hasta el grado de


jurar que no mataría a Yaakov (su máximo enemigo) a fin de que
su padre, Itzjak, no sufriera. Pero una vez que éste muriera, iría a
matarlo.

Esav estaba dispuesto a estudiar Torá (aunque no creía en ella) con


su padre e incluso participaba en el estudio preguntando, por ejem-
plo, si era necesario sacar maaser de la sal y otras cosas por el estilo,
con tal de conseguir una sonrisa de alegría y orgullo de Itzjak.

Cuando Esav se enteró de que su padre estaba molesto con él porque


se había casado con una mujer de Kenaan (un pueblo despreciado
por Dios), inmediatamente se casó con una de las hijas de Yishmael
para calmar su furia.

Como es sabido, la cabeza de Esav está enterrada en Mearat Hama-


jpelá. ¿Por qué Esav tuvo el mérito de que su cabeza fuera enterrada
en ese lugar tan especial? El motivo es simple: siempre se inclinaba
ante Itzjak.

Esto demuestra que Esav verdaderamente tenía muchísimo poten-


cial para convertirse en el mejor tzadik, ya que era extremista, faná-
tico en la persecución de sus ideales.

Si los ideales de Esav hubieran sido los de la Torá habría salido de él


un Gran Tzadik. Por eso Itzjak siempre quiso que su sucesor fuera
Esav. Tenía la esperanza de que al ayudarlo con mucho amor ende-
rezara su camino y fuera el siguiente eslabón de la milenaria cadena
iniciada por Abraham.

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LIBRO

BERESHIT
Sólo dos personajes en todo el Tanaj son llamados Admonim, “ro-
jizos”: Esav y el Rey David. Está escrito que el profeta Shamuel se
asustó cuando vio a David, que tenía cabello rojizo, porque pensó
que era igual que Esav, hasta que Dios le dijo que era un rojizo, pero
con buenos ojos, con ideales puros y un potencial bien dirigido.

Un breve análisis de la vida de ambos demuestra que tuvieron mu-


chas cosas en común, aunque cada uno la dirigió de diferente ma-
nera. Esav fue un rey muy poderoso; también David fue rey, pero
del Am Israel. Esav fue un asesino; David asesinó a los enemigos del
Am Israel. Esav mató a Nimrod; David mató a Goliat. La diferencia
es que Esav fue malo y David fue justo.

Todo depende de la dirección que demos al potencial que Dios de-


positó en nosotros. Basta recordar el caso de Resh Lakish.

Para desgracia de Itzjak, su hijo Esav nunca enderezó su camino.


Por eso está escrito que Rivká “ama” a Yaakov, en presente. Sin em-
bargo, está escrito que Itzjak “amó” a Esav, en pasado, porque al
final de sus días se dio cuenta de que su hijo no tenía remedio, por
lo que decidió dar las bendiciones a su hijo Yaakov.

También hoy encontramos a muchos que son como Esav, que tienen
mucha fuerza, mucha capacidad, con gran potencial de liderazgo
e inteligencia, pero que desafortunadamente no saben aprovechar
esas habilidades para el bien.

Abramos los ojos y veamos cuánta fuerza hay en nuestro interior, la


cual podemos usar para realizar el bien. En Israel hay antiguos ac-
tores, músicos, cantantes o comediantes que usaban sus dones para
pecar y hacer pecar a los demás, y ahora, gracias a Dios, usan sus
fuerzas y sus habilidades para dar charlas y conferencias a personas
alejadas de la Torá.

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LIBRO

BERESHIT
De aquí aprendemos lo siguiente: si decidimos plantar frutas en
nuestra vida, obtendremos las mejores, ya que somos campo fértil y
poseemos los árboles más frondosos y verdes.

Para finalizar, está escrito en el Talmud (Jaguigá 4a): “¿Quién es ton-


to? Aquel a quien le dan un objeto valioso y lo pierde”. Esav fue un
tonto, porque Dios le dio fuerza y habilidades especiales y no supo
cuidarlas.

Que sea la voluntad de Dios que ninguno de nosotros sea tonto y


que seamos inteligentes para utilizar todo ese potencial, y que nos
ayude a explotar nuestras fuerzas para nuestro bien y para el bien
del Am Israel, a fin de llegar a ser verdaderos servidores de Dios
Bendito. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYETSÉ
LAS CONSECUENCIAS
DE NUESTROS ACTOS

E l Talmud (Shabat 31a) nos relata que una vez un gentil pidió al
anciano Hilel que le enseñara toda la Torá mientras él se man-
tenía sobre un pie. Le respondió Hilel: “Todo aquello que es odiado
por ti no lo hagas a los demás”.

Es decir, el problema es que a veces no sabemos cuánto sufrimiento


estamos causando a otro hasta que viene un tercero y nos hace lo
mismo.

Por ejemplo, un niño no sabe cuánto sufrimiento causa a sus padres


al desobedecerlos, hasta que él se convierte en padre y experimenta
la misma situación. Es sólo hasta entonces que entiende lo que hizo
a sus padres. Y así ocurre con un alumno travieso; no sabe el daño
que causa a sus maestros hasta que se ve en la necesidad de enseñar
a alguien y trata de controlar a su alumno.

En nuestra Parashá vemos tres ejemplos de no prever las consecuen-


cias de nuestros actos. El primero es el de Yaakov, quien trabajó
siete años para poder casarse con Rajel. Antes de que se casaran,
dio a Rajel unas señales para identificarla y así evitar que Labán lo
engañara.

Antes de la boda, Labán dijo a su hija Rajel: “Vete de aquí, porque


tu hermana Lea será la novia. Y después lo serás tú”. Rajel, sin otra
opción, optó por revelar a Lea las señales que le había dado Yaakov,
a fin de que ésta no fuera rechazada y avergonzada por él. Luego de

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LIBRO

BERESHIT
casarse, Yaakov vio que lo habían engañado y que Lea había rem-
plazado a Rajel. Entonces Yaakov preguntó a Lea por qué se había
disfrazado e imitado la voz de Rajel, y le había mentido. Le respon-
dió Lea: “Tú hiciste lo mismo con tu padre; te disfrazaste de Esav
y tomaste lo que no te correspondía”. Yaakov replicó que él lo hizo
con las buenas intenciones de recibir las bendiciones de su padre. Y
Lea le respondió que también sus intenciones eran buenas, pues lo
hizo para que de su vientre salieran algunas de las tribus de Israel
(Bereshit Rabá 70).

Al ver Yaakov que no podía refutar ninguno de sus argumentos, no


pudo divorciarse de ella. Fue entonces que llegó a sentir en carne
propia lo que había hecho a otros y entendió mejor las consecuen-
cias de sus actos.

El segundo ejemplo también involucra a Yaakov. Una vez que escu-


chó a Lea, fue a reclamar a Labán por sus acciones engañosas, ya que
la ley señalaba que la mayor estaba destinada para Esav y la menor,
Rajel, para él. Le respondió Labán: “Como tú fuiste quien cambió
el orden al comprar la primogenitura, entonces yo pensé en darte
a la mayor; por eso te di a Lea. Y también estoy pensando ahora en
dar a Esav la menor, Rajel”. Aquí, otra vez, Yaakov comprendió las
consecuencias de sus actos.

El tercer ejemplo es sobre Labán. Este hombre era un gran mentiroso


y un abusivo consumado. Engañó a Yaakov muchas veces, inclusive
con su salario. Jamás Labán fue a dormir con la conciencia limpia.
Y no sólo con Yaakov se comportó de esa manera, sino también con
todos los que conocía. Hasta a los vecinos de su pueblo engañó en
la boda de su hija. Les dijo: “Ustedes están invitados a la boda de
mi hija, con la condición de que no digan a Yaakov que esta es Lea
y no Rajel”. Los vecinos le aseguraron que no iban a decir nada a
Yaakov, pero Labán no les creyó y, por tanto, les exigió un objeto de

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LIBRO

BERESHIT
valor como garantía de su promesa. Todos los vecinos hicieron así
para poder asistir a la boda y Labán, luego de recibir tantas prendas
valiosas, fue a venderlas y con ese dinero pagó la boda de su hija.

Una vez Yaakov contó las cabras y dijo a Labán que todos los ani-
males que salieran con manchas iban a ser suyos y los que nacieran
sin manchas iban a ser de Labán. Éste observó sus cabras, vio que la
gran mayoría carecía de manchas y aceptó el trato. Pero Yaakov co-
locó varas con peladuras en los bebederos de las cabras y las ovejas;
de repente, todas las crías que nacieron estaban manchadas. Era la
primera vez que alguien engañaba a Labán y, por si fuera poco, tam-
bién Rajel le robó todos los ídolos que adoraba. Y así fue que Yaakov
se fue de casa de su suegro Labán sin siquiera informarle.

Labán siempre estuvo acostumbrado a ser el ladrón, el mentiroso, el


abusivo, pero cuando se invirtieron los papeles supo qué se sentía
ser la víctima.

Así ocurre a las personas que no saben medir las consecuencias de


sus actos.

El cuarto ejemplo ocurrió con Yosef. Cuando Yaakov reunió a to-


dos sus hijos para bendecirlos, llamó a Yosef y le dijo que le daría
el honor, la herencia y la bendición que correspondían al primo-
génito en vez de dárselos a Reubén. Yosef escuchó esto y se alegró.
Después Yaakov pidió a Yosef que llevara a sus dos hijos, Efraim y
Menashé. Yaakov honró más al menor, a Efraim, que al mayor, Me-
nashé: colocó la mano derecha sobre el menor y la izquierda sobre
el primogénito. Esto causó dolor a Yosef y dijo a su padre que no era
lo correcto. Al escuchar estas palabras, Yaakov lo miró con extrañe-
za y le dijo: “¿Por qué cuando quité el honor a tu hermano mayor,
Reubén, para dártelo a ti, te alegraste, y ahora que quité el honor a
tu hijo primogénito te duele?”.

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LIBRO

BERESHIT
La Torá nos enseña a sentir lo que el otro siente y a ponernos en el
lugar de los demás.

A veces ocurre que alguien cuenta un chiste sobre otro y nos reímos.
Pero si fuéramos nosotros los protagonistas de ese chiste, de seguro
que no nos causaría ninguna gracia. Cuando en las tiendas cobran
el precio completo y anuncian que todo está a mitad de precio, ¿nos
parece que eso es legal?

Generalmente durante la lectura de la Torá las personas prestan aten-


ción y están calladas, pero cuando llega el momento de Hashkabá
o Misheberaj (explicaciones sobre la Parashá) todos empiezan a ha-
blar y no escuchan, ya que creen que sólo la Parashá es importante
y que el resto no. Cuando a alguien del público le llega el turno de
subir a leer la Torá, quiere que todos escuchen la Hashkabá por su
padre o el Misheberaj por un familiar enfermo, para que todos res-
pondan “Amén” en voz alta. Sólo entonces sentimos y entendemos
cuán importante es escuchar todo.

Que sea la voluntad de Dios que siempre estemos pendientes del


otro y de lo que necesita; que seamos sensibles para percibir lo que
al otro agobia y para acudir en su ayuda; que todo aquello que no
nos es placentero nunca lo hagamos a los demás; y que incluso si
no sabemos qué es incómodo para los demás, tampoco se los haga-
mos. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYETSÉ

AM ISRAEL JAI

¿ Qué tienen en común Esav y Labán? Ambos fueron enemigos


de Yaakov; en lo único que difirieron fue que cada uno utilizó
una estrategia distinta.

El Jatam Sofer explica esto con un ejemplo. Una vez, el sol y el vien-
to se pusieron a discutir quién era más fuerte; ganaría el que lograra
quitar el abrigo a una persona que iba caminando por la calle. Em-
pezó el viento a soplar, y cada vez lo hizo más fuerte tratando de
arrancar el abrigo a la persona, pero ésta abrazaba con mayor fuerza
su abrigo, por tanto frío que sentía. Al ver esto, el viento se rindió.
Entonces, el sol lanzó sobre la persona cálidos rayos que lo hicieron
sudar, por lo que tuvo que quitarse el abrigo, mientras esbozaba
una sonrisa.

Siempre el Pueblo de Israel ha tenido dos tipos de enemigos: los que


siempre han tratado de exterminarnos físicamente y aquellos que
han intentado hacerlo espiritualmente; unos nos dan un abrazo ca-
luroso, un beso y una sonrisa, y los otros llegan con un arma en la
mano. ¿Cuál es más peligroso?

Dijo el Rey David (Tehilim 118:7): Hashem Li Beozerai Vaaaní Erhé


Besoneai, “Que Dios me ayude, y yo veré por los que me odian”.
Cuando el enemigo nos ataca con tanta fuerza, nuestra reacción es
abrazar más fuerte nuestro “abrigo” de Judaísmo, pero cuando el
enemigo nos sonríe, nos abraza, nos demuestra cariño, estamos dis-
puestos a quitarnos el “abrigo de pureza” sin ningún temor.

86
LIBRO

BERESHIT
Yaakov Abinu también es conocido como Israel. Es símbolo del Am
Israel. Y lo mismo que le ocurrió a él nos ocurre a nosotros, día a
día. Así como él tuvo que luchar contra dos enemigos, nosotros de-
bemos luchar en dos frentes, uno violento y otro amistoso. Esav fue
el frente violento; hasta juró que iba a matarlo.

Nos relata el Midrash que Esav estaba esperando que su padre, Itz-
jak, muriera para ir en busca de su hermano y matarlo. Pero cuando
escapó Yaakov, Esav dijo que lo buscaría para matarlo, pues su padre
jamás se enteraría de que Yaakov habría muerto. Sigue el Midrash
contando que Esav vio a Yaakov en el Bet Hamerjatz (baño público)
y lo rodeó para matarlo, pero Dios hizo un milagro a Yaakov y logró
escapar de manos de su malvado hermano.

Después, Esav colocó vigilancia en todas las fronteras para atrapar


a Yaakov, pero nadie sabía que Yaakov estaba estudiando en un Bet
Midrash, lo cual haría durante catorce años. Al final, cuando decidió
dirigirse a Jarán, fue atrapado por Elifaz, hijo mayor de Esav, pero
de nuevo con la ayuda de Dios fue liberado rápidamente: Yaakov
sobornó a Elifaz dándole todos sus bienes a cambio de su libertad.
Durante mucho tiempo Esav buscó a Yaakov, siempre acompañado
por cuatrocientos soldados.

Un día, ambos se encontraron y se abrazaron y se besaron. Esav


quiso aprovechar la oportunidad y trató de matar a su hermano
mordiéndole el cuello, pero otra vez Yaakov se salvó mediante un
milagro al endurecérsele el cuello como piedra. Entonces Esav se
dio cuenta de que era imposible acabar con Yaakov.

Labán, por otro lado, era un enemigo de otra categoría. Era blanco
por fuera, pero negro por dentro. Su estrategia consistía en acabar
con el espíritu y no con el cuerpo mediante la asimilación. Desde
la época de Itzjak Abinu ese mal trata de acabar con la familia ju-

87
LIBRO

BERESHIT
día. Labán aplicaba la táctica de abrazar, besar y hacer invitaciones
(como lo hizo con Eliézer, otorgándole a su hermana pequeña), y
creyó que de esa manera Itzjak se asimilaría; por eso dijo a Rivká,
antes de que saliera a encontrarse con Itzjak, que intentara atraparlo
y que lo llevara con él, para así convertirlo en uno de ellos.

Al transcurrir varios años, constató Labán que se había equivocado;


su hermana era ya una mujer muy justa, pues había sido influencia-
da por su marido Itzjak. Labán se resignó diciendo que sus planes
no se habían realizado porque Rivká se había ido a vivir con Itzjak,
pero que si Itzjak hubiera ido a vivir con ellos la historia habría sido
otra.

Por eso, cuando Yaakov pidió la mano de Rajel, Labán le dijo que
primero conviviera con ellos durante siete años y después se la en-
tregaría, con la intención de que Yaakov se asimilara en un ambien-
te por completo diferente del suyo propio, y que no hiciera de su
esposa una mujer justa, como lo había conseguido Itzjak con Rivká.
Pero al ver que no lograba nada, le dio a cuatro esposas (sus dos
hijas, con sus respectivas sirvientas) del mismo pueblo, para “ence-
rrarlo” por sus cuatro costados y así fuese convertido.

Pero tampoco esto resultó, pues sus cuatro esposas fueron mujeres jus-
tas y su descendencia se convirtió en las doce tribus de Israel. Yaakov
jamás descendió espiritualmente, como está escrito: Im Labán Garti,
“Con Labán conviví”. Explica Rashí que la palabra garti (“conviví”)
nos indica que continuó cumpliendo las 613 mitzvot sin inconve-
nientes, ya que el valor numérico de garti en hebreo es de 613.

Los judíos hemos enfrentado muchos momentos difíciles: persecu-


ciones, las Cruzadas, las guerras mundiales, la Inquisición, los po-
groms, el Holocausto… Pero a pesar de todo nos mantenemos con
vida. Am Israel Jai.

88
LIBRO

BERESHIT
El otro tipo de enemigo es como el sol: se nos acerca cálidamente,
nos abraza, hasta el punto de que nos quitamos nuestro “abrigo” de
identidad y permitimos que ese calor nos invada y vaya cambiando
nuestra vida sin darnos cuenta. Por eso este enemigo es más peli-
groso, ya que avanza sin enterarnos. Le llamamos “El Holocausto
silencioso”.

Muchos se preguntan: ¿qué es eso de la guerra de Gog Umagog?


¿Cuándo empezará? ¿Quién luchará contra quién? En un libro, un
Séfer Haparashiot (Bereshit, pág. 517, en nombre del Midrash), en-
contré varios datos interesantes que nos ayudarán a responder estas
cuestiones.

Kain asesinó a Hebel para acabar con el bien, con aquel de quien
Dios aceptó su ofrenda. Esav pensó que Kain era un tonto por ha-
ber matado a su hermano y haber dejado con vida a su padre, quien
trajo al mundo a un Tzadik como Shet. Por eso Esav esperó a que
su padre Itzjak muriera para acabar con Yaakov. Después vino el Fa-
raón y dijo que Esav también era un tonto, ya que no calculó que,
mientras su padre moría, su hermano Yaakov estaba trayendo hijos
al mundo. Por eso él decidió acabar con el bien asesinando a to-
dos los varones hebreos recién nacidos. Después vino Hamán y dijo
que todos eran unos tontos, incluso el Faraón, ya que, al dejar a las
mujeres vivas, con hombres de otra nación podían seguir trayendo
judíos al mundo (pues la identidad judía es transmitida por la ma-
dre), por lo que decidió entonces acabar con todos, incluyendo a las
mujeres y los niños, en un solo día.

Finaliza el Midrash diciendo que en el futuro vendrá Gog y dirá que


todos los enemigos de Israel han sido unos tontos, ya que ninguna
estrategia sirve para acabar con el Am Israel. Todo el tiempo que el
Supremo Creador los ame, y ellos lo amen a Él, nada ni nadie en el
mundo podrá contra esa unión tan fuerte entre ellos. Entonces Gog

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LIBRO

BERESHIT
dirá que él no es tan tonto como aquellos, que primero se encargará
de alejarlos de Dios y, una vez que ese “cordón umbilical” esté cor-
tado, el resto será mucho más fácil.

En este momento nos encontramos en el apogeo de la guerra de


Gog Umagog. La primera etapa, desunir a Am Israel y a Dios, la-
mentablemente ya está ocurriendo. Muchos de nuestros hermanos
y hermanas se han separado del camino de la Torá y de las mitzvot,
entre besos y abrazos calurosos de las naciones goyim.

Debemos aprender de Yaakov Abinu cómo superó con valor, astu-


cia y fe todas las pruebas, tanto las de su hermano Esav (el que lo
odiaba, el malvado, el asesino) como las de su suegro Labán (que lo
quería, le mostraba bondad y lo abrazaba).

Yaakov Abinu convivió con Labán, pero supo cuidar su espiritua-


lidad cumpliendo las 613 mitzvot. Así también nosotros debemos
sentir orgullo por nuestra identidad y no caer en ninguna de las
trampas que nos pone el ambiente que nos rodea.

Que sea la voluntad de Dios que superemos las pruebas que nues-
tros enemigos físicos y espirituales nos presentan y que el Am Israel
quede por siempre Jay Vekayam, “Vivo y Existente”: vivo físicamen-
te y existente espiritualmente. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYISHLAJ
AGRADEZCAMOS

L a Torá relata que Yaakov sospechó mucho de Esav antes de su


encuentro. Como está escrito: Vayirá Yaakov Meod Vayetzer
Lo, “Y temió mucho Yaakov y se angustió” (Bereshit 32:8).

El Midrash pregunta cómo es posible que Yaakov temiera a Esav, si


tenía la promesa de Dios de que iba a protegerlo. Él temía, básica-
mente, que sus errores no le permitieran recibir la ayuda de Dios. Y
esto lo explica con mayor amplitud Rashí en su comentario al ver-
sículo donde dice: Katonti Mikol Hajasadim Umikol Haemet, “Me
he empequeñecido por todas las bondades y de toda la verdad” (Be-
reshit 32:11). Yaakov Abinu pensó que no era merecedor de tantas
bondades de Dios, ya que todos sus méritos se habían acabado, y
dijo que esa falta de valores iba a provocarle caer en manos de Esav.
Pero surge la pregunta: ¿es que Yaakov Abinu no sabía que él era jus-
to ni cuántos méritos tenía, tanto así que su nombre fue cambiado
por Israel, el cual representa el nombre de cada Patriarca y Matriar-
ca? La Yud representa a Itzjak y a Yaakov, la Shin es por Sará, la Resh
es de Rivká y Rajel, la Alef proviene de Abraham y la L de Lea. Es
decir, él reunía todas las cualidades de ellos y por eso fue llamado
Bejir Avot, “el Elegido de los Patriarcas”.

Entonces, ¿por qué Yaakov pensaba que no le correspondía nada,


pese a ser el elegido entre todos los Patriarcas?

Estamos acostumbrados a pensar que, si hacemos algo bueno, todos


nos deben algo, sea agradecimiento u obediencia. Creemos que, si rea-
lizamos alguna mitzvá o si estudiamos Torá, nos corresponde ser mi-
llonarios, tener buena salud y recibir honores de todos, ya que somos
“justos”. Ya nuestros Patriarcas nos enseñaron que esa no es la realidad.

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LIBRO

BERESHIT
Abraham fue el primero en difundir el nombre de Dios en el mun-
do; destruyó estatuas, convirtió a la gente, hizo el bien, pero ni si-
quiera un hijo tenía. Después de cincuenta años de casado, Dios le
informó que le daría un hijo. ¿Cómo reaccionó Abraham? Dice la
Torá: Vaijashbá Lo Tzedaká, “Lo consideró como caridad”. Explica
el Zohar que Abraham vio esta bendición como un acto de caridad
y no como un pago pendiente, ya que la tzedaká es un dinero que se
da a alguien gratuitamente y el salario es el pago que se da a alguien
que ha trabajado para otro.

Abraham no vio la bendición de recibir un hijo como el pago por


todo lo que había hecho en nombre de Dios, sino como caridad de
Él, porque sabía que todo lo que hacía no era nada en comparación
con todo lo que Dios hacía por él: diariamente le daba vida, salud,
riqueza, felicidad, etc. Y ahora Dios venía a regalarle algo tan precia-
do como un hijo, sólo por Su bondad.

Abraham siempre dijo que Dios era muy grande porque lo había
salvado milagrosamente, y que él era como la ceniza y el polvo,
porque se salvó del horno en el que hubiera quedado reducido a ce-
niza, y porque se salvó de la guerra con los reyes, en la que hubiera
quedado muerto y convertido en polvo.

Si analizamos la actitud de Abraham, nunca dijo que Dios debía


ayudarlo porque él era el único que santificaba su nombre en la
Tierra o porque creía en Él, ni que por ello debería ser nombrado
líder del monoteísmo y posteriormente Patriarca del Pueblo Ele-
gido. Ningún pensamiento como éstos atravesó por la mente de
Abraham Abinu.

Yaakov Abinu, el elegido de los Patriarcas, también era así. Pensaba


siempre que sus acciones no eran nada en comparación con la gran
cantidad de bondades que tenía Dios con él.

92
LIBRO

BERESHIT
A Moshé Rabenu le ocurrió lo mismo. El gran Rabino de nuestro
pueblo nos sacó de Egipto, nos trajo el maná de los cielos, nos dio la
Torá de Dios, nos llevó hasta la frontera de Eretz Israel (la Tierra de
Israel) y, justo en ese lugar, Dios le comunicó que no podría entrar
a la Tierra Prometida.

Ante tal situación, una persona común y corriente hubiese dicho:


“¿Quién? ¿Yo? ¿Moshé Rabenu, el salvador, quien aguantó a todo el
pueblo durante cuarenta años, ahora no puedo entrar a la Tierra Pro-
metida? ¿Acaso todos los que van a entrar no son mis alumnos, o alum-
nos de mis alumnos? ¿Ni siquiera puedo ser enterrado en Eretz Israel?”.

Pero Moshé Rabenu no reaccionó de esa forma; mejor, suplicó a Dios


que le permitiera entrar a la Tierra de Israel, como dice en la Parashá:
Vaetjanan, “Y rogó”. Explica Rashí que pidió un regalo gratuito: entrar
a Israel.

Hay regalos por compromiso y regalos gratuitos. Por ejemplo, en el


primer caso, una persona asiste a una boda y entrega un regalo a la
pareja. Después de un mes, esa persona realiza una fiesta familiar y
la pareja que recibió un regalo el mes anterior ahora se lo retribuye
“por compromiso”. Pero el regalo gratuito es todo lo contrario: cuan-
do nunca hemos hecho un favor a alguien y ahora nos regala algo. Y
eso fue lo que pidió Moshé a Dios, ya que para él todas sus acciones
no representaban una obligación por parte de Dios de cumplir con
todos sus deseos.

Si alguien nos hace un favor, lo consideramos como algo insigni-


ficante, pero si nosotros hacemos un favor a alguien sentimos que
está en deuda con nosotros.

Un buen ejemplo es lo que ocurre entre marido y mujer. El marido


sale desde temprano en la mañana a trabajar para traer el pan de

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LIBRO

BERESHIT
cada día a la casa. Se la pasa todo el día discutiendo con clientes y
empleados, arregla problemas con cheques devueltos, etc., y llega a
la casa cansado, con un solo pensamiento en la cabeza: “Mi esposa
hoy no hizo nada. Cocinar es fácil; cambiar los pañales a los niños
es rapidísimo; el resto del día está sentada descansando. Sin embar-
go, yo no paro de trabajar”. Lo único que desea el marido al abrir la
puerta de su casa es que su esposa lo reciba con alabanzas y valore
todo su esfuerzo.

Por otro lado, la mujer piensa lo mismo de ella: “Yo trabajo mucho
en la casa, con los niños, las compras, la cocina, y mi marido no
hace nada; pasa todo el día en la oficina con aire acondicionado,
sentado en una silla de cuero. Yo espero que, apenas entre por esa
puerta, lo primero que haga sea agradecerme y valorar todo mi es-
fuerzo diario”. Consideraciones como éstas son las que causan en-
frentamientos.

Pero, ¿qué pasaría si cada uno sintiera que lo que hace no es nada
en comparación con el gran esfuerzo que el otro realiza? Entonces
conformarían una familia ideal y ejemplar.

Por eso está escrito en el Talmud (Berajot 10b) que cuando rezamos
por el mérito de nuestros antepasados, Dios los ayude, las peticio-
nes son respondidas por nuestros propios méritos. Pero si rezamos
por nuestros propios méritos, sólo si nuestros antepasados tuvieron
méritos las peticiones son escuchadas.

Nosotros bendecimos Hagomel, “El que otorga”, cuando volvemos


de un largo viaje o cuando alguien sale de prisión, si se recupera
de una enfermedad, etc. En la bendición se dice: Lajayabim Tobot,
“A los que deben favores”, es decir, que la persona como tal está en
deuda con Dios por haberlo salvado, ya que a pesar de tener malas
acciones en su cuenta Dios lo favoreció con bienes y con maravillas.

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LIBRO

BERESHIT
Nosotros nos llamamos Yehudim (judíos) por Yehudá, el hijo de
Yaakov y Lea. Cuando nació, su madre lo llamó así para agradecer
a Dios. Hapaam Odé et Hashem, “Ahora agradeceré a Dios”. Expli-
ca Rashí (en nombre de Tanjumá 9) que por profecía se supo que
Yaakov tendría doce hijos (al tener cuatro mujeres, a cada una le
correspondería tener tres hijos). Cuando Lea tuvo un cuarto hijo,
Yehudá, sintió que había recibido más de lo que merecía. Por exten-
sión, todo yehudí debe sentir que lo que Dios le da es más de lo que
merece.

Esto causa a Dios una buena impresión de nosotros, por lo que nos
bendice con mucho más de lo que tenemos. Pero si la persona sólo
se queja ante Dios es como el pobre que nos exige que le demos di-
nero con gritos e insultos. Entonces no le damos ni siquiera lo que
teníamos pensado. Pero si lo pide con tono amable, le daremos el
doble de lo que habíamos pensado.

Que sea la voluntad de Dios que siempre entendamos que todo lo


que tenemos es más de lo que merecemos, y que le agradezcamos
por cada bien que tenemos, para que seamos bendecidos cada día
con más. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYISHLAJ
NO MALDECIRÁS

L a mayoría de las personas piensan que “las palabras se las lleva


el viento” y que todo lo que sale de nuestra boca no tiene ningu-
na trascendencia y no es tan peligroso. Sin embargo, en nuestra Pa-
rashá aprendemos que la boca puede convertirse en un arma asesina.

En Bereshit (35:19) vemos que Rajel Imenu murió al nacer Binyamín,


a los 27 años de edad. Pregunta el Midrash Bereshit Rabá (74:9) por
qué murió Rajel tan joven. La respuesta es que Yaakov la maldijo al
decir a Labán que quien robó sus ídolos moriría. Y en este caso Yaakov
desconocía que Rajel fue la que sustrajo los ídolos de casa de su pa-
dre. Esto nos enseña que no importa si las maldiciones fueron dichas
consciente o inconscientemente. Una maldición es una maldición.

Cuando una persona maldice a otra conscientemente está transgre-


diendo una prohibición de la Torá.

Está escrito en el Zohar que hay un ángel encargado de las maldi-


ciones, que las reúne y va con Dios para pedirle que se cumplan,
bien sea en el maldecido o en el que las pronunció.

De todas maneras, estamos mal. Porque si se cumplen las maldicio-


nes en quien fueron dirigidas, la culpa es nuestra; si no, la maldi-
ción puede regresar a nosotros, Dios no lo quiera. Recordemos que
Dios dijo a Abraham que todo el que pronuncie una bendición será
bendecido, y todo el que maldiga también será maldecido.

Tal está escrito en el Talmud (Sanedrín 48b) sobre el Rey David,


quien maldijo a Yoab porque mató a Abner Ben Ner, quien iba en
son de paz. Dijo Rabí Yehudá, en nombre de Rab, que todas las mal-

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LIBRO

BERESHIT
diciones pronunciadas contra Yoab se cumplieron en la descenden-
cia de David. La maldición que lanzó David sobre Yoab era que en
su casa habría personas impuras, leprosos, inválidos, y que serían
asesinados con espada y les faltaría pan. De los descendientes de
David, Rejobam estuvo impuro, Uziyahu tuvo lepra, el rey Asá fue
inválido, Yeshayahu murió asesinado por una espada y Yejoniá mu-
rió de hambre. Concluye Rabí Yehudá en la Guemará con un refrán:
“Es mejor ser el maldecido y no el que maldice”.

La maldición de Yaakov Abinu no regresó a él porque fue incons-


ciente, pero recayó sobre Rajel, su esposa, quien por eso murió al
dar a luz a Binyamín.

En el pectoral del Cohén Gadol había doce piedras, cada una de


las cuales representaba a una tribu. La piedra que correspondía a la
tribu de Binyamín se llamaba Yash Pé, expresión que es similar a la
frase Yesh Pé, “Hay Boca”, en referencia a que hay mucha fuerza en
la boca y hay que cuidarla.

En el libro Pelé Yoetz está escrito que la persona debe cuidarse de no


ser maldecida por nadie, de no hacer cosas que provoquen a los de-
más a maldecirlo, incluso si es un goy (gentil). En el Talmud (Babá
Kamá 93a) se declara en nombre de Rabí Itzjak que jamás debemos
pensar que la maldición de una persona común es insignificante,
pues Abimelej maldijo a Sará para que perdiera la vista al decirle:
“Toma a tu marido, ciega”, pero no fue ella quien finalmente sufrió
esa enfermedad, sino su hijo Itzjak.

Una vez alguien me preguntó si podía maldecirse a un malvado, a un goy


antisemita o a un presidente sin escrúpulos. Le respondí que, aun cuando
pudiera encontrarse algún permiso halájico para esa maldición, es mejor
no pronunciarla, porque la lengua, por desgracia, no sabe distinguir y
puede llegar a maldecir a un amigo o algún familiar, Dios no lo permita.

97
LIBRO

BERESHIT
Debemos educar a nuestros hijos para que no digan maldiciones, ni
siquiera como juego. Como dice el refrán: “El que cuida su boca y
su lengua salva de sufrimientos a su alma” (Mishlé 21:23).

Algunas personas se maldicen a sí mismas cuando están en aprietos


diciendo: “¡Maldita sea mi estampa!”. Verdaderamente hay frases
que debemos eliminar de nuestro vocabulario, ya que está escrito:
Mavet Vejaim Beyad Halashón, “La muerte y la vida están en manos
de la lengua” (Mishlé 28:21).

Las palabras que pronunciamos no se las lleva el viento. En el Pirké


Avot está escrito: Da Malemaala Mimja Ozen Shomaat, “Y sabrás
que arriba hay un oído que te escucha”.

Por eso, cuando nos pregunten cómo estamos no debemos respon-


der: “Malísimo”, “De lo peor”, “Vamos de Guatemala a Guatepeor”,
etc., porque Dios pregunta: “¿De qué te quejas? ¿Por qué te maldi-
ces? Voy a mostrarte lo que es malo de verdad”.

Es como cuando un niño empieza a llorar por nada y el padre, para cas-
tigarle, le pega para que llore con motivo. En el tratado de Berajot (55b)
se afirma que tenemos prohibido decir que estamos enfermos hasta que
haya pasado un día de estarlo, para no abrir la puerta al mal sin pensarlo.

Por el contrario, debemos abrir la boca para decir cosas buenas como
“No pasa nada”, “Ya pasará”, “El país funciona de maravilla”, “Esta-
mos ganando mucho dinero”, etcétera.

Que sea la voluntad de Dios que nos salve de los que maldicen; que
jamás maldigamos a otros, sino que, por el contrario, siempre los
bendigamos y que, en caso de que alguien nos maldiga, que Dios
cambie esa maldición en bendición; y que siempre abramos la boca
para invocar el bien, para que Dios nos bendiga en todo. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYESHEB
EL OJO ÉTICO

H abía una vez un hombre que nunca había ido a la sinagoga.


Un día su esposa le dijo que fuera a la más cercana, para que
viera cómo era, qué se hacía en ella, etc. Este hombre decidió ir un
sábado por la mañana y el rabino empezó hablando justamente de
la Parashá Vayesheb, cuando Yosef fue vendido por sus hermanos.
Este hombre era muy sensible y empezó a llorar a la mitad de la
narración. Al llegar a su casa, la esposa le preguntó qué había pasa-
do y él le respondió que se había enterado de que esa semana diez
hermanos agarraron a su hermano menor y lo lanzaron a un pozo,
y por si fuera poco luego lo vendieron como esclavo a unos des-
conocidos. Una tragedia. Agregó que jamás volvería a la sinagoga,
porque allí uno se entera de lo malo del mundo. Al transcurrir un
año, la esposa le dijo que fuera de nuevo a la sinagoga, pues quizá
ya habían cambiado de rabino o ya habían cambiado el estilo de los
discursos, o tal vez ahora habría buenas noticias. El marido acep-
tó. Pero por mala suerte coincidió con la misma Parashá del año
anterior, que hablaba de la venta de Yosef. Al escuchar las mismas
palabras, este hombre se levantó exaltado y dijo: “A mí me parece
que Yosef se lo merece”. El rabino, extrañado, le preguntó: “¿Y por
qué?”. Le respondió el hombre: “¡Porque el año pasado le hicieron
lo mismo y él no aprendió la lección!”.

¿Quién realmente tuvo la culpa de lo ocurrido a Yosef, él o sus her-


manos? En todas las parashiot anteriores hemos visto a un persona-
je bueno, correcto y justo, y también a un personaje malo, abusivo,
descarriado. Por ejemplo, Adam y la serpiente, Hebel y Kain, Nóaj
y su generación, Abraham y Nimrod, Itzjak e Yishmael, Yaakov y
Esav, Yaakov y Labán. Pero en esta Parashá surge la duda: ¿quién es

99
LIBRO

BERESHIT
culpable, los hermanos, futuros fundadores de las tribus sagradas
de Israel, o Yosef HaTzadik (“el Justo”)?

Hagamos un recuento de la historia. Por un lado, Yosef dijo a Yaakov


cosas muy graves de sus hermanos: los acusó de haber comido miem-
bros desprendidos de animales vivos, de llamar esclavos a los hijos
de las sirvientas y de haber sostenido relaciones ilícitas.

Si todas estas acusaciones hubieran sido ciertas, Yosef habría mere-


cido un gran aplauso por haber ido a decírselas a su padre. Pero en
el Talmud Yerushalmí (de Jerusalem) está escrito que Dios castigó a
Yosef con rigurosidad pagándole con la misma moneda. Como acu-
só a sus hermanos de comer animales vivos sin Shejitá, la Torá dijo:
“Y degollaron halájicamente a un chivo”, para manchar la tunica
de Yosef con la sangre del animal. Por acusar a sus hermanos de
llamar “esclavos” a los hijos de las sirvientas, fue vendido como es-
clavo. Debido a que dijo de sus hermanos que sostenían relaciones
ilícitas, Dios le mandó a la esposa de Potifar para que lo sedujera.
Dios lo castigó por cada una de sus acusaciones porque no estaba de
acuerdo con lo que él había dicho.

En el Pirké de Rabenu Hakadosh dice que dos personas justas fueron


castigadas por hablar mal de otros; una fue Yosef y la otra Yaakov.
Yosef fue castigado con diez años de cárcel por haber hablado mal
de sus diez hermanos y Yaakov fue castigado por haber escuchado
la acusación de su hijo Yosef. Esto nos enseña que tanto el que ha-
bla como el que escucha lashón hará son castigados por Dios.

Pero si todo lo que dijo Yosef a su padre Yaakov era verdad, entonces
fue bueno que se lo dijera para que así los educara bien. Entonces,
¿por qué fueron castigados? Porque los dos se equivocaron, tanto
Yosef al hablar mal de sus hermanos como Yaakov por creer todo lo
que decía su hijo.

100
LIBRO

BERESHIT
Ahora bien, ¿todo lo que los hermanos de Yosef le hicieron fue co-
rrecto y justo? Estamos hablando de que los hermanos actuaron
conforme a lo que nuestras leyes exigen y no deliberadamente.

De acuerdo con la ley, el que se rebela contra el rey merece la pena de


muerte; como todos sabemos, Yehudá era el rey de sus hermanos y
Yosef, en su sueño, vio que incluso Yehudá se prosternaba ante él, lo
que implicaba una rebelión contra el rey, y debido a ello debía morir.

Por otro lado, conforme a la ley conocida como Rodef, “Persegui-


dor”, si alguien nos persigue para matarnos, tenemos permiso de
matarlo. En este caso, los hermanos pensaron que Yosef buscaba
presentarlos como malvados ante los ojos de Yaakov para provocar-
les así la muerte espiritual (recordemos que Abraham tuvo a Yish-
mael, un malvado, y a Itzjak, un justo; y que Itzjak tuvo a Esav, un
malvado, y a Yaakov, un justo). Por eso, pensaron que Yosef merecía
la muerte antes de ser ellos calificados por su padre Yaakov como
“muertos espirituales” (malvados).

El tercer aspecto que tomaron en cuenta para determinar que Yosef


muriera lo explica el Or Hajayim. Hay una ley que habla del testigo
falso, al que se castiga con la misma pena que él quiso provocar a otro
por medio de su falso testimonio. Es decir, si dos personas atestiguan
que Fulano asesinó a Mengano, y provocan así la pena de muerte para
Fulano, y luego, de repente, estos dos testigos iniciales son desmenti-
dos por otros, entonces a los primeros se les condena a muerte y Fulano
queda absuelto. En el caso de Yosef, él acusó a sus hermanos de comer
carne de animales vivos y, para esa época, antes de la entrega de la Torá,
todo aquel que hiciera eso era condenado a morir.

Una vez que estudiaron todos estos aspectos legales, los hermanos
se reunieron y juntos llegaron a la conclusión de que Yosef merecía
la muerte, o por lo menos el destierro.

101
LIBRO

BERESHIT
¿Quién tuvo la razón?

Nuestros Sabios nos enseñan que nadie ve sus propios defectos. Por
ejemplo, si un Cohén enfermaba de lepra tenía que llamar a otro
Cohén para que lo purificara, ya que él mismo no podía hacerlo.
Muchas veces cada uno es juez de sí mismo y, cuando le conviene,
determina que algo prohibido es permitido o que algo permitido
es prohibido, de acuerdo con sus intereses personales.

En la Torá hay una frase que se repite en esta Parashá y en la de los


espías, lo cual implica una estrecha relación entre ambas: Veotsihu
et Dibatam Raa, “Y dieron una mala opinión”, lo cual implica que
tanto Yosef como los espías que fueron a investigar la Tierra Pro-
metida actuaron mal.

¿Cómo es posible que estas personas tan justas, los príncipes de cada
tribu, que fueron a investigar la Tierra Prometida, hayan mentido y
hablado mal de la Tierra de Israel? Y no sólo eso, sino que provoca-
ron que el Am Israel vagara por el desierto durante cuarenta años.

El problema es que realmente no mintieron, sino que contaron lo


que sus ojos vieron y lo que sus oídos escucharon, porque ellos ya
conocían la orden que había dado Dios a Moshé de que, antes de
entrar en la Tierra Prometida, debían nombrarse nuevos príncipes
en cada tribu. Por tanto, al conocer esa orden y descubrir que sus
intereses serían afectados, vieron y escucharon sólo lo que verda-
deramente les interesó escuchar.

Así también ocurrió con Yosef y sus hermanos. Había mucha envi-
dia entre ellos, como está escrito: Vayikanú Bo Ejav, “Y lo envidia-
ron sus hermanos”, por lo cual Yosef veía lo que le interesaba ver y
escuchaba lo que le interesaba escuchar, e interpretaba todo como
una transgresión o una prohibición.

102
LIBRO

BERESHIT
Por ejemplo, él los acusó de comer carne de un animal que no había
sido sacrificado conforme a nuestras leyes. Pero Yosef desconocía
que ese animal estaba en el vientre de su madre cuando la misma
fue sacrificada con Shejitá. Explica Rabí Jayim Yosef David Azulay
que era un animal creado por sus hermanos usando sus habilidades
místicas y, por tanto, no requería Shejitá.

Cuando se odia a alguien o se le tiene envidia, por más que se inten-


te no se logra juzgarlo para bien, sino que se le acusa y se le señala.
También los hermanos de Yosef se equivocaron en sus argumentos.
Primero, Yehudá todavía no era proclamado rey de Israel y, en con-
secuencia, nadie podía condenar a muerte a Yosef. Segundo, que
Yosef los persiguiera para “matarlos espiritualmente” no daba a sus
hermanos ningún permiso para matarlo físicamente. Tercero, no se
le podía juzgar como un testigo falso, porque él no asistió a ningún
tribunal (Bet Din). Entonces, ¿por qué pensaron así? Simplemente
porque quisieron pensar así.

Debemos recordar que muchas veces pensamos o actuamos en fun-


ción de nuestros intereses personales y que por eso nos equivoca-
mos. Cuando nos dicen algo negativo de alguien a quien aprecia-
mos, de inmediato tratamos de justificarlo y defenderlo. Cuando
nos cuentan algo positivo de alguien que no apreciamos tanto, au-
tomáticamente empezamos a opacar esa opinión destacando todas
sus malas cualidades.

¿Y por qué hacemos eso? No es que estemos mintiendo, sino que en


verdad sentimos que es lo correcto. Nuestro “ojo ético” lo juzga de
esa forma.

Que sea la voluntad de Dios que siempre juzguemos a los demás


para bien y que no dejemos que nuestros intereses nos desvíen de la
verdad, para que siempre seamos juzgados también así. Amén.

103
LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYESHEB
EL CAMINO CORRECTO

L a Guemará die “Todo proviene de los cielos, menos el temor a


los cielos” (Berajot 33b). Ya dijimos que Dios predestina cómo
será cada quien, pero si será justo o malvado depende estrictamente
de él mismo. Todo depende de nuestras decisiones, de nuestro libre
albedrío.

A lo largo de la vida, muchas veces enfrentamos encrucijadas y nos


preguntamos: ¿hacia dónde ir, a la derecha o a la izquierda? Y en
ese momento no sabemos realmente cuánto influirá esa decisión en
nuestro futuro.

Por ejemplo, un muchacho que finaliza el bachillerato no sabe qué


carrera escoger, si irá a la universidad o a una yeshivá, o si se incorpo-
rará al ejército o si se pondrá a trabajar. A corto plazo, el muchacho
no verá la diferencia en la toma de decisiones, y si llega a percibirla,
seguramente no se compara con la que enfrentará en el futuro, cuan-
do vea los resultados de sus decisiones.

Cuando un francotirador apunta a un blanco, si éste se halla cerca y


él desvía la mira del rifle diez centímetros, la bala dará a diez centí-
metros del blanco; pero si el blanco se encuentra a gran distancia y
él desvía su disparo los mismos diez centímetros, la bala se desviará
mucho más que esa distancia. Es decir, a mayor distancia, la desvia-
ción del disparo será mayor.

Apliquemos esto a Yaakov y Esav. Respecto al versículo: Vayigdelú Ha-


nearim, “Y crecieron los jóvenes” (Bereshit 25:27), Rashí explica que

104
LIBRO

BERESHIT
no había gran diferencia entre ambos durante su niñez. La desviación
ocurrió a temprana edad, pero esa diferencia se apreció realmente al
pasar de los años, al punto que ya no tenían nada en común.

Nuestra Parashá relata que Yaakov estudió Torá durante catorce años
con su hijo Yosef, desde los tres hasta los diecisiete años, y le enseñó
todo lo que había aprendido en la yeshivá de Shem y Eber.

Al paso de los años, Yosef estaba en Egipto, como esclavo de Potifar.


Luego, la esposa de Potifar intentó seducirlo muchas veces, pero no lo-
gró convencerlo, hasta que un día él no pudo soportar más la tentación.

Pero en ese momento llegó a su mente la imagen de su padre. ¿Qué


significa esto? Que Yosef recapacitó en ese momento y dijo: “Desde
pequeño me educaron a seguir normas y a cuidar la Torá y las mit-
zvot. Me enseñaron que un judío debe casarse con una judía y que
ir con una mujer casada es imperdonable, es muksé. Si yo sigo las
enseñanzas de mi padre, seré un hombre recto y justo como él, pero
si decido abandonar todo y unirme a esta mujer, seré un hombre
completamente diferente de él”.

Por esa razón decidió abstenerse y continuar esa cadena privilegia-


da iniciada por su abuelo Abraham.

Un camino nos lleva a la pureza, a la santidad, a ser los judíos ejem-


plares que todos los sabios de Israel quisieron que fuéramos. Y otro
camino nos lleva a la impureza, a los pecados y a ser judíos alejados
de la Torá.

Yosef logró ver a distancia y no se desvió de su “blanco”; por eso se


le llamó sabio. Dice Onkelus (en el versículo Ben Zekunim, “El hijo
de la vejez”, Bereshit 37:3) que era Bar Jakim, “Sabio”. Y así también
lo llamó el Faraón en el versículo: Ein Jajam Venabón Kamoja, “No

105
LIBRO

BERESHIT
hay persona sabia ni entendida como tú” (Bereshit 41:39). El título
de sabio le fue dado por ver las consecuencias futuras de sus actos,
como dicen nuestros Jajamim (Sabios): “¿Quién es sabio? Quien ve
lo que vendrá”.

Para nuestro pesar, muchos jóvenes de hoy no ven “a larga distan-


cia” y piensan: “¿Qué diferencia hay? Todo es lo mismo. Si cometo
una transgresión más o si hago una mitzvá más, todo será igual”.
No saben que el tiempo pasa rápido y que de repente se hallarán en
el extremo de las transgresiones.

Si Yosef hubiese decidido pecar, la historia del Am Israel hubiese


sido otra: habría desaparecido ese aprecio que Dios sentía por él
y, por ende, jamás hubiese llegado a ser rey de Egipto y no hubiese
ayudado a sus hermanos como lo había soñado. Su hermano Reu-
bén perdió todo por haber pecado al no permitir el acercamiento
entre su padre y Bilhá, evitando así que Yaakov tuviese dos hijos
más (Efraim y Menashé). Yosef corrigió ese pecado cuando él los
trajo al mundo; por eso Yaakov le dijo: “Tus hijos son como mis hi-
jos”, como explica el Malbim.

El Midrash Bereshit Rabá (94) señala que Yaakov dijo a Reubén:


“Tres coronas tenías en tu poder; la corona de primogénito, la de
Cohén y la de rey. Pero las perdiste por ese error”. Así, repartió esas
coronas entre sus otros hijos: la de rey fue para Yehudá, la de Cohén
para Levy y la de primogénito para Yosef.

Lo mismo iba a ocurrir a Yosef, pero él ganó su salvación en tan sólo


un instante cuando se observó a sí mismo a largo plazo y cambió su
decisión absteniéndose de ir con la mujer de Potifar.

Hay otro ejemplo en la historia de Rabí Akivá, quien enfrentó el


dilema de casarse con Rajel o no. Por un lado, él pensaba que sus

106
LIBRO

BERESHIT
posibilidades económicas no iban a permitirle dar a ella la vida a la
que estaba acostumbrada, ya que su padre no les ayudaría en nada.
Después, pensó que todas las personas de la ciudad lo odiarían por
haber tenido el descaro de casarse con la única hija del hombre más
rico del lugar, Kalba Sabúa, a quien llamaban “Perro Saciado”, porque
incluso los perros que merodeaban por su casa quedaban llenos con
tanta comida que les daban. Todos creían que la hija de Kalba Sabúa
se casaría con al hombre más sabio de la ciudad. En esa época, Akivá
ni siquiera sabía el alfabeto. Además, ella quería que Akivá hiciera
teshuvá y él no escuchaba a nadie que le hablara de eso.

Por otro lado, Akivá se dijo: “Tal vez valga la pena probar ese nuevo
camino. Quién sabe si haga teshuvá. Si una gota de agua tiene la fuer-
za de hacer un hueco en una piedra con el tiempo, la Torá, que fue
comparada al fuego, cuánto más podrá atravesar mi suave corazón”.

Al final, Akivá se casó con Rajel y se convirtió en el rabino más im-


portante de su generación.

¿Qué habría pasado si Rabí Akivá no hubiera hecho teshuvá? ¡Qué


hombre tan sabio hubiéramos perdido! ¡Qué alumnos tan sabios
hubiésemos dejado de tener en Am Israel! Entre ellos, Rabí Shimón
Bar Yojai, Rabí Meir Baal Hanés y muchos más. Habríamos tenido
sólo un buen pastor de ovejas, que a nadie interesa.

Cuando alguien se pregunta si debe hacer teshuvá o no, no sabe las


consecuencias de su decisión. Akivá tampoco pensó cuán importante
era su decisión ni hasta dónde podía él llegar en el futuro, pese a que
las letras que componen su nombre significan “Hay quienes adquie-
ren su Mundo Venidero en tan sólo un instante (en una decisión)”.

La siguiente historia ejemplifica muy bien la fuerza de una decisión.


Vivía en Jerusalem (Jerusalem) un judío muy temeroso de Dios que

107
LIBRO

BERESHIT
tenía una pequeña tienda en el mercado. Su hijo estudiaba y tam-
bién le ayudaba en la tienda. Cierto día, el Rabino Ezra Atia, Z”L,
aconsejó en varias ocasiones al padre que mandara a su hijo a estu-
diar en la yeshivá de tiempo completo. El padre se rehusaba, ya que
requería ayuda en la tienda y, decía, estaba obligado a enseñar un
oficio a su hijo. En cierta ocasión, el rabino le dijo que lo tomara a
él como trabajador, pero que mandara al muchacho a estudiar a la
yeshivá. El padre se dio cuenta entonces de que no enviar a su hijo a
estudiar sería un gran error. Ese muchacho es hoy el Rabino Ovadia
Yosef, Shlita.

Su padre nunca pensó cuán importante sería su decisión o que in-


fluiría en todo el Am Israel y en la Torá de nuestros días en la Tierra
de Israel, ni que su hijo iba a ser un Talmid Jajam (sabio del Talmud)
o que tendría miles de alumnos.

En todo momento a lo largo de la vida encontramos una bifurca-


ción de caminos y no sabemos a dónde ir. El mejor consejo es tratar
de ver a largo plazo dónde estaremos al tomar cualquier decisión.

Que sea la voluntad de Dios que siempre escojamos el camino co-


rrecto, el que nos conducirá a los tesoros de la vida, y que también
nos ayude a dirigir a nuestros hijos por el camino de la verdad, por
el camino correcto, para que en el futuro nos alegremos de haber
decidido así. Amén.

108
LIBRO

BERESHIT
Parashat MIKETZ
LA MANUTENCIÓN ES DE LOS CIELOS

U na vez la reina de Inglaterra paseaba en su carruaje por las ca-


lles de Londres. De repente, a través de la ventanilla vio a un
muchacho judío de apariencia muy seria para su edad, pues vestía
medias blancas hasta las rodillas, pantalones bombachos, zapatos
negros, saco largo y sombrero negro. Lo que más llamó la atención
de la reina fueron sus peot (rizos a los lados del rostro) en forma de
tirabuzón.

De inmediato la reina mandó averiguar quién era el muchacho y le en-


vió una invitación para que se presentara en el palacio al día siguiente,
a la una de la tarde. Quería conocer a ese muchacho tan especial.

Cuando él recibió la invitación se emocionó tanto que casi no pudo


dormir esa noche. A la mañana siguiente se levantó muy temprano
y, al verse en el espejo, se avergonzó de su apariencia y se dijo: “¿Con
estas peot y vestimentas tan ridículas voy a visitar a la reina?”. Tomó
las tijeras y se cortó las peot, se puso zapatos y medias comunes, se
puso pantalones normales y un saco elegante; se quitó la kipá (la
gorra redonda para cubrirse la cabeza) y se puso un sombrero del
mismo color de los pantalones. Contento con su nueva apariencia,
a la una de la tarde en punto se presentó en el palacio.

Al entrar el nervioso muchacho a su entrevista con la reina, ella le


preguntó: “¿Quién eres tú?”. El muchacho respondió que había re-
cibido una invitación para entrevistarse con la reina. Al comprobar
que era cierto, la reina le dijo que no quería entrevistarse con una
persona común del pueblo, sino con ese muchacho cuya apariencia
le inspiró respeto y curiosidad.

109
LIBRO

BERESHIT
Al parecer nosotros, los judíos de la diáspora, pensamos que al es-
conder nuestra identidad, religión y costumbres, para asemejamos a
los goyim, éstos nos aceptarán y nos valorarán más, y que si llega-
mos a mostrarles nuestro Judaísmo nos despreciarán.

Yosef HaTzadik nos muestra cómo comportarnos ante los goyim sin
sentir vergüenza alguna.

Desde pequeño fue odiado por sus hermanos, quienes lo secuestra-


ron, lo lanzaron a un pozo y lo vendieron como esclavo; trabajó muy
duro; la esposa de su patrón intentó seducirlo incesantemente; pasó
diez años en prisión en Egipto, pero pasaron doce años y aún no reci-
bía la libertad. De repente, se vio frente al Faraón y, en apariencia, la
única forma de salir de ese problema era hallar gracia ante sus ojos.
Sin embargo, la actitud de Yosef fue por completo diferente. Lo que
nunca nadie se atrevió a decir al Faraón, Yosef lo dijo. El Faraón afir-
maba que él era Dios y que se había autocreado. Yosef le dijo que
estaba equivocado y que únicamente el verdadero Dios, el de Abra-
ham, Itzjak y Yaakov, iba a ayudarle a interpretar sus sueños. Y lo
repitió constantemente.

Por si fuera poco, el faraón proclamaba que el Nilo lo escucharía


siempre, porque era suyo; sin embargo, Yosef le decía: “Quieras o no
quieras, el río se secará por completo”.

¿Cuál fue la consecuencia de esto? El Faraón, con la cabeza baja, dijo


que en verdad Yosef era muy sabio, por lo que se quitó el anillo real
y se lo dio para que gobernara sobre toda la tierra de Egipto.

Así también actuó Yosef posteriormente con los ministros que tra-
bajaron con él día a día en el palacio. No trataba de apegarse a ellos
ni de hacer amistad, para no ser asimilado por sus ideas raras. Como
se relata en nuestra Parashá, Yosef comía apartado de los ministros

110
LIBRO

BERESHIT
y de la aristocracia. Explica Onkelus que el motivo por el que Yosef
comía aparte de los demás era porque comía carne de ternera, que
era el dios de los egipcios. Podríamos pensar que no necesitaba co-
mer carne, con tal de sentarse con los demás y no ser diferente de
ellos. Sin embargo, Yosef HaTzadik decía que él no estaba dispuesto
a cambiar sus ideales por nada ni por nadie.

A consecuencia de esa actitud, Vaitav Hadabar Beenei Parhó Ubee-


nei Kol Abadav, “Y le pareció bien al Faraón y a todos sus esclavos”
(Bereshit 41:37). Todos lo querían y lo honraban.

Yosef se preocupó por hacer entender a todos los de su familia que


no fueran tan amigables con los egipcios, ya que eran diferentes de
como les había enseñado su bisabuelo Abraham Haibrí (“el Hebreo”),
al otro lado del río. Por eso Yosef y su familia eran diferentes de los
habitantes de Egipto.

Debido a ello, Yaakov Abinu y toda su familia recibieron muchos


honores al llegar a Egipto. Incluso el Faraón pidió a Yaakov que lo
bendijera. Les otorgaron la tierra de Goshen, una de las zonas más
fértiles de Egipto. Am Israel era entonces muy querido por todos, e
incluso cuando murió Yaakov Abinu le rindieron honores como a
los reyes.

Pero todo cambió cuando los judíos decidieron salir de Goshen y


comportarse como los egipcios. Dejaron de hacerse el Brit Milá (la
circuncisión) y empezaron a hacer idolatría, y más, hasta que los
egipcios se hartaron de los judíos. Vayakutzu Mipenei Bené Israel,
“Y los judíos se hicieron como espinas” (Shemot 1:12).

Muchos judíos piensan que al hacer negocios con goyim deben es-
conder su identidad, para que ellos los respeten más. En realidad es
al contrario. Los goyim, cuando observan que tenemos temor de los

111
LIBRO

BERESHIT
cielos, nos admiran más, pues sienten que somos diferentes porque
no hacemos negocios en restaurantes no kasher (permitido) y que
nuestras horas de trabajo dependen de Minjá y Arvit, por ejemplo.

El creyente en Dios, quien sabe que todo proviene de Él, nunca pen-
sará siquiera en dejar de hacer la voluntad de Dios con tal de no per-
der un negocio.

Hace años conocí a un muchacho que trabajaba en un lugar bastan-


te común y ganaba poco. Un día decidió empezar a hacer teshuvá.
Empezó a llegar tarde al trabajo porque tenía Shajrit, salía temprano
para ir a Minjá, se demoraba al mediodía rezando Birkat Hamazón y
los sábados no trabajaba, por lo que decidieron despedirlo. Al llegar
a su casa, toda la familia empezó a reclamarle que lo habían despedi-
do por la teshuvá, que esa no era la manera de llevar la religión, etc.
Días después apareció en el diario un aviso en el que solicitaban gente
para trabajar en una compañía internacional de telecomunicaciones.
Por mala suerte para él, el día de la entrevista era Ómer y no podía
afeitarse. Ahora toda la familia empezó a pedirle que se afeitara, pues
de otra manera no iban a aceptarlo, y mucho más. El muchacho se
presentó a la entrevista sin afeitarse y, gracias a Dios, lo aceptaron.
Luego sucedió que iban a enviarlo a un lugar muy remoto del mundo,
donde no había ni un solo judío a miles de kilómetros a la redonda.
Entonces, solicitó un cambio de lugar y le dijeron que no había más
que un pequeño pueblo que, seguramente, no iba a gustarle. El mu-
chacho preguntó por el nombre de ese pueblo y le dijeron que se lla-
maba Monsey (en las afueras de Nueva York, donde hay muchas yes-
hivot y grandes rabinos). Al escuchar eso, él pidió inmediatamente su
cambio, y se lo dieron. Hoy él vive felizmente en Monsey, está casado,
tiene hijos, trabaja y estudia. Debemos aprender a no avergonzarnos
de nadie; por el contrario, a enorgullecernos de lo que somos y saber
que Dios es quien manda el pan a la casa, no las personas de carne y
hueso.

112
LIBRO

BERESHIT
En lugar de esforzarnos tanto en parecernos a los demás para hacer
negocios o hacerlos nuestros socios, debemos hacer lo imposible a fin
de que Dios nos mande una buena parnasá (manutención).

La siguiente historia nos da un buen ejemplo de esto: un hombre que-


ría comprar una casa y se comunicó con el dueño. Éste le mandó un
mensajero con los papeles de la casa, en los que se explicaban las con-
diciones, el precio total, etc. Cuando llegó el enviado, tocó el timbre
y, apenas el hombre abrió la puerta empezó a suplicar que le vendiera
la casa a menor precio. Sorprendido, el mensajero le dijo: “Señor, yo
no soy el dueño. Nada más le traigo los papeles”.

La mayoría de las veces no entendemos que quien está frente a noso-


tros es un enviado de Dios. Quien decide si ganaremos o perderemos,
si nuestro capital aumentará o no, es solamente Dios. Por eso, no per-
damos el tiempo buscando convencer a los mensajeros; no intente-
mos hallar gracia ante sus ojos. Mejor, busquemos convencer al jefe, a
Dios. Los sueños del Faraón se centraban en el Nilo, lo cual nos indica
que ahí justamente es donde radica la diferencia entre nosotros y los
goyim. En Israel, las aguas que consumen sus habitantes provienen
exclusivamente de las lluvias que bajan del monte Jermón; sin embar-
go, en Egipto las aguas que se consumen provienen del Nilo, un río
que se alimenta de aguas subterráneas.

Cuando un ser humano bebe agua levanta la cabeza, pero cuando un


animal bebe, debe bajarla. Yosef dijo al Faraón que ellos bebían como
animales, con la cabeza hacia abajo, y que él bebía con la cabeza hacia
arriba, para demostrarle que el agua de lluvia, símbolo de la parnasá,
proviene de Dios, el Único que mantiene y alimenta a la humanidad.
En cambio, los egipcios pensaban que el agua provenía de la tierra y
que todo dependía de los actos de las personas. Por eso Dios envió a
Egipto la sequía sobre el Nilo, para demostrar que todo proviene de
los cielos y no de la tierra.

113
LIBRO

BERESHIT
Así, pues, no debemos esconder nuestra religión, sino que debemos
llevarla muy en alto. De esa forma el goy nos apreciará más aún e in-
cluso dirá que le conviene hacer negocios con un judío temeroso de
Dios, pues sabe que es recto y justo. Que sea la voluntad de Dios man-
darnos buena parnasá, que utilicemos el dinero para cosas buenas,
que tengamos en abundancia y que nunca dependamos de los regalos
de las personas, sino directamente de Su mano generosa y bendita.
Amén.

114
LIBRO

BERESHIT
Parashat MIKETZ
LA SITUACIÓN MEJORARÁ

E n esta Parashá se describe exactamente todo el proceso de la


diáspora, desde su comienzo hasta su final. Aquí se evidencia
cómo la vida de Yosef, desde su nacimiento hasta su muerte, se ase-
meja a la diáspora del Am Israel desde sus inicios hasta que finalice
(que sea con prontitud. Amén).

A continuación, presentamos una tabla comparativa.

Yosef Am Israel
Yosef Am Israel
Abraham, el primer judío, na-
Yosef nació fuera de Israel y
ció fuera de Israel y luego su-
posteriormente ascendió a la
bió a ella junto con su familia
Tierra junto con su familia

De todos sus hermanos, Yosef También el Am Israel fue el


fue el más querido por su pa- más querido por Dios entre los
dre, Yaakov demás pueblos

El Am Israel recibió 613 mitz-


Por eso su padre le enseñó más vot, a diferencia de los demás
Torá que a sus otros hermanos pueblos, que recibieron sólo
siete mitzvot

Su padre le dio una vestimenta Dios nos vistió con gloria y


especial, que lo distinguía de honores, lo que demuestra que
todos sus hermanos somos el Pueblo Elegido

115
LIBRO

BERESHIT
Yosef Am Israel
Todas las naciones, al escuchar
Fue odiado y envidiado por to-
que somos el Pueblo Elegido,
dos sus hermanos
nos odiaron y nos envidiaron

También el Am Israel, a pesar


Sus hermanos le demostraron
de tantas persecuciones, siem-
que no lo querían y le hicieron
pre ha soñado que algún día
daño, pero Yosef soñaba que
gobernará sobre todo el mun-
algún día gobernaría sobre
do y las demás naciones se
ellos y se prosternarían ante él
prosternarán ante ellos

Sus hermanos nunca acepta- Todas las naciones consideran


ron sus sueños de grandeza, ya imposible que el Am Israel go-
que había otros mayores y más bierne sobre ellas, ya que son
poderosos que él más grandes y poderosas

El sueño de Yosef incomodó


a sus hermanos, hasta el pun- También a los goyim les moles-
to de que decidieron venderlo ta el sueño de los judíos y por
como esclavo para que ese sue- eso decidieron exterminarlos,
ño no se hiciera realidad, pues para que jamás sean el Pueblo
un esclavo jamás llegaría a ser Elegido
su rey

Después trataron de matarlo También los goyim nos man-


con perros y flechas; lo lanza- daron animales en forma de
ron al pozo lleno de serpientes personas para matarnos, pero
y escorpiones, y sin embargo el Am Israel sigue con vida. Am
Yosef quedó con vida Israel Jai Vekayam

116
LIBRO

BERESHIT
Yosef Am Israel
El Am Israel fue apartado de la
Lo vendieron como esclavo
Tierra Prometida para ser ale-
para alejarlo de su padre
jado de Dios, nuestro Padre

El Am Israel también ha sufri-


Yosef pasó de mano en mano,
do muchas diásporas (Babilo-
de los yishmaelim a los merca-
nia, Persia, Grecia, Roma, etc.),
deres, de éstos a los midianim,
hasta que ahora está esparcido
y luego a Potifar
por todo el mundo

Cuando estuvo fuera de su También a los judíos les ha ido


casa, a Yosef le fue muy bien muy bien económicamente en
en el trabajo, pero la mujer de la diáspora, pero enfrentan el
Potifar intentó seducirlo todo problema de la asimilación, la
el tiempo que los seduce todo el tiempo

El Am Israel es acusado cons-


Yosef fue acusado falsamente
tantemente por todo el mun-
por la mujer de Potifar, sin que
do, en los periódicos, la radio y
nadie abogase por su rectitud,
la TV, por supuestos asesinatos
y fue enviado a prisión
y robos

También el Am Israel se ha ca-


En la prisión se reveló la iden-
racterizado por conocer todo
tidad de Yosef. Tras ser aver-
lo oculto, en especial hoy,
gonzado y despreciado, se le
cuando se descubren nuevos
consideró un sabio y un pro-
conocimientos y tecnologías
feta, porque sabía interpretar
que nosotros conocíamos des-
sueños
de hace más de dos mil años

117
LIBRO

BERESHIT
Yosef Am Israel

También nosotros hemos so-


Yosef pasó en total doce años
brepasado todos los límites y
en prisión y ni siquiera la luz
todavía no vemos el fin de esta
del sol pudo ver
larga diáspora

Israel se preocupa hoy por ter-


minar con sus sufrimientos,
tratando de hacer la paz con los
árabes, confiando en los nor-
Yosef fue castigado con dos teamericanos o manteniendo
años más de prisión por haber buenas relaciones con los eu-
confiado en el copero, que dijo ropeos, en lugar de preocupar-
que iba a sacarlo de la cárcel, se por hacer la paz con Dios,
en lugar de rezar a Dios para confiar en Él y rezarle para que
que Él lo sacara haga un milagro y nos ilumi-
ne en esta oscuridad. Sólo des-
pués, si quiere esforzarse por
tener buenas relaciones con to-
das las naciones, podrá hacerlo

Israel debe rezarle a Dios para


Después, lo único que Yosef
que lo salve de esta prisión de
hizo fue rezar a Dios con todas
la diáspora, y que nos redima
sus fuerzas de esta prisión
con el Mashíaj

118
LIBRO

BERESHIT
Yosef Am Israel

Un día se despertó Yosef aver-


gonzado, acabado, triste, y de
repente fue llevado ante el Fa- El Am Israel será redimido de
raón. Ese mismo día se convir- la misma forma, sin aviso. De
tió en el Virrey de Egipto. En la repente, el Rey nos llamará a
mañana desayunó en la cárcel todos y ese mismo día nos con-
y al mediodía estaba comien- vertiremos en gobernantes del
do en el palacio. La noche an- mundo, y nuestra historia ha-
terior había dormido en el sue- brá cambiado por completo y
lo y esa noche durmió en una para siempre
de las habitaciones más lujosas
de todo Egipto

Yosef recibió a toda su fami- Es señal de ese gran momen-


lia hambrienta, compuesta por to en que el Mashíaj reunirá a
setenta personas en total y los todos nuestros hermanos dis-
alimentó con pan y mucha persos en las setenta naciones
abundancia y los bendecirá infinitamente

119
LIBRO

BERESHIT
Una parte de la historia de Am Israel ya se cumplió, otra está cum-
pliéndose y otra está por cumplirse. Lo único que nos queda es rezar
ahora, en el presente, y suplicar porque llegue pronto la redención
al Pueblo de Israel.

Había una vez un rey que se enfureció con su hijo y lo expulsó del
palacio, a un bosque. Al pasar los años, el rey se apiadó de su hijo
y le mandó una paloma mensajera con una nota que decía: “Hijo
mío, pídeme lo que quieras y te lo concederé”. El hijo escribió en
el anverso de la nota: “Me falta una pasta de dientes y un cepillo”.
Cuando el rey leyó la nota, se puso a llorar y dijo: “No puede ser que
mi hijo sea tan tonto. Si me hubiera pedido volver a casa, habría re-
cibido eso y mucho más”.

Nosotros pedimos a Dios riquezas, salud, hijos o paz en el hogar.


¿Por qué no pedimos con todo nuestro corazón la Geulá (Reden-
ción)? Con ella conseguiremos todo eso y mucho, mucho más.

Debemos aprender de esta Parashá cómo será la historia del Am Is-


rael, con la conciencia de que un buen día se cambiarán los papeles
para bien, como ocurrió a Yosef. Hay que esperar en cualquier mo-
mento, diariamente, la redención. Y como llegará de improviso, es
mejor que estemos limpios de cuentas pendientes, para así tener el
mérito de recibir al Mashíaj.

Que sea la voluntad de Dios mandarnos la redención pronto en


nuestros días, a fin de acabar con nuestros sufrimientos y nos ilumi-
ne en esta oscuridad. Amén.

120
LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYIGASH
LAS PRUEBAS

T odos los años, cada vez que llego a esta Parashá, me hago tres
preguntas. Son cuestiones que cualquiera interesado en enten-
der bien la Parashá se ha hecho.

La primera pregunta es: ¿cómo Yosef pudo ser tan vengativo? De ésta
se derivan otras, como: ¿dónde quedó la Torá que le enseñó su padre
y la piedad hacia sus hermanos? ¿No fueron ellos, indirectamente,
los causantes de su nueva posición social? Cierto, ellos también se
comportaron de manera injusta, pero, ¿no está escrito en la Torá
“No te vengarás”? Es seguro que eso les enseñó su padre, Yaakov.

La segunda pregunta es: ¿por qué Yosef, después de tantos años en


el poder, no tomó un caballo y fue a casa de su padre, para así ale-
grarlo? La pregunta derivada de ésta es: ¿podríamos decir que su
venganza fue más importante que su padre?

Y la tercera pregunta es: ¿Yosef realmente amaba a sus hermanos o


no? Por un lado, se distanció de ellos y, por otro, lloraba como un
niño al extrañarlos. Y aun cuando llegó Binyamín, en vez de abra-
zarlo y besarlo decide controlarse, e incluso lo conserva como escla-
vo. ¿Acaso Binyamín le hizo algo?

Para contestar estas interrogantes, debemos primero recordar que


uno de los atributos de Dios es la justicia, el cual consiste en retri-
buir a la persona de la misma manera en que se comporta.

Por ejemplo, Itzjak encomendó a Yaakov que fuera a Jarán a buscar


a una muchacha para casarse y volver, pero éste desobedeció y se

121
LIBRO

BERESHIT
quedó allá durante veintidós años. Esa desobediencia se retribuyó
a Yaakov con su hijo Yosef, cuando se separó de él durante 22 años.
También Yaakov engañó a su padre al ponerse encima pieles de chi-
vos y hacerse pasar por Esav. Luego sus hijos le llevaron las ropas de
Yosef manchadas con sangre de chivo.

La historia se repite muchas veces en la Torá. La pregunta es: ¿por


qué Dios hace las cosas así?

El motivo es que Dios quiere que hagamos teshuvá (que nos arrepin-
tamos) por todos nuestros errores. Pero a veces simplemente ocu-
rre que no sabemos que está prohibido hacer algo, y por eso Él nos
manda un recordatorio.

Yosef, que ya sabía esta lección, estaba atento a cualquier señal que
le mandara Dios, ya que él vivió en carne propia esa forma de actuar
de Dios. Por ejemplo, cuando acusó ante Yaakov a sus hermanos de
comer carne sin Shejitá, vio cómo ellos hacían Shejitá a un animal
y manchaban con sangre su túnica para luego llevarla a su padre.
Cuando los acusó de que se decían unos a otros “hijos de esclavas”,
él mismo fue vendido como esclavo. Por acusarlos de pecar con mu-
jeres prohibidas, la esposa de Potifar, una mujer prohibida, intentó
seducirlo. Fue sentenciado a diez años de cárcel por hablar mal de
sus diez hermanos. Recibió dos años más de encierro por haberle
dicho dos palabras de más al copero para que lo sacara: “Acuérdate
y recuérdame”.

De esta forma, Yosef aprendió a captar los mensajes de Dios y em-


pezó a hacer teshuvá por todos sus errores.

Cuando vio a sus hermanos de nuevo, creyó que todavía pensaban


que habían hecho bien al haberlo vendido. Por eso, con la ayuda de
Dios, preparó una estrategia única para lograr que hicieran teshu-

122
LIBRO

BERESHIT
vá, pero una consciente y no obligada por la situación. No quería
obligarlos a arrepentirse revelando su identidad, pues ellos jamás lo
hubieran hecho.

Por eso Yosef escondió ese amor tan grande por sus hermanos y
puso en marcha la estrategia de las insinuaciones.

Primero los acusó de espías y sus hermanos no entendían por qué


el rey de Egipto lo hacía de esa forma tan extraña. Al recordar, se
dieron cuenta de que una vez acusaron a su hermano Yosef de espía
y que quisieron matarlo por eso, cuando en verdad iba solamente a
repartirles comida. En ese momento empezaron a arrepentirse de lo
que le habían hecho.

Luego, los encerró tres días. En el calabozo se preguntaban por qué


en un calabozo y por qué ese tiempo. Recordaron luego que hicie-
ron tres cosas a Yosef: lo desnudaron, lo arrojaron al pozo y después
lo vendieron. Ahora ellos estaban en un calabozo por haber metido
a Yosef en un pozo.

En ese momento, todos empezaron a confesar sus errores y admi-


tieron que eran culpables de los sufrimientos de Yosef, ya que no
quisieron escucharlo cuando suplicó que lo ayudaran. Aceptaron
que debían haberlo escuchado y no lanzarlo al pozo, y que hubiera
sido mejor dejarlo afuera para después venderlo.

Reubén dijo que todos estaban equivocados, que el asunto se veía


más serio de lo que era. “El que propuso lanzarlo al pozo fui yo y no
ustedes; por eso, a mí corresponde recibir el castigo. Pero, ¿por qué
también ustedes fueron castigados? Si es por vender a Yosef, entonces
yo no debo ser castigado, puesto que yo no estaba presente en ese
momento. Si todos estamos siendo castigados por igual, seguramente
es por la sentencia de muerte que determinamos para Yosef”.

123
LIBRO

BERESHIT
Al oír esto, Yosef descubrió que el único que se acercaba al arrepen-
timiento verdadero era Reubén, mientras que los demás todavía no.
Por eso continuó Yosef con su estrategia.

Encarceló a Shimón como garantía de que los demás volverían. To-


dos se preguntaban por qué Shimón había sido retenido y el res-
to estaba libre. Entonces recordaron que el primero en proponer la
muerte de Yosef había sido Shimón. Así empezaron a darse cuenta
de que todo lo ocurrido coincidía con el pasado.

El Kli Yakar explica que Yosef no llevó a cabo toda la estrategia y


que Dios también intervino en ella. Cuando Yaakov mandó a sus
hijos a liberar a Shimón, envió también un pequeño presente: “…
un poco de bálsamo, miel e incienso”. ¡Lo mismo que llevaban los
yishmaelim en su caravana cuando compraron a Yosef!

Todas las piezas empezaban a encajar y a formar una imagen no muy


agradable para los hermanos de Yosef, al entender que habían vivido
en la equivocación. Además, el sufrimiento que habían causado a su
padre durante veintidós años resultaba inútil. Ahora veían cómo Dios
estaba mandándoles todas esas señales para que despertaran.

Al final, los hermanos entendieron que habían hecho mal con su


hermano Yosef al sentenciarlo a muerte y al venderlo, y que tam-
bién se habían portado mal con su padre.

Por eso se ofrecieron inmediatamente como esclavos del Rey: supie-


ron que el siguiente paso era que serían vendidos como esclavos, tal
como ellos hicieron con Yosef.

Aquí terminaba la primera parte del plan. Reconocieron el pecado,


pero les faltaba el arrepentimiento. Para esta segunda fase, Yosef ya
tenía preparada la estrategia.

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LIBRO

BERESHIT
El Rambam explica la segunda fase de la teshuvá, el arrepentimien-
to, de la siguiente forma: “Cuando la persona se encuentre en la
misma situación en la que pecó, y se autocontrole y evite pecar, será
entonces cuando verdaderamente demuestre arrepentimiento y, así,
el proceso de teshuvá quedará completado”.

Yosef preparó un gran banquete para todos sus hermanos, pero a


Binyamín, que era el otro hijo de su madre, Rajel, y también muy
querido por su padre, lo sentó a su lado, lo vistió con atuendos es-
peciales y le sirvió más comida que a los demás. Todo eso serviría
para ver si los hermanos mostraban alguna señal de envidia por el
hijo de Rajel, el preferido de su padre, al hacer lo mismo que Yaakov
había hecho con Yosef.

Al final, Yosef escondió su preciada copa en el saco de Binyamín,


lo acusó de ladrón e informó a los demás que se quedaría como
esclavo, y que ellos quedaban libres para irse con su padre. Con
ello quiso ver Yosef si verdaderamente habían hecho teshuvá o no,
ya que cuando lo vendieron a él fueron con su padre a contarle
mentiras.

Al ver Yosef que Yehudá era el primero en defender a Binyamín,


diciendo que él sería el esclavo y no el muchacho, y que después
todos empezaron a suplicar que lo liberara, pues no querían come-
ter el mismo error, no pudo refrenar más el amor que sentía por sus
hermanos y los abrazó. Ya se había dado cuenta de que en realidad
se habían arrepentido de lo ocurrido.

Por eso Yosef no quiso comunicarse con su padre, a fin de que la


estrategia se desarrollara adecuadamente.

En efecto, Yosef amaba a sus hermanos y lo único que quería era


ayudarlos a pagar sus cuentas pendientes con Dios.

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LIBRO

BERESHIT
Jamás buscó venganza, sino que se arrepintieran, para evitar que
fueran juzgados por Dios.

Aprendemos de todo esto que en la vida tenemos que buscar y en-


tender todas las insinuaciones que Dios nos manda, bien para que
corrijamos algún error que cometimos en el pasado y nos arrepin-
tamos, o bien para advertirnos y no caer en el futuro.

También aprendemos que, aun cuando ya hayamos reconocido


nuestros errores y estemos arrepentidos de todo corazón, debemos
superar las mismas pruebas para que nuestra teshuvá sea completa.
Que sea la voluntad de Dios que sepamos interpretar correctamente
las señales que nos manda todos los días, para hacer teshuvá por to-
dos nuestros errores; y que cuando seamos puestos a prueba nunca
tropecemos y que, si caemos, sepamos sobreponernos. Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYIGASH
BUENOS DECRETOS

N uestros Sabios generalmente culpan a Yaakov, a Yosef y al resto


de los hijos de Yaakov de haber provocado nuestra esclavitud
en Egipto.

El Talmud (Shabat 10a) dice que Yaakov amó más a Yosef que al
resto de sus hijos, lo cual provocó envidia entre ellos y, por ende, el
exilio a Egipto.

También está escrito en el Midrash que, debido a que algunos de los


hijos de Yaakov llamaban a sus hermanos “hijos de esclavas”, Dios
optó por mandar a todo el Am Israel como esclavos a Egipto, para
que así no hubiese diferencias entre ellos.

Pero la pregunta que aquí nos hacemos es: ¿por qué se dice que ellos
provocaron el exilio a Egipto, si sabemos que Dios ya había vatici-
nado a Abraham Abinu muchos años atrás que sus descendientes
serían esclavos en esa tierra?

Esta pregunta es también aplicable a todas las profecías que hay en


la Torá, escritas muchos años antes de que ocurriesen esos acon-
tecimientos, y con todo y eso tenemos la tendencia a culpar a esa
generación por tal tragedia.

En la Torá hay muchas insinuaciones sobre la destrucción de los dos


Templos de Jerusalem. Por ejemplo, Shemen Zait Zaj Katit La Maor,
“Aceite de olivos para la Menorá” (Shemot 27:20). La palabra Katit en
hebreo tiene un valor numérico de 830, que equivale a los 410 años que
duró el Primer Templo más los 420 años que duró el Segundo Templo.

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LIBRO

BERESHIT
Entonces, si ya vimos una insinuación, dicha siglos atrás, ¿cómo po-
demos culpar a los de esa generación por la destrucción del Templo
Sagrado?

Para poder responder este tipo de preguntas, debemos entender


cómo funcionan los juicios de los cielos. Y quizá el siguiente ejem-
plo nos ayude a entender mejor este conocimiento.

Una vez, un padre prometió a su hijo que iba a regalarle un juguete;


al día siguiente, el niño no se comportó adecuadamente y el padre
no quiso cumplir lo prometido; pero, por otro lado, tenía que cum-
plirlo. Entonces fue a la tienda y compró el juguete más barato que
había, a fin de cumplir su promesa. (Si hubiese comprado el juguete
más caro, también habría cumplido su promesa.) Es decir, el padre
cumplió su palabra en función del comportamiento de su hijo.

Cuando Yosef encontró la copa en la bolsa de Binyamín tuvo que


esclavizarlo, ya que él les había advertido que eso haría con el cul-
pable; la palabra de un rey no puede ser cambiada. Entonces Yehu-
dá propuso a Yosef que pusiera a Binyamín a hacer algo de poca
importancia y que inmediatamente lo liberara, ya que él no había
especificado tiempo. Yosef no tuvo salida.

Así también ocurre con Dios. Él dijo a Abraham: “Extranjeros serán


tus descendientes, los esclavizarán y los afligirán durante cuatro-
cientos años”. Dividamos este versículo en cuatro partes.

¿Qué significaba “extranjeros”? ¿Cuándo empezaron a contarse los


cuatrocientos años? ¿Desde el momento que Dios lo comunicó a
Abraham o desde el nacimiento de su primera descendencia, es de-
cir, Itzjak? También pudieron empezar a contarse desde que Yaakov
pisó Egipto por primera vez, o inclusive desde que empezó la escla-
vitud de verdad. El hecho es que siempre pueden fijarse los cuatro-

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LIBRO

BERESHIT
cientos años. Dependía de nosotros cuándo echar a correr el cronó-
metro. Igual ocurrió con el grado de esclavitud y de aflicción que
sufrieron. Dios no explicó nada de esto, ya que todo dependía de
nuestro comportamiento.

Al nacer Itzjak, Dios decidió hacer correr el reloj de los cuatrocien-


tos años.

Respecto a lo de extranjeros, Dios decidió hacérselos sentir muy leve-


mente, ya que consideró el buen comportamiento de Abraham, Itzjak
y Yaakov. Aunque vivían en Israel, la tierra, como tal, no les pertene-
cía por completo. Abraham dijo a Efrón: Guer Vetoshab Anoji Ima-
jem, “Extranjero residente seré entre ustedes” (Bereshit 23:4). Itzjak
dijo: Gur Baaretz Hazot, “Extranjero en esta tierra” (Bereshit 26:3).

Respecto a la esclavitud, Yaakov fue esclavo de Labán para casarse


con Rajel y Lea, y la aflicción fue sufrida por todos los Patriarcas
al no tener hijos directamente, sino que tuvieron que rogar mucho
a los cielos para ser padres. Todas nuestras matriarcas eran estéri-
les de nacimiento. Además, Itzjak sufrió muchos años de ceguera y
Yaakov sufrió con Esav, Labán, Diná (cuando fue violada por She-
jem), Yosef y Binyamín.

Pero cuando las tribus empezaron a comportarse mal las unas con
las otras, haya sido por el cariño preferente que sentía Yaakov por
Yosef, o porque empezaron a llamarse “hijos de esclavas” unos a
otros, Dios agravó la interpretación del decreto.

Extranjeros fueron, completamente; salieron de Israel para irse a vi-


vir a Egipto. Antes de esto, por lo menos vivían en Israel.

En cuanto a la esclavitud, Yosef fue el primero en ser vendido como


esclavo y como prisionero; fue él quien más sintió la severidad del

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LIBRO

BERESHIT
decreto. Sufrimiento y aflicción tuvo Yaakov cuando vendieron a
Yosef, cuando detuvieron a Shimón en Egipto y, para terminar, tam-
bién le quitaron a Binyamín.

Cuando los hijos de las tribus de Israel empezaron a desviarse por


completo, hasta el punto de dejar de hacer la circuncisión a sus hi-
jos y creer en otros dioses, con lo que llegaron a cuarenta y nueve
niveles de impureza, Dios decidió elevar al máximo la aflicción, la
esclavitud y todo lo demás.

Fueron extranjeros en tierra extraña, pero incluso indeseados. Está


escrito que los egipcios los veían como espinas. La esclavitud se in-
crementó inescrupulosamente; la aflicción, por lógica, también fue
en aumento: les pegaban, asesinaban a sus hijos recién nacidos, no
les daban paja para fabricar los ladrillos, etcétera.

Por tanto, no es justo culpar a Yaakov, a Yosef, a sus hermanos o al


Pueblo de Israel por el exilio en Egipto, ya que eso había sido pre-
destinado por Dios desde la época de Abraham Abinu (para expiar
el pecado de Adam). Pero sí se les puede culpar por el aumento en
la intensidad de los decretos predestinados.

De aquí entendemos por qué nuestros Sabios culpan a la generación


del Templo por su destrucción. A pesar de que la destrucción ya ha-
bía sido prevista por Dios miles de años antes, la intensidad del he-
cho sí dependía de esa generación. Por eso está escrito en el Talmud
que el Primer Templo fue destruido por el asesinato, el incesto y la
idolatría, y que el Segundo Templo cayó por el odio gratuito entre
los judíos de esa época.

En resumen, cuando Dios decreta algo, por ejemplo, buena parna-


sá, o salud o paz, el día en que Él va a ejecutar ese decreto se fija en
nosotros y analiza bajo qué criterios nos dará lo que merecemos.

130
LIBRO

BERESHIT
Digamos que decretó una buena parnasá y ese día decide darnos
$1000; para los ricos, esa cantidad tal vez no sea una buena parna-
sá, y para un pobre quizá sea mucho.

Todo es relativo. Digamos que a alguien se le decreta buena salud.


¿Significa que jamás será internado en una clínica o que tendrá un
solo resfriado al año?

Para determinar la intensidad del decreto, Dios espera hasta el últi-


mo instante, usando su atributo de justicia o el de misericordia.

Por eso debemos siempre comportarnos correctamente y servir a


Dios día y noche, a fin de que nos decrete sólo buenos designios y
que los lleve a cabo en su máxima expresión. Si llegare a decretarnos
designios no tan buenos, que Dios nos permita no sentirlos. Amén.

131
LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYJÍ
LA ALEGRÍA

H ay una sola cosa que todo el mundo busca diariamente. Jó-


venes, adultos, ancianos, hombres y mujeres, todos buscan
estar alegres. Sin embargo, algunos días no estamos alegres. ¿Por
qué? Es muy sencillo: a veces, por detalles insignificantes de la vida,
perdemos la alegría. Quizá perdimos un poco de dinero o nos due-
le algún miembro del cuerpo, y eso basta para que no estemos dis-
puestos a sonreír.

En esta Parashá nos daremos cuenta de que la alegría es tan importante


que no vale la pena perderla por tonterías o por pequeñas discusiones.

Generalmente, cuando estamos contentos, sentimos cómo Dios está


con nosotros y cómo nosotros estamos con Dios. La mejor prueba
es Yaakov Abinu, quien estuvo triste durante los veintidós años que
desapareció su hijo Yosef. Durante esos años el Rúaj Hakodesh (ins-
piración divina) se apartó de él. Sólo cuando supo que Yosef estaba
vivo retornó la alegría a él y, por ende, la inspiración divina también
volvió. Vatejí Rúaj Yaakov, “Y revivió el espíritu de Yaakov”, explica
el Midrash Hagadol (47:27).

Y así también se explica en Bereshit Rabá (96) el motivo principal


de que la profecía en Yaakov fuera interrumpida por segunda vez,
cuando antes de morir intentó revelar el futuro a sus hijos: vio pro-
féticamente la asimilación de su descendencia, lo cual le causó una
enorme tristeza que le impidió seguir profetizando.

Cuando Yaakov estaba triste, de inmediato Dios se apartaba de él y


no le mandaba más señales ni le revelaba lo oculto, y le retiraba el
don de la profecía.

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LIBRO

BERESHIT
Por eso nuestros profetas caminaban con música. Vehayá Kenaguen
Hamenaguén Vatehí Alav Yad Hashem, “Y fue cuando los músicos
tocaban y el profeta se inspiraba” (Melajim, Reyes, II, 3:15).

Está escrito en el Talmud (Pesajim 113a) que el Rey David, antes de


sentarse a escribir los salmos, se ponía a tocar su arpa, esperando
que la inspiración divina llegase a él.

Por ello está escrito en los Salmos: Mizmor LeDavid, “Canción


para David”, LeDavid Mizmor, “Para David esta Canción”, o a ve-
ces Lamenatzeaj Binguinot, “Al que triunfa con melodías”. Todas
estas expresiones iniciales de los salmos nos indican que eran mo-
mentos en que David tenía que despertar la alegría en él, median-
te una canción o alguna melodía, para inspirarse lo suficiente y
escribir los salmos. Sin embargo, cuando no requería de algún ins-
trumento musical para despertar esa alegría interna, ya que estaba
muy alegre, escribía sus salmos sin ninguna introducción: Tefilá
LeDavid, “Oración de David”. Pero en aquellos días en que verda-
deramente se encontraba muy triste utilizaba muchos instrumen-
tos y canciones para inspirarse, y escribía otra introducción al sal-
mo: Lamenatzeaj Mizmor LeDavid, “Al que triunfa, canción para
David”. De aquí aprendemos que cuando estamos alegres Dios
está con nosotros.

Una vez preguntaron al Rabino Itzjak Luria (el Arizal) cómo hizo
para llegar a descubrir secretos cabalísticos tan profundos. El moti-
vo era la alegría que le daba estudiar Torá o el Zohar, y al hacer cada
mitzvá en el día.

En el Talmud (Shabat 30b) está escrito que Rabá contaba alguna


anécdota graciosa a sus alumnos antes de empezar la clase de Torá.
Rashí explica que lo hacía para abrir los corazones de sus alumnos
a fin de que entendieran con facilidad la Torá.

133
LIBRO

BERESHIT
La condición para recibir cualquier mensaje de Dios, bien sea me-
diante profecía o una voz que baje de los cielos, o por medio de un
sueño, es estar alegre.

Además, en el Talmud (Shabat 30b) está escrito que cuando vamos


a dormir con alegría en el corazón tendremos un buen sueño. Rashí
explica qué quiere decir “tener un buen sueño”: no es cuando soña-
mos que somos millonarios o algo por el estilo, sino cuando recibi-
mos mensajes de los cielos.

Con base en todo esto, el único medio de estar apegados a Dios y de


que Dios esté apegado a nosotros es la alegría, pero no la obtenida
por el alcohol o las dogas, sino la espiritual, interna y profunda.

En el momento que nos comunicamos con Dios, en la Tefilá, es ne-


cesario que estemos muy alegres. Como se dice en el Talmud (Bera-
jot 31a), la persona no puede rezar si no está alegre.

Esto se refleja en nuestra Parashá, cuando Yaakov desea bendecir a


los hijos de Yosef. Kaj Na Elai Vabarejem, “Tráelos, por favor, hacia
mí, y los bendeciré” (Bereshit 48:9). Al final no pudo bendecirlos,
ya que Yosef se los sacó de sus rodillas y después los llevó de nuevo
para que fueran bendecidos por Yaakov. ¿Por qué? ¿Qué pasó en ese
momento que los apartó de Yaakov? De acuerdo con los midrashim,
en ese momento ocurrió algo muy curioso. En Rashí y en el Mi-
drash Piska Rabati dice: “Cuando Yaakov quiso bendecirlos, vio por
inspiración divina que en el futuro saldrían de esos hijos de Yosef
dos personas no muy gratas para Yaakov, como lo fueron Yerobam
Ben Nebat y Yahu Ben Namshi. Por eso Yosef los apartó de Yaakov,
quien se entristeció en ese momento”.

Pero antes de llevar a sus hijos de vuelta para que fueran bendeci-
dos, Yosef preguntó a Yaakov por qué se fijaba en los descendientes

134
LIBRO

BERESHIT
idólatras y le dijo que mejor se fijara en Yehoshúa Bin Nun, quien
sería el líder del Am Israel después de la muerte de Moshé Rabenu.
En ese momento, Yaakov se alegró de nuevo y pudo bendecir a los
hijos de Yosef.

Por eso nuestros Sabios, al determinar el orden del rezo, colocaron


antes de la Amidá los salmos que alaban a Dios y alegran a la perso-
na, e inclusive la canción que entonaron Bené Israel en la división
de las aguas del Mar Rojo, porque no se puede llegar ante Dios con
tristeza, sino con alegría, para asegurarse de que las plegarias serán
recibidas.

La alegría nos ayuda en el ámbito espiritual, pero también en el ám-


bito material. Hay personas que curan a otras con terapia de risas.
Esto se evidencia en nuestra Parashá cuando Yosef es llamado por
su padre, quien está a punto de morir y le hace prometerle que lo
enterrará en la Tierra de Israel, junto a su esposa y sus antepasados.
En ese momento, Yaakov se alegró y empezó a sentir mejoría y, de
hecho, pudo vivir muchos años más.

El Gaón de Vilna decía que, aunque la persona enfermara por una


epidemia, la alegría la eliminaría.

También el éxito económico depende de la alegría. Así está escrito


en el Pirké Avot: “¿Quién es rico? El que se alegra [con su porción]”.
¿Qué tiene que ver la alegría con la riqueza? Lo entenderemos con
una historia. Había una vez un hombre que estaba todo el día triste
por ser pobre. Era empleado de una tienda, pero por trabajar con
tristeza hizo que la calidad y la cantidad de su labor disminuyeran.
Cuando su jefe vio esa actitud, decidió bajarle el sueldo. Al ver el
hombre que le habían bajado el sueldo, se puso más triste aún. Por
ello menos ganas de trabajar tuvo y su jefe más le bajó el sueldo,
y así sucesivamente, hasta que un día llegó a la tienda un hombre

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LIBRO

BERESHIT
rico que le regaló un lingote de oro y le dijo que no lo utilizara en
ese momento, sino sólo en una situación de extrema necesidad. El
hombre y su esposa se alegraron muchísimo y ambos empezaron
a trabajar con alegría. En la tienda empezaron a subirle el sueldo,
cada vez más, hasta que también se hizo millonario. Un día, mos-
tró a toda su familia el lingote de oro y les dijo que por el mérito del
mismo se había hecho millonario. Uno de los familiares tomó el
lingote y se dio cuenta de que en verdad no era de oro, sino que era
un pedazo de hierro cubierto de pintura dorada. Al voltearlo, leyó
una inscripción que decía: “¿Quien es rico? Aquel que se alegra con
lo que tiene” (Pirké Avot 4:1).

Por eso, ahora que sabemos que nuestro éxito espiritual y económi-
co, nuestra salud y nuestra vida toda dependen de la alegría, ¿per-
mitiremos que por insignificancias o discusiones nuestra alegría se
pierda? En especial en Shabat, el día que más estamos cerca de Dios,
debemos sentarnos a la mesa, cantar y disfrutar cada momento, por-
que de ahí obtenemos la energía para trabajar el resto de la semana.
Que sea la voluntad de Dios que estemos siempre alegres y que por
ese mérito sus bendiciones lleguen a nosotros con abundancia.
Amén.

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LIBRO

BERESHIT
Parashat VAYJÍ
VIDA ETERNA

C uando era pequeño, escuché de un rabino que todo el Libro de


Bereshit refleja la vida de la persona en este mundo.

La primera Parashá es Bereshit, “En el principio”. Cuando la perso-


na nace está en el principio de su vida.

La segunda Parashá es la de Nóaj. La traducción de la palabra Nóaj


al castellano puede ser Noé, o “descanso”, porque los bebés pasan
todo el día descansando.

La tercera Parashá es Lej Lejá, “Te irás”. Es cuando el bebé empieza


a dar sus primeros pasos.

La cuarta Parashá es Vayerá, “Y vio”. Cuando el bebé ya camina,


empieza a ver el mundo.

La quinta Parashá es Jayé Sará, “La vida de Sará”. Llega la edad de


buscar a una pareja y casarse.

La sexta Parashá es Toledot, “Descendencia”. Después del matrimo-


nio vienen los hijos.

La séptima Parashá es Vayetzé, “Y salió”. El hombre sale a la calle a


buscar el pan de cada día.

La octava Parashá es Vayishlaj, “Y envió”. Los padres mandan a sus


hijos a estudiar a la yeshivá y al colegio.

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LIBRO

BERESHIT
La novena Parashá es Vayeshev, “Y se asentó”. Después llega la vejez,
cuando la persona se encuentra reposando la mayor parte del tiempo.

La décima Parashá es Miketz, “Al final”. Representa el momento en


que finalizan los días de la vida de la persona.

La decimoprimera Parashá es Vayigash, “Y se presentó”. Es cuando


la persona se presenta ante Dios en el juicio de su vida.

La decimosegunda Parashá es Vayjí, “Y vivió”. Al finalizar el juicio,


la persona es invitada a vivir la vida eterna en el Gan Eden.

En resumidas cuentas, nuestra vida está plasmada en el Libro de Be-


reshit. ¿Cómo llegamos a esa vida eterna de Vayjí?

Dios nos dio algunas cualidades que nos ayudan a encontrar ese te-
soro tan preciado como lo es el Gan Eden y también nos dio algunos
defectos que debemos dominar para que no nos eviten llegar allá.

Precisamente debido a esos defectos, esas malas cualidades, tendre-


mos el mérito de llegar al Gan Eden, pues si no tuviéramos nada
por qué esforzarnos, ¿qué méritos tendríamos para poder entrar al
Gan Eden?

Por ejemplo, en un partido de futbol dos equipos de once jugado-


res cada uno luchan por meter goles, lo que hace interesante el en-
cuentro. Pero si hubiera sólo un equipo, no tendría ningún caso ver
cómo meten goles.

Así también ocurre con cada uno de nosotros. Somos los capitanes
del equipo; contamos con varios jugadores más, que son nuestras
buenas cualidades, las que nos ayudarán a vencer al “equipo rival”
formado por las malas cualidades. A veces ese equipo no nos deja

138
LIBRO

BERESHIT
avanzar, y no sólo eso, sino que nos “mete goles” y gana el “partido”.
En nuestra Parashá, la Torá nos revela cómo debemos manejar las
malas cualidades.

Yaakov Abinu, antes de morir, reprochó a sus hijos por su conducta,


en especial a los tres mayores, Reubén, Shimón y Levy, y dijo a Shi-
món y a Levy que eran peligrosos.

Shimón tenía la mala cualidad de incitar a las personas a hacer el


mal; por ejemplo, convenció a Levy de ir a matar a los hombres de la
ciudad de Shejem por haber violado a su hermana Diná. También fue
el primero en tratar de convencer a sus hermanos de matar a Yosef.

Levy se caracterizó por ser amante de la sangre. Siempre llevaba un


cuchillo en la mano y fue el que realizó la matanza en Shejem sin
ningún miramiento.

Pero Yaakov, cuando les reprochó, también les insinuó que estarían
repartidos en la Tierra de Israel. Dijo a Shimón que sería maestro y
a Levy que sería sacerdote en el Templo.

¿Por qué Yaakov dijo eso a Shimón, quien desviaba a la gente del
camino recto, y a Levy, al que le gustaba pelear?

La Guemará explica que, cuando alguien tiene gusto por la sangre


al haber nacido bajo la influencia del planeta Maadim (Marte) debe
ser shojet, mohel o médico, y jamás opacar su cualidad, sino utili-
zarla para bien (Shabat 156a).

Los descendientes de Shimón estuvieron esparcidos por todo Israel


y fueron maestros; utilizaron para el bien esa cualidad de conven-
cimiento. En lugar de desviar a los que iban por el camino recto,
ahora encauzaban a los desviados hacia el buen camino.

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LIBRO

BERESHIT
Yaakov dijo a Levy que sería sacerdote, ya que al gustarle tanto la
sangre debería ofrecer diariamente sacrificios de animales a Dios.
Así, esa cualidad negativa estaría encaminada a un buen propósito.
Pero hay malas cualidades que no pueden ser bien encaminadas.
Por ejemplo, Yaakov dijo a Reubén, quien era muy impulsivo, que
debería cambiar su actitud por completo. Lo comparó con el agua,
que va según la corriente, sin detenerse a pensar por un momento
hacia dónde dirigirse. Sólo hasta después de actuar pensaba si había
hecho bien o no.

Esto nos enseña que debemos saber qué cualidades dirigir hacia el
bien y cuáles desechar por completo.

Así hizo Yosef, quien tenía la mala cualidad de chismosear acerca


de lo que hacían los demás, como lo dice la Torá: Vayabó Yosef Et
Dibatam Raa El Abihem, “Y Yosef habló mal de sus hermanos a su
padre” (Bereshit 37:2). Pero supo anular por completo esa mala cua-
lidad. Dicen nuestros Sabios que, durante esos diecisiete años que
compartió con Yaakov en Egipto, Yosef tenía miedo de quedarse
a solas con él mucho tiempo, pues quizá le preguntara qué había
pasado aquel día en que desapareció de la casa paterna, aunque
Yaakov tenía una idea.

Esa mala cualidad de hablar mal de los demás no hace ningún bien y,
por tanto, hay que anularla. Igualmente, debemos eliminar el orgullo
y la ira. Lo único que hay que conservar es el orgullo de ser judío.

En resumen, debemos analizar cada cualidad que tenemos y, si son


buenas, hay que aprovecharlas al máximo. Pero si son malas, debe-
mos primero ver si podemos utilizarlas para bien, y si no, anularlas.
En caso de que no sean buenas ni malas, entonces hay que darles el
uso correcto. Por ejemplo, la flojera nos sirve para no cometer peca-
dos, pero debemos ser activos para servir a Dios. Debemos sentir

140
LIBRO

BERESHIT
tristeza por los pecados que cometimos, y alegría por las mitzvot
que realicemos; sintamos envidia por los que estudian Torá y no por
los que pecan; tengamos pasión por llegar al Mundo Venidero y no
por el dinero; deseemos terminar de estudiar algún día el Talmud,
el Jumash (Pentateuco) o la Mishná, pero no por recibir una por-
ción mayor de carne o de pollo.

Solamente con el uso adecuado de nuestras cualidades lograremos


llegar a la vida eterna.

Que sea la voluntad de Dios que derrotemos al equipo rival de las


malas cualidades metiéndoles muchos goles y que recibamos aplau-
sos, medallas, trofeos y honores, pero nada más y nada menos que
del Rey de Reyes. Amén.

141
Libro
Shemot

142
LIBRO

SHEMOT
Parashat SHEMOT

LA AUTOESTIMA

U na de las mejores cualidades que podemos tener es la humil-


dad. Pero debemos saber que cierto tipo de humildad está pro-
hibida y es peligrosa. En esta Parashá veremos cómo Dios reprocha
a Moshé por poseerla.

Cuando Dios se reveló a Moshé en la zarza, entablaron un diálogo


que demoró siete días. Dios decía a Moshé que era el más prepara-
do, el más apropiado, el escogido para ser el salvador del Am Israel.
Moshé era muy humilde por naturaleza. Vehaish Moshé Anav Meod,
“Y Moshé era muy humilde” (Bamidbar, Números, 12:3). Por eso
argumentaba que él no era el apropiado para cumplir tal misión, ya
que era un simple pastor de ovejas y, además, tartamudo, pero que
Aharón sí podía realizar tal encargo.

Al principio, esa actitud de humildad de Moshé agradó a Dios, pero


cuando Moshé empezó a insistir, día tras día, en que él no era na-
die, Dios se enfureció con él (Vayijar Af Hashem BeMoshé, “Y Dios
se enfureció con Moshé”, Shemot 4:14), ya que hay un límite para
todo y también para la humildad.

Hay una humildad positiva y la que utiliza el Yetzer Hará (instin-


to del mal) para hacernos sentir que no somos nadie en el mundo,
para bajarnos la autoestima y los ánimos. Por supuesto que tenemos
prohibido poseer esa humildad.

También en la haftará de este Shabat vemos cómo Dios escoge a Yir-


miyahu como profeta. La reacción de Yirmiyahu fue: Ahha Hashem,

143
LIBRO

SHEMOT
“¿Es cierto, Dios?”. Estaba sorprendido, ya que ni siquiera una clase
de Torá sabía transmitir. Hine Lo Yadati Daber, “Es que no sé ha-
blar”. Mucho menos iba a transmitir una profecía. Además, dijo a
Dios Naar Anojí, “Soy muy joven”, y por tanta humildad hasta pen-
saba que era mentalmente inmaduro para asumir ese cargo. Dios le
dijo que no se menospreciara diciendo que era muy joven, ya que
eso podría ser utilizado por el Yetzer Hará como instrumento para
reducir su autoestima y para quitarle las ganas de hacer algo grande
en la vida atacando su moral.

Leí una vez en un libro llamado Lekaj Tov la siguiente explicación.


Uno de los muchos motivos por los que el Arca Sagrada, que era de
madera, estaba cubierta de oro por fuera y por dentro es porque la
persona, en su esencia, debe ser humilde como la madera, pero por
fuera debe verse como el oro, para que la gente la respete a ella y a la
Torá que representa. También por dentro debe ser de oro, para que
esté motivada todo el tiempo a seguir adelante en la vida sin bajar
su autoestima (Lekaj Tov 190).

Por eso, cuando Dios decidió enviar la Torá a la tierra, buscó prime-
ro un lugar apropiado para hacerlo. No quiso darla en la montaña
más alta del mundo, porque representa el orgullo. Y tampoco quiso
darla en un valle, pues quien piense que puede llegar a ser un sabio
estando por debajo de las demás personas jamás lo logrará, ya que
necesita un poco de respeto y estima por sí mismo. Por eso Dios
escogió al Har Sinaí (el Monte Sinaí) como representación de la au-
toestima y de la humildad, que son dos conceptos diferentes y que
no debemos confundir. Podemos ser humildes, pero nuestra auto-
estima debe ser muy alta.

En hebreo, las palabras Anav y Avón (“humildad” y “pecado”) se


escriben con las mismas letras para enseñarnos que a veces la hu-
mildad es un pecado cuando la llevamos al extremo.

144
LIBRO

SHEMOT
Toda persona debe elevar sus ánimos, cubrirse de oro internamente
y decirse que sí puede hacer las cosas, que sí va a llegar a ser alguien
importante en la vida.

En el Talmud (Berajot 4a) está escrito que el Rey David sentaba a Me-
fidoshet (un gran rabino de su época) a su lado en las clases de Torá
que aquél impartía. El motivo era para que lo corrigiera en caso de
que se equivocara. Entonces, ¿por qué Mefidoshet no era el que im-
partía las clases? La respuesta es que David quería escalar niveles en
su vida y si no intentaba dar clases jamás empezaría esa gran misión
de enseñar. Aunque al principio se equivocaba, finalmente lograba
dar clases únicas en su estilo, con bastante contenido y profundidad.

Igualmente, todos nosotros debemos sentir que sí podemos. No de-


bemos dar al Yetzer Hará la sensación de que no somos nada, y en-
cima disfrazarlo con que somos humildes.

Cuando una persona dice a otra: “Haz teshuvá, estudia Torá, im-
parte clases de Guemará, escribe un libro o abre una yeshivá” (cada
uno según su nivel), su primera reacción es: “¿Quién, yo? ¡Hay me-
jores que yo!”. No olvidemos cómo reaccionó Dios con Moshé y con
Yirmiyahu al menospreciarse ellos mismos.

Al principio es correcto actuar de esa manera, pero después, cada


vez que surja la pregunta de “¿Quién, yo?”, digamos: “¡Sí, yo! ¡Hay
mejores que yo! Pero cuando yo trate, ¡no habrá mejores!”. Sólo
cuidémonos de no llegar al extremo de autoengañarnos con estas
reacciones todo el tiempo.

Aprendamos del Rey David, quien al principio tuvo un supervisor


en sus clases; empecemos a estudiar Guemará y no pensemos que
“no tenemos cabeza” para estudios tan profundos, porque para es-
tudiar las cosas que sí nos interesan somos los más destacados.

145
LIBRO

SHEMOT
Es importante no olvidarnos de ser humildes, pero olvidémonos
de esa humildad que nos lleva a la falta de autoestima. Por eso está
escrito en la halajá que la persona debe negarse a ser Shaliaj Tzibur
(Jazán) las primeras dos veces seguidas que se lo ofrecen, pero que
a la tercera debe aceptar. Todos somos capaces de hacer cosas inima-
ginables, como leer la Parashá, ser Shaliaj Tzibur, etc. Solamente ne-
cesitamos elevar nuestra moral y de esta forma saldremos adelante.
Que sea la voluntad de Dios que nos ayude a crecer y a escalar nive-
les, y que no digamos al mundo que no podemos, sino que, por el
contrario, digamos que sí podemos, porque solamente así sabremos
explotar al máximo esas fuerzas ocultas, que ni nosotros mismos
conocemos. Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat SHEMOT

UNIÓN Y COMPAÑERISMO

E ntre todo aquello que nos perjudicó como pueblo estuvo el


odio gratuito entre las personas, es decir, las peleas, las dis-
cusiones tontas entre amigos, familiares y comunidades.

¿Qué significa “odio gratuito”? No es lo que todos piensan común-


mente, que es odiar a alguien sin motivo, porque eso es un odio
de locos. Nadie odia a otro porque sí. Estamos hablando del que
tiene una causa, pero que es tan insignificante que no merece ser
considerada.

Si comparamos el odio con el fuego comprenderemos mejor el


daño que nos causamos. Hay dos personas en un barco a mitad
del océano y empiezan a pelear. La única arma que tienen es una
antorcha, con la que cada uno empieza a quemar la cama, las ro-
pas, los libros, etc., del otro. Al final, ¿hay un vencedor? Ambos se
perjudicaron por igual.

Eso lo vimos bien al final de Bereshit, cuando los hermanos de Yo-


sef lo odiaron sin un motivo importante. ¿Cuáles fueron las con-
secuencias? Sufrimiento de su padre, quien estuvo de luto durante
veintidós años; de Yehudá, el que dio la idea de vender a Yosef;
de los hermanos, al ver el fruto amargo de sus acciones; de Yosef,
solitario en Egipto, esclavo, prisionero, pero cuando el amor y la
tolerancia volvieron, todo el panorama cambió; entonces, Yaakov
y Yosef se abrazaron y se besaron. Yosef y sus hermanos también
se abrazaron los unos con los otros. La alegría volvió a ellos.

147
LIBRO

SHEMOT
En nuestra Parashá vemos cómo Moshé Rabenu nace y cómo desde
su niñez se preocupa por sus hermanos esclavizados. Él no se ence-
rró en el palacio del Faraón, sino que se preocupó por el bienestar
de su pueblo. Como nos dice el Midrash Shemot Rabá (5), Moshé
pensó en una táctica y dijo al Faraón: “Para lograr una mejor pro-
ducción, debes dar a los hebreos un día de descanso”. El Faraón le
preguntó: “¿Qué día es mejor?”. Moshé le respondió: “El Sábado”.
Así consiguió que el Am Israel cuidara el Shabat.

Incansablemente buscaba tácticas de convencimiento para que el


Faraón emitiera decretos que beneficiaran a Am Israel. Moshé se
preocupaba tanto por su pueblo que cuando vio que un egipcio gol-
peaba a un hebreo, mató a aquél. También, si veía que dos hebreos
se golpeaban, se preocupaba por reconciliarlos. Moshé amaba real-
mente al Am Israel y la justicia.

En Goshen se encontraba el hermano de Moshé, Aharón, quien


también tenía muy buenas cualidades. Amaba a las personas y le
gustaba que hubiera paz entre ellas, como está escrito en el Pirké
Avot (1:12): “Sé como los alumnos de Aharón; ama la paz y persí-
guela; ama a las personas”. Como es sabido, Aharón corría para ha-
cer la paz entre las personas. Tanto es así, que el día de su muerte,
nos relata el Midrash, ochenta mil jóvenes que se llamaban Aharón
lloraron; eran los hijos de aquellos padres que querían separarse y
Aharón hacía la paz entre ellos, y como recompensa por esa acción
llamaban a sus hijos como él.

Así ocurrió también con la hermana y la madre de Moshé, Miriam


y Yojeved, quienes ayudaban a las mujeres embarazadas a parir. In-
cluso en los días en que el Faraón había decretado matar a los niños
varones recién nacidos, ellas seguían arriesgándose para salvarlos.
Esta familia siempre se preguntaba hasta cuándo Dios permitiría
que siguieran sufriendo y cuándo serían liberados.

148
LIBRO

SHEMOT
Pero un día Moshé recibió la respuesta, cuando intentaba separar a dos
judíos que peleaban, Datán y Abiram, quienes le dijeron: “¿Acaso tú eres
nuestro cuidador? Ya dijimos al Faraón que ayer mataste al egipcio”.

Entonces Moshé entendió que había tanto odio gratuito, tanta riva-
lidad y peleas entre ellos que inclusive acusaban a quien quería ayu-
darlos sabiendo que el Faraón podía matarlo, pero no les importó.
Moshé comprendió así por qué Dios no los liberaba de la esclavitud.
El odio no tiene ningún beneficio a nivel personal ni general.

Por eso, uno de los primeros objetivos que se trazó Moshé, por or-
den de Dios, fue unir al pueblo, a los sabios, a todos, para que des-
pués pudieran ser redimidos.

Y también por eso cayeron las plagas sobre Egipto antes de la salida
del Am Israel, ya que Dios quería que todos los del pueblo se unie-
ran unos a otros. Pero aquellos que vivían en Egipto se trasladaron
de nuevo con sus familias a Goshen, donde no caían las plagas, lo
cual causó mayor unión entre todos. Como sabemos, cuando hay
momentos difíciles todos nos unimos más.

En la plaga de la oscuridad murieron muchos hebreos. ¿Quiénes?


¿Por qué? En un versículo que describe la plaga de la oscuridad en-
contré una similitud con lo que estamos desarrollando aquí: Lo Raú
Ish Et Ajib, “No veía uno a su hermano” (Shemot 10:23), lo cual
significa que Dios dejó morir en Egipto a quienes no pudieron ver
a sus hermanos por tanto odio que les tenían y salieron solamente
aquellos que se unieron y que se amaron unos a otros, los que do-
minaron ese odio gratuito.

A veces nos vemos involucrados en situaciones incómodas con un


amigo, con un hermano o con una comunidad por lo que dijeron, hi-
cieron o dejaron de hacer, las cuales nos llevan a sentirnos molestos

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LIBRO

SHEMOT
con ellos, a discutir con ellos y. al final, sufrimos todos o pecamos.
Y todo por una tontería. No podemos olvidar que a veces nosotros
también cometemos errores, que no nos comportamos con rectitud
o que decimos cosas que no debimos haber dicho; y de seguro no
nos gusta que la reacción de la gente hacia nosotros, por ese error,
sea tan drástica como la que nosotros tenemos. Preferiríamos que
nos entendieran y que nos perdonaran. Entonces, ¿por qué nosotros
no actuamos así con los demás?

El odio acumulado se convierte en una bola de nieve, que crece


mientras va cayendo por la colina.

A lo largo de la historia del Pueblo Judío, al parecer el odio ha sido


el causante de los desastres más grandes que hemos sufrido como
pueblo; muchos sabios afirman que incluso el Templo Sagrado de
Jerusalem fue destruido por odiarnos los unos a los otros.

Pero, por otro lado, si nos fijamos en cuántas cosas buenas hemos
recibido por amarnos unos a otros debemos reconocer que fueron
dones muy importantes, entre ellos lo que nos identifica como ju-
díos, la Torá. Como está escrito: Vayiján Israel, “Y acampó Israel”;
explican los comentaristas, que acamparon como un solo hombre
con un solo corazón, es decir, todos unidos.

Así, pues, nos conviene más alejarnos del odio y apegarnos a la


unión, para que solamente recibamos bendiciones.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a doblegar esas situaciones


incómodas con nuestros hermanos, para que no odiemos a nadie
y que nadie nos odie a nosotros, y que si nos equivocamos en algo
nos perdonen como nosotros a ellos, a fin de tener el mérito de ver
nuestro Tercer Beit Hamikdash reconstruido gracias a la tolerancia
y al amor entre todos, pronto en nuestros días. Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat VAERÁ
EL REZO

D iariamente todo judío reza, aunque sea con brevedad, en la


casa, camino al trabajo o en la sinagoga, para pedir salud, éxi-
to económico, la redención, etc., y todos queremos que el rezo sea
recibido por Dios. Pero, ¿qué debemos hacer para que esto suceda?
¿Cómo logramos que el rezo sea bien recibido por Dios?

Yaakov Abinu nos reveló el secreto. Él asemejó el rezo con un arco


y una flecha. Asher Lakajti Bejarbí Ube Kashtí, “Tomé a la ciudad de
Shejem con mi arco y flecha” (Bereshit 48:22). Onkelus lo traduce al
arameo: Betzalotí Ubautí, “Con mi rezo y con mis peticiones”.

¿Por qué Yaakov asemejó el rezo al arco y la flecha? Porque mientras


más tensemos el arco, más lejos llegará la flecha. Así ocurre con el
rezo; mientras más nos concentremos en el rezo, más lejos llegarán
nuestras peticiones y Dios las escuchará. Cuando no tensamos la
cuerda del arco, la flecha no llega a su objetivo. Si no rezamos como
se debe, jamás llegaremos a ser escuchados por Dios.

Cuando la persona se encuentra en una situación de peligro y reza,


su tefilá se escucha en los cielos porque le nace de lo más profundo
de su ser y de su alma.

Este concepto se halla reflejado en la Torá, con Lot. Abraham Abinu


rezó para que Dios no destruyera a Sodoma y Gomorra; al final su
solicitud no fue escuchada, pues Dios ya había decretado que fue-
ran destruidas Sodoma, Gomorra, Admá, Tzeboyim y Tzoar. Está
escrito que Lot fue llevado por unos ángeles a Tzoar para continuar

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LIBRO

SHEMOT
su camino por las montañas, pero temió por su vida, pues sabía que
Tzoar también sería destruida. Entonces rezó a Dios y Él le informó
por medio de los ángeles que no se preocupara más, ya que Tzoar
no sería destruida.

Dios respondió a Lot y no escuchó a Abraham, pues cuando las


personas se encuentran en peligro, rezan con una concentración
incomparable que sale de lo más profundo de su alma, y por eso
Dios responde inmediatamente. No importa si son Tzadikim (jus-
tos) como Abraham, o no tan justos, como Lot.

En esta Parashá vemos que la tefilá hecha por los Bené Israel en
Egipto ocasionó que Dios adelantara su redención, y que en vez de
sufrir cuatrocientos años de esclavitud sólo tuvieron 210. ¿Quiénes
rezaban? ¿A quién respondió Dios su rezo?

Nuestros Sabios nos relatan que los de la tribu de Levy no estaban es-
clavizados y rezaban por la salvación del Am Israel. Además, también
rezaban los que estaban esclavizados por los egipcios, sufriendo en
sus puestos de trabajo. A ellos escuchó Dios, ya que eran los afligidos
y los que estaban sufriendo y, como sus tefilot (plegarias) fueron he-
chas desde el corazón, entonces les respondió de inmediato.

Esto no quiere decir que Dios nos escucha sólo cuando estamos en
apuros, sino que nos enseña que, lamentablemente, sólo en mo-
mentos de apuro es cuando rezamos con más fe. Si rezáramos todos
los días en que nos encontramos bien igual que en los días que nos
encontramos en apuros, nuestras peticiones siempre serían escucha-
das por Dios.

Por eso, en esta Parashá el Faraón pidió a Moshé, en la plaga del


granizo, que parara de llover para poder liberar a Am Israel. Salió
Moshé de la ciudad para rezar e inmediatamente dejó de caer el gra-

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LIBRO

SHEMOT
nizo. ¿Por qué tuvo que salir Moshé de la ciudad a rezar? ¿Por qué
no se quedó en la ciudad para hacerlo, como en las otras plagas?
El motivo es que, en las otras plagas, él pedía para que fueran in-
terrumpidas al día siguiente. Pero esta plaga era diferente, ya que
tenía que detenerse inmediatamente y para eso tuvo que salir de
la ciudad a concentrarse bien, e incluso, cuando vio desde afuera
el desastre provocado por el granizo, le causó tanto dolor que rezó
desde lo más profundo de su corazón, y Dios le respondió en el
momento.

Asimismo, cuando Moshé se encontraba en la cima de la monta-


ña mientras el Am Israel luchaba contra Amalek, él levantaba los
brazos y su pueblo ganaba, y cuando los bajaba, perdía. De aquí
surgen dos preguntas: ¿por qué subió Moshé a la cima de la mon-
taña? Y, ¿qué relación había en que Moshé alzara los brazos y la
guerra? Primero, cuando veía desde la cima el sufrimiento de sus
hermanos al luchar, rezaba con mucho fervor. Segundo, oraba con
más fervor al sentir él mismo el cansancio y el dolor que sentían
los soldados en la batalla. Por estas dos razones sus oraciones eran
escuchadas.

Por eso dice la halajá en el Shulján Aruj (Or Ajaim 579:1) que en los
Yamim Noraim debemos elegir como Jazán a un hombre casado y
con hijos, y que cuando haya un día de ayuno público para que cai-
gan las lluvias debemos tener como Jazán a un hombre que no sea
rico ni posea muchos bienes (Taanit 15a).

La intención de todo esto es que el Jazán sienta en su propio cuerpo


lo que es estar sin agua y sin comida, a fin de que aprecie la vida, los
niños, etcétera.

Por eso, cuando Moshé fue a Egipto a rescatar a todo el pueblo llevó
a su esposa y a sus hijos, ante lo cual su hermano Aharón le dijo:

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LIBRO

SHEMOT
“Tenemos que sacar a tanta gente y todavía no sabemos cómo ha-
cerlo, ¿y encima traes a más personas? Así que devuélvelos” (Shemot
18:4; y Rashí, en nombre de Mejiltá).

En verdad nos preguntamos: ¿para qué Moshé quiso poner a su fa-


milia en una situación tan indeseable? Porque quería que sus peti-
ciones fueran escuchadas por Dios, quería que salieran de lo más
profundo de su corazón al sentirlo en su misma carne.

Aharón enseñó a Moshé a rezar desde lo más profundo de su corazón


sin sufrir internamente. Ese es el nivel al que todos nosotros debería-
mos llegar: rezar con total concentración por salud, incluso cuando
estamos sanos; por tener éxito económico, incluso cuando nos vaya
muy bien en los negocios. Y así con todas nuestras necesidades.

¿Por qué esperar hasta el último momento, cuando la soga está ce-
rrándose alrededor de nuestro cuello, para rezar bien a Dios?

El Midrash nos dice que fue decretado que todos los que salieron
de Egipto murieran un 9 de Av, cuando volvieron los espías hablan-
do mal de la Tierra Prometida. Pero ese decreto fue cumpliéndose
por etapas; cada año morían quince mil hombres de los seiscientos
mil que salieron de Egipto. Pero el último año, el cuadragésimo,
los últimos quince mil se salvaron del decreto porque rezaron des-
de el principio del año para salvarse y Dios escuchó su solicitud.
Los treinta y nueve años anteriores Dios no los escuchó porque no
rezaban adecuadamente para salvarse. Cada uno pensaba que ese
año tocaba a otros quince mil, no a ellos, y por eso no rezaban con
la concentración adecuada. Sin embargo, cuando quedaron los úl-
timos quince mil, todos sabían que el siguiente 9 de Av morirían y
entonces empezaron a rezar todos juntos con el corazón, y por eso
se salvaron. Dicen nuestros Sabios que si los seiscientos mil hom-
bres, aún en vida, se hubieran reunido para rezar todo el tiempo con

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LIBRO

SHEMOT
la concentración necesaria, todos se hubieran salvado. Por eso está
escrito: Karob Hashem Lekol Koreab, Lekol Asher Yikrauhu BeE-
met, “Dios está cerca de todos los que lo llaman, de todos los que lo
llaman, de verdad” (Tehilim 145).

En el momento en que rezamos debemos estirar bien la cuerda de


nuestro arco, para que la flecha de nuestras peticiones llegue hasta
los cielos y sea bien recibida.

He pensado en una explicación nueva, relacionada con todo lo an-


terior, acerca del diálogo entre David y Yonatán, el hijo del Rey Sha-
úl. David preguntó a Yonatán si su padre Shaúl seguía pensando en
matarlo o ya lo había perdonado. Yonatán respondió: “Lo averigua-
ré y contestaré de la siguiente forma: si lanzo tres flechas muy lejos,
es porque todavía quiere matarte; pero si no, entonces las lanzaré
cerca”. ¿Por qué le dijo que le lanzaría flechas? ¿Y por qué precisa-
mente tres y no una?

Creo que Yonatán quiso insinuar a David que rezara muy fuerte
para que la flecha llegara lejos. Y fueron tres flechas para decirle que
no bastaba con una tefilá diaria, sino que debería rezar Shajrit, Min-
já y Arvit.

Que sea la voluntad de Dios que escuche nuestras tefilot y, a pesar


de que todavía no sepamos rezar desde lo más profundo de nuestro
corazón, que de todas maneras se escuchen en los cielos para bien.
Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat VAERÁ
RECONOZCAMOS EL BIEN

E n todas estas parashiot vemos las diferencias entre el pueblo


egipcio y Am Israel. Los egipcios y el Faraón se caracterizaron
por ser desagradecidos, ya que olvidaron los favores hechos por Yo-
sef cuando interpretó los sueños del Faraón, lo que les proporcionó
riqueza, salvación en los años de sequía, prosperidad y muchas cosas
más. Como la Torá dice: Vayakom Melej Jadash Asher Lo Yadá Et Yo-
sef, “Y se levantó un nuevo rey, quien no conoció a Yosef”, es decir,
no quiso reconocer el bien hecho por Yosef ni agradecer a su pueblo.

Cuando llegaron Yaakov y sus hijos a Egipto la sequía cesó y en vez


de durar siete años duró sólo dos. Ellos trajeron la bendición a Egip-
to y por sus méritos la maldición que había caído sobre esa tierra
fue eliminada. Pero en lugar de agradecerles por eso, los esclaviza-
ron duramente.

Por otro lado, Moshé y el Faraón también fueron muy diferentes.


Moshé no quiso golpear al río Nilo para que se convirtiera en un
río de sangre, sino que encargó a Aharón que lo hiciera porque él
le estaba agradecido por haberlo salvado de la muerte, cuando es-
taba recién nacido, debido al decreto del Faraón. De igual manera,
en la plaga de los piojos pidió a Aharón que golpeara la tierra para
que salieran, porque el polvo de la tierra había ayudado a Moshé a
enterrar al egipcio que había matado y, por tanto, no podía pegarle
(Bereshit Rabá 9 y 10).

La pregunta es: ¿acaso el agua y la tierra sienten cuando les pegan? Segu-
ro que no. Pero Moshé hacía esto para acostumbrarse a ser siempre agra-
decido con todo, con los minerales, con los animales y con las personas.

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LIBRO

SHEMOT
El Midrash Shemot Rabá (4:2) nos relata que Dios dijo a Moshé que
fuera a Egipto a liberar a su pueblo de la esclavitud. Él respondió a
Dios que no podía aceptar esa misión si su suegro no le daba permi-
so, ya que Yitró le había proporcionado casa, comida, vestimenta,
etc., y pedirle permiso era una forma de mostrar agradecimiento
por lo que le había dado.

El Am Israel también posee la cualidad de Moshé y no fue malagra-


decido con los egipcios a pesar del daño que le causaron, a diferen-
cia de los egipcios, que agradecieron los favores que les hicieron los
judíos con torturas, esclavitud y sufrimientos.

Sin embargo, en la Torá dice: Lo Tetaeb Mitzri Ki Guer Haita BeArtzó,


“No despreciarás a un egipcio, porque fuiste residente en su tierra”
(Devarim 23:8). Aun cuando nos hicieron sus esclavos, nos dieron
sufrimientos e incluso asesinaron a muchos de nosotros, nunca de-
bemos olvidar que, cuando estuvimos hambrientos y sin techo, ellos
nos abrieron sus puertas y nos dieron tierras, comida y honores.

Por otro lado, el Am Israel tuvo muchas oportunidades de vengarse


de los egipcios. En la plaga de la sangre, todos los egipcios estaban
sedientos y los judíos, en lugar de dejarlos morir, les dieron a beber
agua cuantas veces quisieron.

Después, durante la plaga de las bestias salvajes, los mismos hom-


bres y mujeres que ahogaron a los hijos de las hebreas en el Nilo
les pidieron que salvaran a sus hijos porque estaban en peligro de
muerte, y las mujeres de Israel aceptaron hacerlo, a pesar del daño
tan grande que ellas les inflingieron.

También al desatarse la plaga del granizo, el ganado de los egipcios


era exterminado y el de los hebreos quedaba intacto. Los egipcios
vendieron temporalmente su ganado a los hebreos para evitar que

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SHEMOT
fuera dañado y, así, parte del ganado de los egipcios se salvó, a pesar
del daño que éstos les habían causado. ¡Qué diferencia tan grande
hubo entre los hebreos y los egipcios!

Luego, en la plaga de la oscuridad, que representó una ocasión única


para que los hebreos pudieran tomar lo que quisieran de los egipcios, ya
que solamente ellos tenían luz, no tomaron nada que no le perteneciera.

En la Havdalá decimos: “Bendito Tú Dios… Quien diferencia entre


Israel y los pueblos”, porque el Am Israel siempre se ha caracterizado
por ser agradecido con quien sea y cuando sea, incluso con los que
le hacen daño. Y desde luego, con aquellas personas que solamente
le hicieron bien reconoció sus bondades y les agradeció.

Nosotros debemos seguir ese camino y agradecer por siempre a nues-


tros padres, por todo el bien que nos han dado desde los primeros
minutos de nuestras vidas; a nuestros familiares, que siempre están
a nuestro lado en momentos de necesidad; a los amigos verdaderos
que también nos ayudan, y al mundo entero.

Pero si hacemos esto con las personas, cuánto más debemos hacer-
lo con Dios, Quien nos ayuda segundo tras segundo, Quien nos ha
dotado de vida, salud, fuerza, inteligencia, esposa, esposo, suegros,
hijos, y nos encamina siempre hacia la luz. ¡Cuánto le debemos!

Para entender mejor esto, analicemos esta historia: un pobre viene


a pedirnos una ayuda y, apenas se la damos, nos da una bofetada.
Al día siguiente, viene otra vez y nos pide una ayuda, se la damos
ya temerosos, y nos da una patada. Seguramente nunca más volve-
remos a darle algo.

Así nosotros también pedimos a Dios salud y, después que nos la


manda, comemos alimentos no kasher, lo que equivale a dar una

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LIBRO

SHEMOT
bofetada a Dios. El día siguiente pedimos a Dios que nos ayude en
los negocios; empieza a ayudarnos y no guardamos el Shabat; eso
semeja una patada. Y al día siguiente volvemos a pedirle…

¿Dónde está el agradecimiento a Dios, al Rey de Reyes, por todas las


bondades que nos hace y por todo lo bueno que nos da?

Veamos otro ejemplo. Supongamos que invitamos a un amigo a


casa y trae una caja de bombones. Si abrimos la caja para probarlos
y nuestro amigo nos pide uno, ¿acaso no se lo vamos a dar? ¡Por su-
puesto que sí! Y si nos pide dos o tres, ¿vamos a negárselos? Claro
que también se los daremos.

Entonces, si Dios nos regala veinticuatro horas diarias de vida y nos


pide que le regalemos dos o tres horas para rezar, estudiar, decir Sal-
mos, cada uno a su nivel, ¿acaso vamos a negárselas?

Una vez un hombre invitó a otro a cenar en su casa. El invitado le


preguntó: “¿Dónde vives?”. El otro le dijo: “En la calle tal. Al final
hay una casa con las puertas verdes. Basta que la empujes con el
hombro y la puerta se abrirá”. El invitado preguntó: “¿Y no puedo
abrir con las manos?”. Entonces, el otro le dijo: “¿Qué? ¿Acaso pien-
sas ir con las manos vacías?”.

De igual manera que agradecemos al mesero que nos atiende en el


restaurante y nos trae la comida debemos agradecer a nuestra espo-
sa, que también nos atiende y nos sirve la comida, ¿cierto? ¡Cuánto
más a Dios, que nos atiende siempre y nos alimenta a todos!

Que sea la voluntad de Dios que nunca seamos malagradecidos con


las personas y mucho menos con Dios, sino que, por el contrario,
siempre le agradezcamos por el bien que nos hace. Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat BO
¿QUIÉN ES EL LÍDER?

S upongamos que en el aula de una escuela hay diversos tipos de


alumnos. La mitad quiere estudiar y avanzar, y la otra está dis-
puesta a fastidiar y a no aprender. La maestra quiere saber si a este
grupo le va a ir bien en el curso escolar o no. Todo dependerá de
quiénes guían y quiénes son guiados. Si los niños traviesos son los
líderes del aula y los que quieren estudiar los siguen, seguro ese gru-
po va a ser un total fracaso. Pero si los que quieren avanzar lideran
al grupo y convencen a los flojos de que se esfuercen, que presten
atención a la maestra, que estudien lo más que puedan y les expli-
can que hay momentos para el estudio y momentos para los juegos,
todos van a lograr el éxito.

Este mensaje es de suma importancia para el Am Israel, porque tam-


bién nosotros estamos divididos en dos grupos. Hay un grupo inte-
resado en avanzar, cumplir la Torá, estudiarla, dejar que Dios nos la
enseñe; y otro grupo que no está tan interesado en eso y piensa sólo
en disfrutar la vida, que no tiene ganas de avanzar.

El nivel espiritual de nuestro pueblo sería muy diferente si dejára-


mos que el primer grupo nos liderara.

Nuestra Torá nos presenta ese mensaje de forma muy sutil, casi im-
perceptible. En primer lugar, importa saber que ambos grupos son
imprescindibles. A veces la Torá usa términos como Am Israel o Bené
Israel. Am Israel significa “Pueblo de Israel”, que está integrado por
los más sencillos del pueblo, sean ingenieros, médicos, etc., pues su
sencillez radica en que los lazos con nuestra fe no son muy fuertes.

160
LIBRO

SHEMOT
Pero cuando la Torá dice Bené Israel (“los hijos de Israel”) se refiere
a los que creen en ella, a los temerosos de la palabra de Dios, a aque-
llos interesados en que el Maestro imparta su clase sin fastidiarlo.

Sin el conocimiento de esta ligera diferencia entre Am y Bené no


entendemos los versículos de la Torá. Ahora que ya la conocemos,
analicemos unos cuantos versículos y veamos cómo todo coincide
perfectamente.

La Torá nos indica que los únicos que rezaban por la redención,
por la liberación del yugo egipcio, eran los Bené Israel. Vayanjú
Bené Israel Vayizakú Vataal Shavatam, “Y los hijos de Israel gimie-
ron por el trabajo y la esclavitud” (Shemot 2:23). Y así también
está escrito: Vayar Elokim et Bené Israel, “Y vio Dios a Bené Israel”
(Shemot 2:25). Por eso Dios dijo a Moshé en la zarza que había
escuchado los lamentos de Bené Israel y que, por el mérito de la
tefilá hecha por los Bené Israel, fuera a liberar a todos, a los Bené
y a los del Am Israel.

Fue entonces cuando Moshé sintió miedo, porque no sabía cómo


lograr que los dos grupos creyeran en sus palabras. Por eso Dios le
dio las herramientas necesarias para convencerlos.

“A los Bené Israel les dirás: Pakod Pakadti [‘Salvar los salvaré’]”
(Shemot 3:16). La señal secreta que había entregado Yaakov Abinu
a sus hijos, antes de morir, consistía en que el redentor de Israel
dirá: Pakod Pakadti. Este secreto era conocido sólo por unos cuan-
tos del Pueblo de Israel. Con ello Dios le dio una herramienta
básica para convencer a los Bené Israel de que él era quien iba a
liberarlos, y le dio otro argumento: “Cincuenta días después de la
salida de Egipto recibirían la Torá”. Moshé aprendió a hablarles de
acuerdo con su nivel, como verdaderos hijos de Abraham, Itzjak y
Yaakov.

161
LIBRO

SHEMOT
Pero respecto al Am Israel, quienes aún no entendían la importan-
cia de recibir la Torá y no les importaba mucho saber que eran des-
cendientes de Abraham, Itzjak y Yaakov, Dios dijo a Moshé que los
convenciera con milagros como lanzar su bastón para que se con-
virtiera en serpiente, transformar el agua de un recipiente en san-
gre, meter su mano en la axila y sacarla con lepra. De esta manera,
Moshé pudo convencer al Am Israel. Vayaas Haotot Leenei Ha Am,
“Hizo las señales ante los ojos del Am” (Shemot 4:30).

Aquí surge una pregunta: ¿quiénes mandaban y quiénes obedecían?


Veamos las diferencias cuando mandaban los del Am Israel y cuan-
do lo hacían los Bené Israel.

El primer ejemplo aparece cuando estaban desarrollándose las pla-


gas. Los Bené Israel no tenían ninguna duda de que la redención es-
taba acercándose. Pero el Am Israel todavía dudaba si iba a salir de
Egipto, ya que los magos del Faraón también sabían hacer hechizos,
el Faraón no bajaba la cabeza, Moshé tartamudeaba mucho, etc.
Cuando llegó el momento de la salida, los del Am Israel salieron
con tanta prisa que no dejaron que su masa fermentara. Pero debe-
mos hacer hincapié en que solamente a ellos les ocurrió, porque no
creían ser redimidos algún día. En cambio, a los Bené Israel, que sí
estaban seguros de que iban a ser liberados, no les ocurrió; por el
contrario, fueron los que intentaron todo el tiempo convencerlos
de que los siguieran.

Es decir, cuando el liderazgo estuvo en manos de los Bené Israel


(Moshé) las consecuencias fueron totalmente positivas, ya que reci-
bimos la redención, milagros y muchas otras bendiciones.

Por otro lado, cuando entraron al desierto fueron los del Am Israel
quienes empezaron a quejarse de las condiciones de vida y la falta
de agua, como está escrito: Vayalonu Ha Am Al Moshé Lemor Ma

162
LIBRO

SHEMOT
Nishté, “Y se quejaron los del Am a Moshé, diciéndole: ‘¿Qué bebe-
remos?’” (Shemot 15:24).

Después se quejaron por la comida, el cansancio que sentían, el ca-


lor del desierto y, desafortunadamente, tantos quejidos convencie-
ron a los Bené Israel. Vayalonu Kol Adat Bené Israel al Moshé Ve Al
Aharón Bamidbar, “Y se quejaron todos los Bené Israel a Moshé y a
Aharón en el desierto” (Shemot 16:2).

¿Cuál fue la consecuencia de que el Am Israel llevara las riendas?


Una guerra muy sangrienta contra Amalek, en la que murieron mi-
les de judíos.

Después de todo esto, los Bené Israel despertaron y entendieron


que ellos eran quienes debían conducir al pueblo. Fue entonces que
mandaron al Am a recibir la Torá, como está escrito: Vayijan Sham
Israel Negued Hahar, “Y acampó allí Israel frente al monte” (She-
mot 19:2). Esto se refiere a los Bené Israel, ya que los del Am Israel
se quedaron rezagados y, justo antes de la entrega de la Torá, Mos-
hé los llevó a las faldas del monte, después de haber dialogado con
ellos. Como dice el versículo: “Entonces sacó Moshé del campamento
al Am al encuentro de Dios, y se pararon al pie del monte” (Shemot
19:17), mientras que los Bené Israel ya estaban allí, desde mucho an-
tes, esperando que el Am Israel llegara, para que el Maestro empezara
a dar su clase. Y fue a consecuencia de este liderazgo asumido por los
Bené Israel que recibimos lo más preciado que pueda existir: la Torá.
La Torá nos relata que cuarenta días más tarde, Vayar Ha Am Ki Bos-
hesh Moshé Laredet Min Hahar, “Vio el Am que Moshé tardaba en
descender del monte” (Shemot 32:1), y fue cuando otra vez el Am
Israel empezó a quejarse y exigió un becerro de oro. Y otra vez, por
desgracia, los Bené Israel se dejaron llevar, como está escrito: Vayit-
natzelú Bené Israel Et Ediam, “Y se despojaron los Bené Israel de
sus adornos” (Shemot 33:6).

163
LIBRO

SHEMOT
¿Cuáles fueron las consecuencias? Muchas, y muy nefastas para todos
en general; entre otras, fueron rotas las primeras Tablas de la Ley.

Así, pues, vemos con claridad que el destino de todos los judíos
depende única y exclusivamente de sus líderes. Si éstos son Bené
Israel, como Moshé, las consecuencias siempre serán positivas; pero
cuando son del Am Israel sucede lo contrario.

Cabe resaltar que, al igual que en el ejemplo del salón de clases, no


somos dos grupos separados dentro del Am Israel, sino que algunos
entre nosotros no dejan que el Maestro dé su clase y se la pasan ju-
gando, pero que otros sí desean escucharlo para progresar constan-
temente.

En toda familia hay quien está interesado en asuntos religiosos.


Aunque haya cosas que no entendemos completamente, conviene
escuchar sus ideas, sus consejos, porque él será quien nos lleve al
buen camino, a una vida llena de bendiciones. Así, todos nosotros,
Bené Israel, seremos los que guían y no los seguidores.

De otra manera, nos sucederá lo mismo que a un amigo mío, reli-


gioso, que vivía en Ashdod, Israel. Le presentaron a una muchacha
que no era observante y empezaron a salir. Una vez los vi cami-
nando juntos por la calle y le dije: “Esa muchacha no es para ti”. Mi
amigo respondió: “No te preocupes, que en una semana la verás con
falda larga”. No transcurrió ni siquiera la semana cuando lo vi a él
sin kipá…

Que sea la voluntad de Dios que todo Am Israel escuche a los re-
ligiosos, pues son ellos los que nos llevarán a la redención (como
ocurrió en Egipto), a la Torá, a la palabra de Dios y a todas sus ben-
diciones. Amén.

164
LIBRO

SHEMOT
Parashat BO
LA FUERZA DE LA VERDAD

M uchas veces me he preguntado qué pensaba el Faraón. Él no


era ningún tonto. ¿Cómo fue posible que ignorara los mi-
lagros que hacía Moshé ante sus ojos? Además, cuando finalmente
aceptó la existencia de Dios, volvió a negarse a liberar al Pueblo de
Israel. ¿Acaso no le había quedado claro que Dios sí existe?

El Faraón siempre tuvo la capacidad de tomar la decisión de liberar


al Pueblo de Israel de la esclavitud, como lo explican nuestros co-
mentaristas. Dios solamente influyó en sus decisiones a partir de la
quinta plaga, pero su influencia no fue absoluta, pues al Faraón se
le hacía más difícil tomar la decisión de dejar libre al Pueblo Judío.
Siempre tuvo el libre albedrío de dejarlos ir (Ramban).

Ahora bien, un rey tan sabio como él, ¿cómo es posible que no te-
miera de la palabra de Dios?

Antes de responder, importa destacar que todos tenemos el defecto


de ser los mejores para juzgar al prójimo, acusarlo y señalarlo, y lo
peor del caso es que no nos damos cuenta de que a veces somos no-
sotros los que cometemos el mismo error que juzgamos.

Esto fue exactamente lo que ocurrió al Rey David con Bat Sheva. En
aquella época, cuando los soldados salían a la guerra, daban el di-
vorcio a sus esposas para que, en caso de que no se hallara su cuer-
po y no se supiera dónde estaban, pudieran casarse de nuevo. El Rey
David aprovechó esto para unirse con Bat Sheva al morir su esposo,
Uriá Hajiti, en batalla. Al enterarse de ello el profeta Natán, se pre-
sentó ante el Rey David y le preguntó: “¿Qué haría usted, señor rey,
con un hombre que posee mucho ganado en su propiedad y, en vez

165
LIBRO

SHEMOT
de dar de comer a sus invitados de su propio ganado, va a robar el
único buey a su vecino pobre, para alimentar a sus amistades?”. El
Rey David respondió al instante: “Se merece la muerte”. Entonces el
profeta le dijo: “Ese mismo eres tú. Tienes muchas mujeres y fuiste
a tomar la única mujer de tu vecino Uriá”.

Entonces David se dio cuenta de su gran error y de que, a pesar de que


ella ya estaba divorciada legalmente, en realidad no era para él.

Veamos ahora lo que pasó al Faraón por desconocer el poder de Dios.

El Faraón era un hombre inmensamente rico; tenía mucho oro, plata,


esclavos, ganado, tierras, etc. Disfrutó de la vida hasta que a su pala-
cio llegaron dos ancianos, Moshé y Aharón, el día de su cumpleaños.
Invitados de todas las naciones llevaban regalos al rey más poderoso
de esos tiempos y, cuando el Faraón los vio, les preguntó: “¿A qué han
venido?”. Moshé y Aharón le respondieron: “A liberar al Pueblo de Is-
rael de la esclavitud, por orden de Dios”. En ese momento el Faraón se
sintió bastante incómodo, ya que a nadie le gusta que su estilo de vida
cambie. El Midrash nos dice que se enfureció y preguntó: “¿Quién es
Dios, para que yo escuche su palabra y libere a Israel?”.

El Faraón se caracterizaba por no escuchar las palabras de los ancia-


nos; por eso trataba de evadir de una u otra forma todo lo que éstos
le decían. Por ejemplo, Moshé y Aharón convirtieron el bastón en
una serpiente y el agua en sangre, pero los magos del Faraón tam-
bién sabían hacerlo y por eso no les creyó. También por ello, cuando
en la plaga de los piojos sus mismos magos aceptaron que la mano
de Dios estaba en ella, el Faraón los despreció y les dijo que eran
unos tontos, que se habían dejado lavar el cerebro.

Pero incluso él mismo aceptó la existencia de Dios en los momentos


más críticos y aseguró que había recapacitado; sin embargo, cuando

166
LIBRO

SHEMOT
todo pasaba, volvía a renegar de lo que había visto y no aceptaba el
yugo divino.

Eso mismo ocurre con nosotros: vivimos muy tranquilos disfrutan-


do la vida y, de repente, un religioso empieza a tratar de “vendernos”
una fórmula para disfrutar más de la vida. Cuando queremos com-
prarla, nos dice que primero debemos abandonar algunos placeres
ya arraigados en nosotros. En ese momento, cerramos nuestro en-
tendimiento, nuestros ojos, oídos y corazón, y todo lo que escucha-
mos nos parece una tontería. ¿Por qué? Porque nos incomoda escu-
char la verdad y nos duele aceptar nuestras propias equivocaciones.
¿No es cierto que cuando necesitamos la ayuda de Dios estamos
dispuestos a acudir a Él, a abrir nuestros corazones, a recapacitar, a
creer en Él fielmente, y que cuando pasa la tormenta y no lo necesi-
tamos, volvemos a ser los que fuimos toda la vida?

Por eso, debemos tratar de abrir nuestra mente, nuestros ojos y oí-
dos para recibir los buenos consejos que nos dan nuestros Sabios.
Debemos aprovechar los momentos de elevación espiritual, cuando
creemos fielmente en Dios y estamos motivados para acercarnos a
la verdad y dispuestos a alcanzarla.

El Faraón decía que cuando todo se solucionara se portaría bien. Pero


nosotros sabemos que cuando todo se soluciona, “nos enfriamos” y
nos cuesta más hacer teshuvá. Solamente con nuestros actos podremos
cambiar nuestra voluntad, que es como el hierro, que es moldeable
cuando está caliente, pero cuando se enfría es lo más duro que hay.

Que sea la voluntad de Dios que los ojos de todo el Am Israel se abran
y que sus oídos escuchen, para que la verdad inunde sus corazones y
deseen encontrar a Dios no sólo en los momentos de mayor inspira-
ción, sino con sed espiritual constante e insaciable, por siempre y para
siempre. Amén.

167
LIBRO

SHEMOT
Parashat BESHALAJ

LA GRANDEZA DEL CANTO

E ste Shabat se conoce como Shabat Shirá (“de la Canción”), de-


bido a que en esta Parashá se lee la canción que entonó el Am
Israel en el momento de atravesar el Mar Rojo, Az Yashir Moshé
“Entonces cantó Moshé y el Puebloi de Israel”. En todas las sinago-
gas del mundo se canta más de lo habitual y los judíos procuramos
estar muy alegres en este Shabat.

Por eso pensé en dedicar estas líneas para explicarles la grandeza


escondida en esta canción.

Hay dos objetivos en la canción. El primero es lograr gran elevación


espiritual. El segundo es que, una vez alcanzado ese nivel de espiri-
tualidad, cantemos y agradezcamos a Dios.

Para alegrarse, elevarse y llegar a conectarse con Dios, todos los pro-
fetas tuvieron que ayudarse con instrumentos musicales. El mismo
Rey David se levantaba a media noche con la música que producían
sus campanillas al agitarlas el viento del norte. Se sentaba junto a su
arpa y escribía los salmos, inspirado con la música y el canto.

Si despertamos a nuestros niños con música sana, se levantarán con


luz en el rostro, con alegría y entusiasmo para todo. Pero si los levan-
tamos con gritos, se levantarán con cara de Tishá BeAv (desganados).

Esta canción eleva nuestro ánimo. Como dice el autor del libro Tan-
ya, el rezo se pronuncia con la boca, pero la canción sale del corazón.

168
LIBRO

SHEMOT
En Shabat, todos nosotros recibimos un paquete de bendiciones,
que está compuesto por varios elementos.

Es sabido que Dios bendijo a los peces y a las aves cuando los creó. Va-
yibarej Otam Elokim Lemor Pru Urbú Umeló Et Hamayim Bayamim
Vehaof Yireb Baaretz, “Los bendijo Dios para que llegaran a multipli-
carse y a llenar los mares, y las aves llenaran la tierra” (Bereshit 1:22).

Cuando Dios creó al hombre y a su esposa, también los bendijo. Lo


mismo hizo con el Shabat: Vayibarej Elokim et Yom Hashebii, “Y
Dios bendijo al séptimo día” (Bereshit 2:3). Por eso nosotros, en la
noche de Shabat, unimos todas estas bendiciones al comer pescado
y aves, y al estar el hombre con su mujer.

De igual manera que el profeta se eleva con canciones e instrumen-


tos musicales y recibe mayor claridad en sus profecías, así también
nosotros cantamos en la mesa de Shabat para recibir mayor canti-
dad y calidad de bendiciones ese día.

Pero todo esto tiene mucha más profundidad.

Como es sabido, la Shirát Hayam (“el Cántico del Mar”) fue ento-
nada primero por Moshé, quien pertenecía a la tribu de Levy. Du-
rante la época del Primer Templo, los levitas estaban encargados
de las canciones; ellos ponían la alegría en el Templo mediante sus
instrumentos y sus canciones. El Zohar (Shemot 19) explica que las
actividades que se realizaban en el Bet Hamikdash en la Tierra se
realizaban también en el Bet Hamikdash de los cielos. Cuando los
levitas entonaban sus cantos, los ángeles también lo hacían y ambas
voces llegaban a los oídos de Dios para su placer y satisfacción.

En nuestros tiempos no tenemos Bet Hamikdash ni Cohanim (Sa-


cerdotes) que sirvan a Dios, ni levitas que eleven sus cánticos; no

169
LIBRO

SHEMOT
tenemos sacrificios ni el agua que se vertía en el altar. Pero nuestros
Sabios dicen que la casa de la persona es como un pequeño santua-
rio, ya que su mesa es como el altar, los comensales son como los
Cohanim y los levitas, el vino del kidush es como el agua que se
vertía en el altar, las velas de Shabat son como la Menorá, el pan es
como el Lejem Hapanim, la comida es como los sacrificios que se
ofrecían y las palabras de Torá son como el Arca Sagrada.

Pero, ¿dónde están las canciones de los levitas que se unían a las de
los ángeles y alegraban tanto a Dios? Esas son las canciones que re-
citamos en la mesa de Shabat, y de ahí su importancia.

Tienen la fuerza de elevarnos hasta Dios, para recibir la luz del Sha-
bat y todas sus bendiciones.

También son las que completan el santuario privado, ya que permi-


ten que la voz de los ángeles se una a ellas.

Además, tienen la grandeza de poder agradecer a Dios por el infi-


nito mérito que nos ha dado de ser partícipes en el gozo que nos
otorga cada Shabat.

¿No es entonces obvio que cada judío debe esforzarse por cantar
por lo menos una canción en la mesa de Shabat, con toda su familia
y lleno de alegría, para elevarse y recibir las bendiciones de Dios y
completar su santuario?

Que sea la voluntad de Dios que, por el mérito de las canciones y la


alegría del Shabat, nos devuelva el Templo Sagrado con su Cohén
Hagadol y sus levitas, pronto en nuestros días. Amén.

170
LIBRO

SHEMOT
Parashat BESHALAJ
LA FE MUEVE MONTAÑAS

T odos conocemos este dicho tan popular. Pero, sinceramente,


¿vemos la gran fuerza que tiene la fe? En las siguientes líneas
aprenderemos que todo, absolutamente todo, depende sólo de la fe.
Si mandamos una carta y no le ponemos timbres, se nos devuelve.
Quien reza a Dios sin la fe en que Él es el Único que puede ayudar-
lo, es como si mandara una carta sin timbres.

Cuentan que una vez dos hombres hacían fila en la casa del gran
Rebe de Lubavitch en espera de una bendición. Mientras aguarda-
ban, uno preguntó al otro: “¿Para qué viniste?”. Éste contestó: “No
tengo hijos y quiero que el rabino rece por mí a Dios”. El primero
dijo que estaba allí por el mismo motivo. Entró este hombre y re-
cibió una bendición. Luego entró el segundo y recibió la misma
bendición. Nueve meses después, la esposa del primero tuvo un
hijo, pero la del segundo no. Entonces fue este último a reclamar al
rabino. “Si me dio la misma bendición, ¿por qué al otro sí le sirvió
y a mí no?”, le gritó iracundo. El rabino le respondió con calma: “La
diferencia está en que ese hombre salió de mi casa tan convencido
de que Dios iba a hacerle el milagro que fue a la tienda y compró
pañales, biberones, juguetes y más. Tú no hiciste lo mismo y dijiste
que sólo cuando hubiera buenas noticias saldrías a comprar todo”.

En la presente Parashá podemos percibir el nivel tan alto de fe que


alcanzó el Pueblo de Israel en el Mar Rojo. Vayaaminu BaHashem
Ube Moshé Abdó, “Y creyeron en Dios y en su siervo Moshé” (She-
mot 14:31). No era fácil desplazarse por el desierto con niños y an-
cianos, caballos, burros, camellos, y sin suficiente agua o comida, y

171
LIBRO

SHEMOT
bajo ese abrasante calor, etc. Israel entró al desierto solamente con
fe en Dios, lo que nos demuestra la grandeza de esas personas. Por
eso dijo Dios: Zajarti laj Jesed… Lejtej Ajarai Bamidbar Beeretz lo
Zerúa, “Me acordé de tu bondad... viniste detrás de Mí por el desier-
to, tierra estéril” (Yirmiyahu 2:2).

Cuando Dios vio la fe tan grande que tenían en Él inmediatamente


les dio el maná, las aguas del pozo de Miriam y la sombra de las
nubes de Su Shejiná.

Y así ocurrió cuando estuvieron frente al mar y Moshé les dijo que
Dios haría con ellos un milagro al dividir el mar para que atrave-
saran por él. Esperaron y esperaron, y no pasaba nada, hasta que
Moshé empezó a rezar con fuerza y Dios le ordenó que hablara con
los Bené Israel para que emprendieran el camino entre las aguas,
porque una vez dentro de ellas Dios les haría el milagro.

El primero en entrar a las aguas fue Najshón Ben Aminadav, y des-


pués toda su tribu, la de Yehudá. Le siguió la de Binyamín y, cuando
llegaron las aguas hasta su cuello, se abrió el mar.

Por esto entendemos que Dios quiere de nosotros que demostremos


confianza en Él, que tengamos fe en nuestras acciones y entonces Él
nos hará milagros.

Esto mismo ocurrió con Eliyahu Hanaví cuando hubo tres años de
sequía en la Tierra de Israel. Fue a casa de una viuda, le pidió que le
preparara comida y la pobre mujer le dijo: “Rabí, no puedo prepararle
comida, ya que hay sequía y sólo me queda un poco de harina, una
cucharadita de aceite y un vasito de agua. Con ello haré pan, lo hor-
nearé para repartirlo entre mi hijo y yo, y esperaremos hasta morir”.
Entonces, Eliyahu Hanaví le dijo que lo hiciera para él y que después
de que él comiera haría el milagro de darle comida en abundancia.

172
LIBRO

SHEMOT
Cualquiera esperaría que él hiciera primero el milagro y después co-
miera, pero Eliyahu Hanaví quería que la viuda demostrara fe en el
milagro que le haría Dios. Ocurrió que la viuda, al final, tuvo fe en
el milagro que le haría Dios por medio de Eliyahu, y nunca le faltó
de comer.

Al final de esos tres años de sequía, cuando Eliyahu Hanaví constru-


yó un altar en Carmel, pidió que todo el Am Israel se reuniera allá
y les dijo: “¿Ustedes tienen fe en que Dios les hará un milagro hoy y
que lloverá mucho?”. Todos respondieron que sí. Entonces Eliyahu
Hanaví les pidió que, como prueba de fe, llevaran todas las aguas
que quedaban en sus casas y las vertieran en el altar. Después de
tres años sin lluvia, cada gota de agua valía tanto como un diaman-
te. Sin embargo, el Am Israel trajo sus aguas y las vertió hasta que se
hizo un canal alrededor del altar; ese día llovió tanto que volvieron
a sus casas con mucha dificultad.

Tengamos presente que salimos de Egipto por el mérito de la fe, que


el mar se dividió por la fe. Así, antes de hacer cualquier petición,
debemos concentrarnos y creer con fe completa que Dios nos está
escuchando y que nos ayudará. De lo contrario, estaremos mandan-
do una carta sin dirección.

Incluso una pequeña duda estropea todo, pero si tenemos fe en que


Dios nos ayudará todo saldrá bien.

Cuentan que una vez, en una yeshivá un joven escuchó que aquel
que creyera que Dios es el único que le mandará plata, el único que
le ayudará, etc., entonces verdaderamente recibiría su ayuda. Este
muchacho salió y se compró un billete de lotería, cuyo premio era
de cinco millones. Al regresar a la yeshivá, prometió a todos que les
compraría lo que quisieran, ya que estaba seguro de que Dios iba a
ayudarlo. Todos los compañeros, contagiados por la convicción que

173
LIBRO

SHEMOT
el joven demostraba de que ganaría tal suma, comentaron al rabi-
no de la yeshivá lo ocurrido. El rabino mandó llamar al joven y le
dijo: “¿Qué opinas acerca de la lotería de esta noche?”. El muchacho
le aseguró que ganaría, ya que él confiaba plenamente en que Dios
se lo proveería. El rabino le dijo: “Acabo de tener una reunión con
el contador de la yeshivá y me dijo que estamos pasando por una
situación difícil, ya que tenemos muchas deudas. ¿Qué te parece si
me das tu billete de lotería y yo te doy un millón ahora mismo?”.
El muchacho pensó que más valía pájaro en mano que ciento vo-
lando y aceptó la propuesta del rabino. Cuando el rabino escuchó
la respuesta afirmativa del joven entendió que no tenía fe, sino sólo
muchos deseos de ganar.

Cuando la persona se presenta ante Dios para rezar, debe llenarse


de mucha fe interna y pensar que, si lo que está pidiendo es bueno
para él, entonces que Él se lo mande, pero que en caso de que no sea
lo mejor para él, que no se lo mande, por más que lo pida. También
cuando tomamos una medicina debemos pensar que mediante ella
Dios nos mandará la salud, y si abrimos un negocio debemos creer
que Dios nos mandará éxito por medio de ella.

Si realmente, ciegamente, creemos que Dios nos ayudará, jamás


quedaremos decepcionados.

Que sea la voluntad de Dios satisfacer nuestras solicitudes para bien,


y que con la fuerza de nuestra fe nos mande al redentor de Israel.
Amén.

174
LIBRO

SHEMOT
Parashat YITRÓ
TORÁ AUTÉNTICA

E sta es una de las parashiot más importantes que hay, porque


en ella se habla de la entrega de la Torá, uno de los aconteci-
mientos más trascendentales para el Am Israel desde que se formó
como pueblo. En ese hecho están basados los pilares de nuestra fe.
Muchos tienen preguntas acerca de lo que representa la entrega de
la Torá. En estas líneas intentaré abarcar todas esas interrogantes
con sus respuestas respectivas, para así fortalecer nuestra fe y cercio-
rarnos una vez más de la veracidad de la Torá.

Una de las interrogantes que más escucho es: “¿Quién dijo que la Torá
es de los cielos, es decir, que fue escrita por una fuerza superior y no
por un hombre, llamémoslo Moshé o con cualquier otro nombre?”

Hoy es muy fácil entender que la Torá no fue escrita por un hombre
gracias a sólo tres pruebas, aunque hay muchas más.

En la Torá están escritas las señales de un pez kasher: todo aquel


que tenga escamas y aletas. Si solamente tiene aletas no lo es, pero
si tiene escamas es seguro que tiene aletas; por tanto, es kasher.

Hasta la fecha, hay pescadores en todo el mundo que a diario


capturan millones de peces, además de buzos que descienden a
grandes profundidades con la ayuda de aparatos sofisticados que
les ayudan a soportar la presión, así como submarinos que viajan
por todos los océanos. Y ninguno ha encontrado un pez con esca-
mas que no tenga aletas. ¿Cómo entonces alguien que vivió hace
3 350 años pudo saber que no existen peces que tengan escamas y
no aletas? ¿Acaso buceó a grandes profundidades? Además, de no
ser cierto este dato, se pondría en peligro la veracidad de la Torá.

175
LIBRO

SHEMOT
Moshé Rabenu lo dijo en nombre del que creó a todos los peces y,
si no fuera cierto, entonces la Torá quedaría como una gran men-
tira, Dios nos guarde, ante todos.

El Tanaj contiene muchas profecías que se realizaron, una por una,


y no sólo en la Torá, sino también en los libros de los Profetas y en
otros escritos. Puedo presentar muchas pruebas, pero les daré una de
las más palpables para todos nosotros. En el Cantar de los Cantares,
del Rey Salomón, hay un versículo que dice: Hiné Ze Omed Ajar Kot-
lenu, “He aquí que está de pie detrás de nuestro muro” (Shir Hashirim
2:9). Explican los comentaristas que Dios juró que el muro occidental
(el Kotel Hamaaravi) jamás será destruido. Eso claramente fue una
profecía. Si consideramos cuántas guerras ha atestiguado ese muro
desde que el Rey Salomón lo construyó, nos asombraremos de la ve-
racidad de esa profecía del Tanaj. Primero, el Templo fue destruido
por orden de Titus. Setenta años más tarde, Adriano arrasó Jerusalem
y construyó Kapitulina. Después vinieron las conquistas del imperio
bizantino, de los persas, los musulmanes, las Cruzadas, los turcos,
los ingleses y un largo etcétera. Guerras y revueltas en todos los senti-
dos ha habido y el muro occidental es indestructible, por juramento
de Dios. ¿Por qué poner en peligro la veracidad del Tanaj con un dato
como éste? Si ese muro llegase a caer, el Tanaj sería visto como una
gran falacia, Dios no lo permita. Pero la magnificencia de todo esto
radica en que, si Dios ordenó escribir eso, entonces Él se preocupará
de que se lleve a cabo a la perfección.

Además de todo lo anterior, hay también ciertos aspectos ocultos.


Dios nos dio las herramientas necesarias para develarlos hasta hace
apenas cincuenta años. Los códigos secretos de la Torá nos revelan
una gran cantidad de acontecimientos que ya ocurrieron y otros que
están por ocurrir. Lo más enigmático de todo es que algunos trataron
de utilizar estos códigos en los libros de otras religiones y no obtuvie-
ron resultados, lo cual demostró, nuevamente, la veracidad de la Torá.

176
LIBRO

SHEMOT
Todo esto es tan sólo una muestra de la gran cantidad de pruebas
del origen divino de nuestras Sagradas Escrituras. Quien esté inte-
resado en conocerlas todas deberá consultar con su rabino, para que
le oriente de manera adecuada.

Otra pregunta que escucho a menudo es: “¿Quién me asegura que


la Torá que está en la sinagoga, guardada en el Hejal, es la misma
que entregó Dios a Moshé en el Monte Sinaí?”. Y es cierto; ¿quién
puede asegurarnos que, una vez transcurridos 3 350 años desde su
entrega, no se ha aumentado o cambiado algo de ella?

La respuesta es muy sencilla. Moshé escribió trece Sifré Torá (libros


de Torá) y entregó uno a cada tribu, lo cual suma doce, y guardó el
decimotercero en el Arca Sagrada. Luego, cada tribu reescribió otros
más, para repartirlos entre sus integrantes. A lo largo de la historia
judía, muchos escribas han escrito también sus propios Sifré Torá.
Posteriormente, cada judío llevó a la diáspora su Séfer Torá (libro de
Torá). Además, en cada diáspora siguieron rescribiéndose Sifré Torá
hasta ahora, más de dos mil años después.

Hace cincuenta y cinco años, cuando volvieron muchos judíos de


distintos puntos del planeta a Eretz Israel, se sentaron todos los re-
presentantes espirituales de las comunidades que estaban esparcidas
por el mundo y compararon sus costumbres y sus Sifré Torá. Para sa-
tisfacción de todos, no había ningún cambio en los diferentes Sifré
Torá. Los Sifré Torá traídos de Rusia, Yemen, Marruecos y Polonia
eran exactamente iguales.

Por otra parte, decir que a alguien se le ocurrió cambiar una oración
de la Torá sería totalmente ilógico, ya que esa persona tendría que
haber ido primero a su sinagoga, después a todas las de su ciudad, a
todas las de su país y, al final, a las de todos los países del planeta para
cambiar una oración y así mantener la exactitud de todos los Sifré

177
LIBRO

SHEMOT
Torá. Nadie pudo hacer algo así por las grandes distancias que había
entre todas las comunidades; y además, ¿quién iba a permitírselo?

Debemos recordar que la Torá ha sido comparada con la clave secre-


ta de una caja fuerte; en el momento en que falte un solo número,
la caja no se abrirá. También la Torá, en el momento en que le falte
una parte o que sea cambiada, ya no funcionará.

El problema que atravesamos hoy es que hay un grupo de personas


que piensa que en la Torá hay algunos conceptos inaplicables, inen-
tendibles o un poco duros para nuestra generación, y por eso deciden
omitir esas partes, no enseñarlas o sencillamente ignorarlas del todo.

Por eso nuestros Sabios nos relataron que el Rey Salomón, al fi-
nalizar la construcción del Templo, fue informado de que el Arca
Sagrada era mucho más grande que las puertas por las que debería
entrar. Los obreros preguntaron al Rey Salomón qué debía hacerse;
¿convenía disminuir el tamaño del Arca o agrandar las puertas del
Templo? La respuesta fue rotunda: aumentar el tamaño de las puer-
tas para que pudiera pasar el Arca que contenía la Torá.

Esto nos enseña que no podemos eliminar o cortar partes de la Torá


a fin de entenderla, sino que debemos esforzarnos y, con la ayuda
de Dios, la comprenderemos toda.

Aquí radica la diferencia entre los reformistas y nosotros. Ellos opi-


nan que hay que “disminuir el tamaño del Arca” para que pase por
“las puertas” de su entendimiento. Nosotros pensamos que debe-
mos aumentar nuestro entendimiento para estudiar y observar la
Torá en su totalidad.

Es nuestra obligación enseñar la Torá a nuestros hijos y nietos. Aun


cuando las puertas del entendimiento sean cada vez más estrechas,

178
LIBRO

SHEMOT
debemos esforzarnos en conservar la Torá como está, porque si em-
pezamos a recortarla, al final no quedará nada de ella.

Ello equivale a querer “corregir” algunos detalles en un cuadro de


Picasso que vale un millón de dólares. Si alguien lo hiciera, el cua-
dro no valdrá ni un centavo.

No puedo concluir sin contar la anécdota de los “sabios” de Jelem.


Estos hombres decidieron construir una nueva ciudad en un lugar
apartado, pero enfrentaron el “pequeño” inconveniente de que una
montaña se elevaba en el sitio. Los líderes de Jelem ordenaron a un
grupo de sus hombres que empujaran la montaña para empezar las
obras. Varios se quitaron la ropa que les estorbaba, la dejaron en el
piso y empezaron a empujar. Sin que lo notaran, un ladrón agarró
toda la ropa y escapó. Luego de una hora, el dirigente de la obra
miró hacia atrás y gritó a los otros: “¡Alto, paren de empujar! ¡Nos
alejamos tanto que ya no veo nuestra ropa!”.

Nuestros Sabios nos contaron esta historia para enseñarnos que la


montaña se asemeja a la Torá. Muchas veces pensamos que pode-
mos apartarla de nosotros para vivir mejor, con más comodidades.
La verdad es que la montaña no se mueve; si pensamos que se movió
es porque alguien robó nuestra identidad, nuestras mitzvot, nuestro
Judaísmo. Y si llegamos a pensar que la montaña puede moverse,
que la Torá es más fácil y menos estricta que antes, no es así. La Torá
fue, es y será igual siempre. Es mejor que aprendamos a vivir alrede-
dor de la montaña.

Que sea la voluntad de Dios que conservemos la Torá completa-


mente y la transmitamos como es a nuestros hijos y nietos, tal como
nos la transmitió Moshé Rabenu, hasta el final de las generaciones.
Amén.

179
LIBRO

SHEMOT
Parashat YITRÓ
LA ARMONÍA EN EL HOGAR

E n nuestra Parashá vemos cómo Yitró se incorporó al Pueblo de


Israel y fue parte de él. Al paso del tiempo, Yitró observó que
Moshé, su yerno, se encargaba de todos los juicios: entre socios co-
merciales, entre marido y mujer, y consultas privadas de las personas.

Propuso entonces una solución para la gran carga que Moshé llevaba
sobre los hombros: implantar jueces encargados de diez personas, de
cincuenta, de cien y de mil, para que todo estuviera mejor organiza-
do y no hubiera tantas aglomeraciones diarias en la carpa de Moshé.

Nuestros comentaristas preguntaron: ¿acaso Moshé Rabenu no pudo


proponer una idea tan sencilla como ésa? ¿Por qué nadie del Pueblo
de Israel la propuso? ¿Por qué Dios no ordenó a Moshé juzgar de esa
manera?

La respuesta es de gran interés. Explican nuestros Jajamim que, en


verdad, todos deseaban implantar ese sistema de justicia. Es decir,
Moshé lo quería porque implicaría reducir el peso sobre sus hom-
bros; y el pueblo también, para no esperar tanto tiempo por su tur-
no. Los alumnos de Moshé quisieron ser los jueces del pueblo y así
también lo quiso Dios.

Sin embargo, nadie se atrevía a proponerlo por temor a ser malin-


terpretado por los demás. Dios no lo propuso para que Moshé no se
sintiera despreciado. Moshé, para que no pensaran que lo hacía por
pereza. Los alumnos de Moshé, para que no dijeran que buscaban
el honor de ser jueces. El pueblo, para que Moshé no se sintiera des-
preciado.

180
LIBRO

SHEMOT
En pocas palabras, todos lo querían, pero nadie hablaba. Hasta que
Yitró, una persona extranjera, sin intenciones ocultas, que veía que
todos querían eso y que nadie hablaba, lo dijo. Entonces, él sirvió
como mediador y benefició a Dios, a Moshé, a los jueces y al pueblo.
Yitró siempre se destacó por ser conciliador entre las personas; cuan-
do sus hijas le contaron que un hombre, Moshé, les había ayudado a
dar de beber a su ganado y había hecho la paz entre todos, Yitró se
emocionó y quiso conocerlo, y luego hasta le permitió casarse con
una de sus hijas.

Otra hija de Yitró se casó con un hijo de Aharón, quien dedicó su


vida a la unión del pueblo. Aharón amaba y perseguía la paz, ama-
ba a las personas y las acercaba a la Torá. Cuando dos peleaban, iba
Aharón y decía a uno de ellos que el otro estaba muy triste por lo
ocurrido, pero que le daba vergüenza pedir disculpas. Después iba
con el otro y le decía lo mismo. Cuando ambos se encontraban, se
abrazaban y se pedían perdón mutuamente.

Así que no es extraño que de dos abuelos como Aharón y Yitró saliera
Pinjás, un hombre que sirvió muchas veces de puente, de mediador,
entre dos o más personas. Como lo relata el libro de Yehoshúa (22:13),
una vez conquistada la Tierra Prometida, nueve tribus y media se
quedaron en el territorio ubicado al otro lado del río Yardén y dos
tribus y media no atravesaron el río. Estas últimas tribus decidieron
levantar un altar en su territorio, pero cuando las demás se enteraron
de sus planes, quisieron iniciar una guerra contra ellas pensando que
en ese altar iban a cometer idolatría. Pero en el último momento, Pin-
jás averiguó y se dio cuenta de que ese altar había sido erigido para
agradecer a Dios por la conquista de Eretz Israel. Así se evitó una gran
guerra que hubiera tenido graves consecuencias.

Diariamente tratamos con amigos, familiares, pareja, padres e hi-


jos. Cuando surge algún desacuerdo entre ellos, debemos intentar

181
LIBRO

SHEMOT
ser como Yitró, Moshé, Aharón o Pinjás para lograr la reconciliación
absoluta. Inclusive podemos servir como intermediarios para que un
hombre y una mujer se conozcan y salgan, y finalmente se casen.

Aharón siempre se preocupó por unir a las personas. Yitró se esmeró


por unir al pueblo con sus líderes. Moshé se preocupó por conectar al
pueblo y a sus líderes con Dios. Así también nosotros debemos servir
como enlaces y mediadores entre todo el Pueblo de Israel, sus líderes
y sus rabinos, para conformar así una nación fuerte, sin grietas.

Cada uno de nosotros puede hacerlo de manera diferente: uno pue-


de unir a una pareja en proceso de separación; otro puede arreglar
un pleito económico entre dos socios; alguien servirá de nexo entre
las personas y Dios dando clases de Torá; o unirá a un soltero con
una soltera. Todo lo que sea unión es muy positivo.

Debemos analizarnos a nosotros mismos y descubrir qué nos re-


sulta más fácil y empezar a actuar. Somos como un rompecabezas:
cuando sus piezas están separadas no se distingue nada, pero al
unirlas se forma una imagen. En este caso, la del Am Israel unido.

Que sea la voluntad de Dios que logremos esa unión tan necesaria
entre todos los miembros del Am Israel, a fin de que reine la paz de
Dios sobre todos. Amén.

182
LIBRO

SHEMOT
Parashat MISHPATIM
DIOS NOS QUIERE

U na de las preguntas que todo judío se hace es: “Si Dios nos
quiere tanto, ¿por qué nos agobia con tantas mitzvot?”. De
acuerdo con la lógica, cuando una persona quiere a otra le facilita
las cosas y le deja hacer lo que quiere a la hora que quiere. ¿Por qué
Dios nos prohibió tantas cosas?

Nuestra Parashá nos remite al día de la entrega de la Torá, cuando acep-


tamos el yugo de Dios y dijimos: “Haremos y escucharemos”. El mismo
día en que aceptamos a Dios recibimos más de 80 mitzvot. ¿Por qué?

Estas preguntas son consecuencia de un error en nuestro pensa-


miento. Aclarémoslo mediante un ejemplo.

La vida de un príncipe no es fácil. Debe vestir con elegancia, usar


zapatos brillantes y estar bien peinado todo el día. Tiene que estu-
diar de forma exhaustiva; no bien sale un maestro, en seguida llega
otro. Debe comer con modales impecables. Pero ningún príncipe se
queja, pues su posición le obliga a comportarse de manera adecua-
da a su rango.

Nosotros, el Am Israel, somos “Judíos, hijos de reyes” y al igual que


los príncipes debemos vestir adecuadamente, con recato; debemos
estudiar y rezar; debemos comer alimentos kasher.

Y mientras más queramos comportarnos como príncipes, los requisi-


tos son mayores. Esto se refleja en la semana: los lunes y jueves suben
tres personas a leer la Torá; en Rosh Jodesh y en Jol Hamoed de Pas-
cua suben cuatro a la Torá; en Yom Tov suben cinco personas; en Yom
Kipur suben seis y en Shabat (que es más importante que Yom Kipur)

183
LIBRO

SHEMOT
suben siete personas a la Torá. A medida que la santidad del día au-
menta, la cantidad de personas que suben a leer la Torá también.

Esto también se refleja en el sitio donde radicamos. Si es la Tierra de


Israel, las obligaciones son mayores porque debemos cumplir tam-
bién con las mitzvot que dependen de la santidad de la tierra. Pero
en la diáspora no, porque no hay tanta santidad.

Jerusalem tiene una santidad especial, por lo que sólo ciertos sacri-
ficios podían ser consumidos en ella pues, fuera de ésta, se consi-
deran transgresión. E incluso dentro de Jerusalem, el Templo se en-
contraba en el lugar más santo y puro de la Tierra, y sus restricciones
eran mayores, por lo que no todos tenían acceso a él.

Entonces, a medida que la santidad va en aumento, mayores son las


restricciones para acceder a ella. Igualmente, a medida que la santi-
dad de una persona aumenta, sus restricciones se multiplican. Por
ejemplo, un gentil sólo estaba obligado a cumplir los siete preceptos
de Nóaj, pero el que residía entre los judíos en Israel tenía algunas le-
yes más por cumplir. Los esclavos judíos debían cumplir más mitzvot
aún, mientras que las mujeres judías estaban obligadas a cumplir con
todas, a excepción de las mitzvot asé, dependientes del tiempo. El va-
rón judío está obligado a cumplir muchas leyes más; los levitas, unas
cuantas más que el Am Israel; los Cohanim, más que los anteriores; y
por último, el Cohén Gadol estaba obligado a cumplir casi todas las
leyes de la Torá. A mayor santidad, mayores responsabilidades.

Las obligaciones de cada persona están determinadas por la santi-


dad en el tiempo, en el lugar y en el cargo.

Por eso acostumbramos decir, después de la culminación de cual-


quier estudio de Torá: “Rabí Janania Ben Akashiá dijo: ‘Quiso Dios
dar mérito a Israel y, por tanto, les aumentó Torá y mitzvot”. Es decir,

184
LIBRO

SHEMOT
Dios quiso darnos mérito al pulirnos y elevarnos en niveles de santi-
dad y, por ello, nos dio la Torá y las mitzvot.

Los gentiles piensan que mientras más cosas se permiten, se vive me-
jor. Por eso la Torá nos enseña que, en la época del Tanaj, había dos
tipos de idolatría: la primera se llamaba Baal Peor y consistía en que
la gente hacía sus necesidades corporales encima de una estatua. (Po-
dríamos decir que el nombre de esta práctica era muy adecuado, por-
que hacer algo “peor” que eso era imposible.) La segunda idolatría
se denominaba Markulis y consistía en lanzar piedras a una estatua.
¿Qué clase de creyente hace eso a su dios?

Con esto ellos querían demostrar que todo estaba permitido, que en
su religión no se prohibía nada y que su dios no era exigente, hasta el
punto que podían hacerle las peores cosas y no se enfurecía.

Pero en el Am Israel pensamos que, por el contrario, así como para


que un niño se comporte con educación requiere de la estricta super-
visión de sus padres desde la mañana hasta la noche, nosotros reque-
rimos de la estricta disciplina de Dios para perfeccionarnos y cumplir
nuestro objetivo en la vida. Esta es la gran diferencia entre Israel y las
demás naciones.

Por ello, cuando subimos a leer la Torá, bendecimos con alegría: As-
her Bajar Banu Mikol Haamim Venatán Lanu Et Torató, “Nos escogis-
te entre las naciones y nos diste tu Torá”, para demostrar que estamos
contentos con la Torá y sus mitzvot, porque entendemos que están
para ayudarnos a elevarnos espiritualmente, a crecer en santidad,
para ser “príncipes, hijos de Dios”.

Que sea la voluntad de Dios que todo el Am Israel entendamos que Él


nos quiere como un padre a su hijo, que todos sus preceptos son para
nuestro bien y que los cumplamos con alegría. Amén.

185
LIBRO

SHEMOT
Parashat MISHPATIM
APROVECHANDO
NUESTRAS FUERZAS

¿ Cómo nos consideramos a nosotros mismos, como Tzadik (jus-


to), Benoní (moderado) o Rashá (malvado)? La gran mayoría
responderíamos que moderado. La verdad, todos nos consideramos
“término medio”, nunca malvados. Pero también es verdad que na-
die se considera un santo, un justo.

¿Cómo puede ser que todos seamos “término medio”? Si pregunto


a un rabino, me dice que él así se considera; pregunto a un amigo,
que es ateo, y me responde igual.

La respuesta es que siempre nos comparamos con los que nos ro-
dean. A uno decimos que es un renegado, porque come no kasher,
inclusive cerdo, en Yom Kipur; a otro decimos que es muy fanático,
porque estudia Torá todo el día. Entonces, resulta que no somos
como éste ni como el otro.

Es decir, todo dependerá de quién sea la base de comparación.

Pero, ¿acaso la persona es medida en función de lo que hacen los


demás? La respuesta es no. Cada uno de nosotros debe ser medido
en función de sí mismo. La explicación de esto viene al final de esta
Parashá, cuando Moshé llegó al nivel más alto de la humanidad:
pudo hablar cara a cara con Dios.

El Rambam explica en las Halajot (Leyes, Teshuvá 5:2) que cada


uno de nosotros puede llegar a ser como Moshé, pero también afir-
ma que no habrá otro como Moshé. Lo que el Rambam quiso decir

186
LIBRO

SHEMOT
es que, igual que Moshé logró utilizar sus fuerzas al máximo y logró
llegar a la cima de la humanidad, cada uno de nosotros puede ser
como Moshé al explotar su propio potencial y llegar a los niveles
más elevados de conocimiento y de conducta.

A pesar de que Moshé alcanzó un nivel mucho más elevado que


Aharón, ambos fueron considerados iguales porque supieron utili-
zar al máximo las fuerzas que Dios les otorgó.

Esa es la respuesta. Nadie debe ser medido en función de los demás,


sino en función de sus fuerzas y hasta dónde alcanza a explotarlas.
Es como si compitieran un campeón de automovilismo y uno de
ciclismo. Ambos recorren la misma distancia, pero el piloto lo hace
en una hora y nueve minutos, y el ciclista en una hora y diez minu-
tos. Lógicamente, aunque aplaudiremos al piloto por llegar un mi-
nuto antes que su rival, sabemos que su potencial era mucho mayor
gracias al motor que lo ayudó.

Así ocurre también con las personas. Cada uno recibe de Dios un
potencial y, ya sea como el del ciclista o como el del piloto, nuestro
objetivo es desarrollar y aprovechar ese potencial hasta el máximo.
No importa hasta dónde lleguemos, lo importante es saber que da-
mos lo mejor de nosotros, que explotamos ese potencial que Dios
nos dio hasta donde nos es posible.

El Baal Shem Tov se elevaba tanto espiritualmente en todos los Yom


Kipur a la hora de la Neilá (del cierre), que sentía que su propia te-
filá arrastraba como un tren a las tefilot de los que rezaban con él.
En una ocasión, durante el servicio, sintió cómo una tefilá era más
aceptada que la suya. Miró a la izquierda y a la derecha, y no vio a
ningún rabino, cabalista, Admur o Tzadik junto a él. Bajó de la tevá,
se alejó de todos un momento y empezó a concentrarse para pedir a
Dios que le mostrara quién era esa persona tan especial, hasta que

187
LIBRO

SHEMOT
Dios le dio una señal. Era un joven pastor, muy sencillo, quien
nunca antes había tenido la oportunidad de rezar. No sabía leer ni
escribir. Solamente repetía sin cesar el abecedario en una esquina
de la sinagoga: alef, bet, guimel… shin, tav, y decía al Creador:
“Por favor, Dios. Yo no sé leer ni escribir, no sé rezar. Sólo te pido
que tomes las letras y las acomodes adecuadamente, y las conside-
res como mi rezo”.

Esta pequeña tefilá fue más apreciada por Dios porque había sido
hecha con todo su potencial, aun con más fuerza que las grandes
tefilot hechas por el mismísimo Baal Shem Tov.

Muchas veces nos resulta cómodo pensar que Dios nos dio la fuer-
za de un ciclista o que siempre hacemos más de lo que debemos, o
que hacer más es imposible, pero la verdad es que nadie conoce sus
fuerzas internas.

Por ejemplo, una persona normal recorre a toda carrera doscientos


metros en aproximadamente treinta segundos. Pero si por azares
del destino un tigre corriera detrás de ella para atacarla, quizá reco-
rra esa distancia en quince segundos. Esto evidencia que, cuando
algún factor externo nos motiva a actuar de manera rápida, descu-
brimos nuestras verdaderas fuerzas.

Recuerdo que hace años, mientras estudiaba en mi yeshivá, debi-


do a obras de remodelación derribaron una pared y colocaron las
piedras de desecho en un basurero especial. El rabino de la yeshivá
pidió cuatro o cinco voluntarios de los alumnos para que llevára-
mos la basura a la calle, al lugar donde se colocaban los recipientes
de basura. Cuando íbamos arrastrando el pesado recipiente donde
iban las piedras, el compañero que me ayudaba resbaló y por poco
el recipiente cae sobre su pierna, porque en ese momento todos los
demás habían retirado sus manos. Mientras mi amigo se reponía

188
LIBRO

SHEMOT
de la caída, me quedé solo soportando la tremenda carga. ¡Jamás
imaginé que tuviera yo tanta fuerza! Por desgracia, sufrí dolores de
espalda durante dos meses.

De igual manera que en el cuerpo hay fuerzas ocultas, también las


hay en el alma. Tan sólo necesitamos sacarlas a la luz y aprovechar-
las al máximo, y llegaremos a ser tan fuertes espiritualmente como,
digamos, Moshé y Aharón.

Basta con que queramos lograrlo y Dios nos proporcionará un bri-


llante cerebro, una buena memoria, mayor sabiduría.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a aprovechar nuestras fuer-


zas, que cada uno lleguemos a conocer nuestro potencial y veamos
cuánto de bueno Dios nos ha dado, y que los aumente para servirle
adecuadamente todos los días de nuestra vida. Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat TERUMÁ
¿QUIÉNES QUEREMOS SER?

I magino que, por lo menos una vez en la vida, todos nos hemos
preguntado qué simboliza el Maguén David, el símbolo del Pue-
blo de Israel compuesto por dos triángulos entrecruzados y un cír-
culo que los rodea.

Debemos saber que no es un logotipo cualquiera, sino un profundo


mensaje para todos nosotros.

Está escrito en el Pirké Avot que el mundo se sostiene sobre tres pila-
res: la Torá, la tefilá y los actos de bondad, que no son otra cosa que
las cualidades que reunieron nuestros Patriarcas. Yaakov representa a
la Torá, ya que pasó toda su vida estudiándola, hasta el punto de ser
llamado Yoshev Ohalim, “Se sentaba en las carpas”, es decir, en las
carpas de estudio de la Torá. Itzjak representa la columna vertebral de
la tefilá y de los sacrificios a Dios, ya que él estuvo expuesto a ello. Y
Abraham hizo muchos actos de bondad; ayudaba a los pobres, invi-
taba a muchos huéspedes y curaba a los enfermos, por ejemplo.

Así, pues, el mundo judío está compuesto por el estudio de la Torá,


los rezos y la ayuda al prójimo.

En esta Parashá leemos que Dios ordenó a Moshé construir el Ta-


bernáculo o santuario, en el que se colocaron el altar de los incien-
sos, la mesa y la Menorá. Dentro, en el Kodesh Hakodashim (Sanc-
tasanctórum), estaba el arca sagrada con los arcángeles.

Los tres objetos dentro del santuario (la mesa, la Menorá y el altar
del incienso) representan los tres pilares que ya nombramos.

190
LIBRO

SHEMOT
La mesa representa el concepto de hacer bien al prójimo, pues en ella
los invitados comen, se da caridad a los pobres, etc. Esto es lo que nos
transmitió Abraham Abinu. La Torá, cada vez que se refiere a la mesa,
nos recuerda los actos de bondad; por ejemplo, en la mesa del san-
tuario se ponía el pan una vez por semana y, milagrosamente, el pan
duraba fresco y sin endurecerse durante todo ese tiempo, y cuando
los Cohanim comían de él les bastaba para saciarse. Así ocurre con el
que ayuda a su prójimo, pues Dios bendice su sustento.

Se hacían doce panes, uno por cada tribu de Israel, para enseñarnos
que debemos hacer el bien con todos, sin excepciones, sin mirar a
quién.

Ese pan se conoce como el pan de las caras. La Torá nos enseña así
que, antes de dar de comer a un pobre, éste se fija en nuestro rostro.
Si le sonreímos, nos alegramos con él, lo recibimos con los bra-
zos abiertos, aunque le demos poco él lo considerará como un gran
banquete; pero si le ponemos cara de enojo o de tristeza, por más
manjares que le sirvamos no le serán suficientes y, por ende, noso-
tros no habremos actuado correctamente.

El altar de los inciensos representa a Itzjak Abinu, que nos enseñó


la importancia de las tefilot y de los sacrificios, y rezar a Dios diaria-
mente. La descripción del altar que se presenta en nuestra Parashá
nos enseña cómo debemos rezar a Dios. El incienso se ofrecía en las
mañanas porque así lo ordena la halajá, es decir, la persona debe le-
vantarse muy temprano por la mañana a rezar. Después se nos dice
que el incienso no podía ser ofrecido con malos pensamientos y
nosotros, en el momento de rezar, tampoco podemos pensar en co-
sas mundanas. Una de las especias que componían el incienso era
la jelboná, que olía muy mal, para simbolizar a los malvados que
no cumplen la Torá. Antiguamente muchos rabinos se esforzaban
por llevar a algún malvado a la sinagoga para que rezara y Dios es-

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LIBRO

SHEMOT
cuchara sus tefilot, por la alegría que Le causa ver a uno de sus hijos
perdidos de vuelta en casa.

La Menorá es la columna vertebral de la Torá y está representada


por Yaakov Abinu. Aquí también nuestra Parashá nos indica, me-
diante la descripción de la Menorá, cómo debemos estudiar la Torá.
Primero, la Menorá era encendida con aceite de olivo puro, para
enseñarnos que sólo podemos “encender” nuestras vidas de Torá
con pureza, santidad y limpieza. Ese aceite de olivo se producía con
mucho esfuerzo, ya que se utilizaba una sola gota de cada aceituna;
eso lo convertía en un aceite especial, tal como lo era la Menorá.
También el estudio de Torá requiere mucho esfuerzo y paciencia,
para extraer de él gota a gota hasta llenar una vasija y después otra,
a fin de encender toda la Menorá. La vasija central de la Menorá se
conoce como Ner Tamiz (“luz eterna”), es decir, nunca se apagaba,
para enseñarnos que el estudio debe ser constante.

Ahora la pregunta es: ¿cuál de estos pilares es el más importante?


¿Las buenas acciones, el estudio o el rezo? Ninguno de estos pilares
es el adecuado si funciona solo; únicamente la combinación de to-
dos producirá algo bueno y perfecto.

Esto se evidencia en el Kodesh Hakodashim, donde estaba el Arca


Sagrada con los arcángeles, en los cuales estaban insinuados los tres
pilares. Sus alas estaban extendidas para simbolizar las tefilot; re-
cordemos que Moshé Rabenu rezaba y alzaba sus manos hacia el
cielo, y por eso los Cohanim bendicen al pueblo extendiendo sus
manos. La cabeza de los arcángeles estaba dirigida hacia el arca,
donde estaba guardada la Torá, para enseñarnos la importancia de
dirigir nuestras vidas en función de la Torá. Y por ultimo, los ojos
de un ángel estaban enfocados a los del otro, para sugerirnos que
siempre debemos estar pendientes de los demás y ayudarles en todo
lo que podamos.

192
LIBRO

SHEMOT
Así, pues, si nos convertimos en uno de estos pilares seremos Kodesh
(Santos), pero si reunimos los tres pilares seremos Kodesh Hakodas-
him (Santos entre los santos).

No podemos llamarnos estudiosos de la Torá si avergonzamos a


nuestros amigos y no rezamos. Tampoco podemos decir que somos
buenos con las personas si nos olvidamos de estudiar Torá y rezar.
Menos todavía podemos despertarnos temprano a rezar si nos esca-
pamos de la clase de Torá y nos alejamos de la caridad.

La Torá proviene de Dios, la tefilá va hacia Dios y la ayuda a no-


sotros mismos va de unos a otros, y juntos todos constituyen los
tres pilares de la identidad judía. Sólo así perfeccionaremos nuestra
existencia.

Ese es el mensaje oculto que hay en el Maguén David. Primero ve-


mos un círculo, que representa la vida en sociedad, en la que todos
estamos equidistantes al punto central: nadie es superior al otro.
Ese punto central es la bondad; todos nos ayudamos por igual. Des-
pués encontramos un triángulo que apunta hacia arriba, como una
flecha, el cual representa nuestras tefilot que van de abajo hacia arri-
ba, de la tierra al cielo, hacia donde está Dios. Y, por último, hay un
segundo triángulo que apunta hacia abajo: es la Torá que viene de
Dios hacia nosotros. Todo conforma el Maguén David, la identidad
del Pueblo de Israel.

Que sea la voluntad de Dios hacernos grandes en Torá, que re-


cemos con la concentración adecuada y que nos ayudemos los
unos a los otros a fin de llegar a la perfección, al nivel del Kodesh
Hakodashim. Amén.

193
LIBRO

SHEMOT
Parashat TERUMÁ
LA EDUCACIÓN PURA
E n el tratado de Kelim hay una Mishná que dice: “Existen diez
santidades. La Tierra de Israel es más santa que la del resto de
las naciones. Jerusalem es la más santa de las ciudades de Israel. El
Monte Moriá, donde estaba el Templo, es más santo que el resto de
los montes que conformaban a Jerusalem. Y así sucesivamente, has-
ta llegar al Kodesh Hakodashim, en el Templo”.

Dios escogió colocar la Torá en el lugar más santo del mundo y, por
encima de ella, unos arcángeles. ¿Qué representan los arcángeles
en el Kodesh Hakodashim? El mismo nombre lo revela. En hebreo,
“arcángel” se dice kerub, palabra que proviene del arameo y que sig-
nifica “niño”. Uno de esos arcángeles tenía cara de niño y el otro de
niña, para enseñarnos que la educación de los niños es tan impor-
tante para Dios que la puso en el lugar más santo del mundo, enci-
ma de —es decir, con base en— lo más santo del mundo, la Torá.

Una vez alguien me dijo: “Si en una ciudad vemos un cementerio


judío, ello nos indica que ahí hubo una comunidad judía. Si vemos
una sinagoga, es señal de que en esa ciudad hay una comunidad
judía. Si vemos un colegio judío, en el futuro también habrá una
comunidad judía en esa ciudad”.

Los niños son el futuro del Am Israel y por eso Dios se negó a en-
tregar la Torá al Pueblo de Israel hasta que no prometieran transmi-
tirla a todas las generaciones subsecuentes. Cuando no hay futuro,
el presente no tiene valor. Los querubines representan a los niños;
por eso Dios puso a los querubines encima de la Torá; de ahí su im-
portancia. Los querubines extendían sus alas el uno hacia el otro,
para enseñarnos que la Torá tiene que ser transmitida con amor y
hermandad entre todos. Pero, como señal de que eso no es suficien-

194
LIBRO

SHEMOT
te, sus cabezas apuntaban hacia abajo, hacia la Torá, para enseñarnos
que sin Torá no hay respeto ni buenos modales, y si no hay respeto o
buenos modales no hay Torá (Pirké Avot 3:21).

Es importante que enviemos a nuestros hijos a una institución edu-


cativa donde les enseñen Torá y buenos modales. También lo es que
el ambiente en torno suyo influya en su futuro, el de los padres y el
de Am Israel. Por eso Dios nos sugiere que pongamos a nuestros hijos
e hijas (nuestros querubines) en el lugar más santo del mundo, para
que salgan preparados al mundo con Torá y buenos modales.

El rabino Eliyahu Lupián explica el versículo: Tzadik Katamar Yifraj


Kerez Balebanon Yisgué, Shetulim Bebeit Hashem Bejatsrot Elokenu
Yafriju, “El justo florecerá como la palmera, se elevará como los ce-
dros del Líbano, andará en la casa de Dios y en los patios de nuestro
Dios florecerá” (Tehilim 92:13) de la siguiente manera: si queremos
que nuestros hijos lleguen a ser tzadikim, justos, debemos primero
procurar que sean como las palmeras, llenos de mitzvot y buenas
cualidades. De la palmera se obtiene el Lulav y el Sekaj (el techo de
la Sucá, la cabaña); el dátil, cuya bendición es boré peri haetz; la miel
del dátil, cuya bendición es shehakol nihyá bidbaró; y las ramas de
palma, por las que se bendice boré peri adamá. En su conjunto, la pal-
mera representa a la persona con buenas cualidades, ya que da frutos
y sombra, y su madera sirve para calentarnos cuando hace frío. En
resumen, las palmeras son muy útiles. Nuestros hijos también deben
ser comparados con los cedros, que son altos y fuertes, para que sean
grandes en Torá y fuertes en el temor a Dios, pero a condición de que
se hallen envueltos en un ambiente de santidad, como “los patios de
Dios”, y así florecerán para convertirse en tzadikim.

No es fácil educar a los niños porque el instinto del mal está lu-
chando contra nosotros en esta gran misión. Quiere conquistar el
corazón de los niños, para que le sea más fácil controlarlos.

195
LIBRO

SHEMOT
Hay un chiste sobre el Yetzer Hará. Dicen que lo vieron en Haifa,
corriendo de un lado a otro. Le preguntaron qué hacía y respondió
que ahí tenía mucho trabajo por hacer. Al día siguiente lo vieron en
Bené Berak, sentado en una silla, aburriéndose; le preguntaron qué
pasaba y respondió que no tenía nada que hacer, porque allí nadie
lo escuchaba. Después lo vieron en Tel Aviv y tampoco estaba ha-
ciendo nada; cuando le preguntaron, respondió que no hallaba que
hacer. ¿Cómo era eso posible? “Es que aquí yo sobro”, replicó. Por
eso el Yetzer Hará molesta tanto a los padres, para que en el futuro
sus hijos caigan en sus redes.

El Rey David comparó a los hijos con las aceitunas: Baneja Keshetulé
Zetim Sabib Leshuljaneja, “Que tus hijos sean como ramos de acei-
tunas que rodean tu mesa” (Tehilim 128:3). La aceituna es un fruto
muy amargo y solamente después de un proceso muy difícil puede
obtenerse el tan preciado aceite de olivo. Por eso el Rey David dijo
que debemos someter a los hijos a un procedimiento parecido des-
de la niñez para que gocemos de su compañía cuando crezcan y
estén alrededor de nuestra mesa, sin tener que suplicarles que nos
acompañen en Shabat.

Esa es la razón de que los arcángeles fueran de oro puro, para decir-
nos que nuestros hijos deben estar puros, en el Kodesh Hakodashim,
en los patios de Dios, alrededor de nuestra mesa. Como dijo el Rey
David, que sean como los racimos de aceitunas, a los que hay que
sujetar a un poste, a fin de que crezcan rectos y fuertes. De otra ma-
nera, crecen torcidos y ya no es posible enderezarlos. El poste que
los endereza simboliza a la Torá y los buenos modales, que los ayu-
dan a crecer y a florecer correctamente y sin inconvenientes.

Que sea la voluntad de Dios que eduquemos a nuestros hijos con


santidad y en pureza, para que siempre nos den muchas satisfaccio-
nes y escuchemos de ellos únicamente buenas noticias. Amén.

196
LIBRO

SHEMOT
Parashat TEZAVÉ

ORDEN EN NUESTRAS VIDAS

¿ Quién dijo que Dios creó el mundo? ¿Por qué consideramos


incorrecta la idea de que el mundo fue creado a raíz de una ex-
plosión (le teoría del Big Bang)? ¿Realmente el abuelo de nuestro
abuelo fue un orangután?

Una de las respuestas más sencillas a estas preguntas, y la cual de-


muestra el origen divino de toda la Creación, es el orden que hay
en ella. De una explosión no puede esperarse más que trozos de
materia volando a gran velocidad o que se destruyen, pero jamás
un orden tan perfecto como el que hay en todo el mundo. Igual que
todo artículo es testimonio de que un artesano lo hizo, el mundo
es muestra de que Dios lo creó. Tanta perfección en los diferentes
sistemas del cuerpo humano atestigua que hubo alguien que los
programó y los ordenó de esa forma. La Creación entera es como
una orquesta en la cual ninguno de sus músicos desafina gracias a
un director que los guía; así, el mundo funciona coordinadamente,
sin desafinar, gracias a Dios.

Por ejemplo, descubrimos que hay un orden en el mundo al ver la


distancia entre la Tierra y el Sol. Si estuviéramos un poco más cerca
del Sol nos calcinaríamos y si estuviéramos más alejados de él nos
congelaríamos. La fuerza de gravedad está perfectamente equilibra-
da; si fuera menor, todos flotaríamos, y si fuera mayor no podría-
mos movernos. La cantidad de oxígeno en el ambiente es perfecta;
si hubiera menos nos ahogaríamos y si fuera más, con sólo encen-
der un fósforo todo se incendiaría.

197
LIBRO

SHEMOT
También hay orden en los seres vivos. Si la cáscara del huevo fuera
más gruesa, el polluelo no podría salir a la luz, y si fuera más del-
gada se rompería antes de que naciera. Otro ejemplo de orden es
la relación entre los animales predadores y sus presas; el guepardo
puede correr a ochenta kilómetros por hora, pero sólo por cinco
minutos a lo sumo, y después alcanza únicamente cincuenta y cin-
co kilómetros por hora. Sin embargo, el venado corre a sesenta y
cinco kilómetros por hora y mantiene esa velocidad durante quince
minutos. Debido a estas ventajas y desventajas hay un conveniente
equilibrio en la población de éstas y muchas otras especies.

En nuestro propio cuerpo, por ejemplo, hay un sistema nervioso


que conecta a todos los órganos. El cerebro es una masa de carne
grasosa que piensa y programa la vida del cuerpo. Los ojos son dos
cámaras de video que nos permiten ver lo que ocurre a nuestro alre-
dedor. Los dientes mismos están agrupados y cada uno de ellos tie-
ne una función diferente. Y así, todas las partes del cuerpo forman
juntas esta perfecta máquina llamada ser humano.

Este orden indica que alguien lo hizo así, no que se ordenó de ma-
nera tan adecuada por accidente.

De la misma forma que hallamos tal orden en el mundo, tenemos


que lograr en nuestras vidas ese equilibrio que tanto necesitamos,
pues sólo con él llegaremos a ser dueños de nuestro destino. Ya lo
dijo el rey Salomón: “Hay tiempo para todo en la vida; basta saber
cuál es el momento para todo”.

Hay un tiempo para llorar (Tishá Beav) y para reír (Purim); para
consolar, en una sivá (duelo); para bailar, en una boda; para callar,
en la sinagoga; para hablar, afuera de la sinagoga; para amar, a todo
el Am Israel; para odiar, a sus enemigos; para guerrear, contra el Yet-
zer Hará; para la paz, con el Yetzer Hatov.

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LIBRO

SHEMOT
Pero si mezclamos los momentos, por ejemplo, nos alegramos en
Tishá Beav en vez de llorar, jamás seremos dueños de nuestra vida;
seremos como un barco a la deriva.

Esta Parashá contiene la orden de Dios a Moshé de hacer el pecto-


ral del Cohén Gadol, que estaba compuesto de piedras preciosas en
las que estaba grabado el nombre de cada tribu y de los Patriarcas.
Cuando el Am Israel tenía una pregunta, recurría al Cohén Gadol y
éste respondía por medio del pectoral. Cada letra se iluminaba por
orden de Dios y se iba formando la respuesta deseada. Este sistema
se utilizaba en lugar de la profecía.

Por ejemplo, para saber si Israel debía ir la guerra o no, en el pecto-


ral se iluminaban las letras Nun y Jaf, que juntas en hebreo forman
ken, “sí”. Si preguntaban por dónde tenían que atacar, se ilumina-
ban en el pectoral las letras Mem, Dalet, Mem Sofit, Hei, Resh y Vav,
que conformaban la palabra mehadarom, es decir, por el sur.

El pectoral era llamado Urim Betumim. Urim proviene de la pala-


bra or, “luz”. Betumim se deriva de la palabra tamim, “perfecto”. Es
decir, el Cohén Gadol tenía que ordenar las letras de forma correcta,
no sin antes rezar a Dios para que las letras se iluminaran y él supie-
ra acomodarlas adecuadamente.

En el Tanaj se relata la historia de Janá (madre del profeta Shemuel),


quien vivió en la época previa a la construcción del Primer Templo.
En Shiló estaba ubicado el Templo provisional y el Cohén Gadol era
Eli. Una vez vio rezar a Janá con mucha concentración, para que Dios
le mandara hijos. Eli HaCohén (el Sacerdote) preguntó al pectoral
qué debía decir a esa mujer y se encendieron las letras Shin, Hei, Jaf
y Resh. De inmediato pensó que estaba escrito en hebreo shikorá,
es decir, “borracha”. Por tanto, preguntó a Janá por qué bebía tanto
vino. Janá le respondió que no había ordenado bien las letras, por-

199
LIBRO

SHEMOT
que ahí estaba escrito en hebreo kesherá, “mujer buena”. Entonces
Eli HaCohén se concentró en el pectoral y dijo a Janá que ese mis-
mo año sería premiada con un hijo. Ella le preguntó cómo lo sabía
y él dijo que la palabra kesherá podía ser leída como keSará, o sea,
como Sará Imenu, que no tenía hijos y los ángeles le anunciaron un
año antes que tendría uno. Y de acuerdo con los comentaristas, así
fue: al año, Janá tuvo a Shemuel (Shemuel I, 1:14).

Aprendemos de esto que primero debemos conseguir la luz, lo bue-


no, las cualidades adecuadas, y que después debemos saber orde-
narlas correctamente, en el tiempo y la forma perfectos.

Hay personas con muy buenas cualidades, pero que no saben orde-
nar su vida. Hay que despertarse temprano en las mañanas para re-
zar, dedicar un tiempo para estudiar y después ir a trabajar, comer,
asistir a Minjá, de nuevo estudiar y después rezar Arvit, cenar con la
familia y compartir un buen momento con ella, y por último dor-
mir. Hay que establecer un horario de vida y no improvisar, ya que
lo improvisado demuestra falta de control. Sin embargo, programar
la vida da un gran orden en general.

Por eso Maimónides dice que debemos dividir nuestro día en tres par-
tes: un tercio para trabajar, otro para estudiar y el último para dormir
y comer. En los momentos de estudio hay que subdividir ese tiempo
también en tres partes: Torá, Talmud y Halajá (Talmud Torá 1:11).

¿Por qué Maimónides no nos aconsejó estudiar cuando queramos,


comer cuando tengamos hambre y dormir cuando estemos cansa-
dos? Porque estaríamos desorganizados.

Por eso consideramos que quien estudia en horas fijas del día, aun-
que sean una o dos, es mejor que quien estudia tres horas seguidas,
pero sólo cuando puede, sin hacerlo con la seriedad necesaria. El

200
LIBRO

SHEMOT
que dice que estudiará cuando le sobre tiempo, al final no estudiará
nada. En esto radica la importancia de estudiar Torá seriamente y
con constancia.

Que sea la voluntad de Dios que sepamos organizar nuestra vida y


que descubramos cuándo y cuánto tiempo trabajar y estudiar Torá,
para que así seamos dueños de nuestra vida con orden, tal como
sabemos que lo hay en el mundo. Amén.

201
LIBRO

SHEMOT
Parashat KI TISÁ
LA UNIÓN DEL CEREBRO
CON EL CUERPO

E n esta Parashá surgen varias preguntas que requieren respues-


tas especiales. La primera es: ¿cómo es posible que el Am Israel,
después de la entrega de la Torá, cuando escuchó a Dios y vio Su Pro-
videncia Divina, fabricó y adoró al becerro de oro? Está escrito que
Moshé pidió a Dios que lo dejara verlo. Dios le respondió que podría
ver su espalda. Explica la Guemará que Dios quiso mostrarle sólo el
nudo de la parte de atrás de los tefilín (filacterias). La segunda pre-
gunta es: ¿acaso Dios tiene cabeza para colocarse los tefilín? Y de ésta
se derivan otras cuestiones: ¿qué fue exactamente lo que mostró Dios
a Moshé? ¿Qué quiso Moshé ver de Dios?

Después del pecado que el Am Israel cometió con el becerro de oro,


Dios dijo a Moshé: “Este es un pueblo con cerviz dura, terco”. Por
tanto, la tercera pregunta es: ¿qué quiso decir Dios a Moshé con “un
pueblo de cerviz dura”?

Para responder estas interrogantes, necesitamos profundizar un poco


en lo que dice la Torá.

El pensamiento del hombre se divide en tres partes: sabiduría, enten-


dimiento y conocimiento; en hebreo, Jojmá, Biná y Daat. ¿Qué es sabi-
duría? La capacidad de una persona para tener una idea; por ejemplo,
el paisaje que desea plasmar en tela un pintor. Después, esa idea pasa
al entendimiento; es decir, el pintor piensa en qué colores necesita, qué
lienzo va a utilizar, cuántos pinceles, etc. Por esto el desarrollo de la
sabiduría se conoce como entendimiento. Al final vienen los conoci-
mientos, es decir, la puesta en práctica de todo lo pensado.

202
LIBRO

SHEMOT
En términos cabalísticos, la sabiduría se conoce como el padre, el
entendimiento como la madre y los conocimientos como el hijo.
Es decir, la sabiduría es como el padre porque aporta la semilla
en la que se concentra toda la información genética del niño. El
entendimiento es como la madre porque desarrolla toda esa in-
formación, la clasifica según sus funciones y forma el corazón, el
cerebro, las manos y los pies del niño. A consecuencia de la apor-
tación biológica de ambos, viene el bebé, la puesta en práctica de
los conocimientos.

En nuestra Parashá se explica esta cadena: Vaamale Oto Vejojmá


Ubitbuna Uvdaat Lajashov Majashavot Laasot, “Y lo llenó de sabi-
duría, entendimiento y conocimiento para pensar, desarrollar y rea-
lizar”. Es decir, Dios otorgó a Betzalel sabiduría, entendimiento y
conocimiento para que construyera el Mishkán (Tabernáculo) (She-
mot 31:3 y 31:4). De estos versículos se entiende que Dios le proveyó
las ideas para empezar la construcción del santuario (Jojmá); luego
le dio la fuerza para desarrollar esas ideas, lo que equivale al uso del
entendimiento (Biná); y por último le proveyó los conocimientos
cuando emprendió la construcción como tal (Daat).

Hay quienes poseen sabiduría y entendimiento, pero no tienen


la capacidad de aplicar sus conocimientos. Katan en lo Daat, “Un
niño no tiene conocimiento” (Guitín 23a), es decir, entiende mu-
chas cosas, mas no sabe cómo ejecutarlas. Por ejemplo, un bebé
de diez meses de nacido entiende que le conviene caminar en vez
de gatear, pero no tiene la capacidad de llevar a cabo lo que su en-
tendimiento le dice; entiende que tiene que vestirse, pero cuando
quiere ponerse los zapatos se confunde, no sabe cuál es el izquier-
do o no sabe abotonarse la ropa correctamente.

Por otro lado, está escrito: Biná Yeterá Vaishá, “Un entendimien-
to adicional tiene la mujer” (Nidá 45a). Por ejemplo, cuando una

203
LIBRO

SHEMOT
mujer va de compras, se para frente a una vitrina y ve un vestido,
empieza a imaginarse cómo le quedará, cómo se verá con él, qué
dirán de ella y, al final, lo compra. Pero para poner en práctica sus
conocimientos no es tan ágil (Kidushín 80b). El día que se pone el
vestido lo siente un poco diferente y dice: “En la vitrina se veía un
poco más bonito”.

Los hombres judíos también sufrimos ese problema. Sabemos


que la Torá es verdad, que Dios es verdad. Lo corroboramos con
nuestros ojos, escuchamos clases de Torá diariamente, con nuestra
boca pedimos a Dios; pero con todo eso, al momento de hacer una
mitzvá o dejar de cometer una transgresión, los conocimientos en
nuestro cerebro no nos ayudan a cumplir nuestra Torá.

Los rabinos explican este fenómeno con un ejemplo de la vida


diaria. Quien recibe un golpe muy fuerte en la nuca puede quedar
parapléjico, es decir, puede ver, oír, escuchar y hasta hablar, pero
sus manos o sus pies no se moverán porque se ha interrumpido el
flujo de sustancias del cerebro y a lo largo de la columna vertebral
que llevan información y conectan a los diferentes miembros del
cuerpo. El cerebro sigue funcionando, piensa y reacciona a los es-
tímulos externos, pero jamás podrá ya ordenar nada al resto del
cuerpo.

A nivel espiritual ocurre lo mismo; el Yetzer Hará “se sienta” en la


nuca de la persona y desconecta el cuerpo del cerebro, el pensa-
miento de la acción y, a consecuencia de esto, se da el fenómeno
de que entendemos las cosas, pero no las hacemos.

Otro ejemplo es la persona que conduce su auto a alta velocidad;


sabe que si se desinfla una llanta puede sufrir un gravísimo ac-
cidente, pero con todo continúa conduciendo muy rápido. Esta
persona tiene sabiduría (Jojmá) y entendimiento (Biná), pero no

204
LIBRO

SHEMOT
desea aplicar sus conocimientos (Daat) y hacer lo que su sabiduría
y entendimiento dictan para su bien.

Así nos ocurre a diario: llevamos a cabo las cosas que sabemos que
son verdad y de las cuales estamos seguros. Nosotros sabemos que
Dios es verdad, que su Torá también lo es, creemos que existe el
Mundo Venidero; pero el Yetzer Hará nos hace dejar esa informa-
ción en la cabeza y no la pasamos al cuerpo, porque nos cierra el
paso entre los conocimientos y las acciones. Desequilibra la armo-
nía que debería haber entre lo que pensamos y lo que hacemos.

El árbol del que comieron Adam y Javá se llamaba Etz Hadaat, “el
Árbol del Conocimiento”; debido a que les faltaba conocimiento
(Daat) comieron de él. Ellos estaban conscientes de que Dios les
había prohibido comer de ese árbol, pero debido a que no tenían
los conocimientos, las herramientas necesarisas para convertir sus
pensamientos en acciones, cayeron en la tentación y comieron de él.
El Faraón carecía de conocimientos (Daat) para equilibrar sus pen-
samientos y sus acciones. Por un lado, sabía que Dios existe al ver
tantos milagros hechos por Moshé y Aharón, escuchaba los shiurim
de ellos, aceptó su mal comportamiento, pero no le fue suficiente,
ya que continuó con sus malas acciones. Faraón en hebreo se dice
Parhó y, si lo leyéramos en hebreo de atrás hacia adelante leeríamos
Haoref, que significa nuca. El Faraón efectivamente tenía obstruida
la cerviz, el Yetzer Hará estaba “sentado” sobre ella. Es decir, no le
permitía coordinar sus acciones con sus pensamientos.

Es por eso que la cabeza de Esav está enterrada junto a nuestros


Patriarcas y Matriarcas en Hebrón. Estaba llena de conocimientos
de Torá, los que adquirió de su padre Itzjak, pero por desgracia sus
acciones no eran ejemplares. Por ello su cuerpo fue enterrado se-
parado de su cabeza. En la Amidá, el rezo diario, pedimos a Dios
que nos conceda sabiduría, entendimiento y conocimiento. La ben-

205
LIBRO

SHEMOT
dición que se dice en este mismo párrafo es: “Bendito Tú, Dios…
Que das el conocimiento”. En esta oración se hace hincapié en el
conocimiento, más que en la sabiduría o en el entendimiento. Sin el
conocimiento para llevar todos nuestros pensamientos a la práctica
no habría obras realizadas por artistas, arquitectos e ingenieros.

Los integrantes del Am Israel supieron la verdad, escucharon a Dios


con sus oídos, vieron con sus ojos, dijeron con su boca: Naasé Ve-
nishmá, “Haremos y escucharemos”. Todo eso lo tenían en su men-
te, pero el Yetzer Hará se sentó sobre sus nucas y los convirtió en
personas testarudas, duras de cerviz, y cortaron el contacto entre la
mente y el cuerpo. Por eso Moshé pidió a Dios que lo dejara verlo.
Quería ver cómo llegar a él venciendo al Yetzer Hará. Dios le mos-
tró el nudo del tefilín de la cabeza, que encaja perfectamente en el
lugar de la nuca donde se sienta el Yetzer Hará para obstruir la co-
municación del cuerpo con el cerebro. El nudo tiene la forma de la
letra hebrea Dalet, cuyo valor numérico es cuatro e inicia la palabra
Daat, conocimiento, y cuatro son los caminos para llegar a la cabe-
za: los ojos, los oídos, el cerebro y la boca del ser humano.

En resumen, nuestros Sabios nos explican que la función del Yet-


zer Hará es interrumpir el flujo de información entre el cerebro y el
cuerpo, y la función del ser humano es restaurar ese flujo.

Hubo una vez un hombre que tenía una casa muy bonita. En cierta
ocasión, este hombre tuvo que viajar durante seis meses, por lo cual
llamó a su esclavo y le dijo: “Todos los días limpia la casa, riega las
plantas, arregla el césped y paga las cuentas”. Pero como su sirviente
no era muy listo, escribió esas instrucciones en un papel y le dijo
que lo leyera todos los días apenas se levantara. Al transcurrir los
seis meses volvió el amo a su casa y vio que todo estaba sucio y en
desorden. Llamó al sirviente y le gritó: “¡Te ordené leer todos los días
tus obligaciones!”. El esclavo le respondió: “Yo leí todos los días la

206
LIBRO

SHEMOT
nota que usted me dejó”. El amo se enfureció más y le dijo: “La nota
era para que hicieras lo que en ella dice y no para que solamente la
leyeras” (extraído del libro Shaarei Harmón).

No debemos leer la Torá porque sí, sino estudiarla y aprender de


ella a fin de aplicarla en nuestras vidas. Que sea la voluntad de Dios
entender que nuestra primordial obligación es vencer al Yetzer Hará
coordinando nuestros pensamientos y acciones, para que así estemos
completos con sabiduría, entendimiento y conocimiento. Amén.

207
LIBRO

SHEMOT
Parashat KI TISÁ

GARANTES DE LOS DEMÁS

E n nuestra Parashá, Moshé reprocha al Am Israel por el pecado


del becerro de oro. Poco antes la Torá nos informa que todos
los participantes en esa idolatría murieron. Los que ofrecieron sacri-
ficios e inciensos al becerro murieron bajo la espada de los levitas;
los que besaron al becerro, por una epidemia; y los que se alegraron
y bailaron con el becerro, al beber las aguas en las cuales se trituró
el ídolo (Yoná 66a). Entonces, ¿por qué Moshé reprochó al Am Is-
rael, si los que cometieron el pecado ya habían muerto?

Al principio de nuestra Parashá se responde esta pregunta. Cuando


Dios ordenó que todos dieran medio shekel para la construcción
del Tabernáculo, para realizar las compras de los sacrificios, ¿por
qué Dios no pidió un shekel completo, en vez de medio? Explican
nuestros Sabios que la intención de pedir esa cantidad era enseñar-
nos el compañerismo. Ninguno de nosotros es autosuficiente, sino
que somos un pueblo unido y sin grietas. Kol Israel Arebim Ze Lazé,
“Todos en el Am Israel somos responsables los unos por los otros”
(Rashí, Rosh Hashaná 29:1).

El compañerismo puede ser algo positivo y negativo a la vez. Cuando


alguien dice kidush y respondemos “Amén” se considera que todos
cumplimos con la mitzvá de kidush y lo que uno hace al otro le sirve.
Pero cuando uno comete una transgresión y el que lo ve no le recla-
ma, se considera que este último también comete la misma trans-
gresión. El silencio es señal de aceptación. Aquí puede aplicarse el
dicho aquel de “El que calla, otorga”.

208
LIBRO

SHEMOT
La Torá nos dice: Ojiaj Tojiaj Et Amiteja Veló Tisá Alav Jet, “Reclama
y reprocha a tu pueblo, para que no cargues con su pecado” (Vayi-
krá, Levítico, 19:18).

Cuando escuchamos esta ley nos preguntamos: ¿debemos cargar con


los pecados que los millones de judíos en el mundo cometen a diario?
¿Estamos obligados a comunicarnos con todos ellos para reprocharles
sus malas acciones, y así no carguemos con sus pecados? ¡Es imposible!

Pero, ¿qué pasa con los que están cerca de nosotros en este momen-
to, como nuestros hermanos, hijos, amigos, socios y vecinos? ¿Aca-
so no nos importan ellos?

En la tzedaká hay un orden estricto en cuanto a quién dar primero


y a quién después; primero a los pobres de nuestra propia familia,
después a los de nuestra ciudad, a los de Jerusalem, a los de Israel y a
los del mundo. También en primer lugar deberíamos preocuparnos
por los pecados que están cometiendo nuestros hermanos del Am
Israel. Y antes que nadie, deberíamos preocuparnos por la espiritua-
lidad de nuestros familiares, para que aumente; después por la de
los vecinos, amigos, etc. Y dentro de ellos, hay que intentarlo pri-
mero con quienes sabemos que van a escucharnos, después con los
que son más escépticos a nuestras palabras. Así lograremos salvar a
muchos hermanos judíos.

El Am Israel jamás se ha caracterizado por ser proselitista. No so-


mos como misioneros deambulando por las casas del mundo tra-
tando de convencer a los demás. Por el contrario, a los que desean
convertirse les hacemos la vida imposible, en el buen sentido de la
palabra, porque intentamos convencerlos de no ser judíos. Ya tene-
mos mucho trabajo dentro de la casa para buscar más afuera. En
otras palabras, primero debemos acercar a los judíos del mundo, al
Am Israel, y después a los demás.

209
LIBRO

SHEMOT
Generalmente quienes se encargan de acercar a sus hermanos ju-
díos se quejan diciendo: “Todos parecen sordos; lo que les entra
por un oído les sale por el otro; se me quedan mirando como si
estuviera loco, como si me hubieran lavado el cerebro”.

Pero, en verdad, las personas que piensan así están equivocadas,


porque no saben que la mente del ser humano es como una mu-
ralla; no puede ser derribada de un solo golpe. Por tanto, a ellos
no se les puede convencer de que hay una única verdad de una
sola vez. Hay que dar un pequeño golpe a esa muralla para hacer
en ella una pequeña grieta. Después hay que dar otro golpe por
arriba, dos por abajo, cinco por la derecha, siete por la izquierda,
hasta que en el último golpe caiga toda la muralla.

El cerebro humano necesita tiempo para procesar cualquier in-


formación; no podemos pretender que con decir las cosas una
sola vez podamos convencer a alguien de que cumpla con todas
las mitzvot de la noche a la mañana.

Hay que dar un shiur, después otro; luego dar un shiur en cas-
setes, leer libros, hablar con amigos, y así sucesiva y constante-
mente hasta que se agriete la muralla construida por el Yetzer
Hará. Entonces el individuo se va dando cuenta de que necesita
cambiar y, así, la entrada al cerebro estará completamente libre.

El Yetzer Hará construye varios tipos de murallas; algunas son de


cartón y otras de madera, concreto y acero inoxidable. Primero
debemos derribar las más frágiles y luego las más duras. Un gue-
rrero elabora primero una estrategia para conquistar las aldeas y
otra para los pueblos y las ciudades; por último, planea con todo
cuidado la conquista de las capitales. Nosotros también debería-
mos elaborar una estrategia para derribar las murallas del Yetzer
Hará.

210
LIBRO

SHEMOT
En nuestros días muchos siguen adorando al becerro de oro. Si an-
tes hubo asesinatos, hoy tenemos abortos. Si hubo relaciones pro-
hibidas, ahora enfrentamos la asimilación. Si hubo idolatría, en la
actualidad muchos judíos exploran otras religiones antes de cono-
cer la suya propia.

En la época del becerro de oro, los judíos entregaron plata y oro


para construirse un dios.

Hoy los judíos entregan a Dios para conseguir plata y oro. Tenemos
prohibido quedarnos callados como lo hicieron nuestros antepa-
sados en el desierto; debemos levantar nuestra voz como entonces
lo hicieron los levitas y gritarles que están haciendo mal, que están
transgrediendo las leyes.

Los levitas fueron los que, posteriormente, tuvieron el mérito de


convertirse en una tribu muy santa y cantar en el Templo de Jeru-
salem. Pese a que no pudieron evitar que los demás pecaran, el he-
cho de reprocharles demostraba su rechazo.

En nuestro caso, si reprochamos a los que están cerca de nosotros y


además los convencemos, cuánto más Dios va a alegrarse con todos.
Que sea la voluntad de Dios que podamos ayudar a todos abriendo
sus ojos a la verdad tan grande que heredamos; que entiendan que
solamente queremos el bien de ellos y que encuentren la felicidad
que nosotros encontramos en nuestra Ley; que prueben el dulce sa-
bor de una vida llevada por los caminos de la Torá, los caminos del
palacio del Rey, que nos llevarán a todos a vivir por toda la eterni-
dad. Amén.

211
LIBRO

SHEMOT
Parashat VAYAKHÉL

EL GRAN SANTUARIO

A l final del libro de Shemot, el tema principal es la construc-


ción del Tabernáculo. Mucha gente que hoy lee estas paras-
hiot se pregunta: ¿cuál es la enseñanza que nos dejan el santuario,
la Menorá, el altar, los Cohanim y los levitas para la vida cotidiana
actual? ¿Acaso la Torá no es una guía para todas las generaciones y
para todos los lugares?

Cuando el Segundo Templo fue destruido, salimos a la diáspora y


en todo lugar a donde llegamos erigimos un pequeño santuario,
las comunidades judías en todos los confines del mundo. Ese es el
mensaje de estas parashiot.

¿Cómo debemos construir nuestro santuario comunitario? Exacta-


mente como nos enseña nuestra Parashá que Betzalel y Aholiab Ben
Ajisamaj construyeron uno, con Menorá, altar, mesa, Arón Hako-
desh (el Arca de la Alianza o del Pacto) y arcángeles.

La unión de las dos comunidades, la sefardí y la ashkenazí, es como


la de Betzalel y Aholiab. Cada Shojet, restaurante kasher, panadería
o salón de fiestas es como un nuevo altar.

Con cada institución de ayuda, Keren Ezrá, Tzedaká Baseter, se


construye la mesa con el pan que había en el Templo. Con cada Tal-
mid Jajam, Abrej, Rabino, Ben Torá o moré (maestro) se construye
el Arón Hakodesh. Los colegios, Talmud Torá y jardines de niños
son los arcángeles. Cada mikvé para mujeres, para utensilios o para
hombres es como el Kior (el lavamanos de cobre donde se purifica-

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LIBRO

SHEMOT
ban las manos y los pies de los Cohanim) del Templo. Cada persona
que reza en la sinagoga es como el levita que cantaba en el Templo.
Y cada Jazán es como el Cohén que supervisa a los levitas. Cada
casa donde se encienden las velas de Shabat es como la Menorá del
Tabernáculo.

Por eso, en toda comunidad judía deben estar presentes todos estos
importantes elementos. El santuario no estaría completo si llegase a
faltar uno de ellos, en especial el Arón Hakodesh, ya que en él estaban
depositadas las Tablas de la Ley y la Torá. Sin él nada tendría sentido.

No podemos olvidar que tuvimos dos Templos. En el primero ocu-


rrieron muchísimos milagros a diario, ante los ojos de todo el mun-
do. La Shejiná (la Presencia Divina) se palpaba. Pero en el Segundo
Templo no reposó la Shejiná ni hubo milagros porque faltaba el
Arón Hakodesh.

Hoy algunas comunidades son como el Primer Templo porque es-


tán compuestas por todas las piezas y no les falta nada. Pero desa-
fortunadamente también hay comunidades que se asemejan el Se-
gundo Templo. Tienen mesa para los pobres, altares, etc., pero no
tienen Torá, no tienen rabinos. Hay que informar a esas comuni-
dades que les falta lo más sagrado, el Kodesh Hakodashim con el
Arón Hakodesh en su interior. Por ello no podemos permitir que en
nuestra comunidad falte alguno de los componentes del santuario.

Sin embargo, todos esos utensilios no servirán para nada si no hay


unión, hermandad y paz entre todos. Como dijo el Rey Salomón en
Shir Hashirim acerca del Templo: Vetojó Ratzuf Ahabá, “Por dentro
estaba cubierto de amor”. Si una comunidad tiene todos los utensi-
lios del santuario, pero unos pelean con otros, entonces no es más
que un santuario destruido, porque cada utensilio trabajará por se-
parado. Y eso no es una comunidad.

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LIBRO

SHEMOT
Por eso escogió Dios a Shelomó y no a su padre, David, para que
construyera el Templo, ya que las manos de David estaban llenas de
sangre, aun cuando había sido derramada por defender a su pue-
blo. Prefirió Dios a Shelomó (cuyo nombre proviene de la palabra
Shalom, “paz”) para que construyera Su Templo porque el objetivo
principal era hacer reposar la paz entre todos los integrantes del Am
Israel y entre éste y Dios.

Para oficiar en el Tabernáculo, el santuario que recorrió el desierto


durante cuarenta años, el Cohén Gadol escogido por Dios fue Aha-
rón, quien amaba la paz y la perseguía.

En nuestra Parashá está escrito: Vahayá Hamishkán Ejad, “Y el san-


tuario fue uno” (Shemot 36:13), lo cual significa que tiene que ser
uno, es decir, debía simbolizar la unión. La palabra “uno” en hebreo
es Ejad y el valor numérico de sus letras es trece, que por coinciden-
cia es el mismo de la palabra Ajavá, amor. Por tanto, la unión y el
amor son de primordial importancia para el Am Israel.

Al igual que en el lavado ritual de las manos una lava a la otra, así
nosotros debemos ayudarnos el uno al otro.

Cuentan nuestros Sabios que en la Jerusalem anterior al Primer Tem-


plo vivían dos hermanos huérfanos, uno soltero y el otro casado,
que se repartieron equitativamente la tierra heredada de sus padres.
Una noche, el hermano casado pensó que su hermano soltero pron-
tamente se casaría, por lo que necesitaría mayor cantidad de trigo
para vender y así reunir suficiente dinero para la boda. Esperó hasta
la media noche para llevar unas gavillas de trigo de su granero al de
su hermano, sin que aquel lo supiera, y regresó a su casa a dormir.
Al mismo tiempo, el hermano soltero pensó que sus gastos eran
mucho menores que los de su hermano casado, por lo que decidió
también llevar de sus gavillas al granero de aquél; una vez hecho

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LIBRO

SHEMOT
esto, se fue a dormir. Al día siguiente, cuando se levantaron ambos a
trabajar su tierra y entraron a sus respectivos graneros, notaron que
había exactamente la misma cantidad de trigo que el día anterior, es
decir, no había disminuido en absoluto. Ambos creyeron que había
sido un milagro de Dios al ver su buena acción, por lo que ambos
decidieron que esa noche llevarían más gavillas al granero del otro.
Y sucedió que en la oscuridad iban los dos cargando el trigo en sus
espaldas y se encontraron a mitad de camino, en la cima de la coli-
na que separaba sus tierras. En ese momento, ambos descubrieron
lo que había pasado, se pusieron a llorar de alegría y se abrazaron.
Nuestros Sabios afirman que en ese instante, ante esa muestra de
amor desinteresado, Dios dijo: “En este sitio construiré Mi Casa”.

Es voluntad de Dios que cada santuario, cada comunidad que haya


en la diáspora, esté completo y sea construido con mucha unión y
amor.

Que sea el deseo de Dios que construyamos un santuario comple-


to en todos los lugares del mundo donde haya una comunidad ju-
día con mucha unión, hasta que llegue, prontamente, el día en que
nos reunamos todos en Jerusalem para construir el Tercer Templo.
Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat VAYAKHÉL

CAMBIEMOS LO
NEGATIVO EN POSITIVO

E sta Parashá viene exactamente después de la del pecado del


becerro de oro, cuando el Am Israel cometió uno de los peores
errores de su historia, y en ella se insinúa la forma de limpiar nues-
tras transgresiones y corregir el pasado.

De acuerdo con Rabí Najmán (Sanedrín 70b), el árbol con el que


pecaron Adam y Javá era una higuera. Por eso después del pecado,
del que Adam y Javá se arrepintieron, confeccionaron sus vestimen-
tas con las hojas del árbol del higo porque dijeron: “Con lo que pe-
camos, arreglaremos”. También así lo explica Rashí (Bereshit 3:7).

En el proceso de hacer teshuvá es importante saber que, de la misma


forma en que pecamos, debemos hacer alguna mitzvá.

Yaakov dijo a Shimón y Levy, quienes habían matado a todos los


hombres de la ciudad de Shejem por el secuestro y la violación de
su hermana Diná, que utilizaran sus tendencias violentas para el
bien. Shimón fue quien convenció a Levy de ir a matar a los de
Shejem, pero ahora debía usar su boca para transmitir la Torá a
los niños del Am Israel de manera convincente, como un maestro.
Levy era amante de la sangre, por lo que Yaakov le dijo que de-
bería usar esa pasión en el Templo como Cohén, para ofrecer los
sacrificios a Dios.

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LIBRO

SHEMOT
El Am Israel, durante sus años en Egipto, sirvió a las ovejas como
si fueran dioses, pero antes de partir tuvieron que sacrificarlas
como ofrenda a Dios a fin de enmendar el pecado cometido en
la antigüedad.

Cuando el Am Israel se propuso construir el becerro de oro, Jur, el


hijo de Miriam, y Kalev Ben Yefuné, se opusieron rotundamente,
lo que provocó que el populacho matara al primero. Luego, el ar-
quitecto del santuario fue Betzalel, nieto de Jur, para enmendar su
asesinato.

Cuando sacrificaron animales para el becerro, posteriormente lo hi-


cieron para el santuario.

En la construcción del becerro, los hombres empezaron a tener re-


laciones prohibidas con otras mujeres, pero cuando se construyó el
santuario volvieron todos a sus respectivas carpas, es decir, con sus
propias mujeres, y esa misma noche todas quedaron embarazadas.
Los hijos fueron todos los tzadikim que entraron a Eretz Israel des-
pués de los cuarenta años en el desierto (Moed Katán 9a).

Aharón se demoró en la construcción del becerro esperando que


bajara Moshé del Sinaí, quien luego dirigió la construcción del
santuario.

Así, en nuestra Parashá se registra cómo todos se esforzaron por co-


rregir sus errores de la misma forma en que los cometieron.

Por eso cada uno de nosotros tiene que encontrar sus aspectos nega-
tivos y utilizarlos para bien, a fin de enmendar sus errores pasados.
Si utilizábamos nuestra casa para hacer cosas malas, si los que iban
a ella pecaban, ahora debemos utilizarla para dar charlas de Torá,
acercar a los que están lejos de Dios, invitar gente para Shabat, etc.

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LIBRO

SHEMOT
Si desviamos a la gente para cometer pecados, debemos encaminar-
los ahora para hacer mitzvot. Si en Shabat invitábamos a nuestros
amigos a ir a la playa, a restaurantes o discotecas, ahora debemos
invitarlos a nuestra casa a pasar un Shabat juntos, ir a la sinagoga
o escuchar shiurim. Si antes malgastamos el dinero para hacer pe-
cados, debemos utilizarlo ahora para comprar tefilín de primera,
buenas mezuzot, libros de Torá, etc. Si derrochábamos el dinero
para comer terefá (no permitido) en los restaurantes más caros de la
ciudad, ahora debemos gastar ese dinero en las comidas de Shabat
y Pesaj (Pascuas). Así debemos hacer con todas lo que tengamos de
negativo.

Como ya explicamos antes, famosos ex actores de la televisión israe-


lí ahora son rabinos que actúan en películas de Torá y dan charlas a
millones de personas para acercarlos a la teshuvá. Igual ocurre con
cantantes y periodistas que ahora usan sus dones para cuestiones de
Torá.

Que sea la voluntad de Dios que abandonemos al becerro de oro y


construyamos nuestro santuario y que ahora usemos los mismos
utensilios y formas con que pecamos en el pasado para hacer teshu-
vá y servir a Dios. Amén.

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LIBRO

SHEMOT
Parashat PIKUDÉ
RECONOZCAMOS LOS ERRORES

E n esta Parashá, Moshé entrega una lista muy detallada de los


gastos realizados en la construcción del santuario. ¿Acaso al-
guien se lo exigió?

El Midrash (Tanjumá 3) respondió a esto relatando que un día iba


Moshé caminando por el campamento y escuchó al pasar: “¡Qué gor-
do se ha puesto Moshé desde la construcción del santuario!”. Y otro
agregó: “¿Qué esperabas, que una persona encargada de tanto oro,
plata y cobre, no iba a tomar nada para su bolsillo?”. Entonces Moshé
juró que rendiría cuentas a cada uno del Am Israel sobre los gastos
del santuario, para que nadie sospechara ni hablara mal de él.

La pregunta es: ¿a Moshé le interesaba el dinero? ¿Por qué dijeron


algo tan ilógico sobre Moshé?

Él nunca demostró interés en eso y lo demostró en Egipto, cuando


ordenó a los judíos que tomaran todo el oro, la plata y el cobre que
pudieran de los egipcios antes de salir, como pago de sus 210 años
de esclavitud. Mientras todos recogían riquezas, Moshé se encargó
de buscar el ataúd de Yosef para llevarlo con él a la Tierra Prometi-
da. Si hubiese deseado riquezas, hubiera ordenado al pueblo que le
diera lo recogido en Egipto, ya que todos dependían únicamente de
él. Sin embargo, no fue así.

La misma pregunta puede hacerse respecto a Kóraj. ¿Cómo fue ca-


paz de acusar a Moshé de colocar a sus familiares, y no los elegidos
por Dios, en cargos importantes? ¿Acaso Kóraj no vio cómo Dios
hablaba diariamente con Moshé en el Ohel Moed? Si Moshé hubie-

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LIBRO

SHEMOT
ra mentido en algún momento, ¿la Shejiná (Presencia Divina) ha-
bría bajado a hablar con él en persona?

Quizá la más grave de todas las acusaciones fue la que hicieron los
250 seguidores de Kóraj a Moshé: afirmaron que era un seductor (Sa-
nedrín 110b), aunque en realidad cada uno advirtió a su esposa que
no se acercara siquiera a Moshé. ¿Era lógico acusar a Moshé Rabenu
de seductor, cuando nunca se encerraba a solas siquiera a su propia
esposa, Tziporá, por temor a que Dios lo llamara para transmitirle
una profecía y no estuviese listo? Además, si hubiera sido verdad,
¿Dios seguiría hablando con Moshé ante los ojos de todo el pueblo?
Moshé fue acusado de mentiroso, ladrón y adúltero. ¿Cuál era el
interés de esas personas, especialmente sabiendo que no era verdad
por tantas pruebas simples que demostraban lo contrario?

La respuesta es muy sencilla y la entenderemos con un ejemplo. Si


el marido llega a casa cansado del trabajo y su esposa le dice que
quiere salir a pasear con los niños, él sabe que si se niega habrá
una disputa y entonces empieza a buscar mil excusas para no salir:
“¿Adónde? No, ese sitio está cerrado. ¿A esta hora vamos a ir? La se-
mana pasada estuvimos ahí”, etcétera.

(Explicaciones aparte, esto me recuerda a los científicos ateos, que


buscan todos los días pruebas para demostrar que el mundo se creó
solo. Un sencillo reloj fue creado por un relojero; ¿cómo un mundo
tan perfecto y ordenado pudo ser creado solo?

Simplemente, como ellos quieren vivir sin la presencia de Dios, sin


su yugo, entonces buscan e inventan excusas ilógicas para justificar-
se a ellos mismos.

El científico más grande en conceptos de evolución, Aldos Ajsali, ex-


plica en su último libro, escrito al final de sus días, titulado La con-

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LIBRO

SHEMOT
fesión de un renegado: “Mis amigos y yo quisimos que el mundo no
tuviera significado y para eso buscamos datos convincentes que nos
permitieran vivir con libertinaje. Si el mundo tuviera un significa-
do, ello nos obligaría lógicamente a subyugarnos a su creador, cosa
que nos molestaba”.)

Ahora entendemos muy bien lo que pasó con Moshé. Pidió un do-
nativo para la construcción del Mishkán, pero aunque la mayoría
donó ese dinero con amor, hubo algunos muy avaros que no qui-
sieron donar nada. Y debido a que el pueblo empezó a mirarlos
con desprecio, ellos intentaron acusar a Moshé de ladrón, en vez de
aceptar que eran muy avaros.

Todos los días vemos gente que pide dinero para alguna institución
y los que no quieren, no pueden o no tienen dinero en el momento
empiezan a buscarle algún defecto, para así justificar su avaricia.

Kóraj era un hombre muy acaudalado; buscaba el honor, pero no te-


nía ningún talento especial. Un buen día dieron a su primo menor,
Elizafán, un buen cargo. Cuando preguntaban a Kóraj por qué no
había sido él nombrado en lugar de Elizafán, él no respondía con
la verdad (que él no era apropiado para el cargo y que Elizafán era
mejor que él en todo), sino que decía: “Todos los que tienen cargos
son nombrados por Moshé. Él me odia. Dios le ordenó nombrarme
a mí y él mintió al elegir a Elizafán”.

Así nos pasa a nosotros. Nos resulta difícil acusarnos ante los demás
y aceptar nuestros errores, por lo que culpamos a los demás y habla-
mos mal de ellos.

Eso hicieron los seguidores de Kóraj. Sabido es que las esposas de Am


Israel eran mujeres justas y que por sus méritos salimos de Egipto.
Ellas no participaron en el pecado del becerro de oro ni en ninguno

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LIBRO

SHEMOT
de los que el pueblo cometió en el desierto. Incluso cuando Kóraj
se rebeló contra Moshé, la esposa de On Ben Pelet lo convenció de
abandonar a esa gente mala. Cuando On Ben Pelet los abandonó,
ellos temieron que se produjera una reacción en cadena y que todas
las mujeres convencieran a sus maridos de apoyar a Moshé.

Así, todos dijeron a sus esposas que si se oponían a sus planes de


revolución seguramente era porque estaban enamoradas de Moshé
y por eso las matarían a ellas y a él.

Esto nos muestra nuevamente cómo un hombre es capaz de inven-


tar cualquier cosa para ensuciar el nombre de su compañero y no
reconocer la verdad.

Sé de muchos jóvenes que van a escuchar las charlas de grandes


rabinos que ayudan a las personas a acercarse al camino de la Torá
y su familia empieza a decirles: “Ten cuidado, ese es un fanático;
separa familias; va a lavarte el cerebro”, etc., porque no quieren que
sus hijos cambien.

Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos. Desafortunadamen-


te, muchos prefieren hablar mal de la Torá y de sus sabios; incluso
hablan mal de Dios con tal de no hacer mitzvot ni aceptar la verdad.
En un seminario de Pesaj conocí a un muchacho muy inteligente
que no cumplía nada de mitzvot. Nos sentamos a conversar y le
hice una pregunta muy sencilla: “¿Tú crees en Dios?”. Me respondió
que sí. “¿Crees que Él fue quien entregó la Torá?” “Sí”, me contestó.
Entonces le pregunté: “¿Por qué pecas y no haces mitzvot?”. Duran-
te los siguientes tres días me dio sólo excusas; no eran respuestas,
porque yo las refutaba todas, una por una. Por fin, al tercer día me
dijo muy entusiasmado: “¿Sabes por qué peco? Porque me gusta. La
paso bien así; me es cómodo”. En ese momento le estreché la mano
y lo felicité por la respuesta honesta que me había dado; le dije que

222
LIBRO

SHEMOT
todas las excusas anteriores no eran motivos para justificar sus pe-
cados, porque el verdadero era: “Me es cómodo”.

Por supuesto, después nos sentamos a hablar sobre todo lo demás.


Pero yo ya había logrado lo principal: que aceptara la verdad.

Cuando acusaron a Moshé pasó lo mismo; no querían aceptar la


verdad y por eso lo llamaron ladrón y mujeriego, todo con tal de
justificar sus acciones.

La Torá no nos escondió nada; por el contrario, nos reveló todo para
que veamos hasta dónde una persona es capaz de rebajarse hablan-
do mal de los demás para demostrar que ella es justa y buena.

Que sea la voluntad de Dios que caminemos siempre con la verdad


delante de nosotros y que, si nos equivocamos, lo aceptemos sin
culpar a los demás, a fin de que algún día todos reconozcan la gran
verdad de que Dios es Uno, que su nombre es Uno y que su Torá es
verdad. Amén.

223
Libro
Vayikrá

224
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat VAYIKRÁ

LA BUENA VOLUNTAD

N uestra Parashá trata de la ofrenda de los sacrificios traídos por


todo el Am Israel. La regla general era que cada persona traje-
ra un sacrificio dependiendo de su posición económica. El rico traía
un toro, el de medianos recursos traía una oveja o un chivo, el pobre
traía dos palomas y el muy pobre traía un poco de harina con aceite.

Sobre esto está dicho: “Unos dan mucho, otros dan poco, pero lo
principal es que cuando lo den su corazón esté mirando a los cie-
los”. Es decir, Dios no quiere de nosotros cantidad, sino que demos
en función de lo que hemos recibido de Él y que en el momento de
dar lo hagamos con buena voluntad.

En las parashiot anteriores se habla de las donaciones que se ha-


cían en el Templo. La Torá menciona las donaciones de oro, plata
y cobre. Explican nuestros Sabios que cuando la Torá menciona las
donaciones la intención no era designar el tipo de metal, sino hacer
hincapié en la calidad de la donación. La palabra en hebreo para
oro es Zahav, cuyas letras inician la siguiente frase: Ze Hanoten Ve-
hava, “Éste es el que da con buena voluntad”. “Plata” en hebreo se
dice Kesef y con sus letras se inicia la frase: Kesheroe Sakana Poteaj,
“Cuando acecha el peligro, abre su bolsillo”, que se refiere a los que
dan dinero para instituciones benéficas sólo cuando están atrave-
sando momentos difíciles en la familia. “Cobre” en hebreo es Ne-
joshet y sus letras comienzan la frase: Nidvat Jole Sheamar Titremo,
“El donativo de un enfermo que dijo: donen por mí”, es decir, ya
que él no donó, solicita a otros que lo hagan en su nombre.

225
LIBRO

VAYIKRÁ
Entonces, hay quienes donan de buena voluntad; no importa cuán-
to, pero lo hacen con alegría. La Torá comparó a este tipo de perso-
nas con el oro. Los que donan por temor a un peligro son como la
plata. Y los que donan una vez que ya están en el peligro son consi-
derados como el cobre.

Por eso Dios dio a Betzalel una sabiduría superior, para que pudiera
discernir cuáles donativos fueron dados con buena voluntad y cuá-
les fueron dados por obligación.

Lo que fue donado con muy buena voluntad se destinó al Kodesh


Hakodashim; lo que fue dado con voluntad sirvió para el Kodesh,
la parte exterior del Kodesh Hakodashim; y lo que se dio sin buena
voluntad tuvo como destino el patio del Templo.

Nuestros Sabios se preguntan: ¿cómo fue posible que hubiera tan-


to oro como para construir el Arca con sus arcángeles y los demás
utensilios que se utilizarían? Responden que, cuando se da de buen
corazón, ese dinero recibe bendición y alcanza para todo.

Por eso, cuando Dios pedía, el requisito principal era que fuera una
Nedibat Leb, “Una donación desde el corazón”, es decir, lo único
que interesa a Dios es que la donación provenga del corazón. No le
importa la cantidad, sino la calidad.

Muchos maridos se quejan a menudo de que sus esposas abren el


armario y dicen que no tienen qué ponerse. Debemos saber que la
mayoría de las veces las mujeres no son el problema, sino los ma-
ridos, ya que les dan el dinero de muy mala gana, sin voluntad, y
por eso no hay ninguna bendición en esa ropa. Así también ocurre
cuando damos caridad a un pobre; si lo hacemos de mala gana no
veremos bendición en nuestros bienes. Pero si lo hacemos con amor
y compasión Dios nos bendecirá en todo. Así dijo el Rey Shelomó

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LIBRO

VAYIKRÁ
(Mishlé 15:17): “Es mejor dar a un pobre una cena de verduras con
mucho amor que un toro entero sin ganas”.

Así también debemos hacer con las donaciones para las sinagogas,
yeshivot, Kolel; lo que demos tiene que ser con amor.

Dijo el Ben Ish Jay: “Hay una diferencia entre promesa y donación.
La promesa es dicha por alguien que quiere donar dinero a una ins-
titución y algún día lo hará. Sin embargo, la donación es cuando
alguien va a la institución con el dinero en la mano y lo da. Al que
dona dinero se le llama Tzadik (justo), pero el que hace una pro-
mesa no siempre es bueno, porque en el momento en que promete
lo hace con mucha emoción y a medida que pasa el tiempo ésta va
desapareciendo. Por ejemplo, alguien promete donar una cantidad
a la sinagoga en Yom Kipur a la hora de Nehilá, momento en que
más puro y santo es. Pasa un mes y, cuando le llaman por teléfono
para recordarle su promesa, él dice que le llamaron en el momento
menos apropiado. Finalmente da el dinero, pero la voluntad con
que lo hace no es la misma con que lo prometió”.

Cuentan que una vez un hombre muy avaro quiso donar dinero a
un rabino que tenía una yeshivá. El rabino, que ya conocía al hom-
bre, le dijo que se quedara con su dinero. Después fueron todos los
alumnos del rabino y le preguntaron por qué había rechazado ese
donativo y el rabino les respondió: “Si hubieran visto con cuánta
alegría tomó su dinero, no estarían preguntado”.

Por tanto, todo depende de la voluntad. Y no es solamente entre


los hombres, sino que también es de Dios para el hombre. Dios es
Quien alimenta y sostiene al mundo, y hay personas que reciben
con muy buena voluntad el dinero que Dios les envía, ya que rezan,
estudian Torá, cumplen con Sus mitzvot. Por eso, todo ese dinero,
por haberles sido dado con amor y con buena voluntad, es bende-

227
LIBRO

VAYIKRÁ
cido. Como dijeron nuestros Sabios: Ojel Kimhá Umitbarej Betoj
Meab, “Come muy poco y se sacia su estómago” (Torat Cohanin
26:6). Nuestros ojos lo ven día a día.

Sin embargo, hay personas que reciben mucho dinero de Dios, pero
no obtienen bendición de él. Es decir, tienen dinero, pero no saben
en qué lo gastan; a veces ni siquiera llegan a fin de mes. Por eso dijo
el Rey Shelomó: Tzadik Ojel Lesoba Nafshó Ubeten Reshaim Tejsar,
“El justo come para saciar su alma, y al estómago de los malvados
faltará” (Mishlé 13:25).

La voluntad lo hace todo. Por eso, cuando vayamos a dar, hagámos-


lo en función de lo que Dios nos da. Si de todas maneras tenemos
que dar, entonces por lo menos que sea con alegría, para que sea-
mos bendecidos.

Que sea la voluntad de Dios darnos con buena voluntad y, si es


poco, que veamos bendición en ese dinero para que lo utilicemos
como si fuera mucho. Amén.

228
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat VAYIKRÁ
EL BUEN DINERO

E n la Torá hay un versículo que dice: Lo Yikaj Shojad, “Él no acep-


tará sobornos” (Devarim 10:17), en referencia a que Dios no
tomará ningún soborno. La pregunta es: ¿podemos sobornar a Dios?

El Jatam Sofer responde que algunas personas piensan que pueden


robar, engañar y mentir en sus negocios, siempre y cuando donen
dinero a la sinagoga. Creen que pueden comprar o sobornar a Dios
de esa manera. Dicen a Dios: “Robamos, pero te dimos dinero en la
sinagoga, así que estamos a la par”.

En nuestra Parashá aprendemos cómo Dios realmente odia el robo.


De los sacrificios está dicho: Adam Ki Yakrib Mikem, “El hombre
debe sacrificar de lo suyo” (Vayikrá 1:2), es decir, la ofrenda tiene
que ser algo propio, no robado, Dios nos libre.

Así ocurre también en los sacrificios de las aves. Antes de ofrendarlas


a Dios debía quitárseles ciertas partes, como el buche y el estómago.
Dios ordenó en la Torá (Vayikrá 1:16) quitarles esas partes porque es-
tán llenas de robo, debido a que las aves vuelan por todas partes y se
alimentan de lo robado. Pero las vacas sí podían ser completamente
ofrendadas a Dios sin ningún problema, pues lo único que comen es
lo que sus dueños les dan, es decir, no roban para alimentarse.

El tema del robo se halla registrado al final de nuestra Parashá. Está


escrito: “Cuando una persona robare (Begazel O Ashak Et Amitó,
‘Si robare o expoliare a su prójimo’, Vayikrá 5:21), deberá regresar lo
robado (Veheshib Et Haguezelá Asher Gazal, ‘Y devolverá lo roba-
do’, Vayikrá 5:23)”.

229
LIBRO

VAYIKRÁ
Tanto al principio como a la mitad y al final de nuestra Parashá se
menciona la prohibición de robar para hacer hincapié en que Dios
odia el robo de cualquier clase, bien sea en los sacrificios o en lo
mundano.

La Parashá de Vayikrá fue leída el día en que se inauguró el Templo. Es


sabido que el 11 de Tishré, del primer año de haber salido de Egipto,
Moshé pidió una donación para el santuario. Ese mismo día se sentó
Moshé a juzgar al pueblo. ¿Qué tipo de juicios hubo en ese día? Los
comentaristas dicen que el Am Israel no quiso donar dinero sucio, mal
ganado. Por eso consultaron a Moshé, para que dictaminara en cada
caso y así poder donar dinero limpio para el santuario, la Casa de Dios.

El pecado del robo es tan grave que dice la Tosefta (Shebuot 83:5),
en nombre de Rabí Janiná Ben Jajinay, respecto al versículo de nues-
tra Parashá: Vekijesh Baamitó, “Y negó a su prójimo” (Vayikrá 5:21).
Esto significa que la persona no niega el dinero recibido de su com-
pañero hasta que niega, primeramente, a Dios. Es decir, el que roba
es considerado un renegado de Dios.

Quizá se pregunten si esto no es un poco exagerado. Podría ser que


el ladrón robe por mero deseo del dinero, mas no porque haya deja-
do de creer en Dios. La respuesta es muy sencilla. Cuando la perso-
na roba o miente en los negocios está pensando en que ganará más
dinero de lo que le predestinó Dios, y eso es un grave error, porque
quien cree en Dios, con fe completa, sabe que el dinero que le per-
tenece llegará por buenos caminos y jamás por sendas prohibidas.
De ahí que, si alguien roba y miente en los negocios tendrá que gas-
tar ese dinero “extra” en el repuesto de la lavadora, en reparaciones
para el auto, etcétera.

Por eso, la primera pregunta que hacen a la persona al devolver el


alma a su Creador es: “¿Negociaste con fe?”. Es decir, preguntan si

230
LIBRO

VAYIKRÁ
la persona hizo negocios con fe en Dios, no si los hizo con rectitud,
con justicia o con inocencia, pues con los tratos mercantiles se mide
la fe de las personas.

En el Talmud (Shemot Rabá 22:4) está dicho que los rezos de la


persona que tenga las manos llenas de robo no serán escuchados.
Es obvio que si alguien roba a los demás, resulta totalmente ilógico
que rece: Poteaj Et Yadeja Umasbía Lekol Jai Ratzón, “Abre tus ma-
nos y sacia a los vivos por Tu voluntad”, o Barej Alenu Et Hashaná
Hazot, “Bendícenos en este año”.

Por desgracia hay muchas personas que desconocen la gravedad del


robo y algunos piensan que robar a un gentil está permitido. Ello es
un gran error. Está escrito en el Talmud (Yerushalmí, Babá Kamá)
que está prohibido porque causa el desprecio al Judaísmo y consti-
tuye una profanación del nombre de Dios, lo cual conlleva uno de
los castigos más graves. Por eso todos debemos cuidarnos mucho
en nuestros negocios con goyim.

Cuentan que una vez el Jafetz Jaim quería mandar una caja con
ejemplares de su libro Mishná Berurá a una ciudad muy cercana.
Fue a la estación de trenes a esperar que pasara algún judío que
estuviera dispuesto a hacerle el favor. En la estación, un judío que
viajaba a otro sitio lo reconoció y le preguntó por qué no viajaba él
mismo a esa ciudad; el Jafetz Jaim le respondió que no tenía dinero
para hacerlo. Entonces el judío fue a ver al jefe de estación y le pi-
dió el favor de que permitiera viajar al Jafetz Jaim gratuitamente. El
funcionario aceptó. El judío regresó muy contento con el Jafetz Jaim
a darle la buena noticia, pero cuando el Jafetz Jaim escuchó todo,
fue a ver al jefe de estación y le dijo que lo sentía mucho, pero él no
podía viajar gratis en el tren porque no le pertenecía y, por tanto,
estaría robando si aceptase su oferta. El tren pertenecía a una com-
pañía que lo había contratado a él como encargado de la estación,

231
LIBRO

VAYIKRÁ
pero no para estar regalando pasajes a las personas. Por todo ello, se
abstuvo de viajar.

Debemos ser muy creyentes en Dios y saber que Él nos mandará lo


que nos corresponde sin necesidad de robar o mentir en los nego-
cios. Si por error algo que no nos pertenece llega a nuestras manos,
tenemos que devolverlo inmediatamente a su dueño.

Que sea la voluntad de Dios salvarnos de cualquier robo o de recibir


dinero impuro, y que siempre hagamos negocios con fe completa y
con mucha suerte. Amén.

232
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat TZAV
SERÁ POR NUESTRO BIEN

U na vez, durante un seminario, a modo de ejercicio intelectual


pregunté a los asistentes: “¿Qué harían si un buen día Dios les
dijera que se va de vacaciones por dos meses y que ustedes fueron
los elegidos para arreglar el mundo?”.

Uno respondió que haría que las guerras finalizaran. Otro dijo que
curaría a los enfermos. Un tercero, que haría ricos a los pobres. Y así
sucesivamente, cada uno de ellos hizo diferentes propuestas para
arreglar al mundo. Cuando terminaron de hablar, les dije que yo
les había puesto una trampa porque ellos mismos, en otras pala-
bras, dijeron que el mundo, tal como está ahora, no marcha bien. Es
decir, puesto que Dios no está haciendo su trabajo eficientemente,
ellos podrían hacerlo mejor.

La verdadera respuesta a la pregunta debió ser: “Yo dejaría al mundo


tal como está, pues si así lo predestinó Dios seguramente es para bien”.

En el Talmud (Taanit 24b) se desarrolla este mismo concepto. Una


vez Rabí Yosi visitó a Rabí Itzjak Ben Eliashib y le comentó que,
como sus suegros eran muy ricos, lo molestaban mucho. Entonces
Rabí Itzjak rezó porque esa familia se hiciera pobre. Después de un
tiempo, Rabí Yosi visitó de nuevo a Rabí Itzjak y le dijo que desde
que sus suegros habían empobrecido, lo molestaban aún más. En-
tonces Rabí Itzjak volvió a rezar porque los suegros de su amigo se
hicieran ricos otra vez.

Continúa la Guemará relatando que un hombre acudió con Rabí


Itzjak y le dijo que su esposa era demasiado fea. El Rab rezó por-

233
LIBRO

VAYIKRÁ
que se hiciera bonita. Al poco tiempo volvió el hombre a la casa de
Rabí Itzjak para decirle que desde que había rezado por su esposa
sus problemas habían aumentado. Entonces Rabí Itzjak rezó porque
todo volviera a ser como antes. Después llegaron dos jóvenes que le
pidieron que rezara para que se hicieran más sabios e inteligentes.
Les respondió Rabí Itzjak que él ya no iba a rezar para cambiar la
naturaleza de las cosas, que ya estaba preestablecida por Dios.

Aprendemos de esta Guemará que, al principio, pensamos que unos


pequeños cambios en nuestra vida no nos harán daño; es más, que nos
ayudarían. Pero cuando las cosas empeoran por esos cambios nos da-
mos cuenta de que Dios hace todo porque realmente así debe ser.

Nadie en este mundo puede entender los motivos de Dios para ha-
cer las cosas. Ni siquiera Moshé Rabenu, el hombre que más cerca
estuvo de Dios y quien le pidió: Odieni Na Et Darajeja, “Enséñame
tus caminos” (Shemot 36:13). (Explica la Guemará que la verdadera
pregunta fue: “¿Por qué al justo le va mal y al malvado le va bien?”.)
Le respondió Dios: Veraita Et Ajorai Upanai Lo Yerahú, “Y verás Mi
espalda, y no Mi cara” (Shemot 23:23). Explican los comentaristas
que “Mi espalda” se refiere a lo que viene después y “Mi cara” se
refiere a lo que viene antes. Es decir, Dios respondió a Moshé que
entenderemos lo que está pasando mucho tiempo después, pero
nunca lo entenderemos antes o mientras ocurre.

Muchas veces nos pasa algo no muy agradable, pero tiempo después
debemos admitir que, gracias a Dios, fue mejor de esa manera y no
de otra.

En nuestra Parashá se describe el sacrificio de agradecimiento que


se ofrecía a Dios. Dicen nuestros Sabios que en el futuro, con la
llegada del Mashíaj, se anularán todos los sacrificios menos el de
agradecimiento, porque en esos días todo será tan claro que vere-

234
LIBRO

VAYIKRÁ
mos cuánto bien nos dio Dios al hacernos pasar por momentos de
pérdidas económicas o familiares, o por sufrimientos corporales.
Entonces le agradeceremos por todo.

Debemos saber que arriba se encuentra un Padre que nos ama. So-
mos como el hijo con fiebre cuyo progenitor le da una medicina
amarga para curarlo. Muchas veces no entendemos que las expe-
riencias amargas nos curan y pensamos que se debe a que nuestro
padre nos odia, que por eso no tiene piedad con nosotros, que no
le es suficiente ver que sufrimos con los dolores de cabeza y con la
fiebre, y que además nos da una medicina amarga.

Por eso nosotros en Pesaj decimos una bendición por la lechuga


amarga, lo cual significa que también por las cosas amargas hay
que bendecir a Dios. Tal como dice el Talmud (Mishná Berajot 9:5),
debemos bendecir por las cosas malas al igual que por las buenas,
ya que en verdad no hay nada malo; sólo hay cosas buenas que apa-
rentan ser no tan buenas.

En el Tratado de Berajot (60b) se dice que una vez Rabí Akivá viajó
a otra ciudad. Cuando estaba a punto de entrar a ella, cerraron las
puertas. Dado que ya no podría hospedarse en una posada, comer
bien y dormir cómodamente, debió dormir bajo un árbol, sin más
compañía que su burro y su gallina. Mientras le llegaba el sueño,
encendió una vela para estudiar. De repente apareció un león y de-
voró a su burro. Después, llegó un zorro y mató a su gallina. Para
colmo, el viento sopló y apagó su vela. Ante todo eso, Rabí Akivá
se preguntó por qué Dios le había quitado a su burro, a su gallina
y a su única luz para estudiar. Un rato después, aparecieron unos
ladrones que pasaron a su lado y no notaron su presencia. Entonces
Rabí Akivá agradeció a Dios, porque si hubiera tenido al burro, a la
gallina y la vela encendida, los ladrones lo hubieran asaltado y qui-
zá le hubieran dado muerte. Luego se enteró de que esos ladrones

235
LIBRO

VAYIKRÁ
entraron a la ciudad y robaron, mataron a mucha gente y causaron
muchos destrozos. Así, Rabí Akivá volvió a agradecer a Dios por no
haber entrado a la ciudad.

Se dice que, mientras dormimos, nuestras almas suben a los cielos


a rendir cuentas ante Dios. De acuerdo con nuestros actos, Dios nos
ofrece varias alternativas; nuestra alma escoge la mejor y eso es lo
que nos ocurre el día siguiente. Es decir, todo lo que nos ocurre lo
escogemos nosotros mismos, porque nuestra alma entendió que era
lo mejor que podía ocurrirnos.

Por ejemplo, ¿a quién no le ha pasado que sale de prisa muy tempra-


no por la mañana a trabajar y en el trayecto se desinfla una llanta
del auto? ¡Qué molesto! Pero, ¿cómo sabemos que en el siguiente
semáforo no iba a ocurrir algo muy poco agradable para esa perso-
na o para su familia? Posiblemente, y de acuerdo con el concepto
anterior, su alma, durante la noche, pidió a Dios que se apiadara de
él y que en ese semáforo se desinflara la llanta a fin de evitar que
ocurriera esa tragedia predestinada. Entonces Dios, en su inmensa
piedad, lo complació y le hizo el favor.

De esto deducimos que no es correcto enfurecernos por las cosas


que hace Dios o quejarnos contra Él, y mucho menos cuestionar por
qué nos ocurren a nosotros, que somos buenos en todo y con todos,
y no a los malvados. Dios siempre está haciéndonos favores y, sin
embargo, nos atrevemos a quejarnos de ellos cuando deberíamos
agradecerle por todo. De aquí que nuestros Sabios afirmen que en
el futuro el sacrificio de agradecimiento no se anulará.

Hoy, que no tenemos que ofrecer sacrificios, debemos rezar Miz-


mor Letodá, “Cántico de agradecimiento”, Modim Anajnu Laj, “Te
agradecemos”, y otros más, para dar gracias a Dios por todo, por lo
bueno y por “lo malo”, que en realidad es bueno.

236
LIBRO

VAYIKRÁ
Todo judío debe saber que nos llamamos Yehudim porque proveni-
mos de Yehudá. ¿Por qué específicamente de Yehudá y no de Shimón?
Pudimos haber sido llamados Shimonim. Pero somos Yehudim por-
que la palabra Yehudá proviene a su vez de Hodayá, “agradecimien-
to”. Es decir, todo judío debe agradecer constantemente a Dios tanto
en las buenas como en las no tan buenas.

Dios ciertamente nos ama y hace todo como el padre que cura a su
hijo.

Que sea la voluntad de Dios que siempre demos gracias por todo,
lo bueno y lo que no nos parece tan bueno. Gracias a Ti, Padre, que
tanto nos quieres y nos amas. Amén.

237
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat TZAV
LA RUTINA

E sta Parashá contiene un gran mensaje para todos nosotros,


muy útil en todo momento y situación en la vida.

El primer día de servicio en el santuario, Aharón HaCohén llevó una


ofrenda de bienvenida, que era de harina. A partir de él, el primer día
de servicio en el Templo cada Cohén traía esa misma ofrenda. Pero
en el Talmud (Menajot 51a) se dice que el Cohén Gadol debía llevar
todos los días la misma ofrenda.

¿Por qué los demás Cohanim la llevaban una vez en su vida, cuando
servían por primera en el Templo, y el Cohén Gadol debía hacerlo
todos los días?

Explica el libro Taam Badaat que el motivo era acostumbrar al Cohén


Gadol a los servicios y que no empezara a despreciarlos. Por eso dia-
riamente llevaba la ofrenda del primer día, para que sintiera que era
apenas el primero, que mantuviera la misma emoción y entusiasmo
de la primera vez.

Por lo general, cuando empezamos algo nuevo lo hacemos con mu-


cha emoción y entusiasmo; pero cuando la rutina nos ataca, dejamos
de hacerlo bien.

Esto no solamente ocurría al Cohén Gadol sino también al rey. La


Torá nos dice: Vehayá Keshibtó Al Kisé Maljutó, “Y estará como cuando
se sentó en su trono real” (Devarim 17:18). Explican nuestros Sabios
que el rey debe sentir todo el tiempo la misma emoción que sintió el
primer día que ocupó el trono. Es común que quienes desempeñan

238
LIBRO

VAYIKRÁ
cargos públicos al principio hagan muchas promesas, pero cuando
se sienten seguros en sus puestos olvidan todas. Aparentemente, las
sillas en que se sientan causan amnesia.

Por eso la Torá ordena al rey que siempre se comporte como el primer
día que se sentó en el trono, y al Cohén Gadol ordenó servir como el
primer día en que fue nombrado.

Ahora entendemos por qué Dios dijo a los Bené Israel, antes de la
entrega de la Torá: Atem Tihyú Li Mamlejet Cohanim, “Ustedes se-
rán una dinastía de sacerdotes” (Shemot 19:6). Primero deberían ser
como una dinastía de reyes y luego deberían ser sus sacerdotes.

Debemos cumplir siempre las mitzvot con el entusiasmo y la emoción


que sentimos el primer día que las realizamos y no caer en la rutina.

Tres veces al día pronunciamos la misma Amidá. Ciertamente, es di-


fícil concentrarse en cada palabra, una y otra vez. Lo mismo pasa con
cada mitzvá. Pero nuestra labor es luchar contra esa rutina. ¿Qué pa-
saría si Dios nos dijera que ya se fastidió de darnos todo el tiempo lo
que necesitamos, como el oxígeno que respiramos, salud, hijos, dine-
ro, etc.? ¿Qué sería de nosotros?

Debemos ser los mismos, siempre, como al principio.

Cuentan que un rabino fue al sastre y le dijo que le confeccionara un


traje. El sastre le tomó medidas y le preguntó cuánto tiempo había
sido rabino hasta ese momento, para que el traje le durara. El rabino
le preguntó, sorprendido: “¿Qué tienen que ver el tiempo que llevo
como rabino y el traje?”. El sastre respondió: “Ustedes los rabinos, al
principio, caminan encorvados, con humildad. Por eso les hago los
trajes más cortos de adelante, para que se vean derechos. Al transcurrir
unos años, se enderezan y tengo que hacerles trajes normales. Cuan-

239
LIBRO

VAYIKRÁ
do pasan otros años más, se les infla el pecho demasiado y tengo que
hacerles los trajes más largos por delante, para que se vean derechos.
Así que, por favor, dígame: ¿cuántos años lleva usted como rabino?”.

Está escrito al final de nuestra Parashá: Vayaas Aharón Ubanav Et Kol


Hadebarim Asher Tzivá Hashem Beyad Moshé, “Hicieron Aharón y
sus hijos todas las cosas que ordenó Dios por medio de Moshé” (Va-
yikrá 8:36). Explica Rashí que este versículo quiere enseñarnos que
no se desviaron ni a la izquierda ni a la derecha, que no cambiaron
nada. Preguntan los comentaristas: “¿Acaso Aharón y sus hijos iban a
cambiar las ordenanzas de Dios?”. Responden que, lógicamente, no
iban a cambiar nada; lo impresionante es que mantuvieron la misma
emoción, alegría y humildad con que empezaron el primer día. Por
decirlo así, no cambiaron sus trajes.

Esta enseñanza se aplica a muchas cosas en la vida. Por ejemplo,


cuando bendecimos a los bebés en el acto de la circuncisión les de-
cimos: “De igual manera que entró al Brit (pacto), que así entre a la
Jupá (boda), a las mitzvot y las buenas acciones”. ¿Qué implica esta
bendición? Una de las explicaciones que nuestros Sabios dan es que,
si entró al Brit con alegría y emoción, como Dios manda, deseamos
que así entre al resto de las mitzvot de la Torá.

En el Bar Mitzvá, el joven judío se coloca los tefilín por primera vez
con mucha emoción. La intención es que el resto de su vida se los co-
loque con la misma emoción que el primer día.

Por otro lado, la rutina a menudo arruina los matrimonios. Al prin-


cipio la pareja se ama, pero después la convivencia y la familiaridad
empiezan a enfriar la relación.

Dice la Guemará (Sotá 2a) que conseguir una pareja es igual de difí-
cil que separar las aguas del Mar Rojo. El problema no es dividir las

240
LIBRO

VAYIKRÁ
aguas; con un dedo pueden separarse. La dificultad es que vuelven
a unirse rápidamente.

En la vida matrimonial lo difícil en realidad es mantener ese mismo


nivel de amor del principio.

Dicen por ahí que si un hombre abre la puerta de un auto a una mu-
jer es porque uno de los dos es nuevo. Suena chistoso, pero es cierto.
Debemos trabajar mucho en nosotros mismos para no caer en la ru-
tina. Dice el versículo: Bekol Yom Yihyú Beeneja Kejadashim, “Cada
día debemos ver las cosas como nuevas” (Midrash Tamjumá 1). Es-
pecialmente, debemos rezar cada vez como si fuera la primera y la
última que lo hacemos en la vida. Mucho menos debemos despre-
ciar la santidad de la sinagoga, ya que el hecho de que estemos en
ella todos los días no implica que no la tenga.

El Rey David dijo: Ajat Shaalti Meet Hashem… Shibti Bebeit Hashem
Kol Yemé Jayai... Ulebaker BeHejaló, “Una sola cosa pedí a Dios… re-
sidir en la casa de Dios todos los días de mi vida... y visitar su morada”
(Tehilim 27:4). Preguntan los comentaristas: ¿cómo puede ser que “re-
sida” y “visite” a la vez? La respuesta es que quería permanecer siempre
cerca de Dios, pero comportándose con el respeto de un huésped.

Un huésped que se sienta a la mesa del anfitrión come todo lo que


le dan y todo le gusta, pero se comporta educadamente, porque no
sabe si éste lo invitará de nuevo. Cuando lo invita muchas veces,
llega el momento en que adquiere más confianza y corre el riesgo
de abusar de las atenciones que el anfitrión le prodiga. Por eso, en
Israel decimos a los invitados: “Siéntete como en tu casa, pero no
olvides que estás de visita”.

Que Dios nos ayude a sobreponernos a la rutina y que hagamos


todo con la misma emoción de la primera vez. Amén.

241
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat SHEMINÍ

EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS

E n esta Parashá se relata la muerte de los dos hijos de Aharón,


Nadab y Abihú, cuando entraron al Kodesh Hakodashim a
ofrecer incienso.

Después de investigar en varias fuentes, me hice una pregunta: ¿ellos


eran hombres justos o malvados?

Por un lado, está escrito que ellos caminaban detrás de Moshé y


Aharón diciendo: “¿Cuándo morirán estos dos ancianos para que
nosotros seamos los siguientes líderes del pueblo?” (Midrash Torat
Cohanim). Aparentemente esta es una acusación muy grave: dos
jóvenes desean descaradamente la muerte de su padre y de su tío.
Además, en otro Midrash (Esther Rabá 5:1) está escrito que ellos
tomaron vino antes de entrar al Kodesh Hakodashim, es decir, esta-
ban ebrios en un lugar santo.

Con todo esto, la imagen que tenemos de Nadab y Abihú no es muy


positiva.

Por otro lado, sabemos que Moshé dijo a Aharón, su hermano, una
vez que ellos murieron: “Eran mejores que tú y que yo”. Pero estas
palabras no eran fingidas, no tenían sólo la intención de consolar a
un padre dolido (pues está prohibido exagerar, aunque sea un poco,
acerca de las cualidades de un difunto), sino que fueron palabras
sinceras de Moshé porque él sabía que lo eran. Además, su muerte
fue muy espiritual, pues un fuego divino consumió sus almas. Sólo
los justos mueren así. Entonces, ¿eran santos o malvados?

242
LIBRO

VAYIKRÁ
Esto puede entenderse mejor al leer la explicación del libro Ituré
Torá del Rab Meir Shapira. Respecto a lo que Nadab y Abihú dijeron:
“¿Cuándo morirán estos dos ancianos…?”, pensar que su intención
era tomar el mando del Am Israel representa un error. Debemos leer
frase por frase. Primero está escrito que Nadab y Abihú caminaban
detrás de Aharón y Moshé. Por tanto, querían aprender de ellos todo
lo necesario, como Torá, moral y ética, consejos, etc. Entonces, ¿por
qué preguntaban cuándo morirían? Es claro que su intención no era
desearles la muerte, sino que estaban tomando conciencia de que en el
futuro, cuando murieran Aharón y Moshé, ellos serían los líderes del
Am Israel. Por eso la Torá dice que entraron al Kodesh Hakodashim:
deseaban entrenarse, saber cómo actuar cuando Moshé y Aharón no
estuviesen más con ellos. Cuando el Midrash dice que tomaron vino
no fue para informarnos que estaban borrachos, sino para hacer una
analogía: igual que el vino mientras más añejo es mejor, así tam-
bién Nadab y Abihú pensaron que mientras más años aprendieran de
Moshé y Aharón mejores líderes serían ellos para el Am Israel.

Con todo, si sus intenciones eran tan puras, ¿en qué se equivoca-
ron? ¿Por qué fueron castigados con tal severidad?

Hay un refrán que dice: “No hagas cosas buenas que parezcan ma-
las”. Es decir, a veces tenemos muy buenas intenciones al hacer algo,
pero un detalle sale mal y provocamos un daño.

Nadab y Abihú eran muy impulsivos, lo que les hizo no pensar bien
las cosas. Tenían un objetivo definido, pero no sabían cómo llegar a
él. Entonces tomaron la decisión de alcanzar esa meta sin importar
cómo y cuando, encontraron un problema a mitad de camino y no
supieron cómo resolverlo.

Ellos querían llegar a ser los mejores líderes del Am Israel, pero no
pensaron en cómo lograrlo. Tal como está escrito en el Midrash To-

243
LIBRO

VAYIKRÁ
rat Cohanim, Nadab y Abihú pecaron por no seguir los consejos de
Moshé y Aharón. Si en verdad querían hacer bien las cosas, pudie-
ron pedir consejo a Moshé y Aharón, que eran mayores que ellos y
tenían más experiencia.

Para alcanzar una meta en la vida, debemos preocuparnos por bus-


car el camino correcto hacia ella sin atropellar a los demás. El fin no
siempre justifica los medios. Nos dice la Torá: Tzedek tzedek Tirdof,
“Justicia, justicia perseguirás” (Devarim 16:20). Es decir, la justicia
se halla solamente con justicia.

En el Libro de los Profetas se narra la vida de Elkaná y sus dos es-


posas, Janá y Pniná. Ésta tenía hijos, pero Janá no. Día tras día,
Pniná iba con Janá para decirle frases que la hacían sufrir y llorar:
“Yo tengo varios hijos y tú no”, “¡Qué agradable es sentir un niño en
el vientre!”, “Abrazar a los hijos es lo más reconfortante que hay”,
“Mira lo que compré para mis hijos”, etc. A pesar de que hacía llo-
rar a Janá, sus intenciones eran buenas, pues sabía que las tefilot,
los rezos, que se hacen con lágrimas son respondidas de inmediato
por Dios. Sin embargo, Pniná fue castigada por Dios debido a todo
lo que hizo a Janá, lo cual nos enseña la importancia de buscar el
camino correcto para los objetivos puros. La Torá no nos permite
hacer sufrir ni hacer llorar a los demás, bajo ninguna circunstancia.
Cuando una persona es impulsiva y sólo busca lograr sus objetivos
sin importarle cómo llegar a ellos, al final se da cuenta de todos los
pecados en que incurrió.

Por eso, al crear Dios al ser humano puso su cerebro encima de to-
dos los demás órganos. Está comprobado que en el feto primero se
desarrolla el cerebro y luego el resto del cuerpo, lo que nos enseña
que debemos pensar antes de llevar a cabo cualquier empresa. Sof
Maasé Bemajshabá Tejilá, “Todo acto realizado implica una previa
planificación”.

244
LIBRO

VAYIKRÁ
A veces veo personas que acaban de hacer teshuvá y buscan que to-
dos también lo hagan. La impulsividad se les sube a la cabeza y, en
vez de acercar, alejan a la gente de la Torá. Pretenden que los demás
cambien en un día, cuando a ellos les tomó años lograrlo.

Cualquiera que habla con frecuencia ante un público sabe que debe
pensar con mucho cuidado lo que va a decir y cómo tiene que ha-
cerlo. Aun cuando sean palabras de Torá, de Dios, es necesario pre-
parar una estrategia y no improvisar.

Una vez un rabino me dijo que cuando él prepara una charla no


piensa en lo que va a decir, sino en lo que no va a decir. Así debería
ser en todos los ámbitos de nuestra vida: antes de hablar, debemos
pensar qué y cómo lo diremos. El Rambán dice en su carta: “Piensa
en tus palabras antes de sacarlas por tu boca”.

Al igual que las palabras deben ser pensadas, las acciones deben ser
planificadas.

Entre otras cosas, nuestra Parashá trata de los alimentos que son
kasher y de los que tenemos prohibido ingerir. Antes de consumir
cualquier alimento debemos pensar si es kasher o no. Si no lo es,
¿por qué transgredir un precepto de Dios, Quien siempre ha sido
tan bueno con nosotros? Si lo es, ¿qué bendición corresponde a este
alimento, antes y después de haber sido ingerido?

Para triunfar en la vida, debemos pensar previamente qué hacer y


qué decir. Si tan sólo pensáramos bien las cosas antes de hacerlas
nos arrepentiríamos menos en el futuro.

Que sea la voluntad de Dios que siempre podamos planear nuestros


pasos antes de darlos y que lleguemos a nuestros buenos objetivos
con justicia. Amén.

245
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat SHEMINÍ

EL NÚMERO OCHO

D ebido a que el mundo fue creado en seis días, el número seis


representa todo lo material, que consta de seis caras. Por eso,
el mundo existirá seis mil años, conforme a esa característica de to-
dos los materiales.

El número siete representa lo espiritual, como el séptimo día de la


Creación, el Shabat. Por eso hay siete cielos, siete semanas de Ómer,
siete días de Sucot y siete de Pesaj. Según Rabí Yosi, la Torá fue en-
tregada un día 7 de Siván, que cayó en Shabat, porque en esa fecha
subimos del seis al siete, es decir, de lo material a lo espiritual, con
Moshé, la séptima generación desde Abraham.

También en el Judaísmo hay un nivel más alto que el espiritual: la


santidad de la persona, representada por el número ocho.

En la Parashá que sigue a ésta se habla de la mitzvá de Brit Milá, la


circuncisión. El Midrash (Yalkut Yirmiyá 321) pregunta si es más
importante el Shabat que la circuncisión. La respuesta se halla en el
siguiente ejemplo: un rey tenía dos mujeres y sus esclavos no sabían
a cuál de ellas quería más. Un día, el rey estaba hablando con una
de sus esposas y apareció la segunda, por lo que él dijo a la primera
que se fuera, porque quería estar con la otra. Entonces todos enten-
dieron que el rey quería más a la segunda. Así ocurre con el Sha-
bat: cuando una circuncisión debe realizarse en ese día, se aparta al
Shabat y se procede con la Milá. ¿Por qué la circuncisión tiene más
importancia? Porque está escrito que en el octavo día se circuncida-

246
LIBRO

VAYIKRÁ
rá el prepucio, y como el número ocho es de mayor santidad, puede
apartar a algo como el número siete, el Shabat.

La circuncisión se realiza al octavo día desde el nacimiento del niño.


La octava prueba para Abraham Abinu, de las diez que enfrentó, fue
la circuncisión. En términos cabalísticos, el cuerpo físico se repre-
senta con nueve Sefirot; el Keter (corona) es la décima Sefirá, que
está encima del cuerpo, y la octava Sefirá es la correspondiente a la
Milá. Por todo esto la circuncisión supera espiritualmente al Shabat,
que es el numero siete.

También los sacrificios están relacionados con el número ocho,


como está escrito: Umiyom Hashemini Vaalha Yeratzé Lekorbán
Lifné Hashem, “Y del octavo día en adelante será aceptado como
sacrificio ante Dios”. Es decir, sólo a partir del octavo día será acep-
tado el animal como sacrificio ante Dios; por ello también se ofren-
daban los sacrificios en Shabat.

Está escrito que el lugar donde se construyó el Templo es el mismo en


el que Abraham Abinu derramó la sangre de su circuncisión; a eso se
debe que, cuando hacían un sacrificio en el altar, dejaban derramar
un poco de sangre en ese lugar para que se unieran la sangre del sa-
crificio y la de Abraham, y así se unieran las dos cosas más santas del
mundo: la circuncisión y los sacrificios. Por cierto, la palabra “sangre”
en hebreo es Dam, cuyo valor numérico es 44, es decir, 4 + 4 = 8.

Además, el lugar donde se ofrecían los sacrificios era la Casa de


Dios, uno de los lugares más santos del mundo. Es decir, también
está relacionado con el número ocho.

Nuestra Parashá empieza diciendo: Vayihí Bayom Hasheminí, “Y


fue en el octavo día”. ¿Por qué en el octavo día se construyó el Tem-
plo? La Torá nos explica que desde el 23 de Adar Moshé armaba

247
LIBRO

VAYIKRÁ
el santuario, ofrecía los sacrificios respectivos y lo desarmaba, día
tras día, hasta que a partir del octavo se armó, Aharón ofreció los
sacrificios, los levitas realizaron sus otros servicios y nunca más se
desarmó.

En ese mismo día, el octavo, fallecieron Nadab y Abihú, dos varones


muy justos. Ellos representaban la octava generación desde Abra-
ham Abinu. Otra vez se unieron los números ocho.

¿Por qué Moshé armaba el santuario siete veces y lo desarmaba?


Explican algunos rabinos que esto nos revela el futuro. Es decir,
siete son las veces que fue destruido el santuario contando al que
se construyó en el desierto: el de Nob, Guideón, Galgal, Shiló, el
Primer Templo y el Segundo. Y nosotros tenemos la esperanza de
que, con la ayuda de Dios, construyamos el octavo, el que nuestra
Parashá califica de eterno.

Los años en que ocurrieron los acontecimientos históricos más im-


portantes terminan en ocho. No sé si esto simbolice algo, pues todo
encaja; pero de seguro nada es casual.
Veamos. A partir de la creación del mundo:
Abraham Abinu nació en el año 1948.
Sará Imenu nació en el año 1958.
Itzjak Abinu nació en el año 2048.
Itzjak se casó con Rivká en el año 2088.
Yaakov Abinu nació en el año 2108. Bajó a Egipto para encontrarse
con Yosef en el año 2238.
Los Bené Israel salen de Egipto en el año 2448.
Moshé Rabenu nació en el año 2368. Falleció en el año 2488.
Recibimos la Torá en el año 2448.
Entramos a la Tierra de Israel en el año 2488.
El Primer Templo se construyó en el año 2928. Fue destruido en el
año 3338.

248
LIBRO

VAYIKRÁ
El Segundo Templo se construyó en el año 3408. Fue destruido en
el año 3828.
La Torá oral fue compilada en las Mishnayot en el año 3948.
El Talmud Jerosolimitano (Yerushalmí) se redactó en el año 4128.
El Talmud Babilónico (Bablí) fue terminado en el año 4258.

Esto no significa que debemos ir al calendario para ver cuándo cae


el próximo día ocho y decir: “A las ocho de la mañana viene el Mas-
híaj y a las ocho de la noche estará construido el próximo Templo,
que será el octavo santuario”.

El santuario fue construido por Betzalel, de la tribu de Yehudá, y


por Aholiab Ben Ajisamaj, de la tribu de Dan. El Primer Templo fue
construido por el Rey Shelomó, quien pertenecía a la tribu de Ye-
hudá, junto a Jiram, rey de Tzur, quien pertenecía a la tribu de Dan.
Nuestros Sabios dijeron que, cuando venga el Mashíaj, su padre será
de la tribu de Yehudá y su madre de la tribu de Dan. Dan se caracte-
rizaba por reunir a las demás tribus y el Mashíaj reunirá a los judíos
esparcidos por el mundo.

¿Por qué todo esto es así? De acuerdo con lo explicado, Yehudá era
el judío número siete en el mundo, Dan era el número ocho. Es de-
cir, Abraham, Itzjak, Yaakov, Reubén, Levy, Shimón, Yehudá y Dan.
Esta es la ventaja del Pueblo Judío: tenemos la santidad representada
por el número siete y tenemos la cima de la santidad representada
por el ocho, y gracias a ellos recibimos sólo lo bueno.

Es evidente que debemos aprovechar esto. No podemos quedarnos


con el seis, sino santificarnos con todo, en especial con el ocho. No
basta con hacer la circuncisión, sino cuidarla; es decir, cuidarla de
la asimilación, de las relaciones prohibidas, mediante la pureza fa-
miliar. También debemos apegarnos a los sacrificios con nuestros
rezos, que suben desde la tierra hasta los siete cielos, que equivale

249
LIBRO

VAYIKRÁ
a ocho. Igualmente debemos apegarnos al Templo cuidando los pe-
queños templos que tenemos a nuestro alcance y los cuales confor-
man las partes del octavo Templo dividido, que son las sinagogas,
nuestras escuelas, nuestros kolelim y yeshivot, que en el futuro se
unirán e integrarán el octavo y eterno Templo.

Que sea la voluntad de Dios que por fin aprovechemos todas es-
tas ventajas y tengamos el mérito de la circuncisión que se hace
en el octavo día, a fin de que llegue el Mashíaj (descendiente del
octavo judío, Dan) y construya el octavo santuario, donde sacri-
ficaremos allí los animales con ocho días de nacidos, derramare-
mos su sangre en el lugar de la octava prueba de Abraham Abinu
y que, con la ayuda de Nadab y Abihú, que son la octava genera-
ción, podamos cantar: Lamenatzeaj Al HaShemini, “Cántico al
Octavo” (Tehilim 12:1).

250
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat TAZRÍA

NUESTRA DESCENDENCIA

N uestra Parashá trata de la mujer que da a luz. Nuestros Sabios


explican que, cuando la pareja se une íntimamente, va un án-
gel hasta Dios y le pregunta si la mujer quedará embarazada o no. Si
Dios responde que sí, el ángel inquiere qué tipo de neshamá (alma)
va a recibir esa criatura. (Hemos de saber que en los cielos hay un
depósito de almas de distintos niveles: de los mundos Haaziá, Yet-
zirá, Briá y Hatzilut.)

Todo padre quiere para sus hijos el alma más pura y elevada que haya.
¿Cómo hacer para que esa futura criatura tenga un alma especial?

Muchos piensan que depende de la educación recibida, pero en rea-


lidad mucho antes de que se unan los padres ya se está decidiendo
el futuro espiritual de esa criatura.

Antes de empezar, pido a los padres que no se molesten, ya que es-


tas palabras fueron tomadas del Zohar y del Talmud. No intentan
crear categorías entre los judíos, sino que nos informan cómo tener
hijos con almas especiales.

Muchos conocemos niños que tienen tendencia a la religión. Por


ejemplo, les gusta rezar, decir kidush, estudiar Torá, etc. Y otros, por
el contrario, se alejan de estas cosas de manera inexplicable. ¿Cuál
es el verdadero motivo?

Todo empieza en la época en que la mujer queda impura por su


menstruación. Si los padres cuidan no tener relaciones matrimonia-

251
LIBRO

VAYIKRÁ
les en esos días, entonces el alma de la futura criatura será conduci-
da por un camino de pureza, es decir, empezará su vida con el pie
derecho. Pero si no se cuidan, Dios nos guarde, esa criatura empe-
zará su camino con impurezas espirituales.

La segunda etapa es el momento en que ambos se unen. Los pen-


samientos de los padres influyen en el tipo de alma del feto. Dice el
Zohar que, si sus intenciones son buenas, es decir, si están pensando
en cumplir la mitzvá de multiplicarse, en ese momento Dios ordena
al Ángel Gabriel que traiga un alma especial para que sea infundida
en ese niño; pero si no son buenas, si sólo buscan satisfacer sus de-
seos personales, el alma será distinta.

La tercera etapa consiste en los meses de embarazo. Todo lo que la


mujer escuche influye en el futuro del niño. Incluso los científicos
de nuestros días están de acuerdo en esto. Por eso muchas mujeres
judías escuchan música jasídica y clases de Torá durante el embara-
zo, para introducir en su hijo cosas puras.

Dijo Rabí Yojanán a Rabí Yehoshúa: “Dichosa la que te parió” (Pir-


ké Avot 2:8). Explican nuestros Sabios que Rabí Yehoshúa llegó a
niveles espirituales y de sabiduría muy altos gracias a que su madre,
cuando estaba embarazada de él, iba al Bet Midrash y a las sinago-
gas para que su hijo se alimentara de cosas espirituales. Después se
paraba en las puertas de estos sitios y pedía a los rabinos que bendi-
jeran a ese bebé para que fuera un Talmid Jajam muy grande.

También influye todo lo que la madre ingiera. Cuando ella consume


comida buena lo alimenta, mientras que las bebidas alcohólicas, los
cigarrillos o las drogas (Dios nos libre) hacen mucho daño al feto.
Si la madre come carne terefá (no kasher) daña el alma de su hijo
y si come kasher lo ayuda muchísimo. Por eso nuestra Parashá está
unida a la que trata de las comidas permitidas y las prohibidas.

252
LIBRO

VAYIKRÁ
En el Talmud (Yomá 84b) se narra una historia que explica bien
nuestro tema. A dos mujeres embarazadas se les antojó comer en
Yom Kipur y mandaron a preguntar a Rabí Yehudá si podían ha-
cerlo o no. Rabí Yehudá pidió que explicaran a estas señoras la
importancia de no comer en Kipur. Finalmente, una comió y la
otra se abstuvo. La diferencia se conoció después; la mujer que no
comió en Yom Kipur tuvo el mérito de tener un hijo como Rabí
Yojanán.

La cuarta etapa es después del parto. En nuestra Parashá está escri-


to que hay que circuncidar al niño el octavo día. ¡Qué importante
es y cuánto influye la circuncisión en el niño! En algunos lugares
se acostumbra que la noche previa a la circuncisión asistan varios
hombres a la casa del niño para estudiar un poco de Zohar, a fin
de protegerlo y prepararlo para la circuncisión. Para ésta es im-
portante escoger a un Mohel adecuado y a un Sandak temeroso de
Dios, ya que sus personalidades influyen en el niño. Por eso está
escrito en la halajá (Shulján Aruj 264:1) que la costumbre es bus-
car un Mohel temeroso de la palabra de Dios y un Sandak que sea
también temeroso de Dios y justo, para que sus buenas cualidades
influyan en la personalidad del niño.

Por supuesto, la circuncisión como tal tiene que hacerse bien. Hoy
muchos padres quieren una circuncisión sin sangre e incluso al-
gunos rabinos lo permiten olvidando las palabras del Zohar: “Los
ángeles guardan las gotas de sangre derramadas por el niño en el
día de su circuncisión, por si en el futuro atraviesa alguna enfer-
medad difícil (Dios nos libre). Si ello ocurre, van a Dios y le dicen:
‘¿Vas a mandar este sufrimiento a este niño que derramó su sangre
por orden tuya con tan sólo ocho días de nacido?’. En ese momen-
to, Dios se apiada de él y hace que la enfermedad vaya desapare-
ciendo”. Por eso decimos en la circuncisión: Bedamaij Jayí, “Con
tus sangres viví”.

253
LIBRO

VAYIKRÁ
El broche de oro se cierra en el momento en que se asigna al recién
nacido un nombre del Tanaj, un nombre judío, pues el nombre de
la persona influye mucho sobre sus cualidades.

Así, a partir de los ocho días de nacido el bebé ya tiene definida su


alma, pura o semipura, aunque todo depende de si nos mantene-
mos dándole una educación apropiada de Torá.

Es importante destacar que quienes nacieron de padres que no su-


pieron cuidar todas estas etapas atentamente no son malvados, sino
como diamantes por pulir, y algunos requieren de mayor esfuerzo
para pulirlos.

No nos queda más que pedir a Dios que podamos hacer la vida más
fácil a nuestros hijos y que su ascenso espiritual sea mucho más sen-
cillo cumpliendo estos pasos a cabalidad, a fin de que sean justos,
como ejemplo de las luminarias de Israel. Amén.

254
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat METZORÁ

LA INFLUENCIA DEL AMBIENTE

C omo bien sabemos, existen lugares en el planeta Tierra que


representan un gran riesgo para la vida del ser humano, bien
sea por condiciones ambientales o geográficas desfavorables, y que
también hay lugares muy placenteros y cómodos para el desarrollo
de la vida del hombre.

En sentido espiritual también hay lugares del planeta Tierra que re-
presentan un peligro vivo, un riesgo de perder nuestros principios,
valores e identidad judíos debido a la influencia de ese medio. Y hay
lugares en que ocurre todo lo contrario, donde podemos fortalecer
nuestros lazos de identidad con nuestro pasado, presente y futuro;
donde se siente una elevación espiritual con significado que influ-
yen positivamente en nosotros y nos ayudan a merecer la vida eter-
na, después de 120 años.

Nuestra Parashá trata básicamente del enfermo de lepra, padeci-


miento que se dio solamente en la época en que más de noventa
por ciento del Am Israel se comportaba con justicia y rectitud. Si
alguien ponía en peligro la integridad del pueblo murmurando, ha-
blando mal del prójimo, causando divisiones dentro del Am Israel,
separando matrimonios o provocando enemistades, Dios le man-
daba la lepra para que todo el que estuviera a su alrededor supiera
lo que estaba haciendo y se alejara de él.

Además de ese castigo, la Torá ordenaba que el enfermo fuera apar-


tado del Am Israel durante una semana. Badad Yeshev Mijutz Lama-
jané, “Solo se quedará fuera del campamento” (Vayikrá 13:46). ¿Por

255
LIBRO

VAYIKRÁ
qué la Torá fue tan estricta con estas personas? Porque la Torá nos
enseña que debemos apiadarnos de todos e intentar que siempre
haya unión entre las personas; pero cuando una persona se desvía
y ensucia la integridad del pueblo hay que alejarla lo antes posible,
al igual que quitamos una manzana podrida de la canasta para que
no pudra a las demás.

Algo parecido ocurre con las leyes de la Torá respecto a las guerras. El
Cohén Gadol exhortaba a los soldados y les decía: “Aquel que tenga
miedo de morir, que regrese a su casa”. ¿Por qué? “No sea que haga
temblar también los corazones de sus compañeros” (Devarim 20:8).

Así, pues, es de extrema importancia que nos rodeemos de un am-


biente puro y sano, de soldados que nos motiven a luchar contra el
Yetzer Hará. Por eso la Mishná (Pirké Avot 1:7) nos dice: “Aléjate de
un mal vecino y no hagas amistad con el malvado” y “debemos com-
prar un amigo” (Pirké Avot 1:6). Preguntan nuestros Sabios: “¿Acaso
existe una tienda de amigos?”. La respuesta es que, de igual manera
que compramos un apartamento, no entramos a preguntar su valor y
lo pagamos sino que hacemos averiguaciones, comparamos, pensa-
mos y al final lo adquirimos si nos conviene, así debería hacer con un
amigo personal o con los de nuestros hijos. Pero si hacemos amistad
con personas que nos desvían y nos transmiten malos mensajes, las
consecuencias a largo plazo serán lamentables. Debemos apartarnos
inmediatamente de ellas de forma educada, para cubrir nuestras es-
paldas y no dejar que ese ambiente nos influencie mal.

A propósito, ¿cuán fuerte es la influencia que tiene el ambiente en


los animales, en las personas e inclusive en los hombres más justos
de la sociedad?

Los animales, de manera inexplicable, reciben influencias del hom-


bre. Los científicos descubrieron hace poco el motivo principal del

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LIBRO

VAYIKRÁ
por qué ciertas especies animales, en las ultimas décadas, han dis-
minuido su cantidad de individuos: el mismo homosexualismo que
enfrenta la sociedad influyó tanto en los animales que empezaron
a unirse a los de sus mismo sexo.

La Torá nos describe este mismo fenómeno en la época previa al di-


luvio, donde la corrupción moral era exagerada. Ki Hishjit Kol Basar
Et Darkó Al Haaretz, “Cuando toda carne corrompió sus maneras
en la tierra” (Bereshit 6:12). Explica Rashí: “¿Por qué dijo ‘toda car-
ne’? Para enseñarnos que no sólo el ser humano se había corrom-
pido, sino que también los animales habían perdido sus principios
instintivos de unirse macho con hembra”.

He ahí por qué un mal ambiente, lleno de impurezas, es tan per-


judicial y peligroso para todos nosotros. El aire impuro se respira y
se asienta en el cerebro causándonos pensar de otra manera y, por
ende, disminuye nuestro nivel espiritual.

El Rey David dijo, en el primer salmo de Tehilim: “Dichoso aquel


que no fue por caminos…, quien en caminos de los pecados no an-
duvo, que no se sentó a la mesa de cínicos”. David Hamelej (el Rey)
no dijo que no fue con malvados, sino que no adoptó sus caminos
y que en sus casas no se sentó, porque esos sitios estaban impurifi-
cados; el que pasó por ahí es como si hubiera permanecido en ellos.
Por eso es mejor rezar en la sinagoga solo que en la casa a solas y es
mejor rezar en un lugar de estudio que en una sinagoga. ¿Por qué?
Porque hay más ambiente puro, más limpio, y el cerebro piensa de
otra forma.

Incluso las personas más justas pueden llegar a caer si se rodean de


un ambiente corrupto. Podemos comprobar esto con los judíos que
salieron de Egipto. A pesar de que vieron muchísimos milagros se
dejaron influenciar mal por los egipcios que salieron con ellos para

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LIBRO

VAYIKRÁ
convertirse al Judaísmo y en el desierto, bajo aquellas condiciones,
fueron los que iniciaron la revuelta que condujo al becerro de oro.
En la Guemará (Shabat 147b) se ensalza a Rabí Eleazar Ben Araj.
Rabí Yojanán, su maestro, dijo en el Pirké Avot (2:8) que si pusieran
a todos los sabios de esa generación en el plato de una balanza y
a Rabí Eleazar en el otro, la balanza se inclinaría por él, por tanta
sabiduría que mostraba. Un día, a su esposa se le antojó viajar por
el mundo y conocerlo. Abandonaron el ambiente de Eretz Israel y
visitaron otros lugares donde no se respiraba Torá en absoluto. Lue-
go de varios años volvieron a Israel. Todos sus amigos y alumnos
fueron a recibirlo con alegría, pero cuando se sentaron a hablar con
él se dieron cuenta de que se le había olvidado todo; inclusive co-
metía los mismos errores que un niño. Fue una gran decepción. El
ambiente afuera de Israel lo influenció mal.

Yosef, quien fue una persona muy fiel a sus creencias y a sus princi-
pios, el mejor alumno de Yaakov Abinu, también iba a caer después
de tanto luchar contra la tentación de la esposa de Potifar, como
está escrito en la Guemará (Sotá 36b). Pero sólo un milagro lo salvó
de ese abismo; la imagen de su padre se le presentó y no cayó.

Si desde los animales hasta los hombres justos son influenciados


por el ambiente, ¿qué dirán nuestros hijos pequeños, nuestros ado-
lescentes, que se desenvuelven en un ambiente no judío, o los jó-
venes universitarios que tienen tantas tentaciones a su alrededor, o
nuestros amigos que ya cayeron en manos del instinto del mal ha-
ciéndoles pensar que eso es disfrutar la vida? ¿Cómo no van a pecar,
cómo no van a asimilarse? Solamente aquellos que tengan valores
muy altos y suficiente fuerza van a salvarse.

Leemos en Shir Hashirim: Baraj Dodi Vedamá Lejá Letzvi… Al Haré


Besamim, “Escápate, mi querido, como el venado… hacia una mon-
taña olorosa”. ¿A qué se refiere el Rey Salomón en este versículo?

258
LIBRO

VAYIKRÁ
Cuando el puma busca al venado para atraparlo se guía por el olfa-
to, pero éste huye a lugares donde hay muchas flores para confundir
su olor natural. Ese versículo es una analogía de la vida: la persona
debe dirigirse a lugares donde hay buenos olores espirituales, a lu-
gares donde se vive el ambiente de Torá, para que se impregne tanto
de santidad que ni el mismo instinto del mal pueda seguirlo.

Que sea la voluntad de Dios que nos salvemos nosotros y nuestros


hijos de malos amigos, vecinos y malas compañías, y de una socie-
dad corrupta, y que siempre estemos rodeados de gente buena y de
ambientes puros, para quedar impregnados de santidad. Amén.

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LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat AJARÉ MOT
LOS SABIOS

M uchos se preguntan por qué los rabinos agregaron tantas mit-


zvot, como si no fueran suficientes las 613 de la Torá. ¿Por
qué nos hacen la vida más difícil? Si Dios no lo escribió en la Torá,
es porque no quería que fuera prohibido. Entonces ¿por qué ellos lo
prohibieron?

La respuesta está en nuestra Parashá: Ushmartem Et Mishmartí, “Y


cuidarán mis leyes” (Vayikrá 18:4). El Talmud (Moed Katán 5a) expli-
ca que los jueces de cada generación deben preocuparse de que haya
una muralla, un cerco que cuide a las mitzvot de la Torá. Por ejem-
plo, los sabios prohibieron tocar siquiera un bolígrafo en Shabat para
evitar que escribamos, lo cual está prohibido. Es decir, Dios prohibió
escribir y los sabios prohibieron siquiera tocar el bolígrafo. Eso es
exactamente lo que significa poner un cerco a las mitzvot.

La pregunta ahora es: ¿a qué mitzvá pondremos cerco y a cuál no?


¿Sólo cerco o dos o tres? La respuesta se halla en el siguiente ejemplo.

Cierto hombre tiene un campo con árboles frutales cuyos frutos


son muy dulces. Aunque tiene un esclavo que cuida el campo, la
gente al pasar toma algunas frutas. Si desaparecen cuatro frutas al
año, podemos decir que no es un problema grave. Pero si todas y
cada una de las personas que pasan junto a ese campo toman una
fruta, ¿qué debe hacerse? Poner carteles que anuncien “Propiedad
privada”. Pero si la gente no lee eso y sigue tomando frutas, ¿qué
haremos? Poner un pequeño cerco. Pero si la gente salta ese cerco y
sigue tomando frutas, ¿qué solución ponemos? Levantar un cerco
más alto. Y así sucesivamente.

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LIBRO

VAYIKRÁ
Con nuestro árbol de vida, la Torá, pasa lo mismo. Nuestro Amo
dijo a sus esclavos, en este caso los sabios, que cuidaran los frutos
de Su árbol, las mitzvot. Pero ellos vieron que la gente no respetaba
esos frutos y que se los comía, y entonces tuvieron que poner un
nuevo cerco, y así, con los frutos más jugosos, tuvieron que aumen-
tar la altura del cerco hasta que debieron construir una muralla.

Por ejemplo, nuestros Sabios no pusieron un cerco a la prohibición


de “No matarás”, pues sabían que eso no es tan común entre las per-
sonas. Pero sobre a la prohibición de profanar el Shabat, al ver cuán
común era entre las personas, tuvieron que construir cercos mayores
para que no cayéramos en lo prohibido, como tocar dinero, ya que
de tenerlo podemos salir a comprar cualquier cosa, inclusive cam-
biar dólares, y con eso estaríamos profanando el Shabat y la Torá.

Una de las transgresiones a las que los sabios pusieron más vallas
fue la de tener relaciones prohibidas. Nos prohibieron ver películas,
escuchar cantos con mujeres, mujeres hablando con hombres, etc.,
para evitarnos caer en la tentación.

Dios no puso los cercos, pero si colocó sobre el árbol y sus frutos
un anuncio de “No tocar”, y dio a los sabios la libertad de escoger
el tipo de cerco, pues tienen que adaptarse a las necesidades de cada
generación y sus fallas.

Cuentan que en Israel, durante el mandato británico, un hombre


contrabandeó mercancía y los oficiales británicos lo capturaron.
Lo llevaron al tribunal y el juez, después de revisar las acusacio-
nes, lo sentenció a diez años de cárcel. Cuando escuchó la senten-
cia, el hombre ejerció sus derechos y solicitó que le leyeran la ley
británica donde decía que su castigo era de diez años. Entonces el
juez leyó: “Toda persona que contrabandee mercancía por mar o
por aire será castigada con diez años de prisión”. El hombre dijo

261
LIBRO

VAYIKRÁ
al juez: “Su Señoría, la ley solamente especifica el contrabando
realizado por mar y aire, pero yo lo hice por tierra, así que no me
corresponde ese castigo”.

¿Qué pasó en ese juicio? La ley británica estaba enfocada a las con-
diciones de los súbditos británicos, no a los de sus colonias. Es decir,
la Gran Bretaña es una isla y, por tanto, el único contrabando que
podía hacerse eran por mar o aire, no por tierra. En consecuencia,
sus leyes se aplicaban sólo a ellos y no pensaron en sus colonias,
que no necesariamente serían islas también.

Dios no quería que pasara lo mismo con las leyes de la Torá y por eso
ordenó a los sabios estar pendientes de esos cambios generacionales
e ir adaptando las leyes a la realidad actual. Dios no pudo escribir
en la Torá “No comerás en tal restaurante” porque no existía en la
época de Moshé Rabenu. Tampoco pudo escribir que está prohibi-
do subir a un ascensor en Shabat, por la misma razón. Ni tampoco
pudo escribir específicamente acerca de la inseminación artificial,
sino que en cada tema escribió de forma generalizada y, a partir de
esa generalización, los sabios pueden utilizar las herramientas de
estudio para inferir qué está permitido o no.

Los sabios hacen las leyes para que la gente se adapte a la Torá y no
la Torá a la gente; no recortan trozos de la Torá, como lo hacen los
reformistas, para que la gente esté contenta con ellos, sino que se
adaptan a las leyes preestablecidas para hacer nuevas.

Nuestros Sabios no son personas aburridas que no tienen nada que


hacer, ni piensan en cómo fastidiar al pueblo; por el contrario, ellos
son como un padre y una madre que ven a sus hijos jugando con
fósforos, tijeras, cuchillos afilados o electricidad, y nos ordenan ale-
jarnos inmediatamente de aquello que puede dañar nuestra salud fí-
sica y espiritual. Pero nosotros no entendemos lo que nos advierten,

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LIBRO

VAYIKRÁ
igual que los niños que piensan que sus padres están molestándolos
al no dejarlos tocar el enchufe, porque piensan que los enchufes
de electricidad producen, a lo sumo, una cosquilla agradable. Sola-
mente cuando crecemos decimos: “¡Cuánta razón tenían nuestros
Sabios!”.

Por eso les llamamos Jajamim (sabios). “¿Quién es jajam [sabio]? El


que aprende de los demás y el que ve las consecuencias de sus ac-
ciones”. Los Jajamim conocen las características de su generación y
se preocupan porque en ella no se cometan transgresiones. Es decir,
al aprender de los demás y aprender las consecuencias de sus actos,
pueden ellos evaluar y establecer qué es correcto y qué no.

Por ejemplo, ellos vieron que muchas personas que leían los viernes
en la noche a la luz de la vela después de unos minutos tomaban la
vela para leer mejor, lo que está completamente prohibido. Por eso
ellos prohibieron leer a la luz de la vela. Construyeron una muralla
alrededor, ya que muchos tomaban la vela en sus manos.

Incluso en el Talmud (Shabat 12b) se relata una historia acerca de


Rabí Ismael ben Elisha, quien dijo que él sí podía leer con la vela, ya
que era un gran sabio y conocía las leyes, por lo cual iba a cuidarse
mucho de no caer. Pero a medida que iba leyendo más, se le cansó
la mirada y sin querer tomó la vela. En ese momento dijo: “¡Qué
grandes son las palabras de los sabios!”.

En el mundo de la medicina ocurre lo mismo. Los médicos rece-


tan medicinas y tratamientos función de sus diagnósticos, su expe-
riencia con otros pacientes, etc. Ellos observan muchas veces que
en algunos tratamientos el consumo de algunos alimentos produce
malestar y hasta puede agravar la situación del paciente. De ahí que
ahora, por ejemplo, informen a la población lo malo que es comer
grasas o fumar, y lo bueno que es comer verduras, consumir vita-

263
LIBRO

VAYIKRÁ
mina C, etc. Nunca vemos que alguien grite a un doctor que es un
fanático o que le pregunte por qué prohíbe más cosas de las que ya
había prohibido con anterioridad. Al contrario, escuchamos lo que
dice, lo aceptamos y además le pagamos por sus servicios.

Nuestros Sabios son como los médicos. Ellos prohibieron algunas


cosas, pues observaron que las personas tienen tendencias a hacer
o consumir lo que les hace daño. Nos dicen que no tomemos ni si-
quiera una bebida embotellada en un restaurante, porque muchos
empezaron así y terminaron con una chuleta de carne terefá. Los
sabios también nos recetan vitamina F: Fe en Dios.

¿Por qué no escuchamos a los Jajamim como a los doctores, aun


cuando son más importantes que ellos? El doctor sólo cura nuestro
cuerpo, que es temporal, y el sabio cura nuestra alma, que es eterna.
Debemos saber que los sabios vinieron a ayudarnos, que ellos sólo
pusieron murallas para impulsarnos a cuidar la existencia del pue-
blo. Ninguno de los que saltaron esas murallas, que dijeron que
ellos no escuchaban a los sabios sino solamente a Dios, cumple ni
siquiera lo que dijo Dios en la Torá. No saben diferenciar entre lo
que dice la Torá y lo que dijeron los sabios.

Observemos nuestro árbol y verifiquemos si está resguardado; ¿qué


no sabemos que todo aquel que quita las murallas pone en peli-
gro la existencia de los frutos? Cada halajá (ley) es una alhaja, una
joya. Las joyas no se dejan a la vista, sino que se guardan en una
caja fuerte. Mientras más valiosas son más cuidado necesitan. Nues-
tra Torá, nuestro Judaísmo, nuestras mitzvot, nuestra vida espiritual
son lo más importante del mundo. Por eso, si cuidamos un diaman-
te, ¡cuanto más a nuestra Torá!

Nunca olvidemos quiénes fueron esos sabios, hombres justos, que


nos prohibieron ciertas cosas, entre ellos Rabí Shimón Bar Yojai,

264
LIBRO

VAYIKRÁ
Rabí Akivá, Rabí Meir Baal Hanés, Rabí Yehudá Hanasí, etc. Basta
con que leamos sus libros, el Zohar, las Mishnayot, para conocer la
gran diferencia espiritual entre ellos y nosotros.

Lo que más contradictorio me resulta de todo esto es que en la Hi-


lulá todos están dispuestos a pagar miles de dólares por las pinturas
de sus rostros, aunque yo dudo mucho que lo sean. ¿Acaso los foto-
grafiaron en esa época? Y esas mismas personas dicen que los sabios
son unos exagerados. Entonces, yo les pregunto: ¿esos Jajamim fue-
ron santos o personas que no sabían de qué hablaban?

Debemos honrar a los sabios y escuchar sus palabras, porque sólo


quieren nuestro beneficio.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a cuidar todas sus mitzvot y


las de nuestros Sabios, que en esencia son las mismas, ya que Dios
escribió en la Torá la obligación de obedecerlos, Vehasita Kejol Asher
Yarhuja (Devarim 17:10), y que por el mérito de todos los tanaítas,
los sabios, los justos, seamos protegidos contra todo mal, tanto no-
sotros como nuestros hijos. Amén.

265
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat AJARÉ MOT–KEDOSHIM

EL RIESGO DE PECAR

E n la Parashá de Ajaré Mot se habla de todas las transgresiones


que se cometen en las relaciones ilícitas. Después, en la Parashá
de Kedoshim, se habla de la importancia de mantener la santidad. En
el tratado Berajot del Talmud Jerosolimitano (Yerushalmí) y en el Zo-
har (Bereshit 81) se dice: “Dijo Rabí Abba en nombre de Rabí Yudán
Ben Pazi: ‘¿Por qué están juntas las parashiot de relaciones ilícitas y la
de la importancia de la santidad? Para enseñarnos que aquel que se
aleje de esas relaciones prohibidas adquiere mayor santidad’”.

El Yetzer Hará de esos asuntos es muy fuerte. Najmánides (Vayikrá


18:17) explica por qué se conoce al pecado de relaciones prohibi-
das como zimá, término que proviene de la palabra hebrea mezimá
(“atenta”); es decir, el Yetzer Hará atenta contra nosotros para que
caigamos. El que logra librarse de él es llamado Kadosh (santo). En la
Guemará está escrito que Rabí Yehudá Hanasí también fue conocido
como Rabenu Hakadosh, porque nunca cayó en ese tipo de pecado.

Este Yetzer Hará busca que pequemos, cada uno en su nivel. Algu-
nos pecan con solteras, otros con goyot (Dios nos libre) y hay los
que caen con mujeres casadas (Dios nos salve). Es nuestra obliga-
ción hacerles saber que, aun cuando una pareja se haya divorciado
civilmente, según las leyes de la Torá no lo están hasta que la mujer
tenga un Guet (documento de divorcio) emitido por una autoridad
rabínica competente. Muchos piensan que, como ya están separa-
dos, todo está permitido, pero no es así. El matrimonio termina con
un Guet y quien no lo haya obtenido todavía no está divorciado.

266
LIBRO

VAYIKRÁ
Esta tendencia a tener relaciones prohibidas es tan grande que nues-
tros Sabios dijeron: “No hay garantías que aseguren que la persona
no caerá en una relación prohibida” (Ketubot 13b). Todos pode-
mos caer; por eso debemos cuidarnos mucho. Si incluso algunos de
nuestros Sabios cayeron en esas redes, ¿qué sucederá con nosotros,
que somos más débiles que ellos? ¡Tenemos entonces que cuidarnos
con mayor preocupación!

La Guemará (Kidushín 81a) nos relata sobre Rab Amram Jasida,


un hombre muy apegado a Dios, recatado, justo y sabio, que tenía
muchos alumnos. Cierto día, una mujer de la calle llegó a vivir en
su mismo vecindario y el Yetzer Hará empezó a tentarlo todos los
días diciéndole: “Es algo muy grave irse con esa mujer. Pero hazlo
y después arrepiéntete. Nadie se enterará. Dios te entenderá”. Una
noche el rabino se levantó de su cama, fue a la casa de la mujer y
cuando empezó a subir las escaleras se arrepintió; bajó un escalón
y lo subió, bajó y subió. Al ver que el Yetzer Hará era muy fuerte,
Rab Amram empezó a gritar: “¡Fuego, fuego!”. Salieron la gente y
todos sus alumnos, quienes lo vieron y le dijeron: “¡Rabino! ¡Qué
vergüenza!”. Él respondió que prefería avergonzarse en este mun-
do y no en el venidero, pues de no haber gritado seguramente ha-
bría pecado.

Como sabemos, el mismo Yosef, aunque era muy justo, fue tentado
día a día por la mujer de Potifar, hasta que un día decidió irse con
ella y solamente gracias a la misericordia de los cielos se salvó; ni
siquiera regresó por sus ropas, porque sabía que de hacerlo caería.
El siguiente ejemplo tiene un final diferente. Rabí Meir Baal Ha-
nés tenía una esposa llamada Bruria, una mujer muy sabia y jus-
ta, además de muy santa y estricta con los temas de recato perso-
nal, que inclusive estudiaba mucha Torá, al grado que reprendía a
los sabios cuando se equivocaban. Una vez Rabí Yosi le preguntó:
“¿Qué camino me resultaría más corto para llegar a la ciudad de

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LIBRO

VAYIKRÁ
Lud?”. Ella respondió: “Tienes prohibido hablar demasiado con una
mujer; debiste haberme preguntado solamente: ‘¿Dónde está Lud?’”
(Irubín 53b).

Un día Rabí Meir volvió a su casa y Bruria le preguntó qué habían


aprendido; él le dijo que habían aprendido que el Yetzer Hará puede
seducir a todos, inclusive a las mujeres. Ella replicó que eso era im-
posible y que el Yetzer Hará jamás podría contra ella en esos temas.

Rabí Meir, solamente para demostrarle que los sabios tienen ra-
zón, decidió mandar a un alumno para que la cortejara. El alum-
no iba todos los días a contar una historia nueva a Bruria para
entablar conversación con ella hasta que cayera. Luego de muchos
años, un día el alumno de Rabí Meir propuso a Bruria encontrarse
con él a solas y ella aceptó. El alumno informó a Rabí Meir que
ya había cumplido con lo que le había encomendado. Pero en lu-
gar del alumno, Rabí Meir fue al sitio donde habían convenido
encontrase. Cabe recordar que él sólo quería demostrarle que no
tenía razón y que el Yetzer Hará puede seducir a cualquiera. En el
momento que Bruria vio a su marido sintió tanta vergüenza que
se suicidó (Abodá Zará 18b).

Nadie está vacunado contra las seducciones. Entonces, ¿qué pode-


mos hacer? La respuesta más sencilla es no ponernos a prueba. Por
ejemplo, un conductor maneja su auto a gran velocidad por una
calle; de pronto, un niño cruza sin fijarse y es atropellado por el
auto. Cuando va a juicio, dice a modo de defensa: “¿Cómo podía
detener el auto en una distancia tan corta? ¡Es prácticamente im-
posible!”. El juez lo ve con lástima y le dice: “El problema no es la
distancia, sino la velocidad a la que iba conduciendo el carro”. Así
ocurre con las relaciones ilícitas: es muy difícil salir de esa tenta-
ción una vez dentro de ella; solamente un milagro puede salvar-
nos de caer.

268
LIBRO

VAYIKRÁ
De hecho, Dios nos lo ordenó en la Torá: Lo Taturu Ajaré Enejem,
“No te dejarás llevar por tus ojos” (Bamidbar 15:39). Todo empieza
con la mirada; lo que se observa se traslada al cerebro y él empieza
a imaginar, hasta que finalmente ocurre lo indeseado.

Dijo Rabí Ají Ben Yoshia: “Todo el que ve a las mujeres finalmente
cae en el pecado” (Kalá Rabatí 2).

Maimónides dice: “El que observa a las mujeres piensa que no hay
ningún problema en eso, ya que se dice a sí mismo que no está to-
cándolas ni está acercándose a ellas. Pero lo que no sabe es que la
mirada en sí es un gran pecado, porque a la larga nos lleva a pecar
físicamente. Como está escrito: ‘No te dejarás llevar por tus ojos’”
(Leyes de Teshuvá 84:4).

Ahora podemos entender por qué los religiosos son tan cuidadosos
con ciertas leyes y por qué los escépticos llaman fanatismo a esa
preocupación.

Desde muy jóvenes, los religiosos son separados en los colegios, los
niños por un lado y las niñas por el otro, precisamente para evitar
que caigan en situaciones de prueba.

En el momento en que llegan a la edad de contraer matrimonio (que


generalmente es muy temprana, pues si pasa el tiempo, mayor será
la tentación), las salidas de la futura pareja sirven primero para co-
nocerse y después, si todo sale bien, se casan. Mientras se conocen,
solamente hablan de ellos mismos. Así aprenden más uno del otro
de manera intensiva, concisa.

En total contraste, cuando los no religiosos salen al cine, aunque


pasan juntos tres horas o más, incluyendo media hora para ir y me-
dia hora para volver, y dos horas y media de película, en realidad

269
LIBRO

VAYIKRÁ
no hablaron, no se conocieron. La siguiente vez salen en grupo y
menos hablan, menos preguntan cosas importantes de sí mismos.
Después se casan y vienen las sorpresas. Él es el primero en decir:
“¡Nunca me imaginé eso de ti!”.

Entre los religiosos no pasa así. Se casan con una joven que conocie-
ron cinco meses atrás y duran toda la vida juntos.

Pero las parejas no religiosas, después de haber sido novios cinco


años, se divorcian al año siguiente de haberse casado.

Cuando en las bodas las parejas son separadas todos los hom-
bres preguntan: “¿Por qué está prohibido sentarme con mi es-
posa? ¿No puedo bailar con ella?”. El problema no es la esposa
propia, sino las otras esposas que están alrededor. Puesto que
Dios quiere que los matrimonios se mantengan unidos, exige
que las mujeres bailen juntas en otro lado. (A buen entendedor,
pocas palabras.)

Por eso la Torá prohibió a la mujer vestirse y comportarse sin recato,


ya que eso puede causar peleas y separaciones en el hogar. Basta
con que el marido compare a su mujer con las demás para que em-
piecen las discusiones.

Lo que la Torá quiere es que no nos pongamos pruebas, ya que po-


demos perder el control. “Ojos que no ven, corazón que no siente.”
Si reflexionamos un poco, veremos que todo lo que exige nuestra
religión es evitar caer en pruebas lo más posible, y todo por medio
de leyes que nos hacen cuidar nuestros ojos.

En nuestros días, el Yetzer Hará es muy fuerte. El mundo está hun-


dido en gran libertinaje; la publicidad en las calles, la prensa, la te-
levisión, la moda, todo está orientado a la seducción.

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LIBRO

VAYIKRÁ
Pero no por eso debemos rendirnos; por el contrario, Lefun Zará
Agrá, “Mientras más difícil sea, más recompensa habrá” (Pirké Avot
5:23).

Si en verdad queremos un poco de santidad, debemos evitar que


nuestros ojos vean cosas que nos ponen en situaciones de riesgo. Li-
teralmente, mientras menos veamos, menos puertas dejamos abier-
tas al Yetzer Hará.

El profeta Yeshayá dice: Otzim Enav Marot Berrá, Melej Beyofió


Tejazena Enav, “Quien cierra sus ojos al mal, al rey embellecido sus
ojos verán”. Esto se refiere a que quien cuide sus ojos ahora, en el
futuro podrá ver en el Gan Eden el brillo de la Shejiná (Providencia
Divina).

¡Pero también en este mundo hay recompensa! Muchos rabinos jus-


tos, cabalistas, cuidan sus ojos, miran solamente al piso, y Dios los
premia dándoles una visión espiritual que ninguna persona normal
puede tener.

Rabí Meir Abujatzera, hijo de Baba Saleh, fue uno de los afortuna-
dos en recibir ese don. Una vez recibió la visita de unos padres cuyo
hijo había sido secuestrado. Lloraron y suplicaron al rabino que les
dijera dónde estaba el niño. En ese momento Rabí Meir Abujatzera
tomó un lápiz y un papel, y empezó a dibujar una calle de Londres,
con todos sus detalles. Pese a que nunca había estado allí, dijo a los
padres que en cierto edificio, en el tercer piso, en el apartamento
tal, en el cuarto de la izquierda, estaba el niño.

Otros rabinos de nuestra época también poseen esa capacidad.


¿Cómo la adquirieron? Hasta cierto punto, la respuesta es increíble:
no ven otras cosas, pues creen fervientemente en que “Aquel que
cierra sus ojos al mal, al rey embellecido sus ojos verán”.

271
LIBRO

VAYIKRÁ
Antes de terminar, quiero contarles lo que escuché en un programa
de radio en Israel. Una persona llamó y empezó a contar cómo hizo
teshuvá: “Vivo en Ramat Gan [una ciudad que está al lado de Tel
Aviv]. Una vez me paré frente a la ventana de mi casa para fumar
un cigarrillo. Eran como las once de la noche. Fijé la vista en una
parada de autobuses; las personas estaban esperando los últimos
autobuses del día. De pronto llegó un joven religioso mirando al
piso, ya que en la parada había una publicidad obscena. Me dije
que si ese religioso hubiera estado solo, de seguro hasta se habría
metido en la foto. Pasaron unos minutos. Se detuvo un autobús y
todos subieron a él, menos el joven religioso, que estaba esperando
otro autobús. Pasaron otros minutos. Todo alrededor esta a oscuras.
Todos dormían. No había nadie más que yo, a ochenta metros de
distancia, asomándome por la ventana, esperando que aquel joven
levantara la mirada y viera esa publicidad. Pero, simplemente, no la
miró. Me dije a mí mismo: ‘Si la Torá tiene la fuerza suficiente como
para que un hombre sea capaz de doblegarse a sí mismo y controlar
sus deseos, entonces yo también quiero gobernar sobre mí mismo y
no ser un esclavo de mis pasiones’”.

Que sea la voluntad de Dios, a pesar de que día a día cuidarse de las
transgresiones se hace más difícil, ayudarnos con su Torá a cuidar
nuestros ojos para que nuestro corazón esté más limpio y corramos
menos riesgo de pecar. Amén.

272
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat KEDOSHIM

LAS FUTURAS GENERACIONES

E stá escrito en la Parashá: Mipenei Sebá Takum, “Ante un an-


ciano, ponte de pie” (Vayikrá 19:32). El Zohar contiene tres
análisis de este versículo. En el primero se explica que cuando vea-
mos a un anciano debemos honrarlo; el segundo, que cuando vea-
mos a un sabio en Torá debemos honrarlo; y el tercero se refiere a
que debemos levantarnos a servir a Dios antes de la vejez, es decir,
hacer teshuvá en la juventud, tal como dijo el Rey Salomón: Zejor
Et Boreja Vimei Bejorteja, “Recuerda a tu Creador en los días de tu
juventud” (Kohelet 12:1).

Aquí nos concentraremos en el tercero.


¿Por qué es mejor hacer teshuvá cuando se es todavía joven? El Tal-
mud (Yomá 86b) y Maimónides explican: “¿Cuál es la teshuvá verda-
dera? La del que hizo teshuvá y se le presentó la misma oportunidad
de pecar, y no lo hizo. Entonces se hizo un Baal Teshuvá de verdad”.
Por eso, ciertamente es bueno hacer Teshuvá en la vejez, pero no tan-
to como en la juventud, ya que es entonces que pueden presentarse
numerosas oportunidades de pecar por segunda vez y no hacerlo.
Relata la Guemará que Elisha Ben Abuyá estaba a punto de morir;
Rabí Meir se le acercó y dijo que hiciera teshuvá. Elisha le preguntó:
“¿Acaso puedo hacer teshuvá ahora?”. Rabí Meir le dijo que hasta el
último instante, siempre, puede hacerse teshuvá. Tasheb Enosh Ad
Daká, “Volver se puede hasta el último instante” (Tehilim 90:3).

Al que hace teshuvá en la vejez, Dios le acepta en su palacio. Pero


cuando se hace en la juventud, cuando aún el hombre puede conti-
nuar pecando y no lo hace, el mérito es mayor.

273
LIBRO

VAYIKRÁ
Como dice la Guemará (Avodá Zará 19a) respecto al versículo Ashrei
Ish Yerá Et Hashem, “Dichoso el hombre que teme a Dios”: “¿Qué
significa ‘hombre’? Dice Rabí Amram en nombre de Rab: Dichoso el
que hace teshuvá cuando es un hombre y no cuando es un anciano”.
Muchos jóvenes me dicen: “¡Rabino, déjenos disfrutar de la vida!
¡Después haremos teshuvá!”. ¿No es una lástima desperdiciar los
mejores años de la vida? Desafortunadamente, piensan que eso es
vivir y por eso les aconsejo lo que dice el Pirké Avot: “No digas que
cuando tengas tiempo estudiarás, ya que no sabes si lo tendrás”.
¿Quién les asegura que en el futuro tendrán oportunidad de hacer
teshuvá? ¿Quién sabe si habrá futuro? “No dejes para mañana lo
que puedas hacer hoy”.

Está escrito en el Pirké Avot (4:20): Halomed Yeled Lemá Hu Domé


Lekoteb Al Niar Jadash. Halomed Zaquen Lemá Hu Domé Lekoteb
Al Niar Majuk, “El que aprende de niño se parece al que escribe en
una hoja nueva; el que aprende de viejo se parece al que escribe en
un papel gastado”. El cerebro es como una hoja de papel; cuando
escribes tonterías y tratas de borrarlas para escribir cosas sabias re-
sulta muy difícil, porque siempre queda la señal de lo escrito antes.
Si la persona se acostumbra a pensar de manaras equivocadas, a ver
cosas malas, a escuchar cosas prohibidas, a cometer pecados, a co-
mer terefá, el día que quiere hacer teshuvá le es muy difícil. Por eso,
mientras menos impurezas tengamos y escribamos sobre la hoja de
papel, más fácil será escribir en ella palabras de Torá.

También fue dicho en Pirké Avot (5:23): Lefum Zará Agrá, “Mientras
más difícil sea, mayor será la recompensa”. Dios sabe lo difícil que es
abandonar, en la juventud, “la buena vida”, como muchos la llaman;
pero la recompensa depende del esfuerzo realizado. No es igual el jo-
ven que se obliga a levantarse temprano para ir a la sinagoga a rezar
por las mañanas Shajrit que el anciano que está despierto desde las
cinco de la mañana en su casa porque a su edad ya duerme poco.

274
LIBRO

VAYIKRÁ
No digo estas cosas para ofender a los mayores, ni mucho menos,
sino para mostrar al joven cuán importante es que despierten ahora
y no después, cuando sea mayor.

Por eso dice el Talmud (Berajot 34b): “En el sitio donde se paran
los que volvieron en teshuvá, los justos no pueden pararse”. Mai-
mónides explica que, como el que hizo teshuvá probó el sabor del
pecado y ahora se aleja de él controlando sus deseos, resulta que sus
esfuerzos de autocontrol son mayores que los de los más justos del
mundo que nunca probaron lo malo (Leyes de Teshuvá 7:4).

Ya nuestros Sabios nos dieron el ejemplo del rey que encomendó a


sus mejores guardianes cuidar un vino especial y entregó una bote-
lla a cada uno. Al transcurrir el tiempo, el rey les pidió las botellas
y vio que el primero se la tomó completa, el segundo probó sólo un
poco y el tercero la mantuvo cerrada todo el tiempo. ¿Quién se me-
rece un premio? Seguro que el primero no; el tercero cumplió con
la orden del rey, pero el segundo es el más alabado, ya que probó el
vino especial y a pesar de eso pudo contenerse de seguir tomando el
vino. Por eso Dios otorga gran valor al joven que retorna a los cami-
nos de Dios mediante la teshuvá, porque probó el sabor del pecado
y no continuó pecando; sin embargo, el mérito del que nunca lo
probó es distinto.

Otro de los motivos de que sea mejor hacer teshuvá lo antes posible
es que mientras más años pasen se siguen cometiendo más pecados,
y el día en que hagamos teshuvá más pecados realizados nos recor-
darán las personas, lo cual no es muy agradable. Además, cuando
los pecados se han vuelto rutinarios es mucho más difícil abando-
narlos.

Durante la época del Templo, en la fiesta más alegre, Sucot, los rabi-
nos más justos bailaban cantando: “Dichosa nuestra juventud que

275
LIBRO

VAYIKRÁ
no avergonzó nuestra vejez”. Es decir, que la niñez y la adolescencia
no constituyan una vergüenza para la propia vejez es una de las ma-
yores satisfacciones que puede recibir alguien en la vida. ¿Cuantas
personas conocemos que en el pasado cometieron errores graves y
hasta hoy son recordados por eso?

Así, pues, mis queridos jóvenes, aprovechen ahora su juventud, sus


fuerzas, para servir a Dios. No olviden que en cualquier momento
llegará el Mashíaj y mejor será que nos encuentre a todos arrepenti-
dos del pasado, con más temor de los cielos y con más Torá. Cuan-
do venga, no habrá posibilidades de arrepentirse. La grandeza del
arrepentimiento radica en sobreponerse a los deseos prohibidos en
momentos de oscuridad y duda, para decir a Dios: “Yo creo en Ti
ciegamente, aunque no te vea”. Por eso, una vez que venga el Mas-
híaj y todo sea revelado, no tendrá ningún sentido decir a Dios que
creemos en Él, ya que su verdad y existencia serán algo claro y obvio.
Que sea la voluntad de Dios ayudar a todos nuestros jóvenes a des-
pertar, a que abran sus ojos para que enderecen sus caminos. Amén.

276
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat EMOR

TERCERA DIMENSIÓN

E n Nuestra Parashá está escrito: Lo Tejalelú Et Shem Kodshí…


Venitkadashti Betoj Bené Israel, “No profanarán Mi Nombre
santo… y me santifiqué entre los hijos de Israel” (Vayikrá 22:32).
Por lo general la palabra Tejalelú se traduce como “profanarán”, pero
ésa no es la traducción exacta, ya que Jalal significa “perder la san-
tidad” que hay en algo. Por ejemplo, cuando un Cohén se casa con
una divorciada sus hijos son Jalal, ya que había en ellos cierta san-
tidad y la perdieron. L persona que se va de este mundo también es
llamada Jalal, porque su cuerpo ha perdido su alma pura. También
el término Mejalel Shabat se aplica a los que despojan al Shabat de
su santidad mediante sus actos.

Lahashem Haaretz Umlohá, “A Dios pertenece la Tierra y sus com-


ponentes”. Es decir, Dios está en todas partes. Por eso, cuando una
persona peca, en su casa, en la oficina, etc., causa que la Providencia
Divina se aleje de ese sitio, el cual queda Jalal, vacío de santidad.

Por eso está escrito: Lo Tejalelú, “No vacíen la santidad”. Por el con-
trario, Dios nos obligó a aumentar la santidad y la espiritualidad en
la casa, la oficina, en la tienda. Eso es lo que significa Venitkadashti
Betoj Bené Israel, “Y me santifiqué entre los hijos de Israel”.

Aparentemente, todo suena bien; pero, ¿cómo podemos demostrar


que hay santidad o un vacío de santidad? ¿Acaso se siente o se ve?
Si en una habitación pusiéramos a unos rabinos a estudiar Torá du-
rante veinticuatro horas al día y en otra, contigua a la primera, me-
tiéramos a varias personas a cometer pecados y, después de un año,

277
LIBRO

VAYIKRÁ
vaciáramos las habitaciones por completo, ¿acaso los nuevos inqui-
linos notarían alguna diferencia? ¿Verán a Dios en una de las habi-
taciones y en la otra no? ¿Quién sabría cuál tiene santidad y cuál no?
Antes de responder estas cuestiones, importa saber que hay cosas en
el mundo que existen y han existido desde la creación, pero todos
las desconocíamos hasta que algunos científicos inventaron apara-
tos que captan esas cosas. Por ejemplo, quien hubiera dicho hace
doscientos años que había ondas en el aire habría sido considerado
loco. Si alguien hubiera dicho entonces que en la piel se encuentran
los genes y que de ellos se puede “copiar” a una persona, por medio
del proceso conocido hoy como clonación, seguramente hubiera
sido encerrado en un hospital siquiátrico.

Ahora bien, el hecho de que nadie lo hubiera creído, o que no lo


supiera, o que no pudiera demostrarlo no implica que no fuera así.
Es decir, todo ya estaba ahí, pero no teníamos aún los medios para
demostrarlo. Sólo hasta que recientemente se inventaron diferentes
aparatos, como la radio para captar las ondas en el aire, o los micros-
copios para ver los glóbulos en la sangre, etc., fue que lo creímos.

Y sin embargo, hoy todavía existen cosas que los científicos no han
podido demostrar, es decir, existen en teoría, pero la gente duda de
ellas. El día que lo demuestren todos les creerán. Con todo, algunos
científicos y sabios creen en algo antes de que se demuestre, lo cual
también puede provocar equivocaciones, pues la gente piensa que si
tal científico lo dijo seguramente es cierto, dado que se destaca por
ser una persona muy sabia y seria.

Así ocurre con la espiritualidad. Cuando la Torá dice algo, las perso-
nas no lo creen, dudan de ella; y cuando nuestros Sabios dicen algo,
también dudan de ellos porque no conocen la grandeza de la sabi-
duría de sabios como Rabí Shimón Bar Yojai, Abayé, Rabí Yehoshúa
y muchos otros.

278
LIBRO

VAYIKRÁ
Por ejemplo, desde hace 450 años está escrito que Rabí Itzjak Luria
caminaba por Safed o por el norte de Israel e iba diciendo: “Aquí
está enterrado el Taná tal… y aquí el Amorá tal” para revelar dónde
estaban enterrados muchísimos rabinos de la época del Talmud. ¿Es
posible algo así?

Los que conocemos la grandeza de ese rabino, pese a no haberse


inventado un aparato que demuestre la veracidad de lo que dijo,
creemos ciegamente en sus palabras.

Cuánto más si Dios nos dice algo en su santa Torá debemos cum-
plirlo, ya que nosotros sí sabemos que la Torá es de origen divino y
por eso creemos que existen cosas que no vemos, no escuchamos,
no olemos o no palpamos.

Queramos o no, hay cosas que no sentimos, vemos u olemos, y que


están en este mundo, pero en otra dimensión. Todos buscan los cie-
los, el paraíso. No saben que está junto a ellos, pero no saben cómo
verlo u oírlo. Pero Dios, la Torá y nuestros Sabios, que son los cien-
tíficos del alma, así lo dijeron y sólo por eso les creemos.

Por ejemplo, la Torá nos dice dónde estaba ubicado el Gan Eden. Con-
forme a los mapas, la descripción de la Torá coincide aproximadamente
con lo que hoy es Irak. El paraíso, desde la época de Adam y Javá, no se
ha mudado, ha permanecido siempre ahí, aunque en otra dimensión.
El libro Beayin Yehudí explica que Dios no expulsó a Adam del paraí-
so sino que se lo escondió. Es decir, Adam y Javá estaban en medio del
paraíso cuando de repente Dios los hizo atravesar a una tercera dimen-
sión (dicho en términos modernos) y en lugar de ríos y vegetación se
encontraron en un desierto desolado y sin árboles.

Nos relata el libro de Melajim (Reyes) que cuando el profeta Elisha


y su alumno iban caminando, de repente vieron a lo lejos al ejérci-

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LIBRO

VAYIKRÁ
to del rey Sanjerib que se dirigía a atacar a Israel. En ese momento,
el alumno se asustó, pero Elisha estaba muy tranquilo. El alumno le
preguntó si no tenía miedo. El profeta le dijo que no y pasó sus dedos
sobre los ojos de su alumno, lo cual permitió a éste ver otro ejército,
mayor que el de Sanjerib, integrado por miles de ángeles que lucha-
rían a favor de Israel. Así fue como todos los soldados de Sanjerib
murieron súbita y sorpresivamente, sin ninguna explicación.

La Torá también nos relata acerca de Hagar, la concubina de Abra-


ham, quien estaba a punto de morir de sed en el desierto cuando Dios
“abrió sus ojos” y vio un manantial frente a ella. No está escrito que
Dios creó un manantial para ella, sino que abrió los ojos de Hagar
para que viera el agua. Es decir, ya estaba ahí, pero no podía verse.

Así es también con el sentido del oído. Está escrito en la Guemará


que todos los días sale una voz del Monte Sinaí y dice: “¡Qué lásti-
ma que mis hijos no cuidan ni estudian la Torá!”. En la época de los
Tanaítas se escuchaba esa voz, pero ahora no la escuchamos porque
no tenemos el mérito para ello.

El Meam Loez explica el versículo: Hashamayim Mesaperim Ke-


bod El, “Los cielos relatan el honor de Dios” (Tehilim, Perek 19).
Toda la creación canta a Dios diariamente, cuando sale el sol. Si
tuviéramos la capacidad de escuchar esa canción, no tendríamos la
fuerza siquiera para levantarnos, por tanta emoción. Debido a ello
nos esforzamos en rezar muy temprano en las mañanas, para que
nuestros rezos suban a los cielos con el canto de la creación y sean
escuchados. A pesar de que nuestros oídos también estén limitados,
nuestros científicos espirituales nos revelaron la verdad.

Lo mismo ocurre con nuestro sentido del olfato. Una vez, Eliyahu
Hanaví iba caminando con un rabino y pasaron junto a un animal
muerto; el rabino se cubrió la nariz por el mal olor y Eliyahu Hanaví

280
LIBRO

VAYIKRÁ
no. Continuaron caminando y un hombre se cruzó por su trayecto.
Eliyahu Hanaví se cubrió la nariz y el rabino no. Éste preguntó a
Eliyahu Hanaví qué pasaba y aquél le respondió: “Ese hombre huele
muy mal, ya que está lleno de pecados”.

También está escrito que el Mashíaj podrá reconocer a los hombres


justos por medio del olor. No importa si no se han bañado, él los
reconocerá y si son malvados también los reconocerá, por más que
se echen litros de perfume encima.

Hay todavía ese olor en nuestros días, pero no lo olemos porque vi-
vimos en un mundo de tres dimensiones. Mas hubo quienes sí pu-
dieron captar ese olor a paraíso. En el libro Sipure Jasidim (302) leí
la historia de un rabino llamado Shamuel, hijo del Tzemaj Tzedek,
que era una persona muy justa y recatada, un verdadero Tzadik.
Una vez viajó a la ciudad de Belz y en Shabat fue a la sinagoga del
rabino principal de la ciudad, Rabí Sar Shalom, y en Seudá Shelishit
se colocó en una esquina de la sala. Rabí Sar Shalom era ciego y sus
alumnos siempre lo guiaban hasta su silla. Cuando llegó a la puerta
de la sala, se detuvo y dijo: “Aquí hay un olor especial”. Empezó a
caminar entre los alumnos hasta que llegó a donde estaba el Tzadik,
el rabino Shamuel. Y le dijo: “Podrás esconderte de todos, pero no
de mí, ya que tu olor te delata”. Luego le pidió que lo honrara sen-
tándose a su lado.

En resumen, debemos saber que la santidad y la impureza existen y


nos envuelven; si lo vemos o no, esa realidad no cambia. También el
mundo espiritual está frente a nuestros ojos, aun cuando no lo vea-
mos, no lo olamos ni lo palpemos. Cuando rezamos en la sinagoga
sabemos que Dios está frente a nosotros, como está escrito: Da Li-
fné Mi Atá Omed, Lifné Melej Maljé Hamalajim Hakadosh Barujú,
“Debes saber ante quién estás parado: ante el Rey de Reyes, el Santo,
Bendito Sea”.

281
LIBRO

VAYIKRÁ
El hecho de que no tengamos un telescopio, una antena o cualquier
otro aparato que nos lo demuestre, no implica que sea solamente
una teoría; de serlo, no iríamos a la sinagoga a rezar los días entre
semana, los Shabatot, Pesaj (Pascua) o Yom Kipur.

Por eso debemos llenar nuestras casas con mucha santidad y pure-
za, para que no sea un lugar Jilul Hashem, “Vacío de Dios”, sin su
presencia. Una casa donde se reza, se bendicen los alimentos antes y
después de comerlos, y se estudia Torá es un hogar lleno de santidad.
Quizá no la sintamos, y digo quizá, porque algo especial siempre se
percibe. Como dice la Guemará, Ihu Lo Haza, Mazla Haza, “Él no
ve, su Neshamá sí ve” (Meguilá 3a). Es decir, quizá nuestro cuerpo
físico no lo sienta, pero el alma sí. A veces sentimos una gran alegría
interna y no sabemos por qué; es consecuencia de lo que nos rodea
en ese momento.

Que sea la voluntad de Dios que nuestras casa y todos los lugares
donde nos encontramos generalmente estén siempre llenos de san-
tidad y pureza, y que si inadvertidamente vaciamos esos sitios de
santidad (Dios no lo permita) volvamos a llenarlos con más santi-
dad y pureza que antes. Amén.

282
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat BEHAR

UNAS PALABRAS DULCES

T odos necesitamos oír palabras amables, de aliento. Todos crecemos,


nos desarrollamos y triunfamos gracias a esas palabras dulces.

Cuando las personas son humilladas tienden a deprimirse, a des-


moralizarse. Por eso en nuestra Parashá se nos ordena: Lo Tonú Ish
Et Amitó, “No hablar mal a nadie”. En el tratado de Babá Metziá
hallamos un ejemplo muy común. A quien hizo teshuvá no se le
puede recordar su pasado pecaminoso, ni a un converso se le puede
recordar que sus padres no fueron judíos.

Si una persona comía terefá, no se le puede decir: “Esa boca que co-
mía cosas prohibidas no puede estudiar Torá”. Si alguien atraviesa
por muchos sufrimientos no se le puede decir: “Tus malas acciones
pasadas provocaron tus penas”.

El motivo principal de la prohibición de hablar así es que esas pala-


bras humillan al otro, le quitan el entusiasmo de avanzar en la vida.
Lo que siempre deberíamos hacer es elevar la autoestima de las per-
sonas y animarlas.

Hace años en Estados Unidos realizaron un estudio respecto a cuán


positivo es motivar a los alumnos y cuán negativo es humillarlos.
En cierto colegio, al principio del año escolar los maestros se fijaron
en las notas del curso anterior para saber quiénes eran excelentes
estudiantes y quiénes no. Pero a un maestro le cambiaron las notas
a fin de que los buenos alumnos parecieran ser los débiles y éstos
como aquellos. Los resultados de la investigación fueron impresio-

283
LIBRO

VAYIKRÁ
nantes: todas las notas cambiadas a principios de año fueron exac-
tamente las mismas al finalizar el curso, ya que el maestro motivó
desde el comienzo a los que él creía buenos estudiantes y humilló a
los que consideraba débiles.

En el aspecto educativo es muy importante animar y motivar. Y


algunas veces es también importante reprender. La Guemará nos
da un gran consejo: Leolam Tehé Smol Dojá Veyamin Mekarebet,
“Siempre la mano izquierda debe apartar y la derecha acercar” (Sa-
nedrín 107b). En ocasiones resulta necesario reprender, enfrentar
los problemas, decir lo que no está bien, pero debe hacerse de ma-
nera sutil, como si golpeáramos con la mano izquierda, que no tie-
ne fuerza. Y al mismo tiempo debemos acercar al otro, motivar-
lo, abrazarlo, darle aliento de manera más activa, es decir, como la
mano derecha, que es más fuerte.

Nunca resultó nada bueno de “la mano derecha que aparta”. Esto se
evidencia en las dos religiones monoteístas más comunes del mun-
do: el cristianismo y el islamismo, que tanto daño han causado y
están causando al Pueblo de Israel.

El Islam empezó con Yishmael, hijo de Abraham, quien fue un niño


muy problemático y pecador hasta que al final Abraham y Sará ac-
tuaron con él de manera drástica y lo expulsaron junto con su madre.
Ese niño creció y se crió en el desierto. Era un Pere Adam, “hombre
salvaje”, y se hizo enemigo de Am Israel.

En el tratado de Sanedrín (107b), se relata el nacimiento del cristia-


nismo. Jesús era alumno de Rabí Yehoshúa Ben Perajiá; una vez se
reunieron él y su alumno en una posada. Al salir de la posada, el
rabino dijo a Jesús: “¡Qué agradable recibimiento nos hizo la dueña
de la posada!”. Jesús pensó que su rabino se refería a la belleza de la
dueña de esa posada y dijo al rabino: “Sí, pero sus ojos no eran muy

284
LIBRO

VAYIKRÁ
bonitos”. El rabino se enfadó con él y lo alejó. Aunque muchas ve-
ces fue el alumno a pedir disculpas a su rabino para que lo recibiera
nuevamente en su yeshivá, el rabino no quiso aceptarlo y lo alejó
con mano dura en lugar de perdonarlo.

Baste con este ejemplo para demostrar que nada bueno se obtiene
cuando los padres o los maestros son rigurosos, ya que destruyen la
moral del hijo o el alumno en vez de motivarlo a seguir adelante.
Así también pasa entre marido y mujer. No sabemos cuán impor-
tante es expresar palabras de aliento y de agradecimiento a nuestro
cónyuge. A veces la mujer llega del trabajo cansada y tiene aún que
preparar la comida para su marido, debe atender a los niños que
están llorando y se esfuerza por preparar algo sabroso y agradable,
algo que a él le guste. A pesar de la presión, ella logra tener la co-
mida a tiempo. Entonces el marido llega del trabajo hambriento, se
sienta a la mesa para comer y no dice una palabra. No dice a su es-
posa siquiera: “¡Qué rico!”, “¡Gracias!”, “¡Casi como mi madre estás
cocinando!”. Nada. Esa actitud destruye a la mujer, ya que con una
sola palabra era suficiente para darle nuevas fuerzas.

También el marido, quien trabaja duramente para llevar dinero a la


casa, necesita de apoyo y comprensión. ¿Por qué los esposos prefie-
ren ayudar a sus madres más que a sus esposas? Porque cuando las
madres piden a sus hijos que les arreglen algo en la casa se la pasan
bendiciéndolos, alabándolos, engrandeciéndolos, mientras que las
esposas sólo se quejan, no les sirve nada de lo que hace su marido y
les dicen: “¿Por qué eres así…?”.

No hay nadie en el mundo, sea niño o adulto, que no busque cons-


tantemente apoyo moral y elogios. Maimónides dice que la mayoría
de las personas se esfuerzan espiritual y físicamente para obtener
de los demás aceptación, apoyo, comprensión, motivación; es decir,
para recibir honores y ser alguien ante los otros.

285
LIBRO

VAYIKRÁ
He aquí varios ejemplos:

1. Muchas veces las personas gastan muchísimo dinero para estar


bien vestidos, para que los demás les digan, sólo con base en la apa-
riencia, qué tan buenos son o qué bien se ven. En ocasiones la moda
da pena, pero las personas compran esas ropas y las visten solamen-
te porque están de moda, para que les digan: “¡Qué moderno eres!”.

2. Los niños se esfuerzan en obtener buenas notas en el colegio para


recibir felicitaciones y un cálido abrazo de su maestro o de sus pa-
dres. A modo de prueba, digan a un niño del vecindario o de la si-
nagoga: “¡Qué zapatos tan bonitos tienes!”, “¡Qué alto eres!”, “¡Qué
bonita ropa usas!”. Verán que luego de unas cuantas veces, cada vez
que ese niño los vea en la calle o entre a la sinagoga los buscará
hasta encontrarlos, para seguir escuchando palabras que elevan su
autoestima. Y no sólo eso, sino que cada vez que ese niño se ponga
los zapatos pensará en ustedes y en qué le dirán. Cabe resaltar que
esto ocurre con todos los niños, incluso con los de 80 años de edad
para arriba.

3. ¿Por qué las personas gastan todo su capital para realizar un bo-
nito Bar Mitzvá o una gran boda? Hay fiestas bonitas y hay exage-
raciones. ¿Para qué “tirar la casa por la ventana”? sólo hay una res-
puesta: es un medio de recibir elogios de la sociedad.

Hagamos una prueba con nosotros mismos. Imaginemos que vamos


a vivir a una ciudad donde todos son ciegos, o a una isla desierta.
¿Nos preocuparíamos por vestir bien, o quizá con ropa a la moda?
Seguramente no. ¿Por qué? ¡Porque nadie estaría viéndonos!

Todo está basado en “el qué dirán” y no en qué es lo bueno. A las


personas les gusta que les aplaudan y todo el tiempo están haciendo
cosas para lograrlo.

286
LIBRO

VAYIKRÁ
En el matrimonio debe haber ese ambiente de apoyo y motivación
mutuos; si no es así, muchas veces los cónyuges buscan llenar ese
vacío fuera de la casa (Dios nos guarde).

El marido necesita que la mujer lo quiera y lo apoye, y también la


mujer necesita lo mismo de su marido. Pero si el marido piensa que
con haberle dicho antes de la boda que la amaba es suficiente y que
no tiene que repetirlo siempre, y que cuando haya cambios él le avi-
sará, mandará su matrimonio a la basura.

En estos días estamos conmemorando la muerte de los veinticua-


tro mil alumnos de Rabí Akivá, quienes fueron las reencarnacio-
nes de los veinticuatro mil jóvenes que pecaron con las mujeres de
Moab. Aunque ellos vivían dentro del campamento de Israel, por
pertenecer a la tribu de Shimón, una sin honores especiales, nunca
recibieron aceptación, respaldo ni motivación de las demás tribus.
Por lo menos no como la de Yehudá o la de Levy o la de Yisajar, que
sí recibieron mucho honor. De repente, cuando salieron al campo
de Moab, las moabitas empezaron a alabarlos, a motivarlos. Ellos
se sintieron bien y quisieron quedarse con ellas, hasta el grado de
cometer idolatría con tal de recibir cariño. Pero esto también se de-
bió a que los moabitas hacían idolatría de una forma poco común;
aplaudían a aquel que inventaba una nueva forma de servir a sus
dioses, y eso los motivaba a seguir inventando cada vez más formas
y estilos nuevos.

En nuestra época, por desgracia, muchos jóvenes se alejan del Judaís-


mo porque fueron rechazados por un grupo de “amistades” judías o
porque las muchachas no se fijaron en ellos o porque provienen de una
familia pobre o porque no tienen una carrera. Así, cuando conocen a
una goyá que los alaba y les da cariño, quedan automáticamente pren-
dados de ella, y les cuesta abandonarla porque es la que les da la fuerza
y el ánimo que tanto buscaban… y que no hallaron entre nosotros.

287
LIBRO

VAYIKRÁ
El deseo de recibir cariño y aplausos puede causar la muerte espiritual
del judío y hacerle perder su identidad judía. A los jóvenes les agrada
correr en el auto para que los demás les digan: “¡Qué grande eres! ¡Tú
no viajas rápido; vuelas!”. Se alegran mucho y se emocionan, hasta
que un día el único aliento que recibirán será: “Pronto llegará el día
en que volverás a caminar con tus piernas”. Ejemplifico esto así por-
que es la realidad; desafortunadamente no es ninguna fantasía.

Todo lo anterior evidencia la inmensa importancia de apoyar a nues-


tros hijos y darles cariño, para que el día de mañana sean personas
exitosas. Si llega y dice: “¡Papá, obtuve 20 en los exámenes! ¡Diez
en matemáticas y diez en biología!”, tenemos prohibido hacerlos
sentir mal, así que, haciendo a un lado nuestros conflictos y pesares,
debemos animarlos y motivarlos diciéndoles que con su sabiduría
e inteligencia podrán llegar a obtener 20 en matemáticas y 20 en
biología.

Por eso, cuando nuestros hijos o nuestro cónyuge reciben el sufi-


ciente calor humano en su casa no necesitan buscarlo afuera.

De aquí también resulta obvio que debemos alejarnos de esos peli-


grosos aplausos y motivaciones, por ejemplo, los goyim que alaban
a nuestros jóvenes o las amistades que los incitan a conducir sus
autos a altas velocidades, etcétera.

Que sea la voluntad de Dios que sepamos dar el suficiente cariño


y apoyo a nuestros cónyuges, hijos, alumnos, familiares y amigos,
con palabras dulces que alimenten su espíritu, para evitar por siem-
pre separaciones o descontentos dentro de Am Israel. Amén.

288
LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat BEHAR
LA SANTIDAD DE LAS SINAGOGAS

E n el primer versículo de nuestra Parashá se dice que Dios ha-


bló con Moshé en el Monte Sinaí y el último versículo habla de
la Mitzvá de respetar y honrar el Templo. ¿Cuál es la relación entre
ambos versículos? Sabido es que cuando el Am Israel estaba fren-
te a Dios en el Monte Sinaí se sintió lleno de temor y respeto ante
tanta santidad. El Midrash (Shemot 29:9) dice que ningún pájaro
cantó y ningún perro ladró; hubo un silencio absoluto. Tan especial
fue ese momento en que Moshé recibió la Torá que Dios le dijo: Mi
Yitén Vehayá Lebabam Ze Leyirá Otí… Kol Hayamim, “Ojalá que
sus corazones permanezcan así, temerosos de Mí… toda la vida”
(Devarim 5:26). Dios pidió que ese mismo nivel de temor y respeto
alcanzado por el Am Israel permaneciera inalterable por siempre.
Por eso al final de nuestra Parashá se habla de la importancia de res-
petar la Casa de Dios, el Templo, o lo que conocemos como los pe-
queños santuarios, que son las sinagogas. Nosotros debemos sentir
el mismo temor y respeto que el Am Israel sintió en el Monte Sinaí
en todas las sinagogas y, al igual que allí guardaron silencio abso-
luto por respeto a Dios, nosotros debemos hacerlo en todo lugar de
santidad.

En todas las sinagogas reposa la Providencia Divina, ahí nos escu-


cha y nos ve. Por eso todos los que piden algo especial se acercan al
Hejal y rezan. Nosotros no sentimos que hablamos con las paredes
porque estamos seguros de que alguien nos escucha; si nadie nos
escuchara, no iríamos a rezar todos los días.

Por eso es importante saber que en la sinagoga también alguien es-


cucha si hablamos mal de otra persona o si hacemos negocios den-

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LIBRO

VAYIKRÁ
tro de ella o si no nos callamos en los momentos del rezo, etcétera.
¿Por qué no logramos aprovechar el mérito tan especial que nos dio
Dios de contar con su presencia en todos los rezos del año? ¿Por qué
cuando los goyim rezan en sus templos están plenamente concen-
trados y guardan silencio absoluto?

La respuesta es que donde hay santidad está el Yetzer Hará para mo-
lestarnos. Mientras mayor sea la santidad de un lugar más dura será
la guerra contra el Yetzer Hará. Es él quien nos hace hablar en los
momentos de mayor santidad del rezo, en el Kadish, en la Jazará,
en la lectura de la Torá. Pero a los goyim, como no tienen santidad
alguna, el Yetzer Hará no los hace hablar, no los molesta.

Basta recordar lo que el Zohar dice acerca de las personas que hablan
en la sinagoga: “…son los que obstaculizan la llegada del Mashíaj”.
Dios nos pone a prueba en la sinagoga para saber si podremos en-
trar al Templo de Yerushalayim.

Esto puede ejemplificarse con el caso de un comisionista que fue a


un establecimiento de venta de autos y pidió uno al propietario para
vendérselo a alguien más, a fin de ganar él una pequeña comisión.
Cuando lo vendió, escapó con el dinero y el dueño del estableci-
miento se enfureció mucho por haber confiado en él. Pasó el tiem-
po y el comisionista fue a ver de nuevo al dueño del negocio, quien
seguía muy molesto, y le pidió que confiara en él otra vez y que le
diera un carro para venderlo. Pero de nuevo lo vendió y escapó con
el dinero. El dueño del establecimiento se enfureció todavía más y
deseó no verlo más. Después de varios años, el comisionista estaba
muy arrepentido por lo que había hecho y no sabía cómo recobrar
la confianza del dueño del establecimiento, hasta que un anciano le
dijo que fuera a pedirle una llanta y que, cuando la vendiera, inme-
diatamente entregara el dinero; después, que le pidiera dos llantas
e hiciera lo mismo, y así sucesivamente, para que poco a poco fuera

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LIBRO

VAYIKRÁ
recuperando la confianza del dueño hasta que accediera a darle otro
coche para venderlo.

Así nos ocurrió a nosotros: pedimos a Dios un Templo; Él confió en


nosotros y nos lo dio. Al principio nos sentimos muy emocionados
y honrados, pero después empezamos a menospreciar al dueño y
fue entonces que él nos los quitó y destruyó su Casa. Setenta años
lloramos y suplicamos por un Templo, y Él nos lo concedió. Duran-
te un tiempo lo honramos, pero nuevamente caímos y lo menospre-
ciamos. Volvió a quitárnoslo y llevamos casi dos mil años llorando
por tenerlo de nuevo. Pero Él no confía en nosotros porque no tiene
ninguna garantía de que vamos a honrar a su casa y a Él.

Por eso nos dio los pequeños templos, las sinagogas, que es donde
evalúa diariamente si sabemos honrar el lugar o no. Pero si conver-
samos con el que se halla a nuestro lado, o si salimos del templo
durante la lectura de la Torá, o si ni siquiera vamos a rezar, ¿con qué
cara le pedimos un Templo? En cambio, si nos comportamos en las
sinagogas con respeto y temor, y rezamos con entusiasmo y en silen-
cio, podremos entonces pedir a Dios un nuevo Templo, que tendrá
más santidad. Si en un lugar donde no hay Altar, Arca Sagrada o Co-
hén Gadol, como la sinagoga, nos comportamos adecuadamente,
con mayor razón vamos a honrar el Templo, que contendrá tantos
objetos sagrados.

Tenemos el gran honor de contar con un lugar en el cual podemos


comunicarnos directamente con Dios, agradecerle por todo los mi-
lagros que hace con nosotros y contarle nuestros problemas. Pero si
a la sinagoga vamos a charlar, ¿adónde iremos a rezar?

No es correcto ir a rezar a Dios sólo en los momentos difíciles o en


el aniversario luctuoso de algún ser querido. Hay que ir siempre,
todos los días, para agradecerle por lo bueno y pedirle que lo malo

291
LIBRO

VAYIKRÁ
nunca llegue. Una tefilá hecha a tiempo es como una vacuna. Una
tefilá tardía es como la medicina que cura la enfermedad. ¿Qué es
mejor, prevenir o lamentar? Ya ustedes saben la respuesta.

Todas las sinagogas son santas, pero tenemos que buscar un lugar
para rezar, donde sepamos que respetaremos la santidad del lugar y
de Dios. Si rezamos en una sinagoga donde se habla cuando no se
debe, o no se reza sino que se trasmiten cuentos, o donde se hacen
negocios, etc., debemos tratar por todos los medios de explicar a la
gente cuán malo es eso. Y en caso de que no nos escuchen, entonces
debemos buscar otra sinagoga donde se rece mejor y donde se res-
pete más a Dios.

Eliyahu Hanaví fue una vez con un rabino a una sinagoga donde la
gente hablaba y reía mucho. Cuando Eliyahu vio esto, dijo que ese
lugar estaba lleno de santidad. El rabino no entendió por qué lo ha-
bía dicho, pero guardó silencio. Después fueron a otra sinagoga en
la cual todos rezaban con mucha concentración y temor de Dios, en
silencio absoluto. Dijo Eliyahu Hanaví que ese sitio no tenía nada
de santidad. El rabino esta vez no calló y dijo a Eliyahu que él en-
tendía al revés las cosas. Entonces Eliyahu Hanaví le explicó que,
en un lugar donde hay tanta gente hablando, la tefilá sube hasta el
techo y rebota, es decir, la santidad del lugar se queda ahí. Pero en
un lugar donde todos rezan con tanta devoción, la santidad traspasa
el techo, pasa por los siete cielos y llega al Trono celestial causando
así que las tefilot sean bien recibidas por Dios.

Que sea la voluntad de Dios que todos los judíos respetemos las
sinagogas para que Dios compruebe cuánto respetamos Su casa, y
así Él nos devuelva, prontamente en nuestros días, el Templo con el
Mashíaj. Amén.

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LIBRO

VAYIKRÁ
Parashat BEJUKOTAI

LO INCOMPRENSIBLE

E sta Parashá empieza diciendo: Im Bejukotai Teleju, “Si andu-


viéreis según mis leyes”. ¿Qué significado tiene la palabra Jok,
“ley”? Cada vez que la Torá habla de Jok se refiere a una mitzvá de
la cual no entendemos el motivo. Muchas personas quieren cono-
cer primero los motivos de las mitzvot para entonces empezar a
cumplirlas. Pero por eso muchos, cuando encuentran mitzvot que
no entienden, no las cumplen. Eso no es una excusa válida.

A veces vamos con el médico y éste nos dice que debemos tomar
urgentemente algunas medicinas para sanar. También nos prohí-
be algunas comidas y nos indica cuántas veces al día tenemos que
tomar los medicamentos. ¿Acaso llegamos a nuestro hogar dicien-
do: “No estoy dispuesto a escuchar al médico hasta que entienda
lo que tengo? ¿Por qué me enfermé? ¿Qué me lo provocó? Por eso
iré a estudiar medicina, para entender por qué el médico me recetó
todo eso y cómo va a ayudarme. Una vez que lo sepa, empezaré
a tomar las pastillas”. Antes de que aprendamos todo eso habrá
que llamar a la Jebrá Kadishá, par ver qué nos recetan. Claro, con-
viene que investiguemos, pero mientras tanto debemos tomar las
medicinas que recetó el médico. Esta es la misma respuesta que
debemos dar a quienes dicen que cumplirán las mitzvot cuando
las entiendan. Primero deben empezar a cumplirlas y después, a
medida que aprenden más, irán entendiendo cada una de las dife-
rentes mitzvot de la Torá. Si intentamos antes estudiar todo para
luego empezar a cumplir, jamás cumpliremos una sola, porque la
Torá es muy extensa.

293
LIBRO

VAYIKRÁ
Esta es la explicación del primer versículo de la Parashá: empie-
za cumpliendo y al mismo tiempo empieza a estudiar. Aplicamos
insinuadamente este consejo todas las mañanas, cuando antes de
ponernos el tefilín de la cabeza nos ponemos el del brazo, para
que sepamos que primero hay que hacer las mitzvot y después es-
tudiar y entender el porqué de cada una.

Debemos entender que Jok no significa una mitzvot que Dios im-
puso al mundo sin ningún beneficio, sino que son mitzvot tan pro-
fundas que un hombre normal no está capacitado para entenderlas.

Es como cuando un niño pequeño intenta meter un alambre de


hierro en la toma de electricidad y el padre le dice: “¡No metas eso
allí!”. Él le pregunta: “¿Por qué no? Explícame”. Si el padre le ex-
plica qué es energía, qué es electricidad, qué es electrocutarse, el
niño no entenderá porque no conoce esos términos y pensará que
su padre le prohíbe hacer algunas cosas sólo porque sí. Pero mien-
tras crece va entendiendo que su padre tenía razón al prohibirle
ciertas cosas, como tocar los cables de energía.

Todo lo que Dios nos ordena o nos aconseja tiene un motivo y una
razón. Dentro de estas mitzvot hay algunas entendibles y otras no.
Por ejemplo, honrar a los padres, no robar, no matar, etc., son mit-
zvot comprensibles. Pero hay mitzvot más profundas, cuyos mo-
tivos son conocidos sólo por quienes profundizan en su estudio;
por ejemplo, no comer carne con leche, no vestir con lana y lino
juntos, no comer animales y pescados impuros, etc. Estas y mu-
chas otras mitzvot son inentendibles para las personas comunes,
pero en el Zohar o en la Cábala se explican con gran profundidad
sus motivos.

Inclusive hay mitzvot más profundas todavía, y ni siquiera el Rey


Salomón, el hombre más sabio que ha habido en la historia, en-

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LIBRO

VAYIKRÁ
tendía el porqué de ellas. Amarti Ejakemena Vehi Rejoká Mi-
meni, “Dije que la estudiaría, pero me di cuenta de que estaba
muy lejos de entenderla” (Kohelet 7:23). Lo que el Rey Salomón
quiso decir fue que él no estaba preparado como para entender
esa mitzvá, pero ello no significa que no tuviera un motivo. Sólo
dijo que era como un niño que no entiende la orden de su pa-
dre. A quienes me dicen que no cumplirán mitzvot hasta que no
las entiendan les pregunto: “¿Por qué hacen la circuncisión a sus
hijos, y justo a los ocho días de nacidos? ¿Entienden el motivo
de la circuncisión? ¿Por qué debe hacerse a los ocho días y, ade-
más, por qué exigen que la haga un Mohel y no un doctor, con
anestesia?”. También les pregunto: “¿Acaso entienden el motivo
de los Tefilín? ¿Qué son esas dos cajas negras? ¿Qué contienen y
por qué? ¿Cómo están hechos?”. Y a pesar de que no entienden
nada, siguen haciéndolo de acuerdo con lo establecido por Dios
en la Torá. Como estos dos ejemplos hay muchos más, pero con
ellos demuestro que su argumento de “No cumplo hasta que no
entienda” es una excusa para justificar su incumplimiento.

Por eso, estimados hermanos judíos, cumplamos con todos los


preceptos de Dios, independientemente de que los entendamos o
no. No importa si no los entendemos ahora; quizás nunca lo lo-
gremos. Pero lo fundamental es cumplir, porque Dios es nuestro
Padre que nos ama, porque nos creó y sólo busca nuestro bien.

La palabra Jok proviene de dos palabras hebreas: rajok, “lejos”, y


Jakor, “investiga”. Es decir, todos los Jok están muy lejos de nues-
tro entendimiento, pero si investigamos entenderemos su razón
de ser.

Cuando sólo cumplimos las mitzvot entendibles no podemos de-


cir que estamos sirviendo a Dios. Si preguntamos a alguien por
qué no robas o por qué honra a sus padres, quizá nos diga que

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LIBRO

VAYIKRÁ
no es bueno robar o que no es correcto deshonrar a los que nos
trajeron al mundo, o que eso no está bien, o que debemos hacer las
cosas porque nuestro único Padre, Dios, nos lo pidió y nos lo ordenó.
Sin embargo, al cumplir incluso las mitzvot que no entendemos esta-
mos demostrando que lo hacemos porque lo dijo Dios.

Que sea la voluntad de Dios socorrernos para que cumplamos todos sus
preceptos, sus leyes y sus decretos, los entendamos o no, incondicional-
mente. Amén.

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Bamidbar

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BAMIDBAR
Parashat BAMIDBAR

ALREDEDOR DE LA TORÁ

C uando Dios bajó a entregar la Torá, lo hizo rodeado de un ejér-


cito de ángeles bien organizados y ordenados. Bené Israel vio
la forma en que los ejércitos de Dios estaban organizados y pidie-
ron a Moshé que también a ellos los organizara de forma ordenada
y unida. Dios dio instrucciones a Moshé para hacerlo. Colocó a tres
tribus de cada lado del santuario, de tal forma que quedara rodeado
por los cuatro costados, así como lo estuvo Dios al entregar la Torá.
Moshé pensó por un momento que las tribus empezarían a pelear
por el sitio en que iban a ubicarse. Tal vez todas querrían estar en
el norte o en el este, o de otra forma. Pero Dios lo tranquilizó di-
ciéndole que las tribus se colocarían alrededor del santuario, de la
misma manera en que los hijos de Yaakov cargaron su ataúd. Es
decir, Zebulún, Yisajar y Yehudá por un lado y Binyamín, Efraim y
Menashé por otro; Dan, Asher y Naftalí por el tercer lado, y Reubén,
Shimón y Gad por el cuarto.

Así fue como se ubicaron en el desierto. La pregunta que surge aho-


ra es: ¿qué determinó que, por ejemplo, Reubén y Gad estuvieran
juntos, o Yehudá con Yisajar?

De acuerdo con la Guemará (Nedarim 38a), Dios no reposa su She-


jiná (Providencia Divina) sino en los que reúnen las siguientes cua-
tro cualidades: rico, sabio, fuerte y humilde.

Yehudá, Yisajar y Zebulún estaban reunidos en el mismo lado por-


que los tres eran sabios. Yehudá era sabio para liderar a un pueblo,
Zebulún en los negocios e Yisajar en la Torá.

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LIBRO

BAMIDBAR
Del otro lado del santuario estaban los fuertes: Binyamín, Efraim y
Menashé, como dijo el Rey David: Lebené Efraim, Menashé Ubin-
yamín Orerá Gueburateja, “A los descendientes de Efraim, Menashé
y Binyamín les despertó Tu fuerza” (Tehilim 80:3). Además, la tribu
de Menashé se destacó por ser siempre la pionera del desierto.

Dan, Asher y Naftalí eran los ricos y estaban ubicados en otro lado
del santuario. La Torá dijo de Asher: Shemená Lajmó, “Se engordó
su pan”, para simbolizar la riqueza. También es sabido que todos
los reyes de Israel se casaban con las hijas de Asher porque eran
muy bellas. Vehu Yitén Maadanei Melej, “Y él daba los placeres de
los reyes” (Bereshit 49:20), lo cual demostraba las riquezas que po-
seía la tribu de Asher. Naftalí también era una tribu acaudalada. El
tratado de Meguilá (6a) explica que las demás tribus envidiaban a
Naftalí por la ubicación geográfica que obtuvo. Naftali Al Meromé
Sadé, “Naftalí estaba en las alturas de los campos”, es decir, obtuvo
campos muy grandes para cosechar y viñedos. También los de Dan
eran gente de dinero, ya que poseían muchísimo oro, tanto así que
en los días de Yerobham Ben Nabat no tuvieron dificultad de hacer
un becerro de oro.

Reubén, Shimón y Gad, que se caracterizaban por ser personas hu-


mildes, estaban establecidas juntas. Cuando a Reubén le quitaron el
sacerdocio y se lo dieron a Levy, no dijo nada. Cuando le quitaron
el reino y se lo dieron a Yehudá, no dijo una sola palabra. Cuando le
quitaron la primogenitura y se la dieron a Yosef, no objetó. Era muy
humilde y aceptó todo diciendo: “Si Dios me lo quitó es porque no
soy el más adecuado, o porque hay mejores que yo”. La de Shimón era
la tribu más pobre. Se dedicaban a enseñar a los niños y ni siquiera un
pedazo de tierra en Israel recibieron, por lo que tuvieron que unirse a
Yehudá. Gad siempre fue comparado al talón, como lo dice el pasuk:
Gad… yagud hakev, “talón” (Bereshit 49:19), porque es el símbolo de
la humildad, ya que está ubicado en la zona más baja del cuerpo.

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BAMIDBAR
De esta manera terminó de completarse el círculo de tribus que ro-
deaban al santuario.

La Torá nos insinuó que debemos reunir esas cuatro cualidades para
garantizar que la Shejiná repose entre nosotros. Las tribus lo logra-
ron al dividirse en cuatro grupos de tres, y reunieron todas juntas
esas características especiales que provocaron que la Shejiná repo-
sara sobre ellas.

Las preguntas que surgen son: ¿acaso hay que ser millonario para
que Dios esté junto a nosotros? ¿Acaso hay que ser fuerte asistiendo
al gimnasio? ¿Hay que ser sabios? Y si no lo somos, ¿qué pasa?

Por eso, Maimónides explica (en Yesodé HaTorá 7:1), según una Mi-
shná en Pirké Avot, que no es así como deben entenderse las cosas,
sino: “¿Quién es rico? Quien se alegra con lo suyo. ¿Quién es fuerte?
No quien conquista aldeas, ciudades y países, sino quien domina
sus deseos. ¿Quién es sabio? Quien aprende de los demás, quien
piensa que todavía le falta mucho por saber. ¿Quién es humilde y
por eso es respetado? Quien da honores y no los busca”.

Por eso, el que se alegra con lo que tiene, domina sus deseos, estu-
dia siempre y honra a los demás tiene garantizado que la Sejiná, la
Providencia Divina, reposará siempre en él.

¿Cómo pueden alcanzarse esas cualidades? La respuesta está den-


tro de nosotros. Al igual que todo fue creado con cuatro elementos
básicos, el hombre está compuesto de esos cuatro elementos: aire,
agua, tierra y fuego. Cada uno de ellos simboliza una de las caracte-
rísticas mencionadas.

El fuerte es como el fuego. Quien controla sus deseos es el fuerte y


los deseos son como el fuego, tal como lo decimos en Yom Kipur:

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BAMIDBAR
Hashem Tislaj Lanu Ki Hu Miesh Veanu Mi Basar Vadam, “Dios,
perdónanos, porque el Yetzer Hará es de fuego y nosotros somos
de carne y hueso”. Entonces, ¿cómo vamos a controlar a ese fuego
que nos consume y nos devora vivos? La respuesta es: convirtién-
donos en fuego estudiando Torá, pues la Torá es comparada con el
fuego: Mimino Esh Datlam (Devarim 33:2), y así podremos con-
quistar al Yetzer Hará. La Guemará de Kidushín (33b) dice: Barati
Yetzer Hará, Barati Lo Torá Tablín, “Creé al Yetzer Hará, pero la
Torá es su antídoto”. Solamente con el fuego de la Torá controlare-
mos el fuego de nuestros deseos y seremos fuertes.

Ahora bien, ¿cómo podemos ser humildes? Utilizando el elemen-


to tierra que todos poseemos. Sobre la tierra todos pisan, hasta el
día que ella pise sobre todos. La Guemará dice que no debemos ser
techos, a los cuales nadie puede llegar, sino suelo, porque el día
que caiga la casa el techo se quebrará, pero el suelo quedará.

Cuando la persona se acostumbra a ser techo, la caída duele más.

Dios dijo a los orgullosos que no podían convivir bajo el mismo


techo. Una vez un rabino muy importante llegó a una ciudad y
fueron a recibirlo dos personas: el rabino de la ciudad, quien era
demasiado orgulloso, y un hombre sencillo, que ni siquiera guar-
daba el Shabat o comía kasher. Ambos empezaron a suplicar al
rabino recién llegado que se hospedara en su casa. El hombre sen-
cillo se organizó de tal forma que no hubiera problemas con la
comida, mientras la casa del rabino era totalmente kasher. Sin em-
bargo, el huésped decidió ir a la casa del hombre sencillo, con tal
de no hospedarse en la casa del rabino orgulloso. Le preguntaron
por qué había tomado esa decisión, y él dijo: Hasshojen Itam Be-
toj Tumotam, “Dios reposa incluso con el impuro [Vayikrá 16:16],
pero al orgulloso no puede ni verlo. Si hay un orgulloso, Dios no
está ahí. Por tanto, prefiero estar con Dios”.

301
LIBRO

BAMIDBAR
Moshé fue el mayor ejemplo de humildad y por eso la Shejiná siem-
pre estaba con él. Si también tenemos esta cualidad, estaremos ga-
rantizando que la Shejiná repose entre nosotros.

La sabiduría se compara con el agua. Cuando aprendemos de los


demás, estamos llenándonos como un pozo de agua que se llena
con la lluvia, con un manantial interno o un canal que corre cerca.
Las nubes se llenan de agua evaporada del mar o de otras fuentes.
Así es nuestra sabiduría. Si estamos dispuestos a aprender de los
mayores, de los pequeños, de los pobres o, como dijo el Rey David:
Mikel Melamedai Hiscalti, “De mis alumnos aprendí más”, enton-
ces verdaderamente seremos sabios (Tehilim 119:99).

Hubo rabinos para quienes cualquier detalle cotidiano representaba


una lección de ética, una moraleja para la vida. Una vez, en la época
en que estaban colocando postes de luz en las aceras de las calles
de Bené Berak, el Jazón Ish iba caminando con sus alumnos. Cuan-
do llegaron justo bajo un foco de luz, el rabino les dijo: “Cuando
estaba lejos del foco, mi sombra era muy grande; a medida que fui
acercándome, ésta iba haciéndose más pequeña, hasta que llegué
al foco, y ahora ni siquiera tengo sombra”. Así nos ocurre cuando
estamos lejos de Dios. Creemos que somos muy grandes y, a medi-
da que nos acercamos a Él, vamos empequeñeciendo; pero cuando
realmente estamos bajo su luz, vemos que no somos nada y que no
sabemos nada.

El agua es el elemento que nos enseña cómo aprender de todos; es


decir, debemos llenar nuestro pozo de sabiduría con el agua de la
Torá: Kol Tzamé Yeleju La Mayim, “Todos los sedientos vayan al
agua”, en referencia al agua de la Torá (Yishayah 55).

El aire es el símbolo de la riqueza. El aire está compuesto de diferen-


tes tipos de gases; uno de ellos es el oxígeno, que representa 20% del

302
LIBRO

BAMIDBAR
total. ¿Qué pasaría si hubiera 60% en vez de 20%? Si encendiéra-
mos un fósforo, todo explotaría y, en caso contrario, si hubiese sólo
5%, nos asfixiaríamos. Entonces, al igual que en el aire está todo
medido perfectamente, el dinero de la persona también lo está. Si
poseemos más de lo que nos corresponde, hacemos muchas tonte-
rías. Si fuera menos, nos ahogaríamos en deudas. Lo que poseemos
es exactamente lo que Dios consideró que necesitamos. Así como
dice la Mishná en Pirké Avot: “¿Quién es el rico? Quien se alegra con
lo suyo”.

Los cuatro elementos de la creación equivalen a las cuatro caracte-


rísticas que nos garantizan la presencia de Dios entre nosotros.

Que sea la voluntad de Dios que logremos en nuestra vida privada


estar rodeados de estas cualidades y seamos dignos de recibir la Pro-
videncia Divina entre nosotros. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat BAMIDBAR

EL TRAMPOLÍN DEL TIEMPO

E n esta Parashá Dios ordena a Moshé que cense otra vez al Pue-
blo de Israel. ¿Acaso Dios no podía haberle dicho cuántos eran
sin necesidad de contarlos? ¿Para qué contar, no una, ni dos, sino
cuatro veces a cada tribu y después a todos juntos?

Rashí nos responde que Dios los quería tanto que por eso los con-
taba muchas veces. Es decir, contar algo muchas veces demuestra
cuánto lo queremos. Cuando alguien cuenta su dinero, tiende a se-
guir contándolo a pesar de que ya sabe cuánto tiene.

En la Torá podemos encontrar varios conteos; cada uno de ellos nos


demuestra cariño. Por ejemplo, la mujer que está en su periodo de
menstruación debe contar siete días para volver a adquirir la pureza,
a fin de unirse con su esposo. Por eso la Torá dice: Vesafra Lah, “Y
contará para ella” (Vayikrá 15:28). Especifica “para ella” porque son
momentos en los que la mujer quiere estar con su marido o quiere
volver a adquirir su condición de pureza.

También la Torá nos habla del conteo de los cincuenta años del ju-
bileo; en el quincuagésimo año se liberaba a todos los esclavos y las
propiedades volvían a sus dueños iniciales (según la Torá, la pro-
piedad no puede ser adquirida para siempre, sino sólo hasta el año
del Yobel, el ciclo de cincuenta años). Por eso todos esperaban ese
año con ansias. Había una mitzvá de contar los años, Vesafarta Lejá
Sheba Shanim Sheba Peamim, “Y contarás siete años, siete veces”.
El Bet Din obligaba a contar estos años (Vayikrá 25:8).

304
LIBRO

BAMIDBAR
Otro de los conteos que representan una mitzvá y a su vez cariño es
el de los días de la semana en hebreo, no en español, porque en este
último idioma el nombre de cada día de la semana tiene correspon-
dencia con el de un cuerpo celeste: lunes, la luna; martes, Marte;
miércoles, Mercurio; jueves, Júpiter; viernes, Venus. En hebreo son
Rishón, Shení, Shlishí, Rebií, Jamishí, Shishí, es decir, primero, se-
gundo, tercero, cuarto, etc., contados a partir de Shabat (primero de
Shabat, segundo de Shabat, etc.). Esto significa que toda la semana
estamos esperando la llegada del Shabat, para disfrutar de su alegría
y del descanso espiritual que no tenemos durante la semana.

También los meses del calendario hebreo se denominan como pri-


mero, segundo, etc. Los nombres comunes (Tishré, Jeshván, Kislev,
etc.) les fueron dados por los Jajamim en Babilonia, pero según la
Torá todos están relacionados con la primera Pascua, que es la de
Pesaj, la de la libertad. Contamos cada mes con nostalgia del pri-
mero, el de Nisán, porque al igual que fuimos liberados de Egipto
en Nisán seremos redimidos por el Mashíaj en ese mes. Por eso, el
calendario de la Torá empieza el 1 de Nisán y termina el 29 de Adar.
En resumen, el conteo siempre representa cariño, deseo, nostalgia,
entre dos o más elementos.

Por eso, en las sinagogas se necesitan diez personas para rezar (mi-
nián). El motivo de que se llame minián, “cantidad” y no tzibur, “pú-
blico”, es que contamos a las personas por el deseo de rezar a Dios;
queremos ser por lo menos diez personas y para eso contamos.

Es importante destacar que en la Parashá Ki Tisá dice que no es bue-


no contar a las personas con números, porque eso acarrea Ain Hará
(mal de ojo). Para contar a las personas en la sinagoga se dice un
versículo que contiene diez palabras y de esta forma se sabe si hay o
no minián: Hoshía Et Ameja Ubarej Et Najalateja Urhem Venasem
Ad Haolam.

305
LIBRO

BAMIDBAR
La Parashá de Bamidbar se lee siempre antes de Shabuot y, como es
sabido, entre Pesaj y Shabuot está la mitzvá de la cuenta del Ómer.
La razón es que, cuando Bené Israel salieron de Egipto, Moshé les
dijo: “En cincuenta días vamos a recibir la Torá, veremos la Shejiná,
escucharemos la voz de Dios”. Y el pueblo, ansioso, empezó a con-
tar. Por eso hasta hoy contamos siete semanas. En hebreo, la palabra
“semanas” se dice Shabuot; de ahí que la Pascua se llame Shabuot,
porque contamos siete semanas desde Pesaj y el quincuagésimo día
empieza la Pascua.

Esto es una muestra de cariño a Dios. ¡Cuánto esperamos la llegada


del día en que nos entregó Su Torá! Igualmente, Él nos demuestra
su cariño al censarnos en esta Parashá.

Un novio y una novia cuentan los días para su boda; un niño cuen-
ta los días para terminar el año escolar; un preso cuenta sus días
para quedar en libertad; un aficionado al futbol cuenta los días para
el mundial. En fin, cada uno contamos lo que esperamos, lo que
añoramos.

Si es así, ¿por qué nosotros no contamos cuántos días faltan para


Shabuot, sino cuántos días pasan desde que termina Pesaj? Por
ejemplo, decimos: “Hoy es 21 del Ómer”, que son tres semanas, en
vez de decir: “Faltan 29 días para Shabuot”, que son cuatro semanas
y un día. Así es como cuenta un novio, un niño, un prisionero, un
aficionado al futbol, y también así se contaba el jubileo, los días de
impureza menstrual, etc. La pregunta sigue en pie: ¿por qué el del
Ómer es diferente de los demás conteos?

La respuesta es que, como este conteo representa también una pre-


paración para recibir la Torá, siempre surge la duda de si avanzamos
más que ayer o no y, por tanto, si estamos preparados para ese gran
acontecimiento. Contamos los días de la semana en orden ascen-

306
LIBRO

BAMIDBAR
dente: primero, segundo, tercero, etc., para recordar que cada día
que transcurre debemos aumentar más nuestra espiritualidad para
llegar a ese gran día de Shabat, cuando más nos elevamos espiri-
tualmente.

Por eso, también el conteo del Ómer tiene un orden ascendente,


es decir, cuánto días han transcurrido y no cuántos faltan. La edad
también se cuenta así, es decir, cuánto hace que nacimos, para que
nos preguntemos si hemos avanzado en la vida o no, puesto que la
vida es una preparación para el Gran Shabat (el Mundo Venidero),
para la entrega de la Torá, para escuchar la voz de Dios y ver su She-
jiná. En consecuencia, cada vez que cumplimos años deberíamos
preguntarnos cuánto hemos progresado en este ultimo año, a qué
nivel hemos llegado, etcétera.

Que sea la voluntad de Dios darnos salud para poder contar 120
años de vida, que veamos año tras año cuánto hemos crecido en
Torá, que cada semana veamos cuánto mejoramos nuestra conduc-
ta, que sintamos mejor cada Shabat, con más santidad que el ante-
rior, que en cada día del conteo del Ómer nos elevemos más a fin
de estar preparados para ese gran día de la entrega de la Torá, y que
tengamos el merito de recibir la gran bendición de Dios en el Mun-
do Venidero. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat NASÓ

LA PAZ, UN RECIPIENTE
DE BENDICIONES

E n nuestra Parashá hay un versículo pequeño que, sin embargo,


contiene un gran mensaje: Yebarejejá Hashem Veyishmereja,
“Que Dios te bendiga y te proteja” (Bamidbar 6:24). Es decir, que
Él te bendiga y te cuide lo que te dio son dos cosas diferentes. Una
persona puede ganar mucho dinero y al día siguiente perderlo todo;
fue bendecido, pero no se cuidó su bendición.

¿Cuál es el secreto del cuidado de la bendición? ¿Cómo podemos


guardar las bendiciones que recibimos? La Guemará de Ukzin (3:2)
dice que Dios no encontró un mejor recipiente para contener las
bendiciones que la paz. Es decir, la paz es como un recipiente po-
demos llenar con agua, vino, pan, etc. Sin un recipiente todo se
derrama y se pierde; las bendiciones necesitan un recipiente que las
reciba, y ése es la paz.

De nada sirve a un hombre ser muy rico, tener un cargo importante


en una compañía, una mansión, chofer, etc., si todos los días discu-
te con su esposa, si su hijo le causa problemas, su socio lo demanda
en los tribunales, no descansa y no tiene paz. Es seguro que no dis-
fruta de lo que tiene y se amarga, se entristece.

Si no hay paz no hay nada.

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LIBRO

BAMIDBAR
Dios dijo que las bendiciones son algo grande, pero primero se ne-
cesita de un recipiente, la paz. Estas bendiciones eran dadas por me-
dio de los Cohaním. El primero fue Aharón HaCohén, quien Rodef
Shalom Veoheb Shalom, “amaba la paz y la perseguía”, era quien se
encargaba de que siempre hubiera paz dentro del campamento.

Si prestamos atención, descubriremos que hay dos tipos de bendicio-


nes. La primera es la que dio Yaakov a sus nietos Efraim y Menashé:
Yesimej Elokim Keefraim Vekemenashé, “Que seas bendecido como
Efraim y Menashé” (Bereshit 28:20). La segunda es la bendición de
los Cohanim que leemos en nuestra Parashá.

¿Qué tienen en común estas bendiciones? La respuesta es que ambas


tienen el mismo recipiente, la paz. Desde la creación del mundo lo
único que se había visto eran peleas entre hermanos, lo que general-
mente se daba cuando el menor era mejor que el mayor. Kain vio que
su hermano Hebel era mejor que él y sintió envidia de él. Yishmael
también se dio cuenta de que Itzjak era más especial que él ante los
ojos de Abraham y por eso intentó matarlo con sus flechas. Esav era
el mayor, pero Itzjak bendijo a Yaakov, por lo que Esav juró matar a
su hermano menor.

También eso pasó entre Yosef y sus hermanos; él era muy especial, a
quien más quería Yaakov, y sus hermanos se encelaron de él hasta el
punto de intentar matarlo y luego venderlo.

El hermano mayor siente mucha envidia del menor hasta el punto de


querer eliminarlo. Kain fue el único que asesinó. Los demás se que-
daron en el intento. Solamente por la envidia no hubo paz en esas
familias.

Cuando Yaakov bendijo a sus dos nietos, los hijos de Yosef, y puso al
mayor en el lado izquierdo y al menor en el derecho, dijo a Efraim,

309
LIBRO

BAMIDBAR
el menor, que sería más exitoso que el mayor, Menashé, pero éste
ni siquiera se molestó ni lo envidió, sino que mejor se alegró por su
hermano. Al ver Yaakov esta actitud, dijo que así serán bendecidos a
partir de ese día todos los hijos de Israel. Esto significa que, cuando
tenemos motivos de discusión, pero nos controlamos, llegaremos a
ser bendecidos como lo fue Menashé.

Así también ocurrió con Moshé y Aharón. Moshé, quien era el her-
mano menor, fue escogido por Dios para ser el líder del pueblo, pero
éste se negó diciendo que su hermano Aharón era más apropiado, ya
que él era el líder espiritual del Pueblo de Israel en Egipto. Cuando
Aharón se enteró de que su hermano menor, Moshé, sería el próximo
líder del pueblo, se alegró tanto por él que Dios lo escogió para que
bendijera a todo el pueblo.

Por eso está escrito: Vesamú Et Semi Al Bené Israel Van Abarejem,
“Y pondrán Mi nombre sobre el Pueblo de Israel y Yo los bendeciré”.
Primero hay que poner el nombre de Dios, Shalom, “Paz”, sobre el
pueblo, para luego ser bendecidos, garantizando así que la paz sea
la que cuide las bendiciones. Una vez terminadas las bendiciones de
los Cohanim, nosotros rezamos Sim Shalom, “Pon la paz”, para ex-
plicar a la congregación que si quieren que la bendición repose en
ellos deben mantener y conservar el recipiente de la paz. Recibimos
las bendiciones de Dios, pero si seguimos con envidias, peleas, dis-
cusiones, competencia, esas bendiciones no tendrán dónde reposar y
se perderán. Por eso debemos poner la paz, para que esas bendicio-
nes den frutos que, además, nos sean cuidados. Esta bendición de los
Cohanim está en singular, para enseñarnos que si estamos unidos y
formamos un solo pueblo, sin divisiones, entonces seremos merece-
dores y dignos de recibir esas bendiciones.

Algo más que necesitaba el recipiente de la paz para ser entregada por
Dios era la Torá.

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LIBRO

BAMIDBAR
Antes de la entrega de la Torá, el Am Israel llegó a un nivel muy alto
de unión, como está escrito: Vayijen Sham Israel Negued Hahar,
“Y acampó allí Israel frente al Monte Sinaí” (Shemot 19:2). Está
escrito en singular (“acampó”) y no en plural (“se establecieron”)
para enseñarnos que eran como dice la Mejiltá: Ish Ejad Beleb Ejad,
“Como un solo hombre con un solo corazón”. Fue por eso que
cuando Moshé bajó después de cuarenta días y se dio cuenta de
que había gran descontento entre el pueblo, unos rezando a Dios
y otros al becerro, y que los levitas estaban peleando contra las de-
más tribus que estaban cometiendo idolatría, decidió romper las
tablas, ya que no había un recipiente, un sitio donde ésta pudiera
estar. Una vez que Moshé logró devolver la paz al Am Israel subió
al Monte Sinaí en busca de las Segundas Tablas.

En el libro Mijtab MiEliyahu (Tomo IV, pág. 124) se explica una de


las razones por las cuales murieron los alumnos de Rabí Akivá: no
se honraban los unos a los otros. Pero la pregunta es: si eran tan
estudiosos, ¿por qué la Torá no los salvó de la muerte? La respuesta
es que si no hay Shalom, “Paz”, no hay espacio para la Torá. Por
eso la Torá de estos alumnos, aparentemente, se derramó, se per-
dió y no los salvó de la muerte.

Esta Parashá siempre se lee después de Shabuot, la fiesta de la Torá,


donde recibimos tanta santidad, espiritualidad. Y la única forma
de guardar estas joyas es mediante el mensaje de nuestra Parashá:
la importancia de la paz como un recipiente de bendiciones. No
podemos romper este recipiente, porque si lo permitimos, nuestra
Torá se pierde.

La mayoría de los mandamientos están enfocados a la paz: no


atestiguar falsamente, honrar a los padres, no asesinar, no robar,
no codiciar lo que tienen otros. Todos son una invocación a la
paz.

311
LIBRO

BAMIDBAR
El versículo de la entrega de la Torá dice: Hashem Oz Le Amó Yitén,
Hashem Yebarej Et Amó Bashalom, “Dios dio la Torá, Dios bendijo a
su pueblo con la paz” (Tehilim 29:11). Por las mañanas, en el rezo,
decimos: Talmidé Jajamim Marbim Shalom Baolam, “Los estudio-
sos de la Torá aumentan la paz en el mundo” (Berajot 64a). Es decir,
la función de los que estudian Torá es, primero, buscar la paz y pos-
teriormente estudiarla.

Por último, hay un tercer elemento que se dio gracias a la paz: el


santuario, el Templo. El santuario fue construido por Betzalel, de la
tribu de Yehudá, y Aholiab, de la tribu de Dan. La tribu de Yehudá
era la más importante de todas, pues dio origen a la monarquía de
Israel, pero la tribu de Dan era la menos importante de Am Israel:
Veshebet Majané Dan Lajroná Yisáhu, “Y la tribu del campamento
de Dan fue la última en avanzar” (Bamidbar 2:31). El santuario fue
construido por dos personas, una de la tribu más importante y otra
de la menos importante, como símbolo de unión entre todos.

Por la misma razón para construir el santuario se pidió medio she-


kel a cada uno del Am Israel y no uno completo por persona, ya
que, con la ayuda del otro, se forma un shekel completo. Solos no
somos nada; unidos somos uno.

El constructor del Primer Templo fue el Rey Salomón, una persona


de paz, y no su padre David, quien era una persona de guerra, aun-
que haya sido una guerra santa.

Cuando se interrumpió la paz en el Pueblo de Israel y empezaron a


odiarse unos a otros sin motivo, fue destruido el Templo. Hasta que
no recobremos esa unión y esa paz entre nosotros, no podremos
ver el Tercer Templo construido. La paz es la única condición que
debemos cumplir para ver la bendición de Dios, la bendición de
los Cohanim, recibir la Torá, la construcción del Templo, etc. Si no

312
LIBRO

BAMIDBAR
hay paz, no hay nada. Por eso, mis queridos hermanos, cuidemos
siempre la paz, entre cónyuges y entre padres e hijos, para que las
bendiciones de Dios puedan reposar en casa y no se derramen.

Si nos encontramos algún día en una situación conflictiva debemos


primero pensar si vale la pena discutir por algo que nos causará de-
jar de recibir bendiciones. Recordemos que para cualquier pelea se
necesitan dos personas. No seamos la segunda.

Que sea la voluntad de Dios bendecirnos con paz y que entendamos


que, antes de ocuparnos de hacer la paz con los árabes, debemos
hacer la paz entre nosotros mismos. Pues sólo si tenemos paz in-
terna veremos muchas bendiciones, Torá, la llegada del Mashíaj, un
Templo y paz con Dios, lo que representa la mejor bendición que
podamos recibir. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat NASÓ

APEGADOS CON ALEGRÍA

E n esta Parashá encontramos un versículo que dice: Vayihí Ba-


yom Kalot Moshé Lehakim Et Hamishkán, “Y fue el día en
que terminó Moshé de establecer el santuario” (Bamidbar 7:1). En
nuestra literatura la expresión Vayihí, “Y fue”, implica pesar. El Mi-
drash Rabati (5:9), con base en esta premisa, pregunta: ¿por qué
había sufrimiento el día en que se terminó el santuario? Responde
que había sufrimiento por parte de Dios, ya que mientras el pueblo
estaba ocupado con la construcción del santuario no tuvo tiempo
para cometer pecados, pero ahora, que ya había culminado el traba-
jo, volvería a su rutina de pecado.

El Midrash relata que un rey tenía una esposa muy mala que lo mo-
lestaba constantemente. Un día le dio dinero para que se encargara
de arreglar todo el palacio a su gusto; durante dos meses no la escu-
chó y algunas veces llegó a pensar que su esposa no se encontraba
en el palacio. Cuando su esposa terminó con todos los arreglos, el
palacio quedó muy bonito, pero el rey se angustió porque sabía que
ella empezaría a molestarlo de nuevo.

Así, dijo Dios: “Todo el tiempo que trabajaron, no pecaron. Pero


ahora que terminaron, ¿quién sabe qué harán?”. Efectivamente, des-
pués de un mes, el pueblo empezó a quejarse de que no había carne,
no querían el maná, querían volver a Egipto. ¿Qué había pasado?
Volvieron a la rutina.

Cuando ocupamos nuestra mente con cosas de santidad, no tene-


mos tiempo para pensar en cometer pecados, pero cuando no lo está,

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LIBRO

BAMIDBAR
empieza a aburrirse y es entonces cuando surge el peligro. Habatalá
Mebiá Lidé Shiamum, VehaShiamum Lidé Jet, “El ocio te lleva al abu-
rrimiento y el aburrimiento te lleva al pecado” (Ketubot 5:5).

Esto fue lo que sucedió con Nóaj. Durante 120 años estuvo cum-
pliendo las órdenes de Dios construyendo el arca, organizando a los
animales y almacenando sus alimentos respectivos. ¿Por qué Nóaj
no se hizo ayudar por esclavos y sirvientes, de manera que en un
año estuviera listo para empezar la travesía? La respuesta es que
Nóaj sabía que las tentaciones que había en su generación eran muy
grandes y por eso decidió estar ocupado durante mucho tiempo,
para no ser tentado en ningún momento. Por eso tardó 120 años en
construir el arca. Pero una vez culminada la travesía, cuando bajó
del arca y observó que todo estaba desolado, se sumergió en el ocio,
se estableció en una carpa, empezó a descuidarse; Vayijal Nóaj, “Se
profanó Nóaj”. Bebió vino, se emborrachó y cometió ese acto tan
denigrante con sus hijos.

Nuestro cerebro es como la masa de Pesaj. La diferencia entre el


Jametz (fermentada) y la Matzá (pan ácimo) es que el primero es
una masa que no se amasó durante un tiempo y por eso se fermen-
tó. Pero la Matzá es una masa que se amasó constantemente, de tal
forma que no se permitió su fermentación. Hay personas cuyo cere-
bro está constantemente ocupado con mitzvot y por eso nunca “se
fermentan”. Pero hay otras cuyo cerebro no se ocupa de asuntos de
santidad provocando que éste “se fermente” y caiga en el pecado.

Este mismo concepto se encuentra en nuestra Parashá cuando se


habla del Nazir, “el nazareno”. En el Talmud (Nedarim 9b) se ex-
plica por qué alguien se convierte en nazareno. Dijo Rabí Shimón
HaTzadik: “Una vez vi a un nazir y le pregunté: ‘¿Por qué prometió
abstenerse del vino y sus derivados, no cortarse el cabello, no cor-
tarse la barba, si verdaderamente se ve usted muy bien?’. El hombre

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LIBRO

BAMIDBAR
me respondió que precisamente decidió esto porque su belleza lo
incitaba a hacer pecados”.

Esta acción de ser Nazir es muy loable, pero una vez que termina el
plazo de su promesa empieza el peligro, ya que no está ocupado con
la santidad y hay que estar alerta para no pecar.

En nuestra Haftará se habla de Shimshom (Sansón), el fuerte. Todo


el tiempo que se mantuvo como Nazir los filisteos no pudieron ven-
cerlo, pero cuando terminó su periodo de nazareno lo capturaron y
le cortaron los cabellos. Esto nos enseña que todo el tiempo que es-
temos envueltos en asuntos de santidad, de mitzvot, el Yetzer Hará
no puede atacarnos, pero en el momento en que nos descuidamos
y volvemos a la vida cotidiana, a la rutina, nos captura y nos vence.
Sobre el Yetzer Hará está escrito: Lefetaj Jatat Robetz, “En la puerta
te espera el pecado” (Bereshit 4:7). ¿De qué puerta habla el versícu-
lo? Nuestros Sabios explican que se refiere a la puerta del Bet Mi-
drash (casa de estudio), la sinagoga. Cuando estamos pensando en
la Torá o rezando, nuestro cerebro está ocupado con santidad; por
decirlo así, “la masa no fermenta” y el Yetzer Hará no puede atraer-
nos. Pero cuando cerramos la Guemará o el Sidur, el Yetzer Hará
está esperándonos en la puerta para capturarnos en sus redes. Por
eso la Torá dice: Bedibarta Bam, “Y hablarás de ella, de la Torá”, para
enseñarnos que si estamos ocupados con la Torá, la escrita o la oral,
estaremos resguardándonos de caer en manos del instinto del mal.
Eso nos indica la palabra hebrea Bam, “de ella”, pues la letra Bet es
la primera de la Torá escrita: Bereshit, “Génesis” (en la Torá escrita)
y la letra Mem es la inicial de la primera Mishná (en la Torá oral):
Miematai, “¿Desde cuándo?”, en Berajot.

Además, la Torá nos aconseja hablar de Torá Beshibtejá Bebeteja,


“En tu estadía en casa”. No se refiere sólo a la casa de estudio o a la
sinagoga, sino también al hogar. Ubelejtejá Baderej, “Cuando estás

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LIBRO

BAMIDBAR
en camino”. Debemos hablar también de Torá en los caminos para
que el cerebro esté siempre trabajando, pues precisamente en el cami-
no, en la calle, es donde se encuentra con más frecuencia el peligro.

Este es el motivo de que leamos la Parashá de Nasó después de Sha-


buot. Estuvimos preparándonos durante 49 días para recibir la Torá;
en la noche de Shabuot nos quedamos despiertos estudiando hasta
el amanecer, recibimos esa influencia positiva de la Pascua y, aho-
ra que ya terminó Shabuot, con tanto que obtuvimos volvemos a
la rutina de todos los días. Y es ahora cuando empieza el peligro.
Sin embargo, si mantenemos ocupado nuestro cerebro con Torá, es-
tudiándola y analizándola, estaremos a salvo de cualquier ataque
contra lo espiritual y la Pascua de Shabuot no habrá terminado,
sino que apenas estará comenzando.

Esto es lo que aconsejaba mi Rosh Yeshivá, el rabino Inglander,


cuando terminaba Yom Kipur: “Tengan cuidado en los días poste-
riores a Yom Kipur, porque después de un mes de Selijot, Rosh Has-
haná, diez días de arrepentimiento, Kipur, Nehilá, Shofarot, el peli-
gro aparece cuando volvemos a la realidad, a la rutina”. ¡Qué ciertas
son estas palabras! La mejor prueba es Arvit, después de Kipur: las
personas empiezan a irse sin siquiera rezar, porque volvieron en
cuestión de segundos a la rutina diaria. Si todos utilizáramos ese
despertar de Yom Kipur y continuáramos haciendo trabajar el cere-
bro con las mitzvot, seríamos personas completamente diferentes.
Por eso la halajá exige que, una vez terminado Kipur, empezar con
la construcción de la Sucá, para que siempre esté ocupado con mit-
zvot y el instinto del mal no tenga oportunidad de actuar.

Y es cierto, todo el día podemos estar pensando en mitzvot, des-


de que nos levantamos hasta que vamos a dormir: cuando desper-
tamos, hacemos Netilat Yadaim (lavado ritual de las manos) con-
forme a la ley; cuando entramos al baño, también hay leyes para

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LIBRO

BAMIDBAR
ello; cuando nos vestimos, también hay leyes sobre cómo hacerlo
(por ejemplo, primero se coloca el zapato derecho y después el iz-
quierdo, se amarra el izquierdo y después el derecho, etc.). Cuando
terminamos, inmediatamente vamos a la sinagoga a rezar, nos po-
nemos talit y tefilín, Jazará, etc. Después vamos a desayunar y te-
nemos que decir las bendiciones respectivas, previas y posteriores,
a cada comida. Vamos a trabajar y aplicamos las leyes de no robar,
no mentir, pagar a tiempo, etc. ¡Son un sinfín de leyes! Incluso en
la sinagoga para Minjá, Shiur y Arvit. De vuelta a casa, llegamos ex-
haustos y nos vamos a dormir, no sin antes decir el Kriat Shemá, y
hasta durmiendo debemos corregir nuestra postura (primero sobre
el costado derecho y luego sobre el izquierdo).

¿Por qué la Torá es tan estricta y tan constante? Porque si no lo


fuera, tendríamos muchas “lagunas espirituales” a lo largo del día,
que son oportunidades obvias de ataque del Yetzer Hará. Seríamos
como la masa que se deja sin amasar y empieza a fermentarse.

Antes de finalizar, deseo decir algo que me duele mucho. Cada día
veo más gente que, cuando muere alguno de sus seres queridos,
como el padre, la madre o un hermano, van a la sinagoga los siete
días de duelo, el mes completo y, algunos, todo el año a los rezos y
a las clases de Torá. Todo eso es excelente para el fallecido. Pero una
vez que termina el año no se les ve más, sino hasta el año siguiente,
en el aniversario luctuoso del familiar (Mishmará o Yortzait), y así
año tras año.

Ellos creen que el fallecido necesita todas esas cosas. Pero yo digo
que no únicamente los fallecidos; los vivos las necesitamos más que
ellos. Nosotros somos quienes debemos aplicar lo que aprendemos
y cumplir las mitzvot, por nuestro propio bien y progreso espiritual.
Sin embargo, muchos de los que empezaron a ir por motivos de
duelo han seguido asistiendo, porque comprobaron cuán bueno es

318
LIBRO

BAMIDBAR
ir a rezar por las mañanas o por las tardes, y lo constructivo que es
estudiar un poco al terminar el rezo. Lograron valorar cuán agrada-
ble es servir a Dios con alegría y no con sufrimiento. Se mantuvie-
ron en el camino, después del primer año, por muchos más.

No nos podemos imaginar, cuánto bien le están también haciendo


al difunto, a Dios, porque la idea es aprovechar el impulso de un
momento emotivo, de la santidad de una pascua, y continuar avan-
zando en el servicio a Dios, bien sea en la casa, en el campo, en el
camino, en la oficina, en vacaciones, etc. El lema es el siguiente:
“Un cerebro que trabaja no fermenta”.

Igual ocurre cuando nos sucede un milagro, un hecho en el que


claramente estuvo presente la mano de Dios. Entonces empieza el
acercamiento y la emoción. El problema es que, en muchos, esos
sentimientos no son duraderos y al poco tiempo vuelve su mente
al ocio.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a estar siempre apegados


a Él con alegría y que la luz que absorbamos en nuestro servicio a
Dios nos sirva para iluminar nuestro camino a lo largo de nuestra
vida. Amén.

319
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat BAALOTEJÁ

EN LA UNIÓN ESTÁ LA FUERZA

U no de los versículos más importantes de la Torá es: Veahabta


Lereajá Kamoja, “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Vayikrá 19:18).

La pregunta que surge es: ¿a qué se refiere al decir “como a ti mismo”?

Hay partes del cuerpo que están clasificadas y calificadas como im-
puras. Por ejemplo, las axilas, los pies, etc. Si alguien llega a tocar
alguna queda impuro y, por ende, debe hacer Netilat Yadaim, “la-
vado ritual de las manos”. Pero también hay lugares que son puros,
santos, como el hígado, que es donde reposa el nefesh (el alma en
su mínima expresión); como el corazón, que es donde reposa el rúaj
(el alma en su expresión media); y como el cerebro, que es donde
reposa la neshamá (el alma en su máxima expresión).

Cuando alguien se quiere, no se fija en los niveles de santidad de


cada parte de su cuerpo, sino que ama a su cuerpo en general. En
el Am Israel hay partes más puras que otras; es decir, hay religiosos,
tradicionalistas, no religiosos, etc. Entonces, el amor que debemos
sentir hacia todo el Am Israel tiene que ser como el amor a nuestro
propio cuerpo, sin fijarnos en qué órgano es más santo y puro que
los otros. Este es el verdadero significado de: “…como a ti mismo”.

Tan importante mensaje se halla en nuestra Parashá, cuando nos


relata que Aharón HaCohén encendía las velas de la Menorá de oro,
que simboliza la unión de todos los niveles existentes en el Pueblo
de Israel.

320
LIBRO

BAMIDBAR
a) La Menorá estaba hecha de una sola pieza de oro, trabajada.
b) Tenía siete brazos, que salían de la columna principal.
c) Las mechas de las velas estaban dirigidas las unas a las otras.
d) La Menorá estaba adornada con botones, flores, copas y bazijim
(recipientes donde se colocaba el aceite y las mechas).

¿Qué nos enseñan todos estos detalles? Primero, que en el Am Is-


rael hay personas que son como botones, es decir, hay que unirlos,
coserlos a la prenda de vestir, porque si no, se pierden y no hacen
nada. Hay que invitarlos a pasar un Shabat en nuestra casa para que
cumplan algo. Hay que invitarlos a un restaurante kasher para que
no coman terefá, etc. segundo, que otros se hallan en un nivel más
alto y son como flores; son los judíos que solamente cumplen las
mitzvot bonitas como las flores, como encender la Janukiyá, man-
dar regalos en Purim, sentarse en la Sucá o encender las velas de
Shabat, pero no las mitzvot que requieren de mayor cuidado. Terce-
ro, que hay otro grupo, en un nivel más alto aún, que se parece a las
copas, símbolos de santidad, como la copa de Kidush. Son personas
que cumplen todo lo concerniente a la santidad. Y cuarto, que sobre
todos ellos están los Bazijim (vasijas), que son los que contienen la
luz, como la luz de la Torá; son los sabios, los estudiosos de la Torá
que iluminan al pueblo.

La Torá dijo que la Menorá tenía que hacerse de una sola pieza de
oro. Esto significa que, a pesar de que cada uno de nosotros seamos
diferentes a nivel espiritual, somos uno, una sola pieza; somos de
oro. Si llegase a faltar un solo botón, una sola flor o una sola copa, la
Menorá quedaría sin usarse, sería inútil. Porque todos somos hijos
de Abraham, Itzjak y Yaakov.

Hay partes más alejadas de la base que otras; unas están más cerca
de la base y otras son la base. Por eso la Menorá tenía una columna
principal y brazos que salían de ella; mientras más abajo se halla-

321
LIBRO

BAMIDBAR
ban, más se alejaban de la columna principal. Pero al final todos
veían hacia el centro y su raíz era esa columna central.

En esta Parashá, Aharón era el encargado del encendido de la Me-


norá, porque él quería a los demás por naturaleza. Incluso a los más
simples él los abrazaba y les demostraba cariño. Era el embajador
del pueblo en el santuario. Por ese motivo Aharón, quien expresaba
amor y unión entre todos los niveles, debía encender la Menorá.

Después de que Moshé dijera a Aharón que encendiera la Menorá,


por orden de Dios, la Torá corrobora: Vayaas Ken Aharón, “Y así lo
hizo Aharón” (Bamidbar 8:3). Todos los comentaristas preguntan:
¿acaso Aharón iba a violar la orden divina? La respuesta es que el
mismo mensaje que la Menorá transmitía de unión y amor entre to-
dos “Así lo hizo Aharón”, es decir, él se preocupó de que el mensaje
de la Menorá llegara a todo el Pueblo de Israel y que entendiera que
la unión es lo más importante.

La Parashá de Nasó está junto a nuestra Parashá para enseñarnos


que tanto allá como aquí el mensaje es el mismo: la unión.

Al final de la Parashá de Nasó se habla de los kerubim (querubines)


que se encontraban en la parte superior del Arca Sagrada. Por me-
dio de ellos Dios se comunicaba con el pueblo, ya que en ellos está
simbolizada la unión.

a) Los kerubim, que estaban encima del Arca Sagrada, tenían las
alas extendidas una sobre la otra, como en un abrazo.
b) Debajo de ellos estaban las Tablas de la Ley rotas, las Segundas
Tablas, un Séfer Torá.
c) Los kerubim también fueron elaborados de una sola pieza de
oro.
d) La voz de Dios pasaba por ellos.

322
LIBRO

BAMIDBAR
Todo esto nos enseña también que en el Pueblo de Israel hay dife-
rentes niveles; por decirlo de alguna manera, hay “tablas rotas”, que
son aquellos que casi no tienen contacto con la religión, y el poco
contacto que tienen es incompleto, fracturado. Luego están los que
se parecen a las Segundas Tablas, que hacen cosas y además comple-
tas; por supuesto, no hacen todo, sino una parte. Después están los
que se asemejan a un Séfer Torá, que cumplen todas las mitzvot, sin
fracturas, completas.

Toda esta gama de judíos tienen que estar abrazándose como los
dos kerubim, unidos, ya que fuimos hechos de una misma pieza.
Es por eso que ambas parashiot están unidas, para enseñarnos que
las únicas formas para que Dios esté en contacto con todos nosotros
y que nos ilumine son el entendimiento y la puesta en práctica del
amor al prójimo, ya que somos una misma pieza, somos uno.

En nuestro cuerpo podemos ver la importancia de la unión median-


te el ejemplo de nuestra piel. La piel recubre todo el cuerpo huma-
no, es una misma capa que cubre los órganos; si una parte de ella
llega a romperse o a cortarse, entran microbios y bacterias dañinas
al cuerpo.

Así somos en el Am Israel; si la unión entre nosotros se rompe o


se fractura entrarían otros elementos externos que causarían más
daño aún.

Que sea la voluntad de Dios elevar a los botones, a las flores, a las
copas y a las tablas rotas por medio del amor, unión, abrazos y cari-
ño sincero, y convertirlos en luz, que es la luz de la Torá, hasta que
lleguemos todos a ser como el Séfer Torá. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat BAALOTEJÁ

LOS RABINOS

M uchos se preguntan por qué los rabinos son tan distintos unos
de otros o por qué hay rabinos que no piensan igual o que
pertenecen a diferentes corrientes. Unos son más ligeros, otros son
muy permisivos; los hay estrictos y ultra ortodoxos; hay rabinos chis-
tosos o serios; otros asustan, otros atraen. ¿Por qué tantos matices?

La respuesta es muy sencilla. Todos somos diferentes y por eso ne-


cesitamos rabinos diferentes. Para quienes les gusta escuchar ben-
diciones y cosas dulces hay rabinos. A algunas personas les gusta
escuchar la verdad cruda; hay rabinos que se las dirán. Para los que
les gusta ser extremistas, fanáticos, también hay rabinos así. ¡Qué
bueno que no todos los rabinos son iguales! De serlo, la religión pa-
recería un restaurante con un solo plato. Al escoger el restaurante,
pensamos en el cocinero que tiene, qué tipo de comida se prepara,
que mientras mejor sea más gente habrá, etc. Cada uno debemos
escoger a nuestro rabino en función de lo que nos guste escuchar,
para que nos ayude a avanzar en la vida hacia Dios.

Dios ordenó a Moshé: Asé Lejá Shetei Jatzotzerot Kesef, “Haz para ti
dos trompetas de plata” (Bamidbar 10:2) para congregar al pueblo a
estudiar, a los príncipes de cada tribu a conversar. Los comentaris-
tas preguntan: ¿por qué la orden dada por Dios fue “Haz para ti dos
trompetas”? ¿Acaso eran de Moshé? Efectivamente, así fue. Él hizo
esas trompetas para él y, de hecho, cuando murió Moshé, Yehoshúa,
su sucesor, las enterró y mandó hacer otras dos, nuevas, para él. Con
este acto, la Torá nos enseña que cada rabino tiene su modo de con-
gregar a la gente. No es que uno sea mejor que otro, sino que, por el

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LIBRO

BAMIDBAR
contrario, todos son buenos, cada uno según el tipo de público que
quiere reunir o con el que se identifica. Hay un estilo adecuado para
cada uno y, si no nos gusta, “hay otras trompetas sonando”.

Al igual que en nuestra ciudad, me imagino que ocurre en todo el


mundo.

Existen muchos rabinos con estilos diferentes y todos juntos for-


man un equipo. Hagamos una analogía con un equipo de futbol:
hay un arquero, defensas, mediocampistas y delanteros. Cada uno
tiene su función, que es pasar la pelota de uno al otro hasta que al-
guno anota un gol.

No quiero decir que las personas son como “balones espirituales”.


Cada rabino, según su especialidad, ayuda a que la persona progre-
se más y más. Hay rabinos que se encargan de ayudar a los jóvenes a
no casarse con alguien de otra religión; los salvan de la asimilación,
pero no saben cantar bonito en la sinagoga. Hay rabinos que son
especialistas en estudios de Guemará, etc.

La idea es llegar a “meter gol” y que la persona salga formada en el


aspecto espiritual, con una imagen y figura ejemplares.

La diferencia que hay entre los rabinos y los jugadores de futbol es


que en éste el gol es acreditado al que pateó. Sin embargo, cuando
una persona hace teshuvá y se eleva espiritualmente, a lo largo de
todo el proceso cada rabino que la ayudó, que la aconsejó, que le
enseñó, colaboró en el gol. Sin uno de ellos no se hubiera completa-
do el proceso. El que se encargó de enseñarle Guemará no hubiera
sido capaz de salvarlo de la asimilación, el que lo salvó de ésta no
hubiera podido enseñarle las leyes a detalle. Y así sucesivamente,
cada uno colaboró en su especialidad, pero todos tienen mérito. El
gol es del grupo y todos son igualmente importantes.

325
LIBRO

BAMIDBAR
Este concepto también se halla en nuestra Parashá. Cuando un gru-
po de stenta y dos personas recibieron el don la profecía, dos de
ellos empezaron a dar clases de Torá dentro del campamento. Un
joven avisó a Moshé que dos hombres en el campamento habían
tenido el descaro de dar clases de Torá y profetizar. Moshé le respon-
dió: “Ojalá que todos en el campamento se pusieran a dar clases,
shiurim, de Torá a los demás, que todos se hicieran rabinos. ¿Acaso
crees que yo quiero ser el único rabino del Pueblo de Israel? Por el
contrario, tengo un solo estilo, pero si vienen otros cocineros con
nuevos platos, bienvenidos sean al restaurante de la Torá”.

Cada judío tiene que buscar al rabino que sea adecuado para él. Asé
Lejá Rab, “Haz para ti un rabino” (Pirké Avot 1:6). ¿Por qué “para
ti”? Cada rabino tiene que ser como un traje, que debe ser apropia-
do al cuerpo, según la complexión. Un traje pequeño no es cómo-
do, y uno grande tampoco. Debemos buscar un traje a la medida. Es
decir, si hay un rabino que nos enseña a decir Tehilim y nos cuenta
historias, y sentimos que ya superamos esa etapa porque tenemos
mucha más capacidad para avanzar, entonces tenemos que buscar
otro experto para la próxima etapa. Si un rabino sabe Cábala, Gue-
mará con Rishonim, etc., y no estamos entendiendo nada de eso,
entonces debemos buscar otro que nos guíe, otro que nos enseñe y
que esté a nuestro nivel.

Todo padre sabe que cada vez que compra ropa para sus hijos, debe
ser un poco más grande porque seguirán creciendo; o cuando nos
compramos ropa nosotros, nos fijamos si tiene dobladillo o no. Así
hay que hacer las cosas en la vida: siempre debemos prever las opor-
tunidades para seguir creciendo, es decir, buscar un rabino con el
que siempre podamos ir elevándonos y no estancarnos.

Un deportista que desarrolla sus músculos para levantar pesas no


necesita un entrenador de maratón. Un entrenador de tenis no es

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LIBRO

BAMIDBAR
como el de futbol. Cada uno es bueno para cierto tipo de jugador o
deportista.

Todos nosotros somos “deportistas de la Torá”; deseamos desarro-


llar el “músculo” del alma, para fortalecernos espiritualmente. Por
eso debemos buscar a un entrenador que nos ayude a lograr nuestra
meta, que nos fortalezca, no uno que nos debilite o que nos rompa
los huesos al cargar tanto peso.

Sin un entrenador, léase un rabino, es muy difícil no pecar, como


está escrito en el Talmud (Berajot 8a) sobre el Rey Shelomó. Mien-
tras vivió su rabino, Shemí Ben Guerá, no se casó con la princesa
de Egipto, pero cuando murió, empezó a decaer y contrajo nupcias
(bajo el proceso de conversión de la Torá) con mujeres de pueblos
extraños, aunque finalmente se descubrió que fue por interés y no
por propia voluntad.

Inclusive los grandes líderes de la Torá, sin la orientación de sus ra-


binos, pecaron.

Por ejemplo, Najmánides dice que Abraham Abinu pecó al ir a Egip-


to en busca de comida, ya que debió quedarse en la Tierra de Israel
en esperando de que Dios le mandase la salvación. Sará Imenu tam-
bién pecó por haber expulsado a Hagar de la casa de Abraham. La
pregunta es: ¿por qué llegaron a pecar, si lo que buscaban era alcan-
zar sus elevadas metas? Porque no tenían a quién pedir consejo; no
tenían un rabino que los guiara. Por eso, hasta los líderes pueden
equivocarse si no tienen un apoyo, un consejero que los ayude.

En otros versículos de la Torá leemos cómo algunos grandes líderes


se equivocaron. Específicamente en nuestra Parashá, vemos que Mi-
riam, cuando vio algo ilógico en la conducta de su hermano Moshé
(se separó de su esposa y no se unió más a ella), fue con Aharón y

327
LIBRO

BAMIDBAR
habló mal de aquél. Aharón escuchó las palabras de Miriam y no la
amonestó por ellas. De acuerdo con las leyes de Lashón Hará, tanto
el que habla como el que escucha está pecando. ¿Cómo es posible
que dos de los líderes del Am Israel pudieran pensar que podían ha-
blar mal de su hermano Moshé, el principal líder? En el Pirké Avot
(1:16) está escrito: “Haz para ti un rabino y aléjate de las dudas”.
Cuando la persona tiene una duda, le es muy difícil decidir. Es me-
jor que busque un rabino que le aconseje y que aclare sus dudas.

Miriam y Aharón no tenían un rabino, no había nadie superior a


ellos en jerarquía o conocimientos que Moshé, a quien en este caso
no podían preguntarle nada, porque él era de quien habían hablado
mal. Por tanto, al no buscar consejo, cayeron y cometieron un error
muy grave.

Si ellos se equivocaron, ¡cuanto más una persona común, sencilla,


que no tiene alguien que lo aconseje conforme a la visión de la Torá!
Y que además debe cuidarse de no pecar, de no equivocarse en mo-
mentos de duda, de las que puede salir con la ayuda de un rabino,
un “entrenador” que lo guíe para tomar decisiones correctas, que lo
ayude a hacer lo mejor.

Como leemos en la Torá, todo el tiempo que Moshé estuvo con el


pueblo lo ayudó a crecer y a alcanzar nuevos horizontes espiritua-
les. Pero apenas los abandonó cuarenta días, cometieron el pecado
del becerro de oro. Sin un rabino, un capitán que dirija el barco de
nuestro Judaísmo, estamos perdidos en alta mar.

¿No es evidente, entonces, que debemos escoger, de todos los rabi-


nos a nuestro alrededor, a quien sea el mejor para nosotros, que nos
ayude a aprender de Dios en esta vida profundizando en la Torá,
que nos ayude a desarrollar nuestro “músculo” del alma, y que nos
convierta en buenos “deportistas de la Torá”?

328
LIBRO

BAMIDBAR
Que sea la voluntad de Dios que encontremos al rabino más adecua-
do a nuestras necesidades y que honremos por igual a todos los de-
más, porque tal vez mañana, cuando seamos más grandes en Torá,
necesitemos de ellos, sin olvidarnos de aquellos que nos iniciaron
en el camino de la verdad y que de esa forma podamos crecer cada
vez más en los diferentes niveles de la Torá. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat SHLAJ LEJÁ

EL HONOR DE DIOS

E n esta Parashá vemos que los príncipes de cada tribu fueron a


espiar la Tierra Prometida antes de hacer su entrada oficial en
ella. De los doce que fueron, diez hablaron mal de Israel y provoca-
ron una queja masiva contra Moshé y el decreto divino de permane-
cer cuarenta años en el desierto.

Los espías eran personas importantes, los representantes de cada


tribu. ¿Cómo pudieron comportarse de esa forma?

La clave para entender esto se encuentra en el Talmud (Menajot


109b). Dijo Rabí Yehoshúa Ben Perajiá: “Al principio, cuando que-
rían designarme rabino principal, dije que a quien lo repitiera lo
pondría frente a un león. Ahora que ya lo soy, al que me pida renun-
ciar le lanzaré agua caliente”. Rabí Yehoshúa era muy sincero. Sabía
que una persona que está en las alturas del honor y de la grandeza,
aun cuando al principio no quería estar ahí, ahora que ya probó el
sabor del honor no está dispuesto a perderlo bajo ningún concepto
y hará hasta lo imposible por mantenerlo.

En el Tanaj hay varios ejemplos que nos demuestran todo lo que es-
tamos dispuestos a hacer con tal de no perder el honor, la posición.

1. El rey Shaúl al principio era tan humilde que cuando lo nom-


braron como el primer rey de Israel no podía creer que él fuera el
apropiado. Una vez que fue coronado, empezó a escuchar que el
pueblo cantaba a David: Hiká Shaúl Bealafav BeDavid Berribotav,
“Mató Shaúl a miles, pero David a decenas de miles” (Shemuel 18:7).

330
LIBRO

BAMIDBAR
Cuando el pueblo empezó a honrar más a David, Shaúl decidió le-
vantarse contra David y matarlo. Shaúl dedicó casi toda su vida a
perseguir a David para matarlo, y todo, por mantener su honor.

2. Yerobam Ben Nabat vivió en la época del Rey Shelomó y al final


de los días del rey empezó a quejarse y a gritar en público: “¿Por qué
Shelomó puso alcabalas e impuestos para subir a Jerusalem?”. Yero-
bam argumentaba que todos deberían ir a la casa de Dios gratuita y
libremente. Cuando falleció el Rey Shelomó, todo Israel votó por él
como próximo rey y el pueblo se dividió en dos bandos. Rejabam,
hijo de Shelomó, fue rey de Jerusalem y Yerobam fue rey de Israel.
Cuando llegó la fiesta de Sucot, en la que todo el pueblo se prepara-
ba para subir al Templo de Jerusalem, dijeron a Yerobam que no lo
honrarían como rey, ya que el rey de ese sector era Rejabam. Cuan-
do escuchó esto, Yerobam prohibió la entrada a Jerusalem y en vez
de poner alcabalas e impuestos, impuso alcabalas que prohibían el
paso absolutamente. Construyó dos sitios de rezo, uno en el norte
y otro en el sur, con dos becerros de oro. En vez de que el pueblo
fuera al Templo, hizo que acudiera a casas de idolatría, con tal de no
perder su honor, su posición de rey. Es increíble hasta dónde puede
llevarnos la sed de poder y honor.

3. Los Jashmonaim, que eran Cohanim, después del milagro de


Januká y de vencer a los griegos, tomaron el control de la situación
provisionalmente, hasta que ésta se normalizara. Al pasar el tiempo,
cuando ya habían probado el sabor del poder y del honor, decidieron
quedarse oficialmente con el gobierno del Am Israel, aunque sabían
que los únicos que podían ser reyes eran los de la tribu de Yehudá, pero
a ellos no les importó. ¿Por qué? Por el honor, el honor y más honor.

Y eso fue lo que pasó a los espías de nuestra Parashá. Eran los líde-
res de sus tribus, sabían lo importantes que eran dentro del pueblo,
pero cuando se enteraron de que al entrar a la Tierra Prometida ya

331
LIBRO

BAMIDBAR
no ejercerían más sus cargos debido a que los líderes en el desierto
no seguirían siéndolo allá. Entonces prefirieron hablar mal de la
Tierra de Israel con tal de mantener sus puestos, su poder.

Esto aún se observa en muchos países. Sus presidentes están dis-


puestos a vender la patria, a regalar sus territorios con tal de mante-
nerse en la silla del gobierno. Mas los líderes del Am Israel eran tan
humildes, tan rectos, que supieron no enloquecer con el honor.

Por ejemplo, en la Parashá anterior vimos cómo Miriam y Aharón


hablaron mal de Moshé Rabenu. Pese a ello, su reacción fue rezar
por su hermana Miriam para que se curara. Cuando Dios informó a
Moshé que el próximo líder del Am Israel seria Yehoshúa Bin Nun,
colocó su mano encima de su cabeza, lo bendijo y le deseó todo lo
bueno. Le transmitió sus fuerzas y se alegró con su alegría.

El Rey David reinó sobre todo Israel, triunfó en muchas guerras,


mató a Goliat. Pero un día su hijo Abshalom se rebeló contra él,
quiso incluso matarlo y David escapó. En el camino, Shimií lo in-
sultó y le lanzó piedras. Pasaron unos días. Abshalom murió y Da-
vid tomó de vuelta el trono. Shimií fue avergonzado hacia David,
para pedirle perdón. Todos los consejeros de David le dijeron que lo
matara, pero David no sólo lo perdonó, sino que juró no matarlo.

El honor es muy peligroso. Muchos están dispuestos a cometer gran-


des pecados con tal de recibirlo. Muchos no hacen teshuvá porque
piensan que no van a honrarlos más. ¿A cuántos hombres hemos
conocido que son aceptados en la sociedad laica y, de repente, de-
ciden hacer teshuvá? ¿Qué es lo primero que piensan? “¡Cuántos de
mis amigos van a despreciarme, no van a aceptarme más!”

Muchas mujeres no se cubren la cabeza y algunos hombres no se


ponen kipá porque piensan en el deshonor que van a mostrarles sus

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LIBRO

BAMIDBAR
amigos, las burlas, los desprecios de las amigas, de los vecinos y fa-
miliares, y hay algunos que hasta piensan en la vergüenza delante
de los goyim.

Esas personas no se dan cuenta de que hay dos tipos de honor en


la vida. Uno es el que las personas dan a otros cuando les dicen lo
grandes que son, y el otro es el honor que hace Dios directamente a
alguien, al que es honrado en las alturas y en el futuro recibirá ho-
nores de ángeles. ¿Cuál honor es mejor o preferible? ¿Nos preocupa
más saber qué dirán los amigos o qué dirá Dios? ¿Qué aplausos son
mejores, los de los goyim, los de los vecinos o los de los ángeles?

Nosotros debemos perseguir el honor, pero no el material sino el


espiritual. De igual manera que una persona lucha por mantener su
honor personal, así debemos nosotros luchar por mantener nuestro
honor espiritual. No podemos permitir al Yetzer Hará quitarnos
nuestro honor.

Por eso está escrito en Pirké Avot: “Todo el que persigue el honor
(material), el honor (espiritual) se escapa de él”. Porque está dis-
puesto a pecar con tal de recibir aquí honores. “Pero todo aquel que
se escapa del honor (material), el honor (espiritual) lo persigue.”

Todo el que ignora las burlas de los demás, que no le importa el


“qué dirán de mí” y lo único que le interesa es recibir honor del cie-
lo, entonces el honor de Dios verdaderamente lo perseguirá y será
honrado en este mundo y en el venidero.

Ocurrió que el hijo de Rabí Yeoshúa Ben Levy murió y después revi-
vió (esa condición es hoy conocida como “muerte clínica”). Cuando
mejoró, su padre le preguntó qué había visto. Él le respondió: “Vi un
mundo al revés. Los que son honrados aquí son despreciados allá y
los despreciados aquí (los religiosos) son muy honrados allá. Es por

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LIBRO

BAMIDBAR
eso que era un mundo al revés”. Le dijo su padre: “No viste un mun-
do al revés. Viste el mundo de la verdad. El nuestro es el mundo al
revés, ya que la gente persigue el honor falso y desprecia el honor
verdadero” (Pesajim 50a).

Que sea la voluntad de Dios que siempre persigamos Su honor para


que recibamos el honor de este mundo y en especial el del Mundo
Eterno. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat SHLAJ LEJÁ

BENDECIDOS POR DIOS

E n nuestra Parashá se habla de los espías que trajeron consigo


frutos de la Tierra de Israel. Esos frutos eran tan grandes que
para levantar un racimo de uvas necesitaban dos personas. Expli-
can los Midrashim que así ocurría con los demás frutos (granadas,
higos, dátiles, etc.) con que fue bendecida la Tierra de Israel y que
trajeron con ellos.

Si todo esto era así, ¿por qué hoy no lo es?

La respuesta está en el Zohar (Parashat Vayerá 97b). Dice que la ca-


lidad de los frutos depende de las bendiciones y de cuánto rece la
persona por ellos.

También el Zohar dice que en la creación todo estaba listo menos


algo: faltaban las frutas en el paraíso, en Gan Eden, hasta que llegó
Adam y rezó por ellas. Está dicho en Shir Hashirim (Cantar de los
Cantares): Hanitzanim Nirhú Baaretz, Et Hazamir Iguía Becol Ha-
tor Nishmá Beartzenu, “Una vez que Adam rezó por los frutos, con
una buena voz, fue que salieron y se empezaron a ver”.

Pero cuando Adam y Javá cometieron el pecado, Dios maldijo a la tie-


rra. No pudieron obtenerse frutos de ella hasta que Nóaj, que era un
hombre justo y perfecto, logró que las frutas salieran de la tierra con
mejor calidad mediante el rezo. Las personas empezaron a plantar
una semilla y los frutos les duraban muchos años, por la abundancia
tan grande que hubo. Pero Nóaj, al final, lo estropeó todo al embria-
garse con vino y terminó siendo no tan justo ni tan perfecto, por lo

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LIBRO

BAMIDBAR
que volvió a caer la maldición sobre la tierra. Cuando llegó Abraham
Abinu y estableció las bendiciones de los alimentos, atendía gratuita-
mente a toda persona que venía a comer y le enseñaba a agradecer a
Dios por la comida que le daba, empezaron de nuevo las bendiciones
en las frutas y llegó a haber muchísima abundancia.

Por eso los espías encontraron esas frutas tan grandes en Israel, ya
que había mucha bendición. Ésta duró hasta la época de la Gue-
mará, cuando los sabios atestiguaron sobre los frutos y con base en
ellos pudo saberse cómo eran. Por ejemplo, nosotros encontramos
leyes referentes a la medida de volumen Cazait, “aceituna”, que es de
aproximadamente 28 gramos. Un huevo pesaba 56 gramos; de cada
árbol se obtenían frutos suficientes para cargar dos mulas, es decir,
32 seá (250 kilogramos, aproximadamente). Suena exagerado, pero
es el testimonio de los más grandes Tzadikim, justos, de todos los
tiempos, como Rabí Shimón Bar Yojai, Rabí Meir Baal Hanés, Rabí
Akivá, etc. Además, está escrito en el tratado de Taanit (23a) que en
los días de Rabí Shimón Ben Shetaj (durante el Segundo Templo)
había tanta abundancia en Eretz Israel que cada grano de trigo y de
cebada que crecía en ella eran del tamaño de una aceituna. Nuestros
sabios registraron esto para enseñarnos cuánta abundancia se pue-
de obtener si rezamos a Dios por ella. Pero, si no, entonces nuestros
pecados causarán que esa abundancia se vaya (Yirmiyahu 5:25).

En el Talmud (Sotá 48a) dice que Rabí Yehoshúa atestiguó que cuan-
do se destruyó el Templo se eliminó el sabor de las frutas. Y agrega
la toseftá (Maaser Shení, Perek 5) que cuando dejaron de cuidar la
pureza fue eliminado el olor de las frutas, y que cuando dejaron de
cumplir con el diezmo sobre sus ganancias se eliminó el contenido
(las vitaminas, el tamaño) a los granos y a las frutas.

En el tratado de Berajot se explica que hubo otro factor que dañó


más a las cosechas: las bendiciones no pronunciadas.

336
LIBRO

BAMIDBAR
Todo el que come sin decir la bendición correspondiente a ese ali-
mento es como si estuviera robando a Dios y al Am Israel. A Dios
se entiende, ya que Él es el dueño del mundo y si comemos algo
que no nos pertenece y sin pedir permiso a su dueño, estaríamos
robándolo. Pero al Am Israel, ¿por qué? La respuesta es que, si no
bendecimos las frutas, estamos quitando a los demás el disfrute del
tamaño, el sabor y sus vitaminas.

Pero cuando bendecimos nos estamos asemejando a Adam cuando


rezó a Dios por el florecimiento de las frutas o como a Abraham
Abinu que, gracias a que enseñó a todos a agradecer a Dios por sus
alimentos, éstos fueron bendecidos. Por medio de nuestras bendi-
ciones estamos mejorando y aumentando el tamaño, la calidad y el
sabor de todos los vegetales, hortalizas y frutas del mundo.

¿Cuánto tiempo nos toma decir una bendición? Máximo 10 segun-


dos. ¿Y qué hicimos? Agradecimos a Dios por lo bueno que nos dio,
por la fuerza que nos dio para comer, para probar, disfrutar y des-
echar. Cuando vamos a un restaurante, cada vez que el mesero trae
algo, sea el menú, las ensaladas, bebidas, comida, postre, la cuenta,
le agradecemos y al final incluso le dejamos una propina. ¿Acaso
Dios no se merece por lo menos un “gracias”, una pequeña bendi-
ción, por lo menos, después de que comimos, bebimos y nos sacia-
mos? ¿Es tan difícil?

En el Judaísmo, hay mitzvot más fáciles de cumplir que otras. Para


las más difíciles, podemos encontrar excusas para no cumplirlas.
Por ejemplo, “No pude ese día”, “Me fue muy difícil”, etc. Pero para
las fáciles, ¿qué vamos a decir?

Esto se parece al rey que envía a sus dos esclavos a una misión. Uno
debe traerle un kilo de arena y el otro un kilo de oro, a más tardar
en una hora. Cuando termina el plazo llegan los dos con las manos

337
LIBRO

BAMIDBAR
vacías, ¿Con quién se molestará más el rey? Lógicamente que con el
que no trajo el kilo de arena, ya que está consciente de que el oro es
un metal muy difícil de encontrar, y mucho más en una hora, pero
un kilo de arena se encuentra en cualquier lugar.

Pronunciar las bendiciones sobre los alimentos es algo muy fácil de


cumplir. Debemos esforzarnos en no llevar ningún alimento a la
boca sin antes bendecir por ella, tanto al principio como al final. Así
lograremos que esa misma comida que entra a nuestro cuerpo esté
bendecida, que nos alimente y nos cure internamente.

¡Qué bueno es agradecer a Dios por toda la comida que nos da!
Así podemos también garantizar que Dios obtenga más disfrute
en darnos y, por ende, nos bendiga a su vez. Cuando decimos a al-
guien “Que te aproveche” y él nos contesta: “Que te aproveche a ti
también” equivale a decirle Shalom Alejem y que él nos responda
Alejem Shalom. Dios nos bendice a cuando nosotros lo bendeci-
mos a Él.

¿Qué más necesita el hombre?

Que sea la voluntad de Dios que bendigamos y que seamos bende-


cidos por Él mediante nuestra boca. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat KÓRAJ

EL DISFRAZ

T odo el mundo tiene un Yetzer Hará (instinto del mal) que lo


desvía y lo hace pecar. ¿Cómo el Yetzer Hará convence a los
religiosos, si ya saben lo que está prohibido?

En esta Parashá vemos que 250 hombres justos se unieron a Kóraj,


quien era uno de los encargados de llevar el Arca Sagrada, para rebe-
larse contra Moshé y Aharón. Miriam Hanebiá se equivocó y habló
mal de su hermano Moshé. Hace dos parashiot vimos cómo diez de
los doce príncipes de cada tribu hablaron mal de la Tierra de Israel.
¿Cómo el Yetzer Hará los convenció para cometer esos pecados?

En el rezo de Arvit decimos: Vehaser Hastán Milefanenu Umeajore-


nu, “Aparta el mal que nos ataca por delante y el que nos ataca por
la espalda”. ¿Qué tipo de Yetzer Hará es el que ataca por delante y
cuál es el ataca por la espalda?

Explican nuestros Sabios que hay un Yetzer Hará que a veces nos
ataca por delante y no nos deja cumplir nuestras mitzvot, y hay otro
que nos empuja a realizarlas. Es decir, a veces nos empuja a cometer
graves pecados, pero trata de convencernos de que son mitzvot al
disfrazarlos como algo positivo y productivo.

Miriam cayó ante este último cuando escuchó que Moshé se había
separado de su esposa, Tziporá. Intentó unirlos de nuevo, en paz,
y por eso empezó a hablar con Aharón cosas malas de Moshé, sin
pensar que eso constituía un pecado.

339
LIBRO

BAMIDBAR
También los espías sucumbieron. Generalmente se les acusa de ser
los causantes de las tragedias de los 9 de Av y de los cuarenta años
en el desierto, pero aquí presentaremos la otra cara de la moneda.

Ellos pensaron que era mitzvá decir lo que habían visto en Israel.
Es decir, antes de que los príncipes de las tribus salieran para espiar
la Tierra de Israel, todos habían escuchado una profecía de Eldad
y Medad, quienes habían dicho que Moshé moriría sin entrar a la
Tierra Prometida. De tal modo, pensaron que si hablaban mal de
la Tierra de Israel Dios iba a castigarlos en el desierto durante cua-
renta años y que ese tiempo sería mejor aprovechado para seguir
estudiando Torá por boca de Moshé y seguir elevándose espiritual-
mente, lo cual era muy atractivo y positivo. Finalmente, decidieron
hablar mal de Israel sin pensar que eso era un gran pecado.

Exactamente igual es el Yetzer Hará que convence a veces a los mis-


mos religiosos para cometer graves errores, porque no los ataca de
frente sino que disfraza todo como si fuera mitzvá.

Esto ocurrió exactamente a Kóraj en nuestra Parashá; él vio que la


causa del pecado del becerro de oro fue que el pueblo se había acos-
tumbrado a su líder, pues cuando Moshé subió al Sinaí por cuarenta
días el pueblo no tuvo dirección y, por tanto, pecó. Kóraj empezó
a preguntarse qué sería del pueblo cuando se cumpliera la profecía
de Eldad y Medad, y no hubiera un líder que tomara las riendas. De
seguro que todos pecarían. Por eso él pidió que Moshé y Aharón
renunciaran a sus cargos, ya que el beneficio que iba a obtenerse
al final sería mayor, pues cada uno del pueblo se convertiría en un
hombre justo y se dejaría conducir directamente por Dios. Ki Kol
Haedá Kulam Kedoshim Ubetojam Hashem Umadua Titnaseú Al
Kehal Hashem, “Porque todos en la congregación son santos y Dios
está dentro de ellos. ¿Por qué ustedes [Moshé y Aharón] se alzan?”
(Bamidbar 16:3).

340
LIBRO

BAMIDBAR
Así, pensando que lo que estaba haciendo era una mitzvá, provo-
có la revolución más grande que hubo contra Moshé. También eso
ocurrió a los 250 hombres justos que pidieron la renuncia de Aha-
rón. Cada uno de ellos quería ser el siguiente Cohén Gadol y no
pensaron que estaba mal querer serlo, sino que Dios iba a alegrarse
al ver que querían estar muy cerca de Él espiritualmente. Pero tam-
poco pensaron que si pedían eso estarían culpando indirectamente
a Moshé de mentiroso, ya que estarían diciendo, en otras palabras,
que Moshé era quien decidía y no Dios, porque según ellos sólo sus
familiares cercanos ocupaban los cargos más importantes y no los
que quería Dios.

Esto evidencia que los justos pecan sólo porque el Yetzer Hará los en-
gaña, haciéndolos pensar que es una mitzvá lo que están haciendo.

A veces veo personas que hablan en la sinagoga, bien sea durante la


lectura de la Torá o en la Jazará o en el Kadish. Cierto, hablan pa-
labras de Torá y eso es una mitzvá, pero continúan haciéndolo sin
pensar que están hablando durante el rezo y que están influyendo
en los demás para que también lo hagan, y de esa manera molestan
a los que realmente fueron a rezar.

También ocurre que, cuando un rabino está hablado en público,


uno de los asistentes se pone a leer Tehilim y piensa que está cum-
pliendo dos mitzvot simultáneamente. No se da cuenta de que ese
es el mayor desprecio que puede hacerse a alguien que está hablan-
do, y más si es un Talmid Jajam. A estas personas se les dedicó un
versículo del Tanaj: Mesir Oznó Mishmoa Torá Gam Tefilató Toebá,
“El que aparta sus oídos de escuchar Torá, su rezo es abominado”
(Mishlé 28:9).

Asimismo ocurre a veces que alguien lleva un alimento a su boca sin


antes pronunciar la bendición respectiva. Quien lo observe piensa:

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LIBRO

BAMIDBAR
“Tengo la oportunidad de cumplir la mitzvá de reprochar los erro-
res del prójimo” (Ojiaj Tojiaj Et Amiteja, Vayikrá 19:17). En conse-
cuencia, le dice delante de los demás que antes de comer hay que
bendecir las comidas. ¡Bien! Sin embargo, olvidó que es un gran
pecado avergonzar al prójimo en público.

En el Tanaj encontramos un ejemplo, muy conocido, que demuestra


nuevamente la estrategia usada por el Yetzer Hará la mayoría de las
veces. Elkaná tenía dos esposas, Pniná y Janá. Pniná era una mujer
muy fértil; ya tenía catorce hijos. Pero Janá no tenía uno solo. Aun-
que Pniná era una mujer muy buena y santa, empezó un día a mo-
lestar a Janá diciéndole: “¿Por qué no traes hijos al mundo?”. Janá
se puso a llorar. Todos los días a partir de ése, Pniná molestaba a
Janá y la hacía sufrir. La pregunta que nos hacemos es: si Pniná era
tan buena, ¿cómo es posible que causara tanto daño y sufrimiento a
Janá? La respuesta es que el Yetzer Hará atacó a Pniná con el mismo
disfraz de mitzvá. Pniná sabía que los rezos que se hacen con lágri-
mas inmediatamente son recibidos en los cielos y por eso provocaba
que Janá llorara, para que Dios la escuchara y le ayudara a concebir
hijos. Sin embargo, nunca se dio cuenta de que causar sufrimiento
a los demás es reprobable.

De ahí que nosotros debamos siempre investigar y verificar bien si


las mitzvot que hacemos realmente lo son, porque un pecado dis-
frazado de mitzvá es peor que un pecado evidente. De un pecado
de cuya gravedad estemos conscientes podemos arrepentirnos in-
mediatamente y hacer teshuvá, pero del pecado que está disfrazado
de mitzvá jamás nos enteraremos, porque pensamos que hicimos
algo bueno.

Que sea la voluntad de Dios socorrernos para vencer los ataques del
Yetzer Hará y que sepamos diferenciar entre los pecados disfraza-
dos y los que no lo están. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat KÓRAJ

LAS GUÍAS DEL AM ISRAEL

L as mujeres tienen inmensa importancia en el Am Israel. Todo


hogar judío depende de ellas; sobre sus hombros descansa el fu-
turo de sus familias. Dijo el Rey Shelomó: Jojmat Nashim Bantá Beitá
Veivelet Beyadá Teharsenu, “La sabiduría de las mujeres construye el
hogar, pero la ingenua con sus manos lo destruirá” (Mishlé 14:1).

En nuestra Parashá, uno de sus protagonistas se rebeló contra Mos-


hé Rabenu e indirectamente contra Dios, y el otro se salvó del trági-
co final de aquellos que se rebelaron contra Moshé y Dios, gracias a
su mujer.

El Midrash nos relata que, el día de la inauguración del santuario,


Kóraj volvió a su casa y su esposa no lo reconoció: Moshé había or-
denado a todos los levitas que se afeitaran todo el cuerpo porque
era el primer día de servicio a Dios y había que purificarse por com-
pleto. En ese momento su mujer empezó a convencerlo de que se re-
belara contra Moshé. Luego él logró que 250 hombres se le unieran
en la rebelión.

Uno de los tres líderes de ese grupo era On Ben Pelet, quien tam-
bién se dejó influenciar por su esposa. Pero la esposa de On Ben
Pelet y la de Kóraj eran muy distintas; la primera influía en él para
bien, para que se alejara de las discusiones y, sobre todo, que no se
rebelara contra Moshé. Le decía: “¿Qué importa que Moshé o Kóraj
sean el líder? ¿En qué te afecta, si lo principal es servir a Dios?”. On
Ben Pelet escuchó estas palabras y dijo: “¿Qué puedo hacer? Pronto
vendrán a buscarme para ir a la rebelión”. La esposa le dijo que no

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LIBRO

BAMIDBAR
se preocupara y le hizo beber vino hasta que lo emborrachó y lo lle-
vó a dormir. Cuando los rebeldes vinieron a buscarlo, ella empezó
a peinarse en la entrada de su carpa. Puesto que ese acto constituía
una falta grave de recato para una mujer, esos hombres, que respe-
taban el recato, decidieron mejor alejarse. Así consiguió ella así que
dejaran a su esposo.

Al final, Kóraj y todos sus seguidores y sus mujeres murieron. On


Ben Pelet y su familia se salvaron. Sobre estas dos mujeres dijo el
Rey Shelomó el versículo: Jojmat Nashim Bantá Beitá Veivelet Be-
yadá Teharsenu, “La sabiduría de las mujeres [la esposa de On Ben
Pelet] construye el hogar, pero el pecado en sus manos [la esposa de
Kóraj] lo destruirá”.

En el Midrash Hagadá se relata que en el momento en que empezó


la tierra a abrirse para tragar a Kóraj y a sus seguidores, el suelo de-
bajo de la cama de On empezó a temblar, hasta que su esposa rezó
a Dios para que lo perdonara, pues había hecho teshuvá, se había
arrepentido de lo ocurrido, y además había jurado que nunca más
se rebelaría contra Moshé. Entonces la tierra dejó de temblar. Ante
eso, ella pidió a su esposo que fuera con Moshé para pedirle perdón
y On se negó; dijo que no saldría de su carpa jamás, por la vergüen-
za que sentía. Por tanto, su esposa fue a rogar a Moshé que lo per-
donara. Moshé preguntó quién era esa mujer y, cuando le dijeron
que era la esposa de On ben Pelet, se levantó y fue a la carpa a decir
a On que saliera de ella, ya que había sido perdonado por Dios. On
salió y Moshé lo abrazó.

¡Qué gran suerte tuvo On Ben Pelet de contar con una mujer tan sa-
bia! Supo salvar a su marido del pecado y además rezó por él para
salvarlo de la perdición. Incluso logró llevar a Moshé, el máximo
líder de Am Israel, hasta la puerta de su casa para que honrara a su
marido.

344
LIBRO

BAMIDBAR
Por otro lado, la esposa de Kóraj aconsejó mal a su marido y le pro-
vocó caer, junto con ella, hasta las profundidades de la tierra.

La fuerza de las mujeres es tan grande que cuando Dios iba a entre-
gar la Torá al Am Israel envió a Moshé Rabenu a preguntar al pue-
blo si quería recibirla, pero le ordenó que empezara por las mujeres.
Explica el Midrash Rabá (28:2) que el motivo de esto fue que Adam
pecó porque no exigió también a Javá que no comiera del árbol del
conocimiento.

Por eso, en esta segunda oportunidad, Dios optó por preguntar a las
mujeres primero. Si ellas no hubiesen querido aceptar la Torá, Dios
no la habría ofrecido a los hombres.

En un matrimonio en que la mujer quiere Torá y el marido no, hay


muchas posibilidades de que ella convenza al marido. Pero si el ma-
rido quiere Torá y la mujer no, es muy difícil que el hombre soporte
solo la responsabilidad de las mitzvot.

La mujer tiene un poder de convencimiento tan fuerte que dicen en


Israel: “Si tu esposa te dice ‘Lánzate por el balcón’, reza a Dios para
que por lo menos sea de un primer piso”.

La Torá dijo: Lo Tob Heyot HaAdam Lebadó Eesé Lo Ezer Kenegdó,


“No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda en su con-
tra” (Bereshit 2:18). ¿Qué significa “ayuda en su contra”? Aparente-
mente es una contradicción. Sobre esto, la Guemará respondió: “Si
el hombre tuvo suerte, la mujer es su ayuda para acercarse a Dios,
para ser un hombre ejemplar, ser temeroso de Dios, ser correcto en
la vida. Pero si no, la mujer puede estar en su contra y no dejarlo ser-
vir a Dios”. Por eso, si nuestra mujer nos fastidia diciéndonos: “Vete
a rezar, corre a estudiar Torá”, etc., ¡alegrémonos! Hemos recibido
un regalo muy especial de los cielos.

345
LIBRO

BAMIDBAR
También la Guemará nos habla de dos mujeres: la esposa de Rabí
Akivá, Rajel, y la esposa de Rabí Eliezer Ben Araj.

Rajel se casó con un pastor de ovejas, ignorante de la Torá, analfa-


beta, que odiaba a los rabinos y que incluso decía, antes de hacer
teshuvá, que si veía a un rabino era capaz de morderlo con todas
sus fuerzas. Pero hizo de él un gran sabio que tuvo veinticuatro mil
alumnos y fue uno de los rabinos más grandes en la Torá oral: Rabí
Akivá. Nos relata la Guemará que cuando él volvió a su ciudad con
todos sus alumnos, salieron todos los habitantes de la ciudad a re-
cibirlos. Rajel también salió a recibir a su esposo y se prosternó a
sus pies. Cuando los alumnos la vieron, quisieron apartarla de Rabí
Akivá, pero él con un ademán los detuvo, la ayudó a levantarse y les
dijo: “Lo que yo soy y lo que ustedes son se lo debemos a ella”.

Rabí Eliezer Ben Araj fue comparado en el Pirké Avot con un ma-
nantial incesante de sabiduría. Rabí Yojanán Ben Zakay dijo que si
en un plato de la balanza pusieran a todos los rabinos de Israel y en
el otro sólo a Rabí Eliezer Ben Araj, pesaría más él, por la grandeza
que tenía. Desafortunadamente, explica el Yalkut Kohelet, una vez
su esposa le exigió que la llevara a un lugar lejano, donde había ríos
y manantiales. Para convencerlo, ella le decía: “En caso de que los
rabinos te necesiten, irán a buscarte”. Antes las negativas de Rabí
Eliezer, ella se marchó y él no tuvo otra opción que seguirla. Pasa-
ron muchos años; su esposa no lo dejaba volver y ningún rabino
fue a visitarlo. Entonces él decidió ir a visitarlos. Cuando llegó a la
ciudad, todos se dieron cuenta de que ya ni siquiera sabía leer bien.
Toda su sabiduría se había ido.

Verdaderamente, Dios otorgó un poder de convencimiento muy


grande a la mujer. Pero ella tiene que escoger hacia dónde dirigirlo
para guiar a su esposo y elevar la espiritualidad de su casa y de sus
hijos, no al contrario (Dios nos libre).

346
LIBRO

BAMIDBAR
Dios pregunta a las almas, después de haber estado en este mundo
120 años, si estudiaron Torá y cumplieron sus mitzvot. Si así fue,
entonces les da su Olam Habá respectivo. Pero a las mujeres les pre-
gunta: “¿Mandaste a tu esposo y a tus hijos a estudiar Torá a la sina-
goga?”. Si lo hizo, entonces todo el éxito que tuvo su esposo y sus
hijos en el cumplimiento de las mitzvot y el estudio de la Torá le es
acreditado para su Olam Habá.

Que sea la voluntad de Dios que las mujeres entiendan esto y apro-
vechen su fuerza de convencimiento para mejorar la calidad espi-
ritual del Am Israel, y que sigan siendo no sólo la imagen de Am
Israel sino también su grandeza espiritual, pues todas las generacio-
nes futuras dependen de ellas, y por sus méritos veremos la luz, con
hijos Tzadikim, justos y correctos. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat JUKAT

APRENDIENDO DE NUESTROS PADRES

D urante los cuarenta años que el Am Israel deambuló por el de-


sierto se alimentó con maná y bebió agua del pozo de Miriam,
el cual los siguió a lo largo de la travesía. En esta Parashá se describe
lo que ocurrió con este último. En primer lugar, Miriam falleció y el
pozo dejó de dar sus aguas. Luego, Moshé pidió a Dios que las aguas
volvieran y Él le dijo que hablara a la roca, pero en vez de ello le pegó.
Al final, una vez que volvieron las aguas, el Am Israel cantó.

Cada uno de estos acontecimientos conlleva una pregunta.

1. ¿Por qué dejó de salir agua del pozo cuando Miriam falleció, si el
agua es una necesidad humana y más aún en el desierto?

2. ¿Por qué Moshé, cuando fue a sacar agua de la roca, se enfadó con
los Bené Israel y los llamó morim (“maestros”)?

3. ¿Por qué en la Torá no se escribió toda la canción entonada por


los Bené Israel sino solamente dos versículos de ella? (Si era muy
larga, como dicen nuestros comentaristas, de igual forma debió ha-
ber sido escrita.)

Todas estas preguntas tienen una sola respuesta, pero antes de en-
tender esto debemos hacer una pequeña introducción.

Siempre los jóvenes se sienten más capacitados y con más conoci-


mientos que los adultos, y ni hablar de los ancianos, a quienes con-
sideran primitivos, obsoletos e ignorantes de las cosas de la vida.

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LIBRO

BAMIDBAR
Este enfoque juvenil tiene algo de verdad, pero también conlleva un
grave error.

Debemos saber que hay dos tipos de sabidurías en el mundo. Una


es la de la Torá y la otra es la de la ciencia y la tecnología.

En cuanto a la sabiduría de la Torá, la desgracia es que, a medida que


nos alejamos más de los días en que fue entregada, cada generación
pierde más Torá y más santidad. Tanto es así que ni siquiera podemos
imaginar cómo era un rabino de hace mil años. Peor, muchos pregun-
tan quién era el Arizal, quien vivió apenas hace 450 años, o quiénes
fueron Maimónides, Rabí Akivá, los Tanaítas y los profetas; algunos
no saben quién fue el Rey David, a quien generalmente imaginan
como un joven con sandalias de cuero amarradas hasta las rodillas
que vestía una minifalda y agitaba una honda en la mano. Todos
ellos fueron hombres de elevada espiritualidad; sus conocimientos
en Torá y en misticismo eran muy avanzados y profundos. Pero basta
leer tan sólo un párrafo escritos por ellos para corroborar cuánta sa-
biduría poseían. La persona común y corriente lee un capítulo de sus
libros y no entiende nada. Entender un tema de la Guemará le cuesta
muchísimo, algo que para ellos era muy sencillo. Y no hablemos de
los libros de Cábala, que son más profundos aún.

Sin embargo, en cuestiones mundanas como ciencia, medicina o


Hi-Tech avanzamos de forma impresionante. Cuando aún no termi-
namos de entender cómo funciona un aparato ya salió otro más so-
fisticado que el primero. Los médicos de antes son como zapateros
al lado de los actuales, que disponen de tantos avances en cirugía,
técnicas, medicinas, etc.

Tal es la razón de que a los jóvenes les parezca estar más adelanta-
dos que sus padres y abuelos, quienes ni siquiera saben encender
una computadora.

349
LIBRO

BAMIDBAR
Debido a ese mismo enfoque de la vida, los Bené Israel se equivoca-
ron. Ya habían pasado cuarenta años en el desierto y casi todos los
que salieron de Egipto ya habían muerto; sólo quedaban unos cuan-
tos ancianos. Y Miriam era una anciana muy buena y justa, por cuyo
mérito bebieron agua los judíos en el desierto. En nuestra Parashá se
relata su fallecimiento: Vatamot Sham Miriam Vatikaber Sham, “Y
murió Miriam y en ese mismo sitio fue enterrada” (Bamidbar 20:1).
Esto implica que luego de morir y ser enterrada, nadie lloró, nadie
sufrió, nadie le dijo unas palabras de despedida. ¿Por qué? Porque
los jóvenes pensaron: “Murió otra anciana más. ¿Qué sabía ella de
la vida?”. Por esa razón Dios inmediatamente interrumpió el sumi-
nistro de agua, para que los jóvenes supieran que ninguno de ellos
tenía el suficiente mérito como para que Dios se las proporcionara,
y para que entendieran que esa anciana valía mucho más que todos
ellos juntos.

Pero los jóvenes no quisieron entenderlo así y fueron con Moshé a


quejarse por la falta de agua. Entonces Dios dijo a Moshé que habla-
ra a la roca. Sin embargo, éste se enfureció con ellos por no haber
honrado a los ancianos y los llamó morim.

En este punto es necesario hacer una aclaración: en hebreo morim


significa “maestros”, pero Moshé no utilizó esta palabra para reco-
nocer alguna superioridad intelectual de quienes le reclamaban.
Debemos leer entre líneas para entender que, en este caso, era una
ironía, porque el pueblo ignorante pretendía ser maestro de Moshé.
Aún más, en otros idiomas este término hebreo puede ser traducido
como “ingenuos”, lo cual es una velada referencia a la “sabiduría”
extranjera, mundana, material. En otras palabras, les dijo: “Quizá
ustedes tengan muchos conocimientos, pero en Torá son unos ton-
tos, porque desprecian a los ancianos. Piensan que ellos no valen y,
en verdad, es lo contrario, pues la sabiduría espiritual es muy supe-
rior a la material”.

350
LIBRO

BAMIDBAR
De aquí podemos deducir un impresionante mensaje para las gene-
raciones actuales: sin los valores judíos de nuestros antepasados, sin
las enseñanzas llenas de moral y ética de nuestros padres, ¿de qué
nos sirve tanta tecnología?

Pero los jóvenes que reclamaban a Moshé no entendieron el mensa-


je y por eso él se enfureció y golpeó la roca. Cuando empezó a salir
agua de ella, los jóvenes empezaron a cantar, pero Dios no recibió
su canción. ¿Por qué?

Recordemos que la canción entonada por los padres de esos jóve-


nes, al salir de Egipto, cuando se dividió el Mar Rojo, dice: Az Yas-
hir Moshé UBené Israel, “Entonces cantaron Moshé y los hijos de
Israel” (Shemot 15:1). Es decir, primero cantó Moshé (el anciano) y
después lo acompañaron los demás.

Pero respecto a la canción que entonaron los jóvenes está escrito:


Az Yashir Bené Israel, “Entonces cantó Israel” (Bamidbar 21:17). En
este caso no honraron al anciano, a Moshé, ya que pensaron que no
lo necesitaban para cantar a Dios. Sin embargo, Dios no aceptó su
cántico y, por tanto, no fue registrado en la Torá completo; al citar
sólo dos versículos se nos enseña que cantaron muy bonito, pero
con desprecio por los padres y los ancianos. ¿Es esa una canción
agradable para Dios?

Valorar y apreciar a nuestros padres, abuelos y ancianos es recono-


cer que ellos poseen cualidades que nosotros no tenemos. Aprender
de ellos es, por tanto, aceptar que son sabios y nosotros no. Este es
el concepto básico de honrar al padre y a la madre que nos exige la
Torá. Honrarlos significa adquirir de ellos sus caminos, su forma de
pensar, su calidad de vida, no únicamente porque nos trajeron al
mundo. Inclinarnos ante ellos, pedirles consejo y guía, incluso ben-
diciones, nos permite crecer en la vida.

351
LIBRO

BAMIDBAR
De ahí proviene la costumbre diaria de que los padres cubran a sus
hijos con sus talitot (el atuendo de cuatro esquinas) en el momento
en que los Cohanim bendicen al pueblo en las sinagogas; así como
todos los Shabatot, antes o después del kidush, los hijos e hijas van
a besar la mano a sus padres y reciben sus bendiciones: Yesimej
Elokim KeEfraim UkeMenashé, para los varones; y Yesimej Elokim
KeSará Rivká Rajel VeLeá, para las mujeres (Bereshit 28:20).

Por lo menos una vez al mes, cada padre de familia debe subir a leer
la Torá. La costumbre es que los hijos se pongan de pie mientras el
padre está leyendo la Torá y, al concluir, vayan a besar su mano y a
recibir su bendición.

Una vez al año, en Pesaj, los hijos se sientan con los padres para ha-
cerles las preguntas relativas a la Pascua y ellos les dan las respuestas.

Todos los días, cada semana, cada mes, cada año, los hijos deben
honrar a sus padres y demostrarles cuán importantes, santos y espe-
ciales son para ellos.

Antes de terminar quiero contarles una historia. Una vez cierto ra-
bino viajó en avión a Israel con su hijo, ya adulto. En el mismo
vuelo iba un filósofo, también acompañado de su hijo. Al aterrizar
la aeronave, el filósofo se acercó al rabino y le dijo: “¿Podría hacerle
una pregunta? Es algo que está molestándome mucho”. Intrigado, el
rabino respondió que lo haría con gusto. Entonces el filósofo habló:
“Durante todo el vuelo estuve preguntando a mi hijo si ya había
comido, si ya había bebido algo, si tenía frío, si necesitaba una al-
mohada. Pero en su caso fue al revés; su hijo era quien preguntaba
a usted todo eso. ¿Por qué?”.

El rabino sonrió ampliamente y respondió: “Ustedes, los gentiles y


no religiosos, opinan que los seres humanos provenimos del mono

352
LIBRO

BAMIDBAR
y que la evolución nos mejora. De acuerdo con ello, a medida que
las generaciones se suceden, son mejores. Es decir, su hijo es mejor
que usted porque es más evolucionado. Usted es más mono, con el
sentido de primitivo, que él, porque usted está más cercano de él.
Sin embargo, para nosotros ocurre al contrario: mientras más cerca
a la entrega de la Torá estamos, somos más especiales. Mientras más
nos alejamos de esa fecha, más ignorantes nos volvemos. Por eso yo
soy más importante que mi hijo, porque él está más lejos de la en-
trega de la Torá, y me honra porque yo estoy más cerca de ella”.

Honremos a nuestros padres y honremos a los que merecen ser hon-


rados.

Que sea la voluntad de Dios dar el honor merecido a nuestros pa-


dres y a nuestros ancianos para que Él les dé vida larga, a fin de que
nosotros podamos aprovechar ese tiempo para aprender muchas
cosas de ellos y recibamos sus consejos y cualidades. Amén.

353
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat BALAK

NUESTROS OJOS Y BOCA

H ay dos armas muy fuertes y peligrosas: la maldición que sale


por la boca y el mal de ojo. No son fábulas ni cuentos de ni-
ños. Pero el verdadero problema no es si existen, sino cómo salvar-
nos de ellas.

En esta Parashá se habla de Bilam, el malvado, quien utilizó estas


dos armas letales, la boca y los ojos, contra los Bené Israel. Bilam era
experto en maldecir a otros y por eso cuando Balak, rey de Moab,
tuvo miedo de los Bené Israel lo contrató para que los maldijera.
Nuestros comentaristas preguntan: ¿por qué Balak no pidió mejor
a Bilam que lo bendijera, en vez de maldecir al Pueblo de Israel?
Responden que Bilam no sabía bendecir, que su fuerza radicaba en
la maldición. De ahí que Balak le dijera: Ki Yadati Et Asher Tebarej
Meboraj VeAsher Taor Yoar, “Porque supe que lo que bendigas, ya
está bendecido y lo que maldigas será maldito”. Es decir, sus bendi-
ciones no servían de nada, porque a quienes iban dirigidas ya esta-
ban bendecidos. Sin embargo, sus maldiciones sí funcionaban.

Fue entonces que Dios cambió las palabras de Bilam para que, en
lugar de maldecirlos, bendijera a los Bené Israel. Incluso intentó
maldecirlos una segunda y hasta una tercera vez, y no pudo. Abría
la boca para maldecirlos, pero sólo salieron grandes bendiciones,
como lo atestiguó Balak.

¿Por qué Bilam no pudo maldecirlos? ¿Qué hicieron los Bené Israel
para que la maldición se transformara en bendición? Aquí revelare-
mos el secreto, para salvarnos de esas bocas que maldicen.

354
LIBRO

BAMIDBAR
Balak insistió a Bilam para que subiera a la cima de la montaña y
observara una parte de los Bené Israel, de tal forma que también
cayera el mal de ojo sobre ellos. Después, lo llevó al monte de Se-
món para que, desde allí, observara a todo el pueblo y echara sobre
ellos su mal de ojo. Pero cuando Bilam se dio cuenta de que estaba
bendiciéndolos, se esforzó más aún, porque él sabía que el mal de
ojo entra con palabras de alabanza y las bendiciones. Sin embar-
go, ningún mal de ojo los afectó. Inclusive Bilam atestiguó sobre sí
mismo: Neum Bilam Setum HaAyin, “A Bilam se le cegó un ojo”; es
decir, había quedado ciego de un ojo. Pero nuestros comentaristas
explican que lo que realmente se cegó fue su mal de ojo.

Otra vez preguntamos: ¿qué hicimos para que no nos cayera el


mal de ojo? ¿Cómo fue que Bilam no pudo maldecirnos? ¿Cuál es
el secreto para salvarse del mal de ojo? La Guemará nos dice: una
vez Rabí fue al cementerio con sus alumnos y les dijo que noventa
y nueve por ciento de los que estaban ahí enterrados habían muer-
to por mal de ojo, y que el uno por ciento había muerto natural-
mente.

La respuesta está al final de la Parashá, donde está escrito que


Bilam no pudo causar daño a los hijos de Israel porque ellos no
veían lo que pasaba en las casas de los demás. Es decir, se cuida-
ban de ver cosas indebidas, tanto así que las puertas de sus tiendas
no estaban colocadas una frente a la otra, sino que cada una esta-
ba dirigida hacia otro lado, para que no se viera nada de lo que el
otro hacía ni de lo que había dentro.

He ahí el gran secreto. Si cuidamos nuestros ojos no vemos lo que


el otro tiene, lo que pasa en su casa, etc. Nuestros ojos estarán
protegidos y ningún mal de ojo podrá dañarnos. Por eso Bilam
dijo: Ma Tobu Ohaleja Yaakov, “Qué placenteras son tus carpas,
Yaakov” (Bamidbar 24:5).

355
LIBRO

BAMIDBAR
Con base en este concepto podemos entender por qué Yosef, por
ejemplo, no fue rey de Egipto inmediatamente después de haber te-
nido dos veces el mismo sueño, a pesar de la idea de que un sueño
que se repite dos veces muy pronto se cumplirá. Los hermanos de
Yosef le hicieron mal de ojo cuando les dijo acerca de su sueño y,
en su caso, el mal sí recayó sobre él, porque siempre estaba al pen-
diente de sus hermanos para ver qué error cometían e ir a acusarlos
con su padre Yaakov. Yosef no cuidaba su mirada y, por tanto, dejó
entrar al mal de ojo en su vida. Pero ya en Egipto, había aprendido
la lección y cuidó sus ojos muy bien. Ni a la esposa de Potifar miró.
Todos los días ella trataba de seducirlo, mas Yosef miraba siempre
al suelo. Después, cuando salía en su carruaje de virrey de Egipto,
las muchachas le lanzaban joyas y él no levantaba la mirada. Ese
fue el motivo por el que en Egipto ningún mal de ojo ni envidias lo
afectaron.

Para salvarnos de esas cosas malas, lo mejor es no envidiar ni fijar-


nos en lo que tienen los demás. Si cuidamos la santidad de nuestros
ojos nos salvaremos de todo lo malo y seremos inmunes, física y
espiritualmente, a los daños que los demás puedan causarnos.

Lo mismo ocurre con nuestra boca. En el rezo decimos: Elokay Nés-


tor Leshoní Meraá Usefatai Medaber Mirmá Velamekalelai Nafshí
Tidom, “Dios, retén a mi lengua del mal y a mis labios de hablar
mentiras, y a los que me maldigan, cállalos”. Primero pedimos a
Dios que nos ayude a cuidar nuestra boca y después que la maldi-
ción del otro no nos dañe. Es simple lógica: el que cuida su boca y
su lengua se salva de la boca dañina de los demás.

Tal es la razón de que la boca de Bilam no causara ningún perjuicio


al Am Israel: en las parashiot anteriores, el Am Israel había sufrido
mucho por el pecado de hablar mal de los demás, y ahora ya había
aprendido la lección. Nada de lo que dijo Bilam les afectó en abso-

356
LIBRO

BAMIDBAR
luto, ya que “se habían vacunado” contra las maldiciones al dejar de
hablar mal de los demás.

En la Torá encontramos a dos personajes que maldijeron sin inten-


ción, Yaakov y Yehudá. Yaakov dijo a Labán que si alguien de su
familia había robado sus estatuas de idolatría moriría, pero lo que
menos imaginó es que había sido Rajel. Yehudá dijo que aquel que
tuviera la copa del Faraón moriría, pero jamás pensó que la tenía
Binyamín.

Sin embargo, Binyamín no sufrió daño alguno y Rajel murió. ¿Por


qué? ¿Cuál era la diferencia entre ambos? Rajel, unos versículos an-
tes, había dicho cosas muy desagradables acerca de su padre, Labán,
que no deben decirse de él. Así abrió su boca al mal y por ello no
pudo evitar que incluso una maldición dicha sin intención la mata-
ra. Pero Binyamín era una persona tan callada que nuestros Sabios
dicen de él que sabía que Yosef estaba vivo, pero Itzjak le prohibió
decírselo a su padre, lo cual hizo durante veintidós años. La piedra
que representaba a la tribu de Binyamín en el pectoral del Cohén
Gadol se llamaba YashFé, que significa Yesh Pe, “Hay boca”. Es de-
cir, los de esa tribu eran tan cuidadosos con su propia boca que nin-
guna otra podía dañarlos.

Con todo, no son los ojos ni la boca de los demás los que nos dañan,
sino nosotros mismos. En vez de comprar amuletos, como Jamza,
peces, ojos de color celeste, etc., debemos empezar por corregirnos
a nosotros. Otros podrán abrirnos sus ojos como búhos o sus bocas
como cobras, pero si los nuestros están cerrados, en orden, no tene-
mos de qué temer.

Tal vez por ello siempre nuestra boca y nuestros ojos están mojados,
porque el agua es señal de pureza. De ahí que hagamos el Netilat
Yadaim, en la Mikveé, etc. Los ojos siempre tienen lágrimas para

357
LIBRO

BAMIDBAR
recordarnos que debemos mantenerlos limpios de cosas prohibidas
y la boca siempre tiene saliva por la misma razón. Si logramos cui-
darnos evitaremos que alguna impureza nos dañe.

Que sea la voluntad de Dios que nos salve del mal de ojo y de hablar
mal de los demás, así como de todo lo negativo, a fin de mandarnos
siempre lo mejor. Amén.

358
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat BALAK

AGRADECIENDO

H ay tres tipos de agradecimiento a Dios: uno, por lo bueno que


nos han tocado en la vida; dos, por lo malo que nos ha ocu-
rrido; y tres, por lo bueno que está pasando, aunque ni siquiera nos
hayamos enterado. Aquí nos enfocaremos en el tercero.

El Ry David dijo: Halelu Et Hashem Kol Goyim Shabejúhu Kol Hau-


mim Ki Gabar Alenu Jasdó, “Alaben a Dios todos los gentiles, ad-
mírenlo todas las naciones, porque mucha es su bondad con noso-
tros” (Tehilim 117:1, 117:2). La pregunta es: si Dios hizo bondades
con nosotros, ¿por qué David Hamelej se refirió a los gentiles? ¿Ellos
tienen que agradecer a Dios por las bondades que hace con noso-
tros? Somos nosotros quienes debemos agradecer, no ellos.

La respuesta es que hay milagros que Dios nos hace y nosotros no


nos enteramos, pero los gentiles sí. Mientras ellos se preparan para
atacarnos, Dios arruina sus planes sin que nosotros lo sepamos.
Muchos atentados han sido frustrados milagrosamente, por mano
de Dios, pero no lo hemos visto. De los que sí nos hemos enterado
dudamos cómo fallaron inexplicablemente y nos preguntamos si
fue un milagro. Por eso el Rey David dijo a los gentiles: “Alaben a
Dios, porque ustedes saben mejor que nosotros cuántas bondades
hace Él con su pueblo elegido diariamente”.

En nuestra Parashá tenemos un ejemplo palpable de cómo Dios


cambió la maldición, la brujería y el mal de ojo de Bilam en ben-
diciones sin que el Am Israel se enterara. Cerró la boca y un ojo de
Bilam mientras que en el campamento de Israel no se supo nada

359
LIBRO

BAMIDBAR
del intento de perjudicarlos, ni tampoco que hubo un protector; sólo
hasta que fueron a los mercados de Moab se enteraron de lo ocurrido.

Cosas parecidas pasan todos los días, pero nosotros no vemos cuán-
tas bondades hace Dios con nosotros.

Ya se había decretado que Sodoma y Gomorra serían destruidas,


pero Abraham Abinu rezó y finalmente Dios accedió a anular el de-
creto si encontraba a diez hombres justos dentro de esas ciudades.
¿Acaso los habitantes esas ciudades supieron que se habían salvado
gracias a los diez hombres justos que estaban estudiando Torá? ¡Se-
guro que no! Y no sólo eso, sino que además jamás agradecieron
a Dios por haberlos salvado, ya que nunca supieron siquiera que
hubo un decreto malo y que fue anulado.

Nosotros nos salvamos todos los días debido al estudio de la Torá


en nuestra ciudad, por las bondades que hacemos, y no imagina-
mos cuánto nos queda por agradecer a Dios.

El Zohar relata que una vez iban dos rabinos caminando y a lo lejos
vieron a un pobre que se dirigía a ellos para pedirles una limosna.
Los rabinos metieron la mano en su bolsillo para buscar unas mo-
nedas y dárselas. De repente, el pobre se desvió y fue a pedir una
limosna a otro hombre que caminaba por ahí. Cuando los rabinos
vieron eso, uno preguntó al otro: “¿Por qué el pobre fue pedir ca-
ridad a ese hombre?”. El otro respondió: “Seguramente Dios hizo
eso para ayudar a ese hombre a salvarse de algo malo que estaba
por ocurrirle, ya que antes de mandar un mal decreto Dios da a la
persona una oportunidad de hacer una mitzvá, para que el decre-
to no caiga sobre él”. Los rabinos, convencidos de esto, decidieron
seguir a ese hombre, para saber de qué se había salvado. Después
de caminar detrás de él por un rato, el hombre decidió acostarse
bajo la sombra de un árbol y a poco se quedó dormido. En ese mo-

360
LIBRO

BAMIDBAR
mento y sin que lo notara, salió una serpiente que se dirigió a él
para morderlo. De repente, cerca del hombre apareció un pequeño
ratón; la serpiente se lanzó sobre él, lo mordió y lo devoró. Luego,
la serpiente se retiró, el hombre despertó, se levantó y emprendió
de nuevo su camino. Cuando los rabinos vieron eso, dijeron: “Ese
hombre jamás se enterará de la bondad tan grande que acaba de
hacerle Dios”.

A lo largo del día, muchas personas intentan atacarnos o hacernos


sufrir, y Dios los desvía. ¿Cuántas veces habrá ocurrido que vamos
caminando por la calle, un ladrón empieza a seguirnos sin que nos
demos cuenta y, de pronto, decide asaltar a otro porque le parece
que tiene mucho más dinero que nosotros? Si alguien nos pregunta
cómo estamos, diríamos que bien, tranquilos. Pero jamás imagina-
remos el favor tan grande que nos hizo Dios.

Eso decimos en el rezo: Veilu Finu Malé Shirá Kayam Uleshonenu


Riná Kahamón Galav… Ein Anu Maspikim Lehodot Lejá Hashem
Al Ajat Melef Alfé… Nisim Beniflaot SheAsita Imanu, “Si nuestras
bocas se llenaran de canciones como el mar, y nuestras lenguas de
cánticos como el romper de las olas… No nos sería suficiente el
agradecimiento hacia Ti, Dios, por uno de los miles de milagros y
maravillas que hiciste con nosotros”.

Es por eso que diariamente decimos: “Bendito Tú, Dios, que revi-
ves a los muertos”. Esta bendición está redactada en presente, no en
futuro. ¿Por qué? ¿Acaso la resurrección de los muertos no ocurrirá
en el futuro? Sucede que diariamente Dios nos salva de la muerte…
y nos da vida. No hace falta que alguien nos mate; es suficiente con
que Dios nos salve de la muerte para decir que nos revive.

Es nuestra obligación agradecer a Dios por todo, sea bueno o algo


que consideremos malo, y también por lo que desconocemos.

361
LIBRO

BAMIDBAR
Después de la Guerra del Golfo, los rabinos de Israel organizaron
una fiesta de agradecimiento a Dios por los milagros recibidos, en-
tre ellos, que treinta y nueve misiles cayeron y prácticamente no
causaron daños. En esa fiesta, Najmán Shai, portavoz del Ejército
Israelí, dirigió las siguientes palabras al público:

Ustedes agradecen a Dios por los milagros que vimos. Pero no cono-
cen todos los que ocurrieron en esas horas de angustia y preocupa-
ción. No estoy autorizado para informarles de todos, porque están
relacionados con la seguridad nacional, pero sí puedo revelarles uno.
Sadam declaró que tenía la capacidad de hacer explotar media ciudad
de Tel Aviv y nadie entendió por qué dijo eso. Pero durante su ataque,
un misil Scud cayó en la planta de gases que abastece a todo el centro
del país, que está ubicada cerca de Tel Aviv. Si ese misil hubiese explo-
tado, en verdad medio Tel Aviv habría desaparecido. Pero Dios nos
hizo un milagro: el misil cayó entre las tuberías de gas, pero no ex-
plotó. El que entiende de estas cuestiones, sabe que no hace falta que
haya fuego para provocar una explosión de gas, pues basta una sola
chispa para desatarla. Al caer ese misil, produjo muchas chispas entre
las tuberías. Pero sucedió que treinta días antes de que cayera, hubo
un desperfecto en las tuberías de gas, por lo que fueron cerradas justo
en el área en que cayó el misil, de tal manera que no había gas en ese
momento y no ocurrió el gran desastre planeado por Sadam.

¿Quién iba a saber de eso? Hay milagros de los que nos enteramos y
otros de los que no, sino hasta después de 120 años de vida.

Por eso, Dios, te agradecemos por lo bueno, por lo no tan bueno y


por todo lo bueno que todavía no recibimos de Ti. Muchas gracias
a Ti, Dios.

Y que sea Tu voluntad, Dios, que siempre te agradezcamos por todo,


en todo momento de nuestra vida. Amén.

362
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat PINJÁS

EL MÉRITO DE NUESTROS PADRES


(ZEJUT AVOT)

L a expresión “el mérito de nuestros padres” significa que, si al-


gunos de nuestros antepasados fueron personas justas, sus mé-
ritos nos benefician espiritualmente a lo largo de nuestra vida. Es
como si nos hiciéramos inmunes a las enfermedades.

La pregunta que muchos seguramente nos hacemos es: ¿es eso jus-
to? ¿Es verdad? ¿Sólo porque el padre o el abuelo de una persona fue
un hombre justo dan crédito a ella?

En apariencia, debería ser al contrario: mientras más justos hayan


sido nuestros antepasados, más obligación tenemos sus descendien-
tes de mantenernos a su nivel.

Para entender esta situación, primero debemos saber que hay dos
tipos de hijos: el biológico y el espiritual. Todo judío tiene un padre
biológico y uno espiritual, que es su maestro, su rabino, su guía. Por
ejemplo, si uno de nosotros aprendió de Abraham Abinu la impor-
tancia de hospedar a la gente en su casa o la de divulgar el Judaísmo
en el mundo, etc., es considerado hijo de Abraham Abinu. Si po-
seemos la valentía y el vigor de estar dispuestos a sacrificarnos para
santificar el nombre de Dios en el mundo somos considerados hijos
de Itzjak Abinu. Si somos sinceros, si vamos tras la verdad, somos
hijos de Yaakov Abinu. Si somos muy humildes, somos hijos de
Moshé Rabenu. Y si perseguimos y amamos la paz, se nos considera

363
LIBRO

BAMIDBAR
hijos de Aharón HaCohén, sin importar que nuestro apellido sea
Cohen o no. Obviamente, no estamos refiriéndonos entonces a los
méritos de los padres e hijos biológicos, sino espirituales.

En el libro Mijtab MiEliyahu, de Rabí Dessler (Tomo I, pág. 8), se ex-


plica que la persona creyente en Dios que de pronto es afectada en
lo económico y sus bienes empiezan a disminuir, pero no se queja
de la situación y sigue creyendo ciegamente en Dios, es considera-
da hija espiritual de Abraham Abinu. Él abandonó todo para ir a
la Tierra Prometida por orden divina, pero allá encontró hambre y
desolación, por lo cual empezó a rezar a Dios y, en sólo un día, su
situación cambió al punto de convertirse en una persona bastante
adinerada. Por mera analogía, si quien sufre una importante pérdi-
da económica reza a Dios para que lo salve por el mérito de Abra-
ham Abinu, seguramente su plegaria llegará hasta el Trono celestial.
Con base en este concepto podemos entender otro muy importante
de la Torá. Cuando la Torá nos dice: “Fulano hijo de mengano, hijo
de fulano”, tiene la intención de unir a la primera persona mencio-
nada con su padre y/o con su abuelo. Por ejemplo, en nuestra Paras-
há se menciona a Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aharón HaCohén.
Si ya sabemos que Eleazar fue hijo de Aharón, ¿por qué cada vez
que se nombra a Pinjás vuelve a decirse “hijo de Eleazar, hijo de
Aharón HaCohén”?

El Midrash responde que, como es sabido, Eleazar se casó con una


hija de Yitró y, por tanto, Pinjás era nieto de Aharón y de Yitró.
Cuando Pinjás mató a Zimrí por realizar una acción abominable
con una midianita, todos empezaron a decir que lo había hecho
por ser nieto de Yitró, un gran idólatra antes de unirse al Pueblo de
Israel, mas no dijeron que era nieto de Aharón HaCohén, quien fue
un hombre muy justo. La Torá refuta esa opinión al señalar que Pin-
jás sí era nieto de Aharón. Es decir, la discusión está en quién era el
padre espiritual de Pinjás.

364
LIBRO

BAMIDBAR
Más adelante en nuestra Parashá se narra que las hijas de Tzelofjad
se presentaron llorando ante Moshé porque querían una porción de
la Tierra de Israel, pero todos les negaban el derecho a ello. La Torá
dice de ellas: “Majla y Noa […] hijas de Tzelofjad, hijo de Jefer, hijo
de Guilad, hijo de Majir, hijo de Menashé, hijo de Yosef”, con lo que
demuestra que sus siete generaciones provienen de Yosef. ¿Qué tie-
nen en común ellas dos con Yosef? Él fue su padre espiritual, pues
aprendieron de él a amar la Tierra de Israel. Yosef se enorgullecía
diciendo que era de la tierra de los hebreos. Por eso las hijas de Tze-
lofjad tenían el mérito suficiente para pedir una porción en la Tierra
Prometida.

Por consiguiente, el mérito de los padres no implica sólo ser hijo de


fulano o mengano, sino comportarnos como uno de ellos. Yaakov
Abinu era hijo biológico y espiritual de Itzjak Abinu, a diferencia de
Esav, para quien Itzjak Abinu solamente era su padre biológico.

De aquí que la Torá escribiera al nacer Yishmael: Beshem Benó As-


her Yaldá Hagar, Yishmael, “Y el nombre de su hijo, que parió Ha-
gar, Yishmael”. Pero cuando nació Itzjak, la Torá dijo: Beshem Benó
Hanolad Lo, Itzjak, “Y el nombre de su hijo, que le nació a él, Itz-
jak”. Con esto, la Torá quiere enseñarnos que Abraham era, además
del padre biológico de Itzjak, también su padre espiritual, y por eso
éste tenía el mérito de sus antepasados. Sin embargo, Yishmael era
solamente el hijo biológico, ya que él no consideraba a Abraham
como su padre espiritual y, por tanto, no tenía ningún mérito de su
padre.

También este concepto se repite con Moshé. Cuando vio que las
hijas de Tzelofjad recibían su parte en la herencia de la Tierra Pro-
metida, les pidió que rezaran a Dios para que el siguiente líder del
pueblo fuera su hijo y que él los guiara a la Tierra Santa (Midrash
Rabá 21:14). Entonces Dios le respondió que su hijo sería el siguien-

365
LIBRO

BAMIDBAR
te líder del Am Israel, pero no el biológico, sino el verdadero, el es-
piritual, Yehoshúa Bin Nun.

También puede ocurrir que un hombre tenga hijos y alumnos, y que


los alumnos tengan Zejut Avot (“el mérito de los padres”) y los hijos
no, como Yehoshúa Bin Nun y los hijos de Moshé.

El mérito que se obtiene de los padres es espiritual y no biológico. El


mejor Zejut Avot es el que proviene de un padre biológico y espiri-
tual a la vez, como con Itzjak, Yaakov, Yosef, los hermanos de Yosef,
por ejemplo.

Por lo anterior, ¿no todo padre debería preocuparse de que su hijo


biológico fuera también su hijo espiritual? ¿Y no todos los hijos de-
beríamos procurar que nuestro padre sea nuestro rabino y guía es-
piritual aprendiendo de él Torá y buenas cualidades humanas? Este
sería el verdadero Zejut Avot.

Que sea la voluntad de Dios que tengamos hijos sabios y estudiosos


de la Torá que continúen nuestros caminos y sean nuestros hijos y
nuestros alumnos a la vez, y que por el mérito de nuestros antepa-
sados recibamos todas las bendiciones, nosotros y nuestros descen-
dientes, por siempre. Amén.

366
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat PINJÁS

EL SECRETO DEL ÉXITO DE UN LÍDER

E n esta Parashá se describen los preparativos para el cambio de


liderazgo del Pueblo de Israel. Moshé Rabenu supo que no le
sería posible entrar a Israel y pidió a Dios que escogiera al siguiente
líder, y Él eligió a Yehoshúa Bin Nun.

Moshé Rabenu era un líder celestial de gran potencial. Por eso dice
Maimónides de él: Lo Kam Beisrael KeMoshé Od, “No se levantará
en Israel otro como Moshé”. Cuando Yehoshúa tomó las riendas del
pueblo, los sabios de esa generación dijeron: Penei Moshé Kepenei
Hajamá Vepenei Yehoshúa Kepenei Halebaná, “La cara de Moshé es
como la del sol y la cara de Yehoshúa es como la de la luna”. Es de-
cir, la diferencia que había entre Moshé y Yehoshúa era como la del
sol y la luna. Sin embargo, Yehoshúa Bin Nun, quien era apenas un
rabino encargado de cincuenta personas, tuvo más éxito que Moshé
luego de que asumiera la responsabilidad del pueblo. Durante la
travesía del desierto, Moshé tuvo muchas dificultades para dirigir
al Am Israel, ya que éste se rebeló muchas veces, cayó en el pecado
del becerro de oro (algo mal visto en un líder responsable), después
con los espías, Kóraj también se rebeló en su contra, etc. Todos estos
hechos dejaron manchas en el buen liderazgo de Moshé.

Pero Yehoshúa, a pesar de su inferioridad, obtuvo mayores triunfos


que Moshé: conquistó la Tierra de Israel, la repartió equitativamen-
te entre las tribus y casi no enfrentó problemas internos durante su
mandato. ¿Cuál fue la clave del éxito de Yehoshúa?

367
LIBRO

BAMIDBAR
Antes de revelarla, debemos saber que ésta sirve también para toda
comunidad, sinagoga o rabino. La diferencia entre Moshé y Yehos-
húa no fue el tipo de líder que fue cada uno, sino el tipo de gente
que tocó a cada uno liderar. En la época de Moshé, cada miembro
del pueblo se sentía líder. Kóraj pensó que él podía ser un mejor lí-
der que Moshé. Datán y Abiram también lo pensaron. Cada uno de
los 250 seguidores de Kóraj pensaron que podían ser Cohén Gadol.
Una parte del pueblo quería volver a Egipto y los demás querían
entrar a la Tierra de Israel. Cuando en un pueblo cada uno quiere
ir por su lado, aun para un líder como Moshé Rabenu resulta muy
difícil obtener el éxito. Cuando en un barco hay muchos capitanes,
se hunde.

Sin embargo, Yehoshúa tuvo un pueblo más fácil de conducir. Eran los
hijos de los que salieron de Egipto; aprendieron la lección, cambiaron
de ideas y dejaron que Yehoshúa fuera el único líder del pueblo, para
que “el barco no se hundiera”. Así, Yehoshúa, a pesar de ser como la
luna y no como el sol, pudo dirigir al pueblo de mejor manera.

Ahora entendemos mejor lo que Moshé Rabenu pidió a Dios: que


el siguiente líder del pueblo estuviera capacitado para reunir todas
las ideas de los miembros del pueblo en él, para que todos se sien-
tan contentos. Entonces, Dios respondió a Moshé que el líder sería
Yehoshúa, quien tenía una sola idea de trabajo, lo cual haría mucho
más fácil que el pueblo se acostumbrara a él.

Bien dicen por ahí: “Cuando hay dos judíos hay tres ideas” (Midrash
Tanjumá). Cuando un líder tiene muchas ideas, a sus seguidores les
cuesta más someterse al proceso de adaptación.

Ese es el secreto del éxito de cualquier líder. El pueblo y la congre-


gación tienen que estar dispuestos a dejarse llevar por su represen-
tante.

368
LIBRO

BAMIDBAR
Cierta vez me pidieron dar unas clases en un Kolel de Israel. A las
dos semanas se me acercaron varios alumnos. Uno me dijo que la
clase era muy avanzada y que íbamos muy rápido; otro dijo que la
clase era muy lenta; otro, que el estudio era demasiado profundo;
y otro, que era muy fácil. Después de escuchar todas sus opiniones,
les dije: “Es mucho más fácil que ustedes se adapten a mi estilo que
yo me adapte a las solicitudes de cada uno. De otra manera, él éxito
será mucho menor. Es más fácil que todos se adapten a uno que uno
se adapte a todos. Nadie puede bailar al son de cada flauta”.

Así también ocurre con un Jazán que se encuentra en una sinagoga


donde el público es mitad sefardí y mitad ashkenazí, o marroquíes
y sirios, o israelíes y yemenitas. Cada uno quiere que el Jazán cante
conforme a la costumbre de cada uno, que lea la Parashá según su
lugar de origen, que lea lo que aparece en el Sidur que heredó de sus
padres. Resumiendo, esa sinagoga es un completo desorden. Pero si
tuvieran un rabino con su estilo propio y todos se acostumbraran a
él, entonces sería mucho más fácil todo.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a entender que los rabinos


son los que nos guían, que son los capitanes del barco, y que sólo
ellos lo llevarán a puerto seguro, siempre con la ayuda de Dios.
Amén.

369
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat MATOT

EL BUEN NOMBRE

E n el Pirké Avot está escrito que existen tres coronas: la de la Torá,


la de los Reyes y la del Cohén. Pero hay otra corona que está por
encima de todas las anteriores: la del buen nombre.

Pero, ¿realmente importa que los demás hablen bien de nosotros y


que nuestros actos sean bien interpretados?

Moshé Rabenu dijo a los de la tribu de Gad y Reubén, quienes que-


rían vivir fuera de Israel, al borde del río Jordán: Vehiyitem Nekiyim
MeHashem UmiIsrael, “Y permaneceréis limpios ante Dios y ante Is-
rael” (Bamidbar 31:22). Es decir, les dijo que su solicitud de ubicarse
fuera de Israel no debía ser malinterpretada como un desprecio a la
Tierra Prometida o como temor a la guerra.

En otras palabras, él resaltó que, además de importarnos la opinión


de Dios respecto a nosotros, debemos preocuparnos por la opinión de
los demás hacia nosotros. No podemos pensar que es suficiente con
que Dios sepa que nuestras intenciones son buenas, que no pecamos,
sino que debemos procurar también que nuestras intenciones sean
claras para los demás.

Ese mensaje, dirigido por Moshé a las tribus de Gad y Reubén, vale
también para todas las generaciones. Pero ellos no supieron aplicarlo.
Durante siete años pelearon por conquistar la Tierra de Israel y estu-
vieron repartiéndola durante otros siete años. Es decir, transcurrie-
ron catorce años de compañerismo y unión entre las tribus. Una vez

370
LIBRO

BAMIDBAR
culminado ese proceso, las tribus de Gad y Reubén volvieron a sus
respectivos territorios. Pero antes de irse, levantaron una estatua en
agradecimiento a Dios por todos los milagros realizados en las gue-
rras… sin informar a las demás tribus el motivo. Por tanto, cuando
éstas se enteraron de lo que Gad y Reubén habían hecho, pensaron
que estaban cometiendo idolatría y quisieron matarlos. Fue gracias al
mérito de Pinjás, quien sirvió de mediador, que se evitó una pérdida
muy grande dentro del Am Israel.

Todo esto ocurrió porque Gad y Reubén no explicaron nada; de-


cían que no les importaba lo que dijeran los demás, que lo princi-
pal era que Dios supiera que con la estatua estaban agradeciendo
sus milagros.

De esta anécdota debemos aprender que estar limpios ante Dios y


ante las personas es igual de importante, tal como lo dijo Moshé en
nuestra Parashá.

Fue muy propio de Moshé dar ese consejo, ya que él siempre se pre-
ocupó por su imagen ante Dios y ante los demás. En la Torá hay va-
rios ejemplos de su comportamiento:

1. Mientras se construía el santuario en el desierto, Moshé escuchó


que dos personas estaban comentando entre sí: “¡Qué gordo está
Moshé!”, “¿Qué se puede esperar de él? ¡Se hizo rico con los dona-
tivos para la construcción del santuario!”. En ese momento, Mos-
hé decidió escribir una relación muy detallada, en la que explicaba
cuánto había recibido, cómo lo gastó, etc. Moshé no se conformaba
con que Dios supiera que no había sustraído nada, sino que le im-
portaba que la gente también lo supiera.

2. Cuando Miriam habló mal de Moshé, contrajo lepra y él rezó por


ella para que sanara. Su rezo constaba de las siguientes palabras: El

371
LIBRO

BAMIDBAR
Na Refá Na La, “Dios, por favor, Cúrala, por favor”; fue muy corto,
ya que temía que, si rezaba mucho tiempo, con gran concentración
y devoción, para que se recuperara su hermana, la gente iba a decir:
“Cuando su hermana enferma, reza mucho; pero cuando nosotros
enfermamos, reza poco”. Es por eso que se cuidó de lo que dirían
los demás y rezó con brevedad.

3. Cuando daba ciertos veredictos en los diferentes juicios, se cuida-


ba también de lo que los demás dirían y por ello recurría a la ayuda
divina para dar el veredicto. Cuando las hijas de Tzelofjad acudie-
ron con Moshé para pedirle que les diera la parte que les correspon-
día en la Tierra de Israel, le dijeron antes que su padre estuvo entre
los que no se rebelaron con Kóraj, sino que lo había apoyado a él.
En ese momento Moshé tuvo miedo de dar el veredicto de, que en
verdad, les correspondía recibir una porción de la Tierra de Israel,
porque la gente podría interpretarlo como a favor de Tzelofjad, para
agradecer su fidelidad. Por tanto, optó porque Dios fuera el que die-
ra el veredicto a oídos de todo el pueblo, y no que él lo pronunciara,
a pesar de que ya conocía la ley.

Cuando unos acusaron ante Moshé a un hombre que había malde-


cido a Dios, y le dijeron quién era, Moshé replicó: “No sé cuál es su
castigo. Que Dios lo determine”. Ese hombre era el hijo del egipcio
que Moshé había matado. La noche anterior a su muerte a manos de
Moshé, ese mismo egipcio había estado con Shulamit Bat Dibrí y la
había embarazado, y al día siguiente había ido a matar a su esposo,
Datán, para quedarse con ella. El producto de esa unión fue el hom-
bre que maldijo a Dios. Por eso Moshé se abstuvo de determinar su
castigo y pidió a Dios que fuera Él quien lo sentenciara, para que no
dijeran que Moshé odiaba a toda esa familia.

4. Moshé siempre se preocupó por su buen nombre. Cuando Dios


le dijo que organizara la guerra contra Midián y que una vez termi-

372
LIBRO

BAMIDBAR
nada ésta se llevaría su alma, él diligentemente organizó al Pueblo
de Israel para que saliera a pelear, ya que temía que dijeran de él:
“Ahora que sabe que Dios se lo llevará, entonces va a demorarse en
empezar la guerra, de tal forma que vivirá más tiempo”.

Generalmente no damos el beneficio de la duda a los demás, y a


veces contravenimos la prohibición de hablar mal de ellos. La solu-
ción es que nosotros mismos debemos preocuparnos de estar lim-
pios ante todos.

Una vez me ocurrió que antes de empezar un shiur fui a la coci-


na a beber agua, dije la bendición correspondiente y, al salir, llevé
conmigo otro vaso. A mitad del shiur, tuve sed y bebí. De repente
oí que una persona dijo a otra: “Mira, al rabino se le olvidó decir la
bendición, la berajá”. Desde ese día, siempre informo a la gente que
ya dije berajá en la cocina. Este es un pequeño ejemplo mío; ahora,
cada uno debe buscar sus ejemplos personales.

Debemos cuidarnos siempre porque los demás pueden aprender in-


correctamente de nosotros ciertos comportamientos, al pensar que
nosotros dijimos o hicimos algo, o que nuestra intención era distin-
ta de la verdadera.

En la época del Templo, una familia de Cohanim, los Beit Garmú, se


encargaba de preparar el pan que se ofrecía en él, el pan de las caras.
Pero en su mesa nunca comieron buen pan, sino de inferior calidad,
para que los demás no pensaran que se estaban aprovechando de la
masa para el pan del Templo.

Otra familia, los Beit Abtinas, preparaban los inciensos para el Tem-
plo. Nunca los usaron en ellos; las mujeres de la familia no se per-
fumaron con los inciensos ni siquiera el día de la boda, para que
nadie dijera que estaban aprovechando su encargo.

373
LIBRO

BAMIDBAR
Maimónides establece que la persona que entraba al cuarto donde
estaba el dinero del Templo tenía que hacerlo con ropas especiales, sin
bolsillos, para que no se dijera que había tomado algo. Además, tenía
que estar hablando todo el tiempo, para que nadie dijera que se había
metido una moneda de oro en la boca (Leyes de Shekalim 2:10). Así
se preocupaban nuestros Sabios por mantener el buen nombre.

También eso nos dice la halajá: “Una persona que fue avergonzada
en público, puede no reaccionar. Pero si la avergonzaron con menti-
ras que ensucian su nombre, tiene la obligación de limpiar su repu-
tación, ya que la corona del buen nombre está por encima de todo
lo demás”.

Cierta vez el Rabino Moshé Feinstein fue invitado a desayunar a la


casa de uno de los hombres más importantes de la ciudad. Asistían
muchas otras personas importantes. En algún momento todos ob-
servaron que el rabino tomó un recipiente de leche distribuida por
una importante compañía; lo puso a un lado y se sirvió de otro en-
vase de leche, distribuida por otra empresa. Todos empezaron a mi-
rarse unos a otros preguntándose por qué el rabino no había bebido
del primer envase. Al terminar la reunión, los asistentes se dijeron
que tal vez Rabí Feinstein había descubierto algo no tan kasher en
aquella leche y, por tanto, no quiso beber de ella. Empezó a correr
el rumor de que el Rabino Moshé Fainstein no tomaba de esa leche.
Cuando la gente se enteró de esto, en todos los supermercados la
leche de esa marca se echó a perder, pues nadie la compró. Los due-
ños de la compañía preguntaron qué había sucedido con esa leche
y les respondieron que Rabí Feinstein había dicho que era terefá, no
kasher. Así, fueron indignados a ver al rabino y le preguntaron por
qué había dicho tal cosa. El Rabino les pidió que lo acompañaran
a su cocina, abrió su refrigerador y les mostró que en su casa sí se
bebía esa leche. Ante la confusión, le preguntaron qué había pasa-
do. El gigante de su generación, luego de reflexionar y hacer algunas

374
LIBRO

BAMIDBAR
investigaciones, descubrió que todo se remontaba a aquel desayuno
en el que no bebió de esa leche sino de otra. Al poco tiempo, infor-
mó lo siguiente: “Ese día, cuando me disponía a tomar de es leche,
levanté el recipiente y vi que estaba vació. Por tanto, lo regresé a su
sitio y me serví de la otra leche, que aun no se había acabado”.

La mayoría de las personas no sabemos pensar bien, correctamen-


te, sino que siempre pensamos lo peor. Por eso debemos cuidarnos
mucho y esforzarnos para que nuestros actos transparentes sigan
viéndose así, no sólo ante Dios sino también ante los demás.

Que sea la voluntad de Dios que siempre hallemos gracia ante Sus
ojos, que estemos limpios ante las personas y que nuestros actos
continúen siendo transparentes como lo han sido hasta hoy. Amén.

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LIBRO

BAMIDBAR
Parashat MATOT

LA ESTRATEGIA DE ATAQUE

N uestra Parashá trata de la época anterior a la entrada del Am


Israel a la Tierra Prometida. Las tribus de Gad y Reubén fue-
ron a decir a Moshé que por tener tanto ganado les convenía vivir
en la zona del Río Jordán, pero no dentro de la Tierra de Israel, sino
a orillas del río. Cuando Moshé escuchó esto se molestó tanto con
ellos que los comparó con los espías. ¿Por qué?

Para entender esto, debemos analizar previamente un aspecto muy


importante en el tema de estrategias de seguridad nacional. Por
ejemplo, el Estado de Israel tiene una estrategia consistente en pagar
a los países productores de armas, mediante un agente del Mosad,
por las diferentes mercancías que ellos exportan a los países árabes,
para evitar que las utilicen en contra nuestra. Esa táctica se resume
en cinco palabras: “Más vale prevenir que lamentar”.

Así desarrolla su estrategia de ataque el Yetzer Hará. Nos ataca an-


tes de que compremos un arma que pueda aniquilarlo y justamente
cuando estamos a punto de emprender algo grande.

Por ejemplo, Adam y Javá y pecaron unos instantes antes de la entra-


da de Shabat. Explican nuestros Sabios que, si Adam y Javá hubieran
llegado al Shabat habrían recibido una neshamá yeterá (alma adi-
cional) tan poderosa que después jamás hubieran sido tentados por
el pecado. El Yetzer Hará sabía esto y, por tanto, decidió atacarlos
con toda su fuerza antes de que llegara el Shabat. Desafortunada-
mente lo logró y Adam y Javá no entraron al Shabat sin pecado. Si el

376
LIBRO

BAMIDBAR
Yetzer Hará hubiera esperado a que pasara un Shabat, jamás hubie-
ra logrado convencerlos de que comieran y por eso luchó para que
no adquirieran esa arma tan poderosa contra él.

También así ocurrió cuando el Am Israel escuchó los Diez Manda-


mientos de Dios en el Monte Sinaí. Moshé subió al monte por cua-
renta días para traer las Tablas de la Ley, pero, mientras, el Yetzer
Hará atacó al pueblo y lo incitó a pecar con el becerro de oro ha-
ciéndole pensar que Moshé Rabenu había muerto, para que cuando
Moshé regresara y los viese en pecado rompiera las tablas. Sabía que
si el Am Israel llegaba a estudiar de las primeras tablas directamente
jamás los convencería de pecar, porque la fuerza que hubieran obte-
nido de esas Santas Escrituras era muy especial.

La primera vez que el Am Israel estaba a punto de entrar a la Tierra


Prometida, el Yetzer Hará lo incitó a mandar espías a Israel para que
verificaran las condiciones físicas del lugar e incitó a éstos a hablar
mal de la tierra, a fin de que el pueblo fuera castigado, posterior-
mente, por cuarenta años y para que así, Moshé, Aharón y Miriam
no entraran a la Tierra Prometida. El Yetzer Hará sabía que si Moshé
entraba junto a Aharón y a Miriam a la Tierra de Israel iban a cons-
truir inmediatamente el Templo, lo que representaría demasiada
santidad reunida en un mismo lugar y obstaculizaría así su trabajo.
Por tanto, atacó anticipadamente para desarmar a los Bené Israel,
que son su blanco principal por la eternidad.

El Yetzer Hará siempre trabaja con toda su fuerza antes de los mo-
mentos cumbres, más santos en la vida de la persona. Por eso en
nuestra Parashá, después de la travesía del desierto y a punto de
ingresar a Israel, cuando Gad y Reubén fueron a hablar con Mos-
hé acerca de que su lugar debería estar afuera del territorio, bajo el
argumento de que era por el bien de su ganado y el del Am Israel,
ya que así obtendrían más tierras cada uno, Moshé se alteró muchí-

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LIBRO

BAMIDBAR
simo, pues sabía que era el Yetzer Hará. En ese momento, a pesar
de tener 120 años y ser un anciano, Moshé gritó como un león, se
opuso rotundamente a esa solicitud y les advirtió que no fuera a pa-
sarles lo mismo que a los espías. Por fortuna, Moshé logró conven-
cerlos de que entraran todos a la Tierra de Israel para conquistarla y
habitarla.

Seguramente la mayoría de nosotros, si no todos, hemos estado cerca


de hacer algo importante en la vida y el Yetzer Hará interfiere para
arruinar nuestros planes. No le conviene que nos armemos en su con-
tra y por eso ataca cuando queremos ir a un shiur o a la sinagoga a
rezar; no nos deja tranquilos y nos pone obstáculos en el camino.

Un rabino me dijo en alguna ocasión que en Shabat no debemos


pelear con la mujer, sino continuar las peleas del viernes al medio-
día. El Yetzer Hará sabe cuán importante es el Shabat para nuestra
vida y por eso nos ataca siempre los viernes, con la intención de que
pelemos o estemos tristes en Shabat.

Debemos abrir los ojos y no dejarlo actuar, porque si él triunfa esta-


remos perdidos. Eso pasó a los alumnos de Rabí Akivá; eran veinti-
cuatro mil alumnos del nivel de Rabí Shimón Bar Yojai, Rabí Meir
Baal Hanés, etc., quienes posteriormente fueron sus alumnos. El
Yetzer Hará sabía que si todos ellos crecían en Torá serían grandes
rabinos que opacarían sus intenciones de tentar a los demás a pe-
car. Por eso provocó que pelearan entre ellos y que no se honraran
unos a otros, a fin de que Dios los castigara y los matara con una
epidemia, tal como ocurrió. Así perdimos a toda una generación de
varones muy sabios cuyos conocimientos hasta el día de hoy nos
habrían beneficiado.

El Yetzer Hará es también muy sabio, aunque sea para la maldad.


Por eso, cada vez que queramos crecer un nivel más o vayamos a

378
LIBRO

BAMIDBAR
emprender algo nuevo, es necesario abrir nuestros ojos y estar aler-
tas, para que nuestro trabajo sea mucho más fácil.

Una vez preguntaron al Yetzer Hará cuál era su arma secreta. Res-
pondió: “Un ventilador y una cobija… Por la mañana, cuando la
persona va a levantarse, llego antes para arruinarle espiritualmente
el día. Si hace frío, le pongo la cobija y, si hace calor, le pongo el ven-
tilador, con tal de que siga durmiendo. Si logro que en la mañana se
levante con el pie izquierdo, le arruino todo el día y me facilita más
el trabajo durante el resto del día. Pero si la persona se levanta con
la fuerza de un león, va a rezar, se pone talit y tefilín, y estudia Torá
después del rezo, entonces el trabajo de ese día me será muy difícil”.
Que sea la voluntad de Dio que hagamos mucho más difícil el tra-
bajo del Yetzer Hará, que no dejemos que arruine nuestros días, el
bien espiritual que tanto queremos alcanzar, y que nos esforcemos
por avanzar adquiriendo las armas que lo aniquilan, para ser libres
y no sus prisioneros. Amén.

379
LIBRO

BAMIDBAR
Parashat MASÉ

AYUDANDO A LOS DEMÁS

E sta es la última Parashá del libro de Bamidbar y contiene un


especial mensaje en común con todas las parashiot que nos
ayudará a todos. Está escrito: Ein Tzadik… Asher Lo Yejetá, “No hay
una persona justa… que no haya pecado”. El pecado de una perso-
na justa es mucho más grave que el de una persona simple, porque
quienes la observan dicen: “Si ése peca, entonces, ¿qué esperan de
mí?”.

A lo largo de todas las parashiot del libro de Bamidbar vimos cómo


el Yetzer Hará se esforzó para vencer a los grandes, a los líderes, a
los personajes ejemplares, de manera contundente, ya que, una vez
hecho esto, el trabajo con el resto del pueblo fue mucho más fácil:
lo venció sin mayores problemas.

Por ejemplo, en la Parashá de Bamidbar, los hijos de Aharón, Nadab


y Abihú, se atrevieron a entrar al Kodesh Hakodashim (Sanctasanc-
tórum), algo que estaba totalmente prohibido para ellos y por eso
fallecieron (Bamidbar 3:4).

En Behaalotejá, Miriam fue castigada con la lepra por haber habla-


do mal de su hermano Moshé; incluso Aharón incurrió en un gra-
ve error al no haber reprochado a Miriam por sus palabras. En esa
misma Parashá, según el Midrash Tanjumá, los setenta sabios de la
corte empezaron a desear la carne de res con desesperación y junto
con ellos arrastraron al resto del pueblo a quejarse y rebelarse con-
tra Moshé (Bamidbar 11:4).

380
LIBRO

BAMIDBAR
En la Parashá Shlaj Lejá, diez de los doce príncipes de las tribus,
personas muy importantes, fueron nombrados espías y hablaron
mal de la Tierra de Israel, con lo cual provocaron que el pueblo des-
preciara a la tierra santa y exigiera volver a Egipto (Bamidbar 11:1).

En la Parashá de Kóraj, uno de los Levitas más importantes del san-


tuario, pues era de los que cargaban el Arca Sagrada, éste se rebeló
contra Moshé y arrastró consigo a 250 líderes para iniciar una revo-
lución contra Moshé, Aharón y Dios.

En la Parashá Jukat, Moshé no santificó el nombre de Dios ante lo


ojos de Israel al no hablar a la roca, como Él le había ordenado, y la
golpeó delante de todo el pueblo (Bamidbar 20:11).

En las Parashiot de Balak y Pinjás, Zimrí Ben Salúh, príncipe de la


tribu de Shimón, tomó como mujer a Kosbí Bat Tzur, princesa de
Midián, ante los ojos de todo Israel, con lo cual incitó a veinticuatro
mil jóvenes, la mayoría de su propia tribu, a ir en busca de mujeres
de Midián para unirse a ellas y, por desgracia, también cometer ido-
latría con ello (Bamidbar 25:6-14).

En la Parashá de Matot, los rabinos más importantes de esa época,


pues estaban encargados de miles de personas, regresaron de la gue-
rra contra Midián y Moab con las moabitas que hicieron pecar a los
jóvenes como prisioneras, pero las dejaron dentro del campamento
de Israel en lugar de haberlas matado en su ciudad, por lo que Moshé
les reprochó por estar tentando de nuevo al pueblo (Bamidbar 31:14).

Así, el Yetzer Hará trabajó duramente para vencer a los grandes, para
convencerlos de pecar y para que los demás cayeran por sí solos. Fue
como un pastor que se encarga de dirigir a las primeras ovejas hacia
una dirección a fin de que todas las demás continúen en esa direc-
ción. Por eso dijeron nuestros Sabios: “Todo el que es mayor que su

381
LIBRO

BAMIDBAR
compañero, mayor será su instinto del mal”, lo cual evidencia una
de las debilidades del Yetzer Hará: prefiere trabajar con uno y no
con cien a la vez.

En nuestra haftará, el profeta Yirmiyahu resumió las razones de la


destrucción del Templo de Jerusalem: “Los sacerdotes no pregun-
taron: ‘¿Dónde está el Eterno?’. Los que sostienen la Torá no me
reconocieron y los pastores [los líderes] cometieron transgresiones
contra Mí, los profetas profetizaron falsamente y anduvieron detrás
de cosas que no dan provecho”. Así Yirmiyahu hizo hincapié en que
los grandes pecan y el resto del pueblo cae.

Cuando el Rey David tomó para sí a Bat Sheva, la esposa de Uriá,


aunque estaba divorciada de éste, el profeta Natán dijo a David des-
pués de que él llorara y se arrepintiera de sus actos: Hashem Heebir
Jatatjá, “Dios perdonó tu pecado” (Shemuel 2:12, 2:13). Pero el pro-
feta Natán también dijo a David que tenía algo más por resolver, ya
que ese pecado causó que se profanara el nombre de Dios en públi-
co y provocó que los malvados aprendieran de él y dijeran que, si el
justo Rey David había cometido semejante pecado, con más razón
ellos podían cometerlo.

¡Cuánto debemos cuidarnos de no causar que los demás pequen!


Todos somos ejemplos de todos y todos aprenden de nosotros cuan-
do pecamos. Queramos o no, somos ejemplos de otros. El Yetzer
Hará lo sabe y por ello se esfuerza en vencernos y en que demos
malos ejemplos a los demás. Por ejemplo, al Yetzer Hará le cuesta
convencer a todo el Kahal de una sinagoga a hablar; entonces con-
vence al rabino o al Jazán para que hablen en medio del rezo, para
que así todos los demás también lo hagan.

Le es imposible convencer a cincuenta hombres de mirar algo pro-


hibido; pero en un instante convence a una mujer para que camine

382
LIBRO

BAMIDBAR
por la calle vestida sin recato. Entonces caen cincuenta y hasta qui-
nientos hombres (y por televisión, ¡millones!).

¿La conclusión? Debemos cuidarnos siempre de no ser la primera


oveja del rebaño, la que guía a las demás al abismo. No podemos
ser la locomotora que guía al resto de los vagones hacia un trágico
accidente. No importa que seamos líderes pequeños o grandes, bajo
ninguna circunstancia debemos hacer pecar a los demás dando el
mal ejemplo mediante nuestras acciones.

Antes de terminar, quiero contarles la historia de Sol HaTzadikah,


una judía que vivió en Marruecos. Al gobernante de ese país se le
antojó casarse con esta judía y ella se negó de manera rotunda a ir
con él. Al escuchar esto, el gobernante le decretó la muerte y que
su cuerpo fuera arrastrado por las calles de la ciudad donde vivía,
para que todos escarmentaran. Preguntaron a Sol cuál era su último
deseo. Pidió una cajita de alfileres. Se los dieron y ella los usó para
coser su vestido a la piel de su cuerpo, para que no la vieran sin re-
cato cuando el caballo la arrastrara por la ciudad y no hacer pecar
a los demás.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a encaminar a los demás


en la verdad y a acercarse a Dios, y que seamos líderes positivos de
todos, a fin de que sus méritos nos sean también acreditados a no-
sotros. Amén.

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Libro
Devarim

384
LIBRO

DEVARIM
Parashat DEVARIM

NUESTRA VERDADERA ARMA

E n esta Parashá, Moshé Rabenu nos relata las guerras del Am


Israel con las naciones vecinas antes de entrar a la Tierra Pro-
metida y las que enfrentaron dentro de Israel para conquistarla.

Pero antes de todo eso, Moshé nos dio un mensaje que aparente-
mente no tiene conexión con lo demás: el secreto de nuestro éxito
en todas las guerras. El Tzahal (el Ejército Israelí) debería conocerlo,
para que venza constantemente.

Moshé recuerda al pueblo que, en el segundo año desde la salida


de Egipto, un pequeño grupo de judíos se separó para luchar contra
varios enemigos sin contar con la presencia de Moshé y el Arca de
la Torá, y sin la ayuda de Dios, pensando que con sus “poderosas”
armas podían vencer, y murieron en su intento. Después de treinta
y ocho años de esa rebelión y justo antes de conquistar Eretz Israel,
Moshé hace ese recordatorio para enseñar al pueblo cuál es la mejor
forma de guerrear, la estrategia que debería usar el Pueblo Elegido
para luchar contra sus enemigos.

A diferencia de los goyim, el Am Israel posee un arma secreta: Dios.


Cuando salimos a la guerra sin nuestra arma, sin Dios, las probabi-
lidades de ganar son mínimas. Así terminó Moshé la Parashá, en el
último versículo, Lo Tiraú Ki Hashem Elokejem Hu Haniljam Lajem,
“No teman porque el Eterno, su Dios, será quien pelee por ustedes”
(Devarim 3:22). Es decir, si Dios sale con el Am Israel a pelear, no
tenemos por qué temer.

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LIBRO

DEVARIM
Cuando los Bené Israel pelearon contra Amalek, Moshé estaba en la
cima de una montaña. Cuando levantaba las manos hacia el cielo, el
Am Israel ganaba la contienda, y cuando las bajaba, perdía. La Gue-
mará explica que no fueron las manos de Moshé las que lograron el
triunfo, sino que fueron los mismos judíos que estaban luchando:
levantaban la mirada hacia Dios pidiendo que extendiera su mano
y los ayudara en la batalla.

A todas las guerras del Am Israel los guerreros no salieron sin el


Arca Sagrada en sus manos, para mostrar a los demás pueblos que
sin la ayuda de la Torá y de Dios no se puede ganar ninguna guerra.
Cuando David salió a pelear contra Goliat, quien era un gigante con
una armadura nueva y una espada más grande que el mismo David,
él se colocó frente a Goliat con una honda y cinco piedras. El gigan-
te, al ver a David, le preguntó: “¿Acaso creíste que yo era un perro,
que viniste a luchar con piedras?”. Le respondió David: “Tú vienes a
mí con una espada, una lanza y una jabalina, pero yo vengo a ti en
Nombre del Eterno de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Is-
rael” (Shemuel I 17:45). Debido a ello, David escribió en sus salmos:
Ele Barejeb Vele Basusim Vanajnu Beshem Hashem Elokenu Nazkir,
“Unos con carrozas, otros con caballos, pero nosotros el nombre
del Eterno nuestro Dios recordaremos” (Tehilim 20:7).

Este fue el mensaje que transmitió Moshé Rabenu al Pueblo de Israel,


desde el primer día que los lideró hasta el último. Cuando Moshé fue
a Egipto a rescatar al Pueblo de Israel de la esclavitud, le preguntaron:
“¿Nosotros, unos esclavos, podemos luchar contra el imperio egip-
cio?”. Moshé les respondió: “Nosotros no podemos, pero Dios sí pue-
de”. Así ocurrió a la orilla del Mar Rojo, cuando el Am Israel estaba
confundido y rodeado por el mar, el desierto y el ejército egipcio que
los perseguía. Todos fueron a preguntar a Moshé qué harían y él les
respondió: Hashem Yilajem Lajem Vaatem Tajarishu, “Dios luchará
por ustedes, y ustedes vencerán” (Shemot 14:14).

386
LIBRO

DEVARIM
Desafortunadamente, a lo largo de su historia el Am Israel no ha
entendido ese mensaje. La sensación de poder y fuerza nos hace
pensar que fuimos nosotros solos quienes logramos vencer.

Bar-Kojbá fue uno de los mejores ejemplos. Al principio venció a sus


enemigos, pero al final, cuando tuvo tanto poder en sus manos dijo
que no necesitaba más a Dios y que su ayuda no le era útil. Está de
más decirlo, pero en la siguiente guerra murió.

También así ocurrió a Sansón. Al principio, por ser un nazareno y un


hombre muy santo, logró vencer a sus enemigos, pero cuando empe-
zó a casarse con mujeres de otras naciones Dios lo abandonó por re-
belarse en su contra, y precisamente a causa de Dalila cayó. Esto nos
enseña que, por haber abandonado a Dios, Dios lo abandonó a él.

Todas las guerras dependen de Dios. Como lo dijo el salmista: Im


Hashem Lo Yishmor Ir Shav Shakad Shomer, “Si Dios no guarda la
ciudad, en vano vela la guardia” (Tehilim 127:1).

Uno de los cabalistas de Israel dijo que debemos abrir los ojos, dar-
nos cuenta plenamente de cuánto nos ayudó Dios en nuestras gue-
rras contra el enemigo para volver a encontrarnos en Israel, y estar
concientes de eso.

Durante la Guerra de los Seis Días estuvimos totalmente rodeados


por seis países árabes como una oveja frente a setenta lobos. Todo el
Am Israel elevó su voz y sus ojos al cielo en solicitud de ayuda. In-
cluso Moshé Dayán, el Ministro de Defensa de Israel en esa época,
pidió al Jazón Ish que solicitara a todos los religiosos que pidieran
a Dios que nos ayudara. Gracias al Supremo Hacedor, quien estuvo
con nosotros todo el tiempo y seguirá estando, ganamos esa guerra.
Hay cientos de testimonios que revelan los milagros tan grandes
que ocurrieron en ese conflicto.

387
LIBRO

DEVARIM
Uno de los milagros más conocidos es el de los siete tanques is-
raelíes que avanzaron hasta muy adentro del territorio de Líbano;
cuando llegaron a la cima de una colina se vieron rodeados por
diez tanques enemigos, cuyos cañones ya estaban apuntándoles.
En ese momento, todos los soldados israelíes empezaron a rezar
el Shemá Israel, pues entendieron que para ellos había acabado
la travesía. Para su total sorpresa, vieron que todos los soldados
libaneses rodeaban sus vehículos. Pero estaban desarmados, con
las manos arriba y el rostro pálido, y temblando de miedo. Los
soldados israelíes salieron de sus tanques sin entender lo que esta-
ba pasando y tomaron a los otros como prisioneros de guerra. En
las investigaciones posteriores, los libaneses revelaron que cuando
sus soldados quisieron entrar a los tanques israelíes para apresar a
sus ocupantes, vieron dentro a personas que tenían barba larga y
blanca…

Pero el problema empezó después de esa guerra, cuando el go-


bierno publicó que el Ejercito Israelí merecía todos los honores;
nunca agradecieron a Dios por sus acciones milagrosas. Pensaron
que tenían los mejores pilotos de guerra del mundo, los mejores
soldados, los mejores misiles. ¿Quién necesitaba a Dios?

Y a partir de esa guerra empezaron a surgir problemas. En la Gue-


rra de Yom Kipur fuimos atacados por sorpresa y nos causaron
muchísimas bajas; en la Guerra del Líbano, el Primer Ministro
Ariel Sharón dijo que la estrategia de Israel era entrar al territorio
enemigo, “hacer limpieza” y salir, pero se quedaron diez años y
miles de soldados israelíes murieron. En la Intifada, los árabes nos
atacaron con piedras, palos y botellas con gasolina (las “bombas
molotov”), y no tuvimos forma de defendernos. En la Guerra del
Golfo, nos quedamos con los brazos cruzados, con los soldados
y los aviones listos, y recibimos treinta y nueve Scuds que fueron
treinta y nueve latigazos, y no pudimos reaccionar.

388
LIBRO

DEVARIM
Hoy una nueva Intifada está acabando con la población israelí, pese
a que tenemos las mejores armas. Pero ya no contamos con Dios y
Él ya no nos ayuda. Esto debería enseñarnos que, si pensamos que
los judíos luchan solamente con armas, entonces esas armas no nos
ayudarán. Pero si recordamos que Dios es Quien lucha por nosotros,
ganaremos incluso sin nuestras armas y el triunfo estará asegurado.
El milagro de Januká, el milagro de Purim, el milagro de Egipto, el
milagro de Jizkiyahu contra el ejército de Sanjerib, fueron ocasiones
en las que casi no hubo armas, sino sólo una, el arma secreta del
Am Israel: la fe en Dios. Hashem Ish Miljamá, “Dios es un lucha-
dor” por el Am Israel. Basta con que le pidamos de todo corazón y
le demostremos que no podemos hacer nada sin su ayuda para ver
el triunfo.

Que sea la voluntad de Dios proteger a todos los soldados del Ejér-
cito Israelí contra todo daño, para que siempre venzan a nuestros
enemigos con el Arca Sagrada que llevan con ellos a la guerra: la fe
en Dios, con la Torá en una mano y un arma en la otra, para que
siempre nos den buenas noticias, triunfos y paz. Amén.

389
LIBRO

DEVARIM
Parashat VAETJANÁN

AMARÁS AL ETERNO

E s en esta Parashá que aparece uno de los versículos más famo-


sos de la Torá: Shemá Israel Hashem Elokenu Hashem Ejad,
Veahabtá Et Hashem Elokeja…, “Escucha, Oh Israel: el Eterno es
nuestro Dios, el Eterno es Uno. Y Amarás al Eterno tu Dios…”.

Estas palabras nos acompañan toda la vida, desde el Brit Milá hasta
que nos vamos de este mundo. El primero que lo pronuncia es el
padre del recién nacido, en voz alta, antes de proceder con la circun-
cisión. Lo primero que se enseña tanto a los niños como a las niñas
cuando crecen es este versículo. Durante todos los días de nuestra
vida lo decimos varias veces, una en la mañana y otra en la noche,
así como antes de ir a dormir. En los tefilín de la cabeza y del bra-
zo que los varones judíos nos ponemos todos los días también está
escrito todo el Shemá. Cuando nos casamos para construir nuestro
hogar, lo primero que hacemos es poner en todos los marcos de las
puertas de la casa una mezuzá, en la que también está escrito el
Shemá. En los últimos instantes de nuestra vida (que pase de 120
años para todos), para entregar nuestra alma al Creador pronuncia-
mos nuevamente: Shemá Israel, Hashem Elokenu, Hashem Ejad.

¿Qué tiene de especial este versículo?

Vayamos por partes. Es sabido que hay varios tipos de amor: al hom-
bre, a sí mismo, a la esposa, a los hijos, a los padres, a los amios, al
país de nacimiento, a la patria, al dinero, y un largo etcétera.

390
LIBRO

DEVARIM
A lo largo de la vida, todos enfrentamos la cuestión de cuál amor
es más importante. Pero no todos sabemos que la respuesta de-
pende de nuestras propias decisiones. A veces nos encontramos en
situaciones en las que debemos elegir entre, por ejemplo, la vida o
el dinero.

El Pueblo Judío tiene, además de los anteriores, el amor a Dios. Vea-


habtá Et Hashem Elokeja, “Y Amarás al Eterno tu Dios…”. Como
se dice en el Pelé Yoetz, este tipo de amor es el más elevado que
pueda existir en el mundo.

A lo largo de las generaciones, el Am Israel ha sido puesto a prueba


para ver si su amor a Dios verdaderamente está en la cúspide de su
vida o no.

¿Cuántas veces en el pasado los goyim nos pusieron frente a sus


ídolos para que nos prosternáramos ante ellos? Incluso nos han
enfrentado al antiguo dilema de: “¿Qué es más importante, tu vida
o tu Dios?”. Todos sabemos cuántos judíos valientes pasaron esa
prueba y ante los malvados santificaron el nombre de Dios en la
Tierra, demostrándoles así que el amor a Dios está por encima de
todo.

En el Talmud (Guitín 53b) se relata la historia de Janá y sus sie-


te hijos pequeños. Un rey despreciable se los arrebató y dijo al
primero que renegara de Dios, a lo que respondió que la Torá
nos ordenó en el Primer Mandamiento creer en Dios y, por tan-
to, hizo caso omiso de la orden del rey, por lo cual éste lo mató.
El gobernante dijo al segundo que debería creer en dos dioses,
porque si no, lo mataría; éste respondió con el Segundo Manda-
miento: “No tendrás otros dioses”; entonces el rey lo mató. Al ter-
cero dijo que continuara creyendo en Dios, pero que sacrificara
un animal a su ídolo; el niño respondió que aquel que ofrezca

391
LIBRO

DEVARIM
sacrificios a otros dioses será excomulgado, por lo cual no obede-
ció y también el rey lo mató. Dijo al cuarto que siguiera creyendo
en Dios, pero que se prosternara ante su estatua, y el pequeño
respondió que está prohibido prosternarse ante otro dios, y el rey
lo mató. Al quinto niño le dijo que, por lo menos, aceptara que
Dios tiene la misma fuerza que sus dioses, a lo que él respondió:
“Shemá Israel, Hashem Elokenu, Hashem Ejad, Escucha, Oh Is-
rael. El Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno”, para expresar
que sólo hay Uno poderoso; por ello lo mató. Al sexto dijo que
al menos creyera que sus dioses eran un puente para unirlo con
Dios, pero le respondió que no hay otro que no sea Dios, y el rey
lo mató. Al séptimo le dijo que aceptara que Dios es el Verdade-
ro, pero que había abandonado al Am Israel y ahora el pueblo
elegido eran los goyim; el niño, que era el menor, también se
negó a aceptarlo, ya que está escrito que Dios diariamente renue-
va su pacto. El rey entonces pidió a este niño que, por favor, no lo
avergonzara delante de sus ministros, ya que había matado a sus
seis hermanos y no había conseguido que alguno aceptara sus
imposiciones; para ello le dijo que dejaría caer su anillo real al
piso para que pareciera que se prosternaba ante la estatua, pero
el pequeño también se negó a ello. Entonces Janá, antes de que
mataran a su séptimo hijo, le pidió que, al llegar frente a Dios,
le dijera: “Abraham Abinu demostró su amor a Dios por medio
de una prueba muy difícil, como lo fue sacrificar a su único hijo,
pero éste finalmente no fue sacrificado”. Sin embargo, ella y sus
hijos fueron puestos a prueba y murieron, demostrando así que
el amor de todos ellos hacia Dios era mucho mayor.

Desde entonces hasta hoy nos hemos preguntado si el amor que


sentimos hacia Dios está por encima de todo o no.

El Ben Ish Jai nos legó la siguiente historia: hubo una vez un judío
muy pobre que vivía solamente de la caridad. Cierto día un cura

392
LIBRO

DEVARIM
dijo a este pobre que si se convertía al cristianismo le daría el su-
ficiente dinero para que pudiera vivir con comodidad, sin ningún
apuro. El judío le preguntó en qué consistía ser cristiano. El cura
le explicó que lo único que tenía que hacer era no comer carne en
Semana Santa. El judío le preguntó: “Entonces, ¿cómo me hago
cristiano?”. El cura le dijo que rociaría encima de su cabeza un
poco de agua bendita, diría unas palabras y así se haría cristiano.

El judío aceptó. El cura derramó su agua bendita y le dijo: “No eres


judío, eres cristiano… No eres judío, eres cristiano…”. Un año des-
pués, en Semana Santa, el cura visitó sorpresivamente al judío que
tanta plata había recibido de la Iglesia, para comprobar si estaba
cumpliendo con el trato. Cuando entró a la casa, vio que el judío
estaba comiendo muy gustosamente un gran trozo de carne. En
ese momento el cura empezó a gritarle y a insultarlo, pero el judío
no entendía por qué. Cuando pudo hablar, explicó al cura que lo
que estaba en el plato frente a él no era carne. El cura le preguntó:
“¿Cómo que no es carne, si la estoy viendo?”. El judío respondió:
“Hice una conversión, como la que usted hizo conmigo. Antes de
sentarme a comer, eche agua bendita sobre la carne y le dije: ‘Tú
no eres carne de res, eres pescado… No eres carne de res, eres pes-
cado…”.

En nuestros días, gracias a Dios, no enfrentamos la amenaza de


que nos obliguen a renegar de nuestra religión para continuar vi-
viendo. Pero sí se nos presentan otras situaciones en las que el
amor a Dios queda en tela de juicio, por ejemplo, con el dinero.
Muy a menudo nos preguntamos qué preferimos, si rezar en las
mañanas Shajrit o abrir más temprano la tienda, si rezar Minjá o
cerrar más tarde, si cerrar el negocio en Shabat o trabajar un día
más a la semana, si cuidarnos de robar, mentir, no pagar a tiempo
o ganar dinero a como dé lugar, si comprar tefilín, mezuzot, libros
de Torá o guardar el dinero en el banco.

393
LIBRO

DEVARIM
También con las pasiones y los deseos estamos a prueba. Por ejem-
plo, si nos gusta la comida china, pero no es kasher, ¿a quién que-
remos más, a los chinos o a Dios? Si nos gusta ir a la playa los sá-
bados, pero Dios lo prohibió, ¿qué es más importante, mi disfrute
o la voluntad de Dios? Si a una mujer le gusta vestirse a la moda,
sin recato, pero Dios le ordenó ser recatada, ¿qué es más importan-
te, su comodidad o la orden de Dios?

Las relaciones prohibidas son otra amenaza que pone a prueba nues-
tro amor por Dios. Cuando un judío tiene la tentación de unirse a
su esposa en periodos de impureza o mantener relaciones extrama-
trimoniales, debe preguntarse si ama a Dios, que constituye el amor
eterno, o a la otra persona, que es sólo un amor temporal. Y no ha-
blemos de los que se casan con una goyá, o de las judías que se unen
a un goyim, que desprecian a Dios o a nuestra cadena milenaria,
por los que nuestros antepasados dieron sus vidas.

En Shir Hashirim (el Cantar de los Cantares), el Rey Salomón ase-


mejó el amor del Pueblo Judío por Dios con el de un novio por su
prometida, y como el de la mujer que hace lo que sea por el bienes-
tar de su marido, para enseñarnos que también nosotros debemos
hacer lo que sea por Dios.

Cuando la esposa dice a su marido que está un poquito gordo


y que haga dieta, si el marido la ama seguramente lo hará. Si el
marido insinúa a su esposa que está un poquito pasada de peso
con amor, la mujer estará dispuesta a adelgazar por él. Cuando la
mujer despierta a su marido a las cuatro de la mañana porque ne-
cesita hablar con él de algo muy importante, si el marido la ama la
perdonará y la escuchará.

También nosotros, si Dios nos pide que no comamos ciertos pro-


ductos, verdaderamente demostraremos que lo amamos al no in-

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LIBRO

DEVARIM
gerirlos. Si en verdad amamos a Dios, despertar temprano en las
mañanas para ir a rezar es mucho más fácil.

Que sea la voluntad de Dios que coloquemos el amor que le te-


nemos siempre por encima de todas las cosas, para que pronto se
revele a nuestros ojos y los de los demás pueblos el amor que siente
Él por su Pueblo Escogido y bendito. Amén.

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LIBRO

DEVARIM
Parashat VAETJANÁN

REZANDO JUNTOS

M oshé pide a Dios que lo deje entrar a Israel, pero su solicitud


no fue aceptada. Nuestros Sabios dicen que si en ese mo-
mento todo el Am Israel hubiera pedido a Dios que Moshé entrara
a Israel, él los hubiera escuchado. Moshé Rabenu lo sabía, pero no
quiso pedir explícitamente al pueblo que rezara por él, para que sus
rezos no fueran por compromiso sino de todo corazón.

Es por eso que Moshé les insinuó varias veces que rezaran por él,
con la esperanza de que entendieran, pero no fue así. La primera
vez que Moshé lo insinuó al pueblo fue cuando les dijo: “Dios me
ordenó que nombre a Yehoshúa como líder”. Pensó que de esta ma-
nera el pueblo reclamaría a Dios y le pediría anular el decreto. Pero
el pueblo dijo: “¡Qué lástima! ¡La cara de Moshé es como el sol y la
de Yehoshúa es como la Luna!”. Es decir, “Moshé es mejor que Ye-
hoshúa en algunos aspectos. Pero no importa. ¿Qué podemos ha-
cer?”. Y debido a ello no rezaron por Moshé.

Después Moshé pensó: “Quizá ellos entendieron que Yehoshúa sería


el próximo líder, pero que yo voy a entrar a Israel con ellos”. Por eso
se los insinúa por segunda vez: Ki Anojí Met Baartez Hazot Eineni
Ober Et Hayardén, “Moriré en esta tierra; no pasaré el río Jordán”
(Devarim 4:22), con la esperanza de que rezaran por él para que se
anulara el decreto divino. Pero los Bené Israel dijeron: Baruj Dayán
aemmett, “Bendito el Juez de la Verdad”, para consolarlo.

Al final de nuestra Parashá, Moshé vuelve a insinuarles por tercera y


última vez: Ki Yebiajá Hashem, “Cuando Dios te traiga…” (Devarim

396
LIBRO

DEVARIM
7:1), y les habla de todas las batallas que tendrán que afrontar cuan-
do Dios los lleve a la Tierra de Israel, con la intención de que sintie-
ran miedo y que eso los hiciera pedir a Dios que anulara el decreto
a fin de que Moshé solicitara milagros para ellos en esas guerras.
Pero el pueblo reaccionó de otra forma y decidió que los milagros
los haría Dios por medio de Yehoshúa.

El Midrash asemeja todo esto a una reina de la que el rey quería


divorciarse para tomar a otra mujer. Fue la reina a decir a sus hijos
que su padre, el rey, había decidido divorciarse de ella, esperando
que ellos fueran llorando a hablar con el rey y que le pidieran que
recapacitara. Pero los hijos sólo le dijeron: “¿Qué podemos hacer?”.
Al día siguiente la reina otra vez fue con sus hijos y les dijo que tal
vez no habían entendido que el rey no sólo se divorciaba de ella,
sino que también la expulsaba del palacio, esperando que eso los
motivara. Pero sus hijos le dijeron que no se preocupara, que de vez
en cuando le escribirían cartas.

La tercera vez, la reina les dijo: “¿Quién se ocupará de ustedes? La


próxima esposa de su padre, el rey, será muy cruel con ustedes”. De
tal manera, pensó, irían corriendo a ver al rey para pedirle que no se
divorciara de la reina. Pero los hijos le dijeron que no se preocupara,
que ellos sabían cuidarse, con la ayuda de Dios.

¡Eso mismo pasó a Moshé Rabenu: insinuó, insinuó y nadie entendió!

La pregunta que todos nos hacemos en este punto es: ¿acaso los
Bené Israel eran ingenuos? Seguramente amaban a Moshé; también
lo necesitaban en las guerras para que solicitara milagros. Entonces,
¿por qué no rezaron a su favor?

Explican los comentaristas que el Am Israel se equivocó en una sola


cosa: no conocía la fuerza de la tefilá colectiva. Después de cuarenta

397
LIBRO

DEVARIM
años, se habían acostumbrado a que por cualquier problema recu-
rrían a Moshé para que les ayudara y resolviera sus inconvenientes.
No sabían que sólo el rezo soluciona los problemas, porque la tefilá
hecha en grupo es muy poderosa. En consecuencia, pensaron que
si Moshé no había logrado cambiar el decreto con sus tefilot, ¿qué
podían hacer ellos? No sabían calcular la fuerza de los rezos, que
son capaces de anular cualquier decreto negativo.

En el Midrash Rabá está escrito que los rezos de un grupo, una con-
gregación, no son ignorados. Una congregación tiene más fuerza
que un solo hombre. El problema estuvo en que Moshé dijo: Vaet-
janán, “y supliqué”. Únicamente él pidió por sí mismo, nadie más.
Si en vez de estar escrito en singular hubiera estado escrito en plu-
ral, Vaitjanenu, “y suplicaron”, el rezo habría sido aceptado. Cada
vez que alguien está enfermo (Dios nos guarde) o cuando la comu-
nidad enfrenta problemas críticos, organizamos un rezo colectivo
para que la situación mejore y que Dios nos mande salud completa.
El rezo en una congregación, en una sinagoga, es recibido porque,
además de hacerse en público, se hace en un lugar sagrado. Rezar
solo no es lo mismo que hacerlo acompañado; no es lo mismo rezar
en la casa que en la sinagoga. Lo mejor que podemos hacer es rezar
en la sinagoga, con un grupo de diez hombres (minián), como mí-
nimo. Debemos hacer lo posible por rezar siempre en las mañanas,
tardes y noches en la sinagoga.

Najmánides escribe en una de sus cartas que el esfuerzo que se rea-


liza para concentrarse en la tefilá, en el significado de las palabras,
en los nombres de Dios, es muy grande. En muchos libros se expli-
ca cómo podemos rezar adecuadamente y muchos son los conse-
jos. Hay uno mediante el cual, aun cuando no nos concentremos
de manera adecuada en las palabras o en su significado, podemos
lograr que nuestras peticiones sean escuchadas en los cielos: rezar
siempre acompañado de un minián, es decir, diez hombres. La cor-

398
LIBRO

DEVARIM
te de los cielos no es tan meticulosa con las peticiones cuando son
hechas en grupo.

Que sea la voluntad de Dios fortalecernos y esforzarnos por rezar


siempre en una congregación, en especial por los que así lo necesi-
tan, y que por su bondad sean escuchadas nuestras tefilot para que
mande mejoría pronta a los enfermos, buena manutención para to-
dos nosotros y muchos años de vida al Am Israel. Amén.

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LIBRO

DEVARIM
Parashat EKEV

LA UNIÓN DE LOS MUNDOS

¿ Cuál es el objetivo del Am Israel en el mundo? ¿Acaso vinimos


al mundo a comer, trabajar y morir? Seguramente que no. Si vi-
nimos al mundo es porque tenemos una misión y un objetivo por
cumplir. Pero, ¿cuál es?

Para descubrirlo, tenemos que hacer una pequeña introducción. To-


das las creaciones humanas de Dios se dividen en tres grupos: los
Patriarcas (Abraham, Itzjak y Yaakov), los judíos y los goyim.

Explica Rabí Joel Cohen que el objetivo del goy es administrar el


mundo, es decir, cuidarlo y desarrollarlo, y procurar que esté aco-
modado, ordenado, funcionando y avanzado tecnológicamente.

Los Patriarcas estaban en el otro extremo, completamente desco-


nectados del mundo físico y en estrecha unión con el espiritual. Por
ejemplo, cuando los Patriarcas cumplían sus mitzvot lo hacían con
kavanot (intenciones, pensamientos místicos) necesarias para llegar
a los más altos niveles espirituales mediante su pensamiento. Ellos
se comunicaban directamente con Dios, pues estaban más elevados
espiritualmente que las demás personas.

El Am Israel es el balance entre estos dos niveles y su objetivo es


unirlos, es decir, conectar el mundo espiritual con el físico. Esto fue
exactamente lo que hicimos en el Monte Sinaí, cuando Dios bajó
de las alturas y Moshé, como representante del Am Israel, subió a la
cima de la montaña.

400
LIBRO

DEVARIM
Es por eso que en nuestra Parashá está escrito que Dios nos entre-
gó el maná, lo que no lograron conseguir los Patriarcas. Hamajilejá
Man Bamidbar Asher Lo Yadeún Aboteja, “El que te alimenta con
maná, que tus padres no conocieron” (Devarim 8:15). ¿Por qué no-
sotros tuvimos ese mérito y no ellos? Porque nosotros hicimos que
Dios, la santidad, la Torá, los ángeles, descendieran de los cielos al
mundo para unir lo espiritual con lo material.

Así ocurre con todas las mitzvot; buscamos objetos materiales y los
convertimos en espirituales, en mitzvá. Por ejemplo, hacemos un
Séfer Torá, un tefilín, con pieles de vacas y les ponemos letras de
santidad. Si tomamos un simple pergamino, ¿acaso tiene santidad?
Seguro que no. Si escribimos algunas letras de la Torá en un papel
común, ¿lo consideraremos como un Séfer Torá? Seguro que no, por-
que solamente la unión de la piel de vaca con las letras de Dios hace
que se forme un Séfer Torá, tefilín o mezuzá. Por otro lado, ¿qué es
un sacrificio? Es la ofrenda ritual de un animal. Es decir, converti-
mos a un animal en algo con santidad.

Tomamos seres y objetos de los cuatro reinos del mundo y hacemos


que sean usados como mitzvá. Por ejemplo, con el reino vegetal ha-
cemos que se digan bendiciones antes y después de su consumo. No
ingerimos nada que no sea santificado por medio de una bendición
previa. Tal como lo dice nuestra Parashá: Veajalta Vesabata Uberajta,
“Y comiste, te saciaste y bendijiste” (Devarim 8:10). Cuando unimos a
Dios con la comida, que es algo material, logramos nuestro objetivo.

Desde el principio de la creación así ha ocurrido. En el primer día,


Dios creó la base de los cielos y de la tierra. En el segundo creó Dios
en las alturas a los siete cielos, los ángeles, etc. En el tercero creó
Dios en la tierra a la vegetación, los árboles, etc. Así, en el cuarto día
creó, en las alturas, al sol, la luna, las estrellas, etc. En el quinto día
creó, en la tierra, a los animales, a los peces, a las aves.

401
LIBRO

DEVARIM
Cuando llegó el sexto día, Dios se dijo a sí Mismo que había traba-
jado de manera equitativa. Es decir, había intercalado perfectamen-
te las creaciones en las alturas con las de la tierra. Para no causar
un desbalance en la creación, el sexto día pensó en crear algo que
fuera capaz de unir esos dos mundos. Por eso, dijo Dios: “Hare-
mos un hombre”, en plural, ya que Dios estaba diciendo a los dos
mundos que harían un hombre con un cuerpo, algo físico, y con un
alma, algo espiritual, que los uniría. Es por eso que Adam recibió
ese nombre, que proviene de adamá (“tierra”) y de Adame Leelion
(“me comparo a los celestiales”).

A lo largo de la existencia del mundo también ha sido así. El Am


Israel siempre está uniendo lo material con lo espiritual, como lo
explicamos con el ejemplo de los alimentos, que bendecimos antes
y después de ingerirlos. También encontramos esta unión de los dos
mundos en las relaciones maritales; a pesar de ser esto algo físico,
nosotros lo convertimos en mitzvá, un acto espiritual. En nuestros
negocios incluimos lo espiritual para dirigirlos con moralidad y rec-
titud. Y así sucesivamente, todos los casos cotidianos los impregna-
mos de santidad.

Al final de los días también así será. ¿Qué es la redención? Básica-


mente, es la unión de lo espiritual con lo material. Este es el secre-
to del Tercer Templo. Todos se preguntan: ¿bajará de los cielos o lo
construiremos nosotros mismos en la tierra? La respuesta es que
ambas opciones son verdaderas, ya que así como Jerusalem existe
en la Tierra también hay en las alturas una Jerusalem espiritual.
Entonces, al igual que habrá un Templo en la Tierra hay un Templo
espiritual en los cielos. Como dijo el Rey David: Jerusalem Habenu-
yá Keir Shejuberá La Yajdav, “Jerusalem construida, como la ciudad
unida, juntamente”. (Tehilim 122:3). Es decir, nuestra Jerusalem
está construida debajo de la Jerusalem de los cielos, y está unida a
ella. En el futuro próximo nosotros vamos a construir el Tercer Tem-

402
LIBRO

DEVARIM
plo y ocurrirá algo que no ocurrió con el primero ni con el segundo:
se unirán las dos Jerusalem, la espiritual con la física, para cumplir
así el objetivo de la redención, la unión de los mundos.

El Mashíaj está compuesto de un alma especial y un cuerpo. Esto


significa que es una persona viviente como cualquier otra, pero con
un alma especial que no se encuentra en él sino en el mundo espi-
ritual.

En todas las generaciones nace alguien con el potencial de ser el un-


gido de Dios. Solamente depende de nosotros que esa alma baje a
ese cuerpo y se unan así ambos mundos. Por eso está escrito: Bayom
Hahu Yihyé Hashem Ejad Ushemó Ejad, “Y en ese día Dios será uno
y su nombre uno”, lo cual significa que todo será visto como uno, ya
que no habrá divisiones entre lo material y lo espiritual.

Que sea la voluntad de Dios que podamos lograr ese objetivo, que
ambos mundos se unan, y que sea pronto en nuestros días. Amén.

403
LIBRO

DEVARIM
Parashat EKEV
HONRADOS POR DIOS

S obre esta Parashá, Rashí empieza explicando la importancia de


las mitzvot sencillas y cómo su cumplimiento debe ser igual de
estricto que las más difíciles e importantes.

Aparentemente, esta clasificación de las mitzvot no se entiende, ya


que nadie sabe cuál es más sencilla y cuál es más importante. Por
eso en el Pirké Avot está escrito que debemos cumplir todas las mit-
zvot, tanto las sencillas como las importantes, ya que no sabemos
qué recompensa hay atrás de ellas.

¿Cuál es la prueba de que las mitzvot no pueden jerarquizarse? En


toda la Torá no hay nada escrito acerca de las recompensas de cada
mitzvá, excepto de dos: la de alejar a la madre para tomar a sus po-
lluelos y la de honrar a los padres. Ambas tienen la misma recom-
pensa: vida larga.

Alejar a la madre de los polluelos para tomar a éstos es una mitzvá


muy fácil de cumplir; sin embargo, honrar a los padres es muy di-
fícil, porque ello encierra mucho contenido y detalles. La primera
se cumple en un instante y la segunda durante toda la vida. Una es
entendible y la otra no. Entonces, ¿cómo es posible que tengan el
mismo pago?

Precisamente por eso Dios quiso enseñarnos que no podemos cla-


sificar a las mitzvot según los datos que tenemos y que necesitamos
otros para saber cuál es una mitzvá sencilla y cuál es importante, y
que, puesto que carecemos de esa información, debemos conside-
rarlas todas de gran importancia.

404
LIBRO

DEVARIM
Con base en esto, preguntamos a Rashí: ¿cómo es posible que él
catalogue a las mitzvot como “las difíciles y las sencillas”? La res-
puesta es que Rashí quiso decirnos que, dentro de las mitzvot, hay
detalles mínimos que debemos cumplir sin omitirlos. Es decir, las
mitzvot no son más o menos importantes; eso nadie lo sabe. Pero
el consejo de Rashí es que sepamos respetar y valorar los detalles
pequeños para cumplir a plenitud las mitzvot.

Por ejemplo, en la mitzvá de tefilín hay muchos detalles, leyes que


detallan con exactitud todos los requisitos necesarios para ponér-
selos. Por ejemplo, sobre todas estas leyes, aunque nos parezcan
innecesarias o sin importancia, nuestros Sabios nos advierten que
nuestra observancia debe ser más respetuosa y sin despreciarlas. Tal
sucede con los tzitzit; no basta con que tengamos una tela con cua-
tro esquinas, sino que debemos saber cómo hacer los nudos, qué
material emplear, etc. En la mitzvá de tefilá (rezar) vemos que no
se trata sólo ir a la sinagoga para hacerlo, sino que hay leyes sobre
el cómo, el porqué, el cuándo, el qué, etc. Todos esos detalles son
importantísimos, constituyen la esencia de rezar. Podemos concluir
que Rashí vino a enseñarnos que cada gran mitzvá está acompaña-
da de muchas mitzvot pequeñas.

Hay quienes cumplen las mitzvot de forma general: comen kasher,


escuchan el shofar, rezan; pero hay quienes cumplen las mitzvot
con todos los detalles que las rodean.

Por ejemplo, dos hombres asisten como invitados a una circunci-


sión. Una vez que el rabino impuso el nombre al niño, van a la
comida. Uno de ellos se lava las manos, dice berajá, come su pan,
dice unas palabras de Torá en la mesa, separa el pescado de la carne,
hace Mayim Ajaronim, dice Birkat Hamazón y se va. El otro llega,
come galletas y buñuelos, cuenta unos chistes, habla de la políti-
ca del país y se va. Al salir, un tercero los encuentra y les pregunta

405
LIBRO

DEVARIM
cómo les fue, y ambos responden que muy bien, pues cumplieron
una gran mitzvá como es la de asistir a una milá. ¿Ambos merecen
la misma recompensa por esa comida de mitzvá (Seudá Mitzvá)?

Los dos mismos hombres van a rezar por la mañana. Uno reza con
cuidado pronunciando todo perfectamente, sin hablar, sin interrum-
pir. El otro reza sin concentración en lo que está diciendo, se salta
párrafos y palabras del rezo, habla con el de junto, etc. Al terminar,
ambos dirán que rezaron, pero la diferencia es que uno lo hizo cui-
dando todos los detalles que rodean esa mitzvá y el otro los ignoró.
Por eso en nuestra Parashá está escrito: Vehayá Ekev Tishmeún, Vaa-
sitem, Ushamartem, “Y, por consiguiente, si escucharen estos pre-
ceptos, los cumplirán y los guardarán” (Devarim 7:12), en plural.
Después continúa: …Venatán Lejá, Veahabejá Uberajejá, “Y te dará,
te amará y te bendecirá…” (Devarim 7:13), en singular. ¿A qué se
debe ese cambio en la redacción? Explican nuestros Sabios que en el
momento de hacer mitzvot todas las personas están juntas, bajo la
misma obligación, pero en el momento del pago, de la recompensa
por ellas, cada judío la recibe por separado. Es por eso que el precep-
to está escrito en plural y la recompensa en singular.

A cada uno llega su pago en función del empeño invertido, de lo que


se esforzó en cumplir una mitzvá. Mientras más procuremos cum-
plir las mitzvot con todos sus detalles, lo mejor posible, estaremos
valorándolas y, por ende, causaremos que aumentes en cantidad y
fuerza los aplausos que merecemos.

Por ejemplo, dos obreros de la construcción intentan pasar de la


azotea de un edifico, a veinte pisos de alto, a la del que está enfren-
te, a cinco metros de distancia. La diferencia es que uno lo hará
sobre una tabla de cincuenta centímetros de ancho y el otro sobre
un cable de un centímetro de ancho. ¿Quién merece más aplausos?
Uno cruzó casi corriendo desde un extremo al otro, sin concentrar-

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LIBRO

DEVARIM
se. Pero el otro sudó, se concentró, se esforzó por no caer, corrió un
gran peligro, y también lo logró. Seguramente el segundo es quien
merece más aplausos, ya que su esfuerzo fue mayor que el del pri-
mero.

Así también ocurre con todas las mitzvot. Algunos cumplen las mit-
zvot muy a la ligera, sin esmerarse, lo que es positivo, ya que por lo
menos las hacen. Pero los aplausos los merecen quienes se concen-
tran en cada mitzvá, que se esmeran en hacerlas bien, de principio
a fin, en todos sus detalles.

Es una lástima que no pensemos que, si ya estamos realizando la


mitzvá, hagámosla con ganas. De todas formas vamos a hacerla.
Entonces, adornémosla con todos esos detalles que exige la ley, para
que nos llevemos los aplausos de Dios, además de la recompensa
propia de la mitzvá.

Yo he encontrado que asemejar las mitzvot a pinturas me permite


realizarlas con mayor facilidad. A medida que les añado más deta-
lles, más valiosa será. Si alguien me pide “dibujar una casa”, no es lo
mismo dibujar un cuadrado con un triángulo encima que una con
chimenea y rodeada por pastos verdes, con un cielo celeste encima
de ella, un sol, un árbol con un pajarito, un gato en la entrada de la
casa. ¡Por supuesto que hay diferencia!

Que sea la voluntad de Dios socorrernos para que nos esforcemos


por cumplir las mitzvot perfecta y completamente, para que Él nos
aplauda, nos alabe y nos recompense con todo lo bueno. Amén.

407
LIBRO

DEVARIM
Parashat REE

SEAMOS PUROS

D ebemos saber que en la Torá todos los temas están relaciona-


dos. Cada Parashá está relacionada con la que la precede. La
Torá es como una cadena, en la que cada eslabón está soldado con el
anterior, por lo que en toda ley de la Torá hay un nexo con la próxi-
ma. Como dijo el Rey David: Semujim Laad Leolam, “Unidas por
siempre, eternamente” (Tehilim 111:8).

En nuestra Parashá se explican las leyes de la tzedaká, una mitzvá


muy especial y muy preciada. Antes de ésta, están escritas las leyes
concernientes a la pureza e impureza de los animales, y se especifica
cuáles pueden consumirse y cuáles no. Pero la relación entre ambas
leyes es sorprendente.

¿Cuál es la diferencia entre los animales puros y los impuros? Los


segundos generalmente viven a expensas de los demás, pues los ma-
tan para subsistir; es decir, viven sólo porque quitan la vida a otros
y por eso que la Torá los prohibió. Además, cuando esos animales
están devorando a su presa, pelean con sus semejantes porque pien-
san que quieren robarles su porción de comida. Son muy crueles.
En cambio, los animales puros, kasher, no poseen ninguna de esas
características.

Estos son dos conceptos muy importantes para nosotros, y debe-


mos aplicarlos antes de dar tzedaká. Son también el motivo por el
cual estas dos leyes, tzedaká y animales kasher, están unidas en la
cronología de la Torá. Primero, porque nosotros no podemos vivir

408
LIBRO

DEVARIM
a costa de los demás en nuestros negocios. Es decir, no podemos
robar ni destruir el negocio de otros para enriquecernos nosotros.
No podemos mentir a las personas para llevar unos cuantos billetes
a nuestros bolsillos. Segundo, porque cada uno tenemos una ma-
nutención predestinada, por lo que no necesitamos vivir a costa de
otros. En lugar de hundir al prójimo, deberíamos ayudarlo para que
también prospere. La ley de la naturaleza, que dice que sólo el más
fuerte sobrevive, en este caso no funciona. En la tzedaká, la Torá
impuso que el más fuerte (el hombre rico) debe ayudar al más débil
(al pobre). No podemos ser impuros como los animales salvajes.

Otro aspecto que diferencia a estos animales es la forma en que


comen. Los impuros, los salvajes, comen peleando con los otros.
Sin embargo, los puros comen el pasto de los campos en silencio,
sin pelear. Los seres humanos tienen un cerebro privilegiado para
entender que nadie debe tocar lo que pertenece al otro, que nadie
puede sustraer ningún bien de los demás, si Dios consideró que no
lo merece. En vez de cuidar nuestros bolsillos, debemos dar al otro
para que también disfrute de la vida, sea mediante una caridad o
un empleo, para que crezca junto con nosotros. No es lógico que
peleemos por comida; no podemos ser salvajes. La mejor forma de
actuar es invitando huéspedes a casa para que coman de nuestra
mesa.

Mucho menos podemos ser crueles. Si vemos que un pobre está


hambriento, no podemos cerrar los ojos y dejarlo con hambre. Por
el contrario, debemos ser piadosos con él, entender su sufrimiento
para brindarle nuestra ayuda y satisfacer sus necesidades.

De aquí provienen las dos señales de kashrut en los animales: pezu-


ña partida y rumiante. Mafris parsá significa “pezuña partida”, pero
tiene otro significado, que es lifros prusá, “rebanar una porción”.
Maalé guerá, “rumiante”, se entiende también como “ofrecer mo-

409
LIBRO

DEVARIM
nedas” (guerá es el nombre de una moneda; 20 guerim equivalen a
un shekel). Con base en esto, concluimos que la Torá insinuó que el
hombre kasher es el que ofrece alimento y manutención al pobre.

La unión que encontramos entre estas dos leyes en la Torá nos da


a entender también la forma en que la tzedaká debe ser dada a un
pobre. La primera señal de pureza de un animal se encuentra en la
boca, “rumiante”, y la segunda señal se halla en las manos, “pezuña
partida”.

Cuando alguien posee ambas cualidades de pureza se considera kas-


her. En la tzedaká, la boca y las manos deben estar unidas, como lo
explica el Ben Ish Jai. ¿Qué diferencia al donativo y a la promesa?
Donativo es algo que se da al instante, sin demora, pero la promesa
toma su tiempo en hacerse efectiva. Digamos que un hombre que
se encontraba en la sinagoga un sábado, o en Yom Kipur, prometió
donar cierta cantidad de dinero, pero pasan tres semanas el tesorero
se ve obligado a recordarle que tiene una deuda pendiente. Sin em-
bargo, donativo es el dinero que alguien entrega por propia mano
a la sinagoga.

A veces, la boca y las manos no están en sintonía; prometemos cierta


suma a una institución y cuando llega el momento de cumplir nos
cuesta mucho esfuerzo. La boca se distanció de las manos. Por eso
dice el Ben Ish Jai que no es bueno prometer, sino donar inmediata-
mente, para que así la boca y la mano actúen simultáneamente.

En el momento de dar dinero a un pobre hay que hacerlo sonrien-


do. Si le damos dinero, pero con cara de agonía y sufrimiento, per-
demos el mérito de la mitzvá. Por el contrario, si lo abrazamos, le
sonreímos y lo besamos, pero no le damos dinero, morirá de ham-
bre. Debemos darle con nuestra boca una sonrisa y, con nuestras
manos, dinero.

410
LIBRO

DEVARIM
En el libro Ituré Torá se habla de dos judíos pobres que llegaron a
una gran ciudad. El tesorero de la comunidad judía de esa localidad
se encargó de hospedarlos con dos familias para pasar el Shabat. El
anfitrión de la primera casa no comía mucho y lo único que hacia
era ofrecer mucha comida a su huésped, pero éste, ante la vergüenza
que sentía al ver que el anfitrión no comía, tampoco lo hacía. Sin
embargo, el otro anfitrión comía demasiado, tanto que ni siquiera
ofrecía comida a su huésped, y éste, por vergüenza de servirse solo,
no comía.

Así ocurrió el viernes en la noche y el sábado al mediodía, pero


cuando llegó el momento de Seudá Shlishit (“merienda”) en la si-
nagoga del rabino Meir, principal de esa ciudad, comieron hasta sa-
ciarse. El rabino se fijó en la forma de comer de estos dos hombres y
entendió lo que había ocurrido. Se levantó y dio un shiur acerca de
los animales puros y sus señales, e insinuó que igual que un animal
precisa ser rumiante y de pezuña partida para convertirse en kasher,
se necesita la boca para comer y las manos para servir a los huéspe-
des para ser un anfitrión kasher. Agregó que si se come solamente
y no usamos nuestras manos para servir, o si servimos todo el tiem-
po, pero no comemos, no hicimos bien; que hay que tener las dos
señales de kashrut, comer y servir al pobre, para que éste se sienta a
gusto y cumplamos la mitzvá de una manera kasher.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos siempre a cumplir con la


mitzvá de tzedaká para ayudar al prójimo, y que así se cumpla lo
que está escrito en la Torá: “Si dais vida al otro, entonces Yo os daré
vida a vosotros también. Si mantenéis a vuestro amigo con un suel-
do, entonces Yo os mandaré vuestro sueldo también. Si se lo dais
con abundancia, con alegría, de buena manera, así Yo os lo daré a
vosotros”. Amén.

411
LIBRO

DEVARIM
Parashat REE

¿POR QUÉ LA TORÁ


PIENSA DIFERENTE DE NOSOTROS?

C ierto dicho popular afirma: si quieres saber la opinión de la


Torá, pregúntale a la gente qué opina; entonces sabrás que lo
que opina la Torá es exactamente lo contrario.

El motivo de esta aparente contradicción no es que la Torá esté equi-


vocada, sino que nosotros a veces vemos las cosas al revés. Los mé-
dicos explican que la imagen que capta el ojo humano está inverti-
da y que después de llegar al nervio óptico pasa al cerebro, donde la
imagen se endereza. Así también ocurre con la visión instintiva del
hombre; primero se piensa todo al revés y solamente con la sabidu-
ría divina es posible “enderezar” esos pensamientos.

En nuestra Parashá encontramos muchos y muy diversos temas,


pero casi todos son un ejemplo de lo anterior. Siempre nos daremos
cuenta de que el pensamiento divino está en lo correcto, una vez
realizado un análisis profundo y objetivo.

El primer ejemplo está en la Torá, en nuestra Parashá específicamen-


te, cuando Dios nos dice: “He aquí que pongo ante vosotros, hoy, a
la bendición y a la maldición”. En la Parashá de Nitzabim continúa
esto, diciendo: “Observa que he puesto ante ti la vida y lo bueno, la
muerte y lo malo, la bendición y la maldición… y escogerás la vida”
(Devarim 30:16). Ante esta orden nos preguntamos: ¿por qué Dios
nos está ordenando algo tan obvio como lo es escoger la vida? Por
supuesto, lo haremos sin que Él nos lo ordene.

412
LIBRO

DEVARIM
Para entender esa orden, primeramente, hay que comprender el sig-
nificado real de lo que es vida, qué es lo bueno y qué es lo malo.
Hay quienes creen que ir los sábados a la playa es algo muy bueno,
que ir a fiestas es buena vida, que estar libre de preceptos divinos es
una bendición, que el Shabat es una cárcel, que las mitzvot son un
fastidio y que estudiar Torá es aburrido porque se pierde el tiempo
en tonterías (Dios nos libre).

Por otro lado, algunas personas piensan de otra forma, según los pa-
trones de la Torá, de Dios, que ser un judío temeroso de Dios es bue-
no, que cuidar las mitzvot es una bendición y que estudiar Torá es
vida. Por eso escribió la Torá: “…escogerás la vida”, en referencia a lo
que Dios considera vida y no lo que otros consideran así, pues lo que
otros piensan generalmente está distorsionado y lo que Dios piensa
es la verdad. Basta un somero análisis para darnos cuenta de esto.

¿Qué es vivir? ¿Es acaso cumplir con la Torá y sus preceptos, o ir por la
vida emborrachándose, consumiendo drogas, pasarse todo el tiempo
con las amistades en viajes peligrosos…? No puede ser la segunda
opción, ya que provoca la muerte espiritual y a veces llega también a
provocar la muerte física, Dios nos libre. ¿A eso llaman vida?

Por el contrario, solamente la Torá nos enseña a vivir adecuadamen-


te. El mejor ejemplo son las leyes que expone Maimónides sobre
cómo debemos comer, que debemos comer, cuándo debemos co-
mer, cómo debemos bañarnos, cómo hacer deporte. ¡Ésa es calidad
de vida! Además, el que cumple con todas esas leyes tiene asegura-
do que jamás enfermará.

Y si adoptamos las máximas que nos transmitieron nuestros Sabios


acerca de cómo debemos abandonar el odio, la envidia, el orgullo,
y alegrarnos con lo que tenemos, viviremos mucho mejor, aquí y en
el mundo eterno. ¡Ésa sí es vida!

413
LIBRO

DEVARIM
El segundo ejemplo también está en nuestra Parashá, específicamente
cuando se habla del esclavo hebreo. Desde un punto de vista super-
ficial, muchos se preguntan: “¿Acaso un judío puede ser esclavo? No
puede ser, es desconcertante”. Pero la Torá nos enseña que quien roba
debe ser vendido como esclavo. Otra vez desde un punto de vista su-
perficial, esto parece lógico, pero al final veremos que la Torá tiene ra-
zón. ¿Por qué?

En nuestros días, ¿qué castigo merece un ladrón? La cárcel, durante diez,


cinco, veinte años, todo depende de lo que haya robado. Digamos que
un joven arranca a una mujer su cartera, llena de dinero, y una cadena
de oro. Escapa, pero al final es atrapado por la policía. Lo condenan a
tres años de cárcel. En ese lugar, ¿de quién se rodea? Seguramente no
de gente sana, sino con ladrones, violadores, asesinos. A lo largo de su
estadía en la cárcel, este joven es entrenado por esos delincuentes para
robar bancos, para escapar de los policías, sobre qué decir al juez… En
resumidas cuentas, después de tres años en la cárcel sale graduado de
ladrón profesional en la mejor universidad en la materia de toda la ciu-
dad. Desde el día que sale, empieza a “trabajar”. Ni hablar del dinero o
de la cadena de oro que robó a aquella mujer; jamás aparecerán. Si la
mujer tiene suerte, ese joven que fue encarcelado durante tres años por
culpa de ella, no se vengará.

Por otro lado, la línea de pensamiento de la Torá es diferente. Cuando


el ladrón es atrapado, que robó seguramente porque no tenía qué co-
mer, si no tiene cómo pagar lo robado es enviado directamente a traba-
jar en la casa de su víctima. Con su trabajo pagará el importe total de lo
robado. En ese hogar recibe un trato cálido, a tal grado que la Guemará
dice que el quien adquiere un esclavo es como si hubiera adquirido un
patrón. El patrón está obligado a darle honores y comida, y si en la casa
hay sólo una cama, es el esclavo quien la usa y no el amo. En ese hogar
es donde el esclavo aprende a comportarse correctamente, sin dañar a
los demás. Después de unos años de trabajo, que jamás exceden de seis,

414
LIBRO

DEVARIM
el patrón está obligado a darle algunos de sus bienes, un poco de gana-
do, cosechas de uvas y de granos, para que emprenda su vida de nuevo
con bienestar y nunca vuelva a robar. Entonces, ¿quién tiene razón, la
Torá o la justicia moderna; nuestra forma de pensar o la de Dios?

El tercer ejemplo se halla también en nuestra Parashá. La Torá habla


de las bondades del hombre para el hombre, de la caridad. Pero, ¿qué
piensan las personas al respecto? Muchas piensan que si dan el diez-
mo van a empobrecerse. Si finalmente lo dan, creen que el pobre debe
agradecerles toda la vida. Pero, ¿qué piensa la Torá de esto? Que si al
final dimos, ganamos; que cuando damos dinero a un pobre, debemos
agradecerle por recibirlo de nosotros.

¿Por qué la Torá piensa así? Porque el dinero que posee la persona no
le llegó por sus propios méritos, sino que Dios se lo dio. Como dice
el versículo de Proverbios: “El rico y el pobre se encontraron; Dios es
quien los hizo así”.

Los comentaristas explicaron que todo el mundo piensa que los ricos
lo son porque son personas sabias, saben cómo hacer negocios, etc. Y
que los pobres lo son porque son menos capaces por no haber estu-
diado. Pero muchas veces encontramos que el pobre es más sabio que
el rico, quien a veces no sabe siquiera diferenciar entre la izquierda
y la derecha. Es entonces cuando entendemos que todo depende de
Dios, Él es Quien lo hizo. La riqueza no viene por la sabiduría ni la
pobreza por la ignorancia; estas son designios divinos. Es por esto que
Dios nos ordenó dar diez por ciento de nuestro capital a los pobres.
Si lo damos, entonces Él nos bendecirá, como dice nuestra Parashá
(Devarim 15:10).

¿Por qué? ¿Sólo por eso Dios nos bendecirá? ¡Claro que sí, porque
observa que estamos ayudando a los demás, y por eso multiplicará
nuestras ganancias!

415
LIBRO

DEVARIM
Entonces, ¿por qué no podemos ver que no estamos perdiendo, sino
que estamos ganando? ¿Quién tiene que agradecer a quién? ¿Qué
dimos al pobre? Dinero o comida. Pero, ¿qué recibimos de Dios a
cambio de eso? Bendiciones, protección contra la muerte, que equi-
valen a vida, incluso en el Mundo Venidero. Si dimos cien pesos re-
cibiremos cosas que ni siquiera con un millón podríamos comprar.
¿Quién recibió más de quién? ¿Quién debe agradecer a quién?

Naomí preguntó a su nuera Ruth: “¿Quién es ese buen hombre que


te permitió agarrar espigas de su campo?”. Ruth le respondió: “El
hombre a quien le hice el favor de recolectar de su cosecha y no de
otra se llama Boaz”. Esa respuesta no fue descaro, sino la realidad,
porque el rico siempre recibe más de lo que da.

Entonces, ¿quién tiene razón, la Torá o nosotros?

Desde un punto de vista superficial, siempre las palabras de Dios


son ilógicas. Pero podemos equiparar esto con los hijos, que pien-
san que sus padres siempre se equivocan y solamente cuando crecen
se dan cuenta de cuánta razón tenían sus padres.

Que sea la voluntad de Dios abrir nuestro entendimiento para cap-


tar sus enseñanzas sabias y verdaderas, y su visión correcta de las
cosas, para que así podamos siempre escoger el camino de la vida y
del bien. Amén.

416
LIBRO

DEVARIM
Parashat SHOFTIM

LA CIUDAD PERFECTA

E n esta Parashá aparece la obligación de nombrar jueces y po-


licías en todas nuestras ciudades y portones. Muy conocida es
la explicación del Alshij Hakadosh de que esta frase viene también
a enseñarnos la importancia de colocar policías y jueces en nuestra
pequeña ciudad, llamada “el cuerpo”, que está compuesta de varios
portones, como el ojo, los oídos, etcétera.

Antes que todo, debemos poner en esta ciudad un juez, que llama-
mos cerebro, y muchos vigilantes en todos nuestros portones, como
los parpados de los ojos, el lóbulo de la oreja, los labios y los dientes
de la boca, etc. Estos “policías” deben ser fieles a las sentencias del
juez; en el momento que él decida prohibir la entrada a la ciudad
hay que cerrar los portones. Si decide que algo no puede escucharse
hay que cerrar inmediatamente el oído. Si decide que algo no puede
verse, inmediatamente hay que bajar las persianas (los parpados).
Así también respecto a cerrar los portones de la boca. Debido a que
la boca está compuesta de dos caminos, uno para entrar y otro para
salir, Dios tuvo que colocar dos vigilantes, uno que cuide los ali-
mentos que entran a ella (los dientes) y otro que cuide las palabras
que salen de ella (los labios).

El juez es el más importante de todo este sistema de vigilancia, ya


que sin él los policías no saben qué hacer. En nuestra Parashá están
escritas varias leyes relacionadas con los jueces. Aquí las compara-
remos con las leyes de nuestro cerebro, nuestro juez.

1. El juez tiene prohibido aceptar sobornos.

417
LIBRO

DEVARIM
2. En caso de que el juez no supiera cómo sentenciar, debía ir a Jeru-
salem (donde estaban los grandes sabios de la Torá) para asesorarse.

3. Aunque no entendiera los motivos de la sentencia dada por los


sabios de Jerusalem, así debía sentenciar él.

Nuestro juez, el cerebro, primero debe conocer todas las leyes de la


Torá, porque si no, ¿cómo va a juzgar? ¿Dónde aprenderá lo que es
bueno o malo, lo permitido y lo prohibido? Igualmente, tiene que
saber cuidarse muy bien, porque el Yetzer Hará (instinto de mal)
sabe cómo sobornar: paga en efectivo; si lo escuchamos nos garan-
tiza el disfrute inmediato; provoca que el cerebro no funcione bien
y que las decisiones no se apeguen a la ley.

Si, por ejemplo, alguien nos cuenta cosas malas de los demás, el ce-
rebro sabe que está prohibido escuchar esas palabras, pero el Yetzer
Hará lo soborna diciéndole que está obligado a conocer esta infor-
mación, que todo el mundo ya lo sabe y sólo faltamos nosotros, etc.
De tal forma, el cerebro permite a los oídos escuchar y es entonces
cuando se comete el pecado. Eso también ocurre con la boca; el
Yetzer Hará convence al cerebro de que cierta comida es deliciosa,
aun cuando no es kasher. Y así sucede también con los ojos y con el
resto de los órganos de los sentidos y los miembros del cuerpo. Por
eso la Torá le dijo al juez, al cerebro, que no se deje sobornar bajo
ningún concepto.

Pero hay cosas que nuestro cerebro desconoce y el Yetzer Hará nos
hace preguntas que no sabemos responder: “¿Esto es permitido o
está prohibido? ¿Es kasher o no? ¿Esto se considera hablar mal del
prójimo o no?”. Debido a ello, la Torá nos dice que cuando no sepa-
mos qué hacer preguntemos a los sabios, para que ellos nos guíen y
nos ayuden a pensar correctamente; y en caso de que no los encon-
tremos, debemos consultar los libros para saber qué decidir.

418
LIBRO

DEVARIM
Si estos sabios llegasen a determinar algo que nosotros no compren-
demos, es nuestro deber obedecerlos, ya que su sabiduría y visión
son mayores que las nuestras. Una vez que cumplamos su decisión
podremos profundizar y entender que lo que nos encomendaron es
sólo para nuestro bien.

Cuando el cerebro hay asimilado estos tres conceptos perfectamente,


entonces podrá ser un buen juez en nuestra ciudad, nuestro cuerpo.

Pero, ¿por qué hemos de anular mis ideas por las decisiones de los
sabios, si tal vez nosotros estamos en lo correcto y ellos no?

Para responder esto debemos conocer un concepto llamado “vér-


tigo espiritual”. Los pilotos de aviones sufren a veces de vértigo y,
en medio del vuelo, pierden tanto el rumbo que ni siquiera saben
dónde es arriba y dónde es abajo. Son capaces de estrellarse contra
el suelo pensando que están subiendo más y más alto, Dios nos li-
bre. El piloto que recibe un ataque de vértigo debe inmediatamente
comunicarse con la torre de control más cercana para que le ayuden
a dirigir el avión. El piloto tiene que estar dispuesto a seguir las
instrucciones, aunque le digan que baje y a él le parezca que está
ascendiendo. Debe escuchar a los expertos porque él es quien está
enfermo y no ellos.

Así, muchas personas sufren de “vértigo espiritual” y piensan que


están haciendo lo correcto, que así es como uno debe comportarse,
que así es como debe cumplirse la voluntad de Dios. Pero ellos se
equivocan y, como los pilotos, se estrellan.

Por ejemplo, un joven sale con una goyá y ésta le dice que se con-
vertirá, cumplirá y hará todo lo que se le exija. Él piensa que está
dando un gran paso, y no sólo eso, sino que es una mitzvá grande lo
que está haciendo; cree estar alumbrando a los goyim, que los está

419
LIBRO

DEVARIM
convirtiendo al Judaísmo. Pero él no siente que está estrellándose
poco a poco, está arruinando su propia vida y la de su descenden-
cia. Ciertamente, hay mujeres que verdaderamente se convirtieron
y cumplieron toda la Torá a cabalidad, pero esto ocurre con una de
mil, y este joven ingenuo cree que su novia es esa mujer tan especial.
¿Qué debe hacer este joven, cuyo cerebro está dormido, sobornado,
en huelga? Debe subir a Jerusalem, debe preguntar a los verdaderos
rabinos el consejo de la Torá, y no pagar a algún seudorrabino para
que convierta a su novia, pues lo que quiere éste es dinero y nada
más. Debe escuchar a “la torre de control” para que logre aterrizar
sano y salvo.

Cuando alguien sufre un grave accidente y su cerebro queda lesio-


nado, puede experimentar el “estado vegetal”, Dios no lo quiera.
Cuando alguien tiene problemas espirituales en su cerebro, enton-
ces está en “estado vegetal” espiritualmente. Sus “policías” no saben
qué hacer, los enemigos entran con facilidad y lo conquistan. Es en-
tonces cuando se necesita guerrear muy duro para sacarlos.

Así, pues, debemos ser inteligentes y cuidar nuestro cerebro. Y la me-


jor manera de hacerlo es llenarlo de información, de conocimien-
tos de las leyes de la Torá. Luego, debemos nombrar a unos buenos
policías que vigilen bien los portones de nuestra ciudad. Hay que
estar alertas para que ningún extraño entre. Cuando no sepamos
qué hacer, debemos consultar con los representantes de la Torá. Si
nos dicen algo que consideremos ilógico, debemos saber que noso-
tros somos los equivocados y no ellos; nosotros sufrimos vértigo y
ellos son la torre de control.

Que sea la voluntad de Dios socorrernos para conservar una ciudad


limpia y adecuada, con un juez sabio y buenos policías. Amén.

420
LIBRO

DEVARIM
Parashat SHOFTIM
EL NÚMERO TRES

E n nuestra Parashá se habla de las ciudades de refugio que es-


taban ubicadas en Eretz Israel. La Torá, en lugar de decir que
construyéramos tres ciudades de refugio, dijo que dividiéramos el
territorio en tres partes y que en cada una de ellas colocáramos una.
Mucho en la Torá y en nuestra vida está separado en tres partes. El
Am Israel está dividido en tres grupos: Cohanim, Levitas e Israel. El
Tanaj está dividido en tres: Torá, Nebiim (Profetas) y Ketubim (Es-
critos). El mundo está dividido en tres partes: ciudades, desiertos y
mares. ¿A qué se debe esto?

El Ben Ish Jai explica que esto nos enseña que debemos dividir
nuestro día en tres partes iguales; es decir, ocho horas para dormir,
ocho para trabajar y hacer diligencias, y ocho de santidad, bien sea
rezando, estudiando Torá o haciendo mitzvot. También, que en la
Torá hay tres versículos que empiezan con la palabra Az, cuyo signi-
ficado es “entonces” y su valor numérico es igual a ocho. Cada uno
de estos versículos insinúa lo que debe hacerse con cada grupo de
ocho horas: uno habla de dormir, otro de trabajar y el otro de Torá.
Az Tishán, “Entonces dormirás”; Az Tzaliaj, “Entonces triunfarás”
(trabajo), Az Taskil, “Entonces estudiarás” (Torá).

De igual manera, en la concepción de un niño hay tres socios: el


padre, la madre y Dios. Dios se encarga de insuflar el alma, el pa-
dre se encarga de trasmitir la composición los huesos, y la madre, la
carne. Cada uno de estos socios se relaciona con un grupo diferente
de ocho horas. Dios se identifica con las ocho horas de estudio, el
padre con las ocho horas de trabajo y la madre, el ama de casa, se
identifica con las ocho horas que se invierten en el hogar.

421
LIBRO

DEVARIM
La verdad es que ninguno de nosotros está acostumbrado a vi-
vir de manera tan ordenada. Comemos cuando nos da hambre,
dormimos cuando estamos cansados sin importarnos las horas de
sueño, estudiamos cuando tenemos oportunidad, y nadie mide
el tiempo que dedica a cada cosa. Es una lástima que seamos así,
pues si fuéramos ordenados aprovecharíamos mejor el tiempo y la
vida, triunfaríamos más. Es por eso que está escrito: Vehajut Ha-
meshulash Lo Bimhera Yinatek, “Y la cuerda de tres cabos no con
prontitud se romperá”.

Además, descendemos de nuestros tres Patriarcas: Abraham, Itzjak


y Yaakov, quienes nos aportan también fuerzas para cada uno de
esos grupos de ocho horas.

Abraham fue reconocido como el gran anfitrión, quien daba de co-


mer, beber y dormir a sus invitados; él nos ayuda a que durmamos
y nos alimentemos adecuadamente a fin de que estemos siempre
listos para servir a Dios, tal como él lo hacía con sus huéspedes,
que salían de su casa creyendo y agradeciendo a Dios.

Itzjak fue catalogado como el agricultor: Vayizrá Itzjak, “Y sembró


Itzjak”. En ese año, en el que fue bendecido por Dios, obtuvo cien
chivos (Bereshit 26:12). Rashí explica que el campo produjo cien
veces más de lo que podía producir; es decir, obtuvo ganancias de
cien veces más de lo esperado. Itzjak nos ayuda siempre para que
tengamos una buena manutención, que sea abundante y duradera.

Yaakov Abinu fue calificado como Yoshev Ohalim, “Se sentaba


en las carpas de Torá”; estaba siempre estudiando, conectado con
Dios. También fue calificado como Titen Emet Le Yaakov, “Dale
la verdad a Yaakov”, la verdad de la Torá. En la casa de Labán,
Yaakov dijo: Im Labán Garti, “Con Labán conviví”, refiriéndose a
que cumplió las 613 mitzvot de la Torá (ya que el valor numérico

422
LIBRO

DEVARIM
de Garti es 613) en ese periodo. Yaakov es quien nos ayuda en las
horas de estudio de Torá, para que sea una Torá verdadera, perfecta
y completa.

Recibiremos toda esta ayuda únicamente si nos esforzamos en di-


vidir nuestro día adecuadamente, en tres partes iguales, para que
cada uno de nuestros Patriarcas asuma su lugar en los diferentes
grupos de ocho horas que tenemos a lo largo del día.

Ahora podemos entender mejor el Pirké Avot, que dice: “El mundo
se sostiene sobre tres pilares, la Torá, el trabajo y los actos de bon-
dad”. Es decir, cada día de la vida debe apoyarse en cada uno de
estos pilares: un tercio sobre la Torá, otro tercio sobre el trabajo y
el último sobre la comida, la bebida y el sueño, que son los actos
de bondad que hacemos para con nosotros mismos.

Muchas veces no nos damos cuenta, pero esto lo decimos todos


los días en el rezo. Más específicamente, en el Shemá. Primero
está escrito: Veahabta Et Hashem Elokeja…, “Y amarás al Eterno
tu Dios…”; Bejol Lebabeja, “Con todo tu corazón”, es decir, salud
corporal, que sólo se obtiene comiendo, bebiendo, durmiendo y
haciendo deportes. Bejol Nafshejá, “Con toda tu alma”; espiri-
tualidad, Torá y Tefilá. Ubejol Meodeja, “Y con todos tus bienes”;
dinero, negocios, etcétera.

Si ponemos atención, notaremos que en dos de los tres grupos de


ocho horas del día hacemos generalmente mucho hincapié en co-
mer, dormir y beber, y en las horas de los negocios, pero restamos
importancia al tercer grupo (el estudio de la Torá), pese a que es-
tamos conscientes de que debemos desarrollarlo mejor.

Cierto, en este aspecto es difícil ver resultados hoy mismo; no to-


dos podemos sentarnos ocho horas a estudiar, pero sí podemos,

423
LIBRO

DEVARIM
poco a poco, organizar nuestro día para que, en esas ocho horas,
tengamos tiempo para leer libros de Torá y escuchar casetes de
shiur en el auto o oficina, en la casa o caminando. Así es muy fácil
alcanzar el mérito de recibir las bendiciones de Abraham Abinu,
Itzjak y Yaakov en la casa, en el negocio y en la Torá.

Que sea la voluntad de Dios que por el merito de la Torá, que está
dividida en tres partes, Torá, Nebiim y Ketubim, que fue escrita
por el tercer hijo de Amram (Miriam, Aharón, Moshé), quienes
pertenecían a la tercera tribu de Israel (Reubén, Shimón, Levy), en
el tercer mes del año (Nisán, Iyar, Siván) para el pueblo elegido,
que está dividido en tres grupos (Cohanim, Levitas, Israel), sea-
mos bendecidos por nuestros tres Patriarcas (Abraham, Itzjak y
Yaakov) con sus tres bendiciones (Bakol, Mikol, Kol), para alegrar
a nuestros tres socios (Dios, el padre y la madre) y que por ese mé-
rito podamos construir nuestro Tercer Templo, con prontitud en
nuestros días. Amén.

424
LIBRO

DEVARIM
Parashat KI TETZÉ

NOSOTROS LOS PIADOSOS

E l Am Israel se ha destacado, a lo largo de la historia, por ser un


pueblo piadoso. Por medio de esta cualidad hemos sido reco-
nocidos muchas veces y nos hemos asemejado a Dios, Quien tam-
bién es piadoso y bondadoso.

En nuestra Parashá vemos la importancia de ser piadoso con todos,


desde el más pequeño hasta el más grande, desde cualquier animal
hasta con nuestros amigos.

Encontramos el primer ejemplo en Devarim 22:4, específicamente


en la mitzvá de ayudar al prójimo a colocar la carga encima de su
burro, pues también está la mitzvá de ayudar al prójimo a desmon-
tar la carga de su burro. Hay una diferencia entre estas dos mitzvot:
por colocar bultos sobre el burro puede pedirse una remuneración
a cambio, pero por descargarlo no, pues puede perderse tiempo en
discutir de dinero cuando hay que correr para ayudar al burro a qui-
tarse tanto peso de encima. De aquí aprendemos la importancia de
tener piedad con los animales.

El segundo ejemplo lo vemos es la prohibición de la Torá de arar el


campo con un burro y un buey a la vez. Uno de los motivos es que,
por ser más fuerte, el buey avanza más y el burro se cansa más rá-
pido y deja todo el trabajo al buey. El otro motivo es que el buey, al
ser rumiante, da la impresión de que está comiendo todo el tiempo,
lo cual provoca que el burro se sienta mal porque no le dan de co-
mer. Aquí también aprendemos que debemos ser piadosos con los
animales.

425
LIBRO

DEVARIM
El tercer ejemplo es cuando la Torá dice, en nuestra Parashá: Lo Taj-
som Shor Bedishó, “No colocarás un bozal en la boca del toro mien-
tras trilla”. Está prohibido cubrir la boca a los animales que están
trabajando, ya que al ver tanta comida necesitan comer. También
está prohibido que el dueño coma sin antes dar de comer a sus ani-
males, ya sean peces, pájaros, perros, etc. Es obligatorio apiadarse
de los animales.

Si la Torá nos enseña a apiadarnos de los animales, ¿cómo debemos


ser con las personas, con los pobres que necesitan de tanta ayuda?
Nuestra Parashá dice que debemos apiadarnos del que perdió algo.
Si vemos que nuestro compañero perdió un toro o un burro, ropa u
objetos, y nosotros los encontramos, no podemos ser crueles, sino
que debemos devolvérselos. En caso de que no conozcamos al pro-
pietario de los objetos, debemos guardarlos en nuestra casa hasta
que aquel aparezca. Mientras tanto, debemos informar a los demás
y preguntar a la gente que tenemos esos objetos y que estamos bus-
cando al dueño para regresárselos.

También la Torá nos obliga a ayudar al que está cargando su burro;


si vemos que no puede solo, debemos correr y ayudarlo, es decir,
apiadarnos de su condición física.

El cuarto ejemplo es la prohibición de la Torá de cobrar intereses por


préstamos. No podemos ser crueles con los demás, ya que con el
cobro de intereses estamos impidiéndole indirectamente que supere
sus problemas económicos.

La Torá también contempla otro caso de piedad con los demás en


la mitzvá de dejar de recolectar parte de la cosecha, a fin de que
quien lo necesite no tenga que pasar por la vergüenza de ir direc-
tamente a pedirla, sino que la recoja en cualquier momento, sin
que nadie lo vea.

426
LIBRO

DEVARIM
Dios quiere que, al igual que Él es bondadoso y piadoso, nosotros
también lo seamos. Sin embargo, y en aparente contradicción, tam-
bién en esta Parashá vemos que Dios prohíbe la entrada de un moa-
bita o de un amonita a la congregación de Israel. Aunque sean ju-
díos conversos descendientes de aquellos, no podemos aceptarlos
entre nosotros porque son crueles por naturaleza. Cuando el Pue-
blo de Israel salió de Egipto pasó cerca de sus campamentos y quiso
comprarles agua y pan, pero ellos se negaron. Los Bené Israel no los
necesitaban, ya que tenían maná y el pozo de Miriam, pero el solo
hecho de no querer ayudar ni apiadarse de alguien necesitado ya
demuestra su esencia cruel. Es por eso que Dios prohibió la entrada
de este tipo de personas a Su congregación.

Día tras día pedimos a Dios que se apiade de nosotros, pero, ¿acaso
nosotros somos piadosos con los demás? Si somos crueles, ¿cómo
vamos a pretender que Dios sea piadoso con nosotros?

Esto me recuerda una fábula sobre un pelícano que una vez estaba
muy hambriento y, cuando metió la cabeza dentro del agua para
buscar comida, atrapó a un pez. El pez dijo al pelicano: “¡Apiádate
de mí! ¡No me comas!”. Por el miedo que tenía el pez, de su boca
salió un pececillo que él acababa de devorar. Entonces el pelícano
le dijo: “Tú no te avergüenzas de pedirme piedad, pero tú no eres
piadoso ni siquiera con tus hermanos”.

Así es nuestra relación con Dios; le pedimos que se apiade de noso-


tros y, mientras tanto, Él está viendo que nosotros no nos apiada-
mos de los animales, de los pobres y de los amigos.

Debemos saber que hay un nivel superior de piedad, que es apiadar-


se del bienestar espiritual del prójimo. Esto no solamente se refiere
a pérdidas materiales o físicas, sino a pérdidas y cargas espirituales.
Si la Torá nos obliga a devolver objetos perdidos, tanto más impor-

427
LIBRO

DEVARIM
tante será devolver almas judías. Muchos judíos en el mundo han
perdido su identidad y su Séfer Torá, el mapa para volver a casa, por
lo que todos tenemos la obligación de devolver a estos judíos su
identidad perdida y apiadarnos de ellos, incluso si ellos mismos no
conocen la gravedad de su situación.

Tenemos la obligación de ayudar a quienes cuesta llevar la carga de


la Torá sobre sus espaldas. Por ejemplo, hay personas que quieren
tener una cocina kasher, pero les cuesta hacerlo. Nuestra obligación
es ir a su casa y ayudarlos a hacerlo, lo que equivale a cargar tam-
bién nosotros su peso. También hay personas a las que les cuesta
cuidar Shabat porque no conocen las leyes. Debemos apiadarnos de
esas personas e invitarlos a pasar Shabat en nuestra casa para que
vean lo que es. Entonces podremos sentarnos con ellos y explicarles
las leyes, una por una.

Así debe ser con cada judío. Debemos apiadarnos de él, darle ayuda
espiritual y material, tanto para este mundo como para el venidero.
En el Talmud (Babá Metziá 85a) dice que a Rebi le acaecieron sufri-
mientos durante una larga época por no haber sido piadoso, pero
que en cuanto empezó a apiadarse, los pesares desaparecieron. La
Guemará explica que una vez un becerrito se escondió detrás de la
silla donde estaba sentado Rebi, tratando de evitar ser degollado por
el Shojet; Rebi se levantó de su silla y dijo al animal: “¿Por qué te
escondes, si para esto fuiste creado?”. En ese momento empezaron
a llegar los sufrimientos al cuerpo de Rebi, pues aunque tenemos
permitido degollar a un animal para consumir su carne, el hecho de
no sentir lástima por él ya implica ser amonestado. Un día, tiempo
después, la esclava de Rebi vio a unos ratones en la casa y los atrapó
con la intención de matarlos luego. En ese momento, Rebi dijo a la
esclava que no los matara y que los liberara en el campo. Cuando
en los cielos vieron que Rebi se apiadaba de unos ratones, inmedia-
tamente se apiadaron de él y sanó por completo.

428
LIBRO

DEVARIM
En el libro Pelé Yoetz (68b) se dice que no podemos matar ni siquie-
ra a una serpiente, siempre y cuando tengamos la opción de atra-
parla y liberarla en las montañas. Diariamente nos encontramos
con animalitos, hormigas, insectos y no nos duele matarlos. ¿Dón-
de está la piedad para ellos? Aunque no lo creamos, ellos también
tienen dolientes.

Y no hablemos de cazar animales por pasatiempo, que es la peor


crueldad que pueda permitirse el ser humano. Matar animales
puros para consumir sus carnes no está prohibido, ya que tiene
un sentido lógico. Pero matar por pasatiempo, por placer, es muy
malvado y cruel.

Que sea la voluntad de Dios esforzarnos en ser piadosos con los


animales, porque eso causará que seamos piadosos con nuestro pró-
jimo y así Dios, el Piadoso, se apiadará de los piadosos, es decir, de
nosotros. Amén.

429
LIBRO

DEVARIM
Parashat KI TETZÉ

A TIEMPO

E n nuestra Parashá hay un versículo muy pequeño, pero muy


grande por su contenido, por su mensaje. En él se encuentra el
secreto de cómo recibir de Dios lo que nos pertenece a tiempo, sin
inconvenientes y con alegría.

La Guemará nos explica que hay cuatro causas para que los bienes
de las personas disminuyan (Sucá 39b). Una de ellas es no pagar a
tiempo a los empleados. En la Torá está escrito: Beyomó Titén Sjaró,
“En su día, pagarás su sueldo”. De aquí aprendemos la obligación
de pagar a tiempo a nuestros empleados. Así, también dice nuestra
Parashá: Ki Tadur Lo Teajer Leshalmó, “Cuando prometas, no de-
morarás en pagar”.

Si pagamos a tiempo, Dios no se demorará en pagarnos a tiempo.


En cada Rosh Hashaná, Dios establece cuánto y cuándo vamos a
recibir lo que nos corresponde. Pero si nosotros no le ayudamos a
pagar a tiempo nuestras obligaciones, entonces Dios tampoco lo
hará con nosotros. Si pagamos a tiempo, automáticamente estare-
mos causando que Dios también nos pague a tiempo.

El Shulján Aruj (339:1) establece como una mitzvá pagar el sueldo


de los empleados en su día. El Bayit Hayehudí, en nombre de otros
legisladores, establece que si un pobre viene a pedir caridad el día
en que debemos pagar los sueldos de los empleados, tenemos pro-
hibido dar de ese dinero al pobre, sino primero pagar los salarios y
después, si sobra, dar al pobre.

430
LIBRO

DEVARIM
Dice la halajá que incluso tenemos que disminuir los gastos que
hacemos para Shabat con tal de pagar a tiempo a los empleados.
También tenemos prohibido comprar mercancía nueva cuando to-
davía debemos dinero a los proveedores. El dinero que pensábamos
invertir en esa compra debe servir para cancelar nuestras deudas
pendientes.

Se acuerdo con Maimónides, la obligación de pagar a tiempo inclu-


ye a los goyim.

A continuación daré varios ejemplos cotidianos.

Cuando se alquila una casa, oficina o tienda, y los inquilinos esta-


blecieron una fecha para pagar el alquiler a su dueño, deben cance-
lar el pago en ese día.

Cuando recibimos cualquier tipo de servicio, no podemos decir a


quien lo hizo que le pagaremos otro día a menos que así se haya es-
tablecido antes. Se otra manera, si esperamos hasta que él termine
de hacer su trabajo para decir que le pagaremos después, estaremos
violando esta ley porque el empleado ya cuenta con ese dinero. Si no
le pagamos en el momento, no tiene otra opción que esperar; pero
debemos pensar que quizá por vergüenza no nos exigió el pago, o
porque nos teme, etc. De cualquier forma, si no fue pactado que
pagaríamos después, estamos violando la prohibición de no pagar
a tiempo.

También esta ley se aplica a los empleados de fábricas o de tiendas,


y abarca a todo empleado, sea fijo o temporal; por ejemplo, la mujer
que limpia la casa. Si fuimos nosotros quienes establecimos cierta
fecha para pagar su sueldo, debemos hacerlo sin ninguna excusa.
Siempre debemos actuar así para que Dios también nos pague con
lo mejor y a tiempo.

431
LIBRO

DEVARIM
En el Tanaj se nos informa que el Rey David fue ungido como rey
a escondidas y sólo el profeta Shamuel, quien fue el que lo ungió,
además de la propia familia de David, lo sabían. David tenía vein-
tiocho años, pero sólo hasta los treinta y siete empezó a gobernar.
¿Por qué se demoró Dios en llevar a acabo su designio?

El Tanaj nos relata que una vez Ishai, el padre de David, lo envió al
frente de batalla con el dinero para el general encargado de los gas-
tos de la guerra. Cuando David llegó allá vio a lo lejos a Goliat, que
estaba gritando y maldiciendo. En ese momento David dio el dine-
ro a un hombre para que se lo cuidara y se preparó para combatir.
Luego de que triunfó y mató a Goliat, fue invitado a un banquete de
agradecimiento a Dios por el milagro. Únicamente después de todo
eso David se acordó de que todavía no entregaba el dinero a quien
correspondía; fue aprisa por él y lo entregó por fin al general. Pero
debido a que por culpa de David se retrasó el pago a esos soldados,
Dios se demoró en hacer realidad su designio.

David y su hijo Shelomó fueron muy diferentes. El libro de Reyes I


(9:11) nos cuenta que el Rey Shelomó, apenas culminada la cons-
trucción del Templo y del palacio del rey, fue con el Rey Dor-Jiram
a pagarle por los servicios que le había hecho. De aquí aprendemos
lo meticuloso que era Shelomó con el pago a tiempo.

Conforme a algunos Midrashim, cuando David preguntó a Dios


cuándo iba a morir, Él le respondió que eso no era revelado a nadie.
David le pidió entonces que, por lo menos, le revelara en qué día de
la semana moriría; Dios accedió y le respondió que moriría en Sha-
bat. Cuando David escuchó eso, pidió a Dios que por lo menos fue-
ra un día más tarde, con tal de disfrutar del Shabat. Entonces Dios
le respondió que no podría complacerlo, ya que había establecido
que el reinado de Shelomó, su hijo, empezaría un Shabat. A alguien
como Shelomó, que tanto se preocuparía por pagar a tiempo, no

432
LIBRO

DEVARIM
podía atrasar su reinado, ni siquiera por un día. De este relato de-
ducimos que Dios no se demora, ni siquiera un segundo, en pagar a
quien se comporta de la misma forma que el Rey Shelomó.

Ahora entendemos la petición de que llegue pronto el Mashíaj. Lo


llaman Mashíaj Ben David, “El ungido, hijo de David”, debido a que
el hijo de David, Shelomó, siempre pagaba a tiempo y, por tanto.
Dios siempre le pagaba con bendiciones y abundancia en su mo-
mento.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a pagar a todos a tiempo


para que todo lo bueno que Él tiene destinado para nosotros nos
llegue a su tiempo, incluyendo al Mashíaj. Amén.

433
LIBRO

DEVARIM
Parashat KI TAVÓ
LA FELICIDAD
D esde el día en que nacemos hasta el último momento que vivimos,
y después en el Mundo Venidero, lo único que buscamos es estar
alegres. Todos trabajamos para vivir con alegría, ganar dinero para com-
prar cosas que nos den alegría, salir de vacaciones, etc.; nos casamos para
estar felices y traemos niños al mundo para alegrarnos con ellos.

Todo lo que hacemos gira en torno de la alegría. Y la principal preo-


cupación del ser humano es cómo alegrarse, no sólo a nivel material
sino también espiritual. Estudiamos Torá porque ésta nos alegra: Pi-
kudé Hashem Yesharim Mesamejé Lev, “Las leyes de Dios son correc-
tas y alegran los corazones”. Cumplimos mitzvot para llegar al Mun-
do Venidero, donde viviremos eternamente con total alegría. Como
dijo el Rey David: Samajti Beomrim Li Beit Hashem Nelej, “Me ale-
gro cuando me dicen que vamos a la casa de Dios”. “La casa de Dios”
tiene dos significados: uno es “el Templo” y el otro, “el Mundo Veni-
dero”. Por tanto, nos alegramos porque nos digan que recibiremos el
Mundo Venidero, porque allá todo es alegría.

La pregunta es: ¿verdaderamente encontramos alegría en todas esas


cosas? Todos hemos visto a gente rica a la que no le falta nada; tienen
una casa bonita, carros, sirvientes, dinero en abundancia. Pero lo que
jamás hemos visto en ellos es una sonrisa, un gesto de alegría.

Se supone que nos casamos para ser felices, pero hay muchísimas pa-
rejas tristes, amargadas. ¿Cuántos tienen niños para, supuestamente,
alegrarse con ellos, pero están consumiéndose por tantos problemas
y sufrimientos que les causan? En el ámbito espiritual, conocemos
a muchos que han hecho teshuvá, pero siempre andan con cara de
Tishá Beav; hay cada vez más hogares religiosos sin alegría, Abrejim
tristes, rabinos amargados. Es una lamentable realidad.

434
LIBRO

DEVARIM
¿Qué genera alegría en las personas? ¿Cómo se adquiere? A lo largo
de todas las generaciones, los seres humanos no han encontrado ese
gran secreto, la puerta de la alegría.

Sin embargo, la respuesta a estas preguntas está aquí, en nuestra Pa-


rashá: Vesamajta Bekol Hatov Asher Natán Lejá Hashem, “Y te alegra-
rás con todo lo bueno que te dio Dios” (Devarim 26:11). Es decir, la
alegría no está relacionada con nada. Por lo menos, no con el dinero,
la familia o las vacaciones; ni siquiera con cosas espirituales. La ale-
gría es una bendición por sí sola. La Torá, en esta Parashá, nos ben-
dice para que seamos felices con todo lo bueno. Todo lo que Dios nos
da es bueno y por eso debemos alegrarnos con él.

“Bueno” es un concepto que contempla tanto lo material como lo es-


piritual. Cuando Dios creó al mundo material, cada día decía: Vayar
Hashem Ki Tov, “Y vio Hashem que era bueno”. También a la Torá
fue calificada de buena: Ki Lekaj Tov Natati Lajem, “Porque una ley
buena les di a ustedes”. Tal es la razón de que en nuestra Parashá diga:
Vesamajtá bemol Hatov, “Y que Dios te alegre con lo bueno (Tov ma-
terial y Tov espiritual).

Todos nosotros buscamos ciegamente el dinero, pues pensamos que


la felicidad depende de él. Pedimos a Dios que nos mande dinero,
pero no le pedimos alegrarnos con él, porque creemos que al tener
dinero automáticamente tendremos alegrías. Nos casamos pensando
que toda la vida nuestra novia se llamará alegría.

Debemos aprender que cuando pidamos a Dios lo que sea, debemos


pedirle también que nos alegre con eso, en especial con el estudio
de la Torá. Por eso decimos en la tefilá: Kadeshenu Bemitzvoteja,
Sim Jelkenu Betorataj, Sabeenu Mitubaj, Sameaj Nafshenu Bishuataj,
“Santifícanos con tus preceptos, pon nuestra parte en la Torá, sácia-
nos con lo bueno, alegra nuestras almas con tu redención”. Es decir,

435
LIBRO

DEVARIM
pedimos a Dios que nos ayude a cumplir con todos los preceptos, a
estudiar Torá, a saciarnos con lo bueno que Él nos da y que en todo
esté el preciado ingrediente de la alegría.

Cuando pedimos tener el mérito de vivir en Israel, lo hacemos agregan-


do: “Con alegría”: Taalenu Besimjá Leartzenu, “Haznos ascender, con
alegría, a nuestra tierra”. Para que los novios sean felices los bendecimos
así: Sameaj Tesamaj Rehim Ahubim, “Alegrar, alegrarás a esta pareja”.

No sirve de nada casarnos si no seremos felices; de nada nos sirve


el dinero si no estamos felices; ¿para qué estudiar Torá si no somos
felices? Por eso debemos pedir siempre que en cada cosa buena que
recibamos venga anexado un bono extra llamado alegría.

Muchas personas se preguntarán: ¿para qué pedir alegría junto con


dinero? ¿No está sobreentendido que el dinero que necesito es para
ser feliz? Los novios se preguntarán: ¿para qué pedir por la alegría, si
cuando pedimos ser una pareja ideal, sin ningún tipo de roces, está
sobreentendido que queremos ser felices?

Toda tefilá tiene que ser pronunciada clara y detalladamente. ¿Qué ne-
cesitamos? No podemos rezar a Dios: “Dios, mándame lo que me hace
falta, eso que tú ya sabes”. Si pedimos una mesa, pero no menciona-
mos las sillas, en los cielos anotan que solicitamos una mesa sin sillas.
En el Midrash Esther Rabá se relata que, durante la ocupación roma-
na, un rabino iba andando por el camino y que, cuando se cansó, pi-
dió a Dios que le mandara un burro. En ese momento lo alcanzó un
tribuno romano, quien llevaba sobre sus hombros un burrito recién
nacido, pero que no podía andar bien. Al ver al rabino, le ordenó en
nombre del Imperio que colocase encima de su espalda al animal y
que lo llevara hasta la ciudad. Sin opción alguna, el rabino cargó al bu-
rrito el resto del camino, mientras pensaba: “Esto me pasó por pedir un
burro. Mejor hubiera pedido un burro para montarme encima de él”.

436
LIBRO

DEVARIM
Por eso Yaakov Abinu rezaba a Dios para que le diera pan que co-
mer, ropa que vestir. También nosotros debemos rezar a Dios que nos
mande dinero, pero con alegría incluida. ¿De qué nos sirve tener mi-
llones en el banco si no tenemos ni siquiera un momento de alegría
en el corazón?

El Rey Shelomó escribió dos versículos que resaltan la importancia


de la alegría: Tov Arujá Yerek Beahaba Sham, MeShor Abús Besiná
Bo, “Es mejor una comida de vegetales con alegría que un filete de
carne con odio” (Mishlé, Proverbios 15:17). Y: Tov Pat Jarabá Beshalvá
MiBayit Malé Zibjé Rib, “Más vale un bocado de pan seco con tran-
quilidad que una casa llena de festines con peleas” (Mishlé 17:1).

Cada vez que recemos, hay que hacer más hincapié en el aspecto de
la alegría que en lo bueno que estamos pidiendo en sí. Aprendamos
que lo bueno no está estrictamente relacionado con la alegría; la ale-
gría es un regalo de Dios y viene aparte.

En la Torá, cada vez que dice Vehayá, “Y fue”, está refiriéndose a la


alegría. ¿Cómo lo sabemos? Porque las letras que en hebreo compo-
nen la palabra Vehayá también conforman el nombre de Dios. Esto
nos da a entender que la felicidad, la alegría, depende únicamente de
Dios y no del dinero, lo físico o lo material.

Por todo lo anterior podemos concluir que Dios cumplirá pronto


nuestras peticiones si le pedimos que, antes de todo lo demás, nos
mande alegría. Así, nos ayudará a hacer teshuvá alegremente, a es-
tudiar Torá con alegría y a cumplir los preceptos con alegría.

Que sea la voluntad de Dios que nos mande de todo lo bueno, y que
venga acompañado también de ese tesoro que tanto buscamos, la
alegría. Amén.

437
LIBRO

DEVARIM
Parashat KI TAVÓ

CADA PRINCIPIO

L a mitzvá de Bikurim consistía en llevar las primicias de las co-


sechas al Templo. ¿Cuál es el mensaje de esta Parashá? ¿Acaso
se aplica también en nuestros días, que no tenemos campos y no
tenemos Templo?

En primer lugar, recordemos que la Torá fue ordenada de tal for-


ma que siempre tiene un mensaje para cada generación, para cada
persona. Basta saber adecuar la orden divina a nuestra situación
particular, en cada época y en cada generación.

La palabra “primicias” viene de la palabra en hebreo para “prime-


ro”, es decir, todo lo nuevo. Nuestros comentaristas afirman que,
puesto que del principio depende el futuro, es bueno que todo se
inicie de una forma santa.

Así, hay una interesante razón para que la Parashá de Ki Tavó ge-
neralmente se lea antes de la Festividad de Rosh Hashaná. El pri-
mer mes del año, Tishré, está repleto de mitzvot: Rosh Hashaná,
Shofar, Los Diez Días de arrepentimiento, Shabat Shubá, Yom Ki-
pur, Sucot, Las Cuatro Especies, Hoshana Rabá, Sheminí Atzeret y
Simjá Torá. ¿Por qué Dios no repartió equitativamente estas Festi-
vidades en los meses del año? La respuesta es que el mes de Tishré
es el primero, el que da inicio al año y, por tanto, tiene que estar
lleno de santidad.

Esto está relacionado con el Cohén Gadol. En la época del Primer


Templo, el Cohén Gadol estaba regido por leyes especiales debi-

438
LIBRO

DEVARIM
do a que era considerado nuestro embajador en el Templo. Una
de ellas es que no podía impurificarse mediante el contacto con un
muerto, aunque fueran su hermano, su padre, su madre o sus hijos,
Dios nos guarde. El Cohén Gadol no podía quedar impuro bajo nin-
gún concepto.

Sin embargo, el Cohén normal sí podía impurificarse con los muer-


tos, pero solamente con sus siete parientes cercanos: padre, madre,
esposa, hijo, hija, hermana y hermano, excepto durante su primer
día de servicio en el Templo, cuando debía acatar las mismas leyes
que un Cohén Gadol. Por tanto, si alguno de sus familiares cercanos
moría en ese mismo día, él no podía asistir al sepelio, a fin de que
no empezara su servicio a Dios en el Templo con impurificación,
sino con santidad y pureza.

En la época de Januká los griegos conquistaron el Segundo Templo y


no nos permitieron ofrendar sacrificios animales a Dios ni encender
nuestra sagrada Menorá. Cuando los Jashmonaim expulsaron a los
griegos y entraron al Templo, se sintieron desolados porque no pudie-
ron encender la Menorá. No había más que un jarrito del aceite puro
que se utilizaba para ello, el cual serviría para encender la Menorá por
únicamente un día. Pero Dios hizo el milagro de que ese aceite dura-
ra ocho días, justo el tiempo que tomaba a los Cohanim purificarse y
elaborar más aceite.

¿Por qué era necesaria la fabricación de aceite puro, si la ley también


permite usar aceites impuros con tal de no interrumpir el encendido
de la Menorá?

Explican los comentaristas que, aun cuando ello estaba permitido, los
Cohanim no querían reanudar el servicio a Dios con aceites impuros,
sino que la pureza continuara por siempre. Por eso Dios les hizo el
milagro de que el aceite durara ocho días.

439
LIBRO

DEVARIM
Por eso también celebramos a lo grande una circuncisión, un Bar Mit-
zvá o una boda, porque son el principio de una etapa. La circuncisión
es el principio de la vida. El Bar Mitzvá o Bat Mitzvá es el principio
de las obligaciones personales, el día en que nuestros niños y niñas se
convierten en adultos. La boda es el principio de la vida conyugal, la
cual tiene que estar llena de alegría y santidad.

Este es el motivo por el cual en todas esas fiestas decimos unas pala-
bras de Torá y damos nuestras más sinceras bendiciones, para que los
acompañen toda la vida.

Cuando nace el primer hijo se realiza el Pidión Habén, es decir, se


redime de manos del Cohén, porque él es el primero de todos los de-
más hijos e hijas que vendrán. De ahí la importancia de esforzarnos
por educar bien al mayor, porque de él aprenderán los siguientes pues
lo verán como un ejemplo.

Este es el secreto de las primicias, incluso en nuestros días. Quien in-


vierte en su negocio y quiere que Dios siempre le otorgue bendiciones
y lo acompañe en todas sus decisiones, debe llevar sus primicias a la
sinagoga, además de donar y dar el diezmo, para que el principio del
año quede santificado con bendiciones y todo ese tiempo también sea
pleno de santidad.

Todos nuestros enemigos nos prohibieron usar los tefilín, celebrar el


Rosh Jodesh o el Shabat, y realizar la circuncisión, porque conocían el
mensaje secreto que hay en ellos. Si destruían el principio, destruían
todo. Los tefilín son el principio del día de cada judío; el Shabat es el
principio de la semana y no el fin, como piensan algunos; Rosh Jo-
desh es el principio del mes; la circuncisión es el principio de la vida.
Deseaban destruir estos principios judíos para que el pueblo quedase
también destruido. Si se destruyen las bases de un edificio, no hay
posibilidades de que se sostenga.

440
LIBRO

DEVARIM
Tal es la importancia de que santifiquemos todos los principios. Con el
rezo de la mañana santificamos cada día de la vida; con el Shabat santi-
ficamos toda la semana al iniciarla con pureza, con cánticos, con alegría;
con el Rosh Jodesh santificamos cada mes para que empiece y termine
con bendiciones; y con Rosh Hashaná santificamos todo el año.

Que sea la voluntad de Dios ayudarnos a cumplir todas las mitzvot


del mes de Tishré para que el año empiece con santidad, arrepenti-
miento y buenos designios. Amén.

441
LIBRO

DEVARIM
Parashat NITZABIM
ESTABLES

U nos días antes de la muerte de Moshé, dijo al pueblo: Atem Nit-


zabim Hayom Kuljem Lifné Hashem, “Todos vosotros estáis
hoy presentes ante el Eterno, vuestro Dios”. A lo que Moshé se refería
con estas palabras era que, aun cuando el Am Israel había sido inesta-
ble, pues a veces eran justos y a veces no, Dios siempre los consideró
como un pueblo bueno y ejemplar. A veces servían a Dios con entre-
ga, pero llegaron a hundirse en cuarenta y nueve niveles de impureza.
Vieron los milagros de Dios, entre ellos la partición del Mar Rojo, y
después de tres días exclamaron que querían volver a Egipto. Recibie-
ron la Torá, escucharon a Dios y después de cuarenta días hicieron el
becerro de oro. Dieron oro para el becerro y para el santuario. Cuan-
do los espías hablaron mal de Israel se negaron a entrar a ella, pero
al día siguiente un grupo se levantó muy temprano en la mañana y
emprendió la travesía hacia la Tierra Prometida. Y así sucesivamente,
en muchos aspectos, el Am Israel fue un pueblo inestable, por lo que
el Rey Shelomó lo calificó de muy negativo. Hafajfaj Derej Ish Zar,
“Los hombres extraños son inestables”.

Después de cuarenta años de cambios, el Am Israel aprendió y enten-


dió lo malo que es ser inestable. Aprendió a ser constante, a ir por una
sola línea, a no dedicar un día a Dios y el otro al Satán. Es por eso que
Moshé les dijo que estaban presentes ante Dios, en referencia a que
habían llegado al nivel ideal de estabilidad, de constancia en la vida.

Entre lo más difícil para el hombre está conservar su ritmo, ser cons-
tante, debido a que está siempre sujeto a cambios: de temperatura, de
ánimo, etc. Con eso en mente, el Pirké Avot nos aconsejó ser cons-
tantes en el estudio de la Torá, pues el secreto del triunfo está en la
constancia.

442
LIBRO

DEVARIM
La Torá nos cuenta que cuando Rivká Imenu estaba embarazada y pa-
saba cerca de un lugar de idolatría, Esav pateaba su vientre como si qui-
siera salir, pero cuando caminaba cerca de la yeshivá de Shem y Eber
(es decir, cerca de Abraham y de Itzjak), Yaakov era el que pateaba. Ella
creía llevar en su regazo a un solo hijo y que estaba confundido, que no
sabía qué buscaba de la vida, pues a veces pateaba aquí, a veces allá. Al
consultar a Shem, hijo de Nóaj, para que le dijera qué estaba pasando,
él le dijo por inspiración divina que tendría dos hijos. Rivká replicó que
prefería un hijo estable aquí y el otro estable allá a uno solo que estu-
viera completamente inseguro de lo que sería de su vida.

Esto fue lo que Eliyahu Hanaví dijo a los judíos de su época que servían
a Dios y hacían idolatría al mismo tiempo: “¿Hasta cuándo seguirán
jugando las dos caras de la moneda? Si nuestro Dios es el verdadero,
sírvanlo a Él. Si el ídolo es el verdadero, entonces vayan con él”.

Para nuestra desgracia, estas palabras de Eliyahu Hanaví pueden apli-


carse a muchos judíos de hoy que apuestan a las dos caras de la mo-
neda. Cuidan Shabat, pero están llenos de pecados; comen kasher,
pero hablan mal de los demás; van a rezar, pero no paran de hablar
en la sinagoga; se ponen tefilín, pero van los sábados a la playa. Al
final, no disfrutan de un lado ni del otro.

La constancia determina la sabiduría de quien sabe lo que quiere de


la vida. Un hombre inestable demuestra inmadurez, confusión y falta
de visión para discernir entre lo bueno y lo menos bueno.

Por ejemplo, la Torá dijo acerca de Datán y Abiram que salieron esta-
bles. Es decir, su argumento era que ser el líder de Israel no correspon-
día a Moshé, sino a ellos. Siempre expusieron este argumento, desde
el primer día que Moshé asumió el liderazgo hasta que murieron.

Datán fue el judío al que golpeó el egipcio que posteriormente mu-


rió a manos de Moshé. Al día siguiente, Datán y Abiram reclamaron

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LIBRO

DEVARIM
a Moshé diciéndole que él no era nadie para juzgar la vida de los de-
más y fueron inmediatamente a acusarlo ante el Faraón, lo cual causó
que Moshé huyera de Egipto.

Cuando el Am Israel salió de Egipto, Moshé les informó que recibirían


maná. También les dijo que ese maná no podía ser guardado hasta el
día siguiente, sino que debía comerse después de haber descendido.
Pero Datán y Abiram intentaron demostrar a Moshé que estaba equi-
vocado al dejar el maná hasta el día siguiente. Para su sorpresa, vieron
que se les había secado y que estaba lleno de gusanos. Así también
ocurrió cuando Moshé informó a todos que el viernes debían tomar
doble porción, debido a que en Shabat el maná no descendería de los
cielos. Datán y Abiram, el sábado por la mañana, fueron muy tem-
prano al altar y colocaron encima unas cuantas porciones de maná
con la intención de desmentir a Moshé ante los ojos del Am Israel,
pero bajaron unos pájaros y se comieron todo el maná.

Después del pecado de los espías, el Am Israel empezó a pedir a Mos-


hé que lo devolviera a Egipto. El Midrash incluso nos relata que el
pueblo trató de nombrar a Datán como líder en lugar de Moshé y a
Abiram en lugar de Aharón. Afortunadamente, no tuvieron éxito.

Cuando Kóraj se rebeló contra Moshé, inmediatamente se unieron a


su rebelión Datán y Abiram. Como está escrito: Yatzeu Nitzabim, “Y
se pararon delante de Moshé firmes” (Bamidbar 16:27), en alusión a
que toda su vida mantuvieron con firmeza su ideología. Desafortu-
nadamente, esa estabilidad era negativa. Y sin embargo, pesar de su
mal comportamiento desde el principio hasta el final, el castigo que
recibieron no fue tan grave como el de Kóraj, ya que éste era inestable:
por un lado, cargaba el Arca de la Torá y, por otro, contradecía lo que
está escrito en ella.

El castigo de los espías también fue muy duro, ya que demostraron


inestabilidad en sus acciones. Por un lado, eran hombres muy jus-

444
LIBRO

DEVARIM
tos, líderes de tribus que cargaban el Arca Sagrada, pero por otro
no supieron cómo controlar sus instintos y cayeron en el pecado de
hablar mal de Israel, se rebelaron y renegaron de Dios.

Resulta así evidente que no es bueno ser estable para lo negativo,


sino para lo positivo, como Moshé y como la tribu de Levy, que
nunca se rebeló contra él, no hizo idolatría en Egipto, no participó
en el pecado del becerro de oro, no se unieron a la rebelión de los
espías ni fueron inestables en el servicio a Dios. Por eso tuvieron
el mérito de ser los únicos servidores de Dios en el Templo. A Dios
le gusta le estabilidad y la constancia, como lo dice el Pasuk: Hine
Hazme Nitzav Alav, “Y vemos cómo Dios se paró firme encima de
Yaakov”, ya que él era constante de forma positiva en sus ideas.

Es cierto que, para servir a Dios a plenitud, tenemos que ascender.


Pero ese ascenso debe ser constante, con estabilidad. Para que los
polluelos nazcan sanos, la gallina debe empollar los huevos diaria-
mente; si lo hace un día sí y otro no, de los huevos no saldrá nada.
Si queremos cumplir la Torá y sus preceptos a cabalidad, debemos
ser constantes en nuestras ideas. No basta con creer en Dios y en su
Torá, sino que hay que estar seguros de ello. Sólo una vez que sea-
mos firmes y nuestro pensamiento sea estable, podremos empezar
a ser firmes también con nuestros actos, día tras día.

Únicamente así tendremos el mérito de ser calificados como lo hizo


Moshé con el Am Israel: Atem Nitzavim Lifné Hashem… “Vosotros
estáis presentes [firmes] hoy ante el Eterno…”.

Que sea la voluntad de Dios permitirnos adquirir firmeza de ca-


rácter y constancia en nuestras decisiones para juzgar con justicia y
poder disfrutar así de Su Providencia. Amén.

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LIBRO

DEVARIM
Parashat NITZABIM

LA TORÁ ES UNIVERSAL

E n la presente Parashá encontramos una frase dicha por Moshé


que aparentemente no se entiende: Lo Bashamyim Hi Vegam
Lo Mieber Layam, “La Torá no está en los cielos, ni está más allá del
mar” (Devarim 30:11). ¿Qué quiso decir Moshé con esto? ¿Acaso no
sabemos que la Torá no está en los cielos y que tampoco está detrás
del mar? La mejor prueba de que sí lo sabemos es que la vemos aquí
entre nosotros, en las sinagogas.

Para responder esto, debemos primero entender las maniobras del


Yetzer Hará para hacernos caer. Siempre trata de hacernos sentir
mal para que creamos ser malvados, pecadores, impuros. Pero si
vamos a hacer una mitzvá o estudiar Torá, de inmediato nos dice:
“¿Tú vas a estudiar Torá? No es posible. Eres un impuro”, “¿Tú vas a
cuidar Shabat? No es posible. Todavía comes terefá”, “¿Quieres po-
nerte tefilín? No puedes hacerlo si no cuidas las leyes de pureza fa-
miliar…”. La mejor señal de que nos rendimos es que pensamos que
para cumplir mitzvot primero debemos dejar de cometer errores y
después sentarnos a estudiar Torá.

Esto se parece a la pregunta de qué fue primero, si la gallina o el


huevo. Es decir, ¿qué es primero, la pureza o la Torá? ¿Qué es mejor,
estudiar Torá y cumplir mitzvot a pesar de que seamos grandes pe-
cadores y estemos impuros, o empezar por abandonar los pecados,
purificarnos y después estudiar Torá?

Sobre esto responde Moshé Rabenu: “Mi querido hermano, la Torá


no está en los cielos. No hay que esperar a sentir temor de los cielos

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LIBRO

DEVARIM
para acercarse a ella, ni llegar al nivel de los ángeles celestiales para
estudiarla, ni convertirnos en seres espirituales para captar su luz.
La Torá está muy cerca de nosotros, tan cerca que no está más allá
del mar. El mar es la represa más grande de purificación, pero no
necesitas purificarte en el mar para ser apto a fin de estudiar Torá”.
Con estas palabras, Moshé Rabenu nos dice que no es necesario
sumergirse en las aguas puras para purificarse y sentarse a estudiar
Torá. Aunque estemos impuros debemos continuar nuestro estudio
de Torá, como está escrito: Hashojén Itam Betumatam, “El que re-
posa con ellos, en sus impurezas” (Vayikrá 16:16). La Guemará pre-
gunta: ¿por qué las palabras de Torá se asemejaron al fuego? Así
como el fuego no puede ser impuro, la Torá no puede ser impura,
jamás se impurifica.

No sólo podemos estudiar Torá estando impuros y en pecado, sino


que estamos obligados a estudiarla para que nos ayude a purificar
nuestra vida. El simple acercamiento a la sabiduría divina es sufi-
ciente para purificarnos: Mikvé Hashem, Amar Rabí Akivá, “Dijo
Rabí Akivá: Dios es nuestra Mikvé [represa de pureza]”. Lo que aquí
nos enseña Rabí Akivá es que Dios nos purifica. Por tanto, si espe-
ramos hasta purificarnos para acercarnos a Dios, o si esperamos a
ser tzadikim para sentarnos a estudiar Torá, jamás lo haremos. Esas
son trampas del Yetzer Hará, sus malos consejos, pero nosotros de-
bemos saber que nuestra sagrada Torá no está más allá del mar ni en
los cielos, sino muy cerca de nosotros. La Torá fue dada para todos,
e incluso un pecador o un impuro tienen derecho a estudiarla y así
elevarse espiritualmente.

Muchos piensan que ponerse la kipá es el último paso, ya que no se-


ría bien visto que se pusieran kipá si aún van a la playa los sábados,
o si comen pizza y terefá en la calle. Muchas mujeres piensan que
no pueden cubrirse el cabello si todavía no usan falda larga o si no
cumplen las leyes de pureza familiar.

447
LIBRO

DEVARIM
Pero yo les digo que pensar así es un terrible error. Al contrario, la
kipá está hecha precisamente para ayudarnos a cumplir con nues-
tros preceptos. Si nos ponemos kipá seguramente nos avergonzare-
mos de entrar a un restaurante no kasher y con ello nos salvaremos
de cometer una transgresión.

La Guemará nos relata el caso de un hombre que estaba a punto de


ir con una mujer de la calle, pero cuando vio sus tzitzit se arrepintió
y se fue. Ese es el secreto de todo.

Al igual que la kipá nos ayuda a no pecar, la Torá representa nuestra


tabla de salvación. No importa si somos unos pecadores o si esta-
mos impuros, podemos tomar a la Torá en nuestras manos, pode-
mos sentarnos a estudiarla y podemos cumplirla, porque automáti-
camente nos purificará y nos santificará.

Esta Parashá siempre se lee el Shabat anterior a Rosh Hashaná, antes


de empezar un nuevo año, para que cada uno sepamos que podemos
empezar un nuevo año con Torá, con mitzvot, con santidad y pureza.

La Torá no fue dada sólo para los tzadikim (justos), sino para todos,
como lo dijo Moshé al principio de la Parashá: Atem Nitzabim Ha-
yom Kuljem, “Todos vosotros estáis presentes hoy ante el Eterno”.
Todos, desde el menor hasta el mayor, tanto a nivel material como
espiritual. Con todos Dios hace su pacto.

Por tanto, no permitamos que el Yetzer Hará nos derrote. No lo es-


cuchemos. Si nos dice que todos pueden hacer teshuvá menos no-
sotros, no le escuchemos. Si nos dice que Dios perdonará a todos
menos a nosotros, no le escuchemos.

La Torá dice que hubo muchos malvados que cometieron pecados


muy graves, pero en el momento que quisieron arrepentirse por lo

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LIBRO

DEVARIM
que habían hecho Dios inmediatamente les abrió las puertas y los
recibió. Como dice nuestra Parashá, los que vuelven al camino de
la verdad pueden llegar hasta el Trono celestial. Todo depende de
nosotros.

Por ejemplo, en Melajim (2:21) está escrito que el rey Menashé era
tan malo y tan pecador que resultaba igual de abominable para Dios
y para los goyim. Reconstruyó las estatuas que su padre, el justo Rey
Jizkiyahu, había destruido. Colocó altares de idolatría dentro del
Templo y hasta sacrificó a su hijo en un ritual de idolatría. En Dibré
Hayamim (Crónicas) está escrito que Dios mandó al rey de Azur a
atacar Jerusalem, tomó como prisionero a Menashé y lo llevó cau-
tivo a Babilonia. En ese momento, Menashé empezó a rectificar,
se dio cuenta de todos sus pecados e hizo teshuvá. Rezó a Dios, Él
lo escuchó y lo llevó de vuelta a Jerusalem. Apenas Menashé llegó,
hizo retirar toda la idolatría que él mismo había puesto y se ocupó
por devolver a la ciudad su apariencia original. La Guemará (Sane-
drín 102b) dice que Menashé recibió el Olam Habá, es decir, entró
al Mundo Venidero, y en el Meam Loez se encuentra la tefilá tan
grande que hizo Menashé a Dios, la cual acostumbramos decir en
los días de Rosh Hashaná y Yom Kipur.

De acuerdo con todo esto, si nosotros no cometimos pecados como


los de Menashé, no causamos que otros pecaran, no hicimos idola-
tría, no profanamos el Templo, entonces, ¿por qué vamos a permitir
al Yetzer Hará que nos convenza de que no valemos nada, que so-
mos impuros, que no podemos estudiar Torá y que nuestros peca-
dos nunca serán perdonados? Deberíamos responderle que la Torá
no está en los cielos ni está más allá de los mares, sino que está muy
cerca de nosotros.

Maimónides explica en las leyes de teshuvá (7:6) que debemos fijar-


nos en el rey Yejoniah, que pecó tanto que incluso fue maldecido

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LIBRO

DEVARIM
por Dios: Haish Hazé Ariri Gueber Lo Yitzlaj Beyamav, “Este hom-
bre es maldito, nunca triunfará en su vida”. Cuando fue expulsado
del trono, lloró hasta que hizo teshuvá. Después de esto, Dios lo
llamó Abdí, “Mi servidor”, título que solamente Moshé Rabenu me-
reció.

Maimónides continúa diciendo que quien hace teshuvá no debe sen-


tirse inferior si en el pasado pecó. Al contrario, debe sentirse mejor,
pues luego de haber probado el sabor del pecado, el reto de dejar de
probarlo es mayor y, por tanto, el mérito también es mucho mayor.
La Torá es universal, es para todos, desde el pecador más grande
hasta el más justo del Am Israel.

Que sea la voluntad de Dios aferrarnos a la Torá y a sus mitzvot


con toda la fuerza de nuestro corazón, para entrar al nuevo año
elevándonos junto a ella, y que nos ayude a salir de las más negras
profundidades para subir hasta los más brillantes cielos, donde se
encuentra el Trono celestial. Amén.

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LIBRO

DEVARIM
Parashat VAYÉLEJ
EL DULCE SABOR DE LA TORÁ

M oshé Rabenu nos dijo: Kitbú Lajem Et Hashirá Hazot Velimdú


Et Bené Israel Simá Befihem, “Escriban este cántico para en-
señarlo a los hijos de Israel poniéndolo en su boca” (Devarim 31:19).
La Guemará (Irubim 54b) nos enseña que debemos preparar las pala-
bras de Torá que vamos a transmitir a otros, a nuestros hijos o amigos,
conforme a su nivel. Así como un bebé necesita que le preparemos
papillas para alimentarlo y el adulto puede preparar solo su comida,
así también tenemos que considerar los diferentes niveles de las per-
sonas que van a escuchar palabras de Torá, y hay que hacerlo de ma-
nera clara. Si el público tiene más conocimientos, entonces debemos
profundizar un poco más, aunque sin sacrificar amenidad.

Lo que la Torá en este versículo nos ordenó es poner las palabras en


sus bocas, ofrecer las palabras de Torá de forma preparada y rica. Las
personas poco a poco las interiorizarán hasta que sean parte de ellos.
Cuando un niño se niega a comer, debemos intentar llevar a su boca
aunque sea una o dos cucharadas de comida para que perciba el sa-
bor, y una vez que descubra el buen sabor él solo pedirá más. Con los
adultos pasa igual; algunos no quieren escuchar palabras de Torá, por
lo que debemos preparar siempre una o dos “cucharadas” de Torá,
para que prueben su buen sabor, y luego ellos mismos pedirán más.
Así lo dijo el Rey David: Taamú Urhú Ki Tov Hashem, “Prueben, y
verán qué tan bueno es Dios” (Tehilim 34:9).

Cuando “probamos” a Dios, sentimos lo bueno que es, lo agradable


que es. Por eso hay que tener mucho cuidado que nuestras palabras
no tengan sabor a comida salada, picante, sosa o muy caliente, por-
que corremos el riesgo de quitar el apetito a esas personas, tal vez
para siempre (Dios no lo quiera).

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LIBRO

DEVARIM
Debemos esforzarnos por pensar qué decir, cómo decirlo, cuándo
hablar, con qué tono y, en especial, qué no decir. Una vez que nos
hayamos preparado bien, podremos ofrecer una mesa llena de platos
suculentos. Todos se sentarán a comer y después pedirán una ración
más, hasta una halajá de postre, y cuando salgan van a pedirnos que
los invitemos de nuevo a probar esa comida espiritual que tanto les
gustó. Es por esto que Rabí Yosef Karo llamó a su libro Shulján Aruj
(“Mesa Servida”), ya que recopiló todas las leyes de la Guemará, de
Maimónides, del Tur, del Rosh, y las escribió de manera muy or-
denada, en un lenguaje muy claro, con letras grandes. En verdad es
una mesa servida con dulces conocimientos. Con este libro podemos
ofrecer nuestras charlas a mujeres, a hombres, a jóvenes, a niños, a
padres, a amigos, etc., es decir, les prepararemos una mesa servida.

Es por eso que Moshé dice: Veata Kitbú Lajem Et Hashirá Hazot…, “Y
ahora escriban esta canción…”. ¿Por qué Moshé llamó a la Torá “can-
ción”? Porque al igual que las canciones son agradables al oído y nos
gusta tanto escucharlas una y otra vez que nos sabemos de memoria
las letras, así también deben ser las palabras de Torá. Si tiene un ritmo
entonado o la voz es dulce, entonces nos gusta la canción, pero si el
cantante desafina y la guitarra no está en concordancia con la flau-
ta, entonces nadie aprecia esa canción. Por eso, Moshé nos ordenó a
hacer de la Torá una canción, con alegría, con ritmo, con una dulce
voz. Entonces todos querrán escucharla una y otra vez, hasta que se
aprendan las palabras de memoria.

No olvidemos que algunos de nuestros amigos perdieron el senti-


do del gusto. Una de las armas del Yetzer Hará es quitar el sabor
de la boca de las personas o quitarles las ganas de escuchar. Una
vez conocí a alguien que masticaba un chicle para adelgazar, por-
que quita la capacidad de saborear y, por ende, las ganas de comer.
Cuando escuché esto, dije que ese mismo chicle es el que debe
usar el Yetzer Hará.

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LIBRO

DEVARIM
El Yetzer Hará es como la serpiente que hizo pecar a Adam y a Javá.
Dios la maldijo con que comería polvo el resto de su vida. Pero, ¿aca-
so en realidad la serpiente come polvo? Seguro que no. Los científi-
cos explican que la serpiente no tiene papilas gustativas, no tienen
la capacidad de saborear; por eso atrapa a su presa y se la traga de
un solo bocado para triturarla en su estómago. Es como si comiera
polvo, que no tiene nada de sabor.

Sabido es que la Torá relacionó a la serpiente con el Yetzer Hará, la


serpiente espiritual que también aplica esa táctica con nosotros: nos
provoca a no probar las palabras de Torá y a sentir el sabor del polvo
en todo shiur, a fin de quitarnos el apetito espiritual.

Cuando estamos transmitiendo un shiur, debemos entender que el


que nos escucha tal vez recibió uno de esos chicles para adelgazar
antes de sentarse a comer a nuestra mesa servida. Es por eso que de-
bemos preparar shiurim tan buenos que ni siquiera el chicle pueda
hacer efecto. Una vez alguien me dijo que el chicle en verdad le ayu-
daba, pero cuando veía el pastel de manzana que hacía su mamá no
podía controlarse y lo probaba. Así también nosotros, en el aspecto
espiritual, debemos preparar galletas, pasteles y otras delicias para
que inclusive la serpiente del Yetzer Hará sea capaz de saborearlas.

Tal es la intención de que todas las mañanas al despertar recemos


a Dios, pronunciemos las bendiciones de la Torá y le pidamos:
Vehaareb Na Hashem Elokenu Et Dibré Torateja Befinu Ubefifiot
Amejá Bet Israel, “Por favor, endulza, Dios, con tus palabras de Torá
nuestras bocas y las bocas de todo los hijos de Israel”.

Que sea la voluntad de Dios que podamos sentir el buen sabor de


la Torá y que podamos ayudar al Am Israel a que también ellos lo
hagan. Amén.

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LIBRO

DEVARIM
Parashat HAAZINU

LLENANDO NUESTRAS NUBES

L a palabra Haazinu significa “Escuchen”. Es una pequeña pala-


bra que todo el que quiere transmitir unas palabras de Torá a
otros necesita. Esto fue lo que Moshé Rabenu pidió: “Escuchen todo
lo que hablé con ustedes en los últimos cuarenta años”.

Todos los padres queremos que nuestro hijo nos escuche. ¿Cuántas
veces nos ha enfurecido que nuestros hijos nos desobedezcan? Ellos
no entienden que lo que les estamos diciendo es por su bien. Pien-
san que son tonterías. Y nosotros sólo queremos que nos escuchen.
Eso también busca el orador, que su público lo escuche, que entien-
da su mensaje y que no se burlen de sus palabras.

Moshé nos da el secreto del éxito de todo orador, ya sean los padres o
los maestros, a fin de hacer que sus palabras sean escuchadas: Yaarof
Rematar Likjí Tizal Ketal Imratí, “Que mis enseñanzas caigan como
la lluvia, y que mis palabras fluyan como el rocío” (Devarim 32:2).

En este versículo Moshé introdujo tres conceptos muy importantes


para transmitir palabras de Torá.

Moshé comparó sus palabras con la lluvia. Es decir, el que habla es


como una nube y sus palabras deben ser como la lluvia. Todo el que
quiera transmitir palabras de Torá deberá primero estudiarla en las
sinagogas, en los Bet Midrash, escuchar cassetes, leer libros, “lle-
narse de agua” como las nubes, para que después sus palabras sen
lluvia que moje a los demás.

454
LIBRO

DEVARIM
Cuentan que una vez hubo un rabino que se sabía solamente una
charla y la repetía en todo lugar a donde llegaba, sin descanso. Esa
charla trataba de la Parashá de Kóraj, quien fue tragado por la tierra.
Cuando llegaba la época de la lectura de esa Parashá, este rabino se
ponía muy contento e iba de sinagoga en sinagoga a transmitir sus
palabras de Torá.

En cierta ocasión le pidieron que dijera unas palabras, pero era la


época en que la Parashá de esa semana no tenía ninguna relación
con la de Kóraj. El pobre rabino se puso nervioso, ya que no sabia
cómo relacionar su única charla con lo que trataba esa Parashá.

Al no hallar ninguna solución, metió la mano al bolsillo de su pan-


talón e hizo aparentar que algo se le había caído al piso. Se agachó y
el encargado de la sinagoga se le acercó para preguntarle qué estaba
buscando. El rabino le explicó que se le había caído una moneda,
por lo que el mismo encargado también empezó a buscarla. Pero
por más que buscaban, no la encontraban. Otros se acercaron a ayu-
dar, con el mismo resultado. Al final, toda la congregación buscaba
la famosa moneda. Luego de un buen rato, y sin que apareciera la
moneda, el rabino pidió a los asistentes que se sentaran y les dijo:
“Aparentemente, la tierra se tragó mi moneda… Tal como lo hizo
con Kóraj….”. Y así inició su conocido discurso.

Tenemos que estudiar para enseñar. Es imposible transmitir pala-


bras de Torá, es decir, “regarlas” a otro si nuestra “nube” no tiene
agua. Ese es un gran problema en muchos de nuestros hogares, por-
que los padres no tienen respuestas y explicaciones satisfactorias
para sus hijos.

El segundo concepto que nos enseñó Moshé con este versículo es


saber “verter nuestras aguas” de conocimientos a los “árboles y a las
flores”, es decir, a los otros, en la cantidad necesaria para cada uno.

455
LIBRO

DEVARIM
Si a un cedro le damos muy poca agua se secará; si a una flor o al
césped ponemos mucha agua se ahogarán.

Cuando Moshé dijo: Haazinu HaShamaim, “Escuchen al cielo”,


se refería a los temerosos de Dios, a los Sabios. Con la expresión
Tishmá Haaretz, “Escucha a la tierra”, se refería a los hombres senci-
llos como la tierra. En el caso de Yaarof Rematar Likjí, “Que mis en-
señanzas caigan como las lluvias”, ¿sobre quién cae la lluvia fuerte?
Sobre los sabios. Y en Tizal Ketal Imratí, “Que mis palabras fluyan
como el rocío”, ¿para quién fluyen las palabras como el suave rocío?
Para los hombres sencillos como la tierra.

Es decir, nuestras charlas deben ser trasmitidas conforme al nivel de


las personas; en otras palabras, midiendo la cantidad de agua con
que vamos a regar las plantas, porque corremos el riesgo de “aho-
gar” a algún amigo y alejarlo del camino de la Torá, por haberle en-
señado demasiadas estrictas y exigentes leyes; o podemos aburrirlo
con cuentitos y leyendas en lugar de darle leyes y temas profundos.
Cierta vez un joven afirmó que el versículo de la Torá que prohíbe
arar con un buey y un burro a la vez se aplica también a nuestros hi-
jos. Cuando uno de nuestros hijos, es muy astuto y capaz debemos
imponerle un gran yugo intelectual, un campo entero de sabiduría
para que lo trabaje solo. Sin embargo, si tenemos un niño que es
más débil en capacidad y astucia que el primero, no podemos pre-
tender que “are” el mismo campo de sabiduría que su hermano, por
lo que a él le impondremos un peso menor.

Todo orador, antes de verter de sus aguas puras, tiene que evaluar
al público, descubrir si son cedros o flores, si son fuertes o débiles,
para decidir si verterá lluvia o rocío.

El tercer mensaje que nos dio Moshé Rabenu al comparar las pala-
bras de Torá con la lluvia es que no debemos creer que nuestras pa-

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LIBRO

DEVARIM
labras serán entendidas por las personas igual que semillas que caen
en tierra fértil tan pronto como empecemos a hablar. Cosechar los
frutos de nuestro esfuerzo toma un tiempo. Así como en un campo
la lluvia provoca en las semillas cambios paulatinos, ocultos a nues-
tra vista por estar bajo tierra, y sólo mucho después disfrutamos
deliciosas frutas, en las personas poco a poco van desarrollándose
sus “semillas espirituales” hasta que dan frutos.

Nuestros hijos, nuestro público y nuestros amigos son como cam-


pos que regamos con las aguas de la Torá, la cual llega hasta lo más
profundo de su ser y paulatinamente genera cambios en sus ideas y
actuaciones, hasta que vemos cómo se desarrolló.

En la naturaleza algunas plantas crecen rápido y otras crecen con


lentitud; también entre las personas hay quienes crecen más rápido
que otros. La Torá dijo del hombre: Ki Adam Etz Hasadé, “La perso-
na es como el árbol del campo”. Hay árboles de crecimiento rápido
y hay otros que no lo son, pero todos tienen en común que crecen
con la lluvia. Y las personas crecen con palabras de Torá cuando és-
tas son bien dadas, en su cantidad respectiva y en el momento ade-
cuado.

Llenémonos de las aguas de la Torá para que a la vez podamos ver-


terlas de manera correcta, de acuerdo con la capacidad de quienes
nos escuchen. Y tengamos paciencia; poco a poco irán creciendo y
darán frutos. Pero por ello mismo debemos continuar con el rie-
go de esas aguas y, con la ayuda de Dios, nos enorgulleceremos de
nuestros hijos, nos alegraremos por nuestros alumnos y veremos
buenos frutos de quienes nos rodean.

Que sea la voluntad de Dios que con la ayuda de estos mensajes de


Moshé Rabenu podamos cumplir el objetivo de Haazinu, “Escu-
chen”. Amén.

457
LIBRO

DEVARIM
Parashat ZOT HABERAJÁ

LA VIDA ES UN CICLO INFINITO

E sta última Parashá se lee en Simjat Torá. En ese día, inmedia-


tamente después de terminar de leer todo el libro, se empieza
con la lectura de la Parashá de Bereshit. Esto nos enseña que la Torá
no tiene fin y que todo fin es, en realidad, el principio de algo bue-
no.
Esto es lo que ocurre también con el Shabat. Por un lado, es el sépti-
mo día, el último, el fin de semana, pero por otro lado es el prime-
ro, el comienzo de semana, el que nos da la fuerza espiritual para
trabajar la semana siguiente.

Cuando decimos que nuestra vida (que dure hasta los 120 años) se
acaba es verdaderamente cuando principia una nueva etapa, en un
ámbito mucho mejor, un plano espiritual con mayor contenido.

Nada es finito, sino infinito; toda la vida es un ciclo, es un círculo.


Por eso el mundo es elíptico, no tiene ni principio ni fin. En la Cá-
bala, Dios es llamado Ein Sof, “Infinito”. No comienza, ni termi-
na. Su Torá, también, es infinita. Por eso, justo después de haberla
terminado, empezamos a leerla de nuevo, desde su comienzo. Es
como una cadena con cincuenta y cuatro eslabones, porque tiene
cincuenta y cuatro parashiot.

Está sobreentendido que cada principio no puede ser como el ante-


rior, sino más elevado, con más sentido y contenido. Cada semana
que se lee una Parashá debemos elevarnos un poco más, es decir,
estudiar la Torá con mayor profundidad, de tal manera que al final

458
LIBRO

DEVARIM
del año hayamos adquirido un tesoro de conocimientos y un tesoro
de buenas cualidades. Y esto implica innovar cada semana con as-
pectos más espirituales y hermosos.

Con la ayuda incondicional de Dios logré culminar éste, mi primer


libro, el que considero como un hijo. Me siento como una mujer
que tenía una criatura, un bebé dentro de su ser, y ha salido a la luz,
con un Mazal Tov. Este libro no es el fin, sino la continuación de un
trabajo y el principio de otros, que únicamente con la ayuda de Dios
Bendito lograré seguir publicando. Tengo el deseo y la voluntad de
preparar un libro sobre Festividades, otro con preguntas y respues-
tas sobre temas difíciles del Judaísmo, como: ¿quién dijo que Dios
existe? ¿Cuáles son las pruebas que demuestran que Él fue Quien
creó al mundo? ¿Por qué los sabios agregaron tantas mitzvot? ¿Dón-
de estaba Dios en la Shoá, el Holocausto?, etc., así como un libro so-
bre Shalom Bayit, “Armonía en el hogar”, y otros más. Pero siempre
con la ayuda de Dios.

Que sea la voluntad de Dios darme las fuerzas, la salud, la tran-


quilidad, la inspiración y la alegría que necesito para cumplir con
este deseo, y que todos esos libros ayuden al Am Israel a dar por lo
menos un pequeño paso hacia adelante y ni uno solo hacia atrás.
Amén.

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