Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Fabricar una camiseta de algodón de 500 gramos requiere de 4.000 litros de agua, desde la
obtención de la materia prima a la industrialización. El ejemplo, entre muchos posibles,
pasaría desapercibido si no fuera por este dato: sólo el 0,5% del agua del planeta es dulce.
Junto con la Asociación Argentina de la Ciencia del Suelo, ese instituto organizó
recientemente un encuentro en conmemoración del día internacional del suelo, con una
jornada de actualización para actores de la comunidad científica y de la cadena productiva
en materia de preservación de recursos como son el agua y la materia orgánica.
En ese marco, Alberto Quiroga, técnico del INTA Anguil –La Pampa–, presentó líneas de
trabajo sobre “huella hídrica”, un indicador de empleo de agua dulce que no sólo representa
el uso directo del consumidor o el productor, sino también hace referencia a su empleo
indirecto en los diferentes procesos que atraviesa un producto desde el campo hasta la
góndola.
“La Argentina es uno de los principales países que exporta grandes cantidades de agua
virtual en sus productos: en granos vende casi 46.000 millones de metros cúbicos de agua e
importa 3.100 millones”, aseguró Quiroga, quien definió a las producciones agrícolas y
ganaderas como las principales consumidoras de este recurso.
Según investigaciones de INTA, las evaluaciones realizadas en las planicies medanosas del
este de La Pampa muestran que el costo hídrico que representa producir1 kg de carne puede
variar entre 10 y 40 mil litros de agua, según el manejo realizado en cada proceso. En este
sentido, Quiroga dijo: “Es necesario que cada productor determine el costo hídrico que
representa producir cada unidad y eso va a depender de la tecnología y el buen manejo que
cada productor realice para que el proceso sea cada vez más eficiente”.
En lo que a gestión ambiental se refiere, el investigador del INTA Anguil expresó que “son
preocupantes los efectos que la actividad del hombre genera en los recursos naturales y el
ambiente”, por lo cual deben priorizarse “el estudio de las huellas del carbono y del agua en
nuestro país”.
La Argentina cuenta con sus principales productos cultivados en secano, que se alimentan
mayormente de agua de precipitaciones, lo cual implica que el agua virtual –utilizada en
todo el proceso– no conlleva a una sobreexplotación del agua azul disponible en lagos, ríos
y napas subterráneas. Sin embargo, suele suceder que las pérdidas de agua se den por
evaporación, retorno a otra cuenca o incorporación en un producto.
Según Casas, en la mayor parte de las regiones productivas del país, “las precipitaciones no
cumplen las demandas de los cultivos ya que entre un 50 y un 75 por ciento retorna a la
atmósfera sin participar del proceso productivo”.
“Al uso total del agua disponible que se utiliza en una determinada región es necesario
sumar el agua virtual de los productos que importa”, indicó Quiroga y agregó “es
importante que se realice una estimación del agua necesaria y de la eficiencia con que es
utilizada porque se trata de un tema complejo, que necesariamente debe ser abordado”.