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Cuentos del os del

cuervo de Arabel o de Arabel


Joan Aiken
Ilustraciones de Quentin Blake
Cuando la señora Jones entra una
mañana en su cocina se encuentra
con que hay un "espantoso
pajarraco" en la nevera,
que además se ha comido
~
todo el queso, una tarta de
moras, ci neo botellas de
leche, un cuenco de salsa
y medio ki lo de salchichas.
Sin embargo, a la hija de la señora
Jones, Arabel, le gusta ese cuervo
negro y grande. Y decide llamarlo
Mortimer.

ISBN 956-239-265-1

AL~RA "~..~--
9 '789562"392655"
A,~.:A
Título original: 'IAf.!:"S OF TUf:' AI¿.lHH S N/l\/:"\'
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© D, las Jid,,[;'aci(Jne~: J()7;;. 197.3, 1974 Q\·~.V1'l" lh "le
«:) De J;¡ tr"jucciún' f\A)m\Jt~ MC:SHASF y JAVII~ ,.\.m~YA
t) DC' eS[;l "Jieión
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....guilar Chi!elliI oc fdJCioncs, Uda.
Dr. 1\níbal Ari7tia 1~4;', Pmv'ideIlC"\

Sanuago de ehik

de
• C;rupo ~nlillana tle Ecl.icíol1e' S.A. Joan Aiken
Tcipt'bgu I1J W ..180'U :I-'larlnd, E.G¡X1il<l
• Aguilar,"'lte~ 'f\1urus, Alf.aguarJ. S.A. de C. V lIus.traciones dú Quentin Blake
Avda 1'lllVf'r"" lad. 7(,7. C"lon;n del V;¡llc,

México D.E (lj100

• Agllilar,Alu::a,Tauruo.Alfaguar.l,S
Bc';l~iL') .;8(,0, 1437 IlI¡enos Aires, AIg;:nnl1:
• S:mliUana. S.A.
Avda. San Felipe ¡y¡, .k,'(¡"; ~'Jaria. Lirna, I'en',
Edi<:IOl1CS SamHl~l1a S.A.

Ct)n~rjIlI<:¡nf1 i,~g9, I P:H)!) Montevideo. I iru¡.way

• SantiJl:U,l;l S.A.
A,.ua. \'l'[lI;'Zlldll ;-''''' :F(, c' :\-Jet! r.ópc''l, y E'lxlr'~!,

,"une i:~I,. l'ara'lu.l)'

• Samillana de ülidnne~ S.A.


Aveb. Arc" 2.r;,1. ' mr," Jkl.<cnr,lo UL¡Iil'rrcl y
Bcli.,;:¡n,., Salmas, I,,¡ p;¡z. 1'l.olivia

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11lIpreso '~/1 Chile.' 1',lnled in f hile

DiscflO de cokn:,ón:

Manuel Fstr,lda

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E.... la pllhJ¡caClon 110 ¡"",cI,·


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pCrnllM) [lrCYlo por ,'senIl! rle. i:I edil"";:!!

AL~RA

INDIC

El cuervo de Arabel ... ... 9­

a coora negra escapaaa 85

a panera ... '" ..... , ... 15

~.

ntosa noche del mes


mucho tiempo,
ado Ebenezer J 0­
tarde, atrave­
sando el un tanto perigroso y sinies
distrito londinense de Rumbury Town.
El señor Jones pasaba junto a un sola
ancho y desolado, namado Rumbury
Waste, cuando no muy lejos observó un
objeto grande, oscuro y en posición ver­
tical. Era tm poco más pequeño que un
cubo de carbón y algo mayor que una
botella de sidra y avanzaba lentamente
por la calle.
El señor Jones estaba a unos quin­
ce metros del objeto cuando un motorista
con un side-car le pasó como una flecha
y se fue a poner justo delante de él. El
señor Jones frenó en seco y miró por
el espejo retrovisor. Cuando volvió a mi­
L

r hacia adelanLe vio que el motorista tones que cruzaban (a calzada sin mirar.
debía de haber golpeado al objeto al pa­ " Esta debe de ser la vida que me
sar porque éste ahora estaba tumbado ha tocado salvar", pensó. Debe de ser
Ij

junto a sus ruedas delanteras. porque ya han pasado cinco minutos de


Paró el taxi. "A lo mejor la medianoche" Y volvió al taxi en busc'a
I

aciende el tonto "', pensó. "Hay muell0S de una botella de coñac y una cucharita
en esta parte de la ciudad que 10 mejor que siempre llevaba en la caja de herra­
es dejarles en paz. Pero no puedes ver mientas por si a alguna pasajera le daba
na cosa así sin pararte a ver qué ha ocu­ por desmayars....
·rido. " No tiene nada de fácil darle co­
jó dd coche. ñac a un pájaro grande que yace incons­
lit Lo que encontró en la carretera ciente en medio de la calzada. Al cabo
era un enorme pájaro negro. de más de de cinco minutos había una buena can­
medio metro, con una orla de pelusa alre­ tidad de coñac en el suelo, un poco en la
edor del pico. Al principio creyó que
estaba muerto. Pero 'cuando se acer
el pájaro abrió un poco un ojo y luego 10
volvió acerrar.
"Pobrecito, seguramente está
conmocionado", pensó el señor Jones.
Su horóscopo en Hackney Dri­
ver's Herald había dicho aquella maña­
na: "Gracias a su pericia salvará hoy una
vida." El señor Jones iba preocupado de
uelta a casa porque hasta aquel momen­
to, por lo que podía saber, no le había
.,111
salvado la vida a nadie, a menos que s
tuviera en cuenta a los imprudentes pea-

15

---Ah -dijo el segundo poli­


manga Gel señor Jones y otro poco en sus cía-, habrá sido la pareja que acaba de
zapatos, pero no estaba seguro de que el robar treinta mil libras del banco en High
pájaro hubiera tragado algo. La dificu··
Street. Los muchachos de Dinero y Qui­
tad estrihaba en que necesitaba por lo
lates, que han cometido un montón de
menos tres manos: una para sostener 1
atracos por aquí recientemente. ¿ Vio ha­
botella,,,otra para la cuchara y una ter­
cia dónde fueron?
cera para abrir el pico del pájaro. Si usa-
-No -dijo el señor Jones, le·
el mango de la cuchara para abrir el
11.1 vantando la cabeza del cuervo-, pero
pico, se cerraba antes de que tuviera tiem­
I po de darle la vuelta a la cuchara y verter
tendrán una abolladura en la moto. ¿Pue­
de sostener uno de ustedes la botella.
un poco de coñac. -No debe darle coñac. Lo que
e repente una mano cayó sobre
le debe dar es un té caliente y dulce.
el nombro del señor Tones. --Eso es -dijo el otro policía-o,
-¿Qué está usted haciendo? y un trozo de hielo en la cabeza.
-preguntó uno de los dos· policías gu - y quemar plumas delante de
habían dejado su furgoneta y estaban de su pICO.
pie a su lado. rle golpecitos en las manos.
El otro se puso a olisquear de esatar los cordones de sus za­
1'1
orma desaprobadora patos.
[111:
-Le estaba dando coñac a este -Meterle en la nevera.
grajo -explicó. Se sentía un poco incó­ -na tiene cordones de zapatos
modo porque había vertido mucho coñac. -dijo el señor Jones, que no estaba nada
-¿Grajo? Este no es ningún contento por todos aquellos consejos-o
'ajo -dijo el policía que olisqueaba-o Si no van a sostener la botella, ¿por qué
Es un cuervo. Mire l~ pelusa de su pie...,. no van detrás de los tipos que lo atrope­
I -Sea lo que sea está conmocio llaron?
Itlllll nado -dijo el señor Tones-. Le ha gol­ -Oh, es que ya estarán muy le·
peado una motocicleta.
17
I
6
I
e miraron con los brazos cruza­
1
jos. Además van armados. Vamos a vol­ dos mienlras el señor Jones recogía Jen­
,,11 ,11 ver a la comisaría -dijo el primer poU­ tamenteal pájaro y lo metía en su taxi.

~,I
cía-o Y usted no debe quedarse aquí ia­ y le siguieron mirando cuando arrancó
toxicando con licores a un páj aro. o si y se marchó.
no le vamos a tener que detener por andar Así fue como el señor Tones se
por ahí haciendo cosas sospechosas. llevó el pá.laro a su casa del número 6
;11 -No puedo dejar al pájaro ti­ de Rainwater Crescent, N,W' a las 3112
j

rado en la carretera -dijo el señor Janes. de una ventosa noche de mar


1
-Uévelo con usted, entonces. Cuando llegó a casa todos dor­
-¿No le pueden llevar a [a co­ mían, lo cual no tenía nada de sorpren­
misaría? dente a esas horas. Le hubieru gustado
-Desde luego que no -dijo despertar a su hija Arabel, a la que le
segundo policia-. No tenemos instala­ encantaban los pájaros y toda clase de
ciones para cuervos. animales. Pero como era muy pequeña
-todavía no había empezado el coJe­
gio- pensó que sería mejor no hacerlo.
y sabía que no debía despertar a su es­
posa, Martha, porque tenía que estafO en
Round and Round, la tienda de gramó­
1111/ fonos de High Street, a las nueve de la
mañana.
Posó el cuervo en el suelo de ]a
cocina, abrió la ventana para que le diera
el aire, puso la tetera al fuego para hacer
té caliente y dulce y, ya que había encen­
dido una cerilla, quemó un plumero bajo
111 el pico del cuervo. Nada ocurrió como
I1
19

s mio! -dijo el señor Jo­


nes-. ¡ vaya ingratitud! ¡Después de
todo lo que he hecho por él! Supongo qu
se habrá ido volando por la ventana; se­
guramente gracias al hielo. ¿No sería bue­
"'­ _._-.. -~~.
na idea llevar unos cubos de hielo ca'-­
migo en el taxi? Podría meterlos en un
no fuera que el señor rones se puso a to­ termo; quizá sea mejor que el coñac si
ser. No había forma de dar go'pecitos e las pasajeras se nrrare
s manos del cuervo ni de deshacerle los !v1ientras pensaba en todo eso ter­
cordones de los zapatos, así que sacó hie­ minó su té (y el del cuervo; para qué iba
lo y una jarra de leche de la nevera. L a dejar que se enfriara), apagó la luz y se
dejó abierta porque tenía las manos oc-·­ fue a la cama.
padas, y porque además solía cerrarse En medio de la noche pensó;
sí misma. Con mucho cuidado deslizó " ¿ Metí otra vez la leche en la nevera?"
unos cuantos cubos de hielo sobre el co­ Y pensó: "No."
gote del cuervo. y volvió a pensar: "Debería le­
La tetera hirvió e hizo el té: tres vantarme y guardarla."
cucharadas, una para cada uno y otra de y luego otra vez: "Hace frío esta
sobra. También se untó una rebanada de noche, la leche no se va a estropear. Ade­
pan con pasta de pescado, ya que no veía más mañana es jueves, mi dl9 de leva..­
por qué no iba a tener que tomar él algo tarme temprano.'
a la vez que el pájaro. Se sirvió una ta Así que se dio la vuelta V se aue­
de té y llenó una huevera para el cuerv",.. dódormido.
echando en los dos un montón de azúcar. Todos los jueves el señor rones
Pero cuando dio la vuelta, la huevera en llevaba al pescadero, el señor Finney, a
la mano, el cuervo había desaparecido. Colchester para comprar ostras a las cin­
co de la mañana. Así que a la mañana

~- dnr uU
2 21

siguiente se levantó y se fue. Se hizo una -Entonces desayunaremos le­


taza de té, terminó la leche que había e chuga -dijo Arabel.
jatTa y no miró en la nevera. Pero la señora Jones dijo que no
Una hora después de que se hub le apetecía una lechuga que había pasad
marchado, la señora Tones se levan tó par la noche en la nevera con aquel espantoso
calentat el té. Como la jarra de leche es~ pajarraco.
taba vaCía se dirigió bostezando a la Uf'­ -¿y cómo le vamos a sacar de
vera y la abrió, sin darse cuenta de que ahí?
no estaba cerrada del todo porque el ma",­ -lA la lechuga?
go de un plumero quemado se había en­ - j Al pájaro! ~ijo la señora
ganchado en una bisagra. Pero desde lue­ Jones apagando la tetera y vertiendo agua
go que sí se dio cuenta de lo que había en en un recipiente sin té.
la nevera. Pegó un chillido que hizo que Arabel abrió la puerta de la ne­
Arabe] bajara precipitadamente las eSCa­ vera, que se había cerrado. Allí sentado
leras.
bia y tenia
'són blan­
co que le daba el aspecto de una pantalla
de lámpara con dos pies que sobresalía
or debajo. En uno de los pies había un
calcetín de color azul.
- ¿'0 ue/ pasa, M?. a. - d"lJO.
!y un pajarraco espantoso en
la nevera -sollozó la señora Tones-. y
se ha comido todo el queso, una tarta de
moras, cinco botellas de leche. un cuenco
de saisa y medIo quijo de salchichas. Sóio
jiu queda la lechuga.
'1
, 11
I
I

II,~

22 23
estaba el pájaro entre botellas -Se llama Mortimer -dijo.
leche, pero era bastante mayo rodeó con sus brazos al cuervo, lo cual
Había bastante estropicio a su aLreCle.uo no tenía nada de fácil ya que estaba me­
-papel de aluminio roto, envolturas del tido entre las botellas de leche, y lo sacó
queso, manchas de leche, trozos de hoja-­
de allí.
dre, gr-umos de grasa, y las desdeñadas -Pesa mucho -dijo, y lo depo­
hojas de lechuga. Parecía Rumbury Was­ sitó en el suelo de la cocina.
te después de las meriendas dominJlue­
ras.
rabel miró al cuervo y éste la
miró a ella.
-Se llama Martimer ·-dijo.
-No t ni hablar, ni hablar -gri­
tó la señora Jones, sacando una barra de
pan de la panera y metiéndola distraí....­
mente debajo del grifo--. Te dijimos que
podrías tener un hámster cuando cu m •
plieras los cinco años, o un cachorro o
n gatito cuando cumplieras los seis, y -No me extraña, teniendo en
desde luego ponerle el nombre que qui­ cuenta que se ha tragado medio quilo de
sieras, j pero cielos, mira las uñas que salchichas, cinco botellas de leche, u
tiene ese bicho!, si es que se le pueden cuarto de quilo de queso de Nueva Ze­
llamar uñas, pero no un pájaro como ése, landa y una tarta de moras -dijo la se­
esa horrible cosa llena de pelusa que se ñora Jones--. Vaya abrir la ventana.
10 come todo, tan grande como un extin­ ver si sale volando.
or de incendios y todo negro. brió la ventana. Pero Mortimer
IIIIlU Pero ATabe} miraba al cuervo y no se movió. Estaba muy ocupado mirán­
I
éste la miraba a ella. dolo todo detalladamente en la cocina.

111U1 J
I
25
24
Mortimer volvió la cabeza todo
Dio unos golpecitos con su pico en las
lo que pudo sobre su cuello negro y elU­
patas de la mesa, que era de metal y tin­
plumado Y lanzó a Arabel una mirada
tinearon, Luego 10 sacó todo del cubo de
pensativa. Luego hizo su primer comen­
la basura: medio quilo de cáscal'as d
tario, que fue un graznido profundo, ron-o
cacahuete, dos latas vacías y dos cajas de
tarta de...mermelada, Le gustaban mucho co Y chirriante.
las cajas de las tartas porque las podía
meter bajo el linóleo. Luego se fue an­
dando hasta el fogón (era una cocina all­
tigua) y comenzó a sacar la argamasa que
habia entre los ladrillos,

•• J

II~ "

11
La señora Jones miraba al cuervo
como si estuviera hechizada, pero cuando
comenzó con el fogón dijo:
--¡No le dej.es hacer esol
-Mortimer -dijo Arabel-o,
por favor, nos gustaría que no hicieras
eso,
27

chester para preguntar si su esposa quería


ostras.
-¡Ostras! -dijo-. El pájaro
que dejaste en la nevera se ha comido
salchichas, queso, salsa, una tarta de mo~
ras, bebió cinco botellas de leche y ahora
picotea las escaleras, ¿y aún me pregun­
--Crac. tas si quiero ostras? ¿Por qué no darle un
Lo dijo con tanta claridad como poco de caviar?
si fueran palabras: CI Pues muy bien, n -¿El pájaro que yo dejé en
10 haré esta vez, pero no prometo qu nevera? -El señor Jones estaba descon­
no 10 volveré a hacer alguna vez. Y creo certado-. ¿Qué pájaro, Martha?
que te comportas de un modo irracio­ -Ese enorme pajarraco negro o
nal. ti lo que sea. Arabelle ha puesto Mortimer
- ¿ No te gustaría conocer e'l res­ y lo está llevando por toda la casa, y ro
to de la casa, Mortimer? --dijo ATabe1. ha cogido las bobinas de algodón del ca­
y abrió la puerta de la cocina. Mortimer jón de costura y las está metiendo bajo el
anduvo (nunca daba sa1titos) muy lenta­ felpudo.
mente por el vestíbulo, y echó un vistazo -No es ese, Ma, es Mortimer
a la escalera. Pareció interesarle mucho -dijo Arabe!, mientras iba a la puerta
y comenzó a subirla paso a paso. principal a coger las cartas del cartero.
Cuando llegó a la mitad sonó el Pero Mortimer llegó antes y recibió las
teléfono. Estaba colocado en el alféizar cartas en el pico.
de la ventana y Mortimer miró cuan" El cartero se quedó tan sorpren­
do la señora Jones se acercó Dara con­ dido que dejó caer toda la saca del correo
testar. en un charco y jadeó:
El señor Jones llamaba desde CO·· -¡No volveré a quedarme hasta
después de las diez y media en el Baile
28
29
del Club de la Gente Extraña, ni beberé
Luego volvió a colocar el ,apa­
nada más fuerte que limonada dcl Cari­
be, nunca más. rato.
-iPor Dios! -dijo Brenda a su
-Nunca más -dijo Mortimer
marido--. Vaya pelea que han dehido de
metiendo dos cuentas y una tarjeta postal
tener Ben y Martha; j contestó al teléfono
bajo el.felpudo. Luego volvió a coger la
pero no parecía él en absoluto!
tarjeta y le abrió un agujero en medio. La
Entre tanto Mortimer habfa subi­
señora Jones lanzó un aullido. do la escalera y estaba en el cuarto de
-¡Arabel, no puedes cstar en ca­
baño probando los grifos; le costó menos
misón en la calle! Mira lo que ha hecho
de cinco minutos aprender a abrirlos. Le
el pájaro, se ha comido la cuenta del gas.
gustaba mirar cómo corria el agua fría,
¡Desde fuego que nunca más! Es el mo~
pero la caliente, con sus nubes de vapOl
mento de decir se acabó. No quiero OS~
por alguna razón le resultaba molesta, así
tras, Ebenezer Jones, ¿y quieres cerrar la
que empezó a meter cosas en el grifo: tro­
puerta de casa y no dejar que ese pájaro
zos de jabón, esponjas, cepillos de uñas,
meta todas las flores de plástico bajo 1
paños para la cara.
alfombra de la escalera? Todo aqueHo obturó el desagüe y
J señor Jones no entendia nada.
al poco tiempo el agua salia por todo el
así que colgó. Cinco minutos más tarde cuarto de baño.
volvió a sonar el teléfono. Esta vez era
-Mortimer, creo que no debes
la hermana de la señora fones, Brenda quedarte en el cuarto de baño -dijo
para preguntar a i\1artha si quería jugar Arabel.
al bingo esa tarde. Pero esa vez Mortimer
Mortimer era un especialista en
llegó antes al teléfono; cogió el aUrlcula lanzar miradas siniestras; le lanzó una
con su pata, exactamente como había vis­ de esas miradas a Arabel. Pero ella se
to hacer a la señora Jones, emitiendo hizo la desentendida.
un ruidoso chasquido y dijo: "¡Nunca
, Atabel tenía un carrito rojo que
más!" habla estado lleno de cubitos de madera
30
-iPor supuesto! ¿Y supongo
para nacer constrocciones. Los cubitos
se habían perdido, pero el carro estaba que se habrá olvidado de volar?
-Me gusta Jlevarle en el carro
en buen us...,. _dijo Arabel Y le llevó hasta el jar­
-Mortimer, ¿quieres dar un pa·
seo en tni carro rojo? dín.
Al poco tiempo la señora Jones
"Mortimer se mostró de acuerdo.
Subió al carro Y se quedó esperando. Ara· se fue a trabajar a Round and Round, la

¡ bel tomó el asa y comenzÓ a llevarle.


Cuando la señora Janes miró a Arabel
casi le da un alaqu",.
tienda de gramófonos, y la abuela vine
a cuidar a Arabel. La abuela no hacía
más que sentarse y hacer calceta. Tam­
bién le gustaba contestar al teléfono, pero
-No es suficiente con que hayas
ahora cada vez que sonaba Mortimer lle­
adoptado a este pájaro gTandc, feo y mai·
gaba antes, cogía el auricular v decía:
humorado, sino que hasta tienes que lle­
"Nunca más."
varle en un carro. ¿Es que no le funcio­
¡,! La gente que llamaba para pedir
nan las patas? ¿Te puedo preguntar por
un taxi se quedaba desconcertada y se
qué no anda? decían unos a otros: "El señor Jones se
-Es que ahora no tiene ganas
1, debe de haber retirado."
de andar -dijo Arabel.
~
33

- ¿ Qué ha pasado con los tres


primeros peldaños?
-¿Pues qué ha pasado? -pre­
guntó la abuehl, que era corta de vista .
estaba muy ocupada untando su pan de
mermelada,
-No están.
-Pues Mortimer no tiene la cul­
pa -dijo Arabel-. No tiene por qué
saber que necesitamos escaleras.
- ¿ Mortimer? ¿ Quién es Mor­
timer?
En aquel momento Hegó la seño­
ra Jones.
-Ese pájaro no puede quedarse
Tomaron judías guisadas a la
aquí -dijo el señor Jones, en tono acu­
hora del almuerzo. A Mortimer le gusta­
sador, cuando ella dejó la cesta de la com­
ban mucho las judias, pero sus modales pra y se quitó el abrigo.
en la mesa eran un tanto despreocupa­
-¿Quién fue a hablar? Fuiste
dos. Le gustaba tirar al suelo cucharas y tú quien 10 dejó en la nevera.
tenedores, meterlos bajo la estera y sac<:ll'.
Mortimer estaba de lo más adus­
los de nuevo con gran revuelo, A lé:! abue­ to, malhumorado y encapotado ante las
'a no le hacía demasiada gracia. palabras de la señora Jones. Hundió la
Mientras In abuela dormía la .,ies·
cabeza entre los hombros y erizó la pelu­
ta, Arabel miraba sus tebeos y Mortimer sa en tomo a su pico e hizo girar ha­
miraba la escalera, Había algo en la cs­ cia dentro los dedos de sus patas, como
calera que le atraía mucho. si no le importara quedarse o marchar­
Cuando el señor Jones volvió a se. Pero Arabel se puso tan pálida Que
1111 casn a la hora del té, la primera cosa qU~
dijo fue:

I~I

34 35

su padre pensó que iba a desmayarse.


-Si Mortimer se marcha -di·
'o- lloraré sin parar. ¡Muy probable­
mente me moriré!
-Oh, de acuerdo ... -dijo el
señor ~ones-. Pero, cuidado, ¡si se aue­
da no puede comer más peldaños!
io lo mismo. Más o menos du­
rame la semana siguiente. Mortimer s
comió otros seis peldaños. La familia te­
nia que ir a la cama subiendo por UOH
escalera de mano. Afortunadamente era
una escalera de aluminio para recoger que Arabel vaya al jardín de infancia,
fruta, porque si no Mortimer proba1 tendrá que ir al trabajo contigo. Martha.
mente se la hubiera comido también: le -¿Por qué no puede ir al jar­
encantaba la madera. dín de infancia conmigo? -preguntó
Hubo un poco de jaleo porque se Arabel.
empeñó en dormir todas las noches en 1 El señor Jones se limitó a reír
nevera. pero la señora Jones terminó con ante la pregunta.
aquello: por fin aceptó dormir en un al" La sefiora Jones no tenía el me­
nario ropero. y hubo también otros pro­ nor deseo de llevar a Mortimer al trabajo
blemas porque metió el jabón y todos los con ella.
cepillos de dientes debajo del linóleo de -¿De manera que vaya llevarle
cuarto de batía y no se podía abrir la por todo High Street en ese carrito rojo?
puerta. Los bomberos tuvieron que entror Tú estás de broma,
por la ventana para abrir la puerta, I -Puedes llevarle en el carrito de
~.-No se le puede dejar solo en la ,a compra -dijo Arabel-, Le gustará.
casa -dijo el señor Tones-. los días en Al principio los dueños de la tien­
37

36

l Scaparate. Cuando terminaron descu­


da de gramófonos, el señor ROlmd y el ebrieron
e .
que MortImer se 1la b'·la COilll'do
señor Toby Round, estaban muy conlen­ 1 escalera de caracol.
tos de tener a Mortimer alJí sentado sobre a -Señora Jones, usted y su pá­
el mostrador. La gente que vivía en Rum~ . ro van a tener que marcharse, Tenemos
bury Town oyó hablar del cuervo de la ~na naturaleza bondadosa y sufrida, pero
tienda· de discos y sintió curiosidad ¡ e,,­ Mortimer ha ocasionado pérdidas por va­
traban a ver y luego ponía.n discos y mu­ lor de ochocientas diecisiete libras y se­
chas veces hasta los compraban. Al prin­ senta y siete peniques. Le daremos un
cipio Mortimer estaba tan asombrado con año para devolver esa cantidad. Por fa­
la música que se sentaba muy quieto en vor. no se moleste en volver nunca más.
el mostrador durante horas como si fuera -Me alegro de no tener una na­
un pájaro disecado. A la hora del té, cuan~ turaleza bondadosa y sufrida ·-dijo ]41
do Arabe1 volvía del jardín de infancL. señora Jones muy enfadada; luego tiró a
ella le contaba lo que había hecho y le Mortimer encima de su carro de compras
llevaba en el carro rojo. y le llevó a casa.
Pero pronto Mortimer comenzó - j Escaleras! -le dijo a Ar~­
aburrirse de estar allí sentado sjn hacer bel-. ¿Para qué sirve un pájaro que
otra cosa que escuchar música. Comenzó come escaleras? Dios sabe que hay bas­
a contestar al teléfono diciendo: "¡Nun­ tante basura en el mundo; ¿por qué no
ca más!" Luego comenzó a dar mordiscos puede comer botellas de tónica, cartones
triangulares en los bordes de los discos, de helado, coches usados o mareas ne­
después de 10 cual no era muy fáciJ ven­ gras, quieres decirme? j Pero no! Tiene
derlos. Luego se fijó que h,abía una ese SI • que comer precisamente la única cosa que
lera de caracol que bajaba a los depalh!­ une el piso de arriba con el de abajo.
mentos de música clásica y foIkIórica. -¡Como que me lo vaya creer!
Una mañana el señor Round y el señor . Arabel y Mortimer se sentaron
Toby Round y la señora Jones estaban Juntos en el último peldaño de la escalera
muy ocupados poniendo nuevos discos en
38 3

de mano, apoyándose el uno conlra el. siado de la banda de Dinero y Quilates.


otro, muy quietos. Ayer robaron el supermercado; se lleva­
_'Cuando sea mayor -le diJo ron mil latas dcl mejor café mezclado de
Atabel a Mortimer- vamos a vivir en Jamaica, porquc la caja estaba atrancada.
4na casa que tenga cien peldaños y te po­ ¡Café! ¿ Qué van a hacer con mil latas'?
drás comer todos. -A lo mejor tenían sed -dijo
~ntretanto, desde el asalto al Arabe!. Ella y Mortimer veían sus imáge­
banco la noche en que el señor f ones hfl~ nes en una vitrina llena de pulseras. Mo·­
bía encontrado a Morthner, habían sido timer dio golpeeitos en d cristal con su
saqueados varios lugares en Rumbury pico a modo de experimen."".
Town. La ferretería de Browll, la pesca­ -Ese pájaro -dijo Peter Stone,
l dería del señor Finney y la dulcería Tutti- mirando de modo pensativo a Morti­
Frutd. mer- se portará bien. ¿no? ¿No se ir'
r a tragar ningún diamante? Ese broche
1 día después de que hubiera
dejado Round and Round, la señora To­ que mira en este momento vale cuarenta
nes encontró otro trabajo, en la joyerí' mil libras.
de Peter Stone, en High Street. Tenía que La señora Jones se irguió, muy
llevar tanto a Arabel como a Mortimer digna.
su trabajo. porque el jardín de infanci -¿Comportarse bien? Na
estaba cerrado hasta después de Pase mente que se comporlará bien. ¡Le garan­
y la abuela se había ido de visita a South­ tizo que devolveré cualquier diamante
end. Arabelllevaba a Mortimer a la tien­ que trague!
da todos los días en el carrito rojo. Peter Un sargento de policía entró en
i la tienda.
Stone no puso ningún reparo a que v -
mera. -Tengo un recado para su ma­
-Cuanta más gente h' n la rido -dijo a la señora Jones-. Hemos
tienda hay menos posibilidades e atraCO e?contrado una motocicleta y nos gusta­
-dijo-o Me parece que se ha 19 clem ­
a na qUe viniera a la comisaría para ver si
4J

40

de la zona, porque siempre les perdemos


puede identificarla como la que le adelan· rápidamente la pista. ,Otra cosa rara_es
tó la noche en que atracaron el banco. que tienen un compllce muy- pequeno,
-Luego vio a Mortimer-·. ¿ No es és más o menos del tamaño de ese pájaro
el pájaro atropellado? Será mejor que -dijo el sargento echando una dura mi·
venga también; a ver si se ajusta a la ubo· rada a Mortimer.
lladura del depósito de gasolina. -¿Cómo lo sabe?
-Nunca más -dijo Mortimer -Cuando robaron el supermer·
que tenía los ojos fijos en un reloj grande cado, alguien entró por la gatera y abrió
bajo una campana de cristal. una ventana desde dentro. Si los pájaros
--Será mejor que no hable asf tuvieran huellas dactilares no me moJes­
con el Super -dijo el sargento-·, le acu­ taría entintar las patas de ese pajarraco
sarán de obstrucción a la policí~. . de mirada astuta. Desde luego que a él
-,¿ Tiemm ustedes alguna teoría no le costaría nada pasar por una gatera.
acerca la identidad de la banda? -Sus opiniones son de lo más
-No, siempre llevan máscaras. impertinente -dijo la señora Jones--.
Pero estamos seguros de que es gente de Nuestro Mortimer puede ser un atolon·
aquí v tienen un escondite en algún lugar drado, a veces incluso es un tanto desor­
denado, pero es más bueno que el pan,
sépalo. y la noche en que robaron el su­
permercado estaba en nuestro armario ro­
pero con la cabeza bajo el ala.
-He conocido a algunos panes
que no tienen nada de buenos -dijo
el sargento.
-Craac- dijo Mortimer.
43

1""

Cinco minutos después de que se


hiera marchado el sargento, PeLer Sto­
ne se fue a almorzar.
y cinco minutos después de eso.
os hombres enmascarados entraron en
la tienda.
Uno de ellos apuntó a la señora
Jones y a Arabel con una pistola, mie.,,-·
tras que el otro rompía la vitrina y sacaba
el broche de diamantes que Peter Stone
había dicho que valía cuarenta mi! libras. si los poli s nos paran no nos podrán col­
:1 bolsillo del pistolero salió gar el muerto.
na arailla gris con una expresión terri· Mortimer, que comía uno de los
femente malvada. Miró con aire satis­ bocadillos de queso que la señora Jones
fecho a toda la tienda. había traído para su propio almuerzo, se
-Vaya bicoca este trabajito encontró de repente con una pistola me­
-dijo el hombre enmascarado que había ti4a en las costillas.
cogido el broche de diamantes-o Le da­ --Será mejor para ti que coope­
remos el broche a Sam y él utilizará al res, cara de carbón -dijo el pistolero-.
pajarraco para llevárnoslo a casa. Luego Esto es un secuestro. Será mejor que vue­
44
45
les adonde diga Sam o te hago pedazos. La señora Jones estaba histérica,
Sam lleva una bomba colgada al cuell
ero Arabel dijo:
con un cordón de los zapatos; no íieo P -Dos hombres robaron un bro­
más que quitar la anilla con los dientes. 'h de diamantes. se lo dieron a una ardilla
, por favor, no vuelen e e , h'd .
para que 10 llevara y esta se a 1 o vo­
Mortim~r -dijo Arabel al pistolero-. lando en nuestro cuervo. ¡Por favor, qu
Creo que se ha olvidado de volar. nos 10 devuelvan!
--Pues será mejor que se acuer­ _¿ Hacia dónde fueron los dos
de enseguida. hombres?
-Oh, querido Mortimer t q . -Subieron andando High Strect.
sea mejor que te acuerdes enseguida. -A mí todo esto me huele a cha­
-Oh, querido Mortimer. m musquina -dijo el sargento de policía,
rece que 10 mejor será que hagas lo que que era el mismo que estuvo allí antes-o
ellos te dicen. ¿ Estás segura de que no le diste el bro­
Con un crujido que se oyó en che al pájaro y le dijiste que se largara
toda la joyería, Mortlmer desplegó sus con él donde el vendedor de cosas roba­
alas y, para su sorpresa tanto como para das más cercano?
la de los demás, voló atravesando la puer­ -Oh, ¿cómo puede decir una
ta abierta. Los dos ladrones le sigtJieron cosa así -lloriqueó la señora Jones­
caminando tranquilamente. cuando nuestro Mortimer es el cuervo d
Tan pronto como se fueron. la mejor corazón de todo Rumbury Town,
señora Jones se puso histérica y Arabel a~~que de vez en cuando parezca un poco
hizo sonar el timbre de alarma. S101estro?
En un segundo, un coche de la , -¿Hay alguna pista? -pregun­
policía frenó bruscamente en la calle con to el sargento a sus hombres.
la sirena sonando y las luces parpadean' -Hay una pista de migas de que­
tes. Peter Stone volvió a toda prisa desde so aqu'J - d"lJO el agente-o Vamos a ver
el Bar del Pez.
hast a d'on d e la podemos
. seguir.
46 47

Los policías se marcnaron si­ _dijo Peter Stone-, per.o a la ,vist .


tas dudosas circunstancIas serta mejor
gUlenao el rastro de queso por Rumbur
High Street, pasando el banco, la peSCH­ e:e no volviera después. del almuerzo.
~or el momento no hablaremos de las
dería, el supermercado, la ferretería, la
tienda de discos, el monumento conm~­ uarenta mil libras que cuesta el broche.
morativa de la guerra Y se detuvieron ante ~amos a esperar a que cojan al pájaro
la estación de ro­ con él.
s han fastidiado -dilO el -No lo robó -dijo ArabeI-,
sargento-, Se fueron en metro. ¿Ha ya 10 verá usted.
Arabel y la señora Iones volvie­
comprado un pajarraco negro un billete
a algún sitio hac-e diez. minutos? --le pre­ ron andando hasta el número 6 de Rain­
water Crescent. Arabel estaba pálida y
guntó al señor GumbreJl, el cobrador.
silenciosa, pero la señora Tones le fue ri­
-No. ñendo durante todo el camino.
-Pudo comprar el bHlcte en una
-Cualquier pájaro con un poco
máquina -indicó uno de los agentes.
--Todas dicen fuera de sel'viciv. de valor le hubiera quitado el broche a
-De todas maneras, ¿pOI' qué esa maldita rata de ardilla. ¡Debería dar­
le vergüenza! Mortimer no nos ha dado
va a comprar un pájaro un billete? Pudo
más que problemas y dolores de cabeza
entrar en el tren voiando -dijo el otro
desde que está en la familia; esperemos
agente-o A lo mejor la niña dice la
no volver a verle.
verdad. Arabel dijo que no quería té y se
A todos los pasajeros que hab'a n
fue a la cama y lloró hasta que se quedó
viajado en la línea Rumberloo les pregun­ dormida.
taron si aquella mañana habían visto a
Aquella tarde el señor Jones fue
un pajarraco negro que llevaba un bro·
a la comisaría e identificó la motocicleta
che de diamantes. Ninguna había vist'
cobmo la que le había pasado la noche que
nada. Jon ro aran el banco.
-No se ofenda, señ
49

8
ban a Mortimer -los ladriuos
le recorda 11: b d.'
-Muy bien --dijo eJ sargelJ­ 1 f 'n sin argamasa, la a J..om ra es.­
O
de og . d 1
to-o Hemos encontrado un par de plu. '1 h da los platos con roturas e ta­
hl ac a , 'd d'
mas negras pegadas a un poco de grasa maño de su pico, los tapIza os me 10 co~
ue había en el depósito. Si quiere sabe 'dos todas las cosas que se enCOll­
mi opinión, ese pájaro eslá metido hasta mI an, bajo las alfom b ras y e1 J'lno"1 eo,
b
las cejas en todo este oscuro negocio. trala escalera desaparecI'd a, T o daVta
. n
y .
-¿Cómo va a estar nletido en había venido el carpIntero para po­
so? --dijo el señor Jones-, E:;taba ner los peldaños y el señor Jones es­
cruzando la calzada cuando pasó la mo­ taba demasiado deprimido corno para
tocicleta. recordarlo.
vez ellos le entregaroH la -Nunca hubiera pensado que
pasaban. podía coger cariño tan rápidamente a U
ese caso lo hubiéramos vis­ pájaro -dijo-. Echo de menos su car
o nosotros, ¿no? ¿Sabe de quién es la enfurruñada y negra, su aspecto tan serio
motocicleta? y el ruido que hacía cuando andaba co­
-La encontramos abandonada miendo por la casa. Toma tu té, Arabel.
a1 lado de la línea de metro. de Rumber­ querida, sé buena. Supongo que Mor
loo, a la salida de un túnel. Tenemos una mer encontrará pronto el camino de
teoría. pero no se la voy a decit' a Liste'/' vuelta,
su familia es sospechosa. No se ausente Pero Arabel no podía comer. Las
del barrio sin informarnos. lágrimas corrían por su nariz cayendo Su­
J señor Tones no tenía ningun.a bre el pan y la mermelada hasta-que todo
intención de salir del barrio. se empapó, Eso le recordó la inundación
--Queremos que encuentren a provocada por Mortimer atrancando el
Mortimer. Mi hija está muy trastornada. d~sagüe de la bañera y las lágrimas co­
Arabel estaba más que trastorna­ rrIeron con más fuerza aún.
da, estaba desesperada. Se paseaba po" -Mortimer no conoce nuestras
la casa todo el día, mirando las cosa'" f1UC
51

'b s por cualquier información que pu­


ll ra
' a conducir a 1a d
d ter evoI UClOn
" de su bro­
h otros anunclOS snm ares del:~ banco,
" ' 1
c e, Y , 1 d'
de la ferreterla Y a pesc~ ena: .
Entretanto, ¿que habla pasado
con Mortimer Y la ardilla?
Habían volado hasta la estación
del metro, Allí, Sam, mediante patadas
a Mortimer en las costillas y un puñetaz
en la cabeza, le hizo entrar volando en la
señas -dijo-. ¡Ni siquiera salJe como estación,
nos llamamos! La estación de Rumbury Town
-Ofreceremos una recompensa era muy vieja, Las dos entradas tienen
de cinco libras por su devolución -dijo grandes arcos con puertas corredizas de
el señor Jones, ierro forjado, y la estación tenía las pa­
-¡Cinco libras! --dijo la sen ora redes cubiertas de baldosines brillantes
Jones que acababa de volver a casa des­ de color de carne cruda. Un cartel esmal­
de el supermercado donde ahora traba­ tado de color azul oscuro decía:
jaba--, ¿Vamos a ofrecer cinco libras
por la devolución de esa fiera negra cuan· Compañía General Londinense

do debemos ochocientas diecisiete libras de Omnibus y Ferrocarril Subterráneo

y sesenta y siete peniques a Round nnd Por nombramiento de

Round, y otras cuarenta mil a Petcl' Su Majestad el Rey Eduardo VI


Stone?
De todos modos el señor Jones Durante casi cincuenta años sólo
puso un anuncio ofreciendo esa recom­ había habido un ascensor lento y traque­
pensa en la oficina de correos local, junt? teante que llevaba a la gente hasta donde
con otro de Peter Stone que ofrecía mIl se detenían los trenes, Había un cartel

1"
.,2
.,3

que decía: Prohibido el transporte de


más de 12 pasajeros. La gente que se im­
pacientaba esperándolo tenía que bajar
mil peldaños de una escalera de caracol
Pero recientemente se había moderniza­
do la estación con un par de hermosas
escaleras mecánicas, una para arriba,
otra para abajo, que sustituyeron a la es­
calera de caracol. Lo demás era todo an­
tiguo: las máquinas para sacar biUetes
eran tan viejas que la gente decía que sólo
funcionaban con peniques de la época de
la Reina Victoria; ]a librería estaba sielll­
pre cerrada; la máquina de venta de cho­ de vender billetes, también accionaba el
colates llevaba vacía varias generaciones; ascensor. Era demasiado corto de vista
allá abajo, al igual que en los andenes como para poder ver desde el despacho
de los metros, había Lada clase de viejas de biJJetes hasta el ascensor, así que cuan­
galerías misteriosas. En ios días en que do había vendido doce billetes cerraba
había tranvías en Londres, Rumbury ha­ su despacho y bajaba el ascensor. Eso
bía sido también una estación subterrá­ significaba que a menudo la gente tenía
nea de tranvías, que conectaba con Kings­ que esperar mucho tiempo, pero realmen­
way, Aldwych y la línea Spurgeon 's Ta­ te daba igual porque a veces no pasaba
bernacle. un tren durante horas. Sin embargo, al
No paran muchos trenes ,en RUI11­ final hubo quejas, y por eso se instalaron
bury Town; la mayoría van directamente las escaleras rodantes. Al señor Gumbrell
desde Nutmeg Hill hasta Canon's Green. le gustaba viaJar por las escaleras rodan­
El viejo señor Gumbrell, el cobra­ tes, a las que llamaba escalantes; solía
dor, era el tío del señor Jones. Además dejar el ascensor abajo y subía por ellas.
54 55

so es lo que hizo el día en qUe . la que le faltaba la puerta, así que


ortimer y la ardilla llegaron. Bajaba bltea a , 1 - G
. 1 ien quena llamar , a senor Uttl-
SI a gu
lentamente en el a~censor sin darse cuen· brell -10 cual no ocurna muy ~ menu­
ta de que Mortimel', con La ardilla Sam do-- tenia que hacerlo por_esa lmea,
agarrándole torvamente, estaba posad Esta vez era el senor Jones.
llá arr.jba, cerca del techo, en el marco -¿Eres tú, tío Arthur.
un carte.. -iClaro que soy yo! ¿Quién iDa
El señor Gumbrell dejó aba,io e a ser si no?
ascensor y subió volando por la escalera -Queríamos saber si has visto
mecánica,. mascullando para sus aden­ al cuervo de Arabel. Dice la policía que
tros: "Arr estas escaleras que se mueven
j
la pista de las migas de queso lleva hasta
son una maravilla de la ciencia. ¡.Qué ¡... donde tú estás.
ventarán ahora1" -No he visto a ningún cuervo
Cuando el señor Gumbre11 llegó -dijo irritado el señor Gumhre]]-. La
otra vez arriba se encontró a la policía bofia ha estado aquí toda la tarde dán­
que examinaba la pista de las migas dome la lata, pero no he visto nada. No
queso que se detenía junto a la entrada he visto ni cacatúas, ni faisanes, ni aves
de la estación. Los agentes permaneciera del Paraíso. Esta es una estación de me­
allí mucho tiempo, pero el señor Gum­ tro, no un jardín zoológico.
breU no pudo darles ninguna información -De todas maneras, ¿ quieres f.i.
que valiera la pena. jarte? -dijo el señor Jones.
-¡Pájaros y ardillas! --mascu­ El señor Gumbrell colgó de un
lló cuando se hubieron marchadv-· golpe el auricular. Estaba harto de ton­
¿Cómo se van a ver pájaros y ardillas ~erías. "Si espero más tiempo aquí", dijo,
con broches de diamantes en una estación SOn capaces de aparecer también los sol­
de metro? dIlados, los guardas de la Torre la caba­
Sonó el teléfono. Sólo ha bin un er' l '
la y a policía de tráfico. Voy a cerrar
todo." ,
teléfono en la estación, una cabina pú­
56

La estación de Rurnbury Town 4

se debía cerrar entre la 1 y las 5 de la


madrugada. pero en realidad el señor
GumbreH solía cerrarla antes si le moles­
taba el dedo de un pie. Todavía nadie se
había quejado.
"Aunque todavía no me duela el
pie va a empezar en cualquier momento,
con tantas sandeces como ocurren". se A la mañana siguiente había mu­
dijo el señor Gumbrell. Así que desco­ cha gente esperando al primer tren par'"
nectó las escaleras mecánicas, cerró las ir a sus trabajos cuando el señor Gum­
puertas del ascensor y el despacho de bi­ brellllegó para abrir. Todos entraron con
etes, apagó las luces, Hamó a NULmeg rapidez cuando corrió las puertas y no se
my a Canon's Green para avisarles de detuvieron en el despacho de biHetcs por­
ue no parara aHí ningún tren, cerró el que llevaban abonos. Pero cuando llega­
candado de la gran puerta enrejada y se fue ron al comienzo de ]a escalera rodan­
a casa a cenar. te se detuvieron consternados y asom­
brados.
Porque las escaleras no estaban
allí: no había más que un agujero grande
y negro.
-Alguien ha robado la escalera
-dijo un cargador de Covent Carden.
-No seas tonto. ¿Cómo van a
1rabar una escalera mecánica? -dijo un
echero.
.. -Pues ha desaparecido, ¿no?
-dIJo un conductor de autobús-o ¿ Cuál
58
5
es tu teoría? ¿Terremoto? ¿Que se na
mordido o mascado de algún modo: lo
hundido en la tierra?
han dejado hecho una pena. Menos ma
-v-cupantcs de casas Hegales
que la corriente estaba apagada, de lo
-dijo un maquinista de trenes-o Segu.
contrario el que lo hizo hubiera quedado
ramente, se la han llevado esos.
". --¿ y cómo [a pasaron por la frito.
-Alguien ha estado saboteando
puerta cerrada? ¿ Y además, para qué la
la estación -dijo el con?uctor de auto­
ieren?
bús-. Los hinchas de futbol, supongo.
-Para instalarse en eJla, por su·
-Más bien hippies.
puesto. -Alguien debe llamar a la bofia.
El señor Gumbrell estaba allí ras­
-jA la bofia! -gruñó el seña"
cándose la cabeza. Gumbrel1-. ¡Ni pensarlo! Bastante lat
-.Se han llevado mls escalant me dieron ayer buscando cuervos y ar­
--dijo con aire apenado-o ¿Por qué lO dillas.
habrán hecho? Si se hubieran llevado el Otra razón por la que no quería
ascensor no me molestaría tanto. Bueno. que apareciera por allí la policía era que
ais a tener que bajar en el ascem·Ql; no quería reconocer que había dejado
como no llegáis a doce no pasa nJda. sola la estación durante tanto tiempo.
Pero sí pasaba algo. Cuando tiró Pero aquellos primeros viajeros, ya que
de la palanca que dcbÍa subir el ascen· no podían coger el tren allí. camin.aron
sor, no se movió nada. hasta la siguiente parada de la línea, Nut­
- y te voy ,a decir por qué -djj m~g Hill. Contaron allí lo que había ocu­
el maquinista, mirando a través de las mdo y la historia se fue difundiendo.
puertas cerradas--; alguien ha roto el Pronto Un reportero del Rumbury Boro­
cable del ascensor masticándolo. ugh News llamó a la estación de metro
-¿Quieres decir que lo han se­ para confirmar la historia.
rrado? b -¿Es ésa la estación de Rum­
~No, es como si lo lIbieran ury Town? ¿Puede decirme, por favor,
60 61

51 lOS trenes funcionan con norm a I¡dad? puede ir a ningún sitio -dijo el señor
-¡Nunca más! -graznó una Gumbrell.
voz áspera, y luego alguien colgó estre. Dick se acercó y mir6 el enorme
pitosamente el aparato. agujero dond~ antes h~bía _~stado la es­
-Será mejor que vayas il ver lo calera mecámca. El senor Gumbrell ha­
ue pasa ~dijo el director cuando su bía puesto un par de cadenas para que
parlero le contó tan desconc~rtantccon. la gente no se cayera.
versación. Luego Dick miró por el hueco del
Así que el reportel'o -que se ascensor.
llamaba Dick Otter- tomó un autobús Luego volvió al señor GumbrelL
hasta la estación de metr.. ." que leía los resultados de los partidos de
Era un día oscuro, l1uvioso y ne' fútbol del día anterior a la luz de una
blinoso, y cuando miró hacia denLro, en vela. La entrada de la estación estab
la entrada de la estación, le pareCIó como muy oscura porque casi todos los conuJU­
una cueva con sus arcos, las máquinali de tadores de luz estaban en ]a planta de
billetes. con sus opacas lucecita~ que pa­ abajo y el señor GumbreIl no podía bajar
recian estalagmitas, el suelo cle bClldo~as hasta allí.
blancas similar a una capa de hielo, las -¿ Quién cree usted que se ha
máquinas verdes de venla de ch(/colate llevado la escalera mecánica '1 -pregun­
parecían manchas de moho en las pare­ tó Dick sacando su cuaderno de notas.
des y el viejo serlOr GumbreU, con sus El señor GumbreIl había estado
bigotes blancos, sentado dentro del des' pensando mucho en ello a lo largo dp toda
la mañana.
pacho de billetes, era como un duende
enjuto con sus pilas de tarjetas que indi­ f -Los fdntasmas --dijcr-. L05
antasmas, que no gustan de los inventos
caban a la gente a dónde podía ir.
--¿Está abierta la csLoción? :~rnos. ~reo que la estación está em­
lada. MIentras estaba aquí, toda -la
-preguntó Dick. nana sentado, me ha llegado de vez
-¿ Ha entrado, no? PerO na
1)
I 62 63

en cuando una voz fantasmal que me


Nutrneg Hilld'
y Canon 's Grcen para decir­
graznaba en el oído:. "Nunca más, nUn­
Ies q ue no eJaran que pararan trenes
ca más". Por eso no he llamado a la bo­ uí hasta que es aVisara de nuevo ...·N ~.-
l '
fia. ¿ Qué puede hacer? Lo que quiere aq
die pudo bajar. aqUl'd espues"d e e,so, pero
decir esa voz es que nunca más se va a de vez en cuando me parece Olr voces
utilizar esta estación. que vienen desde el hueco del ascensor
-Ya entiendo -dijo Dick con como gritando ¡socorro, socorro! Lo que
aire pensativo. Escribió en su cuaderno: es una contradicción de la naturaleza,
¿Está embrujada la estación de metro o puesto que nadie podría estar aHí abajo.
el cobrador está chiflado? -¿ y si hu bieran bajado anoche
~¿ Qué otras cosas le hacen Den· antes de que usted cerrara?
está embruja -Hubieran cogido el tren de las
Bueno --dij,o el señor Grum­ nueve al sur, ¿ no? No, desde luego 10
bell-·, no podía haber nadie abajo. ¿no? que hay ahí son fantasmas.
Cerré anoche después de que se ruera el -¿De quién son los fantasmas,
tren de las nueve hacia el sur y tlamé a según usted?
-Los fantasmas de los vieJos
conductores de tranvías. ¿Que por qué
lo pienso? Mire usted estos billetes.
El señor Gumbrell le enseñó una
pila de billetes verdes de metro. A cada
uno le faltaba un pedazo triangular.
-iVe! Obra de un fant~l.SII1a
¡dijo con aire triunfal--. ¿Quién pue­
b~ haber entrado si no en mi despacho de
dIetes? El único sitio por donde podría
nt
rar es por la ventanilla, ¿ ve?, que es
Por el lugar por donde los viajeros pagan
64 65

sus billetes. Un chico no podrta pasar por lico como el jengibre en po,lvo. Pero al
ahí, pero si un fantasma. Y fUe un fan. mismo tiempo que ese habla otro olor,
ta6ma del conduc~or de uno de esos vle· romático Y tentador.
jos tranvías, que añoraba picar billett:;s a -Huele a café -dijo Dick.
como en los viejos tiempos, ¡. ve '! y el _jPues ya está! -gritó triunfal­
mismo fantasma me comió el bocad1l10 mente el señor Gumbrell-. Los conduc­
de jamón que guardaba para mi desayu. tores de los viejos tranvías solían prepa­
no y todo 10 que ha dejado son m 19as. rar una enorme cafetera mientras espera­
Por eso no he llamado tampoco a h.. ofi· ban al último tranvía para Brixton por
cina central~ porque, ¿para qué va a ser­ la noche.
vir? Porque si instalaran un par de. nue· -Me gustaría sacar algunas fo­
s escaleras mecánicas y arregle ",m el tos de la estación -dijo Dick, y se diri­
ascensor, los nuevos desaparecerüm al gió al teléfono público y marcó el número
día siguiente. Eso es lo que ql~h~l,-e dcdr de su oficina para pedir un fotógrafo,
la voz cuando dice "Nunca más". Pero mientras esperaba con la moneda en
- ¿ y usted, cree que puede oír la mano, a punto de meterla en la ranura
1"1
voces gritando" socorro, sacar w" pot el cuando empezara a sonar la señal, de re·
hueco del ascensor? -Dick se ~i("el'có e pente algo grande y negro le rozó la ca­
intentó escuchar pero en f..se momento
I beza en la sombra, le arrancó el aparato
allí no se oía nada. y Susurró ásperamente en su oído: H ¡Nun­
---Probablemente soy el único ca más!"
ue puede oírlas -dijo ;~1 señor Guro-·
bren. Al día siguiente los titulares del
-,Me parece que puedo ofer algo Rumbury Borough News eran: ¿ESTÁ EM­
-dijo Dick: olisqueando. BRUJADA NUESTRA ESTACIÓN DE METRO?
Del hueco del as censor !'ulJía el y debajo: "El señor Gumbrell, cobrador
olor habitual de una estación de metrO, en ella desde hace cuarenta años, afircTl8
un olor extraño, cálido, . '~Iagamenh~ mctá­ que lo está." "Los fantasmas de los con­
66
67
ductores de los viejos tranvías", dice producidos ~ / nuestrc:s client
"' juegan al dominó y beben agua de rcga~ por DestrucClOn de Bienes.
liz (Dick Otter había telefoneado su re.
Jj

lato desde el teléfono público de la ofi. La señora Jones se puso nervio­


ina de f,;orreos y la muchacha de la re. sísima. "¡Que ten,ga que vivir yo el día
dacción en vez de entender" utilizan la en que nos echaran de nuestra casa por
cnfetera" creyó oír" se atizan ~~on la re. culpa de esa fiera siniestra ~e paj~rraco
gadera)J. lo que pensó que no ten ia sen­ encontrado en la calle por ml proplO ma­
tido y lo cambió por "beben agua de re­ rido y llevado a todas partes en un carri to
galiz") . de madera roja por mi propia hiJa! "
--Me da vergüenza lllirar a la -Bueno, no lo has vivido toda­
gente por la caBe -dijo el señur Jones . vía -dijo el señor Jones-. A los cuer­
Tu tio Arthur está más loco (T¡ue una ca­ vos se les considera criaturas salvajes,
bra, sin duda. ¡Una estac!.ón de metro ~í que según la ley no nos pueden res­
embrujada! ¿No crees que lo mejor &ería ponsabilizar por las acciones del pájaro.
llevarlo al médico? Voy a pasar a decírselo a los tipos esos
El cartero llamó. Tra ía una carta y tú lo mejor que puedes hacer es hacer
certificada de una firma de abogados: los algo para animar a Arabel. Nunca he vis­
señores Gumme, Hardbot1 f.e. IokDen Y to a la niña tan delgada y tris tona.
Rule. Decía: Fue con su taxi a la tienda de
discos de los Round and Round pero ex­
Querida senara: t~añamente no se veía ni al señ~r Round
Como representant es de los seño' I al señor Toby Round; el lugar estaba
's Round y Tob)' Raund quere­ cerrado, silencioso y polvoriento.
mos saber cuán, ~lo será conve­ b Después de intentar convencer a
niente paTa usteCit pagar {as Qt:ho­ hrb el para que desayu,nara -pero no
dentas veintisiet e libras -v sesenta d~po forma, porque ArabeI no estaba
siete peniqw:"s por las dan o.
~ ~

uesta a comer--, la señora Jones se.


69

68

tío Arthur para de.


cirle que debía ir a ver a un médico
por lo de los nervios. Llamó u la estación
de metro, pero el teléfono sonó y nadie
contestó. (La razón era que había llna
gran cantidad de curiosos que al Jeer la
noticia en el periódico fueron a mira
a estación¡ y el señor Gumbrdl se lo es­
taba pasando la mar de bien ( onlándoles
las costumbres de los conduc Lores de los
viejos tranvías.) Mientras la sf.:oñora Iones
estaba con el teléfono escucllamlo la se­
ñal de llamada, hubo otra Uamada, dcsd
la puerta principal. '~
--Problemas, problemas. nada ".

más que problemas -gruñrj ID señora pies, me den la vuelta y me sacudan hasta
Jones--. Aquí, Arabel. bonita. coge el el mes de septiembre!
teléfono y di "Hola, tío Ar'tbur. Mamá Los policías parecían desconce,­
quiere hablarte" , si es que cl..mtesta. mien­ tados y uno dijo:
tras yo voy a ver quién esW en 1a puerta. -Me parece que ha habido al­
Arabel cogió el au dcular y la se· gún error. No queremos darle la vuelta,
ñora Jones fue hasta la pu erta. en la qU,e lo que queremos es preguntarle si reco­
nOCe esto.
había dos policías. Ella -emitió un chI"
llido. Llevaba un pequeño objeto en la
-Nü vale la pena que ese par de PaJilla de la mano.
~stafadores les envíen a detenerme para damente.La señora Jones lo miró deteni~
cC)brar sus ochocientas i,'Hecisiete libras.
i ·N o las .tengo aunque TI 1e cojan por ~s
o
-CLaro que sí ---dijo-. cs el al.
5

'iler de corbata del señol' Round, El qUe

dó que le hicieran con una de su~

mudas que se te cayó cuando comía un

lato de guisado irlandés


Entretanto Arabel seguía senta­
I

da en las escaleras a medio terminar con


el auricular en el oído. cuando de reptmte
escuchó tm áspero susurro: Arabel viajaba en metro con fre­
·-¡Nunca más cuencia y sabía cómo llegar a la estación.
Arabel se quedó tan asombraoa Sacó su carro rojo y se puso su gabán
asi dejó c.aer el teléfono. Miró a su grueso, cálido y lanudo, saliendo por la
dor pero DO habia nadie por nin­ puerta trasera porq ue su madre segu'
gún lado. Luego miró al teléfono pt:r hablando en la puerta principal y Arabe}
ya estaba en silencio. Al cabo de un mi­ no quería que la detuvieran. Fue por
nuto una voz diferente ladró: High Street y pasó por delante del ban­
--¿ Quién es? co. El apoderado miró hacia fuera y se
--Hola. tío Arthut', soy Arabel, dijo: "Esa niña es demasiado pequeñ'
amá quiere hablar contigo. para estar fuera de casa sola, debo se­
-Pues yo no quiero hablar con guirla para averiguar quién es."
ella -diío el señor GumbreJI. v colgó. Comenzó a seguirla.
Ara bel se sentó en la cs~alcra Y Después Arabel pasó por delante
se dijo: "Era Mottimer. Debe de estar en del supennercado. El encargado la miró
la estación de metro, poraue a11i es dende y se dijo: "Es la pequeña de la señora
está el tío Arthur." Iones. Voy a ir detrás de ella v pregun­
tarl e dó n d ' hoy su madre."" ASl
e esta . , que
se fue detrás de Arabel.
Luego pasó ante la tienda de dis­
72 73

cas de Round and Round, pero no ha. haces tú andando sola por High Street,
bía nadie dentro, pues el señor }ones se donde te pueden atropellar, raptar, ase­
había cansado de esperar y se había mar. sinar Y secuestrar y algo peor? ¡Vaya
chado con su taxi. idear ¿Dónde está tu madre y adónde
Luego pasó por la joyería de Pe­
vas?
ter Stone. Peter Stone la vio a lravés del -Estoy buscando a Mortimer
escaparate y pensó: "Esa chiquilla pare· -dijo Arabel y siguió caminando--. He
ce como si supiera adónde quiere ir. Fue ido por la misma acera todo el rat~ y n?
la única que demostró un poco de sentido tengo por qué cruzar la calle -dIJO mI­
común después del robo. Quizá fUera ver· rándola por encima del hombro mientras
dad la historia de la ardilla y el cuervo. entraba en la estación de metro.
De todas formas, no pierdo nada en se· La tía Annie fue a la estación
guirla a ver hacia dónde va." Cerró la para decirle al tío Arthur que se estaba
tienda y la sigui..... comportando como un tonto y que debía
Arabel pasó por cielan te del par­ volver a casa, pero no pudo acercarse a
que de bomberos. Generalmente los bom· él por la cantidad de gente que había. En
beros la saludaban (eran amigos desde realidad Arabe1 fue la única persona que
que habían tenido que ir a entrar por la pudo entrar en la estación, debido a
ventana del cuarto de baño de los fOlles), que era muy pequeña; había sólo espacio
pero hoy estaban poniéndose' Los casCOS para ella y después el si tío se puso de bote
para salir a toda velocidad. Y nada más en bote. La tía Annie no pudo entrar en
pasar ella el camión salió a toda ma~' absoluto. Cuando Arabel estuvo dentro
cha y la adelantó haciendo sonar su SI' alguien tuvo la amabilidad de cogerla y
rena. pOnerla sobre las máquinas de billetes
Por fin Arabel negó a la estaciót1 para que mirara.
de metro. La primera persona a la que: -¿Qué pasa? -preguntó,
vio fue a su tia abuela Annie GurnbreU. -Creen que alguien está atrapa-
-¡Arabellones! ¿Qué es lo que en el ascensor allá en el fondo. Van a
75

esa corresponde a otro sindicato y a


sor, .
ellos no les conCIerne.
Los bomberos, que habían estado
observando cuidadosamente el ascensor,
pidieron a todo el mundo que saliera a
la calle o que se apartara para disponer
de sitio. Habían puesto una luz, porque
la estación estaba completamente a oscu­
ras, Y trajeron una polea como las que
suelen emplearse para rescatar a la gente
atrapada en las torres de una iglesia o e
los tejados de los edificios en llamas. Ba·
jaron a un bombero por una cuerda y
toda la población de Rumbury Town,
enviar a un bombero, que tendrá !1 ue pa· reunida en la calle, dijo" jOooh!" v se
sar por la trampilla del techo del ascen­ quedó sin aliento.
sor para sacarle ---dijo su tia abul~10 Ar­ Al rato se oyó un grito que venia
thur, que estaba a su lado--. Les dije de abajo.
na y otra vez que son los fantasmas de -Han encontrado a alguien
los conductores de los viejos tr anvíasl -dijeron los bomberos y todos exc1ama­
pero no me hicieron el menor Cai"iO. f?n ".iOooh!" y se quedaron de nuevo
~¿Por qué no envían ,Jn tren sm ahento.
desde Nutmeg HUI para aue oundan eo­ En ese mismo momento Al-aóel
trar a ver lo que pasa. . . ~~ue seguía sentada sobre I~ máquina de
-El sindicato de ]os TI laqm nIS­ illetes, porque allí no molestaba a na­
tas de tren no les deja. Dicen q tle si son dIe) sintió un golpe seco en su hombro
los fantasmas de los conductoL'es de loS erecho. Menor mal que llevaba su abri­
viejos tranvías los que están en el aseen­ go espeso, cálido y lanudo, porque dos
77

'6

o seis veces, co~ un tono de gran satis­


Tras se engancharon en su hombro su­
jetándola como los dientes de un bull-dog. facción y en!USlasmo.. ' .
_Mua, Mortlmer. estan sublen­
Un cariños'o graz.nido dijo en su oído:
"¡Nunca más! do a alguien.
lJ
Poco a poco fue subiendo la cuet'­
-iMortimeT! -dijo Arabel y se da y quien salió de allí no fue otro sino
smno tah encantada que se hubiera caído I señor Toby Round, con aspecto ham­
de La máquina de billetes si Mortl1l1er [lO
briento y derrotado. En el momento e
hubiera extendido sus alas como el para­ que le sacaron, toda clase de gente ama­
sol de un funambuiista y los dos se hu­ ble, los de la ambulancia ~e St. John y
bieran equilibrado. los camilleros y los clérigos y la matro­
Mortimer estaba tan encamado na del hospital Rumbury Central, corrie­
de ver a Arabel como ella a él Cuando ron hacia él con vendas y tazas de ,~
se hubieron equilibrado la abrazó con su diciendo:
a izquierda y dijo" Nunca más" cinco
78 79

_Está usted bien? . robre a los hermanos Round y el sar­


enJa
Se lo hubieran lle,'! ado, pero dijo gento dijo: .
que tenia que esperar a s u hermano -Tengo una orden de arresto
a cuerda volvió abajar. Al cabo ontra ustedes dos como sospechosos de
de unos minutos subió con el otro señor ~aber robado el dinero del banco el mes
Round. Tan pronto. con 10 llegó se fijó pasado y si ~u.ieren saber por qU,é ,cree­
Atabel y Mortimer posados sobre la mos que 10 hlCleron ustedes, les dne que
maquina de billetes y na da más verlos se es porque encontramos el alfiler de cor~
uso histérico. bata hecho de una muela en la caja fuerte
-¡Cojan a ese p i.íj1aro! -gJ'itu-. y una de las huellas dactilai'es de Toby
s la causa de todos los ))roblemas. ¡Rovó en la motocicleta abandonada, Y no me
I cable del ascensor y se comió la esca· sorprendería nada que ustedes sean los
lera mecánica y nos df:.j6 a mi hermano de los trabajitos en el supermcrcado l la
a mí atrapados duran te cuarenta y ocho joyería y todo lo demás.
horas! -¡No es verdad! -gritó el señor
--¿Y qué hadan ustedes ahí BOa· Toby Round-. ¡Nosotros no lo hicimos!
umó Gum'brell con rece No hemos hecho nada. Estuvimos con mi
que bub iera pasado el tren cuñada en Romford en todas esas oca­
ueve? siones. Su nombre es señora Flossie Wil­
En ese momt;nto negó una [tIIgO­ kes y vive en Dos-cero-cero-uno Station
neta nena de policía s, con la señora Jo· Approach. Si quiere mi opinión le diré
nes, que parecía medio enloquedd... que ese cuervo es el ladrón.
---¡Ahí está.~;! -gritó en cuanto Pero el sargento le quitaba ya la
vio a ArabeJ---. Y yo que estaba casi des­ mano del bolsillo al señor Toby Round
esperada, oh Dios I'l1ío, y ah.í está ese ho· :ral~sfosarle, y al hacerlo lo que salió
rrible pajarraco, como si no hubiera bas­ ueat 1 te Sam la ardilla, y ¿qué era 10
antes 'cosr.'lS de las que prcocuparno¡il, dien a en sus patitas?, pues el broche
ero la policía ro deó coD1l\ un amantes del señor Peter Stone.
81
80

jaro, si es él quien comió mis escalantes


ha averiado mi ascensor. ¿ Cómo pode­
mos saber que no es un cómplice de esos
tíos y de sus atracos? Fue él quien ayudó
a la ardilla a largarse con el broche de
diamantes.
-¡Nunca másl ··-dijo Mortim er. -Le secuestraron, no pudo ha­
-¡Un mornento! -dijo tío Ar­ cer otra COsa -dijo Arabe!.
thUT, que llevaba mucho tiempo silenciO­ -De detenerle nada -dijo el
so dándole vueltas a las cosas en su c~­ apoderado del banco--; recibirá una re­
beza-, también deberían detener al pa­
82 83

compensa del banco por ayudar a atrapa entrar por el jardín vertió té en una hue­
a los delincuentes. r vera para Mortimer.
. -Yo también le daré una --dijo Todos se sentaron a la mesa de
·, Peter Stone. la cocina Y tomaron el te. Mortimer tomo
- y yo -dijo el director del ~u. varias hueveras llenas y, en cuanto a Ara­
pennercado. be!, se recuperó de todas las comidas per­
-Vamos, Atabel, por favor didas durante el tiempo en que Mortimer
-dijo la señora Tones-. Dios mío, mira estuvo fuera.
la hora; tu padre estará 'en casa esperan­
do su té y pregun tándose dónde 'lOS ha.
remos metido.
Arabel cogió su carrito rojo, que
había clejadc fuera, y Mortimer subió
a bordo.
--¡Cielos! -.gritó la señora lo­
nes-. N o pensarás llevar ese pajarraco
negro y malhumorado en un carri to cuan­
do sabemos perfectamente que puede vo­
lar, ei muy zángano. ¡Nunca he oído nada
tan uHraiante; nunca!
-.Le gusta que le Ucven ~-dijo
Arabe!, y así se fueron a casa. El apode­
'rada del balleo, el director del s'upermer­
cado, el señor Peter Stone y Ull montón
de personas ies acompañaron hasta la
puerta del jardL.
El señor Jones estab a dentro.Y
acababa de hacer d té. Cll~llldo les VIO

I
1

Fue poco después de que Morti~


mer, el cuervo, fijara su residencia en
casa de la familia Jones en el número 6
de Rainwater Crescent, Rumbury Town,
Londres, N.W. 3 112, cuando el señor y
la señora Jones recibieron una invitación
para asistir al Baile Despreocupado d
los Peleteros en los Salones de Reunión,
Rumbury Town.
-¿Qué es un Baile Despreocu­
pado? -preguntó Arabel. Arabeler
queña y rubia y aún demasiado joven
para ir al colegio.
Estaba desayunando. Mortimer,
~~;uervo, estaba sentado en su hombro,
Ja~dose en su huevo cocido para ver si
~~la dentro algún diamante. Mortimer
ba pasando por una fase en la que
elspe~a~a encontrar diamantes por todos
Os SItIos.
88

En el huevo no había diamante


-Un Baile Despreocupado -d~~
jo el señor Jones con aire sombrío ponién.
ose su abrigo de conductor de taxi_
son seis horas de pie después de un día
de trabajo duro, con tu m(~jor traje asfi.
xiándote y sólo patatas fritas para co.
mero
··-Craaac --dijo MortiJner. Le
gustaban todavía más la s patatas fritas
que los diamantes.
Arabel imaginó a todos con sus
mej,Ol"eS ropas y bailando despreocupa­
damente por los Salon~ de Reunión, que
eran majestuosos, con paredes rojas y ra­ familia y saludó con la cabeza a Morti
cimos de uvas doradafi colgando de ellas. mer y se marchó a su taxi. .,
-Vais a ir al 'baile, ¿no? -pre­ Cuando cerró la puerta prmcIpal,
guntó con ansiedad--. Enwnces Chris Mortimer se cayó de cabeza en el huevo
ross podrá venir d cuidanne. cocido de Arabel.
-No creo que nos quede más re­ --Oh, Dios mío, Arabel -dijo
.edio -diJo el señ'::lr Jones mirando los la señora Jones-; por qué, en el nombre
rostros llenos de es peranza de su cspo~ de todos los santos, no puedes enseñar
de su hija-o. ¡Pr.;ro ojo! Si viene Chrls a ese maldito pájaro a conservar el equÍ­
o debe tocar su guitarra después de las li~r¡o. ¡Lo normal sería esperar q UC una
e. La últiJna vez tuvimos quejas te natura COn alas tuviera el sentido co­
los vecinos d e los dos lados de la cal e. o "'n suficiente de no inclinar.se tanto ha­
hasta el sem áfo~...,. u a delante corno para caerse! ¡Mira toda
io un beso de despedida a s porquería! Si viviera hasta los no­
90
91
venta años °erm.inara mis días en l'e.l.­
nambuco no e'Ü que pudiera ver nada 'ardín. Mortimer nunca caminaba si po­
igual. ~ía ir sobre r~edas. Y sólo volaba unas
-·Nmv.;a más --dijo Mortimer. dos veces al ano.
Como todavía tenía la cabe~a me­ -Ese pájaro tiene un huevo so­
tida en el hll'evo las palabras le salieron bre la cabeza -dijo el lechero, dejando
apagadas. dos botellas de leche, dos de zumo de
--1. Tienen huevos cocidos en naranja, una tarta, una docena de huevos
ernambnco? -dijo Arabe.. con sabor a jamón y tres yogures (uno de
o··-¿Cómo voy a saberlo? ·-dijo ron, otro de coñac y otro de salsa de wor­
la señora Tones muy irritada, m:ientras cestershire).
uitaba los platos del desayuno-o Ca­ -¿ y por qué no va a llevar hue­
ramba, ATabe!, lleva ese pájaro al baño vos si quiere? -dijo Arabe!.
y métele la cabeza bajo el grif.J, ¡no sé El lechero no supo responderle,
así que se fue en su vehículo eléctrico
e
.
ni cómo voy a llegar a tiempo a \a ofi­
calle arriba .
;a señora Jones trabaj,aba ahora Al cabo de un rato, el huevo se

en Nuggett and Cake, la car"oonería. A cay6 y la abucla vino a cuidar a ArabeI

Arabel y Mortimer les encan taba ir allí y Mortimer y la señora f ones se fue al

trabajo.
a visitarla; a Arabe! le gust aba el her­
moso fuego que ardía siempt 'e en la res­ La abuela hizo tortitas para el al­
plandeciente estufa y a Moti jme, le gus· muerzo y 1\tIortimer le ayudó a darles la
taban los trozos de muestras de coque, vuelta. La abuela no estaba totalmente
carbón y antracita en 1m; cuencos de plás­ de acuerdo, pero ArabeI dijo que pro~7­
blemente no habría tortitas en el .o:iL!D
tico rosado que había en el mostrador.
de donde venía Mortimer y debía
Pero Arabe! ne, metió ft Morrim er
darle la oportunid::ld de aprender cómo
en el baño. Le puso e on el ht:mvo cocido eran,
encima en su cano r ojo y se lo llevó al
De toddS maneras habían fregado
)

el suelo de la cocina much nlfS dt:: que


la señora 'ones volviera.

La noche del Baile espl'COCu Pa.


do de los Peleteros, Chris rOS~5 v 1110 a
cuidarles.
~'1.rabel le gustaba Chris. Era
bastante joven, todavía no estélba en la
Universidad sino estudiando e:'=.l el Cole­
gio de Rumbury y tenía ideas t sLupendas
sobre la manera de pasar 1,1 velada en
casa de los Tones. Cada vez se le ocmría
algo diferente y nuevo. La ülfirna v~z ha­ -No hagas demasiado ruido con
bían hecho un Pastel de Verano emplean· la guitarra -dijo el señor Iones.
do .todo lo que había en la c<)cina. TClm­ -He traído también mi trompe­
bién cantaba y tocaba herm osas baladas ta; si prefiere la tocaré -dijo Chris.
con su guitarra. El señor Jones dijo que sería me­
jor la guitarra.
-A rabel tiene que ir él la cama
a las ocho y media ·--dijo f.:! señor )anes. - y no toques la trompeta des­
-¿ y Mortimer( ? -preguntó pués de las ocho, en absoluto -dijo.
Chris. Él y Mortime!' rlC'J se habían co­ -La cena está en la cocina --di­
nocido antes', se obser l1aban con cui' jo la señora fones-. Empanadillas de
dado. carne, pastelitos de queso, tomate y pata­
tas fritas.
ede ir a "la cama cuando
quiera. Pero no debe el armir en la neve­ -Craaac -dijo Mortimer.
ra ni en el armario ro.pero -dijo la se· f . -¿De qué sabor son las patatas
ntas? -preguntó Arabe!.

ñora fones poniéndose: el abrigo. Llevaba


un vestido de satén ro sado con ahalarÍos. -De sardina.

94 95

El señor y la señora Tanes se mal­ ehaba también. Nunca antes había


charon en su taxi y Chris comenzó en escU .
Id tocar la gUItarra. eomenzo' a so b re··
seguida a cantar una nana: 01 o . . 1 1 b
excitarse; dio unos CIen sa tos en e c~ 0,
desplegando y cerrando sus alas y gntan­
ni h , "
do .. Nunca mas .
-¿No le gusta la canción?
en lo Dr··· _preguntó Chris.
-Oh, claro que sí -replicó Ara­
del beJ-, sólo que no está acostumbrado.
-¿ y si nos disfrazamos de ro­
u manos Y jugamos al escondite';
-¿ y cómo nos vestimos de ro­
manos?
-Con toallas y cascos.
Arabel se puso un cazo como cas­
co y Chris la olla a presión.
-Una toalla va a ser demasiado
grande para Mortimer -dijo.
-Puede llevar una toallita.
una lata de sardinas como casco.
Arabel pensó que con una lata
de ,zumo de naranja congelado tendría
- ¿J. -~-
mejor aspecto,
Mortimer estaba muy asombrado
A Arabel le encantaba escuchar 1con su, d'IS f Taz de romano. Le sujetaron
cantar a Chris. Se metió el dedo en la c~~oalhta con imperdibles. Cuando Ir ,?­
boca y se quedó sentada muy quieta. Mor­ a esconderse se metía en el ¡rl'mano
timer, sentado en el cubo del car
hón
, ropero (tuvieron que abrirl(~ para sacar
97

viendo. Será mejor que 10 apague. _ .. y


lo hizo-· Ma se alegrará mucho de Que
haya pensado en eso --dijo.
Cuando le tocó a Chris esconder­
se les costó mucho encontrarle, ya que se
había metido muy encogido en la cest'
de la ropa sucia y había puetlto la tapa
encima. Tenía un libro en el bolsillo por­
que pensaba ponerse a leer, pero en lugar
de ello se qued6 dormido.
Arabel buscó a Chris por toda la
casa.
Entretanto Mortimer tuvo otr
las toallas). Mientras CSlu·\.' o en el arma­
idea. Se preguntó si tal vez habría dia­
rio se dedicó a buscar diar.nantes con en·
mantes en el hueco de la guitarra de
tusiasmo, rompiendo alg u.nas~ábanas y
Chris. Se fue a investigar, dejando que
undas de almohada y dr.;.jando huellas de
ArabeI buscara sola. Ella encontr6 su
carbón en los camison es de terylene de bota de goma del pie derecho, que había
la señora Iones. No tP.contró ningún dia­ perdido hacía una semana, encon tró un
mante. Se le cayó el casco. huevo de chocolate que faltaba desde las
-En el a';ma do hace mucho té!­ Pascuas, encontró tres tortitas olvidadas
101' -diJo Atabe!'. cuando encontró a Mor­
dentro del gramófono, pero no encont.ró
timer. (Sabía E',nseguida dónde buscarle. a Chris.
ya que le gU~'jtaba mucho el armario ro­
Sin embargo, Mortimer estaba
pero.) uy molesto cuando descubrió que Chris,
-,.,-Dios mío, mamá ha dejado en­ que euidaba mucho de su her~osa gui­
cendidC' J el calentador de inmersión Yel arra, la había puesto, junto con la trom­
depós;,to del agua caliente está casi hi"­ Peta, sobre el armario de las escobas.
98

Como Mortimer nunca volaba salvu qUe 99


o pudiera hacer otra cosa, la guitarro
estaba fuera de su alcance. Mir6 ¡tdtado Todavía no podía alcanzar la par­
or la cocina~ con sus ojillos negros tan te de arriba del armario de las escobas.
brillantes como moras. Arabel buscó a Chris debajo de todas fas
a tabla dela plancha no estaba camas. No 10 encontró pero sí uno de sus
'I~UY lejos. calcetines azules de ir a la cama, una pas­
Mortimer era muy fuertt:. Co­ ta de jengibre, el suplemento en color del
enz6 a empujar Ul tabla de la plancha último domingo y un dien te perdido ha­
por el suelo de la cocina. Al cabo de cin. cía tres semanas.
:0 minutos la tenía arrimada contra el Mortimer bajó del cubo de ba­
armario.
Mientras tanto Arabel seguía bus­
cando a Chris. Buscó en el armario de
los sombreros y los abrigos. bajo la esca·
lera. Allí se encontró con una pala de
plástico que había usado en Littkhamp·
ton el año pasado y dos botellas de charo·
án que et señor Iones esconcl ió como
regalo de Na.vidad para la señora Jones.
Pero Chds no estab....
Morlimer, entre tanto, miraba.H:
jamente la tabla de la plancha. Luego tu'O
el cubo de la basura, esparciéndola; su'
ió :,1 una silla con el cubo ngarrado Y
)asó de la silla a la tabla de la planc~
Cohocóel cubo sobre la tabla _al reyes.
S.U bíó encima.
10]

10(
tabla de la plancha Yahora subía con todo
sura y se enconlró un rallador. Volvió a cuidado para ponerse sobre la botella.
la tabla de la planc.ha, subió y puso el ra. El cubo se balanceó mucho más,
llador sobre el cubo vueho del revés' porque Mortimer lo había echado a un
luego trepó con cuidado y se PUScl de ga~ lado en sus subidas y bajadas.
rras encima del borde del raHudor. El -¡Oh, l\.1ortimer! -dijo ArabeI.
cubo se bamboleaba; no estaba muy fir­ Al oír su voz, Mortimer volvió
e sobre la tabla de la plancha. la cabeza y ocurrieron muchas cosas a la
Todavía seguía sin poder alcan­ vez. El cubo se cayó de la tabla de plan­
zar la parle de a rriba del annado de las char, que a su vez se vino abajo, el ralla­
escobas. dor se cayó del cubo, la botella de leche
Arabe! buscó él Chris debajo de (llena de la leche más rica) se soltó del
la bañera. No le encontró per D sí encon­ rallador con Mortimer agarrado. El rui­
tró todos los cuchillos y tenedores con do que hicieron todas esas cosas al des"
mangos de perlas de imitadól"¡ ¡cubertería plomarse a la vez fue considerabL.
para fruta:, que habian sido rilO regalo de Fue igual que el ruido del camión
boda para la señora 1ones. desapal'ecidos de basura cuando sube su parte trasera
al poco tiempo de vivir {\11 o rtirncr en la y aplasta todas las cajas vacías, botellas y
casa. Se creía que los hahía robad'J un lat~~ juntas con un estruendo poderoso,
ladrón. crujiente y estrujador.
--·-Ma estará feliz --se dijo Af'"
bel. Llevó todos los cuchill..Js y tenedore
a la cocina envuel tos en una esqui na de
su toalla de romana. .
Cuando negó a la ¡:.:odna lo pTl­
mero que vio fue aiVlortirner.
abía metido una bole) la de le­
che dentro del rallador de queso. que er
taba encima del cubo del revél) sobre a
I~I

103

...

'"1,­
-Nunca más --dijo Mortimer,
pero su voz no sonaba como si lo dijera
de verdad.. ...
-Será mejor que la guitarra Slg
ahí arriba, encima del armario -dijo
chris, echando una severa mirada a !\10r­
timer.
ruido que ruzo MortÍl oel y to­ -Ya que estamos en la cocine¡
das aqueUaf, cosas que se caían una tras ¿por qué no cenamos? -preguntó Ara­
otfa despertaron a Chds Cross, que es­ be!.
taba acurrucado y dormido den lro de la No le gustaban mucho los paste­
cesta de la ropa sucia. litos de queso que había hecho la señora
UI~ a ver lo que pasa ba en la Jones, así que Arabe1 sacó carne adobada
cocina. congelada de la nevera (que le gustaba
Arabel con un cepillo V un reco­ muchísimo). Mientras la deshelaba bajo
gedor barría los cristales rot( )s. Morti­ el grifo de agua caliente, !vfortimer se
mer, sentado en el guardarUf' 'gos de 1 sentó sobre el grifo del agua fda, dando
chimenea, parecía un tanto de~oricntadv. saltos de impaciencia y murmurando por
Había algunos charcos bastanl e grandes Jo bajo "Nunca más". Como estaba de­
de leche y por el suelo había bastantes masiado excitado para esperar más Uem­
ot ras cosas. po, cogió el paquete, abrió un agujero
---Menos mal que ha) Jía dos bo­ e.n el aluminio con su pico grande, pun­
tellas de leche --dijo Arabel, 'r~cordQndo tIagudo y peludo y se comió la carne
que a Chris le gustaba much'J. adobada de manera muy peco educada.
_.-¿Qué ha pasado? --.-dijo Crys· Arabel extendió el periódico de la tarde
tal bostezando. por el suelo y echó un poco de salsa de
. er
---Creo que tal ver~. Mortl n1 carne por encima. Luego Mortimer, al
quería ver tu guitarra. Percibir unos crujidos, se día cuenta de
w .- ~------
105

:lO te­

í\~ \1\~~4 comenzaron a imitarlt;.


nían pico cogían las pa"
boca. Mortimer atravesaba su patata
con 1

frita número cuarenta y nueve cuando


chocó contra la botella de leche que es­
taba junto a Chris. Se cavó al suelo y se
rompió.
" _Menos mal que ya habianlOs
bebido la mitad --dijo Arabel.
., Desgraciadamente Cl1l'is se cort
II'lo.
la mano mientras recogía los trozos de
ue los otros dos estaban Domiendo pata­ cristal.
--Ma dice que se debe recoge.
tas fritas.
e subió al brazo d~; la silla de el cristal roto con un cepillo --cl.iio Ara­
be!.
bel-. ¿Qué te pasa, Chris?
-¿Quieres unas patatas frilas, Chris se había quedado pálido y
en silencio. Luego se puso verde. Dijo:
Mortirner'?
Mortimer se puso a dar saltitos, "Siempre me mareo al ver sangre." Des­
Sus ojos negros bri1l.aban c( )mo pasas en pués se desmayó, chocando contra el
mario de las escobas al caer. Su trompe­
J1 bollo.
Arabel le puso unas, cuantas pa- ta, con el golpe, se cayó al suelo.
-Oh, Mortimer, querido -dijo
tatas tritas en la mesa.
Mortimer comenzó a comerlas Arabel-. Es una lástima que hayas teni­
como hiciera con las tortit as; las tirab do que tirar esa botella. ¿Qué vamos a
al aire y luego intent.aba at rav\~sarlos con hacer ahora?
el pico antes de que cayeran al suel..
J
", •
Mortimer no hizo el menor caso
Realmente lo hf'c1a n-.uy bien. a la pregunta de ArabeL Estudiaba co",
ucno mejor que Chri~ y Ar.nbel. qUe
ran atención la trompeta de Chris¡ pri­ -Pues no vuelvas <1, desmayarte
mero metió el pico dentro de cada aguje­ otra vez -dijo ArabeI-, Véndate el
ro; luego metió la cabeza dentro del pa­ dedo con eso. -Atrancó un trozo de la
bellón; después se fue a la parte de atrás toallita y vendó el dedo de Chris.
y miró inquisitivamente la embocadur.... Este se puso de pie, tambaleán­
Arabel mojó una toan i ta en la dose un poco.
!eche vertida y frotó la frente de Chris -Debes tomar un poco de coñac
con ella. Luego encendió el t;alelltador para sentirte mejor -dijo Arabel-.
para calentarle los pies desc8 (zOS. Des·
1 Pero Pa guarda el coñac en su taxi por
pués puso una cucharadita de rnermelada si alguna pasajera se marea.
e jengibre en su boca. Eso le hizo pesta­ -Prefiero leche -dijo Chris.
ñear ..Morlimer gritó a su oído" ¡ Nunca Sin embargo, las dos botellas se
hablan roto,
.s!". Luego volvió a pestafJear y se in­
corporó. -Hay una máquina que expen~
-¿ Qué ha. pasado? _preguntó. e I~~he junto a la lechería en High Street
-Te has desmayado -.-dijo Ara­ -dIJO Chris-. Voy a salir y comprar
más.
be..
--Siempre me desmayo al ver d . -Ma dijo que no debes salir y
sangre -dijo Chris. mlrrmdo su dedo eJ~e sola -dijo ArabeI-. Me iré
COntigo.
cortado.
108
109
---Es hora de que le acuestes.
-Todavía no~ me quedan cinco -iMuchas gracias! --dijo
minutos por el reloj de la cocma. Vám Chris-. ¿Cómo vaya tocar mi trompeta
nos enseguida. llena de aceite de girasol
Arabel decidió que no necesitaba -Bueno, sería mejor aceite para
un abrigo, ya que seguía llevando su dis­ máquinas -dijo Arabel-. Y no la po­
fraz de romana, consistente en una toalla drás tocar mientras Mortimer esté dentro.
muy gruesa de color naranja y 1.ln cazo Afortunadamente la trompeta de
amo casco. Cogió la llave de la puerta Chris tenía un agujero (la había compra­
principal de un c1avn que había sobre la do por cincuenta peniques en la tienda de
cómoda. Oxfam y le ponía una tirita sobre el agu­
amanos ntonees --_o-dijo jero cuando tocaba), así que Mortimer
ehrL. no se sofocaría. Arabe! la plISO en su ca­
--¿ No seria mejor que H~vara­ rrito rojo y subieron caminando hasta e
mas también a Mortimer? A Ma no 1 final de Rainwater Crescent, donde se
gusta g\le se quede solo en cas•. ­ une con Rumbury High Street en el se­
Cuando comenzaron a buscar a máforo.
Mortimer, que había estado muy quie Era una noche oscura y ventosa.
urante los últimos minutos, se dieron No había nadie por las calles aunque se
cuenta que se había metido denlro de I podían oír música y voces que salían de
ompeta de Chris con toalla y todo. Tira' club juvenil al final de la caneo
ron de sus patas, que sobresaHan, pcro Cuando llegaron a la máquina
no le pudieron soltar. que estaba junto a la lechería Chris des­
e b ., '
-Habrá estado buscando di'" u no que no tenía más que una moneda
de . .
mantes dentro -dijo Arabel-. Será m~· Clncuenta penIques y unas cuantas
jor que no esperemos. Le podremos sacar más de uno. En la máquina no se podian
al volver; supongo que si vertemos un p". poner mas ' que monedas de cinco.
co de aceite de cocina le [¡'adremos soltar. ju . -Podemos cambiar en el club
ventl -dijo Arabel-. Sería una ton­
11
J]1

tería volver sin leche ya que hemos He. iestro miraban a Mortimer. No se veía
gado hasta aquí. ~áS que su estómago, las puntas de sus
Caminaron hacia el club .iuvenil. alas Yel rabo y sus dos patas con pelusu,
Había que pasar por una arcada para lle. que sobresalí~n de la ~:ompeta.
gar hasta él, con máquinas de juego en -¡MIra! -dIJO uno de los hom­
cada lado. Arabel tenía un penique y 10 bres dándole un codazo al otro-. ¡Te
metió en una de las máquinas. Se enc~n .. apuesto que es él!
dieron unas bolas de 1Ul, corrieron, eno. -iCreo que tienes razón! Es un
e,aran y pasaron a través de agujeros sal· tipo de disfraz muy extravagante -dijo
t¿mdo sobre palancas- y de repente hubo el otro--. Vamos a seguirles.
un montón de monedas de uno. cinco y Subieron a un coche deportivo,
cincuenta que cayeron en un recipiente que estaba ilegalmente aparcado en las
metálico, al tiempo que se encendla un dobles líneas amarillas junto a la arcada
cartel que dedo: "¡Es us,ted el ganador! y siguieron por la calle a Arabel y Chris
'Casi es roiHanarío! ¿Por CJué noorucba
e nuevo?"
Mortimer estaba asombrado. Ca­
sualmente estaba mirando a través del
agujero de la trompeta.
-Ya no tenemos que cambiar tu ~-,
~
..-
C::'.
oneda de cincuenta, menos mal -diju c.:'-' ...:::­
~c>
Arabel-. Podemos volver a 'a máquina ::::,-) ...... - ".

de la leche. -:.:; ~ 7 l::::-,


Así que dieron la vuelta. Mucha.~
personas se fijaron en el dinero que gano
Arabel, porque la máquina había hecho
mucho ruido.
Un palO de üpos de aspecto SI­

.,

113

3
-Cáspita -dijo Arabel--. NO
hemos pagado por tantos cartoncs. Debes
mcter cinco monedas más.
-Por qué --dijo Chris--. Nos­
! otros no tenemos la culpa si la máquina
\. está loca.
---Tenemos dinero suficiente. Te­
nemos diez libras, ochenta y cinco peni­
Chtis y Al'abel anduvieron por ques y nueve monedas de dos peniques.
moury High SUleet, con Mortimer de~ Las he contado.
trás en el carrito rojo de Arabe!. Cuand De manera que Chris metió cin­
legaron a ]a máquina ex.pendedora d~ co monedas m.is. No ocurrió nada. La
leche. Cmis metió una moneda de cinco máquina de leche estaba vaciu.
en la ranura. Dieron vueltas las ruedas Mientras Chris y Arabe' amon­
y las palancas chirriaron de arriba a aba­ tonaban los siete cartones de leche en el
jo; de repente un cartón de leche salió carrito rojo junto a Mortimer, uno de los
dando vueltas. hombres de aspecto siniestro del coche
Esta vez Mortimer miraba con deportivo (que estaba aparcado cerca)
gran atención a través del agujero de 1 susurró al otro:
trompeta de Chris. Cuando salió el car­ -Debe de ser él. ¿no te parece,
tón de leche dijo fI ¡Craac!" varias veces Bill ?
y comenzó a dar saltitos en el carrito tojo, _-------------­
_..
...~~~
r.;::::-
con trompeta y todo. --­ J

reo que quiere que metas otra


.l:oneda -dijo Arabel.
Esta vez, cuando Chris metió la
moneda de cinco, salieron seis cartone
e leche.
1J5
114
reo que aUlere aue metamos
EI.otro dijo que si con la cabeza.

monedas en es
jefe se va a quedar muy con­
¿ Parafina? ¿ Para qué quere·
Ilto con esto, ¿no te parece. Sid? Po­

mos paraflna'?
demos cogerle más adelante en la calle,
-Podemos usarla en vez de acei­
'onde no haya genL. te para sacar a MOl'timer de la trompeta.
-Supongo que le han metido en -Oh, muy bien -dijo Chris.
la trompeta para disfrazarle. Metió una moneda de diez peniques y
-Es un disfraz de lo ulás extra­ sacó W1a lata de parafina. A Mortimer
te --murmuró BiU, soltando el fre­ le hubiera gustado que lo hiciera otra
o oc mano y dejando que el coche rodar vez, pero Chris pensó que con esa par~­
lentamente por la cane. fina era suficiente.
Arabe!, Chris y Mo rtimer iban --Hay una máquina de pan junto
ia casa. Pero Mortimer aún no te· a la panadert8 --dijo Arabel.
nía muchas ganas de volve'c. Nunca ha­ -Deberías haberte ido ya a la
bia visto una máquina automática antes. cama. Ya es hora.
Creía que era la cosa más interesante que -No 10 sabemos -observó Ara­
había visto en su vida y c,uería conocerla bel- porque no tenemos reloj. A MortL
me,or. mer le gUSk1.rla mucho tener una barra
Cuando el can'ito fOjO pasó por de pan de la máquina.
delante de Gaskett and Dent. el garaje Pero una vez al lado de la p
ande de la esquh;¡a t 1Vtortimer miró a dería se llevaron una desilusión. La má­
través del agujer(.) de la trompeta y djjo quina no funcionaba. Lo decía un car­
"¡Craac!". A veces cuando hablaba den tel.
tro de la trompe\a soplaba accidentalmen­ -Nunca más -dUo Mortimer
te una Dota P:IUY alta. Esta vez lo hizo desde el interior de la trompeta.
y el coche de;portivo dio un bl'llsCO viraje.
-Pobrecito, parece cada vez más
-'¿ Qué quiel'e Mortimer? _pre­ triste por estar ah.í dentro -dijo Chris-.
guntó Ch'ds.
J17
116

Otra te decía tu Des tu horós­


ira. ya que hemos llegado hasta aquí,
os hasta la estación de metro. A11 r copo
Otra te sonaba las narices con un
hay muchas máquinas.
pañuelo limpio de papel si metías lu
--¡Oh, sí! --dijo Ara.­
La Estación de Rmnhury TowTl. riz en uua ranura t a la vez que te daba
una tableta de vitamina e y dos carclffi P ­
había sido recientemente modernizada
or dentro, después del H accidente" aue los de menta para la garganta. todo Dor
le ocurrió al ascensor ya las escaleras dos peniques y medio.
abía también una máquina muy
cánicas. Habían instalado un montón de
útil que te proporc.ionaba el cambio oara
nuevas máquinas automáticas en la en-
utilizar las otras.
rada de la estación.
Una vendía leche, sopa. chocola­ 1 tío abuelo de Arabel, Arthur,
era el cobrador. "Aar, solía decir, "ha y
-e caliente. té Y café, con ~cchc o s010, con
muchas clases de máquinas en la estación
sin azúcar.
Otra tenia manzanas peras y pla­ de RUlTIbury: con todas eUas un hombre
no necesita ni amigos. ni parientes, ni
anos. una esposa ni una familia; podría estarse
Otra tenía bocadill os Y empa~
toda la vida ,en la estación y esas máqu L
-ladas. nas maravillosas le harían todo lo que
Otra. tenja libros de bolsillo.
OtTa te limpiaba 1os;tapalos. necesíta. Hasta podría llevar su ropa a
I~
Olra te hacia una fot,)grafía con limpiar a la lavanderia; 10 único que no
hacen por ti es dormir" .
expresIón de haber visto un f~mtasm...
Otra te daba masajes en las olan­ ro el tia Arlhur nunca necesi­
taba que nadie durmiera por él. Estaba
tas de los pies. dormido en ese momento, utilizando co­
Otra te decía un poem,) reconfor­
mo almohada un mont6n de billetes d
tante al tiempo que te cogía una manu.
Otra imprimía tu nOtnbre Y lUb veln te peniques y roncando como u..
brontosaurio.
señas en un disquito de ~at6n.
-1
11 ¡
¡
118

119

teteros, la señora Jones dejó de pronto


a su pareja (el señor Finney, el pescade­
ro), corrió hacia el señor Jones, que comía
sin ganas patatas fritas en el bufet, re
agarró por las solapas y le dijo:
-jBen! jAcabo de recordarlo!
¡He dejado encendido el calentador de
agua! ¡Cielos!, ¿no crees que el depósito
~v1ortimer miró todas las máqui­
podría estallar, destrozar nuestras sába­
nas automáticas con f)US ventanillas )' las
nas y toallas? ¿ Y qué pasará Con Arabel
clivers,!\s cosas que tenían que relucían
y Mortimer y ese chico, Chris, aunque
tras los cristales; sus ojos brillaron .'1 tra·
sepa cuidarse de sí mismo? ¿ Cree~ .":
-s del agujero de la trompeta com o bo~
se escaldarán? Dios mío, Qué tonta ~
tones en unas botas de charol.
¿Qué vamos a hacer?
-¿Dónde empezamos? --diio
-No va a estallar -dijo el señor
·abeL
Jones--, pero nos estará costando un di­
Sid y Hin h
neral. Llamaré a casa y le diré a Chris
ilegalmente aparcado fuera
que lo apague.
sobre la doble línea amarilla y st~ acerc~~
ron a la entrada. Se quedaron a!ü conlra -Iré al teléfono contigo -·dijo
la señora Jones·-- para asegurarme de que
la pared; mirando hacia adentro.
Arabel está en la cama y todo marcha
--Es demasiado exp·uesto aquí bien.
_ _o.ijo Bnl. Sid diio eme sí.
Había un teléfono de pared en el
vestíbulo de los Salones de Reunión. fl
señor Jones marcó el número de su ('.:Isa,
[lm-­
pero nadie respondió. La llamad~ sonó
una y otra vez.
s Pe·
-Qué extraño --di.iO-. A lo
121

o
bar otu es idiota tener el teléfono en medio de J
elor he marcado mal. Voy
escalera. ¡Oh, Dios mío, debemos de it
vez. a casa enseguida!
Probó de nuevo. Pero nadie res·
- j No seas tonta, no tenemos
pondJa. gas, .Martha, así que cómo se va a escapar!
-¡Oh, Ben! -dijo la señora lv­
nes con miedo-o ¿Qué habrá ocurrido'? -¡Del zoo! -gritó la señora Jo­
nes frenéticamente blandiendo el res­
¿Habrá ardido la casa?
-No seas tonta, Martha. ¿Cómo
guardo del guardarropa ante la señora
va a sonar el teléfono sí hubiera ardido
que tricotaba en el mostrador.
la casa? Quizá sea .una línea cruzada.
-Por favor, querida, búsqueme
Vaya llamar a: la.telefónica para que vean
mi abrigo rápidamente, porque hay una
mortífera cobra enmascarada que se ha
qué ocur..,.... escapado de la fábrica de gas y se ha me­
/ Llamó a la telefónica. Pe,'o todo
10 que le pudieron decir es que nadie con­ tido en los pastelilJos de queso y si no
testaba en el número Rumbu rv cero·uno­ llegamos a casa enseguida no quedará
nadie para contarlo.
o-cero. -¿ Para contar qué? -·dijo la
- i Oh, Ben! ¿ Qué habrá ocurri­
do? ¿Crees que habrá estallado el calen­ señora del guardarropa, un tanto descon­
tador? O a 10 peor q\le se haya producido
un escape de gas y estén todos incons­
cientes o les atraquen unos pistoleros en­ __../ J
... I
¡

mascarados y no les dejan acercarse


teléfono, o que hubiera algo e,l1vcnenaC10
en los pastelitos de queso Y e~tán agoni­
zando arrastrándose por las escalera v ,
tal vez haya una cobra negra escapada
del zoo enroscándose en el pas amanoS y
no pueden' pasar. Siempre he dicho que
3
122
señor Jones. Perce, Perce, escucha: una
certada, Y más aún cuando 1eyó el res· cobra mortífera se ha escapado de la casa
guardo que decía Limpieza Y Arreglo d del señor Jones y está en la telefónica con
un Vestido de Satén rosa una pistola y están intentando gasearla
-Es éste, es éste -dijo la se­ con queso mortífero y toda la familia del
ñora Jones, que distraídamente sacó otro señor Tones está inconsciente dentro de la
de sli bolso que decía Biblioteca del Ba­ caldera y su casa ha quedado destruida
rrio de Rumbury Sección de No-Ficció... por el fuego.
Es ése, ese abrigo negro con el aram ba -dijo el señor Fin­
broche brillante en forma de mariposa~ ney, que era miembro de la Btigada de
oh, por favor. dese prisa o vov a desma­ Bomberos Auxiliares-. Me voy ensegui­
yarme de ansied da, seguramente nos van a necesitar.
_¿ Por qué se han marchado Se fue hacia la entrada murmu­
'~""";damenle el señor y la señora Jones. rando:
-preguntó la prima de la señora del --¿Y por qué se habrán metido
guardaI'ropa~ la senora Finney, ~uando en la caldv ....
le trajo unas oatatas fritas V una copa de -jLleva tu máscara antigás!
si.dra. -le chilló su esposa.
-,¡Oh, Grace, es terrible! Una La mayoría de los hombres que
esas mortíferas cobras de queso se ha estaban en el Baile de los Peleteros se
escapado de la telefónica Yhay unoS pis­ quedaron la mar de contentos por tener
toleros buscándola porque tiene un alien­ una justificación para seguir al señor Fin­
to que es como gas envenenado y está e ney y todas sus esposas fueron detrás de
la casa del señor Jones enroscada en la ellos, llenas de curiosidad por ver lo que
caldera del calentador Y todos han muer­ pasaba en el número seis de Rainwater
to y alguien acaba de Bamar des A!" f'l ZOD Crescent. Una procesión de automóviles
para decirles que se fueran a casa. siguió desde los Salones de Reunión al
_ j Cielos1 Se 10 voy a contar a taxi del señor Jones. .
mi marido; es un gran amigo del p
124

y la señor' a señora Tones corrió a la cae

Tones habían llegado al número seis. donde estaba la luz encendida y gritó.

--Al menos la casa sigue ah. -¡Por todos los santos, mira!
-gritó la señora J()nes--. Abre la puer~ ¡Ben! ¿Qué ha ocurrido aquí? Hay cris­
a, Ben; yo no podría hacerlo por nad tales rotos por todas partes-sangre-lechc~
del mundo, mis manos tieroblan Y mi toallas, ¿qué hace la guitarra sobre el ar­
maldito páncreas da vuehas como una mario? El rallador de queso en el suelo,
segadora. patatas frilas por todas partes, la tapa
El señor Jones abrió la puerta y la olla a presión en la cesta de la rop
entraron a toda prisa. sucia. jAquí ha estado toda una banda de
-Atabel _·_-gritó ~a seno cobras! í Han saqueado la casa!
nes-, ArabeL cariño, ¿dónde Hasta el señor fones tuvo que ad·,
Mamá y papá han venido a salvar!..... mitir que parecía como si hubiera habido
l
No hubo respuesta. una luch~.
-Será mejor que llame a .la po­
licía -dijo sombríamente, después de
haber buscado por toda la casa para ase­
gurarse de que no estaban ni Arabe!' ni
Mortimer, ni Chris.
, _J...l a pasado algo raro en el ar­

1
t
1
26
127

mario ropero; pero una cosa, los intrusos mostrarse amable SI su naturaleza se 10
par,ecen haber tenido el sentido común de hubiera permiti .
apagar el calentador de agua. Y a tiern·· -Quiero hablar con la policía
po. El agua está hirviendo. -dijo el señor Jones por teléfono.
-Oh, cómo puedes hablar de ca­ Pero en aquel momento la poli­
lentadores de agua cuando mi hija ha sido cía, tres agentes, entraron por la puerta
amordazada y atada con sábanas y toallas principal, que estaba abierta.
--se lamentó la señora Jones-. Secues­ Era el sargento Pike, que había
trados, eso es lo que les han hecho? po conocido no l1acía mucho tiempo al señor
una banda de esos espantosos gorilas que Tones, cuando Mortimer había ayudado
viven en el río Jordán. ¡Oh, Ben! Nunca a detener a los chicos del Dinero y e
volveremos a verles. ¡Mi pequeña Ara­ Quilate. Con el sargento venían otros dos
bel! ¡Y Mortimer! ¡Cómo he podido cri­ agentes.
ticarle alguna vez! ¡Pensar que nunc.a vol­
veré a verle buscando diamantes en el
-Buenas tardes, señor Jones
-dijo el sal'gento-. ¿ Tiene algún pro­
cubo del carbón!
blema, no? Alguien ha dicho que tiene
-Oh, venga, Martha; quizá las una serpieote venenosa en la casa, ¿es
cosas no sean tan horríbles -dijo el se­ cierto?
ñor Iones dubitativamente-. De todos
-¿Serpiente? ¿Quién ha habla­
modos vamos a ver lo que dice la policía. do de serpientes?
Fue al teléfono y marcó el 999.
El señor Jones estaba confuso,
-!vi andarán un rizo de su pelo
-No, es mi hija, nuestro cuervo
en una caja de cerillas, eso es 10 que ba­
Mortimer y el chico que les cuidaba, que
tán -gimoteó la señora Tones-. ¡O tal
parecen haber sido secuestrados, sargen­
vez una garra! En el fondo ese pájaro te­
to. No están en la casa. Como puede ver,
nía un corazón de oro; era un diamante aquÍ ha habido una pelea. Mire esa san­
en bruto con plumas. Muchas veces le he gre en el suelo.
visto mirarme .como si le hubiera gustado
-Los han llevado a Arabía sua­
L..

-Tiraron la tabla de la plancha


durante el follón.
m metido una botella de le­
che en la cabeza de alguie...
- y luego el otro tipo cogió otra
botella de leche y te devoJvió el golpe.
y mientras le tenía en el suelo
le ras pó con el rallador.
--Un rallador de queso -dijo el
sargento pensaüvamente-. ¿No nos di­
vita una banda de esas de gorilas --dijo jeron algo en la ciudad de pastelillos de
sollozando la señora 'ones--. Van a sal­ queso en venenados?
tar por el aire en ese avión secuestrado En ese mismo momento hube un
en cualquier momento sobre ese espan~ tremendo estruendo de campanillazos y
toso desie el camión de los bomberos se detuvo
-Laque hay en e\ suelo es sa..w fuera.
I gre humana, desde luego ··---dijo uno d -¿Podemos ayudar? -gritó el
1 los agentes como si nadie la hübiera vista señor Finney que, al igual que sus com­
antes. pañeros, llevaba su uniforme de bombero
\ -Se nota que ha habido una pe­ auxiliar.
lea. Alguien ha arrancado un tl'OZO dt: esa ntraron corriendo en la casa,
1 toalla. tragándose todavía 10 que quedaba de los
I
·-Para hacer una mordaz8- me
l imagino.
-Durante la pel ea tiraron la
bocadillos que habían cogido en el bufet
de los Salones de Reunión, blandiendo
sus hachas y buscando ansiosamente a las
11 guitarra sobre el armario,
I
cobras.
I -Tiraron el cubo de la baSUl'fl -No lo sé --.dijo el sargento-o
I durante la gresca. ¿Por qué llevan máscaras antigás?
130 31
I
I '1
-,Alguien dijo que explotó una habitaciones esta1ban llenas de señoras,
11 I caldera llena de cobras mortíferas y oue mantas, bomberos y hachas.
¡ I abía mucho gas. --¿ De verdad cre·es que puedes
l.] Ahora las señoras del Baile de lavar tu [regadero ron Dizz, cariño?
los .Peleteros asomaron, todas con el as­ -dijo la señora Finney a la señora Jo­
I I pecto de formar parte de un coro de una nes--. Me parece que Swoosh limpia mu­
obra sobre el Antiguo Egipto. cho mejOl'.
\l -¿Cúmo es .
ticuadas cortinas de plástico en la coci­
\!
na? Le dan un aspecto de lo más antiguo,
¿no te parece? Mí maridito me hizo que
pusiera persianas, que son mucho más
modernas dan menos trabajo y son de
j

estilo Continental. de lo más sofisticado.


-¿No has pensado alguna vez
instalar una máquina para tdturar la ba­
sura, querida?
-He perdido a mi amada hija y
a mi muy estimado cuervo -dijo la se­
ñora rones con dignidad-o Así que ten~
-¿ Uónde está el té caliente Y gan la bondad de dejarme a solas con mi
las mantas? --gritó la ~ ;eñora Fínney dolor.
¿Dónde están los heric\os? -Sí, por qué no se van todas us­
-Vaya lío -dijo el sargento--. tedes, señoras, a la calle a ver si encuen­
¿Cómo vaya hacer algo con tanto albo­ tran a la niña -dijo el sargento- o una
roto? de esas cobras que dicen que llevan pis­
La gente corrí::! por toda la casa, tola. Márchense, lárguense, fuera, lo que
mirando los restos de 1Ia pelea. Todas t necesitamos es un poco de paz, ¿vale.
13'
133
--....--Si nos encontramos con las co­
ras, ¿qué debemos hacer. atada y amordazada en una vía de tren
--No son cobras~ son gorilas en medio del desierto con todos los Caba­
-aulló la señora Iones. lleros de la Tabla Redonda Árabe dis­
-No intenten pelea r con ehas, puestos a hacerla pedazos si mueve un
smo avisen a la policía -dijo el sargent, dedo?
Pike-·. Si patrullan la calle principal e Los agentes Brown y Smith, que
upos de seis estarán seguraE:. habían estado investigando por la casa,
hó a las maldispuestas damas vinieron a informar.
de la casa. 19uien ha estado encerrado
--¿Y nosot en el armario ropero -dijo el agente
Finney con interés" buscando algo que Smith----. Hay Una lata vacia de jugo de
romper con su hacha de bombero. Con naranja, pastas de jengibre. un huevo de
su máscara antigás parecía unG'. criatura chocolate y tres tortitas agujereadas.
salida de la5 profundidades del mar. -Ah -dijo el sargento Pike-,

--Ustedes pueden dedicarse a pa· eso demuestra que ha sido un trabajo cui­

sear en su camión de bomberos ioor Hig dadosamente planeado y premeditado. El

Street y ayudar a las damas en ~HIS pes­ intruso debió de esconderse en el armario

uisas --les dijo el sargento Pike) .v echó ropero antes de que ustedes se fueran al

también al señor Finney-. AJlora seña I


baile, señor Tones, esperando hasta que

y señora Jones, si quieren acompañ.'lflT1e estuvieron fuera de casa. A Jo mejor has­

hasta la comisaría para hacer una dt.:c1a­ ta llevaba días ahí dentro.

ración, tal vez podamos poner en marcha -Entonces tenía que ser muy
1" este caso de manera correcta y ordennda. pequeño -gimoteó la señora Jones-,
-¿ Por qué vamos a ir hasta porque no le vi cuando encendí el calen­
ese sitio? Oh, delos, ¿por qué no I~ode~ tador para el baño de Arabel. Oh Dios
mas hacer aquí nuestra dcclaradó n Y mío, habrá sido uno de esos enanos ma.­
que mi Arabel en estos momentos ~,/ace vados y diabólicos que tienen una fuerza
sobrehumana, como el señor Quilp de La
35
134
las tiendas de antigüedades para destt"'Í­
Tienda ele Antigüedades (\ el jorobado de par COjmes.
la Presa de Asuán )~. Pem,ar que ha eS~a­ El señor HaUweJl, el apoderado
do en casa todo este tiem'po, ¡oh mis po­ del banco, un hombre al que le gustaban
bres nervios! mucho los trabajos de casa, se vio ata­
-Por todos los santos, vámonos cado por un grupo de señoras muy deci­
a la Comisaría -dijo el sargento Pike, didas que creían que los veinte metros
tIe empezó a sentir que perdía Id control de cinta aislante patentada que llevaba
~quel caso-o ¿,Ouicren acompañar· a casa colgada en torno al cuello eran una
nos en el coche de la policía () vendrán feroz cobra negra que le arrastraba a su
detrás en el taxi? . guarida.
-Le::; seguiremos -dijo el señor
Jones.
espués d.~ que se h ub o marcha­
do la policía. el señor Jonl~s cerró con
cuidado la casa y él Y la sefiora Jortes se
fueron en el taxi.
Pero no pudieron i r detrás ud
coche de la policía, porque cada vez que
ia señora Jones veía un gru po de señonlS Afortunadamente el señor y la
buscando por las calles hai ~~ía que su ma· señora Jones llegaron en el taxi en ese
rido se deíuviera y asorJllaba ]a cabeza momento; el señor Janes condujo lcntp
por la ventanilla. gritand o: mente entre el grupo tocando la be>t:1113
-Después de to do no son gorj· y las señoras se vieron obligadas a ~.onrle
as, son diabólicos Ca) baHeros .Árabes paso. El señor Halliwell consip-tiíÓ esca~
enanos con espadas cur' vadas que van a parse por una calle lateral ~lt·re6 de que
le atraparan de nuevo.
* La señora Jones sr, está refiriendo a pcr­ Entre tanto en \00:; Salones de
sonujes de programas de la rJBC. (N. del r,)
137

36
mis, calcetines. Era idea de su madre.
Reunión se' había iniciado un Fondo
-¿ y después se puso usted esos
Desastres f4 favol" de la familia) ones. La
colecta había negado a las nueve libras, calcetines.
-No, 10s dejé en el cuarto de
cincuenta y tres peniques y medlio, y un
ar de fl)emelos de diamantes y me'dio bo­ baño.
cadillo de Dalla. Uno de Jos agentes movió la ca­
ora, señora Jones --dijo el beza.
-Había un par de calcetines en
superintendente, cuando los Tones J1eg~·
TCJO a la comisaría-, ¿dice usted que Lie­
el cuarto de baño empapados de un polvo
'¡je indicios para pensar-que su hija Pu-abel blanco de fuerte olor. Creí que los ha­
ha sido secuestrada? brían usado para drogar a alguien, así
nuestro cuervo Mortilner y que los he traído.
1 chico que les cuidaba, Chris Cross. -¿ y qué hacía Mortimcr, e
--Vamos poco a poco, por f a VOl'. cuervo, la última vez que le vio?
Señora Jones, ¿qué hacía su hija AI'abel -Se había metido entre el pul­
úhima vez que la vio? verizador y los calcetines y se quedó em­
papado de polvo desodorante. Estaba
a señora Jones se ruborizó"
-Oh, no lo puedo deci.. bastante fastidiado. Antes de eso había
estado tirando por la ventana bolitas de
-Venga, venga, ~Ieñora "ones
papel.
éste es momento de reticencias. Con
tal -¿Estaría enviando mensajes a
que su hija no estuviera come­
tiendo algún delito; o hasta si lo est~ sus cómplices?
vier(l. El señor Tones dijo que no con la
cabeza:
-No es nada de- eso -le intl;­
lmpió el señor Tones, muy irritado---, -Mortimer, no.
-¿Por qué no?
La última vez que vi a mi hija Arabel
. -No hay cómplice que se pu­
enía un pulvert~ad.or de polvos de talcu
dIera entender con Mortimer.
esodorantes y estaba rociando con eHo~:
138
5

·_¿Y el chico que les cuidaba?


¿Qué hacía?
-Toca a su gnitarra y cantaba
a canción de pistülero tramposouc
ansas.
-Muy sosper.:h,oso
perintendente-. Indicios claros de se­
cuestro. Hágame Ci.tSO, ¡el chico estaba Entre tanto, en la estación de me­
mezclado en el corrl.plot! tro, Arabel, Mortimer y Chris estaban
pasándolo muy bien. Mortímer daba sal­
titos de loca excitación dentro de su trom­
peta, mirándoles meter monedas en todas
las máquinas, una por una. Encima del
carrito rojo, además de varios cartones
de leche y parafina, tenían un paquete de
caramelos, dos tabletas de chocolate, una
de nueces y pasas, unos cuantos cigarri­
,1I llos, un bocadillo de jamón, cuatro tazas
vacías (una de chocolate, otra de leche,
otra de café y otra de sopa), una manzana,
una pera, un plátano, un libro de bolsillo
titulado Muerte en el desierto, un disco
autograbado por Chris cantando su can­
ción sobre la luna, una empanada, una
chapa de identidad con el nombre de Mor­
timer y las señas impresas, una fotografía
de Arabel con Mortimer sobre el hombro
p--------­
140
14

-Podemos despertar al tío Ar':'


thur y preguntarle a él la hora por si.
acaso.
-No, no vamos a hacerlo, pare­
ce de 10 más tranquilo. Vamos, podemos
hacer chocolate caliente en casa, porque
tenemos mucha leche.
Sacaron a Mortimer de la esta­
ción de metro en su carrito y comenzaron
a bajar la cuesta.
metido en su trompeta~ una larjeta que de­ Los dos hombres que habían es­
cía que Chris pesaha sesenta y tres quilo tado esperando, subieron al coche y les
y que se i.ba a casa I' con una chi.ca moren siguieron lentamente.
y tendría seis hi'Jos, una tableta de vita y

Cuando Mortimer descubrió que

mina e y dos caramelos de menta pa,la se había terminado su entretenimiento

la garganta. Tumbién una de las máqUl­ de la tarde, se sintió muy abatido. Co­

nas había son::1do las narices de Ara l ". menzó a quejarse dentro de la trom­

y otra había cwdo un masaje a las pata~; peta y a murmurar y a aletear o al me­

de Mortimer. 10 cual le dejó muy asom­ nos intentarlo y dio una patada a la lata

brado. de parafina, gritando ¡Nunca más!"


i(

-Se :acabó -dijo Arabel con con una voz fuerte y colérica.
pesar. después de meter los caramelos de -Está trastornado porque no ha
mentol para 1a garganta en una laza va­ podido meter dinero en una máquina
cía que antefi contuviera sopa de toma­ -dijo Arabel.
te-· . ¿Podennos volver a empezar? . - y entonces, ¿por qué se metió
--NrJ, debemos de ir a casa _dI' en mi trompeta?
.;0 Chris-~.Es hora de acostarte., -Si le pudiéramos sacar de ahí
-dijo Arabel- podríamos coger Ly.kc­
143

142

y además mi trompeta va a oler a rayos.


wake Lane y volver a casa por ese cami­ -Bueno--dijo Arabel-, si
no. Hay una mercería que tiene una má­ crees que no debemos hacerlo, Pa me dijo
uina fuera que cuando metes dos peni­ que hay una tienda de comestibles ita­
ques te cose un botón mientras esperas. liana en Highate y allí hay una máquina
-¿ Quién necesi ta oue le cosan de aceite de oliva.
m botón? -No voy a ir andando hasta
-A lo mejor a Mortimer le RUS­ Highate.
taría tener uno en su toallita. -En ese casO tenemos que em­
-Muy bie... plear parafina -dijo Arabel-. Morti­
Así que tomamll Lykewake Lane mer, vamos a darte la vuelta y verter un
(por poco se encuentran con los grupos poco de parafina en la trompeta para ver
de señoras y la máquina de bomberos que si te aflojas y te podemos sacar. Lo hace­
patrullaba por High Street) y los dos mos. por tu bien. Por favor, intenta no
hombres les siguieron en su coche. moverte, ¿quieres?
Cuando negaron a la mercería, Silencio.
que se llamaba Algodón y Botón, Arabel Arabe! recogió la trompeta y le
ijo: dio la vuelta. Chris cogió el recipiente de
-Mortimer, ¿quieres dejar de parafina.
ritar "¡Nunca más!" y escucharme? Va­ En ese momento los dos hombres
mos a intentar sacarte de la trompeta si que habían estado siguiéndoles en su co­
podemos y luego tú podrás meter dos pe­ che se pusieron silenciosamente a su lado.
iques en esa máquina y te coserá un Los dos llevaban pistolas.
botón. -Un momento, nene --dijo el
Silencio en el interior de la trom­ llamado Sid-. Es un pájaro muy valioso
peta mientras Mortimer pensaba. ese que está ahí en la trompeta. No le
-¿Realmente crees que le debe­ eches parafina encima o se estropeará.
mos de echar parafina encima? - --djj ~Ya sabemos que es valioso
Chris-. ¿Qué pasaría si le hace daño?
145

banda rival la semana pasada y tenemos


el propósito de apoderarnos de él de
nuevo. Así que dádnoslo.
-¿Darles a Mortimer? -dijo
Arabel-. ¡Ni pensarlo! Es mi cuervo,
me quiere, y desde luego' no es un men­
tecato o como se diga.
-Ya veremos -dijo HilI. Posan­
do su pistola en el carrito rojo y agarró
trompeta con las manos, a la vez que Sid,
que posó también su pistola, cogía las
patas de Mortimer.
Hubo una lucha breve e intensa,
~ L _ durante la cual fue difícil ,averiguar lo que
estaba pasando. Luego la escena se clari­
-dijo Arabel-. tos or­ ficó, mostrando a Mortimer sentado so­
timer. bre el hombro de Arabel. Se le había SOi­
-¿ Cómo le vamos a sacar f)i nO tado la toalla. La trompeta estaba en el
le echamos paraflna por endma? --pre­ suelo. Los dos hombres estaban sangran­
guntó Chris. do y tenían val*ias heridas.
-¿ Por qué llevan pistolas. -Nunca más -dijo Mortimer.
-Desde luego que nunca .t1laS
-dijo Arabel-. Están ustedes bastant
-dijo Bill-. Este no es n1.ngán mainato.
ridículos. -Vaya fiera _-dijo Sid-. Me­
-Ese pájaro no es ningún cuer­
nos mal que no me pkó en la yugular. Tie­
vo. Es un mainato, un pájaro muy valio­
ne razón, señorita. es un cuervo y todo lo
so, propiedad de Symigton el Listo, el mi­
que puedo decirle es que lo pase bien con
llonario que tiene propiedades en Soho.
ese bruto negro.
Este pájaro ha sido capturado por un
146 147

o siento si la hemos molesta-


o --aijo Bill-·-. Vámonos, Sido vamos
rápido al Hm,pital Central de Rumbury
para que nOf) pongan inyecciones anti­
tetánicas ant es de que nos estemos revol­
cando como en un espectáculo cinético
En Lraron a toda prisa en su co­
che y se marcharon, entrando en Hlgh
Street cuando acababa de irse el camión
e los bomberos.
--Oigan -gritó Arabel-, han
dejado sus pistolas a'quí.
Pero era deInasiado tarde, se ha­
bían nlarchado. Arabel. Limpiaron la CQe
:Bueno ·--dijo Arabel-. tal ropero. Chris fregó el suelo. Luego hizo
vez vengan a bw:;carlas mañana. De to­ un cazo lleno de chocolate caliente mien­
as maneras, Nlortimer, ahora pueden tras Arabel se bañaba, y le ]levó una taza
coserte unos curmtos botones. Nos que­ caliente a la cama, que la niña se be­
dan dieciocho monedas de diez pcnj­ bió. Tuvo que levantarse de nuevo para
ues. limpiarse los dientes. Después se fue a
siÍ que Mortimcr, saltando con dormir.
c'ntusiasmo 'j satisfacción, metió dieci~ Mortimer ya estaba donnido en
ocho nibneüas de diez peniques en ]a ra­ el cubo del carbón. Estaba muy cansado.
nura de 181 máquina que cosió dieciocho Chris metió todos los cartones de leche,
botones f;n la toallita. (Una de las mone­ salvo el cartón que había usado para ha­
das de Ijos peniques era un vicjo medio cer el chocolate, en la nevera, junto al
peniqu. e con un agujero.) Volvieron a bocadillo de jamón, la empanada, los ca­
casa y abrieron la puerta con la llave de ramelos, las tabletas de chocolate y las
48 149

pastillas para la garganta; puso los ciga­


rrillos, la manzana, la pera y el Ubro de
bolsillo en la cómoda, y la parafina iiue~'04, Luna de la mañana, que /lenas mis hom­
en el cobertizo. Cogió las nueces, las bros de luz celeste.
sas y el plátano.. . ¿Quién te pidi6 que te metieras en lo
No sabía qué hacer con la~:) pis­ profundo de mi sueño.
tolas, así que las dejó en el carrJto rojo
de Arabel. En aquel IDümento se abrió es­
trepitosamente Ja puerta principal y
entraron a toda prisa el señor y la se­
ñora Tones, la policía, los bomberos y
muchas señoras con mantas y termos
de té.
-¿Arabel? Oh, ¿dónde está mi
hija? -gritó la señora Jones cuando vio
a Chris.
---¿Dónde están los gorHas?
I Luego puso el disco que habí -dijo la señora Finney.
grabado en el gramófono y se sentÓ' para -¿ y las cobras? -dijo el señor
escucharlo. Finney.

¡
1/
150 151

lbo un larguísimo silencio


mientras todo el mundo observaba la co­
cina limpi...
Por fin el señor Jones dijo:
-.-¿ Qué hace la guitarra sobre el
armario de las escobas?
-La puse ahí para que Mor­
timer no pudiera alcanzarla -dijo
Chris-. Quería buscar diamantes den­
tro.
-Eso hace a veces --dijo el se­
ñor Jones, afinnando CDn la cabeza.
Después de otro largo silencio, e
sargento Pike dijo:
-¿ y esa pandilla de enanos jo _.Si quieren saber mi opinión
robados árabes? -preguntó el sargento
Pike.
--¿Arabe!? Está en la cama. /jor~
mida -,-dijo Chris, desconcertad
¿Dónde i'ba a estar? ¿Han vuelto tem~
prano, 1.'lO?'
La señ.ora Jones subió corriend
las escaleras.
. Desde luego allí estaba A rabel
durmiendo en la cama.
-¿Dónde. está Mortimer?
Está dormido en el cubo de
carbón.
150 151

uno un larguísimo silencio


mientras todo el Inundo observaba la co­
cina limpia.
Por fin el señor Jones dijo:
-¿ Qué hace la guitarra sobre el
armario de las escobas?
III -La puse ahí para que Mor­
I timer no pudiera alcanzarla -dijo
chris-. Quería buscar diamantes den.
tro.
-Eso ace a veces -dijo el se­
ñor Jones, afr nando con la cabeza.
Despu e otro largo silencio, e
sargento Pike "0:
-(, y esa pandilla de enanos jo·· -Si meren saber mi opinión,
robados árabes? -preguntó el sargento
Pike.
--¿Arabel? Está en la cama, Ijor­
ida --dijo Chris, desconcertado-.
¿Dónde iba a estar? ¿Han vuelto tem­
prano, no?
La señora Jones subió corricn
~as esca leras.
Desde luego allí estaba abel
durmkndo en la camu.
-¿Dónde está Mortimer?
-Es'tá donnido en el cubo de
carbón.
152

153

todo el mundo en esta habitación na su­


frido alucinaciones en masa. Si quieten leche! así que fuimos a sacal' más de la
saber nú opinión. lo mejor sería que nos máquina automática.
olvidáramos de todo lo que ha ocurri­ -¿Salisteis después de la hor
o esta tarde y que nos fuéramos a la de acostarse?
cama. -No eran las ocho y veinticin­
j

Todos estaban de acuerdo. Salie­ co. Sacamos otras cosas también de las
ron en silencio de la cocina de la señora máquinas automáticas. Hay unos ciu;.o.
nes y de la casa. rrillos que son un regalo para P.e y ese
señor Finney mu libro es para ti
-Tal vez haya sid La señora Jones mir6 el Iibrode
de gas y nos haya afectado bolsillo titulado Muerte en el desierto.
una intoxicación con la comlaa. t.sas pa­ Tenía un dibujo de una oersona ata
tatas fritas de lOS Salones de Re;unión no la vía del tren.
. parecían muy frescas. -Gracias, carmo. Lo leeré cu
El señor y la señora Jemes paga~ do tenga tiempo --dijo, y lo puso en el
ron a Chris el dinero que le ("lebían por estante de arriba de la cómoda. Luego
idar a Arabel y el chico se marchó 8 dijo-: ¿ De quién son esas pistolas de
sao Luego se fueron a la C3Ina. Estaban juguete?
casi tan cansados como Mf)l'timer. -No creo que sean de juguete
Al día siguiente, después de que -dijo Arabel-. Me parece que son de
el señor Tones se hubiera marchado con dos mineros, que crefan que Mortimer
su taxi, la señora Jones le elijo 8 Ara­ era un pájaro escapado de las minas.
beI: Pero en seguida se dieron cuenta de
_ J Por qué hay tanta leche en la quena. n

y una empanadiHa y un bocadill --Es extraño -dijo la F,,'iío-


ón? Jones-. Pero creo que usan rJfaros e:
- .. abíamos tf ~rminado toda la las minas para oler si hay,C.;;capes de gas.
Aunque no sabía qu"" lOS mineros lleva­
~-

55
1

r donó a ArabeJ los diecisiete botones cosi­


dos en la toaUita y el trozo arrancado de
ella.
Mortimer durmió en el cubo del
caroón durante diecisiete horas. Luego
se despertó y comenzó a buscar diaman­
tes. Tiró todo el carbón sobre la alfombra
de la cocina hasta vaciar el cu
Pero no encontró ningún dia­
7t\' mante dentro.

(, ~
. \,\
~~- J
\"
en pistolas. Bueno, seguramente volve­
rán a buscadas.
uso las pistolas encima de otro
estante alto.
6".

Mucho tiempo después la gente


de Rumbury Town seguía hablando de la
tarde en la que la mortífera cQb¡"a se es­
capó de la lábrica de gas.
" señora Janes estaba tan con­
tenta de tener de nuevo sus c-uchiHos y
tenedores de mangos de perlas que per­
l.

l'

Todo esto ocurdó durante una


semana terrible, alocada y húmeda del
mes de febrero, cuando Mortimer, el
cuervo. llevaba varios meses viviendo
con la famHia Iones en Rumbury Town.
Londres N. W. 3 1J2. El tiempo había sido
tan espantoso en la última temporada que
toda la familia, si no estaba de mal genio,
sí al menos estaba menos alegre de 1
normal.
La señora Jones se quejaba de que
hasta el pan parecía húmedo, a menos
que lo tostara. Arabel tenía los comien­
zos de un constipado, el señor Jones esta··
ba harto de conducir su taxi baJo las fuer­
tes lluvias por carreteras resbaladizas y
Mortimer, el cuervo, se sentía fastidiado
porque quería hacer dos cosas, y no le
dejaban hacer ninguna de ellas. Quería
que le llevaran por el jardín en el carrito
160 16

rojo de Atabel (la señora Jones no lo per­ medio para que ese pajarraco negro, en­
o al mal tielupo); y quería furruñado Y vago duerma ahí, ¿no? ¿ Ya
la panera y dorm;r en ella. no le gusta el cubo del carbón? Lleva tres
Le parecía muy irracional que no le deja­ semanas durmiendo ahí. ¿ Y ahora por
an hacerlo. qué no lo encuentra cómodo?
-Podernos guardar el pan en La señora Jones acababa de vol­
otro sitio -diJo Atabel. ver de hacer la compra completamente
-_·Yo he comprado una panc ra calada; comenzó a sacar la comida y las
que me cost.6 ochenta y siete peniques .Y verduras de su carrito de compras y las
puso en el suelo de la cocina. Colgó su
empapado paraguas junto a los paños de
cocina.
-Necesita un cambio -dijo
Arabel, mirando por la ventana las líneas
grises de lluvia que cruzaban el jardín
como cables telefónicos.
-jOh, naturalmente! Mermela­
da de jengibre con buñuelos que este pá­
¡I jaro toma de desayuno, e~pagLletti con a]­
/1 bóndigas de almuerzo, pastas de coñac


,I
para la cena, se le permite sentarse enci­
ma del reloj de péndulo cuando le da la
gana, y baja las escaleras encima de mi
mejor bande.ia de regalo de bodas píntada
de gladíolos rosas y verdes ¿ y encima ne­
1, cesita un cambio? Ese pájaro recibe más
) atenciones que el Lord Mayor de Hyde­
1 rabad.
I

I!
163

162

-Él no lo sabe --.dijo Arabel-. revueltas, como si no le importara haCla


No ha ,estado nunca en Hydl.~l'abad. dónde apuntas
--Á todos nos vendría bien un
Sonó el teléfono.
1 Mortimer quiso llegar el primero
cambio -.-di.io la señora Jones-. ¿ Por
I qué va a tener él un cambio y nosotros -le gustaba mucho contestar al teléfo­
no--, pero una de las uñas de sus garras
no? se había enganchado en el patín. Dando
rabel y Mortimer se fueron len­
patadas y moviendo las alas para librarse
1 tamente hacia la entrada prindpal. Al
del patín comenzó a rodar, pasando por
1,/ cabo de un momento Arabd recogió
Mortirner y lo sentó sobre uno de sus pa·· la puerta del pasillo, atravesando la co­
cina, tirando el recipiente de las verdu­
1 tines, atado cc,n una cuerda. y le dio un
1
.ta por la planta baja de 'la casa, PeTO ras, que tenía dos quilas de coles de Bru­
ninguno d'e ¡os dos se senti.a muy [diLo selas en la parte de arriba y desde allí s
1 garganta de Arabel le dolia y le cos­ lanzó sobre una bolsa de granos de café
1 quilleaba. Mortimer conocía f3sa parte y un recipiente alto de líquido para lim­
1
la casa demasiado bien como para senlir piar el horno, que comenzó a disparar
.1 interés por el viaje. Se dejó llevar con una espuma espesa. El paraguas de la
la cabeza hundida entre los h\ombro~, so señora Jones se cayó de la estantería de
I los paños y atravesó un melón maduro
pico entre las plumas del pecho y las
plmnas de su espalda y sus alas lodas que había rodado debajo. Un espantoso
humo blanco salió del líquido limpia­
hornos haciendo toser a todo el mundo;
la señora Jones se fue corriendo a abrir
una ventana. Entró una gran cantidad de
ll.uvia y viento, tirando un jarrón de nar­
ClSOS atrompetados que estaba en el al­
féizar de la ventana; Mortimer, al que le
gustaba meter cosas ásperas y rugosas
164

165
ajo el suelo plano, comenzó rápidamente
a meterlos narcisos atrompetados (qu Pero Mortimer ya estaba mojad",.
estaban h.echos de plástico) bajo la a·­ Le encantaba. No hizo el menor caso d
fombra de la cocina. Arabel.
--¡No toquéis la espuma! -dijo Había media docena de castañas
la señora Jones, y cogió un puñado • flotando en el carrito. El gato de la veci­
servilletas de papel para limpiad na, Ginger, estaba debajo de un seto de
léfono siguió sonando. acebo, tratando de no mojarse. Mortimer
Mortimer se dio cuenta de repente se quedó en el carrito (el agua le llegaba
de que la ventana estaba abierla; de,ió hasta las plumas de las rodillas) y co­
los narcisos, comenzó a trepar rápidf]~ menzó a tirarJe castañas a Ginger.
mente de por los tiradores de los cajones -iMortimer! --dijo Arabe1, que
ajo la pila de la cocina, e5curriéndme se asomó a la ventana-o No le debes
por el borde de ésta ~ deslizándose por tirar castañas a Ginger. Nunca te ha he­
el escurridor de platos. se puso en el cho nada.
alféizar y miró el jardín húmedo, ventoso Mortimer no le hizo el meno
e ínhóspito. caso. Tiró otra castaña.
-j,Maldito teléfono! -dijo la
señora Jones, que 1impió lo que quedab
de la espuma J se fue corriendo al pasillo.
Al llegar allí el teléfono dejó de sonar.
Mortimer, que se asomaba por
la ventana, vio que el carrito rojo de Ara­
bel estaba a11 á abajo en el césped, con
unos cuatro centímetros de lluvia dentro.
Salió de un salto.
---¡ Mortimer! --dijo Arabel-.
¡Vuelve adentro! Te. vas a mojar.
·\66
~t
Arabe} bajó del escurridor oe R
l".latos. abrió la puerta trasera, salió CO~ p
rriendo al empapado jardín, cogj6 la
uerda del carrito y 10 arrastró demro, ~~
'"
~

'~

con lVlortimer a bordo. ",'

Salió una gran c·antidad de agua ~')


yrJ
que cayó al suelo de la cocina; pnrecía
una marejada que llevaba granos dl~ café J
y coles de Bruselas hacia la puert a del (
pasillo. ---:--F.-~
c:::=_~_. ~ ~-:....-::-.
-Arabel-dijo la señora Jones, c::::::-=:: ~'
que volvió a la cocina--. ¿Hag csuldo
menzó a fregar el suelo entre las coles de
r ,/ fuera en zapatHlas? Oh. cielos" si no tu
Bruselas y los granos de café.
coges un catarro horrible uno de estos 1 teléfono volvió a sonar.
días yo soy la Gitana Petulengl:o. A Arabel le par.eció que la idea
---Tuve que ir a busca.r a Morti­ del secador de pelo era buena. Mientras
mer, se estaba mojando--diJe) Arabel la señora Jones iba corriendo a contestar
Pero no salí del camino. al teléfono, Arabe1 sacó el secador del
-¿Mojándose? -cájo la señora pelo de su caja, 10 enchufó y comenzó a
Jones-. ¿Por qué no se va rl mojar? ¿ Tú secar con él a Mortimer, Lo puso entre
crees que debemos secarle con el secador sus pies (que se le fueron quedando fríos)
. ,del peto? Los pájaros de ben mojarse, para sujetarle, y lo fue secando al mismo
para eso' tierieÍi<plumas.
tiempo.
-Craac -'dijO. Me )ttimer. Sac"· Las plumas de Mortill1er se pu­
dió sus plumas. Por la cbcj na volaronQo­ sieron de punta hasta tomar el aspecto
tas de lluvia;· . ' de un pavo. Se quecl..-J tan asombrado que
señora J.ones llevó el carrito dijo" ¡Nunca rnJÍs!" y dio un paso atrás
fuera y empujó la puer ta trasera y ca
168 J6'

-¿No quieres ir a patinar?


_preguntó la senara Jones.
-Bueno. supongo que a ~lorti­
mer le gustará -dijo Arabe!.
-Sólo espero que no nos haga
quedar mal --dijo la señora Jones, mi­
rando a Mortimer con cara de malas puI­
/'"....--.. gas-o Pero no voy a salir y dejarle solo
en casa. Nunca olvidaré; ni siquiera si
vivo hasta los ochenta años y me eligen
Reina de BeUeza de los Condados Cerca­
nos, la vez que fuimos a ver Bebés en el
hasta un recip.iente Heno de panecJl.los
e
Bosque y cuando volvimos se habia co­
que la señora había colocado frente al mido los pasamanos de las escaleras, la
fuego de la cocina. Se hundió en la masa pila entera del cuarto de baño y dos pa­
hasta los tobillos y dejó el rastro de sus quetes y medio de Aceite de Baño Espu­
huellas a1 cruzar el recipiente. Pero le moso Arco Iris.
encantoó qm~ le secaran y dio varias vuel­ -Nunca más -dijo Mortimer.
tas para que Arabel pudiera selluir ha­ --Promesas, promesas -dijo la
ciéndolo. señora Jones.
---Era la tía Brcnda ---dijo la se· -La casa estaba preciosa • hena
ñora Iones, al volver después de tener de pompas de jabón -dijo Arabel-.
una larga charla. Se apresuró a terminar Martimer también le gustó.
de fregar y no se dio cuenta de qtle Arabe! -Pues no le vamos a dar la opor­
estaba guardando el secador de pelo­ tunidad de que vuelva a hacerlo. Ponte
oce que v~ a llevar a las primas ala pista el abrigo, que la tía Brenda estará aquí
de patinaje y vendrá a recogernos. en diez minutos.
--Oh -dijo Arabe!. Arabe! se puso muy lentamente
170
171

su abrigo. La garganta le dolia más que la señora Jones, metiendo los viejos pati­
nunca; no tenía el menor deseo de salir, nes en su carrito de compra de tela esco­
Tampoco J aunque eran sus primas" cesa-o Me gustaría saber por qué no
caían muy bien las hijas de la tía Brenda. usan los de antes. Cualquiera pensaría
Eran tres: se llamaban. IJndy, Min que su padre es el presidente del banco
Cindy. Eran niñas horripilantes. Eran de Montecarlo.
muy antipáticas y les gustaba deci'r Cosas En realidad su padre viajaba co­
aposta para herir los sentimientos ajenos. mo representante de armarios que se pue­
Siempre estaban comiendo, no porqu den montar en casa: viajaba tanto que
tuvieran hambre sino por gula; pensa.ba casi nunca estaba en casa.
ue eran muy lis.tas porque le daban I Arabel fue al coche con su viejo
lata a su madre hasta que les compraba abrigo, su vieja capucha, sus viejos guan­
caramelos, botenas de coca-cola, bolsas tes y sus viejas botas. Llevaba a Morti­
de patatas fritc,is y helados de chocolate mer muy apretado contra ella. Mortimer
siempre que salían. Tenían tantos jugu~­ se mostró muy interesado por el coche,
tes que no sabían qué hacer con ellos. Y sus ojos brillaron como botones de satén
tenían un montón de manchas. negro.
Todavía no conocían a Mortlmel'. -Vamos a ir en ese coche, Mor­
La tía Brenda se detuvo enfrente timer -le dijo Arabe!.
de la casa en su coche nuevo y resplan­
deciente"
Cindy, Lindy y Mindy asomar
.(J~
,I I,_~
..
su rostro por la ventanilla y dejaron de co­
mer sus palitos de chocolate para gritar:
--¡Hola, Arabe!! Tenemos abri­
gas, botas, capuchas y guan.tes forrado.
y faldas y patines, ¡todo nUt~vol
_.Niñas consentida~, -munnuro
17 '
173
-Craac -dijo Mortimer.
Lindy y Cindy aparec.ieron por la res un cuervo 7 De todas maneras no es
ventanilla trasera gritando: Arabel, Ara­ un cuervo, es un grajo viejo y oxidado.
be!, horrible Arabel, horrible, horribL. Es una estúpida corneja. ¿Para qué sir­
horrible Arabe!. ve? ¿Puede hablar?
Cuando vieron a l\/Iortimer sus -Si quiere, sí -dijo Arabel.
ojos se pusieron como plat'Os. Cindy, Lindy y Mindy se rieron
-jOooh! -dijo Lindy-. ¿qué todavía con más fuerza.
es eso? -Supongo que todo lo que pue­
-¿Qué es lo que, tienes ahí, ho­ de decir es ¡Cá! ¡Corneja estúpida, todo
rrible Atabel? -dijo Cjndy. lo aue sabe hacer es graznar y decir cá!
-Es nuestro cuervo. Se llama -Dejad de meteros con Arabe!,
f'Viortimet -dijo Arabd. niñas, y hacedle sitio ahí detrás -di'
as tres niñas estallaron en car­ la tía Brend~.
cajadas. Arabel y Mortimer se metieron
--¿ Un cuervo? ¿ Para Qué aUle­ en el asiento trasero y se quedaron sin
decir nada. Cindy iba a pellizcar las plu­
mas de la cola de Mortimer, pero él voL
vió su cabeza sobre su deslustrado cueIlo
negro y le lanzó una mirada tan feroz que
la niña lo dej~.
La señora Jones se puso delante,
alIado de su hermana Brenda, y se mar­
charon.
Mortimer nunca habia estado an­
tes en un coche, al menos en estado cons­
ciente. Le gustó. Tan pronto como se
l~
dio cuenta de que la primas de Arabe!
no iban a atacarle en seguida, comenzó
174

a aar saltitos suavemente sobre el hom­


bro de ArabeI mientras miraba pasar ca
apidez las tiendas de la High Strcct de
Rumbury, los autobuses rojos, las farol~
de la calle qu.e parecían una cuerda de
margaritas de color salnlón y los buzones
olor carmesí y las verdu lerías. todas
rojas, verdes, naranjas y amarillas. Cuando llegaron a la Pista de
-Nunca más --masculló Morti­ Patinaje del Municipio de Rumbury,
ler--. Nunca más. Mortimer se quedó aún más asombrado
-Veis --dijo Arabel-·-, puede al ver el letrero que había sobre la entra­
habla... da, formado por luces de color rosado.
-¿Pero qué es lo que dice? --se El principio de la pista era de baldosas
rió tontamente Mindy. amarillas.
-Lo que quiere decir es que de -Compra tú las entradas, Mar­
donde viene no hay autobuses, ni verdu­ tha, mientras yo meto el coche en el apar­
erías, ni farolas, ni buzones. camiento -dijo la tía Brenda.
-No creo que sepas en absoJu Las tres primas de Arabel eran
lo Que quiere decir. patinadoras expertas. Iban a la pista dos
espués de eso, Arabel se quedo o tres veces a la semana. Se pusieron sus
callada. nuevos patines y salieron como flechas
hacia el centro de la pista, tirando al sue­
lo a varias personas.
Arabe!, una vez que se puso los
patines, fue lenta y cuidadosamente por
el borde de la pista. No quería arries­
garse a darse un golpe porque tenía
'177

-Sí, cariñito, no te va a pasar


nada. no tienes por qué tener miedo -le
dijo la tía Brenda. Pero Atabel dijo que
no con la cabeza y se pegó al borde de la
pista.
Mortimer se lo estaba pasando
muy bien. No le molestaba que Arabel
avanzara lentamente porque se sentía fas~
cinado mirando a los otros patinadores.
Le gustaba ver cómo pasaban a toda ve­
locidad por aquí y por allá, dando vuel­
tas y más vueltas, y pasando y repasando
una y otra vez. Hundió con mucho cariño
sus garras en el hombro de Arabel.
Mortimer sentado sobre. su hombro. -Si tuviera tres patines, Mo
Se sentía, además, muy cansada. mer -dijo Arabel-, podrías sentarte
sobre el tercero y yo te llevaría. Cómo me
La garganta ya no le cosquilleaba, sino
que le dolía mucho. Y tenía los oies fríos. gustaría.
También a Mortimer.
y te dolía la cabeza. -Sabes lo que vamos a hacer
La tía Brenda volvió de aparcar el
-dijo Arabel-. Me vaya quitar los pa­
coche y se sentó junto a la señora Jones
tines. No tengo ganas de patinar.
y las dos hermanas comenzaron a hablar
Se sentó en el borde, se quitó los
como cotorras. patines y con uno en la mano puso a Mor­
ndremos que quedarnos aqUl
timer sobre el otro, que arrastró por los
oras, pensó Arabel. cordones.
-¡Ven hasta el centro, cobardi­
- j Vaya! -chilló Cindy que pa­
cal Co, ca, ca, cobardica -le gritar,
saba casi volando-. Mira la miedica de
Lindy y Cindy.
178 179

Arabel arrastrando a su estúpido grajo. Brenda con cierta irritación-o ¿No pUro
-Por la elegante pista corre el de quedarse otra media hora?
harapiento grajo -gritó Mindy. La señora Janes sacudió la ca­
-Tiene miedo de patinar, tlene beza.
miedo de patinar -canturreó LindJ' -No creo que deba hacerlo.
Realmente eran unas niñas ho· -Oh, querida. Las niñas estarán
muy disgustadas. -Brenda levantó la
rribles.
Arabe! se fue lentamente hacia voz dando un terrible bufido-o ¡Cindy!
donde estaban sentadas su madre y su tía ¡Lindy! ¡M-i-nd-y! Venid, vuestra prima
no se siente bien.
Brenda.
-¿Puedo ir a casa, por favor. Las tres primas de Arabel se acer­
Me duelen las piernas. caron lentamente, arrastrando los pies
[ , vamos, cariño, inténtaio por la pista con caras enfurruñadas.
,1
otra vez --dijo la tía Brenda-. No tie· -¿Ahora qué pasa? -preguntó
\
es por qué tener miedo, de verdad. Ten· Mindy.
drás que caerte un par de veces antes de -Acabamos de negar -.dijo
que aprendas. No te harás daño. Cindy.
Pero la señora Jones miró det...• -Sólo porque la horrible Arabel
nidamente a su hija y dijo: no sabe patinar -dijo Lindy.
-¿No te sientes bien. bonita? -¿Ma? ¿No podemos ir tú y yo
-No -dijo Arabe! y dos lágri­ a casa en autobús? -dijo Arabel.
mas rodaron por sus mejillas. La señor' La tía Brenda y las tres niñas pu­
Jones puso una mano en la frente d sieron una cara alegre al oír eso, pero la
señora Jones negó de nuevo con la ca­
Arabel. beza.
-Está caliente -dijo--. Creo
que nos debemos de ir a casa, Bre"· ---Creo que debemos llevarte a
'11
, casa tan pronto como sea posible. Ade­
da.
_.Oh, caramba -dijo , tía más creo que he dejado mi carro de com­
I
11/

I
1
I
181
180
Los ojos de Mortimer resplan
en elmaletero de tu coche. Brenda. cieron como moras.
-Oh, muy bien --di.jo Brend Mientras la tía Brenda buscaba
con impaciencia-o Vámonos, niñas la llave del coche en el fondo de su ates­
Se quitaron los patines muy len­ tado bolso, los brazos de Arabel comen~
tamente y fueron caminando hacia el zaron a dolerle tanto que puso sus pat i .
aparcamiento, que tenía varias planlas. nes en el suelo.
El coche de la tía Brenda estaba en Con un movimiento limpio, Mor­
cuarta. timer se soltó de la mano de Arabel y
Mortimer lamentó mucho tener subió a uno de sus patines. Luego abrj'
que abandonar la pista de patinaje. Si­ un poco las alas y se dio un fuerte im­
guió mirando hacia atrás tristcmt"nle pulso. El patín, con Mortimer sentado
mientras pudo ver a los patinadores. Pero encima, comenzó a rodar con la veloci­
cuando vio el aparcamiento se alegró de dad de un reactor por la pista de hormi­
...uevo. gón entre dos filas de coches aparcados.
-No vale la pena esperar al as­ -¡Oh, rápido, cogedle, cogedle!
censor -dijo la tía Brenda. Así que su­ -dijo Arabel-. Va a bajar por la
bieron a pie. rampa.
Las piernas de Arabd Le dolían Quiso gritar, pero no le salió más
cada vez más; Mortimer y los patines que que un susurro.
llevaba r,esultaban cada vez más pesados. Lindy, Mindy y Cindy se echaron
Pero Mortimer estaba todavía más inte­ a correr detrás de Mortimer. Pero choca­
resado en el aparcamiento que en la pista ron entre sí y llegaron demasiado tarde
de patinaje. Miró los grandes ded¡ve~ para atraparle. Así que salió como una
hormigón y los enormes trechos llanos Y flecha por la rampa hasta la tercera
los coches como manchas aquí y allá, ·planta.
amarillos, rojos, azules, verdes, negroS, -¡Nunca más, nunca más, nun­
naranjas y plateados, como fruta col~ada ca más, nunca más! -gritaba alegremen­
de un gran árbol de hormigón.
183

-le imploró con una voz que apenas po­


día escucharse--. Por favor, vuelve. No
me siento muy bien. Te traeré aquí otro
día cuando el viento no sea tan frío,
Mortimer no la oyó.
Allí en la quinta planta el vient
era helado y silbaba como una sierra.
Arabe! comenzó a tiritar sin parar.
te, y se dio otro impulso con las alas, ha­ ~10rtimer 10 estaba pasando es­
ciendo palanca en un Citroen y subiendo pléndidamente. subiendo y bajando las
la rampa del otro lado hasta la cuart rampas, entre los coches, remando con
plant.... sus alas a una formidable velocidad.
--¡Allá va, allá val -gritó ~a tIa Otra gente, los dueños de los
Brenda-. ¡Cogedle en seguida, niñas I coches, comenzaron a correr detrás
-Pero Cind.y, Mindy y Lindy ya estaban él.
n la tercera planta y no la oí -¡Detengan a ese pájaro! -gri­
--Oh, cielos, ¿has visto algo más tó la tía Brenda y añadió con irritacióu,
terriblemente provocador en tu vida. dirigiéndose a su hermana-o No puedo
-dijo La señora Jones-. No lo he vist ni imaginarme por qué lo has traído
aquí. ­
nunca, ni siquiera cuando trabajaba en
a repostería Hágalo usted mismo; no Muchas personas corrían detras
empieces tú ahora a correr detrás de es de Mortimer, pero iba con tanta rapidez
monstruo de plumas negras, ArabeL aup­ que le resultaba muy fácil esq uivarlos;
date donde estás. había descubierto la manera de dirigir el
Pero Arabel había subido con patín con su cola; tomaba las curvas y
gran esfuerzo hasta la quinta planta de­ corría entre las piernas' de la gente, los
p,araguas y las cestas de la compra como
trás de Mortimer.
-¡Mortimer! ¡Por favor, vuelve! SI estuviera participando en el Campeo­
184

5
nato de
opa de Bobslcigh para Cuer­
vos.
de cerrarlo. Mortimer que estaba CIan­
f

1 cabo de diez minutos habla do la vuelta a un Ford Capri sobre una


01' 10 menos cincuenta personas corrien­ rueda, se dio de frente contra el para­
do de una rampa a otra, arriba y abajo guas Y se encontró enredado entre las
en el aparcamiento. varillas. Cuando pudieron sacarle la tía'
Al final, una vigorosa mujer pudo Brenda estaba furiosa y le cogió por el
oger a Mortimer por casualidad; habia cogote.
entrado por la escalera exterior y estaba -Ahora a 10 mejor podemos
quitando la llUVla de su para~uas antes marcharnos -dijo irritada y se lo llevó
pataleando hasta el coche.
_.Mételo en tu carrito de com­
pra, Martha -dijo sombríamente-; ahí
( no dará más la lata. De verdad que no
comprendo por qué has querido veniT a
una pista de patinaje con un cuervo.
La señora Jones estaba demasia..
do preocupada por Arabel como para dis­
cutir. Al cabo de unos cinco minutos, Ljn­
dy, Cindy y Mindy volvieron jadeando y
de mal humor de la cuarta planta, y Ara-­
bel llegó tiritando de la quinta planta.
Todas subieron al coche.
.187

3 del coche y llevó a Atabel casi en volan­


das hasta la casa.
-¡Tu carrito de compra! -le
gritó Brenda detrás de ella, sacando el
carrito del maletero. .
'1.
~Mételo en el vestíbulo, Brenda.
Brenda lo hizo. Pero ella y Mar­
tha tenían carritos de compra de tela es­
Cuando la tía Brenda salió del cocesa que eran casi iguales. comprados
aparcamiento, Arabel se sentía muy rar juntos en una gran rebaja en el Bazar de
¿Dónde está Mortimer? -S'l. Descuentos de Rumbury. Btenda colocó
~urró. por equivocación su propio carrito en el
-Está en el maletero y allí se vestíbulo. Dejó el otro con Mortimer den­
uedará hasta que lleguéis a casa -dijo tro en su maletero. Además de Mortimer
la tía Brenda-. Ese pájaro es una de.::­ tenía dentro un quilo de plátanos. Morti
gracIa. mer, al que le encantaban los plátanos y
Arabel comenzó a decir: nunca se hartaba de comerlos, estaba en
-Él no sabía que estaba hacien­ ese momento demasiado ocupado para
o algo malo. Creía que el aparcamienL quejarse por su encierro.
era una pista de patinaje para cuervOS -Vámonos rápido a casa -dijo
-pero las palabras se le pegaron a la gar­ la tía Brenda-. No vamos a quedarnos
ganta como si la tuviera llena de pkdra s , aquÍ, no sea que Arabel tenga algo con~
ara cuando llegaron a casa de tagioso.
los Jones, número sels de Rainwatel' Cl'''''c­ De todas maneras tuvo que pa­
cent, Arabel lloraba y tiritaba. Parecía rarse tres veces en el camino hacia casa.
que no podía dejar de hacer nin2:una de porque Cindy quería un helado, Lindy
las dos cosas. un refresco y Mindy un bolso de cara­
La señora Jones salió en seguid tnelos blandos; todas esas cosas les fue­
,,¡
¡¡
188 ]89

ron compradas en diferentes tiendas.


Para cuando llegaron a casa de la
tía Brenda, Mortimer ya había terminado
los plátanos y estaba dispuesto a que le
s'o1taran del carrito de tela escocesa.
'" Cuando la tía Brenda bajó la cre­
mallera esperando ver bloques de helado
de sabor de frambuesa, media docena de
bombillas de cien vatios y una cabeza
de apio, Mortimer salió disparado, dejan­
do detrás de sí una mescolanza de cásca­
ras vacías y plátanos espachurrados.
-jOh, diablos! -dijo la tía
Brenda.
Mortimer estaba tan cubierto de
plátano espachurrado que al principio Mortimer volaba cuando no tenía
ni siquiera lo reconoció, pero cuando al más remedio; prefería caminar con paso
fin se dio cuenta de quién era gritó: digno o mejor aún, que le llevaran en el
-¡Niñas! Es ese espantoso pá­ carrito; pero en ese momento le pareció
jaro de ArabeL ¡Rápido! Coged a este mejor volar. Tuvo dificultades para abrir
horrible animaL Hay que darle una lec­ las alas debido a todo el plátano espa­
t~,
ción. churrado, pero por fin lo consiguió. Voló
Lindy cogió un bastón, Cindy hasta la repisa de la sala de estar. Mindy
una raqueta de tenis. Mindy encontró una intentó golpearle con la red y lo que hizo
red de pescar gambas que utilizaron el fUe tirar el reloj dorado con su campana
verano pasado en Pritlewell-on-Sea. Co­ de cristal.
menzaron a perseguir a Mortimer por Mortimer dejó la repisa y voló
toda la casa. hasta la lámpara que había en el centro
]91

190
No había fuego.

de la habitación; se colgó de ella del re­ Mortimer subió por la chimenea.

vés, como un murciélago, sacudiéndose -Ahora está atrapado -dijo la

,1 para quitarse el plátano. Cindy le dio con tía Brenda.


su raqueta de tenis y envió la lámpara, -Saldrá volando por ahí arriba
la bombilla, la pantalla y demás a volar -dijo Lindy.
por la~. ventana. Mortimer acababa de -No puede, hay un sombrerete
abandonarla Y se había posado sobre la encima -dijo Cindy.
estantería. Lindy intentó engancharle con Se podía oír a Mortimer escar­
su bastón, pero todo lo que consiguió fue bando allá arriba y murmurando "Nun·
romper un cristal de la puerta de la estan­ , "
ca mas.
tería. La tía Brenda llamó al desholli­
-Usad vuestras manos, idiotas nador, que se llamaba Ephreim Suckett;
--gritó la tía Brenda-. Estáis destro­ le dijo que viniera enseguida.
zando toda la casa. Llegó diez minutos después, lleno
Así que dejaron sus bastones, ra­ de curiosidad, con sus largas barritas fle­
quetas y redes y fueron detrás de Morti­ xibles, sus cepillos y su enorme aspira­
mer. Mortimer nunca jamás picoteaba a dora que parecía un barril de alquitrán
Arabel. Pero ella nunca le había tirado de del cual salía un tubo.
la cola. ni le había cogido por una pata, -¿Ha habido una fiesta en casa?
ni casi arrancado un ala; pronto Cindy, -dijo el señor Suckett mirando el sa­
Lindy y Mindy estuvieron cubiertas de lón-. Los jóvenes son muy aficionados
picotazos y sangraban en abundancia. a las juergas.
La tía Brenda intentó echar un -Tenemos un pájaro en la chi­
mantel sobre Mortimer. Pero no pudo menea -dijo la tía Brenda-. Quiero
atraparle; tiró una lámpara de mesa y un que lo saque tan pronto como pueda.
jarrón de crisantemos. Por fin, después de -Un pájaro, ¿eh? -dijo pru­
una larga persecución consiguió arrinco­ dentemente el señor Suckett. observan­
narle en la chimenea.
L
19 193

do los estropicios-o ¿No será tilla de nada más llegar a casa. El médico negó
esas anacondores que pueden extender inmediatamente y dijo que Arabel tenía
las alas hasta siete metros? Sí es así pri· una bronquitis muy fuerte y que estaría
mero necesito un seguro aparte de mi Pó­ mejor en el Hospital Central de Rumbu­
liza de Accidentes Laborales. ry. as! que el señor Jones, que acababa
\., --Es un cuervo corriente y mo­ de llegar a casa, la llevó en seguida en
liente -dijo irritada la tía Brenda-. Sá­ su taxi, envuelta en tres mantas color de
quelo enseguida, por favor. Quiero en­ rOsa y con sus pies sobre una botella d
cender la chimenea. Mí marido va a yol­
agua caliente.
ver enseguid..... -¿ Dónde está Mortimer, est
De manera que el señor Suckett
bien? ---susurró Arabel en el taxi-.,
metió una de sus barras por la chimenea ¿Quién le dará su té?
hasta donde pudo negar, luego enro~c6 -Papá le dará su té cuando lle­
otra barra al extremo de esa y hurgó con gue a casa después de dejarnos -dijo la
las dos, luego tuvo que enroscar una ter­
señora Jones. A la señora Jones le habían
cera. Las barras se doblaban como rega­
permitido quedarse con Arabe!. Se había
1
1
"
liz. Cayó un montón de hollín. olvidado totalmente de que Mortimer es­
_¿ Cuándo fue la última vez qu
taba metido en el carrito de tela escocesa.
limpiaron esta chimenea? -pregunt
I El señor Jones dejó a su esposa
el señor Suckett-. lEl año de la Coro y a su hija en el hospital y volvió a su
ación? casa en el taxi lenta y tristemente. Guar­
Mortimer se subió aún más por
dó su taxi en el cobertizo y en el vestíbulo
dentro de la chimenea. se encontró con un carrito de compra de
tela escocesa que contenía dos bloques de
Entretanto, ¿qué había helados d y frambuesa, bombillas y una
con Arabel? cabeza de apio. Comió el apio y guardó
La habían llevado al hospital.
las otras cosas. « ¿Para qué habrá com­
La señora Jones llamó al médico
prado tantas bombillas?", se dijo. "De­
195
194
Nadie le respondió. Nadie dijo
bería saber que hay una docena en el
"Nunca más". La casa seguía silenciosa.
armario de las herramientas. JI

Como seguía con hambre después El señor Jones comenzó a inquietarse.


Aunque no hacía muchos alardes, le te­
del apio, se hizo té y un gran plato de
espagueti con salsa de queso, que era lo nía mucho cariño a Mortímer. También
quería estar seguro de que el cuervo no
único Giue sabía preparar.
Luego,de repente, sedio cuenta d~ se estaba comiendo la parte trasera de la
casa, cavando debajo de la caldera o des­
que la casa estaba inusitadamente tran­
hilachando toallas de baño (Mortimer
quila. Normalmente, cuando Mortimer
podía deshilachar una toal1a de baño en­
andaba por allí, había chasquidos. nb­
tera en exactamente tres minutos y medio
pados, golpecitos, tintineos mientras el
dejando quince kilómetros de tela nudo­
cuervo cuidadosamente hacía pedazos al­
sa por el suelo) o comiendo la Enciclo­
guna cosa o la tiraba él ver si se rompía.
pedia del Hombre Hábil en el Hogar en
la masticaba para ver si era masticable o
diez volúmenes. O cualquier otra cosa.
metía una cosa debajo de otra.
_¿ Mortimer? -llamó el seña El señor rones buscó a Mortimer
por toda la casa, de arriba abajo y no lo
Jones-. ¿ Dónde estás? ¿Qué estás ha­ encontró.
f
11, ciendo? Deja de hacer lo que sea y ven
-Oh, cielos, ese pájaro f1abrá
aquí. salido -pensó- sin que nos diéramos
cuenta cuando I1evábamos a Ara bel al
taxi con las mantas rosadas. Ella se in­
quietará muchísimo cuando se entere de
que se ha marchado.¿Cómo vamos a decír­
selo? Adora a ese pájaro.
En ese momento sonó el teléfono.
Cuando el señor Jones levantó el
aparato, se escuchó un largo alarido.
96
197
_¿ Qué es eso? -dijo el señor
nes escuchando--. ¿Quién es? Este es de la tía Brenda. Mortimer se había ido a
la parte más alta; pero no podía salir.
etServicio de Taxis de Jones. en Rum­
bury Town. lBrenda? ¡.Eres tú? ¿Pasa
A través de las ranuras del sombrerete
podía ver y la vista era muy interesante,
algo? porque la casa estaba en lo alto de la"
El alarido continuó. Todo 10 que
podía distinguir el seflor Tones era algo colina de Rumbury. Mortimer podía ver
desde allí una gran panorámica más allá
referente a crisantemos, hollín y un reloj.
~-Hollín en el reloj -pens I
de Rumbury, e incluso Londres, hasta
Qué raro. Tal vez tenga un reloj que an el edificio del Parlamento.
Las barras del señor Suckett no
con petróleo, supongo que existen cosas
eran lo bastante largas como para desalo­
así, y Brenda presume de estar sie- ,,­
jar a Mortimer; la chimenea de la tía
pre a la últitna moda. No te puedo u-yu­
Brenda era más alta de lo normal.
dar, Brenda. lo siento -dijo por tetéfo
Al descubrirlo, el señ.or Suckett
no-. No sé gran cosa de refojes que an­
comenzó a bajar sus barras y desenros­
dan con petróleo; en realida.d no sé nad
carlas una por una.
en absoluto; tendrás que esperar hasta
- ¿ Qué va a hacer ahora? --pre­
que vuelva Arthur. Aquí está todo patas
guntó Lindy.
arriba porque Arabel está en el hospital.
y colgó; creyó que t.enía Gosas -¿ Tendrá que quitar la part
de arriba de la chimenea? -preguntó
más importantes de que ocuparse que ho­ Mindy.
llín en el reloj de su cuñada. -¿ Vamos a encender el fuego y
tostarle? -dijo Cindy.
¿ Entretanto qué pasana con Mor­
-Hága10 de una manera u otra,
timer? pero hágalo rápido -dijo la tía Brenda.
El señor Suckett, el deshollin<l­
. -Tendremos que sacarle con la
dor, había enroscado todas :sus barra aspIradora -dijo el deshoIlinador.
juntas y las había metido por "fa chinH~r1ea Sacó la última de sus barras y co­
198
199

locó su aspiradora ju.nto a La chimenea. el tambor de lona, entre una tonelada de


Era igual a una aspiradora casera, saivo hollín.
que ocho veces mayor, con una fuerza Mortimer se había sentido muy
de aspiración ocho veces mayor tanlbién. contento en la chimenea, porque aunque
/,
Tenía un enorme tambor de lona sobre oscura, era interesante; además, tenía
sus ruedas donde iba todo el hollín que una vista agradable allá arriba.
'¡l aspiraba el tubo. Cuando terminaba el Pero no le gu.staba en absoluto

trabajo de deshollinar una chimenea el I que le hubieran chupado con tanta rapi­
señor Suckett llevaba su tambor Hen dez -al revés y patas arriba- y mucho
de hollín y lo vendía a la gente a cincueu­ menos estar dentro de un bolso lleno de
ta peniques el medio quilo para ponerlo sofocante polvo negro.
sobre las babosas. Iba mejor que las cás­ Comenzó a dar patadas, a levan­
caras de naranja. tar las alas y a dar con el pico gritando
-l Pero ahora el tambor de lona es­ "Nunca más" . En menos de 10 que se tar­
taba a punto de estallar de tanto hollín da en contarlo, había abierto un enorme
como habia en la chimenea de tía Bren­ agujero en el costado del tambor de lona;
I"'
da, acumulado desde el Año de la Coro­ salió por el agujero como una bomba ne~
nación. gra, y la tonelada de hollín le siguió.
El señor Suckett metió la boqui­ La tía Brenda había abierto las
lla en \a chimenea Y encendió el motO•. ventanas cuarido el señor Suckett comen­
"enÍa muchísima fuerza. Podía atrapar zó a meter sus barras por la chimenea;
a un perro de San Bernardo Ysubirlo po dijo que el olor de hollín la mareaba;
una rampa de tres metros y un ángU: Mortimer salió por una ventana con la
de treinta grados contra un viento de velocidad de un Boeing 707; estaba harto
fuerza seis. Hizo bajar a Morlimer de de la casa de tía Brenda.
la chimenea como si fuera una de sus Dejó detrás suyo una escena de
plumas. tanta negrura y confusión que creo que
Entró al revés, como una bala, en no vale la pena ni describirlo.
~lIJ1
"

Mortimer no voló muy lejos; real­


mente no estaba muy de acuerdo con eso por Mortimer y el médico dice que lo
de volar. 'tan pronto como estuvo en ta puedes traer aquí a ver si eso le hace al­
caUe bajó planeando a tierra y comen­ gún bien.
zó a andar. No tenía ni idea de dónde El corazón del señor Jones se le
staba la casa de la tía Brenda, ni dónde la cayó hasta sus zapatillas de piel de oveja.
casa de Arabet pero eso no le preocupó. -Pero Mortimer no está aquí
Como la casa de la tía Brenda estaba al -dijo.
final de una cuesta la bajó andando -¿No está ahí? ¿Qué quieres
miró ,cada puerta principal al pasar. a decir, Ben? Tiene que estar ahí.
ver si era alguna de ellas fa gue quería. Luego por primera vez la señora
No fue así. Caminaba muy Lentamente. Jones hizo memoria y le vino un sofoco
El señor Jones estaba apunto de de culpabilidad.
comer sus espaguetis y pensaba en q -Cielos, ¿ cómo pude olvidarlo?
debería llamar al hospital a preguntar Me he olvidado de ese pobre pájaro, aun­
por Arabe! cuando sonó el teléfono. Era que Dios sabe las molestias que ha cau­
la señora Jones. sado Con los granos de café, en el apar­
-¿Eres tú, Ben? --dHo-. Oh~ camiento y tirándole castañas a Ginger
en, Arabel está muy enferma, dando que en su vida ha tocado una DIurna de
vueltas y delirando, sigue preguntando su cola (pero lo haría si pudier~, lo sé de
02 203

sobra). De todas formas, un par de horas crisantemos y el reloj-o Vale, Martna


encerrado en un bolso de compras le ven­ iré a recogerle y te llevaré cuanto antes.
drá bien como castigo por todos los Hos No le dijo nada a Martha sobre
que ha provocado, pero de todas formas el reloj y los crisantemos; ya tenía sufi­
sácale en seguida, pobrecit...... ciente con que preocuparse. Colgó y mar~
,,-¿ Sacarle de dónde? có el número de Brenda.
-De mi carrito de comora d Nadie respondió. Parecía como
tela escocesa. Está dentro. si la línea no funcionara; el señor Jones
-No está, Martha --diio el se­ oyó una especie de sonido apagado al
ñor Jones-··. Hay una cabeza de apio, otro lado, pero nada más.
dos bloques familiares de helado y media No era muy difícil adivinar que
docena de bombillas de den viltios. ¿ Par si había habido problemas en casa de
qué las quedas?' Hay un monlón en el Brenda, de un modo u otro Mortimer es­
armario de ~as herramientas. taría relacionado con ellos.
La señora Jones soltó otro chi­ El señor Jones se rascó la cabeza.
llido. Luego se quitó las zapatillas y se puso
~·iCaray. entonces es que está en los zapatos y el abrigo. Suspirando, sacó
casa de Brenda! Se habrá equivocado de el taxi del garaje, giró a la derecha y si­
bolso, espero que esas chiquillas suyas guió hasta donde Rainwater Cl'escent se
no le estén haciendo perrerías. Lo mejor junta con Rumbury High StreeL Es un
será que vayas allí 'j le cojas, Ben, y tráe1e cruce bastante transitado y hay cuatro
al hospital, y trae también dos cam ¡sones semáforos, o debería haberlos; esa noche
de ArabeL ¿puedes?, un paquete de bol­ parecía que no funcionaban.
sas de té y mis caramelos digestivos de Había un horrible atasco de trá­
menta. fico. Dos policías intentaban dirigirlo y
-¿En casa de Brenda, eh? .--di­ un tercero inspeccionaba, con la ayuda de
jo el señor Jones lentamente. Comenzó a una linterna grande, unos restos masti­
comprender muchas cosas, el hollín. los cados, que parecían como espárragos tri­
205
204

turadas : eso era todo lo que quedab d


los semáforos en el cruce con Rainw:t e
_ -Buenas tardes, Sid -dijo e~i
senor Jones, asomando la cabeza por I
ventanilla del taxi-o ¿Qué ha pasado~
--¿Eres tú, Ben? Pues vas a pe~­
sar que estoy loco. pero parece que al­
guien se ha comido los semáforos.
-Oh -dijo el señor Tones.
Reflexionó. Dio media vuelta
111111
-por suerte no había nadie detrás de
él- y volvió a bajar de nuevo. Unos diez
metros más abajo se apeó del taxi.
-¿Mortimer? -llamó-o ¿Dón­ El señor Jones le recogió. Morti­
de estás. mer nunca había sido un pájaro ligero,
-Nunca más -dijo una voz que pero con un kilo de plátanos dentro pe­
estaba a la altura de su tobillo, en la som­ saba tanto como las guías telefónicas de
bra. Aunque hahía esperado algo pareci­ Londres, con las páginas amarillas in­
do, el señor Tones pegó un salto. Luego cluidas.
se dio la vuelta y vio a Mortimer, cuyos -Supongo que debo entregarte
ojos brillaban a la luz de las farolas, ca­ a la policía por haberte comido los semá­
minando lentamente junto al seto, mi­ 'oros y provocado una obstrucción de
rando las puertas principales de las casas tráfico -dijo severamente el señor Jo­
por las que iba pasando. Estaba en el es- pero Arabel está enferma en el
lado contrario de la calle, así. que ,proi :pita}, así que te llevaré primero a vi­
bablemente hubiera pasado SIn mas e 'la; mañana nos Ocuparemos de las
número seis y seguido vaya usted a saber 'as COsas. y será mejor que te portes
adónde.

1m
207

206
pag ueti con salsa de queso -era uno de
bien en el hospital; ahí no te van a per­ sus aperitivos preferidos antes de las co­
.tir hacer tonterías. midas-, pero en aquel momento estaba
-Craac -dijo MorHmer. El se­ tan lleno de plátanos 'lue no fue capaz de
ñor Jones no se quedó demasiado con~ comer ni un solo espagueti.
tento por la forma en que Mortimer lo Aunque no podía comerlos no
dijo. Pero ese no era el momento para en­ iba a dejar que se estropearan. Buscó
trar en muchas explicaciones sobre hos· una caja, un bote o cualquier recipiente
pitales; adelnás, muy probablemen~... , para ponerlos; cuando le dejaban, Mor­
Mortimer no te escucharía. timer se sentía feliz y ocupado duran
El señor Jones volvi6 apresu mucho tiempo metiendo espagueti du­
damente a casa para recoger los cami50­ rante mucho tato en tarros de yogur o
L hueveras o lo que tuviera a mano.
nes, bolsas de té y carame\o6 digest
os. Mientras lo bacía,Morlimer se (ue Acababa de meter el último espa­
a la cocina y vio un plato grande Heno gueti cuando el señor Jones volvió con
de espaguetis que el señor lones habi las mantas y los camisones, cogió una
preparado para su cena. caja de bolsas de té del armario de la co­
-Nunca más --dijo Icon trist~- cina, metió todas esas cosas en el carrito,
za. uio la vuelta al plato caminando. es· se puso el abrigo y cogió a Mortimer.
tudiándolo desde todos los lados. No se había fijado en que el pla­
A Mortimer le encantaban los es­ to de espagueti estaba vaCÍo.
Era ya bastante tarde, pero el
señor Jones pensó que aunque fuera des­
pués de las horas de visita, estaría bien ir
a! hospital, ya que el médico le había
dIcho que trajera a Mortimer.
Fue en el taxi hasta Rumbury
Central, estacionó en el enorme patio de­
208
209
lantero y entró en el hospitaJ con Morti­
mer sobre el hombro. J nes se puso de puntillas y con Morti­
Mortimer se quedó asombrado ;er en su hombro miró hacia dentro.
por el hospital. Le pareció mucho más Pudo ver una doble fila de camas
interesante que el aparcamiento. Había blancas. seis por cada lado ~ en medio
sido cor:rstruido hacía unos cien años po a su esposa, Martha, sentada Junto a una
Florence Nightingale, de ladrillos de color de ellas. Le hizo signos para llamar su
'JI atención; ella le indicó que esperara has­
morcilla. Era tan grande como una pri.
sión; tenía kilómetros de pasillos. Los ta que la enfermera, que llevaba un go­
techos eran tan altos que los ecos de los rrito rizado y que se sentaba en una mesa
sonidos más pequeños, incluso los lejanos cerca de la puerta, le viera y le dejara
ruidos que venían de la calle, retumbaban pasar.
como ef trueno. Muchos de los enfermos El señor Jones dijo que sí con la
creían que los médicos y las enfermera", cabeza para demostrar que la había com­
prendido.
podían conducir coches por los pasillos,
pero eso no era del todo cierto. Metió las manos en los bolsillos
1 señor Jones subió a la cuart yse preparó para esperar tranquilamente.
planta en un ascensor grandioso y eru Pero no esperó tranquilamente. En lugar
jiente tan amplio como una oficina de de ello emitió una serie de gritos tan pe­
rreos. Mortimer dijo u eraac" porqu netrantes que todos los enfermos de aque­
el ascensor le recordó la estación de me· lla zona del hospital se incorporaron
I automáticamente en sus camas, los en­
tro de Rumbury Town. Anduvieron kI·
,! lómetros de pasillos de suelo verde hasta fenneros chocaron con sus camillas en
las puertas, las enfermeras dejaron caer
que encontraron la Sala Balaclava.
Cuando llegaron a la puerw na b~ndejas llenas de instrumental y los mé­
dICOS se tragaron sus estetoscopios.
había nadie por allí para decirle al señor
Jones que podía entrar. Pero había dos t Mortimer, que había estado sen­
portañolas en las puertas, así que el señor t=o muy quieto e interesado, observando
o lo que había a su alrededor. subió

I
2lJ
210

volando y. revoloteó moviendo las alas y sado! -dijo--. Ese pajarraco negro na
chillando" ¡Nunca más, nunca más!". atacado a este pobre señor. iPalgrave!
El señor Jones cay6 desmaya ¿Dónde estás? ¡Ven aqUÍ. rápido!
al suet.... Palgrave era el orden~nza de la
La enfermera jefe Bridget t1ager­ sala. Había ido a coger una taza de café
ty salió corriendo de la sala. Era peque· instantáneo para el médico. Venía co­
rriendo por el pasillo.
ña, de cabellos negros y pecas; tenía los
ojos tan azules como un detergente azul. - j Palgrave, saca ese pájaro de
aquí inmediatamente!
cuando daba órdenes para que se hiciese
algo, se hacía enseguida. Pero todo el -Sí, señor; en seguida, señor
mundo la quería. -dijo Palgrave y abrió la ventana del
-¿ Qué demonios ocurre aquí? rellano. echando la taza de café caliente
-<lijo irritada.
legó el doctor Anlonio. Estaba
a cargo de aquella zona del hospital es
noche; acababa de empezar su servici.....
No era el médico que le había dicho él 1
señora Jones que trajera a Mortimer;
la verdad era que el doctor AnLonío odia­
ba a los pájaros. Una amable cacat
l1abía asustado yendo en su Gochecito
cuando tenía tres años; y desde entonces
la vista de cualquier ave mayor qu~-:. un
pájaro carbonero le provocaba erupci"o
nes cutáneas.
l ver a Mortimer le ,~aüer
chas de color carmesí.
--j Está bien claro lo que ha pa­
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212
--¿Parla italiano? -volvió a re­
sobre Mortinler que seguía dando vuei· petir el médico.
tas allá arriba Y preguntándose qué le El señor Jones, que había volado
había pasado al señor Jones. como piloto sobre I taHa en la 1I Guer l
A Mortimer no le gustaba el café Mundial, dijo débilmente:
a menos que fuera muY dulce, y sus sen -¿Nos hemos estrellado? ¿Dón­
timientos se sintieron heridos; salió po de está mi artillero de cola? ¿Dónde está
la ventana. mi navegante?
_Doctor t hay algo extraño en -Un perturbado mental -dijo
cuantO a este señor -dijo la enfenllera el doctor Antonio--. Habla inglés, tiene
Bridget, que estaba arrodillada junto al las manos cubiertas de espagueti, pre­
señor Jones-. ¿ Por qué cree que tiene gunta por su navegante; sin duda, un
las manos cubiertas de espagueti con salsa perturbado mental. Palgrave, coja una
de queso? camisa de fuer~...
___Quizá sea un asunto de que­ Palgrave bajó la camisa que aca~
maduras, una urgencia _sugirió el mé­ baba de traer y se marchó de nuevo.
<licG-. Quizá no pudiera utilizar otra Afortunadamente en ese mo­
cosa, así que empleó espagueti contra la mento la señora Jones salió de la sala
quemadura. Sería mejor que le llevúra­ Balaclava, preguntándose qué habría
mas a Accidentes. Palgrave , una camilla. ocurrido y dónde estaba Ben. Cuan­
-Pero sus bolsillos también es­ do le vio en el suelo, con las manos
tán llenos de espagueti -dijo \a enfer­ cubiertas de espagueti, lanzó un grito
mera Bridget. sofocado:
_Quizá fuera a visitar a unOS -¡Oh, querido Ben! ¿Qué ha
amigos italianos -dijo el dodor-· Tal pasado?
vez sea italiano. ¿Parla italiano? _le -¿ Conoce usted a este hombre,
\
I
gritó esperanzadamente en un oído al señora Jones? -preguntó la enfermera
Bridget.
señor Jones.
El señol' Jones gruñó.
215

214
señora Jones-. La última vez le dej
-jEs marido! i. Qué ha ocu­ solo debo te de un plato de espague­
rrido? ti durante cinco minutos y metió
-Parece que se ha desmayad plato entero entre mi lana Shetla
-dijo la enfermera. hacer punto. Las amigas de ArabeI le
El señor Jones volvio un poco seguían preguntando dónde había con­
en sí. '-o seguido su jersey a lo espagueti muchas
-¿Eres tú, Martha1 --dijo dé­ semanas después. iBen.' ¿ Dónde est'
bilmente-. Lombrices. Lombrices en mi MortÍmer?
bolsillo. Fue el SUSUJ. El señor Jones se puso en pie pe.
-Oh, Dios mío, ya lo creo. ¿ nosamente y bebió el té que acababa d
qué mas? -gritó su mujer-o Lombrices traer Palgrave.
en tu bolsillo, i. v cómo Ue)l;aton has -¿Mortimer? ¿No está aquí':
Estaba hace un momento. ¿Ha visto a ti
-No son lombrices, son esp'"­ cuervo? -le preguntó a Palgrave.
guetis -dijo la enfermera Bridget. ay..­ -¿ Un cuervo? ¿ Un pajarraco
dando aJ señor Jones a incorporarse peludo y negro? Acabo de echarle por
abanicándole con la camisa de fuerza Que la ,:,entana tirándole una taza de caf
había traído Palgrav por las plumas de la cola -dijo Pal­
-¿ Podría traer una taza de t.... grave-o El médico me dijo que lo hi­
or I avor, Palgrave? ¿ Cómo es qlle tení ciera.
los bolsillos llenos de espagueti, señor -¡Oh, no! -aulló la señora Jo­
anes? nes-. El doctor Plantagenet dijo que la
-Café instantáneo, camilla ins­ medicina no pareCÍa surtir ningún efecto
tantánea, camisa de fuerza instantánea Yque tal vez al ver a Mortimer, Arabel se
té instantáneo -se quejó Palgrave, (me sentiría mejor.
se marchó muy enfurruñado. Miró con aire implorante a la en­
-¿Espagueti? Oh, habrá sido fermera. La enfermera Bridget miró a
ortimer, es muy de su estilo --dijo la
19rave. Palgrave miró al médico, qu
miró a sus pies. 5

--Sería mejor que saliera ahora


mismo, comenzara a buscarle y rápido
- . ,ijo la enferrnvu..
"' -Café instantáneo, camilla ins­
antánea, camisa de fuerza instantánea, té
instantáneo, cuervo instantáneo --gruñó
algrave y siguió al médico por la puerta
ue daba a la escalera de incendios. Llo­ ¿ y durante ese tiempo dónde es­
vía mucho y estaba muy oscuro. taba Mortimer?
Por el exterior de la Sala Bala­
clava había un balcón que daba la vuelta
al edificio. Mortimer, cuando le echaron
con tan poca educación de la ventan
no había ido más allá del parapeto del
balcón. Allí estaba sentado en fas tinie­
blas, pensando en cosas lóbregas.
Estaba cansado. Había sido un
día largo y agitado; primero la pista de
patinaje, luego los plátanos, después la
chimenea y el hollín y finalmente eJ paseo
de unos cuatro kilómetros entre la casa de
la tía Brenda y la de Rainwater Crescent.
Para colmo, los semáforos.
A Mortimer le dolían las patas y
tenía las plumas de su cola en mal es­
tado después de recibir encima el café,
estaba lleno de hollín y le dolían tambié
218

219

las alas por donde Lindy, Mindy y Cindy


le dieron tirones. Tenía ganas de dormir. get hablaba tranquilamente con los seño­
Añoraba su hermosa y cómoda panera res Jones en el otro extremo de la habi­
pintada de brillante esmalte blanco. tación. Los demás enfermos estaban dor­
Pero también tenía la sensación midos. Nadie oyó a Mortimer.
de que Arabel no estaba lejos y quería Allá abajo, en la lluvia incesanté,
verla. el doctor Antonio y Palgrave, pertrecha­
No estaba tranquilo con respecto dos con linternas y redes de mariposas,
a ella. buscaban a Mortimer en los jardines del
Cojeando un poco, mascullando hospital. Pero no le encontraban.
y graznando por 10 bajo comenzó a mo­ Mortimer suspiró. Luego exten­
verse cuidadosamente por el parapeto del dió las alas y se levantó en el aire. Voló
balcón, mirando a través de las ventanas. a lo largo de la fila de ventanas dando
Detrás de la tercera ventana ha­ golpecitos en cada una. Todas estaban
bía una cama que a primera vista parecía cerradas. Había pequeños ventiladores
no tener ningún enfermo en ella; la en­ que dejaban entrar aire fresco en la sala;
ferma era muy pequeña y yacía comple­ pero no le servían a Mortimer.
tamente echada, sin moverse. Cuando hubo recorrido un lado
Mortimer saltó desde el parapeto de la sala y volvía para recorrer el otro,
hasta el alféizar de la ventana y miró a Mortimer subió pesadamente al tejado.
través del cristal, con sus ojos negros tan Encontró una chimenea. Se posó sobre
agudos como la punta de un lápiz. ella.
-jCraac! -dijo. La chimenea tenía un olor fami­
La persona de la cama no se liar a hollín. Mortimer metió la cabeza
movió. dentro y escuchó. Luego olisqueó. Des­
Mortimer dio golpecitos con su pués volvió a escuchar de nuevo. Picoteó
pico en la ventana cerrada. el sombrerete de la chimenea. Después
Nadie le abrió. La hermana Brid­ tomó una rápida decisión y se lanzó ca­
beza abajo por la chimenea.
221

se veía si el fuego estaba encendido.


Mortimer bajó de cabeza con
gran estruendo por la chimenea y aterrizó
dentro de la estufa (10 que le sorprendió
mucho, porque no lo esperaba.) con mi
kilo de escoria y un puñado de hollín,
aunque mucho menos que en la chime­
nea de la tía Brenda, porque esta chi­
¡:
menea sí la limpiaban regularmente.
Hizo un ruido espantoso dentro
de la estufa. Muchos enfermos se desper­
I
taron, pensando que era Santa Claus.
La enfermera Bt'idget llegó ca··
rriendo.
Mortimer estaba intentando abrir
ortunadameotc para Mortimer las puertas pero no podía. Metió la cabe­
ya no se usaban las estufas para calentar za por una de las ventanillas de mica y
Rumbury Central. En lugar de ello. usa­ miró furiosamente a la enfermera Bridget
ban radiadores eléctricos. Pero las eslU cuando se le acercó.
fas seguían aHí. porque nadie se habí -¿ Es éste su cuervo ( -pregun­
reocupado de quitarlas Y además ha tó la enfermera Bridget a la señora Tones.
cerlo provocaría un follón, -Oh. cielo santo, claro que es;
En medio de la Sala Balac1a v pero cómo se habrá metido ahí dentro ese
había una estufa grande de carbón. de sinvergüenza, desde luego que no lo en­
color azul brillante, con un tubo negl' tiendo. ¡Pero, por favor, enfermera Brid­
que conectaba con la chimenea Ycon dos get, sáquelo rápido! Estoy tan preocupa­
puertas delante. Estas tenían ventanillas da por Arabel, no parece interesarse por
nada.
de mica, así que cuando estaban cerradas
~
: I
223

'V

Hozó la señora Jones-, porque creo que


es de verdad su única esperanza; cuánto
lamento haber dicho algo contra sus pi­
cotazOS en las escaleras, o los agujeros
que hizo en el televisor ... ; ¡y si mejorá
. .. Arabel le dejaré deshilachar todas las
toallas de baño que hay en la casa y más
si quiere!
& --­ La enfermera Bridget nevó a Mor­
timer hasta una sala de baldosas blancas
que llamaban la esclusa y allí de repente
La enfermera Bridget desenroscó le metió debajo de un chorro de agua ca­
la tuerca que cerraba las puertas de la liente y le cubrió de jabón líquido. Mor­
estufa. Cuando las abrió, Mortlmer salió timer lanzó un grito. Le gritó como si
colgando con la cabeza aún metida en la estuviera asándose en una barbacoa. Pero
ventanilla de mica. La enfemlera BridgeL la enfermera Bridget no le hizo el menor
e cogió. No le hizo daño pero le sujetó caso. Le sostuvo debajo del agua hasta
con fuerza mientras poco a poco sacaba que le hubo quitado todo el hollín. Lue­
su cabeza a través del agujero Que habi' go le metió debajo de un secador de pelo
hecho. tan potente que antes de que uno pudiera
Luego le levantó y le miró con silbar Dios Salve a la Reina, Mortim
etenimient.... se quedó totalmente seco y sus plumas
- j En mi vida he visto a un pá­ se erizaron como un diente de león.
Jaro más sucio! Este pájaro necesita un Seguía tan negro como siempre.
baño antes de que pueda acercarse a su y ahora estaba de muy mal humor.
hija, señora Iones, o no me Hamo Moi~r Cuando la enfermera Bridget le
Bridget Hagerty. quitó el secador se le empezó a acercar
-Por favor, hágalo rápido -so~ Como si quisiera picotearla.
225

-
I r

L' . El señor Iones tragó aire y se sonó

i tItt
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.' --'.....o "­
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J
'~-~'\.~
-~
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la nariz.
Mortirner miró a Arabel. La miró
durante un largo rato. Seguía sentado so­
I qs -
I
, / I
/_ ,
bre la mesita de madera encerada mirán- .
).1: ~- dola fijamente. Arabel no se movía. Mo·­
timer tampoco. Pero dos lágrimas corrie­
1/
ron a cada lado de su pico.
Luego saltó a la almohada ae
Arabel.
Saltó junto a su cabeza y se puso
a escuchar su oído izq.uierdo. Escuchó
durante un largo rato. Luego hizo ro mis­
Pero la enfermera Bridget no ad­ mo en el otro lad......
mitía tonterías de nadie) nj de las o1ras Después dio un graznioo muy
enfermeras. ni de los médicos ni de Jos suave, como para sí mismo, e hízo un rui­
cuervos. dito arañando con sus garras la almoha­
bien! --te elijo ener­
- j Pórtate da. Luego esperó.
I gicamente a l\.forrimer y le volvió él: coger, Hubo una pausa. l\1uy Ientamen­
I
I
oniéndojo sobre la mesita que había Jun­
to ala cama de Ara bel.
--ArabeI, cariño -dijo la señ
ra Jones-..Mortimer ha venido a ver
cómo estás.
Arabel no respondió , Yacía muy
pálida y quieta, con Jos ojos cerrados.
e vez en cuando tosía un poco. N'
más.
...27
226
pasas Y una bolsa. ,de bOllOS, que cay~:
te, Arabel dio la vuelta y se puso boca ron al suelo, recogm la panera y la llevo
abajo. Giró un poco su cara y abrió u al taxi. Ni siquiera había apagado el
ojo para ver justo a Mortim""..
motor.
-Hola, Mortimet -susurró.
Cuando volvió al hospital todos
Todos contuvieron el aliento.
parecían estar exactamente en la misma
\- Luego Arabel volvió la cabez
postura que al marcharse él. salvo que
hacia el otro lado para poder ver a la se­ allí estaba también Palgrave, con Una ca
ñora Tones. fetera llena de cacao y el doctor Antonio
-Mortimer está cansado. Quie­
cubierto de ronchas rojas.
re su panera -susurró--. Está muy can· Arabel había cerrado el ojo de
sado. nuevo, pero cuando su padre dijo:
-Oh, Ben, rápido -dijo la se­
-Aquí está la panera. cariño
ñora Jones. -volvió a abrirlo.
El señor Jones salió rápida y si­ -Ponla sobre la cama -susu­
lenciosamente de la sala. No se atrevió rró, doblando las piernas.
a echatse a correr hasta que hubo atra La señora Jones puso la panera
vesado )a puerta. Luego se lanzó como sobre su barriga. Tenía dos agarraderas
un loco escaleras abajo y pasó por la en. de esmalte a cada lado. Mortimer bajó d
trada principal hasta su coche la almohada de Arabel y trepó 'con cui­
io a Palgrave y al doctor Anto· dado, cogiéndose a una de las agarrade­
nio en el patio rascándose la cabeza. ras y luego se puso sobre el borde de la
-Hemos ,encontrado al pájaro, panera. Permaneció allí un momento po­
voy a buscar la panera --dijo el señor sado y luego se metió dentro. Metió la
Tones jadeando al pasarles corriendo. cabeza bajo el ala y se durmió.
Condujo hasta casa lo más rápido que Arabel sacó una mano de debajo
pudo y entró corriendo en la codrJa del de la ropa de cama y cogió la agarradera
número seis de Rainwater Crescent. Va­ de esmalte. Luego, sujetándola, ella tam­
ció el pan negro, el de centeno, malla con
229

tan negro como sIempre y dormía con la


cabeza bajo el ala.
----y a está fuera de peligro -dijo
el doctor Plantagenet-. Pero 110 la de.~e
salir a la lluvia durante mucho tiempo.
-Tendrá que pasarse la vida en­
cerrada -dijo la señora lones--. Porque
no creo que vaya a dejar de llover nunca.
Pero en ese mismo momento la
lluvia cesó y luego un sol acuoso, débil,
asomó a través de la ventana .del hospital.
Arabel todavía se sentía demasiado cah~
bién se durmió tranquila pacífica­ sada para hablar, pero lo señaló con el
mente. dedo y sonrió.
-Es increíble, ¿no? -dijo la El señor Jones se inclinó sobre su
nfermera Bridg~L' hija y le dio un beso, luego se fue con su
El señor lones se sentó junto a taxi a comprar un nuevo cubo de carbón.
la señora Jones y allí pasaron la noch La señora Jones se puso a calce­
junto a Arabe!. tar junto a la cama de Arabe~.
La enfemlera Bridget se llevó al Mortimer siguió durmiendo en la
clor Antonio para ponerle algo que panera con la cabeza metida bajo el ala.
"Hviara sus ronchas.
Palgrave se bebió la cafetera en­
tera de cacao, ya que nadie la quería.
or la maüana el doctor Plant¡¡­
genet vino a visitar a Arabel. Tt:aía las
lejmaS con un poco de color y sus oj~S
brillaban ya un poco. Mortimer se ml1a
11: JOANAlKEN
~ ----

\-
aci6 en 1924 en Inglaterra. Es una de las
des autoras de literatura infantil y juve­
ii. Autora muy prolífica en djversos gé-
IS: fantasía, suspense, humor. Pero quizá
más conocida como la inventora de un
.ero llamado unovela no-histórica", en el
ue combina el humor y la acción con mitos
dicionales y elementos de los cuentos
hadas. Ha reci bido varios premios en
aterra y Estados Unidos.

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