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Las zonas relegadas del conurbano bonaerense son mundo d

materiales y afectivas, universos en los que la violencia se h e pN•••nt• r Auyero y María Fernanda Bert
brutal frecuencia, sofocanod de tal manera la vida diaria d lo
qua es difícil imaginar cómo algwen podrfa "salir intacto" d W
d
1olencia en los márgene
lidllise internan Auyero y Berti para llevar adelanta una in
y contundente: sobre la base de los relatos y los testimonios d
estra y un sociólogo
escuela ubicada en el sur del conurbano, y apoyándose en num••ro1101 1 conurbano bonaerense
tros obtenidos en el banio a lo largo de más da tr o d r b j
po, examinan las formas y los usos de la violenci n 1 1

isbn 978-84-92946-52-5

•11 www.katzeditores.com
Javier Auyaro
(Lomas da Zamorat Argentinat 1966
) La violencia en los márg
enes
1::: pl'llfn::or dt: sociología en la Univ
ersidad de
'll:xn::, Au::liu. �-:u doctoró en socio
logía en The
1\Jow: :<:ii<Hil ftn' Social Research
y recibió becas
do i11 ,Jolni Siwun Guggenheim Foun
dation, de
In lllll'ry 1 'muk Guggenheim Foun
dation, del
Álllt:rit:IIIJ Counc:il of Learned Socie
ties y de la
1\J:il io11nl �;t:innce Foundation. Es autor
, entre
La política de los pohres, Vidas
t:J¡·¡¡:; tJIJr:J:;, rle

hu/(1:umnles, La zona gris, y, junto a Débora


liJflamahle, estudio del sufrimiento
: :wi::IJJII, rln

muhiuutnl, libro que ha recibido numerosos


jll'tJIJiio::. Fue editor de la revista
académica
l,iunlilnlive Sociology. Su trabajo de
ÍIIVt:::li)�llc:ión se concentra en los
temas de la
¡ 11 d ll't:z:: y la marginalidad urbana, la acción
1 :t iltH:I iv:: y la etnografía.

Marfa Fernanda Berti (Lomas de


Zamorat Argentinat 1972)

1 ll JliiVO :;u título de maestra en el Instit


uto
: :IIJIIll'Ítl!' de Formación Docente
102 de
llillliiulrl, pmvincia de Buenos Aires
.
1 lu::du ul aüo 2005 ejerce como
maestra
tli: u::c:m:lu primaria.


Buchin Libros
Entre Ríos 735 Rosario 4254990
www.buchlnllbros.com.ar
Javier Auyero Y María Fernanda Berti
La violencia en los márgenes
Una maestra y un sociólogo
en el conurbano bonaerense

Otras obras de Javier Auyero

Patients of the State, Durham, NC, 2012


Inflamable. Estudio del sufrimiento ambiental (en colaboración
con Debora Swistun), Buenos Aires, 2008
Politics under the Microscope: Readings in Political Ethnography
(en colaboración con Lauren Joseph y Matthew Mahler (eds.),
Nueva York, 2008
La Zona Gris. Violencia colectiva y política partidaria en la Argentina
contemporánea, Buenos Aires, 2007
Clientelismo político. Las caras ocultas, Buenos Aires, 2004
Vidas beligerantes. Dos mujeres argentinas, dos protestas y la búsqueda
de reconocimiento, Buenos Aires, 2004
La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo,
Buenos Aires, 2001
;

Indice

7 Prefacio
9 Agradecimientos

15 Introducción
Primera edición, 2013
37 l. A la vera del Riachuelo: Arquitec
Primera reimpresión, 2013 to Tucci
53 2. "Entre balas e nacido"
© Katz Editores
81 3· Cadenas de violencia
Benjamín Matienzo 1831, 10º D
1426-Buenos Aires 119 4· El Estado en los márgenes
c/Sitio de Zaragoza, 6, 1ª planta 149 Epílogo
28931 Móstoles-Madrid
www.katzeditores.com
157 Apéndice metodológico
© Javier Auyero y María Fernanda Berti, 2013 161 Notas
ISBN Argentina: 978-987-1566-75-4
167 Bibliografía
ISBN España: 978-84-92946-52-5

l. Sociología. 2. Etnología. I. Berti, María Fernanda


CDD 306

El contenido intelectual de esta obra se encuentra


protegido por diversas leyes y tratados internacionales
que prohíben la reproducción íntegra o extractada,
realizada por cualquier procedimiento, que no cuente
con la autorización expresa del editor.

Diseño de colección: tholtin kunst

Impreso en la Argentina
por Buenos Aires Print
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Prefacio

A mis alumnos, sin ellos, nada. En la Argentina, las discusiones públicas sobre "inseguridad"
A Camila, Luna y Alma, suelen tener como protagonistas a los sectores medios y medio
por ser en mi vida, todo. altos de la estructura social. Ellos dominan el discurso sobre la
FB
violencia urbana-son quienes más hablan de este tema- porque,
supuestamente, serían los que más la sufren. Sin embargo, los
A la memoria del viejo, otra vez, que experimentan la victimización con mayor frecuencia son
con quien primero recorrí esas calles. quienes están en lo más bajo del orden social y simbólico; allí,
Y a mamá, la torera. entre los más desposeídos, es donde encontramos la mayor can­
JA
tidad de homicidios y heridos graves. A ellos, a los habitantes
de los márgenes urbanos, no se los suele escuchar hablar públi­
camente de la inseguridad. Ellos la viven a diario, pero el discurso
de la inseguridad pertenece a (es fabricado y manipulado por)
otros. Así, la experiencia de la violencia interpersonal (y del
miedo a esta) entre los más pobres se vuelve algo indecible; y el
trauma que se vive a diario en los territorios de relegación en
los que ellos habitan se torna en una experiencia negada.
Fruto del trabajo en conjunto de una maestra, María Fernanda
Berti, y de un sociólogo; Javier Auyero, este libro trata sobre el
trauma colectivo creado por la constante e implacable violencia
interpersonal que se vive en un barrio marginalizado del conur­
bano bonaerense. Queremos someter esta experiencia al análi­
sis científico y, dado el incesante cuestionamiento a la credibi­
lidad y realidad misma del fenómeno, queremos desenterrar
8 1 l A V I O l E N C I A E N l OS M Á R G E N ES

estas vivencias y percepciones para que se hagan visibles y sean Agradecimientos


debatidas. Con la intención de contrarrestar un persistente pro­
ceso de negación y silenciamiento, nos dedicaremos a la tarea
básica de documentar -sobre la base de una laboriosa recopi­
lación de material estadístico, periodístico y etnográfico- la
multiplicidad de violencias que existen en los márgenes urbanos,
sus usos y sus formas.
Son muchos los interrogantes que quedarán sin abordar ¿Cuá­
les son los orígenes de tantas violencias? ¿Qué tipos de efectos
colectivos e individuales generan a mediano y largo plazo? ¿Fun­ Este trabajo no hubiese sido posible sin la participación de los
cionan las violencias aquí expuestas como formas de control alumnos y las alumnas de las dos escuelas de Arquitecto Tucci
político y subordinación de los pobres por medio del terror? en donde Fernanda trabajó entre el año 2009 y 2012. Ellos no
¿Cómo? ¿Por qué? Este libro quizá plantee más preguntas que son solo los protagonistas de este libro, son la razón principal
las que efectivamente conteste; somos muy conscientes de nues­ por la que lo escribimos. Por ellos, por lo que vemos que a ellos
tras limitaciones explicativas. Nuestra intención aquí es comen­ les pasa, por la preocupación y la indignación frente a lo que
zar una discusión seria y sistemática sobre un tema cuya rele­ tienen que padecer a diario, es que nos adentramos en la inves­
vancia y urgencia no pueden seguir siendo encubiertas. tigación y en la escritura. Quizás los habitantes de Arquitecto
Tucci sientan que nuestro relato no hace justicia a su barrio.
Queremos resaltar que este libro no es un retrato de un barrio
(que tiene muchas más facetas que las aquí descritas), sino de
un problema que azota a más de un barrio, y que está escrito
con la intención de llamar la atención sobre las formas actuales
y las consecuencias de corto y largo plazo de la violencia que tiene
lugar allí. Nuestro agradecimiento entonces a todos los habi­
tantes del lugar que confiaron en nosotros para que contemos
sus historias. Gracias en especial a los directores y subdirectores
por abrirnos las puertas de las escuelas. Y a PD por compartir
con nosotros su diagnóstico sobre la realidad que hemos inten­
tado describir. Fernanda, en particular, quiere agradecer espe­
cialmente a su mamá, sus hermanas, sus sobrinos, Ignacio y
Manuel. También a sus amigas del alma y de toda la vida, Paula
Weintraub y Laura Pagés, por escucharla, por alentarla siempre,
10 1 l A V I O l E N C I A E N lOS
M Á R G E N ES
A G R AD E C I M I E N T O S 1 11

en cada encuentro, a comprome


terse con este libro. Gracias
también a su compañera de escuela Sain nos proporcionó una serie de datos estadísticos sobre cri­
y amiga Sandra de Alva, por
su ejemplo y por su lucha; a sus com minalidad en la provincia de Buenos Aires que nos empujaron
pañeros docentes y al per­
sonal directivo que compartieron sus n refinar nuestro argumento. Ariel Dulitzky,
experiencias, sus miradas profesor en la fa­
. y también su impotencia frente a cultad de Derecho de la Universidad de Texas, nos puso en con­
la realidad.
Un agradecimiento especial merece tacto con Germán Bauche, quien nos aportó los datos sobre
Agustín Burbano de Lara homicidios en Arquitecto Tucci que resultaron cruciales para
por su infatigable trabajo etnográfic
o y por sus aportes analíti­
cos a este trabajo. Un segundo libr nuestro argumento. Ariel Budnik y Daniel Fridman nos ayuda­
o, secuela de este, lo contará
como autor. ron en una tarea que parecía simple al comienzo pero que re­
Parte de esta investigación fue fin quirió de mucha paciencia y saber técnico: establecer la pobla­
anciada por la National ción de Tucci (nos hubiese gustado agradecer al personal del
Science Foundation (NSF Award SES
-115 323 0), por la Harry Fran.k
Guggenheim Foundation, y por un INDEC por ese dato pero no supieron, quisieron o pudie
a beca de investigación del ron
Office of the Vice President for Res ayudarnos). Orla O'Sullivan-Roche, estudiante de grado en la
earch de la Universidad de
Texas en Austin. También se usaron Universidad de Texas, colaboró en la búsqueda de fuentes se­
fondos del Joe R. and Teresa
Lozano Long Professorship y del An cundarias sobre delitos en la zona. ¡Gracias a todos!
drew W. Mellon Foundation
Faculty Travel Grant, que otorga el Javier Auyero presentó partes de este trabajo en las universi­
Teresa Lozano Long Institute
of Latin American Studies (LULAS), dades de British Columbia, Victoria, Rutgers, New York, Princ­
para financiar el trabajo de
campo. Agradecemos enormement eton, ue- Berkeley, Carolina del Norte, Illinois-Chicago, Florida
e a estas instituciones por el
apoyo brindado. del Sur y New School for Social Research. También presentó
Vany Collins fue quien primero nos versiones preliminares de este libro en la Universidad de La Plata,
alertó sobre cómo y dónde
obtener datos básicos sobre violen en la Universidad Nacional de San Martín y en el College de
cia interpersonal. Gracias
Majo por llevarnos a Vany, y gracia France. Gracias a los participantes de estos eventos por sus co­
s Vany por embarcarnos, sin
saberlo, en la aventura por hospitale mentarios y críticas. Matthew Desmond, Alice Goffman, Megan
s de la zona. Fernando Na­
varro nos puso en contacto con los Comfort, Lok Wacquant, Matthew Dewey, Margarethe Kusen­
directivos y doctores de bach, Philippe Bourgois, Nancy Scheper- Hughes y Cristian
hospitales y salas de salud locales,
quienes nos dedicaron un
tiempo que usualmente no tienen par Alarcón: gracias también a todos ustedes por las lecturas de
a conversar sobre un tema
de común preocupación. Muchas borradores de �ste trabajo y por los innumerables diálogos so­
gracias a todos ellos (para
conservar el anonimato de nuestros bre un tema que nos preocupa y obsesiona a todos.
informantes, preferimos
no dar sus nombres). Gracias, en esp Los alumnos del seminario "Pobreza y marginalidad en las
ecial, a Juan Ignacio L. por
compartir con nosotros su detalla Américas" discutieron un borrador de uno de los capítulos y
do estudio sobre traumas.
Gracias también a Leyla Mesyngier, sugirieron importantes cambios (en especial en relación con las
que colaboró con nosotros
en las primeras entrevistas en los ideas de cadena y derrame). Gracias entonces a Katherine Jensen,
hospitales zonales. Marcelo
Emily Spangenberg, Jennifer Scott, Natalie Richardson, Jorge
12 1 L A V 1 O L E N C 1 A E N L OS M Á R G E N ES

Derpic, Jacinto Cuvi, Yu Chen, Ori Swed, Marcos Pérez, Pamela


Newmann, Kristine Kilanski, Caitlyn Collins, Michelle Mott,
Elizabeth Velazques y Daniel Jester. Quizás no lo hayan advertido
en su momento, pero las conversaciones y los debates que tuvi­
mos durante un intenso semestre fueron aportes cruciales para
este libro. Cuando creíamos haber concluido el análisis y la es­
critura, Javier Auyero presentó buena parte del texto en un se­
minario en la Universidad de Rosario en Bogotá, Colombia.
Gracias a los participantes que discutieron y criticaron el argu­
mento por su enriquecedor aporte. Y gracias a Thomas Ordóñez, Comienza la tarde, tomo lista en el registro de asistenci�.
Bastien Bosa y Majo Alvarez Rivadulla por una semana inolvi­ Maitén se acerca y me dice, en voz baja, que no va a vemr
mañana. "Le metieron un tiro a mi hermano en Villa _
dable en Bogotá y, nuevamente, a la compañera de ese viaje, Ceferina, ayer. Está en el hospital, está basta��e bien.
Nancy Scheper-Hughes, por su inapreciable ayuda a nuestra Mañana no vengo:' No anoto esta conversacwn en m1.
manera de pensar (y escribir) sobre la violencia. diario. Ya no llevo libreta. Igual, escucho. Sigo tomando
asistencia. Pegaditos a mi escritorio, están sentados Osvaldo
y Sami. "¡Mostrale a la seño, dale mostrale! La seño no va
a decirte nada...", le dice Sami a Osvaldo. Le pregunto a
Osvaldo qué está pasando y este saca d� su bolsillo una
bala. "Me la encontré en la vereda de m1 casa, cuando ;ema ,
para acá:' Ricardo acota: "Debe ser de anoche ... se se�tla�
tiros por todos lados". Les pregunto -porque no lo se- s1
está usada. "No, seño, ¿ves? Le tiene que faltar esta parte.
No está usada. .. es de una 9 milímetros:'
Yo tenía mi cámara de fotos en mi bolso. La llevé porque
estoy fotografiando a mis alumnos de sexto para hacerles u_n
video de egresados. Saqué mi cámara y retraté la bala. Sam1
pregunta: "¿Se las vas a mostrar a mi mamá? ¿Las vas a
poner en internet?'"'¿Para qué sacás las fotos?'�
preguntaban. Les contesté: "¿Se acuerdan de Jav1er, . el senor
_

que vino hace un par de meses a�á al sc:tón? Bueno ..· con
él estamos terminando de escnb1r . un hbro sobre la Vlda.
del barrio ¿·Se acuerdan de que algo les conté? Nos gustaría
contar esta historia del encuentro de la bala"·
Nota de Fernanda, 27 de noviembre de 2012.
14 1 LA V 1 O L E N C 1 A E N LO S MÁ R G E N E S

"Pero era ridículo, por cierto. ¿Cómo podría su madre Introducciónl


��
a erse esc�pado lejos �e esa vida y comenzado de nuevo?
¿Como podla haber sahdo intacta? ¿Con qué, con escobas
y � alas para recoger basura? Aquí vamos, cariño, agarra
mls botas de tacón alto, ponlas en la camioneta' y vamos
haCia. el oeste. Estúpido, lo sabía."
Colum McCann, Let the Great World Spin.

la tumba
Agosto de 2012. No estaba
en nuestros planes ir a visitar
y familiares
de Lucho, pero la insiste
ncia con la que sus amigos
dos allí
re los objetos y los recuer
más cercanos hablaban sob cielo en­
ron. Un sábado gris, con el
depositados nos persuadie al colectivo
ente llovizna, nos subimos
capotado y con una persist
ano bonaerense
219 en el centro de un
a ciudad del sur del conurb
la calle Belgrano.
e hicimos el recorr
ido hasta el cementerio de
pal, un
ón, cerca de la puerta princi
En la oficina de informaci po r la
dónde debíamos preguntar
policía retirado no s indicó do, no s
curioso, y tal vez de aburri
ubicación de la tumba. De Alberto
os. Le dijimos que a Lu is
preguntó a quién buscábam da en una
ía sido alumno de Fernan
Orijuela, un chico que hab la casi
. Con su mirada puesta en
escuela de Arquitecto Tucci sentido,
o algo que, en más de un
vacía sala de espera no s dij este libro:
que atraviesa las páginas de
condensa la preocupación
jóvenes".
"Se mueren cada vez más . El
71;' nos informó la empleada
"Sección 23, fila l, sepultura a vez e
qu
. No recordábamos la últim
policía nos indicó el camino nción los
enterio y nos llamaron la ate
habíamos estado en el cem

onas han sido modificados para


1 Todos los nombres de lugares y pers ación.
s participaron en nuestra investig
proteger el anonimato de quiene tancias (de tiem po y esp acio ), no
circuns
Hemos también alterado algunas tific aCió n de las
tamos, para evitar la iden
esenciales en las historias que rela
personas involucradas.
I N T R O DUCC I Ó N 1 17
16 1 LA V I O LENCIA EN LOS MÁRGENES

fuertes colores de muchas de las tumbas más recientes (azul y


amarillo, para quienes en vida habían sido hinchas de Boca Ju­
niors; rojo y blanco para los de River; también había tumbas con
los colores de San Lorenzo, Independiente, etc.). No nos fue fácil
encontrar a Lucho. Su sepultura se encuentra en la parte más
alejada de la entrada, donde la señalización es escasa. Luego de
más de media hora de caminar intentando hallarla, tuvimos que
pedir ayuda a un empleado que pasaba por allí en bicicleta. ''Acá
está, la próxima vez ya saben dónde está'� nos dijo con amabilidad.
Lucho tenía 17 años cuando fue asesinado. En su sepultura,
pintada con los colores de River Plate, flores coloridas conviven
con botellas de alcohol vacías, y mensajes de sus amigos y fa­
miliares: "Me has dado tanto afecto, y son tan buenos los re­
cuerdos compartidos, que es realmente lindo acordarme de
vos"; "Te extrañamos y cuánta falta nos hacés, eras el pie donde
nos apoyamos, en las buenas y en las malas, en nuestras alegrías
y tristezas". Lejos de allí, en la pared frente a la casa donde Lu­
cho vivió toda su corta vida, en Arquitecto Tucci, sus amigos
pintaron: "Lucho, nunca te olvidaremos':
Nos quedamos un largo rato frente a su tumba, en silencio.
Había un entierro cerca de donde estábamos, y a juzgar por la . alumno al año siguiente de que muriera su madre. Reina había
edad de los que allí estaban, también lloraban una muerte joven. padecido un largo y tortuoso cáncer de útero, y el personal de
Uno de nosotros, Fernanda, había conocido a Lucho unos años la escuela aún recuerda las colectas que hada para ayudarla a
atrás, cuando este fue su alumno en la escuela 98 de Tucci. Lo costear el remís que la llevara hasta el hospital Penna, y las re­
recordaba como un niño de cara preciosa, uno de esos morochos petidas negativas de algunos choferes a trasladarla hasta allí por
lindos que seducían a más de una adolescente en la escuela. las hemorragias repentinas que Reina solía tener en el trayecto.
Una sonrisa encantadora. No le gustaba asistir a clase y poco 1 ,ucho le dijo varías veces a su maestra que extrañaba a su mamá.

era lo que hada en el aula, pero no era un chico travieso, al Fernanda dejó de ver a Lucho cuando este terminó sexto
menos cuando estaba con Fernanda. Siempre con su gorrita grado. Sin embargo, supo de él por medio de dos de sus seis
puesta -gorra que sus familiares guardaron en una pequeña hermanos, Alvaro y Samuel, también alumnos de ella, y por
.
vitrina en su sepultura-, solía sentarse al fondo del aula y pres­ otros alumnos que lo conocían. Los rumores sobre las activida­
tar escasa atención a la lección del día. Fernanda lo tuvo como des delictivas de Lucho quedaron documentados en el diario de
18 1 lA V I O l E N C I A E N lOS M Á R G E N E S
I N T R O D UC C I Ó N 1 19

campo en el que Fernanda, durante treinta mese


s, registró o r iginal, la única original que tenía", nos contaron sus amigos,
historias de sus alumnos y alumnas: "Lucho está
afanando': y luego nos insistieron en que teníamos que ir a visitarlo al
robando en la feria [La Salada], con otro pibe del
barrio': l cmenterio. A los pocos días de esa visita, Luna nos mandó por
tres motos, todas choreadas . . . : '

rdular fotos del hijo recién nacido de Lucho; en su mensaje de


lt'XIo decía: "¡¿Viste qué lindo?! "
Con un tiro en el tobillo, voy corriendo hasta el pasillo. . .
Nueve meses después d e l a muerte d e Lucho, el 14 d e no­
Voy llegando a la casilla, rescato mis zapatillas. Rescato
vil�mbre del 2012, Samuel le cuenta a Fernanda que "ayer, dos
mi guacho el38, que martilla y brilla. 2
fl'llllsas [vendedores de drogas ilícitas] mataron a dos amigos
. de Lucho", aparentemente después de robarles una moto. Tras
La noche del 29 de febrero de 2012, Lucho recib
ió varios balazos l'l relato de la muerte de los amigos de su hermano, Samuel
en el tórax y extremidades. Murió a poco de
llegar al Hospital iiKrcga, "en mi barrio no está quedando ni uno, ni uno . . . los
Redael (un hospital local que queda a treinta
minutos de dis­ csl(tn matando a todos".
tancia). Las versiones sobre su muerte son varia
s y nunca pudi­
mos corroborarlas. Sabemos sí que, en el mom
ento en que es­ Septiembre de 2011. En el aula en la que enseña Fernanda, Chaco
cribimos esto, hay un detenido en la causa;
un hombre de 30 re 11orea una nueva versión de su dibujo favorito: un pibe chorro.
años, vecino de Tucci. Según su familia y algun
os de sus amigos, 1 ,a ilustración mezcla el cómic japonés con estética del conur­
a Lucho lo mató una banda de fuera del barri
o que buscaba a hano bonaerense: el chico, de mirada desafiante, remera a rayas
otra persona. Si bien reconoce la corta trayectori
a delictiva de ·
y pan talones rotos, porta un revólver en la mano izquierda.
Lucho, la nueva pareja de su padre, Luna, nos
cuenta que "se ·
"1 \s ta es una 22': le muestra Chaco a Fernanda. A los 13 años
estaba rescatando . . . estaba de novio, y esper
aban un bebé . . . .
y u snbc distinguir entre una 9, una 22, una 38 y una 45 · "S on muy
Por eso se quería rescatar': En la versión fami
liar, Lucho estaba ' d islin tas. Mi tío tiene una 22. Yo a veces voy con él, cuando sale
en el lugar equivocado en el momento equivocad
o. Según otros, 11 a f(mar. Voy de campana ¿Te conté que a mi otro tío lo mató la
algunos de ellos alumnos de Fernanda, "Luc
ho robaba en la polida? Estaba robando un colectivo."
feria, afanaba bolsones de ropa, robaba a las . .
combis [que traen A fin de año, Chaco recibirá el certificado de pnmana com­
mercadería]. Con eso compraba droga . . . lo mata
no lo dejaban robar ahí".
ron unos que plcht a pesar de que su nivel de aprendizaje es el de un ch co de �
nmrto grado. Pasa los días en la escuela escuchando mus1ca , en
Lucho fue velado en su casa. En el ataúd abier
to, no lucía la d celular. McCaco es su grupo favorito.
camiseta de su club favorito, River Plate, sino
la de Estudiantes
de la Plata. "Es que esa le gustaba, esa le gusta
ba porque era Aunque digan que soy Negro cumbiero donde voy,
le doy gracias a Dios, por estar donde estoy. Y voy a seguir
2 Se reproducen en esta sección fragmentos de canciones de Damas Gratis bien fumanchao, y con mis ojos colorao, con los pibe
y McCaco.
en todos lado, porque ellos a mí me han dado.
20 1 lA V 1 O l E N C 1 A E N l O S M Á R G E N E S
IN T R O D U C C I Ó N 1 21

sas, se cagan a tiros todos los días': sino también en su hogar. "Yo
lo quiero ver muerto': dice Chaco sobre su papá. "En casa falta
1
todo, y él no hace nada. Duerme todo el día. Chupa un montón.
: .; .. ¡
' 1 y encima se pelea con mi vieja!' Tatiana sufrió más de una vez
la furia alcoholizada de su pareja. "La última vez casi la mata':
¡ ' . contó Chaco. Una vecina de la familia de Chaco describió una
gresca doméstica: "El tipo la arrastró de los pelos por la calle, y
..
!
la puteaba a los gritos. Por suerte la salvó un vecino. Ella tuvo
.J:'
mala suerte. Le cocina, le lava la ropa, y él es un vago. Dice que
; i··l·
es remisero pero no hace nada". Chaco recuerda a la perfección
i:
la última vez que vio a su padre: "Desde que lo corrió con la
'1
cuchilla, él no apareció más. Es mejor que no vuelva nunca más".
El turbulento mundo en el que Chaco vive y crece quizás
explique sus amenazas reiteradas a los compañeros de clase: "Te
voy a cagar a tiros': "Te voy a pegar un tiro en la cabeza': les grita,
'j simulando tener un revólver en sus manos. Y quizá también
: 1 i 1 i
sirva para entender el destino que cree tener, un futuro similar
al de los pibes chorros que él tan bien bosqueja: "Seño -le dice
Chaco, sus cuatros hermanos y la mnmn v ive a su maestra- un día me vas a ver en la tele. Voy a robar un banco
n en una casa de
ladrillos a la vista y techos de chapo . Allí comp y me van a cagar a tiros. Me vas a ver, me va a matar la policía':
arte un pequeño
cuarto con los hermanos. Tntinnn, In mnmn, tt·
nbnjn de empleada La parca y la gorra me quieren llevar, la parca y la gorra me
doméstica en la Capital Fedcrnl. De lunes
u li dhndo, sale muy
temprano, antes de que Chuco se lcvnnt·c pnl'll quieren matar. Porque ahí vienen ellos son los policías en acción.
ir u la escuela; Hasta trajeron la televisión y si me agarran voy a la prisión.
regresa alrededor de las nueve de In noche,
p oco nnl'cs de que
Chaco se acueste. Con el suel do de cmplcndn
doméstica, com­
plementado por un programa social del go
b ierno, llega con lo LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES:
justo a fin de mes.
El de Chaco es un mundo de cnrcmeltts mntc UNA RECONSTRUCCIÓN ETNOGRÁFICA
rlnlcs y nfectivas,
y también un universo cm el que Jo viole
ncln lntc rpcr so nal se
hace presente con itttcrrnitcntc, por,, brut Este libro examina las formas y los usos de la violencia en la vida
al, ft•oeucncln. No solo
en su barrio, Arquitecto �1'\tcel, donde, aogdn cotidiana de los pobres urbanos, más específicamente, en Ar­
61, 1111on todos tran- quitecto Tucci y sus zonas aledañas, en un partido del sur del
22 1 LA V I OL E N CIA E N L O S M ÁR G E N ES I N T R O DU C C IÓ N 1 23

conurbano bonaerense) Esta violencia sofoca de tal manera la debate sobre el concepto, ahora desinfectado, de "cultura de la
vida diaria de los más desposeídos que es difícil imaginar cómo pobreza". Las razones por las cuales este estigma perdura a pe­
alguien podría, para parafrasear la meditación de Jaslyn sobre sar de las investigaciones rigurosas dedicadas a desbaratado
el incierto futuro de su madre en el magnífico libro de Colum están más allá de los límites de este libro. Pero somos muy cons­
McCann, "salir intacto" de allí. El área donde llevamos a cabo cientes de que una apropiación selectiva del material aquí pre­
nuestro trabajo de campo es un lugar tan hostil para vivir que, sentado -la imagen de una casa levantada sobre un arroyo po­
en el transcurso de los tres años que duró la investigación, nues­ drido, la reconstrucción de un robo a mano armada o de una
tra preocupación constante giró en torno a las marcas difíciles disputa doméstica en la que una madre castiga físicamente a su
de disipar que la demoledora violencia está dejando en los cuer­ hijo para evitar que este consuma droga- es suficiente para
pos, los corazones y las mentes de aquellos más afectados por disparar una representación estigmatizadora de los que viven
ella. Fue esta preocupación -una preocupación no solo acadé­ en lo más bajo de la escala social. Aun con las mejores intencio­
mica, sino sobre todo ética y política- la que nos llevó a escribir nes, académicos y periodistas pueden sumarse a la guerra sim­
este libro. bólica contra la gente que a nosotros más nos importa, aquellos
En el transcurso de la investigación y durante el proceso de que viven en riesgo permanente en los márgenes urbanos de la
escritura también nos preocupó -y mucho- la forma de repre­ Argentina contemporánea. Es por ese motivo que durante mu­
sentar la brutalidad interpersonal entre quienes están ubicados chos años -desde principios del año 2009, cuando comenzamos
en lo más bajo de la estructura sociosimbólica. Las historias que la investigación que dio lugar a este libro- vacilamos. Escribimos
contamos, los testimonios que citamos, los eventos que recons­ secciones completas del libro y luego, atemorizados por cómo
truimos pueden ser utilizados para reproducir y reforzar los iban a ser leídas e interpretadas, las descartamos. Sin embargo,
estereotipos usuales sobre los destituidos. Una lectura superfi­ quien está en contacto diario y directo con los niños y niñas y


cial o malintencionada del material etnográfico que presenta­ adolescentes de la zona no puede darse el lujo -el privilegio
mos aquí puede llevar a los lectores a creer que los habitantes académico, podríamos decir- de la indecisión. "Esta historia
de la zona donde llevamos a cabo nuestra investigación son tiene que ser contada ahora", escribió uno de nosotros, la maes­
brutti, sporchi, e cattivi -feos, sucios y malos, para citar el título tra, en su diario al final de un largo día al frente del aula. Lejos
11
1'
de la comedia salvaje de Ettore Scola-. Versiones más o menos de una epifanía intelectual, fue ese sentido de urgencia el que
eufemísticas de este estigma acusatorio abundan en las ciencias nos hizo suspender las dudas que surgían de las lecturas acadé­
sociales, y cada tanto resurgen, como se puede ver en el renovado micas sobre la política de representación de los grupos subal­


ternos, empujándonos, dicho esto casi literalmente, a escribir
estas páginas.
3 Para los propósitos del presente análisis definimos la violencia en un En términos muy resumidos, el argumento que desarrolla­
1 sentido restringido, entendiéndola como las acciones de personas contra
personas que intencionalmente amenazan, atentan o infligen daño físico
remos a lo largo de este texto es el siguiente. Buena parte de la
(Reiss y Roth, 1993; Jackman, 2002). violencia que sacude a barrios pobres como Arquitecto Tucci,
1
1
24 1 lA VIOII'NfiA 1 N lO\ MÁIUdNI\ I N T R O D UC C I Ó N 1 25

NIMU1:1 In lc\¡&lnt dt• lu ky dd talión: se ejerce como represalia, lenta: alguien roba o deja de pagar, otro le responde con una
Vlli1!U 1'�111lliii'HIU, l'r't'lllc u una ofensa previa. Ojo por
ojo, diente amenaza o con una demostración de fuerza física, que es luego
llUI' tllf11llt•, 1\n t'.'llo, In violencia en la zona se asemeja a la
que respondida de igual manera o con más violencia. La reacc ón �
ll�llfillll ,�tllt•flo ncgm y al inner city en los Estados Unido
s, a la violenta de una mujer frente a la agresión física de su mando
ftll'r•ltl t'll t•l Brasil, a la comu na en Colombia y a tantos
otros puede ser vista desde esa misma perspectiva: retribución in­
lt•i'l'ilol'io.� urbanos relegados de América.
Pero existen otras terpersonal. Ahora bien, cuando unos transas entran por la
f(ll'lllHS de agresión física que ocurren tanto dentr
o como fuera fuerza a una casa, apuntan a la cara de la madre de un adicto
del hogar, en la casa y en la calle, que transciend
en el intercam­ y reclaman un pago, sin tener en cuenta la presencia de niños
bio interpersonal y adquieren una form a
menos demarcada, y niñas que son testigos del despliegue de armas y de golpes Y

n�ás xpansiva. La violencia no queda restringida
a un ojo por empujones, y cuando esta misma madre amenaza con "rom­
OJO, smo que se esparce, y se parece a veces a una
cadena, que perle los dedos" a su hijo (o le pega hasta "ver salirle sangre de
conecta distintos tipos de daño físico, y otras a
un derrame, un la cara", o llama a la policía, a la que sospecha involucrada en
vertido que si bien se origina en un intercambio
violento, luego el tráfico, para que "se lo lleve preso porque ya no sé más qué
se expande y contamina todo el tejido social de
la comunidad. hacer con él") para evitar que robe objetos de su casa -objetos
De acuerdo con Charles Tilly (2003 ), los obse
rvadores de como por ejemplo una televisión que luego venderá para fi­
la violencia humana se distinguen entre quien
es pone n el nanciar su hábito, pero que no pertenecen a su madre sino al
acento en la conc ienci a como la base de la acció
. n violenta' segundo marido de esta, quien, alcoholizado y furioso por el
qmenes se centran en la autonomía de los motiv
os, los im- robo, suele castigarla con patadas y golpes de puño-, en estos
��lsos y l�s oportunidades que están en el origen de la agre­ casos, entonces, creemos que necesitamos una mejor Y más
SIO�, y qu�enes hacen foco en las interacciones
de las que surge abarcadora imagen para dar cuenta de las formas y los usos
la VIOlencia y a través de las cuales los individuo
s desarrollan de violencia en los márgenes. Es aquí donde la noción de ca­
prácticas y personalidades violentas. Este últim
o grupo, en el denay de derrame, creemos, nos pueden ser de mayor utilidad
que se ubica Tilly y que nos ha servido de inspi
ración para que la de simple represalia. Desarrollaremos este argumento
nuestro análisis, no niega la existencia de ideas
ni de motiva­ -es decir, que la violencia transciende la represalia recíproca
ciones, pero sostiene que las primeras son prod
ucto del in­ y se transfo rma en algo similar a un derrame- mediante la
tercambio social y las segundas oper an solo
en contextos in­ demostración empírica y privilegiando el mostrar por sobre
teractivos. Es por ello que en este libro el énfas
is está puesto el contar. Antes que relatar y afirmar que distintos tipos de
sobr e las concatenaciones y las interacciones
violentas, más violencia se encadenan unos a otros, queremos que se vea, a
que sobre los impulsos o las ideas.
través de nuestro material etnográfico, cómo estos encadena­
Una pelea entre "transas" o entre estos y consumid
ores, como mientos se generan en un tiempo y un espacio reales. Hemos
las que ocurrieron en reiteradas ocasiones en
estos tres años, estado allí, en la escuela, en el barrio, en el comedor comuni­
puede ser vista como un ejemplo de represalia
o reacción vio- tario, y ahora estamos aquí, intentando reconstruir lo que
26 1 LA V I O LE N C I A E N LOS MÁR GEN E S IN T R O D UC C IÓN 1 27

struir las
hemos visto, oído y presenciado. Lo que intentaremos hacer conectan unas con otras . Para eso, necesitamos recon
o victima­
en este libro es -parafraseando a la antropóloga Nancy Sche­ perspectivas de aquellos que como víctimas, testigos
y muchas
per-Hughes- una reconstrucción lo "suficientemente buena" rios están "dentro" del maelstrom de las múltiples,
y creemos que es algo sumamente importante porque no que� veces despiadadas, formas de agresión física.
"cómo".
remos abusar de nuestra autoridad como autores ni de la con­ Parte del "porqué" del derrame de violencia está en su
laremos
fianza de los lectores. Por ello, si bien hacia el final de este breve libro especu
del carác ter
Sabemos que el contexto es crucial a los efectos de evitar in­ sobre factores que están en la raíz del derrame,
o (fac­
terpretaciones equivocadas o estigmatizadoras de la violencia encadenado que adquiere la agresión física en el terren
de narcó­
en l�s márgenes urbanos. En otras palabras, para entender y tores tales como la explosión de la comercialización
ria del
exphcar la violencia interpersonal que permea muchas de las ticos, la presencia selectiva, intermitente y contradicto
oletar iza­
interacciones de la zona es necesaria una contextualización ra­ Estado en los márgenes, la informalización y la despr
mayo r de­
dical. Cada episodio violento percibido deberá ser entonces ción) , nuestro énfasis está puesto en describir con el

1
io reales.
ubicado en su contexto estructural más amplio, así como en su talle posible el curso de la violencia, en tiempo y espac
n nuestro
contexto situacional más específico. Eso es más fácil de decir Las estructuras y los procesos que sobredetermina
persis tencia
que de hacer, por cierto. Frente a cada interacción violenta nos universo empírico y tienen un impacto crucial en la

fue difícil, parafraseando al novelista Richard Ford, "mant ner de la violencia serán objeto de estudio más detallado
en otro
�n la ��nte, de manera simultánea", los contextos objetivos "muy libro que sucederá a este.
: com-
JUntos a los contextos subjetivos. Dado que el material etno­ La violencia es, en más de un sentido, como el clima
le, pero re­
gráfico será desplegado en detalle, quienes lean estas páginas plicada, cambiante y, en cierto sentido, impredecib
_ bles en
sabrán Juzgar si lo hicimos con efectividad. sulta de causas similares que, en combinaciones varia
este razo­
Sin una comprensión de las maneras en que las personas distintos tiempos y lugares, la producen. Siguiendo
. s, com­
mvolucradas en la violencia le dan sentido a esta (cómo la uti­ namiento, explicar la violencia implica vislumbrar causa
lizan, con q�é propósitos, cómo la experimentan y entienden), basado
binaciones y contextos. El libro que sigue a este estará
ccion es
nos quedanamos con un examen bastante limitado y limitante en buena medida en una variedad similar de intera
zará más la
de la violencia, como "causada" por fuerzas macroestructurales. violentas que aquí describimos. Sin embargo, focali
al espacio
Es cierto es que "grandes estructuras y amplios procesos" -como atención en los factores, much os de ellos externos
de la "cadena
el Estado patriarcal, la profunda informalización de la econo­ social del barrio, que alimentan el funcionamiento
la "violencia
mía, la expansión del mercado de las drogas ilegales, etc.- son de violencia" (buena parte de la literatura sobre
importan­
factores centrales para aprehender la persistencia de la violen­ en América Latina" reconoce a estos factores como
ras concre­
cia cotidiana. Pero no son suficientes para entender, aun menos tes, pero naufraga a la hora de especificar las mane
se vinculan
explicar, la enorme cantidad de formas de brutalidad interper­ tas en las cuales macroprocesos y microviolencias
sonal que detectamos en el territorio, ni las maneras en que se y refuerzan) .
28 1 lA V I O l E N C I A E N lO
S MÁRGENES
1 N T R O D UC C 1 Ú N 1 29

¿Crueldad?

Al unos de los episodios
aquí reconstruidos pued intermitente, entre los años 2009 y 2012. El libro está basado en
a Simple vista, como eje en aparecer, notas de campo tomadas a diario al terminar la jornada de tra­
rcicios de crueldad, esto .
imposición intencional es, como una
de dolor físico a un ser má bajo al frente de varios grados en tres escuelas locales, en dibu­
fin de causar angustia o
miedo (Shklar, 198 5). Sin
s débil con el �
jos que realizaron los alumnos y alumnas e estas escuela sobre �
actos violentos que parec
en tener "un fin" (humilla
embargo, los
los aspectos negativos y positivos del barno, en fotogra as que �
tar), en realidad, tienen otr
o que solo se devela tras
r, amedren­ �
ellos y ellas tomaron como parte de un taller qu orgamzamos
y sostenida observación. una atenta en una de las escuelas, en entrevistas en profundidad llevadas a
Escuchemos a la madre
de pegarle al hijo cuand qu e solo para
o ve sangre en sus mano cabo por nosotros con residentes de la zona, doctores de los
encadena a su hija o que
la azota con un palo o con
s 0 a otra que
hospitales locales y directivos y personal de las escuelas. Du ante �
Escuchemos también lo
que acompaña a esos rel
sus puños. el año 2011, Agustín Burbano de Lara (por entonces est d1an e � �
describen la mecánica de atos. No solo
la violencia -la forma de del último año de la carrera de sociología) se sumó a la mvestl­
las marcas, sus efectos físi
cos-, también hablan de
los golpes, ?
gación y condujo observaciones en uno de l s comedores co­
Y la impotencia que la la frustración
mo tivan. Sigamos aguzan munitarios de la zona y entrevistas en profundidad a una docena
invariablemente veremos do el oído e
que el fin último de ese eje de habitantes del lugar. Aquí utilizaremos algunas de las historias
?
vi lencia sobre un ser má
s débil no es exclusivame
rcicio de la que Agustín reconstruyó a lo largo de los seis meses que duró
miedo en la víctima (lo nte producir
cual, sí, efectivamente ap su trabajo de campo -señalando debidamente cua�do estas
ejercicio de la "crueldad"
). La producción del miedo
untaría a un �
provienen de esa inmersión etnográfica-. El segun o hbro - n ��
pu nto de vista del pe rpetra es, desde el fines más explicativos que descriptivos- centrara, mas la atenCion
dor, un medio para evitar un
yor (la adicción, las malas ma l ma­ en dicho material. El apéndice metodológico describe con ma­
compañías). La violencia, de
punto ��
vista del perpetrador, pa
rece intentar romper lo
sde el yor detalle las técnicas de producción de datos que están en la
es percibido como un cad que base de este libro.
a vez más peligroso encad
de eventos (que a veces tom en am iento No comenzamos nuestro trabajo de campo con la intención
a, como veremos, esta for
--* robos--* prisión ma: drogas de estudiar la violencia en la zona. Queríamos replicar un estudio
).

que uno de nosotros, junto a una "antropól ga nati�a", había
llevado a cabo en un barrio altamente contammado, Villa Infla­
EL PLAN DE L LIBRO mable (Auyero y Swistun, 2009). Nos interesaba saber cómo se
experimentaba la contaminación cuando sus fuentes no er n tan �
Este texto es producto de visibles como en el barrio adyacente al polo petroqmmico , de
la colaboración entre un
� ?
trabaj en la z na desde
hace una década y un
a maestra que
Dock Sud. A las pocas semanas de comenzar nuestro trabajo de
conocw- po r pnmera vez soc iólogo que
el barrio hace veinticinco investigación, los alumnos de la escuela con quienes empezábamos
era militante político, y reg años, cuando
resó allí como investigado a conversar nos traían, junto a historias "tóxicas" (los basurales a
r, de manera
cielo abierto, las ratas que merodeaban por su hogar, el agua con
32 1 lA V I O l E N C I A E N l O S M Á R G E N E S
I N T R O DUCC I Ó N 1 33

En :�alidad, en los dos años y medio que duró nuestra investi­ estos- confluyen, esperamos, en la pintura de un paisaje que dé
g �cwn, fue e�casa la agresión física interpersonal que presen­ cuenta de las formas, los usos y las experiencias de la violencia
Ciamos en elmtenor . de los establecimientos educativos donde en un territorio marcado por la pobreza, la informalidad y la
trabajamos (algunas amenazas entre alumnos y un par de peleas acción intermitente, selectiva y contradictoria del Estado. El
ent�e ellos a las que haremos referencia más adelante, y un epi­ capítulo 4, "El Estado en los márgenes" analiza etnográficamente
sodiO en el que una madre intimó verbalmente a una maestra' las formas en que el Estado, en particular "las fuerzas de la ley
sobre el cual volveremos al final de este libro). y el orden", se hace presente en el territorio.
El capítulo 2, "Entre balas e nacido': sitúa el aumento de la Con la excepción de un breve bosquejo en el capítulo 2, no
violencia interpersonal en el conurbano bonaerense en un con­ se encontrarán en el libro grandes declamaciones teóricas, de­
text? �ás amplio. La mayoría de los países de la región han talladas recetas ·analíticas, ni abultadas referencias bibliográficas;
sufrido Incrementos en nuevas formas de violencia y buena parte y para quienes quieran profundizar en algunos de los temas
de estas se concentran en territorios de relegación urbana -co­ planteados, en las notas al final de cada capítulo ofrecemos un
munas, favelas, poblaciones, cantegriles, villas-, a tal punto que conjunto de sugerencias bibliográficas.
se h � convertido en "la característica definitoria de dichos asen_ La mejor prueba de una teorización acertada o de una receta
t �m �entos a comienzos del siglo XXI" (Rodgers y otros 2013: 15). adecuada (y de una cuidadosa lectura de la literatura existente)
SI bien este capítulo emplaza nuestro abordaje etnográfico de no se encuentra en un capítulo que describa el "marco" de la
la violencia interpersonal en el contexto de la vasta bibliografía investigación, sino en la puesta en práctica de estas herramien­
sobre el tema, no ofrecemos nada que se asemeje a una "revisión tas teóricas y analíticas en la ejecución de la investigación y en
�e la bibli ?grafía': Nuestra tarea consiste en describir las simi­ la presentación narrativa de la misma. Dejamos así para revistas
litudes Y diferencias que la idea de"cadena de violencia" establece académicas especializadas el tratamiento más "escolástico" de
co� el trabajo académico -tanto teórico como empírico- que nuestra cuestión. Y como son demasiados los malos ejemplos
eXIste al respecto. En este capítulo, nuestra estrategia narrativa del uso teoricista de la teoría, nos vemos llevados a repetir lo
reproduce, en parte, el progreso de nuestro trabajo de campo. siguiente: las historias, los retratos y relatos que presentamos
Co�enzamos en el interior de la escuela y luego nos movemos fueron (re)construidos con un conjunto de preocupaciones
haci� las �alles y los hogares del barrio. Presentamos un conjunto teóricas y analíticas (sobre el origen, formas y efectos de la vio­
de histonas que, al inicio, nos mostraron la recurrencia con la lencia interpersonal) en mente. Distintas perspectivas teóricas
que los niños, niñas y adolescentes del barrio hablan de distin­ guiaron la construcción de nuestro objeto pero preferimos, por
tas formas de violencia. razones de estilo -pero también por convicciones sobre los usos
Luego, en el capítulo 3, "Cadenas de violencia' : nos centramos apropiados de la teoría sociológica-, enraizada en la narrativa,
en u� conjunto más limitado de "casos" y excavamos en pro­ antes que separarla de ella bajo la forma, lamentablemente muy
fundidad para escudriñar posibles conexiones. Los distintos usual, de un marco preliminar repleto de citas de autoridad y
retratos -de eventos, de personajes, de momentos en la vida de un, con frecuencia divorciado, análisis empírico.
34 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES
I N T R O DUCC IÓN 1 35

Para finalizar esta sección queremos puntualizar que, así nos fascinaron y nos confundieron- merecerán una atención
como este libro no versa sobre la violencia en la escuela, tampoco más detenida porque son ellas, justamente, las que nos permi­
es una investigación sobre Arquitecto Tucci; no estudiamos el tirán empujar nuestra descripción hacia fines más explicativos
barrio sino que estudiamos en el barrio una serie de temas (las -o sea, movernos del "cómo" de la violencia hacia el "porqué"-.
formas y usos de la violencia, sus manifestaciones y experien­ Sabemos que cualquier explicación sociológica de la persisten­
das). La distinción es importante porque el lector no encontrará cia y el aumento de la violencia en la zona tendrá que tener en
aquí un tratamiento acabado de otros "temas" o "problemas" cuenta factores exógenos a ella (la informalización, el creci­
allí presentes, como la dinámica de la feria de La Salada que miento en el tráfico y el uso de drogas, por nombrar solo dos).
limita con el barrio, para citar el más obvio. Haremos sí refe­ Sobre ellos reflexionaremos hacia el final del texto y planteare­
rencia a la feria (y a otros temas) en la medida que nos sea de mos algunas ideas para futuras investigaciones. La parte prin­
utilidad para esclarecer el problema que concita nuestra aten­ cipal de este texto se centra, sin embargo, en lo que los propios
ción analítica. actores hacen, piensan y sienten sobre las violencias -y los enig­
mas y paradojas que estas prácticas, creencias y sentimientos
presentan-. Cuando una mujer toma una manzana y la parte
LAS PARADOJAS Y LOS ENIGMAS con sus dos manos, diciéndonos que fue así, "practicando" con
DE LA VIOLENCIA COTIDIANA una fruta desde pequeña, que adquirió lo que ella denomina
"técnicas de matar", y que fue su abuelo quien le "enseñó" a
Si bien el énfasis está puesto en la documentación de las formas defenderse de sus propios hermanos, el relato nos alertará sobre
y los usos de la violencia, a lo largo de este texto, los lectores el carácter "aprendido" que puede tener la violencia -carácter
confrontarán una serie de paradojas y de enigmas -historias central a la hora de entender su normalización-. Cuando un
encubiertas, difíciles, al inicio, de comprender-. Algunas de es­ chico nos muestra un nuevo celular y nos dice que fue su padre,
tas "ideas extrañas, opuestas a lo que se tiene generalmente por policía de la provincia, quien se lo regaló luego de habérselo
verdadero o a la opinión general"5 (por ejemplo, la descripción decomisado a un ladrón, la historia nos empujará a reflexionar
de un "mercado informal" protegido por el Estado) solo que­ sobre la presencia del Estado en la zona. Cuando veamos cómo
darán registradas como tales y remitiremos a trabajos existente madres de los adolescentes de la zona, agobiadas por la adicción
sobre el tema particular para que las personas interesadas pue­ o por los comportamientos violentos de sus hijos, llegan a re­
dan inspeccionar más en profundidad el origen, la dinámica y currir a una policía de la que desconfían profundamente, como
las implicancias de la paradoja. Otras de esas historias "difíciles instrumento de disciplinamiento sobre sus seres más queridos,
de creer" o "difíciles de comprender" -paradojas y enigmas que la descripción detallada de lo sucedido nos develará una forma
de control, antes no vislumbrada, de la que participan, "volun­
5 Tal es la definición de "paradoja", de acuerdo con María Moliner, tariamente': los más desprotegidos. Cuando reconstruimos la
Diccionario de uso del español, Madrid, Editorial Gredos, 2007. historia de una pelea doméstica y descubrimos que esta se generó
36 1 lA VIOLENCIA EN lOS MÁRGENES

a partir de una disputa por drogas, o cuando inspeccionamos 1


un caso de violencia colectiva y vislumbramos que fue una res­ A la vera del Riachuelo:
puesta a un intento de violación, "las anécdotas" nos alertan
Arquitecto Tucci
sobre la posible existencia de formas encadenadas de violencia.

Con una población de aproximadamente 170.000 habitantes en el


año 2010,1 Arquitecto Tucci está situado al sur del conurbano bo­
naerense junto a la ribera del contaminado Riachuelo, un extenso
colector de efluentes industriales al que la Defensoría del Pueblo
de la Nación definió como el "peor desastre ecológico del país':
Tucci está conformado por una histórica superposición de tres
formas urbanas distintas (barrios obreros, asentamientos y villas).
Los asentamientos más recientes se formaron hace tres años y
están actualmente en franca expansión horizontal y vertical.
Los terrenos tomados son las áreas del barrio más propensas
a sufrir inundaciones (durante nuestro trabajo de campo, en
varias ocasiones vimos cómo estos terrenos bajos fueron relle­
nados con materiales, como arena con escombros dragada del
Riachuelo, desechos de construcción y basura). Junto a los asen­
tamientos informales recientes, hay zonas del barrio que tienen
las características típicas de las villas, con estrechos y sinuosos
pasillos que comunican docenas de viviendas. Su crecimiento
se ha detenido en esta última década debido a la expansión de
los asentamientos informales aledaños. La zona más antigua del
barrio se formó y creció desde los años cuarenta en adelante al

1 Este cálculo fue hecho estimando un crecimiento demográfico similar


al del distrito (4o/o) entre los años 2001 y 2010.
38 1 LA V I O L E N C I A E N LOS M Á R G E N ES A L A V E R A D E L R I A C HU E L O : A R QU I T E C T O TU C C I 1 39

compás del proceso de industrialización, y aún conserva el pa­


trón de urbanización clásico conocido como "forma damero"
por su semejanza a un tablero de damas. A diferencia de los
pasillos y los pasajes de la zona de "villa", los asentamientos
informales comparten este patrón geométrico de urbanización.
En términos generales, los residentes de los antiguos barrios
obreros son propietarios y están en una mejor situación econó­
mica que los residentes de las villas y de los asentamientos, que
todavía no han resuelto el problema de tenencia de la tierra.
Las fotos que presentamos fueron tomadas por alumnos de
sexto grado de una escuela local. Retratan, con singular nitidez,
las condiciones de privación extrema de infraestructura urbana
básica que cotidianamente sufren los habitantes del lugar, o lo
que podríamos llamar "la dimensión material del abandono es­
tatal". También ilustran la enorme cantidad de riesgos a los que
40 1 lA VIOlENCIA EN lOS
MÁR G E N E S
A l A V E R A D E L R I A C HUE LO : A R Q U I T E CTO TUC C I 1 41

están expuestos los habitantes y


que el Estado municipal, pro­
vincial y federal desconoce, no qui
ere o no puede resolver y que
origina lo que en otro trabajo llam
amos sufrimiento ambiental.
Escribió Fernanda en su diario:

9 de junio de 201 0. La madre de


un estudiante vino a verme
Su hijo, Manuel, había faltado var .
ios días. Me dice que Manuel
está lleno de granos . . . como el
resto de sus otros ocho hijos.
Viven junto a la orilla del Riachu
elo.

En la enorme mayoría de las má


s de trescientas fotos tomadas
por alumnas y alumnos, la bas

1
ura, el olor y las molestias que
genera son una presencia constan
te. En varias oca sion es los . .
alumnos seüalan como respons "En esa esquma tiran mue 11a
. b·JsLJra
, ' · Pas'l
' ' el camión pero no
ables a los propios vecinos, pero,
al mismo tiempo, destacan que la todos los días. y la basura la rompen los perros." "Tiran basura
irregularidad en la recolección "
de basura es la causa de que ello ahí, hay olor a caca de perro. " N o me gusta
' . A h í vivo yo ' no me
s arrojen los desechos en la "
calle o en el arroyo cercano . gusta porque hay barro y tiran basura . . . no me gusta la basura.

El contraste entre las (mu cha s)


calles de tierra -qu e, como
vim os en más de una opo rtu
nid ad, los obl iga a envolver el
único par de zapatillas que pos
een en bol sas de plástico para
poder transitar porque "cuand
o llueve, con el barro, te hun­
dís" - y las (po cas ) call es asfaltad
as también fue un tema re­
currente en las foto s.
Los arroyos , "to dos pod rido s", y
(nuevamente) la basura que
allí se acumula fueron temas var
ias veces enfatizados. En una
de las conversaciones que surgier
on a partir de las fotos, varios
alumnos nos contaron que habían
visto que el barro (altamente
contaminado con toda clase de tóx
icos ) dragado del Riachuelo
-como resultado del proceso de
limpieza que comenzó a par­
tir de una decisión de la Corte
Suprema de la Nación- es de­ .
"Es feo, la calle está toda rota y no pueden pasar los co1 ectivos. A
positado en los terrenos del nue
vo asentamiento para nivelar mí me gustan las calles asfaltadas. En las de tierra, se llena de
los terrenos.
barro y la gente tira basura."
42 1 lA V1 Ol EN C1A EN lOs MÁ R G E NES
A l A V E R A D E l R I A C H U E l O : A RQU I T E C T O T UC C I 1 43

"Está todo lleno de basura, los vecinos tiran basura y contaminan . . . no


"Es todo barro. No me gusta porque cuando llueve te hundís. Se inun­
me gusta."
da todo porque el río rebalsa."

Varias fotos combinan el disgusto por la ausencia de infraes­


tructura básica con la criminalidad circundante y la adicción a
las drogas.

"E�ta calle sí me gusta. Está asfaltada. Me gusta porque casi ninguna


"Este es un coche al que le prendieron fuego los pibes . . . está lleno de
esta asfaltada por ahí."
basura."
44 1 lA V1O lENC1A EN lOS MÁRG
EN ES
A l A V E R A D E l R I A C H U E l O : A R QUI T E C T O TU C C I 1 45

"No me gusta la plaza, se robaron todo


. lo que hab¡'a." "No, no
me �usta la plaza. No tiene juegos. Rom "Es un camión que quemaron los del bajo. Era el camión de
pieron todo el tobogán,
no tiene nada. Se llevan las cosas." Luis, el del kiosco. Le robaron a Luis, le sacaron todo del
camión y le prendieron fuego. Son todos chorros en este barrio."

Dado que la consigna del taller de fotografía era retratar el es­


pacio del barrio, los alumnos no tomaron fotos del interior de
la escuela, donde también se manifiesta la extrema relegación
-en el sentido literal de "olvido", "apartamiento" a una situación
inferior-. Por ejemplo, la planta purificadora de agua, que limita
con una de las escuelas, a menudo deja de funcionar, de modo
que se inunda el patio de la escuela y, más usualmente, entra un
olor pungente en las aulas. Como Fernanda escribió en el diario
de campo el n de mayo del 2010:

Hoy, el olor de la planta es insoportable. No podemos abrir


la ventana del aula porque estamos justo al frente. Durante
"No me gusta porque ahí los pibes el almuerzo, los chicos no quieren comer. Me dicen: "Es impo­
fuman porro, destruyeron el
pasto, no hay más juegos. Los pibes sible comer con este olor a podrido". Hace diecisiete años que
se drogan y se pelean."
la planta funciona mal.
46 1 lA VIOlENCIA E N lOS MÁRGENES
A l A V E R A D E l R I A C H U E l O : A R QU I T E C T O T U C C I 1 47

El edificio de la escuela primaria en donde Fernanda trabajó de al menos un programa. Es importante remarcar que, si bien
durante los años 2010 y 2011 tampoco está en condiciones idea­ "asisten" para satisfacer las necesidades más básicas, ninguno
les. Como habíamos anotado en nuestro diario de campo: de estos programas, por cierto, impulsa a los beneficiarios por
sobre la (pobre) línea de pobreza. Junto a los planes de asisten­
15 de mayo de 2010. Para ir al comedor, hay que pasar por el cia, las redes políticas informales y los comedores fundados por
patio de afuera porque el patio cubierto está cerrado. Está a la Iglesia católica o financiados por el Partido Justicialista tam­
punto de caerse el cielorraso. bién nutren de recursos básicos (medicinas y alimentos) a los
más necesitados.
3 de agosto de 2010. Llego a la escuela a las 7:30 de la mañana A pesar de una década de crecimiento económico sostenido
Y el director me dice que parte del techo del área principal de a nivel nacional y de la asistencia estatal brindada, Arquitecto
la escuela se cayó. Esta parte está ahora cerrada. El otro sector Tucci continúa siendo un barrio con altos niveles de pobreza e
que fue cerrado meses atrás todavía no fue reparado. indigencia, un espacio relegado, habitado por masas de traba­
jadores informales y desempleados intermitentes con bajísimos
Sin embargo, a pesar de estas imágenes, sería erróneo afirmar ingresos. Anotó Fernanda en su diario:
que Arquitecto Tucci se encuentra totalmente abandonado por
el Estado. La existencia de varios establecimientos educativos, 6 de mayo de 2010. Cuando entro al edificio de la escuela, la
un importante hospital público (que fue ampliado hace unos madre de Luis se acerca para hablarme. Luis ha dejado de
años), distintas salas de cuidados primarios y la recientemente asistir a la escuela durante el último mes. Ella me dice que han
inaugurada Unidad de Pronta Atención (UPA), que, si bien está estado viviendo en la calle, durmiendo en una especie de depó­
ubicada algo por fuera de sus límites geográficos, sirve a la sito. Les permitían quedarse ahí hasta las 5 de la mañana.
población de Tucci, marcan la presencia del Estado en la zona. Luego, empezaban a buscar comida en la basura y a pedir
Junto a estas instituciones, varios planes de asistencia social (de comida en los restaurantes y en los bares. Ahora están alqui­
distintos niveles de gobierno) encarnan la aparición del Estado lando una casa en un barrio cercano. Son todos de la provin­
en Arquitecto Tucci proporcionando un muy necesitado (aun­ cia de Formosa [ ... ]. Empieza a llorar mientras me cuenta su
que limitado) alivio a sus habitantes. El más importante de historia. Me dice que estaba muy asustada mientras dormía
todos es la Asignación Universal por Hijo (AuH), un programa en las calles. Estaba preocupada por Luis, no quiere que pierda
de transferencia condicionada de dinero efectivo que el go­ más clases. La cara de Luis está llena de cicatrices.
bierno nacional puso en marcha en 2009. Los habitantes tam­
bién son beneficiarios, aunque en mucha menor medida, de Junto a la albañilería, el reciclaje de basura y el servicio domés­
otros dos programas sociales (Argentina Trabaja y Plan Vida) . tico, una importante fuente de ingresos en la zona es la feria
E n una serie d e 110 entrevistas con residentes d e l a zona detec­ informal más grande del país: "La Salada". Ubicada al nordeste
tamos que en 2011, 54% de los adultos habían sido beneficiarios del distrito y limitando con la ciudad de Buenos Aires, La Salada
48 1 lA V1O l EN C1A E N lOS
MARGENES
A l A V E R A D E l R I A C H U E l O : A R QU I T E C T O T U C C I 1 49

está constituida po r tres gra


ndes mercados (Urkupiñ
Mogote y Ocean), adonde, a, Punta Esta violencia no existe solo en el pasado de La Salada (como
dos veces por semana, miles
sonas van a comprar ropa, peq de per­ se puede leer en las crónicas de Hacher y Girón, la violencia fue
ueños electrodomésticos y com
Con sus casi veinte laberí ida. allí fundante en el sentido de que inauguró y reforzó liderazgos
nticas hectáreas, La Salada
emblema mundial de la pro "es un y delimitó y mantuvo territorios), sino que también está pres �nte
ducción y falsificación de me
ría de marca': de acuerdo con rca de­ en el funcionamiento actual del lugar. A pesar de las medidas
la Unión Europea (La Nació
de marzo de 2009). Sangre n, 10 de seguridad implementadas por el Estado (la gendarmería na­
Salada, de Sebastián Hacher,
muy bien la lógica de este retrata cional patrulla la zona los días de feria) y la seguridad privada
universo, sus reglas implícita
plícitas y las estrategias que s y ex­ de la propia feria -encarnada en el "corredor de seguridad" que
pergeñan los principales act
conforman los distintos nic ores que establecen agentes fuertemente armados y atraviesa algunas ca­
hos de los que está hecho el
de las ferias: los taxistas qu mundo lles del barrio durante los días en que esta opera-, los robos
e llevan y traen clientes y com
tes al lugar, los jóvenes qu ercian­ violentos son frecuentes en sus adyacencias. La gran cantidad
e organizan los estacionami
autos y buses, los "peces gor ent os de de mercadería y los cientos de miles de pesos que por allí circu­
dos" que dirigen la estructur
rativa de las diferentes ferias, a ope­ lan representan una atractiva oportunidad para todo tipo de
los encargados de cobrar los
puestos internos a los puest im­ emprendimientos delictivos. 2 Docenas de notas periodísticas, y
eros, los policías que colect
mas ", 1 os pu est ero s con an "co i- nuestros propios entrevistados, han reportado atracos y robos
sus me rca der ías var iop int
trabajadores de los tallere as, los durante los dos años y medio de nuestro trabajo de campo. Pero
s qu e las manufacturan, los
ciantes que proveen la mater com er­ no solo los robos alimentan la agresión interpersonal. Como
ia prima, etc. Otro libro, La
de Nacho Girón, además Sal ada, relata Hacher y como también nos contaron en el transcurso de
de aportar a la comprensi
lógica social del mercado, des ón de la nuestra investigación, el control de los estacionamientos de au­
cribe la gran cantidad de con
nes que quienes estuvieron exi o­ tos, taxis y buses suele resolverse a punta de revólver o cuchillo.
y están al mando de este
informal han tenido que con me rca do Los doctores del hospital público y de la Unidad de Pronta Aten­
struir con autoridades del gob
para establecer, mantener ierno ción nos confirmaron la asociación existente entre la feria y la
y expandir su funcionamien
Si bien La Salada ha sido to. violencia interpersonal: los heridos de arma blanca y de arma
retratada, en más de un tra
periodístico, como un caso bajo de fuego aumentan significativamente los días en que esta abre
de dinamismo económico
tiempos de crisis como de tanto en sus puertas al público.
bonanza y como un universo
propulsado a varios individ que ha Ya sea como dueños o empleados de alguno de los miles de
uos hacia el éxito económico
no s interesa destacar aquí , lo que puestos o como trabajadores en uno de los cientos de talleres
no es solo la intensa relaci
mica y laboral entre la pobla ón eco nó­ clandestinos que manufacturan los bienes que allí se venden,
ción de Tucci y La Salada (re
que incluye altos niveles de lación muchos residentes del barrio sobreviven gracias a (y, vale la pena
explotación y trabajo infant
también la violencia interp il), sino
ersonal que acompaña las ope
nes del mercado informal. racio­
2 Las estimaciones oscilan entre 125 millones de dólares (D'Angiolillo et al.,
2010) y 4000 millones de dólares (Girón, 2011) en ventas anuales.
50 1 LA V I O L E N C I A E N LOS M Á R G E N ES
A L A V E R A D E L R I A C H U E L O : A R QU I T E C T O T U C C I 1 51

que, de manera más indirecta, obtienen ingresos derivados de


·
la presencia de este mercado informal en la zona; por eJemp 1 o,
niñas que quedan al cuidado de menores cuando las madres de
estos confeccionan prendas para la feria o pasan larg�s oras en �
los puestos de venta. Como nos relata Rocío al des�nblr la foto
que tomó durante el taller de fotografía que orgamzam�s en a �
escuela.. "Le saqué a la máquina de coser. Está en un galpon atras
. -
, En esa máquina trabaJa una senora que me paga a mí,
de 1 a v1a.
.
yo le cuido a los nenes mientras ella cose. TrabaJa para un tip0
que vende en la feria. Con lo que me paga, � veces compro
,
mercadería y a veces me compro algo para ml, .

recordarlo, son altamente explotados por) este gigantesco mer­


cado informal. El 22% de nuestros no entrevistados trabaja
regularmente en la feria.3 Varios de los alumnos de las escuelas
locales también trabajan allí, ya sea como "carreros" ( transpor­
tando mercadería), como vendedores ambulantes o como ayu­
dantes en los puestos a cargo de algún familiar, y como conse­
cuencia de ello uno o dos días a la semana no asisten a clase. La
esfera de influencia de la feria no se acaba en quienes trabajan
directamente allí sino que se extiende a muchas otras personas

3 Aunque la feria no está regulada por el Estado, varios de sus funcionarios


realizan apariciones sorpresivas en La Salada. Tal como Scarfi y Di Peco
afirman (2011: 9) , el Estado puede aparecer encarnado en la agencia que
cobra impuestos a la propiedad, en un juez o un fiscal que investiga
presuntas violaciones a los acuerdos internacionales sobre marcas y
propiedad intelectual, o en una Secretaría de Salud que demanda sistemas
de drenaje que no contaminen el Riachuelo .
"Entre balas e nacido"

En las últimas dos décadas, la mayoría de los países de América


Latina han sido testigos de un importante incremento de nuevas

1
formas de violencia interpersonal. Si bien la violencia ha tenido
una presencia continua en la historia de la región, más de un
analista sostiene que el reciente aumento de la brutalidad en los
grandes centros urbanos podría poner en jaque a las nuevas de­
mocracias del subcontinente. Si la violencia es considerada como
medida del fracaso o éxito de una democracia, argumentan Arias
y Goldstein (2010), entonces muchos de los países latinoameri­
canos estarían convirtiéndose -a poco de haber culminado sus
transiciones- en sistemas profundamente antidemocráticos.
Si bien el carácter "novedoso" de la violencia ha sido objeto de
intensos debates entre los académicos, la mayoría acuerda en que
la región ha experimentado un notable cambio en las formas de
violencia prevalentes desde comienzos de los años noventa. Esta
nueva violencia "se encuentra disponible para una variedad de
actores sociales': no es ya el recurso exclusivo de las élites y las

1
fuerzas de seguridad e incluye violencia callejera y criminal co­
tidiana, motines, revueltas, actividades paramilitares y parapo­
liciales, arbitrariedad policial, etc. (Koonings, 2001). En su abar­
cadora reseña de la investigación sobre la violencia en la región,
Imbusch, Misse y Carrión (2011: 95) sostienen que la violencia
política ha "decrecido de manera significativa en la mayoría de
11
54 1 lA V I O L E N C I A E N lOS M Á R GE N E S "ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 55

los países del continente" y ha sido remplazada "por otras formas, nimiento estas mismas estadísticas oficiales verá que, en lo que
mayormente violencia social (violencia interpersonal, abuso hace a la violencia interpersonal que no culmina en el deceso
doméstico, abuso de menores, asalto sexual) pero también cri­ de la víctima, esta sí se ha incrementado notablemente. Decía­
minal" (nuestro énfasis). Estas nuevas formas de violencia son mos más arriba que entre 1992 y 2008, los delitos contra las
entonces muy variadas y, a diferencia de las formas anteriores, personas se habían casi cuadruplicado (de 157 cada 10o.ooo
están localizadas sobre todo en áreas urbanas. Por otra parte, habitantes a 535 cada 10o.ooo habitantes). Los delitos contra
esta nueva violencia urbana afecta a las poblaciones más des­ las personas incluyen homicidios dolosos, homicidios dolosos
poseídas de manera muy desproporcionada, particularmente a en grado de tentativa, homicidios culposos en accidentes de
adolescentes y jóvenes tanto en su papel de víctimas como en tránsito, homicidios culposos por otros hechos, lesiones cul­
su rol de perpetradores. Y la mayor parte de esta violencia se posas en accidentes de tránsito, lesiones culposas por otros
concentra en asentamientos informales -llámense estos favelas hechos y lesiones dolosas; estas últimas abarcan casi la mitad
poblaciones, colonias, cantegriles, comunas, o, en el caso d : del total de delitos contra las personas (la tasa de lesiones dolo­
nuestro país, villas y asentamientos-. sas, para el año 2008, es de 262,93 cada 10o.ooo habitantes). Para
En el caso de la Argentina, y de la zona metropolitana de decirlo en lenguaje simple, tiros, cuchillazos o golpes de puño
B �e�os Aires en particular, el aumento de la violencia social y que no terminan en homicidio se incluyen en la categoría que
cnmmal es también evidente (Observatorio de la Deuda Social ha experimentado casi 400% de aumento (los delitos contra la
Argentina, 2011). Datos oficiales apuntan a una duplicación de propiedad se incrementaron de 743 cada 100.000 habitantes en
las tasas de criminalidad entre 1995 y 2008 (año anterior al co­ 1992 a 959 cada 100.000 en 2008). Si miramos aun con más
mienzo de nuestro trabajo de campo): de 1.146 a 2.010 hechos detenimiento la trayectoria de la tasa de lesiones dolosas, com­
delictivos cada 10o.ooo habitantes, y de 157 a 536 crímenes con­ parando dos distritos (el municipio donde se ubica Arquitecto
tra las personas cada 10o.ooo habitantes (DNPC, 2008). Si bien Tucci y Vicente López, un municipio con un promedio de ingreso
no hay cifras confiables, el abuso sexual y doméstico también per cápita significativamente más alto), veremos una interesante
parece haber aumentado de manera significativa (La Nación, 24 diferencia que apunta a la distribución desigual de la violencia.
febrero de 2008). En nuestro municipio entre 2003 y 2008, las lesiones dolosas
La evolución de la tasa de homicidios es una manera usual aumentaron 65o/o; en Vicente López, decrecieron 33%.
de medir el aumento de la violencia, o su reverso, la pacifica­ Otros datos parecen confirmar un incremento en la violencia
ción. De acuerdo con estadísticas oficiales, en la provincia de interpersonal en el área metropolitana de Buenos Aires. En un
Buenos Aires esta tasa no registró un aumento en la última relevamiento periodístico realizado en febrero de 2012 por el
década sino, por el contrario, un descenso (de 10,9 cada 1oo.ooo diario Crítica en hospitales de la ciudad de Buenos Aires y
habitantes en 1992, a 6,9 cada 10o.ooo habitantes en el 2oo8), el conurbano bonaerense, se afirma que entre 2006 y 2012 hubo
con lo que se mantiene bastante por debajo de los promedios un 10oo/o de aumento en las víctimas de la violencia social aten­
de los países de la región. Sin embargo, si uno mira con dete- didas por emergencias. "Hasta hace algunos años, atendíamos
56 1 lA V I O L E N C I A E N lO
S MÁRGENES
"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 57

un herido de bala po r me
s, hoy tenemos do s casos
po r día':
afirma un médico en la no
ta periodística. Y otro, refi
riéndose a
estos números, y estimando u n crecimiento d mográfico sim ­ � �
declaraciones del minis .
tro del Interior que habla lar al del distrito, la tasa de homicidio en Arqmtecto TucCl sena
ba n de una
disminución de la violen
cia social, sostiene: "No vo
y a discutir
de 28,4 cada 10o.ooo habitantes: cuatro veces mayor a la d la �
con el ministro, pero si
sus estadísticas dicen qu
e ha y menos
provincia de Buenos Aires.l Entrevistas con personal medl , O �
inseguridad, yo lo invito a
pasar un fin de semana en
la trinchera
� �
que trabaja en hospitales y centros de sa ud e la zona hace mas
para que vea la cantidad de una década (y nuestra propia expenencia en un lugar que
de baleados y acuchillados
demos" ( Crítica, 1 de feb que aten­
rero de 2012). conocemos desde hace casi veinticinco años) nos confirman
Otras cifras ratifican el aum que la violencia -tanto criminal como interpersonal- ha au-
ento de la violencia en el
municipal donde se ubica distrito
Arquitecto Tucci. Entre jun mentado de manera considerable.
io de 2006 , .
y junio de 2012, al hospi
tal estatal del distrito ing
res aron 669
En una entrevista llevada a cabo en agosto de 20 2, un ediCo � �
casos de traumatism os qu
e requirieron intervencion
es quirúr­

con quince años de experiencia en Arquitec o Tuc l nos dice qu , � �
gicas. Quinientos de estos a diferencia de cuando él comenzó a trabaJar alli, ahora es mas
fueron traumatismos abi
ert os (esto
es, de arma blanca, 271 cas
os, y de arma de fuego, 229
casos) . En
común "atender heridos de arma blanca o de fuego . . . al men s �
200 6, se registraron 35 de uno por dl'a" Las cifras que nos proporcionaron en la guardia
estos casos; en 2011, 110 cas ·

os.
Adyacente el Camino Pre
sidente Juan Perón (trad
icional­
del único hospital público de la zona se acercan a esta desc pcwn
.
��
· · '

mente conocido como Ca general. En el año 2010 la guardia de emergencias atendw a 109
mino Negro ), Arquitecto
Tu cci siem­
pre fue una "zona caliente"
en términos de violencia
y crimina­
heridos de arma blanca y 191 heridos de armas de fuego ( a
.

lidad. Hace ya quince añ enorme mayona , de ellos hombres' solo 11 y 7 muJeres respectl-
os un periodista del lugar,
citaba fuentes policiales po r ejemplo,
que hablaban de la gran
asesinatos en el barrio can tidad de
(Torresi, 199 8). En otros
violencia interpersonal no tér mi nos, la 1 Desde osiciones cercanas al oficialismo, se intenta cuestionar la
es algo totalmente nuevo
aunque sí, de acuerdo con en la zona, iz
general ada percepción de (in)seguridad urbana utilizando compara !Ones
.

diversas fuentes, lo es su
fre cuencia. � �
entre las tasas de homicidio en la Argentina las tasas (u ualm:nte m :�
Según datos de la De fen
soría General del munic
ipi o, en Ar­

altas) de otros países latinoamericanos, enfatizando al mis o tlempo
_ de
quitecto Tucci los homicid carácter social y políticamente construido que tienen las vivencias
ios crecieron 780% en me .
tro años: de 17 homicidios no s de cua­ msegun "dad Si bien acordamos en que el miedo al crimen es un artefacto
·

simples en 2007 a 48 ent . .


re enero y susceptible de diversas fabricaciones y mampulac!Ones, no creemo s que el
octubre de 2012. El aum
ento es tan significativo
qu e no puede

uso de estadísticas comparativas sea una herramienta eficaz a:a probar ese
. l¡"dar o descartar (en nombre de la cntlca social.
ser explicado po r posibles punto. No se puede mva o de
problemas en el cargado
ni tampoco por el crecim
iento demográfico en la
de los datos, . . .
���.
un saber sociológico superior) las experiencias VlVldas e �v rsos gr pos
. 1es presupomen. do la existencia de un "horno estadistlco una cnatura

zon a. Si bien socia
no pudimos acceder a la .'
información sobre el cre asoc1"al que llevaría consigo una tabla de frecuencias de homic!"d"!OS med"Iante
blacional en Arquitecto
Tucci, según datos de l IN
cim ien to po ­ . . ·

la cual filtraría sus propias expenenc1as y las de sus vecmo o allegados. 1
ción del municipio creció DE c la pobla­ .
� �
Dicho esto, y solo a los efectos de establecer una comparac! n lustratlv
.
:�
solo 4,2% entre 2001 y
20 10. Con
.
tasa de homiCI"d"os1 de Arquitecto Tucci para el año 2012 es similar a la t a e �
Sudáfrica, Namibia y Trinidad y Tobago para d año 2010 (UNODC, 2011) •
58 1 L A V I O lEN C I A E N
l O S M Á R GEN E S
"ENTRE B A l A S E N AC I D O " 1 59

vam ente, y mél s de la mi tad


me no res de 25 años).2 Est
presenta, de acuerdo con ent a cifra re­ No es casual que la violencia sea la preocupación primordial
revistas realizadas en el hos
aumento de 10% respecto del pital, un de los vecinos. En una serie de no entrevistas cortas con habi­
año anterior. Mé dicos qu e
e¡� la Umdad de Pronta Ate
_ tra bajan tantes de la zona, estos definieron "la delincuencia, la inseguri­
nci ón (in aug ura da hace do
atie nde cas os de Arq uitect s año s, dad, los robos, la venta y consumo de drogas" como " los prin­
o Tuc ci y zonas aleda fías )
n�aron que la : her ida s de nos con fir­ cipales problemas en su vida diaria". Carencias de infraestructura
bala y de cuc hill o son muy
un prom �d10 de 2,3 her ida frec uentes urbana básica (el pésimo estado de las calles, la falta de agua, de
s de arm a de fuego por dom
un pro me dw de 1,5 her ida ing o, y alumbrado y de recolección frecuente de basura) aparecen en
s de arm a bla nca po r do mi
-
rante la sem ana , tenés un ngo . . . du ­ segundo término.
her ido día po r 1ned1"o" . "E

de hen do s de bal a': no s exp
e
n t erm
' · s
mo Arquitecto Tucci y sus zonas aledafías son conocidos como
licó el jefe de gua rdi a del
local, "te diría qu e hay un hos pital territorios donde operan varias "bandas" ("La banda del gordo
aumento del w% año tra
Co mo me nci on am os mél s s afío ': Mario", "La banda de los Guille", "Los corsarios") dedicadas al

1
arr iba, todos los médicos
tados enfatizaron qu e los día entrevis­ almacenamiento, fraccionamiento, preparación y comercio de
s en qu e una de las ferias de
abre sus p uertas, las gua rdi La Salada drogas ilegales. Durante nuestro trabajo de campo, varios ope­
as reciben mayor can tid ad

de arm : b anc a o de arm a de her ido s rativos policiales decomisaron decenas de kilos de cocaína Y
de fuego. Uno de los jefes
,
no s deC Ja: La fen_ a es un eje de gua rdi a miles de dosis de paco a varios de estos grupos, el más famoso
con flic tivo, los días de feria
tan las agresiones. Im agí nat aum en­ de los cuales, " Los Matatigres", funcionaba hacía m ás de dos
e m iles de per son as qu e vie
plata, con su mercadería. Ah nen con décadas en zonas vecinas a Arquitecto Tucci. Pero, repetimos,
í los roban, mu cho s robos con
�1� bas e a inform aci ón per iod
ísti ca pu dim os ma pea r la
arma': es la violencia interpersonal la que le da a Arquitecto Tucci buena
caC Jon con creta de vei nti cin ub i­ parte de su ( mala) reputación.
co ho mi cid ios ocu rrid os ent
Y 201 2. Co nfi rm and o las re 2009 En el transcurso de 2010, los medios locales registraron siete
apr eci aci one s de los mé dic
.
estos ocu rn�ron en las ady os och o de asesinatos. Entre estos episodios, hay crímenes cometidos en
ace nci as de la fer ia, la ma yor'
cua les estuvieron rel aci on ía de los ocasión de robos a comerciantes o clientes de La Salada y otros
ado s con intent os de rob o
tante des tac ar un dato qu . E s ·
Imp or- que tienen la apariencia de ser "retribuciones", lo que en el len­
e adq uir irél ma yor releva nci
t��rno s en el universo de los a al ade n- guaje local se conoce como "ajuste de cuentas". En �sta última
est ud ian tes de Fer nan da:
tiCm�� asesinatos qu e pu dim los vei n­ categoría entra el asesinato de Osear Garín, subofiCial del ser­
os ma pea r ocu rrie ron a me
un kil ome tro Y me dio a la no s de vicio penitenciario, que trabajaba como guardia privado en uno
red on da de un a de las esc uel
ella tra baj a ( do nd e rea liza as do nd e de los galpo nes de la feria de La Salada y apareció m uerto a
mo s el tal ler de fot ogr afía
ello s a me nos de cin co cua ), sei s de principios de agosto de 2010 con u n tiro en la cabeza. La semana
dra s.
anterior a su deceso, había sido despedido de la feria, pero apa­
rentemente se habría quedado con una cantidad importante de
2 Estas cifras representan
pacientes que entraron
excluyen a los que llegaron heridos al hospital y dinero (un "vuelto" de 20.000 pesos, según versiones) que había
a la guardia ya mu ertos.
cobrado luego de "arbitrar" una disputa territorial en un sector
'.,

��
60 1 lA VIOlENCIA
EN lOS MÁR
G E N ES
"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 61

adyacente a la feria. Co
mo describe e1 peno
. dist
. a Sebastián Ha-
cher, autor de una i1um . . la agresión física. Otros de estos conflictos se resuelven directa­
madora ero, mea sobre la
de la feria: dinámica interna mente a punta de cuchillo o de pistola como bien describen en
sus crónicas Hacher (2011) y Girón (2011) .
La disputa estalló hac
e un mes frente a1 galp En 2011, un joven de 23 años fue linchado por un grupo de
rativa 27 de Mayo' don , de la Coope-
on vecinos cuando pretendía robar una casa y murió a causa de las
de traba;a . ba Gann., Uno de los días de
feria, un grupo de hom
bres fiorm' dos llegó te pedradas y los puñetazos ( Crónica, 13 de abril de 2011 ) . Ese
mprano e m · tent
ocupar parte de la calle ó mismo mes, otro joven de 21 años apareció asesinado a cuatro
donde hace años trab
rativa. Cuando los dem , a;a una
·
coo pe- cuadras del Camino Negro con dos tiros en el cuello y en la
as puesteros los mer . eparon, 1os nuevos
ocupantes in tentaron .
;usti'fiIcarse·. "Nosot espalda (Argendiario, 24 de abril de 2011), y un hombre de 33
metro y medio de calle· ros compramos un años, que había sido apuñalado por dos agresores que lo asal­
dijeron. Ramón era u �
le d.im s 20 mil_ pes
d
no e los so renombres
os a Ram ón", taron cuando circulaba a bordo de su camioneta, murió mien­

1
rio Osear Garín ' al que del peniten cia­ tras era asistido en el hospital local (La Prensa, 26 de abril 2o11).
. algunos también llam
La semana pasada se aba n "El Negro ,. Meses más tarde, un policía federal fue asesinado por dos per­
organizó en la fiena . una especie. de
entre Garín y los que careo sonas que le robaron su auto. El sargento recibió un balazo letal
deCia, n ser compradores
guardiacárcel negó habe del lugar. El en el pecho (La Verdad, 19 de octubre de 2011).
r par t'i�Ipa. do en la maniobra.
lo volvieron a amena _ Ese día La crónica roja del año 2012 comenzó con la muerte de un
zar Le dIJer
·
on·. "Víos nos estafas
boleta"· Pero "El Negro te, sos niño de 2 años, que falleció tras recibir un balazo en la espalda,
1
i
despedido de su traba;o
" no l e d'I o I· mpo rtan
. como VIgil
cia.
. _ ador. Una semana
Ese día fue
después
disparado por un hombre que trataba de impedir que tres la­
lo mataron ( Tiempo
Argentm drones asaltaran a su esposa y cuñado (Crónica, 21 de enero de
. o, 4 de agosto de
2010 ). 2012) . En mayo, un joven de 22 años murió luego de ser atacado
Esta muerte (y otras
que tan to las n otic . a balazos por cuatro personas en las cercanías de la feria La
vecinos definen como . ias locales com o los
"a;us
. tes de cuen tas " ) I-1 Salada (Diario Popular, 28 de mayo de 2012); en julio, un feriante
violencia como "represa! · ustra el uso de la fue asesinado de un tiro en la espalda luego de un intento de
Ia". Como veremos ,
parte de la literatura mas adelante, buena robo (La Nación, 5 de julio de 2012; Télam, 6 de julio de 2012) y
pone e1 enla, e Sis
. en este eara, cter d
lencía calle;'era·. o;'o . e la vio- una persona murió en un tiroteo con la policía luego de asaltar
p or o;o, d'Iente p o� dlent
.
también arroja luz sobr e. P ero la historia un colectivo de la línea 32 (Info Región, 3 de julio de 2012) . Par­
e e1 uso de 1a vwlen n ,· a par a conquis tar

1
territorio. Como le rela . ticularmente violento fue el mes de octubre. Un joven de 18 años
taba una m e ente de
La
.
Citado más arri ba·. "s1· [ S a1 a da a1 cromsta fue herido de un balazo y falleció cuando era asistido en el hos­
aca'] de;. as un cen t'Im
se te mete alguien a etro lI'bre, enseguida
ocupar el espacw" pital local (La Nueva Provincia, 1 de octubre de 2012), otro hom­
. . Algunas de estas
tas se arreglan con pa . u-
disp bre fue asesinado con dos balazos al resistirse a un presunto
gos entre quien . es preten den e1
1a zona; y cuando algu.Ien se apr control de intento de robo en su casa (Diario Popular, 2 de octubre de 2012),
opia. Ind
. ebidamente de este,
con el dueño de un taller de costura del barrio fue baleado en el
62 1 lA VIOlENCIA E N lOS
M A R G E N ES
"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 63

tórax Y murió cuando


era aten dido
P:ensa, 6 de octubre de 2012) , y una en el Hospital Redael (La Las experiencias de chicos y adolescentes de las escuelas don e �
niña resultó herida al rec
bir un balazo en el cuell i­ Fernanda trabajó en los últimos tres años confirman que dis­
o (Crónica, 1 de octubr
e de 2o12) . tintas formas de violencia abundan en la vida cotidiana del
:�
barrio y, como veremos en más detalle a lo largo de es libro,
Lunes, 23 de abril de
2012. Hoy falleció Darío.
_
tiñen las percepciones e interacciones de sus habitantes, JOV ne � �
sabe si se mató o lo mata Tenía 17 años. Nadie y adultos. Durante nuestro trabajo de campo, Fernanda dicto
ron. Entró en la escuela

Fernanda as maestras
: no estaban allí porque hab
donde enseña �
clases a tres grupos distintos de estudiantes (tercero, c arto y
sonal auxiliar Y no se ía paro de per­ sexto grado, entre 8 y 13 años de edad) . Para ellos los tiroteos,
dictaban clases. D arío esta
se cree bajo el efecto de ba desorientado los robos armados y las peleas callejeras son temas de conver­
alguna droga. En la esc
contenerlo. Llamaron
al hospital para que env
uela intentara � sación habituales, esto es, regularmente presentes en sus vidas
lancia o un médico. Nad iase n una ambu­ cotidianas. Los "relatos de violencia", para decirlo de manera
ie vino. A la media hor
tomas de paranoia segú a, con claros sín­ explícita, no son algo que uno tenga que traer a colación como
n quienes lo vieron, Darío
de la escuela; llevaba una
gomera en la mano con
salió corriendo �
"temas" para ser discutidos y problematizados ( co o sue e ha­!
zaba a los fantasmas que la que amena­ cerse en las encuestas) . Durante los dos años y mediO de mves­
decía ver. Después de una

tor e la escuela recibió
la noticia de que Darío
hora, el direc­ tigación, no pasó una sola semana sin que al menos uno de los
hab1a ahogado en el riacho hab ía muerto. Se más de sesenta alumnos de las escuelas primarias con los que
podrido y pantanoso que
asentamiento lindero a la atraviesa el Fernanda interactuó a diario no nos haya descrito uno o más
escuela. Dicen en el barr
pelea con unos vecinos, y io
que terminó en el río, esta
que tuvo una episodios que implicasen una o varias formas de violencia. n­ �

n? p �do �al r. Lo velaron
en su casa. Su muerte no
ncado, y que � �
tre junio de 2009 y junio de 2012, los alumn s r lataron vem­
se reportó en .
�mgu� d1ano. D1as _ ante
s, los vecinos cuentan
tidós casos de muerte violenta (ya sean homicidios o muertes
Sido VIOlentamente agredi que D arío había en enfrentamientos policiales, de ex compañeros, como Lucho,
do por la policía local. "Lo

ron c n un chorrito, lo
metieron en el patrullero
confundie­ de vecinos, como Darío, de familiares o de gente que trabajaba
p al?s. ��s lo cuentan con temor
y lo cagaron a
de las posibles represali
en la feria). Algunas de estas muertes son recordadas en las
repiten, Si lo ven drogado, as, y paredes del barrio en la forma de murales callejeros como los
¿por qué no lo llevan a la

ta bién que cuando
Darío salió de la escuela
casa ?': Dicen que vemos aquí.
vecmos. Estos no llamaro agredió a unos Cualquier ocasión trivial dentro del aula de clase (como, por
n a la policía (¿por qué v
como nos han relatado
innumerables veces, "la
an a hacerlo si, �
ejemplo, la alusión al cumpleaños de un familiar) es un opor­

lleg tarde"?), sino qu �
tomaron la justicia en
gorr a siempre tunidad para hablar del último episodio violento en la vida del
castigaron a D ano. , Nadi man o propia y barrio. A continuación presentaremos una serie de notas de
e sabe y nadie quizás
ron ellos quienes lo arroj quiera saber si fue- campo que representan este carácter frecuente y público de la
aron al riacho contamin
ado y letal. violencia, tanto dentro como fuera de los hogares. Todas las
notas fueron tomadas por Fernanda:
64 1 lA V1O l EN C 1A EN lOS
MARGENES
"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 65

30 de marzo de 201 0.
Marita (9 año s) me pregu
conozco nta si yo
al padre de Naria. Le respon
do que no. "Él está en el
cielo, le dispararon en la cab
eza."

8 de abril de 20 10. Sam ant a (u añ os)


me cuenta que su
vecino, Carlitos, festejaba
los 17 años este último do
"Un amigo de él vino a rec mingo.
ogerlo para ir a dar una vue
barrio. Carlitos no quería lta al
ir po rque era su cumpleaño
su amigo lo convenció y se s pero
fueron." Samanta cree qu
iban armados. A Carlitos lo e ellos
mataron. "Sus amigos lo car
ron alrededor de la manza ga­
na [co mo en una procesión
fui a su funeral, sus ojos est ] . Yo
aban todavía abiertos y su
[donde el funeral tuvo lug casa
ar] estaba llena de amigos
Carlitos tenía muchos amigo de él.
s. La bala entró por su pecho
hizo un agujerito ahí, per e
o en la espalda, po r donde
salió, ¡el agujero era eno rm la bala Cortesía de Agustín Burbano de Lara.
e!"

3 de octubre de 201 1. Luis me cuenta


que ayer a la mañana
dos vecinos se pelearon y se
tirotearon. "Uno le pegó un
en la pie rna . . . le atravesó tiro
así [indicándome su rodilla
bala. Primero se pelearon, ] la
se gritaban, y al rato se cag
tiros." aron a

12 de octubre de 2011. Estamos alm


orzando en el SUM (salón
de usos múltiples ). Johny
está sentado con sus compañ
se lo ve muy triste. Me ace eros,
rco a preguntarle si quiere
"No seño, estoy mal, no qui com er.
ero comer. Ayer lo mataron
tío . . . la policía lo mató." a mi

17 de octubre de 2011. Bri


an me dice que ayer se eno
tío. "Es que le pegó a mi tía, jó con su
siempre le pega."

Cortesía de Agustín Burbano de Lara.


M1 1 1 A VIOlENCIA E N lOS MARGENES
"ENTRE BALAS E NACIDO" 1 67

piña en la cara, luego la agarró del pelo y la arrastró por toda


la casa. También destruyó las cosas de la casa".

15 de octubre de 2009. La mamá de Julio vino a la escuela el


día de hoy. Me confirmó lo que Julio me contó hace un par
de días. Me pidió que por favor observara a Julio para que
esté segura de que su padre no lo haya golpeado. En mi pre­
sencia su mamá también le pidió a Julio que cuidase a su
hermana porque tiene miedo de que su papá vaya a abusar
sexualmente de ella.

Como vemos, los niños, niñas y adolescentes del barrio no


conviven solamente con "violencia callejera". Con mucha fre­
cuencia la violencia doméstica y sexual también pone sus vidas
en peligro.
20 de octubre de 2011. Miriam mira mi celular y me dice: "Mi
mamá tenía el mismo celular, pero mi papá se lo rompió. Ya
le rompió dos . . . cuando se emborracha, le rompe las cosas y
Lunes, 19 de marzo de 2012. Para conmemorar el Día Interna­
a veces también le pega':
cional de la Mujer, Fernanda propuso un ejercicio colectivo a sus
alumnos y alumnas de sexto grado. Armarían un "árbol de los
22 de marzo de 2012. "Mi papá estaba ayer en la feria y bahía
deseos': La consigna fue muy simple: "Escriban en un papel lo
unos que querían afanar una combi y él pensó que le iban a
que quieren para las mujeres en su día". Además de los típicos
afanar a él. Se agarró con uno y puso el brazo para que no le
clichés ("paz", "amor"), José, uno de los alumnos más incisivos
peguen y el otro le dio con un fierro, y se lo quebró."
y curiosos, escribió: "No a las violaciones ni a los orales [referen­
cia al sexo oral] ': La colorida lámina con el "árbol de los deseos"
13 de octubre de 2009. Hoy la mamá de Julio llamó a la escuela.
hoy adorna una de las descascaradas paredes del aula de Fernanda.
Quería hablar con su hijo. Durante el recreo, hablé con Julio
(8 años). Me dijo que su madre tuvo que irse de la casa el fin
de semana y me contó por qué: "Mi papá pasó tomando todo
La violencia sexual es un riesgo específico que afecta mayorita­
el fin de semana y la cagó a palos. Es un vago, no tiene trabajo.
riamente a las mujeres del barrio. Refiriéndose a la presencia de
Mi mamá le da dinero y se lo gasta en vino. El sábado mi
"violines" (aquellos que violan) y sugiriendo uno de los modos
mamá le pidió que bajara la música un poco y él le dio una
en los que las diferentes formas de violencia se relacionan una
68 / LA VIOLE N CI A EN
LOS M Á R G E N ES

"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 69


con otra, Noelia (9 añ
os) le cuenta a Fernan
casi la violan ayer [a da que "a mi sobrina
unas pocas cuadras de
vecinos fueron a la cas la escuela] . Los
a de los violines y les
abajo': "¿Qué son los patearon la puerta
violines?': preguntó Fer
mente. "Son los que te nanda ino cente­
hacen bebés ': respond
años, con certeza y natu ió Josiana, de 8
ralidad. Como veremos
este está lejos de ser un más adelante,
episodio aislado.

. � O¡

"" ' \ •j !

il
7
70 1 lA VIOlENCIA E N LOS
MÁRGENES
"ENTRE BAlAS E NACI DO" 1 71

REPRESALIAS Y ENCADENAMIENTOS

�u E Tanto la persistencia como el incremento de la violencia ínter­


fVi ¡ '
N o 'bt P
personal en ámbitos urbanos están asociados a una limitada
ELF [ tJ
cantidad de factores. En estudios ya clásicos, estos factores abar­
can desde el nivel económico de una comunidad hasta su hete­
rogeneidad étnica y los grados de movilidad residencial; en es­
tudios más recientes, se examinan dimensiones tales como la
prevalencia y la interdependencia de redes formales e informales,
y variables más políticas como el grado de competencia electoral
y el faccionalismo. Si bien varios trabajos sociológicos sobre las
características agregadas que se correlacionan con el crimen y la
Junto a esto� breves retrat violencia han producido refinamientos y extensiones muy inte­
os de la violencia cotidiana
��
los estudiantes, los encuentro
s con dis
por parte resantes de la teoría del control social, enfatizando los factores
_ . Ca per tin tas formas de agre­ de riesgo o de protección que dan lugar al aumento o a la dis­
Sion físi mean otras actividades den
tro del aula. Estos di­ minución de la violencia, se ha evitado abordar un tema que fue
bujos fueron � a�te de un
ejercicio en el que los alu
al�mnas descnbieron los mnos y las identificado en primer lugar por los estudiosos de la "justicia
. asp ectos positivos y negativos

rno. llos Ilustran uno de
los sentimientos compartid
del ba­ callejera": el de los usos y las formas de violencia interpersonal.
estudiantes de Fernanda: los os po r los De acuerdo con Jacobs y Wright (2oo6: s): "Un número sus­
niños, niñas y adolescentes
a sí mismos creciendo en se ven tancial de asaltos, robos, y otras formas graves de comporta­
medio del fuego cruzado,
miento compartido por el un senti­ miento criminal son la consecuencia directa de la represalia y
autor anónimo del graffiti
1� pared exterior de la escuela. En un pin tado en la contra-represalia [ . . . ] son las venganzas las que contribuyen
o de los dibujo s, un estu­
diante de tercer grado retrat de manera significativa tanto a la reputación como a la realidad
a su barrio con la frase "se tira
Y con el dibujo de un pat n tiro" violenta de los barrios con alta criminalidad". La represalia es
rullero solitario. Un año des
� e cuarto grado lo hacen en
términos muy similares. Lo
pu és, dos "muy utilizada por los criminales callejeros urbanos para dete­
JOS expresan un pu nto de s dibu­ ner y castigar a los depredadores" (Mullins, Wright y Jac�bs,
vista común entre los chi
mayoría de ellos les gusta cos . A la 2004: 911). Desde esta perspectiva, la violencia criminal calleJera
"jugar fútbol" y les desagr
disparos" y"las peleas': En ada n "los tiene una forma principal -'-un intercambio diádico gobernado
algunos dibujos, realizados
po r alu m­
nos de sexto, se pone de rel
ieve la violencia junto con . por la norma de reciprocidad-y un uso cardinal -la represalia-.
gos ambientales que, como otr os ries­ La violencia es vista como el resultado de la ley del talión, un
vimos, también definen la
barrio (las ratas, la basura vid a en el pago por una ofensa anterior; o en un abordaje reciente, un tipo
).
de "don" al estilo del descrito por el antropólogo Marcel Mauss,
.
72 1 lA V 1 O l E N C 1 A E N lO S M Á R G E N E S "ENTRE BALAS E NACIDO" 1 73

un gesto que, de ser aceptado, demanda ser correspondido: "Tu tres días de pastillas y alcohol, saltaba [ . . . ] sobre el asfalto
asaltas a mi amigo, yo intento asaltarte': "Tu me pegas, yo te caliente de la calle General Pinto, semidesnudo, vestido solo
pego"; ojo por ojo, diente por diente. Buena parte de esta vio­ con el short de un equipo de fútbol; se golpeaba el pecho con
lencia interpersonal, argumentan estos estudios, se mantiene la mano izquierda y hacía girar sobre el dedo anular el arma
confinada dentro de relaciones diádicas. con la derecha. Frente a él, a lo ancho del asfalto, multiplicán­
Relatos etnográficos y crónicas periodísticas sobre la violen­ dose, lo insultaba la turba dispuesta a sacrificarlo. Los hom­
cia en territorios de relegación urbana tanto de los Estados Uni­ bres de cada pasillo, los jóvenes y los veteranos, rescataron las
dos -ghettos e inner cities- como de América Latina -favelas, armas de los roperos y del fondo de los cajones con ganas de
comunas, villas- dan cuenta de que la represalia directa (esto liquidarlo [ . . . ] . A unos diez metros, sobre la calle General
es, "la retribución a una disputa anterior por el afectado o por Pinto, gritaba, escupía, insultaba.
un miembro del grupo del afectado contra la persona o el grupo -¡Putos! ¡Putos! ¡ Ortibas!
responsable de la afrenta original" [Papachristos, 2009: 81] ) ali­ Brian había querido matar a un pibe del barrio, el Rana.
menta buena parte de la violencia allí existente. Junto con la re­ -¡Vos le pegaste a mi amigo ! -le dijo. .
s.
presalia, muchos de estos estudios demuestran que la "búsqueda El Rana había tenido un entredicho con uno de los Saplto
Los
de respeto" guía a un conjunto de acciones violentas. Brian le vació el cargador encima con pésima puntería.
cada uno con lo suyo.
Las iluminadoras crónicas de Cristian Alarcón contienen más vecinos no tardaron en salir, armados
a una
de un ejemplo de esta manera de entender la violencia. Uno de Brian retrocedió apenas vio que se le venían encim
los episodios que se desarrolla frente al cronista, y que es vívi­ decena de hombres armados.
damente reconstruido en Cuando me muera quiero que me to­
quen cumbia, encapsula la represalia como motor y función de En Arquitecto Tucci y en los barrios aledaños a la feria de La
la violencia. Durante los últimos seis meses, Brian -uno de los Salada, buena parte de la violencia se asemeja a la descrita por
personajes del libro- había robado a más de un vecino en el Alarcón (y por varios otros autores en otras partes de América):
barrio y había amenazado con matar a otro joven, Rana, luego es el resultado del resarcimiento y permanece encapsulada en
de que este golpeara a uno de los amigos más cercanos de Brian relaciones entre dos individuos o grupos: ojo por ojo. Sin em­
(de la banda "Los Sapitos"). Una tarde de verano, la paciencia bargo, al prestar atención a otras formas de agresión física que
de los vecinos se agotó y decidieron tomar la justicia en sus tienen lugar tanto dentro de los hogares como en las calles del
manos. De acuerdo con la descripción de Alarcón (2003: 129-132), barrio, comenzamos a ver que la violencia transciende el inter­
re�ólver en mano y bajo los efectos del alcohol y las pastillas, cambio interpersonal y toma una forma más expansiva, menos
Bnan desafía así a quienes están a punto de matarlo: demarcada. Junto a la reciprocidad específica, esto es restringida
a una secuencia limitada -una disputa demarcada por el do mi­
Brian [ . . ] el pelo corto y rubio, el torso de una criatura de
. nio (Gould, 2003)-, la violencia parece seguir el curso de la re­
doce, la cara palpitando como endemoniada por el efecto de ciprocidad difusa, en cuyo caso la "definición de la equivalencia
74 1 lA VIOlENCIA E N lOS MARGENES " E N T R E B A lAS E N A C I D O " 1 75

es menos precisa [ . . . ] y la secuencia de eventos menos definida" La violencia física puede ser utilizada para autodefensa ("Si
(Keohane, 1986: 4) . Una visión más abarcadora tiene que abor­ trata de violarme lo mato con mis propias manos", "La última
dar la violencia interpersonal que sacude a los espacios donde vez que papá la atacó a mamá, le tiró un botellazo en la cabeza
viven los más pobres en el conurbano como una serie de even­ y lo echó de la casa") o para defensa de la propiedad ("Mi papá
tos interconectados, no solo como un intercambio recíproco: tiene un arma, la usa cada vez que se nos quieren meter en el
una díada, pero también una cadena. terreno", "Mi papá se cansó del fisura que nos afan la g�rrafa �
La represalia es uno, pero no el único, propósito de la violen­ tres veces, a la cuarta le dio un escopetazo en la pierna ) . La
cia. Cierto es que muchos actos violentos tienen por finalidad violencia es también desplegada con el fin de obtener recursos
vengar una ofensa (física o verbal) , ya sea individual (una piña económicos para financiar un hábito, ya sea el consumo de dro­
en respuesta a un insulto) o colectiva (un linchamiento en res­ gas 0 de alcohol (como en los reiterados robos en los que jóve­
puesta a un intento de violación) . Pero durante estos tres años nes del barrio están involucrados: "Se nos acabó la cerveza y
vimos en el barrio a personas que intentaban hacer muchas otras asaltamos a esta.pareja para seguir tomando"); para adquirir o
cosas con la violencia (además de llevar a cabo una represalia) . mantener dominio sobre la pareja (como en las reiteradas peleas
Como veremos e n los relatos etnográficos que ocupan el domésticas: "Estaba como loco porque ella no volvió a casa a
próximo capítulo, la violencia, realizada o amenazada, es utili­ tiempo" ) ; o para ser reconocido por algún otro significativo
zada para avanzar sobre un territorio -o protegerlo- dedicado (como en las amenazas o peleas entre amigos o en las disputas
al comercio semilegal (como en la feria de La Salada, en donde, físicas entre padres e hijos: "Tenés que pegarle si querés que te
por ejemplo, los límites físicos de puestos de venta y estaciona­ respete; con un palo, con un caño, con los puños, pero tenés que
mientos son defendidos a punta de cuchillo o revólver) o para pegarle para que sepa quién sos").
llevar a cabo transacciones ilegales (como en los tiroteos, a veces .
Estas son, demás está decirlo, distinciones analíticas que, como
semanales, otras veces mensuales, entre transas locales). La agre­ veremos más adelante, se desvanecen en la vida cotidiana de un
sión física es también utilizada por madres y padres para disci­ barrio permeado por la violencia. Estos usos, además, no son
plinar a sus hijos e hijas; por ejemplo, para mantenerlos lejos mutuamente excluyentes. Al adentrarnos en el matenal . etno­
de las "malas compañías" o, si ya "cayeron': para intentar con­ gráfico veremos que hay diversas interconexiones. u� transa
trolar la adicción a las drogas o al alcohol ("La próxima vez que .
busca controlar su territorio para conduCir su negocio; en el
lo vea con un porro, le rompo los dedos': "Volvió tan drogado, proceso utiliza la fuerza física contra los jóvenes del barrio para
que le tuve que pegar en la cara, hasta que me salió sangre de obtener su silencio o su protección. Este transa puede, a su vez,
los dedos': "La encadené a la cama para que no salga y se ponga utilizar su reputación como un "poronga pesado" para castigar
a fumar") . Como veremos más adelante, cuando los padres o física y públicamente a una adolescente que considera una "mala
las madres perciben que ciertas formas de castigo ya no funcio­ influencia" sobre su hija. El despliegue abierto y brutal de fuerza
nan, pueden también recurrir a la policía para que arresten a contra sus vecinos cercanos le servirá, al mismo tiempo, para
sus hijos y los saquen del hogar. obtener su respeto, y así perpetuar su reputación de "poronga
76 1 lA VIOlENCIA E N lOS
MÁRGENES
"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 77

pesado" (reputación mascul


ina que pueden esgrimir tan
bres como mujeres) . to hom .. .•• _
(Jackman, 2002: 387). Los estudiosos de la "violencia familiar",
por ejemplo, raramente entablan diálogos con investigadores
de violencia callejera o pandillera, aun cuando los últimos de­
LAS VIOLENCIAS; UN tectan recurrentemente la influencia mutua entre formas pri­
EN SAYO DE INTERPRET
ACIÓN TEÓRICA vadas y públicas de brutalidad (en efecto, varias descripciones
�reguntarnos sobre lo que la gente trata de log periodísticas y etnográficas han documentado el hecho de que
rar con la violen­ la violencia que ocurre afuera de un hogar usualmente se des­
cia n �s mueve más cerca de
los sentidos que están integr
el flUJ O de las amenazas o en ados en plaza al interior, y viceversa). El estudio de la violencia también
la perpetración del daño físi

�so e la fuerza física, aun en sus forma
s más brutales y enigmá­
co. "El se encuentra altamente fragmentado dentro del campo de la
ticas , nos recuerda el ant psicología, donde hay "muy poco cruce" en el análisis de sus
ropólogo Anton Blok (20 01:
vez c�rece de sentido. Por el 9), "rara múltiples encarnaciones.
contrario, es usualmente ho
especialmente en condicion no rífico, Varias son las razones teóricas y empíricas que han sido es­
es de inseguridad política
la gente 'ti�n� que hacerse en do nde grimidas para justificar esta parcelación. Como Tolan y otros
respetar": Para Blok, y par
otros especialistas en el ter a mu chos (2006: 559) argumentan, la violencia familiar debe ser distin­
pa, la "violencia siempre tiene sentido, guida de otras formas porque "ella presupone una relación en­
al meno� desde un punto
de vista: el del perpetrador"
Para el cientt. sta social
. (ibid. ). tre los involucrados". La violencia en el hogar -para utilizar el
el desafío es examinar la "ci
dad" d� la violencia, esto es, rcunst anc iali­ título de la colección de Kurst-Swanger y Petcosky (2003)- tiene
su "forma, contexto, y sentid
E�o es JUstamente l o que est o" ( ibid.) . un carácter privado que la hace analíticamente distinta de la
. amos intentando a lo largo
pagmas, Y esa es la razón po de estas violencia callejera de naturaleza pública, por lo cual, como
r la que privilegiamos la des
etnográfica que "muestra" cri pción afirma Gelles (1985: 359), "requiere de su propio cuerpo teórico"
a "la gente en el lugar" (Zu
200 4). Procuramos situar ssm an, para ser explicada.
dda hecho de violencia (he
nos fueron relatados o que cho s que Ahora bien, a pesar de que el análisis de los diversos tipos de
presenciamos) en sus circun
a los efectos de poder com sta ncias violencia ha permanecido almacenado en silos inconexos, un
prenderlo de la mejor manera
La minucia, los detalles apa posible grupo de académicos ha comenzado a resaltar la interrelación
rentemente menores de la
( c�ándo � cómo ocurrió est
a pelea, qué pasó justo ant
vio lenci � entre estos. Mary Jackman (2002) y Elijah Anderson (1999 ) , por
�ues, qm.enes estuvi. eron involucrados es y des­ ejemplo, han señalado los orígenes compartidos y la similitud de
, qué hicieron, cómo jus­ los efectos de una amplia variedad de violencia privada, pública,
t�fic ron sus acciones, etc
� .) son centrales para aprehe

SI�m cados qu e la gente le
da a la utilización del uso de
nder los interpersonal y colectiva. Jackman (2002: 404) afirma que la
-significados que sostienen la fuerza violencia es un "género de comportamientos conformado por
y perpetúan a las prácticas vio
En las ciencias sociales, los lentas-. acciones injuriosas de diversa clase, que implica una variedad
estudios sobre las diversas
de violencia se encuentra formas de comportamientos, lesiones, motivaciones, agentes, víctimas
n "especializados y balcan
izados" y observadores". De acuerdo con ella, "el único hilo que conecta
78 1 lA VIOlENCIA E N lOS MÁ
RGENES
"ENTRE BAlAS E NACIDO" 1 79

[esta diversidad] es la amenaza


o el resultado de las lesiones" ( ibid.,
nuestro énfasis). (Asimismo, Jud se originan en una fuente compartida (o poseen resultados si­
ith Herman [1992] ha analizado,
e� un trabajo ya clásico, los sim .. milares) ni en las posibles asociaciones teóricas entre ellas -re­
ilares efectos psicológicos de
diversos traumas). Anderson ( laciones que al ser analizadas de cerca llevan, en el caso de
1999 ), en cambio, resalta el orig
común que comparten violen en Collins, a una teoría general de la violencia-. Estamos preocu­
cias de distinta índole. En la in­
terpretación que Anderson hac pados, principalmente, en las concatenaciones que las diversas
e de la vida del inner city, el "có .
digo callejero" se difunde desde ­ formas de agresión física -tradicionalmente estudiadas como
la calle hacia los hogares, �scue­
las, par que s y esta ble cim ien entidades separadas- establecen en un tiempo y un espacio rea­
tos com erc iale s; perme a las
relaciones cara a cara, nutre al les y en las maneras en las que ellas definen la vida cotidiana de
crimen predatorio y al comerc
de droga, exacerba la violencia io los sectores populares · más relegados. En este sentido, nuestro
interpersonal e inclusive envuelv
prácticas de cortejo, coqueteo, e análisis se inspira (aunque con un foco analítico más restringido)
pareja e intimidad. La fuente
diversas formas de violencia, seg de en otra corriente reciente de trabajo académico -representada
ún Anderson, la encontraríam
en la perniciosa influencia de os en los trabajos de Philippe Bourgois y Nancy Scheper-Hughes-,
una mentalidad belicosa.
Más recientemente, Randall Col que convoca al análisis del "continuo" que forman "los crímenes
lins (20 08) resaltó las rela­ en tiempos de paz" o las "pequeñas violencias': compartiendo,
ciones teóricas entre una amplia
gama de interacciones sociales
violentas aparentemente incone al mismo tiempo, el proyecto más amplio que estos autores
xas. "Todas las formas de vio­
lencia -escribe Collins (ibid.: 8 proponen: el de ser testigos, criticar y escribir contra la violen­
)- calzan en un pequeño número
de patrones en el sentido de que cia, la injusticia y el sufrimiento.
atraviesan una barrera de ten­
sión y miedo que surge siempre El libro ya clásico de Bourgois (1995), In Search ofRespect,
que las personas se envuelven
en alguna confrontación antago analiza justamente la interfase entre la violencia delincuencial
nística." En otras palabras, dis­
tintos tipos de violencia compar interpersonal (incluidas las adicciones y la brutalidad fuerte­
ten una "dinámica situacional
": mente determinada por el género dentro de la unidad domés­
Si nos centramos en la situació tica) y la violencia estructural de lo que él llama el "inner-city
n interactiva -el novio enojado
con un bebé que llora, el c;tsaltan apartheid". Bourgois (2009) y Scheper-Hughes (1996; 1997), para
te que comienza a apretar el
gatillo frente a su víctima, el pol dar otro ejemplo, resaltan los vínculos típicamente oscuros en­
icía pegándole a un sospe­
choso- podemos ver ciertos pat tre las formas visibles de violencia -"ya sea criminal, delincuen­
rones de confrontación, ten­
sión y flujo emocional que está cial 0 autoinfligida" (Bourgois, 2009: 18 )-y otras menos visibles
n en el corazón de la situación
en la que la violencia
-"estructurales, simbólicas y/o normalizadas" (ibid. )-. Bourgois
es llevada a cabo ( ibid.: 7).
y Schonberg (2009) examinan justamente las conexiones entre
Aunque inspirados en la literatu la violencia estructural, la opresión de género y/o política Y el
ra que pon e de relieve simili­
tudes empíricas y analogías teó comportamiento interpersonal abusivo o entre "el sufrimiento
ricas, el foco de este libro no está
colocado en las maneras en que cotidiano impuesto estructuralmente" y las "subjetividades vio­
diferentes formas de violencia
lentas y destructivas" (Bourgois y Schonberg, 2009: 19).
80 1 lA VIOlENCIA EN lO
S MÁRGENES

Do nde nue stro aná lisis se apa


rta de esto s autores es en nue s­ 3
tro cen tro ana lític o exc lusi vo
en la vio len cia com o for ma de
daño físico inte nci ona l: el des
pliegue de fuerza, la pro duc ción
Cadenas de violencia
de dol or en el otro. Est o no qui
ere dec ir que des con ozc am os
ataq ues a la dig nid ad y al valo los
r de la per son a, de la víctima,
la vio len cia imp lica . Lo que sí exc que
luim os de nuestro aná lisis son
otr as form as de violencia en las
que esto s mis mo s autores cen
tran par te de su ate nci ón: lo ­
que Sch epe r- Hu ghe s den om
"violencia cotidiana" representa ina
da por el hambre, la enfermeda
la hum illa ció n, y lo que Bourgo d,
is llama "violencia estr uct ura
ent end ida com o la priv ació n l': I ' L DÍA A D Í A DE LA V I OLENCIA
y el sufrim ien to cre ado s por
fun cio nam ien to de estructura el
s o instituciones sociales. Pre
rim os, sin em bar go, rest ring ir fe­ Abril de 2012. Sentados al pie del mástil, apenas comienza el
nue stro foco y no util izar el tér­
min o "violencia" par a acciones recreo, Samanta y Pedro, dos de m is alumnos de cuarto grado,
o pro ces os no intrínsecament
violentos por que , de hacerlo, esto e conversan ani madamente. Pedro pregunta: "¿A tu papá ya se
s nos impedirían preguntarnos
por relaciones causales entre, le h izo cascarita el tiro? A mi viejo ya se le está haciendo".
por ejem plo , la inju stic ia, el pa­
dec imi ent o ma teri al y la exp Samanta responde: "No . . . los tiros de mi papá son viejos".
lota ció n, por un lad o, y el dañ
físico, por el otr o. o
Para reiterar, nue stro foco en Este intercambio entre un niüo de 9 ailos y una niüa de 1 0 -que
la vio len cia como la am ena za,
el inte nto o la pro duc ción de registró Fernanda en su diario- apunta a una dimensión de la
dañ o físic o a otra per son a es una
opc ión analítica; esta no ign ora violencia i nterpersonal que es más difícil de documentar y en­
la exis ten cia de otr as ma ner as
de pro duc ción de "su frimiento tender que la ji-ecuencia con la q ue la amenaza, el intento o la
social': Hac ia el final de este libr
veremos cóm o la per sist enc ia o producción de dail.o físico aparecen en la vida cotidiana -algo
y el crecimiento de distintas for­
mas de agr esió n inte rpe rso nal que esperamos ya haya quedado demostrado-. Esta dimensión,
se vin cul an con pro ces os más
am plio s que, en más de un sen el carácter ordinario que la violencia tiene para los niilos y ado­
tido , pod rían ser descritos bajo
la noc ión de "vio len cia estr uct lescentes del barrio, requiere de evidencia mayor y diferente. En
ura l':
este tercer capítulo del libro, comenzaremos examinando este
aspecto para luego aden t ra rnos en la noción de "cadena de vio­
lencia". La enorme mayoría de las h istorias que nos relataban
los alumnos apuntaban a hechos de violencia que, si b ien muy
frecuentes, aparecían a islados unos de otros ( una pelea en el
hogar, un tiroteo en la calle) . Luego de reconstruir el episodio
que p rimero nos alertó sobre el encadenamient o de distintos
82 1 LA VIOLENCIA E N LOS MÁRGENES CADENAS DE VIOLENCIA 1 83

tipos de agresión física, nos focalizaremos en otra serie de even­ golpeó, le tiró el asado en la cara y cuando se fue a levantar
tos que dan cuenta empírica de estas conexiones -vínculos que estaba muerto". La historia de Paula actuó como disparador
comenzamos a entender mejor al desplazarnos fuera de la es­ del siguiente diálogo:
cuela y al conversar con jóvenes y adultos del barrio-. Tamara: A mi tío, seña, ayer en la feria se agarraron a los tiros
En las aulas por las que Fernanda ha transitado durante estos y casi le dan. Tuvo que salir corriendo . . .
dos años y medio, las conversaciones sobre la violencia en el Ramina: Y mi padrastro . . . venía borracho de tomar con los
barrio son habituales. Las balaceras, las cicatrices que estas de­ pibes y le quisieron afanar las zapatillas, y él les dijo: "a vos te
jan, las armas, los robos, las peleas (y, como veremos en un conozco'� y entonces le pegaron un tiro en la pierna . . .
apartado, la cárcel) son temas permanentes de conversación Tamara: Y el otro día . . . mi hermanito y yo estábamos en la
entre sus alumnos, y, sea como reportes de un hecho acaecido puerta y había dos pibes en una moto que los seguía la poli­
el día anterior o como informe sobre la situación penal de un cía y pararon cerca de mi casa y la policía los rodeaba a todos
pariente, se "inmiscuyen" en el dictado de clases con una fami­ y tiraron dos tiros para arriba y a mi hermanito casi le da un
liaridad que solo el atento registro etnográfico puede detectar. ataque, salimos corriendo.
Como dijimos anteriormente, la violencia interpersonal -y
la acción punitiva estatal- no constituyen "temas" que la maes­ Lunes, 11 de abril de 2011. Fernanda entra al aula unos segun­
tra tenga que "traer a colación" para ser discutidos y analizados dos más tarde que sus alumnos. Ve que una pequeña viga de
sino que son "hechos" que están profundamente imbricados en metal sobresale de la ventana que da al patio. Se sube a la silla
la vida cotidiana de sus alumnos. La mención de un problema y, al ver que está prácticamente suelta (una parte del marco
con el mobiliario en el aula o de un hecho histórico se puede interior de la ventana que está oxidado y a punto de caerse),
transformar en una conversación sobre la violencia que, la tarde la arranca y la pone sobre el armario. Roberto, uno de sus
o la noche anterior, visitó un hogar o mató o hirió a alguien en alumnos, le pregunta: "¿Qué es eso, seña?".
una calle. A continuación presentamos cuatro instancias distin­ Fernanda: Un fierro, no sé qué hace acá. Es peligroso, lo voy
tas en las que se ilustra cómo las distintas formas de violencia a guardar.
constituyen lo opuesto a algo extra-ordinario para los niños y Escucha un murmullo y risas entre ellos, hasta que Lautaro,
adolescentes del barrio. desde un extremo del aula, le grita a Roberto.
Lautaro: ¡ Che, Roberto, es como el fierro de tu amigo!
Martes, 6 de septiembre de 2011. "Seña, ayer mi mamá cum­ Roberto le explica a Fernanda que un amigo de él tiene un
plió 50 años'� cuenta Ramina, visiblemente contenta, en voz "fierro, pero de los otros . . . "
.

suficientemente alta como para que todos en el aula la escu­ Fernanda: ¿Un amigo tuyo tiene un arma? ¿Cuántos años
chen. " ¡Mi tío cumplió la semana pasada!", dice Paula y luego, tiene?
sin cambiar de tono y expresión, agrega: "Pero al otro día se Roberto: Tiene 10 años. Roba en la feria, con el hermano que
murió. Estaba borracho y se peleaba con la mujer. Ella lo es más grande . . .
84 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES CADENAS DE VIOLENCIA 1 85

Fernanda: ¿Cómo va a robar un nene de 10 años? nanda otra de sus lecciones, esta vez sobre el legado de "El
Chelita: Claro . . . vive en el Bajo. Ahí son todos chorros. El libertador de América", cuando Ariela, su alumna, la inte­
roba ropa ahí en la feria, y la reparte entre los amigos que son rrumpió: "Seño, seño, usted conoce a Luisito, ¿no?". Fernanda
chorros como él, y la venden. recordaba a Luis con mucho cariño: era uno de esos niños
curiosos, un poco travieso. "Sí, claro, fue alumno mío hace
Jueves, 5 de mayo de 2011. "En Mayo de 1810:' lee Fernanda dos años': "Le dicen fierrito, ahora'� dice Ariela, "porque siem­
en voz alta del libro de ciencias sociales, "el Rey de España es pre anda con un fierro en la cintura y le dice a la gente: 'Mirá
depuesto por Napoleón Bonaparte. Preso en Francia . . . ". que yo tengo . . . "'. El mundo de "fierrito" no le resulta ajeno a
"Seño, seño . . . ", Carlos interrumpe a su maestra, "mi tío tam­ Ariela: su padre acaba de salir de la cárcel luego de cumplir
bién está preso . . . no sé por qué, creo que fue por robar". una condena por robo. Su hermano está prófugo, acusado de
Matías, del otro lado del aula, dice: ''A la vuelta de mi casa, asesinar a puñaladas a un amigo.
vive uno que robó, y tiene auto nuevo, pero no está preso . . . ".
La lección sobre la "Revolución de Mayo" rápidamente se Quienes escuchan una historia sobre un familiar preso (o, efec­
transforma en un recitado colectivo sobre los últimos eventos tivamente, tienen algún familiar en la prisión) son los mismos
de violencia en el barrio: que hablan de las "cascaritas" que dejan las balas, los que tocan
Johny: ¿Vieron que mataron a Savalita? Le dieron siete tiros, las marcas que deja una bala alojada en una pierna de otro, los
¡unos transas le quisieron robar la moto! que escuchan una historia sobre (o son testigos directos de) la
Tatiana: ¡No fue así! El que quiso robar la moto fue él. Se la muerte de un adolescente en el día de su cumpleaños, o los que
quiso robar a los transas. Fue así, ¡ ¡yo lo conocía!! narran que el día anterior un familiar (o con menos frecuencia
Johny: No, no . . . la moto era de él. un desconocido) quiso violar a una adolescente vecina. Para
Mario: Al lado de mi casa hay un transa, la policía viene y no ellos, los tiroteos, los heridos y las muertes (y también la cárcel)
hace nada. tienen un carácter ordinario, consuetudinario ("mi papá tiene
Tatiana (riéndose) : ¡ ¡ Los polis son redrogones!! un arma porque a veces nos quieren agarrar el terreno que ocu­
Mario: Y enfrente de lo de mi hermana, un chorro se escapó pamos en el asentamiento y los cagamos a tiros . . . acá se hace
de la policía por los techos, no lo pudieron agarrar . . . siempre así, a los tiros"; "todas las noches se escuchan tiros,
Melissa: A mi papá sí lo agarraron. Está preso, hace un año . . . venden drogas. Los transas se cagan a tiros"). La vida de estos
niños y niñas -desde las relaciones que establecen con eventos
Jueves, 1 de septiembre de 2011. "Los valores que defendía el lejanos en tiempo y espacio como la Revolución de Mayo y la
padre de la patria, José de San Martín, son valores aún muy vida de José de San Martín, hasta las formas que toman las
importantes hoy, respeto, justicia . . . y ustedes pueden usar en amenazas entre ellos ("te voy a pegar un tiro en la cabeza")- está
su vida cotidiana: no cargarse entre compañeros, respetarse, permeada por la violencia tanto interpersonal como estatal. En
no insultar a sus mamás, respetarlas . . . " Así comenzaba Fer- este sentido, podríamos decir que ambas constituyen una mo-
86 1 LA V I O LE N C I A E N LOS M Á R G E N E S
CADENAS DE VIOLENCIA 1 87

neda corriente en la vida diaria de los niños y adolescentes (y, décimo sexto cumpleaños, y ei de un policía, ocurrido el mes
como veremos más adelante, de los adultos) del barrio. anterior-. Como tantos otros que cometen lo que los criminó­
Entre los psiquiatras y psicólogos comunitarios, mucho se ha logos llaman "crímenes de oportunidad", Carlitas estaba inten­
debatido y argumentado (con variada evidencia empírica) sobre tando robar en los alrededores de La Salada (como ya hemos
la "desensibilización" frente a la violencia en comunidades en dicho, la frecuencia de robos y asaltos aumenta los días de feria)
donde esta registra una alta incidencia. En base a nuestro regis­ a una de las camionetas que salía repleta de mercadería de allí,
tro etnográfico creemos que si por habituación o desensibiliza­ cuando el conductor le disparó por la espalda. El policía, en
ción nos referimos a niños y niñas que prestan menos atención cambio, murió por haberse resistido cuando un grupo de jóve­
a los episodios de violencia, decenas de notas de campo en las nes trataron de robar su auto (ambos episodios sucedieron en
que los alumnos y alumnas hablan casi compulsivamente del la misma cuadra de la misma calle) . El policía fue asesinado
último tiroteo o asesinato probarían que no están habituados. frente a su familia (estaban "todos los sesos desparramados por
Sin embargo, si por habituación hacemos referencia simple­ el piso"). Mariana y Mariela coinciden en que "si ya ves que te
mente a familiarización -como cuando los chicos dicen, en más van a robar, es mejor no resistirte, porque si empezás ellos ya
de una ocasión respecto de una pelea o un tiroteo, "estamos saben que o sos vos o son ellos".
acostumbrados"-, entonces creemos que hay que tomar en se­ En la conversación entre ellas se describieron diferentes as­
rio las voces de estos chicos y chicas. Es dable especular sobre pectos de los dos episodios. Ambas creen que los dos sucesos
cierto grado de "normalización" de la violencia en el barrio. Así, fueron motorizados por lo que entienden como un consumo
tanto la carencia de infraestructura básica, como la violencia desenfrenado de drogas entre los jóvenes del barrio: "los pibes
interpersonal y estatal estarían en lo que, parafraseando a Michel se ponen locos y hacen cualquiera". Para Mariela, "no se puede
Foucault, podríamos llamar el "orden de las cosas" barriales. hacer nada contra las drogas". "Y como madres, ¿qué hacen para
que sus hijos no se salgan de control?" Luego de un momento
de silencio, Mariela comparte con nosotros una ·historia que, a
Cárcel y vida cotidiana pesar de la particularidad de sus detalles, parece ser común a
Mariela tiene 46 años y es una de las trabajadoras de un come­
muchas familias en el barrio. "Uno de los míos se descontroló
dor local que sirve a adultos y niños en el barrio. En nuestra
y ahora está en la cárcel [con una sentencia de seis años por
conversación de tres horas, nos reiteró varias veces que "acá vos
robo] :' Mariela lo visita en la prisión -ubicada en General Alvear,
tenés que tener cuidado':' Ella y Mariana, otra trabajadora del
a cinco horas de viaje en colectivo desde su casa- solamente
comedor, conversan sobre dos de los últimos asesinatos en el
· cuando tiene mercadería [comida, cigarrillos, ropa, etc.] para
barrio -el asesinato de Carlitas, que coincidió con el día de su llevarle. "No vale la pena ir si no tengo para llevarle algo que le
sirva... pero lo visito bastante seguido ... la mayoría de las veces
1 Esta sección está basada en material recogido por Agustín Burbano de Lara voy sola. El otro día, mi otro hijo me preguntó '¿Cuándo va a
durante seis meses de trabajo de campo en la zona. venir 'Pirulo? Ya no me acuerdo ni de su cara'. Él está bien ahí'�
CADENAS D E V IOLENCIA 1 89
88 1 lA V I O L E N C I A E N lOS M A R G E N E S

institución de la vida cotidiana en este y muchos otros territorios


nos dice Mariela y luego añade: "Yo quise que esté ahí". Mariela
de relegación urbana.
no se refiere con ese "ahí" a la cárcel en general, sino a la prisión
específica donde, según ella, "él está mucho más seguro" que en

la ante�ior, onde sus compañeros de cárcel "lo cagaron a palos"
"Hijita mía, Estrellita, perdón por todo lo que está pasando. Te
en vanas disputas por drogas que "casi me lo matan". "Esta es
prometo que nunca más va a pasar. Cuando yo salga de acá, vamos
una cárcel de máxima seguridad. Ahora él está estudiando allí
a estarjuntas para siempre y nunca más vas a tener que pasar por
está haciendo algo de rehabilitación de drogas. Yo traté de lle�
esto. Vos sabés que yo te amo y tu papá también. Cuando esté con
vario a rehabilitación varias veces pero él nunca quiso:'
ustedes no vamos a sufrir más. En dos o tres meses vuelvo para que
Mariela tiene otro hijo menor que también tuvo problemas
me visites. No estés triste. Portate bien, hacele caso a la abuela y
con la ley por consumo y venta de drogas. Pero a diferencia del
hacé las cosas de la escuela. "
primero, este tuvo "más suerte". La primera vez que fue citado
por un juzgado, "el juez le dijo que si continuaba comportándose
Estrella (n años) llegó tarde a la escuela hoy. Nunca la vimos tan
a�í lo lleva�ía a la cárcel y le advirtió que ahí no la iba a pasar
. contenta. "Fui a ver a mi mamá", cuenta, emocionada. Y nos
bien. Le diJO que si no me obedecía, o que si yo le decía que
muestra la carta que su mamá, Susana, le escribió. Susana está
había algo raro en como se comportaba, yo podría ir a donde
cumpliendo una sentencia de cinco años de prisión por tráfico
él a pedirle que lo meta preso. Él me dio el poder para hacer eso.
de drogas; la cárcel queda a una hora y media de donde ahora
Yo me dije: 'es mi segundo hijo, con este no me voy a equivocar
vive Estrella con su abuela. Su padre y su abuelo también están
de nuevo. Si veo que está en drogas, llamo al juzgado"'. Mariela
presos por tráfico. "Le llevé azúcar, cigarrillos, yerba y milanesas.
cree que el empoderamiento que recibió de parte del funciona­
Mi abuela me llevó a verla", nos cuenta Estrella. Susana fue tras­
rio del poder judicial tuvo muchos beneficios. Hoy en día, su
ladada a una cárcel cercana para que su familia (su madre y sus
hijo "está bien. Tiene un trabajo, es cartonero; es una lucha pero
cuatro hijos) pueda visitarla durante cinco días. Habían pasado
todos los días sale y cartonea para mantener a su familia...". La
tres años desde la última vez que Estrella la había visto. "Ella está
larga conversación terminó en Liliana, su hija de 17 años que
bien", nos cuenta. "Ella dice que está bien y yo veo que está más
está sentada a su lado. "Con ella sí que no jodo. No la dejo salir
gorda:' Mientras cuenta esto, Estrella acaricia y nos muestra su
a ningún lado. Ella no sabe lo que le puede pasar si sale a una
nuevo anillo y su nueva pulsera: "Mi mamá los hizo para mí. Los
fiesta y hay drogas ahí. La pueden drogar sin que se dé cuenta .. :'
hizo en la cárcel y hoy me los regaló". También recibió un collar
Es importante remarcar que para Mariela y muchas otras
con una medalla que dice "Susana" en un costado y "Te amo" en
personas en el barrio, la prisión no es solo una alternativa a la
el otro.
que pueden acudir en caso de que la disciplina de sus hijos se
Fernanda conoció a Susana antes de que fuera arrestada. So-
"salga de control" y los ponga en peligro. Dado que son muchos
lía vivir en una casa muy precaria de chapa y piso de tierra.
los esposos, esposas o parejas, hijos o hijas, padres o madres,
Cuando Susana tuvo a su hija menor por cesárea, en la escuela
tíos o tías, que están presos, la cárcel se ha convertido en una
90 1 lA VIOlENCIA E N lOS MÁRGENES
CADENAS D E V I O lENCIA 1 91

local organizaron una colecta para ayud


arla y también la asis­ Estas cifras, contundentes como son, poco nos dicen sobre
tieron para que obtuviera un subsidio para
su familia. En su algo a lo que apunta la historia de Estrella y sobre lo que nos
casa no tenía una cocina y ella no podía
ni siquiera calentar la alertaron muchos de los testimonios de los alumnos de Fer­
leche para sus hijos. Dada su extrema pobr
eza, es difícil imagi­ nanda: los efectos concretos del creciente encarcelamiento o,
nar que fuera algo más que una pequeña y
recién iniciada transa. más específicamente, las formas en que la cárcel socializa no
Estrella llega tarde todos los días de la sema
na. Es entendible; solo a quienes están allí alojados sino a sus familiares, parejas,
su tiempo con su madre es mucho más
importante que la es­ hijos e hijas. Poco sabemos sobre las modalidades en que el
cuela. "Hoy le llevé fiambre, y cigarrillos
... Comimos sanguchi­ sistema penitenciario, hoy una presencia constante en los barrios
tos juntas, sentadas en unas mesitas que ellas
tienen en la cárcel. de relegación que se han multiplicado en la provincia en las
Me hicieron sacar mi anillo, mi pulsera y
mi collar para entrar. últimas tres décadas, afecta la vida cotidiana de los pobres. Uno
Hay unas policías que nos revisan todo
. Me hicieron sacar la de estos efectos se nos hizo obvio durante nuestro trabajo de
ropa." Estrella nos cuenta que su hermano
no quiso ir a la cárcel campo: con sus padres o madres o ambos tras las rejas -el 85%
con ella hoy; él ha estado llorando todo el
día: "Él quiere mucho de las mujeres encarceladas en el ámbito federal tienen hijos
a mi mamá; no quiere que se la lleven lejos
': (tres, en promedio, de acuerdo con un estudio reciente del
Estrella no es un caso aislado. Una tercera
parte de los alum­ CELS )-, niñas y niños de los sectores más desposeídos son for­
nos del grado que en el año 2011 Fernanda
tuvo a su cargo tenía zados a asumir roles adultos (alimentar a sus padres, contener
a algún familiar cercano en la cárcel.
afectivamente a hermanos menores, etc.) cuando apenas asoman
a la adolescencia.

Según datos proporcionados por el CELS, en Buenos Aires la


tasa de encarcelamiento creció de 71 por cada 10o.ooo habitan­
Fernanda no puede ocultar sus lágrimas al leer la carta de la
tes en 1990 a 198 cada 1oo.ooo en el 2010. Casi el 70% de las
mamá de Estrella. Sus estudiantes están sorprendidos; nunca
treinta mil personas que sufren las condiciones infrahumanas
antes la han visto llorar. Mientras trata de recomponerse y reto­
de las cárceles bonaerenses no tiene sentencia judicial; 30% de mar la clase (el tema de hoy es: fracciones), una estudiante se
ellos serán declarados inocentes cuando sus casos concluyan, acerca silenciosamente a su escritorio. Noelia, otra de sus alum­
según datos del propio gobierno. El 78% de la población carce­
nas, le entrega un pedazo de papel, también cuidadosamente
laria en la provincia de Buenos Aires tiene entre 18 y 44 años
doblado. Es una carta de su padre, que ha estado en la cárcel
(96% son hombres) y proviene de los sectores más desposeídos: durante los últimos cuatro años. Igual que la de Susana, la carta
7% nu nca asistió a una institución educativa, 23% no terminó de Pedro habla de un futuro a salvo de sufrimientos y lleno de
la escuela primaria, 53% solo terminó la escuela primara y 13% amor "cuando salga de este lugar tan feo". Todos los días, Noelia
dejó la secundaria. En el momento de su arresto, más de la trae la. carta a la escuela guardada en su carpeta.
mitad no tenía empleo.
92 1 lA VIOlENCIA E N lOS MÁRGENES
CADENAS D E V I O LENCIA 1 93

Si bien no es nuestro tema central, cualquier intento por dar


cuenta de la violencia de todos los días en el barrio no puede
dejar de lado un hecho crucial: hoy, a diferencia de hace dos
décadas, la prisión se ha convertido en una presencia constante
en la vida cotidiana de los pobres urbanos. Son varios los casos
que Fernanda registró en su diario:

Miércoles, 6 de abril de 2011. Jazmín se me acerca al concluir


el canto a la bandera. Me pide que vaya a "consolar" a su prima,
Josiana. Veo que está solita, lejos de sus compañeros de primer
grado. "Extraña a su papá': me dice Jazmín. "Está preso y ella
lo extraña un montón."

LA VIOLENCIA Y SUS FORMAS

16 de mayo de 2012. Luego de leer sobre algunas leyendas


urbanas -"la llorona': "el pomberito"-, Fernanda les propuso
un ejercicio colectivo a los alumnos de sexto grado: "¿A qué
le tienen temor ustedes?". Los alumnos y alumnas aprovecha­
ron la oportunidad para conversar sobre lo que realmente les
importa. El anzuelo fue: ''A ustedes, ¿qué sonidos les dan
miedo?': Cinco de los siete sonidos que quedaron anotados
en el pizarrón son los sonidos de la violencia circundante: naza de un tiroteo o de pasos en el techo, reacomodaban los
"Pasos en el techo, ratas, tiros, gritos cuando le roban, gatillo­ _
muebles, apilándolos frente a la puerta de entrada p :ra evitar
cargador, tormenta, cuando roban y queman los autos y que alguien penetrase, o se ocultaban (y � veces dormlan) en el
explotan': único lugar de la casa sin ventanas, el bano.

En varias otras ocasiones, los alumnos nos contaron que habían 17 de mayo de 2012. "A ver, chicos, vamos a trabajar so re las�
dormido poco y mal porque había habido un tiroteo durante leyendas que leímos ayer.Vamos a conversar sobre los mledos.
la noche, o porque "soñé que entraban a robar en casa . . . en el l·A qué le tenemos miedo?" La consigna disparó una larga
barrio roban siempre': Otros describieron cómo, frente a la ame- 1 .
hora de conversación colectiva. Mario paso a plzarron y
' '
CADENAS DE VIOLENCIA 1 95
94 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES

simplemente que la idea de "represalia diádica" (el ojo por ojo,


anotó: "Entrar a la droga". "A eso le tengo miedo", dijo. "Cár­
restringido a intercambios recíprocos) no agota la explicación
cel", dijo otro. "Muerte," soltaron al unísono dos alumnas. "La
de lo que sucede en este espacio. La venganza individual es aquí
cosa es así", dijo Mario. Pasó al pizarrón y anotó: la calle �
complementada por encadenamientos más complejos que solo
juntas � droga -> cárcel � muerte. "Es una cadena, seño", le
el trabajo sostenido y sistemático en el terreno, en tiempo Y es­
dijo a su maestra. "En la calle, hacés bardo. Te juntás con los
pacio reales, puede ayudar a develar.
pibes, te hacen probar droga y te gusta, y querés más, y empe­
zás a robar para drogarte. Y un día te cae la policía, te llevan
a la cárcel. Te quedás cuatro, cinco, seis años, pero los policías
abusan de vos. O si no, te matan." La violencia sexual y la retribución colectiva: Melanie
Melanie vive en El Bajo, la zona que, con sinuosos pasillos y un
alto grado de hacinamiento, tiene las características urbanas de
Para Mario, y para muchas otras personas con las que conversa­
una villa dentro del barrio. Las fotografías que Melanie tomó de
mos en el transcurso de estos dos años y medio, la idea de cadena
su cuadra nos recuerdan vívidamente la falta generalizada de
se refiere a una suerte de camino causal en donde una acción,
infraestructura básica y el impacto que ello tiene en la experien­
un lugar o un proceso conducen a otros. Las "malas compañías':
cia cotidiana de los habitantes: calles sucias, zanjas abiertas,
nos dijeron en repetidas ocasiones tanto adolescentes como adul­
veredas rotas, aguas servidas pestilentes y estancadas, basura
tos en el barrio, llevan a la droga, la droga al robo, el robo a la
acumulada tras días sin servicio de recolección. El papá de Me­
cárcel, etcétera. Si bien es importante a la hora de comprender
lanie trabaja como cartonero para sobrevivir; su madre es una
el modo en que la gente de la zona explica parte de lo que allí
de las miles de beneficiarias de la Asignación Universal por Hijo.
sucede, no es este el sentido que le queremos dar a la noción de
Melanie y Noelia están sentadas una al lado de la otra. Ambas
"cadena de violencia". Desde nuestra perspectiva, la cadena hace
son amigas y vecinas de El Bajo. En medio de la clase, Melanie
referencia a las maneras en que distintos tipos de violencia, usual­
llama a Fernanda a su escritorio levantando su mano. últimamente
mente pensados como fenómenos apartados y analíticamente
no le ha estado yendo bien en la escuela porque faltó a muchas
distintos (por el lugar donde ocurren, por los actores a los que
clases. Fernanda se acerca a ella pensando que necesita una mayor
pone en contacto, etc.), se vinculan y responden unos a otros:
explicación sobre el trabajo asignado. Pero está equivocada.
un intento de violación seguido por un linchamiento, un ajuste
de cuentas entre vendedores y consumidores seguido de una
Melanie: Mirá lo que me pasó en mi pierna. Tengo una bala,
pelea entre hermanos, un intento de robo seguido por una paliza
¿la ves? (Fernanda mira su pierna y ve un rasguño pero inme­
a un hijo. Fue la historia de Melanie, que reconstruimos a con­
diatamente observa algo parecido a un chichón debajo de su
tinuación, la que nos alertó sobre la posible interconexión entre
piel. Le pregunta entonces qué sucedió. )
distintas formas de agresión física que, hasta entonces, pensába­
Melanie: Fue en la noche de Navidad, una bala perdida. Estaba
mos de manera aislada. No queremos decir con esto que todas
afuera de mi casa, en el patio, y pasó muy de repente. Mis
las formas de violencia estén encadenadas unas con otras, sino

¡ ,..., ....
96 1 lA VIOlENCIA E N lOS M
ÁRGENES
CADENAS DE VIOlENCIA 1 97

vecinos siempre disparan en


Navidad y Año Nuevo mient
celebran. ras el tipo, y se escaparon. Cuando llegaron a mi casa corriendo
Fernanda: ¡Ay Melanie! Eso es nos contaron lo que había pasado. Mi marido, mis cuñados,
muy peligroso. ¿Có mo estás
vos? mi hermano y algunos vecinos se fueron a la casa del tipo y
Melanie: Bien. Fui al hospital lo recagaron a palos. No sabe seño: lo desfiguraron, tenía la
y esto y bien ahora. No es nada.
Pero no me van a sacar la bal cara toda llena de sangre. Lo dejaron tirado en la casa y se
a. No sé por qué .
volvieron, pero después de comer, después de las doce, el hijo
Melanie, como Fernanda pro de puta vino para mi casa y le pegó un tiro a la Melanie, que
nto se dará cuenta, no está con
toda la verdad sobre el origen tando menos mal le pegó en la pierna. Entonces de nuevo se fueron
de la bala. Visiblemente can
y transpirada, luego de la lar sada todos los hombres a agarrarlo otra vez. Y lo volvieron a cagar
ga caminata desde El Bajo has
escuela en un día de intenso ta la a palos. Con todo. Ahí si me tuve que ir al Redael. ¿A usted le
calor, Mabel, la mamá de Me
se sienta en uno de los bancos lan ie, parece? Estuve el 24 y el 25 en el Redael. Por suerte la revisaron
del aula. Lleva en sus brazos
recién nacido de 2 semanas. a un toda. Revisaron si estaba violada también, pero por suerte el
Mientras le da el pecho a Fra
Fernanda le menciona el acc nco, tipo no llegó a hacerles nada.
idente de Melanie y le dice
imagina lo terrible que habrá que se
sido pasar Navidad en el hos
y todo por una bala perdida. pit al, Este episodio no constituye un hecho aislado. La violencia sexual
Mabel comienza entonces un
nólogo que ilustra clarament mo ­ -y su amenaza- es una preocupación constante entre las ado­
e una de las formas más promi
tes de violencia que afecta a nen­ lescentes y sus madres. Este relato vino a confirmar esta ansiedad
las niñas del barrio y que tam
da cuenta de una forma de bién colectiva (que ya habíamos detectado entre las alumnas de la
(re) acción comunal frente
a esta. escuela) pero también, como escribíamos más arriba, nos hizo
Mabe!: ¿Vio seña? ¡Ese hijo de pensar en las posibles relaciones entre episodios que, hasta aquí,
puta las quiso violar! Fue el 24
[de dic iem bre ] . Resulta que suponíamos desconectados. Desde entonces comenzamos a in­
con mi fam ilia , qu e som os
muchos, habíamos mandado dagar en la secuencia de eventos que preceden y suceden a hechos
a cocinar un lechón y unos
pollos a lo de mi vecino, a un de violencia.
as cuadras de mi casa. Un vec
que conozco de toda la vid ino
a. Mi cuñado traj o el lechón
cocinado] de la casa de mi [ya
vecino pero, como faltaban
pollos, mandamos a Melanie los Cadenas en acción: Norma y su familia2
y a mi sobrina para que los vay
a buscar. Cuando llegaron, an Norma (45 años) vive en una casa construida con ladrillos a la
el hijo de puta las quiso vio
Estaba mamado, tenía un cuc lar. vista, madera y chapas. Los exteriores y los interiores de la casa
hillo en la mano y les dijo que
si no se la chupaban iba a
matar primero a una de ella
después violaría y mataría sy
a la otr a. Por suerte pu die 2 Las tres siguientes secciones (las historias de Pedro, Toto y Sonia) están
empujarlo, no sé cómo hiciero ron
n, cre o que estaba remamado basadas en material recogido por Agustín Burbano de Lara durante seis
meses de trabajo de campo en la zona.
98 1 LA V I O L E N C I A E N LOS M
ÁRGENES
CADENAS DE VIOLENCIA 1 99

muestran las marcas que dej


ó la adicción de su hijo Pedro
años) al paco. En la cara exterio (17 hubiera ni botellas ni piedras en el suelo de los exteriores de su
r de una de las paredes de la cas
de Norma, un panel de mader a . casa para que sus hijos no pudiesen lastimarse seriamente.
a cubre el agujero que hace uno
meses hizo Pedro cuando, en s
un momento de desesperació
por conseguir dinero para com n Norma: Pedro pasó la noche de ayer en la comisaría.
prar su próxima dosis, entró
la fuerza a su propia casa par a Agustín: ¿Qué pasó?
a robar la ropa de su madre
hermanos. La ropa no fue la y sus Norma: Nos robó el inodoro. Y cuando lo estaba empujando
única cosa que Pedro robó a
familiares más cercanos. La list sus por la calle la policía lo detuvo. Pensaron que se lo había
a -de acuerdo con Norma y
hijos- es larga: incluye una sus robado de un corralón y lo arrestaron [ ... ] .
televisión, zapatillas de ejer
nuevas, platos, ollas, sartenes, cicio Agustín: ¿Al menos trajiste el inodoro de vuelta?
una pequeña lavadora e inclusi
un inodoro. ve Norma: No... No tengo el dinero para pagar la camioneta que
A pocas cuadras de su casa hay me lo traiga de regreso desde la comisaría. Pero eso no es todo.
un negocio que se especializa
en comprar a precios muy baj Carlos lo golpeó a Pedro por haberse robado el inodoro, no
os la mercadería robada y en
vender, muchas veces a los due re­ ves que lo pagó él. Y hoy en venganza el Pedro le tiró un
ños originales, al doble -y mu
veces más- del precio por el cha s adoquín encima del pie para lastimarlo.
que fue adquirida. Últimame
Norma ha tratado de no aba nte Agustín: ¿Y cómo hizo Pedro eso?
ndonar la casa (dejó de llevar
hijo pequeño a la guardería a su Norma: Carlos pasó tomando los últimos tres días cerveza,
y faltó a la cita del hospital
donde sus dos hijo s menores deb local vino y ese fernandito [Fernet] . Estaba ahí tirado, borracho, en
ían recibir vacunas obligatorias)
porque tiene miedo de que Ped la vereda... [Norma llora] Mi vida no es una vida... a veces me
ro robe cualquier objeto de val
que todavía le quede y lo ven or gustaría dejarlos a todos y largarme.
da inmediatamente por pocos
sos. ''A la antena de la televisi pe­
ón me la rompió par a hacers
pipa para fumar. Con eso fum e una La violencia entre su hijo adicto a la droga y su hijo adicto al
a el paco." Pero Pedro no sol
roba a Norma sino también o le alcohol no es la única relación violenta que amenaza el hogar
a sus hermanos mayores, com
Carlos (27 año s). Carlos, el hijo o de Norma, donde viven sus otros siete hijos e hijas, que van
mayor de Norma, es alcohólico
y la última vez que descub desde los 4 hasta los 21 años. "Ayer no pude dormir nada': nos
rió a Pedro robándole "lo cag
palos': "Se tiran piedras y bot óa cuenta mientras caminamos un viernes a la mañana hacia el
ellas de vidrio uno al otro': nos
cue nta No rm a, y otr os vecino comedor donde todos los días retira comida para el almuerzo.
s nos comentan lo mi sm o:
peleas entre los dos hermanos las "Pedro robó la bicicleta de mi vecino. La cambió por veinte
enfermos son famosas en su cua
dra. Impotente respecto de una ­ pesos. Veinte pesos para comprar la droga. A la noche, el dueño
violencia que se repite con una
frecuencia brutal, Norma nos de la bicicleta vino a mi casa y me preguntó p�:>r ella. Yo le dije
confiesa que vive con miedo ant
la posibilidad de que uno de e que le pagaría el martes, porque el martes cobro [el plan social
sus hijo s mate al otro. En má
una oportunidad vimos que s de del que es beneficiaria] . Pero él no quiere la plata. Me sacó un
Norma se aseguraba de que
no fierro [una pistola] del bolsillo y me dijo que 'si la bicicleta no
100 1 LA VIOLENCIA E N LOS MÁRGENES CADENAS DE VIOLENCIA 1 101

aparece pronto voy a matar a tu hijo'." Ramiro ( 21 ) , otro de los en comportamientos violentos. Los pequeños robos de Pedro,
hijos de Norma, lo conoce y sabe que el vecino habla en serio. compelidos por la ansiedad de su deseo por las drogas, ilustran
Ni Norma ni sus hijos pudieron dormir tranquilos esa noche. 110 obstante otro nivel de relación individual entre las drogas Y
Algunos días antes, esa misma semana, Norma había tenido la violencia -al que Goldstein (1985) denomina compulsión eco­
que viajar con sus dos hijos pequeños sobre sus faldas una hora nómica-.
y media hasta una comisaría de la ciudad de Buenos Aires Hasta la proliferación del consumo del crack en los Estados
adonde Pedro había sido detenido por posesión de drogas. Úl­ Unidos, la mayoría de las investigaciones atribuyeron la violen­
timamente, Pedro ha empezado a comprar dosis de paco o pas­ cia disparada por las drogas a los "efectos físicos y psicológicos
tillas para otros jóvenes adictos del barrio que no las pueden de la ingestión de drogas o a los intentos de los adictos por
adquirir porque tienen deudas con los transas. A cambio de la conseguir los recursos económicos necesarios para mantener el
compra, los "pibes" le dan a Pedro una parte de lo comprado hábito" ( Ouseyy Lee, 2002: 74-75). Desde mediados de la década
en forma de pago por su servicio de correo. Pocas semanas de 1980, otras investigaciones descubrieron una tercera forma
después de haber estado en la comisaría, unos jóvenes entraron :
en la que las drogas y la violencia se vincula� : a violen� ia sis�é­
intempestivamente en la casa de Norma buscando a Pedro. Le mica. Se trata de la violencia que puede surgir , de las exigenCias
habían dado dinero y hasta la tarde no había regresado con la de trabajar o hacer negocios en un mercado ilícito, en un con­
droga ni con el dinero. "Lo buscaban por todos lados, estaban texto en el que las ganancias económicas pueden ser enormes
todos enfierrados [armados ] ': nos cuenta Norma. "Me amena­ pero donde los actores económicos no tienen recurso al sistema
zaron con que lo matarían porque se quedó con el dinero de legal para dirimir las disputas" (Goldstein, 1985: n6) . En esta
ellos. Yo les pedí que no lo lastimaran. Les dije que les pagaría y tercera forma, que da cuenta de la mayor frecuencia en la que
les pedí que no lo lastimaran porque él no sabe lo que hace. 'Por la violencia se vincula con las drogas, las interacciones violentas
favor no lo lastimen: les rogué." Como Norma tenía dinero en son "el resultado de los intentos de un sistema informal de con­
casa, y como a los "amigos" de Pedro no les venden droga por trol llevado a cabo por los participantes del mercado de drogas
las deudas que tienen, Norma tuvo que recorrer las calles del quienes no pueden acudir a los agentes del sistema formal de
barrio, con las pistolas de los jóvenes adictos apuntándole, en control (la policía) para manejar sus problemas" ( Ousey Y Lee,
busca de las casas de los transas donde podría conseguirla. 2002: 75). Las disputas entre líderes rivales y los castigos por
El constante -y, como pudimos comprobar, crecientemente robar 0 no poder pagar las drogas -o por vender productos
peligroso- conflicto entre los hijos de Norma puede, en parte, adulterados- son los ejemplos más comúnmente citados. La
ser comprendido como consecuencia del efecto psicofarmaco­ familia de Norma ha tenido experiencias de primera mano con
lógico del consumo de alcohol y de drogas. Como han demos­ este tipo de violencia. También muchos de los estudiantes e �
trado varias investigaciones, la ingestión de alcohol y de drogas Fernanda hacen referencia a esta violencia cuando reportan ti­
puede irritar, excitar, enfurecer y envalentonar a las personas; roteos por la noche: "En el barrio, cada noche, los transas se
estos estados emocionales pueden, eventualmente, traducirse cagan a tiros".
102 1 lA V I O l E N C I A E N lOS M Á R G E N E S
CADENAS D E V I O lENCIA 1 103

La narración que acabamos de pres


entar no solo pon e en Nos llevó varias semanas reconstruir la historia que yacía de­
perspectiva la coexistencia, en tiem
po y espacio reales, de las trás de la golpiza. Agustín pasó muchas horas en la casa de Adela,
tres formas en las que violencia y drog
as se articulan. Cuando una modesta casa de chapas, piso de tierra y ladrillos a la vista,
en su intento por financiar su hábito
o pagar sus deudas, Pedro en un terreno que, con el transcurso de los años, ha sido subdi­
roba a sus familiares y termina en una
pelea con su hermano, vidido varias veces dejando al hogar de Adela sin patio y con un
o cuando los jóvenes adictos aterrori
zan a Norma y su familia acceso indirecto a la calle a través de un pasillo angosto. Agustín
a causa de las drogas que Pedro nun
ca distribuyó, también ve� conversó con·Adela en el comedor y visitó un centro de rehabi­
m os el modo en que diversas formas
de violencia que tradicio­ litación con Toto (a una hora y media del barrio) luego de que
nalmente han sido examinadas com
o fenómenos separados y este expresara su deseo de "rescatarse" de su adicción a las drogas.
distintos (violencia interpersonal,
doméstica y criminal) se Toto tiene 16 años y abandonó la escuela cuando tenía 14, y
entrelazan. En la medida en que tran
sas, mulas y consumidores desde entonces consume paco. También toma alcohol con mucha
peleen por pag os, robos o calidad
del pro ducto, su violencia frecuencia ("me pongo muy loco y no me acuerdo riada al día
pública -una violencia que es inhe
rente a la estructura de los siguiente . . . Siempre me cuentan que me peleo, que amenazo a
mercados de bienes y servicios ilíci
tos- puede migrar hacia todos, incluso a mis amigos, a los pibes con los que salgo. A veces
dentro de los hogares y convertirse,
a veces de manera feroz, en hasta los cago a piñas. Y a veces me pegan . . . Por eso a veces,
un motivo de pelea privada entre los
miembros de una familia. después de una curda, me despierto todo golpeado y no me
La historia que reconstruimos a con
tinuación nos ofrece más acuerdo de nada . . . "). Toto financia su adicción a las drogas y al
pruebas acerca de los nocivos enca
denamientos de distintos alcohol con el cartoneo, robando dentro y fuera del barrio (lo
tipos de agresión física.
que produjo más de una altercado con la policía y un arresto), y
sustrayendo objetos de su propio hogar, en particular de su mamá.
Tres veces a la semana, Toto sale a recoger material para ven­
Violencias concatenadas: Tato
La primera vez que supimos de la exis der en las cercanías de su casa: "cartón cuando encuentro bastante
tencia de Toto fue cuando en algún lugar . . . pero me gusta hacer más metales . . . bronce, lo
su mamá, Adela, se acercó a Agustín en
el comedor barrial. Ella que más paga es el bronce y de ahí el cobre, el aluminio también
sabía que Agustín había ayudado a una
vecina con la internación paga bien, el fierro . . . el fierro también paga [ . . . ] . Hago treinta,
de su hijo en un centro de rehabilitació
n para adictos a las dro­ cincuenta pesos por día . . . depende de cuánto labure. No voy a
gas. Adela buscó su ayuda: "Agustín, dam
e una mano, no aguan­ Capital porque queda muy lejos, no tengo caballo". Como mu­
to más': Esa mañana, Adela le había pega
do a Toto: "Hoy cobró. chos otros, Toto combina este trabajo informal con otras activi­
Hoy cuando lo vi llegar a la casa cobr
ó. Con un palo de madera dades ilegales, como robar a comercios o residentes de la zona.
que uso para trapear y para barrer lo
golpeé. Lo golpeé entero, "Empecé a robar cuando tenía 12 años, con un pibe que ahora
los brazos, las piernas, me saqué': cuen
ta entre lágrimas, "te es transa. Faltábamos a la escuela. [ . . ] al principio nos daba
juro que me saqué, no quería parar .

hasta ver que sangrara': mucho miedo ¡Te dabas las vueltas por el negocio o por la persona
104 1 LA VIOLENCIA EN LOS
MÁRGENES
CADENAS DE VIOLENCIA 1 105

a la que ibas a robar y no te


animabas! Tenés que ir de
te das fuerza, si no, solo, te a dos, así
asustás y no robás nada." la calle. Debe haber sido una piedrita o un �idrio �ue s e me
Las "seducciones del crime . _ en
n" (Katz, 198 8) no fueron , Me quedó la marca". La violencia tambien esta_ mscnta
e lavo.
didas solo jun to a sus com apren­
pañeros de crimen. Su me su . 1 a 22 mm n egra
, cuerpo en forma de varios tatuajes: una pisto
mano, Matute, actuó como dio her­ -
una suerte de modelo e ins ("es distinta que la 38 mm, te das cuenta por e1 grosor del cano
Si bien Toto nunca salió a pir aci ón.
robar con él, recuerda cuand y del tambor") en su pecho, rodeada de un par de alas a cada
de !aburar, se sacaba el cha o "venía
leco [ antibalas] y ponía las lado, y los cinco puntos (cuatro representan a ladro�e� o presos,
la parte alta de mi placard arm as en
donde no alcanzaba y ped alrededor de uno que representa a un agente poho�l) :n s �
[para cerrarlo] ': Toto respet ía la llave .
aba y admiraba a Matute. Est pierna derech a ("Si algún policía te encuentra este dibUJO, asi
era un "chorro" (en el univer e últ imo
so simbólico de los jóvene no hagas nada, te lleva a la comisaría y ahí te cagan a pa1 os ") .3
s delin­
cuentes, los ladrones gozan
de algo así como una superi
ori dad
En su brazo derecho, tiene tatuado el nombre e su hermana
-

moral sobre los vendedore _
de 17 anos, vlan1.. vl<anl· fue detenida por la pohoa, acusada de
s de drogas -"transas"-) . Lo
rros", según la narrativa ver s "cho­
osesión de un kilogramo de cocaína; luego de vanos . meses de

nácula, no hacen arreglos
policía·y están unidos por con la _
el odio colectivo hacia ella etención sin sentencia fue liberada, no sin antes haber sido
contrario, los "transas" son . Por el
bien conocidos por toda una Violada y contraído VIH en la cárcel.
de acuerdos ilícitos con la serie
policía ("arreglan con la gor "M e roba de todo -cuenta Adela-; vivir· · con e'l ya no es VI. da .
bien la oposición simbólica ra" ). Si
Mirá, si la primera vez que lo golpeé fue � orque vendw . , un
f
"ladrón versus transa" org
universo moral del crimen ani za el
callejero (Alarcón, 2003; 201 celular que ni siquiera era el mío sino de mi �egundo ma�I_ o. i
vida real los límites aparec 1), en la 1
1
en más difusos. Se puede ser Esa fue la primera vez que lo golpeé en seno. Le agarre os
o transa en distintos mome lad rón ! ¡ 1
ntos de la vida y familias dedos Y le di)· e 'Toto, me volvés a robar un celular en esta casa
como la de Toto, pueden ten ent eras, 1 ' !
er miembros involucrados . o por Dios que te rompo los dedos, te agarro asl' (yo le
Y t e Jur
bos tipos de emprendimient en am­ !
os clandestinos. agarrab a los dedos como si se los fuera a romper ) y t e rompo
Robar en los negocios locale uno a uno los dedos para que no puedas volver a rob ar'. N�nca
s es "difícil", según Toto, "no
po rque muchos comercian solo
tes están armados, sobre más me volvió a robar un celular pero me rob �ba zapatillas,
hombres" (como vimos rep tod o los
resentados en los dos mural remeras, medi·as Yo compro mercadería en la fena para reven-
es,
·

en el barrio es riesgoso: dos rob ar -

ladrones fueron acribillados der y ayudarme a llegar a fin de mes. El me la roba y 1 a revend e
encargados de los negocios por los
cuando intentaban asaltarlos
también por la policía. Toto ), sin o
fue arrestado junto a su com
Lima, cuando intentaban rob pañ ero, 3 Como explica Cnstlan
. . . ( 2003.. 34 ) ·· "Son cinco marcas, casi siempre
Alarcon
ar un negocio en la cercan del tamaño de un lunar, pero organizad a� para representar un �o1' •
a Vil la
Itatí. Ambos fueron deteni
dos en un centro para menor
es po r
_
¡�¡a
rodeado por cuatro ladrones: uno -el vtgtlante- en el centro ro ea o por los
.
varios me ses . Toto tien e un otros equidistantes como angu1 os d e un cuadrado . Es una espene d e
a cicatriz en su car a, un rec
diario de aquel arresto: "cu ord ato rio promesa persona1 hecha ' para conJ· urar la encerrona de la que e!los mismos

ando el policía me pisó la car . as . · aunque suelen ser varias las interpretacwnes
. t 1111(.
·

a sobre fueron vtc . ·


y no h ay
"
antropólogo que haya terminado de rastrear esta practica tumb era .

10 6 1 lA VIOlE N CIA E N
LOS MARG E NES
CADENAS DE VIOlENCIA 1 107

por �o pesos para irse


a drogar." Un año y
ma�Id? de Adela ech medio atrás, el segund
ó a Toto de la casa
lueg o de que este robara
o Era la primera vez que Tato sufría una herida de arma de ego. �
(y rapidamente ven Adela cree que su progresiva pérdida de control sobre el hiJO se
diera) el cable de la
aspiradora.
.
!
Adela e pega a Toto
por impotencia, per traducirá, más temprano que tarde, no solo e� la posibilida de �
Tiene miedo de que o también por tem
alguien mate a su hijo or. que este pierda su vida sino también en un �ehgro �ara ell�: 'La
tes tempranas y viol . Ejemplos de muer­
entas abundan en sus otra noche volvió muy loco, drogado, agresivo. A mi todavia me

M� ute, medi? her
mano de Toto, fue ase
vidas. El idolatrado obedece y no me levantó la mano, pero el pibe con el que se
qmen) en un Intento sinado (nadie sabe
de robo a principios por droga ya no respeta ni a su madre, está in�ontrolable . . . Yo teng�
de 2011 (fue abando
_
nado mon undo � fren�e al hospital loc
al, presumiblemente
­ miedo de que Toto en algún rato empiece a comportarse �si
s�s �ompaneros de por conmigo". Una tarde, Adela articula este miedo frente a su hiJO: -
cnmen) . Esta pérdid
Sifico el consumo de a, según Adela, inte
paco por parte de n­
lo que pasó con Tato (según él, "de
Matute, m e abando sde Tato: Mi vieja nunca me deja tranquilo, nunca . . .
né"). Pocas semanas

de que gustín Y
Tato se conocieran,
a este lo habían b
ante s Agustín: Ella lo hace porque está preocupada por v�s . . .
cu�ndo m tentaba, aleado Adela: Hijo, yo me preocupo. Así como a vos se te dificulta la
junto a un grupo
v�cmo. Mano . , de amigos, asaltar
el herm ano de su a un respiración cuando estás mal, a mí también se me acelera todo
VIda en ese encue gran amigo Brian,
ntro. Aquí reprod per dió la cuando pienso que te podrían matar.
Tato sobre lo que suc ucim os la descrip ció
edió esa noche: n de Tato (mirando a Agustín): Si lo hiciera por preocupada no
me golpearía.
Estábamos tomand Agustín: Toto, pero tu mamá no te golpea porque le gu�te. Lo
o. Uno de los pibes
para seguir tomand dijo "vamos a afanar
o': pero nadie sabía hace porque se siente impotente, porque ya no sabe que hacer
menos, si alguien ten , yo no sabía bien
ía guita y nos íbam al Por vos.
verdad íbamos a afa os a la tienda 0 d . ' '
Adela: ¡Tato, ya no sé cómo hacer para que reacciOnes.
atrás de todos, conv
nar para comprar má
ersando. De repente
s. Yo y Brian íbam o
pararon a una pareja
:
que caminaba hacia Esa misma semana, al irse lentamente concretando los planes
nosotros. Ahí uno de
de asaltar, sacó su los pibes los trata
arm a... el tipo mira para que Tato fuera admitido en un centro de rehabilitación
hagas daño, esto es el arma, dice "no me
todo lo que tengo" y, (gracias a que Agustín había desarrollado una buena relación
s� campera, p arec bus cando dentro de
ía que iba a saca r la con uno de sus directores), Adela expresó sus dudas sobre la

pis ola automática,
o una metralleta cor
billetera, y saca una
internación:
saco, pero empezó ta, no sé bien qué
a dispararnos a tod
corriendo hacia un ter os. Al primero salí
reno. Cuando me esc No sé . . . porque, aunque me toca golpearlo como hoy, Tato
abandonada que hay on dí en una casita
por ahí, m e vi que todavía me hace caso, no me levanta la voz, no me levanta la
mada. No había sen ten ía la pierna lasti­
tido nada, ni me dol mano. Cuando lo golpeo, él se deja, apenas se protege el
ió. Me rozó la bala.
cuerpo con los brazos pero no me dice nada. Yo todavía tengo
108 1 lA V I O l E N C I A E N lO
S M Á R G E N ES
CADENAS DE VIOlENCIA 1 109
control sobre él [ . . . ] . Yo
lo quiero internar para
para que se recupere, pa dejarlo ahí,
ra que no le pase nada a palos otra vez. Quería que aborte, me golpeó en la panza para
ma lo. ¿Y si el
próximo en morir es To
to? No sabés Agustín la
an gu stia que

que abortara. Gritaba: ' ¡Sacame a esa nena que no a quiero
tengo. ¡No sabés! Y cuan ver!'." Toto se acuerda de estas peleas: "Una vez, él cas1 la mata.
do lo veo llegar así loco
otra cosa más que hacer no encuentro
que golpearlo, porque no Cuando era chico, yo juré que lo iba a matar a él".
me entiende, .
po rque le he hablado de
todas las formas y no me
esc ucha. y
El día que Tato tenía la entrevista con el psicólogo que lo I a�
ya no quiero golpearlo,
por él, por mí, por las ne
na s qu

a evaluar para eventualmente autorizar su internaci n, na Ie �
todo . . . yo he sufrido e ven supo dónde encontrarlo. Si bien había expresado sus mt�ncio­
tanto en esta vida Agustín
...
nes de "rescatarse", perdió la oportunidad, que tanto habla cos­
Tato parecía disp uesto a tado conseguir, de acceder a un tratamiento sin cargo. Adela no
buscar ayuda profesional
ción; habló de su deseo para su adic­
de "rescatarse" de las dro lo vio hasta pasados unos días cuando, borracho, intentó entrar
su pareja, Amanda, y su gas para que
hijo, Ronaldo, pudieran en su casa a la fuerza. "Estaba descontrolado': cuenta Adela. "Hoy
nuevamente. Amanda le "es tar juntos"
dijo a Toto que si no de a la mañana llegó, y cuando lo iba a cagar a palos por llegar en
él no volvería a verla ni jaba las drogas,
a ella ni a su hijo. pedo me dijo: 'Ahora van a ver quién es Luis Alberto Suárez. Se
Como muchos en el ba acabó el Luis al que le decían qué hacer. Ahora yo hago lo que
rrio, Toto y Adela están
rizados con el crimen y muy familia­
la violencia. Adela ha ve se me cante, y si me mato me mataré pero en mi ley'."
por algún tiempo ("pero nd ido drogas
no hice mucha plata, po A los pocos días reconstruimos la sucesión de eventos que
consumía" ). Su primer rque también .
marido, Raúl, el papá de habían culminado en este "descontrol". Toto había temdo una
"un transa pesado . . . un Ta to yYani, era
pez gordo, tenía un mo pelea con Amanda, su pareja (con quien se había ju�tado des­
Su segundo marido, Ma ntón de guita': , un
rio Alberto (el padre de pués que él prometió que se iba a internar). Tot� habla leido
de Ta to, Jeny de 15 años, las hermanas
Laura de 9 y Naria de 7), mensaje de texto que ella recibió de un ex noviO y, en un acto
"Robaba en la autopist era ladrón: . .
a . . . pero no era un pir de celos, le pegó tan fuerte que Amanda tuvo que ser hospitali­
rob os chicos, un celula ata de l asfalto . . .
r, una billetera con 100 zada. Ninguna autoridad intervino en el episodio. Todo lo que
grande . . . hasta le tenía pe sos , na da
mi ed o a mi primer marid Pudo decir Adela la última vez que Agustín se encontró con ella
daba miedo': Raúl no sol o . . . ese sí que
o era un criminal pelig fue: "Creeme, yo sé lo que es que te caguen a pa1 os .
"

bién un marido temibl roso sino tam­


e. "Me pegaba mucho,
me metía unas palizas de mu y seguido . . .
la puta madre. ¿Sabés qu Las violencias que Fernanda registra en sus notas (los disparos,
vez? Me cortó el pelo. As e me hizo una
í cortito me lo dejó, a los enfrentamientos callejeros, un intento de violación, una pe­
solo me cagaba a pa los qu e veas. y no
. M e hacía cagar de ha lea dentro de una casa) no son fenómenos discretos sino que
crees que empecé a tra mbre. ¿Por qué
bajar en el comedor? No más bien están -tal como bien lo demuestran las historias de
pero tenía mercadería me pagaban
y comida . . . Me hizo la Melanie, Mabel, Norma, Pedro, Adela y Tato- intrincadamente
Cuando me embaracé de vida imposible.
Jeny, que ya no era hija asociados. Diferentes formas de violencia se concatenan for­
suya, me cagó
mando una cadena que conecta (y disuelve las líneas entre) la
110 1 lA V I O l E N C I A E N lO
S MÁRGENES
CADENAS DE VIOlENCIA 1 111

calle Y el hogar, las esfera


s pública y doméstica. El
la violencia interpersonal "porqué" de Lo que ha sido menos estudiado es un aspecto que, ilustrado en
lo encontramos, enparte
Y cómo" la gente la utiliza , en el "cuándo .. la siguiente historia, merece un tratamiento muy cuidadoso Y
(otra parte del porqué, com
e� el próximo capítulo, lo o veremos , que nosotros, en este momento, apenas estamos en condiciones
encontramos en las accion
.

CIOnes del �tado) . Estas
historias nos demuestra
n qu
es e inac-. de plantear como tema para futuras investigaciones: el del apren-
lenCia es utilizada para log e la vio­ dizaje de la violencia.
rar objetivos diversos, des .
de resolver
.

proble�as indiv duales� o colectivos (obtener un


·. La violencia no solo está "allí afuera" -en forma de episodiOs
� na�Ciar un hab, ito, pro
teger los límites de una pro
rec urso para que la gente reporta, en el orden objetivo de las cos�s ba�riales­
.
Ciplmar a un hijo, castig pie dad, dis- .. sino también "aquí adentro" -bajo la forma de disposiCiones
ar a un depredador) hasta
reforzar la autoridad den con struir 0 subjetivas, adquiridas, hacia la agresión física-. Esta disposición
tro del hogar 0 (co mo ver
adelante) la reputación em os más no es solamente una aptitud, un "know how" sobre la mecánica
en el barrio. Estos divers
violencia, hace falta rem os usos de la de la violencia (cómo pegarle a alguien, cómo estrangularlo,
arcar, no solo robustece
culares d� respeto '! domi n ide as parti­ cómo utilizar un revólver o un cuchillo, cómo distinguir entre
nio centradas en el despli
, Ca �omo ms
fuerza fisi egu e de la un 22 mm y una 45 mm, cómo y dónde adquirir un arma y las
trumento, sino que tambié
... ·

a (re)produCir exp ectativas n con tri buyen balas, cómo "saber" sobre la seriedad de las lesiones que las armas
y jerarquías de género y
de edad. �
provocan -"Si es de la cintura para abaj �, seño, no pasa na a . . .
"-), sino también una inclinación aprendida a resolver confhctos
Aprender la violencia: Sonia interpersonales por medio de la violencia.
L� exposición crónica a la La historia que reconstruimos a continuación no intenta re­
violencia deja marcas en

VI ad U� a e�orm e cantid
." ad de trabajos de invest
la subjeti­ presentar, en un sentido estadístico del término, a un grupo de
psiqmatna, psiCología com igación en individuos. Sencillamente, no sabemos cuántos habitantes como
unitaria y salud pública dem
que, dependiendo de la pre uestran Sonia existen en el barrio (nuestra investigación no estuvo di­
sencia y la fortaleza de los
mos protectores" (factores "m ecanis­ señada para captar esa información y creemos, al mismo tiempo,
como el contexto familia
temas externos de apoyo r y los sis­ que sería bastante dificultoso obtenerla) . Nos con�entraremos
que alimentan y refuerzan
zos de afrontamiento) , la a los esfuer­ en su "historia de violencia" porque presenta un eJemplo par­
experiencia diaria de altos
criminalidad, violencia fam niv eles de ticularmente luminoso de la manera en que el uso de la violen­
iliar y sexual, pu ede tener
consecuencias en el desarr serias cia puede ser aprendido y normalizado por una pers � na e�
ollo de tantos niños, niñas
cente� . De acuerdo con psi y adoles­ compañía de otras. Si bien la historia enfatiza que esta disposi­
cólogos y expertos en sal
es�as mclu�en problema ud pú blica, ción adquirida tiene raíces profundas en la biografía individual
s psicológicos (ansiedad,
miedo persistente, etc.), difi dep resión, no intenta sugerir que la violencia en el barrio sea la suma de
cultades en el desarrollo int
pr�blemas d� conducta, des ele ctual disposiciones violentas individuales; no tenemos e:'idencia al­
. arrollo moral truncado, la
cion patológiCa a la violen ada pta� guna que sostenga esa afirmación particular y, ciertamente,
cia y la identificación con
el agresor. controversia!.
112 1 L A V I O LE N C I A E N L
O S M Á R G E NE S
C A D E N AS DE V I O L E N C I A 1 113

El apr end izaje y l a sub sec uen te


nor ma liza ció n de la vio len cia
es difí cil de discern ir em pír icam L' ntrenó . . . m i herma no mayor era un pervertido, un degenerado,
ent e. Son ia con fió en nos otr os
y l uego nar ró detalle s mu y ínt \' yo soy la menor de las herma nas. 'Sonia',
imos de su vid a que nos o frec me dijo mi ab uelo,
una mi rad a sob re l a adq uisi ció en 'algún día tu herma no va a veni r a lastima rte, y cua ndo eso pase,
n rela cio nal de una disp osic ión
vio len ta. Su historia tam bié n sos vos o es él. No te podés dejar'. Así me dijo mi abuelo . Y me
dem ues tra q ue, cua ndo mir am
des de el pun to de vist a del per os entren ó para mata r, para que m i herma no no me viole [ . . . ] .
pet rad or, las l íne as que div iden Si
los actos púb lico s y privado s mi herma no algún día venía a violarm e, yo no iba a poder go
de vio len cia se vue lven bas tan l­
difusa s. te pearlo , ahorca rlo, nada, porq ue é l era m á s grande . Pero m
i
"Es e día te iba a ma tar, cas i abuelo me ensei1ó q u e la ú n ica forma d e defend erme q ue tenía
te ma to'; le dice Son ia a Jor dan
mie ntr as, j unto a Agu stín , esp era clavarl e las ul1as aquí, en el hueso que tienen ustedes en
era n el alm uer zo en el com edo el
com un itar io. Son ia no está hab r cuello [ l a m anzana de Ad<ín ] y girar la mano lo más fuerte hasta
lan do me tafó rica me nte ; esta
dis puesta, o al me nos eso d ice, ba que lo arranq ue. Eso te mata."
a ma tar a Jor dan . Él sab e que
cier to, pero no parece ni asu es Para cuand o Sonia compa rte esta h istoria , mucho s vecino
stad o ni con mo vido. " Est aba s
gad o . . . bor rac ho [ "l ocote" en dro ­ ya nos han relatad o varios episod ios de violen cia i ntcrpe rsonal
pal abr as de ]01·dan ] y esta ba
cien do esc ánd alo, mo lest and ha­ y los chicos y adoles centes de las escuela s ya
o a las chi cas (de l com edo r). nos han ofrecid o
decía a la ma má : ' Liev áte lo a Yo le diverso s testim onios orales y gráfico s. Y Agustí n ya ha sido asal­
]01·dan , llev áte lo que está arm
bardo, no se está por tan do bien'. ando tado en la calle por un joven que parecía alcoho lizado, Fernan
Se esta ba bur lan do de Jua n ita. da
Nad ie me hizo cas o. Salí un rato ha sido testigo de alguna s peleas calleje ras en las cercan ías de
y cua ndo vol ví Jua nita esta ba la
l lora ndo porque Jordan le hab escuela , Javier y Agustí n h a n visto e n plena calle a un vecino con
ía dic ho que era una gor da fea.
Lo em pec é a cag ar a ped os y ¿sab su torso descub ierto y una herida promi nente, aparen temen
és qué hiz o? Me esc upi ó. Ha sta te
ahí lleg ué yo. Lo aga rré del cue produc ida por un cuchill o, en su cintura . Pero, si b ien consci en­
llo, le sen tí la ma nza na que us­
tedes tien en ahí . . . l a sen tí con tes de los altos niveles de violenc ia interpe rsonal que existen en
mis ded os, y te j u ro q ue se la
a rom per. Si no era por mis iba el barrio , esta ríamos m i ntiend o si dijéram os que estába mos
her ma nas , te j uro que se la
rom per." Las her ma nas de Son iba a prepar ados para esto. Sonia, creemo s, percib ió la sorpre sa en
ia, l a ma má de Jor dan y el coo la
din ado r del com edo r inte rvin r­ cara de Agustí n pero no dejó pasar el mome nto. En una de esas
iero n y, l uego de un b reve mo
me nto , el enfren tam ien to se ­ ocasio nes etnogr áficas que los investi gadores ansían experi men­ 1
apl acó . 1 .!
Luego de rec ord ar ese enfren tar, Sonia tomó una manza na de la cocin a y ub icó sus dedos
tam iento rec ien te -y de reit era
que esta ba list a para ma tar no r pulgares en la parte inferio r y el resto en l a parte superi or de
solo a Jor dan sino a cua lq uie la
que se h u bie se i n terp ues to ra fruta. " Yo tenía 5 , 6, máxim o 7 ail.os -dice-, y mi abuelo me
en su cam ino-, Son ia afir ma
org ullo , que ella dom ina "las téc , con hacía aga rrar una manza na así y yo ten ía que clavarl e las uúas.
nica s de ma tar desde mu y chic
y l uego agr ega , "a mí me ent ren a': Una vez que le clavab a las uil.as, tenía que girar las manos hasta
aro n par a ma tar' : Son ia, n uev
me nte, no está hab lan do de m a­ poder separa rla en dos m i tades. Cuand o me l o dijo, me puso
ane ra me tafó rica . "M i abuelo a
me practic ar y practic ando p ude rompe r la manza na." En ese mo-
114 1 LA VIOLENCIA E N LOS MÁRGENES CADENAS DE VIOLENCIA 1 115

mento, el "tac" indica que Sonia ha partido la manzana que enseñado a utilizar la violencia para defender su integridad física;
tenía entre sus manos, poniéndole un sonido y una imagen al y no se debería pasar por alto lo paradójico de la historia: este
proceso de "aprendizaje de la violencia" sobre el cual buena parte "know-how" de la violencia es transmitido como una forma de
del trabajo académico sobre el tema nos alerta, pero que en "cuidado y atención". Supervisado por su abuelo (el único fa�
raras ocasiones produce una evidencia empírica ilustrativa. miliar que Sonia recuerda con cariño), el aprendizaje de la vio­
La violencia ha tenido una presencia constante en la vida de lencia está permeado por la emoción y el afecto. En esto, la
Sonia. Ha estado rodeada de agresión física, en forma de ame­ historia de Sonia se asemeja a la descrita por Nikki Jones (2009)
nazas o de ejercicio efectivo, desde muy temprano en su vida, acerca del ghetto negro norteamericano: allí también encontra­
como testigo al principio, y como víctima o perpetradora des­ mos familiares -madres, en particular- que instan a que sus
pués. "Mi primer recuerdo es que mi viejo le quería aplastar la hijas se conviertan en hábiles luchadoras creyendo que están
cabeza a mi mamá con un tanque de metal. Yo tenía 3 años. Mi transmitiéndoles una lección necesaria para la sobrevivencia en
hermana me llevaba en brazos, pidiendo socorro, para que al­ barrios problemáticos.
guien ayude a mi mamá." Recuerda que su casa estaba marcada
por la violencia ("Había dos salidas, dos puertas, para escapar La investigación existente sobre el tema es concluyente: la vio­
cuando había quilombo") y rememora las brutales peleas entre lencia crónica en una comunidad -esto es la frecuente y conti­
sus hermanos ("Cuando mis hermanos se peleaban, en mi casa, nua exposición al uso de armas de fuego, cuchillazos, puñeta­
era a matar o morir. Agarraban los culos de botella [y se daban zos, etc.- afecta la salud psíquica y física de sus habitantes, y
con eso] . . . si lo pasas para el otro lado [del cuerpo] fuiste") . particularmente perniciosos son sus efectos sobre la subjetivi­
Durante sus primeros años de vida, l a violencia no era algo dad de niños, niñas y adolescentes. Como bien lo expresa Polly
inusual, algo fuera del curso regular de las cosas. Y se convirtió Wilding (2010: 738) en su estudio sobre violencia cotidiana en
en algo "normal" ("no me sorprende': dice Sonia) no solo den­ el Brasil:
tro de su casa sino también fuera: "Estaba en cuarto grado y le
saqué la nariz a uno. En quinto, le clavé un tenedor en la oreja Las experiencias vividas con la violencia informan los futuros
a otro. En sexto, lo cagué a palos al director, a los 12 ya estaba encuentros con la violencia, al reforzar o cuestionar los lími­
arriba de la moto con piratas del asfalto". tes existentes entre formas aceptables/legítimas de agresión,
Cuando Sonia dice que la violencia no la sorprende -y lo si bien sujetos a revisión y contestación. Mientras que la vio­
cierto es que, en el transcurso del trabajo de campo, no tuvimos lencia perpetrada en público puede actuar como un conducto
de su parte indicación alguna de que estuviera perturbada por de socialización a nivel comunitario, la violencia en privado
sus recuerdos o por los muchos episodios violentos que ocurren contribuye a la socialización en la esfera doméstica. Los lími­
cerca de su casa (tiroteos, cuchillazos, violaciones)- tendemos tes de la violencia aceptable en el ámbito privado también
a creerle. El daño físico intencional, desde su punto de vista, no sientan las bases para la violencia pública, y viceversa.
posee un carácter extra-ordinario. Desde muy pequeña, le han
116 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES CADENAS DE VIOLENCIA 1 117

Madres y padres intentan proteger a sus hijos o amortiguar los aquellos que crecen en medio de este maremoto de violencia
efectos de la violencia circundante ("yo no lo dejo que salga", interpersonal y sin poder recurrir a una protección externa, ¿no
"yo no quiero que se junte con ese pibe, él anda en la joda"). A tenderán a adquirir y dominar las "técnicas" para lesionar/ma­
veces, estos intentos de resguardo pueden tomar formas violen­ tar al otro si la situación así lo demanda?
tas ("si lo veo con un porro, lo cago a trompadas", "lo encadené Mirando directamente a los ojos de un Agustín que sí está
a la cama para que no salga de joda") y otras veces, como vere­ sorprendido, Sonia repite: "Yo fácilmente te puedo matar. Yo lo
mos, pueden hasta involucrar a la policía, una institución sos­ iba a matar a Jordan. Lo agarré del cuello y te juro que lo iba a
pechada de brutal y arbitraria. En todo caso, y aun teniendo en matar. Porque yo cuando me saco, no me pierdo. Al contrario,
cuenta los esfuerzos parentales, es difícil para los niños, niñas y me pongo fría, y pienso en quince formas de matar': Mientras
adolescentes escapar ilesos de esta peligrosa vorágine de violen­ dice esto, en el fondo suenan varias sirenas y dos patrulleros pa­
cia comunitaria. Como señala Jill Korbin (2003: 441): "Los niños san raudos frente al comedor. "Debe haber pasado algo en la
pueden sufrir fracturas óseas sin efectos duraderos. No es tan feria", dice Juana, que estaba escuchando atentamente la historia
fácil recuperarse de los espíritus rotos, cuando sus huesos se de Sonia. Esta disiente: "No . . . lo hacen para mostrarse, para ha­
rompen deliberadamente por mala fe o falta de cuidado". cer quilombo". María, otra de las cocineras en el comedor comu­
Dado nuestro enfoque etnográfico, no es posible conocer los nitario, agrega, entre risas: "Encargaron una pizza y se les enfría".
efectos que en el mediano y largo plazo la cadena de violencia
*
tendrá sobre los niños y adolescentes constantemente expuestos
a ella. Pero pensando desde la historia de Sonia, que en el mo­
mento en que escribimos esto tiene 34 años, uno podría espe­ No queremos concluir este capítulo sin hacer mención, por un
cular sobre lo que denominaríamos el "largo alcance" de una lado, a la dimensión de género de la violencia urbana y al vínculo
infancia violenta. Este proceso de aprendizaje no es -hay que masculinidad-agresividad bajo el cual normalmente se la estu­
remarcarlo- algo que los individuos elijan; es, por el contrario, dia y, por el otro, a lo que podríamos describir como una luz al
una adquisición que se impone sobre los habitantes de los ba­ final de este tan lúgubre túnel.
rrios de relegación por las circunstancias violentas en las que La capacidad de ejercer la violencia (o de amenazar, de manera
viven y crecen. ¿Es descabellado imaginar que, dentro de algunos creíble, con su uso) ha sido tradicionalmente asociada al ejer­
años, Marina (la hermana de Pedro, el hijo de Norma adicto al cicio y la defensa de la masculinidad: la violencia como garantía
paco) estará contando una historia de violencia similar a la de del poder patriarcal y del privilegio masculino. Como señala
Sonia? Rodeada de -sitiada por, sería una mejor expresión- las Nikki Jones (2009: 6), la relación entre "masculinidad, respeto,
peleas constantes entre sus hermanos, por las amenazas de con­ fuerza y dominio frecuentemente alienta a los jóvenes y hombres
sumidores o de transas que asaltan su casa para resolver dispu­ del inner city . . . a recurrir a la violencia física o a arriesgar sus
tas por falta de pago o pérdida de drogas, ¿no debería aprender vidas, a los efectos de ser reconocidos y respetados por otros
a defenderse como lo hizo Sonia? Para decirlo de manera simple: como hombres". Si bien muchas de las historias que aquí recons-
118 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES

4
truimos ilustran esta dimensión de género de la violencia, otras
nos demuestran que, en Arquitecto Tucci, el uso y la amenaza El Estado en los márgenes
de violencia ni es monopolio de los hombres, ni se restringe a
la construcción de identidades masculinas.
Sonia no duda en utilizar sus puños en lugares públicos -como
el comedor o las calles cerca de su casa, donde es muy respetada
porque, en palabras de una de sus hermanas, "es brava"-, pero
no ejerce la violencia en sus relaciones domésticas. "La violencia
es una cadena . . . ': dice Sonia, dándole a la imagen de "cadena"
un sentido distinto al nuestro pero similar al empleado por los En El proceso civilizatorio (1994), Norbert Elias postula la exis­
alumnos de Fernanda: una trayectoria de eventos cada vez más tencia de una relación cercana entre la pacificación de la vida
dañinos en la vida de una persona y, probablemente, de sus cotidiana de una determinada región y las acciones (e inaccio­
descendientes. "Yo corté la cadena con mis hermanos más chi­ nes) del Estado que regula normativamente dicho espacio. El
cos . . . Es la única manera de cortar la cadena. No les podés "proceso civilizatorio" significa, sobre todas las cosas, la sustrac­
pegar a tus hijos, porque si lo hacés, ellos van a pegarles a tus ción de la violencia de la vida social y su reubicación bajo con­
nietos. Es así. . . pero se puede cortar." Tener una disposición trol del Estado. Esta intuición de Elias es particularmente per­
adquirida hacia el uso de la violencia no significa que, como tinente para sumar un eslabón más a la comprensión de las
bien lo ejemplifica Sonia, el comportamiento que esta genera diversas formas de violencia interpersonal y criminal que de­
se reproduzca y se transmita automáticamente de una genera­ predan las vidas de los más pobres. Apropiándonos de su pro­
ción a otra. puesta general y confrontados por la intensificación de la vio­
Los actos de violencia (los disparos, los enfrentamientos ca­ lencia urbana nos preguntamos: ¿Cómo, cuándo y produciendo
llejeros, las violaciones o sus intentos, las peleas dentro de la qué efectos es que el Estado interviene en las disputas de los más
casa) no son, repetimos, fenómenos aislados. Como demuestran pobres en los lugares en los que estos viven?
estas reconstrucciones, y como ya hemos dicho, en más de una En esta última parte, examinaremos la presencia del Estado
oportunidad están estrechamente vinculados. Diferentes tipos en la zona y su relación con lo que, parafraseando a Norbert
de violencia se concatenan formando una cadena que conecta Elias, denominaríamos la extendida ausencia de paz. Al contra­
la calle y el hogar, la esfera pública y el espacio doméstico. Al­ rio de las descripciones que se hacen en buena parte del conti­
gunos de los eslabones de esta cadena involucran a las acciones nente de zonas pobres como "vacíos de gobierno': abandonadas
del aparato estatal. En el último capítulo de este libro, inspec­ por el Estado, o espacios militarizados firmemente controlados
cionaremos la relación entre la particular presencia del Estado por el puño de hierro del aparato estatal, nosotros argumenta­
en la zona y la cadena de violencia. remos, por medio de la demostración empírica, que la aplicación
de la ley en espacios urbanos marginales como Arquitecto Tucci
120 1 lA VIOlENCIA E N lOS MÁRGENES E l ESTADO EN lOS MÁRGENES 1 121

es simultáneamente intermitente, selectiva y contradictoria. Si Campesinos, habitantes de barrios pobres, indios, mujeres,
observamos las formas en las que el Estado aparece en los már­ etcétera, con frecuencia no logran recibir un trato justo en
genes urbanos bajo el microscopio etnográfico, demostraremos los tribunales, ni obtener de los organismos del Estado los
que la violencia se reproduce en la vida cotidiana, en parte, servicios a los que tienen derecho, ni ser protegidos de la
debido a esta particular presencia estatal. violencia política, etcétera. [ . . . ] En muchas áreas marrones,
En un artículo hoy clásico, Guillermo O'Donnell (1993: 1359) los derechos democráticos y participativos de la poliarquía
escribió: son respetados. Pero el componente liberal de la democracia
es violado sistemáticamente. Una situación en la que uno
Imaginemos un mapa de cada país en el que las áreas de color puede votar libremente y en la que el voto de cada uno es
azul designan las áreas en las que hay un alto grado de pre­ contado correctamente, pero en la que no se puede esperar
sencia del Estado (en términos de la existencia de un grupo el trato correcto por parte de la policía o en los tribunales
de burocracias razonablemente eficaces y de la eficacia de una pone severamente en cuestión el componente liberal de esa
legalidad adecuadamente sancionada), tanto funcional como democracia y reduce seriamente el valor de ciudadanía (ibid.).
territorialmente; el color verde indica un alto grado de pene­
tración territorial y una presencia significativamente más baja A pesar de las apariencias, el territorio d e relegación urbana
en términos funcionales y de clase; y el color marrón, un nivel donde llevamos a cabo nuestra investigación no es una "zona
muy bajo o nulo en ambas dimensiones. [ ... ] Brasil y Perú marrón" -donde la presencia del Estado es baja o nula-, sino
estarían dominados por el marrón, y en la Argentina la exten­ algo mucho más complejo, y empíricamente más difícil de desen­
sión del marrón sería más pequeña, pero, si tuviéramos una trañar. La cuestión en juego -como veremos mediante la de­
serie temporal de mapas, podríamos ver que esas secciones mostración etnográfica- no es la debilidad del Estado, sino una
marrones últimamente han crecido. colusión entre poder de policía y criminalidad que es análoga
a la descrita por Desmond Arias (2oo6a, 2oo6b) respecto de las
Las áreas marrones, señala O'Donnell, son "regiones neofeuda­ favelas de Río de Janeiro. En otras palabras, más que ante un
lizadas" donde "la destrucción de la legalidad priva a los circui­ fracaso del Estado, estamos frente a una activa constelación de
tos regionales de poder, incluidas las agencias del Estado, de su intereses cuyo resultado es la promoción de la violencia. Para
dimensión pública y legal, sin las que el Estado nacional -y el ponerlo en términos más simples, el escenario que surge de
orden que este respalda- desaparecen" (ibid. ) . En estas áreas nuestro trabajo empírico no es un escenario de "abandono es­
tenemos una "democracia con ciudadanía de baja intensidad" tatal" sino de conexiones, usualmente clandestinas, entre acto­
(íbid.: 1361). El de O'Donnell no es solo un argumento topográ­ res estatales y perpetradores de la violencia. En el terreno, esta
fico; es también categorial. Los países tienen diferentes colores, "colusión" se manifiesta en la forma de una presencia estatal
y las poblaciones menos favorecidas son generalmente las más contradictoria y selectiva. En su intermitencia, por otra parte, el
afectadas: Estado que aparece en Arquitecto Tucci -con patrullajes impre-
E l E STADO EN LOS M Á R G E N E S 1 123
122 1 lA V1OlENC1A EN lOS MÁRG EN ES

simbólico que separa a los residentes de la sociedad que los


�ecibles y arbitrarios- se asemeja al Estado nicaragüense ana­
rodea. Podríamos entonces afirmar que, en Arquitecto Tucci, lo
hz�do en detalle por Dennis Rodgers (2oo6b ) . No se trata, re­
que la presencia del Estado crea a diario es un con(dón)urbano:
petnnos, de un Estado ausente sino de una forma "cualitativamente
una malla profiláctica entre poblaciones.
diferente de gubernamentalidad estatal, basada en la habilidad
Antes de comenzar, queremos dejar en claro una limitación
de precipitar, reiteradamente, 'estados de excepción' localizados
que tiene el material que presentaremos a continuación y formu­
mediante redadas aterrorizantes que demuestran simbólica­
lar una advertencia. Documentaremos algunos de los hechos que
D_l�nte el poder arbitrario del Estado y que refuerzan la separa­ nos fueron relatados durante estos dos años y medio. A diferen­
CIOn entre [ . . . ] poblaciones 'válidas' e 'inválidas"' (ibid. : 325); 0
cia de lo narrado hasta aquí -y por motivos que serán evidentes
en la sucinta pero ilustrativa formulación de Rodgers, del "Es­
al adentrarnos en las historias-, no hemos podido corroborar
tado como una pandilla':
mediante la observación directa mucho de lo que los vecinos
La violencia, ya debería estar claro, abunda en la vida cotidiana
contaron. Como no fuimos capaces de "triangular" los datos,

del arrío: está presente en las calles y en los hogares y, según
optamos por la "acumulación" de información, y en este sentido,
pudimos reconstruir, en varias ocasiones un tipo de violencia
la reconstrucción de la presencia estatal no está basada en anéc­
conlleva a otro. Frente a una violencia persistente, a veces enca­
dotas excepcionales sino en la recurrencia de los relatos. Asi­
denada, pero nunca "detrás de bastidores" (Elias, 1978) sino más
mismo, queremos advertir que no es nuestra intención entrar
bien a la vista de todos, nos deberíamos preguntar, junto con el
en la lógica de la acusación y el enjuiciamiento; en efecto, no es
autor de El proceso civiliza torio, ¿qué hace el Estado para regular
nuestra tarea, y aun si lo fuera, no tenemos pruebas suficientes
los conflictos interpersonales entre los desposeídos? El Estado
para señalar responsabilidades individuales. Pretendemos, sí,
es, al mismo tiempo, una entidad estructural, macro y abstracta
presentar algunas historias que nos resultan relevantes para
Y un conjunto de instituciones concretas que actúan a nivel
comprender la participación del Estado, como actor colectivo,
micro estableciendo relaciones cara a cara con los ciudadanos
en la reproducción de la violencia.
de manera directa e inmediata. En esta sección nos concentra­
remos en este segundo nivel, en el nivel de las prácticas estatales
Y daremos cuenta de algunos de ios encuentros rutinarios pero
¿pROTEGIDOS?
no siempre lícitos entre los pobres de la zona y algunos oficiales
de la ley.
Como mencionamos al comienzo de este libro, la feria de La
Si bien no es el enclaustramiento dentro de una red firme de
Salada se ubica en uno de los márgenes del barrio. Dos veces por
creciente y diligente atención por parte del aparato estatal, los semana, miles de compradores (la mayoría de clase baja y media­
efectos de esta presencia fracturada, intermitente y contradic­
baja de la región metropolitana de Buenos Aires pero también
toria son similares a los que Loi:c Wacquant (2007) describe del resto del país) concurren a este masivo mercado informal
respecto del ghetto afro-americano y otros barrios destituidos
para vender y comprar (en su mayoría) ropa y aparatos electró-
(véase también Goffman, 2009) : profundiza el abismo social y
124 1 lA V I O l E N C I A E N lOS M Á
RGENES
E l ESTADO EN lOS MÁRGENES 1 125

nicos pequeños. Millones de pes


os en dinero efectivo y merca­
dería se desplazan por las calles El hijo del policía
de Arquitecto Tucci creando un
sinnúmero de oportunidades par En sus notas de campo, Javier registró en septiembre de 2010
a delinquir. En estos días, la
gendarmería nacional patrulla el caso de Julián (13 años), alumno de sexto grado cuyo padre
las calles horas antes y durant
los días de feria. La presencia de e es un policía que trabaja en La Bonaerense. Durante el primer
numerosos gendarmes fuerte­
mente armados ha transforma recreo, le pide a su profesora de educación física que por favor
do el área en un espacio milita­
rizado. Los lectores deben not sostenga su nuevo teléfono mientras corre con sus compañeros
ar la paradoja: La Salada es un
mercado informal -y en buena med en el patio. Es la primera vez, me cuenta la profesora en una
ida ilegal-, en donde muchas
de las transacciones comerciales entrevista posterior, que ella ve un teléfono tan "sofisticado".
y de las prácticas laborales no
gozan de regulación estatal, per Ella le dice a Julián: " ¡Qué lindo celular que tenés! ", y en res­
o su funcionamiento es "prote­
gido" y regulado por uno de los puesta, recibe un breve pero revelador comentario sobre el
brazos punitivos del Estado.
Junto con la gendarmería, la seg accionar de la policía en la zona: "Mi papá me lo dio. Se lo sacó
uridad privada de la feria
puebla las calles -hombres y mu a los chorros . . . ¿Vio cuando los policías ponen a los ladrones
jeres uni formados, también
armados y protegidos con chaleco contra la pared y los revisan? Bueno, ahí es cuando mi papá
s antibalas- formando lo que
los habitantes llaman un "corred les saca los celulares, el dinero, las drogas ... nunca se los de­
or de seguridad" en algunas de
las calles de la zona, por las que vuelve, se lo queda todo para él. A mí me regaló este celular.
se desplazarán los buses con
clientes y los vendedores con su Está bueno, ¿no?".
mercadería para evitar ser asal­
tados por los "piratas del asfalto' La forma natural y despreocupada en la que Julián describió
:
Ahora bien, esta militarización el origen del celular sugiere que no considera que haya nada
de la marginalidad no es cons­
tante, ya que una vez que la feri malo en las acciones de su padre; no obstante, este no es el lugar
a se cierra, los gendarmes des­
aparecen hasta el próximo día de para especular sobre las lecciones de ética aprendidas por Julián
apertura. La mal pagada, poco
entrenada y pobremente equipad cada vez que escucha las hazañas de su padre (o lo que Jean
a policía provincial conocida
como La Bonaerense patrulla las Piaget denominaría la construcción del juicio moral). Nos
calles cuando la gendarmería
nacional se retira. Treinta meses preocupa lo que la historia nos dice sobre la forma contradic­
de observación e innumerables
conversaciones con los residen toria en la que el Estado se insinúa en la vida de los más pobres.
tes -niños, jóvenes y adultos­
ponen de manifiesto el carácter Aunque algo extremo, el caso de Julián apunta hacia una forma
sesgado y contradictorio de una
intermitente aplicación de la ley. prominente en la que la aplicación de la ley opera en el barrio:
Confiamos en que la serie de
notas de campo que presentam la policía actúa como el brazo represivo contra los criminales
os a continuación describirán
esta presencia del Estado en el pero también actúa, según los vecinos, como perpetradora del
barrio. Todas las notas fueron
tomadas por Javier Auyero, jun crimen. Esto está lejos, por cierto, de ser un secreto para los
to a un asistente de investigación
-sin la participación de Fernan habitantes de Arquitecto Tucci: "los policías son unos dragones':
da o de sus alumnos y alumnas-
en otra de las escuelas de la zon , "los canas son todos chorros".
a y en hogares del barrio.
126 1 lA V I O l E N C I A E N lOS M Á R G E N E S
E l E STA D O E N lOS M Á R G E N E S 1 127

El transa
"Yo fui chorro y transa': nos cuenta sabían que vendíamos drogas pero no nos molestaban. Nos li­
Jorge. Tiene 40 años y apro­
vechamos un momento de repentin beraban la zona. Si no les pagábamos cada fin de semana, está­
a apertura, que sorprendió
aun a sus seres más cercanos, para escu bamos en problemas y terminábamos en la cárcel. Cu�ndo n ?s
charlo reflexionar sobre
los riesgos de su reciente pasado crim movimos de barrio, empezamos a vender mucha cocama y, sm
inal, que en sus propias
palabras incluyó "casi todo': desde robo darnos cuenta, molestamos a la policía porque ellos ya tenían
de autos hasta comercio
de droga. Ahora está "retirado" y no un arreglo con alguien que vendía allí. Un día unos gendarmes
ha tocado "un porro o una
cerveza por muchos, muchos años". querían saber cuál era nuestro problema con la policía y ame­
El tipo de cosas que hizo y
el trágico final de muchos de sus ami nazaron con matarnos, pero en el momento en que, supuesta­
gos ameritarían un libro
entero: " É ramos un grupo de onc mente, nos iban a disparar, nos ofrecieron protección a cambio
e pibes, pero solo tres nos
seguimos viendo. El resto está en la cárc de que les pagáramos más. Los gendarmes tienen más peso q�e
el, o están muertos. Uno
murió asesinado por la policía, otro la policía y nosotros estábamos con ellos. Empezamos a domi­
por el dueño de un local
cuando trató de robarlo y otro mur nar el barrio, ¿viste? Todo depende del territorio en el que estés.
ió de vm ". Lo que nos
preocupó, no obstante, fue algo más Alguno es para los policías, otro para la gendarmería".
específico: la relación que
su grupo mantenía con la policía y
con la gendarmería.
''Antes existían los códigos. Nosotros
los teníamos y sabíamos
que uno siempre necesita de su barr La desarmadora de autos
io y de su vecino. Muchas
veces escapé de la policía escondiéndo "En esa época'� nos cuenta Amanda refiriéndose a la segunda
me en la casa de un vecino.
El vecino sabía que yo nunca iba a toca mitad de los noventa y principios del año 2000, "no había mu­
r nada de sus cosas." Los
vecinos, según Jorge, "se sentían prot chas cosas que una simple madre con tres hijos al lomo y ningún
egidos. Hoy los pibes ya no
tienen códigos': Al igual que el resto trabajo podía hacer. Yo hice de todo: desarmar autos, vender
de vecinos del barrio, atri­
buyen esta ruptura de los códigos a las drogas y coordinar planes de asistencia social. Hice todo lo que
nuevas drogas consumidas
por "los pibes": ''Antes era solo marihua pude para sobrevivir". Señalando los distintos cuchillos Tra­
na y cocaína. Ahora es el
paco, pasta base. Por las drogas los pibe montina que estaban sobre la mesa donde habíamos almorzado
s ahora hacen cualquiera':
La relación antagónica que Jorge man continuó: "¿Ves estos cuchillos? Con esta punta podés abrir mu­
tuvo con las fuerzas
represivas del Estado cuando robaba se chos autos ... y con la punta de este [cuchillo] de acá te desarmo
convierte en una relación
de colaboración ilícita cuando el grup un tablero en dos minutos". Amanda trabajaba con un grupo
o se dedica al comercio
de droga. En la descripción de Jorg de jóvenes que robaban autos en la capital y los llevaban a la
e, tanto la policía como la
gendarmería aparecen involucradas cuadra de su casa para ser desarmados. "En una noche desar­
en "el negocio": "Cuando
empezamos traficando en Las Violetas mábamos un auto cada dos personas. Al día siguiente, apenas
[un barrio pobre cer­
cano ] , tuvi mos un arreglo con la poli salía el sol, los de Warnes [la avenida de Buenos Aires conocida
cía. Tod os los fines de
semana venían a buscar el sobre [rec por sus negocios de venta de autopartes] venían al barrio a com­
ibir su coima] . Los policías _
prar las partes. Era fácil y la policía no nos molestaba. Temamos
128 1 lA VIOlENCIA E N lOS MÁRGENES
El ESTADO EN lOS MÁRGENES 1 129

un arreglo previo con ellos y con un depó


sito de chatarra. Muy droga o a algunos "pibes chorros" pero no a todos. Es lenta y
temprano en la mañana una grúa venía del
depósito y se llevaba diletante cuando tiene que actuar contra maridos violentos, y
los esqueletos de los autos. La policía nos
liberaba la zona." ausente cuando se trata de intervenir sobre el generalizado
trabajo infantil o sobre los talleres clandestinos donde se con­
fecciona ropa en condiciones de alta explotación. Repetida­
DESPROTEGIDOS
mente escuchamos historias de violencia doméstica en las que
se menciona que fue imposible encontrar a la policía ("la po­
La mism a policía que libera una zona para
las actividades delic­ licía siempre llega tarde, después que te violan, después que te
tivas es la que emplea tácticas de shock
y terror, inundando con cagan a palos ... vienen a recoger el cadáver o a coserte si es que
patrulleros una determinada área del barr
io donde las sirenas, te violaron"), y casos de trabajo infantil que no son sanciona­
las órdenes en voz alta y el despliegue de
armas (y, con frecuen­ dos -varios estudiantes de las escuelas primarias de la zona
cia, los tiros) marcan su diligente y exci
tada presencia. En el trabajan en la feria, ya sea como "carreros" (transportistas de
transcurso de nuestro trabajo de campo,
cuatro adultos, padres mercadería), como vendedores, como asistentes de familiares
de alumnos de la escuela media, fueron arre
stados en situaciones que atienden puestos, o directamente en la producción de mer­
de ese tipo. Tal como los testimonios ante
riores revelan y tal cadería en talleres clandestinos-.
como ha sido descrito respecto de otro
s enclaves de pob reza Dependiendo del tipo de delito y de las partes involucradas,
latinoamericanos, la policía local, en la perc
epción de los vecinos, la aplicación de la ley puede ser ágil o parsimoniosa, alerta o
protege a algunos de los comerciantes
de droga en silencio y negligente. Como resultado, los residentes que sufren todo tipo
persigue a otros de forma pública y ruid
osa, convirtiéndose en de victimizaciones tienen muchas dudas sobre si acudir a la
parte integral del crimen que, según dice
la propia policía, ella policía, porque intuitivamente saben que los agentes no actua­
busca combatir. "Es fácil hacer un arreglo
con la policía... ellos rán en su defensa o, lo que es peor, sospechan que la misma
solitos vienen por su comisión. Si cada noch
e les das entre $50 o policía está asociada íntimamente con los criminales y con el
y $6oo te dejan en paz'� nos comentaron
dos mujeres involu­ delito que los victimizó. No estamos hablando de una simple
cradas en el pequeño comercio de drog
as. Por si fuera poco, la suposición compartida entre los habitantes del barrio. Estamos
policía también es una pieza clave en el merc
ado negro de armas ante un conocimiento del sentido común que condiciona el
y balas: muchas de las personas con las que
hablamos en Arqui­ repertorio de respuestas posibles de los habitantes del barrio
tecto Tucci saben que pueden comprar
armas y balas con algún ante una situación de emergencia. Tan profundamente arraigado
agente de La Bonaerense fuera de servicio
o retirado. se encuentra que las primeras veces que tomamos conocimiento
La aplicación de la ley no es solo intermite
nte y contradic­ sobre episodios de violencia en los que no se acudió a las fuer­
toria (hace cosas que se oponen entre sí
y que son incoheren­ zas estatales de seguridad, la gente con la que conversábamos se
tes una con otra), sino también altamente
selectiva. La policía sorprendía del sin sentido de nuestra inocente pregunta: "¿por
pers igue y encarcela a algunos pequ
eños com erci ante s de qué no llamaron a la policía?".
13 O 1 lA V 1 OlEN C 1 A E N lOS MÁ RG EN ES El ESTADO EN lOS MÁRGENES 1 131

Violencia sexual A comienzos de septiembre de 2011, un día temprano por la


Las respuestas a la violencia sexual no siempre toman la forma de .
mañana, los vecinos de Matilde se despertaron con los gritos de
violencia colectiva que describimos al principio, por ejemplo, en Juan y la Tana, que habían mandado a llamar a Lucía para que
el caso del intento de violación de Melanie. El siguiente caso retrata saliera a la puerta de calle. Ni bien ella salió, empezaron los
una reacción menos común pero igualmente brutal. Reconstruida gritos: "¡A mi hija (Soledad) la violaron por tu culpa! Ahora vas
en un período de varios días y luego de varias conversaciones con .·
a ver! ". La agarraron de los brazos, la arrastraron hasta la mitad
algunos de los involucrados, este episodio vuelve a arrojar luz. de la calle y le dieron un primer golpe en la cara. Lucía se cayó
sobre algunos de los usos de la violencia que remarcamos más al suelo, y entre ambos le volvieron a pegar en el estómago y en
arriba (el mantenimiento de la reputación; el disciplinamiento de la parte baja de la espalda. Desde allí la arrastraron hasta el

los ijos) yla �ermeabilidad de las fronteras entre violencia pública interior de la casa de ellos. Lucía no podía defenderse. Una vez
Y pnvada. Mientras más excavamos en los giros de la historia y en dentro, Juan sostuvo a Lucía con firmeza y la Tana le cortó el
los detalles aparentemente anecdóticos, más nos convencemos de . largo pelo negro. Ni bien la soltaron, Lucía corrió de regreso
que este caso ilumina una dimensión de la violencia que no ha,. hacia su casa, donde Matilde la encontró metida debajo de su
bíamos anticipado al comienzo de la investigación: algunos de los ··
cama, llorando y en posición fetal. En busca de una respuesta
vínculos de la cadena de violencia (que aquí conectan violencia . por lo que había sucedido, salió a la calle y allí se encontró con
sexual con violencia callejera) también pueden llegar a involucrar ·
Juan y la Tana, quienes la amenazaron: "Si nos denunciás o de­
a los agentes de la ley. Una vez descubiertas, estas conexiones cís algo a alguien te vas a meter en problemas con nosotros".
también nos ayudan a comprender por qué los residentes rara­ Alguien que conoce bien a la Tana nos cuenta que Matilde no
mente interpelan a la policía en casos de violencia sexual. tiene muchas opciones para hacer frente a la aparente crueldad
Lucía y su amiga Soledad tienen 13 años de edad. Viven una con la que la pareja había maltratado a su hija; "Ellos pueden
al frente de la otra sobre la misma calle de tierra. La madre de hacer cosas. Y si los mete en problemas, o le quitan un hijo o la
Lucía, Matilde, es madre soltera. El padre de Soledad, Juan, es matan a ella." Todo el mundo en la cuadra habló aquellos días
un "transa" bien conocido en el barrio. Los vecinos se refieren del castigo público de Juan y la Tana contra Lucía, sobre todo
a él como "un poronga pesado': lo que quiere decir que es alguien porque la ofensa que Lucía supuestamente había cometido no
al que nadie quiere molestar. La madre de Soledad, "la Tana': era ni evidente ni obvia para nadie. ¿Qué había pasado? ¿Por
también tiene una reputación por ser una mujer dura -ex "pirata qué Juan y la Tana agredieron y regañaron pública, física y sim­
del asfalto" (robaba camiones en la autopista cercana)-. Tal como bólicamente a Lucía?
una vecina nos cuenta: "él es transa, anda armado y no tiene Nos tomó unos días averiguarlo. Aquella mañana, Lucía y
ningún problema si tiene que disparar a alguien. Su esposa, la Soledad habían regresado a sus casas a las 6 de la m añana luego
Tana, es una dura. Ella trabajaba conmigo de pirata del asfalto de haber pasado la noche afuera. Los padres no sabían adónde
(robando camiones que entraban y salían de la feria) y yo por habían estado, ya que solo habían recibido una llamada telefó­
eso sé lo que ella es capaz de hacer': nica avisándoles que estaban en camino de regreso a la casa.
132 1 lA V1 O lEN C1A EN lOS MÁ RG E N ES
El ESTADO EN lOS MÁRGENES 1 133

Pero cuando ambas asomaron en la


mañana, y Juan y la partes del país se convierten en burdeles improvisados. Dentro
vieron el cuello de Soledad "lleno de
chupones': no les de los buses vacíos que esperan a los compradores, las adoles­
mucho tiempo darse cuenta de que
su hija había man centes del barrio intercambian favores sexuales -sobre todo sexo
relaciones sexuales . Igualando un prim
er encuentro sexual con oral ("petes"), de acuerdo con varios testimonios- por dinero.
una violación, culparon a Lucía por la
pérdida de virginidad d� . Según los vecinos, los choferes de larga distancia (y, también
su hija (aunque como Matilde y Lucía
·

nos comentaron después, según los vecinos, algunos policías que patrullan la zona) son
Soledad "ya no era virgen, ni ahí" ). Dad
o el temor · · .
los principales clientes de las adolescentes. Siempre supimos
a la violencia sexual ("lo s violines" de
los que hablaban los que en la feria, "el shopping de los pobres" al decir de Jorge
tudiantes en la escuela) , la equivale
ncia entre un primer Ossona ( 2011 ) , estaba en venta todo tipo de mercadería. Nunca
cuentro sexual de una niña de 13 año
s y una violación no ·
imaginamos que los "petes" eran parte del comercio infor�al.
descabellada.
"Lucía no forzó a Soledad a hacer algo Nunca pudimos verificar las historias de lo que una vecma
que ella no llamó "la policía petera". Sin embargo, la sospecha generalizada
nos cuenta, un par de días después, Mat
ilde. "Pero Juan y la sobre la relación entre algunos adolescentes del barrio y la po­
la culparon por lo que hizo su hija." La
·
·

atribución de culpa tomó ·


licía es importante, ya que da cuenta del motivo por el cual los
la form a de un castigo físico ejercido
.

por quienes se ven a sí habitantes del barrio dudan en acudir a la policía para denunciar
mismos como la autoridad de facto
en esta parte del barrio. episodios de violencia sexual. Recordemos, de paso, q�e cuando
"¡Ah ora vas a aprende r!" era lo que
·

los padres de Soledad le Fernanda escuchó la historia del origen de la bala aloJada en la
grítaban a Lucía mientras la golpeaba
n y le cortaban el pelo. Y pierna de Melanie y de la violencia colectiva a la que dio lugar
aunque muchos de los detalles específi
cos no nos interesen aquí, el intento de violación, le preguntamos a Mabel, la madre de
las historias que los vecinos nos cont
·

aron sobre los paraderos Melanie, si había recurrido a la policía.


de Lucía y Soledad la noche anterior al
castigo público revelaron
un vínculo no anticipado entre las sosp
echas de los padres sobre Fernanda: ¿Llamaron a la policía?
las relaciones sexuales preadolescen
tes (ya sean forzosas o no) Mabel: No, no, no . . . Ese hijo de puta se fue del barrio. Está
y las sospechas sobre el comportamiento
de la policía en la zona. en (la provincia de) Corrientes, acá no puede volver más, se
Lucía y Soledad habían pasado gran
parte de la noche en la lo aseguro.
casa de Carlos, el novio de Lucía. Pasa
da la media noche, ambas
fueron con un grupo de amigas a la
feria de La Salada. Los de­ Podríamos argumentar que si la gente del barrio define la exis­
talles de qué sucedió exactamente allí
permanecieron oscuros tencia de una "policía petera" como real, esta definición com­
porque Lucía y Matilde se mostraron
reticentes a compartirlos, partida es real en sus consecuencias. La policía es vista como
pero muchos vecinos creen -y nos lo
dijeron explícitamente y cómplice de la violencia sexual o como remisa a actuar cuando
de diversas maneras- que a la noche,
luego de que la feria abre esta ocurre ("siempre llegan tarde . . . a coserte, si te violaron") .
al público, algunos de los buses que trae
n compradores de todas Sea por complicidad o por parsimonia, desde e l punto d e vista
134 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES
EL ESTADO EN LOS MÁRGENES 1 135

vernáculo, no es racional confiar en


la policía local cuando de
violencia sexual se trata.
.
� �
policía) para intentar controlar a sus propios h jos . o lo hacen
Casi una semana después de la brutal por algún tipo de compromiso abstr�ct� con 1; �ust1�1� o porq�e
agresión, Lucía, todavía
con uno de sus ojos hinchados, segu estén convencidas de la necesidad practica de hmptar ' el barno
ía en estado de conmoción
y rara vez se aventuraba a salir de su casa de los traficantes de droga. Como Mariela, una de las coordina­
. ''Al menos está saliendo
un poco. El otro día la mandé al kiosco doras del comedor, con la voz quebrada y los ojos envueltos en
de la esquina': nos cuenta
Matilde. "La acompañaron sus hermanit lágrimas, le relata a Agustín, es el puro y simple miedo �or la
os... todavía tiene miedo
pero yo no puedo dejar que se que seguridad de sus seres queridos lo que las lle�a a constderar
de en la casa todo el día, ,
necesita salir." En su simpleza y fran preferible que sus hijos sean arrestados y envtados a la carcel
9ueza, Matilde sintetiza un
sentimiento compartido por todos aqu
ellos atravesados por la
antes que asesinados por algún transa: "No se puede hacer na a �
cadena de violencia: a pesar del mie con lo de las drogas . . . yo me muero si me lo matan . . . no sabes
do, a pesar de la real posi­
bilidad de ser victimizado, "necesitan la angustia que me da pensar en que se pueda morir po r las
salir". .
drogas". Desde esta perspectiva, la policía gozaría de la mtsma
"ambivalencia sociológica'' que la prisión tiene para muchos de
GUBERNAMENTALIDAD: LAS PARADOJAS DEL MIEDO
los familiares de los detenidos en los Estados Unidos.'

Si bien desconfían profundamente


de la policía frente a casos
de violencia sexual y doméstica ("si una Los caminos del temor
mujer va a la comisaría
porque le pegó el marido, los cana Luego de que Pedro le provocara una lesión grave a su hermano
s se le cagan de risa", nos
confió una trabajadora social en una con un adoquín, y siguiendo el consejo informal de un empleado
de las escuelas, y en varias
entrevistas vecinas compartieron ese del juzgado penal de la zona al que había recurrido sin sa�e� ya
mismo sentimiento) , al­ .
gunos vecinos creen que pueden (y, qué hacer frente a las cada vez más peligrosas agres10nes fístcas
diríamos, hasta deb en)
acu dir a esta cuando se trata de otro entre sus dos hijos, Norma, en compañía de Agustín, fue hasta
s asun tos, por ejemplo,
cuando hijos o hijas están involucrados
en el consumo de dro­
gas. No lo hacen porque tengan confi
anza en "La Bonaerense" 1 Luego de pasar años investigando a las mujeres que visitan a los detenidos
(institución a la que intuitivamente
perciben como altamente en la prisión de San Quentin, Megan Comfort (200� ) obse�va que ellas
corrupta) sino porque la impotencia _
manifiestan una profunda ambivalencia sobre esta mstttuctón y so��e el
y el miedo los obliga a control que ejerce sobre sus vidas. La supervisión rigu;osa �e s�� VlSltas ,Y las
depender de ella: la impotencia frente ,
al alto poder adictivo de rígidas reglas a las que son sometidas las convierte en , cuast p����oneras , al
las drogas (como es el caso del paco) mismo tiempo que erosionan los límites entre el hogar y la pnst�n, Y
y el miedo de que un hijo
sea asesinado por un grupo de transas modifican el sentido de la intimidad y el significado �e� amor. Sm embargo,
o de que muera por una en un contexto de retirada sostenida del Estado, la pnston _
, s convtert
sobredosis. Impotentes y temerosas, algu � : en
nas madres del barrio una poderosa institución pública de la que se sirven estas mtsmas mu¡eres
convocan al brazo punitivo de un Esta
do del que desconfían (la para sostener sus relaciones con hombre marginalizados y lidiar con �odo
tipo de problemas sociales (como el desempleo y la violencia domésttca).
GENES 1 137
E l E ST A D O E N lOS M Á R
13 6 1 lA V 1 O l E N C 1 A E N lO S M Á R G E N E S

dre; un
ro necesita "respetar" a su ma
la comisaría local para pedir que la policía trasladase, si fuera De acuerdo con Alicia, Ped oe a �
ganarse si es necesario, com
necesario por la fuerza, a Pedro a un centro de rehabilitación: respeto que Norma tiene que pias
uirida por medio de sus pro
"que lo saquen de la casa". cree con una convicción adq
el ejercicio de la violencia:
A los pocos días, temprano en la mañana, un patrullero llegó relaciones y experiencias, con
hasta allí y condujo a Pedro hasta un ceptro localizado a unos . . Pero
chorra, transa, tuve fierros .
diez minutos de su casa. En el centro, el psicólogo de guardia se Yo fui pirata del asfalto, fui n el
aron. Y cuando .me faltaro
rehusó a admitir a Pedro: "No puedo recomendar tratamiento mis hijos siempre me respet marcas
. . mi hijo todavía tiene las
de alguien que vino aquí traído por la fuerza pública", le dijo a respeto, me hice respetar .
la cabeza.
Norma, "tiene que venir por propia voluntad". Turbada ("¿Y de los cadenazos que le di en
ahora qué hago con él?", se preguntaba), Norma vio que Pedro o que
o, Víctor, con una cadena, sin
aprovechaba la confusa situación para escaparse por una ventana Alicia no solo le pegó a su hij "Cuando
para amarrarlo a la cama:
del centro de rehabilitación. Regresaría a su hogar, luego de utilizó esa misma cadena seguido�
decía. Se escapaba de casa
varias horas, "como un zombi", bajo los efectos del paco. estaba drogado, no me obe . Llore
a que no salga de su cuarto
En la casa, Pedro se encontró con una amiga de su madre, Lo encadené a la cama par a:le pe�o
que a mí no me gustaba peg
Alicia, que, enterada de lo sucedido, había acudido allí para tantas veces por él. Le dije l��c:a

en las drogas". To a esta vw
acompañar a Norma. Alicia trabaja en el centro comunitario y que le pegaba porque estaba la pnswn
. cción de Víctor. Segun ella,
tiene una larga experiencia con un hijo adicto al paco. Su relato no curó, sin embargo, la adi pre�o, por
ejó las drogas cuando fue
·

de lo que hizo entonces y de cómo sus acciones estuvieron in­ fue la que lo rehabilitó: "D emdos en
Como la mayoría de los det
formadas por su propia biografía ilumina otra dimensión de la un robo que no cometió:' preso
es ( CEL S, 2010 ), Víctor estuvo
relación entre consumo de drogas y violencia doméstica, y, al las cárceles de Buenos Air cia, "le
años. Ese tiempo, según Ali
mismo tiempo, ilustra cómo la pelea entre hermanos, que llevó sin sentencia durante tres
ado".
a un intento de internación forzosa con participación policial, hizo bien . . . ahora está cur
termina en una nueva paliza dentro del hogar, esta vez, en nom­ *
bre del respeto. Un ejemplo más de violencia encadenada.
de los
idad son parte constitutiva
Fui a lo de Norma y cuando vi que Pedro iba a prender otro La arbitrariedad y la brutal nae ren se �e
con los qu e la policía bo
churro [pipa de paco], le pegué con esto [mostrando su puño] : procedimientos habituales � cedi­
de zonas urbanas. Estos pr
"¡Hijo de puta! ¿No ves que estás haciendo sufrir a tu mamá? vincula con jóvenes pobres smos
ente denunciados po r orgam
Ella te quiere mucho y está preocupada por vos. Hacele caso mientos han sido repetidam de lo que los
S, 201 0) y son parte
y ni se te ocurra lastimarla porque la próxima te pego más de derechos humanos ( CEL La�ina,
gentina com o en Améri�a
fuerte': especialistas, tanto en la Ar itrana de
excluyente, violenta y arb
definen como "una forma
13 8 1 lA V1O l EN C1A EN lOS MÁRG EN ES E l ESTA D O EN L O S M Á R G EN E S 1 139

penalización de la pobreza" (Müller, 2011: 16). En el barrio, ade­ · · rnados, esto


y creenClas mediante las cuales los SUJetos son gobe
más de una "masacre" recordada por muchos vecinos, 2 existie­ es, de gubernamentalidad.
ron cinco casos de violencia policial letal entre el 2005 y el 2011
(CORREPI, 2012).
Cuando las madres del barrio acuden a la policía para inten­ EL ROSTRO DE JANO
tar ejercer cierto control sobre sus hijos, esto debería alertarnos
, . , sividad",
sobre la existencia de otro tipo de relación, no exclusivamente En el ya clasico articulo " Las transformaciones de la agre
represiva, entre el Estado y los jóvenes de los márgenes urbanos. Norbert Elias (197 8: 237) e�cnb . e que ' en la Edad Media, "robar,
Parafraseando a Foucault, podríamos decir que estos ejemplos parte de la vida
pelear, cazar homb res y animales,. todo esto era
nos obligan a reflexionar sobre la "productividad" de la relación cotid . ,. So1o de forma pau1atma, en la medida en que "un
. iana
. .
la restricCion
entre policía, juventud, adicción y destitución, y a examinar los poder central sufiCientemente fuerte. para obligar a
, ,

efectos "positivos" -en el sentido de las creencias y los compor­ comenzo a crecer, 1as personas se vieron. corzadas
, l' a "vivir en paz
. "considera-
tamientos generados a partir de esta relación-. El material et­ unas con otras,. L a m oderación de la VIO1enCl la a y
nográfico nos permite ver que, a pesar de las conocidas prácti­ cotidiana y
ción de las .personas por e1 otro, crecen en la vida
e disfru-
cas de brutalidad policial y de los sospechados vínculos entre la "no cualqmera que teng.a la suerte de tener fuerza pued
s palabras,
policía bonaerense y la comercialización de drogas ilícitas, los tar del placer de la agreslü, n física" (ibid.: 238). En otra
. de grandes
vecinos solicitan su ayuda (y la del sistema judicial) cuando para Ehas (197 8.' 19 94)' la vi'da re1at'IVamente pacífica
creen haber agotado todas las posibilidades. Esto es consecuen­ masas de personas en un terntono determinado se basa, en
• •

cia del pavor y de la desesperanza frente a lo que perciben como . al regular las
buena parte, en 1as acc10nes. de un Estado que ' .
la atracción todopoderosa de ciertas sustancias, como el paco, los espacios
disputas de las personas, �aClfi ca onsistentemente
y su potencial incidencia perniciosa en el comportamiento de os mostrado
sociales en 1os. que estas mteractu�an. L o que hem
sus seres más queridos. Ese miedo y esa impotencia (que es real, ,
hasta aqm es JUStame.nte lo opu esto a este proceso de transfor-
dada la carencia de recursos para tratar las adicciones en la zona), . , L a ma nera mtermlt. ente, contradictoria y altamente
maCion.
paradójicamente, someten a las madres a la fuerza estatal que es,
selectiva. en que se aplica la 1ey en 1os ma'rgenes urbanos refuerza
en parte, responsable de la producción del peligro al que tanto . que pone a 1os más desposeídos del co-
nCia
la cadena de viole. Clon . .
temen; y en efecto, esa responsabilidad no es solo identificada
nurbano en sltua , de constante pehgro.
por los vecinos, sino también por quienes han estudiado en El rostro ·de Jano del Esta do argenti'no es bien conocido. El
detalle al aparato policial. Foucault difícilmente podría haber .
. 1nal'd1 ad en la que también part
icipa.
Estado repnme una cnm . ada
imaginado un ejemplo más pernicioso del conjunto de prácticas . s, po� J e lo ha esta do invo lucr
La policía de Buenos Aire
.
. ;fa
en los negocios de la pro�tltuClo�n s �puestas por
décadas y,
del robo de
2 En lo que se conoció como "la masacre de Tucci'; tres jóvenes del barrio más reClentemente, ha mgr. esado en el negocio
as. Sobre
autos, los secuestros extorsivos y e1 comercio de drog
fueron bestialmente asesinados por policías locales hace más de dos décadas.
140 1 lA VIOlENCIA E N lO
S MÁRGENES
El ESTADO EN lOS MÁRGENES 1 141

este último, y de acuerd


o con Sain (20 09 : 143 ),
entende� la expansión y es imposible rígidas divisiones de género, puede ayudarnos a entender parte
la estabilización del merca _,
drogas s�n tomar en cuen do ilegal de de la violencia masculina. El desempleo y la pobreza tamb1en
ta la "tutela policial': que
_
ga�ant1zo el despli_ egue y "pe rmitió y empujan a los más jóvenes hacia estrategias que pueden i�cluir
el dominio territorial im
Mientras tanto, junto con prescindible': la violencia física. Como afirma Lo"ic Wacquant (2oo8: 6o ) : Ante
esta tutela policial del na
en los últimos veinte año rcotráfico la falta de una red de contención viable y destrozados por el
s la tasa de encarcelamien
prisiones federales ha cre
cido casi 40 0% . Este crecim
to en la: peso del desempleo y del subempleo, los jóvenes d� los ba�rios
ponencial ha sido alime
ntado, en gran parte, po
ien to ex­ populares seguramente continuarán buscando en el cap1_ ahsmo �
de p equeños vendedores r la det enc ión de botín' de las calles (como diría Max Weber) un medw para
y consumidores de droga
_
Regi�tr�da la paradoja, lo ( CE LS, 2009 ). lograr sobrevivir, para obtener deseados objetos de consumo Y
que nos hace falta entend
��
esta u Ima parte de este
libro ha propuesto como
er, y lo que para realizar los valores del ethos masculino del honor '· : .

reflexwn Y para futuras tem a para la La informalización, por otro lado, fomenta la agreswn , f1s1ca
,
investigaciones, son los
que esta intervención est mo do s en los interpersonal de manera directa. En efecto, la violencia e� el
atal paradójica se relaci
difundida violencia interp
ersonal que causa estrag
on a con una mecanismo de regulación en la economía informal en la me 1 a ��
más pobres. os ent re los en que sirve para, por ejemplo, adquirir o mantener omm1o �
sobre un territorio (como lo hacen los transas cuando mtentan
*
delinear una zona para la comercialización de su producto, o
quienes buscan ocupar o mantener un plaza de estaci ���
miento
La violencia es el efecto en la feria en un espacio físico que carece de superv1s1on esta­
de una compleja cadena
on_genes se encuentran en causal cuyos tal). La violencia también es utilizada en la economía informal
las acciones e inacciones
-no solamente en relación del Estado para resolver disputas entre participantes, ninguno de los cua­
con el tráfico de drogas y _ .
de criminalidad sino tam otr as formas les puede recurrir a la policía dado el carácter Ilegal o semllegal
bién, como hemos visto,
cia de género-, como tam con la violen­ de la actividad en cuestión (por ejemplo, cuando hay un faltante
bién en la economía. Lo
desproletarización, degrad s procesos de de droga o su calidad ha sido adulterada o no se ha efectuado
ación general de las con
vida e informalización qu
e, en la Argentina, fueron
diciones de un pago). La informalidad fomenta la violencia tambié de ma­ �
de lo que llamaríamos, tom el resultado nera indirecta en la medida en que elimina los mecamsmos de
ando prestada la expresión
Polanyi, "la gran transform de Karl control social próximos propios del funcionamiento de orga­
ación neoliberal" son, jun
tervenciones de un Estado !an to a las in­ nizaciones formales.3
o (dual) y pa triarca l, dimens
cruciales para entender iones Relacionada con el empobrecimiento y la informalización, la
los "porqués" de una vio
tendida entre los pobres. len cia tan ex­ creciente presencia del destructivo comercio ilegal de drogas en
El desempleo y la pobreza
rabilizado a los hogares y ha n vu lne ­
debilitado el rol de los ho
proveedores, y este debilit mb res como
amiento, en un contexto en
que existen
3 Q ueremos agradecer a Lo!c Wacquant por este comentario sobre
las relaciones entre informalización y violencia.
E l ESTADO E N LOS MÁRGENES 1 143
142 1 lA V I O L E N C I A EN lOS M Á R G E N E S

obvio, es la existencia
los márgenes urbanos es un factor crucial para entender el au­ este espacio de otros. El primero y más
hace dos décadas y que
m �nto de la violencia interpersonal. Como bien señala Marcelo de las ferias de La Salada, inexistentes
e mediados de la década
Sam (2009: 143): crecen dinámica y explosivamente desd
ienzo de este libro, allí la
de 1990 . Como describimos al com
ido de que fue el medio
El almace�amiento, corte, fraccionamiento y preparación de violencia fue fundacional, en el sent
bilidades comerciales (es­
las drogas Ilegales para su comercialización minorista se lleva con el cual se abrieron muchas posi
cionamiento, cobrar un

� c bo en territorios y zonas controladas en forma directa o tablecer un puesto, controlar un esta
Hacher contiene mu­
mdlrecta por las incipientes redes y grupos delictivos de nar­ impuesto, etc. ). La crónica de Sebastián
acional: "En La Salada, el
cotraficantes que se han ido constituyendo en áreas y barrios chas instancias de esta violencia fund
l al poder de fuego que
extremadamente pobres y altamente marginalizados de las monto del impuesto informal es igua
: 69); "Cada uno maneja
grandes urbes, especialmente en la ciudad de Buenos Aires y demuestra el cobrador" (Hacher, 2011
por la fuerza, por la tra­
en el Gran Buenos Aires. su pedazo y lo defiende como puede:
83). Pero la yiolencia física
dición, incluso por la palabra" (ibid .:
ntesco mercado informal
Como han demostrado varios estudios, la economía de la droga no solo está en el origen de este giga
s diarias y permea bue na
es una espada de doble filo: mientras sostiene comunidades sino que persiste en sus operacione
cias. Efectivamente, la
pobres, simultáneamente las quiebra por dentro. part e de lo que sucede en sus adyacen
cadería que circula cada
Lo que aquí queda planteado entonces es un diagrama muy enorme cantidad de dinero y de mer
orciona numerosas opor­
general de los factores causales, tanto políticos como económi­ vez que la feria abre sus puertas prop
, y varios de estos robos
cos, que están en la raíz de la creciente violencia. Resta indagar, tunidades para la pequeña criminalidad
o en la muerte de víctimas
de manera más sistemática, sobre las maneras que estos inte­ y asaltos terminan en heridas graves
s al comienzo de este libro,
ractúan e impactan en las formas que adquiere la violencia. Este o perpetradores. Como describíamo
detalles pudimos recons­

tex o es, esperamos, un primer paso que guiará futuras investi­ de los veinticinco homicidios cuyo s
de las ferias o en el perí­
gacwnes sobre el tema. truir ocho ocurrieron dentro de una
. Otros tres homicidios
Muchos de estos factores, como advertirán los lectores, im­ metro inmediatamente contiguo a ellas
on el resultado de inten­
�� �
pact en muc os otros barrios de relegación (la desproleta­ ocurridos a pocas cuadras de allí fuer
El segundo factor es la
_
nzacwn, por eJemplo) y tienen distintas temporalidades (al­ tos de robo a feriantes de La Salada.
ción minorista de drogas

gu os son más bien perennes, como el Estado patriarcal; otros expansión explosiva de la comercializa
as aledañas (si bien excede
� �
mas aco ado en el tiempo, como la informalización creciente) . ilegales en Arquitecto Tucci y sus zon
anía con la Capital Federal,
Ahora b1en, para intentar comprender por qué la violencia crece nuestra capacidad de análisis, la cerc
y la protección policial

Y se rep oduce desde las últimas dos décadas, específicamente la existencia de vías de acceso rápidas
ras investigaciones para
en Arqmtecto Tucci, tendremos entonces que centrar la atención son causas a tener en cuenta en futu
en dos procesos que distinguen, en mayor o menor medida, explicar esta expansión) .
144 1 lA VIOLENCIA EN lOS MÁRGENES
E l E S TA D O E N l O S M Á R G E N E S 1 145

LA VIOLENCIA COMO REPERTORIO


definir ciertas zonas del barrio como peligrosas, es decir, lugares
donde es probable que ocurran hechos de violencia (un: asalto
a mano armada, un tiroteo, una violación). Pero en esas mismas
Si los lectores unen los distintos retratos que hemos reconstruido zonas, otros vecinos localizan el peligro en otro lugar del mismo
en este breve libro -retratos de personas ejerciendo la violencia, barrio. La percepción del riesgo a ser víctima o testigo de la
descripciones de episodios de agresión interpersonal-, el paisaje violencia interpersonal está entonces determinada relacional­
que resulta de esta unión lleva a considerar la violencia en la mente: esto es, a falta de conocidos en el lugar, mayor será la
zona como una suerte de "repertorio".4 Siendo usual (en el sen­ posibilidad de que la zona sea considerada peligrosa. El corola­
tido de comúnmente practicada) y aprendida (en el sentido de rio de este razonamiento, desde nuestro punto de vista (no el
ser una capacidad adquirida por medio de la experiencia), la de los locales), es que no hay una zona "inherentemente" vio­
violencia parece ser una manera familiar de actuar sobre intere­ lenta. Las relaciones son las que construyen un mapa cognitivo
ses individuales o compartidos. de la violencia interpersonal.
Pensar la violencia como un repertorio no quiere decir que En cuanto al desarrollo de la violencia, y aun pensando en las
todos los habitantes del lugar recurran a ella para resolver sus regularidades que surgen de nuestro trabajo etnográfico, el co­
problemas, de la misma manera en que la existencia de un re­ nocimiento previo no parece prevenirla. Hemos visto, en efecto,
pertorio de acción colectiva no implica que toda una población que familiares y vecinos muy cercanos pueden ejercerla entre
se sume a la protesta. Hablar de la violencia como repertorio sí, y a veces de manera brutal. Lo que sí parece evitar el conoci­
tampoco quiere decir que los residentes estén desensibilizados miento previo es la letalidad de la agresión. Esto no significa
frente al uso de la fuerza y el daño físico. Lo que sí quiere decir que no existan episodios de violencia doméstica que terminen
es que en los entendimientos compartidos de los vecinos, la en la muerte de la víctima (usualmente, la mujer) . Pero en la
violencia es un saber establecido (un "know how") para lidiar enorme mayoría de los episodios que documentamos y recons­
con las dificultades que surgen en la vida cotidiana (una amenaza truimos, es el desconocimiento entre perpetrador y víctima lo
de violación, un asalto, una disputa territorial, un hijo "fuera de que parece incrementar las posibilidades de heridas graves o
control", etc. ) . muerte; salvo en los casos de violencia sexual, que suelen ocurrir
L a noción d e repertorio entonces nos incita a prestar atención entre conocidos, por lo general familiares menos directos (tíos
a las regularidades que existen en los intercambios violentos. segundos, padrastros, primos). De más está decir que, junto con
En más de una ocasión, por ejemplo, escuchamos a vecinos la falta de relación previa entre agresor y agredido, el uso de
armas de fuego aumenta la letalidad de la agresión. En veintitrés
de los veinticinco homicidios sobre los que pudimos reconstruir
4 Acuñada y popularizada por Charles Tilly, la noción
de repertorio busca
entender y explicar los patrones de acción colectiva contenc algunos detalles en base a información periodística, la víctima
iosa, centrándose
en el conjunto de rutinas mediante las cuales las persona
s hacen reclamos murió a causa de un disparo, y solo en una ocasión la muerte
al Estado.
fue ocasionada por un arma blanca.
146 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES E L ESTADO EN LOS M Á R G ENES 1 147

La cadena de acontecimientos violentos puede migrar desde repertorio fue la que nos hizo prestar atención a lo largo de este
el interior del hogar hacia el exterior o viceversa: puede comen­ texto al uso de la agresión física, a sus sentidos y a las instancias
zar con una agresión sexual y seguir con un linchamiento, o de aprendizaje relacional.
puede originarse en una disputa callejera entre transas y con­ La metáfora teatral de repertorio no es solo cultural en su
vertirse en una pelea sanguinaria entre hermanos. Ahora bien, núcleo, sino que también es profundamente política. En la for­
no hemos podido detectar un curso típico más allá de esta tra­ mulación de Tilly, las rutinas beligerantes emergen de las luchas
yectoria general. Por más que buscamos en nuestro material continuas contra el Estado, establecen una íntima relación entre
etnográfico, no encontramos modalidades típicas (del tipo: si la vida cotidiana y la política, y están limitadas por las formas
forma de violencia A, entonces forma de violencia B, y luego C), de represión estatal (de allí la relación recursiva entre "regíme­
ni un "switch" que desencadene la violencia hacia un lado u otro. nes y repertorios"). Fue esta dimensión política del repertorio
Lo que sí hemos podido divisar -usando un razonamiento con­ la que nos condujo a mirar con detenimiento las conexiones,
trafáctico- es la forma en que la particular presencia del Estado, paradójicas por cierto, entre las (violentas) formas de interacción
o su selectiva ausencia, suele no impedir la sucesión de eventos y el funcionamiento pernicioso del Estado.
violentos. En casi todos los encadenamientos, la sola presencia
de un oficial del Estado confiable y responsable podría haber
impedido que la violencia se multiplique y escale.
"Los repertorios son creaciones culturales aprendidas, pero
no descienden de la filosofía abstracta ni son el resultado de la
propaganda política, sino que emergen de la lucha", escribió
Charles Tilly (1995: 26) sobre las formas regulares de formular
reclamos colectivos. Así como el aprendizaje que tiene lugar
entre actores colectivos ("La gente aprende a romper ventanas
en señal de protesta, a atacar a los presos puestos en la picota, a
derribar casas deshonradas, a preparar marchas públicas, a pe­
ticionar a las autoridades, a organizar reuniones formales" [ ibid.:
26] ), la adquisición del "saber hacer" para enfrentar las dificul­
tades de la vida cotidiana en los territorios de relegación es
eminentemente relacional. En otras palabras, la violencia, su
uso, no surge de un conjunto de valores y creencias de los que
los pobres presumible y perennemente estarían dotados, sino
que es una disposición aprendida en compañía de otros más o
menos significativos. Esta dimensión cultural de la noción de
Epílogo

Tú no tienes la culpa mi amor


que el mundo sea tan feo
Tú no tienes la culpa mi amor
de tanto tiroteo
Vas por la calle llorando
lágrimas de oro
Vas por la calle brotando
lágrimas de oro . . .
Manu Chao

Como aclaramos al comienzo de este libro, restringimos nues­


tra definición de violencia a las acciones de personas contra
otras personas que, de manera intencional, amenazan, intentan
infligir o infligen daño físico. Por supuesto que nuestro centro
en lo que podríamos denominar la fisicalidad de la violencia no
ignora otro conjunto de daños muy significativos para los in­
dividuos. Por ejemplo, como bien afirma Jackman (2002), en
una violación, las lesiones psicológicas y sociales provocadas
pueden ser aun más importantes que las físicas: la violación es
fundamentalmente un atentado a la autonomía sexual, que en
gran medida es un daño social y psicológico que conlleva hu­
millación personal, un sentido de pérdida de control, ansiedad
y vergüenza social. Muchos trabajos de investigación, tanto en
150 1 LA V I O LENCIA EN LOS MÁRGENES EPÍLOGO 1 151

salud pública como en psicología y en psiquiatría, han lidiado de la vida cotidiana, una manera de relacionarse con otros".
con las consecuencias de la violencia comunitaria crónica. Quizás aquí valga la pena recordar a Bourdieu cuando, en Me­
Nuestro foco en la fisicalidad procuró documentar la alta fre­ ditaciones pascalianas, afirmaba que estamos dispuestos porque
cuencia de las interacciones violentas en tiempo y espacio rea­ estamos expuestos. Sea como un mecanismo para afrontar el
les y desentrañar su carácter encadenado. Nuestro reiterado estrés, sea como un método para resolver conflictos -o como
acento en episodios de violencia interpersonal tampoco pre­ ambos-, la violencia se aprende, directa o indirectamente. En
tende dar la impresión de que las condiciones generales en cuyo el aquí y ahora, sin embargo, nuestra atención etnográfica estuvo
marco se desarrollan estas historias no sean centrales a la hora puesta en los encadenamientos entre distintas formas de vio­
de comprender lo que aquí sucede. La violencia que aquí des­ lencia que, repetimos, han sido estudiadas de manera separada.
cribimos no es producto de un comportamiento individual
desviado sino de un contexto más amplio que diversos autores *

(Paul Farmer y Philippe Bourgois, por ejemplo) denominarían


"violencia estructural" -contexto que incluye, como vimos, las Lo que describimos aquí no es la violencia subalterna que, do­
perniciosas intervenciones estatales-. cumentada en reiteradas ocasiones por historiadores y dentis­
Basándonos en extensos y rigurosos estudios sobre la temática, tas sociales, se dirige contra el Estado, los poderosos o sus sím­
no es difícil imaginar las consecuencias que, en el mediano y bolos, es decir, la violencia que los marginalizados y excluidos
largo plazo, producirá la violencia que aquí describimos. Es bien utilizan como estrategia para reconfigurar las estructuras de
sabido, por ejemplo, que una historia de victimización violenta dominación, y que constituye una afirmación y una celebración
y una historia previa de agresión son los mejores predictores de del poder popular. De acuerdo con Franz Fanon (1990), para
violencia doméstica; así, los niños y las niñas que han sido tes­ utilizar un ejemplo clásico, en el orden colonial la dominación
tigos de violencia entre su padre y su madre tienen un riesgo es abierta y la opresión se caracteriza por la violencia física. El
más alto de estar involucrados en hechos de violencia dentro dominado responde entonces con su propia violencia que, al
del hogar, ya sea como perpetradores o como víctimas. Para ser una característica principal del proceso de descolonización,
comprender esta transmisión intergeneracional de la violencia, tiene un profundo sentido político. La violencia interpersonal
se suele recurrir a las explicaciones que se centran en el "apren­ que aquí concentra nuestra atención carece de este sentido cons­
dizaje social". Los niños expuestos a la agresión entre quienes titutivo que, según el autor de Los condenados de la tierra, tendría
los tienen a su cuidado pueden llegar a creer que la agresión es la violencia colectiva insurgente. Lejos de ser el instrumento
una forma aceptable o eficaz para responder al conflicto y por necesario para derrumbar un sistema de dominación, la violen­
lo tanto pueden estar dispuestos a utilizar la violencia. O, como cia que aquí documentamos, hace falta enfatizado, no es reden­
sostiene Jennifer Friday (1995: 403), los niños que observan epi­ tora ni actúa entre quienes la sufren o perpetran como, al decir
sodios de violencia en el hogar "pueden aprender que la violen­ de Fanon (ibid.: 74), una "fuerza de limpieza" que elimina su
cia es una manera de comunicarse y de lidiar con los problemas "complejo de inferioridad': reestructura de manera positiva su
152 1 lA V I O L E N C I A EN lOS M Á R G E N ES E PILOG O 1 153

psiquis y la libera de la actitud pasiva y frustrada típica del sujeto muestra. El 30 de octubre de 2012, la sección "Enfoques" del
colonizado. En realidad, creemos que la cadena de violencia aquí diario La Nación publicaba una entrevista con Javier en la que
develada actúa, entre los residentes de Arquitecto Tucci, como explicitábamos algunas conclusiones parciales de nuestra inves­
lo opuesto a una expresión liberadora. Es, más bien, una con­ tigación aún en curso. Allí delineábamos, de manera muy preli­
firmación de la idea de que el lugar donde viven es un espacio minar, los argumentos centrales de este libro: los sectores más
"otro", estigmatizado y estigmatizante, peligroso y relegado en marginalizados de la sociedad argentina viven, constantemente,
el sentido literal del término: un lugar apartado y subordinado. en peligro. Y este tiene un doble origen: proviene de un medioam­
biente peligroso y contaminado y de las cadenas de violencia que
* azotan con creciente virulencia sus vidas cotidianas.
En noviembre, los alumnos de Fernanda estaban concluyendo
En numerosas oportunidades, en el transcurso del trabajo de un proyecto colectivo sobre la historia del barrio. Habían armado
campo, se nos plantearon dudas sobre qué respuesta dar frente una maqueta en la que representaban una de las principales
a relatos como los que abundan en este libro. Fernanda, por fuentes de sostenimiento que tiene la economía barrial: la feria
ejemplo, escribió en su diario: "No busqué estas historias, pero de La Salada. Tras haber revisado el pasado y el presente del
un día las encontré todas juntas dentro del aula. Y ya pasaron lugar en donde habitan, terminaban semanas de intenso trabajo
más de dos años desde que estoy registrando estas historias, tres grupal con una tarea específica: expresar sus deseos sobre el
ciclos escolares. Y todavía no encontré qué contestarles a los futuro del barrio. En el pizarrón, escribieron:
nenes, todavía no sé qué decirles cuando comparten su dolor
por las muertes, por las ausencias". Escucharlos atentamente y Para el barrio, deseamos que:
con respeto, abrazarlos y llorar con ellos cuando estos expresa­ Dejen de robar
ban su angustia y su tristeza frente a la muerte o herida de un Arreglen la vía que está rota
familiar o amigo, frente a la ausencia de una madre que pasaba Pinten las casas del asentamiento
sus días en una cárcel lejana, fue la manera que Fernanda tuvo Limpien la basura del río
de "decirles algo': Pero también, fuimos lentamente convencién­ No tiren basura en la calle
donos de que otra manera de "contestarles a los nenes" era por Dejen de matar
medio de un texto que, escrito a dúo, diera cuenta de lo que Vayan todos los ladrones presos
estaban padeciendo. Pinten el puente de la feria
Luego de treinta meses, nuestro trabajo de campo estaba lle­ Nunca más roben en la escuela
gando a su fin. Las historias que los chicos y las chicas de la escuela Haya más lugares en los hospitales (UPA [Unidad
contaban se repetían una y otra vez. Las entrevistas y observa­ de Pronta Atención])
ciones regresaban a los mismos temas. Habíamos dado con cier­ Arreglen los puestos de la feria y las veredas
tas regularidades: "saturado'� como se dice en sociología, nuestra A los pobres les den una casa
154 1 LA V I O L E N C I A E N LOS M Á R G E N E S EPILOGO 1 155

En su simplicidad, en su franqueza, las esperanzas que estos "transas" y su tío fue asesinado por la policía mientras robaba).
alumnos y alumnas dejaron plasmadas en el pizarrón reflejan, "¡Vos le estás diciendo 'chorro' a mi hijo! ¡No te lo voy a permi­
de manera bastante evidente, que la carencia de infraestructura tir!': le gritaba Ethel, la mamá de Mariano, a Elena, la compañera
básica (veredas, recolección de basura, puentes, pintura, hos­ de trabajo de Fernanda. La madre y la maestra se increpaban
pitales) y la presencia de la violencia (muerte, robos) son preocu­ mientras Mariano, sentado en un banco, lloraba desconsolada­
paciones constitutivas de la vida cotidiana de los habitantes de mente. En el transcurso del día, él había estado intercambiando
los territorios de relegación urbana donde llevamos a cabo con otros alumnos de la escuela tarjetas para hacer llamadas
nuestra investigación. Allí no solo se acumulan las privaciones telefónicas por hojas, lápices y otros útiles escolares. También
materiales y simbólicas; también se acumula la violencia ínter­ había utilizado esas tarjetas para comprar helados en el kiosco
personal y, debido a la perniciosa intervención estatal, se retroa­ de la escuela. " Él me dijo que las robó de un almacén", le decía
limenta. Allí las violencias se apilan y difunden más allá de re­ Elena a la mamá de Mariano. Ethel bramaba: "¡Vos lo tratás de
laciones diádicas. Se concatenan y se acumulan en los cuerpos chorro!" "No", replicaba la maestra, "yo le dije que no haga co­
-en forma de cicatrices ("cascaritas") dejadas por las balas, los sas de grandes". La indignada y enfurecida mamá replicó con
cuchillazos o los golpes- y en las disposiciones individuales y una implícita amenaza que hizo extensiva a todas las maestras
colectivas para actuar. Esta violencia comunitaria crónica, es que se habían reunido allí. Refiriéndose a hechos recientes de
dable especular, estaría entonces produciendo lo que Garbarino violencia en varias escuelas públicas del país (dos episodios en
(1993: 112) denomina un "desastre social": "una dramática y los que alumnos habían agredido físicamente a sus maestros y
abrumadora destrucción" de la infraestructura de la vida coti­ que los medios de comunicación se ocuparon de divulgar pro­
diana justo en el "momento en el que los niños y niñas necesi­ fusamente), Ethel clamó: "¡ Después se quejan cuando los cagan
tan de estructuras sociales confiables que los reasegure y que a palos. A mi hijo no le vas a decir 'chorro'! Él salió llorando y
les ofrezca un compás moral". diciéndome que lo trataste de chorrito". La tensión solo se disi­
Al finalizar la jornada, Fernanda estaba más que satisfecha pó con la intervención de Mabel, la respetada vicedirectora de
con la semana de trabajo. Sus alumnos de cuarto grado habían la escuela, que calmó los ánimos explicándole a Ethel que a la
podido articular verbalmente sus visiones del pasado, el presente maestra Elena solo le preocupaba el bienestar de su hijo Mariano.
y el futuro del barrio, lo habían podido plasmar en un proyecto Ethel tomó a su hijo de la mano y, con este aún llorando, salió
plástico (la maqueta) y en su escritura, que, como ella ha expe­ de la escuela.
rimentado muchas veces en los últimos diez años, tanto les Diluida la tensión, Fernanda salió de la escuela junto con su
cuesta a los chicos de esta zona. Salía ya de la escuela, cuando compañera y amiga, Marcela, maestra de segundo grado. Mien­
escuchó que la mamá de uno de sus alumnos increpaba a los tras esperaban el colectivo, Marcela le preguntó a Fernanda:
gritos a la otra maestra de cuarto grado. Fernanda inmediata­ "¿Estas son las cadenas de las que ustedes hablan en el diario,
mente pensó en la historia reciente de Mariano (en los últimos no?". Esa noche, al intercambiar ideas sobre lo ocurrido, al me­
seis meses, su prima cayó muerta en medio de un tiroteo entre ditar sobre los distintos sentidos implícitos en la idea de cadena
156 1 lA V I O l E N C I A E N lOS M Á R G E N ES

de violencia, los dos supimos que escribiríamos (que teníamos Apéndice metodológico
que escribir) este libro.
Queremos concluir entonces parafraseando a la autora de
Trauma and Recovery, hoy un libro clásico sobre los efectos psi­
cológicos de la violencia. Ser testigo del sufrimiento muchas
veces implica -para terapeutas, en el caso de Judith Herman, o
para etnógrafos, en nuestro caso- tener que tomar partido. Son
muchas las ocasiones en que terapeutas y etnógrafos tendrán
que enfrentarse a la furia de otros, a veces perpetradores, otras
veces cómplices, otras tantas aquellos que procurarán negar la Este trabajo está basado en un conjunto de técnicas de produc­
existencia misma de los procesos y problemas expuestos. Para ción de datos: el diario de campo de Fernanda, repetidas entre­
nosotros, cuando esto suceda, no puede haber honor mayor que vistas etnográficas llevadas a cabo por Agustín Burbano de Lara,
estar del lado de las víctimas. entrevistas en profundidad conducidas por los autores con per­
sonal de los hospitales de la zona y directivos y personal de las
escuelas primarias, un conjunto de ciento diez entrevistas cor­
tas con habitantes de la zona, y análisis de estadísticas vitales,
criminales y fuentes periodísticas. Además, realizamos dos ta­
lleres de fotografía con estudiantes de las escuelas primarias y
conversamos sobre las imágenes con los participantes del taller.
Desde abril de 2009 hasta agosto de 2012 -con interrupciones
en los recesos de invierno y de verano-, Fernanda registró en
su diario sus actividades como maestra, anotando historias que
le contaban sus alumnos y alumnas, hechos que acaecían en la
escuela y en el barrio y que le eran relatados por otras maestras,
personal auxiliar y directivos, o por padres y madres de sus
alumnos, o que experimentaba ella de manera directa. En todo
momento, Fernanda utilizó seudónimos para identificar a los
protagonistas de sus historias. En un principio, nuestro trabajo
intentó replicar el estudio sobre el sufrimiento ambiental rea­
lizado en Villa Inflamable. Si bien los alumnos de Fernanda
hablaban ávidamente sobre los riesgos ambientales que ellos y
sus familias sufrían, fue el tema de "las violencias" el que dirigía
158 1 lA V I O lE N C I A E N lOS M Á R G EN E S APÉNDICE METODOlÓ G I CO 1 159

su mayor y constante atención. Fue la hiperpresencia de la agre­ En esos casos, prestamos más atención a lo que había sido rela­
sión física en las historias de los niños y las niñas la que nos hizo tado por muchos observadores por sobre aquello narrado por
reorientar nuestro estudio y ampliar nuestra mirada hacia otras uno solo.
fuentes de daño. Tanto en las entrevistas en profundidad como en las entre­
Al comienzo del registro, las historias de violencia aparecían vistas más cortas realizadas en distintas zonas del barrio con
disociadas. Como hemos contado, fue un caso de violencia co­ adultos (en este caso, con un formulario con preguntas abiertas
lectiva en respuesta a un intento de violación el que nos alertó y cerradas), los temas que nos interesaba indagar fueron simi­
sobre las posibles conexiones entre distintas formas de violencia. lares. Además de datos demográficos básicos, indagamos acerca
Desde entonces, comenzamos a indagar en esos encadenamien­ del empleo, la recepción de planes de asistencia social, el tiempo
tos y complementamos las notas de campo con entrevistas en de residencia en el barrio, el lugar de procedencia, una breve
profundidad llevadas a cabo fuera de la escuela. Agustín trabajó historia de migración, la comparación entre las condiciones de
como asistente de investigación entre 2010 y 2011. Visitó el barrio vida actuales y las del lugar anterior. También indagamos sobre
dos o tres veces por semana durante seis meses y estableció la percepción de cambios en el barrio y sobre los principales
relación con las coordinadoras de uno de los comedores comu­ problemas que según los entrevistados lo afectaban (la delin­
nitarios de la zona. A través de ellas, conoció a otros residentes cuencia, la violencia, la presencia de drogas fueron, como diji­
con los que construyó una relación de confianza mutua. Las mos, las preocupaciones fundamentales). Cuando surgía el tema
entrevistas que condujo tuvieron un carácter más de charlas de la violencia interpersonal, como solía ocurrir, preguntamos
informales que de típico intercambio unidimensional y fueron sobre las prácticas asociadas al cuidado de los hijos, la presencia
realizadas en el contexto de una relación previamente estable­ policial y el rol de otras instituciones barriales. Averiguamos
cida. Agustín llevó a cabo lo que podríamos denominar etno­ sobre los usos del tiempo libre y los lugares de recreación, y
grafía urbana clásica: un tipo de "investigación social basada en sobre las relaciones de ayuda mutua entre vecinos.
la observación cercana, en el terreno, de gente e instituciones Como parte de nuestro trabajo de campo, replicamos la es­
en tiempo y espacio reales, en la que el investigador o la inves­ trategia metodológica que Javier Auyero había empleado junto
tigadora se inserta cerca (o dentro) del fenómeno a estudiar a con Débora Swistun (2009). Organizamos un taller con estu­
los efectos de detectar cómo y por qué los actores en la escena diantes de sexto grado de primaria en una de las escuelas loca­
actúan, piensan y sienten como lo hacen" (Wacquant, 2003: 5). les en la que Fernanda trabaja. Agustín Burbano de Lara les
A lo largo de nuestra investigación, el criterio de evidencia que enseñó a los alumnos nociones básicas de fotografía, y como
utilizamos fue el que normalmente se usa en la investigación proyecto final, Fernanda les pidió que tomaran diez fotos de
etnográfica (Becker, 1958; Katz, 1988) . Si bien le dimos mucho lugares o cosas del barrio que les gustaran y diez fotos de cosas
valor a la conducta que fuimos capaces de observar, dado los y lugares que no. Se dividieron en grupos de dos o tres y con
tipos de acciones bajo consideración muchas veces tuvimos que una cámara desechable de veintisiete exposiciones por cada
confiar en lo que los entrevistados dijeron que había ocurrido. grupo recorrieron el barrio para fotografiarlo. Una vez que to-
160 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES

das las fotos fueron reveladas, conversamos con los estudiantes Notas
y les preguntamos sobre lo que habían querido retratar y qué
pensaban y cómo se sentían respecto de las imágenes. En el
capítulo 1 reproducimos varias de las fotografías tomadas por
los participantes en el taller.
Hacia el final de nuestro trabajo de campo realizamos una
serie de entrevistas con médicos de guardia de los hospitales de
la zona. La ausencia de datos básicos sobre homicidios y heridos
de armas de fuego y arma blanca en el distrito y en la provincia
de Buenos Aires es alarmante. Con la ayuda de médicos y per­ Las siguientes notas tienen por objeto guiar a los lectores en su
sonal de la defensoría general del municipio pudimos recons­ intención de profundizar alguno de los temas planteados en este
truir, de la mejor manera posible, el perfil objetivo de la violen­ libro.
cia interpersonal en Arquitecto Tucci.
INTRODUCCIÓN
Sobre retribución interpersonal en la esfera doméstica, véanse
Schaffner (2007), Brush (2011).
Sobre el lugar de las "grande estructuras" y los "amplios pro­
cesos" en el análisis social, véase Tilly (1989). Para la similitud
de la violencia y el clima, véase Tilly (2003).
Epele (2010; 2011) describe en profundidad los devastadores
efectos del paco entre los jóvenes pobres.
"Territorios de relegación urbana" es una expresión acuñada
por Wacquant ( 2007). Para relatos en zonas específicas de Amé­
rica Latina, véanse Moser y Mcllawine ( 2004), Gay (2005 ), Perl­
man (2011), Wilding (2010), Penglase (2010), Rodgers (2007).

CAPÍTULO 1
Para un análisis detallado de los problemas ambientales de la
cuenca Matanza-Riachuelo, véase Merlinksy (2007).
Sobre la dimensión material del abandono estatal, se puede
consultar a Braun y McCarthy (2005) .
162 1 LA VIOLENCIA EN LOS MÁRGENES NOTAS 1 163

- '

Sufrimiento ambiental es un término que acuñamos en Au­ bles más políticas, como el grado de competencia electoral y el
yero y Swistun (2009). faccionalismo, véase Villarreal (2002).
Para conocer interesantes historias sobre la feria La Salada, Sobre elaboraciones y extensiones de la teoría del control
véanse Hacher (2011) y Girón (2011). social, véanse Sampson y Groves (1989 ), Sampson, Raudenbush
y Earls (1997) y Villarreal (2002).
CAPÍTULO 2 Para un examen de los factores de riesgo y protección asocia­
Para profundizar en la cuestión del aumento de la violencia en dos a la violencia, véanse Turpin y Kurtz (1997) y Muggah (2012).
América Latina, se puede consultar: Koonings (2001), Koonings Sobre la noción de "justicia callejera", véanse Jacobs (2004),
y Kruijt ( 2007), Rodgers, Beall y Kanbur ( eds.) ( 2013), Imbusch, Mullins, Wright y Jacobs (2004), Jacobs y Wright (2oo6) . Sobre
Misse y Carrión (2011). Sobre los debates del carácter novedoso la violencia como "don", consultar Papachristos (2009) . Sobre
de la violencia, véase Wilding (2010). la violencia como retribución, véanse Black (1983) y Jacobs y
Sobre la relación entre violencia y democracia, véanse Jones Wright (2006) .
y Rodgers (2009) y Caldeira (2ooo). Acerca de l a retribución como motor de la violencia e n terri­
Sobre los grupos más afectados por la violencia urbana, véanse torios de relegación urbana en América, véanse Kotlowitz (1991),
Gay (2005), Brinks (2008), CELS (2009), Imbusch, Misse y Ca­ Bourgois (1995),Anderson (1999 ), Alarcón (2003, 2009), LeBlanc
rrión (2011), Reguillo (2012), UNODC (2011). (2004), Venkatesh (2008), Jones (2009), Harding (2010). Sobre
Para estudios sobre violencia en distintos lugares de América la violencia y la búsqueda de respeto, véanse Bourgois (1995),
Latina véanse: para Río de Janeiro, Perlman ( 2011), Penglase Rodgers (2oo6a), Jones (2009), Zubillaga (2009), Baird (s/f) ,
(2010), Wilding (2010); para Managua, Rodgers (2007); y para Penglase (2010 ) .
Medellín, Baird (s/f). Entre los estudios que tratan los múltiples sentidos de l a vio­
Sobre las diversas formas de violencia experimentadas por lencia, destacan: Kakar (1996), Bourgois (1995), Armstrong
los pobres urbanos en la Argentina, véase Bonaldi y del Cueto (1998) y Muchembled (2012).
(2009 ) ; sobre el temor al crimen y las percepciones de "insegu­ Para profundizar en trabajos sobre violencia familiar, véanse
ridad", recomendamos leer a Kessler (2009) . Tolan et al. (2oo6), Kurst-Swanger y Petcosky (2003) y Gelles
Para estudios clásicos sobre los factores asociados al aumento (1985).
y a la persistencia de la violencia, véanse Kornhauser (1978) y Sobre violencia callejera, véanse Jones ( 2009), Harding ( 2010),
Shaw y McKay (1942). Sobre la asociación entre el nivel econó­ Venkatesh (2008), McCart et al. (2007) y Bourgois (1995). Acerca
mico de una comunidad y la violencia, véanse Wilson (1990, de los desplazamientos de esta violencia al interior del hogar,
1997) y Ousey y Lee (2002). Véase también Sampson y Groves véanse por ejemplo Wilding (2013), LeBlanc (2004), Bourgois
(1989) para entender el papel que juegan las redes formales e (1995), Kotlowitz (1991) .
informales. Sobre la relación entre niveles de violencia y varia-
164 1 lA VIOLENCIA EN lOS MÁRGENES NOTAS 1 tóS

Para los distintos usos y las críticas que se hicieron de la no­ Sobre la policía en las favelas, véase Arias (2oo6a, 2006b ) .
ción de "código callejero" de Anderson, véanse Jones (2009), Sobre prácticas estatales, véanse Haney (1996) , Gupta (2005,
Harding (2010) y Wacquant (2002). 2012) y Secor (2007).
Sobre el "continuo de violencia", véanse Scheper-Hughes y Sobre la policía de la provincia de Bueno s Aires, véanse Isla
sky
Bourgois (2004) y Bourgois (2009) . y Míguez (2003) , Saín (2004; 2009), Dewey (2010) y Verbit
Para una crítica d e l a idea d e violencia estructural, véase (2011) . También, Daroqui et al. (2009 ).
Wacquant (2004). Para elaboraciones de la noción de repertorio, véase Tilly
(1995; 2006).
CAPÍTULO 3
Sobre la desensibilización frente a la violencia crónica, véanse EPÍLOGO
McCart et al. (2007) y Guerra, Huesman y Spindler (2003). Sobre la transmisión intergeneracional de la violencia, véanse
su
Sobre la relación entre consumo de drogas y violencia, véanse Tolan, Gorman-Smith y Henry (2006 ), Gelles (1985) . Sobre
.
los interesantes trabajos de Reinarman y Levine (1997), Parker aprendizaje, consultar: Bandura (1973) y Mihalic y Elliot (1997)
Y
y Auerhahn (1998), Goldstein et al. (1997). Contreras (2012) Sobre la violencia subalterna dirigida contra los poderosos
ofrece un reciente e iluminador trabajo etnográfico sobre el sus símbolos, véanse Darnton (2006 ) y Scott (1987) .
tema.
Los estudios sobre las consecuencias de la exposición cons­
tante a la violencia son numerosos y diversos. Entre ellos, se
pueden consultar: Garbarino (1993) , Friday (1995) , Schwab­
Stone y otros (1995), Gorman-Smith y Tolan (1998), Osofsky
(1999 ), Margolin y Gordis (2ooo ), Clark y otros (2007), Farrell
y otros (2007), Brennan, Molnar y Earls (2007), Walton, Harris,
y Davidson ( 2009), Popkin, Leventhal y Weismann ( 2010).

CAPÍTULO 4
La variada presencia del Estado en zonas pobres de América ha
sido objeto de diversos estudios. Entre ellos se destacan: Williams
(1992), Anderson (1999) , Koonings y Kruijt (2007), Venkatesh
(2oo8) , Goffman (2009) , Ríos (2010) , Müller (2011). Para un
análisis reciente sobre el Estado en los márgenes urbanos, véase
el trabajo de Goldstein (2012) acerca de las percepciones de las
prácticas estatales en los barrios de Cochabamba, Bolivia.
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