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ANDY WARHOL

Nace en Pittsburgh (Estados Unidos) el 6 de Agosto de 1928 y fallece en Nueva York el 22


de Febrero de 1987 y se lo considera el mayor representante del Pop Art como el más
visionario.

Andy Warhol, una de las figuras más polémicas del arte contemporáneo, amado y odiado
por igual. Definitivamente un genio del arte. Nació en Filadelfia, en 1930. Sus padres,
inmigrantes checoslovacos, llegaron a Estados Unidos a raíz de los conflictos bélicos en los
países socialistas.

Al finalizar la universidad, se muda a la Gran Manzana para internar una carrera como
artista comercial. En 1949 comienza a publicar en la revista Glamour y su trabajo como
ilustrador es reconocido y premiado. Con la invención de la técnica “bottled line” que
combina dibujos con impresiones estandarizadas, crea las condiciones para realizar su
trabajo en series altamente reconocibles, como una marca propia.

El 25 de septiembre de 1962 realizó su primera exposición individual en Pasadena


Museum of Art; posteriormente, se montó la exposición: New Realist, en The Sydney Janis
Galery, de Nueva York, la cual sería la consagración del Pop art, y por consiguiente, el inicio
del mito Warhol dentro de la historia del arte. En ese momento cambió rotundamente la
apariencia y la personalidad de Andy. Tiñó su cabello de rubio platino y mudó su estudio a
la calle 47, en esquina con la tercera avenida en Nueva York, para establecer su estudio
conocido como: The Factory en lo que era un edificio industrial, constituyendo, así, un
nuevo paradigma en la forma del habitar contemporáneo: el loft.

Si existió una figura representativa del Pop, y del arte en general del siglo XX, es, sin duda,
la de Andy Warhol. Que más que una imagen clara se convirtió en un mito gracias a su
aparición magnificada como una diva dentro del glamour del jet set contemporáneo.

El personaje de Andy Warhol adquiere mucho protagonismo más allá de su propia


obra, convirtiéndose en un signo estético de la época. “Su vida se configura de
manera artificial; programa sus apariciones, sus asistencias a fiestas, su vestuario; es
el hombre objeto que sueña con ser de plástico[…] porque todo es fantasía[…] cuenta
con guardaespaldas gozando de una identidad privada absolutamente inexpugnable.
Forjador de su estereotipo, de su ficción de héroe americano, maquillado, hijo del jet
set, no daba entrevistas ni conferencias, amigo de drogadictos y estrellas de rock,
extravagante y singular’’.

De la historia de su vida se sabe muy poco: que fue católico, que estudió diseño, y que
parecía ser un sujeto tímido que no transmitía sus sentimientos, haciéndolo una persona
reservada. Su trabajo es egocéntrico y monumental; tratando de formar un taller en su
estudio The Factory, para que en éste se trabajara como un gremio artesanal, de la manera
en que se desarrollaba en el renacimiento.

Las personas que se involucraban en sus creaciones siempre eran figuras públicas
rodeadas de glamour que por ningún motivo pasaban desapercibidas. De esta forma,
Warhol continuó la tradición de los pintores retratistas, trabajando en la mayoría de los
casos bajo encargo, dándole a su firma el valor de marca registrada.

Para Iñaki Ábalos, si existe un retratista, en el sentido clásico, del siglo XX y de sus
ambiciones es sin duda Andy Warhol. “Lo que debería de entenderse con este
ejemplo es que dicha superficialidad no es tontería o banalidad, sino el abandono del
modelo de profundidad para obtener intensidad”.

La técnica con la que abordó el retrato era, para algunos, demasiado frívola o banal
como para tomarse en cuenta: el mismo personaje elegía la imagen que serviría de
base para el retrato en el que, a su criterio, luciera mejor. Exclusivamente se
trataban de personajes famosos y con cierto reconocimiento popular (Mao, Marilyn
Monroe, James Dean, etc.). Además, existía un afán por aumentar el contraste de las
fotografías al máximo, para así eliminar cualquier rasgo secundario. Finalmente, se
recurría a la repetición seriada y policroma de la imagen en la extensión total del
lienzo.

Se pueden reconocer en Warhol varios ejes temáticos imprescindibles en la mayoría


de sus creaciones artísticas: por un lado, su interés en el sueño como tal retomando
algunas nociones surrealistas; y por el otro, se hace evidente el fracaso del sueño
americano. “La violencia y la muerte imperantes en el tipo de relaciones que,
consciente o inconscientemente la sociedad de consumo propaga, la triste
“objetualización” del amor y de los afectos, los símbolos de status, los mitos de las
masas estereotipadas, la publicidad…”.

En cuanto a las operaciones en la técnica de representación, Warhol utilizó la


repetición y serialización de sus imágenes plasmadas en serigrafía o acrílico en
grandes formatos, con un claro y preciso diseño y una casi estigmatizada aplicación
del color.

En las primeras etapas de su obra utilizaba fotografías de la prensa contemporánea y


aparecían en repetidas ocasiones, logrando impresionantes escenas a las que no
estaba acostumbrado el ojo del espectador.
Así, las imágenes son arrancadas de su contexto habitual trasladadas ahora al
dominio del arte. De esta forma, Andy Warhol hace una descripción y una crítica
audaz a los mecanismos de deshumanización que practican los medios de
comunicación masivos.

Al aparecer las fotografías repetidas en verdaderos mosaico gráficos, aunque se traten de


escenas de horror, masacre o muerte, pierden ese carácter obsceno a través de hábiles
yuxtaposiciones en serigrafía. En palabras de Warhol: “cuando vemos varias veces una
fotografía macabra, termina por no hacernos ningún efecto”, esto logra un estado de
indiferencia, propia de la sociedad de consumo.

Aparece en su obra, como protagonista, una serie de productos de los medios


masivos, emblemáticos y fácilmente identificados en sí, que son transfigurados de la
cultura popular al arte alto. La transfiguración es un concepto netamente religioso
que consiste en la adoración de lo ordinario, trasladado a un campo más elevado.
Quizás en esto radique la infinita popularidad del arte Pop, ya que se transfiguran las
cosas o clase de cosas más significativas y cotidianas para la sociedad común,
elevándolas al estatus dentro de la temática del gran arte.

Mientras el expresionismo celebraba y se relacionaba con procesos ocultos,


meditativos y metafísicos; el pop celebraba a las cosas más comunes de la vida
cotidiana por medio de la transfiguración. Este proceso, a su vez (irónicamente), le
otorgaba un aire trascendental y paradigmático que lo convirtieron repentinamente
en la piedra angular del arte y la filosofía del siglo XX.

ArTe Crítico

“…incluso si la lata de sopa (The Campbell Soup) no refleja ningún punto de vista del
artista, la propia ausencia de un enfoque subjetivo sobre la lata, o una yuxtaposición
surrealista, es un acto de control y una poderosa muestra de banalidad… destacando el
vacío de la vida contemporánea”.

¿Cuál es, entonces, la aportación de Andy Warhol a la historia del arte? ¿Se debe
tomar enserio lo que hacía? La respuesta es sí.

Algo que comenzó como una crítica formal al expresionismo, se convirtió en la punta
de lanza del fin del arte occidental.

Warhol perfiló al sujeto contemporáneo, aquel que dejó el logocentrismo como


fundamento principal de su cosmovisión, para volverse más bien en un sujeto
múltiple, de perfiles borrosos, mundano y sobrestimulado, consumista, producto
propio del American dream.

De esta forma, a partir del pop, el arte se libera de la condición matérica, formal y
conceptual. El universo estético se percibe ahora como experiencias puntuales,
intensificadas y heterogéneas. Se produce de manera débil y periférica. Rompe el
límite entre la vida cotidiana y el arte haciendo que cualquier material pueda
participar en la experiencia artística.

Definitivamente: gracias Andy Warhol por modificar la forma de ver y hacer arte, por
crear nexos insólitos dirigidos a estimular y evocar sentimientos análogos nunca
antes experimentados.

Con su obra rompe paradigmas, entre otros, la separación entre alta y baja cultura,
adelantándose en los ’60 a ésta nueva era mediática. A través de la libertad de
expresión, del efímero pasar de la vida y del culto a las celebridades, la cultura pop
continúa su desarrollo hasta la actualidad. Como profeta atrae la multidisciplina al
mundo de las artes, y es considerado un artista multimedia que transita las artes
plásticas, la fotografía, el cine, el diseño gráfico, la publicidad y otros medios.
Siempre reflexionando sobre las importantes transformaciones sociales y artísticas
del siglo XX, Warhol plasma cómo la comunicación ejerce una importante influencia
social, ayuda a transformar patrones artísticos y estéticos de la época. Influenciado
por la cultura popular y de consumo norteamericana, crece deseando productos
altamente publicitados y admirando personajes mediáticos. Esto hace que no sienta
pudor a la hora de plasmar objetos de consumo y celebridades en sus obras más
icónicas como son las representaciones del rostro de Marilyn Monroe, Mao Tse Tung
y las latas Campbell, entre otras.

“Siempre me ha gustado trabajar con las sobras; convertir las sobras en cosas.
Siempre creí que las cosas desechadas que todos saben que no valen para nada,
pueden llegar a ser divertidas. Es como un trabajo de reciclaje. Siempre pensé que
había mucho humor en las sobras.” -Andy Warhol

“Business art is the step that comes after art. I started as commercial artist, and I want
to finish as a business artist” (El negocio del arte es el paso siguiente al arte. Yo
comencé como un artista comercial y quiero terminar como un artista empresario)
expresó Andy Warhol.
La reina del pop: Dalila Puzzovio

Los vanguardistas sesenta

- Años 60, Argentina. El arte pop convulsiona y hace reír a la sociedad con sus obras
revolucionarias para la época. El Instituto Torcuato Di Tella es la gran vidriera de la
nueva ola creadora, y ahí estás vos y tus obras ¿Contame cómo era trabajar y cómo
viviste aquellos tiempos de osadía y libertad creativa?

- Vistos ya desde el siglo XXI, estos años han pasado como una ceremonia excéntrica
que parecieron perfectamente naturales, extrañamente indiferentes a lo que habían
desencadenado en esos días. Trabajábamos sin medir lo que generábamos, en
particular, tomándome los permisos sin pedirlos. Creo que cuando hay prohibiciones
y uno transgrede, es cuando ocurren las vanguardias.

Ahora sé que la originalidad revela sentimientos de irrealidad, signos de una


superioridad misteriosa, mezcla de talento, fuerza y riqueza que provoca efectos
reales, superiores, reconocidos luego de años por los hombres. De otro modo no se
explica el “Mito Di Tella”.

Se puede decir que fui revolucionaria en las imágenes e ilusionista con los
materiales. Revolucionarios e ilusionistas, eso es lo que considero hemos sido los
protagonistas del Di Tella.

Para nosotros, memoria y fantasía evocan un mundo perfecto, donde su lenguaje que
parecía elitista, ahora en el siglo XXI es un estilo, una combinación de presente,
pasado histórico e individualismo en un alerta continuo.

Consideré cada una de mis obras realmente vanguardistas, por la originalidad,


porque rompía esquemas, y proponía mundos de apertura. Jamás copié obra ajena.
Siempre he tenido mucha capacidad de producir. Inclusive fui la que ayudó a Alberto
Greco a concretar su “Vivo Dito” en Galería Bonino (1964). Junto a Antonio Gades,
siendo yo muy chica, lo acompañábamos a que encargara telas, pinturas, música y
trajes mientras le marcaba los tiempos.

- ¿Cómo es hoy un día de trabajo tuyo en relación a aquellos años vertiginosos?

- En el trabajo de hoy (arte, arquitectura o moda), aunque parezca que cambié,


sobreviene siempre sin excepción una tozudez que yo llamo estilo. En cuanto a la
rutina, es y será siempre distinta; huyo de lo siempre igual y aunque tengo
muchísima disciplina, soy capaz de madrugar para tener tiempo para perder y
perderme.
Dalila, doble plataforma

- ¿Cómo fue que surgió la famosa doble plataforma? ¿La concebiste como un objeto
de arte o un objeto utilitario?

- El Instituto Di Tella instituía dos premios por separado, El Premio Nacional y el


Internacional, ambos con jurados ultra internacionales y prestigiosos, presididos en
ambos casos por Jorge Romero Brest, que era el encargado de seguir nuestras
carreras e invitarnos. Si uno ganaba el Premio Nacional pasaba al año próximo a
competir en el internacional, que fue mi caso en los años 66 y 67.

El hábitat del Instituto era tan moderno que sus metros cúbicos exigían obras de
gran envergadura, lo que me llevó a buscar sponsor, hecho inédito en el mundo del
arte en aquellos años. Mi deseo fue más allá, ya que anhelaba crear una obra de arte
que no sólo funcionara como tal en el instituto.

Creo que las grandes afirmaciones necesitan grandes manifestaciones, aquí sí la idea
fue convertir la obra de arte en una experiencia de consumo.

Fue un discurso interior que habitó todas las vidrieras del país. Esta obstinación,
necesidad de audacia y deseos de no disociar creación e industria, materializó
“Dalila, doble plataforma”.

- ¿Qué cercanía o diferencias había entre el pop de Warhol y el tuyo? ¿Te conectaste
alguna vez con él?

- A Warhol lo conocí en la casa del diseñador de modas Halston. El premio me


permitió viajar a New York con Charlie Squirru, artista también y protagonista del Di
Tella, que hizo toda su escuela de arte en esa ciudad así que estuve súper conectada.

Cuando Restany (crítico de arte) visitó Buenos Aires se encontró con un movimiento
de una originalidad y calidad inconmensurable y no escatimó en elogios, siempre
nos dijo que estábamos a la altura de New York y Tokio.

Francia no tenía nada tan vanguardista como el Instituto, esto te puede dar una idea
de la fecha en que recién París logra un espacio similar: el Centro Pompidou (Museo
de arte moderno)se inauguró en 1997.
Arte y moda, amigos de la vida

- ¿Qué es para vos el arte? ¿Y la moda?

- Un “Dalila insiste”. Ambos desencadenan en mí una actitud siempre famélica de


ideas nuevas y una fidelidad a las imágenes que descartan lo demasiado obvio.
Ambos me reconcilian con la vida.

- El vestir es uno de los tópicos principales de tu obra, pero ¿cuál es tu relación con la
moda (consumo de diseño), seguís el trabajo de algún diseñador local o extranjero?

- La moda para mí es un discurso continuo de dibujo, color, proporciones, texturas...,


cada uno con una demanda provocadora, enigmática creadora de impulsos,
enfrentamientos del ritual humano tratando de editar un vocabulario que nos
presente, donde encontramos ilusión e individualismo. Es la oportunidad de
expresar las excentricidades humanas, donde confort y utilidad muchas veces son
concesión.

- Para vos, los creadores de hoy ¿hacen prendas para usar o comunicar?

- Ambas cosas. Si hablamos de ropa urbana creo que en el fondo tienen que ser
ingenuas, porque en cada rincón tiene que esconder una utilidad.

Pero hay diseñadores que desean expresar las excentricidades o contradicciones


humanas, que permiten encontrar un confort emocional.
El instituto Di Tella

La vanguardia en el arte y la ciencia

La vocación filantrópica del Ingeniero Torcuato Di Tella y su concepción de la empresa


“como algo más que una actividad lucrativa”, inspiraron a sus hijos Guido y Torcuato a
instaurar, en 1958, la Fundación Torcuato Di Tella y el Instituto, de igual nombre, en
homenaje a la memoria de su padre.
El Instituto fue creado con la misión de “promover el estudio y la investigación de alto
nivel, en cuanto atañe al desarrollo científico, cultural y artístico del país; sin perder de
vista el contexto latinoamericano donde está ubicada Argentina”. Financiado por la
Fundación y el apoyo de organismos nacionales y extranjeros, la entidad cristalizaba sus
actividades a través de diez centros de investigación especializados en distintas temáticas,
tales como: artes, economía, ciencias sociales y urbanismo.
Al tiempo, “el Di Tella” se constituyó en un hito cultural, en un centro de diseminación e
investigación de ideas de avanzada, en un ambiente genuinamente plural. Contribuyó a la
formación de varias generaciones de artistas, profesionales y académicos de destacada
actuación nacional e internacional, tales como: Marta Minujin y León Ferrari (arte),
Gerardo Gandini y Les Luthiers (música), Antonio Seguí (pintura), Tulio Halperin Donghi y
Ezequiel Gallo (historia), Héctor Diéguez y Rolf Mantel (economía), Clorindo Testa
(arquitectura), Natalio Botana (ciencia política) y Juan Carlos Torre (sociología), entre
otros.
El Centro de Artes Visuales (1963-1969) del Instituto Di Tella fue una entidad que modificó
para siempre la percepción de los fenómenos artísticos en Argentina. Su director - una de
las máximas autoridades nacionales en materia de arte- , Jorge Romero Brest (1905-1989),
fue responsable del centro experimental que, con el tiempo, se convirtió no sólo en
sinónimo de vanguardia y polémica, sino en uno de los mitos más emblemáticos de los años
sesenta. Representaron una nueva generación artística junto a la mutua cooperación
entre el cine, teatro, la música y las artes visuales.
El Centro Di Tella tenía el propósito de cooperar en la difusión y la promoción de las artes
visuales, como mantener contactos con otros centros vinculados a la producción nacional y
extranjera. En este marco, el Premio ITDT se creó con la intención de dar una oportunidad
a los jóvenes artistas argentinos con objeto de enriquecer su experiencia en el extranjero;
sin embargo, su realización no sólo permitió el otorgamiento del premio-beca sino que
favoreció, además, la circulación del arte internacional en el medio local, convirtiéndose en
un referente importante para la renovación plástica del momento.

Las ideas básicas propuestas no fueron efímeras ya que el pop no fue un movimiento
light, sino una actitud para romper los prejuicios del arte convencional y que ayudó a
plantear, que la moda puede ser parte del arte y ser una novedad creativa que
marcaba un movimiento renovador.
El Pop art sesentista en argentina

Se plantea un arte joven, efímero, vital, que recurrió a los medios de comunicación y
a la moda para expandir los límites del arte. Se trata del movimiento pop argentino,
que supo apropiarse de la cultura popular local para producir obras y propuestas
artísticas que son parte ineludible de la historia.

Los artistas pop, además, recurrieron al humor, a la ironía, al exceso del kitsch,
expresó su espíritu lúdico y libre en happenings y ambientaciones que elevaron el
objeto a la categoría de arte.

Así lo demostraron los yesos ortopédicos de Puzzovio; los colchones multicolores de


Minujín; los pianos de cola de pluma o de cartón de Stoppani, y las esculturas con
objetos como la “Mamouschka operada”, de Giménez (ése híbrido entre pájaro e
insecto).

¿Qué distinguió el pop argentino del de Europa o Estados Unidos?

- “La apropiación de imágenes de la cultura popular argentina al aparecer Doña


Petrona, las publicidades de la época, el uso del lunfardo, las telenovelas, que son los
elementos y lenguajes que el pop tomaba para llevarlos al contexto del arte”.

El premio Di Tella del 66 fue el premio que marcó el lanzamiento institucional del
arte pop en Buenos Aires y que entre los jurados del exterior estuvo Lawrence
Alloway, mentor del pop inglés y estadounidense.

Las obras de los artistas pop argentinos de mediados de la década de 1960 no


refieren a objetos sino que son íconos: señalan el entramado conceptual en el cual
los objetos cobran sentido.
Marta Minujin: La Menesunda en el Di Tella y puesta en el Mamba.

La Menesunda fue un proyecto de Marta Minujin y Rubén Santantonín, en el que


colaboraron Pablo Suárez, David Lamelas, Rodolfo Prayón, Floreal Amor y Leopoldo
Maler, presentado entre el 18 de mayo y el 6 de junio de 1965.
El proyecto estaba compuesto por varios ambientes en los que se producían situaciones
diversas: una habitación a media luz, una cámara oscura, una cápsula de vidrio con lluvia
de papel picado, una cámara fría, etc.
Concebida dentro del esquema que dió carácter a ¡Revuélquese y viva!, obra que fue
adquirida por el ITDT de Minujín en 1964, “La Menesunda” concentró la atención en la
gente generando las polémicas que despertó el Pop Art en la Argentina y después “El
Batacazo”.

Hablamos de ese recorrido por once ambientes que instalaron Marta Minujín y Rubén
Santantonín en el Instituto Di Tella, entre mayo y junio de 1965. Que levantaron con la
colaboración de otros artistas como Leopoldo Maler, David Lamelas, Rodolfo Prayon,
Floreal Amor y Pablo Suárez, y de un maestro mayor de obras. Que estuvo disponible para
que la experimentaran no más de ocho personas a la vez unos quince días, y quedó
destruida por el uso. Que recibió, estiman los investigadores del Mamba, unas 300 o 400
personas por día, números muy convocantes para la época, y que ahora ocupará 500
metros cuadrados en el primer piso del museo para quienes quieran atravesar sus distintos
espacios, pensados hace cincuenta años.

La experiencia empieza incluso antes de entrar a la obra: hay una reproducción del acrílico
rosa detrás del que se formaba la fila para entrar en La Menesunda cuando se instaló en el
Di Tella –o sea, no más de ocho personas a la vez, no más de un niño por adulto–. Un
cartelito dice “Primero suba”, y una escalera sube. Hay un pasillo con siete televisores.
Cinco muestran noticieros de 1965, que el Mamba obtuvo en el Archivo General de la
Nación. Los otros dos reproducen, por circuito cerrado, lo que una cámara capta en ese
momento en la sala.

Hay que destacar que hace medio siglo, La Menesunda fue la primera obra argentina en
apelar a esta tecnología. Del pasillo con televisores se sale por dos puertas. Hay que elegir
la propia aventura: la puerta de la derecha va a una habitación con una cama con una
pareja. Ella teje, a veces charlan, a veces leen el diario, siempre escuchan alguno de los
primeros cuatro discos de Los Beatles, los únicos anteriores a la inauguración en el Di Tella.
Una escalera baja a un túnel con luces de neón: los productores de 2015 miraron videos de
1965 para determinar forma, color y hasta secuencia de prendido y apagado de esos tubos.
Hay “ruido a Lavalle” –así lo definió Minujín ante los productores, a quienes les pidió que
no sonaran bocinas porque se trata de una calle peatonal– y olor a frito. De ahí, una
escalera sube de nuevo hasta el pasillo de los televisores y ahora la aventura es la puerta de
la izquierda: una escalera (otra escalera) baja muy empinada hasta una especie de óvalo
rosa. Está recubierto de cajas y envases de maquillaje Miss Ylang, que dejó de venderse en
la Argentina así que hubo que reproducirlo para que fuera el mismo que en 1965. Una
maquilladora ofrece maquillar la cara del visitante, una masajeadora le propone sentarse y
recibir un masaje. El óvalo está perforado: un agujerito en la pared invita a espiar y
descubrir que, afuera, un espejo refleja la parte exterior de la habitación, y que se trata de
la cabeza de una mujer. Que en ese momento, el piso es mullido, habitamos la cabeza de
una mujer.

La excursión sigue en una habitación con un canasto giratorio: hace medio siglo, Minujín y
Santantonín lo pensaron eléctrico, con motor. Pero cada vez que lo prendieron, cortaron la
luz del Di Tella. Así que funcionó manualmente, y manual es ahora. El visitante tiene que
hacer que las puertas del canasto coincidan con las puertas de dos ambientes. A la
izquierda, una habitación espiralada de la que cuelgan bolsas roas de polietileno, que los
artistas definían como “intestinos”, y al final del espiral, sacando la cabeza por un agujero,
se ve una pared negra en la que se proyectan imágenes de Un verano con Mónica, una
película de Ingmar Bergman de 1953. De vuelta en el canasto, la puerta de la derecha va a
“la ciénaga”, un pasillo mullido en el que resuenan pisadas sobre el barro.

Próxima parada: “el teléfono”.


Huele a consultorio odontológico –un laboratorio está trabajando en la reproducción de esa
sensación entre séptica y horrible que da llegar al dentista– “Marta decide el último olor”,
dicen los curadores- y para avanzar al próximo espacio hay que acertar el número del dial
telefónico que destraba la salida. En algunas crónicas de 1965, los periodistas revelaban la
clave. No será éste el caso: hágalo usted mismo.
Al próximo ambiente se entra por la puerta de una heladera Siam 100, está a temperatura
bajo cero y se escucha el viento.

La anteúltima parada es lo que Minujín define como un “bosque de texturas”: del techo
cuelgan formas recubiertas de lija, de lana, de terciopelo que el visitante roza antes de
acceder al final del recorrido. Se trata de un octógono de paredes de espejo: al entrar, la luz
blanca se apaga y se prenden una luz negra y varios ventiladores que arremolinan el papel
picado que está en el piso. Una cabina de acrílico en el medio de la habitación se mueve e
invita al visitante a mirar todo desde ahí, a mirarse en los espejos, a escuchar los autos
desde lejos, cierto barullo de la calle. Ese barullo que va a estar esperando cuando el
recorrido haya terminado, en la puerta del museo, sin freno aparente.

“Creo que esta reconstrucción de La Menesunda tiene que ver con un nuevo acercamiento
hacia la obra como experiencia. Quizás en las últimas décadas nos hemos ido hacia un
dominio muy fuerte de lo visual y la experiencia ha quedado un poco de lado; en este
momento tan mediado por la tecnología, esperamos que el público pueda volver a una
experiencia no mediada”, explica Sofía Dourron, del equipo de curaduría del Mamba.

De experimentar se trató la propuesta de Minujín y Santantonín hace cincuenta años,


y de eso mismo se trata esta reposición. De un recorrido que dura once ambientes y
entre diez y quince minutos; que se huele, se escucha, se mira, se toca. Que no entra
en esta página del diario.

El pop buscaba que el público participara de las propuestas y tenían ésta oportunidad con
la ambientación Love and Life, que podían ingresar y ver de distintos colores según el
anteojo que elijan.
Hoy el pop nos recuerda que medio siglo después, si hay algo que caracteriza éste
movimiento fue la diversidad y el anhelo de un colorido mundo más feliz.

El arte pop (Pop Art) fue un importante movimiento artístico del siglo XX que se
caracteriza por el empleo de imágenes de la cultura popular tomadas de los medios
de comunicación, tales como anuncios publicitarios, comic books, objetos culturales
«mundanos» y del mundo del cine. El arte pop, como la música pop, buscaba utilizar
imágenes populares en oposición a la elitista cultura existente en las Bellas Artes,
separándolas de su contexto y aislándolas o combinándolas con otras, además de
resaltar el aspecto banal o kitsch de algún elemento cultural, a menudo a través del
uso de la ironía.
El arte pop y el minimalismo son considerados los últimos movimientos del arte moderno y
por lo tanto precursores del arte postmoderno, aunque inclusive se les llega a considerar
como los ejemplos más tempranos de éste.

Arte Kitsch

El kitsch es una relación del hombre con las cosas, un modo estético de relación con el
ambiente. Es un concepto universal y corresponde sobre todo a una época de génesis
estética, a un estilo de ausencia de estilo, a una función de confort sobreañadida a las
funciones tradicionales de un objeto. Es un «nada está de más» del progreso.
Klemm considera que el sentido original del término, como sinónimo de mal gusto, se ha
desplazado hacia el de:
"una categoría estética de nuestra contemporaneidad que no tiene que ver con una
sistematización del mal gusto, sino con una exacerbación de lo artificial y lo
desmesurado"
De esta forma, señala al kitsch como una actitud estética que pone en duda el gusto,
como statu quo. Tal vez como una referencia tácita a su propia obra, Klemm sostiene
que: "cuando se dice que una obra ronda el kitsch es como cuando se dice que ronda
la genialidad o la grandeza".

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