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Felipe Iván García Cerna Grupo: 102 - 1 Numero de Lista: 16

Capitulo XXXI
"Los Perros De Tomochic"

Algo que Miguel no puede olvidar es la valentía y el cariño de los perros de


Tomochic a sus amos, que cuidan sus cuerpos, sin separarse de ellos en ningún
momento, velan a los que, yen la noche se escucha cuando llorar por sus amos
difuntos.

Capitulo XXXII
"Incendio de la Iglesia"

Al día siguiente, una noticia hizo que levantarse a rodos los oficiales y soldados. El
Undécimo iba a dar asalto a la iglesia, el general Rangel había tomado el Cerro de
la Cueva como base indispensable para llegar fácilmente a la iglesia de Tomochic.
Una compañía del Undécimo Batallón tomase las casas que tenia enfrente la
Iglesia. Deberían llegar rápido al atrio y ante el portón arrojar todo aquello para
empezar a incendiar el portón, obligados los sitiados a salir; serian fusilados apenas
se asomaran. Empezaron las detonaciones y gritos de guerra de ambos bandos. El
incendio de la Iglesia fue todavía mas grande y lo terrible de aquello era que la
mayor parte de las mujeres de Tomochic estaban refugiadas allí. Una masacre
intensa, era ya demasiado el general ordeno a su corneta tocar el alto el fuego, pero
fue muy tarde ya que el incendio habido tomado tal incremento. Pronto vino el
desmoronamiento.

Capitulo XXXIII
"Los Prisioneros De Guerra"

Fue un tristísimo amanecer al siguiente día. La niebla se confundía con el humo, y el


valle apareció aun mas desolado y silencioso. Entre los Batallones se guardaba un
silencio terrible, a las nueve de la mañana se repartió a la tropa una ración de carne
y harina, se presento un hombre delgado y sucio que había llegado desde la casa
de Cruz, era uno de los prisioneros y también llego una anciana que estaba media
loca, el coronel intento hacerle unas preguntas pero no resulto, así que la mando
con Cruz a que le dijera que se rindiera ya que su situación era muy complicada y
que a las mujeres y niños les tendrían mayores consideraciones, media hora
después llego la anciana con la contestación que se negaba energéticamente a
rendirse, pero al fin Cruz saco a las familias de los que ya habían muerto. Todos
miraron con respeto, habiendo valla silenciosamente al desfile trágico de las
victimas; inmediatamente Miguel pensó en Julia.

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Atendieron a las personas y les dieron de comer, eran prisioneros de guerra, todo
fue un entorno triste.
El general comprendía que los sitiados tenían que salir ya sea por agua o por
comida y trato de impedirlo. Mando una fuerza a que se dividiese en guerrillas, que
debian sitiarse alrededor de la casa de Cruz, para vigilar e impedir cualquier salida.
A las seis de la tarde partieron a sus puestos, mientras mas tarde se hacia el frio se
volvía mas insoportable.

Capitulo XXXIV
"¡Rezando, Cantando y Matando!"

A las doce de la noche ocurrió un incidente. Ya hacia una hora que se había
ocultado la luna y en las tinieblas se pudieron distinguir dos sombras aproximándose
al rio. Múltiples detonaciones se escucharon en ese profundo silencio. Los auxiliares
de Sonoro acudieron velozmente, pero ya no había nadie ahí, mas que dos tinajas
llenas de agua. Esa mañana llego un convoy de provisiones e instrucciones.
Naturalmente llegaron barriles de sotol y volvió a haber algazara y radiante
efervescencia en la tropa y en los oficiales.

Capitulo XXXV
"Chabole el de Sonora"

Querían que murieran por hambre para no hacer todavía mas sangriento el
ambiente, por sentimiento de piedad para las familias, trato de convencer por ultima
vez que se rindieran. Mandaron llamar a Chabole (viejo jefe indio de la sierra de
Sonora). Le dieron instrucciones y chabole tomo una botella de sotol y se encamino
hacia el Cuartelito. Después de veinte minutos, regreso con la respuesta de que no
se rinde hasta que Dios les quite el alma.

Capitulo XXXVI
"El Ultimo Incendio"
Volvieron a tomar para esa noche las disposiciones de la noche anterior, el trayecto
hacia el puesto de miguel era terrorífico ya que veía los cadáveres, las ruinas de la
iglesia y otras cosas, fue una noche con un frio insoportable. Al amanecer de nuevo
se llego la noticia que a las diez se tomaría el Cuartelito. Miguel se preparo para
presenciar el asalto tras las claraboyas. Los soldados preparados para incendiar el
Cuartelito, empezaron a subir la barda, los soldados arrojaron rastrojo, leña seca y
petróleo, y empezaron las detonaciones, por las ventanas ya salía el humo, cesaron
las explosiones, en señal del fin de la campaña; la campaña estaba terminada. U
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oficial llego a comunicar al capitán que dirigió el golpe al Cuartelito, de salvar a toda
costa a los que aun quedasen vivíos, especialmente mujeres. Fue un trabajo de
abnegación, un nuevo heroísmo en la pobre tropa apiadada ante el patético estrago.
Los heridos fueron llevados en camillas a una casa. Ningún tomichiteco pudo irse de
pie pues si no estaban heridos, estaban muy débiles por el hambre o fiebre.

Capitulo XXXVII
"¡Viva La Muerte!"

Los últimos Tomochitecos retrocediéndose, de rostros espectrales, contemplando


con opacas miradas agónicas las lejanías del valle querido y sacro que se extendía
en legumbre. Los oficiales y soldados se contemplaban a Tomochic. Miguel pudo
dormir después de lo ocurrido, ´pero lo despertó una serie de detonaciones, que fue
el fusilamiento de los últimos Tomochitecos. En la tarde se organizaron fajinas para
incinerar los cadáveres. Se les amontonaban unos con otros, se les arrojaban
grandes leños y se prendían fuego, era un ambiente distinto.
A Miguel se le encomendó una tarea en la cual tenia que visitar al campamento
vecino.

Capitulo XXXVIII
"La Santa de Cabora"

Ahí se encontró a Castorena un tanto borracho, cotorreaba, bebía, cantaba y


bailaba. Le invito a quedarse y tomar un vaso de coñac, Miguel accedió y ya
tomando Castorena le conto como consiguió el coñac, cambiando un tesoro de
Tomochic, que fue una imagen de Santa de Cabora y que la escolta del convoy le
ofreció el coñac a cambio de la imagen.

Capitulo XXXIX
"Luego, ¡Julia había muerto!"
Era un esplendido día aquel treinta de octubre, se dedicaron a encontrar el tesoro
de Tomochic y a las cinco de la tarde volvió el campamento a conmoverse con el
espectáculo de la procesión de las mujeres y niños que fueron trasladados a la casa
de Reyes Domínguez. Miguel se llenó de alegría, iba a saber de Julia, pasaba la
gente y no identificaba a Julia, no la veía, llego a una teoría de que Julia había
Muerto.

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Capitulo XL
"Chapultepec, Chapultepec!"

A las seis de la tarde Miguel relevo el servicio de guardia, una hora antes había
llegado de ciudad Concepción Guerrero, un convoy militar, a correspondencia
destinada a los oficiales ya que concluida la campaña restableciese la vida normal.
Y le llego una carta a Miguel, era de su Madre, donde decía que se iba al extranjero
con su esposo Leandro y que ya no van a estar juntos, que la perdone por esto.
Destrozado ya que daba por muerta a Julia y ahora se estaba separando de su
Madre. Y empezó a recordar lo que significo Chapultepec para la historia. Miguel
una vez mas tuvo fe en la vida, en la redención, en la victoria, en el porvenir de su
patria.

Capitulo XLI
"¡Tenia Que Ser!"

Recordaban sobre Tomochic su gente, sus mujeres, sus hombres valientes, sus
costumbres , su educación, su valentía.

Capitulo XLII
"¡Solo!"

Los soldados de "descanso" en el cuerpo de Guardia; y Miguel, calada la capucha,


extendidos piernas y brazos hacia las llamas, adolorido y resignado bajo sus
pensamientos y bajo sus desgracias fue durmiéndose. Miguel respondió a un
compañero suyo que tenia problemas con una herida de Tomochic, lo mando por
agua para que bebiera, llego con la mejur , en pie, hablaba, dirigiéndose a otra que
tendida en el suelo parecía agitarse como un gusano. Miguel creyó reconocer es
voz; se aproximo un poco y pregunto por la enferma, Miguel se quedo asombrado,
por que era Julia y ella no lo reconocía, hacia preguntas sin sentido. Mariana estaba
al lado de ella cuidándola, Miguel le pregunto a Mariana de Julia, ella le respondió
que ella había recibido un disparo en el pecho, estaba delirando ya no podía Julia,
en su intento por salvar a Julia salió de la casa por ayuda, solo se sentó a esperar a
que Julia cerrara sus ojos húmedos, sus ojos tristes contemplaron por ultima vez un
paisaje antes bello. "Y entonces, gritó: -¡Corneta de Guardia! - toca la diana! "

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