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Por Miguel Ángel Karam Enríquez

Análisis de libro;
Leer a Chomsky, Elisa Cuevas.

Noam Chomsky es el maestro por excelencia, el más crítico e incomodo ciudadano


estadounidense. Prácticamente toda la izquierda anti-imperialista se ha visto influida por
sus trabajos, ya que es el mejor exponente de la crítica a la política exterior
estadounidense. Cualquiera que quiera analizar la política internacional de los países
desarrollados durante el siglo pasado y el actual, no puede obviar los análisis de
Chomsky. Pero no solo ahí acaba su alargada sombra; desde cuestiones de política
interna hasta los movimientos asociativos, desde el anarquismo hasta el medio
ambiente, desde el poder de los medios de comunicación hasta la globalización. Sin
dejar a un lado, el inicio de su carrera académica con sus ideas de la gramática
generativa transformacional, que revolucionó el mundo académico de la lingüística.

Aunque tanta admiración puede sonar ligeramente mesiánica, Chomsky no es infalible,


pero pocas personas he visto con planteamientos tan consistentes y detallados, con
una visión a largo plazo que abarca un siglo entero de análisis geopolítico y social. No
son muchos los intelectuales que hoy en día tienen su congruencia y rigor analítico.

Para mí, leer a Chomsky se ha convertido en una forma independiente y racional de


observar las diminutas grietas del sistema en el que vivimos. Un sistema capitalista de
dominación, hermético y opaco, pero que con sus textos, esas pequeñas grietas se me
hacen obviedades difíciles de pasar por alto a menos que nos las oculten o intente
influir en nuestro pensamiento crítico, como vienen haciendo desde siempre los medios
de comunicación.

Para Chomsky, los medios de comunicación son "mucho mejores y más abiertos que
hace treinta o cuarenta años." La peculiar y famosa crítica chomskiana a los medios
de comunicación la dio a conocer en su libro "Los guardianes de la libertad". Según
Chomsky los grandes medios de comunicación son empresas, que como cualquier otra
venden un producto a unos compradores. Pero el producto no son los periódicos ni los
programas de televisión. El producto son los mismos espectadores, el acceso a
audiencias de espectadores. ¿Entonces quienes son los compradores? Los
anunciantes. Porque la publicidad es el verdadero negocio y el acceso al público es el
producto. Sin embargo, estos medios masivos son apenas una parte de un sistema de
adoctrinamiento más amplio, junto con las revistas de opinión, las facultades y
universidades, las publicaciones académicas, etcétera. Este aparato de propaganda
no está necesariamente tutelado y teledirigido, sino que la censura está
interiorizada gracias a una serie de filtros que permiten medrar dentro del sistema.

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