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ENTRE DIOS Y EL

ESPANTO
CUENTO

JUAN SEBASTIAN ALVIS HEREDIA

[Escriba el nombre del autor]


01/01/2014
ENTRE DIOS Y EL ESPANTO

Era la tarde de un viernes santo, como muchos otros en mi pueblo de Sacristán,


las calles se llenaban de los parroquianos que terminados los rezos, se dirigían
en mudo silencio a cada uno de sus ranchos de paja, ubicados a los largos de la
calle empedrada del pueblo. Todo parecía que transcurriría igual que años
anteriores, cuando en la tienda de don pascual, estaban mariaca, el peluza, y
nico, jugando a las bolas, para ellos los rezos de la gente no era que les atrajera
mucho. Cuando pase por el frente de ellos, escuche la invitación, que me dejaría
los más tenebrosos recuerdos de la infancia.

Usted, vocifero el peluza, a que no se atreve a subir a la montaña de la bruja


esta noche, a buscar guacas.

La gallinita de usted, que va a subir.

Aquellas palabras llegaron hasta lo más profundo de mi ego, y llenándome de


valor, de no sé dónde, dije, pues para que no digan que tengo miedo o que no
soy capaz, esta noche, me le mido al cuento, no más digan.
En primer lugar nos fuimos para una montaña llamada los tres pinos, lejos del
pueblo donde vivíamos y alejados de las últimas casas donde podía vivir
alguien. El camino oscuro y solo el canto de la chicharras eran nuestra
compañía. Y los que habían iniciado el camino entre gritos y recocha, ahora
pareciera que el frio de la noche los enmudecía y casi se alcanzaba a percibir el
temblor de sus cuerpos que ahora los empezaba a invadir.

Casi al filo de la media noche, llegamos al lugar de los tres pinos, lugar más
elevado de aquella montaña que todos en la región conocían como el cerro de
las brujas, Mariaca, el más “valiente” del grupo, quizás para impresionarnos
inicio su relato de muertos y espantos, los cuales daban mucho miedo y no
faltaron algunos que aseguraban haberlos visto muy cerca de donde nos
encontrábamos y que habían asustado algunas personas las cuales no tenían
explicación de tal cosa. Era un espanto que solo se manifestaba en Semana
Santa, lo que aumentaba el miedo entre los que estábamos en el bosque de
aquella montaña.

Para poder determinar el lugar donde está enterrada una guaca es necesario,
según las tradiciones de los antepasados, estar muy atentos y ser muy valientes
para resistir el embate de los espantos, pero ellos trataran siempre de asustar a
aquellos que pretendan robarse los tesoros de la montaña. Después del valor,
es importante también la atención, el lugar de la guaca se determina porque
durante un momento, a veces muy breve, una luz, que parece viva, anunciará el
lugar exacto, y entonces hay que correr los más pronto posible para ser los
primeros en llegar, porque son muchos los que desde diferentes puntos van a
estar pendientes de la aparición.
A eso de las 12:30 de la noche empezamos a escuchar ruidos muy cerca de
nosotros lo cual era atemorizante, cuando muy cerca de allí escuchamos una
mujer pedir auxilio por repetidas veces, entonces Peluza dijo: tenemos que
ayudarla, debe estar en problemas y necesita de nuestra ayuda, pero en ese
momento nos acordamos que nos habían contado algo igual de un señor que
escucho lo mismo y quiso ayudar y jamás volvió aparecer y eso que por más de
varios meses lo estuvieron buscando en todo el bosque y nunca lo encontraron,
ni vivo ni muerto lo que era muy raro.

Nico advirtió, que tal nos pase lo mismo y como pluma que lleva el viento nos
fuimos corriendo sin reparar cual camino seguía cada uno, en un momento
caímos en la cuenta que aunque nos escuchábamos en medio de la noche
ninguno sabía con certeza donde se encontraba el otro, todo quedó en silencio,
de un momento a otro la voz chillona de Peluza lleno el silencio de la montaña,
Suélteme, suélteme, a mí no me coja, el que se quiera burlar de mi me las
pagara, pero desde la distancia cada uno empezó a advertir que ninguno estaba
cerca de Peluza, ahora era la voz de Nico, que advertía que algo frio y fuerte la
tomaba del pecho y lo hacía rodar por la ladera, cundió el pánico, y sin buscar
explicaciones, a huir del espanto, antes de que nos desapareciera en la
espesura de la montaña.

Nos fuimos por un rio abajo para salir por un antiguo camino que utilizaban
nuestros abuelos, pero rio a bajo sucedieron muchas cosas Nico que era el más
pequeño que los demás y con tan solo 10 años de edad ya tenía sueño
entonces nos tocó turnarnos para cárgalo y lograrlo llevarlo a casa, pero se nos
había difícil porque el rio tenía muchos precipicios por bajar y el agua en partes
nos tapaba y nos tocaba nadar y cada minuto que pasaba más cansados nos
sentíamos. Era una noche eterna para el grupo, pero no perdíamos la
esperanza. Cansado y con mucho sueño, decidimos acampar a la orilla del rio
pero 15 minutos después se puso a llover, al parecer todo estaba en contra de
nosotros pero no nos rendíamos. Ubicamos nuestro improvisado campamento a
varios metros de los ríos para evitar ser arrastrados por una avalancha.

El amanecer maravilloso para nada reflejaba la tenebrosa noche que la montaña


de la bruja no había hecho pasar, la luz del sol se colaba por entre el follaje de
los grandes árboles, el canto de las aves nos tranquilizaba y el aroma de la
hierba húmeda llegaba como aliento y recompensa para nuestros cansados
cuerpos. En eso vi que Mariaca, el valiente del grupo, a unos metros de
nosotros, gemía con rostro de arrepentimiento, a lo que no tardo el Peluza en
unírseles, estaban arrepentidos de haberse atrevido a tentar a las fuerzas del
cosmos, colocando además su vida y las de los otros en grave peligro. No
encontré más oportuno, para animarlo que recordarles las palabras de mi
abuela, que la Semana Santa en para rezar, que a Dios no se le pone a prueba,
y que a los espíritus, si es que existen se les deja quietos, nos repetía con
frecuencia.

Recorrer el camino que nos faltaba fue a la luz de día mucho más fácil, al pasar
por el viejo cementerio, de camino al caserío, nos encontramos con las viejitas
que rezaban el rosario de la Soledad, les encomendamos una oración por
nuestras almas y corrimos presurosos a buscar el calor de nuestras camas, para
descansar después de tan larga y estremecedora noche.

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