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COMO JESÚS
Siguiendo sus pisadas
Ped r o Fuentes
ISBN 978-987-24864-3-3
Impreso en Argentina
Diseño de cubierta e interior: Lucas Fuentes
www.lucasfuentes.com.ar
SEMANA 1
MIRANDO A JESÚS
Hebreos 12:1
SEMANA 2
OYENDO A JESÚS
Marcos 9:7
SEMANA 3
SIGUIENDO A JESÚS
Mateo 4:19
SEMANA 4
APRENDIENDO DE JESÚS
Hebreos 12:1
SEMANA 5
OBEDECIENDO A JESÚS
Mateo 7:26
SEMANA 6
IMITANDO A JESÚS
Juan 13:15
SEMANA 7
ADORANDO A JESÚS
Mateo 2:11
Este devocional intentará ayudarte a ver de cerca a Jesús y a vivir cada día de tu vida
siguiendo sus pisadas.
MIRANDO A
JESÚS
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que
nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por de-
lante puesto los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe”
Hebreos 12:1-2
Los cristianos solemos tener nuestros “pequeños ídolos”. Son personas a las que por
algún motivo admiramos, queremos y quisiéramos tener cerca nuestro. En ocasiones
sus convicciones se transforman en las nuestras, sus ideas pasan a formar parte de lo
que nosotros también pensamos e imitamos sus formas y maneras de actuar casi sin
darnos cuenta. Los consideramos nuestros líderes y no está mal, el problema surge
cuando ellos comienzan a ocupar el lugar de nuestro Señor y Maestro a quien deci-
mos estar siguiendo.
Sacar nuestra mirada de Jesús para detenerla en cualquier mortal, no importa lo es-
piritual que sea o cuán grande sea su liderazgo, puede ser fatal, porque es un ser
humano, puede fallarnos y quedaremos grandemente desilusionados. Por ello quiero
invitarte a mantenernos durante esta semana meditando acerca de por qué debe-
mos vivir MIRANDO A JESÚS.
a
A menudo solemos confundir bendición con aprobación. Esto es muy común entre
nosotros, creernos que si todo va bien es porque Dios está aprobando nuestra con-
ducta, y no siempre es así.
El ejemplo de Sansón es muy ilustrativo para entender esta idea. Él obtuvo varios
triunfos, derrotó muchas veces a los filisteos, pero simultáneamente anduvo por ca-
minos que Dios no aprobaba de ninguna manera. La bendición de Dios es una gracia,
no un premio. Jesús lo explicó dándonos un ejemplo muy visible: “El Padre... hace salir
su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos” Mateo 5: 45.
Jesús fue aprobado por Dios desde el cielo, pero para que esto sucediera él cumplió
con las demandas de la justicia, obedeció y fue bautizado por Juan el Bautista. Jesús
siempre buscó la aprobación de arriba, no la de abajo. Cuando buscamos la aproba-
ción de los humanos tenemos algunas dificultades porque a algunos nada les confor-
ma y su aprobación depende de la simpatía que nos tengan.. Cuando Dios aprobó a
su Hijo amado, sucedieron algunas cosas:
El cielo se abrió. Siempre que Dios nos apruebe tendremos el cielo abierto y su oído
estará atento a nuestros ruegos. Él podrá vernos sin dificultad y nosotros podremos
mirar su rostro, nos pasará como a Jacob, veremos el cielo abierto.
Una voz del cielo. Cuando Dios habla es para decir algo importante. Lo importante
aquí era que Jesús estaba siendo aprobado desde el cielo. O como lo expresa Rick
Warren “Dios estaba sonriendo cuando vio a Jesús”.
Usó la Palabra. Para vencer al diablo no alcanza con nuestros argumentos por muy
buenos que estos sean. Necesitamos un pensamiento que sea superior a sus argu-
mentos tan bien armados, y por ello necesitamos usar los pensamientos de Dios. Para
usarlos correctamente hay que conocerlos lo mejor posible. En muchas ocasiones
cuando nos vienen pensamientos contrarios a la voluntad de Dios, luchamos sin po-
der derrotarlos y sacarlos de nuestra mente. Es allí donde debemos utilizar los pensa-
mientos de Dios, que no son otra cosa que lo que la Biblia dice y no dudemos en reci-
tar párrafos enteros de la Palabra que hemos estudiado para hacerle oír al enemigo lo
que Dios dice. Así lo hizo Jesús y le fue bien.
Estaban en medio del mar. En ocasiones nos parecerá estar viviendo la misma cir-
cunstancia, rodeados sólo por el tempestuoso mar. Estar en medio del mar es como
encontrarse en medio del desierto, lejos de toda posibilidad humana de ser ayudados
por alguien.
Azotada por las olas. La pequeña embarcación parecía que ya se hundía en las pro-
fundidades. “Los caminos de la vida” suelen presentarse con estas mismas característi-
cas, pareciera que sólo hay grandes olas encrespadas a nuestro alrededor.
El viento era contrario. Una cosa es navegar con viento a favor y otra muy distinta
es hacerlo con el viento en contra. En nuestra vida muchas veces las circunstancias
son favorables y todo “anda sobre ruedas”, pero esto suele ser la excepción, no la regla.
El relato nos dice que Jesús se acercó a la barca cuando “estaba en medio del mar,
azotada por las olas; porque el viento era contrario”, se acercó a este puñado de
pescadores desesperados que estaban próximos a perder la vida y los salvó. Dice el
texto que cuando él se subió a la barca se calmó el viento. La canción de Marcos Vidal
resume muy bien las experiencias difíciles que pasamos en la vida cristiana:
“Nuestra barca hizo agua tantas veces en la noche / y si no se hundió jamás fue por tu
mano / no por nuestra habilidad sino por tu compasión /Aquí estamos, sabedores de que
sólo fue tu gracia / y conscientes de que siempre habrá un mañana / en tu nombre y por la
fe aquí estamos”.
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a
Todas las personas tienen a quien admirar. Los adolescentes suelen tener a músicos o
deportistas a quienes siguen. Otros, un poco más grandes, admiran a poetas y pinto-
res, los mayores, a pensadores y filósofos y algunos, a algún político. Nos gusta oírlos,
pero también nos gusta verlos y esto es lo que les pasó a los discípulos en este relato
en el monte de la transfiguración.
Cuando Jesús fue investido de la gloria de Dios, su rostro resplandeció como el sol y
sus vestidos se hicieron blancos como la luz, aparecieron Moisés y Elías hablando con
él. Pedro, Jacobo y Juan quedaron deslumbrados viendo a estos patriarcas de la an-
tigüedad a quienes ellos tanto admiraban. Pedro tuvo una idea, propuso hacer unas
pequeñas cabañas para quedarse allí con Moisés, el representante de la Ley, y Elías, el
representante de la profecía del Antiguo Testamento, y también con Jesús. Fue en ese
momento que apareció una nube que los cubrió y una voz del cielo que decía: “Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a él oíd”. Allí los discípulos compren-
dieron lo confundidos que estaban: es a Jesús a quien hay que oír y ver.
Los seguidores de Jesús no pueden equipararlo con nadie. No importa cuánto admi-
remos a una persona, nunca podremos igualarlo con Jesús. No está mal que admire-
mos, valoremos y reconozcamos a los líderes, maestros y pastores que Dios ha puesto
para nuestro cuidado y desarrollo. Pero ellos son sólo hombres. Aunque tengan la
fama de Moisés o el poder de Elías son temporales, limitados, finitos y débiles porque
son sólo hombres.
Qué distinta será nuestra experiencia cristiana si nos sucede como a los discípulos en
el monte de la transfiguración: “Alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo”.
Para evitar ser desilusionados, encontrar frustraciones y sentirnos tantas veces defrau-
dados debemos mirar sólo a Jesús.
Reflexión: Mirar sólo a Jesús nos da la perspectiva correcta para ver todo lo demás.
Para meditar: “Los que miraron a él fueron alumbrados y sus rostros no fueron aver-
gonzados” Salmos 34:5
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Anunciar buenas nuevas. Fue lo primero que Jesús hizo cuando comenzó su minis-
terio. Nada debe cambiar el mensaje de salvación. Que la sanidad física, la prosperidad
económica o cualquier otra bendición no nos haga dejar de ver en Jesús al Salvador.
Sanar toda enfermedad. La salud completa de nuestro ser está en las manos de Je-
sús. Podemos dejar en sus manos nuestra salud, sea física, emocional o espiritual, él
puede y quiere intervenir en cada área de nuestra vida.
Libertar a los cautivos. Debe ser muy desagradable estar entre rejas, privado de la
libertad. Pero mayor tristeza se puede experimentar estando libre físicamente pero
cautivo en el corazón. Muchos “libres” caminan por las calles, presos del miedo a dife-
rentes cosas, presos de culpas y cargo de conciencia que no les dejan dormir en paz.
Jesús el Salvador vino a darnos libertad plena e interior. Él dijo: “Si el Hijo los liberta
serán verdaderamente libres”.
Dar vista a los ciegos. Cuando nos van pasando los años comenzamos a perder la
vista y sentimos impotencia. Pero hay muchos que no pueden ver porque sus ojos
interiores, los del corazón, están cerrados. La avaricia, la soberbia, la ignorancia de no-
sotros mismos no nos permite vernos, ni ver con claridad la realidad que nos rodea.
Jesús dijo que él vino a devolvernos la vista pero debemos mirarlo a él como nuestro
Salvador.
La condición que uno debe cumplir para que el Salvador actúe en nosotros es la de
sabernos y sentirnos pobres, quebrantados, cautivos y oprimidos. Es con esta clase de
personas con las que Jesús está dispuesto a tratar, no con aquellos que no sienten
ninguna necesidad.
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a
Si deseamos seguir las pisadas del Maestro necesariamente tendremos que mirarlo
con detenimiento, tendremos que mirarlo permanentemente, y mirarlo sólo a él. Una
de sus características más sobresalientes es que pasaba tiempo a solas con Dios. Je-
sús verdaderamente dependía del Padre, lo vemos a cada momento y en cualquier
circunstancia.
Si dependemos del Padre como Jesús hay algunas cosas que debemos hacer cuan-
do estamos en la presencia de Dios en oración:
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OYENDO A
JESÚS
“Entonces vino una nube que le hizo sombra, y desde la nube una
voz que decía:
Este es mi Hijo amado; a él oíd”
Marcos 9:7