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La santería, una visión antropológica

Por Marytere Narváez

Mérida, Yucatán. 22 de agosto de 2018 (Agencia Informativa Conacyt).- La


santería, como otras religiones afroamericanas consideradas por sus extraños
como anacrónicas, en el mundo moderno no solo permanece sino que sigue
creciendo y se sigue adoptando y adaptando en diversos países de América
Latina y Europa.

Existen diversos textos sobre santería que pueden encontrarse en Internet y


en algunas librerías. Sin embargo, la mayor parte de sus conocimientos son
secretos y son transmitidos de mayores (“padrino”, “madrina”) a menores
(“ahijado”, “ahijada”) de manera oral, a medida que se adquiere una mayor
jerarquía al interior de la organización social de esta religión.

Para Nahayeilli Juárez Huet, adscrita al Centro de Investigaciones y Estudios


Superiores en Antropología Social (CIESAS) Peninsular, la santería es una reli-
gión iniciática fundamentada en la creencia de un (dios) creador, Olodumare,
que gobierna el universo y se llega a él a través del culto a los orisha, deidades
que fungen como sus intermediarios con el hombre.

Desde una perspectiva antropológica, la investigadora nacional con nivel I se


ha dedicado a estudiar la santería a partir de la circulación, movilidad y adap-
tación de sus prácticas y símbolos culturales, en el contexto de transformación
del paisaje religioso mexicano.

En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, describió que esta religión


nacida en Cuba ,y también conocida como Regla de Ocha-Ifá, surgió del
encuentro entre las creencias de los esclavos africanos traídos a América
durante el comercio transatlántico del siglo XVI al siglo XIX, las religiones de los
esclavistas y las nuevas prácticas religiosas que tuvieron lugar en el suelo
americano.

Comúnmente, los practicantes de la santería la reivindican de un sustrato


yoruba, categoría étnica vinculada con la población del sudoeste de la actual
Nigeria y parte de Benin y Togo. Más adelante, incorporó elementos del
espiritismo europeo y se fue complementando con otras prácticas religiosas
que surgieron en Cuba, como el Palo Monte de origen bantú.
“La santería ha sido producto de procesos sociohistóricos que ponen de
manifiesto cómo se producen distintos ajustes de sentido y praxis religiosa
dentro de procesos de circulaciones transatlánticas que incluyen a México”,
resaltó.

En 2005, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y


la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) proclamó Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad el sistema de adivinación de Ifá, uno de los pilares
de la tradición orisha. Como resultado, en los últimos años han proliferado
asociaciones, consejos y organizaciones internacionales, con sedes y filiales en
más de un país que buscan promover y capitalizar dicho reconocimiento en
sus comunidades religiosas locales.

Origen mítico: África a América

Algunos practicantes consideran la palabra “santería” como un término mal


empleado para referirse a la religión Regla de Ocha, que tiene un paralelo en la
rama bantú con el Palo Mayombe y el culto a Ifá. Otros consideran que incluso
estos términos se usan de manera generalizada, como un nombre común
dado desde la academia a las vertientes de la religión yoruba.

“Es el nombre que le dan los antropólogos y los investigadores para poder
manejar una mejor comunicación, para que llegue la palabra al resto de la
población. Pero realmente es religión de origen yoruba o religión bantú lo que
se conoce como santería o Ifá”, afirmó William Oraá, babalawo (sacerdote de
Orúnmila o Ifá) y vicepresidente de Relaciones Internacionales de la Institución
Religiosa Bantú de Cuba.

La religión yoruba surgió en África hace más de cinco mil años a través del
culto a la naturaleza. “La civilización humana comienza en África y de ahí se
expande. Se conoce que los romanos y los egipcios hacían sacrificios a los
dioses del viento, de la lluvia, de la siembra, del fuego, del agua, los mismos
dioses a los que hoy nosotros les rendimos culto”, expresó.

Mientras que en África se rendía culto a cada deidad de manera diferente,


según cada tribu, aldea o tierra, la compra aleatoria de esclavos de diversas
regiones —entre los que no se encontraban príncipes ni líderes—, dio paso a
una mezcla de conocimientos y rituales heterogéneos en el nuevo continente.
El yoruba que participaba en la casa como nana, sirviente o calesero
escuchaba desde el portal, el traspatio o la cocina, la misa espiritual que
realizaba el hombre blanco, que era católico y conocía el espiritismo, ya que
este nació en Europa, describió William Oraá.

“Cuando hacían las misas espirituales y se hacía la llamada, viene el que viene.
Había muchos congos, muchos yorubas que eran esclavos o domésticos
dentro de la casa, y se convertían, se posesionaban esas espiritualidades de
ellos. Los blancos empezaron a darle participación a esos congos y, a la vez, los
congos y los yorubas comenzaron a introducir el espiritismo dentro de las
religiones africanas”, resaltó.

Los orishas y el universo de la religión yoruba

Desde una perspectiva de análisis nutrida por la antropología y el estudio


multisituado de la misma religión, Juárez Huet considera la santería como una
variante de una tradición más amplia: la “tradición orisha”.

“Orisha son las deidades a las que se rinde culto en la santería, el candomblé y
otras modalidades que surgieron en América como vínculo con lo yoruba, y
también de otras prácticas de origen africano con las que se mezclan”,
describió la investigadora.

De acuerdo con Rigel Patrón, santero radicado en Mérida, Yucatán, la religión


se basa en el apoyo de la naturaleza y todos los elementos y movimientos de
la misma. “En eso se basan nuestras adivinaciones, los cultos y los trabajos.
Vamos rindiendo culto donde cada uno de los orishas representa algún
elemento de la naturaleza. Todo contiene una espiritualidad y con base en esa
espiritualidad es que nos movemos”, expresó.

Para Juárez Huet, la santería puede concebirse bajo la noción de “religión


vivida” en la que se establece una red de intercambios entre el mundo invisible
y el mundo de los seres humanos, donde se incluyen las complejidades
también presentes en las relaciones humanas, como el amor, la esperanza y la
desilusión, entre otras.

“Esta no es una 'religión de libro'. Si bien hoy existe una sistematización


documental por parte de los mismos practicantes, investigadores y de otros
procesos de patrimonialización que han hecho que muchos de los contenidos
de su cosmogonía estén ya registrados en libros, en realidad, la transmisión
fundamental de las religiones afroamericanas en general ha sido a partir de la
tradición oral”, resaltó.

Ceremonias secretas

Las ceremonias de esta religión buscan propiciar, generar o apaciguar las


fuerzas que existen en el universo, para lo que se realizan ofrendas, cantos y
promesas a los orishas.

Una de las ceremonias más importantes es la coronación o iniciación en santo


(término popular para designar a un orisha), donde un orisha se asienta
simbólicamente en la cabeza del iniciado para establecer una relación de
intercambio que le permitirá sortear la vida. “Una ceremonia colectiva,
compleja y muy bella que implica la participación de mucha gente, mujeres y
hombres, donde cada uno tiene un papel”, indicó Juárez Huet.

Esta ceremonia no es accesible a los no iniciados, ya que se transmiten


secretos importantes para ascender a diferentes niveles. Durante esta, se
realizan lecturas del oráculo personalizadas para los iniciados; se les habla de
su presente, pasado y futuro; se establecen ciertos tabúes y se dan símbolos
esotéricos personales que solo pueden conocer las familias de los iniciados y
los sacerdotes que los inician.

Ceremonias públicas y consultas

Existen ceremonias públicas como el toque de tambor, donde se percute un


trío de tambores llamados Batá para hacer un llamado a que los orishas se
manifiesten y den sus mensajes a la gente.

“Son ceremonias que ofrecen los mismos iniciados como una promesa a su
orisha, para cumplir una manda, para celebrar un aniversario de sus años de
iniciación, para presentar al tambor un iniciado, porque eso es parte también
de las ceremonias de iniciación”, indicó Juárez Huet.

Los consultantes acuden a los santeros buscando resolver alguna situación. A


través de los oráculos y técnicas como la mediumnidad, la santería ofrece al
consultante la posibilidad de comunicarse con los agentes divinos que les dan
mensajes para afrontar situaciones difíciles.

Se cree que los agentes divinos pueden ser orishas, espíritus de muertos y
ancestros, quienes tienen un efecto visible en la vida cotidiana. Algunas
personas los pueden encontrar en sueños y en visiones, en donde dan
explicaciones de ciertas tragedias, accidentes, pruebas o milagros. A partir de
las interpretaciones de los oráculos y del diálogo con el consultante, se indica
el procedimiento a seguir para poder ayudarlo.

Casa de santo, jerarquías y relaciones complementarias

La base social de la santería se conforma por la familia ritual, llamada también


“la familia” o “casa de santo”. “Dado que es una religión iniciática, hay un
parentesco ritual establecido a partir de las ceremonias de iniciación, entonces
hay siempre una madrina o un padrino, que es un mayor que inicia a quien le
sigue; y de los fundamentos y representaciones materiales de los orishas,
nacen los que siguen, que son las de sus ahijados”, apuntó Juárez Huet.

En el conjunto conformado por padrinos, ahijados y hermanos de santo, entre


otros, la jerarquía se determina en un primer momento por criterios como la
edad religiosa, es decir, la antigüedad de su iniciación.

Los babalawos (los padres del secreto) son quienes tienen la mayor jerarquía y
esta se vincula también con el tipo de oráculo (sistema de adivinación) que
utilizan. De acuerdo con William Oraá, hay dos oráculos fundamentales
considerados como los más precisos y certeros: el oráculo del coco y el caracol
diloggun.

“La santería, pensándola como esta idea de la religión vivida, es una


herramienta que te permite sobrellevar la vida. La otra es que también es un
espacio que brinda posibilidades de afianzar vínculos sociales y también de
reconocimiento a los sujetos, por las redes de relaciones de parentesco
virtual”, indicó Juárez Huet.

Dichas jerarquías son complementarias, pues las personas de mayor rango no


siempre tienen las mismas competencias que pueden desarrollar santeros con
una jerarquía menor.

“Hay una complementariedad entre conocimiento y práctica que hace que no


se pueda prescindir del otro. En una ceremonia de iniciación se necesitan
testigos y gente, es difícil hacer una ceremonia de iniciación solo, no se puede,
y esto provoca que haya una complementariedad en las prácticas y en las
jerarquías establecidas”, resaltó.
Migraciones y circulación en México

Antes de su aparición como práctica religiosa, la circulación de sus símbolos en


México inició en el ámbito de la música y del cine. A finales de la década de los
setenta, la religión surgió en la Ciudad de México y zonas aledañas, mientras
que en Yucatán apareció dos décadas después, de acuerdo con Juárez Huet.

A raíz de la migración de cubanos a Estados Unidos tras la revolución de 1959,


los primeros santeros que hicieron ceremonias de iniciación en la Ciudad de
México provenían de Miami, los mexicanos iban a Estados Unidos también a
iniciarse.

En Cuba, las religiones afroamericanas fueron perseguidas y consideradas "de


pobres y negros". No fue hasta algunos años después que fue reconocida
como herencia cultural dentro del proceso de patrimonialización.

A partir de 1990, el boom del turismo religioso en Cuba marcó una importante
etapa en la circulación y crecimiento de la santería en América Latina. La isla se
convirtió en uno de los destinos más visitados por turistas mexicanos, al
mismo tiempo que las migraciones entre la población cubana y de diversos
países con los que retomaron lazos influyeron también para que la santería
creciera en México.

En la ciudad de Mérida, Yucatán, la presencia de migrantes cubanos no es la


causa directa de la llegada de esta religión, sino que se desarrolló a través de
la circulación de artistas cubanos contratados por una variedad de bares y
restaurantes para presentar shows durante la década de 1990. “Muchos de
ellos eran santeros e introdujeron a varios mexicanos que son de esta genera-
ción en esta religión”, apuntó la investigadora.

Paralelamente, los santeros de Ciudad de México hacia Yucatán fue la otra vía
por la que se asentó la religión en el estado. De acuerdo con la investigación
de Juárez Huet, en el Censo de Población y Vivienda de 2010 se indicaba su
presencia en todo el territorio nacional, sobre todo en ciudades.

En México, es común que los santeros sean católicos, espiritistas o paleros,


pues las distintas herramientas de cada práctica dan posibilidades de ayudar a
los otros y de obtener un medio de ingreso a través de las consultas. En Yuca-
tán se asocia con el espiritismo que existe desde el siglo XIX, con curanderos y
distintas tradiciones terapéuticas.
“La santería es una religión que puede ser ilustrativa de procesos más amplios
de lo que está sucediendo con los campos religiosos contemporáneos porque
demuestra claramente la dislocación entre la adscripción, la creencia y la
práctica. Yo puedo ser católico, pero creer en Changó y practicar el espiritismo.
Hay muchos lazos de complementariedad en la práctica diaria”.

¿Quiénes son santeros?

El rango de gente que practica la santería es amplio y no se trata de los


estratos económicos más bajos, pues se requiere una inversión material y
humana que no muchas personas poseen. Una ceremonia de iniciación puede
costar desde 35 mil hasta 100 mil pesos debido a que implica el trabajo de
mucha gente, así como la utilización de insumos y objetos particulares.

Se practica en los sectores medios predominantemente y en ciertos sectores


acaudalados, que suelen ser los más discretos. Al estar estigmatizada, los
santeros no siempre revelan que lo son, por lo que todavía no se puede
arrojar una cifra definitiva sobre el número de practicantes.

“Si bien en Ciudad de México puedes encontrar familias de hasta cuatro


generaciones donde todos son santeros, en Yucatán todavía no tanto, puedes
encontrar de hasta dos generaciones. El rango de edad predominante podría
ser entre 30 y 60 años”, indicó Juárez Huet.

Circulación en espacios no religiosos

La santería también ha tenido presencia en diversos mercados que repre-


sentan espacios de circulación en los que se desacralizan sus elementos y
donde la religión confluye con ofertas de botánica, jabones y yerberías, entre
muchas otras.

“Por un lado tenemos a los practicantes, que no son necesariamente los que
están en los mercados, y por otro lado está la circulación de los elementos de
la santería fuera de la matriz religiosa, que están en los mercados, sobre todo
en la Ciudad de México —en el famoso mercado de Sonora, epicentro de
producción de parafernalia religiosa—, Guadalajara, Monterrey, Mérida”,
señaló la investigadora.

Los elementos de la santería conviven con productos que se ofertan también


en mercados de países como Venezuela, Colombia, Puerto Rico, Estados
Unidos y Brasil. “Es un fenómeno común en otros países, está conectado
porque los mismos objetos circulan. La gente compra y vende, los productores
se contactan por muchos canales y circulan muchos productos similares”,
agregó.

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