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1 NATURALEZA EMULADA, AUTÓMATAS Y MANIFESTACIONES EN LAS SOCIEDADES DEL SIGLO XII AL XVIII.
Pasar de largo por cada momento histórico humano sin indicar en orden de lista la aparición de
máquinas curiosas solo como inventario o gusto, seria banalizar la profunda marca técnica y
teórica de un proceso que evidencia dispositivos estéticos por doquier. Siguiendo el hilo
conductor de la facultad de crear con la excusa de la reproducción fiel de la naturaleza, emergen
aparatos mecánicos miméticos que tienen relación con la biología y la tecnología, y se muestra
reiterativa, la dualidad entre la inocencia y la brutalidad, Lo siguiente será una revisión pintoresca
por algunas de las manifestaciones de ficción que alientan el ideal técnico de la humanidad y de
las condiciones que permiten acotar la aparición de una suerte de aparatos idealistas que
llamaremos seres del artificio.
Frankenstein, obra escrita por Mary Shelley en 1818 y que cuenta la historia del Doctor
Frankenstein, obsesionado con crear un ser vivo a partir de diferentes partes del cuerpo
de cadáveres diseccionados
Otros ejemplos son El jardín de los autómatas de Armando Boix, donde aparece Schrade,
un inventor de autómatas. En Juanelo o el hombre nuevo Jesús Ferrero recrea la
construcción del homúnculo Juanelo, obra del inventor Gianello Turriano.
El Pigmalión, ser de la mitología griega que esculpió la estatua de una joven a la que llamó
Galatea, tan hermosa que se enamoró de ella, deseando que tuviera vida.
Se capta el miedo como respuesta, especulando fríamente la muerte de esa invención prolija y
perfecta como único destino, (Ya que se ha superado al creador) y la destrucción del artificio o el
desenlace fatal del autómata que lo merece por su grandilocuencia y virtud maravillosa.
Si estas ficciones mencionadas son inspiradoras para los siglos venideros, es recurrente desde el
hombre de palo de Juanelo hasta el pato de Vaucanson, una afirmación y aceptación de lo falso
con tendencias a sentirlo o especularlo como realidades, a caballo de una sensibilidad ilustrada
los objetos aparecen testigos como instrumentos de especulación y placer.
El artificio visto desde la sociedad cortesana usó el hecho edilicio y su superficialidad para el
engaño del espectador, de quien observa. Guardando las distancias y matices este hecho evoca
una curiosa similitud con la interpretación del marco y el recuadro que dibujados con realismo
en las obras hacían parecer que lo representado saltaba de la imagen, toda esta estratagema
visual basada en transportar el significado de lo real al objeto inanimado.
Norbert Elias lo define como “consumo de prestigio”, Algún ejemplo de esto son las familias con
status han de realizar enormes gastos en banquetes o regalos con sus rivales de status. También
en las Inglaterra y Francia de los siglos XVII y XVIII había gran competencia por el privilegio,
manifestada en la construcción de lujosas casas, sin embargo deja de lado la idea de encarnar o
representar un ser que buscamos en un sentido más amplio y universal.
De igual forma contemplamos otros escenarios de índole constructiva como el mencionado por
Alfredo Aracil en su libro “Autómatas y ficciones” quien adopta el jardín como el gran autómata
en sí mismo, como un sofisticado artificio que imita la naturaleza, pero a la luz de esta búsqueda
de seres que personifican idealizaciones humanas debemos excluir estas representaciones
constructivas presentes en la ciudad cerca del siglo XVIII.
Con todo lo anterior, a pesar de su importancia clasificadora y su dictamen jerárquico que genera
vínculos y relaciones, el ornato no es un artefacto técnico científico que simule o adopte
conductas fisiológicas, pues solo denota lo decorativo y ficciónes espaciales, distinto en el
autómata (referido al siglo XVI – XVII) que busca desarrollarse bajo técnicas de ocultación,
simulación e imitación de la fisonomía animal y humana, de nuevo parecer lo que no es.
Recordemos que Aristóteles admite que la esencia es lo que define al ser, pero la diferencia en
que la esencia es la forma, que está unida inseparablemente a la materia y juntos constituyen el
ser, que es la sustancia. Estos objetos de especulación y placer acotan una marcada búsqueda
científica y técnica de los límites del conocimiento sensible, de humanidad perfecta palpable en
un objeto sofisticado y lleno de características que lo hace singular, y que todos “quieren ver” y
que desde lo cognoscible permita establecer certezas de verdad o misterio. Se nos presentan así
como limitados, como finitos, en cuanto que “algo les falta”, en cuanto no son alguien, son “algo”.
Vemos pues, que existen muchas características posibles del ser, pero que no coinciden en todos
los seres de igual forma. Se ha acuñado al creador una voluntad de hacer un objeto que reúna
todas las características posibles del ser natural, el autómata (antropomórfico y zoomórfico) se
entiende así como una realización de todas las posibilidades en la inteligencia universal y del
contexto tecno-científico del renacimiento y la ilustración.
Una de las principales ideas cartesianas era la consideración de todos los animales como
complejos autómatas, seres privados de todo estado mental, que solo actuaban por
supervivencia y que en la práctica su carne y huesos funcionaban como la mecánica de artilugio,
esto retomado como una idea primigenia para su fabricación, una conveniente predisposición de
estos objetos para las artes de la distorsión y el engaño.
El siglo XVIII describe una época de esplendor, con los avances en relojería de precisión se llega
a los más increíbles y bien logrados autómatas realizados en la historia. Sus avances, totalmente
de carácter científico-mecánico, dejan entrever la obsesión de que cada movimiento, forma y
pose fuera similar a la naturaleza en su noción de función.
Pero esta sociedad que la precede (siglo XV y XVI), se acerca más al juego de la mente racional y
de sus posibilidades de comprensión; la maquina ( el reloj, el autómata, la cabeza parlante) y se
entiende como realidad alterna a la cual escapar debido a la insuficiencia de herramientas del
intelecto para abordar un mundo nuevo colmado de paisajes aterradores y la perdida de
contacto con la naturaleza. El siglo XVIII da valor al autómata como percepción alterna al ser,
(alter ego) y da lugar a un objeto al servicio humano por parte de un ser artificial, y en un
planteamiento más amplio: Jugar con la mente del hombre y sus sensaciones.
Sera el renacimiento quien muestre entonces hacia el siglo XV y XVI con Leonardo Da Vinci, 2
autómatas más claros, uno con características claramente antropomórficas y otro zoomórfico:
El primero vestido con una armadura medieval y fue diseñado alrededor del año 1495,
aunque como muchos otros inventos de Leonardo no fue construido. Este mecanismo fue
reconstruido en la actualidad según los dibujos originales y podía mover los brazos, girar
la cabeza y sentarse. El segundo, mucho más ambicioso, se trató de un león mecánico
construido a petición de Francis I, Rey de Francia (1515) para facilitar las conversaciones
de paz entre el rey francés y el papa León X , el animal, mediante diversos trucos de artificio,
anduvo de una habitación a otra donde se encontraba el monarca, abrió su pecho y todos
pudieron comprobar que estaba lleno de lirios y otras flores, representado así un antiguo
símbolo de Florencia (el león) y la flor de lis que Luis XII regaló a la ciudad como señal de
amistad.
Para él, un hombre del renacimiento en pleno, esta caja era un medio que en potencia tendría
grandes usos para la representación, para mostrar la profundidad a un público, la imagen como
espectáculo toma fuerza y se hace necesario la existencia de cuartos para dibujar, mostrar y
representar lo natural del paisaje y lo artificial de la ciudad; que es la cámara oscura si no otro
dispositivo más de reflexión de cómo llevar la imagen salvaje natural a lo domestico y
engrandecer el amor por lo urbano, una sensación de protección que brinda lo construido.
Estos tres últimos artificios (autómata medieval, León, cámara obscura) nos plantean la
aprehensión de herramientas técnicas para el interés político, es la apropiación del objeto por la
monarquía para representar escenas dramáticas, y servir de regalos, influir en decisiones, el
autómata al servicio del poder de control de masas y particulares señores.
Como influencia de masas el autómata mantiene su serializacion con la aparición del plano
ingenieril lo que lo convierte en un producto de consumo, trascendiendo el concepto de aparato
único.
Como herramienta, no es el objeto, si no lo que despierta en quien lo ve, y quien lo ve, debe ser
Humano para poder sentir, y es que esa relación de lo finito (YO) con la infinitud (EL TODO) podría
explicarse desde la mirada de lo bello como natural ( como sistema, como fuerza incontrolable)
y lo sublime como todo el panorama de lo inconmensurable, no como un sistema ya que no lo
es en sí mismo, si no como lo que percibimos acerca de las posibilidades de la intuición a partir
de la razón. El Autómata es la primera representación maquinista del hombre enfrentado a la
naturaleza.
Hombre- Naturaleza, es una dupla encontrada también en Descartes (un ejemplo hombre
moderno) como “Res cogitans: el yo pensante” nos apoyara en la independencia del autómata
como ser a través de 2 ideas claves:
Ideas facticias o artificiales: las construye nuestra mente en ocasiones de forma arbitraria
gracias a otras ideas y a la imaginación. Son ejemplos de ideas facticias un unicornio o una
sirena.
Los seres del artificio creados para este consumo de masas, objeto de especulación/placer
entonces se ubican como reducto de las ideas facticias o artificiales y acotan las ficciones
literarias posteriormente materializadas en enriquecidas maquinas.
Como reflexión final, estos proyectos de objeto e idea, serán fabricados como seres artificiosos
socio técnicos antes que de técnica pura; una amalgama social de uso maquinico que permite
separar, (tomar distancia) el humano como ser limitado y finito. La naturaleza puede verse
imitada, por su ideal de orden y armonía que se capta a través de los sentidos, por tanto el
creador voluntarioso del autómata, en este caso, debe copiar actuaciones a través de la
interpretación y búsqueda, lo que convierte toda esa suerte de objetos de artificio creados entre
la ilustración y el renacimiento en un problema de representación entre el sujeto y el objeto.