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Contenido

Portada
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Epígrafe
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Capítulo 1 Breve recorrido por el cuerpo y su historia
Capítulo 2 Cuerpo y coaching
Capítulo 3 Prácticas y modelos de intervención corporal
Capítulo 4 Principios del modelo MARES
Capítulo 5 Fases del modelo MARES
Capítulo 6 Casos de aplicación del modelo MARES
Referencias Bibliográficas

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COACHING CORPORAL
MARES
Primera edición: octubre de 2015

© Carmen Parraguez Grass, 2015


Registro de Propiedad Intelectual
Nº 256.229

© RIL® editores, 2015

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valparaiso@rileditores.com

Composición e impresión: RIL® editores


Diseño de portada: Marcelo Uribe Lamour

Fotografías de interior: Italo Arriaza (modelo: Edel Deleris)

Epub hecho en Chile • Epub made in Chile

ISBN 978-956-01-0247-8

Derechos reservados.

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A mis amados hijos, conexión profunda con lo más
real en mí… mi cuerpo, que les dio la vida.

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«El cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra comprensión del mundo y el
boceto de nuestro proyecto».
Simone de Beauvoir

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AGRADECIMIENTOS

No quisiera iniciar este trabajo sin antes agradecer a todos aquellos que me enseñaron
no solo la disciplina, sino también al espíritu que la inspira, que es definitivamente desde
donde más aprendí. Vayan entonces mis agradecimientos a Trinidad Fariña, Efraín
Tellias, Susana Bloch, Rodrigo Pacheco, Carmen Cordero, Lili Pérez, Swami Eukananda
y Simran Kaur, ya que sin sus enseñanzas jamás habría sido posible dar este pequeño
gran salto.
Mis agradecimientos también a mi familia, quienes generosamente me dieron el
espacio físico y emocional para poder escribir este libro.
Quiero agradecer también a mi amigo Fernando Véliz, quien con su tan característica
insistencia no me dio tregua en el arduo camino que significaron estas páginas.
Finalmente mis agradecimientos a Tito, quien con paciencia recibió una y otra vez mis
textos para ser revisados en mis constantes cambios y obsesiones personales.

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PRÓLOGO

ME SENTÍ MUY HONRADO CUANDO fui invitado por la autora a escribir este prefacio y, a pesar de la
maldición que me significó escribirlo, entre muchos de los compromisos que había
asumido profesionalmente, me siento muy agradecido, bendecido con su pedido y su
amistad.
Tuve el desafío de reflexionar en algo que significara un aporte para una obra muy
completa como esta, redactada por un persona profesional experta, que expresa y
profundiza con solvencia más allá de lo ya manifestado por otros.
Carmen Parraguez se expresa en este libro como maestra que es, compartiendo una
experiencia que es resultante no solo de sus estudios académicos, sino, además, de
muchos años de práctica y experiencia.
Personalmente defino el coaching como un proceso, proceso de aprendizaje,
transformacional y de asunción de responsabilidad. Aprendizaje, comprendiendo el
aprender como el proceso que posibilita expandir la capacidad de acción efectiva, de un
individuo, de un equipo o de una organización. Lo hacemos asumiendo el protagonismo
de un poder transformador que tenemos y que muchas veces olvidamos o desconocemos.
Coaching es ese «soplar brasas» para recordar y recuperar ese poder. Coaching
significa confrontar-nos. A nosotros mismos. Aceptar la herida narcisística del no saber
o no poder, expandir pero transformándonos. Confrontación (con nuestros propios
fantasmas) para la transformación. Es una travesía, pero hacia el interior de nosotros
mismos para cuestionar-nos, diseñar futuro y crear realidades diferentes allí donde
creíamos que no había respuestas. Y esa travesía la realizamos a través de tres dominios:
el dominio del lenguaje verbal, del lenguaje emocional y del lenguaje corporal. Y
entendemos además que entre los tres constituyen un sistema, que hay una relación de
coherencia entre ellos, que todo lo que acontece en uno necesariamente impacta en los
otros dos. Los seres humanos somos seres lingüísticos. El lenguaje es generativo
(generamos distinciones, mundos de sentidos, realidades) y a través de él coordinamos
acciones. Pero pecaríamos de reduccionismo si no reconociéramos al humano también
como un ser corporal, emocional, energético, espiritual. Desde un punto de vista
sistémico podemos afirmar que el ser es uno, y cada uno de estos son aspectos desde los
cuales se expresa.
Toda acción y/o interacción genera dinámicas fisiológicas. La capacidad de acción
depende no solo de nuestras reflexiones, procesos mentales o del raciocinio; requiere
también de una disposición corporal, energética y emocional.
El coaching recién entró en mi vida, a formar parte de mi práctica profesional, a
inicios de la década del noventa. Pero hace más de tres décadas que desde mi práctica y
ejercicio como psicoterapeuta tuve la suerte de tener maestros que me ayudaron a incluir

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la mirada sobre lo corporal.
Entonces, en un escrito del pasado, decía: «El cuerpo tiene memoria. Trabajando
sobre el mismo puedo acceder a lo inconsciente grabado en él, llegando a destrabar
corazas y rigideces que influyen y condicionan el accionar y la personalidad del sujeto.
Operando sobre el cuerpo, puedo movilizar asociaciones y estas, a su vez, pueden
destrabar en un movimiento dialéctico. Puedo leer el cuerpo del otro (hoy diría puedo
escuchar, puedo interpretar) y puedo leer el propio cuerpo mío; casi como en una
comunicación de inconsciente a inconsciente; puedo leer mi propio cuerpo desde el
cuerpo del otro y puedo leer el cuerpo del otro desde el mío».
En una sesión con un paciente, lo observaba respirar, dándome cuenta de que por
momentos su pecho se inflaba y que en otros —largos instantes— permanecía como en
letargo. Yo también estaba sintiendo en mi cuerpo, con mi cuerpo. Necesité acentuar mi
respiración e internamente esbocé una hipótesis: Gabriel vive como respira; parece mitad
vivo y mitad muerto. Chequeando, le transmití esta sensación (incluí lo que nos estaba
pasando en ese cuerpo con cuerpo) y él asombrado afirmó que en ese momento estaba
pensando en la muerte y en su asma infantil pero que no sabía cómo formularlo. Esto
posibilitó un trabajo posterior (psicodramático) en la que enfrentamos a sus partes
(mitades) vivas y muertas, fuertes y débiles.
¿Por qué esperar a que, en un tiempo más, me diga con el verbo lo que ya me está
diciendo con el gesto? Se trata de no cosificar al otro, no tomarlo como un objeto sino
verlo como una totalidad e incluirme yo mismo en ese proceso de a dos (o de muchos).
Yo también siento cosas. Mi cuerpo registra, decodifica, comprende, expresa, participa.
Años después, con mi ingreso al mundo de las empresas y organizaciones, accedí
también a las personas, al mundo y al «cuerpo» de las organizaciones. Allí comprendí al
coaching como una extraordinaria herramienta-proceso de aprendizaje, que sin ser
psicoterapéutico, posibilitaba la expansión de posibilidades de acción. En el aprendizaje,
investigación y aplicación del coaching, incorporé y adapté en una síntesis integradora el
aporte de otras disciplinas y técnicas y, por supuesto, diferentes concepciones acerca de
lo corporal.
Hoy, en mis escritos de un presente con aprendizajes, actualizaciones y adaptaciones,
afirmo: pensamiento, reflexión, palabra son los instrumentos básicos de teorías, métodos
y concepciones desarrollados en culturas que, como la nuestra, lamentablemente
acentúan aún de múltiples maneras lo lógico, lo discursivo y la cosificación de las
relaciones interpersonales. Quiero ser claro. No se trata de despreciar la palabra, el
lenguaje verbal, pues hace a la esencia del ser humano. Digo que hay otros lenguajes que
actualizan, enriquecen y vivifican la comunicación y la interrelación. Digo que el cuerpo
también es palabra. Parafraseando a Blaise Pascal, podríamos decir que el cuerpo tiene
razones que la razón desconoce. El cuerpo tiene su lenguaje y también el cuerpo es
predisposición para la acción. Se trata, en fin, de actualizar y enriquecer la teoría y
práctica del coaching, con el aporte proveniente de otras vertientes.
En coaching hablamos mucho de la escucha efectiva. En ese sentido agregamos ahora
que también hay una corporalidad que deberíamos aprender a escuchar.

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Lamentablemente, muchas veces hacemos oídos sordos, postergando o desconociendo el
lenguaje corporal, en el que también se imprimen registros emocionales. Hay
sensaciones corporales que se corresponden con estímulos emocionales. Ante una
determinada situación, por ejemplo enfrentamiento con un otro, se generará no solo una
dinámica fisiológica expresada con aumento de pulsaciones y ritmo respiratorio, tensión
muscular, etc., sino que además la emoción emergente —quizás miedo, por ejemplo—
quedará impresa en un cuerpo que la almacena. Esa «impresión emocional» contendrá
entonces un recuerdo ligado a ella. ¿Qué quiero decir con esto? Que el cuerpo tiene
memoria. Una memoria a la que podemos acceder no solo a través de la palabra hablada,
sino también a través del lenguaje corporal.
Desde mi experiencia afirmo que es evidente, maravilloso e increíble cómo a partir de
algo postural o gestual, o de un trabajo expresivo, o a través del masaje, o de la
movilización y energización de determinadas zonas corporales, surgen recuerdos,
imágenes, asociaciones, vinculadas directa o indirectamente con ellos.
Así como en la terapia, también en el coaching la corporalidad está siempre presente.
El cuerpo del coach —no solo el del coachee— está incluido y comprometido en el
proceso. Como expresara en el ejemplo anterior, también el cuerpo del coach es un
cuerpo presente. Debe saber y poder escuchar, y debe saber y poder hablar y ser
escuchado. Entre ambos se establece un campo en el que resonamos y consonamos
mutua y conjuntamente. Los cuerpos se incluyen e involucran no solo desde el
movimiento, sino también desde la sensación, las imágenes, la intuición. El discurso, la
narrativa del coachee, resuena también en el cuerpo del coach.
Nuestros cuerpos constituyen un contexto (también con-texto) consonante,
vivenciado, no hablado, sin palabras pero no por ello mudo, sino con un código
particular, cifrado en un vínculo y en una trama histórica que le da un vocabulario
específico, donde la palabra hablada —fonema— tiene un lugar específico, valorado,
cumpliendo además una función integradora. Hay palabras fonemas y hay palabras
gestos. Hay «silencios» verbales profundamente expresivos (silencio elaborativo,
depresivo, resistencial, etc.) y hay «silencios corporales» (rigideces, corazas) en los que
hay que aprender a indagar, porque también dicen. El inconsciente, nuestra historia, la
vida, se graba no solo psíquicamente; también hay inconsciente e historia en la
corporalidad que se expresa a través de la palabra y del silencio, del gesto y del no-gesto,
del movimiento y de la inmovilidad, de la coraza, la contractura, etc. La palabra es
cuerpo; el cuerpo es palabra y es además un significante que puede ser significado por la
palabra. No solo es importante sino que a menudo es imprescindible en coaching trabajar
con la corporalidad. La acción y el lenguaje están muy condicionados por esta (también
por la emocionalidad). Hay una corporalidad de la depresión, del miedo, de la alegría,
etc. Esa particular emoción, y desde el cuerpo que la acompaña, condiciona el accionar,
y condicionará también la respuesta que damos frente a las circunstancias de la vida. Por
ejemplo, si alguien se siente deprimido es muy probable que sus hombros se encorven,
sus brazos caigan, su pecho se cierre. Desde allí, habrá una acción casi nula o se
proyectará cargada de infelicidad. De la misma manera se verá diferente la corporalidad

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y la acción de un equipo si el mismo está o no motivado o entusiasmado con un
proyecto.
También el cuerpo es la historia de esa pieza artesanal que es cada coachee (o cada
paciente). Cuerpo, que es parte estructurada y estructurante de esa unidad que es el ser
humano. Cuerpo no solo como vía de acceso a la palabra, sino palabra y cuerpo como
reveladores de lo imaginario.
Carmen Parraguez aborda en su libro la temática de lo corporal desde una rigurosidad
teórica en la que, además de desarrollos personales, integra respetuosamente los aportes
de diferentes disciplinas y de otros maestros que vienen trabajando en esta dimensión
No es este un libro con recetas. Es un texto detallista, testimonial, que ejemplifica con
casos prácticos que aproximan el coaching corporal no solo a las personas sino también a
las organizaciones
Celebro la publicación de este texto como un nuevo aporte para seguir aprendiendo y
para transformar la mirada de ese observador, que cada lector es, sobre temas de tanta
trascendencia, porque, en un sentido más profundo, de lo que estamos hablando es
acerca del sentido de ser del ser humano.
Querida Carmen: has puesto mucho amor en la tarea. Vayan para vos mi respeto y un
profundo deseo de que este libro trascienda.

Leonardo Wolk
Psicoterapeuta y Master Coach
Buenos Aires, Argentina

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INTRODUCCIÓN

APARECER A LA VIDA
Nací llorando desatadamente un invierno de 1967, hace 48 años. Mi llanto no paraba ni
con el alimento, ni con las mudas, ni con el silencio; mi llanto se detenía únicamente con
el paseo incansable de mi abuelo, en el calor de sus brazos, con el sonido de su
respiración, su silbido suave, su olor y su ritmo, su sentir y sentirlo desde el cuerpo. Mi
llanto no era un llanto de pena, mi llanto era fuerte, arrebatado, impetuoso: mi llanto
era un llanto de vida.

De niños, disfrutamos y sentimos nuestro cuerpo, no necesitamos pensar en él,


vivimos nuestra desnudez y el contacto con otros como algo natural y placentero; reímos
mientras jugamos agitadamente en la bañera, entre jabones y espuma, mojándolo todo,
embadurnándolo todo, como si la piel no tuviera límites, como si en ese contacto de
cuerpos nos reconociéramos uno en el otro. Asimismo, el bebé no reconoce diferencia
entre él y su madre, unidos en esta sensación tibia de ser uno, en el sentirse tocando y
tocado, en la delicia del contacto, en una desnudez que no avergüenza sino que acerca.
Pero mientras crecemos algo sucede, nuestro existir desde el cuerpo va cambiando,
empezamos a mirarlo como si fuese algo separado de nuestro Yo; pero ¿qué es este Yo?
La respuesta no es fácil: para Freud el Yo es una especie de mediador que negocia entre
los instintos y el mundo exterior y que «gobierna la motilidad voluntaria» (Freud, S.
1955, Vol. XXI, p. 70). Para el autor: «Su tarea consiste en la autoconservación» (Ibíd.),
dándonos en este proceso las coordenadas para funcionar en la realidad; una suerte de
GPS interior que nos orienta y evita que nos perdamos en la vorágine de la vida.
Otra forma de comprender el Yo es verlo como un observador que aparece en la
dinámica del lenguaje, es decir, aquel que se instala en la capacidad de reflexionar
respecto de nosotros mismos.
Una tercera forma en que se puede entender es como ego o identidad, aquello que nos
define y nos diferencia del entorno y que nos habla de nuestra historia de relaciones con
este.
Existen también definiciones sobre un Yo corporal referido a la imagen de nosotros
mismos que se sostiene desde el cuerpo. En todas estas definiciones estamos hablando de
un Yo como algo inherente, sustancial, una especie de «entidad interior» que nos define
e instala en el mundo.
En este libro quisiera referirme a una forma de comprensión diferente que nos habla
ya no de un Yo estático, observador de procesos internos, sino que de un sí mismo en
que la conciencia adquiere una movilidad mayor como parte activa en la dinámica de

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relación organismo-entorno. Desde esta visión, Perls, Hefferline y Goodman (1994),
hablan del sí mismo o (o self)1, para referirse a un «sistema de contactos en cualquier
momento» (Id. p. 15), un proceso creativo en devenir permanente, que «varía con
flexibilidad, ya que cambia con las necesidades orgánicas dominantes y la presión de los
estímulos del entorno» (Id. p. 15). Este fenómeno lo podemos vivenciar a nivel corporal.
Veamos un ejemplo: si cerramos los ojos y llevamos nuestra atención al cuerpo,
observamos de inmediato una serie de sensaciones que se vivencian como proceso en
continuo cambio: temperatura, peso, ritmo respiratorio, latidos del corazón, temblores,
tensiones; todo tipo de sensaciones internas y externas, sonidos, olores, texturas, etc. En
este simple ejercicio de autoexploración, podemos observar que nuestra percepción y
nuestros sentidos nos instalan de inmediato en un presente cambiante, en un aquí y
ahora, que no es pasado ni futuro, sino simplemente sensación presente.
Desde esta misma perspectiva, organismo y entorno son parte de un campo común en
el que el punto de contacto constituye el sí mismo como conjunto de significaciones
cambiantes y creativas en la búsqueda de ajustes y acoplamientos entre ambos. Si
retomamos nuestro ejemplo, podemos ver cómo ocurre este fenómeno: Mi sentir cambia
a cada momento, mi sensación de mí se modifica en este fluir vivo con el entorno. Mi
entorno también cambia según dónde está mi atención. Así, mi adentro-afuera se
modifica dependiendo de si mi límite es la piel, mi dormitorio, mi casa o mi país. Este
último fenómeno se observa claramente en ciertas culturas africanas, en las que el
concepto de individuo es reemplazado por el de comunidad2. En ellas el límite está
mucho más allá de la piel y por tanto no es individual sino tribal. De esta forma, el Yo de
dichas culturas es mucho más amplio, constituyéndose la comunidad o tribu como parte
de este.
Para Perls, Hefferline y Goodman (1994), si la persona «a causa de falsas
identificaciones, trata de conquistar su propia espontaneidad» (Ibíd., p.16) y niega
aspectos que le son propios, forma este yo con características estáticas, que lo separa de
sus necesidades. Esto puede observarse claramente en nuestra cultura, en relación al rol
de la mujer, por ejemplo, donde la negación de aspectos asociados a la satisfacción de
las propias necesidades, en ocasiones genera una serie de trastornos de tipo somático
asociados a la rabia y frustración, contenidas bajo el ideal estático de «mujer perfecta»
ama de casa, profesional y madre.
El concepto de sí mismo incorpora al cuerpo como parte de este «estar siendo» en
cuanto proceso. Cuerpo y mente, aparecen como dimensiones que constituyen un todo
integrado con influencias mutuas. Desde esta mirada no hay separación, solo un
acoplamiento, una especie de danza que dibuja soluciones creativas en la dinámica de
sobrevivencia y desarrollo del ser humano.
En mi experiencia trabajando con personas y organizaciones, he podido constatar los
efectos de separar artificialmente dichas dimensiones. En primer lugar el cuerpo es
dejado absolutamente fuera de los procesos de aprendizaje, tanto a nivel de ciertos
enfoques terapéuticos, como en algunos procesos de coaching3. La indiferencia en
relación a los dictámenes del cuerpo se traducen además, en horas de trabajo exhaustivo,

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falta de sueño, reducción y en ocasiones desaparición de los almuerzos, cansancio
crónico y estrés. Por otra parte aparecen con frecuencia trastornos aparentemente físicos,
sin una base orgánica real que permita un tratamiento adecuado, y para qué decir, de los
cada vez más frecuentes diagnósticos de TDA4 en los colegios, que parecieran olvidar la
necesidad natural del cuerpo de mantenerse en movimiento.
La separación cuerpo – mente trae consecuencias, muchas veces desconocidas. A
modo de analogía, decimos que esta separación se asemeja a un desgarro5, en el que la
recuperación, varía de persona a persona según la elasticidad de la fibra muscular, su
capacidad contráctil, su estructura conjuntiva, su capacidad de resistencia a la tensión, y
el tipo de movimientos que realiza habitualmente. En este desgarro, es en el que nos
encontramos navegando actualmente, por eso, invito a remirarnos desde una perspectiva
integradora en la que cuerpo .y mente son parte de un todo sistémico, afectándose uno a
otro en un entramado interdependiente.
A modo de ejemplo quisiera detenerme en otras formas en las que este desgarro se
observa en nuestros tiempos. Una de ellas es, a mi juicio, la serie de intervenciones y
cirugías, tanto en hombres como en mujeres, que implican un radical cambio en sus
cuerpos, y que se están convirtiendo en prácticas cosméticas habituales6. En el plano
emocional esta tendencia progresiva a intervenir el cuerpo como si fuese un «objeto», se
traduce posteriormente y con no poca frecuencia, en el desarrollo de una sintomatología
asociada a alteraciones del ánimo, tales como melancolía, ansiedad e irritabilidad. Más
aún, las operaciones estéticas incluyen cada vez más el segmento de adolescentes, los
que se exponen a estos procedimientos sin saber muchas veces en qué consisten y, sobre
todo, cuáles podrían ser sus riesgos y el efecto futuro a nivel emocional y cognitivo. En
suma, nos encontramos en un escenario donde el cuerpo es intervenido a discreción, sin
una mirada sistémica sobre el impacto que la intervención física acarrea en la dinámica
emocional y mental de la persona.
Por otra parte, y desde un análisis social, entre los adolescentes es cada vez mayor la
intervención sobre los cuerpos, los tatuajes, piercings, maquillajes, cortes de pelo y todo
tipo de marcas e intervenciones corporales, los cuales reflejan una puesta en escena de lo
que la sociedad o el mismo joven espera como parte de una identidad cultural. De este
modo, el cuerpo y en especial la piel se constituyen como una especie de «pantalla en
que se proyecta una identidad soñada» (Le Breton, 2012. p. 89). Este fenómeno se
extiende durante la juventud a una serie de alteraciones corporales tales como los
trastornos alimentarios en las mujeres y las conductas de riesgo como el consumo
excesivo de alcohol y deportes extremos, que siempre implican actuaciones sobre un
cuerpo que se desconoce como propio, producto de los continuos cambios que
experimenta. Como señala Le Bretón (2012), las transformaciones físicas de esta etapa
«privan al joven de cualquier iniciativa, volviéndolo extranjero a sí mismo, obligándolo
a ajustarse a un universo aún desconocido y amenazante» (Id. p. 39).
De seguro a más de una persona le resultará familiar encontrarse en situaciones en las
que, pese a querer realizar un cambio en su forma de actuar, siente que no puede hacerlo
y no logra entender por qué. Algo común es la sensación de «saber lo que se debe hacer»

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frente a una situación estresante o de conflicto pero, en el momento crucial, «no poder
hacerlo». Al consultarles qué les ocurre, declaran: «es como que el cuerpo no me
acompañara», «no me hallo», «en el momento de hacerlo no me siento capaz», «me
tiritan las piernas», «la voz no me sale», «no puedo mirarlo a los ojos», «olvidé todo lo
que sabía». Parece ser que les «falta cuerpo» para llevar a cabo las acciones que
mentalmente desean y planifican. Durante el último año, poco menos del 50% de los
casos de coaching con los que me tocó trabajar, se refirieron a situaciones de pánico
escénico, dificultades para manejar grupos, dirigir reuniones, motivar equipos en
público, persuadir, negociar, poner límites, pedir, decir que no y enfrentar situaciones de
conflicto en pareja y al interior de la familia.
Lo interesante en estos casos es que el núcleo del conflicto, muchas veces, no es la
falta de herramientas cognitivas para enfrentar situaciones; sino más bien la dificultad de
manejar el correlato fisiológico, y la sensación física que se genera en forma previa,
durante y después de dichas situaciones que, a diferencia del discurso o mensaje verbal,
no pueden ser intencionados únicamente por la voluntad, sino que surgen de un núcleo
somático mayor, no voluntario y en ocasiones dolorosamente inmanejable.
Sin duda, situaciones como las descritas nos llevan a verificar la existencia de esta
separación que, de tan silenciosa, sin embargo, está plenamente arraigada en nuestra
sociedad occidental y moderna. Una nueva realidad que potencia la aparición de un Yo-
entidad precario que, al no encontrarse integrado, observa su cuerpo como algo externo
que en ocasiones molesta, no responde como se quisiera, enferma, y en otros momentos,
duele. El cuerpo aparece como objeto juzgado frente al que se inicia un proceso de
intervención (muchas veces farmacológica), ajeno a cualquier consideración de
consecuencia psíquica o emocional. Y es en este proceso de objetivación del cuerpo
donde se produce una separación, en la que ya no me reconozco como cuerpo sino como
un Yo que tiene un cuerpo.
Claramente, en el presente texto el cuerpo no será entendido como un dominio
secundario a lo mental, sino que como planteara Merleau-Ponty (1997), entendemos el
cuerpo como el territorio a través del cual accedemos al mundo, «un cuerpo-
cognoscente» (Id., p. 417). Desde esta perspectiva entendemos la conducta como una
interacción entre el dominio físico y emocional, emergiendo el lenguaje como capacidad
de reflexionar sobre un mundo que sin cuerpo jamás conoceríamos. Así, lo que sucede es
que aparece un «sujeto en situación» (Ibíd.), que realiza su ser «entrando por este cuerpo
en el mundo» (Ibíd.). Más aún, el cuerpo que percibe y conoce, varía en uno y otro
sentido, matizando la calidad del conocer. Lo anterior es la base que sustenta el
desarrollo del estudio de los cuerpos en coaching corporal, con el fin de conocer su
«arquitectura» no solo física sino perceptiva y cognitiva, desde donde accederemos
plenamente al estudio de los biotipos o estructuras corporales características y su
importante relación con el mundo psicoemocional de cada persona.
Desde una perspectiva fenomenológica, la incorporación del cuerpo como parte
fundamental de nuestro habitar en el mundo, nos permite comprender una serie de
dolencias psicológicas, somáticas y de adaptación, que, como más adelante

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analizaremos, son en parte producto no solo de la separación del ser humano de su
dimensión somática, sino también de la escisión con el entorno en el que se desenvuelve.
Entender cómo ha sido gestada esta forma de abordar la naturaleza del ser humano como
algo dual, estático, y separado del entorno, implica mirar nuestra historia y, por sobre
todo, mirarnos a nosotros mismos.
Es en este contexto donde nace mi interés por revertir esta tendencia que, a mi juicio,
disminuye la potencia real de lo que somos, al promover una vida que resta precisamente
lo que la sostiene, instalándose desde la carencia, el vacío, y la insuficiencia. Mi
propuesta, en ese sentido, es poner a disposición del lector un modelo de coaching
corporal, que se construya desde la lógica de sumar en vez de restar, de integrar en vez
de separar; de expandir en vez de apretar, de cuidar en vez de mutilar.
Este libro presenta el MARES, un modelo de coaching corporal que promueve el
desarrollo del potencial de cada persona en función de su estructura física, mental y
emocional. El objetivo del modelo es aumentar el rango de movilidad conductual frente
al entorno, aumentando su flexibilidad y expandiendo su potencial expresado en acción
efectiva.
El modelo MARES integra prácticas de movimiento, atención, respiración y expresión
simbólica a través del cuerpo. El MARES integra los aportes de diferentes disciplinas
corporales favoreciendo los procesos de transformación de personas que buscan
aumentar su sensación de bienestar y de poder personal en los diferentes ámbitos del
vivir.
Así, el cuerpo, tradicionalmente restado en los procesos de transformación conductual
asume desde el coaching corporal MARES una dimensión de suma, de posibilidad, de
ampliación de los recursos comportamentales, ya sea en el ámbito de la psicología, el
coaching, las organizaciones, y en todo aquel entorno donde el organismo se
desenvuelva. Una necesidad que puede surgir motivada por la presencia de sufrimiento,
insatisfacción, o simplemente como necesidad de crecimiento y desarrollo.
Desde el presente enfoque, el proceso de coaching será definido como un proceso de
aprendizaje transformacional, donde el nivel de cambio posible será determinado por la
persona o coachee7 en función de su propia dinámica interna y en el cual el cuerpo
constituirá el entramado donde se definan los límites y las posibilidades de dichos
cambios.
Así, entenderemos el cuerpo como el lugar donde ocurren y cristalizan todas las
interacciones dinámicas y funcionales que observaremos como conducta. Hablar de
coaching será necesariamente hablar de coaching corporal, ya que cualquier
manifestación de aprendizaje transformacional ocurrirá necesariamente sobre las bases
del dominio corporal, y es desde aquí que sostendremos todo proceso de transformación
psíquica y emocional.
En este contexto, la persona del coach8, al facilitar o promover un proceso
transformacional en el coachee, requiere, bajo este modelo, mantener en forma
permanente un trabajo corporal que acompañe y sea parte de su vida. La preponderancia
del lenguaje como parte de la historia filogenética9 del hombre, posee una supremacía

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innegable, siendo fundamental intencionar la incorporación del cuerpo de manera atenta
y consciente para potenciar las propias capacidades y las del coachee, evitando así el ya
aprendido sometimiento del cuerpo a los dictámenes del lenguaje.
En lo personal, experimenté con muchos de los métodos de aprendizaje
transformacional que actualmente desarrollo como herramientas de trabajo. Es una
experiencia gratificante el poder corroborar en la práctica la mejora que surge en la
percepción del bienestar personal de quien consulta, al aumentar la conciencia del propio
cuerpo y su flexibilidad, expandiendo sus posibilidades físicas de movimiento y
expresión. En este sentido, también recogí opiniones vertidas por muchos de los grupos
de trabajo corporal realizados, en relación a la importancia del coach como «presente y
partícipe» en el movimiento que enseña. Sin duda, trabajar en conexión con el propio
cuerpo es un desafío permanente en este tipo de trabajo, ya que nos acerca a una
conexión que más que racional, aparece como somática del todo.
Finalmente, quisiera dirigir el presente libro a todos aquellos que quieren aprender
sobre sí mismos, sobre sus ritmos y sus posibilidades, sobre sus límites y sus rangos de
posible expansión; coaches, psicólogos, líderes, organizaciones que trabajan con
personas y por sobre todo, aquellos que desean reconocer y reconocerse en un espacio de
aceptación de lo que son más allá de lo que aprendieron que debían ser; aquellos que
esperan alcanzar el bienestar y el de aquellos que les rodean; en fin, va dirigido a la
persona que camina en búsqueda de su propio liderazgo interior. Todo aquello para
poder ser y hacer en un mundo de posibilidades desde el prisma permanente del
bienestar personal y comunitario.
Así entonces, el modelo que desarrollaré integra miradas y prácticas de la psicología,
la biología, la danza, el yoga y el teatro, entre otras. La selección de dichos aportes se
realizará en función de la definición de tres espacios de intervención en el coaching: el
dominio corporal en su dimensión biológica, el dominio de interacción con el entorno en
su dimensión de movimiento y expresión emocional, y el dominio mental en su
dimensión simbólica y lingüística.
Daremos, de esta forma, una mirada hacia otras disciplinas, de manera de abrir el
espectro de observación a niveles mayores y construir un mapa de ruta lo más integral
posible. Para esto propongo hacerlo a la luz de distinciones que nos permitan
comprender cómo ha sido concebido el dominio corporal a lo largo de la historia.
Pero antes una pequeña invitación y recomendaciones básicas.
La invitación: Guía de ruta
La razón como herramienta para el desarrollo y evolución de la especie humana es, sin
duda, indiscutible; sin embargo, pretendo invitarlos a un viaje diferente, un espacio de
reflexión en el que la razón nos acompañe como un observador cauto pero respetuoso.
Les propongo invitar a nuestra mente a ser un participante más en la lectura de estas
páginas, para permitir abrirnos a la posibilidad de que dimensiones diferentes del ser que
somos tomen un protagonismo que no han tenido durante siglos.
Propongo que hablemos del cuerpo, de su historia en el desarrollo de la humanidad, de
las distintas miradas que se han hecho sobre este y, por sobre todo, les propongo probar

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instalar en ustedes lo que los yoguis llaman «fe provisoria», es decir, darse la
oportunidad de realizar el viaje completo que significa este libro, realizar algunas de las
prácticas que aquí se describen y constatar qué tan cierto es aquello de que «no soy yo
quien tiene un cuerpo, sino que es mi cuerpo quien tiene un yo»10.
Para esto, un primer ejercicio: mientras lea el presente libro y cada vez que lo recuerde
siga la siguiente instrucción:

1. 1. Lleve la atención a su respiración, perciba qué movimientos internos se


producen al respirar, sienta la temperatura del aire que entra y el aire que sale,
perciba las diferencias y luego continúe el viaje de estas páginas.
2. 2. Si le es posible, instale cada cierto tiempo una atención dirigida a los dos
ámbitos: el de la lectura y el de la respiración. Lea en esta doble línea atencional y
disfrute lo que ocurra.

¡Buena suerte y bienvenido al viaje!

1 Para efectos del presente trabajo, utilizaremos la expresión sí mismo (o self), en el sentido otorgado por la
psicología gestáltica como proceso dinámico que refiere a la continua relación entre la dinámica mente-cuerpo
y su relación creativa y cambiante con el entorno.
2 «Comunidad» proviene del latín communitas, que hace referencia a lo compartido, a lo que tiene la característica
de ser común, por lo que se puede aplicar a diversas clases de conjuntos: de los individuos que forman parte de
un pueblo, región o nación; de las naciones enlazadas por acuerdos a nivel de Estado o bien a personas
vinculadas por intereses comunes, estén organizadas o no.
3 El coaching es un proceso de aprendizaje que promueve el desarrollo de los recursos de la persona con el fin de
ampliar su capacidad de acción efectiva en el mundo.
4 Según el Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU., el Trastorno de Déficit Atencional es uno de los
trastornos neuroconductuales más comunes en la niñez. Generalmente se diagnostica durante la vida escolar y,
a menudo, perdura hasta la edad adulta. Los niños que lo sufren tienen dificultad para prestar atención,
presentan un comportamiento impulsivo y, en algunos casos, son hiperactivos. Los especialistas han definido
tres tipos distintos:
Predominantemente inatento: se le dificulta organizar o terminar una tarea, prestar atención a los detalles o seguir
instrucciones o conversaciones. Se distrae fácilmente o se olvida detalles sobre las actividades cotidianas.
Predominantemente hiperactivo-impulsivo: no puede estar quieto y habla mucho. Le es difícil permanecer en una
actividad por un tiempo prolongado. Los niños pequeños tienden a correr, saltar o trepar por donde puedan,
constantemente. Tiene problemas de impulsividad, puede que interrumpa mucho a los demás, les arrebate cosas
o hable cuando no debe. Se le dificulta esperar su turno o escuchar instrucciones.
Combinado: presenta por igual los síntomas de los dos tipos anteriores.
5 Rotura por superelongación.
6 Al respecto, señalamos algunas estadísticas:
-En Chile entre el año 2001 y 2007, las cirugías de bypass gástrico aumentaron 750% en seis años. (Información

20
publicada por el Diario electrónico de Punta Arenas, Chile, del 13 de Marzo del 2013. www.radiopolar.com
-Durante el 2010 la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) proyectó la cantidad total de
procedimientos quirúrgicos de cirugía plástica a nivel mundial en 8.536.379, y cifró los procedimientos del
mismo tipo no quirúrgicos en 8.759.187, lo que significa un total mundial combinado de procedimientos
quirúrgicos y no quirúrgicos de 17.295.566; esto sin contar la cantidad de procedimientos de este tipo
realizados por cirujanos no plásticos que se estimó que en los países no desarrollados podrían aumentar
considerablemente esta cifra. Esta información fue obtenida por ISAPS tras realizar la Biennial Global Survey
(TM), el año 2010 («Encuesta Global Bianual de la ISAPS»).
-En relación a la investigación de los efectos que se observan en las personas sometidas a este tipo de
intervenciones, aparecen fundamentalmente hemorragias, náuseas, vómitos, coágulos, incapacidad para realizar
diversos tipos de tareas, disminución en los niveles de energía y ausentismo laboral (Información obtenida por
la encuesta Harris Interactive (R) para la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos (American Society of
Plastic Surgeons) y Merck & Co., Inc., del 15 al 29 de enero de 2007), entre 617 adultos, de los cuales 307
habían sido sometidos a cirugía plástica cosmética con anestesia general en los últimos dos años, y 316 habían
tenido cirugías médicamente necesarias, no de emergencia, con anestesia general en los últimos dos años.
-Existe también un cierto tipo de intervenciones que corresponde exclusivamente a la decisión personal en la
búsqueda de «perfección corporal», modelada mediante un abanico de intervenciones que no son
necesariamente cirugías plásticas, sino que a través de modelaciones corporales como el tatuaje, el piercing y la
tonsura de los cuerpos, entre otros.
7 Aprendiz que solicita el coaching.
8 El coach es la persona entrenada en las distinciones del coaching. Dichas distinciones promueven nuevas formas
de observación que permitan ampliar la mirada y construir nuevas alternativas de acción en el mundo. Además,
el coach es una persona entrenada en el arte de hacer preguntas que abran nuevas posibilidades de acción en el
mundo.
9 Se refiere a la determinación de la historia evolutiva de los organismos.
10 Reflexiones sostenidas en clases por Carmen Cordero en la formación del Método de Integración Cognitivo-
Corporal.

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CAPÍTULO 1
BREVE RECORRIDO POR EL CUERPO Y SU HISTORIA

Al iniciar el recorrido por la historia del cuerpo, observamos que este nos invita a
mirar no solo diferentes métodos, sino también distintas epistemologías, las que pondrán
foco en aspectos sensoriales, técnicos, expresivos, de consumo o incluso políticos. Como
señalan Courbin, Courtien y Vigarello (2005), el cuerpo a través de la historia ha tenido
connotaciones muy diversas: como objeto de poder, como sometimiento a las normas
sociales, como espacio de liberación, autonomía y emancipación, como rendimiento al
servicio de la producción, como identidad y modelo sexual, e incluso como referente de
estatus social. Sin embargo, para efectos del presente libro, cuyo foco no es
epistemológico ni sociológico, sino que pretende entregar herramientas para el bienestar
de las personas mediante el coaching corporal, seleccionaremos aquellos momentos e
hitos históricos que parecen especialmente develadores para comprender el contexto
desde donde surge la construcción del modelo de trabajo corporal que desarrollaremos.

1.1 INICIANDO NUESTRO RECORRIDO


Durante mi formación como profesora de yoga, recuerdo haber estudiado sobre un
descubrimiento arqueológico encontrado en el valle del Indo en el que aparecen
grabados en piedra con posturas yóguicas que datan de 35 siglos. Estas representaciones
encontradas nos hablan de lo milenario del uso de expresiones figurativas de lo corpóreo
como forma de expresión, comunicación e incluso de enseñanza. Si recorremos las
diversas formas de expresión de la prehistoria veremos que a través de las figuras
rupestres el hombre deja testimonio de su cultura, de sus modos de cultivo, caza y
creencias religiosas, a través de la utilización de cuerpos de hombres y animales
dibujados en permanente relación con la naturaleza.
Con el tiempo, las figuras rupestres abrieron camino a signos claros y esquemáticos
llamados pictogramas y luego a símbolos con un nivel mayor de abstracción que
expresan ideas completas, llamados ideogramas. Estos últimos son la base de escrituras
como la china y japonesa, así como también de la maya y de la egipcia, con su posterior
desarrollo de los jeroglíficos. (Ver imagen 1)

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Imagen 1: Evolución de formas de expresión desde las pinturas rupestres hasta el ideograma.

Con el inicio de la Edad Antigua, alrededor del 3.500 a.C., caracterizada por la
invención de la escritura, se potencia el desarrollo del comercio y el asentamiento de los
centros urbanos, con el consiguiente desarrollo de estructuras sociales y poderes
políticos centralizados. En este proceso, aparecen las primeras civilizaciones en
Mesopotamia y Egipto, consideradas como la cuna del desarrollo de las diferentes
culturas en el mundo, allí surge la llamada escritura cuneiforme que consistió en la
utilización de líneas rectas en forma de cuña, impresas en tablillas de arcilla.
Posteriormente, los fenicios, un pueblo semita fundamentalmente abocado al comercio,
dieron a conocer a los griegos el alfabeto, lo que favorece el intercambio económico y la
posibilidad de coordinar acciones cada vez más complejas.
Si pensamos que la escritura alfabética implica la representación gráfica de sonidos
aislados mediante signos propios, podemos entender el cambio fundamental que implica
pasar de una comprensión mucho más directa y corpórea como la de las figuras rupestres
a una comprensión del mundo a través de signos. Pensemos en el antiguo lenguaje oral y
auditivo del hombre antiguo conectado con la magia y el mundo de lo sensible, la
emocionalidad propia de las danzas y los rituales primitivos en permanente sintonía con
el entorno. Ahora pensemos en un mundo fijado y subdividido en parcelas que, unidas,
conforman ideas complejas en una temporalidad lineal como la de nuestro alfabeto.
¿Qué nos ocurre? Sin duda observamos la pérdida de resonancia afectiva directa, el
lenguaje escrito estático y fragmentado constituye un mediador que, si bien nos abre las
puertas a la integración y el intercambio, nos instala en una forma de pensar y entender
el mundo radicalmente distinta.
A mi modo de ver, lo interesante de nuestra actual manera de comunicarnos es que
permite que conozcamos el mundo desde el lenguaje. Este nos recibe y espera desde
antes de nacer, ayudándonos a construir nuestra realidad bajo el prisma de la lógica que
le subyace. Estamos, sin saberlo, habitando una pauta ya asignada, una lógica establecida
que bajo reglas lineales de causa-efecto, sustentan aquello que vemos, escuchamos e
incluso sentimos. Merleau-Ponty (1997) lo plantea al señalar: «todas mis verdades, no
son, al fin y al cabo, más que evidencias para mí y para un pensamiento construido como
el mío». (Id. p. 406).
¿Pero qué papel juega el cuerpo en esta matriz de conocimiento? Claramente uno
absolutamente distinto al que jugaba en los pueblos primitivos. La aparición del lenguaje

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como forma de coordinar acciones nos aleja del cuerpo como vehículo de conocimiento,
acercándonos a niveles de abstracción inimaginables en épocas donde la sensorialidad y
la intuición guiaban las interacciones. Asistimos al inicio de un lento proceso de retirada
del cuerpo como campo de conciencia de nosotros mismos, que, como veremos más
adelante, instala cada vez con mayor fuerza la creencia de que conocemos
principalmente a través de la razón y su lógica.
En la Grecia antigua, por ejemplo, el cuerpo aún ocupa un lugar de privilegio. Los
griegos, reconocidos buscadores de la belleza, desarrollan una arquitectura que acoge al
hombre en su corporeidad, diseñando un entorno inmediato que construye sus
basamentos, columnas, capiteles y dinteles en función de un criterio que responde a la
geometría del cuerpo humano; la aplicación de la llamada proporción áurea11 es evidente
en monumentos y ruinas como, por ejemplo, el Partenón (Ver imagen 2), paradigma de
la arquitectura helénica y posteriormente de la románica y bizantina. No es de extrañar,
que la propensión griega a las disciplinas deportivas como prácticas neurálgicas dentro
del quehacer de la polis, el liceo, la academia y el gimnasium, estuvieran destinadas a
engrandecer el cuerpo del hombre como paradigma de la fuerza y la belleza, así como
también que la representación escultórica y pictórica de sus dioses, fuera expresión de
este ideal corporal.
Esta evidente incorporación del cuerpo como parte fundamental de la cultura griega es
revertida en la Edad Media mediante la búsqueda de una verticalidad que permita
establecer un puente entre el hombre y Dios. Si observamos la arquitectura de este
período, podremos apreciar construcciones donde ya no se busca satisfacer las
necesidades de un cuerpo físico sino que prima la expresión de la necesidad de ascensión
a lo alto. (Ver imagen 3).
Si ampliamos nuestra mirada, observaremos que este esfuerzo del hombre medieval
por ascender a Dios, aparece reflejado en la pintura y escultura de aquella época como
una forma de ofrenda a lo divino en la que priman el sacrificio de los santos, los monjes
flagelantes, las autopuniciones del cuerpo, los castigos de la Inquisición sobre los
cuerpos pecadores, la tentación del cuerpo frente al ánima divina del alma, expresiones
que, como señala Jacques Gélis, develan la creencia de un «hombre pecador al que se le
dice sin cesar que por el cuerpo corre el riesgo de perderse». (Citado en Corbin;
Courtine; Vigarello; 2005. V. I, p. 28).
Este alejamiento del cuerpo no durará para siempre; en el Renacimiento podemos
observar un interesante fenómeno de recuperación del sitial ocupado por el cuerpo en la
época de los griegos. Esta especie de rememoración del valor de lo corpóreo ocurre
producto de una visión antropocéntrica y humanista que redescubre al cuerpo como un
referente fundamental para la expresión artística del hombre renacentista.
Transmigramos entonces de una arquitectura a la medida de Dios, a una arquitectura a la
medida del hombre, similar a la de la Grecia clásica.
El arte del Renacimiento reconoce una toma de conciencia del individuo como valor
en sí mismo, en que el artista, atraído por el saber, estudia los modelos de la antigüedad
clásica, a la vez que desarrolla técnicas en la pintura y la escultura como el claroscuro, la

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perspectiva y el altorrelieve. Por su parte, el paganismo se manifiesta en el arte
apareciendo los desnudos, el interés por la anatomía del cuerpo humano y su inclusión
en la creación de inspiración religiosa. Nuevamente nos encontramos frente a un cuerpo
que es reconocido tanto en su expresión de belleza como en el estudio de sus formas y
proporciones, resaltando la relación entre este y la naturaleza a través de la sensorialidad
como puente de contacto entre ambos.
El gran Leonardo da Vinci conocido por sus estudios sobre el cuerpo humano recogió
los estudios de Marco Vitrubio (siglo I a. C.), plasmando sus conocimientos en la
conocida imagen del hombre vitrubiano. (Ver imagen 4). Marcel Brion (2002) en su
libro Leonardo da Vinci, la encarnación del genio, destaca la importancia de la
sensorialidad en los 5 primeros años de vida del artista:

Este niño que corre entre rocas y campos ¿acaso no tiene otra cosa que hacer que jugar con ese inmenso
repertorio de formas y colores, de olores y materias que la naturaleza pone a su disposición? Nadie, durante
sus primeros años al menos se preocupó de encadenar esta libertad. Dueño de sí mismo tanto como puede
serlo un animal, una planta, el pequeño Leonardo crece entre plantas y animales, sin tener conciencia de que
su propia naturaleza es distinta a la de ellos […] Se comunica con los ‘suyos’ por medio de todos los
sentidos; no le inspiran espanto alguno, sino un inmenso asombro, un violento deseo de conocer y
compartir. Dueño del mundo, siente la inocencia de los animales y de las cosas, la fuerza tranquila de la
naturaleza, la irresistible ley de las mutaciones que dirigen la sucesión de los días y las estaciones. (pp. 14 y
17).

En relación al paso entre lo sensorial, y su espíritu científico, Brion agregará:


Admira por fin la belleza de las proporciones de la concha [refiere al caracol] y la armonía de sus
circunvoluciones; y ese sentimiento de bienestar a la vez intelectual y físico, ese placer cenestésico que le
produce la contemplación de un orden perfecto, de unas medidas perfectas, le impulsan a suponer que el
universo entero y cada una de sus manifestaciones se rigen por una misma ley de belleza y armonía y le
inspiran el deseo de descubrirla. (pp. 19 y 20).

Es sin duda esta suerte de vuelta a la unión con la naturaleza lo que representa una
nueva forma de acceder al conocimiento, una matriz que valora la conexión directa con
lo corpóreo y lo natural como fuente intuitiva y fidedigna del posterior descubrimiento y
reflexión científica. Me inclino, al igual que Brion, a pensar que el ingenio, talento y
creatividad de Leonardo da Vinci no habrían sido posibles si no hubiese tenido tan libre
acceso a la exploración de sus sentidos, a la sorpresa frente a lo que la naturaleza ofrece,
a la maravilla de lo vivenciado en forma directa y sin intermediarios; libertad vivencial
que sin duda nutrió al genio.

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Imagen 2: El Partenón, templo dórico construido entre los años 447 y 432 a. C. en la Acrópolis de Atenas. Fue
dedicado a la diosa griega Atenea, considerada la protectora de los atenientes.

Imagen 3: Catedral de Lyon, iglesia Saint-Jean de Lyon o Catedral de San Juan Bautista de Lyon, fue construida
entre 1180 y 1480. En ella se observa una mezcla del estilo Románico con Gótico.

Imagen 4: Hombre de Vitrubio, famoso dibujo de Leonardo da Vinci realizado cerca del año 1490. Se acompaña
de notas anatómicas y constituye un estudio de las proporciones del cuerpo humano, realizado a partir de los
textos de arquitectura de Vitrubio, en la antigua Roma.

Avanzando en nuestro recorrido, llegamos al período denominado Barroco,


caracterizado por la depresión económica producto del descubrimiento de América, el

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alza en el precio del trigo y la Guerra de los Treinta Años entre protestantes y católicos.
Esto lleva a la paradoja, tal vez compensadora, de expresar casi por antagonismo un
mundo grandilocuente que desgraciadamente se aleja de la vivencia real de los
habitantes de la época. El arte se nos presenta recargado con un trasfondo marcadamente
proselitista que promueve y busca la mantención del poder de la Iglesia y las
monarquías, en un entorno donde mantener el poder se hace cada vez más difícil, debido
a las condiciones existentes. La literatura utiliza artificios retóricos, sobrecargando la
expresión de la realidad, magnificándola y llevándola al espacio de la ficción. El teatro,
la danza, la música, la pintura y la arquitectura de la época, utilizan expresiones
exaltadas visualmente que encuentran su máxima expresión en espectáculos circenses, la
pantomima, acrobacias, la decoración exuberante y un sentido escenográfico en lo
referente al trato de las formas y los volúmenes. El cuerpo, influenciado por el
naturalismo, aparece enfatizando el realismo de los sentidos, exacerbando la
expresividad de los gestos y emociones y haciendo énfasis en la figura humana real que
no esconde los defectos sino que busca realzarlos llegando en ocasiones a proporciones
incluso caricaturescas.
La edad contemporánea, caracterizada por los cambios producidos por la revolución
francesa y el desarrollo industrial, genera sociedades productivas y disciplinadas en las
que los cuerpos deben adaptarse a estados que se ocupan en distintas formas de la salud
y la educación. El cuerpo es mano de obra para la producción o la guerra. Las artes y los
artistas se pretenden liberar de las formas y los modelos clásicos para lograr un arte más
espontáneo, vivo y personal. El artista se enfrenta ahora al público burgués en la
dinámica de oferta y demanda de un mercado de arte, cada vez más animado y alejado de
los patrones tradicionales asociados a la nobleza, el clero y la monarquía.
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, se empieza a constituir
una sociedad de consumo de masas, con medios de comunicación vinculados a los
cambios tecnológicos. La máquina, con todo lo de velocidad y energía que representa, se
instala en toda su magnificencia. Los impresionistas, utilizan todo aquello que sea
dinámico, la expresión de la luz y la energía se impone al detalle de la forma. Con los
movimientos del siglo XX, muchos artistas ya no tienen interés en pintar nada concreto,
hay un afán por conocer en el que el cuerpo aparece como objeto de investigación,
transformación y experimentación. Surge en la pintura la espontaneidad de la expresión,
el interés por entrar en zonas escondidas como el inconsciente, se desea llegar a las
fuentes mismas de la energía.
En las artes convive una tendencia conservadora que sigue respetando la forma y la
técnica con otra que busca la desintegración de la realidad, deseosa de una especie de
liberación del artista, llegando a las distintas modalidades de arte abstracto. El
simbolismo como movimiento, surge en oposición al realismo.
En el arte del siglo XX, la ruptura con los modelos tradicionales se instala en forma
decisiva. El cuestionamiento y la transgresión movilizan el arte instalando su valor más
allá de los cánones estéticos. Los avances científicos muestran al individuo y a la
sociedad las ilimitadas posibilidades de acceso al bienestar y al consumo, lo que

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despierta la lucha y defensa de acceso a estos. En este escenario, el arte cobra un papel
protagónico como expresión de dichas demandas y también como expresión del futuro
posible. La realidad y el arte se mueven hacia límites insospechados, la arquitectura y la
escultura se convierten en espacios móviles, fusionando sus límites con la pintura que, a
su vez, se hace cuerpo y materia. Incluso la música se fusiona con la plástica, haciéndose
casi imposible realizar una clara clasificación de estilos o movimientos, en las
denominadas vanguardias de la primera mitad del siglo XX.
Si bien el arte ha migrado desde lo figurativo a lo abstracto e inmaterial, hoy en día el
cuerpo se constituye en herramienta y soporte con el que el artista ejecuta su obra. El
cuerpo en el arte contemporáneo sostiene gran parte de las acciones artísticas, casi
siempre asociadas a algún contenido de orden social o cultural. Un cuerpo que está al
servicio de la expresión directa de demandas, debates y críticas, a través del uso del
propio cuerpo del artista como vehículo expresivo. El cuerpo como símbolo de un acto
declarativo, idea o propuesta es objeto de múltiples intervenciones y modificaciones que
van desde grabados, donde la piel adquiere la función de un lienzo (Ver imagen 5),
desnudos donde la ruptura de la privacidad y la necesidad de intimidad se asienta en un
cuerpo expuesto, rituales e incluso actos violentos en los que el dolor corporal y el uso
de la sangre como pigmento pictórico son símbolos de un dolor colectivo.

Imagen 5: fotografías de cuerpos pintados

En pleno siglo XXI, el cuerpo continúa siendo metáfora expresiva del deseo, el
consumo, la tecnología y la ciencia. Un cuerpo virtual que se dibuja en una pantalla sin
sangre real ni dolor material, pero que actúa a nivel simbólico como representación de
una sociedad que instala la conexión a la distancia a través de cuerpos virtuales, un
cuerpo pantalla, donde la realidad y la ficción se confunden peligrosamente. De este
modo, el cuerpo, al igual que durante toda la historia de la humanidad, aparece como un
vehículo de expresión en el que los artistas encuentran una dimensión que puede ser
utilizada de infinitas formas.

1.2 EL CUERPO Y LAS RELIGIONES

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Imaginemos por un momento el espectáculo sobrecogedor que debió ser para el
hombre primitivo haber visto de pronto a un espíritu vital y enérgico quedar inmóvil,
atrapado en un cuerpo inerte sin poder ser nunca más, sin despertar, sin volver a emitir
sonido alguno. ¿Qué pasó con el que era? ¿Dónde fue a parar su espíritu guerrero? ¿Qué
es lo que se ha ido y a dónde? Para el hombre primitivo el cuerpo sigue presente pero
algo que habitaba en él se ha ido: Es frente a esta incertidumbre como pudo haber hecho
su aparición el alma.
Para comprender nuestra actual visión sobre el cuerpo es importante reconocer su
relación con lo religioso, esta relación se remonta a épocas en que el hombre primitivo
busca responder la pregunta sobre qué ocurre después de la muerte. Comprender la
cosmovisión primitiva, nos ayuda a reconstruir el camino hacia lo que posteriormente
será la fe en las distintas corrientes espirituales y nuestra actual visión sobre el cuerpo.
Si recorremos brevemente la prehistoria observaremos que los neandertales realizaron
entierros que hablan de un cierto respeto a los muertos y de la creencia de una vida
después de la muerte. Estos entierros constituyen una suerte de ceremonia de despedida
frente al cuerpo inerte, donde también se solía usar ajuares, pintura con ocre en los
muertos, lechos de flores, adornos de conchas agujereadas y brazaletes. Las figuras
rupestres representaban «presencias», propias de una cosmovisión animista, fundada en
la magia y la creencia en los espíritus y fuerzas de la naturaleza; además, animales como
los bisontes tendrán un carácter mágico y serán asociados a la fertilidad y a la cosecha.
Durante el Neolítico la fertilidad de la Tierra será analogada a la fecundidad de la mujer,
desarrollándose así una religiosidad incipiente a través de la figura de una diosa madre,
representando la femineidad; un toro salvaje la virilidad, y monumentos megalíticos (una
especie de templos), que evidencian la veneración a los muertos. En las culturas del
Neolítico tardío las figuras de dioses se vuelven mucho más tangibles, el elemento
figurativo aparece vinculado a un cuerpo endiosado, un dios corporeizado a través de
manifestaciones simbólicas; se trata de una religiosidad precaria siempre encarnada a
través de un cuerpo animal, mitológico o natural.
En la Edad de los Metales continúa la veneración a la diosa madre, vinculada a la
naturaleza y a la Tierra; aparece el culto a una divinidad masculina simbolizada por el
sol y asociada también al poder fertilizante de la naturaleza; se realizan ritos funerarios
ligados a sacrificios humanos de carácter ritual, siendo frecuentes los cementerios, la
inhumación que cubre el cadáver con un montículo de tierra y piedras, y la incineración,
en la que se quema el cuerpo del difunto en una pira funeraria. También hubo entierros
de hombres con su carro, pretendiendo facilitar, simbólicamente, la transmigración del
sujeto en su «último viaje». El cuerpo quemado es cuerpo separado del alma que viaja, y
a diferencia de los entierros del Paleolítico superior, aquí nuestro hombre primitivo
inicia un viaje sin cuerpo, el cuerpo ya no requiere alimento ni ajuares, el cuerpo es ya
un cuerpo muerto.
Para el hombre primitivo conectado con la magia, el cuerpo aparece regido por reglas
y relaciones secretas, enfermedades y curaciones están asociadas a pociones y a la
posición de los astros; el cuerpo está conectado con el mundo de lo sensible en

29
permanente sintonía con el entorno y los sentidos, siendo parte del espacio físico y por lo
tanto regido por sus leyes. La relación entre lo religioso, lo mágico y lo energético está
directamente vinculada con el cuerpo en tanto su dinámica de relaciones involucra el
desarrollo de estrategias corporales de evitación del contacto físico, que aseguran
posiblemente el mantener a los sacerdotes y reyes en una posición de supremacía y
divinidad intocable e incuestionable. Dicha vinculación corrobora los descubrimientos
desarrollados por Marcel Mauss12, en relación a que las posturas, gestos y movimientos
corporales estarían directamente relacionados con las costumbres propias de cada época
y cultura.
A principios de la Edad Antigua, en Mesopotamia y Egipto se desarrolla un núcleo
importante de religiones politeístas, con un gran número de dioses estrechamente
relacionados con fenómenos naturales y asociados a la adivinación, la astrología y la
superstición. La dirección religiosa se encuentra en manos de una casta de sacerdotes y
del rey, quien representa la divinidad en la Tierra. El cuerpo endiosado del rey representa
el cuerpo encarnado de la divinidad en un linaje terrenal, construyéndose una doble vía
corpórea hacia lo divino, el imaginario de los dioses politeístas y el encarnado del rey.
Si viajamos hacia el Oriente podremos encontrar en el hinduismo una aparente
búsqueda de la integración entre cuerpo y alma cuyo fin es volver a la unión natural
original, el origen divino. Los antiguos rishis, o sabios iluminados, dedicarán sus vidas a
desarrollar técnicas que integren los aspectos espiritual y material del hombre,
descubriendo los efectos que determinadas posturas corporales tienen sobre procesos
biológicos involuntarios tales como el metabolismo, la digestión, la respiración y el
sistema inmunológico. Dicha búsqueda será similar a la que posteriormente desarrollen
filósofos y psicólogos europeos para conocer la influencia del inconsciente sobre los
procesos conscientes y fisiológicos.
Nos encontramos en un escenario confuso que establece un cuerpo físico, separado y
contenedor material de un cuerpo espiritual, junto a prácticas corporales en las que
convive un ascetismo extremo, con un cuerpo, expresión de la divinidad. Las prácticas
ascéticas de la India vislumbran un cuerpo oscuro al que debemos doblegar, superando
así nuestros condicionamientos físicos y mentales. El asceta se somete a todo tipo de
castigos, ayunos y restricciones del sueño, mitigando los instintos, las necesidades
primarias y las apetencias. Esta manifestación de santidad propia de las religiones
hindúes no se aleja demasiado, como veremos más adelante, de las prácticas ascéticas de
los místicos cristianos.
Alrededor del siglo VI a.C. Buda, luego de un proceso de búsqueda del estado de
iluminación mediante prácticas ascéticas y autocastigadoras, descubre la necesidad de
recuperar el cuidado del cuerpo, alejándose del ascetismo extremo, e instalando el
principio del camino del medio, práctica que será rechazada entre los místicos de su
época, especialmente entre los brahmanes. (Lacalle, 1994).
El budismo nos habla sobre el origen del sufrimiento y lo asocia con la búsqueda
insaciable de la satisfacción de los placeres y los instintos. Esta premisa lleva al
principio del desapego con el cual el hombre abandona dicha búsqueda y pierde toda

30
necesidad o interés en alcanzar en forma permanente la satisfacción de sus instintos y
deseos, poniendo así fin al sufrimiento. Al asociar o instalar el origen del sufrimiento en
la búsqueda de satisfacciones en gran parte asociadas a lo fisiológico y corpóreo
(alimentación, vestuario, sexo, bienes terrenales), nos acercamos a una propuesta de
desconexión con lo que constituye una vida terrena. La espiritualidad del hombre nos
mueve a una escisión con nuestra dimensión instintiva, con todo lo físico y corpóreo que
esta implica. Así, el camino del medio se me asemeja a una suerte de «tolerancia
resignada» frente a la existencia de un cuerpo, invitándonos a darle respuesta a sus
necesidades básicas, a fin de que no se constituya en un obstáculo en la búsqueda del
nirvana o liberación espiritual. Esta postura, si bien es más benevolente con el cuerpo
que la de los antiguos brahmanes, es una fórmula que se ubica igualmente en una
cosmovisión dualista, menos intransigente pero que insiste en el sometimiento del
cuerpo.
En el jainismo, corriente religiosa hindú de la misma época, el ascetismo se configura
con mayor fuerza como una de las prácticas preferidas para alcanzar estados
espiritualmente superiores. Para los jainistas el cuerpo debe ser dominado y sometido a
todo tipo de castigos y penitencias a fin de ser superado y trascendido.
Durante la Edad Media, con el surgimiento del cristianismo en Occidente, aparece una
dinámica adaptativa entre mujeres consideradas místicas. Tal como lo señala Caroline
Walker, estas mujeres presentan un gran número de somatizaciones, heridas
estigmáticas, exudaciones santas, lactancias milagrosas y otras manifestaciones de índole
erótica, en las que el fervor religioso identifica al cuerpo como expresión de una cultura
que asocia a la mujer con prácticas de servicio y autosacrificio en pro de la familia y la
comunidad, como también de entrega de lo femenino a la divinidad de Jesús (Walker, en
VV.AA. 1990). Según Walker estas mismas expresiones somáticas tendrán una
connotación muy distinta a la luz de la psiquiatría de la ilustración, siendo consideradas
ya no como expresión de devoción religiosa y santidad sino como conversiones
histéricas. En este caso puntual, podemos observar cómo el cuerpo asume una
significación absolutamente diferente según cual sea el sistema de creencias imperantes
en la época, pudiendo pasar de ser un cuerpo santo a un cuerpo enfermo.
En el siglo VII d.C. surge el islamismo, y en él son recurrentes las referencias al
cuerpo, sus cuidados y sus límites: el conocido vestuario femenino con el velo (hiyab)
que protege casi completamente a la mujer de la vista de los hombres, es explicado por
el Islam como una forma de protección contra las violaciones y el adulterio. La vista del
cuerpo femenino es considerada de este modo como algo peligroso y por tanto es
custodiado en función de la protección de la familia y el orden social de los musulmanes.
Pese a lo anterior, es interesante el hecho de que tanto para el Islam como para el
judaísmo, la sexualidad, entendida como el goce del cuerpo, no es considerado
pecaminoso dentro del matrimonio y por tanto el goce sexual no se remite a la
procreación, como para el catolicismo, sino que es también un fin en sí mismo.

El cuerpo es todo lo que hay. Nunca hubo nada real en el hombre que no estuviera en su cuerpo, que no
fuera generado por la propia materia del cuerpo (el amor, la música, la poesía, las esperanzas, los sueños, la

31
locura…). Por eso el musulmán es musulmán con su cuerpo. El Islam te invita a realizar tu peregrinación
hacia Allah con lo que eres. No tenemos por qué saber ni por qué estar de acuerdo en si tenemos o no eso
del ‘alma’, pero nadie podrá negar que ni por un momento ha dejado de tener una experiencia de su cuerpo.
(Alshboul, 2012).

Para el Islam la vida y la muerte constituyen solo cambios de estado. En la muerte «el
cuerpo físico se desmenuza y desaparece, mientras que el alma (en árabe, nafs), liberada
de las ataduras físicas, pasa a un plano diferente». (Coogan, 1999, p. 118). Al igual que
para el resto de las religiones monoteístas, existe una vida después de la muerte y un
juicio final en el que serán juzgados los comportamientos. De este modo, el principio de
obediencia se instala como forma de acceder al paraíso y el no cumplimiento con el
Corán, su libro sagrado, con el camino al fuego eterno del infierno.
En el judaísmo, tal como en el Islam, si bien existen distintas posturas, algunas más
conservadoras y otras más reformistas; aparece una visión de la sexualidad y el goce
corporal como forma de expresión de lo divino. Al judaísmo lo que le preocupa no es la
castidad sino la familia y por tanto, el foco no está en la limitación del uso del cuerpo
como vehículo de placer, propio del ascetismo cristiano, sino que, por el contrario, el
cuerpo es considerado una bendición desde donde son posibles la maternidad y los hijos,
condición básica para la constitución de la familia, tan valorada por ellos. Paralelamente,
el judaísmo se aleja de toda corporeización de lo sagrado, «evitando las imágenes
artísticas que pudieran confundirse con intentos de representar a la deidad». (Ibíd., p.
27).
Con la llegada del cristianismo, el cuerpo aparece en una dimensión simbólica muy
distinta a la judía. Para el cristianismo lo sagrado es representado en forma corpórea a
través de múltiples manifestaciones. Tal como señala Jacques Gélis, el concepto de
encarnación del hijo de Dios en la Virgen María, el simbolismo del «cuerpo de Cristo»
como forma encarnada del espíritu en el cuerpo, la imagen de la pasión de cristo y su
proceso de martirio corporal; las menciones a la sangre de Cristo, y todo el profundo
sentido de la eucaristía, entrañan indudablemente un énfasis no menor en el concepto de
cuerpo desde la religiosidad. (Corbin; Courtine; Vigarello; 2005, cap. 1) Así, la Iglesia
incorpora a la gente rural y campesina, estrechamente vinculada a la naturaleza y lo
material, mediante la utilización de imágenes y santos para su veneración. Es interesante
observar esto en países latinoamericanos mayoritariamente católicos, donde una extraña
mezcla entre religiosidad y paganismo da lugar a festividades donde se funden ritos y
creencias de las más diversas índoles, dando lugar a un juego de disfraces, maquillajes,
bailes y colores propios de una identidad religiosa que, probablemente, no habría logrado
atraer tal cantidad de feligreses sin considerar la presencia y centralidad del cuerpo.
Pese a lo anterior, si leemos algunos de los poemas de los místicos cristianos vemos
un hombre que lucha por desapegarse del cuerpo, una especie de «neurosis» que persiste
en la negación de lo que lo constituye. San Juan de la Cruz nos conecta con esta forma
de vivenciar la propia corporalidad como algo ajeno a la vida:

Del agua de la vida


mi alma tuvo sed insaciable,

32
Desea la salida
del cuerpo miserable
para beber de esta agua perdurable.
(San Juan de la Cruz, 1985, p. 31)

Véase en las Confesiones de San Agustín, la visión del cuerpo como carne libidinosa
portadora del pecado:

¡Dónde estaba yo, y cuán lejos de las delicias de vuestra casa andaba desterrado en el año decimosexto
de mi edad! Entonces fue cuando tomó dominio sobre mí la concupiscencia, y yo me rendí a ella
enteramente, lo cual, aunque no se tiene por deshonra entre los hombres, es ilícito y prohibido por vuestras
leyes.
[…] una vez que estando yo en el baño me vio mi padre con señas de pubertad, como lisonjeándose ya
con la esperanza de tener nietos, se lo fue a contar a mi madre muy alegre y gozoso; mas era en fuerza de la
embriaguez que padecen los hilos de este siglo, causada del vino invisible de su mal inclinada y perversa
voluntad hacia las cosas de acá abajo; en cuya embriaguez vive este mundo olvidado de Vos, que sois su
Criador, y amando en vuestro lugar a las criaturas (Agustín, Santo. 1983. pp. 40 y 41).

En estos poemas podemos sentir con fuerza la vivencia tan propia de la metafísica
cristiana de que «la vida está en otra parte» y sin duda, un lugar lejos del cuerpo. De este
modo, nuestro cuerpo aparece como el doloroso recordatorio de encontrarnos en una
vida que no es vida —un recurso permanente de los ascetas y místicos tanto occidentales
como orientales—, en los cuales el sufrimiento ya no solo se nos produce por un apego a
la vida y la codicia del poseer insaciable, sino que, peor aún, en los místicos cristianos el
sufrimiento dice relación con una insaciabilidad de lo espiritual, que nos lleva al rechazo
y la negación de la vida mortal, los sentidos, el placer y finalmente la vida.
Con la llegada del cristianismo primero y, posteriormente, con el racionalismo y el
empirismo, el universo pierde su carácter mágico y vivo, traduciéndose en un
mecanismo regido por leyes lógicas, físicas y científicas, que poco tienen que ver con los
misteriosos ceremoniales propios de la cosmovisión animista de los pueblos primitivos.
El mundo interior del hombre queda a cargo de la religión, y la apropiación del mundo
exterior queda en manos de la ciencia y el intelecto.
En este breve recorrido por la historia de las religiones, observamos que la división
cuerpo-mente, parece ser parte de la historia del hombre desde siempre, enfrentado a su
finitud con la muerte. Sin embargo, como señala Jonathan Parry, es común el asociar el
dualismo a las religiones occidentales y el monismo a las orientales. Si bien en la
religiones orientales, específicamente las hinduistas asociadas a la enseñanza de los
brahmanes, predomina la idea de un Dios o divinidad inmanente a todo, que constituye
la esencia primera de todas la cosas, no deja de ser cierto que son también filosofías que
al postular el sometimiento y control del cuerpo «habitan un universo claramente
dualista» (Parry, 1992, p. 512).
No podemos sino concluir que si bien esta «metafísica» asociada a una vida espiritual
ajena al mundo material y natural se potencia con la aparición de las religiones
monoteístas, este dualismo parte desde mucho antes. En la mayoría de las religiones,
incluidas las de Oriente no monoteístas, se encuentra muchas veces presente de manera

33
más o menos contradictoria la metafísica de la negación de la vida natural, asociada
directa o indirectamente a la naturaleza animal e instintiva del hombre.
No quisiera continuar nuestro recorrido sin antes revisar con ustedes la relación entre
lo corpóreo y lo espiritual, desarrollada en un libro muy poco conocido llamado El
Evangelio de los Esenios (Székely, 2007), en el cual nos habla un Jesús corporeizado,
conectado con sus sentidos y la naturaleza13. Veamos qué nos ocurre al leerlo:

Y todas las cosas las veréis con vuestros propios ojos, las oleréis con vuestra nariz y las tocaréis con
vuestras manos. Y cuando todos los pecados e inmundicias hayan abandonado vuestro cuerpo, vuestra
sangre se volverá tan pura como la sangre de vuestra Madre Terrenal y como la espuma del río jugueteando
a la luz del sol. Y vuestro aliento se volverá tan puro como el aliento de las flores perfumadas, vuestra carne
tan pura como la carne de los frutos que enrojecen sobre las ramas de los árboles, la luz de vuestros ojos tan
clara y luminosa como el brillo que resplandece en el cielo azul. Y entonces os servirán todos los ángeles de
vuestra Madre Terrenal. Y vuestra respiración, vuestra sangre y vuestra carne, serán una con la respiración,
la sangre y la carne de la Madre Terrenal, para que vuestro espíritu se haga también uno con el espíritu del
Padre Celestial. Pues en verdad nadie puede llegar al Padre Celestial sino a través de la Madre Terrenal.
(Székely, 2007, p. 19).
En este evangelio el concepto de la Madre Terrenal nos vincula con la Tierra y, por
ende, con el del cuerpo humano como parte de la cualidad terrenal del hombre. Más
adelante leemos «amad así a vuestra Madre Terrenal, igual que ella ama vuestro cuerpo».
(Ibíd. p. 21). Los conceptos de Madre y Padre se encuentran asociados a los de cuerpo y
espíritu, respectivamente, ya no en confrontación y lucha por la supremacía de uno sobre
el otro, sino más bien en una integración, una alianza necesaria para alcanzar aquello
más humano que nos hace hombres.
Según algunas versiones históricas, Cristo habría tenido contacto con algunas escuelas
religiosas de Oriente tales como la egipcia con el culto a Osiris, y la budista. De ser así,
podemos explicarnos un evangelio como este, traducido directamente del arameo, donde
aparece una religiosidad de carácter panteísta14, en la cual la naturaleza es expresión de
lo espiritual. Elementos como el agua, el aire, y la tierra son analogados poéticamente a
la sangre, la respiración y la carne del cuerpo; una visión que eleva a la naturaleza a un
plano espiritual y al hombre como expresión de dicha naturaleza, integrando en este
cualidades espirituales y terrenales como propias de una gran cualidad mayor: la
espiritual o divina.
En esta parte de nuestro viaje quiero invitarlos a revisar la relación con lo material y
específicamente con el cuerpo de otra de las religiones más antiguas de Oriente, el
taoísmo. Para el taoísmo el universo con todos sus componentes tiene una sola
naturaleza, una sola sustancia de carácter sagrado. Así, toda expresión material como
inmaterial debe regirse por principios de armonía, ya que se constituyen como parte de
un todo; velar por dicha armonía constituye la búsqueda de su doctrina religiosa. Para el
taoísmo, cuerpo y alma son parte de un universo sagrado, siendo cualidades de una sola
cosa, y dicha cosa sería el cuerpo. Como señala Caneda (2005), para el taoísmo, el ser
humano piensa desde el cuerpo, así, los seres humanos no somos meros espectadores
frente al mundo y frente a nuestro propio cuerpo, sino que somos cuerpo y nuestro
pensamiento es corpóreo y no sobre el cuerpo. Estamos frente a un reconocimiento de la

34
importancia de nuestro ser corpóreo, no solo como receptor pasivo de los estímulos del
medio, sino como lugar donde ocurre y significa dicha relación. Caneda (2005) en sus
estudios sobre taoísmo nos señala que emociones como la pena podemos analizarlas
desde la fisiología y desde la psicología en forma adecuada y válidamente contrastable
con la experiencia, sin embargo en este análisis

algo se escapa, como cuando observamos una flor tal y como lo describe la botánica. Y quizá se escapa
por considerar el llanto como algo relacionado con el dolor, con la pena. Como si fuese un proceso o
hubiera una relación causa-efecto. Quizá entonces, la cuestión es que el llanto no expresa el dolor sino que
es dolor. (Caneda, 2005. N° 35, p. 305).

Pese a que esta visión se aleja sustancialmente de las analizadas anteriormente,


podemos reconocer expresiones frecuentes de esta corporeización de lo sagrado, tanto en
las religiones politeístas como en el cristianismo. Es como si la religión, en algún punto,
conectase con esta necesidad de «hacer cuerpo» y entendiese que es ahí donde habita el
sentir místico. Para el taoísmo la espiritualidad ocurre desde el cuerpo como expresión
viva de un ritmo cósmico, ya no como en el mundo occidental regulado por las leyes
físicas y mecánicas de las ciencias naturales. Al contrario, el cuerpo contiene en sí
mismo el ritmo del cosmos y es uno con él, en una manifestación «microcósmica» del
macrocosmos. En otras palabras, el cuerpo es un espejo diminuto del universo o,
invirtiendo el concepto, el universo es la visión ampliada de lo corpóreo. Ya sea de
forma simbólica o sentida, el cuerpo asume un lugar de vida, de potencia y de acción, un
cuerpo vivo que sin duda se acerca enormemente al cuerpo desde donde nuestro modelo
postula su entramado de aprendizaje.
El taoísmo nos invita a entender el cuerpo como cuerpo activo que conoce y que
siente, alejado de la objetivación de mirarse a sí mismo desde fuera como objeto
convirtiéndolo en la única y absoluta expresión del ser humano en la acción del vivir. El
taoísmo nos atrae al cuerpo como parte de su mística y no puede referirse a él como algo
apartado.
Más adelante, como analizaremos en el capítulo referente a la biología del conocer,
veremos que existe una estrecha relación entre el taoísmo y los postulados de Francisco
Varela en relación a la existencia de una cognición del cuerpo, aspecto que será
fundamental comprender para visualizar el sustrato desde el que surge nuestra mirada
sobre el coaching corporal y en especial el del modelo MARES, desarrollado en el
presente libro.
Como hemos visto, el trabajo sobre el cuerpo, tan desarrollado en Oriente a través de
numerosas prácticas corporales, muchas veces milenarias, no siempre tendrá a la base
una valoración del cuerpo como herramienta transformadora o como camino espiritual,
sino que en ocasiones más bien propenderían a aquietar esta especie de «animal
indomable», de «bestia instintiva». Un foco en el concepto de control, que para nosotros
los occidentales se manifiesta a través de la razón y que muchas veces se traduce en el
Oriente en un control del cuerpo «a través del cuerpo», ya sea mediante ejercicios que
persiguen el acoplamiento a los ritmos de la naturaleza, ya sea mediante ejercicios que

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actúen a nivel del dominio de los diferentes sistemas del organismo.
Me resulta claro que el haber nacido en una cosmovisión judeocristiana marca mi
mirada, y es por tanto un desafío al que los invito también: releer nuestras creencias,
husmear en miradas distintas, avanzar y retroceder en la historia, relacionar dominios,
concluir y reconstruir lo construido, crear y aprender. Si nos instalamos desde esta
mirada curiosa de un mundo religioso desconocido no podemos sino aventurarnos a lo
más cercano que tenemos como chilenos, nuestra etnia mapuche, en la que aparece una
religiosidad asociada a la naturaleza y especialmente a la Tierra.
En ella, las relaciones espaciales se conectan con lo divino, y el hombre actúa como
puente con lo espiritual a través de la figura de la machi. De esta forma, lo material con
lo inmaterial se integran en una dinámica que se acopla al movimiento de los fenómenos
naturales, de los puntos cardinales, de los espíritus de los antepasados y del hombre. El
ciclo de vida y muerte, inmediatamente referido al presente de la tierra donde habitan sus
antepasados, nos instala en un presente que no dice relación con la búsqueda de
satisfacciones futuras y tampoco con la defensa de historias pasadas. El mapuche
defiende únicamente el mantener su conexión con lo que es más vital en él, su
integración con la tierra, donde yacen sus muertos; al igual que el Jesús de los esenios,
reconoce su vínculo con la madre Tierra y es desde ahí que adquiere sentido su vida.
Sin duda, el tema del dualismo, tanto en su acepción cuerpo-espíritu o cuerpo-mente,
según sea la época histórica y el paradigma imperante, se encuentra vinculado a la
religiosidad de los pueblos a lo largo de la historia. Dicho análisis es un tema amplio que
excede con mucho el análisis desarrollado en el presente capítulo. Dejo fuera, sin duda,
un sinnúmero de corrientes y filosofías religiosas que excederían también el objetivo del
presente libro. No obstante, he elegido algunas orientaciones espirituales a modo de
exploración inicial con el fin de dar cuenta de la antigüedad de nuestros paradigmas
actuales y de cómo estos han ido desarrollándose en paralelo con las diferentes culturas y
religiones, construyendo así la mirada del hombre en relación a sí mismo y a las
dimensiones que lo constituyen. Los invito ahora a recorrer la historia del cuerpo a
través de los ojos de la filosofía.

1.3 EL CUERPO Y LA FILOSOFÍA


En el cuadro renacentista de Rafael Sanzio «La escuela de Atenas», aparece
caminando Platón junto a Aristóteles. Platón, indica el cielo con su dedo índice, en
alusión al mundo de la ideas conectado con Dios. A su lado, Aristóteles indica hacia
abajo aludiendo a la importancia de mirar también el mundo de la realidad terrena. Esta
pintura representa una de las permanentes preocupaciones de la filosofía por resolver el
problema del dualismo cuerpo-mente. (Ver imagen 6).

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Imagen 6: «La escuela de Atenas» de Rafael Sanzio. Hecha en boceto entre 1509 y 1510 y pintada entre 1510 y
1512. Representa una escena en la se muestra una sesión entre los filósofos clásicos.

Conocer las distintas miradas de la filosofía sobre el cuerpo, nos permite comprender
la concepción actual sobre este, y cuáles son los paradigmas sobre los que se sustenta. Si
concibo mi cuerpo como una cárcel, deberé trascenderlo para ser y conocer; si mi cuerpo
es materia sin cognición ni sabiduría, no debo escucharlo a la hora de tomar decisiones.
Si, por el contrario, mi cuerpo conoce y sabe, su información es sabiduría y guía: puedo
confiar en él y no requiero controlarlo. ¿Cómo habito este cuerpo?, ¿observándolo o
sintiéndolo?, más aún, ¿soy cuerpo? o ¿tengo un cuerpo? Estas y otras preguntas irán
siendo contestadas en el presente viaje. Veamos entonces, qué ocurre al interior de cada
período del pensamiento filosófico.
Si revisamos el período llamado naturalista o cosmológico, observamos que la
filosofía busca encontrar el principio último de todas las cosas del universo. La respuesta
es buscada en lo que considera son los cuatro elementos de la naturaleza: el agua, el aire,
la tierra y el fuego. Para Heráclito, por ejemplo, el fuego es el elemento desde el cual
surge todo. En este se expresa el permanente devenir de la vida, el cambio permanente.
Concibe la realidad como algo que fluye, tal como ocurre con el agua del río, pasando de
un estado a otro, de un momento a otro, y de un ser a un no ser, igual como se
transmutan los elementos de la naturaleza. Para el filósofo no existe la idea de lo
inmutable, todo cambia, la certeza desaparece, así como se hace
impensable el determinar a ciencia cierta cuál será el movimiento de las llamas del
fuego. Desde esta filosofía todo ocurre en la armonía del devenir, tal como ocurre con
las sensaciones y transformaciones de la materia y del cuerpo. Al rescatar el cambio,
reivindica la sensorialidad propia del mundo material mutable, y la información
entregada por los sentidos del cuerpo se articula como un eje fundamental para acceder a
las respuestas.
Frente a esta mirada procesal, aparece Parménides con una doctrina opuesta, donde la

37
respuesta por la pregunta sobre el cosmos es la existencia de lo inmutable, lo que no
cambia, el SER. Para Parménides, lo que existe es el SER y por tanto el NO SER que
plantea Heráclito como parte del devenir de la realidad, no puede existir como tal. El
mundo de lo físico, por ser de naturaleza cambiante, contradictoria y sujeto a
transformación permanente, no constituye el ser real de las cosas. Desde esta mirada,
podemos concluir que el cuerpo por su carácter mutable y no permanente, aparece como
algo que no puede constituirse en nada realmente existente, el cuerpo no posee ni ser ni
esencia, y por tanto el cuerpo no pertenece al mundo de lo que es.
Más adelante, Sócrates se aleja de la mirada naturalista interesándose en el
pensamiento y la ética del hombre en sociedad. A Sócrates lo que le preocupa no es el
origen de lo que existe, sino la vida del hombre en relación con otros hombres y la
felicidad particular en función del bien común. Nos invita a reconocer en el hombre un
ser que debe aprender a conocerse a sí mismo en la compañía del diálogo con otro.
Mediante el diálogo, busca llegar a lo esencial de las cosas, despejando prejuicios y
permitiendo que el alma reflexione sobre sí misma y pueda llegar a la verdad. Dicha
verdad no es una verdad impuesta, sino que surge de las respuestas que encuentra cada
uno; así, en el diálogo socrático el que pregunta actúa como un facilitador, y el que
contesta lo hace desde su propia respuesta interior. En la filosofía socrática, el lenguaje
es el protagonista por excelencia y en el diálogo socrático el cuerpo desaparece como un
observador más, alejado de cualquier acceso a las grandes respuestas de la filosofía.
Posteriormente, Platón, con su alegoría de la caverna nos señala que la realidad que se
nos ofrece mediante el mundo de los sentidos es una ilusión. Para Platón nuestra vida se
asemeja a una caverna, en la cual nos encontramos atrapados con un gran fogón en su
entrada. En este escenario, lo que percibimos, son únicamente sombras que se reflejan en
el fondo oscuro de dicha caverna. Lo que vemos son solo ilusiones que semejan
precariamente una realidad que no vemos. Pero el filósofo nos consuela frente a este
engaño, señalándonos que tenemos la posibilidad de acceder a la verdad gracias al
recuerdo que nuestra alma tiene de las ideas puras o fundamentales, recuerdo de una
experiencia que aprendimos antes de «caer» al cuerpo en un pasado trascendente.
Platón nos plantea la tarea de doblegar los aspectos infrahumanos relacionados a lo
instintivo y terreno a lo suprahumano o divino, asociado a la razón y la sabiduría. El
instinto asociado al cuerpo y sus sentidos, no solo no es real, sino que nos resta
humanidad en cuanto nos aleja de lo verdadero, lo que no cambia, lo que no tiene tiempo
y que siempre es: la razón. El mundo sensorial con su temporalidad y cambio
permanente debe ser gobernado por el mundo inmaterial inmutable y verdadero: el alma.
Alma, razón e inteligencia resuelven este dualismo y gobiernan, alertándonos sobre los
peligros de creer real el mundo de las apariencias, ligado al cuerpo y la sensorialidad.
Para Aristóteles el mundo de las ideas postulado por Platón necesita del mundo de lo
terreno y mutable para expresarse en cuanto fenómeno; a su vez, el mundo de los
fenómenos requiere del mundo de las ideas para expresarse en cuanto que es idea. Esto
lo ejemplifica cuando señala:

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[…] alguien que posea la teoría pero carezca de la experiencia, conocedor de lo general pero ignorante
de lo particular que en ello reside, muy a menudo fallará la cura, puesto que esta se ha de aplicar a un
individuo específico. (Aristóteles, 2010)

Si bien vemos que Aristóteles reconoce la importancia de la experiencia terrena y


material, para él el saber supremo reside en el conocimiento de las primeras causas, de
los primeros principios, y dicho conocimiento pertenece a un mundo suprasensible, el
mundo de Dios. La metafísica aristotélica nos invita a habitar en el mundo del intelecto,
regido por las leyes del pensamiento y desde la cual aparecen los fenómenos múltiples y
diferentes en categorías o accidentes. Todo ocurre por una causa, y el objeto de la ciencia
es descubrir aquella causa.
El mundo de lo corpóreo aparece así, como mundo de sombras para Platón y de
apariencias para Aristóteles. Todo lo que vivimos a través de este mundo, todo lo que
vemos, oímos, tocamos y sentimos, aparece como relegado a una especie de
infrahumanidad. El cuerpo constituye un accidente, un adjetivo de algo mayor; la
verdad, la verdadera realidad se encuentra lejos de nuestro «sentirnos», se encuentra en
un lugar donde habita lo que no siente, lo que no toca lo que no tiene movimiento, lo
permanente y estático, ajeno a cualquiera realidad terrena del mundo de lo cambiante.
Todas las respuestas habitan en el pensamiento y por tanto toda nuestra vida está
contenida en él. Los seres humanos nos constituimos así en una manifestación de la
esencia, la gran idea, Dios.
Esta mirada cambia, en parte, con la caída de Grecia bajo el Imperio Romano donde
disminuye el interés por una filosofía de índole especulativa y aumenta el interés por una
filosofía de corte más práctico orientado al bienestar personal. Epicuro reivindica el
mundo de los sentidos con un sensualismo moderado que se basa en una concepción del
ser humano en la que mesura y sensatez serán la medida de las cosas y donde el cuerpo y
la búsqueda del placer serán centrales para la búsqueda del bienestar personal. El mundo
terreno aparece aquí como independiente del mundo de Dios y la vida ocurre ajena a
aquel porque lo que verdaderamente importa es el mundo sensible. Epicuro es la base del
posterior pensamiento de Nietzsche, en el cual los temas asociados a la ética y la moral
no devienen como temas metafísicos, sino como adecuaciones racionales para vivir en
comunidad de la mejor manera posible. Los escépticos profundizan el acercamiento al
mundo sensorial, validándolo aún más, y señalan que la realidad solo puede ser validada
si es percibida. Finalmente, para los estoicos, la regla de la conducta será buscada en la
racionalidad del universo; Dios será identificado con la razón del mundo. Así, seguir la
naturaleza, seguir la razón y seguir a Dios será una sola cosa para ellos.
En el neoplatonismo, última fase de la filosofía griega, reaparece la metafísica desde
una perspectiva que incorpora influencias orientales y que sienta las bases para el
desarrollo posterior del cristianismo, aunque con diferencias que se fundan por sobre
todo en la necesidad de este último de dejar atrás la multiplicidad de cultos propios de la
antigua Grecia y de los pueblos de Oriente. El neoplatonismo es panteísta. No hay en él
una distinción entre Dios y el mundo; este procede del Uno, pero no por creación —idea
ajena al pensamiento griego—, sino por emanación. Es decir, el mismo ser del Uno se

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difunde y manifiesta, se explicita en el mundo entero. Plotino emplea metáforas de gran
belleza y sentido para explicarnos esta emanación. Por ejemplo, compara al Universo
con un árbol, cuya raíz es única, y de la cual nacen el tronco, las ramas y hasta las hojas;
o también, de un modo aún más agudo y profundo, con una luz, un foco luminoso, que
se esparce y difunde por el espacio, disminuyendo progresivamente, en lucha con la
tiniebla, hasta que se extingue de un modo paulatino; el último resplandor, al apagarse ya
entre la sombra, es la materia.
Este tipo de comprensión que dignifica la dimensión física, nos permite reconocer en
lo corpóreo un espacio de realidad profunda al interior del ser humano. El respeto por la
naturaleza reconoce en el mundo material un espacio de valor, como alma emanada a la
manera del árbol de Plotino que se sustenta en sus raíces sin ser sus raíces mismas. En
nuestro modelo trabajaremos este concepto desde el arraigo, como una forma profunda
de transformación no solo física sino que también mental y emocional. Trabajaremos
desde el cuerpo como parte de un campo mayor que involucra el mundo y la naturaleza,
un cuerpo que sostiene la interacción que nos constituye como seres humanos del
mundo.
Si continuamos nuestro viaje, en Occidente encontramos un período denominado
Patrística, en el que San Agustín constituye uno de sus principales exponentes. San
Agustín funda su pensamiento en el ideal platónico de un Dios que habita en el mundo
de las ideas y, por tanto, es allí donde el hombre encuentra la felicidad verdadera. Tal
como analizamos en el subcapítulo sobre religión, desarrolla una teología que adhiere
fuertemente al dualismo mente-cuerpo, planteando que es liberándose del cuerpo y lo
terreno, como el hombre accede a un estado superior. La filosofía de San Agustín coloca
al pensamiento como herramienta principal para acceder a este estado, acercándonos a lo
que posteriormente será el postulado de Descartes en cuanto a que lo único que asegura
la existencia del hombre es el hecho de que piensa.
Más tarde, Santo Tomás de Aquino nos plantea que, si bien la verdad se recoge desde
el mundo de los sentidos, es pasando por el intelecto donde accedemos a las verdades
universales o mundo de la ideas. Para Santo Tomás el movimiento y el cambio
observable en el mundo, constituyen una transformación hacia la perfección y esa
transformación debe ser movida por algo. Esto nos lleva a la causalidad aristotélica en la
que Dios aparece como explicación del origen de las transformaciones. El pensamiento
lógico determinado por la ley de causa-efecto, construye un mundo de certezas
instaladas ya no desde la revelación y la fe sino que desde el raciocinio y la inteligencia,
tornándose irrebatible el dogma que se sustenta en la razón. De este modo, Santo Tomás
no solo adhiere a la lógica causalista de Aristóteles sino que también a los mecanismos
que hacen de la lógica y la especulación intelectual la manera de acceder al
conocimiento, configurando así una forma de entender los fenómenos de la naturaleza y
el devenir humano, que se mantiene en Occidente hasta nuestros días.
Esta incesante búsqueda de un principio causal de las cosas materiales, que
paradojalmente es inmaterial, se acompaña en el cristianismo por la incesante búsqueda
de dar cuerpo a una religión que glorifica lo inmaterial. Tal como vimos anteriormente,

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esto se traduce en permanentes menciones al cuerpo devocional, símbolos materializados
como la ostia y el vino y la permanente beatificación y representación de santos
expresados en cuadros y esculturas, que representan en parte la necesidad de corporeizar
la fe.
Descartes, uno de los más grandes filósofos del pensamiento moderno plantea un
método que parte del establecimiento de principios generales simples para llegar al
conocimiento de la verdad última. Para esto, ya no utiliza la fe, sino que la razón,
anteponiendo la duda como recurso que instala la necesidad de búsqueda y prueba de la
verdad. Para Descartes, lo que es propio de la naturaleza del hombre y que define su ser,
es su pensar. Así lo señala en su Discurso del Método:

observando que esta verdad «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura, que las más extravagantes
suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo,
como el primer principio de la filosofía que andaba buscando. (Descartes, 1637, p. 20.)
Este pensar no solo habita separado del cuerpo sino que puede existir sin él:

[…] conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita,
para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma, por la
cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que este y, aunque el
cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es. (Descartes, 1637, p. 20)

De este modo, Descartes descansa su confianza absoluta sobre el mundo del


pensamiento, cerrando las verdades del cuerpo por considerarlas poco confiables,
analogando su naturaleza a la visión mecanicista de la física de aquellos tiempos.
Más adelante el empirismo utiliza el mismo principio de Descartes al partir de datos
simples, pero en este caso, son datos entregados por los sentidos y no por ideas o
principios primeros. Para el empirismo la realidad debe responder a una o varias
sensaciones posibles, a fin de poder acceder a una verdad comprobable. Si bien desde
esta perspectiva el cuerpo aparece como una herramienta de conexión con la realidad, se
encuentra mecanizado por las leyes de la física y los principios de la lógica aristotélica,
restringiéndolo nuevamente a una lógica causalista.
Kant intenta resolver el dualismo mente-cuerpo, planteando que los estímulos
proporcionados por el mundo material tienen un carácter desordenado y que es la razón
la que da un sentido y orden a la experiencia. Para Kant este ordenamiento se produce a
través de las leyes del pensamiento, que denomina formas a priori, es decir formas
preexistentes que el hombre descubre mediante la intuición, por ejemplo, «el todo es más
que la suma de las partes»; y en juicios a posteriori, que se fundan en hechos
primeramente observables desde el mundo sensible, como por ejemplo la afirmación:
«Pedro es rubio». Para la metafísica de Kant no podemos acceder a un conocimiento
racional de la fe, ya que esta supera los límites de la razón y se instala en el dominio de
las creencias, cuya sustentación está en la praxis y utilidad que tiene para la vida diaria
de los hombres y no en su carácter de verdad primera.
Desde esta filosofía, el cuerpo aparece como una herramienta al servicio de la praxis
de la vida, como un instrumento al servicio de la ciencia y sus descubrimientos. Nos

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encontramos frente a una concepción en la que el cuerpo recoge las dimensiones del
espacio, tiempo y fuerza motriz, propios de los descubrimientos de la física de su época,
incorporándose ya no solo como materia, sino también como dinámica de movimientos
que facilita o entorpece el desenvolvimiento en la vida social.
Más adelante, Hegel, con su filosofía histórica, postula la existencia de tres estadios
básicos: la tesis, la antítesis y la síntesis; estos tres estadios propios de la dinámica de los
procesos históricos tal como los entendía, nos instalan en un cuerpo que aparece también
en continuo movimiento y evolución. Con Hegel, el cuerpo pierde su lugar en el espacio,
su condición de materia medible y tangible, y se convierte en un continuo donde ocurren
las redes de relaciones en las que se desarrolla el devenir histórico, perdiendo así el
protagonismo que paradojalmente tiene en filosofías dualistas que, de tanto denostarlo,
terminan dándole un sitial mayor precisamente por su insistencia en negarlo. Más
adelante, con Marx, si bien se reivindica el mundo de lo material, la desaparición del
cuerpo como foco de intencionalidad o ente en libertad se agudiza aún más,
constituyéndose en un cuerpo sometido al determinismo del sistema económico, un
cuerpo que responde condicionado, explotado y oprimido por la cultura determinada
básicamente por el sistema social-económico-productivo.
Es sin duda con Nietzsche con quien el cuerpo se resitúa como protagonista de su
historia. La recuperación del cuerpo la emprende acometiendo contra todo tipo de
filosofías éticas que instalan concepciones de superioridad religiosa, filosófica o ética
por sobre el poder de los instintos y la sensualidad. Para Nietzsche (2008) es en el
cuerpo en donde coexiste lo de más humano y verdadero del hombre, y es desde este
territorio donde emerge en su mayor magnificencia:

«Cuerpo soy yo y alma» –así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?
Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es solo una
palabra para designar algo en el cuerpo.
El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño
y un pastor.
Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas «espíritu», un
pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.
Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún más grande, en la que tú no quieres creer
–tu cuerpo y su gran razón: esa no dice yo, pero hace yo. (Nietzsche, 2008. p. 64)

El cuerpo busca su expresión a través del pensamiento, sin embargo, en la necesidad


de someter lo corporal, perdemos la fuerza y voluptuosidad del mundo sensorial,
apareciendo el sinsentido de la vida. Para este filósofo del cuerpo, la continua negación
de dicha naturaleza aleja al hombre de su felicidad y lo sumerge en la desvitalidad
depresiva del asceta que:

[…] trata de utilizar la fuerza para secar las fuentes de la fuerza; en ella la mirada se dirige de un modo
rencoroso y desleal contra el propio florecimiento fisiológico, y, en especial, contra esas manifestaciones de
este que son la belleza y la alegría. (Nietzsche, 2007. p. 160)

Para Nietzsche la verdadera realidad no la encontramos fuera de la vida, sino en la

42
vida. La búsqueda de la felicidad no pasa
por el desapego ni por la negación de la propia fisiología, sino
que por el contrario, nuestra tarea como seres humanos consiste en mirar nuestra verdad
interior, enfrentándonos a ella con valentía, tanto en lo luminoso como en lo oscuro,
desechando todo tipo de idealismos moralistas y entregándonos al ser verdadero que
busca su expresión en nuestra vitalidad corpórea.
Alejándonos así de toda metafísica, Nietzsche nos invita a viajar a través de una
filosofía terrena, que piensa desde el sentir real del hombre y que transforma así su
espacio de acción en espacio de expansión y creación verdadera y honesta. Nuestro
cuerpo desde esta visión no constituye un obstáculo, sino que por el contrario, el cuerpo
es la gran guía de ruta, el que indica hacia dónde dirigirnos.
En nuestro modelo de trabajo, los postulados de Nietzsche constituyen un eje central,
en cuanto nos otorga las bases filosóficas para trabajar desde un cuerpo que sostiene el
bienestar personal y la posibilidad de cambio. La vida tampoco ocurre en otra parte, y la
obtención de mayores niveles de vitalidad y bienestar va de la mano con el
reconocimiento de que en el cuerpo encontramos un espacio de sabiduría
suficientemente profunda para trabajar desde ahí los cambios que necesitamos realizar en
nuestras vidas.
Si continuamos nuestro viaje y navegamos en las aguas del positivismo, observamos
que el cuerpo viene a constituirse en una herramienta de observación, un instrumento
similar al microscopio que observa desde la fisiología, pero que no puede hacerlo desde
la psicología, ya que el objeto de su observación es el observante mismo, el que conoce.
Desde una vereda muy distinta, en la fenomenología de Husserl, el cuerpo empieza a
tomar un lugar diferente, apareciendo como el que siente, el que intuye, como un recurso
descriptivo de la conciencia, canal limpio de acceso al fenómeno, tal cual aparece a esta.
En ese sentido, la «intencionalidad de la conciencia» de la que nos habla (cit. en San
Martín, 1987) no ocurre a pesar del cuerpo sino gracias al cuerpo. Merleau-Ponty,
discípulo de Husserl y parte del movimiento existencialista, coloca al cuerpo en un lugar
fundamental en el fenómeno del conocer y más aún en el fenómeno del ser-en-el-mundo.
Este filósofo nos plantea que a través del cuerpo accedemos al fenómeno, pero no de una
forma pasiva y reactiva, sino que el cuerpo contiene en sí mismo el entramado de
significaciones que intenciona la conciencia. Merleau-Ponty (1997), desarrolla la idea de
que el cuerpo unifica también en su sentirse como un todo, los procesos cognitivos: «los
sentidos comunican en la percepción como los dos ojos colaboran en la visión» (pp. 248-
249) y agrega:

mi cuerpo no es solamente un objeto entre los demás objetos, un complejo de cualidades sensibles entre
otras, es un objeto sensible a todos los demás, que resuena para todos los sonidos, vibra para todos los
colores, y que proporciona a los vocablos su significación primordial por la manera como los acoge. (Ibíd.
p. 251)

De este modo, no nos percibimos en forma parcelada sino que nuestra presencia en el

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mundo se instala desde el cuerpo como un todo presente y total. El cuerpo asume un
papel activo que se instala como ontológico: del ser que somos, como señala Gabriel
Marcel (Citado en Flores-González, 2005) «Yo soy mi cuerpo».
Para efectos de nuestro modelo de trabajo, este sentirnos desde el cuerpo nos instala
desde una certeza que ya no se sustenta en argumentos lógicos sino que en un sentir que
me define, un sentir sin el cual no soy, ya que me instala en el mundo de
intersubjetividades y me da los lineamientos instintivos e intuitivos para entregarme al
devenir, al movimiento de la vida y desde ahí dirigir mis intenciones, mis atenciones y,
por lo tanto, mi conciencia.
Conozcamos ahora a uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, Michel
Foucault, quien nos entrega una interesante mirada sobre la posición que el cuerpo ocupa
en el entramado social de poder al interior de las diferentes culturas. Foucault (2008) nos
describe el paso desde una sociedad considerada primitiva y salvaje que castiga y
penaliza al cuerpo, a través de los suplicios y las torturas, a una sociedad «civilizada»
que bajo una supuesta benignidad de las penas, migra desde un castigo del cuerpo a un
castigo del alma. Así, el autor señala que a lo largo de la historia, se adhieren al sistema
penal ciertas disciplinas que penalizan el alma a través de una serie de herramientas
«técnicas» que permitirán los diagnósticos y exámenes, propios de la cultura moderna:
«Recurrir a la psicofarmacología y a diversos ‘desconectantes’ fisiológicos, aun en
forma provisional, se encuentra dentro de la lógica de esta penalidad ‘incorporal» (Id. p.
20). Para Foucault, la cultura imperante intenta esconder su poder de control de los
cuerpos mediante la eliminación del dolor, queriendo ocultar así el salvajismo arcaico
del hombre en su ejecución de poder sobre otros.
Esta aparente benignidad penal se adhiere a una cada vez más sofisticada estrategia de
poder que se cristaliza mediante la disciplina, la que se desarrolla cada vez con más
prolijidad en cada uno de los detalles que atraviesan nuestra vida diaria. Para Foucault
esta «disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos ‘dóciles’. La
disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos de utilidad económica) y
disminuye esas misma fuerzas (en términos de obediencia política)» (Ibíd. p. 160). Esta
disciplina se construye mediante hitos de control permanentes, de hábitos recurrentes, de
rituales exigidos a las diferentes formas de categorización social: colegios, instituciones
psiquiátricas, cárceles, fábricas, iglesias. Estas contienen un sello en su interior que se
manifestará en hábitos de vida, ejercicios, costumbres alimentarias, horarios, e incluso
arquitecturas que responden al control necesario de los cuerpos al servicio del sistema.
Aparece así la gran paradoja de un cuerpo que, energizado fisiológicamente y con una
aptitud aumentada, es un cuerpo sometido y dominado por los poderes imperantes de la
sociedad y la cultura. Para esto Foucault nos señala que en nuestra civilización se
intervienen los espacios de ocio del ser humano, eliminando las posibilidades de
inactividad, cerciorándose de estratificar un sinnúmero de actividades que inhiban el
ensayo creativo y la autorregulación natural del ser humano en libertad.
Antes de finalizar nuestro recorrido por la filosofía quiero invitarlos a compartir
algunas ideas básicas de la biología del conocimiento, a través de un conocido

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experimento que relata Humberto Maturana (1990). En este, a una salamandra se le rota
la retina del ojo en 180 grados, y se observa que luego de dicha intervención, la
salamandra lanza su lengua en función de la rotación de la retina y no en función de
donde se encuentra su alimento. Esto nos plantea que la conducta de la salamandra, dice
relación con su sistema de correlaciones internas sensoriomotoras, y no con la
percepción de una realidad objetiva independiente, determinada por el lugar en el que se
encuentra el alimento.
Lo que el autor nos plantea, a través de este experimento, es que los seres vivos somos
perturbados, mas no determinados, por el entorno. Esto nos saca de la causalidad
aristotélica propia de nuestra forma de pensar occidental y nos señala que no son las
características de la perturbación (causas), sino las de nuestra propia estructura
(correlaciones internas), lo que determina nuestra conducta. Para Maturana, nuestro
sistema nervioso actúa «como una red cerrada de cambios de relaciones de actividad
entre sus componentes» (Maturana y Varela, 1984, p. 111), y a esto lo denomina
«clausura operacional» y, su significación es fundamental para comprender el cómo
conocemos.
Si pensamos que en nuestra vida cotidiana somos perturbados y no determinados por
estímulos externos, nuestra conducta se construye en función de interacciones
modificantes entre el organismo y el entorno. Esto es denominado por Maturana
acoplamiento estructural y se da en una deriva en la que mi estructura y el entorno
navegan modificándose mutuamente, similar al río de Heráclito que fluye en continuo
cambio, o como el fuego, cuyo movimiento y forma no podemos determinar. Nuestra
estructura puede ir cambiando y nuestro entorno también, lo interesante es que nuestra
organización e identidad se mantienen, no nos hemos convertido ni en monos ni en
mesa, seguimos siendo Carmen, Ernesto o Juana.
Si incluso nuestras células cambian permanentemente ¿qué es lo que hace que
sigamos siendo quiénes somos? Para Maturana y Varela (1984) lo que se mantiene es la
organización y, entienden como organización «a las relaciones que deben darse entre
componentes de algo para que se lo reconozca como miembro de una clase específica»
(Id. p. 28). Para la biología del conocimiento el cambio ocurre a nivel de la estructura, si
la organización se modifica la identidad desaparece, esto puede observarse en el
fenómeno de la muerte física como también en la psicosis como desorganización
identitaria. ¿Pero cuál es esta organización que define al ser vivo como tal? Para
Maturana es la organización autopoiética en la «que los seres vivos se caracterizan
porque, literalmente, se producen continuamente a sí mismos.» (Ibíd. p. 25). Si la
autopoiesis se pierde, la organización ser vivo, desaparece.
Para los efectos de nuestro modelo, es fundamental lo que la biología del
conocimiento plantea, ya que los cambios adaptativos que promovemos a través del
coaching corporal, tienen que ver con la estructura de la persona, y la línea de base que
orienta nuestro trabajo es la mantención de la organización en línea directa con la
mantención del sentido de sobrevivencia y el respeto al contexto sociocultural de esta.
Por otra parte, tal como veremos más adelante, nuestro modelo recoge de la biología

45
del conocimiento la definición de dominios, distinguiendo «la dinámica interna del ser
vivo como fisiología, y la dinámica de acciones como conducta» (Maturana, 1990, p. 50.
Figura 5). En esta dinámica de acciones que constituye la conducta aparece en el ser
humano, el lenguaje. Para Maturana, la aparición del lenguaje en la historia de la
humanidad, puede ser entendida como función de la interacción entre el hombre y su
entorno, en un continuo devenir adaptativo (de acoplamientos estructurales), gestándose
una coordinación social que permitió la emergencia de coordinaciones cada vez más
complejas hasta llegar a constituirse una totalidad cualitativamente diferente en el
hombre, la capacidad de reflexionar (Maturana, Varela, 1984).
Esta función emergente constituye el observador que somos y nos permitirá realizar
distinciones cada vez más complejas respecto de nosotros mismos y del entorno que
habitamos.
En relación al dominio biológico, Varela plantea que nuestro cuerpo posee una suerte
de cognición en la que, por ejemplo, en el caso del sistema inmunológico, se sustenta en
la capacidad del organismo de llevar a cabo funciones de tipo cognitivas:

Para cumplir un papel de defensa, el sistema inmunitario debe poseer propiedades típicamente
cognitivas. En primer lugar, debe poseer la capacidad de reconocer diversos perfiles moleculares: los
perfiles moleculares extraños (o antígenos, en jerga inmunológica), su naturaleza «extraña» y su potencial
patógeno que amenaza la integridad física del sujeto. Luego, el sistema inmunitario debe poseer una
capacidad de aprendizaje que le permita reconocer y defenderse contra nuevos antígenos. Debe poseer una
memoria que conserve el recuerdo de las nuevas formas encontradas. El reconocimiento, el aprendizaje y la
memoria forman parte de los procesos y mecanismos estudiados por las ciencias cognitivas. Comúnmente
estos modelos se relacionan con el cerebro, que sería su semejante biológico. (Varela, 2000, p. 122)

Desde nuestra perspectiva, el dualismo cuerpo-mente es resuelto por Varela (2000), en


el momento en que distingue el surgimiento de algo nuevo y diferente: el emergente; es
decir, aquella función mayor que surge de interacciones de un nivel inferior, algo así
como la relación entre las partes y el surgimiento del todo cualitativamente diferente, tal
como lo vimos en el caso de la aparición del lenguaje. Para Varela la mente no está en el
cerebro, sino que «es algo que emerge de la tonalidad afectiva, que está anclada en el
cuerpo» (Id. pp. 247 y 248), es desde el cuerpo y su dinámica de correlaciones internas
desde donde emerge esta función totalizadora que da una identidad orgánica unitaria, un
sentido de «sí mismo» a las distintas partes del funcionamiento orgánico. En efecto, la
emoción es ya intrínsecamente cognitiva, y solo en el momento en que lo seres humanos
hayan cambiado de perspectiva y dejen de considerar que la razón es el principio central de la mente,
entonces podrán ver la emergencia del momento de la mente a medida que ocurre. Se origina en este caldo,
el organismo total en situación, y entonces da origen a este movimiento ascendente, que se va extendiendo
gradualmente como lo picos de una montaña. (Id. p. 248)

La existencia del ser humano, se instala como una emergencia que integra en un nivel
cualitativamente diferente y más complejo, el cuerpo y la mente. El cuerpo no constituye
ya la cárcel del alma como señalaran los místicos, ni el alma la cárcel del cuerpo, como
señalara Foucault; por el contrario, ambos son la única posibilidad de aparición de una
unidad mayor y distinta en sentido y significación: el hombre15. Ya Aristóteles planteaba

46
al ser humano como imbricado en el nudo entre cuerpo y mente; sin embargo, no pudo
dar a esta nueva cualidad las condiciones de existencia que lo desataran de la prisión del
mundo de las ideas que había instaurado Platón.
El coaching corporal MARES trabaja sobre esta emergencia y no hace otra cosa que
integrar lo que nunca ha podido ser desintegrado ya que, de otra manera, no sería. La
existencia del hombre se sostiene sobre los dominios que lo constituyen, y desde esta
perspectiva el objetivo del modelo será el dar sentido y significación al ser desde el
cuerpo. Su objetivo es ampliar la conciencia de sí y aumentar los recursos de adaptación
que posee tanto en su dimensión biológica como psicológica y social.
La biología del conocimiento nos instala en la posibilidad de gatillar cambios
estructurales mediante modificaciones en la secuencia de interacciones del organismo
con su entorno, siendo esta un terreno abierto al trabajo con movimiento, atención,
respiración y expresión, haciéndonos conscientes de este proceso de acoplamiento e
intencionando cambios de estado en el organismo, que promuevan la flexibilidad en la
utilización de estrategias de adaptación. Sin embargo, el MARES recoge el hecho de que
la identidad del ser vivo requiere la mantención de su organización por lo que el respecto
a la persona y su identidad será un aspecto esencial a tener en cuenta a la hora de realizar
su trabajo.
Desconocemos los nuevos emergentes que pueden estar sucediendo o podrían surgir
como funciones del pensamiento; sin embargo, si el contacto organismo-entorno lo
permite, podemos desarrollar niveles de conciencia absolutamente diferentes a los
existentes en la actualidad y, en este proceso, el cuerpo como foco de nuestra conciencia
nos brinda un espacio fundamental de trabajo.
Finalmente, considero fundamental el hecho de que en nuestro trabajo nos
enfrentamos a límites desconocidos, dado que la estructura biológica presenta un grado
de plasticidad que desconocemos, y el movimiento del entorno nos muestra cambios
frente los cuales no tenemos control. Esto nos plantea una elección existencial no menor:
habitar la incertidumbre desde el control y el miedo, o desde la confianza.
En este trabajo, los invito a recorrer el camino de la confianza, confiando así en el
poder del acoplamiento entre el cuerpo y su entorno. En la confianza de que nos
construimos día a día en este proceso de interacción y de que poseemos los recursos para
aumentar las posibilidades de acción en el mundo.
11 Durante la Grecia antigua se busca la conexión entre el hombre y la arquitectura, y en esta búsqueda aparece un
importante descubrimiento: la proporción áurea. Con ella, los griegos descubren mediante estudios geométricos
que existe una relación proporcional entre las partes del cuerpo humano. Esto los lleva a establecer algunas
proporciones que serán fijas y estables de un hombre a otro y que serán utilizadas en el diseño de templos y
grandes construcciones.
12 Quien es denominado, por muchos «el padre de la etnografía francesa».
13 Los esenios fueron una de las fuerzas importantes de la vida religiosa en la Palestina del tiempo de Jesús.
14 Sistema filosófico que identifica toda realidad con Dios: como su manifestación (panteísmo inmanentista),
como resultado de su eterna emanación (panteísmo emanantista).
15 En sentido genérico.

47
CAPÍTULO 2
CUERPO Y COACHING

PSICOLOGÍA Y CUERPO
Si observamos el desarrollo de las diferentes escuelas psicológicas podemos ver que
todas ellas tienen sus raíces en las grandes preguntas de los filósofos, quienes también, a
su manera, fueron grandes psicólogos, que estudiaron los fenómenos de la conciencia y
del conocer. Esto explica la lucha incesante de algunas corrientes de la psicología por
separarse de la filosofía. Esta lucha parte a fines del siglo XIX, cuando se crea el primer
laboratorio de psicología experimental logrando instalar a la psicología dentro de la
práctica científica que no solo la aleja de la filosofía especulativa sino que también de la
fisiología.
En sus inicios, la psicología experimental utiliza la introspección como método para
reconocer los fenómenos de la conciencia, tales como sensaciones, emociones e
imágenes, y estudia sus relaciones. Más adelante, la corriente estructuralista mantendrá
un enfoque experimental pero se abocará a conocer nuestra estructura mental con el fin
de determinar las leyes que la gobiernan, conectando estas leyes con sus condiciones
fisiológicas, es decir corporales. El foco corporal en esta época será definitorio en todos
los hallazgos, dado que será a través del cuerpo como instrumento de experimentación
donde se estudiarán las relaciones y comportamientos que aparecen a la conciencia.
En esta búsqueda de principios, surge la Psicología de la Gestalt que descubre leyes
que rigen la percepción, entre las que destaca la tendencia a ver totalidades y no
sumatoria de partes16 y la ley de figura y fondo, entre otras17. La unidad que aparece a la
conciencia constituye la «Gestalt» o figura, la que no funciona por determinismos
simples ni por asociaciones, sino que debe ser entendida y comprendida desde la
complejidad cualitativamente diferente que constituye su totalidad (Piaget en VV.AA.,
1970). Para la Psicología de la Gestalt, la psicología experimental no da cuenta de los
fenómenos humanos e históricos que constituye la cultura, con su intrincada red de
sentido y significación. De este modo, se plantea que la psicología científica no puede,
con el mismo sistema de las ciencias naturales, explicar el sentido y el significado propio
de problemas psicológicos más complejos, ya que para esto se requiere una mirada
diferente: es necesario que el comprender tome el lugar del explicar (Koffka, 1973).
Esta comprensión ubica a la Psicología de la Gestalt en la línea de pensamiento
fenomenológico postulada por Husserl, acercándonos al fenómeno desde una mirada
descriptiva e ingenua, permitiendo que este aparezca en su totalidad tal como surge ante
la conciencia del observador. Para Koffka, quien junto a Wertheimer y Köhler constituye
uno de los representantes de la Psicología de la Gestalt, explicación y comprensión son
lo mismo, ya que «lejos de sentirnos impulsados a desterrar de la psicología y de la

48
ciencia en general conceptos como los de sentido y valor, debemos usarlos para lograr
una compresión total del espíritu y del mundo —comprensión que es, al mismo tiempo,
una explicación total» (Ibídem, p. 38).
El Funcionalismo, en su variante pragmática, tiene como representante a William
James. Para el Funcionalismo la conciencia se encuentra en un permanente movimiento
y cambio entre percepciones y sensaciones en una suerte de proceso determinado por las
funciones de adaptación que debe llevar a cabo el organismo para su sobrevivencia. De
este modo, aprendemos y cambiamos debido a la necesidad funcional de sobrevivir y no
únicamente a partir de las posibilidades estructurales y sus leyes determinantes.
Tal como señala Darwin, el desarrollo filogenético de las especies y el ser capaz de
adaptarse a diferentes ambientes y contextos es la clave para la sobrevivencia de un
linaje. La diversidad trae la fuerza al recoger la sumatoria de variaciones que han sido
heredadas por especies o linajes diferentes, las que a su vez también han sobrevivido
gracias a su herencia de variaciones adaptativas. Lo anterior implica, a nivel de
sociedades humanas, que la mezcla de razas, clases y linajes aumenta las probabilidades
de sobrevivencia, ya que amplía el repertorio de recursos heredados para adaptarse a
entornos diferentes (Darwin, 1967).
Lo que me parece más interesante para efectos de nuestro modelo, es que, según
Darwin, la incorporación de un mayor repertorio compensa incluso la falta de recursos
en ciertos individuos: «Un gran número de individuos, por aumentar las probabilidades
de la aparición de variedades ventajosas en un período dado, compensará una
variabilidad menor en cada individuo» (Ibíd. p. 157). La exaltación de la
homogeneización en nuestra cultura, la utilización de los denominados «dispositivos
culturales» descritos por Foucault, tendientes a disciplinar a las sociedades, no parecen
tener soporte desde la historia evolutiva, sino más bien contribuyen a la pérdida cada vez
mayor de los recursos adaptativos que poseemos como seres humanos.
Como reacción a la corriente funcionalista de la psicología aparece la corriente
conductista. Estamos a comienzos del siglo XX en un contexto imbuido por la
experimentación y el control sobre las variables; aquí es donde el Conductismo aparece
como una forma de poder realizar modificaciones y predecir conductas con un objetivo
radicalmente distinto: el comportamiento objetivamente observable. No se trata de que el
Conductismo niegue la importancia de la mente o la conciencia sino que, para efectos
experimentales y de ciencia, considera que lo único sobre lo que se puede decir algo es
sobre la conducta observable y por tanto es sobre esta que la que la psicología debe
trabajar.
El foco del psicólogo está en el proceso de socialización y condicionamiento de
hábitos y conductas socialmente aceptables, y desde aquí las emociones serán entendidas
también como parte de estos patrones de hábitos entrenables y controlables. Tal como lo
señala Watson «en nuestro estudio de la conducta humana ahora podemos volver a la
ciencia natural. La vida emocional crece y se desarrolla como los demás equipos de
hábitos» (Watson, 1945, p. 196).
En el Conductismo, el cuerpo, al ser aquello sobre lo que se funda el movimiento, es

49
definitorio para comprender el fenómeno del comportamiento y de las emociones. Para
el psicólogo conductista el cuerpo es un protagonista no menor en lo que se refiere a las
emociones, tal como lo plantea el mismo Watson: «El otro estímulo que provoca la
reacción de miedo es la falta de sustentación, en especial cuando el cuerpo no está
preparado para compensarla […] La obstaculización de los movimientos corporales
promueve la serie de respuestas que llamamos ira» (Watson, 1945, pp. 182-183). Este
tipo de estudios responde a una forma de ver el cuerpo como instrumento al servicio de
la sociedad y sus normativas imperantes. Estamos frente a un cuerpo mecanizado y
determinado por causas y estímulos, un cuerpo controlado al servicio de objetivos que no
le son propios y que responden al ámbito social. El dominio de la razón aparece ahora
bajo otra de sus formas: la manipulación y fiscalización del cuerpo. Como nos señala
Foucault, la psicología, así como la sociología y la antropología, es uno más de los
dispositivos a ser utilizados por la cultura de la disciplina.
Una importante corriente dentro de la psicología del siglo XX, y que ha tenido gran
influencia, es el Psicoanálisis. Aquí nos encontramos con una diferencia central en
relación a las corrientes anteriores: el estudio ya no está en lo observable, ya sea la
conducta o la conciencia, sino que en las pulsiones que habitan fueran de nuestra
conciencia y que la determinan. Para Freud nuestra estructura mental está constituida por
un «ello» que acoge los impulsos y pulsiones inconscientes asociadas a lo biológico, un
«yo» que negocia permanentemente con la realidad a fin de canalizar la satisfacción de
dichos impulsos y un «súper yo» que contiene la internalización de los patrones
culturales, morales y éticos de la sociedad, enseñados en primer lugar por los padres.
Desde esta perspectiva, el cuerpo está fuertemente ligado al ello y sobre todo a la
sexualidad de la primera infancia donde las experiencias de goce son rechazadas y
reprimidas al inconsciente, transformándose posteriormente en síntomas. La represión de
dichos contenidos o impulsos y su consistente lucha por no aparecer a la conciencia, se
traduce en una tarea que demanda una gran cantidad de energía de parte del aparato
psíquico del sujeto y que explica las conductas patológicas de este. El concepto de
inconsciente y el de represión, desde este punto de vista, explican los trastornos
psicológicos de todo tipo, como neurosis, histerias, fobias y psicosis. El estudio de la
Psicología ya no se centra en los contenidos que aparecen a la conciencia sino que, por el
contrario, en aquello que no aparece, por lo que el trabajo del psicoanalista consiste en
vencer las resistencias llevando a la conciencia dichos conflictos inconscientes
portadores del conflicto.
Si bien en un principio el Psicoanálisis intenta tener un fuerte arraigo en lo biológico
con la atención de pacientes histéricas con síntomas conversivos, rápidamente deja de
lado el tema del cuerpo y se avoca a intentar descubrir e interpretar el mensaje oculto o
simbólico que el cuerpo quiere transmitir, como una metáfora expresiva de lo que
acontece a nivel inconsciente. La negación del cuerpo, es acogida en el psicoanálisis
como parte de los malestares que la cultura impone al ser humano. El cuerpo ya no
aparece como un aliado instrumental que puede ser modificado y controlado como en el
conductismo, sino que se muestra como cuerpo rebelde, que al ser controlado y

50
reprimido en sus apetencias de la infancia, desarrolla mecanismos de expresión
simbólica que se traducen en patologías.
Desde lo simbólico, para el Psicoanálisis el cuerpo se expresa en la integración entre
el organismo biológico y el lenguaje, que habla acerca de los padecimientos de la
psiquis. Se trata de un cuerpo imaginario dominado por la palabra; lo simbólico
construido desde la cultura se instala sobre el cuerpo y arma su espacio imaginario. En
esta mirada continúa la soberanía del pensamiento, el cuerpo no aparece como tal, sino
que es definido desde el lenguaje, especialmente desde la mirada de Lacan.
¿Qué está comunicando mi cuerpo?, ¿cómo comunica aquello que mi lenguaje no
expresa?, ¿cómo habla de lo que soy y de lo que siento? El Psicoanálisis nos acerca al
cuerpo en su dimensión simbólica, aspecto que desarrollaremos más adelante, cuando
abordemos el cuerpo como vehículo expresivo en su significación social y cultural.
No habiendo una teoría clara en relación a la participación de la dimensión biológica y
corporal en los dinamismos psíquicos descritos por Freud, sino más bien un gran
misterio oculto tras simbolismos que habitan en el lenguaje, es Wilhelm Reich, uno de
sus discípulos, quien desarrolla una teoría que involucra claramente al cuerpo en el
dinamismo psíquico. Para Reich, la causa de las patologías de índole mental está en la
supresión de las necesidades biológicas de gratificación sexual, producto de la represión
de nuestra cultura autoritaria patriarcal. Desde esta premisa elabora un enfoque de
psicoterapia en el cual incorpora su concepción de «acorazamiento» contra la naturaleza
del sí mismo, producto de dicha represión. Reich desarrolla una elaboración propia de la
técnica psicoanalítica que se orienta al tratamiento específico de dicho acorazamiento en
su plano caracterológico corporal. Para esto, elabora una técnica denominada
orgonterapia: «Su principio fundamental es la de restauración de la motilidad
biopsíquica por medio de la disolución de las rigideces («acorazamientos») del carácter y
de la musculatura» (Reich, 2010, p. 18). La labor terapéutica se instalará no solo como
un aporte individual, al otorgar la posibilidad de vivir desde la propia libertad de ser uno
mismo, sino que también a nivel de una libertad social en la que el hombre en
democracia, demolerá todos aquellos impedimentos y cadenas impuestas socialmente,
pudiendo discriminar cuáles de dichos preceptos le son propios y cuáles no. De esta
manera, crea no solo una forma de hacer terapia, sino un discurso sociopolítico que alude
a la democratización de la vida del individuo y también de la sociedad.
Reich nos entrega un elemento fundamental para efectos del coaching corporal que
radica en la importancia del «cómo» por sobre el «qué», haciendo énfasis en toda la
información que entrega lo no verbal, tan poco considerado en la psicología tradicional.
El cuerpo, de esta forma, no solo se instala como eje para el trabajo sobre la «coraza
caracterológica» mediante el tratamiento sobre la «coraza muscular»18 del individuo,
sino que también otorga importante información a nivel expresivo. Reich plantea la
existencia de corazas musculares segmentadas en forma de anillos en diferentes niveles
del cuerpo, una suerte de fijaciones traducidas en «tensiones musculares crónicas»,
(Reich, Ibíd., p. 233) asociadas a la energía sexual y a ciertas emociones básicas. Estos
descubrimientos serán desarrollados posteriormente por la Bioenergética de Alexander

51
Lowen, seguidor de Reich, quien incorpora al sistema muscular como un protagonista
fundamental en la descripción del funcionamiento de la dinámica emocional de los seres
humanos.
El modelo MARES recoge de Lowen la descripción de 5 biotipos o tipos
bioenergéticos (heredados de Reich), dado que cada uno de estos «tiene un patrón
especial de defensa tanto en los planos psicológicos como en los musculares, que lo
distingue de los demás» (Lowen, 2011, p. 125). Lowen nos entrega un método que
trabaja sobre los problemas de índole psicológica, profundizando el abordaje de «la
expresión física de dicho problema tal como se manifiesta en la estructura corporal y en
el movimiento del paciente […] este tratamiento intenta de manera sistemática liberar la
tensión física de los músculos crónicamente contraídos y en estado espasmódico»
(Lowen, 2010, p. 12). Mediante movimientos y posiciones corporales, recupera la
respiración y la movilidad naturales, liberándolas de las tensiones crónicas, que a la larga
son la causa de trastornos psicosomáticos y emocionales.
La Bioenergética es sin duda uno de los modelos que nos entrega herramientas de
trabajo diagnóstico con ejercicios y posturas que favorecen el trabajo de transformación
y aprendizaje desde el cuerpo. La Bioenergética abre paso a una serie de otros enfoques
integrativos sobre el cuerpo que serán parte de la construcción de nuestro modelo.
Si continuamos nuestro recorrido por la Psicología nos encontraremos en Estados
Unidos con un movimiento denominado Contracultura, que responde a un
cuestionamiento político, social y artístico al sistema imperante. Desde la Psicología,
este movimiento se traduce en la llamada Tercera Fuerza. Aquí, psicólogos humanistas
como Rogers, Maslow, May, Allport y Fromm responden al Conductismo y al
Psicoanálisis como formas de abordar los fenómenos psíquicos. Rogers, señala:

Nuestro trabajo ha «llegado a la raíz» de muchos de los conceptos y valores de nuestra cultura y ha
producido un «cambio completo y marcado» en muchos principios y procedimientos. Lo más notable es que
ha modificado el modo de pensar acerca del poder y del control en las relaciones interpersonales. (Rogers,
1980, p. ix)

Los psicólogos humanistas, postulan una visión positiva del hombre, ya no nos
encontramos determinados por fuerzas externas, pulsiones o estímulos que nos dejan
sujetos en una especie de prisión existencial. Nos hablan de la libertad, del conocimiento
de uno mismo, de la responsabilidad personal y de la capacidad de autorregulación del
organismo; dejando de lado lo cuantificable y lo patológico, propios de otras visiones.
Para Fromm, el cuerpo expresa, al igual que los sueños, un lenguaje simbólico
universal que ha de ser considerado al momento de abordar el fenómeno de la existencia
humana. «Toda emoción profunda y auténticamente sentida, y hasta todo pensamiento
genuinamente sentido, se expresa en nuestro organismo» (Fromm, 1969, p. 22). Para la
psicología humanista, el ser humano es único e irrepetible y la tarea del hombre es
desarrollar eso único que somos, escuchando también nuestra dimensión corporal.
La psicología existencial desafía las posturas humanistas que conciben al ser humano
como centrado en sí mismo y autoenfocado, con la visión de un sí mismo que se instala

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en la superficie de contacto entre el hombre y su entorno. La mirada más positiva de los
humanistas, basada en el concepto de expansión del propio potencial y autorrealización,
versus el desarrollo del poder de decisión y voluntad en un campo fenoménico que se
define en la superficie de contacto de la relación yo-tú. De este modo, como señala
Hubert L. Dreyfus (1980) «el ‘ser-en’ de este ‘ser-en-el-mundo’ del Dasein
existencialista no debe entenderse como una característica de los objetos ubicados
espacialmente con respecto a otros objetos» (Ibíd. p. 45), sino que como un «ser-en-el
mundo», que se instala como un devenir, un proceso más que como una identidad a ser
descubierta.
En el contexto del movimiento humanista en EE.UU. y de la influencia del
existencialismo europeo, surge de manos de Fritz Perls, la llamada Terapia Gestalt, que
toma su nombre de la Psicología de la Gestalt, y recoge los estudios referentes a las leyes
de la percepción. El concepto de figura o Gestalt cobra especial atención en este tipo de
terapia, ya que define el campo terapéutico en función de lo que aparece como figura
significante para el paciente. De este modo, la Terapia Gestalt reconoce en este la
responsabilidad y tutoría de su proceso, reivindicando la capacidad de autorregulación
organísmica y por tanto la responsabilidad del hombre sobre su vida. La Terapia Gestalt
de orientación más existencialista, define el sí mismo como devenir o proceso en curso,
distinguiendo en este 3 modos o funciones. La función Ello relacionada con aspectos
organísmicos generales inconscientes, la función Personalidad que dice relación con el
sentido identitario que se construye con la historicidad del individuo, y la función Yo
que define los aspectos relacionados con la voluntad de elegir y la capacidad de tomar
decisiones.
Los ejercicios y dinámicas propios de la Terapia Gestalt, al intencionar instalarse en el
aquí y ahora, utilizan necesariamente la sensación física y el direccionamiento
atencional, aspectos básicos de nuestro modelo. Dichos ejercicios facilitan el que
personas y grupos puedan trabajar desde una corporalidad consciente la búsqueda de su
bienestar, aumentando su poder de acción en el mundo. Además, la Psicoterapia Gestalt
considera especialmente importante tener en cuenta y reconocer las interrupciones que la
mente realiza. Esto facilita también nuestro trabajo, ya que nos conecta con lo que nos
pasa, permitiéndonos identificar las maniobras mentales de evitación de contacto con
nosotros mismos y con nuestro entorno. Por último, quiero destacar la simetría de poder
que coloca al terapeuta como facilitador del proceso y no como guía o experto, y la
mirada fenomenológica que busca comprender el cómo más que el porqué de lo que le
pasa al paciente. Creemos que es, desde el cuerpo presente y sentido, desde donde nos es
más fácil responder este tipo de preguntas. Buscar los porqués y sus respuestas, nos
instala en el dominio de la mente y nos entrampa en el juego de ilusiones del pasado y el
futuro, sacándonos del momento presente. Por último, el rescate de los aspectos propios
que son rechazados por la cultura y consecuentemente por nosotros mismos, denominado
por la Gestalt trabajo con polaridades, constituye una poderosa metáfora para ser
utilizada en el coaching corporal en la dimensión de trabajo que denominamos trabajo de
expresión simbólica.

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Ya en enfoques psicoanalíticos modernos se migra hacia un trabajo orientado a la
situación presente del paciente. Fenómenos como la asociación de ideas, la transferencia
en la relación presente del paciente con el terapeuta y, el fuerte foco en la observación de
la expresión corporal de lo caracterológico del enfoque reichiano, nos hablan de la
importancia que tiene el trabajar en el presente, para lograr el bienestar y la salud. Sin
embargo, no es sino en la Terapia Gestalt donde «el presente» toma una preponderancia
fundamental como método de trabajo.
En el coaching corporal MARES creemos que habitamos indefectiblemente el
presente cuando trabajamos desde el cuerpo. El cuerpo no recuerda, el cuerpo no
proyecta futuros ni imagina. El cuerpo habita en un presente incesante y, desde este
trabajo es que traemos a la persona a instalarse en un devenir del ahora de sí mismo.
Mantener la atención en la sensación del cuerpo entrega a nuestra mente la disciplina del
estar en el aquí y el ahora con un darse cuenta permanente; un aprendizaje que
constituye el centro de las técnicas utilizadas por la terapia gestáltica, y que por tanto
constituyen un valioso aporte a nuestro modelo de trabajo.

COACHING
Para los fines del presente trabajo, definiremos el coaching como un proceso de
aprendizaje que promueve la ampliación de nuestros recursos con el fin de aumentar
nuestra capacidad de acción en el mundo. En cuanto proceso de transformación, el
coaching implica aprender pautas de interacción diferentes a las establecidas
habitualmente, incorporando el nivel corporal, emocional y mental como dimensiones
propias de la conducta.
Si la transformación de una persona es transversal a los diferentes ámbitos en los que
se desenvuelve, decimos que se trata de una transformación ontológica, es decir, una
transformación del ser que soy en el mundo. Una transformación ontológica surge frente
a preguntas existenciales sobre cómo habito la vida: ¿Vivo mi vida como protagonista o
cómo víctima?, ¿habito el mundo sacrificando mi bienestar o priorizándolo?, ¿mi
sensación existencial es la de ser suficiente o la de que hay algo en mí que siempre
falta?, ¿habito desde la exigencia o desde el disfrute?, ¿es el mundo un lugar en el que
puedo ser quien soy o debo ser algo diferente?, ¿vivo en el agradecimiento o en la
queja?, ¿es el mundo un lugar peligroso que debo controlar o un lugar en el que puedo
habitar en la confianza?
Todas estas preguntas tienen a la base cuatro elementos:

1. 1. El observador que soy desde el lenguaje, que mira el mundo en el que habito
desde un cierto prisma (distinciones).
2. 2. El juicio maestro que constituye aquella interpretación que se encuentra a la base
de mi forma de ver el mundo y que orienta mi accionar en él. Un juicio maestro
puede ser por ejemplo, el de «no ser suficiente», y sobre este se construirían una
serie de juicios y emociones que se traducirán en posibilidades y/o limitaciones en

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diferentes áreas de la vida.
3. 3. La forma de mirar el mundo, dado el observador que soy. Siguiendo el ejemplo
anterior, si mi juicio maestro es el de «no ser suficiente», yo podría mirar el mundo
como, un lugar exigente, agotador, peligroso, etc.
4. 4. Un cuarto elemento es la constelación de conductas que se construye desde ahí,
la que en nuestro modelo llamaremos personaje o arquetipo, y que en este caso
podría ser el de la víctima, el guerrero u otro que contenga conductualmente las
conductas que despliego dados los elementos anteriormente descritos.

Los tres elementos iniciales modulan los grados de libertad con los que me muevo en
mi relación con el entorno. El cuarto se constituye como una constelación general que
me permite, como veremos más adelante, trabajar a nivel simbólico.
Veámoslo con un caso real:
Sebastián es el mayor de tres hermanos. Luego de una enfermedad de su padre, se ha
constituido en el sostén de su familia durante muchos años, siendo él quien cuida y se
hace cargo de esta. Esta manera de funcionar se traslada paulatinamente a otros entornos
como, por ejemplo, el colegio y posteriormente, la universidad, donde se caracteriza por
ser el que presta los cuadernos, ayuda en los trabajos a sus compañeros y apoya en el
estudio a los amigos con dificultades. Cuando Sebastián inicia su etapa laboral destaca
por ser una persona en la que se puede delegar fácilmente, aliviando a sus jefes de sus
cargas laborales. Si bien esto le vale el alcanzar rápidamente valoración al interior de las
organizaciones en las que trabaja, le presenta hoy en día dificultades para liderar
proyectos que requieren de un trabajo en equipo (por tanto, compartido), ya que tiende a
ser desconfiado respecto de las capacidades de sus compañeros y le cuesta delegar en sus
colaboradores. Junto a esto presenta problemas frecuentes de colon y ha debido
ausentarse de su trabajo por estrés laboral.
Actualmente, la empresa en la que trabaja enfrenta un proceso de migración
tecnológica, situación que requiere de alta capacidad para delegar y trabajar en equipo. Y
esas son competencias que a Sebastián le cuesta desarrollar.
Si analizamos este caso desde los conceptos antes descritos, podríamos entender la
dinámica de Sebastián de la siguiente manera: Su observador no posee distinciones
claras sobre el cómo, a quién y cuándo pedir ayuda y tampoco sobre el decir que no. Así
su juicio maestro se instala desde una carencia permanente en relación a lo que da, algo
así como un «lo que hago nunca es suficiente». Este juicio maestro anuda una serie de
significaciones en relación al ayudar como deber natural e inclaudicable; y pedir como
no recomendable laboralmente, sumado a que decir que no, aparece como irresponsable
y en ocasiones egoísta. Sin duda, su sistema de creencias se asocia al deber ser, la
bondad, la autoexigencia y la perfección. Para Sebastián el mundo es un lugar exigente,
agotador y, donde el rendimiento debe ser perfecto. Este ejemplo nos muestra el carácter
transversal que puede tener la forma en que habitamos el mundo, trasladándose a los
diferentes dominios de la vida y, por tanto, definiendo nuestra forma de actuar en él.

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Desde el coaching ontológico, lo que hacemos es promover las preguntas que abran la
mirada respecto de cómo habitamos el mundo, a fin de
ampliar las distinciones existentes y favorecer un repertorio más amplio de acciones
posibles. Así, el cambio no pasa por un cambio en un
solo dominio específico de la vida, sino que se hace transversal a la forma de habitar el
mundo en su totalidad y, por ende, al cómo se actúa en los dominios familiar, de pareja,
laboral, etc.
En mi experiencia, este tipo de trabajo, en base a preguntas fundamentales, es
profundamente transformador y promueve cambios recurrentes en los diferentes
dominios de la vida, a la manera de una hilera de dominós que se apoyan unos en otros,
y que al ser movido uno, acarrea consecuentemente el movimiento de todos los demás.
Entonces, surge la pregunta sobre cuál es la diferencia entre el coaching ontológico y
la psicoterapia. Sin duda, la respuesta no es fácil, ya que las bases sobre las que se
sustentan ciertos tipos de enfoques terapéuticos, fundamentalmente aquellos de corte
fenomenológico y existencial, son similares en muchos aspectos al coaching ontológico.
Sin embargo, a mi juicio, la diferencia fundamental se encuentra en el concepto de
«psicoterapia». Como bien señala Leonardo Wolk (2006) en su libro Coaching el arte de
soplar brasas, «Coaching es una disciplina que resulta ser terapéutica —aun cuando este
no sea su objetivo último—, más no psicoterapéutica» (Wolk, 2006, p. 27). El abordaje
psicoterapéutico implica reconocer una serie de mecanismos psíquicos que surgen desde
la psicopatología, tales como los conceptos de neurosis, trastornos de personalidad y
psicosis, que son ajenos al coaching. El coaching no trabaja sobre el concepto de salud
mental ni acerca de mecanismos psíquicos que afecten dicha salud. El coaching trabaja
simple y sencillamente sobre los recursos de las personas y sus posibilidades de acción
en el mundo. El coaching ontológico busca un aprendizaje en el cual la persona amplíe
su rango de acción mediante el reconocimiento de nuevas distinciones y alternativas de
acción efectivas, tanto en el plano lingüístico, emocional y corporal.
En mi opinión, esto implica que el coach debe saber cuándo direccionar a un
especialista en salud mental, cualquier caso en el que observe una alteración que haga
imposible el trabajo en estos tres niveles desde su la metodología. La capacidad para
poder realizar este tipo de distinciones es, sin duda, una tarea pendiente para muchas
escuelas de coaching, donde el reconocimiento de estos casos se hace difícil dada la
inexistencia de formación en este tipo de distinciones.
Existe, por otra parte, un segundo tipo de coaching llamado coaching para la acción
(llamado también coaching organizacional o coaching ejecutivo). Este se circunscribe al
aprendizaje transformacional sobre el rol de la persona al interior de la organización, y le
apoya en el desarrollo de competencias específicas. A modo de ejemplo, tomemos el
caso de un proceso de coaching que se me solicitó hace un tiempo atrás. La persona
necesitaba desarrollar seguridad en sus presentaciones en público. En un principio, el
trabajo se orientó a delimitar si su solicitud inicial era transversal a otras dimensiones de
su vida, es decir, si esta dificultad de hablar en público se expandía a su seguridad
personal para expresar ideas e influir sobre otros como padre, esposo, amigo o hijo. Sin

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embargo, durante el proceso observé que no existía un «quiebre»19 o problemática en
términos ontológicos, sino que era producto específico de una nueva demanda laboral
que le exigía salir de su zona de confort (un estilo de liderazgo más bien conciliador y
delegador), para colocarlo en la necesidad de un estilo más directivo y enérgico. En
concreto, mi coachee solicitaba un proceso de coaching que le entregara herramientas
específicas en el dominio laboral ya que en los otros dominios le acomodaba su
funcionamiento y, por ende, acotamos el trabajo a una serie de tips y técnicas específicas
a manera de reuniones de trabajo, que cimentaran una actitud de mayor asertividad,
fuerza y presencia como líder organizacional, es decir, trabajamos su rol.
Sin duda, este tipo de trabajo no constituye un coaching ontológico, sino más bien un
coaching para la acción. Tal vez usted se pregunta si no puede un trabajo de este tipo
actuar igualmente a la manera de la hilera de dominós que se mueven unos a otros, es
decir, si un cambio en una acción o conjunto de acciones específicas puede generar
cambios colaterales en otros dominios, a la manera del llamado «efecto mariposa»20. En
mi experiencia, el poder multiplicador de cambios asociados a conductas específicas del
rol, suelen quedar asociados al dominio específico donde se enmarca, conllevando las
menos de las veces cambios transversales a un nivel existencial. No quiero decir con esto
que ser y acción sean algo diferente, muy por el contrario, soy una convencida de que el
ser se constituye en la acción que ejerce en el mundo; sin embargo, muchas veces los
cambios unidimensionales pueden ser muy reducidos, no formando parte de un
aprendizaje mayor que la persona pueda transferir a otros escenarios. Por su parte, en un
cambio multidimensional el conjunto de interacciones que se verán afectadas será
mayor, y por tanto las implicancias para mi propia organización identitaria y para mi
entorno serán de carácter mucho más expansivo y, con mayores niveles de complejidad;
en cambio, si lo dirijo a una dimensión única con una intención específica, lo que
obtenemos es generalmente solo un acomodamiento funcional en el logro de objetivos
específicos.
La distinción de ambos niveles ha sido todo un tema en las escuelas de coaching y,
específicamente, en la distinción entre coaching ontológico y coaching para la acción,
conductual o ejecutivo. Creo importante aclarar esta diferencia con otro ejemplo, que
grafica también la modalidad de coaching para la acción. Lo realicé hace un tiempo atrás
al recibir a un alto ejecutivo de una empresa industrial: su foco a trabajar consistía en
potenciar un liderazgo más enérgico que le permitiera abordar los conflictos y
situaciones laborales de manera asertiva y con mayor «voz de mando y resolución». En
este caso, si bien reconoció que esta falta de fuerza se manifestaba en otros dominios de
la vida, consideró necesario mejorar su desempeño solamente en este dominio, ya que en
el resto se sentía bien funcionando de la forma que lo hacía tradicionalmente. Es
importante hacer notar que, en este caso, el coachee ya ha construido un sistema familiar
en donde el «acoplamiento al entorno» está dado en función de equilibrios de un sistema
que valora sus características de pasividad y evitación de conflictos. Su solicitud inicial,
entonces, se aboca únicamente al entorno laboral y no a cambios que afecten su entorno
familiar ni relacional general, donde se encuentra muy a gusto. Estamos entonces en

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presencia de un coaching para la acción o como suelo llamar «coaching del rol».
Desde el coaching para la acción o conductual, el pedido es tomado literal y parcial, es
decir, en función de un objetivo definido: se visualiza un estado actual, un estado
deseado y alternativas de acción posibles a fin de delimitar un plan de acción efectivo.
En este último caso, al igual que en el caso anteriormente descrito, el trabajo se centra en
el trabajo sobre el rol, desarrollando alternativas conductuales que le permitan abordar su
situación laboral con recursos suficientes para alcanzar los objetivos propuestos.
Técnicas cognitivas y de manejo corporal tales como proyección de la voz, respiración y
movimiento en el rol a trabajar, permiten abordar dicho desafío en el dominio específico
del trabajo. Ambos enfoques, el ontológico, como el conductual, corresponden a niveles
de intervención diferentes y útiles en cuanto resuelven un problema de acoplamiento
entre el individuo y su entorno, existencial en un caso y circunstancial en el otro.
Para los efectos del coaching corporal la intervención tendrá también dos niveles: uno
existencial, transversal, que llamaremos del ser en el mundo y, el otro conductual,
parcial y funcional que llamaremos del ser en un mundo. Para efectos del presente
modelo de coaching corporal ambos serán alternativas de intervención, pero sus niveles
de profundidad, duración y expansión en el tiempo serán diferentes. A modo de metáfora
podemos pensar en la diferencia entre echar azúcar en una taza de café, y echar azúcar en
la cafetera completa. En el primer caso tomaré un café con azúcar tantas veces eche
azúcar a la taza y en el otro bastará con hacerlo una vez para que todas la tazas de café
que me sirva estén azucaradas. En este mismo ejemplo, la cantidad de azúcar empleada
en uno y otro caso será muy diferente, asimismo la intensidad, periodicidad y frecuencia
del trabajo corporal será muy diferente si se trata de una intervención conductual
específica que si se trata de un cambio transformacional ontológico. Desde la perspectiva
del coaching ontológico, la articulación de un quiebre implica la transversalidad a otros
dominios, una suerte de cambio existencial que aborda su ser en el mundo desde una
perspectiva completa.
Hechas estas primeras precisiones, pasaremos a una tercera distinción que constituye
el nudo principal del presente libro, y que es la definición de coaching corporal.
Llamaremos coaching corporal a un conjunto de prácticas psicofísicas integradas en
una unidad de sentido que se orienta a lograr un proceso de transformación en el
coachee, ya sea a nivel identitario en cuanto ser en el mundo, o bien, en un nivel
conductual en cuanto al ser en un dominio específico de sus relaciones, es decir, en lo
que llamaré un mundo. Llamaré prácticas psicofísicas al conjunto de actividades de tipo
muscular, respiratorio, atencional, y de expresión simbólica que se utilicen con el fin de
integrar el cuerpo en forma consciente al proceso transformacional intencionado.
Desde esta perspectiva, el coaching corporal incorpora una serie de herramientas de
diferentes disciplinas y se nutre desde diferentes ámbitos de estudio del ser humano. La
comprensión de este hecho nos obliga a tener una mirada de campo, que significa
comprender el fenómeno humano en su dimensión holística, integradora y,
específicamente, en su dimensión de contacto con el entorno. El lenguaje en el presente
modelo ocupa un lugar fundamental en cuanto nos permite intencionar los aprendizajes

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hacia un campo simbólico y expresivo que da sentido y coherencia al proceso de
transformación como un todo. Sin embargo, desde la perspectiva del coaching corporal
no debemos olvidar que, como señala F. Varela (2000), existen diferentes niveles
identitarios del sí mismo o self, como proceso en movimiento:

1) una unidad mínima o celular; 2) un ser corpóreo en su base inmunológica; 3) un «yo» sociolingüístico
de subjetividad y 4) el colectivo social compuesto por la totalidad de las multi-individualidades. En todas
estas áreas estamos tratando con niveles y procesos en donde emerge una identidad —no como sustancia
sino como movimiento—, cuya fábrica de articulaciones es el organismo. Hacer desaparecer la
multiplicidad de esta red es una fuente de confusión. (Varela, 2000, p. 79)

De esta manera, el coaching corporal es un proceso en escalada desde un nivel inferior


a uno superior de cognición, definiendo así
lo que llamaremos los niveles del darse cuenta corporal. Obviamente
que esta potencialidad estará determinada por nuestra capacidad biológica de obtener
registros perceptibles, los que, sin duda, no serán factibles de registrar por nuestra
conciencia en niveles más básicos, como el celular, por ejemplo.
En el presente trabajo, detallamos los diferentes niveles de intervención en los que se
pone en práctica el presente modelo, así como también las técnicas específicas que
pueden ayudarnos a potenciar cada uno de estos según cuáles sean nuestras necesidades,
ya sea como coach, o como coachee. Por tanto, será de gran utilidad no solo a los coach
o psicólogos que deseen incorporar prácticas corporales en sus intervenciones, sino que
también a todas las personas que sienten que necesitan dar un vuelco en la forma en que
miran los procesos de transformación y que esperan encarnar estos en el cuerpo, ya sea
por motivos personales o por razones que surgen desde su profesión.

16 Por ejemplo, al mirar una imagen con cuatro puntos equidistantes tendemos a ver un cuadrado y no cuatro
puntos separados.
17 La mente selecciona totalidades perceptivas, llamadas figura por sobre otras, llamadas fondo.
18 Wilhelm Reich desarrolla ampliamente ambos conceptos en su obra principal El análisis del carácter,
publicada originalmente en 1945.
19 Interrupción en el fluir transparente de la vida. Para mayor claridad, ver: Echeverría, R. (2008). Ontología del
lenguaje. Buenos Aires: Granica.
20 Concepto de la teoría del caos acuñado por el matemático y meteorólogo Edward Loren, quien plantea la idea
de que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema, la más mínima variación en ellas puede
provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes, y que una pequeña perturbación
inicial, mediante un proceso de amplificación, podría generar un efecto considerablemente grande a corto o
mediano plazo.

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CAPÍTULO 3
PRÁCTICAS Y MODELOS DE
INTERVENCIÓN CORPORAL

Las disciplinas de trabajo corporal que aquí describiré constituyen algunas de las
prácticas personales incursionadas durante mi vida privada y profesional. En algunas de
ellas tuve la suerte de ser aprendiz directo de sus creadores, en otras accedí a través de
terceros o fui autodidacta mediante el estudio de sus escritos y la práctica de sus
ejercicios y movimientos.
He seleccionado aquellas que me han permitido configurar un modelo de trabajo que
se oriente a potenciar los recursos de las personas, estableciendo diferenciaciones en
función de la estructura de cada una y los niveles de avance que desea y/o pueda
alcanzar.
El modelo que he configurado (MARES) es un modelo integracional que promueve la
incorporación de la dimensión física, lingüística y emocional mediante un trabajo
psicofísico de movimiento, atención dirigida, respiración y expresión simbólica. La
integración de dichas dimensiones se establece mediante una secuencia de ejercicios que
van delimitando experiencias: desde las más simples a nivel sensorial, hasta las más
complejas a nivel simbólico, en una experiencia única que favorece la sensación sentida
de coherencia en estos tres niveles.
Para esto, el MARES, como modelo de integración, recoge los aprendizajes de una
serie de disciplinas corporales que han tenido en muchos casos un desarrollo aislado y,
propone la utilización de estos en un formato secuencial paulatino y coherente para el
coachee, de modo de que este pueda descubrir a nivel experiencial su propia sensación
de integración interior y de acoplamiento creativo con el entorno. Para el MARES, esta
experiencia integradora permite la recuperación del potencial del coachee como un todo,
aumentando el rango de movilidad conductual y, por ende, su libertad de elección,
expandiendo así su capacidad de acción efectiva en el mundo.
Además, desde nuestro modelo, el hecho de que la diferenciación sea un aporte a la
sobrevivencia de las sociedades invita a enfocarnos persistentemente sobre dos ejes: la
forma como nos adaptamos al entorno como mecanismo de sobrevivencia y el nivel de
flexibilidad que tenemos para enfrentar los cambios de este. De este modo, lo que el
MARES persigue es el aumento de nuestra diversidad creativa como fórmula para
ampliar las posibilidades de acción en el mundo, ampliando nuestro repertorio
conductual desde el cuerpo.

DE LA MANO DEL T’AI CHI

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Desarrollé la práctica del t’ai chi hace muchos años, sin saber en aquel entonces, lo
importante que sería para mi quehacer actual como coach corporal. Esta disciplina de
origen chino, y conectada con la filosofía taoísta es conocida como el arte marcial de lo
esencial supremo. Para algunos, este esencial supremo es la salud, para otros, el
movimiento armónico y la estética ritual de una danza grupal; unos se alejan del estrés
diario y alcanzan un estado de paz y tranquilidad, y otros lo viven como una forma de
meditación en movimiento.
Desde la perspectiva de la búsqueda del bienestar personal y de la integración mente-
cuerpo y organismo-entorno, «el t’ai chi puede ayudarnos a darnos cuenta del modo en
que estamos desequilibrados, y a centrarnos nuevamente, al restablecer el flujo entre los
dos polos» (Al Chung - liang Huang., 2000, p. 23). De este modo, el t’ai chi nos permite
la integración desde una disciplina que favorece la comprensión, desde el cuerpo, del
principio de la armonía y equilibrio de los contrarios. Para esto, se trabaja
fundamentalmente con configuraciones de movimiento que recogen la dinámica de la
actividad de la naturaleza y sus ciclos, promoviendo el contacto del hombre con su
entorno natural, respetando sus ritmos y los de la naturaleza. Esta conexión esencial con
el propio cuerpo y con el entorno permite revincular al ser humano con aquello de lo que
ha sido separado en nuestra cultura occidental. Como señalan Telias y Amenábar (2009),
lo que se busca es una reconexión,
en consecuencia, el Taiji21 asume un valor sanador para solucionar la separación del hombre y su
entorno. En este sentido, el Taiji adquiere una dimensión religiosa, un ritual destinado a ser convocado
como paliativo y ceremonial de retorno de la parte al todo, del Taiji-chista al orden universal. La
vinculación se concreta en la secuencia, también en su configuración. (Telias, Amenábar, 2009, p. 23)

Para efectos de nuestro modelo, el t’ai chi es el cimiento de principios básicos como la
sutileza del movimiento, la fuerza del centramiento, el poder interior ubicado en el bajo
vientre (proyectando la capacidad de moverse y mover a otros desde la mantención del
propio centro), la atención, la respiración, el arraigo y la ductilidad.
A nivel del trabajo atencional podemos observar claramente que en el encadenamiento
de movimientos del t’ai chi «las fluctuaciones de atención se transforman en un desafío
ante las tareas de implementación de sus contenidos» (Ibíd., p. 24). La respiración, por
su parte, otorga el ritmo al movimiento, el cual es mucho más lento que el movimiento
habitual, lo que favorece la toma de conciencia corporal y del entorno. En el t’ai chi «el
ritmo fundamental dado por cada inhalación y exhalación está asociado a cada fragmento
de los gestos, determinando los movimientos centrípetos en las inhalaciones, y
centrífugos, en las exhalaciones, así como otras relaciones intermedias» (Ibíd., p. 29).
Otro aporte importante consiste en el poderoso trabajo que el t’ai chi realiza con el
arraigo, a través de movimientos de permanente anclamiento de la planta del pie en el
suelo. El centro atencional que promueve esta práctica, convierte a la planta del pie en
un eje permanente que articula una conexión, tanto física como simbólica, con la tierra
que nos sostiene. Esta figura y visualización de sostén favorecen la conexión con nuestra
base de sustentación, fortaleciendo el equilibrio y la posibilidad de proyección de nuestra
presencia en la relación con el entorno.

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El t’ai chi constituye una forma de instalar la propia fortaleza desde la sutileza y la
circularidad, una fuerza diferente pero no menos poderosa. Desde nuestro modelo, el
trabajo con los centros de poder a nivel físico, recoge aspectos esenciales de esta
práctica, así como también la utilización de la suavidad y sutileza como formas de
acoplarse al entorno con menor desgaste de energía, tanto física como emocional. Más
adelante, observaremos cómo este tipo de movimientos promueven no solo el contacto
con este centro de fuerza, sino también permiten trabajar emociones específicas como la
ternura, así como actitudes de receptividad y acogida.
Finalmente, es importante señalar que el gran eslabón que une el presente modelo con
esta disciplina es el concepto de cambio y ductilidad que el t’ai chi propicia en cada una
de sus secuencias de movimiento. Es fundamental comprender que el centro de este tipo
de trabajo se encuentra en el concepto de movimiento permanente, donde el trabajo en el
t’ai chi es «un flujo continuo» (Al Chung - liang Huang, 2000, p. 29) y por ende, nos
permite apoyar a través del cuerpo, el concepto de self (o sí mismo) como proceso
creativo de encuentro entre el organismo y el entorno, aspecto que para el coaching
corporal MARES constituye un objetivo central.
En resumen, los aportes del t’ai chi al MARES son:

DEL TEATRO AL TRABAJO CON PERSONAJES


Durante los años que participé en los talleres del centro de estudios teatrales de Teatro
Camino, experimenté en el trabajo de construcción de personajes la permanente
modulación creativa entre el plano de la intención, la emoción y el cuerpo. Una danza
permanente entre lo simbólico y lo físico, manifestada a través del movimiento
expresivo.
En el teatro, el cuerpo se sitúa como la principal herramienta de expresión y presencia
en el escenario, y es ahí donde el discurso cobra vida y realidad. En este escenario, la
mente aparece como correlato frente a un cuerpo protagonista, con capacidad de hacer
presencia encarnada. El personaje se instala a partir de un cuerpo que ha sido entrenado,
elongado, respirado y, por sobre todo, hecho conciencia intencionada.
El proceso de desarrollar un personaje, un rol y, fundamentalmente, una obra
colectiva, mueve en el actor la constatación de que la mente maneja un lenguaje ajeno al

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que se necesita para la representación encarnada en escena. Al estudiar un texto y
aprender sobre la caracterización del personaje, nuestra mente fantasea, nos figuramos
cómo lo haremos y cómo nos sentiremos al hacerlo. Al igual que en el coaching,
visualizamos un «querer hacer», pero una vez ahí, en el escenario, la práctica de lo
ideado se traduce en algo muy diferente. Lo planificado dista de la sensación sentida en
el escenario, nuestro cuerpo en actuación, nuestra voz proyectando sonidos y repitiendo
el texto, es cualitativamente diferente a lo mentalmente dibujado. El cuerpo se nos
impone con una realidad diferente, a veces con un miedo inusitado, otras en tanto, como
disfrute y fluidez.
Esta sensación de distinguir tan claramente la ideación mental, del hacer desde el
cuerpo, nos lleva a la pregunta sobre el efecto en el coaching, de instalar un aprendizaje
corporal en el aquí y el ahora. Un aprendizaje con cuerpo, con sensación de sí. ¿Cuán
efectivo será? ¿Ocurrirá lo mismo que ocurre con nuestras fantasías sobre el escenario
contrastadas con la vivencia real de instalarse desde el cuerpo en el personaje?
Desde estas preguntas, es desde donde surge la improvisación teatral, como una
poderosa herramienta para descubrirnos en el aquí y el ahora físico y mental; pues esta
técnica lleva consigo una buena cuota de construcción en el hacer, favoreciendo la
espontaneidad, la vitalidad, y potenciando el momento presente (Johnstone, 1990). La
formación en técnicas de improvisación permite dar rienda suelta a la integración del
pensar sintiendo y en movimiento integrado, hablar, sentir y mover todo el cuerpo al
mismo tiempo, en línea, permitiendo que la creatividad fluya en el hacer-haciendo. En el
coaching corporal la incorporación de esta y otras muchas técnicas teatrales, permitirán
trabajar la modulación contingente de las diferentes dimensiones de la persona, como
también soltar bloqueos, ampliar los recursos de adaptación del momento frente a
diferentes situaciones, aumentar la vitalidad y la ductilidad conductual, así como
también representar situaciones que pueden parecer conflictivas o limitantes, y explorar
los propios recursos personales disponibles para enfrentarlas, posibilitando un nuevo
repertorio de respuestas creativas.
Ejercicios tales como la representación corporal de roles y emociones y la
construcción de historias colectivas, permiten ensayar maneras de ser en el mundo
alejadas del control, dando paso a un tipo de pensamiento divergente y creativo, en un
espacio que favorece el entregarse a esta inteligencia somática que indica hacia dónde
dirigir la atención, el movimiento y el discurso en forma fluida y espontánea. Lo anterior
es muy similar al concepto de flow22, como una manera de instalar el vivir diario desde
un movimiento suelto y confiado, una autorregulación del organismo que potencia los
recursos intelectuales y motrices en pro de una adecuada adaptación con el entorno.
Un ejemplo claro lo establecen los trabajos en relación al status y el cuerpo del Impro
de Johnstone (1990) en teatro. Mediante una serie de ejercicios de contacto visual,
formas de caminar y posturas, pueden identificarse la seguridad y sentido de poder de
una persona en relación a otras. Posturas tales como el pecho hacia adentro con los
hombros hacia adelante como protegiendo la yugular y el bajo vientre, expresan una
reacción de defensa frente a la percepción de amenaza. Por el contrario, la postura del

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querubín, con expansión del pecho y pelvis expuesta hacia adelante, como una postura
de relajación, expresan seguridad y confianza (Johnstone, op. cit.). Esta y otras muchas
posturas pueden evidenciar distintas emociones en las que nos encontramos así como
también la creencia que tenemos de nosotros mismos, de nuestro lugar en el mundo y de
nuestras posibilidades de ser y hacer. Jugar con estas diferentes posturas, instalar
conversaciones improvisadas en cada una de ellas y dejar fluir un discurso vital y
creativo anclado en un cuerpo que explora movimientos, nos permite investigar y
ampliar las posibilidades de acción disponibles, aumentando la flexibilidad y
permitiéndonos descubrir nuevos recursos.
En nuestro modelo, estas y otras muchas técnicas teatrales de expresión y proyección
del cuerpo y de la voz, nos permiten trabajar aspectos limitantes y fortalecer nuestros
recursos adaptativos en relación al entorno a fin de expandir nuestro potencial y llevarlo
a un estado de acción creativa. El teatro y en especial la improvisación, nos entrega
valiosas herramientas que en el MARES se integran como metodología de apoyo al
proceso de expansión personal.
En síntesis, las principales herramientas teatrales que utilizaremos en nuestro modelo,
son:

RESPIRACIÓN Y ALBA EMOTING


Durante el período de mi incursión en el teatro, conocí a Susana Bloch, psicóloga
chilena especializada en psicofisiología. Junto a mi equipo de entonces, participé de sus
talleres de formación para aprender su sistema de inducción emocional llamado Alba
Emoting, «un método que permite a toda persona conectarse físicamente con sus
emociones básicas a través de formas de respirar bien determinadas. Estas respiraciones
van acompañadas a su vez de posturas corporales y gestos faciales correspondientes»
(Bloch, 2007, p. 21).
El manejo de estos patrones respiratorios-posturo-faciales, llamados patrones efectores
emocionales «ayudan a cualquier persona a expresar, reconocer y modular creativamente
sus propias emociones, a reconocerlas mejor en los demás y a transmitirlas a terceros sin
ambigüedad» (Ibíd. p. 21). En base a investigación científica, Susana Bloch descubre la
forma en que estos patrones inducen las seis emociones básicas: la rabia, el miedo, la

64
alegría, la tristeza, el erotismo y la ternura. Junto a esto describe también la relación
existente entre los estados de tensión y relajación muscular y la ocurrencia de dichas
emociones.
En mi experiencia, el método constituye una poderosa herramienta de conexión y
aprendizaje emocional en el que, a través de la respiración, se aprende a identificar,
diferenciar y, por sobre todo, validar, emociones. Recuerdo el caso concreto de una
mujer de 28 años con la que trabajé durante algún tiempo en mi consulta. En ella la rabia
aparecía consistentemente como forma de camuflar la tristeza. Una situación dolorosa de
su infancia había quedado irresoluta y, como en una especie de bypass conductor
afloraba la rabia cada vez que se acercaba a su dolor. Esto le generaba una sensación de
desconcierto y confusión que le impedía darse cuenta, resolver y avanzar.
Utilizando la respiración de la tristeza de Alba Emoting logramos abrir un espacio de
conexión con esta emoción en su expresión nítida y clara, pudiendo lograr un «darse
cuenta» de la sensación y del correlato mental que la acompañaba. Gracias a este trabajo
inicialmente físico, abrimos la temática que la tenía atrapada e impedía avanzar en los
otros contenidos que deseaba trabajar; su confusión emocional se aclaró abriendo más y
más amplias posibilidades: podía llorar si sentía pena y podía gritar y patear frente a la
rabia, ahora eran dos emociones y sensaciones totalmente diferentes, y se asociaban
también a situaciones distintas. Lograr este tipo de distinción vivencial y cognitiva, le
permitió avanzar enormemente hacia un mayor nivel de conciencia, autonomía y
bienestar.
Es sorprendente observar cómo, muchas veces, mediante la utilización de este método,
la emoción puede aparecer sin pensamiento, es decir, puede experimentarse desde el
cuerpo en forma pura, lo que permite desarrollar una serie de distinciones de sensación y
expresividad que, en nuestra cultura, en muchos sentidos «analfabeta emocionalmente»,
otorga una poderosa herramienta de comunicación con otros y de conciencia a nivel
personal. En otras ocasiones, es frecuente la aparición de «imágenes, recuerdos
personales y sentimientos relacionados con los patrones emocionales ejecutados»
(Bloch, Paulet, y Lemeignan, 1994, p. 1); sin embargo, en mi trabajo favorezco el
reconocimiento inicial de la emoción en su correlato somático dejando que el aspecto
mental fluya únicamente en los casos en que sea espontáneamente relevante a la
experiencia de la persona.
Facilitar la entrada a ciertas emociones, es sin duda una valiosa forma de abrir
espacios bloqueados y darse cuenta de emociones que generan en la persona un
sinnúmero de problemas asociados, tales como cefaleas, trastornos del sueño,
contracciones musculares crónicas, estrés laboral, etc. Como señala Susana, «La utilidad
del método se proyecta pues en diversos dominios del quehacer humano: en la
educación, en las artes escénicas, en la psicoterapia, en el manejo empresarial, en la
publicidad y en todo lo relacionado con la comunicación» (Bloch, 2007, p.114). Yo
agrego, «en el dominio del coaching corporal», ya que permite al coachee el acceso a
estados emocionales en ocasiones poco disponibles, ampliando así sus recursos
emocionales.

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No quisiera cerrar este breve resumen sobre el método, sin hacer hincapié en aspectos
centrales que, según señala la autora, deben considerarse en su comprensión y
utilización. Estos elementos son: la ética y la estética en su aplicación; ambos —ética y
estética— son parte fundamental de la mantención del sentido originario que quiso darle
a su creación. Estos elementos dicen relación con la formación y la adecuación de quien
los utiliza. Al activar centros que corresponden al funcionamiento somático y autónomo
del organismo, debemos tener un cuidado muy especial en su aplicación, tener claro cuál
es nuestro objetivo al aplicarlo, conocer en profundidad la técnica de su aplicación y
utilizarlo en un contexto de rigurosidad y respeto para dar un marco adecuado al trabajo.
Por otra parte, el entorno de trabajo deberá acercarse lo más posible a un encuadre
natural y armónico, donde la persona logre conectarse consigo misma y con lo que lo
rodea en un contexto de espacios naturales y dentro de una estética que comprenda las
dinámicas del ser humano, no como activaciones mecánicas a utilizar, sino como
dinámicas armónicas donde la presencia del coach o terapeuta, y un estilo personal
respetuoso y riguroso, son fundamentales para el encuadre del proceso.

Para sintetizar, los aportes del Alba Emoting al MARES son:

EL MÉTODO DE INTEGRACIÓN COGNITIVO CORPORAL


Mi formación en el Método de Integración Cognitivo Corporal (MICC), creado por la
bióloga chilena Carmen Cordero, me permitió ampliar la mirada sobre el poder
transformador del trabajo corporal. Al reconocer desde el cuerpo las formas recurrentes
de adaptación de la persona a su entorno y, por sobre todo, al constatar la conexión
directa entre la activación de ciertos grupos musculares con las emociones básicas, me
entusiasmé al igual que con el Alba Emoting, a continuar profundizando la aplicación del
método.
Cordero plantea la existencia de tres tipologías estructurales básicas que dan cuenta de
la forma prevalente en que la persona se relaciona con el mundo: la motriz, la explicativa
y la relacional, cada una de estas con características que las distinguen en el plano
corporal, cognitivo y relacional. Las personas con una configuración prevalentemente

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motriz se caracterizan por un mayor desarrollo muscular, una disposición atencional
dirigida al hacer y a la sensación, y un registro emocional en el que prevalece la emoción
de la rabia. Las personas con prevalencia relacional, presentan mayor tejido adiposo,
tendencia a la hipotonía y una disposición atencional dirigida hacia el vínculo y la
relación con otros, predominando la emoción de la alegría y la pena y un estilo de
pensamiento de tipo sistémico. La configuración explicativa presenta una musculatura
bien definida y una silueta delgada con una disposición atencional dirigida
fundamentalmente hacia el pensamiento y la explicación de las cosas, con prevalencia de
la emoción del miedo y con el uso del control como estrategia de adaptación al entorno.
Estas tres configuraciones se distinguen también por la relación entre la cintura escapular
y la cintura pélvica de cada individuo, así como también por una serie de características
específicas de los diferentes grupos musculares asociados a cada tipología.
El objetivo del MICC es el aumento de la plasticidad conductual, el que se logra
mediante el desarrollo de una serie de estrategias y ejercicios fundamentalmente
corporales que favorecen el desarrollo de recursos propios de configuraciones menos
desarrollados en la persona, aumentando sus niveles de bienestar y presencia desde el
cuerpo.
El MICC nos permite, además, identificar las diferentes estrategias que están a la base
del aprendizaje de cada individuo, invitándonos a reconocer y respetar su estructura
como una organización con características propias. En el plano del coaching corporal,
esto implica una actitud de mayor humildad frente al coachee y sus procesos adaptativos,
reconociendo en este la capacidad de adaptarse de la mejor manera posible a su entorno,
en función de su estructura biológica y su historia de interacciones con los sistemas en
los que está inmerso. Desgraciadamente, en ocasiones nos encontramos frente a
intervenciones que no consideran estos aspectos y que gatillan desorganización del
sistema, ya sea a nivel físico, psíquico, o social. Consideramos entonces, de carácter
ético, para quien es responsable de dirigir una intervención corporal, considerar la
tipología corporal de la persona, ya que esta nos habla también de sus prevalencias
atencionales, emocionales y mentales y, por ende, sus más probables rangos de
configuración conductual. Por otra parte, la actitud de humildad a la que hacíamos
mención anteriormente, implica reconocer también en nosotros un rango de
posibilidades estructurales que nos ayudan a determinar nuestros propios límites en el
trabajo de mirar y reconocer distinciones en el otro. La ampliación de dichos límites es
parte fundamental del trabajo corporal del coach, constituyendo una forma de ampliar
nuestros propios recursos adaptativos y poder servir efectivamente al proceso de
transformación del coachee.
Finalmente, los elementos centrales que tomaremos del MICC aportan a la obtención
de un registro más amplio de conductas asociadas a las tradicionales clasificaciones
biotípicas, enriqueciendo la fase indagatoria, o de diagnóstico inicial, que utiliza nuestro
modelo.
Aportes del MICC al MARES:

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BIODANZA
Desde la perspectiva del presente modelo de coaching corporal, la biodanza aporta un
interesante método para el trabajo vincular a partir del fortalecimiento de la relación
organismo-entorno. Tal como señala su creador, Rolando Toro: «la Biodanza puede ser
considerada un sistema de reeducación afectiva para ‘enfermos de civilización’» (2009,
p. 49). Esta «enfermedad», que podríamos llamar de desconexión o individualismo, se
trabaja en biodanza, instalando el foco vivencial en el encuentro consigo mismo, a través
del encuentro afectivo con otros.
Como señala el mismo Rolando Toro (2009):

La disociación del organismo representa los diversos niveles de desintegración de la unidad orgánica; se
trata de una enfermedad, de un trastorno del sistema viviente que se expresa como una separación y puede
ser individuada objetivamente en el cuerpo, mientras que la integración se expresa como una unión íntima y
equivale a la salud. (Ibíd. p. 150)

En la biodanza, aparece como eje central y vinculador el encuentro entre personas.


Dicho encuentro enfatiza 5 diferenciaciones que Toro define como «líneas de vivencia»
(Ibíd. p. 133) y que describe como: «vitalidad, sexualidad, creatividad, afectividad y
trascendencia» (Ibíd.). Cada una de estas líneas es trabajada en espacios de encuentro
grupal y bajo una metodología que involucra en forma permanente la presencia de
música y movimiento.
Mediante el movimiento, el ritual y el simbolismo, la biodanza representa al ser
humano en sus aspectos trascendentes, históricos y culturales, instalándose desde un
sustrato siempre afectivo, en donde el otro y el entorno natural pasan a ser uno y es el
vínculo lo que se vuelve figura, difuminándose la sensación existencial de aislamiento y
soledad tan propia de nuestra cultura occidental. Desde esta perspectiva, la biodanza
entrega prácticas vivenciales de movimiento que favorecen el trabajo vincular y afectivo
de personas que en su proceso de socialización han desarrollado carencias vinculares,
promoviendo la ampliación de recursos afectivos de contacto, así como también,
facilitando conductas de autocuidado al favorecer la conexión y expresión corporal de
las emociones.

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En mi labor como coach utilizo algunas de sus prácticas de movimiento para el trabajo
específico de contacto vincular y también para el fortalecimiento de ciertas emociones.
En ocasiones, sugiero a varios de mis coachees mantener una práctica semanal de
biodanza, como labor de permanencia y mantención, una vez finalizado el proceso de
aprendizaje con mi modelo. Esto lo hago, ya que considero fundamental sostener una
práctica corporal que mantenga los cambios y los cristalice a través del tiempo.
Recordemos que el cambio requiere recurrencia y que el cuerpo aprende de forma lenta,
haciendo necesaria mucha práctica para mantener los aprendizajes nuevos y desaprender
los instalados durante años.
En términos generales, recogeremos de la biodanza aspectos tales como:

Bioenergética
En este apartado quisiera detenerme en el desarrollo de los tipos bioenergéticos, los
que sin duda, al igual que el MICC, enriquecen enormemente la mirada diagnóstica del
presente modelo, otorgando una herramienta que permite mirar desde el cuerpo
elementos que son orientadores para las posteriores intervenciones corporales.
Lowen (2011), basado en las propuestas teóricas de Wilhelm Reich, desarrolla 5 tipos
bioenergéticos tomando conceptos provenientes de la psiquiatría sin implicar su
acepción psicopatológica, sino únicamente para referirse a patrones de defensa o
estrategias adaptativas del organismo. Estas estrategias, son desarrolladas mediante el
movimiento voluntario, con el fin de alejarse del dolor y acercarse al placer, siendo
aprendidos posteriormente y desplegados en forma automática o inconsciente, con su
consecuente ahorro de energía al no requerir la voluntad.
Para Lowen, estos patrones constituyen formas de sumisión del cuerpo al ego, es
decir, formas en que la mente intenciona, dirige y controla los impulsos y sentimientos
para mantener la autoimagen aceptada y considerada adecuada para el entorno en el que
se desenvuelve el organismo. En esta situación, que Lowen denomina «proceso de
sumisión», se producen, por una parte, las contracciones musculares crónicas necesarias
para suprimir el impulso no aceptado por el ego, y por otra, la «disminución del
metabolismo energético del organismo (Lowen, 2011, p. 120), propias de las
alteraciones respiratorias que implican necesariamente una contracción muscular del tipo

69
antes detallada.
Dentro de las 5 formas caracterológicas, describirá los tipos bioenergéticos:
esquizoide, oral, psicopático, masoquista y rígido, señalando en cada uno de estos su
condición bioenergética, esto es, indicando la distribución de la energía del organismo, y
donde se instalan las contracciones musculares. Por otro lado, desarrollará una
descripción de las características físicas con su correspondiente correlato psicológico y
los factores de causa e históricos, asociados a dicho patrón.
A continuación, presento un cuadro resumen de estas descripciones en cuanto a
algunas de sus características físicas generales (Ibíd., pp. 125-145):

Esquizoide Cuerpo estrecho y tenso, tensiones en base de cráneo, hombros, entrepiernas, pelvis y diafragma.
Cara inexpresiva, ojos sin contacto. Brazos caen a los lados como apéndices. Pies contraídos y fríos
hacia afuera. Desigualdad entre las dos partes del organismo.
Oral Cuerpo alto y poco desarrollado, musculatura poco desarrollada y relajada sobre todo en brazos y
piernas. Pies delgados y estrechos, rodillas tensas, aspecto cansado, signos físicos de inmadurez,
respiración poco profunda.
Psicopático Mayor desarrollo de la parte superior del cuerpo, parte inferior más estrecha. O bien más
proporcionado con espalda flexible. Pelvis o muy rígida o muy sobrecargada y desconectada,
espasticidad del diafragma. Tensiones en la zona ocular y base del cráneo.
Masoquista Cuerpo bajo, robusto y musculoso. Vello espeso. Cuello corto y grueso con cabeza hundida. Cintura
pequeña y ancha. Pelvis prominente, glúteos hacia adentro. Caída del cuerpo en la cintura. Piel
oscurecida.
Rígido Cuerpo proporcionado y armonioso, ojos brillantes, piel de buen color, animación en gestos y
movimientos. Rigidez acusada produce disminución de estas características.

Para Lowen, el correlato psicoemocional de cada una de estas tipologías se relaciona,


en el caso del tipo esquizoide, con la tendencia al alejamiento o evitación de la
relaciones íntimas y sentimentales; en el caso del oral, se da una excesiva necesidad de
dependencia y una dificultad para sostenerse a sí mismo; en el psicopático, la necesidad
de controlar y dominar; en el masoquista, la necesidad de agradar y la disminución de la
agresividad; y en el rígido, una tendencia a la ambición y la competitividad (Ibíd., pp.
126-140).
La Bioenergética aporta al presente modelo de coaching corporal la primacía del
componente muscular en el entendimiento de los procesos emocionales, la importancia
de la respiración como válvula energética del organismo y la comprensión de los tipos
corporales como elemento fundamental de la expresión de la dinámica psíquica al
interior del cuerpo.
Todos estos postulados constituyen, sin duda, cimientos importantes del presente
modelo, por lo que muchos ejercicios que se incorporan forman parte de técnicas
bioenergéticas que promueven el desbloqueo y el desarrollo de movilidad en zonas del
cuerpo rigidizadas.
Aportes al sistema MARES:

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DANZA MOVIMIENTO TERAPIA (DMT)
La DMT se enmarca dentro de los métodos psicoterapéuticos, ya que «utiliza el
movimiento como un proceso para promover la integración emocional, cognitiva y física
del individuo» (Panhofer, 2005, p. 50), entregándonos una mirada profundamente
interesante en relación al trabajo vincular. Presenta una raíz muy similar a la Biodanza,
en cuanto focaliza el trabajo en la relación con el otro y en la instalación de un espacio
común de encuentro a través del movimiento.
El trabajo con DMT favorece la reparación de las dinámicas de interacción aprendidas
en la historia de la persona, que alteran el fluir de sus relaciones actuales, desarrollando
nuevos y más sanos patrones de interacción. La DMT, nos entrega a través del uso de la
danza y el movimiento, una técnica en la que «el mundo interior de una persona se hace
más tangible, se comparte el simbolismo personal, se muestran los modelos de relaciones
personales que uno tiene con los demás y se encuentran significados en gestos, posturas
y cualidades de movimiento» (Ibíd., p. 51).
En términos generales y para los efectos del presente libro, la DMT se articula sobre
postulados básicos que también serán parte de nuestro modelo de coaching corporal;
entre ellos, destacaremos: el foco en la conciencia del movimiento, donde la
«observación y el análisis del movimiento se encuentra en cómo este sucede más que en
qué movimiento se hace» (Ibíd., p. 67) y una observación kinestésica atenta, que permita
que fluya un movimiento espontáneo «para permitir al movimiento poder expresarse por
sí mismo y no imponer un significado en él» (Ídem). Hay, desde aquí, una clara intención
de que el simbolismo aparezca como consecuencia de la dinámica emocional,
permitiendo que la persona construya sus significaciones propias y de este modo logre
una integración entre los aspectos mentales y físicos del movimiento.
Por otra parte, la DMT describe la llamada «sincronicidad interaccional» (Ibíd., p. 74)
en la cual: «La sincronía en cuanto a postura corporal, cualidades del movimiento o
gestos, puede observarse entre dos personas y crear una comunicación o conexión entre
ellas, en vez de una «no relación» entre ambas» (Ibíd., p. 74). En este proceso, el
terapeuta actúa de espejo o acompaña el movimiento, incorporándose activamente en el
espacio vincular de la persona, desde su propio movimiento corporal.

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Desde este método, el lenguaje emerge como significación del movimiento, ya sea a
través de nombrar el movimiento o simplemente verbalizar lo que aparece al
pensamiento y la imaginación de forma espontánea. Por tanto, las personas pueden ir
«introduciendo movimientos que «hablen/expresen cómo creemos que somos, cómo nos
gustaría ser y cómo en realidad somos» (Ibíd., p. 203).
En nuestro enfoque el esfuerzo se hace extensivo al dibujo y a formas de expresión
emocional, que luego serán integradas al trabajo corporal como vehículo de
autoconocimiento, expresión e integración. Es desde este espacio de significación
simbólica, que se produce la integración y apertura de nuevas posibilidades y recursos en
la persona.
Así, la DMT se inscribe también dentro de los enfoques de trabajo, que si bien son
diseñados como enfoques terapéuticos, entregan poderosas herramientas al coaching
corporal, al promover el desarrollo armónico y sano de las relaciones con otros y consigo
mismo. Trabajo que desde todo punto de vista es uno de los objetivos principales del
presente libro.
Entonces, los aportes del DMT al MARES son:

DISPOSICIONES AL MOVIMIENTO
En el enfoque de disposiciones al movimiento, desarrollado por la escuela de coaching
de Newfield Network, el movimiento nos habla de las tendencias del organismo a
disponerse a ciertas acciones en vez de a otras. Estas tendencias son aprendidas en
nuestra historia de relaciones con el medio; así, «cada uno de nosotros, aprende y
reproduce mecánicamente las respuestas adaptativas de una manera diferenciada y única,
generando una cierta inercia de movimiento como respuesta a la relación con el medio»
(Pacheco, 2007, p. 6).
El trabajo con disposiciones al movimiento, implica por una parte la tendencia del
organismo a adoptar ciertas direcciones prevalentes de movimiento: hacia abajo, hacia
arriba, hacia delante, hacia atrás y el centro o disposición en equilibrio; así como
también a la existencia de una condición muscular en cada una de estas, de tensión o de
relajación. En el caso de la disposición al movimiento hacia abajo (estabilidad), la

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persona tenderá a inclinarse por habitar en un marco de acciones de tipo rutinarias,
lentas, marcadas por la capacidad de sostener la rutina y buscar el atesoramiento del
pasado y de las pertenencias. En la disposición hacia adelante (resolución), la
prevalencia será a tener conductas propositivas, proactivas y resolutivas en la ambición.
En la disposición hacia atrás (apertura), nos encontraremos con personas con mayor
capacidad de contención, escucha y receptividad. Los movimientos hacia arriba serán
asociados a la flexibilidad, capacidad para adaptarse a los cambios, versatilidad,
liviandad y creatividad. Finalmente, tenemos la disposición al movimiento en equilibrio
que es aquella en la que tenemos disponibles todas las orientaciones y desde la que
podemos movernos en forma fluida y adaptativa con el entorno. (Ibíd. pp. 9-15).
Por último, las disposiciones al movimiento incorporan lo elementos en contracción y
expansión muscular señalados también por el modelo del Alba Emoting como relajación
y tensión, en relación a la emociones, señalando importantes distinciones en cada una de
estas disposiciones, en función del nivel de contracción muscular.
En nuestro modelo, las disposiciones al movimiento aportan una forma de clasificar
las direcciones del movimiento asociando esta a un correlato psíquico y emocional. Esto
nos permite desarrollar una serie de intervenciones y ejercicios a nivel corporal que
permiten a la persona identificar su prevalencia, sus zonas de confort, sus rigideces
conductuales y diseñar un marco de acciones posibles para el cambio que favorezcan la
ampliación de sus recursos y aumenten sus posibilidades de acción efectiva en su
entorno.
Para recapitular, los aportes al MARES de las Disposiciones al Movimiento son:

MOVIMIENTO CONSCIENTE: EUTONÍA


La eutonía es una disciplina desarrollada por Gerda Alexander, que promueve el
desarrollo de la conciencia corporal y «que tiene como meta liberar los músculos y el
espíritu de crispaciones y de obstáculos de todo tipo, para tener una sensación de
bienestar y para alcanzar fácilmente la distensión en el reposo y la soltura del cuerpo en
la acción» (Duliege, 2011, p. 17). Su práctica aumenta la claridad y precisión de la
sensación del cuerpo, sin intencionar actitudes o acciones, sino que haciendo foco en el
sentir la sensación de lo que se hace y en identificar qué parte del cuerpo hace,

73
aumentando así los referentes corporales disponibles a la conciencia de la persona que la
practica.
La eutonía puede ser utilizada desde un enfoque terapéutico de integración o bien
como un trabajo de crecimiento personal y ampliación de recursos. Muchas de sus
aplicaciones se dan en el campo de las dolencias físicas, en personas que han sufrido
algún tipo de trastorno con pérdida en la conciencia corporal, así como también en
personas que requieran algún método de relajación o prevención y control de estrés. Se
utiliza también como técnica para el fortalecimiento psicomotor de los niños, el
tratamiento del dolor y la reeducación del cuerpo de músicos y bailarines a fin de
fortalecer la clara conciencia de una postura adecuada y de una tonicidad y
desplazamientos acordes al movimiento requerido para cada acción.
El núcleo de esta disciplina lo constituye el dominio del tono muscular, el cual
«permite obtener el tono que corresponde ya sea al tipo de reposo o al tipo de acción que
se quiere practicar» (Ibíd., p. 21) consiguiendo administrar, a través de ejercicios muy
simples y una observación atenta a la sensación, nuestra energía física y uso de la fuerza,
a fin de disminuir el cansancio innecesario en cada una de las actividades que
realizamos. La toma de conciencia permanente del cuerpo y sus movimientos permite
revitalizar la sensación de vivir sustituyendo la acción mecánica «por la ejecución de
movimientos a los que se dirige continuamente la observación hacia lo que se hace y
cuando se hace» (Ibíd., p. 27).
Para Feldenkrais (2009) la autoimagen, y en especial la autoimagen corporal
representada en la corteza motriz, puede ser ampliada mediante la conciencia de los
músculos de movimiento voluntario con su consecuente correlato de ampliación de
potencial general del ser humano. En este sentido, el aumento de la conciencia del propio
cuerpo y de nuestros músculos, aumenta la representación de nosotros mismos en la
corteza motriz, aumentando la imagen general y nuestra sensación de estar en el mundo
(Ibíd.). Tanto la práctica de la Eutonía de Alexander como la de autoconciencia por el
movimiento de Feldenkrais serán posteriormente abordados por Anat Baniel en su
método de movimiento consciente, el que recoge los conceptos antes señalados,
desarrollando una serie de ejercicios destinados a trabajar aspectos como la capacidad de
aprender, la sutileza en el movimiento, la búsqueda de la variación, el ritmo y el
desarrollo del entusiasmo a través de ejercicios específicos y también muy simples,
donde el foco se coloca en el carácter consciente y distintivo de cada movimiento.
Para Baniel, «El cerebro tiene una capacidad innata para seguir descubriendo e
inventando nuevas formas de actuar y de pensar. Vibra más y está más vivo cuando se le
pide que diferencie, es decir, que reconozca matices cada vez más sutiles.» (Baniel,
2009, p. 22). Al aumentar la conciencia del propio cuerpo, se activan una serie de
beneficios psíquicos y emocionales que serán la base de la utilización de ejercicios de
conciencia corporal realizados en nuestro modelo de coaching corporal, siendo
fundamental en cada una de las etapas que el método desarrolla, principalmente en la
dimensión que llamaremos más adelante: trabajo atencional.
De este modo, los aportes de las disciplinas de conciencia corporal al MARES son:

74
EL YOGA
El yoga, en sus diferentes estilos y escuelas, ha logrado penetrar profundamente en la
cultura occidental, demostrando sus efectos en términos de regulación del estrés y
aumento del bienestar general de la persona que lo practica. Su trabajo de estiramiento,
contracción y relajación, acompañado de una respiración adecuada, nos permite
experimentar efectos a nivel del sistema nervioso, musculoesquelético, respiratorio,
endocrino, digestivo y circulatorio. En términos emocionales, el yoga ofrece un cambio a
nivel perceptivo motor, que favorece la disminución de la ansiedad, así como también
una descompresión muscular que aumenta la sensación de relajación y de confianza.
En nuestro modelo, la utilización de ciertas posturas y técnicas respiratorias facilitan a
la persona el atreverse a salir de sus zonas de confort o rigideces conductuales, con la
tranquilidad del que reconoce en sí mismo una sabiduría a nivel de organismo que le
permite saber hasta dónde expandirse y cuándo replegarse.
Tomemos como ejemplo el trabajo con los músculos llamados aductores23, su
contracción sostenida (en forma de arco hacia adentro), ha sido consignada como una de
las características de la arquitectura corporal del tipo explicativo24, junto a la contracción
de pectorales y de toda la cintura escapular en general (Tironi, 2006). Según el MICC,
las personas con prevalencia de esta configuración habitan recurrentemente en la
emoción del miedo con su consiguiente estrategia adaptativa de control sobre el entorno.
Para el yoga, el trabajo de elongación de estos músculos es fundamental, ya que «unos
aductores rígidos impiden, más que cualquiera de los demás músculos, sentarse en
posición erguida y cómodamente en las posturas típicas del yoga» (Coulter, 2011, p. 50).
De esta forma, al conseguir la elongación de los aductores mediante ejercicios y posturas
de yoga, favorecemos paralelamente una serie de cambios a nivel mental, físico y
emocional, que facilitan establecer un contexto tranquilizador, sobre el cual construir
nuevas posibilidades conductuales. Estamos entonces, no solo realizando una práctica
saludable a nivel físico, sino que favoreciendo la realización de cambios conductuales.
Intencionar un propósito y darle curso a la acción consecuente a este propósito, requiere,
en muchos casos, la percepción de seguridad básica, de lo contrario las puertas se cierran

75
y la conducta controladora y de contracción aprendida aparece. Es aquí donde un trabajo
de elongación, favorece mediante la relajación, por una parte, y la fuerza del sostén por
otra, el avance en los cambios que intenciona la persona.
Otro ejemplo lo constituye la postura del arco que en la apertura del pecho y
exposición de las zonas vitales como el corazón, expande los músculos pectorales
favoreciendo la apertura de la cintura escapular. Esta postura constituye un símbolo de
expansión, propiciando una sensación de libertad, euforia y seguridad. La postura del
arco, realizada en forma sistemática, junto con otras prácticas de coaching corporal,
provee de una importante herramienta para avanzar hacia cambios conductuales que
pueden, con el tiempo, ampliar los recursos adaptativos y la flexibilidad en la forma de
relacionarse con el entorno.
Como veremos más adelante, la postura de la cruz otorga la sensación de equilibrio
personal, arraigo y conciencia de estabilidad, activando y tonificando enérgicamente los
músculos de piernas y glúteos asociados en el MICC, a la configuración motriz y la
emoción de la rabia. A través de este tipo de trabajo, aumentamos también la sensación
de presencia y seguridad personal.
Podríamos continuar detallando las aplicaciones de cada una de las posturas del yoga
y en especial del Hatha Yoga; sin embargo, para los efectos de este libro, lo central será
consignar que el presente modelo de coaching corporal utiliza muchas de sus posturas,
ya que aportan decididamente a la toma de conciencia, la flexibilidad, el equilibrio y la
tranquilidad necesarias para llevar a cabo procesos de cambio.
Resumiendo, los aportes del Yoga al MARES son:

Las disciplinas y métodos que acabamos de mencionar, constituyen la base sobre la


que se sustenta el presente modelo y por tanto he considerado fundamental reseñarlas al
lector que requiera profundizar en alguna de ellas. Por otra parte, muchas de ellas
constituyen disciplinas que, por separado, pueden ser una excelente continuación y
seguimiento a nuestro modelo dentro de lo que llamaremos más adelante Plan de
Equilibrio Personal.

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21 Al Chung - Liang Huang (2000) aluden a la voz Taiji como una simplificación del nombre original de la
disciplina: Taiji Quan, que luego derivó en Tai Chi.
22 El concepto de flow o flujo fue acuñado por Mihaly Csikszentmihalyi. Se describe una experiencia flow de
acuerdo a las siguientes características: existe una concentración intensa en el presente, se fusiona la acción y la
conciencia, existe una pérdida de la autoconciencia reflexiva, se asume un sentido de control sobre la actividad,
y la actividad es intrínsecamente gratificante.
23 Son diferentes grupos de músculos que se encargan de llevar las extremidades hacia el eje central del cuerpo.
Es decir, el grupo aductor tiene gran importancia en nuestra estabilidad y equilibrio.
24 Según el MICC, este biotipo habita con mayor prevalencia en la emoción del miedo y la necesidad de control.

77
CAPÍTULO 4
PRINCIPIOS DEL MODELO MARES

A continuación desarrollaremos los principios básicos sobre los que se sustenta el


modelo MARES.
En este modelo, el foco estará en el cuerpo, haciendo especial énfasis en la
importancia de un acompañamiento a nivel emocional y lingüístico, a fin de mantener
una modulación que haga sentido al coachee en la mantención de su organización
identitaria.

1. EL APRENDIZAJE OCURRE EN EL CUERPO


El proceso de aprender algo nuevo involucra la adquisición de un repertorio
conductual en contextos donde antes no existía. Este nuevo repertorio lo podemos
adquirir gracias a una serie de aprendizajes anteriores que actúan como terreno fértil para
que se den las nuevas adquisiciones. De este modo, cuando el niño aprende a caminar, su
conducta ocurre gracias a una serie de coordinaciones perceptivo-motrices que antes no
era capaz de desplegar, y que requirió de muchas coordinaciones y aprendizajes previos
para poder producirse. En una primera etapa, nuestros aprendizajes son básicamente
corporales, y están determinados por mecanismos de asociación, repetición y
condicionamiento. Tal como señala Piaget, antes de los 18 meses, estamos ante la
presencia de una inteligencia previa al pensamiento, denominada sensoriomotriz, que
regula la acción resolviendo los problemas que se dan en el nivel material de la
conducta, sin intervención del pensamiento (Piaget, 1978).
Para Piaget, toda función cognitiva superior se construye en función de operaciones
anteriores. Lo interesante es que dicha secuencia se da en todas las culturas y sociedades
en forma regular, pudiendo existir variaciones en los tiempos asociados a cada fase, pero
nunca en el orden de estas (Ibíd.). De este modo, un niño que no ha sido estimulado a
nivel psicomotriz tendrá dificultades para desarrollar representaciones mentales de su
interacción con el mundo y posteriormente tendrá dificultades en simbolizar y realizar
abstracciones más complejas.
Los animales son también capaces de tener este tipo de aprendizajes y por tanto
implementar nuevas conductas en donde antes no existían; en los animales superiores
existen ejemplos impactantes en relación a aprendizajes complejos, acercándose en
ocasiones a comportamientos parecidos a los humanos, como la conmovedora historia
del perro que, muerto su amo en un accidente, lo esperó lealmente durante años en el
terminal donde solía recibirlo todos los días después del trabajo.
Como vimos anteriormente, para Francisco Varela existe un tipo de cognición

78
corporal que se da en el funcionamiento del sistema inmunológico. Este tipo de
cognición, al igual que la inteligencia sensoriomotriz descrita por Piaget, se da sin la
participación del lenguaje, y en esta el organismo presenta respuestas de adaptación y
sobrevivencia similares a las cognitivas.
En el dominio de la acción del ser humano, el aprendizaje se visualiza en la conducta,
y por tanto, en un hacer que posee siempre un sustrato corporal, ya sea presente (en un
hacer desde el cuerpo) o de base (desde un aprendizaje corporal previo), que permite la
conducta actual. De esta forma, los aprendizajes considerados cognitivos (mentales) al
requerir un aprendizaje corporal anterior, de sustrato biológico, implican un cuerpo que
sostiene dicho aprendizaje. Dicho aprendizaje, si bien ocurre en interacción con las
dimensiones emocional y lingüística, cristaliza su hacer conductual25 en la dimensión
corporal y es desde ahí desde donde desarrollamos nuestro método de trabajo.
Entonces, lo que hacemos desde el MARES es replicar, de alguna manera, el proceso
de aprendizaje como fue aprendido desde la infancia, como siguiendo el patrón
ontogenético26 en orden a los niveles de aprendizaje, con la seguridad de que «antes de
toda técnica de almacenamiento y de transporte de signos, el cuerpo sigue siendo el
primer soporte de la memoria y de la transmisión» (Serres, 2011, p. 85). En la práctica,
esto significa realizar una primera etapa de trabajo de conciencia corporal, siguiendo
hacia niveles que involucren movimientos cada vez más complejos, integrando focos
atencionales, tipos de respiración y finalmente distinciones en el lenguaje de los
símbolos, la imaginería y la representación.
Este orden, que parte desde lo más simple a lo más complejo y desde lo corporal a lo
lingüístico, requiere también el reconocimiento permanente del motivo de consulta que
trae la persona, de las mejores estrategias de intervención según el biotipo de esta, y del
contexto social y cultural en el que está inmersa, aspecto que desarrollaremos
posteriormente. De esta forma, instalamos nuestro primer principio: el aprendizaje
ocurre en el cuerpo, siendo este un eje central, que guiará nuestro trabajo.

2. EL CUERPO TAMBIÉN «SABE»


Pero no es solo el aprendizaje de funciones superiores el que requiere de una
corporalidad que lo sustente. En la vida cotidiana ocurre, en ocasiones, que frente a
situaciones de crisis o peligro tomamos decisiones actuando adaptativa y efectivamente,
de forma inmediata, sin mediar reflexión ni análisis. Dichas situaciones, por su carácter
de urgencia, requieren, por ejemplo, saber hacia dónde huir, cuándo y dónde detenernos,
cómo y frente a quién defendernos, qué partes de nuestro cuerpo proteger, de quién
alejarnos y a quiénes acercarnos. En estas situaciones, es nuestro organismo en su
dominio corporal y emocional el que toma la dirección de la acción, siendo su único
referente inmediato el «hacer».
Ilustrémoslo con el siguiente caso: hace unos años, una mujer vivió la experiencia de
ser secuestrada por un taxista en un país extranjero; durante una hora fue víctima del
llamado «secuestro express» dando vueltas alrededor de la ciudad. En un momento, el

79
taxista habló por radio con un hombre y le indicó que lo esperara en el lugar acordado y
que estaba por llegar con la mujer secuestrada. La mujer, al escuchar que la estaban
esperando, en forma instintiva, abrió la puerta del taxi, que iba a gran velocidad,
amenazando al taxista con lanzarse, y con que lo haría si no se detenía y la dejaba bajar.
En el momento de abrir la puerta y extenderse hacia la carretera, ella misma se sintió
sorprendida de su osadía, jamás se imaginó capaz de tal resolución y seguridad. De
pronto, de forma violenta y con un arma, el taxista le señaló que cerrara la puerta y que
le entregara sus tarjetas de crédito y claves. La mujer al ver el arma cambió
inmediatamente de actitud; sin saber cómo, ni por qué, le habló en un tono dulce como si
fuera un niño, tratándolo como si existiese una relación de afecto entre ambos. Entregó
lo que este le solicitaba, y si bien no recordaba su clave, le dio la que en forma inmediata
vino a su mente, los números asociados a su fecha de nacimiento. Con diminutivos
cariñosos, le pidió que se calmara y la dejara en libertad. Más descolocado aún, el
taxista, sin saber cómo reaccionar, detuvo el auto y le señaló que se bajara. El lugar era
oscuro, un sitio eriazo alejado de la ciudad. La mujer asustada de ser dejada en aquel
sitio y correr peor suerte que arriba de aquel taxi, le suplicó muy afectuosamente, la
acercara a una estación de bencina que a lo lejos se observaba iluminada. El taxista
accedió y la dejó en el lugar solicitado, sin causarle daño alguno.
En esta historia, observamos una serie concatenada de conductas que de forma casi
intuitiva se adaptan a un único objetivo: la sobrevivencia. La mujer desconcertada de sus
propias reacciones —intentar saltar del auto, hablarle cariñosamente, darle una clave
cualquiera y solicitarle donde dejarla—, no tuvo tiempo para la reflexión ni el análisis,
simplemente actuó. Este actuar, que llamaremos organísmico, la salvó de seguir la suerte
de muchas otras mujeres que sufren frecuentemente secuestros en esta ciudad.
¿Cómo logró, la mujer de nuestra historia, tener este patrón complejo de conducta sin
mediar un acto reflexivo? Simplemente ocurrió y funcionó; habló en el tono necesario,
realizó las acciones necesarias con la coordinación y el ritmo necesarios, en el orden
necesario y, logró sobrevivir a una situación de peligro. Si escuchamos la descripción
que hace del taxista: «un hombre obeso, de tez oscura, de aspecto pobre y descuidado, de
pocas palabras, inseguro en sus movimientos, que demoró más de dos horas en explicitar
sus intenciones; claramente no se atrevía» podemos concluir que, si bien ninguno de
estos aspectos fue analizado en el momento, es probable que hayan sido considerados a
nivel orgánico como input para decidir las acciones. Olores, colores, gestos,
movimientos y ritmos pudieron ser de valiosa información para una conducta efectiva
que le permitió la sobrevivencia.
Este tipo de respuestas, se asemejan a patrones de conducta observadas en situaciones
de terremotos y catástrofes, en donde aparece un tipo de inteligencia, no mediada por el
pensamiento, que resulta en decisiones con resultado de sobrevivencia para quien las
realiza. Como señala Perls:

El organismo es dejado solo para cuidarse a sí mismo sin interferencias externas. […] Porque con un
awareness27 pleno uno se da cuenta de esta autorregulación organísmica, uno puede permitir que el
organismo se haga cargo sin interferir, sin interrumpir; podemos fiarnos en la sabiduría del organismo

80
(Perls, 1974. p. 28)

En todos estos casos, estamos hablando de una capacidad del organismo de adaptarse
en forma inteligente y equilibrada28, consiguiendo la mejor solución en su relación con el
entorno, en su búsqueda del equilibrio. Desde el MARES consideramos al cuerpo como
fundamental a la hora de tomar decisiones en la vida. Creemos además que la no
integración del cuerpo en el desarrollo de estrategias de sobrevivencia disminuye nuestra
capacidad adaptativa y nos lleva tarde o temprano a perder grados de bienestar.
Llegamos entonces a nuestro segundo principio: El cuerpo también sabe, y será desde
aquí desde donde trabajaremos, respetando siempre los ritmos, los límites y las señales
entregadas por este29.

3. EL APRENDIZAJE TIENE DIMENSIONES


El aprendizaje requiere un sustrato biológico y una historia de interacciones con el
entorno que siente las bases para este. De esta forma, nuestros aprendizajes alcanzan
niveles de complejidad cada vez más altos en función de los niveles de complejidad
biológica y social en los que se construyen a lo largo del tiempo. Esta última dimensión
de temporalidad puede favorecer la recurrencia necesaria para la instalación de nuevos
aprendizajes. En el ser humano, este proceso se construye a través de la interacción de
las dimensiones corporal, emocional y lingüística.
Para poder entender cómo el MARES trabaja estas tres dimensiones, es fundamental
comprender cómo se constituyen cada una de estas y qué las caracteriza a nivel de su
funcionamiento. Por ejemplo, cuando hablamos de nuestra capacidad reflexiva, estamos
hablando de una dimensión que se constituye a partir del lenguaje; cuando hablamos de
nuestro cuerpo estamos hablando de nuestra biología; y cuando hablamos de nuestras
emociones estamos hablando de la dinámica psicofisiológica que emerge en la relación
de nuestro cuerpo con el entorno. Estas tres dimensiones se modulan mutuamente,
afectándose unas a otras, pero no se explican linealmente una en función de la otra, ya
que su constitución y sus mecanismos de funcionamiento son totalmente distintos. La
mente, a través del lenguaje, no opera del mismo modo que las dinámicas moleculares y
fisiológicas del cuerpo. Por otra parte, las dinámicas relacionales en las que emerge la
emoción se construirán a partir de la historia de relaciones con el entorno, que poco
tienen que ver con moléculas y con la semántica propia del lenguaje. Esto es a lo que
Maturana llama dominios disjuntos30; es decir, cuerpo, emoción y lenguaje se relacionan
entre sí pero no son explicables unos por la dinámica de los otros; y por tanto, no pueden
ser determinados linealmente en una lógica de causa-efecto.
Veamos ahora algunas distinciones que aborda el MARES en el trabajo con cada
dimensión:
La primera dimensión a trabajar en el MARES es la dimensión corporal. En esta
dimensión trabajamos con movimientos que implican desplazamientos del organismo en
un espacio y tiempo determinado, aquí la atención se activa motivada por un estímulo

81
externo o interno en cualquier nivel de la organización física, en el que el proceso de
discriminación o selección se da como fenómeno. El trabajo a nivel de sensación refiere
a todas aquellas derivadas de los sentidos del cuerpo, temperatura, textura, sonido, color
y gusto; que se dan tanto a nivel de los receptores neuronales internos como externos del
organismo. Finalmente, la respiración en su forma involuntaria más primitiva y rítmica,
la entendemos como proceso regido por los transmisores del tronco cerebral, así como
también por los centros superiores cuando se intenciona modificarla.
La segunda dimensión a trabajar en el MARES es la emocional. Definimos la emoción
como un cambio en el estado psicofísico del organismo, que emerge en la relación de
este con el entorno. Trabajamos la dimensión emocional basándonos en cuatro de las
llamadas emociones básicas, estas son: el miedo, la pena, la rabia y la alegría, las que
serán consideradas para efectos de la clasificación biotípica del coachee; posteriormente
incorporaremos la emoción del amor en su dimensión ternura y amor erótico para efectos
del trabajo de intervención corporal general.
Nuestra tercera dimensión es la lingüística o simbólica. El MARES trabaja desde el
concepto de pensamiento de Piaget, quien señala que: «[…] los progresos de la
inteligencia sensorio-motriz desembocan en la construcción de un universo objetivo, en
el cual el propio cuerpo aparece como un elemento entre los demás, y al cual se opone la
vida interior, localizada en ese cuerpo propio» (Piaget, 1991, p. 23).
Desde esta definición trabajamos las creencias, juicios y conversaciones; así como
también los niveles de representación simbólica que constituyen para el MARES una
valiosa herramienta de trabajo a ser integrada en su modulación con el trabajo corporal.
En esta dimensión, incluimos la atención voluntaria, entendiendo por esta aquella que
intencionamos a través del pensamiento o diálogo interno. Este tipo de atención implica
un componente volitivo y, por ende, lo clasificaremos al interior de los aprendizajes
intencionados en la dimensión mental.
La dimensión simbólica permite intencionar el trabajo, ya sea a través del uso de
imágenes mediante imaginería, como de la actividad artística con formas, tamaños,
texturas y colores asociado a esta. Son también parte de esta dimensión las
representaciones arquetípicas de personajes que nos permiten desde lo cognitivo
fortalecer el proceso de integración al interior del modelo.
De este modo nuestro cuadro general de dimensiones y su relación, queda esbozado de
la siguiente manera: (Ver imagen 7).

82
Imagen 7: Las tres dimensiones a trabajar en el MARES y su proceso de modulación mutua.

4. EL APRENDIZAJE ES TRANSVERSAL
Así como al interior del ser humano observamos la modulación entre las dimensiones
antes descritas, al interior de los sistemas sociales, la modulación se da entre grupos de
seres humanos que se constituyen en subsistemas de sistemas mayores. (Ver imagen 8).

Imagen 8: Los diferentes sistemas y subsistemas que componen el entramado de la relación organismo-entorno.
Al hablar de aprendizaje, estamos hablando siempre de algo que ocurre en el marco de

83
interacciones al interior de los sistemas, por lo que es importante visualizar el nivel en el
que intervenimos y la relación de interacción que está siendo afectada. Nos encontramos
así, en una especie de danza de modulaciones que se da no solo al interior de cada ser
humano sino que también al interior de los subsistemas y sistemas a los cuales pertenece.
En esta danza se construyen identidades y roles en los que, el cuerpo, la emoción y el
lenguaje requieren de flexibilidad y ajuste constante.
Para poder lograr esta flexibilidad, es necesario un tiempo que permita promover e
instalar los cambios que faciliten una adaptación creativa a los diferentes sistemas en los
que participamos.
El concepto de transversalidad implica que en el coaching corporal MARES el
aprendizaje puede anudar todas las dimensiones de existencia de la persona. De esta
forma, un aprendizaje conductual en el ámbito familiar puede redundar en un cambio en
el ámbito laboral de la persona y viceversa. Recuerdo el caso de una coachee que llegó
con el objetivo de adecuar su conducta a un nuevo cargo de subgerencia. Su conducta
tendía a ser considerada inadecuada, realizaba intervenciones juzgadas como fuera de
lugar, interrumpía permanentemente y vestía en forma infantil de acuerdo a su cargo y
compañía. El trato hacia sus colaboradores carecía de liderazgo y dirección. Se me
solicitó realizar una sesión de coaching corporal a fin de trabajar su liderazgo e imagen
personal.
En la sesión observé que, efectivamente, sus patrones de movimiento, su gestualidad y
su forma de vestir impresionaban «como de niña»: esto coincidía con una dinámica
familiar bastante infantilizada para su edad. El trabajo en sesión se focalizó, entonces, en
tomar conciencia de cómo era sentirse «en el rol de líder» pero desde el cuerpo. Mirarse
y reconocerse en sus diferentes posibilidades corporales, una especie de autodiagnóstico
«sentido».
Para la coachee, el desafío consistió fundamentalmente en darse cuenta y hacerse
cargo de su propia decisión de querer seguir siendo y proyectando a los otros esta forma
de ser en todos los planos de su vida, incluso en el laboral. El costo estaba claro: de no
generar los cambios esperados por su jefatura, su ascenso e incluso su permanencia en la
empresa, se encontraba en peligro. Pese a lo anterior, para la coachee, el cambio no era
una decisión deseable en su aquí y ahora, ya que llevaba de la mano un costo identitario
en el resto de las dimensiones o sistemas sociales en los que se desenvolvía. En otras
palabras: ella necesitaba y quería seguir siendo niña para su familia y temía que actuar
como adulta en su rol laboral, involucrara para ella un cambio que afectara otras
dimensiones de su vida.
En este caso, como en muchos otros, la posibilidad de cambio está frenada por la
imposibilidad de sentirse a gusto en un rol de líder (tal como lo entiende la compañía), y
en el impacto que los cambios conductuales pueden tener en otros contextos personales,
sobre todo el familiar. A esto es a lo que llamamos transversalidad; es decir, trabajar en
una dimensión o rol de la persona, puede impactar otras dimensiones de su vida y por
tanto, los subsistemas a los que pertenece, facilitando o dificultando dichos aprendizajes.
Creemos que todo trabajo de coaching debe considerar el posible impacto en las

84
diferentes dimensiones de la vida de la persona. Considerar este aspecto, es fundamental
para poder mantener cambios en el tiempo. Un aprendizaje nuevo modula, no solo al
individuo sino que también al sistema mayor en el cual está inserto. De esta forma, el
organismo regula por sí mismo los rangos de intensidad de los cambios a fin de
mantener un equilibrio entre sus propios subsistemas internos y el sistema o sistemas
mayores a los que pertenece. Muchas veces esto puede llevar a la decisión del coachee
de suspender un trabajo de aprendizaje transformacional (tal vez intuyendo el impacto
que implica en los otros subsistemas en los que participa), y será parte también de su
sabiduría organísmica, una especie de «saber cuándo detenerse».
En el caso de la coachee antes mencionada, un caso en el que efectivamente no se
logró el objetivo, ella pudo identificar sus propias alternativas y, en conciencia y
libertad, decidir respecto de sí misma. En el MARES, este proceso de darse cuenta y
decidir en conciencia es fundamental, siendo siempre la persona quien fija los bordes de
su aprendizaje.
En síntesis, creemos que un trabajo de ampliación conductual como el que realizamos
con nuestro modelo, modula con frecuencia el sentido identitario en otros ámbitos de la
vida. El impacto de este aprendizaje, dado su carácter transversal, modula muchas veces
el funcionamiento en otros subsistemas. Tomar conciencia de esto y hacerse cargo, da
soporte y responsabilidad personal al proceso de cambio.

5. EL APRENDIZAJE REQUIERE CONFIAR


Para graficar este principio me gustaría partir con un ejemplo. Si me enfrento a una
situación de estrés y actúo como si nada me sucediera, ya que tengo una conversación
interna del tipo «debo controlarme»; es posible, que a nivel corporal se me rigidice la
musculatura y logre disminuir el correlato fisiológico de la ansiedad como el temblor, el
tartamudeo o la taquicardia.
Pero si, pese a mis esfuerzos por controlar dicho correlato fisiológico, la contracción
muscular no es suficientemente efectiva, es posible que tome un ansiolítico para
sentirme tranquila y poder aparecer al mundo como si «todo estuviera bien», aun cuando
en mis conversaciones internas mi discurso a esas alturas sea de pánico, «se van a dar
cuenta y me van a considerar una tonta, no pasaré la evaluación, perderé el respeto de
mis compañeros, se burlarán de mí, etc.».
Si analizamos lo anterior, es posible que a nivel racional, considere que no
corresponde la expresión ansiosa que se origina del miedo y, en vez de confiar en su
aparición, que tal vez me prepara o previene de algo, trate de eliminarlo como un
correlato desagradable y poco deseable socialmente.
A este proceso de «no confianza» en lo que me aparece desde lo corporal, lo
llamaremos «control interno» o «control de emociones», que si bien muchas de las veces
logra su objetivo de adecuación social en el corto plazo, a la larga puede acarrear
trastornos somáticos y enfermedades, algunas veces crónicas, con una desconexión cada
vez mayor de nuestro sentir. Esta especie de disociación entre lo que somos y lo que

85
queremos ser y aparecer a los otros, se constituye en una suerte de negación de nosotros
mismos. Como si un «no ser lo que somos» fuese mejor alternativa que aceptar cómo
estamos siendo en el momento presente.
Como bien lo señala Jung «La capacidad de dominar nuestras emociones, que puede
parecernos muy deseable, sería una consecución discutible desde otro punto de vista,
porque privaría a las relaciones sociales de variedad, color y calor» (Jung, 1976, p. 21).
Si deseamos aprender, para ampliar nuestros recursos, debemos trabajar a la inversa;
llevar la atención a la sensación del cuerpo, escucharlo, sentir el latido acelerado del
corazón, permitirnos el temblor del miedo, la temperatura, el tono muscular de las zonas
contraídas, el ritmo acelerado de la respiración. Si lo hacemos, si permitimos que ocurra,
puede sucedernos algo asombroso.
La mente deja de atender a los pensamientos y recobra protagonismo la sensación. Si
sistemáticamente habitamos desde este sentirnos desde el cuerpo, experimentamos una
sensación de vitalidad y bienestar que abre las puertas al aprendizaje desde la confianza.
Desde aquí, todo lo que se siente y se hace, es lo único que se puede sentir y hacer en el
momento presente. Al cabo de un tiempo, una sensación de seguridad aparece en este
instalarse desde la certeza de la propia presencia en el aquí y ahora.
Si nos damos cuenta, al decir que el aprender requiere confiar, estamos diciendo que
desde el cuerpo no existe el error, todo lo que aparece es parte de lo que orgánicamente
el cuerpo necesita desplegar para desenvolverse en un entorno específico, en un
momento determinado. La mayoría de las veces en situaciones de miedo o ansiedad, no
es el cuerpo el problema —aunque es sobre este sobre el que se actúa con fármacos y
técnicas de relajación—, sino que es en el dominio mental donde aparece el gran
enemigo de la confianza: el miedo, y frente a este, el control.
Para el MARES el control es la ilusión que construimos en el dominio mental,
negando el potencial de información valiosa y creativa del organismo como un todo. Lo
que ocurre varía de persona a persona, dado que somos organismos con una biología
diferente y con historias distintas; sin embargo, hay un patrón común en la mayoría de
las ocasiones: el dejar de intentar direccionar la sensación permite que esta surja en su
mensaje creativo y de bienestar para el organismo. Lograr aceptar la sensación,
disminuyendo el poder regulador de las conversaciones internas, confiando en el cuerpo
y sus dinámicas internas, acomoda la experiencia de manera creativa, manteniendo un
funcionamiento adaptativo y de sobrevivencia.
En los casos en los que existe una alteración biológica de base o alguna
psicopatología, el tratamiento deberá ser derivado al ámbito que corresponda. Tal como
lo señalamos en el capítulo 1, el coach deberá ser capaz de distinguir cuando sus
competencias llegan al límite en cuanto al trabajo con el coachee. En cuadros de tipo
psiquiátrico, la dinámica interna se encuentra alterada y por ende la acción
farmacológica y terapéutica será la adecuada, a lo menos en una primera instancia, para
que el organismo retome un funcionamiento de equilibrio interno; esto independiente de
que en su origen y/o desarrollo inicial haya sido de carácter psicoemocional.
Como hemos visto, el tema de la confianza aparece directamente relacionado al del

86
control. En el ámbito cotidiano y laboral suele darse mayoritariamente en personalidades
más bien rígidas, con tendencia a estilos laborales directivos y relaciones interpersonales
de tipo formal. Es recurrente la falta de repertorio conductual con síntomas físicos
(contracturas, dolores musculares, de cabeza, etc.), emocionales, (sensación de ansiedad
generalizada) y mentales (pensamientos negativos y de desconfianza). La estrategia
predominante de control genera en muchas ocasiones un estado de contractura
generalizada, que dificulta el acceso a un mayor número de alternativas conductuales, ya
sea porque el dolor acapara un foco permanente o bien porque el movimiento se ve
dificultado y la mente mantiene los patrones aprendidos de forma inamovible, con una
emocionalidad estancada. El control excesivo aparece entonces paradójicamente como la
causa de los síntomas o conductas que pretende modificar o eliminar, cayéndose así en
un círculo vicioso difícil de detener. En nuestra cultura occidental el control es utilizado
como un antídoto frente a emociones no deseadas, como el miedo, la rabia y la tristeza,
siendo gran parte de las veces, el remedio peor que la enfermedad.
En los estados de angustia, comunes en sociedades altamente competitivas, el intento
de la mente por controlar la situación no hace sino aumentar la sensación de miedo,
llegando a límites de sufrimiento y limitación laboral. En estos casos, permitir que
funcionen niveles de inteligencia que son propios del dominio corporal y, que se
expresen sin disociaciones innecesarias y en ocasiones mucho más patológicas, implica
«soltar» el control y confiar en el cuerpo. «Dejar que el cuerpo ocurra», es reconocer con
humildad nuestra ignorancia respecto a esta maravillosa y perfecta arquitectura humana
capaz de autorregularse. Esta inteligencia corporal o sabiduría organísmica, se da en el
proceso de acoplamiento estructural organismo-entorno, que Perls denomina «la
situación»:

Todo control, incluso el control externo interiorizado –«Tú debes»– interfiere con el funcionamiento
sano del organismo. Hay solamente una cosa que debe ser la que controla: la situación. Si entendemos la
situación en que nos encontramos y dejamos que sea ella la que controle nuestros actos, entonces sí que
hemos aprendido a encarar la vida. Ustedes saben esto por algunas situaciones como es el conducir un
automóvil. No se conduce de acuerdo a un programa «quiero conducir a 100Km/h». Se conduce de acuerdo
a la situación. Se conduce diferente de noche, en tráfico o cuando se está cansado. Escuchamos a la
situación. Mientras menor sea la confianza en nosotros mismos, menor es el contacto con nosotros y el
mundo, mayor nuestro deseo de controlar. (Perls, 1974, p. 31)

7. APRENDER IMPLICA «SOSTENER»


Confiar no significa no sufrir, en ocasiones el dolor es parte del proceso y a veces los
seres humanos tendemos a evitarlo, ya sea negando el dolor, racionalizándolo o
transformándolo en una especie de lo que llamamos andar siempre con «carita de
cumpleaños». Una especie de máscara que nos protege de la sensación corporal,
emocional y psíquica que implica conectarse con «la situación». La huida de la tristeza,
no es sino otra forma de engañarnos a nosotros mismos. Las emociones, reflejan el
«estado del arte» en el que nos encontramos. Es por esto que es tan fundamental «la
situación», escucharla, sentirla, mirarla, detenerse en ella, pero para esto es fundamental

87
ser capaz de sostenerla.
El tipo de trabajo muscular que más se asocia al sostener, es el ejercicio llamado
isométrico. En este, a diferencia del ejercicio isotónico, se trata de «sostener algo
estando quieto, a menudo en condiciones de una resistencia sustancial o máxima»
(Coulter, 2011, p. 32). Una de las actividades corporales que mayor coincidencia tiene
con la capacidad de sostener es el yoga y específicamente, el Hatha Yoga. En este tipo
de yoga, el énfasis está dado por la mantención de posturas estáticas en períodos de
tiempo prolongados, manteniendo una respiración coordinada con el movimiento. Así,
cada postura representa la mantención del esfuerzo en una posición donde la tensión de
ciertos grupos musculares se hace más y más intensa. Este esfuerzo muscular mantenido,
genera la sensación interna de resistencia, que puede ser trabajado desde el plano mental
como un «puedo sostener el esfuerzo», «puedo sostener la tensión». En nuestro modelo,
este tipo de práctica, puede alcanzar una dimensión existencial de «puedo sostenerme a
mí mismo», donde lo físico, emocional y mental llevan al coachee a percibir su propio
sostén interno. La sensación de fuerza interior que puede desarrollarse, es una interesante
herramienta de apoyo a los procesos de coaching corporal en los que se requiere la
capacidad de sostener las tensiones, que, muchas veces, los procesos de aprendizaje y
cambio implican.
Por otra parte, la capacidad de sostener de ciertos grupos musculares, requiere
paralelamente un estado muscular de relajación en otros músculos. Como los músculos
voluntarios son coordinados por activaciones del sistema nervioso central y, para elongar
requerimos que el músculo esté relajado, es fundamental en el yoga el sostener desde
una fuerza muscular que conjuntamente implique el trabajo de grupos musculares
relajados. De lo contrario, se provoca dolor, lo que hace que la activación del sistema
nervioso tense nuevamente el músculo y evite la elongación. Al revés, el estiramiento
cuidadoso y mantenido, genera un estado de relajación que, a su vez, favorece la
elongación, ya que perturba al sistema nervioso permitiendo que, en condiciones
normales, el músculo se relaje. Tensión y elongación muscular, es finalmente lo que
permite el movimiento.
Sostener no significa un uso excesivo de la fuerza, un desgaste permanente, un
envejecimiento. Sostener significa utilizar la inteligencia del cuerpo, dejar que el cuerpo
se acomode al desafío. El máximo logro no implica un uso excesivo de la fuerza
muscular, sino que un trabajo que no provoque ni dolor ni molestia y que permita lograr
el objetivo de movimiento, sin sobreexigencia, sino más bien desde la sutileza del
movimiento. Cuántas veces hemos visto o hemos sido nosotros mismos protagonistas de
movimientos que, al aplicar fuerza innecesaria, nos daña o daña. Andar «a tontas y a
locas» acelerados en el día a día de una ciudad congestionada, muchas veces nos coloca
en una situación de sobre agitación y en un uso innecesario no solo de la fuerza, sino
también de la velocidad del movimiento. Todo esto al contrario de potenciarnos y
energizarnos, nos agota, nos cansa y nos estresa. Anat Baniel discípula de Feldenkrais lo
describe:

88
El uso excesivo de la fuerza, ya sea física, mental, emocional o espiritual, apaga nuestra vitalidad; hace
que sintamos menos, que no podamos experimentar plenamente lo que significa sintonizar con lo que
estamos haciendo. Además nos provoca dolor, notamos limitaciones y sufrimos, y al final del día nos
sentimos más viejos innecesariamente Cuando recudimos la fuerza que utilizamos, vivimos más el presente,
somos más conscientes de los que estamos haciendo y empezamos a captar diferencias más sutiles. (Baniel,
2007, p. 97)

El uso inteligente de nuestro cuerpo implica atender a lo que el modelo denominará


los 4 ejes del coaching corporal: movimiento, atención, respiración, y expresión
simbólica. Estas 4 dimensiones serán abordadas en el capítulo siguiente a fin de entregar
herramientas específicas para abordar el coaching corporal desde el presente modelo.
En síntesis quisiera dejar algunas conclusiones generales y agregar un comentario en
relación a las herramientas de trabajo que serán útiles a la hora de utilizar nuestro
modelo:

• Si la inteligencia o cognición, son también capaces de operar efectivamente en


ausencia del lenguaje; y si para el desarrollo de la inteligencia lógico-formal el ser
humano ha requerido de un aprendizaje corporal previo; no es de extrañar que un
proceso de aprendizaje que considera el cuerpo sea más eficiente a la hora de
evaluar su mantención en el tiempo y su transversalidad a los diferentes escenarios
que la persona enfrente, que un aprendizaje que no lo contempla.
• El aprendizaje desde el cuerpo es una condición fundamental para el desarrollo de
nuevas conductas en un adulto. Dado que si bien este posee las funciones lógico-
formales necesarias para comprender por qué es necesario llevar a cabo un cambio
en su manera de actuar, requiere el correlato corporal de base a este complejo
proceso conductual; esto asegurará incorporar esta nueva forma de ser y hacer en
forma constante, mantenerla en el tiempo y, sobre todo, hacerla transversal. La no
incorporación de este explica la problemática frecuente en personas que quieren
realizar un cambio pero que pese a tener las razones y argumentos no pueden
lograrlo.
• No se puede llevar a conducta algo que parte solo desde la razón o que no ha sido
corporeizado previamente ni siquiera en un espacio imaginario. Desde aquí se
entiende el éxito de técnicas de imaginería que sitúan a la persona desde un cuerpo
imaginario en situaciones esperadas, como un estadio preparatorio al cambio
conductual. Técnicas del tipo «imagínese que usted se encuentra en un espacio…
cómo se siente, qué colores observa… cambie el color de la foto, achíquela, ¿cuál
es su sensación ahora? La lógica imperante en este tipo de enfoques, como el de la
Programación Neurolingüística es el mismo desarrollado en los estudios de Piaget.
Algunas de las técnicas de la Terapia Gestalt, son también un buen ejemplo de esto.

25 Consideraremos conducta también a los fenómenos lingüísticos que ocurren al interior del observador, tales
como los pensamientos, que requieren un sustrato biológico para su emergencia.

89
26 La ontogenia es definida por Maturana y Varela como «la historia del cambio estructural de una unidad, sin que
esta pierda su organización» (Maturana, Varela; 1984, p. 49). En este caso, su utilización con la expresión
«patrón ontogenético» refiere al patrón de cambios del individuo a lo largo de su historia de interacciones con
el entorno.
27 Francisco Huneeus en el libro de Fritz Perls Sueños y Existencia, traduce del inglés el término awareness
señalando que si bien no tiene traducción directa «Aware significa darse cuenta, percatarse, tomar conciencia.
El sufijo ness se utiliza para formar el sustantivo; que en este caso denota la capacidad de darse cuenta,
percatarse y conciencia o tomar conciencia. En forma condensada la traducción más cercana sería ‘darse
cuentidad’, ‘percatarsidad’, etc., expresiones no usuales en español (N. del T.)». Op. cit., p. 25.
28 «[…] el equilibrio se caracteriza por su estabilidad. Pero resaltemos inmediatamente que estabilidad no
significa inmovilidad. Como ustedes saben perfectamente tanto en química como en física existen equilibrios
móviles caracterizados por transformaciones en sentido contrario pero que se compensan de modo estable. La
noción de movilidad no es pues contradictoria con la noción de estabilidad: el equilibrio puede ser móvil y
estable. En el terreno de la inteligencia tenemos gran necesidad de esta noción de equilibrio móvil» (Piaget,
1991, p. 118).
29 Cuando Piaget describe las fases del desarrollo, pone especial énfasis en la dimensión sensorio-motriz de la
inteligencia: «[…] [esta fase es] la de la inteligencia práctica o sensorio-motriz propiamente dicha. La
inteligencia aparece, efectivamente, mucho antes que el lenguaje, o sea mucho antes que el pensamiento
interior que supone la utilización de los signos verbales (del lenguaje interiorizado). Pero se trata de una
inteligencia totalmente práctica, que se aplica a la manipulación de los objetos y que no utiliza, en vez de las
palabras y los conceptos, más que percepciones y movimientos organizados en ‘esquemas de acción’». (Piaget,
1991, p. 20).
30 Maturana se refiere al concepto de dominios disjuntos al referirse a la relación entre conducta y sistema
nervioso como relación ortogonal que se da en el acoplamiento estructural y que no significa que el operar de
un dominio explique el operar de otro (Maturana, H. (2006). Desde la biología a la psicología. Santiago de
Chile: Editorial Universitaria. p. 51).

90
CAPÍTULO 5
FASES DEL MODELO MARES

En el presente capítulo, abordaremos las cuatro fases del coaching corporal desde el
modelo MARES. En el desarrollo de cada una de estas, entregaremos orientaciones
específicas a fin de distinguir su aplicación y objetivo, así como también algunas
técnicas para abordar el trabajo. Las fases que desarrollaremos son:
1. 1. Alineamiento del coach
2. 2. Indagación psicocorporal
3. 3. Intervención MARES

3.1. Movimiento
3.2. Atención
3.3. Respiración
3.4. Expresión Simbólica
1. 4. Plan de Mantención

1. ALINEAMIENTO DEL COACH


El coaching corporal MARES sugiere a nivel del coach la realización de un breve
alineamiento inicial para el posterior trabajo con el coachee. En este alineamiento, el
coach realiza una preparación previa a la sesión, mediante un ejercicio personal que
promueve el aumento de la conciencia sobre su cuerpo, su emocionalidad y su
pensamiento. Este ejercicio dura aproximadamente 5 minutos, y le permite establecer su
referente de centro y equilibrio, aumentando su capacidad de identificar lo que es suyo
en la dinámica de relación y, diferenciarlo de lo que trae el coachee a la sesión.
La realización de este tipo de alineamiento permite darse cuenta de los diálogos
internos, soltarlos si es necesario y focalizarnos en comprender a la persona. No se trata
de eliminar dichas conversaciones, sino de mirarlas, disminuyendo así su poder
distorsionador. Esto nos permite recibir a la persona en la frescura directa y novedosa del
aquí y ahora e instalarnos al servicio de la sesión.
En resumen: alinearse es conectar con nuestro centro corporal de modo de limpiar el
espacio relacional e identificar las conversaciones internas.
El alineamiento que describiremos a continuación, requiere un conocimiento previo
del coachee por lo que, de ser la primera sesión, se parte desde el punto 2.
Previo al inicio de la sesión:

91
1. 1. El coach sentado y con los ojos cerrados, visualiza al coachee tal y como si lo
tuviese enfrente. Es importante en este ejercicio que el coach se permita una
visualización libre, lo menos intencionada posible, en la que deje aparecer las
imágenes, diálogos y sensaciones que le surjan naturalmente.

Manteniendo en paralelo, un hilo de atención fluctuante hacia dicha imagen, se


procede a pasar a los siguientes pasos.
1. 2. El coach identifica sus propias sensaciones corporales, realizando un recorrido
atencional por todo su cuerpo desde abajo hacia arriba. Parte por registrar la
sensación de la planta de los pies sobre el suelo, la zona de piernas y glúteos,
atención a la espalda y abdomen, atención a la zona del cuello, hombros, brazos,
manos y dedos, atención a la nuca, la coronilla, los músculos de la cara.
2. 3. Identifica cualquier emoción que aparezca desde la sensación en el cuerpo, en
qué parte se siente y cómo, cuál es la temperatura, extensión, densidad, peso, etc.
3. 4. Inicia la técnica de respiración completa y profunda (que será detallada en el
presente capítulo), llevando la atención única y exclusivamente a la respiración.
Los pensamientos se observan y se dejan ir, sin juzgar ni controlar; se suelta todo
tipo de conversación interna y se vuelve la atención a la respiración.
4. 5. Finalmente el coach, poco a poco, va volviendo a la situación presente,
regularizando su respiración, retomando la sensación corporal y focalizando su
atención en algún centro corporal que perciba firme, ya sea columna, bajo vientre o
pecho, realizando una respiración normal y profunda, intencionando el hacerlo
desde dicho centro.

Mediante este simple ejercicio, hemos realizado nuestro alineamiento inicial y


podemos iniciar la sesión.

Algunos aspectos que favorecen el alineamiento del coach


Si bien no es objeto del presente libro el desarrollar en extenso temas como el de la
alimentación, me parece fundamental esbozarlo, dado que, como dicen los chinos,
«somos lo que comemos» y dado que trabajamos desde el cuerpo, considero importante
el conocer cómo una buena alimentación favorece nuestro trabajo y el del coachee.
El proceso de alimentación implica también una manera de llevar la atención a nuestro
sentir desde el cuerpo. El desarrollo de una alimentación consciente nos provee de una
mayor sensibilidad a la sensación interna y externa, ambas fundamentales en el acto de
comer. De esta forma, la alimentación pasa a ser, desde el MARES, no solo un
instrumento de sobrevivencia y placer, sino que también un espacio para darnos cuenta y
aumentar el número de distinciones a nivel físico, tales como la temperatura, el sabor, el
olor, la textura y el color de los alimentos. Esta conexión con lo que ingerimos, a la
larga, actúa como un excelente filtro a aquellos alimentos que no nos aportan o que
derechamente nos hacen mal. El cómo mezclamos los alimentos, facilita u obstaculiza el

92
proceso digestivo y, por tanto, nuestra salud, siendo recomendable el mantener una
alimentación rica en agua, frutas y vegetales frescos y de estación, y baja en azúcares,
harinas y grasas. La ingesta de dichos alimentos mantiene nuestro cuerpo limpio e
hidratado, de manera de permitirnos realizar también el trabajo físico que implica el
dirigir grupos y personas desde un movimiento consciente. Equilibrar las comidas en
cuanto a su cantidad y ocasión, favorece el trabajo, tanto del coach como del coachee, y
fortalece el cuidado del cuerpo31.
Por otra parte, tal como revisamos en el capítulo 1, vivimos en una sociedad que
fomenta cuerpos eficientes y energetizados, en los que el descanso y el ocio parecieran
poner en riesgo la rentabilidad del sistema productivo. Nos encontramos cada día más,
con cuerpos cansados y sobreexigidos, no solo por el sistema laboral, sino por el
entramado completo de sistemas familiares y sociales. En este marco, nos parece
fundamental que el coach corporal posea la distinción vivencial del descanso y el sueño,
como parte fundamental del cuidado de su propio cuerpo. Si queremos trabajar con la
capacidad de darse cuenta corporal, es fundamental el poder darnos tiempo a nosotros
mismos en nuestros propios procesos internos. En este, «no hacer» del ocio, los grandes
filósofos hicieron las grandes preguntas, en este espacio, la mente divaga y el cuerpo
habita, sin ser intencionado por una actividad específica. Este sentirse no intencionado
nos entrega un cuerpo libre, habitado en su presente total, lográndose una verdadera
presencia en el aquí y el ahora.
Finalmente, el MARES propone que el coach reconozca no solo la tipología corporal
del coachee sino que también la propia, a fin de trabajar consigo mismo en relación a
esta. Esto implica que el coach reconozca desde el cuerpo sus maneras prevalentes de
relacionarse, emocionar y adaptarse al entorno, favoreciendo prácticas corporales, que
aumenten su propia flexibilidad y ampliación de recursos. Tal como lo vimos en el
capítulo 1, en relación a la biología del conocimiento, lo que el coach percibe tiene
mucho que ver con su propia dinámica interna y por tanto, en su interacción con el otro,
es fundamental que reconozca los aspectos que responden a sus propias estrategias de
acoplamiento al entorno.
En mi experiencia, existen duplas de coaching más efectivas que otras, en términos de
sintonizarse más fácilmente. A muchos les ocurre dicho fenómeno como una suerte de
mayor afinidad y facilidad en el vínculo con algunos coachees que con otros. Estas
diferencias no dicen relación únicamente con la historia que la persona trae o con el tema
a trabajar, sino que, muchas veces, dicen relación con los estilos de cada uno. Dichos
estilos tienen a la base varios elementos, que refieren a su estructura biológica, su
historia de interacciones y a la continua actualización del sí mismo en este proceso
adaptativo.
La sensación de desacoplamiento o dificultad en la relación con el coachee puede
deberse en muchos de los casos, a encontrarnos con estructuras muy diferentes a las
nuestras y a nuestra propia falta de ductilidad. En este caso, el coachee representa un
desafío adaptativo y más aún, este desafío es el que nos solicita ayuda.
En el marco de la ética de un trabajo que realizamos desde el cuerpo, es recomendable

93
conocer al otro desde esta dimensión y por sobre todo a nosotros mismos. Esto implica
saber cuáles son nuestras disposiciones fundamentales a fin de estar disponibles para el
trabajo con diferentes tipos de personas. Reconocer cómo trabajar en nosotros mismos
estos aspectos de la relación, implica un trabajo personal que parte por conocernos no
solo desde lo psíquico y emocional, sino que por sobre todo, desde la dimensión
corporal.

2. INDAGACIÓN PSICOCORPORAL
Como hemos analizado, para realizar un proceso de coaching corporal desde nuestro
modelo, es necesario no solo conocer la corporalidad del otro sino que también la
nuestra. Para esto, nuestro modelo utiliza la indagación psicocorporal, la que nos ayuda a
incorporar la dimensión física en la comprensión de lo que somos.
Para poder comprender el proceso de constitución del tipo corporal debemos
entenderlo como una serie de interacciones que se remontan al inicio de la vida. Este
proceso se inicia en la fecundación, con la fusión del espermatozoide y el óvulo, que da
lugar al cigoto cuyo ADN contiene información de ambos progenitores. Un proceso de
división y diferenciación celular determina la formación de los diferentes órganos y
tejidos, de acuerdo a una organización establecida. Este proceso se da habitualmente
como un viaje que parte en el óvulo fecundado para luego transitar a través de las
trompas de Falopio hasta producirse su anidamiento en el útero. Cuando se acerca el
momento del nacimiento, el feto pasa por el canal de parto para finalmente salir al
mundo exterior.
En este viaje, la dinámica de interacción organismo-entorno en cada persona se
desarrolla bajo condiciones distintas, tanto a nivel de temperatura, luminosidad, textura,
presión, etc. Todo esto es parte de un continuo de perturbaciones en las que el ser
humano se encuentra inmerso durante toda su vida y que, constituyen una modulación
permanente. Los caminos que tome dicho proceso serán, como señala Maturana,
verdaderas derivas de desarrollo que tomarán los cauces disponibles dentro del proceso
de mutua modulación entre el organismo y su entorno.
Si bien este proceso no concluye hasta nuestra muerte (en la que incluso continuamos
conformándonos en algo diferente de lo que éramos por la acción de diversos agentes
biológicos y los minerales de la tierra), el impacto de las perturbaciones del entorno
muestra ser mayor en etapas embrionarias, y va disminuyendo hacia la adultez del ser
humano con la presencia del lenguaje y su poder representativo y volitivo.
Esto significa que un impacto de alta intensidad en el entorno intrauterino, puede
afectar con gran intensidad la estructura del organismo, determinando muchas
características de la etapa adulta. La complejidad adquirida con el desarrollo, puede ser
asimilada de mejor forma sin alterar mayormente la estructura biológica del sujeto. En
otras palabras, con el tiempo y el desarrollo de nuestra biología nos vamos asentando en
una definición estructural que nos instala más resistentes y/o fuertes y menos vulnerables
y/o flexibles a cambios estructurales.

94
Los teóricos de las relaciones de objeto y en especial Bowlby, con su teoría del apego,
plantea la existencia de una suerte de «cableado» biológico que establece la importancia
de los tres primeros años de vida en el desarrollo del ser humano, siendo claves en el
desarrollo emocional y mental de la persona. Asimismo las investigaciones de Ainsworth
confirman lo postulado por Bowlby, en relación al impacto de la interacción inicial del
niño con su primera figura de apego (Rifkin, 2010). Los estudios de Piaget, mencionados
anteriormente, respecto de la importancia de los primeros años de vida en el desarrollo
de la inteligencia, así como el fundamento de muchas corrientes psicológicas en relación
a la conformación de la estructura caracterológica en los 3 primeros años de vida,
confirman también este fenómeno.
Esto no quiere decir que como seres humanos estemos predeterminados por esta
primera etapa de desarrollo. Los estilos de interacción con el entorno, que hemos
aprendido y que nos han modificado, implican una recurrencia que nos habla solamente
de una prevalencia en la forma de manejarnos con el medio. Esto no significa una
imposibilidad de modificación; sin embargo, el reconocimiento del impacto de las
perturbaciones en etapas iniciales, nos permite abrir una mirada comprensiva hacia el
fenómeno del cambio y sus rangos de expansión desde el cuerpo, no como un
establecimiento de límites rígidos, sino más bien de márgenes flexibles, una
consideración que implica cuidado y respeto a la historia construida en esta deriva de
interacciones.
La indagación psicocorporal implica reconocer desde el patrón repetitivo
primordialmente biológico, hasta el más complejo, que incorpora componentes
emocionales y mentales. Nuestra biología desarrolla estrategias adaptativas y de
sobrevivencia que, en condiciones normales, es decir, de cierta estabilidad, se van
acentuando como dinámicas recurrentes en nuestra historia. De esta forma, nuestra
estructura (en situaciones ideales) se va asentando con grados de organización cada vez
más complejos y diferenciados que permiten respuestas cada vez más complejas y
eficaces en la relación con el medio. El niño frente a un problema escolar podrá
desarrollar alternativas de respuesta de mayor complejidad en cursos avanzados, que las
desarrolladas en etapas de iniciación escolar. En este último caso, por ejemplo, frente a
una problemática de ansiedad por rendimiento, podrá presentar dificultad en el control
de esfínteres en sala y, años más tarde, desarrollará estrategias como el pedir ayuda a sus
compañeros o solicitar el apoyo de un profesor particular a sus padres. Más adelante, en
la edad adulta, podrá solicitar capacitación o bien se autoinstruirá en aquellos temas en
los que sienta falta de recursos. Lo anterior implica un desarrollo de estrategias de
autoapoyo cada vez mayores, que buscan adaptarse al entorno de la mejor manera
posible.
La capacidad que un organismo tenga de enfrentar situaciones diferentes a la
recurrencia establecida en su historia, dependerá de cuán flexible y variada haya sido su
dinámica de interacciones con el entorno y de cuán flexible y variada haya sido la
modulación de los cambios a nivel de su organismo. Esto último podrá verse, a nivel del
cerebro, como el grado de conectividad cerebral; a nivel emocional, como el grado de

95
ductilidad emocional y, en el plano lingüístico, como el grado de flexibilidad y
posibilidad de apertura frente a nuevas creencias y juicios.
Para el MARES, el objetivo central es el aumento de la plasticidad conductual;
entendiendo que el organismo sano es aquel que en su proceso de interacción con el
entorno se modifica congruentemente con su necesidad adaptativa de bienestar personal.
La falta de congruencia en la modificación del organismo frente a los cambios del
entorno, impide un devenir armonioso entre el hombre y su mundo, traduciéndose en
todo tipo de dificultades tanto físicas como psíquicas y emocionales.
El reconocer la estructura corporal de la persona, implica comprender no solo su
biología, sino que también su historia y, las significaciones que ha ido construyendo en
el devenir de esta. Biología, historia de interacciones y significaciones, conformarán un
todo que se traduce en estrategias adaptativas o predominios conductuales. Estos tres
dominios corresponden a los ya identificados anteriormente como las dimensiones de la
conducta del ser humano: cuerpo, emoción y lenguaje, respectivamente. En este proceso
de modulación entre estas tres dimensiones, el cuerpo se articula como una especie de
grabado o escultura, en donde quedan archivados los vestigios de dicha dinámica de
influencia mutua. Esto es fácil de observar en cuerpos de diferentes culturas, climas y en
personas con historias de vida diferentes. El cuerpo de un hombre víctima de traumas
severos durante su infancia, nos hablará no solo de su dinámica biológica sino que
también de cómo esta ha sido perturbada por sus experiencias emocionales y mentales.
Dichas experiencias forman parte viva de su arquitectura corporal, llegando a dibujarse
contingentemente con la forma de sus hombros, la expansión o contracción de su pecho,
su arraigo o desarraigo al caminar y, muchos otros elementos observables a nivel físico,
que nos hablan de una historia hecha postura, musculatura y movimiento.
De esta forma, en el presente modelo al trabajar con el cuerpo del coachee,
reconocemos no solo su biología, sino también su forma de adaptarse a las diferentes
situaciones. Lo anterior nos facilitará orientar un trabajo acorde a las necesidades y
recursos de la persona. Para esto consideramos importante conocer algunas de las
principales clasificaciones de tipos corporales que nos permitirán realizar una indagación
psicocorporal al servicio de nuestro trabajo.

Algunas clasificaciones de biotipos útiles para la indagación


El estudio de la forma y transformaciones del cuerpo humano ha sido tema de interés
desde épocas muy antiguas. Ya en el 400 a.C. Hipócrates describía tipos físicos
asociados con los elementos fundamentales: aire, tierra, fuego y agua. La preocupación
por el cuerpo humano, que caracterizó a los griegos de la Antigüedad se tradujo en la
descripción de dos tipos generales: los tísicos o delgados, con predominio del eje
longitudinal sobre el transversal y a los que les suponían tendencias a la introversión y
los apopléticos o musculosos, con predominio del eje transversal. Durante el
Renacimiento se retoma la preocupación por la morfología corporal, y a fines del siglo
XVIII, destacan las escuelas biotipológicas que, en términos generales, clasifican los
tipos corporales según sus características anatómicas y temperamentales, variando la

96
descripción de cada tipología según si el énfasis es genético, ambiental o psíquico.
Según Sierra Zamorano (2007):

Algunas de las clasificaciones más difundidas son las de Sigaud y McAuliffe (muscular, respiratorio,
digestivo y cerebral), Martiny (cordoblástico, ectoblástico, endoblástico y mesoblástico), Manouvrier
(braquiskele, macroskele y mesoskele), Viola (brevilíneo, longilíneo y normotipo) y Pende (longilíneo
esténico tónico, longilíneo hipoesténico hipotónico, brevilíneo esténico y bracilíneo e hipoesténico). (p. 7)

En la década de 1930, el psiquiatra y neurólogo alemán Ernst Kretschmer estudia


enfermos mentales y busca la correlación entre las patologías y la composición corporal,
relacionando el biotipo con hábitos y caracteres de la esfera psíquica. A partir de sus
estudios, establece un clasificación de tres tipos: asténicos o leptosomáticos, atléticos y
pícnicos. Por su parte, Sheldon influenciado por Kretschmer, desarrolla el concepto de
somatotipo, haciendo énfasis en el análisis de las características de adiposidad,
musculatura y linealidad en los cuerpos. Los somatotipos de Sheldon tienen como
referencia las capas embrionarias (endodermo, ectodermo y mesodermo) de donde se
derivan los tejidos, llegando así a una clasificación de tres somatotipos: el endomorfo
caracterizado por un predominio del sistema vegetativo y tendencia a la obesidad, con
una masa flácida y formas redondeadas; el mesomorfo con predominio de los tejidos que
derivan de la capa mesodérmica embrionaria (huesos, músculos y tejido conjuntivo),
presentan mayor masa musculoesquelética y, el ectomorfo con predominio de tejidos que
derivan de la capa ectodérmica (sistema nervioso central y piel) con un cuerpo de formas
lineales y frágiles. (Sheldon, Stevens; 1972).
Montseny (2002) tomando la descripción somatotípica de Sheldon realiza una
clasificación en la que el ectodermo se asocia al pensamiento, el mesodermo a la acción
y el endodermo al sentimiento. En Chile, como se señaló en capítulos anteriores, la
bióloga Carmen Cordero desarrolla un modelo que define también tres tipos corporales:
el explicativo, el relacional y el motriz, todos ellos asociados a una arquitectura corporal
que incorpora las características morfológicas de los biotipos descritos, (linealidad,
adiposidad y musculatura) relacionándolos con estrategias adaptativas, estilos de
pensamiento y emocionalidad predominante.
En la India, la milenaria medicina ayurvédica, describe tres biotipos o doshas
denominados Vata, Kapha y Pitta, los que se asocian a características no solo físicas,
sino que también psicoemocionales, vinculadas al igual que la mayoría de las
clasificaciones, a una morfología de linealidad, adiposidad y musculatura,
respectivamente. Por otra parte, como lo vimos en el capítulo 1, Lowen (2011) describe
5 tipos: el esquizoide, el oral, el masoquista, el psicópata y el rígido. Su clasificación se
funda en la estructura caracterológica de cada persona, describiendo en ella condiciones
bioenergéticas, características físicas, correlaciones psicológicas y factores de causa o
históricos asociados32.
Al revisar todas estas clasificaciones, nos encontramos con coincidencias que nos
permiten integrar los principales aportes y construir un marco único de indagación que
recoge las principales características físicas, psicológicas y emocionales comunes a cada

97
tipo corporal. Lo anterior es posible, dada la coincidencia existente en las descripciones
biotípicas presentadas, y por lo tanto nos parece que introduce una rigidización
indeseable y pretenciosa alinearse con una sola de ellas o bien generar nuevas tipologías
más allá de las muchas ya desarrolladas.
La incorporación por separado de la clasificación de Lowen se fundamentan en el
hecho de que se construye en el marco de la psicodinámica del carácter y por tanto
recoge la mirada reichiana respecto a la relación entre el dinamismo psíquico y las
estructuras somáticas. Si bien nuestro modelo no trabaja desde clasificaciones
psicodinámicas, considero que es importante conocer sus distinciones clínicas dado su
importante aporte al trabajo de modelo, fundamentalmente a nivel de movimiento y
respiración. (Ver imagen 9).

Imagen 9: Mapa integrador de los tipos corporales.

En el MARES trabajamos los tipos corporales desde una mirada indagatoria general
que promueve el reconocimiento del potencial cognitivo, emocional y físico tanto del

98
coach como del coachee, trabajando sobre una sigla del tipo A, B y C, según
corresponda, acompañando con un subíndice del tipo 1 al 5 en los casos en que se
incorpore la nomenclatura de Lowen como elemento adicional desde lo caracterológico
y energético. De esta forma, nuestra nomenclatura quedará como sigue: A1 A2, A3, B1,
B2, B3, etc. A continuación detallamos las características específicas que el modelo
utiliza para determinar los diferentes biotipos. (Ver imagen 10).

Imagen 10: Aproximación integradora de cada tipología considerando las diferentes dimensiones asociadas a cada
una.

Es importante recalcar la diferencia entre la indagación y el concepto de diagnóstico.


Cuando hablamos de indagación nos referimos a considerar el tipo corporal como un eje
referencial del proceso y jamás como rango definitivo de las posibilidades del individuo.
El foco comprensivo será fundamental en todo el proceso de coaching, nada más alejado
del presente método que la práctica de clasificar personas. La línea divisoria es: indagar
para comprender, versus diagnosticar para clasificar. La indagación nos permite
comprender la estructura biológica y su historia de interacciones y, por sobre todo, cómo
se ha logrado mantener la sobrevivencia y el equilibrio o desequilibrio. Esto implica el
cuidado sobre el tipo de ejercicios, el tipo de movimiento, el nivel de intensidad del
trabajo, el tipo de alimentación etc., todos elementos básicos en el desarrollo de una
disciplina que tan directamente trabaja sobre la biología, como es el coaching corporal.
Al igual que el cuidado que debe tenerse al medicar a un paciente, realizando antes

99
una anamnesis exhaustiva que determine sus alergias, enfermedades preexistentes o
condiciones físicas previas, en el coaching corporal reconocemos la estructura biológica
con su correlato psicoemocional a fin de reconocer a la persona que tenemos frente a
nosotros en toda su complejidad y dinamismo. Si lo anterior es claro para la
farmacología ¿por qué no serlo entonces para el coaching corporal y todas las disciplinas
que trabajan con el cuerpo de las personas?

3. INTERVENCIÓN MARES
Una vez revisada la etapa de alineamiento e indagación psicocorporal, estamos ya en
condiciones de describir el modelo en su estructura interna. Para esto, realizaremos una
división de tipo didáctica con el fin de que sea clara su aplicación. Partiremos entonces
por el trabajo a nivel de movimiento.

3.1. Movimiento
Como vimos en el capítulo 1, para la biología del conocimiento, el movimiento ocurre
en la deriva natural de los seres vivos dotados de superficies motoras, en contingencia
con sus necesidades de sobrevivencia. En cada movimiento del ser humano, intervienen
una serie de redes interneuronales que conectan las neuronas sensitivas con las motoras,
generando correlaciones tremendamente complejas, las que serán vistas como conducta
por un observador (Maturana, 1984). De esta forma, gracias a nuestro sistema nervioso,
poseemos una amplia gama de posibilidades conductuales que se sostienen en el
movimiento. Hablamos de conductas más simples cuando hacemos referencia a
movimientos reflejos, mientras que son más complejas cuando se trata de aquellas que
son aprendidas; sin embargo, conducta observable y movimiento constituyen caras de
una misma moneda en la que el cuerpo ocupa un lugar protagónico. Una dimensión de la
conducta es, por tanto, corporal y se realiza a través del movimiento.
En el MARES hablamos de movimiento del cuerpo humano para referirnos a
cualquier desplazamiento del organismo en un espacio, tiempo y a una velocidad
determinada. Lo llamamos actividad física cuando este movimiento implica un trabajo
que involucra el sistema músculo-esquelético y que aumenta el metabolismo basal.
Podemos hacer una segunda distinción de movimiento, al hablar de ejercicio físico, el
cual, si bien es un tipo de actividad física, implica una planificación, una progresión y
una finalidad cuyo objetivo es el mejoramiento y/o mantención de la condición física.
En el MARES trabajaremos con todas estas distinciones, sin olvidar que el objetivo
del modelo se orienta al logro de un proceso transformacional que aumente el bienestar y
no a un mejoramiento de la condición física per se. Sin embargo, muchas veces este
mejoramiento de la condición física, ayuda enormemente al proceso de cambio, ya que
instala nuevas correlaciones internas que lo favorecen, sobre todo en la medida en que
fortalece zonas corporales debilitadas que son requeridas para facilitar o permitir que
ciertos cambios conductuales se sostengan desde el cuerpo.
Desde el MARES, los procesos de transformación conductual requieren de una

100
variante corporal asociada a los cambios de movimiento, del ser humano. Estos cambios
implican variaciones en los patrones habituales de velocidad, distancia, fuerza y
dirección del movimiento. A nivel biológico, estos cambios constituyen cambios de
estado contingentes a nuevas correlaciones sensoriomotoras, que se dan en la recurrencia
del trabajo de movimiento que intencionamos mediante nuestro modelo de coaching
corporal.
El trabajo consiste, entonces, en diseñar una serie de alternativas de movimientos
orientados hacia cambios de estado del organismo, que propendan a lograr una mayor
flexibilidad conductual, es decir una mayor fluidez de movimiento en el hacer.
Podemos clasificar los movimientos propios del ejercicio físico, según una serie de
parámetros33 (ver imagen 11).

Relación deporte. Trabajo muscular. Cualidad física. Cualidad Mecánica en Carácter de los ejercicios. Estructura biomecánica. Funciones.
coordinativa. relación ejes y
planos
corporales.

Generales: Isotónicos: Modifica Fuerza: Emplea más del 50% Ejercicios de Flexión Naturales: Movimientos propios de la Analíticos: Implican un solo Conocimiento.
No guardan longitud del músculo. de la capacidad de fuerza de un coordinación. vida cotidiana. segmento corporal,
relación con individuo. articulación y plano.
deportes.

Específicos: Isométricos: Sin Potencia: Se emplea la fuerza Ejercicios Extensión. Construidos: Elaborados por el hombre Sintéticos: Varios segmentos, Anatómico
Semejanza con cambio en la longitud la mayor velocidad posible. perceptivo con una forma determinada y con un fin articulaciones, planos y funcional.
gestos deportivos o del músculo. motrices. determinado. direcciones.
atléticos.

Velocidad: Realizados a la Ejercicios de Abducción. Globales: Motilidad de todo el Estética y


mayor velocidad. equilibrio. cuerpo. expresiva.

Resistencia: Con bajas cargas y Ejercicios de Aducción. Compensación.


larga duración. ritmo.

Flexibilidad: Privilegia rango Rotación. Comunicativa


de movimiento articular. y de relación.

Circunducción Higiénica.

Agnóstica.

Catártica.

Imagen 11. Algunos parámetros generales asociados a los distintos tipos de movimiento.
La determinación de la categoría a trabajar en cada proceso de coaching, guardará
relación con el tipo corporal del coachee y el objetivo específico que se persiga con el
proceso. El tipo corporal nos permitirá reconocer el sustrato biológico del coachee, y por
ende, sus posibilidades y ritmos de trabajo. El objetivo a trabajar determinará la línea de
trabajo corporal a seguir, así como también el orden y secuencia del proceso, ya sea en
función de su relación con el deporte, el tipo de trabajo muscular, su cualidad física,
coordinativa, su mecánica, carácter, estructura biomecánica y funciones. Adicionalmente
a los parámetros esbozados, el MARES trabaja en torno a las siguientes dimensiones:

101
i. La proyección del movimiento
Apoyándonos en las disposiciones al movimiento revisadas en el capítulo 3, el
MARES, trabaja sobre la proyección del movimiento en 4 direcciones básicas: a) hacia
adelante, b) hacia atrás, c) hacia abajo y c) en círculos. Estas 4 direcciones son a su vez
delimitadas por un radio que definirá lo que llamaremos zona de seguridad y confort.
Fuera de dicho radio delimitaremos lo que llamaremos zona de inestabilidad o
desequilibrio. (Ver imagen 12).

Imagen 12. Proyección de zona de seguridad y confort hacia la zona de inestabilidad o desequilibrio.
El establecimiento de dicho radio de confort lo determinará el propio coachee; para
esto, trabajaremos con proyecciones del movimiento y con ejercicios de conciencia

102
corporal, a fin de establecer con la mayor claridad posible dicho radio. El trabajo se
desarrollará por etapas, con prácticas corporales secuenciales que instalarán
movimientos, cuya profundidad en la dirección respectiva intencionará conocer el límite
de dicha zona.
Lo que se pretende, es identificar las que llamaremos zonas de estancamiento o rigidez
y las zonas de desafío. En estas últimas trabajaremos en forma sostenida hasta ampliar el
radio de estabilidad del coachee, alcanzando así un radio más amplio que respete su
arquitectura corporal y su historia de movimientos y posturas.
a) Proyección hacia adelante: En este tipo de movimientos los desplazamientos
pueden ser ejercicios de patada, lanzamiento, golpe o estiramiento al frente, utilizando
diferentes partes del cuerpo en impulso hacia adelante. En esta fase, es útil la utilización
de elementos de apoyo como báculos o varas, que faciliten el direccionamiento hacia un
objetivo visual. (Ver imágenes 13, 14 y 15).

Imagen 13. Movimiento preparatorio a la proyección. Mirada fija al frente, intencionando alcanzar un objetivo
visual.

103
Imagen 14. Movimiento de proyección con patada hacia adelante.

Imagen 15. Movimiento de proyección tronco y brazo hacia adelante con proyección de centro de gravedad.

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El objetivo de este tipo de movimiento es trabajar la ocupación no solo física, sino que
también psíquica del espacio, intencionando la proyección de nuestra presencia hacia
adelante en sus tres dimensiones: física, mental y emocional. Se trata de una ocupación
dirigida del espacio, para avanzar hacia objetivos, mediante el trabajo con la fuerza física
que permite este tipo de movimientos y la fuerza y expansión que implica el proyectar
objetos y/o proyectar partes del cuerpo dentro y fuera de la zona de confort.
Este tipo de movimientos posibilita ir abriendo espacios de ocupación del entorno de
forma paulatina y sistemática, entregando herramientas corporales que favorezcan la
sensación de seguridad a la hora de mostrarse y exponerse frente a otros. En este sentido,
los ejercicios en parejas y grupales de proyección, favorecen el experimentarse desde
una presencia expansiva, instalando una interacción diferente en la relación organismo-
entorno. Este trabajo asemeja el trabajo de «estatus alto» realizado en el Impro de Keith
Johstone (1990), método de improvisación teatral que permite actuar desde una posición
de poder, dominancia y orgullo favoreciendo la ocupación plena del espacio y la
resolución.
Si atendemos a los biotipos, observamos que con frecuencia, este trabajo se hace
necesario para los tipos corporales A y C. Dentro del tipo bioenergético, el 3, 4 y 5 son
los más favorecidos con un trabajo de proyección hacia adelante. Lo anterior no
constituye en forma alguna una regla, ya que para el MARES, deberá observarse siempre
a la persona en su totalidad; sin embargo, puede utilizarse como un parámetro general
que deberá constatarse con las necesidades y la vivencia propias de cada persona. Este
criterio se aplicará para todo el trabajo corporal que revisaremos durante el presente
capítulo.
Entre las prácticas corporales de mantención que sugiero a personas que requieren
continuar un trabajo de proyección hacia adelante, están: el kárate, el Tae kwon do y el
Kick boxing, entre otras. La idea es mantener un trabajo que fortalezca la musculatura
asociada a dicha proyección de movimiento, favoreciendo así la recurrencia necesaria
para el cambio.
En los talleres del MARES es fundamental el trabajo de observación del coach y/o
compañeros del grupo. Para esto sugiero algunas preguntas que pueden guiarnos en este
trabajo:

105
Las respuestas a estas y otras preguntas que surgen durante la realización, nos
entregan importante información en relación a cuán disponible tenemos la proyección
hacia delante en nuestra dinámica corporal y cómo se articula esto con nuestra forma de
pensar, emocionar y actuar.
b) Proyección hacia atrás: Se entienden como movimientos de proyección hacia atrás
todos aquellos que implican un desplazamiento total a parcial del cuerpo en retirada. Se
trabaja identificando la fuerza física y los grupos musculares que permiten este tipo de
movimiento, reconociendo las propias zonas de confort e intencionando suavemente la
ampliación de dicho espacio. (Ver imágenes 16, 17 y 18)
En este tipo de movimientos, el espacio exterior que previamente fue habitado en la

106
proyección hacia adelante, ahora es desocupado, mediante un movimiento que vuelve
hacia atrás, dejando espacio al otro, acomodándose receptivamente. La cesión de la
propia presencia a la presencia de un otro mediante una ocupación dirigida del espacio
hacia atrás, implica retroceder en relación al logro de los objetivos o metas definidos
visualmente. Este tipo de movimiento posibilita ir abriendo un espacio interior de forma
paulatina y sistemática, mientras nos retraemos del entorno, entregando herramientas
corporales que favorecen la sensación de pérdida de protagonismo, la acogida, la
escucha, el permitirse la rendición, el ocultamiento y la autoprotección. En este sentido,
los ejercicios en parejas y grupales de retracción, favorecen el experimentarse desde una
presencia pasiva, instalando un aprendizaje diferente al de la proyección en la relación
organismo-entorno. En términos del Impro de Johnstone, estamos hablando de un
«estatus bajo» en el que la persona se somete y ubica por debajo de otro u otros
dominantes en la relación.

Imagen 16. Movimiento de retirada: tronco y brazos hacia atrás. Se trabaja en suave balanceo izquierda y derecha.

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Imagen 17. Movimiento de recepción. Se trabaja en caminata hacia atrás alternando movimientos de brazos y
piernas.

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Imagen 18. Movimiento de entrega. Se trabaja en suave balanceo izquierda y derecha.

Este tipo de movimiento se asemeja bastante a los utilizados en la práctica del t’ai chi,
tanto por su carácter ondulante, como por su ritmo lento y su centro de gravedad que
fluctúa hacia delante y luego hacia atrás. A las personas a las que se recomienda este tipo
de trabajo de proyección hacia atrás, suelo sugerirles como tarea de mantención practicar
esta disciplina como parte de su plan de equilibrio personal, a fin de afianzar los
aprendizajes alcanzados durante el proceso de coaching corporal.
La proyección hacia atrás, será recomendable especialmente para los tipos corporales
A y B, siendo dentro del tipo bioenergético el 1, 2 y 5 los más favorecidos. En este rango
de configuraciones corporales, el foco estará en la capacidad de escuchar y mirar al otro
desde una posición de contención y conexión consigo mismo.
Algunas de las preguntas guías, en este caso son:

c) Proyección hacia abajo: Entendemos los movimientos de arraigo como aquellos que
se dan en dirección a la Tierra. Aquí, el centro de gravedad, como punto del cuerpo

109
donde incide la fuerza de gravedad, es fundamental, ya que determina el equilibrio. Un
cuerpo en reposo mantiene su estado de equilibrio mientras la proyección vertical del
centro de gravedad quede dentro de la base de sustentación. (Ver imagen 19)

Imagen 19. Proyección de la línea de gravedad sobre la base de sustentación.

Una persona en posición erguida con los pies quietos, y que esté siendo empujada,
podrá resistir sin caerse, mientras la proyección de su centro de gravedad no rebase la
línea que une los puntos de sus pies que estén más alejados del contacto con el suelo. En
el momento en que rebase esa línea, si no quiere caerse, tendrá que modificar la posición
de sus pies desplazándose hacia la dirección del desequilibrio, de manera que vuelva a
instalar entre ellos la proyección del centro de gravedad.
El arraigo implica el fortalecimiento de las base de sustentación del cuerpo humano.

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Esta base es la que otorga el equilibrio en posición erguida. En los movimientos de
arraigo, el trabajo fundamental ocurre en el tren inferior del cuerpo, lo que implica un
trabajo muscular a nivel de piernas, glúteos y abdomen. (Ver imágenes 20 y 21)

Imagen 20. Movimiento de arraigo con tronco erguido, subir y bajar lentamente manteniendo rodillas
semiflectadas al subir.

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Imagen 21. Movimiento de arraigo en cuclillas. Palmas y planta de los pies en contacto con el suelo. Subir y bajar
muy lentamente con movimientos rítmicos, manteniendo siempre las rodillas semiflectadas.

La base de sustentación es todo el espacio que ocupa la posición de nuestros pies; esto
quiere decir que podemos ampliar y también disminuir nuestra base de sustentación.
Mientras más superficie ocupe nuestra base de sustentación, mayor será el equilibrio
alcanzado.
En el MARES, el arraigo se trabaja reduciendo secuencialmente la base de
sustentación del coachee, hasta trasladarla a una sensación interna de equilibrio, a la
manera de las raíces de un árbol, nacidas desde la planta de los pies. Desde aquí
podemos llegar a una base de sustentación muy reducida, como nos muestra la postura
denominada urkasana del yoga (o postura del árbol), la cual permite trabajar el
equilibrio mental y físico. (Ver imagen 22)

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Imagen 22. Movimiento del árbol: subir y bajar muy lentamente, cuidando de no forzar las rodillas.

El arraigo, será recomendable especialmente para el biotipo A, siendo dentro del tipo
bioenergético el 1, 4 y 5 los más favorecidos. En este rango de configuraciones
corporales, el foco estará en la capacidad de sostenerse a sí mismo desde el peso del
propio cuerpo.
Entre las prácticas deportivas referidas al plan de equilibrio personal, recomiendo
generalmente el ski, y el surf, dado que enfatizan el reforzamiento del arraigo en
movimiento, fortaleciendo el tren inferior del cuerpo.
Veamos entonces cuáles son algunas de las preguntas guías, en este caso:

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d) Proyección circular: En este tipo de movimientos se trabaja la ocupación circular,
incorporando los espacios laterales. Los movimientos involucrarán las diferentes partes
del cuerpo en forma progresiva y en la medida que la estructura corporal de la persona lo
va permitiendo. (Ver imágenes 23, 24 y 25)
Este trabajo implica un alto nivel de flexibilidad general e involucra activamente las
articulaciones, permitiéndonos distinguir más claramente zonas de rigidez y contracción
muscular. Las zonas afectadas por rigideces son generalmente el cuello, la zona lumbar,
las caderas, las rodillas y tobillos. Posteriormente se incorpora al trabajo el
desplazamiento en 360 grados, ocupando el espacio en su totalidad, identificando el
contorno general del cuerpo y su límite de contacto externo. En esta fase, es útil la
utilización de elementos de apoyo externo tales como cintas, elásticos y aros.

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Imagen 23. Fase 1: Movimiento preparatorio al trabajo de proyección circular. Se inicia con suave balanceo
pendular a izquierda y derecha.

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Imagen 24. Fase 2: Continuación de movimiento de proyección circular.

Imagen 25. Fase 3: Movimiento de cierre en 180°. Continúa hacia el otro lado cerrando el círculo hasta llegar al
movimiento preparatorio inicial de fase 1. Luego se realiza circuito inverso.

La proyección circular, será recomendable especialmente para biotipos A y B, siendo


dentro del tipo bioenergético el 1, 2 y 5 los más favorecidos. En este trabajo, el foco
estará en el desarrollo de una mayor flexibilidad y en la preparación para el trabajo
vincular que se desarrollará en etapas posteriores.
Entre las prácticas corporales del plan de equilibrio personal, recomiendo
generalmente la danza árabe, la salsa, el merengue y el t’ai chi, dado que enfatizan la
circularidad del movimiento.
Veamos algunas preguntas guías:

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ii. Motores corporales y postura durante el movimiento
Tal como se utiliza en danza moderna, el trabajo con «motores» corporales nos
permite distinguir e intencionar cambios en la postura corporal y el centro de gravedad
del movimiento. Para comprender el concepto de motores corporales debemos conocer
algo sobre la fuerza en el movimiento. Cuando hablamos de fuerza nos referimos a una
combinación de elementos, entre los que destaca: el punto de aplicación, que es el punto
del cuerpo sobre el cual actúa la fuerza; la dirección, que es una recta (imaginaria o real),
que sigue el punto de aplicación y por último, el sentido del movimiento.
Una vez fijada la dirección, se establecen 2 sentidos; se toman como positivas las
fuerzas que actúan en un sentido y negativas las que actúan en sentido opuesto. Esto se
observa por ejemplo cuando realizamos movimientos de proyección hacia adelante y la

117
persona tiende a devolver sus movimientos hacia atrás restándole intensidad. En estos
casos, vemos una dificultad en mantener un sentido positivo del movimiento. En mi
experiencia, este tipo de reacción se relaciona con dificultades en la expresión de la rabia
y en una dificultad para instalar la propia presencia en el espacio; en algunos casos, se
asocia también a la dificultad para colocar límites y tomar decisiones. Un último
elemento lo constituye la intensidad, la cual es la relación entre la fuerza aplicada y su
comparación con un estándar determinado. (Ver imagen 26)

Imagen 26. Combinación de elementos involucrados en la fuerza del movimiento.

El trabajo con motores corporales, tales como cabeza, tórax y pelvis, nos permite la
toma de conciencia de aspectos tales como nuestra coordinación, disociación, expresión,
ritmo y tiempo en el movimiento. El motor corporal cabeza, caracterizado por la
proyección de la zona alta del cuerpo, específicamente de la nariz con elongación del
cuello hacia arriba y adelante, se conecta habitualmente con el tipo corporal A,
sosteniéndose la postura mediante el hundimiento del tórax y la proyección de los
hombros hacia adelante, lo que ayuda a la proyección de la cabeza también en la misma
dirección. (Ver imagen 27)

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Imagen 27. Motor corporal cabeza, caracterizado por la proyección hacia adelante de la zona alta del cuerpo,
especialmente de la nariz.

El motor tórax (o pecho) se observa como una proyección del pecho hacia delante, lo
que se logra juntando los omóplatos atrás, con estiramiento del cuello, levantamiento del
mentón y proyección hacia adelante de la zona del pecho. En este tipo de postura, las
piernas pierden notoriamente su rol de apoyo, perdiendo el arraigo pero aumentando el
equilibrio por una mejor distribución del peso. Este motor puede verse con cierta
frecuencia en el tipo bioenergético psicopático, el rígido y, en ocasiones, el masoquista
de Lowen. (Ver imagen 28)

119
Imagen 28. Motor corporal tórax con proyección del pecho hacia adelante.

El motor pelvis proyecta la zona de la cadera hacia adelante llevando el pecho, cuello
y cabeza hacia atrás, con flexión de rodillas y una mayor sensación de peso y arraigo al
suelo. Este motor permite mayor movimiento de tipo circular en la zona media, lo que
genera una cadencia sostenida y un juego de cambios de peso permanente. Este tipo de
movimiento se observa frecuentemente en el tipo C. (Ver imagen 29)

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Imagen 29. Motor pelvis con proyección de la cadera hacia adelante.

El trabajo con motores nos entrega una herramienta fundamental para observar cómo
los cambios posturales y de centro de gravedad involucran cambios en la percepción y la
sensación de quien las realiza. Entre las experiencias relatadas por participantes a los
talleres, están las relacionadas con aumento de percepción sensorial a nivel del olfato y
la visión, en movimientos desde el motor cabeza, sensación de seguridad, expansión y
exposición a otros en el motor tórax; y relajo, disfrute y liviandad desde el motor pelvis.
Son interesantes también los reportes referentes a cambios a nivel atencional destacando
una atención descrita como focalizada en el primero, propioceptiva en el segundo y
divergente o dispersa en el tercero.
Otro tipo de trabajo que solemos utilizar desde el modelo, es aquel que instala
variaciones sistemáticas en cuanto al punto de aplicación. Mediante caminatas
direccionadas en sentido positivo y, cambiando nuestro centro de gravedad podemos
movernos también desde la fuerza del índice de la mano derecha, el codo izquierdo, una
rodilla, etc. Así, la caminata puede realizarse generando un desplazamiento que moviliza
referentes corporales distintos a la cabeza, el pecho y la pelvis. Estos movimientos
aumentan la conciencia sobre zonas desconocidas de nuestro cuerpo. La sensación es
como de imanes que nos mueven en diferentes direcciones, un juego que nos permite
ampliar nuestras posibilidades posturales y de movimiento; reconociendo el poder
movilizador de cada zona desde la sutileza y la fuerza que implica.

iii. La musculatura involucrada en el movimiento

121
Para nuestro modelo, el aparato músculo esquelético es fundamental en el proceso de
cambio a través del movimiento. Por esto, incorporamos distinciones de diferentes
enfoques, que nos entregan valiosas directrices para comprender su funcionamiento y
orientar adecuadamente las prácticas de movimiento.
El trabajo con los grupos musculares asociados a cada tipo corporal nos permite
potenciar recursos en las personas, a través de un trabajo específico que las moviliza
hacia una corporalidad diferente. Si queremos, por ejemplo, fortalecer el tipo corporal B
en una persona con prevalencia A o C, trabajamos tonificando, según nos indica el
MICC, glúteo mayor, gemelos, cuádriceps, deltoides y abdomen. En este caso, el trabajo
muscular aumenta la sensación del propio cuerpo, la conexión con sus necesidades y, la
sensación de fuerza, energía y vitalidad. En la esfera mental y emocional, esta fuerza
vital nos conecta con la resolución y la rabia, características del tipo corporal B.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el grito haka de los maoríes de Nueva Zelanda
(ver imagen 30), donde observamos un movimiento permanente de arraigo, con un
desarrollo marcado de los glúteos y deltoides, un abdomen tonificado y un tipo corporal
similar al tipo B. Desde la descripción biotípica podemos decir que dichos hombres
tienen disponible la emoción de la rabia y, que poseen un alto nivel de conciencia de su
propio cuerpo con el correspondiente contacto con sus propias necesidades básicas.

Imagen 30. El haka, danza de guerra cuyo objetivo es ahuyentar al enemigo demostrando que no se tiene miedo de
él.

En los talleres grupales, observamos con frecuencia, una dificultad en personas con
prevalencia del tipo C para sostener posturas con proyección hacia adelante, asociada
con dificultades en la expresión de la rabia, una fuerza de voluntad poco desarrollada y
una tendencia a hacer prevalecer los requerimientos del entorno por sobre sus
necesidades.

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Recuerdo el caso de Clara34 que con un predominio del tipo C, llegó a sesión con el fin
de trabajar su capacidad resolutiva. Sentía que no era capaz de tomar decisiones y
postergaba acciones importantes, dejando que el entorno o simplemente la inercia,
decidiesen por ella. El trabajo consistió en activar los grupos musculares fortaleciendo
los músculos de piernas, brazos, abdomen y glúteos. Sostener su propia presencia desde
la fuerza muscular le permitió trabajar su postura no solo física sino que también
existencial frente al mundo, pasando desde un «ir a mi propio ritmo» que la instalaba en
una hipotonía cómoda y poco resolutiva (en la que sentía dificultad para instalarse
segura en sus convicciones y decisiones); a un «ir desde mi propia fuerza» que la le hizo
sentirse presente y le permitió desde una mayor conciencia corporal sentir su límite
frente al mundo. Aquí, el trabajo de la voluntad como capacidad para sostener la
incomodidad y perseverar en esta para el logro de un objetivo con sentido, fue enfocado
como un trabajo de tonificación muscular frente a una suerte de hipotonía de la voluntad,
algo así como la entrega resignada a un confort que se identifica como limitante.
Por el contrario, si queremos desarrollar los aspectos relacionales y vinculares de la
persona, característicos del tipo corporal C, trabajamos con ejercicios de elongación,
relajación y movimiento fluido, recomendando también el espacio del descanso y ocio.
Este tipo de trabajo aparece asociado a las emociones de la alegría y la pena desde el
MICC y también de la ternura desde el Alba Emoting. En el caso de personas con
predominio del tipo A, que presentan estados de ansiedad, el MARES trabaja en base a
ejercicios de elongación de músculos de piernas y brazos, propios de ejercicios de yoga.
Este tipo de trabajo, les ayuda a instalarse desde una mayor confianza y soltura,
alejándolos del control permanente y de la persistente contracción muscular asociada a la
emoción del miedo.
En términos generales, un trabajo de este tipo requiere, primero, identificar los grupos
musculares que se encuentran menos desarrollados y que dificultan la posibilidad de
ciertos patrones de movimiento y cambio postural. En segundo lugar, debemos observar
cuál es el correlato emocional y mental en el mapa total de la persona. Por último,
trabajamos integrando movimiento, músculos implicados, y emociones asociadas con el
objetivo de aumentar la flexibilidad y capacidad de acción de la persona, bajo el
entendido de que un sistema musculoesquelético rigidizado en un tipo corporal único,
limita el desarrollo creativo y dúctil reduciendo posibilidades conductuales para la
persona.
En síntesis, el trabajo con movimiento nos permite no solo observar la capacidad de
proyectar los desplazamientos del cuerpo en diferentes direcciones, con sus prevalencias
posturales; sino que también reconocer el estado de grupos musculares que, de
encontrarse fuertes y dúctiles, no tendrán dificultad en promover diferentes patrones de
comportamiento. La posibilidad de desarrollar nuevas formas de ser en el mundo,
implica el desarrollo fluido y dúctil de movimientos y posturas antes no disponibles; por
otra parte, músculos debilitados, rígidos, acortados o poco desarrollados, dificultarán la
realización de estos, en la medida que no permitan ciertas formas de ser, pese al deseo o
intención de la persona por cambiar. En este sentido, lo que persigue el trabajo muscular

123
del MARES, es otorgar mayores posibilidades conductuales a personas que presentan
prevalencias determinadas o que requieren desarrollar conductas aún no disponibles
desde el sistema musculoesquelético. Sin duda, el tipo físico nos entrega importante
información respecto de los recursos de la persona y nos orienta sobre cómo trabajar
para alcanzar el objetivo de ampliación de recursos y bienestar personal.

iv. La relación en el movimiento


Un foco fundamental de nuestro trabajo lo constituye el abordaje de la dimensión
relacional, que, como vimos, se asocia al tipo corporal C. Para esto trabajamos con una
secuencia de movimientos que fomentan el encuentro con otros, reconociendo y
fortaleciendo así el espacio vincular. El modelo propone trabajar, a nivel individual, en
un movimiento acoplado, en el cual coach y coachee conformen un espacio de trabajo
corporal conjunto. En las instancias de coaching corporal grupal, el trabajo del grupo,
favorece la instalación de dicho espacio, generándose una emocionalidad y un sentido de
comunidad que los vincula a todos a través del movimiento coordinado.
Este acoplamiento grupal nos recuerda los rituales primitivos en que la danza
constituía la forma de comunicación con los dioses, la expresión de adoración, de
celebración y la forma de pedir y ofrecer en una época, en que, tal como revisamos
anteriormente, la cosmovisión imperante integraba los aspectos emocionales y
corporales en una identidad compartida. También vimos cómo la Biodanza trabaja a
fondo este concepto de unidad e integración con lo que nos rodea, constituyendo, a mi
juicio, una de la disciplinas corporales que mejor aborda el trabajo vincular. El «Sistema
Río Abierto», desarrollado por Vincenzo Rossi en Italia, es también un buen ejemplo de
esto, al hacer foco en la participación activa del facilitador en esta «danza» con el grupo.
Desde el MARES, el movimiento grupal fija el límite externo como un límite móvil, y
nos instala en la sensación pura de acoplamiento, en la medida que,
fenomenológicamente, experimentamos la sensación de unidad a través del movimiento
conjunto. Dicho sentido se torna en terreno propicio para el desarrollo de una mayor
plasticidad que favorece nuestra capacidad de percibirnos en proceso de cambio,
adaptándonos creativamente al entorno. No es de extrañar que, en Chile, iniciativas
como el «baile entretenido» y la Zumba, estén siendo la opción más frecuente por parte
de personas que asisten a los gimnasios con objetivos estéticos, pero que finalmente, se
inclinan por este tipo de alternativas grupales donde prima la coreografía grupal y la
alegría compartida.
En una sociedad individualista, de logros y consumos personales, este tipo de trabajo
aborda el gran problema de nuestros tiempos: el dolor vincular, la sensación de soledad y
el vacío existencial de una sociedad de consumo donde prima el límite y la competencia,
rechazándose la fusión con el otro. Es precisamente en este escenario donde claramente
se vivencian los positivos efectos emocionales que este tipo de prácticas produce.
En síntesis, en el MARES el trabajo vincular se abordará a nivel individual mediante
el acompañamiento permanente del coach en relación a los movimientos del coachee, y
en el trabajo grupal, instalando dinámicas de movimiento, donde la necesidad de

124
coordinación y creación conjunta se constituyan en el eje de trabajo. El baile conceptual,
es decir, la creación de una temática grupal que se traduzca en una serie de movimientos
coordinados, la construcción de mandalas en movimiento, el establecimiento de
esculturas conjuntas estáticas y móviles, serán algunas de las dinámicas de trabajo que
instala el modelo a fin de fortalecer dicho trabajo.

v. La libertad creativa del movimiento


El trabajo vincular, representa una metáfora de nuestro propio proceso adaptativo de
interacción y acoplamiento con el entorno. Fluimos momento a momento con lo que
acontece, a la manera de una danza entre nuestra presencia y la del mundo. Entregarnos a
este proceso nos permite un estado físico, mental y emocional de bienestar y vitalidad.
(Ver imagen 31)

Imagen 31. Ejemplo de movimiento expansivo en libertad creativa. Se presenta con apertura del pecho
representando la alegría liviana del encuentro con el entorno.

El pensamiento en este estado está al servicio del fluir, la emocionalidad surge como
correlato de la sensación que emerge con lo que se realiza, y el cuerpo acompaña desde
su natural proceso de correlaciones internas, de modo que experimentamos desde lo
subjetivo una sensación de naturalidad, donde el esfuerzo se encuentra en gran parte
ausente y, por ende, al reducirse el desgaste innecesario, la sensación de poder interno se
fortalece.
El aprender a fluir promueve la falta del esfuerzo adicional, los movimientos y

125
ejercicios apoyan dicho proceso, siendo una poderosa herramienta que facilita un estado
de liviandad en el plano personal y laboral. Con ejercicios que promueven la eliminación
del esfuerzo, se logra reemplazar la matriz del esfuerzo adicional por aquella de esfuerzo
mínimo, logrando el fluir natural del movimiento. El MARES utiliza para esto muchos
de los principios desarrollados por Feldenkrais y sus seguidores, tomando de este
algunos de los movimientos, ejercicios y escenarios que favorecen la sutileza y
liviandad. Este diseño propio lo llamamos movimiento en fluidez, y persigue ampliar la
zona de confort proyectándose fuera de esta sin esfuerzo adicional. (Ver imagen 32)

Imagen 32. Ejemplo de movimiento en busca de la ampliación de la zona de confort, proyectándose fuera de esta,
sin esfuerzo adicional.

Para esto recurrimos a la observación atenta de nuestro propio cuerpo, respetando su


estructura y explorando sus límites y expansiones posibles de forma cuidadosa. También
utilizamos nuevas y mayores zonas de sustentación, nuevos centros de gravedad,
diferentes motores corporales, y trabajamos sobre nuevas direcciones del movimiento.
(Ver imagen 33)

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Imagen 33. Movimiento en busca de nuevas zonas de sustentación, nuevos centros de gravedad, diferentes
motores corporales y nuevas direcciones del movimiento.
La amplitud del movimiento fluido aumenta en la medida que el trabajo es sistemático
y ojalá diario. Se trabaja, en un principio, sin música, a fin de evitar al máximo cualquier
direccionamiento exterior. El cuerpo debe entregarse paulatinamente a la experiencia de
un movimiento sin intencionamiento mental, a fin de aumentar la sensación de
protagonismo y permitir que emerja un sentido propio, que posteriormente podrá ir
tomando significados lingüísticos.
Todo lo anterior promueve la expansión de posibilidades corporales, modulándose
conjuntamente con la dimensión emocional y lingüística, en la medida que la persona
experimenta en espacios de interacción con el entorno cada vez más amplios. Los efectos
a nivel mental son variados y dependen, entre otras cosas, del tipo corporal de cada
persona y de su historia de interacciones. Sin embargo, en términos generales aparece la
sensación de mayor plasticidad y liberación, aumento de la creatividad, capacidad de
improvisación, seguridad personal y confianza en el organismo, como algunos de los
principales logros de un trabajo sistemático en esta línea.
Las fases del trabajo con movimiento fluido son cuatro:

1. 1. Identificación de la zona de confort mediante ejercicios de movimiento,


destinados a establecer el diámetro general de expansión. Esta etapa puede ser
realizada en una sesión grupal, con aplicaciones de una semana, en forma personal
y diaria, de 2 a 5 minutos. Una vez instalada esta práctica diaria, se irá aumentado
el tiempo de realización. En cada sesión grupal el coachee llevará su cuaderno de
anotaciones, en el que irá plasmando su experiencia al final de cada semana. La
escritura será libre en relación a lo vivenciado realizando la práctica.

127
2. 2. La segunda fase consiste en la implementación del Movimiento Fluido con
música, la variedad de estilos, ritmos y cadencias es fundamental para continuar el
trabajo de reconocimiento de las propias rigideces y el aumento de las
posibilidades de movimiento desde el cuerpo.
3. 3. La tercera fase intenciona un trabajo libre, de interacción con el entorno a través
de objetos y de la interacción con el grupo. Se puede trabajar con pelotas, cintas,
cuerdas, etc., dejando libre la forma de interaccionar e nivel grupal, la música es
variada y es elegida por el grupo.
4. 4. La última etapa es la de una creación colectiva, libre y fluida de movimientos,
acoplados de la forma más natural posible. Para esto es el grupo, el cual en
conjunto y a su ritmo y forma, instala a través de movimientos, una forma
coordinada de ejecución conjunta, una especie de coreografía espontánea que surge
desde el correlato mutuo, un espacio vincular activo y creativo que toma forma
propia, bajo los sorprendidos ojos de quien observe el movimiento en su conjunto
desde fuera.

Tanto el trabajo con proyecciones del movimiento, como con motores corporales,
grupos musculares y trabajo vincular, son integrados en un único modelo de trabajo
corporal a través del MARES. Lo que me ha inspirado en este trabajo de integración es
el firme convencimiento de que aprovechar los aportes de las disciplinas esbozadas en el
capítulo 3 e instalarlas al servicio del coachee, nos permite favorecer procesos de
crecimiento, más allá de cualquiera de las preferencias específicas que cada uno tenga en
relación a las prácticas que continuará realizando una vez finalizado el proceso de
coaching.
Veamos ahora cómo trabaja el modelo los procesos atencionales que acompañan las
dinámicas de movimiento recién expuestas.

3.2. Atención
El proceso de atención al cuerpo ha sido foco del trabajo de distintas disciplinas
corporales. Tal como lo vimos en el capítulo 3, la eutonía, desarrollada por Alexander,
así como el trabajo de Feldenkrais, y Cordero en Chile, desarrollan un método de trabajo
cuya matriz base corresponde al fenómeno atencional sobre el cuerpo, identificando
estrategias específicas.
Desde la neurociencia, el hacer foco en el cuerpo permite revitalizar las redes de
enlace neuronal dando lugar a caminos interneuronales diferentes a los recorridos
habitualmente. Dichos caminos habituales constituyen nuestros patrones de conducta
aprendidos y repetitivos. Estos, si bien cumplen el papel de reducir el gasto de energía
del sistema nervioso, disminuyen también el nivel de energía y vitalidad general del
organismo generando dinámicas repetitivas de respuesta frente a situaciones diferentes.
Para el MARES, el desarrollo de mayores niveles de vitalidad y creatividad está
directamente asociado a la plasticidad de sistema nervioso para realizar innovaciones en

128
su dinámica de correlaciones sensoriomotoras y actividad interneuronal. Una forma de
lograr esto es a través del trabajo de conciencia corporal, es decir, llevando la atención a
segmentos corporales antes no identificados. Lo anterior ha sido demostrado en
numerosas investigaciones en las que la activación de nuevas zonas cerebrales aparece
relacionada con la variación del foco atencional.
De este modo, llevar la atención al cuerpo, permite al coachee tomar conciencia de
nuevos segmentos corporales, sacándolo de la ceguera de sí mismo y permitiéndole
marcar con mayor vivacidad su propia presencia. Para realizar dicho trabajo, es
fundamental el generar una disciplina atencional permanente en el proceso de coaching.
Dicho proceso de direccionamiento atencional se describe a continuación:

1. 1. Atención respiratoria: se define como la realización de prácticas atencionales,


orientadas a identificar en el proceso respiratorio de inhalación y exhalación
sensaciones tales como: temperatura, ritmo, densidad, sonido, olores, etc.
2. 2. Atención a sensaciones internas referidas a grupos musculares, su movimiento y
su estado de relajación o contracción en todo el proceso.
3. 3. Atención en ejercicios de movimiento, mediante el direccionamiento atencional
a la sensación en los diferentes músculos, tanto en movimiento de proyección,
retracción, arraigo y proyección circular. Lo anterior se realizará incorporando las
sensaciones de temperatura, volumen interno, tonicidad, peso y sensación general,
percibidas por el coachee.
4. 4. Atención al centro de gravedad y ocupación del espacio. En esta fase, el
direccionamiento atencional se centrará en el centro de gravedad, es decir en el
punto en el cual todo el peso del cuerpo se concentra, así como también a la
posición del cuerpo en relación al espacio; así hablaremos de ocupación alta,
media, baja, derecha, izquierda, adelante y atrás. Para esto identificaremos
diferenciaciones tales como: eje del cuerpo, cambios de eje, correlato de sensación
muscular asociada, sensaciones de temperatura, volumen interno, tonicidad, peso y
sensación general percibidas.
5. 5. Atención a vectores de fuerza y postura; aquí los elementos centrales serán
identificar las sensaciones corporales que aparecen en los diferentes tipos de motor
corporal. Para esto se utilizarán las mismas distinciones sensoriales antes
especificadas.

Todas estas técnicas incorporan los direccionamientos atencionales necesarios, para


convertirla en una herramienta de autoconocimiento y aumento de la conciencia
corporal, incrementando nuestra sensación de presencia desde el cuerpo.
En síntesis, el proceso de atención al cuerpo será el eje central en todas las fases de
trabajo, tanto si nos encontramos realizando ejercicios de movimiento y respiración,
como si realizamos una danza grupal o un trabajo de expresión simbólica; el foco será
siempre mantener una atención permanente a la sensación física. Solo así percibiremos

129
nuestro aquí y ahora, solo así mantendremos nuestra presencia presente desde el cuerpo.

3.3. Respiración
La respiración es uno de los caminos más directos hacia el reconocimiento del cuerpo
como sostén vivencial. Este hecho, constatado personalmente y a través de personas con
las que he trabajado, recoge también la experiencia de culturas milenarias, como la china
y la hindú, que reconocieron en la respiración un eje central en el desarrollo de las
disciplinas corporales que desarrollaron, como el t’ai chi y el yoga.
Al estudiar la respiración como sistema, sorprende descubrir que, pese a ser un
proceso vivenciado como natural y automático, es uno de los más complejos y
fundamentales a tener en consideración a la hora de realizar cualquier tipo de trabajo
corporal. Esto, por su directa relación con todos los sistemas del organismo, en especial
con el sistema circulatorio y el sistema nervioso. Lo maravilloso de la respiración es que,
pese a ser fundamental en el proceso de la vida, no necesitamos tener conciencia de ella,
no requerimos recordar respirar: el organismo lo hace automáticamente, como parte de
un sistema integrado de funciones propias del sistema nervioso. En específico, el
movimiento respiratorio se produce gracias al sistema nervioso somático (SNS), el cual
regula las funciones musculoesqueléticas asociadas al movimiento voluntario y, por otra
parte, gracias al sistema nervioso autónomo, asociado al funcionamiento involuntario de
vísceras, glándulas, sistema digestivo y de eliminación.
Los pulmones, compuestos de musculatura lisa, se mueven gracias a los músculos
respiratorios del SNS, en relación constante con el sistema nervioso central. Lo
interesante de todo esto, es que cuando nuestra respiración es intencionada por la
voluntad, aparece la acción del sistema nervioso central. Este intencionamiento puede
darse en diversas situaciones en las que podemos querer calmarnos en situación de
tensión, respirando tranquila y profundamente, o bien cuando queremos ingresar aire
más rápidamente a nuestro cuerpo, luego de un deporte exigente, que nos hace jadear
aceleradamente. Los ejercicios de respiración, asociados a técnicas de meditación, yoga,
Alba Emoting, etc., son intencionados a través de las zonas cerebrales superiores,
correspondientes al sistema nervioso central: aquí sí aparece el control de la voluntad
sobre un funcionamiento que de suyo es involuntario y automático, si bien no autónomo,
ya que requiere de la activa participación de la musculatura del tórax.
Dentro de los músculos asociados al proceso respiratorio, tenemos los intercostales,
los frénicos y el diafragma. Este último, es fundamental ya que es capaz de movilizar la
respiración para la entrada y salida de aire a los pulmones. Existe una intensa relación
entre los procesos emocionales y la respiración. Por ejemplo, mediante la respiración
abdominal se puede promover la tranquilidad y la disminución de la ansiedad; por su
parte la hiperventilación puede promover estados de euforia, miedo, e incluso
irritabilidad. Estas relaciones se dan debido al cambio químico que ocurre al interior del
organismo, específicamente en la relación existente entre la cantidad de oxígeno y
anhídrido carbónico. Cualquier cambio en la relación normal de estos dos componentes,
producto de un estado emocional o de una exigencia física determinada, promoverá que

130
el organismo modifique la práctica respiratoria, en su búsqueda de equilibrio interno. Por
otra parte, la respiración asociada a la musculatura, puede afectar y verse afectada por
distintos tipos de posturas inadecuadas, que obstruyan o faciliten el ritmo y profundidad
respiratoria, generando así cambios a nivel emocional y cognitivo.
Tal como vimos en el capítulo 3, los interesantes descubrimientos de Susana Bloch,
nos muestran los cambios respiratorios asociados a situaciones emocionales diversas:
cómo cada individuo modifica el patrón respiratorio frente a las diferentes emociones
básicas y más aún, el descubrimiento de que el cambio intencionado del patrón
respiratorio puede inducir la emoción, sin existir contexto para esto. Todo esto nos
demuestra el tremendo impacto que la respiración tiene en los procesos emocionales.
Por su parte, el yoga ha logrado desarrollar una serie de técnicas respiratorias
orientadas a tranquilizar el sistema nervioso autónomo, en especial el parasimpático
asociado a la huida y ataque, y ha desarrollado técnicas como la respiración de fuelle
para aumentar los niveles de alerta y energía.
Los descubrimientos de Reich en relación a la existencia de una coraza muscular, con
obstrucción de los procesos respiratorios, así como los aportes de la bioenergética en este
mismo sentido, nos hablan también del papel de la respiración en el proceso de
adaptación emocional al entorno.
Es importante considerar que, dado que la respiración es principalmente una función
automática cuyos centros de control se ubican en el tronco encefálico, no debemos
intervenir en esta de forma sistemática, sin entender el profundo impacto que cualquier
cambio intencionado tiene sobre el sistema orgánico completo. En este sentido, la
intervención sobre procesos automáticos debe respetar el funcionamiento y sabiduría
organísmica y solo intervenir en aquello que con seguridad no perturbará la adecuada
integración y funcionamiento natural del organismo, de lo contrario podemos alterar
otros sistemas y desregular el balance general de este.
En términos generales, en el MARES trabajamos con los tres tipos de respiración
básica descritos habitualmente en yoga, y utilizamos algunas técnicas respiratorias del
Alba Emoting, tendientes a disminuir estados de ansiedad aprendidos y fortalecer la
energía y vitalidad del organismo cuando sea necesario en el plan de trabajo definido
para cada persona. En todo caso, es fundamental recalcar que el foco de trabajo
respiratorio del MARES estará más bien en el aumento de la conciencia sobre el proceso
respiratorio, más que en el intencionamiento de una modalidad respiratoria específica.
Partiremos entonces diferenciando los tres tipos de respiración básica: La respiración
abdominal, la intercostal y la clavicular.
La respiración abdominal se practica inicialmente colocando una mano sobre el
vientre de manera de poder sentir el movimiento muscular asociado a la expansión del
abdomen. La inhalación y exhalación se hace por la nariz, intencionando la entrada del
aire hacia la zona abdominal. Los principiantes en esta técnica, suelen presentar
dificultad para expandir el abdomen e intencionar la respiración baja; sin embargo, al
cabo de algún tiempo de práctica logran hacerlo sin dificultad, alcanzando los beneficios
asociados a una mayor sensación de tranquilidad y equilibrio interior. Este tipo de

131
respiración es altamente beneficiosa en casos de estrés y ansiedad, estados de angustia y
miedo.
La respiración intercostal parte con una respiración abdominal, que luego se expande
hacia la zona media con extensión de los músculos intercostales, aquí el principiante
puede colocar su mano en la zona media entre abdomen y tórax a fin de percibir el
movimiento de los músculos de esta zona.
Finalmente, la respiración clavicular o alta, implica llevar el aire a la zona del tórax
para lograr expandir el pecho. La mano podrá ser llevada a esta parte alta a fin de
percibir el movimiento del pecho al inhalar y su bajada al exhalar.
La técnica de la respiración completa y profunda implica el proceso completo,
llevando el aire a la zona abdominal, luego a la zona intercostal y finalmente a la zona
clavicular. Luego se exhala, intencionando vaciar primero la zona alta, luego la media y
finalmente la zona baja. Se presiona suavemente el punto umbilical y luego se continúa
con la respiración completa y profunda. (Ver imagen 34)

Imagen 34. Representación de las tres zonas pulmonares asociadas al proceso de respiración completa y profunda.
La zona baja «diafragmática» corresponde la respiración abdominal, la zona media a la respiración intercostal y la
zona alta a la respiración clavicular.

Este tipo de respiración, por su complejidad y participación de diferente grupos


musculares, permite realizar también un trabajo atencional muy focalizado que facilita el
instalar una disciplina de atención al cuerpo, así como también la conciencia del propio
eje corporal o centro físico, fundamental para todas las fases de trabajo del MARES, ya
que desde ahí se instalan todos los referentes de movimiento.

3.4. Expresión simbólica


Como lo vimos en el capítulo 1, el cuerpo ha tenido connotaciones muy distintas

132
según cual fuera la época y la cultura imperante. A nivel simbólico ha representado
aspectos del mundo religioso, político, sexual, estético y social. Desde concebirse para
algunos en una suerte de microcosmos del universo, ha pasado a representar para otros la
cárcel del alma; su composición interna ha sido motivo de analogía con los cuatro
elementos de la naturaleza y por tanto con la representación del principio de todas las
cosas. De ser fuente del pecado y del sufrimiento humano, ha pasado a ser el templo que
inspira el arte de pintores, escultores y arquitectos. En las diferentes religiones, tanto
politeístas como monoteístas, los dioses han sido representados a través de formas
humanas, siendo para el Antiguo Testamento el hombre hecho a la «imagen y semejanza
de Dios». En su dimensión simbólica, el cuerpo ha ido mucho más allá de lo físico,
instalándose desde el lenguaje, como símbolo que representa algo más que su significado
inmediato y obvio.
Para comprender el poder del símbolo como significante, podemos remitirnos, por
ejemplo, al símbolo de la cruz. En este encontramos una significación mucho más
compleja que la observada en el cruce perpendicular de dos líneas. La cruz en su
expresión simbólica refiere al sacrificio, la salvación, el amor de Dios, el alejamiento del
Demonio e incluso la pertenencia a una religión específica. Partes del cuerpo, como los
ojos, han simbolizado para muchos la llamada «ventana del alma», en el antiguo Egipto
el ojo izquierdo del Dios Horus ha sido considerado un amuleto de protección; en
Oriente, los lóbulos alargados de las orejas, han sido símbolo de realeza y autoridad
espiritual, y en China, el hígado simboliza el coraje y el amor filial.
Es aquí precisamente, en la dimensión simbólica que le otorgamos al cuerpo, donde
aparece una interesante posibilidad de integración entre los dominios corporal y mental,
ya que el cuerpo nos permite una expresión, comunicación y comprensión mucho más
profunda de los fenómenos.
Lo que hacemos en el MARES, es promover también desde el lenguaje, las
posibilidades de cambio a través del cuerpo como expresión simbólica. El movimiento
corporal, nos permite la expresión de aspectos sutiles y complejos, que de otra forma,
nos sería difícil de representar en todos sus matices y riqueza de significación. Esta
amplitud de significación, nos permite instalar más allá de lo evidente, algo más
profundo; algo así como todo aquello para lo cual las palabras se hacen insuficientes,
pero que sentimos con una certeza palpable desde otro lugar.
El trabajo corporal, en su dimensión simbólica, nos permite la expresión integrada de
los aspectos físicos, emocionales y lingüísticos que aparecen a la conciencia del coachee
en un momento determinado. Al igual que en el simbolismo de los sueños, donde lo que
ocurre puede ser significado como un mensaje mayor, a través del cuerpo y su capacidad
expresiva, podemos representar y encontrar un espacio donde la libertad creativa nos
permite llegar más allá del pensamiento lógico racional.
Tal como vimos en el capítulo 3, el teatro nos entrega un espacio valioso para trabajar
con la dimensión simbólica del cuerpo, alejándonos de la esfera mental cartesiana y
acercándonos al lenguaje del arte. Lo que logramos es un aumento de nuestra capacidad
de significar y de darnos cuenta de lo que nos sucede, permitiéndonos, muchas veces,

133
resolver aspectos que racionalmente nos resulta difícil comprender y, sobre todo,
modificar.
Veámoslo con un ejemplo: si queremos trabajar nuestra capacidad de defender
nuestros puntos de vista, y ser fuertes y propositivos en el trabajo y en la vida en general,
podemos hacerlo atendiendo al cuerpo, que nos sostiene en el día a día de esa
cotidianidad que queremos modificar. Una pregunta podrá se entonces ¿cuál es el cuerpo
que necesito para lograr lo que busco? En la búsqueda de esta respuesta, el MARES
desde el trabajo de expresión simbólica, acude al movimiento y la búsqueda de las
expresiones corporales que favorezcan esta forma de habitar el mundo que el coachee
desea aprender. Aquí el trabajo con personajes que representan aquello que la persona
quiere intencionar, son una herramienta fundamental para integrar lo que mentalmente
desea aprender, pero que aún no tiene disponible desde el punto de vista corporal y
emocional. La respuesta, entonces, podría estar en la elección de un personaje como «el
guerrero» o «el justiciero», etc.
El trabajo con personajes, nos lleva al concepto de arquetipos, que desde la
perspectiva de Jung, constituyen manifestaciones simbólicas, que expresan a través de
fantasías no solo motivos, sino que también instintos fisiológicos del hombre. En
palabras del autor los arquetipos «son una tendencia, tan marcada como el impulso de
las aves a construir nidos, o de las hormigas a formar colonias organizadas» (Jung, 1976,
p. 66). Como manifestación simbólica, el arquetipo tiene una estructura básica, un
modelo central sobre el cual se plasman formas de expresión distintas según las épocas
históricas y las diferentes culturas. Lo interesante es que el motivo central se mantiene, y
por ende, algo en su estructura figurativa también. Por ejemplo, en el mito del héroe
podremos encontrar diferentes representantes, expresados en guerreros, santos, profetas;
sin embargo, el motivo central será el mismo, como lo plantea Jung:

La idea general de Cristo como Redentor pertenece al tema mundialmente difundido y precristiano del
héroe y libertador quien, aunque ha sido devorado por un monstruo, vuelve a aparecer milagrosamente
después de vencer al monstruo que lo devoró. Cuándo y dónde se originó este mito es cosa que nadie sabe.
Tampoco sabemos cómo investigar ese problema. La única certeza evidente es que cada generación parece
haberlo conocido como tradición transmitida desde tiempos anteriores. Así es que podemos suponer con
seguridad que se «originó» en un período en que el hombre aún no sabía que poseía el mito de un héroe; es
decir, en una era en que aún no reflexionaba conscientemente sobre lo que decía. La figura del héroe es un
arquetipo que ha existido desde tiempos inmemoriales. (Ibíd. p. 69)

La expresión a través de un arquetipo como el del héroe, puede ser para algunos
coachees una forma fácil de acceder a través de un símbolo reconocido culturalmente
como aquel que reúne una serie de características y matices relacionados con la función
de «salvador de los débiles». En lo personal, he observado que este arquetipo puede
constituirse para un hombre en un personaje fuertemente arraigado en su forma de
habitar el mundo, impidiéndole reconocer su necesidad de pedir ayuda, trabajar en
equipo y permitir el empoderamiento y desarrollo autónomo de aquellos a quienes
dirige.
El arquetipo o personaje elegido por el coachee o sugerido por el coach a fin de

134
explorar desde el cuerpo qué ocurre para él y de qué se da cuenta, constituye una valiosa
herramienta y una ruta fácil para acceder a una constelación de emociones, pensamientos
y una presencia física en el mundo, que de otra forma le sería difícil de expresar con todo
la complejidad de matices que un arquetipo contiene en sí mismo. Es más, la sola
expresión «el héroe» ya nos llena a cada uno de nosotros de significaciones; algunas
aprendidas y otras personales, que abarcan muchos más elementos de los que la historia
de un héroe específico puede entregarnos.
La psicología positiva hace un interesante aporte al señalar que el foco
transformacional debe estar más en el desarrollo de fortalezas y recursos que en la
reducción de brechas o debilidades existentes en la persona. El presente modelo, si bien
plantea aumentar el rango conductual, lo hace respetando el marco de referencia físico,
psíquico y emocional de esta. En el trabajo del MARES este elemento es fundamental,
ya que la construcción de personajes se basa en la instalación de estos desde la persona
que los representa, y no desde un ideal o prototipo externo. Así, el personaje del
«guerrero» no será el mismo para una persona con prevalencia del tipo corporal A, que
para una en que predomina el tipo C. Cada guerrero toma los recursos de la estructura de
la persona que lo sostiene y construye su propia instalación. Esto solo puede realizarse a
partir de un reconocimiento de los propios referentes corporales, es decir de un darse
cuenta de la sensación y de las partes del cuerpo involucradas en este personaje. Así, en
la representación de personajes, lo que se busca es la sensación del cuerpo, llevando
primero la atención a esta sensación y luego movilizándose desde ahí. En la dimensión
lingüística, el trabajo con personajes incorporará, en una segunda etapa, los diálogos o
declaraciones que surjan desde sentirse desde el cuerpo en el personaje, y no al revés.
En mi experiencia, el trabajo inverso, es decir la personificación sin un trabajo previo
de conciencia corporal, lleva a un discurso vacío y a una sensación de irrealidad en el
coachee que, más que integrarlo lo disocia aún más, es decir lo lleva a una sensación de
máscara, que es precisamente contra lo que se quiere luchar, como señalara Feldenkrais:
«la satisfacción que obtiene de esas acciones, por más éxito que tengan, no es orgánica,
no lo revitaliza; es una mera gratificación superficial, externa» (Feldenkrais, p. 15) y por
lo tanto no constituye un aprendizaje sostenible en el tiempo.
De este modo, desde el presente modelo el trabajo con personajes debe respetar ciertos
pasos de apropiación, de lo contrario, se convierte en una actuación vacía de sentido para
el coachee y en una nueva forma de «ser lo que no soy».
Este tipo de trabajo favorece fundamentalmente el aprendizaje y la apropiación de un
nuevo rol. Recuerdo un coachee que deseaba trabajar su capacidad de contener y
vincularse emocionalmente con su equipo. Por su historia era una persona de carácter
más bien parco, racional y orientado a resultados; practicaba artes marciales desde la
actitud del guerrero y, por ende, esta fue una interesante entrada para trabajar desde este
modelo. Dulcificamos el arquetipo, llevándolo hacia el personaje del padre, que aparecía
fuertemente en la relación con su hija. Lo hicimos suavizando los movimientos de ataque
que utilizaba en su práctica de artes marciales, lentificando las entradas, cambiando el
peso del cuerpo hacia atrás, lentificando la respiración y, finalmente, intencionando la

135
apertura. Su conexión con esta forma de movimiento, y con su contenido emocional, le
permitió descubrir en él la capacidad de contención que requería desarrollar en su rol de
líder. Este trabajo nos permitió comenzar a integrar desde lo mental, sus propios recursos
con las competencias que requería desarrollar en el trabajo.
En mi experiencia con este tipo de trabajos, las personas descubren con facilidad, a
través de los arquetipos, aspectos rechazados o deseados de su manera habitual de
habitar desde su presencia corporal. Simbolizar con ayuda del cuerpo, nos permite,
además, establecer una conexión mucho más profunda entre este y la mente, ya que en
un movimiento, postura o danza, la persona es capaz de representar libremente su
demanda, deseo o necesidad de aprendizaje.
Durante estos años, he constatado, que a través del trabajo con arquetipos de la
mitología griega, hombres y mujeres pueden identificar fácilmente aspectos que los
representan y les permiten reconocer en sí mismos, a través del juego de roles que
implica la representación, elementos que dan respuesta a aspectos que requieren
aprender.
Se trata de algo similar a lo que ocurre en el aprendizaje que realizan los niños a través
del juego preparatorio para etapas posteriores de desarrollo, jugar al papá y a la mamá
mediante la imitación o jugar a «ser grande y trabajar», les permite preparar un cuerpo
necesario para los desafíos del futuro.
El trabajo con el «anti personaje» es también una forma a través de la cual el coachee
puede activar corporalmente aspectos rechazados de sí mismo, similar al juego de roles
con la polaridad rechazada que realiza la Terapia Gestalt. Esta técnica implica actuar
aquello completamente opuesto a lo que defino que soy, pero desde el cuerpo y su
movimiento, sin hablar; simplemente permitiendo que el cuerpo instale el personaje
rechazado. Desde el MARES, el trabajo consiste en identificar atencionalmente los
cambios musculares y de respiración que ocurren en este trabajo. La persona puede
identificar cuáles son los aspectos físicos que bloquean aquello que desea aprender, así
como también las conversaciones internas o pensamientos que se le aparecen al realizar
este tipo de trabajo. Como resultado, cierran el círculo del modelo, instalando un
aprendizaje que incorpora la dimensión simbólico-lingüística, logrando una mayor
flexibilidad y ampliación de recursos, lo que facilita el reforzamiento de los aspectos
más cognitivos de su proceso de cambio.

4. PLAN DE MANTENCIÓN
El MARES, como modelo de trabajo, desarrolla un proceso que potencia el autoapoyo
en la persona. Esto significa que el trabajo se circunscribe a un período de tiempo
definido, dentro del cual se atraviesa por las fases antes señaladas, dando énfasis a unas
más que a otras, según las necesidades del coachee. Una vez cerrado el proceso, el
modelo promueve el diseño de un plan de trabajo personal. Para esto, se estructura una
ficha de trabajo, que se entrega a las personas que finalizan su proceso, a fin de
apoyarlas en la decisión de las prácticas corporales más recomendables para su tipo

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corporal y para la mantención de los resultados alcanzados durante el proceso de
coaching corporal.
A continuación, se detalla un ejemplo de ficha tipo que puede ser utilizada.

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Trabajo corporal general
En términos generales se recomiendan algunas de las siguientes prácticas de
mantención sea cual fuere la disciplina corporal que se defina como trabajo personal
posterior al MARES. Estas prácticas tienen por objetivo mantener el protagonismo del
cuerpo y la conciencia sobre este en forma permanente, asegurando así la mantención de
los beneficios obtenidos durante el proceso de coaching corporal MARES.

1. Prácticas de mantención cardiovascular:


La realización de ejercicios cardiovasculares favorece el funcionamiento general del
organismo, logrando una mejora en la capacidad de movimiento mantenido en cualquier
práctica corporal. La realización de ejercicios cardiovasculares favorece también el
fortalecimiento del tren inferior del cuerpo y por ende la sensación general de arraigo,
estabilidad y sustentación. Dentro de los ejercicios que recomiendo en esta línea están la
caminata, la bicicleta, la elíptica y el trote, según cual sea el estado físico de la persona.

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2. Prácticas de flexibilización:
La realización de ejercicios de flexibilización favorece la lubricación de las
articulaciones y la ductilidad del movimiento, protegiendo al cuerpo de molestias,
dolores y lesiones asociadas a las diferentes formas de movimiento. (Ver imagen 34, 35
y 36)

Imagen 34. Ejercicios de flexibilización de columna

Imagen 35. Ejercicios de flexibilización de hombros y cuello

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Imagen 36. Ejercicios de flexibilización de rodillas, tobillos y cadera.

3. Prácticas de tonificación abdominal y lumbar:


Los ejercicios de tonificación de musculatura abdominal y lumbar protegen nuestra
columna vertebral, ayudándola a sostener adecuadamente la exigencia de los
movimientos corporales y del ejercicio localizado. Al cuidar nuestra columna,
fortalecemos nuestro principal eje y soporte longitudinal, lo que nos permite un
adecuado centramiento a nivel físico y psicoemocional. (Ver imagen 35)

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Imagen 35. Ejemplos de ejercicios abdominales y de zona lumbar, fortaleciendo el sostén de la columna vertebral

4. Práctica de respiración completa y profunda:


La respiración constituye un ancla permanente sobre la cual podemos llevar nuestra
atención. El direccionamiento atencional al proceso respiratorio conlleva una serie de
beneficios psicoemocionales, así como también permite robustecer la conexión cuerpo-
mente en cualquiera de las disciplinas corporales que se realicen. Entonces, debemos
utilizar el maravilloso recurso de respirar para aumentar la conciencia de nosotros
mismos. Para esto recomiendo la práctica de la atención a la respiración completa y
profunda, identificando los músculos que se expanden y contraen en cada fase de esta.

5. Direccionamiento atencional a los diferentes segmentos corporales implicados en


cada uno de los ejercicios anteriormente señalados:
Esto se logra identificando la musculatura que trabaja en cada ejercicio. Al llevar la

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atención al cuerpo, favoreceremos los efectos de vitalidad, energía y bienestar en
cualquier disciplina corporal que practiquemos. La práctica de la meditación puede
constituir una importante ayuda para disciplinar la mente y hacer más fácil el dirigir
nuestra atención hacia la sensación corporal.

31 Recomiendo al lector interesado, profundizar en propuestas alimenticias tales como el higienismo y la


trofología, ambas destinadas a facilitar el proceso digestivo y la purificación del organismo como forma de
aumentar la vitalidad y el bienestar físico, emocional y psíquico.
32 El Esquizoide se caracteriza por ser una personalidad dividida, disociando el pensamiento y los sentimientos.
Está en constante actividad mental, haciendo esfuerzos supremos para interpretar su mundo, para sentirse
seguro. Ve peligros en forma permanente. Su cuerpo es estrecho y apretado, con mucha fuerza muscular que
usa para reprimir los impulsos, sentimientos y emociones, a los cuales teme. El Oral tiende a mantenerse
dependiendo de otros, apoyándose en ellos y temiendo que lo abandonen y dejen solo. Les encanta hablar de sí
mismos, de sus éxitos y triunfos, buscan ser el centro de su círculo, la admiración y la atención de los demás.
Las relaciones son difíciles porque exigen más de lo que dan y sus necesidades de atención y afecto parecen ser
insaciables. El Masoquista muestra sumisión externa al gusto y disposiciones de los demás, pero en su interior
guarda un fuerte sentimiento de hostilidad y negatividad. La agresividad y la rebeldía quedan reprimidas, al
igual que la expresión del resto de sus sentimientos.
El Psicopático niega todos sus sentimientos, especialmente los de inseguridad, tristeza y miedo, también los
sexuales, aún cuando se use el atractivo y la actividad sexual para atraer, dominar y probar su propio valor y
superioridad. Su mayor temor es que se aprovechen de él. Intenta dominar, desconfía de los sentimientos de los
demás. El Rígido, es, en general, agresivo y ambicioso. Obstinado en su modo de pensar y compulsivo en su
sexualidad. Ahoga toda expresión de sentimientos y de amor, hace cuanto puede por evitar toda expresión de
debilidad y abatimiento, como el llanto. Mantiene cierta distancia, sin relacionarse emocionalmente con nadie.
Pone el deber antes que el placer.
33 Para una mayor profundidad en el estudio de estos temas sugiero la lectura de Anatomía para el Movimiento II,
de Blandine Calais-Germain (2013. Barcelona: La liebre de marzo); Manual de Metodología del Entrenamiento
Deportivo, de Klaus Lehnertz; Carl Klaus y Martin Dietrich (2014. Barcelona: Editorial Paidotribo); y La
práctica de la preparación física. E.H. Dantas (2012). Barcelona: Editorial Paidotribo.
34 Para proteger la confidencialidad, hemos cambiado el nombre.

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CAPÍTULO 6
CASOS DE APLICACIÓN DEL MODELO MARES

APLICACIONES DEL MODELO


En el presente capítulo quiero compartir con ustedes algunas de las aplicaciones
prácticas del MARES en diferentes escenarios. El modelo ha sido aplicado en
organizaciones y también en actividades de la Escuela de Coaching Corporal, en la que
desarrollo talleres de trabajo corporal utilizando el MARES. Si bien el modelo, en un
principio, se trabajó de forma intuitiva y sin la estructura metodológica que tiene hoy
día35, los casos que veremos a continuación albergan los principios fundamentales que
hemos visto en capítulos anteriores y, por ende, me parece útil compartir con ustedes su
aplicación a nivel práctico.
Para comprender los niveles de aplicación, agruparemos los motivos por los que las
personas y organizaciones solicitan coaching corporal, agrupándolos en tres grandes
categorías.
En la primera, el coachee refiere un estado de falta de satisfacción con algunos
aspectos de su vida. Si bien, dicho estado plantea una necesidad de cambio, esta no es
inminente, y podría ser postergada en el tiempo. La persona que solicita coaching
corporal desde este lugar, decide iniciar un cambio para disminuir su insatisfacción y
alcanzar mayor bienestar, e intuye que es desde el cuerpo donde puede encontrar un
camino. Esta motivación inicial la llamaremos «sensación de displacer».
Un segundo motivo por el que las personas solicitan un proceso de coaching corporal
es cuando la sensación que prima es la de una intensa desazón interior, que puede ir
acompañada de manifestaciones corporales como tensión muscular, cefaleas, trastornos a
nivel del colon, etc.; o de una sensación de tristeza y falta de sentido vital. Esta
motivación inicial la llamaremos «estado de dolor». En estos casos, en ocasiones, puede
ser recomendable derivar a una atención especializada si la sintomatología se intensifica
o mantiene en el tiempo. Tal como vimos en capítulos anteriores, este es un aspecto
fundamental a tener en cuenta dentro de las distinciones del coach a fin de delimitar
claramente cuándo es necesario un abordaje psicológico o médico.
Por último, tenemos los procesos en los que la persona sin encontrarse en un estado de
displacer ni de dolor, desea llegar más allá y desarrollar su potencial. Muchas veces
intuye que existen aprendizajes y nuevos logros de los que sería capaz si se aventurara a
desafiar sus actuales zonas de confort. Esto último se asocia muchas veces con
necesidades concretas de desarrollo profesional, desarrollo de carrera o de un mayor
liderazgo en los que el cuerpo constituye un eje fundamental. A esta motivación inicial
la llamaremos «ampliación de recursos». Estos motivos, si bien pueden ser abordados
como desafíos personales, muchas veces surgen de una solicitud de la organización en la

146
que la persona trabaja. En este caso, el interés en el proceso conforma una tríada entre
organización (jefatura directa), coachee (persona que requiere el coaching) y coach. Aquí
será fundamental, a nivel de los objetivos del proceso, alinear estos tres niveles para
poder lograr un cambio en la dirección esperada.
En mi experiencia, este es un punto esencial, ya que muchas veces no existe
coincidencia entre los objetivos de la organización y los objetivos del coachee; en estos
casos es altamente probable que el proceso sea un verdadero fracaso. Personalmente
prefiero abordar procesos de coaching corporal que surjan de una necesidad de la
persona, desde un darse cuenta personal de la necesidad de cambio. Aquí, la
probabilidad de éxito aumenta enormemente y el proceso fluye hacia un aprendizaje
transformacional real y profundo.
A continuación, compartiré con ustedes siete casos de coaching corporal, algunos de
los cuales han sido publicados en artículos de la revista The Newfield Network. Otros son
relatados por primera vez en el presente libro, con el fin de graficar las aplicaciones
prácticas del modelo en diferentes escenarios.
Veamos a continuación cuál fue el abordaje en estas siete situaciones:

CASO 1: COACHING CORPORAL POST TERREMOTO. UN CASO DE DOLOR


Durante 2010 algunas de las grandes empresas de nuestro país, sobre todo aquellas
con sucursales en las áreas más afectadas, me solicitaron desarrollar intervenciones
grupales, producto del tremendo impacto que a nivel físico, emocional, cognitivo y
social tuvo en Chile, el terremoto del 27 de febrero de aquel año.
En dicha oportunidad, diseñamos un plan de intervención dirigido a nuestros clientes
más afectados, entre ellos una conocida compañía de seguros y una emblemática
empresa de acero, esta última con empleados que se encontraban en labores durante la
madrugada del 27 de Febrero.
Convencidos de que la estrategia para abordar el trabajo implicaba incorporar
fuertemente la dimensión corporal, desarrollamos un programa integral que abordó los
distintos aspectos en que esta se despliega: a nivel cognitivo, la elaboración lingüística
de la experiencia traumática; a nivel emocional, el espacio de reconocimiento, expresión,
validación y generación de una comunidad de apoyo; y por último, a nivel corporal, un
trabajo focalizado en la generación de un cuerpo flexible y a la vez estable, que
permitiera sostener una sensación de vulnerabilidad e incertidumbre crecientes.
Una de estas intervenciones se realizó en Concepción, una de las zonas más afectadas
por el terremoto y que se encontraba bajo réplicas sísmicas diarias y constantes. Fue en
este escenario donde el trabajo corporal constituyó el mayor aporte. Dicho trabajo se
centró en la realización de técnicas de movimiento corporal que hicieron foco en el
arraigo y la ductilidad. El arraigo permitió generar en las personas la sensación física de
soporte, en un contexto en el que el sostén de la tierra era precario e impredecible y, por
lo tanto, el centro de gravedad y arraigo se percibía como frágil.
La generación de un soporte corporal firme y seguro y el trabajo de ductilidad

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corporal, fueron simbolizados en la metáfora polar de la palmera versus el árbol nativo.
Con un tronco flexible como el de la palmera, somos capaces de movernos al ritmo de la
tierra sin perder nuestras raíces y sin quebrarnos, tal como ocurre en el Caribe, donde
resisten los huracanes pese a su aparente fragilidad. Por su parte, el tronco grueso y
rígido de los árboles nativos, puede no resistir dichos embates y quebrarse dada su
rigidez y espesor. La conjunción de arraigo y ductilidad propios de esta analogía, resultó
ser una buena manera de trabajar a nivel simbólico el cuerpo capaz de sostener el
movimiento de la tierra. El trabajo físico de arraigo y ductilidad, no fue solo simbólico,
sino que ocurrió en una situación externa, inmediata y «real» en el que el movimiento de
la tierra era constante, incluso mientras realizábamos los ejercicios.
Este trabajo permitió en muchos de los participantes conectarse con emociones que
habían sido reprimidas: la pena, el miedo y la rabia aparecieron como parte de la
recuperación de la confianza en sus propios recursos. Lo anterior permitió fortalecer
conversaciones que generaron un espacio comunitario de apoyo y confianza, una especie
de «cadena de apoyo», construida a través de movimientos y conversaciones, como una
poderosa forma de conectar emocionalmente a los equipos de trabajo.
La realización de este trabajo facilitó a las personas iniciar la elaboración de la
situación traumática y también el poder volver poco a poco a retomar su rutina diaria,
tanto a nivel personal como laboral, permitiéndose sentir a nivel emocional y corporal,
reconociendo la necesidad de moverse, bailar, reírse, llorar y conversar sobre lo
sucedido, una y otra vez, como parte del proceso de reconstrucción cognitiva, física y
emocional, necesario para fortalecerse interiormente.

CASO 2: EXPERIENCIA CON UNA EMPRESA EN PROCESO DE FUSIÓN. UN CASO DE DISPLACER


Durante ese mismo año, desarrollamos una intervención destinada a facilitar el
proceso de fusión entre dos compañías de seguros. La intervención estuvo dirigida a
fortalecer la coherencia interna del sistema y prepararlo para un escenario de
incertidumbre que debería sostenerse durante algunos meses, mientras no se definiera la
nueva estructura organizacional. El trabajo se realizó en Santiago y abarcó a la totalidad
de colaboradores de la compañía.
El reto fue crear un estado de ánimo de aceptación frente a los cambios, y a la vez,
articular una ambición positiva frente a las posibilidades personales que podría generar
un nuevo escenario laboral. El desafío fue levantar un sistema corporal capaz de sostener
en forma saludable y flexible, un escenario aún incierto. Fue clave contar con recursos
personales —efectivamente disponibles— a fin de aceptar posibles situaciones de
movilidad, tanto al interior de la empresa como fuera de esta. Aprender a «soltar» desde
el cuerpo y descubrir que la existencia de recursos propios es capaz de otorgar una nueva
estabilidad, fueron las acciones que generaron una actitud colectiva más receptiva frente
a los nuevos desafíos.
Para esto, se trabajó en la reformulación de la creencia de estabilidad entendida como
el «no cambio» y asociado a la seguridad laboral. Esto implicó el aceptar que el control

148
como estrategia de evitación de los cambios y de la incertidumbre, era una ilusión que
construye el ser humano, y que, contrariamente a lo que creemos o «queremos creer»
estamos permanentemente habitando el cambio. Tal como lo vimos en el capítulo
introductorio en relación al concepto de self como superficie de contacto, así como
donde nos referimos a la filosofía de Heráclito y sus seguidores; el trabajo se enfocó en
sentir desde el cuerpo que el cambio no es solo el único escenario posible, sino que
también es una posibilidad de descubrimiento de los propios recursos. El trabajo
corporal propició descubrimientos nuevos y desafiantes para quienes, en un principio, se
aferraban a certezas sobre un escenario que ya había cambiado y que aún no querían
«soltar». Aprender a «soltar» desde el cuerpo y descubrir la existencia de recursos
propios, les permitió darse cuenta de su propia estabilidad interior, más allá de los
cambios externos. Esto propició una actitud general de propositividad en cuanto a
hacerse cargo de su situación y de sus decisiones, y por otro lado, permitió la aceptación
de los nuevos desafíos por venir.
Los resultados de dicha intervención favorecieron la sensación de empoderamiento de
los asistentes, ya no como objeto de un cambio que «les viene desde fuera» sino que
como promotores de un cambio interior que sostiene la decisión sobre cuándo, cómo y
por qué estar donde están. Cuándo elegir moverse a otros escenarios, cuándo decidir
esperar y cuándo decidir luchar por mantener su situación actual. Fortaleza interior y
capacidad de enfrentar diferentes escenarios fueron la base del movilizarse con
ductilidad desde el cuerpo. Movimientos de proyección en distintas direcciones, de
arraigo, y libres, favorecieron, junto con un trabajo cognitivo alineado con estos, la
posibilidad de percibir su eje interno como el que intenciona el movimiento en un
entorno que, lejos de ser una certeza, se manifiesta como movimiento permanente e
incertidumbre del todo. La evidencia del propio cuerpo como eje al cual puedo recurrir
en momentos de incertidumbre, otorgó una clara sensación de tranquilidad interior a los
participantes con los que trabajamos, siendo para ellos el trabajo corporal un facilitador
del proceso de aprender a habitar en el cambio.
La relevancia de fortalecer este tipo de trabajo queda de manifiesto y deja abierta una
puerta a los futuros consultores de empresas y a sus directivos. Sin duda, el trabajar
desde el cuerpo nos conecta de forma simple con una auténtica disponibilidad para lo
real y lo práctico.

CASO 3: CAMINANDO HACIA EL BIENESTAR. UN CASO DE AMPLIACIÓN DE RECURSOS


Durante 2011 y 2012 tuve la posibilidad de desarrollar un programa masivo y
transversal de Autocuidado en Santiago, en una institución de salud. Intervine
incorporando principios y técnicas de diagnóstico corporal, movimiento consciente, y
fortalecimiento de la integración entre cuerpo, emoción y lenguaje. El objetivo fue
impactar positivamente en la percepción de bienestar general de cada colaborador,
optimizando así su capacidad de estar al servicio de los pacientes y sus familias.
La institución, cuya misión se orienta a la rehabilitación integral de niños y jóvenes

149
que presentan enfermedades invalidantes, trabaja con un fuerte foco en el autocuidado de
los pacientes, esto paradojalmente implica –como ocurre en la mayoría de las
instituciones de salud– desgaste natural en el personal, lo que sitúa a la institución en el
desafío de «estar al servicio y sostener el dolor de los pacientes y sus familias» desde un
bienestar y autocuidado personal, que les permita sostener en forma coherente su trabajo
en el día a día.
El programa, con un total de 31 horas, se estructuró en sesiones quincenales y
mensuales durante los meses de abril a diciembre a un total de 8 grupos de trabajo. Lo
anterior con el objetivo de instalar una serie de prácticas corporales, nutricionales,
psicológicas y de trabajo emocional que fueran sostenibles en el tiempo y lograran
generar el bienestar esperado.
El trabajo partió reconociendo el cuerpo como eje fundamental del bienestar personal
y por ende laboral. Se reconocieron los principales automatismos tanto a nivel de
conciencia corporal, como también de las zonas corporales sintomáticas (bloqueos
corporales) que se identificaban como contracturas, dolores o zonas de mayor
sensibilidad al movimiento o contacto.
Paralelamente se trabajó en la importancia de generar un movimiento consciente que
enriquezca la organización de los movimientos en el cerebro. Lo anterior a la luz de
ejercicios que promovieran la activación de zonas neuronales específicas, mediante la
combinación entre atención y movimiento, a fin de conformar nuevos patrones
cerebrales y, por consiguiente, nuevas posibilidades de pensar, sentir y hacer (Baniel,
2009).
De esta manera, empezamos un trabajo de migración paulatina desde el movimiento
automático, asociado a formas estereotipadas de pensar, sentir y actuar, hacia un
movimiento que permitiera la apertura al aprendizaje. Recuerdo que en esta etapa, una
terapeuta ocupacional de la institución refirió la ocasión en que al aplicar esta técnica a
su trabajo con un niño que presentaba una conducta reactiva al tratamiento, logró acoplar
la conducta de este a los ejercicios a partir del propio aumento y conciencia de su
cuerpo, generando así una interacción fluida que favoreció la sesión de rehabilitación.
Durante una segunda etapa, los grupos atravesaron por uno de los momentos de mayor
aprendizaje del programa. Mediante el presente modelo, pudieron comprender,
identificar y hacer conscientes aquellas emociones en las que presentaban adherencias o
automatismos y aquellas en las que les era difícil habitar y, por tanto, cerraban sus
posibilidades de aprendizaje. En este último punto destacó la dificultad de contactarse
con dos emociones fundamentales: la rabia y la pena.
Desde el MARES ambas emociones son parte de las herramientas fundamentales con
las que debe contar cualquier profesional que trabaje en el área de la salud y muy
especialmente con el dolor. El espectro de conductas que favorecen ambas emociones en
sus diversos rangos y matices, tales como la percepción de fuerza interior, vitalidad,
capacidad para tomar decisiones, colocar límites, decir «no», escuchar, empatizar,
contactarse con la propia intimidad, el recogimiento, la reflexión, la capacidad de
perdonar y perdonarse; son fundamentales a la hora de estar al servicio de otros.

150
Por el contrario, la negación de ambas en el tiempo, sostenida por una serie de
creencias sobre la distancia emocional con el paciente, puede verse dibujada a nivel
corporal en la denominada «coraza muscular», la que se constituye como contracturas o
rigideces musculares crónicas, producto de bloqueos emocionales del organismo (Reich,
2005), pudiendo producir una serie de trastornos somáticos propios de la emoción
contenida, inmóvil evitativa del conflicto o del dolor de la pérdida (Dethlefsen y Dahlke,
2004).
En la tercera fase del programa, iniciamos el proceso de reconocimiento de nuestra
historia y de cómo esta ha ido construyendo el cuerpo que nos sostiene. En este
recorrido, se trabajó con el concepto del «Personaje»; metáfora teatral que permite
identificar cómo creemos que somos, cómo nos gustaría ser y cómo en realidad
queremos diseñarnos. Se trabajó «soltando» personajes que limitan posibilidades tanto
en el plano estrictamente personal como en el ambiente laboral, que debilitan la
expresión y que disminuyen la expansión de los propios recursos y competencias.
Se aplicó una medición para evaluar los resultados del programa en cuanto a la
percepción de bienestar general, físico, y mental o psíquico de cada colaborador. Los
resultados arrojaron una mejora sustancial en la percepción de bienestar general,
específicamente destaca el aumento creciente del nivel de conciencia del propio cuerpo
asociado a disminución significativa de malestares físicos muchas veces limitantes para
el trabajo, un mejoramiento en el bienestar emocional y la percepción de un mayor
bienestar a nivel mental (estructura de juicios y desafío de creencias limitantes).
Sin duda, al realizar este tipo de intervenciones, ya sea en organizaciones de salud,
productivas o de servicios, no puede dejar de sorprenderme cuán tremendamente
exigido, desgastado y a la vez olvidado tenemos al cuerpo. Si pensamos en las altas
exigencias a las que nos enfrentamos en el mundo globalizado y competitivo, se hace
indudable la importancia de cuidar nuestro cuerpo como la base para que las
competencias y los recursos mentales y técnicos puedan rendir al máximo. Y con esto,
entregar lo mejor de nuestro potencial creativo y productivo.
Trabajar la dimensión corporal nos permite mejorar la calidad de vida de muchos
colaboradores, aspecto que aparece reflejado en la medición de mejora de bienestar
personal al finalizar el programa. Pese a que se realizaba con todo el cansancio y
desgaste propios del mes de diciembre, los resultados fueron alentadores. Un 95%
aseguró percibir una mejoría general en su sensación de bienestar personal y el 90%
aseguró tener una mayor preocupación por su autocuidado. Los resultados específicos en
relación a la mejora en su bienestar físico, emocional y mental superaron el 80%.
Finalmente, no puedo dejar de agradecer las palabras de muchos profesionales que
señalaron lo que había significado para ellos este programa. Algunos de ellos señalaron:
«aprendí a sentir y reconocer mi cuerpo, no solo cuando me duele», «aprendí que tenía
muchos más recursos de los que creía», «tomé las decisiones que había postergado por
años», «recuperé mi vitalidad y energía», «recuperé hábitos de ejercicio y alimentación
que había abandonado», «superé mi insomnio», «aprendí a mirar mi organización y a mi
trabajo de una forma más sana para mí». Estas frases, entre muchas otras, aparecieron en

151
un rito de cierre que realizamos el último día. Esta actividad fue bautizada como el
Círculo de Despedida. Desde ahí, y al calor de las tres velas (cuerpo, emoción y mente),
despedimos todo el aprendizaje recibido.
CASO 4: COACHING CORPORAL EN LÍDERES.
CASOS DE AMPLIACIÓN DE RECURSOS
En los últimos 6 años, he trabajado en procesos de coaching a directivos desde una
perspectiva fundamentalmente corporal. Esto ha significado el dar un contexto
cognitivo-explicativo previo al trabajo, que haga sentido a los coachees y permita iniciar
un trabajo corporal que fortalezca aquellas dimensiones que se quieren desarrollar.
A nivel de diagnóstico corporal inicial, trabajé con los tres biotipos descritos en el
capítulo anterior. Cada uno de estos fue traducido desde el modelo a un tipo específico
de líder a fin de determinar el estilo de liderazgo prevalente a la base de cada tipo
corporal. De esta manera hablamos de:

1. 1. El líder pragmático: de tipo corporal B, más bien atlético con cuerpo bien
conformado y proporcionado acompañado de un mayor desarrollo muscular.
Destaca por su fortaleza física y orientación a la acción, de carácter resolutivo y
vehemente, posee alto nivel de orientación a resultados.
2. 2. El líder mental: de tipo corporal A, más bien asténico, de extremidades largas y
de contextura delgada, presenta una orientación a la reflexión, al análisis y al
control. Su liderazgo se funda en su capacidad de persuadir a través de las ideas y
de controlar a través de una adecuada planificación de tareas.
3. 3. El líder vincular: de tipo corporal C, más bien pícnico, de contextura gruesa y
redondeada con extremidades más bien cortas, su liderazgo es relacional por sobre
lo técnico. Con alta capacidad empática y carisma, el que se basa
fundamentalmente en la relación humana que es capaz de establecer con sus
colaboradores.

En el caso que desarrollo a continuación, se trata de un líder, que para efectos de


mantener la confidencialidad, llamaremos Marcos. Marcos presentaba un alto
predominio mental, con una historia de resiliencia forjada en el sacrificio y el logro de
metas a partir de un esfuerzo permanente y mantenido en el tiempo, durante toda una
infancia de abandono y una adolescencia en centros de acogida.
El motivo por el cual fue solicitado el proceso de coaching, fue lograr una mayor
integración entre él y su equipo de colaboradores, aumentar su poder de influencia y
mejorar el clima laboral. Se trataba de una persona orientada a la tarea a la que le costaba
la cercanía y las relaciones sociales, lo que le dificultaba mantener un buen clima al
interior del trabajo tanto con colaboradores como con sus pares, quienes lo consideraban
un tanto soberbio y engreído.
El trabajo consistió en aumentar sus niveles de flexibilidad a través de un cuerpo que
lo conectara con la apertura, la escucha y por sobre todo, con sus emociones. Para esto se

152
trabajó primero con ejercicios que aumentaran su conciencia corporal, que le permitieran
sentirse desde el cuerpo y desde ahí con su emoción. A nivel de movimiento se trabajó
fundamentalmente con proyección hacia atrás y circular, a fin de movilizar su centro de
gravedad y aumentar la posibilidad de movimiento a nivel de su columna vertebral.
A nivel emocional, Marcos tenía un fuerte vínculo emocional con su hijo, lo que nos
otorgó una excelente metáfora para trabajar su capacidad de conexión emocional desde
la escucha y la ternura. Su dureza fue transformándose en suavidad firme, mediante
movimientos circulares con un fuerte arraigo, movilizando así su capacidad resolutiva
hacia movimientos de contención, trabajando los grupos musculares que sostienen la
capacidad de recibir a otro. El trabajo se extendió también a los músculos de la cara, los
que trabajamos desde la suavidad del movimiento y el pasar de la contracción a la
relajación. En este proceso, surgió la tristeza como una poderosa posibilidad de
acercamiento y compasión con otros.
Este trabajo, sumado a la conexión emocional anclada desde lo simbólico, en el
personaje del «lider que convoca», favoreció ver al otro, respetando sus ritmos y
aceptando lo que cada uno es capaz de dar en un momento determinado. Desde esta
perspectiva, Marcos fue capaz de alinear las competencias de cada uno de sus
colaboradores con objetivos de desarrollo individual, ejercitando sostener
conversaciones para el desarrollo de sus colaboradores, desde una actitud de escucha,
aceptación y mayor flexibilidad. Esto permitió el crecimiento de varios de los integrantes
de su equipo y el desarrollo de nuevas funciones al interior de la organización, así como
también el funcionamiento mucho más autónomo del área en ausencia de Marcos; un
desafío que sin duda es parte del rol formador y desarrollador de la mayoría de los que
asumen cargos de jefaturas hoy en día.

CASO 5: COACHING CORPORAL EN GRUPOS DE MUJERES


Durante los años 2010 y 2011, trabajé con grupos de mujeres en talleres, cuyo
objetivo era reconocer aspectos que obstruían su desarrollo integral, ya sea como
profesionales, madres, parejas, o simplemente como mujeres que desean ampliar su
potencial de acción en el mundo.
Para esto se trabajó en el marco del cuerpo como expresión simbólica, tomando de la
mitología griega los arquetipos de sus diosas clásicas: Atenea, Artemisa, Deméter,
Perséfone, Hera, Hestia y Afrodita. En el diseño de estos talleres, fue de gran ayuda el
trabajo realizado por la psiquiatra junguiana Jean Shinoda Bolen, quien en su libro Las
diosas de cada mujer (2010) realiza una analogía entre los patrones de personalidad de
cada mujer y su correlato con los arquetipos griegos:

Las diosas griegas son imágenes de mujeres que han vivido en la imaginación de la humanidad durante
más de tres mil años. Las diosas son patrones o representaciones de cómo son las mujeres, con más poder y
diversidad de comportamientos de lo que se ha permitido ejercer históricamente […] Por mi parte, también
he llegado a pensar en las diosas griegas del monte Olimpo —cada una de las cuales era única, y algunas de
ellas antagónicas entre sí— como una metáfora de la diversidad y del conflicto interior de las mujeres. (p.

153
45)

Desde el MARES, cada integrante del grupo abordó su trabajo atravesando por las
siguientes fases:

1. 1. Identificación de su arquetipo y biotipo predominante.


2. 2. Declaración de sus áreas de aprendizaje.
3. 3. Declaración de las áreas de expansión a explorar (zonas fuera de confort).
4. 4. Elección del arquetipo femenino que mejor representa dicho desafío.

En el proceso, las participantes trabajaron a nivel de movimiento, atención,


respiración y expresión simbólica de su diosa arquetípica, y desde ahí fueron
descubriendo las posibilidades de expansión que otros arquetipos les proporcionaban.
Las coincidencias entre el arquetipo elegido como predominante en cada mujer y el
biotipo de cada una fueron recurrentes. Por una parte, los arquetipos de las diosas que
Shinoda designa como «vulnerables», entre ellas, Deméter, Perséfone y Hera, coincidían
con personas fundamentalmente vinculares y dependientes de las relaciones con otros,
asociadas a estructuras corporales del Tipo C. Sus áreas de aprendizaje decían relación
con desarrollar su capacidad de independencia y autonomía, aspectos menos
desarrollados en estas diosas vinculadas al rol de madre, hija y esposa. Desde nuestro
modelo, el trabajo en estos casos, se centró en la realización de ejercicios que
fortalecieran su autoapoyo, su arraigo, su capacidad de proyección y ocupación del
espacio; y a nivel emocional, su conexión con la rabia como fuerza vital.
En los arquetipos de diosas como Atenea y Artemisa, más mental y lógica la primera,
y más conectada con la sensación y la emoción de la rabia, la segunda (asociadas a
biotipos A y B respectivamente), se trabajó la apertura, la entrega, la fragilidad y la
tristeza como posibilidad de vincularse desde un «ser cuidado». A través de la
realización de movimientos de proyección hacia atrás, ondulación, direcciones
divergentes y amplitud del movimiento se instaló la posibilidad de habitar en un cuerpo
de ritmos lentos y receptivos.
Otro ejemplo lo constituyeron arquetipos del tipo Hestia, la diosa del fuego, la que en
términos psicológicos se relaciona con el desapego al ego, la invisibilidad identitaria, la
humildad, la espiritualidad y el estar al servicio de otros. En este caso, el trabajo se
centró en ejercicios de atención focalizada, direccionamiento hacia delante, trabajo sobre
grupos musculares asociados a la rabia y respiración de fuego (similar al patrón
respiratorio de la rabia de Alba Emoting). Esto, con el fin de fortalecer su capacidad de
ocupar espacio en el mundo, reconocer sus necesidades, tomar decisiones y desarrollar
sus propios proyectos.
El reconocimiento de la propia estructura corporal y su correlato psíquico y
emocional, a través del elemento simbólico representado por las diosas; permitió diseñar
un plan de trabajo orientado a salir del radio de seguridad limitante en forma paulatina,

154
invitando a cada participante a conocerse y reconocerse desde el movimiento. En todos
los casos, el objetivo fue ampliar repertorios conductuales, aumentando la flexibilidad,
identificando zonas de rigidez y estancamiento, respetando siempre la propia estructura y
fortaleciendo los recursos de esta.
Reconocerse como capaz de migrar dúctilmente desde la diosa madre Deméter a la
amante y seductora Afrodita; aventurarse desde la rebelde Artemisa hacia la templanza
de Hestia; descubrir la posibilidad de expandirse desde la racional y fuerte Atenea hacia
el esoterismo frágil de Perséfone, constituyó un proceso de expansión y aprendizaje que,
más allá de los talleres, permitió un punto de partida en el constante proceso de
crecimiento y conciencia de cada una de las mujeres que se involucraron profundamente
en mirarse a sí mismas, más allá del rol y la expectativa social sobre su género.

CASO 6: COACHING CORPORAL EN UNIVERSITARIOS.


UN TRABAJO DE AMPLIACIÓN DE RECURSOS EN EDUCACIÓN
Durante 2012, se me pidió tomar una cátedra de comunicación para alumnos del sexto
semestre de Ingeniería Comercial de una universidad privada en Santiago, que se
encontraba inserta dentro del Programa de Desarrollo de Habilidades Directivas. El
programa se avocó fundamentalmente a desarrollar la competencia del autoconocimiento
como pilar y expresión del sí mismo. Esto implicaba el comprender profundamente el
proceso de la comunicación y el servicio que presta a las organizaciones, reconocer sus
distinciones básicas y practicarlas.
Los aprendizajes esperados tuvieron relación, entre otros, con hacerse cargo de la
construcción de la propia identidad y desarrollar habilidades comunicacionales que le
permitieran influir y generar cambios en ellos y en los otros.
Mi enfoque fue rápidamente migrando a la necesidad de instalar un aprendizaje de
tipo corporal que permitiera trabajar aspectos a nivel del desarrollo de una presencia
presente en los alumnos, quienes poseían una alta cuota de inseguridad y falta de fuerza
y credibilidad en su comunicación. Los alumnos, en su mayoría, provenían de familias
de nivel socioeconómico medio alto, con rendimientos escolares medios a bajos, algunos
problemas de aprendizaje, especialmente déficit atencional, y una tendencia marcada a la
hipotonía (falta de tono muscular), dificultad para la mantención de una postura erguida,
mal arraigo e incapacidad general de sostener situaciones de incomodidad, ya sea físicas
o psicoemocionales.
La forma de sentarse era laxa y completamente distendida, no se tomaba notas, en
muchos no existía la cultura de la lectura, por lo que cualquier actividad que implicara
focalizar la atención por un período de tiempo prolongado era un esfuerzo difícil de
sostener, tal como lo era mantener la musculatura y la postura firme.
Desde el MARES empecé trabajando con ejercicios que fortalecieran su musculatura,
afirmaran su postura, aumentaran su arraigo y, por sobre todo, les permitiera percibir su
propia presencia desde el cuerpo. Para esto se trabajó la conciencia corporal mediante
movimientos de proyección hacia adelante y hacia abajo, atencionalmente trabajamos en

155
diferentes grupos musculares y ejercicios de meditación simple que llevaran la atención
a los diferentes tipos de respiración alta, media y abdominal.
El trabajo a nivel expresivo se focalizó en la realización de una serie de presentaciones
que debieron realizar ante un público constituido por sus compañeros que les daban
feedback respecto de lo que proyectaban al realizar sus presentaciones. Durante el
trabajo realizado en ese semestre, los alumnos se mostraron tremendamente motivados,
asistiendo cada vez una mayor cantidad de ellos a las clases, las que al finalizar
completaron casi el 100% de asistencia.
Pero, más allá de la motivación y la participación de los alumnos, lo que me interesa
destacar fue el cambio de muchos de ellos en su forma de comportarse en la sala y en su
presentación personal; algunos tomaron conciencia de lo que proyectaban desde sus
cuerpos, e hicieron cambios en su apariencia, otros trabajaron la forma en que se
sentaban y proyectaban su voz, otros se dieron cuenta de la importancia de la fuerza
interior y cómo esta se relacionaba en ellos con la respiración, la postura y la tonicidad
de ciertos grupos musculares. La realización de ciertos ejercicios los hacía sentirse más
fuertes y vitales, otros incursionaron en el hábito de la lectura, como forma de aprender a
focalizar. Lo que vi en estos meses fue que la capacidad de sostener la incomodidad les
dio fortaleza y libertad y, muy por el contrario, la flaccidez muscular y volitiva les traía
cuotas enormes de sufrimiento, dado que iba de la mano con una baja autoestima,
expresada en frases como «yo no soy capaz» o «esto no es para mí».
A nivel del lenguaje, no hablábamos de autoestima sino que, del «músculo de la
voluntad», de la capacidad de sostener la tensión y en ocasiones la incomodidad. ¿Qué es
el método para las personas que no les gusta entrar en contacto con su cuerpo, sino una
manera de sacarlos de su zona de confort, para darles, precisamente, el camino para
alcanzar una comodidad mayor en la vida?
Víctor Frankl, en su obra El hombre en busca de sentido último (1999) nos muestra
cómo se construye sentido en las condiciones más adversas que habrían podido
esperarse, con la fuerza sobrecogedora de entender que tendría que hacer un esfuerzo
interno tremendo, para no dejarse llevar por lo conocido del dolor, el sufrimiento, la
queja, la depresión y la victimización frente al padecimiento. Él descubrió en ese espacio
su tremendo poder interior, capaz de instalar en sí lo que tenía que hacer para mantenerse
vivo y sano, mental y físicamente; entonces, en vez de doblegarse, hacía sus ejercicios;
en vez de llorar y pensar lo mucho que había perdido, escribía sobre lo que haría cuando
saliera. Nadie le adecuó nada, él lo hizo todo a contrapelo, y fue precisamente allí, fuera
de toda zona de comodidad y confort, donde escribió esta hermosa obra que no solo
habla del sentido sino que también es un tratado sobre la fuerza de voluntad.
No quiero decir con esto que el modelo propugne un estilo de aprendizaje centrado en
el esfuerzo. Muy por el contrario, en muchos casos, el MARES trabaja desde una vereda
totalmente opuesta, la de la fragilidad y el soltar. Dependerá de cual sea la rigidez que no
permite el acoplamiento con el entorno de la persona; si el exceso de resiliencia nos
vuelve rígidos y autoexigentes, o si la excesiva indulgencia nos vuelve laxos e incapaces
de alcanzar nuestras metas. Este el desafío de la flexibilidad, la capacidad de encontrar

156
aquello que nos cierra posibilidades, recuperarlo desde el cuerpo nos instala de
inmediato en una nueva forma de habitar la vida, otro lugar hasta ese momento
desconocido.

CASO 7: COACHING CORPORAL PARA EL EMPODERAMIENTO Y EL BIENESTAR. UN TRABAJO


DE AMPLIACIÓN DE RECURSOS
En los últimos años, he venido realizando talleres cuyo objetivo ha sido entregar
herramientas corporales que promuevan el fortalecimiento del liderazgo interior,
mediante una adecuada conciencia de los recursos actuales y desarrollo de los recursos
potenciales. En estos talleres, hemos trabajado desde el MARES la seguridad personal,
la asertividad y la capacidad de tomar decisiones en un continuo efectivo entre hechos,
emociones y acción asociados.
El trabajo se ha estructurado en la realización de 4 sesiones mensuales, de dos horas
cada una. La estructura de cada sesión contiene un trabajo específico en, a lo menos, dos
de las dimensiones del MARES. De esta manera, el trabajo se estructura de la siguiente
forma:
Trabajo de Movimiento: sesiones en las que se trabaja proyección en las diferentes
direcciones. Ejercicios de desplazamiento con diferentes vectores de fuerza. Movimiento
y cambio de centros de gravedad.
Trabajo a nivel Atencional: ejercicios de conciencia corporal en movimiento y en
quietud. Ejercicios de darse cuenta exterior, interior y mental. Ejercicios de
identificación consciente de grupos musculares en tensión y relajación. Ejercicios de
conciencia de la respiración y su asociación con grupos musculares. Ejercicios de
atención a centros de gravedad.
Trabajo a nivel de Respiración: trabajo en los tres tipos de respiración básica.
Técnicas de respiración y correlato emocional. Técnicas de respiración para activación y
para relajación.
Trabajo a nivel de Expresión Simbólica: trabajo con personajes arquetípicos y
antipersonajes. Dinámica corporal de migración hacia uno y otro, para trabajar la
flexibilidad de los opuestos. Trabajo de improvisación creativa. Dinámicas de creación
de expresión simbólica a través del cuerpo.
Los resultados de estos grupos se centran fundamentalmente en:

1. 1. Logro de una mayor conciencia corporal, identificación preventiva de futuros


trastornos a nivel físico mediante corrección de posturas, atención a señales de
fatiga, angustia y ansiedad, expresadas mediante sensaciones corporales de aviso
previo.
2. 2. Aumento de la vitalidad y energía, al aumentar la conciencia en los referentes
físicos y la sensación del sí mismo corporal.
3. 3. Aumento de la sensación de seguridad personal.
4. 4. Mayor capacidad para enfrentar situaciones estresantes, desde un centro corporal

157
identificable y sentido.
5. 5. Incorporación, de alguna práctica corporal permanente, posterior al taller, a fin
de mantener los logros alcanzados (plan de mantención).

Algunas de las expresiones vertidas como aprendizajes de estos talleres dicen relación
con: «me siento con más capacidad de decir lo que siento y pienso», «me atrevo a rayar
la cancha tranquilo pero firme», «descubrí partes de mi cuerpo que no sabía que tenía»,
«me siento habitando mi cuerpo», no me había dado cuenta de lo muy cansado que
estaba», «ya no me quedo pegado en ideas, sé que las cosas pasan y que los momentos
son eso, momentos».

EN SÍNTESIS
En todos los casos antes descritos aparece la flexibilidad como espacio de aprendizaje.
No es raro que así sea, si pensamos que nos encontramos habitando la llamada «era
tecnológica», con un proceso de globalización creciente de los mercados y las
comunicaciones, en el cual los avances, instrumentos, modelos y formas de hacer las
cosas cambian en forma acelerada y, en ocasiones, poco predecibles. En este escenario,
muchas veces confuso, se hace necesario encontrar un norte que cargue de sentido y nos
permita organizar toda esta nueva información e intentar actuar sobre ella.
La incorporación de la dimensión emocional y corporal, como herramienta útil a la
hora de manejarnos en ambientes de transformación, surge del convencimiento de que
los procesos de aprendizaje involucrados, requieren de una cadena de dominios
integrados de acción. Cuando se enfrenta un escenario cambiante y muchas veces
incierto a través de un único dominio, las respuestas tienden a ser pobres en eficacia,
flexibilidad y creatividad, entregando un nivel de información reducido. Lo anterior lo
observamos en la práctica cuando escuchamos respuestas que, a nivel racional, buscan
personas, organizaciones y en ocasiones gobiernos, intentando mantener el statu quo
frente a escenarios que requieren cuestionamientos de base a la forma en que
tradicionalmente se han hecho las cosas. Para poder dar respuestas a nuevos desafíos,
debemos ser capaces de integrar el mayor número de variables, escuchar el entorno con
todos nuestros sentidos, con todo nuestro cuerpo, a fin de dar respuestas integrales y
certeras. Este es sin duda un desafío que nos involucra como un todo a aprender nuevas
y más eficientes formas de resolver, tomar decisiones y agregar sentido a nuestra vida,
un sentido que sea también «sentido desde el cuerpo». Para esto se requiere sumar a los
tradicionales recursos cartesianos de la razón, la poderosa herramienta del sistema
emocional y corporal del ser humano como un todo. Para enfrentar los desafíos de
nuestra era, necesitamos de personas que habiten su trabajo desde emociones
posibilitadoras, tales como la confianza. El desafío persigue que los seres humanos, al
verse enfrentados a estas transformaciones, lo hagan desde un estado de ánimo que
acepte las pérdidas —a la estabilidad— y ambicione las nuevas oportunidades futuras.

158
Este reto exige un cuerpo flexible, creativo y resolutivo que sostenga dichos procesos
transformadores, y con esto conducir a perspectivas profundas de cambios al interior de
nosotros mismos y de los sistemas en los que participamos. «Todo cambio ocurre
enfrentando una inercia corporal… lo que somos y cómo vivimos no es asunto electivo
sino que tiene profundas raíces en sistemas corporales que aseguran nuestra continuidad
personal» (Zagmutt, 2010). Esta «continuidad personal» se traduce en secuencias de
prácticas y formas de hacer las cosas, que muchas veces colocan cortapisas a los
cambios, no solo a nivel mental, sino sobre todo a nivel de la llamada «inercia
corporal».
Los seres humanos necesitamos adaptarnos a los cambios, como clave para la
sobrevivencia, la salud y el bienestar. Desde aquí trabaja el MARES, como modelo que
integra no solo el trabajo a nivel de las dimensiones lingüística, emocional y corporal;
sino que también a través de la integración de diversas disciplinas que colaboran en
hacer de este trabajo lo más completo e integral posible.

35 Los primeros casos que se mencionarán a continuación, fueron implementados bajo mi dirección en
Consultoría Integrada Soc. Ltda., y constituyen los inicios de lo que sería posteriormente el actual modelo de
coaching corporal MARES.

159
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Agustín, S. Obispo de Hipona. Confesiones. Edición digital basada en la edición de Madrid, Espasa Calpe, 10ª ed.
Traducidas según la edición latina de la Congregación de San Mauro, por el R. P. Fr. Eugenio Ceballos (1983).
Extraído de http://www.cervantesvirtual.com
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Jurídicas. N° 34. (Febrero 2012). Universidad Complutense de Madrid. Extraído de
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Baniel, A. (2009). Movimiento Consciente. Barcelona: Editorial Urano.
Bentué, A. (2012). Dios y Dioses. Historia religiosa del hombre. Santiago de Chile: Ediciones Universidad
Católica de Chile.
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Table of Contents
Portada
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Epígrafe
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Capítulo 1 Breve recorrido por el cuerpo y su historia
Capítulo 2 Cuerpo y coaching
Capítulo 3 Prácticas y modelos de intervención corporal
Capítulo 4 Principios del modelo MARES
Capítulo 5 Fases del modelo MARES
Capítulo 6 Casos de aplicación del modelo MARES
Referencias Bibliográficas

162
Índice
Portada 3
Portadilla 4
Créditos 6
Dedicatoria 7
Epígrafe 8
Agradecimientos 9
Prólogo 10
Introducción 14
Capítulo 1 Breve recorrido por el cuerpo y su historia 22
Capítulo 2 Cuerpo y coaching 48
Capítulo 3 Prácticas y modelos de intervención corporal 60
Capítulo 4 Principios del modelo MARES 78
Capítulo 5 Fases del modelo MARES 91
Capítulo 6 Casos de aplicación del modelo MARES 146
Referencias Bibliográficas 160

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