La historia trasciende en un juzgado en el cual un pequeño niño cuenta la historia de su vida y la de un
hombre llamado Justo Ponciano Porras al que su hijo llamaba “Papeiño”, el cual tiene una casa en la que arregla juguetes y muñecos defectuosos de niños que sienten especial cariño por los mismos, así que llegan a sus puertas esperando que él pueda arreglarles su tan preciado juguete. Papeiño tiene un pequeño hijo al cual le llaman Pegote y es quien se encuentra en el juzgado, él vive con su tía gracias a que su papá consideró que nunca podría darle el tiempo que necesitaba un niño para jugar, divertirse y demás; así que acudiendo a Carmentea, su hermana, dejó a su hijo para que terminara de ser criado y educado, es por esto que Pegote sólo veía a Papeiño cada sábado, en el hospital de los juguetes. En el barrio “La última copa”, lugar donde se encuentra la propiedad de Papeiño a la cual le ha puesto por nombre “El hospital de los juguetes”, las personas creen que éste hombre está loco debido a que habla con los juguetes que le llevan para reparar, incluso Pegote cree que la gente tiene razón, pues cree que es imposible hablar con los muñecos que hay en el hospital, aun así, él se preocupa por Papeiño bastante y cada sábado va a visitarlo porque se divierte bastante al jugar con uno de sus muñecos favoritos y un camión. El señor Ambrosio, esposo de Carmentea, había trabajado en el hospital de los juguetes y fue despedido por perezoso, en ocasiones se entrometía en la habitación de Pegote; en una ocasión, Pegote despertó con mucho dolor en su cuerpo y recordó que éste hombre le había puesto un pañuelo en su cara la noche anterior, en otra ocasión, Pegote sintió que alguien había entrado y se despertó, posteriormente vio una silueta que abandonaba su habitación, sin duda alguna era Ambrosio. Aunque Pegote nunca contó a nadie estas situaciones, Papeiño siempre estaba advirtiéndolo, diciéndole que nadie debía tocar su cuerpo ni mirarlo con ojos maldadosos. Pegote estaba viendo la televisión con don Ambrosio, de repente sintió una mano en su hombro y una voz que le decía que se dejara acariciar y que podrían ser muy buenos amigos, así que Pegote sintió temor y aunque pudo quitárselo de encima, cuando le contó lo sucedido a su tía Carmentea, se sintió mal pues ella no le creyó nada y además de esto, le reclamó por comportarse de tal manera con un hombre que se había comportado, aparentemente, tan bien con él; Pegote sólo dejaba que los días pasaran. Un día Papeiño manda llamar a Pegote y le expresa, a medias, su última voluntad, diciéndole que por favor no dejará que el de la barba se saliera con la suya, que salvara a to…; después de esto, murió. Fue un momento muy triste para todos, especialmente para Pegote, pues su padre le heredaba el hospital de los juguetes, pero además de esto, porque le había expresado de manera incompleta su último deseo, razón por la cual tenía que investigar y entrometerse en ese lugar donde su padre pasó buenos momentos acompañado de los juguetes que debía reparar. Así que Pegote se llenó de valor para ir, sin ser descubierto, al hospital de los juguetes, aunque sentía temor de encontrarse con muñecos que no le gustaban nada a él, al llegar sintió un poco de temor al saber que su padre había muerto la noche anterior junto a él; quiso investigar un poco sobre la última voluntad de su padre, hasta que encontró a Lucrecia, una muñeca a la que siempre le había tenido miedo, ella lo llamaba y él creía que estaba alucinando y se estaba enloqueciendo como su padre, pero tras la insistencia de Lucrecia, Pegote decidió acercarse. La muñeca le contaba que unos días atrás había llegado un muñeco que se le había escapado a Papeiño y que los tenía aterrorizados a todos, pues ninguno de los juguetes lo había podido ver y usaba una capa negra, éste muñeco aterraba en especial a Toñete, un muñeco que había sido reparado y vestido de la misma forma que Pegote. Así que Pegote creyó que su padre pudo referirse a todos o a Toñete, cuando le expresó su última voluntad inconclusa, así que ahora debía encargarse de buscar al de barba pues era el autor de semejante caos que se daba en el hospital de los juguetes, así que con base en lo que le contó Lucrecia asumió que el de la capa negra podría ser el de la barba, así que tras intensas búsquedas e interrogatorios a diferentes muñecos atrapó a un Papá Noel que estaba dentro de una caja y lo amarró por no responder nada, al contarle a Lucrecia de su hazaña lo cuestionó y le comentó de un “valiente” juguete que los defendía, en realidad éste era el muñeco que los atormentaba con la capa y tras una hazaña de Pegote, en la que sus dudas fueron aclaradas tras una evidencia de puntos azules en un pedazo de barba que le había arrancado Papeiño y coincidían con ese juguete, resolvió que era él quien tenía a todo el hospital atormentado. Así que Pegote se sintió orgulloso de haber cumplido con la última petición de su padre y después de rescatar a todos los juguetes y tirar a las ratas a aquel que impedía la paz en el hospital, regaló todos los juguetes a los niños del barrio y se enteró que Toñete había sido enterrado con su padre, el cual quería tener éste recuerdo de Pegote junto con él. Al contar Pegote todo esto ante el juez y los jurados, sabía que lo podían considerar loco pero les informó que había dado tantos rodeos en la historia para contarles que el señor Ambrosio si había abusado de él, por lo menos el día que se despertó muy adolorido, y debía ser juzgado por ellos tras contar su testimonio. Sin duda alguna, Pegote fue un niño muy valiente al expresar algo que muchos de los niños de la realidad no suelen contar y que si llegan a hacerlo, pocas veces su historia es creíble por sus padres, haciendo que los niños sufran un flagelo que nos afecta día a día.