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En esta lección, plantearemos las condiciones históricas que dieron lugar a la irrupción del
peronismo y propondremos una caracterización posible de él (sabiendo que no podremos
esquivar algunas polémicas), para posteriormente analizar su concepción pedagógica y sus po-
líticas educativas. Asimismo, identificaremos las continuidades y las rupturas que planteó con
respecto a períodos históricos anteriores. En particular, nos detendremos en la interpelación y
constitución de nuevos sujetos, teniendo en cuenta la relación que se planteaba entre el Estado y
la sociedad civil a través de la educación.
Vientos de cambio
Para trazar el escenario del surgimiento del peronismo necesitamos retrotraernos en el tiempo e
identificar algunos procesos de cambio mundiales que tuvieron efectos en la Argentina. El período de
entreguerras (1918-1939) estuvo caracterizado por profundas transformaciones; el estallido de la
Primera Guerra se introdujo como un puñal en la utopía moderna, que había considerado a la razón
como la via regia para alcanzar el progreso y la felicidad de la humanidad. Las décadas del '20 y del
'30 se vieron sacudidas por convulsiones sociales, por experimentaciones de orden estético, por
ensayos de nuevos modos de organización política y por crisis económicas, que dan cuenta del
tembladeral que atravesaba Occidente en esa etapa. Fue la crisis de un paradigma: el liberal.
En términos políticos, podemos observar, entre los efectos de esa crisis, el surgimiento de
formas de organización social y política opuestas a los principios liberales. Tal es el caso del régimen
socialista, que se consolidó a partir del triunfo de la revolución bolchevique en Rusia (1917), o el del
avance de regímenes autoritarios y corporativos en países como Italia, Alemania y España. En
términos económicos, la debacle de la posguerra y la quiebra de la bolsa de Nueva York en 1929
fueron indicadores de la crisis del sistema capitalista y, en consecuencia, de la pérdida de hegemonía
de los postulados del liberalismo. En la Argentina, la crisis se manifestó en múltiples aspectos.
Señalemos dos que fueron centrales en términos económicos y políticos.
Por un lado, la crisis del '29 impactó en la estructura económica sobre la que el país había
basado su progreso: el modelo agroexportador. La economía argentina se había desarrollado I1asta
entonces -y fundamentalmente- como productora de materias primas para el mercado mundial. La
crisis afectó el funcionamiento de ese modelo, fuertemente dependiente de los avatares de la
economía externa. En ese marco, el Estado profundizó la política de industrialización -que se había
empezado a desarrollar durante la Primera Guerra Mundial- con el objetivo de sustituir los productos
que hasta entonces provenían del mercado externo. Los cambios económicos produjeron, a su vez,
consecuencias en la distribución demográfica de la población. Los cinturones urbanos de las grandes
ciudades se expandieron, recibiendo a los migrantes internos expulsados de las economías rurales en
crisis, atraídos por el crecimiento industrial y la consecuente demanda de mano de obra. En ese marco
creció y se modificó la composición de la clase obrera argentina.
Por otro lado, el golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930 marcó la interrupción
del funcionamiento de las instituciones democráticas. Desde 1916 regía un sistema democrático
ampliado -basado en el voto "universal" (masculino), secreto y obligatorio- implementado a partir de la
Ley 8871, conocida como ley Sáenz Peña, sobre el que se organizaba la vida colectivo y se
procesaban las demandas políticas. Pero los sectores conservadores consideraban que I~' democracia
ampliada era una degradación de la política e, incluso, una antesala del comunismo. Sin embargo,
esos sectores "guardaron las formas" y durante la década del '30 -también conocida como década
infame- sostuvieron una fachada institucional, conservando el mecanismo de las elecciones, pero
utilizando el fraude.
En términos cuantitativos
Las políticas que el Estado llevó adelante produjeron la expansión material del sistema
educativo. La tasa de crecimiento de la matrícula escolar a lo largo de la década peronista fue mayor
a la del crecimiento de la población total. El incremento de la matrícula en la enseñanza primaria
durante los gobiernos peronistas (1946-1952 y 1952-1955) consolidó la tendencia expansiva de las
primeras décadas del siglo XX, acentuando la principalidad del Estado. La incorporación de alumnos
a la escuela primaria creció e~ entre 1946-1950 y el 3,1% entre 1951-1955. En 1945, había
2.033.118 alumnos, en 1955 sumaban 2.803.372. Lo cual indicaría, junto con el descenso de la
tasa de analfabetismo, que el acceso a la enseñanza primaria se extendió a los sectores sociales de
menores ingresos y que se amplió la cobertura de escuelas a lo largo del territorio nacional.
El mayor impacto se registró en la enseñanza media. Como sostienen Juan Carlos Torre y Elisa
Pastoriza, la matrícula secundaria, que venía creciendo desde 1930 a un promedio del 8,8% anual,
trepó al 11,4% entre 1946 y 1955, de manera tal que, hacia finales del período, el nivel medio
prácticamente había duplicado la cantidad de estudiantes que tenía al comienzo de esta etapa. Según
las estadísticas, el crecimiento habría sido más significativo en las modalidades comercial y técnica, lo
que podría indicar un mayor acceso a este nivel por parte de los sectores medios y altos de la clase
trabajadora que contaban con mejores condiciones para aprovechar las oportunidades educativas
ofrecidas por el gobierno.
En 1946, sobre un total de 217.817 alumnos en la enseñanza secundaria, 66.009 cursaban la
modalidad de bachiller, 61.850 estudiaban en la técnica, 59.653 correspondían a las escuelas
normales y 30.305 asistían a la comercial. En 1955 se 81canzó un total de 467.199, distribuidos del
siguiente modo: 175.881 en las escuelas técnicas, 110.735 en los bachilleres, 97.306 en las
normales y 83.257 en las escuelas comerciales. La matrícula universitaria también registró un
aumento sustancial: mientras que en 1945 los estudiantes sumaban 47.387, en 1955 eran 138.628,
lo que revela una tasa de crecimiento del 11,3% anual. La sanción de la ley 13.031 en 1947,
estableciendo la gratuidad de los estudios universitarios, es uno de los factores que permite explicar el
aumento sustantivo de la matrícula universitaria.
Para completar el panorama, sumemos las siguientes cifras, donde puede compararse la
evolución de la matricula entre 1930 y 1955 en relación con la expansión material de los
establecimientos educativos.
En términos político-culturales
El peronismo produjo un quiebre con respecto a la forma de interpelar a las masas y generó
nuevos sentidos al renombrar a los sujetos sociales, en particular a los provenientes de los sectores
populares. ¿Qué discontinuidad produjo el peronismo? Efectuemos una mirada retrospectiva.
Desde mediados del siglo XIX, un desafío reiterado había acechado la imaginación de la élite
intelectual y dirigente: ¿cómo construir un Estado nacional y una sociedad moderna? ¿Quiénes
cuentan en la construcción de ese nuevo orden político? ¿Quiénes formarán parte en el diseño de
una nación y bajo cuáles premisas?
Los diversos proyectos políticos que se sucedieron buscaron dar respuestas a esos in-
terrogantes, y en cada uno de ellos anidó una concepción pedagógica, más o menos explícita. Como
hemos visto en la lección 5, en tiempos de la construcción del Estado nacional, la barbarie fue el
modo de nombrar lo que se consideraba una amenaza a la civilización. A través de la educación se
debía despojar a esa "otredad" de su condición bárbara. A fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, con la llegada masiva de inmigrantes, la sociedad argentina se transformó, se produjo en ella un
fenómeno característico de las naciones modernas: la emergencia de las multitudes. En esos
colectivos sociales germinaba el impulso, lo irracional, lo instintivo; se agitaban las ideologías
obreras, las lenguas y tradiciones inmigrantes, que fueron juzgadas como expresiones "disolventes".
Mediante la acción educadora había que homogeneizar a esas multitudes cosmopolitas
incorporándolas a la sociedad "argentina".
A mediados del siglo XX, Perón respondió novedosa y disruptivamente a lo que hasta en-
tonces, y desde una mirada estatal, se había considerado barbarie o multitud. Para él, las masas
debían ser organizadas y, en esa estructuración, el lenguaje político y la pedagogía debían inter-
pelarlas como pueblo. Los modos de nombrar del peronismo produjeron efectos muy potentes;
formaron parte de una estrategia de reposición y de visibilización de lo que hasta entonces había
quedado sustraído: el uso de la categoría pueblo era un modo de incluir y nombrar a los que a partir
de ese momento iban a contar.
El peronismo renombraba sectores sociales ya existentes estableciendo sus propias marcas: los
descamisados, los cabecitas, los grasitas; todos ellos fueron sujetos de su política y de
su pedagogía. Esos nuevos sujetos se constituirían apropiándose positivamente de los nombres que
hasta entonces habían servido para descalificarlos. Los sectores populares fueron interpelados
desde un discurso que los englobaba como pueblo, como sujeto privilegiado de las políticas
educativas y culturales.
La constitución de esas nuevas identidades produjo una conmoción política que se manifestó
a través de una subversión de las jerarquías culturales establecidas hasta entonces. En ese marco,
el Estado peronista iba a asumir la voluntad sarmientina de educar a las masas, pero efectuando
una torsión populista del enfoque liberal, haciendo explícito el carácter profundamente político de la
educación.
Las cifras y los nombres dejan entrever los efectos de la política educativa y la singularidad de
la intervención político-cultural peronista. ¿Pero qué sentidos nuevos habitaron en su pedagogía?
¿Por qué impugnaron el modelo educativo liberal que se había extendido desde fines del siglo XIX?
¿Con qué resistencias se encontraron? Para responder estas preguntas revisaremos, en primer
lugal, los postulados que principiaron la concepción pedagógica del primer peronismo; luego
plantearemos las impugnaciones del Estado peronista a la matriz educativa liberal.
Impugnaciones
I. La educación religiosa
En 1947, mediante la aprobación de la ley 12.978, el peronismo revirtió el proceso de
secularización de la escuela pública -que se había asentado desde la ley 1420- introduciendo la
enseñanza religiosa como materia obligatoria.
La inclusión de la religión en el currículo no era una novedad. Desde la década del '30 se
estaba produciendo un avance de la Iglesia en el terreno de la sociedad civil en general y en el
educativo en particular. La reforma educativa Fresco-Noble en la provincia de Buenos Aires era un
antecedente importante en ese sentido, y no era el único: el gobierno nacional surgido a partir del
golpe de Estado de 1943 también la había establecido, mediante el decreto 18.411, durante la
gestión del ministro de Justicia e Instrucción Pública Gustavo Martínez Zuviría. Se organizó una
Dirección de Instrucción Religiosa dentro del Ministerio, con dos inspecciones (primaria y
secundaria) para controlar la implementación de las medidas. Según datos de un informe de la
Cámara de Diputados de 1947, para el año 1945, sobre un total de 987.561 alumnos de educación
elemental, media y especial que asistían a escuelas de la jurisdicción nacional, 955.940 asistían a
los cursos de religión, mientras que 31.621 alumnos asistían a las clases de moral (para los
alumnos no católicos).
En noviembre de 1945, el Episcopado redactó una Carta Pastoral Colectiva en la que
planteaba una línea de orientación para el voto católico, ante la inminencia de las elecciones de
febrero de 1946: se prohibía votar partidos que sostuvieran la separación de la Iglesia y el Estado, el
laicismo escolar y el divorcio legal. Los católicos debían escoger aquellos partidos que procuraran el
mayor bien de la religión y de la patria. El documento era una advertencia. Mientras que conocían la
orientación católica de Perón, la Unión Democrática (un frente electoral que agrupaba a la UCR, el
Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista, el Partido Comunista y diversas fuerzas
conservadoras) presentaba como parte de su programa la enseñanza obligatoria, gratuita y laica de
6 a 14 años. En verdad, Perón encontraba en el catolicismo social de las encíclicas papales un
lenguaje cercano a las políticas que había venido impulsando desde la Secretaría de Trabajo y
Previsión.
Cuando el Congreso de la Nación se dispuso a revisar los decretos del gobierno de facto de
1943 para legalizarlos o anularlos, llegó el turno de la discusión sobre la enseñanza religiosa. Los
diputados Díaz de Vivar y Bustos Fierro, de extracción católica y nacionalista, fueron los portavoces
del peronismo en el recinto. Los argumentos a favor de la defensa de la enseñanza religiosa se
basaron en la construcción de una genealogía que justificaba las raíces católicas de la Argentina,
desde la herencia hispánica y la tradición cristiana, hasta la religión profesada por los próceres y las
disposiciones constitucionales que favorecían a la religión católica. En tanto que era una ley
optativa, sostuvieron que se encontraba en las antípodas de la intolerancia. También se apoyaron
en el altísimo porcentaje de niños que venían recibiendo las clases de religión desde la
implementación del decreto en 1943. Concluyeron que, en 1884, se habían interrumpido más de
trescientos años de experiencia escolar católica. ¿Qué relato de la historia de la educación
argentina planteaban quienes bregaban por la obligatoriedad de la enseñanza religiosa y qué
privilegiaron, en cambio, quienes se opusieron a ella?
Como sostiene Lila Caimari, en las filas del oficialismo "no hubo una posición homogénea".
Los sectores laboristas (que habían sido la base partidaria del lanzamiento de Perón en las
elecciones de 1946) expresaron con Cipriano Reyes su disidencia -lo que ahondaba las diferencias
que ya tenían con Perón-, afirmando que en los programas preelectorales "no se había estipulado la
enseñanza religiosa como parte de su programa político"; que el laicismo era símbolo de la libertad
y que el laborismo era una expresión obrera y por lo tanto libre. Se definían como cristianos que
estaban con Jesús, pero no con la Iglesia.
La oposición, encabezada por la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Demócrata Pro-
gresista (PDP), corrió la discusión de los términos espirituales e intentó reencauzarla en términos
estrictamente políticos. Para los opositores, la enseñanza religiosa violaba la tolerancia y la libertad
de conciencia, y por lo tanto era anticonstitucional. Su argumentación distinguía a la "buena Iglesia"
de la "mala", a la España democrática y progresista, de la franquista, reaccionaria, clerical y
represora. Defendían la ley 1420 como liberal y progresista frente a quienes intentaban convertir en
ley aquello que representaba la intolerancia típica de un gobierno autoritario, como el que había
llegado al poder en 1943. Sostuvieron que la discusión no debía plantearse en términos de
“católicos” y “anticatólicos”, porque la enseñanza laica no era atea. La ley fue finalmente aprobada,
creándose una Dirección General de Instrucción Religiosa (más tarde Dirección Nacional de
Educación Religiosa) compuesta por un director y cinco vocales designados por el Poder Ejecutivo
Nacional, que se encargarían de regular su implementación. Apenas uno de sus miembros sería
nombrado a partir de una terna sugerida por el Episcopado (lo cual demostraba la preeminencia del
control estatal). Los programas de las materias Religión y Moral fueron publicados por la Secretaría
de Educación en 1948. Los temas eran Doctrina e Historia Sagrada en la enseñanza elemental. En
la secundaria se introducían en la Historia del Antiguo y del Nuevo Testamento, el Magisterio de la
Iglesia y la Doctrina Social de la Iglesia.
En esa rnisma dirección, se fortaleció el rol de la Iglesia al sancionarse en 1947 la norma que
subvencionaba a la educación privada. Bajo esa ley, el Estado aportaba fondos -por primera vez-
para equiparar los salarios de los docentes privados con los de la escuela pública, implementando
una política que fortalecía el principio de subsidiariedad.
Durante el segundo gobierno de Perón, se tensó la relación con la Iglesia y las disputas entre
Gobierno e Iglesia recrudecieron. Esas fricciones, que en principio se presentaron como
cortocircuitos sorteables, se convirtieron con el tiempo en obstáculos insalvables. Si bien la Iglesia
se había beneficiado con la legalización de la enseñanza religiosa, era el Estado quien controlaba
sus actividades educativas. La Iglesia contaba con un espacio formal de dos horas semanales en el
currículo escolar; pero el Estado monopolizaba el nombramiento de los docentes que enseñaban
religión. En una perspectiva de largo plazo, la ley 12.978 supuso un duro golpe a la tradición laicista
de la educación pública, sin embargo, en términos de la construcción de hegemonía cultural, esto no
implicó un triunfo para la Iglesia.
¿Cuándo terminó de romperse la relación entre el Gobierno y la Iglesia? Sin dudas, un
acontecimiento central fue la reforma de la Constitución en 1949, cuyos cambios no colocaban a la
Iglesia en el lugar de privilegio que esta pretendía. Si bien la religión católica seguiría siendo
sostenida por el Estado y el presidente debía adherir a ella, no se modificaron los artículos que
según la Iglesia contradecían sus intereses. Como señala Susana Bianchi:
la Constitución del 49 conservaba resabios rega lis tas, como el derecho de patronato, además de mantener
ideas iluministas y liberales, como el principio de la soberanía popular. Con la reforma constitucional había
quedado muy claro para la Iglesia católica que el gobierno peronista no estaba dispuesto a admitir que el
catolicismo se transformara en el "contenido ético" del Estado.
°
E11 ciclo de la CNAOP lo constituían fundamentalmente las Escuelas Fábricas estatales,
aunque también hubo escuelas fábricas privadas y de medio turno. Para su ingreso se requería la
escolaridad primaria. Cumplían un plan de enseñanza y producción, recibían ayuda escolar y los
útiles eran gratuitos. Los estudios duraban tres años y se otorgaba un certificado de experto en la
especialidad que se cursara. En 1948 se amplió la oferta al 2 o y 3 o ciclo. Se accedía al 2 o ciclo
luego de aprobar el primero o bien habiendo realizado estudios técnicos y de artes y oficios. Para
poder ingresar, se debía comprobar la condición obrera del aspirante (pudiendo ser él mismo obrero
o provenir de una familia que revistiera tal condición). El título que se obtenía era el de técnico de
fábrica en la especialidad elegida. El tercer ciclo lo constituía la Universidad Obrera Nacional (UON).
La Universidad Obrera fue creada por ley del Congreso en 1948 e inaugurada en 1953 hasta que en
1959 -durante el gobierno de Frondizi- se convirtió en Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Ésta se ubicaba en la cúspide del circuito de la formación profesional diseñada por el peronismo.
Era una estructura descentralizada, organizada por facultades regionales, cuyo gobierno era
ejercido por un rector surgido de la Escuela Sindical de la Confederación General del Trabajo,
asesorado por un Consejo en el que participaban sectores patronales y obreros. Estuvo dirigida a
los obreros y también contó con un número importante de alumnos que no se habían formado
dentro del circuito de la CNAOP. En la Argentina peronista, se abría la posibilidad de que los
obreros se convirtieran en ingenieros de fábrica, mientras que los hijos de profesionales seguían
formándose mayoritariamp.nte en la Facultad de Ingeniería. Perón consideraba que los ingenieros
de fábrica eran necesarios porque, en su concepción, el saber estaba fuertemente vinculado con el
hacer. Como sostienen Dussel y Pineau, en la creación de la UON se condensó "la serie de
oposiciones en las cuales se constituyó la política educativa del peronismo: democracia/elitismo,
pueblo/oligarquía, descamisados/doctores, saber hacer/ saber decir".
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Biografías
José Pedro Arizaga Juan Emilio Cassani Hugo Calzetti
Fuentes
Cassani, Juan (1943). "La formación de la personalidad del niño". El Monitor. Año LXIV,
enero/febrero Nº 877 /8.
Eva Perón (1951). La razón de mi vida. Buenos Aires: Peuser (Selección).
Perón, Juan D. (1953). "Perón habla a los docentes". Discurso dado en el estadio Luna Park,
Buenos Aires, el 14 de agosto de 1953.
Secretaría de Educación (1948). Resolución que establece la enseñanza en las aulas sobre la
necesidad de reformar la Constitución, Buenos Aires, 14 de septiembre de 1948.