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¿Qué dirían las feministas sobre la venta de esposas en Inglaterra?

Muchas veces he leído preguntas sobre quien ha sido el mejor historiador de la


historia. No pretendo iniciar en este texto una controversia sobre el tema, pero si
deseo expresar mi opinión: E. P. Thompson es uno de mis historiadores favoritos y
considero que lo debe de ser muchos amantes de la historia. La razón por la cual
Thompson me merece esta opinión, no es solo porque es uno de los más reconocidos
historiadores de Inglaterra, ni porque sea uno de los más importantes representantes
de la llamada “Escuela marxista”, ni siquiera porque considero que la historia desde
abajo es una corriente historiográfica que marcó un antes y un después en la escritura
de la historia. Me gusta leer a Thompson por su estilo claro y sencillo y porque leer
su trabajo es como llevar un curso sobre como escribir historia.

De lo que he leído de la obra de Thompson existe un capítulo específico de su libro


Costumbres en común que me gusta especialmente: “La venta de esposas”. En
primera instancia este título me llevó a pensar sobre una costumbre misógina y
machista, sobre todo cuando el periodo de estudio se presenta entre los años 1760 y
1880 en Inglaterra, cuando El rey Jorge III estaba en el trono y las costumbres
campesinas inglesas eran muchas veces más respetadas que las leyes promulgadas
en el parlamento. Suena aún más machista cuando se lee que a las mujeres se les
ponía un ronzal1 y se les llevaba jalando hasta un corral que se usaba para exhibir las
reses y caballos en el mercado del pueblo.

Thompson nos da una lección de cómo escoger un tema de investigación y de cómo


ningún tema está agotado. podemos entender la decepción de Thompson cuando
después de mucho tiempo de buscar documentos, otra investigación, de un etnógrafo
llamado Samuel Pyeatt Menefee salió a la luz como libro con el título de Wives for
sale. Sin embargo, nos cuenta Thompson como al leer el citado libro, se dio cuenta
que la perspectiva del citado estudio y la suya propia eran diferentes, demostrando
que no hay tema agotado, solo nuevas formas de abordarlo.

Una vez delimitado el periodo de estudio en base a los casos encontrados el


historiador inglés realiza un barrido para determinar los oficios de los maridos que
vendieron a sus esposas, demostrando que esta práctica era realizada entre personas

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Cuerda o correa que se ata a la cabeza o el cuello de las caballerías para llevarlas o sujetarlas.
que practicaban oficios humildes o que eran pequeños propietarios o comerciantes,
haciendo honor al calificativo de la historia desde abajo pues no es una historia que
parte desde las vidas de los grandes hombres y en base a los acontecimientos
coyunturales, sino a las vidas de gente común, de la parte más ancha de la pirámide
social.

Las noticias de los diarios ingleses sobre la venta de esposas harían que la feminista
menos extrema pintara de aerosol rosa el Palacio de las Bellas Artes:

El pasado lunes Jonathan Heard, jardinero de Witham, vendió su esposa y su


hijo, una gallina y once cerdos, por seis guineas a un enladrillador del mismo
lugar. En ese día los solicitó y los recibió con los brazos abiertos en medio de
una prodigiosa concurrencia. Los enterados piensan que el enladrillador ha
hecho muy mal negocio.

Detrás de las fuentes testimoniales en los periódicos, las novelas que tratan el tema
y el trabajo en los archivos judiciales se encuentra la verdadera investigación de
Thompson y sobre todo el trabajo analítico. En realidad, la venta de esposas era todo
un ritual que la gente practicaba para dirimir problemas en forma pacífica. Se firmaban
en ciertas regiones contratos previos a la venta de las esposas y se realizaba una
entrega, que, a la voz de Thompson era más que nada la manera de renunciar al
vínculo entre el marido y su esposa. En muchas ocasiones se realizaban subastas
públicas en los mercados, pero eran meras simulaciones rituales, pues el comprador
ganador era de antemano conocido.
Las esposas vendidas tenían que estar de acuerdo con la transacción, que en realidad
era un cambio de marido, muchas veces debido al enamoramiento o amancebamiento
de la mujer con otro hombre y donde el marido en vez de reaccionar de una manera
violenta aceptaba renunciar al vínculo para darle fin a la relación y dejar que todo se
resuelva de lo mejor manera:
EI consentimiento de la esposa es una condición necesaria parala venta. Esto
no equivale a decir que su consentimiento no pudiera arrancársele por la
fuerza, porque, al fin y al cabo, un marido que quisiera vender a su esposa (o
que amenazase con venderla) no valía mucho como cónyuge. Una mujer que
fue vendida en Redruth (1820) y que junto con su comprador compareció ante
las Quarter Sessíons de Truro «afirmó que su esposo la había maltratado tan
frecuentemente, a la vez que expresaba su intención de venderla, que ella se
había visto empujada a afrontar el escándalo para librarse de él». Esto debía
de ser cierto en algunos casos. Pero quizá no fuera toda la verdad en el caso
de Redruth, porque la mujer reconoció luego «que había vivido con... su
comprador antes de ser vendida públicamente ahí mismo»." En muchas
ventas, incluso cuando había un simulacro de subasta abierta y licitación
pública, el comprador ya se sabía de antemano y ya era amante de la mujer.

Este otro caso es especialmente gráfico sobre la forma diría yo inteligente que tenían
estas personas para solucionar los problemas conyugales:
La esposa de John AlIen se había fugado con James Taylor el verano anterior.
EI «marido agraviado», al enterarse de que la pareja estaba en WhaIey Bridge,
se trasladó allí y encontró a los dos juntos en unas habitaciones de alquiler.
«Exigió 3 libras por la ropa de la mujer, las cuales Taylor dijo que pagaría con
la condición de que los acompañara a Wirksworth en el día de mercado y la
entregase, como dijo él, de acuerdo con la ley.» Tenemos aquí un caso claro
de «entrega»: Allen pasó el extremo del ronzal a Taylor e hizo una declaración
en regla.
«Yo, John Allen, fui desposeído de mi esposa por James Taylor, de Shottle, el
pasado 11 de julio. La he traído aquí para venderla por 3 chelines y 6 peniques.
¿Quieres comprarla, James?» James contestó:

«Si, he aquí el dinero, y tú eres testigo Thomas Riley» añadió, dirigiéndose a


un mozo de posada que fue nombrado para tal fin. EI anillo le fue entregado a
Allen con tres soberanos y 3 chelines y 6 peniques, tras lo cual estrechó la
mano de su esposa y del amante de ésta y les deseó toda la buena suerte del
mundo.

El estudio de la historia es tan fascinante como la complejidad de las relaciones


humanas y la manera en que las personas han interactuado a través del tiempo.
Thomson inició una conferencia sobre este capítulo, sin embargo, tal vez por su título
afirma haber sido en el mejor de los casos incomprendido, o al menos esa es mi
interpretación de su texto pues suspendió dicha conferencia.
En conclusión, la intención de este relato es transmitir mi entusiasmo por este capítulo
de Thompson, y si acaso promover su lectura termino con una cita de este historiador
que nos transporta más de doscientos años atrás, para entender que las mujeres
siempre han estado conscientes de su valor en la sociedad y qué de alguna forma,
en ocasiones han encontrado la manera de llevar las situaciones para lograr sus
objetivos.
No cabe duda de que hay víctimas entre las esposas vendidas, pero con
mucha más frecuencia las noticias sugieren su independencia y su vitalidad
sexual. Se califica a las mujeres de «guapas», «lozanas», «de buena
apariencia», «una muchacha campesina de buen ver», o se dice de ellas que
«disfrutan con entusiasmo de la diversión y el jolgorio».

El último caso que quiero citar es el de la esposa que no sólo estaba de acuerdo con
la venta, sino que obligó a su marido a no retractarse:
Otra esposa, una que fue vendida en el mercado de Wenlock por 2 chelines y
6 peniques en la década de 1830, estaba muy decidida al respecto. Cuando
su marido llegó al mercado se acobardó y trató de echarse atrás, pero Mattie
Ie obligó a seguir adelante. Agitó el delantal ante la cara de su buen hombre y
dijo: «Adelante, bribón. Quiero que me vendas. Quiero un cambio».

La venta de esposas es el ejemplo de cómo se escribe la historia encontrando los


matices de la vida de las personas. No sé si a las feministas del siglo XXI les guste el
capítulo, pero sin duda su lectura es obligada si se quiere entender el papel de la
mujer a lo largo de la historia y en específico en la Inglaterra del siglo XVIII.

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