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para Sara
Sin embargo, para los italianos del mediodía solo existen dos grandes bloques: el Norte
y el Sur. Y con ello, solo dos tipos de hombres y mujeres. Por un lado, están los que
saben qué es una pizza napolitana, un panzerotti pullés, un pane de Matera, una bruschetta
calabresa o un arancino siciliano. Por el otro, los que no. Para un italiano meridional es la
gastronomía –así como para los europeos del Medioevo lo era la religión– la que hace de
ellos una unidad cultural. Del Lacio hacia arriba –salvo Molise que “no existe” y Cerdeña
en donde “no hay nada” –, viven los otros, los septentrionales, una especie fría y recelosa
que no comparte ni sus costumbres ni sus dioses.
Así, los habitantes de este país podrían hacer suyas las palabras que Goethe puso en la
boca de Fausto: “Dos almas, ¡ay de mí!, imperan en mi pecho y cada una de la otra anhela
desprenderse. Una, con apasionado amor que nunca se fatiga, como con garras de acero
a lo terreno se aferra; la otra a trascender las nieblas terrestres aspira, buscando reinos
afines y de más alta estirpe”.
II
La poesía de Italia tampoco es ajena a estas oposiciones existenciales. Así, entre los
admiradores de Dante (1265-1321) y Petrarca (1304-1374), Ariosto (1474-1533) y Tasso
(1544-1595), Foscolo (1778-1827) y Leopardi (1798-1837), o Pascoli (1855-1912) y
D'Annunzio (1863-1938) parece existir desde siempre un irreconciliable antagonismo. Y
estas diferencias se extienden, obviamente, también a las escuelas o movimientos del siglo
pasado, al que los italianos llaman, con una gracia que para los hispanohablantes resulta
arcaizante, novecento.
El reconocido crítico literario Pier Vicenzo Mengaldo compuso una antología (Poeti
italiani del novecento, 1978) cuyas continuas reediciones son muestra de la acogida positiva
que ha recibido por parte de los estudiantes y lectores italianos. Tomo de su
“Introduzione” la siguiente división del panorama poético de su país (salvo el último
periodo, que él solo anticipa, pero no logra nombrar): vanguardismo (1903-1919),
restauración (1919-1946/50), posguerra (1946/50-1968/1970), posmodernismo (1968/70-
actualidad). A continuación, colocaré un poema, en la traducción del poeta peruano
Carlos Germán Belli (Espejos invisibles: poetas italianos del siglo XX, 2018), de los escritores
que me parecen más representativos en cada etapa, sin dejar de mencionar a sus
compañeros de generación o escuela.
Sirvan estos textos como un espejo de mis inclinaciones personales más que de la vasta
producción de una tierra que tiene en la lírica y el teatro a sus autores de mayor calidad y
renombre.
III
IV
¿Quién eres tú
que esperabas invisible, acechada
en un recodo de la edad
hasta que fuese tu hora? Te debo
este tiempo de gratitud
y otro tanto de dolor.
“Mi nación”
Ni un pueblo árabe, ni pueblo balcánico, ni pueblo antiguo,
sino nación viviente, sino nación europea:
¿y qué cosa eres? Tierra de infantes, hambrientos, corruptos,
gobernantes empleados de agrarios, prefectos retrógrados,
abogaduchos untados de brillantina y pies sucios,
funcionarios liberales carroñas como los tíos santurrones,
¡un cuartel, un seminario, una playa libre, un burdel!
Millones de pequeños burgueses como millones de puercos
apacientan empujándose bajo los ilesos palazotes,
entre casas coloniales descostradas ya como iglesias.
Propiamente porque tú has existido, ahora no existes,
propiamente porque fuiste consciente, eres inconsciente.
Y solo porque eres católica, no puedes pensar
que tu mal es todo mal: culpa de todo mal.
Húndete en este bello mar, libera el mundo.
VI
Mayo de 68 agitó las aguas culturales, pero las políticas fueron removidas por el
enfrentamiento entre los grupos terroristas de izquierda y las autoridades italianas, lo que
culminó con el asesinato de Aldo Moro (1978) y el rechazo general a los comunistas. La
aparición de grupos de ultraderecha como los que atentaron contra la estación de Bolonia
(1980) y el destape de los vínculos entre la democracia cristiana y la mafia (1992) terminó
de minar el prestigio de un sistema de partidos que había gobernado Italia desde el inicio
de la República. En ese contexto, podemos señalar que dos son los fenómenos literarios
que se produjeron en las últimas décadas del siglo XX. El primero fue la revalorización
de la poesía dialectal, a través del rescate de figuras como el milanés Delio Tessa (1886-
1939), los vénetos Biagio Marin (1891-1984) y Giacomo Noventa (1898-1960) y el
genovés Franco Loi (1930). El otro fenómeno fue la aparición de lo que Mengaldo llama
un neocrepuscolarismo que se caracteriza por un registro intimista de lo cotidiano. De este
último grupo, me parece que el mejor es el milanés Giovanni Raboni (1932-2004). Sin
embargo, quiero destacar a dos autoras más –la primera muy superior a la segunda,
aunque peca como nuestra Blanca Varela de no ser susceptible a las lecturas de género–:
la romana Elena Clementelli (1923-2019) y la milanesa Alda Merini (1931-2009). Con la
última, cierro este paseo, transcribiendo uno de los pocos textos que hacen justicia a su
popularidad en Italia, tomado de la antología A tutte le donne de 2013.
“A los jóvenes”
Bella, risueña y joven
con tu vientre descubierto,
y una medalla de oro
sobre el ombligo,
me dices que haces el amor cada día
y eres feliz y yo pienso que tu vientre
es virgen mientras el mío
es un nudo de víboras
que ustedes llaman poesía
y es solamente todo el amor
que no he tenido
viéndote yo he maldecido
la suerte de ser poeta.