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James Ricardo Zorro Monrroy

Universidad Nacional de Colombia


Antropología
CPTPTPT

En búsqueda de una realidad

Lo que fue, eso será. Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará;


no se hace nada nuevo bajo el sol. Una cosa de que dicen:
“Mira esto, esto es nuevo”, aun ésa fue ya en los siglos
anteriores a nosotros.

Eclesiastés 1: 9 – 10

Imagina los albores de la humanidad, ese estado prístino donde la frontera entre humano
y naturaleza simplemente no existe, momento en el cual el pensamiento humano, de carácter
“pre-científico”, se veía motivado por la necesidad de explorar y explicar un vasto, y basto,
mundo lleno de cosas carentes de definición.

Si nos situamos en la línea del tiempo universal y ubicamos el dominio humano, nos
daríamos cuenta que nuestro tiempo es relativamente insignificante comparado con lo
precedido, casi cuántico, sin embargo, a nuestra velocidad, el “progreso” se ha mantenido
constante1 generando grandes avances tecnológicos que permean en todos los ámbitos
culturales, brindando, en cierta medida, bienestar en las diferentes comunidades humanas.
Pero ese germen inherente al humano, que resulta ser la necesidad de interpretación de su
entorno, permanece pese a la marcada separación entre naturaleza y cultura que la tecnología
nacida en el seno del Antropoceno ha provocado.

Es en este instante donde la física cuántica hace su aparición para desdibujar las fronteras
entre naturaleza y cultura, pero ¿en qué sentido? Sencillo, la naturaleza se compone de
partículas elementales y el humano “no es más” que una sumatoria de estas. “la teoría
cuántica no admite ninguna frontera entre lo pequeño y lo grande” (Rocenblum & Kuttner,
p.148). A mi parecer la cuántica es Copernicana ya que (re)revoluciona la ubicación del
hombre respecto a su lugar en el cosmos. Este nuevo rol de observador consciente de su

1
Considero necesario, solo en este caso y traicionando a mi disciplina, hacer uso de la falsa concepción del
evolucionismo unilineal ya que los tiempos cosmológicos no son de carácter multilineal, más si relativos.
posición en la naturaleza le permite ampliar sus campos y posibilidades, aunque claro,
siempre limitado por las capacidades de su época.

La noción de observador consciente y la ruptura entre la física clásica y la física cuántica


se produjeron al unísono, anteriormente la mecánica clásica se utilizaba para describir “un
mundo razonable [y previsible2] que no necesitaba interpretación” (Rocenblum & Kuttner,
p. 123), los fenómenos materiales ocurrían en el campo de lo real independientemente a si
eran vistos o no. Todo cambia cuando la teoría cuántica es formulada, ahora, pese a que se
identifican las unidades elementales que conforman la naturaleza con comportamientos
físicamente iguales3, el universo se torna probabilístico en función de un observador que crea
la realidad.

En 1926, un año después de la formulación de la ecuación de Schrödinger, el físico danés


Niels Bohr se interesó en el papel que juega el observador, para ser preciso los aparatos
macroscópicos que son utilizados al momento de medir el dominio microscópico. Se formula
la interpretación de Copenhague que nace a partir de los planteamientos de Bohr y
Heisenberg, en ella se postula que “solo las propiedades observadas de los objetos
microscópicos existen” (Rocenblum & Kuttner, p. 128), lo que no se observa “simplemente”
es dominio de la imaginación. Únicamente conocemos la existencia de estos elementos por
sus manifestaciones en los instrumentos destinados para su medición.

El problema de la medición no se limita al hecho de alterar el objeto, respecto a esto el


Físico de origen alemán, Pascual Jordán, dice que “las observaciones no solo perturban lo
que ha de ser medido, sino que lo producen” (Alexander, p. 23). La única manera de hacer
que las propiedades de un objeto microscópico se conviertan en una realidad física consiste
en hacer que estos alteren a un objeto macroscópico, en este orden de ideas lo que la
interpretación postula es que “solo las propiedades observadas de los objetos microscópicos
existen” (Rocenblum & Kuttner, p.128), esto provoca que se “reduzcan” a teorizaciones para
su comprensión. Recordemos entonces el árbol que cae en la mitad de un bosque sin que

2
En el mundo clásico todo es previsible: tanto velocidad como posición y la observación propia de la medición
no altera el resultado en cuestión.
3
El comportamiento cuántico de los objetos de escala atómica (fotones, protones, neutrones, electrones) es
el mismo para todos, a saber: ondulatorio-corpuscular.
nadie lo perciba, físicamente hablando, concluiremos pues que el árbol no solo no hace ruido
sino que no existe, cuánticamente hablando.

Una cosa hay que tener presente antes de continuar, evidentemente hay fenómenos de la
naturaleza que la física es incapaz de explicar, al respecto Bohr comenta que “no hay mundo
cuántico. Solo hay una descripción cuántica abstracta” (Rocenblum & Kuttner , p. 129). Lo
anterior resulta ser una postura profundamente estructuralista que presenta las restricciones
humanas, inherentes no solo a nuestra estructura cognitiva sino también a nuestro tiempo y
contexto socio-cultural.

La interpretación de Copenhague no fue bien recibida por algunos integrantes del gremio
científico, el físico austriaco Erwin Schrödinger genera uno de los postulados más conocidos
de la “cultura popular”. El famoso gato de Schrödinger nace a partir de un experimento
mental que busca mostrar lo absurdo de la teoría cuántica, y con ella la interpretación de
Copenhague, para Schrödinger “si la teoría cuántica podía negar la realidad de los átomos,
también negaría la realidad de las cosas hechas con átomos” (Rocenblum & Kuttner, p.142).
Se tienen dos cajas y en alguna de ellas se esperaría encontrar un átomo depositado con
anterioridad, si la teoría cuántica es cierta el átomo no se encontraría concretamente en una
de estas cajas sino que estaría “en un estado de superposición que abarca a ambas cajas”
(Rocenblum & Kuttner, p.143), el “solo” hecho de observar para determinar el estado del
átomo genera el colapso de su espín.

Llevar más allá este postulado nos reduce a que lo único que se “sabe con seguridad es
que uno mismo es un observador que colapsa funciones de onda” y que las demás personas
y objetos macroscópicos se encuentran en un estado de superposición que se ven obligadas a
colapsar “en una realidad concreta solo cuando uno las observa” (Rocenblum & Kuttner, p.
146). Ahora, no solo el árbol no hace ruido y no existe, también nos estremece en su caída y
es perfectamente real pero al observarlo lo obligamos a tomar alguna de las dos opciones con
su respectivo pasado, ya que “nuestra observación no solo crea una realidad presente, sino
que también crea un pasado congruente con esa realidad” (Rocenblum & Kuttner, p. 150)

Por una parte tenemos al gato de Schrödinger que predica que aceptar a la teoría cuántica
es admitir la ausencia de un mundo físicamente real y por otra parte tenemos la interpretación
de Copenhague que nos dice que los elementos de un posible mundo microscópico no existen
hasta que no se les observa. Einstein, en contracorriente a lo formulado por Bohr y
Heisenberg, comenta que “las cosas más pequeñas tienen realidad, se observen o no”
(Rocenblum & Kuttner, p.153) es por ello que se formula en 1935 la EPR (Einstein, Podolsky
y Rosen) diciendo que, aunque la teoría cuántica era correcta en sus argumentos más sólidos,
se encontraba en un estado incompleto. El experimento pretendía desintegrar dos partículas
gemelas con un único origen común, ellas salen disparadas en direcciones opuestas
separándose gradualmente entre sí, debido a su naturaleza si medimos la velocidad de una de
ellas sabremos las propiedades de la otra ya que no se ha observado directamente, el
desconcertante resultado en el cual la observación en una de ellas altera a la otra fue llamado
por Einstein como la fantasmagórica acción a distancia, este entrelazamiento de carácter
inmediato en donde se “transmite” información instantáneamente hace pensar que el espacio
físico entre ambas partículas simplemente no existiese ya que, como bien se sabe, la
relatividad espacial dice que no hay nada más rápido que la velocidad de la luz. Las
formulaciones que se realizan desde este punto poseen fuertes características filosóficas, no
menos importantes que las científicas.

No tomemos a la filosofía y a la ciencia como componentes de una dualidad,


adjudiquémoslas a un paralelo de relación recíproca donde cooperan y son utilizadas para
responder las dudas humanas, un ejemplo de ello se ubica en “la edad moderna, [que]
auxiliada por las matemáticas y la observación experimental, (…) tuvo su máxima expresión
en la física” (Giraldo, 11). “la ciencia no puede revelar ningún mundo real más allá de lo
observado. Todo lo demás es filosofía. Esta es la verdad” (140), el paralelo es perfectamente
aplicable entre la antropología y la física, pese a su distanciamiento ambas poseen un objetivo
afín que las entrelaza, a saber: tratar de explicar y formular un posible mundo real.

Referencias bibliográficas:

 Alexander, M. (2014). El mapa del cielo. Nueva York: Simon & Schuster paperbacks.
P 23.
 Rocenblum, b & Kuttner, F. (2010). El enigma cuántico. España: TusQuets editores.
pp 123 – 187.
 Giraldo, J. QUANTUM SAPIENS I La Primera Revolución Cuántica: Universidad
Nacional.p. 11.

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